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Boletín de la Abadía de Leyre Número 159/ ABRIL 2014 L e YRE H oy en día, con mucha frecuencia nos encon- tramos con personas que sufren a causa de sus problemas familiares, en cuyo centro encon- tramos la raíz amarga del desamor por parte de los suyos. La proximidad de la celebración del Misterio Pascual creo que nos iluminará no poco a esclarecer el problema del mal, como amor no correspondido, en nuestras vidas. A poco que ahondemos intuimos en estas per- sonas almas heridas, con una cicatriz no curada, y además, por eso duele más, por el daño inferido por los seres más cercanos, a quienes se supone más próximos al corazón. Esa herida enturbia el alma, le roba la paz interior y la endurece. Es que las heridas que provienen del desamor son las que más daño hacen. No es de extrañar entonces que el corazón humano albergue dosis de resenti- miento, rencor, desilusión, desencanto, decepción y frustración. En estas situaciones el fondo del co- razón se vacía, encontrándose oscuro y sin amor. Y es que sin amor no nos entendemos a nosotros mismos, y nuestra vida termina careciendo de sentido. En estas situaciones, sin embargo, existe el deseo latente de abrirse al amor de Dios, para no ser prisionero de uno mismo y no ahogarse. En el fondo se concibe ya el deseo de recibir el amor de Dios para ser sanado. La contemplación del Corazón de Cristo ofrecía, y ofrece la verda- dera solución. Y es que Jesús sabe mucho de estas cosas. Como nadie, Él ha experimentado la decepción del amor por parte nuestra. Él sabe muy bien lo que es sentirse rechazado por los suyos, «Él era la luz, y las tinieblas no la recibieron. Vino a su casa y los suyos no lo acogieron» (Jn 1,5.11). Él ofrecía sólo la verdad y la misericordia, el perdón y la confianza, la vida eterna y el amor verdade- ro, y al final de su vida terrena conoció el mayor sufrimiento moral que nadie haya conocido: ver- se como el Amor rechazado, escupido, ultrajado, desechado por los hombres, maldito y odiado. Sí, Él conoce muy bien lo que supone un corazón roto, un alma herida. Lo ha vivido desde dentro. Y ¿cómo es posible que el Amor sea rechazado y despreciado?, los hombres somos así de ciegos y miserables. Si Jesús es la máxima demostración del amor, habría que preguntarse por qué está cla- vado en una cruz, ¡qué misterio tan grande! LAS HERIDAS DEL DESAMOR Cristo de Leyre (s. XVI).

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Boletín de la Abadía de Leyre Número 159/ ABRIL 2014LeYRE

Hoy en día, con mucha frecuencia nos encon-tramos con personas que sufren a causa de

sus problemas familiares, en cuyo centro encon-tramos la raíz amarga del desamor por parte de los suyos. La proximidad de la celebración del Misterio Pascual creo que nos iluminará no poco a esclarecer el problema del mal, como amor no correspondido, en nuestras vidas.

A poco que ahondemos intuimos en estas per-sonas almas heridas, con una cicatriz no curada, y además, por eso duele más, por el daño inferido por los seres más cercanos, a quienes se supone más próximos al corazón. Esa herida enturbia el alma, le roba la paz interior y la endurece. Es que las heridas que provienen del desamor son las que más daño hacen. No es de extrañar entonces que el corazón humano albergue dosis de resenti-miento, rencor, desilusión, desencanto, decepción y frustración. En estas situaciones el fondo del co-razón se vacía, encontrándose oscuro y sin amor. Y es que sin amor no nos entendemos a nosotros mismos, y nuestra vida termina careciendo de sentido. En estas situaciones, sin embargo, existe el deseo latente de abrirse al amor de Dios, para no ser prisionero de uno mismo y no ahogarse. En el fondo se concibe ya el deseo de recibir el amor de Dios para ser sanado. La contemplación del Corazón de Cristo ofrecía, y ofrece la verda-dera solución.

Y es que Jesús sabe mucho de estas cosas. Como nadie, Él ha experimentado la decepción del amor por parte nuestra. Él sabe muy bien lo que es sentirse rechazado por los suyos, «Él era la luz, y las tinieblas no la recibieron. Vino a su casa y los suyos no lo acogieron» (Jn 1,5.11). Él ofrecía sólo la verdad y la misericordia, el perdón y la confi anza, la vida eterna y el amor verdade-ro, y al fi nal de su vida terrena conoció el mayor sufrimiento moral que nadie haya conocido: ver-se como el Amor rechazado, escupido, ultrajado, desechado por los hombres, maldito y odiado. Sí, Él conoce muy bien lo que supone un corazón roto, un alma herida. Lo ha vivido desde dentro. Y ¿cómo es posible que el Amor sea rechazado y despreciado?, los hombres somos así de ciegos y miserables. Si Jesús es la máxima demostración del amor, habría que preguntarse por qué está cla-vado en una cruz, ¡qué misterio tan grande!

LAS HERIDASDEL DESAMOR

Cristo de Leyre (s. XVI).

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Y es precisamente en esa cruz, de la cual no quiso bajar, donde se manifiesta lo infinito de su amor por nosotros y al mismo tiempo lo grande e irracional de nuestra miseria que lo clavó en ella. Esto es lo que debemos meditar y contemplar en estos días: cómo, ahí en la cruz, en el abandono por parte de los suyos, en el sentirse ante el Padre cargando con todos los pecados del mundo, con los míos y los tuyos; cómo en esa situación tan contraria al amor que un ser humano pueda experimentar, precisamente ahí, colgado en una cruz se revela y pone de manifiesto el máximum del Amor de Dios, que es mayor y más grande que nuestras rebeldías. Cómo todo el mal del mundo lo transforma Jesús en una sobreabundancia de amor. Él desde la cruz nos muestra que la última palabra no la tiene el odio ni el mal. La última y definitiva palabra proviene de Dios, que no es un discurso sino un hecho: la Cruz de Jesús y el amor que de ahí surge. Jesús en la cruz nos descubre has-ta dónde llega el pecado, la maldad de los hombres y nuestro pecado, pero al mismo tiempo hasta dónde es capaz de llegar el amor, su Amor. Para desarmar nuestras rebeldías, nuestro desamor, Dios propone una sobreabundancia de amor. Sobre la cruz levantada en la encrucijada de los siglos Jesús se convierte en el contrapeso del amor desga-rrado, sangriento, desequi-librado, en cierto modo por exceso de todo el peso de nuestros desórdenes, apa-gando así todos nuestros odios. Jesús en la cruz logra poner en el mundo un amor mucho más grande que todo el odio que puedan acumu-lar los hombres a lo largo de la historia.

En ninguna parte Dios es tan Dios como en la cruz: rechazado, maldecido condenado por los hombres, pero sin dejar de amarlos, siempre fiel a nosotros, per-maneciendo en «estado constante de amor». En ninguna parte Dios es tan poderoso como en la «impotencia» sangrante de la Cruz. Si el misterio del mal es tantas veces indescifrable, ¡el amor de Dios lo es todavía más! La Cruz de Jesús es la última tentativa del Amor para disolver en nosotros el odio, para desarticular nuestros egoísmos, para iluminar nuestras tinieblas y sanar nuestra heridas. ¿Cómo es posible tanto amor de Dios, que muera en una cruz por nosotros?, y es que existe así la posibilidad para nosotros de nacer de nuevo al

amor, que sea engendrado en nosotros un nuevo ser, libre y liberado para siempre, como hijos de Dios. Colgado del árbol de la Cruz, Jesús nos invita a acercarnos a Él y vivir de su amor entregado, «Él me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). Todos tenemos necesidad de ser salvados y perdonados. Todos somos culpables ante este Jesús clavado en la cruz que tiene sed de nuestro amor, y que nos dice: «¿Qué más podía hacer yo, que soy el Amor, que no haya hecho ya?» Todos tenemos necesidad de desarmarnos ante el Amor y de reconocernos prisioneros de nuestros pecados y afectados por los pecados ajenos, pero también de sentirnos amados por Dios. Ante el mal y el sufrimiento humanos, –proveniente de los otros, y de no-sotros mismos– Jesús responde con su silencio elocuente amasado

de sufrimiento traspasado por el amor que redime en la cruz y con la promesa de la victoria final. Si nos aplasta en determinados momentos el peso del mal, si nos parece más violento, más crudo y más espeso, si ningún consuelo humano parece ofrecer alivio algu-no, si estamos atravesando entonces el momento de la prueba, de la oscuridad de la noche, en definitiva, que nos sentimos solos ante el misterio del mal…, mucho más grande es el misterio que se esconde detrás: el de la inmensidad del bien que ha de venir. Mientras, aceptemos vernos desarma-dos por el amor, que Jesús fue el primero que se vio desarmado ante nuestra re-pulsa, en la «debilidad de su amor». Como Jesús, so-mos invitados a entrar en la prueba, en el sufrimiento, en la injusticia, sin defen-sa alguna, vueltos hacia el Padre Eterno que nos ama.

Ante el encuentro decisivo con el mal nos encontramos en Getsema-ní y en el Calvario. A la locura de la rebeldía y del mal no hay más respuesta que la locura de amor que brota de la Cruz.

Si consentimos que el amor de Cristo manifestado en la cruz entre en nosotros seremos fuertes, con una fuerza que viene más allá de nosotros, porque proviene de un Corazón que nos ama desde toda la eternidad, y va más allá de la muerte: «Yo soy la Resurrección y la Vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» (Jn 11,25-26).

P. Fco. Javier Suárez, osb

La Agonía de Jesús en el Huerto. Goya.

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Através de estas páginas queremos ofrecer a nuestros lectores un breve recorrido por la Semana Santa tal cual la vivimos

en nuestro monasterio, a la vez que les invitamos a participar en ella. Y como hilo conductor de nuestra narración utilizamos el precioso himno cristológico del capítulo segundo de la Carta de San Pablo a los Filipenses (Fil 2,6-11), cuyos textos aparecen en cursiva.

Cristo a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios (Fil 2,6).

El Domingo de Ramos nos marca litúrgicamente el comienzo de la Semana Santa, Semana de Muerte y Vida, Semana grande para la Iglesia. En este día acompañamos a Jesús en su entrada triunfal en Jerusa-lén. El Pueblo lo aclama como Me-sías, como el Hijo de David, y sin embargo, al divisar la ciudad el Señor llora, pues pocos días después todas esas voces que hoy lo aclaman se vol-verán en su contra, pedirán para él la Cruz… Más para esto ha venido. En este domingo son los hombres quie-nes lo exaltan y aplauden, los que gritan con júbilo, mientras que Dios, su amado Padre, calla…

Domingo de Ramos, como los niños hebreos salimos en Leyre monjes y fieles a recibir a Jesús. Comienza la celebración en la plaza del monas-terio donde el P. Abad bendice los ramos, y se proclama el Evan-gelio propio de la entrada del Señor en Jerusalén. Y desde allí nos dirigimos procesionalmente hasta la iglesia, entonando cantos que recuerdan aquellos con los que el pueblo aclamó Jesús. Si bien, nuestras miradas están ya puestas en el Triduo Pascual, de ahí la solemne proclamación a tres voces de la Pasión –este año la de san Mateo– que tiene lugar en la misa y los ornamentos rojos con los que el P. Abad preside la liturgia en este día. Ornamentos del color de la Sangre redentora de Cristo, derramada en la Cruz y servida como Bebida de Salvación en la Eucaristía.

Al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos (Fil 2,7).

Hemos dejado atrás las aclamaciones del domingo y mien-

tras tanto en Jerusalén, en el templo, en el lugar santo por ex-celencia, en la morada de Dios se ha tramado ya la muerte de su hijo, ha habido traición por parte de uno de sus doce, uno de sus más allegados…Y nosotros entramos en el Jueves Santo, en el «Día del Amor Fraterno». Día centrado en el Misterio Eu-carístico, en la Cena Pascual de Jesús, donde el Señor anticipa sacramentalmente su Sacrificio en la Cruz, que consumará al día siguiente. Siguiendo el precioso ritmo litúrgico de la Misa in Coena Domini y acompañando a Jesús en su mesa, celebraremos tres realidades inherentes a su persona y de las que él nos invita a participar: Siervo de Yawé, Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza, y Pan de Vida, que se parte y se reparte, que se entrega como Alimento de Vida Eterna.

Con el rito del Lavatorio de los pies, que tras Li-turgia de la Palabra realiza el P. Abad a varios miembros de la comunidad y a algunos fie-les, celebramos y recordamos algo inaudito, celebra-mos a Jesús des-pojado de su rango y asumiendo en su persona la condi-ción de siervo. Del Siervo de Yawé, de quien profetizó Isaías. Jesús rea-liza algo increíble a los ojos de sus discípulos, él, el Maestro y el Señor, se pone a lavarles

los pies antes de cenar, como un siervo o esclavo cualquiera a quienes estaba reservado este servicio. Concluye con el man-dato: «Pues si yo, el Maestro y el Señor os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros tam-bién lo hagáis.»

La Liturgia Eucarística adquiere en esta tarde del Jueves Santo una connotación especial, pues es el día en el que el Señor instituye el Sacramento del Pan de Vida. Así, la Cena Pascual yo no rememora la liberación del pueblo esclavo en Egipto, sino la liberación del nuevo pueblo al precio de la Sangre de Cristo. Ahora esta Cena, es la Cena sacrificial de Jesús, la Cena de su Pascua. Y en ella nos da a comer y a beber su Cuerpo entregado y su Sangre derramada. Se nos da él mismo como Alimento de Vida Eterna. Y de nuevo otro mandato «Haced esto en memoria mía», mandato con el que perpetúa y transmite su sacerdocio.

¡VIVE LA SEMANA SANTAEN LEYRE!

Lavatorio de los pies. Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…

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Sacerdocio común para sus discípulos de todos los tiempos, y ministerial, además, para los Apóstoles y sus sucesores.

Y celebramos también el «Día del Amor Fraterno», el día en el que Jesús proclamó y nos dejó su Mandamiento Nuevo: «Amaos los unos a los otros, como yo os he amado». Lo que supone otro nuevo mandato, íntimamente unido a los dos ante-riores, hasta constituir los tres uno todo inseparable: Servicio-Eucaristía-Amor. Un todo que perpetúa la entrega de Jesús. En este «Día del Amor Fraterno» la colecta va íntegramente destina-da a Cáritas.

Finalizamos la solemne Misa con el traslado del Santísimo al Monumento Eucarístico, instalado en la capilla de las santas Nunilo y Alodia, donde habitualmente se le adora. Y allí entrada ya la noche concluimos el día. Y lo hacemos en oración, como Jesús. Después del Oficio de Completas celebramos una Hora Santa ente el Santísimo, y ahora también monjes y fieles. Acompañamos a Jesús en su des-garradora oración de Getsemaní, en su agonía, y meditamos a la vez las elocuentes e íntimas palabras que el Señor nos ha dejado en la sobreme-sa de la Cena. Pronto llegarán a por él los que vienen a prenderle condu-cidos por Judas.

Y así actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta some-terse incluso a la muerte, y a una muerte de Cruz (Fil 2,7-8).

Estamos ya en el Viernes Santo. Día en el que todo se centra en la Cruz, y en el que ni siquiera cele-bramos la Eucaristía. El Santísimo ha quedado reservado en el Monu-mento, pero ahora ya sin luces y sin flores. Hoy todo está centrado en el Crucificado. Hacia él, clavado en la Cruz alzamos nuestra mirada. Y en ella hay dolor, sí, pero hay sobre todo esperanza, porque esa mira-da resulta para nosotros sanante y porque detrás de las tinieblas que oscurecen aquellas primeras horas de la tarde en el Calvario, detrás de aquellas nubes negras, el sol sigue luciendo, con una luz inusitada, que se hará patente en la madrugada del Domingo. Jesús ha sido ya juzgado y condenado, e incluso nega-do por su querido Pedro. Y Dios, su amado Padre, calla…

En Leyre comenzamos este día como todos, con el Oficio de Vigilias, pero hoy con una particularidad: el canto de las Lamen-taciones. Y por la tarde la Celebración de la muerte del Señor.

Canto de la Pasión, a tres voces, en este día siempre la de san Juan, el discípulo amado, el testigo fiel y veraz de los grandes acontecimientos del Triduo Pascual. Posteriormente el simbólico rito de la adoración de la Cruz, evidentemente no como instru-mento de tortura y muerte, sino de glorificación y como camino de Vida Nueva. El oficiante principal va descubriendo la imagen del Crucificado cubierta con un paño rojo, mientras por tres ve-ces proclama. «Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clava-da la Salvación del mundo». Y seguidamente todos, monjes y

fieles pasamos a adorar la Cruz con el gesto de la genuflexión y con un beso. Finalmente esta solemne litur-gia concluye con la Comunión, en la que recibimos al mismo que ha sido clavado en la Cruz.

Más tarde, ya entrada la noche practicamos el ejercicio del Vía cru-cis, participado también por monjes y fieles, recorriendo la Vía dolorosa de Jesús, acompañando a María, a quien esta tarde en el Calvario he-mos recibido por Madre. Y luego silencio meditativo en la penumbra de nuestra iglesia contemplando la Cruz, contemplado al Cristo muer-to. Y Dios, su amado Padre, calla…

Envueltos en este silencio y en la oscuridad de la noche, entrare-mos en el Sábado Santo. Silencio y dolor, pero sobre todo esperan-za, cada vez más se barrunta algo grande, algo distinto, tanto amor y tanta ternura no pueden quedar para siempre encerrados en aquel sepulcro nuevo, al que José y Ni-codemo llevaron a Jesús, seguidos de algunas mujeres. Hoy lo mismo que ayer viernes en nuestro Oficio de Vigilias resonará el canto de la Lamentaciones.

Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre so-bre todo nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se do-ble –en el Cielo, en la Tierra y en el Abismo–, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre (Fil 2,9-11).

En este Sábado Santo todas las miradas están puestas en la noche, en esa noche en la que no habrá os-

curidad ni tinieblas –lo contrario a la tarde del Viernes Santo–, pues todo será Luz, la Luz del Resucitado. Mientras todo perma-nece en silencio, nosotros seguimos acompañando a la Madre. Y aquí en Leyre preparando todo para la solemne Vigilia Pascual. Noche tan santa y tan grande merece una espléndida celebración.

Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo.

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Esta larga Vigilia está compuesta de cua-tro partes: el Lucernario, la Liturgia de la Palabra, la Liturgia Bautismal y la Liturgia Eucarística. El Lucernario comienza con la bendición de fuego, del que se encenderá el Cirio Pascual, que representa al Resucitado. Su luz –la Luz de Cristo– se reparte a todos los fieles. Y por tres veces resuena en el silen-cio y en la oscuridad de la noche la aclama-ción: «Luz de Cristo». A continuación, des-pués que el Cirio ha sido colocado en un lugar destacado, se canta el Pregón Pascual. Canto de gozosa alegría en el que la Iglesia se une a los coros angélicos, ante el singular acon-tecimiento de la Resurrección del Señor. Se proclaman las grandezas de esta Noche Santa en la que Dios ha hecho tan excelsas maravi-llas en favor nuestro. En nuestro monasterio es solemnemente cantado por alguno de los miembros de la schola, salvo que hubiera al-gún diácono.

Y así entramos en la Liturgia de la Palabra, con las siete lecturas del Antiguo Testamento, que nos van recordando la obra salvífica de Dios con el Pueblo de Israel y los oráculos de los Profetas, acerca de una Alianza Nueva. Se canta solemnemente el Gloria y se proclama la epístola, tomada de la Carta de Pablo a los Romanos. Después se canta el Aleluya y se

proclama el Evangelio. Esta parte de la celebración cuenta con una buena participación de los fieles asistentes, pues casi todas las lecturas son proclamadas por ellos.

En la Liturgia Bautismal, se bendice el agua y todos los fieles con sus velitas encendidas de la luz del Cirio renuevan las pro-mesas del Bautismo, el sacramento que nace de la Pascua y que nos introduce en la Vida Nueva del Resucitado.

Y la celebración continúa con la Liturgia Eucarística y la Co-munión, como hacemos en cualquier misa. Y tras la bendición solemne final, el «podéis ir en paz» seguido de un sonoro y repe-tido Aleluya. En Leyre además concluimos la Vigilia felicitando a la Madre del Resucitado, a María. Si en estos días la hemos acompañado compartiendo su dolor, su soledad, su silencio y su esperanza; en esta Noche Santa de la Resurrección, no podemos menos que congratularnos con ella y compartir su gozo, porque su Hijo está vivo. Con nuestros ojos fijos en la imagen de Santa María de Leyre, cantamos solemnemente la antífona marina Re-gina Coeli, propia de la Pascua, con la que finalizaremos diaria-mente el Oficio de Completas a lo largo de toda la Cincuentena Pascual.

Hemos entrado ya en el Domingo de Pascua, el domingo más largo del año, un domingo que dura cincuenta días. En esta No-che Santa se ha dejado sentir el Paso del Señor, su Paso de la Muerte a la vida. Pero el Resucitado no está de paso, se queda con nosotros hasta el fin de los tiempos, se queda de una manera nueva y más plena. Y también en esta Noche Santa se rompe por fin el silencio de Dios, en ella el Padre amado habla… Da su Si pleno y definitivo a su Hijo predilecto, a su Unigénito.

Y cuando llegue el alba nosotros nos go-zaremos con las mujeres al ver el sepulcro vacío y como la Magdalena escucharemos nuevamente la voz del Maestro que nos lla-ma por nuestro nombre, mostrándonos el recuerdo de su pasión, las cinco llagas en su cuerpo ahora ya glorificado. E igualmente nos saldrá al camino como a los discípulos de Emaús, y como ellos lo reconoceremos Vivo y Resucitado, cuando diariamente nos sentemos con él a la mesa para la Fracción del Pan.

Entrado ya el día celebramos en Leyre nuestros oficios litúrgicos más solemnemente que nunca y a las doce, con gozo y alegría, nuestra Misa Conventual, junto a un buen número de fieles, muchos de los cuales ha-brán compartido con nosotros esta Semana de Muerte y Vida. Ahora junto a María y los discípulos y discípulas de Jesús nos dispon-dremos para recibir el gran don de la Pascua, el gran regalo que Jesús nos envía desde el Padre: el Espíritu Santo.

Amigo lector, si quieres puedes venir a vivir la Semana Santa a Leyre, a participar de todas nuestras celebraciones litúrgicas. La Comunidad Benedictina te acogerá fraterna y cordialmente.

R. L. M.

SEMANA SANTA EN LEYRE

DOMINGO DE RAMOS:Bendición de ramos, procesión y Misa a las 12,00

JUEVES SANTO:Misa de la Cena del Señor a las 18,00Completas a las 21,00Hora Santa a las 21,30

VIERNES SANTO:Vigilias – canto de las Lamentaciones a las 6,30Laudes a las 8,30Celebración de la muerte del Señor a las 17,00Completas a las 21,00Via crucis a las 21,30

SÁBADO SANTO:Vigilias – canto de las Lamentaciones a las 6,30Laudes a las 8,30Vísperas a las 19,00Solemne Vigilia Pascual a las 22,45

DOMINGO DE PASCUA: Laudes pontificales a las 8,30Misa solemne a las 12,00Vísperas pontificales a las 19,00

Luz de Cristo.

E l pasado día 1 de marzo se han cumplido los doscientos años del nacimiento de una de las figuras más destacadas

de nuestra Orden Benedictina en los tiempos modernos: Dom Rosendo Salvado, monje español, misionero en Australia Occi-dental, y fundador y primer abad-obispo de la Misión y Abadía Nullíus de Nueva Nursia, desde donde desplegó una encomia-ble tarea evangelizadora y civilizadora entre los aborígenes de aquellas latitudes.

El P. Salvado, hombre de fe recia y profunda, de tenacidad y abnegación a prueba de todo, de una proverbial austeridad y dotado de brillante inteligencia, figura además entre los restau-radores de la Orden Benedictina en España. Aunque no fundó ningún monasterio en nuestro país, con su empeño en la pro-moción vocacional contribuyó a la consolidación de las prime-ras abadías restauradas tras la desamortización de Mendizábal: Montserrat, Silos y Samos.

En el seno de una acomodada familia de Tuy (Pontevedra) nacía Lucas José Rosendo Salvado Rotea el 1º de Marzo de 1814. Inclinado hacia el sacerdocio ingresa muy niño en el se-minario de su ciudad natal, donde destacó tanto por su afabili-dad, como por sus dotes artístico-literarias y sobre todo musica-les. Dotes éstas de las que haría gala toda su vida y que pondría al servicio de su trabajo misionero.

Adolescente todavía se siente vivamente atraído por la vida monástica, por lo que, siguiendo los pasos de su hermano San-tos, ingresa en la abadía benedictina de San Martín Pinario en Santiago de Compostela. Con quince años emitía su profesión el 25 de julio de 1829, prosiguiendo ya como monje sus estu-

dios sacerdotales. Durante dos años permaneció en el monaste-rio asturiano de San Juan de Corias, cursando filosofía, a la vez que perfeccionaba sus conocimientos de órgano, convirtiéndose así en el organista de su ilustre abadía.

Imbuido de una profunda vida de piedad, nuestro joven monje se hallaba enfrascado en sus estudios y en su música, cuando llegó una hora muy amarga para el monacato hispano, pues por la ley de desamortización y exclaustración de 1835 era desposeído de sus propiedades y arrojado de sus mo nasterios. Triste momento para Rosendo Salvado, que animado por su profunda vocación vuelve al seminario de Tuy, pues si no le dejan ser monje, nadie le impide llegar al sacerdocio.

Inquieto, y añorando muy de veras la vida monástica que había profesado, marcha tras el P. José María Benito Serra, monje de su misma comunidad, hacia la Abadía de la Santísima Trinidad de la Cava, en el reino de Nápoles. Allí, y tras concluir los estudios teológicos en Roma, sería ordenado sacerdote en 1839, pasando a ejercer los cargos de mayordo mo y organista.

Monjes de la Cava, Salvado y Serra, sienten muy vivo el ideal misionero, al estilo de aquellos antiguos benedictinos que evangelizaron y civilizaron buena parte del continente euro-peo. Y puestos en contacto con la Congregación de Propaganda Fide, serían agregados a las misiones de Australia Occidental, pues en este lejano continente sabían ya del buen hacer de los monjes, gracias a la presencia en él de los benedictinos ingleses.

Tras ser despedidos por el Papa benedictino Gregorio XVI, nuestros dos monjes misioneros parten rumbo a Australia el 8 de junio de 1845, pasando primeramente por Francia con el fin de recoger fondos para su nueva empresa. En el monasterio de Santa María de París, tendrán la oportunidad de conocer perso-nalmente al abad restaurador de Solesmes, Dom Próspero Gué-ranger, con quien Salvado entablará una entrañable y fraterna amistad. Ambos, aunque embarcados en empresas de signo di-ferente, tenían una común filiación benedictina y un profundo amor a la vida monástica.

Un largo viaje de ciento trece días de navegación y por fin el continente soñado. La expedición misionera llegaba a Australia el 7 de enero de 1846. Y el 1º de marzo, el mismo día en que cumplía sus 32 años, Rosendo Salvado se internaba en la salva, para dedicarse en cuerpo y alma a los nativos que allí vivían. Apóstol de recio temple, su amor hacia estos pobres negros, perseguidos y diezmados por los colonos blancos, llegaría al

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Bicentenario de

DOMROSENDOSALVADOFundador de la abadía misionera de Nueva Nursia, en Australia

extremo de pedir al Gobierno británico el ser declarado y con-siderado legalmente abo rigen. Se hacía, al estilo de san Pablo, uno más entre ellos para ganárselos a todos y transmitir así mu-cho mejor el mensaje evangélico.

A él y a su compañero el P. Serra se les había asignado un territorio que bautizarían como Nueva Nursia, en recuerdo del lugar que viera nacer a san Benito.

En 1849, después de tres años de inauditas privaciones de todo género en los bosques australia nos, Salvado era consa-grado obispo de la colo nia inglesa de Puerto Victoria, en el norte de Australia. Abrazaba su ministerio episcopal desde una encomiable obediencia, aunque no por gusto, pues creía que con ello la obra de sus amores –su misión entre los aborígenes– quedaría desbaratada. Providencialmente, el Gobierno británi-co abandonó la mencionada colonia, con lo cual nuestro celoso misionero quedaba libre para volver de nuevo con sus queridos nativos. Pero como era de esperar, enseguida sonó su nombre para ocupar alguna otra sede en España o en Hispanoaméri-ca. Se le propusieron entre otras las diócesis de Puerto Rico y Lugo, pero el no las aceptó. Dirigiéndose a la reina Isabel II rechazó la sede lucense con estas palabras, que lo retratan fielmente: «Gracias, Señora; prefiero las almas a las rentas. Me marcho a Australia».

Así, se quedó de por vida en aquel continente, con sus abo-rígenes y con los monjes que junto a él estaban dando vida a aquella obra monástico-misionera. Y en 1867 el monasterio que él había fundado en Nueva Nursia bajo el nombre de la Santísima Trinidad, pasaba a convertirse en abadía Nullius, de-pendiendo directamente de Roma y con un vasto territorio a su cargo, del que Dom Rosendo sería su primer Abad-Obispo.

Pronto Nueva Nursia se convirtió en una floreciente abadía, en la que sus monjes volvieron a realizar, con óptimos frutos, el antiguo sistema be nedictino de evangelización: extendiendo la fe cristiana entre aquellos nativos australianos, enseñándoles a trabajar la tierra, dándoles a conocer distintas artes y oficios, y abriendo escuelas para la educación de sus niños y niñas. El propio Salvado, puso en juego hasta sus propias dotes musi-cales, que le resultaron enormemente beneficiosas en su tarea evangelizadora, y lo mismo de cara a la pastoral con los nativos, que dando conciertos a fin de recaudar fondos para la misión.

Pero la acción benéfica de Salvado no irradió tan sólo en Australia. En 1868, con el apoyo de su íntimo amigo san Anto-nio María Claret, obtuvo de Isabel II el establecimiento de un colegio misionero-benedic tino en El Escorial, como centro de formación de vocaciones monásticas destinadas a Nueva Nur-sia, centro, que la revolución de aquel mismo año cerró tras una efímera existencia. En 1885, y por real decreto del Rey Alfon-so XII, logró Mons. Salvado que el monasterio de Montserrat fuera declarado Colegio de Ultramar (centro de formación para las misiones), pues con ello la célebre abadía catalana, que has-ta entonces no había podido reclutar novicios, pudo abrir sus puer tas a numerosos postulantes y poblar a su tiempo an tiguas abadías españolas o establecer nuevas casas. Y el mismo privi-legio obtuvo nuestro celosísimo monje-obispo para las abadías de Silos y de Samos, haciéndose acree dor al glorioso título de restaurador de la Orden Be nedictina en España, título que, con toda jus ticia, le dio el abad de Silos Dom Ildefonso Guépin, en la hermosa semblanza que le dedicó en el Boletín de Silos de febrero de 1901. E igualmente la solicitud de Dom Rosendo

en favor de los monasterios españoles recién restaurados hizo que sus comunidades se expandieran con un profundo espíritu monástico-misionero hacia Filipinas e Hispanoamérica.

En cuatro ocasiones Dom Salvado viajo hasta Europa –a Es-paña e Italia principalmente–, reclutando vocaciones y fondos económicos para la obra misionera de Nueva Nursia. En uno de estos largos viajes acudió a Roma para participar en el Concilio Vaticano I. El último y definitivo, tendría lugar en 1899-1900, a la avanzada edad de ochenta y siete años. Presintiendo ya su fin quiso dejar su obra bien asegurada, incorporando definiti-vamente su abadía de Nueva Nursia a la Provincia Española de la Congregación de Subiaco. En Roma participó en el primer Congreso de Abades benedictinos. Y fue en la Ciudad Eterna donde dio por terminada su obra en este mundo. Habiendo caí-

do enfermo de muerte en el monasterio de San Pablo Extramu-ros, lugar en el que se hospedaba, falleció el 29 de diciembre de 1900, consumido por los trabajos de cincuenta y seis años de fecundo apostolado. Años después sus restos fueron trasladados a su abadía de Nueva Nursia. En ella, Salvado había dejado una buena comunidad benedictina, ahora gobernada por otra gran figura, el abad-obispo Dom Fulgencio Torres, monje de Montserrat (fallecido en octubre de 1914), que consolidó y am-plió notablemente la obra emprendida por su ilustre predecesor.

Misionero, músico, escritor, indigenista, abad, fundador, obispo, aventurero… Dom Rosendo Salvado nos ha dejado también hermosas páginas de una buena producción literaria donde da a conocer la vida y costumbres de sus queridos na-tivos, así como la exuberante naturaleza australiana, con sus distintas especies –él fue quien trajo a España la semilla del eucalipto–. Y por supuesto no podían faltar en sus escritos los relatos de sus incidencias misioneras.

Ahora bien su mejor semilla y la que mejor fructificó fue su semilla evangelizadora, regada con su propio sudor, trabajada con el esfuerzo de sus manos y con sus rodillas hincadas en tierra delante del sagrario o rosario en mano, en sus largas horas de oración.

Dada la importancia de su obra evangelizadora y civilizado-ra la Iglesia Católica ha considerado siempre a Fray Rosendo Salvado como uno de sus más heroicos misioneros, y el Estado de la Australia Occidental, a su vez, como mentor de todos los gobernadores que guiaron los primeros pasos de la joven colonia.

Fr. Ramón Luis Mª. Mañas, osb

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Iglesia abacial de Nueva Nursia.

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Nueva construcción, restauración o reconstrucción?En el anterior boletín explicamos a nuestros amigos

cómo era necesaria una intervención en el órgano de Leyre para hacer frente a su progresivo deterioro. Había que encontrar un medio de que este importante instrumento, patrimonio de Na-varra, saliera de su ruinoso estado y estuviera en condiciones de ofrecer un mejor rendimiento, tanto en el servicio litúrgico que se celebra en la iglesia abacial, como en las actividades cultura-les o docentes que pudiera protagonizar.

¿Cómo proceder en esta puesta a punto? No han faltado profesionales del órgano que hu-bieran deseado una solución ra-dical: prescindir del instrumento anterior y optar por la construc-ción de un nuevo instrumento de tubos, tal y como se ha hecho recientemente en varios lugares de España. En opinión de dichos profesionales, la significación histórica del lugar, la singular be-lleza de su iglesia románica y la distinguida condición de muchos de sus visitantes, requería un nue-vo y cualificado instrumento en consonancia con la singularidad del monumento y de su entorno. Según argumentaban, esta cons-trucción supondría para Navarra una oportunidad única y llena-ría un vacío músico-cultural de nuestra Comunidad Foral.

Sin desestimar el valor obje-tivo de estas razones, y después de haber consultado ampliamen-te y estudiado el tema –creo que exhaustivamente– nos decidimos por otra solución que nos pareció más adecuada en nuestras cir-cunstancias: ni una nueva cons-trucción ni una mera restauración (que no resolvería los problemas estructurales), sino una recons-trucción del actual instrumento.

Permitidme un solo párrafo más técnico en atención a los más entendidos en la materia. Mediante una reconstrucción se man-tendría y se «reciclaría» lo más valioso del órgano existente (un 75 % de su tubería y una parte importante del restante material); se podrían resolver muy dignamente las principales deficiencias y carencias del instrumento, sobre todo su sistema.

Mediante una reconstrucción cabía también la posibilidad de reorientar la estética del instrumento (hacia un estilo sinfónico moderno), reorientar su sonoridad (hacia la cabecera de la igle-sia, evitando así los rebotes acústicos), completar los juegos del órgano y disponerlos de un modo más coherente.

Una reconstrucción también resultaría más económica que una nueva construcción y por lo mismo más viable. Pero, en con-

trapartida, una reconstrucción es un reto mucho mayor que una nueva construcción: es más fácil y seguro trabajar una tubería nueva que reconducir sonoramente una tubería ya existente.

Evidentemente para logar este objetivo había que contar con un experto maestro organero capaz de realizar un estudio porme-norizado de la tubería y del material existente, y hábil para con-seguir un inteligente y cualificado aprovechamiento del mismo.

El proyecto europeo «Virila» Quedaba otra cuestión no menor: conseguir fondos para esta

obra, pues nuestra modesta eco-nomía no se podía permitir este gasto. Los programas europeos Feder-Poctefa nos ofrecieron una oportunidad única. Eso sí, para beneficiarnos de ellos era preciso idear un buen proyecto cultural transpirenaico y llevarlo a cabo.

Era, ciertamente, toda una aventura para nosotros y conlle-vaba asumir un duro trabajo, pero teníamos buenas razones para acometer esta tarea, humanas y divinas. Por lo pronto, conservar el patrimonio que se nos había confiado y sacar de su ruina e im-productividad un elemento valio-so de Leyre.

En estos tiempos, de dura crisis, hay que intentar poner en valor todos los recursos disponi-bles. El órgano, en buenas condi-ciones, nos daría juego para una mayor actividad cultural (muy acorde con nuestra tradición be-nedictina) y podría ser un atrac-tivo más a los turistas. Y, sobre todo, contaríamos con una eficaz ayuda para ennoblecer nuestra liturgia y hacerla más sugerente, más bella. ¿Cómo no recordar las palabras, todavía recientes, del Papa Benedicto XVI insistiendo

en la importancia de la belleza de los signos en la liturgia? Os propongo dos textos suyos que nos han acompañado en este pro-yecto:

«La relación entre el misterio creído y celebrado se manifies-ta de modo peculiar en el valor teológico y litúrgico de la be-lleza. La liturgia, como también la Revelación cristiana, está vinculada intrínsecamente con la belleza: es veritatis splen-dor. En la liturgia resplandece el Misterio pascual mediante el cual Cristo mismo nos atrae hacia sí y nos llama a la comu-nión [...] La belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra. La belleza no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un

Diseño de Javier Sancho y María del Olmo.

EL ÓRGANO DE LEYRE (II)¿

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elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación» (Sacramentum Caritatis, 35). «La belleza –en la liturgia– nunca será lo suficientemente es-merada, lo suficientemente cuidada, elaborada, porque nada es demasiado bello para Dios, que es la Hermosura infinita. Nuestras liturgias de la tierra no podrán ser más que un pálido reflejo de la liturgia, que se celebra en la Jerusalén de arriba, meta de nuestra peregrinación en la tierra. Que nuestras ce-lebraciones, sin embargo, se le parezcan lo más posible y la hagan presentir» (Discurso del 12 septiembre 2008).Creo que esta línea de pensamiento del Papa Benedicto cen-

tra nuestro proyecto en su principal objetivo. «Virila» no es solo un proyecto de interés patrimonial y cultural sino que incluye una dimensión espiritual: pretende ser una apuesta decidida por una liturgia más bella en Leyre.

Volvamos a nuestro proyecto, que también es vuestro, pues muchos de vosotros estáis colaborando con la compra simbóli-ca de uno o varios tubos. El proceso de un proyecto europeo es bastante complejo. Se requiere un buen proyecto (que verdade-ramente sea una aportación), contar con un socio del otro lado del Pirineo, disponer de técnicos competentes para la gestión del proyecto y, por último, estar dispuesto a cumplir los deberes ad-quiridos.

Nuestro amigo, el conocido organista pamplonés D. José Luis Echechipía, se encargó de redactar un interesante proyecto y nos puso en contacto con un «socio» musical: la escuela de órgano de la parroquia de Urrugne (Francia). La gestión técnica quedó en manos de un experto de confianza, D. Rubén Aguado. La comunidad se encargaría de la ejecución de sus compromisos, particularmente de las actividades culturales y docentes anejas, y de tutelar la reconstrucción del órgano.

Faltaba un nombre para nuestro flamante proyecto europeo: lo hemos llamado «Virila», en recuerdo de nuestro santo abad. La famosa leyenda de san Virila evoca la actividad musical que está en la base del proyecto. Los dos polos de intercambio musical transfronterizo somos: la asociación «Les Orgues d´Urrugne» y su escuela de órgano (Francia), y nuestro monasterio de Le-yre (España), sito en las estribaciones del Pirineo. En Leyre, el proyecto «Virila» está articulado en torno a la rehabilitación de su órgano y mantiene una particular referencia al legado de la antigua música gregoriana, que aún permanece viva en el mo-nasterio.

¿Vale la pena tanto trabajo? ¿Qué ventajas o beneficios cabe esperar razonablemente de la realización completa de este pro-yecto de reconstrucción?

Como monjes, solamente por mejorar la calidad de nuestras acciones litúrgicas estarían ya justificados todas nuestros afanes y trabajos. La liturgia es la tarea por excelencia del monje, nues-tro primer servicio a Dios y nuestro principal apostolado.

Pero el proyecto «Virila», además de esta vertiente espi-ritual comportará otras ventajas considerables. Por lo pronto la reconstrucción emprendida va a favorecer la debida conser-vación del patrimonio de Navarra, del cual el órgano forma parte. El Proyecto «Virila», va a hacer posible que el órgano de Leyre deje de ser un bien patrimonial deteriorado e impro-ductivo, reducido al mínimo uso, y se convierta en un instru-mento de referencia, apto para actividades musicales de cali-dad, sean litúrgicas, culturales o formativas. Respecto de este punto hay muchas expectativas respecto al proyecto de Leyre

entre los jóvenes organistas de nuestra zona y sus profesores del Conservatorio.

Otra ventaja será la incorporación del sistema Replay. Gra-cias a este adelanto, los miles de visitantes que Leyre registra cada año (procedentes de ambos lados del Pirineo) podrán es-cuchar el órgano no solo en los oficios religiosos sino también durante las visitas guiadas. Así, desde este emblemático lugar, se ofrecerá un nuevo atractivo cultural que contribuya creativa-mente a la promoción del lugar y de la zona. Quisiéramos que las visitas guiadas ganaran calidad cultural y espiritual. Sí, también espiritual, porque en un marco tan sugerente como es nuestra iglesia, ofrecerle a un turista una pequeña audición de música sagrada para órgano, es ya una invitación a entrar en sí mismo y a levantar suavemente su corazón a Dios.

Actos inaugurales del Órgano La reconstrucción del órgano ha sido confiada a la afamada

empresa catalana Blancafort, Orgueners de Montserrat SL, en sus talleres de Collbató (Barcelona). El taller es muy valorado en el ámbito nacional y extranjero, que cuenta con importantes realizaciones: los órganos de la Sagrada Familia (Barcelona), de la Abadía de Montserrat, del auditorio de Tenerife, entre otros.

Avanzados los trabajos de reconstrucción según el calendario previsto, esperamos que con la ayuda de Dios podremos bende-cir el reconstruido Órgano de Leyre el próximo día 7 de junio, primeras Vísperas de Pentecostés. Todos nuestros Amigos estais invitados a esta celebración. La inauguración «oficial» tendrá lu-gar en ese mismo mes, con ocasión del Homenaje a los Reyes de Navarra y entrega del Premio «Príncipe de Viana». La fecha se desconoce todavía, pero suele ser a lo largo del mes de junio. Y el día 28 de junio, sábado, tendrá lugar el primer concierto, a cargo de José Luis Echechipía. Otros actos se irán sucediendo a lo largo del verano.

Consultando nuestra Web www.monasteriodeleyre.com, en la sección del órgano podréis encontrar la programación.

No quiero terminar este artículo sin agradecer a la Institu-ción Príncipe de Viana su competente y amable colaboración. No solo en lo que se refiere al diseño exterior del instrumento, sino a los trabajos acometidos en nuestra iglesia que complemen-tan la reconstrucción del órgano. Una vez más nuestro sincero agradecimiento a los directores y arquitectos de esta benemérita Institución.

+ fr. Juan Manuel Apesteguía, Abad

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ACONTECIMIENTOSEl noviciado representa a la comunidad en Silos,

nuestra abadía madre, el día 20 de diciembre, solem-nidad del Tránsito de Sto. Domingo de Silos.

El 28 de febrero terminan las obras de limpieza, instalación del nuevo cancel y de la nueva ilumina-ción de la iglesia, el principal monumento arqueoló-gico de Navarra, que estaba necesitada de un buen repaso. El 3 de marzo comienzan, respectivamente, la instalación de nuevo sistema de megafonía y la pri-mera etapa del montaje del nuevo órgano que será una gran ayuda para nuestra liturgia. En el próximo núme-ro esperamos poder informar a los lectores de nuestro Boletín del alcance de estas importantes obras. Ade-lantamos que van a contribuir a dar mayor realce a la monumental iglesia, no solamente a la bellísima bó-veda gótica de la gran nave, calificada como la mejor

de Navarra, sino también a la cabera y a los muros románicos de dicha nave.

Desde el monasterio de la Ascensión de nuestras hermanas benedictinas de Zamora nos comunican la noticia de la elección de nueva abadesa en la persona de la Madre Concha Galán de Mera, que tuvo lugar el día 4 de marzo.

El día 7 del mismo mes, quinto aniversario de la elección abacial del P. Juan Manuel, a quien tenemos muy presente en las preces de la misa y del oficio divino.

AGENDA DEL P. ABADAcompañado del P. José Antonio, el 3 de diciembre representó a la

comunidad en la festividad de San Francisco Javier en su castillo-santua-rio. Los dos concelebraron con el Sr. Arzobispo, Mons. Francisco Pérez, en la tradicional y solemne misa en la que participó el Gobierno de Nava-rra en pleno y luego en la misa de entrega del crucifijo a los misioneros.

Con ocasión de las fiestas de Navidad y para felicitarles el Año Nuevo, los días 5 y 10 de enero, acompañado de varios monjes, visitó a nuestras hermanas de Sta. María Magdalena de Alzuza y de S. Benito de Estella, los dos monasterios de monjas benedictinas que existen en Navarra.

El día 11 de marzo, acompañado del P. Luis Mª, asistió en Pamplona a la entrega de la Medalla de Carlos III al musicólogo P. Jesús Mª Mune-ta, de la Congregación de la Misión (PP. Paúles), que ha colaborado en nuestro proyecto “Virila”.

Por lo demás, el P. Abad continúa con sus gestiones ante el Gobierno de Navarra que van dando su fruto con la reconstrucción del órgano y las obras de restauración de nuestra iglesia.

MINISTERIOS EXTRAORDINARIOS

El 1 de febrero el P. Fco. Javier Suárez dictó la conferencia Teología para la Vida Contemplativa en la Casa de Ejercicios de Burlada a las monjas y monjes contemplativos que se congregaron en Pamplona para participar en la celebración del Día de la Vida Consagrada en la catedral. Y durante los días 10-15 de marzo predicó los Ejercicios espirituales anuales a nuestras hermanas benedictinas del monasterio de Sta. María Magdalena de Alzuza.

Por su parte, el P. José Antonio Pedroarena, como asistente que es de las benedictinas de la Federación Galaico-Leonesa, del 11 al 17 de febrero giró su visita a los monasterios de Zamora y de Alba de Tormes.

VISITANTES MÁS DESTACADOSUna veintena de sacerdotes, seglares y religiosos de diversas congre-

gaciones que recibieron el crucifijo de misioneros en Javier participaron en nuestras Vísperas el 3 de diciembre.

El día de la solemnidad de la Purísima Concepción nos acompañó un Obispo carmelita del Ecuador que se hallaba haciendo el mes completo de Ejercicios ignacianos en Javier. Concelebró en nuestra misa conven-tual, predicó la homilía, comió con la comunidad en el refectorio y du-rante una recreación festiva nos habló de sus andanzas misioneras. Y a sus 80 años, piensa partir para África como misionero.

El 8 de enero, de camino hacia el santuario de El Pueyo de Barbastro, pasaron por Leyre cinco monjes del monasterio benedictino de Valvane-ra (La Rioja). Pernoctaron en nuestro monasterio, participaron en nuestra liturgia, compartieron con nosotros una animada recreación y nos obse-quiaron con miel de sus colmenas.

El mismo día, al término de unos días de retiro en la Casa de Ejer-cicios de Javier, recibimos la visita de los novicios jesuitas de España.

Seis días más tarde nos visita un grupo de monjes del Instituto del Verbo Encarnado que actualmente dan vida al santuario-monasterio de

Nuestra iglesia en obras.

CRÓNICA DE LEYREDICIEMBRE 2013-MARZO 2014

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Ntra. Sra. del Pueyo en la ciudad de Barbastro. Al frente del grupo venía el P. José, superior de la comunidad, que desde la pasada beatificación del 13 de octubre se encarga de la Causa de nuestros Mártires Benedictinos.

El 21 de mismo mes tuvimos la alegría de acoger al cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima. Le atendieron el P. Abad y varios monjes.

El día 12 de febrero recibimos la visita del nuevo párroco de Adahues-ca, lugar del nacimiento de nuestras santas Nunilo y Alodia, don Rafael Batalla, a quien acompañaban don José Mª Cabrero, párroco de Alque-zar, y un feligrés de esta última parroquia, pariente del Beato Mariano Sierra, monje de la Comunidad Mártir de El Pueyo.

El 23 del mismo mes nos visita el Arzobispo de Quito, acompañado de ocho sacerdotes de su diócesis, los cuales cursan sus estudios superio-res en la Universidad de Navarra. Después de visitar el conjunto monu-mental, participaron todos en nuestras Vísperas

Durante los días 24-28 de febrero los seminaristas de la diócesis de Tarazona, Cesar Augusto Gómez y Bayron David Alvizures, practicaron los Ejercicios espirituales, previos a su ordenación de diáconos, cele-brada el 14 de marzo en la S.I Catedral de Tarazona. Dichos Ejercicios fueron dirigidos por el P. Ramón Luis Mª.

El día 8 de marzo, sábado por más señas, recibimos la visita de las Sras. Presidenta y Vicepresidenta del Gobierno de Navarra. Acompaña-das de algunos familiares y amigos, participaron en el oficio de Vísperas, pernoctaron en la hospedería externa y, al punto de la mañana, peregri-naron a Javier para participar en la primera Javierada.

El 15 del mismo mes, y con motivo de su peregrinación a Javier, nos visita, el Sr. Obispo de Huesca y de Jaca, Mons. Julián Ruiz, acom-pañado de D. Fernando Jarne, Vicario General de la diócesis de Jaca y huésped habitual de nuestro monasterio.

HOSPEDERÍA INTERNAA todos los visitantes reseñados en esta crónica, queremos añadir

otros que se acogen a la hospitalidad de la comunidad para pasar unos días en el monasterio y compartir su modo de vida. Una característica propia de los monjes ha sido siempre la de recibir y hospedar a todo aquel que se llega al monasterio. Como es sabido, en Leyre atendemos a dos hospederías: la hospedería externa y la hospedería monástica, pro-piamente dicha. En esta última solamente se acoge a hombres. El año pasado acogió a 374 huéspedes. Se trata de personas de toda condición: obispos, sacerdotes, religiosos y seglares que pertenecen a todos los es-tamentos de la sociedad y que desean dedicar un tiempo (dos o más días)

a encontrarse consigo mismos, a orar y dar sentido pleno a su propia vida. Todos se alojan dentro del mo-nasterio, se benefician del ambiente de soledad, silen-cio y de paz que rodea a los monjes, participan en su liturgia y comen con ellos.

A estos huéspedes, cabe añadir los «transeúntes» y «peregrinos», que son alojados en unas habitaciones reservadas para ellos. El pasado año acogimos a 156.

NAVIDAD, CUARESMA, SANTORAL Y OTRAS CELEBRACIONES EXTRAORDINARIAS

Aunque oficiamos toda nuestra liturgia en la Sala Capitular a causa de las obras que se están llevando a cabo en la iglesia, tanto la Vigilia y la Misa del Gallo, como los demás oficios del día de Navidad, los hemos celebrado con la solemnidad acostumbrada. Pero para la Misa solemne del día nos trasladamos a la cripta a fin de favorecer la participación de los fieles.

El último día del año, tenemos un recreo festivo y, seguidamente, celebramos una solemne Vigilia con el Santísimo expuesto en honor de la Madre de Dios. Finalizamos la vigilia cantando el Te Deum laudamos, acompañado del toque de las campanas, en acción de gracias por los beneficios recibidos durante el año que termina. Con esta especial celebración nos queremos encomendar a Santa María en este año que comienza.

Y los días de Año Nuevo y de Epifanía, igual que el día de Navidad, la Misa conventual volvió a oficiar-se en la Cripta.

La celebración del Día de la Vida Consagrada en la catedral de Pamplona, presidida por el Sr. Arzobis-po, Mons. Francisco Pérez, este año bajo el lema La alegría del Evangelio en la vida consagrada, tuvo lugar el día primero de febrero. Nuestra comunidad estuvo representada por el P. Fco. Javier Suárez y Fr. Ernesto Biain.

El 10 del mismo mes, fiesta de Santa Escolástica, presidió la liturgia el P. Subprior. Y como las monjas benedictinas consideran a la hermana de N.P.S. Beni-to como a la discípula más aventajada suya (y no les falta razón), varios monjes compartieron dicha fiesta con las benedictinas de Santa María Magdalena de Alzuza, comunidad que principió su andadura monás-tica en Leyre.

Como es costumbre desde hace casi 40 años, el 4 de marzo celebramos nuestra Javierada Monástica, este año bajo el lema Cristo, un camino por recorrer. Nos acompañaron: una representación de monasterio cisterciense de la Oliva, algunos sacerdotes y fieles del Apostolado de la Oración y feligreses de las pa-rroquias cercanas de Liédena, Yesa, Lumbier, Cáseda y Aibar. Presidió la misa de pontifical el P. Luis Mª y predicó la homilía nuestro arcipreste y párroco de Lumbier, D. Santiago Garisoain

Entre los actos extraordinarios de Cuaresma va-mos a reseñar, entre otros: el rito de imposición de las cenizas, con el que la iniciamos el 5 de marzo. Después de Vísperas tuvimos el acostumbrado acto

Visita de nuestros hermanos benedictinos de la Abadía de Valvanera.

capitular durante el cual el P. Abad nos habló de la Cuaresma como don de Dios y tiempo fuerte de conversión en preparación a la Pascua. Y como señala la Santa Regla, nos entregó a cada monje su correspondiente libro para la lectio divina.

Como suele ser habitual, los Ejercicios espirituales tuvieron lugar durante la Cuaresma. Este año, del 23 al 30 de marzo y fueron dirigidos por D. Ángel Moreno, capellán del monasterio cisterciense de Buenafuente del Sistal. Como es nuestra cos-tumbre durante Ejercicios, uno de los días celebramos un acto penitencial comunitario tal y como lo prescribe el Ritual.

LIBROS LEÍDOS EN EL REFECTORIO DURANTE LOS MESES ÚLTIMOS

Los monjes en la Edad Media, de fray Justo Pérez de Urbel; Juan Pablo II: El final y el principio, de George Weigel; Un adolescente en la retaguardia. Memorias de la Guerra Civil (1936-1939), de Plácido Mª Gil; Ignacio de Loyola, solo y a pie, de José Ignacio Tellechea.

A estos libros cabe añadir los Mensajes de Navidad y de Cuaresma del Papa Francisco y algunos otros artículos de opi-nión de revistas de divulgación y de diarios con motivo de los eventos eclesiales y nacionales más señalados.

NOS CONGRATULAMOS CON:El Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. D. FERNANDO SEBASTIÁN, Arzobispo emérito de Pamplona, creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio del pasado 22 de febrero.

Mons. Fernando Sebastián nació en 1929 en Calatayud (Zaragoza). Ingresó en los Misioneros Claretianos en 1945. Or-denado sacerdote en 1953, se doctoró en Teología en 1955 y amplió después su formación teológica en París y en Lovaina.

En 1967 comenzó su docencia de la Universidad Pontifi-cia de Salamanca, donde ejerció los cargos de Decano de la Facultad de Teología (1970) y de Rector entre 1971 y 1979, en que fue nombrado obispo de León. De 1982 a 1988 fue Se-cretario General de la Conferencia Episcopal y posteriormente hasta 2005 Vicepresidente. En 1988 fue nombrado arzobispo coadjutor de Granada y desde 1993 rigió la Iglesia de Navarra, hasta su renuncia en 2007. Creado cardenal en el Consistorio del pasado 22 de febrero, recibió de manos del Papa Francisco el anillo, la birreta y su título cardenalicio. Lo cual supone un merecido reconocimiento a su entrega incondicional a la Igle-sia, como obispo y a su dilatada labor teológica.

D. Fernando, muy apreciado por esta comunidad legerense, como pastor de nuestra diócesis presidió en Leyre la bendición abacial del P. Luis Mª. y la ordenación sacerdotal del P. Óscar. En 2008 nos predico los Ejercicios espirituales, edificándonos con su palabra, con su profunda espiritualidad y con su ciencia.

El P. JESÚS MARÍA MUNETA, colaborador de nuestro proyecto “Virila”, que ha recibido la cruz de Carlos III, el Noble.

El P. Jesús María Muneta nació en Larraga el 27 de diciem-bre de 1939. Es sacerdote de la Congregación de la Misión (PP. Paúles).

Estudió en el Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma (1971-1975). En 1976 cofunda el Instituto Musical Turolense, después convertido en Conservatorio de Música, del que fue director. Como musicólogo es académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (2000), y en 2006 recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio del Ministerio de Educación. El pasado 11 de marzo recibió la Cruz de Carlos III el Noble de Navarra. Como compositor, su catálogo contabiliza más de 500 obras. Sus composiciones han sido interpretadas en escenarios de toda Europa.

El P. Muneta ha colaborado generosamente en nuestro pro-yecto «Virila» en calidad de «compositor invitado» escribiendo varias obras para el órgano de Leyre.

D. ALBERT BLANCAFORT, maestro reconstructor de nuestro órgano, que ha sido nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona.

Inició su formación en 1982 con su padre, el maestro Ga-briel Blancafort. Completó su formación en los talleres Rieger de Austria (1984) y Johannes Rohlf en Alemania (1986). Desde 2002 colabora con la Universidad de Stuttgart (Alemania) en proyectos europeos de investigación. Es miembro de la Asocia-ción Internacional de Organeros y ha participado en la organi-zación diversos meetings y eventos a nivel internacional. En su producción de organería emplea los últimos avances técnicos para producir instrumentos de nuestro tiempo, que inspiren a los organistas en su arte de interpretación del repertorio organístico o en la improvisación y creación de música contemporánea.

En la actualidad está reconstruyendo el órgano de Leyre. El pasado día 15 de enero tuvo lugar en la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona la aprobación de su nombramiento como miembro de esta institución.

NUESTROS DIFUNTOSEl 20 de diciembre fallece en Pamplona Dña. Arsenia Eliza-

ga, madre de D. Jesús Ascunce, Director de Servicio de Patri-monio Histórico (Institución Príncipe de Viana). El 1 de febrero falleció sor María Victoria Miranda Ustés, monja benedictina del monasterio de Sta. María Magdalena de Alzuza. El día 3 del mismo mes murió en Barcelona don Juan García, cuñado del P. Luis Mª. A mediados de febrero fallece en Zaragoza un hijo de nuestros amigos D. Constancio Díez y su esposa Dña. Marga-rita. El 11 de marzo, en Aibar, Dña. Carmen Lanas, madre de Dña. Mercedes Artieda, nuestra médica de cabecera. Y el 19 de marzo muere en Tafalla Dña. Amparo Sola, madre de nuestro amigo D. Carlos Ayerra, Deán de la Catedral de Pamplona.

¡Descansen en paz¡ Fray Ramón Molina Piñedo

BOLETÍN DE LEYRE. Publicación cuatrimestral de la Abadía de San Salvador de Leyre.www.monasteriodeleyre.com

Para suscripciones al Boletín y contactar: [email protected]

Grupo de monjes del Instituto del Verbo Encarnado en su visita a Leyre del 14 de enero.