historia de la superstición - reseña

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Ttulo: Historia de la Supersticin Autor: Jean-Claude Schmitt Edicin original: Les Superstitions. ditions de Seuil, Pars: 1988. Traduccin: Teresa Clavel. Editorial Crtica, Barcelona: 1992.

IN INFERNO NULLA EST REDEMPTIO

Brujas, magos, alquimistas, demonios, gatos negros y lunas llenas, y detrs un ejrcito de clrigos y caballeros acorazados persiguindolos, invaden la mente de la mayora de personas a las que se les menciona la Edad Media. Ni siquiera hay que preguntarse por qu: desde los humanistas del siglo XV se ha difundido la idea de que ese largusimo periodo de casi mil aos es oscuro por donde se le mire: herejes ardiendo en grandes hogueras y aquelarres sangrientos y lujuriosos son las dos caras de la misma moneda. Y es que cuando se quiere estar en contra de algo lo ms fcil es generalizar, cosa que hicieron con gran maestra (y desprecio) los ilustrados. Para aclarar muchos de estos malentendidos llega el libro de Jean-Claude Schmitt. Alumno de Jacques Le Goff y actual director de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, este francs se aleja de cualquier estudio tradicional sobre la Edad Media basado en el feudalismo, la disposicin de la tierra, las guerras o la influencia del papado y ms bien usa todos estos puntos como herramientas para trazar la lnea divisoria de donde parte su tesis: Religin vs. Supersticin. El libro comienza con un anlisis filolgico del trmino en latn Superstitio. Esto ampla el periodo de estudio a algo as como quince siglos, puesto que se remonta a los romanos y llega hasta el renacimiento. Con Cicern se da la primera distincin entre religin y supersticin, distincin cuantitativa: la primera es sobria, escrupulosa con sus normas, la segunda es un exceso de todo. Luego, con Lactancio, se trazar definitivamente la lnea: la supersticin no es ms que la supervivencia del paganismo dentro del cristianismo, cosa inaceptable. Sin embargo, ser la definicin de san Agustn la que ms marcar toda la teora medieval. Para el santo, el mundo se divide entre cosas (res) y signos (signa): algo as como entre mundo material y lenguaje. Los signos, a su vez, se dividen en naturales y

convencionales: humo es signo natural de fuego pero paloma blanca es convencional de paz. Y los segundos tambin se dividen: los necesarios se oponen a los superfluos. Y es en stos en donde se halla la supersticin. Como los signos son comunicacin (unen tanto una cosa con otra, como una persona con otra), de lo anterior se deriva que la supersticin se encuentra en el terreno de la comunicacin nefasta: la del hombre con el demonio. Y es por esto que san Agustn es tan influyente: incluso hoy se habla de pacto con el Diablo. Ahora es preciso hacer una distincin bastante importante, para ampliar lo que dijimos sobre Lactancio. Cul es la relacin entre paganismo y supersticin? Schmitt aclara que se trata de su esfera de accin: el primero acta fuera del cristianismo, es ajeno a l; la segunda es una enfermedad interna, son los mismos cristianos los supersticiosos. Esto nos acerca un poco ms a la tesis central. Schmitt revisa hagiografas, concilios, capitulares, penitenciales, opsculos sobre la supersticin (que vienen a ser una clase de tratados), y muchas ms fuentes. Su manejo bibliogrfico es sumamente extenso, caracterstica que podemos contrastar con su prcticamente nula utilizacin de citas bibliogrficas al pie de pgina (slo hay dos en todo el libro y se refieren a textos tericos modernos). A pesar de su cantidad de fuentes, el autor hace una aclaracin: todas fueron escritas por la misma clase social, la que combata a las supersticiones, lo que le da slo una cara de la moneda. Pero encuentra una salida ingeniosa. La realidad histrica es producto de la dialctica, as que hay que preguntarse qu motiv a las clases altas a producir tales documentos?, cuya respuesta nos llevar a las preocupaciones principales de los supersticiosos, que Schmitt divide en tres: la Naturaleza, el control del espacio (generaciones, culto a los muertos, pertenencia a un suelo especfico) y conocimiento/control del tiempo. Pero, si Moiss abri las aguas del Mar Rojo, los cristianos rinden una clase de culto a los mrtires y la Biblia misma contiene libros profticos, cul es la diferencia tajante con las preocupaciones antes mencionadas de los supersticiosos? Es hora de decirlo: la legitimidad. Adorar a un perro como si fuera un santo es supersticioso porque la iglesia cristiana no beatifica a un perro. Las donaciones a un tal san Fermn son supersticiosas porque no es un

santo reconocido y, adems, porque obstaculizan el quehacer eclesistico ya que esas mismas donaciones deberan ir a la iglesia ms cercana. Es en parte por esto que, pasado el siglo XI, la Iglesia comienza a controlar las prcticas funerarias: es necesario fijar un ritual y condenar los ya existentes, entre los que se encuentra el uso de mscaras. stas evocan las sombras, los dobles, las mentiras. Los hombres que las usan son posedos. Lo que nos lleva al primer estado de los que anteriormente llamamos pactos: los tcitos. Para que no suene tan confuso, lo explicaremos. Hasta antes del nacimiento de la Escolstica, se crea que el Diablo engaaba a las personas dbiles. El pacto entre ellos dos era tcito, no era requerido ni expreso por el humano. Con la Escolstica, en cambio, se comienza a hablar de pactos expresos, pues las nociones de libre albedro y culpa comienzan a hacer eco. Es aqu que comienzan los castigos en los que se piensa cuando se menciona a la tan conocida Inquisicin. Antes, los castigos consistan en ayunos que variaban entre algunas semanas y siete aos. Ahora, se puede terminar en la hoguera por una simple acusacin, la supersticin ha sido elevada, de engao sufrido por los dbiles, a crimen contra la fe. Finalmente, con el nacimiento de las ciudades hacia la Baja Edad Media el ataque se hizo cada vez ms sistemtico. La mayor estructuracin, tanto del tiempo como del espacio, con la que contaba la cultura urbana va a hacer que la autoridad eclesistica se hermane con la vigilancia citadina. As, el supersticioso avanza de criminal contra la fe a fuente de desorden pblico. En Roma, la religin se limitaba a la ciudad as como la supersticin al campo. Pero para la epoca de las ciudades medievales esta dinstincin no es tan clara ya. El juicio cultural que nace con la ruralizacin de la ciudad (migraciones del campo) va a plantear una nueva diferencia en trminos culturales: la religin es para los cultos, la supersticin para los incultos. Esta superioridad que se comienza a sentir dentro de las urbes no es ms que un fruto de esa creciente laicizacin (y racionalizacin) que tienen los juicios en contra de los supersticiosos, lo que va a terminar en las parodias de brujas y adivinos de los que se vale la literatura burlesca posterior.

Schmitt muestra cmo la nocin de supersticin va cambiando, se va ampliando, con el paso de la historia. Con bases tanto filolgicas como sociolgicas, antropolgicas y literarias, plantea una historia de las oposiciones, basando su tesis en la que ya nombramos: Religin vs. Supersticin. La utilizacin de nombres y referencias, de libros tanto de la Antigedad como de la Edad Media, no abruman al lector (aunque su cantidad es excesiva) puesto que no hace necesario para l el recordarlos con exactitud. Esto, unido a un lenguaje tcnico moderado y el uso constante de datos sumamente curiosos, abre las puertas a todo tipo de lector y compone una lectura bastante amena. Su divisin en captulos es tanto temporal como temtica, otro punto a favor de su narrativa, puesto que no est retomando temas que ya dej atrs, o dando saltos temporales que pueden confundir a un lector no experimentado en el uso constante de fechas. Excelente tanto en el contenido como en la extensin (168 pginas llenas de imgenes), Historia de la Supersticin aporta una nueva visin a ese tab que aflora cuando se habla del medioevo. No pretende hacer una apologa y tampoco una denuncia, ms bien dejar en claro cmo funcionaba el sistema de censura y cmo la iglesia se fue adaptando a sus oponentes. Nunca haba ledo un libro de este tema y probablemente por eso mi criterio carezca de autoridad, sin embargo me atrevo a concluir, despus de todos los halagos que le he hecho, que es de los mejores libros de historia que he ledo.