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FRANCISCO MORA IÑIGO MAGRO DE ORBE MAESTROS DE LA ARQUITECTURA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA VALENCIA MODERNA MACVM 1 er ciclo

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Francisco Mora, un Arquitecto de su tiempo. 2

© De esta edición:

Universidad Politécnica de Valencia.

Laboratorio Hilberseimer (LAB H).

Editor: José María Lozano Velasco.

Coordinadores: José Antonio Antón Sanmartin, Luis Cifo Martínez.

Maquetación: José Antonio Antón Sanmartin, Luis Cifo Martínez.

© De los textos: Iñigo, Magro de Orbe, José María Lozano Velasco.

Transcripción: Vanessa Pérez Rodríguez.

© De las imágenes: sus autores.

Ciclo de Conferencias: Maestros de la arquitectura en la construcción de la Valencia moderna.

El ciclo que se propone tiene como objetivo dar a conocer al alumnado de la Escuela de Arquitectura el trabajo y los nombres de los actores más importantes en la construcción de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Probablemente es en este período cuando en Valencia se consolidan incipientes antecedentes, interrumpidos por la contienda bélica y las primeras déca-das de la dictadura, que con la inercia temporal que es consecuencia del aislamiento internacional, significan la construcción moderna de las ciudades españolas.

I.S.B.N. 978-84-946462-0-1

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Exordio

Si bien el conjunto de conferencias en el que se inscribe la pronunciada por el profesor Magro de Orbe se refiere fundamentalmente a la construcción de la Valencia moderna y, en consecuencia, al desarrollo de la misma en los últimos cincuenta años, diversos especialistas coincidieron en considerar al arquitecto D. Francisco Mora figura relevante para la comprensión del inicio y evolución de una “protomodernidad” que, como en tantos casos de ciudades españolas, se produce en los finales del XIX y principios del XX cuando, tras la revolución industrial y las primeras migraciones desde el campo a las ciudades, las innovaciones cons-tructivas y los requerimientos higienistas provocaron la aparición de un incipiente urbanismo municipal que se concretó en planes y creación de infraestructuras, entre los que los denominados de “ensanche” cobraron cierto protagonismo en Barcelona, Madrid o Valencia.

Nadie mejor que el profesor Magro de Orbe, autor en su día de una rigurosa y bien documentada tesis doc-toral sobre la figura de D. Francisco Mora, para indagar en la importancia del Plan de Ensanche de la ciudad de Valencia por él impulsado y redactado, y para reconocer en su obra –fecunda, ecléctica y en ocasiones, como la del Mercado de Colón, enormemente representativa- indicadores que contienen numerosas claves para la compresión de la Valencia contemporánea.

Íñigo Magro, a la sazón profesor de proyectos arquitectónicos de la Escuela de Valencia a la par que autor de obras de acreditada calidad en su ya dilatada trayectoria profesional, establece un interesante recorrido por el trabajo del arquitecto Mora con un estilo muy personal, fruto de su profundo conocimiento acerca del mismo y de una valoración crítica que no elude su propio compromiso con asuntos formales o constructivos imprescindibles para entender adecuadamente la obra de este arquitecto valenciano nacido en Sagunto en 1875 y que con apenas veinticinco años se hace ya cargo, desde el Ayuntamiento cuyo edificio él mismo reformó y completó con la propuesta del “famoso” y extemporáneo balcón, del urbanismo del ensanche de la ciudad de Valencia.

Sus consideraciones, apuntes y matizaciones permitirán al lector, no sólo conocer hechos, documentos de primera mano y hasta anécdotas complementarias imprescindibles para entender la figura de Mora, sino también para valorar adecuadamente su influencia –a través de sus propuestas urbanísticas y de su obra construida- en la evolución de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX, que es el período en el que se centra el conjunto de este ciclo de conferencias.

Sirvan estas palabras de introducción y, a la vez, de agradecimiento por su generosa y brillante contribución.

José María Lozano Velasco.

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Quiero empezar esta charla haciendo referencia al título genérico del ciclo que, como podéis ver en la primera diapositiva, es: “Maestros de la arquitectura en la construcción de la Valencia moderna”. Quiero resaltar este título porque no hubiera sido lo mismo si hubiéramos dicho, por ejemplo: “Maestros modernos en la construcción de la Valencia actual”. Es un matiz importante que quiero destacar porque el arquitecto del que vamos a hablar hoy, Francisco Mora Berenguer, no fue un arquitecto ni revolucionario ni vanguardista; ni tan siquiera diría yo que fue un arquitecto moderno. Sin embargo, siempre he considerado a don Paco Mora como un gran maestro de la arquitectura. Son cosas distintas que me gustaría tener en cuenta.

Francisco Mora fue un arquitecto de su tiempo, un hombre culto y de profundas convicciones artísticas, de gran rigor constructivo y una excelente profesionalidad. Fue un arquitecto de formación académica y gran defensor de la arquitectura clásica de raíces vitruvianas.

La verdad, la bondad y la belleza estuvieron siempre en el origen de todos sus discursos y escritos que realizó en diferentes actos a lo largo de su dilatada trayectoria profesional. Fue un arquitecto de raíces clásicas y tuvo, en todo caso, una actitud de defensa de los valores propios de las arquitecturas nacionales que se produjeron a finales del siglo XIX. Sin embargo, fue un arquitecto que no supo, o no quiso, aceptar los retos que le ofreció la modernidad en la primera década del pasado siglo XX. A pesar de ello, no tengo ninguna duda de que fue el auténtico impulsor de la Valencia que se empezó a gestar en ese periodo histórico a caballo entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, porque la estructura urbana de la ciudad de Valencia tal y como la conocemos hoy, se conformó al margen de las vanguardias. (Como me comentó personalmente Ignasi Solà-Morales).

Efectivamente, cuando realicé mi tesis doctoral sobre el arquitecto Mora, tuve la ocasión de hacer una entrevista a Ignasi Solà-Morales para hablar sobre este tema. Yo tenía mis dudas sobre si era necesario, conveniente, oportuno, hacer un trabajo de investigación sobre un arquitecto menor, de provincias, pero que había influido realmente, como arquitecto importante, en la configuración de la imagen de la ciudad de Valencia. Ignasi Solà-Morales disipó todo tipo de dudas, y me dijo que, desde la arquitectura, no tanto desde la historia, había que estudiar a aquellos arquitectos que, como Mora y otros tantos de otras ciudades europeas y españolas, fueron los auténticos artífices de esa ciudad que conocemos hoy: esa ciudad moderna cuya imagen se empezó a gestar en los albores del pasado siglo, con independencia de las vanguardias.

La charla de hoy la voy a estructurar en base al recorrido por tres pequeñas historias relacionadas entre sí. La primera será la “historia de un balcón”, luego hablaré de la “historia de un lugar” y finalmente, como último apartado, hablaré, obviamente, del arquitecto Francisco Mora. Me parece muy importante tener una visión de largo recorrido, a través del tiempo y de los acontecimientos; cómo van pasando las cosas y cómo los personajes y las diversas circunstancias van construyendo estas tres historias que, a mi juicio, son importantes para entender el origen de la Valencia moderna.

Título: Francisco Mora, un Arquitecto de su tiempo. Conferenciante: Íñigo Magro de Orbe

Ciclo de Conferencias: Maestros de la arquitectura en la construcción de la Valencia moderna.

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I - HISTORIA DE UN BALCÓN

La primera historia que os quiero contar es la “historia de un balcón”: el balcón del Ayuntamiento de Valencia. Paso todos los días por delante de él porque voy a mi estudio cruzando la plaza: ese espacio tan inhóspito, tan desconfigurado, pero tan significativo dentro de la historia de la ciudad, porque es su centro neurálgico, es el lugar donde se empezó a gestar la Valencia moderna.

En la imagen se pude ver el balcón lleno de gente, muy pocas de esas personas son conscientes de donde están y qué significa ese lugar y, por supuesto, no tienen ni idea de la fecha en la que se construyeron los diferentes elementos que componen la actual fachada del Ayuntamiento que, como sabéis, es obra del arquitecto Francisco Mora. A menudo, me he parado a hablar con los viandantes y curiosos, y ese desconocimiento y las preguntas de la gente me parecían normales en la gente normal, de la calle, así como las dudas y el interés por ese balcón de cualquier turista haciendo fotos: su desconocimiento me parecía razonable. Sin embargo, me sorprende mucho que, en la propia escuela de arquitectura, estudiantes y futuros arquitectos no sepan que el edificio del Ayuntamiento se acabó de construir en el año 1929 y que el balcón de autoridades no se terminó hasta 1967.

Como podéis observar en esta imagen, en 1952 Mora hace una primera propuesta de ampliación del Ayuntamiento con la incorporación de una planta en la azotea principal y la elevación de las dos torres centrales. En esta propuesta (no construida), ya aparece dibujado el balcón de autoridades, pero es un balcón integrado en la propia composición de la fachada, no tanto como un elemento añadido. Es 1958 cuando don Paco Mora hace el fotomontaje en el que se pueden ver las diferencias entre la fachada construida (sin el balcón), y su propuesta con el balcón incorporado.

Las fotos son las originales (sacadas de sus álbumes personales) que tuve ocasión de manejar con motivo de mi tesis doctoral. Me sorprendió este fotomontaje en el cual ya se incorporaba el balcón entendiéndolo como algo integrado. Mora era un arquitecto absolutamente coherente, muy clásico, muy académico; no podía entender la posibilidad de un añadido, la pieza debía de estar integrada dentro de la propia composición de la fachada.

No voy a hablar ni de lenguajes ni de estilos, simplemente me voy a limitar a constatar un hecho que es un dato objetivo. La propuesta de Mora consistió en

© Archivo personal Iñigo Magro de Orbe.

© Archivo personal Iñigo Magro de Orbe.

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elevar el arco de la puerta principal: se eleva hasta la cornisa, se eliminan las tres ventanas arqueadas de la parte superior, y se propone un balcón integrado en la fachada, al mismo nivel de las balaustradas existentes.

Como he dicho anteriormente, en 1967 (6 años después del fallecimiento de Mora), se construye el balcón definitivo (el actual) que, por cierto, sus obras fueron dirigidas por Román Jiménez. Yo creo que Román tuvo algo que ver en la incorporación de ese nuevo balcón que, finalmente, acabaría formando parte del propio edificio. Muy poca gente sabe que ese balcón -que se puede visitar ahora libremente-, pertenece a un edificio histórico, pero, que ha sido construido, digámoslo coloquialmente, “ayer por la tarde”.

© Archivo personal Iñigo Magro de Orbe.

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II - UN LUGAR: LA PLAZA DEL AYUNTAMIENTO

Como segunda parte de la charla, quiero hablar de un lugar. Me estoy refiriendo al centro de la ciudad de Valencia: la actual Plaza del Ayuntamiento.

Sin embargo, para hablar de ese lugar, primero hay que hablar de la historia de la ciudad, porque me parece oportuno y conveniente tener un punto de partida y, desde él, contemplar la evolución urbana a través de los planos históricos.

[S.XVIII]

Siempre me ha interesado este grabado del siglo XVIII como punto de referencia histórico, donde se ve la Valencia amurallada y, además, encorsetada por el propio rio Turia, de donde sobresalen las “finas torres” (como diría el poeta), un autentico skyline del XVIII.

Me gusta hacer la comparación que aparece en la siguiente imagen. El grabado del XVIII y la propuesta de Jean Nouvel para “Valencia Litoral” (un proyecto fallido, que no se llevó a cabo, pero que tuvo una gran repercusión mediática y una gran importancia, a mi juicio). Me gusta compararlos porque, en cierta medida, pasamos de la Valencia del XVIII -encerrada, puesta entre paréntesis, ensimismada, sin posibilidades de crecimiento debido al rio que la encorsetaba-, a la propuesta de Nouvel, que acaba utilizando precisamente el rio como el canal de conexión de la ciudad con el mar, a través de esas “nuevas finas torres”, en este caso administrativas, que plantea en el delta verde de su propuesta urbanística. Al final, la cosa no deja de ser curiosa, pero esa referencia visual siempre me ha interesado; las finas torres de los campanarios y las iglesias del XVIII frente a esas otras finas torres, contundentes y perfectas, de la Valencia del futuro propuestas por Jean Nouvel.

Otro plano de referencia en la historia de nuestra ciudad es, sin duda, el plano del padre Tosca, también del XVIII. Utilizaré este plano para ubicar el nuevo centro de la ciudad que se fue consolidando en el entorno del Convento de San Francisco a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

[S.XIX]

Durante la primera mitad del siglo XIX, el Ayuntamiento estuvo ubicado en el corazón de la ciudad, en la plaza de La Seu, en los solares en los que actualmente hay unos jardincillos frente al palacio de la Generalitat. Ahí estuvo ubicado un edificio que albergaba las actividades del consistorio municipal.

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Fue justamente -y es muy importante esta fecha- en el año 1854 cuando el Ayuntamiento -el consistorio como institución-, se traslada a lo que hoy es el centro de la ciudad de Valencia. Se traslada, como podéis observar, a las Casas de Enseñanza del Arzobispo Mayoral, un edificio neoclásico del XVIII que está situado en ese punto tan importante y tan emblemático de la ciudad, en el entorno del convento de San Francisco.

Aquí estaba la Casa de la Enseñanza, aquí el convento de San Francisco ocupando el centro de la actual plaza, y el barrio de pescadores enfrente. Serán los componentes fundamentales para entender cómo, a partir de un momento determinado, todo eso se reorganiza y se empieza a configurar el auténtico centro de la ciudad de Valencia.

En la siguiente imagen podemos ver, un poco más detalladamente, el espacio que actualmente ocupa el ayuntamiento; el claustro de la Casa de la Enseñanza y el propio convento de San Francisco colmatando, literalmente, lo que hoy conocemos como la plaza del Ayuntamiento. Ese recorrido que yo hago todos los días en sentido diagonal, estaba ocupado de una manera total por el convento. Con la desamortización de Mendizábal (a mediados del XIX) se produce la expropiación de determinados conventos religiosos y se liberan una serie de solares dejando grandes espacios vacíos en la ciudad.

Si algo caracteriza a la Valencia del siglo XIX, avanzando en este recorrido histórico, en este proceso, es precisamente cuando, todavía estando las murallas construidas, empiezan a consolidarse los poblados marítimos y se potencia la conexión de la ciudad con el mar. Los poblados marítimos finalmente, a finales del XIX, se incorporan administrativamente al municipio de Valencia. El derribo de las murallas, en el año 1865, fue, obviamente, factor decisivo y fundamental para entender toda la evolución histórica del urbanismo valenciano.

Sin embargo, la plaza de toros, la magnífica plaza de toros de Sebastián Monleón, se construyó entre 1850 y 1860, antes del derribo de las murallas, y el centro de la ciudad, el centro político, donde se había instalado definitivamente el ayuntamiento, todavía estaba colmatado por el convento de San Francisco.

Siguiendo en esa concatenación cronológica, hay otra fecha clave: el año 1878, cuando se abre la calle de la Paz. Por tanto, tenemos un centro que

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se va consolidando; tenemos la apertura de la calle de la Paz; se inician los planes de reforma interior que son fundamentales para entender lo que se está cociendo en la ciudad, y cómo ésta se va transformando precisamente a través de esos planes de reforma interior.

Para profundizar en estos temas, os recomiendo el libro de Paco Taberner: “Valencia entre el ensanche y la reforma interior”. No voy a insistir en sus tesis; me voy a limitar a resaltar la importancia de estos planes de reforma interior que, en todo caso, serían el anticipo de la ciudad moderna.

Insistir en la importancia del coso taurino de Monleón porque la calle de Játiva se abrió justamente en ese tramo antes del derribo definitivo de las murallas en 1865, para conectar las vías del tren con el puerto. La estación estaba ubicada intramuros, en el centro de la ciudad, detrás del Convento de San Francisco. Podéis observar la importante presencia de esa estación ferroviaria obra del ingeniero James Beatty.

[El ensanche de 1884]

Finalmente, se tuvo que abrir la calle Játiva y desplazar la estación hasta donde está actualmente. Estación, que como sabéis es obra de de Demetrio Ribes. Por otra parte, recordar que el primer ensanche exterior de la ciudad se produce en el año 1884 y fue planificado por los arquitectos Calvo, Ferreres y Arnau. Hay un libro (El Ensanche de la Ciudad de Valencia de 1884) que explica perfectamente este episodio que me parece fundamental para entender la nueva configuración de la ciudad. Es una recopilación de varios autores con artículos de Manuel Portaceli, de Juan Luis Piñón, de Luis Armiño y de Vicente Colomer; todos son profesores de esta escuela. Cada uno de ellos da su enfoque y analiza el significado urbano que tuvo en el año 1884 este primer ensanche de la ciudad hacia el exterior una vez derribadas las murallas.

Aparece un dibujo que siempre me ha gustado realizado por Juan Luis Piñón, nuestro querido compañero, catedrático de Urbanismo de la escuela. Piñón planteaba que el primer ensanche significó algo así como un “anillo de acople” con la ciudad histórica. Es como si se hubiera puesto una especie de “plastilina” que se acoplaba perfectamente a las irregularidades de las antiguas murallas cristianas y cómo, el plan del 84, ya deja previstos dos ejes fundamentales, perpendiculares. Ejes que, por otra parte, están referidos a la primera calle que se trazó en el ensanche que es la calle del Puerto, la actual

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calle Cirilo Amorós. Esa calle es paralela a la primera traza de la Gran Vía que es la referencia geométrica que serviría al arquitecto Mora para engancharse a ella y proponer el inicio del segundo ensanche de la ciudad en 1907.

[S.XX]

El derribo del Convento de San Francisco se produce finalmente en el año 1891. Esa eliminación del convento provoca un gran vacío urbano en el que era necesario intervenir de una manera absolutamente precisa e inmediata. Porque el aspecto que debía tener ese vacío en el centro de Valencia debería de ser desolador. En efecto el vacio de la futura plaza de Emilio Castelar estaba configurado, fundamentalmente, por las traseras de la antigua Casa de la Enseñanza con su claustro, donde estaba ubicado el ayuntamiento; unas traseras que quedaron a la vista después de la demolición del convento. En ese desolado lugar se encontraba también la estación de trenes de James Beatty, y, sobre todo, estaba presente el insalubre barrio de pescadores enfrentado al edificio municipal.

Existían, por tanto, una serie de elementos que daban un aspecto desordenado y desolador a ese espacio. Por lo tanto, con el derribo del convento se empezaron a plantear las bases para la creación de ese nuevo centro de la ciudad de Valencia que tomaría el nombre de Plaza de Emilio Castelar…

De manera cronológica, hemos visto hasta ahora: la imagen del XVIII con el Convento de San Francisco, la eliminación del convento en 1891 y, a partir de 1900, ya en el inicio del siglo XX, el centro de la ciudad que empieza a tener el carácter y el aspecto que tienen en la actualidad.

En una imagen vista desde el centro de la plaza hacia el norte y se puede ver El Miguelete que emerge de una manera clara. Voy a intentar explicar cómo este espacio se va consolidando a través del tiempo. En la fachada del ayuntamiento todavía no está construido el balcón, como he dicho. Ya se empieza a consolidar la fachada del lado oeste de la plaza y sigue, de una manera totalmente desconfigurada, la fachada del lado este. El Miguelete sigue siendo protagonista al fondo.

En las fotos siguientes se ve cómo van creciendo los edificios que van definiendo la nueva imagen de la ciudad y cómo se va construyendo ese nuevo espacio urbano. A finales de los años 20 ya se ha consolidado totalmente la

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fachada oeste. El arquitecto Juanjo Estellés (que también será objeto de una de las charlas de este ciclo), en un artículo muy curioso, muy interesante, hablaba de las dos fachadas de la plaza del ayuntamiento: la fachada borbónica, la que se hace antes de la república, en el lado Oeste y luego la fachada republicana que es la que se acaba de consolidar en el periodo republicano. Insisto, a finales de los años 20 todavía el balcón sigue sin aparecer.

Estamos hablando del lugar más emblemático, del centro político, del centro neurálgico de la ciudad, sin ningún tipo de dudas. Los diferentes acontecimientos políticos han tenido como referencia y como fondo visual, esa fachada que proyectó Mora y que luego analizaremos con un poco más de detalle.

En esta imagen de 1931, podemos ver la proclamación de la República. En esta otra, vemos un cartel que me interesó y que hablaba de la nueva plaza proyectada por Javier Goerlich a partir de los años 30. El cartel dice, como podéis observar, “la plaza más bonita del ayuntamiento que hemos tenido en Valencia”. La plaza fue conocida popularmente como “la tortada”. Fue la primera vez que se hizo una propuesta de diseño urbano, en el sentido de manejar todos los códigos al uso para configurar un espacio urbano unitario y, además, con un sistema espacial muy interesante: una plataforma elevada y un semisótano -bajar mitad y subir mitad-, donde el mercado de las flores quedaba en semisótano con grandes perforaciones circulares que lo conectaban con el exterior.

A finales de los años 30 ya se empieza a consolidar el lado Este de la plaza con la mencionada fachada republicana. El Ateneo no está todavía construido, el Rialto sí. Edificios racionalistas empiezan a consolidarse y, por supuesto, el mercado de las flores con esas rotondas conectadas a cielo abierto que permitían una conexión visual entre la plataforma elevada de la plaza y el interior. Este proyecto, insisto, fue realizado por Javier Goerlich.

En los años 50, la Plaza del Ayuntamiento, después de la Guerra Civil, fue conocida en la época de la dictadura, como Plaza del Caudillo, cuyo elemento más significativo durante muchísimo tiempo fue la famosa estatua ecuestre del caudillo.

Finalmente, por tomar un referente más inmediato y más próximo, podéis ver esta imagen del centro de la ciudad de Valencia: la Plaza del Ayuntamiento,

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como referente del valor político de ese espacio urbano, es “okupada” por los manifestantes del 15M… Siempre al fondo, como imagen de referencia, podemos ver la fachada del ayuntamiento que proyectó Francisco Mora entre 1905 y 1929.

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La última parte de esta charla la dedicaré a hablar del arquitecto Mora. Creo que no sería lo mismo hablar de Francisco Mora sin haberlo enmarcado previamente en ese proceso de la evolución histórica de la ciudad del que hemos hablado anteriormente. Me interesa mucho insistir en el tema del proceso, es muy importante. Cuando Mora empezó a asumir responsabilidades en el Ayuntamiento, Valencia ya se encontraba en un profundo proceso de transformación urbana que nuestro arquitecto ayudó a consolidar.

Francisco Mora nació en Sagunto en 1875 y obtuvo su título de arquitecto en el año 1898 en la Escuela de Arquitectura de Barcelona cuando era director Lluís Domènech i Montaner. En 1930 es elegido Presidente del Círculo de Bellas Artes y en 1934 obtiene uno de los cargos de más prestigio en su trayectoria profesional: la presidencia del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. El hecho de que el representante máximo de los Colegios de Arquitectos de España fuera, precisamente, don Paco Mora, sirvió para reivindicar el valor de Valencia como una de las ciudades más importantes del momento. Quiero decir esto porque debemos de ser conscientes de la repercusión que tuvo este arquitecto en su momento y la gran difusión que tuvo su trayectoria. Fue realmente un arquitecto muy influyente en Valencia y un referente en el primer tercio del siglo XX.

En 1945 fue elegido Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y, finalmente, en el año 1961 falleció en un accidente de automóvil. Es un poco anecdótico, pero es importante decir que falleció cuando regresaba de Barcelona. Mora era un arquitecto muy culto, gran melómano, aficionado a la música y solía asistir a las audiciones wagnerianas en el Liceo de la Ciudad Condal. Desgraciadamente, en el año 1961 falleció en un accidente de coche regresando, precisamente, de una de esas audiciones.

He querido resaltar el año 1901 porque es cuando empezó, a mi juicio, todo el proceso de consolidación del centro neurálgico de la ciudad. Ese año, recién estrenado su título de arquitecto, Francisco Mora ocupa la plaza de arquitecto municipal en el ayuntamiento de Valencia. Muy joven, acabó su carrera en 1998 y en 1901 ya ocupa ese cargo tan importante. Quiero decir, a modo de resumen general (para que tengamos ese flash de lo que significó Mora), que fue el arquitecto de la burguesía valenciana y, precisamente por eso, a través de una serie de edificios significativos, intentó transmitir una serie de

III – UN ARQUITECTO: FRANISCO MORA BERENGUER

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valores arquitectónicos que conectaron fácilmente con la clase dominante. Fue un arquitecto ecléctico en el sentido más literal del término. Es por eso por lo que -a través de los estilos neorenacentistas y neobarrocos en la fachada del Ayuntamiento o los neogóticos en el Palacio de la Exposición Regional de 1909 o, incluso, de los lenguajes modernistas en el Mercado de Colón-, intentó transmitir, según circunstancias y conveniencias, determinados valores; utilizando la arquitectura como el soporte sobre el cual se irían incorporando determinados lenguajes estilísticos que harían que esas obras acabasen refiriéndose a determinadas tendencias de la época. Para Mora, la arquitectura fue un soporte en el que poder exhibir determinados ropajes (estilos) externos.

Si tuviéramos que elegir cuatro obras importantes de Mora, las cuatro a mi juicio más relevantes, serian: el Ayuntamiento de Valencia, que se construyó entre 1905 y 1929; el Palacio de la Exposición Regional del año 1909; el Mercado de Colón de 1916 (para mí “la joya de la corona”) sin duda, el proyecto más brillante de Paco Mora, y, por último, destacaría una pieza que a mí me ha interesado muchísimo: la Escuela Industrial de Valencia, que se acabó de construir en 1934. Es una pieza menor pero que tiene el valor añadido, a mi juicio, de que demuestra cómo Paco Mora, dentro de su eclecticismo y de su variedad de lenguajes, tenía una componente básicamente racional y constructiva, utilizando el ladrillo como elemento fundamental para construir determinadas propuestas, conectando, en todo caso, con arquitecturas de uno sus maestros catalanes como fue Lluis Domènech i Montaner.

[Valencia 1900]

Cuando Mora gana la plaza de arquitecto municipal, estamos 1901 y, como he dicho, el espacio central de la ciudad fue percibido por él como un pequeño caos. Paco Mora, desde el primer momento, sintió la necesidad de intervenir y es por eso por lo que propuso trazar la nueva fachada del ayuntamiento entendiéndola como elemento “ordenador del espacio urbano”. Como veremos, se trató de una operación fundamentalmente urbana en la que se intentó dar un fondo digno a ese espacio tan representativo de la ciudad de Valencia, albergando en su interior determinadas funciones municipales, e intentando poner un cierto orden entre las traseras de la Casa de la Enseñanza, la antigua estación del tren y el barrio de pescadores.

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Mora lo que hace es una operación de arquitecto urbanista, con oficio, académico. Es por eso que intenta vincular su proyecto con la remodelación del barrio de pescadores. En efecto, como podéis observar, la nueva fachada del ayuntamiento está absolutamente vinculada a la reorganización de ese “mini ensanche” que se está llevando a cabo en ese momento en el antiguo barrio de pescadores. La traza de la fachada se va girando hasta buscar un punto de referencia en el eje de la actual calle de Correos. La propuesta de Mora no es tanto un proyecto ensimismado, formal, donde lo importante son los lenguajes estilísticos, sino que es la operación urbanística la que realmente da sentido a todo el proyecto. Esta operación cualifica a Mora como un arquitecto estratega, que es capaz de ir más allá de los lenguajes que utilizó, a mi juicio, de una manera muy desafortunada. Sin embargo, es una operación importante, clásica y académica: el manejo de los ejes compositivos, las visuales como fondo “escénico”, etc. Efectivamente, se puede ver cómo, ya con la reestructuración del barrio de pescadores, hace coincidir el cuerpo principal del ayuntamiento -con su torre central de cincuenta y tantos metros de altura-, con el eje de la actual calle de Correos. Porque, efectivamente, lo que se encontró Mora cuando fue nombrado arquitecto municipal, en frente de su ayuntamiento, fue el barrio de pescadores. Un barrio insalubre que había que sanear y reorganizar. En cierta medida, se diseñó un pequeño ensanche dentro del interior del viejo barrio; se derribó todo el caserío y se hicieron cuatro “macromanzanas” con un eje central, la actual calle de Correos, que Mora conectó visualmente con el ayuntamiento al hacerla coincidir con el eje de simetría de la nueva fachada.

Estas cuatro manzanas, las que actualmente están conformadas por el cruce de la calle Pérez Pujol y la calle de Correos, definieron un barrio importante de la ciudad de Valencia. Fue un barrio donde acabaron ubicándose los grandes comercios, los bancos, etc. Se hizo una arquitectura de gran calidad. Quiero resaltar estas viviendas de Demetrio Ribes en la calle Pérez Pujol. Me parece un edificio fantástico; cada vez que paso por allí lo miro porque realmente me sorprende que un arquitecto como Demetrio Ribes, que murió muy joven, probablemente pudiera haber marcado la trayectoria hacia la modernidad más contundente. Un arquitecto heredero de las arquitecturas de hormigón que construyó Perret a principios del siglo XX en Europa. Esta pieza es fantástica, incluso el zaguán. Es un zaguán minimalista, con una exquisitez, unos azulejos

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preciosos, la propia composición…

Pues bien, la operación consistió fundamentalmente en esto que os he explicado. Son cosas que a veces nos pasan desapercibidas pero que los que pasamos todos los días por el centro de la ciudad podemos ver; son cosas que no llaman la atención y que están ahí no de una manera casual; están ahí porque alguien ha tenido la capacidad de entender que la ciudad se organiza con arquitecturas, con edificios, que se van concatenando entre ellos, que se van poniendo en relación unos con otros…

[Las obras: evolución estilística]

A partir de ahora, siempre pondremos a la izquierda la ficha que identifica al edificio del que voy a hablar. Son las fichas que elaboré para hacer mi tesis doctoral. No me interesa tanto lo que pone (no se puede leer) pero sí indicar que son unas fichas en las que en la primera página siempre aparecía la foto y una referencia urbana, el año del proyecto y la fuente de la consulta documental. He resaltado (en color rojo) el año de la terminación de cada una de las obras de las que os voy a hablar a continuación.

[El Ayuntamiento]

El Ayuntamiento de Valencia, se empieza a proyectar en 1905 y se acaba de construir en 1929.

En el año 1904 se tiene la primera noticia de que se va a realizar la fachada. En 1905 aparece en el Mercantil Valenciano esa primera noticia. El proyecto lo plantea Paco Mora en colaboración con su compañero Carlos Carbonell. En 1906 se adjudican las obras. En el año 1924 se le encarga a Mora la construcción de las torres y el “campanile” con el carrillón y el reloj. En el año 24 también se le propone a Mora que haga la escalera imperial, el salón de cristales y, digamos, “rellenar” de contenido esa fachada que hasta ahora no era más que una carcasa vacía. Finalmente, en el año 1929, -mismo año, por cierto, en el que Mies construyó su famoso pabellón alemán de Barcelona-, se quitaron todos los toldos y andamiajes que cubrían las obras, y apareció expuesta al público. En la primera página de Las Provincias, se publicó una fotografía con el edificio totalmente terminado.

En esta imagen podemos ver el área de intervención: la Casa de la Enseñanza con su claustro y el espacio del que disponía Mora para proyectar la nueva

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fachada. En realidad se trata de un muro con espesor que se llena de contenido y esto, quiero resaltarlo, se puede comprobar en este dibujo (original de Mora) entrañable para mí. Es un “dibujito” realizado en una cartulina de trece centímetros por catorce, que está a escala 1/1000. Estamos hablando de una fachada de ochenta y ocho metros, por lo que el dibujo ocupa menos de de nueve centímetros de longitud en una cartulina. Está dibujado por Mora personalmente y me parece “superbonito”, a dos tintas, negra y roja. Esta cartulina, además, demuestra con claridad la importancia que le dio a su proyecto. No tanto por intentar resolver problemas geométricos irresolubles como es el conflicto entre el claustro y la nueva fachada, con ese punto de encuentro imposible. Lo que está poniendo de manifiesto es la importancia que tiene el trazado de la fachada -más allá de los lenguajes arquitectónicos que utilizó-, como elemento fundamental para entender la propuesta arquitectónica.

Un arquitecto como Mora, de formación académica, con todos los recursos posibles que le permiten hacer esa arquitectura de calidad pero que, finalmente, se traduce en unos lenguajes, a mi modo de ver, poco afortunados: retóricos y ampulosos. Un neobarroco muy recargado con aromas renacentistas y detalles brunelleschianos en sus cúpulas laterales, de sorprendentes incoherencias sintácticas.

Sin embargo, podemos ver ese punto de articulación de las torres con el edificio existente, que me parece impecable, digno de un maestro de la arquitectura. Ahí es donde yo quiero insistir, un arquitecto no moderno pero un auténtico maestro; fue un arquitecto de su tiempo que hizo lo que hizo porque tenía esa formación académica y esa capacidad para entender el oficio y la profesión desde unas reglas absolutamente precisas, adquiridas y estudiadas en su formación académica.

Como se puede observar, en este primer dibujo de la fachada original no está el balcón. Sin embargo, aparece la puerta principal con su arco en la primera planta, que finalmente se modificó al incorporar el balcón.

En una primera fase la fachada se construyó únicamente hasta la cornisa, hasta ese nivel que se ve en la imagen. En 1924, como he dicho antes, se le encarga a Mora que haga las torres, las cuatro torres. Las dos torres de los extremos son circulares, rematadas con bóvedas de cerámica vidriada de color rojizo y las dos torres centrales son de planta rectangular. Finalmente

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se organizan, en el interior, los espacios para actividades complementarias. Es decir, se dota de contenido funcional todo el vacio interior que, como dije anteriormente, era una carcasa que estuvo vacía durante mucho tiempo hasta que, finalmente en el año 1929, se terminaron completamente las obras. Es en ese momento cuando aparece la fotografía en la primera página de Las Provincias con un titular que más o menos venía a decir: “Valencia se abre hacia el futuro. La Valencia moderna se simboliza con este proyecto del arquitecto Mora”.

Yo tengo que ser crítico. Como lenguaje me interesa muy poco y por eso hago la “maldad” de recordar que, justamente, en ese mismo año de 1929, Mies van der Rohe nos propone su pabellón de Barcelona; ya he dicho que esas arquitecturas que configuraron las ciudades de principio del siglo pasado, se construyeron al margen de las vanguardias…

[Sobre la Exposición regional]

El año 1908 es un año clave en toda la historia de la ciudad de Valencia porque es cuando se empieza a gestar la Exposición Regional de 1909. Hay una obra de 1908 que me parece exquisita: el edificio de viviendas que el arquitecto Vicente Ferrer construyó en el cruce de las calles Cirilo Amorós y Pizarro. Este elegantísimo edificio con veleidades o con referencias a la Viena de esa época, conecta clarísimamente con los lenguajes de la Sezessión Vienesa. Es la versión del Art Nouveau en Viena. Me parece una pieza absolutamente fundamental. Toda la trayectoria profesional de Ferrer se condensó en esta obra exquisita, una única obra. Pero insisto en la importancia de que en los preámbulos de la Exposición Regional de 1909 aparecieran este tipo de arquitecturas conectadas con la Europa más moderna y con la sezessión vienesa, porque arquitectos como Mora estaban pensando en aprovechar el evento para reivindicar los valores propios (localistas) de las arquitecturas nacionales y valencianas, como veremos a continuación.

[El Palacio de la Exposición]

En efecto, en 1909, se le encarga a Mora el Palacio de la Exposición y decide, de manera clara y contundente, utilizar y reivindicar los lenguajes históricos de las arquitecturas valencianas, con referencias a los góticos civil, militar y religioso. Por otra parte, la propuesta del Palacio de la Exposición, que

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se construyó en tres meses, tiene también una componente urbana importante. La fachada principal de acceso, la gira de tal forma que la hace coincidir en paralelo a la Alameda; siempre con la idea de que el edificio sea algo más que su propia imagen e intentar entenderlo como algo que se vincula a la ciudad.

Sobre la obra de Mora, y sobre este edificio en particular, hay un artículo fantástico de Tomás Llorens y Emilio Giménez publicado en el año 1970 en la revista “Hogar y Arquitectura” que se titula: “La imagen de la ciudad, Valencia”. Creo que con este texto muchos arquitectos que fuimos alumnos de Tomás y compañeros de Emilio empezamos a entender la evolución histórica de la ciudad de Valencia. Tomás y Emilio hablaban del “gótico florido” como un auténtico collage compuesto de fragmentos de diversos monumentos góticos valencianos: El Miguelete, La Lonja, el Palacio de la Generalitat, etc. Es una especie de sarampión neogótico que no contrajo ninguna deuda con la racionalidad constructiva del gótico que proponía Viollet-le-Duc; se trató, simplemente, de un recurso meramente decorativo. Creo que eso es importante resaltarlo porque, efectivamente, la arquitectura de Mora estuvo basada en entenderla como un soporte que había que arropar, vestir con estilos diferentes, según las conveniencias. Hay que recordar que la Exposición Regional de 1909 se planteó con un afán reivindicativo de lo valenciano. El famoso himno de Valencia creo que nace en esa exposición. En ese contexto de exaltación, en ese fervor de la burguesía naranjera valenciana que intenta reivindicar lo suyo, la ciudad de Valencia, Mora se sintió en la obligación de utilizar todo ese repertorio neogótico.

El proyecto acaba convirtiéndose en un edificio articulado por tres torres: una torre con referencias al Miguelete, el gótico religioso; una torre de remate con referencias al gótico civil y otra al gótico militar. En definitiva, son estas tres torres las que articulan todo el conjunto que, por otra parte, se organiza en base a acabar de completar la manzana del Asilo de Lactancia que ya estaba construido. Mora se ciñó a él para acabar de conformar esa manzana urbana. Una manzana que se abría al paseo de la Alameda como hemos dicho anteriormente. Siempre ese punto más allá de la arquitectura, ese punto de ir a buscar elementos de referencia urbana.

El Palacio de la Exposición albergó durante mucho tiempo a la Escuela de Arquitectura de Valencia fundada por Román Jiménez. En esta imagen de

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la “Sala de los Naranjos” (de gratos recuerdos para muchos de nosotros), podemos comprobar claras referencias a Domènech i Montaner, sin ningún tipo de duda. Pensemos en el hotel Internacional de la Exposición Universal del año 1888, creo que hay referencias más que evidentes: como la propia estructura constructiva y compositiva del edificio con los cinco arcos carpaneles, cinco, siempre impares porque la academia te dice que al ser impares siempre se accede por el centro, por la mitad, eso son recursos compositivos. La composición está organizada, por tanto, en cinco vanos, siempre impares, efectivamente, que es lo que hace que esas grandes vigas, de quince metros, se correspondan con la propia estructura compositiva… Siempre esa relación entre la composición y la estructura.

[El Mercado de Colón]

Vamos a hablar ahora del Mercado de Colón, que para mí es, como he dicho anteriormente, “la joya de la corona”. Es un edificio que proyectó Mora en el año 1913 y se inauguró en 1916. Una pieza muy elegante en su momento, de gran impacto mediático y de gran repercusión en todos los medios de comunicación. Creo que es una pieza elegantísima por su finura en la construcción y en los detalles. Oriol Bohigas comenta que es una extraña mezcla entre las arquitecturas de los modernistas catalanes, entre Gaudí y Domènech, con algunas pinceladas de arte valenciano, de cerámica, etc. No vamos a hablar de los estilos pero sí que vamos a hablar del Mercado que, como digo, tuvo una repercusión mediática importantísima. Voy a enumerar algunos de los comentarios que se produjeron y fueron recogidos en la revista que se publicó en 1916 con motivo de su inauguración.

Cuando estamos hablando de 1916 me doy cuenta de que estamos a cien años de todo lo que sucedió en la Valencia que se fue consolidando como una ciudad moderna: hace cien años que sucedió todo; estamos ya casi en el centenario del Mercado de Colón... Amós Salvador hablaba de una “obra útil y bella”. Son importantes los comentarios, había muchos pero he querido destacar aquellos que de alguna manera ponen de manifiesto el impacto que tuvo en la sociedad valenciana, no sólo en la sociedad civil sino en la sociedad más culta, entre arquitectos y artistas. “Valiente de composición y fortaleza expresiva”, decía precisamente Demetrio Ribes. “Moderno edificio, conjunto de utilidad y arte”, (Repullés y Vargas). “Honra de la arquitectura moderna

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española”, (Vega y March). “Obra revolucionaria”, (Carlos Carbonell). “La mejor entre las bellas obras del autor”, Manuel Peris, otro arquitecto modernista de la época. “Obra de arte de exquisito gusto”, (Enrique Viedma). “Atrevida obra de arte moderno”, (Mariano Benlliure).

Quiero decir que fue un edificio que en su momento fue calificado como una gran novedad. Es curioso, salíamos de la Exposición Regional donde Mora había apostado clarísimamente por lenguajes reivindicativos de la historia de nuestra ciudad con referencias al gótico civil militar y religioso, y, sin embargo, en el Mercado de Colón, unos años después, apuesta por el “modernismo”. Son arquitectos que, en cada momento, utilizan los recursos que les convienen para lanzar sus mensajes; en ese momento era muy importante este Mercado de Colón que emergía con fuerza en la consolidación del primer ensanche burgués.

Sin embargo, más allá de los lenguajes, el proyecto de Mora es importante porque se planteó como un mercado abierto: Mora habla, en la memoria del proyecto, de los envelats, que son como esos toldos que ocupan un espacio urbano, lo acotan y lo definen únicamente con el entoldado; en definitiva, proponen una cierta transparencia y continuidad espacial. Él siempre dijo que los límites del espacio arquitectónico organizado por el Mercado de Colon eran los propios edificios de las calles colindantes. No estaba hablando de vallas de cierre, sin embargo, tuvo que hacer un pequeño vallado muy elemental porque era necesario por seguridad; pero el proyecto estaba concebido desde la absoluta transparencia y diafanidad. Quiero que esto se tenga en cuenta porque luego haremos referencia a este asunto cuando hablemos de la reforma actual.

El proyecto del Mercado de Colón tiene una planta basilical, con una nave central y dos naves laterales. Es curioso, y muy importante, cómo los pilares, que son dieciséis, (ocho y ocho) son de fundición y, sin embargo, la estructura es metálica de hierro laminado que, por cierto, estuvo realizada con el asesoramiento de Demetrio Ribes, cosa que mucha gente no sabe. Mora y Ribes colaboraron en este proyecto; la responsabilidad de la estructura es de Demetrio Ribes. Sin embargo, hay una absoluta coherencia entre el sistema constructivo y el sistema organizativo y funcional. Podemos ver cómo en torno a cada uno de los pilares de fundición de 8,5 m de altura se organizan los

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puestos de frutas; en el centro las verduras; en los laterales las carnes y los pescados. Hay una relación entre la función y la propia estructura. Sería muy bonito ver hoy estos pilares con esos elementos circulares con los puestos de frutas, variopintas y de colores; creo que tendría interés.

Este es otro dibujo que también guardo con cariño. Es un dibujo original, realizado por Mora a tinta azul. También tiene unos trece centímetros de largo por ocho o nueve de alto, más bien rectangular, donde se ve perfectamente lo que antes comentaba: una nave central, basilical, de 18,00 metros y dos naves laterales de 7,30 metros con esos voladizos que ya explican esa continuidad del espacio que se prolonga más allá de la valla. El dibujo muestra justamente eso, la continuidad del espacio, cosa que me parece muy importante para entender lo esencial del proyecto.

Se puede ver -en estas fotografías actuales- la magnífica ejecución de los elementos constructivos. Son de una calidad impecable que demuestran la maestría de Paco Mora más allá de su compromiso con la modernidad que, a mi juicio, era bastante escaso.

En esta otra imagen podéis observar otro dibujo que tengo en mi colección de iconos de Mora. Es la fachada principal dibujada con la técnica de acuarela, está firmada por él. Basándose en este dibujo, Mora define su concepto de obra de arte integral: “En esta obra he querido que el azulejo, producto industrial que en Valencia ha adquirido justo renombre, ocupe su lugar y sea importante factor de la belleza y de la higiene”. Esta frase está escrita en la parte trasera de la acuarela original. Como dijo Oriol Bohigas, el arquitecto Mora incorpora esos elementos tan propios de la azulejería valenciana en “una extraña mezcla” entre la arquitectura modernista de Gaudí y Domènech (yo pienso que más de Domènech, por el uso del ladrillo fundamentalmente). Por otra parte, la azulejería era una industria que estaba en auge en ese momento y había que, de alguna manera, manifestar y poner en valor; todo eso en beneficio de una obra que fuera bella e higiénica.

No voy a entrar en detalle, pero en las siguientes imágenes se puede comprobar cómo las fachadas fueron variando desde la propuesta de 1913 -el primer proyecto original- hasta el proyecto definitivo; cómo van cambiando algunas cosas. No voy a profundizar en el tema porque tampoco tiene mayor interés. Si acaso, decir que en las primeras propuestas esa esbeltez de la

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estructura que queda vista en el proyecto actual, en el proyecto original estaba oculta; pasa en las dos fachadas. Es sorprendente porque realmente luego fue evolucionando y adquirió mucha importancia la estructura metálica como elemento fundamental para definir el espacio. De la fachada posterior, la que no da a Jorge Juan, la opuesta, destacar la impecable ejecución de esa marquesina y ese gran tímpano acristalado. Tenemos algunas imágenes durante la construcción de las obras que podemos ver.

Quería acabar este proyecto hablando de la reforma actual. Yo creo que es un edificio que ha generado mucha actividad en Valencia. Es un edificio que, sin duda, ha revalorizado el espacio urbano. En cierta medida, era lo que pretendía Mora; pero creo que lo ha hecho negando alguna de las cuestiones planteadas por él. Porque ese espacio basilical de dieciocho metros de anchura queda colapsado y cortado por ese gran vacío que permite el acceso al sótano. Es un vacío de una cierta envergadura que permite visualizar desde arriba el interior y creo que está rompiendo el concepto básico del proyecto que consistió en esa diafanidad de lado a lado, ya que el aire pasaría, limpiaría … y creo que está inhabilitando un poco la nave central, la que se supone que es la más importante.

Se puede ver incluso la discontinuidad con el proyecto original; los pilares no coinciden, se supone que habrá una gran viga de descarga sobre la cual se apean los pilares originales pero, de alguna manera, está rompiendo la unidad conceptual del proyecto.

Más allá de que la ciudad de Valencia haya ganado un espacio público que es lo que pretendía Mora, creo que se ha hecho a pesar de la solución propuesta. Una propuesta (la actual) que contradice alguno de los valores que, a mi juicio, tenía el proyecto original. Para mí hubiera sido mucho más interesante haber quitado las vallas y haber dejado un espacio diáfano y haber hecho una gran plaza pública (para todos los ciudadanos), de libre circulación, donde se hubiera recuperado ese concepto de los envelats, los grandes toldos que cubrían el espacio.

En todo caso, no cabe duda de que el Mercado de Colón sigue siendo una pieza de una elegancia absoluta, de una ejecución impecable y que dialoga fantásticamente bien con esas arquitecturas afrancesadas de su entorno. Sin embargo, este edificio (con su remodelación) se consolida en un lugar

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estratégico de la ciudad al servicio casi exclusivo de las clases dominantes, perdiendo, en cierta medida, su vocación de edificio público… (No sé lo que pensarán los seguidores del 15M, que reclaman el uso del espacio púbico para todos los ciudadanos, sin exclusiones).

[La Escuela Industrial]

Rapidísimamente, la Escuela Industrial. La utilización del ladrillo como elemento constructivo conectando con la tradición constructiva catalana por la vía de Domènech i Montaner. Creo que es una pieza interesante y, curiosamente, una vez más, podemos ver cómo varía el proyecto del año 1925 al del año 1930, que es el que finalmente se construye, con algunas limitaciones. Por ejemplo, en el chaflán estaba prevista una gran torre con vagas referencias a Otto Wagner y a Olbrich (también por el tema del escalonamiento), una propuesta muy interesante. De esta obra, Mora llegó a decir que el detalle constructivo surgía de la propia ejecución de la obra. Hay una serie de detalles en el aparejo del ladrillo que permiten entender que todos esos elementos aparentemente decorativos (que lo son), son posibles gracias a que se trabaja el ladrillo de una manera determinada. Esa es la racionalidad constructiva que siempre subyacía en la mentalidad de Mora como un arquitecto formado en la Academia y con grandes principios compositivos y constructivos.

Probablemente mucha gente se extrañará al saber que el arquitecto que hizo el Ayuntamiento fue también el que hizo este edificio tan distinto, con lo cual, de alguna manera, se demuestra ese desconcierto al que nos tiene acostumbrado Mora constantemente.

[El Ensanche de 1907]

Tengo que hacer una breve referencia al ensanche. La ciudad de Valencia es como es gracias al ensanche de Mora. El título del proyecto del año 1907, que se aprobó en 1912, dice textualmente: “Proyecto de ensanche de Valencia y ampliación del actual”, lo cual es un dato importante. No se trataba de empezar ex novo, se trataba de apoyarse en lo que ya existía, en esos dos ejes que dejaron los arquitectos del primer ensanche, las dos grandes vías, y cómo, a partir de ellos, Mora propone su planificación. Finalmente tenemos el centro de la ciudad con una gran influencia de Mora en su configuración, y el ensanche: el segundo ensanche a partir de las Grandes Vías. Son elementos

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que ciertamente están definiendo la estructura de la Valencia que conocemos hoy día.

Aquí se puede ver muy bien esa estructura urbana que, a partir del primer ensanche y con límite en Peris y Valero y Pérez Galdós, define el segundo ensanche de la ciudad. En el dibujo de Juan Luis Piñón, con ese esquema tan claro y rotundo, puede verse cómo se planificó el ensanche de la ciudad de Valencia. Cómo una cuadricula isotrópica se extendía y colonizaba todo el territorio quedando limitado por esas dos grandes vías que he comentado anteriormente.

[Evolución estilística. 1905-1936]

Me he tomado la molestia de puntear sobre este plano Valencia todos los edificios que construyó Mora, los más importantes, entre 1905 y 1936. Es una imagen en la que se ve el centro de la ciudad y el ensanche. Treinta años de actividad arquitectónica que ahora vamos a recorrer rápidamente. La tesis que estoy manteniendo es, tal y como os he dicho, que Paco Mora fue un arquitecto que entendió la arquitectura como un soporte constructivo sobre el cual poder arropar o vestir determinados estilos arquitectónicos, en función de determinadas condiciones.

Porque Mora -Don Paco Mora-, hombre culto y arquitecto ecléctico, transitó sin problemas por diversos estilos, utilizándolos en función de circunstancias y conveniencias.

En primer lugar quiero hablaros de las casas de la calle de la Paz construidas para don Manuel Gómez. Es un proyecto polémico porque hay quién lo atribuye a Enric Sagnier, pero yo tengo constatado, por los legajos que he manejado, que fue un proyecto de Mora realizado en colaboración con Sagnier, arquitecto catalán y gran defensor del “modernisme” con grandes obras modernistas en la ciudad de Barcelona.

Sin embargo, curiosamente, el primer proyecto de estas viviendas en la calle de la Paz es original del arquitecto Martorell. Este es un dato que me interesa: la estructura de este primer proyecto es más contenida en sus lenguajes, unos lenguajes probablemente más historicistas pero con referencias a composiciones académicas más clásicas. Sin embargo, manteniendo la misma estructura se cambia el ropaje, se le viste de otra manera, y son Mora y Sagnier

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los que hacen esa operación que adquiere compromisos incuestionables con el Modernisme catalán. Es más, la hacen cuando ya se ha construido la primera planta. (Son aspectos que incluyo en mi tesis doctoral con mucho detalle. No me puedo extender aquí, pero son datos objetivos que indican esa manera de trabajar).

Estamos hablando de Mora como un arquitecto que, como he dicho, ha sabido evolucionar atendiendo distintas demandas estilísticas en función de variadas circunstancias. Todos conocemos estas casas de ejecución impecable, fantásticas, con unas líneas elegantes, muy bellas: el mirador y la torre circular, con referencias a obras de Domènech i Montaner en Barcelona pero con una maestría en la ejecución incuestionable.

En el año 1907, Mora construye el Asilo de San Juan de Dios, que conecta con la Escuela Industrial que hemos comentado anteriormente: la racionalidad constructiva del ladrillo como base fundamental de la composición arquitectónica. O cómo en ese mismo año (1907), en plena euforia de los preparativos de la Exposición Regional, Mora realiza una casa sorprendente en la calle Ramilletes, muy próxima a La Lonja, donde utiliza de manera “descarada” todos los recursos lingüísticos que podían estar en un edificio público, pero no entendible en un pequeño edificio cargado con todas las referencias a la arquitectura neogótica regional e historicista.

Esta es una imagen de de la Exposición Universal de Barcelona de Domènech i Montaner del año 1988 con claras referencias a la Lonja de Valencia. Lo curioso del caso es que el origen de todo es la Lonja de Valenciana. Domènech se refiere a La Lonja y Mora se refiere a Domènech; hay una especie de concatenación.

En los años 20 ya están construidas la Casa Noguera y la Casa Suay en la plaza de Emilio Castelar. Todavía no estaba hecho el Edificio de Correos, que se termina en 1923; tampoco estaba hecha la plaza de Javier Goerlich. Esos dos edificios, realizados por Mora, los ve construir desde el balcón de su ayuntamiento. En 1910 hace la Casa Suay y en 1913 acaba de construir la casa Noguera.

La Casa Suay es un edificio con referencias claramente neogóticas. Todavía no está construido el solar de Correos, que se hace, como he dicho, en el

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año 23. Las fotos de época demuestran cómo la construcción de la ciudad no tiene solución de continuidad; se va concatenando con determinados acontecimientos y determinadas arquitecturas que acaban consolidando la imagen de la ciudad tal y como la conocemos hoy en día.

En la Casa Noguera, ese “neogótico florido” que decían Tomás Llorens y Emilio Giménez, se concentra en el mirador principal de la vivienda que, por cierto, fue la vivienda del propio Mora.

Con la Casa de la Democracia empieza a evolucionar su arquitectura hacia unos lenguajes más modernos, ya no son tan historicistas y reivindicativos de las arquitecturas regionales, y empieza a conectar con la sezessión vienesa, tendiendo siempre a un cierto casticismo que acabará explotando en las casas Noguera (1927), que veremos más adelante, de una manera descomunal.

La Casa de la Democracia fue un edificio muy curioso porque fue una de las que hizo en las cuatro manzanas del barrio de pescadores. Actualmente está ocupada por el Banco Hispano (por cierto, Mora hizo el anterior edificio del banco). Podríamos hablar muchísimo porque hay cosas curiosas. Utiliza una serie de recursos compositivos que luego cambia durante la ejecución de las obras, va cambiando de camisa; utiliza la arquitectura como soporte de los lenguajes externos y superficiales.

La Casa de la Sangre está en la misma línea de la casa anterior. Ya empieza a comprometerse con esos elementos casticistas más neorrenacentistas, de base castellana, como ocurre en la casa en la calle Blanquearías o en el Banco Hispano-Americano en el año 1923.

En efecto, en el Banco Hispano-Americano se empiezan a consolidar esos lenguajes que marcan su evolución hacia el “casticismo”. Su aspecto formal -con aires de palacete castellano- se identifica con un edificio al servicio de la burguesía dominante sometida los gustos estéticos más castizos del centralismo nacional. Pero estamos en el año 23, lo recuerdo.

Sin embargo, al mismo tiempo, no tiene problemas en construir algunas casas más baratas, de alquiler, con lenguajes más comedidos y austeros demostrando, una vez más, su gran capacidad de adaptación a las circunstancias y conveniencias cambiantes…

Como he dicho antes, en el año 1927, Mora nos sorprende a todos con las

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famosas Casas Noguera de la calles Martí y Gregorio Mayans. Ambos edificios son de una ejecución impecable. Todo el esfuerzo se centra en la apariencia externa de sus fachadas en busca de unos lenguajes retóricos y ampulosos de aires “neo-barrocos”. Con estos edificios se culmina una de las etapas más “imaginativas” del arquitecto Mora. Un regreso al “pseudo-academicismo” como respuesta a ese pretendido “buen gusto burgués” tan afín a los lenguajes distanciadores de las “Beaux-Arts”, con clara intención de repercutir en la imagen de la ciudad desde las fachadas de sus edificios.

En el año 1930 comienza su declive imaginativo. En un solar de su propiedad en la Gran Via, construye su último edificio en el Ensanche. Se trata del edificio “Ortiz de Taranco” que construye para su mujer propietaria del solar. Un edificio en altura sin excesivas concesiones formales: tan solo un frontón triangular en el acceso, como única referencia a los lenguajes clásicos…

En 1935, proyecta unas casas baratas (C/Erudito Orellana) absolutamente “infumables” desde el punto de vista de organización interna. Un edificio de viviendas compacto, con una sola escalera y cinco viviendas: una de ellas totalmente asimétrica que ocupa los cuatro vanos de fachada, dos viviendas interiores alimentadas con un patio mínimo interior, y dos viviendas al fondo que se nutren del patio interior general y de una galería. Más allá de la horrenda distribución, es a partir de ese momento cuando se provoca una especie de “shock” en su manera de entender la arquitectura. Su hijo, José Mora, hablaba de su padre diciendo “mi padre no fue capaz de asumir el Congreso de Praga”. Para mí, ese Congreso fue un acontecimiento clave para entender la evolución estilística de nuestro arquitecto.

[El congreso de Praga, 1935]

Efectivamente, en 1935 se organiza en Praga la Tercera Reunión Internacional de Arquitectos que tuvo como tema central la influencia de las arquitecturas nacionales en la evolución de la arquitectura moderna. Recordemos que unos años antes, en 1932, se realiza una exposición en el MoMA de Nueva York donde Henry Rusell Hitchcock y Philip Johnson etiquetan el famoso concepto de “estilo internacional”.

Pues bien, la Reunión de Praga se organizó tan solo dos años después como respuesta a la exposición del MoMA. Una reunión cuyo comité central estuvo

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presidido ni más ni menos que por Auguste Perret y a la que Francisco Mora asistió en calidad de arquitecto Presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. Fue en representación de la arquitectura española, de la arquitectura nacional. El discurso de Mora, la ponencia que presentó, se llamó “Arquitectura, arte y tradición”. Es una conferencia fantástica para leer con atención y poder, así, extraer todos sus valores y todos sus principios que, de alguna manera comenzaban a tambalearse.

En su visita a Praga tuvo la ocasión de conocer la arquitectura moderna que se estaba construyendo en Europa y, de su ponencia, he querido subrayar y destacar solamente una frase que, de alguna manera, pone en situación al personaje en ese momento de su trayectoria profesional: “…estas obras que parecen querer imitar tanto a la arquitectura naval, como la estructura del avión y el maquinismo, o que, simplemente, parecen cajas perforadas, jaulas alargadas y que, sin duda, amenazan con invadir nuestras ciudades… Nosotros, los arquitectos, debemos ser sobrios en el elogio incluso si las juzgamos con benevolencia… y no creo que debamos consagrarlas como el ideal de nuestra arquitectura…”

En el Congreso de Praga se planteó la necesidad de reivindicar, frente al internacionalismo de los arquitectos del Movimiento Moderno, la importancia de los valores nacionales de cada país como aportación a la arquitectura moderna. En cierta medida, está reivindicación estaba anticipando la evolución de la modernidad desde el reconocimiento de los valores culturales propios de cada lugar. Recordemos que arquitectos como Alvar Aalto -alejándose de la ortodoxia moderna-, acabarían reivindicando los valores propios de las culturas y de las tradiciones constructivas de sus respectivos países como el camino más lógico para iniciar la evolución crítica de la arquitectura moderna.

Sin embargo, arquitectos como Mora entendieron que eso no era posible si no se tenían en cuenta (además) los valores tradicionales de los estilos propios de nuestra arquitectura nacional. A la vuelta de Praga, Mora, con mucha ironía, escribió en el discurso de ingreso del arquitecto Romaní en la Real Academia de Bellas Artes, lo siguiente:

“Seamos de nuestro tiempo, tenemos que evolucionar… no hay más remedio: pero sin despreciar los estilos de nuestras más puras tradiciones…”

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© Archivo personal Iñigo Magro de Orbe.

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Podría acabar con esta frase la conferencia, pero no me quiero quedar ahí.

En 1935 realizó su último proyecto urbano cuyas obras finalizaron en el año 39, después de la guerra. En un solar de su propiedad, en la calle Palleter, construyó este edificio. Se trata, como podéis observar, de un edificio de fachada austera sin elementos añadidos, casi “minimalista” alejado, en todo caso, de los lenguajes retóricos a los que nos tenia acostumbrados. Es un proyecto que, a mi juicio, demuestra cómo Mora, un arquitecto formado en la academia con unos principios muy tradicionales, no fue capaz de entender lo que significó la arquitectura moderna.

Pero, sin embargo, de una manera irónica en un solar de su propiedad hizo este edificio de vivienda social del que llegó a decir: “si ser modernos es no vestir los edificios, no dotarlos de elementos simbólicos, pues yo también puedo ser muy moderno y, además, es más barato”. Efectivamente, estoy convencido de que este edificio fue una respuesta irónica a una modernidad que Mora ni supo ni quiso asumir porque ponía en crisis sus más profundas convicciones tradicionales.

Con éste, su último edificio, Mora puso de manifiesto lo que para él significó el Movimiento Moderno: la arquitectura desnuda.

Con esa frase acabé mi tesis doctoral y por eso he querido acabar así la conferencia.

Muchas gracias.

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A. CURRÍCULO ACADÉMICO 1974. Título de Arquitecto (E.T.S.A.V.) (PFC: Sobresaliente).1987. Doctor Arquitecto por la U.P.V1987. Premio TESIS DOCTORAL del Colegio de Arquitectos de Valencia.1989. Profesor Titular de Proyectos Arquitectónicos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la U.P.V. (Plaza obtenida por Oposición)1991 / 1997. SEXENIO de Investigación reconocido por la CNEAI1998 / 2010. SEXENIO de Investigación reconocido por la CNEAI2004 / 2008. Subdirector de Coordinación Docente ETSAV.Desde 2004 Director responsable del Taller3 del Departamento de Proyectos y Presidente del Tribunal PFC del Taller.

B. CURRÍCULO PROFESIONAL En 1988 colabora con Álvaro Siza en los proyectos de rehabilitación del casco histórico de Alcoy (Alicante)

Hasta 2003 comparte estudio profesional con Miguel del Rey y sus obras han sido publicadas en diversas revistas especializadas (“El Croquis”, “Arquitectura Viva”, “A+V”, “Pasajes de Arquitectura”, “ON”, “Vía Arquitectura”, “TC”, “Oficinas”…) destacando el monográfico que les ha dedicado la revista “DOCUMENTOS DE ARQUITECTURA” nº 37.

01 - algunos premios de arquitectura2010 seleccionado premios fad-2010. (residencia y centro de día “avapace” en valencia)2010 segundo premio VIII concurso de viviendas (ivvsa)2006 primer premio concurso “plaça jove” en l´alfas del pi en alicante2005 mención premios del coacv 2003-2004 por la sede del consejo social de la universidad jaume I de Castellón2005 primer premio concurso residencia y centro de día “avapace” en valencia2005 segundo premio l concurso nueva sede del coag (colegio de arquitectos de galicia), vigo2005 primer premio concurso instituto “pere maria orts” en Benidorm (alicante)2004 primer premio concurso nueva sede del coacv de xátiva (valencia)2001 tercer premio concurso aularios universidad de elche (alicante)2000 primer premio concurso sede del consejo social de la universidad jaume I de Castellón1999 primer premio concurso ordenación de la plaza de la reina de valencia

ÍÑIGO MAGRO DE ORBE(Director responsable del Taller3 del Departamento de Proyectos)