la repeticion soren kierkegaard

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  • 8/8/2019 La Repeticion Soren Kierkegaard

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    SREN KIERKEGAARD

    LA REPETICIN Un ensayo de P sicologa experimental

    Constantin Constantius

    JVE PSIQU

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    SREN KIERKEGAARD La Repeticin

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    Diseo y realizacin: Hctor O. PrezScan y OCR: el_gatoRevisin y correccin: Dulmorth

    http:/ / biblioteca.d2g.comRevisin tcnica general: Juan Ventura EsquivelCorreccin de galeras: Vanina Murare y Pablo RussoTraduccin: Karla Astrid Hjelmstrom

    Ttulo original: Gjentagelsen(\MY)

    1997JVE PsiqueJuan Ventura Esquivel

    Primera edicin: marzo 1997I.S.B.N. 9879559967HECHO EN LA ARGENTINA

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723Todos los derechos reservados.Prohibida su reproduccin, total o parcial,por cualquier medio que fuere.

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    Prefacio

    S0REN KIERKEGAARD (18131855), nacido en Conpenhague, estudiante de teologa en su ciudad natal, defilosofa en Berln con Scheling entre 1841 y 1842; escritor, polemista, de existencia agnica en elsentido de Unamuno, es hoy da considerado como el fundador de la filosofa existencial. La vigencia desu figura y de su pensamiento es, en todo caso, mucho mayor de lo que fue en su propia poca. El

    pensamiento de Kierkegaard que debera ser considerado siempre en estrecha unin con susexperiencias vitales es, en efecto, en gran medida un pensamiento anticipador de los temas de nuestrapoca.

    Kierkegaard polemiza continuamente contra las pretensiones a la vez sistemticas y racionalistas deaquella filosofa que se le aparece como la negacin pura y simple de todo lo existencial: la filosofa deHegel. Contra el sistema, afirma la distincin, la separacin, el abismo. Contra la razn, la existencia.Contra la continuidad, la ruptura. Contra la tranquilidad, la desazn, la angustia.

    La identificacin del ser con el pensar, la definicin por puras esencias son lo superficial, lo engaoso, loinconsistente frente al carcter pleno, concreto y subjetivo radical de la existencia humana, que essiempre no slo objeto, sino especialmente sujeto de la filosofa. La abstraccin que la filosofa presentaen su universalidad y objetividad como la imagen de la realidad suma, no es ms que la parte perifricade la existencia humana, la cual no consiste en el conocer sino en el existir.

    El hombre sabe que su ser es existir, y sabe, adems, que este existir es temor y temblor, desesperaciny angustia. El hombre sabe que vive en el pecado, y que su ser y aun su genialidad es el pecado.Sabe, en suma, que est suspendido continuamente en la nada. Sabe todo esto, pero se lo oculta a smismo porque pretende llevar una vida sapiente y objetiva, porque tiene la ilusin de poder vivir en elestadio esttico, porque aspira a la felicidad, a la endemonia. Semejante aspiracin no es, segnKierkegaard, una manifestacin del fondo de la existencia; por el contrario, es una manifestacin delhorror que siente esta existencia hacia su propio vaco. Para colmar este vaco el hombre se oculta.Pretende ignorar que el existir no puede reducirse a ninguna esencia, que la verdad radica en lasubjetividad. Pretende, en suma, ignorar el decisivo y tremendo carcter decisivo de la existencia.Pues la existencia es una eleccin.

    El hombre aparece ante Kierkegaard como algo muy diferente a un ente de razn, una naturaleza quepiensa. El hombre, una vez ms, es un existente y, en rigor, este existente. Esta existencia es laque le permite ser automticamente, lo que le permite llevar por doloroso que ello sea una vidahumana y no una vida racional o social.

    Lo que se elige no es una cosa, ni una esencia: lo que se elige es la libertad.

    Si el hombre deja de elegir, o bien si la eleccin se inclina hacia lo esttico (y ambas cosas pueden, enel fondo, reducirse a lo mismo), habr perdido lo nico que es. El hombre, al elegir, se elige a s mismo,y con la eleccin absoluta de s mismo pone la absoluta diferencia.

    Su doctrina del pecado, del temor y del temblor, de la desesperacin, se halla situada en este terreno.Aqu se vence realmente a la Necesidad. La tica misma queda suspendida y desde este instante surgetodo lo que parece anonadar al hombre; la crueldad, lo absurdo, todo lo que la distraccin habaconseguido ocultar sale ahora a la superficie. La nada misma se hace patente.

    La esencia de Gentagelsen, de la repeticin, la cual no es la reiteracin de los acontecimientos, sino,como dice literalmente Kierkegaard, la fuente misma de la eternidad.

    Por ello el pensamiento de Kierkegaard ha penetrado en mltiples corrientes y sera, desde luego, muyextenso enunciarlas todas.

    * * *

    Obras principales: Om Begrebet Ironi, med hensyn til Sokrates, 1841 (Del concepto de la irona,principalmente en Scrates). EntenEller, 1843 (O lo uno o lo otro). Stadie paa Livets Vei, 1845(Estadios en el camino de la vida). Frygt og Baeven, 1843 (Temor y temblor). Gjentagelsen, 1843 (Larepeticin). Begrebet angst, 1844 (El concepto de la angustia). Philosophiske Smuler, 1845(Menudencias filosficas). Afsluttende uvidenskabelig Efterskrift, 1846 (Postescritos incientficos). Oejebliket, 1845 (El momento). Diarios (escritos entre 1833 y 1835)

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    1En los rboles silvestres son las flores

    las que despiden un aroma delicioso,en los de cultivo son los frutos, los que

    huelen bien.Flavio Filstrato el Viejo: Heroica

    Todo el mundo sabe que cuando los Eleatas negaron el movimiento, Digenes les sali alpaso como contrincante. Digo que les sali al paso, pues en realidad Digenes nopronunci ni una sola palabra en contra de ellos, sino que se content con dar unospaseos por delante de sus mismas narices, con lo que dejaba suficientemente en claroque los haba refutado.1

    Algo semejante me ha acontecido a m mismo, por cuanto haca ya bastante tiempo que me venaocupando, especialmente en determinadas ocasiones, el problema de la posibilidad de la repeticiny de su verdadero significado, si una cosa pierde o gana con repetirse, etctera, hasta que un buenda se me ocurri de repente la idea de preparar mis maletas y hacer un viaje a Berln. Puesto queya has estado all una vez, me dije para mis adentros, podrs comprobar ahora si es posible larepeticin y qu es lo que significa.2En mi propia casa, y dentro de las circunstancias habituales,

    me senta como estancado en torno a este problema, que por cierto, dgase lo que se quiera sobreel mismo, llegar a jugar un papel muy importante en la nueva filosofa. Porque la repeticin vienea expresar de un modo decisivo lo que la reminiscencia representaba para los griegos. De la mismamanera que stos enseaban que todo conocimiento era una reminiscencia,3as ensear tambinla nueva filosofa que toda la vida es una repeticin. Leibniz ha sido el nico filsofo moderno que

    1 Los filsofos de la escuela de Elea, la ms importante de las presocrticas, con Parmnides como principalrepresentante y Zenn como polemista. La manera efectiva y silenciosa de oponrseles Digenes de Snope, el Cnico,la evoca Kierkegaard en completa conformidad con el relato correspondiente de Digenes Laercio en su Historia de lafilosofa antigua y de Hegel en sus Lecciones sobre la historia de la filosofa.

    2 Todo el libro est lleno de referencias autobiogrficas. Los viajes de Constantino a Berln rememoran inmediatamentelos viajes que hizo el propio Kierkegaard a la misma ciudad en los aos 1841 y 1843. El primero el 25 de octubre, araz de la ruptura de sus relaciones con Regina Olsen y la defensa de su tesis doctoral, y el segundo el 8 de mayo delao correspondiente, para aliviarse de la enorme emocin que le tena embargado desde que la misma Regina le dirigiun leve saludo de cabeza en la iglesia de Nuestra SeoraFrue Kirkeel 16 del mes anterior. Mucho msautobiogrfica an es la dolorosa historia de amor del joven que a lo largo de toda la obra, primero de palabra y luegopor escrito, se confa al esteta irnico, quien se explaya con el anlisis psicolgico de la experiencia de su segundoviaje y la experiencia confiada por el joven. El resultado de la primera experiencia propia es la verificacin de laimposibilidad de la repeticin en el plano esttico, potico o puramente especulativo. La leccin de la segundaexperiencia ajena, con el recurso al ejemplo de Job en su prueba bblica, es que slo la religin, la relacin con Diosmediante la fe, posibilita la repeticin.El seudnimo se queda casi por completo paralizado en la descripcin animada y humorstica de ambas experiencias y,aparentemente, no hace ms que proclamar los resultados y la importancia filosfico-religiosa de esa categora nica,la ms envolvente y escurridiza de todas las kierkegaardianas. Por eso este libro, literariamente magnfico, essolamente una introduccin sugestiva al gran tema, cuyo desarrollo hay que ir a buscarlo, en sus rasgos

    fundamentales y discriminativos con el helenismo y el hegelianismo, en otros de! autor y en sus papeles pstumos.3 Principalmente Platn, que en sus dilogos, en especial el Menn, describe el conocimiento como anamnesis orecuerdo.

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    lo ha barruntado.4 Repeticin y recuerdo constituyen el mismo movimiento, pero en sentidocontrario. Porque lo que se recuerda es algo que fue, y en cuanto tal se repite en sentidoretroactivo. La autntica repeticin, suponiendo que sea posible, hace al hombre feliz, mientras elrecuerdo lo hace desgraciado, en el caso, claro est, de que se conceda tiempo suficiente para viviry no busque, apenas nacido, un pretexto para evadirse nuevamente de la vida, el pretexto, porejemplo, de que ha olvidado algo.

    Un autor ha dicho que el amorrecuerdo es el nico feliz.5 Esta afirmacin, desde luego, es muy

    acertada, con la condicin de que no se olvide que es precisamente ese amor el que empiezahaciendo la desgracia del hombre. El amorrepeticin es en verdad el nico dichoso. Porque noentraa, como el del recuerdo, la inquietud de la esperanza, ni la angustiosa fascinacin deldescubrimiento, ni tampoco la melancola propia del recuerdo. Lo peculiar del amorrepeticin es ladeliciosa seguridad del instante. La esperanza es un vestido nuevo, flamante, sin ningn pliegue niarruga, pero del que no puedes saber, ya que no le has puesto nunca, si te cae o sienta bien. Elrecuerdo es un vestido desechado que, por muy bello que sea o te parezca, no te puede caer bien,pues ya no corresponde a tu estatura. La repeticin es un vestido indestructible que se acomodaperfecta y delicadamente a tu talle, sin presionarte lo ms mnimo y sin que, por otra parte,parezca que llevas encima como un saco. La esperanza es una encantadora muchacha que,irremisiblemente, se le escurre a uno entre las manos. El recuerdo es una vieja mujer todavahermosa, pero con la que ya no puedes intentar nada en el instante. La repeticin es una esposaamada, de la que nunca jams llegas a sentir hasto, porque solamente se cansa uno de lo nuevo,pero no de las cosas antiguas, cuya presencia constituye una fuente inagotable de placer y

    felicidad. Claro que para ser verdaderamente feliz en este ltimo caso, es necesario no dejarseengaar con la idea fantstica de que la repeticin tiene que ofrecerle a uno algo nuevo, puesentonces le causar hasto.

    Para poder esperar y recordar se necesita juventud, pero quien desea la repeticin ha de tener,sobre todo, coraje. El que slo desea esperar es un pusilnime, el que no quiere ms que recordares un voluptuoso, pero el que desea de veras la repeticin es un hombre, y un hombre tanto msprofundo cuanto mayor sea la energa que haya puesto en lograr una idea clara de su significado ytrascendencia. En cambio, el que no ha comprendido que la vida es repeticin y que en sta estribala belleza de la misma vida, es un pobre hombre que ya se ha juzgado a s mismo y que no mereceotra cosa mejor que morirse en el acto, sin necesidad de aguardar a que las parcas corten el hilode sus das. Pues la esperanza es un fruto sugestivo que no sacia, el recuerdo un miserable viticoque no alimenta, mas la repeticin es el pan cotidiano que satisface con abundancia y bendicintodas nuestras necesidades. Cuando se ha culminado la navegacin por el mar de la vida, debermostrarse si se tienen nimos para comprender que la vida es una repeticin e igualmente, si seencuentra placer en gozarla en ese sentido. Quien no est de vuelta de esa navegacin antes decomenzar a vivir, jams lograr vivir de veras. Quien est de vuelta y se sienta hastiado osencillamente harto, demuestra bien a las claras que posea una naturaleza anormal. Por elcontrario, el que elige la repeticin, se vive de veras. No anda, como los nios, a la caza de lasmariposas. Ni tampoco, ponindose de puntillas, se queda extasiado en la contemplacin de lasmaravillas del mundo, porque las conoce de sobra. Ni se est sentado, como una vieja, junto a larueca en que se tejen los recuerdos. No, nada de esto; nuestro hombre avanza sereno y sigue sucamino, contento con ejercitar la repeticin.

    Qu sera, al fin de cuentas, la vida si no se diera ninguna repeticin? Quin deseara ser nadams que un tablero en el que el tiempo iba apuntando a cada instante una breve frase nueva o elhistorial de todo el pasado? O ser solamente como un tronco arrastrado por la corriente de todo lo

    fugaz y novedoso, que de una manera incesante y blandengue embauca y debilita al almahumana? El mundo, desde luego, jams habra empezado a existir si el Dios del cielo no hubieradeseado la repeticin. Porque entonces una de dos, o Dios haba seguido los planes fciles de laesperanza, o se haba contentado con evocar todas las cosas en su memoria, conservndolas en elrecuerdo. Pero Dios no hizo ni lo uno ni lo otro, por eso hay mundo y subsiste gracias a que escabalmente una repeticin. La repeticin es la realidad y la seriedad de la existencia. El que quierela repeticin ha madurado en la seriedad. Este es mi firmsimo criterio particular, en virtud del cualopino, adems, que la seriedad de la vida no consiste de ninguna manera en estarse cmodamentesentado en un sof y escarbarse los dientes con un palillo, al mismo tiempo que se es, por

    4El autor se refiere sin duda al nm. 360 de la Thodice, en el que Leibniz afirma que uno de los principios de susistema de la armona preestablecida es que le prsent est gross de I'avenir.

    5Lo dice el propio Kierkegaard, a travs del seudnimo de turno, en uno de los Diapsalmata, t. VIII, p. 98, EdicionesGuadarrama.

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    ejemplo, abogado del Estado; ni tampoco en pasearse ensimismado por las calles y ser, comoejemplo de otra profesin, jerarqua de la Iglesia. En este sentido de falta de seriedad en la vidadara lo mismo que se fuera caballerizo de las cuadras reales. Todas estas cosas son, a mi juicio,una pura broma, y a veces, en cuanto tal broma, bastante pesada.

    El amorrecuerdo es el nico feliz, ha dicho un autor. Por cierto que este autor, en cuanto yo loconozco, es con frecuencia bastante insidioso. No porque afirme una cosa y piense otra, sino encuanto fuerza el pensamiento hasta el extremo y le confiere una prioridad absoluta, de tal suerte

    que si el lector no lo capta con la misma energa, puede comprender lo dicho en un sentido muydiverso. Esa afirmacin suya est hecha de modo que quien la lee por primera vez se sientefcilmente tentado a considerarla exacta en su literalidad, olvidando por completo que lo que elautor ha querido expresar con ella es cabalmente la forma de la ms profunda melancola, hasta talpunto que tan honda tristeza, concentrada en una sola frase dialctica, no ha podido encontrarmejor expresin.

    Hace poco ms o menos un ao que empec a interesarme verdaderamente por un joven con elque ya antes me haba relacionado con cierta frecuencia. Siempre me haban atrado, casiseducido, su bello aspecto exterior y la expresin espiritual de su mirada. El mismo modo bruscode mover la cabeza y una singular arrogancia en todas sus actitudes me llevaron al convencimientode que se trataba de una naturaleza especialmente profunda y complicada, de la que se podasacar mucho partido. De otro lado, una marcada inseguridad en todos sus modales, delataba que elmuchacho se encontraba en esa encantadora edad en la que comienza a anunciarse la madurez del

    espritu, as como en un perodo mucho ms temprano la madurez del cuerpo se anuncia ymanifiesta con los tpicos cambios de la voz. Con ayuda de mis descuidadas y divertidas manerasde hombre habituado a las tertulias de caf, logr hacer que tambin l se sintiera atrado haciam, frecuentara mi trato y viera en m un verdadero confidente., Con los mil recursos de miconversacin lograba fcilmente que la melancola encerrada en su espritu se desbordase de laforma ms violenta y apasionada. En este papel de confidente me consideraba como un Farinelli,que con sus artes arrancaba al enajenado rey del lbrego escondrijo de su melancola.6Claro quecomo mi amigo era an joven y flexible, esta operacin no exiga por mi parte mayor esfuerzo.

    As estaba nuestra relacin cuando el muchacho, hace de esto aproximadamente un ao, segndije antes, se present un da en mi casa totalmente fuera de s y emocionadsimo. Su actitud erams enrgica que de ordinario, su aspecto fsico todava ms hermoso y sus grandes ojos,brillantes, queran como salrsele de las rbitas. En una palabra, pareca un iluminado,transfigurado por la emocin que le dominaba. Cuando me explic que estaba enamorado, no pude

    por menos que pensar que, necesariamente, tena que ser muy dichosa la joven que era amadacon tanta intensidad y arrebato. Lo de su enamoramiento, segn sus propias palabras, era unhecho bastante antiguo, pero haba credo oportuno no descubrrselo a nadie, ni siquiera a mmismo. Ahora, en cambio, ya no haba ninguna razn para seguir ocultndolo, puesto que acababade conseguir el cumplimiento de sus deseos ms ardientes, esto es, acababa de declararle su amora la muchacha y haba comprobado que sta le corresponda con la misma moneda.

    Aunque yo, conforme a mis inveterados hbitos, slo suelo sentirme inclinado a ser meroespectador de la vida de los dems hombres, en el caso de este joven no me fue posible enabsoluto comportarme de tal manera. Creo, por ms que la idea les parezca a muchosdescabellada, que un joven profundamente enamorado es un espectculo tan bello que la alegrade contemplarlo le hace olvidar a uno todas sus dotes de pura observacin. Se puede afirmar, engeneral, que las emociones profundas de la naturaleza humana le dejan a uno desarmado para jugar el papel de simple espectador. Solamente se desea representar este papel en aquellascircunstancias en que tales emociones son reemplazadas por una cierta vacuidad sentimental, ocuando se disimulan bajo la capa de la coquetera. Si un hombre, por ejemplo, contemplara comotestigo oculto a otro hombre en el momento en que ste haca su oracin con todo el fervor de sualma, cmo podra el primero ser tan desnaturalizado que se sintiese a gusto con el pape! demero espectador? No sera entonces lo ms humano que tambin l se sintiera un pococonmovido y absorto por los efluvios luminosos de la actitud piadosa del orante? Por el contrario, sivamos a la iglesia y omos a un sacerdote declamar un sermn bien estudiado, en el que coninsistencia machacona y rebuscada entonacin, sin que el auditorio de la comunidad parroquial selo pida, no hace ms que declarar que lo que predica es el meollo y expresin de la fe sencilla, algoque no tiene nada que ver con los afiligranados estilos oratorios, sino algo que l cabalmente haencontrado en la oracin y que, segn sus mismas palabras y sin duda por poderossimas razones,

    6El famoso cantante napolitano su nombre propio era Cario Broschi, que tanta influencia lleg a tener en la corteespaola, sobre todo en el reinado de Fernando VI, tan dominado por su melancola como por su favorito, no slocomo cantante, sino tambin polticamente. Kierkegaard recoge la historia del drama musical Farinelli, traducido delfrancs por J. L. Heiberg y muy representado en el Teatro Real de Copenhague entre 1837 y 1841.

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    en vano fue a buscarlo en la poesa, el arte y la ciencia...; entonces, desde luego, recurrimos almicroscopio sin el menor escrpulo de conciencia, procuramos que nuestros odos no se embotencon semejantes ruidos y ejercitamos despiadadamente la crtica ms severa, sopesando cada slabay cada palabra.

    El joven del que os estoy hablando se haba enamorado del modo ms ntimo, profundo, hermoso yhumilde. Haca ya muchsimo tiempo que yo no haba experimentado un gozo tan maravilloso comoel que me causaba su contemplacin. Porque, la verdad, eso de ser un mero espectador resulta no

    pocas veces una cosa bien triste. Le hace a uno tan melanclico como lo de ser agente de lapolica. Y cuando un espectador ha cumplido a fondo su tarea, se le puede comparar con un policasecreto o un espa al servicio de los ms altos intereses de la nacin. El arte del espectador, al fin ya la postre, no consiste en otra cosa que en descubrir lo que est oculto.

    Mi joven amigo me habl de la muchacha de la que se haba enamorado, pero lo hizo sin ningunaverborrea, escuetamente. Su discurso, en este sentido, no se pareca en nada a esas peroratasinspidas a que nos tienen acostumbrados los novios, mientras se deshacen en elogios a la amada.No se daba la menor importancia, como suelen hacerlo muchos mozos presumidos que pretendenconvencernos de que acaban de pescar en sus redes una muchacha estupenda. Tampoco semostraba muy seguro de s mismo o infatuado. Todo esto demuestra que su amor era puro, sanoy, por as decirlo, un amor virgen, completamente intacto. Me confes, con una franquezaencantadora, que uno de los motivos de su visita era la enorme necesidad que haba sentido deconfiarse a alguien, en cuya presencia pudiera hablar a sus anchas y en voz alta consigo mismo.

    Otro de los motivos, tambin muy decisivo, era que le haba entrado un miedo espantoso de poderllegar a aburrir a la muchacha si estaba a todas las horas del da con ella. Ms de una vez se habadecidido a visitarla en su propia casa e incluso haba estado ya a punto de llamar a su puerta, peroen el ltimo instante cambiaba de intencin y, hacindose no poca violencia, se volva sobre suspasos.

    Despus de contarme todas estas cosas, me rog que saliramos juntos a dar un paseo en coche,pues necesitaba expansionarse y dejar que corriese el tiempo. Acced muy gustosamente a susdeseos, ya que el buen muchacho, una vez que se me haba confiado con tanta sinceridad, poda ydeba estar completamente seguro de que me tena a su completa disposicin. La media hora quetard el coche en venir a buscarnos, la emple en escribir algunas cartas de negocios, mientrasque a mi amigo, para que no se aburriera, le invit a que fumase una pipada y hojease en unlbum que haba sobre la mesa de mi despacho. El joven, sin embargo, no tena ninguna necesidadde semejantes ocupaciones, por cuanto que estaba demasiado ocupado consigo mismo. No era

    capaz de estarse sentado ni siquiera un minuto. Lo nico que haca era recorrer la habitacingrandes pasos, de un lado para otro. Sus andares, sus movimientos y todos sus gestos eransumamente elocuentes y expresaban el amor que le arda en el pecho como una llama viva. Y esteamor que lo devoraba por dentro se manifestaba de una manera casi visible en toda su figura, algoas como el racimo de uvas que al trmino de su sazn se hace transparente y lcido, mientras sudelicioso jugo se rezuma y filtra a travs de las finsimas venas, o como cuando se rompe lacscara de otra fruta plenamente madura.

    Yo, mientras escriba mis cartas, no dejaba ni un momento de mirarle de soslayo, casi como si mehubiera enamorado de l. Pues sin duda ver a un joven en semejante estado puede ser tanseductor y atrayente como contemplar a una muchacha en flor.

    Los amantes recurren con frecuencia a las palabras de los poetas para expresar de la forma msexplosiva y alborozada los dulces tormentos de su amor. Esto mismo es lo que haca nuestro joven.

    Mientras recorra la estancia de un lado para otro, repeta incesantemente aquella estrofa de PabloMller:7

    Sentado en el silln de mi vejez,

    sueo en el amor primaveral de mi juventud

    y siento una ntima nostalgia hacia ti,

    oh luz y sol de las mujeres.

    7 Pablo Martn Mller fue profesor y amigo de Kierkegaard.La estrofa citada pertenece a la poesa titulada El viejo amanteDen gamle Elsker, que expresa magnficamenteun amor-recuerdo y, en cuanto tal, es comentada por el propio Kierkegaard en Pap. III, A, 95.

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    Estos versos, repetidos una y mil veces, le hacan llorar la lgrima viva, hasta que no pudo resistirms y fue a tumbarse en uno de los sillones de mi estancia. La escena me caus una impresinenorme. Santo Dios pens y exclam para mis adentrosjams en toda mi vida me hetropezado con un caso de semejante melancola! Yo, desde luego, saba muy bien que se tratabade un temperamento melanclico, pero lo que no poda ni siquiera sospechar era que precisamentela pasin de su enamoramiento le iba a producir un efecto de este tipo. Claro que tambin sepuede afirmar que hay mucha lgica en todo estado de alma Incluso cuando es anormal, si sedesarrolla normalmente segn la propia personalidad de cada uno. La gente les suele aconsejar

    con mucho nfasis a los melanclicos que se echen novia, como si con ello se curasen de raz todossus males. Pero yo me pregunto, si un determinado individuo es realmente de temperamentomelanclico, cmo podr su alma actuar sin melancola cuando est cabalmente ocupada conaquello que es lo ms importante de todo en la vida de tal individuo?

    Nuestro joven, pues, estaba profunda e ntimamente enamorado. De esto no poda caber la menorduda. Y, sin embargo, ya en los primeros das de su enamoramiento se encontraba predispuesto noa vivir su amor, sino solamente a recordarlo. Lo que quiere decir que, en el fondo, haba agotadoya todas las posibilidades y daba por liquidada la relacin con su novia. En el mismo momento deempezar ha dado un salto tan tremendo que se ha dejado atrs toda la vida. El que la muchachamuriera de hecho maana mismo, no representara ningn cambio esencial para l, porque seguirahaciendo las mismas cosas, arrojarse en el silln, llorar a lgrima viva y repetir incesantemente losversos del poeta. Qu dialctica tan extraa! El muchacho desea con todo su ardor a la joven,tiene que hacerse violencia para no estar a todas las horas al lado de ella y, no obstante, ya desde

    el primer momento se ha convertido en un hombre viejo en lo que concierne a la total relacin consu novia.

    Yo pienso que el punto de partida de esta relacin amorosa tuvo que ser, necesariamente, unaincomprensin o error fundamental. A lo largo de toda mi vida pocas cosas me han conmovido einteresado tanto como este episodio. Era evidente que el muchacho se haba puesto ya en elcamino de ser un desgraciado e igualmente, estaba bien claro que la joven correra la mismaoscura suerte, aunque por el momento no se poda prever todava la forma concreta de sudesgracia. En todo caso una cosa era certsima, a saber, que en el mundo entero no haba otro serhumano en mejores condiciones que nuestro joven para poder hablar a fondo del amorrecuerdo.La gran ventaja del recuerdo es que comienza con una prdida, por eso est tan seguro, pues yadesde el principio no tiene nada que perder.

    Entretanto haba llegado nuestro coche. Por la carretera de la costa8 nos dirigimos hacia el norte,

    hasta internarnos en la zona de los espesos bosques. Una vez que, contra mi voluntad, habatenido que adoptar una actitud observadora hacia el muchacho, no me quedaba otro remedio queintentar con toda clase de experimentos y artimaas, como los pescadores que echan sus redesjunto a los bancos de sardinas, seguir el rumbo de su melancola. Tambin intent sacarle de sta,pero de nada sirvieron todos los esfuerzos que hice con el fin de suscitar en l las ms variasemociones erticas. Trat de aprovechar los maravillosos efectos del paisaje cambiante que bamosatravesando, pero nada de esto haca mella en su nimo abatido. Ni la furia salvaje del mar, ni laadormecedora quietud del bosque, ni la sugestiva soledad del atardecer lo podan liberar de aquelestado de profunda nostalgia melanclica en el que, ms que acercarse a su amada, lo nico quehaca era apartarse ms y ms de ella. Su error era irremediable. Y este error suyo consista encreer que ya haba alcanzado el fin sin haber comenzado todava. Un error semejante constituye,fatalmente, la ruina del hombre.

    Sostengo, no obstante, que su estado de nimo es legtimo en cuanto disposicin ertica, tanlegtimo que quien no haya experimentado lo mismo cabalmente al comienzo de suenamoramiento, no ha amado en realidad nunca. Lo malo, por tanto, en el caso de nuestromuchacho no estaba en que sintiera tal emocin, tpicamente ertica, sino en que junto con ella notuviera otras disposiciones como recursos defensivos. Porque ese recordar potenciador es como laexpresin eterna del amor en sus comienzos y seal evidente de amor autntico.9Pero, por otra

    8 En el texto se seala una ruta concreta, la del Strandvejo Camino de la Playa, que desde las Puertas deCopenhague hoy desde Svanemllen hasta Klapemborg se diriga entre suaves colinas y la ribera del Sund hacia elnorte de Selandia.

    9 El amor ya en su mismo nacimiento, segn la concepcin romntica que aqu tiene inminente el seudnimo a lo largode su particular exposicin psicolgica, supone un contacto efectivo con la idea de la eternidad. Esta es la funcinpotenciadora del recuerdo en el plano esttico de la existencia, muy precario e insuficiente a los ojos del verdaderoautor que no es romntico aunque esta su obra lo sea en grado eminente. Esta idea, por otra parte, puede verse msdesarrollada en el t. II de Obras y papeles de Soren Kierkegaard, pp. 67 y ss. ,Ediciones Guadarrama.

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    parte, tambin es necesaria una cierta elasticidad irnica para manipular debidamente el recuerdo.Y esta elasticidad irnica es la que le faltaba por completo al muchacho, justamente porque era deun talante demasiado blando. Cada uno debe de hacer verdad en s mismo el principio de que suvida ya es algo caducado desde el primer momento en que empieza a vivirla, pero en este caso esnecesario que tenga tambin la suficiente fuerza vital para matar esa muerte propia y convertirlaen una vida autntica. En el alborear de la pasin amorosa luchan entre s el presente y el futurocon el fin de alcanzar una expresin eternizadora. Esta forma de recordar es cabalmente laproyeccin retroactiva de la eternidad en el presente, en el supuesto de que el recuerdo sea sano.

    Despus de nuestra frustrada excursin nos volvimos a casa y me desped de l sin decir apenaspalabra. Sin embargo mi simpata hacia el muchacho se haba puesto, por as decirlo, al rojo vivo,y haba llegado casi a perder mi control habitual de espectador. Estaba completamente convencidoque muy pronto tendra que ocurrir una tremenda explosin.

    Durante los quince das siguientes me volvi a visitar de vez en cuando. Empezaba a darse cuentade que haba cometido un gran error y a sentir la sensacin de que la adorada muchacha se leestaba convirtiendo en una carga poco menos que insoportable. Y, no obstante, era su amada, lanica mujer que l haba amado hasta la fecha y, seguramente, la nica mujer amada de toda suvida, por muy larga que sta fuera. Pero, por otro lado, no la amaba en absoluto, sino que lo nicoque haca era suspirar por ella.

    En medio de esta chocante situacin emotiva el muchacho experiment una curiosa metamorfosis.

    De repente se despert en l un enorme afn de actividad potica, y sta se desarrollaba en talesproporciones que yo jams lo habra podido imaginar. El conocimiento de esta transformacin fuepara m como la clave para descifrar todo el enigma de su intrincada relacin amorosa. Lamuchacha no era en realidad su amada, sino simplemente la ocasin que despert en l la vena dela actividad creadora y lo convirti en un poeta. Por esto mismo la amaba, por esto no la podaolvidar mientras viviese, ni nunca sera capaz de amar a otra mujer. Claro que, como hemos dicho,todo esto no significa que la amara, ya que solamente segua suspirando por ella, como consumidopor su nostalgia. La joven haba penetrado e impregnado todo su ser, de suerte que el recuerdo deella permanecera siempre vivo en su memoria, eternamente fresco. Ella lo haba sido todo para l,porque lo haba transformado en poeta. Pero con esto la joven haba firmado tambin la sentenciade la pena de muerte para el pobre muchacho.

    A medida que transcurra el tiempo se fue haciendo su situacin cada vez ms penosa yatormentada. Su melancola lo dominaba cada da con mayor intensidad y sus fuerzas fsicas se

    iban agotando a causa de la terrible lucha que sostena su alma. Comprenda que haba hechodesgraciada a la muchacha, pero no por eso se senta culpable, sino completamente inocente. Elhecho, sin embargo, de haber causado la desgracia de la muchacha de una manera completamenteinocente era lo que ms le alarmaba, llenndole de desazn y poniendo sus pasiones enmovimiento salvaje. Confesarle a ella lisa y llanamente todo lo sucedido, los motivos y la maneraadecuada de entenderlo, le pareca a l que slo servira para mortificarla todava ms e inclusodestrozarla por completo. Porque equivaldra a decirle que ella era de naturaleza inferior, que no seacomodaba en nada a la suya, y que, en consecuencia, ya no la necesitaba para nada, puessolamente haba sido para l un motivo de inspiracin que le haba lanzado por unos derroterosmuy distintos. Cul sera, en definitiva, el resultado de una tal confesin? Que la pobre muchacha,una vez que estaba convencida de que el joven no amara jams a otra mujer, no tena msremedio que considerarse ya como su desconsolada viuda, sin ms ideal en su vida que el derecordarle a cada instante, siempre pensando en aquella extraa relacin que existi entre ambos.

    No, el muchacho no le poda confesar ni explicar nada a la joven. Se lo impeda un cierto orgullo,algo as como una mezcla de amor propio y de temor a la misma joven, a sus posibles reaccionesaniquiladoras. Esto le haca empecinarse todava ms en su melancola, hasta que al fin se decidia continuar el engao y empleaba todas las dotes de su genio potico en alegrar y divertir a lamuchacha. Su genio potico, por cierto, poda haber servido para aliviar a muchsimos otros sereshumanos, pero l todo se lo destinaba exclusivamente a ella. La joven, pues, era y seguira siendosu amada y la nica mujer adorada por l en el mundo entero y mientras viviese, aunque esto lepona al borde de perder la razn, angustiado con la idea de la tremenda falsedad que no servasino para cautivar an ms ntimamente a la pobre muchacha. La existencia o noexistencia desta no tena, en cierto sentido, ninguna importancia real para l. Su melancola slo encontrabagozo en hacer que la vida fuera para ella un hechizo y un encantamiento. En tal situacin es biencomprensible que la joven se sintiera a las mil maravillas, pues no sospechaba para nada lo que enrealidad estaba sucediendo y, por otra parte, el alimento que se le suministraba no poda ser msapetitoso. l tampoco deseaba de verdad crear nada poticamente, en el sentido riguroso de estaexpresin, pues en tal caso la habra abandonado en un principio. Por eso prefiri, como l mismosola decir, mantener bajo el control de la podadera los impulsos de su estro potico, y de esamanera, con las flores que cortaba, ir haciendo algunos ramilletes para ofrecrselos slo a ella. La

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    joven, como queda dicho, no sospechaba lo ms mnimo. De esto estoy completamente seguro.Sera, adems, una cosa repelente hasta ms no poder que una joven estuviera tan dominada porel amor propio que tomase a broma, profanndola, la melancola de un hombre. No es, sinembargo, la primera vez que esto ocurre. Yo mismo estuve en cierta ocasin a punto de descubriruna relacin de este tipo. Tambin es cierto que no hay nada tan tentador para una joven comoeso de ser amada por un hombre de naturaleza potico-melanclica. Y cuando una joven haencontrado un hombre as y es lo bastante orgullosa y egosta como para imaginarse que lo amafielmente por el hecho de que se agarra a l como a un clavo, en vez de abandonarlo y dejarle que

    siga solo su camino de oscura melancola, entonces se puede decir que semejante joven haencontrado tambin una tarea bien fcil en la vida. Porque, por un lado, puede sentirse con laconciencia bien tranquila y gozar una fama estupenda, puesto que lo ama con tanta fidelidad. Y,por otro lado, saborea la ms fina y delicada destilacin de los amores. Que Dios nos libre dellegar a ser la presa de una fidelidad tan grande!

    Un da lleg a mi casa sobresaltado. Su sombra pasin le tena ya dominado por completo. De lamanera ms furiosa empez a echar maldiciones de la existencia, de su amor y de la muchachaamada. Me dijo que no le volvera a ver ms en mi casa. El muchacho, probablemente, no podaperdonarse a s mismo el haber confesado a un tercero que la joven se le haba convertido en unacarga insoportable. Con ello lo haba echado todo a perder, incluso aquella primera alegra que leproporcion el proyecto de fomentar y mantener muy alto el orgullo de la joven, haciendo de ellacomo una diosa. Yo creo que me haba tomado hasta odio. Cuando me divisaba por las calles, dabaun rodeo para no tener que cruzarse conmigo. Si nos encontrbamos de improviso en algn lugar,

    no me diriga nunca la palabra y se esforzaba en mostrarse sereno y contento. Yo estaba dispuestoa espiar todos sus pasos ms de cerca y con este fin haba ya trabado algunos contactos conaquellas personas subalternas que podan suministrarme alguna informacin preciosa sobre susidas y venidas. Pues en estos casos de melancola no suele haber mejor fuente de informacin quelos subalternos o servidores. El melanclico, de ordinario, slo le confa sus cuitas a un criado o auna criada. A veces suele tratarse de un viejo servidor de la casa, que pasa desapercibido por suhumildad e insignificancia, pero que conoce al dedillo todos los secretos de la familia, desde variasgeneraciones atrs. En cambio, el melanclico nunca suele comunicarse con las personas de sumismo rango social o cultural. En cierta ocasin conoc a un hipocondraco que se las pintabaestupendamente para cruzar como un bailarn por la escena de la vida, despistando a todo elmundo sobre su verdadera personalidad, incluso a m mismo, tan ducho en estos asuntos. Pero unbuen da, gracias a un humilde barbero, pude enterarme de su autntica trayectoria vital. Nuestrobarbero era un hombre entrado en aos y de muy pocos recursos econmicos, por lo que no tena

    otro remedio que atender l solo a su clientela. El aludido hipocondraco, compadecido de laprecaria situacin econmica del barbero, le cont a ste con todo detalle lo mucho que sufra acausa de la melancola, con lo que el pobre barbero, mientras atenda a su atormentado cliente, seenter de lo que los dems ni siquiera barruntbamos.

    El muchacho, sin embargo, me evit la molestia de tener que espiarlo valindome de aquellaspersonas que, de una u otra manera, estaban a su servicio. Porque otro de aquellos mismos dasse present de nuevo en mi casa, aunque jurando y perjurando de entrada que nunca jamsvolvera a pisar en ella. Esta vez, desde luego, dijo la verdad, pues jams volv a verlo en midomicilio. Me propuso, en cambio, que en adelante nos viramos en lugares solitarios y a una horadeterminada. Como es de suponer acept la propuesta con mucho gusto y con tal fin compr doslicencias de pesca para los cotos de Stadsgraven.10All nos reunamos al filo del amanecer, a esahora en la que el da lucha con la noche y en la que, incluso a la mitad del esto, una brisa heladataladra toda la naturaleza. All, al lado de los canales de los fosos de la ciudadela, permanecamos

    juntos como dos sombras envueltas por el espeso manto de la niebla matinal y la humedad de lahierba y de losmatorrales, mientras los pjaros huan despavoridos hacia las lomas cercanas,espantados por los agudos gritos que el muchacho lanzaba de vez en cuando. Y all mismo nosseparbamos a esa otra hora en la que el da sale victorioso y todas las criaturas se alegran con laexistencia; a esa hora en la que la muchacha amada, a quien el joven nutra sin cesar con susdolores y sus penas, levantaba la cabeza de la almohada y abra sus hermosos ojos, al mismotiempo que el dios del profundo sueo, que la haba amparado fielmente durante toda la noche ensu tierno lecho, la abandonaba hasta la noche siguiente; y a esa misma hora en la que el dios de laduermevela, con sus breves y ligeros sueos, volva a cerrar suavemente los dulces prpados de lajoven y le contaba cosas que ella no haba sospechado jams, cosas sugestivas y adormecedoras,narradas con una voz casi imperceptible, leve como un susurro, tan leve que la muchacha, aldespertarse de nuevo, las haba olvidado por completo. Estoy seguro, sin embargo, que pormuchos que fueran los secretos que el dios de los ligeros y cortos sueos le confiara, la joven no

    10 Literalmente significa Los fosos de las antiguas murallas de la ciudad, junto a la Puerta Norte del viejoCopenhague, y ms propicios para el escondimiento que para la pesca.

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    so para nada en lo que estaba aconteciendo entre nosotros dos, su amado y el confidente deste. Qu milagro, pues, que el muchacho estuviera plido como la cera? Y qu tiene tambin deextrao el hecho de que yo haya llegado a ser su confidente y el de tantos otros jvenes por elestilo?

    Volvi a transcurrir un cierto tiempo. Yo sufra realmente muchsimo, a causa de la simpata que lehaba tomado, con este pobre muchacho que se iba debilitando cada da ms. Con todo no mearrepenta lo ms mnimo de participar en sus penas, porque en su tpica forma de amar estaba

    siempre la idea, al menos sta, en constante movimiento. Gracias a Dios, sea dicho entreparntesis, todava se ven alguna vez amores de esta clase en la vida, amores que en vano sebuscaran en las novelas u otras historias semejantes. Solamente en estos casos, cuando se vive elamor como una idea, tiene aqul sentido. Y se puede afirmar, sin ningn gnero de dudas, que sehallan excluidos del reino de la poesa todos aquellos individuos que no estn ntima yardientemente convencidos de que la idea es el principio vital en el amor, hasta tal punto que, encaso necesario, a la idea se le debe ofrecer la vida e incluso, lo que es mucho ms, el amor mismo,y esto por muy favorablemente que le sonra a uno en la realidad. Cuando, por el contrario, elamor arranca de la idea, entonces cada movimiento e incluso el ms pequeo roce o impulsotienen un significado autntico. Porque entonces se verifica lo que es esencial en el amor, es decir,esa colisin potica que lo caracteriza y que en verdad puede llegar a ser, segn lo que yo s porexperiencia, mucho ms espantosa que la que ahora les estoy describiendo en este libro. Claro queel que quiere servir a la idea lo que en el caso del amor tampoco tiene nada que ver con lo deservir a dos seores se echa sobre sus hombros una tarea sumamente difcil, pues ninguna

    beldad exige cuentas tan exactas como lo hace la idea, ni el enfado de ninguna muchacha puedeabatirle a uno tanto con la clera de la idea, la cual es ms imposible de olvidar que cualquier otracosa de este mundo.

    Esta historia resultara ms larga que una novela de serie si mi propsito fuera describir de unmodo exhaustivo la vida emocional de nuestro joven, tal como yo la llegu a conocer, bastante afondo por cierto. Y nada digamos si yo, de una manera potica, me hubiera propuesto incorporar ala misma una multitud de detalles que no vienen al caso, como, por ejemplo, los referentes a lossalones y al cuarto de estar, a la vestimenta casera y a los trajes de calle, a los parajes bellos, atoda la parentela y al crculo de amigos. La verdad es que esta clase de descripciones superficialesme disgusta sobremanera. Me gusta mucho la lechuga y, en general, las hortalizas, pero solamentecomo el cogollo, pues pienso que las hojas exteriores son para los cerdos. Siempre preferir, segndeca Lessing,11el goce de la concepcin a los dolores del parto. Otros, probablemente, sern deotro parecer y echarn pestes contra lo que acabo de decir. All ellos, su parecer y su rplica meimportan un bledo!

    El tiempo segua transcurriendo. Siempre que me era posible asista a aquella especie de ritoreligioso en el que nuestro joven se ejercitaba al filo del amanecer, con unos gritos tan salvajesque pareca como si quisiese acumular en sus pulmones aire fresco para todo lo largo de lajornada, puesto que sta no la empleaba en otra cosa que en hechizar y embaucar a la muchacha.Como Prometeo que, encadenado a la roca y mientras el buitre picoteaba su hgado, cautivaba alos dioses con sus presagios, as nuestro joven trataba de cautivar y de hecho cautivaba a laamada. Cada da derrochaba todos sus recursos en esta tarea enorme, pues cada da era para lcomo el ltimo. Pero las cosas no podan continuar as. Morda la cadena que lo tena atado ycuanto ms espumajeaba su pasin, tanto ms dichoso era su canto, ms tierno su discurso y msapretada la cadena. Nuestro joven era totalmente incapaz de convertir este lamentable equvocoen una relacin real, porque esto, segn l, equivaldra a entregar y abandonar a la muchacha en

    un engao eterno. Por otra parte, explicarle a la joven en qu consista el equvoco, dicindolesencillamente que ella no era para l ms que la figura o forma sensible de otra cosa que l mismoandaba buscando con todas las fuerzas de su alma y de su pensamiento, otra cosa que al principiohaba credo encontrar encarnada en ella, esto, pensaba el joven, sera injuriarla an ms, hastalas races de su alma de mujer, al mismo tiempo que era como renunciar cobardemente a sudignidad de hombre. Y en esto el muchacho tena razn ms que sobrada. Por eso este segundoprocedimiento le inspiraba el mayor desprecio, pues lo crea el ms indigno y demoledor de todos.Es despreciable, desde luego, engaar y seducir a una joven, pero mucho ms despreciable esabandonarla de tal manera que uno no tenga que ser considerado como un pcaro de siete suelas,porque ha buscado una retirada estupenda, explicndole con mucha suavidad y comedimiento a lainteresada, como para consolarla, que ella no fue otra cosa que el ideal y la musa inolvidable de lapropia inspiracin potica. Semejante conducta es fcil cuando se tiene alguna prctica en el artede encantar a las muchachas con una conversacin florida e interesante. As, en caso de necesidad,cuando uno de estos engatusadores desea desentenderse de una joven, la convence en seguida y

    ella misma se siente un poco orgullosa dejndole marchar tan bonitamente, como si fuera todo un

    11 En el Prlogo a la fbula.

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    caballero y, por aadidura, una persona encantadora y amable. Claro que la muchacha en cuestinno tarda tampoco apenas nada en sentirse realmente ms ofendida que la que se sabe engaadadesde el principio. De ah que en toda relacin amorosa que llega a un punto muerto, la peorofensa sea la delicadeza. El que tiene idea de lo ertico y, por otra parte, no es un cobarde, sabemuy bien que ser indelicado es el nico medio que le queda de respetar a la muchacha de la que sesepara.

    Para poner fin a los tormentos de mi joven amigo le propuse con el mayor encarecimiento que se

    arriesgara a tomar una decisin extrema. Se trataba sencillamente de encontrar un punto deequilibrio y paridad entre los dos jvenes. Con este fin le dije, empleando toda la autoridad quecrea tener sobre l: Eh, muchacho, rompe este intrincado nudo y aniquila todo lo que seanecesario! Convirtete a ti mismo en un ser despreciable, que slo encuentra alegra engaando ymistificando! Si lo logras, entonces los dos estarn en iguales condiciones y en este caso ya no sepodr hablar ms de diferencias de orden esttico que te confieran ninguna superioridad sobre ella,superioridad que los hombres suelen conceder con harta frecuencia a las que ellos llamanpersonalidades poco comunes. Entonces ser ella la que vence, la que tiene toda la razn, y tquedars desprovisto de todos los derechos. Pero no emplees esta tctica con demasiada rapidez,pues esto slo servira para encender todava ms el amor que ella siente por t. Lo primero quetienes que hacer, en cuanto te sea posible, es mostrarte a sus ojos como un ser ms biendesagradable y un poco repelente. No la contrares abiertamente, pues con ello la excitaras, cosaque debes evitar a todo trance. Mustrate inconstante y grun. Haz un da una cosa y al siguienteotra muy distinta. Pero todo esto sin el menor apasionamiento y como una pura rutina. Lo que no

    quiere decir que te has de mostrar desatento con ella, como si no te importara nada, al revs,ahora ms que nunca has de prestarle una atencin exquisita, si bien meramente, como algo quese hace slo por oficio, sin poner ninguna interioridad ni espontaneidad en ello. Sustituye elplacentero goce del amor con la aparente pasin de un semiamor empalagoso e inspido, que nosea indiferencia ni deseo ardiente. Que toda tu conducta provoque un desagrado parecido al quecausa el espectculo de un hombre goloso ante una bandeja de pasteles. Sin embargo, queridoamigo, no inicies este plan si no ests completamente convencido de que tendrs fuerzassuficientes para desarrollarlo hasta el fin, pues de lo contrario pierdes intilmente el tiempo y nosacars ningn provecho. Porque has de saber que nadie hay tan prudente como una muchachacuando se trata de dilucidar la cuestin, tan importante para ella, de si es o no es realmenteamada. En una operacin de stas no es nada fcil emplear el bistur, un instrumento que porcierto les exige muchas horas de prctica a los mdicos para poder llegar a ser buenos cirujanos. 12As que cuando inicies el plan, no tienes ms que ponerte otra vez en contacto conmigo y yo me

    encargar del resto. Entonces dejas correr el rumor de que tienes una aventura amorosa con otrajoven, precisamente de las del montn, vulgar y prosaica hasta ms no poder, pues de lo contrariono haras ms que estimular y enardecer a la amada. Yo s muy bien que semejante idea terepugna y que jams la habras concebido por t mismo. Pero no te apures, los dos seguiremosfirmemente convencidos de que ella es la nica mujer que t amas, aunque te sea imposible hacerrealidad este amor puramente potico. El rumor, por su parte, no ha de carecer de fundamento. Yomismo, como le he dicho, me encargar de este asunto. Elegir una muchacha en la ciudad yconcretar con ella, en una conversacin previa, lo que ms convenga.

    No fue solamente la consideracin y el inters por mi joven amigo lo que me movi a elegir esteplan y, en cuanto estuviera de mi parte, ponerlo en prctica. He de confesar tambin que desde uncierto tiempo atrs haba empezado a mirar con malos ojos a su amada. Cmo explicar, mepreguntaba a m mismo, que la joven no se diera cuenta de lo que en realidad estaba pasando?Cmo era posible que no sospechara nada de los enormes sufrimientos del muchacho y

    desconociera los motivos de los mismos? Y si de hecho conoca estos sufrimientos y lo que losmotivaba, por qu no intentaba ni haca nada para salvarlo? Lo nico que el joven necesitaba erala libertad y sta se la poda conceder muy bien la muchacha, dejndole que siguiera solo sucamino y sin preocuparse del pasado. La libertad era cabalmente lo nico que poda salvarlo, con lacondicin>de que fuera ella la que se la diese. Porque de esta manera se volva a mostrar superiora l, gracias a su prueba de magnanimidad, y no tena por qu considerarse ofendida.

    A una joven puedo perdonrselo todo, todo menos una cosa, absolutamente imperdonable. Asaber, que precisamente en su amor se equivoque y no realice la tarea y el deber supremodel amor. Cuando una joven no se sacrifica en el amor es porque no es mujer, sino ms bienun hombre. Y en este caso siempre ser para m un placer inmenso verla convertida envctima de la venganza o del ridculo. Ah, qu materia tan magnfica para un poeta cmico!Este poeta, despus de habernos descrito cmo semejante tipo de amante con la ms

    12 El autor, como metfora, emplea aqu otro instrumento, precisamente un instrumento agrcola, el extirpador.

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    ardorosa pasin le haba chupado la sangre al hombre adorado, hasta que ste, aburrido ydesesperado, no tuvo ms remedio que romper con ella, nos la poda representar muy bienhaciendo el papel de una nueva Elvira; una Elvira que llena de empuje y bravura sepresentaba ante sus parientes y amigos compadecidos; una Elvira que llevaba la voz cantanteen el coro de las engaadas; una Elvira que poda declamar con toda su energa y su nfasiscontra la infidelidad masculina, infidelidad que sin lugar a dudas le costara la vida; una Elvira,finalmente, que con el mayor aplomo y seguridad proclamaba todas estas villanas a los

    cuatro vientos, sin pararse a pensar ni siquiera un segundo que su fidelidad era justamente laque estaba mejor calculada para acabar con la vida del hombre as amado.13 Grande eimpresionante, desde luego, es la fidelidad femenina, especialmente cuando uno no seinteresa ya nada por tal fidelidad. Siempre ser, hasta el final de los tiempos, algo insondablee incomprensible. La descripcin del poeta poda alcanzar su punto culminante, en una escenade verdadera maravilla, si haca que el amante de esta nueva Elvira, a pesar de toda sudesgracia y miseria, conservara el suficiente humor para no decir ni una sola palabra fuera detono o la ms mnima rplica de clera contra ella, contentndose con una forma de venganzams substancial, esto es, seguir despistndola y afianzndola en la idea que ella se habahecho de que la engaaba vergonzosamente.

    Si el descrito fuera realmente el caso de la muchacha en cuestin, puede estar segura, se loprometo, que la venganza har estragos con ella, y esto sin usar otros recursos que los delarte. A condicin, claro est, de que el joven estuviera dispuesto tambin a ejecutar estesegundo plan correspondiente. l siempre piensa, con toda la sinceridad de su alma, que hacelas cosas lo mejor que puede. Ahora bien, con esta honradez suya yo podra, manejndolaartsticamente, conseguir que la muchacha sufriera, si es una egosta del tipo aludido, el msterrible de los castigos. Y lo mismo digamos de ese modo tan solcito con que la trata desde elpunto de vista ertico. Este tratamiento, bien dirigido, podra constituir para ella de hecho elms duro golpe asestado a su amor propio.

    El muchacho, por lo pronto, aprob sin la menor reserva mi primitivo plan. En una tienda demodas de la ciudad encontr a la joven que iba buscando, verdaderamente hermosa y que,despus de prometerle yo que le suministrara todo lo que necesitase en el futuro, se avinosin otras dificultades a secundar nuestro plan. Mi amigo debera mostrarse con ella en pblico,en los lugares ms concurridos, y de vez en cuando irla a visitaren su propio domicilio, a unashoras muy concretas, de suerte que no hubiese duda de que estaban liados. Con este fin le

    logr a la modistilla un piso en un edificio que tena entrada, mediante un pasadizo, por lasdos calles paralelas. De esta suerte el muchacho no necesitaba ms que cruzar el pasadizo unpoco entrada la noche, para que todas las criadas y comadres de la vecindad se enteraran dela nueva aventura y la propalasen por toda la ciudad. Como si esto fuera poco, procur porotros medios que la muchacha amada tuviera un conocimiento ms exacto de las nuevasrelaciones del joven. La modistilla no estaba nada mal, pero con todos los rumores quecorran no le dejaban en muy buen lugar, por lo cual la muchacha amada, sin necesidad desentirse celosa, no poda por menos de sorprenderse de que el mozo prefiriese a la otra. Si mipropsito hubiera sido espiar precisamente a la muchacha, no cabe duda de que tendra quehaber elegido otra modistilla un poco diferente. Pero como yo, al fin de cuentas, no sabanada concreto de las correras de la modistilla y, por otra parte, no tena la menor intencinde crearle ms los al pobre muchacho, por eso mismo eleg a la que primero encontr,interesado solamente en que el joven alcanzase por este mtodo el fin del plan propuesto.

    La modistilla fue contratada por un ao. Todo este tiempo deba durar la relacin con ella paradespistar completamente a la otra. El joven, por su parte, deba tratar a lo largo de este ao determinar para siempre con su existenciadepoeta. Si lo lograba, entonces no solamente se podahablar, sino incluso intentar de hecho una redintegratio in statum pristinum.14La joven, adems,

    131. Esta nueva Elvira no es exactamente Doa Elvira, de la que Kierkegaard ha trazado una silueta magnfica enotro lugar. Cf. t. IX de Obras y papeles de Sren Kierkegaard, pp. 95-117, Ediciones Guadarrama.

    14 Esta reintegracin en el estado anterior insina ms que la simple reanudacin de la relacin amorosa, unanormalizacin de la misma, incorporndose, sin alteraciones equivocadas y trgicas, a la espontaneidad propia delenamoramiento, hasta culminarla en el matrimonio como cifra de la existencia humana en el estadio tico, que asumelo esttico y supone la religin. Pero ni en la vida historiada del joven amante ni en la real del propio Kierkegaard llega verificarse de hecho tal repeticin. Puede verificarse en absoluto una repeticin en ese plano tico? Este libroescamotea esta posibilidad concreta, tan esplndidamente supuesta en los Dos dilogos sobre el primer amor y elmatrimonio. Ediciones Guadarrama.

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    haba tenido durante todo el ao anterior, cosa que merece sealarse como muy importante, laoportunidad de liberarse y dejar las relaciones con el muchacho. ste, por su parte, le habaindicado con una claridad que no dejaba lugar a dudas, cul sera el resultado de tal decisin. Siahora resultaba, en el caso de que llegara el instante de la repeticin, que ella se senta cansada yno deseaba hablar ms del asunto, el joven no tendra nada que echarse en cara, pues habaobrado honrada y generosamente.

    Todas las cosas, pues, estaban preparadas y perfectamente en orden para iniciar la operacin. Yo

    tena, segn suele decirse, los hilos en las manos y esperaba con una impaciencia inslita eldesenlace de los acontecimientos previstos. Pero hete aqu que en este preciso momento, como sise lo hubiera tragado la tierra, el muchacho desapareci y no volv a verlo nunca ms.Evidentemente le haban faltado nimos para poner el plan en prctica. Su alma careca de laelasticidad de la irona. No tena fuerzas suficientes para pronunciar el voto secreto de la irona, nitampoco las tena para mantenerlo. Ahora bien, slo el que guarda silencio podr llegar a ser algoen la vida. Solamente es un hombre el que es capaz de amar de verdad y realmente. Y solamentees artista quien puede expresar su amor de una manera arbitraria y caprichosa. Hasta cierto puntocasi se puede afirmar que lo mejor que pudo hacer nuestro joven fue no comenzar la operacinplaneada, pues a duras penas haba soportado los horrores de la aventura. Ya desde un principiome haba yo sentido un poco escptico en este aspecto, en cuanto verifiqu la necesidad que tenade un confidente. El que sabe callar, descubre un alfabeto no menos rico que el de las lenguas aluso. En su misteriosa jerga es capaz de expresarlo todo. Porque con ella siempre dispone delrecurso de una cierta sonrisa que corresponde de maravilla al suspiro ms hondo de un corazn, o

    de una argucia humorstica que excite todava ms las encendidas y reiteradas splicas,compensndolas con creces. Un tal sujeto vivir seguramente algunos momentos en los que sesentir como loco. Sin embargo, por muy terribles que sean para l estos momentos, slo serneso, unos momentos pasajeros. Algo parecido a lo que sucede con la fiebre que se experimenta aveces entre las once y media y las doce de la noche, que pasa muy pronto y ya a la una de lamadrugada nos encontramos con ms ganas de trabajar que nunca. Quien sea capaz de aguantarlos ramalazos de esta tpica locura, se est a punto de lograr la victoria.

    Si me he demorado tanto en la descripcin meticulosa de lo que precede, lo he hecho con el nicofin de mostrar que es cabalmente el amorrecuerdo el que hace al hombre desgraciado. Mi jovenamigo no comprenda la repeticin, no crea en ella ni la quera con verdadero coraje. Lo ms tristede su historia consista en que en realidad amaba a la muchacha, pero para realizar de veras esteamor tena que salir primeramente de aquel laberinto potico en el que se haba metido. Podahaberle confesado que estaba irremediablemente dominado por el entusiasmo de la poesa, puesuna confesin de este tipo suele ser un medio generalmente admitido como bueno y digno paradesentenderse de una joven. Pero el muchacho no quera por nada del mundo recurrir a tal medio,pues lo juzgaba, cosa en que yo le daba toda la razn, injusto e indigno de un hombre. De estamanera, en efecto, le habra cortado a ella la posibilidad de seguir creyendo que viva bajo suspropios auspicios. Adems, al liberarse de ella de ese modo, podra suceder que la desdichadajoven le hiciese objeto de un desprecio absoluto y l, personalmente, se sintiera presa de un miedoy una angustia invencibles por no poder ya nunca jams recuperar lo perdido.

    Ay, de cuntas cosas habra sido capaz nuestro muchacho si hubiera credo en la repeticin! Quinterioridad tan grande no podra haber alcanzado en la vida!

    Con esto he adelantado acontecimientos que por el momento, lo digo sinceramente, no hubieradeseado descubrir. Mi intencin era describir solamente aquellos primeros momentos en queempez a mostrarse bien a las claras que nuestro joven se haba convertido, en el sentido pleno dela acepcin, en el caballero atormentado del amorrecuerdo, el nico feliz. Ruego al lector que mepermita evocar otra vez aquel instante en el que el joven, ebrio de recuerdos, entr en mihabitacin y dej que su corazn se desbordara en aquellos versos de Pablo Mller, mientras meconfesaba que se tena que hacer una violencia enorme para no estar a todas horas junto a laamada. Estos mismos versos los repiti la tarde aquella en que nos separamos para siempre.Jams lo podr olvidar. El recuerdo de la desaparicin sbita podr muy bien borrarse en mimemoria, pero nunca jams el de aquel instante ltimo en que estuvimos juntos. Igualmentepuedo afirmar que las noticias de su marcha precipitada me angustiaron mucho menos que lasituacin tensa de aquel ltimo instante. Mi naturaleza, en definitiva, est as hecha. En el primertemblor estremecido del presentimiento mi alma intuye y traspasa todas las consecuencias, lascuales de ordinario necesitan no poco tiempo para manifestarse en la realidad como hechosconsumados. La concentracin del presentimiento nunca se olvida. As creo que ha de estardotado, por la misma naturaleza, todo el que se precie de observador. Claro que quien est dotado

    y constituido de esta forma no puede por menos que sufrir muchsimo. Porque en el primermomento de plido desfallecimiento acaba de fecundarle la idea, y en adelante su relacin con larealidad es necesariamente observadora e inquisitiva. Para esta observacin profunda escompletamente inepto todo hombre que no posea esta peculiaridad femenina gracias a la cual

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    pueda la idea entrar en la debida relacin con l, relacin que siempre ser como una cpula. Y larazn es muy sencilla, pues quien no descubre de golpe la totalidad, no descubre propiamentenada.

    Cuando nos separamos aquella tarde y el muchacho, una vez ms, volvi a darme las gracias porlo mucho le haba ayudado a pasar el tiempo que siempre era para l demasiado lento a causa desu incurable impaciencia, me hice a m mismo las siguientes preguntas. Se habr sentido quiztan comunicativo que haya contado todo a la muchacha, que entonces le amara an ms

    profundamente? Habr hecho semejante cosa? Si se hubiera aconsejado conmigo sobre esteparticular, yo le habra dicho que no lo hiciera por nada del mundo, que se mantuviera tieso alprincipio, pues en el aspecto puramente ertico es siempre lo ms prudente, al menos cuando nose posee la seriedad de espritu capaz de dirigir nuestros pensamientos hacia metas ms altas. Enfin, no s si ha hablado o no a la muchacha en los trminos aludidos, pero si lo ha hecho no haobrado con paciencia.

    El que haya tenido ocasin de observar a las muchachas y podido captar sus conversaciones, habrodo no pocos estribillos del siguiente tenor: Sabes, Fulano es un buen muchacho, pero es msaburrido que una ostra! Zutano, en cambio, es la mar de interesante, si oyeras las cosas que dice,tan escabrosas!. Cada vez que escucho estas palabras en los labios de una tierna doncella, sientoganas de espetarle a ella misma en la cara: Vergenza te debiera dar, mocosilla! No piensasacaso que es una verdadera pena que una jovencita como t se exprese de semejante modo?.Desde luego, una pena muy grande y, en cierto sentido, una culpa. Porque si un hombre se ha

    extraviado en el terreno de lo interesante, quin lo podr salvar si no es justamente unamuchacha? La culpa es todava mucho ms grave si la joven se atreve a tomarle a un hombre ladelantera en ese mismo terreno. Pues una de dos: o el hombre est comprometido y no puedeaceptar tal cosa, y entonces es una indelicadeza enorme el exigaselo; o no le ata compromisoalguno y entonces... Una joven debe ser muy precavida en este terreno y no fomentar jams loque se dice interesante. La que lo hace, mirando las cosas segn la idea, siempre sale perdiendo,ya que lo interesante no se repite nunca. La que no lo hace, triunfa entre todas.

    Hace ahora unos seis aos que me encontraba yo de viaje a unas ocho millas15 de la capital, porlas tierras del interior de nuestra hermosa comarca. En un pequeo reservado de una de las fondasdel camino me acababan de servir una suculenta y abundante comida, rociada con los mejoresvinos. He de confesar que me senta un poco alegre a la hora de tomar el caf. Precisamente en elmomento en que tena la taza entre mis manos y me estaba deleitando a mis anchas con sudelicioso aroma, veo pasar por delante de la ventana a una linda jovencita, gil y encantadora, que

    se diriga hacia el gran patio interior de la posada, de lo que deduje que iba a solazarse en el bellojardn posterior, muy bien cuidado y que en declive se perda entre los canales que lo separabandel espeso bosque. Sent que la sangre me arda en las venas, pues, qu caramba, uno es todavajoven y le gustan las muchachas! De un sorbo tom todo el caf, encend un buen cigarro puro yme dispuse sin ms a seguir los guios sugestivos del destino y los pasos de la linda jovencita.Pero, sorpresa!, en ese mismo instante llaman con unos suaves golpecitos a la puerta de mireservado y veo entrar, tranquila y decidida, a la joven que me tena electrizado. Lo primero quehizo fue saludarme con una graciosa inclinacin de cabeza y con las mismas me pregunt si eramo el carruaje aparcado en el patio central y si pensaba volverme a Copenhague una vez comido.En este caso, dijo, me quedara muy agradecida si le permita hacer el viaje conmigo. La manerarecatada y digna, completamente femenina, con que me salud y rog que la llevara a la ciudad enmi coche, fue ms que suficiente para que se borraran como por ensalmo en mi mente todos losproyectos que acababa de hacerme en la direccin de lo interesante y lbrico. A pesar de que, no

    me lo negarn?, infinitamente ms interesante que encontrarse con una joven en un jardn estener que viajar solo con ella un trayecto de ocho millas en el propio coche y sin ms testigos queel cochero y el criado fidelsimos. La verdad que esto es como tenerla por completo a merced deuno mismo. Sin embargo, estoy totalmente convencido de que ni siquiera otro hombre de carcterms ligero que el mo se habra sentido tentado lo ms mnimo en semejantes circunstancias.Aquella confianza con la que ella se haba entregado en mi poder era una defensa mucho mejorque toda la prudencia y artimaas femeninas. As que hicimos el viaje junto. No hubiera viajadoms segura ni con su propio padre o uno de sus hermanos. Me mantuve silencioso y reservadodurante todo el trayecto. Solamente me mostraba solcito cuando ella haca alguna advertencia ome preguntaba una cosa. Di rdenes a mi cochero para que azuzase a los caballos, de suerte queel viaje durase lo menos posible. En las paradas consabidas nos detenamos no ms de cincominutos, lo estrictamente necesario. Yo descenda el primero y, con el sombrero en la mano, lepreguntaba si deseaba tomar un refresco o cualquier otra cosa que le apeteciese. Mi criado sehallaba a mi vera, un poco ms atrs y tambin con el sombrero quitado. Cuando estbamos

    15La milla danesa equivale a siete kilmetros y medio.

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    llegando la ciudad, le dije al cochero que desviara un poco la ruta y continuara por una de lascarreteras secundarias. Aqu me baj yo del coche y, solitario, me fui caminando poco a poco lamedia milla que quedaba para llegar Copenhague. Lo hice con el fin de que ningn encuentroimprevisto o cosa semejante pudiera causar molestias a la joven. Ni entonces ni nunca despus hehecho nada para enterarme de quin era, dnde viva o cul haba sido el motivo de su repentinoviaje. Su recuerdo, no obstante, es una de las cosas ms agradables que conservo en mi memoria,recuerdo que siempre he procurado mantener intacto y puro, sin mancharlo ni siquiera con el msleve detalle o noticia adquiridos por la curiosidad ms inocente.

    La muchacha que busca lo interesante se echa el lazo a s misma. La que no lo busca, sa cree enla repeticin. Honra y honor a aquellas jvenes que desde el principio fueron as! Y tambin paraaquellas que lo llegaron a ser con el tiempo!

    Es necesario que repita sin cesar que todas las cosas que estoy diciendo, las digo cabalmente apropsito de la repeticin, no como puras digresiones. La repeticin es la nueva categora que espreciso descubrir. Cuando se tiene conocimiento de la moderna filosofa y no se desconocetotalmente la griega, se comprende con facilidad cmo esta categora viene a aclarar exactamentela relacin entre los Eleatas y Herclito, y cmo la repeticin es propiamente lo que por error hadado en llamarse mediacin.16Es increble que en el sistema hegeliano se haya hecho tanto ruidoen torno a la mediacin y que, bajo esa misma ensea, gocen de honor y gloria las chcharasdescabelladas del inmenso coro de sus proslitos. Mucho mejor hubiera sido repensar a fondo loque significa esa palabra y de este modo hacerles un poco de justicia a los griegos. Porque el

    desarrollo que hicieron los griegos de la doctrina del ser y de la nada, de la doctrina del instante ydel noser,17 etc., pone fuera de juego a Hegel, dndole, si se me permite la expresin, jaquemate. La palabra mediacin es un trmino extranjero, repeticin18es una buena palabra danesa yno puedo por menos que felicitar al idioma dans porque posee tal trmino filosfico. En nuestrapoca no acaba de explicarse cmo se verifica la mediacin, si resulta del movimiento de ambosmomentos anteriores o si hay que presuponerla, y en este caso cmo est ya contenida en ellos oes algo absolutamente nuevo que viene a incorporrseles, y en este segundo caso cmo se lesincorpora de hecho. En este sentido podemos afirmar que la nocin griega de la kinesis, 19 quecorresponde a la categora moderna de la transicin, merece la mxima atencin. La dialctica dela repeticin es fcil y sencilla. Porque lo que se repite, anteriormente ha sido, pues de lo contrariono podra repetirse. Ahora bien, cabalmente el hecho de que lo que se repita sea algo que fue, eslo que confiere a la repeticin su carcter de novedad. Cuando los griegos afirmaban que todoconocimiento era una reminiscencia, queran decir con ello que toda la existencia, esto es, lo queahora existe, haba ya sido antes. En cambio, cuando se afirma que la vida es una repeticin, sequiere significar con ello que la existencia, esto es, lo que ya ha existido, empieza a existir ahorade nuevo. Si no se posee la categora del recuerdo o la de la repeticin, entonces toda la vida sedisuelve en un estrpito vano y vaco. El recuerdo representa la concepcin pagana de la vida y larepeticin es la concepcin cristiana.20La repeticin es el interesse de la metafsica, pero al mismo

    161. La repeticin es justamente todo lo contrario de la mediacin y, en consecuencia, la categora que expresa demodo global, como se afirmar a rengln seguido, la ms absoluta oposicin al sistema de Hegel, cuyo nervio,puramente lgico, era la Vermittelung operada por la sntesis de los contrarios, a costa del mismo principio decontradiccin.

    17Sobre esta ltima doctrina, tal como la interpreta Kierkegaard, vase la larga nota al comienzo del cap. III de Elconcepto de la angustia, pp. 158-162, Ediciones Guadarrama.

    18Gjentagelse. El sentido habitual y obvio de esta palabra danesa, a la que se confiere tan eminente rango filosfico,es sencillamente el de repeticin. En su pura literalidad significa retoma, recuperacin; ms en la lnea delaredintegratio latina y del sentido que Kierkegaard le ha impreso como clave de su existencialismo cristiano.

    19 Movimiento. En esta doctrina Kierkegaard se proclama muchas veces seguidor de Aristteles, si bien transfirindoladel plano cosmolgico al de la libertad histrica y de la existencia.

    20 En el texto se dice tnica en vez de pagana, significando la concepcin griega directamente, e indirectamentetodas las del paganismo, incluso el moderno. Por contraste se dice moderna queriendo significar bien a las claras laconcepcin cristiana de la vida, que es la que l propugna de la forma ms seria y chocante.

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    tiempo es el inters en el que la metafsica naufraga. La repeticin es la solucin de todaconcepcin tica; la repeticin es la condiciname qua non de todo problema dogmtico.21

    Cada cual puede juzgar lo que le venga en gana acerca de lo que acabo de decir sobre la repeticiny tambin puede pensar lo que quiera de que lo diga precisamente en este libro y de la manera enque lo hago, hablando, a ejemplo de Hamann, toda clase de lenguas, lo mismo la de los sofistasque la de los que solamente emplean juegos de palabras, lo mismo la de los cretenses que la delos rabes, los blancos, los moros y los criollos; y mezclando arbitrariamente toda clase de

    cuestiones, lo mismo de crtica que de mitologa, de hechos y de realidades como de principios; y,finalmente, argumentando tan pronto de una manera humana como de un modo completamenteexcepcional.22Por otra parte, pienso que lo ms correcto en mi caso, suponiendo que todo lo dichono sean puras mentiras, hubiera sido enviar mis aforismos a uno de esos peritos sistemticos quecontrolan errores y velan por la pureza dla filosofa, sobre todo en el aspecto formulstico.Entonces, quiz, se habra sacado algo en limpio de estos mis humildes aforismos; por ejemplo,una mencin honorfica en algunos de los apndices del sistema. Qu idea tan sublime! Qu msle poda pedir a la vida, una vez que haba llegado a ocupar un puesto de privilegio?

    Por lo que se refiere a las innumerables cosas que puede significar la repeticin, dir sencillamenteque son tan innumerables que el que intente registrarlas no debe tener el menor temor a repetirse.El profesor Ussing, sus buenos tiempos, pronunciaba no pocos discursos en la Sociedad del 28 deMayo23.En cierta ocasin una de las expresiones de su discurso no agrad nada a la distinguidaconcurrencia que le escuchaba. Qu hizo entonces el famoso profesor, que en aquella poca era

    tan decidido y enrgico? Pues muy sencillo, dio un golpe sobre la misma mesa de la presidencia ydijo sin inmutarse: Repito lo mismo! En aquella poca, pues, el profesor pensaba que susdiscursos ganaban con repetirse.

    No hace tampoco muchos aos que o a un sacerdote repetir la misma pltica dos domingosseguidos. Si hubiera sido de la misma opinin del profesor mencionado, cuando este sacerdotesubi al pulpito el segundo domingo debera haber dado tambin un fuerte golpe sobre el pequeoatril e iniciado la pltica con las siguientes palabras: Queridos hermanos..., les repito lo mismoque el domingo anterior! Pero no lo hizo, ni tampoco se seal con ningn otro detalle. No era,desde luego, de la misma opinin que el profesor Ussing y, quin sabe?, si el propio profesor noha cambiado de parecer para estas fechas y se ha arrepentido de haber repetido su discurso demarras.

    En otra ocasin, en una de las grandes fiestas de la corte, cont la reina una historieta que hizo

    rer a todos los cortesanos y dems invitados, incluso a un ministro sordo como una tapia. Cuandose acallaron las risas, se levant el buen ministro y les rog a Sus Majestades la gracia de podercontar tambin l una historia graciossima..., y cont la misma historia de la reina. Pregunta!Qu idea tena este ministro del significado de la repeticin?

    Y, finalmente, si un maestro de escuela le dice a uno de sus discpulos: yeme bien, Jespersen,es ya la segunda vez que tengo que repetirte que te ests quieto!; al mismo tiempo que le poneuna mala nota en su libro escolar al distrado Jespersen por sus repetidas distracciones, entonceses evidente que el significado de la repeticin es completamente distinto.

    Podra traer aqu otros muchos ejemplos como stos y explayarme en su explicacin, pero prefierodecir unas palabras sobre el viaje de descubrimiento que hice para comprobar la posibilidad y elsignificado verdadero de la repeticin. Sin que nadie se enterara, ni siquiera los amigos msntimos con el fin de evitar toda clase de habladuras que pudieran perturbarme al hacer el

    21Este otro texto, que no puede decir ms en pocas palabras, es significativo de toda la postura kierkegaardiana y detodo su mensaje. El busca un saber de salvacin, de cmo hacerse individuo, que es la verdadera y nica realidad,aparte de la de Dios y en relacin esencial con sta, porque la nueva filosofa, la cristiana, parte de la dogmtica, y enesta direccin la fe, el inters, la apropiacin y repeticin desbancan al puro saber.

    22Hamann es el pensador alemn que ms positivamente influy en Kierkegaard, ms por su humor y estilo que porsu mismo pensamiento. La cita, tomada de una carta de H. a su amigo Lindner, es expresiva del estilo estrafalario(snurrig, lo llama el propio Kierkegaard.) en que ste gustaba encerrar sus profundos pensamientos y exigenciasenormes enfrentndose as tambin al empaque formulstico de los innumerables sistemas modernos.

    23 Tage A. Ussing, profesor de derecho en la universidad de Copenhague hacia 1840, era uno de los miembros msactivos de dicha sociedad, fundada por los liberales para celebrar la puesta vigor de la constitucin danesa de 1831, enel mismo da y mes que daba nombre a la sociedad. El profesor abandon despus el partido liberal, siempre discutidopor Kierkegaard, que polticamente, sin significarse, era de tendencias conservadoras.

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    experimento y, por otro lado, quitarme posiblemente el gusto y entusiasmo por la repeticin,tom el vapor que hace la travesa desde Copenhague a Stralsund y aqu reserv una plaza para laprimera diligencia hacia Berln.

    Los expertos suelen discutir mucho sobre cul sea el asiento ms cmodo en las diligencias. Param, la verdad, todos son igualmente detestables. En el viaje anterior haba ocupado una plaza enuno de los ngulos de la parte interior delantera de la diligencia, por cierto la que los expertos,despus de muchas discusiones, consideran con mucho como la mejor, una verdadera suerte. Pero

    nada de eso, sino un autntico martirio. Porque cuando llegu a Hamburgo, molido por empellonesde mis compaeros de viaje durante nada menos que treinta y seis horas, no slo haba perdido lacabeza., sino que tampoco saba dnde estaban mis piernas. Mis compaeros y yo, en total seispersonas, nos habamos apelotonado y formado como un solo cuerpo en el interior de la diligencia,rodando de un lado para otro como un escarabajo a todo lo largo del trayecto, y durante ese da ymedio. Entonces me pude hacer una idea cabal de lo que se cuenta de los ins de la isla de Mols,que despus de haber estado sentados mucho tiempo en un apiado grupo, no saben los pobresqu piernas son las propias y se arman otro lo no menor buscndolas.

    Esta segunda vez, con el fin de evitar al menos llegar a sentirme un simple miembro de unpequeo cuerpo, eleg una de las plazas de la parte exterior delantera de la diligencia, detrs delpostilln. La cosa, en principio, era bastante diferente, pero pronto volvi a repetirse todo como lavez anterior. El postilln atronaba los aires con la corneta, mientras yo cerraba los ojos, me sentaen brazos de la desesperacin y pensaba para mis adentros, como suelo hacerlo siempre que me

    encuentro en las mismas o parecidas circunstancias apuradas: Slo Dios del cielo sabe siresistirs este tormento y si podrs llegar hasta Berln; y en caso de que llegues, slo l sabe sipodrs ser hombre de provecho en toda tu vida, convencido y libre en tu calidad elemental deindividuo nico, o si no tendrs que conservar, por el contrario, el recuerdo obsesivo de que noeres ms que un simple miembro de un cuerpo enorme.

    Despus de todas estas peripecias espantosas llegu, sano y salvo, a Berln. Inmediatamente medirig a mi antigua posada para convencerme cuanto antes de la posibilidad y lmites de larepeticin. A mis compadecidos y misericordiosos lectores les puedo asegurar que en mi primeraestancia en Berln tuve la suerte de encontrar un alojamiento agradable y magnfico. Esto lo puedoasegurar con tanta mayor razn cuanto en mi corta vida he visto y padecido otros muchosdetestables. Mi alojamiento berlins, por otra parte, estaba estupendamente situado. La Plaza delos Gendarmes es sin duda una de las ms bellas de la ciudad, con el gran teatro y las dos iglesiasque elevan sus esbeltas torres hacia lo infinito y forman con todo el conjunto un cuadro

    maravilloso, especialmente cuando se lo contempla desde una ventana en las noches claras deluna.24

    Este ltimo recuerdo fue una de las cosas que ms me animaron a hacer mis maletas y soportarlas incomodidades de tan largo viaje. La posada de que les hablo ocupaba un primer piso. Se subapor una gran escalera iluminada con luz de gas, se abra una pequea puerta y se entraba en lasalita o recibidor. A la izquierda una puerta de vidrio que daba al cuarto de bao. De frente al finaldel pasillo, un saln ms amplio por el que se cruzaba a otras dos habitaciones totalmenteidnticas y amobladas del mismo modo, de suerte que una pareca el espejo de la otra o sta vistaen un espejo. La nica diferencia consista en que la habitacin del extremo se hallaba iluminadacon mucho gusto y profusin. Sobre la mesa de escritorio destacaba un candelabro de airososbrazos y frente a la mesa un cmodo silln de lneas muy elegantes y guarnecido de terciopelorojo. La habitacin anterior, por el contrario, no estaba nada iluminada artificialmente. En ella semezclaban fantasmagricamente la plida luz de la luna y la intensa y brillante que se irradiabadesde la habitacin contigua. Si uno tomaba una silla en esta habitacin medio a oscuras e iba asentarse junto al alfizar de la ventana, poda solazarse a maravilla contemplando en la gran plazalas sombras de los transentes, que se proyectaban fugaces sobre uno de los muros fronteros, quese converta a aquellas horas primeras de la noche en el escenario de una impresionanterepresentacin teatral. El alma entonces se senta como transportada a un mundo quimrico o derealidades soadas y le entraban a uno ganas de ponerse la capa y deslizarse furtivamente a lolargo del muro, acechando con la mirada los rostros de los paseantes y escuchando cualquierconversacin intima. Realmente el espectador de la ventana, mientras se haba fumado undelicioso cigarro puro, no haba hecho ninguna de estas cosas, pero haba experimentado unasensacin de rejuvenecimiento al imaginrselas y le pareca que haba vivido de verdad la situacinimaginada. Entonces se volva a la habitacin de al lado y se pona a trabajar con ahnco. Pasada lamedianoche apagaba la luz de gas y encenda una vela que haba en la mesita de noche. La luna loinundaba todo con su luz pura y triunfante. La silueta del transente tardo se dibujaba

    24 Estas dos iglesias de la Gendarmenplatz eran la Neue Kirche y la Iglesia de los franceses.

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    limpiamente en el muro y el eco de sus pasos se perda lentamente en la lejana de la ciudadsolitaria. La bveda del firmamento, sin una nubecita siquiera, apareca entristecida y ensoadacomo si acabara de acaecer el fin del mundo y el cielo ya no tuviera otra cosa de qu ocuparsefuera de s mismo. El husped, entonces, volva a atravesar el saln central y la salita del recibidor,hasta el cuarto de bao. Y en seguida a dormir, si tena la suerte de pertenecer al nmero de losseres dichosos que fcilmente concilian el sueo.

    Ay!, pero apenas llegu a mi antiguo alojamiento me di perfecta cuenta que aqu no era posible

    ninguna repeticin. Mi posadero, que adems era el dueo de una droguera en el mismo edificio,haba cambiado muchsimo, es decir, se haba cambiado en el sentido concreto en que losalemanes emplean con frecuencia esta expresin, sentido que suele coincidir plenamente con elque tiene la palabra cambiarse en los barrio de Copenhague.25En definitiva, que mi posadero sehaba casado. Quise expresarle de viva voz mis ms sinceras felicitaciones, pero como no estoymuy fuerte en el idioma alemn y me cuesta bastante encontrar en el momento los trminosadecuados, ni tampoco me venan a los labios las frmulas habituales y corrientes en estascircunstancias, tuve que contentarme con hacerle algunos gestos pantommicos. As que puse lamanos sobre el corazn y le mir con unos ojos enternecidos que le decan bien a las claras lomucho que me alegraba de que hubiera contrado matrimonio. El buen hombre me apret la manocon toda su fuerza, como dndome las gracias por mi sentida y amical felicitacin, y, sir decirpalabra, se fue a su cuarto de recin casado para probar la validez esttica del matrimonio. 26Sinduda que realizara la prueba de una manera extraordinaria, no menos perfecta que las que mehaba dado la vez anterior en su calidad de empedernido y admirable soltern. Porque sabrn

    ustedes que cuando hablo alemn soy el hombre ms campechano del mundo y se me confan lossecretos ms ntimos.

    Mi antiguo posadero, por lo tanto, se sinti muy contento con tenerme otra vez como huspedsuyo. Esto era precisamente lo que yo deseaba, poder ocupar de nuevo la habitacin y laantecmara de la primera vez. Pero cuando volv a mi cuarto aquella misma noche y, despus deencender las luces, me tumb en el silln de terciopelo rojo, se apoderaron de mi alma los mssombros pensamientos. Qu tiene que ver todo esto, me deca a m mismo, con la dichosarepeticin? No, estoy convencido, no se da ninguna repeticin! Mi espritu estaba mustio, muy enconsonancia con la tristeza que se respiraba aquel da en toda la ciudad. Porque el destino habaquerido que llegara a Berln exactamente en uno de los das dedicados por completo a la oracin ypenitencia cuaresmales. Berln, de hecho, se encontraba desolado, como en ruinas. Es verdad quelas gentes no se echaban ceniza a la cara con la frmula litrgica del primer mircoles de lacuaresma: memento homo, quia pulvis es et inpulverem reverteris; pero lo cierto es que toda laciudad se hallaba envuelta en una espesa capa de polvo y ceniza. Primeramente pens que setrataba de una orden general del gobierno o de las autoridades eclesisticas, pero pronto ca en lacuenta de que el causante de semejante estrago era el viento despiadado que se habadesencadenado sobre la ciudad y, sin ningn cuidado por las personas, segua en todas direccionessus caprichos y hbitos perversos. Pues en Berln, como he podido comprobar ahora, siempre esMircoles de Ceniza cada dos das, si no ms. Esto, sin embargo, no afectaba en nada misproyectos de viaje, pues tal descubrimiento no tena en absoluto nada que ver con la repeticin. Laprimera vez que estuve en Berln fue durante el invierno y por ese motivo, indudablemente, elfenmeno descrito me resultaba totalmente nuevo.

    Cuando el viajero se ha instalado en un alojamiento tan cmodo y confortable, experimenta laimpresin agradabilsima de que posee un trampoln admirable para lanzarse a la caza deacontecimientos importantes y un estupendo escondrijo al que volver con el botn de sus