las cooperativas agrarias en el desarrollo rural

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112 Agricultura Familiar en España 2010 E n la última colaboración que realicé pa- ra el anuario de la Fundación de Estu- dios Rurales de UPA (2004), centré el tema en la ya no necesaria, sino imprescindible concentración de las cooperativas agrarias es- pañolas, con el objetivo de desarrollar proyectos comunes, que permitan a las cooperativas, en- tre otras cosas, alcanzar el último escalón de la cadena agroalimentaria: la distribución y venta de sus propios productos al consumidor final. Pasados seis años, y en peores circunstan- cias económicas, obviamente contemplo un pa- norama mucho peor, puesto que dicha necesi- dad se hace aún más acuciante y las posibles soluciones existentes años atrás resultan hoy, caso de que existiese voluntad de llevar a cabo dicho proyecto, bastante menos accesibles. ¿Por qué tanta desidia en el cooperativismo agrario español? Naturalmente, siempre hay ex- cepciones, pero, en general, creo que no me equivoco. Es más, si me permiten una confesión sincera, creo que no tenemos verdaderas coo- perativas: quizá un uno por ciento de las aproxi- madamente cuatro mil censadas, pues el resto no lo son en absoluto o no lo son del todo. Y no me baso solamente en los resultados de algunos trabajos de investigación, como la tesis doctoral de Mozas (1998), que demostraba hace diez años la enorme distancia existente entre, de un lado, la situación real del colectivo de almazaras cooperativas jienenses y, de otro, la situación ide- al que debiera desprenderse de empresas inspi- radas en los principios cooperativos. También me baso para hacer esta afirmación en el con- tacto personal que he tenido durante bastantes años con las cooperativas y sus socios. Hay dos cuestiones que se repiten indefecti- blemente en cualquier cuestionario abierto que se haga a socios de cooperativas agrarias. La pri- mera es la impresión que tienen los socios de que la cooperativa remunera de manera escasa las aportaciones de producto: “Siempre se que- da con demasiado de NUESTRO dinero”, opi- nan (da igual que lo que quede para la coopera- tiva sea el uno por ciento o el uno por mil). Esa opinión la realizan como si no existiesen amorti- zaciones, remuneraciones, gastos de manteni- miento, pagos financieros, etc. La segunda cuestión que se repite entre los socios es que “hay demasiados trabajadores en la cooperativa”, por pocos que haya y agobiados de trabajo que estén, e independientemente del nivel y número de servicios que la cooperativa les ofrezca. Supongo que deben pensar que las Joaquín Domingo Sanz [email protected] Universidad de Córdoba Las cooperativas agrarias en el desarrollo rural

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Las cooperativas agrarias en el desarrollo rural

112Agricultura Familiar en España 2010

En la última colaboración que realicé pa-ra el anuario de la Fundación de Estu-dios Rurales de UPA (2004), centré el

tema en la ya no necesaria, sino imprescindibleconcentración de las cooperativas agrarias es-pañolas, con el objetivo de desarrollar proyectoscomunes, que permitan a las cooperativas, en-tre otras cosas, alcanzar el último escalón de lacadena agroalimentaria: la distribución y ventade sus propios productos al consumidor final.

Pasados seis años, y en peores circunstan-cias económicas, obviamente contemplo un pa-norama mucho peor, puesto que dicha necesi-dad se hace aún más acuciante y las posiblessoluciones existentes años atrás resultan hoy,caso de que existiese voluntad de llevar a cabodicho proyecto, bastante menos accesibles.

¿Por qué tanta desidia en el cooperativismoagrario español? Naturalmente, siempre hay ex-cepciones, pero, en general, creo que no meequivoco. Es más, si me permiten una confesiónsincera, creo que no tenemos verdaderas coo-perativas: quizá un uno por ciento de las aproxi-madamente cuatro mil censadas, pues el restono lo son en absoluto o no lo son del todo. Y nome baso solamente en los resultados de algunostrabajos de investigación, como la tesis doctoral

de Mozas (1998), que demostraba hace diezaños la enorme distancia existente entre, de unlado, la situación real del colectivo de almazarascooperativas jienenses y, de otro, la situación ide-al que debiera desprenderse de empresas inspi-radas en los principios cooperativos. Tambiénme baso para hacer esta afirmación en el con-tacto personal que he tenido durante bastantesaños con las cooperativas y sus socios.

Hay dos cuestiones que se repiten indefecti-blemente en cualquier cuestionario abierto quese haga a socios de cooperativas agrarias. La pri-mera es la impresión que tienen los socios deque la cooperativa remunera de manera escasalas aportaciones de producto: “Siempre se que-da con demasiado de NUESTRO dinero”, opi-nan (da igual que lo que quede para la coopera-tiva sea el uno por ciento o el uno por mil). Esaopinión la realizan como si no existiesen amorti-zaciones, remuneraciones, gastos de manteni-miento, pagos financieros, etc.

La segunda cuestión que se repite entre lossocios es que “hay demasiados trabajadores enla cooperativa”, por pocos que haya y agobiadosde trabajo que estén, e independientemente delnivel y número de servicios que la cooperativales ofrezca. Supongo que deben pensar que las

Joaquín Domingo [email protected]

Universidad de Córdoba

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cosas se hacen solas, o que la gente trabaja gra-tis.

Resulta cuando menos chocante que, en laempresa que abandera la economía social, co-mo son las cooperativas, los socios traten, y casisiempre lo consiguen, de explotar a las perso-nas que integran la nómina de la empresa, enespecial cuanto más pequeña es la cooperativa.

Esta situación, común a muchas de nuestrascooperativas, nos señala, entre otras cosas, queno tenemos realmente cooperativas. Tendremosgrupos, más o menos organizados, que funcio-nan regular, bien o mal, pero no cooperativas. Situviéramos verdaderas cooperativas, el socio exi-giría a la suya que emprendiera proyectos (solao con otras), que hiciera que el producto trans-formado del agricultor-socio pudiera ser vendidodirectamente al consumidor, sin tener que ir de-jando valor añadido por el camino hasta el pun-to de ser la fase de la cadena con menor pesoespecífico en el precio final del producto.

Si tuviéramos verdaderas cooperativas, ten-dríamos o buscaríamos soluciones colectivas mi-rando al conjunto del cooperativismo agrario, enlugar de centrar casi exclusivamente las accio-nes de tipo colectivo en las organizaciones pro-fesionales agrarias. Las caceroladas, marchas ymanifestaciones, y el vertido o reparto gratuitode productos agrarios entre la población comosignos de protesta a la Administración públicaestarían bien, desde mi punto de vista, si no exis-tieran otras soluciones al alcance del sector. Sifueran éstas la última y única posibilidad quetiene el agricultor para defender sus intereses,se entenderían las muestras públicas de repulsaque protagonizan a través de sus organizacio-nes de tipo sindical.

Pero el socio, además de agricultor, es tam-bién cooperativista y, aunque el objetivo final esel mismo, el camino de soluciones es, aunquecomplementario, diferente. Ya es hora de de-mandar soluciones al movimiento cooperativo (alas cooperativas, pero también a sus federacio-nes regionales y a la confederación nacional).

El problema es qué puede demandar un co-lectivo donde la gran mayoría de socios, y buenaparte de los dirigentes, no conocen realmentequé es una cooperativa, qué posibilidades tienede crecimiento, cuáles son sus derechos y obli-gaciones, etc.; cuestiones todas ellas fundamen-tales que debiera conocer cualquier persona li-gada a una cooperativa. Además, el agricultor-socio se queja de pocas ayudas estatales, de losprecios tan bajos que sus productos alcanzanen el mercado, de lo caro que cuestan los in-puts…, pero votará que no a cualquier propues-ta para que su cooperativa avance si eso le su-pone realizar un desembolso económico.

La necesidad de la educación/formacióncooperativa

Así, sólo es posible concluir que es la casi nulaeducación cooperativa y formación empresarialde los socios de las cooperativas agrarias la cau-sa principal de la situación en la que se encuen-tran estas empresas de la economía social.

Resulta cuando menos paradójico que, mien-tras en las empresas no pertenecientes a la eco-nomía social (especialmente en las grandes cor-poraciones), la formación va adquiriendo cadavez más peso e importancia, las cooperativas,que fueron pioneras en incorporar la educaciónal socio como herramienta fundamental en sudesarrollo, han ido abandonando poco a pocoeste principio fundamental, quizás debido a que,hoy y en nuestro país, donde el Estado propor-ciona una formación obligatoria a todas las per-sonas, pudiera parecer un principio ya obsoleto.

Sin embargo, creo que es urgente un planestatal de educación en lo que ha sido, es y su-pone la filosofía cooperativa (génesis, historia,principios, valores y marco legal). También esnecesaria una mínima, pero necesaria, forma-ción económica básica de la empresa cooperati-va, que permita, entre otras cosas, leer e inter-pretar el balance de una cooperativa; distinguirentre economía familiar y economía empresa-rial, tomar conciencia de la diferencia que existeentre una deuda en una economía doméstica yuna deuda en una economía de empresa, o co-

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nocer los efectos de las fusiones en las coopera-tivas y las ventajas que tiene disponer de nuevassecciones (especialmente la de crédito).

Los mejores indicadores del nivel de educa-ción-formación en una cooperativa lo constitu-yen los porcentajes de asistencia y de participa-ción en las asambleas generales. El socio queno comprende lo que se discute ni lo que se vo-ta, empieza no participando, por desconoci-miento, y acaba no asistiendo, por aburrimiento.

El incremento de la formación social tiene co-mo consecuencia inmediata una superior parti-cipación democrática, tanto en número de so-cios como en la calidad de las opiniones, deri-vándose de aquí una mayor eficiencia enconsejos y asambleas y, por ende, un mejor apro-vechamiento de un potencial humano, hasta aho-ra ignorado. Ello sin duda redundaría en una me-jora de la empresa.

Así pues, el viejo principio cooperativo de laeducación, formación e información, lejos de es-tar obsoleto, está hoy más vigente que nunca alser su déficit la causa principal, como hemos se-ñalado, de la situación de nuestras cooperativasagrarias.

Implicaciones del cooperativismo en eldesarrollo rural

Pero, ¿qué consecuencias tiene esto en el de -sarrollo rural? En mi opinión, el desarrollo ruralo, más exactamente, los modelos desarrollistasde lo rural y las políticas derivadas de ellos, hanhecho mucho hincapié en la diversificación deactividades en el medio rural (turismo, artesa-nía,…) como medio para elevar el nivel de renta

de las personas asentadas en pequeñas pobla-ciones tradicionalmente dependientes, sobre to-do, de rentas agrarias. Y, sin duda, en parte lohan conseguido.

Pero también han olvidado, o no han hechoel suficiente hincapié, en tratar de elevar dichasrentas a través de la captura de un mayor valorañadido en los productos de la zona a partir delmejoramiento de su/s cooperativa/s, teniendoademás en cuenta que en ello les va, en buenamedida, la supervivencia de sus explotacionesfamiliares agrarias. En efecto, las cooperativashan sido en el último siglo una garantía del man-tenimiento de las explotaciones agrarias de tipofamiliar, que son, a su vez, las que mantienenpoblación en las zonas rurales, además de queson las que proporcionan beneficios ambienta-les al practicar una agricultura de primor frentea la llamada “agricultura industrial”, proporcio-nando al consumidor, por todo ello, mayor segu-ridad alimentaria.

Por tanto, si a todos (productores y consumi-dores) nos interesa mantener la agricultura fa-miliar, nos debería interesar fortalecer lascooperativas agrarias porque es condición indis-pensable para ello. Y sobre todo, interesa coo -perativas capaces de proporcionar rentas alagricultor, de modo que le haga atractiva su per-manencia en el sector; y eso sólo se consiguecon cooperativas fuertes y competitivas con elresto de empresas.

Hemos señalado a la formación como la pri-mera causa de la escasa relevancia que, en ge-neral, tienen nuestras cooperativas agrarias. Pe-ro desde luego no es la única causa, y tendría-mos que ser todos conscientes de que existenotros inconvenientes (algunos se mantienen des-de siempre), que, si se solucionan, daríamos ungran paso en el objetivo de tener cooperativasmás competitivas. Sin ánimo de ser exhaustivo,comentaré algunos.

La formación y algo más

En líneas generales, las cooperativas de trans-formación de productos agrarios tienen menoreficiencia técnica que otras formas de empresa,ya que sus instalaciones están sobredimensio-nadas respecto a la producción media anual, de-bido a que la cooperativa debe ser capaz de re-cepcionar el producto aportado por los sociosen los años de cosecha sobreabundante, pro-blema que se acentúa especialmente en las al-mazaras debido a la vecería del olivo. Por el con-

▼Las cooperativashan sido en elúltimo siglo unagarantía delmantenimiento delas explotacionesagrarias de tipofamiliar, que son, asu vez, las quemantienenpoblación en laszonas rurales

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trario, empresas transformadoras no cooperati-vas adaptan cada año sus compras de materiaprima a la capacidad de transformación de susinstalaciones. Las consecuencias para unas yotras son muy diferentes, ya que los costes tota-les unitarios de las cooperativas en los años decosecha normal van a ser muy superiores a losque tendrían con menor capacidad transforma-dora, en tanto que las otras empresas producena costes totales unitarios acordes a la cantidadtransformada.

Un segundo inconveniente se deriva de lasconsecuencias que para las cooperativas agra-rias tiene la limitación en las operaciones conterceros. Salvo en la comunidad autónoma deNavarra, tanto la legislación estatal como el res-to de legislaciones regionales limita, en mayor omenor grado, la posibilidad de que la cooperati-va compre materias primas a transformar fueradel ámbito de sus socios. Con esta restricciónlegal las cooperativas de transformación de pro-ductos agrarios ven limitado el acceso a deter-minados mercados por falta de volumen de pro-ducto y, lo que es peor, pueden perder merca-dos, ya consolidados, en años de mala cosecha.Además, una planta de transformación hay quediseñarla para trabajar a coste total unitario mí-nimo, donde el volumen de producto a procesares una incógnita. Esto no es posible hacerlo aldiseñar una planta de transformación cooperati-va, ya que el volumen de producto constituye undato y no una incógnita para el proyectista.

Las peor paradas por esta limitación son lascooperativas hortofrutícolas, ya que determina-dos productos tienen épocas de recolección di-ferentes en función de la geografía y por un pe-

riodo determinado, y pensar en plantas de trans-formación (por ejemplo, enlatado de hortalizas)que no funcionen todo el año es apuntarse a unfracaso empresarial seguro. Hay que señalar quela Alianza Cooperativa Internacional, desde elCongreso de Viena (1966), alienta a las coope-rativas a realizar operaciones con terceros, dadoque éstos constituyen socios potenciales de lascooperativas. De otro lado, las operaciones conterceros darían mayor transparencia al principiode “puertas abiertas” de las cooperativas, ya quesi se opera comercialmente con la cooperativa,antes de solicitar la entrada en ella, no podráninvocarse motivos económicos o de incapacidadde recepción del producto por tamaño de las ins-talaciones para no admitir dicha solicitud.

Un tercer inconveniente, tradicional en lascooperativas, es la mayor inestabilidad financie-ra que presentan frente a otras formas jurídicasde empresa. Este problema se debe a lo siguien-te: en primer lugar, a la propia filosofía coopera-tiva, ya que la cooperativa nace cambiando elrol existente en la empresa capitalista, donde elcapital desempeña el papel principal. La coope-rativa coloca al trabajo (actividad) como actorprincipal, situando al capital en un plano secun-dario. En consecuencia, va a tener más dificul-tad en conseguir capital que otras formas jurídi-cas de empresa.

En segundo lugar, se debe también a la in-terpretación legal de la filosofía cooperativa quehacen los diferentes marcos legales. Así, las di-ferentes leyes españolas de cooperativas han res-tringido la capacidad de las cooperativas a re-munerar las aportaciones a capital de los socios,interpretando de manera cicatera el principio co-operativo de “remuneración limitada al capital”;esto es, entendiendo que el límite quiere decirbajo, y consecuentemente concretándolo en ci-fras que, en tiempos pasados, con un precio deldinero más caro que el actual, hacía muy difícilcaptar capital a las cooperativas fuera de las apor-taciones obligatorias.

En tercer lugar, el problema de la inestabili-dad financiera también es debido a la políticaempresarial muy generalizada en las cooperati-vas agrarias de “márgenes brutos”; es decir, su-bir los costes de producción, vía sobrepago a lasentregas de productos de los socios, hasta al-canzar los ingresos del ejercicio. De esta mane-ra resulta nula, o prácticamente nula, la crea-ción de reservas en el balance de la sociedad.Esta práctica se utiliza (erróneamente) para elu-dir la creación de reservas, dado que las dife-rentes leyes obligan a crearlas con un porcenta-

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je (oscila entre el 20% y el 25%) sobre la ganan-cia. Así pues, reduciendo al máximo o inclusoanulando la ganancia, se reduce o se anula ladotación de reservas, con todas las consecuen-cias negativas que esto acarrea en el deseadocrecimiento cooperativo. La práctica del “mar-gen bruto” resulta más grave aún teniendo encuenta que la figura del capital social de unacooperativa tiene el tratamiento de “pasivo exigi-ble” y no de “patrimonio neto” en la contabili-dad internacional, a la que nos hemos adherido.

Finalmente, cabe señalar como otra causadel problema mencionado el inconveniente quetiene pertenecer al sector agrario, con el riesgoañadido que suponen los diferentes fenómenosmeteorológicos no deseados, pedrisco, granizo,exceso o escasez de lluvia, temperaturas adver-sas, que se suman a los demás riesgos comu-nes a otros sectores.

Algunas recomendaciones y propuestas

Esos inconvenientes tienen solución dentro dela filosofía cooperativa; es decir, sin necesidadde introducir figuras extrañas que difícilmenteencajan dentro del espíritu cooperativo, comoocurre, por ejemplo, con la figura del “socio ca-pitalista” aparecida en alguna de nuestras leyesde cooperativas.

La solución al problema financiero de las co-operativas agrarias españolas puede revertirse,al menos, abordando dos cuestiones fundamen-tales:> Corrigiendo en la legislación las disposiciones

actuales referentes al “capital social” y a las“reservas obligatorias”, de manera que de for-ma paulatina el “capital” deje de ser pasivoexigible y se ubique finalmente dentro del pa-trimonio neto cooperativo, al perder con eltiempo su exigibilidad. Respecto a las “reser-vas obligatorias”, pasarían a ser intocables du-

rante la vida de la cooperativa, pero, en casode disolución de ésta, tendrían el carácter derepartibles entre los socios. El modelo pro-puesto puede verse con detalle en DomingoSanz (1993).

> Incentivando, mediante una legislación opor-tuna, la creación y el desarrollo de seccionesde crédito en el seno de las cooperativas agra-rias. Frente a comunidades autónomas comoCataluña y Valencia, que son conscientes delbeneficio añadido que suponen las seccionesde crédito y han desarrollado una legislaciónespecífica para ellas, están las que ignoranesta figura porque no hay un número signifi-cativo de secciones en su comunidad. Estátambién la excepción andaluza, que, contan-do con la cifra más alta de secciones de cré-dito en todo el territorio español, actúa comosi no hubiera ninguna.

> Actuar de espaldas a una realidad de créditocooperativo como es la “sección de crédito”es privar a agricultores de ventajas tales co-mo las siguientes: un mayor enriquecimientodel entorno social de la cooperativa, puestoque los proyectos financiados por la secciónse quedan en la zona; la posibilidad de quelos socios y la propia cooperativa puedan re-cibir préstamos más baratos, así como unasuperior remuneración de los depósitos; la po-sibilidad de que los socios puedan disponerde unas más cómodas condiciones de ges-tión financiera tanto en horario como en el tra-to y en la agilización de las operaciones, etc.En definitiva, se trata de proporcionar estabi-

lidad al patrimonio neto y abaratar el pasivo, tan-to de la cooperativa como del socio. La tarea decontar cada vez con cooperativas más eficien-tes, saneadas económicamente y competitivasno es sólo de los socios, ya que el beneficio nosalcanza a todos. Somos todos los que, de una uotra manera, debemos contribuir a alcanzar di-cho objetivo. ■

▼La práctica del“margen bruto”resulta más graveaún teniendo encuenta que lafigura del capitalsocial de unacooperativa tieneel tratamiento de“pasivo exigible” yno de “patrimonioneto” en lacontabilidadinternacional

▼ Referencias bibliográficas

DOMINGO SANZ, J. (1993), “Las necesidades de financiación delas cooperativas en la perspectiva del Mercado Único”, RevistaCIRIEC, nº 13, pp. 101-122.

MOZAS MORAL, A. (1998), Análisis de la organización de las al-mazaras cooperativas jienenses, Tesis doctoral, Universidad deJaén, Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas.

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