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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist de las Culturas del Mundo CORREO Vol. X, número 98, 1º de diciembre de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural En este número: • Guerra sorda contra los migrantes • Difunden la visión filosófica y social de Matteo Dean acerca de la migración • Nuestro cerebro no ha cambiado en 100,000 años • El fracaso del multiculturalismo • México y los exiliados judíos 1933-1945

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• Nuestro cerebro no ha cambiado en 100,000 años En este número: • Guerra sorda contra los migrantes Vol. X, número 98, 1º de diciembre de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural • México y los exiliados judíos 1933-1945 • El fracaso del multiculturalismo Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist • Difunden la visión filosófica y social

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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist

d e l a s C u l t u r a s d e l M u n d o

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EO

Vol. X, número 98, 1º de diciembre de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural

En este número:

• Guerra sorda contra los migrantes

• Difunden la visión filosófica y social

de Matteo Dean acerca de la migración

• Nuestro cerebro no ha cambiado en 100,000 años

• El fracaso del multiculturalismo

• México y los exiliados judíos 1933-1945

Correo de las Culturas del Mundo

DirectorLeonel Durán Solís

EditorMariano Flores Castro

[email protected]

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos

y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse

fraternalmente los unos con los otros”.

art.1º de la Declaración Universal de Derechos Humanos

Migrar es, en efecto, perder idioma y casa, es ser definido

por otros, ser invisible o peor aún ser el blanco; es

experimentar cambios profundos en el alma. Sin embargo,

quien migra no sólo se transforma por lo que hace sino que

transforma su mundo. Los migrantes pueden ser mutantes,

es de tal hibridación que la novedad emerge.

Salman Rushdie (en Reder, 2000:87)

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El de Frambois, en Ginebra, es un centro de internamiento de inmigrantes

modélico. No hay más de 25 reclusos y los guardas son amables y

cercanos. Hay abundante comida, las celdas son individuales, el recinto,

limpio y amplio. Sin embargo, es una cárcel, una en la que los internos no

son delincuentes sino inmigrantes sin papeles, algunos de los cuales llevaban

décadas trabajando en Suiza, pagando impuestos y seguro médico.

Todos ellos esperan en Frambois hasta dos años (ahora 18 meses, en

España son 60 días) hasta que las autoridades suizas los metan en un vuelo

especial, en el que irán esposados y atados de pies a cabeza, de regreso a los

países de los que huyeron. El documental Vuelo especial, de Fernand Melgar,

es el primero en meterse a fondo en estas cárceles-guetos contemporáneas.

“Todos están detenidos por un sistema que es más grande que la voluntad

de cada uno. No importa lo simpáticos y amables que sean los guardias, no es

cosa de buenos y malos. Todos trabajan dentro de un sistema que trata de hacer

humano lo que es inhumano”, explica Melgar, que presentó recientemente

Vuelo especial en un Festival de Cine de Gijón cargado políticamente.

Hijo de exiliados españoles, Melgar sabe lo que es ser un extranjero

clandestino en Europa. Sus padres emigraron a Suiza en los setenta en busca

de trabajo. Melgar y su hermana llegaron dos años después a escondidas,

porque las autoridades del país no permitían la reagrupación familiar. De

niños, él y su hermana se metían debajo de la cama cuando alguien tocaba a

la puerta en su casa. “Yo fui un niño clandestino, esta situación me toca de

cerca”, admite a Público.

Tanto es así que Vuelo especial es la segunda parte de un proyecto de mayor

envergadura, que empezó con La fortaleza en 2008, donde documentaba la

Migraciones

Una guerra sorda contra los migrantespor Sara Brito

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

vida en los centros que albergan a los que piden asilo para entrar a Suiza y

con el que ganó el Leopardo de Oro de Locarno. “La fortaleza es la puerta de

entrada. Vuelo especial es la puerta de salida”, apunta. Melgar está cerrando

ahora una tercera parte, donde sigue a seis de los inmigrantes que conocemos

en Vuelo especial hasta sus países de origen.

Libertad para el espectador

La película no hace uso de la voz en off ni de ningún comentario que guíe

al espectador en sus conclusiones. Por esto, fue tachado de fascista por el

productor portugués Paulo Branco, miembro del jurado en el Festival de

Locarno, que sólo había visto diez minutos del filme.

Esta no ha sido la única polémica. Algunas escuelas han recibido presiones

de la derecha suiza para evitar su exhibición a los jóvenes. “Unos 2,500

alumnos se han quedado sin verla, si bien las autoridades culturales han

tenido que decir públicamente que no hay censura”, aclara Melgar, que

denuncia el crecimiento del poder de la ultra-derecha en su país y la cobardía

del socialismo que teme perder votos.

“En Europa hay una guerra sorda declarada contra los migrantes. La

situación es preocupante: en los muros de las calles de Suiza, aparecen

pintadas en las que se representa a los inmigrantes como ratas, como ocurría

con los judíos en la Alemania de los años treinta”, asegura.

Para Melgar, la situación rebasa lo kafkiano. “Está más cercano a lo que

Hannah Arendt llamó la banalidad del mal‘. Vemos a gente que dice yo sólo

respondo a mi trabajo‘, pero todos somos parte de una cadena que mantiene

en pie este sistema monstruoso”, denuncia el cineasta, que prefiere no hablar

de compromiso: “Soy documentalista. Soy un testigo de mi tiempo”.

Fuente: http://www.publico.es/culturas/

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Migraciones

Un ser migrante es por definición un rebelde. Al mismo

tiempo, una persona en fuga, ni siquiera las lenguas

los pueden contemplar, tampoco los gobiernos los entienden.

Así lo propone el periodista Matteo Dean, quien se dedicó a

explorar este fenómeno mundial y ahora su visión filosófica,

social, política y económica queda plasmada en el libro Ser

migrante, editado por Sur +.

El volumen se integra por una serie de artículos y reportajes publicados

en diversos medios, entre ellos La Jornada, la revista Proceso, la publicación

barrial Desinformémonos y Diagonal, en España, explica Pablo Rojas, editor

del volumen, quien al lado del periodista Luis Hernández Navarro presentó el

legado de Dean en la reciente Feria Internacional del Libro de Oaxaca.

El libro aparece de forma póstuma, tras la muerte de Matteo Dean en

un accidente automovilístico en junio pasado. Sin embargo, de acuerdo

con Rojas, la selección de los textos, la decisión de que hubiera un prólogo

de Luis Hernández, todo el capitulado, el orden y los títulos, todo idea del

propio Dean, sin quererlo se presenta como una obra póstuma, pero es una

planeación absoluta de Matteo, describe el editor.

El ser migrante es un humano que casi nunca para, se mueve de un país a

otro, de un territorio a otro y nunca llega. Es una persona sin nacionalidad de la

cual, si bien podemos ubicar un origen, difícilmente podemos ubicar un destino,

nos introduce Matteo Dean en el artículo Ser migrante, publicado por primera

vez en La Jornada, de donde nace el título y toda la concepción del libro.

Difunden la visión filosófica y social de Matteo Dean acerca de la migración

por Alondra Flores

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

El propio Matteo Dean era un migrante. Nació en Trieste, Italia, en 1975,

pero se dedicó a viajar, enseñar italiano, además de ser documentalista e

investigador, esparció la autogestión. Llegó a México con el levantamiento

zapatista, y aunque fue expulsado del país dos veces, su insistencia lo hizo

volver y residir aquí desde 2004, con la mirada entre México y su país natal,

Matteo vivió siempre con el conflicto de añorar su tierra y anhelar vivir en

México, escribió el coordinador de Opinión de La Jornada.

Viajero incansable, nómada en búsqueda de su espacio, migrante que ejerció

el derecho de fuga, Matteo dedicó una parte muy importante de su biografía

y de su obra a la inmigración, describe Luis Hernández Navarro. Coincide con

esa visión Pablo Rojas, siempre se sintió un migrante. Consideraba que todos

lo somos en un sentido, los que no estamos de acuerdo con el orden de las

cosas, los que estamos por transformar, que no nos vamos a conformar y

haremos la lucha.

Por eso en su escritura aparecen lo mismo una historia de migrantes

hondureños en su paso por México, que la de un centro de detención en

Europa, incluso una crítica al gobierno de Muammar Kadafi en Libia, le hubiera

interesado mucho ver ese desenlace, al igual que en Italia, un Berlusconi que

deja el poder, narra, en un paréntesis, sobre la personalidad de Dean.

Coloca la migración en un contexto político, social y económico, pero al

mismo tiempo humaniza al ser migrante, hace todo un juego para quitar los

nubarrones que opacan su existencia y nos hace verlo, expone Pablo Rojas.

Entonces se abre la frontera del debate y siguen artículos sobre el migrante

climático, gitano, el secuestrado, la mujer, la convivencia, va desnudando, por

un lado, el discurso hipócrita de los gobiernos; por el otro, le da sustancia,

personalidad, además de que contextualiza el fenómeno, porque como dice

Matteo Dean, finalmente, todos somos migrantes, por lo que asumirse como

tales, quizás sea hoy la nueva frontera de la resistencia.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/11/25/cultura

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Nuestro cerebro no ha cambiado

en 100,000 años

Ciencias

En 2100, una pantalla mural, Molly

por darle un nombre, nos despertará

con las noticias del día. Los sensores

de la ducha comprobarán nuestro

ADN y nivel de proteínas, veremos

internet directamente en las lentes de contacto y un coche magnético sin conductor

nos llevará a la oficina donde hologramas hipersofisticados nos trasladarán a cualquier

parte del mundo. Por la noche ver el fútbol con los amigos ya no será sentarse en una

pantalla sino trasladarse al propio campo gracias a imágenes en tres dimensiones. Y

se podrán hacer las compras telepáticamente.

Según explica el físico estadounidense y experto divulgador Michio Kaku (San

José, California, 1947) en La física del futuro (Mondadori), el futuro ya está aquí.

Todos los inventos que alterarán nuestras vidas, según Kaku para bien, ya están

inventados en los laboratorios más punteros de todo el mundo. E inevitablemente,

tarde o temprano, y según un concurso de circunstancias no siempre muy científicas,

acabarán por imponerse. La del autor de La física de lo imposible es una visión

optimista, quizás excesivamente positiva, pero al fin y al cabo apabullante.

Kaku contestó a las preguntas de [la revista] Público en la pequeña (caótica y

abarrotada) oficina del City College de Nueva York donde desde hace 30 años ocupa

la cátedra Henry Semat de Física Teórica.

Somos cada vez más conscientes de los cambios que se avecinan ¿El futuro va a llegar

cada vez más rápido?

Michio Kaku

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

El conocimiento se multiplica por dos cada 20 años. En nuestra vida hemos

acumulado más conocimiento que en toda la historia del mundo. Vivimos en un

momento muy interesante. Ahora todo el mundo es más consciente de la ley de

Moore, según la cual la potencia de los ordenadores se duplica más o menos cada

18 meses. Los teléfonos móviles, tipo iPhone, tienen más tecnología que la NASA

en 1969 cuando mandaron a dos hombres a la Luna. Cuando ves las imágenes de

la sala de control de la época hay que pensar que tenían procesadores de 64 K, y en

el celular tienes gigabytes. En las tarjetas que te cantan el cumpleaños, el chip tiene

más poder que todas las fuerzas aliadas de 1945. Stalin y Hitler hubieran matado, y

de hecho lo hicieron, para tener ese pequeño chip. Y nosotros lo tiramos a la basura.

Ese el poder de la teoría de Moore.

La mayoría de los inventos han sido financiados con dinero militar.

Sí. Internet fue creado en caso de guerra nuclear, por eso es tan abierto, porque

los científicos lo crearon para reconstruir Estados Unidos después de una supuesta

tercera guerra mundial. El GPS no se creó para que las madres localizaran a sus hijos

sino para mandar misiles al Kremlin, por eso es tan preciso. Lo mismo pasa con los

vehículos robotizados. Dentro de ocho años, Google espera poder vender un coche

que se conduce a sí mismo mientras el conductor se relaja. Tendremos internet en

las lentillas, podremos ver a la persona junto con sus datos personales, y también

podrá actuar de traductor simultáneo. Ya tenemos un prototipo. Yo lo probé y, al

mismo tiempo que miras, también puedes ver una imagen del campo de batalla,

una evaluación de las fuerzas. Y todo eso se lo debemos a la investigación militar. Y

hubo un momento crucial en que pasó a la esfera civil. En 1989, los científicos de la

National Science Foundation de EEUU cedieron gratis los códigos de internet, así que

antes de 1989 hubiéramos podido encontrarnos con un Gran Hermano, porque internet

era un arma militar, pero después fue imposible porque todo el mundo tuvo acceso.

Pero no hay realmente una evolución lineal, muchas veces los descubrimientos son

frutos del azar.

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Hace falta un concurso de circunstancias. Tomemos el ejemplo de Steve Jobs. Él

no creó la gran mayoría de la tecnología que le hizo famoso, fue a Xerox Park, en

Palo Alto, donde nació el primer PC, los primeros gráficos Windows, el ratón, las

impresoras láser, es decir, lo que iba a marcar la informática en los siguientes 30

años. Jobs dijo que eso era el futuro y puso dinero para promocionar estos inventos.

La lección es que se necesita un conjunto de cosas. Inversores, empresarios, genios y

sobre todo un mercado. A veces funciona y a veces no pero la lección es que siempre

hay que ir adelante. Porque si decides ignorar la tecnología, la tecnología termina

por arrollarte. Es el caso de la industria discográfica, que pensó que la gente siempre

compraría CD, o de Merrill Lynch, que también pensó que sus clientes comprarían

acciones como siempre y les pasó encima el buldózer tecnológico. Ahora Apple dicta

el futuro de la industria y la gente compra acciones por internet, y todo eso porque

en su momento decidieron ignorar lo que más miedo les daba.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Los inventos van a relegar algunas profesiones a la irrelevancia...

Tomemos el ejemplo de la prensa. Existe en estos momentos un papel electrónico

flexible. Será plegable, como un rollo de papel, lo podremos poner en nuestro

bolsillo, apretar un botón y tener a tu disposición toda la biblioteca del Congreso. Eso

va a crear un nuevo equilibrio. Antes los diarios se ganaban la vida con los anuncios.

Eso ya ha desaparecido, pero lo que no ha desaparecido es la necesidad de tener

una fuente fiable de información. Los diarios venderán sabiduría, un producto que

no abunda en internet, donde hay mucha basura. Seguirá habiendo necesidad de

información en la que puedes confiar para tomar tus decisiones, pero el modelo

económico y tecnológico habrá cambiado. Es como el teatro. Seguirá habiendo

teatro porque lo necesitamos, el cavernícola que llevamos dentro necesita ver actores

en carne y hueso. Estas cosas permanecerán pero con una función distinta. Tenemos

ahora más caballos que en el siglo XIX pero no para transportarnos sino para uso

recreativo.

Si seguimos delegando funciones, los humanos vamos a cambiar.

Sí y no. Y vuelvo a mencionar lo del cavernícola. Nuestro cerebro no ha cambiado

en los últimos 100,000 años. Las oficinas no han desaparecido, como se pensaba,

porque necesitamos pruebas tangibles de los resultados, saber que hemos matado

a la presa que cazábamos de alguna forma, no confiamos en esos electrones

que bailan en las pantallas de los ordenadores y que desaparecen en un clic. Las

ciudades tampoco han desaparecido porque somos animales sociales. Si eres jefe

quieres decirle a tu empleado cara a cara lo que piensas. No puedes hacer eso en

una pantalla. La gente seguirá acudiendo a sus oficinas y las compañías preferirán

establecer sus sedes en sitios como Nueva York.

Fuente: http://www.publico.es/ciencias

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El fracaso del multiculturalismo, de Felipe Hernández-Armesto

El autor considera que el miedo atávico al extranjero ha recobrado vigencia y

amenaza el pluralismo cultural. Afirma que las pérdidas culturales son culpa de la

propia comunidad afectada, sin intervención de los inmigrantes

Al ver a un perro tratando de caminar sobre dos patas, según un erudito inglés

del siglo XVIII, no hay que criticarle por su seguro fracaso, sino felicitarle por haberlo

intentado. El pluralismo cultural es así. No hay que abandonarlo por funcionar mal;

lo asombroso es que, a pesar de sus problemas e insuficiencias, por lo menos exista.

Debemos celebrarlo y mantenerlo, y trabajar para que se mejore. Pero según parece,

por falta de paciencia ante un proceso largo, difícil, e interrumpido por una serie

de fiascos, el público y los gobiernos de varios países occidentales –sobre todo en

Europa y EEUU– están reaccionando en contra del esfuerzo por crear y mantener

sociedades multiculturales. Sirva de ejemplo la irritación con que algunos sectores

de la sociedad española han acogido la noticia de que en España hay un 12.3% de

extranjeros -–casi el doble de la media comunitaria–, según datos del Eurostat.

Pero la que más choca de las últimas pruebas es la política de Nicolas Sarkozy de

expulsar a gitanos rumanos y búlgaros de Francia, sin someter los casos individuales

a procesos jurídicos, cerrando campos enteros y tachando a toda una comunidad de

ser ilegal. La última vez en la historia de Francia en la que ocurrió tal cosa fue con los

judíos bajo la ocupación nazi.

Por imperfecto que sea, el multiculturalismo es un gran logro de la tradición

civilizadora, un tesoro precioso, alcanzado a través de largos siglos de conflictos

sangrientos. Lo normal, históricamente, es que las sociedades humanas rechacen

lo ajeno. Como señaló el gran antropólogo Claude Lévi-Strauss, es curioso que

la mayoría de las lenguas no tengan una palabra o un término que signifique ser

Diversidad cultural

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

humano. Por regla general, hay un nombre que se aplica a los miembros del grupo o

tribu; a los demás se los califica con otra palabra, habitualmente traducible por bestia

o demonio o algo por el estilo.

Los monstruos que habitan las leyendas de tantos y tantos pueblos no proceden

del exceso de imaginación de los humanos, sino al revés: son reflejo de un instinto

primitivo, el rechazo y miedo al extraño que nos incapacita para reconocer en el

extranjero a un pariente físicamente semejante, moralmente igual y admisible en

nuestra comunidad.

Algunos de los grandes sabios de la antigüedad –Sócrates y Aristóteles en Grecia,

Confucio y Mo Tzi en China, los autores de los Vedas en la India– nos invitaron a

comprender la unidad de la especie humana. Y no les hicimos caso.

Cristo, en cierto sentido el último y más influyente de esos sabios, predicaba el

amor universal, pero nos olvidamos luego de su doctrina o la respetamos sólo como si

fuera retórica irrelevante. En el siglo XVI, movido por los sufrimientos de los indígenas

del Nuevo Mundo, Bartolomé De las Casas enseñó a los españoles que esa gente

incluso formaba parte de la comunidad humana y merecía los mismos derechos que

los otros sujetos de la monarquía española. Pero la discriminación seguía vigente y

los moriscos fueron expulsados poco después.

A principios del siglo XX, contemplando el genocidio de sus conciudadanos

indígenas en EEUU, el antropólogo Franz Boas reunió unos datos científicos

definitivos para demostrar que, a pesar de las diferencias de cultura y color, todos los

seres humanos compartimos la misma esencia. Pero los racistas no le hacían caso.

Durante unas pocas décadas después de las masacres de la Segunda Guerra Mundial,

parecía que nos dábamos cuenta de la necesidad de abrazar al extraño y admitir que

el foráneo es vecino. Los horrores del Holocausto nos llamaron a un nuevo e intenso

reconocimiento de la obligación de renunciar al racismo, la intolerancia cultural y

el exclusivismo. Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos

Humanos. La libertad de cada ciudadano de calificarse de judío, africano, musulmán

o lo que fuera se concedió en todos los países. El derecho de cada uno a identificarse

con las tradiciones de sus antecesores dejó de ser una ofensa a los demás. Ya no se

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exigía conformismo cultural para ser protegido por las leyes y constituciones, ni para

gozar de los derechos civiles.

Me di cuenta de que esta fase de nuestra historia estaba tocando a su fin hace unos

pocos años, cuando pasaba un curso académico en Holanda en el Instituto Holandés

de Estudios Avanzados –un lugar ideal, un islote de puros pensadores, donde se

vivía protegido de las bofetadas del mundo. Un día llegó a nuestra casita del pueblo

de Wassenaar una carta de la policía holandesa ordenándonos a mi mujer y a mí

presentarnos en la comisaría de La Haya para revisar nuestro permiso de residencia

en el país. Fuimos allí en cuanto pudimos e hicimos cola con otros extranjeros. Al

cabo de unos minutos, un funcionario respetuoso se acercó y nos preguntó por qué

nos hallábamos allí. Le enseñamos la carta. «Perdonen ustedes», dijo, «es un error.

A la carta no hay que hacerle caso. Pueden irse, por favor, y disculpen». Sólo en ese

momento me di cuenta de que todas las demás personas de la cola eran negros o

asiáticos.

Holanda ha experimentado desde entonces un recrudecimiento del nacionalismo,

la carrera de Pim Fortuyn, el choque de civilizaciones supuestamente representado

por el asesinato de Theo Van Gogh y la introducción de nuevos reglamentos que

exigen a los inmigrantes una serie de pruebas de conocimiento de la lengua y cultura

neerlandesas. Casi equivale a una renuncia por Holanda a su tradición de acogimiento

a extranjeros y tolerancia de diferentes pensamientos y estilos de vida -–tradición que

se remonta al siglo XVII, cuando judíos, protestantes y ateos expulsados de otros

estados encontraron un hueco para vivir pacíficamente en la república neerlandesa–.

Algo semejante ha sucedido en Inglaterra –otro país históricamente orgulloso de sus

tradiciones tolerantes, donde se hospedó en su tiempo a los hugonotes expulsados

de Francia, a refugiados políticos de todas las tiranías de Europa en los siglos XIX

y XX, a judíos víctimas de los racismos zarista y nazi y a las olas de trabajadores

procedentes de antiguas colonias británicas que llegaban en busca de una vida mejor

tras la Segunda Guerra Mundial. Ahora, para poder quedarse en el Reino Unido

hay que cumplir con una serie de reglas cuya mera existencia se orienta a excluir a

cuantos extranjeros se pueda.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

En Dinamarca, otro país históricamente modélico por su respeto a los refugiados,

pasa algo similar. Y en Francia, donde nació el ideal de libertad, igualdad y

fraternidad, el inmigrante gitano Vasile, según un reportaje reciente de la BBC, vive

bajo la sombra del miedo, pendiente a que venga la policía a por él. Vasile no ha

cometido ningún crimen, sino que es un sencillo padre de familia y un ciudadano

de la Unión Europea, ejerciendo su derecho a buscar trabajo. Da la casualidad

de que se encontraba fuera cuando la policía cerró su campo y deportaron a sus

compadres. Ahora, dice, «tengo miedo de que vengan y me lleven». Ese mismo

temor, en tiempos más primitivos y menos civilizados, sintieron todos los extranjeros,

y notablemente judíos, moriscos, negros en tierras blancas, protestantes en países

católicos y católicos en países protestantes, kulaks en la Rusia estalinista, burgueses

en la China de Mao o la Kampuchea de Pol Pot, etcétera.

Así que estamos dando pasos hacia atrás, hacia épocas oscuras y brutales de

nuestro pasado. Hasta cierto punto, el fenómeno es comprensible, y no sólo por

los motivos económicos que se suelen citar en tiempos de recesión y desempleo.

La cultura de una comunidad es una herencia entrañable, y cuando la gente la ve

amenazada o supuestamente amenazada por la llegada de culturas ajenas, alzan

los puños y recurren a una mentalidad defensiva. Pero nuestras pérdidas culturales

son culpa nuestra, sin ninguna intervención por parte de los inmigrantes. Los vascos

e irlandeses, en su enorme mayoría, abandonaron sus lenguas por otras razones,

sin poder echar la culpa a los inmigrantes. Los ingleses dejaron de ser puntuales y

reservados por su propia voluntad, sin ayuda de gente caribeña ni paquistaní. En

España, los antiguos rasgos de austeridad, sobriedad, formalismo y dogmatismo

encerrado, que una vez formaban parte del carácter nacional, se han sacrificado por

voluntad de los mismos españoles. Los cambios culturales son parte de la textura de

la Historia. Hay que aceptarlos o sufrir y callar.

En un mundo globalizado, entre migraciones mundiales, nos hemos dado cuenta

de que el pluralismo funciona mal. Desencadena tensiones civiles, crea nichos

para terroristas y otros criminales, enoja a algunos mientras encanta a otros. Pero

tenemos que seguirle fieles, porque sencillamente –si no por motivos más morales

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o concienzudos– no hay otro remedio. Sería paradójico que, en condiciones

mundiales que exigen colaboración entre pueblos diversos, civilizaciones divergentes

y poblaciones mezcladas, el pluralismo fuese la única política que no pudiera unir.

Felipe Fernández-Armesto es historiador y ocupa desde 2005 la cátedra Príncipe de

Asturias de la Tufts University en Boston (Massachusetts, EEUU).

Fuente: Reggio‘s

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

El exilio incómodo. México y los refugiados judíos, 1933-1945

AUTOR: DANIELA GLEIZER

CENTRO DE ESTUDIO HISTÓRICOS DE EL COLEGIO DE MÉXICO

Edición 1a. , 2011 No. de páginas 321

ISBN 978-607-462-284-3

Síntesis: A través de una minuciosa investigación basada en archivos de

México y Estados Unidos, y en el análisis de un enorme corpus documental,

esta obra responde con rigor académico a todas estas preguntas, adentrándose

en un tema muy poco explorado por la historiografía mexicana. La historia

que cuenta Daniela Gleizer pone sobre la mesa del debate historiográfico

temas vinculados a la xonofobia y al racismo durante los regímenes

posrevolucionarios, además de contrastar la imagen de México como país de

puertas abiertas y enfatizar la discrecionalidad y selectividad de la práctica

inmigratoria mexicana. El libro ofrece, además una novedosa óptica para el

análisis de la historia mexicana posrevolucionaria, ya que la política hacia los

refugiados judíos devela muchos de los conflictos subyacentes a la política y

la sociedad mexicanas de la época.

Libros Libros

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Visite nuestro sitio web: http://correodelasculturas.wordpress.com

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

DIRECTOR GENERALALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ

SECRETARIO TÉCNICOMIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY

SECRETARIO ADMINISTRATIVOEUGENIO REZA SOSA

COORDINADOR NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONESARTURO CORTÉS

DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURASY DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO

LEONEL DURÁN SOLÍS

EDITORMARIANO FLORES CASTRO

[email protected]

ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DELCENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)

DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.

MÉXICO, D.F., 1º DE DICIEMBRE DE 2011.

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