Las elites económicas que se han beneficiado con las políticas de libre mercado y los mecanismos de financiamiento de la doctrina neoliberal, son muy poderosas económicamente y tienen influencias sobre los gobiernos, la academia, el sistema político y los medios de comunicación. Por otra parte, son los trabajadores, empleados, jóvenes, estudiantes quienes se ven afectados por estas crisis y por la desigualdad. Estos, desde hace bastante tiempo critican la globalización neoliberal1.

Ante las crisis y los desequilibrios internos y externos, resultado de la doctrina imperante y la pérdida de la eficacia, eficiencia y legitimidad del Estado – Gobierno, este debe enfrentarse a escenarios complejos, llenos de incertidumbre, riesgos y contingencias. Las organizaciones públicas, deben buscar nuevos modelos de gestión y acción que contribuyan al mejoramiento de la formulación, instrumentación y evaluación de políticas públicas. Todo esto traducido en una problemática económica y social cuyos efectos son el aumento de la concentración del ingreso y del desempleo, y el incremento de la población en condiciones de pobreza, por lo que surge la necesidad de una integración de lo económico con lo social, a través de una política pública que se caracterice porque sus objetivos busquen asegurar las condiciones de vida de la población. En este sentido, es importante contextualizar las iniciativas estatales que forman la política social para enfrentar la pobreza, lo que conduce a la necesidad de buscar nuevas alternativas de desarrollo que se ajusten a las condiciones actuales y superar las crisis que desde hace varios años están atravesando los países.

1La globalización se caracteriza por la mayor apertura externa de los países y la movilidad creciente de los flujos migratorios, tecnológicos, de bienes y servicios e inversión.