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    Consideraciones sobre post- hegemona: entrevista con Jon Beasley-Murray

    Revista De/rotaR1

    1. Podras referirte brevemente a tus intereses tericos y polticos, y luego explicarnos

    cul es tu relacin con Amrica Latina?

    Mis intereses tericos estn referidos a la teora poltica y cultural en el ms amplio

    sentido posible. Me interesa el problema que, por ejemplo, Gilles Deleuze y Flix Guattari

    consideran como el ms importante problema de la filosofa poltica, es decir, porqu

    los hombres luchan por su servidumbre tan obstinada y apasionadamente como si se

    tratara de su salvacin?. Por supuesto, esta es la cuestin a la cual la teora de la

    ideologa y, de forma ms general, la teora de la hegemona intentan proveer una

    respuesta: en resumen, se argumenta que la gente lucha por su servidumbre en primer

    lugar porque son persuadidos de hacerlo. Nunca he considerado esta respuesta

    demasiado convincente.

    Yo crec bajo el gobierno de Margaret Thatcher y mis primeras experiencias con la poltica

    formal estn referidas a varios tipos de compromiso con el Partido Laborista ingls en

    momentos de su contraccin. Era un activista y organizador (aunque en un sentido

    bastante secundario) incluso antes de que tuviera la edad suficiente para votar, ya estaba

    absolutamente apasionado con la poltica aun cuando sin direccin clara. Por ejemplo, en

    un cierto momento algunos trataron de reclutarme en la tendencia Militante, una

    organizacin trotskista entrista que fue ms tarde expulsada del partido, despus de

    1 Jon Beasley-Murray es profesor de literatura y cultura latinoamericana en el Department ofFrench, Hispanic and Italian Studies, University of British Columbia, Vancouver, Canad. Hapublicado activamente sobre la relacin entre teora continental contempornea y Amrica Latinaen general. Su libro, Posthegemony, largamente esperado, saldr este ao, y las siguientes preguntasestn orientadas a ste. (Entrevista diseada por Sergio Villalobos-Ruminott y Ral RodrguezFreire. Traducida del ingls por Sergio Villalobos-Ruminott y Marlene Beiza Latorre, enero del2009).

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    mucho debate y polmica. Uno de mis roles principales en el partido fue la de oficial de

    educacin poltica para mi seccin local. Nunca me pareci, sin embargo, que la falta de

    educacin era realmente la razn de las repetidas derrotas electorales del Partido

    Laborista.

    A la vez, el populismo de Thatcher nunca tuvo que ver realmente con la construccin del

    consenso. Desde mediados hasta fines de los aos 1980a fueron aos realmente

    conflictivos en la vida poltica britnica, mucho ms por cierto de lo que ha ocurrido con la

    vida poltica posterior. Recuerdo la huelga de mineros de 1984 y las protestas por las

    polticas de impuestos de 1990.

    Fue en medio de todo esto que me embarqu hacia Amrica Latina. Mi relacin con esta

    regin es casi totalmente accidental: un ao antes, en cambio, haba planificado ir a Hong

    Kong y Nueva Zelandia. Pero esta era la poca de las revoluciones centroamericanas,

    haba bastantes organizaciones de solidaridad articulndose en el Reino Unido,

    particularmente con los sandinistas, y como un adolescente bastante impulsivo y recin

    egresado de la enseanza secundaria me entusiasm con la idea de ir a una zona de

    guerra. De esta forma, aterric en el aeropuerto de Managua a fines del ao 1987, apenas

    conociendo algunas palabras en espaol, pero listo para hacer mi parte por la revolucin.

    Pronto se me hizo obvio que mi contribucin a la revolucin sera bastante mnima: tom

    caf y trabaj en la construccin de un proyecto en Nicaragua, y luego hice algn trabajo

    menor con refugiados internos en El Salvador. Pero este trabajo consisti bsicamente en

    sentarme en una hamaca en alguna comunidad aislada del otro lado del lago Ilopango,

    esperando ensear mi pasaporte britnico si es que alguna vez el ejrcito salvadoreoapareca, lo que nunca ocurri. Mientras tanto, tuve mucho tiempo para leer, lo que hice

    vorazmente. El primer trabajo de teora que le, por ejemplo, me fue prestado por el vice-

    cnsul norteamericano en Costa Rica: S/Z de Roland Barthes el que me impresion

    radicalmente.

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    Despus de nueve meses en Amrica Latina, regres al Reino Unido para asistir a la

    universidad, determinado a sumergirme en la teora, sin importar lo que sta fuese. El

    primer libro que saqu de la biblioteca, en mi primera semana, fue el Anti-Oedipus de

    Deleuze y Guattari (aunque realmente lo le ms de un ao despus). En particular, mi

    universidad me dio bastante libertad para hacer (o no hacer) lo que yo quisiera. As, en un

    momento determinado tom el libro La distincin de Pierre Bourdieu, y ste tambin

    caus una profunda impresin en m. Entonces, volv a Amrica Central por otros nueve

    meses, esta vez comenc en Guatemala donde tuve una experiencia desilusionante y

    clarificadora con una organizacin de derechos humanos horriblemente corrupta,

    cuestin que fue suficiente para desmarcarme del discurso liberal de los derechos por la

    vida. Y as, despus de mi retorno, en mi ao final en la universidad, le a Toni Negri por

    primera vez (Comunistas como nosotros, su libro en conjunto con Guattari).

    A pesar de todos estos intentos y buenos propsitos, mi inters en la teora y mis

    intereses en Amrica Latina estaban en planos separados. Mi ttulo fue en literatura

    inglesa y luego realic un master tambin en literatura inglesa, con un nfasis especfico

    en la teora. Fue slo cuando comenc mi doctorado, en la Universidad de Duke, que (y al

    principio, en contra de mi voluntad) tom cursos acadmicos sobre Amrica Latina. All,

    trabajando con Alberto Moreiras, encontr formas en que las preocupaciones tericas y

    los Estudios de rea podan ser relacionados de manera productiva. De esta forma, aun

    cuando pienso que Amrica Latina es crucial y que es vital pensar la teora desde una

    locacin (obviamente imaginaria) tal como Amrica Latina, para m esta conjuncin

    result ser bastante circunstancial. Pero, la poltica siempre es una cuestin de

    circunstancias.

    2. Qu importancia le asignas al movimiento autonomista / obrerista italiano para

    comprender los procesos latinoamericanos recientes (digamos los ltimos 15 aos)? Ms

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    especficamente, qu potencias le ves todava a la nocin de multitud desarrollada por

    Virno y Negri, entre otros)?

    Para m, los conceptos derivados de la autonoma italiana y del operaismo,

    particularmente pero no slo la nocin de multitud, son fundamentales para comprender

    no slo los ltimos quince aos, sino de hecho Amrica Latina desde la Conquista, sino

    antes. Efectivamente, el concepto de multitud, y las nociones relacionadas de poder

    constituyente y composicin de clases, ofrecen una nueva forma de pensar

    histricamente sobre la regin. Para ponerlo de manera alternativa, la multitud, y el poder

    constituyente que sta expresa, son los nombres para una continuidad que atraviesa las

    variadas cesuras que de otra forma parecen marcar la historia latinoamericana y que,

    ciertamente permiten la periodizacin de los ltimos quince aos, que asumo ustedes

    quieren indicar como el periodo posterior a las llamadas transiciones desde las dictaduras

    en la regin.

    De ah que estoy trabajando ahora en un proyecto que es, precisamente, un intento por

    delinear la multitud latinoamericana desde el siglo XVI al siglo XIX, articulado a travs de

    un estudio sobre la piratera, las insurgencias indgenas y los movimientos por la

    Independencia. En cierto sentido, este proyecto simplemente llena (el bastante grande)

    vaco en la narrativa histrica que a su vez estructura Posthegemony, un libro que

    comienza con el primer viaje de Coln y una discusin sobre el Requerimiento pero que

    luego salta abruptamente al peronismo de los aos 1940s.

    Al mismo tiempo, por lo tanto, cualquier actualizacin del concepto de multitud en un

    estudio de la historia latinoamericana requiere de una bastante rigurosa revisin de lasformas en las cuales el trmino es usado y definido por tericos tales como Virno y Negri.

    Efectivamente, ninguno de ellos tiene mucho que decir sobre la multitud histrica. Negri

    es el que ms se acerca a ella cuando piensa en su libro ms importante, El poder

    constituyente, lo que es (al menos en parte) un recuento del rol jugado por el poder

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    constituyente en una serie de revoluciones desde el comienzo de la modernidad hasta la

    revolucin rusa de 1917. Pero su nfasis est principalmente puesto en la historia

    intelectual, ms que en la historia per se; de hecho, en la Anomala salvaje, Negri logra

    reunir de mejor forma la historia social e intelectual. Recientemente, y especficamente en

    su libro Multitudes (escrito con Michael Hardt), su insistencia est consistentemente en la

    multitud por venir, como si la multitud fuera solamente el resultado predicho de la

    historia, si es que no el fin de la historia en el sentido marxista clsico. Aqu Negri cae en el

    mesianismo.

    La teora de la composicin de clases, sin embargo, que fue central al operaismo, permite

    pensar la multitud de otra forma: como la fuerza social a la cual el capital y el Estado estn

    infinitamente condenados a reaccionar. Mi objetivo es trazar esta dinmica a travs de la

    historia latinoamericana, mostrando como esta multitud constituye la historia. En

    Posthegemonyya he esbozado brevemente como dicha perspectiva podra favorecer una

    reconsideracin de la llamada gran transformacin en Chile desde los aos 1960s hasta

    Pinochet y la actualidad. Para decirlo de otra forma: la teora de la hegemona siempre

    comienza desde el Estado (sin importar cuanto lo critique); el punto sera elaborar una

    perspectiva desde la multitud.

    El aspecto ms difcil de esto es, sin embargo, conceptualizar la cotidianidad de la

    multitud. Si es que el poder constituyente es comn, entonces ste tambin debe ser

    cotidiano o rutinario. No importa cuanto nos advierta Negri de que tenemos que pensar el

    poder constituyente (y la multitud) ms all de los trastornos revolucionarios durante los

    cuales el poder constituido est, aunque sea brevemente, en suspenso; de hecho (y esto

    es quizs otra versin de su mesianismo) l es propenso a ver trastornos revolucionariosen todos lados y en base a esto, l diagnostica la presencia del poder constituyente.

    Desafortunadamente, no estoy seguro de que mi proyecto sobre la multitud

    latinoamericana, con su nfasis en la piratera, las insurgencias y los movimientos

    independentistas ayudar a despejar la impresin de que la multitud slo se hace

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    conocida a s misma en momentos de excepcin. Quizs el punto sea mostrar que la

    piratera, por ejemplo, es cotidiana. O quizs aqu debamos aprender algo de los estudios

    culturales y sus preocupaciones fundamentales, al menos como stas se presentan en el

    trabajo de Raymond Williams con la nocin de lo ordinario. En este sentido, la multitud

    sera ordinaria.

    3. Cmo comprendes la relacin entre multitud y subalternismo, y entre subalternismo y

    marxismo?

    Veo al subalternismo como un primer paso vital hacia la multitud: necesario pero no

    suficiente. Despus de todo, los historiadores subalternistas tales como Ranajit Guha

    estaban entre los primeros que provocaron una sistemtica reconsideracin del concepto

    de hegemona. An ms, los subalternistas, al menos en su primera generacin, se

    adscribieron a este posthegemnico contenido positivo exterior a la interpelacin

    hegemnica. En otras palabras, el subalterno no es simplemente el afuera constitutivo de

    la hegemona (ni Laclau ni ciertamente Gramsci habran tenido algn problema con esta

    idea); el subalterno posee una lgica y una forma de organizacin que le es propia y que

    no puede ser aprehendida por la hegemona.

    Al mismo tiempo, el subalternismo siempre tiende a la negacin. La definicin fundacional

    del subalterno de Guha, por ejemplo, se realiza en trminos de lo que ste no es: el

    subalterno no es la elite; es la diferencia demogrfica entre el total de la pob lacin india

    y todos aqullos que no han sido descritos como elite . En este sentido, el subalterno

    difcilmente aproblema la nocin de hegemona; ciertamente, descansa en ella para supropia constitucin. El subalternismo mantiene la concepcin de un afuera y un adentro,

    de la exclusin y la inclusin, sobre la cual descansa toda la teora de la hegemona.

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    En la prctica, sin embargo, los anlisis histricos y antropolgicos realizados por el Grupo

    de estudios subalternos esbozan un paisaje diferente. El subalterno termina estando en

    todos lados. Precisamente la ansiedad de la elite y por lo tanto, la lgica paranoica de su

    prosa de la contrainsurgencia resultan del hecho que sta no sabe cmo comportarse:

    hay signos potenciales de rebelin en todos lados. Los motines indios amenazan con

    convertirse en rebeliones generalizadas.

    As, el concepto de multitud nos permite radicalizar el subalternismo. Una vez ms, si la

    multitud es ordinaria, est en todos lados, en los poros de la sociedad. Si el subalternismo

    tiende a favorecer un tipo de reductio absurdam mediante el cual la gente estaba

    buscando los oprimidos de los oprimidos (Rigoberta: indgena, quich hablante, mujer, por

    ejemplo), nosotros por el contrario debemos afirmar que la multitud est tanto adentro

    como afuera. Efectivamente, la multitud disuelve la diferencia entre ambas. La gran

    diferencia, en cambio, es entre poder constituyente y poder constituido, entre

    trascendencia e inmanencia, y entonces el reconocimiento de que el poder constituido es

    poder constituyente visto desde otra perspectiva, se despliega contra s mismo.

    Ms an y este es un argumento relacionado, el subalternismo siempre encuentra difcil

    escapar del marco nacional sin importar hasta que punto su articulacin fundante est

    directamente dirigida contra todas las sobre-codificaciones nacionalistas de las

    insurgencias subalternas. Esta debilidad fue especialmente notoria en la versin

    latinoamericanista del subalternismo en la cual por una extraa inversin (por ejemplo, en

    el trabajo de John Beverley) el subalterno deviene el motor de los movimientos de

    liberacin nacional y sus proyectos por la hegemona guatemalteca o nicaragense, por as

    decirlo. An cuando, los subalternistas sudasiticos no sentan sino desdn incluso por elmejorintencionado de los nacionalismos!

    Por otro lado, respecto a la relacin entre subalternismo y marxismo, francamente no

    creo que haya alguna al menos al principio. Excepto que, en la medida en que el

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    subalterno tiene una conexin con lo Real (o con alguna versin de lo Real) ste es al

    menos un paso hacia un materialismo ms riguroso. Pero sta no fue la forma en que el

    subalternismo fue comprendido, al menos no dentro del latinoamericanismo. Incluso

    Moreiras, quien en alguna forma se mantiene ms apegado a la promesa original del

    subalternismo, enfatiza sobretodo el rechazo subalterno, el rechazo de la indiferencia y

    del no-amigo. Pero como seal Mario Tronti en los aos 1960s, el rechazo slo puede

    ser una estrategia y un primer paso de sta. (El rechazo es el que es estratgico, no el

    esencialismo). El prximo paso tiene que ser la autovaloracin.

    4. Desde Gramsci a Laclau cierto pensamiento poltico de la izquierda ha estado

    fuertemente marcado por la idea de hegemona, podras decirnos a qu te refieres con la

    nocin de post-hegemona?

    La nocin de posthegemona se refiere a dos observaciones, provenientes de una frase

    adaptada de Deleuze y Guattari: no hay hegemona y nunca ha habido. En primera

    instancia, esta observacin apunta a que el consenso difcilmente caracteriza a la sociedad

    contempornea. El pueblo no puede ser tan tonto, y aun la vida se desenvuelve de la

    misma manera. En otras palabras, esta es una versin de algo as como la tesis de la post-

    ideologa que se encuentra en autores como Slavoj iek.

    Pero ms interesante an, creo, es la observacin de que la vida se desenvuelve de la

    misma manera en ausencia de un proyecto hegemnico exitoso hoy en da, entonces no

    hay ninguna razn para pensar que estos proyectos han existido previamente. En otras

    palabras, nuestra actual poca post-ideolgica quizs muestra que la ideologa siempreestuvo en bancarrota. O incluso, que sta fue siempre una ideologa decorativa, derivada,

    de segundo orden, en un sentido parecido al de las ideas fuera de lugar , descritas por

    Roberto Schwarz para Brasil. Por lo tanto, no se trata tanto de que hayamos terminado

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    con la hegemona, sino que hemos terminado con la hegemona de la hegemona, con la

    nocin de que hubo en algn tiempo pasado una hegemona que asegur el orden social.

    Entonces, el desafo para una teora de la posthegemona es, primero, responder a la

    pregunta para la cual la hegemona pareca en algn momento tener una respuesta

    convincente (porqu los hombres luchan por su servidumbre tan obstinada y

    apasionadamente como si se tratara de su salvacin?), y a la vez, ser capaz de explicar la

    fuerza de esta hegemona de la hegemona, la ilusin de que la hegemona es algo ms

    que ilusoria.

    Al tratar de esbozar tal teora, trabajo con Negri, Deleuze y tambin con Bourdieu de

    quienes tomo sobretodo los conceptos de multitud, afecto y habitus, respectivamente.

    Quiz sea el concepto de afecto el ms importante de stos, en la medida en que tanto el

    habitus como la multitud pueden ser vistos como formas de afecto. Y la nocin deleuziana

    de afecto, la que a su vez proviene de Spinoza, se refiere bsicamente a la relacin entre

    cuerpos: el poder que tiene un cuerpo, en s mismo y en la medida en que se articula con

    otros y produce cuerpos nuevos y compuestos, capaces de afectar y ser afectados. El

    afecto traza una lnea de fuga y a la vez, como el habitus, estructura las regularidades

    rtmicas a travs de las cuales el Estado se presenta a s mismo de manera inmanente en

    el lugar ms elevado como dice Bourdieu, de las palabras y de los conceptos.

    De aqu entonces que la posthegemona apunta a la doble inscripcin del Estado: por un

    lado, como una cuasi-causa trascendente, la que aparece como autora de las estrategias

    hegemnicas; y por otro lado, como una serie de procesos inmanentes o, mejor an,

    resonancias o repeticiones estructuradas. Para este ltimo caso, uno de los ejemplosfavoritos de Bourdieu envuelve las maneras, la forma, como el seala, en que le es

    asignado un cuerpo a los valores, son corporizados, por la persuasin oculta de una

    pedagoga implcita que puede inseminar una cosmologa completa a travs de rdenes

    tan insignificantes como sintate bien o no tomes el cuchillo con la mano izquierda.

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    Finalmente, y de manera ms crucial, la posthegemona expresa una preocupacin con la

    relacin entre estos dos niveles: entre lo inmanente y lo trascendente, y as con los

    mecanismos de conversin que presentan el habitus como opinin, el afecto como

    emocin y la multitud como pueblo. En resumen, con las formas en las cuales el poder

    constituyente deviene en poder constituido, y la serie de inversiones por las cuales los

    efectos llegan a ser causas, y la hegemona llega a ser poltica tout court.

    Por supuesto, como demuestra la nocin inmediata (temporal) de posthegemona,

    deshacerse de la nocin de hegemona no puede ser suficiente. Puede ser que la doble

    inscripcin del Estado est ahora participando de esto, lo que Deleuze llama la sociedad

    de control y sin importar lo que diga alguien como Negri, no es para nado claro que ahora

    estemos ms cerca del fin de la historia. De esta manera, la posthegemona tambin

    envuelve una actitud de alguna manera ambivalente hacia todos sus conceptos claves: el

    afecto no es simplemente revolucionario; el habitus no es meramente conservador, y no

    hay ninguna buena razn para apostar nuestra fe en una multitud que podra ser

    igualmente mala o buena.

    5. Nos gustara que comentaras brevemente tus ideas sobre: partido, ideologa, clases,

    estudios culturales, populismo y movimientos sociales.

    Partido. No estoy seguro de tener algn uso interesante de esta nocin. A la vez, no veo

    ninguna razn de porqu esta nocin no podra ser recuperada desde su obviodesprestigio. Los partidos tienden a sufrir de todos los problemas y debilidades comunes a

    cualquier burocracia o jerarqua. Pero, el partido podra ser simplemente el nombre para

    un proyecto en comn, si nos enfocamos a al experiencia bsica de sus miembros. En

    otras palabras, como con cualquier otra organizacin, el punto es diferenciar la auto-

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    representacin del partido de su rol como vehculo de movilizacin y (quizs contra-)

    comunidad, es decir, como ste es vivido en sus bases. Para retomar brevemente un tono

    autobiogrfico: cuando, despus de seis aos de vivir en Estados Unidos haciendo mis

    estudios graduados, retorn al Reino Unido, una de las primeras cosas que hice fue

    reinscribirme en el Partido Laborista. Por supuesto, ahora estbamos a fines de los aos

    1990s y en el despertar de un triunfo caracterizado por haber derrotado finalmente a los

    Conservadores, despus de trece aos. No pas mucho tiempo antes de que renunciara al

    partido, principalmente disgustado por la forma en la cual ste alimentaba cnicamente la

    histeria sobre la inmigracin y sobre los falsos buscadores de asilo. Ms an, no me

    entromet en actividades polticas prcticas del partido de la misma forma en que lo haba

    hecho en los aos 1980s. Pero el punto era que al reinscribirme en el partido estaba

    firmando (simblicamente) una declaracin sobre mi deseo de ser parte de un tipo

    particular de comunidad. Y no hay nada malo con eso.

    As, quizs extraamente, sospecho que terminar siendo mucho ms positivo sobre la

    nocin de partido que sobre los otros conceptos que ustedes han mencionado.

    Ideologa. Un concepto execrable, decan Deleuze y Guattari, que oculta los problemas

    reales, los cuales son siempre de naturaleza organizacional. No veo ninguna buena razn

    para estar en desacuerdo. Al mismo tiempo, el efecto de la ideologa (esto es, la ideologa

    como un efecto, no los efectos que le son imputados a ella) necesita ser explicado, aunque

    precisamente en trminos de organizacin, de organizacin de los cuerpos, los afectos y

    los habitus.

    Clases. Clase es una de las formas en que la multitud est formada, o deformada. Negri yVirno tienden a enfocarse en la diferenciacin entre multitud y pueblo y, en ciertas

    ocasiones, Negri incluso sugiere que la multitud es una clase (el proletariado), o al menos

    la culminacin de una serie de recomposiciones de clase que nos llevara desde los

    trabajadores calificados hasta el obrero masa y hacia el obrero social, y as hasta la

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    multitud. Esta versin final de la multitud es, como he indicado, de poco inters para m,

    puesto que posiciona a la multitud en un tipo de telos post-fordista. Conceptualizar la

    multitud como clase es de poca ayuda, aun cuando se recurra a la nocin de proletariado

    como clase universal, la clase que pondra un fin a todas las clases. Puesto que esto

    abolira la especificidad histrica y sociolgica. Me parece mejor pensar sobre las formas

    en que la multitud y la clase, como la multitud y el pueblo, estn en tensin permanente, y

    trazar las vicisitudes de esa tensin en diferentes circunstancias y periodos. Esa sera la

    forma de recuperar el concepto de clase, aunque desconozco si alguien est haciendo este

    tipo de trabajo hoy en da.

    Estudios culturales. In Posthegemony, presento una fuerte crtica de los estudios

    culturales, por su detencin en nociones como hegemona y articulacin, por su

    consecuente populismo, y por su casi completa ceguera a las instituciones y, sobre todo, al

    Estado. Por otro lado, este es un campo bastante amplio y variado, y contiene mucho que

    es de valor an a pesar de s mismo. Mi crtica de los estudios culturales intenta ser

    especfica, enfocndose en lo que considero un elemento clave, y trabajando a travs de

    las ramificaciones de este elemento. No simpatizo para nada con aquel tipo de

    consideraciones sobre los estudios culturales que son tan comunes, especialmente en

    Amrica Latina, como aquellas que los conciben como un tipo de proyecto intelectual neo-

    colonial. Efectivamente, por contraste, trato de trazar el contexto latinoamericano de

    emergencia de algunos conceptos claves de los estudios culturales, por ejemplo, leyendo a

    Laclau en el contexto argentino. Esto es lo que he llamado la historia secreta de los

    estudios culturales. Quizs frente a la crtica de que los estudios culturales han devenido

    demasiado contextuales, demasiado sumergidos en las minucias de infinitas relecturas de

    fenmenos culturales concretos, o de que estos se han vuelto demasiado auto-reflexivos,contando infinitamente sus propias historias, mi sugerencia sera que de hecho los

    estudios culturales se mantienen insuficientemente contextualizados.

    Populismo. Ver estudios culturales.

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    Movimientos sociales. El otro lado de mi crtica es una discusin de la teora de la sociedad

    civil, dentro de la cual los movimientos sociales o, en cambio, los llamados nuevos

    movimientos sociales- juegan un rol prominente. Pero, en s mismo, el concepto de

    movimiento social es suficientemente amplio y vago como para decir mucho y nada. Hay

    muchos tipos de movimientos, algunos buenos, otros malos, la mayora un poco de

    ambos. El argumento en mi crtica de la teora de la sociedad civil, sin embargo, es que

    cualquier teora que pretenda dominar tales movimientos, termina regulndolos e incluso

    condenndolos por su entusiasmo, su fanatismo y su fundamentalismo. Si se pudiera decir

    as, soy ms favorable a dichos movimientos que sus supuestos defensores. En el fin, los

    movimientos sociales siempre terminan por amenazar a la sociedad civil; hay algo incivil

    en ellos, quizs porque incluso los que mejor se comportan entre ellos siempre posicionan

    la posibilidad de su propia autonoma. Y cuando ocurre esto, se revela que tambin son

    una expresin (no importa cuan desfigurada) de la multitud. Lo que no implica afirmar que

    ellos siempre deben ser patrocinados: en Posthegemony examino Sendero Luminoso

    como un movimiento social, aunque sin mayor simpata hacia los objetivos de Sendero, y

    menos an hacia sus mtodos. Totalmente por el contrario: el desafo, que tomo y adapto

    de la conclusin de Culturas hbridas de Nstor Garca Canclini, es cmo ser

    fundamentalista, sin ser Senderista.

    6. Finalmente, podras sealar brevemente cules son las lneas que atraviesan

    Posthegemony, tu libro de prxima aparicin, considerando sobretodo el rol que en el

    juega el Chile contemporneo.

    Posthegemony intenta sintetizar algunos de los argumentos que he estado presentando

    aqu. Este comienza con una crtica: primero una crtica de los estudios culturales y del

    populismo mediante una discusin del concepto de hegemona y una lectura de Laclau;

    luego, una crtica de la teora de la sociedad civil y del neoliberalismo a travs de una

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    lectura de Jean Cohen y Andrew Arato. Y contina con la constitucin: esbozando una

    teora de la posthegemona que es favorable y crtica a la vez de Deleuze y el afecto,

    Bourdieu y el habitus, y Negri y la multitud.

    Entramado con este argumento terico hay una serie de estudios de caso tomados desde

    Amrica Latina. Uno de estos casos es sobre Chile, y ste acompaa el argumento sobre

    habitus. Aqu examino los llamados nuevos movimientos sociales y las protestas contra la

    dictadura de Pinochet a mediados de los aos 1980s. Me refiero primero a la quizs

    sorprendente brevedad de estos movimientos: ellos aparecieron rpidamente y despus

    desaparecieron sin trazo aparente. La mayora de los recuentos de estas protestas, que

    son casi uniformemente celebratorias, desconsideran esta peculiar temporalidad en un

    silencio casi vergonzoso. Un buen ejemplo es el trabajo, quizs estndar en ingls, de

    Cathy Schneider, Shantytown Protests in Pinochets Chile. Por contraste, prefiero el

    bastante menos conocido libro de Ton Salman, The Diffident Movement, y como l sugiero

    que la nocin de habitus de Bourdieu ayuda a explicar la timidez del movimiento. Sugiero

    que el habitus ayuda a explicar tanto el estallido de las protestas, el movimiento de

    autovaloracin, y tambin su evanescencia, su rpida rutinizacin. En resumen, los

    movimientos sociales chilenos ilustran la dualidad o la ambivalencia del habitus, el cual es

    tanto una fuerza profundamente conservadora como la expresin de un conatus o lucha

    para continuar existiendo, lucha que puede provocar las rupturas ms violentas. En el

    captulo final sobre la multitud, vuelvo a los casos de estudios previamente discutidos. Al

    retornar al anlisis de Chile, trato de mostrar (como ya mencion) como el concepto de

    multitud ayuda a explicar de mejor forma las continuidades de la historia chilena reciente,

    de los 60s hasta el presente.

    Quiero decir que el libro debiera estar finalizado a fines de este ao, pero un borrador

    est disponible en mi blog (http://posthegemony.blogspot.com). Cualquier comentario,

    crtica u observacin sern bienvenidas. Espero comenzar una nueva serie de dilogos ms

  • 7/30/2019 Interview Derrotaspanish

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    que pretender que la posthegemona (o ciertamente Posthegemony) es el fin de la

    historia.

    Vancouver, enero del 2009.