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    Ivana Frasquet, editora

    JAMS HA LLOVIDOREYES EL CIELO...De independencias, revolucionesy liberalismos en Iberoamrica

    Biblioteca de Historia / 29

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    Biblioteca de Historia

    La Biblioteca de Historia ecuatoriana naci con el propsito de ponera disposicin de investigadores y pblico interesado un conjuntode clsicos de la historiografa nacional, escritos entre las ltimas

    dcadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, cuyas edicionesoriginales estaban agotadas. Los primeros nueve volmenes de la colec-cin plasmaron esta intencin original y llenaron una sentida ausen-cia bibliogrfica. A partir del dcimo volumen, la coleccin cambi derumbo e incluy la presentacin de investigaciones histricas realizadasentre los aos ochenta y noventa, sobre una variedad de temas especfi-cos y pocas diferentes. La coleccin se nutri de volmenes inspiradosen una pluralidad de enfoques y niveles de discusin acadmica, quereflejan en buena medida el clima historiogrfico nacional y las contri-buciones de algunos destacados ecuatorianistas.

    La segunda poca de esta coleccin editorial busca contribuir al de-bate historiogrfico nacional, y al de la regin andina, desde una pers-pectiva de renovacin temtica y metodolgica. La coleccin incluye lapublicacin de investigaciones de reconocido mrito acadmico, inscritasen los mbitos de la historia social, econmica, poltica, cultural, o queadopten un enfoque interdisciplinario. La coleccin est abierta para pu-blicar estudios sobre diversos perodos histricos, provenientes tanto delmedio acadmico nacional como extranjero. Esta segunda poca presentaadems una renovacin en el diseo editorial de la coleccin.

    Guillermo Bustos,editor

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    JAMS HA LLOVIDO

    REYES EL CIELO...De independencias, revolucionesy liberalismos en Iberoamrica

    Ivana Frasquet, editora

    Quito, 2013

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    BIBLIOTECA DE HISTORIA

    volumen 29

    Editor de la coleccin: Guillermo Bustos

    Primera edicin:

    ISBN Corporacin Editora Nacional: 978-9978-84-696-4

    Universidad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador: 978-9978-19-605-2

    Derechos de autor: 042680 Depsito legal: 005002

    Impreso en Ecuador, diciembre de 2013

    Corporacin Editora Nacional, Roca E9-59 y Tamayo

    apartado postal: 17-12-886, Quito, Ecuador

    telfonos: (593 2) 255 4358, 255 4558, 255 4658 fax: ext. 12

    www.cenlibrosecuador.org [email protected]

    Universidad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador, Toledo N22-80

    apartado postal: 17-12-569, Quito, Ecuador

    telfonos: (593 2) 322 8085, 299 3600 fax: (593 2) 322 8426

    www.uasb.edu.ec [email protected]

    Supervisin editorial: Jorge Ortega Diagramacin: Ral Ypez Correc-

    cin de textos: Grace Sigenza Diseo de cubierta: Ral Ypez, con

    ilustracin basada en un grabado de George Cruikshank, fechado el 5

    de septiembre de 1808, cuyo original se encuentra en Library of Con-

    gress Prints and Photographs Division Washington D. C. 20540 USA dcu

    Impresin: Impresos Andinos S. A., Lrida E13-04 y Pontevedra, Quito.

    La versin original del texto que aparece en este libro fue sometida a un proceso

    de revisin de pares ciegos, conforme a las normas de publicacin de la Universi-

    dad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador, y de esta editorial.

    http://www.cenlibrosecuador.org/http://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_2/[email protected]://www.uasb.edu.xn--ec%20-nx3b/http://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_2/[email protected]://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_2/[email protected]://www.uasb.edu.xn--ec%20-nx3b/http://localhost/var/www/apps/conversion/tmp/scratch_2/[email protected]://www.cenlibrosecuador.org/
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    Contenido

    Presentacin 9

    I. LOS PROLEGMENOS:EL BIENIO TRASCENDENTAL, 1808-1810 17

    1. La crisis poltica mexicana de 1808 Juan Ortiz Escamilla 19

    2. La isla de Cuba y el discurso de la fidelidad

    durante la crisis de 1808. El contrapuntoLa Habana-Santiago de Cuba Juan Andreo Garca 33

    3. El proceso juntista en Ecuador: la Revolucin quitea de 1808-1812 Carlos Landzuri Camacho 63

    4. Una gua de forasteros del Virreinato de Santa Fe para el ao 1810

    Armando Martnez Garnica 93

    5. El proceso juntista en Venezuela, 1810-1811 Gustavo Adolfo Vaamonde 121

    II. LOS ACTORES:CRIOLLOS, GAUCHOS, NEGROS Y MUJERES 143

    6. Esperando a Nunca Jams:

    el inicio del fin de la dominacin espaola en la Nueva Granada, 1794-1810 Justo Cuo Bonito 145

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    7. Negros en armas en el mundo iberoatlntico:del barroco a la modernidad

    Luiz Geraldo Silva 169

    8. La rebelin de los gauchos:movilizacin campesina en el norte argentinodurante la guerra de Independencia

    Gustavo L. Paz 193

    9. Actrices en la independencia de Mxico:buscando su lugar en la historia

    Ivana Frasquet 209

    III. LAS IDEAS:LEYES, CONCEPTOS Y LENGUAJES POLTICOS 223

    10. Los discursos polticos de la represin:una comparacin entre 1781 y 1809

    Rossana Barragn 225

    11. La Independencia y el Primer Congreso Nacional en Chile: ni ilustrados ni liberales: simplemente republicanos? Eduardo Cavieres F. 261

    12. La administracin de justicia en los orgenes del Imperio de Brasil (1822-1841) Andra Slemian 283

    13. Orden y Soberana: dos conceptos clave en el proceso de conformacin del Uruguay independiente Ana Ribeiro 293

    14. El constitucionalismo liberal espaol en la historiografa centroamericana (siglo XIX):

    elogios, silencios y descalificacionesSajid Alfredo Herrera Mena 313

    Bibliografa 337

    Los autores 371

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    Hay siempre alguien en la vida de la gente,alguien que se nos aparece sonriendo, cantando,

    alguien que se nos aparece enseando, hay siemprealguien en la vida de la gente imposible de olvidar....

    A Juan Andreo GarcaIn Memoriam

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    Nota previa

    La edicin de un libro como el que el lector tiene entre manos debe-ra ser objeto de alegra y satisfaccin tanto para los editores como paralos autores. Son muchos los trmites y obstculos burocrticos que, enocasiones, debe salvar una compilacin de trabajos de investigacincomo esta para ver la luz. Pero todos ellos se olvidan cuando, finalmen-te, el libro queda editado y los autores ven su esfuerzo recompensado.

    Sin embargo, en este caso, las sensaciones que nos ha producidoesta publicacin son, cuando menos, agridulces. Y ello porque uno de

    los autores aqu reunido no podr ver su trabajo editado. El profesorJuan Andreo Garca, al que va dedicado este libro, nos dej temprana-mente durante el proceso de edicin. Seguramente su contribucin aeste volumen se convertir en uno de los ltimos trabajos salidos de suexperta pluma, narrativa y rigurosa a la vez, que deleita e instruye almismo tiempo. El lector lo comprobar fcilmente. El trabajo de JuanAndreo tiene ese tono distendido, como el del que estuviera conversandotranquilamente, sin prisas, sentado en los portales de la plaza de San-tiago de Cuba. En l se condensa el profesor Andreo, el experto en la

    historia del Oriente cubano pero tambin el gran conversador, inestima-ble amigo y generoso paisano. Juan Andreo era puro Caribe, amable,jovial, dispuesto a ayudar en todo momento, se poda disfrutar de l sinprisas, tranquilamente, saborendolo, con una sonrisa. Juan Andreoerapura vida.

    La dedicacin pstuma de este volumen no hace justicia a su per-sona ni a su talla como historiador, pero su obra perdurar y su recuer-do se mantendr siempre vivo en nuestros corazones. Hasta siempre,comandante.

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    mientras permaneciera cautivo en manos de los franceses. La propues-ta era lgica viniendo de un diputado que brillara en las Cortes por sudefensa de la monarqua absoluta. De ah su idea de proteger, en lamedida de lo posible, la imagen de Fernando, teniendo por forzados yfruto de la violencia todos los actos que pudiera convenir respecto alfuturo de la Nacin bajo la coaccin de Napolen. Y ms an, segn lasargumentaciones de quienes vean en la reunin de las Cortes una reac-tualizacin de las antiguas leyes, Borrull expona que ya en Castilla seestableca la necesidad de participar los hechos arduos y asuntos gra-ves con las propias Cortes atendiendo a la ley fundamental de laNacin para evitar el perjuicio del reino. En el mismo debate tom lapalabra Agustn Argelles, lder del liberalismo peninsular, apoyando lapropuesta de Borrull. Sin embargo, el Divino subi a la tribuna para

    protagonizar otro de los papeles principales en esta obra. Argellesrecordaba a las Cortes que la anulacin de las abdicaciones de Bayonadecretadas por las mismas haba hecho recaer la soberana en la Nacin.Es ms, que esta era inherente a aquella. Planteaba as uno de los pre-supuestos ms importantes del liberalismo revolucionario: la soberananacional. Al cual aada otro de ellos: la necesidad de la libertad deimprenta para dar a conocer la perfidia de Napolen, quien, segnrumores, pretenda devolver a Fernando VII al trono casado con algunaprincesa de su conveniencia y llevarlo a Madrid con la proteccin desus bayonetas. Los diputados estaban de acuerdo, cualquier acto que

    viniera de Napolen, aunque fuera con el beneplcito de Fernando, seraperjudicial para el proyecto liberal-gaditano, para el futuro de la monar-qua y del monarca. La diferencia estribaba en el planteamiento de susdiscursos desde posturas abiertamente opuestas. Mientras Borrullinsista en los perjuicios que resultaran para el Reino, Argelles losplanteaba para la Nacin. La bisagra, el cambio de siglo, lo antiguo ylo moderno, se fusionaban en estos planteamientos. Y en eso, tom lapalabra Meja Lequerica. La voz de Amrica reson en las Cortes, comol mismo dijo: s muy bien dnde hablo, quin es el que viene a hablar,

    y a quin estoy hablando.El debate sobre la nulidad de los actos coaccionados de Fernando

    VII le sirvi a Meja para exponer sus planteamientos en torno a lamonarqua y la sociedad, por otra parte ya harto conocidos: los reyes seerigieron para cuidar de los pueblos, vino a decir. Ya que, siendo todosiguales reyes y pueblos pues constan de iguales principios, estos (lospueblos) se reunieron para oponerse a sus enemigos depositando enuna o pocas personas el ejercicio del poder conforme a los pactos volun-tariamente establecidos. Esa era la definicin del origen de la sociedadpara Meja. Pero se atrevi a ms. Si en el origen todos los hombresfueron iguales, incluso aquellos que despus habran de ser reyes, porqu sacrificar toda una Nacin (25 millones, inclua Meja a los ameri-

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    Presentacin 11

    canos, claro) por salvar a uno solo? El rey deba perecer, si era necesa-rio, por salvar a su pueblo que tantos sacrificios, privaciones y vidashaba entregado por l.1Metafrico o no, Meja desgranaba su argumen-tacin incluyendo a Amrica como parte importante en el desenlace delenfrentamiento contra Napolen. El Bienio Trascendental2 que abreeste libro tocaba a su fin con el discurso de Meja. En los estertores de1810 el balance de dos aos de guerra devastadora no poda ser msdesolador. El dcil e inexperto rey Fernando se hallaba preso bajo lascadenas del mayor de los tiranos, Bonaparte enviaba sus emisarios aAmrica para propagar la irreligin mientras sus naturales, horroriza-dos de semejante propuesta, erigan gobiernos para venerar el trono delque an crean su verdadero rey. Eso explicaba Meja en las Cortes yesos temas tambin son los que incluye esta primera parte del libro. Las

    propuestas de los profesores Juan Ortiz Escamilla, Juan Andreo Garca,Carlos Landzuri Camacho, Armando Martnez Garnica y Gustavo Adol-fo Vaamonde condensan los principales acontecimientos de este bienio.

    El trabajo del profesor Juan Ortiz Escamilla nos acerca a los prole-gmenos de la situacin en la Ciudad de Mxico. Septiembre de 1808sera un momento importante en el impasseentre el estallido de la gue-rra y las reacciones de las autoridades americanas. Las actuaciones delos protagonistas de este drama, el Ayuntamiento de Mxico, la audien-cia, el virrey, el cabildo eclesistico y, en definitiva, los pobladores de laciudad, se entrecruzan en la descripcin que Ortiz hace de la crisis sep-tembrina en Nueva Espaa. El retorno de la soberana al pueblo tal ycomo explicara Meja en su discurso, planteado por las diversas juntasde 1808, era entendido ms bien como una traslacin del poder a losayuntamientos novohispanos. El conflicto con las autoridades guberna-tivas peninsulares impedira, finalmente, que se formara una juntanovohispana. Pero el trabajo de Ortiz nos revela una realidad hastaahora poco explorada y relacionada con los acontecimientos polticos dela Ciudad de Mxico en 1808, y es la traslacin de las medidas degobierno para el control social de la poblacin. La prohibicin de festejar

    con fuegos artificiales, cohetes, instalar los tianguis o baratillos, fre-cuentar las fondas y otras diversiones populares se instal en los ban-dos de polica de la ciudad. El temor a que la crisis poltica derivara enuna participacin ms activa de los sectores populares y que estos fue-ran incontrolables, llev a la publicacin de las leyes de vagos, conside-rndose como tales a todos aquellos sospechosos de subvertir el orden

    1. As conclua Meja Lequerica esta argumentacin: [...] que ya no se tarde ms en declararde una vez que este mismo Rey debe perecer, y ser sacricado, primero que concurrir a

    sacricar con la ms negra ingratitud a la benemrita Espaa, mrtir sin ejemplar delealtad y de honor, Diario de Sesiones de Cortes, 29 de diciembre de 1810, p. 253.

    2. Manuel Chust, Un bienio trascendental, 1808-1810, en Manuel Chust, coord., 1808. Laeclosin juntera en el mundo hispano, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2007, pp. 11-50.

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    pblico. Pero, cul era ese orden? Es ms, quin decida lo que eraorden y desorden? La chispa haba prendido, no solo entre los partici-pantes del juego poltico, sino tambin entre las capas populares, yrecorrera toda Amrica sin detenerse. Explicar cmo se produjo eseproceso poniendo el foco en protagonistas concretos y geografas parti-culares es uno de los objetivos de este libro.

    Y una de esas geografas es la que nos presenta el trabajo del pro-fesor Juan Andreo Garca: Santiago de Cuba en este bienio. El Caribecomo escenario internacional de la lucha entre imperios y el Orientecubano como centro rector de las reacciones antifrancesas de los ame-ricanos. La revisin historiogrfica que encabeza el captulo ofrece allector la posibilidad de situar correctamente los orgenes de las condi-ciones socioeconmicas que se dieron a finales del siglo XVII y principios

    del XVIII para que posteriormente se produjeran las reformas que lleva-ran al despegue de Santiago. Solo as se entiende que para 1808 lapoblacin de la ciudad hubiera aumentado de forma espectacular inclu-yendo un porcentaje nada despreciable de extranjeros, principalmentefranceses, propietarios de tierras y comerciantes que vivieron y sufrie-ron de forma especial la crisis desatada en este bienio.

    Seguidamente, el captulo del profesor Carlos Landzuri Camachonos detalla los acontecimientos sucedidos en la ciudad de Quito acomienzos de este bienio y hasta la proclamacin de la primera Consti-

    tucin quitea de 1812. Acogindose a interpretaciones novedosassobre el perodo, Landzuri se adentra en los ltimos aos del sigloXVIII para contextualizar y dar sentido a los actos de los protagonistascriollos de la primera junta quitea. Hemos querido definir en este con-junto de estudios que la comprensin de los sucesos ocurridos en lasdistintas geografas de la monarqua hispnica a comienzos de 1808solo puede abordarse desde las interconexiones sociales, econmicas,polticas y culturales de sus actores. De este modo, Landzuri explicalas vicisitudes por las que transit la Audiencia de Quito en el siglo XVIIIpara conseguir un estatus poltico, el de capitana general, que le devol-

    viera el esplendor econmico arrebatado con la reordenacin adminis-trativa del territorio colonial durante ese siglo. En este sentido, para esteautor, las aspiraciones de afianzar sus intereses econmicos en el reaquitea frente al empuje de otras capitales (Guayaquil, Popayn, Limao Cartagena) les llevaron a proponer una junta que mantena la fidelidadcon la monarqua espaola, inclua cambios en los niveles polticos perono afianzaba unos presupuestos democrticos en el sentido modernodel trmino. Otra cuestin sera, como apunta el autor, que el Estadoecuatoriano en 1830, cuando se consum la independencia, an estu-

    viera por construirse y no representara apenas los objetivos que se mar-caron estos criollos de la Revolucin de Quito de 1808.

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    Presentacin 13

    Igualmente, y mantenindonos en la zona andina, el profesorArmando Martnez Garnica propone un ejercicio de composicin biogr-fica de la Nueva Granada para el perodo. Ms all de pequeas histo-rias de vida, el captulo ofrece la posibilidad de adentrarse en las entra-as administrativas del virreinato para conocer las conexiones y lasrelaciones que los protagonistas neogranadinos entretejieron en laurdimbre compleja de redes personales, laborales y familiares. Un rela-to para guiar a los lectores forasteros por las familias, los negocios y lapoltica de Santa Fe de Bogot en el ao de 1810.

    Concluye el bienio con el captulo del profesor Gustavo Vaamondesobre la formacin de las juntas de gobierno en la Capitana General deVenezuela. Regresamos al escenario caribeo y al temor desatado aosatrs por la lucha de los sectores negros y mulatos en Saint Domingue

    que se traslad a la oligarqua mantuana caraquea. Fidelismo juntistade estos sectores por mantener un orden social y de privilegio frente ala revolucin racial que se avecinaba. Pero tambin radicalismo por evi-tar la influencia francesa. Tal y como Meja explicaba en su discurso, silos americanos se haban separado momentneamente, no era de lanacin espaola, sino de los provisionales gobiernos que la dirigan yque podan hacerles caer en las impuras manos de los franceses. Comoexplica Vaamonde, la imparable profusin de juntas por todo el territo-rio venezolano convertir en un camino sin retorno la formacin de unCongreso soberano para Venezuela.

    Y tras este panorama general, y a la vez particular, de la compleji-dad del perodo, la segunda parte del libro se centra ms en las historiaspersonales de los protagonistas. Cmo reaccionaron los distintos secto-res de la sociedad frente a la grave situacin de crisis total en la que sevio envuelta la monarqua, es algo que nos desvelan los trabajos de losprofesores Justo Cuo Bonito, Luiz Geraldo Silva, Gustavo Paz e IvanaFrasquet. Los distintos actores y actrices que vivieron esos procesoshablan por la pluma de estos autores en cuatro captulos sucesivos. Elprofesor Justo Cuo acerca al lector a la reaccin de los sectores crio-

    llos, oligarqua local y regional de la Nueva Granada ampliando el fococronolgico sobre los ltimos coletazos del siglo XVIII para ofrecer unaexplicacin ms compleja y problematizada de los acontecimientos de1810. Es el momento bisagra, segn el autor, el que nos ofrece la pers-pectiva ms amplia para comprender lo que vino despus. Por su parte,el profesor Luiz Geraldo Silva presenta un captulo en el que tambinnos ofrece una perspectiva de cambio de siglo del barroco a la moder-nidad, reza su ttulo pero trasladando el foco a unos protagonistas aveces demasiado olvidados: los sectores negros. En este trabajo, Silva

    rescata la participacin de aquellos que en los siglos XVII y XVIII eranllamados negros y/o pardos y que a su vez ocupaban puestos en lajerarqua militar de las milicias como suboficiales, generalmente. Este

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    14 Ivana Frasquet

    grupo se dedicaba a distintos sectores econmicos siendo comerciantes,artesanos e incluso pequeos propietarios rurales. Eran, pues, negroscriollos, es decir, nacidos ya en Amrica y no propiamente africanos. Elsugestivo anlisis de la participacin en las milicias, como hombresarmados, de estos sectores en un momento de grandes cambios comoen el que se inscribe el captulo est, adems, planteado desde una inte-resante metodologa que sita los espacios territoriales americanosdominados por las monarquas ibricas espaola y portuguesa comoprocesos articulados que refieren experiencias recprocas y, a la vez,convergentes. Un anlisis novedoso y complejo para una realidad quetambin lo fue.

    En el mismo tema pero en espacio ms concreto nos invita el pro-fesor Gustavo Paz a desgranar los entresijos del proceso revolucionario

    en el norte del virreinato rioplatense. La movilizacin rural de los gau-chos que el sistema de Gemes impuso en este territorio muestra laguerra como un factor que rompe las relaciones sociales coloniales yconvierte a los gauchos-milicianos en sujetos desafiantes del poder dela lite. El captulo de Paz demuestra cmo la militarizacin de estascapas rurales conllev el rompimiento de las relaciones sociales entregauchos y lite colonial al recibir proteccin y privilegios por su estatusmilitar: el fuero y la exencin del pago de los arriendos a los terratenien-tes. Finalizado el conflicto blico fue muy difcil que estos sectores cam-pesinos regresaran a las antiguas prcticas de sometimiento a los terra-tenientes, la guerra de Independencia supuso en esta zona una guerrasocial que ya no tena camino de retorno.

    Esta parte concluye con el trabajo de la profesora Ivana Frasquetsobre la participacin femenina en el proceso de independencia novohis-pano. La autora inscribe su propuesta en las ltimas aportaciones de lahistoriografa al tema de la presencia de las mujeres en la historia deestos procesos pero huye de ejemplos concretos para plantear un acer-camiento metodolgico al tema. La coyuntura bicentenarial ha propicia-do la elevacin de las mujeres protagonistas de la independencia al

    panten heroico de los mexicanos. Por ello Frasquet insiste en bajar delos pedestales las estatuas, incluso las femeninas, y analizar el procesohistrico y a sus protagonistas en su conjunto, atravesando la perspec-tiva de gnero, pero tambin de etnia y clase en los futuros estudiossobre los procesos de independencia.

    Cierra el libro una ltima parte dedicada a cuestiones ms tericas.El uso discursivo de los conceptos y las ideas son tratados en otroscinco captulos por las profesoras Rossana Barragn, Andra Slemian,Ana Ribeiro y los profesores Eduardo Cavieres y Sajid A. Herrera Mena.

    El trabajo de Rossana Barragn abarca tambin el perodo bisagra quese viene contemplando de manera profunda en la conexin de los acon-tecimientos de finales de siglo, en este caso los movimientos indgenas

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    Presentacin 15

    de la zona altoperuana de 1780-1781, con los de 1809-1810. A partir delos discursos de la represin de ambos momentos, Barragn muestra lainterrelacin entre los juicios y las sentencias recibidas por los levanta-mientos y plantea la interesante visin indgena que muestra su luchacomo una guerra y no como una rebelin. Por ello tambin, desde elpunto de vista de estos protagonistas, se buscar una paz al conflicto yno el perdn ofrecido por las lites coloniales blancas. La complejidadde los procesos judiciales quedar patente tambin en el captulo deAndra Slemian. Como muestra la autora, la administracin de justiciaser uno de los grandes problemas a resolver en los nuevos Estadosnacionales, en este caso, en Brasil. Una vez producido ese trnsito a lamodernidad, el poder Judicial cobrar una importancia inusual hastaentonces por su pretensin de establecer una justicia universal. Con

    todo, en el Brasil independiente ser conformado como un poder aut-nomo a pesar del control al que ser sometido por el Estado.

    En el mismo sentido, pero centrndose en el poder Legislativo, seinscribe el captulo del profesor Eduardo Cavieres. El autor discurre porlos vericuetos de conceptos resbaladizos en un momento de cambiocomo son liberalismo y republicanismo en el Chile de principios delsiglo XIX. Si los protagonistas de este proceso fueron liberales o soloilustrados con intereses comerciales es algo que Cavieres invita areflexionar a travs de los discursos de los primeros congresistas chile-nos. En esta experiencia discursiva el uso del vocablo liberal es patente,aunque ello no significara la adscripcin frrea, segn el autor, a unconcepto que por otro lado era nuevo. A lo que Cavieres nos acerca esa la compleja etiquetacin de los protagonistas polticos de este momen-to, quienes, ni ilustrados ni liberales, sino ambas cosas a la vez, sonconsiderados, eso s, definitivamente republicanos. Profundizando en laurdimbre conceptual, Ana Ribeiro, propone al lector un viaje por la his-toria conceptual de la mano de los vocablos orden y soberana en laconformacin del Uruguay independiente. La autora desgrana la com-pleja definicin de estos conceptos en un momento de profundos cam-

    bios pero, al mismo tiempo, los aterriza en los acontecimientos quetuvieron lugar en la Banda Oriental a principios del siglo XIX. La revo-lucin relacion al pueblo con la soberana en 1810 y a partir de enton-ces se produce una constante resemantizacin de los vocablos a lo largode todo el proceso de independencia. Conseguida esta, la propia inde-pendencia absorber a la voz soberana para, a su vez, esta unirse a lade orden desde 1830. Es decir, a partir del crecimiento del nuevo Esta-do cuando el orden se interpreta de forma excluyente solo como aquelque pertenece a la Constitucin, perdiendo as sus adscripciones delibertad que haba conquistado con la revuelta artiguista.

    Y concluyendo los captulos del libro, el trabajo de Sajid AlfredoHerrera Mena, casi ms como un eplogo recopilatorio de distintos

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    temas vinculados a la construccin de los Estados y las naciones cen-troamericanas a lo largo del siglo XIX, presenta los caminos por los quediscurri la historiografa sobre la Independencia en ese momento. Elautor se centra, sobre todo, en repasar las aportaciones de los coetneosa los sucesos independentistas y otros posteriores, respecto a la influen-cia o no, del sistema constitucionalista liberal gaditano en la conforma-cin de las repblicas centroamericanas. En otros casos, Herrera mues-tra la invisibilizacin total del sistema constitucional en Centroamrica,practicada sobre todo en los textos escolares. El captulo muestra cmola invencin de un pasado republicano moderno fue construida a partirde 1810 con el silenciamiento de aspectos fundamentales para com-prender los procesos de independencia centroamericanos y la conforma-cin de sus repblicas actuales.

    El libro, pues, condensa experiencias de vida, actuaciones polticas,acciones blicas y relatos del pasado que tienen que ver con los procesosde independencia, las revoluciones y los liberalismos as, en pluralque se experimentaron, ensayaron o pusieron en prctica en el amplioespacio geogrfico iberoamericano. La crisis monrquica de 1808 desen-caden una serie de procesos que debemos seguir investigando en todoslos niveles de anlisis histricos, aunque, como ha quedado expuesto,la mirada, el foco, debe alejarse para abarcar las dcadas finisecularesdel setecientos con el nimo de no perder detalle de tan sugestivo mosai-co. Los protagonistas de este libro tanto los personajes que lo pueblancomo los autores de los textos saban que el cielo nunca llovi reyes yque con el compromiso, la actuacin y la participacin se pudo trans-formar la realidad de la coyuntura que les toc vivir.

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    ILOS PROLEGMENOS:

    EL BIENIO TRASCENDENTAL, 1808-1810

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    La crisis poltica mexicana de 1808

    El 16 de julio de 1808, la Gacetade Mxico informaba a la opinin p-blica de la abdicacin del rey Carlos IV a favor de su hijo Fernando,y la de este en la persona de Jos Bonaparte. La crisis poltica mo-

    nrquica en la pennsula de inmediato alter el nimo de los novohispa-nos y las fuerzas polticas de la ciudad de Mxico expresaron sus opinio-nes en torno a la crisis y a la forma en que deba enfrentarse el problemade ilegitimidad del gobierno impuesto por Napolen. En los siguientes dosmeses la capital se vio envuelta en un torbellino de ideas, propuestas y

    contrapropuestas que culmin con el golpe de Estado en contra del virreyJos de Iturrigaray.1Los grupos ms conservadores se apropiaron del po-der poltico de la Nueva Espaa con la finalidad de mantener el statu quo,sin cambios en las estructuras polticas, econmicas y sociales.

    Tres das despus de difundida la noticia, el Ayuntamiento de laciudad de Mxico se adjudicaba el derecho de tomar la voz de todo elreino y convocar al establecimiento de un gobierno provisional quegobernara mientras el monarca permaneciera en prisin. La propuestaestaba hecha, ahora corresponda a las distintas corporaciones del

    virreinato expresar su parecer sobre la pertinencia, o no, de una medidatan delicada. Mientras las provincias se mostraron expectantes y de vezen cuando manifestaron su punto de vista, la ciudad de Mxico se con-virti en el centro de la discusin sobre el futuro del virreinato.

    1. Los indicadores que denen un golpe de Estado son: la accin es encabezada por rganosde gobierno civiles y militares con la nalidad de hacer un cambio de liderazgo poltico;el aparato burocrtico y policial se mantiene sin cambio alguno, as como la eliminacin(destitucin, destierro o asesinato) de los adversarios. El golpe de Estado instaura siempre

    un nuevo orden jurdico, pues la violacin de la legalidad del orden interior implica tambinel cambio de su norma fundamental y, por lo tanto, la invalidacin de todas las leyes ydisposiciones emanadas en virtud de la misma. Norberto Bobbio, Nicola Matteucci yGianfranco Pasquino, Diccionario de Poltica, Mxico, Siglo XXI, 1991, 7a. ed., pp. 723-726.

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    Si la corporacin y el privilegio eran caracterstica fundamental dela ciudad, pareciera que el xito del ayuntamiento radic en haber logra-do, a su favor, el consenso de la mayor parte de la poblacin para pre-sentarse como el verdadero paladn americano. Ello representaba unhecho inslito al poner en jaque a las autoridades virreinales. Como loha sealado Ariel Rodrguez Kuri, los miembros del cabildo lograronconsolidar un discurso jurdico netamente persuasivo y oportuno. En1808 la perspicacia y profundidad con la cual el Ayuntamiento de Mxi-co argument el imperativo de refundar, en un imaginario poltico, lanocin de autoridad legtima en la Nueva Espaa.2

    Los que ms discutan este asunto eran los propios peninsulares. Yellos fueron a decir del conspirador de Valladolid, Mariano Michelenalos primeros en difundir la idea de formar un gobierno autnomo e

    independiente en caso de que el imperio de Napolen se consolidara enla pennsula. Tambin transmitieron a los criollos la sensacin de vigory de fortaleza para enfrentar en Nueva Espaa los embates de Napolen.A partir de estos planteamientos naci en los criollos la idea de la inde-pendencia mexicana.3El mismo Flix Mara Calleja aseguraba que hastalos mismos peninsulares haban calculado los beneficios que alcanzarancon un gobierno independiente.4

    La temeraria iniciativa del Ayuntamiento de la ciudad de Mxicoante la crisis se ha planteado como una mera ocurrencia de algunos

    miembros del cabildo al asumir su derecho de ser la voz de la NuevaEspaa. Autorizado por el virrey Iturrigaray, el ayuntamiento sigui elejemplo del de Sevilla que haba conseguido formar una junta soberana.El sndico del ayuntamiento, Francisco Primo de Verdad, haca lasiguiente reflexin das antes de morir asesinado: Si el pueblo de Sevi-lla se junt el 27 de mayo, y por medio de todos los magistrados y auto-ridades reunidas, y por las personas ms respetables de todas las cla-ses, cre una Junta Suprema de Gobierno, la revisti de todos suspoderes y le mand defendiese la religin, la patria, las leyes y el rey,5Mxico tambin tena derecho a formarla. Primo de Verdad comparaba

    las reacciones tanto en la pennsula como en Amrica: Habr quien avista de estos procedimientos califique de sospechosa la lealtad delAyuntamiento de Mxico, cuando todo el mundo aprueba la fiel conduc-

    2. Ariel Rodrguez Kuri, La experiencia olvidada: el Ayuntamiento de Mxico; Poltica y Gobierno,1876-1912, Mxico D. F., El Colegio de Mxico, Centro de Estudios Histricos, 1996, p. 19.

    3. Marta Tern, 1809. Las relaciones entre los indios y los criollos de la ciudad de Valladolid deMichoacn, en el intento de formar una junta soberana de la provincia, en RevistaHistorias,No. 68, Mxico D. F., Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 2007, pp. 38-39.

    4. Calleja al virrey, Guadalajara, 29 de enero de 1811, AGN, OG, t. 176, fs. 142-143.5. Memoria pstuma de don Francisco Primo de Verdad y Ramos, sndico del Ayuntamiento de

    Mxico, 1808, presentacin de Marcelo Ebrard Casaubon, Gobierno del Distrito Federal,Mxico D. F., 2007, p. 26.

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    ta del pueblo de Sevilla?.6El acto en s pareca muy sencillo y natural,pues lo que se buscaba por medio de la junta era refrendar el juramen-to de fidelidad al monarca espaol Fernando VII y no al francs Jos I.En cambio, los ministros de la Real Audiencia, el arzobispo y grandespropietarios peninsulares calificaron el hecho como un acto subversivo.

    Desde el inicio, el virrey Iturrigaray se sum a la propuesta y la hizosuya. Al menos as la defendi ante el Real Acuerdo cuando este desca-lific dicha propuesta. Deca el virrey:

    La convocatoria de la Junta General que insina Vuestra Seora, en mioficio de ayer, no es un pensamiento nuevo producido o emanado de laNovilsima Ciudad, pues como indiqu a Vuestra Seora estaba ya decidi-da de antemano por la necesidad de formarla y de celebrarla para la con-servacin de los derechos de Su Majestad, para la estabilidad de las auto-

    ridades constituidas; para la seguridad del reino; para la satisfaccin desus habitantes; para los auxilios que se puedan contribuir y para la orga-nizacin del gobierno provisional que convenga establecer en razn de losasuntos de resolucin soberana, mientras varan las circunstancias.7

    En cambio, 13 de los 14 miembros de la Real Audiencia, una y otra vez

    se opusieron a la determinacin tanto del ayuntamiento como del virrey.8

    De alguna manera el ayuntamiento, con la anuencia del virrey, esta-ba desconociendo a la autoridad del mximo rgano de gobierno novohis-

    pano: el Real Acuerdo. Este organismo lo conformaban el virrey y los

    oidores de la Real Audiencia. El virrey tena la obligacin de someter alReal Acuerdo los asuntos ms delicados de gobierno de inmediata solu-

    cin.9Primo de Verdad pas por alto dicha instancia al sealar que lasautoridades legtimas de la monarqua eran el rey y los ayuntamientos.

    La crisis en que actualmente nos hallamos es de un verdadero Interreg-no Extraordinariosegn el lenguaje de los polticos; porque estando nues-tros soberanos separados de su trono, en pas extranjero, y sin libertad

    alguna, se les ha entredicho su autoridad legtima.10Primo de Verdad sepreguntaba qu pasara si Jos I nombra un virrey para Nueva Espaa?

    En base a qu facultades Iturrigaray entregar o no el poder?Las posiciones eran claras: por medio de la Junta General, Iturriga-

    ray buscaba convertirse en la mxima autoridad en el virreinato; por suparte, el cabildo apoyaba la convocatoria porque consideraba que des-

    6. Ibd., p. 35.7. De Iturrigaray al Real Acuerdo, Mxico, 6 de agosto de 1808, citado en Genaro Garca,

    Documentos, t. II, pp. 47-49.8. Del Real Acuerdo al virrey Iturrigaray, Mxico, 6 de agosto de 1808, citado en Genaro

    Garca, Documentos, t. II, p. 46.9. Horst Pietschmann, Las reformas borbnicas y el sistema de intendencias en Nueva Espaa.

    Un estudio poltico administrativo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1996,pp. 71-72.10. Memoria pstuma..., p. 26.

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    pus del soberano, eran los ayuntamientos de las ciudades y villas, losrepresentantes de la verdadera fuente de legitimidad, y a la voluntadde los ayuntamientos deban someterse el resto de las autoridades delvirreinato.11Por su parte, la Real Audiencia y dems tribunales, lo queno queran era quedar subordinados a una Junta General y menos aIturrigaray. Para ellos era mejor reconocer a la de Sevilla y as no cam-biaba nada.12Eso es lo que ellos crean. La realidad les rebas.

    El 9 de agosto se llev a cabo la primera reunin de notables de la capi-

    tal para discutir la pertinencia, o no, de la instalacin de la junta. El grupo

    lo conformaban criollos y peninsulares, mineros comerciantes, burcratas,

    clero, ilustrados, nobles y gobernadores de indios, entre otros. Adems, un

    representante de la diputacin del Ayuntamiento de Xalapa, Diego Leo.13

    En ella juraron lealtad a la estirpe Real de Borbn y proclamaron a Fernan-

    do VII, rey de las Espaas y de las Indias. Tambin resolvieron no reconocerninguna orden que procediera de Bonaparte y solo obedecer a la junta que en

    la pennsula fuera establecida y/o ratificada por Fernando VII o sus poderes

    legtimos. Por ltimo, se reconoci al virrey Iturrigaray como el legal y verda-

    dero lugarteniente de Su Majestad.14Desde esta primera reunin el cisma se

    hizo evidente. Como informara despus al gobierno peninsular, el Real

    Acuerdo, es decir, los oidores de la Real Audiencia, oy con escndalo en

    boca del sndico Primo de Verdad excitado por el virrey hablar de la soberana

    del pueblo americano. Sin embargo, el Real Acuerdo decidi no romper el

    dilogo con el virrey por temor a las reacciones populares que pudiera

    haber.15

    11. De Francisco Primo de Verdad a Iturrigaray, Mxico, 2 de septiembre de 1808, Garca,Documentos, t. II, pp. 77-78. Memoria pstuma del Sndico del Ayuntamiento de Mxico,Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos, en que, fundando el derecho de soberana delpueblo, justica los actos de aquel pueblo, Garca, Documentos, t. II, pp. 147-168.

    12. Del Real Acuerdo al virrey, Mxico, 8 de agosto de 1808, Garca, Documentos, t. II, pp. 53-55.13. Entre los personajes que aparecen y que ms tarde destacaran por sus posiciones

    polticas, se encuentran adems del virrey Iturrigaray, el arzobispo Lezama y el tenientegeneral Pedro de Garibay, Andrs Fernndez de Madrid, Jos Cayetano de Foncerrada,

    Toms Caldern, Juan Cienfuegos, Miguel Bataller, Jos Juan de Fagoaga, Jos Arias deVillafaa, Antonio Mndez Prieto, Francisco Xavier de Mendieta, Ignacio Iglesias, Jacobode Villaurrutia, Juan Collado, el Marqus de Ulapa, Manuel del Campo y Rivas, JuanManuel Velzquez de la Cadena, Len Ignacio Pico, Ambrosio Zagarzurrieta, Manuel deGamboa, Francisco Robledo, Agustn del Rivero, el Marqus de Iguanzo, Juan FranciscoAzcrate, Matas de Monteagudo, Pedro Mara de Monterde, Francisco Primo de Verdad,

    Juan Jos Guerea, Agustn Villanueva, Antonio Torres Torija, Manuel Daz de los Cobos,Jos de Vildosola, Jos Antonio del Cristo, el Conde la Cortina, el Marqus de San Juande Rayas, el Conde Regla, Felipe de Castro Palomino, Joaqun Maniau, Antonio Bassoco,

    Toms Domingo de Acha, el Marqus de Castaiza, Agustn Prez Quijano, el Marqusde San Miguel de Aguayo, el Conde de Prez Glvez, el Conde de Santiago Calimaya, elMarqus de Salvatierra y los gobernadores de las parcialidades Manuel Santos VargasMachuca y Eleuterio Sebastin Guzmn.

    14. Acta de la Junta General celebrada en la ciudad de Mxico, 9 de agosto de 1808, Garca,Documentos, t. II, pp. 56-59.

    15. Maniesto de la conducta que observ el Exmo. Sr. D. Jos de Iturrigaray en tiempo de sumando, formado por el Real Acuerdo, Mxico, 16 de octubre de 1808. BL, Mss., 13988.

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    Las reuniones continuaron a lo largo de un mes: despus de la delda 9 hubo tres ms, la del 31 de agosto y las del 1 y 9 de septiembre.En ellas se analizaban las noticias que llegaban de la pennsula. Porejemplo, la instalacin de las juntas y a cual habra que reconocer. Lospartidarios del virrey y del ayuntamiento se pronunciaron porque no sereconociera a ninguna, y en cambio propusieron la creacin de un con-greso mexicano. En cambio, los seguidores de la audiencia, la burocra-cia y los grandes propietarios peninsulares, defendieron el reconoci-miento a la de Sevilla.16Lo que ms inquietaba a los espaoles era queen la convocatoria a junta no se expresaban los asuntos a tratar. Supreocupacin se fundaba en las ocurrencias de Francia en 1789 y las deSanto Domingo en 1804. Tampoco olvidaban que una convocatoriasimilar haba conducido a la destruccin de la monarqua francesa, a la

    ejecucin del desgraciado rey Luis XVI y al establecimiento del imperiode Napolen.17 Y eso, los notables de Mxico no lo iban a permitir.Mientras esto ocurra, llegaron a Veracruz los comisionados de la Juntade Sevilla,Juan Gabriel de Jabat y Manuel Francisco de Juregui,cuyo propsito era hacer que el virrey reconociese su junta y que le

    enviase recursos pecuniarios. De lo contrario, los sevillanos tenan

    la autorizacin de su junta de deponer al virrey. Tambin llegaron

    los representantes de la Junta de Asturias.

    El reconocimiento, o no, a una de las juntas dividi a los miem-

    bros del Real Acuerdo, y no hubo consenso. El 31 de agosto, losministros de la audiencia decidieron reconocer a la de Sevilla;18en cam-bio, el virrey Iturrigaray se neg diciendo que la Nueva Espaa sehaba visto en la necesidad de suspender el reconocimiento de la sobe-rana a todas las juntas de la pennsula hasta que se pusieran deacuerdo entre s, principalmente con la de Castilla a la que por ley fun-damental corresponda este derecho. De lo contrario, en Nueva Espaa

    16. De Isidro Sinz al virrey, Mxico, 3 de septiembre de 1808, Garca, Documentos, t. II, pp.84-85; correspondencia de Guillermo Aguirre, el arzobispo Lizana y Francisco de Castroal virrey, Mxico, 3 de septiembre de 1808, pp. 85-95; del Marqus de San Juan de Rayasal virrey, Mxico, 5 de septiembre de 1808, pp. 103-105; correspondencia de Francisco deAzcrate y Agustn del Rivero al virrey, Mxico, 6 de septiembre de 1808, pp. 106 y 118-133;de Matas de Monteagudo al virrey, Mxico, 5 de septiembre de 1808, pp. 115-117.

    17. Del Real Acuerdo a la Junta de Sevilla, Mxico, 3 de septiembre de 1808, Garca, Docu-mentos, t. II, pp. 81-83.

    18. Virginia Guedea, La Nueva Espaa, en Manuel Chust, coord., 1808. La eclosin junteraen el mundo hispano, pp. 95-97; Juan Andreo Garca, La plata mexicana para la Guerra

    espaola. El bienio de la Junta Central Suprema de Espaa e Indias (1808-1809), enJos Antonio Serrano y Luis Juregui, edits., La Corona en llamas. Conictos econmicos ysociales en las independencias iberoamericanas, Castelln de la Plana, Universitat JaumeI, 2010, pp. 105-122.

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    se correra el riesgo de que los europeos establecidos en ella trataran defavorecer a los reinos a que debieron su cuna.19

    En la memoria de los debates se recuerda el enfrentamiento del

    sndico Francisco Primo de Verdad con el arzobispo Lizana. En una delas reuniones Verdad habl abiertamente de la soberana del pueblo,entendida como las autoridades constituidas (los ayuntamientos), ycuando el arzobispo quiso callarlo, este le contest diciendo que allcada uno tena libertad de hablar lo que quera, y que si le pareca largala junta, desde luego se podra marchar a su casa, y si se le ofrecaalguna cosa, all en su cuarto haba lo necesario; a cuyas expresiones,dichas con tono desembarazado y agrio, call el prudente prelado.20Primo de Verdad sera la primera vctima del golpe de Estado, al morirdurante su cautiverio en circunstancias extraas.

    El virrey mantuvo su postura de convocar a una Junta Generalcuyos miembros llevasen la representacin de los ayuntamientos de lasintendencias. Uno por cada demarcacin.21La convocatoria lleg a losprincipales ayuntamientos del virreinato y de inmediato comenzaron aenviar sus puntos de vista. Por ejemplo, el intendente de Puebla, Condede la Cadena, manifest que la convocatoria resultaba peligrosa para laestabilidad de las provincias porque los indios, una vez que supieron delos sucesos de Espaa, se negaron a pagar el tributo bajo el argumentode que ya no tenan rey.22La audiencia de Guadalajara consider nula

    el acta de la junta convocada por Iturrigaray, y consider que esa, u otrade la misma naturaleza podran ocasionar consecuencias muy graves.23Guanajuato cuestion el prrafo ni alguna que no dimane de su leg-timo soberano, como rdenes, y preceptos emanados de su rey y seornatural poda motivar alguna siniestra inteligencia que convieneevitar.24En los mismos trminos se expres la de Valladolid: Desdeluego choc a todos los ministros el nuevo gobierno provisional quecomo dependiente en cierto modo de la ciudad en clase de cabeza ymetrpoli del reino y tomando su voz quera establecer. El ayuntamien-

    19. De Iturrigaray a la Junta de Sevilla, Mxico, 3 de septiembre de 1808, Genaro Garca,Documentos, t. II, pp. 91-92.

    20. Relacin de los pasajes ms notables ocurridos en las juntas generales que el Excelen-tsimo Seor don Jos de Iturrigaray convoc en el saln del real palacio en los das 9 y31 de agosto, 1 y 9 de septiembre de 1808, la cual es hecha por el Real Acuerdo, y otrosindividuos de la primera distincin que concurrieron a las expresadas juntas, en Garca,Documentos, t. II, pp. 136-145.

    21. Circular del virrey Iturrigaray enviada a todos los ayuntamientos del virreinato, Mxico,1 de septiembre de 1808, citado en Garca, Documentos,t. II, p. 74.

    22. El Conde de la Cadena al virrey, Puebla, 6 de agosto de 1808, en Genaro Garca, Docu-mentos, t. II, pp. 49-50.

    23. Copia del ocio de la Real Audiencia de Guadalajara al virrey Iturrigaray, Guadalajara, 13de septiembre de 1808. BL, Mss., 13988.

    24. Copia del ocio del intendente de Guanajuato al virrey Iturrigaray, Guanajuato, 29 deagosto de 1808. BL, Mss., 13988.

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    to de Veracruz aprob la decisin tomada por el Real Acuerdo de relevara Iturrigaray.25

    El 3 de septiembre de 1808, el virrey envo otra carta a la Junta de

    Sevilla, la que disgust tanto al Ayuntamiento de Veracruz, que pidique se quemase pblicamente por mano de verdugo porque su conte-nido conduca a la desunin o cisma que ya haba provocado en la anti-gua Espaa y que iba a trascender a la nueva; que en Nueva Espaasera muy difcil, sino es que imposible, apagar un fuego que segura-mente avivaran los habitantes europeos diversamente adheridos a suspases a que debieron su cuna; que ya haba empezado a experimentar-se una divisin de partidos en que por diversos medios se proclamabasorda pero peligrosamente la independencia y el gobierno republicano;que habindose suscitado desde el principio la soberana del pueblo en

    calidad de tutor o conservador de Su Majestad el Real Acuerdo habadescalificado todos los argumentos anteriormente sealados.26

    En este contexto se llev a cabo el golpe de Estado contra Iturriga-ray. Cuenta el capitn del Escuadrn de Milicia Provincial de Mxico,Jos Manuel de Salaverra, que el 12 de agosto de 1808 l fragu el planpara deponer al virrey, asegurar este Imperio y ayudar a la Espaaafligida con los caudales que aqu estaban detenidos, sin los cuales eraimposible sacudir el yugo francs. Primero revel el secreto al oidorGuillermo de Aguirre, pensando que la Audiencia procedera en contra

    de Iturrigaray, pero lo rechaz previendo que entre los oidores habavarios que simpatizaban con las ideas del virrey. Fue entonces cuandose acerc al espaol Gabriel del Yermo, muy amigo suyo. Los preparati-vos comenzaron el 8 de septiembre ya con la anuencia de buena partede las tropas, de los oidores de la Audiencia, del arzobispo Lizana, delinquisidor Bernardo del Prado y de los peninsulares ms acaudaladosde Nueva Espaa. La ejecucin del proyecto tuvo lugar la noche del da15. La aprehensin del virrey y su familia la llev a cabo el propio Sala-verra. l tambin dirigi la caravana que condujo al depuesto virrey ya su familia hasta Veracruz para su traslado a Espaa. Como eran pre-

    decibles las manifestaciones populares en los pueblos por donde pasa-ran, la consigna del Real Acuerdo era que, si por algn motivo se veanimpedidos para cumplir con su misin, deba matar al virrey. A su pasopor el pueblo de Perote los habitantes se amotinaron en defensa delvirrey, por lo que evitaron el paso por el centro de Xalapa.27

    25. Copia del ocio del Ayuntamiento de Veracruz a Pedro de Garibay, Veracruz, 24 deseptiembre de 1808. BL, Mss., 13988.

    26. Copia del ocio del Ayuntamiento de Veracruz al Real Acuerdo, Veracruz, 24 de septiembre

    de 1808. BL, Mss., 13988.27. Relacin o historia de los primeros movimientos de la insurreccin de Nueva Espaa, y prisin

    de su virrey don Jos de Iturrigaray, escrita por el capitn del Escuadrn de Milicia Provincialde Mxico, D. Jos Manuel de Salaverra, y presentado al actual virrey de ella, el Exmo. Sr.

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    Fray Melchor de Talamantes, uno de los personajes ms comprome-tidos con el proyecto autonomista, en varias ocasiones previno al virreydel riesgo que corra su administracin, su persona y su familia, y nohizo caso.28Iturrigaray se senta seguro de la legitimidad de sus actos yno tom en cuenta que sus adversarios estaban dispuestos incluso aasesinarlo con tal de conservar sus privilegios. Talamantes muri presoen San Juan de Ula, vctima del vmito prieto.

    Como todo golpe de Estado, el de 1808 de la ciudad de Mxico esta-ba plagado de irregularidades y hasta contradicciones en su discurso yproceder. El primero de ellos era que los golpistas, como representantesde la autoridad, es decir, el regente, los oidores y fiscales de la RealAudiencia, con la anuencia del arzobispo, de los jefes militares, del capi-tn de fragata Juan Gabriel Jabat, en representacin de la Junta de

    Sevilla y del pueblo representado por los peninsulares organizados enlas compaas de patriotas defensoras de Fernando 7 encabezadas porGabriel del Yermo, se adjudicaban el derecho para deponer al virrey yde nombrar a su sucesor.

    Si el acto en s ya era ilegal, se le sumaba el hecho de no designaral que por ley corresponda segn los pliegos de providencia. Dichospliegos eran sobres que contenan el nombre del sucesor del virrey encaso de una emergencia como enfermedad, muerte o destitucin. Lossobres permanecan cerrados y solo en estas circunstancias se podan

    abrir. Los golpistas para no violar la ley, decidieron no abrirlos y asno conocer el nombre del sucesor, y por su cuenta nombraron al oficialms antiguo del virreinato: el mariscal de campo Pedro Garibay. Sudesacato lo justificaron pensando que el sucesor podra ser el presiden-te de la audiencia de Guatemala o los capitanes generales de Campecheo de La Habana, y como todos estaban muy lejos de la ciudad de Mxi-co, decidieron elegir a Garibay que lo tenan al lado y que ya lo conocan.Se deca que, adems de octogenario, era manipulable.29

    En las proclamas y circulares por las que informaban al pblico delos sucesos de la noche anterior, se aseguraba haber sido obra de unmovimiento popular. Otra sealaba que el pueblo se ha apoderado dela persona del excelentsimo seor virrey; ha pedido imperiosamente suseparacin por razones de utilidad y conveniencia general; han convo-cado en la noche precedente a este da al Real Acuerdo, ilustrsimoseor arzobispo y otras autoridades; se ha cedido a la urgencia, y dado

    D. Flix Mara Calleja, Mxico, 12 de agosto de 1816, en Boletn del Archivo General de laNacin, t. XII, nm. 1, enero-marzo de 1941, pp. 121-122.

    28. Melchor de Talamantes, Escritos pstumos, 1808, Mxico D. F., UNAM, 2009.29. Acta de la Audiencia y Real Acuerdo, en que se maniestan las razones por qu no se

    abrieron los pliegos de providencia y se eligi al seor Garibay, Hernndez y Dvalos,Coleccin de documentos, doc. 233.

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    por separado del mando a dicho virrey.30Como era de esperar, el hechoincrement el odio hacia los europeos y para los americanos quedabacancelada la posibilidad del cambio por la va pacfica. Despus delgolpe, los novohispanos descontentos descubrieron as que se podaalcanzar el xito si se segua el camino del secreto y la conjura.31

    En su informe a la Junta Suprema de Gobierno de Espaa e Indias,con sede en Sevilla, el virrey inform que la separacin del cargo de Itu-rrigaray haba sido con el beneplcito de la nobleza, cuerpos, tribuna-les, jefes y oficiales, igualmente que los regimientos y compaas sueltasy voluntarios de Fernando 7 alistados en la capital para mantener elbuen orden y sosiego.32

    EL GOBIERNO VIRREINAL YLA SUPREMA JUNTA CENTRAL

    Como hemos podido observar, en el golpe tambin intervinieronagentes externos a la poltica local, como lo fue Jabat en representacinde la Junta de Sevilla. Por medio de la alianza de este con el Real Acuer-do, los golpistas novohispanos legitimaban su ascenso al poder y ennombre de la Junta de Sevilla, la que supuestamente representaba losintereses de Fernando 7, justificaban todos los actos de represin con-tra sus adversarios. El nuevo gobierno encabezado por Pedro Garibayreafirm la alianza con Sevilla, y como muestra de su lealtad, envi a lapennsula nada ms y nada menos que nueve millones de pesos.33 SegnGaribay, la instalacin de la Suprema Junta fue recibida con gran jbiloy celebrada en todo el reino con iluminacin, repique general de campa-nas y nueve das consecutivos de rogativas en las que se imploraba aDios la pronta liberacin del Rey Fernando VII, el acierto en las delibera-ciones de la junta y el triunfo de las armas espaolas sobre las france-sas. El 3 de marzo de 1809, en la ciudad de Mxico se desarroll la pri-

    30. Proclama de Francisco Jimnez avisando la prisin del seor Iturrigaray y Proclama ycircular del seor Pedro Garibay en que participa que ha recado en l el mando poltico ymilitar de la Nueva Espaa, Hernndez y Dvalos, Coleccin de documentos, docs., 231

    y 232.31. Virginia Guedea, En busca de un gobierno alterno: los Guadalupes de Mxico, Mxico, Univer-

    sidad Nacional Autnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Histricas, 1992, p. 20.32. Bando del virrey Pedro de Garibay, Mxico, 21 de abril de 1809. AGN, IV, c. 5418, exp. 26.

    33. Juan Andreo Garca, La plata mexicana para la Guerra espaola. El bienio de la Junta Central Suprema de Espaa e Indias (1808-1809), en Jos Antonio Serrano y Luis

    Juregui, edits., La Corona en llamas. Conictos econmicos y sociales en las independenciasiberoamericanas, pp. 105-122.

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    mera celebracin. A ella asistieron miembros de todos los tribunales,cuerpos seculares y eclesisticos, comunidades religiosas y cofradas.34

    En una de las proclamas, para calmar los nimos de los inconfor-

    mes por el golpe, Garibay mostraba las virtudes y buena voluntad de laJunta Suprema hacia los americanos: haba suspendido la consolidacinde vales reales y la comisin de la venta de obras pas; haba permitidoque un diputado novohispano les representara en la misma Junta Cen-tral para que promoviera cuanto considerase benfico al reino.35SegnJuan Andreo, por el vital cordn umbilical que constituy la va Vera-cruz-Cdiz, durante el bienio de 1808-1810, la Nueva Espaa envi asu madre patria alrededor de sesenta millones de pesos fuertes.36

    En segundo lugar, la Suprema Junta quitaba argumentos a otra delas demandas de los americanos relacionadas con el estatus que tenanlos territorios americanos: No eran colonias sino que formaban parteintegrante de la monarqua espaola. Por ello los americanos tenanderecho a enviar un representante por virreinato y capitana elegido pormedio de sufragio indirecto.37Pero los mandatos de la Junta de Sevillacontravinieron los deseos del grupo golpista de Mxico, pues dieron cer-teza jurdica y orientaron la conducta de los autonomistas novohispanosy, al mismo tiempo, radicalizaron la posicin de los independentistas.

    Adems, las rdenes y disposiciones que en poltica interna dict laSuprema Junta en Sevilla no gustaron a todos, especialmente a sus

    promotores en Nueva Espaa. Los ms enfurecidos porque no se lespuede definir de otra manera eran los comerciantes de la ciudad deMxico. Para ellos, la junta haba renunciado

    [a sus]luces, conciencia y prospectos para mendigar una Constitucin tanindecente y bastarda de las reglas fundamentales del sistema americano.S, Seor, en aquella Asamblea, reunida por la violencia, y mandada impe-riosamente por las bayonetas, nacieron la particin en el poder supremo,y la asistencia a las Cortes de los Diputados de Indias, su eleccin por losAyuntamientos y la calidad previa de nativos de Pas, la igualdad de dere-

    chos entre las Colonias y la Metrpoli, la libertad de toda especie de culti-vo y de industria: el comercio recproco de las Provincias de Amrica y Asiaentre s, y el solemne disparate de que las Espaas y las Indias se gober-naran por un solo Cdigo de leyes Civiles, Criminales, Mercantiles y Fis-

    34. De Pedro Garbilla a Josef Negreyros y Soria, Mxico, a 16 de marzo de 1809, en JuanE. Hernndez y Dvalos, Coleccin de documentos para la historia de la guerra deIndependencia de Mxico de 1808 a 1821, t. 1,Mxico, UNAM, 2007, p. 683.

    35. Proclama del virrey Pedro de Garibay, Mxico a 20 de abril de 1809, en Juan E. Hernndezy Dvalos, Historia de la guerra de Independencia de Mxico,t. 1, pp. 684-685.

    36. Juan Andreo Garca, La plata mexicana para la Guerra espaola. El bienio de la JuntaCentral Suprema de Espaa e Indias (1808-1809).

    37. Manuel Chust, La cuestin nacional americana en las Cortes de Cdiz (1810-1814), Valencia,Mxico, Fundacin Historia Social/UNAM, 1999, p. 32.

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    cales. Solamente el espritu frentico y desorganizador del tirano Corsopudo haber exigido y obtenido de los angustiados presos de Bayona elasentimiento y la aceptacin de tantos y tan singulares absurdos, quenunca haban ledo en sus cdigos incomparables, ni en las mximas uni-

    versales del orden colonial: ellos tenan la coaccin para su disculpa; perola Junta Central quedar absuelta en la confesin de haberse engaadosobre el carcter, honradez y deseos de estos moradores?38

    Otros inconformes fueron los ayuntamientos ignorados por lascapitales de intendencia. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Quertaroaseguraba que haba sido de suma complacencia la instalacin de lajunta y que a los territorios de Amrica no se les diera el tratamiento decolonias, sino como una parte esencial e integrante de la monarquaespaola, lo que les daba el derecho a elegir diputados. En lo que no

    estaban de acuerdo era en que solo los ayuntamientos de las capitalesde intendencia se adjudicaran el derecho de elegir a los diputados.39

    En la celebracin en Puebla de los ngeles del 8 de octubre de1809, el obispo, el intendente, el ayuntamiento y la poblacin en generalcelebraron, con repique general de campanas, el nombramiento deMiguel Lardizbal y Uribe como vocal representante de Nueva Espaaen la Suprema Junta Central de Espaa e Indias.40

    Si los golpistas y los sectores ms conservadores haban llegado aacuerdos para no alterar el orden en la ciudad, el descontento popular

    fue en aumento hasta el extremo de obligar al gobierno a movilizar losregimientos de infantera provincial de Celaya, el de dragones de Mxico,la columna de granaderos y los voluntarios de Fernando 7, para conte-ner los conatos de sedicin.41Para coordinar las operaciones de estasfuerzas se nombr al comandante de San Luis Potos, Flix Mara Calle-ja, gobernador militar de la capital con la encomienda de reestablecery mantener la quietud pblica, cuya comisin obtuvo hasta conseguirlo.42De esta manera las fuerzas castrenses imponan su ley marcial sobre loshabitantes de la ciudad.

    Las faltas menores de los parroquianos, toleradas con anterioridadpor las autoridades locales, despus del golpe se consideraron subver-sivas y se prohibieron. Por ejemplo, cuatro das despus del golpe, elgobierno suspendi el uso de fuegos pirotcnicos, por el cual muchasfamilias se vieron afectadas, entre los que destacaban los maestros, losoficiales, los trabajadores y los indios que provean de mecate, de salitre

    38. Juan E. Hernndez y Dvalos, Coleccin de documentos para la historia de la guerra...,t. II, p. 461.

    39. Ibd., t. I, p. 686.40. Gazeta de Mxico, Compendio de Noticias de Nueva Espaa y Europa del ao 1809, p. 392.41. Pedro Garibay a Noriega, Mxico, 15 de octubre de 1808. AGN, IV, c. 3663, exp. 11.42. Hoja de servicio de Flix Mara Calleja. AGMS, leg. 532.

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    y de azufre para la fabricacin de plvora y de cohetes. La prohibicinno solo afect a los trabajadores; los feligreses tambin manifestaron supreocupacin al considerar que sin fuegos artificiales no podran hon-

    rar y dar culto a la Divina y Suprema Majestad. Los parroquianoscrean que sin cohetes se demeritaba la devocin y particular esmero enlas funciones o festividades religiosas. Y es que los fuegos pirotcnicosestaban ntimamente ligados al culto religioso cristiano. La suspensindur un mes.43

    Otra prohibicin en contra de las clases populares fueron los llama-dos baratillos o tianguis que por la tarde-noche se instalaban en lasplazas pblicas. Los golpistas aseguraban que en ellos se venda impu-nemente lo robado, se contraen amistades obscenas, se pactan robos yotros hechos escandalosos, y pueden concertarse delitos de mayor jerar-qua, fcilmente solapables a favor de la oscuridad, y bajo el pretexto deser necesaria semejante concurrencia. A partir de la publicacin delbando de prohibicin, el virrey Garibay orden a los fiscales del crimenarrestar a todas las personas que concurriesen a dichos lugares y quefueran tratados como vagos, ociosos y malentretenidos aplicndoseleslas penas de tales.44

    A pesar de su celo para mantener la tranquilidad pblica en la capi-tal, Garibay se quejaba diciendo: noto con gran sentimiento mo, quehay algunos espritus inquietos, genios malignos y revoltosos que pre-

    tenden turbar y seducir los nimos tranquilos... por medio de annimos,pasquines o libelos famosos, perniciosos siempre... Semejantes papelespor lo comn son parte del encono, del odio y de la venganza, son sub-versivos del buen orden, alevosos con que los mal intencionados, amanera de asesinos, pretenden arruinar la sociedad.45El virrey deman-daba al pueblo obediencia a su gobierno.

    Otra disposicin para mantener el orden y contener a los sediciososfue la regulacin de horarios de los centros de nocturnos. Se permiti elservicio de vinateras y tiendas hasta las nueve de la noche, y hasta las

    diez de fondas, de cafs y de bodegones. En todos ellos se vendan lico-res, dando lugar a que introducindose en estas casas gentes de todasclases y sexos, se fomenten los vicios de la disolucin, la embriaguez yotros, con escndalo y grave perjuicio del orden pblico. Entre losclientes de dichos establecimientos destacaban personas del orden, delfuero comn, as como aforados de los ministerios de Hacienda y deGuerra. La nueva disposicin advirti a todos, especialmente a estosltimos, que de continuar con estos hbitos seran desaforados y reclui-

    43. Representacin de Manuel Garca, Maestro Mayor de Coheteros de la ciudad de Mxico anombre de los dems maestros del arte, Mxico, 11 de octubre de 1808. AGN, IV, c. 2823.

    44. Bando del virrey Pedro Garibay, Mxico, 31 de diciembre de 1808. AGN, IO, vol. 28, exp. 33.45. Bando del virrey Pedro Garibay, Mxico, 6 de octubre de 1808. AGN, IV, c. 5048, exp. 16.

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    dos a prisin.46Personajes distinguidos como el marqus de San Juande Rayas no escaparon de sealamientos por conspiracin y fue inves-tigado. Se aseguraba que en su casa haba reuniones de personas des-afectas al gobierno, por considerarlo ilegtimo.47

    Otro sector de las llamadas clases peligrosas fue el crecido nme-ro de mendigos que deambulaban por la ciudad. Era gente viciosa yholgazana disfrazada con la capa de la miseria, viven en el seno delabandono, y pervierte con sus malos ejemplos a muchas personas quesin ellos seran tiles al Estado. El 5 de mayo de 1809 se orden a lastropas recoger a todos los mendigos: los impedidos se depositaran en elhospicio de pobres y, si fueran vagos espaoles o castas, se destinaranal servicio de las armas a La Habana, a Veracruz, a las islas Marianas oa los presidios de California. En cambio, si se trataba de indgenas el

    destino deba ser conforme a su naturaleza.48El 26 de junio de 1809, para guardar el orden en la ciudad, por

    iniciativa de los ministros y fiscales de la Real Sala del Crimen se crela primera Junta Extraordinaria de Seguridad y buen gobierno por eltiempo que durase el estado de emergencia. La junta hara las funcionesde tribunal para proceder contra toda persona que intentase alterar elorden, sin importar su condicin de clase, estado o fuero. La juntatendra jurisdiccin en todo el distrito de la Real Audiencia de Mxico.49Segn Timothy Anna, esta junta comenz a funcionar tres meses des-

    pus por disposicin del arzobispo-virrey Lizana.

    50

    Garibay no logr contener la efervescencia revolucionaria; adems,tuvo que poner lmites a la injerencia del grupo golpista en los asuntosde Estado. Tal parece que la eleccin de virrey en la figura del arzobispoLizana tuvo la finalidad de calmar a los miembros del clero que activa-mente participaban en las conspiraciones. Lizana gobern con la incer-tidumbre de que quienes haban destituido a Iturrigaray planeabanhacer lo mismo con l. El arzobispo, que en otro tiempo haba conside-rado a los golpistas como hombres de buena voluntad, una vez quetom el poder cambi de opinin y los catalog como unos sujetos peli-

    grosos y enemigos de la tranquilidad del reino y de su quietud.51Por

    46. Bando del virrey Pedro de Garibay, Mxico, 7 de enero de 1809. AGN, IO, vol. 56, exp. 10.47. Copia de las diligencias hechas con el n de averiguar si el Marqus de Rayas y los

    concurrentes a su casa son enemigos del gobierno virreinal e intentan independizar a laNueva Espaa, 19 de febrero-24 de julio de 1809, en Genaro Garca, Documentos, t. I,1985, pp. 223-253.

    48. Bando del virrey Pedro Garibay, Mxico, 5 de mayo de 1809. AGN, IV...49. Bando del arzobispo-virrey Lizana, Mxico, 21 de septiembre de 1809. AGN, IV, c.50. Timothy E. Anna, La cada del gobierno espaol en la ciudad de Mxico, Mxico D. F., Fondo

    de Cultura Econmica, 1981, p. 79.51. Relacin o historia de los primeros movimientos de la insurreccin de Nueva Espaa, y prisin

    de su virrey don Jos de Iturrigaray, escrita por el capitn del Escuadrn de Milicia Provincialde Mxico, D. Jos Manuel de Salaverra, y presentado al actual virrey de ella, el Exmo. Sr.

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    estas y otras opiniones, Lizana solo dur en el cargo diez meses, y fueremovido de su cargo por la Regencia a peticin de los comerciantes deCdiz que reaccionaban ante las quejas de sus amigos mexicanos contrael arzobispo-virrey. Su lugar fue ocupado por el regente de la audienciacontrolada por los grupos ms conservadores de Mxico. Los comercian-tes gaditanos tambin influyeron en la decisin de la Regencia para quenombrara virrey de Nueva Espaa a Francisco Javier Venegas, en esemomento gobernador de Cdiz.52

    La destitucin de Iturrigaray no modific los planes autonomistasy/o independentistas de los notables de la ciudad de Mxico. Entre1808-1810 la insistencia en la creacin de una junta americana paraguardar estos territorios a Fernando VII, la defensa del virrey depuestoy el gran nmero de personas detenidas acusadas de conspiracin,

    ponen de manifiesto que los criollos apostaban por el cambio pacficoformando una Junta General con representacin de los ayuntamientos,depositarios de la soberana del pueblo en ausencia del rey.53

    De las personas que apoyaron a Iturrigaray, muchos se unieron ala insurgencia. El conde de Casa-Alta, amigo de Iturrigaray, siendo sub-delegado de Pachuca, cuando los rebeldes llegaron a la villa les entregplaza sin oposicin. Rafael Ortega, secretario particular del virrey y sar-gento mayor del regimiento de Michoacn, se uni a los rebeldes enValladolid. Ezequiel Lizarza, sobrino de Iturrigaray, fue destituido del

    cargo de subdelegado de Tacuba por sospecha de tener trato con losrebeldes. Jos Mara Fagoaga y el marqus de Rayas fueron aprehendi-dos y encarcelados acusados de conspiracin.54

    D. Flix Mara Calleja, Mxico, 12 de agosto de 1816, en Boletn del Archivo General de la

    Nacin, t. XII, nm. 1, enero-marzo de 1941, pp. 121-122.52. Timothy E. Anna, La cada del gobierno espaol en la ciudad de Mxico, p. 81.53. Virginia Guedea, En busca de un gobierno alterno: los Guadalupes de Mxico..., pp. 21-32.54. Ibd., pp. 130-131.

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    La isla de Cuba y el discurso de la delidaddurante la crisis de 1808. El contrapuntoLa Habana-Santiago de Cuba*

    Juan Andreo Garca

    Ms de dos meses haban corrido, en el curso de 1808, despus deiniciada en Espaa la lucha heroica contra la invasin de los ejr-citos de Napolen I, cuando llegaron a La Habana las primerasnoticias de lo que por all ocurra. La sorpresa no pudo ser de mayor mag-nitud. Las autoridades de la Colonia ignoraban en absoluto la existenciade novedades de tal ndole. Cmo no sorprenderse si sus enemigos de lahora entonces presente, los franceses, eran sus aliados de la vspera?

    El marqus de Someruelos, que gobernaba la isla, se enter de los aconte-cimientos desarrollados en la pennsula por el intendente Juan de AguilarAmat, que arrib al puerto de La Habana el 17 de julio de 1808. Comenzsin prdida de momento a tomar las providencias que las circunstanciasaconsejaban. Llam a su gabinete al general Villavicencio, al obispo JuanJos Daz de Espada y Landa, al teniente rey Francisco Montalvo y a otrosasesores del poder colonial. Se abstuvo de considerar por s solo las tras-cendentales cuestiones que aquellos sucesos planteaban. Le pareci pru-dente y til aconsejarse y meditar sobre lo que haba de hacerse, aunquesin dilatar ni mucho ni poco la adopcin de una lnea de conducta.

    Los elementos reunidos en torno al marqus de Someruelos deliberaronampliamente. El caso, en su estudio y para la solucin que deba drsele,no ofreca dudas de ningn gnero. Todos comprendieron que su deberconsista en estar al lado de los que en Espaa peleaban ya por la indepen-

    A Felipe, que ya no est,

    y a Rosario, que casi tampoco,por lo mucho que me han dado.

    * Trabajo realizado dentro el proyecto de investigacin (05728/PHCS/07) nanciado concargo al Programa de Generacin de Conocimiento Cientco de Excelencia de la FundacinSneca, Agencia de Ciencia y Tecnologa de la Regin de Murcia; y del proyecto de inves-tigacin (HUM2007-62149/HIST.), nanciado por la Direccin General de Investigacin

    del Ministerio de Educacin y Ciencia. Quisiera agradecer las aportaciones crticas al trabajo y las lecturas del mismo a Martn

    Garca, Luca Provencio y Juan Marchena, sus atinados consejos y opiniones jalonan todasy cada una de las pginas que aqu presentamos.

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    Juan Andreo Garca34

    dencia nacional, de hecho desaparecida con el advenimiento de la situacincreada por Napolen Bonaparte. Los acuerdos de la junta fueron conden-sados y puestos de manifiesto en la declaracin de guerra a los franceses,en una elocucin enderezada a excitar a los habitantes de la isla para que

    se apresurasen a contribuir al triunfo de las armas espaolas y en el des-pacho de rpidos avisos de las ocurrencias de la pennsula a Veracruz,Cartagena, San Agustn de la Florida y otros lugares de la Amrica hispana.

    Hubo otro acuerdo, de gran efecto en la conciencia de los habitantes de laColonia, ligados por lazos al parecer indestructiblesa la Metrpoli: el acuer-do de proclamar en toda la Isla a Fernando VII como rey de Espaa y susdominios y llevar a cabo el juramento de fidelidad al nuevo monarca. Estadeterminacin fue una de las ms oportunas que concibieron Someruelosy sus asesores para enardecer el espritu pblico. Los tiempos que corrany el estado poltico existente en Cuba resultaban propicios a la realizacin

    del acto convenido. De ello abundaron pruebas en el pas entero. En LaHabana el juramento de fidelidad a Fernando VII, el 20 de julio de 1808,provoc transportes de entusiasmo por la causa abonada ya con el heros-mo de Luis Daoiz, Pedro Velarde y Rafael Arango.1

    De esta manera tan lacnica y al tiempo tan plana relata EmeterioSantovenia los acontecimientos que estremecieron las dos orillas delAtlntico ibrico a partir de mayo de 1808; el relato cubre con una cor-tina de humo, quiz por desconocimiento, lo que de verdad aconteci,no ya en el resto del continente, sino tambin en la isla de Cuba, tras-ladndonos la imagen de un capitn general Someruelos constituido enel alma germinal y esencial de la fidelidad de la isla a la Corona espao-la personificada en Fernando VII. La nica afirmacin que nos pareceun tanto irnica es la de que los habitantes de la colonia estaban ligadospor lazos al parecer indestructibles a la metrpoli.

    Nada se dice del intento de creacin de la junta similar a las crea-das en Espaa, y de la reaccin provocada en la sociedad habanera;nada se dice de la tumultuosa reaccin contra los franceses ubicados enla isla haca aos y que por morde los acontecimientos peninsulares, deamigos y aliados se haban vuelto enemigos y por supuesto nada sobre

    los acontecimientos ocurridos en el resto de la isla y en especial en San-tiago de Cuba donde la presencia francesa era de una trascendencianotoria.... En fin, de todo lo que actualmente conocemos que sucedi enla isla a raz de la llegada de las noticias de los acontecimientos que seprecipitan, como en cascada, en la pennsula, parece como si nadahubiese ocurrido.

    1. Emeterio S. Santovenia, Un da como hoy,La Habana, Trpico, 1946, pp. 409-410. Elautor nos describe los acontecimientos del 20 de julio de 1808 en la Historia de Cuba:

    Juramento de Fidelidad a Fernando VII.

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    Claro que en eso el autor no es nada original, al contrario, tributa,cuando no es directamente uno de los que contribuyeron, a que comoha ocurrido en todos los temas de la historia de Cuba, lo ocurrido o lono ocurrido en lo que se puede considerar el eje social, poltico y econ-mico que comprende La Habana-Matanzas haya ocupado y absorbido,como un agujero negro, la autora de la historia de la isla olvidando alresto del territorio.

    En el caso de la poca y los acontecimientos a que haremos men-cin en este trabajo es ms que evidente que la historia de La Habanaha merecido toda la atencin de los historiadores y, salvo alguna excep-cin, parece como si los acontecimientos de 1808 solo hubiesen ocurri-do en la capital de la isla. Pero como los acontecimientos posterioresdemostrarn, ciertos sucesos evidenciarn unas desacompasadas

    secuencias en cada uno de los distintos territorios cubanos, especial-mente entre La Habana y Santiago;2as pues, la crisis de 1808-1809 seva a manifestar en Santiago de Cuba con especial relevancia y con mati-ces diferenciadores respecto a La Habana. No obstante, antes de entraren el anlisis que nos proponemos, conviene aclarar las causas de esteolvido y ese encono entre las dos ciudades ms importantes de la isla.

    EN CUBA... LA ISLA HERMOSA

    DEL ARDIENTE SOLEn apenas unos meses, en el 2014, Santiago de Cuba llegar al

    trmino de sus primeros quinientos aos de vida. Son cinco siglos dehistoria los que contemplan la ciudad capital del Oriente de la isla a lolargo de los cuales, como otras muchas ciudades levantadas por loseuropeos en el vasto mundo americano, a travs de un largo y tortuosocamino ha terminado siendo lo que los habitantes que fueron, los queson, los que la visitaron y los que la dejaron han deseado y han soadoque fuera... aunque a nuestro juicio, una de las premisas esenciales

    para la formacin de determinada identidad de la ciudad de Santiago laconfiere el proceso histrico de su composicin poblacional, proceso quehemos estudiado con detenimiento.3Hay otros factores no menos deci-sivos que van a jugar un papel esencial en ese proceso identitario.

    2. Nos referimos a los sucesivos perodos constitucionales, especialmente en 1836 con laproclamacin de la Constitucin del Doce por parte del gobernador de Cuba (en la poca,Santiago se denominaba como Cuba), Manuel Lorenzo, y la actitud del capitn general

    Tacn, gobernador general de la isla.

    3. Juan Andreo Garca, La conformacin de identidades urbanas y procesos de exclusinsocial: la poblacin de Santiago de Cuba durante el siglo XIX, en Luca Provencio Garrigs,Abarrotes. La construccin social de las identidades colectivas en Amrica Latina, Murcia,Universidad de Murcia, 2006, pp. 281-318.

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    De lo que no cabe duda es de que la ciudad fue adquiriendo supropia identidad, su propia manera de ser como algo que parece etreo,inaprensible, pero que desempea un papel decisivo en su devenir his-trico pasado, presente y futuro. Tales procesos de conformacin iden-titaria se aglutinan en torno a numerosos y variados elementos de todotipo y que la mayora de las veces no son inocentes, muy al contrario,son manipulados y dirigidos por determinados intereses,4a la manera ytal como algunos autores (Hobsbawm, Anderson ...) nos han hecho com-prender mediante el concepto y la idea de tradiciones inventadas o ima-ginadas.5

    Durante los siglos XVI y XVII, la isla de Cuba fue una colonia espa-ola sin mayor importancia econmica. Solo por su ubicacin geogrficaen el centro y salida del seno mexicano6obtuvo un cierto grado de inte-

    rs para la monarqua espaola; a pesar de todo, era un territorio congrandes riquezas naturales, apto para alcanzar un gran desarrollo agr-cola, especialmente por la gran fertilidad de sus suelos.7

    Ya en pleno siglo XVIII, ser cuando la isla alcance el nivel deimportancia que mantuvo, para la metrpoli, hasta finales del siglo XIX,momento en que se produce la Independencia.8A partir, sobre todo dela segunda mitad del XVIII se dieron toda una serie de circunstancias yacontecimientos que vinieron a incidir en este cambio radical de estatusde la isla, primero, claro, las guerras con Inglaterra y sobre todo la toma

    de La Habana por los Ingleses en 1762; tuvo tambin una vital impor-

    4. No hace mucho acabamos un proyecto de investigacin cuyo principal objetivo fue preci-samente ese: cmo la creacin de un determinado imaginario corresponde a un diseoprevio de determinados grupos sociales. Algunos de cuyos resultados pueden consultarseen Juan Andreo Garca, Representar para existir: escenarios de poder y vida cotidianaen la Cuba del XIX, en Juan Andreo Garca, et al., Fiesta, juego y ocio en la Historia,Salamanca, Universidad de Salamanca, 2002, pp. 219-236. Juan Andreo Garca, Cubaen la retina europea: la litografa cubana del XIX y la formacin del imaginario colectivo,en Roland Forgues, edit., Europe Amrique Latine l`aube du troisime millnaire. Regards

    croiss, Lima, Universidad de San Marcos, 2001, pp. 100-114. Juan Andreo Garca, Sobrela construccin del Imaginario: la mulata en la litografa cubana del XIX. Una propuestade investigacin (II), en Juan Andreo Garca y Roland Forgues, edits., Ser mujer y tomar lapalabra en Amrica Latina... pensar y escribir, obrar y reaccionar,Murcia-Pau, Universidadde Murcia, 1999, pp. 32-39.

    5. Citado por Luis Duno Gottberg, Solventando la diferencias. La ideologa del mestizaje enCuba, Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2003, p. 25. Segn este autor, para Hobsbawmla invencin de las tradiciones constituye una serie de prcticas gobernadas por reglastcitas o explcitas, y de rituales de naturaleza simblica, los cuales persiguen inculcarciertos valores y normas de conducta mediante la repeticin.

    6. Franklin W. Knight,Slave society in Cuba during the nineteenth century,Wisconsin, University

    of Wisconsin Press, 1970, p. 4.

    7. Julio Le Riverend Brusone, Problemas de la formacin agraria de Cuba, siglos XVI-XVII, La

    Habana, Ciencias Sociales, 1991.8. Para comprender en detalle ese proceso que dura prcticamente una centuria, ver Juan

    Jos Snchez Baena, El terror de los tiranos. La imprenta en la centuria que cambi Cuba,1762-1868, Castelln de la Plana, Universitat Jaume I, 2009.

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    tancia la entrada en el escenario mundial de los Estados Unidos deNorteamrica y, por supuesto, la Revolucin francesa con sus conse-cuencias directas en el Caribe; acontecimientos que favorecieron, entreotras cuestiones,9un ascenso en la produccin y exportacin agrcola,no solo del azcar, sino de nuevos productos como el caf, el tabaco y,ms tarde y aunque solo por corto tiempo, el algodn. Ese boomecon-mico ser el motor que arrastre toda la vida social, poltica y cultural dela que se va a convertir en la Perla de las Antillas. Pero adems, talesacontecimientos, sobre todo la situacin derivada de las guerras conInglaterra, dan la sensacin de que fueron causa de un enorme procesode remodelacin imperial que tuvo especial incidencia en Cuba; esevasto proceso se conocera como Reformismo Borbnico y que arrastra-ra consecuencias transcendentales, tantas que, coincido plenamente

    con Federica Morelli cuando afirma que la reflexin o anlisis sobre lasindependencias latinoamericanas no pueden pasar por alto un anlisisen profundidad de la poca borbnica.10 En el caso de la historia deCuba lo es an ms, si cabe.

    Si partimos de esta afirmacin y analizamos la primera mitad delsiglo XVIII, tal y como ya se ha venido haciendo,11tendremos que poneren sordina la tradicional afirmacin de que la toma de La Habana, porparte de los ingleses en 1762,12fue el acontecimiento que divide la his-toria de Cuba en dos edades: la primera que se ha venido denominandocomo una Edad Media, y la segunda como la etapa de desarrollo ymodernizacin que, por seguir el smil, introduce a Cuba en la EdadModerna.

    9. Ver Juan Andreo Garca, Han leido a Proudhom, andan en berlina, aman la libertad, y tienenesclavos, prlogo a la obra de Juan Jos Snchez Baena, El terror de los tiranos, supra, pp. 7-25.

    10. Federica Morelli, Territorio o nacin. Reforma y disolucin del espacio imperial en Ecuador,1765-1830, Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2005, p. 19.

    11. Hoy ya, esa visin un tanto sesgada sobre la historia de Cuba, se est logrando superargracias a estudios recientes. Entre otros, Alejandro de la Fuente, Decadencia o creci-

    miento? Poblacin y economa en Cuba, 1530-1700, en Arbor, monogrco:Races hist-ricas del pueblo cubano, I, Nos. 547-548, Madrid, 1991, pp. 11-37. Celia Parcero Torre,La prdida de la Habana y las reformas borbnicas en Cuba, 1760-1773, vila, Junta deCastilla y Len/CEC, 1998. Mara Dolores Gonzlez Ripoll, Una historia en minsculas:la isla de Cuba antes de la ocupacin britnica de 1762, en Revista de Extremadura, No.22, enero-abril, 1997, pp. 93-104. Allan Kuethe, Cuba, 1753-1815. Crown, Military andSociety, Knoville, University of Tennessee, 1986. Pablo Tornero, Crecimiento econmicoy transformaciones sociales. Esclavos, hacendados y comerciantes en la Cuba colonial,1760-1840, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1996, y como bien dicenalgunos de ellos, es mejor referirse a ese siglo XVIII cubano como de continuidad y ruptura,continuidad en el crecimiento y desarrollo y ruptura en la especializacin azucarera. Miguelngel Puig-Samper, Consuelo Naranjo Orovio y Armando Garca Gonzlez,Ensayo polticode la isla de Cuba. Alejandro de Humboldt, Madrid, Doce Calles, 1998, p. 62.

    12. Como consecuencia de la Alianza franco-espaola durante la Guerra de los siete aos,Inglaterra ocupa La Habana durante once meses; para un breve relato de los aconteci-mientos, ver Mercedes Rivas, Literatura y esclavitud en la novela cubana del siglo XIX,Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1990, pp. 15 y ss.

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    Juan Andreo Garca40

    diera y delimitara las recientes actividades econmicas y las pretensio-nes de carcter ilustrado insertas en la mentalidad de los rectores delmundo hispnico.

    Econmica y socialmente el proceso fue muy lento, pues implicabauna fuerte reestructuracin mental, y hasta finales del siglo XVIII noempezaron a verse sus frutos, que quedaron en gran parte truncados alprecipitarse acontecimientos polticos y muchas de las pretendidasmejoras se limitaron a una minora o quedaron en meras iniciativas.Con todo, contra lo que habitualmente se piensa, las colonias hispano-americanas en ms de una ocasin se beneficiaron de las medidas de sumetrpoli ms que esta misma.23No cabe duda de que el fenmeno deesa evolucin poltica, social y econmica acontece de forma paralela aambos lados del Atlntico, pero habra que matizar que en cada uno de

    los espacios con un tiempo diferente.En un primer momento se va a producir un cambio de mentalidad

    poltica que impone una centralizacin, una censura y un control detoda actividad econmica, cientfica o cultural; pero todo esto, lejos deser negativo, supuso una situacin especialmente fructfera, ya que per-miti un despegue econmico coadyuvado por circunstancias coyuntu-rales internacionales. En un segundo momento, iniciado ese proceso, demanera lenta pero efectiva, fue evidencindose y hacindose visible entodo su esplendor a finales del XVIII.

    Con todo, el boomazucarero se convirti en motor esencial de laevolucin de la