kierkegaard, soren - dos discursos edificantes

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 S0ren Kierkegaard  E n la espe ra Todo don bueno y de la fe toda dád iva perfec ta viene de lo alto

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Discursos edificantes

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  • S0ren Kierkegaard

    En la espera Todo don bueno y de la fe toda ddiva perfecta

    viene de lo alto

    :r n i r e r s i d a d I b e r o a m c r i c a n a

  • L;i Universidad Iberoamericana edit en 2004 el libro La venan subjetiva: S m m Kierkegaard como escritor de Luis G uerrero M artnez. El Dr. Guerrero es presdeme de l i Sociedad Ib e ro a m e r ic a n a de E s tu d io s Kierkegaardiaips. es profesor de filosofa c;i)U;m>01 .inca y mcKxJologfa filo s fica en l.i U n iv e rs id ad Iberoamericana. Ha sido lusped de los centros de invesgadn sobre el filsofo dans en Copenhague y en S;. Olaf College en Minnesota. Sobre

    el autor dans tambin es autoi del libro Kierkegaard- los lmites de a razn enla existencia hum ana (

    La Dra. Leticia Valadez Hernndez es

    lam inen una especialista en el pensam iento de K ierkigiard. ha partic ipado en diversos eventos internacionales y lia escrito artculos sobre el autor dans, en e! que destaca uno reciente sobre la recepcin de Kierkegaard en Mxico.

    E n la espera de la fe

    S0ren KierkegaardTodo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto

  • T itu lo original: To opbyggelige 'ValerTraduccin de: Luis I. Guerrero M. y Leticia Valadcz H.

    En la espera de la fe

    S0ren KierkegaardTodo don bueno v toda ddiva perfecta viene de lo alto

    Traduccin, estudio introductorio y notas de

    Luis Guerrero Martnez y Leticia Valadez H.

    U n i v e r s i d a d I b e r o a m e r i c a n a

    2005

  • T lu lv o n g m il e n daus-Scoto Kierkcfri.tr; Sjmicde V'arrkerAB. DracKimrn, J.L ictbcrj y H O . Langc.Copenhague. l*>OS

    l: m v e r s i d a d i b e r o a m e r i c a n aB IB L IO T E C A ER A N 'C IS C O X A V IE R C L A V IG E R O

    Kierkegaard, Soren, 1813 1855En la espera de la fe. Todo don bueno vtoda

    ddiva perfecta viene de lo alto

    I. Vida cristiana - Amores luteranos. 2. Vida espiritual. 3. Fe. I. Guerrero Kl., Luis I. II. Todo con bueno y toda ddiva perfecta vi?nc de lo alto. I ll.t.

    BV 4505 K5418.2005

    1 a* cdicin* 2X5

    D ii Uni ve rs idad 1 beroame rie ana, A.C Prol. Paseo de la Reforma 880 Col. Lomas de Santa Fe 012 1 0 Mxico, D.F.

    ISBN 968-859-584-5

    Impreso y hecho en Mxico Prirtf& and muk in Mexico

    Ete libia c crminij de ttnprimii en octubre de 2005 en los ultcrci doD u e o e Im preso S .indovj|T el. 5793-4152, *3795-7224 la rdn.ii'iti cun->ia d e 500 cjenijila tc m i s o b ra n te s p u ra rep o sic i n .

    *Indice

    Siglas y abreviaturas (>

    Estudio introductorio 7

    Dos discursos edificantes de 184.3 31

    Prlogo origina] 35

    En la espera de la fe 37

    Tocio don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alio f>5

  • Siglas y abreviaturas

    SV Sftren Kicrkegaards Samiede Vrker. (Obras Completas du Soren Kierkegaard), Copenhague 1901-1906, publicadas en 14 volmenes por A.B. Drachmann, J L. Ileiberg y 71.0. Lange. Esta primera edicin de- las obras completas es la que ser utilizada como base para la presente edicin Existen olas dos ediciones posteriores de las Obras Completas (SV2 y SV3).

    Pap. Sfiren Kicrkegaards Papirer. (Papeles de Srcn Kierkegaard), Copenhague 1909-1948, publicados cu 20 volmenes por P A Heiberg, V. Kuhry E. Torsting.

    Breve og Aktstykkcr Bren* og Aklslykker vedrgrende S&ren Kierkegaard. (Cartas y documentos concernientes a Sfren Kierkegaard) Copenhague 1953-1954. publicados eil dos volmenes por N. Thulstup.

    Ktl. Kataiog creer Stren Kierkegaards Bibliotek (Catlogo de la biblioteca de Soren Kierkegaard), Copenhague 1957, publicado por N. Thulstup.

    Notas sobre el aparato crtico

    Las referencias en los mrgenes ele la traduccin corresponden al volumen y la pgina de 1 primera edicin danesa SV.

    Las referencias a los escritos especficos de Soren Kierkc- gaard se dan con el ttulo de la obra en espaol y la referencia a la edicin danesa, ya sea de las obra* completas (SV). de los Papeles (Pap.), de las carias y documentos (Breve og Aktstyk* ker) o de la biblioteca de Kierkeggard (Ktl.) adems del volumen y la pgina.

    Estudio Introductorio

    1. Los Dos discursos edijkantes de 1843.

    La redaccin de estos discursos, los primeros de ochenta y ocho, se remonta a los inicios de 1 S43-*A1 escribirlos., Kierkegaard tuvo en mente principalmente a su fallecido padre, a quien dedica el libro y a Regina, "mi lector. En su Diario escribi: 'Si prescindiendo de la relacin un Dio, alguien uie preguntara cmo he podido convertirme en el escritor que soy, le respondera: se lo debo a un anciano por quien siento el mayor reconocimiento, v a una jovencita por quien me siento an ms obligado*. Por eso, tambin me parece que mi naturaleza es el producto de una sntesis de vejez y de juventud, de rigor invernal y de dulzura estival .1 '

    Al mismo tiempo su ntencin era mostrar sus convicciones sobre el cristianismo, preocupacin inculcada por su padre. Estos dos discursos complementan de acuerdo a su intencin de comunicacin indirecta las obras estticas de 1 8 4 3 . El contenido de los discursos, como lo reconoce la crtica contempornea. es un buen instrumento para la hermenutica de las obras de Kierkegaard, ya que esln firmados por el mismo Kierkegaard y poseen muchos elementos de su pensamiento incluidos en sus obras pseudnimas^

    El escrito fue entregado al impresor Bianco Luno el 10 de abril; y con prlogo fechado el 5 de mayo cumpleaos 30 de S. Kierkegaard fue puesto a la venta el de mayo en la librera de P.O. Philipsen, dos dias antes de partir para Berln. Los Papirt-r no contienen prcticamente ninguna variacin con el texto publicado- Dos aos despus, el 29 de mayo de 1845, fueron vendido? los sobrantes en un solo volumen, con otros dieciseis discursos edificantes bajo el ttulo de Dieciocho discursos edificantes, 1843-1845.

    Cfr. Pap. X S A 153.- Pap. X I A 40(5.1 Cfr. M i puvlo de visfn. SV X III 524-528 PoStSCripiutH. SV VII 210

    7 )

  • A pesar de tratarse de dos joyas de discurso religioso, de mostrar la aguda penetracin psicolgica de su autor, y contener diversos elementos filosficos y retricos tpicamente kier- kegaardianos, la acogida de los Dos discursos edificantes en su poca no fue muy buena, a difererencia de La alterna/ha publicada meses antes. El mismo Kierkegaard afirma: Nadie advirti seriamente los Dos discursos o se preocup de ellos. Recuerdo incluso que uno de mis conocidos vino a verme con la queja de que haba comprado cJ libro de buena fe convencido de que, puesto que era mo, tena que ser algo ingenioso c inteligente. Recuerdo lambin que yo le promet que si lo deseaba poda reclamar el dinero. Ofrec al mundo Ixi alternativa con la mano izquierda, y con la derecha los Dos discursos edificantes-, pero todos, o casi todos, asieron con sus diestras lo que yo sostena en mi siniestra. * 1

    2. En la espera de la fe. Con ocasin del ao nuevo.

    Como el subtitulo del discurso lo indica, Kierkegaard toma ocasin del ao nuevo para considerar cul puede ser el mejor deseo y qu relacin tiene con la fe. ya que el ao nuevo es una buena ocasin para la meditacin y para formular buenos deseos., El discurso centra su atencin en buscar el mejor deseo para la persona amada; sin embargo, como el deseo se refiere al futuro y ste nos abre una infinita variedad de posibilidades, nuestro pensamiento puede quedarse perplejo al considerar cul pueda ser el raejor deseo y en que consista su naturaleza. En la bsqueda de este deseo se nos recuerda que no debemos dejarnos guiar por los bienes de este mundo y nos proponen la fe como el bien supremo.

    Metodolgicamente el discurso presenta a posibles personas las cuales representan diversas posturas y objeciones sobre la espera y la adquisicin de la fe. La primera representa a aquel que desea la fe pero no la tiene por la complejidad de su vida. I-a segunda a aquel que sin entender bien qu es la fe. le podra responder al primero: Mno te preocupes, tienes un buen deseo que terminar por cumplirse". Sin embargo, afirma Kierkegaard, esta respuesta no es adecuada, lo que debera responderse al primero es: t debes tener fe, y si no la tienes este

    K I . r i s I n i 'B B R M K O V . \ L K T I C J A V A L A H K K H

    * M i punto de. sla. SV X III 527.

    t&TUDIO INI JtOnrCTOKlO !

    mismo hecho constituye un pecado, no es verdad que desees la fe y no la tengas". A lo que la persona que puso inicialmentc la objecin podra responder: No creo que sea tan fcil de obtener. pues no sera el mejor bien, ordinariamente los mejores bienes son difciles de conseguir. O, si tienes razn, no debo desear pues es en vano desear; lo mejor hubiera sido que nadie me dijera nada sobre mis deseos." En este juego de interlocutores Kierkegaard desarrolla su discurso para mantener una respuesta firme: Basta desear sinceramente la fe para obtenerla.'

    El discurso presenta una nueva objecin referente a la comunicacin cxistencial: Si bien es cierto que lia^ta desear sinceramente la fe para obtenerla, no puede imponerse a otro; en este sentido del deseo, no puedo desersela a otro, no puedo desear por el otro; en cambio, en los buenos deseos triviales, cuando deseamos al otro un bien, en cierto sentido Le decimos: no te preocupes, yo me encargo de conseguir el bien que deseo para ti". Esta objecin nos nuiestranina cualidad superior de la fe, que la relacin con Dios es personal, que no puede interferir ni para bien ni para mal un tercero. Sin embargo, s es posible ayudar a la persona amada procurando que se d cuenta de la naturaleza de la fe y, si la posee, pueden celebrar juntos la grandeza de la fe^ ,

    El discurso presenta otras formas de extravo respecto a la fe: La de aquellos que creen mundanamente que tienen toda su vida bajo control, no se les puede hablar de la espera de la fe, pues en realidad no esperan nada. Tambin los que esperan pUftdCta caer en el engao de olvidar el presente, teniendo su mirada en el futuro. o est mal preocuparse por el futuro, ya que parte de la grandeza del hombre es poderse preocupar, a diferencia de los animales.^ La solucin propuesta est en regresar al presente habiendo vencido al futuro, que en realidad es vencerse a s mismo, es vencer a la propia imaginacin que podra perderse en el mundo de las posibilidades. E l futuro no se vence con la experiencia" mundana que suele ser engaosa, sino con la fe.ycsperando en Dios, sabiendo que todas las cosas cooperan al bien de aquellos que aman a Dios".s

    Kierkegaard continua sealando otros modos equivocados de esperar: cuando un joven piensa que no sufrir derrotas; aquel que no ha sido afortunado y espera que, al menos, no le

    R om V ID . 2 8

  • li> I.U I91 OBRRRBO M V LETICIA VAI.VDKK II

    quiten su dolor, que es la forma como responde a las tempesta- des de la vida; y la de aquel a quien la fortuna ha sonredo, y que considera que podra perder y recuperar cualquier >jen hasta cierto punto. Este ltimo est en un error espcci.'l 1 considerar que la fe es uno de esas bienes con medida y que -hasta cierto punto" puede carecer de l. Tambin la experiencia de la vida y los razonamientos sobre lo temporal pueden mostram os una nueva objecin contra la espera en la fe; la duda, tan estimada por muchos, tiende sus tram pas al que desea creer, el que duda escucha las palabras con recelo y puede hacer su critica afirmando que lo que se espera en la fe es ico tangible, que no tiene ni da ni hora para ser corrolx>rado. y que la experiencia de la vida nos dice otra cosa. Sin embargo, esta duda, de la que muchas veces se presume, es un sntoma de desdicha, de no haber vencido al futuro. Es un error quererla trasm itir a los dems; lo mejor, en dadc. caso, sera callatse.,La espera en la fe no son promesas para este mundo y, por esto mismo, ninguna desgracia de este mundo tiene el poder de quitrnosla. Adems, se cree en Dios en quien no hay cambio ni sombra de variacin alguna" . 6 Por eso. el que pierde la fe

    -ante la adversidad muestra que en realidad no crea.,Kicrkegaard concluye afirmando que el creyente no pide

    pruebas, est en otras categoras, j>or lo que no se angusia ante el futuro, sabr de las vicisitudes del futuro, tanto a fa\or como en contra, pero sabe que tiene la victoriaj Jvenes y ancianos, cuando tienen fe, pueden reconocer su victoria en una pequea frase usada por las comunidades: Para ser al fin salvos!", cuya profundidad solamente puede aprenderse individualmente en la relacin con Dios.

    3. Todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto.

    El segundo de los Dos discursos "Todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto es una meditacin a projrfsito ce estas palabras (Sant. I, 1 7-22). Son palabras, dice Kierkegaard. hermosas, atractivas y conmovedoras. No son palabras casualeso intiles, sino que van acompaadas por una amonestado! urgente: No se extraven, amados hermanos. Son palabras que previenen contra el engao de querer tentar a Dios, as como cJ

    * U c . I 1 7.

    e s t u d i o i N T i i o n r r r o H i o u

    de pensar que Dios tentara a los hombres. Son poderosas porque exponen el engao y detienen al pensar errante.

    Siguiendo la misma lnea de En la espera de la fe", y de una manera anloga a la Parbola del sembrador. Kierkcgaard muestra distintas actitudes humanas, en este casa, al enfrentarse a las palabras del apstol. En prim er lugar, habla de los hombres que tienen suerte, a los que Lodo les resulta fcil: sus deseos son satisfechos y sus iniciativas fructifican. Viven en medio del movimiento; viven felices entre los cambios de la vida y no se preocupan por entenderlos, pues se dejan llevar por e presente. Son honestos: dan a cada quien lo que le corresponde. Responden, ante los bienes recibidos, con agradecimiento. Ayudan al necesitado. Tienen ptim as relaciones familiares y amistosas. Sus planes prosperan, pues se trata de hombres sabios y sensatos. La vida no les presenta ningn enigma. Sin embargo, su relacin con las palabras del apstol es superficial, no tienen tiempo para ponerles atencin; y si les pusieran atencin, pronto las olvidaran. Se ocuparan de ellas slo por un momento y luego diran: Ya las hemos entendido; ahora hay que traer nuevos pensamientos que no hemos entendido todava".]Las palabras ciertamente no son difciles; pero desear abandonarlas por haberlas entendido" es signo de no haberlas entendido en absolutoj

    Tambin habla de los preocupados y afligidos que son sensibles a las palabras. stas los fortalecen y les dan confianza. Pero tal fuerza slo es aparente, pues su consuelo es momentneo. Al percibir esta contradiccin dejan de considerar que las palabras les ayudarn durante su vida y las consideran ms bien como un peligro para su paz. Pues la confianza que depositan en ellas es continuamente defraudada. No se rebelan contra las palabras, ni las abandonan pero, por otro laclo, no encuentran el momento oportuno para ponerlas en prctica. Parece haber una gran desproporcin entre lo que las palabras dicen y lo que de hecho sucede en la vida cotidiana, t uando uno tiene un deseo dice Kierkegaard. tan slo pide que ste se cumpla. Si se cumpliera, se piensa, entonces se dara gracias y se atestiguara que todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto. Pero cuando el deseo le es negado al hombre, entonces no necesariamente sin humildad pretende ten tar a Dios: Este deseo es tan im portante para mi; todo depende de l mi alegra, mi paz, mi futuro; es tan

  • I - T.IIH L O IB R H K R O M V LETICIA VAI.ADRZ H

    inip..r ante pura m; para Dios resulta tan sencillo, ya que l, despus de todo, es todo poderoso". Pero a pesar de sus oraciones, el deseo no le es concedido. Ante esto, Kierkegaard considera tos posibles reacciones.

    la primera es ordenar al alma que sea paciente; desear tener la certidumbre de que la eternidad conceder, larde o temprano. el deseo. Y sin embargo, la certidumbre tambin puede ser negada. El hombre que, en una situacin as. con pensamiento cansado recupera la calma y con mansedumbre recibe las palabras de que todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto, se da cuenta con humildad de que Dios no lo defraud al no concederle sus deseos mundanos; pues a cambio le dio consuelo divino y pensamientos santos. Se da cuenta de que,Dios no fue injusto al negarle un deseo, el cual lo ms que poda darle era el mundo entero; pues a cambio le di la fe por la que se gana a Dios y se vence al mundo entero., Entonces confiesa que esto fue bueno para l y comprende la amonestacin del apstol./percibe la insensatez en su comportamiento: querer que las ideas de Dios coincidieran con las suyas.

    1/3 otra reaccin es la del hombre que se sien ir- demasiado viejo para alimentar ideas infantiles sobre Dios; este hombre no es rpido para or las palabras, j>ero s para enojarse. No pide explicaciones y endurece su corazn. Exteriormente no muestra su enojo, se ve tranquilo, amigable y su conversacin es benevolente. Pero interiormente oye una voz que le dice

    Dios tienta a los hombres", y desespera. Piensa que sus sufrimientos son tan grandes y su queja tan legtima que su voz est destinada a resonar y llamar a Dios. Pero el cielo no escucha su plegaria sino hasta que humildemente confiesa que Dios no tienta a nadie, pero que todos son tentados cuando se dejan seducir y llevar por sus propios anhelos, y confiesa que I fue tentado por pensamientos orgullosos y pretensiosos. Humildemente y con vergenza confiesa que es bueno que Dios no permitiera que se le tentase.

    El discurso presta especial atencin al hombre que duda. 1.a piuda, afirma Kierkegaard, es astuta y engaosa. La duda no

    niega las palabras, tan slo dice que son difciles, enigmticas y quiere ayudar al confundido a que Jas entienda dicindole: Todo lo que viene de Dios es un don bueno y una ddiva perfecta. Pero, cmo discernir entre lo que viene de Dios o qu puede ser llamado un don bueno y perfecto?". Ksto es suficien-

    K U Tl'W O I N T I tn p r ( j rO H lo w

    te para arrebatar las palabras del corazn. Al que duda, dice- Kierkegaard. habr que responderle que todo lo creado |*>r Dics es bueno si es recibido con agradecimiento". Por tanto, toda don es un don bueno y perfecto cuando es recibido con agradecimiento. No hay que preguntar que es lo que viene de Dics, ni hay que insistir en aprender mucho de la vida; slo hay que desear aprender a agradecer siempre a Dios; aprender que todas las cosas son para bien de los que aman a Dios, tundo se duda sobre lo que viene de Dios o sobre lo que es un doc bueno y perfecto, hay que agradecer. Hay que agradecer en la degra, en la fortaleza, en el sufrimiento o en la injusticia. Esto es haber interpretado bien las palabras^

    Finalmente. Kierkegaard se pregunta si hay algo ms alt' que el agradecimiento., El hombre dice cuando desea dar gracias ama de acuerdo a su propia perfeccin. Pero un hombre ama verdaderamente a Dios cuando lo ama de acuerdo a su propia imperfeccin. ste concluye es el amor que nace del arrepentimiento. ste es el amor ms fiel y ms ferviente, pues en el arrepentimiento es Dios quien ama al hombre. En el arrepentimiento el hombre recibe todo de Dios incluyendo la ftcc:n de gracias que le txac.|

    El que haya entendido esto ha interpretado bien las palabra*: entender que cuando Dios abre su mano, llena de bendiciones a todo ser viviente. Y que cuando parece que su mano se aleja, es porque la cierra para guardar la ms abundante bendicin en ella; que la cierra para abrirla otra vez y llenar de bendiciones, una vez ms, a todo ser viviente. Entender que las palabras son comprensibles, simples y tiles en las ocupaciones de la vida diaria. Que el don bueno es del cielo donde todo bien habita. Que Dios penetra todo con su claridad eterna. Que l entiende los pensamientos de los hombres desde lejos. Que su amor eterno se adelanta y prepara todo. Que Dios es constante mientras lo dems cambia. Que cuando llega la pena, hay que recordar la amonestacin de que con Dios no hay sombra de variacin. Que Dios, siempre constante, hace todo hueno, hace que todas las cosas sean un don bueno y una ddiva perfecta para todo el que tiene un corazn humilde y confiado. Y que. como lo hace el mismo Kierkegaard al final del discurso, lo que hay que pedir a Dios es que los que no han hecho caso a las palabras, quieran recibirlas; que por el entendimiento se les cure el corazn que no entiende para que entienda; que el pen-

  • samiento extraviado se vuelva a la obediencia; que el alma penitente tenga confianza para atreverse a entender las palabras; y que los que las entienden sean ms santos al entenderlas una y otra vez.

    4 . Estilo y forma argumentativa de los discursos.

    A pesar de la brevedad de los Dos discunos, existen en ellos muchos elementos caractersticos del cuidado que Kierkegaard pona en todos sus escritos. En estos discursos pueden observarse muchos elementos clsicos de la retrica y de la argumentacin

    "con el sello de su propio estilo .teniendo en cuenta Ja filosofa de la verdad existencia] que Kierkegaard desarrolla, destacan algunos recursos literarios que inciden en este carcter de su filosofa^] Las descripciones humanas son un buen ejemplo de ello, en ellas Kierkegaard recorre distintas alternativas de modos de existencia, de situaciones; pero al mismo tiempo, dirigidas al lector para despertar su conciencia como individuo. Para reafirmar que la fe es un bien que est al alcance de cualquier hombre, Kierkegaard recurre a una de estas descripciones que muestran la pluralidad existencia! dv los hombres:

    Cualquier hombre puede atrever- a decir eso, as tenga la frente casi plana como la de los animales o ms ufanamente abombada que la bveda celeste; asf extienda su brazo dominador sobre provincias y reinos o tienda su mano para recoger las migajas que caen de la mesa del rico; as lo obedezcan miles de hombres con un simple gesto suyo o que no llame la atencin de absolutamente nadie; asf sus labios desborden elocuencia o no emitan ms que un sonido incomprensible; asi sea un hombre vigoroso retando la tempestad o se trate de ia mujer indefensa que busca resguardarse de la tormenta; eso. querido oyente, no cambia nada. 7

    Recurriendo a San Pablo. Kierkegaard desarrolla en el segundo discurso la necesidad que tiene el hombre de fe de agradecer a Dios | r todo. Para grabar esta idea en el lector recurre a un estilo interrogativo, con un elenco de preguntas que ensean las diversas dimensiones que debe abarcar la gratitud:

    II L in a l GI KRItKBO U y LETICIA VaI.ADF.7. II

    r Dos discunos edificantes. S V III 20.

    BBTVniO INTRODUCTORIO 1,1

    Cuando tuviste dudas sobre lo que vena de Dios o sobre lo que era un don bueno y perfecto, arriesgaste la aventura? V cuando el brillo luminoso de la alegra te llam, agradeciste a Dios por eso? Y cuando fuiste tan fuerte que sentiste que no necesitabas de ayuda, agradeciste entonces a Dios? Y cuando la por* cin que se te asign fue pequea, agradeciste a Dios? Y cuando la porcin que se te asign fue de sufrimientos, agradeciste a Dios? Y cuando tu deseo fue negado, agradeciste a Dios? Y cuando t mismo tuviste que negar tu deseo, agradeciste a Dios? Y cuando los hombres fueron injustos contigo y te insultaron, agradeciste a Dios? No estarme diciendo con ello que la injusticia dej de ser injusta...*

    ^Kierkegaard hace que el lector especialmente en el segn-" do discurso sea consciente de que el lenguaje debe ser comprendido ms all de una simple lectura superficial; tambin lo ricota sobre las formas del lenguaje que expresan con profundidad o con engao la existenciajcomo puede verse en los si-_Jguientes casos.

    Come se haba comentado, el segundo discurso es una reflexin sobre las palabras del apstol Santiago: Todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de Ir alto, desciende del padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variacin'". Es a jwrtir de ellas que Kierkegaard hace sus reflexiones una y otra vez. Y para introducir cada nueva consideracin repite el texto; esto lo hace seis veces en el discurso, adems de la consideracin detenida de alguna de sus palabras. Esta forma la repetir en algunas de sus obras posteriores, j)or ejemplo, en Ejercilacin del cristianismo. En esta misma lnea de reflexin sobre la fuerza y semntica de las palabras, el discurso comienza con un llamado a prestar atencin al lenguaje del apstol:

    Todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto, desciende del Padre de la luces, en quien no hay cambio ni sombra de variacin. Estas palabras son tan hermosas, tan atractivas, tan conmovedoras, que seguramente no se debe a un error por parte de ellas si no encuentran acceso en los odos del oyente o resonancia en algn corazn. Son las palabras de uno de los apstoles del Seor, y si nosotros mismos no liemos percibido profundamente su significado, no obstante podemos

    * Dos dina nos edijuonus. SV III 47.9 Iae.1. 17-

  • 10 LUIS L OlERKKRO M \ LETICIA VALADEZ If.

    confiar en que no son palabras casuales o intiles, una expresin florida de un dbil pensam iento , sino que son fieles c inequvocas. intencionadas y probadas, como lo fue la vida del apstol que las escribi. No son dichas incidentalm ente sino con un especial nfasis. (...) A s pues, nos atrevem os a tener ia confianza en que no slo tienen ei poder de elevar al alm a sino tam bin la fuerza de llevarla. (...) Entonces p e lem o s estar seguros de que las palabras son tam bin poderosas para exponer el engao y poderosas para de ten e r al pensar e rran tc .,ft

    El discurso termina con el recurso semntico qup ha usado durante el discurso, la repeticin de las palabras del apstol, sirvindose de ellas para hacer una oracin:

    Oh Dios! Que hagas iiue los odos de lo que hasta ahora no han hecho caso de ellas quieran recibirlas, que 3 travs del en tendim iento de las palabras les cure* el corazn que no entiende para que entienda las palabras, que hagas que el pensam iento extraviado vuelva hacia la obediencia bajo las palabras, que des al alma peniten te la confianza valiente para entender las palabras, y (juc hagas a aquellos las h an entendido m s y m is santos al entenderlas una y o tra vez. A m n ."

    Esta forma de conducir al lector a travs de todo el discurso se complementa con las diversas crticas que hace a aquellos que de una u otra forma pasan de largo sobre el profundo significado de las palabras; por ejemplo, pone en labios de los que piensan que toda su vida la tienen bajo su propio control:

    \ a las hem os entendido; ahora hay que traer nuevos pensam ientos que no hemos en tend ido todava.' Y no se equivocarn . ya que las palabras del apstol no son difciles, y sin em bargo, al desear abandonarlas, despus de haberlas en ten d ido. dem ostraran que no las hab an en tend ido .1'

    Este texto presenta una semntica existencia!, de una verdad no objetiva, como dir en otras obras; pues no es lo mismo entender un conocimiento objetivo que el sistema solar tiene tantos planetas con tantos satlites, o que una determinada enfermedad es transmitida por un insecto, etc. que hacer

    D os discursos (to rtean tes. SV III 38. n D os d iv u r i s r d i fk o n U i. SV Iir 52.| : Dos Hscunoi edificantes. SV III 39

    KftTI IrtO INTRODUCTORIO IT

    propio un conocimiento que tiene que ver con toda la existencia, una verdad subjetiva que debe apropirsela cada individuo en su propio modo de vida y no simplemente en su elenco de conocimientos. Otro ejemplo de esta semntica lo encontramos en la distincin que hace Kierkegaard entre la verdad de una expresin y la sinceridad con la que es dicha. Tomando ocasin de una expresin sobre la fe. afirma:

    C ualquier hom bre puede atreverse a decir eso, puede decirlo de verdad, y cuando 1 10 lo dice sinceram ente no significa que su pensam iento sea falso, sino que lo deform a.11

    Esta presencia del lenguaje se encuentra tambin en el primer discurso; el hombre que se siente desorientado en sus deseos acude a las palabras de hombres que le aconsejan acertadao desacertadamente. El lector se encuentra con reflexiones sobro el lenguaje:

    N uestro hom bre am ar este lenguaje y lo escuchar con placer, ya que am am os a todo aquel que nos habla de la realizacin de nuestros deseos. P ero el tiem po pasa sin resu ltado ...14

    En cambio ante palabras exigentes pensar:

    Tiene razn; l ha dejado hablar a su corazn y ha sosten ido un lenguaje pleno de energa y de sentido, es as como se necesita hablar a a lg u ien .,s

    Siguiendo una de las tradiciones filosficas ms antiguas, Kierkegaard muestra las posibles objeciones que hay que salvar para sostener una verdad. As, para refutar las objeciones a la idea de que el hombre puede vencer el futuro con la experiencia, recurre a una doble analoga basada en las armas para un combate, primero a travs del lenguaje del insensato para mostrar cmo, para el insensato en cuestin, con la experiencia se puede hacer frente al futuro; pero despus, recurriendo a la misma analoga de las armas para el combate, muestra de for-

    11 Dos discums edificantes. SV III 20.14 Dos discursos edificantes. SV III 18.15 Dos discvm i edificantes. SV III 19

  • ma contraria al insensato, cmo la experiencia es insuficiente I>ara hacer frente al futuro:

    Jvenes o viejos tenem os todos algn* experiencia; no cubrirem os con ella, seguirem os las huellas de la con jetu ra y haremos de la hiptesis nuestra gula; venceremos a l fu tu ro con la fuerza de la conclusin; y con este tipo de arm as lo en fren tarem os con franco valor Y es bueno que el hom bre est arm ado cuando se prepara a pelear y m ejor an si est arm ad o sigu iendo las exigencias del com bate Si un hom bre que in iciara la lu cha eu un cam po de carreras se cubriera con una pesada arm adura estara sin duda arm ado, pero su a rm ad u ra no le apo rta ra n ingn beneficio. No es acaso la m ism a situacin para las arm as de aquel que inicia una lucha co n tra el pnrvr- n ir? Porque la experiencia es un amigo de lengua bfida que unas veces dice una cosa y o tras otra; y la h ip tesis es un guia engaoso que nos abandona en el m om ento e n que m s se le necesita; la conjetura tiene la m irada nublada y no ve m uy lejos; y la conclusin es un nudo corredizo que no s a trap a m s a nosotros m ism os que a o tra cosa. E stas arm as son. de hecho, difciles de m anejar, porque m ien tras el alm a experim enta no perm anece insensible a esa experiencia, el m iedo acom paa a la h iptesis, la angustia a la conjetura y la inqu ie tud a la conclusin Estbam os, pues, bien arm ados cubrindonos con la experiencia, m s no para la lucha que bamos a enfren tar: la lucha con el porvenir.1''

    Tambin recurre a diversas argumentaciones lgicas; |>or ejemplo, por medio de un dilema y una reduccin al absurdo afirma que la fe es accesible a cualquiera; ya que; El que habla de la fe o bien la posee o no la posee; si no la posee no podra hablar de ella; y si la poseyera y no fuera accesible a cualquiera tampoco podra hablar de ella, pues hara ms abrumadora la suerte de los que no la poseen. Sin embargo, en los santos lugares se habla continuamente sobre la fe;.luego, la fe es accesible a cualquiera.

    5. La falacia de la duda en el mbito de la existencia.

    La sentencia cartesiana De mnibus ubitandum cst se convirti en una de las posturas predominantes de la modernidad; esta

    I* LI)B L OUBIUtP.ltO IL V LETICIA VALAUKZ II

    lc Dus discursos edificantes. SV III 25.

    KSTCniO tXTROIH (TOMO 10

    postura repercuti no slo

  • ja M IS [. m KlHKHO M. Y I.KTK IA VAI.ADKZ H.

    culparlo, pues, la duda es una pasin prfida y es muy difcil nocaer en sus trampas; es una pasin profunda 3 desleal. Pero__insiste Kierkegaard s hay que pedirle que calle. Si la duda110 le trajo felicidad, por qu entonces compartir con los de-

    ^ m s aquello que puede hacerlos tambin desdichados? Adems no gana nada hablando; [dra descansar callndose, cargar en silencio su sufrimiento solitario, en lugar de alzar la voz para hacerse importante ante los ojos de los hombres, buscando el honor y la distincin que tantos anhelan: dudar o jwr lo menos haber dudado".1" La duda sorprende al hombre y le dice a la fe que la espera es decepcionante, t'na espera a la que no se 1c fij ni hora ni lugar es una simple desilusin, nos resignamos a una espera perpetua. "2a

    Con respecto a la confianza en las palabras apostlicas__lodo don y toda ddiva perfecta viene de lo alto, la duda intenta modesta y hbilmente dar una explicacin. No niega la hermosura de las palabras, y no niega que sean consoladoras. Pero s dice que son difciles, casi enigmticas. Supuestamente quiere ayudar al individuo confundido a entender que todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de Dios; y en su explicacin !c dice; ...todo lo que viene de Dios es un don bueno y una ddiva perfecta, y todo lo que es un don bueno y una ddiva perfecta es de parte de Dios. Pero, contina la duda en su explicacin, si estas palabras dieran la paz ;i los hombres durante la vida, los hombres podran decidir qu es lo que viene de Dios o qu puede llamarse con validez 'un don bueno y perfecto. Pero esto no sucede as. Cada vida no es una cadena continua de milagros. Las personas continuamente tienen la experiencia de que se les niegan cosas y que no pueden rebelarse contra eso . " * 1 Al dar esta explicacin, la duda convierte a las palabras apostlicas en un hablar vaco, sin significado. Con humildad la duda no insisti en borrar las palabras, pero las consign al olvido eterno; las arrebat del corazn y las entreg a los labios.

    Kierkegaard seala que la duda es astuta y engaosa, no es fanfarrona ni desafiante. Es modesta y hbil. no es temeraria ni pretensiosa; y mientras ms modesta ms peligrosa. La duda

    ^ diuunoi tdifkauut. SV III 29I" Dos discursos edificantes. SV I I I 29.5 Cfr. Dos diuurrn rdi/am n. SV III 45-46.

    KSTI O lO lN TH O lU TTO nTO 21

    hace infeliz al hombre y el mejor antdoto contra ella es precisamente aquello que ha destruido: la fe y la confianza. Cuando se duda sobre lo que viene de Dios o sobre lo que es un don bueno y perfecto, afirma Kierkegaard, es el momento de arriesgar la aventura: es entonces el momento de agradecer ya sea en la alegra o en el sufrimiento; ya sea cuando un deseo sea negado o cuando uno mismo tenga que negar el propio deseo; slo as se vence a la duda. Pues con la espera de la fe, que es la victoria, con la confianza en las palabras de que todo don bueno viene de Dios se apaciguan las dudas y se consuelan las aflicciones, slo as la esperanza no es desilusionada.

    6. Temporalidad y eternidad como categoras existencialcs.

    Las categoras de tiempo y eternidad constituyen uno de los lemas centrales del pensamiento de Kierkegaard; muchas de sus nociones ontolgico-existenciaks y psicolgico-existenciales estn estrechamente vinculadas a estas categoras. Una du las manifestaciones del espirito humano es su apertura a lo temporal. poderse preocupar por el futuro es algo que nos distingue de los animales; asimismo, la estrecha relacin entre la contingencia y la temporalidad llevan a la conciencia humana a la angustia, pero tambin a la relacin con la eternidad y a Dios como fundamento de esa relacin.

    En el primer discurso "con ocasin del ao nuevo", Kierkegaard presenta algunos puntos importantes de esta categora de tiempo y eternidad, que se mantendrn constantes en toda su produccin posterior. Un ao ha transcurrido, otro ha comenzado en el cual nada ha sucedido todava; el pasado ha concluido, el presente no, el porvenir an no existe. " 22 Aunque el discurso hace consideraciones sobre el pasado y el presente, su atencin se centra sobre todo en el futuro que se vincula ms con la libertad y con la eternidad. El espritu del hombre al ser consciente de su temporalidad y por ende, al CStar abierto al futuro, busca por distintos medios aduean*- del futuro, ya que la incertidumbrc de las muchas >osbilidadcs que presenta el futuro se vuelven contra l por medio de la angustia. Hoy refirindose al primer da del ao la idea del porvenir y de sus indiscernibles posibilidades est muy viva en uucs-

    31 Dof diuursas rdifiatnlrs. SV 111 16.

  • J LITIS I orKRRF.no S(. V LETICIA VALAT>K* h

    c ln tn 1 1angust,a 00010 posibilidad ser un puntoconceto fb bra de Vd,US Haufniensis autor de Elconcepto de lo angustia, en donde se analiza la angustia como unpresupuesto psicolgico del pecado original. Kierkegaard dis-tingue y critica formas inadecuadas que intentan evadir la~ Querer dommar el futuro por la razn no resuelve elproblema, cuando el pensamiento se sumerge en el porvenir seextravia en su febril esfuerzo por revelar su enigmtico secreto

    e r . r r t o c o r r e a a x h d e u n a * < * peroeStC llcmpo Cl aln,a con totIs sus deseos *e

    . . . y csPra flue d Pensamiento vuelva a decirle lo que ntimamente podra anhelar. q

    Tambin basndose en la experiencia del pasado no se pue-

    c o m o 'e ? ^ 1110 ^ rUtUr- U fa,ada " " * * * * en p e n e q u e como el Ai turo es en cierto modo la repeticin del pasado noex^nenr I1Ue' , JO piensa que ayudados por lam nt >Ut Un habrseias con el Pero precisa-w en ir n, 1 CXp?nenC,a sabcmo* consideracin delporvenir no aleja la angustia y la inquietud. Asimismo preocuparse por el futuro olvidando el presento es una forma de^ ,a ,a W tan frecuentemente oda de que los hombres olvidan cl presente para pensar en el futuro est quiz bien fundamentada-.* Sin embargo, l l e d e f c grandeza del hombre consiste en poderse preocupar por cl fu-

    turo, en tener la mirada puesta adelante. ^La nica forma de triunfar sobre el porvenir es gracias a lo

    eterno que es su fondo y permite sondearlo. La espera en la fe es la victoria sobre el futuro, va que el creyente sabe que t ^ , l asi cosascooperan a| bien de aquellos que aman a D iosjE n la

    S d e eas l n B ^ Una '* & * * * * ni una refu-P ^ n POrQUC 13 fC ***** una cternidad. El P rvenir traer lo que tenga que traer, donde muchas esperas

    v id ,0na

  • Cualquier hombre puede decir; "Cuando los hombres rae rechazaron con desdn me volv hacia Dios. l se convirti en mi maestro y ah resido mi felicidad, mi dicha, mi orgullo.**'LLos hombres que desca la fe para s. tambin la desean para todo hombre. Sin embargo. siendo la fe el bien supremo del cual

    L todos pueden participar no puede darse a otro. As las cosas, en el amante surge una inquietud: Al no poder dar la fe, tno me separo en cierta forma del ser amado?

    La respuesta a esta dificultad no hace ms que mostrar la grandeza de la fe y el valor de los hombres; ya que, si con los deseos se pudiera ;iar la fe a otro, esa donacin mostrara que el otro es imperfecto.] I^ a fe es grande porque ningn hombre puede darla a otro; as. Jo ms elevado, lo ms noble, lo ms sagrado en cualquier hombre es propio de ero la espera en la fe es ms humilde y, en su humildad, m confiada en Dios, pues se puede no estar segn de poseer la autntica fe. pero s de desecar la autntica fej __

    Sabemos cue son muchos los bienes de este mundo: la salud, los das felices, la riqueza, el poder, la fortuna. Pero tambin sabemos que d que los posee no debe poner su confianza en esos bienes; y el que no los tiene no debe apegar a ellos su corazn. Si s

  • 38 M 'IS I OI E R R E R O M. V LETICIA VAI*ADHZ II

    especficos, habla de a relacin eterna de Dios con d creyente. E n la alegra aconseja que se refiera al Padre fie las luces en quien no hay sombra de variacin. En la pena, en el desaliento, en la inquietud, dice que con Dios 110 hay sombra de variacin.

    As como la inane todopoderosa de Dios hizo tedo bueno, as El, el Padre de lis luces, siempre constante, en todo mom ento hace todo bueno, hace que todas las cosas sean un don bueno y una ddiva perfecta para el que tiene un corazn lo sufiopntcm ente humdc. un corazn lo suficientemente con* fiado. Adems, como se ver con ms detenim iento, todo don es bueno si es recibido con agradecimiento. Y todo don bueno y perfecto viene de Dios. Hay que tener el valor de dar gracias aunque lo que suceda sea extrao a los ojos. Hay que tener valor para entender que todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de arriba. Tay que tener valor para explicarlo por amor, v hay que tener fe para recibir este valor, pues este tambin es un don bueno y perfecto. Aunque Kierkegaard har resaltar otras caractersticas .-le la fe en sus sucesivos escritos, en estos Dos discursos edificantes deja ver aspectos (jue embonan muy bien con su concepcin de la existencia y de la adecuara distincin y relacin de la razn y la fe. Por el coatenido y la forma de presentarlo, estos discursos pueden calificarse como consideraciones sobre filosofa de la religin.:

    8 . Gratitud y arrepentimiento.

    Es en el segundo de los Dos discursos edificantes donde Kierke- gaard hace una reflexin detenida respecto al agradecimiento y al arrepentim iento en relacin con las palabras todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo a lto '. El tem a del agradecim iento surge a propsito de la relacin entre las palabras de San 1 ablo, quien dice que todo lo creado por Dios es bueno si es recibido con agradecimiento", y las del apstol Santiago, que dan r? ttulo a este discuisu.jAunque las palabras ciertam ente no son difciles, si es difcil para el hombre entenderlas de manera existencia!.. Es decir, vivir de tal modo que la propia vida refleje que todo don y toda ddiva perfecta viene de Jo alto", es muy difcil cuando se est en medio de las preocupaciones y bienes (mitos que el mundo nos ofrece da tras da. La r.daci entre ambos pasajes bblicos hace que el hombre de le aleje de sus pensam ientos las preocupaciones terrenas y fin itas, pues le

    E S T C D I O I X T R O D U C T O K I O S 7

    dice que todo clon es un don bueno y perfecto si es recibido con agradecim iento. Pero, puede un hembre hacer algo mas que amar? Tiene el pensam iento y el lenguaje una expresin ms alta para am ar que siempre dar gracias? No, en absoluto; tiene una expresin ms sencilla, ms humilde. Incluso el hombre que siempre desea dar gracias, no obstante, am a de acuerdo a su propia perfeccin, y un hombre puede am ar verdaderam ente n Dios slo cuando lo am a de acuerdo a su propia imix-rficcin. Qu amor es ste? Es el amor que nace del arrepentim iento, que es ms hermoso que cualquier otro amor, pues en l am as a Dios. Es ms fiel y ms ferviente que todo otro amor pues en el arrepentim iento es Dios quien te ama. E n el arrepentim iento recibes todo de Dios, incluyendo la accin de gracias que le traes

    E l hom bre podra querer agradecer a Dios en todo momento, pero esto es imperfecto. Dios hace todo en el hombre > tambin l es quien le concede la alegra infantil de considerar^ la accin fie gracias como un regalo. Perojcuando el hom bre no teme al arrepentim iento, tambin es feliz como un nio, pues esto es el amor: no tanto que nosotros amemos a I >ios, sino que Dios nos ama a nosotros y nos acoge continuam ente como a hijo p r d ig o .C u a n d o todo funciona bien, cuando hay prospe-_ ridad y alegra es fcil recordar a Dios y darle gracias; cuando hay arm ona el hombre se muestra agradecido por los bienes que recibe. Pera hace falta creer para entender que todo don es bueno si es recibido con agradecimiento de la m ano de Dios y de Dios viene todo don bueno y perfecto. Para entender esto no hace falta insistir en aprender mucho de la vida; basta con querer aprender una cosa: agradecer siempre a Dios y por ello aprender a entender una cosa: que todas las cosas son para bien de aquellos que aman a Dios. Cuando hay agradecimiento en la diversidad de. circunstancias, entor.ces has interpretado justam ente las palabra apostlicas par honor de Dios y para tu propia salvacin. Es muy bello que una persona rece, pues cuntas promesas no han sido dadas a aquel que ha rezaoo sin cesar, pero es ms bello dar siempre las gracias." "

    Des dixvrfas edificantes. SV III 49-5033 Cfr. Dos discum t edificantes. SV 111 50.34 Dos discursos edificantes. SV III 47-48.

  • i" M IS L UVRRRKilO >1 ! I.CTJCIA VALADKZ H

    Cuando en lugar de agradecimiento se intenta tentar a Dios, entonces el cielo se cierra, pues Dios no es tentado por nadie. Pero cuando cl hombre se humilla ante Dios y con el espritu agobiado reconoce su pecado, el cielo se abre otra vez. La gracia compasiva de Dios, afirma Kierkegaard, ama ms la docilidad que es receptiva de las palabras.'1' El apstol, dice Kierkegaard, reafirma que Dios es la constante que j>ermanece siempre igual, mientras que todo lo dems cambia. Nos exhorta a amar a Dios de tal manera que nuestra naturaleza pueda hacerse como la ic l, de tal manera que podamos llegar a Dios por la constancia y rescatar nuestra alma en la paciencia.

    1 creyente cntier.de que todo don bueno y toda ddiva perfecta viene de lo alto si es recibido con agradecimiento; entiende que el arrepentimiento es tambin una accin de gracias, v que cl hombre que en su arrepentimiento slo quiere sufrir castigo no amar de acuerlo a su propia imperfeccin^

    9. El engao de querer tentar a Dios.

    i_La reaccin kierkegaardiana en contra del racionalismo, que pretenda entre otras cosas reducir el contenido de la religin a esquemas racionales, se encuentra desarrollada de diver-

    _sas maneras en susobrasjEn estos discursos, especialmente en el segundo, mucstia cmo la fe puede ser deformada al querer medirla con los deseos humanos; pretender comerciar con Dio*. mostrarle a J1 nuestros argumentos a travs de los cuales queremos tener la ltima palabra en esa relacin; creer que Dios puede cambiar de parecer por nuestro discurso, no es sino una insensatez, es tentar a Dios. El engao puede ser mayor cuando se recurre a oraciones humildes, con ardiente celo, con un argumento que parecera irrefutable: Este deseo es tan importante para m; todo depende de l mi alegra, mi paz. mi futuro; para m es tan importante; para Dios resulta tan sencillo, ya que El, despus de todo, es todopoderoso'. Con un lenguaje semejante so invierte el sentido de la fe, se pretende que Dios recapacite y crea en nuestras palabras, pero es el hombre cl que debe tener fe en la Sabidura divina. Dios es cl mismo, en quien no hay cambio ni sombra de variacin alguna.

    17 Cfr. Dos discunos c4i/icantet SV III 43.

    KS re m o INTRODUCTORIO Srt

    El hombre que pretende tentar a Dios, por su equivocada fe, puede llegar a negarlo al no cumplir CDn sus deseos. Entonces lo repudiaste; quisiste ordenar a tu alma que fuera paciente; queras esperar en un anhelo callado. Si tan slo pudieras ganar la certidumbre de que la eternidad te concedera tu deseo, (le que te traera el deleite de tus ojos y el deseo de tu corazn. Ay!. |>ero esta certidumbre tambin te fue nega- da.,*, I-a respuesta de Kierkegaard a las objeciones del que pretende tentar a Dios muestran la contradiccin de esa pretensin. "Queras que las ideas de Dios sojre lo que era mejor para ti coincidieran con tus ideas, pero tambin queras que El fuera el Creador todofjoderoso del cielo y de la tierra de tal modo que pudiera cumplir apropiadamente tu deseo. \ sin embargo, si l compartiera tus ideas, dejara de ser el Padre todopoderoso. En tu impaciencia infantil queras, por as decirlo, deformar la naturaleza eterna de Dios, y estabas lo suficientemente ciego para engaarte a ti mismo, como si te beneficiara el pretender que cl Dios del ciclo no saba mejor^ que t mismo lo que era benfico para ti." En efecto,^preten- der tentar a Dios es querer que cambie su naturaleza; adems de que este |>cnsamiento es insensato, el cambio traera la ruina para el hombre, ya que su inmutabilidad es fundamento de nuestra fc jPodra acaso cambiar l, en quien no hay cambio^ ni sombra de variacin alguna? No sera ri*l El, a quien todo hombre de fe le sigue siendo fiel? Estar.a engaado El. por quien t mismo tienes fe? Habr alguna vez alguna explicacin que diga otra cosa adems de que i es verdadero y mantiene sus promesas? * 4 1

    Siguiendo su estilo caracterstico al abordar la fe. Kierkegaard no reduce su exposicin a la crtica de las deformaciones que hacen de ella el racionalismo o la mundanidad, muestra la-* consideraciones que un hombre con una autentica fe puede realizar. Estas explicaciones no demuestran el contenido de las creencias, pero da razones que sirven como un contrapeso a las_ crticas que de ella se hacen.LLa fe no produce en nosotros

  • *>|_su consuelo y el triunfo sobre el inundo^"Entonces sin duda

    confesaste con toda humildad que ciertamente Dios no te defraud cuando acept tus deseos mundanos y iu deseos insensatos; los intercambi para ti. dndote a cambio consuelo divino y pensamientos santos; que no te trat injustanente cuando le neg un deseo sino que en compensacin cre esta fe en tu corazn. cuando en lugar de un deseo que an si ste hubiera trado todo, a lo mucho |>oda darte el mundu entero l te di una fe por la que ganaste a Dios y venciste al mundo entero."1!

    iPara creer, es indistinto que se realicen o no nuestros deseos; eso no constituye una prueba a favor o en contra; en cambio los frutos de la relacin con Dios tienen una profundidad mayor que aquello que se consigue con una demostracin. "Los das felices pueden sin duda glorificar mi fe decas y la coronan con alegra, pero no pueden demostrarla; los tiempos de crueles pruebas llenarn mis ojos de lgrimas y mi corazn de tristeza, pero no podrn llevarse m i fe. Y cuando la adversidad no tenga fin tu alma seguir siendo clemente. Sin embargo ti irs . es hermoso que Dios no quiera mostrarse ante mi en las cosas visibles, nos separamos para volvernos a encontrar; no puedo desear siempre ser un nio que cada da exija pruebas, signos y prodigios. Y an siendo nio, 110 podra amar con todas mis fuerzas y con toda mi a lm a Ahora estamos separados, 110 nos vemos lodos los das y nos encontramos slo en secreto, en el instante victorioso de la espera llena de fe.;

    Luis Guerrero Leticia Valadez

    3

  • D I 9AL D IFU N T O

    M ICHAEL PED ER SEN K1ERKEGAARD,2

    ANTERIORMENTE COMERCIANTE TEXTIL EN ESTA CIUDAD

    MI PADRE

    ESTOS DISCURSOS ESTN DEDICADOS.

    J Cr. Pap. 11 A 231. 243; VIH 1 A 397 . 650; IX A 68, 71. 85. 106; X 3 A 128.

  • in iiPrlogo '

    Aunque este pequeo libro (llamado "Discursos y 110 "Sermones, porque el autor no est autorizado a predicar, Discursos edificantes" 4 y no Discursos para la edificacin ,5 ya que el orador 110 pretende de ninguna manera ser un m/ieslm) no t*nga sin duda otro deseo que el de ser lo que es. es decir superfino, y no desee nada tanto como permanecer en el secreto mismo ca el que naci, no obstante, no me he despedido de l sin, i>or lo menos, alimentar una esperanza prodigiosa. Por su publicacin, este pequeo libro emprende, en sentido figurado, un viaje; por ello, lo acompae un pequeo momento con la mirada. Y lu vi seguir su ruta por caminos solitarios, o ir solitario por caminos trillados. Despus de algunos pequeos errores, al haber sido engaado por una semejanza fugaz, encontr finalmente a ese individuo a quien con alegra y agradecimiento llamo mi lector, ese individuo a quien busca, hacia quien por as decirlo tiende los brazos, ese lector lo suficientemente complaciente para dejarse encontrar, 1 suficientemente dispuesto para recibirlo, ele manera que en el instante del encuentro lo halla o lleno de alegre confianza o bien laso y pensativo". Por otro lado, en cuanto a su publicacin permaneci de hecho quieto, sin moverse de lugar, dej que mi mirada reposara sobre l por un instante. Se qued ah) a la sombra del gran bosque como una jk- quea flor insignificante, a la que 110 se busca ni por -a magnificencia. ni jx>r su perfume ni por su valor nutritivo. Pero vi tambin, o al menos cre ver, cmo ese pjaro al que llamo mi lector, descubrindola sbitamente de una alada baj en picada, y tomndola se la llev a casa; despus de haber visto esto, ya no vi nada ms.

    Copenhague, 5 de mayo de 1843.S.K.

    ' E n Pap. IV B 143 se encuentra otra versin de cs-tc prlogo.* Opbyggelig en da?* Par a esta im portante distincin cfr. Pop. V III: A 15; IX A 437; X A

    271, 510. 5 23 y 529. Posl

  • n i 1 3 En la espera de la fe

    Con ocasin del ao N uevo1

  • III 15

    O racin

    UN AO ms ha pasado, Oh Padre Celestial! Te agradecemos que lo aadas al tiempo del perdn; y no estamos en absoluto asustados al pensar que se aadir tambin a las cuentas que habremos de entregarte, porque confiamos en Tu misericordia. El ao nuevo se nos presenta con sus exigencias, y aunque entramos er. l abatidos y preocupados, sin poder ni querer ocultar el |ensamicn- to de lo que deleit nuestros ojos y nos mantuvo bajo su encanto, ni el pensamiento de venganza cuya dulzura nos sedujo, ni de la ira que nos volvi implacables, ni del corazn reseco que huy lejos de Ti; sin emhargo, no entramos en el ao nuevo sin recordar las angustiosas dudas que fueron apaciguadas, las secretas afliccciones que fueron consoladas, el alma abatida que fue levantada, la alegre esijeranza que no fue desilusionada. En nuestros momentos de l isteza queremos fortalecer y reanimar el corazn con el pensamiento de los grandes hombres que T escogiste para ser tus instrumentos y que en la dureza de las tribulaciones espirituales, en la angustia de sus corazones, conservaron el alma libre, el valor intacto, el cielo abierto ante sus ojos; tambin nosotros queremos sumar nuestro testimonio al suyo, seguros de que. como elios, si nuestro nimo 110 es ms que desfallecimiento y nuestra fuerza impotencia. T al menos eres el mismo, el mismo Dios poderoso que prueba a los espritus en la lucha, el mismo Padre sin cuya voluntad los pjaros no caen en tierra. - Amn.

    - Muchas de las OTTifkmftS. que Kierkcgnard realizo para incluiros en sus obra* se han ptiblk-ado bajo el ttulo Tv Praytn o f Ktriegaard, Edited bv P n ty D. LcFcvjc The Univerty of Chicago Frrtj., Chicago .mil London 1950. Reimpresin, 1976.

    J Cr. Mt. X. 29. Es muy posible que en muchas ocasiones Kwrkejaard c tara pasajes bblicos de memoria, ya que dichas citas sin ser exactas son muy aproximadas- La Biblia danesa de su tiempo (1830, cr ASKH 7) contiene trm inos que no se encuentran en las versiones actules

    (30>

  • EN LA K8PERA t)B LA PR II

    111 16Epstola del Apstol San Pablo a los GlaJas,

    Captulo 3, Versculos 23 al final.

    Estamos aqu reunidos el primer da del ao para recogernos. mis queridos oyentes. La fiesta que celebramos hoy no trac consigo nombre alguno en la liturgia.4 sin embargo, su carcter solemne no nos agrada menos, su exhortacin a la meditacin apacible no es menos grave. Estamos reunidos en Ja casa del Seor en donde debe hablarse siempre del mismo tema, aunque diversamente de acuerdo al tiempo y a la oca.skin.jlin ao ha transcu-" rrido, otro ha comenzado en el cual nada ha sucedido todava; el pasado ha concluido, el presente no; slo est el porvenir que an no existe. En la vida comn tenemos la costumbre de deseamos a veces tal o cual bien. Considerando que creemos conocer la situacin particular de un hombre, sus pensamientos y sus costumbres, pensamos tambin jx>der desearle una ventaja precisa que convenga a la persona y a su vida. En este da no dejamos de mostrar a los dems nuestros sentimientos de benevolencia y de simpata desendoles tal o cual bien. Pero ya que hoy la idea del porvenir y de sus indiscernibles posibilidades est muy viva en nuestro espritu. nuestros deseos tienen un carcter ms general; esperamos que la amplitud de nuestros deseos adoptar ms fcilmente la diversidad del porvenir. Por otra parte percibimos tambin la dificultad frente a un porvenir vago e indeterminado para hacer un deseo preciso, no obstante., esta dificultad no detiene nuestro deseo ni le concedemos tiempo de enturbiar el impulso vago y misterioso del corazn. As, accedemos a un sentimiento de buena voluntad que, sin merecer el glorioso nombre de amor, no debe ser rebajado al rango de ligereza. Slo para una persona en particular hacemos una excepcin, sintindonos ms cercanamente ligados a ella que a otros y ms preocupados por su bienestar, y entre ms

    * En la liturgia catlica, la fiesta de la maternidad de la Santsim a Virgen se traslad en 1960 del 11 de octubre al 1" de cneio.

  • U SOR EN KKKKF.GA KKV

    es as, nos hacemos ms conscientes de la dificultad. j.Cuando el pensamiento se sumerge en el porvenir se extrava en SU febril esfuerzo por revelar su enigmtico secreto, el pensamiento corre al acecho de una |x>sihi- lidad a otra, pero es en vano; durante este tiempo el alma con todos sus deseos se entristece y espera que el I>cnsarment vuelva a decirle lo que ntimamente podra anhelar. Lo que otros hacen gustosamente y sin

    ... , 7 .T - hombrc ,c Parece difcil y penoso. Lo quem 17 el hace fcilmente respecto al prjimo Ir parece terrible

    con respecto a la persona ms amada y la dificultad crece con su amor. l acaba por quedarse perplejo, pues no quiere que el ser amado se vaya de sus manos, rehsa abandonarlo a merced del porvenir y por esto se disgusta; l quiere acompaarlo con todos sus mejores deseos y, sin embargo, no tiene ni uno solo de ellos.

    Si en su alma preocupada un hombre se siente prisionero de esta dificultad, le gustara desde luego acordarse de las palabras pronunciadas en estos santos ligares; 61 querra, tal vez. regresar aqu para escuchar

    y examinar si no hay. en definitiva, un leseo tan seguro que pudiera poner all toda su alma, sin guardar nada para otro deseo que tuviera la misma importancia para el ser amado, de tal modo que fuera necesario temer el no tener la suficiente vida interior para jjoseer este deseo como debe ser. Deseo que no tuviera que acompaarse de deseos nuevos para sostenerlo; deseo que no persistiera astutamente despus qu-. ha dejado de hacerse; deseo que no concerniera a una cosa en particular y que hiciera olvidar otra trayendo disturbio; deseo que no concerniera al presente sino que se aplicara a! porvenir cuya idea fue la ocasin de formu-... tuv,era un deseo semejante sera, por tanto, libre y dichoso, feliz de su deseo y ms feliz an d poder ungirlo a alguien ms.

    .Se habla en estos santos lugares de un nmero de cosas excelentes. Se habla de los bienes de este mundo de a salud, de lo* das felices, de la riqueza, del poder,(le la fortuna y de una memoria gloriosa; pero nos ponen en guardia contra estos bienes. Se advierte a aquel que los posee no poner en ellos s:u confianza, y se acon

    RN l-A KSIF .IU Ufc LA K* 4.1

    seja a aquel que no los tiene no apegar all su corazn. Respecto a la fe usamos otro lenguaje: se dice que es el bien supremo, el ms bello, el ms precioso, un tesoro de felicidad, un bien incomparable, irremplazable. Difiere as de los otros bienes en que la fe est por encima de todos, pero siendo de la misma naturaleza, efmera e inconstante, concedida a algunos elegidos, y rara vez para toda la vida? De ser asi. es inexplicable que en estos santos lugares se hable siempre nicamente de la fe e invariablemente para alabarla y celebrarla; ya que aquel que habla de ella debe o bien poseerla o estar privado de ella. Si la poseyera debera entonces decir:"'gustoso reconozco que nada es ms magnfico; pero hacer yo el elogio ante los dems. Inof Pues si as lo hiciera volvera- aun ms abrumadora la suerte de los que no la tienen;

    tu 18 adems un dolor secreto se apegara a este bien que me hara ms solitario que Jos ms crueles su fr im ie n to s .Asi hablara con nobleza y benevolencia. Pero aquel que no tuviera la fe, por este hecho, no sabra elogiarla. Sucedera entonces lo contraro a lo que vemos de ordinario, la fe sera el nico bien que no sera jams mencionado en estos lugares, puesto que sera demasiado grande para que osramos alabarlo ante las personas que no lo tuvieran y no pudieran alcanzarlo., 1.a- fe es de otra naturaleza, no solamente es el bien supremo. sino adems es el bien en el cual todos pueden participar, y aquel que se regocija de poseerla se regocija al mismo tiempo del innumerable gnero humano:."porque lo que yo poseo dice todo hombre lo posee tambin, o puede poseerlo."j_Aquel que la desea a otro la- desea tambin para si mismo; aquel que la desea para s mismo la desea tambin para todo hombre; as, por lo que otro la posee no es por lo que se distingue de su prjimo, sino que es por lo que se asemeja a 61; y por lo que 61 la posee no es por lo que l se distingue de los otros, sino que es por esto que l es totalmente semejante a lodos^

    i Kiorkegaaid utiliaa repetidamente en te discurso dilogos imaginarios de posibles personas lav cuales o rnen dificultades u objeciones en la es pe;.

  • *4 SOBEN KIKKKF.P.AAB0

    ITay pues un deseo como el que nuestro hombre perplejo busca; l lo puede dirigir a otro con todo su corazn, con toda su fuerza, con toda su alma y persistir en desearlo siempre ms profundamente a medida que su amor se vuelve ms profundo. ste sera el deseo que 61 podra hacer.

    Si un hombre viniera a decirle a otro: con frecuencia he escuchado glorificara la fe c o m el ms magnfico de los bienes; pero o siento, no lo poseo; la confusin de mi vida, mi espritu distrado, mis numerosas preocupaciones y tantas otras cosas, todo eso me perturba; sin embargo, s que no tengo otro deseo que tener fe. Si su interlocutor es benevolente le responder: Es un bello y piadoso deseo al cual t no debes renunciur y terminar por cumplirse Nuestro hombre amar este lenguaje y lo escuchar con placer, ya que amamos a todo aquel que nos habla de la realizacin de nuestros deseas. Pero el tiempo [jasa sin resultado. Entonces nuestro hombre va a encontrar un tercero al cual l confa tambin sus preocupaciones y su deseo. ste lo m ira seriamente y le responde: cmo puedes estar en un error .'.entejante; no slo tienes un bello y piadoso deseo, al cual no es necesario renunciar a ningn precio, sino que ests mucho ms cerca de su realizacin de o que t crees; as tu deber es obtener la- fe; y si t no la tienes, es tu culpa y adunas un pecado.

    Este lenguaje llena de estupefaccin a nuestro hombre, III 19 quien posiblemente pensar: la fe no zs pues tan mag

    nfica como se dice, porque sera absurdo obtenerla tan f cilmente. Recorremos el mundo en busca Je otros bienes, y stos estn escoiulidos bastante lejos, en un lugar a donde no se llega sin afrontar grandes peligros. O. si no es ste el caso, su adquisicin es como el agua de ia fuente de Bet- hesda en donde, dice la Escrum /1 un ngel descenda de vez en cuando para mover el agua y el primero que llegaba ah era el feliz privilegiado.* Con la fe, sin embargo, con el ms alto bien no debera ser al contrario, que obtenerla no implique ninguna dificultad? Mientras tanto nuestro hombre no sabr detener sus pensamientos; y recuperado de su asombro se d in sin duda: *sin

    KN LA KXPKKA lK LA FE

    embargo, tiene razn; l ha dejado hablar a su corazn y ha sostenido un lenguaje pleno de energa y de sentido, es asi como se necesita hablar a. alguien; ya que es en vano desear.>' De esta forma, con toda sencillez el reaccionar en su interior; y cada vez que su alma tenga ganas de reposar sobre un deseo, la llamar y le dir: "No hace falta desear, t lo sabes bien. Posteriormente, cuando su alma 5C llene de angustia, la llamar otra vez y le d ir :^ * tienes angustia es que deseas, porque la angustia es la forma del deseo y, t o sabes bien, t no debes desear. V despus, cuando est al borde de la desesperacin suspirar: yo no puedo; todos los otros pueden pero yo no. Oh! iSi nunca hubiera yo escuchado esta palabra; si me hubieron dejado continuar mi camino tranquilamente con mi tristeza y mi deseo!" Luego llamar a su alma y le dir: Ahora ests actuando con astucia; dices que t deseas y haces como si se tratara de una cosa exterior

  • if. SOR EN KU5RKEGAARD

    a aquellos que se bastan a s mismos desde el principioo a quienes tienen la suerte de ingresar en las escudas de las grandes eminencias. Pero nosotros, querido oyente, nosotros que somos tan insignificantes como para contarnos entre semejantes discpulos, qu podemos decir? Si alguno afirmara: "Cuando los hombres me rechazaron con desdn me volv hacia Dios. El se convirti en mi maestro y ah reside mi felicidad, mi dicha, mi orgullo." Acaso este lenguaje sera menos bello? No

    ~ obstan te, cualquier hombre puede atreverse a decir esto, puede decirlo de verdad, y cuando no lo dice sinceramente no significa que su pensamiento sea falso,

    i sino que lo deforma^ Cualquier hombre puede atreverse a decir eso, as tenga la frente casi plana como la de los animales o ms ulanamente abombada que la bveda celeste; as extienda su brazo dominador sobre provincias y reinos o tienda su mano para recoger las migajas que caen de la mesa del rico;7 as lo obedezcan miles de hombres con un simple gesto suyo o que no llame la atencin de absolutamente nadie; as sus labios desborden elocuencia o no emitan ms que un sonido incomprensible; as sea un hombre vigoroso retando la tempestad o se trate de la mujer indefensa que busca

    i- resguardarse de la to rm entare so, querido oyente, no , cambia absolutamente nada. Cualquier hombre puede

    decir eso cuando tiene fe; porque precisamente sta es L i a grandeza de la fe!jY t, oyente, la conoces y no te

    asustas cuando la mencionan, como si al nombrarla te la quitaran, como si no probaras la felicidad ms que en el momento de compartirla. O acaso es que no la conoces? Seras entonces, por desgracia, muy desdichado. No podras ni siquiera afligirte y decir: el dispensador de todo bien ha pasado en mi puerta de frente no podras afligirte y decir: ula tempestad- y las tormentas me la han q u i ta d o porque el dispensador de todo bien no pas a tu puerta de frente ni la tempestad y las tormentas te la quitaron porque no pueden hacerlo.

    Hay entonces un deseo exactamente igual al que busca nuestro hombre perplejo, que a estas alturas

    7 Cfr. Mt. XV, 27. Le.XVI, 21.

    EN LA ESPERA DE LA FE 47

    ya no conoce el desconcierto. Pcroi surge una nueva dificultad, porque aunque vi de inmediato que ese bien

    III 21 poda obtenerlo l mismo desendolo y por esto se sen ta menos preocupado, sin embargo, no poda darlo al otro desendoselo; el otro no poda ampararse de l ms que desendolo l mismo. Nuestro hombre se vi entonces obligado a abandonarlo a su suerte, a dejarlo consigo mismo; su deseo permaneca impotente como antes, aunque sa no era su intencin.i H ubiera^ querido justamente hacer todo por l. ya que cuando se formula un deseo para otro, no se necesita la cooperacin de esa persona, de hecho as pensaba nuestro hombre perplejo. De cierta manera, quera decirle al ser que amaba: Queda en paz y no te preocupes por nada; 110 tienes nada ms que hacer que estar feliz, satisfecho y contento por todo el bienestar que te deseo, seguir desendolo y no me cansar nunca de hacerlo. Tocar al Dios de Bondad, dispensador de lodo bien; lo tocar con mis resos y tendrs lodo eso. Pero i. al querer nombrar cada bien individual, lo consider tan dudoso que no se atrevi a. deserselo al otro; y al encontrar i finalmente lo que buscaba, lo que quisiera desear con toda confianza, iesto se sustraa a cualquier deseo!]

    Nuestro hombre estaba de nuevo perplejo, de nue-' vo era presa de las preocupaciones, de nuevo era prisionero de una dificultad. No es acaso la vida nada ms que una contradiccin? Puede el amor aportar alguna explicacin, o slo la vuelve an ms difcil? No poda soportar esta idea, le haca falta encontrar una alternativa. Su amor deba tener algo de falsedad. E n tendi que por ms que hubiera amado al otro profundamente, eso no haba sido suficiente; ya que jsi con sus deseos le hubiera podido procurar el mayor bienestar y aun hasta el bienestar supremo: la fe, hubiera justam ente hecho de l un ser imperfecto. Desde entonces, le pareci que la fe era ms magnfica aun por el hecho de que ningn hombre poda darla a otro; en efecto, lo que hay de ms elevado, de ms noble, de ms sagrado en cualquier hombre, es propio de l y todo ser humano lo tiene si as lo desea; y en l est la grandeza de la fe que no puede obtenerse ms que bajo_

  • 48 K0 R U N K I E R K K A A R D

    esta condicin; es tambin el nico bien imprescindible puesto que slo se le puede tener a condicin de adquirirlo sin cesar y no se le adquiere ms que produ

    c in d o lo constantemente.;Ahora bien, he aqu que nuestro hombre perplejo

    se tranquiliza, pero tal vez el cambio se produjo dentro de l, o quiz en aquel por cuyo bienestar tanto se preocupaba, en su relacin recproca, separados por el hecho de que uno de ellos haba, por as decirlo, retomado sus derechos permaneciendo el otro dentro de sus lmites. Sus vidas tenan ms significado que antes, pero se haban vuelto como extraos. Su corazn,

    III 22 que no haca mucho estaba lleno de deseos, ahora se haba vuelto pobre; su mano, tan presta a socorrer, haba aprendido a quedarse tranquila puesto que, lo saba, no era de ninguna ayuda.. Haba conocido la verdad, I>ero sta no lo haba vuelto feliz. La vida le parece pues una contradiccin que la verdad no puede explicar sino slo volverla ms dolorosa; porque entre ms claramente se le presentaba, ms apartado se senta, claudicando en su relacin con el otro. Sin embargo, no poda desear que la verdad no fuese verdadera, no poda desear no haberla conocido aunque los hubiese separado para la eternidad y aunque ni la muerte misma los hubiese po-

    Ldido separar de esa manera.; No poda soportar este sentimiento, le haca falta encontrar una explicacin, y comprendi entonces que su relacin con el otro haba adquirido ahora su verdadero significado.

    Si con mi deseo o con mis regalos hubiera podido proporcionarle el bienestar supremo, tambin hubiera podido quitrselo, aunque no tenia por qu temer un gesto semejante; peor todava, teniendo ese poder le hubiera quitado ese bien al momento mismo de drselo, porque al mismo tiempo que se lo daba se lo estaba, quitando. No hay, en efecto, nada ms grande que podrselo dar a uno mismo. \ Tambin le doy gracias a Dios de no haberlo podido dar. M i amor perdi su preocupacin y gan en felicidad, porque s que ni todos mis esfuerzos hubieran podido asegurarle ese bienestar de una manera tan segura como por s mismo adems no tendr que agradecrmelo y no porque lo dispense, sino porque no me debe absolulatnenle nada. Sentira yo menos fe

    KS LA E8PERA DK LA FE 49

    licidad por l, sera yo menos dichoso al verlo poseer el ms preciado de todos los bienes? Oh, no! M i alegra no sera sino ms grande; porque si algo me debiera vuestras relaciones se veran afectadas por ello. Y ,ji no posee ese bien, puedo serle an de gran ayuda, porque acompaar su 1 pensamiento y lo forzar a entender en dnde est, el bienestar supremo; le impedir que se le escape hacia un lugar oculto, de tal modo que l no se confunda sobre si es capaz o no de alcanzarlo; con l, expondr a la luz cualquier duda hasta que. si no posee ese bien, no le quede ms que el siguiente argumento para explicar su desdicha: no lo quiero; no podr soportar esto y entonces lo adquirir. Por otra parte, si la posee celebrar con l la grandeza de la fe. y suponiendo que j io la tenga, lo empujar a querer poseerla.. As, ese da, el primero del ao, cuando el pensamiento acerca del futuro nos ofrezca la tentacin de mltiples posibilidades, le ensear queen la fe tiene la nica

    III23 fuerza capaz de vencer al porvenir ^le hablar de la espera_ de la fe.

    Y nosotros, querido oyente, haremos lo propio conservndonos en esta circunstancia y en ocasin de esta fiesta en

    la espera de la f e

    Hablando de la espera de la fe, hablamos tambin de la espera en general. Cuando hablamos de espera nos dirigimos naturalm ente a aquellos que esperan algo, pero los que estn en la espera estn llenos de gozo y de alegra. Es a ellos entonces a quienes hay que dirigirse en estos lugares santos; o ms bien a los desdichados, a los que ya arreglaron cuentas con la vida y no esperan nada ms de ella? Sin duda, es a ellos a quienes nos dirigiramos si nuestra voz pudiera alcanzarlos. Habra entonces que decirles que encontraron as una sabidura muy miserable, que es demasiado sencillo endurecer el corazn; habra que arrancarles ese cojn de pereza sobre el cual se dejan caer ociosos y

    8 Este pasaje, como muchos otros, evoca las relaciones de Kierkegaarrl con Regina Olsen, cfr. Pap. IV A 79

  • ;,0 SOUKN KIKRKKttAAKtf

    somnolientos durante sus vidas; debera decrseles que han obtenido en la vida una orgullosa distincin, que mientras los otros no importa cun felices o cun desdichados sean en este mundo siempre estn listos para poner en manos de Dios la cuenta final, que mientras los otros admiten que en el da del juicio no sern capaces para responder a una de mil;0 ellos, por el contrario, s reservaron un crdito justificado ante la vida, aunque nunca liquidado, un crdito que a su tiempo dar intereses difciles de agotar, pero no para ellos. En estos trminos hay que dirigirse a ellos. Sin embargo, preferimos hablar a aquellos que an permanecen en la espera.

    Los que esperan son, sin duda, los ms numerosos aqu abajo, de igual manera su espera puede ser tan diversa que hablamos muy difcilmente de ellos. Sin embargo,L todos tienen esto en comn: esperan algo, porque la espera y el porvenir son dos nociones inseparables. El que espera algo se preocupa por el futuro, pero tal vez no convenga preocuparse por eso; la queja t.an frecuentemente oda de que los hombres olvidan el presente para pensar en el futuro est quiz bien fun- damentada_.j No negaremos que ste ha sido el caso en el mundo, aunque sea menos frecuente en nuestra

    ( poca. R ecordarem os tam bin quer a g randeza del ii 24 hombre, la prueba de su origen divino, es precisamente

    el poderse preocupar; porque si no hubiera futuro, tampoco habra pasado, y si no hubiera futuro ni pasado el hombre sera dominado como el animal, su frente se inclinara hacia el suelo, su alma sera una prisionera al servicio del m om entq.jEn esas condiciones, no querramos en absoluto vivir para el presente y seguramente no es en este sentido que lo entedemos cuando postulamos a esta vida como la mejor. Pero, dnde establecer el limite? J.hasta qu punto nos atreveremos a preocuparnos por el futuro? La respuesta es sencilla: cuando lo hayamos vencido, slo entonces seremos capaces de retornar al presente, y slo entonces nuestras vidas encontrarn significado en l.

    g Cfr. Iob. DC. 3.

    E N IiA E S P E R A 1*E L A F E 51

    Sin embargo, esto parece imposible; el futuro lo es todo, el presente no es ms que una parte; cmo es que se podr vencer este todo an antes de haber llegado a la prim era parte? cmo podremos, a partir de esta victoria, regresar a lo que la precede? acaso el pensamiento no plantea un problema fuera de tiempo? En absoluto. Sucede exactamente como lo acabamos de decir, porque si no, no nos atreveramos a preconizar todas las preocupaciones que conciernen al porvenir.

    I La vida de la persona que renuncia totalm ente al por-~ venir se hace ms fuerte en el presente slo de manera indigna, y el que no vence al futuro no tiene sino un enemigo ms para debilitarlo en su lucha contra el presente. De esta forma primero hay que triunfar para tener, en el presente, una vida sana y fuerte.

    La facultad de ocuparse del futuro es un signo de nobleza en el hombre; nada ennoblece tanto como luchar contra el porvenir./ Aquel que lucha contra el presente lucha contra algo especfico contra lo cual puede desplegar todo su poder. Si entonces un hombre no tuviera otro objeto de lucha podra salir victorioso toda la vida, sin por ello aprender a conocerse a s mismo o a conocer su fuerza. Aquel que combate con el futuro tiene un enemigo ms peligroso; no puede ignorarse a s mismo, ya que combate consigo mismo. Tal enemigo no es el futuro; ste saca su fuerza del hombre y cuando se la ha quitado, se le aparece exteriormente como si fuese el enemigo que debe afrontar. Ln hombre puede esforzarse en ser fuerte, nadie puede ser ms fuerte que s m isrmv As podemos ver a menudo en la vida, a los que salieron victoriosos de todos los combates caer en la impotencia en cuanto se las tienen que ver con un futuro enemigo, su brazo se paraliza, cuando tal vez estaban acostumbrados a re ta r al m undo entero, ahora tienen como enemigo a un fantasm a brumoso capaz de atem orizarlos. P u ed e se r p o r e s to p o r lo que f re c u e n te m e n te ,

    iu 25 aquellos a quienes Dios llamaba para probarlos en la lucha, terrible combate ante los ojos de los hombres, haban salido ya de una lucha an peor; es por ello, tal

  • S i SORF.X KIERKEGAAKD

    vez, que en pleno combate se les vio sonrer al pensar en la lucha invisible que ya haban librado.

    El mundo los admir; se crey que haban triunfado en la lucha ms peligrosa; sin embargo, era para ellos un simple juego comparada con la que ya haban sostenido sin que nadie fuera testigo. Y si es natural que el ms grande triunfe al pelear con ms dbiles, es natural tambin que ningn hombre sea ms fuerte que si mismo. Entonces, cuando un hombre lucha contra el porvenir, aprende que por muy fuerte que sea, se trata de un enemigo ms fuerte que l, y es l mismo; un enemigo al que no puede vencer por s mismo y que es l mismo^

    Pero por qu decimos que esta lucha con el futuro es tan peligrosa? P a r a l ven es o viejos, como todos

    hemos vivido un poco, el futuro no es del todo desconocido, porque no hay nada nuevo bajo el sol, 10 el futuro es un poco el pasado. Jvenes o viejos tenemos todos alguna experiencia; nos cubriremos con ella, seguiremos las huellas de la conjetura y haremos de la hiptesis nuestro gua; venceremos al futuro con la fuerza de la conclusin; y con este tipo de armas lo enfrentaremos con franco valor. Y es bueno que el hombre est armado cuando se prepara a pelear y mejor an si est armado siguiendo las exigencias del comba-

    | te. Si un hombre que iniciara la lucha en un campo de carreras se cubriera con una pesada arm adura estara, sin duda, armado, pero su arm adura no 1c aportara ningn beneficio. No es acaso la misma situacin para las armas de aquel que inicia una lucha contra el

    -porvenir? Porquera experiencia es un amigo de lengua bfida que unas veces dice una cosa y otras otra; y la hiptesis es un gua engaoso que nos abandona en el momento en que ms se le necesita; la conjetura tiene la mirada nublada y no ve muy lejos; y la conclusin es un nudo corredizo que nos atrapa ms a nosotros mismos que a ninguna o tra cosa. Estas armas son, de hecho, difciles de manejar, porque mientras que el alma experimenta no permanece insensible a esa experiencia, el miedo acompafia a la hiptesis, la angustia a

    10 Ecd. I. 9.

    EX LA ESPER A DE LA FE 5*--j

    la conjetura y la inquietud a la conclusin. Estbamos pues bien armados cubrindonos con la experiencia, ms no para la lucha que bamos a enfrentar: la lucha con el porvenir; tratamos de transformarlo en algo presente e individual; pero el porvenir no es algo individual sino el todo.;

    Cmo tendremos entonces que afrontar el futuro? Cuando un marino est en alta mar y cuando todo cambia a su alrededor, cuando las olas nacen y mueren, no clava su m irada en las olas, porque cam bian. M ira las

    III 20 estrellas. Por qu? Porque ellas son fieles; as eran para nuestros padres y as lo sern para las generaciones futuras; as son ahora. Entonces,j_cmo triunfar sobre el cambio? Por medio de lo eterno. Se puede triunfar sobre el porvenir gracias a lo eterno que es su fondo y que perm ite tambin sondearlo.

    Y ahora, cul es la fuerza que en el hombre es eterna? Es la fe. Y cul es la espera de la fe? La victoria o como lo dicen las Escrituras, en trminos tan conmovedores dentro de su gravedad, todas las cosas cooperan al bien de aquellos que aman a Dios. li Pero una espera del porvenir donde esperamos la victoria ha vencido al porvenir; el creyente ha acabado pues con el futuro antes de i empezar con el presente, puesto que lo que se ha conquistado ya no puede inquietar y esta victoria no puede sino dar ms fuerza para la accin presente.

    La espera de la fe es entonces una victoria!/El es- I pritu dichoso que no ha probado an las vicisitudes de la vida, que no ha sido educado en la escuela re la tristeza, ni formado segn la equvoca sabidura de la experiencia, aprueba de todo corazn esta espera; porque espera la victoria en todo, en todas las luchas y en todas las tentaciones, o ms bien, espera triunfar sin luchar. No deseamos revestir la severa apariencia de aquel que pretende detener al joven en su camino, pensaremos ms bien consolarlo cuando haya descubierto que esta espera, por ms bella que sea, no era la de la fe; lo exhortamos ms bien a luchar cuando se siente sin fuerzas; dejaremos ms bien que la victoria le son-

    11 Rom. VIII, 28.

  • m SOBEN KIKRKKUAARD

    ra cuando lo crea todo perdido. Pero el espritu triste por el contrario, habiendo secado apenas sus lgrimas regadas sobre la prdida del presente, le da otra forma al porvenir, y el porvenir es ligero y difcil de atrapar, ms maleable que el barro, de manera que cada uno le

    ~da la forma que corresponde a la suya.jEl espritu triste no espera vencer, ha resentido muy profundamente SU prdida; y an si pcrtencce al pasado se lo lleva consigo, espera que el tiempo por venir le conceda al menos la paz suficiente para ocuparse silenciosamente

    _de su d o lo r jEl hombre con experiencia desaprueba tanto uno como

    otro. Cuando se poseen casi todos los bienes que uno puede desear se debe esperar que las preocupaciones de la vida visiten tambin el hogar del hombre dichoso; cuando se ha perdido todo, hay que pensar que el ticmjK) esconde

    LL127 m s de un valioso remedio para el alma enferma, que el porvenir, al igual que una madre amorosa, guarda

    -herm osos regalos;Ln la felicidad se debe tambin esperar hasta cierto punto la desgracia y en la desgracia la

    _felicidadj El hombre con experiencia tampoco habl en vano, porque el espritu alegre que no es frvolo y el espritu preocupado que no est desesperado escucharn ambos de buen grado sus palabras; ambos aceptan de buen grado que gue sus vidas. E l hombre dichoso piensa bien en los bienes que posee, piensa que podra perder algunos de ellos sin perder tambin su felicidad, y de otros bienes piensa que puede recuperarlos fcilmenle;Lnicamcntc hay un bien particular que no puede perder sin perder su felicidad, no puede renun

    c ia r a l a medias sin renunciar to taln ientej Est entonces dispuesto a perder sus bienes y de esa forma, siguiendo el consejo del hombre de experiencia, preparado hasta cierto punto a la desgracia. Sin embargo, nuestro hombre de experiencia dijo, hasta cierto punt o Estas palabras no pueden aplicarse de igual manera a ese bien nico, ya que no se puede perder sin perder tambin su felicidad; no puede perderlo hasta cierto punto sin perderlo totalm ente. El hombre de experiencia se opone a cambiar el sentido a sus palabras que repite imperturbablemente; le deja a aquel

    EN LA ESPKHA )F. LA PF. 53

    que lo toma como gua el cuidado de explicarlas y de emplearlas. Y he aqu al hombre dichoso y al espritu angustiado igualmente perplejos. Este "hasta cierto punto", que debera ser la frase clave, lo embauca y le aplica un poder de coaccin; la frase resuena siempre en sus odos, pero sin compasin; poco le importan sus esfuerzos por comprender el sentido, no escucha cuando le piden una explicacin. La experiencia, que se supona los guiara, siembra la duda; las palabras del hombre de experiencia eran palabras falaces.

    El creyente dice por el contrario; espero la victoria; stas tampoco son palabras vanas, porque el hombre dichoso que no es frvolo, el espritu angustiado que no est desesperado, escuchan sus palabras de buen grado. La felicidad regresa al espritu gozoso, la victoria es su espera, la victoria en todas las luchas y en todas las tentaciones; porque la experiencia le ha enseado que puede ser una cuestin de lucha. Sin embargo, gracias a la fe espera salir victorioso de todas ellas; se detiene slo por un instante: Es demasiado dice, es imposible: la vida no puede ser tan bella; aunque exista una juventud tan rica en su suprema felicidad, esto es ms que la ms dichosa esperanza de la juventud, Sin duda, existe todava ms que la ms dichosa esperanza de la juventud, y sin embargo es as, aunque un poco distinto de lo que piensa. Habla de innumerables victorias, pero la fe no espera ms que una, o mejor dicho: espera vencer. Si un hombre, que ha aprendido la enseanza de una doctrina capaz de darle a cada uno lo necesario, dijera entonces: "Es

    m 2 8 imposible, todo lo que es necesario para un hombre! como yo por ejemplo toda esa infinidad de cosas que me son necesarias!' Si se remitiera a las Sagradas E scrituras, se le puede garantizar de manera legtima que encontrara ah todo lo necesario, y sin embargo al buscarlo, ste vera la realidad de manera diferente de como la haba imaginado. Las Escrituras dicen: Muna sola cosa es necesaria.'2 Lo mismo pasa con la fe. Cuando se habla de m ltiples victorias, se es como

    Le. X, 4 2 .

  • 56 80REN KTFRKBGAAHT>

    aquel para quien muchas cosas son necesarias- Una sola cosa es necesaria y la fe espera la victoria.

    Pero el creyente espera la victoria y es por ello que est dichoso y lleno de franco valor, y cmo no estarlo si espera la victoria! Sin embargo, percibo una voz que sin duda reconoces t tambin querido oyente. Dice: "Es bueno escuchar todo esto son frases bellas y palabras

    fuertes, pero en realidad la seriedad de la vida tos ensea otra cosa." A lo que podemos responder: iQu te ha enseado pues la seriedad de la vida, a ti que hablas de esa manera? Te ense, no es as? que tus deseos no fueron cumplidos, que tus exigencias no fueron satisfechas, que tus caprichos no fueron obedecidos ni tus apetitos saciados. Eso es lo que te ha enseado, todo eso de lo que nunca hablamos; adems su boca fraudulenta te ha enseado a venir en auxilio de los hombres, a sacar de sus corazones la fe y la confianza y a hacerlo en nombre de esta seriedad. Por qu te ha enseado eso? Acaso no poda haberte enseado otra cosa?

    "[Cuando los hombres aprenden de la vida cosas diferentes, eso puede deberse a que han vivido experiencias diferentes, pero tambin puede deberse a que ellos mismos

    [_son diferentesj Si educramos a dos nios de la misma forma y se les hiciera participar siempre en las mismas cosas, de manera que recibieran siempre juntos las mismas felicitaciones, los mismos regaos y las mismas correcciones; sin embargo, podran aprender cosas mucho muy diferentes; porque uno podra aprcnccr con cada felicitacin a no vanagloriarse, con cada regao a recibir con humildad la reprimenda, con cada correccin a aceptar que el dolor lo cure; el otro podra aprender, con cada felicitacin la vanidad, con cada regao la exasperacin y con cada correccin a acumular una vi-

    *^da brutal. Lo mismo sucede contigo. ij>i amaras a los hombres, la seriedad de la vida te habra enseado qui-

    I. zas a no alzar la voz sino a callarte^y al estar en ci m ar sin divisar tierra alguna a, por lo menos, no decrselo a los dems; quizs te habra enseado a sonrer al

    III 29 menos por el mismo espacio de tiempo en que, segn t, alguien buscaba en tu rostro una explicacin, un testimonio. La vida te habra dado tal vez la melanc-

    EN LA E8PBBA DE LA "FE 57

    lica alegra de ver a otros triunfar ah donde t fallaste, el consuelo de haber hecho tu mejor esfuerzo, ahogando en tu corazn el grito de angustia que hubiera podido perturbarlos. Por qu no aprendiste eso? Como no lo hiciste, no podemos tomar en cuenta tus palabras. |N o te culpamos por dudar, porque la duda es" una pasin prfida y puede ser sin duda muy difcil no caer en sus trampas. Simplemente le pedimos a aquel que duda que calle. Seguramente se habr dado cuenta de que la duda no lo hizo feliz, por que entonces com partir con los dems aquello que puede volverlos igualmente desdichados? Y qu gana l haciendo esta confidencia? Se pierde a si mismo, cuando podra quizs encontrar el descanso callando, prefiriendo cargar en el silencio su sufrimiento solitario, en lugar de alzar la voz para hacerse importante ante los ojos de los hombres, buscando el honor y la distincin que tantos anhelan: dudar o por lo menos haber dudado. La duda es una pasin profunda y desleal, pero aquel en cuya alma no se arraig lo suficiente como para enmudecer, no la posee ms que por simulacin; asimismo, sus palabras no slo son falsas en s mismas, sino sobre Lodo en su bocaj Es por eso que no tomaremos en cuenta_ para nada a este hombre.

    As pues, la espera de la fe es victoria. La duda venida de fuera no la confunde, porque se cubre de vergenza al hablar. Pero la duda es prfida, sorprende al hombre con sus senderos secretos, y cuando la fe espera la victoria le secretea que esa espera es decepcionante. Una espe