interseccionalidad de género y edad como marco analítico

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Interseccionalidad de género y edad como marco analítico en violencia de pareja hacia mujeres mayores Diana Alejandra Viáfara Guacaneme Trabajo presentado como requisito para obtener el título de profesional en Psicología Director: Ana Lucia Jaramillo Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Psicología Bogotá D.C 2018

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Page 1: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

Interseccionalidad de género y edad como marco analítico en violencia de pareja

hacia mujeres mayores

Diana Alejandra Viáfara Guacaneme

Trabajo presentado como requisito para obtener el título de profesional en

Psicología

Director: Ana Lucia Jaramillo

Universidad de los Andes

Facultad de Ciencias Sociales

Departamento de Psicología

Bogotá D.C

2018

Page 2: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

1

Contenido Problema ................................................................................................................................................... 3

Justificación ............................................................................................................................................. 4

Marco teórico .......................................................................................................................................... 6

Género ........................................................................................................................................................... 6

Interseccionalidad ....................................................................................................................................... 8

Revisión Bibliográfica ......................................................................................................................... 10

Violencia de Pareja ................................................................................................................................... 10

Adultez Mayor ........................................................................................................................................... 12

Género y Vejez .......................................................................................................................................... 14

Violencia en la Vejez ............................................................................................................................... 15

Violencia de Pareja en la Vejez ............................................................................................................. 16

Diseño de Investigación ....................................................................................................................... 18

Metodología ............................................................................................................................................... 19

Participantes ............................................................................................................................................... 19

Instrumento .................................................................................................................................................. 1

Análisis ......................................................................................................................................................... 1

Criterios de calidad ..................................................................................................................................... 2

Procedimiento .............................................................................................................................................. 3

Resultados ................................................................................................................................................ 4

Manifestaciones de la violencia............................................................................................................... 4

Consecuencias de la violencia ................................................................................................................. 9

Respuestas a la violencia......................................................................................................................... 11

Proceso de Salida ...................................................................................................................................... 13

Percepción de la violencia ...................................................................................................................... 15

Sobre las canas, ser mujer y experimentar violencia por parte de la pareja ................................ 18

Lo que traen las canas. ........................................................................................................................ 22

Tener canas y ser mujer ante la violencia de pareja. ................................................................... 25

Discusión ................................................................................................................................................. 27

Limitaciones del estudio ......................................................................................................................... 31

Implicaciones para próximas investigaciones .................................................................................... 32

Referencias ............................................................................................................................................. 34

Anexos ..................................................................................................................................................... 39

Page 3: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

2

Interseccionalidad de género y edad como marco analítico en violencia de pareja

hacia mujeres mayores

“Hoy, una de nuestras luchas más grandes, como nación, es hacer de

América un lugar seguro para envejecer”. - Lisa Nerenberg

La violencia de pareja es un fenómeno que demuestra cómo los conflictos estructurales

de la sociedad colombiana se proyectan en el cuerpo de las personas. Aquí, se encuentra

que las mujeres son las principales víctimas de maltrato físico y económico (Profamilia,

2015). Sin embargo, los estudios de medición de la violencia se han enfocado en las

mujeres en edad reproductiva (19-49 años) (por ejemplo, la Encuesta Nacional de Salud

del 2015). Si bien los estudios e investigación se concentran en la población antes

mencionada, existen otros grupos etarios en dónde no se da la misma proporción de

investigación, diseño e intervención, como en el caso de los adultos mayores. En

Latinoamérica, la investigación sobre el estudio de la violencia doméstica en adultos

mayores es más acotada, y menos tomada en cuenta en comparación a otros estudios de

violencia infantil, violencia en el noviazgo, violencia en mujeres en edad fértil (Hurtado

y Fríes, 2010).

En países como Colombia, se han hecho estudios gubernamentales que miden la

prevalencia del maltrato al adulto mayor, sin embargo, no hay claridad sobre el agente

victimario. Así, por ejemplo, la Encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE,

2015) identifica a las mujeres mayores como las principales víctimas de violencia, física

(4%), psicológica (14.4%), sexual (0.5), y de negligencia (9.6 %) en comparación con

los hombres. A pesar de esto, en esta encuesta no se diferencia entre quiénes son los

miembros del núcleo familiar que pueden ser los victimarios, y los agentes externos que

victimizan a la población mayor (SABE, 2015). En breve, la violencia estudiada contra

adultos mayores no permite distinguir si se da en el marco de una relación de pareja o

en otro tipo de relación.

Por otro lado, la Encuesta Nacional de Salud (ENDS) presenta un análisis

pormenorizado de la violencia de pareja, diferenciada por sexo, victimario, nivel de

escolaridad, condiciones socioeconómicas, entre otras, permitiendo identificar factores

de vulnerabilidad y riesgo frente a la posibilidad de sufrir violencia de pareja. Sin

embargo, la encuesta anterior no aborda la población de adultos mayores. De acuerdo

con lo anterior, se carece de información contundente que permita comprender la

magnitud y relevancia de este problema en nuestra sociedad.

Page 4: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

3

Además, resulta relevante entender mejor la violencia de pareja en la adultez

mayor, considerando que las personas mayores se encuentran en una condición de

vulnerabilidad. En este sentido, podría hablarse de factores como la vulnerabilidad

económica, vulnerabilidad física, segregación social, que pueden por ejemplo interferir

en la posibilidad de reportar agresiones o llegar a ser estigmatizadas. El efecto anterior

genera en la investigación e intervención, información no representativa de las

problemáticas sociales y de salud.

Así, el panorama en Colombia frente a la violencia en mujeres mayores se

enfrenta a tres situaciones: este fenómeno se ha estudiado de una manera limitada; en el

estudio de este no se ha llegado a diferenciar el tipo de violencia que se produce, ni

quiénes son los perpetradores; y la población de estudio se encuentra en una situación

de vulnerabilidad y de acceso restringido que puede dificultar su contacto.

Problema

A nivel general, en Colombia, del total de violencia de pareja reportada en mujeres en

edades reproductivas el 64.1 % equivale a violencia psicológica, el 33.9 % a violencia

física y el 31.1 % a violencia económica, siendo estas dos últimas más prevalentes en

las mujeres que en los hombres (Profamilia, 2015). De acuerdo con la CEPAL

(Comisión Económica para América Latina y el Caribe), estas cifras podrían ser más

altas debido a que, el 90 % de las víctimas no denuncian por temor a represalias de sus

victimarios (ECLAC,1996). Respecto a la violencia física es importante saber que es

mayor en la medida que aumenta la edad de las mujeres, siendo el grupo de mujeres

entre los 45 y 49 años (33.9%) las que más reportan violencia.

Sin embargo, aunque esta información es importante para entender la situación

de la mujer en Colombia, y las dinámicas de violencia en las relaciones de pareja, cabe

resaltar que existen condiciones particulares (sociales, económicas, demográficas,

históricas y geográficas) que hacen que la violencia sea vivida de una manera diferente

(Asamblea General de las Naciones Unidas, 1993). De esta manera, es posible encontrar

que dentro de múltiples interacciones de variables sociales (por ejemplo, la raza y el

género) el fenómeno de la violencia de pareja podría ser experimentado de una manera

distinta dependiendo tanto de las identidades como de las estructuras sociales en las que

se sitúan unas u otras mujeres (Crenshaw, 1991). Por ejemplo, las mujeres mayores de

60 años son un grupo de personas que se sitúan bajo las categorías sociales de “mujer” y

la categoría de “vejez” que podrían modificar la experiencia de la violencia de pareja.

Page 5: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

4

Debido a que no conocemos cómo esta intersección puede vivirse en Colombia, esta

investigación cobra sentido y relevancia.

Según el informe Forensis del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias

Forenses (INMLCF), para el año 2016 se reportaron un total de 376 casos de violencia

de pareja en mujeres mayores de 60 años, frente a 210 casos de esta violencia en

hombres del mismo grupo etario. Una de las cifras más alarmantes es la del grupo de

adultos mayores de 60 a 64 años, en el que las mujeres duplican el número de casos

respecto a los hombres. De acuerdo con lo anterior, es posible identificar que la desigual

violencia en adultos mayores es una realidad que debe ser abordada e intervenida desde

las distintas organizaciones gubernamentales, como desde la academia. Hoy en día,

entidades como Medicina Legal, el Ministerio de Salud y Protección Social, realizan

estudios descriptivos sobre la violencia de pareja, no obstante, en la población de

adultos mayores no se encuentran datos con la precisión en la que se estudia la violencia

en mujeres adolescentes, jóvenes y adultas (19 a 49 años) (Hurtado y Fríes, 2010).

Justificación

La presente investigación se justifica alrededor de dos grandes ejes: uno social y otro

disciplinar. Con relación al eje social, encontramos en primer lugar que en Colombia

existe un marco legal que cobija a las poblaciones vulnerables y que exige que se tomen

medidas para protegerlas (Arango y Cardona, 2011). Esto, requiere tener en cuenta que

la población de la vejez en Colombia tiene características tales como: la feminización, la

segregación social, y la cohabitación conyugal (SABE, 2015). Las anteriores son

características que esta investigación contempla como claves para el diseño de políticas

y programas que involucren esta problemática como un tema prioritario. Con respecto al

eje disciplinar, la investigación actual referente a esta temática en Colombia es pobre y

requiere una caracterización adecuada para poder desarrollar intervenciones

encaminadas a prevenir de violencia y garantizar el bienestar de esta población. A

continuación, se desarrollarán los puntos mencionados sobre los dos ejes.

Primero, la violencia de pareja es un problema social, un problema de salud, al

igual que, un problema jurídico. La declaración de los derechos humanos es en primera

instancia el marco jurídico más amplio que cobija los derechos de mujeres y la

población adulta mayor, estableciendo en ella que “Todos los seres humanos nacen

libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia,

deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (art.1) [...] “Nadie será

sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (art..5) (ONU,

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5

2008). De esta manera, cuando estos dos grupos poblacionales son victimizados, estos

derechos son transgredidos en su máxima expresión. Por lo anterior, a partir de la

declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, y la Convención

Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer

(Convención de Belém do Pará) (OEA 1994), se torna fundamental hacer un

reconocimiento al hecho de que las mujeres tienen derecho a una vida libre de violencia

y que los organismos a nivel internacional están en la obligación de garantizarlo

(ONU,1993). Aún más, el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el

Envejecimiento retoma la importancia del cumplimiento a los derechos sociales,

políticos, económicos de la población mayor, así como la erradicación de todo tipo de

violencia contra estos (ONU,2002).

Segundo, en las últimas décadas la población colombiana ha venido

envejeciendo en términos de edad. La anterior suposición ha permitido que los

analíticos establezcan que para el año 2020 pueda llegar a verse que, por cada 100

menores de 15 años, haya 50 adultos mayores de 60 años (SABE, 2015). Estos datos

dan cuenta que la población, a diferencia de cinco o seis décadas atrás estará compuesta

por un mayor porcentaje de adultos mayores (SABE, 2015). Tercero, ligado al hecho de

que existirá una población más envejecida, se suma que hoy en día la tasa de

supervivencia es a favor de la mujer, por tanto, se espera que en el futuro exista mayor

cantidad de mujeres adultas que hombres, este fenómeno recibe el nombre de

feminización de la vejez (Redondo y Garay, 2013). Si bien, lo anterior podría generar

un balance en la distribución demográfica, los cambios en la pirámide poblacional

relacionados a la edad y el sexo demandan una serie de medidas y políticas que para el

caso de Colombia no se han planeado y mucho menos implementado.

Cuarto, otra de las razones por las que esta investigación es relevante, es el

hecho de que más de la mitad de la población de adultos mayores se encuentran en

pareja bien sea casados (38,8%) o en unión libre (14,7%) (SABE,2015). Esta proporción

es significativa y genera intriga frente a la manera en que se dan las dinámicas de pareja

en esta población, así como los roles y dinámicas de género a lo largo del ciclo vital.

Por otro lado, la población a la que se someterá el estudio está conformada por

personas que se encuentran en una etapa del ciclo vital denominada como vejez,

partiendo de la concepción del alto riesgo social en que ésta se encuentra, esto debido al

desinterés que se tiene sobre la misma. Por ejemplo, la vejez en sociedades occidentales

está cargada de unas valoraciones fundamentadas en aspecto disfuncionales, negativos,

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finales (Sánchez, 2004). Estas valoraciones, pueden desviar el interés del gobierno, de

las universidades, de los docentes y estudiantes, cuando por ejemplo los casos

reportados no se dan en la misma proporción que los casos en mujeres más jóvenes. Sin

embargo, si solo centramos la mirada en la magnitud de la información numérica,

estaríamos omitiendo y negando la posibilidad de entender dinámicas sociales (ej. Roles

de género, concepto de vejez) que podrían explicar estas tasas de violencia. Por otro

lado, podría darse el caso en que las personas de esta edad no conozcan lo que este

concepto abarca, y por lo tanto no lo comprendan y no lo denuncien. De igual manera,

aun cuando se tenga certeza de que las tasas son muy bajas, la responsabilidad de una

disciplina como la psicología está en comprender a profundidad cómo surgen estas

conductas; identificar factores de vulnerabilidad para todas las personas; conocer en

detalle las situaciones y el contexto que enmarca una relación de pareja violenta e

incluso diseñar políticas y planes para promover y prevenir este problema.

De esta manera, las investigaciones que se limitan a entender la violencia en las

personas mayores como sólo violencia intrafamiliar, estarían omitiendo el estudio de las

mujeres que viven en unión libre, o las que viven con sus esposos, así como la

posibilidad de que existan actos violentos en estos grupos. Resumiendo, una categoría

única de análisis de “violencia intrafamiliar” dificultará el análisis de las distintas

interacciones y estilos que se podrían presentar dentro de este gran sistema,

considerando por ejemplo la violencia de padres a hijos, violencia entre hermanos,

violencia de pareja, como situaciones en donde existen dinámicas de poder, estilos de

comunicación, y roles sociales distintos (Martínez Finzi, 2012). En este sentido, esta

investigación permitiría aportar al desarrollo de conocimiento para la construcción de

intervenciones destinadas a la promoción y prevención de la violencia de pareja, y

garantizar un espacio seguro y óptimo para las mujeres sin distinción de edad.

Marco teórico

Género

Como se ha mencionado previamente, los primeros marcos de análisis de desigualdad

utilizados desde el feminismo se situaban en la comprensión de la dimensión de género.

Esta dimensión es fundamental entonces para entender desde el primer momento

cualquier tipo de dinámica y fenómeno correspondiente a la situación de las mujeres. El

concepto de género puede variar a través de distintas culturas y de cambios en el tiempo

(McCarthy y Holiday,2004). Sin embargo, la definición más común es que el género se

refiere a todo tipo de actitudes, pensamientos y creencias determinadas culturalmente

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sobre los hombres y las mujeres. La clave del género se sitúa en los roles de género y

las interacciones entre mujeres y hombres más no en las características biológicas de

estos, que corresponde al concepto de sexo (Haider, 1996). El género es una definición

cultural relativa a lo que se considera como femenino y masculino.

Por otro lado, autores como (Scott,1986) plantean el género desde una postura

cultural y social más compleja, en donde este se entiende como la conjunción de dos

proposiciones: “El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas

en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de

relaciones significantes de poder” (p.23). En esta primera proposición, el género estaría

conformado por cuatro elementos que se relacionan entre sí. En primer lugar, el género

estaría constituido por “símbolos socialmente disponibles que evocan representaciones,

múltiples (y menudo contradictorias) ... (p.26)”. En segundo lugar, por “conceptos

normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos

(doctrinas religiosas, educativas, científicas, … que afirman categórica y unívocamente

el significado de varón y mujer, masculino y femenino” (p.26). En tercer lugar, toda

relación de género debe estar enmarcada bajo un análisis riguroso de las nociones

políticas, y las referencias de las organizaciones sociales. Por último, el género estará

bajo la premisa de la identidad como subjetiva, y en este sentido como una

representación dinámica (Scott,1986).

En sus usos más comunes, y dentro de la agenda política, la palabra género es

utilizada como “mujeres”, sin embargo, al momento de estudiar información de las

mujeres, se obtiene información de los hombres, de manera que se hace énfasis en una

esfera unificada de análisis. De igual manera, cabe destacar que el género permite

abordar las relaciones sociales entre sexos, así como rechazar cualquier tipo de

explicaciones reduccionistas biológicas que expliquen la subordinación y desigualdad

femenina en función de su “naturalidad, o de su instinto maternal” (Lamas, 2013).

Entonces, a partir de este punto, es posible cuestionar y criticar, por ejemplo, la

naturalización del trabajo de cuidado que durante años se ha representado como una

característica de las mujeres; o cuestionar por ejemplo la posibilidad de las mujeres para

desempeñar tareas matemáticas de gran complejidad. En este sentido, para el primer

ejemplo mencionado, Pineda y Arango (2012) hacen evidente que dentro de trabajos de

cuidado como la peluquería donde existe una feminización de esta labor, se ha tendido a

naturalizar las competencias de las mujeres y a conceder a la condición sexual el

desempeño en las labores estéticas. Si se analiza desde el concepto de género,

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encontramos todo un conjunto de valoraciones y símbolos sociales que se les ha

asignado a todo un grupo de personas que desempeñan una labor. Así, se reproducen

estereotipos sobre las funciones, habilidades, que tienen las mujeres, y las personas con

orientación sexual diversa.

En este orden, cabe resaltar que lo que múltiples definiciones de género tienen

en común, es que aún en los múltiples escenarios relativos al género, se incluyen ejes de

subordinación y poder, dimensiones que no necesariamente son una codificación de

este último, y además reconocen que la subjetividad no siempre está marcada por el

género (Tubert y Fraisse, 2003). Lo anterior, supone un cambio representativo dentro de

la teoría feminista contemporánea dado que reconocer que el género no es el/un factor

dominante en la construcción de la identidad, permite llegar a una mejor comprensión

de los fenómenos sociales en donde confluyen otros factores distintos (Tubert y Fraisse,

2003). Palomar (2016) expone que referirse a ser hombre, mujer, o gay, no es

únicamente hablar sobre identidades, sino de las acciones inmersas dentro de la lógica

de la diferencia sexual, que involucra lugares y funciones en un plano compartido

socialmente. En breve, el género permite hacer visible las diferencias y desigualdades

que, a partir del aprendizaje, los estereotipos y las prácticas culturales se han

reproducido relaciones de poder y subordinación como en el caso de hombres y

mujeres.

Interseccionalidad

Analizar la violencia contra las mujeres desde un enfoque de género ha sido uno de los

grandes pasos que las feministas han dado para aproximarse de manera más concreta a

la manera de conocer, exponer y trabajar las relaciones de poder, la subjetividad y los

roles sociales (Guzmán y Jiménez, 2015). Así, se ha llegado a postular que la

desigualdad de género podría ser el factor consecuente de la violencia masculina contra

las mujeres. De esta manera, organismos internacionales, gubernamentales, tales como

la ONU, la CEPAL, las instituciones y organizaciones de mujeres, han implementado la

perspectiva de género para mitigar la vulnerabilidad y violencia, a partir de la creación

de políticas y programas sociales. Sin embargo, como lo afirma Rivas (2017) “en la

praxis, sólo se considera la diferencia hombre/mujer – femenino/masculino, en

programas y políticas exclusivos para mujeres, o exclusivos para mujeres indígenas,

utilizando conceptos binarios y sesgados” (p.135). De igual manera, Alonso y

Castellanos citado en Rivas (2017) exponen que las intervenciones por lo general se

enfocan en atender parcialmente a la víctima y al victimario, olvidando los

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convergencias y divergencias del fenómeno, y limitándose a una visión reducida o a una

victimización exclusiva.

En este sentido, debemos tener en cuenta que la perspectiva de género no es

suficiente para comprender las múltiples y distintas desigualdades a las que las mujeres

se ven sometidas. Así, tener en cuenta sólo una dimensión, un eje único de desigualdad,

implica dejar de lado otras dimensiones identitarias y estructurales tales como la edad,

la raza, la orientación sexual, la discapacidad, etnia, etc., que pueden modificar la

manera en que se vive un mismo fenómeno social (Hancock, 2007). Por tanto, se hace

necesario incluir en el análisis de la violencia, las identidades y estructuras sociales

como conjunto, que bien contemplan el género, así como las distintas condiciones en las

que se sitúan unas u otras mujeres y los efectos que tienen todas estas en el ejercicio de

sus derechos, acceso y agencia. De esta manera, la teoría de la interseccionalidad servirá

como marco analítico para comprender la violencia de pareja en las mujeres mayores,

considerando entonces las localizaciones sociales por edad y género.

El fundamento teórico de la interseccionalidad nace con el estudio de la

producción y reproducción de desigualdades, poder y opresión (Shields, 2008). Así,

encontramos que el concepto de interseccionalidad surge en Estados Unidos hacia los

años ochenta, momento en que las feministas afroamericanas criticaban que la situación

de las mujeres negras estaba mediada por la interacción de una dimensión racial y de

género que causaban una segregación distinta y mayor, en comparación de sólo la

condición de ser mujer, e incluso que ser hombre negro (Crenshaw,1991). De este

modo, Crenshaw (1991) argumenta que la existencia de más de una identidad

subordinada crea vulnerabilidades distintivas que desapoderan, segregan y que estos

efectos no pueden analizarse desde un único eje de subordinación.

De este modo, la interseccionalidad refleja de manera más próxima y concreta la

realidad, de manera que hace evidente que no existe ninguna única dimensión o

categoría social que describa en su totalidad la manera en que las personas interactúan

con otros y con su medio (Shields, 2008). Así, dentro de lo que postula la

interseccionalidad para comprender la violencia, es que esta varía y se presenta en

distintos niveles dependiendo de la intersección de los ejes de desigualdad en los que se

sitúan las mujeres. En el mismo sentido, las políticas y programas para mitigar la

violencia tendrían un impacto diferencial dependiendo de las características

intercategoriales e intragrupales (Guzmán y Jiménez, 2015).

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Revisión Bibliográfica

Violencia de Pareja

Para dilucidar la magnitud de dicho fenómeno, resulta fundamental entender la

violencia de pareja, como una división de la violencia intrafamiliar y de la categoría de

violencia, que corresponde a una serie de conductas que afectan las relaciones sociales,

genera afectaciones a la salud de las víctimas, interfiere en el bienestar, e incluso en la

economía de un país (Barón, 2010). A pesar de que la violencia de pareja ha sido

definida de diversas maneras, algunos autores la definen como cualquier acto que dentro

de una relación íntima causa daño físico, sexual o psicológico, así como también se

incluye la agresión física, conductas de control, coerción sexual, abuso psicológico y

control económico (Goicolea, Hurtig, San Sebastian, Vives-Cases, & Marchal, 2015;

Medrano, Miranda y Figueras, 2017; Organización Panamericana de la Salud [OPS],

2003). De igual manera, según Hurtado y Fríes (2010) citando a las Naciones Unidas

(1996) , la violencia de pareja, la violencia doméstica, la violencia de género, son todas

utilizadas como herramientas de poder y subordinación, que oprimen a las mujeres,

sosteniendo los estereotipos de género dominantes y controlándolas incluso en el hogar,

que ha sido el único lugar donde tradicionalmente se han visto posicionadas (Naciones

Unidas, 1996).

Para este estudio, se hará uso del concepto de violencia de pareja como un

conjunto de acciones abusivas que se encuentren entre el rango de maltrato físico,

psicológico , sexual , y económico ejercido por un miembro de la pareja con la finalidad

de ganar poder, autoridad y control sobre su compañero (Walker, 1999). En primer

lugar, como maltrato físico puede entenderse cualquier acto intencional que altere la

integridad física de otra persona, y pueda generar traumatismos, heridas y secuelas

fisiológicas que comprometen la funcionalidad, bienestar, salud y vida del individuo

(Fernández, et al., 2003; Molina y Moreno, 2015). En segundo lugar, la violencia

psicológica abarca todo tipo de conductas y actitudes verbales y no verbales que tiene

como finalidad degradar, amenazar, intimidad, criticar, menospreciar, controlar,

manipular las decisiones, creencias, acciones de una persona (Álvarez & Hartog, 2005;

Congreso de la República, 2008; Ferrer, 2010; Molina y Moreno, 2015). Así mismo,

dentro de esta categoría se incluyen todo tipo de actos que aíslen y segreguen a una

persona de su entorno social y familiar, de sus actividades, de manera que se perjudique

la autonomía, el desarrollo y el bienestar psíquico (Molina y Moreno, 2015). En tercer

lugar, la violencia sexual se entiende como cualquier acto sexual no consentido, que se

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11

dé a partir del uso de fuerza, coacción, intimidación, en estado de inconsciencia, o

indefensión (Álvarez & Hartog, 2005; Molina y Moreno, 2015). Por último, se entiende

como violencia económica a toda conducta que tenga como finalidad restringir,

manipular y controlar el acceso y libertad de la pareja a manejar y hacer uso de los

recursos económicos, así como cualquier tipo de explotación económica (Rey-Anacona,

2015).

Es importante aclarar que la violencia de pareja no sólo se limita a victimización

de las mujeres, sino que también se presenta en los hombres. En este sentido, la ENDS

(2015) señala que la violencia psicológica ejercida contra los hombres es mayor

respecto a los casos de estas violencias reportadas contra mujeres (MSPS, 2016). Sin

embargo, como se ha mencionado previamente, la violencia física, económica y sexual

que experimentan las mujeres es más prevalente, y por tanto representa además de un

problema de salud pública, un problema social, que configura grandes brechas de

inequidad de género (Hurtado y Fries, 2010). Este problema, se suma entonces al

conjunto de condiciones que configuran el perfil de vulnerabilidad, que hacen que un

grupo o unas personas más susceptibles de padecer condiciones poco favorables para su

vida y desarrollo.

En cuanto a las causas de esta violencia existen diversas explicaciones

dependiendo de la teoría y modelo en el que se enmarque el análisis. Sin embargo,

logran posicionarse explicaciones como la predominancia de la ideología familística,

que plantea que existe un conjunto de arquetipos, figuras y funciones sociales que atan a

la mujer a un rol de cónyuge, madre, cuidadora, reducen la posibilidad de modificar los

roles y realizar transformaciones sociales (Hurtado y Fries, 2010). Esta ideología,

naturaliza todas aquellas posturas conservadoras que pueden llegar a ubicar a la mujer

en una posición de subordinación, y ataca todas aquellas acciones y conductas que

modifiquen estos preceptos, de manera que puede darse lugar a actos de odio y

violencia basados en género (Naciones Unidas, 1999 en Hurtado y Fries, 2010). Este

tipo de explicaciones de corte más social y cultural, se contraponen a cualquier idea

biologicista, que naturalice la violencia a partir de las diferencias sexuales, situando las

causas de la violencia, dentro del marco de una interacción interpersonal.

En este sentido, como se ha desarrollado a lo largo de este apartado, la violencia

de pareja ha sido abordada a través de un marco de la violencia perpetrada por los

hombres contra las mujeres. Lo anterior, se justifica a partir de la prevalencia de

violencia perpetrada por los hombres y la gravedad de las consecuencias de la violencia

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12

en las mujeres dentro de las relaciones íntimas, que constituían una amenaza para la

salud pública en países como Estados Unidos (Extent,2000). Por lo general, cuando se

da este tipo de violencia perpetrada por los hombres hacia sus parejas íntimas es muy

probable que dentro de los orígenes de esta violencia se sitúen la asimetría de las

relaciones generada a partir de las desigualdades de género (Santana, Raj, Decker, La

Marche y Silverman, 2006). Bajo la premisa anterior, es posible entender que, en la

mayoría de los casos de VP, existen ciertos roles sociales y creencias asociadas al

género que pueden poner en una situación de dominación y privilegio a un miembro de

la pareja (hombres) y en vulnerabilidad y victimización a otro (mujer) que a lo largo del

tiempo se le ha asociado una condición de sumisión y subordinación (Reed, 2008).

Por ejemplo, un estudio de Santana, Raj, Decker, La Marche y Silverman,

(2006) demostraba que a medida que los roles de género y las ideologías masculinas

eran más tradicionales estaban vinculados con una probabilidad más alta de perpetrar

violencia contra sus parejas, y tener relaciones sexuales sin protección. De igual modo,

Levinson (1989) en un estudio etnográfico adelantado en 90 sociedades, encontró

algunos factores sociales y culturales que diferencian las sociedades donde se normaliza

el maltrato físico a la mujer, y aquellas donde este fenómeno es acotado (Krug,

Dahlberg, Mercy, y Zwi, 2003). En primer lugar, los resultados del estudio indicaron

que la violencia física hacia la mujer se presentaba con mayor frecuencia en las

situaciones en donde los hombres tenían el poder sobre la toma de decisiones y la

economía en el hogar; donde las mujeres tenían acceso reducido o nulo al divorcio; y en

aquellos escenarios en donde la violencia se constituye en el medio fundamental para

dar solución a los conflictos (Krug, Dahlberg, Mercy, y Zwi, 2003). En segundo lugar,

otro factor predictivo del maltrato físico hacia la esposa fue la ausencia de grupos de

trabajo formados exclusivamente por mujeres, de manera que Levinson propondría que

la existencia de grupos de trabajo femeninos brindaría una red de apoyo social e

independencia económica, lo que cumpliría el rol de factor protector ante el maltrato

masculino (Levinson ,1989).

Adultez Mayor

Ser adulto mayor hace referencia en Colombia a toda persona mayor de 60 años que se

encuentra sujeta a derechos, deberes, garantías, participación social, política, y que,

debido la trayectoria e historia del país, se encuentra bajo protección y políticas que

priorizan sus derechos (Ley 1276 de 2009). Para llegar a esta definición, en un primer

plano se debe abordar el envejecimiento como un proceso heterogéneo, dinámico,

Page 14: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

13

compuesto por transformaciones en todas las esferas que atraviesan los seres humanos a

lo largo de la vida y que culmina con la muerte (Tamer, 2008). En segundo plano, se

debe entender la vejez como un constructo biológico y cronológico a la vez que un

constructo social (Lozano, 2011; Parales y Ruiz, 2002). Con relación a la primera

concepción, se encuentra una edad establecida a partir de la cual se delimitan una serie

de cambios a nivel fisiológicos, cognitivos y comportamentales que pueden llegar a

tener lugar en esta etapa de la vida. Por otro lado, la vejez entendida como constructo

social, destaca el hecho de que todas las personas pueden experimentar este proceso de

manera particular, dependiendo tanto de su contexto, condiciones estructurales,

habilidades y estrategias individuales, historia de vida, etc.

Durante las últimas décadas, en América Latina ha habido un crecimiento

exponencial de la población adulta mayor, en comparación a países industrializados

(MSPS, 2016; Pinillos y Prieto, 2012). Según informes del DANE (2005) para el último

censo realizado en el país, el 6.3% de la población tenía entre 65 años y más. Cifras

recientes han indicado que el total de la población se aproxima al 10.8 % y se proyecta

para el año 2050 un aumento del 23% (DANE, 2005; El Tiempo, 2015). Cabe destacar,

que la población de adultos mayores como cohabitantes del territorio colombiano,

también deben enfrentarse a los problemas de seguridad, desempleo, conflicto, pobreza,

desigualdades sociales y económicas, acotada cobertura en servicios de salud y

cumplimiento de los derechos humanos fundamentales (Botero y Pico, 2007). Sin

embargo, cabe destacar que la calidad de vida en esta población puede verse afectada

con mayor severidad debido a la múltiple interacción de condiciones tales como: la

dependencia y disfuncionalidad física; la enfermedad; el aislamiento e inactividad

laboral; la dependencia económica; la segregación social; el abandono; la exclusión

social, entre otros (Botero y Pico, 2007; López, Banegas, Pérez, Cabrera y Rodríguez,

2005). Según una investigación realizada por "Misión Colombia envejece", las personas

mayores se encuentran entre las más pobres de Colombia, y el 32% de la población para

el año 2025 llegará a esta edad con alguna complicación de salud (por ejemplo, una

enfermedad crónica) lo que llevará a un aumento del 47% en el gasto de salud pública

(El Tiempo, 2015). De igual manera, muchas de las condiciones mencionadas

anteriormente ubican a los adultos mayores en una posición de vulnerabilidad ante la

posibilidad de sufrir graves repercusiones que pueden poner en riesgo su calidad de vida

y su integridad.

Page 15: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

14

Género y Vejez

Aun cuando este grupo poblacional se encuentra en una condición de desigualdad,

también se presentan inequidades entre las personas mayores. Así, por ejemplo, en

América Latina, aun cuando las mujeres son quienes viven más años, son quienes están

en situaciones de mayor vulnerabilidad debido a la precariedad en la calidad de vida y la

escasez de recursos (Sánchez, 2011). Según Salgado, González, Jáuregui y Bonilla

(2005), en México las mujeres mayores son más vulnerables dado que tienen un nivel

educativo más bajo, tienen una acotada participación en la esfera laboral, son

dependientes económicamente, son viudas y el estado no les presta la protección social

respectiva. Por lo general, las mujeres también se exponen a patologías relacionadas con

su rol de cuidado y reproducción de la familia tales como la artritis, osteoporosis,

diabetes, hipertensión, cáncer (OMS, 2009, Sánchez, 2011; Vlassoff, 2007). Sin

embargo, en estos mismos roles tradicionales existen condiciones que pone a las

mujeres en ventaja frente a los hombres como en el caso de que estas cuentan con redes

de apoyo más sólida, y tienen una mayor familiaridad con su cuerpo debido al cuidado y

atención prestada en la salud reproductiva (Sánchez, 2011).

Por otro lado, los hombres en el contexto latinoamericano son quienes en la

vejez presentan mayor vinculación con el mercado laboral, tienen protección social, y

llegan al disfrute de sus beneficios pensionales (SABE, 2015; Salgado, 2007). En este

orden de ideas, los hombres llegan a tener más recursos económicos, sin embargo, en

otros aspectos como tener una red social y familiar amplia no tienen gran

representación. Así mismo, la salud de los hombres también puede verse disminuida

debido al agotamiento derivado del rol de proveedor principal y a las conductas de

riesgo asociadas a la masculinidad tales como: el consumo de tabaco, alcohol, violencia,

malos hábitos de cuidado autocuidado (Salgado y Wong, 2007; Keijzer, 2001). En este

mismo sentido, Ramos (2005) propone que existe una significación del cuerpo

masculino como un instrumento de producción, en el que cualquier actividad de cuidado

y recreación es mal vista debido a que se asocia culturalmente a prácticas femeninas.

Así como ocurren cambios fisiológicos en la adultez mayor, a nivel laboral y

doméstico se presentan cambios que difuminan las relaciones de género. De este modo,

los roles de género son más flexibles en la vejez, y por ejemplo los hombres pueden

llegar a ser más expresivos respecto al afecto y el cariño, y las mujeres más

independientes y autónomas en la toma de decisiones (Freixas en Sánchez, 2011).

Wilson (1996) en un estudio adelantado en Londres con mujeres y hombres mayores de

Page 16: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

15

75 años, encontró respecto a las tareas domésticas que las funciones asociadas al género

eran flexibles, sin embargo, en las relaciones de pareja se mantenía la inequidad. De

igual manera, los resultados indican que las mujeres dejan de casarse después de quedar

viudas para evitar asumir nuevamente tareas asociadas al rol femenino dentro de una

relación conyugal, de manera que ser viudas implica ser libre de las tareas del trabajo

doméstico.

Violencia en la Vejez

El maltrato dirigido hacia las personas mayores es uno de los temas de violencia

familiar menos investigado y con menos recursos destinados para el diseño e

implementación de políticas de prevención e intervención (Tabueña en Celdrán, 2013).

Sin embargo, en países como Colombia en los últimos años se han venido desarrollando

estudios como la SABE (2015) e investigaciones epidemiológicas que miden la

prevalencia de la violencia infligida hacia las personas en la etapa de la vejez. De igual

manera, se han llevado a cabo estudios (limitados) que abren la puerta y el panorama

tanto académico como gubernamental para tomar medidas y acciones encaminadas a la

reducción de este fenómeno.

Así, una investigación reciente llevada a cabo en Antioquia, que estudiaba los

factores asociados al maltrato del adulto mayor, encontró que el 1.7 % de la muestra

había experimentado agresión física, 0.4% agresión sexual,1.3% abuso económico y 2.5

% descuido (Cano, Garzón, Segura y Cardona, 2015). La muestra estaba conformada

por 4.215 personas residentes del departamento de Antioquia mayores de 60 años que

fueron seleccionadas a partir de muestreo probabilístico y polietápico. A estas personas

se les aplicó un instrumento que evalúa la funcionalidad cognitiva, la percepción de

maltrato, depresión, ansiedad, apoyo social, escala de recursos sociales, etc.

De igual manera, en otra investigación adelantada en Manizales (Colombia) y en

Natal (Brasil) que estudiaba la prevalencia de violencia doméstica en hombres y

mujeres mayores, encontró que el 25.7 % de mujeres en Natal y el 19.4 % de Manizales

había reportado estar sufriendo violencia psicológica (VP) por parte de sus parejas

mientras que en los hombres equivalía al 10.7 (Manizales), 10.8 (Brasil) (Guedes,

Curcio, Llano, Zunzunegui, y Guerra ,2015). En este sentido, encontraron diferencias

significativas más altas en mujeres para la VP actual perpetrada por la pareja (Natal),

como también en la violencia física y psicológica perpetrada por la pareja alguna vez en

la vida (Ambas ciudades), positividad del HITS para alguna vez en la vida por la pareja

(Ambas ciudades). Los datos de esta investigación se obtuvieron de una muestra

Page 17: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

16

aleatorizada de 802 mujeres y hombres del Estudio IMIAS (International Mobility in

Aging Study) (65–74 años) realizado en estas dos ciudades. En resumen, en los dos

artículos mencionados previamente, la violencia actual o en algún momento de la vida

es más frecuente en las mujeres mayores, y por tanto estos resultados, y los de futuros

estudios deben ser utilizados en la prevención e intervención de esta problemática.

Violencia de Pareja en la Vejez

Para Colombia la información referente a la violencia de pareja en la adultez mayor es

información en su mayoría netamente descriptiva sobre los casos que llegan a ser

denunciados e ingresan a la base de datos de medicina legal (INMLCF,2016). Encuestas

demográficas y de salud realizadas en el territorio nacional no contemplan indagaciones

sobre violencia de pareja en personas mayores a 59 años lo que genera un

desconocimiento de la problemática y una brecha de investigación (ENDS, 2015). Por el

contrario, en países europeos se ha venido desarrollado investigaciones que corroboran

la existencia de la violencia de pareja en la tercera edad y a las mujeres como

principales víctimas. Lo anterior, es el caso de la IPVoW (Intimate Partner Violence

against Older Women), una investigación financiada por la comisión europea que

buscaba analizar y comprender este fenómeno a través de la caracterización de estudios

de casos de las víctimas, de los servicios y equipos asistenciales y de la información

estadística recolectada (Nägele, Görgen y Tóth, 2010). Proyectos como estos cuestionan

la idea de que la violencia contra los mayores y específicamente contra las mujeres se

da estrictamente en las relaciones de cuidado debido a estrés y sobrecarga del cuidador

(Scott, McKie, Morton, Seddon & Wasoff, 2004).

De igual manera, tradicionalmente la violencia de pareja en adultos mayores

tiende a ser abordada como una violencia intrafamiliar o violencia doméstica en donde

no se tiene en cuenta diferencias entre los miembros de la pareja, y por ejemplo el hecho

de que las mujeres sean las principales víctimas de agresiones ( Hightower, 2002; Scott,

McKie, Morton, Seddon & Wasoff, 2004).Sin embargo, un estudio realizado en Escocia

aborda explícitamente el problema de las mujeres mayores víctimas de violencia íntima

de pareja (Intimate Partner violence) (Scott, et al., 2004). Las fuentes de información de

este estudio incluían información de bases de datos; una revisión de literatura del Reino

Unido, Norteamérica, Australia, Finlandia y Suecia; entrevistas con víctimas y

trabajadores e informantes claves; entrevistas telefónicas. Los resultados del estudio

indican que tanto la literatura como la práctica abordan a las personas mayores desde un

modelo de corte médico que los categoriza en una condición de vulnerabilidad, donde se

Page 18: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

17

asume una dependencia y se cataloga la violencia de pareja en adultos mayores como

maltrato a persona mayor, respaldando de antemano la perspectiva del viejo como

asexuado (Hightower, 2002).

Por otro lado, Celdrán (2013) tras realizar una revisión de literatura encuentra

que la prevalencia en la violencia de pareja en mujeres mayores cambia a partir de la

investigación, la metodología y el tipo de maltrato analizado. De esta manera,

Cook,Dinnen y O´Donnel (2011) citados en Celdrán (2013) señalan que la prevalencia

del maltrato de pareja a partir de los 50 años estaría alrededor del 6 al 18%, mientras

Luoma et al (2011) reportaron un porcentaje del 25%. Un ejemplo de estas variaciones

es que algunas investigaciones preguntan sobre la prevalencia de violencia en periodos

o lapsos de tiempo distintos de manera que por ejemplo pueden preguntar por

experiencias dentro del último año (O’Keeffe et al., 2007) o por las experiencias

victimizantes atravesadas desde el inicio de la etapa de la adultez mayor (Fisher y

Regan, 2006) .Aun cuando pueden darse diferencias en la metodología y diseño , en lo

que concuerdan los estudios es que la violencia de pareja es un fenómeno prevalente en

la adultez mayor y que afecta significativamente a las mujeres.

Con lo anterior, el maltrato reportado en la mujer mayor se destaca por tener una

larga duración, y porque se dan de manera simultánea dos o más tipos de esta violencia

(Bonomi et al., 2007; Fisher y Regan, 2006). Dentro de los tipos de violencia más

prevalente se encuentra la violencia psicológica y económica frente a la violencia física

y sexual (Bonomi, Anderson, Reid, Carrell, Fishman, Rivara y Thompson, 2007). De

igual manera, las mujeres mayores suelen sufrir la violencia de su pareja durante

periodos de tiempo más prolongado sin llegar pedir ayuda incluso cuando ya se ha

reportado la situación (Wilke y Vinton, 2005; Lundy y Grossman, 2009).

De acuerdo con los resultados de la mayoría de las investigaciones en la

problemática, las situaciones de violencia de pareja en adultos mayores se pueden dar a

partir de tres escenarios (Brandl y Raymond (1998) en Celdrán,2013). Primero, la

opción más estudiada está dada por las relaciones entre parejas caracterizadas por largos

años de violencia en los que las mujeres debido entre otras cosas a su nivel de

estabilidad, contexto sociocultural (pobre introspección frente al maltrato), o el nivel de

dependencia financiera y emocional, no pueden poner fin a la situación de violencia

(Desmarais y Reeves, 2007; Nägele,Görgen y Tóth, 2010). Segundo, se contempla un

escenario donde la violencia de pareja emerge durante este periodo del ciclo de vida y

se relaciona con las características y cambios experimentados en esta etapa de

Page 19: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

18

desarrollo. Por ejemplo, -el aumento de dependencia y necesidad de cuidado de uno de

los miembros de la pareja; la aparición de trastornos psiquiátricos; la jubilación laboral

masculina (mayor tiempo en el hogar)- son todos factores que parecen conducir al inicio

tardío de la violencia o la alteración de las relaciones existentes (Nägele,Görgen y Tóth,

2010; Winterstein y Eisikovits, 2009). Tercero, Celdrán (2013) plantea un escenario en

donde las mujeres mayores se inscriben en relación violentas después de entrar a esta

etapa vital, sin embargo, debido al acotado tamaño de esta muestra las investigaciones

son limitadas y poco representativas.

Finalmente, con relación a los efectos de la violencia de pareja en la salud,

Fisher y Regan (2006) señalan que las mujeres mayores víctimas de violencia doméstica

reportaban significativamente más problemas de salud que aquellas mujeres que no

habían sido víctimas. De esta manera, las investigaciones en violencia de pareja

concuerdan con que este tipo de violencia acarrea consecuencias físicas y psicológicas

que deterioran la calidad de vida, la integridad y la salud de las mujeres (World Health

Organization,2011). Sin embargo, si se analizan los efectos que tiene la violencia en las

mujeres mayores en comparación con mujeres en otras etapas del ciclo vital, se

encuentra que las mujeres mayores presentan con mayor prevalencia patologías físicas

como dolor crónico, enfermedad coronaria, problemas óseos, digestivos, presión alta y

psicológicas como depresión y ansiedad (Fisher y Regan, 2006; Stein y Barrett, 2000;

Wilke y Vinton, 2005; Zink, Jacobson, Regan, Fisher y Pabst, 2006). Finalmente, se ha

encontrado también que el maltrato físico y verbal estaría relacionado positivamente

con la mortalidad de las mujeres mayores, y que la causa de estas muertes estarían

relacionada con el estrés y su afectación al sistema inmunológico (Baker, 2007).

Diseño de Investigación

A partir del trabajo desarrollado a lo largo de este documento, se hace evidente la

importancia de estudiar el fenómeno de violencia de pareja en la mujer mayor en la

sociedad colombiana. La poca información que se rescata de la literatura hace difícil

entender este problema con detalle, por lo tanto, es necesario proponer un estudio que

complemente los conocimientos actuales sobre la población mayor específicamente en

Colombia, con el propósito de entender en mayor medida la naturaleza de la violencia

de pareja a través de distintos ejes sociales.

De esta manera, este estudio plantea como cuestionamiento principal el siguiente: ¿Qué

características tiene la violencia de pareja perpetrada bajo las condiciones de ser mujer y

tener más de 60 años? Como indagaciones secundarias se plantean las siguientes:

Page 20: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

19

¿Cómo se dan las dinámicas de violencia en una relación de pareja después de los 60

años? ¿Cómo las mujeres mayores de 60 años experimentan la violencia perpetrada por

sus parejas? ¿Es la violencia de pareja un fenómeno que se perpetúa a lo largo del ciclo

vital? ¿La naturaleza de la violencia varía en función del género o la etapa del ciclo

vital?

A partir de lo anterior, esta investigación tiene por objetivo principal identificar los

factores que constituyen el fenómeno de violencia de pareja en mujeres adultas mayores

de 60 años. Como objetivos secundarios, se plantea entender la naturaleza de la

violencia de pareja a través de distintos ejes sociales que pueden llegar modificarla y

complementar la investigación en el estudio de la población de adulto mayor en

Colombia.

Metodología

La presente investigación se realizó bajo un enfoque cualitativo que permite profundizar

la comprensión de la violencia de pareja en mujeres mayores de 60 años. Rodríguez

(2011) establece que un abordaje cualitativo permite comprender la realidad a partir de

perspectivas que se dan bajo un marco contextual específico a nivel social e histórico.

De este modo, al tener este enfoque metodológico es posible observar la violencia de

pareja a la luz de un proceso, de un continuo en el que se presentan acciones, agentes,

permite ver el proceso, la continuidad, ver como un fenómeno se conforma dentro de un

ámbito social e interpersonal. Igualmente, la investigación optará por un diseño

transversal debido a que es de interés conocer en detalle la violencia comprendida

durante el periodo de tiempo entendido como vejez (de 60 años en adelante).

Participantes

Para tener acceso a la población se contactó a la Secretaría Distrital de Integración

Social, una entidad gubernamental que se encarga de la operación y manejo de centros

de protección y restablecimiento de derechos de población en situaciones de

vulnerabilidad y pobreza. Dentro de las modalidades y servicios de la entidad se

encuentran los centros día, en donde se ofrecen servicios de atención integral a personas

mayores. Allí, con autorización y gestión de la entidad, se realizó el reclutamiento de las

participantes del estudio. El proceso para poder reclutar a los participantes consistió en

una primera etapa en la socialización de la investigación y en una segunda etapa en el

contacto individual de las personas que manifestaron su interés por participar y cumplir

los criterios de inclusión descritos más adelante.

Page 21: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

20

La muestra de esta investigación estuvo conformada por 14 mujeres adultas

mayores que habían sido víctimas de violencia de pareja durante la adultez mayor

(periodo comprendido desde los 60 años). Como criterios de inclusión se estableció que

las mujeres debían tener 60 años o más, incluyendo tanto mujeres que viven con parejas

como mujeres mayores viudas. De igual modo, otro criterio que se tuvo en cuenta fue el

hecho de que las participantes de este estudio no podían padecer ninguna patología tal

como demencia senil, o algún tipo de enfermedad mental que comprometiera de manera

significativa el funcionamiento cognitivo. Para corroborar este criterio, se indagó sobre

la condición de salud con el participante, y se corroboró con el equipo de profesionales

del centro día.

Zink, et al. (2006), en su investigación sobre violencia de pareja en vejez una

vez realizaban las entrevistas y se transcribían, debían revisar que no existiera

saturación de la información. Lo anterior, implicaba que el punto de corte o saturación

se daba cuando la información obtenida no respondía de manera novedosa a las

preguntas de investigación y no aportaban información complementaria para la

comprensión del fenómeno. Para este estudio se tomó este mismo punto de saturación,

sin embargo, por cuestiones de viabilidad y tiempo, se limitó la muestra a un máximo de

14 mujeres mayores.

Las participantes del estudio pertenecen a dos centros día diferentes, ubicados en

las localidades de Santafé y San Cristóbal Sur. Es importante destacar que todas las

participantes que participaron en esta investigación tenían como característica común

que eran beneficiarias del proyecto envejecimiento digno, activo y feliz. Bajo esta

condición las beneficiarias cumplían los siguientes criterios: eran mayores de 60 años,

no tenían pensión y estaban afiliadas al sistema de salud y seguridad social por régimen

subsidiado o por cualquier forma de afiliación. De igual modo, es importante destacar

que todas las participantes pertenecen a estratos 1 y 2 correspondientes a un contexto

económico vulnerable que las hace candidatas para participar en el proyecto de la

política pública.

La información demográfica de las participantes se encuentra en la tabla 1. Todos los

nombres de las participantes han sido modificados por pseudónimos que protegen la

identidad de las mujeres y garantizan la confidencialidad de la información recolectada.

Page 22: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

1

Tabla 1 .Información Demográfica de la Muestra

# Participante Edad Estado civil

Tiempo

última

relación Ocupación

Estrato

socioeconómico Solvento Económico

Compañía y

residencia

Diferencias de

edad en

pareja Problemas de Salud

1 Laura 65 Unión Libre 21 años Ama de Casa ₃ 1

Esposo pensión/ No

ingreso Pareja

Hombre

menor Artrosis / Psiquiátrica/ gastritis

2 Leonor 71 Casada 52 años Ama de Casa 2 Hijos/No ingresos

Pareja + hijo(s) +

nietos

Hombre

mayor Hipertensión

3 Mónica 81 Viuda 60 años Desempleada₄ 2 Subsidio económico ₅ Hijo(s)

Hombre

mayor Artrosis Aguda/ Hipertensión

4 Manuela 72 Casada 53 años Ama de Casa 2

Subsidio económico +

hijos Pareja

Hombre

mayor No

5 Lina 63 Separada ₁ 20 años Desempleada 2 Subsidio económico Con la mamá

Hombre

mayor

Displasia de cadera / disminución

movilidad articular

6 Amanda 68 Viuda 50 años Ama de Casa 2

subsidio económico +

negocio en casa + hijos Hijo(s)

Hombre

mayor Hipertensión, diabetes

7 Marcela 61 Casada ₂ 40 años Ama de Casa 2 Hijos/No ingresos Hijo(s)

Hombre

menor Psiquiátrico

8 Silvana 70 Casada 37 años

Cuidadora de

Familiar 1

Esposo pensión/ No

ingreso

Pareja * Nunca

tuvo hijos

Hombre

mayor Hipertensión, Cataratas, Audición

9 Daniela 65 Casada 43 años Ama de Casa 2

Esposo pensión/ No

ingreso

Pareja + hijo(s) +

nietos

Hombre

mayor Cáncer

10 Milena 63 Casada 37 años Ama de Casa 2

Esposo pensión/

Subsidio económico Pareja

Hombre

mayor Colesterol alto

11 Lola 67 Casada 47 años Ama de Casa 2

Esposo pensión/ No

ingreso Pareja

Hombre

mayor Hipertensión, Osteoporosis

12 Esperanza 63 Unión Libre 43 años Desempleada 1

Esposo activo/ No

ingreso Pareja

Misma edad Colesterol, úlcera

13 Beatriz 67 Casada 45 años Ama de Casa 2

Subsidio económico

ambos / Esposo trabajo

informal

Pareja

Misma edad

Dolores articulares,

plaquetopenia

14 Andrea 67 Casada 60 años Ama de Casa 2

Esposo pensión/ No

ingreso Pareja

Hombre

mayor Gastritis, Ansiedad, Depresión

₁ Se separó a los 60 por violencia ₂ En Proceso de divorcio por violencia ₃ Ama de casa: No ha trabajado nunca o al menos hace 10 años se ha dedicado al hogar ₄ Desempleada: trabajaron hasta hace uno o dos años, y continúan buscando trabajo con resultados poco alentadores. ₅ Subsidio económico: corresponde a un beneficio para adultos mayores en condiciones de vulnerabilidad económica.

Page 23: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

1

Instrumento

En aras de realizar una investigación que salvaguardara la confidencialidad y la

seguridad de los participantes, se realizaron entrevistas semiestructuradas individuales.

En particular se indago información sociodemográfica sobre la condición económica, el

nivel de escolaridad, el estado civil, la condición de salud, la protección social, así como

información puntual frente a las experiencias de violencia de pareja vividas en el

periodo especificado previamente. Las indagaciones se dieron en función de analizar de

manera retrospectiva las situaciones y experiencias de violencia en el marco de la

relación de pareja. Así mismo, se realizaron preguntas referentes a la relación de pareja

y los roles de género, y preguntas relacionadas con las condiciones asociadas a la etapa

del ciclo vital (Ver anexo 2) . Con relación a los roles de género, se indagó a las

participantes sobre el trabajo, labores domésticas, crianza, toma de decisiones en la

relación de pareja y provisión económica en el hogar. Por otro lado, con relación a las

condiciones asociadas a la vejez, se indago sobre los cambios experimentados en

términos de actividad y ocupación actual, afectaciones a la salud, cambios y necesidades

percibidos en esta etapa vital. Las entrevistas se realizaron en un lugar privado dentro de

las instalaciones del centro día de adultos mayores. La duración de las entrevistas fue de

aproximadamente 40 - 90 minutos, y se grabaron en dispositivos electrónicos para su

manejo posterior (transcripción y codificación).

Análisis

Se realizó un análisis temático inductivo para poder examinar la información

recolectada debido a que la presente investigación tenía como objetivo caracterizar la

violencia de pareja en la población de adulto mayor. Este método de análisis permite en

la investigación cualitativa cumplir con las tareas de identificar, categorizar, ordenar

temas y patrones a partir de los datos con la finalidad de complementar y dar sentido al

fenómeno de investigación (Braun y Clarke, 2006). Este proceso cumple con 5 fases

claras que garantizan la calidad y rigurosidad científica. En primer lugar, se da una fase

de aproximación a la información recolectada, posteriormente se da una fase de

codificación primaria, luego una fase de búsqueda y revisión de temáticas, seguido por

una fase de definición y delimitación de los temas y finalmente una fase final de

construcción de los resultados (Braun y Clarke, 2006). Para desarrollar la codificación

descrita previamente se utilizó el software Nvivo 12.

De este modo, una vez se inició el proceso de codificación en el software, en una

primera fase se tomaron como categorías generales las temáticas en las que se

Page 24: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

2

clasificaron las preguntas del instrumento de recolección de información:

Características sociodemográficas, Manifestaciones de la violencia, Relaciones de

género, y Vejez. Posteriormente, a partir de la información más saliente y relevante de

cada categoría central, se desarrollaron y emergieron nuevas subcategorías que

describían las particularidades de las experiencias de las participantes. De aquí, se

construyó una matriz en la que se agrupaba la información más particular reportada por

las participantes relacionadas con cada categoría central. De igual manera, se construyó

un cuadro para realizar un análisis de las relaciones entre las variables de estudio junto a

las subcategorías más representativas que habían sido comunes y claves en todas las

entrevistas. La versión resumida de la tabla de las variables centrales se presenta a

continuación:

Tabla 2. Versión corta de la tabla “Análisis interseccionalidad: género y vejez en

violencia de pareja”.

Véase anexo 1 para ver la información de las 14 participantes del estudio.

Criterios de calidad

Para garantizar la calidad en la investigación cualitativa se han establecido criterios y

requerimientos que permiten evaluar la rigurosidad del abordaje metodológico e

investigativo sobre un fenómeno dado (Korstjens y Moser, 2018). Para efectos de

evaluar la calidad de esta investigación se tuvieron en cuenta dos criterios de calidad.

En primer lugar, se encuentra la credibilidad que representa el grado de confianza que

puede tenerse a los resultados del estudio. Para cumplir este criterio se tomó como

estrategia la triangulación de investigadores que implica que dos o más investigadores

Género en relación de pareja Vejez en contexto social

# Participante

Manifestaciones

de violencia en

la vejez

Toma de

decisiones Ocupación

Solvento

Económico

Compañía

y

residencia

Problemas

de Salud

1 Laura Psicológica,

Física y Sexual

Mayoritariamente

hombre

Trabajo de

cuidado ₂

Esposo

pensión/

No ingreso

Pareja

Artrosis /

Psiquiátrica/

gastritis

2 Leonor Psicológica,

Económica Hijos y mujer

Trabajo de

cuidado

Hijos/No

ingresos

Pareja +

hijo(s) +

nietos

Hipertensión

3 Mónica

Psicológica,

Física,

Económica

Concertada Desempleada

Subsidio

económico

₁ Hijo(s)

Artrosis

Aguda/

Hipertensión

4 Manuela Psicológica,

Sexual Hijos y mujer

Trabajo de

cuidado

Subsidio

económico

+ hijos

Pareja No

5 Lina

Psicológica,

Física, Sexual,

Económica

Mayoritariamente

hombre Desempleada

Subsidio

económico

Con la

mamá

Displasia de

cadera /

disminución

movilidad

articular

Tabla con formato

Page 25: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

3

realicen un análisis y codificación que posteriormente se debate con el grupo y se

configuran resultados conjuntos (Lincoln y Guba (1985) en Korstjens y Moser, 2018).

Este proceso fue evidente durante las primeras fases de codificación en donde en trabajo

conjunto a la asesora del estudio y dos colaboradoras, se configuró, piloteó y ajustó el

esquema de codificación primario y se dio dirección a las categorías emergentes

teniendo en cuenta el marco conceptual de la investigación.

En segundo lugar, la reflexividad como criterio hace referencia a un proceso de

autocrítica y reflexión sobre los procedimientos, el proceso, el rol del investigador

frente a sus participantes y los efectos de sus acciones en la investigación. Así, se

implementa la estrategia del diario de campo donde se consigna de manera explícita

toda la información relacionada con los valores, juicios, acciones que pueden interferir

en el trabajo y la objetividad del investigador. De esta manera, en conjunto a la

estrategia implementada, fue posible identificar que, dentro del proceso de análisis de

información, fue necesario identificar la carga emocional que podía suscitar los

testimonios de las participantes frente a la concepción y percepción de la violencia. Así

mismo, se hizo fundamental reflexionar sobre los juicios y valores que la investigadora

tenía sobre la violencia que en algunas circunstancias podían sesgar el análisis de los

resultados encontrados, y generar interpretaciones inconsistentes. Por ejemplo, dentro

del proceso de reflexión fue clave tener en cuenta la percepción que la investigadora

tenía sobre los roles de género, la formación feminista y la manera de percibir e

identificar la violencia.

Procedimiento

Para poder acceder a la población que participó en este estudio, fue necesario hacer una

solicitud en la Secretaría de Integración Social de Bogotá para autorizar la recolección

de información dentro de los centros de protección de esta entidad. Posterior a la

realización del proceso de legalización y trámite de la solicitud, se obtuvo autorización

por parte de la institución y la investigadora se acercó a los centros asignados para

realizar la presentación de la propuesta e iniciar el reclutamiento de los participantes. En

un trabajo conjunto con el equipo de profesionales de cada centro día, se logró hacer

una identificación inicial de condiciones y criterios de posibles participantes del estudio,

a las que posteriormente se les informó sobre la investigación y se les invitó a participar.

Una vez obtenido el consentimiento de las participantes, se procedió a realizar las

entrevistas individuales semiestructuradas. Acto seguido, la información recolectada fue

transcrita de manera que se garantizaban los criterios de confidencialidad (se asignaron

Page 26: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

4

pseudónimos) y manejo responsable de la información. Finalmente, se realizaron los

análisis respectivos. Para la realización de este estudio, se contó con el aval del comité

de ética de la Facultad de psicología de la Universidad de los Andes, el cual lo

categorizó como un estudio de riesgo mínimo. Como principios éticos claves de esta

investigación se destacan: la beneficencia y no maleficencia, el principio de autonomía

y el de confidencialidad.

Resultados

Los resultados que se presentarán a continuación corresponden a una muestra

conformada por mujeres mayores víctimas de violencia de pareja en la vejez. Debido a

la sensibilidad y riesgo de la información proporcionada, esta se presentará con

pseudónimos que protegen la identidad de las participantes. En un primer apartado de la

sección de resultados, se abordará la información referente a las manifestaciones de la

violencia de pareja en la vejez, las consecuencias, respuestas y percepciones sobre esta

violencia. En un segundo apartado, se observará la manera en los ejes de poder de

género y la vejez influyen en la calidad de vida y condiciones de las participantes

entrevistadas, así como la interacción de estos ejes está presente en el fenómeno de

violencia de pareja experimentada por las participantes del estudio.

Manifestaciones de la violencia

Violencia física. En primer lugar, con relación a la violencia física, de un total

de 14 participantes, 14 de ellas manifestaron haber recibido maltrato físico por parte de

sus parejas en al menos una ocasión a lo largo de su trayectoria de vida. De esta última

cifra, 4 manifestaron que esta violencia se había presentado sólo 1 o 2 veces en la vida,

en la etapa de la juventud y en el periodo de crianza y establecimiento del núcleo

familiar. Así mismo, 3 mujeres manifestaron que habían sido maltratadas físicamente

hasta los 50 años en promedio, pero que desapareció una vez se defendieron y

enfrentaron incluso físicamente a su pareja. Por otro lado, 5 mujeres adultas mayores

reportaron haber sufrido al menos un episodio de maltrato físico después de tener 60

años. Sin embargo, cabe resaltar que dos de las cinco participantes manifestaron que

esta violencia se había dado en un único episodio en el periodo de la vejez, mientras las

otras tres participantes refirieron que estas situaciones de violencia se habían presentado

con una frecuencia mayor en esta misma etapa del ciclo vital.

Page 27: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

5

El caso de Lina, una mujer de 63 años corresponde a uno de los casos episódicos de

violencia física que dan lugar incluso a que este evento desencadenara la respuesta de la

víctima de abolir la relación:

Un día que tuve un problema duro con él, me cogió y me dio un puño delante de

mi hija y delante de mi yerno. Ese el problema más grande. Él llegó tomadito,

estaba mi hija y mi yerno ahí. Entonces yo le dije: ¡Jumm, ¡qué bonito jartando

este hijueputa!, le dije así, le dije: y no hay ni siquiera para una libra de arroz, no

da. Yo sí como una boba para darle de tragar a usted y sus hijos. Llegó y pum,

me pegó el puño y eso me reventó nariz, la boca; eso era así mi boca (ilustra que

su rostro estaba muy inflamado).

Por otro lado, el caso de Marcela, una mujer de 62 años corresponde a una víctima

sistemática de violencia física ejercida por su esposo. A lo largo de su vida en pareja,

Marcela manifestaba que este tipo de maltrato se daba con bastante frecuencia, y que

esto no excluía los últimos dos años en los que había recibido en varias ocasiones

golpes y afectaciones físicas por parte de su marido.

En el 2016, en noviembre, no me acuerdo bien pero más o menos. Entonces, me

pegó la primera vez, yo no fui, me pegó la segunda, yo tampoco fui. Yo dije, las

doctoras me van a regañar porque... o sea, uno siente miedo porque dice uno

porque uno es cómplice ya de eso. Y ya la tercera si dije ya no más. Y ahí

mismo fui y lo denuncié. Fue cuando ya empezó todo el papeleo.

La violencia experimentada por esta última participante se caracterizó por la severidad y

la intensidad de los episodios de violencia, en los que la intervención de otros miembros

se hizo necesario para interrumpir tales atropellos:

Y yo sola, y mi hijo empieza a llamarme, mamita por Dios, váyase, sálgase, que

mi papá la va a matar. Le dije: que me mate, acá me estoy. Él llegó y yo le abrí

la puerta, fue cuando me mando el casco por la cara. Entonces, mi hijo ya lo fue

a sostener, ¡ya padre! Y ahí fue para esto, entonces fue cuando mi hijo me dijo y

mis otros hijos dijeron, pero mami para qué lo recibía, mire ese sufrimiento, ya

de 3 años, ya había pasado. (Marcela)

En breve, se destaca el uso del cuerpo masculino como la principal herramienta

utilizada para herir y someter a las parejas, de manera que las cachetadas, las patadas,

los puños, los estrujones, las arrastradas eran acciones físicas que se ejercían sobre los

cuerpos de las mujeres y que traían consecuencias para el bienestar físico y la salud de

las mujeres mayores. También, el alcohol se convierte en un factor que caracteriza

Page 28: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

6

algunos de los eventos transgresores en los que posterior a la ingesta de licor, se

presentaron altercados en el hogar que daban paso a la agresión física.

Violencia psicológica. Situaciones de violencia psicológica fueron reportadas

por todas las participantes del estudio (14/14) tanto en otras etapas de la vida (juventud

y adultez) como en la vejez. Las manifestaciones de esta violencia en la muestra

entrevistada comprenden una heterogeneidad de acciones y actitudes tales como el uso

de palabras denigrantes como “perra, puta, nochera, hijueputa, coma mierda”; el uso de

amenazas y chantajes que buscaban controlar los actos de las mujeres; y el uso de un

tono de voz alto que en la mayoría de las circunstancias buscaba intimidar y ganar

control sobre las conductas de las esposas o compañeras. De igual modo, el silencio y

las miradas intimidantes no se quedaron por fuera de este listado, así como los reclamos

por celos o el control ejercido para que las mujeres dejaran de hacer cosas que los

hombres no querían. Lo anterior, puede ejemplificarse en el siguiente fragmento:

M: Por ejemplo, llegaba un señor a comprar algo y él se iba y se paraba ahí a

poner oído. Después si él oía alguna cosa que era agradable que esa persona me

dijera. “Ese es su mozo”.

D: ¡Ah! ¿La celaba?

M: Si, Sumercé.

D: y ¿usted qué le decía?

M: No, casi no me metía con él por la cosa de que era muy agresivo.

D: Por ejemplo: ¿qué pasaba si usted le decía algo? ¿Cómo le respondía?

M: ¡No! Eso me decía tantas vulgaridades que para qué.

D: ¿por ejemplo?

M: A usted no le importa, no sea metida, no sé qué. Usted es esto, usted es una

porquería, usted... Eso me trataba de nochera.

Con relación al control y la coerción, en las entrevistas realizadas fue posible evidenciar

en dos entrevistas que, las mujeres en la vejez continuaban sometidas a la voluntad de

sus esposos y dejaban de hacer cosas tales como salir, reunirse con sus amigas o visitar

a sus familiares. A continuación, se presenta la situación descrita por Lina:

una amiga, ya murió, yo vivía en la casa, antes de yo irme a vivir con él. Yo

vivía en la casa de ella, con ella yo salía a pasear, me invitaba; camine se toma

una cerveza. No era que me tomará un petaco o medio petaco, unas dos o tres

cervezas me las tomaba y estaba bien con ella y todo. Pero me fui a vivir con ese

señor, parecía una monja en la casa; del trabajo a la casa y de la casa al trabajo…

Page 29: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

7

“Usted es de aquí de la casa no de la calle”. “Usted no tiene por qué tener

amigas porque sus amigas se la llevan es a tomar y farrear y todo”.

Violencia sexual. En tercer lugar, con relación a eventos de violencia sexual en

la relación de pareja, cabe resaltar que, dentro de las 14 participantes de este estudio, 9

mencionaron haber experimentado esta violencia en alguna etapa de la vida. 6 de estas

mujeres experimentaron episodios de violencia sexual tanto en etapas previas por parte

de sus parejas, como en el periodo de la vejez. Dentro de las manifestaciones de esta

violencia se presenta con mayor prevalencia el abuso sexual, referido por 4 participantes

quienes manifestaban que sus parejas las forzaban a tener relaciones sexuales, en

algunos casos estando el perpetrador en estado de embriaguez. Otras manifestaciones

referidas eran el acoso verbal, e insinuaciones sexuales no deseadas. Así, Marcela narra

una de sus experiencias de violencia sexual vividas durante los últimos años con su

pareja: “A veces llegaba, y yo estaba dormida, y él me tocaba brusco, como a meterme

cosas, como a lastimarme, como a dañarme, por eso es que yo le cogí miedo, pero eso

fue ya a lo último”.

Dentro de las entrevistas realizadas, se destaca el caso de Milena, en el que menciona

que la violencia sexual emergió en la adultez mayor.

No hace mucho, eso hace como dos añitos. Ahí empezó alebrestado que

realmente, cuando uno no esté dispuesto a algo es a la fuerza. Entonces, le dije: no

señor, es que uno, uno da la iniciativa, si uno no educa al hombre, el hombre lo coge a

uno como si fuera un cerdo. ¿Sí o no?

La violencia sexual también disminuyó en la vejez en tres participantes debido a que en

primer lugar condiciones físicas del perpetrador tales como su fuerza o capacidad sexual

se vieron disminuidas, y también al hecho de que se dieron cambios en las dinámicas de

la pareja y de convivencia en las que, por ejemplo, la pareja ya no compartía la misma

cama o incluso la habitación. Tras preguntarle a una participante si había experimentado

nuevamente violencia sexual, esta respondió lo siguiente:” Pues sí, pero él ya no

funciona para eso, yo le digo; ¡ay ya deje de molestar que ya mejor dicho para que! Ya

confórmese”. De igual modo, es posible evidenciar otro escenario en donde otra mujer

manifiesta que la violencia sexual no se presenta hace dos años debido a que su pareja

había visto en medios de comunicación que estas acciones eran violentas y eran

punibles.

D: y ¿ahorita no se ha presentado eso?

Page 30: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

8

B: No, porque como ha visto por televisión y ya saben que no la pueden obligar a uno ni

nada. Entonces ya no.

D: ¿Hace cuánto usted más o menos ha visto que ha cambiado eso?

B: Ya hace como un año, como dos años.

D: ¿qué usted le atribuye que se dio cuenta?

B: Yo creo que fue él que se dio cuenta porque eso ha salido y que a la mujer no sé qué.

Entonces, yo creo a él le ha servido porque a veces no, que eso que a veces a uno no

quiere porque me duele mucho por acá, que no sé qué. ¡Ay flaquita! No, no, no, y no ya

me respeta. En una época si era bravo, se ponía bravo.

Violencia económica. Encontramos que 7 participantes entrevistadas

manifestaron sufrir este tipo de maltrato después de los 60 años. De las entrevistadas, 4

presentaban antecedentes de violencia económica en etapas vitales anteriores. Dentro de

las manifestaciones referidas por las participantes se encuentran: la venta, hurto y

destrucción de objetos materiales valiosos; la manipulación de fondos y cuentas

bancarias sin conocimiento de la víctima; y la paupérrima participación en el aporte a

gastos y necesidades básicas en el hogar. Dentro de los casos de violencia económica

que no presentan antecedentes, sino que se presentan de manera emergente en la vejez,

se destaca la experiencia de Leonor y Lina, quienes llevaban una relación conflictiva y

difícil con sus parejas debido a que estos no respondían económicamente por ninguna

obligación en el hogar. En el siguiente apartado, se muestra como Lina relataba que su

compañero tenía dinero para tomar, pero no para cumplir con sus obligaciones en el

hogar, y ella era quien compraba desde los objetos de aseo personal, hasta se hacía

cargo de los gastos del arriendo:

Lina

L: Esto ya es viejo casi como setenta y pico de años. Le daba las cosas al hijo que el

jabón y la crema y yo compre, compre y dele; y él saque. Me voy, me voy y así fue, me

fui. Pero con el tiempo yo me fui a vivir donde mi hija otra vez, pero allá llegó a

hacerme la vida imposible. Entonces, mi hija y mi yerno le dijeron, si usted se va a

volver a vivir con mi mamá entonces pague un arriendo. Entonces le dijo: ¿de cuánto?

30 mil pesos... No los tenía para pagar. Pero a tomar eso sí.

Por otro lado, también en el caso de Lina y de Mónica, se evidencia cómo sus parejas de

manera abusiva manejaban los bienes y recursos sin su consentimiento. De este modo

relata Mónica que, “No lo podía dejar entrar al negocio porque ahí iba y me sacaba la

plata, me robaba”, y Lina que: “Yo me iba a trabajar, me sacaba las cositas de mi pieza

las vendía, él no trabajaba, me gastaba las cosas, él tenía dos hijos.

Page 31: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

9

Consecuencias de la violencia

Los resultados de esta investigación denotan que la violencia en las cuatro

manifestaciones aquí estudiadas, acarrean consecuencias para el bienestar y la salud

física y psicológica de las mujeres mayores. Así, si se analiza la violencia física, a pesar

de ser la menos prevalente en la vejez (4 de 14 mujeres la refieren), se tiene que esta

violencia generó en algunas víctimas daños a nivel fisiológico que afectaban la

funcionalidad e incluso ponían en riesgo la vida de las mujeres. De esta manera, dentro

de los relatos de las entrevistadas, se asocian a la violencia física: traumatismos,

hematomas, heridas, lesiones.

Marcela

Pero lo que pasa es que yo no lo reporte y la vez que me dio, que duré, me dio un puño

acá y dure sangrando como desde las dos de la mañana hasta las 5 de la mañana por

boca y nariz. Y eso temblaba, eso sí me decía: mamita, no vaya a decir que yo le pegue.

Él hacía las cosas y cuando él me veía que estaba muriéndome, él lo único que hacía era

conseguirse una caneca de agua y me lavaba. Pero él una caricia de decir mamita

después de que... Entonces yo decía, ¡Dios mío! qué clase de amor era lo que ese señor

tenía.

Así como esta violencia puede llegar a generar graves afectaciones en la salud y

funcionalidad, puede también tener consecuencias mortales e irreparables. El siguiente

apartado Mónica, relata la magnitud de la agresión física y las consecuencias que esta

tuvo en su salud:

Mónica

M: Resulta que la cama que él tenía era de aquí a allá ¿sí? y desde allá me dio un puño y

me mando como hasta acá; y caí encima de una base de cemento. Eso me tocó ir a

medicina legal y todo eso.

D: y ¿en medicina legal que le dijeron?

M: No, pues me dieron como 9 días de incapacidad.

Laura

L: Sí porque llegó borracho. Entonces, me dio una patada acá y cuando ya no quería

estar con él. Una vez me tiró de la cama y casi me desnuca porque caí en una esquina, y

llego y me tumbo así.

Con relación a la violencia más prevalente, la violencia psicológica que es reportada por

todas las entrevistadas, aunque parecieran ser menos evidentes las consecuencias, en los

relatos se encuentra que las mujeres refieren sentirse afectadas emocionalmente por la

humillación, los gritos, celos palabras soeces, el desprecio y el control que muchos

Page 32: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

10

hombres ejercían en su vejez. Así, muchas reportaron haber experimentado un estado de

ánimo bajo, así como sentimientos de rabia, frustración, tristeza, miedo y sobrecarga

emocional debido a la calidad de las interacciones y comunicación con sus parejas.

Leonor

L: me decía hijueputa... llegaba hasta al otro día con un poconon de mentiras y ¡Agh! yo

me ponía toda deprimida, toda triste.

Amanda

A: Pues más desprecio, sí. Pues desprecio porque uno se siente mal porque pongámosle,

uno le está hablando y salen y se van y lo dejan a uno ahí. Después llegan otra vez

frescos. Entonces, se sienten uno ya que no les gusta, que uno ¿sí?, y que hay otra

persona ahí entre nosotras que le dice a uno: Oiga señora Amanda como le ha ido o

como camine y se toma un tinto. Se siente uno cariñoso... O una amiga. Entonces yo

hablaba con la gente que iba y ya nos les ponía cuidado ni nada.

Mónica

M: Entonces, eso es lo que ha pasado.

D: O sea ¿ya no se la monta de que salga?

M: No, ya no. Pues él quisiera, pero ya no.

D: ¿Pero no le dice nada?

M: No me dice nada, pero yo siempre... yo creo que en el fondo me da siempre miedito,

pero me le enfrento.

De igual manera, en los datos recolectados fue posible encontrar que dentro de un

contexto violento la calidad de las interacciones en la relación de pareja tiende a

deteriorarse, y la comunicación se limita en muchas ocasiones a intercambios verbales

mínimos.

Manuela

No, yo nunca he tenido pareja, nunca. Ni para ir a ningún lado, ni para hablar ningún

tema, nada. Yo busco amigas, con él no. yo no puedo hablar nada, todo termina en

pelea. Hay veces que uno le pregunta algo y ¡Agh! Hombre, le estoy es preguntando, a

toda hora se siente que lo estoy culpando, que lo estoy ofendiendo; es terrible. Mis hijos

como no viven eso.

Leonor

No, ya poco nos ponemos a dialogar porque es que él uno le está diciendo algo, él no sé

deja hablar ni nada. Entonces, ya poco, siempre es un poco… Yo le voy a ser sincera,

yo con él no tengo vida. Somos muy aparte, a la hora de la verdad eso ya se acabó.

Como dice el dicho se le acabó el amor a uno.

Page 33: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

11

La violencia Sexual no se queda atrás en cuanto a los efectos que tiene en la salud y

bienestar psicológico de las mujeres. De este modo, se configura el miedo, la rabia y los

recuerdos dolorosos como algunas de las consecuencias asociadas a la violencia sexual.

El siguiente extracto de la entrevista de Manuela da cuenta del impacto psicológico que

puede tener un evento de esta magnitud:

Entonces no ve, yo no puedo, ya es como un trauma que yo tengo. Yo tengo traumas.

Que no me gusta el rincón de la cama y claro borracho me arrinconaba contra el rincón

a golpes. Sexo a la brava con un borracho, ¡ay no! horrible.

Con relación a las consecuencias de la violencia económica, es posible evidenciar que

se dan disrupciones y deterioro en la comunicación e interacciones de los miembros de

la pareja. Así mismo, estas situaciones generan malestar emocional, rabia y frustración

que pueden dar lugar a respuestas agresivas por parte de las víctimas. La evasión de la

responsabilidad económica que describe Milena sobre su marido, le genera rabia e

indignación, y tras un momento de liberación expresa lo siguiente:

Pero, vaya uno y pídale pa´ una crema, pa ´un desodorante, pa ‘un corte de cabello, pa

‘unas onces..., no, él no tiene, que toca pagar el agua, toca pagar la luz, y que, si, pero

pues le digo "no ve que lo mío no pasa de 100.000 pesos y eso no hay", no hay, no hay,

y a mí, realmente lo del corte, lo que yo a veces necesito me lo dan es mis hijos, un

pantalón, un par de zapatos, mis hijos.

Respuestas a la violencia

Cuando se trataba de eventos de violencia física, la respuesta de las víctimas en su

mayoría era una respuesta activa que involucraba desde un reclamo verbal, la ruptura de

la relación de pareja, como una respuesta de defensa física. Una situación que

ejemplifica una respuesta violenta a una agresión física:

Mónica

Sí, últimamente, una noche llegó borracho con mi hijo y me empezó a tratar muy mal y

a decirme cosas y a pegarme. Entonces yo saqué un garlanchita pequeña que tengo, la

saqué y le di por las patas y lo tumbé al suelo. Él al verse caído al suelo se metió por

debajo de la cama y yo por debajo de la cama le hacía así, tanto que le rompí aquí una

parte de un pie; un tobillo.

A continuación, se presenta la descripción de un evento en el que se desencadena una

respuesta verbal ante un episodio de violencia física:

Andrea

A: Más parte de él porque me ofendió bastante, pero a pesar de que me ofendió pues me

cacheteo, y ahí fue cuando le solté la palabra, pero de resto.

Page 34: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

12

D: ¿qué le dijo, dígame? Tranquila, sin pena.

A: Por qué me pega, no sea hijueputa. Entonces, cuando le dije eso, dijo: a mí no me

trate mal que no sé qué, porque a él no le gustan las malas palabras, ni a mí tampoco

pero como me cacheteo pues me dio…

A pesar de que la mayoría de las participantes del estudio manifestaron haber actuado

frente a la violencia física, también se presenta situaciones en la que la víctima debido a

los efectos de esta, y el temor a las reacciones de los victimarios suprimieron su

motivación a denunciar temiendo que esta acción pudiera empeorar incluso el clima

relacional y poner en riesgo su integridad. A continuación, se presenta un caso que

ilustra lo anterior:

Laura

L: Que a mí me da miedo denunciar cuando él me pegaba y me trataba mal. Me daba

miedo denunciar porque yo digo que tal llegue y me agarre más duro, me deje tirada y

yo como hago para el arriendo. De donde saco para el arriendito, entonces, yo temía era

por eso.

Por otro lado, en la mayoría de las situaciones de violencia psicológica, las participantes

manifestaron que preferían evadir la situación, y quedarse calladas con la finalidad de

evitar que se prolongaran o desataran discusiones más álgidas. Una postura pasiva, que

llevaba el discurso de “indiferencia”, escondía en muchos casos el dolor, la tristeza y la

frustración de muchas que preferían callar por costumbre, por miedo, o por

desesperanza.

Esperanza

D: Pero digamos que ¿llegaba borracho y la buscaba para molestarla? ¿cómo era?

E: Todo bravo, tratándome mal y hablando mal. Ya a lo último ya no le paraba bolas.

Ya me quedaba callada y dejaba. Sé que al otro día se larga y llega otra vez por la tarde.

Pero no llegaba borracho.

Leonor

L: Yo para evitar tener discusiones con él prefiero irme, salir y dejarlo.

L: Entonces uno procura, yo procuro cuando así, salgo y me voy. No le busco más la

boca y me voy.

En este mismo sentido, cuando se trataba de episodios de violencia sexual, de seis

mujeres que habían referido sufrir algún evento en la adultez mayor, sólo dos habían

emprendido acciones para frenar la situación abusiva. En estas dos situaciones, las

acciones emprendidas fueron la búsqueda de ayuda impartida por instituciones y

profesionales. Por ejemplo, Milena, una mujer de 63 años, tras ser víctima de abuso

Page 35: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

13

sexual buscó ayuda en su médico familiar, a pesar de que manifestó que sentía pena, y

que no quería que otras personas se enteraran.

Y ese día si me pasó eso, que él fue así brusco y eso entonces yo hablé con el doctor,

ese día nos tocó cita juntos, teníamos cita el mismo día y yo le conté al doctor, yo le dije

"doctor yo puedo hablar con usted una cosa”, y entonces él dijo "si tranquila mija".

Miré doctor me pasó esto y esto y a mí me da pena, pero es que yo lo quería denunciar a

la policía, pero es que a mí no me gusta eso, y más que mis hijos se enteren, le dije no.

Entonces le dije, "yo le quería comentar con usted". Entonces, el doctor me dijo

"tranquila, déjemelo a mí ". Entonces, yo le conté, le dije sí eso me pasó y realmente eso

me tiene muy triste y no me gusta, porque a mí nunca me han hecho eso, he sufrido de

otra manera, pero gracias a Dios de otras maneras no, porque realmente a mí, yo me crie

con monjas, y a mí me hablaron todo eso, y entonces él me dijo, tranquila que yo le voy

a decir". Y lo cogió, y ese tipo salió transfigurado de allá, porque yo estaba reclamando

la droga, y transfigurado, y eso era que no me hablaba y yo dije, no mierda, yo me

imaginaba lo peor, de quién sabe qué me va a pasar ahorita en la casa o algo, y entonces

me dijo: "¡Ay, entonces le comentó al doctor!". Le dije "Sí, dele gracias a Dios que lo

comenté con el doctor porque yo la mente mía era para haberlo demandado a usted por

la policía, porque eso no se hace"

Proceso de Salida

Ponerle fin a una relación en donde se presenta violencia psicológica, física, sexual o

económica es un proceso que resulta complejo para algunas mujeres mayores debido a

que tomar una decisión como esta, implica tener en cuenta tanto factores individuales y

económicos, como factores relacionales. El temor a la retaliación, la enfermedad (propia

y/o del cónyuge) y la soledad hicieron que algunas mujeres abandonaran la idea de

concluir su relación y en algunos casos dejar el hogar. De igual modo, en al menos dos

entrevistas las mujeres manifestaron que a pesar de anhelar irse o abandonar la relación

violenta, la dependencia económica y la inactividad laboral les destruía cualquier

esperanza existente. En el mismo sentido, otras participantes manifestaban que la idea

de tener problemas con los hijos o con otros miembros de la familia era una carga que

muchas madres no estaban dispuestas a asumir, y por tanto preferían continuar

conviviendo junto a sus parejas aun cuando sus interacciones se transformaban en la

mínima comunicación posible. Ante la pregunta de sí habían considerado o

consideraban aún abandonar la relación violenta, las respuestas de las mujeres se

condensaron en las siguientes expresiones:

Silvana

Page 36: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

14

S: Tal vez no lo hice en el momento adecuado y ya después, yo ya había invertido mi

plata ahí. Entonces, ya no voy a dejar la casa ahí listica para otra y yo si me voy a pasar

dificultades por irme a otra parte. Entonces, esa ha sido mi casa y como dicen; aquí

estoy y aquí me quedo.

Manuela

M: Yo si lo pienso, y ahora último más, pero me echo de enemigo todos los hijos y me

daría... Es que yo toda la vida he estado en pro de que mis hijos no sufran… Sí, me hace

mucho sufrir y yo no sé cómo solucionar eso de que yo a veces pienso: yo digo que rico

es que a él le pagaran la pieza y él vería que hace y yo pues a ponerme aparte.

D: Digamos ¿usted que ve de diferente a su situación, ¿qué le impide a usted irse, es el

hecho de sus hijos, de dejarlo?

M: Para no irme, de pronto miedo, ya en esta edad para yo empezar a pedirle al uno,

pedirle al otro, no me gusta. Pues él no es que me lo de todo, pero estoy con el papá,

entonces ellos están pendientes. A mí se me mete que, si yo me aparto, ellos no es que

ya no estén pendientes de él, pero de mí quién sabe. O sea, no van a estar contentos

porque yo me los conozco. Uno más que me les mencione que dejar a su papá se pone

furiosos.

Laura, una mujer de 65 años que tras un episodio de violencia física severa había

abandonado su hogar para vivir con su nieta, ilustra que tras haber perdido un beneficio

económico se vio en la necesidad de retomar la convivencia con su marido.

Eso, por allá. Ella compró un apartamentico y ella me dijo que me fuera a vivir allá, con

ella y con el esposo. Entonces, yo me fui a vivir con ellos, entonces resulta que a mí me

quitaron el bonito. Porque Soacha, allá no hay, y como allá donde ella compró es estrato

3. Entonces, ya me tocó volverme a vivir con él. Ya entonces mi bonito está en proceso

otra vez. Ahoritica me sale.

A pesar de que no se reportan nuevos eventos de violencia una vez retomada la

convivencia, esta decisión podría ser riesgosa debido que podrían presentarse

situaciones de conflicto dentro de la relación en caso de que no se tomen medidas que

puedan prevenirla. En el caso de esta participante, refiere que para volver a su vivir con

su compañero debió hablar y pactar un compromiso verbal en el que acordaron mejorar

su relación y no incurrir en respuestas violentas por parte de ninguno.

En contraste, se presentaron dos casos de procesos de disolución de la relación de pareja

que se dieron después de los 60 años, que trajeron consecuencias positivas para las

mujeres y garantizaron la salida de las víctimas de la relación abusiva. En primer lugar,

la consecuencia más importante es que las mujeres que lograron distanciarse de su

Page 37: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

15

pareja dejaron de estar expuestas a acciones violentas que podrían afectar su salud física

y mental. En segundo lugar, las mujeres reportaron sentir mayor tranquilidad, menor

preocupación y problemas y mayor autonomía a la hora de tomar sus decisiones y vivir

su día a día.

Marcela

D: ¿cómo ha cambiado su vida?

M: Total, un giro total. Si me quiero levantar, me levanto. Si quiero comer, como. Si mi

hijo me lleva de comer, el otro también me lleva de comer. Mi nieto me apochicha, el

otro también y acá el otro día nos llevaron a mundo aventura y ahí estuvimos felices.

Lina

L: No, fue la única vez porque yo ya dije no más. Yo dije, no más y no más. No me

aguante más. O sea, ¿después de ese día qué pasó? ¿Cuánto tiempo duró ahí, se

aguantó después de eso? como 8 días y lo dejé que se fuera y llame a una sobrina, le

dije: “Luisita me hace un favor me ayuda a trastear”, me dijo: “Sí tía yo le ayudo a

trastear”. Por la noche cuando llegó, sus cositas ahí y que duerma en el piso porque todo

lo que había era mío. Yo dije: prefiero vivir sola y no mal acompañada, yo sé que mi

plata se me va a ver y mis cosas no se me va a perder.

Finalmente, dentro de las entrevistadas se encuentran dos mujeres que vivieron

violencia psicológica y física a lo largo de su vida en pareja, y que terminó únicamente

cuando sus parejas fallecieron. Así, en uno de estos casos, el proceso posterior a la

defunción del cónyuge vino acompañado del cese de violencia, y también de

desventajas económicas como lo ilustra la siguiente frase “Ya es una vida pues, como le

dijera, es una vida tan sana y tan bonita pero cuando uno no tiene para comer ahí es en

donde rebúsquese en lo que sea”- Amanda.

Percepción de la violencia

Para muchas mujeres el proceso de identificar acciones violentas durante la adultez

mayor fue mucho más claro cuando se trataba de acciones físicas. Las cicatrices, los

moretones y los golpes, eran lo primero que reportaban cuando se hablaba sobre los

problemas y eventos disruptivos experimentados en la relación de pareja. Frente a estas

situaciones, las mujeres referían que debían tomarse o que habían tomado medidas para

detener estas acciones. De igual modo, a la hora de referirse a las acciones de violencia

psicológica, la mayoría de las participantes tenían claridad sobre los efectos que esta

tenía en su calidad de vida y bienestar, y además manifestaban que estas situaciones no

eran normales. Sin embargo, a pesar de que veían esto como maltrato, muchas percibían

estos eventos como menos relevantes y preferían dejarlos pasar y en ocasiones sólo

Page 38: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

16

mostrarse indiferente. También, cabe resaltar que cuando se indagaba preliminarmente

por la violencia, las mujeres rápidamente se referían a las vulgaridades, malas palabras

y groserías como un acto que las afectaba de una manera clara y recurrente. Por

ejemplo, cuando se preguntaba a las participantes sobre experiencias de maltrato,

inmediatamente reportaban que las groserías y palabras como “hijueputa, perra, puta”

podían acompañar los actos de violencia física, o ser la principal fuente de maltrato.

Laura

D. ¿cuándo se peleaban, usted le hacía el reclamo y él le respondía con golpes?

L: Si y con malas palabras.

D: ¿qué era lo más frecuente?

L. Qué me tratara mal y qué me pegara. Me agarraba a golpes.

D: por ejemplo, ¿qué le decía?

L: Pues él así grosero, grosero, no. Que vieja no sé qué.

D: ¿la gritaba?

L: me decía hijueputa... llegaba hasta al otro día con un poconon de mentiras y ¡agh! yo

me ponía toda deprimida, toda triste.

Por otro lado, a pesar de que las mujeres identificaban que esta violencia afectaba su

estado anímico, es posible encontrar situaciones como las de Marcela en la que su

contexto y red social próxima validaban una forma de tramitar la violencia a partir de la

idea de “perdón y olvido”, o represión de las emociones, lo que reforzaba la

permanencia de la víctima en el contexto adverso.

Marcela

M: eso me decía que era una puta, una perra, que mi madre se la comían no sé quién,

que mi madre era.... No, eso era que mi madre había muerto podrida, que mi madre. Uy

no, eso eran cosas y decía de mis amigas decía: escuchar esa boca y usted al ratico estar

como si nada. Es que mi Dios le ha dado a usted un don de perdón que nadie lo tiene.

Entonces yo dije: no, pero ese don se acabó. Ese don ya no más. Y allá esto, y

pongámosle de que más he vivido, a partir del 20 de abril, que quede sola.

Ahora bien, con relación a la violencia sexual es importante señalar que, en dos

circunstancias, aun cuando los actos continuaban siendo actos sexuales no

consensuados, las mujeres los percibían como menos importantes y prestaban menor

atención a la agresión. Uno de los casos corresponde al acoso sexual, que se ve

minimizado frente a la violación o abuso sexual percibido como un acto más severo. Al

preguntarle a Manuela sí su marido había intentado nuevamente forzarla a tener

relaciones sexuales, ella manifestó que él la había vuelto a molestar pero que él ya no

Page 39: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

17

era capaz de hacerle daño, por lo que ahora podía decirle que no la molestara y tomar

una posición de defensa. En esta situación previa, la mujer consideraba como daño el

acceso físico, pero no aquellas insinuaciones, palabras no deseadas e incómodas que

había referido recibir. Por otro lado, otra entrevistada manifestó no haber sufrido

violencia sexual en la vejez, aun cuando posteriormente mencionó en la entrevista que

su pareja le insinuaba prácticas sexuales que no eran deseadas. En estas situaciones

tenían mayor valor para las entrevistadas el hecho de obligar a otro a tener una relación

sexual, y no lo sería el acoso e intimidación física.

En contraste, cuando se abordaban situaciones de violencia económica, muchas

tendían a verlo como parte de una dinámica injusta, pero “normal” debido a que había

sido perpetuada durante mucho tiempo. En esta medida, la mayoría de mujeres no

identificaban estas situaciones como violencia, y sólo una de víctimas de violencia

económica refirió que se había manifestado frente a la situación de evadir la

responsabilidad económica con la esposa, y le había dicho lo siguiente a su pareja: “yo

lo demando a usted porque de una vez le quitan por la derecha, entonces mire a ver

mijito, porque si me va a dar de comer, me avisa o si no, claro que yo de hambre no me

muero” (Milena).

Aun cuando se lograba identificar las situaciones violentas, muchas mujeres

justificaban las acciones de sus parejas, y se atribuían como culpables o responsables de

las agresiones. Consideraban que cada agresión era precedida por alguna conducta

inapropiada, o que existía algún motivo por el que se justificaba la violencia. En los

relatos algunas mencionan que tras ser agredidas llegaban a hacerse cuestionamiento

como los siguientes: “Yo le decía, dígame el motivo, dígame la razón porque yo no soy

adivina” (Marcela); Andrea: “Usted es un no sé qué y sacó y pum. Pues fue merecido

porque uno no puede ser grosero y las groserías para mí, terrible.” De igual modo, otras

personas que no habían sido víctimas de alguna violencia específica en la vejez

mencionaban que esto no les sucedía a ellas porque no lo habían propiciado. Así, ante la

pregunta de sí había sufrido violencia física, una participante contestó lo siguiente: “No,

yo como nunca le daba motivos para que me pegara ni nada”. En breve, estas tres citas

previas denotan que existe la creencia que el maltrato y la violencia se justifica al tener

un mal comportamiento o al dejar de cumplir alguna obligación. En el mismo sentido,

también se encuentra un caso en el que la víctima además de justificar las conductas

transgresoras de su pareja se culpa a sí misma por continuar en la relación:

Manuela

Page 40: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

18

Yo no digo que él quiera ser malo porque en alcohólicos anónimos dicen: nosotros no

somos chicos malos, pero yo no sé por qué a ustedes les gusta vivir con nosotros... A

ustedes les gusta vivir con nosotros y eso es como una adición, es una adición. Él es

adicto al alcohol y yo soy adicta a él. Entonces, ahí está, lo mismo que tiene él, lo tengo

yo.

Sobre las canas, ser mujer y experimentar violencia por parte de la pareja

Roles de género tradicionales: cuidado femenino y provisión masculina.

Dentro de la vida y convivencia en pareja se dan relaciones que están marcadas por los

roles y estereotipos de género. Por este motivo, la presente investigación presenta en los

apartados siguientes, los resultados sobre las indagaciones respecto a los roles de

cuidado y provisión, y a la toma de decisiones en la relación de pareja.

Cuando se preguntaba a las mujeres sobre su trayectoria laboral, la mayoría respondía

que se habían dedicado desde que se casaron o desde que viven con sus parejas al

“hogar”, lo que en pocas palabras se traduce al trabajo doméstico y trabajo de cuidado

no remunerado. Diez de las 14 participantes mencionaron que se habían dedicado

exclusivamente a ser amas de casa, y que en la vejez continuaban ejerciendo esta labor

en sus hogares sin haber recibido remuneración alguna. De las participantes restantes,

tres además de trabajar en el hogar como amas de casa habían realizado algún trabajo

adicional hasta hace muy poco tiempo (en la vejez o próximo a la vejez), pero en la

actualidad se encontraban buscando empleo, pues su anterior trabajo (informal y trabajo

de cuidado) lo habían perdido por el deterioro de su salud, porque su funcionalidad se

había visto limitada, o porque ya nadie las empleaba. Por otro lado, sólo una de las

mujeres entrevistadas se encontraba activa laboralmente, también en un trabajo

informal, donde desempeñaba un rol de cuidado como acompañante de una persona

enferma.

En todas las circunstancias anteriores vale la pena destacar el hecho de que el trabajo

doméstico se situó bajo una constante que no se modificó, aunque la mujer haya estado

activa laboralmente. Incluso la única participante que mencionó tener un empleo

remunerado refería que cuando llegaba a su hogar debía ocuparse también por hacer de

comer para su pareja, lavarle la ropa y arreglar la casa. Hacer todas estas actividades es

algo que las mujeres entendían como algo para lo que habían sido educadas desde

pequeñas, y que era parte de esas cosas que “debían encargarse las mujeres”. Sin

embargo, en algunas circunstancias se llegó el momento en que algunas a partir de la

exigencia de las labores y el desgaste crónico, consideraban que requerían que los

Page 41: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

19

hombres se responsabilizaran de algunas tareas mínimas, o que colaboraran de alguna

manera en el hogar. Así, se manifestó Silvana cuando se le pregunta sobre las cosas que

anhelaba tener en la vejez:

S: Pero si me gustaría que él colaborara, no para mí, sino en cosas de él. Él nunca llama

a la eps, menos se preocupa por los papeles que vamos a llevar hoy y cómo va a decir

nada si no sabe leer.

S: Entonces, toda la carga, como le digo, siempre...

D. Recae en usted,

S: todo, como dicen los chicos pequeñitos; todo yo.

De igual manera, muchas mujeres manifestaron que, hoy en la vejez se arrepienten de

no haber realizado otras actividades que les permitieran solventar las necesidades y

garantizar su estabilidad económica para etapas como la que estaban viviendo. La

reflexión de muchas mujeres suscita de las necesidades que hoy viven en su día a día y

de la vulnerabilidad y desigualdad económica en la que se encuentran. De los casos

analizados en este estudio, el hecho de no tener un ingreso económico como un salario

supone para muchas grandes retos por sobrellevar en la cotidianidad, y para poder

satisfacer incluso necesidades básicas. Gastos tan mínimos como los implementos de

aseo personal, un pasaje para el bus, una ración de comida se convierte en una odisea

para la mayoría de las mujeres. Beatriz narraba que, ante la necesidad económica, se

veía obligada a sacrificar su salud y dejar de comprar alimentos esenciales para su dieta

porque el dinero no le permitía adquirirlos: “Entonces, hay días en los que uno no se

puede nutrir bien ni nada. ... Por ejemplo, a mí me toca comer que verduras, que esto,

que lo otro. Entonces, a veces como la pasta en el todo a mil, una libra por mil pesos,

entonces uno compra pastica y tiene ahí. Entonces, a veces solo hay pastas y arroz, por

decir algo”.

Como se ha mencionado previamente, las mujeres entrevistadas pertenecen a un grupo

de personas en una compleja situación de vulnerabilidad económica. La mayoría no

trabajaron en la vejez ni en etapas previas, y las pocas que lo habían hecho, lo hicieron

de manera informal de modo que, no recibieron aportes a seguridad social y pensión.

Por esta razón, encontramos que las fuentes de ingresos por parte de las mujeres en 8 de

los casos catorce casos es nula. Mientras tanto, seis de estos casos en donde la mujer no

tenía ningún ingreso económico estaban caracterizados porque el hombre si lo tenía y

era el proveedor principal o único en el hogar. La fuente de este dinero provenía en

todos los casos del acceso a la pensión con excepción de uno que correspondía al salario

Page 42: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

20

devengado por un empleo actual. Así, dentro de algunas de las relaciones en donde se

presenta la situación descrita previamente, se tienden a presentar conflictos en la pareja

debido a que la mujer depende económicamente del otro y debe valerse de estos

ingresos para satisfacer sus necesidades. En estos casos, se generan discordias porque

los esposos se muestran indiferentes y reacios a cubrir los gastos de las mujeres (pj:

artículos de aseo personal) y no contemplan los mismos dentro de la distribución de sus

aportes. Así, conseguir dinero se convierte incluso en algunas situaciones en un reto y

un desafío que genera tensión, sobrecarga, incomodidad y frustración en la mayoría de

las mujeres que deben enfrentarse a esto.

M: Sí, yo le digo "es que ustedes lo tienen a uno pa ´que sirva pa ´cocina, pa´ la casa,

porque usted es bueno pa ´mandar, y pa’ la cama", porque si, hablando, le dije,

vulgarmente “a ustedes toca hablarles así, pala cama, pa eso es que sirve uno". Pero,

vaya uno y pídale pa´ una crema, pa ´un desodorante, pa ‘un corte de cabello, pa ‘unas

onces..., no, él no tiene, que toca pagar el agua, toca pagar la luz, y que, si, pero pues le

digo "no ve que lo mío no pasa de 100.000 pesos y eso no hay", no hay, no hay, y a mí,

realmente lo del corte, lo que yo a veces necesito me lo dan es mis hijos, un pantalón,

un par de zapatos, mis hijos. (Milena)

Con relación a las seis participantes que recibían algún tipo de ingreso, lo recibían por

parte de un subsidio económico otorgado bimestralmente por el gobierno a aquellas

personas que vivían en situaciones de pobreza y desigualdad. El ingreso, aunque era

acotado para la mayoría de las necesidades manifestadas, se convertía en un salvavidas

para al menos tres o cuatro participantes que no tenían otra fuente de manutención, y les

permitía pagar el arriendo y con un máximo rendimiento, alimentarse. Por otro lado,

para quienes tenían necesidades mínimas satisfechas como la vivienda y la

alimentación, el bono permitía amortiguar gastos en otros bienes de consumo básico

tales como implementos de aseo, vestuario, transporte.

Ahora, si tenemos en cuenta el proceso de toma de decisiones en el hogar, encontramos

que podía estar relacionado con la posición económica y la contribución en el hogar. De

este modo, se encontró que, en al menos 7 casos, las decisiones en el hogar se daban por

parte del miembro que contribuía mayoritariamente con las obligaciones del hogar. Así,

se presentaron seis casos en los que el hombre tomaba las decisiones en el hogar de

manera casi totalitaria, y 1 sólo caso en dónde la mujer las tomaba por ser la principal

proveedora económica. En este único caso, es importante resaltar que se dio un cambio

en la dinámica y roles tradicionales en la relación de pareja, -tras el desempleo del

Page 43: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

21

hombre, la mujer empezó a trabajar y a tomar las decisiones- que permitió que la mujer

adquiriera un nuevo rol que se mantiene hasta la actualidad. Frente a la pregunta de

quién tomaba decisiones en la casa la participante respondió que ella lo hacía y agregó:

“Sí, eso sí me lo ha respetado porque como yo era la que aportaba y siempre el que

aporta exige. Entonces, yo, y él se dejó coger ventaja mía y pues yo ya no lo dejo que él

opine” (Beatriz). Por otro lado, se refieren otros casos en donde la toma de decisiones se

daba de manera concertada entre la pareja (2 casos); otros en donde las decisiones las

tomaban los hijos y la mujer (2 casos); y otras en donde las mujeres tomaban las

decisiones mayoritariamente (4). La mayoría de estos últimos casos sobre la manera en

que se tomaban decisiones en el hogar, corresponden según lo que manifestaron las

entrevistadas a la situación que se ha vivido a lo largo de la relación de pareja. La

excepción de la afirmación anterior se ve en el caso de Leonor, quien manifestó que una

vez su esposo había dejado de participar social y económicamente en el hogar, sus hijos

quienes pasaron a ser los principales proveedores económicos eran quienes tomaban las

decisiones junto a ella.

En conclusión, respecto a los asuntos de género en la pareja que se indagaron en esta

investigación se encontró que el trabajo de cuidado es una actividad que ha recaído en

las mujeres, quienes de manera casi que exclusiva se han dedicado al hogar sin recibir

remuneración alguna. De esta manera, los hombres son aquellos que han cumplido en la

mayoría de los casos el rol de proveedor económico, y las mujeres han quedado bajo la

dependencia de sus conyugues. Finalmente, con relación a la toma de decisiones se

encontraron resultados heterogéneos en donde los hombres tomaban todas las

decisiones, otros donde las mujeres tomaban las decisiones y otros donde se tomaban de

manera concertado. Estos resultados finales no permitieron establecer algún patrón

clave en la relación de pareja y la violencia en esta relación.

Page 44: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

22

Lo que traen las canas.

Con relación a las situaciones que pueden presentarse o acontecer en la vejez, se

encuentra que en la investigación se indagó sobre los cambios experimentados en

términos de la condición física y de la salud, sobre el acceso a servicios de seguridad

social y jubilación, y sobre las actividades y oportunidades a las que se encontraban

vinculadas las entrevistadas y podían inferir en su bienestar. A continuación, se

presentarán los resultados de estas indagaciones y la manera en que se destacan los

puntos desarrollados por las participantes.

Los achaques físicos, las enfermedades, los tratamientos, las limitaciones que estos

acarrean y las emociones que estas situaciones movilizan, son tal vez los primeros

indicadores que las participantes refieren acerca de transitar a la etapa de la vejez. Los

cambios que eran más salientes para las participantes eran aquellos relacionados con las

condiciones de salud, en donde se encontró que la mayoría de las mujeres padecían

alguna patología física o psicológica que la asociaban al proceso de envejecimiento. Del

total de mujeres entrevistadas sólo una manifestó que no padecía ni estaba en

tratamiento de alguna enfermedad. En las narraciones de algunas mujeres era común

encontrar que su condición en el estado de salud afectaba las dinámicas y rutinas que

antes de la enfermedad y los achaques, desempeñaban. De este modo, Manuela ante la

pregunta de cómo había cambiado su vida en la adultez mayor contestó:

Ha cambiado en que yo he aprendido mucha cosa y, comenzando por valorarme y todo,

me ha gustado. Yo ya echar para atrás, eso sí no. Eso me ha gustado, pero ya no puedo

trabajar igual. Antes no había para el diario, yo decía: yo le lavo la loza allí a la vecina,

le trapeo, le lavo la ropa, pero... Yo lave mucha ropa y se me pelaban las manos, pero ya

no puedo, pues hay lavadoras, pero la gente ya no paga para que le laven la ropa. Ya no

paga para que... y si yo voy a cocinar, ya no puedo alzar una olla pesada; ¡No! Eso es

terrible pero qué carajo.

Como se mencionó previamente, la vejez trae algunos cambios fisiológicos que

deterioran la calidad de vida de las personas a la vez que limitan su funcionalidad. La

jubilación, o el receso de las actividades laborales se convierte en una de las

transiciones voluntarias o involuntarias (enfermedad, invalidez) que se dan dentro de

esta etapa del ciclo vital. Sin embargo, acceder a este beneficio parece ser sólo una

cuestión a la que tienen acceso los hombres debido en primer lugar a que son ellos

quienes tuvieron un empleo formal y a que las mujeres, sin importar la edad y

condiciones de salud, continuaban realizando el trabajo doméstico. Así, según la

Page 45: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

23

información recolectada, las actividades actuales entre las mujeres y los hombres eran

muy diferentes: cuando el hombre se dedicaba a descansar, leer el periódico y salir a

trabajar, las mujeres se dedicaban al “hogar: a la cocina, al aseo, a la crianza de los

nietos”. En breve, el trabajo doméstico se presenta como una labor perpetua de todas las

entrevistadas, tanto para las que vivían sólo con su pareja, como las que vivían con otros

miembros de la familia.

Otro factor característico en la vejez son los cambios en la compañía y

convivencia familiar. En las etapas previas del ciclo vital, las mujeres vivían con más

personas que hacían parte del núcleo, o de la familia extensa. Sin embargo, en la

muestra recolectada, 8 mujeres reportaron que vivían únicamente con su pareja, 3 con

sólo sus hijos y 1 con la mamá. Sólo en 2 casos se encontró que la mujer continuaba

viviendo con todo su núcleo familiar. Frente a esta circunstancia, las participantes que

sólo vivían con sus parejas manifestaron que sus actividades se condensaron en las

rutinas del hogar, y su interacción social a la interacción con el cónyuge y en pocas

ocasiones con amistades. A pesar de que gran parte de las mujeres tenían hijos, no

tenían un contacto recurrente con estos debido a que las visitaban en muy pocas

ocasiones y no tenían otros espacios o momentos para compartir. Las diferencias en las

actividades realizadas en la relación de pareja se evidencian el siguiente extracto:

Laura

D: ¿cómo vivía eso de dedicarse a la casa solamente?

L: En un comienzo pues chévere pero ya después de que ya se empiezan a ir los hijos,

ya es terrible. La soledad es una cosa terrible. ¿qué pasa en mi caso? Estamos solos,

prácticamente solos, ¿por qué? Él tiene un carro, una latica que ahí tiene. Él permanece

allá en su carro, yo permanezco en la casa, solos. Entonces, eso es complicada.

Como se evidencia en el párrafo anterior, se presentan situaciones en donde a pesar de

que viven juntos, y que en algunos casos el esposo permanecía más tiempo en la casa

que años atrás, la pareja no interactuaba o compartía espacios comunes. Así, cada

miembro se dedicaba a sus actividades, y los momentos en que se encontraban por lo

general eran en los momentos de la comida, y de llegar a dormir, y estaban

caracterizados por un pobre comunicación e interacción. Esta situación y otras como el

pobre contacto con los hijos, familiares extensos, etc., configuraban una percepción de

soledad, abandono y olvido, que situaba a estas mujeres dentro de un grupo con un

limitado apoyo social que disminuía la posibilidad de buscar y obtener una ayuda en su

contexto próximo.

Page 46: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

24

Además de vivir hoy con condiciones de salud complejas y atravesar situaciones

vitales difíciles en la adultez mayor, también existen nuevas experiencias y

oportunidades que permiten que esta etapa pueda ser percibida de manera positiva para

las mujeres. Así, a partir de los hallazgos en la investigación se identificó que la

participación de las mujeres en las actividades de los programas de integración,

recreación y participación social era percibida como una oportunidad para adquirir

nuevos conocimientos, conocer personas, tener tiempo de dispersión y activación.

Asistir a las actividades y encuentros de personas mayores era el único espacio de

dispersión, y de tiempo que les permitía romper con la monotonía y exigencia de las

rutinas cotidianas. Abandonar por un momento el hogar, dejar los trastes, compartir con

otras personas, aprender a bailar, hacer mayor actividad física, eran las razones por las

que se sentían motivadas por volver. Incluso en algunas entrevistas se manifestó que

salir y tener un espacio fuera del hogar, un espacio de descanso de la convivencia

conyugal permitía en algunas parejas optimizar el clima y las interacciones. Lola al

referirse al impacto que ha tenido la incorporación a las actividades programadas para la

persona mayor manifestó que: “Esto para mí ha sido un desahogo y de pronto para él

también. Él no estar ahí juntos y a toda hora, de pronto es bueno para los dos”. De igual

manera, el testimonio de Beatriz reúne la mayor parte de las opiniones de las

participantes sobre el impacto que ha tenido en su bienestar individual, y en la relación

de pareja los programas a los que están vinculadas:

Sí, pusimos para los viernes juntos, entonces como que en ese pedacito nos sentimos

bien. Salimos los dos porque ya nosotros no salíamos a nada. Él por su lado y yo por el

mío, yo cogía para donde mis hermanas y así. Él casi no salía, no tiene para donde. Pero

yo sí. Pues a vender sus talegas. Entonces yo si para donde mis hermanas, por ejemplo,

tengo una infartada. Entonces, yo voy al hospital y voy la visitó y así. Pero no, ahorita

último si ya yo me he sentido como más tranquila. Ahorita viniendo acá, cositas que

uno aprende y todo. Uno aprende a querer a ustedes y todo.

También es importante destacar que dentro de las intervenciones que han recibido las

participantes a través de los programas gubernamentales se han trabajado las temáticas

de género y violencia que pueden explicar la sensibilización que tenían muchas

participantes sobre la violencia física, psicológica y las rutas de atención. En algunas

entrevistas se encontraron narraciones que hacían un énfasis al papel que los medios de

comunicación habían tenido en la disminución de violencia y la sensibilización de los

cónyuges sobre el maltrato y las implicaciones de victimizar a las mujeres. Así, al

Page 47: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

25

menos dos mujeres mencionaron que ellas y sus parejas habían visto alguna propaganda

por televisión que había modificado las percepciones e imaginarios que tenían frente a

la violencia en la relación de pareja.

Tener canas y ser mujer ante la violencia de pareja. Con relación al análisis

conjunto de las condiciones de ser mujer y a travesar por la vejez, se encuentran algunas

situaciones características que pueden explicar la manera en que se llega a experimentar

la violencia dentro de la relación de pareja. De esta manera, en el presente apartado se

presentará la manera en que la reproducción de los roles tradicionales de cuidado

durante la trayectoria de vida de las mujeres genera costos significativos (en términos

económicos y de salud) que las lleva a permanecer en la relación de pareja a pesar de no

sentirse satisfechas. Sin embargo, el hecho de cuestionar y reflexionar sobre el papel y

roles de cuidado y el trabajo doméstico, posicionaba a la mayoría de las mujeres dentro

de una forma de respuesta activa a la violencia en la relación de pareja. A continuación,

se presenta la gráfica sobre los resultados de la intersección de los ejes de género y

vejez:

Figura 1. Interseccionalidad de género y vejez.

Como se pudo ver en los apartados anteriores, aspectos como la dependencia

económica derivada de la feminización del trabajo doméstico y de cuidado ponen en

una situación de desventaja a las mujeres quienes en la mitad de los casos debían

someterse a la voluntad (toma de decisiones solo por el hombre) y control de sus

parejas. Manuela hizo explícita la preocupación que le había manifestado a sus hijos

para que estos distribuyeran los aportes económicos de manera homogénea. Su

preocupación estaba fundamentada en que temía que su esposo retomara una posición

Page 48: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

26

de superioridad y poder al manejar el dinero. Frente a la explicación de su petición

manifestó lo siguiente: “Porque yo les dije, no me vayan a hacer ese mal de darle a él,

porque él me sigue manejando, que él es el de la plata, y eso sí, me sacan corriendo de

acá y eso sí, no me quedo con su papá”.

De igual modo, así como la mayoría de las mujeres se exponían nuevamente a la

convivencia con su victimario por la imposibilidad de solventar sus necesidades básicas,

también se encontraban testimonios en donde las mujeres manifestaban que no se iban

de la casa en donde vivían porque era también parte de sus bienes, por lo que preferían

aguantar las situaciones de conflicto o violencia que se podían presentar.

Ahora bien, ser mujer y tener canas entre otras cosas trae consigo el deterioro

del estado de salud, la restricción de la movilidad y funcionalidad, procesos de

tratamiento y grandes cargas económicas y desgaste físico y emocional. Por lo anterior,

muchas mujeres relataron que a pesar de que padecían de manera simultánea algunas

patologías, existían factores externos que no permitían una mayor adherencia a los

tratamientos y recomendaciones médicas. Dentro de los aspectos económicos; se

destaca el acceso limitado a alimentos saludables, medicamentos o a servicios de

transporte; dentro de los sociales se destaca una red de apoyo acotada que pueda apoyar

los procedimientos administrativos requeridos para acceder a los servicios de salud. Por

otro lado, en algunas circunstancias las mujeres no atendían sus necesidades en salud

por priorizar la atención y cuidado de sus parejas, lo que generaba una sobrecarga física

y emocional que podía incluso deteriorar más su estado de salud. Por último, la

enfermedad y el deterioro del bienestar físico, y las necesidades económicas

subyacentes se presentaban como las razones primordiales para continuar conviviendo

en pareja dado que, aun cuando la calidad de la relación era pobre, las mujeres preferían

compartir sus achaques con el otro o en el caso contrario, cuidar del otro, a vivir sin

compañía y sin medios para sostenerse.

Con relación al trabajo doméstico se encontró que esta labor para las mujeres

había sido una tarea que incluso desde la infancia habían desempeñado y se había

naturalizado a partir de la cultura y la tradición. Sin embargo, llevar más de la mitad de

la vida desempeñando estas labores, y experimentar el costo físico, emocional y

económico que tienen estas tareas, llevaba a algunas mujeres a desnaturalizar este

trabajo y a darse cuenta de la desigualdad inscrita en la dinámica y relación de pareja.

Por ejemplo, en las entrevistas se destacaba que las participantes en la vejez a pesar de

no exigir una retribución económica reclamaban a sus conyugues por un reconocimiento

Page 49: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

27

mínimo y retribución emocional por el trabajo doméstico. Una manito de ayuda, un

agradecimiento, una invitación a comer, una actitud de cuidado por el orden, son

algunas de las cosas que quisieran recibir las participantes por su contribución. Sin

embargo, se enfrentan a un panorama diferente en donde los hombres naturalizan el

trabajo doméstico femenino y se sienten en la posición de exigir y presionar a las

mujeres cuando no cumplen con el rol esperado. Frente a esta actitud de los hombres, se

encontró un caso en dónde la mujer manifestaba que” tenía que dejar la cocina

arreglada, desayuno hecho” para evitar que su esposo se enfureciera e iniciara un

conflicto por esto (Lina).

Vivir situaciones de control y coerción frente a las labores de cuidado como la

anterior fue algo que más de la mitad de las participantes refirieron haber

experimentado y a partir de estos sucesos, se cuestionaron sobre el rol que cumplían en

la relación y sobre la desigual distribución de actividades y dinámicas. Así mismo, las

mujeres al igual que se cuestionaron estas creencias también mostraron una respuesta

diferente a aquellas que no lo hicieron. De esto modo, quienes llegaron a reflexionar

sobre los roles de cuidado que habían tenido en su hogar, familia y relación conyugal,

referían tener una respuesta activa frente a situaciones de conflicto y violencia. Por otro

lado, quienes no habían llegado a cuestionar las dinámicas y el papel que tenían en su

relación, referían tener una respuesta pasiva.

Discusión

De acuerdo con este estudio exploratorio cualitativo, y con base a 14 entrevistas de

mujeres urbanas víctimas de violencia de pareja en la adultez mayor, pareciera que la

violencia que predomina después de los 60 años en la pareja es de tipo psicológica. Acto

seguido, se encuentra la violencia económica como la segunda violencia más

predominante. La violencia física según los resultados previos se reduce en esta etapa

vital al igual que la violencia sexual. De igual modo, los análisis realizados

evidenciaron que condiciones asociadas a la vejez como la dependencia económica, el

deterioro del estado de salud, una acotada red de apoyo social, emocional e

instrumental; y condiciones asociadas al género (reproducción de roles tradicionales)

tenían incidencia sobre la violencia en la relación de pareja. A partir de lo anterior, se

presentará en los siguientes apartados la manera en que estos hallazgos pueden

enriquecer la investigación existente sobre dinámicas de las relaciones de pareja, sobre

la violencia de género y el desarrollo en la vejez. Finalmente, se presentarán las

limitaciones de este estudio y algunas recomendaciones para futuras investigaciones.

Page 50: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

28

En un primer lugar, a partir de los resultados obtenidos se encuentra que la

situación de violencia en la adultez mayor se da en dos de los tres escenarios descritos

por Brandl y Raymond (1998) citados en Celdrán, 2013. De este modo, en el primer

escenario se encuentra la violencia (física, psicológica, económica y sexual) como una

violencia cíclica, como una violencia con antecedentes en otras etapas de la vida y que

se reproduce en la vejez. En segundo lugar, se encuentra la violencia como una

manifestación emergente, que en los resultados se ubica en casos reportados sobre

violencia sexual y económica y se manifiesta de manera sorpresiva después de los 60

años. El último escenario descrito por Celdrán, que corresponde a la inscripción de la

mujer en una relación violenta durante la vejez no se contempló en la información

recolectada. En breve, cabe destacar que los dos primeros escenarios se presentan en la

muestra del estudio con variación en la intensidad y en la frecuencia de las agresiones.

La predominancia de la violencia psicológica durante la adultez mayor es

coherente con la predominancia de esta misma violencia en otras etapas del ciclo vital.

Según la ENDS (2015) el 64.1 % de las mujeres encuestadas habían sufrido violencia

psicológica, siendo esta violencia la que tenía un porcentaje más alto de prevalencia. De

esta manera, podría pensarse que este tipo de violencia puede corresponder a la

violencia cíclica, cuyos antecedentes se presentan en etapas tempranas de la vida y se

reproducen hasta etapas tardías. Con relación a la violencia económica, que encabeza el

segundo lugar en prevalencia dentro de la muestra, se puede encontrar que ésta en

cambio, ocupa el tercer lugar en la violencia experimentada en mujeres entre los 13 a 49

años, y la antecede la violencia física (Profamilia, 2015). Estas diferencias en estos

grupos etarios podrían deberse al grado de dependencia económica que pueden tener las

mujeres en distintas etapas de la vida. Así, como se evidencia en esta investigación, las

mujeres adultas mayores refirieron tener una mayor dependencia económica en este

periodo de su vida, lo que facilitaba que tuviesen lugar las situaciones de abuso y

manipulación económica (Nägele,Görgen y Tóth, 2010; Winterstein y Eisikovits, 2009).

A partir de los resultados previos, se puede evidenciar que ser mujer y transitar

por la etapa de la vejez supone retos específicos para la conjunción de estas

condiciones. En términos de género y las condiciones existentes, se destaca el trabajo

doméstico no remunerado como una forma vitalicia de reproducción de desigualdad

tanto económica como de poder que se perpetúa aun cuando la mujer no cuenta con las

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29

condiciones físicas para desarrollarlo. Ahora bien, limitar a la mujer al rol de cuidado y

servicio en la pareja se presenta como la puerta para ejercer control y poder sobre la

mujer y sus decisiones (Gilman, 2011). Algunas mujeres se referían a las labores del

hogar como uno de los motivos centrales por los que sus esposos les hacían reclamos,

les ordenaban y exigían cumplimiento. Sin embargo, según la historia de vida de

algunas participantes, antes de convivir con su pareja habían sido instruidas a adoptar un

rol de sumisión y responsabilidad frente a las tareas en el hogar y el cuidado, y

continuaba de la misma manera en la vejez. Los resultados son coherentes con lo que

Díaz (2003) encuentra en la población de mujeres mayores españolas en donde aquellas

que se habían dedicado al trabajo doméstico tenían una menor probabilidad de

descansar de estas labores que aquellas que habían dedicado solo un mediano o bajo

porcentaje a estas labores.

Tener en cuenta la manera en que se configuran y manifiestan los roles y

creencias tradicionales en la esfera doméstica tiene sentido cuando se analizan los

escenarios y actividades que preceden la violencia. Así, el INMLCF (2016) presentó

que las actividades domésticas pueden configurarse como un escenario riesgoso, en

donde cerca del 32% de los casos de mujeres mayores experimentaron violencia por

parte de sus parejas. La pérdida de funcionalidad y los accidentes en el hogar pueden ser

causales de malestar y respuestas desmedidas por parte del victimario, quien en sus

fundamentos de dominación e intolerancia justifica las agresiones. Además, estos

resultados sobre los roles de género y la experimentación de violencia en la relación de

pareja están relacionados con otros estudios que establecen que en la medida en que en

el hogar las creencias sobre los roles sean más tradicionales entonces hay mayor

probabilidad de que el hombre perpetuo esta violencia contra su pareja (Santana, Raj,

Decker, La Marche y Silverman, 2006).

Por otro lado, un primer factor que se destacó con relación a la vejez era la

compañía y residencia, en donde se hace fundamental considerar que los adultos

mayores pueden en su mayoría convivir únicamente con su pareja, siendo esta

condición relevante dado que el victimario podría ser el único apoyo social, económico

o emocional de la víctima (INMLCF, 2016). En las entrevistas realizadas, la mayor

parte de las participantes refirieron que vivían con sus parejas, y que tenían una

restringida comunicación con sus hijos o familiares. Así, pensar en planes de

intervención y en políticas exige tener en cuenta que estrategias como distanciar a la

víctima del cónyuge pueden ser inviables y generar otras afectaciones en el sistema

Page 52: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

30

individual que pueden generar mayor perjuicio. Por ejemplo, abandonar el hogar podría

poner en riesgo la satisfacción de necesidades básicas como la alimentación, la

vivienda, el vestuario que podrían disminuir el bienestar físico, psicológico y social e ir

en detrimento de la calidad de vida (Ardila, 2003).

Así mismo, ante las indagaciones sobre la búsqueda de ayuda y apoyo, se

presentaron situaciones en las que las mujeres preferían manejar “sus problemas” en

casa, debido entre otras cosas a que mantenían el imaginario de que los temas y

acontecimientos en el hogar eran un tema privado. Por ejemplo, esta creencia de una

esfera privada da lugar a que en muchas situaciones las mujeres no denuncien porque

todavía pueden considerar que los desafortunados eventos de violencia tienen algún

motivo que los justifique, o a que por ser un fenómeno que se da en el marco de la vida

conyugal entonces debía resolverse dentro de este espacio (Bosch, y Ferrer, 2000). De

igual modo, aunque los hijos se encuentren en una esfera más próxima a la pareja, en

muchas circunstancias tampoco son notificados sobre las dificultades en la relación de

pareja, o prefieren no tomar parte en estas argumentando que los problemas no son de

su competencia. Sin embargo, en casos en donde la madre consideraba la opción de

abandonar la relación de pareja -debido a las situaciones de desgaste y fatiga asociados

a la violencia-, los hijos intercedían para mantener la relación recurriendo a argumentos

tradicionales sobre el matrimonio y las implicaciones morales que su abolición suponía.

Por otro lado, cabe destacar las implicaciones que tiene el factor de salud dentro

del curso de la vejez y las situaciones de violencia. Así, a partir de la información

recolectada se encuentra que en las mujeres participantes fueron prevalentes patologías

físicas como: la hipertensión, problemas gástricos, problemas articulares, dolor crónico

y enfermedad coronaria. Todas estas patologías se han encontrado de manera recurrente

en mujeres mayores que han sido víctimas de violencia en la relación de pareja, y

pueden estar relacionadas al estrés y sus consecuencias en el sistema inmunológico

(Baker, 2007; Fisher y Regan, 2006; Stein y Barrett, 2000). Tener en cuenta el estado de

salud en la relación de pareja se hace fundamental debido a que el proceso de salud-

enfermedad conlleva unos cambios que pueden ser disruptivos para el sistema

relacional. Así, Celdrán (2003) manifiesta que las mujeres mayores por tener más

enfermedades en la etapa de la vejez requieren de cuidados específicos y presentan

mayor dependencia, sin embargo, debido a las acotadas redes de apoyo, las alternativas

de cuidado y apoyo instrumental se reducen en ocasiones al autocuidado o al cuidado

del esposo maltratador. En el caso de las mujeres de este estudio, se encuentra que

Page 53: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

31

prima las conductas de autocuidado y adherencia a los tratamientos y recomendaciones

médicas.

Por último, es importante destacar que la incorporación de las mujeres a

actividades y programas de integración social, se perciben como espacios idóneos para

la socialización, construcción de redes de apoyo y espacios para cuestionar y debatir los

imaginarios existentes. De este modo, mujeres que participaron de la investigación

indicaron que dentro de los grupos sociales donde se han vinculado han ponderado y

cuestionado sus ideas sobre la violencia, sobre los roles en la relación de pareja y

familia, y han construido círculos de amistades en los que se soportan ante momentos

vitales significativos. Aprovechar el potencial de estos espacios de construcción

colectiva podría ser el inicio de cambios sustanciales que incluso puedan dar luz de las

necesidades colectivas e individuales y de herramientas que puedan ser viables para las

mujeres mayores. El conocimiento y la experiencia de vivir por más de 40 años con una

pareja, puede ser información valiosa que permite además entender dinámicas sociales,

culturales e históricas del contexto de mujeres que han tenido la posibilidad de vivir la

transición de un nuevo siglo.

Limitaciones del estudio

Trabajar bajo un enfoque cualitativo y retrospectivo implica tener claridad en que la

evocación de recuerdos e información precisa puede verse alterada por el proceso de

memoria. Loftus y Davis (2006) establece que, dentro de los procesos de indagación de

experiencias previas, se realiza un proceso de reconstrucción en el que puede incluirse

nueva información y realizarse nuevas interpretaciones que pueden diferir entre sí. De

igual modo, se ha encontrado que en la medida que el tiempo transcurre, y se vuelve a

indagar sobre el recuerdo, mayor es la información que puede modificarse y variar. Lo

anterior, podría explicar la dificultad para recibir con exactitud y detalle la información

y testimonios proporcionados por adultos mayores, quienes con mayor frecuencia tienen

problemas para controlar el origen de la información recordada (Aizpurua, Alaitz,

García-Bajos, Elvira, y Migueles, Malen,2014). Sin embargo, conocer la narrativa de

mujeres que han experimentado diversas situaciones significativas en su ciclo vital,

genera una riqueza conceptual que puede complementar la comprensión de los sistemas

y el desarrollo humano. De igual modo, abordar información sobre momentos claves

supone mayor comprensión de las respuestas, del razonamiento y de las consecuencias

del fenómeno de violencia de pareja que se está viviendo en las distintas etapas del

desarrollo. Tener claro que pueden existir imprecisiones en ciertos detalles, es

Page 54: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

32

igualmente válido a tener claro que existen personas esperando a ser escuchadas, y que

piden también a gritos que les den trascendencia a sus vivencias.

La señora Silvana, una señora empoderada. Me regaña y me pide a gritos que comente

que las personas de estratos bajos sufren mucho la violencia doméstica. Su llamado, su

llamado es un llamado de atención para recordar la responsabilidad y deuda que

tenemos con esta población. (Diario de Campo, Investigadora)

También es importante tener en cuenta que las características de esta muestra

son características muy específicas que, por ejemplo, limitan la comprensión del

fenómeno a una población muy particular: mujeres en condiciones de vulnerabilidad

económica, urbanas, beneficiarias de un programa de protección y política pública. Por

lo anterior, los resultados y hallazgos de este estudio no se pueden generalizar a toda la

población En el mismo sentido, es vital tener en cuenta otras características y variables

tales como la clase, seguridad social, contextos rurales, raza, suscita nuevos

interrogantes sobre la manera en que se vive el día a día y enfrentan problemáticas

sociales como la violencia de pareja.

A pesar de las limitaciones anteriores, es importante destacar que este estudio

representa un aporte para la literatura sobre violencia de pareja e interseccionalidad. De

este modo, tener un panorama más concreto sobre lo que implica situarse dentro de la

categoría de mujer y la de adulto mayor, supone entender la manera en que esta

intersección implica unos desafíos y necesidades específicas para las personas que esta

intersección atraviesa. De igual manera, desarrollar esta investigación en la población

colombiana, permite crear conocimiento y abrir nuevos espacios para complementar y

construir un marco de estudio más amplio que cumpla con criterios rigurosos de

investigación y relevancia disciplinar.

Implicaciones para próximas investigaciones

Debido a la naturaleza exploratoria del estudio, se evidencia la necesidad de desarrollar

más estudios que permitan tener muestras más grandes y diversas que puedan ampliar la

comprensión y la magnitud del fenómeno de violencia de pareja. Una medición nacional

y un registro detallado de los eventos de violencia de pareja en mujeres mayores se

claman con urgencia en aras de conocer el diagnóstico de esta problemática en la vejez.

De igual manera, en estos estudios cuantitativos deberían establecerse las consecuencias

y efectos asociados a esta violencia, así como los factores protectores ante este

fenómeno.

Page 55: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

33

Una vez se obtenga información detallada sobre el fenómeno de la violencia en

la adultez mayor en Colombia, pueden darse ejercicios comparativos que permitan

analizar la violencia a lo largo de las etapas en nuestro contexto, y permitan entender las

dinámicas sociales, culturales e históricas que influyen en la reproducción de la

violencia doméstica a través del tiempo. El rumbo de la investigación sobre violencia

doméstica debe dirigirse al abordaje de distintos ejes sociales en los que se considere

por ejemplo variables tales como la raza, la etnia, clase, vivir en contextos rurales, etc.

Lo anterior, se constituye como una línea de base y de inicio que, de lugar a las

diferencias, a los detalles y a las prioridades que deben darse en términos de evaluación,

intervención y políticas públicas para la atención de las mujeres adultas mayores, y para

la prevención de fenómenos tales como la violencia de pareja.

Page 56: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

34

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Page 61: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

39

Anexos Con formato: Español (Colombia)

Con formato: Fuente: Negrita, Español (Colombia)

Page 62: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

1

Anexo 1. Análisis interseccionalidad: género y vejez en violencia de pareja

Género en relación de pareja Vejez en contexto social

# Participante Manifestaciones de violencia en

la vejez Toma de decisiones Ocupación Solvento Económico

Compañía y

residencia Problemas de Salud

1 Laura Psicológica, Física y Sexual Mayoritariamente hombre Trabajo de

cuidado ₂ Esposo pensión/ No

ingreso Pareja

Artrosis /

Psiquiátrica/ gastritis

2 Leonor Psicológica, Económica Hijos y mujer Trabajo de

cuidado Hijos/No ingresos

Pareja +

hijo(s) +

nietos

Hipertensión

3 Mónica Psicológica, Física, Económica Concertada Desempleada Subsidio económico ₁ Hijo(s) Artrosis Aguda/

Hipertensión

4 Manuela Psicológica, Sexual Hijos y mujer Trabajo de

cuidado

Subsidio económico +

hijos Pareja No

5 Lina Psicológica, Física, Sexual,

Económica Mayoritariamente hombre Desempleada Subsidio económico Con la mamá

Displasia de cadera /

disminución

movilidad articular

6 Amanda Psicológica Mayoritariamente hombre Trabajo de

cuidado

subsidio económico +

negocio en casa + hijos Hijo(s)

Hipertensión,

diabetes

7 Marcela Psicológica, Física, Económica Mayoritariamente hombre Trabajo de

cuidado Hijos/No ingresos Hijo(s) Psiquiátrico

8 Silvana Psicológica, Sexual, Económica Mayoritariamente Mujer

Trabajo de

cuidado

remunerado:

Cuidadora de

Familiar

Esposo pensión/ No

ingreso

Pareja *

Nunca tuvo

hijos

Hipertensión,

Cataratas, Audición

9 Daniela Psicológica Mayoritariamente hombre Trabajo de

cuidado

Esposo pensión/ No

ingreso

Pareja +

hijo(s) +

nietos

Cáncer, hipertensión

10 Milena Psicológica, Económica Mayoritariamente hombre Trabajo de

cuidado

Esposo pensión/ Subsidio

económico Pareja Colesterol alto

11 Lola Psicológica Concertada Trabajo de

cuidado

Esposo pensión/ No

ingreso Pareja

Hipertensión,

Osteoporosis

12 Esperanza Psicológica Mayoritariamente Mujer Desempleada Esposo activo/ No ingreso Pareja Colesterol, úlcera

13 Beatriz Psicológica, Sexual Mayoritariamente Mujer Trabajo de

cuidado

Subsidio económico

ambos / Esposo trabajo

informal

Pareja Dolores articulares,

plaquetopenia

14 Andrea Psicológica, Física Mayoritariamente Mujer Trabajo de

cuidado

Esposo pensión/ No

ingreso Pareja

Gastritis, Ansiedad,

Depresión

Page 63: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

1

Anexo 2. Instrumento de recolección de información: entrevista semiestructurada.

Lectura del consentimiento informado, aclaración de dudas y preguntas.

Disparador:

Muchas gracias por darnos esta entrevista. Sabemos que en ocasiones recordar alguna situación puede

ser difícil, y que muchas veces esta información es muy sensible, sin embargo, es importante

recordarle que toda la información que me comparta será totalmente confidencial, lo que significa que

nadie fuera de mi equipo de investigación y usted conocerán su identidad, de modo que puede

compartirme con la mayor sinceridad posible sus experiencias. A lo largo de esta entrevista indagaré

sobre su experiencia en las relaciones de pareja, su historia familiar y alguna información demográfica.

Si durante la entrevista considera que deberíamos hacer una pausa o si en algún momento no quiere

continuar, puede manifestármelo y no hay problema alguno.

DIMENSIÓN PREGUNTAS

DISPARADORAS

SUBDIMENSIONES A EXPLORAR. (preguntar

específicamente si no sale naturalmente)

CARACTERÍSTICAS

SOCIODEMOGRÁFICAS

Para empezar quisiera saber

¿cuántos años tiene, a qué

se dedica?

*tipo de familia. Con quién vive. Relación con

familia si no vive con ellos.

¿en qué lugar vive y con

quién?

* Estado civil

*Lugar de residencia, estrato económico

En un día normal, ¿qué

actividades realiza?

* Roles, vida cotidiana *trabaja, o depende

económicamente de los hijos o de la pareja

¿Se encuentra activo

laboralmente? y/o ¿Recibe

pensión o tiene algún

ingreso económico por

motivo de subsidio, auxilio?

Si labora o depende económicamente de

alguien.

¿Usted se encuentra afiliado

al sistema de salud? ¿tiene

EPS? ¿Tiene Sisbén? ¿Qué

nivel es?

Page 64: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

2

¿Tiene a cargo el cuidado de

algún miembro de su

familia? ¿Alguien cuidad de

usted? Relaciones de cuidado ¿Padece de alguna

enfermedad crónica /

compleja? ¿Está recibiendo

el tratamiento? Estado de salud y seguridad social

Cuénteme sobre su

familia, y ¿qué hacen esas

personas? ¿cómo es su

relación con ellos.

Relaciones sociales. Clima familiar. Contexto.

*trayectorias laborales de entrevistada y

conyugue si hay

¿Fue al colegio? ¿hasta qué

grado hizo?

*educación: - ¿Fue al colegio? ¿hasta qué

grado hizo?

ASPECTOS GENERALES

RELACIÓN DE PAREJA

Durante su vida, ¿cuántas

relaciones de pareja ha

tenido?

¿Encuentra alguna similitud en algunas de sus

relaciones de pareja? En alguna de las

relaciones mencionadas previamente, usted

llegó a experimentar situaciones de conflicto,

irrespeto, insatisfacción.

*Preguntar si percibe

similitudes o diferencias

en las diferentes

relaciones.

¿Cuánto tiempo duró su

última relación?

Caracterización de la pareja

Cuando tenían que decidir

sobre algún tema, aspecto

que era importante para la

casa o familia ¿Quién

toma/ba las decisiones ? ¿Cuántos años tenía/tiene su

pareja? ¿Cuántos años de

diferencia se llevan? ¿A qué

se dedica/ba?

- Con relación a las tareas del

hogar, al cuidado de los

niños ¿Quién se hacía

cargo? - ¿quién los

disciplinaba? - ¿Quién

manejaba el dinero en el

hogar?

Roles de género en esta etapa.

Page 65: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

3

Con relación al rol que usted

tenía en su casa, ¿se sentía

satisfecha? ¿Le hubiese

gustado hacer algo distinto?

¿ Que le impidió hacerlo?

¿Hoy o después de los 60

años, ha evidenciado que se

han presentado cambios en

su estilo de vida, en sus

relaciones personales?

En este tiempo cree que han

habido cambios en las

tareas, responsabilidades,

actitudes, roles que tenía en

su hogar/ y, o/con su pareja.

Hoy , han habido cambios

respecto a quién toma las

decisiones

¿Cómo describiría su

relación? ¿Cómo se

siente/sentía en esta

relación?¿y por qué? * Ver satisfacción, conflictos, malestar.

RELACIÓN DE PAREJA Y

CARACTERIZACIÓN DE LA

VIOLENCIA

Cuénteme de alguna vez que

se haya generado un

conflicto en el hogar. ¿cómo

se solucionaba el problema,

qué posición tomaba usted y

cómo reaccionaba su pareja?

Durante el tiempo que ha

pasado/ pasó con su pareja,

¿cuál fue el peor conflicto,

pelea, altercado

que tuvieron y qué sucedió?

¿Cómo se solucionó ?

Preguntar: *¿Por qué se dio el conflicto? *

¿En qué época, momento se presentó? *

¿qué sucedió, como reaccionaron los dos?

¡Alguna vez ha recibido una

respuesta violenta o sido

maltratada por una persona

de su familia? ¿por su

pareja? ¿Cómo y quién

respondió? ¿Qué sucedió? ¿

Hace cuánto tiempo se dio

esta situación?

*Indagar por maltrato intrafamiliar (infancia)

y adultez - mayor. * indagar indirectamente

por violencia de pareja para ver si

Pregunta indirecta

Durante su relación ha

llegado a experimentar *Violencia física Pregunta directa

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situaciones en donde le

hayan ocasionado golpes o

alguna acción que le genere

algún daño físico.

* Si es así. ¿Cuándo? ¿cómo sucedió?

¿Cuántas veces sucedió esto? ¿Estás acciones

se han presentado aún después de tener 60

años?

Durante la relación se

presentaron situaciones en

donde se sintiera

irrespetada, poco valorada,

chantajeada, insultada,

olvidada.

* Violencia psicológica

¿Recibió usted chantajes,

gritos, celos?

* Si es así. ¿Cuándo y cómo sucedió?

¿Cuántas veces sucedió esto? ¿Estás acciones

se han presentado aún después de tener 60

años?

Normalmente, ¿cómo era su

comunicación con su pareja?

¿Podía hablarle de las cosas

que le molestan, o de cosas

que necesitaba?

En algún momento se vio

obligada a acostarse (tener

relaciones sexuales) aun

cuando no lo que quería.

¿Fue forzada a hacer algo

que no deseaba?

* Violencia Sexual

* Si es así. ¿Cuándo sucedió? ¿Cuántas veces

sucedió esto? ¿Estás acciones se han

presentado aún después de tener 60 años?

¿Alguna vez su pareja le

amenazo con la posibilidad

de no proveerle el dinero

que necesitaba para sus

gastos, o la manipulaba con

la idea de no darle algo que

necesitara?

*Violencia económica

* Si es así. ¿Cuándo y qué sucedió? ¿Cuántas

veces sucedió esto? ¿Estás acciones se han

presentado aún después de tener 60 años?

ACCIONES Y RESPUESTA

DE LA VICTIMA

Alguna vez ha respondido de

manera violenta a alguna

persona de su familia. ¿ Ha

agredido alguna vez a su

pareja? Alguna vez ha respondido en

defensa o de manera similar

al maltrato que le hayan

ocasionado, como por

ejemplo en las situaciones

mencionadas previamente

Page 67: Interseccionalidad de género y edad como marco analítico

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Cuando esto sucedió, recibió

apoyo por parte de algún

miembro de su familia, o por

parte de un amigo, o de

alguna institución. Existe algún reacción o

respuesta que le hubiese

gustado tener o cambiar en

las situaciones de maltrato

que se dieron en su relación. Existe algún reacción o

comportamiento que le

hubiese gustado que su

pareja mejorará. ¿Si es así

cuál es? Recibió algún tipo de

acompañamiento, o acudió a

algún familiar, amigo,

institución en alguna de las

situaciones mencionadas

anteriormente.

Le agradezco mucho su participación. Aprendimos mucho con esta entrevista y va a ser muy útil en la

construcción de conocimiento frente a una realidad social y una problemática como la violencia de

pareja. ¡Muchas gracias!