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CRITICÓN, 103-104, 2008, pp. 309-329. Las Novelas ejemplares de Cervantes en el campo de batalla de las interpretaciones: reflexiones metodológicas aplicadas Artículo-reseña Pierre Nevoux Université de Lille 3 Hanno EHRLICHER, Gerhard POPPENBERG (Hg.), Cervantes’ «Novelas ejemplares» im Streitfeld der Interpretationen. Exemplarische Einführungen in die spanische Literatur der Frühen Neuzeit, Berlin, edition tranvía/Verlag Walter Frey, 2006. 384 p. (ISBN 3-925867-99-6) Como reza el título del volumen ( Las «Novelas ejemplares» de Cervantes en el campo de batalla de las interpretaciones. Introducciones ejemplares a la literatura de la temprana Edad Moderna ), este libro no se limita al estudio de una obra cervantina, sino que pretende destacar las dificultades metodológicas que presenta la literatura del Siglo de Oro en general para los estudiosos actuales. El objetivo es doble. En contra de cierta historiografía de la literatura, positivista e ingenua, a la que gustaría creer que basta con reconstruir el contexto histórico de una obra para posibilitar su plena comprensión, se recuerda que cualquier interpretación está mediatizada por el método adoptado y la subjetividad del crítico. Y en contra de lo que los editores del volumen llaman el «alegre pluralismo» actual, que tiende a considerar caducos los debates metodológicos de los años sesenta y setenta, se subraya la problemática distancia histórica e cultural entre los textos del Siglo de Oro y los sistemas interpretativos que hoy se les aplica, a menudo elaborados para analizar fenómenos muy posteriores. CRITICÓN. Núm. 103-104 (2008). Pierre NEVOUX. Las Novelas ejemplares de Cervantes en el campo de batalla de...

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CRITICÓN, 103-104, 2008, pp. 309-329.

Las Novelas ejemplares de Cervantesen el campo de batalla de las interpretaciones:

reflexiones metodológicas aplicadas

Artículo-reseña

Pierre NevouxUniversité de Lille 3

Hanno EHRLICHER, Gerhard POPPENBERG (Hg.), Cervantes’ «Novelas ejemplares»im Streitfeld der Interpretationen. Exemplarische Einführungen in die spanischeLiteratur der Frühen Neuzeit, Berlin, edition tranvía/Verlag Walter Frey, 2006. 384 p.(ISBN 3-925867-99-6)

Como reza el título del volumen (Las «Novelas ejemplares» de Cervantes en elcampo de batalla de las interpretaciones. Introducciones ejemplares a la literatura de latemprana Edad Moderna), este libro no se limita al estudio de una obra cervantina, sinoque pretende destacar las dificultades metodológicas que presenta la literatura del Siglode Oro en general para los estudiosos actuales.

El objetivo es doble. En contra de cierta historiografía de la literatura, positivista eingenua, a la que gustaría creer que basta con reconstruir el contexto histórico de unaobra para posibilitar su plena comprensión, se recuerda que cualquier interpretaciónestá mediatizada por el método adoptado y la subjetividad del crítico. Y en contra de loque los editores del volumen llaman el «alegre pluralismo» actual, que tiende aconsiderar caducos los debates metodológicos de los años sesenta y setenta, se subrayala problemática distancia histórica e cultural entre los textos del Siglo de Oro y lossistemas interpretativos que hoy se les aplica, a menudo elaborados para analizarfenómenos muy posteriores.

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Catorce romanistas procedentes del ámbito germanófono se reúnen pues en el campoabierto de las Novelas ejemplares, para confrontar perspectivas sobre la obra y poner aprueba un ancho espectro de métodos críticos, desde la filología y la hermenéutica, hastael acercamiento deconstructivista y los Postcolonial Studies, pasando por lanarratología, el psicoanálisis, el New Historicism y el performative turn. Pero más alláde la competencia entre métodos e interpretaciones, se presenta el libro como elmanifiesto “ejemplar” (ilustración, ya que no modelo perfecto) de un auténticopluralismo metodológico.

Se organizan los estudios en cuatro bloques: en el primero, titulado «La legibilidaddel texto y la legibilidad del mundo: deberes de los estudios literarios», se insiste enciertas obligaciones de la crítica actual frente a textos antiguos. La parte siguientepromete «Cuatro lecturas nuevas de un texto ejemplar, La(s) Gitanilla(s)», invitando auna comparación directa de otras tantas interpretaciones. Los estudios que componen latercera división («¿Posada o fortaleza? Cervantes y la (de)construcción de espaciossociales»), examinan la representación de la sociedad española en las Novelasejemplares. Y en la última («Los espacios de lo novelesco: Eros y Alteridad»), tresestudios se esfuerzan por rescatar dos novelas a las que suele achacarse un idealismoexcesivo —La española inglesa y El amante liberal—, destacando la funciónestructurante, en estos dos romances cortos, del viaje por el territorio del Otro.

Considerando que el deber de cualquier estudio literario consiste en ahondar en lacomprensión de los textos para entender mejor qué imagen del mundo transmiten, losautores de los primeros artículos ponen de realce cuatro tipos de tareas: explicar lasvariantes de un texto; evidenciar en un relato novelesco su dimensión polifónica y lavisión del mundo que le corresponde a cada locutor; recordar el vínculo entre el discursoliterario y la vida social; y averiguar la función de los motivos religiosos en la literaturaprofana.

El texto de Javier Gómez Montero (Universidad de Kiel) con que se inicia elvolumen, titulado «La filología textual en el debate metodológico: sobre la novela deCervantes El celoso extremeño» (pp. 21-35), se enfrenta al problema de las variantestextuales, y constituye tanto un homenaje a la filología tradicional como un esfuerzo pormodernizarla. Resume los aportes y límites del método: el rigor filológico permitelocalizar los problemas que encierra un texto y enunciar hipótesis mediante lacomparación de sus variantes, pero las respuestas a estos problemas suelen quedar fuerade alcance de las herramientas filológicas. Es tarea de la filología preparar el terrenopara otras aproximaciones. Para ilustrarlo, J. Gómez Montero se apoya en el conocidoejemplo de las dos variantes de El celoso extremeño: en el manuscrito Porras, varía eltítulo y se da por sentado el adulterio cometido por Isabela, mientras que se niega en laprinceps de 1613 que la protagonista, ahora llamada Leonora, haya pecado más que enintención. La versión definitiva es mucho más abierta y, según la mayoría de los lectores,se aventaja a la anterior. Ahora bien, la hipótesis filológica de J. Gómez Monteroconsiste en dejar de postular la superioridad de una variante sobre otra, para antes mirara ambas como a textos independientes, con sendos sistemas de signos y sentidos. Lo quelleva a considerar que las divergencias entre las dos versiones proceden de undesplazamiento del enfoque temático. En el manuscrito Porras, la coherencia del relatoestriba en una perspectiva estrictamente moralista: el objeto de la novela es la culpa de

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la heroína, quien merece castigo por haberse deshonrado. En la versión final, en cambio,se enfoca el carácter imprevisible de los actos libres, el desfase entre intención y acto.

Sin rechazar esta interpretación de las dos versiones de El celoso extremeño, que porlo demás ya defendieron varios críticos1, nos parece discutible la conclusiónmetodológica en la que desemboca el análisis de este ejemplo bastante excepcional. Poruna parte, no todas las variantes autógrafas implican un cambio del diseño general de laobra alterada; suelen corresponder más bien a un esfuerzo del autor por acercarse a unestado del texto que lo satisfaga. Por otra parte, si es cierto que averiguar una posiblelógica interna en todas las variantes sucesivas de un mismo texto puede interesar a lacrítica genética, en la medida en que permite seguir la evolución de la obra en distintasetapas del proceso creador, no es muy productivo considerar las variantes de un textocomo obras distintas, y limitarse a comprobar sus diferencias éticas o estéticas. Porconsiguiente, nos parece que la función principal del método filológico sigue siendo la dedeterminar el mejor texto de una obra, o sea el más cercano a la voluntad del autor ymenos corrompido por accidentes de transmisión.

Si el estudio de J. Gómez Montero se centra en las divergencias de las dos versionesde El celoso extremeño, Georges Güntert (Universidad de Zürich) enfoca por su partelas contradicciones presentes en el texto de Las dos doncellas, para dar paso a unanálisis narratológico de la polifonía cervantina. Su estudio, titulado «Narradores más ymenos fehacientes en las Novelas ejemplares, con especial examen de Las dosdoncellas» (pp. 36-48)2, parte de una observación: el comienzo de esta novelacervantina, como el de muchas otras, está cuajado de indicaciones espacio-temporalesprecisas, que crean un efecto de realidad; pero conforme avanza el relato, el narradorparece ir olvidando su afán de exactitud referencial, hasta tal punto que el narrador secontradice en dos ocasiones al final del texto3. Según opina G. Güntert, esta evoluciónen la postura del narrador es voluntaria, irónica.

1 Véanse por ejemplo Casalduero, 1969, pp. 180-188, Forcione, 1982, pp. 72-92 y Güntert, 1993, p.�164.Para Casalduero, el retoque del final de la novela remite a una necesidad tanto moral como estética: hubierasido a la vez injusto e inverosímil hacerle cometer el adulterio a una Leonora que todavía era una niña. Alrevés, es verosímil el que «Leonora no se entregue al amante […] porque […] la mujer es libre para darse onegarse al hombre» (p. 187). La perspectiva de Forcione es algo distinta. Para él, la incapacidad del narradorpara aclarar las motivaciones de Leonora va paralela al descubrimiento por la protagonista de su libertad.Escribe en 1982, p. 90: «Just as Leonora finds herself delivered from the mechanisms controlling her existenceand forced to meet the responsibility of moral choice independently, the reader unexpectedly finds himselfdeprived of the guidance of the conventional narrator […], and compelled to engage actively andindependently with a text that, like the house at its center, springs open and is suddenly rent by contradiction,mysterious intimidations, and suggestive absences». En cuanto a Güntert, 1993, p. 90, disiente de Forcione,considerando que el cambio en el final de la novela no tiende a enfocar la «dimensión teológico-moral de lalibertad, el libre albedrío», sino que sirve para darle más dignidad a Leonora, y acercarle paradójicamente a suesposo en un común «conocimiento doloroso de la vida».

2 Este artículo repite un análisis ya desarrollado en Güntert, 1993, pp. 209-215, bajo el título de «Verdadreferencial y verdad literaria en Las dos doncellas».

3 El primer error atañe al nombre del padre de Leocadia, llamado don Sancho en varias ocasiones alcomienzo de la novela, y dos veces don Enrique al final de la aventura. El objeto del segundo descuido es ladistancia entre el pueblo de Leocadia y el escenario final: en lugar de una legua al principio, distan finalmentedos leguas.

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De hecho, es notorio que Cervantes manifestó repetidas veces una distancia burlonarespecto a los pedantes que confunden la mimesis artística con la reproducción exacta delo real4. Y es concebible que esta posición estética rija la escritura de Las dos doncellas,pero no es nada evidente. Ninguna prueba permite afirmar con seguridad que las doscontradicciones finales sean voluntarias. Y la creciente imprecisión referencial del relatopuede explicarse sin invocar una posible ironía del autor. De hecho, el esfuerzo inicialdel narrador por crear un «efecto de realidad» no constituye en sí ninguna pedantería,sino que corresponde a una forma de captatio benevolentiae: introduciendo al lector enun escenario familiar, se respeta su afán por una ficción verosímil. Y si poco a poco serenuncia a la «ilusión realista», es porque el lector, ahora instalado en el mundonarrativo, está dispuesto a aceptar la ficcionalidad del relato, o incluso a gozar de ella5.Dicho esto, coincidimos con G. Güntert en la idea de que Cervantes no consideraba laexactitud referencial como un imperativo en literatura.

Para G. Güntert, la evolución del narrador corresponde a la oposición entre dos tiposde discursos intradiegéticos. Por un lado, la pareja formada por Marco Antonio yTeodosia se caracterizaría por un discurso fehaciente, pormenorizado y movido por laconvicción de que el lenguaje puede expresar la verdad del mundo6. Por el lado opuesto,Rafael y Leocadia sólo expresan lo esencial y arreglando detalles a su conveniencia.Menos fidedignos, son más imaginativos, más sensibles, más artistas. Y al adoptarpaulatinamente el discurso de Rafael y Leocadia, el narrador marcaría su distanciarespecto a la estética que rige el discurso de Marco Antonio y Teodosia. Aunque resultasugerente esta lectura, no se entiende bien la solidaridad que establece G. Güntert entrenormas estéticas (el respeto a la exactitud literal de los datos) y normas sociales (el amororientado hacia el matrimonio). Sostiene de hecho que Marco Antonio y Teodosiailustran no sólo las limitaciones de la estética de los pedantes sino también las exigenciasde la norma social (pp. 40-41), mientras que Rafael y Leocadia ignorarían lasconvenciones sociales (pp. 41-42). Ahora bien, como ya hemos visto, Marco Antoniopoco tiene de virtuoso al principio de la aventura; y al contrario, la declaración de amorde Rafael a Leocadia, en la playa de Barcelona, no deja duda sobre sus intencionesmatrimoniales.

Por lo demás, parece superfluo el esfuerzo de G. Güntert por demostrar la distanciadel narrador respecto a la estética de los pedantes. En efecto, la presencia de la polifoníaen el relato, que agudamente ha revelado, es suficiente para que se establezca un debateentre los distintos discursos intradiegéticos y las estéticas que reflejan. No es menesterque el narrador se pronuncie a favor del uno o del otro, sabiéndose, a mayorabundamiento, que Cervantes multiplica en su obra los narradores poco fehacientes que,

4 Pero, a pesar de lo que aserta G. Güntert en su artículo, lo que rechaza Cervantes no es la estéticaaristotélica, con la que su obra dialoga de manera muy compleja, sino las interpretaciones dogmáticas de laPoética. Sobre este tema, véanse Forcione, 1970, Riley, 1971 y Miñana, 2002.

5 La misma lógica preside, en el Persiles, la actitud de Cervantes frente al problema del plurilingüismo. Enun primer tiempo, el narrador legitima la facilidad de los protagonistas para comunicarse con extranjerosrefiriéndose a su educación políglota, o a la presencia de intérpretes; pero pronto, se acepta la ficcionalidad delrelato y se abandonan unas justificaciones que estorban su fluidez.

6 Conviene apuntar, sin embargo, que Marco Antonio no duda en echar mano de la mentira para seducira Leocadia. No se adscribe al código del honor ni adopta un discurso verídico hasta verse acosado por sus dosamantes, ya en trance de muerte.

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lejos de ocupar una posición autorizada, sólo representan una voz más en la polifoníatextual.

A diferencia de G. Güntert, cuyo análisis pone de manifiesto las tensiones queaniman el texto de Las dos doncellas, Andreas Gelz (Universidad de Kassel), procurasubrayar la cohesión interna de El licenciado Vidriera. Aunque no reivindica ningúnmétodo, su procedimiento tiene parentesco con la hermenéutica. El postulado en el queestriba este artículo («Transparencia, reflejo, refracción: reflexiones sobre El licenciadoVidriera como medio de comunicación social», pp. 49-67) es que la coherencia de lanovela procede de una temática: la confrontación del intelectual con la sociedad.Según A. Gelz, el licenciado, con sus refranes populares y su formación universitaria,tanto escolástica como humanística, personifica el cuerpo de los letrados españoles deprincipios del siglo xvii, o incluso la figura del intelectual. Esta asimilación, por másanacrónica que parezca, no es nada nueva7. Pero A. Gelz rechaza las tesis según lascuales la aventura del licenciado representaría el delirio del artista comprometido o latragedia del intelectual íntegro8. Tampoco habría que interpretar la oposición entrelocura y cordura como alejamiento de y vuelta a la razón. Para él, el estado delprotagonista sigue siendo ambiguo, aun cuando vuelve a estar sano. Coexisten enTomás Rueda razón y locura: sigue siendo el licenciado Vidriera, «pero no el quesolía»9.

Para A. Gelz, el cuerpo del licenciado es de vidrio porque constituye el reflejo o larefracción del cuerpo social10. Y el estado mental del protagonista entre razón y locura,su miedo a que cualquier contacto con el mundo lo haga pedazos es la metáfora de lasangustias de una sociedad española en crisis que, al salir de la época renacentista, temeperder su frágil integridad al chocar con un mundo plural y agitado. Incluso lascircunstancias de la muerte de Tomás Rueda ilustrarían las relaciones ambiguas entre lasociedad y los intelectuales. Mientras que la muchedumbre perseguía al licenciadoRodaja, deseosa de oír sus verdades tanto como de burlarse de sus locuras, ya no sepreocupa nadie por el licenciado Rueda, ya vuelto a la razón. No suscita interés públicoun hombre culto y razonable. Y, lo que es peor, tampoco le sirven el saber y la razón

7 Como indica Javier García López (en su ed. de las Novelas ejemplares , p. 837), la figura del Licenciado,identificado con el «intelectual en equívoca relación con la sociedad de su tiempo, llegó a ser modelo literariodurante el modernismo, singularmente en Azorín».

8 Tales interpretaciones las defienden respectivamente Consuelo García Gallarín —en Bustos Tovar,1983— y Stanislav Zimic, 1996.

9 A. Gelz coincide en este punto con García Lorca, 1984, quien escribe que «En el licenciado […], razón ylocura no proceden de él, sino de sucesos adventicios. Al licenciado lo vuelven loco y lo vuelven cuerdo»(p.�137). Sin embargo, parece difícil no rendirse a los argumentos convergentes de Riley, 2001, Redondo,1981, Forcione, 1982 o Segre, 1990, quienes consideran que la locura del licenciado no sólo es una proyecciónsocial, sino una consecuencia de su propia melancolía y de su cinismo misantrópico, ya presentes desde elprincipio de la novela, y que le llevan a entregarse desenfrenadamente a la «dangereuse et orgueilleuseaventure de l’intelligence» (Redondo, 1981, p. 38).

Por otra parte, el que Tomás Rueda afirme ser el licenciado Vidriera, «pero no el que solía», no significade por sí que permanezca en un estado ambiguo entre razón y locura. Resulta más convincente entender, conRiley y Redondo, que el protagonista ha vuelto a la razón gracias a la intervención del religioso, tomandoconciencia de que el auténtico saber supone humildad y caridad.

10 Una idea parecida se lee en Forcione, 1982, p. 316, quien escribe que el cuerpo del licenciado es «elcuerpo de la humanidad» («the body of mankind»).

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para conseguir una cátedra en la Universidad, forma de ascenso social a la que aspiradesde niño. Esto es lo que le empuja hacia Flandes, donde muere combatiendo. Y si estamuerte heroica tiene una dimensión positiva, ya que concreta la unión de las armas y lasletras, del saber y el valor, también subraya la inutilidad del saber para el ascenso social.

Ver en el cuerpo de vidrio del licenciado el reflejo de la sociedad constituye sin dudala originalidad del artículo de A. Gelz. Pero también constituye su mayor fragilidad. Dehecho, si aceptamos la idea de que la locura del licenciado tiene causas psicológicas(procede de su melancolía, de su cinismo, o incluso de traumas sexuales)11, apareceexcesivo afirmar que el tema central de la novela es el de las conflictivas relaciones entrela sociedad española de principios del siglo xvii y los intelectuales. Resultaría másprudente limitarse a considerar que la coherencia temática de El licenciado Vidrieraprocede de la amplia reflexión sobre la locura llevada a cabo en la novela, y que laambigüedad de las relaciones entre el intelectual y la sociedad constituye una de lasvarias causas que se pueden aducir para explicar el fenómeno.

La entrega de Bernhard Teuber (Universidad de Munich), una de las mássustanciales del tomo, se dedica a la función de los motivos religiosos en obras profanas.Cumpliendo con lo prometido en el título («La evidencia del cuerpo sangriento y elimaginario cristiano en La fuerza de la sangre. Alegato por la lectura teopoética de unanovela cervantina», pp. 68-106), estudia ante todo los fenómenos corporales y lasreferencias religiosas presentes en La fuerza de la sangre. El autor intenta aportarrespuestas a las preguntas siguientes: ¿es posible establecer una frontera clara interfanum et profanum12 en los textos literarios de la temprana Edad Moderna? B. Teuberno es el primero en proponer una lectura religiosa de La fuerza de la sangre13. Pero sedistingue de sus antecesores por la ambición metodológica de su interpretación.

Al desarrollar una “teopoética”, se propone estudiar el horizonte sagrado de unmundo inicialmente considerado como exclusivamente mundano, como en el caso de lasNovelas ejemplares. Postula que los textos sacros no se elaboran como discursosverídicos, sino como mitos sometidos a las leyes de la creación ficcional, de modo que sepueden leer los textos profanos como textos sacros, e inversamente. También recuerdaque la impregnación de las mentes por el discurso teológico y la difusión de lahagiografía en el Siglo de Oro podían incidir tanto en los motivos manejados por losautores profanos como en su forma de pensar. B. Teuber describe a continuaciónalgunas herramientas del método teopoético, que conjugan la retórica y la tropología

11 Para semejante interpretación, véase por ejemplo Molho, 1995.12 Como indican Ernout y Meillet (2001) y Gaffiot (2000), lo profanum designa primero lo que está por

delante del recinto sagrado y, desde ahí, lo que (ya) no es sacro. Este es el sentido que toma la oposición entrefanum y profanum para B. Teuber. En absoluto remite a las derivadas acepciones del término (‘impío’;‘ignorante’; ‘siniestro’).

13 Sin pretender ser exhaustivos, podemos citar como antecedentes a El Saffar, 1974, Forcione, 1982 yGüntert, 1993. Por lo demás, Forcione ya rechazó, como B. Teuber, la oposición entre lo mundano y losagrado en la novela cervantina: «there is no reason why the sacred can not go hand in hand with the secular.Perhaps the most miraculous achievement of Cervantes’s “secularized miracle” lies in his own metamorphosisof the traditional genre of the monastery with its other worldly ideal of perfection into the celebration of itsantimiraculous but nonetheless deeply religious ideal» (Forcione, 1982, p. 397). Incluso escribe: «The tale infact confirms the presence of the divine within the secular world, stresses the possibility of man’s harmoniousworking with God’s Providence, and celebrates the value of human capacities and efforts» (pp. 394-395).

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religiosa, clasificadas según el momento en que intervienen en la elaboración del texto.Integrando la etapa inicial de la inventio, está el conjunto de motivos religiosos, museoimaginario que proporciona al autor de ficciones profanas la materia de sus relatos. Enel dominio de la dispositio entra por ejemplo el esquema recurrente de la salvación(caída, sacrificio y redención). Y en el terreno de la elocutio, vienen las figuras de estilo ypensamiento que tienen correspondencia en el discurso religioso.

B. Teuber propone dos lecturas de la novela. Según la lectio facilior, La fuerza de lasangre trataría de la devolución de la honra a una mujer ultrajada. Permite laProvidencia que el padre de Rodolfo reconozca inconscientemente en Luisico a su nieto(la «fuerza de la sangre» sería entonces la del parentesco, teniendo aquí sangre el sentidometafórico del vocablo latino sanguis), de modo que el accidente del niño conduce a laboda final, que redime a Leocadia. Pero según la lectio difficilior, propiamenteteopoética, la «fuerza de la sangre» no es la de los vínculos sociales, sino la de la sangrevertida por la herida muy concreta del niño (cruor). Hasta aquí, B. Teuber coincide conRuth El Saffar, que observa que la herida del niño permite la «resurrección» deLeocadia, tras su «muerte social» 14, y con Alban K. Forcione, que ve en la novela unaversión secularizada de los milagros atribuidos a santa Leocadia y de un motivorecurrente en la literatura religiosa popular, el del niño muerto accidentalmente yresucitado (a menudo para revelar una verdad oculta)15. Pero B. Teuber va más lejos.Para él, Luisico es una postfiguración de Cristo, y el triángulo Rodolfo-Luis-Leocadiacorresponde a la trinidad Dios el Padre-Dios el Hijo-María o, más bien, José-Jesús-María. La ausencia de Rodolfo en Italia recuerda la trascendencia absoluta del padredivino o el carácter relativamente insignificante de su sustituto humano. Ahora bien, sila identificación entre Leocadia y María se justifica por la insistencia en la integridadmoral de la protagonista (desmayada es como concibe a su hijo); y si Luisico parecerepetir el sacrificio de Cristo, hijo que redime las culpas de los suyos, resulta en cambiomuy problemático equiparar a Rodolfo con Dios o san José. Atribuir el carácter violentoe inmoral del raptor de Leocadia al Creador o al santo supondría de hecho una notableblasfemia. Por lo tanto, parece más convincente la interpretación de Forcione antescitada.

Queda que estas objeciones no le restan validez a la idea esencial del artículo:mientras que la relación entre Leocadia y Rodolfo empieza con un acto de violencia, lasangre vertida por el niño permite escapar de una lógica conflictiva con la asunción deuna relación triangular armoniosa. En la novela cervantina impera una lógicaconciliadora, de modo que no sólo existen semejanzas formales entre La fuerza de lasangre y la literatura hagiográfica sobre santa Leocadia, sino que ambos comparten unadinámica interna parecida.

El hecho de que la novela cervantina se desarrolle a medio camino entre una lógicamundana y una lógica divina se confirma con la dimensión simbólica del crucifijo que,según B. Teuber, desempeña un papel narrativo tan importante en La fuerza de la sangrecomo el billete del paje en La gitanilla, la llave maestra en El celoso extremeño o la

14 Véase El Saffar, 1974, pp. 131-133.15 Para ambos motivos, véase Forcione, 1982, respectivamente pp. 388-389 y pp. 366-367.

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cadena de oro falso en El casamiento engañoso16. El ardid de Leocadia tiene unadimensión metapoética: refleja la astucia del autor, que construye su relato entorno aldoble motivo del crucifijo y de la sangre vertida. Pero no significa que el hurto delcrucifijo en casa de Rodolfo por Leocadia sea una mera laicización de un motivoreligioso; por el contrario, se respeta en la novela el simbolismo tradicional del crucifijo.De hecho, en la Edad Media, y todavía en la temprana Edad Moderna, la cruz tiene unsentido ambiguo. Fabricada con el árbol del conocimiento, recuerda el pecado original;pero también es el instrumento de la redención. En este sentido, Leocadia sigue elmodelo de Cristo: éste se mostró más astuto que el Diablo, ella convierte el símbolo desu deshonra en instrumento de su salvación. Añade B. Teuber que la presencia delcrucifijo en la historia incluye un propósito crítico: en una sociedad dominada por laanomia, no le queda más remedio al individuo que rezar y confiar en la intervencióndivina. Sin embargo, para matizar esta idea de B. Teuber, conviene recordar queLeocadia no reza nunca después de su desventura; si se lleva el crucifijo, no es «pordevoción ni por hurto, sino llevada de un discreto designio suyo»17. Por consiguiente,aunque no cabe rechazar el propósito crítico asociado al hurto del crucifijo, resultaríamás relevante a este respecto el análisis de Forcione, según el cual el relato minimiza larelevancia de lo sobrenatural, para insistir en la industria de Leocadia y recordar lanecesidad de las obras humanas para que se vuelva eficaz la gracia divina18. Peroincluso, tal vez, convenga apuntar que no resulta nada evidente la referencia a la graciadivina en la novela cervantina. Tan sólo se evoca la voluntad y la industria de Leocadia.

Concluye B. Teuber que se puede leer La fuerza de la sangre como un relato casisagrado o casi profano. Al adaptar motivos y esquemas propios de las escrituras sacras ode los relatos hagiográficos, la novela cervantina y, más allá, cualquier obra profana quedesarrolle semejantes procedimientos, no sólo imitan una forma prestigiosa, sino queadoptan una manera de pensar inherente a los textos sagrados. El aporte decisivo de la

16 B. Teuber incluso afirma que «el relato en su conjunto se centra en el crucifijo hurtado» (p. 100). Pareceexcesiva esta afirmación, ya que el motivo central es más bien la sangre de Luisico que, al verterse, permite elreconocimiento de la violación, reconocimiento que cobrará más tarde efectividad gracias al detalle delcrucifijo. Esta primacía del motivo de la sangre no sólo se observa en el título de la novela, sino incluso en sucolocación en el relato: la herida del niño sucede precisamente en el centro del texto. No obstante, y como yaadvirtió El Saffar (1974, pp. 131-133) y recuerda Güntert (1993, pp. 183-184), sí existe un doble vínculoentre la sangre vertida de Luisico y el crucifijo robado: una «relación metonímica», por una parte («el crucifijoes una de las dos pruebas del encuentro entre Leocadia y Rodolfo, la semejanza del niño con el padrerepresenta la otra», como escribe Güntert, 1993, p. 183); y una «relación metafórica», por otra (véaseGüntert, 1993, p. 184: «Así como la cruz, por lo menos en un contexto cristiano, indica la posibilidad de unaconversio del mal en bien, así el niño […] es quien hace posible la “resurrección”, tras la “muerte social”»).Precisamente, la argumentación de B. Teuber entronca con esta idea de una relación metafórica entre sangre ycrucifijo: para él, es el motivo de la cruz el que permite subrayar el paralelismo establecido en el relato entreLuisico y Cristo, entre el nivel profano y el nivel sagrado de la novela.

17 Véase Cervantes, Novelas ejemplares, p. 309.18 Siguiendo su lectura erasmista de las Novelas ejemplares , Forcione escribe (1982, p. 396): «It would be

wrong to interpret Cervantes’s reiterated insistence on the value of human effort and human dignity in Lafuerza de la sangre as an ironic reflection on the presence or absence of divine grace. For Cervantes of Lafuerza de la sangre, as for Erasmus in his influential formulations of his Philosophia Christiana, this world canbe blessed by the restoration of the spirituality which originally informed it […]».

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teopoética consistiría, pues, en comprobar “positivamente” que la «frontera inter fanumet profanum» es indecisa en los textos de la temprana Edad Moderna.

Hallar los condicionamientos religiosos y teológicos implícitos tras un argumento enapariencia profano es asunto al que se dedica también con insistencia un artículo de lasegunda parte del libro, dedicada en su conjunto a La gitanilla. De los otros tresartículos que componen este bloque, dos pretenden evidenciar una ideología subversivaen el texto cervantina, mientras que Gerhard Poppenberg (Universidad de Heidelberg)propone una lectura metapoética de la novela.

G. Poppenberg es quien inicia esta serie de reflexiones, recurriendo a lahermenéutica para leer La gitanilla como una reflexión aplicada sobre la esencia de laPoesía, entendida como creación literaria («“La poesía es una bellísima doncella”. Sobreel sentido de la poesía en Cervantes. Una lectura hermenéutica de La gitanilla», pp.109-138). Pese a los seguidores de Derrida, que le reprochan a la hermenéutica el leeringenuamente los textos como la expresión de un mensaje, y que abogan por una“nueva retórica” que deconstruya los discursos explícitos, mantiene que este métodosigue siendo pertinente, siempre que conste que el texto ofrece más preguntas querespuestas. Partiendo de la conocida asimilación entre Preciosa y la Poesía19, G.Poppenberg pretende completarla subrayando tres temas dominantes, que contribuyen adefinir el ser de la Poesía: la relación amorosa entre Preciosa y Andrés, orientada haciael matrimonio; la estancia entre los gitanos, noviciado que constituye el aprendizaje dela otredad; y el motivo económico, o problema del valor, aunque este motivo no recibeen el artículo un tratamiento equivalente a los dos anteriores.

La relación entre los protagonistas sugiere lo exigente que se muestra la Poesía paracon sus amantes: no se entrega sino a quien se compromete a casarse con ella y sesomete a su voluntad, hasta abandonar cualquier privilegio social. Además, la identidadambigua de Preciosa/Constanza y Andrés/don Juan, entre nobles y gitanos, remite a ladualidad de la ficción poética, que suele combinar el sentido manifiesto y el oculto, loliterario y lo alegórico, una forma engañosa y un fondo ejemplar.

El tiempo pasado entre los gitanos permite completar la definición de la poesía. Poruna parte, se debe a un imperativo literario: las novelas tienen que revelar una realidadinaudita. Y, de hecho, los gitanos figuran en sumo grado la otredad, en el corazón deEspaña. Pero Cervantes no se interesa por la realidad sociológica de los gitanos20, sinopor su potencial simbólico, tal y como aparece en el Tesoro de la lengua castellana(1611) de Covarrubias o en la Silva Allegoriarum Sacrae Scipturare (1570) deHieronymus Lauretus. En estas obras, a los gitanos se les atribuye un carácter tramposoy bullicioso. Pero también se los asimila a los egipcios, que se negaron a hospedar a laSagrada Familia cuando huía de Herodes, y se les achaca haberse alejado en ciertoperiodo de la fe cristiana y haber vuelto al paganismo. En ambos casos, su vida errantese interpreta como un castigo divino.

Los gitanos también desempeñan una función metapoética. Según una tradiciónantigua, recordada por Luis Alfonso de Carvallo en su Cisne de Apolo (1602), la poesía

19 Como indica García López en su edición de las Novelas ejemplares (2001, p. 766), ya se encuentra laidentificación entre Preciosa y la Poesía en Casalduero, 1943, Chacón y Calvo, 1953, Selig, 1962, Güntert,1972 y Zimic, 1996.

20 Ya insiste en este punto Güntert, 1993, p. 114.

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profana se derivaría de los jeroglíficos egipcios, que a su vez serían una imitaciónpervertida de las Escrituras bíblicas, inspirada por el demonio. Así que el motivo de losgitanos permite distinguir entre una poesía vana y perniciosa, fruto de su «astucia yembustería», y otra poesía, encarnada por la «discreción y honestidad» de Preciosa. Noobstante, G. Poppenberg recuerda que tampoco conviene identificar a Preciosa con unapoesía sublime, idealizada21. Siendo ya del todo inasequible el Verbo divino para loshumanos, la poesía encarnada por Preciosa tiene una esencia ambigua22. Tal y comoaparece en el apoteosis del nombre de Preciosa que concluye el canto amebeo de Andrésy Clemente, la Poesía establece un vínculo entre la tierra y el cielo, a semejanza delAmor en el Simposio platónico. Pero, como Amor, es un daimón, un ser intermedioentre hombres y dioses. De hecho, Preciosa reúne tanto la belleza, la honra y la bondadcomo la «ciencia de Caco» de los gitanos (su «accidente inseparable», según escribeG.�Poppenberg) 23.

Frente a esta lectura poetológica de La gitanilla, Walter Marx (Universidad deBerlín) sigue un camino paralelo al de B. Teuber, rastreando las huellas del hipotextobíblico en la obra cervantina. El calificativo de iconológico que da a su estudio («Elamor de Juan. Una interpretación iconológica de La gitanilla», pp. 139-161), hay queentenderlo metafóricamente: así como la pintura seglar de la temprana Edad Modernano se entiende sin un conocimiento previo de sus fuentes religiosas, La gitanilla estaríacuajada de referencias a la Biblia o a la tradición hagiográfica.

Para empezar, W. Marx ve en el personaje de Juan la postfiguración de san JuanEvangelista, quien lo abandona todo (bienes, familia y estatuto) por seguir a Cristo,mientras que Preciosa representa a Cristo mismo. Aunque parezca extravagante estatesis, estriba en argumentos sensatos, frutos de una atención meticulosa al texto y deuna sólida erudición. Desde nuestro punto de vista, permite enriquecer o confirmar losanálisis de G. Poppenberg. Si el personaje de Preciosa personifica a la Poesía y tambiénremite a Cristo, entonces Cervantes establece una conexión íntima entre la Poesía yCristo, o entre el culto a la poesía y el amor a Cristo. Por consiguiente, el lenguajepoético no sólo sería una realidad intermedia entre el discurso engañoso de los gitanos yel Verbo divino, sino que, a semejanza de Cristo, tendría una doble esencia, a la vezhumana y divina. Siguiendo la lógica de B. Teuber, la identificación Preciosa-Cristo-Poesía no implica una sacralización de la Poesía ni una profanación de Cristo24. Sólosirve para sugerir las similitudes entre la Poesía y Cristo. Por ejemplo, los amantes de lapoesía tienen que abandonarlo todo para seguirla, así como los discípulos de Cristo. Y sila fe cristiana, que se difundió primero entre poblaciones marginales, acabó

21 Como señala Forcione, 1982, pp. 212 y 218 y desarrolla Villanueva, 1995, pp. 79-113, Preciosa es«�algo desenvuelta» en sus discursos. Aunque siempre actúa conforme a la virtud, no duda en recurrir a unverbo procaz para leer la buenaventura a doña Clara, en casa del teniente (véase Novelas ejemplares , pp. 47-49).

22 Para Güntert, 1993, pp. 122-123, «Preciosa, más que corresponder a esas definiciones ideales, es unajoya polifacética, susceptible de asumir varios significados». Por su parte, Forcione, 1982, pp. 220-222,considera que el discurso de Preciosa se asemeja al del narrador cervantino.

23 Véase Novelas ejemplares, pp. 91-93.24 Sacralizar la poesía sería un error, ya que Preciosa, como Cristo, no sólo es una figura ideal, sino que

vive entre marginales. Al revés, considerar que es una profanación asimilar a Cristo y una gitana seríaequivocado puesto que Preciosa es también, y esencialmente, noble.

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imponiéndose en el centro de la sociedad, parecidamente pocos son en un principio losverdaderos amantes de Preciosa-Poesía, dispuestos a someterse a sus exigentesdictámenes; pero al final de la novela, ella recupera el puesto eminente que desdesiempre le correspondía.

Comparadas con el paralelismo establecido entre las parejas Preciosa/Juan yCristo/san Juan Evangelista, las demás identificaciones parecen algo arbitrarias. SegúnW. Marx, por ejemplo, la gitana vieja remite a santa Ana25, Doña Clara a santa Clarade Asís, y Clemente el paje a Clemente de Alejandría, un padre de la Iglesia del siglo ii.Aunque se fundan en argumentos dignos de consideración, a estas interpretacionesaisladas les falta una lógica conjunta para granjear la plena adhesión del lector. Laúltima identificación propuesta por el crítico, que atañe a los gitanos, no deja de serparadójica. Partiendo de la conocida asimilación de los gitanos a los egipcios, ve en ellosla imagen de los primeros eremitas y cenobitas, que vivieron en Egipto suscitando receloo desprecio entre sus contemporáneos; incluso propone identificarlos con lascomunidades cristianas primitivas. Además de su carácter paradójico, el problema deesta interpretación es que W. Marx no aduce ninguna fuente para atestiguar que elimaginario asociado a los gitanos integraba a principios del siglo xvii una referencia alorigen egipcio de la vida eremítica. Al contrario, recurre a la entrada gitano del Tesorode la lengua castellana ya citada por G. Poppenberg, pero esta ofrece una visión de losgitanos radicalmente opuesta. De modo que la lectura de este artículo confirma que laerudición es un arma de doble filo: si es imprescindible para acercarse al imaginario deuna época, también puede acarrear —o facilitar— interpretaciones forzadas de lasobras.

No se entrega a este exceso Kirsten von Hagen (Universidad de Bonn), cuyacomunicación («La alteridad escenificada: juego de las identidades en La gitanilla deCervantes», pp. 162-177) pretende ilustrar una forma de crítica que llama elperformative turn. Tal y como indica su nombre, este método se inspira en los estudioslingüísticos de Austin y Butler sobre los actos discursivos26. Trasladando a un campomucho más amplio este modelo lingüístico, el performative turn en crítica literaria se dacomo objetivo el de demostrar que realidades como las identidades étnicas o sexualestampoco son datos objetivos sino construcciones culturales, elaboradas con actosdiscursivos o escenificaciones.

No es otro el propósito de K. von Hagen: demostrar que Cervantes deconstruye enLa gitanilla los conceptos de género (gender) y etnia, valiéndose de una mascarada paraevidenciar que son meras apariencias que revisten los personajes en el juego social. Elproblema es que tales asertos sólo estriban en el desdoblamiento de los protagonistas(Preciosa/Constancia, Andrés/don Juan, Clemente/Alonso Hurtado), el cual señalaría laplasticidad de las entidades, y en la expresión inicial de la novela («Parece que…»), quemarcaría la ironía del narrador respecto a los prejuicios hostiles a los gitanos. Así que

25 Esta identificación ya aparece por ejemplo en Güntert, 1993, p. 125.26 Estos pioneros de la pragmática, opuestos a los filósofos que consideraban que el lenguaje expresaba el

estado de las cosas y que el único criterio para valorar los enunciados era su carácter verídico o falso,establecieron en un primer tiempo el concepto de asertos performativos, para distinguirlos de las“afirmaciones”. (Este modelo inicial pronto fue mejorado por Austin y Butler). Como se sabe, los asertosperformativos son enunciados que tienden a realizar algo (como apostar o bautizar).

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este artículo ilustra uno de los escollos mencionados en la introducción del libro: en vezde cuestionar la validez de teorías recientes para el estudio de textos antiguos, recicla sinprecaución conclusiones determinadas de antemano.

Este defecto también afecta la contribución de Jing Xuan (Universidad de Munich),que se refiere a la corriente no ortodoxa de la crítica marxista, el New Historicism.Considerando que los conceptos centrales de este método (el intercambio y lanegociación) no son adecuados para dar cuenta de las interacciones entre infraestructurasocioeconómica y superestructura cultural, propone sustituirlos por el, más neutral, de“transcodificación” (transcoding). De ahí el título de esta entrega («El cronotopo deldinero: “mediación”, “negociación” y “transcodificación” en La gitanilla», pp. 178-197), que aspira a describir la novela como una transcodificación de los mecanismoseconómicos y de las estructuras religiosas de la sociedad española en tiempos deCervantes. El tema central de la novela sería el estatuto de Preciosa como sujetoeconómico, desde la dependencia inicial hasta la autonomía final. Se puede justificar esteenfoque considerando la función destacada que desempeña el tema del dinero en Lagitanilla. Pero, desde un principio, la tesis está falseada por estribar en una descripciónmuy esquemática de la España de principios del siglo xvii, que parece directamenteinspirada en su leyenda negra. De modo que no se puede considerar que el análisis delmotivo del dinero en La gitanilla haya sido agotado, ni siquiera en una perspectivamarxista.

Al confrontar estas cuatro lecturas de La gitanilla, se impone la impresión de que sinduda resultaría fecundo combinar la perspectiva poetológica adoptada porG.�Poppenberg y el método teopoético de B. Teuber. Y si las otras dos entregas suscitanreservas, es por su carácter esencialmente ideológico, en el sentido de que susconclusiones no proceden tanto de un análisis detenido del texto como de unosesquemas interpretativos que parecen asociados de antemano a los métodos adoptados.

En cambio no se les puede dirigir el mismo reproche a los artículos incluidos en lasiguiente y penúltima parte del libro, aunque también indagan las posturas ideológicasque encierra la obra cervantina. En esta parte («¿Posada o fortaleza? Cervantes y la[de]construcción de espacios sociales»), se examina, de hecho, la representación deEspaña en las Novelas ejemplares, y más precisamente temas como el lugar de la mujeren la sociedad, el sistema económico o la vida monacal.

Abre esta sección el hermoso artículo de Wolfgang Matzat (Universidad deTübingen), que une narratología e historia de la cultura para analizar «El espacio socialen La ilustre fregona» (pp. 201-216). Presenta la posada del Sevillano como un espaciosocial sui generis, sinécdoque de una España que deja atrás la oposición entre unacultural oficial dominante y unas sub- o contraculturas. Situada en Toledo —o sea entreBurgos, el polo aristocrático de la obra, y las almadrabas de Zahara, su polopicaresco—, la posada constituye una zona de contacto entre ambos mundos, un in-between-space en la terminología de Homi Bhabbha (teórico de los estudiospostcoloniales). Y aunque el motivo del mesón se aparenta ante todo al géneropicaresco, la posada del Sevillano acoge a una clientela distinguida de la ex capitalimperial. La facilidad con la que allí conviven o se cruzan nobles y villanos le confiere ala posada una dimensión simbólica, entre carnavalesca y utópica, sin que se pierda de

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vista la relación de este lugar con la realidad social española, gracias a referenciasprecisas a Toledo.

La armonía del lugar estriba ante todo en una comunicación exitosa entre lospersonajes. El posadero personifica una forma específica de autoridad, no basada en elrango o el estatuto, sino en cualidades humanas y en una competencia práctica, lafunción de huésped. Observando que el posadero es quien prepara el desenlace de lanovela, actuando como regidor de una función teatral, W. Matzat estima que esredundante la anagnórisis final, en la que se reafirman los fundamentos patriarcales ydivinos de la autoridad social. La posada del Sevillano sería la imagen de una sociedadque funciona al margen de la lógica estamental: un lugar de dialogismo, una escuela deempatía, donde se comparten armoniosamente los puntos de vista sobre la sociedad27.Esto no implica, para W. Matzat, que la novela de Cervantes sea subversiva. De hecho,los ocupantes de la posada no son reacios a someterse a las elites sociales, cuandoaparecen sus representantes: primero la duquesa, madre de Preciosa y, al final del relato,el Corregidor de Toledo, don Juan de Avendaño y don Diego de Carriazo. Pero en elcuerpo de la novela, el poder civil (el Corregidor) o la autoridad patriarcal (los «doscaballeros ancianos de venerable presencia»)28, no influyen en la vida de la posada. Demodo que, sin oponerse nunca a las jerarquías sociales ni a los valores que las sostienen,los ocupantes de la posada del Sevillano actúan según reglas distintas29.

Mientras que W. Matzat analiza La ilustre fregona como la representaciónimaginaria de una comunidad armoniosa, Horst Weich (Universidad de Munich) ponede realce, en El celoso extremeño, una dimensión violenta de la realidad española. En suanálisis, titulado «Domesticación y enclave. Sobre el lugar de la mujer en El celosoextremeño» (pp. 217-245), vuelve a interesarse por el simbolismo ya muy estudiado de

27 Para dar perspectiva a esta lectura, véase Joly, 1982, capítulo II, 2, pp. 371-486. En esta sección de sutesis doctoral, Monique Joly destaca la originalidad de La ilustre fregona respecto a la representación tópicade las posadas y los mesones en las novelas españoles de los siglos xvi y xvii. Al contrario del mesón tópico, laposada del Sevillano no es un lugar del engaño, sino que tanto el posadero y su esposa son íntegros. En estesentido, la tesis de W. Matzat coincide con el análisis de M. Joly: no hay conflicto en la posada del Sevillanoentre huéspedes y clientes. Pero sí hay disensiones entre ciertos habitantes de la posada: entre las dos mozas (laArgüello y la Gallega) y Costanza, así como entre Avendaño y Barrabás. Como indica M. Joly, Cervantes llevaa cabo una degradación voluntaria del personaje “auténtico” del mozo de mulas (Barrabás) y de las mozas dehostal (la Argüello y la Gallega), para subrayar el carácter ideal de los protagonistas, dentro de un “repartoantitético” de estos personajes (pp. 438-439). Por fin, M. Joly insiste en el hecho de que el tema central de lanovela es el enigma sobre la identidad de Costanza (vinculado con la ambigüedad de su hermano, Avendaño),siendo el posadero un personaje secundario. Así pues, se puede matizar el artículo de W. Matzat, diciendo quela posada del Sevillano no es el lugar del engaño y la violencia, pero tampoco un espacio utópico en el que secomparten armoniosamente los puntos de vista de los personajes, gracias a la autoridad del huésped. Laposada del Sevillano constituye más bien un espacio problemático, el lugar del enigma.

28 Novelas ejemplares, p. 431.29 La lectura de Checa (1991), por ejemplo, permite matizar este análisis de La ilustre fregona. Al estudiar

cómo se cuestionan el discurso picaresco y el romance en la novela, Checa subraya que sí existen dentro de laposada fricciones entre el deseo de ciertos personajes y las exigencias de las instituciones sociales, encarnadaspor el Corregidor y los padres de Avendaño y Carriazo. Existe por cierto una compatibilidad ideal entre deseoy deber para Avendaño (y Costanza, si tiene sentido atribuirle deseos). En cambio, la intervención de lospatriarcas violenta los deseos del hijo del Corregidor y de Carriazo, que tienen que casarse con desconocidassin tener la oportunidad de dar su parecer. Por consiguiente, la intrusión de los representantes de la autoridadsocial en la posada no es tan inocua como lo afirma W. Matzat.

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la casa de Carrizales30, y sostiene que Cervantes denuncia en esta novela la injusticia delmodelo social que consagra la superioridad masculina sobre la mujer. Valiéndose deconceptos forjados por Yuri L. Lotman y Andreas Mahler, describe la estructuranarrativa a partir de un esquema espacial ternario. Para él, Sevilla conforma el espacioexterior, del que surge el seductor Loaysa, «sujeto de penetración»; la casa cerrada deCarrizales es el espacio interior, dominio del «sujeto de domesticación»; y el conventoen el que se refugia Leonora al final de la novela constituye un espacio neutro, que lepermite a la protagonista huir de las órdenes de su marido y del deseo de un Loaysa aquien no ama, o sea a dos tipos de violencia masculina. Para H. Weich, el relato tienepor lo tanto una dimensión feminista, en el sentido de que rompe con la evidencia de unmundo exclusivamente ordenado por una visión masculina.

Stephen L e o p o l d (Universidad de Munich), que adopta un enfoquedeconstructivista, se sitúa en una perspectiva afín a la del artículo que acabamos deexaminar31. En «El negro entre las puertas, o la deconstrucción de la casa española enlas Novelas ejemplares» (pp. 246-280), añade la idea de que Carrizales no sóloinmoviliza a mujeres en su casa, sino también el dinero y la energía social. El dineroadquirido en las Indias pierde su vitalidad cuando Carrizales lo deposita en bancos ocuando adorna suntuosamente su casa/monasterio, del mismo modo que las suntuosasdonaciones a los monasterios españoles agotan la economía del país. En cuanto a laenergía social frustrada, la personifica el eunuco negro, cuya colocación por Carrizalesentre dos puertas, entre el exterior sevillano y el interior de la casa, simbolizaría latentativa de neutralizar lo exterior, la fuerza masculina conquistadora. De hecho, elexterior sevillano, lleno de aventureros, pícaros, bravucones y seductores, está cargadode una energía bulliciosa, reacia a someterse a un orden disciplinado. Ahora bien,existían en la época de Cervantes tres soluciones para neutralizar estas energíasdepredadoras: la emigración hacia las Indias, las galeras o la horca. La tercera vía,definitiva, se asemeja a la que elige Carrizales para salvaguardar su honra: al encerrar aLeonora en su casa, la condena en cierta medida a morir asfixiada. Las otras dosmodalidades no son tan seguras: no se cancela la amenaza, tan sólo se la aleja. Comoconsecuencia, el mar o el ultramar, convertidos a su vez en espacios inquietantes, sonextensiones de Sevilla y de sus peligros. Por eso afirma S. Leopold que el esclavo negro,procedente del ultramar, representa las fuerzas masculinas conquistadoras. Pero, yaeunuco, es inofensivo. Con él, Carrizales pretende neutralizar la energía del ultramarpara dirigirla en contra de los ataques exteriores.

Pero este ser intermedio (entre dos espacios, dos sexos, dos grupos étnicos, dosclases), al que recurre Carrizales como a un antídoto en contra de las fuerzastransgresivas de la sociedad, resulta ser, como el pharmakon griego, a la vez medicina yveneno, ya que el negro es quien introduce al seductor en la casa. Y, como recuerda S.Leopold, Loaysa no es sino otro Carrizales. A ambos sólo los distingue la edad, de modo

30 Ya se ha analizado esta casa, a la vez fortaleza y tumba, como una proyección de la psicología deCarrizales o de la sexualidad de Leonora. Véanse por ejemplo Castro, 1948, pp. 438-439, El Saffar, 1974,p.�41 y Molho, 1990, pp. 780-781.

31 S. Leopold también ofrece el análisis de otras novelas. Pero, por falta de espacio, sólo reportaremosaquí sus interpretaciones de La española inglesa y El amante liberal, que integraremos en el comentario de laúltima parte del libro.

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que Loaysa no representa un modelo social alternativo32. En este sentido, esta lecturarefuerza la de H. Weich: si Leonora se refugia en el convento, quizá sea por considerarque un matrimonio con Loaysa no le otorgaría más libertad.

En cambio, estos dos críticos discrepan en su valoración de la casa de Carrizales y delmonasterio en que entra Leonora. Mientras que H. Weich describe la casa como unacárcel para las mujeres, y el convento como un espacio neutro, único refugio posiblepara la libertad femenina, S. Leopold considera que, al dejar la casa por el convento,Leonora renuncia a cualquier libertad, y elige una forma de sepultura en vida. Él opinaque la casa de Carrizales, con la presencia del portero negro, de las cuatro «esclavasblancas» (turcas), de las dos negras, figura una España hasta cierto punto heterogénea yanimada. Al revés, el convento, espacio completamente cerrado, sometido a una reglaestricta, y probablemente reservado a mujeres procedentes de las mejores familiassevillanas (y por lo tanto falto de diversidad) simbolizaría el fin de la vida social. Sinpretender darle la razón al uno o al otro, nos gustaría apuntar unos elementos sobre esteproblema. Como ha recordado J. Gómez Montero en su estudio, el final de El celosoextremeño, en su versión definitiva de 1613, está mucho más abierto que el de la versiónPorras. Al intervenir en las últimas líneas de su relato, el narrador insiste en el carácterenigmático de la actuación de Leonora. Ahora bien, al considerar que la protagonistaprefiere una muerte en vida a la poca libertad de que gozaba en casa de Carrizales,S.�Leopold tiende a reducir esta decisión a mera señal de remordimiento, a meravoluntad de purgar un pecado. Pero esta lectura unívoca no se aviene a la ambigüedadfinal de la novela. Al contrario, presentar el monasterio como un espacio neutro tiene laventaja de dejar el campo abierto para las interpretaciones más opuestas sobre el temamuy debatido de la posición cervantina sobre la vida monacal.

Y si la representación de la sociedad española en la obra cervantina no se dejaencasillar en esquemas ideológicos rígidos, tampoco es unívoca la imagen de losextranjeros en las Novelas ejemplares, objeto del último bloque de este libro.

Ya sea en El amante liberal o en La española inglesa, el Otro (turco o inglés)desempeña un papel central. Así como lo sugiere el título de esta parte («Los espacios delo novelesco: Eros y Alteridad»), conviene reflexionar sobre la función del marcogeográfico de estas aventuras de amor. ¿Cuál es la relación entre el amor y la alteridaden estos romances? ¿Puede ser amable el extranjero o, dicho sea de otro modo, acasopermite el amor superar la enemistad política, cultural o religiosa? O, al contrario, ¿noserá la experiencia de la alteridad una prueba que permita revelar o reafirmar lanecesaria semejanza, o incluso gemelidad, de los amantes? La importancia y la dificultadde estas preguntas se reflejan en la variedad de las posiciones defendidas en los artículossiguientes. Hasta tal punto que, en vez de analizarlos de forma sucesiva, nospropondremos sintetizar los argumentos presentados. Y ya que los turcos representan ungrado superior de alteridad, respecto a los ingleses, empezaremos observando si se da unproceso de apertura al Otro en La española inglesa.

En «La deconstrucción de una enemistad: La española inglesa en el contexto delimaginario político de la Edad Moderna» (pp. 283-319), Hanno Ehrlicher

32 Como apunta García López (en su ed. de las Novelas ejemplares, pp. 889-890), esta idea ya es un lugarcomún de la crítica.

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(Universidad de Heidelberg) aborda el problema con una reflexión sobre el estatuto delrelato literario entre historia e ficción. Busca una alternativa a dos posiciones extremas:la lectura realista, que procura identificar datos históricos precisos en el texto, parasacar conclusiones sobre las ideas políticas y económicas del autor; y el análisispuramente formal, que insiste en la autonomía de la ficción respecto a la ideología, yniega que la ficción literaria encierre consideraciones sobre la realidad histórica33.H.�Ehrlicher, inspirándose en Paul Ricœur, considera que no es relevante la distinciónentre pasado real y ficción irreal: para los hombres, no existe el pasado real, sino sólodiscursos sobre el pasado. Su tesis es que el inicio de La española inglesa no recrea unacontecimiento histórico preciso (el asalto de Cádiz por Drake en 1587 o el queencabezó el duque de Essex en 1596), sino un imaginario político, el de la supuestaenemistad natural entre España e Inglaterra. Por lo tanto, le parece irrelevante aH.�Ehrlicher averiguar a cuál de los dos asaltos históricos se refiere la apertura delrelato. Basta con aceptar que el ataque de Cádiz funciona como recuerdo del largoconflicto entre ambos países (discontinuo y encubierto entre 1568 y 1585, y abiertodesde entonces hasta la muerte de Isabel I en 1604). Ahora bien, es cierto que lasNovelas ejemplares se publican en un periodo de tregua entre España e Inglaterra, pero,escribe H. Ehrlicher, no significa necesariamente que la imagen negativa del Otro inglés,difundida durante decenios por la propaganda oficial, haya mejorado34. De ahí que elpropósito de Cervantes consistiera en deconstruir el imaginario político de la enemistadhispanoinglesa, presentado como una evidencia al inicio del relato.

Una serie de elementos contribuyen a desdibujar los contornos de la enemistadhispanoinglesa. La existencia de un criptocatolicismo inglés ya contrarresta la imagenmonolítica de una Inglaterra protestante, así como el hecho de que el acto transgresivo yviolento del que procede el drama no lo cometa un protestante, sino un católico, encontra de las órdenes de su superior anglicano. Pero la deconstrucción de la enemistadpolítica estriba ante todo en la representación compleja de la protagonista, Isabel(a). Sila niña raptada se llama Isabel, se convierte en Isabela en la corte inglesa, y este nombrede adopción lo conserva al volver a España. Para H. Ehrlicher, esa vocal a representa loinsustanciales que son las diferencias entre ambos países, así como el carácter híbrido dela protagonista. También contribuyen a reducir las diferencias entre ambos países el

33 Como modelos de estas dos posturas extremas, H. Ehrlicher propone los análisis de Johnson, 1988, yGüntert, 1993.

34 Véase la nota 20, p. 291 del volumen comentado, en la que H. Ehrlicher asienta sus asertos en losestudios de García Cárcel, 1992, Rodríguez-Salgado y Adams, 1988, Meter Kemp, 1988 y Allen, 2001. En suestudio, Allen subraya de hecho las ambigüedades de la tregua entre España e Inglaterra, que no era concebidapor Felipe III como una paz duradera, sino como una mera tregua necesaria para reponer fuerzas antes dereanudar el combate, ya en condiciones de vencer al enemigo. Leemos en la conclusión de su libro (p. 330):«Mientras muchos de sus cortesanos, y entre ellos Lerma y Spínola, se esforzaron por consolidar la política depaz y promoverla como una alternativa seria y beneficiosa a las estrategias seguidas por Felipe II, Felipe III ymuchos de sus ministros, incluidos los que participaban activamente en el terreno de las relaciones exteriorescomo embajadores y gobernadores, fueron incapaces de abandonar del todo los ideales tradicionales de lapolítica exterior española, el principal de los cuales era la protección y la propagación del catolicismo».Aunque no basta esta cita para probar la permanencia de una hostilidad colectiva hacia Inglaterra durante elperiodo de tregua en que se publicaron las Novelas ejemplares, contribuye a justificar el planteamiento de H.Ehrlicher.

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hecho de que la reina inglesa y su casi hija adoptiva compartan el mismo nombre, y elhecho —poco realista pero significativo— de que la reina se dirija en español hacia laprotagonista. Además, mientras que Isabel de Inglaterra siempre se esforzó porsacralizar su persona, vinculando su virginidad con la integridad territorial del reino,como lo demuestra el brillante análisis que propone H. Ehrlicher del conocido «retratode la Armada», cuadro de propaganda destinado a la lucha contra España, la novelacervantina desacraliza la figura real, presentándola como una figura accesible,asombradamente humana y tolerante. Según H. Ehrlicher, Cervantes, pues, se opondríaen este relato a los belicistas y, minimizando las diferencias que existen entre ambospaíses, rechazaría toda eventualidad de renovar la guerra.

Parece indiscutible que Cervantes haya ideado en esta novela la posibilidad de ciertaapertura hacia los protestantes ingleses. Pero ¿también deconstruye Cervantes laoposición entre cristianos y musulmanes?

De dar crédito a S. Leopold, que sigue una lógica parecida a la de H. Ehrlicher en suestudio de El amante liberal, habría que contestar afirmativamente. En efecto, cree veren este relato una complicación creciente de la oposición macroestructural entrecristianos y musulmanes. Afirma primero que los intercambios comerciales entre ambosmundos (véase el caso de las sucesivas ventas de Leocadia) acarrean cierto grado denegociación e interacción. Luego, las dos islas en que se desarrolla la trama tienen unahistoria doble: Sicilia la ocuparon durante siglos los musulmanes, mientras que, alabrirse la novela, siguen humeando en Nicosia las ruinas cristianas. Por fin, el conflictoreligioso pierde en relevancia a la luz de la lucha por Leocadia. No sólo la desean todos,sino que existen rivalidades internas en ambos campos: del lado cristiano, se oponenCornelio y Ricardo, y entre los turcos compiten el cadí y los bajáes, Alí y Hazán. Así, aldesdibujarse los contornos nítidos entre ambos mundos, la evidencia de su radicalheterogeneidad acabaría vacilando.

Estos argumentos son discutibles. Primero, la existencia de negocios entre cristianos ymusulmanes no es sinónima de comunicación o interacción, en la medida en que se tratade un comercio de esclavos, originado en la violencia. Además, cabe notar que, en estanovela, no existen intercambios directos, puesto que es un judío quien sirve deintermediario entre las dos comunidades. Tampoco se puede aceptar el paralelismoestablecido entre el pasado doble de las dos islas. Mientras que nada recuerda en el textola lejana ocupación musulmana de Sicilia, el patético incipit adopta la perspectiva de uncristiano para referir la reciente pérdida de Nicosia, acontecimiento que alimenta otroimaginario político, el de la enemistad entre cristianos y musulmanes. En cuanto alúltimo argumento, que atañe al común deseo que suscita Leocadia, y que generarivalidades en ambos campos, también se tiene que rechazar, aunque también lodefiende otro crítico, Martin von Koppenfels (Freie Universität Berlín), desde unaperspectiva psicoanalítica («La economía de la virginidad. Apuntes psicoanalíticos sobreEl amante liberal», pp. 320-336)35. Según este estudioso, el motor de la novela es unfantasma central: la virginidad de Leonisa. Todos los deseos masculinos tienden a su

35 Otra lectura sicoanalítica (pero que trasciende este método) de El amante liberal se debe a Córdoba,1999, quien lee la novela cervantina como un «�intento de reescribir lo que nunca acertó el autor a escribir,por estar sepultado en su propia “novela familiar”�».

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desaparición, lo que corresponde al principio de muerte, acelerador de la acción. Alcontrario, el deseo del narrador consiste en diferir el acto, principio erótico que justificalas numerosas peripecias. Dos argumentos se oponen a este razonamiento. Primero, noes cierto que todos los hombres deseen a Leocadia: tanto Mahamut como, en menorgrado, el apocado Cornelio, permanecen insensibles a la perfección de la protagonista.Luego, y sobre todo, no se puede confundir el apetito sexual de los turcos con el amorperfecto de Ricardo, que nunca imagina forzar la voluntad de su dama, sino que siemprese somete a ella.

En suma, no parece aplicable a El amante liberal la idea de una hibridación entrecristianos y musulmanes. La única excepción la ofrecen Mahamut y los demásrenegados. En efecto, así como indica M. von Koppenfels, los renegados desempeñan lafunción de mediadores por excelencia. Tienen acceso, como confidentes, a lospensamientos íntimos de otros personajes y ejercen el papel de traductores, lo que lesconfiere un estrecho parentesco con la figura del narrador. Además, un aporte originalde Cervantes radica en haber vinculado la figura de la virgen con la del renegado, encontrastar la pureza de la una con la esencial ambigüedad del otro (ambigüedadreligiosa, étnica, lingüística, moral, sexual)36. Completando el análisis de M. vonKoppenfels, podemos afirmar que los renegados son los personajes más novelescos de Elamante liberal, en el sentido —bajtiniano— de que la novela tiene vocación a expresar lacomplejidad del mundo, su plurivocidad. Pero incluso conviene matizar esta idea de unaidentidad híbrida de los renegados, ya que también Mahamut pretende resolver suambigüedad religiosa y sexual. En efecto, al final del relato, vuelve al gremio de laIglesia y se casa con otra renegada, la vieja Halima.

Si es exacto que esta novela cervantina excluye casi todo proceso de hibridaciónentre cristianos y musulmanes, ¿conviene entonces considerar que el viaje por el Orientesólo sirve para recalcar la superioridad de lo occidental? Esto es lo que sostieneChristian Grünnagel (Universidad de Heidelberg) en el último artículo del libro. Aquíse lee El amante liberal desde una perspectiva bastante inesperada, anunciada en eltítulo: «¿Postcolonial studies para los premodernos? El amante liberal sospechoso deorientalismo» (pp. 337-353). Si bien descarta el crítico que se pueda aplicar al textocervantino una lectura estrictamente postcolonial, sostiene que sí hay en la novela unavisión orientalista del Imperio Otomano. El concepto de “orientalismo”, desarrolladopor Edward W. Said, se refiere a la percepción del Oriente por el Occidente, difundidasobre todo después de la campaña de Egipto lanzada en 1798 por Napoleón, pero dichoconcepto tiene una larga prehistoria. No sólo consiste en la caricatura del Oriente,reducido a una serie de tópicos muy estables, como el lujo, el esplendor, la crueldad y lasensualidad. Al analizar lo ajeno con conceptos propios, los occidentales también seadueña(ba)n del Oriente, despojándolo de su inquietantes diferencias para sóloconservar su encanto exótico.

Según C. Grünnagel, El amante liberal escenifica un rechazo categórico del Oriente.La descripción del sistema político-administrativo otomano por Mahamut no sería la

36 Estos análisis se oponen a la tesis de El Saffar, 1974, p. 146, por ejemplo, que considera que Mahamutes un personaje meramente funcional, o a la de Mas, 1967, vol. I, p. 355, que estima que la novela no prestaatención a los problemas sociales, ideológicos o psicológicos que plantea la figura del renegado.

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señal de un auténtico interés cervantino: la reducción de las realidades turcas a falsosequivalentes españoles traicionaría más bien una visión orientalista, así como larepresentación caricaturesca de los personajes musulmanes. También el final “turcófilo”de la novela obedecería a una lógica orientalista. Esta mascarada escenifica de hecho la“incorporación” por el Occidente de lo que atrae en el Oriente: lo exótico, extraño peroinofensivo. Lo demás se elimina o se mantiene a distancia. Según esta soluciónimaginaria, se pone fin al conflicto entre España y el Imperio Otomano, entre cristianosy musulmanes mediante la renuncia del Oriente (de los renegados) a su religión y sucultura.

C. Grünnagel incluso sostiene que el viaje al Oriente le sirve de catalizador que lepermite a Ricardo convertirse en un perfecto amante. Según este crítico, Ricardo seporta al comienzo como un oriental (violento y posesivo). Y si finalmente llega a ser un«amante liberal», es por haberse percatado, a lo largo de sus aventuras, de que el amorexcluye la propiedad y la lógica mercantil. Ricardo «se civiliza», o sea se occidentaliza,frente a su doble oriental, el cadí. Nos parece dudoso este cambio de Ricardo. Es ciertoque el protagonista, en la escena del jardín, se muestra violento frente a Leocadia yCornelio. Pero si se arrebata, es por considerar que su rival no merece los favores de tanperfecta dama. Ricardo nunca se muestra posesivo ni concupiscente, como los turcos.Desde un principio, es un perfecto amante que se merece el amor de Leocadia. Pero, noobstante estas reservas, parece convincente la idea de que la estancia entre los turcossirva para subrayar la superioridad de los cristianos. Lejos de constituir una aperturahacia el mundo musulmán, esta “novela oriental” refuerza el imaginario político delOccidente sobre el Oriente.

El cotejo de La española inglesa con El amante liberal confirma por consiguiente elcarácter polifacético de la obra cervantina. Mientras que se deconstruye en la una lasupuesta enemistad natural entre España e Inglaterra, la otra ratifica la oposición entreel mundo cristiano y el oriente musulmán. Pero el que se adopten posturas contrarias ensituaciones similares no implica que el perspectivismo sea la única ideología deCervantes. Quizá el héroe de Lepanto soñara, como unos pocos hombres de su tiempo,con una Europa en que católicos y protestantes convivieran en paz: de una u otraconfesión, todos en fin eran cristianos. Pero ¿cómo imaginar que, aun siendo Cervantesel autor del Quijote, pudiera sustraerse al rechazo de los musulmanes, casi universalentre sus contemporáneos cristianos?

No queremos cerrar el comentario de este libro sin recalcar sus sólidas cualidades. Laprimera es el rigor metodológico de la mayoría de los artículos, a la altura de lasambiciones anunciadas. Con sus preámbulos teóricos, casi sistemáticos, que recuerdan lagenealogía, los conceptos y los objetivos de cada método, los distintos estudios, seguidosde una bibliografía consistente, constituyen una introducción valiosa al paisaje críticocontemporáneo. También ofrecen un buen resumen del estado actual de los debatessobre las Novelas ejemplares, gracias a una presentación sintética de las tesis principales.

Pero, más allá de su valor didáctico, varias contribuciones sobresalen por loestimulante y lo novedoso de sus interpretaciones, en particular las de B. Teuber,G.�Poppenberg, W.�Matzat, H. Ehrlicher y C. Grünnagel. Manifiestamente, el valor desus lecturas aboga por la pertinencia de los métodos elegidos. Con sus varias

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consideraciones sobre, por ejemplo, las relaciones entre lo profano y lo sacro en laliteratura del Siglo de Oro, o sobre las posturas adoptadas frente al Otro en las novelascervantinas, el volumen es un buen alegato a favor del pluralismo metodológicoreivindicado. Sin embargo, el que resulten menos convincentes otros artículos no sepuede achacar tan sólo a los métodos adoptados. Aquí, quizá, resida el límite del debatemetodológico propuesto por los autores: si buenas contribuciones bastan para justificarunos acercamientos, los estudios menos concluyentes no bastan para descalificar otros.

Nos gustaría para concluir abogar por una traducción de este libro al castellano,puesto que su valioso aporte a la lectura de las Novelas ejemplares merecería unadifusión no restringida a los lectores del alemán.

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