garcia linera la crisis del estado

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    CRISIS DEL ESTADO Y SUBLEVACIONESINDGENO-PLEBEYAS EN BOLIVIA1

    Fue Kant quien defini el Estado como una unin de personasque se proponen vivir jurdicamente, entendido esto como des-pliegue de la libertad bajo una ley y una coaccin universal.2Ms all de ver al Estado como la idea del derecho en acto, loque aqu nos interesa resaltar es la concepcin del Estado comoel yo comn del sistema de libertades que posee una sociedad.Sin embargo, fue Marx quien nos llam la atencin sobre el ca-rcter ilusorio de esta comunidad.3No es que el Estado no seaun resumen de la colectividad, sino que es una sntesis enajena-da, pues transfigura los conflictos internos de la sociedad bajo laapariencia de la autonoma de las funciones estatales. De ah que

    se pueda decir que el Estado es una sntesis de la sociedad, perouna sntesis cualificada por la parte dominante de esa sociedad.4

    1 Texto extrado de lvaro Garca Linera, Crisis del Estado y sublevaciones in-dgena-plebeyas en Bolivia, en lvaro Garca Linera, Luis Tapia y Ral Prada,Memorias de octubre, La Paz, Comuna y Muela del Diablo, 2004.

    2

    Immanuel Kant, Crtica de la razn prctica, Buenos Aires, El Ateneo, 1951.3 Karl Marx, De la crtica de la filosofa del derecho de Hegel, en Obras funda-mentales, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1981.

    4 Ren Zavaleta, El Estado en Amrica Latina, La Paz, Los Amigos del Libro, 1989.

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    En los ltimos aos, la escuela derivacionista y regulacionista5ha trabajado, precisamente, los procesos sociales mediante loscuales las estructuras estatales modernas, y sus mbitos de autono-ma poltica, responden a las distintas maneras de configuracinde los procesos productivos, a los modos de gestin de la fuerzade trabajo, y a la propia articulacin de las redes transnacionali-zadas de los circuitos del capital social planetario. Esto significaque, cuando hablamos del Estado, estamos hablando de algo quees mucho ms que un conjunto de instituciones, normas o proce-dimientos polticos, pues en el fondo, el Estado es una relacin

    social conflictiva, que atraviesa el conjunto de toda la sociedad,en los modos en que realiza la continuidad de su sistema de ne-cesidades (propiedad, impuestos, moneda, derechos laborales,crditos, etc.), y en el modo en que representa la articulacin entresus facultades polticas y sus actividades cotidianas.

    Esta manera de ver al Estado como totalidad fue sistematiza-da por Antonio Gramsci, quien propuso el concepto de Estado,en su sentido integral, como la suma de la sociedad poltica yla sociedad civil, recogiendo, a su modo, el legado hegeliano deque la sociedad civil es el momento constitutivo del Estado que,a su vez, mediante el andamiaje de sus instituciones, sintetiza elideal de eticidad de una colectividad, esto es, las costumbres, va-lores y creencias que los miembros de una sociedad comparten.6

    La importancia de las creencias, como elemento fundamen-tal en la constitucin del poder poltico, fue lo que llev a mile

    Durkheim a ver al Estado como el rgano mismo del pensa-miento social y, sobre todo, el rgano de la disciplina moral, loque, sin embargo, no debe hacernos olvidar el mbito de la vio-lencia organizada como ncleo del poder estatal.7Coercin ycreencia, ritual, institucin y relacin, sociedad civil y sociedad

    5 Robert Boyer y Yves Saillard (dir.), Thorie de la rgulation. Ltat des savoirs,Paris, La Dcouverte, 1990.

    6 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre poltica y sobre el estado moder-no, Mxico, Juan Pablos, 1975; Georg W.F. Hegel, Fundamentos de la filosofadel derecho,Buenos Aires, Siglo Veinte, 1975.

    7 mile Durkheim,La divisin del trabajo social, Mxico, Premi, 1985.

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    poltica son por tanto elementos constitutivos de la formacin delos Estados. Max Weber sintetizar esta composicin del hechoestatal a travs de la definicin del Estado como una organiza-cin poltica continua y obligatoria que mantiene el monopoliodel uso legtimo de la fuerza fsica.8

    Esto significa que hay Estado, no slo cuando en un territo-rio unos funcionarios logran monopolizar el uso de la coercinfsica, sino tambin cuando ese uso es legtimo, esto es, cuandola legalidad de tal monopolio se asienta en la creencia social, loque a su vez supone, segn Pierre Bourdieu, un monopolio pa-

    ralelo, el de la violencia simblica, que no es otra cosa que la ca-pacidad de imponer y consagrar, en las estructuras mentales delas personas, sistemas cognitivos, principios de visin y divisindel mundo considerados evidentes, vlidos y legtimos por losmiembros de una sociedad.9

    CRISISDEESTADO

    Ahora bien, como lo ha mostrado Norbert Elias, estos mono-polios que dan lugar a los Estados son procesos histricos quenecesitan reproducirse continuamente.10De tal manera que laestatalidad de la sociedad no es un dato, un hecho fijo, sino unmovimiento. Este monopolio del capital de fuerza fsica y delcapital de reconocimiento, que da lugar al Estado, genera asu vez otro capital, el capital estatal, que es un poder sobre las

    distintas especies de capital (econmico, cultural, social, simb-lico), sobre su reproduccin y sus tasas de reconversin, por loque el escenario de disputas y competencias sociales en el Estadoest constituido, en el fondo, por confrontaciones sociales por lascaractersticas, el control y direccionalidad de este capital estatalburocrticamente administrado.

    8

    Max Weber,Economa y sociedad, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1987.9 Pierre Bourdieu,Razones prcticas, Barcelona, Anagrama, 1997.10 Norbert Elias, El proceso de la civilizacin, Mxico, Fondo de Cultura Econ-

    mica, 1987.

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    En sntesis, en trminos analticos es posible distinguir en laorganizacin del Estado al menos tres componentes estructura-les que regulan su funcionamiento, estabilidad y capacidad re-presentativa. El primero es el armazn de fuerzas sociales, tantodominantes como dominadas, que definen las caractersticas ad-ministrativas y la direccin general de las polticas pblicas. TodoEstado es una sntesis poltica de la sociedad, pero jerarquizadaen coaliciones de fuerzas que poseen una mayor capacidad dedecisin (capital estatal-burocrtico), y otras fuerzas, compuestaspor grupos que tienen menores o escasas capacidades de influen-

    cia en la toma de decisiones de los grandes asuntos comunes. Enese sentido, los distintos tipos o formas estatales correspondenanalticamente a las distintas etapas histricas de regularidad es-tructural de la correlacin de fuerzas, que siempre son resultadoy cristalizacin temporal de un corto periodo de conflagracinintensa, ms o menos violento, de fuerzas sociales que disputanla reconfiguracin de las posiciones y la toma de posicin en elcontrol del capital estatal.

    En segundo lugar, est el sistema de instituciones, de normasy reglas de carcter pblico, mediante las cuales todas las fuerzassociales logran coexistir, jerrquicamente, durante un periododuradero de la vida poltica de un pas. En el fondo, este sistemanormativo de incentivos, de seales, prohibiciones y garantassociales, que se objetiva por medio de instituciones, es una for-ma de materializacin de la correlacin de fuerzas fundacional,

    que dio lugar a un tipo de rgimen estatal y que, a travs de estemarco institucional, se reproduce por medios legales.Como tercer componente de un rgimen de Estado, est el

    sistema de creencias movilizadoras. En trminos estrictos, todoEstado, bajo cualquiera de sus formas histricas, es una estructurade categoras de percepcin y de pensamientos comunes, capacesde conformar, entre sectores sociales gobernados y gobernantes,dominantes y dominados, un conformismo social y moral sobre

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    el sentido del mundo que se materializa mediante los repertoriosy ritualidades culturales del Estado.11

    Cuando estos tres componentes de la vida poltica de un pasmuestran vitalidad y un funcionamiento regular, hablamos deuna correspondencia ptima entre rgimen estatal y sociedad.Cuando alguno o todos estos factores se estancan, se diluyen ose quiebran de manera irremediable, estamos ante una crisis deEstado,manifiesta en el divorcio y antagonismo entre el mundopoltico, sus instituciones, y el flujo de acciones de las organiza-ciones civiles. Esto es precisamente lo que viene sucediendo en

    Bolivia desde hace tres aos. Lo ms llamativo de esta crisis es-tatal es que, a diferencia de las que cclicamente se repiten cadaquince o veinte aos, la actual crisis de Estado presenta una dobledimensin. Parafraseando a Braudel, podemos decir que hoy semanifiesta la crisis de una estructura estatal de larga duraciny otra de corta duracin. La primera tiene que ver con un dete-rioro radical y un cuestionamiento de las certidumbres societales,institucionales y cognitivas que atraviesan de manera persistentelos distintos ordenamientos estatales de la vida republicana, a lasque llamaremos estructuras de invariancia estatal; mientras quela crisis de corta duracin hace referencia al modo neolibe-ral o reciente de configuracin del Estado, al que llamaremosestructuras estatales temporales que, pese a sus variadas formashistricas, utilizan, moldean y dejan en pie sistemas de poder quedan lugar a las estructuras invariantes. Veamos brevemente cmo

    se manifiesta esto.

    1. LATRAMADELASFUERZASSOCIALES

    Desde mediados de la dcada de los ochenta del siglo anterior, laconstitucin del armazn de fuerzas colectivas que dieron lugaral llamado Estado neoliberal-patrimonial contemporneo, enBolivia tuvo como punto de partida la derrota poltica y cultural

    11 Gilbert Joseph y Daniel Nugent (comps.),Aspectos cotidianos de la formacindel Estado, Mxico, Era, 2002.

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    del sindicalismo obrero articulado en torno a la Central Obre-ra Boliviana (COB),12que representaba la vigencia de mltiplesprerrogativas plebeyas en la administracin del excedente socialy en la gestin del capital estatal (ciudadana sindical, co-gestinobrera, etc.). Sobre esta disgregacin del sindicalismo adherido alEstado se consolid un bloque social, compuesto por fraccionesempresariales vinculadas al mercado mundial, partidos polticos,inversionistas extranjeros y organismos internacionales de regu-lacin, que ocuparon el escenario dominante de la definicin delas polticas pblicas.

    Durante quince aos, la toma de decisiones en gestin pblica(reformas estructurales de primera y segunda generacin, priva-tizaciones, descentralizacin, apertura de fronteras, legislacineconmica, reforma educativa, etc.) tuvo como nico sujeto dedecisin e iniciativa a estas fuerzas sociales, que reconfiguraronla organizacin econmica y social del pas bajo promesas de mo-dernizacin y globalizacin.

    En la actualidad, esta composicin de fuerzas se ha agrietadode manera acelerada. Por una parte, la desorganizacin y des-politizacin del tejido social, generadas por la inermidad de lasclases subalternas y la garanta de la aristocratizacin del poderestatal durante quince aos, ha sido revertida. Los bloqueos deabril-septiembre de 2000, julio de 2001 y junio de 2002 sealanuna reconstitucin regional de diversos movimientos sociales concapacidad de imponer, sobre la base de la fuerza de su moviliza-

    cin, polticas pblicas, rgimen de leyes y hasta modificacionesrelevantes de la distribucin del excedente social. Leyes como la2029 y el anteproyecto de Ley de Aguas, que buscaban redefi-nir el uso y propiedad del recurso lquido, las adjudicaciones deempresas estatales a manos privadas, la aplicacin del impuesto

    12 Organizacin de obreros de gran empresa de distintos ramos productivos, quedurante dcadas logr articular un amplio frente de clases trabajadoras de laciudad y el campo. Despus de los procesos de flexibilizacin laboral, cierre deempresas y privatizacin, implementados desde 1985, su base social de movili-zacin se redujo a profesores, trabajadores de hospitales pblicos, estudiantesuniversitarios y algunos gremios urbanos.

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    al salario, etc., han sido anuladas o bien modificadas extra-par-lamentariamente por los bloqueos de los movimientos sociales ylos levantamientos populares. Decretos presidenciales como elcierre del mercado de acopio de la coca o de interdiccin en losYungas han tenido que ser abolidos por el mismo motivo, mien-tras que artculos de las leyes financieras han sido cambiados enfuncin de las demandas corporativas o nacionales de grupossociales organizados (Confederacin Sindical nica de Trabaja-dores Campesinos de Bolivia [CSUTCB],13vendedores, jubilados,campesinos cocaleros, cooperativistas mineros, policas, etc.),

    mostrando la emergencia de bloques sociales compuestos que, almargen del parlamento, y ahora con apoyo en l, tienen la fuerzasuficiente para frenar la implementacin de polticas guberna-mentales, para cambiar leyes y para imponer, por mtodos noparlamentarios, determinadas demandas y redistribuciones de losrecursos pblicos. Lo importante de estas fuerzas emergentes esque, por las caractersticas de su composicin interna (plebeyas,indgenas) y de sus demandas aglutinadoras, son bloques socialesanteriormente excluidos de la toma de decisiones, que al tiempoque buscan autorrepresentarse, pretenden modificar sustancial-mente las relaciones econmicas, por lo cual su reconocimientocomo fuerza de accin colectiva pasa obligatoriamente por unatransformacin radical de la coalicin social con capacidad decontrol del capital estatal y del uso de los bienes pblicos, estoes, de la forma estatal dominante en las ltimas dcadas, que se

    sostuvo en estrategias de marginacin e individuacin de las cla-ses subalternas.

    13 Organizacin de comunidades indgenas y campesinas fundada en 1979. Par-tiendo de unas clulas de base, las comunidades indgenas, tiene niveles dearticulacin a nivel local, regional y nacional, con una gran capacidad de movi-lizacin, especialmente en las zonas de valles y altiplano, donde existe una cen-tenaria tradicin organizativa indgena. Portador de un discurso de reivindica-cin nacional indgena, su actual dirigente mximo, Felipe Quispe, propugnala indianizacin de la sociedad boliviana y la necesidad de un gobierno dirigidopor indgenas.

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    Pero adems, y esto es lo ms notable de los actuales procesosde reconstitucin de los movimientos sociales, las fuerzas de ac-cin colectiva ms compactas, influyentes y dirigentes son indge-nas, entendido esto como una comunidad cultural diferenciaday un proyecto poltico. A diferencia de lo que sucedi desde losaos treinta del siglo XX, cuando los movimientos sociales fue-ron articulados en torno al sindicalismo obrero, portador de unideario de mestizaje, y resultante de la modernizacin econmi-ca de las elites empresariales, hoy los movimientos sociales conmayor poder de interpelacin al ordenamiento poltico son de

    base social india, emergentes de las zonas agrarias, bloqueadaso marginadas de los procesos de modernizacin econmica im-pulsados desde el Estado.

    Los aimaras del altiplano, los cocaleros de los Yungas y el Cha-pare, los ayllus de Potos y Sucre, y los indgenas del oriente handesplazado en el protagonismo social a los sindicatos obreros yorganizaciones populares urbanas. Y, a pesar del carcter regionalo local de sus acciones, comparten una misma matriz identitariaindgena, que interpela el ncleo invariante del Estado bolivia-no desde hace 178 aos: su monoetnicidad. El Estado boliviano,en cualquiera de sus formas histricas, se ha caracterizado por eldesconocimiento de los indios como sujetos colectivos con pre-rrogativas gubernamentales. Y el hecho de que hoy aparezcan losindios, de manera autnoma y como principal fuerza de presindemandante, pone en cuestin, precisamente, la cualidad estatal,

    heredada de la colonia, de concentrar la definicin y control delcapital estatal en bloques sociales culturalmente homogneos ydiferenciados de las distintas comunidades culturales indgenasque existieron antes de que hubiera Bolivia, y que, incluso ahora,siguen constituyendo la mayora de la poblacin.14

    Por otra parte, la propia alianza de las elites econmicas domi-nantes muestra claros signos de fatiga y conflicto interno, debidoal estrechamiento de los marcos de apropiacin del excedente

    14 Instituto Nacional de Estadstica (INE), Censo Nacional de Poblacin y Vivienda2001, La Paz, INE, 2002.

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    econmico, resultante de la crisis internacional y los lmites fi-nancieros del Estado liberal (privatizacin de empresas pbli-cas, externalizacin del excedente, erradicacin de la hoja decoca, contraccin de la masa tributaria por el incremento de laprecariedad). En un ambiente marcado por el pesimismo a largoplazo, cada una de las fracciones del poder comienza a jalar parasu lado, enfrentndose a las dems (reduccin de las gananciastransferidas al Estado por las empresas capitalizadas, rechazo delas empresas petroleras y procesadoras de carburantes a modifi-car los precios de compra del petrleo, renegociacin del precio

    del gas vendido a Brasil, rechazo al pago de impuestos a la tierra,etc.), resquebrajndose as la unidad de destino compartido quehaba garantizado, en la ltima dcada, la formacin de la coali-cin social en el monopolio del capital estatal.

    Pero adems, en trminos de los patrones de largo aliento ode invariabilidad epocal de las estructuras sociales, un elemen-to que est presente como teln de fondo de la crisis del bloqueempresarial de poder y de la propia insurgencia de los actualesmovimientos sociales, surgidos de los mrgenes de la modernidadcapitalista, es el carcter primario exportador15y de enclave de laeconoma boliviana. El hecho de que la modernidad industrial sepresente como pequeas islas en un mar de fondo de informali-dad y economa campesina semimercantil, si bien puede derribarlos costos salariales, limita la formacin de un mercado internocapaz de diversificar la actividad empresarial de valor agregado,

    adems de convertir en endmica su vulnerabilidad a las fluctua-ciones del precio mundial de materias primas, secularmente contendencia a la baja. En ese sentido, se puede decir que la crisisestatal de larga duracin es el correlato poltico de una crisiseconmica igualmente de larga duracin de un patrn de acu-mulacin primario exportador, incapaz de retener productiva-mente los excedentes y, por tanto, sin posibilidades de disponer

    15 Jos Valenzuela, Qu es un patrn de acumulacin?, Mxico, Universidad Na-cional Autnoma de Mxico (UNAM), 1990.

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    internamente de volmenes de riqueza necesarios para construirduraderos procesos de cohesin social y adscripcin estatal.

    No debe olvidarse que las construcciones nacionales moder-nas, como hechos de unificacin cultural y poltica, se erigen so-bre procesos exitosos de retencin y redistribucin del excedenteindustrial-mercantil; de ah que las propuestas de autonoma de-partamental de los Comits Cvicos, cclicamente reivindicadascada vez que hay una renta hidrocarburfera a disponer; o deautogobierno indgena, con la que distintos grupos sociales re-gionales cuestionan la configuracin del bloque de poder estatal

    y el ordenamiento institucional, develan a su modo las fallas deun orden econmico de larga data, que en lo ltimos aos sloha exacerbado sus componentes ms elitistas, monoproductivosy externalizables en el mercado mundial.

    2. RGIMENDEINSTITUCIONESPOLTICAS

    Durante los ltimos dieciocho aos, junto con la divisin de po-deres y la centralidad parlamentaria, los partidos polticos hanadquirido mayor importancia en la organizacin de la institucio-nalidad gubernamental. Apoyados en el reconocimiento otorgadoautoritariamente por el Estado, pues por s mismos nunca fueronrelevantes, los partidos han pretendido sustituir el antiguo rgi-men de mediacin poltica desempeado por los sindicatos, querecoga la herencia colectivista de las sociedades tradicionales con

    el moderno corporativismo del obrero de oficio de gran empresa.Sistema de partidos, elecciones y democracia representativa sonhoy los mecanismos por medio de los cuales se ha definido pres-criptivamente el ejercicio de las facultades ciudadanas.

    Sin embargo, est claro que los partidos no han logrado con-vertirse en mecanismos de mediacin poltica, esto es, en vehcu-los de canalizacin de las demandas de la sociedad hacia el Esta-do. Las investigaciones sobre el funcionamiento de los partidos,y las propias denuncias de la opinin pblica, muestran que ellosson, ante todo, redes familiares y empresariales mediante las cua-les se compite por el acceso a la administracin estatal, como si

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    se tratara de un bien patrimonial, y en los que los modos de vin-culacin con la masa votante estn organizados bsicamente entorno a vnculos clientelistas y de prebendas.16

    De esta manera, destruida la ciudadana sindical del Estadonacionalista, pero apenas asomada una nueva ciudadana polticamoderna de tipo partidario y electivo, la sociedad ha empezadoa crear o a retomar otras formas de mediacin poltica, otras ins-tituciones de ejercicio de representacin, organizacin y movili-zacin poltica, al margen de los partidos. stos son los nuevos, yviejos, movimientos sociales, con sus tecnologas de deliberacin,

    del asamblesmo, cabildeo y accin corporativa, y de ah que sepueda afirmar que, en trminos de sistemas institucionales, hoyen Bolivia existen dos campos polticos. En regiones como el Cha-pare, Yungas y Norte de Potos, la institucionalidad de comuni-dades se halla superpuesta no slo a la organizacin partidaria,sino tambin a la propia institucionalidad estatal, en la medidaen que alcaldes, corregidores y subprefectos estn subordinadosde facto a las federaciones campesinas. En el caso del altiplanonorte, varias subprefecturas y puestos policiales provinciales handesaparecido en los ltimos tres aos, debido a las movilizaciones;en capitales provinciales se han creado policas comunitarias,que resguardan el orden pblico en nombre de la FederacionesCampesinas y, de manera recurrente, cada vez que hay un nuevobloqueo, cientos de comunidades altiplnicas erigen lo que ellasdenominan el Gran Cuartel Indgena de Qalachaca, que es una

    especie de confederacin circunstancial de ayllus y comunidadesen estado de militarizacin.Ciertamente, todo ello tiene que ver con lo que alguna vez Re-

    n Zavaleta denomin el Estado aparente, en el sentido en quepor la diversidad societal o civilizatoria del pas, amplios territo-rios y numerosas poblaciones de lo que hoy denominamos Boliviason portadores de formas de producir que no han interiorizado,

    16 Patricia Chvez, Los lmites estructurales de los partidos de poder como estruc-turas de mediacin democrtica: Accin Democrtica Nacionalista, Tesis deLicenciatura, Universidad Mayor de San Andrs (UMSA), Carrera de Sociologa,2000.

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    como hbito y reforma tcnica de los procesos laborales, la ra-cionalidad capitalista, tienen otra temporalidad de las cosas, po-seen otros sistemas de autoridad y de lo pblico, enarbolan finesy valores colectivos diferenciados a los que el Estado oferta comoconcepcin del mundo y destino.17Esto, que es una constante dela historia de los distintos estados bolivianos, hoy atraviesa pro-cesos de autounificacin institucional creciente, tanto coercitivoscomo simblicos, bajo la forma de nacionalismos e identidadestnicas, que estn dando lugar a una dualizacin de los sistemaspolticos y principios de autoridad, en algunos casos de manera

    permanente (territorios agrario-indgenas politizados) y en otros,espordicos (zonas urbanas de Cochabamba, La Paz y El Alto).Resulta entonces que el Estado neoliberal ha comenzado a

    tener frente a l rdenes institucionales fragmentados y regio-nales que le arrebatan el principio de autoridad gubernativa y lalgica de accin poltica; pero, simultneamente, esta otra ins-titucionalidad, en la medida en que est anclada en los saberescolectivos de aquella parte del mundo indgena ubicado al mar-gen de la subsuncin real o, si se prefiere, del capitalismo comoracionalidad tcnica, es una institucionalidad basada en normas,procedimientos y culturas polticas tradicionales, corporativasno-liberales, que est poniendo en entredicho la centenaria simu-lacin histrica de una modernidad y liberalidad poltica estatalde texto e institucin, que ni siquiera es acatada por las elitesproponentes que, pese a todo, no han abandonado jams el viejo

    mtodo de la poltica seorial y patrimonial. La corrupcin ge-neralizada en el aparato de Estado, que hoy ha llegado a afectarla propia legitimidad gubernamental, no es ms que la represen-tacin modernizada del antiguo hbito prebendal y patrimonialcon el que las elites en el poder asumen, entienden y producenla funcin estatal.

    La cultura poltica liberal y las instituciones liberales, que hoyen da son rebasadas por los movimientos sociales, y dejadas de

    17 Luis Tapia,La condicin multisocietal, La Paz, Postgrado en Ciencias del Desa-rrollo (CIDES), UMSAy Muela del Diablo, 2002.

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    lado en el comportamiento real de las elites en el poder, son unsistema de valores y procedimientos que presuponen la indivi-duacin de la sociedad, esto es, la disolucin de las fidelidadestradicionales, las relaciones seoriales y los sistemas productivosno-industriales, cosa que en Bolivia apenas acontece, en el mejorde los casos, con un tercio de la poblacin. Sin embargo, pese aeste abigarramiento de una sociedad que, estructural y mayo-ritariamente, no es industrial ni individuada, el Estado, en todassus formas republicanas, incluso la neoliberal, en un tipo deesquizofrenia poltica, ha construido regmenes normativos libe-

    rales, instituciones modernas que no corresponden, sino comosuperposicin hipostasiada, a la lgica real de la dinmica social.De ah que la institucionalidad generalizada de los movimientossociales indgenas y plebeyos, que privilegian la accin normati-va sobre la accin comunicativa,18cuestione la validez de unainstitucionalidad estatal republicana que aparenta modernidaden una sociedad que carece, e incluso est privada, de las basesestructurales y materiales de esa modernidad imaginada.

    Por ltimo, otro momento paradigmtico de este eclipse ins-titucional del Estado neoliberal, y potencialmente repetible amayor escala, ha acontecido recientemente, cuando las institucio-nes armadas del Estado, que son su ncleo sustancial y final, sehan enfrentado en las inmediaciones de la casa de gobierno. Conello, no slo se ha derrumbado la estructura de mandos y fideli-dades que da continuidad y verificabilidad al espritu de Estado,

    no slo se ha disuelto el principio de cohesin y unicidad estatal,que es algo como el instinto de preservacin bsico de cualquierEstado, sino que adems no se ha podido ejercer el mandato fis-cal que, segn Elias, es el monopolio que sostiene el monopoliode la violencia, y ambos, al Estado.

    18 Jrgen Habermas, Teora de la accin comunicativa. Tomo II, Barcelona, Taurus,1992.

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    3. MATRIZDECREENCIASSOCIALESMOVILIZADORAS

    Por ms de una dcada y media, los dispositivos de verdad, quearticulaban expectativas, certidumbres y adherencias prcticasde importantes sectores de la poblacin, fueron las ofertas de li-bre mercado, privatizacin, gobernabilidad y democracia liberalrepresentativa. Todas estas propuestas fueron ilusiones bien fun-dadas, pues si bien en verdad nunca lograron materializarse demanera sustancial, permitieron realinear el sentido de la acciny las creencias de una sociedad que imagin que, por medio de

    ello, y los sacrificios que requera, se iba a lograr el bienestar, lamodernidad y el reconocimiento social. Clases altas, clases mediasy subalternas urbanas, estas ltimas vaciadas de las expectativas yadherencias al Estado protector y al sindicato por centro de tra-bajo, creyeron ver en esta oferta de modernizacin una nueva vade estabilidad y ascenso social, dando lugar as a un nuevo espaciode apetencias, grandezas y competencias individuales considera-das como legtimas. Hoy, a quince aos de esta apuesta colectiva,y frente a una creciente brecha entre expectativas imaginadas yrealidades obtenidas, se ha generado una poblacin defraudada yen proceso de divorcio social con respecto a la emisin estatal, queest empujando a un pesimismo social, en unos casos; en otros,a una atraccin por diferentes convicciones emitidas al margendel Estado, o que desconocen abiertamente una buena parte delrgimen de rutinas y rituales de la dominacin estatal.

    La modernidad anunciada se ha traducido en el regreso aformas de extraccin de plusvala absoluta, y a un incrementode la informalidad laboral, del 55% al 68% en veinte aos. Lapromesa de ascenso social slo ha producido una mayor concen-tracin de la riqueza y una reactualizacin de la discriminacintnica en los capitales legtimos para el ascenso a los espacios depoder. La privatizacin, lejos de ampliar el mercado interno, seha convertido en la prdida del mayor excedente econmico delos ltimos cincuenta aos (los hidrocarburos) y la extranjeriza-cin acelerada de los dbiles ahorros sociales.

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    El sistema de convicciones y esquemas mentales que permi-ti que gobernantes y gobernados se articularan muestra hoy unacelerado proceso de agotamiento, por la imposibilidad materialde mostrarse verificable, dando lugar nuevamente a un estadode disponibilidad cultural de la poblacin hacia nuevas fidelida-des y creencias movilizadoras. De hecho, nuevos discursos, quehan contribuido a la erosin de las certidumbres estatales, hoycomienzan a hallar receptividad en amplios grupos sociales, queempiezan a utilizar esas propuestas como ideas-fuerza, esto es,como creencias en torno a las cuales estn dispuestos a entregar

    tiempo, esfuerzo y trabajo para su materializacin y que, comoen zonas del altiplano aimara, comienzan a promover modosde escenificacin y ritualizacin alternativos de poder y mando(sustitucin de banderas bolivianas por wiphalas19indgenas, elchicote y bastn de mando en vez del escudo como smbolos depoder, etctera).

    Entre las nuevas ideas-fuerza con carcter expansivo, quecomienzan a aglutinar a sectores sociales, est la reivindicacinnacional-tnica del mundo indgena, que ha permitido el avancede un tipo de nacionalismo indgena en el sector aimara del alti-plano, y la constitucin de una izquierda electoralmente exitosa ala cabeza de caudillos indios en las pasadas elecciones generales.Otras propuestas, como la recuperacin estatal de los recursospblicos privatizados, y la ampliacin de la participacin social yla democracia a travs del reconocimiento de prcticas polticas

    no liberales de corte corporativo, asamblearios y tradicionales(comunidad indgena, sindicato, etc.), son convicciones que es-tn desplazando las fidelidades liberales y privatizadoras emitidaspor el Estado.

    Se puede decir que el Estado ha perdido el monopolio del ca-pital de reconocimiento y hoy, al menos por un tiempo, estamosatravesando un periodo de transicin de las estructuras cognitivascon efecto de adherencia y movilizacin de masa. Lo notable de

    19 Banderas indgenas con 49 cuadrados de colores, aunque no es precisa la fechade su creacin, su uso poltico remite a los aos setenta del siglo XX (N. del E.).

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    esta mutacin cognitiva es que una parte de las nuevas creenciasarticuladoras de las convicciones sociales, a la vez que se enfren-tan con los discursos de modernidad neoliberal, afectan tambinlas certidumbres ltimas y primarias del ideario republicano delEstado, como la creencia de una desigualdad sustancial entreindgenas y mestizos, o el convencimiento de que los indios noestn capacitados para gobernar el pas. El que los indios, acos-tumbrados a entregar su voto a los mistis (mestizos), en 2002 ha-yan votado ampliamente por indios, que los lderes sociales seanindgenas o que las nuevas izquierdas estn acaudilladas ahora

    por indios, habla ciertamente de un cataclismo de las estructurassimblicas de una sociedad profundamente colonial y racializa-da en su manera de significar y ordenar mentalmente el mundo.

    En conjunto, est claro que en Bolivia los tres pilares de laestructura estatal neoliberal, y en general estatal republicana,muestran un deterioro creciente, y es esta sobreposicin de crisisestatales lo que ayuda a explicar la radicalidad de la conflictividadpoltica, pero tambin su complejidad y su irresolucin, en trmi-nos de construccin de hegemona urbana, por parte de las fuer-zas sociales indgenas, en la medida en que es all donde lo indge-na encuentra mayores espacios de hibridismo o disolucin frentea la constitucin, no exenta de ambigedades y contramarchas,de una identidad cultural mestiza, tanto de elite como popular.

    Con todo, es sabido que las crisis estatales no pueden durarmucho, porque no hay sociedad que soporte largos periodos de

    incertidumbre y vaco de articulacin poltica. Ms temprano quetarde, habr una recomposicin duradera de fuerzas, creencias einstituciones, que abrirn un nuevo periodo de estabilidad esta-tal. La pregunta que queda pendiente es si esta mutacin estatalvendr por un incremento del autoritarismo de las fracciones enel poder, con lo que entraramos a algo as como un Estado neo-liberal autoritario como nueva fase estatal, que tal vez podrasobreponerse a la crisis de corta duracin, pero no as a la delarga duracin, con lo que los problemas volveran a manifes-tarse en un tiempo breve; o si, por el contrario, habr una aperturade nuevos espacios de ejercicio de derechos democrticos (Esta-

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    do multicultural, institucionalidad combinada entre liberalismoy comunitarismo indgena) y redistribucin econmica (papelproductivo del Estado, autogestin, etc.), capaces de afrontar,mediante la ampliacin de los sujetos y la institucionalidad es-tatal, las dos dimensiones de la crisis. En este ltimo caso, loshechos polticos parecen haberse engarzado de tal manera, queuna resolucin democrtica de la crisis estatal neoliberal pasainevitablemente por una simultnea resolucin multicultural dela crisis de la colonialidad del Estado republicano.

    Los clivajes tnico-clasistas de la crisis estatal

    Fue Zavaleta quien afirm que las hegemonas tambin se cansan,que es lo mismo que decir que hay momentos en que el Estadodeja de ser irresistible, y que la masa se separa de los marcos cog-nitivos que la llevaron a desear su realidad, tal como las elites depoder organizaban la subalternidad de la plebe, abriendo as unperiodo de crisis de Estado, pues no hay Estado que se precie detal, que no garantice su perdurabilidad, basada en la concordan-cia moral entre las estrategias de reproduccin de las elites go-bernantes y las apetencias y tolerancias de los subalternos. Estosignifica que el Estado es, ante todo, una maquinaria de produc-cin de ideologa, de esquemas simblicos de legitimacin de losmonopolios del poder. La coercin detentada por el Estado es,por tanto, slo la ultima ratio de todo poder poltico pero, aun

    para serlo, debe sostenerse en la legitimidad y unicidad de supropia fuerza, cosa que precisamente se quebr en febrero de2003, cuando policas y militares se mataban en los alrededoresde la plaza Murillo, a raz de un motn policial que rechazaba elincremento de impuestos a los asalariados.

    Sin embargo, la sublevacin de octubre de 2003 ha sido la ex-presin mxima de la disidencia de la plebe respecto al Estadoneoliberal-patrimonial y, por tanto, del agotamiento de estaformaestatal, al menos con las caractersticas con las que la cono-cimos hasta ahora. Si toda crisis estatal por lo general recorre cua-tro etapas (manifestacin de la crisis, transicin o caos sistmico,

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    surgimiento conflictivo de un nuevo principio de orden estatal,consolidacin del Estado), octubre con sus cientos de milesde indios y plebe urbana sublevados en las ciudades de La Paz yEl Alto, que culmin con la huida del presidente de la repblicaGonzalo Snchez de Lozada ha marcado ineludiblemente elingreso a la etapa de la transicin.

    La sucesin constitucional, ms que un apego al parlamenta-rismo, fue el apego popular al viejo prejuicio de la personalizacindel poder, que consuetudinariamente hace creer a las plebes in-surrectas que el cambio de personas es ya un cambio del rgimen

    del poder; pero tambin hubo una especie de lucidez histricarespecto a las consecuencias posteriores que supondra, en la ac-tual correlacin de fuerzas, el cierre de la institucionalidad liberal.

    Con todo, si algo supo la gente sublevada en octubre fue sudisidencia irreversible del sistema de creencias hegemnicas delEstado neoliberal. Sin embargo, as como no hay dominacin es-tatal legtima sin el consenso de los dominados (lo que en Boliviase viene erosionando desde los bloqueos de 2000), tampoco haydisidencia exitosa sin la capacidad de postular un orden estatalalterno, que es precisamente lo que los insurrectos experimenta-ron detrs de cada barricada, que fue capaz de paralizar al Estado,pero sin ser ellas mismas un proyecto de poder alterno y legtimo.De ah esta tregua ambigua y confusa, en la que un comunicadorilustrado de las viejas elites canaliza el programa mnimo de lossublevados (renuncia de Snchez de Lozada, Asamblea Constitu-

    yente, nueva ley de hidrocarburos), a la vez que deja en pie todala maquinaria gubernamental de la reforma neoliberal (capitali-zacin, superintendencia, flexibilizacin laboral).

    poca revolucionaria

    Fue Marx quien propuso el concepto de poca revolucionaria20para entender los extraordinarios periodos histricos de ver-

    20 Karl Marx y Friedrich Engels, Sobre la revolucin de 1848-1849, Mosc, Pro-greso, 1981.

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    tiginosos cambios polticos, de abruptas modificaciones de lasposiciones y del poder de las fuerzas sociales, de reiteradas crisisestatales, de recomposicin de las clases, de las identidades colec-tivas, de sus alianzas y de sus fuerzas polticas promovidas por lasreiteradas oleadas de sublevacin social; por flujos y reflujos deinsurgencias sociales, separadas por periodos de relativa estabili-dad, pero que a cada paso cuestionan u obligan a modificar, par-cial o totalmente, la estructura general de la dominacin poltica.

    Una poca revolucionaria se caracteriza por ser un periodorelativamente largo, de varios meses o aos, de intensa actividad

    poltica en la que: a) sectores, bloques o clases sociales, ante-riormente apticos o tolerantes con los gobernantes, se lanzana desafiar a la autoridad abiertamente y a reclamar derechos opeticiones colectivas, mediante acciones de movilizacin directa(Coordinadora del Agua y el Gas, CSUTCB, indgenas, vecinos,cocaleros, regantes, etc.); b) una parte, o la totalidad, de estossectores movilizados se plantean activamente la necesidad de ha-cerse con el poder del Estado (Movimiento al Socialismo (MAS),21CSUTCB, COB); c) surge un apoyo y adhesin a esas propuestas porparte de sectores importantes de la ciudadana (cientos de milesde movilizados en la guerra del agua, en contra del impuestazo,en la guerra del gas, en las elecciones apoyando candidaturasindias), con lo que la separacin entre gobernantes, que tomandecisiones, y gobernados, que acatan esas decisiones, comienzaa disolverse, por la creciente participacin de la masa en asuntos

    polticos; y d) incapacidad por parte de los gobernantes de neu-tralizar esas aspiraciones polticas, con la consiguiente polariza-cin del pas en varias soberanas mltiples,22que fragmentan

    21 Organizacin poltica liderada por el dirigente indgena-campesino Evo Morales.Ms que un partido, en sentido estricto es una coalicin electoral de mltiplesmovimientos sociales urbano-rurales que, con base en la decisin de asambleas

    de comunidades y sindicatos, pudo introducir un elevado nmero de diputadosen el parlamento, convirtindose en la segunda fuerza electoral del pas desdejulio de 2002.

    22 Charles Tilly,Las revoluciones europeas. 1492-1992, Barcelona, Crtica, 2000.

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    la sociedad (el famoso principio de autoridad extraviado, hastahoy, en abril de 2000).

    En las pocas revolucionarias,la sociedades se fragmentan encoaliciones de bloques sociales poseedores de propuestas, dis-cursos, liderazgos y programas de poder poltico antagnicose incompatibles entre s, dando lugar a ciclos de protesta23uoleadas de movilizaciones, seguidas de repliegues y momentosde retroceso y estabilidad, en las que los movilizados muestran ladebilidad de los gobernantes (de Hugo Banzer, en abril, octubrede 2000 y junio de 2001; de Jorge Quiroga en enero de 2002; de

    Gonzalo Snchez de Lozada, en febrero y octubre de 2003), inci-tan o contagian24a otros sectores a utilizar la movilizacin comomecanismo exitoso de demanda (maestros, jubilados, sin tierra,generacin sndwich, universidades), y afectan los interesesde determinados sectores del bloque gobernante, con el consi-guiente desequilibrio de la estructura de poder, lo que dar lugara acciones de respuesta de los afectados (la llamada media lunaempresarial-cvico-poltica del oriente del pas), y luego, enton-ces, a otra oleada de movilizacin, generando as un proceso deinestabilidad y turbulencia poltica que se alimenta de s misma.

    No toda poca revolucionaria culmina con una revolucin, en-tendida sta como un cambio por la fuerza del poder del Estado,que tendra que venir precedida, entonces, de una situacin revo-lucionaria o insurreccional. Hay pocasrevolucionarias que tam-bin pueden dar lugar a una restauracin por la fuerza poltica del

    viejo rgimen (golpe de Estado), o a una modificacin negociaday pacfica del rgimen poltico, mediante la incorporacin parcial(reformismo moderado) o sustancial (reformismo radical) de losinsurgentes y sus propuestas de cambio en el bloque de poder.

    Una poca revolucionaria es precisamente lo que caracterizala actual situacin poltica en Bolivia. Desde el ao 2000, hay una

    23 Sidney Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la accin co-lectiva y la poltica, Madrid, Alianza Universidad, 1997.

    24 Anthony Oberschall, Social Movements: Ideologies, interestsand identities, NewBrunswick, Transaction, 1993.

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    creciente incorporacin de sectores sociales en la deliberaciny decisin poltica (agua, tierra, gas, Constituyente), mediantesus organizaciones de base sindical, comunal, vecinal o gremial;hay un continuo debilitamiento de la autoridad gubernamentaly fragmentacin de la soberana estatal y, por supuesto, hay unaascendente polarizacin del pas en dos bloques sociales porta-dores de proyectos de economa y Estado radicalmente distintosy enfrentados.

    En uno de los polos polticos se encuentra el ncleo funda-mental de la fuerza de accin colectiva con efecto estatal, y los

    que posen claramente un proyecto de pas diferenciado de todo loque hasta ahora existe, y es el movimiento indgena, en su vertien-te rural-campesina y obrero-urbana, con lo que el componentetnico-nacional, regional y de clase est claramente delimitado.En conjunto, este polo tiene una propuesta de economa centradaen el mercado interno, tomando como eje la comunidad campe-sina, la actividad artesanal, familiar y microempresarial urbana,en un papel revitalizado del Estado como productor e industria-lizador, y en un protagonismo de los indgenas en la conduccindel nuevo Estado.

    Por su parte, en el otro polo ordenador del campo poltico, seencuentra el sector que posee una clara imagen de lo que debe serel pas en trminos de vinculacin a los mercados externos, delpapel de la inversin extranjera, de subordinacin del Estado alos negocios privados y de preservacin, o restauracin, del viejo

    orden que los ha encumbrado (igualmente su viabilidad es temade otro debate), y es el empresariado agro-exportador, financieroy de las petroleras, que posee el papel ms dinmico, moderni-zador y ascendente de la actividad econmica nacional. Pero, ala vez, se trata de sectores que, al tiempo que han creado un dis-curso abiertamente racializado, estn anclados en la zona orientaly sur-oriental del pas, lugares que precisamente no alcanzan lairradiacin organizativa del polo de los movimientos sociales, apesar de la existencia de ciertas estructuras de accin colectiva.

    Esto significa que la polaridad poltica tiene tres componen-tes simultneos que le dan cuerpo: tiene una base tnico-cultural

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    (indgenas/qaras-gringos), una base clasista (trabajadores/empre-sarios), y regional (occidente/media luna). En el caso del polo deizquierdas, la identidad movilizadora es predominantementetnico-cultural (lo nacional-indgena), en torno a lo cual la iden-tidad propiamente obrera o bien queda disuelta (en un tipo no-vedoso de obrerismo indgena), o bien complementa secundaria-mente su liderazgo (COB, fabriles, Cooperativistas). En el caso dela polaridad de derechas, la identidad movilizadora y discursivaes de corte regional, de ah la importancia de los comits cvicosen la articulacin de estas fuerzas conservadoras.

    Esto est llevando a una disociacin entre podero econmi-co en Oriente, y podero poltico de los movimientos socialesen Occidente y, con ello, a una apertura de las tijeras de la es-tabilidad, pues los componentes del poder se hallan repartidosen dos zonas distintas, en dos regiones distintas, sin posibilidadinmediata de que una logre derrotar o desplazar a la otra de laposicin que ocupa. El poder econmico ascendente, pese a susproblemas, se ha desplazado de occidente a oriente (inversinextranjera en hidrocarburos, servicios, agroindustria), pero elpoder sociopoltico de movilizacin se ha reforzado en occiden-te, dando lugar a una nueva incertidumbre geogrfica del poderestatal en los siguientes aos. Lo interesante de esto, que podra-mos llamar laparadoja de octubre,es que esta separacin regionalsimultneamente expresa una separacin y una confrontacintnicas y de clases ntidamente diferenciadas: empresarios en

    oriente (Departamento de Santa Cruz, Beni, Tarija) con podereconmico, e indgenas y sectores plebeyos de occidente (LaPaz, Cochabamba, Potos, Oruro) con poder poltico, ambosacechando a un Estado, a una burocracia y a una correlacin defuerzas polticas gubernamentales, que territorial, social y cultu-ralmente no expresan de manera ptima la nueva configuracineconmica, geogrfica, clasista y poltica de la sociedad bolivia-na. Ciertamente hay empresarios, indgenas, mestizos, obreros ycampesinos en todo el territorio del pas, pero los discursos y lasidentidades ascendentes y articuladoras de la regin tienen estas

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    calidades diferenciadas por procedencia de clase, adscripcintnica y enraizamiento territorial.

    En conjunto, el mapa de la correlacin de fuerzas sociopol-ticas del pas muestra un campo poltico polarizado en extremo,con tendencias hacia salidas de fuerza, tanto golpistas (Movimien-to Nacionalista Revolucionario (MNR))25como insurreccionales(CSUTCByCOB), y hacia salidas electorales, tanto restauradoras delviejo rgimen (Accin Democrtica Nacionalista (ADN)),26comode transformacin progresiva del mismo (MAS). En cualquiera delos casos, ninguna de las fuerzas y tendencias de los polos extre-

    mos, o de las salidas moderadas, ha logrado articular a un bloquemayoritario al resto de los componentes, y mucho menos de otrossegmentos ciudadanos, que si bien no aparecen como fuerzas or-ganizadas y visibles, son indispensables para producir liderazgosocial con capacidad de impacto y poder estatal duradero. Desdeel punto de vista de los movimientos sociales y de sus perspectivasde transformacin indgena-plebeya de las estructuras de poder,est claro que ellos estn impulsando dos alternativas: un caminode cambios graduales, institucionales por va electoral, a la cabezade una candidatura de Evo Morales, y una va insurreccional deretransformacin revolucionaria del Estado.

    En el primer caso, se requerira articular en torno a Morales,y con un consenso amplio y negociado con los otros lderes ymovimientos sociales, sin cuyo apoyo el triunfo de Morales seraimposible, un bloque social electoral, tanto para las elecciones

    municipales, como para la Constituyente y para las generales,adelantadas o en 2007, de la totalidad de estos movimientos confuerza polticareal, a fin de generar un polo popular e indgena su-ficientemente fuerte, compacto, unificado, que haga creble anteel electorado un gobierno con capacidad de mando, con ampliorespaldo social y con propuestas de cambio lo suficientemente

    25 Partido poltico que promovi la revolucin de 1952 y que en los aos ochenta

    foment las reformas liberales guiadas por el llamado Consenso de Washington.26 Partido fundado, en el momento de su cada, por el dictador Hugo Banzer, y

    que lo llev a participar exitosamente en las sucesivas elecciones y acceder a lapresidencia de la repblica en el periodo 1997-2002.

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    consistentes como para atraer a aquellos segmentos urbanos, declase media, populares ascendentes, e incluso empresariales vin-culados al mercado interno, que por hoy son reacios a aceptaruna salida gubernamental de corte indgena y que, de hecho, deno contar con su apoyo, tornara inviable un triunfo electoral yla gobernabilidad de un candidato indgena.

    Sin embargo, en cualquiera de ambas vas, que no necesaria-mente son antagnicas sino que pueden resultar complementa-rias, el polo indgena-plebeyo debe consolidar una capacidadhegemnica (Gramsci), entendida sta como liderazgo intelec-

    tual y moral sobre las mayoras sociales del pas. No habr triunfoelectoral o insurreccin victoriosa sin un amplio y paciente traba-jo de unificacin de los movimientos sociales, y una irradiacinprctica, ideolgica, que materialice un liderazgo poltico, moral,cultural, organizativo del polo indgena-popular sobre la mayorade las capas populares y medias de la sociedad boliviana.