reseña de historia agraria

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Crítica y reseña de libros

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Economía tardo feudal moderna

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  • HISTORIA AGRARIA n. 39 Agosto 2006 pp. 385-425 SEHA

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    El siglo de las Luces constituye porantonomasia el siglo de las reformas,muchas de las cuales tienen una clara fina-lidad fiscal, como las relativas a laHacienda Real y las haciendas locales, ladesamortizacin de Godoy o los intentosde revertir a la Corona bienes e impuestosenajenados en periodos antecedentes. Dealgunas de estas medidas reformistas seha ocupado la historiografa, pero de otrastenemos escaso conocimiento, como es elcaso de la que se ocupa Garca Monerrisen este libro de tan atinado ttulo. Tiene porobjeto analizar la reforma de la institucinpatrimonial impulsada por Canga Arge-lles, como contador general del ejrcito deValencia y Murcia, de 1805 a 1807, y susefectos sociales y polticos. En definitiva,como escribe la autora, estamos ante unproceso que contiene en s mismo unascaractersticas de excepcionalidad que lohacan peculiar respecto a su entornoinmediato, al tiempo que contribua nota-blemente a la explicacin de ese mismoentorno. El personaje oculto es CangaArgelles, pero el protagonista es el RealPatrimonio y la sociedad valenciana (p. 23).

    La fuente principal que ha permitidoa Carmen Garca reconstruir dicho proce-

    so han sido unos tres mil expedientes dedenuncia incoados ante el Tribunal delReal Patrimonio por los arrendadores delas bailas sobre derechos y regalas delmonarca usurpadas o no declaradas. Seencuentran en el Archivo del Reino deValencia, seccin Bailas, procesos dela Intendencia. Ha consultado, adems,otros fondos custodiados en ste y otrosarchivos y una amplia bibliografa, queconsta en notas a pie de pgina y no alfinal de la obra como hubiese sido msconveniente.

    El libro consta de una introducciny once captulos. En el primero ofreceunas pinceladas sobre la formacin inte-lectual y la trayectoria personal, profesio-nal y poltica del artfice de esta reforma,Canga Argelles. En el segundo y terceroinforma sobre los antecedentes doctrinalesde la reconstruccin del Real Patrimoniovalenciano, que no son otros que VicenteBranchat, asesor de esta institucin desde1776 a 1791, y Manuel Martnez de Irujo,contador desde 1779 a 1789. En el cuarto,quinto y sexto examina la reforma empren-dida por Canga Argelles. En el sptimose ocupa de los resultados econmicos delsistema de arriendo. En el octavo analiza

    CARMEN GARCA MONERRISLa Corona contra la historia. Jos Canga Argelles y la reforma delReal Patrimonio valencianoValencia, Universitat de Valncia, 2005, 426 pginas.

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  • los expedientes de denuncias incoados enlas bailas y la filosofa que inspira a losrepresentantes de los arrendadores. En elnoveno y dcimo se adentra en sus efec-tos sobre la sociedad valenciana y los lmi-tes de la reforma. En el undcimo muestracmo particulares y comunidades utilizanel Real Patrimonio como referente antise-orial, y las medidas arbitradas por elabsolutismo de Fernando VII con respectoa la institucin patrimonial. Falta un captu-lo con las conclusiones.

    Garca Monerris analiza la obrams emblemtica de Branchat, El tratadode los derechos y regalas (1784-1786), ylas instrucciones de 1781 y 1783 que per-miten comprender sus claves. La labor deeste autor consisti en recopilar informa-cin que contribuyera a esclarecer losderechos del Real Patrimonio, redactarinstrucciones para la elaboracin decabreves y para la prctica de los estable-cimientos de tierras y artefactos diversos,formar libros maestros en cada baila enlos que constasen los derechos reales,restablecer la Junta Patrimonial y fortale-cer la jurisdiccin privativa del intendente.En definitiva, el libro de Branchat constitu-ye un buen punto de partida para conocerla situacin de la institucin patrimonial. Elautor supo conciliar dos extremos opues-tos: por una parte, reintegrar a la Coronalos bienes separados de ella y, por otra,precaver todo perjuicio a los donatarios,compradores o feudatarios que los deten-taban o posean. Muestra un respeto porlos derechos adquiridos, sobre todo de lanobleza. Su lema era ordenar y racionali-zar sin violentar.

    Manuel Martnez Irujo coincida conBranchat en el diagnstico de la situacinde las rentas patrimoniales. Pero los dife-renciaba que el primero defenda la vagubernativa frente a la judicial representa-

    da por el segundo. El punto de mira de lareforma de Irujo pasaba por los adminis-tradores locales de las bailas, como esla-bones en contacto con la realidad y comofuentes de informacin sobre derechos yregalas usurpadas, y por fortalecer elpapel de la contadura e intendencia.

    En definitiva, la accin reformista amediados del siglo XVIII tena como objeti-vo restaurar los bienes y regalas delmonarca en el reino de Valencia, sin opo-nerse a los derechos de terceros.Abarcaba los siguientes aspectos: conoci-miento de las peculiaridades histricas yjurdicas de esta institucin y de los bienesde la orden de Montesa; confianza en unamayor rentabilidad como consecuencia dereformas administrativas y de procedimien-to; su utilizacin como banco de prueba dela dialctica entre una va judicial y otraadministrativa-gubernativa de lo poltico yla puesta en vigor de una razn contable.

    El impulso de recuperacin y orde-nacin de los bienes del Real Patrimoniopareci detenerse en la dcada de losnoventa. Dos discursos, de signo opuesto,se entrecruzan en el propio seno de la ins-titucin patrimonial, el de FranciscoValladares de Sotomayor, asesor, que pro-pugna su desamortizacin, y el de Martnde Garay, contador, partidario de la refor-ma con vistas a un mayor beneficio. A par-tir de 1804 parece imponerse el segundo,con el reforzamiento de la va gubernativa-administrativa. Los buenos resultados eco-nmicos de la baila de Alcoy determinaronque Martn de Garay se decantara por elsistema de arriendo de las dems en sus-titucin de la administracin directa, salvola de Valencia y el pantano de Alicante, ypor la venta de artefactos diversos, comomolinos, hornos, etc. Pero sin estos dere-chos el ramo de las bailas careca de sig-nificado econmico y de aliciente para nin-

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  • gn postor. El plan de Garay es un prelu-dio del abordado por Canga Argelles, porello Garca Monerris le considera el artficeintelectual del de ste.

    Las necesidades financieras de lamonarqua estn en el origen de la refor-ma de Canga Argelles. Su objetivo es fis-cal, pero acab teniendo unos profundosefectos antiestamentales y antiseoriales.Su proyecto consista en:

    1) indagar y esclarecer los dere-chos de las bailas y su posterior arriendo,incluida la de Valencia que deba servir degua para el resto (cuadro I, p. 145). Lanovedad de su reforma consista en laposibilidad de que los arrendadores incoa-sen denuncias contra supuestos usurpa-dores de derechos y bienes, que hacainnecesario la realizacin de cabreves. Laparticipacin de estos agentes en losbeneficios de cuantas fincas y regalasdenunciasen o descubriesen constitua elmayor aliciente de los arrendamientos y elnico mtodo capaz de recuperar dere-chos oscurecidos y, con ello, rentas perdi-das;

    2) ordenar y regularizar el cobro deotros ramos del Real Patrimonio, mslucrativos y ms fciles de administrar ygobernar, como el derecho de amortiza-cin y sello, la acequia real de Alcira, elpantano de Alicante, la Albufera deValencia y recuperar impuestos vendidospor la Corona, como los tercios diezmos.

    Esta reforma no supuso slo uncambio en la gestin y administracin deuna rentas, sino que tambin consisti enponer al da las cuentas, esclarecer dere-chos oscurecidos o usurpados, ordenar losdocumentos, asegura un buen funciona-miento de la Junta Patrimonial, no entorpe-cida por los cargos judiciales, simplificar

    los ttulos de establecimiento y reforzar lapresencia de la Contadura en asuntos degobierno del Real Patrimonio. Pese a quetrataba de imponer los procedimientosadministrativos-gubernativos, stos queda-ron descartados para aquellas denunciasque cuestionaban la titularidad y usoinapropiado de regalas y derechos varios.

    De gran inters es el tratamientoinformtico y estadstico de las delacionesinterpuestas por los arrendadores quefigura en cuadros y grficos insertos en loscaptulos IV y VII. A travs del primero (pp.147-149) la autora nos muestra la rentabi-lidad econmica del sistema de arriendode las bailas en comparacin con la admi-nistracin directa. Hay una diferencia afavor de las rentas reales como conse-cuencia de la reforma, pero un valor dis-creto en comparacin con otros impuestos,como el equivalente. Las denuncias (cap.VII, pp. 234-236) constituan un buen indi-cador del tipo de derechos existentes encada baila y en consecuencia han permiti-do a Carmen Garca acercarse a la estruc-tura de la renta patrimonial (pp. 238, 240).sta no difera de la que pudiera existir encualquier seoro en manos de la grannobleza. Por el nmero de denuncias, elprimer apartado de regalas correspondaa derechos privativos y exclusivos sobreartefactos diversos; el segundo, a censosderivados del dominio directo; y el tercero,a derechos jurisdiccionales. Nobleza titula-da, ayuntamientos y corporaciones religio-sas eran los que ms se haban beneficia-do del dominio y regalas reales. Son estoscolectivos, en ese orden, los que acabanacumulando la mayor cantidad de expe-dientes por derechos usurpados (pp. 244-246).

    Particularmente relevante es elcaptulo octavo, que permite entender laactuacin de los arrendadores. El derecho

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    absoluto de conquista del reino en manossarracenas figuraba en el centro de cual-quier justificacin de los bienes y regalaspatrimoniales. ste era el origen explicati-vo y arranque de la historia de la constitu-cin de la sociedad y de sus equilibriospolticos merced a lo que los juristas definales del siglo XVIII denominaban unmonarca dador, es decir una figuracapaz de extraer de su real patrimonio, afavor de sus vasallos, cuantos bienes,derechos y regalas considerase oportu-nas. El embate patrimonialista de la dinas-ta Borbnica empez por adoptar esafaceta de un rey que, en poco tiempo, disi-p gran parte de su patrimonio. Quererconvertir, a principios del siglo XIX, eseorigen y ese mismo derecho absoluto de lderivado en un punto de arranque parareincorporar derechos usurpados al RealPatrimonio era anular la propia historia ytrastocar una constitucin en otra regidapor un dspota. El monarca absoluto eraahora un seor reintegrador y no dador. Elolvido de la historia era lo que ms atenta-ba contra los derechos adquiridos va privi-legios, donaciones, ventas por parte de lossoberanos. El apriorismo de que se partainvalidaba cualquier ttulo que pudieranpresentar los denunciados, incluso laposesin inmemorial, con todo lo que ellosupona de ilegalidad de muchas regalasy derechos que disfrutaban. El nico ttulovlido era el de enfeudacin o de libertadrespecto al Real Patrimonio, entendidasta como eximente de aqulla. En elfondo de las acusaciones incoadas por losarrendadores lo que se encontraba enjuego no era slo un problema de titulari-dad sobre derechos y bienes sino tambiny, sobre todo, los propios lmites de laactuacin de la monarqua. Era en esteterreno donde una determinada interpreta-cin de los fueros, y con ellos del RealPatrimonio, en uno y otro sentido, era deci-sivo. Todo el programa y proyecto de refor-

    ma emprendido desde 1805 se sustentabaen una interpretacin desptica de los fue-ros en tanto que posibilidad de reforzar lasregalas del monarca. As la accin de losarrendadores quedaba legitimada. Laadministracin patrimonial, yendo ms allde la obra de Branchat, contravena losfundamentos mismos de un orden quehaba encontrado en la historia su principaly particular forma de legitimarse y de pre-sentarse. La Corona se pona contra la his-toria.

    De todo el amplio y complejo proce-so de reorganizacin y reforma impulsadopor Canga Argelles, el arriendo de lasbailas fue el que ms efectos acabteniendo sobre la sociedad valenciana. Loque result decisivo fue la capacidad deese nuevo sistema de violentar derechos yaadir inseguridad en un mundo convulso.La autora analiza, a travs de casos con-cretos, la realidad de una sociedad ex-traordinariamente compleja que se veralterada, incomodada y conmocionada porlas directrices emprendidas por la adminis-tracin patrimonial. Diversos fueron lossectores sociales afectados por la reforma,desde titulares del dominio directo a enfi-teutas, municipios, seores, menestrales,comerciantes. La autora analiza la actitudde particulares, cuerpos y entidades diver-sas ante las pretensiones de los arrenda-dores por recuperar determinados dere-chos y regalas del monarca.

    La reforma emprendida por CangaArgelles cosech, como muestra GarcaMonerris, xitos y fracasos. Entre los pri-meros figura la prontitud en la clarificacinde los derechos y bienes de las distintasbailas y en el arriendo de las mismas; elarreglo y discusin de los procedimientosde actuacin de la Junta Patrimonial; lacondonacin de deudas a morosos y el lla-mamiento a la enfeudacin voluntaria al

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    Real Patrimonio. En tan slo dos aos con-sigui todo aquello que se vena intentan-do desde la dcada de los 60 del sigloXVIII. Entre los segundos, la fuerte y tupi-da red clientelar tejida en torno a la admi-nistracin patrimonial y a su aparato buro-crtico y los potentes intereses de Godoyen torno a la Albufera y su conexin conotros nobles. En definitiva, la oposicin a lareforma no se produjo tanto desde los sec-tores ms afectados por la misma, comodesde la propia administracin patrimonial,instigada por quienes tenan intereses muydirectos en los bienes del rey, a los que elpropio patrimonialismo haba favorecidodesde una posicin de proximidad al podero incluso de pertenencia a los propios apa-ratos administrativos de la monarqua. Laresistencia se fragu desde dentro. Tresnombres la ejemplifican: el marqus deSantiago, los herederos de Mzquiz yManuel de Godoy. Seran, en definitiva, loslmites de la reforma. El fracaso de staimplica el de la posibilidad del absolutismoal que Canga Argelles haba servido.

    La autora ilustra cmo particularesy municipios utilizaron la institucin patri-monial, en la coyuntura revolucionaria de1808, como instrumento de lucha antise-orial. Se ocupa tambin de las medidasarbitradas por Fernando VII con respecto alos bienes del Real Patrimonio, entre otrasla de volver a activar las denuncias parali-zadas desde 1807. Medidas que, segnGarca Monerris, constituyen un claroejemplo de cmo parecidos problemas oprocesos, en contextos distintos, podancargarse de significados diferentes. Lo querompa con experiencias precedentes erael destino final de unas reformas que no sehacan ya en beneficio de la Real Corona ode la Nacin sino de un patrimonio priva-do. Nunca hasta ahora la erosin de losintereses de terceros se haca a favor deun provecho particular, el del rey. En ello

    caba ver la expresin ms consumada deun despotismo que haba roto, ahora s,todos los lmites de la contencin delpoder. El Real Patrimonio volva a consti-tuir un factor de inestabilidad poltica sobrela sociedad valenciana.

    Estamos ante un libro valioso porvarios motivos: la autora contribuye aesclarecer la situacin del Real Patrimoniovalenciano y los intentos de reforma delmismo desde mediados del siglo XVIII;desvela a un personaje que conocamoscomo hacendista pero no desde la facetaque nos lo presenta; muestra las diferen-cias existentes entre la estructura socioeconmica del reino de Valencia y de laCorona de Castilla; la resonancia en elseno de la Junta Patrimonial de los conflic-tos existentes en la monarqua entre quie-nes propugnan los procedimientos admi-nistrativos frente a los judiciales; lastensiones y contradicciones de una socie-dad, la valenciana, sobre la que opera elabsolutismo. La obra est escrita con rigorcientfico, apoyada en una extensa biblio-grafa y una excelente fuente documental,de la que la autora ha sabido sacar parti-do. Adems sta muestra una gran agude-za en la interpretacin de los documentosy un buen conocimiento de la realidadvalenciana, que nos ha desvelado en otrosestudios.

    No obstante, para quienes nos ocu-pamos de espacios distintos, como losterritorios de la Corona de Castilla, hubie-se resultado esclarecedor un primer cap-tulo en el que se detallase los derechos yregalas del Real Patrimonio valenciano,sus vicisitudes histricas y jurdicas, losfueros y sus distintas interpretaciones,quienes integraban la Junta Patrimonial ysus competencias. De estas cuestionesnos vamos enterando segn nos adentra-mos en la lectura del libro, pero al principio

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  • uno est un poco perdido. Asimismo, hu-biese sido conveniente que la autora inser-tara este caso perifrico, como indica en lapgina 23, en la situacin de la HaciendaReal a finales del Antiguo Rgimen y lasdisposiciones adoptadas para aumentarsus ingresos. La recuperacin de derechosy regalas del Real Patrimonio valencianose incluye en ese proceso ms amplio dereversin a la Corona de impuestos, ofi-cios, etc enajenados. La Reforma de lainstitucin patrimonial, como la autoraalude, entra en contradiccin con otrasmedidas impuestas por la propia monar-qua en el siglo XVIII, con finalidad recau-datoria, como la desamortizacin de 1798y, antes, la venta de baldos. Hay ciertassimilitudes entre sta y la reforma deCanga Argelles, aunque es ms radical laltima por su capacidad para tensionar almximo la sociedad sobre la que opera.

    Garca Monerris dice que tratadis-tas y autores de finales del siglo XVII yprincipios del siglo XVIII hacen una lectura

    de los fueros favorable al reforzamiento dela autoridad del monarca. Pero ignoramosa quines se refiere. No habra estado dems un apartado dedicado a analizar supensamiento en relacin a una cuestintan importante como los fueros, que sub-yace en la obra.

    La autora alude a la erosin dederechos y regalas reales como conse-cuencia de usurpaciones, ventas, donacio-nes, etc. Destaca dos periodos histricosen la prdida de buena parte del RealPatrimonio: la expulsin de los moriscos yla guerra de sucesin. Desde aqu animo aCarmen Garca u a otros historiadoresvalencianos a escribir esa otra historia deun monarca dador, como de la Coronade Castilla se est ocupando desde haceun tiempo Alberto Marcos. As tendramosuna posibilidad ms de comparar ambosmbitos.

    Felipa Snchez SalazarUniversidad Complutense de Madrid

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    JOS MANUEL MENUDO (ED.)Gonzalo de Luna. Un vallisoletano en los albores de la ciencia econmicaValladolid, Ayuntamiento de Valladolid, 2005, 486 pginas.

    La reedicin de textos econmicosde autores espaoles es una prctica rela-tivamente habitual y, en trminos genera-les, bien asentada en el mundo acadmi-co, al amparo del patrocinio financiero dedistintas instituciones de mbito estatal olocal y bajo la direccin de numerosos his-toriadores, normalmente econmicos o delpensamiento econmico. Y si las enormesvirtudes de esta saludable prctica acad-mica son indiscutibles cuando esas reedi-ciones tratan de revisitar a los autores ms

    destacados de la historia de nuestra cien-cia en Espaa, no son ciertamente meno-res cuando su objetivo es redescubrir aotros, en principio, de menor estatura en lasecuencia de esa historia, poco divulgadoso apenas conocidos, pero cuyas contribu-ciones son relativamente relevantes decara a conocer mejor los problemas eco-nmicos de un tiempo y la reflexin analti-ca y normativa que les acompa. ste essustancialmente el caso de Gonzalo deLuna (1784-18?), cuyos principales escri-

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    tos econmicos han sido recopilados yeditados en fechas recientes, introducidospor su correspondiente Estudio Preliminar,por el profesor de la Universidad Pablo deOlavide Jos Manuel Menudo.

    Poco sabamos hasta la fecha deeste abogado vallisoletano liberal, cuyasecuencia vital ms significativa desde elpunto de vista histrico tuvo lugar, al pare-cer, durante el perodo que transcurrientre las Cortes de Cdiz ciudad dondefue conocido con el significativo sobrenom-bre de ciudadano y el Trienio liberallos pasos de su trayectoria vital se pier-den en 1820. Durante esos aos, Luna,como otros tantos contemporneos libera-les, hubo de aprender a convivir, de mane-ra sucesiva, con la represin y el indulto,as como a ejercer la no siempre sencillatarea de alcanzar favores polticos eneste caso, su principal objetivo fue elMinistro Martn de Garay. Fue tambin enesos mismos aos, y sustancialmente conese expreso fin poltico, cuando elabor laobra econmica que se recoge en estevolumen. sta rene tres escritos, todosellos elaborados en 1819-1820. El msrelevante es, sin duda, un extenso trabajocuya localizacin no resultaba nada senci-lla en la actualidad y que esta reedicinayudar a volver a poner en circulacinacadmica: el Ensayo sobre la investiga-cin de la naturaleza y causas de la rique-za de las naciones relativamente a Espaao sea La Economa universal terica apli-cada a la nacin espaola Valladolid,Imprenta de Aparicio, 1819-1820, 2 vols..

    Los escritos de Luna pueden apre-ciarse como un prisma a travs del cualcalibrar el tipo de liberalismo econmicoque ferment en Espaa una vez culmina-das las Cortes de Cdiz. Se encuadran enun periodo para el cual, como Menudoinsiste en afirmar, no nos sirven los esque-

    mas analticos corrientes en la Historia delPensamiento Econmico. El Ensayo deLuna se inscribe en la secuencia que des-cribe la llegada a Espaa de la obra de A.Smith; sin embargo, lejos de lo que su ttu-lo pueda hacer suponer, no se trata de unatraduccin de sta, ni siquiera de un resu-men de la misma aplicado a la realidadespaola. Su libro pertenece a esa publi-cstica econmica, ya bien arraigada en lasegunda mitad del siglo XVIII espaol, queutilizaba, a veces casi como una meracoartada, el texto de un autor destacadopara tratar de elaborar una obra propia.

    El punto de partida de Luna eramuy claro, y en s destacable en la Espaade su tiempo: la conciencia acerca de laimportancia de la ciencia econmica parael desarrollo material de las sociedadesen suma, como ciencia primera de losEstados, y el escaso desarrollo tericoque haba alcanzado. En cambio, su pro-psito cientfico era tan ambicioso comoinaccesible: Luna aspiraba a elaborar untratado que sistematizara unos principioscientficos novedosos, un nuevo sistemade Economa Poltica diferente a los tresvigentes: el mercantil, la fisiocracia y elsmithiano. En la prctica lo que result desu esfuerzo inacabado en realidad, solopublic uno de los cuatro volmenes enlos que pretenda abarcar todas las ramasde la ciencia econmica fue un trabajoescasamente original en cuanto a sus fun-damentos analticos en el que las ideas deSmith se rebatan, ms que se aceptaban,siguiendo dos lneas argumentales princi-pales: por un lado, la Economa Polticasensualista desarrollada a travs del ejeCondillac-Say; y, por otro, la recienteEconoma Poltica de la Ilustracin espa-ola, que, en algunos casos, se ampliabahasta incorporar la vieja tradicin arbitristanada ms significativo, en este sentido,que el Ensayo se introdujera con los viejos

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  • argumentos sobre las causas de la deca-dencia econmica espaola extrados deSaavedra, Mariana y Ortiz, primer traduc-tor en Espaa de la obra de Smith.

    En realidad, como muestraMenudo, sobre aquella primera lnea Lunafundamentaba sus divergencias analticascon A. Smith. stas se extendan a trescuestiones centrales: las teoras del valor,monetaria y de la demanda efectiva, y msen particular a la primera. De acuerdo conla lnea de anlisis subjetivo del valor tancaracterstica del siglo XVIII Galiani,Turgot, Condillac, Say, etc, el econo-mista espaol consideraba que el funda-mento del valor era la utilidad, discrepan-cia elemental con la visin smithianasustentada en los costes de produccin yque daba fundamento a otras, tambinmuy vertebrales, desarrolladas bsicamen-te en el primer volumen de su obra, res-pecto a la concepcin de la riqueza, losprecios, el trabajo productivo e impro-ductivo y la divisin del trabajo. En suma,nos hallamos ante una obra de trnsitoque, como fue habitual en Espaa propo-na una relectura de la Economa Polticasmithiana desde principios tericos distin-tos y no provenientes tanto de los seguido-res britnicos de Smith en 1817 Ricardoya haba publicado sus Principles, abso-lutamente ignorados por Luna, cuanto,principalmente, de Say y Condillac, losautores que fundamentaron el arranque dela rama francesa de la Economa Clsica.

    Una cuestin que requiere un brevecomentario es la relativa al mtodo de laciencia econmica. Luna fue uno de losprimeros autores espaoles en interesarsepor ella, siguiendo, una vez ms, la estelade Say y alejndose de la tradicin hipot-tica-deductiva de la fisiocracia-Ricardo. Porun lado, trat de fundamentar una sistema-tizacin taxonmica de las diferente ramas

    de esa ciencia en este sentido, es muyilustrativa la traduccin de un breve ops-culo francs en el que se abordaban lasdiferencias entre la Economa Poltica, laEstadstica y la Aritmtica Poltica, que serecoge en esta edicin. Por otro, intentdefinir unos criterios claros que permitie-ran la separacin entre las ramas terica yaplicada de la ciencia econmica, criterioque trat de respetar en la elaboracin desus escritos.

    Luna consideraba que exista unconjunto de principios generales de laciencia econmica que era necesarioalumbrar y que deba servir de gua a lasaplicaciones concretas de la misma, yafueran la economa urbana la edicinrecoge un texto, indito hasta la fecha,sobre la Economa-polica de Valladolid,en el que las denuncias del despotismopoltico y la ineficacia administrativa convi-van con el intento de utilizar los principioseconmicos en el mbito de la polticapblica de la ciudad o ya la propia reali-dad econmica espaola. De hecho, lasegunda parte de su Ensayo versabasobre la aplicacin a sta de la economauniversal terica, con dos focos de aten-cin principales: la conveniencia de armo-nizar demanda efectiva y trabajo producti-vo algo especialmente necesario en lasobredimensionada administracin pblicaespaola y una poltica monetaria activaque frenara la antieconmica poltica dedesprenderse de numerario y resolvierala escasez de ste, de acuerdo con Luna,principal problema de la economa espa-ola. La defensa de esta poltica, objetocentral de esta segunda parte de la obra,daba origen a un estudio de cierto interssobre los efectos econmicos de la abun-dancia del numerario, en el que vuelve aponerse en evidencia el intenso entronquede las ideas de Luna con la tradicin eco-nmica espaola que le haba precedido.

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  • Hubiera sido til una mayor concrecin yprofundizacin en el Estudio Preliminarque encabeza esta edicin respecto a doscuestiones: por un lado, reequilibrandomejor el valor de las fuentes utilizadas porLuna y rescatando otras no exploradaspor ejemplo, el texto de Marien Arrspideposee un valor secundario respecto aotros mucho ms significativos, como los

    de Rey o Filangieri, a los que no se prestaatencin; por otro, tratando de situar elEnsayo de Luna en el secuencia que des-cribe la llegada de Smith a Espaa, cues-tin sobre la que ya disponemos de inter-pretaciones relativamente maduras.

    Jess AstigarragaUniversidad de Zaragoza

    Los estudios de historia agrariaeuropea se han realizado en Argentina demanera casi exclusiva sobre la regin cas-tellano-leonesa medieval. Ello se debi alinfluyente legado de Claudio SnchezAlbornoz, concentrado en diversos aspec-tos del perodo astur leons, desde elestudio comparativo de precios hasta eldominio territorial de la aristocracia. Entre1960 y 1980, sus discpulas Mara delCarmen Carl y Hilda Grassotti extendie-ron las investigaciones a la tarda EdadMedia castellana. Las incursiones en elperodo moderno fueron, por el contrario,excepcionales, y entre ellas se destaca latesis de Tulio Halpern Donghi sobre larebelin de los moriscos valencianos deprincipios del siglo XVI.

    Con estos antecedentes se apreciala doble innovacin que presupone el libroque se comenta para los estudios europeosen Argentina, tanto por concentrarse en elperodo moderno como por haber situadoel centro de su exposicin en Inglaterra yFrancia. No desprecia considerar situacio-nes hispnicas, sobre las que muestra unacabado conocimiento bibliogrfico, aun-que stas tienen un papel ms bien secun-

    dario en la exposicin. Pero no slo estelibro surge de una manera un tanto inespe-rada por modificar positivamente una lneade trabajo tradicional. Tambin representauna novedad por la especializacin delautor, cuya tesis de doctorado se refiere aldiscurso antisupersticioso en la Espaamoderna (Homo Catholicus. HomoSuperstitiosus. El discurso antisupersticiosoen la Espaa de los siglos XV a XVIII,Buenos Aires, 2002). No es, en consecuen-cia, una investigacin original: el libro, des-tinado a satisfacer necesidades docentes(Campagne es profesor de Historia Moder-na en la Universidad de Buenos Aires),aspira a brindar una visin general y equili-brada de las principales tendencias deldesarrollo agrario. Lo ha logrado.

    La base de las elaboraciones sonfuentes secundarias. La exhaustiva consul-ta bibliogrfica realizada le permiti selec-cionar investigaciones significativas sobreel tema, combinando referencias clsicascon otras actuales. No es inferior el mritode haber organizado la exposicin alrede-dor de un eje problemtico tradicional, lasdiferentes vas de desarrollo agrario enFrancia e Inglaterra. El fundamento que

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    FABIN ALEJANDRO CAMPAGNEFeudalismo tardo y revolucin. Campesinado y transformacionesagrarias en Francia e Inglaterra (siglos XVI-XVIII) Prometeo Libros, Buenos Aires, 2005, 262 pginas.

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    prepara este abordaje dinmico est en elanlisis estructural de los distintos atribu-tos: el seoro, las rentas y la comunidad,rastreados desde sus antecedentesmedievales, y percibiendo sus cambios enel tiempo y sus diferencias regionales.Cada una de esos atributos se analiza eninteraccin con otros, mtodo que le evitacaer en el economicismo. As por ejemplo,los cercamientos de los comunales enInglaterra, y sus distintos modos de reali-zarse, desde fines de la Edad Media hastael siglo XIX, estn enmarcados en el con-flicto social. Algo similar puede observarseen la metodologa que emplea para estu-diar la relacin entre propiedad campesi-na, fiscalidad y poder poltico en Francia.El anlisis de las tendencias de desarrolloen el longue dure se articula a su vez conun actualizado estudio de acontecimien-tos, que permite al autor abordar la herme-nutica del discurso revolucionario de lasesin del 4 y 5 de agosto de 1789 de laAsamblea Constituyente francesa.

    Esta organizacin erige al libro enbastante ms que un manual universitario;o en todo caso, permite revisar el criteriousual de un gnero que suele privilegiar elplano meramente descriptivo. Contribuye ala agilidad de la lectura la presentacin dealgunas tesis controvertidas, como la deRobert Brenner sobre el capitalismo agra-rio ingls, o la de Perry Anderson sobre losbeneficios que reciban los seores de ladistribucin de la renta campesina extradapor el fisco. No sorprende que esas inter-pretaciones, surgidas de una sociologahistrica cuyo punto de partida est en laconstruccin de modelos, al ser contrasta-das con situaciones concretas no siempresuperan la prueba emprica. El autor operacon habilidad en este terreno, eligiendocasos de distintas regiones que a su vezinserta en la descripcin del contextogeneral.

    Otro rasgo del mtodo est en quese renen en este libro dos enfoques tradi-cionalmente irreconciliables de los medie-valistas argentinos. Por un lado, SnchezAlbornoz y sus ms fieles discpulas selimitaron a un anlisis institucional y jurdi-co, y en algunos casos sus monografastenan un objetivo taxonmico legal exclu-yente. Este enfoque ha resurgido en losltimos aos en universidades argentinasgracias a un anlisis reconcentrado de tex-tos legales (en especial, sobre la BajaEdad Media y principios de la pocaModerna de Castilla). Por otro lado, losherederos de Jos Luis Romero se con-centraron en la historia social, introducidaen Argentina por el mismo Romero en losaos posteriores a 1945. Con esta segun-da orientacin se despreciaron los aspec-tos institucionales.

    Campagne supera esta dicotomacombinando las perspectivas. Su estudiose abre con la consideracin del dominiotil y del dominio directo desde unpunto de vista jurdico. Las disquisicionessobre el particular producen un ordena-miento conceptual que facilita la lectura deltema, aunque habra que objetar sobreesto un formalismo algo excesivo. Se reve-la ese formalismo cuando, en el transcursode la exposicin posterior, las situacioneshistricas obligan al autor a matizar. Ladistincin entre seoro territorial y seorobanal o jurisdiccional, sobre la cual insis-tieron los juristas, no siempre es ntida.Ese contacto con el plano de la historiaconcreta le permite al autor trascender eseprimer escaln de definiciones legalespara llegar a un anlisis ms rico y com-plejo, socio econmico y socio poltico, queno descuida descripciones muy vivaces,como la que consagra al sistema de open-fields o a la recogida de ramas en loscomunales.

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    En suma, estamos en presencia deuna contribucin significativa, y es desea-ble que anuncie un prximo perodo de for-macin de investigadores en un rea hastaahora no transitada por historiadoresargentinos. Pero el significado de este librosupera, en verdad, los lmites nacionales.Su importancia abarca todo el mbito de lalengua espaola, donde no slo faltan pro-

    ducciones originales ibero-americanas:tambin faltan traducciones de lo muchoque se produce en Francia o Inglaterra.Por ms de una razn, este libro contribu-ye a mitigar de manera muy digna unlamentable vaco.

    Carlos AstaritaUniversidades de Buenos Aires y La Plata

    El presente libro supone la segundaentrega de una serie de tres volmenesdedicados al desarrollo de la industria tex-til en Pradoluengo entre 1567 y 1939, ejede la tesis doctoral del autor defendida enla Universidad de Burgos en 2005. Situadaesta villa en el Norte de la sierra de laDemanda burgalesa y cercana a la comar-ca de Cameros, el principal inters de suestudio radica en demostrar la acusadaespecializacin en la produccin textilalcanzada ya en el Setecientos, mantenidadurante el siglo XIX y primer tercio del XXpara declinar tras alcanzar su mximoauge durante la guerra civil. Esta larga per-manencia resulta peculiar frente a grannmero de pujantes centros textiles surgi-dos en la Espaa interior durante elSetecientos, cuya decadencia demostrarser mucho ms rpida. Marcado por laconsolidacin de esta especializacin, elpresente libro comprende desde la sustitu-cin de los paos por las bayetas comoprincipal produccin textil de Pradoluengohacia 1720 hasta los primeros indiciosreveladores de cambios en la produccin ycomercializacin durante la segunda dca-da del siglo XIX que posibilitan en 1825-27la mecanizacin del cardado e hilado de la

    lana. La produccin de la villa adquiere ascaractersticas ms propiamente industria-les, cuya trayectoria durante la pocaContempornea es recogida en el tercervolumen.

    Como indicador del xito de estaorientacin productiva, un somero anlisisdemogrfico a travs de los registros debautismos confirma la expansin poblacio-nal de Pradoluengo durante el siglo XVIII,fruto tanto del crecimiento natural como dela inmigracin, en especial a fines de lacenturia. Sentados estos preliminares, elautor aborda a travs de los somerosdatos disponibles la organizacin del pro-ceso productivo en la villa a travs de susdistintas fases. Pese a la carencia deganadera trashumante en la localidad, laadquisicin de materia prima fue posiblegracias a la abundante lana churra existen-te en la comarca circundante, el valle delTirn. La produccin se desarrollaba a par-tir de gran cantidad de clulas familiaresque, dotadas de cierta autonoma graciasa cierta laxitud del control gremial y unfcil acceso a medios de produccin senci-llos, generaban un nmero limitado de pie-zas. Rasgo notorio frente a otras zonas

    JUAN JOS MARTN GARCAHistoria de la industria textil de Pradoluengo, II: La etapa preindustrial(1720-1820)Imprenta Monte Carmelo, Burgos, 2005, 263 pginas.

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    dedicadas a la fabricacin de tejidos, estaespecializacin no contemplaba la pluriac-tividad al descartar de forma general ladedicacin complementaria a la agriculturay ganadera. Segn los datos aportadospor el catastro confeccionado por ordendel marqus de la Ensenada, en 1752 laproduccin textil agrupaba bien como pro-ductores independientes o asalariados aun 89,90% de los vecinos de Pradoluengo,y constitua para un 73% de stos unaactividad econmica exclusiva.

    Este rgimen de exclusividad en laelaboracin de tejidos de la villa se corres-ponda con la escasa participacin enestas actividades de labradores quieneslas ejercan en combinacin con sus fae-nas agrcolas y un marcado protagonis-mo en la produccin textil de artesanos:cardadores y tejedores. Mejor situados losprimeros dentro de su modestia, al gozarde mayores ingresos y agrupar a familiasms reducidas, parte de los tejedoressufrirn durante la segunda mitad delSetecientos una prdida paulatina de losmedios de produccin que los forzar atrabajar como jornaleros a tiempo comple-to o parcial, proceso que se agudizar enel siglo XIX. Frente a stos, un sector decardadores ms algunos tejedores asumi-rn la comercializacin de las bayetas alactuar como tratantes. Principales benefi-ciados de la proletarizacin de parte delartesanado, su control del proceso de pro-duccin textil se afianz ya en el sigloXVIII al acceder a la propiedad de los tin-tes y batanes sitos en el trmino munici-pal, esenciales para efectuar los laboresde acabado del tejido.

    Gracias a los inventarios post-mortemconservados, el autor constata la escasezde capital, utillaje y materias primas queafectaba a las familias de artesanos a lahora de elaborar paos y bayetas. Pese a

    estas limitaciones, la elevada especializa-cin de la poblacin en estas actividadesinduce al autor a desestimar por inveros-miles las escasas cifras de produccin tex-til atribuidas a la villa en el catastro orde-nado para el marqus de la Ensenada. Deeste modo, con una mnima inversin enadquirir los medios de produccin, la com-petitividad de las bayetas de Pradoluengofrente a otros centros textiles de la Espaainterior radicaba en su baratura, apuntala-da segn el autor gracias al bajo coste dela lana y a prcticas intensivas en trabajoen el seno del ncleo familiar. Efectuadabien por arrieros o por los mismos artesa-nos, la comercializacin de la produccinlocal se realizaba de forma atomizada.Pese a esta fragmentacin, las bayetas dePradoluengo no slo se ofertaban en lacomarca circundante a travs de merca-dos o ferias como las celebradas enBelorado, sino en amplias zonas del Nortepeninsular (Pas Vasco, la Rioja, Norte deBurgos, Soria). En algunos casos, como laTierra de Campos, estas relacionescomerciales se vean potenciadas por laoportunidad abierta a los tratantes deadquirir grano en estas zonas para abaste-cer Pradoluengo ante su insuficiente pro-duccin agrcola.

    De acuerdo con las caractersticasesenciales relativas a la produccin local ysu comercializacin ya descritas, el autordesestima la consolidacin en Pradoluen-go de un modelo protoindustrial, asociadoa la difusin del Verlagssystem, en sentidoestricto durante el siglo XVIII. En primerlugar, ausentes en principio los comercian-tes forasteros del proceso productivo, ladedicacin al sector textil de Pradoluengotampoco vertebraba las actividades econ-micas de lugares del entorno. En segundotrmino, la mayora de los artesanos traba-jaban de forma autnoma al disponer toda-va a mediados del Setecientos de sus

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  • medios de produccin: slo a fines delsiglo XVIII y principios del XIX se imponela dependencia de los productores frenteal tratante, que prepara la emergencia delproceso fabril.

    En la ltima parte del libro el autoracumula diferentes indicios reveladores dela gran transformacin del proceso produc-tivo que supone la introduccin de lamecanizacin en los aos veinte del sigloXIX. Poco daada por la guerra deIndependencia, la produccin local se vefavorecida por la anulacin de la compe-tencia textil catalana durante el conflicto, ladecadencia de la paera camerana y lamayor demanda nacional de prendaspesadas entre 1808 y 1830. Beneficiadospor la proletarizacin ms acusada delartesanado y erigidos en los principalesfabricantes locales, los tratantes supieronafrontar con xito el ascenso del precio dela lana en este perodo: no slo remodela-ron la produccin mediante la introduccinde paos finos, sino que expandieron conrapidez sus transacciones al crear unacompaa de comercio y generar una redde relaciones que alcanzaba las principa-les ciudades espaolas, incluida Madrid.

    Resulta estimulante la atencinprestada por el autor a un ncleo poblacio-nal modesto para ilustrar la diversidad dela sociedad y economa preindustrial, con-templada por los historiadores con fre-cuencia con criterios en exceso uniformes.As, la andadura de la produccin textil dePradoluengo en las Edades Moderna yContempornea viene definida no slo poruna especializacin de la poblacin sor-prendente para la poca, sino por su ele-vada permanencia en el tiempo, al combi-narse acertadas estrategias de adaptacinal mercado y utilizacin de los recursosdisponibles, en principio modestos. La con-cepcin de la industria rural como activi-

    dad complementaria y supeditada a lasactividades agrcolas, tan defendida confrecuencia por los historiadores y econo-mistas para el Antiguo Rgimen, se verebatida en este estudio de forma rotunda.

    Ahora bien, este mismo amor por lapatria chica, que anima al autor a profundi-zar en la Historia local, ha generado las-tres en la organizacin del contenido dellibro. Concebido como parte de una trilogadedicada a explicar la evolucin de la pro-duccin textil en una localidad durante unperodo muy extenso, el enfoque secuen-cial y excesivo tono descriptivo adoptadohan restado a Martn Garca capacidad desntesis en su exposicin. De igual modo,le han impedido resaltar algunas de susaportaciones ms valiosas mediante laaportacin inicial de un contexto generalsobre la difusin de la produccin textil enla Espaa del Setecientos y sus distintasformas de organizacin, as como unashiptesis de partida sobre las razones dela particular evolucin de la villa dentro deeste proceso. En esta lnea, tanto la incur-sin en debates historiogrficos realizadapor Martn Garca como ciertas compara-ciones de la produccin local con otraszonas paeras de Espaa no ocupan enlos distintos captulos una posicin desta-cada que ayude a asentar las conclusio-nes ms relevantes.

    Este problema de concepcin ganarelevancia al detectarse, sobre todo para laprimera mitad del siglo XVIII, cierta esca-sez de apoyos documentales de granimportancia al efectuar estudios localesque resta precisin a las afirmaciones delautor. No se han conservado Actas munici-pales que permitan definir con cierta exac-titud la sociedad, economa y poltica localdurante el Setecientos. No se dispone tam-poco de documentacin gremial que ilustresobre la organizacin del trabajo en

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    Pradoluengo. Los protocolos notariales enque se basa el autor para definir la condi-cin social y econmica de los artesanos atravs de los inventarios post-mortemresultan ser una muestra escasa. En estatesitura, los datos proporcionados por elcatastro de Ensenada se erigen en refe-rencia fundamental. Sin embargo, las mis-mas crticas del autor a las cifras de pro-duccin aportadas por esta fuente o porlas Memorias polticas y econmicas deLarruga revelan la necesidad de testimo-nios ms slidos para explicar con mayordetalle los procesos de produccin ycomercializacin que posibilitaron la per-sistencia de las bayetas de Pradoluengoen el mercado regional y nacional.

    Consciente de estas dificultades,Martn Garca ha tratado de explotar almximo las fuentes disponibles; pero esteproceder se ha saldado con un exceso dedetalle al describir las unidades familiareso grupos de fabricantes frente a los esca-sos datos aportados en especial para laprimera mitad de la centuria al tratar laadquisicin de materias primas, la organi-zacin del trabajo y la comercializacin delas bayetas. Ante estos obstculos, elautor ha realizado un palpable esfuerzopara llenar estas lagunas mediante losdatos a su alcance sobre la evolucin pos-terior de la industria textil de Pradoluengoo el desarrollo de otros ncleos textilescercanos durante el siglo XVIII. Si bien lascomparaciones con estos centros revelanun claro dominio de la Bibliografa sobre eldesarrollo de la industria rural durante elAntiguo Rgimen y aportan informacin decierto inters, no logran ocluir un marcadotono especulativo que preside todo eltexto. As, la especializacin productiva dela villa se emplea de forma recurrente paraexplicar variables como las demogrfi-cas, que pueden responder tambin aotras razones. De igual modo, la incidencia

    de ciertos factores en el desarrollo textil dePradoluengo como la laxitud gremial o elrechazo de la nocin de privilegio social enla villa supuesta por el autor no se hallalo suficientemente probada.

    Amn de gran dedicacin y cons-tancia, el tratamiento de la Historia localencierra especiales dificultades para elinvestigador no slo a la hora de compren-der una realidad ajena, sino de demostrarla relevancia de un caso particular. Unamejor insercin de este estudio en el de-sarrollo textil de la Espaa del Setecientos,y una mayor capacidad de sntesis y orga-nizacin del contenido por parte del autor,habran reforzado y cohesionado mejor laslneas esenciales de su argumentacin. Laexposicin se resiente de la carencia defuentes que con frecuencia aqueja a ladura tarea del anlisis histrico. Ahorabien, estas observaciones no puedenocluir el hecho de que Martn Garca harealizado un loable esfuerzo por indagaren procesos econmicos complejos yextraer el mximo partido a las fuentesdisponibles para aportar ideas novedosasde inters relativas a la incardinacin de laindustria rural en la economa del AntiguoRgimen. Dado que el autor ha demostra-do sincero inters por adentrarse en el exi-gente mundo de la Historia local, slo meresta animarle a proseguir sus estudiospara obtener nuevos logros en su investi-gacin histrica.

    Jos Antonio Mateos RoyoUniversidad de Zaragoza

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  • Aun sin contar con un estudiobibliomtrico en la Historia Agraria espa-ola que contemple la produccin historio-grfica de los ltimos treinta aos, resultaevidente que no todos los mbitos que esposible diferenciar dentro del mismo hanrecibido la misma atencin por parte de losinvestigadores. Las cuestiones relativas alas transformaciones acaecidas en laestructura de la propiedad, a sus implica-ciones sociales o a la evolucin de los indi-cadores de produccin, rendimientos yproductividad, han recibido una atencinpreferente, como consecuencia del auge einstitucionalizacin de la Historia Econ-mica como disciplina acadmica, en cuyoseno se ha configurado de forma preferen-te la Historia Agraria como una rama espe-cfica.

    Las cuestiones relacionadas con lainnovacin tcnica en la agricultura y conla configuracin de un entramado institu-cional y cientfico orientado a favorecerla,tanto a travs de centros especializadosde enseanza e investigacin agrariascomo de la prctica extensionista, han sidoalgunas de las parcelas que ms tarda-mente se han incorporado al mbito de ladisciplina. Con algunas tempranas excep-ciones, ser a principios de los noventacuando salgan a la luz los primeros estu-dios de alcance sobre este nuevo mbitohistoriogrfico, fruto del desarrollo que elpropio campo de la Historia agraria habaalcanzado en ese momento.

    Dentro de este mbito se puedediferenciar un campo integrado a su vezpor tres parcelas disciplinares: por un lado,la agronoma, como conjunto de saberesen torno al funcionamiento y manejo de las

    plantas en el contexto de los ecosistemas;por otro, la enseanza y la extensin agra-rias, como conjunto de estrategias encami-nadas a formar a diferentes niveles a lapoblacin relacionada con la actividadagraria con el fin de mejorar los resultadosde las explotaciones agrcolas; finalmente,los propios agrnomos, sean farmacuti-cos, qumicos, naturalistas, peritos o inge-nieros, es decir, los expertos que con susinvestigaciones, enseanzas o ensayoshacen avanzar los conocimientos agron-micos y, por ende, la innovacin agraria.Esta diversidad de objetivos historiogrfi-cos da lugar a que confluyan en este mbi-to, junto con la Historia Agraria, disciplinascomo la Historia de la Ciencia y de laTcnica o de la Educacin, y la Sociologaagraria. Buena parte de las aportacionesal respecto durante la ltima dcada sehan producido desde alguno de los ncle-os universitarios que vienen desarrollandolneas de investigacin en el mbito de laHistoria de la Ciencia en nuestro pas. Tales el caso del Instituto de Historia de laCiencia y Documentacin Lpez Piero,de la Universidad de Valencia y de laCtedra de Geografa Humana de laUniversidad de Barcelona, desde la que elprofesor Horacio Capel y sus colaborado-res vienen desarrollando desde hace vein-te aos su tarea investigadora.

    Sin embargo, como apuntbamosen una resea anterior (Historia Agraria,36: 383-427), el mbito historiogrfico rela-cionado con la divulgacin agronmica,con la enseanza agrcola y con los agr-nomos como corporacin profesional dife-renciada segua limitado entre nosotroshasta hace poco a estudios parciales,cuando no a las obras propiciadas por la

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    JORDI CARTA I PINNAgronoma e Ingenieros agrnomos en la Espaa del siglo XIXBarcelona, Ediciones del Serbal, 2005, 330 pginas + un CD-Rom.

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  • celebracin del primer centenario de lapuesta en marcha de la Escuela Centralde Agricultura, en 1955, o por el de la pri-mera promocin de los ingenieros salidosde la misma, en 1961. Faltaban obrasactualizadas que permitieran una visin deconjunto en el largo plazo, como habahecho Charmasson (1992) y sus colabora-doras para Francia. A alumbrar estecampo con nuevos datos y una metodolo-ga bien depurada viene a contribuir ellibro que reseamos, inserto en la lnea deinvestigacin impulsada por el profesorHoracio Capel a que nos referamos antes.

    Tras un primer captulo dedicado alos antecedentes de la agronoma en laetapa ilustrada (pp. 15-47), el autor abordaen el segundo la enseanza agrcola en laescuela primaria y secundaria (1836-1904). Aunque sea habitual remontarse ala Ilustracin y a las actividades del RealJardn Botnico de Madrid como las matri-ces del lento desarrollo de la agronoma yde la enseanza agrcola en nuestro pas,no es hasta el periodo 1836-1841, esdecir, hasta que se afianzan las posibilida-des de consolidacin del rgimen liberal,cuando es posible hablar de arranque dela enseanza profesional de la agricultura,y de inicio del proceso de construccin deun tejido institucional orientado a mejorarla cualificacin tcnica de quienes estabanen contacto directo con la labranza. Comoseala Carta, la preocupacin que mos-traron personajes como LaureanoFiguerola para que las escuelas primariascontasen con campos anejos de cultivo(1841); la incorporacin de los conocimien-tos agronmicos al curriculum de los estu-dios de las Escuelas Normales que defen-di Joaqun Avendao (1844); o losreiterados intentos por insertar alguna for-macin de tipo agronmico en los estudiosde segunda enseanza, fueron pequeospasos orientados en la direccin que el

    modelo francs sealaba como una de lasvas posibles para la difusin de los cono-cimientos agronmicos. A ellos habra queaadir, aunque slo sea por el valor simb-lico que pudo tener en su momento, lapuesta en circulacin a partir de 1849, yhasta 1882, de la Cartilla de AlejandroOlivn, por ms que sigamos sin saber sisirvi para algo ms que para el aprendi-zaje memorstico de determinados conoci-mientos en el mbito escolar.

    En lo que respecta a la introduccinde la formacin agrcola en la segundaenseanza o bachillerato, la mayor partedel captulo 2 (pp. 53-70) est dedicada atrazar una apretada perspectiva de lamisma, ya sea bajo la modalidad de losestudios de aplicacin (1858-1875), o dela inclusin de una asignatura especficaen los estudios de bachillerato (1876-1904). Sin embargo, quiz por la necesi-dad de comprimir los contenidos en unespacio determinado por las exigenciaseditoriales, los artculos en los que el autorhaba venido avanzando los resultados desu investigacin resultan ms claros desdeel punto de vista expositivo que este apar-tado del libro (Carta, 1994 y 1996).Adems, posiblemente por la fecha de cie-rre de la edicin, no ha podido tener encuenta nuestras aportaciones sobre losestudios de aplicacin en la dcada de1860, que podan haberle servido de con-traste. Por tanto, seguimos sin contar conestudios que nos permitan saber la inci-dencia real de los estudios de agriculturaen la segunda enseanza para toda lalarga etapa entre 1866 y 1904, ms all dela nmina de centros en la que se impartiy de los profesores que la tuvieron a sucuidado.

    Sin embargo, aunque las condicio-nes en nuestro pas fuesen poco favora-bles, no cabe duda de que las escuelas

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    regionales como las de Roville o Grignon,sin duda las instituciones ms interesantesdesde el punto de vista de la enseanzaterico-prctica de la agricultura enFrancia a mediados del siglo XIX, fueron elmodelo a seguir en lo que a la enseanzaprofesional de la agricultura se refiere.Durante la dcada de 1840 fueron toman-do forma los primeros proyectos de esetipo de establecimientos, instituciones alas que est dedicado el captulo 3 de laobra de Carta, y a las que nosotroshabamos dedicado ya atencin preferente(Luque, 2004). El citado captulo, en lamedida que parte de las memorias quemuchos de dichos centros elaboraronantes de su creacin o durante su funcio-namiento, permite a su autor aportar datosconcretos sobre muchas de dichasEscuelas, y llevar cabo un anlisis pormbitos (financiacin, organizacin, alum-nado, programas, etc.). Se confirma quefue la Escuela de Fortianell, en Figueres(Girona), la que probablemente alcanz ungrado de continuidad y desarrollo msrelevante entre 1854 y 1875, comodemuestra incluso la solidez del edificioque la alberg (p. 85). Si bien esa parte dellibro permite mejorar nuestra visin deconjunto sobre dichos establecimientosms all de los breves datos con que con-tbamos hasta hora, siguen siendo nece-sarios estudios monogrficos sobre dichasEscuelas, pues slo as ser posible poderinterpretar en su justa medida los resulta-dos que alcanzaron y las razones que lle-varon al fracaso de la mayora de estosproyectos.

    Aunque el captulo dedicado adicha cuestin es eminentemente descrip-tivo, su contenido ratifica la visin queofrecimos en su da de que fueron escasoslos resultados obtenidos en lo que a laformacin de personal cualificado en esta-blecimientos agrcolas especializados se

    refiere en los 20 aos entre el R. D. denoviembre de 1849 y la Revolucin de1868. La raz del problema fue la falta decompromiso presupuestario por parte delMinisterio de Fomento, que aunque optformalmente por el modelo que la expe-riencia francesa haba demostrado viable yeficaz despus de dos dcadas de funcio-namiento, a la hora de concretar la respon-sabilidad presupuestaria no comprometide forma clara a la Administracin centralen el sostn de dichas instituciones. Comoseala Carta en lo que es una aporta-cin que mejora nuestros conocimientos alrespecto, no se escuch la opinin devoces muy autorizadas, como las del comi-sario regio de agricultura y luego ministrode Fomento, Mariano Miguel Reinoso, queya advirti de que en Espaa no haba nicapitales ni asociaciones agrcolas lo sufi-cientemente fuertes como para asumir loscostes que el decreto de 1849 asignaba alos promotores de este tipo de Escuelasde Agricultura. Sin embargo, no es ciertoque no hubiese respuesta al citado decre-to, como parece deducirse de lo expuestopor Carta en otra parte del captulo. Ahestn los proyectos que el polifacticoAugusto de Burgos present para levantaruna Escuela terico-prctica en el trminode Velilla, en el partido de Alcal deHenares, por ms que las limitaciones deque adolecan los mismos con respecto alproyecto gubernamental le impidieranobtener la aprobacin oficial.

    Todas las iniciativas que se toma-ron desde 1833 para impulsar los conoci-mientos agronmicos en Espaa, ya setratara de las Ctedras de agricultura o delas Escuelas prcticas, topaban con unproblema comn: la dificultad para contarcon el profesorado adecuado y la escasapreparacin cientfica de la mayor partedel mismo. Por ello, tras varios lustros depublicstica y de tentativas frustradas, en

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  • 1856 inici su funcionamiento la primerainstitucin superior que atendiera a la for-macin de ingenieros agrnomos, como yaocurra con los cuerpos facultativos deminas, montes y obras pblicas. Parecepreciso sealar la contradiccin aparenteque supone que la actividad productivaque tena ms relevancia econmica ysocial fuese la ltima en dotarse de unaformacin facultativa superior, mxime sise tiene en cuenta que desde principios dela dcada de 1840 las teoras de Liebighaban puesto de manifiesto que la agri-cultura precisaba de algo ms que de lacostumbre acrisolada para avanzar hacianuevas cotas de eficacia. La creencia deque no era precisa una formacin superioren este mbito debi estar en la base delas reticencias y dilaciones que experimen-t la puesta en marcha del primer centrosuperior agronmico de nuestro pas. Aanalizar la creacin, funcionamiento y evo-lucin de la enseanza agronmica supe-rior entre 1855 y 1900 estn dedicados loscaptulos 4 al 6 de la obra de Carta(pp. 99-177), una de las aportaciones fun-damentales del libro si tenemos en cuentaque los fondos de la propia Escuela seperdieron durante la Guerra Civil, por loque el autor ha tenido que recurrir a otrasfuentes para poder reconstruir su trayecto-ria en el periodo de su investigacin.

    Aparte de nuevos datos de detallesobre las circunstancias que rodearon lacreacin de la Escuela Central deAgricultura de La Flamenca, y sobre la pri-mera y difcil etapa de funcionamiento dela misma entre 1856 y 1868, la aportacinfundamental es el detallado anlisis deCarta sobre la Escuela Superior deIngenieros Agrnomos, una de las denomi-naciones que adopt, desde su creacinen 1855 hasta la creacin del Ministerio deAgricultura en 1900. Ese recorrido estbasado en un manejo exhaustivo tanto de

    las fuentes de origen normativo y adminis-trativo como de los artculos que fueronapareciendo en la Gaceta Agrcola delMinisterio de Fomento (GAMF), dondepronto comenzaron a tener una presencianotable los ingenieros agrnomos de lasprimeras promociones. Al margen de losdatos sobre instalaciones, produccinagraria o dotaciones presupuestarias conque se fue dotando la Escuela, es espe-cialmente relevante el captulo 5, en elque se analizan con todo detalle los pla-nes de estudio, asignaturas y titulares delas mismas que se fueron sucediendo enese primer medio siglo de vida de la insti-tucin, captulo que ser de gran utilidadpara todos aquellos que se interesan porla configuracin e institucionalizacin delas Enseanzas tcnicas en nuestro pas.

    Es preciso destacar los reiteradoscambios normativos que se sucedieron apartir de la Ley de 1876 en cuanto a lasenseanzas a impartir en la Escuela. Siatendiendo a las estrecheces presupues-tarias del Estado y a la voluntad centraliza-dora de la clase poltica que lo controlabaan se entiende que las enseanzas deperitaje permaneciesen en La Floridahasta entrado el siglo XX, ms difcil resul-ta admitir que las enseanzas profesiona-les de carcter elemental tambin tuviesencabida en la Escuela Central. La nicaexplicacin es que de esa forma se siguicontando con una mano de obra gratuitapara llevar a cabo las labores que se de-sarrollaban en la misma. Muy pronto losestudios de ingeniero agrnomo se convir-tieron, al igual que ocurra con las ingenie-ras ms consolidadas o con Arquitectura,en una titulacin con una importante cargaacadmica, difcil y larga, pues aunque enprincipio los planes de estudio estabandiseados para ser cubiertos en cinco oseis aos, en la prctica era muy difcilcubrir el itinerario acadmico en ese tiem-

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    po. En las condiciones educativas de lapoca, se convirtieron en unos estudioselitistas, slo al alcance de aquellos jve-nes de las clases sociales ms acomoda-das cuyas familias podan costearle noslo la estancia en Madrid, sino su pasopor los centros que impartan los cursospreparatorios para acceder a la carrera.Esas circunstancias, unidas a las escasasperspectivas profesionales que en un prin-cipio tuvo la ingeniera agronmica, expli-caran el escaso nmero de titulados quesalieron de la escuela durante el periodo1861-1900 (Carta, 2005: 133-135 y150).

    Resuelta por tanto la cuestin de laformacin de un personal con la cualifica-cin adecuada, la institucionalizacin defi-nitiva de la enseanza profesional agrcolay de la extensin agraria, vendra, entre1876 y 1920, de la mano de granjasescuela, granjas modelo, estaciones expe-rimentales y campos de demostracin. Lapoltica seguida por la Administracinagraria espaola en lo que respecta a lacreacin de un entramado institucional quepermitiese llevar la enseanza profesionalagraria al mbito comarcal y local habaestado caracterizada, desde la entrada envigor del Decreto de 1849, por el traspasoa las diputaciones provinciales o a las cor-poraciones locales del esfuerzo presu-puestario que dicha actuacin requera, ya cuyos pobres resultados nos hemosreferido ya ms arriba. Esta actitud cambicuando la crisis agraria finisecular comen-z a dejar sentir sus efectos en la econo-ma agraria del pas, lo que unido a la exis-tencia ya de un nmero suficiente deingenieros y peritos agrnomos egresadosdesde la Escuela Central condujo a plan-tear la intervencin en el mundo rural paracombatir los efectos de aqulla. Aunquedesde 1879 se hubiesen puesto las basespara la creacin del Servicio Agronmico o

    ya hubiera algunas localidades que conta-ban con granjas escuela o con campos deexperimentacin, fue en 1881, medianteuna nueva reforma de la ley de 1876,cuando la Administracin se plantepotenciar la formacin profesional agrcolaen el mbito comarcal, sin duda la escalaterritorial adecuada para que la mismapudiera irradiar a las prcticas agrcolas desu entorno. A recorrer este ltimo trayectode la enseanza profesional agrcola y dela experimentacin y la divulgacin agro-nmica durante el siglo XIX y principios delXX en nuestro pas dedica Carta loscaptulos 7 y 8 (pgs.179-261), empleandosus propias investigaciones y la bibliogra-fa existente, ms abundante que para elperiodo anterior.

    Como su nombre pone de manifies-to, los establecimientos que el Gobiernoestaba dispuesto a ayudar a financiardeberan cubrir dos objetivos: experimen-tar con nuevos cultivos, tcnicas de labran-za o razas de ganado, y procurar servir demodelo a las explotaciones agrarias de suentorno, es decir, servir de canales dedifusin agronmica a la vez que se cons-tituan en el primer eslabn de la forma-cin profesional agraria. Asimismo,siguiendo el viejo modelo de las Escuelasregionales proyectadas en 1849, el Estadoasuma los sueldos del personal facultati-vo, pero atribua a las diputaciones laadquisicin de fincas, edificios y enseres,as como su mantenimiento. Sin embargo,por razones semejantes a las que provoca-ron el fracaso del decreto de 1849, slo lasinstituciones de Zaragoza y Valencia fue-ron capaces en esta nueva coyuntura, ycon muchos esfuerzos, de echar a andarlos respectivos establecimientos, mientrasque los proyectos para Valladolid, Granaday Sevilla volvieron a empatanarse en lostrmites administrativos que exiga supuesta en marcha. Ello provocara, como

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  • recuerda Carta, una nueva vuelta detuerca por parte del Ejecutivo en 1887,que cre las Granjas Escuela Experimen-tales, nueva denominacin para lasGranjas modelo de 1881, a la vez quecambi lo que constitua el nudo gordianode la cuestin: la financiacin integral delgasto corriente de funcionamiento dedichos establecimientos por parte delEstado, reservando nicamente a losayuntamientos o diputaciones la adquisi-cin de la finca donde instalarlos. Casicuarenta aos despus del primer intentode 1849, el Estado asumi su implicacindirecta en la investigacin y la divulgacinagronmica como nica va para garanti-zar su continuidad en el medio y largoplazo. A las granjas de Zaragoza yValencia se aadiran progresivamente lasde Barcelona, La Corua, Jerez y Cce-res, hasta alcanzar en 1920 17 estableci-mientos, slo alguno de los cuales hamerecido estudios monogrficos (Carta,2005: 184).

    Sabemos del relevante papel juga-do por algunos de dichos centros en rela-cin con su entorno agrario. La granja deZaragoza destac en la aclimatacin ydesarrollo del cultivo de la remolacha enAragn y en el impulso de la industria azu-carera; la de Barcelona prest ayuda a lospropietarios en relacin con la filoxera; lade La Corua se centr en las mejorasrelacionadas con el complejo ganadero:razas, produccin de forraje para la ali-mentacin del ganado y de la produccinlechera; o los ensayos de aclimatacin delalgodn impulsados por el ingenieroEduardo Noriega en Jerez. Sin embargo,no siempre estos centros entroncaron conlas preocupaciones dominantes en suentorno agrcola, como ocurri en el casode la granja de Valencia, que hasta muyentrado el siglo XX no centr sus ensayosen el arroz y los ctricos, sin duda dos de

    los pilares fundamentales de la economadel regado valenciano.

    A la tarea investigadora y difusio-nista anterior habra que aadir la docenteque muchos de estos centros realizaban,lo que permiti por primera vez dar res-puesta a la vieja preocupacin de loshacendados como Narcs Fges de Romo Agustn Alvarez de Sotomayor por for-mar capataces agrcolas, es decir, por lle-var la formacin elemental a quieneshabran de estar al frente de la labranza enlas grandes explotaciones. Otra cosa fueque el largo tiempo de formacin asignadoa los mismos de tres aos de duracinno fuera el ms adecuado a las circunstan-cias familiares y sociales de quienespotencialmente habran de ser sus desti-natarios. Diputaciones e ingenieros provin-ciales siguieron insistiendo en la conve-niencia de formar en las Escuelasregionales peritos agrcolas, de formasemejante a como ocurriera en la dcadade 1860, y que quienes defendan los prin-cipios centralizadores por motivos diversoshicieron lo posible por impedir. Slo a fina-les de 1888 se autorizaron los estudios deperitaje agrcola en las Granjas deZaragoza y Valencia, ampliados en 1890 aBarcelona y Jerez, si bien en 1893 volvie-ron a ser reservados en exclusiva a laescuela Central de Madrid, lo que llevaraa las diputaciones de Barcelona,Zaragoza, y Cdiz a mantener a su nicaexpensa los estudios de peritaje bajo lamodalidad de Escuelas provinciales deAgricultura (Carta, 2005: 220-224).

    Mirando, pues, en perspectiva his-trica, un dato parece incuestionable: des-pus de casi medio siglo de correr ros detinta y de mltiples iniciativas administrati-vas acerca de cmo habra de ser o dejarde ser la investigacin agraria, la ensean-za profesional agrcola y la divulgacin

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    agronmica en su primer escaln, al albo-rear el siglo XX haba seis centros dondecon mayor o menor xito y ms o menosrecursos se llevaba a cabo una actividadcontinuada en esa triple direccin, regen-tados por ingenieros y peritos agrcolascapacitados para su tarea y con un apoyoadecuado por parte del Estado. A los mis-mos fueron aadindose otros durante lasprimeras dcadas del siglo XX, de formaque en 1920 eran diecisiete las granjasexperimentales distribuidas por las 13regiones agrcolas en que haba sido orga-nizado el territorio espaol (Carta, 2005:218).

    A stos habra que aadir lasEstaciones agronmicas y experimentalesy los campos de demostracin. Si en loscasos de granjas escuela y granjas mode-lo haba sido el modelo francs el de refe-rencia, tras el influjo de las teoras deLiebig sobre los principios que explicabanla alimentacin de las plantas y la recupe-racin de la fertilidad de los suelos, seranlos modelos germanos y de los PasesBajos los que alcanzaran mayor influen-cia, dentro del movimiento general de cre-acin de instituciones de investigacin yexperimentacin agronmica que se vivia escala europea (cuadros 8.1 y 8.2, pp.232 y 233). El objetivo fundamental de lasEstaciones agronmicas era promoverinvestigaciones que permitiesen optimizarla produccin agroganadera, de forma quesirvieran de referencia a los propietarios ylabradores de su entorno en lo que res-pecta a la aclimatacin de cultivos, lalucha contra las plagas, el anlisis de tie-rras y abonos y todo lo que pudiera contri-buir, en definitiva, a difundir la innovacin yla mejora de las prcticas agrcolas yganaderas desde la experimentacin prc-tica y en la perspectiva de acercar los prin-cipios cientficos que sostena la agrono-ma a las prcticas tradicionales. Ello

    implicaba descentralizar an ms a escalacomarcal los establecimientos y especiali-zarlos en los cultivos o ganados propios desu entorno, pues no se trataba ya de for-mar capataces, sino de que los propioslabradores conocieran de primera manolas experiencias que los tcnicos desarro-llaban en estos centros de investigacin ydemostracin (Carta, 2005: 236).

    Aunque sern necesarios todavamuchos esfuerzos investigadores paraacercarnos a la dinmica y a la incidenciade estos centros especializados, entre losque destacaron por razones obvias losdedicados a la lucha contra la filoxera y alas cuestiones ampelogrficas y enotcni-cas, el mapa general y su cronologa apro-ximada ya estn trazados (cuadro 8.5, pp.252-259). El dato que nos parece precisoretener es que a la altura de 1920 eran ya76 las instituciones agronmicas de dife-rente tipo que funcionaban en Espaa, esdecir, ms de una por provincia, lo quepuede considerarse muy representativodel cambio de tendencia que a partir de ladcada de 1880 se haba producido en loque a la implicacin del Estado en los pro-blemas relacionados con la innovacin enel mundo rural se refiere, y que sera nece-sario poder comparar con otros pases denuestro entorno para poder tener unaperspectiva en relacin con la discusinhistoriogrfica sobre el papel del Estadoen los procesos de modernizacin delmundo rural .

    La segunda parte del libro estdedicada a los ingenieros agrnomos ensu doble faceta de corporacin profesionaly de cuerpo facultativo del Estado.Nombres como los de Antonio Sandalio deArias Costa, lvarez Guerra, los Boutelou,Agustn Pascual, Pascual Asensio, Mor-quecho y Palma, Hidalgo Tablada, Alejan-dro Olivn, Eduardo Abela, Gumersindo de

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    la Rosa o los hermanos Guerrero, resultanfamiliares a quienes se han interesado porcuestiones agrarias en la Espaa de lossiglos XIX y XX. Sin embargo, pareca noajustarse al desarrollo que la HistoriaAgraria haba alcanzado entre nosotros enlas ltimas tres dcadas el hecho de que afinales del siglo XX an tuvisemos que irensamblando las notas de Braulio AntnRamrez (1865) con las publicaciones delCentenario Agronmico (1955) o con lamuy citada Cien promociones... (1961)para poder construir perfiles biogrficos delos agrnomos que a lo largo de 200 aoshaban marcado el progreso de una disci-plina que desde el punto de vista cientfi-co-acadmico y profesional haba tenidouna suerte muy diferente a la de otras cor-poraciones profesionales, como los inge-nieros militares, de minas, de montes o decanales y puertos. Aqu radica la aporta-cin de ms vuelo del libro de JordiCarta.

    Digamos de entrada que el estudiosobre los agrnomos, ceido bsicamenteal siglo XIX, hubiera constituido un gruesovolumen independiente de no haberseempleado las tcnicas digitales para alma-cenar en un CD-R la informacin corres-pondiente a los 1468 nombres que el autorha ido recopilando pacientemente durantems de una dcada de investigacin.Emulando la sin duda ardua y sistemticatarea que Braulio Antn Ramrez llev acabo a mediados del siglo XIX, JordiCarta ha construido un diccionario bio-grfico de gran aliento a partir de un ras-treo sistemtico de fuentes administrativascomo los escalafones, de las revistas yfondos hemerogrficos de la poca, de losfondos conservados en las bibliotecaspblicas y de los repertorios biogrficoseditados desde el siglo XIX. De algunos deesos agrnomos poco ms puede aportarel autor que el propio nombre y una refe-

    rencia a una memoria sobre tal o cualasunto que ha dejado su rastro documen-tal en una biblioteca o en un repertoriobibliogrfico o de autores. Sin embargo,para otros, como ocurre por ejemplo en elcaso de Alejandro Olivn, no slo conta-mos con una biografa bsica de quien fueuno de los nombres ms populares de ladivulgacin agronmica de la segundamitad del siglo XIX, sino con una recopila-cin bibliogrfica, tanto primaria comosecundaria, de su produccin. A travs deella podemos comprobar el xito que elManual de Agricultura obtuvo durante msde sesenta aos, como lo demuestran lasnuevas ediciones corregidas que se fueronsucediendo tanto en vida como tras lamuerte de su autor.

    Esas casi 1500 fichas biogrficasconstituyen ya un material imprescindiblepara quienes se interesan por estas cues-tiones, a la vez que evidencian la necesi-dad de subsanar mediante repertorios bio-grficos semejantes las lagunas que lahistoriografa espaola contemporneatiene an planteadas sobre este tipo deinstrumentos, muy limitados hasta la fechaal personal poltico de instituciones, comoel Consejo de Ministros o el Senado, o aalgunas comunidades como el Pas Vascoo Castilla y Len, referidos a laRestauracin en estos dos ltimos casos.

    Esa acumulacin de datos sobretodos aquellos que desde profesiones yformacin diversa se acercaron a la agro-noma a lo largo del siglo XIX, ha permitidoa Carta (cap. 9) llevar a cabo un estu-dio prosopogrfico sobre los mismos, ascomo un estudio bibliomtrico sobre laproduccin del colectivo analizado. A tra-vs de los numerosos cuadros y grficosen que el autor ha volcado y analizado losdatos individuales, es posible formarseuna idea sobre cuestiones muy diversas:

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  • procedencia geogrfica de los agrnomos,formacin dominante en los mismos amedida que avanz el siglo XIX, momen-tos en que se alcanzaron los picos yvalles ms acusados en cuanto a incorpo-racin de nuevos efectivos, o en lo que a laproduccin agronmica de los mismos serefiere. El trabajo no agota las posibilida-des de investigacin. Por ejemplo, serainteresante conocer la evolucin de losconocimientos agronmicos por mbitosespecficos, como ya se ha hecho con lasenfermedades y plagas de los cultivos msimportantes, destacando las aportacionesde los agrnomos que dedicaron mstiempo y atencin a las lneas que pudie-ran sealarse. Es decir, de igual forma quenos referamos ms arriba a los producti-vos trabajos que la Granja de Zaragozadedic a la remolacha, se tratara de plan-tear la lnea evolutiva que problemas comoel del estircol, los suelos o los abonosminerales, por citar algunos, experimenta-ron de la mano de los agrnomos o de losestablecimientos que les dedicaron mayoratencin.

    Estamos por tanto ante una obraque deja trazados los grandes ejes de losmbitos analizados para la etapa que vade las ltimas dcadas del Setecientos alas primeras del siglo XX, es decir, de lasilusiones ilustradas de raz fisiocrticaalentadas por botnicos como Lagasca alos laboratorios y campos de experimenta-cin dirigidos por los ingenieros delServicio Agronmico. Slo echamos enfalta una mayor ambicin interpretativa porparte del autor al final de los muy bienorganizados captulos, en lugar de reser-varla bsicamente para el de conclusio-nes, que aporta poco a lo que se ha idoexponiendo a lo largo del libro. Habrahecho falta un esfuerzo para mirar porencima de los rboles, es decir, para refle-xionar e interpretar a partir de la especta-

    cular masa de datos que el autor ha reuni-do a lo largo de ms de diez aos deinvestigacin, y que tienen en el Cd queacompaa al libro su ms reconocidaexpresin. El carcter eminentemente des-criptivo de la obra, a expensas de la inter-pretacin, limita su inters si queremosque sea algo ms que una recopilacinsistemtica de informacin. Ello no ensom-brece el manejo abundantsimo de fuen-tes, la profusin de tablas y grficos, porno hablar de los muy completos ndicesonomsticos y toponmicos con que se cie-rra la obra y las no menos cuidadas yseleccionadas ilustraciones. A estas lti-mas queremos dedicar una mencin espe-cfica, as como a la calidad general dellibro, que hacen del mismo una piezaatractiva visualmente. Quiz influenciadopor los cientos de manuales y artculosilustrados de agronoma que ha manejadoa lo largo de su investigacin, JordiCarta ha hecho una cuidada y represen-tativa seleccin de obra grfica, de formaque el libro es un buen ejemplo de queuna edicin de presupuesto ajustado notiene por qu estar reida con los recursospara que un pblico no especialista sesienta atrado a la lectura de esta obra.

    Antonio Luque Ballesteros

    REFERENCIAS

    ANTON RAMREZ, B. (1865): Diccionario deBibliografa Agronmica y de toda clase deescritos relacionados con la Agricultura,Madrid, Rivadeneyra; Cien Promociones deIngenieros Agrnomos, 1861-1960, Madrid,1961, Ediciones del Centenario Agronmico.

    CARTA PINN, J. (1994): La enseanza agrco-la en la ciudad: la agricultura en los institutosespaoles del siglo XIX, Ciencia e ideologaen la ciudad (I), I Coloquio interdepartamen-tal, Valencia, Conselleria dObres Pbliques,Urbanisme i Transports, pp. 211-220.

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    CARTA PINN, J. (1996): Ingenieros agrno-mos y fomento agrcola. La difusin de lanueva agricultura en la Espaa decimonni-ca, Arbor, CLV (609-610), pp. 93-112.

    CHARMASSON, T., A. M. LELORRAIN, ET Y. RIPA(1992): Lenseignement agricole et vtrinai-re de la Rvolution a la Libration. Textesofficiels avec introduction, notes et annexes,Paris, Institut National de Recherche

    Pdagogique, Publications de la Sorbonne,CXLV+746 pp.

    LUQUE BALLESTEROS, A. (2004): Entre el vapor yel arado romano. Elites, instituciones y difu-sin del cambio tcnico en la agricultura.Crdoba, 1780-1870, Crdoba, Servicio dePublicaciones de la Universidad de Crdobay Grupo de Historia Social Agraria.

    Los cinco artculos englobados enel monogrfico que el Journal of ModernEuropean History ha dedicado a las socie-dades rurales europeas entre el episodiorevolucionario de 1848 y la Gran Guerradeban plantearse, segn la breve intro-duccin de Raphael Lutz, a partir de laconstatacin de tres tendencias generalesy del planteamiento de otros tres dilemas.Los rasgos compartidos seran, a escalacontinental, la modernizacin econmica,el aumento del peso del Estado en todaslas esferas y, como reaccin a lo anterior,el incremento de la movilizacin poltica enel mundo rural. Las tres preguntas quedeban regir cada uno de los estudios se-ran en primer lugar cmo se relacionaronlos procesos paralelos de transformacinde la agricultura y de nacionalizacin de lasociedad rural, as como las repercusionesen los diferentes grupos sociales queconstituan sta. En segundo lugar, cmose articul la representacin de intereses ycmo interactu con la esfera de lo nacio-nal y de lo estatal. Por ltimo, qu lneasdivisorias polticas y religiosas y qu ten-siones sociales marcaron las sociedadesrurales europeas durante ese perodo. Deacuerdo con la lnea de la revista, los art-

    culos incluidos en este nmero han sidoeditados en su versin original en francs,ingls o alemn.

    Los objetivos son por tanto ambicio-sos y las cinco contribuciones buscan res-puestas por vas diferentes, lo cual no dejade introducir un cierto desequilibrio en elconjunto. La asimetra comienza por elmismo marco de estudio, que va segn loscasos del Estado-nacin (Francia, Irlandaen trance de separacin del Reino Unido),regional (Prusia) al mbito micro (dosparroquias lombardas), o incluso al impe-rio multinacional (el de los zares concreta-mente).

    Antes de analizar en su conjuntolas aportaciones del monogrfico estructu-rndolas a partir de los tres autoproclama-dos propsitos, conviene realizar unabreve descripcin de cada uno de los art-culos. El primero, de Virginia Crossman,lleva el ttulo Building the Nation: LocalAdministration in Rural Ireland 1850-1920. En el contexto de las luchas agra-rias y su compleja interaccin con el nacio-nalismo irlands en la fase final deldominio britnico, Crossman fija su aten-

    RAPHAEL LUTZ (ED.)Rural Societies 1850-1914Nmero monogrfico del Journal of Modern European History, 2, 2004/2,pp.183-302.

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  • cin en el mbito local para aportar luz enalgunas cuestiones fundamentales de lahistoriografa irlandesa. Insiste en particu-lar en el papel jugado por el control porparte de los nacionalistas de los consejoslocales de la ley de pobres (Poor LawBoards), que se haban convertido en elprincipal rgano administrativo local a par-tir de su reforma en 1838. Tras una luchaferoz en los aos ochenta por arrebatarlessu control a los terratenientes, los naciona-listas consiguieron presentarse a travs delos mismos como una fuente de autoridadalternativa, ganarse apoyos mediante laconstruccin de su propia red de favores yemplearlos con fines propagandsticos. Laparadoja es que todo el sistema de repartode asistencia y empleos que los Poor LawBoards pusieron al servicio de los naciona-listas estaba sufragado fundamentalmente,va impuestos, por los terratenientesanglosajones. El anlisis desde abajo noslo ilumina los mecanismos de penetra-cin del nacionalismo entre la poblacinrural durante la poca de la Land War (queCrossman extiende entre 1879 y 1903),sino que aporta una respuesta convincen-te a la pregunta clsica de por qu los tra-bajadores agrcolas (si bien disminuido supeso demogrfico en las dcadas poste-riores a la hambruna de 1845-1850) apo-yaron un movimiento liderado por lostenants para arrebatar la propiedad de latierra a los landlords. Toda hiptesis debeincluir la capacidad de los impulsores de laLand League y organizaciones sucesivaspara captar fidelidades desde la adminis-tracin local, en particular mediante losprogramas de ayuda a asalariados agrco-las (en forma por ejemplo de subvencionespara la construccin de viviendas con unapequea huerta).

    El artculo de Marco Fincardi(Zwei Landpfarreien im Umbruch: Agrar-modernisierung in der Po-Ebene im Zeich-

    en von politischer Konfrontation und Men-talittswandel (1850-1914) parte del an-lisis de dos parroquias de la provincia deMantua para una mirada de largo recorridosobre los efectos de la erosin de la comu-nidad rural (fin de las prcticas paternalis-tas por parte de los grandes propietarios,aumento de la emigracin temporal, incre-mento de los asalariados...). En ambasparroquias se registra el avance de lasecularizacin hasta configurarse una con-traposicin, al comps de las desigualda-des econmicas y las tensiones sociales,entre la contracultura de jornaleros y arte-sanos y la reaccin de propietarios y bur-gueses bajo el liderazgo de los sacerdo-tes. El fracaso del asociacionismo catlicoilustra la prdida de influencia de estosltimos, que deben afrontar la competen-cia de nuevas categoras de mediadoressociales.

    Ilya V. Gerasimov parte de un ttulode resonancias weberianas (Russiansinto Peasants? the Politics of Self-Organization and Paradoxes of the PublicModernization Campaign in the Country-side in Late Imperial Russia) y comienzapor situar de manera muy pertinente al lec-tor en las visiones historiogrficas recien-tes sobre la naturaleza del zarismo y lacuestin agraria en la Rusia prerrevolucio-naria. La frmula de Eugen Weber habraque matizarla para el caso ruso puestoque el zarismo tardo todava estabainmerso en la tarea no de crear rusos(con el matiz aadido del mosaico tnico)sino unos campesinos a su medida. Msque la integracin en la comunidad nacio-nal, el esfuerzo desplegado a travs de lalabor de los tcnicos, escuelas agrcolas,sociedades, prensa especializada o loszemstva se diriga a producir la eclosinde cultivadores racionales y proclives a laaplicacin de innovaciones. La campaatuvo sin embargo efectos inesperados al

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    embarcarse elites regionales en el esfuer-zo desde su propia perspectiva, dandocomo resultado la conexin con el campe-sinado y finalmente la extensin de tensio-nes nacionalistas.

    Patrick Wagner (Gutsherren-Bau-ern-Broker. Die ostelbishe Agrargesell-schaft in der zweiten Hlfte des 19. Jahr-hunderts) muestra cmo en la PrusiaOriental a partir de la unificacin y la crisistanto de las comunidades locales como dela gran propiedad nobiliaria, los funciona-rios del gobierno prusiano (en particularlos Landrte) ganan una enorme influen-cia. Con todo, en trminos generales ter-minar por producirse una alianza entrenobleza terrateniente y burcratas bajo elcomn denominador de la defensa de lapropiedad y de un discurso ruralista. El deWagner es el artculo que realiza un mayoresfuerzo comparativo, insertando el casoanalizado en las principales teoras sobreel clientelismo poltico y cotejndolo (aun-que se eche en falta el manejo de unabibliografa ms actualizada) con Anda-luca y la Italia meridional.

    Por ltimo, Jean-Luc Mayaud (Lesdynamiques des socits rurales enFrance de la rvolution de 1848 laPremire Guerre Mondiale) se apoya enla floracin de estudios micro en la histo-riografa ruralista francesa reciente paraestablecer conclusiones de conjunto. Laprimera, la propia reivindicacin de losestudios locales para estudiar tanto lastransformaciones econmicas como lavida poltica. La segunda, la consolidacinde la pequea explotacin gracias a supolivalencia, la pluriactividad campesina yun apoyo estatal que iba ms all del pro-teccionismo, de lo que se deduce laausencia en Francia de la proletarizacinmasiva producida en otros pases europe-os. Por ltimo, el discurso agrario acaba

    por ser incorporado por la prctica totali-dad de las fuerzas polticas y sindicales,incluso las de raigambre socialista.

    Retomando ahora los tres grandestemas del monogrfico, el primero sera lanacionalizacin de las masas rurales.Tanto Crossman como Wagner prueban laimportancia del poder local, si bien elsegundo pasa por alto la dimensin nacio-nal (sin mencionar por ejemplo la dinmicacreada en torno a la minora polaca) enbeneficio del estudio del clientelismo. Parael caso irlands se pone de manifiestocmo a partir de la administracin local losactivistas nacionalistas supieron dar sus-tancia a sus reiv