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lucha urnas -Manifiesto Anticapitalista- Colectivo Ratio, Comité Estudiantil Metropolitano, Jóvenes en Resistencia Alternativa y Perspectivas Críticas. Nuestra revolución no pasa por sus nuestra es contra el sistema

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nuestra revolucion no cabe en sus urnas

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  • lucha

    urnas

    -Manifiesto anticapitalista-

    Colectivo Ratio,Comit EstudiantilMetropolitano,Jvenes enResistenciaAlternativa yPerspectivasCrticas.

    Nuestrarevolucinno pasapor sus

    nuestra

    es contrael sistema

  • Nuestra revoluciNNo pasa por sus urNas,

    Dentro de algunas semanas tendrn lugar diferentes elecciones de carcter intermedio en nuestro pas. Por lo cual consideramos fundamental cuestionar de manera radical el papel y significado de las mismas as como analizar el contexto poltico y social en el cual se insertan. Es-tas elecciones se juegan en un panorama sumamente complejo que mezcla diversos elementos y dinmicas. La implementacin y profundizacin del proyecto neoliberal por parte de las clases dominantes gener la crisis social ms profunda de las ltimas dcadas; uno de los ndices ms alarman-tes se expresa en el incremento inhumano de la violencia con ms de 150 mil muertos durante los ltimos aos, situacin slo comparable con pases en guerra de Me-dio Oriente, como Iraq o Siria en donde se han registrado 1.6 y 1.5 millones de perso-nas desplazadas, respectivamente; cifras cercanas a la situacin nacional, puesto que hasta 2012 Mxico sumaban 1.2 mi-llones de desplazados. Un proceso que ha implicado fuertes rupturas y tendencias de descomposicin social que desde el Esta-do intentan ser manipuladas mediante una poltica de terror que pretende reproducir

    una dinmica pasiva y reaccionaria entre la poblacin.

    Por supuesto, esta situacin se relaciona directamente con los planes imperialistas de las clases dominantes norteamericanas que pretenden convertir a Mxico en una bodega de mano de obra barata y de recur-sos estratgicos, impulsando la profundiza-cin del saqueo, la explotacin y la devas-tacin ecolgica. Son estas las intenciones expuestas y realizadas por las reformas estructurales (Reforma Energtica, La-boral, Financiera, Hacendaria, Educativa, Poltica-Electoral, de Telecomunicaciones y Radiodifusin, de Transparencia, de Com-petencia Econmica, al Cdigo Nacional de Procedimientos Penales y la Nueva Ley de Amparo) implementadas en los ltimos dos aos por el gobierno de Pea Nieto, las cuales culminan el largo trnsito histrico de implantacin del neoliberalismo, al abo-lir los pilares fundamentales del proyecto de pas gestado tras la Revolucin Mexicana y el Cardenismo. Sin embargo, este mismo proceso ha implicado la emergencia de lu-chas y de resistencias por parte de los ex-plotados y oprimidos del pas, evidenciando la dinmica contradictoria del proyecto de

    los poderosos, generando as una crisis de legitimidad del rgimen poltico.

    En este contexto la dinmica y configu-racin del Estado se modific conservando su matriz corporativa, clientelar y corrupta. Para evaluar las elecciones es fundamen-tal comprender la naturaleza histrica y la dinmica de las mismas en la configura-cin estatal vigente. El Estado mexicano es fruto de una revolucin que llev ade-lante un proyecto nacional-popular que mezcl un horizonte capitalista con incrus-taciones de aspiraciones populares, ge-nerando mecanismos de regulacin en la relacin capital-trabajo. El reparto agrario y la creacin del ejido, la educacin pblica, la Ley del Trabajo y despus la nacionali-zacin del petrleo expresaron esta din-mica. Al mismo tiempo, se configur una dinmica poltica completamente estatiza-da con tendencias paternalistas en donde la participacin popular estaba configurada y regulada desde el Estado y el partido en el poder, la disidencia poltica de izquierda era sistemticamente combatida por me-canismos profundamente autoritarios. Bajo esta lgica, el control de los sindicatos y de las organizaciones campesinas son ejemplos ntidos que continan operando actualmente.

    Este panorama fue quebrado con el surgimiento de movimientos sociales que expresaron la perdida de consenso por parte del rgimen poltico en Mxico. Luchas que datan de dcadas: la huelga ferrocarrilera en los cincuenta, las luchas populares en Guerreo durante los sesenta y la lucha estudiantil del 68. En todos estos procesos germin la posibilidad de una po-ltica alternativa e independiente por parte de los de abajo. La conquista de derechos democrticos elementales en la Ciudad de Mxico no puede entenderse sin examinar este largo proceso de luchas sociales de

    las ltimas dcadas. En este panorama la imposicin del neoliberalismo abri un giro muy profundo en el patrn de acumulacin capitalista en nuestro pas. Como se sabe, ante la crisis de las ganancias de las cla-ses dominantes a nivel internacional en los setenta, estas hicieron suya la estrategia neoliberal, basada en la profundizacin de la explotacin, la financiarizacin, la privatizacin de sectores estratgicos y la intensificacin del despojo a partir de la expansin de un mercado invasivo y colo-nizador al que llamaron globalizacin.

    A diferencia de otros pases de Am-rica Latina, en Mxico el neoliberalismo no lleg por medio de un golpe militar. El neoliberalismo refuncionaliz al Estado y al partido gobernante conservando su matriz corporativa y autoritaria, una dinmica di-fuminada por la reforma poltica de Reyes Heroles que por un lado era el resultado de luchas populares de dcadas pero que al mismo tiempo tena la intencin de institu-cionalizar a la disidencia. A luz de los aos, todo este proceso evidenci la falsedad de la supuesta transicin democrtica, abrien-do un periodo de inestabilidad poltica. El enorme movimiento democrtico contra el fraude electoral de 1988 demostr las con-tradicciones entre la falta de consenso del neoliberalismo, las aspiraciones populares de conservar los derechos plasmados en la construccin de 1917 y la determinacin de la burguesa de realizar su proyecto, fortaleciendo las dinmicas autoritarias a costa de perder el consenso.

    Durante las ltimas dcadas el pas ha avanzado hacia una crisis estructural: la economa se desploma, el rgimen poltico pierde legitimidad, la devastacin ecolgi-ca se extiende exponencialmente y la cri-sis social se profundiza a niveles inauditos. Esta situacin no ha impedido la realiza-cin de los planes constituidos desde las

    -M a Nifiesto aN tic apitalista-

    Nuestra lucha escoNtra el sisteMa!

  • clases en el poder, lo que nos obliga a dis-tinguir entre la crisis tica de la poltica, la crisis de legitimidad y la crisis poltica del Estado. El hecho de que la crisis tica y de legitimidad avance brutalmente no quiere decir que el Estado haya entrado en una crisis que le impida conducir las principa-les estructuras del pas. En este proceso es vital reconocer la existencia de un ciclo de protestas muy significativo y plural que contiene momentos cspides como 1988, 1994 o 2006. Pero tambin luchas sectoria-les y regionales de gran importancia contra la privatizacin de la educacin (huelga del 99 en la UNAM, luchas magisteriales), el despojo (Atenco) entre muchas otras.

    Bajo estas consideraciones es funda-mental cuestionar el significado y el alcan-ce histrico de Ayotzinapa, justamente en medio de este cambio de poca signado por la institucionalizacin plena del neoli-beralismo. Existe un antes y un despus de los sucesos del 26 de septiembre de 2014, un punto de inflexin basado en la indigna-cin y el dolor que hicieron explotar un pro-ceso de movilizacin frente a la barbarie en nuestro pas, pero tambin implicaron una ruptura en la percepcin sobre el rgimen, el sistema de partidos y su legitimidad. Lo importante es ubicar que ese cambio es el resultado de la movilizacin y la solidaridad desde abajo. Las movilizaciones del 2014 desmoronaron la imagen que Pea Nieto sembr a nivel nacional e internacional y obligaron al encarcelamiento de Abarca y la renuncia de Aguirre. Por supuesto, es-tas ltimas fueron acciones que buscaban aminorar el impacto de la crisis sobre el gobierno. En este mismo sentido es impor-tante reconocer la composicin y dinmica poltica de las movilizaciones en solidari-dad con Ayotzinapa, que fueron capaces de levantar protestas en estados del norte del pas y de extender paros estudiantiles

    inditos en la historia de nuestra sociedad que sobrepasaron los 130 centros de es-tudios en paro en noviembre del 2014. No se trata de evaluar slo la amplitud sino tambin la emergencia de un nuevo ciclo de indignacin, movilizacin y participacin de carcter nacional.

    Es importante analizar el contenido pol-tico de las protestas cuyo mximo se elev en torno a la consigna Fue el Estado. Esta idea apunta a sealar a Ayotzinapa como un sntoma del funcionamiento estructural del pas, proyectando la necesidad de un cambio de raz para nuestra sociedad. La idea de que ms all de un poltico, de la lite poltica y sus corruptelas, se trata de una estructura y de una estrategia de la minora poderosa y tirana, condujo a miles de personas a dudar no slo de un gober-nante sino del modelo de pas mismo. Por supuesto, tambin es necesario reconocer el enorme eco que obtuvo la consigna Fue-ra Pea; aunque es inevitable reconocer igualmente- la distancia entre el conteni-do estructural de la primera y el carcter coyuntural de la segunda. Es vital ubicar que el Fuera Pea expresa una voluntad destituyente fundamental para enfrentar la embestida estatal desde abajo, sin dejar de remarcar la distancia existente entre las consignas polticas y la potencia del movi-miento, pues an cuando result correcto empuar ambas, es necesario evaluar la diferencia entre la debilidad del Estado y las fuerzas reales del movimiento para de-rribar al gobierno.

    La coyuntura abierta por Ayotzinapa im-plic, al igual que otros grandes momentos de crisis poltica y movilizacin (68, 88, 94 o 2006), un quiebre en la sensibilidad social y poltica de millones de personas. A pesar de que la imposicin de las reformas impul-sadas por Pea Nieto, exceptuando la edu-cativa, no generaron protestas masivas,

    Ayotzinapa s lo hizo. De pronto, se volvi inadmisible el funcionamiento cotidiano de las cosas, inaceptable la corrupcin, el ci-nismo y la inhumanidad. Esta sensibilidad qued registrada en marchas que duran-te meses siguieron creciendo, un pulso latente dentro de la movilizacin popular en Guerrero. Esta dinmica, sumada a las movilizaciones de los ltimos dos aos, hace pensar que nos encontramos frente a la apertura de un nuevo ciclo de protes-tas con la emergencia de una nueva ola de participacin poltica por parte de miles de personas.

    Al mismo tiempo, resulta necesario iden-tificar las ausencias e insuficiencias de las protestas que en muchos momentos fue-ron incapaces de coordinarse y de proyec-tar espacios de participacin de mediano y largo plazo para aglutinar el desconten-to expresado. Asimismo, es importante caracterizar la crisis poltica generada en torno al caso de Ayotzinapa, sin duda una de las ms profundas en las ltimas dcadas. Durante los ltimos aos se han multiplicado este tipo de crmenes de lesa humanidad que expresan el nivel de de-gradacin tica del Estado y los partidos polticos electorales. En este proceso es posible reconocer elementos que apuntan a la profundizacin de la crisis de legitimi-dad del rgimen poltico; la fe en las insti-tuciones est por los suelos. Sin embargo, no se trata de una crisis fatal para el Esta-do mexicano o un proceso terminal, pues a pesar de todo, est siendo capaz de llevar adelante la estrategia de los poderosos. Por supuesto, se trata de una situacin frgil y contradictoria. Nosotros pensamos que la profundizacin de la crisis de legiti-mad hacia una crisis poltica a favor de las mayoras depender de la construccin de un contrapoder popular desde abajo, ca-paz de arrebatar a las clases dominantes

    la direccin de nuestra sociedad.Reconocemos la importancia de las lu-

    chas democrticas de las ltimas dcadas que pugnaron por el derecho y la posibi-lidad a la disidencia poltica. El problema es evaluar cul es el papel de la dinmica electoral y su repercusin en el campo de las luchas populares frente al panorama actual. Los grandes fraudes electorales han hecho evidentes las frgiles o nulas condiciones democrticas en nuestro pas; al mismo tiempo, la trayectoria del PRD expone los riesgos de someter la poltica de la izquierda a una lgica electoralista cuyas reglas del juego ni siquiera son res-petadas y cuando el proyecto de cambio es reducido a la gestin gubernamental, vaca de contenido programtico de cualquier signo y anclada en la separacin entre las luchas de abajo y los partidos, y por el otro en la separacin gobernados-gobernantes. El sistema electoral mexicano y su siste-ma de partidos se encuentran al servicio de la gran burguesa; no negamos por ello la posibilidad de que exista disputa polti-ca posible, pero consideramos que en el escenario poltico actual, la lucha por la transformacin radical del pas no pasa por las elecciones. El rgimen mexicano es irreformable y la situacin actual interpela a la necesidad de pensar en una transfor-macin de fondo que parta de la organiza-cin popular.

    Para nosotros, la democracia presenta-da por el Estado, los partidos electorales y los grandes medios de comunicacin, es una farsa en donde no se pone en tela de juicio el rumbo de nuestro pas y hace clara la forma de gobernar desde la elite, sin control e influencia alguna desde aba-jo. El vaco de las campaas electorales es evidenciado por slogans superficiales ligados a una lgica de venta ms que de discusin colectiva. Esta falsa democracia

  • se maneja como una simple mercanca en donde se pretende presentar a las eleccio-nes como la mxima y nica instancia para hacer poltica, presentando a la poltica de las elites como el monopolio de lo poltico. Esta dinmica reitera las insuficiencias y falsas expectativas que se generan en tor-no a la democracia representativa, la cual implica un proceso de delegacin de poder en donde los votantes no tienen control so-bre las decisiones de sus llamados repre-sentantes. El mando delegado sin comuni-dad poltica desde abajo, es slo la ilusin ideolgica de la representacin. El poder delegado de esa manera slo legitima a lo que en realidad es una oligarqua.

    A esta dinmica es necesario sumar las confabulaciones y corrupciones genera-das entre las altas esferas empresariales, incluyendo en ellas a los grandes crteles de la droga, y los partidos polticos del r-gimen. Tal y como se expres en el caso Ayotzinapa, resulta alarmante la implica-cin entre crteles y el Estado, sobre todo pero no slo a nivel local. Durante los ltimos tiempos, decenas de polticos de escala municipal, estatal y federal se han visto implicados con el narcotrfico, condi-cin que ha debilitado an ms las posibili-dades de que la lucha electoral en nuestro pas pueda convertirse en una oportunidad para la izquierda del tipo que sea. Ningn partido puede asegurar que no ha sido infiltrado: la posibilidad de que cientos de Abarcas habiten en los partidos polticos, hacen de esta eleccin, un camino para votar por el crimen organizado. De ello no se desprende, de ninguna forma, que la profundizacin de la miseria y de la repre-sin impliquen el incremento de la lucha y la historia reciente de Mxico lo corrobora.

    La farsa electoral del rgimen exhibe las profundas desigualdades existentes para la participacin poltica en nuestro

    pas, empezando por las desigualdades econmicas que sin duda condicionan la participacin de los ciudadanos. Jams ser comparable, bajo estas condiciones, la voz de un campesino, un trabajador o un estudiante frente a la voz de un empresario multimillonario como Carlos Slim. Sin duda la democracia debe pensarse y practicarse mucho ms all de depositar una boleta en una urna cada 3 o 6 aos, sta debe pasar por la gestin colectiva de nuestros territo-rios, centros de trabajo y de estudio, a la par de construir un proyecto social que nos permita disputar a las clases dominantes el rumbo de nuestra sociedad. Este cam-bio no podr surgir desde la nada ni por un decreto automtico, pensamos que slo el trabajo y el compromiso social y militante pueden permitirnos acceder a la construc-cin de una respuesta desde las mayoras.

    En este contexto, la juventud ha jugado un papel muy peculiar; asediada por el neoliberalismo, blanco de innumerables polticas de precarizacin que han lanzado a millones de jvenes y a ms de una ge-neracin al naufragio. No resulta sorpren-dente que frente a la precariedad y la des-esperanza miles de jvenes se integren a las filas del narcotrfico o que el rostro la-boral de las empresas trasnacionales sea el de jvenes sometidos a la miseria y a la falta de derechos elementales como sa-lud, pensin o el derecho a sindicalizacin. Frente a este panorama se ha gestado una dinmica muy interesante de participacin poltica juvenil que muestra fuertes tenden-cias a la radicalizacin, particularmente estudiantil, que en cierta medida parte del rechazo al sistema poltico actual, expre-sando la crisis del rgimen.

    Durante los ltimos aos ha emergido un nuevo ciclo de movilizacin popular en todo el pas en donde la participacin de los jvenes y los estudiantes ha sido de

    suma importancia. (#yosoy132-2012-, soli-daridad con el magisterio en su lucha con-tra la reforma educativa-2013-, solidaridad con Ayotzinapa-2014); la juventud ha mos-trado una vocacin profundamente poltica luchando contra los grandes medios de comunicacin, la falta de democracia y so-lidarizndose con diversas luchas en todo el pas. Una nueva generacin poltica ha nacido, generando diversos dilemas y pre-guntas que podran ser resultas mediante el dilogo y la prctica poltica cotidiana, demostrando, como miles de jvenes lo han hecho en todo el mundo, que nuestras vidas pueden ir ms all de las condiciones que pretende imponernos el sistema capi-talista, a travs de la accin colectiva y la organizacin.

    En este sentido, consideramos que el descontento juvenil mostrado durante los ltimos aos debe articularse poltica y socialmente en diversos sentidos y esca-las. Impulsando luchas sectoriales vitales como la lucha por el derecho irrestricto a la educacin pblica y gratuita, esforzndo-nos porque a ningn joven le sea negado el derecho a la educacin o a un empleo digno. Al mismo tiempo creemos que una tarea primordial de esta nueva generacin es vincularse y contribuir con otros movi-mientos sociales ligados a la defensa del territorio, la construccin de autonomas y la pugna por derechos polticos elementa-les. Para ello es necesario esforzarnos por consolidar espacios de confluencia poltica para la juventud bajo una dinmica antisis-tmica y militante.

    En el escenario poltico actual ningn partido electoral se encuentra elaboran-do una poltica genuinamente disidente y antisistmica, capaz de proyectar polti-camente el descontento y de articular las movilizaciones orgnicamente con una propuesta poltica. Ellos nada hablan del

    despojo a las comunidades en todo el pas, de las mujeres asesinadas, de las vctimas de la guerra, de los miles de jvenes con-denados al desempleo y de la falta de edu-cacin. No confiamos en que un proceso de este tipo pueda surgir automticamente. Para nosotros, la emergencia de una polti-ca urbana anticapitalista puede surgir de la conexin de un anlisis radical de nuestra sociedad con una prctica poltica concreta desde abajo, de las confluencias que pue-dan generarse y construirse al interior de la izquierda radical. Desde nuestro punto de vista, la situacin actual exige una poltica capaz de apuntar no slo a detener la ofen-siva del Estado sino de atentar en contra de la lgica de despliegue del capital.

    Las clases dominantes de nuestro pas han cerrado filas en cada ocasin frente a los momentos de crisis poltica apuntando y presionando a favor de la conformacin de un rgimen poltico que intenta saldar la crisis de hegemona del proyecto neolibe-ral mediante la fuerza; ejerciendo dinmi-cas de represin, cooptacin o aislamiento hacia los movimientos sociales; el crecien-te autoritarismo y la militarizacin son respuestas elaboradas desde esta lgica. A pesar de los enormes esfuerzos realiza-dos, las luchas populares y los sectores organizados no hemos logrado detener la ofensiva del capital y del Estado en sus di-versas facetas, esta situacin nos obliga a discutir de manera colectiva y fraterna las estrategias de lucha de la izquierda, esfor-zndonos por generar espacios de dilo-go que nos permitan vislumbrar procesos capaces de articular a las diversas movi-lizaciones existentes. Lo cual no suceder de la noche a la maana, sino es mediante el trabajo de base que los militantes de iz-quierda y las organizaciones anticapitalis-tas estamos llamados a realizar.

    Bajo estas consideraciones, como orga-

  • nizaciones juveniles antisistmicas hemos decidido no ir a las urnas este prximo 7 de junio. Sin embargo, en ningn momento esta orientacin nos parece la decisin o el ncleo central de una estrategia poltica para la izquierda anticapitalista, como tam-poco consideramos que la batalla central sea contra aquellos que de manera ge-nuina y desde una postura de izquierda creen que las elecciones son una opcin de lucha. Ms all de votar o no, nuestro llamado es a fortalecer a los movimientos y procesos organizativos existentes pug-nando por su articulacin bajo una lgica elemental, sin pretender acondicionar a la diversidad de luchas existentes a una ideo-loga o direccin poltica nica, apuntando a ejercer una crtica de fondo a la situacin actual con el objetivo de contribuir en la construccin de un cambio radical desde la base que busque la construccin de una sociedad sin explotacin opresin y devastacin ecolgica, una sociedad ba-sada en la solidaridad, la autonoma y la creatividad.

    Nuestra lucha va ms all de sus elec-ciones, nuestra lucha es contra el sistema, contra el Mxico de los poderosos. Las ra-ces de un Mxico diferente han empezado a sembrarse en la accin de miles de per-sonas, cristalizando en mltiples procesos de resistencia territorial indgena, campesi-na o urbana contra el despojo y los mega proyectos, en la construccin de autono-ma por parte de diversas comunidades indgenas, como lo ejemplifican Chern y el EZLN, en la lucha del sindicalismo inde-pendiente del magisterio democrtico, en la heroica lucha de San Quintn o la resis-tencia del SME, en la lucha de las mujeres contra los feminicidios y la violencia de g-nero, en la lucha que ejercen las vctimas de la guerra contra el narco y en la lucha estudiantil contra la falta de democracia y

    la manipulacin meditica. Este es el M-xico que queremos continuar sembrando, fortaleciendo y extendiendo.

    Somos jvenes hartos de esperar lo que no se puede esperar de ellos; hartos de que conduzcan el esfuerzo de nuestros ances-tros a cenizas y ganancias para su egos-mo y beneficio particular; hartos de un pas que se ha convertido en una fosa comn donde el dolor y la rabia son las emociones del da a da; hartos de aspirar a un futuro de marginacin y precariedad, de sumisin y silencio; hartos de vivir en la miseria y la resignacin Son ellos los que nos han puesto al borde del abismo: sus ganancias o nuestras vidas; nuestros pueblos o sus empresas; su guerra o nuestra solidaridad. Anhelamos, en cambio, poder llevar sobre los hombros la energa revolucionaria y libertaria de Zapata y Magn, el impulso democrtico y poltico del movimiento es-tudiantil de 1968, la dignidad rebelde de las Comunidades autnomas Zapatistas y de su digno levantamiento, el mpetu unitario y creativo del movimiento #Yosoy132. No comenzamos de cero esta batalla, los ci-mientos histricos de un Mxico rebelde y revolucionario son inmensos y es la accin colectiva la que puede permitirnos reacti-var su potencial emancipatorio. Aspiramos a contribuir en la construccin de un cam-bio desde la raz para nuestra sociedad. No tenemos temor en decirlo: aspiramos a una revolucin social, es decir, a tomar so-bre nuestras manos el control de nuestras vidas y de nuestra sociedad.

    Mayo de 2015, Ciudad de Mxico.

    Colectivo RatioComit Estudiantil Metropolitano (CEM)

    Jvenes en Resistencia Alternativa (JRA)Perspectivas Crticas (PCS)