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Identificación proyectiva: entre creatividad, criptomnesia y plagio

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Giovanni Batt i s ta Mass idda

Identificación proyectiva: entre creatividad,

criptomnesia y plagio

En un Apéndice se incluye la traducción castellanadel artículo de 1925 de Edoardo Weiss

donde aparece por primera vez la identificación proyectiva

Primera edición

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Massidda, Giovanni Battista Identificación proyectiva : entre creatividad, criptomnesia y plagio /

Giovanni Battista Massidda. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Biebel, 2021. /

Libro digital, PDF / Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-8362-29-8 / 1. Psicoanálisis. I. Título. / CDD 150.195

Edición italiana:

“Identificazione proiettiva. Fra Creatività, Criptomnesia e Plagio” ISBN: 978-88-488-0885-9

© Giovanni Battista Massidda © Lampi di Stampa, Milano, 2009

© Ediciones Biebel, 2013 para la edición castellana Ediciones BIEBEL

J. J. Biedma 1005, (1405) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

Tel. (54-11) 4582-3878 / 4585-4018 www.edicionesbiebel.com.ar

[email protected][email protected] PRINT: 978-987-1678-30-3

ISBN EBOOK: ISBN 978-987-8362-29-8 Se han efectuado los depósitos de ley 11.723

Libro de edición argentina Impreso en la Argentina / Printed in Argentina

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro,

en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos.

Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446. Diseño de páginas: Cálamus Textual

www.calamustextual.com.ar Realización de tapa: Ramiro Pazo

La imagen de tapa corresponde a un fresco de la Villa dei Misteri, Pompeya / La imagen de contratapa pertenece a la Casa del Bracciale

d’Oro, Pompeya

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Índice

Prólogo a la edición castellana .............................................. 7Prólogo ................................................................................. 11Introducción ........................................................................ 17

Parte I: Los problemas de naturaleza meramente científica

El problema epistemológico ................................................. 25El problema del desarrollo y crecimiento de la IP ................ 41El problema de la identificación ........................................... 45El problema semántico ......................................................... 73El problema de la discriminación entre proyección e IP ....... 107El problema de la polisemia .................................................. 119El problema de la existencia con retroactividad .................... 125La IP en Weiss, Brierley y Klein ........................................... 131El problema de la redundancia ............................................. 159

Parte II: Los problemas de naturaleza psicosociológica

Consideraciones generales .................................................... 165Mi recorrido con la IP ......................................................... 169El problema de los errores, confusiones y anomalías bibliográficas ................................................ 191El problema de la prioridad de las ideas, criptomnesia y plagio ....................................................... 209La patología del discurso científico ...................................... 231

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Apéndice I ............................................................................ 251

Apéndice IIAcerca de una fase aún no descripta del amor heterosexual Dr. Edoardo Weiss (Trieste) ............................................ 269

Bibliografía .......................................................................... 289

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Estoy muy agradecido a Humberto y Mau-ro Gobbi y a Dania Lucas por su generosa co-laboración al traducir del inglés al castellano muchos artículos que he citado. Cuando no aparece mencionado directamente su nombre, doy por sobreentendido que he aprovechado su traducción previa.

La traducción del italiano al castellano es de Paula Riva y del autor, con la supervisión final de Dania Lucas.

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Prólogo a la edición castellana

En este breve prólogo formularé algunas aclaraciones y agregaré unos pocos hechos que se han producido después del mes de septiem-bre de 2009, cuando fue publicado el libro en Italia.

Lo primero que deseo expresar es que mi formación científica y profesional se ha desarrollado en la Argentina; por lo tanto, considero que mi identidad como psiquiatra y como psicoanalista es fundamen-talmente argentina. Por esta razón quise conseguir la titularidad psi-coanalítica primero en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA), la asociación donde me formé, cuando ya habían transcu-rrido siete años desde que había vuelto a vivir en Italia. Quiero pun-tualizar, de paso, que desde noviembre de 2010 he vuelto a vivir en la Argentina.

Para los lectores argentinos y, en parte, latinoamericanos de cierta edad, voy a sintetizar algunas informaciones que atañen a los colegas que han contribuido a mi formación –algunos lamentablemente ya fallecidos–.

En mi formación psicoanalítica ha tenido un valor fundamental mi análisis didáctico con la Profesora Elena Evelson, a la cual va mi reconocimiento e imperecedera gratitud. En lo propiamente científico, en lo clínico, teórico y técnico, debería expresar mi reconocimiento a muchas personas y esto excedería mi espacio. Me limitaré, por lo tan-to, a recordar las supervisiones con el Dr. Jorge Carpinacci –profundo conocedor de la obra de Freud– y el Dr. David Rosenfeld –excelente clínico, dotado de una generosa creatividad–. Por último, mi recono-cimiento y admiración al maestro de la técnica psicoanalítica, el Dr. R. Horacio Etchegoyen, de cuyas clases, seminarios y supervisiones he aprendido muchísimo. Mi recuerdo va también a otro profundo conocedor de la obra de Freud, el Dr. Guillermo Brudny, a quien tuve como profesor en los seminarios de APdeBA.

Con respecto a mi formación psiquiátrica, mi deuda es con el Dr. Mauricio Goldenberg, excelente semiólogo y clínico (inolvidables sus primeras entrevistas con los pacientes por su habilidad en recabar da-tos y por su capacidad diagnóstica), creador del reconocido Servicio de Psicopatología del Hospital Gregorio Aráoz Alfaro (actual Poli-

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clínico Evita), el antaño famosísimo (hasta en toda Latinoamérica) “Policlínico Lanús”, y a su equipo de colaboradores. En el Lanús hice mi residencia de psiquiatría y luego trabajé por algunos años como médico concurrente en la sala para pacientes internados, ocupándome primero de adolescentes y, al poco tiempo, de adultos.

Quiero recordar, por último, mi experiencia –sumamente satisfac-toria y exitosa– como Jefe de Residentes del Hospital Ramos Mejía, dirigido por la Dra. Blanca Montevechio, quien era también una ami-ga, que me pidió especialmente que fuese a organizar en su servicio la residencia creada el año anterior.

No quiero dejar de lado la contribución fundamental que han dado a mi formación y a mi espíritu científico los grupos de estudio y luego las clases individuales que he tomado por años con el Profesor Gre-gorio Klimovsky. También va mi reconocimiento al Profesor Eduardo Rabossi, con el cual estudié los fundamentos de la Filosofía Analítica (Rabossi fue el fundador de Sadaf, la Sociedad Argentina de Análi-sis Filosófico) y realicé un curso de historia de la filosofía del cono-cimiento, sumamente claro y formativo. El Profesor Félix Schuster contribuyó con algunas clases individuales a aclararme algunos prob-lemas de teoría del conocimiento y del positivismo lógico.

En la contratapa de la edición italiana de este libro consigno un dato que ya no corresponde más a la realidad por cuanto desde 2010 he decidido renunciar a mi condición de miembro de las dos aso-ciaciones a las que pertenecía, APdeBA y Società Psicoanalitica Itali-ana (SPI) y, por ello, no soy más Dual Member de la IPA.

Deseo aclarar también que he introducido una pequeña modifi-cación en el título del libro, que en italiano reza: Identificazione Proi-ettiva. Fra Creatività, Criptomnesia e Plagio. Para la edición castellana he preferido reemplazar el punto por los dos puntos (Identificación proyectiva: entre creatividad, criptomnesia y plagio) para evitar que la segunda parte del título, con el punto, pudiese ser tomada como un subtítulo, cuando considero esencial que el título sea entendido por entero.

Por último, señalo que he agregado algunas notas para la edición castellana, unas pocas de ellas para aclarar aspectos relacionados con el psicoanálisis italiano que el lector de otras asociaciones no tiene por qué conocer (las notas se reconocen por una letra A, B, agregadas al número).

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Prólogo

Escribir, no ya un artículo, sino un libro sobre la identificación pro-yectiva (a la que de aquí en más denominaré “IP”) después de todo lo que se ha escrito –¡y discutido!– sobre este concepto a lo largo de casi sesenta años, puede parecer excesivo y para realizarlo se requieren motivaciones fundamentadas. En este sentido, espero que el lector se convenza, al final, de que las razones que me indujeron a emprender semejante empresa estaban justificadas.

Mi aporte sobre el tema está dirigido ante todo a los analistas jó-venes y a los candidatos, que no han vivido la particular estación del desarrollo del concepto, pero también a los analistas más expertos, en la medida en que mi enfoque teórico es diferente al que adoptaron to-dos los otros autores. En efecto, si bien el debate más encendido sobre la IP atravesó, grosso modo, un arco de alrededor de 25 años –de 1965 a 1990– para ir luego disminuyendo en los años siguientes, no creo que se hayan aclarado totalmente algunos puntos controvertidos ni que se haya alcanzado un acuerdo razonable entre los sostenedores de las diversas posturas teóricas.

Respecto a este tema, sin embargo, es necesario reconocer que la di-versidad de opiniones constituye también una riqueza en el desarrollo de una ciencia, por lo cual es equivocado pretender una uniformidad de visiones allí donde las problemáticas en juego son realmente com-plejas. Pero es verdad también que, en el ámbito científico, algunos conceptos fundamentales, sobre los cuales se sustentan importantes teorías, deberían tener una mayor precisión y una definición de base más compartida. También debería ser más claro el límite que separa lo que puede dejarse abierto al libre ejercicio de la especulación, de la fan-tasía y de la creatividad, de aquello que debe constituir una base más sólida, que compatibilice las hipótesis fundamentales que tocan tanto el aspecto teórico como el técnico de nuestra ciencia.

La impresión que yo tuve en tiempos bastantes precoces de mi for-

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mación psicoanalítica cada vez que escuchaba discusiones sobre la IP, era la de encontrarme frente a algo que iba más allá del simple debate científico. Notaba, ante todo, una presencia excesiva de participación emotiva y una dosis de conflictividad inusual, que no tenían compa-ración con tantos otros debates que se realizan en el ámbito psicoa-nalítico, aun entre diferentes escuelas de pensamiento. Por lo tanto había llegado a la conclusión de que cuando escuchaba discutir acerca de IP, los participantes no estaban confrontando solamente acerca de ideas científicas sino que estaban discutiendo también sobre alguna otra cosa, sin ser conscientes de ello; que en cierta medida, estuviesen actuando algún rol, relacionado quién sabe con qué estados emocio-nales inconscientes, que no lograba individualizar, y que suscitaban no solo mi curiosidad sino también mi interés científico.

Tal vez, en este punto, es necesario que explique al lector que mis primeros contactos con la IP tuvieron lugar hace cuarenta años, en Buenos Aires, al comienzo de mis primeras lecturas y contactos con el ámbito psiquiátrico y psicoanalítico, donde la orientación kleiniana era predominante y la IP reinaba soberana.

Durante cerca de veinte años tuve que soportar una suerte de indi-gestión de identificaciones proyectivas y pienso que debe haber sido este componente –en parte patológico– de mi aprendizaje, lo que me ha empujado a tratar de curarme de esta indigestión de opiniones sobre el argumento, mediante un estudio más alejado y un enfoque metodo-lógico diferente.

Fue después, en 1984, cuando volví a Italia y por primera vez tuve ocasión de observar que en la Società Psicoanalitica Italiana (SPI) la fiebre de la IP tampoco había disminuido, que decidí profundizar el estudio de este concepto. Pero, como dije, decidí hacerlo desde un án-gulo diferente del que habían utilizado todos los otros analistas que ya se habían ocupado del tema. En efecto, había notado también que los repetidos intentos de aportar claridad, a menudo volvían la situación aún más complicada y creaban todavía más confusión. Y esta impre-sión mía era compartida por diversos autores que habían tratado el tema. Era por lo tanto estéril que yo tratara de medirme en un área ya ampliamente debatida por colegas mucho más expertos que yo pero con resultados tan inciertos.

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En esos años había madurado la opinión de que la manera en que se había discutido sobre la IP padecía de una falla de base. En otras palabras, que se hubiese descuidado el hecho de que una teoría (o hipótesis) científica está constituida por –y se expresa mediante– el lenguaje. Según algunos filósofos, sin el lenguaje el pensamiento no podría ni siquiera existir. Tal vez sería más correcto sostener que sin el lenguaje, el pensamiento sería extremadamente pobre y que, sin el soporte de los símbolos lingüísticos, no habría podido llevar nunca a la especie humana al nivel de progreso científico que ha alcanzado. Pienso que aún hoy no se le ha dado al lenguaje toda la importancia que realmente merecería.

Hablar de lenguaje conduce inevitablemente a hablar de filosofía de la ciencia y de método científico. Tuve la suerte, en mis primeros años de formación psicoanalítica, de poder estudiar con un episte-mólogo del psicoanálisis, el Prof. Gregorio Klimovsky, y un filósofo analítico, el Prof. Eduardo Rabossi, de los cuales aprendí a familiari-zarme con algunas de las nociones más elementales y de base de sus respectivas especialidades. Han sido estas nociones las que luego, en parte, he tratado de utilizar para mis reflexiones sobre las controver-tidas vicisitudes de la IP. Mi enfoque, además, examina también la condición humana de los analistas, con todos sus componentes emocio-nales, pasiones, virtudes y defectos.

En un capítulo describiré, de manera detallada, mi recorrido con la IP –y trataré de fundamentar las razones que tengo para hacerlo– y me limito a decir, por ahora, que el fruto de mi investigación y de mis ela-boraciones tuvo una primera conclusión en 1991 con un artículo que presenté a la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) –y con el cual obtuve la condición de Miembro Titular de la institución– que titulé “Identificación Proyectiva: ¿término embrujado o término teórico heurístico?”. Ya a partir del título se puede entender que yo entreveía en la IP algo extraño y marcado por una suerte de hechizo (embrujado), más allá del aspecto epistemológico constituido por la problemática de los términos teóricos. Una de las hipótesis a la cual había llegado fue que tal vez no hubiese sido Melanie Klein la primera en introducir el concepto de IP y sugería que podría haber sido Her-bert Rosenfeld. Con este trabajo concluyó la primera etapa de mi largo recorrido en el estudio de la IP.

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En 1998, de una manera que ahora ya no puedo considerar sólo casual, leyendo el libro Conversazione sulla Psicoanalisi (Di Chiara y Pirillo, 1997), tuve conocimiento de la introducción ya en 1925 del término Projektive Identifizierung, es decir, identificación proyectiva, por parte del analista italiano Edoardo Weiss (veremos más adelante cómo llegué a enterarme de esta información bibliográfica en 1990 y ¡cómo no supe utilizarla!). Decidí escribir inmediatamente una carta al editor del International Journal of Psychoanalysis para dar una ma-yor difusión a la noticia puesto que la consideraba una pieza impor-tante para el estudio y la comprensión del concepto. La titulé “¿Sabre-mos alguna vez toda la verdad acerca de la identificación proyectiva?”, considerando posible que algunos analistas probablemente hubiesen callado sobre el hecho de que Weiss fue el primero en introducir el término teórico exactamente veintiún años antes que Klein. Pensaba que existían verdades no reveladas. Esta fue la segunda etapa de mi recorrido. Esperaba que de esta comunicación mía a esa importante revista psicoanalítica surgiera algún debate interesante. Pero no me parece que esto haya ocurrido.

Finalmente, en enero de 2004 hice algo que definir descubrimiento puede parecer excesivo y un tanto megalomaníaco –el término hallaz-go bibliográfico sería más descriptivo y neutral– pero yo considero que tal vez fue realmente la pieza que faltaba para aclarar de manera más completa el puzzle de la IP. Encontré que Marjorie Brierley había usado el concepto y el término de IP en un artículo publicado por el International Journal en 1945 –es decir, un año antes que Klein ha-blara por primera vez de IP– y que luego había vuelto a hablar de ella en otro artículo de 1947. Es interesante observar que, también en el caso de Brierley, ningún analista hizo notar entonces, es decir, en 1945, que ya Weiss había utilizado el término 20 años antes. Sin embargo, la cosa más singular es que después de 1946 ningún analista hizo notar que Klein había retomado un término teórico utilizado apenas un año antes por Brierley, y ¡publicado además en la misma revista psicoanalí-tica! Efectué repetidos intentos de que se publicara una nueva Carta al Editor con la novedad de este hallazgo bibliográfico pero no tuvieron éxito. Aquí, por consiguiente, comienza la última etapa de mi recorri-do, ¡que espero sea también la definitiva! Me refiero a la redacción de

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este libro. Digo definitiva porque dediqué mucho tiempo al estudio de este tema y desearía sentirme libre para poder dedicarme a otros, igualmente interesantes. Con estas palabras, acaso, tal como sucede con el sujeto que utiliza la IP que queda atrapado patológicamente en la relación con el objeto con el cual se ha identificado proyectiva-mente, estoy expresando mi temor de no poderme liberar de una vez por todas de este concepto y de sus vicisitudes. Sin embargo, ¡espero lograrlo!

En estas páginas, por lo tanto, formularé una serie de hipótesis que tratarán de explicar, por un lado, cómo pudo haber sido posible que la comunidad psicoanalítica no haya llegado a poner en evidencia la contribución de Brierley al tema de la IP, y que lo haya hecho por el contrario con tanto atraso en relación a Weiss, que fue el primero que introdujo el término teórico. Y, por otro lado, cómo la represión y/o el ocultamiento de estas referencias bibliográficas, han contribuido de una manera significativa a crear un fuerte obstáculo en las teorizacio-nes y discusiones sobre este concepto, obstáculo de un alcance tal que yo considero que ha dado lugar a una real patología de la comunica-ción entre los psicoanalistas. Finalmente, trataré de aportar algunos elementos de carácter epistemológico para enmarcar mejor los crite-rios metodológicos que hay que observar en las discusiones sobre la IP, efectuando una suerte de mapa de problemas que, con el paso del tiempo, han surgido en el desarrollo del concepto.

Había calculado que este libro estaría prácticamente terminado a fines del verano de 2007. Sin embargo en los primeros días de agos-to del mismo año, tuve conocimiento de la publicación del libro de Elizabeth Spillius, Encounters with Melanie Klein, en el cual la autora, en un capítulo dedicado a la IP, comunica al lector que, además de Weiss, también Marjorie Brierley había hablado de IP. La que yo es-peraba por lo tanto que fuese una primicia editorial mía, quedaba de este modo frustrada. Fue así que en ese momento consideré necesario efectuar un estudio más profundo de ese capítulo para poder luego comentarlo. En consecuencia decidí dejar prácticamente inalterado todo lo que había escrito hasta ese punto, y concluir este libro con un Apéndice (Apéndice I), dedicado justamente al análisis de esta última contribución de Spillius, que va a sumarse a la historia infinita de la IP.

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Al final, en otro Apéndice (Apéndice II), me pareció útil reproducir también la traducción al castellano del artículo de 1925 de Edoardo Weiss en el cual aparece por primera vez el término y el concepto de IP (y también de identificación introyectiva). Creo que el artículo no ha sido traducido nunca al italiano (N. del A.: y tampoco al castellano), pese a que Weiss fue, por años, el más importante psicoanalista italia-no, y este hecho me parece sintomático de las dificultades que se han producido para llegar a la verdadera paternidad de la IP.

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Introducción

Con el fin de ayudar al lector a orientarse en el itinerario que seguí en este libro al tratar acerca de la IP trataré de explicar sintéticamen-te cómo he organizado el material. Los problemas de la IP pueden dividirse fundamentalmente en dos categorías:

1) los problemas de naturaleza meramente científica.2) los problemas que he denominado de naturaleza psicosociológica,

que se refieren a los analistas en cuanto seres humanos y por lo tanto a su psicología –normal o patológica– individual y grupal.

Al tratar los problemas de naturaleza meramente científica, con-sideraré también la contribución de Weiss y de Brierley para compa-rarlos con la IP kleiniana (y mencionaré sólo brevemente la de Ros-enfeld), pero dejaré de lado el problema de la prioridad de las ideas, de la criptomnesia y del plagio, que atañe a la segunda categoría de problemas.

Intentaré ahora trazar una suerte de mapa de los problemas a los que me he referido, para desarrollarlos luego con mayor amplitud en los capítulos del libro.

1) Los problemas de naturaleza meramente científica

a) Durante mis lecturas de filosofía de la ciencia, surgió mi interés por una problemática que ocupó la atención de muchos filósofos du-rante algunos años. Me refiero al debate acerca de los términos empíricos y los términos teóricos. Mi interés surgía no sólo de la naturaleza intrín-seca del problema, sino también de cierta analogía o semejanza con lo que sucedía en el ámbito psicoanalítico en el debate sobre la IP. En efecto, así como los filósofos de la ciencia discutían acerca de la razón de ser, del significado y el valor de los términos teóricos, del mismo

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modo los analistas se hacían preguntas semejantes con respecto a la IP.Si examinamos una teoría científica desde el punto de vista de su

estructura lingüística, veremos que está constituida por términos que poseen un valor, un rol y un significado diferentes. Puede ser impor-tante entonces individualizar qué tipo de término es la IP en relación con los otros términos y cuál su status dentro de la teoría. Denomina-ré este problema: el problema epistemológico.

b) Desde cierto punto de vista, el problema más macroscópico que encontramos con la IP consiste en el hecho de que si una parte consistente de los miembros de una comunidad científica asigna un rol relevante a un concepto, es muy difícil que la otra parte lo ignore totalmente. Esto sin embargo es lo que sucedió con respecto a la IP. Algunos analistas se rehúsan a utilizar el concepto aduciendo dife-rentes razones. Entre éstas, la más importante es la que sostiene que el uso de la terminología y de las hipótesis freudianas es suficiente para dar cuenta de los fenómenos y del significado atribuido por los analistas kleinianos a la IP. En consecuencia, la IP sería un término superfluo, redundante, para no decir inductor de confusión y de de-bates estériles. Llamaré este problema: el problema de la redundancia.

c) Otro problema, en alguna medida relacionado con el anterior, consiste en diferenciar la IP de la proyección. Algunos autores sos-tienen que, en el fondo, la IP no sería más que un tipo particular de proyección y no justifican la introducción de un término diferente (el hecho más desconcertante es que esta opinión ¡se pueda hallar hasta en el ámbito kleiniano!). Lo llamaré: el problema de la discriminación entre proyección e IP.

d) Uno de los problemas centrales de la IP consiste en dar una definición de la misma, esto es, describir sus rasgos distintivos y esen-ciales. Y, al mismo tiempo, en intentar individualizar los obstáculos que han aparecido y que complicaron los intentos para definir su significado. Lo llamaré: el problema semántico.

e) Muchos autores –casi todos– concuerdan en que la IP es usada en una variedad de acepciones excesivamente amplia, atribuyéndole una cantidad arbitraria de significados. Lo llamaré: el problema de la polisemia.

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f ) Un problema muy interesante para discutir –que se relaciona con los dos problemas anteriores– es el del desarrollo que, con el uso y el paso del tiempo, experimenta naturalmente –fisiológicamente, podría-mos decir– un término teórico. Lo llamaré: el problema del desarrollo y del crecimiento de la IP.

g) Una posición asumida por diversos autores sostiene que Klein, ya antes de 1946 –año en que ella escribió por primera vez sobre la IP– utilizaba el concepto, aun cuando no lo hubiese denominado to-davía con un término específico. La praxis de buscar los antecedentes de un concepto en la obra del autor que lo ha introducido –o también en la de otros autores– es una costumbre absolutamente normal y, diría, casi tradicional en el psicoanálisis y en las otras ciencias. Es suficiente pensar en todas las veces que esta praxis fue utilizada para los conceptos freudianos. No hay nada que objetar, por lo tanto, si se realiza esta investigación teórico-bibliográfica, digamos, retrospectiva o retroactiva. Sin embargo yo encuentro que esta posición, en lo que se refiere a la IP kleiniana, fue demasiado enfatizada y no fue soste-nida con argumentos convincentes. La misma Klein, por su parte, sostuvo que Freud, en 1921, de algún modo utilizaba ya la IP, si bien usaba predominantemente la introyectiva. Con un toque de ironía, denominaré este problema: el problema de la existencia con retroactivi-dad o el problema del conocimiento a posteriori.

h) Desde que Ferenczi introdujo el concepto de introyección, la relación entre este concepto con la identificación ha provocado tal vez más dificultades que progresos y soluciones. En todo caso, más allá de este hecho, pienso que una parte de los problemas de la IP derivaron –y, de alguna manera, se podría decir que los heredó– de la identificación. La identificación es sin duda uno de los conceptos más problemáticos –además de fundamentales– de la teoría psicoa-nalítica y en esto concuerdan, creo, todos los autores. Llamaré por lo tanto este problema: el problema de la identificación.

i) Considerando que el término identificación proyectiva ha sido introducido por Weiss y luego retomado por Brierley y Klein (y tam-bién por Rosenfeld), trataré de examinar el camino efectuado por estos autores para llegar, cada uno por su cuenta, al uso del mismo

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término. Denominaré este tema: la IP en Weiss, Brierley y Klein.Hago notar al lector que la secuencia con la cual expondré los

problemas mencionados, no seguirá el orden con el que los he men-cionado más arriba.

2) Los problemas de naturaleza psicosociológica

a) Cuando en 1984 decidí escribir un trabajo sobre la IP, pen-saba todavía, como muchos analistas, que Klein en 1946 había in-troducido solamente el concepto de IP y que, por el contrario, había introducido el término tan solo en 1952. Empleé algunos años para aclarar este punto. A medida que iba profundizando mi investiga-ción, me di cuenta de que sobre la IP habían aparecido una serie de inexactitudes y hasta de groseros errores en cuanto a la mención de los orígenes del concepto. Ya comenté cómo llegué a saber después de un tiempo acerca del uso del término por Weiss y luego por Brierley. Estas extrañas carencias bibliográficas y estos vacíos de información me hicieron considerar oportuno redactar una suerte de lista, como sustento de las que serían, en un capítulo sucesivo, las hipótesis con las cuales trataría de explicar las posibles causas de estas distorsiones de la información y de la comunicación científica. Titularé este pro-blema: el problema de los errores, confusiones y anomalías bibliográficas.

b) El hecho de que el término IP, introducido por Weiss –y sucesi-vamente retomado por Brierley y Klein (y Rosenfeld) sin mencionar a Weiss como autor originario– podría ser incluida en el capítulo de las anomalías bibliográficas. Me parece sin embargo que constituye tam-bién un problema con aspectos específicos, que tocan una cuestión de naturaleza diferente, es decir la temática de la prioridad de las ideas y, eventualmente, de la criptomnesia y del plagio (o robo de las ideas). Desarrollaré por lo tanto estos aspectos separadamente y titularé este problema: el problema de la prioridad de las ideas, criptomnesia y plagio.

c) El aspecto que más llamó mi atención durante el largo reco-

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rrido que realicé en el estudio de la IP, es cómo fue posible que una comunidad científica como la psicoanalítica –para la cual la adhe-sión a la verdad y la lucha a las resistencias constituyen sus cimientos fundamentales– haya podido ignorar la contribución de Weiss y de Brierley por tanto tiempo. En cualquier otra disciplina científica se podría hablar de casualidad o de descuido o de falta de atención, etc., pero en el ámbito psicoanalítico no es posible adherir a este enfoque y a estas eventuales justificaciones. Como psicoanalistas debemos ser muy prudentes con respecto al atribuir a la casualidad determinados acontecimientos y tenemos el deber de tratar de dar un sentido a lo sucedido, sin persistir en la represión del problema.

En mi intento de proponer una primera teorización acerca de es-tos acontecimientos –que considero patológicos– con la esperanza que otros colegas en el futuro continúen mi trabajo, someteré a un examen crítico en primer lugar mi propia conducta y mis dificultades. Considero en efecto que tuve elementos más que suficientes para llegar a ciertos descubrimientos muchos años antes de lo que lo con-seguí en los hechos. No hay duda de que, al tomar contacto con las producciones –escritas u orales– de los colegas se tenga un conjunto de vivencias que, en mi caso, creo que contribuyeron, en parte, a re-trasar mi recorrido pero también a volverlo posible. Será por lo tanto inevitable que mencione estos aspectos emocionales de carácter per-sonal, cuya descripción en otras disciplinas científicas está excluida, pero que en la actividad y en la investigación psicoanalítica pueden ser fundamentales para alcanzar la verdad. Reuniré este conjunto de problemáticas en el capítulo: mi recorrido con la IP.

d) La tesis fundamental de este libro es que en la historia y en la teorización de la IP se ha verificado una suerte de pecado original que ha provocado una patología del discurso científico, el cual requiere una tentativa de explicación y, al mismo tiempo, de cura. Titularé este capítulo: la patología del discurso científico.

Tampoco en esta ocasión la secuencia según la cual expondré es-tos problemas seguirá el mismo orden en que los he mencionado más arriba.

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Parte I:

Los problemas de naturaleza meramente científica

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El problema epistemológico

El debate filosófico sobre los términos teóricos tiene una historia que se extiende desde hace ya varios decenios y si bien perdió su re-levancia desde hace algunos años, sin embargo sobrevivió hasta des-pués del fracaso del intento de Carnap –y del positivismo lógico– de reducir el lenguaje científico expresado mediante términos teóricos, a términos empíricos, que pueden ser verificados a través de la expe-riencia directa de la realidad, observable mediante nuestros sentidos.

En efecto, siempre existió cierta desconfianza con respecto al len-guaje demasiado alejado de nuestra experiencia cotidiana. Y, en el fondo, conociendo la tendencia del ser humano a vivir de ilusiones y de autoengaños, a su deseo de utilizar la palabra como instrumento de poder, como expresión de la propia omnipotencia (omnisciencia) o de su propia vanidad (narcisismo) y su deseo de huir del inexorable testeo de la realidad, entonces se vuelve comprensible y está plena-mente justificada la necesidad de tener bajo control los lenguajes de apariencia esotérica o repletos de terminologías enigmáticas o para iniciados y, de manera especial para el ámbito científico, demasia-do abstractas o especulativas. De aquí, justamente, el intento de los filósofos de la ciencia –que mencioné al principio– de relacionar el lenguaje teórico, mediante lazos lógico-deductivos puntuales y vin-culantes, con el lenguaje que describe la realidad tal como la percibi-mos en nuestra vida cotidiana.

Por lo tanto, estudiar el debate sobre los términos teóricos cons-tituyó para mí una suerte de saludable ejercicio mental para poder individualizar algunos problemas que se pueden encontrar en el ca-mino si uno no está advertido acerca de su eventual presencia.

Sintetizaré ahora en la nota correspondiente, para aligerar el texto y para no asustar al lector, las posiciones clásicas sobre el tema de los términos teóricos, así como las presenta Klimovsky (Klimovsky, 1994)

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[(eventuales errores al reproducir su pensamiento deberán atribuirse a mi persona) (Nota 1)].

Además de las posiciones clásicas, descriptas en la nota 1, desper-tó mi interés también otra posición filosófica sobre el tema, a la cual me referiré a la brevedad. Pero antes querría brindar una sorpresa al lector. Aunque se trate de un pasaje muy conocido, me parece el mo-mento adecuado para hacerle decir a Freud lo que pensaba acerca del lenguaje utilizado en la ciencia. Veamos:

Muchas veces hemos oído sostener el reclamo de que una ciencia debe construirse sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión. En rea-lidad, ninguna, ni aun la más exacta, empieza con tales definiciones. El comienzo correcto de la actividad científica consiste más bien en describir fenómenos que luego son agrupados, ordenados e insertados en conexiones. Ya para la descripción misma es inevitable aplicar al material ciertas ideas abstractas que se recogieron de alguna otra parte, no de la sola experiencia nueva. Y más insoslayables todavía son esas ideas –los posteriores conceptos básicos de la ciencia– en el ulterior tratamiento del material. Al principio deben comportar cierto grado de indeterminación; no puede pensarse en ce-ñir con claridad su contenido. Mientras se encuentran en ese estado, tene-mos que ponernos de acuerdo acerca de su significado por la remisión repe-tida al material empírico del que parecen extraídas, pero que, en realidad, les es sometido. En rigor, poseen entonces el carácter de convenciones, no obstante lo cual es de interés extremo que no se las escoja al azar, sino que estén determinadas por relaciones significativas con el material empírico, relaciones que se cree colegir aun antes que se las pueda conocer y demostrar. Sólo después de haber explorado más a fondo el campo de fenómenos en cuestión, es posible aprehender con mayor exactitud también sus conceptos científicos básicos y afinarlos para que se vuelvan utilizables en un vasto ámbito, y para que, además, queden por completo exentos de contradicción. Entonces quizás haya llegado la hora de acuñarlos en definiciones. Pero el progreso del conocimiento no tolera rigidez alguna, tampoco en las defi-niciones. Como lo enseña palmariamente el ejemplo de la física, también los “conceptos básicos” fijados en definiciones experimentan un constante cambio de contenido.

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Un concepto básico convencional de esa índole, por ahora bastante os-curo, pero del cual en psicología no podemos prescindir, es el de pulsión. Intentemos llenarlo de contenido desde diversos lados (Nota 1A para la edición castellana) (Freud, 1915).

Qué decir de esta extraordinaria presentación epistemológica de un problema básico del lenguaje científico sino “¡He aquí el elogio del término teórico!”. Curiosamente, el enfoque de Freud –que en un de-terminado momento parecería casi de tipo instrumentalista (carácter de convenciones) y en cambio es realista por las repetidas referencias que formula acerca de la experiencia y del material empírico con el cual el término debe ser finalmente relacionado (ver nota 1)– se parece mucho a la opinión de algunos filósofos del lenguaje que desarro-llaron los trabajos del filósofo analítico Max Black sobre la metáfora (Black, 1962) (Nota 2). Esta es la posición filosófica que despertó mi interés, y a la cual me referí poco antes, y que ahora voy a exponer.

Más que como una posición filosófica de orientación claramente epistemológica, sería tal vez más correcto describirla como un con-junto de tesis sostenidas por filósofos que no son especialistas en filosofía de la ciencia, pero que formularon sugerencias muy inte-resantes para el discurso científico. Black ya había sostenido que la metáfora no posee solamente una función descriptiva, sino también creativa. En cierto sentido, la metáfora alude, compara y explica, pero al mismo tiempo anticipa e hipotetiza. Su línea de pensamiento ha sido sucesivamente desarrollada y ampliada por Hesse (Hesse, 1966) y Boyd (Boyd & Kuhn, (1979). Según estos autores, el lenguaje cien-tífico evoluciona, y el cambio de significado de los términos –con el consiguiente cambio de la teoría– no vuelve ambigua la referencia, en cuanto el significado de los términos teóricos sería, en alguna me-dida, metafórico. Es decir, en el sentido que prevé anticipadamente la posibilidad de perder parcialmente su propio significado para ad-quirir uno nuevo, más acorde a las nuevas realidades descubiertas. El término teórico posee, por lo tanto, un rol esencialmente heurístico. De este modo, la tesis de Kuhn acerca de la variación radical de sig-nificado, que se verificaría cuando se produce una revolución cientí-

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fica –con el consiguiente cambio de paradigma (Kuhn, 1962)– sería sustituida por una tesis diferente –más compartida por otro lado en el ámbito científico–; es decir, que la ciencia progresa mediante una continuidad racional más que mediante cambios revolucionarios. No se puede quitarle del todo la razón a Kuhn acerca del hecho de que ciertos cambios, a veces, sean realmente radicales. Pero esto no pasa a menudo. Y, en el fondo, aun en estos casos perduran algunas hipóte-sis parcialmente válidas de las viejas teorías. El ejemplo paradigmáti-co es el átomo de Demócrito.

Me parece que ha llegado el momento de relacionar todas estas consideraciones con la problemática de la IP, aun cuando, en la con-clusión de este capítulo, volveré de nuevo sobre la cuestión de los términos teóricos.

Si tratamos ahora de colocar a la IP dentro de la nueva clasifi-cación de los términos constitutivos de una teoría introducida por Klimovsky, tengo la impresión de que nos hallamos frente a una di-ficultad. En efecto, los elementos ligados a la base empírica metodo-lógica que muchos analistas consideran ampliamente consolidados, sugerirían colocarla justamente entre los términos empíricos meto-dológicos. Pero nos encontramos también frente al hecho de que otra parte de los analistas ponen en duda, como veremos, hasta la existen-cia misma de la IP, de modo tal que sería más prudente colocarla, en la espera de tiempos mejores, entre los términos teóricos.

Yo pienso que, efectivamente, es más conveniente seguir pensan-do en ella como un término teórico, pero como un término teórico con características particulares, por una serie de razones que aclararé más adelante.

El aspecto que suscitó mi interés por los trabajos de Black y sus seguidores sobre los términos metafóricos, se refiere justamente al rol desempeñado por la IP en el desarrollo de la teoría psicoanalítica. En una teoría, en efecto, no todos los términos ocupan, por decirlo así, el mismo rol y la misma posición (Nota 3). A manera de ejemplo: si bien está previsto que los términos teóricos desempeñen un rol heurístico, no es seguro que luego todos logren desempeñarlo. Y por

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lo que se refiere a la que he denominado la posición de los términos dentro de una teoría, está claro que algunos son jerárquicamente más importantes que otros. La teoría psicoanalítica gira alrededor de una hipótesis fundamental, que es la del Inconsciente, que a su vez está in-cluido en el término teórico omnicomprensivo de todos los términos psicoanalíticos, que es el Aparato Psíquico. Las preguntas a las cuales se trata de responder son muchas. Mencionaré sólo algunas: ¿Qué es el inconsciente? ¿Cómo se lo puede definir? ¿Cuál es el contenido del inconsciente? ¿Qué lo mantiene en actividad? ¿Cómo puede un contenido inconsciente llegar a manifestarse en el nivel de la con-ciencia?; y muchas otras. Freud ha construido un modelo teórico del funcionamiento del psiquismo humano, al que ha denominado jus-tamente aparato psíquico, y con el tiempo ha ido desarrollando una serie de hipótesis, constitutivas de teorías, que fueron ocupando el espacio inicial casi vacío de este término teórico, es decir, lo llenaron progresivamente de contenido y significado. Nacieron por lo tanto las pulsiones (de manera particular la pulsión sexual, la libido), el motor del inconsciente y consideradas siempre por Freud como la columna vertebral de la teoría psicoanalítica; nació la función del sueño, nacie-ron las experiencias infantiles y las huellas mnémicas, los traumas y el complejo de Edipo, la angustia y la represión; y luego de la repre-sión, los otros mecanismos de defensa, el conflicto psíquico, etcétera. La teoría topográfica, constituida antes por el Inc. Prec. y Cc., se transformó en una teoría estructural mediante el Yo, Ello y Superyó. Podríamos continuar así a lo largo de páginas y páginas, describiendo las muchísimas otras hipótesis freudianas y los cambios acaecidos en el transcurso de su obra.

Con respecto a la mayor o menor proximidad de los términos teóricos con la base empírica, se podría notar también cómo los con-ceptos generales del psicoanálisis tienen, si queremos decirlo así, una posición más lejana, más abstracta, más teórica. A manera de ejemplo tomemos la pulsión. Si se la considera como un concepto general está menos cerca de la base empírica de la pulsión sexual, que es ya más específica. O tomemos el concepto de pecho bueno. Una cosa es hablar de pecho pensando en la manera de relacionarse de una madre con su