libro cuentos peruanos

84
Eva Luz Chuquilin Fernández 1° I, SECUNDARIA ASIGNATURA: PLAN LECTOR PROFESOR: EDUARDO COLAN VALLADARES CUENTOS PERUANOS 1 IEP “NUES Cuento s

Upload: jabs-bernal-soto

Post on 04-Feb-2016

79 views

Category:

Documents


12 download

DESCRIPTION

x

TRANSCRIPT

Page 1: Libro Cuentos Peruanos

Eva Luz Chuquilin Fernández

1° I, SECUNDARIA

ASIGNATURA: PLAN LECTOR

PROFESOR: EDUARDO COLAN VALLADARES

CUENTOS PERUANOS 1

IEP “NUES

TRA Cuentos Peruano

Page 2: Libro Cuentos Peruanos

INTRODUCCION

Los cuentos peruanos son casi tan antiguos como la vida misma. Y es que la costumbre de contar

cuentos se ha ido trasmitiendo de generación en generación, de abuelos a nietos, de padres a

hijos,… La razón es evidente: los numerosos beneficios que aportan los cuentos. Y aquí

encontrarás un montón de cuentos para contar y disfrutar con ellos.

Los cuentos peruanos poseen una narración clara y tienen una sencilla comprensión. Con ellos no

sólo mejoraremos la capacidad de comprensión del alumno, sino también le ayudaremos a

desarrollar su capacidad de comunicación. Además, aumentará y se desarrollará su vocabulario,

su fantasía, su imaginación,… ¡¡y el amor por la lectura!!

Recuerda además que los cuentos hablan de aspectos reales de la vida y de luchas interiores

dándoles una forma que las hacen menos aterradoras. Además, le ayudan al alumno a situar lo

que ellos sienten. Les ofrecen ayuda e ideas para resolver sus problemas. ¿Qué está bien o mal?

¿Es más ventajoso ser bueno o malo? ¿Cómo encontrar el amor al ser adulto? ¿Cómo crecer y ser

más independiente? Los cuentos les proporcionan puntos de referencia sobre la conducta que hay

que tener en la vida.

La alumna

CUENTOS PERUANOS 2

Page 3: Libro Cuentos Peruanos

Dedico este trabajo a mis compañeros, padres,

hermana por su apoyo incondicional y

profesor por sus sabias enseñanzas,

el cual servirá como material de apoyo en

la mejora de la capacidad de compresión del

alumno.

EVA LUZ

CUENTOS PERUANOS 3

Page 4: Libro Cuentos Peruanos

INDICE

Día domingo.................................................................................................................................5

El banquete..................................................................................................................................7

El barranco..................................................................................................................................9

El caballero Carmelo ..................................................................................................................13

El gorrión....................................................................................................................................16

El hijo de la luna.........................................................................................................................19

El hombre de bandera ...............................................................................................................22

El lugar sin luz.............................................................................................................................24

El marques y los gavilanes .........................................................................................................32

El osito rufus ..............................................................................................................................35

El ropero, los viejos y la muerte ................................................................................................37

El torito de la piel brillante ........................................................................................................39

Ladislao el flautista ....................................................................................................................42

La llama blanca ..........................................................................................................................46

La mentira de coco ....................................................................................................................50

La soberbia del piojo..................................................................................................................53

Las tres palmeras .......................................................................................................................56

La venganza del cóndor..............................................................................................................57

Pelusa una osa graciosa .............................................................................................................60

Solo para fumadores .................................................................................................................61

CUENTOS PERUANOS 4

Page 5: Libro Cuentos Peruanos

DIA DOMINGO Contuvo un instante la respiración, clavó las uñas en la palma de sus manos y dijo my rápido: "Estoy enamorado de tí". Vio que ella enrojecía bruscamente, como si alguien hubiera golpeado sus mejillas, que eran de una palidez resplandeciente y muy suaves. Aterrado, sintió que la confusión ascendía por él y petrificaba su lengua. Deseó salir corriendo, acabar: en la taciturna mañana de invierno había surgido ese desaliento íntimo que lo abatían siempre en los momentos decisivos. Unos minutos antes, entre la multitud animada y sonriente que circulaba por el Parque Central de Miraflores, Miguel se repetía aún: "Ahora. Al llegar a la Avenida Pardo. Me atreveré. ¡Ah, Rubén, si supieras como te odio!". Y antes todavía, en la iglesia, mientras buscaba a Flora con los ojos, la divisaba al pie de una columna y, abriéndose paso con los codos sin pedir permiso a las señoras que empujaba, conseguía acercársele y saludarla en voz baja, volvía a decidirme, tercamente, como esa madrugada, tendido en su lecho, vigilando la aparición de la luz: " No hay más remedio. Tengo que hacerlo hoy día. En la mañana. Ya me las pagarás, Rubén". Y la noche anterior había llorado, por primera vez en muchos años, al saber que se preparaba esa innoble emboscada. La gente seguía en el Parque y la Avenida Pardo desierta; caminaban por la alameda, bajo los ficus de cabelleras altas y tupidas. "Tengo que apurarme, pensaba Miguel, si no me friego". Miró de soslayo alrededor: no había nadie, podía intentarlo. Lentamente fue estirando su mano izquierda hasta tocar la de ella: el contacto le reveló que transpiraba. Imploró que ocurriera un milagro, que cesara aquella humillación. "Qué le digo, pensaba, qué le digo". Ella acababa de retirar su mano y él se sentía desamparado y ridículo. Todas las frases radiantes, preparadas febrilmente la víspera, se habían disuelto como globos de espuma.

CUENTOS PERUANOS 5

Page 6: Libro Cuentos Peruanos

-Flora - balbuceó-, he esperado mucho tiiempo este momento. Desde que te conozco sólo pienso en ti. Estoy enamorado por primera vez, créeme, nunca había conocido una muchacha como tú.

Otra vez una compacta mancha blanca en su cerebro, el vacío. Ya no podía aumentar la presión: la piel cedía como jebe y las uñas alcanzaban el hueso. Sin embargo, siguió hablando, dificultósamente, con grandes intervalos, venciendo el bochornoso tartamudeo, tratando de describir una pasión irreflexiva y total, hasta descubrir, con alivio, que llegaban al primer óvalo de la Avenida Pardo, y entonces calló. Entre el segundo y tercer ficus, pasando el óvalo, vivía Flora. Se detuvieron, se miraron: Flora estaba aún encendida y la turbación había colmado sus ojos de un brillo húmedo. Desolado, Miguel se dijo que nunca le había parecido tan hermosa: una cinta azul recogía sus cabellos y él podía ver el nacimiento de su cuello, y sus orejas, dos signos de interrogación, pequeñitos y perfectos.

-Mira Miguel -dijo Flora; su voz era suaave, llena de música, segura-. No puedo contestarte ahora. Pero mi mamá no quiere que ande con chicos hasta que termine el colegio.

-Todas las mamás dicen lo mismo, Flora -insistió Miguel- ¿Cómo iba a saber ella? Nos veremos cuando tú digas, aunque sea sólo los domingos.

-Ya te contestaré, primero tengo que pennsarlo -dijo Flora, bajando los ojos. Y después de unos segundos, añadió: -Perdona, pero ahora tengo que irme, se hace tarde.Miguel sintió una profunda lasitud, algo que se expandía por todo su cuerpo y lo ablandaba.

CUENTOS PERUANOS 6

Page 7: Libro Cuentos Peruanos

EL BANQUETE

Don Fernando Pasamano ha invitado al presidente a un banquete, y con motivos

de la fiesta, tuvo que arreglar su casa, echaron abajo los muros del caserón,

pintaron las paredes, agrandaron las ventanas, nuevas alfombras, lámparas y

como dentro de la programación había que dar un concierto en un jardín, mando a

construir un jardín en quince días.

Y ahora el menú, a quien ir por una receta, si todos los que conocía, comían sin

modales y una mezcla de todo. Y como tampoco ellos habían asistido a un

banquete. Lo mejor fue hacer una encuesta en los principales hoteles y

restaurantes de la ciudad y así se enteró de exquisitos manjares presidenciales y

vinos preciosos. Para la fiesta dos orquestas, cuarenta mozos al servicio, un

operador de cine, y para adornar el salón, mando pintar un retrato de la foto del

presidente, y lo coloco en un lugar donde todos lo vean. Toda su fortuna había

invertido, y en fin le decía a su mujer los beneficios son mayores, pediré al

presidente una embajada en Europa y un ferrocarril para ir a mis tierras de la

montaña y añadiendo que nunca hubo banquete como él está haciendo, esto es

motivo de orgullo y celebración. Don Fernando ya se  veía en carro, en saco, un

ferrocarril regresando de la floresta  con oro.

CUENTOS PERUANOS 7

Page 8: Libro Cuentos Peruanos

Los primeros en llegar al banquete fueron los soplones en las esquinas, luego los

carros en ellos los ministros, parlamentarios, hombres de negocios, y el presidente

a quien don Fernando olvidándose de la etiqueta, se  lo echo en los brazos.

En la fiesta se sirvió los vinos blancos, y se inició con la ronda de los discursos, y

al final champán, don Fernando no había tenido la oportunidad para hablarle al

presidente, hasta la medianoche cuando condujo al presidente a la salita de

música y ahí en el oído le dijo su modesta demanda. El presidente le responde

hay una vacante en la embajada de Roma, y mañana te nombrare como nuevo

embajador de Italia, ante el consejo de ministros. Y lo del ferrocarril hay una

comisión de diputados que están discutiendo el proyecto, venga usted mañana y

resuelvan el problema de la mejor forma.

En la mañana siguiente a las doce del mediodía  y aún dormía plácidamente don

Fernando, los gritos de su mujer lo hicieron despertar, ella entró al dormitorio con

un periódico en mano, él leyó  y sin gritar se cubrió con la cama, un ministro había

dado un golpe de estado, aprovechando que todos estaban en el banquete, y el

presidente había sido obligado a renunciar. Y había huido al extranjero. Y don

Fernando había quedado arruinado. Esto ha sido el resumen del cuento el banque

CUENTOS PERUANOS 8

Page 9: Libro Cuentos Peruanos

EL BARRANCO

En el barranco de K'ello-k'ello se encontraron, la tropa de caballos de don Garayar y los becerros de la señora Grimalda. Nicacha y Pablucha gritaron desde la entrada del barranco:

-¡Sujetaychis! ¡Sujetaychis! (¡Sujetad!)

Pero la piara atropelló. En el camino que cruza el barranco, se revolvieron los becerros, llorando.

-¡Sujetaychis!

Los mak'tillos Nicacha y Pablucha subieron, camino arriba, arañando la tierra.

Las mulas se animaron en el camino, sacudiendo sus cabezas; resoplando las narices, entraron a carrera en la quebrada, las madrineras atropellaron por delante. Atorándose con el polvo, los becerritos se arrimaron al cerro, algunos pudieron volverse y corrieron entre la piara. La mula nazqueña de don Garayar levantó sus dos patas y clavó sus cascos en la frente del "Pringo". El "Pringo" cayó al barranco, rebotó varias veces entre los peñascos y llegó hasta el fondo del abismo. Boqueando sangre murió a la orilla del riachuelo.

La piara siguió, quebrada adentro, levantando polvo.

-¡Antes, uno nomás ha muerto! ¡Hubiera gritado, pues, más fuerte! -Hablando, el mulero de don Garayar se agachó en el canto del camino para mirar el barranco.

-¡Ay señorcito! ¡La señora nos latigueará; seguro nos colgará en el trojal!

-¡Pringuchallaya! ¡Pringucha!

CUENTOS PERUANOS 9

Page 10: Libro Cuentos Peruanos

Mirando el barranco, los mak'tillos llamaron a gritos al becerrito muerto.

La Ene, madre del "Pringo", era la vaca más lechera de la señora Grimalda. Un balde lleno le ordeñaban todos los días. La llamaba Ene, porque sobre el lomo negro tenía dibujada una letra N, en piel blanca. La Ene era alta y robusta, ya había dado a la patrona varios novillos grandes y varias lecheras. La patrona la miraba todos los días, contenta:

-¡Es mi vaca! ¡Mi mamacha! (¡Mi madrecital).

Le hacían cariño, palmeándole en el cuello.

Esta vez, su cría era el "Pringo". La vaquera lo bautizó con ese nombre desde el primer día. "El Pringo", porque era blanco entero. El Mayordomo quería llamarlo "Misti", porque era el más fino y el más grande de todas las crías de su edad.

-Parece extranjero -decía.

Pero todos los concertados de la señora, los becerreros y la gente del pueblo lo llamaron "Pringo". Es un nombre más cariñoso, más de indios, por eso quedó.

Los becerreros entraron llorando a la casa de la señora. Doña Grimalda salió al corredor para saber. Entonces los becerreros subieron las gradas, atropellándose; se arrodillaron en el suelo del corredor; y sin decir nada todavía, besaron el traje de la patrona; se taparon la cara con la falda de su dueña, y gimieron, atorándose con su saliva y con sus lágrimas.

-¡Mamitay!

-¡No pues! ¡Mamitay!

Doña Grimalda gritó, empujando con los pies a los muchachos.

-¡Caray! ¿Qué pasa?

-"Pringo" pues, mamitay. En K'ello-k'ello, empujando mulas de don Garayar

-¡"Pringo" pues! ¡Muriendo ya, mamitay!

Ganándose, ganándose, los becerreros abrazaron los pies de doña Grimalda, uno más que otro; querían besar los pies de la patrona.

-¡Ay Dios mío! ¡Mi becerritol ¡Santusa, Federico, Antonio...!

Bajó las gradas y llamó a sus concertados desde el patio.

CUENTOS PERUANOS 10

Page 11: Libro Cuentos Peruanos

-¡Corran a K'ello-k'ello! ¡Se ha desbarrancado el "Pringo"! ¿Qué hacen esos, amontonados allí? ¡Vayan, por delante!

 Los becerreros saltaron las gradas y pasaron al zaguán, arrastrando sus ponchos. Toda la gente de la señora salió tras de ellos.

Trajeron cargado al "Pringo". Lo tendieron sobre un poncho, en el corredor. Doña Grimalda, lloró, largo rato, de cuclillas junto al becerrito muerto. Pero la vaquera y los mak'tillos, lloraron todo el día, hasta que entró el sol.

-¡Mi papacito! ¡Pringuchallaya!

-¡Ay niñito, súmak'wawacha! (¡Criatura hermosa!).

-¡Súmak' wawacha!

Mientras el Mayordomo le abría el cuerpo con su cuchillo grande; mientras le sacaba el cuerito; mientras hundía sus puños en la carne, para separar el cuero, la vaquera y los mak'tillos, seguían llamando:

-¡Niñucha! ¡Por qué pues!

-¡Por qué pues, súmak'wawacha!

Al día siguiente, temprano, la Ene bajaría el cerro bramando en el camino. Guiando a las lecheras vendría como siempre. Llamaría primero desde el zaguán. A esa hora, ya goteaba leche de sus pezones hinchados.

Pero el Mayordomo le dio un consejo a la señora.

-Así he hecho yo también, mamita, en mi chacra de las punas -le dijo.

Y la señora aceptó.

Rayando la aurora, don Fermín clavó dos estacas en el patio de ordeñar, y sobre las estacas un palo de lambras. Después trajo al patio el cuero del "Pringo", lo tendió sobre el palo, estirándolo y ajustando las puntas con clavos, sobre la tierra.

A la salida del sol, las vacas lecheras estaban ya en el callejón llamando a sus crías. La Ene se paraba frente al zaguán; y desde allí bramaba sin descanso, hasta que le abrían la puerta. Gritando todavía pasaba el patio y entraba al corral de ordeñar.

Esa mañana, la Ene llegó apurada; rozando su hocico en el zaguán, llamó a su "Pringo". El mismo don Fermín le abrió la puerta. La vaca pasó corriendo el patio. La señora se había levantado ya, y estaba sentada en las gradas del corredor.

CUENTOS PERUANOS 11

Page 12: Libro Cuentos Peruanos

La Ene entró al corral. Estirando el cuello, bramando despacito, se acercó donde su "Pringo"; empezó a lamerle, como todas las mañanas. Grande le lamía, su lengua áspera señalaba el cuero del becerrito. La vaquera le maniató bien; ordeñándole un poquito humedeció los pezones, para empezar. La leche hacía ruido sobre el balde.

-¡Mamaya! ¡Y'astá mamaya! -llamando a gritos pas- del corral al patio, el Pablucha.

La señora entró al corral, y vio a su vaca. Estaba lamiendo el cuerito del "Pringo", mirándolo tranquila, con sus ojos dulces.

Así fue, todas las mañanas; hasta que la vaquera y el Mayordomo, se cansaron de clavar y desclavar el cuero del "Pringo". Cuando la leche de la Ene empezó a secarse, tiraban nomás el cuerito sobre un montón de piedras que había en el corral, al pie del muro. La vaca corría hasta el extremo del corral, buscando a su hijo; se paraba junto al cerco, mirando el cuero del becerrito. Todas las mañanas lavaba con su lengua el cuero del "Pringo". Y la vaquera la ordeñaba, hasta la última gota.

Como todas las vacas, la Ene también, acabado el ordeño, empezaba a rumiar, después se echaba en el suelo, junto al cuerito seco del "Pringo", y seguía, con los ojos medio cerrados. Mientras, el sol alto despejaba las nubes, alumbraba fuerte y caldeaba la gran quebrada.

CUENTOS PERUANOS 12

Page 13: Libro Cuentos Peruanos

EL CABALLERO CARMELO

Un día, después de un largo viaje, Roberto, el hermano mayor de la familia, llegó cabalgando cargado de regalos para sus padres y hermanos. A cada uno entregó un regalo; pero el que más impacto causó fue el que entregó a su padre: un gallo de pelea de impresionante color y porte.

Le pusieron por nombre el «Caballero Carmelo» y pronto se convirtió en un gran peleador, ganador en múltiples duelos gallísticos. Ya viejo, el gallo fue retirado del oficio y todos esperaban que culminaría sus días de muerte natural. Pero cierto día el padre, herido en su amor propio cuando alguien se atrevió a decirle que su «Carmelo» no era un gallo de raza, para demostrar lo contrario pactó una pelea con otro gallo de fama, el «Ajiseco», que aunque no se igualaba en experiencia con el «Carmelo», tenía sin embargo la ventaja de ser más joven.

CUENTOS PERUANOS 13

Page 14: Libro Cuentos Peruanos

Hubo sentimiento de pena en toda la familia, pues sabían que el «Carmelo» ya no estaba para esas lides. Pero no hubo marcha atrás, la pelea estaba pactada y se efectuaría en el día de la Patria, el 28 de julio, en el vecino pueblo de San Andrés. Llegado el día, los niños varones de la familia acudieron a observar el espectáculo, acompañando al padre. Encontraron al pueblo engalanado, con sus habitantes vestidos con sus mejores trajes. Las peleas de gallos se realizaban en una pequeña cancha adecuada para la ocasión. Luego de una interesante pelea gallística les tocó el turno al «Ajiseco» y al «Carmelo».

Las apuestas vinieron y como era de esperar, hasta en las tribunas llevaba la ventaja el «Ajiseco». El «Carmelo» intentaba poner su filuda cuchilla en el pecho del contrincante y no picaba jamás al adversario. En cambio, el «Ajiseco» pretendía imponerse a base de fuerza y aletazos. Repentinamente, vino una confrontación en el aire, los dos contrincantes saltaron. El «Carmelo» salió en desventaja: un hilillo de sangre corrió por su pierna. Las apuestas aumentaron a favor del «Ajiseco». Pero el «Carmelo» no se dio por vencido; herido en carne propia pareció acordarse de sus viejos tiempos y arremetió con furia. La lucha fue cruel e indecisa y llegó un momento en que pareció que sucumbía el «Carmelo». Los partidarios del «Ajiseco» creyeron ganada la pelea, pero el juez, quien estaba atento, se dio cuenta que aún estaba vivo y entonces gritó. «¡Todavía no ha enterrado el pico señores!». Y, efectivamente, el «Carmelo» sacó el coraje que sólo los gallos de alcurnia poseen: cual soldado herido, arremetió con toda su fuerza y de una sola estocada hirió mortalmente al «Ajiseco», quien terminó por «enterrar el pico».

CUENTOS PERUANOS 14

Page 15: Libro Cuentos Peruanos

El «Carmelo» había ganado la pelea pero quedó gravemente herido. Todos felicitaron a su dueño por la victoria y se retiraron del circo contentos de haber visto una pelea tan reñida. El «Carmelo» fue conducido por Abraham hacia la casa, y aunque toda la familia se prodigó en su atención, no lograron reanimarlo. Tras sobrevivir dos días, el «Carmelo» se levantó al atardecer mirando el horizonte, batió las alas y cantó por última vez, para luego desplomarse y morir apaciblemente, mirando amorosamente a sus amos.

CUENTOS PERUANOS 15

Page 16: Libro Cuentos Peruanos

EL GORRIONJosé Vilca tenía mala suerte. No encontraba trabajo. Hacía tiempo que lo venía buscando por todo Lima. En los restaurantes le decían que el personal de mozos estaba completo o que había llegado tarde.

"¡Qué suerte!— se lamentaba José Vilca. Si hubiera venido a tiempo ya tendría trabajo... Siquiera algo de comer..."

Y como un pesado escarabajo se movía por las calles de la ciudad, con los zapatos rotos, por cuyos agujeros miraban sus dedos tímidamente la vida, con el traje de color ambiguo y raído, sin sombrero, el pelo muy crecido como las zarzas de las cercas de su pueblo, pues no tenía dinero ni para hacércelo cortar.José Vilca sabía leer. Así que una tarde, al pasar frente a una regia mansión, se fijó en un cartelito colgado en la reluciente verja de hierro: "SE NECESITA UN HOMBRE PARA CUIDAR PERROS". Iba a tocar el timbre, pero se desanimó pensando que no lo aceptarían; su dedo índice que iba a oprimir el botón se contuvo con desgano... No estaba en condiciones ni para cuidar perros...

Algunas veces trabajaba alcanzando adobes y ladrillos en las construcciones de casas que encontraba a su paso. Ganaba unos cuantos reales.1 Pero esta clase de trabajo no le convenía. Y continuaba deambulando como un perro sin dueño, recibiendo pedazos de pan que le daban algunos compadecidos parroquianos en los restaurantes o recogiendo las cáscaras de frutas que arrojaban los hombres felices en los parques y las calles, para comérselas con avidez. Tenía vergüenza de pedir... En una ocasión, en un café, un hombre gordo le dijo: "¡Lárgate de aquí, vagabundo! Un mozo como tú debe ganarse la vida trabajando".

Cuando llegó de su pueblo había tenido ocupación. Vendía helados D'Onofrio. Con gorra negra, guardapolvo blanco, depósito rodante y corneta, iba vendiendo la mercancía por esas calles. Pero una mañana su carretilla fue hecha añicos en una esquina por un auto particular; y no le destrozó a él, ya que en ese momento, por ventura, entregaba el vuelto a un cliente en la acera. Vilca no fue más a la fábrica de helados, desapareció en el laberinto de la urbe. De esa época guardaba un recuerdo: una fotografía. Se hizo retratar con su traje de heladero, apoyado en su triciclo, en el Parque Universitario por un fotógradfo ambulante. Vilca siempre contemplaba con ironía el retrato, que llevaba envuelto en un pedazo de periódico en el bolsillo del pantalón. Estaba allí sonriente, con su cara ancha...

CUENTOS PERUANOS 16

Page 17: Libro Cuentos Peruanos

Había enviado otro igual a su pueblo, a sus padres, que él se figuraba estaría colocado en la pared más visible de su casucha, con su apenas comprensible leyenda: "José Vilca. Lima, 15 de Abril de 1950". Sus conterráneos, seguramente, sentían envidia al ver esa fotografía... ¡José Vilca está en Lima, la más hermosa ciudad del Perú!

Vilca rehuía a sus paisanos. Muchos de ellos eran policías, mozos de hoteles, de restaurantes, sastres. Y hasta en la Baja Policía había de Hualpa, su pueblo. El también ingresaría en la Baja Policía para ir recogiendo la basura, los desperdicios de las casas, en esos ventrudos y silbadores carros municipales. Pero habría que ir a ver al Alcalde, a los empleados del Concejo, buscar una recomendación... Y quizá tampoco habría vacantes.

Un día que estuvo parado junto a un cinema le convencieron para que hiciera propaganda a la película "El Monstruo y el Simio". Le vistieron de monstruo. Forrado con una serie de placas de zinc y tornillos —sólo se le veían los ojos— se fue por esas calles, trac, trac, trac, seguido por otro hombre tan infortunado como él, vestido de mono. Casi se asfixia... Al término de la faena estaba molido, pero tenía cinco soles en el bolsillo,.. Con todo, Vilca se alejó, avergonzado, diciendo: "No más esto... ¡No más!...".

Dormía como un gallinazo donde lo cogían la noche y el sueño. Sobre todo bajo los gruesos árboles del Parque de los Garifos2, donde muchos como él ocultan el cofre de su miseria. Un día invernal, a orillas del Rímac, por poco rompe a llorar; ese río, el rumor de sus aguas turbias y violentas, le traía la emoción de su tierra lejana.. Igual sonaba el río que corre en las afueras de su pueblo por entre álamos y capulíes... ¿Por qué diablos vino a Lima? En busca de porvenir, de un mejor porvenir que podría tener en su mediterránea aldea de la serranía agreste, como lo hace la mayoría de la juventud lugareña del Perú... Lima es la meca soñada por todos...

Ya la vida para él no tenía significado. No valía la pena. Debía eliminarse. Pensó en el suicidio. Esa idea se fue haciendo su obsesión... Allí estaban las ruedas de los carros o el mar... ¡El mar con sus aguas azules! ¡Qué linda tumba para un vagabundo!... La muerte... Y terminar, dejar de ser... Mejor era eso que estar sufriendo y dando lástima.

Ya no se preocupaba por buscar trabajo. Comía las cáscaras frescas de las frutas que encontraba en su recorrido, para aplacar un poco siquiera ese terrible deseo de su estómago. Ese deseo que lleva a los hombre hasta el crimen. ¡Hambre!

CUENTOS PERUANOS 17

Page 18: Libro Cuentos Peruanos

¡Pan!... ¡Sed! Al fin ésta la calmaba en las fuentes de las plazuelas, bastándole para ello ponerse en cuclillas y recibir el agua... Pero lo otro... Un día intentó asaltar en una calle solitaria de Abajo el Puente3 a un niño que vendía frutas. Era un niño y se contuvo, un niño serrano y pobre como él.

Aquella tarde se sentó bajo un árbol del Parque de los garifos. Con cierto deleite miraba pasar los chirriantes tranvías uno tras otro. "Es la única solución", se dijo. Su alma era un abismo de debilidad y de sombras. De pronto, en el ramaje del árbol a cuyo tronco estaba recostado, cantó un gorrión, cantó y cantó. El claro canto del pájaro bajaba del árbol como un chorro de agua a la fuente seca, llena de polvo, de su alma. José Vilca sonrió. Se levantó. Parecía mentira que un gorrión estuviese cantando en una ciudad tan grande y cruel, tan sorda al dolor humano. ¡No podía ser! Los pájaros, felices, inocentes, sólo debían existir en los campos, en los pueblos, pensaba Vilca. Sin embargo, allí estaba el gorrión cantando oculto en el ramaje. Una sensación de frescura invadió, inundó su alma, su cuerpo. El canto de ese gorrión era idéntico al de los gorriones de su tierra... de aquellos que, cantando al amanecer en los nogales y chirimoyos de la huerta de su casa, lo despertaban siempre. Vilca recordó, entonces, su niñez, su hogar... los campos verdes... la vaca que ordeñaba por las madrugadas, cuya leche espumosa y caliente le humedecía, al derramarse, las manos... Un rayo de esperanza brilló en sus ojos. Se dio cuenta de la hermosura del ambiente, de la alegría de los niños que jugaban a su rededor, que los árboles del parque estaban florecidos, cuyas flores lilas, caídas al viento, cubrían como una maravillosa alfombra el verde césped...

Un sudor frío perló su frente. Nublóse su vista. Se sentó bajo el mismo árbol y se quedó dormido... Al despertar, José Vilca era otro hombre; con paso firme se metió en la urbe.

CUENTOS PERUANOS 18

Page 19: Libro Cuentos Peruanos

EL HIJO DE LA LUNA

Hace mucho, mucho tiempo, la Luna nunca se mostraba de noche, las noches en ese tiempo, eran tan oscuras como la nada. Entonces un día, en un lejano país, ocurrió algo que cambio todo. Una mujer pedía al cielo que le traiga de regresó al hombre que ella amaba, quién, había partido rumbo a la guerra.

Lloró todas las noches frente al mar, esperando que algún Dios se compareciera de ella, e hiciera caso a su petición. Pero nadie respondía a sus suplicas, a veces los dioses suelen ser algo egoístas con los humanos.

Cuando ella se resignó a su mala suerte, alguien a su llamado respondió.

– Tendrás a tu hombre, aquel valiente caballero, de ojos verdes, hermosa cabellera rubia, y piel tan blanca como las nubes – le dijo la Luna a la mujer.

Ella muy emocionada, no tardó en agradecer, a su benefactora.

Pero entonces la Luna dijo

– A cambió de cumplir tu deseo, quiero que me des algo muy tuyo.

La mujer muy perturbada le respondió

– Pero ahora, todo lo que tengo es de mi amado.

– Entonces quiero a tu primer hijo… Le dijo la Luna desde el cielo.

La mujer muy feliz por saber que pronto tendría a su amado juntó a ella, le dijo que sí, sin importarle regalar a su propia sangre y carne, fruto de su gran amor por su amado.

La Luna, muy decepcionada por la respuesta de la mujer, aceptó pensando en el futuro que le esperaría aquel niño, que ni había nacido, y su madre le regalaba a cambio del amor de un hombre. Muy dentro de ella, pensaba que podría ser una mejor madre que la mujer.

CUENTOS PERUANOS 19

Page 20: Libro Cuentos Peruanos

Después de todo estar todo el tiempo ahí arriba, era muy solitario, pensaba la Luna. Todos los astros del cielo, se preguntaban, ¿Cuáles eran las intenciones de la Luna, para criar a un niño, de carne y hueso?

Pasó muy poco tiempo, y el valiente caballero, regresó a los brazos de su amada, sin saber el trato que esta había hecho, para su retorno seguro.

De padre rubio, de ojos verdes, y piel muy blanca, nació este niño, teniendo como madre, a la más hermosa de las mujeres del mundo, quien tenía ojos del color del cielo, y un cabello tan dorado como el sol, cuya piel era tan blanca como las nubes, a esta mujer le nació un niño, de piel no negra, sino canela, tan canela como el color de la tierra, tan canela como el tronco de un árbol.

Con ojos cafés oscuros, en vez de verdes o azules como sus padres, su cabello era de un color negro, como la noche. No rubio como el Sol. El esposo pensó, que su mujer le había engañado, y cuando preguntó por el padre de este niño.

La madre solo atinó a echarle la culpa a la Luna, diciendo que le había engañado. Que ella era la culpable de tal desgracia. Los padres de aquel niño, maldijeron su tan mala suerte, y no entendiendo la rareza de esta criatura, decidieron matarlo.

Antes de entregar este niño a la Luna, ellos matarían al niño. Así que aprovechando la luz del Sol, fueron al lugar más alto que conocían, y desde ahí arrojaron a este niño al vacío.

Cuando la Luna vino donde la mujer, ella le preguntó por el niño. La Luna esperaba que la mujer peleara por su hijo, muy en el fondo, ella pensaba que el niño estaría mejor con su verdadera madre. Pero la mujer le respondió

– La vida del niño es del vacío, se lo entregamos al vacío. La Luna muy triste por el destino de aquella criatura tan pura, se retiró a lo más profundo del cielo.

El Sol, quien había sido testigo de todo, estaba muy conmovido por el destino del niño, así que decidió intervenir, y bajo a la tierra, tomo un poco de tierra entre sus dedos, el cuál esparció sobre el cuerpo del niño, y con un soplo de él, el niño volvió a la vida.

Y cuando la Luna escuchó los llantos de este niño, por primera vez mostró su rostro completo en la tierra, por primera vez la noche no fue tan oscura.

Pero cuando quiso llevarse al niño con ella, el Sol le dijo

– Si él abandona la tierra morirá de seguro, puedes cuidarlo desde donde estás, y siempre ver por él.

CUENTOS PERUANOS 20

Page 21: Libro Cuentos Peruanos

– En el día, bajarás hasta la tierra y en la noche deberás regresar al cielo. Yo te daré las noches – le dijo el Sol.

La Luna muy feliz, por tener a alguien quien le acompañe en su soledad, aceptó la propuesta del Sol, por fin no estaría tan sola, este tenía que ser el mejor día de su vida.

Desde ese momento el niño se convirtió en el hijo de la Luna. En las noches en que hay Luna llena, es porque aquel niño llama a su madre. Y cuando ella desaparece del cielo, es porque baja a la tierra para abrazar a su hijo.

CUENTOS PERUANOS 21

Page 22: Libro Cuentos Peruanos

EL HOMBRE DE LA BANDERACuenta la historia que Huánuco, estaba pasando por un mal momento, trayendo consigo vergüenza, sufrimientos y sentimientos de derrota, era el dolor de ver impuesta por las bayonetas chilenas a una autoridad peruana. Un viento de humillación soplaba sobre las almas huanuqueñas. En esos momentos es cuando Huánuco necesitaba a una persona valiente, con un corazón que sintiera por todos, un pensamiento que unificase a todas las almas, una voluntad que arrastre a la acción.

Una noche de agosto de 1883, cuando todas las comunidades de ovas, pachas, chavinillo y chupán  habían lanzado sobre el valle millones de indios y uno de ellos, alto, bizarro y de mirada vivaz e inteligente, de pie dentro del círculo, les dirigía la palabra. Dijo, quizás ya nadie se acuerde de mí. Soy Aparicio Pomares, de Chupán, indio como ustedes, pero con el corazón muy peruano, les mandé llamar para decirles que un gran peligro amenaza a todos estos pueblos, ha llegado a Huánuco doscientos soldados chilenos. Esos hombres hace tres años atacaron al Perú a sangre y fuego. Son Supaypa-Huachashgan y es preciso exterminarlos. Ellos incendian pueblos, violan a las mujeres, ensartan en sus bayonetas a los niños, roban los santos y viven en las casas de Dios sin respeto. Tuve la oportunidad de batallar con ellos en el lugar de Pisagua, le diré Pisagua está muy lejos, al otro lado de las montañas, el lugar le dicen puerto porque está al pie del mar.

CUENTOS PERUANOS 22

Page 23: Libro Cuentos Peruanos

-¿Cómo es el mar, taita? – exclamó uno de los jefes. El mar es una inmensa pampa de agua azul y verde, tres mil veces más grande que la laguna Tuctu-gocha. Se viaja en buque, y unas ves dentro uno se siente mareado. Como les decía, esos hombres a quienes nuestros hermanos llaman chilenos, desembarcaron e incendiaron Pisagua, tienen cañones que matan decenas de personas. De manera que Cusasquiche, decidió unirse para la guerra y Aparicio Pomares con mano febril, el atado que tenía en la espalda , y sacó de él, religiosamente, una gran bandera dijo: ¡viva el Perú! ¡Viva! Respondieron las cincuentas voces. ¡Muera chile!- ¡muera! Al día siguiente dos mil indios prepararon las hondas, afilaron las hachas y cuchillos, limpiaron las escopetas. Después de dos días de marcha llegaron como sorpresa para la fuerza enemiga. Serían las diez de la mañana cuando se dio inicio. Los indios vencieron a los chilenos y Aparicio Pomares alzaba la bandera triunfal. Al día siguiente los Indios desfilaron por las calles, una pregunta llena de ansiedad y orgullo patriótico corría de boca en boca “¡donde está el hombre de la bandera!” todos querían conocerle, abrazarle y admirarle. Aparicio Pomares fue conducido hacia rondos un distrito donde falleció, ocasionado por la bala que recibió en el enfrentamiento. Antes de morir le pidió a Marta que lo envuelvan en su bandera. Y así fue enterrado el indio Chupán Aparicio Pomares, el hombre de la bandera. Esto ha sido el resumen del cuento el hombre de la bandera

CUENTOS PERUANOS 23

Page 24: Libro Cuentos Peruanos

EL LUGAR SIN LUZ

He viajado por muchos planetas, he volado junto a muchas estrellas y he

atravesado, las nebulosas más extrañas que pueden existir en el Universo. Pero,

aun después de este largo viaje, no he podido encontrar, aquello que tanto ando

buscando.

Aquello que un día perdí… El día de hoy eh encontrado un planeta, así que decidí

descansar en el, pero, en ese planeta no parecía haber nadie más que yo. Hoy

buscare a eso que perdí, aquí.

Yo creo que debe haber alguien aquí, además de mí. Muy pronto llegue a una

ciudad, una ciudad muy extraña, una ciudad en la que había enormes edificios, los

edificios de esta ciudad eran tan grandes que parecían que tocaban el cielo. Las

estatuas de este lugar eran tan impresionantes que en todos mis viajes jamás

había visto algo tan similar.

Los arboles de esta ciudad tocaban una extraña canción, cuando el viento

corría por sus hojas. Pero… Había algo muy extraño, que por más impresionante

que era esta ciudad, no había nadie, no había nadie para disfrutarla, al parecer la

gente de aquí no existe, así que este es un lugar sin gente…

Después de buscar por todas partes y no encontrar a nadie, decidí que debía irme,

pero cuando me iba, una a una las luces de toda la ciudad se encendieron. Si la

ciudad era muy hermosa de día, de noche era aun más impresionante, parecía

que las estrellas del cielo vivieran aquí.

Quizás a la gente de aquí no le gusta la luz del sol, más si de la luna, pensé

dentro de mí. Pero por más que espere, jamás nadie apareció, las calles de esta

ciudad permanecieron vacías. En este lugar sin gente, había algo extraño, si las

luces se encendieron ¿Porque la de las casas no?

CUENTOS PERUANOS 24

Page 25: Libro Cuentos Peruanos

Mire en la venta de una pequeña casa y pude notar que había alguien ahí

adentro, pero esa persona no estaba sola, ya que había alguien más a su lado. Me

puse muy triste, ya que yo busco a alguien que esté tan solo como yo lo estoy.

Corrí a otra ventana y note lo mismo que en la anterior, en todas las casas la

historia era la misma, había dos personas juntas, y estaban con las luces

apagadas. En este lugar no hay nadie que esté tan solo como yo lo estoy, por eso

me iré de viaje, voy abuscar a más personas, en este extraño lugar.

Me gustaría mucho encontrar a alguien que esté tan solo como yo lo estoy. Pero

yo sé que si alguna vez encontrara a una persona que me quiera, que deberás me

quiera de verdad, entonces esta persona y yo, por mas difícil que sean las cosas,

un día tendríamos que separarnos.

Pero aun a pesar de saber eso, quiero encontrar a aquella persona que lo es todo

para mi, y con este pensamiento, hoy una vez más me encamino rumbo a otro

lugar sin gente. ¿Pero es que acaso existe alguien para mí? Una persona a la que

quiera mucho, una persona que solo me quiera a mí.

CUENTOS PERUANOS 25

Page 26: Libro Cuentos Peruanos

Después de atravesar el desierto entero, llegue a otra ciudad, pero por alguna

razón extraña, todas las ciudades de este planeta eran tan parecidas. En este

lugar tampoco había nadie, en este lugar todos estaban acompañados de alguien

más, la tristeza que sentía era tan grande que termine llorando. El dolor de estar

tan solo por tanto tiempo era tan frustrante.

No pude resistir mas y me metí a una de las casas, cuando entre en ella me di

cuenta que las personas que habitaban este planeta, no eran personas, sino solo

eran sombras, y la razón por la que nunca encendían las luces de sus casas, era

para no darse cuenta de su triste realidad.

El tiempo que pasan juntas, es como un sueño, un instante fugaz y maravilloso,

los sueños de ellos siempre se harán realidad, y estas sombras harán felices a los

demás, haciendo lo que ellos les digan que hagan. Pero existe algo que ellos

nunca podrán hacer, por más que lo intenten, nunca podrán ser humanos.

Quizás con el tiempo logren imitarlos y hasta remplazarlos, pero nunca serán

humanos, y yo lo sé, porque soy uno de ellos. Yo una vez, tuve a alguien a mi

lado, estoy seguro que no estuve tan solo, tan solo como estoy ahora. Una vez

tuve a alguien que me quiso mucho y estuvo a mi lado, pero por alguna razón nos

separamos, e incluso olvidamos como nos llamábamos, la única forma de que

reconozca a esa persona que fue tan especial para mí, es encontrando a alguien

que este solo, tan solo como yo lo estoy ahora.

El día de hoy seguiré buscando a la persona que es tan especial para mí, aunque

yo no pueda hacer realidad sus sueños, ni menos hacer todo lo que ella me diga

que haga, quiero encontrarla, e intentar ser feliz. Así sea por un breve tiempo,

quiero ser feliz…

Pero… ¿Por qué olvide a esa persona que fue tan especial para mí…? Y ahora…

Porque tengo que acordarme de eso, si ya la había olvidado. Este lugar sin gente,

me trae tantos recuerdos, recuerdos muy pasados, casi olvidados, que sensación

CUENTOS PERUANOS 26

Page 27: Libro Cuentos Peruanos

tan extraña ¿Por qué tengo que llorar por alguien a quien no recuerdo? ¿Por qué

mis ojos se llenan de lágrimas?

En este mundo existen muchos recuerdos que olvidamos, y otros más que

debemos olvidar. ¿Por qué aquellos recuerdos que son tan tristes, y no hacen más

que lastimarnos por más que pase el tiempo, jamás logramos olvidarlos?, y en

cambio, aquellos recuerdos que nos hacen tan felices, aquellos recuerdos que

nunca debemos olvidar, los olvidamos tan fácilmente… ¿Porque?

Muy pronto llegue a un enorme barranco, del que parecía que no había salida, ese

barranco era tan profundo, que se parecía al olvido. Y estoy muy seguro que

después de ahí, vivía la nada, la nada era el olvido más profundo, cuando las

personas olvidan sus sueños, esos sueños olvidados se convierten en nada, y

muy pronto este vacío toma forma, este vacío vagara por el mundo entero para

siempre, siempre sin rumbo y siempre sin sentido, y lo único que hará será sufrir y

sufrir, pero si este vacío encuentra a una sombra, también la convertirá en vacio.

Tuve mucho miedo de lo que me pasaría si me convertía en un vacio, ya que si

caigo en el olvido, jamás podre salir de ella. Así que decidí, buscar otro camino,

durante la noche pude ver a muchas sombras vagando por la tierra, ellos como

yo habían perdido a alguien, a alguien que los hacía tan especiales e importantes.

El destino de ellos es buscar a la persona que deberán hacer feliz, pero, eso será

algo muy difícil, como ellos no ven la luz, nunca serán capaces de reconocer a su

persona especial, así esa persona tan especial para ellos este a su lado. Es muy

triste el destino de las sombras… Estas sombras un día, cuando se den por

vencidas de buscar su felicidad, se convertirán en olvido y luego en vacio, ósea no

serán nada más que recuerdos olvidados. Yo tengo miedo de seguir ese mismo

destino. Tengo mucho miedo de nunca encontrar mi felicidad.

Después de viajar muchos días sin encontrar a nadie, encontré a un anciano,

quien estaba tan solo como yo lo estoy, el vivía en las ruinas de la que un día fue

una prospera y enorme ciudad, las personas que vivían aquí, se fueron hace

CUENTOS PERUANOS 27

Page 28: Libro Cuentos Peruanos

mucho tiempo, pero él decidió quedarse, a diferencia de mi, él no buscaba a su

persona especial, sino que él esperaba a que ella le encuentre a él, y estaría ahí

hasta que esa persona que es tan especial para él le encuentre.

En este mundo existen muchas personas, que quieren ser feliz ¿Qué me hace tan

especial? Yo y aquella persona muy pronto empezamos a hablar, como era nuevo

aquí, necesitaba saber más de este lugar sin gente.

– Dime, en este mundo ¿Existirá alguien que me quiera?

– Yo creo que si, en un principio nacemos como uno solo, pero con el tiempo nos

separamos, si una mitad encuentra a la otra, solo la felicidad la esperada.

– Y si ¿A esa persona, no le gusto como soy?

– Entonces eso no es amor, y por lo tanto esa persona, no es la que tanto andas

buscando.

– Entonces no buscara nada de mi ¿Verdad?

– Pues nada, solo te buscara a ti. Cuando una persona deberás te ama, no le

importa lo que eres, o como eres, ella solo te ama a ti.

– Y si esa persona ¿No me quiere? Y si quiere a alguien más ¿Qué debo hacer?

– Cambiar los sentimientos de una persona es algo muy fácil, pero el amor no se

cambia, ya que es algo que solo se siente solo una vez en la vida. Tú tendrás que

arriesgarte y averiguarlo.

Al día siguiente seguí mi viaje, rumbo a otro lugar sin gente, cada paso que daba,

me llevaba más hacia la persona que tanto quería encontrar. Yo una vez perdí a

alguien muy importante para mí…

CUENTOS PERUANOS 28

Page 29: Libro Cuentos Peruanos

Recuerdo que aquello resulto ser muy doloroso, el recuerdo de esa persona,

todavía causa mucho dolor dentro de mi. Aquello que perdí fue tan importante que

el dolor sigue lastimándome. Por eso sigo buscando a aquella persona que perdí,

y me quiso tal como soy. Un día me senté a orillas de un río y alguien vino a mí,

era ella, era esa persona tan especial que anduve buscando por tanto tiempo.

Yo estaba seguro de que era ella, después de buscarla por todo el Universo, solo

tuve que sentarme a esperarla, y ella fue la que me encontró a mí.

Pero, ahora que la he encontrado, siento más dolor, porque es doloroso estar con

alguien que te quiera y a quien quieras, pero por más que lo intentes, nunca

podrás hacerla feliz. Y menos darlo todo por ella, verle es doloroso, por esa razón

me vuelvo a apartar de la persona que quiero.

Todo el camino estuve llorando, lamentando lo que hice. Pero ya no había marcha

atrás, lo más probable es que aquella persona tan especial, se halla

decepcionado de mí… Y busque a alguien mejor que yo… Pronto volví a aquella

misteriosa ciudad en ruinas, en donde estaba el mismo anciano, sentado y

esperando como siempre.

– ¿Aun no has encontrado a tu persona especial?

– Esa persona ya me ha encontrado, pero tuve que irme de su lado.

– ¿Por qué?

– Me he apartado de su lado, porque le quiero mucho.

– No entiendo, ¿La quieres y te apartas de ella?

– Si lo he hecho, para que esa persona sea feliz, en este mundo, debe existir

alguien mejor que yo, para ella.

CUENTOS PERUANOS 29

Page 30: Libro Cuentos Peruanos

– Pero esa persona entre todas las personas, te ha escogido a ti… Y aún a pesar

de eso, ¿Te vas de su lado? Dime ¿Que es la felicidad para ti?

– Pues la felicidad es… Es… Mi felicidad es estar junto a ella, solo estando a su

lado seré muy feliz.

– ¿Aunque duela? ¿Aunque sufras?

– Si, así pasaran las cosas, pues, aun así quiero estar a su lado… Por fin he

encontrado mi felicidad… Gracias… Muchas gracias, quisiera que usted también

encuentre a la suya pronto.

– Pues el amor de la persona que amo, ya no es de este mundo, yo a diferencia

de ti, ya no puedo verla más, ni menos aun tocar su mano y sentir el aroma de su

piel, yo no espero a aquella persona que lo es todo para mi, en el pasado ya la

conocí, y la perdí, solo espero, hasta que mi tiempo llegue y pueda estar junto a

ella. Una vez esta ciudad fue testigo de nuestra historia de amor, pero así como

se destruyó, mi amor también se destruyó, pero aun a pesar de eso, yo todavía

sigo amándola. Y cada día de mi vida, se la dedico a ella.

Y con estas palabras corrí de regreso hacia ella.

La vi llorando en el mismo lugar en el que le había dejado, ella me estaba

esperando. Apenas le vi, corrí hacia ella, y la estreche lo más fuerte que pude

entre mis brazos, quería sentir cada latido de su corazón… Esta vez nunca jamás

me apartaría de su lado.

Tú y yo nos parecemos, abres la puerta y no hay nadie esperándonos, solo la

soledad y la tristeza. No hace falta que me expliques dónde estabas.

Porque después de todo, tú y yo somos iguales. Al fin me di cuenta de lo terrible

que es sentirse solo. Saber que no estará nadie en casa esperándote cuando

llegues, ese dolor es muy triste. Estar solo es terrible, es muy doloroso estar solo.

Yo un día estuve muy solo, el dolor que sentía era tan grande, que no me dejaba

CUENTOS PERUANOS 30

Page 31: Libro Cuentos Peruanos

ser feliz, así que salí desde mi hogar, para buscar aquella persona que lo es todo

para mi, aquella persona con la que descubriría que es ser feliz.

Cuando estoy contigo, me siento tan bien, tú y yo hemos vivido mucho tiempo

solo. En este lugar sin gente encontré lo que tanto andaba buscando. Mi

felicidad…

Aquí existen muchas personas que buscan a alguien que deberá serlo todo para

ellos, a alguien con quien descubrirán los que es ser felices. Muchos vienen de

distintos lugares y entre todas las personas, ella me encontró a mí, se que ella me

quiere y yo soy muy feliz, estamos juntos y estamos felices.

Soy feliz, soy muy feliz…

CUENTOS PERUANOS 31

Page 32: Libro Cuentos Peruanos

EL MARQUES Y LOS GAVILANES

La familia Santos de Molina había ido perdiendo en cada generación una hacienda, una casa, una dignidad, unas prerrogativas y al mediar el siglo veinte sólo conservaba de la opulencia colonial, aparte del apellido, su fundo sureño, la residencia de Lima y un rancho en Miraflores.

Gentes venidas de otros horizontes - del extranjero, claro, pero también de alejadas provincias y del subsuelo de la clase media - habían ido adueñándose poco a poco del país, gracias a su inteligencia, su tenacidad o su malicia. Nombres sin alcurnia ocupaban los grandes cargos y manejaban los grandes negocios. El país se había transformado y se seguía transformando y Lima en particular, había dejado de ser el HORTUS CLAUSUM! virreinal para convertirse en una urbe ruidossa, feísima e industrializada, donde lo más raro que se podía encontrar era un limeño.

Los Santos de Molina se habían adaptado a esa situación. Olvidaron sus veleidades nobiliarias, contrajeron alianzas con gentes de la burguesía, se embarcaron en especulaciones bursátiles, trataron de hacer tecnócratas a sus hijos y en la última generación surgieron incluso mozalbetes que recusaban en bloque los valores tradicionales y se iban en blue jeans a fumar marihuana a la ciudad milenaria de Macchu Pichu.

CUENTOS PERUANOS 32

Page 33: Libro Cuentos Peruanos

Pero el único que no aceptó esta mudanza fue don Diego Santos de Molina, el mayor de los tíos, un solterón corpulento, que seguía exigiendo en ciertos círculos que se le tratara de marqués, como su antecesor Cristóbal Santos de Molina, cuarto virrey del Perú. En plena juventud había sufrido un accidente que le paralizó el brazo izquierdo, lo que lo apartó de la vida activa y lo confinó al ocio, al estudio y la conversación. Para que se entretuviera en algo y gozase de una renta, la familia le encargó la administración de los bienes comunes y le cedió la casona de la calle Amargura, que de puro vieja nadie quería habitar.

Fue allí que rodeado de daguerrotipos y pergaminos, Diego Santos de Molina fundó una comarca intemporal, ocupado en investigaciones genealógicas y en la lectura de las memorias del duque de Saint-Simon, que terminó por conocer de memoria. Su contacto con la ciudad se había vuelto extremadamente selectivo: misa los domingos en San Francisco, té todas las tardes en el bar del Hotel Bolivar, algunos conciertos en el Teatro Municipal y tertulias con tres o cuatro amigos que, como él, seguían viviendo la hipótesis de un país ligado aún a la corona española, en el que tenían curso títulos, blasones, jerarquías y protocolos, país que, como estaban todos de acuerdo, "había sido minado definitívamente por la emancipación".

CUENTOS PERUANOS 33

Page 34: Libro Cuentos Peruanos

Estas tertulias eran siempre las mismas y su enjundia venía de su repetición. Después de un preámbulo nostálgico y empolvado, en el que se evocaba el mundo arcádico del príncipe de Esquilache y del Paseo de Aguas, se llegaba infaliblemente a la revista de los personajes y familias que estaban en el candelero. Sobre esta materia, don Diego poseía una autoridad canónica y una facundia que había llegado a ser legendaria. Gracias a sus pesquisas, a la tradición oral y a su prodigiosa memoria conocía los orígenes de todas las familias limeñas. Y así no había persona descollada que no descendiera de esclavos, arrieros, vendedores ambulantes, bodegueros o corsarios. Alguna tara racial, social o moral convertía a todos los habitantes del país, aparte de los de su círculo, en personas infrecuentables.

Una tarde en que llegó al bar del Hotel Bolivar a tomar su té se llevó una enorme sorpresa: su mesa, la que desde hacía años le tenía reservada en el ángulo más tranquilo, donde podía leer el ABC y el TIMES sin ser importunado, estaba tomada por tres señores que departían en voz baja ante sendas tazas de café.Se aprestaba a ponerse los anteojos para identificarlos cuando el viejo mozo Joaquín Camacho se le acercó y tomándolo del brazo lo condujo hacia el mostrador pidiéndole excusas, tenía que comprender, señor marqués, pero don Fernando Gavilán y Aliaga...

CUENTOS PERUANOS 34

Page 35: Libro Cuentos Peruanos

EL OSITO RUFUS

En un bello jardín se encontraba el pequeño Rufus, un osito panda muy travieso, al que le encantaba descubrir cada día algo diferente. Un día quiso alejarse un poco de su hogar en las montañas pues quería conocer un gran circo.Su madre le había advertido muchas veces que en la vida no todo es color de rosa pues su especie estaba en peligro y no debía de alejarse demasiado.Sin embargo, Rufus tenía muchas ganas de ir pues había escuchado que los circos eran mágicos, y que podría ver al hombre más fuerte del mundo, malabaristas, equilibristas y domadores de leones.

De pronto vió un cartel del circo con una flecha a la derecha:

– Ya llegué, este debe ser el gran circo, que emoción, se dijo.

Cuando lo vieron otros animales trataron de advertirle del peligro diciéndole:

– No te acerques, si te ven no podrás escapar.– ¿A qué se refieren?, preguntó.– Nosotros no estamos aquí por nuestra voluntad.– Pero yo quiero ver el espectáculo y la magia del circo.– Mejor regresa a salvo con tu familia y da marcha atrás.

CUENTOS PERUANOS 35

Page 36: Libro Cuentos Peruanos

Rufus fue capturado y encerrado en una celda, lo querían para que sea parte del espectáculo del oso. Rufus estaba muy asustado y solo quería volver a casa.

Poco a poco fue aprendiendo a hacer equilibrio en la cuerda floja, la gente llegaba con mucha emoción para ver a al osito rufus hacer sus piruetas.

Un día el encargado del circo al ver la carita del osito notó que estaba muy triste y le dio tanta pena que dejó la reja abierta a propósito para que pueda huir.

Rufus salió disparado y pudo regresar sano y salvo a su casa en donde su madre muy feliz lo recibió con todo su amor. Rufus aprendió que uno siempre debe de seguir los sabios consejos de la gente buena.

CUENTOS PERUANOS 36

Page 37: Libro Cuentos Peruanos

El ROPERO, LOS VIEJOS Y LA MUERTE

En casa había un ropero muy grande, que mi padre heredo de sus abuelos, y que

nos ha acompañado en cada mudanza, mi padre lo usaba para guardar su abrigo,

nosotros lo veíamos como una casa. Cuando papá no estaba, entrábamos y

jugábamos. El ropero tenía tres divisiones, el de la izquierda tenía una puerta

pesada, El cuerpo central, tenía cuatro amplios cajones en la parte inferior, y

encima de los cajones había libros; parte superior, una puerta con llaves, nunca

supimos que había ahí, tal vez cosas antiguas o fotos. El cuerpo de la

derecha, había camisas, ropas blancas, estaba cubierto con un espejo.

El de la izquierda se comunicaba con la derecha por un pasaje alto, este era

nuestro juego preferido,  escondernos en el pasaje alto. Mi padre tenía su cama

frente al cuerpo de la derecha, y siempre al acostarse se veía en el espejo, y

recordaba a sus antepasados, que un día se miraron en ese espejo.

Llego el verano y la huerta había dado sus mejores frutos, los amigos de mi padre

venían a visitarlo y uno de ellos fue. Alberto Rikets, que después de mucho tiempo

CUENTOS PERUANOS 37

Page 38: Libro Cuentos Peruanos

se volvían a ver, él tenía una farmacia y mi padre en ese tiempo, solo pudo

comprar una casa. El amigo de mi padre tenía un hijo, Albertito, era un poco tonto

para entender y nosotros tuvimos que jugar con él. Mi padre por esos días lejos de

estar leyendo como lo hacía, hablaba con su amigo en el jardín. Albertito encontró

nuestra pelota debajo de la cama, eso nos hizo recordar grandes partidos en la

calle, contra los hermanos Gómez. Nos fuimos a jugar en la calle; Hicimos nuestro

arco junto al muro de nuestra casa; y colocamos a Albertito de Guardavalla. Tapó

varios tiros, y luego lo bombardeamos; luego pateó él, y yo fui al arco, su primer

tiro me dejo la mano adolorido, para ser enclenque, tenía una patada de mula.

Cuando Albertito dio el tercer tiro, la pelota paso por encima de los muros, salió mi

padre y regalo la pelota a un obrero. Sin entender pasamos a la casa.

Mi padre nos llamó a su cuarto, después de que su amigo se había ido; y vimos el

espejo chancado; a causa de la pelota. Solo quedó el marco del espejo. El espejo

donde se miraban mis abuelos dijo mi padre. Pero a partir de ahí nunca mas habló

de sus antepasados, miró el futuro.

Cuando mi padre murió, cada uno tomó un cajón de cuerpo central del ropero;

cada uno lo cuido con gran recelo; como lo cuidó papá. Esto ha sido el resumen

del cuento el ropero, los viejos y la muerte

CUENTOS PERUANOS 38

Page 39: Libro Cuentos Peruanos

EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE

Éste era un matrimonio joven. Vivían en una comunidad. El hombre tenía una vaquita, una sola vaquita. La alimentaban dándole toda clase de comidas, gachas de harina o restos de jora. La criaban en la puerta de la cocina. Nunca la llevaron fuera de casa y no se cruzó con macho alguno. Sin embargo, de repente apareció preñada. Y parió un becerrito color marfil, de piel brillante. Apenas cayó al suelo mugió enérgicamente. El becerrito aprendió a seguir a su dueño, como un perro iba tras él por todas partes. Y ninguno solía caminar solo, ambos estaban juntos siempre. El becerro olvidaba a su madre; solo iba donde ella para mamar. Apenas el hombre salía de casa el becerro lo seguía. Cierto día el hombre fue a la orilla de un lago a cortar leña.

El becerro lo acompañó. El hombre se puso a recoger leña en una ladera próxima al lago, hizo su carga, se la echó al hombro y luego se dirigió a su casa. No se acordó de llamar al torito. Este se quedó en la orilla del lago comiendo la totora que crecía en la playa. Cuando estaba arrancando la totora, salió un toro negro, viejo y alto, del fondo del agua. Estaba encantado; era el Demonio que tomaba esta figura. Entre ambos concertaron una pelea. El toro negro dijo al becerro: – Ahora mismo tienes que luchar conmigo. Tenemos que saber cuál de los dos tiene

CUENTOS PERUANOS 39

Page 40: Libro Cuentos Peruanos

más poder. Si tú me vences, te salvarás; si te venzo yo, te arrastraré al fondo del lago. – Hoy no – contestó el torito – . Espera que pida licencia a mi dueño; que me despida de él. Mañana lucharemos. Vendré al – Bien – dijo el toro viejo –.Saldré al mediodía. Si no te encuentro a esa hora, iré a buscarte en una litera de fuego, y te arrastraré a ti y a tu dueño.

Esta bien. A la salida del sol apareceré por estos montes – contestó el torito– Así fue como se concertó la apuesta, solemnemente. Cuando el hombre llegó a su casa, su mujer le preguntó: – ¿Dónde esta nuestro becerrito? Sólo entonces el dueño se dio cuenta de que el torito no había vuelto con él. Y dijo: –¿Donde estará? Salió de la casa a buscarlo por el camino del lago. Lo encontró en la montaña. Venía mugiendo de instante en instante. –¿Qué fue lo que hiciste? ¡Tu dueña me ha reprendido por tu culpa! Debiste regresar inmediatamente – le dijo el hombre muy enojado. El torio contestó: – ¡Ay! ¿Por qué me llevaste, dueño mío? ¡No sé que ha de sucederme! –¿Qué es lo que ha ocurrido?¿Qué puede sucederte?–, preguntó el hombre. – Hasta hoy nomás hemos caminado juntos, dueño mío. Nuestro camino común se ha de acabar. –¿Por qué? ¿Por qué causa? – volvió a preguntarle. 2 – Me he encontrado con el poderoso, con mi gran señor Mañana tengo que ir a luchar con él. Mis fuerzas no pueden alcanzar sus fuerzas. ¡Ya no volveré! Me ha de hundir en el lago – dijo el torito.

Al oír esto, el hombre lloró. Y cuando legaron a la casa, lloraron ambos el hombre y la mujer. –¡Ay, mi torito! ¡Ay, mi criatura!, ¿Con qué vida, con qué alma nos has a dejar? Y de tanto llorar se quedaron dormidos. Y así, muy al amanecer aún quedaban sombras, muchas sombras, cuando aún no había luz de aurora, se levantó el torito y se dirigió a la puerta de la casa de sus dueños y les hablo así: – Ya me voy, quédense, pues, juntos. – ¡No, no! ¡ No te vallas – le contestaron llorando – aunque venga tu señor, tu encanto, nosotros le destrozaremos los cuernos. –No podréis– contestó el torito. El dueño subió al cerro y llegó a la cumbre. allí se tendió; oculto en la paja miró al lago. El torito llegó a la rivera; empezó a mugir poderosamente; escarbaba el suelo y echaba el polvo al aire. Así estuvo largo rato, mugiendo y aventando tierra; solo, muy blanco, en la gran playa. Y el agua

CUENTOS PERUANOS 40

Page 41: Libro Cuentos Peruanos

del lago empezó a moverse; se agitaba de un extremo a otro; hasta que salió de su fondo un toro negro, grande y alto como las rocas.

Escarbando la tierra, aventando polvo, se acercó hacia el torito blanco. Se encontraron y empezó la lucha. Era el medio día y seguían peleando. Ya arriba, ya abajo, ya hacia el cerro, ya hacia el agua, el torito luchaba; su cuerno blanco se agitaba en la playa. Pero el toro negro lo empujaba, poco a poco, hacia el agua. Y, al fin le hizo llegar hasta el borde del lago, y de un gran astazo lo arrojó al fondo, entonces el toro negro, el Poderoso, dio un salto y se hundió tras su adversario. Ambos se perdieron en el agua. El hombre lloró a gritos; bramando como un toro descendió la montaña; entro en su casa y cayó desvanecido. La mujer lloraba sin consuelo. Hombre y mujer criaron a la vaca, a la madre del becerrito blanco, con grandes cuidados, amándola mucho, con la esperanza de que pariera un torito igual al que perdieron. Pero transcurrieron los años y la vaca permaneció estéril. Y así, los dueños pasaron el resto de vida en la tristeza y el llanto.

CUENTOS PERUANOS 41

Page 42: Libro Cuentos Peruanos

LADISLAO EL FLAUTISTA-¿Oyes, maestro?

-¿Qué?

-Flauta.

Y toda la clase se sume en religioso silencio.

A cual más, los muchachos tratan de oir, levantándose de las carpetas.

-¡El Ladislau!

-¡Sí, el Ladislau!

-Sólo el Ladislau, maestro, sabe tocar así la flauta.

-No puede ser Ladislao, niños. Su padre, hace poco, me ha dicho que está ausente y que ya no regresará al pueblo. Ha ido a Chachapoyas, donde su madre.

-El Ladislau es, señor. Ha llegado ayer, al anochecer, con la lluvia. Yo lo he visto.La escuela es ya un revuelo.

CUENTOS PERUANOS 42

Page 43: Libro Cuentos Peruanos

En todos los labios tiembla el nombre de Ladislao. Y una profunda ola de simpatía cruza la escuela de banda a banda.

-El Ladislau es, señor... Allí está su cabeza.

Sí, maestro. Allí está,véalo, véalo usted. Está mirando por el cerco.

Efectivamente, la cabecita hirsuta de Ladislao aparecía por sobre el pequeño cerco de piedras de la escuela.

-Zamarruelo... Vayan a traerlo.

Y tres de los muchachos más grandes de la clase van como un rayo en su busca, y después de un rato vuelven sin haber podido coger a Ladislao. Y sólo dicen:

-Señor, se escapó a todo correr, como un venado, por el monte.

-¡Qué raro!-exclama el maestro. Ladislao se está volviendo vagabundo. ¡Qué lástima, un buen muchacho!Y todos recuerdan con pena al compañero que tantos deliciosos momentos dio a la escuela con su arte. Parecía que Ladislao hubiera nacido con el divino don de tocar la flauta y de hacer flautas de carrizo como nadie.

CUENTOS PERUANOS 43

Page 44: Libro Cuentos Peruanos

Todos recuerdan aún que, cuando un grupo de comuneros del pueblo salió a explorar la verde e inmensa selva que empieza al otro lado del cerro, fue él quien iba adelante tocando la flauta, acompañado en el tambor por Macshi, otro muchachito, hasta la loma de las afueras, donde se despidió a los valientes exploradores. Y, además, todos recuerdan nítidamente su inseparable poncho raído, con color de tierra ya por el demasiado uso, y su cabeza enmarañada y rebelde como los zarzamorales de las quebradas.-El Ladislau se ha vuelto así diz, maestroo, porque mucho le pega su madrastra.-Sí, algo he sabido. ¡Pobre muchacho!

-A mí me ha contado así, señor, llorando...

-Por eso diz que vive así, señor, andando por todos lados, por todos los pueblos.

-Ahora diz, señor, no ha llegado a la casa de su padre. Ha llegado donde la mama Grishi.

-Su padre ya ni cuenta hace de él diz, señor. Lo ve como un extraño.

-Y ahora diz, maestro, se va a vivir ya en la mina

.-¿En las minas de sal?

-Sí diz, señor.

-¿Y su madre?

-Diz, señor, que está enferma en Chachapoyas y, precisamente, él quiere trabajar para ayudarla.

-Y por eso diz, maestro, ya no vendrá más a la escuela.

CUENTOS PERUANOS 44

Page 45: Libro Cuentos Peruanos

En ese momento, volvieron a oirse lejanas notas de flauta que como sollozo de niño abandonado hacían florecer en la escuela todo un rosal de emoción perfumada de tristeza.

¡El corazón de los niños estaba en suspenso!

En la huerta, bañada por la luz de oro de un jovial sol mañanero, hasta los finos álamos parecían agobiados de pena.

Ladislao el flautista, se alejaba para siempre de la escuela.

CUENTOS PERUANOS 45

Page 46: Libro Cuentos Peruanos

LA LLAMA BLANCAEspoleando el caballo con el extremo de la rienda en la mano, el hacendado se lanzó furioso contra el indio para castigarlo ejemplarmente delante de todos los peones. Inclinado el cuerpo sobre el estribo derecho, azotaba al servidor encogido, que, por tierra, hecho un ovillo, pedía al taita perdón a gritos. Pero don Vicente Cabral no quería ya tolerar estos amores escandalosos. ¿No había acaso mujeres en la hacienda? Si otra vez lo pescaba entre las llamas, doscientos azotes a calzón quitado y una noche entera en el cepo…

El rebaño de llamas miraba el suplicio con atención humana: cincuenta bestias de suaves ojos y delicada gracia de mujer. Más alta que las demás, enjaezada como una mula de feria, albísima, sin tacha, ésta llevaba por gala y fantasía la lana del pescuezo entrelazada con cintas rojas y borlones que azotaban, al oscilar, la esquila de plata. Los indios la llamaban la Killa porque era blanca y tal vez sagrada, como la luna llena.

Por entre las pesuñas hendidas se arrastró el indio castigado para escaparse. Entonces, los mismos peones detuvieron con respeto suplicante el caballo del hacendado, para que éste no fuera a azotar también a la llama.

—Mama Killa— prorrumpió un indio designando la Luna, ya rosada en la tarde de abril.

Un hacendado del Perú siempre lleva revólver y las llamas no cuestan caras. Además, era preciso enseñar a los indios que las llamas no son mujeres, ni pueden ser amadas como tales. De un certero disparo en la oreja cayó al suelo la Killa, tiritando; sus ojos muy abiertos miraron con dulzura tan femenina que el

CUENTOS PERUANOS 46

Page 47: Libro Cuentos Peruanos

hacendado mismo se arrepintió inmediatamente de su brutalidad. La sangre manchaba ya el vellón, la esquila y los cascabeles: con el temblor de la agonía resonaba apenas su música. Entonces los indios, arrodillados, empezaron a sollozar lastimeramente, y el más audaz de todos se volvió a designar la Luna que se esponjaba en la noche, toda roja de presagios de sangre: Sin hacer caso de las supersticiones de “estos indios bárbaros”, don Vicente Cabral desmontó en el patio de la hacienda y subió a acostarse, malhumorado. No toleraría nunca que las lindas bestias estuvieran adornadas como prostitutas.

Cuatro indios se llevaron el cuerpo de la Killa hacia la huaca, donde están enterrados los cadáveres de los grandes abuelos, de todos aquellos, generales o príncipes, que hicieron la majestad del imperio peruano antes de que vinieran a contrarrestar los designios de Huiracocha unos hombres circundados de metal, invulnerables. La huaca está vecina al río, al pie de una montaña de los Andes. 

Una música lejana y lúgubre repercutió de cerro a cerro hasta los valles, vencida a trechos por el estruendo del agua en las piedras rodadas de la montaña. Como al conjuro de estas quenas invisibles, la Luna se había tornado blanca y llena de perdones. Silenciosamente fueron apareciendo formas morenas en la noche, avanzando apenas con ese monótono paso de los indios, que pisotean el suelo como en una danza. De la envoltura de los ponchos salieron mujeres pálidas que llevaban las trenzas sobre los pechos y gimoteaban a compás, como en los entierros.

CUENTOS PERUANOS 47

Page 48: Libro Cuentos Peruanos

Cuando los indios se irguieron a la llama agonizante, la invocación al taita Huiracocha que está en los cielos resonó agudamente, y los puños cerrados amenazaron la casa del hombre blanco situada más abajo, en los extremos de la hacienda. El dueño de la llama, el indio castigado, se arrodilló a besar la herida que seguía manando sobre el vellón, blanquísimo en la noche. Entonces la Killa se estremeció en el suelo, muerta, y le arrancaron el corazón para regarlo sobre la huaca de los abuelos, mientras las quenas lejanas seguían lamentando la injusta ruina de la raza. En el cielo, la sagrada Luna, Mama Killa, desfalleciente como esta hermana suya, no mostraba sus estrías de sangre amenazante; pero los indios comprendieron cuál era su deber. Azotaron a los perros para que aullaran siniestramente hacia la madre del cielo y le contaran la pena de sus hijos terrestres. En voz baja, lamentaban las virtudes de la bestia muerta, su blancura sin tacha, sus ojos de mujer, su vellón esponjado como la flor del algodón. Ninguna supo bajar de la mina tan grávidos lingotes de oro, ninguna tan hábil para guiar por la puna, deteniéndose apenas a ramonear la hierba pálida, un rebaño caprichoso y lento.

Bajo una piedra de la orilla del río quedó enterrada; no cabe duda alguna del hecho. Mas sólo el amo de la hacienda quedó atónito al día siguiente cuando llegó el rebaño conducido por una llama blanca. Era la misma, era la Killa, con idéntico jaez y esa mirada… Don Vicente Cabral se estremeció. En los alrededores de la hacienda no había llamas tan blancas, y él estaba seguro de haber disparado con mano firme en la oreja derecha. Salio al patio sin decir palabra. Los indios servidores bajaban la mirada como siempre, para no dejarse leer los pensamientos. 

Con alegría de cabras retozaban las llamas en el patio, cuando no se agazapaban indolentemente frente a las nieves de la altura o, de un salto brusco, rehusaban la carga: el lingote de oro y la paca de algodón. Inmóvil y erguida en la puerta del corral estaba la Killa. Sí, la misma, enjaezada como ayer, mirando al amo. Don Vicente Cabral conocía por dolorosa experiencia las extrañas artes de los indios, sus iras silenciosas, sus venganzas plañideras, su risa inmóvil; y le pareció preferible no interrogar a nadie. Le hubieran respondido como otras veces, ¡tantas!, modulando su quejido sempiterno: “Manan, taita”. No sabían, no vieron nada… De todo eran capaces. Quizá podían resucitar con sus brujerías a las bestias, o tal vez, corriendo una noche entera por los caminos, hallaron y trajeron otra llama blanca. No daría a estos hombres taimados el espectáculo de la sorpresa o de la cólera.

Montó a caballo y se acercó al rebaño contándolo en voz alta: una…, dos…, quince…, cincuenta. Estaban cabales. Entonces le temblaron las piernas, y probablemente los indios lo advirtieron, porque tintineaban las espuelas. Para calmarse permaneció inmóvil; pero divisaba perfectamente junto a la oreja derecha de la Killa una mancha roja y redonda como traza de bala. Estaba tan cerca de la llama, que no pudo resistirse a mirarla de frente. ¡Esos dos ojos altaneros tenían rencor humano! De súbito, la bestia le escupió el rostro y se alejó

CUENTOS PERUANOS 48

Page 49: Libro Cuentos Peruanos

ondulante. Uno de esos escupitajos que recelan los indios porque manchan la ropa para siempre. Don Vicente Cabral no supo con exactitud por qué no la emprendía a latigazos con los peones y las bestias. Despacio, enjugó con el pañuelo la baba oscura y espumante que le chorreaba en la mejilla. Ya los indios se arrodillaban esperando el castigo y gimiendo anticipadamente, porque conocían al amo cruel. Pero el amo cruel había perdido la cabeza; por primera vez no tenía ganas de afrentar a nadie o en su alma de civilizado entró quizá siniestramente el amor de los indios por las llamas. Cuando el rebaño se alejaba por la montaña, la Killa volvió la cabeza repetidas veces para mirar al hacendado que estaba inmóvil a caballo, frente al cielo y la Luna y las águilas que suben a los nidos altos, y todo ese misterio de la noche serrana que hace tiritar a los hombres blancos. 

Del caballo no paró sino en cama. La mancha del escupitajo no podía borrarse, y fue creciendo en la mejilla como esa extraña enfermedad que los indios llaman uta. El rostro overo y cárdeno se cae a pedazos, roído por un mal incurable. Mientras el amo se moría repitiendo en voz baja el nombre de la llama, sus servidores le miraban el semblante lleno de manchas rojas y chamuscadas, como las heridas de un revólver de buen calibre.

CUENTOS PERUANOS 49

Page 50: Libro Cuentos Peruanos

LA MENTIRA DE COCO

En una ciudad muy grande vivía Coco, un niño muy travieso y feliz, al que no le gustaba llevar un huevo en la lonchera que le preparaba su mamá para que coma a la hora del recreo en el colegio.

Pues no le gustaba el olor que dejaba en todo el aula cuando abría la lonchera.

Sus compañeros de clase le preguntaban:

– ¿Coco, por qué no traes dulces en tu lonchera como nosotros?

– Si coco, ¿por qué tu mamá te manda un huevo siempre?

Un día se armó de valor y le dijo a su mamá:

– Mamá, por favor ya no me mandes un huevo en la lonchera nunca más.– ¿Por qué hijito?– Porque no me gusta el huevo.– Coco, sabes cuántos niños en el mundo no tienen nada que comer y tú te das el lujo de despreciar lo que humildemente te puedo dar con mucho amor.– Pero mamá.– Está bien, si te hace sentir mejor, ya no te voy a mandar un huevo en la lonchera.– Gracias mamá, eres la mejor.

En un principio sintió felicidad al saber que ya no tendría que comer huevo en público, pero pronto se sintió terrible y con cargo de conciencia.

Pues sentía en el fondo de su corazón que estaba mintiendo porque le encantaba comer huevo de todos los tipos: frito, sancochado, batido, homelet; y sabía que su mamá no creía que de la noche a la mañana ya no le gustara. Pero le importaba más el que sus compañeros no lo criticaran ni se rieran de él a la hora del recreo.Su madre le quiso dar una lección y a la hora de la cena cocinó huevo revuelto para ella y su esposo. Coco se quedó mirando el sabroso huevo que había preparado su mamá y le dijo:– Y para mí, ¿no me vas a dar mamá?– Pero hijo ¿acaso no me dijiste que no te gusta? No te preocupes si gustas te sirvo.– No gracias mamá tienes razón en realidad ya no me gusta tanto.

CUENTOS PERUANOS 50

Page 51: Libro Cuentos Peruanos

Esa noche no pudo dormir por varias e interminables horas con el estómago vacío sonándole y con el cargo de conciencia de haberle mentido a su mamá y tuvo una pesadilla.

Soñó que su casa era de la forma de un huevo duro, que su mamá se había convertido en un homelet, y que el piso de toda la ciudad era de huevo revuelto.

Todos los niños felices jugaban y saltaban encima del huevo que era muy suave y rico.

– Miren chicos, podemos jugar al huevo saltarín.– Si, y después podemos comer todo el huevo que queramos.

Y empezaban todos a saltar encima de los distintos tipos de huevos que habían.

CUENTOS PERUANOS 51

Page 52: Libro Cuentos Peruanos

El único que no se divertía era Coco quien en su afán de no comer huevo prefería pasar hambre y soledad.

De pronto se dio cuenta que lo único que había en su nuevo mundo para comer eran huevos y que los niños se podrían comer a su madre que ahora era un homelet.

Empezó a llorar y a corrió rápidamente a su hogar que estaba siendo devorado por todos los niños, quienes estaban trepados en el techo de su casa comiéndose todo el huevo que encontraban y empezó a gritar:– No se coman a mi mamá.– ¡Por favor, el homelet es mi mamá!

Al despertar de aquel sueño terrible fue al cuarto de su mamá y le dijo:– Mamá, soñé que te convertiste en huevo y que te iban a comer unos niños, pero yo te defendí.

– Hijo, no te preocupes tanto pues ha sido sólo un sueño, mírame estoy bien y aquí a tu lado como siempre.– Mamá lo que sucede es que te mentí cuando te dije que ya no quería comer más huevo ni llevarlo en mi lonchera.– Coco, me di cuenta de eso desde un principio pues yo soy quien te prepara un huevo todos los días, veo como te agrada, lo saboreas y te lo acabas todo de un bocado.– Yo he sido niña igual que tú y también no me gustaba llevar un huevo en la lonchera por el olor que emanaba y las burlas que generaba en mis compañeros de colegio. Hijo, no debes avergonzarte de la comida que Dios nos da con todo su amor para nuestro bienestar y salud, los niños que se burlan de ti también comen huevo sólo que no son tan valientes como tú para llevar uno al colegio y comerlo libremente sin importarles el que dirán. A muchos adultos también les pasa lo mismo, comen alimentos o dejan de comerlos por complacer a los demás cuando en el fondo van contra ellos mismos y no son auténticos ni libres.– Mamá, no lo volveré a hacer.– Estoy orgullosa de ti y que me hayas dicho la verdad pues se requiere mucho coraje para hacerlo. Te quiero mucho.– Yo también te quiero Mamá.

Coco le pidió a su mamá que le sancochara un huevo para el desayuno y otro para la lonchera, pues quería comer un nutritivo huevo todos los días.Desde aquel día Coco llevó ya no sólo un huevo sino dos uno para él y otro para compartirlo con sus compañeros.

CUENTOS PERUANOS 52

Page 53: Libro Cuentos Peruanos

LA SOBERBIA DEL PIOJOUn momento señora….y la señora Linares, llena de inquietud y curiosidad, se quedó inmóvil. De tal manera que yo estiré resueltamente la mano y cocí la tela que cubría la casta morbidez de una espalda marmórea, un insecto rubio de tamaño muy diminuto, lo arrojé al suelo, le pasé varias veces el pie por encima y me sacudí las manos con repugnancia.

¿Qué es? ¿Qué ha sido? – preguntó la señora Linares. – nada, señora. Un pequeño

insecto que de seguro admiraba su belleza

– ¡cómo nada! un piojo – dijo interviniendo un viejo, un anciano de barbas revueltas y

ampulosas como nido de oropéndola, que, con su cara de perro parecía ladrarle a las

personas cuando hablaba con sus ojos cubiertos de arrugas.

– ¡Jesús! exclamó la señora Linares quién estaba avergonzada, así mismo la señora

Linares optó por retirarse, de manera que las demás mujeres también le siguieron el

camino, dejándonos completamente solos. Yo dirigiéndome al viejo no pude menos que

decirle:

– Usted es un indiscreto, señor Melchor. Eso no se le delata a una señora. Ha podido

usted ocasionarle un susto muy severo pudiendo provocarle un desmayo, el viejo me dijo,

yo prefiero un piojo a un perro, no sólo porque tiene dos patas más, sino porque no tiene

las bajezas de éste. El perro se agacha, se humilla, implora cuando recibe un  puntapié

del amo. El piojo es el más soberbio de los seres creados.

CUENTOS PERUANOS 53

Page 54: Libro Cuentos Peruanos

Bueno, bueno. Conversemos de los animales. Ha dicho usted que el piojo es el mejor

amigo del hombre. ¿Desde cuándo nació esta amistad? ¿Por qué?

Don Melchor se acarició la barba y después de un largo silencio comenzó: Tengo sesenta

años largos, que valen por seiscientos. Mis ojos han visto muchas cosas. Pues bien, es

con los ojos con lo que vi lo que voy a contarle.

Una tarde… No, fue una noche como un día cualquiera. Soñaba que un insecto de

proporciones elefantinas, me hurgaba el oído con una de sus garras, me decía

lentamente: ¡Melchor, despierta! ¡Te amenaza un peligro!.. Y yo, le contesté “Váyase

usted al demonio ¡¡ Déjeme dormir!” Y el insecto impertérrito: “¡Melchor despierta! Te

empujan la puerta del cuarto”. Y yo ya no era un hombre que dormía, sino un viejo que

atormentaba con sus ronquidos. Y vuelta el insecto: “¡Melchor!, si no despiertas te

matarán primero y te robarán después”. ¿Robarme?  A mí me habría importado poco lo

de la muerte. Pero robarme el baúl y lo que tenía en él, unas ligas y un paquete de cartas,

que yo adoraba desde los veinte años… ¡ Jamás!. Me levanté salté del lecho, encendí la

vela y comencé rabiosamente con una ceguedad de ciervo irritado, a repartir a diestra y

siniestra. Y mientras yo gritaba con toda la heroicidad de un avaro ¿Dónde están mis

ligas?, de un rincón del dormitorio una voz que parecía un hipo me respondió:

“¡Perdón, taita! ¡Nada tocado, taita! ¡No me mates, taita!”, miré al rincón y pude ver a mi

criado, a mi mozo de confianza, con un puñal enorme en las manos arrodillado

humildemente, con una humildad de perro ingrato, el mismo momento le dije, lárgate

CUENTOS PERUANOS 54

Page 55: Libro Cuentos Peruanos

perro ingrato, la ingratitud, según los moralistas, parece que la inventó el hombre. Luego

cerré la puerta y me senté a meditar y ponerme pensar de lo que me había salvado, volví

a soñar, mejor dicho reanudé mi sueño. Es en esta segunda mitad en la que dejaré clara

mi tesis, que podría titular “De la bondad indiferente y de la soberbia inconmensurable de

un piojo”. En ese momento le dije, un piojo como el que acaba de quitar usted de la

espalda de la señora linares ¡Cuánto usted no habría dado por ser en ese momento el

piojo de la señora linares!

Por qué no hacer que se parezca más al hombre que el piojo. Normalmente se entiende.

Tiene toda la bellaquería, toda la astucia, todo el egoísmo y toda soberbia del hombre. En

lo único que se diferencia es en que el piojo no tiene nervios ni vicios. Un piojo es

impasible. Y es una virtud en seis patas. Frente al peligro ni se conmueve ni huye, se deja

matar tranquilamente. Me hubiera gustado responderle a tan soberbio animalillo que con

su valentía pudo evitar que yo pierda la vida. Si los piojos se hicieran la guerra y tuvieran

historiadores las fuentes de la heroicidad quedarían agotadas. Esto ha sido el resumen de

la soberbia del piojo

CUENTOS PERUANOS 55

Page 56: Libro Cuentos Peruanos

LAS TRES PALMERAS

En un extenso desierto vivían tres palmeras hermanas que de pequeñas eran muy

alegres y amigables. Sucedió que un día se empezaron a quejar de todo lo que les

pasaba, se aburrían del día a día y ya no tenían más ilusión por la vida.

Si era verano se quejaban del calor y si era invierno del frío. Un día la luna salió y

de tanto escucharlas les habló:

– Por que mejor no se dejan de renegar y empiezan por apreciar la belleza que

hay a su alrededor.

– A qué te refieres, preguntaron las palmeras.

– A que si uno valora la belleza de vivir en armonía con lo que nos rodea podrán

vivir en paz y ser muy feliz. Recuerdan cuando eran pequeñas, vivían al máximo

sus días y el día se les hacía corto. Eran muy divertidas y se las ingeniaban para

jugar y reír de todo.

Las tres palmeras movieron sus hojas como aceptando el consejo y desde ese día

no volvieron a quejarse, sino más bien sonrieron más a menudo y fueron felices

viviendo en el desierto muy unidas.

CUENTOS PERUANOS 56

Page 57: Libro Cuentos Peruanos

LA VENGANZA DEL CONDOR

Nunca he sabido despertar a un indio a puntapiés. En un puerto del Perú, el capitán Gonzales quiso enseñarme esta triste habilidad.

El indio dormía a la intemperie con la cabeza sobre una vieja silla de montar. Al primer contacto del pie, se irguió en vilo, desperezándose. Nunca he sabido si bajo el castigo miran con ira o con acatamiento. Mas como él tardara un tanto en despertar a este mundo, de su dolor cotidiano, el militar le rasgo la frente de un latigazo. El indio y yo nos estre¬mecimos; él por la sangre que goteaba en su rostro con lágrimas: yo porque llevaba todavía en el espíritu prejuicios sentimentales de bachiller en leyes. Detuve del brazo a este hombre enérgico y evite la segunda hemorragia.- Hacemos junto el viaje hasta Huaraz, mi doctorcito - me dijo guardando el látigo -Ya verá usted como se divierte con mi palurdo, un indio bellaco que en todas las chozas tiene comadres. Estuvo el año pasado a mi servicio y ahora el prefecto, amigo mío, acaba de mandármelo para que sea mi orde¬nanza. ¡Le tiene un miedo a este chicotillo!- ¿Y el pellón negro, so canalla? Si no te apuras vas a probar cosa rica.- Ya trayendo, taita.

CUENTOS PERUANOS 57

Page 58: Libro Cuentos Peruanos

El indio ingresó al pesebre en busca del pellón, pero no vino jamás.

Por lo cual el capitán Gonzales se marcho solo, anunciando para su regreso castigos y desastres.- "No se vaya con el capitán. Es un bárbaro", me había aconsejado el posadero; y demore mi partida pretextando algunas compras. Dos horas después, al ensillar mi soberbia mula andariega, un pellejo de camero vino a mi encuentro y de su pelambre polvorienta salió una cabeza despeinada que murmuró:- Si quieres voy contigo, taita.¡Vaya si quería! Era el indio castigado y perdido. Asentí sin fijar precio.

Y sin hablar, sin más tratos, aquel guía providencial comenzó a precederme por atajos y montes, trayéndome, cuando el sol quemaba las entrañas, un poco de chicha refrigerante o el maíz reventado al fuego, aquella tierna cancha algodonada.

Pero al siguiente día el viaje fue más singular. Servicial y humilde, como siempre, mi compañero se detenía con demasiada frecuencia en la puerta de cada choza del camino, como pidiendo noticias en su dulce lengua quechua. Las indias, al alcanzarme el porongo de chicha, me miraban atentamente y parecióme advertir en sus ojos una simpatía inesperada.

¡Pero quien puede adivinar lo que ocurre en el alma de estas siervas adoloridas! Dos o tres veces el guía salió de su mutismo para contarme esas historias que espeluznan al caminante. Cuentos ingenuos de viajeros que ruedan al abismo porque una piedra se desgaja súbitamente de la montaña andina.Sin querer confesarlo, yo comenzaba a estar impresionado. Los andes son en la tarde extraños montes grises y la bruma que asciende de las punas violetas a los picachos nevados me estremecía como una melancolía visible.

CUENTOS PERUANOS 58

Page 59: Libro Cuentos Peruanos

Una hora de marcha así pone los nervios al desnudo y el viento afilado en las rocas parece aconsejar el vértigo. Ya los cóndores, familiares de los altos picachos pasaban tan cerca de mí, que el aire desplazado por las alas me quemaba el rostro y vi sus ojos iracundos.Llegábamos a un estrecho desfiladero.- Tu esperando, taita - murmuró de pronto el guía y se alejó rápidamente. Le aguarde en vano, con la carne erizada.Un ruido profundo retembló en la montaña; algo rodaba de la altura. De pronto a quince metros pasó un vuelo oblícuo de cóndores. Vi rebotar con estruendo y polvo en la altura inmediata una masa oscura, un hombre, un caballo tal vez, que fue sangrando en las aristas de las penas hasta teñir el río espumante, allá abajo. Estremecido de horror, espere; mientras las montañas enviaron cuatro o cinco veces el eco de aquella catarata mortal.Más agachado que' nunca, deslizándose con el paso furtivo de las vizcachas, el guía cogió a mi mula del cabestro y murmuró con voz doliente, como si suspirara:

- ¿Tú viendo, taita, al capitán?- ¿El capitán? Abrí los ojos entontecidos. El indio me espiaba con su mirada indescifrable; y como si yo quisiera saber muchas cosas a la vez, me explicó en su media lengua que, a veces, los insolentes cóndores rozan con el ala el hombro del viajero en un precipi¬cio. Se pierde el equilibrio y se rueda al abismo. Así había ocurrido con el capitán Gonzales.-¡Pobrecito, ayayay!Se santiguó quitándose el ancho sombrero de fieltro, para probarme que sólo decía la verdad.Yo no pregunte mas, porque estos son secretos de mi tierra que los hombres de su raza no saben explicar al hombre blanco. Tal vez entre ellos y los cóndores existe un pacto oscuro para vengarse de los intrusos que somos nosotros... Y parte de ese pacto, podría ser el tratar de equilibrar un poco la balanza de la justicia.

CUENTOS PERUANOS 59

Page 60: Libro Cuentos Peruanos

PELUSA, UNA OSA GRACIOSAHabía una vez una osa muy graciosa llamada Pelusa, a quien le encantaba llevar

alegría y diversión a todas partes. Los animales del bosque la querían mucho y

siempre le decían:

– Pelusa, con tu alegría contagiante has cambiado mi vida.

– Pelusita, que feliz me haces cuando te ríes así.

Pasaban los años y pelusa se quedaba igualita, no envejecía ni aparecían en su

rostro arrugas, tampoco se enfermaba, al contrario, era muy sana y tenía mucha

energía.

Todos estaban extrañados con Pelusa y no se explicaban cual era el secreto para

la juventud eterna.

Un día pelusa haciendo sus muecas y bromeando como siempre les comentó

entre risas y carcajadas.

– Saben por qué yo siempre sigo igual y no envejezco.

– No sabemos, dijeron todos en coro.

– Lo que pasa es que yo siempre estoy alegre y la alegría es el alimento para el

alma que se refleja en mi juventud, así mismo, es la mejor medicina para mi

cuerpo por lo que ando bien de salud.

Desde aquel día todos los animales empezaron a imitar a Pelusa y en el bello

bosque todos vivieron jóvenes y sanos con desbordante alegría en sus corazones.

CUENTOS PERUANOS 60

Page 61: Libro Cuentos Peruanos

SOLO PARA FUMADORES

Mi historia se confunde con la historia de mis cigarrillos. De mi periodo de

aprendizaje, no guardo un recuerdo muy claro, salvo del primer cigarrillo que fumé,

a los catorce o quince años. Cuando ingresé a la universidad, me era

indispensable entrar al patio de letras con un cigarrillo encendido. Un paquete me

duraba dos o tres días y para poder comprarlos tenía que privarme de otros

caprichos, pues vivía de propinas. Cuando no tenía se los robaba a mi hermano.

Al subir de precio tenía que remplazarlos por los Incas, no debía ser muy bueno

pero era el más barato que se encontraba en el mercado, a veces era vergonzoso

sacar uno de estos cigarrillos del bolsillo. Yo siempre tenía una caja vacía donde

guardaba estos cigarros. No sé si el tabaco es un vicio hereditario. Papá era un

fumador moderado. Mi tío paterno George llevaba siempre un cigarrillo, quien

lamentablemente falleció de cáncer al pulmón. Mis cuatro tíos maternos vivieron

esclavizados por el tabaco. El mayor murió de cáncer en la lengua, el segundo de

cáncer a la boca y el tercero de un infarto.

CUENTOS PERUANOS 61

Page 62: Libro Cuentos Peruanos

El cuarto estuvo a punto de reventar a causa de una úlcera estomacal, pero se

recuperó y sigue de pie y fumando. Cuando ingresé a la facultad de derecho pude

disponer así de los medios necesarios para asegurar mi consumo de tabaco.  El

pobre Inca se fue al diablo, lo condené a muerte y me puse al servicio de una

potencia extranjera. Era entonces la boga del Lucky. Miles de estos paquetes

pasaron por mis manos, sin embargo mis días estaban así recorridos por un tren

de cigarrillos, tampoco sabía que me iba ir del Perú. Mi viaje a Europa fue un

verdadero sueño para un tabaquista como yo. Pero al llegar a España las cosas

cambiaron la beca que tenía era pobrísima y después de pagar el cuarto, la

comida y el trolebús no me quedaba casi una peseta. ¡Adiós Lucky! Tuve que

adaptarme al rubio español, algo rudo y demoledor, que por algo llevaba el

nombre de Bisonte. La primera vez que estas se agotaron me armé de valor y me

acerqué a él para pedirle un cigarrillo al fiado. “No faltaba más, vamos, los que

quiera. Me los pagará cuando pueda”. Estuve a punto de besar al pobre viejo. Fue

el único lugar del mundo donde fumé al fiado. Me encontraba ya en París allí las

cosas se pusieron color de hormiga, a medida que avanzaba en estas pesquisas

mis recursos fueron disminuyendo a tal punto que no me quedó más remedio que

contentarme con el ordinario tabaco Francés.

CUENTOS PERUANOS 62

Page 63: Libro Cuentos Peruanos

Ocurrió que un día no pude comprar ya ni cigarrillos franceses, tuve que cometer un acto vil: vender mis libros.

Eran apenas doscientos o algo así. Sus páginas anotadas, subrayadas o manchadas conservaban las huellas de mi aprendizaje literario y, en cierta forma mi itinerario espiritual. Días más tarde erraba desesperadamente por los cafés del barrio latino en busca de un cigarrillo. Paris me parecía poblado de marcianos. Al llegar la noche, con apenas un café en el estómago y sin fumar, estaba al borde de la paranoia, llegué a los malecones del Sena. Miré las aguas oscuras y lloré copiosa, silenciosamente, de rabia, de vergüenza, como una mujer cualquiera, de pronto se presentó la oportunidad de trabajar, al día siguiente estaba haciendo cola ante la oficina de ramassagede vieiíxjourneaux y me convertí en un recolector de papel periódico.  Sea como fuese, en diez o más horas de trabajo, lograba reunir el papel suficiente para pagar cotidianamente hotel, comida y cigarrillos. Por desgracia, este trabajo duró solo unos meses. Quedé nuevamente al garete, pero fiel a mi propósito de no mendigar. Fue en esa época que conocí a Panchito y pude disfrutar durante un tiempo de los cigarrillos más largos.

Panchito era un enano y fumaba Pall Malí, lo conocí porque mi amigo Carlos me lo presentó como un viejo pata. A partir de ese día Panchito, y yo y los Pall Malí formamos un trío inseparable. Panchito me contrató para ser su acompañante, mi función consistía en estar con él, tomábamos copetines en las terrazas de los cafés. A pesar de tan estrecho contacto, yo no sabía quién era realmente panchito. A Panchito le  gustaba esa burguesía de peruanos que lo había menospreciado. A Santiago le pagó sus cursos de violín, a Luis le consiguió un taller para que pintara y a Pedro le financió la edición de una plaqueta de poemas invendible.

Panchito era así, pero que no aceptaba nada de vuelta, ni las gracias. Días más tarde Panchito desapareció, sin preaviso. Pero años después, cuando trabajaba en una agencia de prensa, encargado de seleccionar y traducir las noticias de

CUENTOS PERUANOS 63

Page 64: Libro Cuentos Peruanos

Francia destinadas a América Latina. De Niza llegó un télex con la mención ” Especial Perú. Para transmitir a los periódicos de Lima”. El télex decía que un delincuente peruano, Panchito, fichado desde hacía tres años por la Interpol, había sido capturado en los pasillos de un gran hotel de la Costa Azul cuando se aprestaba a penetrar en una suite. Recordé que para su mamá y hermanos, a quienes depositaba mucho dinero a Lima, Panchito era un destacado ingeniero en Europa. Haciendo una bola con el télex lo arrojé a la papelera. Los vaivenes de la vida continuaron llevándome de un país a otro, pues en Múnich no conocía a nadie y para colmo se desató un invierno atroz, no hacía más que mirar por la ventana el paisaje polar. Yo estaba alojado en casa de un obrero metalúrgico, hombre rudo, pero perspicaz, se dio cuenta de inmediato que algo me atormentaba. Le expliqué el caso y excusándose por no poder prestarme dinero me regaló un kilo de tabaco picado, papel de arroz y una maquinita para liar cigarrillos. Gracias a esta maquinita pude subsistir durante las dos interminables semanas, pues el cigarro permitió capear el temporal y reanudar brío mi novela interrumpida. Una noche, conversando y fumando con mis colegas en un café de la Plaza de Amias, me sentí repentinamente mal. La cabeza me daba vueltas, sentía punzadas en el corazón. Me retiré a mi hotel y me tiré en la cama. Pero mi estado se agravó, me sentí realmente morir, me di cuenta que eso se debía al cigarrillo, que al fin estaba pagando al contado la deuda acumulada en quince años de fumador desenfrenado. Podía así llegar a la conclusión que fumar era un vicio preocupante para mi salud y que pronto estaría internado.

Me encontraba entonces en Cannes siguiendo un nuevo tratamiento para librarme del tabaco, luego de una última estada en el hospital. Dupont, quien era el médico había decretado distracción, deportes y reposo, receta que mi mujer convertida en la más celosa guardiana de mi salud y extirpadora de mi vicio, se encargó de aplicar y controlar escrupulosamente, de pronto pasaron los días sin explicaciones claras, rodaba en una camilla rumbo a la sala de operaciones. Me desperté siete horas más tarde, estaba cortado como una res y cosido como una muñeca de trapo. Me habían sacado parte del duodeno, casi todo el estómago y buen pedazo del esófago. Me estaba pues muriendo o más bien “dulcemente extinguiéndome”, como dirían las enfermeras. Cada día perdía unos gramos más de peso y me fatigaba más someterme a la prueba de la balanza, y me dije de nada  me valían quince o veinte de lecturas y escrituras, para estar recluido entre los moribundos. De esta manera, está de más decir que a la semana de salir de la clínica podía alimentarme moderadamente pero con apetito; al mes bebía una copa de tinto; y poco más tarde, al celebrar mi cuadragésimo aniversario, encendí mi primer cigarrillo, con la aquiescencia de mi mujer y el indulgente aplauso de mis amigos. De modo que enciendo otro cigarrillo y me digo que ya es hora de poner punto final a este relato. Veo además con aprensión que no queda sino un cigarrillo, de modo que les digo adiós a mis lectores y me voy al pueblo en busca de un paquete de tabaco

CUENTOS PERUANOS 64

Page 65: Libro Cuentos Peruanos

CUENTOS PERUANOS 65