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Las Antillas en el contexto del circun-Caribe: cincuenta años después Reniel Rodríguez Ramos y Jaime R. Pagán Jiménez Resumen En este trabajo examinamos el rol de la interacción interregional en la formación de las sociedades circun- Caribeñas, poniendo énfasis especial en las Antillas. Argumentamos que aunque los procesos de desarrollo y adaptación local, así como los de invención independiente, fueron de suma importancia para la conformación de las sociedades que habitaron las Antillas, la interacción interregional también fue un elemento que tuvo marcadas implicaciones en la articulación cultural y política de los habitantes del Caribe así como de otras regiones circun-Caribeñas desde periodos tempranos. Aunque los datos existentes son todavía muy preliminares para establecer vínculos específicos o la magnitud de dichos procesos, al menos nos permiten esbozar ciertas hipótesis sobre diferentes esferas de interacción existentes entre las Antillas y los continentes circundantes, con énfasis en el área istmo-colombiana, las cuales deberán ser abordadas más detenidamente en estudios futuros. Introducción El tema de la interacción a escala macroregional entre los grupos precoloniales antillanos y sus vecinos continentales ha sido tratado de forma muy superficial en la arqueología de las regiones bañadas por el Mar Caribe. La desconexión de las Antillas de la esfera circun-caribeña se consolidó hace medio siglo con el trabajo de Rouse (1953), quien destronó la idea del área cultural “Circun-Caribe” postulada por Steward (1947) al señalar que los desarrollos en las islas se dieron de forma independiente de los del resto de las áreas continentales caribeñas, exceptuando al noreste sudamericano. Al contrario de la anterior suposición, en el presente trabajo argumentamos que los habitantes del Caribe insular mantuvieron nexos con diversas áreas continentales más allá del noreste de Suramérica, particularmente con los habitantes del área istmo-colombiana, la cual incluye los territorios de Costa Rica, Panamá y Colombia (Hoopes y Fonseca 2003). Debido a limitaciones de espacio, no abordaremos las posibles interacciones registradas entre los habitantes de las Antillas y otros vecinos continentales como los del sureste bajo de Norteamérica, pero queremos dejar claro que las mismas deben ser reconsideradas a la

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Las Antillas en el contexto del circun-Caribe: cincuenta años después

Reniel Rodríguez Ramos y Jaime R. Pagán Jiménez

Resumen

En este trabajo examinamos el rol de la interacción interregional en la formación de las sociedades circun-

Caribeñas, poniendo énfasis especial en las Antillas. Argumentamos que aunque los procesos de desarrollo

y adaptación local, así como los de invención independiente, fueron de suma importancia para la

conformación de las sociedades que habitaron las Antillas, la interacción interregional también fue un

elemento que tuvo marcadas implicaciones en la articulación cultural y política de los habitantes del Caribe

así como de otras regiones circun-Caribeñas desde periodos tempranos. Aunque los datos existentes son

todavía muy preliminares para establecer vínculos específicos o la magnitud de dichos procesos, al menos

nos permiten esbozar ciertas hipótesis sobre diferentes esferas de interacción existentes entre las Antillas y

los continentes circundantes, con énfasis en el área istmo-colombiana, las cuales deberán ser abordadas más

detenidamente en estudios futuros.

Introducción

El tema de la interacción a escala macroregional entre los grupos precoloniales antillanos y sus vecinos

continentales ha sido tratado de forma muy superficial en la arqueología de las regiones bañadas por el Mar

Caribe. La desconexión de las Antillas de la esfera circun-caribeña se consolidó hace medio siglo con el

trabajo de Rouse (1953), quien destronó la idea del área cultural “Circun-Caribe” postulada por Steward

(1947) al señalar que los desarrollos en las islas se dieron de forma independiente de los del resto de las

áreas continentales caribeñas, exceptuando al noreste sudamericano.

Al contrario de la anterior suposición, en el presente trabajo argumentamos que los habitantes del

Caribe insular mantuvieron nexos con diversas áreas continentales más allá del noreste de Suramérica,

particularmente con los habitantes del área istmo-colombiana, la cual incluye los territorios de Costa Rica,

Panamá y Colombia (Hoopes y Fonseca 2003). Debido a limitaciones de espacio, no abordaremos las

posibles interacciones registradas entre los habitantes de las Antillas y otros vecinos continentales como los

del sureste bajo de Norteamérica, pero queremos dejar claro que las mismas deben ser reconsideradas a la

Jaime Pagan
Nota
Artículo a publicarse en las "Actas del XXI Congreso Internacional de Arqueología del Caribe". University of the West Indies, Trinidad.

luz de las nuevas evidencias que se han generado recientemente, particularmente aquellas referentes al

movimiento de recursos botánicos (Pagán et al. 2005). Además, señalaremos la posibilidad de que los

vectores de interacción establecidos entre los habitantes del archipiélago antillano y otras regiones

continentales circundantes comenzaron a forjarse por las sociedades prearahuacas de las islas (Rodríguez

2002).

El Forjamiento Inicial de los Vectores Interactivos Circun-Caribeños: Las Sociedades Preharauacas

Al momento se ha generalizado la idea de que durante tiempos pre-arahuacos existieron dos vectores de

movimiento principal hacia las Antillas: uno proveniente de la península de Yucatán, asociado a la serie

Casimiroide y otro del noreste sudamericano el cual conforma la serie Ortroiroide (Boomert 2000; Rouse

1992; Wilson et al. 1998). No obstante, entendemos que las evidencias líticas y paleoetnobotánicas

parecen señalar la posible articulación de múltiples vectores de desplazamiento e interacción adicionales a

los mencionados anteriormente, algunos de los cuales nos remiten a procesos que denotan influencias del

área istmo-colombiana. Por ejemplo, la presencia del complejo de guijarros con afacetado marginal/bases

de molienda (i.e., edge-ground cobble/millingstone complex), ha sido atribuido a la articulación de lo que

se conoce como Tradición Arcaica Tropical (Pagán y Rodríguez, este volumen), la cual tiene sus más

similares ejemplos con los norantillanos en los territorios de Panamá y Colombia (Piperno y Holst 1998),

como había sido postulado originalmente por Alegría et al. (1955).

La presencia de cerámica en contextos tradicionalmente considerados como preceramistas

─alguna con atemperante de fibra vegetal─ descubierta desde Cuba hasta Puerto Rico a partir del segundo

milenio antes de Cristo dentro de lo que hemos definido como el horizonte ceramista pre-arahuaco, también

puede denotar un posible contacto directo con grupos alfareros tempranos de la zona istmo-colombiana y el

noroeste venezolano (Jouravleva 2002; Zucchi 1984). Esto, en combinación con la presencia de cultígenos

que no han sido identificados hasta el momento en contextos arcaicos del noreste de Suramérica ni en las

Antillas Menores, como son el maíz posiblemente de la raza Pollo de Colombia, la yuca, la gruya y la

batata, entre otros (Pagán et al. 2005), pueden estar indicando un continuo flujo de técnicas y productos

botánicos entre las referidas zonas a través del tiempo, por lo que se podría adelantar la posibilidad de la

configuración de unos circuitos de movimiento poblacional y/o interacciones sostenidas directas entre las

Antillas Mayores y el área istmo-colombiana, idea que no parece tan descabellada cuando consideramos los

modelos computadorizados de navegación postulados por Richard Callaghan (2003).

El Movimiento de Bienes durante el Periodo Ceramista Temprano en las Antillas

El trámite de bienes y técnicas se nutre a partir de al menos el 400 a.C. cuando se articula otro esquema

transaccional que se enfoca en el movimiento de adornos brillantes, documentado tanto para los grupos

Huecoides como Saladoides. El caso de la cultura Huecoide (Chanlatte y Narganes 1980) es

particularmente interesante, debido a la presencia de piezas cuya iconografía nos parece referir a la

documentada en contextos contemporáneos en la vertiente atlántica de Costa Rica y Panamá (McGinnis

1997; Sued 1979). Por ejemplo, motivos de ave con pico (Figura 1a-d) (i.e., beak bird motif; Balser 1961),

batracios (i.e., frog-shaped; Stirling y Stirling 1997), y placas aladas (Figura 1e-f) (i.e. winged pendants;

Lange 1993) de concha y lítica marcadamente similares a los Huecoides han sido documentados en

yacimientos ubicados en Línea Vieja en Costa Rica. El uso de la técnica de string sawing asociado con la

producción de este tipo de pieza (Lothrop 1955), así como su confección sobre rocas blandas como la

jadeita y la serpentina, parece destacar marcadas similitudes tecnológicas e iconográficas entre ambas

zonas.

Además, notamos la presencia de la producción de piezas ornamentales sobre madreperla,

documentada de forma muy similar en el área istmo-colombiana en sitios contemporáneos a las

ocupaciones Huecoides de las Antillas, particularmente en Panamá (Cooke 1998). En este caso, las

técnicas de producción de dichas piezas también parecen presentar similitudes en ambas zonas, estando

asociadas a la presencia de bifaces de margen pulido y pulidores acanalados (Rodríguez 2001) como los

documentados en algunos talleres de mullu ecuatorianos y colombianos (Hocquenqhem y Peña 1994).

La cultura Huecoide también presenta la producción de piezas de madera negra pulida, las cuales

habían sido consideradas por Helms (1987) como indicativas de nexos transaccionales entre las Antillas y

Costa Rica en contextos más tardíos, como parte de un proceso de la legitimación de poder mediante el

establecimiento de contactos lejanos por la clase dominante de sociedades cacicales de dichas zonas. No

obstante, la presencia de piezas de madera negra pulida en contextos ceramistas tempranos de Puerto Rico

parece indicar que el trámite de ese tipo de recurso pudo haber sido mucho anterior de lo establecido por

Helms. Todos estos elementos combinados en la cultura Huecoide pueden estar haciendo eco de

influencias en su formación que distan del marco de interacciones arahuaco documentado para las

sociedades Saladoides.

Aunque hemos enfatizado en la manifestación cultural Huecoide, esto no exime que grupos

Saladoides hayan también participado en los mencionados circuitos de interacción. Por ejemplo en el sitio

Maisabel, ubicado en el norte de Puerto Rico, se recuperó una placa de tumbaga con fechas cercanas a los

150 años d.C. (Siegel y Severin 1993). La ausencia de este tipo de material en otros contextos tempranos de

las Antillas Menores puede nuevamente estar refiriéndonos a la articulación de vectores interactivos

directos entre las Antillas norteñas y el área istmo-colombiana, en los que pudieron estar inmersos tanto las

sociedades Saladoides como las Huecoides.

Los Vectores de Interacción Tardíos: El Caso de las Sociedades Post-Saladoides

A partir de 500 d.C. se comienza a notar un cambio en énfasis, tanto en el área istmo-colombiana como en

las Antillas, de la producción y movimiento de adornos corporales brillantes de escaso tamaño hacia bienes

diseñados para el despliege público de poder lo cual, a su vez, acompañó el descenso en el énfasis de la

tramitación de rocas blandas e incrementó el movimiento de oro y piezas de madera en las diferentes zonas

(ver Rodríguez 2002 y Sued 1979 para el Caribe y a Guerrero 1986 y Snarskis 2003 para el área istmo-

colombiana). No obstante, algunos de los elementos iconográficos que se continúan reproduciendo en las

Antillas y áreas istmo-colombianas tienen precedentes en las manifestaciones antecesoras, como por

ejemplo el motivo del murciélago alado, observado en las Antillas en manifestaciones culturales tanto

Huecoides como Saladoides, que continuó siendo reformulado hasta tiempos Taínos. Lo mismo podemos

señalar sobre el motivo del dios hacha, el cual se presenta en manifestaciones tempranas costarricenses y

antillanas, pero luego se reproduce de forma similar en las Antillas sobre rocas básicas en contextos tardíos.

Durante tiempos post-Saladoides, en las Antillas también se comienzan a adicionar elementos que tienen

paralelos con el área istmo-colombiana, como las figuras en cuclillas documentadas en ambas zonas.

Lamentablemente, es durante este periodo tardío de la historia precolombina antillana que el

contexto de algunos de las piezas diagnósticas de dichas interacciones se torna más dudoso debido a que

muchas de éstas no proceden de contextos controlados, lo que limita la resolución de la definición de la

direccionalidad del movimiento de productos exógenos. Esto por ejemplo es el caso de la presencia de

metates de tres patas documentados en Cuba, Puerto Rico y Jamaica, los cuales fueron identificados por

Michael Coe como procedentes de Costa Rica (García 1984; Veloz 1972), pero cuya localidad de obtención

no ha sido establecida claramente.

No obstante estas limitaciones, existen elementos que han sido recuperados de contextos

controlados y que también nos refieren a dichas interacciones entre el área norantillana y la región istmo-

colombiana. Entre estos podemos destacar la presencia de conejillos de indias identificados en contextos

tardíos registrados entre Puerto Rico y Antigua, los cuales no han sido recuperados hasta el momento al sur

del pasaje de Anegada (Newsom y Wing 2004). Lo mismo podemos señalar sobre la presencia de bateyes

que, hasta el momento, no han sido documentados al sur de Antigua en contextos que precedan los de las

Antillas Mayores (Alegría 1983).

En Cuba, se ha documentado también la presencia de dos piezas de clara procedencia colombiana.

La primera, un colgante ornitomorfo hecho de tumbaga recuperado del área de Banes en Cuba (Valcárcel

2002) y que es similar a los documentados en el área del Sinú en Colombia (Legast 1980), así como una

pieza antropomorfa con tocado bifurcado y un recipiente en sus manos tambien de Banes (Figura 2a)

(Alonso 1951), es casi idéntica a otras diagnósticas del estilo internacional que se extiende desde el área

caribeña colombiana hasta Costa Rica (Figura 2b) (Falchetti 1995). Aunque se han levantado dudas en

torno a la integridad contextual de estos hallazgos (e.g., Bray 1997), como bien señalara Oliver (2000), la

documentación del movimiento de piezas de tumbaga hacia las Antillas en contextos Saladoides y

Ostionoides temprano en Puerto Rico abre la posibilidad de que las piezas cubanas, así como otras

documentadas en las Antillas Mayores, hayan sido movidas hasta nuestra zona a través de vectores

transaccionales directos desde Colombia u otra área istmo-colombiana.

Consideraciones finales

Esta breve revisión de los elementos coincidentales entre las Antillas y el circun-Caribe continental hace

imperativo que se comiencen a auscultar las posibles interacciones entre estas los habitantes de áreas, entre

otras, porque pueden dar razón de la contemporaneidad y similitud de algunos de los procesos

documentados en las mismas. Argumentamos además que estos paralelos, en vez de reflejar elementos

análogos como lo había propuesto Steward (1947), pueden hacer referencia a la posible presencia de

homologías estructurales resultantes de estas interacciones, cuyos vectores se pudieron comenzar a

configurar desde tiempos pre-Arahuacos. Un hecho que debe ser destacado es que los indicadores

arqueológicos que comúnmente son empleados para detectar la presencia de esferas de interacción en el

circun-Caribe, reflejan una imagen prejuiciada de dichos procesos debido al carácter perecedero de muchos

de los materiales que pudieron ser tramitados, como por ejemplo la madera y los tejidos (Lathrap 1973).

Por tal razón, cuando hablamos de interacciones en el Circun-Caribe tenemos que asumir a priori que

estamos subestimando la magnitud de dichos procesos. Incluso, cuando los contactos pudieron haber sido

“casuales” como ha sido descrito comúnmente (e.g. McGinnis 1997; Rouse 1953), es muy probable que la

capacidad diferencial de entablar dichos contactos lejanos y de incorporar técnicas y materiales de esas

tierras ubicadas más allá del horizonte fuera un elemento de constante importancia en estas sociedades,

pudiendo esto servir para la legitimación de poder de ciertos agentes, y por tanto, para el escalamiento

vertical a nivel intrasocial (Helms 1987).

Entendemos que estos circuitos transaccionales hacen del circun-Caribe un espacio reticulado, en

el que el mar sirvió como elemento de enlace entre los habitantes de las diferentes áreas que lo componen.

En este sentido, consideramos indispensable la desinsularización de la arqueología antillana y su apertura al

análisis en detalle de los posibles lazos precoloniales con zonas continentales más allá del noreste

sudamericano, lo cual podría dar cuenta del forjamiento caótico de las diferentes culturas que habitaron el

Caribe que resultó en el pluralismo cultural que está siendo reconocido, aunque lentamente, en las Antillas.

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Figura 1. Correspondencias icnográficas en piezas recuperadas en Linea Vieja, Costa Rica (fila izquierda) y Vieques, Puerto Rico (contextos Huecoides, fila derecha). Las Figuras a y b fueron adaptadas de Balser (1961), las Figuras c, d y f de Chanlatte y Narganes (1980) y la Figura e de Lange (1993).

a

b

c

d

e f

Figura 2. Piezas antropomorfas de tumbaga provenientes de Banes, Cuba (izquierda) y el Sinú, Colombia (derecha). La Figura a se adaptó de Oliver (2000) y la Figura b de Falchetti (1995).

a b