leyre boletin 173 agosto 2021 2020

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ÍndiceÍndice

La Palabra del Padre Abad ............................3

Leyre institucionalHomenaje a los antiguos reyes de Navarra .....4

Espiritualidad y vida monástica

La Paternidad de san José ..................................6«Suscipe me Dómine» ......................................8Beato Faustino Villanueva y Mártires de El Quiché ..................................................... 13

Leyre día a díaCró nica de Leyre ............................................... 17

Acontecimientos .................................... 17 Agenda del P. Abad ............................... 20 Visitantes destacados ............................ 21 Ministerios extraordinarios ................. 22 Formación ............................................... 23 Publicaciones .......................................... 23 Eventos culturales .................................. 24 Donaciones ............................................. 24 Año litúrgico y santoral ....................... 25 Nuestros difuntos ................................. 26 .

TestimoniosLo contrario al ruido ........................................ 27

Nuestro día a día

6.00 Vigilias y oración personal

7.30 Laudes

9.00 Eucaristía y Tercia

10.15 Trabajo-estudio

13.20 Sexta

15.30 Nona

16.00 Trabajo-estudio

18.00 Lectio Divina

19.00 Vísperas

21.00 Capítulo-Completas

Domingos y festivos

6.00 Vigilias y oración personal

8.00 Laudes

11.30 Eucaristía

13.50 Sexta y Nona

21.10 Completas

A la Eucaristía y a los oficios de Vigilias, Laudes, Vísperas y Completas pueden asistir todos los fieles que lo deseen. La Eucaristía, los Laudes y las Vís-peras son íntegramente cantados en gregoriano.

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Leyre · Boletín nº 173

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La palabra del Padre AbadLa palabra del Padre Abad¿Vocaciones y

pandemia?

La pandemia que estamos su-friendo ha despertado cierto interés entre los periodistas por conocer cómo se ha vivido esta crisis en las comunidades monásticas y si esta experien-cia ha favorecido el despertar de nuevas vocaciones.

Esta última pregunta, aunque pueda resultar un tanto peregrina, tiene en su trasfondo una cuestión interesante: la experiencia de una pandemia, ¿puede llegar a despertar una vocación?

Ciertamente las circunstancias que se viven acaban teniendo una repercusión psicológica y moral en las personas y en sus decisiones. También en un proceso vocacional. Más aún, podemos afirmar que toda vocación tiene sus circunstancias particulares. Pero eso no significa que las circunstancias puedan suscitar de por sí una vocación religiosa. Ninguna vocación -hablamos de verdadera vocación- puede ser originada sólo por las circunstancias -sean las que fueren-, sencillamente porque la vocación consiste esencial y primordialmente en una llamada de Dios. Una llamada personal. Una llamada que resuena en el interior de la persona elegida. Y, en el caso de la vocación monástica, una llamada a ser solo de Dios y a vivir dedicado en exclusiva a Él.

La llamada de Dios aunque resuena en el corazón del candidato, en lo más profundo de su intimidad, no procede de él. Por más que la vocación se la sienta como algo muy propio y aunque afecte radicalmente a la propia identidad y al destino del que la experimenta, la iniciativa viene de Dios: «Él nos amó primero» (1 Jn 4, 19).

Si no se experimenta esta llamada de Dios -que forzosamente tendrá sus circunstancias- no podemos hablar propiamente de una vocación.

Las circunstancias podrán ayudar o dificultar la escucha de esta llamada. Podrán favorecer o entorpecer la respuesta del llamado. Pero lo más importante en todo discernimiento vocacional siempre será constatar, verificar -con certeza moral-que Dios ha llamado. Sin esa «moción» interior, no podemos hablar de una vocación. La vocación, pues, no consiste principalmente en una decisión bien pensada ni en una voluntad bien determinada ni es sólo cuestión de generosidad y esfuerzo, sino que se fundamenta en una elección personal de Dios.

Dios puede mover un corazón y dejar oír su voz con ocasión de una pandemia o de un éxito o revés o de cualquier otra circunstancia. Y frecuentemente se sirve de las circunstancias que acontecen. Pero, lo decisivo, lo que realmente configura una vocación siempre será la invitación del Señor a su elegido: «Si quieres…. Ven y sígueme» (Mt 19,21). Y Él, también, tendrá que dar «el querer y el obrar» (Flp 2,13).

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Leyre institucional

El domingo 27 de junio Leyre volvió a vestirse de fiesta para celebrar un año más el homenaje a los reyes y reinas del antiguo Reino de Navarra. Homenaje que discurrió en dos tiempos. En primer lugar se celebró la Misa en sufragio de los antiguos monarcas de nuestro viejo Reino, que estuvo presidida por el P. Abad, de pontifical, quien en su homilía hizo mención no sólo de los reyes y reinas, sino también de todos los nava-rros que con su esfuerzo y empeño, han contribuido a lo largo de la historia al bien y al progreso de este viejo Reino. A la Misa asistió voluntariamente la mayor parte de los miembros del Gobierno Foral.

A continuación tuvo lugar el acto institucional, presidido por primera vez por Dña. María Chivite, como Presidenta de la Comunidad de Navarra, y que contó con

representaciones de las instituciones forales. Dicho acto dio comienzo con la marcha del cortejo oficial, integrado por las autoridades: la Presidenta de Navarra, Dña. María Chivite, el presidente del Parlamento, D. Unai Hualde, y los consejeros y consejeras del Gobierno foral con el ceremonial acostumbrado.

Al entrar en nuestra iglesia, las autoridades recibieron el saludo del P. Abad, y ocuparon sus lugares frente al panteón de los antiguos reyes de Navarra. El momento central del Acto fue la ofrenda a los antiguos monarcas por parte de las tres instituciones forales (Parlamento, Gobierno y Presidenta). El vicepresidente primero, D. Javier Remírez, ofreció un facsímil del «Códice del ceremonial de la coronación, unción y exequias de los reyes de Inglaterra» –ceremonial utilizado también por

Homenaje a los Antiguos Reyes de Navarra

El abanderado del grupo de danzas «Rocamador» de Sangüesa ondeando una enorme bandera de Navarra.

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Leyre institucional

algunos reyes de Navarra–; y el presidente del Legislativo, D. Unai Hualde, hizo lo propio con otro facsímil de la redacción arcaica del Fuero Antiguo de Navarra (1238) bajo Teobaldo I. Para finalizar, la Presidenta Sra. Chivite depositó la tradicional corona de flores rojas. El homenaje contó con las intervenciones musicales de la Coral Nora de Sangüesa, dirigida por Bruno Jiménez; del coro de monjes de Leyre y del organista José Luis Echechipía. Tras finalizar el acto institucional, la comitiva oficial posó en la escalinata de la iglesia ante la Porta Speciosa, y prosiguió su recorrido hasta el patio de la hospedería, donde el grupo de danzas «Rocamador» de Sangüesa ofreció un espectáculo de danzas tradicionales representativas de la Merindad.

Este año, tanto la Misa como acto el institucional fueron retransmitido por TV de Navarra.

Abriendo el cortejo oficial el rey de armas y los maceros.

Ofrenda de la Sra. Presidenta a los antiguos reyes de Navarra.

El P. Abad, en su homilía,

hizo mención no sólo

de los reyes y reinas,

sino también de todos

los navarros que han

contribuido al bien

y al progreso

de este viejo Reino.

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Espiritualidad y Vida Monástica

Todos sabemos la devo-ción que el papa Fran-cisco tiene por san José. Nuestro Papa comenzó su pontificado un 19 de marzo, introdujo la mención a San José en todas las plegarias euca-rísticas, y en varias oca-siones ha recomendado dirigirse a este santo so-ñador para pedirle que interceda por las causas más difíciles.

Sabiendo esto, no es de extrañar que el pasado día de la Inmaculada el Pontífice nos sorprendiese proclamando el presente año como año josefino. Con el Decreto Patris Corde el Papa recordaba que hace 150 años Pío IX había declarado a san José patrono de la Iglesia universal. De modo que este año Francisco nos anima a encomendarnos de un modo especial al Esposo de María.

No se trata de multiplicar prácticas o devociones, sino más bien de reconocer el papel que juegan los santos en nuestra vida: ellos son hermanos mayores en la fe que nos estimulan con su ejemplo y su intercesión en nuestro camino hacia la meta, que es el Cielo.

Pero ¿qué podemos aprender hoy de san José? Parece un santo tan manido, tan recordado aquí y allá en la Navidad y en su papel en la sombra en la vida de Jesús y de María que podría parecer que su figura tiene ya poco que decirnos.

No es así. Su papel en la historia de la salvación y en los misterios del inicio de la vida de Jesús es

fundamental. Y todo lo fundamental tiene un valor permanente.

En concreto, existe una faceta de san José que tal vez convenga recordar al hombre de hoy, que vive en un momento de la historia caracterizado por una crisis generalizada de los valores cristianos, entre los cuales está el de paternidad espiritual.

Nuestra sociedad contemporánea se regocija de haber superado el concepto tradicional de paternidad, y de este modo, haber matado al padre. Hoy parece que han caído los modelos y referentes. Los maestros verdaderos brillan por su ausencia. Parece que el ser humano es tan independiente que no necesita ya ejemplos de los que aprender y a los que seguir.

Pero sabemos que Cristo, aunque era Dios, al hacerse hombre, se hace menesteroso, se hace realmente hijo del hombre. Para asumir todo lo humano hace también un camino de aprendizaje

La paternidad de san José

Descanso en la huida a Egipto. Leyre siglo XVII

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Espiritualidad y Vida Monástica

como hombre. Y en este sentido quiso depender de un padre espiritual: san José. De hecho todos los contemporáneos de Jesús le consideraban «el hijo del carpintero» (Mt 13, 55).

Es cierto que san José no fue padre biológico de Jesús, pero su paternidad espiritual, sin embargo, ha llegado a ser arquetípica. ¿En qué consiste la paternidad de san José? Fundamentalmente en educar al hijo de Dios como hombre.

En primer lugar, toda paternidad implica que el padre sirva como modelo de humanidad para su hijo. San José, en la Sagrada familia, fue un referente para Jesús como varón, para educar su afectividad. Efectivamente, José sabía que acogiendo a María como esposa estaba también acogiendo con todo su corazón al niño que nacería de ella (Cfr. Mt 1-20). María y José fueron los primeros referentes afectivos para el niño. Y José, queriendo a María y a Jesús con un corazón humano, enseñó al propio Jesús -como hombre- la importancia y el valor del amor humano.

En segundo lugar, san José ayudó a crecer a Jesús «crecía en sabiduría y estatura» (Lc 2, 52). Y lo haría educándole en las cosas más elementales, enseñándole un oficio, corrigiéndole. Un padre no es sólo el que da la vida, sino también el que sostiene al hijo, le enseña a vivir, le ayuda a crecer adecuadamente. La palabra autoridad procede del latín «augere», que significa «hacer crecer». Podemos servirnos de la imagen de los «palos guías» que se atan junto a los arbolitos jóvenes para que no se tuerzan y crezcan bien.

San José fue autoridad para Jesús porque le enseñó a vivir. El padre espiritual va un paso por delante y enseña los secretos de la vida, el valor del trabajo.

Y lo más importante: José, junto con María, fue un paradigma de creyente para Jesús. Como cabeza de familia judío, José era el encargado de la transmisión de la fe en su casa. Si de María aprendería Jesús a acoger la voluntad de Dios en la Torá y en los acontecimientos de la vida, de la paternidad de José aprendería Jesús a poner palabras a algo que Él sentía

dentro de su ser: la Paternidad de Dios. Llamando abba a José aprendió a llamar así a su Padre del Cielo, a tratarle como Alguien cercano y amoroso.

Obedeciendo a José (Cfr. Lc 2, 41-50) aprendió, como hombre a obedecer al Padre (Lc 22, 42).

De este modo, si José fue para Jesús un padre en lo humano, también lo es hoy para nosotros los creyentes, los que queremos seguir a Jesús. Y así como desde la cruz Jesús nos entregó a su madre como discípulos (Jn 19, 27), ¿por qué no acoger también nosotros hoy a José como modelo de paternidad espiritual?

Aprovechemos este año de san José para aprender de este gran santo un modo de amar íntegro, un modelo de docilidad a la voluntad de Dios y un ejemplo de honestidad para colaborar con nuestra vida y con nuestro trabajo en el plan que el Padre del Cielo tiene para toda la humanidad. Que san José sea también hoy para nosotros un padre en la fe.

P. Sergio López

San José. Detalle del cuadro Descanso en la huida a Egipto.

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Espiritualidad y Vida Monástica

Emisión de la promesa de obediencia ante el P. Abad.

En sus orígenes la admisión al orden de los monjes tenía lugar por el sencillo rito de una vestición. Por medio del signo de despojarse de la ropa de seglar se realizaba una renuncia a la vida secular; y por medio del signo de ser revestido con el hábito monástico el monje era revestido de una nueva condición, la del hombre consagrado por Dios, tomado por Dios como exclusiva y total posesión suya, y admitido así en el orden de los tales.

Con el decurso de los siglos el proceso de admisión al orden de los monjes ha ido segmentándose en distintas etapas y ritos iniciáticos –un aspirantado, un postulantado, una primera vestición, un noviciado, una profesión simple temporal– todas ellas ordenadas a la profesión solemne en la que desembocan y de cuyo contenido reciben su valor y significado. Simultáneamente, desde los primeros siglos, este ritual originario de la vestición fue enriqueciéndose con otros elementos que explicitasen ciertos aspectos del acto. El esquema resultante, sin embargo, sigue conservando como estructura fundamental el binomio significado en el sencillo rito de la vestición: una renuncia y una consagración. Concretamente, el ritual de profesión en la tradición benedictina –pero también todos los de occidente– se ha desarrollado a partir del rito descrito por san Benito en la segunda parte del capítulo 58 de la Santa Regla.

La profesión

«El que va a ser admitido prometa en el oratorio en presencia de todos su estabilidad y su conversión de costumbres y su obe-diencia, ante Dios y sus santos, para que, si alguna vez obrare

de otro modo, sepa que por ello es condenado por Aquel de quien se mofa» (RB 58,17s). La admisión en el orden monástico se lleva a cabo en el oratorio, en la iglesia: no es, pues, una celebración individual, particular ni personal, sino de una acción que atañe a la totalidad del misterio de la Iglesia. El rito tiene lugar dentro de la celebración de la santa Misa, concretamente tras la liturgia de la Palabra: el deseo de entrar en el orden monástico y la concesión de dicha admisión sólo puede tener como origen una llamada divina, una vocación del Dios que en Cristo se ha revelado, ha mostrado al hombre su sentido, y ha dado a cada uno su verdadero nombre.

La primera parte del rito es de naturaleza primariamente eclesial y jurídica. Su objeto es la promesa pública, perpetua y solemne de los votos de estabilidad, conversión de costumbres y obediencia por parte del profesando y su aceptación por parte del abad como competente autoridad eclesial. El

«SUSCIPE ME DÓMINE»

Profesión monástica en la tradición benedictina

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Espiritualidad y Vida Monástica

acto se lleva a cabo directamente entre el profesando y el abad que recibe las promesas en nombre de la Iglesia, en nombre de Dios. Por ello, el abad permanece con la mitra puesta –signo de que es quien «hace las veces de Cristo en el monasterio» (RB 2,2)– como cabeza de los miembros de la comunidad –y sentado con el báculo– signos de su autoridad y poder jurisdiccional a imagen de Cristo maestro y pastor.

El rito comienza con un interrogatorio y una petición: «¿Qué pides? - La misericordia de Dios y vuestra confraternidad»: si la admisión presupone la llamada de Dios, esta llamada exige una respuesta firme, consciente y libre; con capacidad, advertencia y consentimiento. Y tras una exhortación del abad, tiene lugar la emisión de las promesas que se efectúan de una doble manera sucesiva y complementaria: de palabra y por escrito. La profesión oral comienza con una renuncia al mundo y a sus vanidades

pues, a pesar de haber renunciado al diablo y a sus seducciones en el bautismo «la propia voluntad nos entregó de nuevo al poder de las tinieblas. Nos conviene recibir un nuevo bautismo, firmar un nuevo pacto, una nueva profesión: ya no basta renunciar al diablo y a sus obras; debemos también renunciar al mundo y a la propia voluntad» (san Bernardo, sermón 11 de secundo baptismo). A esta renuncia siguen la promesa solemne y perpetua de los votos prescritos en la Santa Regla: la estabilidad por la que el profesando se vincula de por vida a una comunidad concreta; la obediencia por la que renuncia a establecerse a sí mismo como último criterio y se somete libremente a la voluntad de otro hombre con la certera fe de que Dios le guiará por medio de éste; y la conversión de costumbres por la que renuncia a todo afecto a las creaturas y abraza una vida de pobreza, separación del mundo, soledad, silencio, celibato, oración, vigilias, ayunos para dedicarse exclusivamente al servicio divino.

Para ello al emitir estas promesas, el profesando se acerca y se postra de rodillas ante el abad ofreciéndole sus manos juntas para que este las tome entre las suyas mientras. Se trata del gesto de la inmixtio manum, tomado de las promesas de vasallaje del feudalismo carolingio: poniéndose de rodillas y extendiendo sus manos el vasallo prometía su sumisión, al tomar esas manos entre las suyas el señor le prometía su protección. Por medio de este gesto el profesando se postra ante Aquel a quien el abad representa y promete su sumisión, profesa servir como vasallo, no a un señor temporal, sino a Dios: «A ti pues, se dirige ahora mi palabra, quienquiera que seas que renunciando a tus propias voluntades empuñas las fuertes y esclarecidas armas de la obediencia para militar bajo el verdadero Rey, Cristo el Señor» (Pról 3). Y a su vez el abad, haciendo las veces de Cristo, al tomar las manos del profesando entre las suyas promete en nombre del Señor la aceptación de Dios de este ofrecimiento y la protección divina.

«De esta promesa suya haga una petición en nombre de los santos cuyas reliquias haya allí y del abad presente. Petición que escribirá de su mano, o al menos, si es que no sabe escribir, hágalo otro a ruego suyo; y trazando el novicio una señal, deposítela con sus manos en el altar» (RB 58,19s). La profesión oral

La primera parte del

rito es de naturaleza

primariamente eclesial y

jurídica. Su objeto es la

promesa pública, perpetua

y solemne de los votos de

estabilidad, conversión de

costumbres y obediencia

por parte del profesando

y su aceptación por parte

del abad como competente

autoridad eclesial

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de los votos y su aceptación por parte del abad va acompañado de su ratificación por escrito. El –ahora ya– profeso, de pie ante el abad, lee la cédula en la que constan sus votos y sube al altar para firmarla. Es precisamente en el ara en que Cristo es ofrecido e inmolado incruentamente en el sacramento dónde el monje sella su ofrenda e inmolación. Tras mostrar al abad la cédula para que sea autentificada su firma, el profeso la deposita de nuevo encima del altar y lo besa consumando con este signo de devoción la entrega y renuncia definitiva que acaba de realizar.

La consagración

«Una vez depositada, empiece enseguida el mismo novicio este verso: “Acéptame, Señor, según tu palabra y viviré, y no me defraudes en aquello que espero”. Este verso lo repetirá tres veces toda la comunidad añadiendo “Gloria Patri”» (RB 58,21s). Así comienza la segunda parte del rito de admisión al orden de los monjes; su naturaleza es sacramental y teológica –mistérica–; su objeto, la consagración del profeso por parte de Dios. Las renuncias de los votos es el último y supremo acto que el profesando por sus propias fuerzas podía

realizar; la consagración, en cambio, es un acto sagrado, exclusivamente divino. Sólo Dios mismo tiene el poder de consagrar: esto es algo que tanto el profeso como los demás hombres solo pueden pedir, suplicar, implorar. Por ello el abad, quien hasta ahora había permanecido sentado puestas las insignias –signos de la autoridad recibida del Señor–, se despoja de ellas y se levanta de su sede; y todos se ponen en pie para dirigirse a Dios y se vuelven hacia oriente de donde «nos visitará el Sol que viene de lo alto».

El recién profeso, vuelve la mirada hacia Aquel que le ha llamado y por el cual todo lo ha dejado, y entona de pie y con los brazos extendidos en señal de ofrenda, de entrega, de plena confianza este versículo del Salmo 118: «Acéptame, Señor, según tu palabra y viviré»; es, en efecto, la vida nueva en Cristo aquella a la que el recién profeso se sabe llamado, la misma vida de Dios que sólo Él puede dar. Y se deja caer de rodillas, vuelta la mirada hacia el suelo, sabiendo que no puede ser digno ni merecedor de aquello que implora. Mas a pesar de ello, con los brazos cruzados delante del

Firma de la cédula de profesión sobre el altar.

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Espiritualidad y Vida Monástica

Recibiendo la cogulla.

pecho como gesto de inmolación, como las patas atadas del «cordero que es llevado al matadero» (Is 53,7), se atreve a seguir pronunciando el citado versículo: «y no me defraudes en aquello que espero». La comunidad entera repite este versículo asociándose a la petición que el profeso dirige a Dios. Tres veces y elevando el tono el profeso repite este versículo y este gesto, y tres veces la comunidad lo secunda.

«Póstrese entonces el hermano novicio a los pies de cada uno para que oren por él» (RB 58,23a). Finalmente el profeso se postra y el abad entona a Dios este versículo del Salmo 67: «oh Dios, despliega tu poder que actúa en favor nuestro desde tu santo templo en Jerusalén», y todos se postran de rodillas para implorar a Dios que con su santo poder se digne a consagrar a aquél que ha elegido. Comienza la letanía de los santos que la Iglesia reserva para sus ocasiones más solemnes. Los miembros de la Iglesia en la tierra imploran la intercesión de aquellos hermanos en la fe que ya se hallan en el Cielo: la Iglesia militante y la triunfante se unen en una misma oración por este hermano suyo suplicando que sea por Dios consagrado.

Tras la letanía el abad se levanta para impartir la bendición por la cual el profeso será consagrado. En efecto, el abad, como sacerdote y pontífice de Dios, como aquel a quien Dios ha conferido por el sacramento del orden el poder de santificar que Cristo transmitió a su Iglesia, es aquel por medio del cual Dios podrá comunicar la gracia de la consagración. Extiende los brazos sobre el profeso, haciendo sombra con sus manos, como en la epíclesis de la consagración eucarística, invocando con este gesto la presencia del Espíritu Santo: «vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35), y pronuncia la oración consagratoria. Por medio de esta oración el profeso será configurado con Cristo, como siervo en el Siervo, como hijo en el Hijo, no de un modo nuevo –no con un carácter distinto a aquel que recibió en el bautismo y en su confirmación– sino en una incomparable profundidad e intimidad, no de orden psicológico o moral, sino ontológico: el ser del monje se halla en el corazón de la Iglesia, radica en la entraña del misterio de Cristo, mora en el seno del Padre. «Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,19s).

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La vestición y el osculum

«En seguida, pues, le despojarán en el oratorio de las propias prendas con que iba vestido, y pónganle ropas del monasterio» (RB 58,26). Tras la consagración, se realizan dos gestos con los que se manifiesta exteriormente el cambio operado mistéricamente: la vestición de la cogulla y el osculum de la paz. La liturgia, de nuevo, se centra en la relación entre profeso y el abad, vicario de Cristo, y la comunidad. El profeso se acerca al abad, de nuevo sentado y con mitra, para ser revesti-do con la cogulla monástica: habiéndose anticipado la vestición de la túnica, el ceñidor y el escapulario, la vestición de la cogulla queda reservada para la profesión solemne. La cogulla es, en efecto, la pren-da propia del orden monástico, su signo distintivo respecto tanto de los laicos y clérigos seculares como también de las demás formas de vida consagrada. El patrón de la cogulla, en forma de cruz, representa el yugo que siguiendo a Cristo el profeso ha tomado sobre sí; su capucha, como los antiguos capuchones de los recién nacidos –cucullæ–, habla del nuevo nacimiento del profeso y la inocencia del alma que con la consagración le ha sido devuelta; sus largas y anchas mangas evocan las alas de los ángeles, ince-santes contempladores de Dios y servidores suyos en la eterna liturgia celestial, de los cuales el monje es imitador en la tierra.

«Y ya desde aquel día considéresele como a uno de la comunidad» (RB 58, 23b). El rito concluye con el osculum del abad y de los hermanos. El osculum –un beso o abrazo– es también un gesto tomado del feudalismo carolingio por medio del cual el señor recibía al vasallo como miembro de su familia. Así, por medio del gesto del abrazo que el abad da al profeso y que todos los monjes también le ofrecen, se declara públicamente que el monje es recibido en el seno de la familia monástica como uno más de los miembros de esta familia unidos, no por lazos de carne o de sangre, sino de fe, esperanza y caridad.

Concluido el rito, el monje profeso pasa a ocupar su sitio entre sus hermanos y la santa Misa prosigue con la liturgia eucarística. La cédula todavía permanece encima del altar y sobre ella se extiende el

corporal y se colocan las sagradas especies que serán ofrecidas y consagradas, fraccionadas y sumidas: la oblación del monje y su consagración, su inmolación y su nueva vida no pueden sino manar del misterio de Cristo, de ese misterio que sacramentalmente se actualiza en la eucaristía y al cual el monje es asociado participando en esta vida en el sacrificio de Cristo y resucitando en él en el eterno convivio: «hasta la muerte perseverante en el monasterio, participemos por la paciencia de los padecimientos de Cristo para merecer acompañarle también en su reino» (Pról. 50).

Fr. Martín Eduardo Oliver, osb.

Fray Martín Eduardo después de la profesión perpetua.

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Espiritualidad y Vida Monástica

Presentamos a nuestros lectores una hermosa página martirial ocurrida en las últimas décadas del siglo XX y marcada por un profundo testimonio de fe y una entrega netamente evangelizadora en la re-gión montañosa de El Quiché. Región guatemalteca muy desfavorecida y una de las más olvidadas de su país. Olvidada de todos, menos de la Iglesia, que, por ello, fue víctima de una cruenta persecución. Vamos a adentrarnos en esta página con reverente veneración y desde el cercano recuerdo a uno de sus protagonistas, el P. Faustino Villanueva, misionero del Sagrado Corazón, nacido en nuestro pueblo de Yesa, en una familia muy cercana a la comunidad de Leyre. Nuestros monjes más veteranos le recuerdan entrañablemente por sus frecuentes visitas al monas-terio siempre que venía a ver a su familia.

El P. Faustino, junto a otros dos misioneros españoles, los PP. José María Gran y Juan Alonso, y a siete laicos (Domingo del Barrio, Tomás Ramírez, Nicolás Castro, Reyes Us, Miguel Tiu, Rosalío Benito y Juan Barrera, de 12 años), fue beatificado como mártir el pasado 23 de abril en Santa Cruz de El Quiché, capital de la región en la que todos ellos realizaron una ingente labor apostólica y en la que fueron asesinados entre 1980 y 1991. Con un trasfondo de guerra civil en Guatemala entre el ejército y las guerrillas populares y bajo la férrea dictadura del general y terrateniente Fernando Romeo Lucas-García. Treinta y seis años de guerra con incesantes violaciones de los derechos humanos y masacres a la población civil atribuidas principalmente al Ejército y a otras fuerzas de seguridad. Y un balance de 200.000 personas muertas o desaparecidas, según un informe de la ONU de 1999.

Y entre las víctimas de todas estas atrocidades los diez nuevos Beatos Mártires de El Quiché. Región

eminentemente campesina cuyos habitantes –en su mayoría de la etnia Maya– se veían con frecuencia despojados de sus tierras. Familias a las que se les arrebataba un don tan sagrado como esa tierra que había dado de comer a sus antepasados. Sin embargo aún les quedaba lo más valioso para ellas, y que nadie les pudo arrebatar: su acendrada fe cristiana. Una fe que, por encima de todo y aún en aquella difícil situación, les hacía ser hombres paz y además con convicción. Bástenos el ejemplo del mártir Miguel Tiu, laico casado, director de Acción Católica y catequista, que decía: «no se puede andar con la Biblia en un brazo y el fusil en otro».

Campesinos cuyas voces jamás fueron escuchadas por los que detentaban el poder, pues eran ellos

El Beato Faustino Villanueva

y los Mártires de el Quiché

Un misionero mártir del siglo XX, nacido en nuestro pueblo de Yesa

Beato Faustino Villanueva, para los quichelenses: «una luz en el camino».

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mismos quienes los explotaban, y cuyas justas reivindicaciones sólo fueron tenidas en cuenta para ser reprimidas violentamente o silenciadas definitivamente con el uso de las armas. Pero voces que sí hallaron eco en la Iglesia, en los sacerdotes y agentes de pastoral, que estaban al frente de sus comunidades, en misioneros como Faustino, José María y Juan que se mantuvieron firmes junto a aquellas gentes, hasta la entrega total de su vida, y formando con ellas una verdadera familia, haciéndose unos quichelenses más. Paisanos que en todo momento se sentían valorados y queridos por sus misioneros y cuya entrega y presencia entre ellos veían como algo inestimable. Y a su vez, los sacerdotes sabían que podían contar con los fieles de sus comunidades para cualquier cosa. Algunos de los cuales colaboraban con ellos codo a codo en las tareas pastorales desde un profundo espíritu de comunión. Cuando los misioneros no podían multiplicar más su trabajo, allí estaban los laicos. Hombres con una fe responsable y madura, en su mayoría militantes de la Acción Católica Rural –algunos de ellos analfabetos–, que después de su duro trabajo y de atender a sus familias aún sacaban tiempo para dedicarlo a la catequesis, para realizar celebraciones de la Palabra y dar la Comunión, para visitar a los enfermos, para rezar junto con los demás fieles y mantener sus iglesias siempre abiertas.

No podemos contar aquí todas estas preciosas historias martiriales, pero si reseñaremos algunas que nos parecen más significativas, como la del niño de 12 años Juan Barrera Méndez, «Juanito». A su edad ya trabajaba como jornalero del campo, era militante de Acción Católica, catequista, y además estaba muy volcado en otras tareas parroquiales. En 1980, el Ejército realizó una operación de «limpieza» en su pueblo, deteniendo a mucha gente. Sus hermanos

mayores, tras unas horas de tortura, lograron escapar, y en represalia los militares se ensañaron brutalmente con «Juanito». Le destrozaron las plantas de los pies a cortes de cuchillo, haciéndole caminar después sobre piedras calientes; le seccionaron las dos orejas, le quebraron las piernas y, colgado de un árbol, fue finalmente acribillado a balazos. Sus últimas palabras mientras lo torturaban fueron estas: «Yo me muero porque estoy trabajando en la Palabra de Dios. Voy a entregar mi alma en el nombre del Señor».

Nicolás Castro, catequista y ministro extraordinario de la Comunión que, solía decir: «En estos tiempos de persecución, necesitamos más del Cuerpo de Cristo para que nos dé fuerzas». Y cuando los sacerdotes no podían llegar a su parroquia iba a buscar el Santísimo a otros pueblos, lo traía escondido en su morral, entre tortas de maíz y luego lo administraba devotamente a sus paisanos. El 29 de septiembre de 1980, ya de noche, unos desconocidos lo mataron en el patio de su casa, negándose a dar los nombres de sus compañeros catequistas.

Tomás Ramírez, casado y sacristán. Tras el asesinato del P. Gran, los soldados querían convertir su parroquia en cuartel. Pero Tomás tenía claro que nunca dejaría de cuidar la iglesia, aun a riesgo de su propia vida. El 6 de septiembre de 1980 los soldados irrumpieron en el templo, donde estaba rezando, golpeándole hasta romperle un brazo, sacándolo afuera le dispararon por la espalda.

Miguel Tiu al que ya hemos mencionado antes, les decía a los suyos: «No tengan miedo a la muerte porque cuando uno dice la verdad, la gente dice que es malo… Si muero, muero como Jesús murió. Él no fue pecador y la gente le decía que era hombre malo… Y yo sí soy pecador». Y por decir la verdad, cayó de un disparo.

Reliquia del mártir beato Faustino Villanueva ofrecida a la comunidad de Leyre por los Misioneros del Sagrado Corazón.

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Hemos presentado varios testimonios de algunos de los nuevos beatos, todos ellos laicos. Y cuyo único delito fue vivir intensamente su fe y hacer el bien, orar, proclamar y enseñar la Palabra de Dios, y mantener viva la esperanza del pueblo. Todo ello, al unísono con los tres misioneros, quienes permaneciendo incondicionalmente a su lado regaron con su sangre, lo mismo que ellos, la semilla evangélica que todos juntos habían sembrado.

Vayamos ahora con los tres misioneros:

P. José María Gran, barcelonés, de 35 años. Como sacerdote y misionero su vida estaba totalmente en-tregada a su ministerio y a la gente de su parroquia. En una ocasión en que se llevaban a la fuerza a los jóvenes de sus aldeas para enrolarlos en el ejército, él presentó resistencia y puso a salvo en su iglesia a un grupo mujeres que también habían protesta-do ante aquel atropello. Con esto último firmó su sentencia de muerte. Un día de junio de 1980, tras haber estado visitando sus aldeas, acompañado del sacristán Domingo del Barrio, en un camino boscoso y solitario fueron ambos abatidos a tiros.

P. Juan Alonso, asturiano, de 48 años. En 1960, llegó a la misión de El Quiché. Después pasó algunos años en Indonesia, y finalmente volvió a Guatemala, escogiendo explícitamente uno de los lugares más duros. Cuando otros misioneros del Sagrado Corazón se vieron obligados a dejar sus puestos, él se ofreció para quedarse a atender a sus fieles quichelenses. El 15 de febrero de 1981 yendo en moto por una carretera, fue asaltado y golpeado hasta romperle una pierna, cayendo después de tres disparos. Dos días antes un grupo de militares se lo había llevado para interrogarlo entre amenazas, insultos y burlas soeces. En una de sus últimas cartas había escrito: «Yo sé que mi vida corre peligro, no deseo que me maten, aunque tengo algún presentimiento.Pero, por miedo, jamás negaré mi presencia».

Como colofón de esta historia martirial presentamos a nuestro mártir de Yesa el P. Faustino Villanueva, asesinado con 49 años. Niño todavía, en 1943, ingresó en el seminario de su congregación. En

«…Fueron beatificados

José María Gran y nueve

compañeros mártires. Se

trata de tres sacerdotes

Misioneros del Sagrado

Corazón, y siete laicos,

asesinados entre 1980 y

1991, tiempos de persecución

contra la Iglesia Católica

comprometida en la

defensa de los pobres.

Animados por la fe en

Cristo, fueron heroicos

testigos de justicia y amor.

Que su ejemplo nos haga

más generosos y valientes

en vivir el Evangelio»

Papa Francisco. En el rezo del ángelus

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1949 emitió la Profesión religiosa. Posteriormente en 1959, siendo ya sacerdote, se ofreció como voluntario para ir a la región de El Quiché, donde –salvo dos años de misión en Nicaragua– viviría su fecunda entrega misionera.

El P. Faustino gozaba de buenas cualidades como coordinador, con un talante dialogante, pacífico y sereno, de un gran equilibrio. Se mostraba siempre muy cercano a la gente, amable, atento y diligente ante sus necesidades. En la parroquia de San Juan de Cotzal, por ejemplo, trabajó para establecer una cooperativa que liberara al pueblo de los despiadados usureros.

Por todas las parroquias por las que pasó, no hizo sino vivir su ministerio sacerdotal con una entrega proverbial. Implicándose totalmente en la realidad de aquella gente y tratando mucho con ella, visitándola en el pueblo y sus aldeas. Fue un incansable anunciador de la Palabra de Dios. Se reunía frecuentemente con los responsables de Acción Católica Rural. Y allí estaba animando y organizando la catequesis, celebrando la fe en los sacramentos, dedicando bastante tiempo a las confesiones, visitando a los enfermos y llevando medicinas a las aldeas.

Esa fue su vida, una vida plenamente sacerdotal y misionera, con una entrega radical y generosa al Señor, a su ministerio y a su gente, muy postergada y necesitada. A su madre, viva todavía en Yesa, le decía que «aquella gente le necesitaba». Gente que constituía una parte consubstancial a su vocación misionera. Una vocación y una entrega llevadas hasta las últimas consecuencias, hasta el martirio. Fue asesinado en su parroquia de Joyabaj, el 10 de julio de 1980, a las ocho y media de la tarde. Dos jóvenes llamaron a la puerta pidiendo hablar con él. El P. Faustino, con la solicitud que le

caracterizaba los hizo pasar, recibiendo después dos tiros en la cabeza. Eran asesinos pagados para realizar este «trabajo», cuyo único fin era silenciar la misión de la Iglesia, hostilmente acosada por el ejército en una cruel persecución. Así al anunciar la beatificación una nota del Vaticano decía: «El martirio tuvo lugar en el curso de una persecución prolongada y sistemática de la Iglesia fuertemente comprometida en ese momento en la protección de la dignidad y los derechos de los pobres».

Los Misioneros de Sagrado Corazón definen su vocación como «ser el corazón de Dios en la tierra». Y esa fue la vocación de nuestros tres misioneros mártires, ser corazón de Dios para los indígenas de El Quiché. Un corazón, traspasado como el de Cristo, y que como el suyo, también hoy sigue vivo y latiendo más fuertemente que nunca por aquellos caminos, montes y aldeas por donde, junto a los otros mártires, sembraron la Palabra de Dios.

Y como hermoso fruto de aquella siembra hay que destacar que de los familiares y paisanos de los mártires jamás ha salido manifestación alguna de odio ni de venganza.

La memoria de los Beatos Mártires de El Quiché se celebra anualmente el 4 de junio.

Fr. Ramón Luis Mª. Mañas, osb

Joyabaj. Su iglesia arrasada por el terrible terremoto de 1976, fue de nuevo reconstruida gracias al esfuerzo del P. Faustino. Y fue aquí donde consumo su entrega con el martirio, y donde descansan sus restos.

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Crónica de LeyreCrónica de LeyreDiciembre 2020-julio 2021

Fr. Ramón Molina Piñedo

Acontecimientos

El 8 de diciembre comenzó un año dedicado al Patriarca San José, a fin de conmemorar los 150 años de su declaración por el beato Papa Pío IX como Patrono de la Iglesia universal. Para secundar esta iniciativa del Papa Francisco, hemos leído en comunidad la carta apostólica Patris corde. Además, todos los miércoles del año, antes de Completas, recitamos las letanías de san José; y, una vez al mes, celebramos su misa votiva. En el refectorio leímos la obra José, Hijo de David, de Jean Galot. Y en un lu-gar preferente de la galería del claustro alto, donde todos los días hacemos la statio antes del oficio de Vísperas, hemos colocado una imagen de san José de la escuela de Olot, restaurada recientemente en los Talleres de Arte de Horche, y cuya restauración costeó el sacerdote de Toledo D. Eloy García Mejías.

Secundando la iniciativa de la Conferencia Episcopal Española, que convocó para el miércoles, día 16 de diciembre, una jornada de ayuno y de oración ante la ley de la eutanasia, ayunamos dicho día y de seis a siete de la tarde hicimos una hora de oración comunitaria extraordinaria delante del Santísimo Sacramento, expuesto en la custodia en el oratorio de san Virila, comenzando todo con el rezo del santo Rosario.

El 12 de noviembre de 2020, después tratarlo con la Comunidad, el P. Abad presentó a la aprobación de la Congregación para el Culto Divino el nuevo «Calendario propio de Leyre», preparado con todo detalle por fray Juan Ignacio Mª Esparza. El decreto de aprobación del citado «Calendario», fue firmado por el entonces Prefecto de dicha Congregación,

Cardenal Robert Sarah, el 18 de noviembre de 2020. Y al día siguiente, el P. Abad nos expuso los documentos, referentes a esta aprobación. Agradecemos a don José Antonio Goñi sus eficaces servicios a favor de la aprobación obtenida. Entre otras novedades, destacamos la concesión de celebrar tanto la Virgen de Leyre como las santas Nunilo y Alodia (s. IX) con rango de solemnitas, y al abad san Virila (s.X) como festum.

Gracias a Dios y al calendario programado y fijado por el Departamento de Salud del Gobierno de Navarra, los monjes de Leyre nos hemos encontrado entre los navarros que desde el 10 y al 21 de enero recibieron la primera dosis de la vacuna contra al coronavirus. El día 13 del dicho mes se personaron en el monasterio cinco enfermeros para administrárnosla. Y el 3 de nos administraron la segunda dosis.

Una representación de la Asociación de Amigos del Monasterio de Irache y de la Asociación de Amigos del camino de Santiago en Navarra nos acompañó en la Misa del día de san Veremundo, con la que clausuramos el milenario de su nacimiento.

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Muy unidos a toda la Iglesia universal, del 18 al 25 de enero celebramos el Octavario por la unión de los cristianos, este año bajo este lema: «Permaneced en mi amor y daréis frutos en abundancia». El primer día ofrecimos la Misa conventual por esa intención. Y durante todos los días del Octavario la mantuvimos muy presente, tanto en las preces de Laudes y de Vísperas, como en las de la Misa conventual.

El día 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo y «Día de la Vida Consagrada», tuvo lugar la profesión perpetua de fray Martín Eduardo Oliver, que se celebró inmediatamente después de la bendición y de la procesión con las candelas y en el marco de una solemne Misa de pontifical, presidida por el P. Abad. Pero por causa de las medidas extraordinarias que se adoptaron en distintas zonas de Cataluña con motivo de la tercera ola de la pandemia, sólo pudo asistir un pequeño grupo de familiares en representación de toda la familia. También participó un sacerdote amigo suyo, que concelebró con los sacerdotes de la comunidad.

Con una solemne Misa, presidida por el P. Abad, el 8 de marzo, fiesta de san Veremundo de Irache, clausuramos aquí en Leyre el año del milenario de su nacimiento. Motivo por el cual nos acompañó

una representación de la Asociación de Amigos del Monasterio de Irache: su presidente, D. José Miguel Ruiz; la antigua presidenta, Dña. Conchita Zuza; el tesorero, D. José Javier Aguinaga; y otros dos miembros de la Asociación: D. Carmelo Ciordia y D. Jesús Tanco. E igualmente participó en la celebración D. José Miguel Rey, presidente de la Asociación de Amigos del camino de Santiago en Navarra, que tiene por patrono al santo abad de Irache.

Y en esta misma celebración de san Veremundo recibieron el ministerio del Acolitado fray Ernesto Biain, fray Martín Eduardo Oliver y fray Juan Ignacio Mª Esparza.

Uno de nuestros dos postulantes, el joven sacerdote de la diócesis de Madrid, P. Sergio López, recibió el santo hábito el 18 de marzo antes de celebrar las primeras Vísperas de san José. El acto tuvo lugar en la sala capitular con un rito muy sencillo, pero que siempre resulta emotivo. Asistieron al mismo otros cuatro jóvenes con inquietud vocacional, por quienes pedimos a Dios, para que se decidan a seguir el buen ejemplo del P. Sergio.

El día 23 se reanudaron las obras en uno de los edificios fuera de la Plaza de los Ábsides al cual, según el detallado proyecto del arquitecto D. Javier Sancho,

Acolitado de fray Ernesto, fray Martín Eduardo y fray Juan Ignacio Mª.

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se trasladarán el bar y otros servicios destinados para una digna acogida de los numerosos visitantes que se acercan al monasterio. En dichos edificios se ubica ya la tienda de recuerdos. Estas obras corren a cargo de la empresa constructora LEACHE.

El 8 de mayo nos comunicaron nuestras hermanas benedictinas del monasterio de San Benito de Estella que habían elegido como su nueva abadesa a la M. María Teresa Pérez Montero, a quien felicitamos cordialmente, le deseamos un fecundo abadiato y la encomendamos en nuestras oraciones.

El día 10 del mismo mes llegó a Leyre una singular peregrinación mariana con una imagen de la Inmaculada Concepción, que procede del santuario «Domus Mariae» de Éfeso, diócesis católica de Esmirna. Esta peregrinación estaba organizada por la «Asociación Pueblo de Dios en salida», de la diócesis de Getafe (Madrid). Comenzó su itinerario el día primero de mayo en la basílica de la Virgen del Pilar de Zaragoza, se detendrá en los santuarios y centros de espiritualidad marianos más significativos de España y concluirá el 12 de octubre en la basílica del Cerro de los Ángeles. La recepción de la sagrada imagen en la iglesia de nuestro monasterio tuvo lugar a media mañana. Acto seguido, celebramos la santa Misa en su honor. El P. Abad le encargó al P.

Fco. Javier Suárez que la presidiera, y nos predico una muy sentida homilía. Por la tarde, tras cantar la hora de Nona rezamos comunitariamente el santo Rosario y concluido el solemne oficio de Vísperas de la Virgen la comunidad despidió a la imagen en la Porta Speciosa y la peregrinación continuó su programado itinerario.

El día 11 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fray Martín Eduardo Oliver recibió la sagrada orden del diaconado de manos de Mons. Juan Antonio Aznárez, Obispo auxiliar de Pamplona y Tudela, en el marco de una solemne Misa pontifical. Acompañaron al ordenando cinco sacerdotes amigos suyos, que concelebraron con los sacerdotes de nuestra comunidad, y bastantes familiares, venidos de Cataluña, entre los cuales cabe destacar a su padre, su abuela paterna y su abuelo materno.

Después de un largo paréntesis de tiempo, a cusa de la pandemia, los servicios de hospedaje y de atención a los visitantes de nuestro monasterio recuperaron su normalidad a mediados del pasado mes de junio. El día 14 se abrió la hospedería externa, el servicio de visitas turísticas y la tienda de recuerdos. El 16, lo hizo la hospedería interna con unas medidas adecuadas, a la situación en la que todavía nos encontramos. Y el P. Abad nombró

1. . Imagen de la Inmaculada Concepción, procedente del santuario «Domus Mariae» de Éfeso. 2. Ordenación de diácono de fray Martín Eduardo. Entrega del Libro de los Evangelios.

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hospedero al P. Óscar Jaunsarás, que anteriormente ya tuvo a su cargo este servicio.

El domingo, día 27 de junio celebramos el tradicional homenaje a los reyes y reinas del antiguo Reino de Navarra, que dio comienzo con la Misa concelebrada en sufragio por los antiguos monarcas, presidida por el P. Abad. Inmediatamente después tuvieron lugar los actos institucionales de homenaje y ofrendas ante el panteón real por las instituciones Forales de Navarra: Presidenta, Gobierno y Parlamento. La parte musical estuvo a cargo del Coro de monjes de Leyre y de la Coral Nora de Sangüesa, actuando como organista José Luis Echechipía. El Homenaje concluyó con una preciosa exhibición a cargo del grupo de danzas «Rocamador» de Sangüesa en el Patio de la Hospedería. Tanto la Misa como acto el institucional fueron retransmitido por TV de Navarra.

El mismo día tuvo lugar en la parroquia de Yesa una Misa de acción de gracias por la beatificación del mártir P. Faustino Villanueva, misionero de Sagrado Corazón, que fue presidida por nuestro Arzobispo, Mons. Francisco Pérez. El P. Faustino, natural de Yesa, fue beatificado el pasado 23 de abril en Santa Cruz de El Quiché (Guatemala), junto a otros dos misioneros y a siete laicos. Todos ellos

fueron martirizados entre 1980 y 1991 durante una terrible persecución desatada contra la Iglesia Católica. La Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón, conocedora de la buena relación que el beato Faustino tuvo con nuestra comunidad, nos ha hecho entrega de una reliquia suya: un fragmento de hueso de uno de sus pies, así como un libro sobre los diez nuevos beatos mártires de El Quiché.

Nuestro hermano fray José Vidales cumplió sus 89 años de edad el 28 de junio. Y al día siguiente, solemnidad de los santos Pedro y Pablo, celebró su jubileo de los sesenta años de profesión monástica. Como su delicado estado de salud no le permite asistir a la Misa conventual, renovó sus votos de estabilidad, conversión de costumbres y obediencia, después del canto de la hora de Sexta, sentado en su carrito de ruedas y rodeado de toda la comunidad.

Agenda del P. Abad

Invitado por la Asociación Amigos del Monasterio de Irache, el día 14 de marzo, «Domingo Laetare», participó en el acto de la clausura del milenario del abad san Veremundo de Irache, del siglo XI. Con-

EL Gobierno de Navarra frente al panteón real el día del homenaje a los antiguos reyes de Navarra.

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sistió en una Misa con-celebrada en la catedral según el Rito Mozárabe, que fue presidida por el Sr. Arzobispo de Pam-plona, Mons. Francisco Pérez. Concluyó el acto con una procesión por las naves de catedral has-ta la capilla de san Beni-to, que es donde se ve-nera una imagen de san Veremundo, que procede de uno de los antiguos retablos del monasterio de Irache. La parte mu-sical estuvo a cargo del Coro de Cámara «Spem in Alium».

Acompañado del P. Prior, el 22 de marzo asistió al acto de la conmemoración del 950 aniversario de la implantación del Rito Romano de la liturgia en suelo hispano. La celebración tuvo lugar en el monasterio de San Juan de la Peña, que fue donde por primera vez se hizo uso de dicho rito en los reinos de España. El acto consistió en la celebración de la hora de Sexta en la iglesia del monasterio viejo, pues en esta hora canónica fue en la que se utilizó por vez primera el Rito Romano. Asistieron alrededor de sesenta personas y presidió la celebración el obispo de Huesca y de Jaca, Mons. Julián Ruiz, tanto él como el Hermano Mayor de la Real Hermandad de san Juan de la Peña, recordaron que, reinando en Aragón el monarca Sancho Ramírez y siendo Sumo Pontífice el Papa san Gregorio VII, el 22 de marzo de 1071, los monjes de san Juan de la Peña celebraron las horas de Prima y de Tercia según el Rito Mozárabe y la hora de Sexta según el Rito Romano. Antes de regresar a Leyre, los PP. Abad y Prior pasaron a visitar a nuestras hermanas benedictinas de Jaca.

El día 30 de mayo, Domingo de la Santísima Trinidad, se celebró la «Jornada Pro Orantibus»,

dedicada a la Vida contemplativa, este año bajo este lema: «La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo». El P. Abad y uno de nuestros monjes jóvenes, fray Martín Eduardo, fueron invitados respectivamente a participar en sendos programas con ocasión de la Jornada en la COPE y en el canal de televisión de la Iglesia en Navarra.

El 4 de junio realizó una visita fraterna a nuestras hermanas benedictinas del monasterio de San Benito de la ciudad de Estella, a fin de felicitar a la nueva abadesa, M. María Teresa Pérez Montero, que fue elegida el pasado 8 de mayo, y saludar a las hermanas.

Y del primero al 8 de julio, acompañado por el P. Abad de Saint Wandrille, Dom Jean Charles Nault, giró la visita regular al monasterio de san Benito de Palendriai (Lituania), fundación de la abadía de Solesmes en 1998.

Visitantes destacados

Como acostumbran todos los años en vísperas de Navidad, el día 18 de diciembre recibimos la visi-ta de los Amigos de Leyre, representados por su presidente, D. Arturo Navallas y por D. Javier del

D. Juan María Lecea y Dña. Celina Compains en su pasada visita.

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Castillo, que en nombre de la asociación nos ob-sequiaron con el habitual aguinaldo.

El 23 del mismo mes recibimos la visita de nuestro buen amigo D. Juan María Lecea, antiguo presidente de los Amigos de Leyre, que vino acompañado por su mujer, Dña Celina Compains, y por su hijo Fermín.

Otra visita muy grata fue la del P. Abad del monasterio de La Oliva, Dom Javier Urós Murillo, que tuvo lugar el día 30 de diciembre. Era su primera visita a Leyre desde su elección abacial, que tuvo lugar el pasado 2 de septiembre de 2020. Participó en nuestros oficios litúrgicos de Sexta y de Nona, compartió nuestra mesa y después tuvimos un recreo festivo en su honor.

El día de Pascua de Resurrección, 4 de abril, recibimos otra visita que siempre es grata: la de D. Carlos Ayerra, Deán de la Santa Iglesia Catedral de Pamplona. Vino a Leyre, como acostumbra todos los años, para felicitarnos las fiestas de Pascua. Participó en el oficio de Vísperas y cenó con la comunidad, ocupando un lugar preferente, tanto en el coro como en el refectorio. Luego, asistió al recreo comunitario.

Del 4 al 7 de abril pasó unos días de descanso en nuestro monasterio D. Carlos Artundo Director general de sanidad de Navarra. El último día habló a la comunidad acerca del coronavirus, de los problemas, medios y esperanzas que existen para superar el grave problema.

El 2 de mayo tuvimos con nosotros a fray Jesús Mª. Galdeano, dominico, que es el nuevo Vicario para la vida consagrada en nuestra diócesis. Participó en los oficios de Vísperas y de Completas, cenó con la comunidad, y durante el tiempo dedicado a la recreación, mantuvo un animado diálogo con los monjes en la sala de comunidad.

Como en años anteriores, durante la segunda semana de julio, tuvimos en Leyre a un grupito de Hermanas Trinitarias de Valencia que, alojadas en la hospedería externa, estuvieron pasando esos días de retiro y

participando en nuestras Misas y oficios litúrgicos.

Y el 9 de julio recibimos a nuestro amigo Paco Franco, alcalde de la Villa de Adahuesca, lugar de origen de las santas mártires Nunilo y Alodia. Como en otras ocasiones nos obsequió con unos buenos quesos de Radiquero, lugar cercano a Adahuesca en la comarca del Somontano oscense.

Ministerios extraordinarios

El 17 de marzo el P. Javier Suárez dictó una confe-rencia en la facultad de Teología de la Universidad de Navarra en el ciclo de la asignatura de liturgia, con el título: «La Liturgia de las Horas, el presente diario abierto a la eternidad».

Dom Javier Urós en su primera visita a Leyre como Abad de La Oliva.

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Casi un mes más tarde, el 13 de abril, el P. José Antonio Pedroarena impartió una conferencia en el seminario de Pamplona sobre el santuario de Roncesvalles, dentro del cursillo «Santuarios y peregrinaciones; arte y fe en Navarra», que organiza el «Instituto Superior de Ciencias Religiosas san Francisco Javier».

El 17 de julio recibimos en Leyre a un grupo de jóvenes de la parroquia de San Lesmes de Alcobendas (Madrid), que acompaños por sus sacerdotes, D. José y D. Arsenio, venían peregrinando desde Javier. El grupo fue acogido y acompañado por el P. Sergio López, quien además les habló sobre distintos aspectos del monacato y sus orígenes, sobre san Benito y sobre de la vida monástica tal como la vivimos aquí en Leyre.

El 19 de julio, tercer día de la novena a santa Ana, que se celebra en la catedral de Tudela, contó como predicador con el P. Isaac Castejón, que, como en otras ocasiones, fue invitado por el Cabildo dicha catedral.

Formación

Nuestros dos estudiantes de teología, fray Martín Eduardo y fray Juan Ignacio Mª, del 8 al 15 de mayo, participaron en el Studium de teología del monasterio de Montserrat en un seminario sobre la Scala Paradisi de san Juan Clímaco, impartido por el Obispo benedictino, Mons. Manuel Nin, Exarca Apostólico para los católicos de rito bizantino en Grecia. También participaron en un curso sobre los sacramentos de la penitencia y de la unción de los enfermos, que fue impartido por el P. Josep-Enric Parellada.

Publicaciones

Los días 18-21 de marzo aparecieron tres artícu-los periodísticos sobre nuestro monasterio y su comunidad.

Es autor del primero un visitante anónimo que, subyugado por la maravilla del sitio, la paz que se respira en el entorno y el conjunto monumental, penetró, finalmente en la iglesia y participó en la misa conventual y en el canto gregoriano de los monjes. Cuando regresó a su casa, escrita a vuela pluma, envió una carta al Diario de Navarra, contando sus imborrables impresiones y experiencias. La reproducimos en la pág. 27.

Cristina Sánchez es autora del segundo artículo y lo publicó en la sección «Entre pucheros anda el Señor» del semanario Alfa et Omega, donde viene recogiendo las recetas de monjas y monjes cocineros o reposteros de los diferentes monasterios españoles. Antes, la autora se entrevistó con el P. Abad, el cual le recordó que Leyre es uno de los cenobios más antiguos de España, continúa en pie y en su plena función monástica desde hace más de 1200 años, y es conocido, entre los muchos valores que tiene, por celebrar su liturgia en gregoriano. Como acostumbra en sus artículos, la autora recogió la receta de uno de los platos cuaresmales que se sirven en el refectorio de los monjes, creación exclusiva de fray Iñaki: arroz con atún y pasas.

Nuestro nuevo Vicario para la vida consagra fray Jesús Mª. Gal-deano, dominico, en animado coloquio con la comunidad de Leyre.

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Y el tercero, publicado en el Diario de Navarra, es de Natxo Gutiérrez. Su título: «Al año de la clausura». Pregunta a la abadesa clarisa de Tudela, a los abades de Leyre y de La Oliva y a otros monjes y monjas: «¿Cómo vivieron sus confinamientos y restricciones fijados por precaución sanitaria?» Como expertos en la clausura por vocación, y conscientes de las apreturas soportadas por tantas otras personas en esta época de crisis sanitaria, que es anticipatoria de males económicos y sociales, cuentan sus experiencias y, con prudencia, ofrecen consejos para el cuerpo y el alma. Año de preocupación, pero también de esperanza, ya que la covid ha sido motivo de aunar fuerzas para combatir la pandemia. Por lo demás, monjes y monjas han colaborado, sobre todo, con lo que el mundo espera de los contemplativos: su oración más intensa en este tiempo de crisis. Conscientes de que la oración tiene un poder, que es más fuerte de lo que podemos comprender, han dedicado tiempos y jornadas especiales a la oración y penitencia por cuanto está sucediendo en el mundo entero.

El pasado mes de mayo la Universidad Católica de Valencia publicó las conferencias y comunicaciones del Simposio «Tiempo e historia: identidad y manifestaciones»; entre ellas se encuentra la comunicación de veinte páginas, enviada por el P.

Fco. Javier Suárez: «La Liturgia de las Horas, el presente diario abierto a la eternidad».

Eventos culturales

Nuestro bibliotecario, durante la primera quincena de febrero, ofreció a los monjes en la sala de co-munidad una exposición extraordinaria de libros, alrededor de 500, pertenecientes a los más diversos temas, la inmensa mayoría de los cuales fueron donaciones de particulares para nuestra biblioteca. Entre ellas destacamos la de D. Juan Cruz Alli, ex presidente de nuestra Comunidad Foral.

Y el sábado 19 de junio tuvo lugar en nuestra iglesia un concierto sacro ofrecido por la «Coral Valle de Aranguren», la cual interpretó piezas de T. L. de Victoria y M. Duruflé.

El lunes 19 de julio nuestra restauradora Ana Jessen nos hizo entrega de una nueva remesa de libros restaurados de nuestro fondo antiguo. Se trata de la obra en seis volúmenes del benedictino francés Jean Mabillon (1632-1707) Annales Ordinis Sancti Benedicti, primera edición publicada en París entre 1739-1745.

La Coral Valle de Aranguren inauguró este año el ciclo de conciertos «Leyre espacio musical».

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Donaciones

El 25 de mayo recibimos una nueva donación de Dña. Rosa Mari Ibáñez, de Zaragoza. Un total de 52 cajas de libros de temas de Navarra, Arte, His-toria y Literatura.

Y en el mes de julio recibimos una buena colección de discos, CDs y casettes de canto gregoriano y de algún otro tipo de música sacra, así como de compositores italianos. La colección perteneció al benemérito sacerdote de la diócesis de Jaca, D. Benito Solana, ya difunto. Sus sobrinas, Dña. Carmen y Dña. Lourdes Sarasa Solana, han sido quienes nos han hecho esta entrañable donación y quienes nos la vinieron a traer, pues pensaron que no estaría en ningún sitio mejor que en Leyre. Lugar que forma parte de sus más gratos recuerdos de infancia pues, cuando venían de vacaciones a la casa familiar de Artieda, su tío las traía con frecuencia a nuestro monasterio.

¡Muchas gracias a Dña. Rosa Mari, a Dña. Carmen y a Dña. Lourdes por su generosidad! Las tendremos muy presentes en nuestras oraciones, con un recuerdo especial para D. Benito.

Año litúrgico y santoral

Como es costumbre, en la solemnidad de la Inmacu-lada Concepción, el P. Abad, revestido de Pontifical, consagró nuestra comunidad a la Virgen.

Hemos celebrado las fiestas de Navidad con toda la solemnidad y el fervor que merecen. Antes de las primeras Vísperas del día de la Natividad, el P. Luis Mª cantó la Kalenda y, al finalizar la celebración, el P. Abad, revestido de pontifical, bendijo el artístico Belén de la iglesia, este año montado por fray Iñaki, como solo él sabe hacerlo.

Algunas de las recreaciones festivas extraordinarias de esos días estuvieron más animadas que otros años, dado que son ya dos los jóvenes guitarristas con los que contamos para acompañar los distintos villancicos que acostumbramos a cantar. Por lo demás, la asistencia de los fieles en las Misas de los días de Navidad, de Año nuevo y de Epifanía, que otros años era bastante concurrida, este año fue menos numerosa, a causa de las medidas sanitarias y de aforo vigentes.

Como ya es tradicional en nuestro monasterio, la semana dedicada a los Ejercicios espirituales tuvo lugar durante la primera semana de Cuaresma (del 21 al 28 de febrero). Nos los dirigió, con provecho de todos, el P. José Antonio Alcáin, jesuita del vecino santuario de Javier. Uno de los días celebramos un acto penitencial comunitario, tal y como prescribe el Ritual y los PP. jesuitas de Javier escucharon nuestras confesiones individuales. Durante estos días, todas las tardes, estuvo de manifiesto el Santísimo Sacramento en el oratorio de san Virila.

Hemos celebrado la Semana Santa y el Triduo Pascual (días 28 marzo-4 abril) con el fervor y la solemnidad acostumbrada. Pudimos celebrar casi todos los Oficios Divinos y populares con la participación de los fieles y no a puerta cerrada, como sucedió el pasado año, aunque con un aforo limitado de personas. Pero, debido a la normativa vigente, celebramos la Vigilia Pascual con la sola participación de la comunidad. Fray Juan Ignacio Mª cantó el Pregón Pascual.

El día del Corpus (11 de mayo) limitamos el rito de la procesión a exponer el Santísimo en la custodia al término de la Misa conventual y bendecir con él a los fieles, después de dedicar un tiempo amplio a la adoración silenciosa y cantar algunas de las melodías eucarísticas tradicionales. Acto seguido, el Santísimo fue trasladado al oratorio de san Virila, donde fue velado por la comunidad hasta la hora de la celebración del oficio de Vísperas, momento en que fue llevado solemnemente al altar mayor de la iglesia para celebrar ante él dicho oficio.

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Como venimos haciendo ya desde hace algunos años, celebramos la Vigilia nocturna de la solemnidad de Pentecostés (23 de mayo) a la hora de Completas, cantada íntegramente, ante el Santísimo Sacramento, expuesto en la custodia.

Los días 9 y 11 de julio celebramos las grandes fiestas de Santa María de Leyre y de N. P. san Benito. La fiesta de la Virgen de Leyre fue presidida por el P. Prior y la de nuestro santo fundador por el P. Abad.

Nuestros difuntos

En el mes de diciembre murieron varios familiares y allegados de nuestra comunidad: el día 10, D. Alfonso Sánchez Suárez, primo del P. Fco. Javier Suárez. Al día siguiente, la madre de nuestro amigo y bienhechor D. Félix Balbuena, con 99 años. El día 20, en Sevilla, D. Antonio González Sánchez, amigo y bienhechor de nuestro monasterio, el cual, con sus hermanos José Luis y Lola, durante muchos años, han pasado parte de sus vacaciones veraniegas en nuestra hospedería ex-terna, participando en los oficios litúrgicos. El día 21, en la ciudad de Málaga D. Salvador Laguna, padre de nuestro hermano Javier Laguna. Y el día 28, D. Martín Mariezcurrena, tío del P. Óscar Jaunsarás

El día 13 de enero, fallecía en Pamplona, Dña. Teresa Pérez de Ciriza, a sus 95 años, cuñada del P. Javier Fortún; unas semanas más tarde, sus cuatro hijos hicieron donación a nuestra comunidad de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que, entronizado, presidió el salón de su casa. Y el día 18 de ese mismo mes, murió Dña Isabel Remírez, madre de nuestro buen amigo el sacerdote D. Santiago Cañardo Remírez.

El día 3 de febrero, murió en Yunquera de Henares (Guadalajara) Dña María Teresa Molina Piñedo, la última de los cuatro hermanos del P. Ramón Molina. Y 16 del mismo mes, falleció Dña Juana Villanueva, madre de D. Antonio Heras, que con tanta frecuencia pasa días de retiro espiritual en Leyre.

En el mes de marzo perecieron: el día 3, Dña Mari Carmen Lerraide, prima del P. José Antonio Pedroarena y Dña Maribel Azcárate, sobrina del difunto P. Andrés Azcárate. El 23, en Pamplona, D. Pedro Piñedo Simal, a la edad de 91 años, primo del P. Ramón Molina.

El 12 de abril fallecía en Zaragoza Dña. Asunción Ibáñez, a quien hemos acompañado con nuestra oración durante su enfermedad.

El 30 de mayo fallecía D. Manuel Grande, tío de nuestro postulante fray Raúl Grande. Y al día siguiente, día 31, lo hacía D. Gerónimo Santamaría, hermano del P. Germán, a sus 88 años.

El 4 junio falleció Dña. María Luisa Encina, abuela paterna de fray Juan Ignacio Mª, con 92 años de edad. El 26 de junio nos comunicaron el fallecimiento de la madre de Mons. Mario Iceta, arzobispo de Burgos y buen amigo de nuestra comunidad.

El 6 de julio pereció D. José Carlos Nogales, cuñado de fray Guillermo.

Y el 17 de julio fallecía nuestro hermano el P. Agustín Apaolaza, monje benedictino del monasterio de Ntra. Sra. de Estíbaliz en Álava.

¡Descansen en la paz de Dios y en la esperanza de la futura resurrección!

El P. José Antonio Alcain, jesuita, nos dirigió este año los Ejercicios espirituales.

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Leyre · Boletín nº 173

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«Según una piadosa tradición, Virila no alcanzaba a comprender el misterio de la eternidad del cielo ni su interminable felicidad. Un día fue atraído por los trinos de un ruiseñor y se adentró en el bosque. Extasiado, permaneció oyendo al pajarillo durante trescientos años. Al volver en sí, pensó que sólo había transcurrido un rato. Cuando regresó al monasterio los monjes no le reconocieron y fue preciso recurrir al archivo para esclarecer el prodigioso suceso. Todos los monjes se dirigieron a la iglesia y entonaron el salmo 89, momento en el que reapareció el pajarillo para depositar un anillo abacial en el dedo de san Virila. Luego Dios se le apareció para hacerle com-prender que la felicidad celestial era muy superior al canto del pajarillo.» (Gran Enciclopedia de Navarra).

El domingo pasado conocí Leyre y me pareció un lugar tan recogido y espiritual, que no me extrañaría que un suceso como el del abad Virila fuese verdad. Aunque amaneció nublado y frío, salí de Pamplona con unos amigos para conocer el famoso monasterio. Son 45 minutos de camino, con encantadores paisajes del Pirineo navarro, hasta que, por encima del embalse de Yesa, encontramos el conjunto de edificios medievales. Nada más cruzar el umbral del pórtico de la Iglesia, me sentí acogido por la sobriedad de la piedra, el estilo románico de la estructura y el gótico en el techo. Pero lo mejor fue que encontramos el espacio en acción: una docena de sacerdotes benedictinos con casullas moradas, acompañados por varios monjes de hábito negro, celebraban la Misa con incienso y canto gregoriano. Me separé del grupo y me fui a sentar en sexta fila para ver mejor desde una posición discreta.

Lamenté que no sonara el órgano de 2.750 tubos que cuelga por encima del pórtico de entrada y que prefiriesen otro órgano pequeño que tenían delante (después me explicaron que era por sobriedad cuaresmal), pero aprendí que el canto en la celebración eucarística no tiene por fin principal

dar un concierto, sino orar. Cuando mi alma necesita expresar sentimientos que no encuentran un cauce en el lenguaje ordinario, tienen la alternativa del arte. Y cuando se trata del misterio de Dios, el canto gregoriano ofrece un fabuloso portal de arte eterno: mi pequeña voz, que ha sido tantas veces desdeñada por falta de talento musical, encontró de pronto un coro de personas que unían sus voces para conformar un solo cántico de alabanza, que se expandía por el aire junto con la nube de incienso y me invitaba a adherirme a él.

Canté bajito para no desentonar, o quizá no canté en absoluto. En cambio, un niño de 5 o 6 años que se colgaba y descolgaba del cuello de sus padres en el otro extremo de mi banca, participó con toda naturalidad en el diálogo con Dios. Él respiraba la música y a ratos se sentaba en el regazo de su madre para mover las manos y el cuerpo con gestos de experto director de coro. Estoy seguro de que ese niño sacó más de una sonrisa a Dios. Este domingo aprendí a orar mejor. Y descubrí que, para el hombre, lo contrario del ruido no es el silencio, sino el canto gregoriano del monasterio de Leyre.

Juan Ignacio Izquierdo Hübner Diario de Navarra - Cartas al director

Lo contrario del ruido

San Virila extasiado ante el canto del pajarillo. Obra de la escuela de Ricci, Leyre siglo XVII.

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