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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión DOMINGO TRIGESIMO CUARTO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B Jesucristo, Rey del Universo

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Lectio Divina Domingo 34

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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión

DOMINGO TRIGESIMO CUARTO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B Jesucristo, Rey del Universo

DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión

DOMINGO TRIGESIMO CUARTO TIEMPO ORDINARIO - CICLO B Jesucristo, Rey del Universo

AMBIENTACION A lo largo el año hemos venido viviendo y celebrando: el tiempo de espera del

Redentor (Adviento); el nacimiento del señor (Navidad); su camino de preparación hacia

la Pascua (Cuaresma); su Pasión, Resurrección y Glorificación (Semana Santa, Pascua, Ascensión, Pentecostés).

Hoy terminamos el Año Litúrgico celebrando a Cristo «Señor y Rey del universo». No se trata de ninguna «forma política de gobierno», sino del Reino de Dios

instaurado por Jesús y al que le da plenitud: que habita en nosotros, a pesar de que «no es de este mundo».

A Jesús tenemos que bajarlo de todos los tronos para dejarlo solamente en la Cruz y

en la resurrección a una vida nueva.

1. PREPARACION: Invoquemos AL ESPIRITU SANTO

Espíritu Santo, ven a nuestra mente y nuestro corazón

para que, en actitud de discípulos, acojamos la Palabra que nos regala el Padre

y las luces y gracias dadas a la Iglesia mediante ella.

Que recibamos esta Palabra como principio de vida y tengamos, para recibirla, la disposición con que

Jesucristo leyó al profeta Isaías en la sinagoga de Nazareth.

Haz que, por la Palabra, Jesucristo viva y reine

en nuestro corazón y en nuestra vida.

Amén.

2. LEAMOS LA PALABRA: ¿QUÉ DICE el texto?

Dn. 7, 13-14: «Su reino no acabará»

En la visión central del libro apocalíptico de Daniel (cap. 7) se habla de manera

misteriosa del «Hijo del hombre»: originariamente se mencionaba a los judíos fieles a Yahvé (personalidad colectiva), que habían tenido que padecer los más amargos sufrimientos bajo el fantasma de la «helenización» (= la imposición a la fuerza de la cultura y cultos griegos al Pueblo de Israel), encabezada por el pagano Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C).

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El objeto del texto de Daniel (como el de todos los escritos «apocalípticos») es consolar

al pueblo: a pesar del sufrimiento, las torturas y la privación de los derechos, Dios quiere salvar a los suyos y rehabilitarlos (restituirles su dignidad).

Desde una visión cristológica de la salvación, el supremo título de «Hijo del hombre»

tiene valor mesiánico y se refiere a Cristo, el cual ha de llevar victoriosamente toda la historia del universo a la plenitud a la que está orientada.

Sal. 93(92): «El Señor reina, vestido de majestad» Este salmo está organizado así: 1. Dios, rey del mundo (vv. 1-2) 2. Triunfo sobre el caos (vv. 3-4) 3. Triunfo sobre el pecado (v. 5)

Es un himno en el que se canta la grandiosidad de Dios como soberano del universo. El lenguaje es solemne, poético, con un estilo sonoro y elocuente.

Las grandes aguas oceánicas, símbolo del caos, lanzan inútilmente, por tres veces, un

desafío a Dios. El rey celeste es más poderoso que su bramido y rebelión. Desde su alto trono sujeta con firmeza al mundo y vence las fuerzas oscuras y disgregadoras.

En la historia ocurre lo mismo que en la creación: los mandamientos de Dios son

firmes e inmutables; vencen el caos del pecado y la injusticia.

Ap. 1,5-8: «A Jesucristo, el Testigo fiel, la gloria y el poder por los siglos de los siglos»

Este texto tiene tres partes.

a) Primero se mencionan (en la introducción; v. 4-6) tres series de títulos que

presentan a Cristo en su dignidad actual y futura. - La primera serie es una interpretación mesiánica del Salmo 89: Cristo, «Testigo fiel»

que certifica su palabra con la muerte (3,14); Cristo, «Primer nacido de entre los muertos» (Ro. 8,29; Col. 1,18), va victorioso por delante de su comunidad; Cristo, «Rey de reyes» (Ap. 19,16: «... y Señor de señores») es el Señor cósmico-universal de la historia.

- La segunda serie está tomada de la primitiva teología cristiana sobre el bautismo y

habla del amor de Cristo (cf. Gal 2,20); de la muerte salvadora de Cristo en la cruz (cfr. Col l,13s.; Ef 1,7); de la función salvadora de Cristo. La dignidad real y la original dignidad sacerdotal, atribuidas a Israel (Éx. 19,6), son ahora adjudicadas a los creyentes en el ámbito del señorío de Cristo (cfr. 1Pe. 2,9).

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- La tercera serie es el anuncio profético del v. 7, que combina citas (Dn. 7,13; Zc.

12,10.12; etc.) para afianzar la fe en la venida de Cristo que dará plenitud a la historia

del mundo (cfr. Mt. 24,30).

b) El discurso directo de Dios en el v. 8 (cf. Ap. 21,5-7) une el fin del mundo (v. 7: Cristo viene) con la omnipotente actuación de Dios (v. 8: Dios viene).

c) Y de nuevo se afirman tres atributos de Dios:

Primero, la universalidad de Dios en el tiempo: con la primera (alfa) y la última

(omega) letra del alfabeto griego se hace referencia a las 24 horas del día; Dios es el principio y el fin (Ap. 21.6). el primero y el último (Ap. 1,17; 22,13).

Segundo, el poderoso actuar de Dios en la historia que está descrito con los tres

tiempos verbales (cf.: Ap. 1,4 en consonancia con Éx. 3.14: pasado, presente y futuro: «el que era, el que es y el que vendrá»).

Tercero, la soberanía sobre los ejércitos celestiales se expresa con el «pantocrátor»

(Señor universal: Ap. 4,8; 11,17; traducción de «seba'ót»).

Jn. 18,33b-37: «Tú lo dices: Soy rey»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN JUAN

R/. Gloria a Ti, Señor. 33 Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:

–¿Eres tú el rey de los judíos? 34

Jesús respondió:

–¿Eso lo preguntas por tu cuenta o porque te lo han dicho otros de mí?

35 Pilato respondió: –¡Ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

36 Contestó Jesús:

–Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

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37

Le dijo Pilato:

–Entonces, ¿tú eres rey? Jesús contestó: –Tú lo dices. Yo soy rey: para eso he nacido, para eso he

venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz.

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla Hagamos, ante todo, un momento de silencio orante para poder entrar en el pretorio

y me dispongo a escuchar profundamente cada palabra que sale de la boca de Cristo.

vv. 33-34: Pilato entra en el pretorio y comienza el interrogatorio a Jesús,

haciéndole la primera pregunta: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús no responde

enseguida directamente, sino que obliga a Pilato a poner en claro lo que tal realeza

significa, lo lleva a caminar a la profundidad. «Rey de los Judíos» significa «Mesías» y es

en cuanto Mesías como Jesús será juzgado y condenado. v. 35: Pilato parece responder con desprecio a lo que piden los judíos, los cuales

aparecen claramente como acusadores de Jesús: los sumos sacerdotes y el pueblo, cada

uno con su responsabilidad, como se lee en el prólogo: «Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn. 1,11) Sigue después la segunda pregunta de Pilato a

Jesús; «¿Qué has hecho?», pero no tendrá respuesta a esta pregunta.

v. 36: Jesús no responde a la pregunta de Pilato, sino que habla del «reino» y por tres

veces usa la expresión: «mi reino». Aquí nos ofrece una explicación admirable sobre lo

que pueda ser en realidad el reino y la realeza de Jesús: «no es de este mundo», sino

del mundo venidero, no tiene guardias o ministros para la lucha, sino la entrega amorosa de la vida en las manos del Padre.

Afirmando que su reino «no es de este mundo», Jesús nos invita, con fuerza, a pasar

a otra realidad. Una vez más Él nose desconcierta, proponiéndonos otro mundo, otro reino, otro poder. ¿Qué tipo de reino estamos esperando?

«Entregar» (vv. 35 y 36). Nos detenemos en esta palabra y tratamos de rumiarla y

mantenerla en nuestro corazón, poniéndola de frente a nuestra vida, con nuestros comportamientos de cada día.

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v. 37: El interrogatorio vuelve a la pregunta inicial (cfr. v. 33), a la que Jesús sigue

dando respuesta afirmativa: «Yo soy rey», pero explicando su origen y su misión. Jesús

ha nacido para nosotros, ha sido enviado para nosotros, para revelarnos la verdad del

Padre, de la que obtenemos la salvación y para permitirnos escuchar su voz y seguirla,

haciendo que nos adhiramos a ella con toda nuestra vida.

La frase final del pasaje es estupenda: «Quien está de parte de la verdad escucha mi voz». Nosotros que estamos absortos en miles de trabajos, compromisos,

reuniones, ¿a dónde dirigimos nuestros oídos? ¿a quién atendemos?, ¿en quién pensamos?. Cada mañana recibimos vida nueva, pero en realidad, ¿de quién nos dejamos revivir?

3. MEDITEMOS LA PALABRA: ¿QUÉ NOS DICE el texto?

Jesús revela su propia realeza Estos pocos versículos nos ayudan a entrar más profundamente todavía en el relato

de la Pasión y nos conducen casi hasta la intimidad de Jesús, en un lugar cerrado,

apartado, donde Él se encuentra solo, cara a cara con Pilato: el «pretorio».

Aquí es interrogado, responde, pregunta, continúa revelando su misterio de salvación

y a llamarnos para Él. Aquí Jesús se muestra como rey y como pastor. Aquí está atado y

coronado en su condena a muerte, aquí Él nos conduce a las «verdes praderas» de sus

palabras de verdad. El pasaje forma parte de una sección algo más amplia, comprendida entre los

versículos 28-40 y relata el proceso de Jesús ante el Gobernador. Después de una

noche de interrogatorios, de golpes, desprecios y traiciones, Jesús es entregado al poder

romano y condenado a muerte, pero precisamente en esta muerte, Él se revela Rey y Señor, Aquel que ha venido a dar la vida, justo por nosotros injustos, inocente por

nosotros pecadores. El proceso de Jesús, dramáticamente configurado por el Evangelio de Juan llega en

el primer interrogatorio a su culmen teológico: la revelación de Jesús acerca de su propia realeza. ¿De qué se trata? Todo esto nada tiene que ver con la acusación que

pretendía llevar a Jesús al tribunal por agitador político (en el mismo sentido de una rebelión impulsada por los radicales zelotes): éste era el plan que ya había sido urdido hacía tiempo por la aristocracia saducea del Templo (sumos sacerdotes y ancianos; cf.: Jn. 7.32.45; 11,47.49-53,57; 12,10).

La realeza de Jesús no puede localizarse terrenalmente (en un conjunto de

poderes humanos y políticos), sino que tiene un origen «celestial» (la gloria del eterno

señorío de Cristo (cfr.: 1Co.15,24-28; Col. 1,13; 2Tm. 4, 18; 2Pe. 1,11): ciertamente el ámbito de actuación de Jesús se hace visible en este mundo mediante la revelación de la

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salvación, pero sólo se puede acceder a ella en la vivencia de la fe (o sea, no a través de

medidas de presión política).

Jesús Rey mártir

«He venido para dar testimonio de la verdad» (v. 37), dice Jesús, usando

un término muy fuerte, que contiene en sí el significado de martirio, en griego (marturh,sw

= «martyreso», es decir, testimoniar: es lo que hace el mártir por le FE).

El testigo es un mártir, el que afirma con la vida, con la sangre, con todo lo que es y lo que tiene, la verdad en la cree. Jesús atestigua la verdad, que es la

Palabra del Padre («Tu Palabra es verdad»: Jn. 17,17) y por esta Palabra Él da la vida. Vida por vida, Palabra por Palabra, amor por amor. Jesús es «el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios» (Ap. 3,14); en Él existe

sólo el Sí, por siempre y desde siempre y en este Sí, nos ofrece toda la verdad del Padre, de sí mismo, del Espíritu y en esta verdad, en esta luz, Él hace de nosotros su reino.

El «drama» de la FE: llamados a «escuchar» a Cristo Y es aquí donde reside el dramatismo de la escena: Pilato podía haberse «abierto» a

esta dimensión de la fe, pero se recluye en su posición de poder político-terrenal,

encerrándose tercamente en su «increencia», como los judíos (importante: Jn. 12,37-43 y 18,28; los judíos de ningún modo pisan el tribunal en la casa del gobernador pagano...).

El acontecimiento de la revelación tiene lugar al dar Jesús testimonio de la verdad (Jn.

14, 6): en Jesús «experimenta » el creyente la revelación personal de Dios. El, Jesús, descubre el misterio de Dios (Jn. 1,18); Él lo hace paternal a través de su encarnación humana (Jn. 1,14).

Y todo aquel que escucha y no se cierra a la revelación de Dios en Jesús, será

aceptado por la experiencia de la fe (conocimiento de la verdad) en una corriente de

relación viva con Dios, por Jesucristo vivo, actual y actuante hoy en la Iglesia.

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Reconocemos y proclamamos hoy, Padre, la realeza única de Jesús.

A su luz cobran un sentido distinto nuestras ideas de poder y de mando.

El no domina desde arriba, como los gobernantes de este mundo,

sino que se pone a la altura de los pobres y humildes,

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para elevarnos a todos, haciéndolos hijos de Dios.

Agradecidos por tu Hijo y por el Reino que en El has preparado para todos, queremos dar a Cristo, nuestro Rey,

y, con El a ti, su Padre y nuestro Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor, bendición y gloria,

ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén

5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?

Jesús, el Rey atado y entregado

Un verbo gramatical emerge con fuerza de estas líneas rebotando ya desde los

primeros versículos del relato de la Pasión: el verbo «entregar», pronunciado aquí

primeramente por Pilato y después por Jesús. La «entrega del Cristo» es una realidad teológica, pero al mismo tiempo vital, de extrema importancia, porque nos conduce a lo largo de un camino de sabiduría y amaestramiento muy fuerte.

Puede ser útil recorrerlo de nuevo, buscándolo en los signos a través de las páginas de

la Escritura. Nos fijamos en cinco momentos, o aspectos de la «entrega»:

a) - Ante todo, parece que es el mismo Padre quien entrega a su Hijo Jesús,

como un don para todos y para siempre. Leo en Rom. 8, 32: «Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?».

b) - Al mismo tiempo, sin embargo, vemos que es Jesús mismo, en la suprema

libertad de su amor, en la más íntima fusión con la voluntad del Padre, quien se entrega por nosotros, quien ofrece su vida; dice San Pablo: «Cristo nos ha amado y se ha entregado a sí mismo por nosotros».(Ef. 5, 2. 25), pero me acuerdo también de estas

palabras de Jesús: «Yo ofrezco mi vida por las ovejas; ninguno me la quita, sino que yo la ofrezco por mi mismo» (Jn. 10,18).

Por tanto, más allá y antes de toda otra entrega, está esta entrega voluntaria, que es

solamente entrega de amor y de donación.

c) - En los relatos evangélicos aparece enseguida la entrega malvada por parte de Judas, llamado por esto «el traidor», o sea, el «entregador», el que dice a los sumos

sacerdotes: «¿Cuánto quieren darme para que se lo entregue?» (Mt. 26, 15; cfr. también Jn. 12, 4; 18, 2.5).

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d) - Después son los Judíos los que entregan Jesús a Pilato: «Si no fuese un

malhechor no te lo hubiéramos entregado» (Jn. 18, 30.35) y Pilato representa a «los

gentiles», como Jesús mismo ya lo había anunciado: «El Hijo del Hombre.... será entregado a los paganos» (Mc. 10, 33).

e) - Finalmente Pilato lo entrega de nuevo a los judíos, «para que sea crucificado» (Jn. 19, 16).

Contemplamos todos esto pasajes, observamos a nuestro Rey atado, encadenado,

como nos hace notar el evangelista Juan, tanto en 18, 12 como en 18, 24; nos ponemos de rodillas, nos postramos delante de Él y pedimos al Señor que nos sea dado el valor de

seguir estos pasajes dramáticos, pero maravillosos, que son como un único canto de amor de Jesús para nosotros, su «Sí» repetido hasta el infinito para nuestra salvación.

El Evangelio me acompaña dulcemente dentro de esta noche única, en la cual Jesús

es entregado por mí, como Pan, como Vida hecha carne, como amor compartido en todo. «El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros» (1Co.11, 23).

Y entonces comprendo que para nosotros la felicidad está escondida también dentro de estas cadenas, estas ataduras, con Jesús, con el gran Rey y está escondida en estos continuos pasajes, de entrega en entrega, a la voluntad, al amor de nuestro Padre.

Relación con la Eucaristía

Los que participamos en la Eucaristía queremos participar también en la extensión de su Reino de justicia, de amor y de paz.

Para orar y vivir la Palabra

«Tu trono está firme desde siempre y tú eres eterno» (Sal. 93(92),2)

La historia nos dice que, en este mundo, han caído grandes imperios; en cambio tu trono, Señor, está firme. Tú eres el único rey que vives desde siempre y vivirás para siempre. Yo te doy gracias por poder servir a un rey que no puede morir. Los dioses y señores de este mundo fácilmente caen y se desvanecen. Yo quiero apoyarme únicamente en ti. Tú eres mi roca, mi alcázar, mi baluarte. Que sea tu fuerza y no la mía la que me haga fuerte. Que sea tu seguridad y no la mía la que me haga sentirme seguro.

«Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza; sin embargo no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús».

(San Juan Crisóstomo)

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Algunas preguntas para meditar durante la semana 1. Observo los movimientos de Pilato, su deseo de un encuentro con Jesús, aunque él

no sea consciente. Si pienso en mi vida, ¿por qué muchas veces me es difícil entrar, preguntar, llamar, estar en diálogo con el Señor?

2. El Señor desea una relación personal conmigo. ¿Soy capaz «escucharlo», de entrar

o de dejarme atraer en una relación verdadera, intensa, vital con el Señor? Y si tengo miedo de esto ¿por qué? ¿Qué es lo que me separa de Él? ¿Qué es lo que me tiene alejado?

3. ¿Te sientes ya parte del Reino de Cristo? ¿Por qué? 4 ¿Qué aporta la Iglesia que ninguna otra institución lo haga? 5. La Iglesia no es un poder, ¿actuamos los cristianos como servicio o como poder?

P Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

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«Con el corazón se cree...

Con los labios se profesa»

(Ro. 10,10)

Para ser una Iglesia viva, fiel y creíble, que se alimenta de la Palabra de Dios y la Eucaristía

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