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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

    TRASHUMANTE | Revista Americana de Historial Social 1 (2013): 50-72. ISSN 2322-9381

    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930):

    usos de la teora social en la produccin historiogrfica

    Resumen

    El presente artculo propone un anlisis de la historiografa argentina sobre las elites. El propsito principal no es repasary sintetizar los problemas de investigacin y los anlisis interpretativos que se dieron en esta rama historiogrfica, sino

    identificar la influencia de los aportes de la teora social (en especial, antropolgica y sociolgica) en la renovacin y una

    nueva perspectiva del estudio histrico de las elites argentinas. Como resultado de esa exploracin, el artculo plantea

    algunas reflexiones sobre los lmites y las posibilidades de los vnculos entre teora social e investigacin histrica.

    Palabras clave: historiografa argentina, elites, teora social

    Abstract

    The article proposesan analysis of the historiography of elites in Argentina. The main purpose is not to review and syn-

    thesize the research problems and discussions that took place in this branch of Argentine historiography, but to identify

    the influence of the contributions of social theory (especially anthropological and sociological) in the renovation of the

    historical study of Argentine elites. As a result of this exploration, the article reflects on the limits and possibilities of the

    links between social theory and historical research.

    Key words:Argentine Historiography, Elites, Social Theory

    Resumo

    O presente artigo prope uma anlise da historiografia Argentina sobre as elites. O principal objetivo no rever e sinteti-

    zar os problemas de pesquisa e anlise interpretativa que ocorreram neste ramo historiogrfico, mas identificar a influn-

    cia das contribuies da teoria social (especialmente antropolgica e sociolgica) na renovao e uma nova perspectiva

    do estudo histrico das elites argentinas. Como resultado desta explorao, o artigo leva a algumas reflexes sobre os

    limites e as possibilidades das relaes entre a teoria social e pesquisa histrica.

    Palavras-chave:historiografia Argentina, elites, teoria social

    Leandro Losada:Doctor en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos

    Aires en 2005. Es investigador asistente del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas

    y Tcnicas, Argentina) y del IEHS (Instituto de Estudios Histrico Sociales, Universidad Nacional del

    Centro de la Provincia de Buenos Aires). Sus lneas de investigacin giran en torno a la historia social

    argentina en los siglos XIXy XX.

    Recepcin: 22 de agosto de 2012 Aprobacin: 13 de noviembre de 2012

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    Leandro Losada

    TRASHUMANTE | Revista Americana de Historial Social 1 (2013): 50-72. ISSN 2322-9381

    Reflexiones sobre la historia de las elitesen Argentina (1770-1930):usos de la teora social en la produccin historiogrficaLeandro Losada

    Introduccin

    Este trabajo propone un recorrido por la historiografa argentina sobre elites,que, sin embargo, no ser estrictamente historiogrfico; es decir, no se repasarnlos debates o las revisiones interpretativas de lecturas cannicas de la historia ar-

    gentina motivadas por los estudios sobre las elites (aunque inevitablemente habr

    alguna alusin a ellas), sino que se rastrear cmo la historiografa dedicada a las

    elites se nutri de la teora social para llevar adelante esas revisiones. De manera

    ms precisa, se procurar identificar cmo en los estudios histricos sobre las elites

    pueden verse lineamientos que sintonizan con formulaciones de la sociologa y

    de la antropologa.

    Este matiz se fundamenta en el hecho de que los prstamos y las referencias

    tericas no son siempre ni necesariamente expuestos de manera explcita por

    los historiadores. Esto no es el resultado de investigaciones despojadas de re-

    cursos tericos, sino de los usos que los historiadores hacen de la teora: se suele

    considerar a sta como un repertorio de herramientas al que se acude de maneraeclctica e incluso instrumental para concebir y nominar aquello que surge du-

    rante la exploracin del pasado, ms que como un rgido y apriorstico marco

    terico en el que se encajan las evidencias encontradas durante la investigacin.

    En consecuencia, si bien la teora puede inspirar una determinada manera de ver

    las sociedades del pasado, tambin puede ocurrir el camino inverso: que sea la

    misma realidad histrica investigada la que promueva acudir a la teora para poder

    decodificarla e interpretarla.

    Debido a la ruta aqu propuesta, entonces, algunas investigaciones dedicadas

    a distintos periodos y abocadas a diferentes problemas aparecern emparentadasporque comparten influencias o aportes de la teora antropolgica o sociolgica.

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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

    TRASHUMANTE | Revista Americana de Historial Social 1 (2013): 50-72. ISSN 2322-9381

    Asimismo, una importante produccin historiogrfica, crucial en la revisin de

    interpretaciones tradicionales de la historia argentina, tendr en este artculo

    una presencia marginal, pues en ella las huellas de la teora sociolgica o antro-

    polgica han tenido menor importancia que otras herramientas tericas. Es el

    caso de la literatura volcada a las elites econmicas; tambin, aunque en menorgrado, de la dedicada a las elites polticas. As es porque, por razones obvias, han

    sido la teora econmica y la ciencia poltica las que en ambas han tenido mayor

    influencia.

    En suma, la exposicin se organiz en dos grandes bloques. Por un lado, nos

    acercaremos a las investigaciones que se han nutrido de aportes tericos de corte

    ms propiamente sociolgico. Estas investigaciones han sido, sobre todo, las que

    analizaron la estructura y composicin de las elites y los itinerarios de sus inte-

    grantes. En segundo lugar, se tratarn los estudios que incluyeron entre sus linea-

    mientos tericos referencias provenientes de los estudios culturales, sobre todo dela antropologa simblica. Las formas de construccin y manifestacin de estatus,

    los estilos de vida, las sociabilidades, las identidades, son los tpicos principales

    abordados por estas investigaciones. Como es usual, algunos estudios pertenecen a

    ambas familias; se har referencia a ellas cada vez que corresponda.

    1 Estudios sociales

    En este campo, un punto de partida ineludible son las investigaciones que toma-

    ron como objeto a familias de elite. En la historiografa argentina sobre elites, esta

    opcin metodolgica tuvo gran auge en los aos ochenta y noventa, en especial la

    dedicada al periodo colonial, que es, a su vez, aquella que ha dejado, en trminos

    cuantitativos, la produccin ms importante sobre elites en la historiografa argen-

    tina. La recurrencia a la eleccin de la familia como unidad de anlisis deriv, en

    buena medida, de que la historiografa latinoamericanista colonial sobre elites, en

    especial la estadounidense, cuya influencia fue determinante en la historiografa

    argentina, result pionera en dicho acercamiento.1A tal punto se extendi esta

    forma de estudiar las elites que muchas investigaciones adquirieron la forma de

    historias de familia, contribuyendo as a que la familia dejara de ser una mera

    opcin metodolgica para convertirse en un campo historiogrfico en s mismo.2

    1. Stephanie Blank, Patrons, Clients and Kin in Seventeenth Century Caracas: A Methodological Essay in Colonial Spanish

    American Social History,Hispanic American Historical Review54.2 (1974): 260-283; Fred Bronner, Peruvian Encomenderosin 1630: Elite Circulation and Consolidation, Hispanic American Historical Review57.4 (1977): 633-659; David Brading,Mineros, comerciantes y labradores en el Mxico borbnico (1763-1810) (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1975); AnnTwinam, Enterprise and Elites in Eighteenth Century Medelln, Hispanic American Historical Review59.3 (1979): 444-475;John Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de Mxico durante los Borbones (Mxico: Fondo de CulturaEconmica, 1986); Darrel Levi, The Prados of So Paulo: an Elite Family and Social Change, 1840-1930(Athens and London:University of Georgia Press: 1987); Linda Lewin, Politics and Parentela in Paraiba: A Case Study o f Family Based Oligarchyin Brazil (Princeton University Press: 1987); Larissa Lomnitz y Marisol Prez-Lizaur, Marisol, A Mexican Elite Family,

    1820-1980: Kinship, Class, and Culture (New Jersey: Princeton University Press, 1987).2. Elisabeth Kusnesof, The History of the Family in Latin America: A Critique of Recent Work, Latin American Research

    Review24.2 (1989): 168-186.

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    1.1 Las elites coloniales

    En general, las investigaciones que estudiaron familias de elite coloniales se ins-

    cribieron en problemas de historia econmica. El estudio de las acciones de sus

    miembros contemplando esa unidad ms amplia que los contena, permiti ar-gumentar, contra visiones tradicionales, la racionalidad econmica de las mismas:

    estaban orientadas a la obtencin de beneficios, aunque por medio de un delicado

    equilibrio entre las aspiraciones personales de estatus y los intereses y la posicin

    social de la familia en su conjunto.

    Son varios los puntos en que estas investigaciones histricas se acercan a for-

    mulaciones de la teora sociolgica y antropolgica (sean deudas explcitas o coin-

    cidencias derivadas del mismo trabajo de reconstruccin histrica). En primer

    lugar, se subray la mltiple racionalidad de los actores sociales. A pesar de remar-

    carse la racionalidad econmica de las acciones de las familias de elite, se destaccon igual nfasis que la bsqueda de riqueza se articul con otras motivaciones y

    racionalidades, caractersticas de sociedades de antiguo rgimen, como el pres-

    tigio. Desde aqu, por ejemplo, se interpretaron (para otros casos que no son el

    rioplatense) inversiones a prioridifciles de entender desde un punto de vista es-trictamente econmico, como las destinadas a las tierras all donde las actividades

    derivadas de ellas no fueron cruciales para la acumulacin de r iqueza, pero s tuvo

    una considerable estatura como capital simblico.3Una situacin similar plantea-

    ron otras investigaciones, como las dirigidas al Buenos Aires de la colonia tempra-

    na, que estudiaron el remplazo de las familias benemritas (las provenientes de los

    crculos conquistadores y de primeros pobladores) por los pioneros del comercio

    a comienzos del siglo , poniendo nfasis en que entre ellos se oper un inte-

    resante intercambio de prestigio por riqueza, pues ambos aspectos eran necesarios

    para sostener una posicin de elite: los ncleos fundadores empobrecidos abrieron

    sus filas a aquellos hombres nuevos despojados de capitales simblicos pero provis-

    tos de slidos capitales econmicos.4

    En suma, las elites coloniales aparecieron como actores econmicos racionales

    pero no por ello como meros homos economicus, debido a la importancia de la di-mensin simblica en las acciones y en las prcticas sociales, as como en la edifica-

    cin de una posicin distinguida. Si se quiere, sera posible poner estos retratos conlos lineamientos tericos que postulan la relacin dialctica entre la dimensin

    econmica y la dimensin simblica en las conductas sociales.5Lo cierto es que la

    dicotoma a menudo establecida entre prestigio y riqueza (en tanto se asocia a una,

    con sociedades de antiguo rgimen y, la segunda, con las sociedades modernas), se

    demostr que es insuficiente (una constatacin tambin advertida por otras histo-

    riografas, como la abocada a las elites econmicas de la Inglaterra del siglo ).6

    3. Kicza, Empresarios coloniales.

    4. Jorge Gelman, Cabildo y elite local. El caso de Buenos Aires en el siglo ,Revista de Historia Econmica y Social6 (1985): 3-20.5. Marshall Sahlins, Cultura y razn prctica. Contra el utilitarismo en la teora antropolgica(Barcelona: Gedisa, 1997).

    6. Martin Daunton, Gentlemanly Capitalism and British Industry 1820-1914,Past & Present122 (1989): 119-158.

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    En segundo lugar, la importancia de la familia y de los lazos personales en la

    construccin de una posicin de elite propici una concepcin de stos en un

    tono cercano al de capital social y capital simblico que desplegara, por ejemplo,

    Pierre Bourdieu.7La historiografa colonial demostr de manera convincente que

    la familia fue fundamental para alcanzar una posicin de elite, as como para res-guardarla y mantenerla. Aqu aparece la idea de una estrategia familiar a la que se

    supeditan los intereses o los destinos de sus integrantes. Por ejemplo, la importan-

    cia de contar con distintos miembros de la familia en la mayor cantidad de espacios

    sociales posibles (la administracin, la economa, la iglesia, las armas) condicion

    las elecciones individuales.8Sin embargo, las aspiraciones personales no quedaron

    siempre subordinadas a las necesidades familiares. Para el Buenos Aires virreinal,

    por ejemplo, se ha destacado que los hijos de los grandes comerciantes no con-

    tinuaron las empresas de sus padres. Esto, en parte, fue el resultado de la forma

    caracterstica en que se produjo la sucesin generacional de las mismas: a travsde los yernos, a fin de modificar las consecuencias divisorias del patrimonio que

    tenan las leyes castellanas de herencia (establecan la divisin igualitaria de bienes,

    pues no exista el mayorazgo). Pero el hecho de que los hijos no continuaran los

    negocios de sus padres tambin fue el corolario de un genuino desinters, por su

    parte, ante la existencia de otros destinos ms atractivos en trminos de poder,

    prestigio o influencia, como la administracin o la Iglesia (aunque en Buenos Aires

    el comercio no estuvo recubierto del desprestigio que s alcanz en las grandes

    capitales coloniales hispanoamericanas, aquellas esferas gozaron de una mejor con-

    sideracin que las actividades mercantiles).9Entre quienes se sinti ms sensible-

    mente la supeditacin de los destinos individuales a las necesidades familiares fue

    en las mujeres: no slo porque sus horizontes estuvieran delimitados a ser madres

    y esposas, sino porque sus elecciones matrimoniales no fueron el fruto de la libre

    voluntad; los casamientos digitados por los padres constituyeron lo usual durante

    la poca colonial.10

    La importancia del capital social de la familia se advierte, a su vez, cuando

    el lente se enfoca en aquellos que se vean beneficiados por ser incorporados

    a ella, como los yernos que heredaron las grandes empresas comerciales por-

    teas. Los escasos montos de las dotes han sido un indicador esgrimido en ese

    sentido: sugieren que fue la pertenencia social que habilit el casamiento, ms

    7. Pierre Bourdieu, The Logic of Practice(Cambridge: Polity Press, 1990).

    8. Juan Pablo Ferreiro,Elites urbanas en la temprana colonia: la configuracin social de Jujuy a principios del siglo ,

    Jahrbuch fr Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas33 (1996): 63-98; Ana Mara Lorandi, Constitucinde un nuevo perfil social del Tucumn en el siglo , Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. EmilioRavignani21 (2000): 99-115; Sara Mata de Lpez, Tierra y poder en Salta. El noroeste argentino en vsperas de la independencia(Sevilla: Diputacin de Sevilla, 2000); Gustavo Paz, Familia, linaje y red de parientes: la elite de Jujuy en el siglo ,

    Andes8 (1997): 154-174; Ana Ins Punta, Crdoba borbnica. Persistencias coloniales en tiempo de reformas (1750-1800)(Crdoba:Universidad Nacional de Crdoba, 1997); Roberto Di Stefano, El plpito y la plaza. Clero, sociedad y poltica de la monarquacatlica a la repblica rosista(Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2004).

    9. Susan Socolow, Los mercaderes del Buenos Aires virreinal: Familia y comercio(Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1991).

    10. Ana Mara Bascary,Familia y vida cotidiana. Tucumn a fines de la colonia(Tucumn: Universidad Nacional del Tucumn/UniversidadPablo de Olavide, 1999); Mnica Ghirardi, Matrimonios y familias en Crdoba, 1700-1850 (Crdoba: Universidad Nacional deCrdoba, 2004).

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    que el patr imonio del que se dispona a partir de l, lo que volva interesante

    el enlace.11

    Por lo dems, estas prcticas de incorporar a la familia sujetos en principio

    ajenos (aunque no absolutamente desligados, pues solan provenir de las mismas

    comunidades de origen), llev a que las investigaciones identificaran la permeabi-lidad en la composicin de las elites y la singular renovacin que las atraves, sobre

    todo durante el periodo virreinal (y en general, ms en Buenos Aires que en las

    provincias del Interior). Desde all, y en buena medida en sintona con lo que

    planteara Vilfredo Pareto en su teora de la circulacin de las elites,12el equilibrio

    entre cierre y apertura, entre exogamia y endogamia, ms que una clausura abso-

    luta o una apertura indiscriminada, se probaron como la forma idnea para que

    las familias establecidas consolidaran y retuvieran su posicin social en los ltimos

    aos coloniales. As hubo cierta oxigenacin, por medio de la incorporacin de

    nuevos miembros, y luego una posterior clausura, gracias a la riqueza aportada poraquellos o a la continuacin de los negocios de la generacin anterior.13

    Por otro lado, la historiografa colonial tambin destac la importancia de la

    familia como capital simblico, al resaltar su relevancia como fuente de identidad y

    como smbolo de estatus. En esta dimensin, el concepto de familia se entrecruza

    con el de linaje: el universo del parentesco no solo incluye a los vivos sino tambin

    a los muertos. En el caso de la Amrica hispana esa ampliacin fue bastante elstica,

    pues la edificacin de linajes se traz considerando las ramas patrilineales y a las

    matrilineales.14Las singularidades en la edificacin de linajes se deriv, a su vez, de

    los orgenes sociales preeminentes en las elites coloniales, en general bastante poco

    lustrosos: entre los conquistadores y las primeras familias predomin la condicin

    segundona, es decir, nobles sin riqueza. Por ello, las condiciones de nacimiento

    se conjugaron con aspectos meritocrticos, como las acciones de conquista o la

    antigedad de residencia.15Aqu aparecen adems otros aspectos sobre los que se

    volver ms adelante: la identidad familiar como proveedora de un estatus pero

    tambin de un deber ser, con acentos bastante parecidos a los del habitusbourdiano.En consecuencia, al mirar en perspectiva y en conjunto la historiografa co-

    lonial sobre elites, se advierte que las nociones de familia desplegadas tienen una

    interesante diversidad. Si la atencin se concentra en los patrones residenciales, la

    familia que emerge de ella (en una connotacin similar a la del concepto grupodomstico o household, de Peter Laslett),16 incluye individuos ligados por el pa-rentesco (en general, tres generaciones), pero tambin a personas no emparentadas,

    con las que el vnculo est dado, justamente, por la corresidencia (el caso ms

    evidente es el del personal de servicio). Ms an, la corresidencia a menudo dio

    11. Socolow, Mercaderes; Ghirardi, Matrimonios.

    12. Vilfredo Pareto, The Rise and Fall of Elites. An Application of Theoretical Sociology(New Brunswick: Transaction Publishers, 2000).

    13. Socolow, Mercaderes.

    14. Jos Maravall, Poder, honor y elites en el siglo XVII(Madrid: Siglo XXI Editores, 1989).15. Roxana Boixads, Herencia, descendencia y patrimonio en La Rioja colonial.Andes8 (1997): 199-224.

    16. Peter Laslett y Richard Wall, Household and Family in Past Time(Cambridge: Cambridge University Press, 1972).

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    lugar a la edificacin de vnculos que entraban en la rbita del parentesco ritual: la

    costumbre bastante usual de que los dueos de casa fueran padrinos de bautismo

    de los hijos de sus sirvientes es un ilustrativo ejemplo.

    Por otro lado, la familia que actuaba en el mundo de los negocios tiene otros

    contornos distintos de la que emerge de los patrones residenciales, pues en ellafiguraron parientes de sangre pero tambin parientes polticos (yernos) o aquellos

    con los que se entablaron parentescos rituales, como padrinazgos (recurrentes, por

    ejemplo, entre comerciantes y funcionarios virreinales).17

    Finalmente, la familia que actuaba en la economa o en las esferas de la admi-

    nistracin, era un actor diferente de aquella a la que se apelaba al momento de

    edificar una identidad familiar, pues aqu se inclua no slo a los vivos sino tam-

    bin a los antepasados (en un rango, a su vez, amplio, por la apelacin a las ramas

    matrilineal y patrilineal).

    En otras palabras, las investigaciones coloniales recortaron distintos tipos defamilia segn el punto de vista elegido y los problemas estudiados, en los cuales es

    interesante ver una manifestacin de los sealamientos dados desde la antropologa

    acerca de los matices existentes entre parentesco y familia.18

    En otro sentido, los estudios basados en la familia como unidad de anlisis (con

    todas las variaciones que ese objeto adquiri, como se acaba de mencionar) fueron

    complementados o incluso analizados en trabajos anclados en otras perspectivas,

    en los que se advierte de manera ms evidente los prstamos de la teora social. Es

    el caso de los inspirados en la teora de redes.19

    Las contribuciones de estos trabajos fueron notables debido precisamente al

    prisma que alentaron los lineamientos tericos que se siguieron. A pesar de que

    a menudo en la historiografa la nocin de redes tuvo un uso ilustrativo ms que

    propiamente analtico, los estudios ms serios cercanos a una perspectiva de redes

    problematizaron los retratos derivados de las investigaciones ms simplistas de fa-

    milias, as como marcaron las inexactitudes de algunas alternativas conceptuales

    que intentaron trazar un maridaje entre familia y redes.

    Zacharias Moutoukias, por ejemplo, adems de reponer la complejidad de las

    elites coloniales rioplatenses (tanto de la temprana colonia como de los aos vi-

    rreinales), marc la compartimentacin excesiva y por lo tanto inexacta de los

    estudios que identificaron elites a partir de categoras socio ocupacionales, aunreconociendo sus mritos en los aspectos interpretativos: el caso, por ejemplo, de

    los trabajos citados de Susan Socolow, que distingui elites comerciales y burocr-

    ticas relativamente escindidas en el Buenos Aires virreinal.20Moutoukias tambin

    plante que los estudios de familias restaron importancia a otros lazos, de diferente

    17. Susan Socolow, The Bureaucrats of Buenos Aires, 1769-1810: Amor al Real Servicio(Durham: Duke University Press: 1987).

    18. Mara Rosa Stabili, El sentimiento aristocrtico. Elites chilenas frente al espejo (1860-1960)(Santiago de Chile: Andrs Bello,2003); Robin Fox, Sistemas de parentesco y matrimonio(Madrid: Alianza, 1972).

    19. Elizabeth Bott, Family and Social Network. Roles, Norms and External Relationships in Ordinary Urban Families (Londres:

    Tavistock, 1971); Jeremy Boissevain, Friends of friends: Networks, Manipulators and Coalitionsk(Oxford: Blackwell, 1974).20. Zacaras Moutoukias, Rseaux personnels et autorit coloniale: les ngociants de Buenos Aires au e sicle,Annales4-5

    (1992): 889-915.

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    naturaleza que pasaron a segundo trmino(los amicales, los forjados en mbitos de

    sociabilidad, los motivados por meros intereses), y entraaron el riesgo de asociar

    excesivamente vnculo familiar con solidaridad (argumentos desplegados en su

    crtica al concepto red de familias de notables de Diana Balmori, Stuart Voss y

    Miles Wortman).21

    En cambio, partiendo de la teora de redes, demostr la plau-sibilidad de acercarse al Buenos Aires colonial y a sus elites de una manera ms

    fluida, pensando en trminos de configuraciones basadas en redes personales antes

    que en categoras rgidas y en visiones segmentas de la estructura social (por vnculos

    familiares, por inserciones socio ocupacionales, etctera).22

    Los enfoques de familias y de redes sociales, por lo dems, proliferaron en

    estudios ya no abocados al periodo colonial, sino al Ro de la Plata independien-

    te de la primera mitad del siglo . El motivo fundamental, aqu, fue abordar

    problemas historiogrficos como el grado de recambio en las elites polticas y

    econmicas provocada por la revolucin y por las guerras, de independenciaprimero y civiles despus, as como la importancia de la reorientacin de los

    emprendimientos econmicos, desde el comercio hacia las actividades produc-

    tivas, en especial las rurales, planteados y abordados de forma pionera por Tulio

    Halperin Donghi.23La reconstruccin de itinerarios familiares, y la atencin a las

    redes edificadas por los actores sociales, considerando tanto las urdidas a travs del

    parentesco como aquellas edificadas mediante otro tipo de vnculos, ofrecieron

    aportes muy valiosos para refinar el conocimiento de las elites del Ro de la Plata

    posrevolucionario.24

    1.2 Las elites en la Argentina moderna (1852-1930)

    Entre los estudios dedicados a los aspectos sociales de las elites, los recin citados,

    atentos fundamentalmente a la reconstruccin de las prcticas sociales desenvueltas

    para edificar una posicin social encumbrada, coexisten con otros que abordaron

    la composicin de las elites. Los mismos se concentraron fundamentalmente en la

    segunda mitad del siglo XIX y en el cambio hacia el XX, por razones claras: si en

    la sociedad colonial y en la primera mitad del ochocientos la identificacin de las

    21. Zacharias Moutoukias, Familia patriarcal o redes sociales: balance de una imagen de la estratificacin social,Anuario IEHS15 (2000): 133-151; Diana Balmori, Stuart F. Voss y Miles Wortman, Las alianzas de familias y la formacin del pas en AmricaLatina(Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1990).

    22. Zacaras Moutoukias, Contrabando y control colonial en el siglo XVII(Buenos Aires: CEAL, 1988). Estas discusiones, desde ya,exceden los lmites de los problemas especficos de investigacin sobre las elites coloniales. Se inscriben en un momento

    de reflexin historiogrfica ms amplio, atento a la problematizacin de la estratificacin social y de las motivaciones de la

    accin social, entre cuyas derivaciones sobresalieron las propuestas de reducir la escala de anlisis como opcin metodolgica,

    as como las controversias sobre la idoneidad de las diferentes variantes ensayadas a tal efecto (microhistoria, redes, familia).

    Referencia obligada al respecto, Giovanni Levi, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamonts del siglo XVII(Madrid: Nerea, 1990).

    23. Tulio Halperin Donghi, Revolucin y guerra. Formacin de una elite dirigente en la Argentina criolla (Buenos Aires: Siglo XXI, 1972).

    24. Ana Ins Ferreyra, Elite dirigente y vida cotidiana en Crdoba, 1835-1852(Universidad Nacional de Crdoba: 1992); BeatrizBragoni, Los hijos de la Revolucin. Familia, negocios y poder en Mendoza en el siglo XIX(Buenos Aires: Taurus, 1999); RobertoSchmit, Ruina y resurreccin en tiempos de guerra: sociedad, economa y poder en el Oriente entrerr iano posrevolucionario, 1810-1852(Buenos Aires: Prometeo, 2004).

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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

    TRASHUMANTE | Revista Americana de Historial Social 1 (2013): 50-72. ISSN 2322-9381

    elites no supone un problema de envergadura, la complejizacin de la estructura

    social ocurrida en el fin de siglo, convierte a la identificacin de los elencos de las

    elites, y a su misma estructura, en un problema relevante.

    Las deudas y los dilogos de la historiografa abocada a estos temas con la so-

    ciologa son claras, en tanto que el texto fundacional que retrat ese proceso decambio fue el clsico de Gino Germani Poltica y sociedad en una poca de transi-cin.25All Germani mostr cmo la sociedad argentina, al comps del desarrolloeconmico motorizado por la expansin agroexportadora y por la metamorfosis

    social derivada de la inmigracin masiva, asisti a un cambio estructural, por el

    cual se eclipsaron sus elites tradicionales y germin una sociedad de masas, que

    tuvo en las clases medias su nota distintiva. Este argumento fue abordado contem-

    porneamente por Jos Luis de Imaz en dos trabajos que mostraron, a partir de un

    seguimiento prosopogrfico, la postergacin social de las familias tradicionales o

    patricias argentinas, profundizando un detalle contenido en el texto de Germani:el hecho de que la declinacin de las familias tradicionales no solo ni principal-

    mente fue el resultado de la emergencia de nuevos sectores sociales, si no de la

    misma complejizacin de la estructura de las elites.26

    De este modo, en sintona con la complejidad que la modernizacin haba

    generado en la sociedad, la existencia de una elite multiimplantada, integra-

    da por individuos insertos simultneamente en las diversas esferas sociales (y

    adems provenientes de un mismo origen social y familiar), se fue socavando

    para sustituirse por un conjunto de elites especficas para cada campo social, en

    las cuales, adems, la heterogeneidad de sus integrantes, gracias a la movilidad

    social y el impacto inmigratorio, fueron marcas indelebles. Conjugado con la

    apertura poltica que supuso la democratizacin instaurada a partir de la Ley

    Senz Pea, que cataliz ms que alent la aparicin de una sociedad mvil,

    ms compleja y efervescente, el panorama resultante reacomod el lugar de las

    elites y, ms an, el de sus integrantes de orgenes ms tradicionales. Es curioso

    que este relato coexisti con una caracterizacin radicalmente diferente, divul-

    gada por el llamado revisionismo histrico argentino, que insisti en retratar un

    25. Gino Germani, Poltica y sociedad en una poca de transicin(Buenos Aires: Paids, 1962).

    26. Jos Luis de Imaz, La clase alta de Buenos Aires(Buenos Aires: Investigaciones y trabajos del Instituto de Sociologa, 1959);Jos Luis de Imaz, Los que mandan(Buenos Aires: EUDEBA, 1964). Es posible sealar algn paralelismo entre los trabajos deImaz y un estudio contemporneo de la sociologa norteamericana: el de Charles Wright Mills y su elite del poder. Este

    autor tambin identific una heterogeneidad creciente en la composicin y estructura de los sectores dominantes de Estados

    Unidos, derivada sobre todo de la creciente importancia poltica y econmica de las corporaciones (militares y econmicas)

    a partir de la dcada de 1930, pero a su vez plante la existencia de vasos comunicantes (intereses compartidos, instancias

    de socializacin, etc) que hacan que esa heterogeneidad se tradujera en una elite del poder. Su enfoque, encuadrado

    en un anlisis crtico de los grupos dominantes, es diferente a los nfasis de Imaz, que plantea la disolucin de una clase

    dominante y su sustitucin por un elenco de los que mandan, definicin que en s alude a la laxitud interna con la que

    se los caracteriza. La conclusin de Imaz, ms all de su derivacin de la investigacin emprica del autor, puede conectarse

    con una perspectiva terica diferente a la de Wright Mills: el funcionalismo y la teora de la modernizacin, que inspiraran,

    a su vez, los trabajos de Germani que De Imaz recupera. Vale agregar, finalmente, que la concepcin de poder en Mills es

    diferente a la de los fundadores de la teora de las elites como Gaetano Mosca: si en ste la poltica era la dimensin clave,

    en Mills hay una concepcin ms amplia, en el sentido de capacidad de influencia sobre los rumbos de la sociedad, que

    puede darse, aunque no necesaria o exclusivamente, por medio de la poltica. Charles Wright Mills, La elite del poder(Mxico:Fondo de Cultura Econmica, 1957); Gaetano Mosca, La clase poltica (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1995).

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    grupo dominante monoltico y homogneo, a menudo denominado oligarqua

    (de manera en s misma imprecisa, al extrapolar un trmino poltico para el

    retrato de un grupo social).27

    La revisin de este tipo de semblanzas desde la historiografa profesional co-

    menz a operarse en paralelo con la renovacin ms amplia de la historiografaargentina, a mediados de los aos 1960, con los seeros estudios de Tulio Halperin

    Donghi, que incluyeron una opcin conceptual reveladora: hablar de elites, en

    plural, y no de otros conceptos (como clase dominante) para retratar a los sectores

    gravitantes de Argentina en el siglo .28

    A partir de entonces, las relaciones oscilantes y a menudo conflictivas entre

    elites polticas y elites econmicas fueron convincentemente argumentadas y em-

    pricamente demostradas. A ello contribuyeron los propios trabajos de Halperin;29

    los que estudiaron a las elites polticas y sus bases de poder (el control del estado

    y la produccin del sufragio que ste habilit);

    30

    y aquellos que mostraron las di-ficultades de las elites econmicas ms importantes de Argentina en el siglo ,

    como la terrateniente pampeana, para construir un poder poltico por medios

    propios.31Dems est decir, los lineamientos explorados por Halperin Donghi

    fundamentalmente para la ciudad y la provincia de Buenos Aires, fueron abordados

    por distintas investigaciones para diferentes espacios regionales, mostrando, con

    los obvios matices segn las provincias, un panorama similar: tensiones entre elites

    polticas y econmicas, a pesar de la comn procedencia social de sus integrantes.32

    Aun as, la estructura y la composicin de las elites en el periodo en el que

    la sociedad argentina cambi radicalmente de caractersticas, entre 1880 y 1930

    aproximadamente, abandonando los rasgos criollos y anunciando los que adquirira

    como sociedad de masas, sugeridos ya por Germani e Imaz en sus estudios pioneros

    (y en consonancia con la semblanza brindada desde una reflexin ms propiamente

    histrica por Jos Luis Romero),33fueron profundizados solo recientemente.

    Como se dijo lneas arriba, en esta historiografa las deudas con ciertas for-

    mulaciones de la sociologa son visibles. Por un lado, y derivado de los destacados

    textos recin citados, y a pesar de que las contraposiciones entre sociedad moder-

    na y sociedad tradicional han sido matizadas desde la historiografa al marcar los

    sustratos de los rasgos de la primera en los procesos y en las caractersticas de la

    segunda, as como la convivencia perdurable, ms que el reemplazo absoluto, entre

    27. Tulio Halperin Donghi, El revisionismo histrico argentino como visin decadentista de la historia nacional, Ensayos dehistoriografa (Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 1996) 107-126.

    28. Halperin Donghi, Revolucin.

    29. Tulio Halperin Donghi, Clase terrateniente y poder poltico en Buenos Aires (1820-1930), Cuadernos de Historia Regional15 (1992): 11-46.

    30. Natalio Botana, El orden conservador. La poltica argentina entre 1880 y 1916(Buenos Aires: Sudamericana, 1994); Hilda Sabato y EliasPalti, Quin votaba en Buenos Aires? Prctica y teora del sufragio, 1850-1880, Desarrollo Econmico30. 119 (1990): 395-424.

    31. Roy Hora, Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y poltica, 1860-1945(Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002).

    32. Por ejemplo, Jos Carlos Chiaramonte, Mercaderes del Litoral. Economa y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad

    del siglo XIX(Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 1991); Bragoni, Los hijos; Mata de Lpez, Tierra y poder; SilviaRomano, Economa, sociedad y poder en Crdoba. Primera mitad del siglo XIX(Crdoba: Ferreyra Editor, 2002).

    33. Jos Luis Romero,Las ideas polticas en Argentina(Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 1956).

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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

    TRASHUMANTE | Revista Americana de Historial Social 1 (2013): 50-72. ISSN 2322-9381

    lo moderno y lo tradicional, se advierte una mirada sobre el funcionamiento

    de la sociedad heredera de la matriz estructural funcionalista de la teora de la

    modernizacin. Esto es, que la complejidad de la estructura social en forma de

    diversificacin dio lugar a una pluralidad de elites con intereses y anclajes propios

    y especficos.34

    Un segundo lineamiento conceptual en la historiografa de elites, abocada al

    periodo 1880-1930 y utilizado con reiteracin para retratar ese panorama de di-

    versificacin, tiene, sin embargo, una raz terica distinta del estructural funcio-

    nalismo: el concepto campo, en el sentido definido por Pierre Bourdieu, esto es,

    como una dimensin social con reglas, jerarquas, y por lo tanto, disputas propias y

    especficas35. Esta eleccin conceptual puede rastrearse en estudios pioneros sobre

    la constitucin de elites en este periodo, aunque no necesariamente provenientes

    de la historiografa, como los dedicados a escudriar el surgimiento de una elite

    intelectual en la Argentina del Centenario.

    36

    Tambin se advierte en trabajos msrecientes ms interesados en las elites polticas. En ellos se acude a los lineamientos

    sobre la aparicin del poltico profesional, y a las distinciones entre vivir de y

    vivir para sealados por Max Weber.37

    Finalmente, un tercer aporte es el de la teora de las elites de Vilfredo Pa-

    reto. Es sabido que las formulaciones tericas de este autor fueron ambiguas.

    Concretamente, oscilaron entre la identificacin de una elite, en singular, que

    controla la sociedad, y la postulacin de varias elites en consonancia con las dis-

    tintas esferas de la sociedad (polticas, econmicas, intelectuales, etctera). Como

    ya se dijo, el uso en plural del trmino elites es el que ha predominado en la his-

    toriografa argentina, con el fin de rebatir formulaciones tradicionales que retra-

    taban a los sectores dominantes de manera esttica, inalterada y homognea. Estas

    formulaciones se advierten en trabajos recientes que mostraron empricamente la

    pertinencia de hablar de elites antes que de una oligarqua multiimplantada para

    retratar los sectores altos de Argentina entre 1880-1930.38

    Otro prstamo de Pareto en esta historiografa se deriva de su teora de la cir-

    culacin de las elites, segn la cual hay momentos de apertura y otros de clausura,

    siendo la combinacin de ambos la que permite la oxigenacin de las elites y la

    atenuacin de los peligros de declinacin. De acuerdo a Pareto, ese proceso se

    equilibraba mediante la conjugacin de dos residuos (o motivaciones) diferentes:el de innovacin (o instinto de combinacin) y el de consolidacin (o preser-

    vacin de los agregados). Una circulacin estable de las elites depende de una

    34. Para una mirada similar en el contexto latinoamericano, Seymour Lipset y Aldo Solari, eds. Elites in Latin America(New York:Oxford University Press, 1967).

    35. Pierre Bourdieu, Campo intelectual y proyecto creador, Problemas del estructuralismo, Jean Pouillon y otros. (Mxico: Siglo XXIEditores, 1967).

    36. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Ensayos argentinos(Buenos Aires: Ariel, 1983).

    37. Marcela Ferrari, Los polticos en la repblica radical. Prcticas polticas y construccin de poder(Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008).38. Leandro Losada, Oligarqua o elites? Estructura y composicin de las clases altas de la ciudad de Buenos Aires entre 1880

    y 1930, The Hispanic American Historical Review87.1 (2007): 43-75.

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    sutil combinacin entre ambos aspectos.39Segn se vio anteriormente, la literatura

    sobre elites coloniales (no necesariamente acudiendo a Pareto, sino sealndolo

    a partir de la reconstruccin emprica) identificaron tendencias asimilables a las

    planteadas por el socilogo italiano, al marcar las incorporaciones de individuos en

    principio ajenos a las elites.Para el cambio del siglo al , estudios recientes tomaron los lineamientos

    de Pareto para pensar el cierre social de las familias tradicionales argentinas ocu-

    rrido por entonces, en una clave diferente a la inherente al tpico tradicional que

    asociaba un grupo social cerrado con su momento de mayor esplendor y supre-

    maca social. Por el contrar io, retomando las ideas paretianas sobre las dificultades

    que trae un cierre excesivo para la supervivencia de una elite, se ha sealado que

    ste fue el sntoma de un repliegue defensivo de los sectores ms tradicionales

    de las elites argentinas frente a un proceso de cambio social estructural que en s

    mismo reacomod su lugar de predominio en la sociedad. Al mismo tiempo, estasinvestigaciones subrayaron la importancia de la familia y del universo del paren-

    tesco en una dimensin simblica y social. Tomando distancia de las interpreta-

    ciones que plantearon una disminucin de la relevancia de los lazos parentales

    en la estructuracin de las elites al comps de la modernizacin de la sociedad,40

    se ha marcado que el parentesco fue fundamental para demarcar el nosotros y el

    ellos en un escenario social efervescente como el Buenos Aires de comienzos del

    siglo . La importancia del parentesco, por lo dems, no slo se deriv de seme-

    jantes coordenadas sociales, sino tambin de factores culturales. Concretamente,

    el avance del amor romntico, que eclips la digitacin de los casamientos por los

    padres, gener que los matrimonios indecorosos fueran peligros ms acuciantes

    que en otros momentos precedentes. El cierre social, plasmado en la endogamia

    de las familias tradicionales, fue entonces la respuesta para combatirlos. En segundo

    lugar, la estatura simblica de la familia en el cambio del siglo al aument no

    solo por delimitar fronteras de pertenencia, sino tambin por la creciente signifi-

    cacin del apellido o del abolengo como capital de posicin, como rasgo de

    alto estatus.41

    39. Vale agregar las conexiones entre estas formulaciones de Pareto y las que supiera trazar Mosca acerca de la tendencia

    democrtica (de mayor apertura) y la tendencia aristocrtica (de mayor clausura) que se alternaban en la constitucin de las

    elites. En este sentido, quiz el aporte ms orig inal de Pareto fue conjugar los residuos o motivaciones de las elites con climas o

    tendencias de opinin y de ideas en su circulacin y reemplazo. Vilfredo Pareto,Forma y equilibr io sociales. Extracto del Tratado desociologa general. Seleccin e introduccin de Giorgio Braga (Madr id: Alianza, 1980); James Meisel,El mito de la clase gobernante:Gaetano Mosca y la elite(Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1975); Tom Bottomore,Minoras selectas y sociedad(Madrid: Gredos,1965).

    40. Balmori, Voss y Wortman,Alianzas.

    41. Leandro Losada, La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle poque(Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008). Nuevamente,estos argumentos no slo se han nutrido de prstamos de la teora social sino tambin de aportes historiogrficos, en este

    caso, los provenientes de las investigaciones sobre mercados matrimoniales de elites. Por ejemplo, Lawrence Stone y J. C.

    Fawtier Stone,An Open Elite? England 1540-1880(New York: Oxford University Press, 1986).

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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

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    2 Estudios culturales

    El estudio de los aspectos propiamente culturales de las elites argentinas (identidades,

    estilos de vida, incluso sociabilidades) no tiene el espesor del que gozan los problemas

    polticos o econmicos. Como ya se ha sealado, ese tipo de interrogantes han sidoms comunes en las investigaciones de los periodos colonial e independiente.

    En buena medida, las razones de ello son historiogrficas. Los estudios sea-

    lados para uno y otro caso, desde la historiografa colonialista estadounidense a

    los fundacionales trabajos (ya citados) de Tulio Halperin Donghi para el Ro de

    la Plata posterior a 1810, hicieron nfasis en las conductas econmicas y en las

    dinmicas polticas. Tambin son plausibles las razones derivadas de las mismas rea-

    lidades histricas. Las formas simblicas de expresar una posicin social distinguida

    en la poca colonial (a pesar de las jerarquas ms lbiles de la sociedad rioplatense

    en comparacin con la peruana o la mexicana) afrontaron menores desafos a losque tuvieron ya en el siglo y en el paso hacia el . Quiz ello explique que

    haya pocas investigaciones dedicadas a esos temas. Es sintomtico que los aspectos

    culturales estn incluidos en los estudios cuyos ejes son otro tipo de problemas

    (vanse a modo de ejemplo los ya referidos de Socolow).

    Con todo, sus aportes no deben subestimarse. Los nfasis en subrayar la com-

    patibilidad entre riqueza y prestigio, entre una racionalidad econmica moderna

    y la bsqueda de estatus, dejaron un retrato de las elites coloniales diferente a las

    semblanzas tradicionales que consideraban ambas racionalidades mutuamente ex-

    cluyentes (dicotomas quiz acentuadas por el apego, durante los aos coloniales,

    al mundo de la religin para expresar de manera simblica una posicin social

    encumbrada). De igual manera, y como ya se ha referido, hay interesantes trabajos

    acerca del uso y la construccin del capital simblico condensado en el linaje.

    Finalmente, algunos estudios ms centrados en la historia de gnero renovaron la

    mirada sobre la vida social de las elites coloniales al subrayar la importancia de la mujer,

    por debajo de su subordinacin al universo masculino, no solo por ser fundamental

    en la reproduccin social y cultural de estos grupos sociales por sus convencionales

    papeles de madre y esposa, sino por adquirir, forzadas por las circunstancias, pro-

    tagonismo en la conduccin de los negocios de sus maridos (como sola suceder,

    por ejemplo, al enviudar).42

    Asimismo, la intensa politizacin que surgi luego de 1810 hizo a los aspec-

    tos simblicos y culturales menos relevantes que los propiamente polticos en las

    agendas de investigacin. Despus de todo, los estudios que han desandado el an-

    lisis de los aspectos sociales y culturales de la vida de las elites del Ro de la Plata

    independiente, marcaron su subordinacin a la lgica poltica. La superposicin de

    lo pblico y de lo privado, derivada de la politizacin de la poca y de las fronteras

    en construccin, entre sociedad y estado, explican esa situacin.43

    42. Bascary, Familia; Ferreiro, Elites urbanas.43. Jorge Myers, Una revolucin en las costumbres: las nuevas formas de sociabilidad de la elite portea, 1800-1860,Historia de la vida

    privada en la Argentina,T. I, Pas Antiguo. De la colonia a 1870. Dirs. Fernando Devoto y Marta Madero (Buenos Aires: Taurus, 1999).

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    Por todas estas razones, las investigaciones que han abordado especficamente

    los aspectos sociales y culturales de las elites argentinas se concentran, a grandes

    rasgos, en el periodo 1850-1920. En ellas, los conceptos de civilizacin y de

    civilidad tienen una presencia destacada, aunque sus connotaciones varan segn

    los casos. La nocin de civilizacin, como proceso de moderacin de conductasen clave de retencin emocional, en un sentido cercano al planteado por Norbert

    Elias,44se reitera en distintas investigaciones abocadas a las formas de sociabilidad

    y a los usos culturales.45

    Sin embargo, la apelacin a ese concepto no se enmarca necesariamente en el

    uso ms cabal de la idea de Elias de proceso de civilizacin. El mismo arco tem-

    poral en el que Elias abord ese proceso hace poco afortunada su transposicin al

    caso argentino, donde los cambios en las conductas sociales de las elites ocurrieron

    en dcadas. Quiz por ello, en algunos trabajos el arraigo de conductas civilizadas

    se relaciona con la rbita de lo poltico: la civilidad implica una moderacin deconductas necesaria para la construccin de ciudadana, ms que para recortar un

    actor social distinguido; el objeto de la civilidad es atenuar los conflictos depara-

    dos por una poltica facciosa, ms que la definicin de un repertorio de modales

    distinguidos que diferencien a una elite del resto de la sociedad. Un interesante

    indicador de esto es que en las investigaciones en las que predominan estos acen-

    tos, las referencias a las que se alude para retomar la nocin de civilidad incluyen a

    Norbert Elias pero tambin otro tipo de estudios, como los de Maurice Agulhon,

    que trataron, justamente, la relacin entre civilidad y formas modernas de socia-

    bilidad (cafs, sociedades literarias e intelectuales, entre otras).46En suma, la idea

    de civilizacin aqu est puesta ms en relacin con la afirmacin de una cultura

    poltica moderna que con un proceso de distincin social.

    En otros estudios, en cambio, la idea de civilizacin alude ms claramente a la

    edificacin de unapolitessey de un cdigo de relaciones que diferencie socialmen-te a sus ejecutores. En estos trabajos, como los que rastrearon la difusin de nuevas

    prcticas sociales que actuaron como smbolos de estatus (de los deportes de armas

    a la sociabilidad de ocio) las referencias a Elias dialogan con las de los autores que

    retrataron el universo cultural y el mundo social de las burguesas y aristocracias

    europeas del siglo , como George Moss o Richard Sennet.47

    De este modo, la actuacin social en clave de retencin emocional y de modera-cin emerge, ms que como el resultado de un improbable proceso de civilizacin

    autctono alla Elias, como una derivacin de la aceleracin de las difusiones culturalesen tiempos de la primera internacionalizacin de la economa capitalista, y en conse-

    cuencia, como una expresin local de un signo de poca del occidente decimonnico.

    44. Norbert Elias,El proceso de civilizacin. Investigaciones sociogenticas y psicogenticas(Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 1993).

    45. Pilar Gonzlez Bernaldo de Quirs, Civilidad y poltica en los orgenes de la nacin argentina (Buenos Aires: Fondo deCultura Econmica, 2003); Sandra Gayol, Honor y duelo en la Argentina moderna (Buenos Aires: Siglo XXI Editores,2008); Losada,Alta sociedad.

    46. Maurice Agulhon, El crculo burgus. La sociabilidad en Francia, 1810-1848(Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2009).47. Gayol, Honor y duelo; Losada,Alta sociedad; George Moss, La cultura europea del siglo XIX(Barcelona: Ariel, 1997); Richard

    Sennet, El declive del hombre pblico(Barcelona: Pennsula, 1978).

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    La originalidad argentina, afirman estas investigaciones, no radic en las conductas

    de sus elites, sino en los ritmos con que stas se adaptaron desde los polos de refe-

    rencia de entonces (Francia e Inglaterra). A esos ritmos vertiginosos, por lo dems,

    contribuyeron la revolucin en los medios de comunicacin y de transporte de la se-

    gunda mitad del siglo , y, sobre todo, las necesidades de marcar distinciones socialesaparejadas por la efervescente sociedad argentina de principios del siglo .

    Por otro lado, en estos trabajos vuelven a aparecer las referencias a Max Weber

    y Pierre Bourdieu para marcar la importancia de lo simblico en la expresin de

    la posicin social. Del primero, se destaca la nocin de estilo de vida, derivada

    de su concepcin de grupos de estatus, para retratar el repertorio de consumos

    y pasatiempos desplegados para edificar y manifestar la condicin distinguida.48

    Los lineamientos de Bourdieu acerca de la distincin,49por su parte, son en

    especial sugerentes para pensar la construccin de diferencias sociales en el Bue-

    nos Aires del cambio del siglo al . El propsito deliberado de sofisticacincultural que manifestaron algunos miembros de las elites argentinas (en especial sus

    intelectuales) y el sbito y vertiginoso enriquecimiento generado por la prosperi-

    dad agroexportadora de esos aos, enfrentan al historiador con uno de los puntos

    de los planteos de Bourdieu: el xito en volver natural una diferencia socialmente

    construida, y el riesgo que para esa empresa supone la inexistencia de un sustrato

    social, econmico y cultural (un habitus) acorde con esas aspiraciones. Por ejemplo,en el estudio de los consumos se han marcado las dificultades encontradas para que

    el consumo material reflejara un capital cultural.50

    Por ello se ha sugerido que las conductas, ms que reflejar una distincin allaBourdieu, condensan aquello que Thorstein Veblen defini como una vida ociosa:

    un consumo ostensible que es en s mismo marca de posicin social (aunque no

    necesariamente de sofisticacin).51El hecho de que el refinamiento cultural haya

    sido cualidad solo de un crculo reducido de las elites ha sido sealado para marcar

    los lmites que tuvieron la edificacin de distincin, as como las distintas sensibili-

    dades e intereses al interior de las elites. Esto es, la ausencia de sofisticacin cultural

    y el predominio de un consumo ostentoso desenfrenado no es necesariamente

    expresin de carencias sino de desintereses; de diferentes maneras de expresar una

    posicin social encumbrada.52

    Por lo dems, la huella bourdiana tambin se advierte en las referencias a cmoel capital simblico del tiempo se convirti en un eje de distincin creciente-

    mente movilizado por las elites debido a su carcter extraordinario en una socie-

    dad inmigratoria, subrayando, al mismo tiempo, las endebles bases de ese capital

    simblico por las poco edificantes races sociales y familiares de la elite argentina

    de 1900. Aparecen de nuevo los esfuerzos por construir una distincin ante la ca-

    48. Patrick Joyce,Class(Oxford University Press, 1995).

    49. Pierre Bourdieu, La distincin. Criterio y bases sociales del gusto(Madrid: Taurus, 1988).

    50. Mara Isabel Baldassarre, Los dueos del arte(Buenos Aires: Edhasa, 2006).51. Thorstein Veblen, Teora de la clase ociosa (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1951).

    52. Losada,Alta sociedad.

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    Leandro Losada

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    rencia de recursos para ello, pero precisndose, a la vez, que semejantes carencias

    no necesariamente volvieron infructuosas dichas operaciones, pues, en ltima ins-

    tancia, lograron dar alto estatus a sus artfices: el carcter patricio o tradicional de

    las familias de elite fue reconocido por la sociedad (fuera para lanzar apreciaciones

    crticas o respetuosas sobre ese carcter).53

    Quiz la renovacin interpretativa ms interesante que auspiciaron formula-

    ciones tericas como las de Bourdieu, plasmadas por estas investigaciones, es la

    de concebir como un problema algo que en miradas ms convencionales se daba

    por sentado: la distincin social de las elites tradicionales en el momento en que la

    sociedad argentina cambi estructuralmente, entre 1880 y 1920.

    Al respecto, vale agregar que las carencias e imperfecciones de las elites en su

    propsito de erigirse como crculo distinguido no slo se han entendido como

    el resultado del artificio de sus capitales simblicos (o mejor dicho, de la nitidez

    que adquiere en el caso argentino el carcter construido de los capitales simb-licos) sino tambin del escenario en que se desarroll: una sociedad efervescente

    que atraviesa una severa recomposicin de sus jerarquas. Al respecto, la actuacin

    social de la elite en semejante marco, y los condicionamientos que oper para la

    construccin y manifestacin de distincin, tambin se han abordado teniendo en

    cuenta varios aportes de la teora social. En especial, aquellos que ofrecen herra-

    mientas para pensar las relaciones entre el nosotros y el ellos en la construccin de

    una identidad social: el interaccionismo simblico de Ervin Goffman;54las alusio-

    nes al carcter teatral de la vida en sociedad;55el concepto de fronteras culturales

    de Frederik Barth;56la idea de comunidad simblica.57Esta ltima fue especial-

    mente til para pensar las disputas dentro del nosotros sobre los smbolos que

    definan su existencia. Un ejemplo ya mencionado lo expresa el sentido del con-

    sumo suntuario como smbolo de posicin: alrededor de l se enfrentaron con-

    ductas que lo concibieron sobre todo como expresin legtima de riqueza, y otras

    tesituras que plantearon que deba ser ante todo marca de sofisticacin cultural.58

    Conclusiones

    A modo de balance, mirando en perspectiva lo dicho hasta aqu, se puede afirmar

    que en la historiografa argentina sobre elites, los aportes tericos de la sociologa yde la antropologa, o al menos las lecturas historiogrficas que tienen consonancia

    con ellos, se han sentido ms en los trabajos orientados a aspectos sociales (confor-

    macin, composicin, estructura) que a los culturales (identidades, modos de vida).

    53. Leandro Losada, Aristocracia, patriciado, elite. Las nociones identitar ias en la elite social portea entre 1880 y 1930,

    Anuario IEHS20 (2005): 389-408.

    54. Ervin Goffman, La presentacin de la persona en la vida cotidiana(Buenos Aires: Amorrortu, 1981).

    55. Victor Turner y Ernest Bruner, The Anthropology of Experience(Urbana: University of Illinois Press, 1993).

    56. Fredrik Barth, Los grupos tnicos y sus fronteras. La organizacin social de las diferencias culturales (Mxico: Fondo de Cultura

    Econmica, 1976).57. A. P. Cohen, The Symbolic Construction of Community(New York: Tavistock, 1985).

    58. Losada,Alta sociedad.

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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

    TRASHUMANTE | Revista Americana de Historial Social 1 (2013): 50-72. ISSN 2322-9381

    Hay distintas razones para fundamentar este diagnstico.

    Ante todo, como ya se ha sugerido en las pginas precedentes, historiogrficas.

    Entre ellas sobresale el hecho de que la atencin de los historiadores se concentr

    en las elites polticas y econmicas. A modo de ejemplo, baste sealar que la discu-

    sin alrededor del perfil econmico de la elite argentina del siglo , y problemasrelativos a ese interrogante (la importancia econmica de la tierra; los modos de

    inversin; los ritmos de la reorientacin desde el comercio hacia la economa rural

    despus de 1810, entre los ms importantes) ha dejado una de las producciones

    ms ricas e interesantes desde la consolidacin de la renovacin historiogrfica ar-

    gentina iniciada despus de 1983.59Asimismo, si debiera identificarse una lnea de

    discusin en auge y enriquecedora en los ltimos aos, se podra elegir la referida

    a la relacin entre las elites polticas provinciales y nacionales en el marco de la

    construccin del Estado nacional entre 1862 y 1880.60

    En segundo lugar, las elites dejaron poco a poco de provocar el inters delos historiadores. La renovacin historiogrfica estuvo acompaada de un des-

    plazamiento de la atencin hacia los sectores encumbrados. A pesar de que los

    estudios acerca esa renovacin historiogrfica (como los de Halperin Donghi)

    haban convertido a las elites en su objeto, la empresa renovadora que buscaba

    superar la historiografa tradicional se se concentr tambin en personajes ilus-

    tres y en los crculos gravitantes de la sociedad. Esto motiv que otros actores

    sociales, sobre todo los populares, tanto urbanos como rurales, pasaran a tener

    un lugar privilegiado (es tentador sostener que en ello tambin incidi cierto

    clima de poca, derivado de la restauracin democrtica iniciada en 1983).

    De igual manera, otras reas temticas, como la historia rural, ganaron mucha

    importancia por entonces.61

    Por ltimo, entre las razones historiogrficas, vale mencionar la postergacin

    relativa que experiment la historia social luego de un inicio auspicioso en la

    dcada de 1980. La historia econmica, la historia poltica, la historia de las ideas,

    ganaron fuerza desde entonces, al mismo tiempo que las renovaciones conceptua-

    les y metodolgicas tambin facilitaron, a pesar del enriquecimiento que propiciaron y

    de ser un sntoma de la consolidacin y madurez del campo historiogrfico, cierta

    fragmentacin de las investigaciones orientadas a problemas sociales. Como ya se

    ha sealado, las que en un principio fueron elecciones metodolgicas, como la fa-milia, culminaron constituyndose en campos historiogrficos en s mismos (algo

    similar podra sealarse con relacin a los estudios de gnero). Es cierto que en los

    ltimos aos algunas de estas tendencias comenzaron a revertirse, aunque falta an

    para que constituyan un camino consolidado.

    Los ritmos y las tendencias de la historiografa argentina (ms an, su misma

    consolidacin profesional) explican entonces que los estudios sociales y culturales

    sobre las elites no sean prioritarias en la actualidad, y que, desde all, los aportes de

    59. Vase Hora, Terratenientes.60. Beatriz Bragoni y Eduardo Mguez, Un nuevo orden poltico. Provincias y estado nacional 1852-1880(Buenos Aires: Biblos, 2010).

    61. Tulio Halperin Donghi, Un cuarto de siglo de historiografa argentina (1960-1985), Desarrollo Econmico 100 (1986): 487-520.

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    la teora social, tanto de la sociologa como de la antropologa, si bien importantes

    y fundamentales en los trabajos que han renovado esos temas de investigacin, no

    tengan un peso cuantitativo demasiado significativo.

    Ahora bien, es cierto tambin que la declinacin o la revisin crtica de

    la historia social es una tendencia que trascendi las coordenadas de la histo-riografa argentina, a raz de las crticas del giro lingstico, la nueva historia

    cultural, el surgimiento del estudio de los grupos subalternos y la historia de

    gnero que se sucedieron a partir de la dcada de 1970 en las historiografas

    que, como la francesa o la britnica, haban reconocido la consolidacin de la

    historia social. De alguna manera, cuando la historia social, bajo la influencia

    del marxismo britnico o de la escuela de Annales, comenzaba a instalarse enla historiografa acadmica argentina en la dcada de 1980, era revisada en los

    espacios que la haban inspirado.62

    Quiz en ello haya otra clave para pensar los ritmos y las formas mediante loscuales las teoras antropolgica y social se incorporaron en la historiografa argen-

    tina reciente. Si bien excede el espacio de este artculo, cabra preguntarse si esas

    sugerencias tericas llegaron a partir de un dilogo interdisciplinario, o mediados

    por la misma historiografa; es decir, que los aportes tericos se incorporen una

    vez que su eficacia o al menos su potencialidad historiogrfica, por decirlo as, se

    constatan en investigaciones histricas. As, por ejemplo, cabra indagar la relacin

    entre la influencia de lineamientos de la teora antropolgica y su presencia en

    renovadoras empresas historiogrficas como la microhistoria o la historia cultural.

    Quiz esa mediacin explique otros aspectos, como la asincrona entre la incorpo-

    racin de esos aportes tericos a la investigacin histrica y su vigencia en la disci-

    plina en la que surgieron. La antropologa cultural de Clifford Geertz 63podra ser

    un buen exponente: inspiradora de trabajos de impacto historiogrfico,64o en su

    defecto, interlocutora de propuestas renovadoras como la microhistoria italiana,65

    fue revisada de manera importante en la antropologa, por lo menos, desde la d-

    cada de 1980.66La reflexin sobre los ritmos y canales de socializacin profesional

    e interdisciplinaria, los medios de circulacin de influencias, los mapas de lecturas

    entre historiografas, y entre historia y otras ciencias sociales, es un camino escla-

    recedor para despejar estos interrogantes.

    A ello hay que sumar razones de otro orden. Por un lado, los inconvenientesque los historiadores suelen tener al momento de acudir a la teora. La intencin

    de restituir la realidad histrica en todos sus matices aleja la adopcin in totodergidos marcos tericos o la bsqueda de interpretar al pasado desde puntos in-

    alterables. En general, adems del uso instrumental y eclctico de la teora, los

    lineamientos tericos a menudo aparecen incorporados en la reflexin, y por lo

    62. Geoff Eley,Una lnea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad(Universitt de Valencia: 2008).

    63. Clifford Geertz, La interpretacin de las culturas(Barcelona: Gedisa, 2003).

    64. Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia cultural francesa(Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2000).65. Giovanni Levi, Sobre microhistoria, Formas de hacer historia(Madrid: Alianza Editorial, 1996) 119-143.

    66. James Clifford y George Marcus (eds), Retricas de la cultura(Madrid: Jcar, 1991).

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    Reflexiones sobre la historia de las elites en Argentina (1770-1930): | usos de la teora social en la produccin historiogrfica

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    tanto en el relato, ms que como citas explcitas. No es un problema al momento

    de hacer la investigacin (todo lo contrario) pero s una complicacin al momento de

    rastrear prstamos e influencias.

    Con todo, hay una ltima razn que debe contemplarse, de naturaleza metodo-

    lgica y emprica. Los aportes de la antropologa, por caso, enriquecen la reflexiny el estudio del pasado, pero su transposicin o su utilizacin en la investigacin

    histrica puede estar llena de dificultades por el hecho de que la forma en la que

    el historiador accede a su objeto de estudio es diferente. Las fuentes (como se ha

    apuntado, por ejemplo, al pensar en la aplicacin de la teora de redes a la historia)67

    pueden resultar un obstculo fundamental e insalvable para que lineamientos tericos

    semejantes sean incorporados en el anlisis. Quiz por ello, como se sugiri an-

    teriormente, su recepcin en la investigacin histrica se produzca, o se extienda,

    una vez constatada su factibilidad. Como sea, los trabajos mencionados en estas

    lneas muestran, en trminos generales, que se pueden restituir interesantes miradassobre la vida social y cultural de las elites a partir de los aportes de la antropologa

    o la sociologa. Quiz slo cuando estas temticas adquieran protagonismo en la

    agenda de la investigacin histrica se podr concluir con fundamento si los al-

    cances y los lmites de dichos aportes se derivan de las dificultades impuestas por

    fuentes parcas o escasas, o si en realidad son sntoma de los vaivenes en los temas y

    en los problemas que concitan el inters de los historiadores.

    Vale, sin embargo, una ltima observacin a modo de cierre. Las dificultades de

    la utilizacin de la teora en la investigacin histrica no deberan alejar a la his-

    toriografa de la teora social. Ms bien, sera deseable apostar por la posibilidad de

    que la historiografa, adems de examinar la idoneidad de la teora, conciba entre

    sus horizontes, contribuir a la elaboracin terica. Este no es un desafo ni una

    empresa novedosos,68ni un tema que pueda profundizarse aqu, pero conviene re-

    cordar, ante eventuales tentaciones por un neoempirismo como salida de los corss

    tericos, que ha habido propuestas de gran impacto en esa direccin69o que, ms

    recientemente, la reflexin terica a partir de la indagacin emprica, o la investi-

    gacin emprica como campo para refinar o proponer conceptos, es una iniciativa

    encarada precisamente por historiadores que apuntan a resituar la viabilidad de

    investigar histricamente lo social sin volver a la vieja historia social, pero tambin

    superando los lmites que a esa posibilidad plantearon las crticas culturalistas osemiticas en las ltimas dcadas.70

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  • 8/12/2019 Resumen Elites

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