los hombres y la igualdad

INTRODUCCIÓN

La primera parte de este documento empieza y acaba hablando de igualdad, ya que parte de la convicción de que una sociedad igualitaria, en la que mujeres y hombres gocen de las mismas oportunidades, será una sociedad más justa, libre y feliz. Se están dando grandes pasos para lograrlo, y una prueba de ello es que concep-tos como igualdad, género, roles, socialización sexista, patriarcado o androcentrismo están cada vez más pre-sentes en nuestras vidas: en las agendas políticas, en los medios de comunicación, en las conversaciones más informales... ¿Pero sabríamos explicar qué significa exactamente cada término? Para entender de dónde surgen las desigualdades entre mujeres y hombres, y porqué se mantienen de unas generaciones a otras, hay que empezar por clarificar los conceptos antes citados. En la primera parte, nos proponemos ir definiéndolos para entender cómo se ha llegado al sistema actual y qué elementos hace falta cambiar para transformarlo.

¿Por qué habría que transformarlo? Porque las desigualdades son perjudiciales tanto para las mujeres, como para los propios hombres. En la segunda parte de este documento se describen las consecuencias negativas que el actual modelo de masculinidad conlleva tanto a las mujeres como a los hombres, produciendo desigualdades en las mujeres y limitaciones en los hombres. La cara más visible y extrema es la violencia hacia las mujeres, pero existen conductas mucho más sutiles y presentes en la vida cotidiana de todas las personas que minan la autonomía y la libertad, especialmente de las mujeres, pero también de los hombres, produciendo desigualdades en las mujeres y limitaciones en los hombres.

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Introducción

Aclaremos conceptos

La igualdad demujeres y hombres

Socialización y masculinidades

La masculinidad hegemónicao tradicional

Los hombres y el poder

El precio del poder

Los hombres y las emociones

Masculinidad y

cultura del riesgo

Los problemas de género de los hombres

La violencia machista

Los micromachismos

El ideal del amor románticoy las relaciones de pareja

Los hombres, lostrabajos de cuidado y

las labores domésticas

El cambio enlos hombres

Algunas razones parael cambio

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Sin embargo, existen motivos para el optimismo. Los movimientos feministas y las iniciativas institucionales a favor de la igualdad, ya no están solos a la hora de trabajar por una sociedad más igualitaria. Cada vez son más los hombres organizados que se posicionan públicamente contra el machismo y trabajan por construir otros modelos de masculinidad o formas de ser hombre más justos, pacíficos y satisfactorios. Este texto concluye dando a conocer estas experiencias y resumiendo los beneficios que la igualdad reportará a las mujeres, los hombres, y la sociedad en su conjunto.

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IGUALDAD, SEXO,GÉNERO, ROLES... ACLAREMOS CONCEPTOS

La igualdad de mujeres y hombres

La igualdad de mujeres y hombres es un principio universal que afecta a las relaciones entre todos los seres humanos. Se trata de uno de los principales valores éticos y políticos, y que diversos textos internacionales sobre derechos humanos lo reconozcan lo convierte además en un principio jurídico ineludible.

Un ejemplo claro de ese reconocimiento jurídico en nuestra sociedad es la Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres que el Parlamento vasco aprobó en 2005. Su fin último es “avanzar en la consecución de una sociedad igualitaria en la que todas las personas sean libres y autónomas, tanto en el ámbito público como en el privado, de modo que puedan desarrollar todas sus capacidades personales y tomar decisiones sin las limitaciones impuestas por los roles y estereotipos tradicionales en función del sexo, y en el que se tengan en cuenta, valoren y potencien por igual las distintas conductas, aspiraciones y necesidades de mujeres y hombres”.

En los últimos años, el papel que hombres y mujeres desempeñan en nuestra sociedad se ha transformado notablemente, alejándose del que tenían reservado tradicionalmente. El cambio es especialmente visible y significativo en el caso de las mujeres. Participan

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www.euskadi.net/cgi-bin_k54/bopv_20?c&f=20050302&a=200500982

2007

6,43%

93 ,57%

más en el mercado laboral, acceden a todos los niveles educativos, están más presentes en la formación y en la cultura... Aunque en menor medida, participan también en los ámbitos de poder y toma de decisiones. Todo ello está generando unos cambios sociales con los que nuestra sociedad avanza hacia la igualdad de mujeres y hombres. Dichos cambios no hubieran sido posibles sin la aportación de los movimientos feministas y sin el esfuerzo de todas aquellas personas, fundamentalmente mujeres que, desde el anonimato, han trabajado a favor de los derechos del conjunto de las mujeres.

Sin embargo, a pesar de estos avances, los datos sobre el mercado laboral, la participación sociopolítica, la realización del trabajo doméstico, la violencia contra las mujeres o la feminización de la pobreza siguen mostrando una sociedad desigual en las relaciones y en la posición social de los hombres y las mujeres.

MUJERES EN EL IBEX 35Presencia en la presidencia y consejos de administración > Fuente http://www.paridad.eu/empresas-del-ibex35/

2013

14%

86%

Esta situación tiene su origen en los estereotipos y patrones de conducta que asignan diferentes res-ponsabilidades en función del sexo: a los hombres la

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PARTICIPACIÓN POLÍTICA 2013Alcaldías y concejalías > Fuente EUDEL

Concejalías

100%90%80%70%60%50%40%30%20%10%0%

Alcaldías

22%

40%

78%

60%

responsabilidad del ámbito público y a las mujeres la del ámbito doméstico, siendo éste mucho menos reco-nocido y valorado que aquél, tanto desde un punto de vista económico como social.

Un nuevo modelo de convivencia en igualdad no sólo beneficiaría a las mujeres, sino también a los hombres y a la sociedad en su conjunto.

Es cierto que los hombres cuentan con ciertos privilegios en el actual sistema social. Por un lado, disfrutan mayoritariamente de mayores ingresos, cotas de poder y de una mayor autoridad en el ámbito público. Al mismo tiempo, se benefician del trabajo doméstico y de cuidado realizado muy mayoritariamente por las mujeres. Pero no es menos cierto que ese sistema tiene también sus costes, ya que impone con rigidez a cada sexo unos roles y expectativas determinados.

Como consecuencia de ellos, los hombres tienden a tener una esperanza de vida menor, son más propensos

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a sufrir drogodependencias, accidentes de tráfico, los accidentes laborales más graves o a ser víctimas de muertes violentas y de las penas de cárcel.

En definitiva, vivimos en una sociedad que, además de discriminar a las mujeres, genera insatisfacción tanto en ellas como en ellos, aunque de forma diferente. Por tal motivo, el reto de este siglo debe ser el de construir un nuevo modelo social más democrático, justo e igua-litario. Para ello es fundamental que los hombres estén cada vez más dispuestos a cuestionar el modelo tra-dicional de masculinidad. Esto implica renunciar a los privilegios que les pueda aportar el sistema patriarcal y liberarse de las cargas de la masculinidad hegemóni-ca. Por último, supone comprometerse de forma acti-va, junto con las mujeres, a avanzar hacia una nueva sociedad compuesta por personas más libres e íntegras. La igualdad, en la medida que permite ampliar nuestro horizonte vital, nos convierte en mejores personas.


Aunque a veces parezca que se utilizan indistintamente, sexo y género no son conceptos sinónimos. Entender la diferencia ayudará a comprender porqué surgen las desigualdades entre mujeres y hombres. A grandes rasgos, el sexo tiene que ver con lo biológico, y el género con lo social y cultural.

- El sexo es una categoría asociada a las características biológicas de las personas. A partir de ellas, se distingue entre hembras y machos, unas categorías que no cambian a través del tiempo ni de las culturas.

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- El género, sin embargo, es una categoría construida social y culturalmente que define qué se entiende en cada sociedad y cultura por femenino y masculino. Delimita qué valores, conductas y expectativas deben ser propias de los hombres y cuáles corresponden a las mujeres. Lo femenino y lo masculino se aprende y, por lo tanto, se puede modificar. El género explicaría en nuestra sociedad las desigualdades entre los hombres y las mujeres.

A ser hombre o mujer, niño o niña, se aprende. Esa definición está condicionada incluso antes del nacimiento: cuando se eligen los nombres, se decoran las habitaciones, se compra la ropa.... Muchos de los rasgos fundamentales de la identidad de cada persona se construyen sobre ese aprendizaje. La socialización es ese proceso de interiorizar, comprender y aceptar las normas y valores colectivos que rigen la convivencia.

Pero no todos los hombres son iguales. Entre la población masculina se pueden encontrar comportamientos y actitudes diversas. Esto es porque las personas no copian los modelos exactos que marca la sociedad. El proceso de socialización no afecta por igual a todas las personas, porque influyen otros factores, como los económicos, sociales o de procedencia. Pero sí que se generan pautas de comportamientos mayoritarios o hegemónicos que tienden a reproducir los estereotipos atribuidos a lo masculino y femenino.

En la sociedad y la cultura en la que vivimos, socializarse en esos modelos rígidos de masculinidad y feminidad acarrea unas serias consecuencias para la vida de las mujeres y los hombres. El sexismo reduce las posibilidades de las personas de desarrollar sus capacidades. Es un lastre para la libertad individual

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y colectiva que discrimina y oprime a las mujeres, al mismo tiempo que limita a los hombres.

Cuando se habla de cómo “deber ser” una mujer o un hombre, se está apelando a los roles de género. En otras palabras, los roles de género son el conjunto de normas de comportamiento, papeles y expectativas que se asocian a lo masculino o a lo femenino. A los hombres se les asocia al rol masculino, un rol prestigiado socialmente y relacionado con el ámbito público. Se espera de ellos que sean fuertes, activos, independientes, valientes. Mientras, a las mujeres se les asocia al rol femenino, un rol poco prestigiado y relacionado con el ámbito doméstico, las tareas del hogar o el cuidado. Se espera de ellas que sean sentimentales, pasivas, dependientes, temerosas.

Uno de los elementos importantes a tener en cuenta en el proceso de socialización es el lenguaje, tanto verbal como escrito. El lenguaje no es neutro, sino que sirve para reflejar y expresar los símbolos por los que se rige cada cultura. Dicho de otra manera, el lenguaje revela cómo entiende cada cultura el mundo, y cómo razonan, sienten, se identifican y se posicionan las personas. Por ese carácter simbólico, el lenguaje influye en las relaciones entre mujeres y hombres: según cómo se use, puede ayudar a crear imágenes nuevas e igualitarias o seguir profundizando en las desigualdades. Cuando sólo se habla o se escribe en masculino, se está utilizando un lenguaje sexista, que no representa a hombres y mujeres en condiciones de igualdad. Sustituir el masculino como genérico por conceptos inclusivos como “la humanidad” o “las personas” ayuda a visibilizar a las mujeres, pero también a reducir la sobre representación masculina.

Además de esa invisibilización de las mujeres, la homofobia es otro de los mecanismos básicos de los

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que se alimenta la ideología patriarcal. A la hora de definir cómo debe ser el hombre en nuestra sociedad, se rechazan no sólo las actitudes consideradas femeninas, sino también a los hombres que las tienen. Se rechazan por creer en un modelo de sexualidad masculina que limita y penaliza las relaciones afectivas, de intimidad y complicidad entre los hombres. Por ello, el modelo hegemónico rechaza a los homosexuales y les tilda de ser poco masculinos; menos hombres.


En este texto se citarán a menudo conceptos como mas-culinidad tradicional o hegemónica, androcentrismo y patriarcado. Todos ellos están ligados y tejen el sistema de desigualdades entre mujeres y hombres, pero convie-ne tener claro de qué se está hablando al citar a cada uno de ellos:

La masculinidad tradicional o hegemónica, hace refe-rencia a un modelo predominante de ser hombre que se construye sobre una serie de valores, creencias, acti-tudes, mitos, estereotipos y conductas que legitiman el poder de los hombres y que se sustenta en modelos sexistas propios de otro tiempo pero que perviven en nuestra sociedad. La masculinidad hegemónica está relacionada con aspectos como la valoración positiva del riesgo, el rechazo al cuidado de uno mismo y de las demás personas o la legitimación de la violencia como forma de resolver conflictos. Además, a los hombres, por el mero hecho de serlo, les otorga privilegios, así como la autoridad para ejercer el poder dentro de la sociedad.

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El androcentrismo es una visión parcial del mundo, que sitúa a los hombres en su centro. Esa visión tiene dos vertientes. Por un lado, se considera que lo que han hecho los hombres es lo que ha hecho la humanidad. Por el otro, se muestra todo lo realizado por el ser humano como si lo hubieran hecho sólo los hombres. Asimismo, se piensa que lo que es bueno para los hombres es bueno para la humanidad. Se cree que la experiencia masculina incluye las experiencias humanas y sirve de medida para todas ellas. En definitiva, el androcentrismo valora sólo lo que han hecho los hombres. Referirse a “las edades del hombre” cuando se pretende hablar de la evolución de toda la humanidad, es un ejemplo de pensamiento androcéntrico .

Entendemos por patriarcado una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón. En el patriarcado, se da un predominio de los hombres sobre las mujeres.

De este modo, la masculinidad tradicional se fundamenta en una visión androcéntrica del mundo. Ésta se encuentra enraizada en un sistema social y cultural patriarcal que se basa en la idea de autoridad y liderazgo del varón.


Los hombres experimentan e interiorizan el poder des-de que empiezan a socializarse. La familia patriarcal es su primer referente, en el que aprenden qué es el poder, cómo y quién lo ejerce. Esta preparación para el poder, empieza ya en las edades más tempranas, por ejemplo a través de los juegos y los juguetes se poten-cian valores ligados al liderazgo, la competitividad y

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al riesgo en los niños, y a la prudencia, la obediencia y al cuidado en las niñas. Esto se puede comprobar realizando un análisis de los escaparates de las jugue-terías, donde en la sección dedicada a las niñas, si-guen siendo definitorias y mayoritarias las muñecas, los peluches, los juegos de maquillaje y las cocinitas, mientras que en la sección de los niños, sigue predomi-nando el color azul como definitorio, y una parte muy importante de los juguetes siguen ligados a la acción (balones, raquetas, pelotas, camiones, coches, avio-nes, etc) y muchas veces a la violencia (power rangers, action man, pressing catch, etc.).

En pocas palabras, el poder es capacidad. Se puede entender como el potencial de las personas para pensar, actuar y desarrollar capacidades. Pero también como la posibilidad de controlar a las demás personas. Lo que los hombres aprenden al socializarse es la importancia de tener el poder sobre otras personas.

Las masculinidades hegemónicas se han construido a partir de esa visión dominante, que ha permitido a los hombres reproducir el poder a lo largo de la historia. Masculinidad y poder han seguido caminando de la mano en un proceso de retroalimentación en el que han intervenido factores históricos, psicológicos y sociales. Esa reproducción sin fin ha permitido que los hombres se hayan mantenido durante décadas y décadas en una posición privilegiada.

De hecho, parece haber una relación directa entre la riqueza, el poder y el machismo, ya que según apuntan algunos estudios, en los modelos tradicionales de convivencia en que los hombres no hacen concesiones a su vida doméstica y se dedican en exclusiva a la vida profesional, éstos tienen mayores ingresos que los

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hombres que sí concilian su vida profesional y familiar, mientras que los hombres con prácticas más igualitarias mantienen relaciones más satisfactorias con las demás personas y, en especial, con sus parejas.

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EL PRECIO DEL PODER

Sin embargo, los privilegios de los hombres tienen con-secuencias negativas que afectan al bienestar tanto de las mujeres como de los propios hombres.

Es muy importante entender la relación que hay entre todos los fenómenos que surgen de ese sistema desigual. Aunque a primera vista pueda sorprender, la cultura del riesgo en los hombres, su dificultad para expresar sentimientos, las pequeñas discriminaciones diarias hacia las mujeres y los casos más extremos de violencia sexista son las caras de una misma moneda. El poder reservado a los hombres es una especie de manzana envenenada, que provoca insatisfacción con uno mismo, relaciones violentas con otros hombres y también con las mujeres. Analicemos algunas de las formas que adopta el sexismo:


Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los hombres se deben a la educación emocional que han recibido, dirigida a ocultar, negar o relativizar los sentimientos.

Podemos decir que ésta es la otra cara del “servicio masculino obligatorio” (o lo que en cada momento se espera de los hombres), de que la fuerza sea uno de los elementos que estructuran lo masculino. Expresiones que se siguen usando a diario como “los niños no lloran”, “tienes que ser fuerte” o “eso es de niñas” reflejan un modelo estereotipado de masculinidad. La

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idea de “hacerse hombre” tiene que ver con cumplir y conquistar ese modelo.

De este modo, el mundo afectivo y emocional queda fuera de los elementos básicos que definen la mas-culinidad hegemónica. Cuando un hombre es sensible, empático, se muestra vulnerable, sabe consolar y busca consuelo, expresa sus emociones y no es competitivo, automáticamente se aleja de ese modelo.

La mayoría de los hombres se proyectan hacia el exterior y olvidan o denostan lo que tiene que ver con el interior. Esa tendencia hace que los varones sean entrenados desde niños para ser aptos y competitivos en el dominio del espacio y en las habilidades instrumentales. No se educa a los hombres, en cambio, en el desarrollo de habilidades emocionales. Los hombres terminan tolerando mal la frustración, porque no cuentan con mecanismos eficaces para manejar sentimientos cotidianos como la tristeza o el miedo. Confunden sentirse vulnerables con ser débiles.

Como consecuencia de todo ello, cada vez son más los hombres solos con carencias afectivas y dificultades para relacionarse. Esa tendencia ha sido calificada como “las soledades masculinas”.

Masculinidad y cultura del riesgo

La identidad masculina lleva a tener que demostrar continuamente las capacidades de uno mismo frente a otros hombres. Ese modelo heroico lleva a despreciar la propia seguridad para buscar el reconocimiento de los demás. Se siente la necesidad de realizar continuas

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demostraciones, que varían dependiendo de la edad, para afirmar la masculinidad. Muchos asumen conductas de riesgo con las que demostrar el valor, la virilidad y la valía que se espera de los hombres.

Además, la identidad masculina concibe el cuerpo como algo invulnerable. Por ello, muchos hombres mantienen una actitud temeraria y desprecian el alcance de las lesiones y el dolor. Una muestra de ello son las actitudes respecto al consumo de drogas, la conducción temeraria o las relaciones sexuales de riesgo.

Los modelos hegemónicos de masculinidad no siempre llevan a extremos autodestructivos; es más, lo hacen de forma minoritaria. Pero quienes no los cuestionan o introducen en su vida prácticas y valores relativos al cui-dado, o se someten en extremo a dichos modelos pueden llegar a poner su vida al servicio de reafirmar su hombría y convertir ésta en su principal rasgo identitario. En el caso de las mujeres, la anorexia es un ejemplo claro de las consecuencias extremas de volcarse en cumplir con el modelo hegemónico de feminidad. Dentro de la mascu-linidad hegemónica, cabe destacar prácticas extremas como la conducción temeraria, no utilizar preservativo, las peleas, participar en ejércitos, grupos violentos o rea-lizar deportes de riesgo. Algunas consecuencias de esas conductas extremas son las mayores tasas de accidentes laborales, de tráfico, así como de adquisición de enfer-medades de transmisión sexual en los hombres.

Los problemas de géneroen los hombres

Los anteriores apartados muestran que este modelo de masculinidad sexista en el que se asientan los

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privilegios y el poder de los hombres, acarrea graves consecuencias también para los propios hombres. Por ello, se puede hablar de “problemas de género en los hombres” para referirse a los problemas específicos de la masculinidad que surgen de la socialización sexista. Los hombres (aunque no todos ni en el mismo grado) no sólo generan graves problemas de género por cumplir con el modelo hegemónico, sino que también los protagonizan y padecen.

En la Comunidad Autónoma de Euskadi (CAE) los hombres viven una media de 7 años menos que las mujeres y hay 122.766 viudas frente a 23.243 viudos. Son datos significativos que ayudan a hacer visibles los problemas de género de los hombres, derivados del modelo hegemónico de masculinidad. No hay una sola causa que explique estas significativas diferencias demográficas, pero guardan una relación estrecha con el hecho de que los hombres carezcan de una cultura del cuidado propio. Son, por otro lado, la consecuencia directa de valorar el riesgo como algo positivo y de legitimar la violencia como un rasgo de hombría y de autoafirmación de la masculinidad.

NÚMERO DE VIUDOS Y VIUDASComunidad Autónoma de Euskadi > Fuente Censo de Población y Viviendas. Eustat.

2007

16%

84%

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Hay que tener en cuenta que el cuidado propio y la salud tienen también un fuerte componente de género. La educación masculina mayoritaria refuerza la idea de que el cuidado propio y de otras personas, es femenino, frente a la fortaleza, el valor y la audacia, que son masculinos.

La mayoría de las personas con adicciones a sustancias ilegales son hombres. De hecho en nuestra Comunidad, los hombres suponen el 71% de las personas con consumo problemático de drogas y más del 84% de las personas fallecidas por consumo de drogas en el Estado son también hombres.

FALLECIMIENTOS POR CONSUMO DE DROGAS España> Fuente Observatorio Español de la droga y toxicomanías. Informe 2011.

2009

15,5%

84,5%

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CONSUMO PROBLEMÁTICO DE DROGASComunidad Autónoma de Euskadi > Fuente Dirección de Drogodependencias. Gobierno Vasco.

100%90%80%70%60%50%40%30%20%10%0%

2008

29%

71%

Según el Observatorio Vasco de Drogodependencias, los niveles de consumo de drogas se encuentran directamen-te relacionados con el sexo de las personas entrevistadas. A tenor de los resultados de 2010 puede afirmarse no sólo que los hombres mantienen una prevalencia mayor de los distintos tipos de consumo (experimental, reciente, actual y diario) de todas las drogas analizadas, sino que además estas diferencias son mayores en el caso de las drogas ilegales y, también, a medida que el consumo se hace más frecuente o intensivo.

Asimismo, los hombres cometen la inmensa mayoría de los delitos y ello explica su alta presencia en las cárceles(en 2012, representaban el 90,6% de las personas reclui-das en centros penitenciarios en la CAE).

Por otro lado, de las 59 personas fallecidas por acciden-te de tráfico en 2012 en nuestra comunidad, 44 de ellas, es decir el 74.5% eran hombres, mientras que 7 de cada 10 personas accidentadas eran también varones. (Fuente Dirección de Tráfico de Gobierno Vasco. 2012).

También resulta desproporcionada la prevalencia de los hombres en la tasa de suicidio: según datos del INE en 2011, los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres en el Estado (2.435 los hombres frente a 745 mujeres). En la

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POBLACIÓN RECLUSA EN EL PAÍS VASCO 2012Comunidad Autónoma de Euskadi > Fuente Secretaría general de Instituciones Penitanciarias. Ministerio de Interior, 2009.

100%90%80%70%60%50%40%30%20%10%0%

2012

9,4%

90,6%

Comunidad Autónoma de Euskadi, en 2011, el 71,5% de las personas que se suicidaron fueron hombres frente al 77% en el Estado (Fuente: INE 2012 y Eustat 213).

El fracaso escolar de los jóvenes en Euskadi es supe-rior al de las mujeres, aunque esta tendencia va cam-biando. Así, en 2010, la diferencia por sexo en la tasa de abandono (1,4 puntos) es la más pequeña que se ha dado desde el año 2000; esta diferencia se explica por-que mientras el porcentaje de chicas que abandonan

FALLECIMIENTOS EN ACCIDENTES DE TRÁFICO 2012Comunidad Autónoma de Euskadi > Fuente Dirección de Tráfico del Gobierno Vasco. Anuario estadístico 2012.

Fallecimientos

25,5%

74,5%

Personas involucradas

22%

78%

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TASA DE ABANDONO ESCOLAR TEMPRANOComunidad Autónoma de Euskadi > Fuente Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa, 2010.

100%90%80%70%60%50%40%30%20%10%0%

11,9% 13,3%

2006-2007

tempranamente los estudios ha subido 2,4 puntos en la última década, el porcentaje de chicos que abandonan ha disminuido 6,5 puntos en el mismo periodo de tiem-po, quedando la tasa de abandono temprano en 13,3 para los chicos y 11,9 para las chicas.

Pero no se trata ahora de victimizar a los hombres sino de hacer visible el impacto y los problemas específicos que genera la masculinidad tradicional o sexista, también en ellos. Sacar a la luz y nombrar los inconvenientes que una masculinidad hegemónica produce en los hombres, puede convencerles de que con el cambio hacia la igualdad pierden privilegios pero ganan en calidad de vida.


En nuestra sociedad, la violencia se encuentra ligada a la construcción de la identidad masculina. Está mucho más presente en el proceso de socialización masculina que en el de las mujeres. Y a pesar de que la violencia física cada vez goza de menos legitimidad, no son pocos los hombres que siguen utilizándola contra las mujeres. Aunque adopte otras formas, también la utilizan como medio para resolver conflictos con otros hombres. En ocasiones, incluso se emplea contra uno mismo. Estos hombres, entienden la violencia como una herramienta eficaz y legítima para resolver los conflictos, pero también la padecen. No obstante, la violencia contra las mujeres cuenta con unos condicionantes socioculturales que la distinguen de la violencia entre hombres.

La violencia contra las mujeres no es un problema privado, sino un problema político y social. El preámbulo de la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, recalca que se trata del “símbolo más brutal

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http://www.migualdad.es/mujer/violencia/docs/A42166-42197.pdf



de la desigualdad existente en nuestra sociedad”. “Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.”

Algunos mitos sobre la violencia contra las mujeres.

En nuestra sociedad, se han extendido una serie de mitos o ideas deformadas y no probadas sobre la violencia machista:

- Sólo cierto tipo de hombres abusa de sus parejas. La realidad demuestra que no existe un maltratador típico, y que la edad, la constitución física, la situación social, la religión o el temperamento, no son factores determinantes. En todo caso, se puede hablar de aquellos rasgos mayoritarios o más comunes que caracterizarían a una gran parte de los hombres que maltratan, atendiendo a los datos que aportan la mayoría de los estudios.

- Los maltratadores son enfermos mentales.Este factor sólo afecta a una minoría de ellos, mientras que está probado que no se da una relación causa-efecto entre la enfermedad mental y la violencia contra las mujeres.

- Maltratan por estar bebidos o drogados.A pesar de que algunos maltratadores consumen alcoholy otras drogas, esto sólo actúa como un factor de riesgoy no como justificación o explicación de la violencia. Dehecho, un gran número de hombres violentos atacan a sus parejas cuando están sobrios.

- Los maltratadores son hombres de naturaleza impulsivae incontrolada.

En realidad, la mayor parte de los hombres que abusan de sus parejas no son violentos en otros ámbitos de su vida. Es más, un porcentaje amplio de los hombres maltratadores sólo son violentos en el ámbito familiar,

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http://www.berdingune.euskadi.net/u89-congizon/es/contenidos/informacion/material/es_gizonduz/adjuntos/masculinidadesyviolenciadegenero.pdf

http://www.berdingune.euskadi.net/u89-congizon/es/contenidos/informacion/material/es_gizonduz/adjuntos/masculinidad_y_violencia_implicaciones_y_explicaciones.pdf

maltratadores sólo son violentos en el ámbito familiar, y tienden a considerar que la violencia es legítima a la hora de resolver los conflictos.

En conclusión, el control de la otra persona que ejercen los hombres maltratadores, se encuentra directamente relacionado con la cultura de la desigualdad entre mujeres y hombres.

Determinados rasgos psico sociales de algunos hombres actúan como factores de riesgo. El autoritarismo tam-bién tiende a ocultar una fuerte inseguridad personal y, por lo tanto, una alta dependencia emocional, que lleva a desarrollar actitudes de control, vigilancia y celos hacia la pareja.

Los micromachismos

Frente a las agresiones de alta intensidad como el maltrato físico, que cualquier persona detectaría como violencia hacia las mujeres, existen otro tipo de con-ductas violentas que pasan más desapercibidas y que se encuentran en la base de esas respuestas extremas. Estos comportamientos y hábitos de dominación y violencia masculina en la vida cotidiana y en las re-laciones de pareja se conocen como micromachismos. Los micromachismos son, a menudo, prácticas incons-cientes y casi siempre imperceptibles pero que se van acumulando hasta perpetuar la distribución injusta de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.

Para entender estos micromachismos hay que tener en cuenta que las relaciones entre hombres y mujeres se producen en un escenario marcado no sólo por las diferencias, sino sobre todo por las desigualdades y las

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relaciones de poder asimétricas, que llevan a desarrollar estrategias de dominación. Estas prácticas abarcarían un amplio abanico de maniobras masculinas cotidia-nas: controlar el dinero de la pareja, desacreditarla en público, abusar de su tiempo desentendiéndose de las obligaciones domésticas... Los micromachismos serían, por tanto, pequeños abusos que permiten al hombre mantener su posición de género dominante. Para ello, algunos hombres, crean una red que atrapa sutilmente a la mujer y limita su autonomía personal.


El amor romántico es un importante pilar sobre el que se basan las relaciones de pareja, una institución básica en nuestra sociedad. Se trata de una construcción social occidental que cuando falla (y falla bastante) produce frustración y desengaño. Esa característica conlleva importantes consecuencias dentro de las relaciones de pareja e incluso en la violencia contra las mujeres.

El cine o la literatura, enseñan que los obstáculos graves engrandecen una pasión amorosa. Todo esto, unido a los celos y a una visión trágica de la relación, se sintetiza en conocidas expresiones como “no puedo vivir sin ti” o “sin ti no soy nada”.

En nuestra sociedad, este mito del amor se ha conver-tido en el ideal de la relación de pareja y tiene conse-cuencias claras en la vida cotidiana. El ideal de amor pasional fomenta un tipo de relación, una conducta amorosa, en la que lo importante es sacrificarse por la otra persona, a costa de olvidarse de la propia vida y de

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las expectativas para crecer como personas.

Esta idea de amor se refuerza especialmente en la educa-ción de las mujeres, mientras que en el proceso de sociali-zación de los hombres tiene una importancia menor.

Los hombres, los trabajos de cuidado y las labores domésticas

Mientras que las mujeres van conquistando poco a poco el mercado laboral y otros espacios públicos, los hombres no han asumido, en la misma medida, sus obligaciones en el ámbito doméstico, el hogar y la familia. Así lo prueban tanto las estadísticas sobre el reparto del trabajo doméstico y de cuidado entre mujeres y hombres, como el uso de permisos, excedencias y reducciones de jornada.

Más aún, los datos reflejan que el tiempo que la mayoría de hombres dedican a esas tareas ni siquiera cubre sus propias necesidades, lo que implica que las mujeres se ven obligadas a asumir también ese trabajo. En definitiva, ellas no sólo trabajan más en las tareas comunes y en el cuidado de terceras personas, sino que tienen que ocuparse de cuidar a sus compañeros.

El reparto desigual de los trabajos domésticos y de cuidado se repite también en el tiempo dedicado al cui-dado de mayores. El mayor cambio en la implicación de los hombres se ha producido en la atención de los hijos e hijas, pero esa mayor dedicación no se ha trasladado a otras tareas relacionadas con el cuidado.

Sí está aumentando el número de hombres que se benefician de permisos de paternidad u optan por reducciones de jornada, pero en 2012, los hombres

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8 h7 h6 h5 h4 h3 h2 h1 h0 h

3h 46m

1h 58m

2012

vascos que compartían el permiso de maternidad, representaban únicamente el 3,9% del total, siendo el computo total del Estado únicamente del 1 ,6 %. (Fuente: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 2013).

DEDICACIÓN A LOS TRABAJOSREPRODUCTIVOSComunidad Autónoma de Euskadi > Fuente Eustat 2012.

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CUIDADOS A HIJOS O FAMILIARESAyudas por excedencia o reducción de la jornada de trabajo> Fuente Eustat 2011

100%90%80%70%60%50%40%30%20%10%0%

2011

7,12%

92,88%

¿QUÉ OCURRE CUANDO EL REPARTO DEL TRABAJO DOMÉSTICO NO ES IGUALITARIO?Que las mujeres se ven obligadas a:

- Optar por empleos a tiempo parcial.- Buscar ayuda en el ámbito familiar (la madre o la abuela) para que cuide a sus hijos e hijas.- Prescindir del propio tiempo libre.- Abandonar su presencia en el mercado laboral.

Un reparto equitativo de las responsabilidades y tareas domésticas, fomentaría la igualdad de hombres y mujeres ya que facilitaría similares oportunidades de participación social, política y laboral.

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EL CAMBIOEN LOS HOMBRES

Hasta ahora, se han aportado datos que prueban las desigualdades de género que se mantienen en nuestra sociedad y reflexiones para entender el origen de dichas desigualdades, y de consecuencias como la violencia sexista. Se ha dicho también que el principal avance hacia la igualdad se ha debido al proceso de emancipación de las mujeres, que han empezado a acceder a espacios públicos, mientras que la mayoría de hombres siguen rezagados a la hora de asumir responsabilidades domésticas.

Sin embargo, no es cierto que los hombres no estén cambiando. Hace 20 años, muchos hombres empezaron a organizarse para reflexionar, tanto a nivel individual como colectivo, sobre su aportación a favor de la igualdad y de la construcción de otro modelo de masculinidad. Los primeros grupos empleaban estrategias de crecimiento personal: celebraban reuniones intimistas en las que compartían experiencias y sentimientos, y trabajaban aspectos como la expresión de los afectos. En los últimos tiempos, en cambio, han surgido iniciativas de un carácter más público o social.

Algunos de los ejes que distintos grupos del movimiento de hombres por la igualdad tienen en común:

- El compromiso de los hombres con el cambio personal (expresión de afectos, gestión de la frustración, vivencia de la sexualidad, compromiso contra la homofobia…).

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- La lucha activa contra la violencia hacia las mujeres y la discriminación por razones de género.

- Asumir de forma igualitaria nuestra responsabilidad en el cuidado de las personas.

- El apoyo, impulso y visibilización de modelos positivos de masculinidad (hombres cuidadores, pacíficos, sensibles…).

- El compromiso de los hombres con el cambio en el ámbito público (generar una masa crítica de hombres a favor de la igualdad, defender estrategias de conciliación, renunciar a espacios de poder para que sean ocupados por mujeres, propuesta de cambios legislativos…).

Algunas razones para elcambio de los hombres haciaposiciones igualitarias

La sociedad espera y demanda la idea de que los hombres opten por actitudes y prácticas más igualitarias. La sociedad debe apoyar el cambio de los hombres porque, tanto desde el punto de vista político, ideológico y ético, la igualdad es un derecho humano y un valor que favorece la convivencia. Un cambio de los hombres hacia igualdad reportaría beneficios para las mujeres cercanas a ellos, para sí mismos, y para el conjunto de la sociedad.

Beneficios directos para las mujeres. A modo de ejemplo, pasar de un reparto desigual de las tareas de cuidado a que la pareja se implique en ellas, les permitiría disponer de más tiempo y posibilidades para realizarse personal y profesionalmente.

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Beneficios directos para los propios hombres. Ser un hombre más igualitario supone asumir mayores responsabilidades hacia el cuidado de las demás personas, pero también de uno mismo. Aumenta la autoestima, favorece el crecimiento personal, y aumenta la calidad en las relaciones tanto con las mujeres como con otros hombres, entre otras ventajas.

Beneficios directos para el conjunto de la sociedad. Los países con mayor Índice de Desarrollo Humano o, lo que es lo mismo, con mayor respeto a las libertades y el desarrollo de las capacidades de las personas, son más igualitarios. Pero es muy probable que la lógica sea la inversa: que los países con mayores logros respecto a la igualdad de hombres y mujeres, se desarrollan más y las personas que viven en ellos disfrutan de una mayor calidad de vida. Ello se debe a que la igualdad es una herramienta de bienestar frente al lastre económico y cultural que suponen la exclusión y la marginación.

Un buen comienzo para avanzar en la igualdad de hombres y mujeres, es firmar y poner en práctica los contenidos de la “Carta de los hombres vascos por la igualdad y contra la violencia hacia las mujeres” y asumir un compromiso con la igualdad, también en la vida cotidiana.

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los hombres y la igualdad

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