Historia Mundial de la

MegalomaníaDesmesuras, desvaríos y fantasías del culto a la

personalidad en la política

Pedro Arturo Aguirre

El culto a la personalidad del gobernante es, quizá, tan viejo como la humanidad misma, pero la práctica moderna de adorar a un dictador se inspira más bien en el culto al dios/héroe heredado de Alejandro Magno y sus sucesores helenísticos, al cual combinaba características divinas y humanas.

Los dictadores megalómanos construyen sus propios pedestales, tallan sus estatuas y cincelan sus biografías con la misma energía y convicción con la que creen que modelan la

historia. Son iconoclastas para hacer adorar a sus propias imágenes; derogan viejos cultos para instaurar el culto a sí

mismos.

La deificación de los líderes ha sido estudiada desde todo punto de vista: histórico, político, sociológico, psicológico, antropológico. Pretender ser Dios entre los hombres es

una idea que lleva al absurdo más absoluto, pero también es una gran aventura existencial. También es, quizá, la idea humana más temeraria, descabellada, atrevida y

desproporcionada de la historia.

EL LÍDER NARCISISTA ES UN ESPEJO DE HUMO. NO REFLEJA LA REALIDAD, SINO LA FANTASÍA. SU FUERZA RESIDE EN SABER REPRESENTAR LA ILUSIÓN, EL DIVORCIO DE LA REALIDAD. SU REINADO ES DE ESPEJISMOS. EN EL LÍDER NARCISISTA LAS SOCIEDADES ENFERMAS CRISTALIZAN SUS IMPULSOS MÁS REPRIMIDOS, SUS FANTASÍAS, MIEDOS Y DESEOS.

El siglo XX, con la revolución de la comunicación de masas y la aparición de las ideologías totalitarias fue el campo fértil para el renacimiento del culto a la personalidad de los gobernantes, y en nuevas y mucho más aterradoras formas.

Los dictadores megalómanos destruyeron o neutralizaron instituciones religiosas tradicionales y las sustituyeron por sus propias formas de adoración aprovechando las debilidades de los hombres, su necesidad de adorar, de ser protegidos por un gran padre, de solazarse en la gloria que refleja las conquistas de la guerra, de fascinarse con el espectáculo del poder.

Pero, sobre todo, construyeron su culto sobre la base del miedo, miedo a enemigos exteriores e interiores, miedo a la impotencia y falta de sentido de nuestra individualidad que se traduce, obviamente, en el miedo a la libertad.

FUE EN EL XX CONGRESO DEL PCUS QUE SE ACUÑO EL TÉRMINO “CULTO A LA PERSONALIDAD” Y SE DENUNCIÓ LAS “MONSTRUOSAS PROPORCIONES” QUE HABÍA ALCANZADO ESTA PRÁCTICA, DETRÁS DE LA CUAL SE OCULTARON MILLONES DE CRÍMENES.

No deja de ser un dato primordial y sumamente paradójico que

muchos de los casos más graves de culto a la personalidad se hayan

dado bajo dictaduras comunistas. La teoría marxista-leninista

abjuraba del papel del individuo en la Historia y privilegiaba el de las

masas.

Por el contrario, desde el principio el Nazi-Fascismo tuvo el culto al líder como un elemento esencial de su legitimización política.

El culto a la personalidad también le es consustancial al populismo, variante del gobierno de caudillos asentada en una falsa concepción de una pretendida democracia que se autodefine como “antioligárquica y nacionalista” pero es más bien una perversión personalista, autoritaria y, sobre todas las cosas, profundamente voluntarista ligada siempre a la ventura de un líder militar o civil con arrestos carismáticos a quien sus partidarios consideran providencial.

En el mundo árabe ascendió al poder una generación de figuras que, si bien profesaban el Islam, buscaban consolidar el nacionalismo, separar la religión del Estado y modernizar sus naciones utilizando una suerte de socialismo árabe. Muchos de estos regímenes árabes nacionalistas fomentaron cultos a la personalidad, algunos de ellos sumamente descabellados.

Asimismo, el culto a la personalidad estuvo ligado a un buen número de procesos de independencia y creación de Estado-nación en una buena cantidad de naciones africanas y asiáticas que nacieron a la independencia en el proceso descolonizador que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

¿Cómo olvidar, por ejemplo, al célebre emperador Bokassa?

Algunas mujeres, esposas de tiranos, también han sido objeto de culto a la personalidad

Pero ninguna superó en crueldad y locura a Elena Ceaucescu.

El culto a la personalidad ha prohijado una especie de peculiar subgénero artístico que ha sido bautizado como “kitsch totalitario”, en el cual la única razón de ser del arte es reforzar un régimen dictatorial y glorificar a su líder. Dentro del arte totalitario destaca el llamado “realismo socialista”.

Una muy notable excepción: el papel destacadísimo que tuvo el movimiento futurista en el culto a la personalidad de Mussolini. El futurismo rechazó al realismo y rompió con la tradición y los convencionalismos.

La arquitectura ejerce una profunda fascinación en los ególatras empeñados en su afán de dar forma al mundo con monumentos, mausoleos, torres titánicas, estadios, bibliotecas, parlamentos, palacios….

Pero el reto mayor para un megalómano ha sido levantar toda una ciudad que tenga su impronta indistinguible, una nueva Alejandría, como las ciudades que el legendario conquistador se dedicó a inaugurar a lo largo de todo su imperio.

Los casos más graves de culto a la personalidad, como el de Hitler, tienen que ver más con la psicología que con la política. Narcisistas patológicos que arrastran a sus sociedades a las peores pesadillas a través de la barbarie, la locura, la apoteosis egomaniaca y la muerte.

La inmensa mayoría de estos narcisistas monstruosos no han sido, en realidad, seres dueños de dotes extraordinarias, ni mucho menos verdaderos “genios”. Muchos de ellos carecían, incluso, de carisma.

La mayor parte de los sátrapas han sido hombrecillos con personalidades mediocres e inteligencia mediana. Personajes llenos de trastornos mentales que no hubiesen pasado de ser meros fracasados si las caprichosas circunstancias históricas y sociales hubiesen sido un poco más “normales”.

Pero vivieron en momentos convulsos en medio de sociedades muy perturbadas, y ellos fueron el conducto que revelaba los rostros más soterrados de las naciones que gobernaron.

Aunque se hayan empeñado en presentarse como hombres providenciales, hombres del destino o superhombres, terminan siendo una mezcla inhumana de pequeñez, de sordidez, de lo grotesco y de criminalidad.

En México también tuvimos nuestra dosis de culto light a la personalidad durante la época de hegemonía priísta: el llamado “señorpresidentismo” mexicano.

No todos los dictadores que fueron objeto de culto fueron deleznables. Los más escasos son aquellos que murieron en medio del aplauso y admiración generalizada. A esta estirpe pertenecen Tito, Ataturk y Ho Chi Minh.

Y NO YODOS LOS REGÍMENES DICTATORIALES MODERNOS HAN PROHIJADO CULTOS A LA PERSONALIDAD. ES EL CASO, POR EJEMPLO, DE LA GRAN MAYORÍA DE LOS GORILATOS LATINOAMERICANOS; DE PERSONAJES COMO PARK CHUNG HEE, SUHARTO, DENG XIAOPING, LOS SUCESORES DE STALIN; E INCLUSO EL DE UN RÉGIMEN HIPERIDEOLOGIZADO Y SANGUINARIO AL EXTREMO COMO FUE DEL DE POL POT EN CAMBOYA.

Muchas veces los tiranos tienen finales violentos, en otras ocasiones (la mayoría) mueren tranquilamente en sus camas, pero invariablemente terminan por ser arrojados al olvido y al basurero de la historia.

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