herencia de sangre

48
1 CELCIT. Dramática Latinoamericana. 121 HERENCIA DE SANGRE Amancay Espíndola Personajes Ana: 60 años Amanda: 45 años Manuel: 38 años Elisa: 25 años

Upload: others

Post on 04-Feb-2022

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

CELCIT. Dramática Latinoamericana. 121

HERENCIA DE SANGRE

Amancay Espíndola

Personajes Ana: 60 años

Amanda: 45 años

Manuel: 38 años

Elisa: 25 años

2

LA ACCIÓN TRANSCURRE EN EL MISMO CUARTO QUE SE DESCRIBE EN LA PRIMERA ESCENA

ESCENA 1

Año 1990. Es una habitación luminosa. Entra el sol por los grandes ventanales. Sopla un viento incesante durante toda la obra. Sobre el costado derecho hay un perchero del que cuelgan varios trajes extraños, teatrales: al lado un biombo. A proscenio una chaise –long. Sobre la izquierda un tocador con espejo, una jarra con agua y un vaso; junto a él, en el piso, varias pilas de libros, un tocador con espejo, un aparato de música y varios cassettes. Amanda, 45 años, está sentada en una silla frente al tocador. Lleva puesto un jean, camisa, zapatos bajos. Está maquillándose, nerviosa. Entra Ana, 60 años, se desplaza con mucha lentitud, tiene puesto un delantal, trae en la mano una bandeja con un sobre. Se para en la puerta.

Amanda: ¿Qué pasa?

Ana: ¿Todavía no se cambió?

Amanda: ¿Qué traés? (Ana le alcanza un sobre que está en la bandeja. Lee.) ¡Ya llega Manuel!

Ana: Ya sé.

Amanda: (Molesta.) ¡Entonces rápido! ¡Anuncia la llegada a las once! Faltan minutos nada más. Trae puesto traje de gala militar del año 1880... ¡Alcanzame el vestido azul!

Ana: (Yendo hacia el perchero.) Del ropero viejo, seguro. Podría avisar con más tiempo.

Amanda: ¡Rápido!

Ana: (Tomando el vestido azul de época.) Está todo arrugado.

Amanda: No importa.

Ana: Si no avisa con tiempo no puedo lavar y planchar en un minuto

Amanda: ¡Ayudame! (Amanda se desviste con la ayuda de Ana y se va poniendo el vestido azul.)

3

Ana: ¿La señora Elisa viene?

Amanda: Más tarde.

Ana: ¿No iban a estar las dos para recibirlo?

Amanda: Eso dije, pero no podía saber que Manuel iba a llegar más temprano. ¡Qué calor!

Ana: Sí, mucho calor. ¿Oscurezco un poco?

Amanda: ¡No!

Ana: El señor Manuel siempre llega temprano el día de su cumpleaños.

Amanda: Me olvidé, siempre me olvido. Apurate en vez de charlar tanto.

Ana: Si hubiera avisado con tiempo... Estos vestidos dan mucho trabajo ¡Y la señora Elisa que no viene!

Amanda: ¿No escuchaste?, dije que venía más tarde.

Ana: (Irónica) Está bien, viene más tarde.

Amanda: Ana, me gustaría estar tranquila, desde ahora... Quiero que sea un buen día. Elisa viene más tarde y estoy yo sola para recibir a Manuel.

Ana: Entonces hubiera sido mejor que no viniera.

Amanda: ¿Qué no viniera quién?

Ana: Elisa. Ni temprano ni tarde, que no viniera. ¿Qué me pongo?

Amanda: Lo de siempre para las visitas: delantal y cofia de organza. (Ana lo busca en el perchero y se lo pone.) Manuel quiso que la invitara.

Ana: Le hubiera dicho que no.

Amanda: Va a ser un buen día.

Ana: Total, tantos años sin verse, sin conocerse, no había ninguna necesidad de hacerlo ahora.

Amanda: Un día feliz. ¡Ayudame!(Tratando que le entre el vestido.)

Ana: Con esfuerzo.

4

Amanda: Con esfuerzo ¿qué?

Ana: Un día feliz.

Amanda: ¿Por qué no te callás la boca? ¡Cuidado!

Ana: Los querrá... a usted y a Manuel.

Amanda: (Irónica) Sí, seguramente nos quiere mucho.

Ana: Tanta insistencia, llamados, cartas durante tantos años y usted nada, nunca. Ni hablar de recibirla.

Amanda: Manuel lo hizo por mí. ¡Apurate!(Se escucha el piano, un valsecito criollo en la habitación de al lado.) ¡Ya llegó Manuel! ¿Cómo estoy?

Ana: Hermosa como siempre. ¿Voy trayendo todo?

Amanda: No, nada por ahora. (Se toma las manos en rezo y con emoción repite.) ¡Dios mío, Dios mío! ¡Abrí la puerta!

ESCENA 2

Ana abre la puerta. Cesa el piano. Aparece Manuel, 38 años, tiene puesto traje de gala militar con el grado de coronel, correspondiente al año 1880 del Ejército Expedicionario. Trae un paquete chico con moño grande.

Manuel: ¡Qué los cumplas feliz, Amanda! ¡Qué linda estás!

Amanda: Gracias. ¡Qué alegría verte! (Lo abraza, Manuel no retribuye a su abrazo.)

Manuel: Un poco arrugado el vestido, pero te queda bien. Tu regalo.

Amanda: (Tomándolo) Gracias. (Mira a Manuel sin abrir el regalo.)

Ana: (Arreglando la ropa que se sacó Amanda.) Si hubiera avisado con tiempo lo habría lavado y planchado.

Amanda: (Sin dejar de mirar a Manuel.) No tiene importancia.

Ana: Todo a último momento.

Manuel: (A Amanda.) Estás hermosa.

5

Amanda: Te extraño tanto siempre.

Manuel: Tu regalo.

Amanda: Abrazame. (Manuel le da un abrazo rígido.)

Manuel: Hace mucho calor.

Amanda: Te veo tan poco.

Manuel: Tu regalo, Amanda. Abrilo.

Amanda: ¿Por qué?

Manuel: Por qué, ¿qué?

Amanda: ¿Por qué te veo tan poco?

Manuel: La casa es grande.

Amanda: La casa es grande pero yo no puedo salir de este cuarto sin tu permiso. Si no venís a verme no te veo.

Manuel: (Molesto.) ¡Mucho calor! ¡Qué luz!

Ana: ¿Oscurezco un poco?

Amanda: ¡No! No hace falta. (A Manuel.) ¿Por qué no te veo nunca?

Ana: ¿Necesitan algo más?

Amanda: ¡No! ¡Podés irte!

Ana: ¿Y el señor Manuel?

Amanda: Tampoco. (Ana se retira.)

Manuel: ¿No vas a abrirlo?

Amanda: ¿Qué es?

Manuel: Algo querías.

Amanda: ¿Por qué no te veo?

6

Manuel: No estoy muy seguido por aquí, Amanda. De tanto en tanto. Negocios que atiendo, que tengo, que tenemos. Viajo.

Amanda: ¿Viajar, adónde?

Manuel: A todos lados. Solamente queda las casa y unas pocas hectáreas de campo, de jarilla, que no alcanzan para tener animales. Trato de hacer negocios con lo que queda.

Amanda: ¿Lo que queda? ¿Vendiste los campos?

Manuel: No es nada que te tenga que preocupar. Abrí tu regalo, querida, te va a gustar.

Amanda: (Abriendo.) Tus espuelas.

Manuel: Mis espuelas de plata, de papá mejor dicho. Siempre me las pediste. Ahora son tuyas.

Amanda: (Lo abraza, Manuel hace un imperceptible gesto de rechazo que trata de ocultar.) Gracias, Manuel. Gracias.

Manuel: Ya va a ver tiempo para que vuelvas a salir a cabalgar.

Amanda: ¿Salir a cabalgar? ¿Andar por ahí recorriendo el campo?

Manuel: Lo que queda. ¿Te gustan?

Amanda: ¿Qué queda del campo? ¿Están los caballos todavía?

Manuel: No me dijiste nada de mi traje, ¿qué te parece?

Amanda: ¿Cuándo voy a salir?

Manuel: (Por el traje.) ¿Te gusta?

Amanda: Te queda muy bien. ¿Cuándo voy a salir?

Manuel: Empecemos, ¿quién de los dos empieza?

Amanda: ¿Empezar, qué? ¿Cuándo voy a salir?

Manuel: El juego. ¿Quién de los dos?

Amanda: ¿Qué queda del campo?

7

Manuel: ¿Quién empieza?

Amanda: ¿Están los caballos? No sé qué tengo que decir.

Manuel: ¿Quién?

Amanda: No sé, no me mandaste nada escrito.

Manuel: No tuve tiempo, llegué hace unos minutos.

Amanda: Es que no sé qué digo.

Manuel: Improvisemos, como le gustaba a mamá. ¡Inventemos!

Amanda: No le gustaba inventar, le gustaba todo escrito y aprendido de memoria, y si no lo hacíamos se encerraba. Vos no te acordás porque eras muy chico.

Manuel: Me acuerdo de todo.

Amanda: ¿Por qué el traje militar y de gala y de 1880?

Manuel: De gala porque es tu cumpleaños, no iba a venir en traje de fajina. (En voz más baja.) Y es lo único que encontré en el ropero viejo.

Amanda: ¡Ah!

Manuel: (Actuando un personaje.) Y acabo de llegar del sur con el grado de coronel.

Amanda: ¿Qué sur? ¿Hay más sur que este desierto de viento y de jarilla?

Manuel: Así es.

Amanda: ¿Dónde estamos si este no es el sur?

Manuel: En el sur...un poco al norte. (Se ríen los dos.)

Amanda: (Actuando exageradamente un personajes.) ¿Y qué estuviste haciendo en el sur, Manuel?

Manuel: Digamos que...(Buscando qué decir) Estuve acompañando al General Roca en su campaña al desierto, ¿qué te parece? (Amanda se ríe.) No te rías.

Amanda: Como el bisabuelo. Era su traje.

8

Manuel: Bueno, pero ahora en el año 1880, yo, Manuel, integro una comisión científica juntando yuyos... ¡No te rías!... bichos y todas esas porquerías que fueron a parar...

Amanda: ... a un museo botánico y zoológico...

Amanda y Manuel: ...en Alemania...

Amanda: Si lo habré escuchado.

Manuel: Los soldados nos llamaban...

Amanda y Manuel: ...los alemanes...

Amanda: Y el premio para los que integraban la comisión serían grandes hectáreas de estas tierras, al sur del Río Colorado. ¿Te lastimaron, Manuel?

Manuel: No, querida, solamente la cuarta división se topó con Namuncurá, pero nosotros que íbamos con Roca no hemos visto ni un indio.

Amanda: Eso se llama suerte: gloria sin lucha.

Manuel: ¿Y tu trabajo? (Amanda hace señas de no saber qué responder.)Tu trabajo, ¿cómo va tu trabajo?

Amanda: ¿Mi trabajo de qué? (Manuel se encoge de hombros.) No sé qué tengo que decir. Me hubieras escrito.

Manuel: No tuve tiempo. Lo que te guste. Elegí.

Amanda: Actriz.

Manuel: Como mamá.

Amanda: Sí.

Manuel: ¿Qué tal tu trabajo de actriz, Amanda?

Amanda: No sé que digo... 1880... no sé qué puedo decir. ¿Por qué no me mandaste un papelito?

Manuel: Ahí están los libros de teatro. Fijate.

Amanda: Eran de mamá. No los toco. Ana te los lleva cuando los pedís.

9

Manuel: (Va hacia los libros y los revisa.) A ver...Historia del Teatro Argentino, 1880. ¡Los hermanos Podestá! ¡Trabajaste con los Podestá que fueron los primeros que hicieron el “Juan Moreira”!

Amanda: ¡Juan Moreira! A mamá le encantaba.

Manuel: Claro. Habías hecho Vicenta, la mujer de Juan Moreira en tu última función.

Amanda: Bueno.(Pausa.)

Manuel: ¿Y?

Amanda: Y preguntame.

Manuel: ¿Y qué tal tu trabajo de actriz, Amanda?

Amanda: (Se levanta y actúa el personaje de una diva del siglo pasado.) Estuve trabajando con los hermanos Podestá, hicimos “Juan Moreira” en un maravilloso teatro con cortinas doradas... (Se escucha el aullido fuerte del viento)... mucha luz en el escenario.(Abandonando el personaje.) Este viento de mierda que hace temblar todo.

Manuel: ¿Perdón?

Amanda: Este viento que hace temblar todo.

Manuel: Así está mejor. ¿Y qué tal esas funciones?

Amanda: Notorio éxito dijeron los críticos.

Manuel: ¡Felicitaciones, Amanda! (Abandonando el personaje y secándose la transpiración con un pañuelo.) ¡Qué calor! ¿Y Elisa?

Amanda: (Abandonando el personaje.) Me olvidé de avisarle que a lo mejor llegabas más temprano. Viene más tarde. ¿Hacemos un brindis mientras esperamos?

Manuel: Como quieras.

Amanda: (Va hacia la puerta y llama.) ¡Ana, traé el champagne!(Abruptamente como si retomara el personaje, con voz extraña, casi susurrante) ¡No me dejes aquí! Quiero irme. Si estuvieras conmigo sería diferente, pero si no estás... ¡Puedo ir dónde quieras! (Amenazante.) ¡No me dejes!

Ana: (Entra con el champagne y observa la escena.) ¡Aquí está el champagne!

10

Amanda: ¡No entres así, se pide permiso!

Ana: Permiso. ¿Dónde lo dejo?

Amanda: (Señalando el tocador.) Ahí.

Manuel: ¡Qué ruido!

Amanda: El viento, Manuel, ¿ya te olvidaste?

Manuel: (Teniendo en cuenta la presencia de Ana.) Decías un texto de la obra que estuviste representando, ¿no es así, querida?

Amanda: (Observando a Ana.) Sí, de la obra “Juan Moreira”, yo hacía de Vicenta, su mujer.

Manuel: Así que “notorio éxito”, dijeron los críticos, ¿tuyo o de la Compañía?

Amanda: De la Compañía.

Manuel: Y de tu trabajo como actriz, ¿qué dijeron?

Amanda: Excepcional, como siempre, transita desde la profunda ternura a la desesperada violencia.

Ana: ¿Sirvo?

Amanda: ¡No! Me gusta hacerlo a mí. (Sirve. A Ana.) No necesito que te quedes.

Ana: ¿Manuel tampoco me necesita?

Amanda: ¡No! ¡Si necesito te llamo!

Ana: (A Manuel.) Estoy cerca. (Se va.)

Amanda: (Gritando.) ¿Qué significa “estoy cerca”? (Se recompone.) ¿Por qué brindamos, Manuel?

Manuel: Por tu éxito actoral, por la maravillosa actriz que es Amanda.

Amanda: Gracias. ¿Vamos a hacer lo que le gustaba a mamá?

Manuel: ¿Qué era?

Amanda: (Corre hacia el tocador y toma una tijerita curva que hay dentro del cajón.) Cuando Vicenta habla con Juan Moreira.

11

Manuel: ¿Quién te dio eso?

Amanda: Shhhh...

Manuel: ¿De dónde la sacaste?

Amanda: Shhh... Desde chica la tengo guardada en el cajón. (Le da la tijerita a Manuel. Manuel la toma. Amanda toma la mano de Manuel que sostiene la tijerita y la coloca en el pecho de ella.) Vicenta le dice a Juan Moreira: “No te vayas, antes herime y después moriré a gusto”

Ana: (Entra abruptamente y observa la escena) ¡Elisa llegó!

Amanda: ¡No entres así! ¡Te dije que pidieras permiso!

Ana: Permiso. ¿Qué le digo? (Manuel pone la tijerita nuevamente en el cajón del tocador.)

Amanda: No sé. Nada. Me asustaste.

Ana: Está esperando. (A Manuel.) ¿Qué le digo?

Manuel: Que pase.

Amanda: Todavía no. Cuando yo decida.

Manuel: No podemos hacer esperar a la visita, estuvimos de acuerdo en invitarla.

Amanda: ¿Cuándo voy a salir a cabalgar?

Manuel: Amanda, por favor.

Ana: ¿La hago pasar?

Amanda: (A Manuel.) No me contestaste.

Manuel: Hace tiempo que dejaste de ser una niña. (La toma de un brazo, se lo dobla, sonriendo. Amanda se suelta, perturbada, gira inesperadamente y va hacia el tocador y se sienta. Manuel la mira. Hay una pausa. Ana observa. Amanda comienza a maquillarse. Manuel va hacia el perchero de trajes. Busca un vestido. A Amanda.) Ayudame a buscar un vestido.

Amanda: ¿Para qué?

Manuel: Para quién. Para Elisa. Ayudame.

12

Ana: ¿Qué le digo?

Amanda: ¿Un vestido para Elisa? ¿Le contaste?

Manuel: ¿Contarle qué?

Amanda: El Juego.

Manuel: No.

Amanda: Tantas veces que la viste ¿y nunca le contaste?(Va hacia el perchero y busca.)

Manuel: No la vi tantas veces.

Amanda: ¿Le contaste, sí o no?(Ana busca una silla y se sienta.)

Manuel: No me acuerdo.

Amanda: ¿Sí o no?

Manuel: No sé, a lo mejor algo le conté.

Ana: ¿Qué le digo?

Amanda: Sabe, entonces: algo que le contaste vos, algo que le contó su madre que nos vio tantas veces. (Mostrando un vestido a Manuel) ¿Este? (Manuel niega con la cabeza.) ¿Cuál, cuál puede ser?...no sé. Siempre fue algo de nosotros dos.

Amanda: De nosotros tres, con mamá.

Amanda: ¿Por qué hacerlo ahora con Elisa?

Ana: ¿No le digo nada?

Amanda: ¿Y éste?

Manuel: No.

Ana: (Avanza hacia el perchero y elige un vestido sucio y roto.) ¿Este? (Se lo da a Manuel. Yéndose.) Voy a ponerle una silla para que se siente.

Manuel: Puede ser. Una cuartelera. Es de esa época, 1880...

Amanda: ¿Qué es una cuartelera?

13

Manuel: Casi un soldado.

Amanda: (Va hacia el tocador toma lápiz y papel.) Escribile cómo es su personaje. Algo. (Amanda toma el vestido, Manuel escribe. Amanda va leyendo y comentando.) ¿Estuvo con vos en la campaña?

Manuel: Aunque era una niña cuando la vi.

Amanda: Una niña india.

Manuel: (Le da el papel a Amanda.) Anotalo.

Ana: (Entrando.) Elsa espera, ahora sentada.

Amanda: Que espere. (A Manuel, anotando) ¿Estaba cerca tuyo?

Manuel: Ayudó a las mujeres que estaban con el soldado en el desierto.

Amanda: Sí, pero, ¿al lado tuyo?

Manuel: Un soldado muerto de frío, de hambre, de sed. Mujeres obligadas a andar leguas cargadas, llenas de barro y tierra, sin una queja.

Amanda: ¡Qué heroica! ¿Estuvo o no al lado tuyo?

Manuel: Estuvo al lado mío.

Amanda: ¡La chusma del ejército era!

Manuel: La mitad del ejército era esa chusma que no figura en la historia.

Amanda: ¿La estás defendiendo?

Manuel: Digo que la mitad del ejército eran esas mujeres que acompañaron al soldado. Lo dijo el bisabuelo.

Amanda : Demasiado viejo cuando lo escuchaste, eras muy chico. La chusma eran. Putas eran.

Manuel: ¿Perdón?

Amanda: (Tirándole el papel en la cara a Manuel.) Prostitutas. Heroicas prostitutas ¡Excelente tu idea, Manuel! Un bisnieto digno de su prosapia. ¿Qué más?

14

Manuel: (Recoge el papel y el lápiz y sigue escribiendo.) Mujeres subordinadas a las órdenes de la tropa o a morir en el desierto.

Amanda: ¡Muy bien! ¡Heroicas putas! Perdón.

Manuel: Amando a un solo hombre...

Amanda: (Le quita bruscamente el papel.) ¡Ya está! (Se lo entrega a Ana.) Llevale este papel a Elisa y decile que lo aprenda bien, que tiene un minuto. ¡Y el traje!(Se lo da. Manuel mientras tanto fue hacia el tocador y buscó otro papel. Sigue escribiendo.) ¿Qué hacés?

Manuel: No había terminado. (Sigue escribiendo) Amando a un solo hombre...

Amanda: Acostándose cada noche con un soldado diferente.

Manuel: Arreando la caballada, lavando la ropa.

Amanda: Acostándose cada noche con un soldado diferente.

Manuel: Tu imaginación se repite.

Amanda: ¡Bueno, ya está! ¡Basta!

Manuel: (Amanda lo corre para quitarle el papel.) Cuidando a los enfermos. “Y cuando aclara después de la lluvia”...

Amanda: ¡No le escribas tanto!

Manuel: ...y corre ese viento frío del oeste...”

Amanda: Esos son versos que escribió papá.

Manuel: Sí.

Amanda: ¿Por qué se los escribís?

Manuel: Tal vez los sepa.

Amanda: “Tal vez los sepa”. ¿Cómo sabés? ¿La viste muchas veces?

Manuel: Pocas.

Amanda: No te creo, te acompañó todo el tiempo.

15

Manuel: (Cesa la carrera.) Ella siempre me acompaña, en mi pensamiento y en mi recuerdo.

Amanda: Creí que tu familia era yo, la que te acompaña en tu pensamiento y en tu recuerdo.

Manuel: Como vos.

Amanda: Como yo no. Elisa es una extraña y yo soy tu hermana.

Manuel: Elisa es mi hermana, como vos. Y es la tuya. (Amanda va hacia el tocador y se mira al espejo.) Estás linda.

Amanda: ¿A quién se parece?

Manuel: Un poco a su madre, un poco a papá.

Amanda: Siempre dijeron que te parecías a él.

Manuel: A vos también.

Ana: (Entrando abruptamente.) ¡La señora Elisa!

Amanda: ¡No entres así!

Manuel: Que pase.

ESCENA 3

Entra Elisa, 25 años, vestida de cuartelera, queda parada en el umbral de la puerta. Ella y Amanda, se miran. Amanda sigue son su arreglo personal frente al espejo. Manuel va hacia Elisa. Ana se va.

Manuel: Elisa. Querida. Qué gusto verte. Adelante. (Se abrazan y se besan. Amanda mira la escena. Manuel le tiende el papelito que le escribió.) Leelo después. (Elisa lo guarda en un bolsillo.) ¿Cómo estás?

Elisa: No sé. Supongo que cansada después de tanto polvo y jarilla del desierto. (Mira a Amanda que sigue con su arreglo frente al espejo.)¿No es así?

Manuel: Así es.

Elisa: Buenos días, Amanda.

16

Amanda: (Sin moverse.) Buen día.

Elisa: ¡Qué luz!

Manuel: ¿Te molesta? Corremos las cortinas.

Elisa: No. Me gusta la luz. (Amanda la mira. Elisa saca de su bolsillo un paquete chico.) Te traje un regalo. Feliz cumpleaños.

Amanda: (Vuelve a mirarse en el espejo para continuar su arreglo.) Gracias.

Elisa: (A Manuel) ¿Dónde lo dejo?

Manuel: Dame. Yo lo abro.

Amanda: (Corre hacia Manuel y le quita el paquete a medio abrir de las manos.) ¿Yo abro mis regalos!

Manuel: ¿Un poco de champagne, Elisa?

Elisa: (Va hacia el ventanal que está en proscenio.) Sí, por favor.

Manuel: (A Elisa) Hermosa vista. ¿Miraste alguna vez el desierto desde aquí?

Amanda: Imposible. Era el cuarto de mamá.

Manuel: Podría haberlo visto.

Elisa: Pero no lo vi. Me gustan los álamos, siempre me gustaron.

Manuel: Son muy viejos, los plantó el bisabuelo.

Elisa: Viejísimos.

Manuel: Los árboles viven muchos años.

Elisa: Atrás se ven los cardos del desierto.

Manuel: (Secándose la frente.) El sol está pegando fuerte.

Elisa: Se ve como hace espejos a la distancia. Parece bruma.

Amanda: Tierra. El viento de mierda.

Manuel: Mucho calor.

17

Amanda: (Mostrando la rastra de regalo que le trajo Elisa.) ¿Qué es esto?

Elisa: La rastra.

Amanda: No me refiero a eso, digo, ¿qué significa?

Elisa: La rastra de papá.

Amanda: Sé bien lo que es, lo que no entiendo...(A Manuel.) ¿Por qué la tenía ella?

Manuel: No sé.

Elisa: Papá me la dio. (Amanda vuelve al espejo con la rastra y sigue con su arreglo.)

Manuel: (A Elisa, refiriéndose a Amanda.) Una maravillosa actriz, ¿sabías, Elisa. Hizo “Juan Moreira” junto a los hermanos Podestá, una compañía de actores muy conocida. Vicenta era su personaje. (Amanda no responde.)

Elisa: (Pausa.) Qué bien.

Manuel: (Pausa.) Notorio éxito, dijeron los críticos.

Amanda: La actriz transita desde la profunda ternura a la desesperada violencia.

Manuel: Así es. (Tomando su copa de champagne. Brindando.) Por Amanda y por su éxito como actriz y porque además es su cumpleaños.

Elisa: Por Amanda. (Pausa.)

Amanda: Servime, Manuel. (Manuel le sirve champagne.)

Elisa: Es un cuarto hermoso lleno de luz.

Amanda: Y de viento. En cualquier momento entra.

Manuel: Hace mucho calor, podríamos oscurecer.

Amanda: ¡No cierres las cortinas!(A Elisa, mostrando la rastra.) ¿De dónde la sacaste?

Elsa: No la saqué de ningún lado, papá me la dio.

Amanda: Si él te la dio, ¿por qué me la regalás?

18

Elisa: Pensé que te gustaría tenerla.

Amanda: (Mirando a Manuel.) ¿Quién te dijo eso?

Elisa: Nadie.

Amanda: (A Manuel.) ¿Tenés secretos con ella?

Elisa: ¿Secretos? No. Papá decías que montabas muy bien a caballo, que eras la mejor. Pensé que te gustaría tenerla.

Amanda: (Por Manuel.) A él le pregunté.

Manuel: (A Elisa.) Lo dice porque le regalé mis espuelas. (A Amanda.) No nos pusimos de acuerdo.

Amanda: Hablan como si lo estuvieran.

Elisa: Con el rebenque de plata tenés el juego completo.

Amanda: (A Manuel.) ¿Le dijiste que tengo el rebenque?

Manuel: No.

Amanda : Estás mintiendo.

Elisa: Papá lo dijo:”La rastra, las espuelas y el rebenque son las cosas que más quiero,” y las repartió entre sus tres hijos. Él quiso que fuera así.

Amanda: (A Manuel.) Mandé a buscar la rastra por toda la casa durante años y nunca dijiste que la tenía ella.

Manuel: No sabía.

Elisa: Papá lo dijo.

Amanda: Nunca lo escuché decir eso.

Elisa: Me lo dijo a mí, siempre.

Amanda: (Devolviendo la rastra a Elisa.) No me hace falta. (Elisa la toma. Amanda se sienta, descompuesta.)

Manuel: ¿Qué te pasa? (Gritando) ¡Ana! (A Amanda.) ¿Qué tenés? (Gritando.) ¡Ana!

19

Amanda: No me siento bien.

Ana: (Entrando.) ¿Qué le pasa? ¿Qué pasó?

Manuel: No pasó nada. No se siente bien.

Ana: (A Amanda.) ¿Qué le pasa?

Amanda: No sé. Algo que comí.

Ana: No comió nada en toda la mañana.

Amanda: O el champagne. No sé.

Manuel: (Llevándola hacia la chaise long.) Recostate un poco. (Amanda se recuesta.)

Amanda: (Abruptamente irguiéndose.) Quiero vomitar.

Manuel: ¡Ana Rápido, traé algo!

Ana: ¡Ya va! ¡Espere, espere un poco! (Saca una escupidera detrás de un cortinado.) ¡Ahí está!

Amanda: (Hace arcadas tratando de vomitar y no puede.) No puedo... no puedo...

Ana: ¿Y qué va a vomitar si no comió nada? Bilis...¿le pongo los dedos?

Manuel: Ana, por favor.

Ana: Larga la bilis de una vez y ya está, deja de dar vuelta s por el estómago.

Amanda: Los dedos no, me da asco.

Manuel: Tranquila, Amanda, ya va a pasar (A Ana.) Traé agua. Tomá el tranquilizante.

Amanda: Agua no, champagne. Y sin tranquilizante. No querrás que me muera ahora. (A Manuel.) Servime.

Manuel: No te hace falta.

Amanda: ¿Morirme?

Manuel: El champagne.

20

Amanda: (Mirando a Elisa.) Los males se curan con champagne.

Manuel: ¿Qué males?

Amanda: (A Ana que trae el agua.) No quiero agua.

Manuel: Ni agua ni champagne. Recostate. Cuando te sientas mejor seguimos el festejo.

Amanda: Besame. (Manuel la besa rápido en la frente.)

Manuel: Enseguida vas a estar bien.

Amanda: Sí, enseguida.

Manuel: Ana, cerrá un poco.

Amanda: ¡No cierres!

Manuel: No cierro. Dormí.

Amanda: Abrazame. (Manuel y Elisa se miran. Elisa va hacia la ventana del proscenio.) Abrazame un poco. (Le da un abrazo rápido y la besa. Se levanta y va hacia Elisa. Ana se sienta en la chaise long y abanica suavemente a Amanda.)

Elisa: (Que quedó con la rastra en sus manos. A Manuel.) Cuando era chica veía esos álamos...

Amanda: ...desde la casa de la sirvienta.

Manuel: Dijiste que ibas a descansar.

Amanda: Descanso pero escucho.

Manuel: (A Elisa.) Veías esos álamos y....

Elisa: No tiene importancia

Manuel: ¿Por qué no?

Elisa: Pensaba que no podía haber árboles más altos. No parecen así ahora.

Manuel: Todo se ve alto cuando uno es chico. Son árboles muy viejos.

Elisa: No envejeciste estos años.

21

Manuel: Voy a envejecer después de los cien.

Elisa: Una familia longeva.

Manuel: Que es la tuya también.

Elisa: Los indios viven muchos años... si los dejan.

Manuel: Algunos blancos también.

Elisa: Papá vivió muchos. (Pausa.) Mucho tiempo sin vernos, ¿no? ¿Por qué?

Manuel: Nos escribimos, hablamos por teléfono... Amanda también dice que nos vemos poco.

Amanda: Nos vemos poco.

Manuel: ¿Ves? Me acuerdo de la primera vez que hablamos.

Elisa: ¿En serio? Cumplía seis ese día.( Se ríe.)

Manuel: ¿De qué te reís?

Elisa: El olor a tierra mojada me hace acordar a vos. Era un día de tormenta y lluvia. (Se escucha el ronquido de Amanda.) Y el viento que sopla por aquí. ¿Duerme?

Manuel: (Se encoge de hombros.) Me acuerdo.

Elisa: La casa donde fuimos a vivir en el pueblo... después... después que murió tu mamá... estaba sobre una calle de tierra y mucho barro cuando llueve. (Sube el ronquido de Amanda.)

Manuel: Me acuerdo. Y cruzaste con tus botas de lluvia.

Elisa: Y las embarré, para eso estaban.

Manuel: Y yo te levanté y te abracé. (Mira hacia Amanda, va hacia Elisa, la levanta y gira con ella.)

Elisa: ¡Tu uniforme olía a tierra mojada! Se había mojado con la lluvia.

Manuel: No tenía tierra. Tenía el uniforme de gala y lo embarraste con las botas.

Amanda: ¡Manuel!

22

Manuel: (A Amanda.) ¿Cómo estás?

Amanda: Servime champagne.

Manuel: No te hace bien.

Ana: Si toma después va a vomitar de nuevo. (Se va.)

Amanda: ¡Después no me voy a sentir peor!

Manuel: Es mejor que tomes agua.

Amanda: Champagne. Servime

Elisa: (A Manuel.) Es su cumpleaños.

Amanda: Yo puedo hablar por mí y Manuel opina porque es mi hermano y es su deber y me gusta que lo haga.

Manuel: Elisa es atenta, nada más.

Amanda: No quiero atenciones.

Elisa: No tiene importancia. ¿Podrías servirme, Manuel? (Manuel le sirve a Elisa y otra copa para él. Deja la botella lejos de Amanda.)

Amanda: ¿A mí no?

Manuel: Servite. Si podés levantarte.

Amanda: (Va hacia la botella y se sirve.) Brindemos por mi cumpleaños.

Manuel: (Sin prestar atención A Amanda.) ¿Así que mi uniforme olía a tierra mojada?

Amanda: ¿Qué

Manuel: (A Elisa.) En realidad la primera vez que conversamos fue por teléfono.

Elisa: De chicos nos habíamos visto.

Amanda: De lejos.

Manuel: Te llamé esa mañana de tu cumpleaños (Sostiene un tubo de teléfono imaginario.) Atendé.

23

Elisa: (Sorprendida, riéndose.) No.

Manuel: Atendelo.

Amanda: No sabe jugar.

Elisa: (Hace como que sostiene un tubo.) Hola...

Manuel: ¿Elisa habla? (Elisa se ríe.) No te rías, contestá. Buen día y feliz cumpleaños.

Amanda: ¿Feliz cumpleaños a quién?

Elisa Gracias.

Amanda: ¿A quién?

Manuel: ¿Me oís?

Elisa: Oigo. ¿Quién habla?

Manuel: Manuel, tu hermano. (En voz más baja, fuera del juego.) Hablá con voz de nena.

Elisa: (Tentada por su voz de nena.)¿Querés hablar con mamá?

Manuel: (Fuera del juego.) No te rías. (En el juego.) No, no la llames a ella, con vos quiero hablar. (Elisa sigue tentada.) Me parece que sos una nena encantadora.

Amanda: ¡Qué juego divertido!

Manuel: Me gustaría ir a darte un beso. (Pausa.) Seguí.

Elisa: ¿Me vas a traer un regalo?

Manuel: ¿Qué querés que te lleve?

Elisa: Un sombrero con flores y tules para jugar a las señoritas.

Amanda: ¡Qué romántico! ¿Van a seguir mucho tiempo más?

Manuel: ¿Dónde consigo eso?

Elisa: (Fuera del juego.) ¿Dónde lo conseguiste?

24

Manuel: (Fuera del juego.) En el almacén de Ramos Generales. (Entrando al juego.) Al mediodía voy a darte un beso.

Elisa: Vení a la noche cuando está papá.

Manuel: Voy al mediodía.

Elisa: Te espero en la puerta. ¿Cómo sos?

Manuel: Parecido a papá.

Amanda: De afuera.

Manuel: Un beso, Elisa.

Elisa: Un beso para vos, Manuel.(Pausa.)

Manuel: ¡Ana, traé la comida!

Elisa: ¿Dónde conseguiste esas flores, Manuel?

Manuel: Las arranqué en el camino

Elisa: ¿Hiciste eso por mí?

Manuel: Empezaba el verano. Estaba lleno de flores silvestres.

Amanda: (En el personaje de diva.) Manuel cruza la desértica campiña sureña de cardos, con flores silvestres, ¡qué dulce!

Manuel: ¡Ana, apurate! ¿¡Qué estás esperando!?

Elisa: Llovía, Manuel.

Amanda: La lluviosa campiña sureña.

Elisa: Llueve poco, era un día especial. Distinto.

Manuel: ¡Qué viento! ¡Y hace cada vez más calor!

Elisa: Gracias por ese regalo.

Amanda: Te faltaron los tules, Manuel.

Manuel: ¡Ana, traé la comida de una vez!

25

Amanda: (Canturreando.) Flores secas del desierto...

Manuel: ¡¿A qué hora se almuerza en esta casa?!

ESCENA 4

Ana: (Desde afuera.) ¡Ya está, aquí está, la estoy trayendo! (Entrando.) ¡Aquí estoy!

Amanda: ¡Muy bien, Ana! Como podrán ver Ana es una excelente cocinera, especialmente en las fechas importantes para mí, como es el día de mi cumpleaños. (Sorprendida al ver la comida.) ¿Cómo se llama?

Ana: (Mira desconcertada a Manuel.) No sé.

Amanda: Seguramente un nombre francés que no sabés pronunciar.

Manuel: Compré la comida hecha, Ana no tenía tiempo de cocinar.

Amanda: (A Manuel.) Con tu gusto de reyes será una comida exquisita: “milanesá con papa frité”

Manuel: En ese bar del pueblo no hay mucho para elegir.

Amanda: (Tendiendo la copa.) Servime.

Manuel: Ya tomaste mucho.

Amanda: (Mirando a Elisa.) Es mi cumpleaños.

Elisa: Inolvidable.

Amanda: ¿Lo vas a recordar siempre?

Elisa: (Mirando a Manuel.) Cada cumpleaños debe ser inolvidable.

Amanda: ¡Qué sentido del humor! Humor inglés parece.

Elisa: Humor indio. (Pausa.) Te parecés mucho a papá, Manuel, por eso te conocí.

Amanda: Yo también soy parecida.

26

Manuel: Vos también, Elisa.(Pausa.) Ana, sentate, almorzá con nosotros, por favor.

Amanda: Por supuesto, si lo hace una cuartelera, ¿por qué no lo iba a hacer Ana?

Manuel: (A Ana.) Serví por favor.

Ana: Sí, gracias.(Todos se sientan, Ana sirve.)

Amanda: (A Manuel.) ¿Una cuartelera es un personaje que huele a bosta, perdón, excremento de caballo?

Elisa: Puede que el personaje huela así. (Pausa.) En esta habitación de la actriz hay un penetrante olor dulzón de orinal, ¿a qué se debe?

Amanda: (En diva.) ¡Ana, retirá los orinales! De noche no me gusta salir del cuarto.

Ana: (Levantándose.) ¿Quién sigue sirviendo?

Amanda: Manuel.

Manuel: La anfitriona. Es tu cuarto. (Ana va hacia los cortinados, retira una escupidera, cruza toda la escena y sale. Amanda sirve con desgano.)

Elisa: Siempre hablaba de ustedes.

Amanda: ¿Quién?

Elisa: Papá ¿por qué nunca fueron verlo? (Ana entra abruptamente, cruza la escena con la escupidera y vuelve a ponerla detrás del cortinado.)

Amanda: (A Ana.) Qué rápido, ¿dónde lo tiraste?

Ana: Por la ventana. (Se sienta) ¿Sigo sirviendo?

Amanda: (Con asco) ¡No! Serví tu plato después (A Elisa y Manuel.) ¿Así que estuvieron juntos dando un paseo por el desierto?

Manuel: Así es.

Amanda: Brindo por Elisa y Manuel, después de tanto tiempo de jarilla y desierto.

Elisa: Por la actriz de gran éxito.

27

Manuel: (En personaje de Coronel.) Por los cuarteles y soldados.

Elisa: (En personaje de cuartelera.) ¿Cuarteles? ¡Fuertes de morondanga!

Manuel: ¿Perdón?

Amanda: Y cuarteleras. Por el coronel del desierto y la chusma. (A Manuel.) ¿No dijiste que las cuarteleras eran la chusma del ejército?

Manuel: No. (Elisa saca del bolsillo el papel que le dio Manuel y lee. Amanda corre el plato y deja de comer.)

Amanda: (A Elisa.) Dijo: “las cuarteleras heroicas... putas”.

Manuel: Dame esa copa.

Amanda: (Levantándose.) Dame esa botella. Es mi cumpleaños.

Elisa:... “india cautiva de malón de blancos...eso dice aquí.

Amanda: India, sí. Después no sé.

Elisa: Es lo que dice el papel, Manuel.

Amanda: A lo mejor se quiso pasar al otro bando y le reconocieron el color (Se ríe de su ocurrencia.) ¿Estamos jugando, no? Hablo del personaje.

Elisa: Esta cuartelera se acercaba poco (Se levanta y se aleja de Amanda) a las pieles muy blancas porque les sentía un olor ácido, como a vómito. (Pausa.) Estamos jugando, ¿No? (Elisa y Amanda se miran en silencio. A Manuel.) ¿Y usted qué hizo en la Campaña...?

Amanda: (Completando la frase.) Coronel?...

Manuel: Mi tarea fue de investigación científica.

Elisa: ¿Medía la cabeza del indio y del soldado para ver si eran humanos?

Amanda: (Por Elisa) Aprende rápido.

Manuel: Investigación botánica y zoológica del desierto patagónico.

Amanda: Para un museo alemán.

Elisa: ¿Alemán?

28

Manuel: Sí.

Elisa: Qué gracioso.

Manuel : Toques de humor de la campaña. Pagaban muy bien, yuyos, bichos, esas cosas.

Elisa: ¿Sabe que el que junta lagartijas, sapos, víboras, raíces y las mete en botellas y los encierra y les quita el aire y los mata, es alguien que quiere robar almas porque no la tiene, lo sabía?

Manuel: No, no lo sabía.

Elisa: Lo dijo mi abuelo mapuche que era muy sabio. (Pausa.)¿Así que fue de pic nic a la Campaña, coronel?

Manuel: No fue pic nic. Cada uno desde su lugar extendió las fronteras de la civilización.

Elisa: ¿Civilización? (Muestra el papel.) Usted lo puso: “malón de blancos”...”india cautiva de blancos”.

Manuel: Uno aprende de la estrategia del enemigo.

Elisa: Los indios le copiaron el malón a los blancos. Malones de uno y otro lado, degollando.

Amanda: Sabe muy bien el personaje. ¿Lo habías hecho antes, Elisa?

Elisa: Y pobre el soldado del fuerte, sin dormir, sin comer, sin ropa, descoyuntado en la estaca y degollando cabezas de indios para despoblar por órdenes oficiales.

Amanda: ¡Qué fervor! Deberías ser actriz. (Se sirve champagne.)

Elisa: ¿Esa fue su orden, Coronel?

Manuel: Esa no era mi tarea.

Elisa: ¿Y cuál era su tarea?

Manuel: Ya te expliqué.

Elisa: El coronel estaba de pic-nic.

Manuel: No parece un juego.

29

Amanda: Lo hace muy bien

Elisa: (Imprevistamente se sienta.) ¿Me alcanzarías la sal?

Manuel: Está sabrosa la comida.

Amanda: Cualquier comida es de reyes para un paladar imaginativo.

Elisa: Y cuando quedaron pocos criollos y menos indios se hizo bajar de los barcos para poblar el cementerio patagónico.

Amanda: Creí que habíamos terminado con el tema.

Elisa: No. Hablemos de cómo quedaron repartidas las tierras más allá de las fronteras; nada para el soldado que las peleó y menos para el indio que era el dueño.

Amanda: (A Manuel.) ¿Es revolucionaria? (A Elisa.) ¿Y qué prentendías, querida?

Elisa: Lo consiguieron. Al sur del Río Colorado somos América Blanca. Los dueños de la tierra son unos ricos de adentro y muchos de afuera.

Amanda: Un poco sobreactuado.

Elisa: Más de un buen patriota debe lamentarse que aquel desierto no siga en manos de Namuncurá.

Amanda: ¡Eso es sacrílego! ¡La tierra en manos de un bruto en vez de un cristiano!

Manuel: Uno de esos ricos de afuera fue tu bisabuelo paterno.

Elisa: Tuve dos bisabuelos. El otro era indio.

Amanda: Tus ancestros indios te están desubicando, Elisa. (Se para sobre una silla) Diría mi bisabuelo: Elisa es una mujer partida; sobre los escombros del Palacio del primer Inca se levantaron catedrales católicas. ¡Estás partida como las catedrales!

Manuel: ¡Bajate, Amanda! ¡Te podés lastimar!

Amanda: (Abandonando el personaje.) ¡Dejame, no estoy lisiada!(En diva, extendiendo la copa.) Servime, querido, sino pierdo el hilo. (Manuel le sirve.) Dejeme decirle que este Coronel y yo, siglos más siglos menos, pertenecemos a una clase que es hija, nieta, chozna de europeos y si algún criollo se metió en el

30

linaje siempre lo hizo mirando hacia Europa. Tenemos el don de la inteligencia, la cultura de los siglos, la sensibilidad de los grandes artistas. Y el dinero.

Manuel: Queda poco.

Amanda: Y el poco dinero que queda. Un error de la naturaleza haber nacido en esta tierra de bárbaros.

Elisa: Nacida aquí y extranjera de nacimiento.

Amanda: Terminé.

Elisa: Yo no. Ojalá se hubiese ido hace siglos, señora, o no hubiera venido.

Amanda: (Para bajarse.) Dame la mano, Manuel. (A Elisa, abandonando el personaje.) No habrías nacido, habría faltado mi padre.

Elisa: Y aquí estamos las dos.

Manuel: Los tres.

ESCENA 5

Ana: (Que se mantuvo comiendo todo el tiempo.) ¿Los señores se van a servir postre?

Amanda: ¿Hay postre?

Ana: Fruta de estación. ¿La voy trayendo?

Amanda: (Con asco.) No quiero. (Se sirve champagne pero ya no queda.) Ana, andá a buscar. (A Manuel.) Hay, ¿no?

Manuel: Para mí no hace falta.

Amanda: Para mí, sí. (A Ana.) Andá. (Ana se va.)

Manuel: (Que tomó la rastra que está sobre la mesa.)¡Qué linda es! Plata, nácar y tiene incrustaciones de oro.

Elisa: Linda porque él me la dio

Amanda: Conversación aburrida. ¿Podemos hablar de otra cosa?

31

Manuel: ¿Querías fruta, Elisa?

Elisa: No, gracias.

Manuel: Hace mucho calor.

Amanda: Sí, y hay viento y mucha luz y a mí me gusta. No quiero que oscurezcan.

Manuel: La luz da más calor.

Amanda: Me gustan las cortinas abiertas.

Manuel: Si se oscurece refresca un poco.

Amanda: No me gusta estar a oscuras. ¿No podríamos hablar de otra cosa? (Pausa.)

Elisa: Nunca fueron a verlo.(Pausa.) Siempre hablaba de ustedes.

Amanda: Ya hablamos de eso.

Manuel: ¿Qué decía papá?

Elisa: Los extrañaba, quería verlos. Los quería mucho. (Se ríe.) Se acordaba de cosas de ustedes.

Amanda: ¿Cuándo dejaba a Manuel afuera, de noche, para que viera al gato montés y se curara el miedo?

Elisa: Eso me lo contó mamá. Que de chico se subía a una silla y recitaba poemas mientras se arremangaba el pantalón corto. (A Manuel.) Y decías que iba a ser poeta.

Manuel: No resultó así.

Elisa: Pero que habías elegido lo mejor para vos.

Manuel: Lo eligió él.

Amanda: Vocación de servicio. ¿Fue lo mejor?

Manuel: ¿Y de Amanda?

Elisa: Que era una amazona perfecta, un centauro con figura femenina que quiso pintar.

32

Amanda: ¿Pintar?

Elisa: Pintó mucho en los últimos años, aunque veía poco.

Amanda: Nunca supe que pintara.

Elisa: El tampoco, pero pintó. Yo le importaba confundir los colores, decía que estaba en una edad donde todo se confunde, o se funde en un único color. Los pintó de memoria y a mí con ustedes. Eramos figuras azules. (Pausa.)

Amanda: ¿Y de vos qué dijo?

Elisa: Que era como la tierra en primavera.

Amanda: Qué poético.

Elisa: Era un poeta.

Amanda: Ya sé. ¿A qué viniste?

Elisa: A preguntar.

Amanda: ¿Qué?

Elisa: Y a escuchar la respuesta.

Amanda: Preguntá. Que conteste Manuel.

Manuel: ¿Qué es esto, un juicio?

Amanda: Podría ser. (Dispone las sillas en triángulo.) Sentate aquí, Elisa. Al centro, Manuel. Yo aquí. (A Elisa.) Preguntá.

Elisa: Ya pregunté, ¿por qué nunca fueron a verlo?

Amanda: (A Manuel.) Contestá.(Silencio.)

Elisa: Ni siquiera cuando agonizaba y los llamó... (Silencio.)

Amanda: Manuel... (Silencio.)

Elisa: Mamá vino a buscarlos esa madrugada de invierno. Nunca supe qué pasó aquí, ella volvió llorando y sin ustedes.

Ana: (Entra abruptamente.) ¡Tardé pero encontré una botella en el sótano! (Limpia la botella.) ¿Sirvo?

33

Elisa: (A Ana.) Dejalo sobre la mesa. (Ana sorprendida cumple la orden.) Podés retirarte. (Ana mira a Manuel y a Amanda y se retira.)

Manuel: Nunca supe quiso vernos.

Amanda: No mientas.

Manuel: Estaba de viaje.

Amanda: No es cierto.

Manuel: Me enteré de todo cuando volví.

Amanda: Estabas aquí cuando vino a avisarnos.

Manuel: Vos estabas, y no quisiste ir.

Elisa: (A Amanda.) ¿Por qué?

Amanda: (A Manuel.) No quise, pero vos sí querías.

Manuel: No es cierto.

Elisa: (A Manuel.) ¿Por qué no fuiste?

Manuel: No fue así.

Elisa: ¿Y cómo fue?

Manuel: No fui porque no quise, era dueño de hacer lo queme daba la gana, no necesitaba que nadie me diera indicaciones ni ordenara lo que tenía que hacer. Iba a hacer lo que quería. Lo que yo quería.

Elisa: ¿Por qué no quisiste ir?

Manuel: Tampoco me importaban las amenazas.

Amanda: Lo único que falta que digas que no fuiste porque note dejé.

Manuel: ¡No necesitaba tu permiso, hace tiempo que no necesito tu permiso para nada! ¡No necesito el permiso de nadie y el de él tampoco porque está muerto!

Elisa: Era tu padre.

Manuel: Ya sé. No pude. Amanda estaba descompuesta.

34

Amanda: Eso no tuvo ninguna importancia, estaba Ana. No había necesidad de que te quedaras.

Manuel: Ana sola no podía.

Amanda: No fuiste de mucha ayuda.

Manuel: No podía dejarte en ese estado.

Manda: ¿En qué estado? Si eras vos el que no paraba de llorar gritando como un loco por toda la casa.

Manuel: Por vos, porque estabas enferma.

Amanda: No más de lo que estuve siempre.

Manuel: (A Elisa.) No podíamos sujetarla, teníamos miedo de que se lastimara y llamamos al médico.

Amanda: ¡No por mí, por vos!

Manuel: Estabas loca.

Amanda: No más que siempre.

Manuel: (A Elisa.) Estaba desesperada... y yo también. Me dijo que iba esa noche a ver a papá se mataba, y le creí. Tuve miedo de que lo hiciera y de quedarme solo. No fui. Yo quería verlo y ella no me dejó.

Amanda: Te dio miedo.

Manuel: Sí.

Amanda: Miedo de dejarme y verlo a papá muriéndose.

Manuel: Sí.

Amanda: Como cuando papá te dejaba afuera a la noche para que vieras al gato montés.

Manuel: Sí.

Amanda: (A Elisa.) Ya está contestada tu pregunta.

Elisa: ¿Por qué mamá se fue llorando?

35

Manuel: (Levantándose de la silla y cediéndosela a Amanda.) Contestale.

Amanda: No sé. La habrá hecho llorar la verdad, le dije que nosotros no éramos hijos de un hombre que había elegido una india. Contestada. (Indicándole la puerta.) Si a eso viniste... (Pausa.)

Manuel: (Recomponiéndose.) Elisa vino a su casa.

Amanda: Ah, ¿sí? ¿Y dónde queda?

Manuel: Aquí.

Amanda: Aquí, ¿dónde?

Manuel: Aquí. A esta casa que también es suya.

Amanda: No me hagas reír.

Manuel: Mi inevitable sentido del humor. (Señalando a Elisa.) “Su casa”.

Amanda: Es gracioso de veras, ¿cómo podría uno imaginarse que esta casa es de ella?

Manuel: No hace falta imaginación, basta con la realidad.

Amanda: ¿Cuál es el juego?

Manuel: Ninguno. Elisa vino a su casa porque también es suya. No hay juego.

Amanda: (Mirando a Elisa.) ¿Y ella no habla?

Manuel: No le toca.

Amanda: Entonces es un juego.

Manuel: (Levantándose.) Quiero escuchar música.

Amanda: Es que no entiendo.

Manuel: Cuando termines de entender podemos seguir con la conversación si no te parece aburrida. (Manuel va hacia el aparato de música y busca un cassette.)

Amanda: No podría ser nunca su casa.

Manuel: No toda. Una parte.

36

Amanda: Ni siquiera una parte.

Manuel: No lo voy a repetir todo el tiempo.

Amanda: (Sirviéndose champagne.) Me voy a sentir mal.

Manuel: No lo hagas porque nos vamos.

Amanda: (En diva.) Ni siquiera tiene el señorío para abrir una puerta. La casa es mía y de Manuel porque somos los únicos que quedamos de aquella estirpe. ¡Mía y de él!

Manuel: No actúes, por favor. Elisa también es hija de papá.

Amanda: De papá con una india.

Elisa: No hables así.

Amanda: ¿Te avergüenza ser hija de una india?

Elisa: Me molesta la manera en que lo decís.

Amanda: ¿Algún resentimiento?

Elisa: Yo también soy india.

Amanda: Mestiza.

Manuel: Elisa es tu hermana.

Amanda: Sangre de un solo lado no nos hace hermanos.

Manuel: Eso es precisamente. La sangre es herencia.

Amanda: Cuando se mezcla deja de ser herencia y se transforma en pedigree: la mezcla es cosa de animales.

Manuel: La casa es parte de la herencia porque le corresponde más.

Amanda: (En diva.) Nosotros somos los únicos herederos, por historia.

Manuel: También parte de los campos que quedan y parte de los negocios que hago. (Pone música. Sonará una sucesión de valses criollos.)

Amanda: La historia es herencia, el mármol de los castillos de Europa que está en la memoria de nuestros pies.

37

Manuel: Y están los papeles que dicen que es nuestra hermana. Papeles que dejó papá.

Amanda: ¡Mis manos y las de Manuel tienen el recuerdo de las sedas de aquellos cuartos y está en nosotros el perfume de la madera de aquellos bosques! ¡Y después de tantos siglos de nieve mi cuerpo no se acostumbra a este viento y este calor de mierda y esta india que me ronda todo el tiempo, toda la vida! (Se sienta, agotada.)

Elisa: (En la ventana que da al proscenio.) De aquí hasta donde me alcanza la vista, estas tierras fueron de mis bisabuelos mapuches que mataron a lanza y tiro. Por defenderlas a mis abuelos los dedos y la lengua. Mamá fue un poco feliz. Yo vine a buscar a mis hermanos.

Amanda: ¡Me cansé! (Va hacia la puerta.) ¡Ana!(Ana entra corriendo.) Deciles que se vayan. ¡Se terminó el festejo!

Ana: La señora necesita descansar, es mejor que la dejen sola.

Manuel: (A Ana.) No te metas.

Amanda: Ana cumple mis órdenes.

Manuel: Las órdenes las doy yo y vamos a seguir hasta la hora que corresponde.

Ana: Faltan quince minutos para la hora que corresponde.

Amanda: Sos un traidor, un débil.

Manuel: ¿Traidor a quién?

Amanda: A mí. Tu única familia.

Manuel: Elisa también es mi familia.

Amanda: Igual que cuando eras chico, escondido debajo de la cama, papá te tenía que sacar colgando de un brazo para que vieras al gato montés. Terminabas cagado y violeta en la pieza de la sirvienta. Nunca aprendiste.

Manuel: Yo era un chico, ella me consolaba.

Amanda: Un débil tarde o temprano traiciona.

Manuel: Y vos “su muchachito”. Cuando entraba a casa taconeando fuerte, abría los brazos y preguntaba (Gritando.) “¿Dónde está esa fiera, esa amazona, esa belleza de “mi muchachito”? Así te llamaba.

38

Amanda: Porque vos no sabías serlo. No supiste ser el varón de la familia. (Manuel se acerca a Amanda, intenta doblarle el brazo. Amanda se desprende. Quedan en silencio, enfrentados.) ¡Ana, vení! Acompañame, me siento mal. (Van detrás del biombo.)

Ana: Permiso. (Se va.)

Manuel: ¿Más champagne, Elisa?

Elisa: No.

Manuel: Hice preparar un cuarto para vos.

Elisa: Los esperó. Hacía fuerzas para no morirse. Cuando llegó mamá sin ustedes, supo y se dejó ir de la mano de las dos. Siempre dijo que había que morir en casa de uno. Murió en casa.

Manuel: (Sube la música del valsecito criollo.) Esta música le gustaba, ¿sabías?

Elisa: Sí.

Manuel: ¿Bailamos?

Elisa: No, ahora no.

Manuel: ¿Por qué no? (Le tiende la mano.) No me desprecies. (Elisa se acerca a él. Bailan.)

ESCENA 6

Amanda aparece vestida de adolescente de los años 1950. Ana detrás, como una

Mujer de la misma época, en personaje de la madre de Amanda y Manuel. Amanda

cruza la escena y saca la música. Se miran los cuatro en un momento de desconcierto.

Amanda: (Mirando a Ana.) ¿Qué es lo que tenías que decir? ¡Decilo!

Ana: ¡Soltá a esa india, Manuel ¿Qué estás haciendo hijo mío? ¡No le hagas esto a tu madre!

Amanda: Ya oíste, Manuel.

39

Manuel: ¿Qué es esto?

Amanda: Elisa, te presento a mamá.

Ana: (Leyendo un papel.) ¡Sacamela de la vista!

Manuel: ¡Andá a cambiarte, Ana! (A Amanda.) No juegues con esto.

Amanda: (Sosteniendo a Ana que intenta irse) ¿Por qué querido?

Manuel: Porque mamá está muerta.

Amanda: No juego. (A Ana.) Mamá querida, decile a Manuel que viniste a festejar.

Ana: Vine a festejar.

Amanda: Vamos a divertirnos. (Manuel toma a Elisa de la mano y va hacia la puerta para irse, Amanda lo corre, se pone adelante.) Manuel querido, ¿te aprendiste el papel que te dio mamá? No te muevas, Manuel, por favor. (Va hacia Ana.) Toda esta es tu pieza, mamá, donde te encerrabas. (Pone una silla y señala la ventana de proscenio.) Y esta era esa ventana. Empiezo yo con Manuel. (A Manuel.) ¿Dónde estuviste Juan Moreira que tardaste tanto tiempo en volver?

Ana: (Leyendo el papelito. A Amanda.) ¡Lo hacés mal!

Amanda: Ya sé que no hay mejor actriz que vos.

Ana: Siempre celosa de tu madre. Nunca vas a ser como yo.

Amanda: (A Manuel.) Te toca a vos. Decí: “Me entretuve con los amigos”

Manuel: No tengo ganas.

Amanda: (Seductora.) Por favor, por favor, Manuel.

Manuel: “Me entretuve con los amigos”

Amanda: Seguí. (Amanda va hacia el tocador y saca algo del cajón que oculta en las manos.)

Manuel: No me acuerdo.

Amanda: “¿Estabas con temor por mi ausencia?” Seguí.

Manuel: “Vicenta, andá a cebar unos mates”

40

Ana: (Lee, perdida con los textos que escucha.) Cuando se quiebre la rama y te caigas nadie va a ir a consolarte.

Amanda: (Se arrodilla frente a Manuel y pone en el pecho de ella su tijerita que tiene entre las manos.) No te vayas, antes herime y después moriré a gusto (Manuel observa la tijerita, asustado, no dice nada.)

Ana: (Continúa leyendo, ahora concentrada en el personaje.) ¡Van a actuar para las liebres del campo! ¿¡Por qué le permití a tu padre traerme a este desierto de mierda!?

Amanda: (Abandona el personaje de Vicenta. A Ana.) Sentate, Manuel, acercale la silla a mamá, ¿no ves que no puede? (Manuel no se mueve.)

Ana: (Que sigue leyendo.) ¡Lo único que se aprende es a cerrar la boca para que la tierra no se meta entre los dientes!

Amanda: (A Ana) Yo te la acerco, no te preocupes. Sentate, mamá. Elisa, ésta es una reunión de familia, si querés irte estás disculpada, ¿qué querés hacer, querida?

Manuel: Se queda.(Manuel busca una silla, la coloca enfrentando la escena, le hace señas a Elisa para que se siente.) Sentate. (Elisa estará como una observadora imperturbable.)

Amanda: Elisa se queda mamá. Hacé de cuenta que no está.

Manuel: (A Amanda.) Sería mejor que tomaras tu pastilla y descansaras.

Amanda: (Tierna, a Elisa) ¿No lo estamos pasando bien? Estamos jugando.

Ana: (Posesionada con el papel.) ¡Salgan de esos piletones viejos que los voy a correr con la varilla!

Amanda: (A Ana.) ¿Te acordás cuando nos bañábamos en el pozo de la acequia?

Ana: ¡Salgan de ahí! ¡La mugre de barro de esa acequia! ¡Esta llena de sapos!

Amanda: ¿Te asustan los sapos, mamá?

Ana: (Abandonando el personaje.) Me asustan los sapos.

Amanda: Te asustan mucho. ¿Y qué hizo el malo de Manuel, qué te hizo?

Ana: Me asustó.

41

Amanda: Te asustó, te puso un sapo muerto, bien destripadito debajo de la almohada y cuando abriste la cama era toda una mancha de sangre.

Manuel: Yo no lo hice.

Amanda: ¡Sí que lo hiciste! Por eso Manuel y yo agarrábamos a los renacuajos y con esta tijerita los cortábamos finito, finito como fideo fino, cabello de ángel, para que no crezcan y se hagan sapos que te asustan.

Manuel: Yo no hice eso.

Amanda: ¿Quién fue, mama?

Ana: No sé, no sé quién fue.

Amanda: (A Manuel.) ¡Te dije que no lo hicieras porque mamá se iba a encerrar!

Manuel: Sabés bien quién lo puso.

Amanda: ¡No te escucho! (A Ana.) Y te encerraste en esa pieza durante tres días. ¿Por qué te encerrabas?

Ana: (Abandonando el personaje.) No sé. Siempre le dolía la cabeza.

Amanda: Porque te la golpeabas todo el tiempo contra la pared.

Ana: Decía que tenía que estar sola para pensar.

Amanda: ¿Qué tenés que pensar, mamá?

Ana: No sé bien eso. (Va hacia la ventana.) Ella decía: “De día abro las cortinas para que entre la luz y miro los árboles. Son terribles los árboles en invierno: tridentes apuntando al cielo para herirlo y que caiga la tormenta” eso decía. Y cerraba las cortinas.

Amanda: ¡Y gritabas!

Ana: ¡Sí! (Imitando a la madre.) ¡Su madre necesita silencio!

Manuel: Mamá tenía que curarse.

Amanda: ¿No querés saber, Manuel?

Manuel: No hay nada que no sepa. Los dos sabemos lo mismo.

42

Amanda: Lo de aquella noche fue una pesadilla que tuve. (A Ana) La tercera noche de tu encierro me desperté soñando que entrabas a oscuras a nuestra pieza, con esa tijerita curva y filosa que guardabas en el costurero, que te acercabas a mí en silencio, mirándome, desconocida y dijiste:

Ana: ...“Es para que no sufras, Amanda”...

Amanda: Te acordás.

Ana: Usted lo contó muchas veces.

Amanda: Después me acosté y volvía a levantarme a vomitar, al final me llevé la almohada al baño y dormí pegada al inodoro y con la puerta abierta (A Manuel.) Y cada vez que me despertaba te veía muerto de miedo, escondido debajo de la cama, mirando la tijerita que quedó tirada en el piso.

Manuel: (Se levanta e intenta abrazarla.) Ya está, Amanda.

Amanda: ¡No me toques! (A Ana.) ¡Y vos estabas ahí para consolarme!

Ana: El padre de ustedes estaba.

Amanda: A veces estaba con nosotros, con vos nunca mamá. Porque de noche (A Elisa.) estaba con la india de tu madre. Yo los escuchaba respirar ahogados cuando pasaba por la pieza de la sirvienta cada vez que iba a tomar agua. Me moría de sed todas las noches y él ahí revolcándose con la india de tu madre en esa pieza que daba al potrero y olía a bosta de caballo.(Elisa mira imperturbable.)

Manuel: (Yendo hacia el perchero.) Amanda, tenés que tomar tus pastillas.

Amanda: No quiero. (A Elisa.) ¿Te tocaste las manos así, cada hueso de la palma?

Manuel: Ana, buscalas y dáselas. (Ana va hacia el tocador. Manuel se pone un sombrero, un pañuelo de seda a modo de bufanda y un bastón.)

Amanda: No las quiero. (A Elisa.) La vida es un milagro de dolor, una carrera de resistencia. Mirá, yo misma puedo hacer fuerza y quebrarla, puedo quebrar mi propia mano.

Ana: (Con unas pastillas y un vaso de agua en las manos.) Tiene que tomar sus pastillas.

Amanda: ¡No quiero! (A Elisa que la escucha sin moverse.) Probá Elisa, probá con tu mano, andá haciendo así, despacio, hacelo.

43

Ana: Tiene que tomarlas, le va a hacer bien.

Amanda: (A Elisa.) ¡Hacelo! (A Ana.) ¡Dije que no! (A Elisa.) Probá con tu mano, probá!

Manuel: ¡Tomá las pastillas, Amanda!

Amanda: Hacelo, Elisa, hacelo. ¡Hacelo! ¡Así!

Ana: Deme esa tijerita, querida, y tome sus pastillas.

Amanda: Probá Elisa, probá. (A Ana.) ¡Dejame!

Ana: ¡Deme esa tijera!

Amanda: (Empuja a Ana que cae al suelo.) ¡Andate te dije!

Ana: (A Manuel.) ¡Su hermana está loca, completamente loca!

Amanda: (A Ana.) ¡Vos está loca, mamá ¡Tenés la sangre podrida en las venas y se te pudre la cabeza! ¡Dormila, Manuel para que no se la golpee contra la pared y le estalle y nos descomponga el olor hediondo de esa sangre!

Manuel: (Gritando.) ¡Amanda! Tu padre te está hablando, hija.

Amanda: (Se da vuelta y lo ve a Manuel.) ¿Qué haces?

Elisa: No juegues con eso.

Amanda: Nadie está jugando. (Ana se sienta a mirar de espectadora.)

Manuel: Dame esa tijerita, querida, no te lastimes.

Amanda: Sí, papá. (Amanda se acerca y le da la tijerita.)

Manuel: Guardala, Ana. (Ana la guarda.)

Amanda: (A Manuel.) Fue un sueño con un charco de sangre. ¿Fue así?

Manuel: Sí.

Amanda: Yo lastimé a mamá.

Manuel: No querida, no fue así.

Amanda: Tenía los pechos tajeados. ¿Por qué no viniste antes?

44

Manuel: No te escuché, hijita. Tenés que olvidarte de eso.

Amanda: Las dos peleamos y después la oí gritar. ¿Dónde estabas? Yo miraba la tijerita que se cayó. Manuel se metió debajo de la cama y no venías.

Manuel: No escuché, hija.

Amanda: No escuchabas. ¿Dónde estabas que no podías escucharme? Ella se fue cayendo pálida, con la mano sujetando el pecho que sangraba y no venías.

Manuel: Perdoname, hijita.

Amanda: Decía cosas que no entendí, decía: “Tu padre, no puedo con este dolor” y sangraba. ¿Por qué no volví a verla? ¿Qué le hice?

Manuel: Nada. Ella misma se lo hizo.

Amanda: La herí y sangraba.

Manuel: Tomá la pastilla y el agua. (Ana se la alcanza. Amanda bebe. Ana vuelve a su sitio. Manuel se sienta.) Siempre preguntó por vos y por Manuel.

Amanda: Estás mintiendo, en ese mundo perdido hacía rato que esos nombres estaban olvidados, solo decía el tuyo.

Manuel: Ya pasó, querida. Ya pasó todo.

Amanda: ¿Vas a encerrarte también? No me dejes sola.

ESCENA 8

Elisa: (Saca del bolsillo una vincha, se la pone cruzando la frente. Va hacia Manuel y se para a la distancia.) Tu padre está cansado, Amanda. (Manuel y Amanda se sorprenden.) ¿No es así, querido?

Manuel: (Retoma el personaje del padre.) Sí, es así, mi amor. De recordar me da cansancio y mareo. El viento de estos días fue tan fuerte que me duelen los ojos.

Amanda: ¿Estás llorando?

Elisa: Está cansado, Amanda, muy cansado. (A Manuel.) ¿Puedo pasar, querido?

Manuel: Sí. (Elisa avanza hacia Manuel.) Fue un viento fuerte frío el de estas noches. “Y cuando aclara después de la lluvia y corre ese viento frío del oeste”...

45

Amanda: (A Elisa.) ¿De qué habla?

Elisa: (Le hace señas de silencio.) Es cierto, el viento y el calor después de la lluvia y el cielo se despeja y empieza el viento helado de la cordillera. ¿Tenés frío?

Manuel: (Como si se ahogara.) Y el polvo que se levanta no me deja respirar, y el aullido del viento en los techos que no me deja pensar, todo se oscurece con el polvo.

Amanda: Un remolino de viento que cambia las cosas de lugar, un desierto de mierda.

Manuel: Tengo frío. Estoy viejo, frágil.

Elisa: Un muchachito que tiene frío. ¿Puedo abrigarte?

Manuel: Abrazame.

Elisa: No va a ser suficiente. Amanda, alcanzame una manta para tu padre. (Amanda se la alcanza y vuelve a alejarse.)

Manuel: Gracias, hija.

Amanda: De nada. (A Elisa.) ¿Va a estar bien?

Elisa: Sí.

Manuel: Va a llover, la lluvia lava y el polvo se asienta.

Amanda: Llueve poco por aquí.

Elisa: Lo necesario.

Manuel: “Esta tarde de paz y de calma pareciera que aviva dolores de heridas que llevo en el alma”.

Amanda: Son tus versos papá.

Manuel: Sí, querida.

Amanda: Me gustan mucho.

Manuel: Gracias.

Amanda: Nunca te lo dije.

46

Manuel: Yo lo sabía. (Manuel respira ahogado.)

Amanda: (Tranquilizándose a sí misma.) Es el calor, el polvo de mierda que no te deja respirar.

Manuel: “Una gran laxitud que se ahonda por los poros me va retorciendo”.

Amanda: ¿Cómo estás, papá?

Manuel: No te preocupes hija.

Amanda: ¿Te sentís bien?

Manuel: Ya va a pasar.

Elisa: Tu padre está cansado, Amanda.

Amanda: Papá....

Manuel: “Yo me aquieto en mi playa

Caronte y no avances la magia

soberbia de tu embarcación

déjame entonarle sacra liturgia

a las impaciencias de mi desazón”

Amanda: (A Elisa.) ¿Está bien, se siente bien?

Elisa: Se va a aliviar.

Manuel: Hace frío.

Amanda: (A Elisa.) Tiene frío.

Elisa: Ya te puse un abrigo, querido, te vas a sentir mejor.(Elisa se levanta y va hacia Amanda.)

Amanda: Hay que abrigarlo más.

Manuel: (A Elisa.) No te vayas.

47

Elisa: No me voy. Siempre estoy al lado tuyo. (Toma la mano de Amanda que se deja llevar hacia Manuel.) A mi pollera la levanta la mano del viento y la tuya y nadie más.

Manuel: (Tomando en una mano a Elisa.) No me dejes.

Elisa: Nunca.

Manuel: No me dejes solo.

Elisa: Donde vayas estoy con vos. Uno nunca llega solo, mi amor.

Manuel: ¿Y Amanda, y Manuel?

Elisa: Aquí estamos todos.

Manuel: (A Amanda.) La mano, dame la mano. (Amanda le da la mano.)

Amanda: Estamos solos.

Manuel: Los dejos solos.

Elisa: No, juntos, porque somos la tierra y la tierra es como la vida, sin regreso, sin retorno, siempre hacia la primavera. (Quedan un momento así. Elisa se suelta, se levanta y va hacia la mesa.) Es lo que hubiera querido. (Toma la rastra.) Me llevo esto que es mío. Adiós. Adiós, Ana.

Ana: Adiós, señora Elisa. (Elisa se va. Amanda se levanta y se recuesta en la chaise long, Manuel va hacia el perchero y deja el sombrero, el pañuelo y el bastón.)

Manuel: El sol de la siesta quema. Cerrá las cortinas, Ana.

Ana: La señora Amanda...

Amanda: Cerralas...

(Crece la intensidad del viento mientras Ana corre las cortinas y lentamente cae el TELÓN)

48

Amancay Espíndola. Correo electrónico: [email protected]

Todos los derechos reservados

Buenos Aires. Argentina. Junio de 2003

-

CELCIT. Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral

www.celcit.org.ar