los indigenas y el estado 2011

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  • Los indgenas colombianos y el EstadoDesafos ideolgicos y polticos de la multiculturalidad

    Efran Jaramillo Jaramillo

    IWGIA Serie Debates

  • Los indgenas colombianos y el EstadoDesafos ideolgicos y polticos de la multiculturalidad

    Copyright: Efran Jaramillo Jaramillo y el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indgenas (IWGIA)Produccin editorial: Colectivo de Trabajo JenzeraFoto cubierta: Marcha indgena desde Santander de Quilichao hasta Cali. 16 de septiembre de 2004. Foto de Carlos Ortega, archivo el Tiempo.Diagramacin e impresin: Editorial Cdice Ltda.

    Catalogacin Huridocs (cip)Ttulo: Los indgenas colombianos y el EstadoDesafos ideolgicos y polticos de la multiculturalidadAutor: Efran Jaramillo JaramilloNmero de pginas: 222Isbn: 978-958-99938-1-1Idioma: CastellanoIndex: 1. Pueblos indgenas - 2. Historia de Colombia - 3. Derechos humanos y multiculturalidad - 4. Problemtica y conflicto socialrea geogrfica: ColombiaEditorial: IWGIAFecha de publicacin: septiembre de 2011

    Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos IndgenasClassensgade 11 E Tel: (45) 3527 0500 [email protected] Copenhague Fax: (45) 3527 0507 www.iwgia.orgDinamarca

  • ndice

    Presentacin 7

    Acrnimos 10

    I. Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad 13 1. La pluralidad tnica y la Nacin colombiana 13 2. Territorio indgena e identidad tnica. Estado y autonoma 30 3. La naturaleza de los cambios sociales y los pueblos tnico- territoriales 43 4. Los indgenas colombianos y la crisis de la civilizacin 50 5. Carta a un candoroso chavista. Con motivo de la huelga de hambre de Jos Mara Korta 53

    II. El movimiento indgena colombiano. Historia e ideologa 56 1. Los indgenas colombianos. Una historia a menudo incomprendida 56 2. El decenio de los pueblos indgenas (1994-2004). Una dcada perdida del movimiento indgena colombiano 74 3. Historia socio-poltica del Pacfico colombiano 83 4. Conflictos en el movimiento indgena caucano 93 5. Al Consejo Regional Indgena del Cauca en sus 40 aos de lucha 102

    III. Los indgenas, el Estado y la poltica 105 1. A qu le apuestan los indgenas colombianos con sus Mingas 105 2. El movimiento indgena y su relacin con la poltica 111 3. Es el partido verde una opcin poltica para indgenas y afrocolombianos 124 4. La Alianza Social Indgena en la encrucijada 128 5. Notas de fin de ao 2010 y de adis a la era Uribe. De santidades y diabluras 138

    IV. El territorio y la economa. Ecologa, cultura poltica y desarrollo 147 1. La energa y la cultura 147 2. Bolivia abre sus entraas. Indgenas de tierras altas y de tierras bajas. Encuentros y desencuentros 149

  • 3. La madre tierra y el buen vivir Nuevos paradigmas analticos y estratgicos de las luchas indgenas? 156 4. Diez tesis para la construccin social de la regin del ro Naya 163 5. La maldicin de los recursos naturales 166

    V. Derechos humanos 170 1. La ablacin en pueblos indgenas Embera 170 2. Terror en el Pacfico colombiano 176 3. Colombia bajo la lupa de las Naciones 181 4. Tragedia del pueblo indgena Awa 188 5. El regreso de Quetzalcatl y el drama del pueblo Awa 195 6. El Naya. Historia de una abortada unin intertnica 200

    Notas 216

  • 7Presentacin

    La presente publicacin recoge una serie de ensayos sobre diferentes temas de la problemtica indgena colombiana. Estos textos tuvieron una difusin limitada ya que su propsito era proveer con categoras analticas la escuela de formacin intertnica para la resolucin de conflictos que implementa el Colectivo de Trabajo Jenzera con lderes de pueblos indgenas, afrocolombianos y campesinos del Pa-cfico colombiano.

    Hoy consideramos til juntar algunos de ellos en un libro para darlos a cono-cer a los simpatizantes, amigos y colaboradores que ha tenido la causa de los pue-blos indgenas en Colombia. Los artculos fueron agrupados por ejes temticos, teniendo en cuenta los contenidos centrales de los ensayos. Para la seleccin de los textos se atendieron las sugerencias y apreciaciones de amigos y conocedores de la problemtica indgena. Este libro hace parte de la serie de publicaciones del Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indgenas (IWGIA), que lleva como ttulo Debates.

    Considerando que una de las condiciones inherentes a la lucha por la sobre-vivencia de los pueblos tnico-territoriales ha de ser el tratamiento responsable de los problemas que afectan sus vidas, estos ensayos procuran un tratamiento serio de la problemtica indgena. Aunque la tesis recurrente en casi todos los en-sayos es la crtica aguda a la formacin social colombiana que ha subordinado a los pueblos indgenas, excluyndolos de la participacin poltica y del desarrollo econmico y social, no se incurre en el radicalismo terico de algunas de nues-tras izquierdas y es crtica de los vicios polticos y actuaciones de los alzados en armas. Pese a que los temas centrales reivindican las luchas indgenas y abogan por la movilizacin y la resistencia de estos pueblos, tambin buscan analizar y evaluar crticamente las actuaciones del movimiento social indgena.

    En estos ensayos la problemtica tnica se aborda desde la teora crtica de la sociedad para analizar la sociedad seorial, heredera de la mentalidad de ndole feudal y catlica, que ha dado origen al caudillismo, clientelismo y confesionalis-mo que atenazan la vida de los pueblos tnico-territoriales, obstaculizndoles un desarrollo autnomo, hacindoles difcil la coexistencia en la sociedad colom-biana y proscribiendo un futuro promisorio para sus descendientes. Consecuen-temente con esta visin, los ensayos, implcita o explcitamente, insisten en una superacin de este estado de cosas, propugnando por una insubordinacin de estos pueblos para conquistar un lugar propio en la Nacin colombiana, que tam-bin es la de ellos. Una insubordinacin que slo tiene perspectivas si los pueblos

    Presentacin

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    excluidos unen sus voluntades, difuminan sus fronteras tnicas y culturales y su-peran sus diferencias polticas para construir un Estado ms democrtico, ms secular y ms respetuoso de los derechos humanos.

    Algunos textos sealan cmo algunos de estos pueblos y sus organizaciones se encuentran bajo la tutela paternalista de iglesias, sectas, ONG, entidades del Estado y partidos polticos. Y cmo la mayora de ellos se hallan acorralados por intereses econmicos (legales e ilegales) y grupos armados que coartan su de-sarrollo social, subordinan sus organizaciones y enajenan sus agendas de lucha. Algunos de estos pueblos, como los que habitan el territorio-regin del Pacfico, viven una violencia social y estructural que ha conducido a una verdadera trage-dia humanitaria, una situacin que fue presentada por el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indgenas (IWGIA), el Proceso de Comunidades Negras (PCN) y el Colectivo de Trabajo Jenzera, al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, durante las sesiones del Examen Peridico Universal a Colombia en diciembre de 2008.

    Otros textos revelan cmo los problemas que afrontan los pueblos tni-co-territoriales no son exclusivamente de naturaleza econmica. Son tam-bin de ndole poltica y cultural. Se refieren no solo a la forma como los sectores dominantes del Estado y la sociedad han venido imponiendo una institucionalidad poltica y econmica que desconoce y excluye otros pro-yectos econmicos y sociales diferentes. Se refieren tambin a falencias de las organizaciones indgenas, a carencias de pensamiento crtico de su liderazgo y a inercias del pasado, aspectos estos que afectan el futuro de los grupos t-nicos, en la medida que inducen en muchos casos a actitudes intransigentes que truncan el desarrollo organizativo y atascan avances sociales y polticos necesarios para contribuir a la construccin de una democracia pluricultural. O producen actitudes ensimismadas que conducen a que los esfuerzos que hacen las organizaciones por insurgir, se consuman desde adentro debilitn-dolas an ms, facilitando as su cooptacin por otras fuerzas polticas o su subordinacin a otros intereses.

    La mayora de los ensayos subrayan la urgencia de que estos pueblos para su bienestar y por lo tanto para el de Colombia puedan determinar un destino propio, sistemticamente negado por aquellos sectores sociales que se han apro-piado ilegtimamente del Estado truncando la formacin de una Nacin pluri-cultural.

  • 9La vida fluye, las palabras quedan, ms cuando son impresas. En Colombia los ritmos del contexto poltico son acelerados. Sus cambios, impredecibles. Al-gunos artculos deben ser ledos contrastando el contexto social y poltico en el que se escribieron. Hoy nos distanciaramos de algunos de ellos, por ejemplo de aquel que llama a los grupos tnicos a considerar al partido verde como una opcin poltica para sus movimientos. Hoy este partido se encuentra en el ojo del huracn, debido a las veleidades y ambiciones de sus lderes. No obstante, en este como en otros casos, ni se corrigen ni se retiran los textos, pues son apreciaciones polticas de contextos histricos particulares.

    El tiempo es el recurso ms escaso que tienen los proyectos de vida de los pueblos indgenas, afrocolombianos y campesinos, debido a que sus territorios y sus recursos, a una velocidad descomunal, estn siendo enajenados por voraces empresas nacionales y transnacionales, en connivencia con el Estado y apoyn-dose en el silogismo del desarrollo econmico. Se est presentando entonces una situacin que bloquea una salida social digna a estos pueblos, para que puedan recrear sus sociedades estableciendo relaciones horizontales con las otras cultu-ras y aprovechando lo mejor de ellas para materializar sus deseos y aspiraciones, sin verse obligados a negar los rasgos distintivos de su ser social, o renunciar a sus propios proyectos histricos. Estos son desafos polticos e ideolgicos de la multiculturalidad.

    Bogot, agosto de 2011

    Presentacin

  • Los indgenas colombianos y el Estado. Desafos ideolgicos y polticos ...10

    Acrnimos

    ACIN: Asociacin de Cabildos Indgenas del Norte del Cauca ACIPAP: Asociacin de Cabildos Indgenas del Pueblo Awa del PutumayoACCU: Autodefensas Campesinas de Crdoba y UrabACN: Autodefensas Campesinas de Nario AICO: Autoridades Indgenas de ColombiaACNUR: Agencia de las Naciones Unidas para los RefugiadosAISO: Autoridades Indgenas del Suroccidente ANUC: Asociacin Nacional de Usuarios CampesinosASI: Alianza Social Indgena CAMAWARI: Cabildo Mayor Awa de RicaurteCAOI: Coordinadora Andina de Organizaciones Indgenas CEJIS: Centro de Estudios Jurdicos e Investigacin SocialCNRR: Comisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin CPESC: Coordinadora de Pueblos tnicos de Santa CruzCIDOB: Confederacin de Pueblos Indgenas de BoliviaCONAMAQ: Consejo Nacional de Ayllus y Markas del QullasuyuCRIC: Consejo regional Indgena del CaucaDANE: Departamento Administrativo Nacional de EstadsticaDDR: Desarme, Desmovilizacin y ReintegracinECOPETROL: Empresa Colombiana de PetrleosEPL: Ejrcito Popular de LiberacinEZLN: Ejrcito Zapatista de Liberacin NacionalELN: Ejrcito de Liberacin NacionalFEDEGAN: Federacin de Ganaderos del Cauca FARC: Fuerzas Armadas Revolucionarias de ColombiaFCAE: Federacin de Centros Awa del EcuadorINCODER: Instituto Colombiano para el Desarrollo Rural (antes INCORA)INCORA: Instituto Colombiano de Reforma AgrariaINRA (Bolivia): Instituto Nacional de Reforma Agraria IWGIA: Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos IndgenasMAS: Movimiento al SocialismoMIP: Movimiento Indgena PachakutiMOIR: Movimiento Obrero Independiente RevolucionarioM-19: Movimiento 19 de abrilMQL: Movimiento Quintn Lame

  • 11Acrnimos

    ONIC: Organizacin Nacional Indgena de ColombiaOPIAC: Organizacin de los Pueblos Indgenas de la Amazonia Colombiana OPIC: Organizacin de los Pueblos Indgenas del CaucaORIVAC: Organizacin Regional Indgena del Valle del CaucaPCN: Proceso de Comunidades NegrasPNUD: Programa de Naciones Unidas para el DesarrolloPRT: Partido Revolucionario de los TrabajadoresRSS: Red de Solidaridad SocialSAT: Sistema de Alertas Tempranas UNASUR: Unin de Naciones SuramericanasUNICEF: Fondo de las Naciones Unidas para la InfanciaUTINAYA: Unin Territorial Intertnica del NayaUNIPA: Unidad Indgena del Pueblo Awa

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    CAPTULO I

    Los indgenas y la NacinPoltica y pluralidad

    1. La pluralidad tnica y la Nacin colombiana

    Estas notas hacen parte de una permanente bsqueda de nuevos sentidos y rutas que propicien encuentros y alianzas entre pueblos culturalmente1 diferentes, pero parecidos en la adversidad y unidos por las humillaciones y vejmenes sufridos. Se quiere con ellas alimentar los debates de la escuela de formacin intertnica para la resolucin de conflictos, que adelanta el Colectivo de trabajo Jenzera con poblaciones negras, ind-genas y campesinas del Pacfico. Ante todo aspiran a que los excluidos de ayer y de hoy unan sus voluntades, propsitos y compromisos con un cambio social y cultural que, como deca Saint-Just slo puede ser frenado cuando se alcance la felicidad.

    El antroplogo Leslie White acostumbraba a decir que las teoras antropo-lgicas a menudo nos decan ms sobre los antroplogos que sobre la materia objeto de su estudio. Deca tambin que dependiendo de la teora del antrop-logo, el objeto de estudio cambiaba no slo de forma, sino tambin de esencia a los ojos del observador. De esta manera relativistas, culturalistas, evolucionistas, funcionalistas, estructuralistas y marxistas, ofrecan diferentes interpretaciones sobre su objeto de estudio. Estas diferencias conceptuales, habituales en la antro-pologa, no hubieran tenido un efecto pernicioso en nuestro medio, si las ideas que llegaban a nuestras tierras, hubieran encontrado mentes abiertas y creativas, pero tambin ambientes intelectuales crticos, que hubieran examinado los con-textos histricos y sociopolticos en que fueron concebidas, antes de aplicarlas. Si hubiramos observado esto no hubiramos sido escolsticos ni librecambistas, no compraramos modelos de desarrollo, sino que desarrollaramos los propios, acordes con nuestra realidad y necesidades.

    La frivolidad de muchos antroplogos y el dogmatismo de nuestra forma-cin escolstica, junto a una ausencia de categoras crticas que orientaran la accin indigenista, abonaron el terreno para que echaran races toda suerte de ideas, corrientes del pensamiento y teoras sociales, que una vez tocaban tierras americanas se convertan en doctrinas que haba que defender, difundir y apli-car. Si la realidad no estaba sintonizada y se ajustaba a la interpretacin, la que se perjudicaba era la realidad, que a menudo terminaba siendo un mero adorno de la teora. Un ejemplo de ello lo tenemos en la ya legendaria teora de las na-cionalidades indgenas que nos lleg de Mxico, un pas donde existen pueblos

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    indgenas preponderantes en varias regiones por su peso poblacional y sus logros culturales y polticos. Aqu algunos epgonos colombianos se dieron a la brega de aplicarla, imaginando este pas dividido en un igual nmero de naciones, segn las etnias indgenas existentes. Les falt a estos antroplogos observadores la l-gica pragmtica del economista y matemtico Len Walras, que recomendaba que antes de aplicar el teorema de Pitgoras, haba que verificar que se tratara de un tringulo rectngulo. Aplicaron la frmula mexicana de las nacionalidades, sin mirar el contexto colombiano y de paso, creando cismas en el naciente mo-vimiento indgena caucano. En Mxico el planteamiento de las nacionalidades indgenas surgi como respuesta a las pretensiones del Estado mexicano de di-solver a los pueblos indgenas, asimilndolos e integrndolos a la sociedad mexi-cana. Un contexto poltico muy particular, diferente al de Colombia, en donde los indgenas, juntndose al movimiento campesino, comenzaban a recuperar las tierras de sus ancestros y estaban muy lejos de imaginarse que sus luchas condu-can a crear la Nacin pez, guambiana, embera, wayuu, etc.

    Cuando los indgenas, los as llamados objetos de estudio, hastiados de ser observados, interpretados y definidos, se vuelven desobedientes, exigen ser tenidos en cuenta, reclaman su propia definicin y aspiran a ser sujetos de su propio desarrollo, comienza a cambiar el panorama. Con la irrupcin del otro en la escena (Humberto Eco) se renueva el lenguaje y toman cuerpo los concep-tos de autonoma, desarrollo propio, multietnicidad e interculturalidad. A partir de entonces se comienza a tomar en serio la proposicin filosfica de que para la constitucin de nuestra identidad requerimos de la alteridad, de la mirada del otro, y de que es imposible conocernos a nosotros mismos, si no ampliamos nuestra humanidad y aprendemos a conocernos y reconocernos cada uno en el espejo del otro.

    Hasta ese entonces la conciencia posible (Lucien Goldmann), para conce-bir los nuevos Estados que se estaban formando en Amrica, era el Estado-Na-cin que surga en Francia con Napolen, en Italia con Garibaldi y en Alemania con Bismarck. El Estado unitario y la Nacin homognea fueron hasta la dcada de los 80 del siglo pasado, el ideal de las Repblicas latinoamericanas. Ahora las cosas han cambiado y la cuestin tnica se ha tornado en uno de los ms im-portantes y complejos desafos socio-polticos para el Estado y para la Nacin colombiana. Pero hasta ese entonces haba transcurrido mucha historia.

    Los intelectuales ms destacados que haban venido pensando la Nacin ho-mognea, haban identificado en el mestizaje racial, la frmula ideal para su cons-truccin. El argumento central era que por medio del mestizaje se superaran por un lado las deficiencias de indios y negros, considerados pobres de juicio y de imaginacin, para formar una sociedad y pensar una Nacin. De otro lado se superaran tambin las limitaciones de los europeos, considerados los ms inte-ligentes y ms capaces, pero con deficiencias fisiolgicas para adaptarse a climas

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    y medios geogrficos catalogados como hostiles. De este mestizaje, que Jos de Vasconcelos calificara de fecundo, emergera entonces un hombre nuevo que superara las incapacidades y limitaciones fundadas en el color de la piel, la raza y el medio ambiente geogrfico.

    Es con Simn Bolvar, hijo de la Ilustracin y de la revolucin francesa, que la idea del mestizaje como solucin para la Nacin homognea, pierde vigor en la llamada Gran Colombia. Aunque Bolvar era tambin de la idea de que la Nacin deba ser homognea, aspiraba sin embargo a que se superaran las diferencias tnicas, construyendo una identidad nacional, ya no a partir de la asimilacin racial, sino a partir de la adaptacin de todos los individuos a una cultura poltica cvica, ms amplia, donde las lealtades tnicas, culturales y religiosas no fueran la base de la identidad nacional, pues se estara manteniendo abierto el espacio para reventar en pedazos a la naciente Nacin. Se tratara entonces de una es-pecie de patriotismo basado en la nocin de ciudadano, que para Bolvar sera la forma ideal de compaginar la pluralidad tnica y cultural con un orden social representado en un Estado.

    Segn Bolvar la condicin de ciudadano solo la adquiran los hombres en libertad. Esta idea la tom de Rousseau, quien argumentaba que dentro de la es-clavitud, los esclavos pierden todas sus facultades y llegaban incluso a amar la esclavitud. El alma de un siervo, dice Bolvar al referirse al Per, rara vez alcanza a apreciar la sana libertad, se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas (Carta de Jamaica, 1815).

    Su ya clebre frase para definir los estamentos de la sociedad, que recin se independizaba del poder colonial, es de un significado proverbial. Deca Bolvar sobre los criollos (hijos de espaoles nacidos en Amrica) que, no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legtimos propietarios del pas y los usur-padores espaoles. (Carta de Jamaica 1815).

    Cuando Bolvar define a los espaoles como usurpadores y a los indge-nas como legtimos propietarios, implcitamente est delineando la tarea que le corresponde a los criollos que estn en medio: quitarles la tierra a los usur-padores y devolvrsela a sus legtimos propietarios. Era la nica va para con-vertir a los indios en ciudadanos. Aqu Bolvar est enunciando en su propia historia, como criollo que era, la causa de los aborgenes. Este planteamiento de Bolvar nos remite al problema central, an no resuelto, sobre la formacin de nuestra nacionalidad: que para hacerla realidad la poblacin indgena y ne-gra deba adquirir la ciudadana, es decir, deba tener la capacidad para ejercer sus derechos.

    Si los criollos, una vez culminadas con xito las guerras de la independen-cia, no restablecan estos derechos, significaba simple y llanamente que se haba cambiado de amos y seores, pero persista el derecho de conquista, impuesto por los espaoles.

    Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad

  • Los indgenas colombianos y el Estado. Desafos ideolgicos y polticos ...16

    La apropiacin que haba hecho Bolvar de la causa de los negros y de los pueblos originarios, no hizo escuela en Amrica, pues eran ms fuertes los po-deres de la clase criolla emergente, que se beneficiaba de las tierras y bienes arre-batados a los espaoles. Repudiado por los criollos, habiendo sobrevivido a dos atentados, Bolvar march al exilio. Muri en Santa Marta.

    Otro prcer americano de la independencia, Jos Gervasio Artigas, busc refu-gi en Paraguay, acompaado slo por su guardia personal de 250 lanceros, hombres y mujeres, todos negros y entre ellos Ansina, compaero de Artigas, hasta la muerte2. No le perdonaron los criollos a Artigas que a su paso victorioso, fuera liberando esclavos. Los Camba Cua cabecitas negras en guaran son hoy sus descendien-tes. Carlos Rosero nos recuerda que en una de las acciones para repeler

    los muchos intentos por terminar de despojarlos de las ltimas tierras que les quedan, de las que les fueron asignadas en el siglo XIX, colocaron sus bande-ras de barras horizontales azules y blancas sobre sus casas, entonaron el him-no de la Repblica Oriental del Uruguay y se negaron a ser tratados, en esta tierra a la que llegaron por leales, distinto a lo que eran: invitados de honor3.

    La negacin de los derechos y las ideas sobre la desigualdad de los hombres4

    La historia de Colombia es desde sus orgenes una historia de negaciones. Los espaoles le negaron la humanidad a los indios: homnculos, como fueron lla-mados por Gins de Seplveda, seran seres apenas superiores a los animales. Sin razn ni alma no tendran derechos ni capacidad de gobierno. Posteriormente a miles de africanos les fueron negadas sus vidas y libertades por medio de la esclavitud. No obstante haba algo comn en estas negaciones: era llevada a cabo por pueblos que renegaban de sus orgenes culturales judos y mozrabes. En es-tas ideas se fundamentara la esclavitud y servidumbre a que fueron condenados aborgenes y negros. Pero esta negacin la extendieron a todo lo que fuera de Amrica. Por el slo hecho de nacer en ella, se era ciudadano de segunda clase y al menosprecio de sus habitantes se uni el menosprecio de su flora, su fauna y sus territorios. Con el paso de los siglos y muchas luchas al interior de la iglesia, se le reconoci la humanidad a la poblacin aborigen y con Alexander Von Hum-boldt se reconoci que la naturaleza de Amrica, su flora y su fauna no tenan nada que envidiarles a las europeas. No obstante perdura en muchas mentes la idea de que las culturas y territorios indgenas no tienen un valor en s mismos.

    Una iglesia al servicio de la corona espaola tambin hizo parte de las co-rrientes que les negaban identidades particulares a aquellos que tenan otras creencias. A finales del siglo XIII, el canonista y santo catlico Gregorio, llamado

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    El Ostiense, fij doctrina al afirmar que el Papa, como representante de Cristo en la tierra, tena potestad no solamente sobre el mundo cristiano, sino sobre el de los infieles. Aos despus, en el siglo XIV, Johann Wycliffe, continuara desa-rrollando la doctrina, afirmando que la falta de gracia del hombre injusto que vive en pecado mortal, hace que carezca de dominio propio. Los derechos de los impos podan entonces ser trasladados, en derecho y por justa causa, a los cristianos. Esta doctrina que se emplea en la guerra contra los moros, durante la reconquista espaola, es trasladada a Amrica. De esta forma la condicin religiosa se con-vierte en el pilar del dominio de los conquistadores catlicos sobre los indios infieles y fundamenta el derecho de conquista de Espaa. Intentos que se dieron para defender los derechos de los as llamados infieles, slo fructificaran muchos aos despus, cuando una corriente humanista comenz a gestarse en el mundo cristiano5.

    La iglesia se unira siglos despus a la cruzada por la homogeneizacin de la sociedad: todos somos iguales a los ojos de Dios6. Pero para llevar a cabo esta empresa y poder realizar la comunin y hermandad de todos los hombres en Cristo7, buscaron definir, como lo hara cualquier antroplogo, su objeto de es-tudio. Y all de nuevo fue Troya, pues encontraron con que adems de tener alma, los aborgenes tenan tambin sus propias creencias y maneras de entender el mundo, que diferan substancialmente de la religin de Cristo.

    Pero hay iglesias de iglesias. Las ms retardatarias todava hablan de paganis-mo y de supersticin de pueblos sumidos en la oscuridad para referirse a aquellas culturas que no siguen el Evangelio. Las ms progresistas hablan de que se en-cuentran en un proceso de dilogo intercultural, pero pobres son sus ejecutorias, debido a ese arrogante y a la vez paternalista talante que asumen, debido a que consideran que sus creencias son superiores.

    La independencia de Espaa no signific que la nueva Repblica asumiera su rostro negro o indio. Por el contrario las elites criollas vieron a indios y a ne-gros como rezagos de un pasado que haba que superar, pues eran un obstculo para el progreso y la civilizacin de Colombia. Abrazando la corriente en boga del liberalismo econmico, y usurpando el trmino de liberal que en su senti-do histrico significa ser generoso, humanista, prdigo, altruista y desprendido les negaron a indios y a negros los rasgos tnicos distintivos de sus identidades. Pa-radjicamente esta negacin se haca en nombre de la libertad y la igualdad de todos los hombres.

    El rostro bondadoso de la iglesia y el sentido igualitario de las doctrinas li-berales no han logrado superar el racismo manifiesto en la sociedad colombiana. No hay mejor indicio para ver la inocuidad de sus acciones en busca de la igual-dad que predican, que los hechos que bien entrado el siglo XX, todava sucedan en el pas: en los Llanos Orientales de Colombia se cazaba a los cuibas, indgenas nmadas de las llanuras. A sta prctica se la denominaba cuibiar en aquella

    Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad

  • Los indgenas colombianos y el Estado. Desafos ideolgicos y polticos ...18

    regin. An hay educadores que reprenden a nios indgenas por no mostrar una buena disposicin para aprender el castellano. Y hace pocos aos un conocido representante del partido liberal manifestaba que la raz de todos los males de los pueblos indgenas era su persistencia en lo colectivo y comunitario, refirindose a las formas de concebir la tenencia de la tierra, el trabajo y la distribucin de bie-nes. Deca este personaje, que los indgenas vivan bajo sistemas anacrnicos, en un mundo donde precisamente los sistemas colectivos del Este se derrumbaban. Recomendaba entonces, para guiar a los indgenas por la senda del progreso, abo-lir los resguardos y ponerlos a disposicin de la iniciativa privada.

    Para la izquierda tradicional, ms doctrinaria, menos marxista, la problem-tica tnica usualmente se cataloga como una contradiccin secundaria. Las de-mandas de aquellos pueblos y grupos que reclaman autonomas, exaltan rdenes comunitarios y decisiones colectivas, no merecen atencin, pues estos intereses particulares obstaculizaran la unidad del pueblo. Slo fusionando todas las expre-siones sociales, polticas y culturales se puede converger en un movimiento para superar el escollo del Estado capitalista. Semejante a la homogeneidad que nos plantea la iglesia al hermanarnos en Cristo, aqu seramos todos iguales, hermanos de clase. Existe en ambas doctrinas una manifiesta discapacidad para pensar las nuevas realidades de nuestro tiempo, en especial las que irrumpen en la escena poltica con movimientos sociales generados por demandas tnicas y de gnero.

    Estas posiciones a menudo son difciles de visualizar, debido a la usual ret-rica de las organizaciones y partidos, que incorporan en sus discursos las deman-das de negros e indgenas, como una manifestacin de su solidaridad con estos pueblos, pero sin asumir (la mayora de las veces sin entender), las implicaciones que tienen para su propia prctica, estas manifestaciones de apoyo y solidaridad.

    Estos desconocimientos y negaciones que hemos enunciado apareceran como actitudes caprichosas, si no hubieran estado orientadas fundamentalmen-te a despojar a estos pueblos de la potestad que tienen sobre los territorios y los recursos, que es lo que realmente les ha interesado a los conquistadores y coloni-zadores de ayer y de hoy.

    Ahora podemos entender porque indios y negros tendran que esperar ms de un siglo de vida republicana, para que con la Constitucin Poltica de Colom-bia de 1991, el Estado buscara conciliar sus intereses con estos pueblos, al definir el carcter multitnico y pluricultural de la Nacin. Tambin podemos entender la intransigencia que encontraron en la sociedad, cuando comenzaron a plantear la multietnicidad de la Nacin: Un ao antes de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente y para prepararse a lo que sera la celebracin oficial de los 500 aos del descubrimiento de Amrica, indgenas y colaboradores de sus luchas iniciaron lo que se llam la Campaa de Autodescubrimiento de nuestra Amrica, precisamente buscando que se entendiera la multietnicidad y la rique-za que esto significaba para el pas. No obstante esta campaa de sensibilizacin,

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    los candidatos negros no recibieron el apoyo esperado y en las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente no obtuvieron ningn escao. Y los indios, solo debido al reconocimiento de sus luchas y sus esfuerzos organizativos logra-ron dos puestos. Un tercer puesto lo obtendra el desmovilizado movimiento ar-mado Quintn Lame.

    A partir del V centenario en 1992, la mayora de los pases latinoamericanos, comenzaron a reconocer constitucionalmente el carcter multitnico de sus so-ciedades. Esto, un logro de las luchas de los pueblos indgenas y negros, tambin se debe a dos hechos coyunturales: Despus de 500 aos los gobiernos no qui-sieron cargar con la lpida de haberse opuesto a una renovacin de los ordena-mientos legales en favor de los indgenas, de acuerdo a las recomendaciones de muchas entidades nacionales e internacionales que trabajan en el campo de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos indgenas. El otro hecho es que a partir de la dcada de los 90, comienzan a desplomarse regmenes centra-listas y autoritarios, a la vez que empiezan a surgir aspiraciones tnicas que se crea eran cosas del pasado. Esta tendencia que observamos a nivel mundial, in-fluenci a muchos gobiernos para reconocer, aunque fuera en el papel, derechos fundamentales a los pueblos indgenas.

    A pesar de este reconocimiento general a nivel latinoamericano, ningn Es-tado, con excepcin de Bolivia y Ecuador, ha mostrado voluntad poltica para eliminar las condiciones econmicas, polticas y culturales que excluyen y mar-ginan a los pueblos indgenas y negros. En algunas regiones de Colombia (prin-cipalmente en el Cauca), pero ante todo en el sur de Mxico (Chiapas), han sido los propios pueblos indgenas los que con sus movilizaciones han presionado con logros limitados para que se pongan en prctica los derechos reconocidos en sus constituciones polticas.

    Las luchas por el reconocimiento de los pueblos indgenas y negros y la bsqueda de la convivencia intercultural, como fundamento de la Nacin pluritnica

    Plantearse la cuestin de la Pluriculturalidad, supone preguntarse por el fun-damento de toda convivencia humana, por los horizontes en que las comunida-des y los individuos se la imaginan, por los elementos que abarca esa convivencia, por los contenidos que aceptan de otras culturas, o aquellos de los cuales tienen que despojarse para hacerla viable, y por la manera como los pueblos van identifi-cando a otros pueblos como iguales a pesar de sus diferencias, desigualdades, in-conexiones y uso de smbolos distintos para expresar problemticas semejantes.

    Lo primero que deducimos del rpido recuento histrico que hicimos antes, sobre las formas de concebir la Nacin y los caminos para hacerla realidad en

    Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad

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    pases pluritnicos, es que sin el reconocimiento y restitucin de derechos hist-ricos usurpados, no es posible hablar de sujetos con capacidad para decidir sobre sus vidas y pensar su futuro.

    Lo segundo es que sin sujetos con derechos restablecidos y sin apremios econmicos y sociales que coarten o restrinjan sus voluntades, no es posible entablar un dilogo intercultural que conduzca a la formacin de una Nacin pluritnica.

    En tercer lugar podemos afirmar que el legado cultural e institucional que here-damos de los pueblos ibricos, impidi que se desarrollaran corrientes propias del pensamiento ms acordes con nuestras realidades. El absolutismo, que en Amrica condujo al caudillismo, negara cualquier forma de democracia y la unin entre iglesia y Estado, conducira a formas dogmticas del ejercicio del poder.

    En cuarto lugar podemos concluir, que la imagen de una Amrica mestiza, no obstante haber tenido tantos seguidores y haber sido el ideal de muchos pol-ticos, escritores y artistas de la talla de Bolvar, Jos Mart, Miguel ngel Asturias, Pablo Neruda, los muralistas mexicanos David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, aqu en Colombia no prosper, salvo en algunos murales de Pedro Nel Gmez.

    Y no prosper porque las elites colombianas, despus de la muerte de Bol-var y la disgregacin de la Gran Colombia, comenzaran a pensar la Nacin co-lombiana a partir del componente blanco europeo, alrededor del cual deba girar el ideario de la nacionalidad. Se impuso la idea de que en la diversidad cultural y regional estaba el principal obstculo para la independencia y por supuesto la construccin de la identidad nacional. Y se desech el argumento de que no es negando la diversidad, sino exactamente al revs, reconocindola y afirmndola, donde debemos encontrar las bases para la constitucin de la Nacin.

    Ya para finales del siglo XIX, las elites, tanto liberales como conservadoras no miraban con buenos ojos la existencia de regiones organizando su vida eco-nmica y poltica de manera diferenciada, obedeciendo a particulares patrones sociales, geogrficos y culturales, al margen de los lineamientos, que para cons-truir el Estado-Nacin, venan emitiendo los centros de poder poltico que se conformaban en el pas.

    El antroplogo Armando Moreno Sandoval, en un texto sobre el tema que venimos tratando8, presenta el pensamiento de un ilustre intelectual de la poca:

    en 1861 Jos Mara Samper (intelectual, poltico y militar colombiano), sealaba en su Ensayo sobre las revoluciones los contrastes y la diversidad de la sociedad de aquel entonces (...). Colombia a mediados del siglo XIX ya haba logrado consolidar diferentes enclaves con cierta singularidad regional y tnica, que le serviran a la elite intelectual y poltica para marcar los con-trastes entre las diferentes regiones y donde los rasgos raciales seran decisivos para definir su componente cultural.

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    Pero estas regiones que se conformaban a partir de rasgos tnicos, iban en contrava del poder centralista que estaban construyendo las elites, ya que ar-gumentaban que esta era la forma ms expedita para la desintegracin de la na-ciente Repblica. La integracin de la Nacin se haba erigido como paradigma y objetivo principal de las elites. Es as como la construccin de una cultura na-cional, de una colombianidad se convierte en el principal proyecto poltico de estas elites. Todo lo diferente se ve como estorbo. Las culturas indgenas son ca-talogadas como rezagos del pasado, amasijos del atraso, sus defensores como apstoles del regreso.

    De la misma manera, pero profundizando y especificando como deba ser el fundamento de la nacionalidad colombiana, piensa el gegrafo y cartgrafo Fran-cisco Javier Vergara y Velasco. La geografa fue la disciplina que emple para cono-cer el pas, sus ros, mares, selvas y montaas. Pero tambin para identificar a las poblaciones, sus prcticas agropecuarias, los sistemas de intercambio comercial entre las regiones y, ante todo, su historia y sus culturas. Este pionero, comenz en 1901 a presentar una nueva geografa del pas y a delinear lo que podra ser la Patria. De l nos dice Moreno Sandoval que reflexionando que lo colombiano no poda representarse en la diversidad tnica y pregonando a la vez su visin integradora, se preguntaba:

    Ser pues raro que en Colombia no exista an pueblo colombiano, ni lo haya todava en muchos aos, si no se combaten las ideas separatistas y el lugareismo que domina en las varias zonas naturales del pas?.

    Y, continuaba:

    En Colombia, salvo el barniz de la caracterstica espaola, ardiente e im-presionante, exagerada a veces por el clima, o la de indios y negros, no hay tipo en verdad nacional; pero si existen tipos locales que tienden a acentuarse divergiendo ms y ms, y hay de la patria si todos los hombres entendidos no ayudan a combatir sin tregua y con esfuerzo grande tales tendencias!9.

    Moreno concluye que Vergara y Velasco,

    ....al no encontrar en el mestizaje su tipo nacional, se quejaba de que el mes-tizaje se estaba imponiendo en el pas.

    De esta forma Vergara y Velasco manifiesta la idea de que lo colombiano de-ba identificarse con el componente blanco europeo10.

    Pero al encomio de lo blanco, como elemento constitutivo de la nacionali-dad, las elites gobernantes unen las ideas de progreso y desarrollo econmico, sin

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    los cuales no sera posible encauzar un proceso civilizador, que superara los es-tados de pobreza, ignorancia y violencia11. En lo corrido de la mitad del siglo XX estas ideas se intensificaron de forma especial, generando nuevos prejuicios hacia los pueblos indgenas y negros, caracterizados como pertenecientes a culturas renuentes al progreso. El avance de la ciencia y la tcnica en los pases centrales del capitalismo haba deslumbrado de tal manera a nuestras elites, que la idea del progreso, basado en esos adelantos, fue convertido en una ideologa, de acuerdo a la cual todos los pueblos deberan marchar hacia una meta ideal de la civili-zacin. Segn Walt Whitman Rostow, lograr esa meta implicaba haber pasado por diversos estadios de desarrollo, despus del take off (despegue). Para este despegue, se necesitara un nivel de acumulacin suficiente que garantizara un desarrollo sostenido. Siguiendo este orden de ideas, la existencia de sistemas eco-nmicos colectivistas, que no estn orientados por la ganancia y la acumulacin, se convierten en un lastre para el desarrollo y en obstculos para alcanzar esos ideales de civilizacin12. Tomas O. Eastman, ministro de Hacienda de Carlos E. Restrepo, usualmente soltaba perlas del siguiente tenor:

    Cuando uno de esos liberales te espete un discurso colectivista, fjate y nota-rs en l muy pronto el ojo oblicuo de las razas inferiores.

    Ms usual de lo que creemos, en nuestro pas hay ms muestras de dog-matismo que de avidez por la investigacin despojada de prejuicios y por la exploracin de nuevas posibilidades para la convivencia, como lo muestra la patanera arrogante del seor Eastman con su mordaz y cnico chiste. Y como lo han mostrado tambin muchos epgonos colombianos de Herbert Spencer, quien introdujo en las ciencias sociales el concepto que Charles Darwin pro-puso para explicar la evolucin de las especies: la supervivencia biolgica del ms apto. Con fundamento en este concepto y cabalgando en el prestigio de Darwin, se busc explicar porque los indios y negros estaran destinados a desaparecer.

    Tambin tuvo adeptos en nuestro pas el conde Joseph Arthur Gobineau, es-critor y diplomtico francs, que en un ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, publicado en 1855, presenta su teora, segn la cual la raza aria, en es-pecial los pueblos germnicos puros, era la que ms se haba destacado en todas las artes y las ciencias. Consideraba que el mestizaje era una forma de degenera-cin y la manera ms eficaz de eliminar las facultades creadores de los pueblos arios. Estas ideas fueron acogidas por el ingls Houston Steward Chamberlain.Su fama se reg por todo el mundo, pues en su libro Los fundamentos del siglo XIX, presenta las pruebas de la superioridad de la raza nrdica. Divulgado el li-bro en los Estados Unidos de Amrica, revivi la nostalgia de los hacendados su-reos por la esclavitud, dando lugar en 1915 al resurgimiento del Ku-Klus-Klan,

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    secta que haba aparecido durante la guerra de secesin en 1865 y que haba sido prohibida en 1871.

    Estas ideas llegadas de Europa fueron discutidas en nuestro pas con ms pasin que objetividad y se aceptaban o rechazaban de manera intransigente. Fue este tono proselitista el que empa el pensamiento colombiano frente al indge-na y al negro durante muchas dcadas.

    Ocupara mucho tiempo hacer un barrido por todos los pensadores que be-bieron en estas canteras del pensamiento racista, pero vale la pena mencionar los ms importantes, quizs ms representativos, que con escuetas y lapidarias entelequias del socialdarwinismo o fundadas en determinismos geogrficos, justificaron el racismo hacia los pueblos indgenas y negros.

    Con el concepto tan impreciso, como es el de raza, Laureano Gmez, en conferencias dictadas en 192813, nos habla de los problemas del pas:

    Sobre la raza: Nuestra raza proviene de la mezcla de espaoles, indios y negros. (...) Es en lo que podemos haber heredado del espritu espaol, donde debemos buscar las lneas directrices del carcter colombiano contemporneo. Pues lo que aportan los indgenas y negros a nuestra herencia son estigmas de completa inferioridad.

    Sobre el negro: El negro muestra un espritu rudimentario e informe. Per-manece en perpetua infantilidad. La bruma de una eterna ilusin lo envuelve y el prodigioso don de mentir es la manifestacin de esa imagen de las cosas, de la ofuscacin que le produce el espectculo del mundo,... Despus de esta definicin rimbombante sobre el negro, concluye: El elemento negro constituye una tara: en los pases en donde l ha desaparecido, como en la Ar-gentina, Chile y Uruguay, se ha podido establecer una organizacin poltica y econmica con slidas bases de estabilidad.

    Sobre el indio: ...segundo de los elementos brbaros de nuestra civilizacin, ha transmitido a sus descendientes el pavor de su vencimiento, el rencor de la derrota, (...) parece haberse refugiado en el disimulo taciturno y la cazurrera insincera y maliciosa. Afecta completa indiferencia por las palpitaciones de la vida nacional. Est narcotizado por la tristeza del desierto, embriagado con la melancola de sus pramos y bosques.

    Sobre el mestizo: El mestizo primario no constituye un elemento utiliza-ble para la unidad poltica y econmica de Amrica: conserva demasiado los defectos indgenas: es falso, servil, abandonado y repugna todo esfuerzo y trabajo.

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    Sobre mestizos y mulatos: En los mestizos y mulatos se combinan las cuali-dades discordantes de los padres... Las dos cosas tienen por efecto comn (...) que son fisiolgica y psicolgicamente inferiores a las razas componentes.

    Sobre los norteamericanos: Ya perdimos el istmo. (...) Ya nuestros mine-rales preciosos salieron del patrimonio; el nico petrleo que se explota es el de los norteamericanos. Cada da adquieren algo nuestro los ms capaces, los ms ricos, los ms fuertes.

    Sobre la raza y el clima: La distribucin del calor y la humedad no hace apto nuestro territorio para el establecimiento de una buena organizacin social. Somos especie de inmenso invernadero, depsito de incalculables ri-quezas naturales, que no hemos podido disfrutar, porque la raza no est acondicionada para hacerlo.

    Estas ideas no eran exclusivas de pensadores ultra conservadores como Lau-reano Gmez. Tambin cohabitaban en el partido liberal y en mentes importan-tes como la del destacado poltico y hombre de ciencia Luis Lpez de Mesa. Sus escritos ms conocidos versan sobre la formacin de la nacionalidad colombia-na: Cmo se ha formado la nacin colombiana? y Los problemas de la raza en Colombia. All plantea la necesidad de la modernizacin de la sociedad colom-biana y la constitucin de la Nacin. El negro y el indio son a juicio del profesor Lpez de Mesa los factores del atraso en el cual estaba sumida Colombia. Plantea por lo tanto la integracin de estos dos grupos a una raza superior, que para l era la blanca europea.

    lvaro Gmez Hurtado, hijo de Laureano, fue uno de sus grandes seguidores. Sola utilizar, para referirse a los pueblos indgenas, trminos como los de deca-dencia, pueblos sin historia, que tenan una concepcin fatalista del porvenir. Sin la religin estos pueblos seguiran en las tinieblas, pues la religin llev al nuevo mundo el optimismo que se apoya en la redencin del hombre y que faltaba en las religiones autctonas. Recurre al pensamiento del alemn Oswald Spengler14, para afirmar con l que los hechos son ms importantes que las verdades. De all que para l la historia de Amrica empieza con el hecho de la Conquista. Y en rea-lidad de verdad, ya para la poca en que Gmez (padre) haca sus disertaciones sobre la inferioridad de nuestra raza, de las ideas se pasaba a los hechos: Hitler se alzaba con el poder en Alemania y preparaba la limpieza tnica, en Colombia se desataba la violencia contra indgenas, negros y campesinos mestizos, violencia que an no termina. Y en Cinaga (1928) se llevaba a cabo la masacre de las ba-naneras (el hecho), para romper la huelga de los trabajadores negros y mestizos por arrancarles mejores condiciones de vida a sus patrones de la United Fruit Company, los ms fuertes, los ms capaces.

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    Aunque hay mucha historia transcurrida, que marcara grandes diferencias con esas ideas, todava subyacen prejuicios provenientes de ellas, que han obsta-culizado la construccin de una Nacin pluricultural.

    La bsqueda de la convivencia intercultural, como fundamento de la Nacin

    Con el surgimiento de una escuela etnolgica en el pas a comienzos de los aos 40 del siglo pasado, comienza a emerger un discurso que reclama la importancia de las culturas de los indios y de los negros en el pas, sealando su participacin en la historia de Colombia y sus aportes a la formacin de una identidad nacional.

    Y con el surgimiento del actual movimiento indgena en Colombia, al calor de las luchas campesinas de los aos 70 del siglo pasado, se empieza a dar un ver-dadero revolcn en el pas, en lo que a la idea de la Nacin multitnica se refiere: con estas luchas empezara nuestra criolla ilustracin.

    Prximos a celebrar los 200 aos de vida republicana, los indgenas, como tambin los afrocolombianos, los isleos raizales y otros grupos tnicos y cul-turales del pas, plantean de nuevo, entonces, la posibilidad de que se establezca una convivencia pluricultural, solidaria con la construccin de un proyecto na-cional autnomo.

    Pero falta mucho camino por andar, para que ese tipo de Nacin con la cual nos identifiquemos todos, sea una realidad:

    Primero, necesitamos ejercitar la democracia. Friedrich Nietzsche deca que la democracia era un asunto para los dbiles. Esta idea, en las manos del avieso Joseph Goebbels, sirvi de apoyo al proyecto de dominacin Nazi. Sin embargo, Nietzsche tena razn, pues los dbiles necesitan practicar la democracia si algn da quieren ser fuertes. Ningn grupo puede entonces imponerle su voluntad a los otros. Tampoco se puede ignorar o menospreciar las capacidades y las luchas de los otros grupos sociales. As no se construye interculturalidad, ni sociedades democrticas. Ms an, se pone en peligro la frgil unidad que hayan podido construir. La democracia es entonces un principio esencial de la interculturali-dad y la convivencia y por lo tanto un fundamento de la lucha de los pueblos excluidos por la libertad.

    Segundo, aunque despus de la Constituyente del 91, los diferentes pue-blos tradicionalmente excluidos (negros, indgenas y campesinos), han tenido un notorio acercamiento en trminos polticos, son la competencia por la tie-rra y sus recursos, factores significativos que alteran la convivencia. Pero estos conflictos que se derivan de la competencia por los recursos territoriales, son reconocidos y debatidos abiertamente por las dirigencias de estos pueblos. No sucede lo mismo con los conflictos que se derivan de las diferencias culturales

    Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad

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    o religiosas. Aqu la dirigencia y las organizaciones no aceptan que se debatan, pues consideran que estos son asuntos propios de la cultura, que no admiten intromisin alguna.

    Tercero, categoras antinmicas como endgeno/exgeno y propio/ajeno, son tiles para indagar grados de aculturacin o prdida de autonoma de un pue-blo. Pero exacerbar el valor de las primeras, menoscabando la importancia de las segundas, puede conducir a una exagerada autonoma, que cierra las puertas al otro y por lo tanto a la construccin de la interculturalidad, cosa que es altamen-te inconveniente en regiones multitnicas. All la interculturalidad es necesaria, no solo como herramienta para la construccin social de la regin (Sergio Boi-sier), sino porque ningn grupo humano, pueblo o sociedad, ha podido avanzar y reproducirse partiendo y alimentndose de su propio sustrato. El aislamiento conduce en el mejor de los casos, al estancamiento.

    Cuarto, la interculturalidad es vida, es prctica. No es slo saber. Es ante todo proceder. La multiculturalidad existencia de muchas culturas es una realidad de nuestro pas. La interculturalidad -convivencia, entendimiento entre las cultu-ras- es una realidad por construir. Pero construir la interculturalidad no es un ca-mino fcil. Tomando lo que deca Gaston Bachelard para la educacin, que para aprender, primero hay que desaprender, para la interculturalidad, para entender al otro, para convivir con los otros, con los diferentes, hay que despojarse de mu-chos prejuicios aprendidos.

    La interculturalidad es diferente al biculturalismo, o sea, vivir dos mundos al mismo tiempo, como sucedera a nios negros que viven en regiones indgenas, donde el cabildo los obligara a practicar las costumbres indgenas, adems de las propias, o viceversa. Cuando hablamos de interculturalidad, estamos hablando de una cultura que apropia y se enriquece con elementos de otras culturas y que en aras de construir una convivencia, prescinde de aquellos elementos circuns-tanciales y no esenciales de su cultura, que afecta a los otros.

    Para iniciar un proceso intercultural se requiere un dilogo entre iguales y entre culturas con capacidad de decisin, sin que medie algn tipo de coaccin. Es decir no hay interculturalidad sin cimientos (sin poseer un ncleo slido de expresiones culturales propias que le confieran identidad al grupo), como tam-poco se construye interculturalidad si ese grupo no abre sus ventanas a los dems para permitir la interaccin. La divisa sera construir un futuro que sea propio y a la vez abierto a los vecinos.

    No se construye interculturalidad si se tiene una visin simple del otro, o no se lo acepta como igual. Los esencialismos conducen a oposiciones que inhiben o bloquean cualquier proceso intercultural.

    Quinto, muchos pueblos debido al desconocimiento autoritario que han sufrido por parte de las elites, responden a menudo con fundamentalismo. El fundamentalismo es un producto del autoritarismo, pero tambin la forma que a

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    menudo se adopta para responder al autoritarismo. El fundamentalismo no es un buen consejero para establecer un dilogo intercultural.

    En Europa es donde se ha avanzado ms en el estudio de la problemtica de la interculturalidad en pases multiculturales, debido a la tradicin de coexisten-cia de distintos pueblos en un mismo territorio y, recientemente, a los conflictos culturales con consecuencias violentas. Cules han sido las conclusiones que han sacado los europeos de los conflictos que se derivan de la multiculturalidad, es decir, de la existencia de culturas diferentes en un mismo espacio? Dicho de otra manera: cmo es que se han imaginado la compaginacin de la pluralidad cultural con la unidad de un orden social?

    Empecemos diciendo que han perfilado su bagaje conceptual, diferenciando el multiculturalismo de la pluriculturalidad. Esta ltima sera la alternativa al mul-ticulturalismo.

    Para entender esto miremos la definicin de los dos conceptos y sus diferen-cias. El sirio Bassam Tibi, profesor de relaciones internacionales de la universidad de Gttingen (Alemania), explica el multiculturalismo mostrando las etapas de formacin de este pensamiento: En una primera etapa se parte de la realidad de que existen varias culturas en un mismo espacio. En una segunda etapa se acepta que estas culturas requieren un reconocimiento constitucional. Hasta all, nos dice Tibi, todo anda bien, hasta que vemos la tercera etapa del planteamiento del multiculturalismo, el cual exige que las diferencias culturales se eleven a la cate-gora de derechos fundamentales (o naturales). Esta tercera fase del planteamien-to multiculturalista no es del todo aceptable, ni tiene fundamento poltico, pues implica que en un mismo pas existan varios derechos fundamentales, derivados de valores culturales que pueden estar en abierta contradiccin.

    La diferencia entre los dos conceptos, es que la pluriculturalidad reconoce la diversidad cultural, pero establece una condicin: para garantizar la armona y la convivencia entre las diferentes culturas en un mismo espacio, es decir para que se desarrolle la interculturalidad, debe aceptarse un consenso de valores que delimite los derechos que emanan de una diversidad cultural que en principio no tendra lmites. Los valores que han ganado consenso en nuestra Colombia multicultural, pertenecen todos aquellos que tienen que ver con la democracia, la secularidad y los derechos humanos individuales. El planteamiento pluricultural amarrara as la diversidad cultural a un orden de valores, promoviendo la con-vivencia, en contraposicin de la ideologa multiculturalista que pone barreras y obstruye cualquier acercamiento intercultural.

    La puesta en prctica de las premisas multiculturalistas dan como resultado sociedades paralelas, o conduce a la creacin de tantas Naciones como grupos tnicos haya en el pas, conduciendo a que se aleje una vez ms la posibilidad de construir la Nacin pluricultural y democrtica que anhelamos. Y decimos cons-truir una Nacin, porque hasta ahora todava no existe15. A no ser que coincida-

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    mos con el profesor Bushnell, que con buen sentido del humor, afirma que la habilidad para arreglrselas (el rebusque) es ciertamente uno de los rasgos (de los colombianos) para incluir en cualquier modelo confiable del carcter nacional En este sentido discrepamos de los seguidores de la teora de la liberacin nacional. Pues la Nacin no es un paraso secuestrado que hay que liberar, sino un espacio en perspectiva de construccin, un horizonte por conquistar.

    Sin embargo construir la Nacin no es un puerto de llegada. Es un punto de partida para conquistas de mayor envergadura como la de recuperar el Estado, que tradicionalmente ha servido a intereses elitistas y ha perdido, con la apertu-ra econmica neoliberal, gran parte de su soberana. Este Estado, para que sea verdaderamente democrtico, no solo debe dirigir la economa de acuerdo a los intereses de toda la colectividad y recuperar su soberana, sino que tiene que ser reformulado teniendo en cuenta la realidad sociocultural de la Nacin, que es y multitnica y pluricultural.

    Ahora, cuando Colombia se mueve entre la parapoltica, la narco-parademo-cracia, y el clientelismo y parece que estuvieran desterradas las posibilidades de construir una democracia que parta de reconocer las particularidades tnicas y regionales, tenemos que seguir manteniendo viva la idea de la Nacin pluritnica y seguir persistiendo, aun con ms ahnco, con ms pedagoga y cercana a las comunidades, en los caminos de la democracia.

    Con ese fin surgi La escuela de formacin intertnica para la resolucin de conflictos, en la cual participan indgenas nasa, eperara siapidaara, wounaan, embera, negros, y campesinos del Pacfico y otras regiones pas. En esta escuela intertnica ha sido muy importante la participacin de los campesinos. La iden-tificacin afectiva de negros e indgenas con ellos, ha conducido a que haya un inusitado inters por indagar ms sobre la identidad de este grupo. Cuando en Colombia se habla de grupos tnicos se est haciendo usualmente referencia a los pueblos indgenas y negros, a los gitanos y a los raizales de San Andrs islas. La escuela considera que es necesario debatir, si este calificativo de pueblos o grupos tnicos debera extenderse a los campesinos, como sucede en Chiapas o Guatemala, donde las luchas han conducido a que los campesinos sean consi-derados como un grupo tnico ms, para acortar distancias culturales y derribar fronteras tnicas con el fin de buscar la unidad para la reconstruccin democr-tica del Estado.

    Aunque en Colombia esta discusin no se ha dado, la apreciacin que te-nemos es que en el Cauca, por sus particularidades de regin pluritnica y por el perfil y desarrollo de sus luchas, se dan condiciones que favorecen una pers-pectiva poltica que difumine las fronteras tnicas. De hecho la realidad muestra que en esa regin, ms que en otras, a las luchas de los indgenas, se han venido uniendo campesinos blancos, mestizos y negros, no slo por la necesidad de la

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    tierra, sino tambin por una creciente identificacin con las luchas que desarroll el CRIC16.

    Para la regin del ro Naya y del Bajo ro San Juan son de gran relevancia estos acercamientos y mestizajes17 culturales y polticos, pues sealan caminos para reducir las tensiones y polarizaciones entre los grupos, que impiden la fusin de esfuerzos y voluntades para construir un proyecto social y poltico comn.

    Echar a andar un proceso intercultural de tal envergadura necesita superar dos obstculos. El primero de ellos es que las organizaciones requieren, lo de-cimos con franqueza, renovar sus liderazgos. Liderazgos que sean receptivos a nuevas ideas. Liderazgos que le impriman a sus movilizaciones un marco ms coherente y ms acorde con la realidad que viven sus pueblos. Los lemas de uni-dad, territorio, cultura y autonoma son banderas que unieron en un solo haz las luchas indgenas. Empero son hoy insuficientes, para enfrentar los nuevos pode-res generadores de desigualdad, que tienen que ver con la transnacionalidad de las decisiones econmicas que impone la globalizacin neoliberal.

    El segundo obstculo es el miedo a perder la identidad y el determinismo de lo propio y autctono de su historia particular, un miedo que impide entender las condiciones de existencia de los otros, sin lo cual es imposible unirse con los diferentes y compartir con ellos proyectos comunes. Para decirlo en palabras de un amigo de indgenas y negros:

    Perder el miedo a enfrentar la tarea de construir una estabilidad en la ines-tabilidad, que implica el ejercicio mimtico de los seres humanos de danzar entre la similitud y la diferencia (Michael Taussig).

    Medelln, 4 de abril de 2008

    Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad

  • Los indgenas colombianos y el Estado. Desafos ideolgicos y polticos ...30

    2. Territorio indgena e identidad tnica. Estado y autonoma

    El territorio ms favorable, sin contradiccin,

    es aquel cuyas condiciones sean una mejor prenda de seguridad

    para la independencia del Estado, porque precisamente el territorio

    es el que ha de suministrartoda clase de producciones.

    Poseer todo lo que se ha menester, y no tener necesidad de nadie,

    he aqu la verdadera independencia.

    Aristteles18

    En varios pases de Latinoamrica, especialmente en Bolivia, Ecuador, Mxico, Colombia y Per, los pueblos indgenas viven momentos lgidos de moviliza-cin social y de valoracin de su identidad tnica.

    En Bolivia el movimiento indgena de quechuas, aymaras, guaranes y otros grupos del Chaco y la Amazonia, reivindicando el carcter indigenista de su mo-vimiento y en alianza con sectores populares del campo y la ciudad, derrocaron al presidente Gonzalo Snchez de Lozada, despus de varias semanas de protestas.

    En Ecuador, las reivindicaciones indgenas se han convertido en el motor del movimiento Pachakutik, que agrupa tambin a sectores populares rurales y urbanos. Pachakutik jug un papel fundamental en la cada del presidente Ab-dal Bucaram, en el derrocamiento de Jamil Mahuad y posteriormente a que Lu-cio Gutirrez alcanzara la presidencia en el 2002. No obstante esta capacidad de alianza con otros sectores, el movimiento indgena ecuatoriano tiene reivindica-ciones que expresan el ms genuino fuste indigenista: nacionalidades indgenas y autodeterminacin, por slo nombrar dos fuentes de conflicto ideolgico de los indgenas con el Estado.

    En Colombia, que tiene uno de los movimientos indgenas ms exitosos de Amrica y que ha obtenido en estas ltimas cuatro dcadas grandes logros en materia territorial, los conceptos de corte indigenista, aunque no son desconoci-dos, no han hecho parte de la agenda reivindicativa de las ms importantes orga-nizaciones indgenas.

    En Colombia las luchas indgenas surgieron de la recuperacin de sus tierras y de la restauracin de sus organizaciones para poder decidir autnomamente sobre las formas de organizar la produccin y distribucin de los bienes comunes al interior de sus pueblos. En este sentido autonoma y territorio son conceptos inseparables, presentes en las luchas de los indgenas colombianos por su per-vivencia. Pero autonoma no ha significado para ellos ruptura o separacin del

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    Estado nacional, lo que podra inferirse de los pueblos indgenas del Ecuador, cuando se definen como nacionalidades indgenas con derecho a la autodeter-minacin. La autonoma la han entendido las organizaciones indgenas en Co-lombia como la capacidad para ejercer derechos propios en lo econmico, jur-dico y administrativo y decidir las formas de gobierno que mejor se ajusten a sus culturas y necesidades. Los temas de territorio y autonoma son entonces puntos centrales de la agenda de lucha de las principales organizaciones indgenas co-lombianas para una real independencia, sin que sea imperativo romper con el Estado nacional.

    Hoy da es la violencia que sufren los pueblos indgenas colombianos lo que ha generado las ms importantes movilizaciones de los ltimos aos. Es una vio-lencia que est relacionada precisamente con la expropiacin de sus territorios y despojo de sus bienes naturales. Es por ello que la cuestin territorial sea la fuente principal del conflicto de los indgenas con el Estado. Es un conflicto que se viene agudizando con la confrontacin armada que se libra en el pas19, lo que hace suponer que el desplazamiento forzoso de campesinos, indgenas y afro-colombianos de sus tierras no sea un efecto colateral del conflicto armado, sino que obedece en parte a una estrategia macabra, asociada a intereses econmicos. El campo colombiano se ha convertido, para desgracia de estos pueblos, en la principal estrategia de acumulacin y lavado de activos provenientes del trfico de drogas.

    Las nociones de territorio indgena y de autonoma son conceptos que nacen de las relaciones del Estado con los grupos tnico-territoriales

    En casi todos los documentos y declaraciones de las organizaciones indgenas colombianas la nocin de autonoma se encuentra relacionada con la cultura, el territorio y con las formas de organizar la vida social y econmica. A diferencia de los movimientos indianistas y las prdicas de antroplogos fundamentalistas, para los indgenas colombianos restaurar sus organizaciones y culturas (para utilizar trminos de los indianistas) no significa remontarse a los imaginarios de pocas precolombinas. Significa ante todo recrear sus identidades, no de acuer-do a lo que fueron, sino a lo que hoy da son: pueblos que han perdido buena parte de lo que fueron sus territorios y que han sufrido fuertes procesos de acul-turacin y deterioro de su identidad. Pero que insisten en vivir en comunidad, aprecian la propiedad colectiva, rechazan el individualismo, aspiran a vivir en la tierra de sus ancestros y se organizan para recuperarla o para apropiarse de nuevos espacios, donde puedan vivir en paz, decidiendo su propio desarrollo y vindicndose como comunidades polticas autnomas.

    Los indgenas y la Nacin. Poltica y pluralidad

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    Esta no ha sido slo una lucha cultural. Ha sido en esencia una contienda poltica para recuperar, ms all de territorios metafricos, territorios concretos y tangibles, medidos en hectreas de tierra suficiente y frtil para garantizar la subsistencia de los grupos. Es en este sentido que se puede sealar que las iden-tidades, los territorios y las autonomas indgenas no son sustratos preexistentes, ni predeterminados, ni inmutables en el devenir histrico de estos pueblos. Son expresiones de las relaciones de los grupos tnico-territoriales con el Estado y la sociedad colombiana, relaciones que se construyen y se recrean permanente-mente, de acuerdo a transformaciones sociales de estos grupos y cambios econ-micos y polticos del Estado y sociedad en la cual estn inmersos.

    El concepto de territorio indgena pierde as, en el transcurso de las luchas indgenas, su naturaleza simblica para encajarse en la lucha por la tierra, como espacio comn de pertenencia y reproduccin social y econmica, donde se construyen y reconstruyen las identidades indgenas.

    La definicin de territorio y su relacin con la identidad de un pueblo ind-gena, tal como las conocemos hoy, eran ms tenues en la Amrica precolombi-na, puesto que no se encontraba en la naturaleza de estos pueblos, determinar territorios para especificar las caractersticas de su ser social y establecer a partir de all relaciones o diferencias con otros pueblos, y aunque los diferentes gru-pos indgenas identificaban sitios de cacera y recoleccin como propios, estos a veces se superponan con los de otros grupos, eran mviles y no representaban seales determinantes de un territorio indgena determinado. Si sus cosmovisio-nes identificaban sitios sagrados, estos no determinaban por s solos la nocin de territorio.

    Igualmente sucede con los sitios de origen de los pueblos karib y arawak que actualmente viven en Colombia, pero que son originarios del centro del Amazo-nas en el actual Brasil. La constante de los grupos haba sido siempre la movili-dad, dependiendo de la abundancia de frutos y desplazamiento de la fauna. De acuerdo con la apropiacin que iban haciendo de nuevos territorios, iban crean-do imaginarios simblicos sobre esos nuevos territorios.

    Lo nico que tenemos claro es que la relacin primaria de un grupo indgena con su hbitat, tiene como base la oferta de bienes para la subsistencia del grupo. Esta forma primaria de relacionarse con la naturaleza da lugar a que los grupos establezcan una serie de normas para proteger sus hbitats y garantizar que se conserve la oferta ambiental. De esta relacin que es meramente econmica y ecolgica, surgen sin embargo una serie de cosmovisiones que ven a la naturaleza como la fuente de todo bienestar. Alrededor de una naturaleza frtil y generosa giran entonces muchos de sus mitos y relatos. De all nace la nocin de que la tierra es la madre de todo cuanto existe. Pero estas cosmovisiones no quedaban circunscritas a un espacio fsico definido, por fuera del cual no tuvieran vigencia sus creencias religiosas alrededor de la naturaleza.

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    En estos grupos las prcticas de caza y recoleccin requieren de un profun-do conocimiento sobre las rutas de migracin estacional de la fauna, de sitios potenciales de aprovechamiento de los recursos del ambiente, de la oferta y dis-ponibilidad estacional de cada recurso en determinados sitios, sobre los ciclos reproductivos de cada especie, sobre las oportunidades de caza y recoleccin en diversos ecosistemas, sobre las relaciones entre flora y fauna, sobre la fragilidad y degradacin de los recursos por un excesivo aprovechamiento, sobre los lmites con los espacios aprovechados por otros grupos, sobre corredores y quebradas de conexin entre cuencas, aspectos religiosos, utilidad de cada recurso, etc. El uso de extensas reas de bosques responde tambin a la necesidad de no ago-tar los recursos existentes en un solo lugar, asegurando as para sus miembros el abastecimiento de alimentos, principalmente de protenas.

    Estos grupos aplican estos conocimientos de la diversidad de los ecosiste-mas de forma ejemplar. Este sistema social de aprovechamiento de los recursos condujo a que a estos grupos llegaran a ser reconocidos como los ms eficientes pobladores y conservacionistas del bosque, pues consuman ms protenas que cualquier habitante de las ciudades de hoy, sin alterar los ciclos naturales de la selva.

    En la mayora de estos grupos existe la creencia de que los espacios que habitan tambin son propiedad de otras especies de animales y de plantas, con quienes el hombre comparte una energa vital limitada. Y que esta forma de com-partir un hbitat conduce a un equilibrio energtico de las especies, que deba ser adecuadamente manejado si se quiere mantener en el tiempo los bienes de la naturaleza, sin alterar los ecosistemas20. De all la permanente movilidad de estos grupos.

    La transmisin de esta racionalidad de generacin en generacin se refleja en la alta poblacin y diversidad de flora y fauna an hoy existentes en las zonas donde habitan los pueblos indgenas ms tradicionales. Estos conocimientos lle-varon a los grupos indgenas a ver su hbitat sin ms restricciones que las que impona la oferta natural del medio natural.

    Por ninguno de estos grupos cruz la idea de que a estas formas de aprove-chamiento de la naturaleza la llamaran posteriormente economa sostenible. Y menos que al hbitat, que permita poner en prctica esta lgica de apropiacin de la naturaleza, la llamaran territorio. Y menos an que a este hbitat natural lo dividiran despus en parques naturales, reservas forestales, resguardos ind-genas, territorios colectivos de comunidades negras, y fuera a ser objeto de zo-nificaciones ecolgicas y econmicas o de ordenamientos territoriales, basados en conceptos jurdico-formales tan controvertidos, como los de ecodesarrollo y etnodesarrollo, que hoy podramos calificar de retrica estril del Estado.

    Muchos grupos buscando nuevos sitios de cacera recorrieron vastos terri-torios de la Amrica precolombina. Slo as podemos explicarnos grupos karib

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    poblando selvas del Pacfico colombiano y grupos arawak habitando en los llanos orientales, valles del Magdalena y en el desierto de la Guajira, grupos estos que como anotamos antes, provienen del centro del Amazonas en el actual Brasil.

    Lo que queremos significar con esto es que la nocin de territorio indgena que conocemos actualmente, surge de las conflictivas relaciones de los pueblos indgenas con la sociedad circundante. Surge ms de necesidades polticas de afirmacin poltica de los pueblos indgenas, que de imperativos culturales, en el momento en que su hbitat fue invadido en la poca de la conquista y poste-rior colonizacin espaola. Y se reafirma an ms en momentos como el que vivimos, cuando estos espacios (titulados o no) son invadidos por ganaderos, palmicultores, narcotraficantes, empresas extractivistas, grupos armados y em-presas petroleras y mineras.

    La constitucin de las territorialidades indgenas, semejante a la constitucin de las etnias, ha estado sujeta a continuas revisiones espaciales, sociales, jurdicas y polticas.

    La diversidad tnica ha estado presente desde que se conformaron los pri-meros grupos humanos al comienzo de la historia de la humanidad. Estos grupos se comenzaron a diferenciar entre s por sus usos, costumbres, normas, lengua-jes y cosmovisiones, pero estas diferencias culturales no eran en s mismas una fuente de conflicto. El conflicto se presentaba cuando un grupo penetraba a un hbitat o a los espacios de aprovechamiento de otro grupo. En este caso, por lo regular se presentaban dos maneras de solucionar el conflicto: o se comparta el espacio de aprovechamiento (cacera, pesca y recoleccin), cosa que dependa de la riqueza en flora y fauna, y del grado de afinidad entre los grupos, o se llegaba a una confrontacin blica que terminaba cuando uno de los grupos ceda el sitio de aprovechamiento al otro. Pero lo que usualmente ocurra era que los grupos conservaran prudentes distancias entre ellos, conformando territorios interme-dios que evitaban ocupar. Estos territorios se convertiran a la postre en asom-brosos refugios de flora y fauna.

    Las desavenencias entre los grupos que habitaban la Amrica precolombi-na se presentaban entonces principalmente por el aseguramiento y defensa de las bases econmicas que garantizaran la sobrevivencia de los grupos, que para grupos cazadores y recolectores no poda ser otro que su hbitat. La pluralidad de cosmovisiones, la diversidad de identidades, reiteramos, no era una causa de tensiones y conflictos entre los grupos.

    No obstante, algunos grupos tnicos llegaron a desarrollar vigorosas cultu-ras regionales y a constituir sistemas econmicos y sociales ms complejos. Los casos ms conocidos en la Amrica precolombina fueron las civilizaciones inca

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    y azteca. Estos pueblos iniciaron una expansin territorial que inclua el hbitat tradicional de otros grupos tnicos. Esta expansin se realizaba generalmente por medio de las armas, y despus con la imposicin de un sistema de gobierno y establecimiento de una estructura jerrquica a su interior. As fueron surgien-do horizontes culturales, que incorporaban y disolvan las culturas regionales a su interior.

    Esto no era una tarea fcil. Los horizontes culturales inca y azteca tuvieron que hacer grandes esfuerzos para manejar, controlar y en casos extremos, liquidar las identidades culturales de los pueblos sometidos. Pero tambin tuvieron que aceptar, como en el caso inca, que aquellos pueblos fuertes y con gran poblacin, como el aymara, mantuvieran su lengua. A otros pueblos les permitieron mante-ner parte de sus costumbres y tradiciones, aunque les impusieron su lengua, el quechua.

    Los aztecas por su parte no haban concluido su proceso expansionista y consolidado plenamente un sistema de gobierno en todos los territorios con-quistados, al momento de la llegada de los espaoles. Los espaoles supieron aprovechar los conflictos intertnicos al interior del imperio azteca. Eso explica-ra en parte porque un puado de soldados al mando de Hernn Corts, hubiera podido conquistar un imperio tan extenso y desarrollado.

    De lo expuesto anteriormente podemos sacar dos conclusiones:

    La primera, que las desavenencias socioculturales y conflictos tnicos se presentan slo, cuando surgen los Estados, pues mientras los grupos tnicos mantuvieran sus lmites sociopolticos, las diferencias culturales no se convertan en una fuente de conflicto con sus vecinos. Los antagonismos se presentan cuando se crean Estados, que arropan varios conjuntos culturales bajo un solo ordenamiento po-ltico. Y es de ese antagonismo que surge entonces el inters de los Estados por suprimir las diferencias socioculturales y tnicas a su interior. Buena parte de la historia de los Estados nacionales, ha tenido que ver con la forma de diluir las diferencias culturales y neutralizar as los conflictos al interior de una Nacin.

    La segunda conclusin que podemos inferir es que mientras una Nacin no haya aprendido a convivir con sus diferentes configuraciones culturales y no haya establecido normas democrticas y pluralistas para garantizar que las diferentes etnias gocen de espacios para seguirse desarrollando autnomamente, ser siem-pre una Nacin frgil que puede descomponerse o fracturarse cuando enfrenten dificultades, sean estas internas o externas, de ndole poltica o econmica, social o religiosa. De esto tenemos muchos ejemplos en el presente. Adems de ver las identidades tnicas en relacin con los Estados, tambin nos interesa en este texto analizar la relacin que los indgenas establecen con sus territorios para obtener los recursos materiales para su subsistencia. Esto nos

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    remite a los modos de produccin y a los conflictos que surgen en naciones mul-titnicas con diferentes formas de economa y modos de concebir y apropiarse de la naturaleza. Esta es una problemtica candente en la actual Colombia.

    Para analizar esta problemtica que se presenta en nuestro pas y que tiene mucho que ver con las desavenencias que se presentan entre los grupos tnicos y de estos con el Estado, como veremos ms adelante, queremos volver al pasado indgena. Vamos a ilustrar esta problemtica a partir de responder a una pregunta que se han hecho muchos historiadores y antroplogos: cmo fue posible que imperios precolombinos, poseedores de grandes conocimientos, bien estructu-rados militar y polticamente, se derrumbaron sin ofrecer mayor resistencia a los conquistadores europeos caso de los aztecas, incas y muiscas, mientras que otros pueblos, como los paeces, emberas, cunas, pijaos, liles, quimbayas, etc., se opusieron al invasor, ocasionndole fuertes derrotas y manteniendo espacios soberanos durante varios siglos, o prefirieron sucumbir antes de entregar su li-bertad como los katos?

    Una vieja pista para entender esto nos la ofrece el controvertido y polmico antroplogo francs Pierre Clastress, cuando establece diferencias entre los ind-genas de las tierras altas (los andes, la sierra) y los de tierras bajas la amazonia, el llano, el pacfico, los valles del Magdalena y el Cauca, afirmando que los de la sierra haban desarrollado Estados, mientras los de tierras bajas haban creado estructuras organizativas que se oponan al surgimiento de poderes centralizados y por lo tanto, a que se crearan Estados.

    Haciendo caso omiso de un cierto determinismo geogrfico y otras preten-siones ideolgicas que contiene esta afirmacin de Clastress, queremos seguir esta pista y continuar desarrollndola en el sentido de que aquellos indgenas que haban experimentado la dominacin por parte de Estados organizados, como el azteca y el inca, haban opuesto menor resistencia a los espaoles, que aquellas tribus y cacicazgos de las tierras bajas que se enfrentaron a las huestes espaolas, muchas veces hasta morir.

    Dos aspectos de la vida econmica y religiosa de estos pueblos permiten entender esta conducta de los indgenas de la sierra:

    El primer aspecto es que no se trataba slo de Estados de indios, sino tam-bin de campesinos, en el sentido econmico y poltico: individuos que posean tierra y bienes naturales, que producan principalmente para la subsistencia pero que tambin generaban un excedente para cumplir con obligaciones (impuestos o tributos), en este caso de pago de un tributo, el cual era apropiado por repre-sentantes de un sistema social ms amplio, en el cual se encontraban inmersos.

    Para los casos inca y azteca, este plusproducto pagado por los indios-cam-pesinos era la fuente del sostenimiento de sus imperios. El monto del pluspro-

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    ducto se estableca de acuerdo al tamao de la tierra y no afectaba la reproduc-cin econmica de las familias.

    El segundo aspecto es que estos indios-campesinos no solo se relacionaron econmicamente con el macrosistema social por medio del tributo, sino que te-nan que aceptar la intervencin de los sacerdotes del imperio en su vida ritual y religiosa. No obstante, para el caso de los incas, estos respetaron concepcio-nes propias de los pueblos y comunidades anexadas al Tawantinsuyo, como por ejemplo aquellos rituales religiosos que tenan que ver con el aprovechamiento de los recursos de los diferentes niveles ecolgicos y con el trabajo de la tierra. Esto generaba diferencias ideolgicas al interior del imperio: Mientras la religin inca, ms compleja y sofisticada, miraba hacia arriba hacia el padre inti (sol) del cual los Incas eran sus hijos y reciban el designio para gobernar, la religin de los indios-campesinos, miraba hacia abajo, hacia la pachamama. Se trata-ba de creencias religiosas vinculadas al ayllu, orientadas al aseguramiento de los medios de subsistencia, para garantizar en el tiempo la reproduccin biolgica y social de las comunidades.

    A la luz de estos dos aspectos ya no parece tan difcil entender el hecho, de que Hernn Corts, Francisco Pizarro y Gonzalo Jimnez de Quesada, con un grupo reducido de soldados, pudieran haber conquistado tales imperios, pues solo obtuvieron resistencia de los ejrcitos permanentes de estos imperios. Para los indios-campesinos no haba razn suficiente para oponerse al invasor, mien-tras estos no invadieran sus ayllus y afectaran las bases econmicas de su repro-duccin social.

    Y en efecto, las primeras rebeliones en Amrica contra los espaoles el le-vantamiento de los comuneros en Colombia, las revueltas indgenas en el Valle Central de Mxico, el levantamiento de Tupac Amaru en Per y de Tupac Katari en la actual Bolivia, etc., se dieron en el momento en que el aumento de impues-tos de la corona espaola socav la base econmica de las comunidades.

    En contraposicin a esta actitud de los indgenas-campesinos de la sierra, las tribus y cacicazgos de las tierras bajas vean como una amenaza a sus bases eco-nmicas cualquier incursin a su hbitat, pues como cazadores y recolectores, las bases econmicas para su reproduccin social dependan del dominio que tuvieran sobre amplios territorios. An en regiones como las del Ecuador, que al momento de la conquista recin se haban incorporado al imperio incaico y donde no se haba formado todava un campesinado dependiente de una instan-cia estatal, como en las regiones andinas ms al Sur, hubo gran oposicin a la invasin espaola. Este es el caso de Rumiahui, capitn de Atahualpa que or-ganiz espontneamente las revueltas indgenas contra los invasores espaoles.

    En la actualidad estas tradiciones arraigadas desde tiempos precolombinos, pueden ser una explicacin de los modos de reaccionar de los campesinos-indgenas frente al Estado, de su estilo de organizacin y sus formas de integracin a un con-

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    texto nacional. Para los indgenas serranos del Per y para los indgenas de la zona andina colombiana y ecuatoriana, hay una predisposicin mayor para organizarse a nivel de clase social, a pelearle al Estado sus reivindicaciones y hacer alianzas con afroamericanos y otros sectores campesinos y an obreros, que sus hermanos ind-genas de la selva. Pues seguramente estos indgenas-campesinos cuentan con una tradicin ms larga y arraigada de interaccin con los mecanismos de dominacin.

    El hecho mismo de que los indgenas de los Andes en Ecuador y Bolivia no hubieran sido desde pocas tempranas amoldados a los sistemas de dominacin, puede ser una de las explicaciones del porqu los levantamientos indgenas en el Ecuador y en Bolivia han tenido un componente tnico muy fuerte, a pesar de que son campesinos-indgenas de la sierra los que los han impulsado.

    En el caso colombiano, donde la actual poblacin indgena, con excepcin de algunos grupos de familia chibcha (muiscas y taironas), habitaba o provena de tierras bajas y estaba organizada en cacicazgos, la reaccin frente a la conquista es-paola fue enrgica. Pueblos enteros como los quimbayas, los lilies, los katos, etc. desaparecieron. En el caso de los paeces que se replegaron a los puntos ms altos de la cordillera andina, para desde all organizar su resistencia, su conquista dur ms de 100 aos y slo fue posible su derrota, con la sutil penetracin de la iglesia misionera. Igualmente sucedi con los pijaos, los zenes, los emberas, y los kunas.

    Aunque la Corona espaola concibi la figura de resguardo para delimitar en la geografa de la Nueva Granada un espacio para los indgenas, ya ellos ha-ban empezado a luchar por un espacio propio, que garantizara su subsistencia. A nuestro modo de ver las cosas, es con estas luchas por esos espacios de vida, que se va fraguando la nocin de territorio indgena, tal como la entendemos en la ac-tualidad. Y las organizaciones indgenas regionales que surgieron en esta ltima etapa de movilizacin, han definido el territorio, su dominio e integridad, como el eje central de sus reivindicaciones, empalmando as las luchas del pasado con las del presente.

    Somos conscientes de que con estas afirmaciones nos estamos moviendo en un terreno movedizo, que seguramente despertar ms de una controversia. Pre-cisamente eso es lo que se quiere con estas notas. Tambin queremos con estas notas despertar de nuevo el inters y estimular el debate frente a los aspectos fundamentales del territorio, que es lo que est en juego en este momento. Por eso las notas que siguen a continuacin son ms polmicas.

    Tienen un futuro promisorio los territorios indgenas?

    Con el reconocimiento de los derechos tnicos en la nueva Constitucin Poltica de Colombia surgi la esperanza de que el Estado colombiano fuera a conciliar sus diferencias con los grupos tnicos, otorgndoles unos mrgenes razonables

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    de autonoma y reconocindoles los territorios que venan exigiendo. Esta visin se vio reforzada con la expedicin de la Ley 70 de 1993, que tiene en cuenta las reivindicaciones territoriales de las comunidades negras del Pacfico, al otorgar-les unos derechos territoriales colectivos, bastante parecidos a los que poseen los indgenas. No obstante las polticas econmicas y sociales de los gobiernos posteriores recusaron estos derechos y es manifiesta la hostilidad de los grupos de poder al interior del Estado, a reconocerles a los negros y a los indgenas, de-rechos fundamentados en la diferencia cultural.

    El principal derecho que recusa el Estado neoliberal es el derecho territorial de los grupos tnicos. Aunque a nivel legal los gobiernos los sigan reconociendo, no existe una voluntad poltica del Estado para su defensa. Este desgano del Esta-do para proteger los territorios de los grupos tnico-territoriales, no se presenta porque los indgenas y negros posean tierras. Sino por el carcter colectivo e ina-lienable de esta propiedad, que coloca a estos territorios por fuera del alcance de las fuerzas del mercado. Los principios racionalistas en los cuales se fundamenta la ideologa liberal, tienen como base la autonoma del individuo sobre la co-munidad. Las autonomas colectivas basadas en la tradicin y la costumbre no tienen cabida en este sistema. El Estado neoliberal no es entonces un sistema plu-ralista que acepte la diversidad de pensamientos, culturas, sistemas econmicos y formas de propiedad, como fundamento de un Estado democrtico. No duda-mos en afirmar que de la resolucin de este antagonismo va a depender el futu-ro de los pueblos indgenas en Colombia. Y en el mundo, si tenemos en cuenta como este sistema neoliberal ha venido configurando una economa mundial sin precedentes en la historia de la humanidad.

    La pregunta que nos hacemos todos en este momento es de si los pueblos indgenas y los pueblos afrocolombianos del Pacfico que tambin reclaman su condicin de comunidades tnico-territoriales pueden resistir la presin sobre sus te