la princesa que creia en cuentos de hada - marcia grad powers

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Marcia Grad Powers

La Princesa QueCreía En Los

Cuentos De Hadas

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Marcia Grad Powers, 2003.

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1ALGÚN DÍA LLEGARÁ MI

PRÍNCIPE

Érase una vez una princesita delicada decabellos dorados, llamada Victoria, quecreía de todo corazón en los cuentoshadas y en la eterna felicidad de lasprincesas. Tenia una fe absoluta en la

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magia de los sabios, en el triunfo delbien sobre el mal y en el poderoso amorcapaz de conquistarlo todo. En realidad,toda una filosofía basada en la sabiduríade los cuentos de hadas.

Uno de sus primeros recuerdos de lainfancia eran sus baños de espuma, quele daban una apariencia cálida ysonrosada, tras los cuales se acurrucababajo su edredón de plumas rosa entre unmontón de suaves almohadas dispuesta aescuchar las historias sobre hermosasdoncellas en peligro que le leía la reinaantes de dormir. Vestidas con andrajos obajo el hechizo de un sueño de cienaños, cautivas en una torre o víctimas deuna catástrofe, siempre conseguían las

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rubias doncellas ser rescatadas por unpríncipe valiente, apuesto y encantador.La princesita memorizaba cada palabraque su madre pronunciaba y, noche trasnoche, se quedaba dormida tejiendomaravillosos cuentos de hadas en suimaginación.

-¿Algún día llegará mi príncipe?, - lepreguntó una noche a la reina abriendosus maravillosos ojos ámbar llenos deasombro e inocencia.

-SI, cariño - le contestó la reina- , algúndía.

-¿Y será alto, fuerte, valiente, apuesto yencantador?, - le preguntó la princesita.

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- Desde luego que sí. Tal y como lo hassoñado e incluso más, pues será la luzde tu vida y tu razón de ser, ya que asíestá escrito.

-¿Y viviremos felices para siemprecomo en los cuentos de hadas?, - levolvió a preguntar como si estuvierasoñando, inclinando la cabeza yapoyando las manos en la mejilla.

La reina, acariciando el pelo de laprincesita con suavidad y cariño, lecontestó:

- Igual que en los cuentos de hadas. Yahora a dormir, que ya es hora. - Le dioun cálido beso en la frente y se marchóde la habitación, cerrando la puerta con

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gran sigilo.

- Ya puedes salir, no hay peligro, -susurró la princesita inclinándose a unlado de la cama y levantando uno de susvolantes para que Timothy VandenbergIII pudiera salir de su escondite -.Venga, chico, - le dijo.

Su peludo amiguito saltó a la cama y fuea ocupar su sitio de costumbre junto aella. En realidad, no se parecía aTimothy Vandenberg III sino a un chuchocorriente, aunque la princesita lo amabacomo si se tratara del más regio de losperros de la Corona. Le dio un efusivoabrazo y de ese modo, felices ycontentos, se quedaron dormidos.

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Cada día la princesita se maquillaba conlos coloretes de la reina, se vestía conuno de sus trajes de noche y se ponía suszapatos de tacón, imaginándose que eranzapatos de cristal. Arrastrando por elsuelo la enorme falda, se paseaba por lahabitación moviendo las pestañas concoquetería, mirando con dulzura ydiciendo:

- Siempre he sabido que vendrías, miquerido príncipe. En verdad, sería parami un gran honor ser tu esposa. - Luego,representaba las escenas de rescate desu cuento de hadas favorito, recitandolas estrofas de memoria.

La princesita se preparaba con gran afánantes de la llegada de su príncipe y

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nunca se cansaba de interpretar su papel.A los siete años, sabía mover laspestañas, mirar de forma coqueta yaceptar propuestas de matrimonio a laperfección.

Durante la cena, y tras haber formuladola princesita su deseo en secreto y haberapagado las velas de su tarta decumpleaños rellena con dulce dechocolate, la reina se levantó y leentregó un paquete envuelto con granesmero.

- Tu padre y yo pensamos que tienes yaedad suficiente como para apreciar esteregalo tan especial. Ha pasado demadres a hijas durante muchas

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generaciones y yo tenía tu misma edadcuando mi madre me lo entregó el día demi cumpleaños. Esperamos que un día tútambién puedas dárselo a tu hija.

La reina puso el paquete en las manos desu hija, quien, con gran expectación,desató la cinta y el lazo aunque sinprecipitarse, pues así podría, siguiendosu costumbre, añadirlos intactos a sucolección. Después, quitó el papel quelo envolvía sin romperlo y dejó aldescubierto una antigua caja de músicacon dos estatuillas en la parte superiorque representaban a una elegante parejaen posición de vals.

-¡Oh, mira - exclamó rozando con susdedos las estatuillas-, es una doncella

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rubia con su príncipe!

- Ponla en marcha, princesa, -dijo el rey.

Con cuidado de no darle demasiadofuerte, giró la pequeña llave y, alinstante, el campanilleo de lac a nc i ó n: «Algún día llegará mipríncipe» se extendió por la habitacióny la elegante pareja comenzó a darvueltas y más vueltas.

-¡Mi canción favorita --exclamó laprincesita.

La reina estaba encantada:

- Es un presagio de tu futuro. Una pruebade lo que va a ocurrir.

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- Me gusta mucho - contestó laprincesita fascinada por la música y lasestatuillas-, ¡gracias!, ¡gracias!

Victoria sólo esperaba el momento desubir a su habitación esa noche parajugar a solas con la caja de música y, ala vez, para poder hablar y compartirsus sueños con Vicky, su mejor amiga,aunque el rey y la reina insistieran endecirle que era imaginaria.

-¡Date prisa, Victoria! - le dijo Vickycon gran excitación tan pronto como secerró la puerta-, ¡ponla en marcha!

-Ya voy, -contestó Victoria, poniendo lacaja de música en su mesilla y haciendogirar la llave.

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Vicky comenzó a tararear «Algún díallegará mi príncipe» mientras su músicallenaba toda la habitación.

-Venga, Victoria, vamos a bailar,- ledijo.

-No sé si deberíamos hacerlo, creoque...

-Piensas demasiado. ¡Venga!

La princesita se colocó delante del granespejo de bronce situado en una esquinade su habitación blanca y rosa. Siempreque se miraba en él, el reflejo que ledevolvía le hacía sentirse tan bonita quele daban ganas de bailar. En eseinstante, con la música de fondo, no

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pudo resistirlo. Comenzó a dar vueltascon gran elegancia a un lado y a otro,inclinándose hacia abajo y hacia arribaen una espiral mientras se dejaba llevarpor un sentimiento que procedía de lomás profundo de su ser. TimothyVándenberg III bailaba también, a sumanera, jugueteando y dando vueltas sincesar.

La sirvienta entró a preparar la camacomo era su deber, pero se lo estabapasando tan bien mientras la veía bailarcon tanta alegría, que le costó más de lohabitual terminar su tarea.

De repente, la reina apareció por lapuerta. La sirvienta no supo cómoreaccionar pues la había descubierto

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contemplando a la princesita en vez deatender a sus obligaciones.

Timothy, sintiendo al instante lapresencia de la reina, se escondiódebajo de la cama para ponerse a salvo.

Sin embargo, tan concentrada estaba laprincesita con su baile que no se diocuenta de la presencia de la reina hastaque le oyó decir a la sirvienta que seretirase. Se quedó paralizada en mediode uno de sus mejores giros.

-De verdad, Victoria -dijo la reina-,¿cómo has podido hacer algo tanindecoroso?

La princesita se sintió humillada. ¿Cómo

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podía ser tan malo algo tan maravilloso?se preguntaba.

-Si deseas bailar -le dijo la reina-,debes aprender a hacerlo bien. ElEstudio Real de Teatro cuenta conmagníficos instructores de ballet, unaactividad mucho más digna que moversede un lado para otro sacudiendo losbrazos igual que una humilde plebeya ydelante de uno de ellos, ¡ni más nimenos!

En ese momento, la princesita seprometió a sí misma no volver a bailarsu canción «Algún día llegará mipríncipe» delante de nadie más en todasu vida, salvo en presencia de Timothypues él era diferente. Desde que se lo

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encontró merodeando por losalrededores de palacio, hambriento yabandonado, le había confiado sus másíntimos secretos y él siempre le habíacorrespondido con cariño, a diferenciade otras personas que conocía.

La reina se calmó y se quedó a hacercompañía a su hija mientras se bañabaesa noche. Le ayudó a ponerse sucamisón lila de mangas abultadas yluego se sentó a su lado en la gran camacon dosel de encaje blanco.

Cogió el libro de cuentos de hadas queestaba encima de la mesilla y comenzó aleer en voz alta.

Muy pronto la princesita se vio de nuevo

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envuelta en el mundo mágico de laeterna felicidad. Se acomodóplácidamente, y el incidente anterior quetanto le había desconcertado se borró desu mente por completo.

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2 LA PRINCESITA Y EL

CÓDIGO REAL

La princesita paseaba por el estrecho ysinuoso sendero del jardín del palacio,intentando sostener una cesta en la quellevaba tres pequeños tiestos dehermosas rosas rojas, una paleta, unosfertilizantes, unos guantes de jardinería,

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una pequeña regadera y una gran toallade lino del palacio. A su paso, loscapullos de rosas y las flores dediversos colores, brillantes, rosas,blancas y amarillas, abrían sus nuevospétalos hacia el sol con gran delicadeza,y su perfume llegaba hasta las copas delos árboles. Su alegre corazón cantabamientras de rodillas colocaba la toallajunto a un montón de tierra ya preparadapara ser plantada. El jardinero depalacio le había enseñado muy bien suoficio y sabía cuál era su tarea. Y así lohizo sin mancharse apenas su blancodelantal.

Era tal la dulzura de su canto que, antesde colocar la primera planta en la tierra,

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los pájaros de los árboles, sintiéndoseatraídos, se atrevieron a cantar alunísono con ella.

Una vez terminada su labor, regresó apalacio seguida por los pájaros mientrasinvadía con su melodía el vestíbulo real.

Era tan grande la algarabía y el gorjeo,que la princesita no oyó al rey que salíapor una puerta cercana al enormevestíbulo.

-Victoria -dijo con tono de enfadomientras se dirigía hacia ella-, deja dearmar tanto alboroto ahora mismo.

¿No hemos hablado ya muchas veces deello? ¡Es que no me escuchas!

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La princesita se quedó paralizada ante lasúbita presencia del rey.

-Lo siento, papá - dijo con grannerviosismo elevando la voz por encimadel gorjeo y del trino de los pájaros-,lamento que mi canto sea...

-Para los pájaros -le contestó-. Y muybien pueden dar fe de ello esasinfernales criaturas que se posan en elsuelo y vuelan de acá para allá, saliendoy entrando por las ventanas del palacio ycausando un gran alboroto cada vez quecomienzas a cantar esas tonterías. -Sacudió los brazos para ahuyentar a lospájaros-. ¡Sácalos de aquí de una vez!Estoy reunido con los dignatariosextranjeros y no podemos hablar con

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todo este alboroto al que tú llamascanto.

-Sí, papá, -contestó la princesita a la vezque intentaba por todos los medios noparecer abatida por este golpe mortal,pues sabía muy bien lo que podía pasarsi se alteraba delante de cualquierpersona, sobre todo de su padre.

Satisfecho, el rey dio media vuelta y altiempo que se disponía a desaparecerpor la misma puerta por la que habíavenido, apareció Timothy VandenbergIII que, ladrando con gran furia, se cruzóen su camino y estuvo a punto dederribarlo.

-¡Guardia -gritó el rey - saquen a este

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chucho del palacio y asegúrense de queno vuelva!

¡No, no papá! ¡Timothy no! ¡Que no selo lleven, por favor!

No es más que un estorbo, Victoria; -sevolvió al guardia y señalando la puerta,continuó-: el perro debe irse.

El guardia siguió a Timothy VandenbergIII que intentó escabullirse corriendo deun lado a otro, pero en el instante en elque el guardia lo iba a alcanzar, Timothytropezó con un pedestal de alabastro ytiró al suelo de mármol un jarrón dehermosas rosas rojas de tallo largo.

La princesita, agarrando la pierna del

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guardia en el momento en el que sedisponía a agarrar al perro, le rogó:

-Por favor, no se lo lleve. ¡Por favor!

La reina, que había oído el alboroto yhabía salido rápidamente para averiguarla causa, tomó a la princesita del brazo yla separó del guardia.

-Victoria, ¡te ordeno que dejes decomportarte de esta forma tanindecorosa ahora mismo! Tú padre tienerazón; un perro es un animal indigno deuna princesa; -miró a su alrededor congran estupor y exclamó-: ¡Mira todo estedesorden!

La princesita intentó disimular su propio

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enfado y guardó silencio, aunque laexpresión de su cara la delataba.

-¡Sabes muy bien cómo debescomportarte! -le dijo la reina,examinando con atención el gestofruncido de la princesita. -Vete ahoramismo a tu habitación y repasa elCódigo Real, sobre todo la parte quetrata de la conducta distinguida y laindecorosa manifestación de lasemociones. Y no salgas hasta que nohaya una sonrisa en tu cara.

La princesita luchó para no dejarsellevar por el impulso que le empujaba asalir corriendo del vestíbulo y, en sulugar, un mar de lágrimas amenazabacon inundar sus ojos. Sin embargo,

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consiguió contenerlas aunque algunapequeña lágrima errante corrió por sumejilla mientras subía por la granescalera de caracol que le conduciría asu habitación.

Una vez en ella, derramó muchas máslágrimas mientras releía el «CódigoReal de Sentimientos y Conducta dePrincesas» colgado en un lugardestacado encima de su tocador. Habíasido confeccionado con gran esmero porel calígrafo de palacio, enmarcado ycolocado con gran acierto por eldecorador quien, a su vez, había seguidolas órdenes de la reina. En él sedecretaba no sólo cómo debía mirar,actuar y hablar en todo momento la

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princesita, sino también lo que tenía quepensar y sentir. Asimismo, exponía consuma claridad los pensamientos ysentimientos que se considerabanimprocedentes para su condición, si bienen múltiples ocasiones así era comosentía y pensaba. En ninguna parte sedecía lo que tenía que hacer paraevitarlo.

Después de todo, ¿por qué debía ser unaprincesa?, se preguntaba.

-Crees que es por mi culpa comosiempre, ¿verdad, Victoria?, -lepreguntó Vicky, esa vocecita queprocedía de lo más hondo de su ser.

-¡Si! Ya te he dicho miles de veces que

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íbamos a tener problemas comosiguieras cantando, bailado, llorando yponiendo mala cara. ¡Es que no meescuchas!

-Te odio cuando hablas igual que el rey,-le contestó Vicky.

-Lo siento, pero ya no sé qué debohacer.

-Puedo cumplir el Código Real, deverdad. Te lo demostraré. -Vickylevantó la mano derecha, se aclaró lagarganta y dijo con gran solemnidad-:«Prometo seguir fielmente el CódigoReal en todo momento para ser buena,no, incluso más que eso, para serperfecta. ¡Lo juro y que me muera, un

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beso al lagarto si así fuera!»

-No va a dar resultado, -predijoVictoria.

-¡A-ha!, te lo he prometido, ¿no?

-Me lo has prometido ya cientos deveces.

-Pero nunca dije antes «lo juro».

-Ojalá el rey y la reina pudierancomprender que eres tú y no yo lacausante de tantos problemas, -dijosuspirando Victoria.

-No puedo hacer nada si piensan que soyun producto de tu imaginación -le

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contestó muy sumisa Vicky-, de todasformas, no va a volver a ocurrir. Ya loverás.

La princesita no tenía muchas ganas decenar esa noche y no le apetecía bajar,pero sabía muy bien lo que ocurriría sino lo hacía y si aparecía con cara larga.Sin embargo, sonreír a los demásmientras por dentro se sentía tandesgraciada era la lección más difícil deaprender, pero esta vez estaba decididaa conseguirlo.

Se obligó a sí misma a practicardiferentes sonrisas delante del granespejo de bronce. El rey le había dichomuchas veces que su sonrisa era unabendición para sus ojos, aunque no lo

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pareciera. Por fin, frustrada tras variosintentos, se conformó con esbozar unadébil sonrisa y bajar al comedor real.

Durante la cena, la princesita se dedicóa dar vueltas a la comida y a estar máscallada que de costumbre.

-¿Le ocurre algo a tu cena?, - le preguntóel rey.

La princesita se movió algo nerviosa ensu silla.

-Princesa, ¿me has oído?

-Sí, - dijo con dulzura.

-Sí ¿Qué?

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-Que ya le he oído, - contestó con granrespeto.

-Bueno, ¿entonces?

-No le pasa nada malo a mi cena, papá, -respondió con indiferencia, moviendo eltenedor de un lado a otro del platoesparciendo los fideos.

-Al parecer hay un problema- dijo lareina -, y te pido que me digas de qué setrata.

La princesa levantó la vista del plato.

-No es nada, -respondió dejando aparteel tenedor y retorciendo la suaveservilleta de lino en su regazo.

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-Victoria, quiero que me des unaexplicación ahora mismo -le ordenó elrey-, y espero que no tenga nada que vercon ese perro sarnoso.

La princesita comenzó a ponersenerviosa y a aclararse la garganta variasveces.

-No me atrevo a contároslo, -dijo por finentre dientes.

El rey y la reina continuaronpresionándola y, al fin, incapaz deaguantar su mirada inquisitiva por mástiempo, reconoció que su corazón estabatriste.

-Quiero que vuelva Timothy.

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-Tu padre lo ha dejado muy claro...

-¡Por favor! -le dijo el rey a su mujer deforma brusca-, yo me encargo de esto.-Se levantó de la mesa algo tenso ycomenzó a pasear de un lado a otro conlas manos a la espalda.

-Por favor, papá --dijo la princesita sinpoder contenerse-, Timothy no fue elculpable de que casi te cayeras.

Siempre pierde el control cuando Vickyse pone nerviosa. Y cuando le gritastepor cantar..

-¡Otra vez Vicky! Tu madre y yo ya tehemos dicho que no puedes echar laculpa a ningún amigo imaginario de tu

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forma de ser!

-No es cierto -respondió Victoria concierta timidez-, Vicky no es imaginaria,es real.

-Ya eres demasiado mayor para estascosas -le dijo la reina-, ya es hora deque aprendas a distinguir entre lo que esreal y lo que no. ¡La gente comenzará amurmurar!

Victoria dijo frunciendo el entrecejo:

-Me tiene sin cuidado lo que diga lagente. Vicky es real, habla, se ríe, lloray siente. Le encanta bailar, soñar, cantary...

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El rey estaba furioso:

-¡Vaya, así que ella es la que atrae atodos esos horribles pájaros con sudesafinado canto, la que causa semejanteespectáculo delante de los criados y esla única responsable de que el perro sepasee delante de mis pies y la que gritay protesta cuando las cosas no leagradan! ¿Eso es lo que quieresdecirme?

-Pero... pero... no lo entendéis -dijoVictoria con un tono de voz muy débil-,siempre os enfadáis con ella y, enrealidad, es un ser encantador. Esmaravillosa, dulce, divertida, simpáticay... es la mejor amiga que he tenidojamás. ¿No podríais tratar de...?

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El rey reaccionó como era normal en élen tales situaciones, le dio una severareprimenda mientras la señalaba con eldedo y la miraba con el rostroencendido de ira. Su enfado culminócuando le gritó:

-¡Eres demasiado delicada, demasiadosensible, Victoria! Tienes miedo de tupropia sombra y eres muy soñadora.¿Qué te ocurre?, ¿por qué no puedes sercomo las demás princesas? -Acontinuación, y dando muestras de unagran frustración dijo-: ¿Qué he hecho yopara merecer esto?

La reina intentó calmarle, pero, como decostumbre, sólo consiguió empeorar la

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situación. Los dos comenzaron a discutirsobre la princesita como si ella noestuviera presente. Ésta, que sólodeseaba poder desaparecer, bajó lacabeza y miró fijamente al mantel quetenía delante para evitar, así, susmiradas. No podía soportar versereflejada en sus ojos ya que sólo servíanpara recordarle que todo lo hacia mal.Enseguida, sus heladas miradas y susenojadas voces volvieron a mortificarla:

-¡Míranos cuando te estamos hablando,Victoria!, -le ordenó el rey.

La princesita alzó sus grandes ojosllenos de miedo, incapaz casi de oír suspalabras pues Vicky gritaba con todassus fuerzas para acallar sus voces.

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Transcurridos unos angustiosos minutos,la reina dijo:

-¡Mira lo que has conseguido, Victoria!Has vuelto a decepcionar a tu padre. Lasprincesas deben de ser fuertes, es más,son modelos de perfección en la Corte.Estoy segura de que ya lo sabes ytambién de que hay una forma correcta eincorrecta de ser, de actuar y de sentir.Pues bien, ¡vas a saber cuál es ladiferencia, jovencita, de una vez portodas! Vete a tu habitación ahora mismo,quédate allí y, por amor de Dios, ¡borraesa expresión de tu cara!

Por un lado, Victoria estaba abatida portodo lo que había pasado y, por otro, los

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gritos de Vicky le producían un terribledolor de cabeza. A decir verdad, en esose había convertido Vicky: en untremendo dolor de cabeza.

Vicky seguía hablando sin pararmientras la princesita subía la escalerade caracol del palacio. «Si las princesasson todas como ellos dicen, es muyprobable que nosotras no seamos unasprincesas reales.

Apuesto a que la cigüeña les trajo unbebé equivocado. «¡Eso es, ya lo séVictoria... Victoria! -repitió Vicky elevando cada vez más la voz-, ¿meestás escuchando?»

-¡Tú -gritó Victoria en tono acusador

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cuando entraron en la habitación-, túeres la débil y la que tiene miedo detodo. La única que siente lo que no debey la que sueña cosas que, posiblemente,no van a ocurrir. ¡Incluso me haces decirlo que no debo! Tú eres la única a la queno le importa el Código Real y soy yo laque siempre tiene problemas.

-Yo soy así -le contestó Vicky en untono de voz tan bajo que Victoria tuvoque hacer un gran esfuerzo por oírla-, yno debo de ser bastante buena, así quenunca te llevarás bien con ellos mientrassiga a tu lado. Lo mejor que puedo haceres marcharme y no volver jamás.

-¿Qué voy a hacer? -protestó Victoria,tienes que mantenerte alejada del rey y

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de la reina. Tal vez si te escondierasdebajo de la cama desde ahora mismo...

¿Ah, igual que Timothy, igual que unperro? Me niego a esconderme ahídebajo. Es su lugar secreto y quiero queél se quede ahí, como siempre.

-No puedo hacer nada para que vuelva,pero sí que puedo hacer algo por ti -lecontestó Victoria-, tengo que esconderteen algún sitio, y debajo de la cama es elúnico lugar que se me ocurre.

Vicky aceptó, aunque no estaba muyentusiasmada con la idea. Sin embargo,una vez a salvo debajo de la cama siguióhablando de lo injusto que era el CódigoReal, del odio y del mezquino

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comportamiento del rey y de la reina, dela soledad que sentía debajo de la camatodo el día, de que no era la personamás apropiada para ser la mejor amigade nadie y de que seguía queriendomarcharse para no regresar jamás.

Esa misma noche, sintiéndosedemasiado cansada para tomar suburbujeante baño de espuma y paraescuchar cualquier cuento de hadas,Victoria rechazó la compañía de lasirvienta y de la reina y se metió en lacama, mientras dejaba de hablar.

Incapaz de poder dormir, le pidió que secallara. Pero en lugar de eso, guiada porsu impulsividad salió a gatas de suescondite y saltó a la cama de Victoria,

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hundió su cara entre las almohadas yempezó a llorar. Las lágrimas mojaronla sedosa colcha y llegaron hasta elsuelo.

-¡Basta ya -insistía Victoria por lo bajo-, no puedo soportarlo más. Vas amojarlo todo. Además, te van a oír.

¿Qué te pasa?, ya sabes que existe unaforma correcta e incorrecta de ser, deactuar y de sentir y ¡vas a saber cuál esla diferencia, jovencita, de una vez portodas!

-¿Qué vas a hacer?, -le preguntó Vickycon voz llorosa.

-Lo que debía haber hecho hace mucho

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tiempo. ¡Voy a esconderte en un sitio delque no puedas salir de forma inesperadani causarme ya más problemas!

-¡Pensaba que eras mi amiga pero yaveo que no es así! – le contestó gritando-, eres tan mezquina como el rey y lareina.

-No me eches a mí la culpa. ¡Todo estoes Por tu culpa! Te dije que temantuvieras alejada de ellos -le contestóVictoria, levantándose de La cama alinstante, al tiempo que resbalaba con suspies descalzos en el suelo mojado porlas lágrimas y encendía la lámpara de lamesilla-, ¡entra ahí ahora mismo! -leordenó, señalando uno de los armariosroperos al otro lado de la habitación-, y

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no quiero oírte gritar ni quejarte.

Así pues, sacó a Vicky de la cama, quegritaba sin parar, la arrastró por elsuelo, la metió a empujones en elguardarropa y cerró la puerta de golpe.Luego, con el mismo tono de vozempleado muchas veces por la reina, ledijo: «Estoy haciendo esto por tu propiobien, Vicky». A continuación, colocó lallave dorada en la cerradura y la cerrócon firmeza.

-¡No la cierres! Te prometo que nosaldré, Victoria. Lo juro y..

-Tus promesas no significan nada -Victoria tiró la llave dentro de su ajuarde novia, de madera blanca, con ramos

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de rosas tallados a mano que decorabanlas esquinas-. Te conozco, empezarás ahablar, a gimotear y a abrir la puerta delarmario para contarme esto o aquellocada vez que te apetezca y...

-No puedes esconderme -le gritó Vickya través de la puerta-, formamos unapareja. Prometimos ser las mejoresamigas pasara lo que pasara, ¿teacuerdas?

-Eso fue antes de que te convirtieras enmi peor enemiga, -le contestó Victoria.

-¡Victoria, por favor, por favor, déjamesalir de aquí! -le suplicó Vicky, dandogolpes desesperados en la puerta-, tenecesito. Se supone que siempre vamos

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a estar juntas. ¡No me dejes sola!, tengomiedo, Victoria. Seré buena y haré todolo que me pidas pero, por favor, ¡déjamesalir!

Victoria volvió a sentarse en su grancama de dosel y ya sola, débil yagotada, se tapó los oídos con losenormes almohadones para no oír lossollozos de Vicky que traspasaban lapuerta del armario. Por fin, éstos seconvirtieron en gemidos y, más tarde, ensilencio. Victoria levantó una punta desu edredón de plumas y lo acercó a supecho para sentir su suavidad. Acontinuación, exhausta, se sumió en suparticular mundo de los sueños en dondeno hay lugar para la tristeza.

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A la mañana siguiente, antes de que laprincesita se levantara, el rey apareciópor la puerta de su habitación con unarosa roja, una tímida sonrisa y una cajallena de figuras geométricas de maderade distintos colores, cortadas con granesmero por el fabricante de juguetes delreino.

-Buenos días, princesa -le dijo, entrandoradiante en su habitación y sentándose asu lado en la cama-, me parece que hoyvamos a comenzar un poco más tarde aconstruir nuestra casita de muñecas.

-¿La casa de muñecas?... ¡Oh!, hoy esdomingo -le contestó tan cansada queapenas podía incorporarse-, hoy no meapetece, papá.

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-Vamos, princesa. Aquí nuncadesaprovechamos un domingo, ¿verdad?-le respondió colocándole la rosadelante de sus ojos-, pensé que tal vezdevolverían la encantadora sonrisa aesos labios sonrosados.

La princesita miró primero la rosa yluego al rey, en cuya cara se esbozabauna sonrisa y un gesto de súplica.

Como en muchas otras ocasiones, seguíasin saber lo que debía pensar, hacer osentir.

El rey la cogió y la sentó en su regazo.La rodeó con sus brazos, envolviéndolacon las amplias mangas de su bata de

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suave terciopelo.

-¡Oh, mi querida hija! Eres realmentehermosa, - le dijo. La princesita sintiócómo el pecho del rey se henchía deorgullo mientras la abrazaba.

-Te quiero, papá, -le dijo la princesita.

El rey bajó la vista y contempló elhermoso regalo de cabellos dorados quesostenían sus brazos y le respondió:

-Yo también te quiero, princesa. -Victoria sabía muy bien a lo que serefería el rey.

Siguiendo con su ritual de cada semana,la princesita y el rey construyeron una

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casa de muñecas. Una vez terminada, laprincesa entró a gatas y se sentó con laspiernas cruzadas mientras el rey setumbaba en el suelo boca abajo,metiendo con gran dificultad la cabeza ylos hombros por la entrada a la que ellosllamaban puerta principal. Tomaronchocolate caliente servido por elcocinero del palacio en unas tazasiguales.

El rey se llevaba la taza a la bocamientras se apoyaba con los codos, locual no le resultaba nada fácil. De vezen cuando, alguna gota de chocolate lecorría por los brazos y llegaba hasta lasmangas de su bata real, aunque no lomencionaba.

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Todo estaba yendo tan bien que Victoriadecidió hacer las paces, de una vez portodas, con el tema de Vicky.

Pero fue un auténtico desastre, pues enel mismo momento en el que mencionósu nombre, el rey se levantó enfadado,derribando de paso la casa de muñecas.

-Vicky no existe, ¿me oyes? -le dijogritando-, ¡me rindo!, ¡eres imposible!

La princesita se cubrió la cabeza con losbrazos mientras las pequeñas ycoloreadas piezas geométricas caían asu alrededor.

-Lo siento, papá, --consiguió decir convoz temblorosa.

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Pero el rey salió muy enojado de lahabitación, dejando a la princesasentada en el suelo al lado de un montónde escombros y completamente aturdida.

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3MÁS ALLÁ DE LOS

JARDINES

«Todo es distinto desde que Vicky se haido», pensaba Victoria mirando a travésde la ventana de su habitación un día porla tarde. Sus ojos se detuvieron ante unárbol delgado y solitario que sedivisaba en lo alto de una pequeña

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colina más allá de los jardines depalacio.

Nunca le había prestado mucha atenciónhasta entonces, pero ese día le dio laimpresión de que el árbol se sentía tristey solo ahí fuera. Dejó escapar unalágrima esporádica que recorriólentamente su mejilla. Pensaba que eramuy triste sentirse tan solo y, a la vez,no poder contárselo a nadie tambiénsuponía una tremenda soledad. Mientrasrecordaba que no debía sentirse deninguna de las dos formas, ni sola nitriste, comenzó a dolerle la cabeza.

Las cosas no le habían ido tan biencomo pensaba desde que encerró aVicky, pues aunque cumplir el Código

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Real sin la presencia de Vicky eramucho más fácil, ser perfecta en todoseguía siendo una ardua tarea.

Por alguna razón, no podía apartar losojos del árbol y, como se sentía tantriste y tan sola, decidió bajar lasescaleras e ir a pasear por los jardinescuya belleza antaño tanto le habíaalegrado. Cuando llegó a la cima de lapequeña colina más allá de los jardines,se sentó en el duro suelo debajo delárbol solitario y se apoyó en su tronco,sosteniendo entre las manos su pesadacabeza.

-Nunca jamás seré lo bastante buena...da igual por mucho que me esfuerce, -

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dijo suspirando Victoria.

-Bastante buena, ¿para qué?, -lepreguntó una voz.

La princesita se incorporó al instante ycomenzó a mirar en todas lasdirecciones.

-¿Quién ha dicho eso?, -preguntó.

-¿Quién?, ¿quién?, yo lo digo,-respondió la voz.

Parecía como si la voz viniera del árbol.

-¿Quién eres?, -preguntó la princesita.

-¿Quién eres? -repitió la voz-, esa es la

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cuestión.

-Está bien, te lo voy a decir yo primero -dijo Victoria levantándose muy despaciopara que su dolor de cabeza no fueramayor, y haciendo su mejor reverenciaprosiguió-: soy la princesa Victoria, hijadel rey y de la reina de esta Corte. Vivoen el palacio al otro lado de losjardines, soy la número uno de mi claseen la Real Academia de Excelencia.Intento por todos los medios seguirsiempre las normas del «Código Real deSentimientos y Conducta de Princesas».Se me da mejor plantar rosas que jugaral softball y antes tenía un perro que sellamaba Timothy Vandenberg III. Sufroen ocasiones terribles dolores de

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cabeza... como el que tengo ahoramismo.

-Es muy interesante, princesa, pero aúnno me has dicho quién eres.

- ¡Esto es demasiado! ¡Claro que séquién soy!, - contestó Victoria muyindignada.

-Todo el mundo debe saber quién es,pero pocos se conocen en realidad.

-Me estás confundiendo.

-Saber que se está confundido es elprimer paso para dejar de estarlo.

-¿Estoy discutiendo con un árbol? -se

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preguntó a sí misma-, tal vez mi madre ymi padre tengan razón y no sea capaz dedistinguir lo que es real de lo que no.

Levantó la vista hacia las ramas quecolgaban a su alrededor.

-Por favor, dime que estás hablandoconmigo Señor árbol -le suplicóVictoria-, porque es así, ¿no?

-La respuesta a esta pregunta es sí... yno, -le respondió la voz.

-Pero, ¡sí que hablas, Señor árbol, ya locreo!

-Las cosas no son siempre lo queparecen, princesa.

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En ese momento un búho fue a posarseen el suelo siguiendo el caprichosovuelo de una pluma ligera. Batió susalas de forma rápida, enderezó elestetoscopio que asomaba por encima desu cuello y depositó a sus pies una bolsanegra con sumo cuidado.

-Permíteme presentarme -le dijo congran solemnidad-: soy Henry HerbertHoot, D.C. pero mis amigos me llamanDoc.

-íOh no!, primero un árbol parlante yahora un búho que habla también y quese llama Henry Herbert Hoot... ahora síque me creo que soy incapaz dedistinguir lo que es real de lo que no.

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-De ninguna manera, pues soy tan realcomo un cuento de hadas para unaprincesa... ahora que caigo, esto merecuerda una canción -dijo con granplacer-, aunque hay muchas cosas queme traen a la memoria viejas canciones.

Dicho esto, buscó dentro de su bolsanegra y sacó un sombrero de paja que sepuso en la cabeza y un banjo muypequeño. A continuación, comenzó atocar y a cantar:

« Tan real es un cuento de hadaspara una princesa... Tan realcomo el poder para un rey... »

-Para, por favor -protestó Victoria,llevándose las manos a la cabeza-, lo

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siento pero me duele tanto que no meapetece escuchar tu canción en estosmomentos.

-Tal vez no te dolería si escucharas tupropia música más a menudo, - lesugirió el búho.

-No tengo ganas de oírte cantar, eso estodo.

-Me estaba refiriendo a la música de tucorazón.

-No sé qué es eso. De todas formas,¿qué puede saber un búho sobre elcorazón?

-En realidad, muchísimo -le contestó-,

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como se explica en mi título, D.C., soyun Doctor del Corazón, especializado encorazones rotos.

Victoria se dejó caer hacía adelante einclinó la cabeza. Por fin, preguntó conun tono de voz muy dulce:

-¿Cómo se siente el que tiene un corazónroto?

-Viendo la tristeza en tus ojos sospechoque ya conoces la respuesta, -le contestóDoc, quitándose el sombrero ymetiéndolo en la bolsa negra junto conel banjo.

-Me temo que mi corazón está roto, -ledijo emocionada la princesita con la

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mirada baja.

-Tu propio diagnóstico es correcto.

-¿Puedes arreglarlo?, me refiero a micorazón.

-En realidad no, pero sí que puedoayudarte a que tú misma lo compongas.Ahora bien, más difícil será hacerdesaparecer la tristeza de tus ojos,princesa.

-Pero, ¿a qué te refieres?

-A curarte

-Bueno, entonces, ¿puedes curar micorazón?

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-Me temo que no, princesa. Sólo túpuedes hacerlo.

-¿Qué clase de médico eres si soy yo laque tengo que curar mi propio corazón?-Victoria frunció el entrecejo.

-Igual que los demás. Podemos arreglarmuchas cosas y ayudar a sanar otras...pero nosotros no podemos curaros.

-No lo entiendo.

-Hay muchas cosas que todavía noentiendes, pero lo harás algún día.Bueno -dijo Doc cambiando de tema-, ¿te sientes mejor sabiendo que era yoel que hablaba contigo y no el árbol?

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-Claro que no -le contestó Victoria conlas manos apoyadas en la cadera -, si nopuedo entender la existencia de un árbolparlante, menos aún la de un búhomédico que habla y que canta.

-Algunas cosas no necesitanexplicación. Sólo se tienen queexperimentar.

-Intenta explicárselo a mi madre cuandoalgún guardia de palacio me vea aquífuera hablando con nadie... ¡Oh, lo, losiento! -tartamudeó-, no quise decirnadie, de verdad. Aunque, bueno, así esde todas formas -aclaró observando,cómo el sol desaparecía en el horizonte-. Tengo que irme ya. ¿Cuándo puedovolver a verte?

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-Siempre que tu espíritu te guíe, -lecontestó el búho.

-¿Un espíritu que me guíe?, ¿quésignifica?

-Por ahora, lo importante es que sepasque puedes volver siempre que lodesees.

-Dices unas cosas muy divertidas, -lecontestó la princesita, moviendo lacabeza y comprobando que ya no ledolía. Luego, comenzó a bajar la colinapara dirigirse a palacio mientras sedespedía y decía adiós con la mano.

Conforme se iba acercando a la puerta

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principal de palacio la princesita vio ala reina asomada a uno de losmiradores. Al llegar a la puerta, sumadre la mantenía abierta.

-Es casi de noche. ¿Dónde has estado,Victoria?

-En ese árbol, -le dijo entre dientes.

-¿Haciendo qué?

Por desgracia, el Código Real prohibíaterminantemente todo tipo de mentiras,por insignificantes que fueran.

Victoria no tenía más alternativa queresponder la verdad.

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-Hablando, -le contestó indecisa.

-¿Con quién?, -le preguntó la reina.

-Con el árbol, -le respondió sabiendo loque iba a ocurrir después.

-Supongo que lo que me vas a decirahora es que el árbol te respondía. -Laprincesita sintió un frío estremecedorpor todo su cuerpo al oír el tono de vozde la reina.

-Al principio pensé que el que hablabaera el árbol, pero en realidad era unbúho.

-¡De verdad, Victoria!, esto tiene queterminar. No puedes seguir contando

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estas historias tan extravagantes.

Ya es hora de que dejes de estar en lasnubes.

Victoria no estaba segura de lo quesignificaba «estar en las nubes» peropensó que debía ser algo maravilloso.

-Puedo demostrarte que el búho habla, -le dijo en un tono sumiso.

-No quiero oír ni una palabra más sobreel tema, Victoria. Y por lo que se refierea ese árbol o búho, o lo que sea... teprohíbo que vuelvas allí y con estohemos terminado de hablar. - Actoseguido, la reina se dio media vuelta yse marchó al instante.

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-¿Por qué nunca me cree? -se preguntabaVictoria en voz baja-, sé que el búhohabla pues le he oído.

Pero esa noche comenzó a pensar que talvez la reina tenía razón. Después detodo, quién había oído hablar de búhosparlantes? Además, la reina siempreparecía tener razón en todo.

Cada vez que la princesa cumplía un añomás, pedía que el siguiente fuera mejor.Había magníficos bailes, exquisitasfiestas campestres y tardes de grandiversión amenizadas con los partidosde polo en la Corte. Sin embargo,parecía como si siempre faltase algo. Amenudo, la princesa contemplabamelancólica desde la ventana de su

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habitación cómo revoloteaban lospájaros de árbol en árbol, cómocantaban y disfrutaban de su libertad. Seimaginaba que era uno de ellos y que,aún estando entre amigos, no se sentía nirara ni sola.

Al invierno le siguió la primavera y elverano dio paso al otoño. En estetiempo, Victoria se fue convirtiendo enuna joven encantadora, elegante,educada, es decir, en todo lo que debíaser una princesa.

Se graduó con honores en la RealAcademia de Excelencia, pero tal vez sumayor triunfo consistió en llegar a serperfecta hablando, actuando, pensando y

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sintiendo como mandaba el CódigoReal.

La noche de su graduación, el rey y lareina ofrecieron una gran fiesta en elsalón de baile de palacio amenizada conla refinada música del laúd y losdivertidos juglares de la Corte. El rey,muy orgulloso, presentó a su hija congran emoción ante un gran número deselectos invitados.

-En esta ocasión tan especial -comenzó-,te ofrezco con gran orgullo el Mapa dela familia real, un tesoro de incalculablevalor que ha guiado las vidas reales denuestros antepasados hasta dondealcanza nuestro linaje. En la nobletradición de la familia real de este reino,

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seguirás el camino trazado en él.

El rey le entregó a la princesa elpergamino gris enrollado con una cintaplateada y precintado con el sello real.

Sus bordes deshilachados daban muestradel uso fiel que había recibido a lo largode muchas generaciones de familiasreales.

A continuación, alzó su vaso de cervezay pronunció en voz alta: «¡Viva ellegado real!»

-¡Viva, viva! -respondió el coro deinvitados, levantando sus copas parabrindar por la princesa-. ¡Viva el legadoreal!, ¡viva la princesa!, ¡viva la reina!

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Tras haberse marchado el último de losinvitados, Victoria regresó a suhabitación, y se metió en la camapreguntándose cuál sería el sitio másseguro para guardar el Mapa de lafamilia real. Aunque no dudaba de suautenticidad ni de su valor, creía que nolo iba a necesitar jamás ya que sabíaperfectamente a dónde quería ir, primeroa la Universidad Imperial para recibir laeducación adecuada como correspondea una princesa y obtener el título deMRS (master of science), y luego a supropio palacio donde viviría feliz parasiempre con su príncipe azul.

Escondió el Mapa en la cómoda dondeguardaba su ajuar, y caminó hasta su

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mesilla, atraída por el dulce aroma delas rosas que había cogido para ella esamisma mañana el jardinero de palacio.

Siguió sin apartar los ojos de losaterciopelados pétalos rojos, suspiróigual que las refinadas señoritas y seimaginó un apasionado rescate de lasgarras del Código Real, del dedoenérgico y amenazante del rey y de lamirada inquisidora de la reina. Un díaencontraría el amor verdadero y todovolvería a tener sentido en su mundo.

Extendió la mano e hizo girar la llave desu cajita de música y la canción «Algúndía llegará mi príncipe» comenzó asonar. Acarició una flor con la mano, laseparó de las demás y se la llevó hasta

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la mejilla. «Ojalá sea de prisa», pensó.

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4EL PRÍNCIPE AZUL

LLEGA AL RESCATE

Una soleada mañana de primavera, laprincesa estaba sentada leyendo un libroen la biblioteca de la UniversidadImperial memorizando la constelaciónde la Osa Menor cuando la interrumpióuna voz dulce y melodiosa:

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-He venido a rescatarte de las garras delAnálisis completo del firmamento deleminente profesor Dull. (dull significa:tedio, aburrimiento).

-¿Rescate?, ¿alguien ha dicho rescate?, -se preguntó Victoria levantando la vistapara encontrarse con los ojos más azulesque jamás había visto, protegidos porunas pestañas tan negras y tan largas quebien podrían suscitar la envidia decualquier mujer.

-Disculpa, ¿me estabas diciendo algo?

-Sí, princesa -contestó el apuesto jovencon una cortés reverencia, así es.

-¿Cómo sabes que soy una princesa?

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-Porque un príncipe siempre lo sabe.Además, recordando mis días deestudiante y lo que sentía al tener quesoportar las explicaciones del profesorDull sobre por qué la Tierra dabavueltas, pensé que te gustaría oír mipropia explicación,- le contestó con unbrillo en sus ojos tan intenso que sucorazón comenzó a latir con más rapidezy sintió cómo sus piernas flaqueaban.

Y, ¿Cuál es tu explicación?, -le preguntóla princesa con cierta coquetería.

-El amor; sólo él hace que la Tierra dévueltas, -respondió mostrando unacálida sonrisa capaz de fundir unaavalancha de nieve antes de que pudieratocar el suelo.

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¿Tal vez este ejemplar idílico demasculinidad con un pecho y unoshombros tan grandes y con esaespléndida mata de pelo negro, era lapersona que siempre había estadoesperando para compartir el resto de suvida?

Parecía cumplir todos sus requisitos: erapríncipe, había demostrado coraje alacercarse a ella, era encantador, muyapuesto y, aunque ser rescatada de morirde aburrimiento no era precisamente loque se había imaginado, era un rescateal fin y al cabo.

-Estoy de acuerdo -contestó la princesaintentando ocultar su entusiasmo-, el

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amor hace posible que la Tierra gire,aunque en estos momentos parece que mimundo se mueve alrededor del HoyoMenor... quiero decir Osa, - rectificó alinstante, intentando apartar la vista delos hoyuelos que asomaban tras susonrisa y que, a su vez, había sido laresponsable de ese lapsus lingüístico.

-Estoy a tu disposición, princesa, -ledijo el príncipe, sentándose en una sillaal lado de ella.

Pronto la princesa aprendió muchas máscosas sobre las estrellas del firmamentoy vio en sus ojos más de las que nuncahubiera imaginado.

De regreso a casa, Victoria tenía la

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sensación de que algo mágico habíasucedido. Cada vez que recordaba laspalabras y las miradas que ella y elpríncipe habían intercambiado, una granexcitación recorría todo su cuerpo yapenas podía contenerla.

De repente se vio abrumada pensando enVicky, la pobre y olvidada Vicky.Deseaba poder contarle a su primera ymejor amiga su encuentro con elpríncipe, y ya se veía compartiendo lasrisas, los abrazos, los bailes y lascanciones con ella igual que hacíanantes cuando les sucedía algomaravilloso. Pero, ¿se atrevería a dejarsalir a Vicky del armario?. Surgieron unsinfín de preguntas, ¿cuál sería el

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aspecto de Vicky después de tantosaños?, ¿qué ocurriría con el rey y lareina?, ¿qué pasaría con esto y conaquello?

Haciendo uso de su técnica habitual entales situaciones, Victoria comenzó aelaborar en su mente una lista con lospros y los contras, de tal forma que alllegar a su habitación y dejar los librosen la mesa, ya lo había decidido: debíaocurrir otro gran acontecimiento ese día.

Abrió su ajuar y se puso a rebuscar porentre los finos linos y las prendas deencaje, teniendo cuidado de no romperel Mapa de la familia real colocado enla parte superior. Buscó a fondo y enseguida, sus dedos tropezaron con la

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llave dorada que mantenía a Víckyencerrada.

Se dirigió al armario con gran sigilo ygritó a través de la puerta:

-¡Hola Vicky!, soy yo, Victoria.

Dio un pequeño golpecito en la puerta:

-Vicky, voy a abrir la puerta. Tengo algomaravilloso que contarte... Vicky,respóndeme.

Colocó la llave en la cerradura, la hizogirar y entreabrió la puerta. Sólopercibió una gran oscuridad y unsilencio absoluto.

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-Vicky ¿dónde estás? – le preguntóabriendo completamente la puerta.

Allí estaba la pequeña Vicky, agachadaen el suelo protegiéndose la cabeza conlos brazos.

-Estás bien?. No temas, soy yo, Victoria.

-Vete de aquí y déjame sola, -le contestógritando al tiempo que se alejaba alextremo final del armario.

-¿Qué te pasa, Vicky?. He venido paradejarte salir, -le dijo Victoria dando unpaso hacia dentro.

-No, fuera de aquí. ¡No quiero salir!

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-¿Qué quieres decir con que no quieressalir? No puedes quedarte ahí parasiempre.

-Sí, sí que puedo y quiero, ya me heacostumbrado. ¡Vete!

-Tengo muchas cosas que contarte. Porfavor, no tengas miedo, no te voy a hacerdaño.

-Ya me lo hiciste una vez. Bueno,muchas veces.

-No pretendía hacerlo y lo siento deverdad. De todas formas, ahora todo esdistinto y no volverá a suceder.

-No te creo, dijo Vicky lloriqueando.

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-Te lo aseguro, Vicky, te lo prometo. Esmás, lo juro y que me muera, beso allagarto si así fuera!... ¿te acuerdas?

-Sigo sin creerte y no voy a salir -lecontestó lanzándole una mirada furtiva-,pero supongo que puedes quedarte aquíunos minutos si quieres.

-Esto es ridículo ¡venga! vamos asentarnos en la cama como antes y...

-No, no quiero.

Victoria se arrodilló al lado de Vicky yrodeó con sus brazos a la niña que teníaante ella, con el fin de consolarla. Alprincipio permanecieron agachadas ensilencio, pero luego comenzaron a

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hablar, a recordar y a llorar. Por fin,Victoria fue capaz de hacer salir a suamiguita del armario.

Se sentaron sobre la gran cama dedorsel y siguieron hablando recordandoy llorando, empapando los almohadonesde plumas y dejando caer las lágrimas alsuelo, igual que había hecho Vickymuchos años antes.

Ya estaba amaneciendo y se sentíancada vez más dichosas de volver a estarjuntas y de haber encontrado a suanhelado príncipe.

A la mañana siguiente y a petición deVicky, Victoria le volvió a contar suencuentro con el príncipe mientras

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elegían con sumo cuidado el vestido másadecuado de entre todos los del armario.

-Parece realmente encantador y quieroconocerlo -dijo Vicky-, pero... ¿quépasará si no le gusto?, y si me odia igualque el rey y la reina? Volveré a ser unestorbo para ti, me encerrarás otra vezy...

-Ya se nos ocurrirá algo, Vicky, pero noprecisamente hoy. Es todavía muypronto para precipitarnos, ¿no teparece?

Victoria y el príncipe volvieron aquedar, como habían acordado, debajodel gran roble enfrente de la clase delprofesor Dull. Los años que había

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pasado practicando su coquetomovimiento de pestañas y sus dulcessuspiros habían sido bien aprovechados,pues Victoria desempeñaba su papel deuna forma admirable.

Conocer al príncipe significaba amarle,y Victoria no era la única que lopensaba ya que todo el mundo que loconocía tenía la misma opinión. Dehecho, las alumnas de primer curso lollamaban cariñosamente «el príncipeazul». Nunca se había relacionado laprincesa con nadie que se mereciera estareputación mejor que él, no en vanomuchas damas habían intentado ganarseel favor del príncipe pero éste sólosentía amor por Victoria, por su gentil

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donaire y por su frágil constitución.También admiraba en ella su ingenio, yle encantaba sentirse retado por suinteligencia. Cuando estaba a su lado, laprincesa se sentía hermosa, especial,segura de sí misma y protegida.

Un día, Victoria invitó al príncipe apalacio para que conociera al rey y a lareina quienes, a su vez, estabanencantados de que su hija hubieraencontrado al compañero más adecuadopara el resto de su vida. Les alegrótodavía más el hecho de que estuvieraestudiando para obtener su doctorado enRelaciones Diplomáticas entre reinos.Sus brillantes ojos y su cálida sonrisainundaron el palacio; les contó chistes

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más divertidos que los del juglar de lacorte y todo el personal del palacio loencontró simpatiquísimo.

Durante los meses siguientes, Victoriapermitió que el príncipe llegara aconocer a Vicky. Al principio fueespantoso pues no se podía imaginarcuál sería su reacción, pero después detodo, los miedos de Victoria y de Vickyresultaron infundados... Cuanto máshablaba con ella, más le gustaba y másfascinación sentía por la delicadeza quemostraba con los demás y con todas lascosas que le rodeaban. Compartía sussueños e incluso disfrutaba con su canto.

El príncipe y la princesa jugaban, reían,hablaban y se amaban sin desatender,

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por ello, sus estudios. Siempre queestaban separados los días parecíaninterminables, pero una vez juntos losdías eran demasiado cortos.

Una tarde a primeros de junio, laprincesa se graduó y el príncipe ganó sucorazón para siempre ya que ella aceptóconvertirse en su esposa.

Unos días antes de la boda, la princesacomenzó a preparar su equipaje con granentusiasmo y, por supuesto, se quisollevar su ajuar al nuevo palacio quepronto compartiría con su príncipe. Fueuna decisión rápida, no en vano lacómoda estaba destinada para este felizacontecimiento.

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Se puso a examinar con detenimiento lasprendas colgadas en el armario con elfin de determinar qué era lo que se iba allevar y lo que iba a dar a los másnecesitados.

Asimismo, mientras ordenaba loscajones sentada en su tocador, se acordódel Código Real colgado en la pareddelante de ella y pensó que, nonecesitaba llevárselo pues ya se habíaconvertido en una perfecta princesa, talcomo en él se decía.

-Yo no, - dijo Vicky, rebosante dealegría.

-No, ¿qué?

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-Que Yo no soy como dice el CódigoReal... como tú. Pero, de todas formas,no importa porque el príncipe me quieretal y como soy...

-Sí, lo cual es un gran alivio. Perorecuerda, Vicky, necesitas seguirtrabajando en ello... por si acaso.

Tras haber envuelto uno a uno susfrascos de perfume en papel de seda, laprincesa cogió la cajita de música con laelegante pareja en la parte superior ehizo girar la llave. En ese momento, losprimeros acordes de «Algún día llegarámi príncipe» comenzaron a sonar y laprincesa se miró en el gran espejo debronce, que todavía permanecía en unaesquina de su habitación y que le

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recordaba lo bonita que se había vistocada vez que se miraba en él hasta elpunto de sentir, en muchas ocasiones,unas enormes ganas de bailar. Pero esoocurrió hace muchos años. Poco tiempodespués, el espejo comenzaría adevolverle la misma imagen que veía enlos ojos, de sus padres un buen día,decidiría no volver a mirarse en élnunca más.

Caminó hacia el espejo y se miró en él.Era tan bonita como la imagen que sereflejaba en los ojos de su adoradopríncipe, así que comenzó a bailar alritmo de la música, dando vueltas de unlado a otro con elegancia, inclinándosearriba y abajo, formando una espiral

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mientras se dejaba llevar por unsentimiento que procedía de lo másprofundo de su ser. Vicky gritabacomplacida; iban a cumplir su destinopues el rescate era inminente ya que supríncipe había aparecido y con él eleterno y verdadero amor.

* * * * *

La boda fue magnífica y, tras una luna demiel de ensueño, la feliz pareja comenzósu nueva vida en un hermoso palacio apoca distancia, un corto recorrido encalesa, propiedad de los padres de laprincesa. La tierra estaba repleta deárboles frutales y de guisantes rosas conolor a espliego. También había un granjardín de rosas con un banco de piedra

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blanca en el centro, en donde el príncipey la princesa se sentaban y renovabansus votos de amor eterno.

Muy pronto el príncipe demostró ser nosólo apuesto y encantador sino tambiéninteligente, fuerte y muy hábil.

Sé encargaba de todos los asuntos delpalacio aunque, poco tiempo después,comenzó a estar tan ocupado que podíanpasar varias semanas sin que encontraratiempo para ello. Sin embargo, siemprelo tenía para traerle a la princesa rosasrojas de tallo largo recién cortadas deljardín, que ella colocaba en jarrones decristal tallados a mano con los quedecoraba todo el palacio.

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El príncipe era su luz, su razón de ser.Ella le colmaba de atención y de cariño.Así, todas las mañanas, se levantabatemprano y se sentaba a su lado paracompartir con él el desayuno a base deharina de avena caliente con canela yuvas pasas o de tortitas de manteca condulce de moras y frambuesas reciéncogidas.

Luego, cuando creía que no le estabamirando, escribía en secreto «te quiero»con tinta roja en una servilleta y lacolocaba en la bolsa de la comida que elpríncipe se llevaba todos los días. Conun beso, un cálido abrazo y un «quetengas un buen día, amor mío», lemandaba a trabajar a la Embajada Real.

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La vida con el príncipe era tal y como laprincesa había deseado e incluso mejor.Le encantaba ir de su brazo en los actosdiplomáticos, en los que ella lucía susvestidos más elegantes. Cuando sereunía con sus amigas, él siempre era elcentro de la fiesta y todo el mundo seentusiasmaba con su famoso relato sobre«Mi infancia en palacio» e incluso, enmuchas ocasiones, le pedían que lovolviera a contar.

-Siempre pensé que mis padres mequerían -solía decir-, aunque estuvieranmuy ocupados desempeñando susfunciones de rey y de reina. Y así fuehasta que un día llegué a casa delcolegio y descubrí que se habían

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marchado.

En ese momento, se oía un coro derisitas disimuladas. Luego, en elmomento más oportuno, añadía:

-¡Y ni siquiera me dejaron su dirección!

En ese momento toda la sala estallaba enun coro de risas que invitaba al príncipea contar otro secreto de su infancia, másgracioso todavía. Era tan divertido queen privado la princesa comenzó allamarle de forma burlona «DoctorRisitas».

Las damas de diferentes lugares, lasdemás princesas e incluso algunasduquesas le solían preguntar: «¿Es

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siempre así el príncipe?», o le decíancosas como: «En tu casa debe reinarsiempre la alegría y la felicidad»o «¡Qué alegre es!, ¡cuánta suerte tienesde ser su esposa!»

Cuando la pareja real regresaba a casa,el encantador Doctor Risitas rodeaba asu esposa con sus brazos y la cubría deamor. «¡Oh mi querida princesa, eresrealmente hermosa!», le decía acontinuación mientras ella sentía cómosu pecho se henchía de orgullo alabrazarla.

Los domingos, el príncipe y la princesasolían cenar con el rey y la reinaquienes, muy pronto, consideraron alpríncipe como el hijo que nunca habían

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tenido. El príncipe hablaba de temas deestado con el rey, mientras la princesa yla reina supervisaban los preparativospara la cena. Los cuatro escuchabanjuntos los conciertos de música e iban alos Juegos Olímpicos oficiales del reinoen el Estadio de la nobleza. Asimismo,en ocasiones pasaban juntos lasvacaciones en el Lago de la Relajación.

La princesa tenía muchasresponsabilidades que cumplía con granprecisión y pulcritud aunque seguíateniendo tiempo para inundar el palaciocon sus canciones y sus risas y paraplanear nuevas e interesantesactividades, como asistir a clases de tirocon arco.

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Sin embargo un domingo por la mañana,en su primera clase, descubrió que,aunque lo intentaba con todas susfuerzas, era incapaz de tensar losuficiente la cuerda del arco como paralanzar la flecha más allá de unos pocosmetros. Vicky estaba avergonzada.

-No voy a volver nunca más a estasclases de tiro con arco, -anunció laprincesa al príncipe en su calesa deregreso a casa.

-No lo has hecho tan mal para ser laprimera vez, princesa -le contestótocando divertido el bíceps de laprincesa-, tal vez si sigues intentándoloconsigas darles forma a estos brazos tandelicados.

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El recuerdo de sus comienzos en elsoftball apareció de repente en su mente.«Solían llamarme "La tercera salida" -dijo, sintiéndose tan humillada comocuando estaba en el colegio-, creo quesería mejor que me dedicara a cosas quese me den bien.»

-Por, suerte, eres muy hábil para muchascosas más importantes que el softball oel tiro con arco, -le contestó el príncipe,levantando las cejas y sonriendo deforma maliciosa.

La princesa le sonrió también pero sinmucho entusiasmo e intentó no pensar enlo que le había ocurrido una vez, peroeste primer recuerdo le trajo otro. «Y

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me llamaban “la princesa tiquismiquis"y "la señorita perfecta"», dijo bajando lacabeza.

El príncipe cogió la barbilla de laprincesa y le hizo levantar la cabeza: -Esos días ya han pasado. Te quiero tal ycomo eres.

La princesa sabía que era verdad, ya quepodía verse reflejada en sus ojos ycomprobar que seguía siendo hermosa.

Al llegar al palacio, la princesa seacurrucó en el sofá comenzó a leer lasección de humor del Kingdom Times.

Su padre, el rey, se la leía cuando eraniña y desde entonces le gustaba.

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El príncipe hojeaba la sección deespectáculos.

-Aquí hay algo que te iría muy bien,princesa -le dijo-, una compañía deteatro local está buscando una aspirantepara el papel de Cenicienta. Veamos...para ser representada en los colegiosreales y en los centros de la TerceraEdad de todo el reino.

-Mmm... bueno, no sé.

-Creo que deberías ir, princesa. Para ties coser y cantar, ¿cierto?, -le dijoesbozando esa cálida sonrisa tanfamiliar que ponía al descubierto sushoyuelos.

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-¿De verdad crees que si lo intento medarán el papel?

-Tu voz atrae a los pájaros de losárboles que se acercan para cantar alunísono contigo y, con toda seguridad,no hay otra más bella que tú. ¿Respondeesto a tu pregunta?

-¿Por qué, mi querido Doctor Risitas -dijo la princesa moviendo sus pestañasde forma coqueta-, me da la impresiónde que te estás confundiendo de cuentode hadas? Es Blancanieves y noCenicienta la mujer más hermosa detodas.

-No, princesa. Tú eres la más bonita.

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La princesa fue a la prueba y consiguióel papel principal. La noche del estrenoel salón de actos de su primer almamater, la Real Academia de Excelencia,estaba abarrotado. El príncipe se sentóen la primera fila al lado del rey y de lareina.

Aunque Vicky estaba tan nerviosa que ala princesa no le dejaban de temblar laspiernas, interpretó su papel a laperfección y fue ovacionada por unpúblico emocionado puesto en pie. Ensu última aparición para recibir una vezmas los aplausos, el príncipe subió y leentregó el ramo de rosas rojas de tallolargo más hermoso de su vida.

Más tarde, entre bastidores, el crítico de

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arte del Kingdom Times le dijo a laprincesa que cantaba como los propiosángeles y que debía considerar muy enserio la posibilidad de presentarse a unaprueba para actuar en el Gran TeatroReal.

El rey y la reina no dejaban deagradecer los cumplidos, contestandocon frases como: «Gracias, incluso depequeña ya demostraba tener un grantalento para el canto y la danza» o bien«es muy Inteligente y también muyingeniosa» o «aprende en seguida. Yasabes que yo también tenía muchotalento cuando era pequeño».

El productor estaba eufórico: «Desde el

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momento en que te vi en el escenario enel primer ensayo supe que tu actuaciónsería admirable», le dijo. Luego, leregaló un par de zapatillas de cristal enminiatura grabadas con sus iniciales.

Pero, esa noche, el momento másimportante para la princesa fue cuandovio cómo brillaban los ojos del príncipey supo que era por ella. En la oscuridad,de camino al carruaje cogidos de lamano, su destello era aún mayor. En esemomento, él apretó su mano condelicadeza; era su forma particular dedecirle «te quiero». El mundo, para ella,era perfecto.

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5EL DOCTOR RISITAS YEL SEÑOR ESCONDIDO

La princesa estaba absorta en suspensamientos cuando el príncipe,descansando por un momento del trabajoque se había traído a casa desde laembajada, le preguntó qué era lo quepasaba por su linda cabecita.

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-Sólo me estaba imaginando lo quesucedería si siguiera el consejo delcrítico de arte y me presentara a unaprueba para el Gran Teatro Real.

-Lo conseguirías sin lugar a dudas -lecontestó el príncipe con ironía-, y luegote darían papeles cada vez másimportantes hasta llegar a convertirte enuna actriz famosa.

La princesa sonrió y dijo:

-Todavía no he ido a la prueba y ya meves como una estrella.

-Sólo es cuestión de tiempo, ya estoyviendo -le dijo incorporándose en susilla y moviendo la mano de forma

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exagerada- tu nombre escrito en grandescarteles con letras gigantes. Una salaabarrotada de gente puesta en pie... ¡esun éxito fulminante!, - dijo elevando eltono de voz igual que los comentaristasdeportivos cuando anuncian un jonrón.

Luego, de repente, se quedó callado y sepuso a jugar con cierto nerviosismo conlas esquinas de las hojas apiladasdelante de él.

-Desde ese mismo momento -dijo porfin- estarás tan ocupada que no tendrástiempo para mí y te relacionarás con esagente del teatro con la que no tengo nadaen común...

-Esa gente del teatro... muy gracioso

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Doctor Risitas, -le contestó la princesaintentando mitigar la repentinamelancolía de su príncipe.

Éste se dejó caer hacía adelante y bajóel tono de su voz:

-Probablemente será el fin de nuestromatrimonio.

-¡Eso es ridículo! -No puedo creer queestés diciendo una cosa así!

-Te conozco, princesa se que eres capazde conseguirlo... ya verás cómo es así,créeme. Te amo demasiado paraarriesgarme a perderte y no quiero quelo hagas. Olvídate de actuar en el GranTeatro Real o en cualquier otro sitio...

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por favor, Si quieres hacer algo, tal vezsea éste un buen momento para queaumentemos la familia.

La princesa se quedó atónita y perpleja.Pero el príncipe era lo primero ydecidió en ese mismo momentorenunciar a la idea de volver a actuar enun escenario.

Sin embargo, Vicky no tenía intención deabandonar.

-Todo esto es estúpido -le dijo despuésde que el príncipe saliera de lahabitación-, no le vas a hacercaso, ¿verdad?

-Sí, en efecto, -le contestó Victoria.

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-Pero, ¡no puedes hacerlo! No es justo,ya sabes lo que me gusta cantar y bailar,y es muy posible que nos hagamosfamosas.

-¡Oh, Vicky! Ya has oído lo que hadicho el príncipe, y tú misma prometistedejar de soñar con cosas que puede queno ocurran.

-¡Pero podría suceder! Recuerdo que elrey dijo que nuestros cantos sólo servíanpara los pájaros y la reina que nuestrosbailes era vergonzosos y, ahora, despuésde Cenicienta... ¡todo el mundo nosquiere!

-Ya lo sé, Vicky -le contestó Victoriacon amabilidad-, pero el príncipe nos

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quiere mucho más y nosotras también lequeremos. ¿No pretenderás hacer algoque le pueda hacer sentirse desgraciadoo que nos haga perderlo, verdad?

-Bueno... supongo que eso sería todavíapeor que no llegar a ser una estrellafamosa, -murmuró Vicky, y ya no volvióa mencionar el tema.

Cuanto más pensaba Victoria en tener unniño, más le gustaba la idea. Así que elpríncipe y la princesa lo intentaron conesmero y esperaron ansiosamente, perotras varios meses comenzaron adesilusionarse.

En los Inviernos siguientes hizo muchofrío y las epidemias de gripe aumentaron

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y se propagaron por todo el reino. Laprincesa estaba casi siempre enferma yel príncipe le llevaba caldo de pollo deldispensario de la embajada y se loservía en la cama. Luego, se sentaba a sulado y le contaba las últimas noticias delKingdom Hill.

Fue pasando el tiempo y el príncipecomenzó a quejarse de que su trabajo enla embajada era agobiante y de que suscompañeros diplomáticos eran tontos yaburridos. Decía que había veces en lasque lamentaba haber nacido príncipe, yque le hubiera gustado más ser un simpleherrero. En esos momentos, la princesase preocupaba y se sentía decepcionadapues siempre había pensado que con

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todo el carisma y simpatía que tenía, supríncipe sería capaz de, ascender a lospuestos más altos del serviciodiplomático.

Poco tiempo después, las quejas delpríncipe fueron tan numerosas que lenombraron presidente del Comité Realde Quejas, algo que no entrabaprecisamente en los planes que laprincesa tenía para él. Sin embargo, elpríncipe pronto se cansó de esta nuevaresponsabilidad. A decir verdad, estabacansado de tener cualquierresponsabilidad y ni siquiera deseabaencargarse de los asuntos del palacioaunque se lo pidiera la princesa.

Aún con codo, seguía tan encantador y

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amable como antes, e incluso mucho másdivertido. Se pasaba horas enterasrecitando su repertorio de chistes, sinolvidar su famosa «Infancia en elpalacio», a cualquiera que le escucharaconsiguiendo cada vez mejores críticas.De hecho, el Doctor Rísitas estaba en sumejor momento.

La princesa lo amaba en cuerpo y alma yse esforzaba en demostrárselo, pero elpríncipe decía que no era suficiente y laacusaba de no amarle tanto como él aella. Intentaba cualquier Forma posiblede probar su amor, incluida laaconsejada por la Real Clínica deFertilidad, pero cuanto más amor ledaba, más parecía necesitar el príncipe.

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Una tarde, tras haber despedido antes alcocinero, la princesa comenzó apreparar una de sus cenas especiales:fettuccine con brécol y salsa depistacho, ya que le encantaba encargarseella misma de la cena, sobre todocuando tenían algún invitado. Mientrasla hacía, bailaba por toda la cocina y sucanto se oía por todo el palacio:

Amo a mi príncipe... Y él me ama amí... Seremos muyfelices... Cuando seamos tres.

Los pájaros de los árboles entraron porlas ventanas de la cocina revoloteando asu alrededor y cantando al unísono conella. Todo iba bien hasta que el príncipellegó a casa con su invitado antes de lo

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esperado.

-Victoria, ¿qué demonios está pasandoaquí?, -le dijo gritando.

La princesa se quedó helada, arrugó lanariz, se encogió de hombros y le dedicóuna tímida sonrisa.

-¡Ah!, estoy haciendo una de tus cenasfavoritas, -le contestó sin granentusiasmo, barriendo las migajas depistacho junto a las patas de un tímidopájaro azul que había errado el vuelo ensu descenso.

El príncipe le lanzó tal mirada que se lehelaron hasta los huesos. Sin decirpalabra, acompañó a su huésped fuera

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de la cocina y salieron por la puertadecorada con unas animadas cortinasblancas.

Aunque en ese mismo instante ahuyentóa los pájaros, se arregló el delantal, seahuecó el pelo y se tranquilizó, elpríncipe, a pesar de que sus fettuccinecon brécol fueron todo un éxito, seguíabastante enfadado con ella tras haberdespedido al dignatario.

-¡Esa actuación ha sido indecorosa yhumillante, Victoria! Es completamenteindigno de una princesa, ¡te has puestoen ridículo! ¿Nunca vas a crecer?

Vicky comenzó a protestar en voz alta:

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_¡Oh, no!, primero el rey y la reina,luego tú, Victoria, y a hora el príncipe.Yo creía que me amabas.

La princesa bajó la cabeza para no tenerque ver su reflejo en los ojos delpríncipe.

Ya por la noche, el príncipe entró en lahabitación en la que la afligida princesase cepillaba el pelo como todas lasnoches antes de acostarse. Cogió unarosa roja del jarrón del tocador yponiendo una rodilla en el suelo se laentregó.

-Siento mucho, princesa, haberte dichoesas cosas tan terribles. Lo que pasa esque hoy he tenido un día horrible en la

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embajada, pero no pretendíadesahogarme riñendo contigo.

Por favor, acepta este pequeño regalocomo prueba de mi amor y de que nuncamás volverá a pasar, le dijo sonriendo ymostrando sus hoyuelos. Sus ojosbrillaban con esa intensidad capaz dealterar su corazón y de debilitar suspiernas.

-Bueno, pensó la princesa, llena debuena voluntad.

Después, el príncipe la tomó entre susbrazos y todo quedó perdonado yolvidado.

* * * * *

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La princesa fue adquiriendo fama de unaexquisita cocinera de comidas naturales.Los amigos y los invitados a su mesaalababan sus recetas y hacían que elpríncipe se sintiera muy orgulloso.

Una noche, después de haber cenado enel palacio, la esposa de un delegado deTransportes entre reinos alabó con granentusiasmo la cena y le sugirió a laprincesa que recogiera todas susdeliciosas recetas en un libro, lo cual lepareció al príncipe una idea excelente.

-No sé escribir un libro -le dijo laprincesa una vez que los invitados sehubieron ido- y, aunque supiera cómohacerlo, es posible que no lo publicaranjamás.

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-iOh, princesa! Siempre dudas de quepuedas hacer cosas que no has hechoantes. Claro que eres capaz de hacerlo.

Y él la animó y le compró nuevasplumas de ganso y pergaminos para quepudiera escribir y recopilar todas suscreaciones culinarias. Asimismo, probóy clasificó sus nuevas recetas, elogiandosus esfuerzos.

Una tarde soleada, la princesa, trasvarios meses dedicados a la elaboraciónde su libro, sentada en la mesa de lacocina deslizaba su pluma por elpergamino escribiendo los ingredientesnecesarios para su suflé de verduras concrema de limón. De repente, todo su

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cuerpo se estremeció y una extraña brisainvadió la habitación. Levantó la vista yvio a su príncipe traspasándole con unamirada aguda y penetrante.

-Te preocupas más por ese miserablelibro que por mí -le dijo frunciendo elceño con enfado-, ¡ni siquiera haslevantado la vista cuando entraba!

La princesa se incorporó en la silla ydijo aturdida:

-Yo... yo estaba trabajando en esto y meimagino que no te oí llegar.

-Eso no es nada nuevo. Ya no me prestasatención, y cada vez que te miro, o estáscocinando o anotando algo.

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-Lo... lo siento. Creía que querías queescribiera este libro, -le contestó laprincesa sintiendo cómo empezaba atemblar por dentro.

-¿Qué te hace pensar que será lobastante bueno como para que te lopubliquen?

-Tú me convenciste de ello y pensabaque te sentirías orgulloso de mí.

-Orgulloso?, ¿de qué? -le dijo elpríncipe enfadado-, ¿de una mujer quesiempre está soñando con cosas que esposible que no ocurran?, ¿de una esposaque no ama a su marido lo suficientecomo para estar a su lado cuando él lanecesita?

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-Estoy a tu lado siempre y te amo encuerpo y alma. Siempre tengo tiempopara ti, ya lo sabes. ¿No he dadoinstrucciones al cocinero real para quete prepare unos espléndidos desayunosde harina de avena caliente con canela ypasas o de tortitas de manteca con dulcede almíbar recién hecho, y no melevanto cada mañana temprano parasentarme a desayunar contigo? -lepreguntó elevando cada vez más el tonode voz-, ¿y no te escribo siempre notasde amor en tu bolsa de la comida o tedoy masajes en el cuello y en loshombros cuando vuelves a casa tensotras una dura jornada de trabajo en laembajada? ¿No te he dicho miles deveces lo encantador, apuesto y

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maravilloso que eres? ¿No soy yo lamejor audiencia que has tenido jamáspara tus cuentos y tus chistes? ¿Norecibo a tus amigos, me encargo desupervisar los asuntos del palacio ypongo rosas rojas en todas lashabitaciones como prueba de nuestroamor, ¿No me siento en el banco depiedra del jardín de rosas contigo y... ?

-¡Ya basta, Victoria! Odio que sigas contus interminables explicaciones. -Dichoesto se volvió y salió muy enfadado dela cocina.

La princesa sintió como si una palomaextendiera por todo su estómago a granvelocidad un bote de mantequilla. Elpecho se le encogió como una uva pasa

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y comenzó a dolerle la cabeza por eltono histérico de voz con el que Vickyatronaba sus oídos diciendo: «¡Nosodia!, ¡nos odia!»

Más tarde, mientras la princesa llorabasobre su almohada tumbada en la grancama de bronce, entró el príncipe y sesentó a su lado. Le repitió una y otra vezlo mucho que lo sentía, que no habíasido su intención decir todas esasbobadas y que la última cosa en elmundo que deseaba era herirla. Tambiénle dijo lo mucho que la amaba y leprometió que no volvería a ocurrir unacosa así jamás.

-Eso es lo que me dijiste la última vez -

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le contestó la princesa ahogando su vozentre las almohadas- ¿qué te ocurre?

-No lo sé, princesa. Es como si algo seapoderara de mí, pero no puedoexplicarlo.

Ella levantó la cabeza:

-¿Y qué puede ser?

-Ojalá lo supiera. Es una fuerza que medomina, y me oigo a mí mismo diciendounas cosas horribles. No puedo creerque salgan de mi boca.

-Bueno, no puede decirse que sea miDoctor Risitas el que las diga. De esoestoy segura, -le dijo suspirando

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profundamente.

-«No. Está más escondido».

- ¿Escondido?... hmm... eso me recuerdauna historia que me contaron una vezacerca de un terrible monstruo que sellamaba Señor Hyde (de hide-esconder-) -le dijo incorporándose e intentandoaclarar sus ideas-.

Vamos a ver, ¿de qué forma semanifestaba? Sí, ya recuerdo. A veceseste señor Hyde entraba en el cuerpo deotro hombre llamado Doctor Jekyll y leobligaba a hacer cosas espantosas...claro, ¡eso es exactamente lo que tesucede! -Y con ojos desorbitadosconcluyó-: El Doctor Risitas se

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convierte en el Señor Escondido!

-¿De verdad lo crees así? ¿Cómo esposible?, -le preguntó el príncipe.

-No lo sé. Tal vez se trate de unencantamiento o de algo similar.

-¡Eso es!, ¡ya está! Alguien me hahechizado con un espíritu maligno.

-Bien, yo misma he notado una extrañabrisa por toda la cocina antes de que elbrillo de tus ojos pasara a ser hielo.

-Princesa, tienes que ayudarme, porfavor, -le suplicó el príncipe, apretandolos hombros de la princesa con grandesesperación.

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-¡Oh, amor mío! Por supuesto que te voya ayudar -le respondió rodeando con susbrazos al príncipe y atrayéndolo haciaella-. ¿No he jurado amarte y respetarteen lo bueno y en lo malo, en la salud yen la enfermedad, hasta que la muertenos separe? Trata de no preocuparte, losolucionaremos juntos... como sea.

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6SIEMPRE SE APLASTA LA

ROSA MÁS HERMOSA

El día que la Editorial del reinopublicó el libro de recetas naturales dela familia real, el príncipe convenció ala princesa para que firmara autógrafosen las docenas de copias que repartiócon gran orgullo a los miembros de la

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embajada y del Comité Real de Quejas,a su ayudante, a su cochero y alrepartidor del hielo. Pero el príncipepronto perdió el entusiasmo y comenzó acansarse de pasear por las libreríasmientras la princesa firmaba ejemplares,así como de ver los mimos que la gentele prodigaba en exceso. Por encima detodo, lo que más le molestaba eran esasreuniones sociales a las que asistían, enlas que la gente prestaba mucha másatención a la princesa y apenas lededicaban unos minutos para podercontar sus chistes o representar sufamosa «Infancia en el palacio».

Sin embargo, para la princesa su gloriatenía un sabor agridulce pues su

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preocupación era el príncipe y suprincipal objetivo encontrar la forma deayudarle. En primer lugar, llamó a laUniversidad para hablar con el Directordel Departamento de PoderesSobrenaturales quien le dijo que levolvería a llamar en otro momento.

En segundo lugar, fue a la BibliotecaPública del reino para ampliar susconocimientos sobre hechizos v caza debrujas, albergando la esperanza deencontrar el antídoto. Fue el mismopríncipe el que le pidió que llevara acabo la investigación, alegando queestaba demasiado ocupado con losproblemas de la embajada paraconcentrarse en cualquier otra cosa.

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Pero antes de terminar de leer todo elmaterial que había recogido, volvió asuceder. El Señor Escondido regresó denuevo... y mucho antes que la vezanterior.

Al principio, el hechizo se apoderabadel príncipe sólo una vez, permanecía enél durante un rato y duraba unos pocosminutos. Pero, conforme pasaba eltiempo, se manifestaba con másfrecuencia y duraba horas o días enteros.Cuando el Señor Escondidodesaparecía, la princesa tenía lasensación de haber sido arrollada por uncaballo desbocado con lo cual cada vezle costaba mucho más recuperarse.

Su dulce y divertido Doctor Risitas

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aparecía siempre después con sufamiliar e irresistible destello en losojos, disculpándose de todo corazón,pidiéndole otra nueva oportunidad yjurándole que no volvería a ocurrir más.

Pero volvía a ocurrir una y otra vez.

La princesa comenzó a sentir miedo yaque nunca sabía quién compartiría conella las mañanas o quién vendría a casadel trabajo por las noches, si el DoctorRisitas o el Señor Escondido. Cada vezque aparecía éste último, se comportabade forma más mezquina. Todo lo que elDoctor Risitas tenía de tolerante, amabley encantador lo tenía el SeñorEscondido de crítico, agresivo y odioso.

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Disfrutaba haciéndole daño y lo hacíamuy bien. Sabía todo lo que la princesale había contado al príncipe en laintimidad, sus pensamientos mássecretos, sus miedos y sus sueños, y eraun maestro utilizándolos en contra suyapara herirla.

Puesto que la princesa sabía que elpríncipe era bueno de corazón y que nopodía evitar su manera de hablar ni decomportarse mientras estaba bajo elinflujo del espíritu maligno, intentabapor todos los medios encontrar la formade liberarlo. Así, recortaba artículos deediciones anteriores del KingdomJournal of Mysticism (Periódico místicodel reino), que le enviaban al palacio a

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petición suya. Subrayaba en rojo laspartes más importantes para que elpríncipe no perdiera gran parte de suvalioso tiempo con su lectura, y losdejaba encima de la mesa de la cocinapues estaba segura de que allí los leería.Con todo, la información resultó serinsuficiente.

La princesa pensó que necesitabaelaborar un plan detallado yconcienzudo. Así pues, se sentó y con laayuda de la pluma elaboró una lista contodas las formas posibles para ayudar alpríncipe a librarse de ese espíritumaligno. «Después de todo -pensó-,todos los problemas tienen solución y loúnico que debo hacer es encontrarla, eso

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es todo». Luego, puso en práctica cadauno de los puntos de la lista.

En primer lugar, le sugirió al príncipeque debía buscar el consejo de unprofesional, quizás del directorespiritual de la iglesia del reino que erauna eminencia en los asuntosrelacionados con el diablo, o tal vez delmago de la corte, experto en hacerdesaparecer cosas. El príncipe losrechazó a los dos y la princesa,pensando que estaría más cómodo conalguien que no conociera, le sugirió elastrólogo del otro lado del reino quetenía una gran reputación. El príncipe lecontestó que no tenía la más mínimaintención de tratar su problema con

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ningún extrañó incapaz de ayudarle.

- «Entonces debes luchar con todas tusfuerzas para impedir que el hechizo tedomine», le contestó la princesa condecisión.

-Lo estoy intentando, princesa, de todocorazón, pero el hechizo es muypoderoso. Justo en el momento en el quecreo que estoy progresando aparece elSeñor Escondido... y ya no puedo hacernada para detenerlo, -le dijo el príncipecon gran desesperación.

-Siempre has sido muy valiente, miquerido príncipe. Estoy segura de que novas a dejar que ningún viejo espíritumaligno te logre vencer.

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-No podré hacerlo sin tu ayuda. Eresmucho mejor que yo para estas cosas. Sime amas de verdad, encontrarás laforma de hacer desaparecer el hechizo.

Cuando volvió de nuevo el SeñorEscondido, la princesa probó el segundopunto de su lista: pedirle que dejara deatormentarla. Pero no funcionó, y siguiócon el paso siguiente: amenazarle conirse de casa si volvía otra vez, perotampoco dio resultado.

La princesa no tenía intención derendirse, independientemente de ladecisión del príncipe al respecto y, siera necesario sería valiente y fuerte porlos dos; tenía que serlo.

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En la nueva aparición del SeñorEscondido, se colocó cara a cara frentea él.

-Voy a luchar a muerte contigo paraconseguir que regrese de una vez portodas el Doctor Risitas, le dijo contodas sus fuerzas.

El Señor Escondido echó hacia atrás lacabeza y sonrió:

-¿Tú?, ¿luchar conmigo a muerte? Conlo frágil y debilucha que eres, que hastatienes miedo de tu propia sombra, que nieres capaz de tensar la cuerda de unarco y que caes enferma cada vez quesopla un viento frío. Mira cómo tiemblo,princesa... -le dijo en voz alta.

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Aunque él puede que no temblara demiedo, ella sí que lo hizo. Tenía elestómago encogido, el pecho le oprimíatanto que apenas podía respirar y lacabeza comenzó a golpearle con granfuerza mientras los gritos de angustia deVicky estallaban en su interior.

La princesa estaba cansada y ya habíaagotado todos los medios a su alcance.Por eso, cuando el Señor Escondidovolvió a manifestarse en una nuevaocasión, Victoria le dijo a Vicky que nole escuchara pues ella sabía que elpríncipe no quería decir lo que decía,aunque no podía evitar que el SeñorEscondido hablase y actuase de esaforma.

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A menudo, la princesa se sentaba y seponía a mirar con cierta tristeza el baúlde su ajuar de madera blanca con lasrosas talladas a mano y situadas en lasesquinas, soñando, recordando yesperando. Con todo, comenzó a pasarmás tiempo esperando a su príncipe azulque estando con él.

Le resultaba muy difícil poder llegar alfinal de cada día. Todo era muyconfuso... Victoria y Vicky por un lado yel Doctor Risitas y el Señor Escondidoyendo y viniendo por otro, cada unodiciendo que los demás no sabían enrealidad lo que estaba pasando. Laprincesa ya no estaba segura de lo queveía, oía, pensaba o sentía y, asimismo,

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se iba consumiendo por laspreocupaciones, el miedo, los nervios,el estómago, la opresión del pecho, losdolores de cabeza, los gritos, lasconmovedoras conversaciones con elDoctor Risitas, los espeluznantesencuentros con el Señor Escondido y losconstantes esfuerzos para tranquilizar aVicky.

Tampoco dormía mucho, sobre todocuando aparecía el Señor Escondido.Noche tras noche, éste le decía algomezquino o le acusaba de cualquier cosaalterándole los nervios justo antes dedormir. Luego, se daba media vuelta ycaía en un profundo sueño con lo cual notenía ninguna oportunidad de contestarle

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nada. Así se quedaba durante horasdándole vueltas la cabeza ypreguntándose por qué: se lo habíadicho, si no quería decir eso o si eraverdad, qué podría haberle contestadoella o qué le habría querido decir.

Cuanto más permanecía allí tumbada,más intensos eran los temblores, lasopresiones, los miedos y los dolores decabeza. Lo que empeoraba todavía máslas cosas era el miedo a moverse aunquesintiera algún picor, porque el SeñorEscondido podía despertarse de repente,gritarle y acusarle de intentar molestarlea propósito. Al final, lograba conciliarel sueño de forma irregular, deseando yrezando para que fuera el Doctor Risitas

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el que despertara a la mañana siguientea su lado.

Cuando el Señor Escondido estaba a sulado, lo que le preocupaba a la princesaera el tiempo que iba a tardar enmarcharse y cuando aparecía el DoctorRisitas se preguntaba cuánto iba apermanecer a su lado. Ahora bien, asolas, lo que le inquietaba era saber cuálde los dos aparecería la próxima vez, eintentaba dar con la forma de dominarlos temblores, la opresión, el miedo eldolor de cabeza. Poco tiempo despuésdesistió pues ya se había olvidado de loque significaba estar tranquila.

En el mismo momento en el que laprincesa creía que ya no iba a poder

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soportar más sus locuras, el DoctorRisitas llegaba a casa, llorando a maresy diciéndole que lo sentía. Le asegurabaque el Señor Escondido le decía cosaspara herirla aunque no fueran ciertas,también le repetía que era dulce, buena,especial y que era muy afortunado detenerla como esposa. Le prometía queiba a ser mejor... que ella era la que seimaginaba que las cosas estabanempeorando, que lo iba a intentar contodas sus fuerzas y que todo volvería aser pronto tan maravilloso como antes.

La princesa saboreaba cada palabra quedecía, creyéndoselo de todo corazón. Elbrillo de sus ojos seguía haciendo quesu corazón latiese con más fuerza y que

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sus piernas flaquearan. Se acurrucabaentre sus brazos y le decía: «Mi queridopríncipe azul, mi precioso DoctorRisitas, gracias a Dios que has vuelto» yla memoria de las frías miradas delSeñor Escondido desaparecían de sumente como si nunca hubieran existido.

La princesa disfrutó de un momentoespecial, cuando la luz del sol entró porla ventana de la cocina y la vio moversepor entre los jarrones de cristal queestaba vaciando para colocar las floresrecién cortadas que el príncipe habíaido a coger al jardín. Miró por uninstante la nota del príncipe que ellamisma había colocado en la pared lamañana después de encontrarla en la

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mesa de la cocina.

Las rosas son rojas... Las violetasson azul turquesa... La mejoresposa del reino... Eres tú, miquerida princesa.

De repente, la puerta de servicio seabrió de golpe y apareció el príncipe.Arrojó al escurreplatos un gran ramo derosas justo delante de ella esparciendounos cuantos pétalos rojos por el suelomientras otros se quedaron en elfregadero.

-¡Disfruta de estas flores, princesa,porque van a ser las últimas que tetraigo. ¡ Te sugiero que te acostumbres acogerlas tú sola!

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La princesa le miró atónita:

-¿Qué? ¿De qué estás hablando?

-Me he clavado una espina en el dedo yen ese momento me he dado cuenta dequién me había hechizado con su espíritumaligno, - le contestó.

-¡Eso es maravilloso!, ¿quién es?

-¡Cómo si no lo supieras ya! ¡Eres tú,princesa, tú!, - le dijo el príncipegritando y acusándole con el dedo.

-¿Quién, yo? La única que he estadoayudándote, la única que...

-No empieces de nuevo, no te vas a

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librar de esto.

-De qué, no he hecho nada malo.

-Seguro? -le preguntó el príncipeenfadado-. Pues bien, el hechizo sólo seapodera de mí cuando estoy contigo y nome sucede con nadie más. Ahora dime,¡qué piensas de eso, señorita perfecta yprincesa tiquismiquis? ¡Todo es culpatuya!. Durante todo este tiempo, ¡tú erasla que me estaba hechizando!, - gritabael príncipe aplastando con la bota, deforma deliberada, el pétalo caído de unarosa.

La princesa sintió como si le hubieranclavado un cuchillo en el corazón.

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-Ni siquiera sé cómo hacer un conjuro...,-consiguió decir preguntándose si seríacierto.

-No importa. Yo sé que es por tu culpa.

Y corrió detrás del príncipe pidiéndoleque le escuchara mientras él salíadisparado de la cocina, cerrando degolpe las puertas que se encontraba a supaso. Una de ellas estuvo a punto dederribar a la princesa mientras intentabadarle alcance.

-¡Tengo que salir de aquí!, -gritaba elpríncipe, lanzando improperios contraella por todo el palacio. A continuación,salió por la puerta principal y pidió sucarruaje.

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La princesa se precipitó detrás de él y,al tiempo que salía por la puerta delpalacio, vio al príncipe de pie al ladode su carruaje, golpeando la puerta conel puño y murmurando algo que ella nopudo entender y que no creía quequisiera oír.

En ese momento, la princesa se detuvo ycon sumo cuidado se acercó hasta él.

-¿Estás bien? -le preguntó- ¿qué te hapasado?

-Tú eres lo que me ha pasado -le gritó-,¡todo es por tu culpa!

El cochero, que permanecía de pie ensilencio, miró de forma burlona a la

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princesa y se encogió de hombros.

¿Por mi culpa? ¿Qué he hecho yo?, -lepreguntó al príncipe.

-Muy bien, hazte ahora la tonta. Alguienque se cree tan inteligente, es raro queno sea capaz de adivinarlo por sí misma,¿verdad? Venga, respóndeme.

A la princesa se le secó la garganta y nopudo pronunciar una palabra.

-No importa, ¡genial! yo te lo diré;acabo de herirme en la pierna al ir aentrar al carruaje.

-¿Es culpa mía?, -le preguntó sumisa,temiendo que se enfadara todavía más.

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El príncipe se acercó cojeando hasta laprincesa, agitando el puño en el aire.

-Si no me hubieras enfurecido tanto, nohabría salido de aquí con tanta rapidezni habría estado pensando en tu traicióny habría prestado más atención a lo queestaba haciendo -le dijo gritando con lacara roja de furia, ¡si no hubiera sidopor tu culpa, no me habría hecho daño!

Deseando poder desaparecer, laprincesa bajó la cabeza y clavó la vistaen el suelo para evitar su mirada.

Sin embargo, el príncipe seguíaacosándola con su voz irritada y con sumirada glaciar.

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-¡Mírame cuando te estoy hablando,Victoria!, -le pidió.

Ella levantó la vista llena de granespanto pues allí, tras su penetrantemirada, vio su propio reflejo, el de unapersona que todo lo hacía mal, ycomenzó a llorar.

El príncipe agitó con gran fuerza el puñodelante de ella y le dijo, a la vez que sele marcaban aún más las venas delcuello y la voz retumbaba con fuerza ensus oídos:

-¡Eres demasiado sensible, Victoria!,¡demasiado delicada!, ¡no eres capaz nitan siquiera de engendrar un hijo! -suvoz se elevó todavía más-, ¿qué te

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ocurre?, ¿por qué no puedes ser como elresto de las esposas reales? – levantólas manos con gran frustración-, ¿qué hehecho yo para merecerme esto?

Vicky comenzó a hacer tanto ruido paraapaciguar la voz del príncipe que lacabeza de la princesa estaba a punto deestallar. Se dio media vuelta y entrócorriendo en el palacio hasta llegar alcuarto de estar, cerrando la puerta degolpe.

-¿Qué vamos a hacer ahora?, -lepreguntó Vícky entre sollozos.

-No lo sé -respondió Victoriahundiéndose en el sofá de flecosdorados-, déjame pensar.

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-¡Pero tienes que saberlo!

-¡Vicky, por favor! Cállate un momentopara que pueda pensar.

Vicky esperó. Pero cuando ya no pudosoportar más el tictac del reloj de larepisa de la chimenea, le reveló a laprincesa lo que tanto tiempo llevabaacallando en su mente:

-Tal vez... es posible que el espíritumaligno sea por nuestra culpa. Quizásseamos las culpables de todo.

-¡Tú también, no! ¿Cómo puedes deciruna cosa semejante?

-Porque lo siento así. De todas formas,

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el príncipe no es capaz de mentirnos, esel Príncipe Azul, todo el mundo lo dice.

-No puedes creerte siempre lo que digala gente, Vicky. Y no estoy tan segura deque el príncipe no sea capaz dementirnos.

-Pero, ¿y si tiene razón? -le preguntóVicky-, ¿y si resulta que nos tienealergia o algo así?, ¿y si todo lo quedecimos o hacemos sólo sirve para quevuelva a estar poseído por ese espíritu,como él dice?

-¡Oh, Vicky, por amor de Dios!

-En realidad, sólo aparece cuando estácon nosotras, nadie más conoce al Señor

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Escondido, salvo el cochero y desdehace un momento.

Lo que decía parecía tener sentido, poreso Victoria reflexionó en lo que habíanpodido hacer para invocar al espíritu,pero no pudo encontrar la respuesta. Seimaginó que debía de haber hechomuchas cosas mal para que lesucedieran tantas desgracias aunqueignoraba cuáles podían ser.

-No sé qué más pensar, Vicky -leconfesó Victoria- estoy cansada, muycansada.

-Eres una experta en resolver este tipode cosas y, por eso, debes pensar enalgo.

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Vicky esperaba impaciente mientrasVictoria se atormentaba cada vez máscon el problema.

-Quizás haya algo de verdad en lo quedices, Vicky. Es posible que notengamos otra oportunidad y me imaginoque deberemos esforzarnos para nodecir, hacer o pensar cualquier cosa quepueda atraer al espíritu maligno.

-Pero, ¿en qué debemos esforzarnostodavía más?

-Tendremos que ser buenas, más aún,perfectas.

-No puedo hacerlo. Ya lo intenté con elrey y la reina, ¿te acuerdas? No puedo

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ser mejor de lo que ya soy.

-Bueno, creo que deberías intentarlo y,esta vez, espero que lo consigas. De locontrario, el príncipe nos dejará.

Así pues, cada día se esforzaba más porser perfecta de muy diversas formaspara evitar que el espíritu maligno semanifestase, aunque éste cambiaba de undía para otro. Sin embargo Vicky, quenunca había podido superar el hecho deno ser lo bastante buena para ganarse elamor del rey y de la reina y que seguíateniendo algunas pesadillas en las que laseparaban de Victoria mientraspermanecía encerrada en el armario, notenía suerte con el príncipe. Se pasabatodo el día intentando ser perfecta con

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tanto empeño, que descuidaba el aspectoFísico de Victoria.

Vicky no estaba satisfecha con el trabajoque realizaban los sirvientes del palacioe insistía en que Victoria se encargarade ello personalmente y volviera alimpiarlo. Es más, aunque la princesaestuviera entreteniendo a los invitadosdel príncipe con su ingenio y su donaire,Vicky se preocupaba y se inquietabacada vez que había un acontecimientosocial. Le pedía a Victoria que ellamisma se encargase de hacer la comida,de decorar cada plato con capullos derosa hechos con mantequilla y de cortarlas zanahorias y los rábanos en forma deespiral. La cocinera intentaba ayudarle

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pero Vicky no le dejaba y, una vez quellegaban los invitados, Victoria estabatan cansada que no disfrutaba de lavelada.

Cuando Victoria tomaba una decisión,independientemente de la importanciaque tuviera, Vicky se aseguraba de nocometer ningún fallo. Tal era el temor deVicky a equivocarse en la elección queconvencía a Victoria para que escribierauna nota a la reina, ya que casi siempretenía razón, preguntándole qué era loque debían hacer y hacía que una de susdoncellas llevara el mensaje mientrasella esperaba una respuesta. Sinembargo, los criados se pasaban tantotiempo yendo y viniendo al galope, que

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muchas veces no llegaban a tiempo delavar o de planchar, con lo cual, debíahacerlo Victoria.

La situación se empeoraba todavía máscuando la princesa tenía que decidir suvoto a una propuesta en calidad de«miembro de buena reputación» delprestigioso Comité Soberano para losDesamparados. Victoria elaboraba unalista con los pros y los contras y, en elpreciso momento en el que ya habíadecidido qué votar, Vicky la convencíade lo contrario. Pero si cambiaba deopinión y se ponía de acuerdo conVicky, ésta volvía a disuadirla para quevotara según su postura inicial. Con locual, en ocasiones, la princesa

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permanecía sentada, confundida yaturdida, mientras los otros oncemiembros del comité esperaban conimpaciencia su decisión.

Pero ningún esfuerzo de la princesaconsiguió hacer cambiar al SeñorEscondido que seguía paseándose con elceño fruncido y la mirada penetrante,buscando un pretexto para enfadarse poralgo y, de no haberlo, se lo inventaba.

La expresión de la cara de la princesaera suficiente para hacerle montar encólera. Sin embargo, ella no podía hacernada por evitarlo ya que ignoraba cuálsería la que le haría enfadar. A veces, lehacía creer que era capaz de leer elpensamiento, y se irritaba con la

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princesa por lo que creía que éstaestaría pensando, y cuando ella intentabaasegurarle que no estaba pensando loque él decía, éste le acusaba de negar laverdad.

«Sé mejor que tú lo que pasa por esaastuta cabecita tuya», le contestaba elpríncipe.

Convencida de que nunca conseguiríavencer al Señor Escondido, Vickycomenzó a sentirse más triste cada día,haciendo que Victoria se sintiera deigual forma.

-Soy como soy -murmuró un día Vickyen un tono de voz tan bajo que Victoriatuvo que hacer un verdadero esfuerzo y

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no soy lo bastante buena. Nunca tellevarás bien con él mientras yo siga a tulado. Tal vez debería marcharme y noregresar jamás.

Victoria se sentó sin decir nada,preguntándose si tal vez Vicky teníarazón.

Así pues, Vicky se obligó a sí misma aencerrarse en el armario del dormitorio;entró con resolución y cerró la puerta degolpe. Se sentó en el suelo en medio dela oscuridad, acurrucándose en unaesquina al fondo e intentando acallar sulloriqueo. Pero no sirvió de nada... laactitud del príncipe empeoró aún más.Noche tras noche, la princesapermanecía despierta en la cama

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observando las sombras del dormitoriomientras las lágrimas corrían por su caray mojaban su pelo. No se molestaba ensecárselas pues tenía miedo de molestaral inestable extraño que dormía a sulado.

A veces, se quedaba mirándole mientrasdormía plácidamente y podía ver en éltodavía al mismo príncipe valiente,encantador y apuesto del que se habíaenamorado... y que todavía amaba.Deseaba poder acariciar con los dedosesa inmensa mata de pelo negro que tanbien conocía, y acurrucarse en losfuertes y cálidos brazos que tantas veceshabían encendido su alma y su corazón.El príncipe permanecía allí tumbado tan

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cerca y, sin embargo, tan lejos... Todosestos recuerdos herían su corazón y, enmuchas ocasiones, suspiraba por laausencia de su príncipe aunque estuvieratumbado justo a su lado.

Una mañana, la princesa se despertómás tarde de lo habitual tras un sueñoinquieto y se levantó muy despacio de lacama. El estómago le seguía doliendopor los nervios y el pecho le oprimíaprovocándole una tos latosa. El DoctorRisitas no había desaparecido antesdurante tanto tiempo y la princesa nosabía el tiempo que podría aguantar sinél.

-¿Dónde está el Doctor Risitas? -lepreguntó al Señor Escondido que ya se

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había vestido- , no lo veo desde hacesemanas.

-Se ha ido.

-¡No puede ser! Sé que está en algunaparte, no sería capaz de abandonarme.Me prometió amarme y respetarme en lobueno y en lo malo, en la salud y en laenfermedad hasta...

-Hasta que la muerte los separe. Bueno,creo princesa, que se ha muerto. Elpríncipe que tú conociste murió hacemucho tiempo, así que será mejor quedejes de esperar, de desear y de llorar.Está muerto y no va a volver jamás.

-Sé que estás ahí, mi amado príncipe, -

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contestó la princesa con un nudo en lagarganta tan grande que apenas podíahablar. Examinó sus ojos condetenimiento, más allá de esa miradahelada y de su propio reflejo y allí, en ellugar exacto en el que sabía que estaría,pudo distinguir el pálido y tímidodestello que tan bien conocía y que,como siempre, era por ella.

Un mar de lágrimas brotó de lo másprofundo de su alma a punto estuvo deahogarla en su pena, Lloró y recordó quedurante muchos años había estadosoñando con una vida de cuento dehadas al lado de su príncipe azul, peroque se había convertido en eso, en unatortura. Lloró mucho más y, de repente,

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añoró la comodidad de su antiguahabitación de niña con su colcha deplumas de color rosa y sus suavesalmohadones.

«Tal vez si volviera a casa de mispadres a pasar unos días podría decidircon toda tranquilidad lo que debohacer», pensó la princesa.

Pero Vicky odiaba la idea.

-No voy a ninguna parte -protestómientras Victoria ponía unas cuantascosas en su bolso de Fin de semana decachemir-, antes prefiero morir quedejar al príncipe. Él me necesita y yo aél.

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-Sólo vamos a descansar y a pensar enlo que debemos hacer. Nadie ha dichonada de dejar al príncipe.

-Bueno... lo que está claro es que no mepuedo quedar aquí sola con el SeñorEscondido. Supongo que tendré que ircontigo pero prométeme quevolveremos. Di «Lo juro y que memuera, beso al... »

-«Lo juro y que me muera.» Ahora,venga Vicky, ¡vámonos!

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7UN ACUERDO DE LA

MENTE Y EL CORAZÓN

En el carruaje de camino al palacio desus padres, la princesa pensaba en laexcusa que les iba a dar al rey y a lareina para justificar la forma taninesperada de presentarse, y ademássola, con su bolso de fin de semana en la

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mano.

Se le ocurrieron un sinfín de pretextos,pero antes de llegar ya había decididocontarles la historia del príncipe y delespíritu maligno que, hasta ahora, habíapodido guardar en secreto.

-¿Dónde está la reina?, -le preguntó- alsirviente que le abrió la puerta.

-Creo que en la biblioteca, princesa.

-Por favor, lleva esto a mi antiguahabitación, -le pidió entregándole elbolso.

-¡Pero si eres tú, princesa -le dijo el reydirigiéndose hacia ella desde el otro

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lado del vestíbulo-, me había parecidooír tu voz. ¡Qué sorpresa!

La princesa abrazó a su padre apoyandola cabeza en sus hombros.

-Es tu bolso de fin de semana lo que hasmandado que te suban arriba? -lepreguntó-, piensas quedarte?

-Sólo un par de días, si me lo permitís.

-Claro que sí, princesa, pero...

-Necesito hablar contigo y con mamá.

-¿Estás bien? No pareces...

-Por favor, papá. Será más fácil si os lo

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cuento a los dos a la vez.

-No me gusta la forma en que lo dices,Victoria, nada en absoluto, -le dijo elrey rodeando con sus brazos loshombros de la princesa mientrascaminaban en silencio en dirección a labiblioteca.

-¡Victoria! -exclamó su madre,levantándose del sofá-, no teesperábamos. ¿Viene el príncipecontigo?

-No, mamá, no viene.

-Pareces cansada -le dijo la reina concierta preocupación-, ven y siéntateaquí. Una vez sentadas en el sofá, la

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reina observó a su hija con másdetenimiento y le preguntó-: ¿Estásenferma?

La princesa comenzó a llorar luchandopor mantener la calma mientras seencogía cada vez más.

-¿Qué te ocurre, princesa?, -le preguntóel rey sentándose en una sillón cercano.

Un torrente de quejas y de palabrasterribles salieron de sus labios acercadel espíritu maligno y del malvadoSeñor Escondido. Sin embargo, omitióla parte más cruel porque sabía que elrey y la reina amaban al príncipe igualque a un hijo y no quería herirles, másde lo necesario.

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-¡Apenas puedo creer que sea cierto!, -exclamó el rey.

-No me extraña que tengas ese aspectode enferma y de cansada, -le dijo lareina moviendo la cabeza con asombro.

-Estoy enferma y cansada, madre, de queel príncipe esté siempre enfadadoconmigo, de ser la culpable de lo queestá mal, de temblar de miedo, de losnervios en el estómago, de la opresiónen el pecho y de los dolores de cabeza.También estoy harta de esperar y dellorar... y de coger yo misma las rosas...y de estar enferma y cansada.

-¿Nuestro príncipe azul? ¿Cómo hapodido ocurrir? -le preguntó la reina-,

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¿por qué no hemos presenciado nuncaninguna demostración de su excéntricocomportamiento, Victoria?

-Porque sólo le pasa conmigo, -lecontestó la princesa, conteniendo laslágrimas.

-Bien, entonces -le dijo el rey-, ¿te hasparado a pensar que tal vez el príncipetenga razón al afirmar que, en parte, seasla causante del hechizo?, ¿por quéaparece sólo cuando estás tú?Seguramente, una cosa así no puedesurgir por sí sola, debes de haber hechoalgo.

La voz de Vicky retumbó en la cabeza deVictoria: «Ya sabía yo que iba a decir

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eso, ¡lo sabía! Siempre dice lo mismo.

-¿Victoria?... ¡Victoria! -le dijo la reina,elevando la voz para atraer la atenciónde la princesa-, ¿estás completamentesegura de que la situación es tan malacomo crees? Perdóname por decirteesto, querida, pero en más de unaocasión has sido muy propensa aconfundir lo que es real con lo que no loes.

-En estos momentos no estoy segura decasi nada, mamá.

-El rey se levantó y comenzó a pasear deun lado a otro de la habitación con lasmanos unidas a la espalda.

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-No lo entiendo. El príncipe ha estadoun poco misterioso últimamente... ¡perouna cosa así!

-Siento mucho todo esto, Victoria -ledijo la reina-, quizás sería mejor que tupadre y yo hablásemos con el príncipe.

-Dudo haya nadie capaz de comunicarsecon él. Pero os quiere mucho a los dos ypor eso, tal vez... -dijo la princesainclinándose para buscar el consuelo enel regazo de su madre-, no sé qué máspuedo hacer, no lo sé.

Esa noche, los tres cenaron en silencio yla princesa se retiró pronto a su antiguahabitación de color rosa y blanca con lagran cama de dosel. Todo estaba igual

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que cuando salió de ella para casarsecon el príncipe, ya que la reina habíaordenado a la servidumbre de palacioque la conservasen así.

La princesa recorrió con sus manos eltocador y enderezó el Código Real deSentimientos y Conducta de Princesasque seguía colgado en la pared encimade él. El gran espejo de bronce seguíade pie en una esquina de la habitación, yesto le recordó el hermoso reflejo deuna princesita que solía verse en élaunque también se acordó del que ledecía lo que había hecho mal. Puestoque no quería alterar la calma en la quese encontraba, se mantuvo alejada delespejo.

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Asimismo, estaba tan agotada que lecostó grandes esfuerzos desnudarse.Sacó de la bolsa el camisón de seda azuly lo deslizó por encima de su cabeza,relacionando el color con su estado deánimo. Se metió en la cama, se acomodóen ella tapándose con la plumíferacolcha de color rosa y cogió una de lasesquinas para sentir en su mejilla todasu suavidad. Por alguna razón se sentíaaliviada pero, tal era su cansancio queasí mismo, se quedó dormida.

* * * *

A la mañana siguiente, la princesa sedespertó con el gorjeo de los pájaros enlos árboles al otro lado de la ventana ylos rayos del sol que le daban la

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bienvenida mientras inundaban lahabitación. Había dormido mucho mejorque en los últimos meses, aunque ladolorosa realidad que le recordabadónde estaba y el por qué, le golpeóigual que lo haría un disco que seextravía en los Juegos Olímpicos. Salióde la cama, se puso la bata y fue aasearse.

Al regresar, sobre su mesilla había unabandeja con tortitas de manteca y dulcede almíbar recién hecho, así como unahumeante tisana de hierbas. Se metió denuevo en la cama y colocó la bandeja ensu regazo. En realidad, hacía muchotiempo que no le servían el desayuno enla cama.

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Recordó todas las mañanas que lehabían traído tortitas de manteca a suhabitación en la misma bandeja y lahabían dejado en esa mesilla. Cuandoestaba contenta, se comía las tortitas conentusiasmo y disfrutaba de cadamomento, pero cuando estaba triste sedejaba caer algunos trozos por el platoque, mojado con dulce de almíbar, sequedaban pegados al tenedor cuando selo llevaba a la boca. En ese caso, el díaiba a ser por el estilo, igual que unaligera tortita.

Puso la bandeja a un lado y se llevó latisana al asiento que había junto a laventana. Se acomodó en él y observó elpaisaje que tantas veces había

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contemplado mientras recordaba cadauno de los sueños que, desde esa mismasilla, había ido elaborando yalimentando en su imaginación. «¡Quédiferente se ve todo -pensó-, aunque estéigual que antes!»

En ese momento, sus ojos se detuvieronante el único árbol que se divisaba en loalto de la pequeña colina justo al otrolado de los jardines de palacio. Seguíateniendo un aspecto triste y solitarioigual que la vez en la que la princesasalió a hablar con él, o al menos ese erasu recuerdo. Aquel día conoció a HenryHerbert Hoot, el doctor del corazón.Una lágrima solitaria salió de sus ojosrecorriendo de forma lenta su mejilla

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igual que aquel otro día. «¡Oh, Doc! -pensó-, ¡ojalá pudiera hablar contigoahora!»

La puerta, se entreabrió, y la reinaasomó la cabeza.

-¿Cómo te sientes hoy, Victoria?, -lepreguntó entrando en la habitación.

-Me imagino que un poco mejor, mamá.Me ayuda mucho estar aquí.

-Muy bien, -le contestó la reinaacercándose a la ventana donde estabala princesa y acariciando con suavidad ycariño su melena.

-¿Te acuerdas de cuando solías sentarte

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en mi cama por las noches y hacías estomismo hasta que me quedaba dormida? -le preguntó la princesa-, hablábamos delos cuentos de hadas y de un príncipeque vendría un día a buscarme. ¡Era tanfeliz! Me pregunto si alguna vez volveréa ser tan feliz como antes.

-Pues claro que sí -le respondió la reinadándole un reconfortante abrazo-, yahora debes prepararte para bajar.

Tu padre y yo hemos llamado alpríncipe y le estamos esperando de unmomento a otro.

Era un príncipe triste el que saludó a lareina y a la princesa cuando entraron enla biblioteca. Se inclinó y besó en la

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mejilla con delicadeza a la reina.

-Hola, mamá, -le dijo muy amable.

Miró a la princesa y sonrió ligeramentecerrando los ojos. Sin decir una palabra,le cogió la mano apretándola de esaforma tan especial que tenía. La condujohasta el sofá y se sentó a su lado. Por unmomento, los ojos de la princesa seencontraron con los suyos y pudopercibir un tímido destello brillando ensu interior. Victoria se acomodó en suasiento, sin poder respirar apenas,sintiendo sólo el latido de su propiocorazón.

El rey, que había estado observándolotodo desde su sillón, -miró al príncipe y

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dijo:

-Bueno, ¿qué es todo eso que hemosoído acerca de un espíritu maligno y deun tal Señor Escondido? ¿Qué son lostemblores, las opresiones, los miedos,las injurias y los disgusto de laprincesa? Y ¿qué es eso de que tengaque cogerse ella sus propias rosas?

El príncipe admitió que todo era verdady les contó lo que él y la princesa habíanhecho para intentar librarse del hechizo.

-Desde el principio, ella ha sido mimejor amiga- afirmó con una voztemblorosa llena de emoción mientrasapretaba la mano de la princesa de esaforma tan especial-, creyó en mí incluso

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cuando el Señor Escondido era muycruel con ella. Aguantó por los dosaunque ni siquiera estuviera yo allí.

-La princesa dice que le echas la culpadel hechizo, -le dijo el rey.

-No, el Señor Escondido es el que lo hahecho. Yo siempre he sabido que no eraculpa suya.

-Debes combatir al espíritu maligno contodas tus fuerzas o, de lo contrario,destruirá lo que más quieres, -lecontestó la reina.

-El hechizo es demasiado poderoso -dijo el príncipe-, no puedo luchar contraél, no tengo fuerzas y ya lo he intentado

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todo.

_¡Pero debes hacerlo!, -insistió la reina.

-Lo siento muchísimo -dijo el príncipemirando al rey y a la reina a la vez-, osquiero con todo mi corazón y no queríahaberos herido como lo he hecho nitampoco hacerle daño a la princesa. Laquiero desde el mismo instante en que lavi y no puedo soportar la idea de estarsin ella... ni la de seguir destrozándolade esta manera, -los ojos del príncipe sellenaron de lágrimas y al bajar la cabezacayeron a su regazo.

Vicky comenzó a gritar con tanta fuerzaque era imposible creer que los queestaban al lado de Victoria no fueran

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capaces de oírla. ¡Que alguien hagaalgo!, ¡rápido! Abrázale, Victoria.Acaríciale el pelo igual que hacías antesy dile que todo esta bien. Mírale a losojos y dile que le queremos por encimade todo y que siempre será así. Victoria,por favor!, ¡hazlo!, ¡hazlo ahora antes deque sea demasiado tarde!

Tan enamorada, tan triste y tan aturdidaestaba la princesa que todo daba vueltasa su alrededor dentro de una granconfusión. Sentía tal nudo en la gargantaque era incapaz de articular palabra.

El rey se levantó y comenzó a pasearpor la habitación de un lado a otrofrotándose las manos.

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-Resuelvo incluso el problema másdifícil... cuestiones que afectan a lasvidas de todos los habitantes del reino...y no soy capaz de solucionar el queafecta a mi propia hija y a mi yerno.

-Lo que Dios ha unido, que no lo separeel hombre -concluyó la reina-, lo sientode todo corazón, hijos míos, pero estavez no puedo aconsejaros lo que debéishacer.

El príncipe se levantó para volver a sucasa. Se despidió del rey y de la reina,abrazándolos con más cariño que antes,y rodeó con sus brazos a la princesamientras ésta le acompañaba a la puertaprincipal de palacio.

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A continuación, se volvió y le susurró aloído:

-Te quiero, princesa. Siempre te hequerido y te querré... pase lo que pase...el resto de mi vida.

Sin aguardar a que la puerta se cerraratras él, la princesa corrió por elvestíbulo, subió la escalera de caracol,se metió en su habitación y cerró lapuerta de golpe. Se echó encima de lacolcha rosa y comenzó a llorar,intentando decidir lo que debía hacer sinpoder dejar de llorar. Así como estaba,completamente agotada se sumió en unsueño inquiero.

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8HACER O NO HACER...

La princesa se despertó de la siesta conla imagen viva y real de un búho quecantaba con un sombrero de paja y unestetoscopio que salía de su cuellotocando canciones con un banjodiminuto. Se dio cuenta de que habíaestado soñando con Henry Herbert Hoot,D.C.

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Se levantó y fue hasta la ventana desdedonde divisó a lo lejos la colina con elárbol en el que conoció a Doc y queparecía estar llamándola. Sabía que eracasi imposible volver a encontrarse conel búho después de tantos años, aunquefuese real, pero el árbol ejercía un graninflujo sobre ella. Pensó que podíallegar allí antes de que anocheciera, asíque se puso un jersey y bajó lasescaleras con rapidez, pasando pordelante de la reina.

-Voy a dar un paseo, mamá -le dijo-,volveré pronto.

Recorrió los jardines del palacio y llegóa la pequeña colina protegiéndose los

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ojos de la luz cegadora de la puesta desol. El árbol no era tan pequeño comoparecía, pero ante el cielo anaranjadoresultaba mucho más solitario de lo queella recordaba.

Miró por entre las ramas con laesperanza de ver al búho, pero noestaba. El sol se iba escondiendo tras elhorizonte y sus ilusiones con él.

-¡Oh, Doc! -dijo en voz alta-, ¡ojaláestuvieras aquí! Tú eres el único quepodría ayudarme.

Decepcionada, se quedó allí sentadadurante un rato viendo cómo anochecía.Una estrella apareció brillando cada vezmás.

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-Pídeselo a la estrella, Victoria, -lesugirió Vicky.

-¡Oh, Vicky! Se está haciendo tarde y, detodas formas, no servirá de nada porqueDoc no está aquí.

-Apuesto a que vendrá si se lo pides a laestrella. Por favor, Victoria, ¡por favor!.

-Está bien, lo voy a intentar.

La princesa dirigió su mirada a laestrella, y dijo:

Estrella brillante, estrellaluminosa... La primera estrellaque esta noche se posa... Ojalápudieras cumplir por tal cosa... El

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deseo que esta noche en míreposa.

Cerró bien los ojos y deseó con todassus fuerzas que apareciera Doc. Luego,esperó durante un buen rato pero nopasó nada. Se sentó en el suelo y secubrió la cara con las manos.

Poco después, la música de un banjocomenzó a sonar y la voz que habíaestado esperando oír cantaba estacanción:

Oí que a una estrella se lopedías... Y de lejos vine a ver quéquerías... Cuando tus deseosliberas... Por arte de magia losrecuperas.

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-¡Doc!- gritó la princesa, levantándosede un salto y corriendo al encuentro delbúho-, ¡eres tú de verdad! He estadobuscándote en el árbol pero no te hevisto.

-Hay muchas cosas que no ves, princesa.

-Sí que las veo. Por ejemplo, te veo a ti,tu sombrero de paja, tu banjo, el árbol,el cielo y la estrella a la que le pedí eldeseo.

-Hay cosas que no pueden verse con losojos y que están ahí, -le contestó Doc.

-¿Qué tipo de cosas? ¿Cosas como queel deseo consigue que los sueños sehagan realidad?

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-Si así fuera, ¿por qué todos tus deseosno han conseguido liberar al príncipedel espíritu maligno?

-¿Cómo lo sabes?

-Me lo dijo un pajarito. A decir verdaduna bandada de amigos tuyos con plumasme lo contaron cuando vinieron apedirme consejo después de que dejarasde cantar. Sus corazones estaban tantristes que apenas podían volar.

-Sí, conozco ese sentimiento... quierodecir lo que se siente cuando se tiene elcorazón triste -suspiró la princesa-.¡Ojalá supiera la forma de librarme delespíritu maligno!, así sería feliz,volvería a cantar con los pájaros y todo

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sería perfecto otra vez. Tienes queayudarme, Doc. Ya lo he intentado todoy nada ha dado resultado.

-Está bien, princesa. Nada hafuncionado.

-Pensé que tal vez se te ocurriría algoque todavía no he probado.

-En efecto, conozco ese algo y es nada.

-¿Nada?

-Sí, nada.

Victoria frunció el ceño mientraspensaba en lo que Doc le había dicho.«¿No hacer nada?», se preguntó.

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-Sí, princesa. El no hacer nada es algoque todavía no has intentado. Debesdejar de actuar y comenzar a no hacernada en absoluto. Eso es, no hacer naday no decir nada; no dar explicaciones,no defenderte, no poner las cosas enorden, no protestar, no pedir perdón, noamenazar, no preocuparte, no pasartenoches en vela pensando, planeando ycalculando ¿Entiendes la idea?

-¡No me resulta tan sencillo no hacernada!

-Cuando no hagas nada, en realidadestarás haciendo algo... algo queayudará al príncipe si te alejas de sulado.

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-¡Eso no se puede decir así como así! -dijo la princesa con gran indignación-.¿En qué le perjudico yo sí lo único queintento es ayudarle?.

-Perdóname, princesa, no pretendíaofenderte, pero el príncipe estádemasiado ocupado pensando en lo quete ocurre a ti para ver cuál es suproblema. Si no haces nada, es másprobable que el príncipe vea que estáhaciendo algo.

-No puedo dejar de ayudarle. ¿Qué seráde él?

-¿Qué le ha ocurrido desde quecomenzaste a aconsejarle y a actuar?¿Qué te ha pasado a ti?

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-Pero me pidió ayuda.

-Sólo porque alguien te pida ayuda no esrazón para que se la des. Muchas veces,la ayuda acaba perjudicándonos.

La princesa se echó las manos a lacabeza ya que el dolor era insoportable.Vicky estaba alterándose por momentos.

-Pero tenemos que ayudar al príncipe -dejó escapar Vicky-, si Victoria pudieradescubrir qué es lo que estamoshaciendo mal, empezaríamos a hacerlobien y todo volvería a ser perfecto.

-¡Vaya, vaya!, pero si es la pequeñaVicky -dijo Doc-, ¡hola!

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-¿Cómo sabes lo de Vicky? -le preguntóVictoria-, los pájaros no pueden habertedicho eso.

-Los búhos sabemos muchas cosas,somos muy sabios.

-Casi siempre Vicky habla conmigo,pero a veces levanta tanto la voz que losdemás pueden oírla. Por supuesto, creenque soy yo y en algunas ocasiones así es.Bueno, Vicky soy yo... quiero decir... lasdos somos una y a veces me cuestatrabajo distinguir quién es quien. Detodas formas, resulta muy difícilexplicarlo.

-No es necesario que lo hagas, princesa-le contestó Doc-, todo el mundo tiene un

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compañero como Vicky. El NewKingdom Journal of Medicine forDoctors of the Heart (Nuevo periódicomédico del reino para doctores delcorazón) ha publicado numerososartículos explicando el fenómeno.

-¿De verdad? Creía que era la únicaque...

-Tal vez lo discutamos en otra ocasión,pero ahora mismo debemosconcentrarnos en el problema que nosocupa. Tanto Vicky como tú necesitáisescuchar con atención.

-Yo lo haré pero creo que Vicky no-dijo Victoria pues escuchar, sobre todocuando está enfadada, no es algo que

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domine muy bien.

-Ya veremos. Ven a sentarte aquí -contestó Doc, señalando con las alas ydiciéndole a continuación: -lo que hashecho mal es creer que podías haberatraído al espíritu maligno y que,encontrando el antídoto mágico,conseguirías hacerlo desaparecer.

-¡Sí, sí, así es! -gritó Vicky-,¡necesitamos un antídoto mágico! PeroVictoria no da con la fórmula aunque sele dé muy bien resolver todo tipo decosas.

-Eso es porque la única persona quepuede hacer magia en el príncipe, es elpríncipe mismo,- dijo Doc.

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-Pues eso es imposible porque no puede-dijo Victoria-, ya lo ha intentado.

-Sí, sí que puede -replicó Doc-, pero tufelicidad no depende de si puede o no.

-Sí, toda, - contestó Vicky.

-No tiene por qué.

-¿Qué hacemos entonces?, -preguntóVictoria.

-Lo que ya te he sugerido antes: no hacernada. Al menos, nada que tenga que vercon el príncipe y con el espíritu. Puedes,sin embargo, hacer algo por ti. A decirverdad, hay muchas cosas que puedeshacer por ti.

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La princesa miró a Doc de formasuplicante, sus ojos estaban llenos delágrimas.

-No puedo hacer nada más. Estoy muyenferma y cansada. Tú eres médico, ¿nopuedes ayudarme?

-Sí, por supuesto,- le contestó el búhomientras abría la bolsa negra y sacabasu cuaderno de recetas. Hizo unoscuantos garabatos en una de ellas conuna pluma doblada, arrancó la hoja y sela entregó a la princesa y, aunque laslágrimas apenas le dejaban ver, intentóleer lo que había escrito:

«Nombre: Princesa Victoria. Dirección:Palacio Real. RECETA: La Verdad es

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la Mejor Medicina. - Toma toda la quepuedas tantas veces como te sea posible.» DOSIS: Sin límite, FIRMADO: HenryHerbert Hoot, D.C.»

-¿La verdad es una medicina?, -preguntóla princesa.

-Sí, la más eficaz y poderosa de todo eluniverso. Es la única que puedeayudarte.

-¿Cómo puedo encontrar esta verdad?

-Comienza con esto. Le contestó Docvolviendo a abrir su bolso negro ysacando de él un librillo con unahermosa rosa roja impresa en la cubiertaque depositó en las manos de la princesa

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quien, a su vez, leyó la inscripcióndorada:

«Guía para vivir siempre feliz. Paraprincesas que están enfermas y cansadasde estar enfermas y cansadas -(HenryHerbert Hoot, D. C.)»

-Eso es todo lo que quiero... ¡vivirsiempre feliz!,- dijo la princesaestrechando el libro contra su pecho.

-Recuerda que leer el libro es sólo elcomienzo -le dijo Doc-, pues para quecambien las cosas, debes cambiar túprimero.

¿Yo? -le preguntó Victoria-. Es elpríncipe el que tiene que cambiar.

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-Eso sólo depende de él, y debes detener esto muy presente.

-Pero, es más fácil que cambie si leeeste libro -dijo Vicky sin granconfianza-. Victoria podría subrayarlelos párrafos más importantes en rojopara que...

-Si sigues haciendo lo que siempre hashecho no conseguirás más de lo que hasconseguido hasta ahora -le dijo Doc-,deja de hacer lo que no da resultado.

-Pero, ¡nosotras sabemos lo que leconviene al príncipe mejor que nadie!, -contestó con furia Vicky.

-Debes elegir ser feliz antes que hacer

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lo conveniente.

-¿Elegirlo?, -preguntó Victoria.

-Sí, la felicidad es una elección.

-En estos momentos no puedo pensar nisiquiera en la posibilidad de ser feliz -dijo la princesa-, pero haría cualquiercosa por encontrar la paz y latranquilidad.

-Si eso es así, princesa... si lo dices deverdad... lo conseguirás ya que vas porbuen camino. Pero debes comenzardesde el principio, así que vete ahora aleer el libro.

-Pero, Doc...

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-Lee el libro -le contestó Doc condulzura , y después hablaremos.

-¿Estás seguro de que vas a estar aquícuando lo termine?

-Tan seguro como pueda estarlo decualquier otra cosa, princesa. Hice lapromesa de ayudar en la vida a losdemás.

-Estoy muy contenta de que hayamosvuelto a vernos,- dijo Victoria dándoleun abrazo cariñoso.

Con el corazón lleno de esperanza laprincesa se dio media vuelta y se dirigióa palacio apretando todavía el librocontra su pecho. Quedaba mucho antes

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de llegar a la paz de su habitación, asíque comenzó a leer.

Mientras caminaba por el vestíbuloapareció el rey agitando un sobre con lamano.

-Ahora mismo lo acaba de traer para tiun mensajero.

La princesa leyó su nombre en el dorsoescrito con la letra del príncipe, y latristeza se apoderó de ella mientras loabría y leía el mensaje:

Las rosas son rojas... Las violetasson azul turquesa... Ven pronto acasa... Lo conseguiremos,princesa.

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La princesa subió corriendo a suhabitación y recogió sus cosas conrapidez, metiéndolas en su bolso de finde semana de cachemir dejando el libropara el final. Luego, volvió a bajardeprisa las escaleras y les dijo al rey y ala reina que se iba a casa pero que no sepreocupasen. Por un instante pensó endecirles que estaba recibiendo la ayudade un especialista en los asuntos delcorazón, pero renunció a ellorecordando la forma en que habíareaccionado la reina la última vez queintentó hablarle de Doc.

Mientras el carruaje se iba alejando depalacio, la princesa abrió su bolso, sacola Guía para vivir siempre feliz y

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comenzó a leerla con gran ilusión.

-¿Cuándo fue la última vez que temiraste al espejo y te dieron ganas debailar?- leyó en las primeras líneas-, ¿laúltima vez que con tu canción invitaste alos pájaros a unirse a tu canto?, ¿y laúltima vez que un jarrón de rosas rojaste colmó de dicha?

Las palabras comenzaron a borrarse,pues sus ojos se llenaron de lágrimas.«¿La última vez...?»

No podía acordarse.

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9UNA GUÍA PARA VIVIR

SIEMPRE FELIZ

Tan concentrada estaba la princesa en suGuía para vivir siempre feliz que, paraella, sólo habían pasado unos segundoscuando se detuvo su carruaje a la puertadel palacio. Incapaz casi de apartar losojos de la página que leía, descendió del

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carruaje y caminó hasta la puertaprincipal con el libro en la mano,marcando con el dedo la página en laque se había quedado.

El cochero dejó su bolso en el palacioal lado de la puerta principal. Guiadapor la inconfundible fragancia de rosasdel vestíbulo, la princesa levantó lavista hacia los jarrones de cristaltallados a mano que descansaban sobrelos blancos pedestales de mármoldispuestos a ambos lados de la entrada.Era cierto, los jarrones estaban llenosde docenas de rosas rojas frescas.

-¡Mira!, ¡Nos ha cogido rosas, Victoria!- dijo Vicky-, ya se está recuperando.

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-Quizás, Vicky. Pero también esprobable que las haya cogido porquetiene miedo de que le dejemos. Ya sabesque siempre se porta así de encantadorcuando cree que le vamos a abandonar,pero no dura mucho.

-¡A-ha!, todavía nos quiere y las rosaslo demuestran.

-No quiero hablar de eso ahora, Vicky, -le dijo Victoria que sólo quería volver aleer el libro.

Aliviada, pues parecía que el príncipeno estaba en casa, subió corriendo lasescaleras hasta el dormitorio principal yse tumbó en la gran cama de bronce. Elolor de las rosas le hizo mirar hacia el

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jarrón que estaba encima del tocador yaque, al igual que el resto, había sidoadornado con rosas rojas.

Asimismo, deseando que Vicky noempezara de nuevo a hablar, la princesaabrió el libro por donde lo había dejadoy leyó durante un buen ratoidentificándose en cada página... algoque a Vicky le pareció tan lamentableque le hizo interrumpir su propiopensamiento.

-¡Todo, eso no es más que una sarta deestupideces! Sería mejor que tiraras ellibro y te olvidaras de todas esas ideastan absurdas de Doc, ya que sólo van aconseguir que tengamos más problemascon el príncipe.

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¡Lo sé, lo sé!

-¿Qué nos queda por hacer? -preguntóVictoria-, ya hemos probado con todo loque se nos ha ocurrido y no hafuncionado. Seguir el consejo de Doc esnuestra única esperanza, además es unsabio, Vicky, es un especialista.

Desde ese mismo día, la princesa sellevaba el libro de Doc a todas partespara poder leer una página aquí y unpárrafo allá a la mínima ocasión. Eracomo si la Guía para vivir siempre felizhubiera sido escrita sólo para ella.Subrayaba en rojo los pasajes másimportantes, aunque tan acostumbradaestaba a hacerlo para el príncipe que,

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muchas veces, debía recordar que ahoralo estaba haciendo para ella. Repasabalos párrafos señalados, sobre todocuando el Señor Escondido comenzabauno de sus discursos injuriosos.

-Las palabras pueden hacer tanto dañocomo los puños. Debes mantenertealejada -decía el capítulo tercero- delas discusiones acaloradas y de lossilencios cortantes. -La princesa sabíaque era una gran verdad, pues suspropias heridas, aunque no fuesenvisibles, eran una prueba de ello.

La lectura del libro no resultó una tareafácil ya que, en ocasiones, tenía que leerla misma frase cuatro o cinco vecesantes de poder entenderla. Asimismo y

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de forma misteriosa, algunos pasajesdesviaban su atención hacia otra cosa ytenía que volver a leerlos varias veces,pero, aún así, con frecuencia al volverla página un minuto más tarde ya no seacordaba de lo que había leído. Nuncale había sucedido nada igual, ni siquieraestudiando para los exámenes finalescomo alumna de la UniversidadImperial. Pero, claro, en aquel tiempoVicky no intentaba distraerla siempre.

Ésta dudaba entre echarse a llorar ocoger rabietas en su afán por impedirque Victoria siguiera los consejos deDoc.

-¡No me creo las tonterías que aparecen

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en ese libro tan absurdo y no voy a hacerlo que dice! -dijo a gritos un día Vicky-.No me importa lo que dice sobre dejarde jugar con el príncipe y de bailarjuntas. Me encanta jugar y bailar... ¡ya losabes! ¡No voy a dejarlo!

-No lo entiendes, Vicky, No se trata deese tipo de juegos o de bailes, se tratade...

-Y todas esas ideas tan confusas decómo no ayudamos al príncipe... igualque el pobre pony tan rechoncho y tanbajito al que ni todos los caballos delrey ni todos sus hombres pudieronayudar..., de cómo debe solucionarlo élmismo y de qué manera noscomportamos con el rey y la reina,

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amándoles e hiriéndoles al mismotiempo y todo lo demás. ¡Me estávolviendo loca de verdad!

-Bueno, también a mí me está volviendo,loca algo, Vicky... ¡tú! Estoy intentandocon todas mis fuerzas descubrir qué eslo que me está pasando, cuál es elmotivo y qué tengo que hacer, y nopuedo lograrlo si, a la vez, tengo quepelear contigo, -dijo Victoria fijando lavista de nuevo en el libro. Sin embargo,después de discutir con Vicky le costabamucho volver a concentrarse.

El no hacer nada con respecto alpríncipe resultó mucho más difícil quehacer algo. La princesa se metió las

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manos en los bolsillos de la falda paraacordarse de su nueva táctica de nointervenir. Asimismo, se imaginaba quetenía la boca tapada con esparadraposiempre que necesitaba recordar que nodebía decir nada.

A menudo se repetía las palabras deDoc: «para que cambien las cosas,debes cambiar tú primero, esforzándoteal máximo por conseguirlo». Pocotiempo después, dejó de ayudar alpríncipe a liberarse del espíritumaligno, de explicar y de razonar con éla cada momento del día.

Más aún, dejó de preocuparse por elánimo con el que volvería el Príncipe acasa tras un día de trabajo. Ya no siguió

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planeando lo que debía decir ni hacer siél decía esto o aquello ni puso especialcuidado en no decir, hacer, pensar osentir cualquier cosa que pudieramolestarle. Pero, descubrió que no hacernada ni decir nada, por muy difícil queresultase, era mucho más fácil que nopensar en nada. Por ello, y a pesar delos esfuerzos por eliminarlos, lospensamientos negativos siguieronapareciendo sin cesar en su mente.

Su mente, por desgracia, estabasaturada, pero el resto de su cuerpoestaba vacío. De hecho, en su vida y enella misma había un gran vacío y nadaparecía poder llenarlo. Conformepasaba el tiempo, cada momento vacío

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pesaba más en sus manos... en sumente... y en su corazón.

Retomó la Guía para vivir siempre felizcon el fin de seguir sus consejos. En ellibro se afirmaba que era normal queuna persona que cambiaba de trabajo sesintiera completa y, a la vez, vacía, ysugería sustituir el trabajo anterior deatender al príncipe por nuevasactividades que acapararan su propiointerés.

La princesa recordó que su mente y susmanos habían estado muy ocupadas en laépoca en que se dedicó a recogerrecetas para su libro, y decidió volver acocinar. Se dedicó a ello con gran afándesde la mañana hasta la noche pero,

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salvo algunos pequeños respiros, losazarosos pensamientos persistieron y sevolvió a sentir tan vacía como antes.

Pensaba que, tal vez, dedicarse a lasrosas le haría sentirse mejor, y comenzóa trabajar en el jardín desde el albahasta el anochecer. Pero esto ledeprimió todavía más pues las rosas leseguían recordando al príncipe.

En cierta ocasión, permaneció en lacama durante algunos días tomando elremedio curativo que el jefe de médicosde palacio le había preparado, perotampoco funcionó.

Decidió intentar algo nuevo y, traslargas reflexiones, elaboró una nueva

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lista de actividades que podríanfuncionar mejor que las que ya habíaintentado. La idea más atractiva de lalista era «Ir de compras» pues habíaoído que hacía milagros en la gente yque, sobre todo, era lo más indicadopara llenar las horas vacías y aliviar alas mentes saturadas.

A la mañana siguiente y antes de queabrieran, la princesa ya estabaesperando delante de la puerta de losgrandes almacenes más antiguos delreino. Una vez dentro, se dirigió a lasección de retales, eligió unos cuantosrollos de tela y pidió que se los cortaranen varias piezas que, siguiendo susplanes, llevaría a la modista real, pero

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tan concentrada estaba en sus comprasque parecía no salir nunca de allí A lahora de cerrar, la princesa iba cargadacon bolsas llenas de sombreros, florespor todas partes y guantes de raso, decuero y de llana de varios colores.También había comprado baratijas detodas las formas y tamaños varios paresde zapatos y bolsos haciendo juego,pero eran tantos que necesitó a tresdependientes y a su cochero parameterlos en el carruaje.

Así pues, se dedicó a comprar desdeque abrían hasta que cerraban todos losdías, llevándose a casa tantas cosas quelos armarios estaban abarrotados. Dehecho, dos de ellos no se podían ni

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siquiera cerrar hasta que, por fin,convirtió una de las habitaciones deinvitados en un nuevo ropero que enseguida llenó también.

-¿Te vas de viaje, Victoria? -le preguntóla reina un día que fue a hacerle unacorta visita-; ¡hay más ropa aquí que enlos grandes almacenes del reino! ¿Cómote las vas a arreglar para ponértelotodo?

La princesa sabía que no se lo pondríatodo pero eso no la detuvo; siguiócomprando más cosas, y su vacíointerior se fue haciendo cada vez mayor.Día tras día compraba hasta caerserendida. De forma accidental, una nochese quedó dentro de los grandes

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almacenes cuando cerraron... y no leimportó mucho. Sin embargo, en esemomento se dio cuenta de que su vidaera insignificante e improductiva y deque ella misma se había convertido enuna persona débil, carente de ilusiones.

Al día siguiente buscó con grandesesperación en las páginas de la Guíapara vivir siempre feliz algo que ledijera lo que debía hacer, y pronto loencontró: «Elimina los pensamientos ylos sentimientos negativosescribiéndolos en un papel.»

La princesa cogió la pluma y elpergamino, y se sentó en su tocadordispuesta a escribir, pero se le quedó la

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mente en blanco pues su dolor estaba tanarraigado que no podía dejarlo salir.Extendió la mano y colocó cerca de ellala cajita de música, recordando lashoras que había pasado soñandomientras la escuchaba. Giró la llave y laelegante pareja comenzó a bailarsiguiendo la melodía de «Algún díallegará mi príncipe».

Mientras escuchaba ese campanilleo desu canción favorita ese dolor tanprofundo comenzó a desbloquearse y,cogiendo de nuevo la pluma, fueliberando y exteriorizando su agonía,escribiendo en un pergamino tras otrotodo su dolor y vertiendo, a la vez,tantas lágrimas que la tinta dibujaba

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pequeños riachuelos que recorrían elpapel hasta llegar a los márgenes.

A partir de entonces, la princesa leíacada día reflexionando sobre lospárrafos de Una guía para vivir siemprefeliz. Con el tiempo descubrió que, amenudo, abría el Libro por una página alazar y encontraba en ella la informaciónque necesitaba justo en ese momento,como si estuviera allí para ayudarla.

-«La felicidad es una elección» leyó encierta ocasión. La princesa pensó en ellorecordando que Doc le había dicho lomismo y, sin embargo, la felicidadparecía tan lejana, tan inalcanzable..,Continuó leyendo: «Una vez que se hahecho la elección practicar la felicidad

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lo mejor que sepas, aunque tengas quefingir hasta que lo consigas», y seguíaexplicando de qué forma las accionesoriginan pensamientos, y éstos a su vez,condicionan nuestros sentimientos.

Mientras meditaba con gran interés entodo lo que había leído, tuvo una idea;rompió su antigua lista de actividades yescribió una nueva. En primer lugar,anotó de forma resumida todas lasresponsabilidades reales que habíaabandonado desde el mismo momento enel que se había dedicado a ayudar alpríncipe. Se ofreció voluntaria paradirigir la representación anual infantil enel Orfanato Soberano y se matriculó enel curso de diseño floral de la

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Universidad Imperial. La mayor partedel tiempo se obligaba a asistir a estasclases y, una vez allí, practicaba almáximo su habilidad para sonreír antelos demás aunque no tuviera ganas,repitiéndose a sí misma «finge hastaque lo consigas».

Muy pronto, la princesa comenzó apreparar de nuevo algunas de sus recetasfavoritas, esforzándose al máximo pordisfrutar mientras las saboreaba aunqueel Señor Escondido fuese a cenardispuesto a amargárselas.

Poco a poco fue empleando menostiempo en hacer las cosas con sumocuidado temiendo que algo faltara, y másen pensar en otras cosas que no fueran

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ella misma ni lo mal que se sentía.

Una tarde, mientras preparaba losingredientes para sus fettuccine conbrécol y salsa de pistacho, reconoció unsonido muy agradable que hacía muchotiempo que no oía... su propia voztarareando una canción.

Luego, mientras pelaba los pistachos,volvió a cantar para gran sorpresa suya.De repente, un rechoncho pajarito azulentró volando por una ventana peroequivocó su vuelo y fue a parar justo alos pistachos.

-¡Tú otra vez no!- dijo la princesariéndose, levantando al avergonzadoPajarillo y quitándole de las patas las

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migajas de pistacho como la vezanterior-. Seguro que son los pistachoslos que se han puesto en tu camino, ¿no,mi travieso amiguito? -Asimismo,mirándole fijamente, le preguntó---:¿Has venido para cantarconmigo?... bueno, entonces, ¡cantemos!

Así pues, la princesa comenzó a cantar ymuy pronto se unieron a ella másamiguitos alados. La cocina cobró vidacon sus melódicos gorjeos y, mientras eldulce sonido de su canto se extendía portoda la habitación, se dio cuenta de lomucho que lo había echado de menos.

Y, poco a poco, la princesa se fueocupando más de sí misma. Pero cuantomás se dedicaba a ello e impedía que

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las injurias del príncipe le afectaran,más lograba hacerle enfadar.

-Ya no me amas, -le gritó un día desdela puerta del comedor mientras laprincesa recortaba las recetas de lasección gastronómica del KingdomTimes.

En esos momentos, recordó que debíaguardar la calma pues sabía muy bienque si se dejaba arrastrar hacia uncombate verbal se sentiría igual que sihubiera sido arrollada por un carruaje.

-¡Oh, lamento que te sientas así!, -lecontestó siguiendo el tono neutralsugerido por Una guía para vivirsiempre feliz.

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¡Oh, oh! -repitió el príncipe imitándolamientras se acercaba a ella-; eso es todolo que tienes que decir? ¡Antes solíasdecir mucho más!

-No quiero discutir contigo, - se atrevióa contestar la princesa.

-¿Por qué no, Señorita perfecta?, ¿tienesmiedo de perder?

-¿Cómo hemos podido llegar a esto? -dijo la princesa y, aunque ya sabía larespuesta, no pudo evitar preguntarleuna vez más-: ¿desde cuándo me heconvertido en tu enemigo?

-No lo sé. Tal vez desde el día en quecomenzaste a ayudarme.

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-Pero tú me lo pediste, me losuplicaste...

-¡No, no lo hice! Nunca he querido ni hepedido tu ayuda.

De nuevo, el habitual y azarosodesconcierto volvió a cogerla deimproviso.

-Dices que has estado ayudándome, ¿aqué?, a cambiar, porque lo que soy no esbastante para ti.

-Eso no es justo -se oyó decir a símisma un tanto desconcertada-. Te amoy te echo de menos. Quiero que vuelvas,que volvamos los dos. No tengo lamenor idea de lo que está pasando.

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Dime, ¿qué tengo que hacer para que mecreas?

-No me amas. Es posible que nunca, lohayas hecho pues el príncipe que túquerías está en tus sueños y no secorresponde con el que tienes.

-Pero sí que lo tuve y eras tú. Eras todolo que deseaba que fuera mi príncipehasta que el espíritu maligno se apoderóde ti.

-¡No me estás escuchando! Te acabo dedecir que el príncipe está muerto. Perote niegas a creerlo.

-No puedo evitarlo, sé que todavía estáahí pues en algunos momentos aún puedo

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verlo y sentirlo.

-Siempre has tenido problemas paracreer la verdad, pero esta vez la puedescomprobar con tus propios ojos.

Mírame -le pidió el príncipe cogiendocon fuerza la barbilla de la princesa ycolocándola hacia él-, mira conatención. Lo que ves es lo que tienes yes obvio que no lo quieres. Ni me amasni puedes soportarme... Pues bien, tengoque darte una noticia: yo tampoco teaguanto y, ahora, ¿qué opinas de esto,princesa tiquismiquis, señoritapesada...?

-¡Para, para!, -gritó Vicky.

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No cesaba de darle vueltas la cabeza...«Doc, tengo que ver a Doc», pensó laprincesa.

Se apoyó con fuerza en el brazo del sofápara levantarse y se dirigió, aturdida,hacia la puerta del comedor, pero elpríncipe llegó antes y le impidió pasar.

-¿A dónde te crees que vas?, - lepreguntó gritando.

Su corazón latía con gran rapidez:

-No... no lo sé-. sólo quiero salir...quiero decir...

-No he terminado contigo todavía.

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-Ya he oído bastante. Ya no... noaguanto más.

-Yo decidiré cuándo has oído bastante, -le dijo cogiéndola del brazo.

-Déjame, me haces daño... ¡déjame!

El príncipe apretó los dientes y la miróagarrándola con más fuerza del brazo.

-¡Por favor, suéltame!, - gritó laprincesa intentando liberarse de esasgarras de hierro.

De repente, el príncipe le soltó el brazoy la princesa cayó al suelo:

-¿Quieres irte?, ¡pues vete!

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Le costo un gran esfuerzo levantarsepues primero tuvo que luchar con lospliegues enredados de la falda, pero unavez de pie, se marchó de la habitación ycruzó corriendo el gran vestíbulodirigiéndose a la puerta principal delpalacio mientras el príncipe gritaba asus espaldas:

-Tú y tus grandes sueños. ¡No merecesvivir siempre feliz!, ¿me oyes?, ¡no te lomereces!

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10EL CAMINO DE LA

VERDAD

Mientras esperaba su carruaje, la voz deVicky estalló dentro dé su cabeza: «Noquiero ir a ver a Doc. Ya te dije que esemédico charlatán y su estúpido libroserían nuestra ruina. ¡El príncipe nosodia!, ¡nos odia!, y todo es por tu

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culpa!»

Victoria no tenía fuerzas para discutir,hundió la cabeza en su regazo para noescuchar lo que Vicky le estaba diciendomientras el carruaje la llevaba lejos deallí. «Menos mal que Doc sabrá lo quetengo que hacer», pensó la princesa.

El viaje fue rápido y, al llegar a lacolina, dio instrucciones al cochero paraque parara ahí. Luego, siguió a pie hastael árbol intentando ignorar el incesantemurmullo interior.

-Doc... Doc... ¿dónde estás? Por favor,te necesito, decía llorando la princesamientras miraba a su alrededor.

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Al no ver al búho por ninguna parte,comenzó a temblar-. ¿Y si no loencuentro que pasará?, ¿qué haré?, - sepreguntaba.

-Doc, te necesito ahora mismo. ¡En estemismo instante, por favor!

-La impaciencia, mi querida princesa,solo es la ignorancia de lo que sesupone que está ocurriendo en estepreciso momento,- le dijo Doc saliendode la nada.

-¡Oh Doc, menos mal que estás aquí!¡Gracias a Dios! No sé qué hacer, nadafunciona... quiero decir que nada estádando resultado... ¡Oh Doc, lo llevointentando desde hace tanto tiempo... ¿de

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qué me sirve? Me rindo.

Es mejor ceder que rendirse.

-¿Qué significa?, -le preguntó laprincesa.

-Uno se rinde ante la desesperación ycede a la aceptación.

-«¿Aceptación?».

-Sí, la aceptación de las cosas que no sepueden cambiar.

Victoria lo meditó durante un rato:

-¿Quieres decir que la única elecciónque tengo es aceptar al príncipe y todas

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las cosas desagradables que dice y haceque, a la vez, me hacen siempre temblar,enfadarme y llorar?

-Uno siempre elige -contestó Doc-, perocambiar a los demás no es una elección.

-Ahora ya lo sé pero, ¿qué otrasposibilidades tengo?, -preguntó laprincesa.

-Puedes elegir no reaccionar ante lo quedice o hace. Vivir lo mejor que sepas ytan feliz como te sea posible, aceptandoque, con toda seguridad, va a seguirdiciendo y haciendo lo mismo.

-A eso me he dedicado desde que meaconsejaste que no hiciera nada y me

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diste la Guía para vivir siempre feliz.Pero no puedo cumplirlo siempre,aunque me meta las manos en losbolsillos para acordarme de mi nuevatáctica de no discutir con el príncipe yme imagine que tengo la boca tapada conesparadrapo para estar callada. Unaenorme nube negra se cierne siempresobre mi cabeza... incluso cuando meocupo de mis responsabilidades reales,dirijo las representaciones de los niñosdel orfanato, distribuyo las flores en laclase de la universidad o cocino una demis recetas favoritas -dijo suspirando laprincesa-. Por lo tanto, ¿qué másposibilidades tengo?

Puedes elegir no estar en el mismo sitio

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que esté el príncipe.

¿Me estás diciendo que debería dejarlo?

-No te estoy sugiriendo nada, pero esuna de las elecciones que tienes.

Vicky no podía quedarse callada ni unsegundo más. Su voz irrumpió conestruendo en la mente de Victoria:

«¡Nunca dejaré al príncipe ni me rendiréni cederé o como quiera que lo llames!¡Nunca!, ¿me oyes?»

-¡Vicky, por favor! Ya no puedosoportarlo más -gritó Victoria alzandolas manos-. Quiero que te vayas.

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-No se puede huir de los problemas aligual que no podemos deshacernos denuestra propia sombra. Huir de algo noes la solución, sólo podemos ir hacia, -dijo Doc.

-Todo es muy confuso. Nada, es comocreía, toda mi vida se estáresquebrajando y no tengo la fuerzanecesaria para impedirlo,- dijo laprincesa bajando la cabeza y guardandosilencio.

-Has demostrado una gran entereza alpasar por todo lo que has pasado.

-No me siento con fuerzas. Estoycansada aunque aún tiemblo, me enfadoy...

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-Y seguirás sintiéndote agotada,nerviosa y enfadada hasta que decidas siquieres quedarte o marcharte y consigasestar en paz con la elección que hayastomado.

Victoria pensó en lo que le acababa dedecir y respondió:

-Siempre que tengo que tomar unadecisión importante, cojo...

-Sí, ya lo sé,- le contestó Doc sacandode su bolso la pluma y un pergamino.

La princesa escribió en el margensuperior izquierdo: «A favor, paraquedarme» y, en el derecho: «Encontra».

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Se quedó mirándolo a cierta distancia,pensando en ello por un momento.Luego, la pluma comenzó a deslizarsepor el pergamino.

-Escribe que el príncipe trabaja muchoen la embajada -le pidió Vicky-, queviene directo a casa todas las noches,que es apuesto, encantador, divertido yun experto en arreglar cosas. Anotatambién que siempre nos trae sopa depollo cuando estamos enfermas, que nosdice que somos las más bellas y que noscoge unas rosas muy hermosas. ¡Ah!, note olvides de escribir que nos...

-¡Vicky, por favor! No puedo pensar sime hablas tan deprisa.

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-Entonces, deja ya de exagerar todo loque hay de malo en él. Apuesto a quemuchos príncipes son peores aún y,además, no es tan malo. Puedoaguantarlo si lo haces tú.

-Es cierto. El príncipe tiene muchascualidades positivas,- dijo Victoriadesplazando la pluma a la lista de lasrazones para quedarse. Pero, muypronto, la lista de factores en contracomenzó a crecer. Cuanto másaumentaba, más pánico sentía Vicky.

-Estás cometiendo un grave error,Victoria. ¿Cómo sabes que nos irá mejorcon cualquier otro príncipe?

Podemos pasarnos toda la vida sin

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encontrar uno que nos ame, nosquedaremos solas para siempre. ¡Y todoserá por tu culpa!, -protestó Vicky.

Unos minutos más tarde, Victorialevantó la vista del pergamino mientraslas lágrimas corrían por sus mejillas.

-Pero Doc, todavía le amo- dijo-,aunque la lista de los factores en contrasea mucho más larga que la otra. Y séque él me ama también, al menos elpríncipe real... el Doctor Risitas sí y detodo corazón. ¿Cómo voy a ser capaz dedejarlo?

-El amor le hace a uno sentirse bien -dijo Doc-. Si no es así, no es amor.

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-Pero, parece amor.

-Si sientes dolor muchas más veces quefelicidad, no es amor. Es algo más quete obliga a estar encerrada en tu propiacárcel, incapaz de ver que la puertahacia la libertad está delante de tiabierta de par en par.

Cuanto más pensaba la princesa en laidea de dejar al príncipe, más poderosaera la fuerza que le empujaba hacia él.Sin embargo, sabía que, sintiera amor ono, sí le seguía dando tanto poder severía de nuevo en una cárcel presa de undolor insoportable. Se sentómordiéndose el labio, luchando por nodejarse arrastrar por ese sentimientodestructivo que debía vencer y anular.

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Por fin, se volvió hacia Doc queaguardaba en silencio esperando sudecisión. La princesa dijo con voztemblorosa:

-Sé que debo irme pero ¿a dónde voy?

-Seguirás por el camino de la Verdad.

-¿Significa eso que ya estoy en él?

-Sí, desde el mismo instante en el que tedi la receta y comenzaste a leer el libro.

-¿Por qué no vi el camino?

-Estaba allí pero, con frecuencia, uno seda cuenta cuando lleva un largo trecho

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recorrido. Uno no ve lo que no estádispuesto a ver.

-Bueno, ya he aprendido algunas cosassobre la verdad- dijo la princesa en vozbaja-. Significa que los cuentos de hadasno se hacen realidad y que la idea devivir siempre feliz no es más que unsueño infantil.

-Todo lo contrario, princesa. Loscuentos de hadas se hacen realidad –dijoDoc- pero, en muchas ocasiones, sondiferentes de los que nos imaginamos.En el camino te aguarda tu final feliz.

-;De verdad? - preguntó la princesa conojos brillantes-, ¿un cuento de hadasdiferente?.

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Nunca pensó en la posibilidad de vivirfeliz para siempre sin ser antesrescatada por un príncipe azul, valientey apuesto montado en un gran caballoblanco, que la recogería al instante e iríacon ella a ver la puesta de sol.

Victoria suspiró y dijo:

-Pero ya me aguardaba antes la felicidady mira a dónde me ha llevado.

-Te ha traído al lugar en el que estásahora.

-¿Qué hay de bueno en ello?, -preguntóVictoria.

-Encontrarás la respuesta a lo largo del

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camino.

-No quiero ir sola- dijo la princesamostrando sus dudas-. ¿Puedesmostrarme el camino?

-Lo haría si pudiera, princesa -contestóDoc con suma amabilidad-. Pero cadauno debe encontrar su propio camino.

-Tengo miedo de perderme, -dijoVictoria.

-No serías la primera, pero no temas, tucorazón sabe cuál es el camino.

-Mi corazón quiere que vuelva a casa.En realidad, no estoy segura de quetenga mucho sentido todo esto.

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-La verdad da sentido a todo.

-Eres muy sabio, Doc. Debes saberlotodo sobre la verdad. ¿Por qué no me locuentas para no tener que ir en su busca?

-Nunca se puede aprender la verdad enboca de los demás. Cada uno debedescubrirla por sí mismo.

-De acuerdo- dijo la princesa contristeza-. Creo que voy a ir a casa acoger unas cuantas cosas.

Tienes todo lo que necesitas. Lo quepasa es que no te das cuenta de ellopero, bueno, como quieras. Te esperaréaquí para darte algunas instrucciones deúltima hora.

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-¡No voy a ir a ninguna parte! -gritóVicky-. No tenemos que dejar alpríncipe. Le convenceré de que leamamos y de que le necesitamos; él nostomará en sus brazos y nos dirá que losiente mucho, que todo ha sido un graveerror. Sus ojos brillarán con másintensidad que antes y sabremos que espor nosotras. Nos cogerá unas rosasrojas preciosas de nuestro jardín y laspondremos en los jarrones para decorartodo el palacio. Todo volverá a serperfecto. Te prometo que esta vez daráresultado, Victoria. ¡Lo juro y que memuera, beso al...

-¡Oh, Vicky, mi pobre y dulce Vicky! Seacabó, -contestó Victoria haciendo un

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gran esfuerzo.

-No, no. No se ha terminado, ¡no puedeser! No se va a acabar, -¡nunca!, ¿meoyes? -gritaba Vicky histérica-.

Me moriría sin él.

-No, Vicky, te morirías con él... y yotambién.

Tomada ya la decisión, la princesa sedirigió con paso rápido al carruaje quela estaba esperando y regresó al palacio.Subió la escalera de caracol y entró enel dormitorio principal. A continuación,metió dentro de su bolso de cachemir loindispensable, así como una copia delLibro de recetas naturales de la familia

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real y también, dada la confianzadepositada en él, la Guía para vivirsiempre feliz.

Envolvió sus valiosas zapatillas decristal con sus iniciales grabadas en unade sus suaves bufandas de lana, las atócon una cinta para el pelo y las metió enla bolsa. Asimismo, decidió no llevarsela caja de música porque la bolsapesaba ya mucho y, por otro lado, lehabía hecho sentirse muy triste en esosúltimos días aunque, por alguna razón,no pudo dejarla allí.

Luego, pensando que el Mapa de lafamilia real podría serle de gran utilidada lo largo del camino, abrió el ajuar demadera blanca con las rosas talladas a

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mano en las esquinas y metiendo lamano, fue tanteando hasta que sus dedostocaron los bordes deshilachados delviejo pergamino enrollado y lo puso enel bolso. En el último momento, seacordó de la receta de Doc y la metiótambién. Luego, cerró el bolso y recordóque debía pasarse por la cocina antes desalir y coger comida para el viaje. Entodo este tiempo, los gritos de Vicky nohabían hecho más que aumentar su dolorde cabeza.

La princesa se inclinó hacia la grancama de bronce sin poder evitar latentación de pasar su mano por la colchade raso que tiempo atrás había mojadocon sus lágrimas. Recordó también la

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época en la que el príncipe la rodeabacon sus brazos y le susurraba hermosaspalabras de amor. Respiró a fondo,saboreando el aroma de la coloniafavorita del príncipe que, todavía, sedejaba sentir en el ambiente. Tandesbordada estaba por sus propiaslágrimas, que tuvo miedo de dejarlassalir todas a la vez por temor a ahogarseen ellas.

En ese instante le asaltó la duda.

-Debo hacerlo, -se recordó a sí misma,aunque se oyó como si su vozperteneciera a otra persona. Nadaparecía real y, de hecho, albergaba laesperanza de que alguien le despertarade esa pesadilla.

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Se dirigió al tocador, abrió el cajóncentral y se encontró con las notas deagradecimiento en pergamino blanco quele habían sobrado de la boda.Asimismo, sacó del cajón una nota, laabrió y en ella escribió:

Las rosas son rojas... Lasviolentas azul turquesa... Debodejarte... Aunque la tristeza mepesa.

Apoyó la nota en el jarrón de rosas y sedirigió hacia la puerta, pero se detuvopara contemplar por última vez lahabitación que durante años habíacompartido con el príncipe.

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Por último clavó sus ojos en la nota y enel jarrón de rosas rojas. De hecho, habíaestado demasiado atareada para darsecuenta de que las flores estabanmarchitas y de que los pétalos secos sehabían caído y yacían en pequeñosmontones alrededor del jarrón.

Puso en el suelo el bolso de cachemir yvolvió a examinar el tocador. Tenía lagarganta seca y las manos le temblaban.

-¡No! -gritó Vicky-. ¡No!

-Las cogimos hace una semana, Vicky -le contestó Victoria-. Se han debido caerlos pétalos en estos días.

-¡No!, ¡no los tires! ¡Tal vez revivan!

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-¿Que tal vez revivan?... ¿es posible?, -se preguntó Victoria.

La princesa suspiró:

-No, Vicky. No van a revivir - contestócon amabilidad y nosotras tampoco.

Varias veces, en el carruaje de vuelta alárbol en el que Doc aguardaba, laprincesa le había pedido al cochero quediera la vuelta y se dirigiera a casa. Sinembargo, unos segundos más tarde, levolvía a dar instrucciones para queretrocediera y continuara en dirección alárbol.

No era extraño que Victoria dudara dela decisión de irse mientras Vicky la

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asustaba con sus gritos y desvaríosadvirtiéndole que iban a sentirseperdidas y aterrorizadas sin el príncipe,que nadie iba a quererlas ni amarlas denuevo y que iban a pasar los años tristesy solas para terminar sus días en la másabsoluta soledad.

La princesa se apeó del carruaje, cogiósu bolso de cachemir y ordenó alcochero que siguiera su camino,temblando mientras lo veía alejarse.Caminó, despacio hacia la pequeñacolina, afirmando que cada paso quedaba la alejaba un poco más de suamado príncipe y de todo lo que habíaconocido.

Cuando se acercó al árbol, la princesa

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vio a Doc, que se había posado en larama más baja, con el sombrero de pajaen la cabeza, tocando el banjo. Pudo oírsu voz cantando:

No tengo palacio, no tengorocín... Sigo volando mi caminoafín... Árboles verdes y cielos deazul poseo... Tal vez sean elcomienzo de tu paseo.

-Puede que sea un comienzo pero me dala impresión de que es mí fin -dijo laprincesa mirándolo con tristeza-. Es muydifícil creer que exista algo más que sepueda desear.

-Sí que lo hay, princesa -contestó Doc-.Aunque te resulte difícil creerlo ahora,

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puedes volver a tener ilusión pormuchas cosas... pues, cuanto más sufres,más oportunidades tienes.

¿Oportunidades?, ¿para qué?

-En tu caso, para tener una vidamaravillosa. Hoy es el comienzo de latuya.

-Seguro que no -dijo la princesa-.Además, no quiero, ojalá no tuviera quehacerlo, pero sé que no tengo otrasalida.

-La habilidad para hacer lo que es mejoraunque no coincida con lo que unoquiere, es un signo de madurez -respondió Doc bajando al suelo con

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rapidez-. Por supuesto, eso no significaque sea menos difícil.

-Creo que será mejor que empiece antesde que cambie de opinión. Ahora bien,¿cómo puedo seguir por un camino queni siquiera veo?

-Mira otra vez, princesa, -le sugirióDoc.

La princesa dio un grito de asombro.

-¿De dónde viene? -preguntó señalandoal camino que, en un instante, habíaaparecido delante de ella y cuyasuperficie rocosa y sinuosa, conducía auna montaña escarpada que se perdía enel horizonte-. ¿Por qué no lo he visto

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antes?

-¿Estabas deseando verlo de verdad?

-No, supongo que no- respondió laprincesa contemplando el camino-. Nopuedo ver dónde termina.

-No tiene fin.

-¿Que no tiene Fin? Pero, ¿cómo sabréque voy por buen camino si mis ojos nopueden ver la meta a la que debo llegar?

-Hay unos indicadores. Por desgracia, lagente no los lee siempre. De hecho, aveces son difíciles de ver y, por eso,debes mirar con atención.

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-Parece muy difícil- dijo la princesa-.Tal vez tenga un accidente, me pierda olas dos cosas.

-Ya has pasado por ello y sobreviviste.Esta vez también lo superarás.

-No creo que sea lo bastante fuerte parallegar al final de todo esto. Soydemasiado débil para continuar, - dijo laprincesa asustándose cada vez másconforme pasaban los minutos.

-Todo lo contrario -le contestó Doc-.Cuanto más andes, mayores serán lasoportunidades de hacerte más fuerte.Recuerda lo que te he dicho sobre eldolor y las oportunidades.

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-No estoy muy segura de eso. No sabíaen lo que me estaba metiendo cuando tedije que lo haría.

-Nadie te ha dicho que llegar hasta laverdad fuera fácil. Necesitarás hacermuchas cosas... serás exploradora,navegante, pionera y demás, pues elcamino serpentea por terrenosescabrosos. Todo el mundo sabe que haymuchos obstáculos: baches esperando aalgún viajero ignorante, guijarros que seenrollan por los pies y te hacentambalear, y cantos rodados, algunos deltamaño de una montaña e igual deimpenetrables, que bloquean el camino.Así pues, te esperan muchas novedadesen el camino de la Verdad, algunas

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buenas y otras malas.

-Parece el lugar perfecto para serrescatada: -recordó la princesa-.¿Supongo que mi príncipe no vendrá asalvarme justo en el último momento?

Doc sonrió:

-Mira, ya estás aprendiendo. Ahoradebo darte algunas instrucciones deúltima hora. ¿Estás preparada?

-Supongo que sí.

-Debes seguir el caminoindependientemente de lo que veas ybuscar la verdad que te estaráesperando. No dejes que nada te impida

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encontrar tu verdad sanadora.

-¿Cómo la reconoceré cuando laencuentre?

-La verdad se hace más evidenteconforme se avanza por el camino.Síguelo con exactitud y, al final, llegarásal templo de la Verdad donde está elpergamino sagrado.

-¿El templo de la Verdad? Nunca heoído hablar de él, ¿cómo es?, ¿qué es elpergamino sagrado?

-El templo es uno de los lugares másbellos del universo en un sentido másamplio del que puedas imaginar.

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Una vez que hayas traspasado susenormes puertas, cambiarás parasiempre. El pergamino sagradopurificará tu mente y liberará tu corazón,encontrarás la paz y la serenidad. Dehecho, aprenderás el secreto delverdadero amor... el que has estadosoñando toda tu vida. Irás por el caminoadecuado para hacer realidad tu cuentode hadas.

-¡Oh, Doc! ¡Es lo que más deseo en elmundo!

El búho desplegó sus alas en forma deabanico y dijo:

-Lo conseguirás. Adelante, mi queridaprincesa, y planta las semillas de la

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verdad para que crezcan la paz, el amory la felicidad en tu corazón.

-Espero saber hacerlo - dijo la princesa-. Lo único que he plantado en mí vidahan sido rosas.

Victoria cogió su bolso de cachemir y,atenta a los baches, los guijarros, loscantos rodados y demás, fue andandomuy despacio por el camino de laVerdad, moviendo la cabeza ydiciéndose a sí misma: «No me puedocreer que esté haciendo esto en serio».

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11EL MAR DE LA

EMOCIÓN

La princesa caminaba con cautela por elsinuoso sendero con un bolso decachemir cada vez más pesado.

Estaba muy concentrada intentandoaveriguar lo que había ido mal con el

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príncipe, preguntándose cuándo habíacomenzado, cuál podía haber sido lacausa, quién tenía la culpa y qué es loque podría haber dicho o hecho para quelas cosas hubieran sido diferentes. Lacabeza no dejaba de dolerle y aún asíseguía analizando todos esos momentosvividos intentando hallar las respuestas.

En esto estaba cuando tropezó con eltroncón de un árbol viejo y quebradorodeado de pequeños arbustos queparecían estar pidiendo agua condesesperación. Mucho temía la princesaque pronto la necesitaría ella también yaque su escasa provisión de víveres seacabaría enseguida.

-Tal vez moriremos de sed antes de

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torcernos el tobillo en un bache,resbalar sobre unos guijarros o darnosun golpe con un enorme canto rodado, -dijo Vicky que no había dejado demurmurar cosas ininteligibles desde quese habían puesto en camino.

-¡Oh Vicky, por amor de Dios! Loúltimo que necesito ahora es queempieces a discutir conmigo.

-Bueno, lo que menos deseo yo es quevayamos solas por este camino sucio ypolvoriento lleno de arbustos mediosecos y sin saber siquiera a dóndevamos.

Victoria abrió su bolso de cachemir yrebuscó hasta que encontró el Mapa de

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la familia real. Le quitó la cinta plateaday, con mucho cuidado, fue desenrollandoel frágil pergamino.

-Tal vez nos ayude a encontrar nuestrocamino, -afirmó mirando con atención elmapa mientras le daba un mordisco auna de las galletas que se había llevadopara el viaje.

-El único camino que quiero encontrares el de vuelta a casa -dejó escaparVicky-, y más nos valdría regresarpronto antes de que el príncipeencuentre a una nueva princesa a quienamar.

-No puedo hacer nada al respecto, -contestó Victoria mientras su corazón

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latía con rapidez al pensar en ello.

-Pero debes volver o de lo contrario, lecogerá las rosas rojas más hermosas quepondrá en jarrones de cristal por todo elpalacio, la rodeará con sus fuertesbrazos y...

-El príncipe no se comportaría así connosotras aunque volviéramos a casa, yalo sabes.

-¿Por qué no puede ser todo igual queantes?, -lamentó Vicky.

-No puede ser, eso es todo.

-Pero los dedos de la nueva princesaacariciarán su hermosa mata de pelo

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negro... la de nuestro príncipe... y sucara se iluminará cuando ella entre en lahabitación y sus ojos brillarán...nuestros ojos... sólo por ella- -dijoquejándose Vicky- No puedo soportarlo,¡no puedo! Por favor, por favor...tenemos que volver a casa ahoramismo!.

Victoria se tapó los oídos para noescuchar lo que decía Vicky pero nopudo evitarlo, y mientras lo oía, alto yclaro, visualizó con toda claridad laimagen de otra princesa abrazando yamando a su maravilloso y apuestopríncipe azul.

-No sé qué hacer, Vicky. Ni siquiera soycapaz de descubrir cuál fue el error ni

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quién tuvo la culpa. Pero lo que sí sé esque no podemos regresar y tú lo sabes,¿no?

-Pero no puedo vivir sin él, ¡imposible!-dijo Vicky gritando- Es como si alguiennos hubiese cortado los brazos y laspiernas.

-¡Lo que dices es horrible! - contestóVictoria para añadir después en un tonomás suave-: horrible, pero cierto.

Doc no nos dijo que sería así.

En ese momento, el sol se ocultó entreuna gran masa de nubes densas y negras,y el mundo de Victoria comenzó adesmoronarse presa de la duda. Se

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estremeció al sentir la brisa fría queempezaba a soplar pues no habíaprevisto que hubiese tormenta.

-Sería mejor que buscásemos un lugarpara resguardarnos, -dijo Victoriametiendo deprisa el mapa en la bolsamientras comenzaban a caer lasprimeras gotas.

-¡Mira! - dijo Vicky llorando-. El mundoentero comparte nuestra pena.

Eso hizo que Victoria comenzara allorar también. Cuanto más llovía, máslloraban y viceversa. Parecía como si elmundo estuviera llorando con ellas.

La lluvia y las lágrimas derramadas

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comenzaron a formar pequeños charcosque, poco a poco, fueron aumentando detamaño. Sin embargo, como seguíalloviendo y la princesa no dejaba dellorar, los charcos formaron un arroyocontinuo de agua turbulenta, y como lavelocidad del agua era cada vez mayor,se transformó en un torrente de talmagnitud que se llevó con él todo lo queno estaba bien sujeto al suelo.

La princesa estaba tan aturdida que nose dio cuenta de lo que estabasucediendo hasta que un impetuosogolpe de agua la arrastró y la tiró alsuelo, sacudiéndola, vapuleándola,apartándola del camino y haciéndolarodar.

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-¡Tengo miedo al agua!, -dijo Vicky -gritando.

-Ya lo sé -le contestó Victoria-, y es porno haber recibido clases de natación.

-¡Deberías haberlo hecho!

-¡No es momento para hablar de esoahora!, -gritó Victoria, agarrándose condesesperación a las ramas de losarbustos que pasaban volando pordelante de ella.

Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, laprincesa se vio arrastrada río abajo.

-¡Victoria, cuidado!-, pero fuedemasiado tarde ya que en ese momento

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una gigantesca ola apareció ante ellas.-¡Genial!, ahora sí que nos hundimos.

La princesa, aterrorizada y sin aliento,se vio empujada hacia el mar de laEmoción. Las piedras afiladas y lasramas rotas de los árboles searremolinaban a su alrededor en el aguahelada mientras luchaba con todas susfuerzas por mantenerse a flote. Unafuerte corriente submarina tiraba de ellaal tiempo que la lluvia golpeaba deforma incesante su cara y su cabeza.

-¡Nos vamos a ahogar, seguro! -gritóVicky entre tragos de agua salada-.¡Ojalá estuviera aquí el príncipe paraayudarnos!

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La princesa siguió chapoteando y dandopatadas en el agua, pidiendo a gritos quealguien la salvara. En ese instante,mientras se volvía a hundir vislumbróalgo a lo lejos. «¡Ojalá pudiera llegarhasta allí», pensó.

Cuando volvió a salir a la superficie, lovio de nuevo. Parecía un barcodirigiéndose hacia ella. «¡Socorro!,sálveme!», gritó con todas sus fuerzasesperando que la persona que estuvieraen el barco tuviera alguna experienciaen rescatar a la gente. Tal vez se tratarade un príncipe azul valiente y apuesto, alque le había sorprendido de formainesperada la tormenta mientrasdisfrutaba del crucero o, quizás, fuera un

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barco de la Marina real del reino.

Siguió pidiendo ayuda pero no recibióninguna respuesta. Al acercarse al barcodescubrió que no había nadie.

Asimismo, era mucho más pequeño delo que le había parecido en unprincipio... en realidad, era un bote deremos.

Cuando la embarcación llegó a dondeestaba ella, trató de aferrarse al bote confuerza, dar un salto y meterse dentropara estar a salvo, pero apenas teníafuerzas. «Si pudiera al menos descansarun minuto -pensó-, tal vez recobraría lasfuerzas». Acto seguido, se agarró bien,primero con una mano y luego con la

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otra y, dando un fuerte impulso, ladeó unlado del barco y se dejó caer dentro deél. Exhausta, permaneció un rato en esamisma posición, tumbada en la raquíticaembarcación encima de dos viejosremos de madera.

-¡Vaya!, ya creía que nos íbamos aahogar- dijo Vicky-. ¿Qué hacemosahora?

-Cuando vaya recuperando las fuerzas,utilizaremos estos remos para volver atierra. Todo lo que tengo que hacer esaveriguar el rumbo qué debemos tomar.

La princesa se levantó con gran esfuerzoy miró hacia el Norte... -¿o era el Sur?,se preguntó. En realidad, daba lo mismo

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mientras se dirigieran a tierra. Pero, pormucho que mirara con atención a sualrededor, sólo podía ver el oscuro yturbulento mar.

-Es un paisaje sobrecogedor, - comentóVicky con voz temblorosa.

-No tengas miedo, todo saldrá bien silogro averiguar la dirección quedebemos tomar.

-Tus descubrimientos son los que noshan hecho meternos en este lío. ¡Quieroirme a casa!

-Si no te callas y no me dejas pensar, talvez perezcamos aquí mismo.

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-Te dije que nos moriríamos sidejábamos al príncipe -dijo Vicky entono acusador-. No me hiciste caso ydeberías haberlo hecho, Victoria.

-¡Vicky, por favor! No tengo tiempopara esto ahora.

-¡No es justo! De todos los príncipes delreino, ¿por qué el nuestro tiene que serel único que atraiga a un espíritumaligno?

-Sólo puedo pensar en una cosa a la vez,Vicky.

-Prometió amarnos y protegernos toda lavida. Debería haberle obligado a decir:«¡Lo juro y que me muera, beso al

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lagarto si así fuera!»... ¡rompió supromesa!, es el ser más ruin y mezquinodel mundo, y por su culpa hemos tenidoque dejarte. ¡Le odio! Nos ha arruinadola vida, ¡no aguanto más!, ¡no puedomás!- exclamó Vickv tirándose al suelo,golpeando la quilla del barco con lospies y con los puños hasta hacerse daño-. Todo nos sale mal, ¡no es justo! y,además, vamos a morir.

-¡Para!, ¡ya vale!, ¿me oyes?- dijoVictoria gritando-. Debes calmarte,además, si sigues dando esos gritos yesos golpes al barco no puedo pensar.

El cielo comenzó a oscurecerse y, unminuto más tarde, parecía como si fueraa partirse en dos. Unas enormes gotas de

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agua cayeron al mar, y la pequeñaembarcación se vio sacudida por lasolas mientras la tempestaddesencadenaba su furia. La princesa seaferró al bote y, a pesar de la intensidadde la tormenta y de verse zarandeada deacá para allá, tanto ella como el barcoseguían a flote. Por dos veces estuvo apunto de caer al agua.

_¡Quiero irme a casa¡ -le gritó Vicky alviento enfurecido-. ¡Que alguien nosayude, por favor!, ¡Doc o quiensea!,¡Sácame de esta tormenta, de estebote, y haz que el príncipe vuelva a sertan encantador como antes!, ¡llévanos acasa y pronto sera mejor aún que antesen todos los sentidos... seré perfecta y

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haré todo lo que me pidas!, ¡de verdad!Lo juro y que me muera aunque, comoverás, tengo las manos ocupadas y, detodas formas, este no parece el mejormomento para desear morir sí no locumplo.

El suelo del barco se llenó de agua. Laprincesa comenzó a recogerla conrapidez y a tirarla al mar de nuevo, pero,poco a poco, el agua fue subiendo.

-Yo creía que este barco iba a sernuestro bote salvavidas, -dijo Victoria.

-Todo es por mi culpa -gritó Vicky-, yalo sé. Es posible que haya hecho unagujero en el fondo del barco con lospuños al comportarme antes de esa

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forma tan histérica.

-Lo dudo, Vicky. Este barco es viejo ydemasiado pequeño para toda esta lluviay esas olas tan grandes -le contestóVictoria salvando los remos de unanueva crecida de agua-. Vamos a salirde aquí ahora mismo.

-Pero, no sabemos qué camino debemostomar.

-Cualquiera es mejor que éste, -dijoVictoria comenzando a remar con furiaaunque la corriente le arrastraba haciaatrás.

-¡Date prisa!, tenemos que salir de estebarco antes de que se hunda.

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-¡Lo estoy intentando!, -gritó Victoria.

Anochecía y la princesa seguíaempujando y tirando de los remos deforma metódica con todas sus fuerzasaunque le dolieran los brazos. El aguacubría la mitad del bote y Vicky tuvopánico.

-¿Qué ocurrirá si nos hemos equivocadode camino o si no divisamos tierraindependientemente del rumbo quehayamos tomado o si nos movemos encírculos y no lo sabemos o si ... ?

Victoria continuó remando en silencio.A la mañana siguiente, tenía los brazostan cansados que no pudo más y soltólos remos.

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-Me temo que vamos a hundirnos con elbarco.

-No importa- dijo Vicky-. De todasformas, ¿para qué tenemos que seguirviviendo? Además, ha desaparecidonuestro bolso de cachemir.

Mientras el bote se iba hundiendo cadavez más en el agua, Victoria seguíatramando un nuevo plan. «Ojalá tuvieraalgo con lo que hacer señales a otrobarco», pensó.

-Parece que tienes serios problemas, -ledijo una voz cercana.

-Si, y tal y como van las cosas muypronto estarán por encima de mi

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cabeza,- contestó Victoria sin dudarlo.

-Hmm... muy lista -comentó la voz-, yme temo que también es muy cierto a noser que hagas algo para salvarte.

-¿Salvarme?, eso mismo es lo que estoyintentando ha... ¡oye!, ¿quién eres tú?,¿dónde estás?-preguntó la princesamirando a su alrededor-. ¡Socorro!, ¡porfavor, ayúdame!

De repente, una brillante cabeza grissalió del agua.

-¡Hola!- dijo moviendo sus largaspestañas igual que su príncipe-. Mellamo Dolly, soy el delfín Dolly y tepreguntaría qué tal estás pero adivino

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que no es un buen momento. Al menos,mantienes los dos remos en el agua, locual es mucho más de lo que puedodecir de los otros viajeros que me heencontrado por aquí.

-¡Un delfín! -¡un delfín que habla! Sabíaque hablábais entre vosotros pero notenía ni idea de... y has venido arescatarme justo en el último momento!Es gracioso porque, de alguna manera,siempre pensé que sería rescatada porun príncipe.

-Nadie puede salvarte, cariño. Ni yo, niun príncipe ni nadie más. Incluso hayveces en las que hasta una persona quees capaz de resolver problemas intentaesquivar este.

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-¿Me estás diciendo que vas a dejar queme hunda?, -le preguntó la princesa conasombro.

-No, lo que quiero decir es que está entu mano... O bien ahora o la próximavez, a no ser que aprendas a nadar.

-¿La próxima vez?, ¿qué quieres decircon «la próxima vez»?

-Aunque te sacara de aquí y te llevarasobre mi espalda sana y salva a tierrafirme, sería sólo cuestión de tiempo quete volviera a alcanzar otra tormenta y teencontraras de nuevo en peligro sinpoder evitarlo, pues hay que vencermuchas tormentas a lo largo del camino.

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-Sigo intentando descubrir la manera deno hundirme en esto, - dijo Victoria.

-Como ya te he dicho, sólo loconseguirás si aprendes a nadar.

-Pero Vicky siempre se ha negado aello.

-Entonces, ¿prefieres pasarte coda lavida intentando no ahogarte, igual queahora, buscando y esperando que el boteideal te salve de una vez por todas?

-¡Si!, ¡sí! ¡Eso es justo lo quenecesitamos!- dejó escapar Vicky-.¿Crees que podrías encontrarnos unoreal en seguida?

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-Aunque pudiera, es posible que no tesirviera de nada pues es normal que losbotes salvavidas se hundan, -dijo Dolly.

-Se supone que no se hunden - dijoVicky indignada-, pues ¡deben salvar ala gente!

-Muchas cosas no funcionan comosuponemos que deberían. Los botessalvavidas con frecuencia consiguen quela gente a la que se supone que estánsalvando, se ahogue.

-De verdad?-, preguntó Victoria.

-Sí. Cuando viste el bote por primeravez, ¿no creíste que te iba a salvar?, ¿yno resultó ser tan pequeño, tan viejo y

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tan raquítico que se llenó de agua?

-Me temo que sí,- dijo Vicky entredientes.

-Y, ¿no te aferras a él con grandesesperación aunque se esté hundiendoy amenace con llevarte con él?

-Supongo,- contestó Vicky de mala gana.De repente, se animó-: ¡Ya sé!, podríassacarnos de la tormenta ya que losdelfines son muy buenos nadadores y túeres uno de ellos.. Además, soisinteligentes y apuesto a que sabes dóndehay tierra firme.

-Podría, pero no lo haré.

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-¿Por qué no?

-Porque cuando le das un pez a unhombre le estás dando de comer hoypero cuando le enseñas a pescarlo, leproporcionas alimento para toda la vida.

-¡A quién le interesa ese estúpidohombre y su pez!- dijo Vicky sintiéndosefrustrada-. Tienes que ayudarnos a salirde aquí antes de que nos cubra más elagua.

-Sólo os puedo enseñar a ayudaros avosotras mismas.

-¿Ayudarnos a nosotras mismas?,¿cómo?

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-Saltando del barco, por así decirlo, -respondió el delfín.

--¿Qué significa, Victoria?

-Quiere decir que dejemos el bote.

-¡No lo entiendes! -le gritó Vicky aldelfín-, ya te lo hemos dicho, ¡nosabemos nadar!

-Eres tú la que no lo entiende. Sabesnadar, lo que pasa es que has elegido nohacerlo, pero yo puedo enseñarte.

-Estamos heladas, agotadas y, de todasformas, el mar está muy picado- dijoVicky con determinación-. Con todaseguridad nos ahogaremos si intentamos

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aprender ahora.

-Lo que sí es seguro es que te hundirássi no lo haces ya.

Vicky comenzó a gritar y a aferrarse albarco:

-No, no. ¡No quiero dejar el bote!

-Uno puede sentir que se está ahogandoy que todavía sigue vivo. Es importantetenerlo en cuenta,-dijo Dolly.

-Dentro de poco no vamos a estar pararecordar nada,- dijo gritando Vicky.

-Algunas personas tienen que llegar atocar fondo para que quieran aprender a

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salvarse. Es más, incluso en esosmomentos, los hay que siguen sinatreverse a intentarlo. Comenzasteis esteviaje para evitar hundiros en un barcoque se iba a pique- dijo Dolly-, ¿estáisseguras de que queréis que os ocurra lomismo en este otro?

-No lo entiendo -contestó Vicky-. Nohemos estado antes en ningún otro barco.

-Dolly se refiere al príncipe -le aclaróVictoria-. En cierta manera, él era elotro barco y tuvimos que decidir siquedarnos y hundirnos con él o salir deahí e intentar nadar. Si nos hubiéramosquedado, nos habríamos ahogado muypronto en nuestras propias lágrimas. Deigual forma, si permanecemos en este

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barco, moriremos en el mar, ¿loentiendes?

Dolly movió las aletas:

-Sí, a veces debes renunciar a quedartey comenzar a andar. Siento meterteprisa, pero el tiempo apremia y tesugiero que tomes ya una decisión.

-Veamos, -dijo Victoria, y comenzó aelaborar en su mente una lista con lospros y los contras aunque se habríasentido, mucho mejor si hubiera podidoescribir sus ideas. Por fin, haciendo unesfuerzo por mostrarse convincente anteVicky y Dolly y, a la vez, ante sí misma,anunció-: Elegimos nadar entonces yvolvemos a elegirlo ahora.

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-Muy bien- dijo Dolly, colocándosecerca del barco y levantando un poco sucuerpo adoptando la forma de unapequeña isla gris-. Sube a bordo yagárrate a mis aletas. -Si nos soltamosdel bote, nos ahogaremos. ¡Lo sé!, -dijoVicky.

-Llevas ahogándote muchos años y nisiquiera estabas dentro del agua! -lecontestó Dolly---. Tienes tanto miedoque aún no te has dado cuenta de que haamainado la tormenta. La vida no vienecon el certificado de garantía. Puedesaprovechar una oportunidad o dejarlapasar.

Mientras el delfín llevaba en su espaldaresbaladiza a la princesa, Vicky

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comenzó a gritar:

-¡Mira, Victoria!,- ¡el barco se estátambaleando!

-Es normal -la tranquilizó Dolly-, es laconsecuencia natural de abandonarlo yde seguir hacia adelante.

Vicky se aferró a la aleta del delfín.

-Creí que no nos ibas a sacar de aquípor culpa de ese hombre y de su pez, -lecomentó indignada intentado sentarse ahorcajadas para no resbalar.

-Voy a demostrarte de manera muysimple la técnica correcta de la natación-le dijo el delfín, deslizándose sin

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ningún esfuerzo por el mar encrespado-.Pronto te tocará a ti.

-No vayas tan deprisa, -musitó Vicky.

-Nos sentimos muy seguras sobre tuespalda, Dolly.

-La única seguridad que existe es la desaber que uno puede cuidarse de símismo- dijo Dolly-, ¿Entendéis ahorapor qué debéis aprender a nadar?

-Sí- contestó Victoria-, lo entiendo.

-Bien, las lecciones del mar tienenmucho que enseñar al caminante. Tesugiero que prestes mucha atención.

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Dolly redujo la velocidad hasta casidetenerse.

-Triunfarás trabajando en perfectaarmonía con las fuerzas naturales. Esosignifica actuar conjuntamente con lacorriente en vez de luchar contra ella.Vamos, sigue la corriente, únete a ella yentrégate al mar.

-Casi lo hemos conseguido,- comentóVicky.

-Me complace comprobar que tienes ungran sentido del humor, Vicky –lecontestó Dolly con gran placer-. Elhumor hace que el aprendizaje sea másfácil. Bueno, antes de que podáis nadar,debéis aprender primero a flotar. Es

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igual que aprender a andar antes que acorrer. Fijaos en lo relajado y tranquiloque estoy y en cómo me lleva el agua sinhacer ningún esfuerzo por mi parte.Ahora, tumbaos boca arriba y dejadmeque os levante. Voy a sumergirme paraque vuestro cuerpo apenas roce lasuperficie. Estaré justo debajo devosotras para que no os ahoguéis.

-¿Que nos pongamos de espalda? Noseremos capaces de hacerlo, - aseguróVicky.

-El desconfiar de tu capacidad teimpedirá avanzar y será la causa de tufracaso, -le contestó Dolly.

Poco a poco el delfín fue ocultándose

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bajo el agua mientras la princesa seguíasus instrucciones paso a paso, aunqueVicky comenzó a sentir pánico. Enmuchas ocasiones, Dolly volvía a lasuperficie para sacar a la princesa delagua, tranquilizarla y repetir lasinstrucciones. Pero la decisión deVictoria era tan fuerte como el temorque sentía Vicky, de tal forma que siguiólas sugerencias de Dolly aunque Vickycontinuara sin colaborar.

-No puedo relajarme, no puedo, insistíaVicky.

-Respira a fondo y expulsa poco a pocoel aire, siente cómo tu mente y tu cuerpose van relajando mientras te dejas llevarpor la corriente.

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-Pero, ¿cómo se supone que deborelajarme si el mar está agitado y melleva de acá para allá?

-Mantener la mente tranquila en mediode la turbulencia es una lección difícilde aprender y, a la vez, muy importante.Rara vez se sentirá uno en paz si sólo sepractica en mares tranquilos.Concéntrate en lo que puedes hacer envez de prestar atención a lo que nopuedes conseguir. Ahora, comienza arespirar de forma lenta y profunda -ledijo Dolly con voz relajada-. Sientecómo tu mente y tu cuerpo se relajan.

A pesar de los sabios consejos deDolly, cada vez que se sumergía en el

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mar para que la princesa fueraadquiriendo el sentido del equilibriodentro del agua, Vicky se asustaba ymovía los brazos con desesperación,intentando ponerse de pie. Miles deveces Dolly tuvo que recordarle querespirara de forma lenta y profunda, queinvitara a su cuerpo y a su mente arelajarse y que se concentrara en lo queera capaz de hacer en vez de pensar enlo contrario.

Poco después, Vicky gritó:

-¡No soy lo bastante fuerte paraconseguirlo!

-En la rendición hay una gran fuerza.Sigue intentándolo.

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Pero de nuevo, Vicky se volvía a asustary agitaba los brazos con la intención delevantarse.

-Siempre es más fácil seguir haciendo loque se ha empezado aunque no funcione-dijo Dolly con paciencia-. Acuérdatede respirar.

-Te pareces a alguien que conozco -dijoVictoria-. ¿Has oído hablar alguna vezde un búho llamado Henry Herbert Hoot,D.C.?

-Sí, por supuesto. A decir verdad, Doc yyo hemos trabajado juntos muchasveces. Nos hemos hecho muy buenosamigos y, ya que lo mencionas, hacealgún tiempo que no viene por aquí.

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-¿Quieres decir que Doc conoce estesitio? Me pregunto por qué no apareciócuando lo necesitaba. Siempre parecesaber todo lo que está pasando.

-Doc me deja los temas del mar a mí, aligual que yo le dejo los del corazón a él.Bueno, debemos aprovechar laoportunidad que se nos brinda.

-¿Oportunidad?, una oportunidad, musitóVicky pensando que Dolly había debidode pasar mucho tiempo al lado de Doc.

-El mar y la vida tienen muchas cosas encomún- continuó diciendo Dolly-.Relájate, déjate llevar, ten fe en que vasa flotar... y así será. Pero niégalo, piensaque te vas a hundir... y así ocurrirá. La

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elección es tuya.

Tras muchos intentos siguiendo losconstantes consejos alentadores deDolly, la princesa comenzó a flotar conéxito.

-¡Excelente! y ahora ya estás preparadapara girarte y flotar boca abajo, - dijoDolly.

Al principio, Vicky protestó ante la ideade sumergir la cara en el agua pero muypronto la princesa flotaba sin ningúnesfuerzo apoyada en su estómago, aligual que había hecho mientras estaba deespaldas.

Dolly sentía un gran placer:

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-Ahora debes aprender a moverte en elagua -le dijo haciéndole unademostración de su magnífico estilo-.

Observa la fluidez de mis movimientos;ni lucho, ni me esfuerzo, ni muevo lasaletas ni la cola. Se trata de un trabajocontinuo, regular y constante.

Vicky se negó a moverse:

-Quiero creer que el agua nos sostendrácomo tú dices, pero cada vez que piensoen la idea de moverme, me parece quenos vamos a hundir.

-No vas a creer que eres capaz dehacerlo hasta que lo hagas -dijo Dolly-.Ya verás cómo te ocurre igual con

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muchas otras cosas.

Con cautela, la princesa levantó unbrazo siguiendo las instrucciones deDolly, pero en seguida perdió elequilibrio y Vicky comenzó a chapotearen el agua.

-¡Ya está! -dijo Vicky-, ya no podemosaprender más y nos rendimos, ¿verdad,Victoria?

A pesar de sentirse agotada y frustrada,Victoria no tenía la más mínimaintención de rendirse. Escuchó en suinterior la voz de Doc como si estuvieraallí mismo a su lado:

-Recuerda lo que nos dijo Doc, Vicky:

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«Uno se rinde ante la desesperación ycede a la aceptación.» No debemosrendirnos, sólo ceder. Tenemos queaceptar nuestros miedos y hacerlo detodas formas o, de lo contrario, nuncaaprenderemos a nadar. Venga, Vicky, esla única manera que tenemos de regresara tierra firme.

En el momento en el que Vicky aceptó,la tensión desapareció del cuerpo de laprincesa y, poco a poco, fue levantandoun brazo, luego el otro dibujando conellos un arco y moviéndose en el aguacon elegancia mientras el mar se ibacalmando. En realidad, la princesa y elmar eran uno solo.

-La naturaleza es muy generosa con los

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que obedecen sus leyes básicas -dijoDolly mientras observaba a la princesadeslizándose por el agua-. Pero no tienecompasión con los que las incumplen.Asimismo, exige muy poco pero elcastigo por desobedecerla es severo.Cuando uno vive en armonía con ella, lavida fluye.

¿Puedes sentirlo?

-¡Sí, sí, lo siento!, -gritó Vicky.

La lluvia cesó, las nubes negras fuerondesapareciendo y el sol volvió a brillarentre ellas.

-¡Vaya, el arco iris- dijo Vickyemocionada mirando por un momento el

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cielo despejado mientras movía losbrazos-. Me encanta que las nubesnegras y esa lluvia tan desagradablehayan desaparecido.

-Son el sol y la lluvia los que crean elarco iris, Vicky -dijo Dolly-, y es algoque merece la pena recordar.

La princesa se detuvo, levantó la cabezay siguió nadando un poco más. Tanemocionada estaba que no recordó hastaese momento que seguía sin saber haciadónde debía dirigirse, y se puso a mirara un lado y al otro.

-Por culpa del agua no puedo ver latierra, -dijo Victoria sintiendo cómo lacalma iba desapareciendo por

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momentos.

-¿Me estás diciendo que no eres capazde ver el bosque por culpa de losárboles?, -le preguntó Vicky.

Victoria sonrió.

-¡Caramba, Vicky, si parece que soy yola que habla!, -exclamó dirigiendo sumirada al arco iris pues parecía que laestaba llamando. Intentó averiguar dedónde procedía ese sentimiento y porqué lo tenía, pero no pudo hallar larespuesta. Entonces, decidió que eraridículo sentir tal cosa por un arco iris.Sin embargo, algo la seguía llamando y,por fin, se dijo a sí misma que se loestaría imaginando, aunque esto no

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impidió que lo siguiera sintiendo.

-¿Podrías decirme si es posible que esténadando hacia el arco iris por algunarazón?, -le preguntó a Dolly con ciertaindecisión.

-¿Por qué preguntas a los demás si larespuesta está en tu corazón?

Su mente regresó por un momento al díaen el que se vio atraída por el árbol dela colina más allá de los jardines delPalacio, es decir, el día que tuvo lanecesidad imperiosa de encontrarse conDoc y así ocurrió, al igual que en esosmomentos que necesitaba encontrar latierra. «¿Puede ser que alguien estéintentando decirme algo?», se preguntó.

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Volvió a mirar de nuevo al arco iris y sucorazón comenzó a latir con más fuerzaal tiempo que sus ojos se detenían anteel color rojo. ¡Era del mismo tono quesus queridas rosas!.

Voy a ir por ese camino, -le anunció aDolly. En ese instante, divisó tierra a lolejos. Victoria se quedó atónita-:

¿De dónde ha salido eso?, ¡antes noestaba allí!

-Sí, estaba-, le contestó Dolly.

-Entonces, ¿por qué no podía verla?

-Porque el miedo y la duda nos impidenver la realidad.

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-¿Quieres decir que ha estado allí todoel tiempo pero que no podía verlaporque estaba muy asustada?

-Sí, además dudaste de la respuesta detu corazón.

-No lo entiendo. Doc me dijo una vezque no podía ver el camino de la Verdadporque no estaba preparada para ello.Tú dices que no veía la tierra porquetenía mucho miedo y estaba llena dedudas. Así pues, ¿qué es lo que hace queuno esté ciego: el no estar preparado oel tener miedo y dudar?

-Las dos cosas. Cuando tenemos miedoy dudamos, no estamos preparados.

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-Ahora entiendo por qué tú y Doc oshabéis hecho tan buenos amigos, puestenéis muchas cosas en común, -dijoVictoria,

-¿Vienes con nosotras, Dolly?, -preguntó Vicky.

La cabeza del delfín brilló con el sol ysu cara se iluminó con una sonrisa.

-Debéis seguir por tierra firme vosotrassolas pues yo tengo que estar disponiblepara el siguiente viajero que desee noahogarse.

-Te echaremos de menos, Dolly, -dijo laprincesa.

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-Las personas que llevas en tu corazónestán cerca de ti en todo momento- dijoDolly moviendo las pestañas-.

Os recordaré siempre.

Dicho esto, se volvió despidiéndose conla cola y desapareciendo mar adentro.

El mar estaba en calma, lleno depromesas y de esperanzas. La princesacontempló las aguas espumosas y sealegró al saber que podía llegar a tierrafirme ella sola. Una repentina fuente depoder iba naciendo en su interior y unasensación de paz la inundaba mientraslas suaves olas acariciaban su espalda.

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12LA TIERRA DE LA

ILUSIÓN

Cuando la princesa se despertó, sintióen su espalda la firmeza de la cálidaarena. En realidad, era la arena más finaque jamás había visto. Después, deslizóla mano por la superficie y cogió unpuñado comprobando que era real. Al

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parecer, había conseguido llegar a laplaya sin peligro.

Le vino a la mente el primer momento enel que divisó tierra y en el que pensóque todos sus problemas se habíanresuelto. Sin embargo, la distancia quedebía recorrer nadando resultó ser unadura prueba de resistencia. De hecho,antes de llegar al rompeolas ya habíaagotado la escasa energía que lequedaba y era incapaz de proseguir.Había nadado mucho ya pero «¿Quépasaría si no consigo realizar el restodel trayecto?», pensó y, al instante, elmiedo comenzó a nacer en su interior.

El miedo y la duda nos impiden ver larealidad, se dijo recordando las

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palabras de Dolly... la realidad. «¿Esposible que mis miedos y mis dudas nome dejen ver?, se preguntaba.

En esos momentos, recordó otra de laslecciones de Dolly: Mantener la mentetranquila en medio de la turbulencia esuna lección difícil de aprender y, a lavez, muy importante. «Sobre todo si esinterna -pensó la princesa. Es más,supongo que es la peor de todas y nocreo que tenga solución.» Sin embargo,confiando en las sabias palabras deDolly, comenzó a respirar lenta yprofundamente para tranquilizarse hastael punto de relajarse y dejarse llevar porla corriente. Hecho esto, la corriente lacondujo hasta la playa, pero tan agotada

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estaba que, sin moverse, se quedódormida al instante.

Despierta ya, respiraba la fresca brisasalada del mar y oía cómo se adentrabaen la arena, salpicándola a intervalos.

-Soy demasiado joven para estar hechauna calamidad, -dijo Vicky en tono deironía.

-Te estás volviendo muy graciosa, -lecontestó Victoria acordándose de prontode su príncipe-. ¡Cuánto echo de menossu ingenio y su humor!, ¡cuánto le echode menos a él -pensó-. ¡Ojalá pudieracontarle que, por fin, he aprendido anadar!, ¡se sentiría tan orgulloso!... almenos en otra época así habría sido. -La

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princesa suspiró intentando borrar esospensamientos, pero el recuerdo delpríncipe no era fácil de olvidar.

En ese momento, la música de un banjocomenzó a elevarse por encima delestruendo de las olas y una voz inicióesta canción:

Cuando veas un maravilloso arcoiris... Brillar más allá de un cielogris... Es un don del cielo... Que teguía en tu camino, flor de lis.

-¡Doc!, ¡es Doc!, -gritó la princesaincorporándose al instante y viendo albúho en una duna cercana.

-¡Hola, princesa!

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-¿Qué haces aquí?, - le preguntó, feliz devolverlo a ver.

-Esperarte. Dolly me pidió que te dieraesto -le contestó entregándole el bolsode cachemir un tanto deformado por losaccidentados sucesos-. Pensó que loquerrías recuperar.

-¡Sí, claro que lo quiero! No me puedocreer que lo haya encontrado porquedesapareció cuando me vi arrastrada yempujada hacia el mar. Ya pensaba quelo había perdido para siempre.

La princesa cogió su bolso y se dispusoa abrirlo.

-Se habrá estropeado todo- comentó-,

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pero estoy contenta de tenerlo. Algunasde mis cosas preferidas están aquídentro.

Metió la mano y sacó sus preciosaszapatillas de cristal con sus inicialesgrabadas que todavía seguían envueltasen la suave bufanda de lana. Con granansiedad, desató el lazo, cogió laszapatillas y las examinó detenidamentemoviéndolas a un lado y al otro.

-¡Ni siquiera están rotas!, - exclamó.

-Dolly dijo, que se encontró el bolsoflotando sobre un madero en el mar ypensó que debía de ser tuyo.

Teniendo en cuenta las circunstancias,

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tus cosas están secas y en buenascondiciones. Y según parece, tútambién.

-Debo tener mejor aspecto por fuera quepor dentro -dijo la princesa-. Tú medijiste que me sentiría mejor cuandocomenzase a descubrir la verdad, perono me advertiste que podría ahogarmeen el intento.

-Sentir que nos estamos ahogando es unaoportunidad para conocer la verdad.

-¡Qué gracia!... eso mismo dijo Dolly.

-No te sorprendas -contestó Doc-, puesla verdad tiene muchos maestros.

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-¿Te acuerdas de que me dijiste que laverdad es la medicina más eficaz ypoderosa del mundo? Pues bien, ¿estásseguro?

-Sí, princesa, lo estoy. ¿Por qué?, ¿estásempezando a dudar de sus propiedadescurativas?

-Sé bastante bien cuáles son perotodavía no han surtido efecto porquesiguen los temblores, el estómago se meencoge y el pecho me oprime.

-¿Recuerdas lo que decía la recetamédica? Quizás te convendría volver aleerla.

-No es necesario. Me acuerdo

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perfectamente de lo que dice: «Laverdad es la mejor medicina. Toma todala que puedas tantas veces como te seaposible» ... Pero ya la he probado y nopensé que fuera tan difícil hacerlo ni queme iba a sentir, como si hubiera estadotomándola durante tanto tiempo.

-No te prometí que sería rápido ni fácil,sólo que daría resultado -la cara de Docse relajó con una sonrisa alentadora-.No te desanimes, princesa. Estáshaciendo grandes progresos aunque aúnno te des cuenta de ello.

Metió el banjo y el sombrero de paja ensu bolsa negra.

-¡Oh, casi lo olvidaba! - dijo, sacando

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un pequeño paquete con nueces,semillas, hermosas frutas y verduras,rojas, verdes y amarillas-. Pensé que teapetecerían.

-Gracias, tienen un aspecto delicioso.

Doc le entregó el paquete y cerró elbolso.

-Te doy la bienvenida pero debo dejartepues tengo unos pacientes esperando...¡ah! - dijo encantado-, eso es lo que túnecesitas: paciencia y saber esperar.

-De un tiempo a esta parte estáis todosmuy graciosos,- dijo la princesa en vozbaja mientras el recuerdo del príncipecomenzaba a despertarse en su mente.

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-Será mejor que empieces a reírte tútambién pues tienes un largo camino porrecorrer, pero bueno, ya lo comprobarásmás adelante,- dijo Doc, iniciando suvuelo.

-Doc, espera por favor. Ni siquiera sédónde estoy, ¿cómo puedo volver alcamino de la ... ?

Pero el búho ya había comenzado avolar y la princesa tuvo que esforzarsepara oírle con todo el estruendo de lasolas cuando éste volvió a llamarla:

-Sigue adelante y recuerda... escucha atu corazón.

-Preferiría tener un mapa, -contestó en

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voz baja la princesa, decepcionadaporque Doc se había marchado sindecirle el camino que debía tomar o, almenos, sin ayudarle a decidirse por unou otro.

-Un mapa -se repetía a sí misma-. ¡Si...ya lo tengo!, ¡el mapa de la familia real!-Abrió su bolso de cachemir y se puso arebuscar hasta que encontró elpergamino enrollado deseando que latinta no se hubiese corrido, Así pues, losacó, le quitó la cinta plateada y lodesenrolló. Por suerte, era legible.Luego, un poco más tranquila, comenzóa estudiarlo con suma atención hasta queencontró el camino que debía seguir.Cogió una pequeña manzana verde del

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paquete de comida que Doc le habíadado, metió el resto en el bolso decachemir y puso el mapa encima.Después, terminó su exquisito manjar sindemora, cogió el bolso y se puso a andarpor la suave arena.

Caminar era bastante difícil, pues se lehundían los pies en la arena que lecubría hasta los tobillos a cada paso quedaba. Con todo, la marcha resultaba sermuy ardua, por lo que debía pararse adescansar y a consultar el mapa de lafamilia real para evitar así la másmínima ocasión de perderse.

Vicky unas veces se quejaba y otras erauna bendición. Se alteraba, gritaba yprotestaba todo el tiempo porque

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Victoria no le prestaba mucha atenciónmientras planeaba la ruta en el mapa ointentaba descubrir qué había fallado ensu cuento de hadas. Pero, aún con todo,Victoria estaba encantada de que Vickyestuviera allí con ella pues, de locontrario, el viaje hubiera sido muchomás aburrido e insoportable.

Poco a poco, mientras proseguía suandadura, el estruendo de las olas y elolor de la sal fueron desapareciendo.Asimismo, la arena se fue convirtiendoen grava y ésta en guijarros que rodabana sus pies, obligándole a prestaratención a cada paso que daba.

-Doc nos advirtió que encontraríamos

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muchos guijarros por el camino de laVerdad, pero no nos dijo lo quedebíamos hacer con ellos, -comentóVictoria luchando por mantener elequilibrio.

-Si esto sigue así, tardaremos unaeternidad en llegar a cualquier sitio, -dijo Vicky gimoteando.

-Es cierto, una eternidad -pensó laprincesa-, como el príncipe y yo, queprometimos amarnos hasta la eternidad.

-Pocas cosas duran siempre, Vicky -dijola princesa-. Salvo la duda de lo que hapodido fallar, las quejas, la culpa, lafrustración, la ira, el vacío, la pérdidadel príncipe y la tristeza por haberse

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terminado mi querido cuento de hadas.

-¿Por qué dejamos nuestro hogar? -preguntó Vicky-. En realidad, no meacuerdo de la causa exacta.

-Cómo puedes haber olvidado una cosaasí?

-Muy fácil: cada vez que pienso en elpríncipe lo único que recuerdo es loamable, dulce, bueno y maravilloso queera, y echo de menos...

-¿Y has olvidado su comportamientomezquino, agresivo, malo y cruel?

-Esa es la parte que más me cuestarecordar.

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Victoria suspiró y dijo a continuación,apartando unos guijarros del suelo parapoder tumbarse:

-No sé, Vicky. Tal vez te resulte másfácil con el tiempo.

-Ya, ha pasado mucho tiempo.

-Ya lo sé- comentó Victoria algosoñolienta mientras se acurrucaba en elsuelo y apoyaba la cabeza en el codo- .Está anocheciendo, así que vamos adormir.

A la mañana siguiente, la princesa sepuso de nuevo en marcha y pocodespués llegó a un sendero que sedividía en otros dos. Se paró a observar

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el camino de la izquierda: era largo,recto y desaparecía a lo lejos rodeandola montaña. «No está mal», pensó.Luego, echó un vistazo al camino de laderecha: era estrecho, empinado,sinuoso, rocoso y con enormes bachesllenos de arbustos y de árbolesabandonados. De repente, la princesasintió que, de forma irresistible, leestaba llamando y pensó: «¡Oh, no! ¡Estecamino no!»

No obstante, el angosto sendero, lasrocas, los arbustos y los árbolesparecían estar llamándola por sunombre. «¿Por qué? -se preguntó-, ¿porqué me siento obligada a seguir elcamino que parece ser el más difícil de

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los dos?» No tenía sentido y, sinembargo, el sentimiento seguíadominándola. Por fin y a pesar de lo quesentía, decidió que era ridículo y tratóde convencerse de que no era cierto y deque era un producto de su imaginación.Aún así, seguía sintiéndose atraída porel camino.

No quería arriesgarse, así que abrió elbolso de cachemir y sacó el mapa de lafamilia real. Estaba muy segurasabiendo que podía depender de él paratomar la dirección más adecuada ya que,después de todo, había gozado de laconfianza de todos sus antecesoresreales. Inclinó la cabeza y se puso aestudiar primero un camino y después el

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otro, trazando con el dedo la direcciónque iba a tomar.

-A la izquierda, vamos a la izquierda -anunció enrollando de nuevo el mapa ymetiéndolo en la bolsa-. ¡Gracias aDios!

Poco después de haber iniciado lamarcha, la princesa se dio cuenta deque, a pesar de que el suelo parecíarecto, tenía la sensación de ir cuestaabajo. «Muy curioso», pensó. Todavíaresultó más extraño cuando en unmomento determinado, tras divisar unarroyo a lo lejos se dirigió hacía él,deseando beber un poco de agua frescade la montaña, pero al llegar habíadesaparecido. En ese instante, recordó a

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la reina diciéndole: «Ya es horaVictoria de que aprendas a distinguirentre lo que es real y lo que no lo es».

Siguió caminando y pensando durante unbuen rato sin poder descubrir lo queestaba ocurriendo en el camino, al igualque le había pasado con el príncipe.

De repente, la princesa tropezó con unenorme canto rodado situado, al parecer,en medio del camino.

«Juraría que ha aparecido cuando hachocado conmigo... ¿o he chocado yocon él?», sé preguntó. La princesa noestaba segura aunque, en esos momentos,dudaba de muchas cosas.

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Conforme proseguía su camino, el cielose iba nublando cada vez más y prontoperdió la cuenta de las veces que sehabía puesto el sol desde que dejó laplaya. Tampoco sabia muy bien dedónde venia ni a dónde iba, pues elterreno no parecía seguir su mapa.Asimismo, se preguntaba si sería lomismo no saber dónde estaba yperderse.

Una ligera niebla fue envolviendo pocoa poco el camino trayendo consigo unabrisa fría. Se le fue encogiendo elestómago igual que otras veces y pudooír la voz del Señor Escondidoresonando en su cabeza: «Caes enfermacada vez que sopla un viento frío. Mira

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cómo tiemblo, princesa».

-Sería horrible enfermar en un sitiocomo éste y sola sin el Doctor Risitaspara que me traiga mi sopa de pollo, -pensó sintiendo en esos momentos unagran melancolía. La niebla se hizo másdensa y la princesa se sintió devoradapor ella.

-Tal vez perezca ahogada en la tierra,nada menos. Esto no se lo creería nadie,-dijo con voz entrecortada.

-Sentir que nos ahogamos es, confrecuencia, un don -dijo una voz entre laniebla-. ¿No te habló Dolly sobre eso?

-¿Quién lo ha dicho?

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- ¿Quién? ¿quién?, yo, -dijo la voz.

-¡Doc!, ¡me has asustado!

-No necesitas a nadie para que teasustes, princesa. Tú sola te bastas parahacerlo.

-Dolly me enseñó a no tener miedo peroa veces, parece que no puedo evitarlo.

-Los Viejos hábitos tardan bastante endesaparecer.

-¿De verdad?

-Por supuesto. Se necesita muchapráctica para olvidar las viejascostumbres y sustituirlas por otras

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nuevas.

-Tienes suerte, Doc. Apuesto a que tú yano necesitas practicar.

-No es cuestión de suerte. ¿Por quécrees que mi práctica médica se llamaasí?, porque, en realidad, siempre seaprenden nuevas lecciones.

-¿Quieres decir que no dejaré deaprender?, - preguntó la princesa,angustiada ante la idea de ver que suesfuerzo no iba a terminar jamás.

-Conforme vas aprendiendo, el viaje seva haciendo más fácil y llega a sermucho más agradable.

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La princesa se animó e hizo máspreguntas, deseando saber más lo antesposible:

-¿Qué quisiste decir al afirmar quesentir que nos ahogamos es, confrecuencia, un don?

-¿No fue el temor inminente de morirahogada en el mar de la Emoción lo quele obligó a Vicky, por fin, a aprender anadar?

-Sí.

-Los retos traen consigo el don deconocer la verdad.

-Estoy bastante harta de los retos. Este

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camino no es lo que parece en absoluto.Podía ver cosas que no estaban aquí yera incapaz de ver las que sí estaban.Me confundió totalmente.

-Por ahora, lo que te puedo decir es queestás acostumbrada a ciertas cosas queno son lo que parecen.

-¿Qué significa eso?

-Raras veces vemos las cosas como sonen la tierra de la Ilusión.

¡La tierra de la Ilusión!, ¿cómo puedo ira parar allí?

-No tienes que ir a parar a ninguna parte.En realidad, éste es el lugar en el que

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has estado la mayor parte de tu vida deacuerdo con la forma en que llegasteaquí.

-¿He andado perdida por esta niebladurante años y ni siquiera lo sabía?

-Sí, todo el mundo vaga sin rumbo fijoen la niebla de la tierra de la Ilusión. Sinembargo, no importa mucho que hayaniebla pues aquí uno es incapaz de verlo que tiene delante aunque haga untiempo espléndido.

-No me extraña que haya tenido tantosproblemas para saber qué estabapasando casi todo el tiempo. De todasformas, ¿cómo llegué a la tierra de laIlusión?

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-Usando el mapa de otra persona... deuna forma o de otra.

-Pero este mapa ha guiado a lasgeneraciones de todos mis antepasadosreales -dijo la princesa sacando el mapade la familia real del bolso ysosteniendo el pergamino enrollado-, ydesde luego, puede guiarme a mítambién.

-El viaje no es igual para todos y, así, elcamino adecuado para uno, tal vez no losea para otro, Sólo nuestro corazón sabela respuesta y tú escuchaste al tuyocuando te sentiste, atraída por el árbolde la colina más allá de los jardines depalacio y me encontraste. Seguiste susconsejos cuando te llamó el arco iris y

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te guió hasta la playa. Pero, cuando teenfrentaste a los dos caminos, no loescuchaste. En vez de eso, confiaste enla idea de otra persona para elegir tucamino y así es, en realidad, como unose llega a perder.

-Si tú estás aquí no me he podido perderdel todo, - dijo la princesa sin granconfianza.

-Todo lo contrario, princesa. Estáscompletamente perdida al margen de lapersona que esté a tu lado.

Al instante, la princesa comprendió laverdad de las palabras de Doc puesrecordó todas las veces en las que sehabía encontrado perdida aún estando el

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rey, la reina o el mismo príncipe a sulado.

-Entonces, ¿qué hago ahora? -preguntóla princesa- ¿vuelvo de nuevo alcomienzo de la bifurcación?

-No es necesario, princesa. Muchoscaminos conducen a la misma montaña, -y diciendo esto, extendió sus alas congran rapidez y desapareció entre laniebla de igual forma que había venido.

Nerviosa, pues ya no podía confiar enningún mapa, la princesa continuó por eltortuoso sendero que recorría la tierrade la Ilusión. La niebla se hizo másdensa hasta el punto de no distinguirsiquiera los indicadores de madera,

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obligándola a acercarse más paraleerlos y deseando, a su vez, que nofueran otra ilusión. En uno de ellos, engrandes letras negras y cerca de unaflecha que señalaba hacía adelante, seleían estas palabras:

«Campamento de los ViajerosPerdidos».

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13EL CAMPAMENTO DE

LOS VIAJEROSPERDIDOS

Se cernía una gran nube negra sobre elcampamento dándole un aspecto gris ymelancólico, al tiempo que la nieblaenvolvía el terreno. Había tiendas decampaña, cabañas y lo que parecían ser

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algunos CR (Carromatos de Recreo);también se veían grupos de personasdispersos aquí y allá ajenos a lapresencia de las ardillas y los conejillosque correteaban a su alrededor. Todo elcoro de voces humanas dio labienvenida a la princesa.

A la entrada del campamento había unacaseta de madera, y encima de la puertacolgaba un cartel en el que se leían unasletras talladas a mano: «Oficina delCampamento y Centro de Información».

La princesa subió las escaleras y abrióla puerta metálica cuyos gozneschirriaron con estruendo. Dentro, unhombre enjuto y fuerte con una camisade franela de cuadros escoceses de

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color verde y borgoña, tenía los piescruzados encima del escritorio y tallabaun trozo de madera.

-¡Hola! -le saludó con gran entusiasmosin dejar su labor-. Me llamo WillieBorgoña.

-Encantada de conocerte, - contestó laprincesa encontrando interesante elhecho de que un hombre con el apellidoBorgoña llevara una camisa del mismocolor-, ¿qué está haciendo?

-Estoy tallando silbatos de madera,sobre todo para los trabajadores.

-¿En serio?

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-Sí, les gusta tocar el silbato mientrastrabajan y a mí me gusta tallar cuandotrabajo. Por eso me llaman Willie elTallador -explicó dando otro corte conel cuchillo-. ¿Qué puedo hacer por ti eneste día tan maravilloso?

-Ni siquiera sé por dónde empezar -respondió la princesa, dejando en elsuelo su bolso de cachemir ypreguntándose si era posible que Willieestuviera tan ocupado para no darsecuenta del aspecto tan lúgubre que teníael campamento-. Iba por el camino de laVerdad, me equivoqué de ruta ydescubrí que mi mapa no era bueno... enFin, es una larga historia pero un amigomío me dijo que no tenía que regresar y

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que podía llegar a mi destino por aquí.

-Eso lo explica todo,- contestó Williecon un tono de autosuficiencia.

-¿Explicar qué?

-Cómo llegaste aquí, por supuesto.Mucha gente se pierde siguiendo elmapa de otra persona y, casi siempre,terminan aquí.

La princesa no deseaba finalizar surecorrido allí aunque, en ese momento,recordó que Doc le dijo que nadieacababa en ninguna parte... y ella erademasiado educada para mencionarlo.

-Llevo viajando mucho tiempo y ahora

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no estoy segura de estar dónde deboestar.

-Un amigo mío, o algo así, me dijo unav e z : «Uno siempre está donde sesupone que debe estar», eso es lo quedijo, ¡si señor! -afirmó Willie,incorporándose y doblando el cuchillopara meterlo junto con el trozo demadera en el bolsillo de la camisa-. Elalojamiento aquí es bastante bueno, venque te lo enseño. Pero antes tengo queencender el fuego.

-Gracias, pero no pienso quedarme.Tengo que seguir buscando la verdad y,además, hay un templo...

-¡Ah, sí! Otros han venido con la misma

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intención pero la mayoría han decididodescansar aquí... al menos por untiempo, aunque muchos acabanquedándose para siempre.

-¿Por qué lo hacen?, -preguntó laprincesa.

-La tierra de la Ilusión es un lugar muytentador, si no te importa que te lo diga,señorita. Aquí, la gente sólo tiene quever lo que elige ver.

-Viniendo hacia aquí, cogí un caminoque parecía recto pero que, en realidad,iba hacía abajo y también vi un arroyoque no era real. ¿Cree que sólo vi lo quequería ver?

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-Sí, siempre es así.

-Supongo que la niebla no deja ver loque está pasando en realidad-, dijosospechando que a ella le pasaba lomismo. Luego, recordó las palabras deDoc sobre la gente que era incapaz dever aquí con claridad, hubiera niebla ono.

-La niebla no influye mucho -estabadiciendo Willie-, pues lo importante nose ve con los ojos. De todas formas,toda la niebla que hay aquí no está en elcielo... de eso estoy seguro.

-¿Qué quiere decir?

-Sólo que la gente de por aquí tiene un

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poco de niebla también en su cabeza, esdecir, siempre están luchando por saberlo que es real y lo que no. Por supuesto,pierden el tiempo porque en la tierra dela Ilusión nadie sabe con seguridad loque es real.

-Todo eso me resulta muy confuso.

-Sí. Todo el mundo anda muyconfundido por aquí, eso es cierto,aunque no sólo le ocurre a la gente sinotambién a los conejillos que tienenmiedo de saltar y a los pájaros quetemen cantar.

¿Por qué?, - preguntó la princesa queapenas podía creerlo.

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-Porque se imaginan que no puedenhacerlo bien.

-¿Qué les hace pensar así?

-Las comparaciones con otros de suigual. Siempre hay algún otro animal quepuede dar un salto mayor o cantar mejor,¿sabes lo que quiero decir?

-Pero, ¡eso es ridículo! ¿Qué diferenciapuede haber si un conejo no salta tantocomo otro o si el canto de un pájarosuena de forma diferente al de otro?... Osi no puedo tensar tanto el arco comootra persona, -pensó la princesamientras se preguntaba cómo se le habíapodido ocurrir tal idea. Luego, comenzóa recordar todas las otras veces de su

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vida en las que había tenido miedo derealizar algo porque creía que no seríacapaz de hacerlo bien.

-No hay diferencia - seguía diciendoWillie-. Algunos han intentadodecírselo, pero no se lo creen. Es más,los conejos y los pájaros se enfadan consus madres por haberlos tenido y con elmundo por no haberlos hecho un pocomejores.

-¡Pobres animalitos!, - exclamó laprincesa, comprendiendo demasiadobien cómo se debían sentir.

-Eso no es ni la mitad, señorita.También viven con nosotros unastortugas que piensan que sus

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caparazones son demasiado grandes ypesados para poder hacer otras cosas.

-Pero se supone que las tortugas tienencaparazón.

-Trata de decírselo a ellas y verás elcaso que te hacen. Se ponen de malhumor y se esconden, deseando quenadie se dé cuenta de que están allí.

La princesa sintió pena por todas laspequeñas criaturas y, a su vez, sepreguntó por qué no podían entender quesu sufrimiento era innecesario y por quéla mayor parte de su vida no había sidocapaz de entender que su propio dolortambién había sido inútil.

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-Todavía hay más- dijo Willie- muchasorugas se arrastran intentando esconderla cara porque se consideran feas sintener ni idea de que son unas preciosasmariposas en potencia. Luego, cuandopor fin se convierten en mariposas,algunas siguen viéndose como viejas yfeas orugas cuando se miran en elestanque y otras se olvidan de que unavez lo fueron, se vuelven engreídas, yasabes lo que quiero decir, y no se lespuede ni hablar.

La princesa pensó en las mariposas queseguían pensando que eran orugas yrecordó que de pequeña, siendo libre ybella, se había sentido como unamariposa pero que, conforme fue

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creciendo, muchas veces se había vistocomo una oruga cuando se miraba en elespejo.

La voz de Willie la trajo de nuevo alpresente. En esos momentos, estabadiciéndole algo sobre un manzano quetenía mucha vergüenza de producirmanzanas.

-¿Por qué?, -le preguntó la princesa.

-Porque los árboles de alrededor críanperas y el manzano cree que produce lafruta equivocada.

De repente la princesa se acordó deldedo del rey moviéndose con fuerzadelante de su nariz mientras le gritaba:

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«¡Eres demasiado delicada, demasiadosensible, Victoria! Tienes miedo de tupropia sombra y eres muy soñadora. -¿Qué te ocurre?, ¿por qué no puedes sercomo las demás princesas?».

«Pero, lo único que había hecho eracomportarme de forma natural –pensó-.¿Era posible que esperaran que micomportamiento fuera otro todo eltiempo?». Victoria se entristeció alrecordar la primera vez en que la dulcey pequeña Vicky le dijo en voz baja:«Yo soy así y no debo ser bastantebuena.». «¡Cómo pude gritarle, hacerlellorar y encerrarla en un armario cuandotodo lo que había hecho la pobre niñaera ser ella misma!» pensó.

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Se le hizo un gran nudo en la garganta ycomenzó a sentir una gran opresión en elpecho. «¡Oh, Vicky!, ¡cuánto lo siento! -dijo Victoria en silencio-. No lo sabía,no me di cuenta... ¿qué te he hecho?».

En ese mismo instante, la princesa oyócon claridad el croar de una rana queprocedía del otro lado de la puerta de laoficina. Movida por la curiosidad, seasomó a ver de qué se trataba y, poco apoco, se fue haciendo más visible unasilueta en la niebla. Apenas podía creerlo que estaba viendo... aunque no eranada nuevo para ella: un hombre estabasaltando igual que las ranas.

-¿Qué diablos está haciendo?, -preguntóla princesa dando otro paso más para

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poder verlo mejor.

-¡Oh!, se trata de un príncipe que se creerana -dijo Willie con mucha tranquilidadmientras se paseaba por la entrada-. Sipiensas que es extraño, deberías ver larana que va saltando por ahí con unacorona y una capa real y que se cree quees un príncipe. Ya te dije que la genteanda muy confundida por aquí, hasta lasflores.

-¿Las flores?, ¿cómo es posible?

-Muy fácil, porque se sienten culpables.

-¿Por qué podrían sentirse así?, -preguntó la princesa con ciertoescepticismo.

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-Por necesitar la luz del sol, por ocuparespacio y por absorber el alimento quenecesitan de la tierra.

-¿Por qué se sienten culpables por eso?

-Porque creen que no se lo merecen.

-¿No saben que son bonitas y fragantes yque proporcionan un gran placer? Nuncaolvidaré todas las maravillosas horasque he pasado en los Jardines de rosas.

-Las flores no estiman su propio valor.

-No son las únicas, -pensó la princesamientras observaba a la gente y lo quehacía-. Me gustaría quedarme para saberlo que les pasa, pero debo seguir con mi

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búsqueda de la verdad.

-Encontrarás mucha por aquí.

-¿Aquí? ¡Si nadie sabe siquiera lo quees!

-De eso se trata, señorita. Se puedeencontrar una gran parte de verdad en loque no es... ¡vamos!, ¡te llevaré a daruna vuelta!

La princesa no estaba segura de si debíaquedarse, pero al instante, recordó loque Willie le había contado sobre lo quesu amigo decía: «Uno está siempredonde se supone que debe estar». -Talvez sea cierto-, pensó entrando de nuevopara recoger su bolso de cachemir.

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-No verás muchas personas felicesaquí... aunque algunos crean a veces quelo son-, dijo Willie mientras bajaban lasescaleras.

Pronto vieron a un mono en la orilla deun gran estanque.

-Por favor, déjame ayudarte o teahogarás, - dijo el mono inclinándose ycogiendo un pez del agua para llevarlocon cuidado al árbol.

-¿Qué está haciendo?, ¡lo va a matar!, -exclamó la princesa.

-Él cree que le está ayudando, -respondió Willie.

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-¿No podemos hacer algo nosotros?

-No es necesario. Los peces de por aquíya saben lo que tienen que hacer cuandolos monos intentan salvarlos.

-¿Quieres decir que esto pasa siempre?

-Sí, esto y mucho más. Sí te parece malque los monos intenten salvar a lospeces, deberías ver lo que pasa cuandounas personas intentan salvar a otras.

-Ya lo sé, -dijo la princesa recordandosu intento por ayudar al príncipe y cómoéste le había dicho que no necesitabaayuda.

Victoria y Willie vieron que, al instante,

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el pez saltaba de la rama en la que lehabía dejado el mono, se volvía a meteren el agua con resolución y se alejabanadando.

-Ahora entiendo lo que significa que elpez ya sabe lo que debe hacer,- comentóla princesa riéndose.

Paseando por el estanque, la pareja vioa un hombre inmóvil con un sombreroblanco de pescador sentado en un leño.

-¿Qué le pasa?, -preguntó la princesa-.

-No lo sé muy bien. Empezó así un díaque no fue capaz de decidir qué caña depescar debía usar. Le preguntaba a todoel que pasaba, pero unos le decían que

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empleara una y otros la otra. Después,tampoco supo si debía ponerle cebofresco o no, ni en qué lado del estanquetenía que sentarse. Pidió la opinión delos demás pero, en efecto, unos seinclinaron por un cebo y otros por elotro. Algunos le aconsejaron que sesentara aquí, otros allá y los demás nosupieron qué contestar o les daba igual...o las dos cosas. Empezó a ponersenervioso y a dar vueltas de un lado aotro.

-Entonces, les preguntó a los quepasaban si había peces en el agua...aunque ya sabrás que ésta es la tierra dela Ilusión y nada es lo que parece. Así,unos le dijeron que si, otros que no y al

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final dejó de preguntar.

Lo siguiente que sabemos es que sedesplomó en ese tronco y nadie le havisto moverse desde entonces. Meimagino que la única decisión que tomófue la de no hacer nada más en su vida.

-¿Le ha preguntado alguien por qué creíaque todo el mundo sabía mejor que él loque tenía que hacer?, -preguntó laprincesa al tiempo que se le refrescabala memoria.

-Sí, le preguntamos por qué tenía tantosproblemas para decidirse y nos contestóque siempre tenía miedo de equivocarseen la elección.

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-¿Y qué más daba si hubiera sido así? -preguntó la princesa sintiendo pena porel hombre-, ¿se habría acabado elmundo si hubiera elegido la caña negraen vez de la marrón o si hubieradecidido emplear un cebo en lugar delotro aunque hubiera visto más tarde queno era el correcto?

En ese momento recordó las veces enlas que le había ordenado a un criadoque fuera a caballo a entregarle una notaa la reina pidiéndole su opinión sobre loque debía hacer con esto o con aquello.Luego, le vino a la mente el pergaminocon los pros y los contras, y volvió asentir un malestar bastante familiar. Sedio cuenta de que la mayor parte de su

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vida había estado pidiendo a los demássu opinión y de que se había sentidoigual de nerviosa a la hora de tomar unadecisión por miedo a cometer un error.

-Parece más una estatua que un hombre,-dijo la princesa.

-Pues está vivo y respira como losdemás. Si te acercas a él podrás ver elvaho de su respiración en contacto conel aire frío.

-Tal vez esté respirando, pero lo que síes cierto es que no está vivo. Debe sermuy desgraciado, -afirmó la princesamientras aumentaba su pesar... no sólopor ese hombre de aspecto triste sinotambién por ella misma.

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Viendo a esa estatua humana sentada enel leño, pasaron por su mente muchosrecuerdos sobre la confusión, la miseriay la desesperación que tanto le habíandominado los días que se quedó en lacama, negándose a salir de ella.

-Hay mucha gente por aquí que no vivemejor que él. En realidad, no se sabequiénes son ni lo que hacen aquí, vansaliendo del paso día tras día,preocupándose por esto o por aquello,haciendo un sinfín de locuras eintentando darle sentido a todo. Peronunca lo consiguen porque hay muchascosas que no siguen una lógica en latierra de la Ilusión. Supongo que por esola llaman así.

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En ese momento, una pequeña criaturavestida con guantes blancos, esmoquinnegro, pantalones cortos y una faja de laque colgaba un gran aro de latón conmuchas llaves se acercó a la princesa.Hizo una cortés reverencia y le entregóun sobre blanco como si se tratase de lajoya más preciada. En el dorso y conletra negra siguiendo un estilo clásico,se leía lo siguiente: «InvitaciónEspecial».

¿Qué es esto?, -pregunto la princesalevantando la vista. Pero la pequeñacriatura se había ido y Victoria abrió elsobre para leer su contenido.

-No es lo que parece, -dijo Willie.

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-¡En qué momento tan oportuno!-exclamó la princesa sin prestar atenciónal comentario de Willie-, nos haninvitado a un banquete y ¡yo estoymuerta de hambre!

-Parece como si en estos últimos días note hubieras parado mucho a pensar encomer y apuesto a que hace ya un tiempoque no lo haces, ¿eh?

-¿Cómo podría haberlo hecho? Enprimer lugar, estaba demasiado ocupadaintentando no ahogarme, y luego...

-Cuando uno se está ahogando, necesitamucha más fuerza que nunca, -afirmóWillie como si estuviera repitiendo ladefinición del diccionario.

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-Supongo que también tu amigo te lodijo.

-Sí, ¿cómo lo sabes?

La princesa sonrió. A continuación,Willie la acompañó por el caminoadvirtiéndole de nuevo que el banqueteno iba a ser lo que esperaba. Pero alacercarse al lugar de la fiesta, laprincesa se puso eufórica. Habíagrandes mesas cubiertas con manteles yocupadas por alegres comensales. Elmurmullo de las voces festivas reinabaen el ambiente mientras un grupo depequeños camareros con guantesblancos y esmoquin negro les servían enbandejas de plata que sostenían entre lasmanos y los brazos en un difícil

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equilibrio.

-¿Quiénes son todas estas hermosascriaturas?, -le preguntó la princesa envoz baja mientras se acercaban a laprimera mesa.

-Malvados duendes. Pero esas personascreen que son hadas buenas.

La princesa miró con cierta ansiedad losdelicados platos de porcelana y lascopas de cristal con los bordes dorados,preguntándose qué se estaría sirviendoen ellos y mirando más de cerca cadauno de los platos de los invitados.

-Pero, ¡no hay comida en los platos! -exclamó atónita mientras observaba

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cómo los invitados, muy delgados, sellevaban el tenedor vacío a la boca,masticaban correctamente y charlabande forma animada entre bocado ybocado-, ¡y qué flacos están!

-Sí, se están muriendo de hambre perono lo saben y tampoco quieren oírlo.

-No lo entiendo. ¿Por qué siguenaguantándolo?

-Echa un vistazo aquí debajo, -le dijoWillie levantando una de las puntas delmantel para mostrarle todos los tobillosatados con cadenas a lo largo de lamesa.

Parecía algo increíble. -¿Están

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encadenados a la mesa? Entonces, ¿porqué parecen tan felices?

-No ven, ni las cadenas ni las llaves quepueden liberarlos. Además, estánconvencidos de que les están sirviendounas comidas muy sabrosas comorecompensa por los magníficosservicios prestados a la comunidad deduendes. Les parece que no es bastantelo que hacen por esas pequeñascriaturas.

Los camareros seguían moviéndose deun lado y a otro con gran diligenciasirviendo la comida de las bandejasvacías mientras sus llaves sebalanceaban arriba y abajo.

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-Pero, ¿cómo es posible que ocurra unacosa así?, - preguntó la princesaconsternada.

-En cierta ocasión le pregunté estomismo a mi amigo y todavía me acuerdode la respuesta: «Cuando a uno le dueleel estómago de hambre y desconoce laverdadera causa de este vacío, lasilusiones se convierten en su amo y élen su esclavo».

La princesa no dejaba de contemplar laincreíble escena mientras escuchaba loque Willie le estaba diciendo.

-¿Era ella misma una esclava de susemociones? -se preguntaba, ¿su propiovacío le había hecho creer que su

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príncipe era un hada buena cuando, enrealidad, se trataba de un malvadoduende?

-Mucha gente de por aquí intenta llenarsu vacío,- dijo Willie conduciéndolahacia un grupo de personas acampadas apocos metros de allí.

Hombres y mujeres, jóvenes y viejos,estaban sentados formando un círculosobre unas rocas muy abruptas.

Algunos comían bayas mientras otrossacaban con una cuchara unas cuantas deuna gran sopera dorada, apoyada, comosi de un ídolo se tratase, sobre unpedestal en medio del grupo.

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-¿Por qué están sentados en esas piedrascuando tienen tanta hierba suave yblanda en ese otro lado?, -preguntó laprincesa señalando una zona que parecíamucho más confortable.

-Creen que hay rocas por todas partes y,por eso mismo, comen bayas.

-Tienen un aspecto delicioso. ¿Creesque les importará si como unas cuantas?

-Será mejor que te mantengas lejos deesas bayas, señorita. Les dejan loshuesos más entumecidos que las mismasrocas en las que se sientan.

-¿Qué quieres decir?

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-Lo único que hacen es atiborrarse debayas mientras permanecen allí sentadosmirando a las nubes. Al Igual que esosotros dos- dijo girando la cabeza endirección a los dos jóvenes que estabansentados en una roca con las piernascruzadas-. ¿Te das cuenta de que tienenla mirada puesta en el horizonte? Creenque están en una playa maravillosa deHonolulú en vez de estar aquí, perdidos.Lo sé porque un día se lo pregunté a unode ellos.

-Y mira a estos otros... los que comenhaciendo ruido, cuya única e inclusoenfermiza preocupación es la dequedarse sin sus sabrosas bayas. No soncapaces de pensar en nada más que en

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idear diferentes formas de conseguirmás. Muy pronto comenzarán a saltar y acorrer de acá para allá, mirando a unlado y a otro buscando algo más quebayas.

-¿Qué crees tú que buscarán enrealidad?, -le preguntó la princesasintiendo que, de alguna manera, yasabía la respuesta.

-En primer lugar supongo que una formade dejar de hacerse daño, pues elcontacto diario de sus traseros y de suspies con las rocas tiene que producirlesun dolor espantoso.

Una ola de tristeza invadió a laprincesa: «Las heridas diarias pueden

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obligar a la gente a realizar cosasextrañas y les hace sentirse vacías».

En el mismo instante en el que lo decía,comenzó a darse cuenta de que el granvacío que había sentido en su interior lehacía ingerir tónico relajante y acomprar día tras día, desde que abríanlas puertas de los grandes almacenesmás antiguos del reino hasta que loscerraban. Observó a la gente de sualrededor y sintió una gran tristeza, puessabía que comer bayas no les iba allenar el vacío que tenían como tampocolo habían hecho ni el tónico relajante nilas compras.

Willie asintió con la cabeza mientrasseguían su paseo:

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-«Por desgracia, están malgastando susvidas. Es una pena.

-Sí, una verdadera lástima, -repitiósintiendo que ella misma habíaexperimentado muchas veces lomismo... lástima. En esto estaba cuandorecordó que llevaba mucho tiempo sincomer y seguía teniendo hambre.

-¿Hay algo por aquí que pueda satisfacermi apetito?, -preguntó la princesa.

-No hay muchas cosas en la tierra de laIlusión que puedan saciar el hambre deninguna persona, pero tal vez esto teayude, -le contestó Willie llevándola aun gran árbol de cuyas ramas colgaban

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unas hermosas naranjas.

Alargó la mano, cogió una y se laofreció a la princesa.

Victoria se sentó bajo el árbol y seapoyó en el tronco, poniendo a su ladoel bolso de cachemir. Le quitó lacáscara con la yema de los dedos y dejóal descubierto el manjar. El ácido aromale hizo la boca agua.

-¿Todo el mundo es desgraciado aquí?, -preguntó deseando poder darle unmordisco a su jugoso alimento.

-Algunos te dirán que son muy felices, almenos así lo creen en algunas ocasiones.Una gran parte de ellos creen que todo

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aquí es bonito y maravilloso, y lospuedes distinguir porque llevan gafas decolor rosa.

Willie metió la mano en el bolsillo, sacóel cuchillo y un trozo de madera, y le diovarios cortes rápidos mientras laprincesa se comía la naranja con granapetito.

Lo de las gafas es muy divertido -comentó Willie mirándola-. La gente quelas lleva va por ahí diciendo que todo esmaravilloso, pero la mayor parte deltiempo andan con el ceño fruncido. Síles preguntas por qué, te dirán que estásloco, que no fruncen el ceño yterminarán preguntándote: «¿Cómo loíbamos a fruncir si todo es tan bonito y

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maravilloso?»

-¿Por eso se quedan aquí?, ¿por quécreen que son felices?

-Sí, por varias razones. La mayoríaporque se ha acostumbrado a ello. Poralgún motivo desconocido, se sienten agusto con la locura de no saber lo que esreal y lo que no, viendo sólo lo quequieren ver aunque sean desgraciados ose hagan daño. De todas formas, nosaben lo que les espera en cualquier otrolugar.

Temen que pueda ser tan malo o,incluso, peor que aquí y, por eso, sepreguntan: «¿Para qué me voy a molestararriesgándome?».

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La princesa comprendió muy bien lofácil que era quedarse en un lugar al queya se había acostumbrado aunque fueradesgraciada o le perjudicara. Mientrasescuchaba a Willie, se dio cuenta de lomucho que le había costado dejar todolo que le era familiar para comenzar unviaje hacia lo desconocido. De repente,sintió una fuerza electrizante por todo sucuerpo.

-Lo que sí es cierto es que algunaspersonas se han ido de aquí, ¿no?, -preguntó la princesa sabiendo que ya erahora de marcharse ella también.

-¡Oh, sí! La leyenda sobre el paísde Es se propaga con gran rapidez yalgunos desean verlo, pero la niebla les

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impide a muchos encontrar el caminoadecuado, se adentran más en la tierrade la Ilusión y acaban peor de lo queestaban aquí.

-Ahora ya sé lo que debo hacer paraelegir el camino correcto, -afirmó laprincesa convencida.

-Aún con todo, es un viaje muy duro.Muchos regresan cuando se dan cuentade los peligros que encierra el caminofuera de aquí. Dicen que la tierra de laIlusión les tiene prisioneros y que no lesdeja irse.

-Yo también dejé un lugar que meretenía y que no me dejaba marcharaunque, al final, conseguí liberarme. He

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sobrevivido a una riada y a una tormentaen el mar que estuvo a punto deahogarme, he sorteado un sinfín deguijarros dispuestos a derribarme ycantos rodados que chocaban contra mícuando intentaba pasar. En muchasocasiones, me he sentido vacía, sola,asustada y perdida. Y sin embargo, heconseguido superar esto y mucho más, -dijo la princesa admirándose ella mismade la fuerza que transmitían sus propiaspalabras-.

-Aunque así sea, tal vez regreses denuevo aquí. Muchos que lo han hecho,cuentan las historias más espeluznantesque jamás hayas oído sobre lo que hanvisto.

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-¿Cómo por ejemplo?

-La realidad.

-¿Qué quieres decir?

-Que se han encontrado con lo queverdaderamente es, es decir, allí lascosas no son como quieren que sean ocreen que son o que podrían ser... sinoque son reales. Por eso le llaman el paísde Es.

-¿Por qué salen corriendo de un lugarasí si se trata de la verdad que, además,puede curarles?

-La gente dice que es peor el remedioque la enfermedad. Deberías haber visto

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a los que volvieron, llorando ylamentando haberse ido. Les cuestamucho volver a la normalidad e incluso,una vez que lo consiguen, nunca llegan aser los mismos.

-No quiero ser la misma,- dijo laprincesa pensando en todas la cosas quetodavía necesitaba saber sobre laverdad, tales como: si el príncipe habíaestado bajo el influjo de un espíritumaligno y, de ser así, quién había sido elcausante y por qué; quién había hechoqué a quién mientras ella había intentadoayudarle; por qué el rey y la reinahabían insistido en que se comportaracomo ellos querían en vez de ser ellamisma y, por último, por qué había

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creído la mayor parte de su vida que noera quien debía ser.

Cuanto más pensaba en todo lo quenecesitaba saber, más ganas tenía dellegar al país de Es. Así pues, cogió subolso de cachemir y, levantándolo delsuelo, dijo:

-Debo saber lo que es, lo que fue y loque será, y no descansaré hastaaveriguarlo.

-Bien, si estás decidida a continuar...

-Lo estoy, -contestó al tiempo que sedespedía de él con un rápido abrazomientras sujetaba el bolso con una mano.

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Willie movió los pies balanceándose deun lado al otro, y bajando la vista dijocon cierta timidez:

-Sabía que serías una de esas personasque dejan este lugar. Tienes muchoarrojo y estoy seguro de que loconseguirás.

-Gracias por todo, Willie,- dijo laprincesa y, respirando a fondo, se dejóguiar por su corazón mientras se alejabadel campamento.

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14EL PAÍS DE ES

Una niebla, espesa y cerrada, seguíaenvolviendo al campamento mientras laprincesa se alejaba del mismo.

Ignoraba lo que se podía encontrar másadelante, y un gran nerviosismo seapoderó de ella al pasar por delante delletrero de salida. Luego, se paró a

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inspeccionar el terreno y sintió miedo alrecordar las palabras de Willie: «Laniebla Impide que la gente pueda ver elcamino correcto y se adentran más aúnen la tierra de la Ilusión».

Victoria agudizó la vista con laintención de ver más allá de la densaniebla y sólo pudo distinguir justodelante de ella varios caminos que, enapariencia, formaban unas cuestas muypronunciadas. Miró a su alrededoresperando que su corazón le indicara elcamino, pero éste se limitó a latir conmás fuerza cuando surgió la duda en sucabeza. «¿Qué pasaría si optara por elcamino equivocado y no llegara nunca alpaís de Es?», se preguntaba horrorizada

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ante la idea de no encontrar la verdad delo que es y de lo que fue, de no llegarnunca al templo de la Verdad para ver elpergamino sagrado, de no encontrar lapaz y la serenidad necesarias y, porúltimo, ante la posibilidad de nodescubrir el secreto del amor verdadero.

Como por arte de magia, la voz de Docirrumpió en su cabeza: «Observa conatención los indicadores».

-¡Claro que sí, los indicadores!, -exclamó, pero aunque miró a un lado y aotro, no encontró ninguno a la vista-.

¿Por qué? -se preguntó angustiada-, ¿porqué no veo ninguno?

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Siguió esperando, pero sólo sintió lahumedad del ambiente y los latidos desu corazón. De repente, oyó la voz deDolly diciéndole: «El miedo y la dudanos impiden ver la realidad».

-¡Tiene razón! -pensó-, el miedo y laduda no me dejan ver los indicadores.

De hecho, su corazón latía con tantafuerza que no podía mostrarle el camino.Se dijo a sí misma que debía calmarse,pero cuanto más luchaba contra el miedoy la duda, más poderosos y fuertes sehacían.

Luego, recordó las instrucciones deDolly para vencer el miedo y la duda enel mar, y pensó que también podrían dar

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resultado en la tierra. Respiró a fondovarias veces mandando mensajespositivos a su mente y a su cuerpo paraque se relajaran. A continuación, esperócon calma a que su corazón le indicarael camino.

Poco después, se fijó en el camino quetenía justo delante de ella. Sus ojossiguieron el perfil indistinto de unindicador de cierta altura que sedivisaba en la niebla blanquecina.

-Ése debe ser, - dijo Victoria, y sedirigió hacia él con cierta indecisión. Alllegar, se encontró con un indicador demadera en cuya parte superior había uncartel en el que se leía: «Al País de Es.Todo Recto».

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-No estoy muy segura de que quieraconocerlo, - dijo Vicky mientras laprincesa iniciaba el camino conextremada cautela.

-¡Vicky!., ¿dónde te habías metido?Estuviste muy callada en el campamento,-contestó Victoria apartando con lamano un arbusto abandonado que lehabía arañado los brazos y las piernas alintentar pasar.

-He estado ocupada con missentimientos.

-Se te da muy bien.

-Y supongo que tu habrás estado

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atareada averiguando cosas y buscandola verdad. Eres toda una experta en eso,¿verdad, Victoria?

-Verdad, Vicky.

La princesa caminaba con dificultad porentre las abultadas raíces de los árbolesy por entre la maleza que ocultaba elcamino. Cogió una rama del suelo parair apartando los arbustos.

-Victoria?, -le llamó Vicky con dulzura.

-¿Sí?

-No fue por mi culpa, ¿verdad?. Quierodecir que no tengo la culpa de que elrey, la reina y el príncipe no me

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quisieran tal y como soy.

-No, Vicky, tú no tuviste la culpa.

-Pero a ti tampoco te gustaba mi formade ser -dijo con tristeza-, y sin embargocuando estuvimos en el campamentodijiste que lo sentías, ¿no?

-Si, más de lo que puedas imaginar -contestó Victoria con un nudo en lagarganta-. Perdóname, Vicky. Quieroaceptarte tal y como eres.

-¿Por qué?, ¡nadie lo hace!, -exclamóVicky con tanta tristeza que a Victoria lehirió en lo más hondo.

-Porque es natural que los manzanos

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cultiven manzanas, que las tortugaslleven caparazón y, además, porque lasorugas son mariposas por dentro y,porque los cantos de los pájaros sonpreciosos. Resulta un poco difícil deexplicar pero confía en mí, sé lo quedigo.

La princesa prosiguió su camino, perolos espinosos matorrales parecíanaprisionarla y retenerla. Sin embargo, sefue abriendo paso aunque con grandesesfuerzos, recordando la advertencia deWillie sobre la tierra de la Ilusión cuyamisión era retener a la gente y no dejarlaescapar. Se concentró sobre todo en irdespejando el camino con la rama y enponer los pies en suelo llano por entre

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las raíces de los árboles.

-¿Victoria?, irrumpió Vicky muy sumisa.

-;Sí?

-Creo que si tú puedes hacerlo, yotambién.

-¿Hacer qué?, -preguntó Victoria.

-Aceptarme y quererme tal y como soy.

La princesa comenzó a subir por lamontaña, pero cada vez había más rocasy más vegetación, y aunque la niebla ibadesapareciendo y el camino sedespejaba, éste se hizo más abrupto, encontra de sus deseos y, además, la tierra

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cada vez estaba más mojada yresbaladiza, por lo que con cada caída,sentía una gran frustración. Es más,parecía como si por dos pasos que daba,retrocediera uno. En muchas ocasionespensó en volver, pero la imagen deltemplo de la Verdad y de todo lo queDoc le había prometido le animaban aseguir adelante.

Al final, tan cansada estaba del ascensoy de los resbalones que perdió porcompleto el equilibrio y fue a parar, conbolso incluido, a un espinoso arbustosituado justo al borde del precipicio.

-¡Vaya!, ¡hemos estado muy cerca!, -dijoVicky mirando por encima del arbusto elprofundo abismo que aparecía ante sus

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pies.

-Sí, así es -asintió Victoria-. Por unmomento he pensado que resbalábamosy bajábamos la montaña rodando.

-Todo está bien- dijo una voz-, y aunqueson muy numerosos los continuosresbalones a lo largo del camino, unonunca vuelve a resbalar ni baja por lamisma senda por la que ha venido.

-¡Doc! -gritó Victoria al tiempo que selibraba del espinoso matorral y caíarodando por el suelo-, ¡tengo muchascosas que contarte! El campamento fueincreíble y tenías razón... mi corazón sique sabe el camino. He aprendido a nodejar que el miedo y la duda... ¡Oh, Doc,

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no sé muy bien por dónde empezar!

-¿Cómo es que no cantas ni tocas elbanjo ni llevas el sombrero de paja? -dejó escapar Vicky guiada por unimpulso y algo desilusionada-. Siempreestás cantando y tocando cuandoapareces de nuevo.

-La vida es demasiado corta para estarhaciendo algo Siempre -contestó Doc-,pero si te empeñas... En ese momentosacó de la bolsa negra el banjo y se pusoel sombrero de paja en la cabeza.

Hay un mago maravilloso... Quevive en un país llamado Es... Encuanto a saber y a crecer... Elmejor mago en la materia es.

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-¡Ojalá nos encontremos con él!, -exclamó Victoria.

-Tus deseos están a punto de cumplirse,-contestó Doc mientras hacía unareverencia y saludaba a la princesalevantando el sombrero con elegancia.

-¿En serio?, ¿un mago?, ¡vamos aconocer a uno de verdad! - gritó Vicky-,¿cómo es?, ¿nos dirá todo lo quequeramos saber?, ¿podemos conocerloahora mismo?

-Seguro que el mago te sorprenderá... demuchas más formas de las que puedasimaginar,- dijo Doc sonriendo conmalicia.

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-¿Va a venir aquí?, - preguntó Victoria.

-No, vosotras iréis allí... al país de Es.

-Ya he oído hablar de él pero no sédónde está.

-En lo alto de la montaña -respondióDoc-, ya casi habéis llegado. Bueno,prosigue tu camino que aún te queda porvivir la parte más emocionante delviaje, -y diciendo esto se elevó por losaires-. ¡Sigue trabajando así de bien!, -le dijo desapareciendo de su vista.

Emocionada ante la idea de conocer a unmago y sabiendo que el país de Esestaba cerca, la princesa se levantó deun salto, cogió el bolso del arbusto y, de

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nuevo, emprendió la marcha por elcamino de la Verdad.

Pero antes de que pudiera llegar a lacima de la montaña y, acusando cadavez más el esfuerzo realizado,sintiéndose exhausta, dolorida e incapazde dar otro paso, se desplomó en elsuelo y se quedó dormida al instante,antes incluso de que apoyara la cabezaen el bolso de cachemir.

Al despertar, con una energía renovada,decidió reanudar la marcha.

-Escucha, Victoria, -le susurró Vicky.

-¿El qué? -le contestó Victoria con elmismo tono de voz.

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-El silencio. Nadie nos está gritando,¿no es fantástico?

Sí, lo es -contestó Victoria escuchandoy, a la vez, recordando-, y también haypaz en nuestro interior.

Tras una pausa, Vicky volvió a hablar: -¿Victoria?

-¿Sí?

-¿Por qué todavía temblamos, nosalteramos y nos encogemos si ya hacetiempo que el Señor Escondido no está anuestro lado?

-No lo sé muy bien, pero supongo quehemos creado una costumbre. Tal vez

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nos cure la verdad en el país de Es,como dice Doc.

La princesa cogió su bolso de cachemiry, sin más demora, siguió subiendo porla montaña. Sin embargo, al llegar a lacima, rodeada por una espesa niebla,nada parecía ser diferente de lo quehabía visto en la tierra de la Ilusión. Sesintió decepcionada y, a la vez,aliviada... en parte porque deseabaencontrar la verdad de lo que es y de loque fue y, a la vez, porque los avisos deWillie sobre lo que le pasaría una vezque llegara allí le habían alterado losnervios.

De repente, el sol se abrió paso entre laniebla y un rayo de luz iluminó un gran

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indicador a pocos metros de donde seencontraba la princesa, y pensó: «Ésodebe ser». Al instante, se acercó hasta laseñal y leyó:

«Bienvenido al País de Es».

-Bueno, vamos allá de nuevo, - se dijo así misma pensando que, tal vez, labienvenida que le había dispensado elsol fuera una buena señal... y terminócreyendo que era una idea muyinteligente.

La princesa observó el otro lado de lamontaña. En sí, el país de Es parecía unlugar bastante agradable; el aire erapuro y la suave ladera cubierta de musgoinvitaba a pasear por ella. La princesa

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no podía entender por qué la gente de laque Willie le había hablado sedesilusionaba y volvía corriendo alcampamento de los viajeros perdidos.Por otro lado, sabía que no iba a salircorriendo, independientemente de lo queencontrara allí. Luego, se puso a pensaren los que no habían conseguido llegarnunca al país de Es y, puesto que nuncase había considerado a sí misma comouna persona fuerte y decidida, llegó a laconclusión de que había necesitado ungran valor y coraje para llegar hasta allí.Le resultaba bastante extraño verse a símisma desde esta perspectiva, pero leagradaba la nueva imagen.

A lo largo del camino, cada vez que

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Vicky preguntaba cuándo iban a ver almago, Victoria respondía que no losabía. La princesa llegó a una gran roca,lisa y plana, en la que se sentó dando lasgracias por ello. Abrió el bolso decachemir y rebuscó entre sus cosas hastaque encontró su libro de recetas y losostuvo entre sus manos con gran cariño.Leyó su nombre escrito con grandesletras debajo del título y se puso ahojearlo, recordando todas las veces enlas que había dudado sobre sucapacidad para escribir y publicar unlibro, así como todas las ideas,preparativos y comprobaciones de lasrecetas que había tenido que hacer paraterminarlo.

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Metió de nuevo la mano en el bolso ysacó las zapatillas de cristal con susiniciales grabadas al agua fuerte que lehabía regalado el director de LaCenicienta, recordando también la pocaconfianza que había tenido en sí mismaante la idea de tomar parte en la obra yque, aún habiéndolo conseguido, seguíacreyendo que no estaba lo bastantepreparada para interpretar bien su papel.Se sentía orgullosa de las cosas quehabía hecho, es más, creía que teníaderecho a ello pues se lo había ganado.Sin embargo, se sentía un poco rara.«¿Tal vez -se preguntaba-, me estéafectando de alguna forma el país deEs?».

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Tras meter de nuevo el libro y laszapatillas en el bolso de cachemir, laprincesa reanudó el viaje un tantoafligida por el vivo recuerdo delpríncipe y de los primeros años decasados en los que él le animabasiempre y creía en ella, incluso en losmomentos en los que ni siquiera laprincesa tenía fe en sí misma.Suspirando dijo:

-¡Ojalá el príncipe hubiera seguidosiendo igual que al principio... todohabría sido muy diferente! Ahora, másque nunca, debo descubrir la verdadpara saber el motivo de su cambio.

Le resultaba muy difícil seguir creyendoque el príncipe fuera ese monstruo tan

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terrible porque cuando pensaba en él, entodo lo que había significado, para ella,en lo que le había ayudado, en el sonidode su voz, en su olor, en su tacto, en esasonrisa que dibujaba hoyuelos en susmejillas, en el brillo de sus ojos cuandola miraban y en esa forma tan especialde estrechar su mano queriendo decir«te amo»... seguía sintiendo un doloragudo que le quemaba por dentro. Ahorabien, cada vez que pensaba en él, elestómago se le volvía a encoger y elpecho empezaba a oprimirle de todas lascosas crueles que le había dicho y hechodesde aquel mágico día en el que seacercó a ella por primera vez en labiblioteca universitaria.

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-Tal vez el mago sepa lo que le pudopasar, -le sugirió Vicky.

De repente, una humareda espesa dehumo blanco asustó a la princesa, quetropezó y empezó a dar volteretas sinparar ladera abajo, hasta que se paróante un indicador en el que leyó:

«Visite un lugar llamado Memoria».

-Parece muy divertido- dijo Vicky,quien, a su vez, había disfrutado de lolindo con las volteretas al bajar por lasuave colina-, un viaje a un lugarllamado Memoria.

Pero Victoria no estaba de humor paraque le echaran humo en la cara, ni para

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bajar rodando por la ladera.

-Otro viaje, -dijo refunfuñando.

-¡Apuesto a que es el mago! -exclamóVicky-. ¿No suelen aparecer envueltosen una nube de humo?

Sin embargo, con la única persona quese encontraron fue con una señora quetenía el aspecto de una venerableanciana y que llevaba un vestidoamarillo a juego con unos zapatos de lamarca Hubbard que, al parecer, habíateñido también de amarillo.

-¡Oh!, caramba -dijo con gran alegría-,¿estás bien?

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-Sí, supongo que sí -contestó la princesapreguntándose de dónde había salido esamujer-, sólo un poco decepcionada.

-¿Por qué, cariño?, -le preguntó.

-Porque pensé... bueno, el humo me cegóy me hizo llegar hasta aquí y creí que elMago de Es iba a aparecer. Supongo queestaba equivocada.

-Sin lugar a dudas, a veces lo estás -lecontestó-, pero ahora no.

-¿Qué quieres decir?

-Que tienes razón y que el humo estabaanunciándote la llegada del Mago de Es.

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-¿Dónde está?, - preguntó la princesamirando a todas partes.

-Soy yo, -respondió la mujer con gestorisueño.

--¿Qué?, ¡tú no puedes ser el Mago deEs!, ¡ni siquiera llevas barba!

-Mucha gente me dice lo mismo y poreso siempre llevo esto conmigo, -respondió sacando de repente de subolso, lleno a rebosar, un objeto grande,gris y peludo que agitó delante de laprincesa, quien, a su vez, la miraba concierto estupor porque si éste era elmago, era una réplica lamentable de losauténticos magos ya que ni siquiera eracapaz de aparecer envuelto en una nube

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de humo como Dios manda.

-¿Qué pasa con el humo?, -preguntó laprincesa.

-La gente se lo espera.

-Creo que lo que no se esperan es quevaya directamente hacia ellos y les dé enla cara.

-En realidad, estaba enseñándole a unode mis aprendices a realizar esta técnicay, según parece, necesita practicar unpoco más. Lo siento de verdad, ¿podrásperdonarme de corazón?

-Supongo que sí, --contestó la princesade mala gana.

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-Me alegro mucho de que me lo hayasdicho -prosiguió la señora-, también túestás haciendo unas prácticasexcelentes, cariño. Ahora que ya hemosaclarado las cosas, te doy la bienvenidade forma oficial al país de Es.

-Gracias, pero... ¿estás completamentesegura de que eres el Mago de Es?, -lepreguntó la princesa con ciertaincredulidad.

-Pues claro que sí. Tengo todas miscredenciales en regla y si quieres te lasenseño -dijo sacando un montón depapeles de su bolso repleto de cosas ydándole con un carnet, que parecíaoficial, en la cabeza-. Aquí tienes micarnet de identidad con una foto mía.

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La princesa examinó el carnet con granatención sin poder creerse lo que estabaviendo. Justo debajo de la foto de laseñora se leía lo siguiente: «Títulooficial: "Mago de Es" Dirección: "Paísde Es”».

-Y aquí está mi certificado comomiembro activo del consejo de laAsociación Nacional de Magos. Dehecho, el año pasado fui su presidente.¿Deseas ver el resto?, -le preguntóofreciéndole los demás documentos.

-No -respondió la princesa-, sientomucho haber dudado de ti pero es quecreía que los magos eran... bueno, yasabes.

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-Sí, cariño, te entiendo, está bien. Lagente que viene aquí por primera vezsiempre tiene problemas con lo que ve.

-¿Qué quiere decir «problemas con loque ve»?

-Sólo que muchos tienen ideaspreconcebidas de lo que son las cosas yel aspecto que tienen, o que se suponeque tienen... que tenían o que tendrán, sivamos a eso, pero ya hablaremos de elloen otra ocasión. De todas formas, lesimpiden ver con claridad lo que es real,llegando incluso en ocasiones a tratarsede un asunto bastante serio. He conocidoa personas que se negaban a aceptarmecomo Mago de Es aún después de haberexaminado todas mis credenciales y de

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haber sido testigos de algunacomplicada demostración de mispoderes.

La princesa reflexionó por unosinstantes:

-He recorrido un largo camino paradescubrir lo que es y lo que fue real y noestoy dispuesta a que nada entorpezcami plan.

-Excelente, encontrarás la verdad queestás buscando.

Por fin, aceptando la compañía de unaauténtica bruja, a la princesa lebombardeó con todas las preguntas quetanto le habían estado atormentando:

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-¿Por qué he sido siempre tan delicada ytan sensible?, por qué tengo miedo de mipropia sombra y soy tan soñadora ¿quiénhizo que el espíritu maligno seapoderara de mi príncipe azul?

La bruja le escuchó con atención hastaque el torrente de rápidas y enérgicaspreguntas fue disminuyendo y le dio laoportunidad de poder hablar:

-Uno no puede aprender la verdad porlos demás -afirmó-, debe descubrirlapor sí mismo. Confío en que el DoctorHoot ya te lo habrá explicado, ¿no?

-¿También tú le conoces? -preguntó laprincesa-, seguro que viaja mucho -suspiro mostrándose un poco frustrada.

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Creí que cuando te encontrara, sabríapor Fin la verdad sobre lo que es y loque fue real.

-Lo conseguirás, cariño. Pero las ideassobre el poder de las brujas son tanerróneas como las que definen suaspecto.

Los magos se dedican a ayudar a lagente para que pueda ver la verdad porsí misma. Y hablando de ello, tienes queasistir a una representación teatral.Vamos ahora mismo.

-¡Una obra de teatro! Me encanta elteatro, de hecho una vez hice deCenicienta.

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-Sí, ya lo sé y actuaste de maravillaaunque ésa no fue la única vez. Venconmigo y sabrás lo que quiero decir.

La princesa se levantó, cogió su bolsode cachemir, algo magullado, al igualque ella, y se dirigió con la bruja a unlugar llamado Memoria.

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15VIAJE A UN LUGAR

LLAMADO MEMORIA

Mientras caminaban por el empedradoen dirección a Memoria, la princesa sesintió transportada a otro tiempo y a otrolugar. A ambos lados del camino habíadispuestas unas casas de madera muysingulares cuyos muros estaban

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adornados con hiedra salvaje. Estabanseparadas por pequeñas y acogedorasparcelas de hierba y protegidas de la luzdel sol por grandes y enormes castaños.

-Todo lo que hay aquí ha sido creadocon gran esmero para ayudar a la gente aencontrar la verdad de su pasado -dijola bruja-, y estoy segura de que tútambién hallarás la tuya.

En primer lugar, se acercaron a lo queparecía un viejo almacén.

-Éste es el negocio familiar de los Olde,-le comunicó la bruja como sí fuera unaguía turística.

-¿Qué clase de negocio?, -le preguntó la

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princesa.

-Artefactos... artefactos antiguos y degran interés para muchos de los quevienen por aquí.

A continuación, vieron una casa rústicacon un balcón y una gran puerta deroble. La hiedra de la pared de laentrada había sido podada para dejar aldescubierto un cartel en el que se leía:«Posada de Memoria».

¿La gente se queda en Memoria?, -preguntó la princesa, preocupada alpensar que tal vez este viaje iba a durarmás de lo que esperaba.

-Sí, el tiempo necesario.

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-¿Cuánto es eso?

-Para algunos, muy poco y para otros,mucho. Sin embargo, los únicos que nospreocupan son los que tienen pocasganas de irse ya que necesitan unaatención especial porque permaneceranclado en el pasado es algo muy serio.

Lo que vieron después era, sin lugar adudas, una casa de muñecas con uncartel colocado en un gran caballete demadera anunciando la siguienteactuación:

«La Casa de Muñecas, legado de losOlde presenta: "Títeres del pasado" -Una saga memorable -Protagonizadapor: la Princesa Victoria, junto al Rey, a

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la Reina y al Príncipe».

La princesa se quedó atónita:

-¡Yo actúo en esta obra!, ¡pero tú medijiste que iba a ver una función, no quefuera a protagonizarla!

-Es una réplica de la obra original quehas estado representando durante toda tuvida. Te explicará lo que fue y todo loque es como consecuencia de estepasado. Debemos darnos prisa porqueva a comenzar ya.

Pero la princesa se quedó allí mirandoal suelo.

-¿Qué te pasa, cariño?, -le preguntó la

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bruja.

La princesa se estremeció:

-¿Qué pasará si... si descubro... tantotiempo esperando que si...

-En el país de Es, no existe el «quépasará si» y sólo hay lugar para «lo quees». Pero puede herirte mucho más si nolo conoces.

-Espero que me guste lo que voy a ver, -dijo la princesa con gran nerviosismo.

Con toda seguridad te gustarán algunascosas de la verdad y otras tedesagradarán, es decir, sentirás amor yodio al conocerlas. Ahora bien, bueno,

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malo o indiferente, lo que es, es y no vaa cambiar aunque tú no quieras saber laverdad. Sólo le darás el poder de dirigirtu vida sin que tú puedas intervenir ennada.

-¿Tengo que hacerlo de verdad?, -preguntó la princesa.

-La vida hay que vivirla mirando haciael futuro, pero sólo se entiende sitenemos en cuenta nuestropasado. Llevas mucho tiempo esperandopoder comprender la tuya. Ahora bien,la elección depende de ti.

La princesa respiró a fondo y asintió conla cabeza mirando a la bruja que, condelicadeza, tomó su mano y la condujo

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hasta el interior de la casa de muñecas.

-Ahora, cariño -dijo la bruja sentándoseal lado de la princesa-, hay una cosamás que deberías saber sobre estarepresentación tan particular. No sólovas a ver y a oír sus diálogos sino quetambién vas a saber lo que la gente estápensando y sintiendo.

-¿Quieres decir que oiré lo que pasa porsus cabezas?

-Sí y, además, participarás de lossentimientos de su corazón.

La bruja chasqueó los dedos y la casa demuñecas se sumió en la oscuridad.

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-¡Que comience la función!, -dijo en vozalta alzando los brazos.

En ese momento, una nube de humoblanco inundó el escenario perodesapareció al instante, dejando aldescubierto un caballete de madera en elque se leía: «Acto I».

La bruja volvió a chasquear los dedos yuna niña de aspecto triste y solitarioapareció en el escenario. La princesa lareconoció en seguida; era igual que elcuadro que colgaba en una de lasparedes del salón del palacio de suspadres. Era la reina de pequeña. Laprincesa estaba asombrada al poder veren una obra toda la vida de su madre yle resultó algo extraño saber todo lo que

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la reina pensaba y sentía.

Victoria observó con atención lasdiferentes escenas de la niña mientrascrecía. Así, pudo verla con sus padres ysus amigas, en casa y en el colegio,compartiendo todas sus esperanzas y sussueños, sus miedos y sus dudas. Unasveces, la princesa se reía y sentía sumisma alegría pero, otras, lloraba ysufría con su dolor. Casi al término delActo I, la princesa comprendió porprimera vez por qué la reina habíallegado a ser la clase de mujer, desoberana, de esposa y de madre que era.

Con otro ligero chasquido de la bruja,apareció un nuevo cartel anunciando el

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Acto II. Viendo las pericias y triunfos deun niño, la princesa comprendió alinstante que se trataba del rey y viviócon él los días felices y los amargos, suspreocupaciones, su dolor y su alegría.Poco tiempo necesitó la princesa paraentender la clase de hombre, soberano,marido y padre que era.

En el Acto III apareció la reina llevandoen brazos a su princesa recién nacidamientras el rey la miraba con granternura. Las escenas se sucedieron y laprincesa revivió muchos momentos desu vida, aunque algunos fueron tandolorosos que los observó entresilenciosos sollozos. Algunos pasajes desu vida eran idénticos a los que ella

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guardaba en su memoria, otros diferíanen algún aspecto y otros más los habíaolvidado por completo. Vio a Vicky entodo su esplendor e inocencia perotambién en sus momentos más tristes. Altérmino del Acto III, la princesacomprendió cómo se había convertidoen la mujer, hija y esposa que era.

Victoria pudo tomar un respiro al llegar,por fin, el descanso, pues se sentíademasiado abrumada para proseguir conla obra. La tristeza se convirtió en rabiaaunque ésta no fuera compatible con elCódigo real de sentimientos y conductade princesas que tanto azotaba su mente,debatiéndose entre ambos sentimientos.

Por fin, con la ayuda de la bruja, la

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princesa dijo gritando que estabaenfadada con sus padres y con todos losque le habían dicho que no la aceptabancomo ella era aunque también estabaenojada consigo misma por haberlescreído. A su vez, se sentía culpable porestar enfadada y, al mismo tiempo,enojada consigo misma por estesentimiento de culpabilidad. De vez encuando, la mente se le quedaba enblanco y se olvidaba de lo que estabahablando con su interlocutora.

Sin embargo, la bruja le dijo que eramuy comprensible que una princesa quese había guiado por el Código realdesde la infancia juzgase lo que sentía, yque no era una tontería que un hijo de la

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realeza viese cómo el rey y la reina erandestronados y tratados igual quehumildes plebeyos.

-Pero, tal vez, no pudieron evitar lo queme hicieron, dijo la princesa recordandoel pasado de sus padres y sintiéndosemás culpable que antes por haberlesrecriminado el trato que le habíandispensado.

-En verdad, la gente cree obrar de lamejor forma posible con los recursosque tiene en ese momento y con el dolorque siente -respondió la bruja-. Y sentircompasión por ellos es bueno pues nosabre las puertas para sentir lo mismopor nosotros. Pero debes saber que loque te sucedió no estuvo bien y que

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ninguna razón o argumento podrán nuncajustificar todo lo que te subestimaron,obligándote a dudar de tuspropios pensamientos y creenciasnegando, a la vez, lo que sentías. Nohiciste nada para ser merecedora de talhonor.

El dolor, la ira, la culpa y la tristeza seiban apoderando de la princesa como side un violento huracán se tratase.

-¿De dónde proceden todos estossentimientos?, - preguntó Victoria.

-Casi siempre los sentimientos humanostienen un origen común.

La princesa comenzó a llorar sin cesar

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hasta que, por fin, agotada, se durmió enlos brazos de la bruja.

-Despierta, cariño -le dijo la bruja unpoco más tarde-, el Acto IV va acomenzar.

La princesa se preparó para soportar loque sabía que venía después: la infanciadel príncipe. Desde el mismo momentoen el que irrumpió en el escenario, sequedó fascinada al ver a ese niño tanpequeño que un día se convertiría en supríncipe azul. Su ánimo se elevó y sintiólos altibajos de su vida, fue testigo desus retos y victorias, vivió con él susconflictos y comprendió que se apoyabaen las bromas para ahuyentar el dolor.La princesa permaneció inmóvil en su

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asiento mientras presenciaba lasprimeras manifestaciones del espíritumaligno que, más tarde, cambiarían a suquerido Doctor Risitas en el horribleSeñor Escondido.

Cuando Finalizó el Acto IV, la princesase quedó mirando fijamente a la bruja ydijo.

-Resulta muy difícil de creer. Siemprepensé que el príncipe real era mi dulce ymaravilloso Doctor Risitas y que elSeñor Escondido era sólo el espíritumaligno con el que alguien le habíahechizado. No tenía ni idea de que losdos fueran el verdadero príncipe desdeel principio.

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-Ésa es la naturaleza del SeñorEscondido... y así son los cuentos dehadas que se consideran más reales delo que en verdad son.

Luego, con un nuevo chasquido comenzóel Acto V y como marco, la bibliotecade la universidad en la que la princesacontemplaba los ojos más azules quejamás había visto en su vida. Volvió asentir la misma emoción que la primeravez, reviviendo todo el éxtasis y toda laagonía del tiempo al lado de su príncipe.Pero fue en esta ocasión cuandoentendió, por fin, lo que había sucedidoy por qué. Aunque sintió un gran alivioal descubrirlo, no pudo evitar el dolor,la ira, la pena y el vacío de no tenerlo a

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su lado.

La bruja y la princesa hablaron de ellohasta que ésta por fin dijo gritando:

-Estoy furiosa con el príncipe por haberdestruido mi cuento de hadas, por habertraicionado mi amor y mi confianza.

-Por supuesto que lo estás, cariño -lecontestó la bruja compasiva-, y ¿estásenfadada con alguien más?

-Sí, ¡conmigo misma! -gritó al tiempoque agitaba los puños en alto-. Estoyfuriosa conmigo misma por dejarle queme hiciera tanto daño durante todo esetiempo.

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Mientras siguió sintiendo y diciendotodo lo que creyó necesario, su furia fuecreciendo hasta que llegó al límitemáximo y fue, poco a poco,desapareciendo, liberando a la princesade la pesada carga que había estadollevando durante años. Rememoró lasescenas en las que había visto crecer aljoven príncipe y comentó:

-Estaba enfadado por muchas cosasantes de que nos conociéramos ydescargó su ira sobre mí sin darmesiquiera una oportunidad. Utilizó elamor que sentía por él para herirme ydisfrutaba con mi dolor mientras meconvencía a mí misma de que no podíadejarlo.

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-La gente se convierte en víctima devíctimas cuando su necesidad de seramada eclipsa su necesidad de serrespetada -contestó la bruja-. En suma,todo lo que consigue una persona es loque ha decidido, ni más ni menos.

-Quizás se conforman con aquello a loque están mas acostumbrados,- dijo laprincesa recordando todo el cariño quesentía por el rey y la reina y todo eldolor que conllevaba.

-Eso es cierto. La gente busca lo queconoce, lo que le resulta familiar y máscómodo.

-¿Aunque signifique lucha?

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-Sí, sobre todo si es así. Los tiemposcambian, la gente también, pero siguenintentando desesperadamente hacerlobien, encontrar una solución y terminarlos asuntos pendientes. Por desgracia,casi siempre tratan de hacerlo de lamisma forma con la que fracasaron laprimera vez.

La princesa se movió en la sillasintiéndose algo incómoda y preguntó:

-¿Eso es lo que el príncipe estabahaciendo? Dijo que no podía evitarconvertirse en el Señor Escondido.

-Tal vez, pero llevar consigo un legadode dolor es siempre una elección...irresponsable, por otra parte. Todo el

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mundo es responsable de sus actos y decontrolar su propio dolor para que noinfluya en los demás. Las puertas de lacasa de muñecas legado de los Oldeestán abiertas para todos.

-¡Ojalá hubiera venido el príncipe aquíhace tiempo!- exclamó la princesa entono pesimista. Tal vez se habríacomportado mejor y las cosas habríansido diferentes.

-Es posible, pero la gente tiene muchomiedo de enfrentarse a lo que ve aquí yrechaza hacer lo que debe.

La princesa frunció las cejas: -¡Quédesgaste!, ¡todos estos años temblando,sintiendo cómo se me encogía el

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estómago y me oprimía el pecho, a lavez que me encontraba indefensa,confundida, enferma y cansada!

-Cuando dejas que los juicios de losdemás sean más importantes que lostuyos, estás despreciando tu propiopoder.

-Para ti debe de ser muy fácil mantenerese poder, pues el tuyo es inmenso.

-También el tuvo, cariño. Pero comotodo poder, se debe reconocer ypracticar porque, de lo contrario,permanece dormido.

La princesa respiró a fondo, intentandorelajar la tensión de su cuerpo: -Si tengo

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tanto poder, ¿por qué siento que todavíale amo aun después de saber todo lo quesé ahora?

La bruja tomó las temblorosas manos dela princesa entre las suyas y dijo: -Saberes una cosa y sentir es otra muy distinta.Es posible que tus sentimientos tardenun tiempo en ponerse al mismo nivel quetu conocimiento pero, sé pacientecariño, ya llegará su momento.

La princesa pensó en todo lo que lehabía dicho la bruja, ya que eran muchascosas las que debía recordar.

Luego, una nueva pregunta asaltó lamente de la princesa que sin demoradebía encontrar respuesta: -Le amo con

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toda mi alma y con todo mi corazón,pero me dijo que no era bastante, ¿porqué?

-Ni diez princesas hubieran podidoamarle lo suficiente para satisfacerlo -dijo la bruja-. Con frecuencia, la genteque no se siente merecedora de amor,como el príncipe, duda del cariño de losdemás hacia ella pues cree que nopueden sentir amor hacia una personatan indigna como ella.

Las lágrimas comenzaron a resbalar enabundancia por las mejillas de laprincesa, sin poder detenerlas por laangustia e inutilidad de todo ello. Pocodespués, Vicky con voz temblorosa yahogada entre sollozos irrumpió en la

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mente de Victoria.

-Tenemos que tener cuidado de noinundar la casa de muñecas -dijo-, yasabes lo que nos pasó la última vez quenos pusimos a llorar así y que casi nosahogamos.

-Eso fue antes de que aprendiéramos anadar -le tranquilizó Victoria-. Esposible que el agua sea profunda, perono debemos tener miedo de ahogarnosen ella otra vez.

-Las lecciones bien aprendidasproporcionan una paz inmensa, -dijo labruja acariciando la cabeza de laprincesa.

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-¡Ojalá pudiera sentir paz después detodas las cosas que me han sucedido!

-Puedes.

-¿Cómo?, - preguntó la princesalevantando la cabeza para observar ladulce cara de la bruja.

-Queriendo.

-¿Queriendo qué?

-Continuar trabajando en lo que sientessobre lo que te ocurrió en el pasadohasta que estos sentimientos dejen detener poder sobre ti. Queriendo, estavez, consolar y tranquilizar a Vicky envez de echarle la culpa por todo y,

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asimismo, con el deseo de perdonartepor ser incapaz de hacerlo mejor de loque lo hiciste en aquella ocasión.

La princesa se secó varias veces losojos con el pañuelo que le ofreció labruja.

-No entiendo por qué me tuvo que pasartodo esto, -comentó.

-La vida es difícil. Algunas personasentran en la vida de otras dejando unagran huella en su corazón y consiguenque nunca vuelvan a ser las mismas deantes. Ahora bien, no ser la mismapuede ser mejor.

-¿Qué quieres decir con «mejor»?,

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¿cómo puede alguien ser mejor despuésde haber sido herido?

-¿No has conseguido saber más cosassobre lo que es el amor?, ¿no hasaprendido más sobre lo que eres y loque no?, ¿no has logrado reunir la fuerzanecesaria desde lo más profundo de tuser sin saber siquiera que la tenías?

-Supongo que sí, -contestó la princesa.

-En cada relación y en cada experienciase nos ofrece un don inapreciable.Cuanto antes puedas verlo, antes seráscapaz de superar el dolor.

-Doc me dijo una vez que los retosconllevan el don de conocer la verdad,

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aunque sigo sin entender por qué debosentir dolor para aprender.

-El dolor es mejor maestro que elplacer. Piensa en ti misma como en unapersona que está entrenándose, y en tusexperiencias como tus lecciones; deestas últimas emana la sabiduría quehace la vida más completa, más rica... ymás fácil.

La princesa movió la cabeza.

-Seguro que es una forma muy difícil deaprender.

-Sí pero así es como la gente aprendemejor. Asimismo, el sufrimiento puedeensanchar tu corazón y dejar más sitio

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para el amor y la alegría.

La princesa suspiró:

-¿El amor y la alegría? No sé, despuésde todo lo que me ha pasado...

-La forma en que viviste el ayer marcótu hoy y la forma en la que vivas hoycondicionará tu mañana -dijo la bruja-.Cada día es una nueva oportunidad paraser como quieres ser y para que tu vidasea como tú quieres que sea. No sigasatrapada en tus viejas creencias por mástiempo pues ya has visto que procedende otras personas y de otro tiempo.

La bruja puso las manos en los hombrosde la princesa y con su mirada la

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reconfortó.

-Escucha con atención, cariño, porque loque te voy a decir ahora es de sumaimportancia -y la bruja habló en un tonode voz pausado pero enérgico a la vez-:Los años han pasado y los peligrostambién, estás a salvo para ser tú misma.

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16EL VALLE DE LA

PERFECCIÓN

Mientras salían de la casa de muñecas,la princesa meditaba sobre las palabrasde la bruja.

-¿Me estás diciendo que no tengo queseguir intentando ser diferente y que está

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bien ser como Soy?, - le preguntó laprincesa por Fin.

-Eres mucho mejor- contestó la bruja-.De hecho, eres perfecta.

La princesa bajó la cabeza: -Eso es loque he intentado ser toda mi vida, perodaba igual lo que hiciera porque seguíasiendo demasiado delicada y sensible,no desaparecían mis miedos a todo ycontinuaba soñando con cosas que, contoda seguridad, nunca se cumplirían.

-¿No se te ocurrió pensar que tal vezdebías ser todas esas cosas?.

La princesa suspiró: -Sí, lo pensé perome pareció muy difícil de creer. En

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realidad, no sé cómo querían que fuera,o quién o por qué.

-Ya es hora de que lo averigües, ¿no teparece? Por suerte, estamos en el lugarperfecto -dijo la bruja llevándose lamano a la boca para retener una risitamaliciosa que, a pesar del esfuerzo porcontenerla, no pudo reprimir-. Ven poraquí cariño quiero enseñarte algo.

La bruja llevó a la princesa a la cima deuna gran colina.

-Me gustaría mostrarte una de las vistasmás espectaculares de la Tierra... ElValle de la Perfección, -le dijo altiempo que abría los brazos como siintentase abarcar toda la belleza de la

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ondulada pradera que se extendía a suspies.

-¿El Valle de la Perfección?, ¿quieresdecirme que todo lo de ahí abajo esperfecto?

-Sí, todo.

Rodeada por la vegetación másexuberante que jamás había visto laprincesa, se divisaba un estanque muchomás azul que los ojos del príncipe. Laluz bailaba jugueteando con el agua, loscampos de fresas y las matas de floressilvestres crecían abandonadas mientrasse mezclaban sus olores, extendiéndosehasta la cima de la colina. Las ardillascorrían de un lado para otro, las

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mariposas revoloteaban de acá paraallá, las alondras impregnaban el airecon su dulce canto. Todo parecía frescoy limpio como si hubiese sido regadopor una suave llovizna.

-¡Ojalá pudiera ser igual de perfecta! -exclamó la princesa admirando labelleza tan exquisita que tenía ante ella-,¿Podernos bajar hasta allí?

-Por supuesto, -contestó la brujaconduciéndola por la larga y suavependiente.

Mientras caminaban, la princesa fuefijándose con más atención en el valle, ycuantas más cosas veía, más se dabacuenta de que no eran tan perfectas como

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le habían parecido desde lo alto de lacolina y mayor iba siendo cada vez sudesilusión.

-Creí que dijiste que todo lo que habíaen este valle era perfecto... lo quequiero decir es que es muy bonito perocuando ves todo más de cerca, te dascuenta de que no es perfecto: losarbustos no son tan verdes, los árbolesson corrientes, el estanque no es tanclaro como parece, hay insectos y...bueno, al menos éstas de aquí siguenteniendo buen aspecto -dijo agachándosepara coger una fresa roja, brillante ycarnosa, mostrándosela después a labruja-, ésta es la única que siguepareciendo perfecta.

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Pero en el mismo instante en el que dabaun mordisco al exquisito manjar, hizo ungesto de desaprobación con la boca: -¡Es agria!, nada de lo que hay aquí esperfecto, nada de nada.

-Cariño, eres una experta en pasar poralto la grandeza de las cosas.

-Normalmente no, pero me dijiste quetodo era perfecto, y no es cierto. Estoymuy decepcionada, esperaba que...

-La perfección, al igual que la belleza,depende de los ojos con que se mira.

La princesa estaba confundida: -Perocualquiera puede ver que ni losarbustos, ni los árboles, ni el estanque,

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ni las fresas son perfectos -fijó la vistaen el suelo y continuó diciendo en vozbaja: -De igual forma, es posible quenada lo sea; ni el rey ni la reina ni elpríncipe ni yo... ni siquiera el amor o micuento de hadas.

-Todo es como queremos que sea, -dijola bruja alentándola con sus palabras-.Eso es lo que hace que sea perfecto, y loúnico imperfecto es tu manera depercibir la perfección.

La bruja siguió hablando, pero laprincesa sólo oía algunos fragmentossueltos ya que estaba trastornadapensando que incluso su forma depercibir la perfección era, segúnparecía, imperfecta.

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-Las rocas son duras, el agua moja y, aveces, las fresas rojas, brillantes ycarnosas resultan ácidas. Lo que es, es,pues en la Naturaleza todo es y secomporta siguiendo el fin con el que fueideado.

-El objetivo con el que fui creada yodebía de ser imperfecto.

Todo lo contrario, tu misión consiste enllevar a cabo el plan que el universotiene para ti.

La princesa movió la cabeza: -No sénada acerca de ningún plan. Sólo sé queintenté convencerme de que mi forma deser era la correcta, pero hay muchas

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cosas de mí misma que desearíacambiar.

-Tu Yo superior, el que forma parte deun todo, es perfecto -comenzó aexplicarle la bruja-, siempre lo fue ysiempre lo será. La perfección es un donde la naturaleza y no es algo que tengasque ganarte porque forma parte de loque ya eres, al margen de las cosas quecrees que deberías cambiar.

La princesa pensó en todos los años enlos que había intentado ser perfecta ycomportarse como tal.

-;Quieres decir que ya era perfecta entodo ese tiempo?,- preguntó.

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-¡Eso es! Formas parte de un ordensuperior y éste es perfecto en susupuesta imperfección.

-Pero, ¿qué hay de mi debilidad, de misensibilidad, de mi temor hacia todo yde mis sueños sobre cosas que esposible que no ocurran?, ¿y de mi listacon los pros y los contras?

Cuando aceptas el milagro de lo queeres y te amas de forma incondicional,es fácil cambiar todo lo que necesitascambiar. Pero algunas de las cosassobre tí misma que siempre has estadopensando que necesitabas modificar, esdecir, todo lo que creías que eranegativo en ti, tus propios enemigos... enrealidad, han sido tus sirvientes más

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leales- dijo la bruja-.

Gracias a ellos eres así: un ser único yperfecto, distinto a cualquier otro quevino antes que tú o que vendrá después.

Los pensamientos se sucedían en lamente de la princesa de formaatropellada.

-¿Podía estar en lo cierto?- se preguntópensando, a la vez, en todos los años enlos que había sido ella misma y en lasrepetidas ocasiones en las que se habíasentido enojada consigo misma por noser diferente y por no ser mejor de loque ya era.

-Había veces en las que pensaba que no

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era lo bastante buena para que mequisieran, -comentó la princesa mientraste temblaba el labio inferior.

-Mi pobre niña -dijo la bruja cogiéndolapor los hombros y mirándola fijamente alos ojos-, siempre has sido lo bastantebuena para que te quisieran y no por loque hubieras dicho o hecho o por lo quedejaras de hacer o de decir, sino sólopor ser una criatura del universo. Hallegado el momento de que aceptes loque durante toda tu vida has estadorechazando.

Tomó las manos de la princesa entre lassuyas.

-Ya es hora de que valores tu delicadeza

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que tanto se parece a tus queridas rosasque florecen en el Jardín del palacio.También es el momento de que apreciestu sensibilidad pues te ha abierto lapuerta a los placeres del universo, no envano el que sufre el dolor más profundotambién siente la alegría mas inmensa.Acepta tus miedos pues son los que tehan retado para que desarrolles lamisma fuerza y coraje de un esforzadocaballero en la batalla. Asimismo, ya eshora de que reconozcas los sueños queexpresan los deseos de tu corazón puesintentan con ello revelarte el plansecreto que el universo tiene para ti, -yasí continuó la bruja haciéndole ver congran amor la verdad más absoluta.

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La princesa se sintió suspendida en eltiempo y en el espacio, Poco a poco, fuedesapareciendo la pesada carga de sushombros y todo comenzó a tener unnuevo sentido para ella. Pensó en lo quehabía sido toda su vida y en todo lo quehabía aprendido, en cómo había crecidoy se había convertido en lo que eragracias a lo que había sido antes. Lorecordó todo y se sintió feliz.

De repente, el valle parecía diferente.Los brillantes rayos del sol acariciabanel maravilloso paisaje; los árboles y losarbustos se volvieron más verdes, elestanque más azul y la fragancia de lasflores se hizo más dulce. La princesacontempló a las ardillas corriendo de un

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lado a otro, a las mariposasrevoloteando de acá para allá mientrasescuchaba el canto de las alondras.Todo parecía tan fresco y tan limpiocomo la primera vez que lo vio y, en esepreciso instante, un amor intenso fuecreciendo en su interior.

-Me veo más hermosa ahora que antes...salvo, quizás, cuando era niña,- dijopensando y volviendo a recordar elpasado.

-Cuando buscas la belleza en eluniverso, comienzas también a ver tupropia belleza -le contestó la bruja-, sila buscas en lo que es, la encontrarás.Si, por el contrario, te fijas sólo en laimperfección, eso es lo único que

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hallarás.

En ese momento, una voz humilde yfamiliar interrumpió los pensamientosde la princesa:

-¿Victoria?

Se le hizo un nudo en la garganta:

-¿Sí?

-Tenía razón en algo, - dijo Vicky.

-¿En qué?

Esperó un momento antes de contestar: -En que era capaz, de quererme a mímisma si tú podías aceptarme tal y como

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era.

Tanto Vicky como Victoria comenzarona llorar de alegría durante un buen ratohasta que, una vez más, se vieroninundadas por las mismas lágrimas peroesta vez de felicidad. -No tenemos quepreocuparnos por si nos ahogamos,¿verdad, Victoria? -preguntó Vicky llenade júbilo-, no nos va a ocurrir porquenos tenemos la una a la otra y yasabemos nadar, ¿no es así, Victoria?

-Así es.

De pronto, la princesa sintió unainmensa paz que no había sentido hastaese momento.

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-De alguna manera, me siento como sihubiera vuelto a casa.

-Es cierto -le contestó la bruja-, hasregresado a la casa y a la familia quedesde hace mucho tiempo tenías en elolvido y que mucha gente se pasabuscando toda la vida... sin darse cuentade que forman parte de ella desde elprincipio.

-¿Familia?, ¿qué familia?

-En el país de Es todos somos unafamilia, incluidos los conejos, lospájaros, los peces, las flores, lasestrellas, tú y yo. Desde este mismomomento, independientemente del lugaral que vayas o en el que estés, será tu

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hogar porque estés con quien estés serátu familia.

La princesa observó toda la belleza quele rodeaba y de la que formaba parte,sintiéndola en todo su esplendor.

-Ahora, cariño, el templo de la Verdad yel pergamino sagrado te aguardan.

-¡El templo de la Verdad! -gritó laprincesa-, no lo he visto ¿dónde está?

-En la cima de esa montaña -le contestóla bruja señalando hacia el otro lado delvalle-, es un paseo maravilloso,disfrutarás con él.

-¿No vienes conmigo?

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-No, esta etapa del camino debesrealizarla tú sola.

-Pero, ¿por qué?

Porque es la única manera de quepuedas oír la voz del infinito.

-¿Que es eso?

-Es algo que no se puede explicarporque para saber lo que es, primerohay que sentirla.

-¿Te volveré a ver alguna vez?, -preguntó la princesa comenzando aechar ya de menos a la bruja.

-¡Claro que sí, cariño!, antes de lo que

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crees, -le contestó la bruja, dándole unbeso y desapareciendo tras una nube dehumo blanco.

Con el corazón lleno de alegría, laprincesa se puso en camino cruzando elvalle hacia el templo de la Verdad.

Cuando llegó a la falda de la montaña,divisó un sauce llorón que se erigíasolemne como un monumento retando alciclo del atardecer, a pesar de estarinclinado por el peso. La princesa sedetuvo bajo sus ramas unos minutospreguntándose por qué se sentía tanfascinada por ese árbol. Por fin, halló larespuesta: el sauce que con decisiónmiraba hacia el cielo transformandotodo su peso en belleza y elegancia,

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representaba toda su vida.

Dejó caer su bolso de cachemir y sesentó al lado del árbol, apoyando lacabeza en el tronco y cerrando los ojos.Se relajó tanto que, unos minutos mástarde, hasta el clamor de sus propiospensamientos se fue apagando. En esemomento fue cuando la oyó.

La voz del infinito no se parecía aninguna otra; era una voz dulce que lehablaba susurrando a su corazón. Dehecho, la princesa pensó al principioque se lo estaba imaginando.

Con dulzura la voz le volvió a hablar.No fue lo que le dijo lo que le hizopensar que algo insólito estaba

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sucediendo, sino la intuitiva sensaciónde su presencia. Se sintió en paz,tranquila y llena de energía.

Asimismo, el amor parecía envolverlaigual que una cálida manta de invierno.

-¿Por qué no me has hablado antes?,-preguntó la princesa.

-Lo he hecho muchas veces, pero tú nome escuchabas, -le contestó.

En la mente de la princesa comenzaron asurgir muchas preguntas que acaparabansu atención.

-Tengo un millón de preguntas quehacerte, -le dijo sintiéndose, a la vez, un

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tanto ridícula e incómoda pues tenía susdudas de no estar hablando consigomisma.

-Sea cual sea tu pregunta, la respuestaestá en la verdad -dijo la voz-,encuéntrala y sabrás todo lo que desees.

-Pero, ¿y el amor?

-Dondequiera que esté la verdad, ahíhay amor.

Sin inmutarse, preguntó la princesa acontinuación:

-¿De la verdad y del amor es de lo quetrata todo, es decir, la vida?

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La voz del infinito le honró con surespuesta:

-La vida consiste en descubrir su propianaturaleza.

Luego, de la misma forma misteriosa enla que había aparecido, la voz fuedesapareciendo.

-¡Espera, no te vayas!, ¡no me dejes!, -gritó la princesa preocupada al pensarque si se iba desaparecería esesentimiento de amor y de paz que laenvolvía.

-Formo parte de un todo superior y tútambién. Yo estoy dentro de ti y tú loestás dentro de mí. Siempre estamos

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juntas, incluso cuando crees que no esasí, -le dijo la voz.

El gran vacío que durante tantos añoshabía ocupado el interior de la princesase llenó de júbilo, de ella misma y deuna paz inmensa.

-¿Lo prometes?

Como un eco lejano trajo el viento surespuesta:

-Siempre estaré contigo, lo único quetienes que hacer es llamarme... y luegoescuchar.

Un silencio, todavía más absoluto, reinótras el eco de su voz.

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A continuación, la princesa comenzó asubir por la montaña balanceando congran regocijo el bolso de cachemir endirección al templo de la Verdadmientras su corazón latía lleno deesperanza.

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17EL TEMPLO DE LA

VERDAD

El tiempo parecía pasar muy rápidomientras la princesa subía por lamontaña con una gran curiosidad pordescubrir los maravillosos secretos queel pergamino sagrado le iba a revelar yla visión del magnífico templo que

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pronto iba a poder contemplar. Ahorabien, en ningún momento llegó aimaginarse la espectacular belleza quetuvo ante sus ojos una vez que llegó a sudestino.

Era media mañana y el sol comenzaba acalentar; la princesa se detuvo acontemplar el elaborado enrejado dedos grandes verjas de hierro forjado enblanco. De forma inesperada, seabrieron como si la invitaran a entrar,dejando al descubierto el majestuosoedificio del fondo con columnaslabradas en piedra blanca, unas enormesescalinatas y unas puertas de entrada decristal biselado que brillaban con la luzdel sol de tal forma que el palacio

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resultaba a los ojos de la princesa elmás maravilloso que había visto en suvida. La verde hierba aterciopeladacubría el patio, y los jardines de floresde vistosos colores y exuberantevegetación mantenían el templo en todosu esplendor.

La princesa respiro a fondo y comenzó acruzar el suelo del patio formado porgrandes piedras de granito en forma decorazón, seguida de cerca por lasblancas y sedosas nubes movidas poruna suave brisa.

Un momento más tarde, oyó un susurrode voces a su alrededor. «Crece...crece... crece», alentaban las voces,como si se lo estuvieran diciendo a

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todas las briznas de hierba y a todos losárboles, arbustos y flores sin excepción.Al instante, la princesa reconoció la vozque formaba el coro al unísono: era lavoz del infinito.

Todo se movía, se balanceaba y fluía ala luz del sol, siguiendo los latidos deluniverso. Por fin, la princesa pudollegar a comprender que Doc, la bruja yla voz del infinito le habían dicho todala verdad sobre sí misma y sobre todo loque era realidad.

Al acercarse al templo, las puertasprincipales se abrieron de pronto. «Aquíestá», dijo la princesa entrando en suinterior mientras su corazón latía lleno

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de emoción.

En el centro del gran vestíbulo había unafuente de tres pisos de piedra blanca dela que brotaba un agua cristalina que ibaa parar a una superficie relucientellenando el aire con su música. Laprincesa siguió andando muy despaciomientras su cuerpo se movía al compásde la cascada de agua.

Cuando llegó al otro extremo delvestíbulo, se asomó al interior de la salaprincipal del templo y lo que vio le hizocontener la respiración: paneles alternosde piedra blanca pulida y cristalbiselado formando una sólida rotonda.En el lado opuesto de la sala, delante deuna pared de piedra maciza había una

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gran tarima y, en ella, un trono tapizadocon el mismo terciopelo que la capa realdel rey. A ambos lados del trono habíaun pedestal de alabastro blanco con unextraordinario jarrón tallado a manoadornado con docenas de rosas rojas detallo largo. El verde intenso y losllamativos colores del patio sereflejaban a través de los cristales,dejando al descubierto un jardín dediferentes tonalidades que invadía todala rotonda. Los brillantes rayos del soliluminaban la estancia a través de unaenorme bóveda de cristal biselado.

Con mucho respeto y temor, la princesaentró en la sala. «¡Hola!», dijo en vozalta, preguntándose quién se ocuparía de

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todo eso. Segura de que alguien debía dehaber por allí volvió a decir : «¡Hola!».

Sin saber qué más hacer, fue paseandohasta llegar al trono. Se subió a latarima y, de forma instintiva, se dirigió auno de los jarrones de rosas, se inclinó yaspiró su perfume. En realidad, tenía lacostumbre de pararse a oler las rosasaunque, durante algún tiempo, había sidoincapaz de disfrutar de su fragancia.Dejó en el suelo el bolso de cachemir yacarició con la mano el suave terciopeloque cubría el trono.

-¿Hay alguien por ahí?, -preguntódeseando saber a quién podía pertenecerese trono, pero nadie le contestó.

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Cansada del duro viaje, decidió sentarseesperando que a la persona a la queperteneciera el trono no le importase.Sus recuerdos le llevaron a losmomentos en los que, siendo niña, el reyla envolvía con su capa al estrecharlaentre sus brazos y su pecho se henchíade orgullo. Después, comenzó a pensaren su viaje desde el inicio hasta esemomento ya que, aunque había sidolargo y difícil, le había llevado hasta eselugar y se sentía feliz de haberlo hecho.También se acordó del pergaminosagrado y cayó en la cuenta de que no lohabía visto, pero tras echar un vistazopor la sala, siguió sin verlo por ningunaparte.

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De repente, como por arte de magia, unpájaro azul fue a parar a su hombro. Laprincesa se quedó perpleja al tiempoque se preguntaba: «¿De dónde hasalido?». Hacía mucho tiempo que no seposaba sobre su hombro un amiguitoalado y se sintió encantada levantando lamano y ofreciéndole al pájaro su dedo.El pájaro azul saltó y se posó en él, laprincesa bajó la mano para observar lacara del pajarillo y su cuerpo rechonchotan poco corriente.

-¡Pero, yo te conozco!, ¡eres el mismopájaro que solía entrar volando por laventana de la cocina y que aterrizabasiempre en los pistachos!, -exclamó conalegría.

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Los ojos del pajarillo parecían brillartambién y comenzó a piar entonando unaalegre melodía.

De repente, la música de un banjoresonó por toda la rotonda, al compás dela melodía. La princesa saltó del tronocon el pájaro cantor posado todavía ensu hombro.

-¡Doc!, ¡oh, Doc, ¡me alegro mucho deverte! -exclamó la princesa-, ¿qué hacesaquí?

-Acompaño al Pájaro azul de lafelicidad de muchas formas diferentes, -contestó el búho mientras seguía tocandoel banjo.

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-¿El Pájaro azul de la felicidad?, ¿estepájaro?, -preguntó la princesa mirandocon sorpresa a la criatura cantora que seposaba ahora en su dedo. Volvió amirarle a los ojos y dijo:

-Ahora entiendo por qué me sentía tanbien cada vez que aparecías, amiguitomío. Supongo que será verdad que paraencontrar la felicidad sólo hace faltamirar en nuestro jardín... o en nuestracocina, según sea el caso, - dijo laprincesa riéndose.

-La verdadera felicidad no se encuentrani en el jardín ni en la cocina -contestóDoc-, y no viene de los pájaros, nisiquiera de éste, ni del otro lado de laverja donde parece que la hierba es más

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verde. Surge del interior de cada uno denosotros cuando conocemos la verdadde las cosas.

-¿Quieres decir que el pájaro azul notrae la felicidad?

-Al igual que el príncipe azul, el pájaroazul viene a celebrar la felicidad decada uno pero no es el encargado deconseguirla.

La princesa pensó en las palabras deDoc mientras seguía escuchando ladulce melodía.

-La música que tocáis entre los dos espreciosa. Una vez, el príncipe y yoformamos también un dúo perfecto.

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-¡Oh, cómo me gustaría que volviera aocurrir!

Y lo volverás a hacer algún día, perohay cosas a las que debes prestar másatención primero.

-¿Cómo el pergamino sagrado?. Hemirado por todas partes pero no lo heencontrado. La persona que esté a cargode este sitio debe saber dónde...

-Nosotros somos los encargados aquí.

-Pero... pero ¿de quién es el trono?

-Tuyo princesa,- respondió Doc.

De repente, la sala se vio envuelta en

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una gran nube de humo blanco y, en elcentro de ella, una figura con el peloplateado agitaba los brazos intentandodespejar el humo.

-¡Espero haber llegado a tiempo!,-exclamó la bruja-, no quisiera perdermeni un detalle.

-Tanto tú como yo sabemos que nuncapierdes un detalle- dijo Doc guiñándolede broma un ojo.

-Henry, me alegro de verte y a titambién, cariño -le dijo a la princesa-.Ya veo que has llegado hasta aquí sana ysalva, ya sabía que lo conseguirías.

Luego, volviéndose al búho le preguntó:

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-¿Está todo dispuesto, Henry?

-¿Dispuesto para qué?, -preguntó laprincesa.

-Aún no lo sabe, -le susurró Doc a labruja.

-¿Saber qué?, -preguntó de nuevo laprincesa.

-Que te hemos preparado una ceremoniaespecial de bienvenida, -le contestóDoc.

-¿De verdad?, ¿para mí? -dijo laprincesa en un tono de alegría infantil-,¿y, por fin, conseguiré ver el pergaminosagrado?

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Antes de que Doc pudiera responderle,una bandada de pájaros entró volando enla sala, inundándola con sus animadosgorjeos y dando vueltas alrededor de laprincesa mientras algunos de ellos seposaban por un momento en sus hombrosy en sus brazos.

-¡Mis viejos amigos! -exclamó laprincesa reconociendo al instante lospájaros de los días pasados.

Uno a uno, fue acariciándoles la cabezacon la mano y arrullándolos como hacíaantes.

-Estoy muy contenta de volver a veros -dijo-, os he echado mucho de menos.

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Cuando terminó de acariciar al últimopájaro, dijo la bruja:

-¿Serías tan amable de ocupar tu tronoahora, princesa. Por favor, que todos losInvitados ocupen sus asientosrespectivos. La ceremonia está a puntode comenzar.

Los pájaros volaron por toda la salahasta que, con gran rapidez, se posaronformando unas pequeñas filas muy biendispuestas, al igual que en el teatro, decara al trono. A un lado del mismo, labruja ocupó su lugar.

La princesa se acomodó en el asiento deterciopelo y, en ese momento, unapaloma que, según parecía se había

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quedado rezagada detrás de las demás,entró volando llevando en el pico dossobres que entregó a Doc.

-¿Qué son?, -preguntó la princesaforzando un poco la voz por encima delgorjeo de los pájaros que no habíandejado de cantar desde que entróvolando la paloma.

-Son pájarogramas, -respondió Doc-,por supuesto para ti. ¿Quieres leerlos?, -le preguntó ofreciéndoselos acontinuación.

-No, léelos tú para que todos puedanoírlos.

La sala guardaba silencio mientras Doc

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abría el primer sobre. Se aclaró lagarganta y comenzó a leer:

«DESEARÍA PODER ESTARCONTIGO HOY, PERO PORRAZONES OBVIAS NO PUEDE SER.DESEO QUE TU FELICIDAD SEATAN PROFUNDA COMO EL MAR YTAN GRANDE COMO EL CIELO. TELLEVO SIEMPRE EN MI CORAZÓN.TE QUIERO, DOLLY».

-Ha sido un gesto muy bonito por suparte-, dijo la princesa mientras losgorjeos de aprobación inundaban toda larotonda. Doc y la bruja coincidieron aldecir que los sentimientos de Dolly eranmuy hermosos y que eran muy propiosdel delfín.

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A continuación, Doc abrió el segundosobre y leyó:

«FELICIDADES. ME HA ALEGRADOMUCHO SABER QUE NO HASMALGASTADO TU TIEMPO.DESEO QUE TE LABRES UN BUENFUTURO EN LA VIDA».

Doc miró por un momento a la princesay luego volvió a fijarse en elpájarograma.

-Está firmado: «Con mis mejores ... »,pero luego hay un garabato. Debajopone: «Sinceramente tuyo», perotambién ha sido tachado. Más abajodice: «Bueno, en fin, te quiero. Willie el

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tallador de Borgoña.»

La princesa se echó a reír: -¿No esadorable?

Doc soltó una risita y dijo que elpájarograma de Willie era muyacertado. Los pájaros irrumpieron consus animados gorjeos y sus incesantesaleteos. A la bruja le pareció todo muydivertido.

Cuando el gorjeo, el aleteo, loscomentarios y las risas cesaron, Docdijo, como corresponde a un granmaestro de ceremonias:

-Nos hemos reunido hoy aquí parahonrarte, princesa, por tu fuerza, tu

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coraje y tu decisión en la búsqueda de laverdad.

-«Fuerza, coraje y decisión»... laprincesa sonrió. «Sí, Doc tenía razón -pensó-, nunca en mi vida me he sentidomás fuerte, más valiente ni másdecidida».

-Has llegado hasta aquí a través de losmares tormentosos y las arenasprofundas, has subido montañasescarpadas y te has enfrentado a unadensa niebla, -continuó Doc-, hasresbalado, tropezado y caído con laúnica intención de volver a levantarte yproseguir la marcha. Todo esto y muchomás has tenido que soportar en labúsqueda de la verdad... una verdad que

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prometía curarte y traer la paz y el amorque con tanta desesperación deseas.

Con gran ceremonia, se ajustó elestetoscopio y continuó:

-Con todo merecimiento, te has ganadoel honor de estar aquí hoy en el templode la Verdad y de poder tener entre tusmanos el valioso pergamino sagrado.

-No lo veo por ninguna parte, -le susurróla princesa a la bruja llena deimpaciencia.

-No te preocupes, todo ocurre en elmomento preciso, le contestó la brujatambién entre susurros.

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18EL PERGAMINO

SAGRADO

En el templo reinaba un silencioabsoluto y el corazón de la princesalatía con tal fuerza que llegó a pensarque todo el mundo podía oírloirrumpiendo en medio de la quietud.

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La bruja se colocó frente al muro depiedra y levantó las manos para haceraparecer en ese momento una nube dehumo blanco.

Un minuto más tarde, la pared retumbócon gran estruendo haciendo vibrar todala rotonda, y la princesa se agachóagarrándose a los brazos del trono. Derepente, una parte del muro se abrió ydejó al descubierto un pergaminosagrado viejo y de aspecto bastantefrágil precintado con un sello dorado ycolocado en un altar tachonado conjoyas.

La bruja cogió el pergamino del altarcomo si se tratase de una pieza deporcelana muy delicada y se la ofreció a

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la princesa quien, a su vez, lo recogió y,acto seguido le quitó el sello con grancuidado.

He esperado mucho tiempo estemomento, -dijo con voz temblorosa.

-Has hecho algo más que esperar -lerecordó la bruja-. Recibir el pergaminosagrado es un honor que te has ganado.

La princesa sentía un hormigueo en suestómago mientras desenrollaba elpergamino. Parecía como si hubiera sidoescrito por el calígrafo del palacio real,y esto le recordó su Código real desentimientos y conducta de princesas.

-¿Puedo leerlo en voz alta?, -preguntó.

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-Sí, cariño, es una magnífica idea, -respondió la bruja que andaba un tantoatareada intentando ponerse un par degafas de alambre algo torcidas y que,con gran esfuerzo, había sacado delbolso para poder leer.

La princesa respiró a fondo paratranquilizarse, y luego comenzó a leer envoz alta:

-El primer pergamino sagrado... ¿Elprimero? -repitió mirando el pergamino-, no veo ningún otro más.

-No hace falta discutir eso ahora, -lecontestó la bruja.

-Espero que no signifique lo que estoy

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pensando,- dijo la princesa mirandovarias veces a Doc y a la bruja.

Luego, siguió leyendo:

EL PRIMER PERGAMINO SAGRADO

Creemos que estas verdades sonevidentes... Aunque muchas veces no loson.

I

Somos, ante todo, criaturas deluniverso: completas, bellas yperfectas en cadadetalle siguiendo los deseos delinfinito.

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Así pues, nos merecemos porderecho natural ser amados yrespetados, y es nuestro deberno aceptar nada más.

-Y nunca lo volveré a hacer -afirmó laprincesa mirando fijamente a Doc y a labruja que asentían con la cabeza-. Estodebería haber estado en el Código realde sentimientos y conducta de princesasque había colgado en la pared de mihabitación y que me guió todos los añosde mi infancia. Bajó la vista y continuóleyendo:

II

Así como todo el océano puedeverse en una gota de agua,

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también nosotros somos la esenciade la vida.

Al igual que la marea sube y baja,también nosotros nosmovemos con el flujo de la vida,aceptando que la única constantees el cambio y que todo es comotiene que ser, aunque muchasveces no sepamos por qué.

-Este tema del mar me recuerda a Dolly-dijo la princesa-, que me enseñó todo loque debía saber sobre el mar, y conquien aprendí a relajarme y a dejarmellevar por la corriente, en vez de lucharcontra ella. ¡Ojalá pudiera estar aquí!,¡cuánto habría disfrutado con todo esto!

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III

En los brazos de la debilidad estála fuerza, ansiosa de podersalir. En las garras del dolor, elplacer que espera su momento.

Y en un camino lleno deobstáculos, la oportunidad que sepresenta con ellos.

Esto es lo que nos brindan estosmaestros en nuestras vidasy debemos de estarles eternamenteagradecidos.

De repente la princesa cayó en lacuenta:

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-Nunca pensé que el dolor causado porel príncipe fuera mi maestro, perosupongo que todo lo que he aprendido hasido gracias a él.

-Recuerda que algunas de las leccionesmás valiosas se aprenden cuando eldolor es más intenso,-contestó Doc.

La princesa suspiró y prosiguió con lalectura:

IV

Formamos parte de un granplan que no depende de nosotros.

Todos tenemos un lugarreservado en este gran proyecto y

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una razón para existir.

La princesa siguió leyendo perocomenzó a sentir un hormigueo en lasmanos y los pies, y empezó a notartambién en su pecho un gran calor. Enrealidad, nunca se había sentido así.

La bruja puso la mano en su hombro ydijo:

-Todo, está bien, cariño. Lo que sienteses el reflejo de lo que estás pensando ycreyendo.

Muy raro le resultó a la princesa que labruja pudiera saber lo que sentía sinhaberle dicho nada antes, aunque intentóolvidarlo para centrar su atención de

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nuevo en el pergamino:

V

La experiencia no es siempre laverdad, pues aparece coloreadapor los ojos de quien la ve.

Sólo en el silencio de nuestramente podremos oír la verdad. Ladulce voz que le habla a nuestrocorazón igual que un susurro, esla voz del Creador que despiertadentro de nosotros para queseamos conscientes de lo quesomos en realidad, de lo que seespera que hagamos y de todo loque ya sabemos.

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La princesa se acordó del momento en elque la dulce voz del infinito le habló asu corazón y pensó en todo lo que habíasentido mientras la oía. Poco a poco, elhormigueo de las manos y de los brazosfue aumentando y el calor de su pechocomenzó a extenderse por todo elcuerpo. Ahuecó las manos junto a laboca y le dijo susurrando a la bruja:

-Disculpa, pero me estoy sintiendo algorara y no lo entiendo. El pergamino esprecioso pero parece demasiado simpley obvio... quiero decir que algunas delas cosas que dice ya las sé.

-Saber la verdad no basta -le volvió adecir susurrando la bruja-, la debessentir como una parte de ti para que haga

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efecto su magia.

-¿Eso es lo que me está pasando?, ¿laverdad se está convirtiendo en una partede mí?

-La verdad siempre ha formado parte deti aunque no te dieras cuenta.

-Y ahora que voy siendo más conscientede ello, ¿podré hacer aparecer nubes dehumo blanco como tú?, -le preguntó laprincesa en un tono infantil.

-No habrá humo blanco, cariño, aunquesí magia. Pronto sabrás a lo que merefiero pero, por ahora, sigue leyendo.

VI

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Cada momento nuevo es un banquetede infinitas posibilidades. Cada día esuna exquisita fruta que espera serescogida.

Una y otra vez, debemos recoger lacosecha, comer hasta saciarnos sinderrochar, pues muy preciado es lo quetenemos ante nosotros. Y todo lo que esmuy pronto será pasado.

-Aunque todo lo que es y lo que fue, esuno,- interrumpió la bruja.

La princesa dejó de leer y levantó lavista hacia ella, algo perpleja.

-Lo siento -dijo la bruja a modo dedisculpa-, no pretendía interrumpirte. De

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todas forma, ya trataremos esa cuestiónen otro momento, así que, por favor,continúa cariño.

VII

Cuando caminamos por el caminode la Verdad, sentimos cómo fluyedentro de nosotros la belleza y laperfección de todo lo que somos,de lo que son los demás y deluniverso.

Hemos elegido el camino de laternura, de la amabilidad, de lacompasión, de la aceptación y delaprecio.

Nuestra mente se llena con todas

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estas cosas y tal plenitud creaamor en nuestro corazón que, a suvez, trae el amor a nuestra vida.

VIII

Cuando seguimos por el caminode la Verdad somos conscientestambién de que lo que ocurre ennuestro interior es mucho másimportante que lo que hemosdejado atrás o lo que ven nuestrosojos.

Pues lo que sentimos en nuestrointerior es nuestro mayor tesoro,la grandeza del universo en símismo.

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El silencio reinó en toda la rotonda, esmás, no se oyó ni un gorjeo ni unapalabra. La princesa sentía cómo unaintensa energía seguía recorriendo todosu cuerpo mientras el calor de su pechoaumentaba hasta el punto de apoderarsede todos los presentes, envolviendo larotonda, los jardines y el ciclo que lacubría. Se sintió ligera, llena de vida, yexperimentó la claridad más intensa quejamás había conocido.

De repente, la princesa descubrió porqué le había afectado tanto el pergaminosagrado que tenía en sus manos y lanzóuna mirada a Doc, a la bruja y alnumeroso grupo de pájaros queaguardaba con impaciencia.

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-Este es mi nuevo Código real, -anunció.

En ese mismo instante, se formó a sualrededor una nube de humo blanco queal extinguirse, hizo desaparecer elpergamino sagrado. En su lugar, habíaun maravilloso espejo de mano conrosas pequeñas grabadas en él.

La princesa se asustó y preguntóalarmada:

-¿Qué le ha sucedido al pergamino?, mehubiera gustado quedármelo parasiempre.

-No te preocupes, lo tengo aquí -contestó la bruja mostrándole elpergamino y sugiriéndole a

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continuación: -Ahora, mira en el espejo,cariño.

-Pero, ¡si sólo me voy a ver a mímisma!, no te entiendo.

-¡Vamos, princesa, mira!, -le dijo Docemocionado por la tenue luz que cadavez se hacía más visible e iba formandoun halo alrededor de la princesa.

Victoria accedió y, tras mirarse en elespejo, éste le devolvió un destello desus grandes ojos ámbar más brillanteque cualquier otro que hubiera visto ensu vida, más incluso que el que una vezvio en los ojos de su adorado príncipe.

De repente, la voz de Vicky irrumpió en

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el silencio:

-¿Están brillando por nosotras, Victoria?

-Sí, -respondió la princesa mirándose denuevo en el espejo para comprobar queera cierto.

-Nadie podrá arrebatárnoslo esta vez,¡ni nunca!,- dijo esa vocecita llena deemoción y que Victoria tanto adorabaya.

Con gran entusiasmo, la princesa serodeó con sus brazos y se abrazó congran fuerza.

Doc le guiñó un ojo a la bruja y éstasonrió llena de satisfacción mientras los

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pájaros piaban sin cesar.

Entre tanta algarabía, Vicky consiguiódecir: -Tengo que hacerte una preguntamuy, muy importante, Victoria.

Los pájaros volvieron a su lugar y todaslas miradas se posaron en la princesa.

-¿De qué se trata, Vicky?, -preguntóVictoria ayudándose con el pañuelo quele había ofrecido la bruja a secarse laslágrimas de alegría.

-¿Prometes amarme y respetarme en lobueno y en lo malo, en la salud y en laenfermedad y todo lo demás?

-Sí -contestó Victoria-, y prometo

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también cuidarte, escucharte e intentarentenderte.

-¿Harás todo lo posible para evitar quevuelvan a herirme?

-No puedo prometértelo pero lo que sí teaseguro es que estaré a tu lado siempre yque seré tu mejor amiga.

-¿Lo juro y que me muera?

-Sí, Vicky, -dijo Victoria dejando elespejo en el suelo al lado de ella yponiendo la mano sobre el pecho-, lojuro y que me muera, beso al lagarto siasí fuera.

Victoria levantó la vista con cierta

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timidez pensando que, tal vez, a los ojosde los demás tanto ella como Vickypudieran parecer tontas pero, en esemomento, la bruja le sonrió con airetranquilizador.

Victoria respiró a fondo y se aclaró lagarganta:

-Y tú, Vicky, ¿prometes colmarmesiempre de dicha y de inocencia yconseguir que reine la felicidad en micorazón?

-Lo prometo, ¡pase lo que pase!

-¿Y prometes deleitarme con tu risa, tuslágrimas y la dulzura de tus canciones?

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-¡Sí, lo prometo!

Victoria cogió una rosa de uno de losjarrones de cristal y la puso ante ellacon gran cariño.

-Esto es para ti, Vicky. Una prueba denuestro amor.

-También es para ti, Victoria. ¡Es paranosotras de parte nuestra!, ¡y no tienenada que ver con que alguien dejara dedárnoslas!

La princesa se levantó de un salto.

-¡Nunca imaginé que pudiera ser tanfeliz sin un príncipe a mi lado!, teníasrazón -le dijo a la bruja-, cuando sientes

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que la verdad forma parte de ti, ¡esmagia!

Alzó la rosa en alto, moviéndola a unlado y a otro con elegancia, inclinándosehacia arriba y hacia abajo formando unaespiral, dejándose llevar por unsentimiento que procedía de lo máshondo de su ser, sin darse cuenta de queun halo de radiante luz brillaba a sualrededor.

Los pájaros piaban a pleno pulmón,batiendo sus alas y dando pequeñossaltos por toda la rotonda. También Docmovía sus alas, saltaba y se unía a susgorjeos ofreciendo el mejor de suscantos. La bruja, que se reía acarcajadas, participaba también de la

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diversión.

De repente, en medio de tal algarabía, laprincesa se acordó de su cuento dehadas y se sintió un tanto perpleja.Llamó a Doc y le dijo:

-Cuando comencé este viaje me dijisteque al llegar al templo de la Verdadsería capaz de conseguir hacer realidadmi cuento de hadas.

-Y así es, princesa -le contestó el búho-para poder amar de verdad a alguien,primero debemos amarnos a nosotrosmismos.

-Pero, se supone que en los cuentos dehadas también hay un príncipe, ¿no?

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-Si, pero eso ocurre en los cuentos quese les leen a los niños antes de dormir.Asimismo, los cuentos de hadas de lavida real siguen siendo felicesdespués... con o sin príncipe.

La princesa se preguntó por qué durantetanto tiempo había estado deseando unpríncipe y por qué, de hecho, muchasveces se había sentido que no era nadasi no tenía uno a su lado. Es más,necesitaba un príncipe que la amase y elbrillo de sus ojos para ser feliz ysentirse bella, especial y adorable.

-En realidad, sólo sirve para demostrarlo equivocado que se puede llegar aestar,- pensó mientras recordaba todo loque había aprendido sobre príncipes,

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rescates y enamorados. Ahora sabía quepor mucho que siguiera queriendo unpríncipe en su vida, nunca podría volvera ser la luz de su vida pues se amaba así misma lo bastante para ser feliz... conpríncipe o sin él.

-Una vez me dijiste que mi cuento dehadas se haría realidad, pero que podríaser diferente del que yo me imaginara -dijo la princesa-, Pues bien, estoyempezando a comprender lo que queríasdecir con eso.

A continuación, se sentó en una esquinade la silla real con la cabeza inclinada,tapándose la cara con las manos.

-«Pero sigo queriendo un príncipe que

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haga que se aceleren los latidos de micorazón y que me tiemblen las rodillascuando me mire a los ojos».

-Es una idea muy romántica, te loaseguro, pero para elegir al príncipeazul de tu vida debes pensar en algo másque en mirarte en los ojos de un extrañoy sentir que él es tu príncipe.

-Entonces, ¿cómo sabré que es él?

-Por la pureza de su espíritu y lagrandeza de su corazón.

-¿Quieres decir que será como dice elpergamino sagrado amable, gentil,compasivo y todo lo demás?

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-Si -contestó Doc-, consigo mismo y conlos demás. -Pues uno ama a los demásigual que se ama a sí mismo...

Con amabilidad y aceptación o condureza y rechazo.

-¿En eso consiste el secreto del amorverdadero?, - preguntó la princesa.

-En parte sí -respondió Doc-, y en partepor una cuestión de gustos.

-¿De gustos?

-Claro, uno no puede amar a una personaque no le gusta y eso significa que leguste lo que la otra persona es enrealidad y no lo que quieres o necesitas

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que él o ella sean.

La princesa pensó por un momento, Yluego preguntó con cierta impaciencia:

-¿Tiene alguna parte más este secreto?

-Sí, muchas más como, por ejemplo,confiar, compartir y ser los mejoresamigos. De hecho, el amor verdaderosignifica libertad y crecimiento antesque posesión y limitaciones. Asimismo,es sinónimo de paz y no de confusión,también de seguridad en vez de miedo -dijo Doc hablando cada vez más rápido-, significa además entendimiento,lealtad, estímulo, compromiso, conexióny, lo que es más importante para tiprincesa significa respeto. Porque

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cuando uno no es tratado con respeto,aparece el dolor y nadie lo puedeevitar... un dolor profundo, molesto,destructivo, capaz de crispar los nerviosy que, en ningún caso, forma parte de labelleza que encierra el amor verdadero.

-Sé muy bien de lo que estás hablando yahora comprendo que era mi obligaciónno aceptar otra cosa que no fuera elrespeto, como dice el pergamino. Perosupongo que hasta el amor verdaderodebe tener sus momentos difíciles, esdecir, que a veces la gente se altera ydice cosas que...

-Sí, pero uno puede enfadarse por algoque haya dicho o hecho otra persona sindejar de gustarle o de tratar mal a quien

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lo dijo o lo hizo. El amor verdaderosignifica aceptar los desacuerdos comoamigos y compañeros de equipo y nocomo adversarios o rivales, pues elauténtico amor no consiste en luchar oen ganar -el tono de su voz comenzó aelevarse y a hacerse más profundomientras permanecía de pie, erguido ycon el pecho hinchado igual que un pavoreal,- y tampoco significa degradación,crueldad, ataque o violencia. Hace de tuhogar tu palacio, no tu prisión. El amorverdadero...»

-Doc... Doc, -le llamó la bruja coninsistencia.

El búho dejó de hablar en ese mismo

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momento y agitó las alas por delante desu cara.

-¡Ay!, supongo que me he dejado llevar-dijo mientras volvía a bajar las alas-.Lo siento, me suele suceder cuandohablo de mi tema favorito.

-Está bien, también es el mío, -contestóla princesa. A continuación, suspiró ydijo: -Es gracioso... llevo soñando conencontrar el amor verdadero toda mivida sin saber siquiera lo que era.

-Por esto mismo te ha resultado muydifícil encontrarlo. Uno no puedeencontrar lo que está buscando a no serque sepa primero lo que es.

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La princesa se sentó sin decir unapalabra y con los ojos llenos delágrimas. Por fin habló:

-Mi cuento de hadas me hizo creer quelo que tenía era el amor verdadero -semovió algo incomoda en su asiento-.Creía en la felicidad del cuento de hadasa pesar de la agonía de la vida diaria.Seguía y seguía, esperando y deseandoque mi cuento de hadas se hicierarealidad.

-Eso fue entonces y esto es ahora. Tucuento de hadas puede hacerse realidadsi es el adecuado.

La princesa recordó lo que decía elpergamino sagrado acerca de la plenitud

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mental y del amor del corazón que traeel amor a la vida de cada uno. Tambiénpensó en lo que podía tenerle reservadoel futuro.

-El amor verdadero parece inclusomejor de lo que había soñado... salvo laparte en la que se suprimen losacelerados latidos del corazón y eltemblor de las piernas. Es muy triste,más aún, ¡es muy deprimente!

Doc sonrió:

-Yo no te he dicho que tu corazón novaya a sobresaltarse ni que tus piernasno parezcan merengue... sólo que laelección del príncipe del que te vas aenamorar requiere que consideres algo

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más que tu débil anatomía... que, porotro lado, puede impedir que te descuenta de importantes postesindicadores. La princesa se sonrojó eintentó sofocar una risita. Luego, sequedó callada mientras Doc, la bruja ylos pájaros aguardaban con paciencia.Por fin, dijo la princesa con granemoción:

-Tengo un nuevo cuento de hadas,diferente y mejor vivo muy feliz desdeahora y encuentro el amor verdadero conun príncipe que también vive feliz ycelebramos nuestra felicidad juntos.

-Has recorrido un largo camino,princesa -dijo Doc-. En cierta ocasión,necesitaste amar para sentirte bien y,

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ahora, puedes elegir amar porque tesientes bien.

-¿Viviremos en perfecta armonía mipríncipe y yo?, -preguntó la princesacomo si lo estuviera soñando, a la vezque apoyaba una mejilla en sus manos.

-Será perfecto en su imperfección.

Tal vez se podía imaginar la respuesta ala siguiente pregunta pero aún así lahizo:

-¿Latirán nuestros corazones como sifueran uno solo?

-No, latirán a la par como dos personasque sienten que son una sola.

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-¡Oh, eso parece maravilloso! -exclamóla princesa-, pero no sé cómo lo voy aencontrar con lo grande que es el mundode ahí fuera.

-No te preocupes -le dijo la bruja-, haymuchas cosas que todavía no sabes,cariño... pero que ya aprenderás.

-¡Oh, no!- dijo la princesa, dejándosecaer de nuevo en el trono-, tuve unpresentimiento cuando vi que elpergamino sagrado decía: «El primer...»

-Y estuviste en lo cierto -le contestóDoc-, porque el viaje no termina nunca.

-Creí que ya había llegado al finaldespués de haber superado las duras

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pendientes, los baches, los guijarros quevenían a mis pies y los cantos rodadoscon los que me tropezaba. No es de esode lo que trata esta celebración?

-Todo lo contrario, esta reuniónsignifica el comienzo.

-No me atrevo a preguntarlo pero... ¿dequé es el comienzo?,- dijo la princesacon gran expectación.

-De poner en práctica lo que acabas deaprender, ya que una parte importante dela verdad se consigue viviéndola.

La princesa clavó la vista en el suaveterciopelo del asiento y lo acarició conlos dedos.

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-¿Qué te pasa?, -le preguntó Doc.

-Creo que he recorrido un largo caminoy, sin embargo, me parece que me quedamucho todavía por andar.

-¿Sí?, ¿para ir a dónde?

-No estoy muy segura, quizá al lugar alque se supone que debo llegar, meimagino.

-La mayor parte de nuestra vida consisteen ir, no en llegar allí pues cuando unollega al sitio al que creía que iba, sientede forma inevitable la necesidad de ir aotro distinto.

Todo es una aventura, princesa, un

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proceso de aprendizaje. Sé feliz, lomejor está aún por llegar.

De repente, la princesa oyó una músicalejana que procedía de alguna parte.Escuchó con más atención paraaveriguar su origen y, al momento,dirigió la mirada con cierto recelo a subolso de cachemir que estaba en el suelocerca del trono.

-Adelante, cariño, -le animó la bruja.

Cuando la princesa abrió el bolso, lasnotas agudas y vibrantes de una flautainvadieron la rotonda.

Preguntándose, un tanto perpleja, qué lehabría podido suceder a su canción

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«Algún día llegará mi príncipe», metióla mano en el bolso y sacó la cajita demúsica pero ¡resultó que no era su cajitade música! Esta otra tenía sólo unafigura en la parte superior que separecía a la princesa y que se movía alcompás de la música, dando vueltas a unlado y a otro con elegancia, inclinándosearriba y abajo, formando una espiralmientras se dejaba llevar por unsentimiento que procedía de lo másprofundo de su ser.

De repente, se oyeron dos flautas yluego un flautín. La figurita se movía deun lado a otro, se elevaba por los aires yvolvía a bajar como si su baile siguierala inspiración de los vivos acordes que

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sonaban a su alrededor.

Pronto se unieron los clarinetes y se fuecompletando el coro de instrumentostocando cada vez con más ímpetu.Parecía como si la figura hubieracobrado vida mientras bailaba un valscon gran elegancia y daba alegrespiruetas abandonándose al éxtasisencima de la caja de música.

-¿Qué está pasando aquí?, -preguntó laprincesa dando por sentado que la brujaestaba tramando uno de sus trucos.

La bruja esbozó una sonrisa:

-Sigue mirando, cariño.

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La orquesta se completó y la músicaalcanzó su nota más alta cuando se unióa ella la dulzura de los clarinetes. Laapasionada danza de la figura hipnotizóa la princesa al tiempo que la músicairrumpía con más fuerza llegando a suplenitud. La princesa fue sintiéndolacada vez más en su interior hasta que,por fin, se unió a ella en perfectacomunión. Con los ojos muy abiertosmiraba a la bruja.

-No ha terminado aún, ahora va a sermucho mejor, -dijo la bruja elevando suvoz por encima de la sinfonía musical.

La princesa se sintió contrariada:

-¡Mejor!, ¿cómo es posible que sea

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mejor que ésta?

-Ya lo verás, vuelve a mirar.

Al hacerlo y para su sorpresa, la figuritaestaba bailando con un apuesto príncipe,dando vueltas y moviéndose en perfectaarmonía. Los violonchelos se unieron ala música que continuó sonando con másintensidad. La parejita seguía dandovueltas y más vueltas cada vez másrápidas encima de la caja de música.

Cuantos más instrumentos se ibanuniendo a la orquesta, la música sonabacon más fuerza hasta que toda la rotondaretumbó con el sonido de los timbales, ylos paneles de la pared de cristalbiselado vibraron con el choque de los

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platitos. La parejita real, que se reía acarcajadas, se fundió en un abrazo.

Aturdida, la princesa volvió a mirar a labruja que, puesta en pie, se mostrabamuy orgullosa de su obra.

-Es un pequeño regalo de bienvenida -dijo-, un presagio de tu nuevo cuento dehadas.

La princesa dio un salto y estrechó lacajita de música contra su pecho...

-¡Me encanta!, la pondré muchas vecespara que me recuerde que estoy viva yque el amor de mi corazón va a traer elamor a mi vida y que todo será comotiene que ser y cuando sea oportuno...

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pues todo ocurre como debe ser y a suhora, -dijo como si lo hubiera sabidotoda la vida.

La bruja estaba emocionada con larespuesta de la princesa:

-Te has aprendido bien la lección,cariño.

-Gracias- contestó la princesa llena deorgullo-, ahora lo único que tengo quehacer es vivirla.

-¡Sí!, -exclamó la bruja.

-¡Sí!, -dijo Doc.

-Y lo haré... perfectamente.

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-¿Perfectamente?, -le preguntó la brujaalgo incrédula.

-¿Perfectamente?, -ahora era Doc el quemostraba cierta preocupación.

Pero la princesa no dijo nada, es más, loúnico que se oyó fue el repentino corode tímidos gorjeos. A continuación,Victoria levantó las cejas intentando contodas sus fuezas contener la risa que, porotro lado, estaba deseando exteriorizar.

-«Si, perfectamente... con la mismaperfección que cualquier princesaimperfecta pueda vivirla», dijo por finestallando en una gran carcajada.

Doc y la bruja se rieron también y los

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pájaros irrumpieron, para no ser menos,con sus gorjeos y trinos, batiendo lasalas y dando saltitos por toda la rotonda,mientras rodeaban a la princesa entrerisas y alegría.

Poco después, dijo la bruja:

-Ha llegado el momento de que te vayas.

-¿Ahora?, pero me lo estoy pasando muybien.

-Si, cariño... ahora, -contestó la bruja.

-Y, ¿a dónde voy?, -le preguntó laprincesa acordándose en ese momentode que eso mismo había preguntadocuando dejó al príncipe y se puso en

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marcha... dándose cuenta de que aunquesu corazón latía de igual forma queaquel primer día, esta vez tenía másilusión y menos miedo.

-Seguirás por el camino de la Verdad -lecontestó Doc-, baja por el otro lado dela montaña y vive la aventura que tienesreservada.

-La aventura del aprendizaje, ¿no, Doc?

-Sí, princesa, pues siempre hay nuevoscaminos que recorrer y nuevascanciones que interpretar y, eso merecuerda que... hemos organizado unnúmero musical al aire libre para tudespedida.

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-Suena muy bien, -contestó la princesacogiendo su bolso de cachemir ymetiendo dentro la cajita de música.

Luego, recogió los pájarogramas de laparte superior del pedestal en el que loshabía dejado Doc y los puso con muchocuidado en el bolso al lado delpergamino sagrado que le habíaentregado la bruja después deenrollarlo.

-¿Puedo coger esto también?, -preguntóla princesa señalando al espejo.

-Claro que sí -contestó la bruja-, lo hiceaparecer sólo para ti, cariño... con rosasy todo.

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La princesa metió el espejo en la mismabufanda de lana la que guardaba suszapatillas de cristal y cerró el bolso.

Cogidas del brazo, Victoria y la brujacruzaron la rotonda seguidas por Docque volaba a su alrededor y los pájarosque jugueteaban con gran alegría trasellas. Atravesaron el vestíbulo, cruzaronel patio y llegaron hasta la verja dehierro forjado en blanco ya entrada latarde.

-¡Gracias por todo!, -dijo la princesadejando el bolso en el suelo y abrazandoa Doc y a la bruja con pocas ganas deque se fueran-. ¿Os volveré a ver?, -preguntó ilusionada, aunque antes de quepudieran contestarle, ella misma recordó

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la respuesta y volvió a pronunciar laspalabras de Dolly: «Aquellos que llevasen tu corazón están siempre cerca de ti.»

Doc se detuvo y volvió a sacar de subolsa negra el banjo, se puso elsombrero en la cabeza y comenzó atocar y a cantar:

Cerca o lejos podrás viajar... Sinque importe dónde puedasestar... Sólo recuerda que tucorazón siempre sabrá... Que loscuentos de hadas pueden hacerserealidad.

Un coro de alegres voces se unió a sucanto mientras la princesa los escuchabapor última vez y volvía a abrazar a Doc

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y a la bruja. Cogió su bolso de cachemiry contempló con ternura el maravillosogrupo que tenía ante ella, dispuesta aguardar ese momento en su mente y arecordarlos a todos tal y como eran.

-Sigue tocando esa música, -dijo laprincesa en un tono de voz muy suave,como si se tratara de la canción mástierna del mundo.

-Que siga sonando la música es algo quedependerá de ti desde este momento -contestó Doc, extendiendo sus alas enforma de abanico mientras todo el grupoalzaba el vuelo por encima de ella-;sigue hacia adelante y vive tu propiaverdad, princesa.

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-Así lo haré, -respondió la princesaconvencida de ello mientras elmagnífico halo de luz que la rodeababrillaba con más fuerza que nunca.

Victoria se dio media vuelta y se dirigióa la cima de la montaña mientras unagran emoción se apoderaba de ella alpensar en la nueva y maravillosa vidaque estaba a punto de comenzar. Sinembargo, se sintió triste pues no sabíacuándo podría volver a ver a sus amigosni si lo haría algún día. Así que se paróy se volvió para decir adiós con la manopor última vez.

Pero para su asombro, ¡todo habíadesaparecido!; el templo, Doc, la brujay los pájaros... ¡todos se habían ido ya!

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«¿Cómo es posible?», se preguntabaalgo confundida, frotándose los ojospara volver a mirar y comprobar que yano quedaba nada.

Respiró a fondo varias veces buscandola tranquilidad y, poco a poco, fueoyendo un susurro lejano y familiar quese iba repitiendo como un dulce eco deuna montaña a otra. Volvió a escucharponiendo más atención:

-Cree... cree... cree..., -decía.

En ese preciso momento se oyó a lolejos, igual que otras veces, la canciónde Doc «Los cuentos de hadas se hacenrealidad». Al principio, Victoria se

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quedó atónita pero después, pasadosunos segundos, se dio cuenta de lo queestaba sucediendo... ¡la música sonabaen su interior!

Con una amplia sonrisa en los labios yuna canción en su corazón, dio un salto yfue descendiendo hacia una magníficapuesta de sol de múltiples colores.

EL COMIENZO

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UNAS PALABRAS DE LAAUTORA...

Querida amiga/o.

Como mujer que ha sufrido durantemuchos años un gran dolor y ha vuelto aresurgir con más alegría, fuerza ysabiduría que nunca, le animo a que sigapor el camino de la Verdad que lellevará a un lugar alegre y tranquilo en

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el que cada día será un nuevo don ydonde reirá más que llorará.

Asimismo, agradezco que mi propioviaje más allá de las sombras me hayaconducido a este pacífico y maravillosolugar y, al mismo tiempo, me produceuna gran satisfacción servir de guía en elcamino a los que desean seguirlo,ayudándoles con mis conferencias, mispublicaciones y mi trabajo en WilshireBook Company, siendo mi editora másantigua, seleccionando y colaborandopara que estén disponibles libros únicosque sirvan de enseñanza, de inspiracióny de autoridad. Mis cuentos favoritosson los alegóricos porque profundizanen el significado de la vida y del amor, y

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porque, a su vez, ofrecen una nuevaorientación para entender, aceptar yamarnos a nosotros mismos y aluniverso como, por ejemplo, Laprincesa que creía en los cuentos dehadas y el maravilloso libro de RobertFisher titulado: El caballero de laarmadura oxidada.

Me llena de alegría poder presentarle alcaballero de la armadura oxidada que leayudará a lo largo de su viaje y que seráun ejemplo para los hombres de su vidapues se identificarán con él y aprenderánlas valiosísimas lecciones que sededucen de su historia.

El manuscrito original de estaencantadora y fascinante historia fue

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seleccionado entre los miles de textosque recibimos cada año. Yo misma meinteresé por él y llegó a ser uno de loslibros más vendidos de Wilshire.

Cualquier persona que se hayainteresado por comprender elsignificado de la vida y del amordescubrirá la profunda sabiduría yverdad que encierra la historia delcaballero.

Le invito a vivir con él el reto decambiar su vida al descubrir que nopuede desprenderse de su brillantearmadura. En la búsqueda de unasolución para librarse de ella, se dejaráguiar por los sabios consejos del mago

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Merlín que le animará a embarcarse enla cruzada más arriesgada de su vida.

Con la ayuda de una criatura intuitivallamada Ardilla y de su Fiel einteligente paloma, Rebecca, elcaballero se adentrará por el camino dela Verdad en el que descubrirá su yoverdadero por primera vez. Visitará elcastillo del Silencio, el delConocimiento, el de la Voluntad y laOsadía y, a la vez, será capaz deconfrontar las verdades universales querigen su vida... y las nuestras.

La odisea del caballero es también lanuestra y en ella no ha de faltar ni laesperanza ni la desesperación ni la fe nila desilusión, ni siquiera la felicidad o

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la tristeza. Su visión de las cosas será lanuestra mientras le acompañamos en lafascinante aventura de descubrirse a símismo.

El caballero de la armadura oxidada esalgo más que un libro. De hecho, es unaexperiencia que abrirá su mente, llegaráa su corazón y enriquecerá su alma.

Asimismo, si desea acompañar a laprincesa en su viaje de renacimientopersonal en la segunda parte que prontoaparecerá de La princesa que creía enlos cuentos de hadas; por favor envíenossu nombre y dirección.

Hasta que nos volvamos a encontrar,amiga viajera, tenga presente el sabio

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consejo de Doc: Sigue hacia adetante yvive tu propia verdad. Y prepárese adesear algo nuevo, a soñar algodiferente y a creer... creer... creer denuevo en usted, en la vida y en el amor.

FIN

NOTA:

Si un libro puede de alguna manera,modificar distorsionados conceptos quenos fuimos construyendo en el camino,tal vez... en el nuevo comienzo “lomejor está por venir”...