la ciudad del yo

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La ciudad del yo Por: Paloma Botero “La barbarie de la guerra, el genocidio sistemático, el ahondamiento en las desigualdades sociales, comparten banquillo con los avances médicos, el aumento en la producción industrial, la exploración espacial o las comodidades de las ciudades actuales” 1 . La modernidad como un programa cultural, social, económico y político se ha caracterizado como una etapa donde ha imperado la razón instrumental. Fue un proyecto que tuvo varias etapas, diversas instancias que abocaron al hombre a pensar de nuevo el mundo, a pensar en un cambio de paradigma. La modernidad se constituyó como el momento del hombre, como la etapa en la cual el hombre amedrenta sus miedos y lo alcanza todo desde su razón liberadora. Ya que hasta entonces estaba supeditado a autoridades eclesiásticas, dioses, señores feudales, entre otros. Mientras tanto el proyecto posguerra, la posmodernidad, decepcionada de su realidad, enajenada y frustrada en la barbarie de sus alcances huye en la búsqueda de un proyecto nuevo que salve al hombre de sí mismo, lo rescate de sus alcances racionales y le devuelva la vitalidad que la modernidad le expropió. Ciudad de Dios relata una historia donde el protagonista no es una persona sino un lugar: “La Ciudad de Dios”, que es escenario de realidades encontradas. Una solución elitista sustentada bajo el concepto de aquellos pensadores 1 Hernández Baqueiro, Alberto, Análisis sociocultural, Módulo 1, La responsabilidad social y el tercer sector, segunda Parte. Pág. 33

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Page 1: La ciudad del yo

La ciudad del yo

Por: Paloma Botero

“La barbarie de la guerra, el genocidio sistemático, el ahondamiento en las desigualdades sociales, comparten banquillo con los avances médicos, el aumento en la

producción industrial, la exploración espacial o las comodidades de las ciudades actuales”1.

La modernidad como un programa cultural, social, económico y político se ha caracterizado como una etapa donde ha imperado la razón instrumental. Fue un proyecto que tuvo varias etapas, diversas instancias que abocaron al hombre a pensar de nuevo el mundo, a pensar en un cambio de paradigma. La modernidad se constituyó como el momento del hombre, como la etapa en la cual el hombre amedrenta sus miedos y lo alcanza todo desde su razón liberadora. Ya que hasta entonces estaba supeditado a autoridades eclesiásticas, dioses, señores feudales, entre otros. Mientras tanto el proyecto posguerra, la posmodernidad, decepcionada de su realidad, enajenada y frustrada en la barbarie de sus alcances huye en la búsqueda de un proyecto nuevo que salve al hombre de sí mismo, lo rescate de sus alcances racionales y le devuelva la vitalidad que la modernidad le expropió.

Ciudad de Dios relata una historia donde el protagonista no es una persona sino un lugar: “La Ciudad de Dios”, que es escenario de realidades encontradas. Una solución elitista sustentada bajo el concepto de aquellos pensadores racionales y arquitectos modernistas del siglo pasado que buscaron cambiar el mundo mediante los trazos de sus lápices, como si las ciudades fuesen títeres que se mueven obedientemente bajo los hilos que desde las elevadas oficinas ministeriales despliegan. El tiempo, sin embargo, ha demostrado que la Verdad, la Bondad y la Belleza son tan sólo conceptos de carácter racional provenientes de una lógica de esclavos y adicionalmente pierden fácilmente la orientación en este mundo imperfecto e impredecible, y que los hilos de la razón no tardan en cortarse ante las esquinas afiladas que cercan el espíritu humano2.

Es así como vemos que los privilegios de la razón moderna elitista eran limitados. Lo cual, supone que sólo unos pocos tenían acceso a ellos, mientras tanto la gran mayoría de la población de brasilera se concentraba en las grandes favelas marginales.

1 Hernández Baqueiro, Alberto, Análisis sociocultural, Módulo 1, La responsabilidad social y el tercer sector, segunda Parte. Pág. 332 Greene, Ricardo, [email protected], Año de publicación 2004, “Ciudad de Dios: tan lejos de la postal, tan cerca del infierno”. Bifurcaciones Revista de estudios culturales urbanos. Agosto 31 2011, http://www.bifurcaciones.cl/001/ciudaddedios.htm

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Centenares de futuros hipotecados de todas las edades, de todas las presencias, de todos los colores colmaban los corredores y rincones de las costosas y malagradecidas ciudades latinoamericanas. Sumergidos en empleos miserables y degradantes los habitantes de la asombrosa Rio de Janerio soportaban maltratos, humillaciones, injusticias y desagravios a la orden del día. Adicionalmente, estaban condenados al olvido por parte de esa modernidad liberadora y triunfante que vivía entretenida en sus delirios de una razón misántropa.

Por su parte las favelas descuidadas y olvidadas ante los ojos de ese mundo panóptico se desarrollaban en los escenarios de la delincuencia y el crimen organizado como una forma de sentido, como una forma de otorgarle una razón a su existencia descuidada y mal trajeada. Era a través de la delincuencia como Zé pequeño, Dadinho, bené, entre otros buscaban incesantemente entrar en el juego de la fantasía del yo que nunca se resuelve, que nunca llega a concluirse en la necesidad de ser representados y entrar en el escenario de la imagen, de la mirada, de la luz.

Ciudad de Dios representa con mucha precisión el empleo del caciquismo como una estrategia de control empleada para someter a la población. “El caciquismo es una de las formas de control político y económico más antiguas del continente americano. El cacique es también un líder, tal vez no impuesto, pero con el paso del tiempo utiliza la fuerza para mantener el control sobre la población; por eso se convierte en un líder “temido”. El caciquismo pudo haber sido una forma muy efectiva de control y desarrollo de pequeñas comunidades en cierto periodo del siglo XIX latinoamericano”3.

Y el caciquismo a su vez encubre todo un sistema de pensamiento porque supone la necesidad de parecerse a esos cuerpos inertes y fríos de la publicidad. Cuerpos tiesos que obedecen a una lógica de subyugación absoluta. Supone la necesidad de obtener reconocimiento social, de parecerse a los arquetipos en la perfección de la colonización del sentido, en nombre de quienes se presentan ideales de libertad, paraísos postizos, cuerpos perfectamente operados y falsos, sentimientos plásticos y desechables que se cubren con costosos ropajes en el afán de ocultar su verdadera esencia, pero que en todo caso no ocultan la falsedad de sus miradas y en consecuencia de su ser.

Pero infortunadamente las realidades sociales que transitan diariamente por nuestros países latinoamericanos convalecientes no se parecen en nada a esas imágenes con modelos delicadas y hermosas con piel de porcelana y manos de terciopelo. Entonces aparecen esos macondianos personajes que no se hacen esperar y exhiben su miseria como un pesado cajón de cemento a causa del desarraigo, la desigualdad y la violencia. Huellas inherentes al monopolio de intereses que ha concentrado la propiedad de la tierra, de la salud, de la educación, del transporte, etc. En función del poder.

Por lo cual la modernidad nos pesa en la marginalidad de nuestras ciudades modorras que se han quedado anonadadas en los tiempos dorados de los guiones hollywodenses. Esos guiones que profesan ideas de justicia para sus adentros pero en la práctica

3 Hernández Baqueiro, Alberto, Análisis sociocultural, Módulo 1, La responsabilidad social y el tercer sector, segunda Parte. Pág. 49

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marginan la pobreza que el mundo excluyente del capital nunca ha podido ocultar. Y siempre son ellos y sólo ellos quienes triunfan sobre los malvados villanos que suponen otra concepción de lo real y en consecuencia abducen sus sentidos mediante otros ideales. En ese sentido como latinoamericanos, hemos encontrado que los aportes del pensamiento poscolonial tienen que confrontarse con la situación sociocultural, con el contexto en el desarrollo del haber cotidiano de países que ya desde el siglo XX no eran asimilables a la India ni al África4.

La posmodernidad en Ciudad de Dios está vista como la esperanza que surge, en un entorno de violencia profunda. La posmodernidad florece con Buscapé, quien con su cámara se aleja de la violencia engendrada en su barrio y logra emanciparse mediante el aprovechamiento de su pasión. Entonces él no busca enriquecerse, por el contrario busca ser feliz. La posmodernidad entonces aparece como el escenario en el rescate del ser humano, sus pasiones, sus sueños y en todo caso su escencia.

4 García Canclini, Nestor. (sin fecha). El poder de las imágenes, número 4, pág. 43