horizontes comunitario-populares · horizontes comunitario-populares. ... mente no sólo los...

162

Upload: hoangnhan

Post on 14-Feb-2019

220 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Puedes hacer una donacin(si ests fuera de Espaa a travs de PayPal ),

suscribirte a la editorial

o escribirnos un mail

Colabora con la

cultura libre

Desde sus inicios Traficantes de Sueos ha apostado por licencias de publicacin que permiten compartir, como las Creative Commons, por eso sus libros se pueden copiar, distribuir, comunicar pblicamente y descargar desde su web. Entendemos que el conocimiento y las expresiones artsticas se producen a partir de elementos previos y contemporneos, gracias a las redes difusas en las que participamos. Estn hechas de retazos, de mezclas, de experiencias colectivas; cada persona las recompone de una forma original, pero no se puede atribuir su propiedad total y excluir a otros de su uso o replicacin.

Sin embargo, cultura libre no es sinnimo de cultu-ra gratis. Producir un libro conlleva costes de derechos de autor, traduccin, edicin, correccin, maquetacin, diseo e impresin. T puedes colaborar haciendo una donacin al proyecto editorial; con ello estars contribuyendo a la liberacin de contenidos.

http://traficantes.net/donatehttps://www.paypal.com/cgi-bin/webscr?cmd=_donations&business=JAG38M7RQET5N&lc=ES&item_name=Proyecto%20editorial&currency_code=EUR&bn=PP%2dDonationsBF%3abtn_donateCC_LG%2egif%3aNonHostedhttp://traficantes.net/hazte-socix-de-la-editorial[mailto:[email protected]]

Traficantes de Sueos no es una casa editorial, ni si-quiera una editorial independiente que contempla la publicacin de una coleccin variable de textos cr-ticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto de apuesta, que se dirige a cartografiar las lneas constituyentes de otras formas de vida. La cons-truccin terica y prctica de la caja de herramientas que, con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas de las prximas dcadas.

Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin concesiones con el narcisismo literario, sin lealtad alguna a los usurpadores del saber, TdS adopta sin ambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda, por tanto, permitida y abierta la reproduccin total o parcial de los textos publicados, en cualquier formato imaginable, salvo por explcita voluntad del autor o de la autora y slo en el caso de las ediciones con nimo de lucro.

Omnia sunt communia!

traficantes de sueos

Mapas. Cartas para orientarse en la geografa variable de la nueva composicin del trabajo, de la movilidad entre fron-teras, de las transformaciones urbanas. Mutaciones veloces que exigen la introduccin de lneas de fuerza a travs de las discusiones de mayor potencia en el horizonte global.

Mapas recoge y traduce algunos ensayos, que con lucidez y una gran fuerza expresiva han sabido reconocer las posibili-dades polticas contenidas en el relieve sinuoso y controver-tido de los nuevos planos de la existencia.

mapas 46

creativecommonsccLicencia Creative Commons

Atribucin-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Espaa (CC BY-NC-ND 3.0)

Usted es libre de:

* Compartir - copiar, distribuir, ejecutar y comunicar pblicamente la obra

Bajo las condiciones siguientes:

* Reconocimiento Debe reconocer los crditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciante (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o que apoyan el uso que hace de su obra). * No Comercial No puede utilizar esta obra para fines comerciales. * Sin Obras Derivadas No se puede alterar, transformar o generar una obra deri-vada a partir de esta obra.

Entendiendo que:* Renuncia Alguna de estas condiciones puede no aplicarse si se obtiene el permiso del titular de

los derechos de autor* Dominio Pblico Cuando la obra o alguno de sus elementos se halle en el dominio pblico segn

la ley vigente aplicable, esta situacin no quedar afectada por la licencia.* Otros derechos Los derechos siguientes no quedan afectados por la licencia de ninguna manera:

- Los derechos derivados de usos legtimos u otras limitaciones reconocidas por ley no se ven afectados por lo anterior.

- Los derechos morales del autor- Derechos que pueden ostentar otras personas sobre la propia obra o su uso, como por ejem-

plo derechos de imagen o de privacidad.* Aviso Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar muy en claro los trminos de la licencia de esta obra.

Primera edicin: febrero de 2017Ttulo:Horizontes comunitario-popularesAutora:Raquel Gutirrez AguilarMaquetacin y diseo de cubierta: Traficantes de Sueos [[email protected]]Edicin:Traficantes de SueosC/ Duque de Alba 13. C.P. 28012. Madrid. Tlf: 915320928. [e-mail:[email protected]]

ISBN: 978-84-945978-7-9Depsito legal: M-5441-2017

2017, del texto, Raquel Gutirrez Aguilar. 2017, de la edicin, Traficantes de Sueos.

Horizontescomunitario-populares

Produccin de lo comn ms all de las polticas estado-cntricas

Raquel Gutirrez Aguilar

traficantes de sueosmapas

A manera de introduccin 13

1. Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 17

La nocin de movimiento social: breves reflexiones crticas 17

Conocer las luchas desde las luchas mismas 21Horizontes polticos que brotan desde las luchas

contemporneas: aproximaciones esquemticas 34

2. Los ritmos del Pachakuti. Breves reflexiones en torno a cmo conocemos las luchas emancipatorias y a su relacin con la poltica de la autonoma 41

3. Polticas en femenino: transformaciones ysubversiones no centradas en el estado 67

Lgicas de produccin de lo comn: el contenido de la poltica en femenino 73

Estados plurinacionales y heterogneos esfuerzos de produccin-defensa-reproduccin de lo comn 80

Conclusin 84

4. Puede ser frtil la nocin de (re)formismo desde abajo? Reflexiones desde algunas experiencias de lucha en Venezuela 87

Algunos hilos de la historia venezolana reciente 91A manera de conclusin 108

5. Ms all de la capacidad de veto: el difcil camino de la produccin y la reproduccin de lo comn 113

La capacidad de veto desplegada abri paso a un horizonte renovado de reapropiacin de la riqueza social 113

ndice

El horizonte de la reapropiacin de la riqueza 118Lgicas de produccin de lo comn ms all-contra

y ms all del capital y tensiones sistemticas entre dos formas polticas contradictorias: la liberal y la comunitaria 122

Las polticas de lo comn abren horizontes de reapropiacin colectiva de la riqueza social 127

6. Pachakuti, libertad y autogobierno 129Algunas distinciones de Arendt sobre

los contenidos de la revolucin 129Podemos pensar la revolucin y

lo poltico bajo otras claves? 133Qu distinciones clsicas son pertinentes a la

hora de pensar, nuevamente, las posibilidades de transformacin poltica? 137

Bosquejando una conclusin 145

Bibliografa 151

13

Horizontes comunitario-populares. Produccin de lo co-mn ms all de las polticas estado-cntricas rene diversos artculos que escrib entre 2011 y 2015 sobre temticas enlazadas que comparten la preocupacin por entender las formas de la poltica y lo poltico que se practican y piensan desde abajo, y que se visibilizan tanto en los mo-mentos ms enrgicos de la lucha social como en los coti-dianos esfuerzos por sostener material y simblicamente la reproduccin de la vida social. La problemtica que subyace a todos los textos es la interrogante sobre las po-tentes posibilidades de transformacin poltica, econmi-ca y social bajo un horizonte comunitario-popular que se insinuaron en Amrica Latina a comienzos del siglo XXI y que se han visto empantanadas por la sistemtica poltica de construccin de Estado impulsada por los gobiernos progresistas. Estos han relanzado formas renovadas de acumulacin de capital en casi todo el continente.

Considero que es valiosa su publicacin en un solo volumen aunque casi todos los artculos han aparecido en revistas y libros especializados porque, al integrarse como captulos de un solo trabajo, los argumentos desa-rrollados no slo se refuerzan entre s sino que exhiben, tambin, aspectos de las dificultades propias del trabajo del investigador social comprometido con los esfuerzos de lucha comunitaria y popular en nuestro continente.

se p

erm

ite

la c

op

ia

A manera de introduccin

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

14

Tales dificultades son, cuando menos, de dos clases. En primer lugar, estn los problemas con los que se confronta la propia prctica poltica desde abajo: lmites legales y procedimentales que se imponen sobre las propias luchas y las debilitan y confunden, dificultades para formular y expresar con claridad los contenidos y aspiraciones ms profundos que se despliegan durante la confrontacin, et-ctera. Segn la perspectiva terica que sostengo en estas pginas, es muy valioso registrar y analizar sistemtica-mente no slo los alcances sino tambin las mencionadas dificultades, pues a travs de ellas se iluminan rasgos de una poltica no estado-cntrica cuya clarificacin actual es hoy urgente. En segundo lugar, encontramos las com-plicaciones del sentido comn acadmico y general que una y otra vez atrapan la mirada crtica, sujetndola a perspectivas y a cnones argumentales que limitan la comprensin de las ms filosas impugnaciones al orden liberal del capital lanzadas desde las experiencias de lu-cha estudiadas. Es frecuente que importantes claves de inteleccin de los ms potentes y duros esfuerzos por transformar las relaciones sociales, econmicas y polticas desde distintos flancos queden ocultos bajo capas de olvi-do organizadas desde perspectivas estado-cntricas.

Ambos problemas, al combinarse, suelen reinstalar un conjunto de disyunciones excluyentes que, a mi juicio, esterilizan tanto el debate terico y poltico como su even-tual contribucin al despliegue de las luchas en marcha. Una de tales disyunciones excluyentes es la que se abre cuando aparece la polmica sobre el peligro de partici-par en las instituciones polticas formales, esto es, cuan-do las propias luchas han empujado hacia la apertura de instancias polticas formales, el debate queda sesgado por la disyuncin entre incorporarse a ellas o no hacerlo o, en trminos esquemticos de estrategia poltica, en la clave participar o no participar en procesos electorales.

La posicin que he sostenido tanto en mi propia prc-tica poltica como en la reflexin terica consiste en rei-vindicar, una y otra vez, la importancia de que muchos de quienes nos comprometemos en y con las luchas nos man-tengamos fuera de las instituciones de gobierno y, desde

Introduccin 15se

per

mit

e la

co

pia

ah, hagamos un esfuerzo por pensar la ampliacin de las posibilidades de transformacin radical de lo existente. Sin embargo, me hago cargo, tambin, del hecho de que casi siempre, cuando los flujos de insubordinacin y lucha social alcanzan cierta fuerza, por lo general surgen voces que se deciden a ensayar la va electoral y a participar en la esclertica madeja institucional. Es justo ah donde se suele instalar una contraposicin excluyente entre unos y otros que nicamente alimenta la distancia y con fre-cuencia desdibuja la fuerza alcanzada: unos quedan atra-pados en elegantes jaulas legales e institucionales en las cuales sus movimientos quedan constreidos; los otros, fuera de tales jaulas, quedamos con una amarga sensacin de expropiacin de lo que haba sido posible construir en conjunto. Se vuelve cada vez ms difcil, cuando no impo-sible, cultivar la cercana y, ms bien, se pasa nicamente a gestionar la distancia o a fijar la ruptura.

Es posible aportar a la reflexin y al debate, hacin-dose simultneamente cargo del lugar autnomo que se reivindica, se autoproduce y se cuida, sin dejarse atrapar por la trampa de la contraposicin excluyente con otros que deciden hacer otra cosa? Les interesar a esos otros escuchar? En todo caso, indagar en tales posibilidades y aprender de ellas todo lo posible es el afn que estructura como eje analtico los artculos de este volumen. Presen-tarlo y discutirlo en el Estado espaol es una apuesta.

En este trabajo, para alcanzar el propsito expuesto, pensando siempre desde las luchas contemporneas ms enrgicas de Amrica Latina realizo dos ejercicios: indago en variados y heterogneos esfuerzos que desde diversos entramados comunitarios se han hecho para transfor-mar las relaciones sociales de explotacin y dominio co-lonial-capitalista y, como parte de ello, critico categoras analticas y perspectivas polticas que opacan, cuando no ocultan, los aspectos ms interesantes de lo que, como no-vedad e imaginacin, brota desde estas experiencias de lucha. Desde esta perspectiva, tambin repaso las dificul-tades con las que se han confrontado las colectivas ener-gas vitales de transformacin en marcha, en tanto la ma-deja institucional suele restringir, boicotear o devaluar lo

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

16

que desde abajo se empuja. Es en dicha tensin donde me sito para volver a preguntarme sobre las posibilidades de transformacin desde una mirada no estado-cntrica, con la ambicin de, quiz, contribuir a nutrir dilogos que iluminen las contradicciones desde ngulos renovados.

Al comienzo de cada uno de los captulos se indica el lugar donde fue publicado con anterioridad. nicamente el ltimo, Pachakuti, libertad y autogobierno, ha sido re-dactado especficamente para este volumen y se consigna en l un conjunto ms o menos ordenado de problemas fi-losficos y tericos que ha sido el eje de mi proyecto de in-vestigacin. Respecto a la edicin mexicana de este texto, se elimin el tercer captulo y se ha incluido Puede ser frtil la nocin de (re)formismo desde abajo? Reflexio-nes desde algunas experiencias de lucha en Venezuela.

Confo en que este trabajo pueda resultar til para quienes no cesan de indagar sobre las ms importantes, urgentes y estimulantes preguntas que nos lanza el pre-sente: Cmo contribuir a limitar y superar un orden de explotacin y de dominio cada vez ms agresivo y vio-lento? Con qu acervo de nociones e ideas resulta mejor aventurarse en ese trabajo? Qu asuntos han dejado en el tintero experiencias pasadas y qu tanto atravesamos una poca que nos exige la experimentacin y produccin de novedades polticas mediante ejercicios, tambin, de imaginacin y esperanza? Espero, pues, contribuir a la discusin que se desarrolla en la Pennsula Ibrica desde la vasta conversacin que sobre tales temas mantenemos, tambin, en este lado del Atlntico.

Puebla (Mxico), febrero de 2017

17

Es frtil todava la nocin de movimiento social para comprender la lucha social en Amrica Latina?1 Este trmi-no, sobre cuyo contenido se ha desarrollado un intenso de-bate durante los ltimos aos, contiene a mi juicio algunos problemas estructurales. En la primera parte de este traba-jo esbozar brevemente algunas de tales dificultades, sobre todo las que surgen del uso de la nocin dentro de teoras no crticas del sujeto. Posteriormente, en la segunda parte, presentar de manera panormica los ejes del acercamiento terico y metodolgico a la cuestin del polimorfo desplie-gue del antagonismo social en Amrica Latina.

La nocin de movimiento social: breves reflexiones crticas

A la hora de acercarse crticamente a una nocin o con-cepto conviene, casi siempre, entender lo que podemos denominar su contexto de surgimiento, es decir, dotar a tal nocin de densidad histrica y, por lo mismo, poltica. Un camino para ello es analizar tanto las cuestiones o pro-blemas especficos que la nocin o concepto en discusin

1 Versiones anteriores de este artculo fueron publicadas en la revista Acta Sociolgica, nmero 62, 2013, y en el libro Movimentos Socais na Amrica Latina, Red internacional CASLA, 2014.

1.

se p

erm

ite

la c

op

ia

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

18

busca clarificar, como mantener a la vista el tipo de acer-camiento conceptual o la especfica nocin a la cual el nue-vo trmino pretende sustituir o completar. Comencemos entonces repasando el contexto de surgimiento de la no-cin movimiento social, as como su posterior genera-lizacin tanto en el uso cotidiano y meditico de quienes luchan, como en el debate acadmico.

Cuando a comienzos del siglo XXI en varios pases de Amrica Latina resurgi vigorosa la capacidad colectiva de intervenir en asuntos pblicos2 a partir de la movilizacin social catica y enrgica que impugnaba y desbordaba el aparato institucional de la democracia procedimental neoliberal, el trmino movimiento social, ms all de la manera en la que diversos tericos principalmente anglo-sajones lo haban pensado, se volvi de uso comn justa-mente para nombrar esa multiforme capacidad colectiva de insubordinacin a lo que se iba imponiendo, de mane-ra diversa, como sistemtico despojo de la riqueza social y de la posibilidad de intervenir en la decisin sobre cues-tiones pblicas. As, lo que tambin podemos nombrar como protagonismo social3 reconstruido, que impugnaba y vetaba ciertas decisiones y planes del capital confrontn-dose de manera belicosa contra los distintos gobiernos nacionales se denomin movimientos sociales o incluso nuevos movimientos sociales.

2 Mediante la expresin capacidad colectiva de intervenir en asuntos pblicos designo la ola de luchas, movilizaciones y levantamientos, lo-cales, regionales y, a veces, nacionales que sacudi el continente entero a comienzos del siglo XXI. Entiendo pues, que acciones tan significativas como la Guerra del Agua en Cochabamba en 2000, los levantamientos urbanos en Argentina a finales de 2001, las reiteradas movilizaciones y levantamientos de tramas comunitarias indgenas en Bolivia y en Ecuador durante varios aos, las movilizaciones y marchas en torno a la Minga en Colombia, etctera, son bsicamente acciones colectivas de lucha donde heterogneos contingentes sociales recuperan, antes que cualquier otra cosa, la capacidad colectiva de intervencin en asuntos pblicos a partir de la impugnacin de lo que se impone como decisin poltica ajena, perjudicial y daina para la vida colectiva.3 Protagonismo social es la manera en la cual el Colectivo Situaciones, en 2002, convoc a entender el levantamiento del 19 y 20 de diciem-bre de 2001 en Buenos Aires.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 19se

per

mit

e la

co

pia

Esta manera de nombrar resultaba pertinente para con-frontar, en primer lugar, al abstracto y vaco sujeto libe-ral que designa nicamente a un consumidor que vota o a un votante que consume: el ciudadano/a. A partir de tal crtica, cuestionaba y desordenaba el dispositivo poltico liberal de la llamada ciudadana volviendo a poner en el centro del debate, no los ajustes al rgimen de acumu-lacin de capital transnacional que administran las ins-tituciones polticas democrticas procedimentales, sino las disputas y antagonismos de fondo que continan desgarrando la reproduccin de la vida a lo largo y an-cho del continente.

Hablar de movimientos sociales, entonces, a princi-pios del siglo XXI, en medio del remolino de luchas que agitaba la vida cotidiana en diversos pases, restitua con palabras la presencia pblica y poltica de sujetos colecti-vos de lucha que impugnaban los recurrentes y mltiples despojos de que eran objeto. A mi juicio, esa fue la gran potencia que tuvo el trmino movimiento social por lo cual adquiri notable relevancia durante unos aos.

En segundo lugar, dado que el trmino en cuestin ha-bilitaba la designacin de sujetos colectivos de lucha, per-mita la recuperacin de aejas tradiciones marxistas de pensamiento y enunciacin que durante la dcada de los aos noventa sobre todo tras el colapso del llamado so-cialismo real se haban quedado prcticamente mudas, desarmadas en medio del vendaval liberal. En algunas de las teoras de los movimientos sociales por ejemplo, en la de Touraine en los aos ochenta existan algunos temas que, desde la izquierda, ya haban comenzado a ser discutidos, como por ejemplo, la cuestin de la no-cen-tralidad del sujeto obrero en la conformacin de las so-ciedades de fin de siglo. Por otra parte, no nicamente estos argumentos, sino sobre todo el conjunto de luchas protagonizadas por hombres y mujeres indgenas que or-ganizan aspectos relevantes de su reproduccin social de una manera no plenamente capitalista, que se desplega-ron en diversos pases durante los aos noventa (en M-xico, Ecuador, Per, Bolivia, Colombia, Guatemala, entre otros) contribuyeron a que la nocin de clase, entendida

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

20

groseramente como estrato asalariado formal, se retirara paulatinamente del escenario.

En este sentido, el trmino de movimiento social contribuy hasta cierto punto a recuperar la posibilidad de entender la historia ya no desde la lucha de clases, sino a partir de la lucha desplegada por los movimientos sociales.

El punto fuerte de mi crtica a la nocin sobre todo acadmica de movimientos sociales es que si bien permiti reinstalar la idea de lucha como central para la comprensin del suceso poltico e histrico, de inmediato sinti la tentacin de clausurar la fuerza expresiva del tr-mino colapsndola en un concepto cerrado.

El peligro principal de esta clausura conceptual es que vuelve a expulsar la lucha como clave para la inteleccin del asunto social, colocndola en un lugar secundario.4 A partir de ello, en diversos pases ha ocurrido lo que pode-mos llamar la paradoja de la teora de los movimientos sociales: lo que pretenda ser una ampliacin renovada de la comprensin de la lucha social y de sus potencialida-des transformativas ms all del cors clasista ortodoxo de corte obrerista que entiende lo poltico y la poltica como la conformacin de un gran sujeto colectivo centra-lizado y jerarquizado que disputa el poder del capital me-diante la ocupacin o toma del estado5, paulatinamente

4 Percibiendo este problema, Ral Zibechi, en su libro Genealoga de la revuelta. Argentina: la sociedad en movimiento (2004), comenz a ha-blar de sociedades en movimiento y ya no tanto de movimientos sociales.5 La autora de este trabajo insisti en que el trmino estado fuera escrito con minscula: Como un guio que convoca a la desfetichi-zacin de aquello a lo que se suele aludir con el vocablo Estado con mayscula. A lo largo del texto no se presenta una discusin sis-temtica sobre la temtica, sin embargo, hay un esfuerzo sostenido por entender al estado como una madeja situada y concreta de re-laciones sociales para el encauzamiento y control de la vida colectiva. Madeja cristalizada de relaciones de poder que sujetan el despliegue de la capacidad de forma (Bolivar Echeverra, 1995 y 1998) por par-te de las diversas tramas y articulaciones que componen el cuerpo social. [N. de E.]

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 21se

per

mit

e la

co

pia

ha reinstalado un calco del esquema argumental anterior, sobre todo en el uso poltico del trmino, por la va de la sustitucin de clase obrera por la ms polismica nocin de movimiento social. De esta forma, se reins-talaba con otras palabras la lgica argumental que limita la comprensin mucho ms amplia de lo poltico, abierta por las luchas sociales, a una perspectiva estado-cntrica que nicamente recompone ciertas formas de acumula-cin del capital.

Partiendo de lo anterior, mi intencin en las siguien-tes pginas es exponer brevemente una propuesta teri-co-metodolgica para la comprensin de las luchas socia-les que, a mi juicio, resulta ms frtil; en tanto insiste en poner la atencin en los rasgos, cualidades y potenciali-dades que quedan ocultos u opacos mediante el uso del trmino movimiento social (sobre todo en su versin de concepto clausurado).

Conocer las luchas desde las luchas mismas

En esta seccin, expondr los rasgos generales de la perspectiva metodolgica para comprender los sucesos sociales que he desarrollado desde hace ms de una d-cada bebiendo de dos fuentes. Por un lado, adscribo mis reflexiones a la tradicin del marxismo crtico o abierto;6

6 Por marxismo crtico se entiende la reflexin que recupera las pos-turas tericas desarrolladas especialmente por Adorno, Bloch y Horc-kheimer en el marco de la llamada Escuela de Franckfurt. Algunas veces se incluye tambin a Walter Benjamin en esta escuela. Para mi trabajo recupero dos cuestiones centrales de esta tradicin de pensa-miento. En primer trmino, la sistemtica crtica de Adorno al pro-grama cientfico positivista basado en la identificacin exhaustiva de los objetos a estudiar as como su compromiso por abordar las dificultades de una teora, comprometida con la no-identificacin, con la no-identidad. En segundo, la propuesta de Bloch y tambin de Benjamin por desanudar el estudio de lo social y en especial de las luchas sociales de la nocin de tiempo homognea y lineal tpica de la modernidad capitalista dominante. En Mxico, la tradicin del marxismo crtico se cultiva en el Posgrado en Sociologa del Instituto

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

22

por otro, se nutren de casi tres dcadas de militancia en esfuerzos variados de transformacin social y poltica en Bolivia y Mxico.

Organizo la exposicin de mi plataforma terica en tres acpites. En el primero exhibo mi punto de partida presentando mis supuestos, esto es, las claves primeras que utilizo para la comprensin de los fenmenos socia-les y polticos ms relevantes. En el segundo, esbozo la especfica manera en la cual he abordado el seguimien-to y comprensin del despliegue concreto de los anta-gonismos que desgarran el cuerpo social en mltiples niveles locales, regionales, nacionales, ms all de las naciones, etc. argumentando, adems, que es desde ah desde donde se pueden percibir-entender los caminos o vas de transformacin poltica que se ensayan colectiva-mente desde la lucha. Y, finalmente, en la tercera seccin, presento una sinptica reflexin sobre los horizontes po-lticos que distingo a partir del seguimiento de las luchas que se desplegaron en Amrica Latina a comienzos del siglo, cuya confrontacin se hace evidente, sobre todo, en los momentos ms lgidos de movilizacin y lucha social. En esa seccin tambin argumento que las condiciones de posibilidad de otras formas de lo poltico no ceidas ni plenamente concordantes con los cnones liberales con-temporneos hunden sus races en mltiples y plurales entramados comunitarios de reproduccin de la vida.

de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla (BUAP), del cual formo parte junto a profesores como John Holloway, Sergio Tischler, Francisco Gmez Carpinteiro, etc. Si bien la responsabilidad por las afirmaciones y reflexiones aqu presentadas es nicamente ma, debo reconocer la profunda influencia que todos estos autores han tenido en mi trabajo y tambin agrade-cer el clima de dilogo y discusin del que me nutro en el Posgrado: son quiz los aportes de todos mis colegas los que me permiten aho-ra presentar mis puntos de vista de manera sistemtica. Una primera versin del argumento que sigue se expuso en el Curso de Estudios de Accin Colectiva y Movimientos Sociales organizado por el Centro de Estudios Sociolgicos de la Universidad Nacional Autnoma de M-xico (UNAM) y una parte de l fue publicada en Acta Sociolgica, nm. 62, septiembre-diciembre de 2013.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 23se

per

mit

e la

co

pia

Entender la sociedad como mosaico dinmico de antagonismos superpuestos y razonar desde la inestabilidad

Son dos las ideas que para el estudio de lo social conside-ro como fundamentales:

1. Estudiar los asuntos sociales a partir de sus contradicciones.

2. Rastrear las contradicciones desde el punto de vis-ta de la inestabilidad.

Entender la sociedad como mosaico dinmico de antago-nismos superpuestos significa estudiar los asuntos socia-les a partir de sus contradicciones, lo cual es una de las propuestas centrales del marxismo.7 El alcance y la ampli-tud de las contradicciones a estudiar establece y delimita las diversas corrientes y variantes dentro de tal perspecti-va terica. La especificidad de las corrientes crticas de las cuales soy parte es poner el centro de la atencin en la lucha, esto es, en la manera en la que el antagonismo social, de manera polimorfa, se despliega en el cuerpo so-cial exhibiendo su calidad desgarrada y presentando sus heterogneos anhelos de transformacin.

Algunas versiones influyentes por lo general, ce-rradas de la perspectiva marxista suelen afirmar que estudian los asuntos sociales, tambin, a partir de la lucha de clases. Sin embargo, la propia expresin lucha de cla-ses est compuesta por dos trminos: lucha y clases. Des-de ah puede rastrearse un abanico amplio de distinciones organizado en dos grandes bloques: hay una larga tradi-cin sociolgica que enfatiza el estudio de las clases y, slo despus, aborda la manera en la que tales clases luchan. Tal tradicin sociolgica de corte positivista que preva-lece, entre otras, en la academia anglosajonaas como ciertas escuelas francesas ms cercanas al estructuralis-mo, suelen concentrarse en la delimitacin, primero, del

7 Recordemos la conocida formulacin La historia hasta nuestros das es la historia de la lucha de clases, pieza clave de la compren-sin marxista de la historia. La dificultad, como veremos est en la diversidad de interpretaciones que tal expresin puede entraar.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

24

concepto de clase y, luego, de las clases realmente existentes. Se entabla, partiendo desde ah, una disputa en dos niveles: en primer lugar por el contenido mismo del concepto de clase; por otro, de los distintos y variados re-ferentes realmente existentes que han de quedar abar-cados por el concepto de clase una vez aclarado.

En contraposicin con tal postura, la tradicin crtica coloca el nfasis de la reflexin en la lucha. Slo desde la lucha, desde su despliegue, desde lo que sta ilumina y devela, a partir de la sintaxis que exhibe y de la semntica que inaugura,8 es posible entender y distinguir en caso de ser relevante las clases que se confrontan. La con-tradiccin que sistemticamente se rastrea desde la pers-pectiva crtica, y en cuyo despliegue se indaga, es aquella entre el hacer y el capital.9 Se parte desde ah en tanto se pretende enfatizar las dinmicas de la propia contradiccin, en particular las maneras en las que las diversas capaci-dades de hacer, crear y pensar, anidadas en los cuerpos y mentes de los hombres y las mujeres concretos, son sujetadas por el trabajo objetivado convertido en capital, capturadas por la dinmica de valorizacin y, a la larga, enajenadas y convertidas en su contrario. Estos son even-tos que siempre estn ocurriendo y nunca culminan, es decir, nunca estn plenamente concluidos, y una y otra vez tales capacidades humanas de hacer y crear escapan, erosionan, se confrontan y limitan los mbitos de subordi-nacin y explotacin en los que quedan sujetos.

Ahora bien, an entre las posturas crticas que ponen el acento en la comprensin de lo social a partir de la lu-cha es posible introducir otra distincin que ilumina el

8 Apelo a las nociones de sintaxis y semntica para expresar la idea de que en las luchas concretas subyacen una o varias gramticas. La sintaxis, que se refiere al conjunto de reglas que organizan la produc-cin del lenguaje, la recupero para comprender las formas del des-pliegue de la lucha. La semntica, en cambio, que es el puente para estudiar la relacin entre el lenguaje y la realidad que se nombra, la rescato pues casi siempre, durante las luchas hay una aguda disputa por la manera en la que se expresan y designan los eventos.9 John Holloway es quien con ms profundidad ha trabajado sobre estos asuntos. En particular en su libro Agrietar el capitalismo (2011).

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 25se

per

mit

e la

co

pia

lugar especfico desde el cual se razona. La lucha social, el despliegue de mltiples confrontaciones que una y otra vez sacuden y tensan el desgarrado cuerpo social a dife-rentes escalas espacio-temporales y con distintos alcances de impugnacin al orden general impuesto pueden ser abordados desde el punto de vista de la estabilidad o de la inestabilidad; es decir, o bien desde la aspiracin a la tendencial reconstitucin-reordenamiento de tal contra-dictorio cuerpo social como unidad o totalidad pretendi-damente estable, a partir del encausamiento y/o gestin de las contradicciones que lo desgarran; o desde la pers-pectiva de la amplificacin de tales contradicciones.

Hasta cierto punto, la perspectiva de la estabilidad sub-yace a las luchas revolucionarias dirigidas a la toma del po-der entendido no nica pero si principalmente como ocu-pacin de aparatos e instituciones del estado. Cabe hacer notar que razonar desde el punto de vista de la estabilidad establece una serie de dificultades al propio pensamiento crtico. Por ejemplo, compromete casi inmediatamente la clasificacin de las luchas por lo general distinguiendo entre luchas sociales y luchas polticas de acuerdo a la ambicin totalizante10 que, supuestamente, las luchas sociales ms generalizadas deben acercamiento normativo exhi-bir. Esto es, en tanto se entiende la lucha y su generalizacin como un proceso de inestabilidad de un cuerpo o complejo social supuestamente estable y tendiente a alcanzar o a lle-gar a otro estado estable, las propias acciones de lucha se clasifican a partir de la manera y cantidad en la que se pro-ponen alcanzar el nuevo momento de estabilidad.

En contraste con lo anterior, mirando desde la pers-pectiva de la inestabilidad, la cuestin central consiste en la sistemtica destotalizacin de lo que hay y en la reconstruccin parcial de realidades nuevas que sern permanentemente destotalizadas en una especie de

10 Diversos y frtiles acercamientos a la dinmica de la lucha social como destotalizacin del orden del capital ha desarrollado Sergio Tis-chler en mltiples trabajos. Para un acercamiento sinttico a su pos-tura sobre este punto se puede revisar Revolucin y destotalizacin. Una aproximacin a Agrietar el capitalismo de John Holloway, 2013; disponible online.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

26

camino sin fin, donde el porvenir no habita un hipottico futuro sino que se construye paso a paso disputando el hoy y el ahora en mltiples niveles. As, la maraa de contradicciones sociales, de flujos de antagonismo y lu-chas, aun dificultosamente, puede pensarse a partir de la inestabilidad; esto es, desde el conjunto de polimorfas aspiraciones y prcticas polticas que habitan incmo-damente el cuerpo social, ocultas y constreidas por el orden dominante, que se resisten a ser nuevamente con-tenidas en formas polticas anteriores y que, ms bien, se orientan a erosionar y desbordar sistemticamente tanto los lmites morales y polticos inscritos en el imaginario social, como las relaciones mando/obediencia conexas con aquellas fijadas, por lo general, mediante procedi-mientos particulares con algn nivel de coherencia in-terna entre s. Por lo general, mirando lo que las luchas emprenden desde el lugar de la inestabilidad, es decir, desde la disposicin a trastocar y subvertir lo que est establecido como fijo e inamovible se puede distinguir cmo lo que casi siempre est en disputa es la reapropia-cin colectiva parcial y tendencialmente general de lo que existe, comenzando por el tiempo y los medios de existencia11 hasta los llamados recursos naturales y todo tipo de riqueza social objetivada.

Pensar las luchas desde la contradiccin y desde la estabilidad las suele colocar dentro de la clsica posicin estado-cntrica de izquierda; en contraste, entender las lu-chas como despliegue sistemtico de las contradicciones y razonar sobre ellas desde el punto de vista de la inestabi-lidad sita la mirada en el punto exactamente contrapues-to: en el del registro de la tendencial subversin y desbor-de de los lmites anteriormente impuestos que ilumina los diversos, y a veces difusos e incluso contradictorios, ho-rizontes interiores que quienes luchan expresan, explican, practican y promueven. As, la nocin de horizonte interior es central en mi argumento.

11 Ntese que utilizo el trmino modos de existencia y no modos de produccin. Recojo esta distincin de la lectura que Mina Nava-rro hace del trabajo de Massimo De Angelis, Marx and primitive ac-cumulation: The continuous carcter of capitals enclosures en The Commoner, nm. 2; disponible online. Vese Navarro, 2013.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 27se

per

mit

e la

co

pia

A partir de la revisin del trabajo de Bloch, en particu-lar de sus reflexiones sobre lo que l llama horizonte de deseo a lo largo de la primera parte de El principio esperanza, bosquejo la nocin de horizonte interior de una lucha como aquel conjunto de aspiraciones y anhelos, no siempre lgicamente coherentes entre s, que animan el despliegue de una lucha colectiva y se expresan a travs de ella en un momento particular de la historia.12 Es un trmino, pues, para referirme a los contenidos ms nti-mos de las propuestas de quienes luchan, comprendin-dolos en su dificultoso surgimiento. Enfatizo, adems, que tales contenidos, que en su reiterada expresin dia-graman y alumbran el horizonte interior de una lucha, con frecuencia son a su vez contradictorios, se exhiben slo parcialmente, o pueden hallarse antes que en for-mulaciones positivas, en el conjunto de desfases y rup-turas entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que no se dice y se hace, en la manera cmo se expresan los deseos y las capacidades sociales con que se cuenta, etc. La dificultosa comprensin del horizonte interior de una lucha o de un conjunto de luchas es, entonces, un punto central de esta propuesta.

El acercamiento a la lucha como clave central de comprensin no se concentra, como puede verse, en la posibilidad de cierre del proceso de lucha y/o reorgani-zacin del cuerpo social a partir del reacomodo de los antagonismos que lo desgarran. Ms bien, asumiendo el curso de las luchas como flujos continuos aunque inter-mitentes de tales antagonismos desplegados, pone aten-cin tanto en documentar y comprender lo alcanzado en cada episodio especfico de impugnacin colectiva del orden dominante triunfo parcial suele llamarse, como tambin en percibir-entender las novedades pol-ticas que se producen en cada ocasin de las ms varia-das maneras, las aspiraciones colectivas explcitas y las no plenamente formulables que se vuelven audibles en los distintos episodios enrgicos de despliegue de la lu-cha y en las variadas maneras en las que se batalla para

12 Para una discusin ms profunda sobre esto vase Gutirrez, 2009.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

28

mantener abiertas las posibilidades de reapropiacin de la riqueza existente13 en su diversidad, as como en los heterogneos ensayos que se ponen en juego para alcan-zar breves momentos de equilibrio inestable, a partir de los cuales la historia contina su camino.

Tales son, en un gran nivel de generalidad, mis puntos de partida.

Cmo podemos estudiar-entender los polimorfos flujos de anta-gonismo que desgarran la sociedad?

Afianzando la mirada en el despliegue polimorfo y gene-ralizado de los mltiples antagonismos que desgarran la sociedad, la cuestin ahora es cmo podemos entender las luchas y aprehender lo que en cada ocasin nos ensean, en particular, sobre las posibilidades, ms ciertas o incluso aquellas meramente insinuadas, de transformacin social.

Una de las maneras tradicionales para hacer esto es la identificacin de sujetos sociales para, despus de ello, es-cudriar la manera cmo tales sujetos, as clasificados, lu-chan; estableciendo, adems, formulaciones cerradas para calificar lo que se proponen. Este camino ha mostrado una y otra vez sus enormes dificultades para comprender los ms lgidos fenmenos sociales en tanto antepone los

13 Convoco al lector a que ensaye la comprensin de, por ejemplo, los masivos sucesos de lucha que ocurrieron en las principales ciuda-des de Brasil a finales de junio de 2013 con la perspectiva propuesta. Las tumultuosas y gigantescas manifestaciones que, por supuesto, tambin pueden entenderse como un movimiento social contra el aumento de los pasajes, a mi juicio expresaban de manera catica y enrgica en primer lugar, el rechazo belicoso a la manera en la cual, el negocio del ftbol est imponiendo dinmicas de expropiacin y exclusin brutales sobre el conjunto de la sociedad; esto es, expre-san la voluntad de impugnar y subvertir los trminos en los que est ocurriendo la expropiacin y monopolizacin de todas las actividades conexas con un evento que localmente es altamente significativo: el Mundial de Ftbol 2014. Al mismo tiempo, esas luchas, entendidas de esta manera, abren caminos para ampliar el horizonte de lo polti-co y volver a establecer como central la reapropiacin colectiva de lo que existe como riqueza social.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 29se

per

mit

e la

co

pia

conceptos a la realidad, en momentos los de la lucha en los cuales la insubordinacin y la crtica prctica a las relaciones imperantes desbordan los conceptos clasifica-torios previos y, muchas veces, los anulan.14

Ahora bien, las luchas necesitan sujetos de lucha;15 y, ms an, la sintaxis profunda del castellano necesita para expresar contenidos, sostenerse en formulaciones estruc-turadas a partir de la trada sujeto-verbo-complemento. Sin embargo, vale la pena avanzar con cuidado para no caer en una paradoja aparentemente sin solucin. Ntese que estoy hablando de sujetos de lucha y no de sujetos sociales o sujetos polticos. Son las luchas las que constitu-yen a los sujetos de lucha y no viceversa.

A lo largo del despliegue de las luchas se conforman, transforman, consolidan y/o evaporan distintos sujetos de lucha, que se distinguen y vuelven comprensibles justa-mente al poner atencin en el curso concreto de la lucha particular: en cada ocasin se visibilizan y distinguen los distintos conjuntos de varones y mujeres que se asocian, discuten, acuerdan, se proponen fines, resisten y luchan. Esos son los sujetos de lucha y es en ellos y en las acciones que los constituyen como tales, en quienes hay que poner atencin a partir, justamente, de las luchas que despliegan. Para ello, antes que anticiparnos en la accin de nombrar, conviene rastrear las maneras cmo se expresa la nueva distincin clasificatoria que los mismos protagonistas au-toproducen durante una lucha, casi siempre haciendo vi-sible algn tipo de trama comn: Nosotros, gente senci-lla y trabajadora, Nosotros los aymaras que habitamos

14 Ntese cmo en cada accin significativa de lucha vuelve a presen-tarse la dificultad de establecer quin es el sujeto de lucha, en tanto se difuminan y se quiebran los anteriores conceptos que buscaban identificar a tales sujetos. Se puede rastrear, entre otras, la clsica dificultad para dotar de contenido al concepto clase obrera que confrontan una y otra vez ciertas posturas de izquierda tradicional. Similar dificultad confronta el concepto de campesinado, pueblo indgena o movimiento social.15 La expresin sujeto de lucha es utilizada por Francisco Gmez Carpinteiro (2011) para dar cuenta del tipo de subjetividad insubor-dinada y antagnica que se manifiesta en cada lucha concreta.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

30

estas tierras desde tiempos inmemoriales, Nosotros, los pueblos de Oaxaca articulados en una Asamblea Po-pular. Cmo se autodesignan aquellos quienes luchan constituye una pista central para la comprensin no slo de lo que est en disputa en esa lucha particular sino de los alcances que tales acciones pueden tener, adems de, por supuesto, desvelarnos al sujeto de lucha.

Entonces, el asunto central que sostengo es que no es frtil entender a los sujetos como constituidos previamen-te a la lucha que son capaces de desplegar. Por el contra-rio, la cuestin es atender a las luchas y hacerse una serie de preguntas tan simples como difciles, procurando res-ponderlas con el mayor cuidado. Tal serie de preguntas consiste bsicamente en indagar:

Quines son los que en un momento determinado luchan? A qu se dedican? Cmo se asocian? Qu tra-diciones colectivas los impulsan? Qu persiguen? Qu fines los animan? Cmo se movilizan, qu tipo de accio-nes despliegan, cmo las deciden y cmo las evalan? De qu manera gestionan, cuando aparecen, sus conflictos internos? Cmo se autorregulan? Cmo equilibran la tensin conservacin/transformacin?

Se trata de rastrear y documentar la manera en la que las luchas brotan y se presentan, reconociendo a los hom-bres y mujeres que o bien resisten y se oponen a alguna nueva agresin, o se proponen conseguir algn propsito acordado en comn.

Registrar quines son las personas que se movilizan e impugnan lo que hay es una actividad muy diferente a aquella que consiste en clasificar a tales personas en categoras previamente establecidas. As, las luchas son, en cada ocasin, protagonizadas por mltiples y hetero-gneos sujetos de lucha que, desde su particularidad, im-primen a sus acciones rasgos distintivos y relevantes recu-perando lo que saben y construyendo novedades a partir de ah. Adems, en cada lucha, aquellos hombres y mu-jeres que la protagonizan ensayan formatos asociativos y producen nuevas formas de cooperacin; por lo dems, las formas asociativas casi nunca consisten en novedades

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 31se

per

mit

e la

co

pia

plenas sino que, por lo general, se suelen recuperar, con-servando y transformando, las tradiciones locales en las cuales quienes luchan han sido formados y de donde casi siempre brotan sus capacidades tanto de creacin como de insubordinacin, adecundolas, expandindolas o per-feccionndolas para los propsitos que persiguen.

Finalmente, algo muy relevante de esta manera de ver las cosas consiste en que, a partir del despliegue de las luchas, de las mltiples acciones de insubordinacin e impugnacin de lo que se impone, se abren caminos de transformacin social y poltica, los cuales, en muchas ocasiones permiten ampliar las perspectivas de aquello a lo que se aspira. Es decir, el horizonte interior, las diversas aspiraciones polticas de las luchas, tampoco estn conte-nidas de antemano en lo que inicialmente se afirma o se muestra al brotar una lucha. Ms bien, es a partir del des-pliegue de la propia lucha comn que se aclaran los cami-nos a seguir, se precisan los aspectos centrales a subvertir y se construye, paulatinamente, la capacidad material y la lucidez y precisin para ampliar los fines a alcanzar. Esto quiere decir que las luchas no pueden ser calificadas de antemano a partir de parmetros exteriores a s mismas, clasificndolas mediante las clsicas distinciones elabora-das desde el poder (lucha democrtica, lucha poltica, lu-cha social, entre otras). Lo que sostengo es que las luchas, sobre todo cuando son amplias y se generalizan, cuando tendencialmente impugnan elementos centrales del orden de cosas existente, cuando se masifican y fortalecen, ellas mismas abren sus propias perspectivas, se reinventan a cada momento y delinean horizontes de transformacin poltica posibles.

Las posiciones tericas y polticas que desde una radi-calidad aparente se empecinan en catalogar las luchas y se solazan en exhibir sus lmites, lo nico que hacen es con-tribuir al empantanamiento de las posibilidades anidadas en las propias luchas concretas. Entonces, no se trata de considerar que atrs de cada lucha se esconde la hidra de la revolucin, como se deca acerca de las huelgas en el siglo pasado. Ms bien, se trata de no perder de vis-ta que son las luchas a travs de sus acciones, logros y

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

32

deliberaciones y no los programas polticos, las clasifi-caciones ex ante o los diseos de lo posible exteriormente pergeados las fuentes que iluminan y dan contenido a las transformaciones posibles en cada ocasin.

Asentado lo anterior, presento el siguiente artefacto prctico para comprender las luchas, para distinguirlas entre s, no a partir de colecciones exteriores de rasgos que tales acciones colectivas exhiben o no, sino desde las posibilidades de transformacin y las novedades polticas que ellas mismas despliegan.

El artefacto en cuestin consiste en la contrastacin sis-temtica del horizonte interior desplegado en las acciones de impugnacin del orden establecido con el alcance prc-tico material y simblico de tales acciones y luchas.

Veamos esto con cierto detalle pues es quiz el nudo y/o la estrategia terica de esta propuesta metodolgica. Para estudiar las luchas y aprender de ellas es necesaria una manera de volverlas comprensibles, entender sus po-sibilidades transformadoras y hacerlas comparables entre s, aun en su singularidad. Es decir, si bien cada lucha dibuja y constituye un evento singular, al mismo tiempo presenta elementos comunes con otras experiencias en la medida en que en su despliegue desborda y/o niega tanto el orden poltico del capital como las categoras que desde cierta academia o desde el estado se construyen para fijar-las y volverlas manejables. Conviene estar atentos a tales elementos comunes entre luchas singulares y distintas, a fin de habilitar posibles dilogos entre ellas que contribu-yan a su eventual reforzamiento. Para tal fin, el artefacto propuesto propone la accin sistemtica de contrastacin entre el alcance prctico de una lucha y su horizonte interior.

Por alcance prctico de una lucha entiendo el conjunto de rasgos y significados plenamente registrables a partir del seguimiento de la propia accin de lucha: su carc-ter local, regional, nacional o internacional; su capacidad para trastocar y suspender la normalidad capitalista de la vida cotidiana; la manera en la que rompe los tiempos dados y preestablecidos de la acumulacin del capital y del mando poltico estatal, etc. El registro minucioso del

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 33se

per

mit

e la

co

pia

despliegue de las luchas en sus alcances prcticos ilumi-na y permite percibir, tambin, el horizonte interior que se abre paso a travs de ellas o las dificultades para que cier-tos rasgos broten o se expresen. Por ejemplo, las luchas locales, centradas en una accin defensiva especfica, en ocasiones pueden carecer de un alcance prctico demasia-do ambicioso, pero su horizonte interior puede ir poco a poco volvindose profundamente subversivo. En contras-te con ello, algunas luchas cuyos alcances prcticos son de gran relevancia, pueden incluir en su interior un confuso conjunto de tensiones y competencias entre quienes pro-tagonizan las luchas, que en ocasiones inhiben la expre-sin de sus posibilidades subversivas ms enrgicas.

La contrastacin sistemtica de esta pareja de rasgos ana-lticos alcances prcticos de la lucha y horizonte interior que se despliega en ella permite una comprensin profun-da del suceso social, auspiciando el reconocimiento de las novedades polticas que de ah brotan y volviendo visible lo que de comn se manifiesta en diversas luchas singulares.

Para cerrar esta seccin y hacindome cargo de las difi-cultades contenidas en la propuesta presentada, en parti-cular dado el conjunto de problemas que suscita su expre-sin sistemtica en el lenguaje tal como ahora existe, al exigir la continua vigilancia del abuso de formulaciones conceptuales ex ante para identificar y clasificar las luchas, presento un sustantivo distintivo que quiz puede ser til para nombrar de manera directa algunos de los rasgos ms relevantes de la dinmica de despliegue de los anta-gonismos que desgarran a la sociedad.

Nombro entramado comunitario a una heterognea mul-tiplicidad de mundos de la vida que pueblan y generan el mundo bajo pautas diversas de respeto, colaboracin, dignidad y reciprocidad no exentas de tensin, y aco-sadas, sistemticamente, por el capital. Al nombrar esta trama de reproduccin de la vida con una expresin lin-gstica especfica, pretendo no comprometerme con una formulacin conceptual, pero s establecer un trmino que considero necesario para designar ciertos sabe-res y capacidades que, en el terreno de las luchas me pa-recen relevantes: su carcter colectivo, la centralidad de

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

34

aspectos inmediatos de la reproduccin social tramas que generan mundo as como algunos rasgos que tien las relaciones, que tienden a ser de cooperacin no exen-ta de tensin, entre quienes son miembros de tales entra-mados. Aclaro nuevamente: al hablar de entramado comu-nitario mi intencin no es establecer un nuevo concepto que nos lleve al mismo punto de partida que fue criticado al comienzo de este trabajo. Mi intencin es brindar un sustantivo comn que permita aludir, es decir, que nom-bre y designe lo que una y otra vez se nos hace visible en aquellos momentos intensos de despliegue del antagonis-mo social: que quienes se insubordinan y luchan, quienes desbordan lo instituido y trastocan el orden, lo hacen con mucha frecuencia, a partir de la generalizacin de ml-tiples acciones y saberes cooperativos que anidan en las ms ntimas e inmediatas relaciones de produccin de la existencia cotidiana, sobre todo en aquellas relaciones no plenamente subordinadas a las lgicas de valorizacin del valor.16 La pertinencia semntica de la expresin que pro-pongo est, por supuesto, siempre en discusin pero su uso nos permite reflexionar sobre un ltimo elemento que completa esta perspectiva: la existencia de formas de lo poltico distintas e inconmensurables, carentes de medida comn, entre lo que desde los heterogneos mundos de la vida se rebela una y otra vez contra lo que se le impo-ne como presente inadmisible y las distintas propuestas de reconstitucin de rdenes de mando y acumulacin estados se les suele llamar que en los tiempos ac-tuales slo se distinguen entre s a partir de los matices, sobre todo ideolgicos, con que argumentan sus acciones.

Horizontes polticos que brotan desde las luchas con-temporneas: aproximaciones esquemticas

Para finalizar esta exposicin introduzco esquemtica-mente, en primer lugar, una breve panormica de los ras-gos ms relevantes de dos horizontes polticos diferentes,

16 Para una reflexin ms amplia sobre el tema en relacin a las lu-chas bolivianas de comienzos del siglo XXI vase Linsalata, 2012.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 35se

per

mit

e la

co

pia

que se han vuelto distinguibles a partir del conjunto de luchas de los ltimos veinte aos17 protagonizadas prin-cipal, aunque no nicamente, por diversos entramados comunitarios tanto locales como ms amplios, que se han expresado bien como luchas de pueblos, ayllus, consejos, bien constituyendo asambleas, frentes, coordinadoras, confederaciones, etctera.

A partir, sobre todo, del trabajo de indagar en las po-sibilidades de transformacin poltica, econmica y social desplegadas durante la ola de levantamientos y moviliza-ciones en Bolivia entre 2000 y 2005, distingu la existencia de dos horizontes polticos confrontados y en competen-cia, con posibilidades intermitentes pero siempre plaga-das de tensin y de colaboracin entre s. Los horizontes que, desde mi perspectiva, se hicieron visibles en ese pas y que hasta cierto punto pueden iluminar la reflexin y abrir el dilogo sobre otras experiencias son los si-guientes. En primer trmino, un horizonte nacional-popular centrado en la ambicin de reconstruccin estatal y orien-tado por la voluntad beligerante, tambin expresada en otras luchas de construir nuevos trminos de inclusin en la relacin estatal, a partir, bsicamente, de modificar la relacin entre sociedad y gobierno, esto es, de modificar la relacin de mando que organiza el vnculo estatal.18 En

17 Mis reflexiones sobre estos asuntos se nutren claramente de los apor-tes zapatistas, cuyas posiciones comenzaron a dialogar con otros proce-sos de lucha desde 1994. Sin embargo, la experiencia que ms ntima-mente conozco es la de las rebeliones y levantamientos que sacudieron Bolivia entre 2000 y 2005. En tal sentido, en esta seccin planteo lo que sobre estas luchas aprend, a partir de reflexionar sobre ello utilizando la herramienta terica que expuse anteriormente. Una argumentacin mucho ms larga sobre todo esto puede revisarse en Gutirrez, 2009.18 Una variante acotada, contradictoria y siempre tmida de este ca-mino es lo que llev adelante el primer gobierno de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) entre 2006 y 2009. A partir del segundo periodo de gobierno que comenz en 2010 es evidente que se est restringiendo la capacidad de participacin poltica des-de la sociedad, limitando de todas las maneras posibles la autonoma poltica de las organizaciones sociales a fin de consolidar, desde el es-tado, un nuevo orden de mando. Esto ltimo es un asunto totalmente distinto a los problemas ms difciles de la transformacin poltica y social sobre los que versa mi argumentacin.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

36

muy diversas ocasiones, esta fue la manera de pensar e in-tentar abrir los caminos de lucha contra el capital, en par-ticular, contra los mltiples despojos reiterados o nuevos; y contra la negacin de la posibilidad misma de repro-duccin de la vida que la acumulacin del capital impone.

En segundo trmino, durante los momentos ms enr-gicos de la lucha indgena, comunitaria y popular en Boli-via, tambin se volvi claramente visible un horizonte pol-tico comunitario-popular centrado en la disposicin colectiva y sistemtica a desbordar alterando y tendencialmente reconstruyendo la trama de relaciones polticas liberales as como los formatos legales e institucionales existentes. El nudo central de este horizonte poltico al que denomi-no comunitario-popular no fue ni creo que pueda ser la reconstitucin de ningn tipo de estado; ms bien, la cues-tin central que desde este horizonte poltico se coloc en el debate poltico durante varios aos fue la reapropiacin colectiva de la riqueza material disponible, de la posibilidad de decisin sobre ella, es decir, de su gestin y usufructo.

Aclarando lo anterior, de ninguna manera estoy afir-mando que el carcter principal de tales luchas haya sido un anti-estatalismo extremo, ms bien, lo que afirmo es que en Bolivia, entre 2000 y 2005, se visibilizaron con enorme claridad una clase de luchas no centradas en la ocupacin del estado sino orientadas, bsicamente, por la reapropiacin social de la riqueza material disponible que, adems, pusieron en el centro de la discusin el carcter comn no privado que tales riquezas y su adminis-tracin debieran exhibir. Lo que se logr decir en torno a esto fue expresado claramente a partir de lo que las luchas hicieron una y otra vez, aunque no alcanz a ser formula-do explcitamente en todas las ocasiones.19

19 Hay dos momentos en los que el nudo de la reapropiacin social de la riqueza material fue claramente expresado: durante la Guerra del Agua en Cochabamba en 2000 y 2001 y tambin en la plataforma poltica que los hombres y mujeres aymaras elaboraron entre 2001 y 2002 durante la ola de levantamientos en esa regin. El asunto polti-co central que tales luchas pusieron en discusin fue la cuestin de la llamada soberana social, es decir, el derecho a tomar directamente decisiones colectivas sobre los asuntos que competen a todos. Sobre este tema vase Gutirrez, 2009.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 37se

per

mit

e la

co

pia

Sin embargo, de acuerdo a lo que he argumentado a lo lar-go de estas pginas, rastreando los momentos ms intensos de las luchas encontr una y otra vez desfases y contradic-ciones entre lo que hacan y lo que decan quienes lucha-ban; entre lo que respondan a los funcionarios estatales con quienes en ocasiones discutan y lo que inmediatamen-te despus volvan a echar a andar. Creo haber registrado con cuidado las grandes dificultades para expresar la gran radicalidad de las ambiciones transformadoras que se des-plegaron, sobre todo, durante los levantamientos y movili-zaciones ocurridos entre 2001 y 2003.

Tal horizonte de transformacin social de raigambre comunitaria-popular, que puso en el centro del debate la cuestin de la reapropiacin de la riqueza material co-menzando por el agua, siguiendo con los hidrocarburos y continuando con la tierra-territorio y otra serie de bienes, implic una fuerte sacudida al orden poltico liberal-capi-talista que, entre otras cosas, centra la ambicin de esta-bilizacin de la vida social en la construccin de estado. Los aspectos polticos ms relevantes de este horizonte, que se volvieron audibles y visibles durante los aos ms frtiles de las luchas, pueden resumirse en una formula-cin bastante simple aunque de gran densidad: las luchas se esforzaron sistemticamente en la desmonopolizacin del derecho a decidir sobre aquellos asuntos generales que a to-dos incumben porque a todos afectan. Podemos llamar a esto, qu duda cabe, democratizacin polifnica y radical de la sociedad;20 pero tambin podemos nombrarlo: inver-sin del orden de mando que busca instituir el derecho a decidir en comn sobre la riqueza material de la que se dispone, es decir, Pachakuti.21

20 La nocin de democratizacin polifnica y radical no pretende ser un concepto en esta argumentacin. Lo que se afirma es que las tendencias hacia la desmonopolizacin tanto del derecho a decidir (es decir, a que los ms intervengan en la decisin sobre los asuntos que les incumben porque les afectan), como de la riqueza material son los contenidos de una accin democratizadora que puede ser plural por tanto polifnica y al mismo tiempo profunda, por eso radical.21 La voz aymara Pachakuti est compuesta de dos partculas: Pacha que significa tiempo-espacio, es decir, es un trmino que alude a las

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

38

As, con sus luchas, en las discusiones que abrieron y a partir de los logros que tuvieron, una y otra vez, los y las movilizadas empujaron a que se mantuviera abierta la de-liberacin pblica de fondo sobre los asuntos relevantes de la conduccin del pas. Desde el espacio de la sociedad o, con ms precisin, desde los variados entramados co-munitarios en estado de rebelin, comenzaron a desorga-nizar una aeja y colonial relacin de mando poltico ex-cluyente, discrecional y monopolizadora de las decisiones polticas. Con sus acciones reconstruyeron una especfica forma de lo poltico que no bebe ni directa ni nicamente de la herencia poltica ms persistente de la modernidad-ca-pitalista: la centralidad del estado en la organizacin de la vida civil y pblica que asume como punto de partida la acumulacin del capital. Ms bien, alumbraron cami-nos de transformacin social y poltica no centrados en la ocupacin del aparato gubernamental, aun sin despre-ciar la eventual fuerza que tal extremo podra brindar a la propia empresa de transformacin social. Entre lo ms relevante de esta forma de lo poltico est el protagonismo de tales entramados comunitarios, dispuestos una y otra vez a no ceder, mediante reiteradas luchas, la capacidad de decidir y establecer los caminos a seguir.

El horizonte poltico comunitario-popular cuyos ras-gos principales he tratado de esbozar, insisto, no se expre-s en Bolivia ni en un programa ni en una figura nica o caudillo; ms bien, se despleg en el quehacer y en la deli-beracin colectiva sobre mltiples temas, estableci vetos colectivos a las decisiones inadmisibles que se trataron de imponer, abriendo espacios-tiempos de rebelin mltiple donde se sembraron nuevos criterios morales acerca de la vida social. Es posible afirmar, entonces, que tal horizonte comunitario-popular se despleg enrgicamente, aunque con importantes dificultades para expresar explcitamen-te sus propuestas, desde la autonoma poltica y material

bases ms ntimas y fundamentales de los supuestos cosmognicos en las culturas andinas. Por su parte, kuti quiere decir vuelta, giro. Pachakuti, entonces, refiere a la transformacin profunda del espa-cio-tiempo que habitamos, a la subversin y alteracin radical del orden existente.

Insubordinacin, antagonismo y lucha en Amrica Latina 39se

per

mit

e la

co

pia

lograda por heterogneos entramados comunitarios, tan-to rurales como urbanos, durante varios aos. Tales nove-dades polticas que brotan en medio de las luchas tienen la calidad de experiencias singulares, pero tambin con-tienen, creo, la posibilidad del dilogo y la conversacin con otras luchas semejantes.

Tales son los rasgos epistemolgicos principales de mi manera de entender los asuntos sociales y lo relativo a la transformacin social, partiendo y siempre aprendiendo de las luchas sociales que una y otra vez iluminan nues-tras vidas.

Puebla (Mxico), otoo de 2013

41

En este trabajo regreso y profundizo sobre algunos de los argumentos que desarroll en el libro Los ritmos del Pachakuti. En particular, me pregunto sobre las posibili-dades y formas de las luchas emancipatorias interrogan-do la realidad desde Bolivia, aunque no nicamente. La cuestin de la emancipacin social, de sus cursos concre-tos, de sus desafos y dificultades, contina desafiante en los debates contemporneos; en particular, respecto a la contradictoria tensin entre los eventuales gobiernos pro-gresistas sus acciones y perspectivas y la gigantesca capacidad social autnoma y directa para intervenir en ciertos asuntos pblicos que a todos incumben, que fue visible y estuvo presente de manera intermitente, vigoro-sa y tumultuosa entre 2000 y 2005, es decir, durante los aos de los levantamientos y movilizaciones indgenas y populares ms potentes que hicieron colapsar una parte importante del orden econmico y poltico colonial neo-liberal en ese pas.

2.

se p

erm

ite

la c

op

ia

Los ritmos del Pachakuti.* Breves reflexiones en torno a cmo conocemos las luchas emancipatorias y a su relacin con la poltica de la autonoma

* Este artculo fue publicado en la Revista Desacatos nm. 37, sep-tiembre-diciembre de 2011. En l regreso sobre algunas de las pre-ocupaciones que alentaron mi investigacin doctoral sobre la lucha indgena y popular en Bolivia entre 2000 y 2005, publicada posterior-mente con el ttulo, Los ritmos del Pachakuti, Mxico, ICSyH-BUAP-Bajo Tierra ediciones, 2009, recuperando y extendiendo partes del captulo introductorio.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

42

Comienzo entonces desde una cuestin complicada: la re-lacin entre la emancipacin social y la cuestin del poder en tiempos de gobiernos progresistas. Considero que una de las maneras ms claras en que la tensin entre ambas qued planteada puede encontrarse en lo discutido en una reunin de la Coordinadora del Agua y de la Vida en Cochabamba, realizada en marzo de 2006, esto es, a dos meses de que Evo Morales asumiera el cargo de presidente de Bolivia con una abrumadora mayora de votos. En dicha reunin esta pro-blemtica fue expresada de la siguiente manera:

La cuestin de cmo ejercer el gobierno es actualmente el problema del MAS; la cuestin que sigue estando frente a nosotros es el problema del poder, de su disolucin y trastocamiento.

Analicemos tal afirmacin con cuidado. En primer lugar, mantiene a la vista la distincin absolutamente prctica, aunque cuyo acercamiento muchas veces es ms bien te-rico entre ocupar diversos cargos pblicos incluida en este caso la Presidencia de un pas con las consecuen-tes prerrogativas para decidir sobre diversos y especficos asuntos pblicos, la obligatoriedad de ceirse a determi-nadas normativas heredadas, a rgidas formas institucio-nales y a cumplir con viejos formatos administrativos; y la mucho ms significativa y compleja dificultad de conti-nuar avanzando por el camino de establecer directamen-te, desde la sociedad llana, con base en la deliberacin y el acuerdo comn, los caminos que han de transitarse y los lmites que han de establecerse a las viejas prerrogativas de mando y monopolio sobre la decisin pblica.

La afirmacin de Cochabamba entiende, adems, este ltimo asunto como una trayectoria colectiva a proseguir, como un itinerario a hilvanar y no como una finalidad u objetivo que se pueda alcanzar definitivamente en algn momento determinado de la historia. As, abre desde la so-ciedad llana, desde la poblacin sencilla y trabajadora,1

1 Nosotros, la gente sencilla y trabajadora fue y contina siendo la manera en que la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida

Los ritmos del Pachakuti 43se

per

mit

e la

co

pia

un vasto campo de problemas polticos a solucionar y dis-cute la nocin misma de lo poltico.

En segundo trmino y en concordancia con lo anterior, la formulacin coloca en su justo lugar el problema del sujeto de la emancipacin social, distinguiendo claramente entre los distintos conglomerados y cuerpos asociativos de la sociedad trabajadora, diversos y mltiples, que tie-nen ante s el problema de la disolucin y escape del po-der-imposicin;2 y la peculiar corporacin que temporal-mente ocupa el aparato del gobierno. Adems, de manera implcita, al establecer ante s nuevas tareas en relacin con la disolucin del poder-imposicin, coloca en primer plano el problema del cuidado y expansin de las capacidades colectivas propias que permitan justamente des-sujetarse de las tramas de dominacin, des-hilvanndolas.

Concordante con lo anterior, en aquellos momentos eu-fricos de principios de 2006 cuando comenzaba el gobier-no de Evo Morales y haban pasado apenas seis meses de la ltima gran oleada de levantamiento y rebelin,3 escuch a

una articulacin poltica flexible, estable y no institucional que distintas y variadas organizaciones sindicales y sociales as como grupos diversos de activistas y profesionales, produjeron durante la Guerra del Agua en Cochabamba, describa quien era ella y enun-ciaba a su interlocutor. De esta forma estableca, en cada ocasin, su lugar de enunciacin: en primera persona, por fuera del estado y desde el trabajo.2 Vale la pena tener permanentemente presente, el contraste entre dos significados del trmino poder: por un lado, prerrogativa de ejercer el mando sobre los asuntos sociales o como fuerza social privadamente detentada para instituir destinos y dar forma a especficas maneras de produccin y usufructo de la riqueza social; por otro, capacidad indivi-dual y colectiva de producir, generar y regenerar la vida en sus mlti-ples dimensiones construyendo y afianzando modalidades autnomas de autorregulacin. Estos dos sentidos contradictorios han sido aborda-dos por diversos actores, en particular por John Holloway en su clsico, Cambiar el mundo sin tomar el poder, Buenos Aires, BUAP-Herramienta, 2001. Sobre el tema y de manera similar aunque independiente, hay al-gunos argumentos en mi trabajo A desordenar! Por una historia abierta de la lucha social, Mxico DF, CEAM-Juan Pablos, 2006.3 La ltima movilizacin de la ola de levantamientos contra los go-biernos neoliberales ocurri en mayo-junio de 2005. A travs de dicho

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

44

compaeras aymaras del sindicato de vendedoras de pes-cado de la ciudad de El Alto expresar lo siguiente:

Mira, Evo es como el marido que se casa con todos no-sotros, con Bolivia, el da de las elecciones. l tiene su tarea, nosotros tenemos la nuestra. Que no se meta con nosotras, que no venga a decirnos qu hacer. Nosotras ya hemos aprendido qu tenemos que hacer. l tiene que estar ah ocupndose de que los extranjeros y los q'aras no molesten. Nosotras vamos a hacer todo lo dems.

Al plantear las cosas de esta manera las compaeras, a su modo, insistan tambin en la decisiva cuestin de que eran ellas mismas quienes deban ocuparse de ir transformando la vida cotidiana y, en general, las relaciones sociales. Lo ms elocuente es la afirmacin que reforzaban con la me-tfora familiar del casamiento: Que [Evo, pensado como marido de la sociedad boliviana] no venga a decirnos qu hacer; l tiene su tarea, nosotras la nuestra. Ante mi pregunta insistente de qu era lo que nosotras tenamos que hacer, las compaeras hablaban de manera difusa de diversos y variados anhelos: ms escuelas y opciones para nuestros hijos, los jvenes, la necesidad de mejorar la vida cotidiana, etctera. Consideraban que para afrontar tales cuestiones, el gobierno deba apoyar. Sin embargo, enfatizaban reiteradamente una cuestin fundamental: a nosotras nos toca cuidar que Evo no se desve. l tiene que apoyarnos a nosotras, en lo que entre todos vayamos deci-diendo. Esta sencilla manera de expresar un asunto pol-tico mayor acerca de quin es a fin de cuentas el titular de la soberana social, acerca de quien detenta la prerrogativa de decidir sobre los asuntos que a todos o a muchos in-cumben, me parece muy frtil. Expresa la manera en que se entiende, desde una perspectiva femenina popular-comu-nitaria, la relacin entre quien va a ser ocasionalmente el

esfuerzo la poblacin boliviana sencilla y trabajadora en su con-junto fue capaz, en el contexto de la renuncia del presidente sustituto de entonces, Carlos Mesa, de desarmar una maniobra poltica de los partidos tradicionales de derecha que pretendan establecer su propio proyecto sucesorio y mantener el control del gobierno.

Los ritmos del Pachakuti 45se

per

mit

e la

co

pia

encargado del gobierno y las diversas partes que confor-man el cuerpo social: l tiene que estar ah para apoyar lo que nosotros vayamos decidiendo.

Desde la perspectiva que sostengo, estas dos formula-ciones insinan una manera concreta y particular, es decir, prctica, en contraste con las formas abstractas y genera-les, tericas, de los planes de gobierno o los progra-mas de proyectar un horizonte de sentido autnomo que ilumina los propios pasos que pueden ser dados en co-mn en cada momento. Ms adelante presentar de ma-nera ms general algunas consideraciones acerca de las luchas emancipatorias elaboradas desde estas bsquedas.

Ahora bien, lo que las compaeras de El Alto diseaban como perspectiva abierta de transformacin poltica no es lo que ocurri en los aos siguientes, al menos no de manera fluida. Para comprenderlo, veamos en un primer momento y de manera muy breve qu hizo el gobierno del MAS du-rante su primera gestin; mencionemos, despus, algunas de las iniciativas que, desde la sociedad, se imaginaron y se intentaron en relacin con la cuestin de la reapropia-cin de la riqueza social, natural y pblica y, finalmente, reflexionaremos con cierto cuidado sobre tales experiencias a fin de bosquejar algunas ideas ms generales.

I. El primer periodo de gobierno de Morales (2006-2010) estuvo marcado por cuatro grandes lneas de actividad poltica:

i) La convocatoria y realizacin de una Asamblea Cons-tituyente que, pese a conservar un formato liberal para la seleccin de los diputados constituyentes per-miti, de todos modos, un amplio debate nacional sobre algunas de las ms importantes modificaciones formales del estado desde la perspectiva indgena y popular. La Constitucin Poltica que result de esa Asamblea, lamentablemente, mantuvo casi intacta una parte sustancial de los fundamentos materia-les del estado liberal: la gran propiedad de la tierra en Oriente y el respeto a la representacin poltica

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

46

delegada en los partidos polticos y mediada por la ley y las instituciones estatales.4

ii) La renegociacin de los contratos de explotacin de los hidrocarburos con las compaas transnacionales ms poderosas, que hasta entonces se haban erigido en prcticamente nicas dueas de las riquezas del subsuelo boliviano. Morales y su gobierno establecie-ron nuevos trminos para dicha relacin entre esta-do y transnacionales, bastante ms favorables para el primero y a esto le dieron el pomposo nombre de nacionalizacin de los hidrocarburos.5

iii) La neutralizacin parcial de la amenaza poltica de las lites regionales terratenientes agroexportadoras del Oriente, que desde 2005 introdujeron en el debate pblico la temtica de la autonoma regional como coartada para anular cualquier transformacin eco-nmico-poltica, al menos en su regin y as conservar sus privilegios. La manera en la que el gobierno con-sigui dicha neutralizacin parcial de la fuerza oligr-quica fue a travs de una confusa mezcla de medidas polticas y administrativas de cooptacin, concesin y disminucin de presupuestos pblicos, que han sido duramente criticadas aunque admitidas pese a la inconformidad desde los movimientos sociales de tales regiones orientales.6

4 Dunia Mokrani, Patricia Chvez y Luis Tapia han reflexionado am-pliamente sobre este tema aportando valiosos elementos. Vase Ta-pia, Mokrani y Chvez, Democracia y cambio poltico en Bolivia, La Paz, PIEB - Documento de trabajo, 2007. Tambin puede hallarse una dis-cusin ms detallada de las primeras medidas polticas del gobierno del MAS en Gutirrez y Mokrani, Bolivia a un ao del gobierno de Evo Morales: elementos para un balance, en Lpez Castellanos y Oliver (coords.), Amrica Latina y el Caribe: una regin en conflicto, Mxico DF, FCPyS-UNAM-Plaza y Valds, 2009.5 La cuestin de la nacionalizacin de los hidrocarburos est am-pliamente tratada en Gutirrez y Mokrani, op. cit., 2009.6 El desarrollo de los momentos ms tensos en este conflicto ocurri a lo largo de 2008. Elabor algunas crnicas analticas de los sucesos que derivaron en la Masacre de Pando para el Centro de Informacin Programa de las Amricas en cuya pgina web puede encontrarse informacin detallada.

Los ritmos del Pachakuti 47se

per

mit

e la

co

pia

iv) Finalmente, la otra actividad poltica que el gobier-no de Morales despleg con empeo sobre todo du-rante su tercer y cuarto ao de gobierno, fue la coop-tacin y subordinacin tendencial de las mltiples voces y variados ensayos asociativos que nacieron, o se consolidaron y expandieron durante los aos de las rebeliones, a lo largo y ancho del pas. Dicha lnea de cooptacin y control est en la base de la for-macin de la llamada Coordinadora Nacional para el Cambio (Conacam), instancia organizativa tutela-da por el gobierno que aglutina a los movimientos sociales para garantizar su adhesin y apoyo a las decisiones del MAS.

Este conjunto de acciones y medidas polticas se entrela-z, adems, con la puesta en marcha de algunas polticas pblicas de transferencia de recursos tal y como sugiere y alienta el Banco Mundial. En particular, se instituy el Bono Juancito Pinto para los estudiantes de menores re-cursos, as como diversos programas de apoyo a mujeres emprendedoras.

II. En contraste con estas acciones que no ofrecen dema-siadas novedades polticas, miremos un poco hacia dos iniciativas, lamentablemente truncas, que desde algunos espacios y cuerpos de la sociedad llana se insinuaron como posibilidad.

La primera fue el intento de desprivatizacin de la por entonces aerolnea de bandera Lloyd Areo Bolivia-no, que los trabajadores de esa empresa imaginaban como paso inicial para abrir la posibilidad tendencial de auto-gestionar en su conjunto las operaciones de la lnea area. Presento una muy breve relacin de lo sucedido.

La empresa area boliviana, el Lloyd como se le co-noca en Bolivia, tuvo su sede durante muchos aos en Cochabamba. En tal sentido, los pilotos, azafatas y dems personal de la empresa conocieron y muchos participa-ron en la ola de luchas y levantamientos en torno a la

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

48

defensa del agua que en esa ciudad comenz en el ao 2000. En particular, presenciaron y participaron en mlti-ples y variadas deliberaciones sobre un tema crucial para la transformacin de las relaciones sociales cuya discusin fue central en relacin con la gestin y usufructo legtimo del agua: la cuestin de la reapropiacin social de la riqueza comn. Este tema se discuta en Bolivia de maneras muy diversas en aquellos aos y todo tipo de argumentos en torno a cmo hacer tal cosa posible se diseminaron tras la llamada Guerra del Gas.7

En medio de aquel ambiente de movilizacin y discu-sin pero, ms an, de disposicin colectiva a no ceirse a los lmites que las leyes e instituciones heredadas estable-can como admisibles y de deliberacin colectiva acerca de otras posibilidades, Evo Morales asumi el cargo de presidente de la Repblica en enero de 2006. Los traba-jadores del Lloyd, en tales circunstancias, elaboraron un plan de reapropiacin y tendencial autogestin de su empresa que consista esquemticamente en lo siguiente. En primer lugar, trazaba un camino de desprivatizacin formal a travs de llevar a juicio al socio capitalista dado el incumplimiento de la mayor parte de las clusulas del inicial contrato de riesgo compartido;8 esto es, por

7 Una revisin ms amplia en torno a la vasta discusin sobre los ca-minos y modos para la reapropiacin social de los bienes comunes en Bolivia se encuentra en Los ritmos del Pachakuti, captulos I y III.8 La cuestin de la desprivatizacin se abordaba de la siguiente for-ma: se conoca muy bien la manera en la cual se haban entregado las antiguas empresas pblicas a empresarios transnacionales, en particu-lar Lloyd: se instituyeron contratos de riesgo compartido mediante los cuales los socios corporativos invertan sus capitales y obtenan el control casi total de la gestin de la empresa a cambio de prctica-mente nada, en tanto los ciudadanos bolivianos mayores de 18 aos hasta 1995 mantenan la titularidad individualizada de unas hipotti-cas y fantasmagricas acciones de las empresas (esto es, un papel intil y sin ningn significado) que a su vez se concentraban en los Fondos de Pensiones por entonces de reciente creacin. Pura perversin finan-ciera, eso s, llena de trminos tecnocrticos y de complicados clculos matemticos, tan complejos y latosos como insignificantes y tram-posos. Los trabajadores de Lloyd proponan recorrer exactamente el camino inverso: deshacer paulatinamente los formalismos de la

Los ritmos del Pachakuti 49se

per

mit

e la

co

pia

caminos legales proponan disolver la desfavorable so-ciedad que se haba establecido en 1995 durante el pri-mer gobierno de Snchez de Lozada. El segundo y crucial paso, dado que la primera accin iba a secar las fuentes de financiamiento para capital de operacin, consista en que los trabajadores en conjunto, asociados en su sindica-to, se desafiliaban colectivamente del sistema privatiza-do de pensiones (las llamadas AFORES en Mxico y AFP's en Bolivia) y exigan que se les entregara el dinero que ah tenan ahorrado. Con tales recursos creaban un fondo comn para echar a andar la empresa por cuenta propia. En trminos muy esquemticos este era su plan.

El conjunto de cuestiones especficas sobre si mediante esa aportacin ellos se convertan en nuevos socios del estado y por lo tanto en parcialmente dueos de la empresa o si esta volva a adquirir un carcter pblico y el estado buscaba, despus, otros fondos para asegurar-les su jubilacin no estaba muy definido. Lo que s estaba claro y llenaba de entusiasmo es que se poda hacer otra cosa. Y haba una gran disposicin a transitar ese camino.

As, en marzo de 2006, tras ponerse de acuerdo res-pecto a las lneas generales del rescate y tendencial re-apropiacin del Lloyd, los trabajadores decidieron ir a proponerle sus ideas a Morales y su gobierno para que entre todos establecieran un plan de accin. Iban a hablar con l en tanto lo consideraban un aliado y, adems, se re-queran diversos apoyos desde el propio gobierno, sobre todo respaldo poltico. Estaban eufricos. Los ms crticos a la economa liberal no dejaban de explicar el conjunto

privatizacin aprovechando tanto sus inconsistencias y debilidades como los propios incumplimientos corporativos a los contratos. Esto se pensaba as, pues desde la expulsin de la empresa Bechtel en 2000 la titular de la concesin del agua en Cochabamba, el esta-do boliviano haba sido demandado ante los tribunales internaciona-les ad hoc el TIAR donde los pillos de cuello blanco demandaban pagos millonarios por ganancias no devengadas (sic) que pagaran las poblaciones trabajadoras. Todos estos asuntos haban pasado a ser moneda corriente en la discusin pblica en Bolivia, saliendo de los gabinetes de los expertos. Eran claramente parte sustancial de aquellos tiempos extraordinarios.

Horizontes popular-comunitarios

se p

erm

ite

la c

op

ia

50

de virtudes de su plan: se recuperaba una empresa antes privatizada y, de pasada, se quitaba de las manos del capital financiero, al menos una parte del ahorro de los trabajadores que haba sido usufructuado privadamente por esas otras corporaciones. Ellos estaban dispuestos a trabajar mucho. En fin, confiaban en que podan abrir, con cautela y paso a paso, un camino nuevo para reapropiarse de la empresa y ensayar formas de autogestin.9

No ocurri nada de lo anterior. Evo Morales los reci-bi, los escuch, les dijo que iba a preguntar a sus aseso-res internos y externos sobre las posibilidades de llevar a cabo lo que exponan los trabajadores y, despus de ello, nunca ms volvi a recibirlos. El gobierno de Morales no quiso pensar, para nada, en dicha posibilidad. Los trabaja-dores del Lloyd, apoyados por otros sectores trabajadores y populares de la ciudad de Cochabamba, as como por la Coordinadora del Agua y de la Vida, se movilizaron varias veces a lo largo de marzo de 2006 exigiendo una discusin de fondo sobre lo que proponan. Queran un dilogo pblico con Evo y su gobierno sobre el plan que tenan. Nunca fue atendida su exigencia.

Finalmente, hacia final de mes los trabajadores junto con vecinos y activistas de Cochabamba tomaron el aero-puerto y fueron violentamente desalojados. Se les amenaz con crcel y el gobierno arm una campaa de propaganda insistiendo en que el plan de los pilotos no era factible. As, a solo dos meses de haber ocupado la silla presiden-cial, el gobierno manifest, violentamente, a quin conside-raba que perteneca la prerrogativa de tomar las decisiones. La empresa area Lloyd dej de volar unos meses despus.

Dejamos aqu el ejemplo pues no se trata de analizar la manera en que la ocupacin de cargos pblicos y la dispo-sicin de cierto poder de imposicin ciega a los excompa-eros. Ms bien, lo que se busca es recoger algunas de las ideas acerca de lo que pareca posible a la sociedad llana

9 Vale la pena notar cmo en este otro contexto laboral, especializado y urbano, se aplicaba tambin la idea que flotaba en el discurso de las mujeres aymaras: ellos, los del gobierno, que ayuden a que las transnacionales no molesten; nosotros hacemos todo lo dems.

Los ritmos del Pachakuti 51se

per

mit

e la

co

pia

en Bolivia en aquellos momentos extraordinarios. Y de do-cumentar los lmites de esta especie de reformismo desde abajo,10 si no est claramente planteada la cuestin de la necesaria inversin de la titularidad de la decisin poltica; esto es, de las precisiones necesarias para dar vida al man-dar obedeciendo. En segundo lugar, se trata de ir anali-zando lo que podemos nombrar como una poltica de y desde la autonoma y las dificultades que existen para ella.

Si miramos con cuidado, notamos que los trabajadores del Lloyd sugeran una manera particular para avanzar poco a poco, profundizando el camino de la poltica autnoma contra el capital y el estado, que haba brotado con fuerza en Cochabamba con relacin al agua unos aos atrs. No tenan una solucin. Ms bien, bosquejaban un camino por don-de encaminar sus propios pasos y, en aquellos momentos, confiaban, equivocadamente, en que el gobierno de Morales podra ser un aliado, un apoyo mnimo. Nunca pensaron que se presentara como un muro a sus proyectos. Ese lmite, en las condiciones de Bolivia en 2006, no supieron cmo ni tuvieron fuerza suficiente para superarlo.11

10 Esta nocin, no muy afortunada, una y otra vez ha aparecido en dis-cusiones particulares sobre asuntos polticos con militantes y activis-tas de diversos pases. Agradezco a Mrgara Milln la sugerencia de pensarla a travs de la