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  • 1No somos juguete de nadieAnlisis de la relacin de movimientos sociales,recursos naturales, Estado y descentralizacin

  • 2 No somos juguete de nadie

  • 3No somos juguetede nadieAnlisis de la relacin

    de movimientos sociales, recursosnaturales, Estado y descentralizacin

    Shirley Orozco Ramrezlvaro Garca Linera

    Pablo Stefanoni

  • 4 No somos juguete de nadie

    Fotografas tapa: Juan Carlos Torrejn (Illimani),Jos Luis Quintana (Marcha altea)

    Shirley Orozco Ramrez, lvaro Garca Linera, Pablo Stefanoni, 2006 NCCR Norte-Sur / COSUDE, 2006 Plural editores, 2006

    ISBN: 99954-1-038-9D.L.: 4-1-1944-06

    ProduccinPlural editoresc. Rosendo Gutirrez N 595 esquina Av. EcuadorTel. 2411018 / Casilla 5097 / La Paz-BoliviaEmail: [email protected]

    Impreso en Bolivia

    JACS Amrica del SurEdificio Arco Iris Dep. 1cAv. Aniceto PadillaCasilla 262Cochabamba-Boliviacorreo electrnico: [email protected]

  • 5ndice

    Presentacin ............................................................................. 9Introduccin ............................................................................ 17

    I. Dos concepciones del territorio: indgenasy colonizadores en la zona de colonizacin del Territorio

    Indgena Parque Nacional Isiboro-Scure (TIPNIS)

    1. Introduccin ..................................................................... 312. Algunas caractersticas de la regin ............................. 32

    2.1. El Beni, sede de las misiones jesuticas ................. 322.2. El Chapare, la regin cocalera ................................ 382.3. El Territorio Indgena Parque Nacional Isiboro-

    Scure: la sobreposicin de normas y conflictosjurdicos ..................................................................... 45

    2.4. La Marcha Indgena por el Territorioy la Dignidad (1990) ................................................. 57

    3. Actores sociales: las organizaciones sociales del TIPNIS . 623.1. Organizaciones indgenas: Subcentral

    del TIPNIS y CONISUR ............................................... 623.2. Los sindicatos de los colonizadores ....................... 713.3. Aliados influyentes y adversarios ......................... 81

    4. Indgenas y colonizadores: una convivenciaconflictiva ......................................................................... 85

  • 6 No somos juguete de nadie

    4.1. Ocupacin del espacio y gestinde los recursos: visiones encontradas .................... 90

    5. Bibliografa ....................................................................... 114

    II. Los chiquitanos de las comunidades del cantnSan Juan, el gasoducto lateral San Miguel-Cuiab

    y el Bosque Seco Chiquitano

    1. Introduccin ..................................................................... 1252. Caractersticas generales de la regin........................... 1263. Actores sociales y empresariales ................................... 130

    3.1. Empresas multinacionales ENRON y SHELL .......... 1303.2. Los chiquitanos ......................................................... 132

    4. Conflicto ............................................................................ 1464.1. Identificacin y descripcin .................................... 1464.2. Actores y lugar donde se desarrolla el conflicto,

    composicin social, forma de organizacinde las comunidades, actividad econmicaproductiva y uso de recursos en la zona ............... 148

    4.3. Trayectoria y caractersticas del conflicto ............. 1614.3.1. Plan de Desarrollo Indgena PDI .................. 1784.3.2. Aliados y adversarios influyentes ................ 2054.3.3. Repertorios tcticos ........................................ 2104.3.4. Impactos sociales y ambientales .................. 2144.3.5. Impactos socioambientales

    en las comunidades de estudio .................... 2194.3.6. Resultados de los programas

    en las comunidades de estudio .................... 2224.3.7. Diagnstico postconstruccin

    del gasoducto .................................................. 2324.3.8. Para finalizar ................................................... 235

    5. Bibliografa ....................................................................... 238

  • 7ndice

    III. Comunidades vecinales y lgica empresarialen la gestin del agua en la ciudad de El Alto

    1. Caractersticas generales de la ciudad de El Alto ....... 2492. Organizacin social de la ciudad .................................. 2523. Demandas sociales: los barrios desbordados .......... 259

    3.1. La guerra del gas de octubre de 2003 ................ 2643.2. Octubre negro y la cada de Snchez

    de Lozada .................................................................. 2653.3. La movilizacin altea ............................................. 267

    4. Polticas del agua: consideraciones generales ............. 2704.1. La provisin de servicios de agua y alcantarillado:

    privatizacin y sistema pro-poor ........................... 2755. El conflicto: la guerra del agua contra Aguas

    del Illimani ........................................................................ 2885.1. La organizacin vecinal ........................................... 2985.2. Propuestas de nueva empresa ................................ 301

    5.2.1. Alcalda de El Alto ......................................... 3015.2.2. FEJUVE .............................................................. 303

    6. Bibliografa........................................................................... 314

    IV. Actividad petrolera en la regin guarandel Itika Guasu: la Repsol y el campo Margarita

    en la tierra sin mal de los guaranes

    1. Introduccin ..................................................................... 3252. Caractersticas generales de la regin: descripcin

    geogrfica, descripcin demogrficay caracterstica socioeconmica ..................................... 326

    3. Actores sociales ................................................................ 3353.1. Multinacional Repsol ypf ........................................ 3353.2. Los guaranes ............................................................ 337

    3.2.1. Antecedentes histricos ................................. 3394. Conflicto ............................................................................ 349

    4.1. Identificacin y descripcin .................................... 349

  • 8 No somos juguete de nadie

    4.2. Actores y lugar donde se desarrollael conflicto, organizacin de los guaranes,actividad econmico-productiva y usode recursos en la regin, actividadhidrocarburfera y composicin social .................. 351

    4.3. Antecedentes, trayectoria y caractersticasdel conflicto ............................................................... 3644.3.1. Aspectos o factores en contra queincidieron en el conflicto y en la negociacin....... 3864.3.2. Repertorios tcticos ........................................ 3874.3.3. Marcos interpretativos ................................... 3904.3.4. Aliados y adversarios influyentes ................ 3944.3.5. Oportunidades verdaderas, falsaso aparentes de la actividad hidrocarburferaen el Puerto Margarita ............................................. 4014.3.6. Impactos y problemas socioambientales .... 404

    Para finalizar: Qu quieren de aqu en adelantelos guaranes y un futuro que se visualiza? ................. 409

    5. Bibliografa ....................................................................... 411

  • 9No somos juguete de nadie es a la vez parte y resultado deun esfuerzo de anlisis comparativo del Programa MundialPolo de Investigacin de Mitigacin de los Cambios GlobalesNorte-Sur (NCCR Norte-Sur). La sistematizacin de investi-gaciones inter y trans-disciplinarias realizadas en Bolivia, Ar-gentina, Mxico, India, Nepal y Pakistn ha permitido elabo-rar un marco analtico, interdisciplinario y comn para indagarsobre las relaciones entre descentralizacin, movimientos so-ciales y recursos naturales. La hiptesis fundamental de la in-vestigacin era que las polticas de descentralizacin que seejecutan en los pases mencionados tienen mayor probabili-dad de llevar a una redistribucin real de poder si se dan lassiguientes seis condiciones:

    1. La descentralizacin expresa una reivindicacin polticade actores de la sociedad civil preferentemente constitui-dos como movimientos sociales, que definen sus propues-tas en una visin integral, es decir, buscan reconstituir lodescentral-local en perspectiva de una transformacinsocietal que tome en cuenta los niveles regionales y nacio-nales, de modo que son capaces de considerar los obst-culos provenientes de los grupos que se reparten el poder

    Presentacin

  • 10 No somos juguete de nadie

    poltico-econmico-militar (gobiernos nacionales y orga-nizaciones internacionales, partidos polticos tradiciona-les, empresarios nacionales y transnacionales, etc.).

    2. La descentralizacin es acompaada en su diseo e imple-mentacin por movimientos sociales suficientemente fuer-tes, capaces de convertirse en entes de control social-pol-tico de las nuevas estructuras descentralizadas, a fin deevitar que los municipios y gobiernos locales sean coopta-dos por las lites locales, regionales o nacionales.

    3. El modelo de descentralizacin es capaz de articularsecomplementariamente a las formas de gobernanza local,que generalmente tiene fuertes rasgos comunitariosenraizados en los mundos de vida y las cosmovisionespropias representadas por los actores de los movimientossociales, haciendo que los recursos naturales y los benefi-cios que se derivan de ellos sean considerados como bie-nes comunes.

    4. La descentralizacin guarda relacin con los patrones derepresentacin -que son caractersticos de las propias for-mas de gobernanza-, reconociendo su rol fundamental enla formacin de identidades colectivo-comunitarias y per-sonales.

    5. En trminos conceptuales, se propone entender los mlti-ples conflictos entre diferentes connotaciones, formas y mo-delos de descentralizacin como expresin de la lucha delos movimientos sociales por la recolonizacin del sistemasocietal dominante. Este sistema, mediante las polticas demodernizacin que en los ltimos veinte aos eran declaro corte neoliberal buscaban la colonizacin de los mun-dos de vida de los actores sociales que se inspiran en sig-nificados y vas de desarrollo ms all del eje ideolgicoindividualista-materialista-economicista, buscando opcio-nes al avance de una sociedad post-capitalista.

    6. Las polticas de descentralizacon que logran ser acom-paadas por movimientos sociales, conllevan estable-

  • 11

    cer vnculos directos con los recursos naturales renova-bles (agua, biodiversidad) y no-renovables (hidrocarbu-ros y minerales) ya que los territorios de los que for-man parte constituye, a la vez, los escenarios deactuacin de los movimentos sociales. La defensa de losrecursos naturales y la bsqueda del control sobre susbeneficios son fuente principal para las movilizacionespopulares basadas en identidades colectivas. Estas iden-tidades, enraizadas en construcciones sociales de terri-torios que expresan relaciones entre sociedad y natura-leza son propios de las culturas de las poblacionesmovilizadas.

    Sobreel fondo de estas ideas se han enriquecido los dife-rentes estudios de caso con dos investigaciones externas alNCCR Norte-Sur, buscando generar elementos analticos yempricos que confirmen o cuestionen las suposiciones bsi-cas del equipo de investigadores del NCCR Norte-Sur. En estesentido, se decidi que los estudios complementarios deberanhacerse en dos contextos de experiencia y tradicin consolida-da con el tema de descentralizacin.

    Se opt, entonces, en profundizar en las experiencias dedescentralizacin en Bolivia y en el Estado de Kerala, de In-dia. Ambos casos se destacan por su modelo de descentraliza-cin, que en trminos generales muestra rasgos especiales conalto potencial de aprendizaje: en Bolivia la descentralizacinsobresale por su coherencia en la transferencia de responsabi-lidades y recursos econmicos, y la bsqueda de una articula-cin para el control social. Se trata de ir ms all de un sistemade democracia representativa convencional y que tiene comorecurso principal las elecciones de los concejales municipalescada cinco aos.

    El caso de Kerala constituye una experiencia de ms decuarenta aos de un modelo de descentralizacin que se haconstruido sobre la base de una amplia movilizacin popular.

    Presentacin

  • 12 No somos juguete de nadie

    Esto result en un nivel de desarrollo social-econmico queexpresamente busca fortalecer al Estado como actor activo delos procesos de desarrollo local, permitiendo colocar al Estadode Kerala en la delantera del desarrollo humano de toda In-dia, lo que le ha permitido, incluso, competir en algunos as-pectos con pases considerados desarrollados. El procesofue promovido por el Frente Democrtico de Izquierda, queaunque ligado al Partido Comunista, es democrticamente ele-gido. Sobre principios marxistas logr establecer polticas dedesarrollo que muestran caminos para llegar ms all de larplica mecnica de las recetas derivadas de las sociedadesneoliberales del norte.

    Se ha encargado a dos investigadores reconocidos y cr-ticos contrastar los supuestos bsicos formulados por el equi-po de investigadores del NCCR Norte-Sur con su propio an-lisis de la relacin entre descentralizacin, movimientossociales y recursos naturales. Se tuvo la suerte de poder reci-bir estos aportes de dos investigadores destacados de Boli-via y Kerala. Los estudios han sido encargados al Lic. lvaroGarca Linera, hoy en da Vicepresidente electo de la Rep-blica de Bolivia, quien junto a un equipo de investigadorescompuesto por la Lic. Shirley Orozco y el Lic. Pablo Stefanoniproporcionaron un excelente estudio de caso de Bolivia, el queahora se pone a disposicin del pblico en general. El estudiode Kerala fue realizado por los profesores universitarios K.N.Nair y R. Ramakumar, quienes, desde hace dcadas, acompa-aron a los movimientos sociales de Kerala, de forma tericay tambin prctica.

    Aportes fundamentales

    Los aportes ms sobresalientes del presente estudio al debatede los investigadores del NCCR Norte-Sur son, sin lugar a du-das, los siguientes:

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    Todos los grandes movimientos sociales que retan a lasestructuras polticas, econmicas, sociales y simblicas de lasociedad boliviana estn directamente relacionados al controlde los recursos naturales renovables (tierra, agua, bosques-biodiversidad) y no renovables (hidrocarburos y minerales).Es importante resaltar que los mundos de vida, enraizadosen las cosmovisiones indgenas o locales propias de los actoresde los movimientos sociales, hacen que los recursos naturales ylos beneficios que se derivan de ellos sean considerados comobienes comunes. Si bien el sustrato ideolgico-vivencial del cualse alimentan los movimientos sociales vara de acuerdo al con-texto sociocultural e histrico, considerar los recursos natura-les como bien comn es el elemento articulador que los une encontra de la mercantilizacin de los recursos naturales. Ellomismo los motiva a desarrollar alternativas de su uso y mane-jo en la perspectiva de una sociedad postcapitalista.

    La persistencia de la economa mercantil simple, unida alcrecimiento demogrfico, marca la nueva ruralidad caracte-rizada por el deterioro acelerado de las condiciones sociales yecolgicas de su propia reproduccin. Esto conduce a una nue-va urbanizacin por falta de alternativas econmica viablesen la extensin urbana de la lgica tradicional agraria. Se con-cluye que no se pueden entender los conflictos en torno a losrecursos como expresin de una sociedad tradicional en replie-gue, sino ms bien como resultado de un orden social, econ-mico y cultural, simultneamente privado, tanto de las condi-ciones de su reproduccin (tierra, agricultura, agua y derechossocioculturales) como de las posibilidades de su transformacin.

    En esta perspectiva, los conflictos en torno a los recursosnaturales son resultado de la expansin de las relaciones mer-cantiles y capitalistas hacia el mbito de los recursos naturalesrenovables y no renovables. A pesar de que en su dimensinterica estas polticas se fundamentan en un discurso neoliberal,en la prctica lo contradicen de frente ya que son los oligopoliosde las empresas transnacionales del agua, gas, petrleo, mine-

    Presentacin

  • 14 No somos juguete de nadie

    rales y recursos biolgico-ecolgicos los que dominan los rolesde juego. Esto impide que la supuesta mano invisible delmercado se haga cargo de la asignacin y distribucin eficien-te de los recursos naturales, financieros y humanos de un modoque permita reducir los elevados grados de pobreza, corrup-cin, exclusin, degradacin y la destruccin de las bases socia-les, materiales y simblicas de la sociedad boliviana.

    Entender las relaciones entre descentralizacin, movi-mientos sociales y recursos naturales requiere de la conside-racin de niveles y actores que operan ms all de los mbi-tos locales-regionales que son los espacios primordiales parael uso de los recursos naturales. Implica, asimismo, conside-rar la aplicacin de las polticas de descentralizacin y losmovimientos sociales. Es decir, se deben entender los con-flictos entre los actores nacionales e internacionales (organis-mos multilaterales como Banco Mundial, FMI, BID, ONGconservacionistas, empresas transnacionales y sus aliadospblicos y privados nacionales), y los mltiples movimien-tos sociales, como una lucha por el rol y control del poderdel Estado central como plataforma decisiva para definir eltipo de articulacin entre los diferentes grupos sociales quecomponen la sociedad boliviana.

    Esto hace que, a pesar de los importantes avances en lasconceptualizaciones y los modos de implementacin de la des-centralizacin, los movimientos sociales junto con la mayo-ra de los nuevos municipios emergentes, como aquellos ac-tores que resisten la transformacin de las estructuras actualesde poder y siguen concentrando sus esfuerzos polticos prin-cipalmente hacia el Estado central. Ambos grupos de actoresaprendieron en posiciones societales opuestas que es en estenivel donde se define tanto el tipo de Estado, su rol en la so-ciedad, as como su capacidad redistributiva material y social.Es decir, la observacin a primera vista contra-intuitiva quela existencia de actores sociales fortalecidos a nivel local y re-gional, en vez de reducir los conflictos en torno al Estado cen-

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    tral, contribuy a su incremento, lo que es consistente con estaperspectiva analtica.

    No querer ser juguete de nadie muestra con toda cla-ridad que las tipologas derivadas principalmente desde lospases industrializados, expresadas en trminos de movimien-tos sociales viejos y nuevos, queda obsoleta frente a la rea-lidad social actual de Bolivia. En los movimientos sociales dejuntas vecinales en el rea urbana, o los sindicatos agrarios ycomunidades indgenas convergen aspiraciones materiales,sociales e indentitarias de manera especfica y original. Estohace imposible diferenciar los movimientos, separndolos porla predominancia de reivindicaciones relacionadas ms a as-pectos econmicos-materiales y a la condicin de la fuerza detrabajo, o los aspectos identitarios-tico-filosficos (caracte-rsticos de los movimientos sociales nuevos). La propuestade los autores, de desarrollar una tipologa nueva que tome encuenta la manera en la que las clases sociales subalternas ypueblos indgenas originarios confrontan la disputa por el con-trol, gestin y acceso a los diferentes recursos controlados porel Estado, las formas de accin colectiva, los repertorios y es-cenarios de movilizacin y las estrategias de articulacin in-terna y externa desarrollados para este fin, dan pautas concre-tas para ello.

    El programa NCCR Norte-Sur es consciente de que con elpresente libro puede contribuir a un proceso societario nuevoque busca superar el rol de Bolivia como alumno ejemplaren la aplicacin de las polticas neoliberales. Con la eleccinde Evo Morales Ayma como primer presidente indgena enBolivia y en toda Amerindia, y del vicepresidente Lic. lvaroGarca Linera, se ha empezado a sustituir la mano invisibledel libre mercado por la mano visible. Teniendo por guaun corazn sensible y una mente fortalecida, este proceso bus-ca construir un sistema poltico y social que reconoce los apor-tes especficos de la modernidad, en la medida que permitanenriquecer la realizacin de las aspiraciones que surgen de los

    Presentacin

  • 16 No somos juguete de nadie

    mundos de vida y cosmovisiones que son propias de los ac-tores populares e indgenas originarios. Contribuir con nues-tro granito de arena significa no solamente cumplir con unaresponsabilidad social, que es parte central de la investigacintransdisciplinaria como tal, sino tambin es expresin de laesperanza de que lo que est ocurriendo en Bolivia pueda en-gendrar un pacha (tiempo-espacio) renovado que abra nue-vos horizontes para las sociedades en todo el planeta. Apoyarel paso de la sociedad clandestina a la luz del da a travsde un gobierno democrticamente legitimado es una primeraoportunidad para todos, sean bolivianos o amigos de corazn.

    Stephan RistCoordinador cientfico del componente

    transversal del NCCR Norte-Sur

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    Anlisis comparativo: la relacin entre movimientossociales, recursos naturales, estado y descentralizacin

    Los cuatro estudios de caso tratados en el presente libro abor-dan las relaciones conflictivas y/o negociadas en el manejo derecursos naturales por parte de campesinos, indgenas, empre-sarios y Estado.

    La primera investigacin indaga las querellas por la tierray el territorio entre campesinos-indgenas migrantes de tierrasaltas (colonizadores) e indgenas de tierras bajas a en el Par-que Isiboro-Scure, en la frontera entre Cochabamba y Beni.

    La segunda analiza los efectos de la construccin de un ga-soducto por una reserva natural (el Bosque Seco Chiquitano enSanta Cruz) y los conflictos entre TRANSREDES, la empresa pro-pietaria del gasoducto San Miguel-Cuiab, y las comunidadeschiquitanas asentadas en las inmediaciones del Bosque Seco.

    El tercer estudio de caso es el referido a los conflictos por lagestin del agua potable en la ciudad de El Alto entre un con-sorcio internacional (Aguas del Illimani) y los vecinos organi-zados en torno a las juntas de vecinos en el periodo 1998-2005.

    El ltimo estudio est dedicado a las tensiones entorno alos modos de uso y gestin del territorio entre la empresa pe-

    Introduccin

  • 18 No somos juguete de nadie

    trolera Repsol YPF y las comunidades guaranes en el campoMargarita, en la regin del Itika Guasu, Tarija.

    Si bien el tema de los recursos naturales es una problemti-ca de larga data en el pas debido a las caractersticas de su eco-noma primario-exportadora, la diversidad de recursos natura-les existentes y la amplia base campesina de la poblacintrabajadora, en los ltimos aos veinte aos las disputas entor-no a su propiedad, gestin y control han retomado una intensi-dad extraordinaria. Para ello han influido varios factores: el cre-cimiento demogrfico de la poblacin y la necesidad de accedera nuevos medios de reproduccin material con la creciente va-lorizacin mercantil de recursos anteriormente disponibles f-cilmente (la tierra); la contraccin del mercado laboral indus-trial que presiona la frontera agrcola; la intensificacin de unaactividad econmica extractiva de recursos naturales no reno-vables (hidrocarburos, minera) y renovables (agricultura inten-siva, bosques), etc. Se trata de procesos de larga duracin quelentamente van generando fronteras de fisura entorno al controlde bienes sociales y naturales que tienden a habilitar espaciosde conflicto en caso de que no sean canalizados mediante me-canismos redistributivos de la riqueza socialmente disponible.

    Pero lo que ms ha influido en este nuevo ciclo de tensio-namientos sociales respecto al control y uso de recursos natu-rales es el rgimen de desarrollo econmico de los ltimos vein-te aos, fundado en la atraccin de capitales externos y laprivatizacin de recursos pblicos estatales (hidrocarburos,ferrocarriles, minera, etc.,) como no estatales (agua, territoria-lidad indgena).

    Como es sabido, Bolivia ha atravesado en los ltimos cin-cuenta aos dos proyectos de modernizacin. El primero bajola modalidad de capitalismo de Estado, que intent procesosde industrializacin moderada de la economa en base a la ex-plotacin minera. Si bien esta modalidad tuvo un impacto noci-vo en el tratamiento de los recursos naturales, ello no fue temade debate pblico pues prevaleca en la opinin pblica una ra-

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    cionalidad industrialista que haca invisible la temtica, ademsde que la propiedad estatal y los procesos de movilidad socialresultantes de la redistribucin social del excedente minero mi-tigaban la querella en relacin a la propiedad de esas riquezas.

    A partir de 1995, la economa boliviana da un giro al pro-mover principios de libre mercado, atraccin de inversin ex-terna y privatizacin de recursos pblicos estatales y no esta-tales. Con ello no slo se modifica las formas de propiedad delos recursos naturales, sino tambin de apropiacin y concen-tracin de los excedentes generados por su explotacin y pro-cesamiento. La privatizacin rompe el mito legitimador del usodepredador de los recursos naturales por necesidad pblica(estatal) o prioridad nacional y desata una pelea abierta ycada vez ms generalizada entre privados (empresarios, ciu-dadanos, comunidades) por el control, gestin y apropiacinde los recursos naturales. A la vez, el modelo privatizador su-prime los mecanismos de redistribucin social de la riquezapblica (derechos sociales) al externalizar los excedentes eco-nmicos (cerca del 40% del PNB est en manos de inversionistasexternos), comprime los procesos de asalariamiento (cierre deempresas y ampliacin del trabajo informal), y deteriora o es-tanca los ingresos de la poblacin (850 dlares/ao/personadesde hace veinte aos), cerrando las antiguas rutas de movi-lidad social ascendente.1

    Este modelo de desarrollo basado en la inversin extran-jera ha llevado a: 1) una ampliacin de las reas geogrficasde disputa y apropiacin intensiva de recursos naturales paraser sometidas a una economa de enclave de exportacin; 2)una reconversin de la lgica del acceso a recursos como dere-cho, a una lgica de provisin y consumo de recursos en fun-

    1 lvaro Garca Linera, Los impactos de la capitalizacin. Evaluacin atermino medio, en 10 aos de la capitalizacin. Luces y sombras, Delega-cin presidencial para la revisin y mejora de la capitalizacin, La Paz,2005.

    Introduccin

  • 20 No somos juguete de nadie

    cin de la rentabilidad y el mercado; y 3) una creciente valori-zacin de recursos anteriormente poco mercantilizados.

    El primer caso, la extensin geogrfica de las zonas de dis-puta de recursos naturales corresponde los estudios sobre lasrelaciones conflictivas entre empresas petroleras y pueblos in-dgenas para la explotacin de campos gasferos (Itika Guasu)y el transporte de gas (la Chuiquitania).

    La dinmica del conflicto por la expulsin de la empresaextranjera Aguas del Illimani en la ciudad de El Alto corres-ponde al segundo eje de conflictividad, en tanto que la ten-sin entre colonizadores campesinos y pueblos indgenas detierras bajas por el control de tierras y bosques (Parque Isiboro-Scure) corresponde al tercer eje.

    Cada una de estas fronteras de tensin social por el controlde recursos naturales presenta caractersticas comunes y din-micas diferenciadas. Comencemos por lo primero.

    Las cuatro reas de estudio indagan conflictos de recienteformacin. Tanto la guerra del agua en El Alto, como los cho-ques entre empresas petroleras y pueblos indgenas tienencomo antecedentes circunstancias de reciente data (privati-zaciones, Ley de Inversiones de los aos noventa). Incluso ladisputa entre campesinos-indgenas de tierras altas con ind-genas de tierras bajas no tiene ms de veinte aos de antece-dentes. En ese sentido, se puede decir que buena parte de losejes de tensin, y de hecho los ms importantes, son resultadode los recientes procesos de modernizacin econmica.

    Sin embargo, esto requiere una explicacin. A diferenciade estudios sobre otros procesos de modernizacin que ponenen crisis las sociedades tradicionales, dando lugar a accionesdefensivas de los sujetos sociales,2 en el caso boliviano no es-

    2 P. Bourdieu ; A. Sayad, Le Dracinement. La crise de lagriculturetraditionnelle en Algrie, Les ditions de Minuit, Paris, 1964. Tambin,Ch. Tilly, L. Tilly, R. Tilly, El siglo rebelde 1830-1930, Prensa Universitariade Zaragoza, Espaa, 1997.

  • 21

    tamos ante procesos de modernizacin expansiva que coloquenen crisis a las sociedades tradicionales ante la amenaza de sulenta disolucin por nuevas y expansivas relaciones socialesmodernizantes (economa de mercado, asalariamiento, mo-vilidad social ascendente). En Bolivia, lo que sucede es unaagresin a las condiciones de reproduccin de las sociedadestradicionales e indgenas, tanto urbanas (El Alto) como rura-les (Chiquitania, Itika Guasu); pero acompaada de una ex-tensin demogrfica y geogrfica de la estructura bsica deesas sociedades. Las economas de acumulacin no se presen-tan como opciones irradiantes, sino como intervenciones deenclave que simplemente deterioran las condiciones de repro-duccin de las economas tradicionales, pero sin la fuerza desustitucin histrica. Esto ha dado lugar a una nueva rura-lidad de resistencia y sobrevivencia mediante el incrementodel nmero absoluto de campesinos bajo reacciones mercanti-les simples (Chapare, norte de La Paz) y a una nueva urbani-dad mediante la extensin urbana de la lgica tradicionalagraria (economa mercantil simple) al mundo urbano del tra-bajo informal y familiar en continua expansin (en los ltimosquince aos se ha ampliado del 58 al 69% de la poblacin eco-nmicamente activa de las ciudades).3 Por eso es que no sepuede ver estas tensiones como expresin de una sociedad tra-dicional en repliegue, sino como conflictividades de un ordensocial y econmico simultneamente expropiado de determi-nadas condiciones de existencia (tierra, agricultura, derechossociales) y en expansin geogrfica y demogrficamente.

    Una segunda caracterstica de los casos estudiados es lapresencia de empresas extranjeras en la generacin de la dis-puta conflictiva de los recursos naturales. Con excepcin delconflicto en la zona del parque Isiboro-Scure, las tensionespor los recursos naturales han venido de la mano de la expan-

    3 Carlos Arce, Empleo y relaciones laborales en Bolivia, en Bolivia ha-cia el siglo XXI, CEDLA/CIDES/PNUD, La Paz, 2000.

    Introduccin

  • 22 No somos juguete de nadie

    sin de la actividad econmica en servicios (agua) o recursosnaturales no renovables (hidrocarburos) por parte de inversio-nistas extranjeros. Esto no slo es un resultado de los casoselegidos, sino que una rpida revisin de los principales con-flictos entorno a recursos naturales presentes en los peridi-cos y las investigaciones acadmicas tienen que ver con em-presas extranjeras. Esto no es un hecho casual, pues el 40% delPNB en Bolivia est en manos de capitales externos, en tantoque las fundamentales reas de inversin en explotacin derecursos naturales estn en manos de los mismos inver-sionistas. De hecho, esa era la intencionalidad de las reformasestructurales de libre mercado aplicadas desde los aos ochen-ta. Por ello no es extrao que los principales problemas res-pecto a control y uso de recursos naturales, las principalesmovilizaciones sociales y las sublevaciones ms extendidas enel pas hayan tenido y tienen como protagonistas a los inver-sionistas externos, ms an cuando la actividad extractiva rea-lizada por inversiones externas se caracteriza por ser de encla-ve de extraccin de recursos, materia prima que no posibilitala redistribucin de beneficios, va creacin de empleos o in-versiones en modos de industrializacin. Sin embargo, esto nosignifica que toda la inversin externa pueda ser consideradacomo foco de inevitable conflictividad social. En la minera oen telecomunicaciones hay ejemplos de presencia de capitalesexternos con capacidad de articular consensos regionales ynacionales por el modo de accesibilidad a los servicios, el em-pleo de fuerza de trabajo de las zonas, el tratamiento de cier-tas compensaciones ambientales acordadas con organizacio-nes sociales, etc.

    Con todo, est claro que por la nueva estructura propieta-ria de la economa moderna y su propia orientacin extrac-tiva de recursos naturales, las inversiones extranjeras son yseguirn siendo sujetos de tensiones y confrontaciones conotros actores sociales locales en la disputa por el uso y gestinde recursos naturales.

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    Un tercer elemento en comn de estas experiencias estu-diadas es la irrelevancia del sistema poltico formal para de-tectar, canalizar, conducir o resolver los puntos de conflicto.En la medida que el Parlamento y el Ejecutivo han estado con-trolados de manera indistinta por partidos y funcionarios con-vencidos de las virtudes de la economa de mercado, la institu-cionalidad estatal no slo que no tiene ningn inters pararesolver las demandas colectivas de los sectores afectados, sinoque adems toma decisiones directamente favorables a aque-llos actores promotores de apropiaciones empresariales de losrecursos. De hecho, tal como se muestra en el estudio, buenaparte de arquitectura legal reformada en los ltimos veinte aostiene este contenido estructural de libre mercado y de ah quelos incentivos que tienen los sectores subalternos por utilizarlos recursos legales para resolver o defender sus intereses seanescasos, amplindose la inclinacin del uso de la accin colec-tiva antes que la institucionalidad legal.

    Pero adems la baja capacidad de representacin polticade partidos polticos que nicamente se acercan a sus votan-tes en el momento de elecciones reduce an ms la confianzaen las instituciones como escenarios de resolucin de conflic-tos, incrementando la separacin entre institucionalidad pol-tica y confrontaciones sociales.

    En todos los casos estudiados, la visualizacin del conflic-to, el tratamiento del mismo, el acercamiento de partes e in-cluso las resoluciones parciales a cada uno de los temas de con-frontacin entre actores empresariales, campesinos, indgenasy vecinales muestra una sorprendente autonoma respecto alos organismos de representacin poltica formal, por lo que labsqueda de soluciones es siempre leda como un tema de co-rrelacin de fuerzas capaces de movilizar. Incluso las razonesy la legalidad esgrimidas por los actores no son un fin en smismo, sino simples medios de legitimacin de accionesextrainstitucionales (presiones empresariales o movilizacionessociales dirigidas al gobierno) para incrementar la correlacin

    Introduccin

  • 24 No somos juguete de nadie

    de fuerzas de uno u otro bando. En ese sentido, la baja institu-cionalidad de la resolucin de conflictos es la que permite quelas disputas entorno a problemas de propiedad, gestin y usode recursos naturales sean siempre ledas por todos los acto-res, incluido el Estado, como problemas de confrontacin, demedicin de fuerzas de una especie de guerra de baja intensi-dad perpetua por recursos.

    En trminos de resultados, est claro que estos son siem-pre dudosos, susceptibles de una nueva lectura dependiendode las circunstancias y las modificaciones de la correlacin defuerzas. Por eso las soluciones a las que se arribe sobre lostemas en disputa siempre tienen la carga de simples treguas, dearmisticios temporales expuestos a nuevas querellas en funcinde la variacin de la situacin de fuerza de los actores. A todoesto podemos denominarlo como conflictos de dbil canaliza-cin institucional y de frgil perdurabilidad en el tiempo.

    Directamente vinculado a lo anterior, una cuarta caracte-rstica comn de los estudios de caso es la escasa e irrelevantepresencia de los niveles intermedios de las funciones adminis-trativas del Estado (prefecturas y municipios) en la regulacino atencin del conflicto. En la medida que los temas sobre re-cursos naturales (tierra, hidrocarburos, minerales, bosques,agua, biodiversidad, etc.) estn bajo legislacin nacional, lasdisputas y diferencias respecto a su control, propiedad y usoconfrontan directamente actores privados (empresas) y colec-tivos (comunidades indgenas, vecinos urbanos, sindicatosagrarios) reconocidos en sus derechos y prerrogativas por lalegislacin nacional. Por tanto, la querella entre partes de ma-nera inmediata ubica al gobierno central como un actor inevi-table del conflicto, dejando de lado la intervencin ejecutivade cualquier otro nivel intermedio del Estado (Prefectura, Al-calda). De ah que las propias movilizaciones sociales seanencaminadas directamente al gobierno nacional en suinstitucionalidad superior (Ejecutivo y Legislativo), de quiense espera la atencin final de la demanda.

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    Esto es mucho ms evidente en zonas rurales donde lapresencia del Estado y de sus representaciones intermedias esgelatinosa, de reciente existencia y poco efectiva por sus li-mitaciones legislativas, los bajos recursos y los lmites de sucapacidad de representacin social. Pero incluso en el caso deEl Alto, donde la Alcalda de la ciudad tiene una presenciaimportante en la regulacin de los servicios, su presencia fuemarginal en el conflicto y no fue considerada como central almomento de la realizacin de las movilizaciones de las juntasde vecinos, que interpusieron la demanda de expulsin de laempresa concesionaria ante el gobierno central. En esto tam-bin cuenta una larga cultura centralista de los movimien-tos sociales bolivianos que a lo largo de su historia tienen lamemoria de que los temas fundamentales de sus demandas seresuelven desde arriba, en confrontacin o peticin al go-bierno central.

    Esto no quita que los niveles intermedios de la adminis-tracin estatal no intervengan en algn momento del conflic-to, aunque por lo general lo hacen al momento de la legaliza-cin de los acuerdos hallados, sin su participacin, entre lossectores sociales movilizados y el gobierno central; o bien paraobtener algn beneficio colateral en la gestin de recursos, pri-vados o estatales, en caso de que los acuerdos concluyan conla conquista de beneficios econmicos para la regin de lossectores movilizados.

    La intervencin de estos niveles descentralizados del Es-tado es, por tanto, de carcter meramente administrativo y casinunca resolutivo ni mucho menos poltico. Y ello no solamen-te por las escasas atribuciones poltico-administrativas y legis-lativas que poseen legalmente, sino adems porque se trata deinstitucionalidades de an dbil presencia poltica regional,ms an cuando los problemas planteados tienen una dimen-sin de carcter poltico-nacional. En algunos casos, especial-mente en el campo, la autoridad de estos niveles intermediospuede llegar a ser incluso menor a la de las propias estructu-

    Introduccin

  • 26 No somos juguete de nadie

    ras sindicales o gremiales de la sociedad, por lo que su influen-cia es por lo general reducida.

    Sin embargo, en un escenario cambiante de correlacin defuerzas, cada uno de los actores sociales buscar sumar fuer-zas incorporando a su lado a estas instancias administrativas,aunque esa sumatoria no sea necesariamente decisiva.

    Una quinta continuidad de los estudios es la presencia demovimientos sociales como modos de visibilizacin, organiza-cin y gestin social del conflicto por los recursos naturales.

    Ya sea el tema del agua, la tierra, el territorio, el bosque, elgas, las disputas sociales respecto al control de recursos natu-rales tienen como a un sujeto privilegiado a distintos tipos demovimientos sociales. Las juntas de vecinos, los sindicatosagrarios, las comunidades indgenas, en todos los casos en quelas clases sociales subalternas o los pueblos indgenas se hanvisto confrontados a temas de disputa por el control, gestin oacceso a determinados recursos naturales, se ha gestado en-torno a ello particulares estructuras de accin colectiva concapacidad de organizacin territorial estable, repertoriosidentitarios, palestras de movilizacin y estrategias de articu-lacin social caractersticas de la constitucin de un movimien-to social.4

    En algunos casos, como en Itika Guasu o la Chiquitania,la disputa de los recursos ha sido el elemento articulador de lamovilizacin colectiva y de la construccin de niveles organiza-tivos regionales e institucionalizados. En otros, como el de ElAlto, la disputa por el agua ha llevado a una politizacin delmovimiento vecinal, convirtindolo en un movimiento socio-poltico que incluso ha llegado a plantearse el tema de presen-cia poltica en el Parlamento o la propia toma del poder comomecanismo eficaz de cumplir sus objetivos. En el caso de loscampesinos e indgenas del trpico (Parque Isiboro-Scure), el

    4 D. McAdam; J. McCarthy; M. Zald, Movimientos sociales: perspectivas com-paradas, ISTMO, Espaa, 1999.

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    desplazamiento territorial del lado de los colonizadores o ladefensa territorial, del lado de los indgenas de tierras bajas,viene de la mano de fuertes estructuras organizativas y demovilizacin que cotidianamente ponen a prueba sus reperto-rios tcticos.

    Ciertamente, se trata de una propensin organizativa muycaracterstica de la sociedad boliviana. De hecho, se puede de-cir que las clases subalternas en Bolivia, en cualquiera de susubicaciones, son organizadas por excelencia y de ah que conrelativa facilidad el acceso o disputa por el control de algnrecurso, natural o social, de beneficio pblico lleve inmediata-mente a la formacin de empresas de movilizacin durade-ras y con gran capacidad de presin.

    Sin embargo, a diferencia de lo que suceda dcadas ante-riores cuando los distintos movimientos sociales quedabanorganizados jerrquicamente entorno a la Central Obrera Bo-liviana (COB), hoy existe una proliferacin de estructurasorganizativas de la sociedad de carcter local o regional, celo-sas de su autonoma y fuertemente territorializadas entorno atemticas especficas. Si bien ello permite la construccin deredes organizativas de movilizacin fuerte en lo local, su debi-lidad viene por las limitaciones para articular movilizacionesnacionales capaces de ampliar su fuerza de presin. Con todo,en momentos excepcionales como octubre de 2003 o mayo-ju-nio de 2005, se han podido configurar alianzas temticas y tem-porales orientadas a objetivos comunes (renuncia del ex presi-dente Snchez de Lozada, nacionalizacin del gas, etc.), paraluego cada cual volver a sus temticas especficas y regionales.

    Junto con estas similitudes que presentan los estudios, tam-bin hay notables diferencias resaltadas por cada una de lascuatro investigaciones. Los temas de conflicto son diferentes ymovilizan intereses, sujetos colectivos y fuerzas claramentediferenciadas. En unos casos tenemos a empresas petroleras,en otros a empresas de agua y en el otro ejemplo a campesinoscontra indgenas.

    Introduccin

  • 28 No somos juguete de nadie

    Asimismo, las identidades, los repertorios de movilizacinson diferentes de una zona a otra, al igual que la capacidad dearticular aliados. Incluso los objetivos y los resultados son di-ferentes. Mientras que en el caso de los hidrocarburos hay uncierto fatalismo respecto a la imposibilidad de detener su ex-pansin en territorialidades indgenas, lo que lleva a las co-munidades a buscar la mejor manera de negociar compensa-ciones, en el caso de las juntas de vecinos de El Alto, laposibilidad de revertir la presencia de capital externo se hapresentado como un objetivo realizable e incluso extensible almbito de los hidrocarburos.

    En conjunto, tenemos cuatro ejemplos que grafican la com-plejidad de estrategias, resultados, institucionalidades y objeti-vos que hoy mantienen tensionada, de una manera generaliza-da y expansiva, a la sociedad boliviana. Pensar en mecanismosinstitucionales que resuelvan esta conflictividad es uno de losretos de los distintos actores involucrados en la problemtica.Sin embargo, la investigacin muestra que de momento tantoEstado, empresas extranjeras y movimientos sociales se mue-ven entre una preservacin del orden legal e institucional pre-valeciente, pese a los conflictos y desavenencias que provoca, oa una reversin total de ese orden legal-institucional. Las reflexio-nes sobre salidas intermedias o de equilibrio entre estas dos vi-siones son escasas en las estrategias de los actores involucrados.

    Quizs esa sea precisamente la gran tarea de transforma-cin legal, institucional y cultural que debera acompaar larealizacin de la Asamblea Constituyente como modo de arti-culacin de racionalidades e intereses sociales que actualmen-te aparecen confrontados.

    Shirley Orozco Ramrez Pablo StefanoniInvestigadora Investigador

    lvaro Garca LineraCoordinador

  • 29

    I. Dos concepciones del territorio:indgenas y colonizadores en la zona

    de colonizacin del TerritorioIndgena Parque Nacional

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

    Ro Moleto, la lnea roja. Vista frente a la comunidad de San Jos de la Angosta.

  • 30 No somos juguete de nadie

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    1. Introduccin

    El propsito de este captulo es indagar acerca de las diferentesconcepciones del territorio presentes en el rea de colonizacinubicada al sur del Territorio Indgena Parque Nacional Isiboro-Scure (TIPNIS). Para ello se ha seleccionado dos comunidades,donde se recogieron testimonios de informantes claves (dirigen-tes colonizadores e indgenas) mediante entrevistas cerradas ydilogos informales: Santsima Trinidad, al interior de la zonade colonizacin, y San Jos de la Angosta, colindante a la lnearoja que pone un lmite a la expansin de los colonizadores ymenos expuesta a la influencia de estos ltimos. Adicionalmente,hemos entrevistado al Alcalde del municipio chapareo de Vi-lla Tunari y a algunos integrantes del Concejo Municipal, pro-venientes de localidades del Isiboro-Scure.

    El acceso a la zona de colonizacin del TIPNIS se realizadesde el pueblo de Isinuta (a aproximadamente dos hora deVilla Tunari). En poca de lluvia (de diciembre a marzo) el ca-mino, construido y mantenido por los colonizadores, es atra-vesado por varios ros, por lo que la entrada slo es posiblemediante camiones unimog; en temporada seca pueden in-gresar algunas movilidades. Estos camiones salen de Isinutacuando hay pasajeros y tardan tres horas en llegar a Santsi-ma Trinidad. A San Jos de la Angosta entran generalmentedos veces por semana y el viaje dura unas seis horas. Santsi-ma Trinidad est ubicada entre dos grandes asentamientos decolonizadores: Villa Bolvar al sur y Aroma al norte, y est po-blada por colonos aymaras y quechuas, e indgenas mojeos-trinitarios (viven aproximadamente cincuenta familiastrinitarias y veinte de colonizadores). Pese a que el rea de co-lonizacin se encuentra, de hecho, bajo jurisdiccin del depar-tamento de Cochabamba (provincia Chapare) y del municipio

  • 32 No somos juguete de nadie

    de Villa Tunari, Santsima Trinidad depende del Beni (provin-cia de Moxos y del municipio de San Ignacio de Moxos). SanJos de la Angosta se encuentra cruzando el ro Moleto, su po-blacin asciende a 18 familias, todas de origen mojeo-trinitarioy en los ltimos aos ha reforzado sus vnculos con el munici-pio de Villa Tunari, especialmente desde la gestin de FelipeCceres, alcalde electo por el Movimiento al Socialismo-Instru-mento Poltico por la Soberana de los Pueblos (MAS-IPSP).

    2. Algunas caractersticas de la regin

    Bolivia que ocupa una superficie de 1.098.581 km2 y poseeuna poblacin de 9,3 millones de habitantes1 se dividefisiogrficamente en dos grandes regiones: la regin andina ylas tierras bajas. Estas ltimas, que abarcan el oriente, el Cha-co y la Amazonia, cubren el 70% del territorio nacional e in-cluyen zonas tropicales amaznicas, sabanas, zonas de transi-cin y el rido Gran Chaco. Actualmente, 36 de los 39 pueblosindgenas existentes en Bolivia se encuentran en las tierras ba-jas,2 aunque demogrficamente estas poblaciones son signifi-cativamente menos numerosas que las andinas. Segn el Cen-so Indgena de 1994, la poblacin indgena de tierras bajasascenda a 220 mil personas, con pueblos cuyo tamaopoblacional se ubica en aproximadamente 50 mil personas,frente a otros con menos de cincuenta.

    2.1. El Beni, sede de las misiones jesuticas

    El departamento del Beni en cuya jurisdiccin se ubica lamayor parte del TIPNIS, incluyendo la localidad de Santsima

    1 Instituto Nacional de Estadstica, poblacin calculada para junio de 2005sobre la base del Censo de Poblacin y Vivienda del 2001 (La Prensa, 10de julio de 2005).

    2 Wilder Molina, Las luchas indgenas en el Beni: resultados y efectospolticos, CIDDBENII, publicacin N 38, julio de 1993.

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    Trinidad ocupa el 20% del territorio nacional boliviano, conuna superficie de 213.564 km2. Sin embargo, su poblacin re-presenta slo el 4,3% del total: 276.174 habitantes y una densi-dad de 1,29 hab./km2. Se trata de una zona caracterizada poruna economa basada en la explotacin de recursos naturalesy por la existencia de varios centros urbanos con un alto gradode incomunicacin fsica y econmica entre s, que dificulta suarticulacin como regin3 dada la inexistencia de infraestruc-tura vial. Los llanos de Moxos, territorio que abarca una granparte del Beni, han sido desde hace miles de aos un territoriomultitnico y actualmente los indgenas representan aproxi-madamente un 20% de su poblacin total.4 Fue en este territo-rio donde, en 1593, se establecieron las misiones jesuticas es-paolas que entre 1682 y 1744 organizaron 26 reduccionesespacios que concentraban grandes poblaciones indgenasbajo la tutora de los religiosos en las que predominaban losmojeos.5

    Esta presencia de los jesuitas, junto a la de los colonizado-res espaoles, afect fuertemente a las formas de organizacinsocial y ocupacin del espacio territorial de los pueblos ind-genas. Lehm6 retomando la tesis de Block (1980) habla deuna cultura reduccional que sobrevivi a la expulsin de losjesuitas por la Corona espaola en 1767 y que perdura en nues-tros das, consistente en la sntesis de elementos de la culturaprereduccional mojea con elementos europeos, en un proce-so en el que los indgenas jugaron un rol dinmico, seleccio-

    3 Wilder Molina, Cultura poltica y movimientos sociales. La culturapoltica en la emergencia del movimiento indgena de la marcha por elterritorio y la dignidad de 1990, tesis de maestra, Universidad de laCordillera, 2002.

    4 Molina, Las luchas indgenas.5 Molina, Ibd. Lehm, Zulema, La bsqueda de la Loma Santa y la marcha

    indgena por el territorio y la dignidad, APCOB; CIDDEBENI; OxfamAmrica, Santa Cruz de la Sierra, 1999.

    6 Lehm, Ibd.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 34 No somos juguete de nadie

    nando, fusionando y refuncionalizando los elementos europeosa sus propias condiciones culturales y a las condiciones de sumedio, en una suerte de pacto reduccional.7 Histricamen-te, se fueron configurando escenarios de conflicto muchos deellos invisibilizados hasta nuestros das y de emergencia dediversas formas de resistencia para enfrentar los procesos deagresin y usurpacin de sus territorios; acciones que gene-ralmente se caracterizaron por ser defensivas y restringidas alos espacios locales.8

    Con la instauracin de la Repblica en 1825, las condicio-nes de vida de estos pueblos del oriente no mejoraron; por elcontrario, con el auge de la goma con posterioridad a la fun-dacin del departamento del Beni, en 1842 se abre un proce-so de invasin y agresin ms drstico, que incluy el recluta-miento violento y el enganche de indgenas hacia las zonasde produccin gomera,9 cuyo apogeo se produjo entre 1870 y1910.10 Una de las respuestas colectivas de resistencia a losavasallamientos criollos fundamentalmente mojea fue labsqueda de la Loma Santa, consistente en un movimientosocial de caractersticas milenaristas en busca de autonomarespecto de la sociedad mestizo-criolla, que articula tres ver-tientes: la cristiana, la guaran (Tierra sin Mal) y la mojea (in-

    7 Este pacto mediante el cual lo indgenas accedan a ser reducidos acambio de bienes y servicios fundamentales como el acceso a herra-mientas y bienes materiales de origen europeo y a la proteccin jesuticafrente al ingreso de espaoles que llegaban desde Santa Cruz de la Sie-rra para cazar indios no estuvo exento de brotes de resistencia. As,algunas misiones fueron quemadas, hubo intentos por envenenar a losmisioneros y la forma ms comn de esta resistencia eran las fugas deindgenas al monte (Lehm, op. cit.).

    8 Molina, tesis de licenciatura, mimeo, 1996.9 Molina, Las luchas indgenas.10 El rgimen de las barracas gomeras disolvi los lazos tnicos y cultura-

    les de los pueblos indgenas: Toda huella, todo rudimento de la des-treza artstica indgena o cultura ha desparecido, escriba Nordenskiolden 1910. Lehm, op. cit.

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    cluso la Loma Santa asume, por momentos, la forma de unaimagen idealizada de las misiones jesuticas). Lehm seala quelas sucesivas migraciones en busca de la Loma Santa conduje-ron a un proceso de reocupacin de los espacios habitados porlos mojeos en el periodo precolonial. A la vez, constata queel movimiento de la poblacin a travs de las migracionesmilenaristas implica el acceso a una variedad de ecosistemasy, al mismo tiempo, la rotacin de las reas agrcolas, de caza,de pesca y de recoleccin, elementos que caracterizaban al sis-tema de uso de los recursos en el periodo inmediatamente an-terior a la reduccin.11 Tanto en el TIPNIS como en el Bosquede Chimanes han emergido, de forma cclica, convocatoriasprofticas para salir en su bsqueda.

    Esta dinmica de las migraciones milenaristas sealaLehm12 conduce a procesos de concentracin poblacional decientos de familias en un momento culminante de la convoca-toria proftica y a momentos de dispersin al quebrarse dichacapacidad de convocatoria, lo cual evidencia una constantetensin en las poblaciones mojeas que se debaten entre laconcentracin y la dispersin, entre la sedentarizacin y lamigracin. Desde mediados de 1991 comenz a circular undocumento en la regin del TIPNIS convocando a una nuevabsqueda milenarista, que expresa un profundo sentimientoanticolonial e induce a una recuperacin de los elementos dela cultura mojea, poniendo distancia espacial y cultural res-pecto de los opresores a travs de las migraciones milenaris-tas.13 En la actualidad, los comunarios consultados en la zonade colonizacin hablan de la bsqueda como una reminiscen-cia cultural de sus antepasados y, por ejemplo, en la comuni-dad de San Jos de la Angosta indican que si alguien dice te-ner informacin acerca de la Loma Santa, se lo comisiona para

    11 Lehm, op. cit. p. 44.12 Ibd.13 Ibd.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 36 No somos juguete de nadie

    que inicie un viaje, pero ya no lo sigue el conjunto de la comu-nidad y en los testimonios aparece ms como una creencia delpasado que se mantiene como parte de la cultura ms quecomo una creencia vigente.

    La Reforma Agraria de 1953 producto de la RevolucinNacional de 1952 tampoco benefici a los pueblos indgenasde tierras bajas, sino que, por el contrario, consolid legalmentelas grandes propiedades ganaderas,14 incluyendo su cercamien-to, lo cual implic un proceso de expulsin de la poblacinindgena asentada en las islas de bosque de la sabana e impul-s su reubicacin en los bosques ribereos y la reocupacin delas reas boscosas de la Cordillera Oriental.15 Adems, estamedida desarticul legalmente la nocin de territorialidad enla que se funda la subsistencia de los pueblos indgenasamaznicos, pues estas poblaciones no slo requieren de unaextensin de tierra para la agricultura, sino tambin de los re-cursos que proporcionan ros y bosques (mediante la caza y lapesca).16 As, en el artculo 129 de la Ley de Reforma Agrariase estableci que los grupos selvcolas de los llanos tropica-les y subtropicales que se encuentran en estado salvaje y tie-nen una organizacin primitiva quedan bajo la proteccin delEstado.17 Siguiendo esta idea, se plantear su sedentarizacin,concentracin y conversin en campesinos agricultores,18 ca-tegora asociada a la idea de modernizacin del agro encarna-da por el nacionalismo revolucionario, frente a lo indgena

    14 La Ley de Reforma Agraria distingua el latifundio de la empresa agr-cola (en las cuales el hacendado haba invertido capital y pagado sala-rios) que no eran afectadas (Mara Lagos, Autonoma y poder. Dinmicade clase y cultura en Cochabamba, Plural editores, La Paz, 1997 [1994]).

    15 Lehm, op. cit.16 Molina, Las luchas indgenas.17 Mara Soledad Quiroga; Elvira Salinas, reas protegidas y territorios

    indgenas en la Amazonia boliviana, Grupo de Reflexin y Accin so-bre el Medio Ambiente, mimeo, La Paz, 1996.

    18 Quiroga; Salinas, Ibd.

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    como sinnimo del pasado colonial estratificacin tnica quese deseaba superar en favor de un desarrollo capitalista y laciudadanizacin de la sociedad en trminos de clase.

    En la propia distribucin de tierras prevaleci la imagendel vaco amaznico, es decir, la idea de que los bosquestropicales son territorios vacos susceptibles de ser apropia-dos y explotados libremente,19 prejuicio geogrfico quepervivi hasta los aos ochenta. Adicionalmente, el mito delvaco amaznico fue el basamento de los procesos de coloni-zacin hacia el oriente promovidos por el Estado, de forma talque la apertura de carreteras (Trinidad-La Paz y Trinidad-San-ta Cruz a partir de los aos setenta) y la explotacin forestalincidieron conjuntamente en los espacios territoriales ocupa-dos por las poblaciones indgenas.20 Al tiempo que lacastellanizacin, impulsada por el Estado a travs de las nue-vas escuelas rurales, se haca sentir en el debilitamiento de laslenguas nativas.21

    De esta forma, los posteriores procesos de titulacin de tie-rras en la regin no contemplaron las formas tradicionales deocupacin del espacio, que sern recuperadas parcialmente enla legislacin aprobada durante la dcada de los noventa, cuan-do los pueblos indgenas de tierras bajas emergen como movi-mientos sociales con incidencia en la agenda poltica nacional;es decir, consolidan estructuras de movilizacin, repertorios deaccin colectiva, un conjunto de valores y smbolos, y una iden-tidad colectiva que les permiti concertar y movilizar volunta-des en favor de objetivos comunes y atraer la simpata de am-plios sectores de la poblacin boliviana incluyendo aymaras yquechuas de tierras altas que durante dcadas los haban con-siderado como simples tribus selvcolas. Se trata de un movi-miento no subordinado ni reducible a otras categoras como la

    19 Molina, op. cit.20 Ibd.21 Lehm, op. cit.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 38 No somos juguete de nadie

    de clase antes consideradas centrales para el anlisis de los cam-bios sociales22 y en cuya emergencia y construccin de marcosinterpretativos de la realidad social participaron como actoresde primer orden, intermediarios culturales, especialmente or-ganizaciones no gubernamentales y la Iglesia Catlica.

    2.2. El Chapare, la regin cocalera

    La regin cochabambina conocida genricamente como elChapare comprende las zonas tropicales de aproximadamente2.000 msnm hacia abajo de las provincias de Chapare, Ca-rrasco y Tiraque. El centro de su actividad econmica es VillaTunari, fundada por los jesuitas en 1695 y posteriormente aban-donada.23 Habitado antiguamente por indgenas yuracars, eltrpico cochabambino constituye uno de los contextos socia-les ms atpicos de la geografa boliviana por sus caractersti-cas sociales, econmicas, demogrficas y polticas. Su confor-macin histrica responde a diversos procesos de colonizacin:a) dirigidos desde el Estado: iniciados en los aos veinte yprofundizados a partir de los aos sesenta, cuando se funda elInstituto Nacional de Colonizacin, y b) espontneos: especial-mente durante los primeros aos setenta, producto de la crisiseconmica, y en la dcada de los ochenta impulsados por lassequas en las zonas expulsoras (1981-85) y la relocalizacinminera (1985).24 La colonizacin de la zona oper desde losaos veinte, en los aos cuarenta ingresaron algunos coloniza-dores desde el valle alto de Cochabamba, aunque su nmero

    22 Molina, Cultura poltica.23 Alison Spedding, Kawsachun coca. Economa campesina cocalera en los

    Yungas y el Chapare, PIEB, La Paz, 2004.24 Mara Teresa Zegada, Dinmica poltica en el trpico: actores, con-

    flictos y estrategias destructivas, en lvaro Argandoa; CarlaAscarrunz (comp.) Seminario Futuro del trpico de Cochabamba. Escena-rios para el desarrollo sostenible, UMSS; Centro de Estudios de Pobla-cin, Cochabamba, 2002.

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    era poco significativo.25 En esa poca, las condiciones deltransporte en lomo de mula eran tan deficientes que ni la cocaera un producto factible para llevar al mercado.26 Posterior-mente surgira en Villa Tunari un mercado de rescatistas de lahoja de coca, de amplio consumo ritual y tradicional en el pas,lo que consolid la economa de la coca entre quienes se que-daron en la zona, pese a la falta de la asistencia tcnica, decrditos y de infraestructura prometida por las autoridadesestatales encargadas de los planes de colonizacin de las tie-rras bajas.27 De esta forma, la coca se constituy en el principalcultivo con fines mercantiles, mientras que los cultivos de yuca,arroz, pltano, ctricos o maz se destinaban al autoconsumo,situacin que contina en la actualidad en el rea de coloniza-cin del Isiboro-Scure.

    Como seala Speeding,28 en los aos setenta se consolidel cultivo de coca con fines de acumulacin, ya que en esemomento ya se contaba con cierta infraestructura caminera puentes, etc. que permiti el trnsito de vehculos motoriza-dos. Y al final de esa dcada apareci la demanda ilegal decoca para elaboracin de cocana, lo que dio lugar al auge dela coca. Apareci as el oficio de pisacoca y el auge econ-mico de la regin convoc a nuevos migrantes, de caracters-ticas ms flotantes y oportunistas,29 atrados por las ganan-cias extraordinarias que la nueva coyuntura ofreca. En esosaos se conform un mercado de tierras en el Chapare y latierra adquiri un valor elevado, hasta el fin del auge hacia1986. Desde mediados de los aos ochenta la dinmica socio-econmica del Chapare estuvo marcada por la erradicacincompensada de las plantaciones de hoja de coca30 y luego por

    25 Spedding, op. cit.26 Ibd.27 Ibd.28 Ibd.29 Ibd.30 La compensacin por hectrea lleg a 2.500 dlares.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 40 No somos juguete de nadie

    los enfrentamientos ocurridos por la erradicacin sin compen-sacin (especialmente durante el mandato de Hugo BanzerSurez, 1997-2000).

    El tema de la erradicacin de los cultivos de hoja de cocase remonta a 1961, cuando el entonces presidente de la rep-blica, Vctor Paz Estenssoro, firm la Convencin de Viena,31

    donde se comprometa a suprimir el cultivo de la coca supues-tamente hasta 1985 y eliminar el akhullicu,32 nombre del consu-mo tradicional ampliamente difundido entre pobladores ur-banos y rurales del pas. Por el contrario, la produccin nodisminuy, sino que se increment. La poltica antidrogaspropugnada desde el Gobierno de Estados Unidos a princi-pios de los aos ochenta estuvo ligada al inicio de los planesde sustitucin y eliminacin de los cultivos de hoja de coca,para lo cual lleg ayuda norteamericana no slo en dinero parapagar las compensaciones a los cocaleros, sino en un reforza-miento de las Fuerzas Armadas bolivianas con equipamientoy entrenamiento.33 De esta manera se establecieron en la zonavarios cuarteles y centros de entrenamiento como el cuartel dela Fuerza de Tarea Expedicionaria, en Chimor (creado en 2001,no son militares pero se dedican a la erradicacin y a tareas decontrol); el Centro de Entrenamiento Internacional garras delvalor, en la localidad de Senda Tres; campamentos de la Fuer-

    31 Grupo de trabajo En defensa de la hoja de coca, As erradicaron micocal, Mama Huaco, Bolivia, 2004.

    32 Ibd.33 En 1993, el representante del Comando Sur de Estados Unidos, general

    George A. Joulwan, lleg al Chapare boliviano no slo para exigir sumilitarizacin en lo que llam la guerra contra el narcotrfico (aunque elministro de Defensa de ese entonces, Alberto Saenz, lo neg), sino ade-ms para reforzar la ayuda militar que hasta ese momento constaba deuna flota de 22 helicpteros artillados Huey UH 1H, as como avionesHrcules, volquetas, gras y vehculos livianos tipo comando con baseen Santa Cruz, renovando adems el armamento y entrenamiento amilitares del Ejrcito boliviano, y el equipamiento de lanchas rpidas(El Deber, 19 de julio de 1993).

  • 41

    za de Tarea Conjunta en diversos poblados como Isinuta oIchoa, etc.34

    Las polticas de erradicacin hasta 1986 (y que se habandado ya desde 1961) incluan planes de sustitucin de la cocapor ctricos,35 pero no haban tenido una planificacin ni apli-cacin sistemtica. Esta sistematizacin lleg a partir de 1986,cuando se erigi el Plan Trienal de Lucha Contra el Narco-trfico,36 que despus de un anlisis de la situacin bolivianarespecto al narcotrfico estableca que [la cocana] estupefa-ciente del cual Bolivia es uno de los principales productores,37

    por lo cual se precisaban recursos internacionales para termi-nar con el problema del narcotrfico,38 definiendo que las tie-rras aptas para el cultivo de la coca, que luego servira para lafabricacin de cocana, eran las del Chapare.39 Esta situacin,sealaba el Plan Trienal, ameritaba una solucin que para ellossignificaba: Erradicar las plantaciones excedentarias de cocaen Bolivia para eliminar la produccin de cocana,40 reempla-zando las ganancias producidas por la hoja de coca, por la queproduciran otros productos alternativos; proyectando enton-ces planes compensatorios, en especial los proyectos de diver-sificacin de productos, todo financiado por organismos ex-ternos como la cooperacin italiana41 y fundamentalmente porel Gobierno estadounidense.42 Pero no slo se fijaba el apoyo

    34 La Razn, 3 de octubre de 2001.35 Grupo de trabajo En defensa de la hoja de coca.36 Ley de Rgimen de la Coca y Sustancias Controladas: Ley 1008, en Coca-

    cronologa. Bolivia 1986-1992, ILDIS; CEDIB, Bolivia, 1992.37 Plan Trienal de Lucha Contra el Narcotrfico, en Coca-cronologa. Boli-

    via 1986-1992, ILDIS; CEDIB, Bolivia, 1992.38 Ibd.39 Ibd.: 15.40 Ibd.41 Este monto sirvi de base para la creacin de AGROYUNGAS (Plan

    trienal).42 Otra parte de la ayuda norteamericana sirvi para la creacin del Pro-

    yecto para el Desarrollo Regional del Chapare (PDRCH) (Plan trienal).

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 42 No somos juguete de nadie

    a productos alternativos, sino que se estableci el Programade Interdiccin, que se basaba en la creacin previa de DIRECO,UMOPAR y Coca Legal mediante un convenio anterior, decla-rando al Chapare como zona militar;43 adems se declara-ba entre sus principales objetivos erradicar por la fuerza to-dos los cultivos ilegales de coca que todava existen despusdel periodo de eliminacin voluntaria de los mismos [] latercera fase consiste en la erradicacin forzosa de todos loscultivos de coca existentes, 5.000 hectreas en el Chapare y5.000 en los Yungas.44

    Posteriormente se comenz con el diseo de la Ley delRgimen de la Coca y Sustancias Controladas, ms conocidacomo Ley 1008, mediante la cual se definan las zonas legales,excedentarias e ilegales de produccin de la hoja de coca,explicitando que las provincias chapareas productoras eranzonas excedentarias en transicin,45 lo cual significaba que lasprovincias Chapare, Carrasco, Tiraque y Arani del departamen-to de Cochabamba deban sustituir sus plantaciones de cocapor otros productos, apoyados por lo que la Ley llamaba Pro-grama Integral de Desarrollo y Sustitucin (PIDYS).46 Precisa-mente por el tema de la Ley 1008 comenz la resistencia de lasasociaciones de familias campesinas productoras de hoja decoca (sindicatos cocaleros) contra la aprobacin de esta nor-ma, puesto que para ellos significaba la desaparicin de susfuentes de subsistencia47 porque el desarrollo alternativo nohaba representado una verdadera y mejor opcin de supervi-vencia para los productores.

    43 Ibd, p. 24.44 Ibd, p. 24-25.45 Ley de Rgimen de la Coca y Sustancias Controladas: Ley 1008, en Coca-

    cronologa. Bolivia 1986-1992, ILDIS; CEDIB, Bolivia, 1992.46 Ibd.47 Conclusiones del III Encuentro Nacional de Productores de Coca, en

    Coca-cronologa. Bolivia 1986-1992, ILDIS; CEDIB, Bolivia, 1992

  • 43

    La erradicacin se concentr en el Chapare, aunque tam-bin quiso iniciarse en Yungas48 a pesar de ser sta una zonaconsiderada de cultivo tradicional. Al principio, la erradica-cin fue compensada, es decir, se pag desde 350 dlares has-ta 2.500 dlares por hectrea erradicada, aunque en realidadsiempre surgan nuevos cultivos puesto que los productos al-ternativos no rinden en productividad como la hoja de coca.49

    Esto fue la erradicacin voluntaria, en la que un campesino iba alas oficinas de DIRECO y ofreca algunas extensiones pequeas(catos) de coca para erradicar, recibiendo a cambio dinero oherramientas. Sin embargo, por lo general se ofrecan para suerradicacin cocales viejos que ya no producan como los nue-vos y muchas veces se usaba el monto compensado por la erra-dicacin de un cocal viejo para plantar uno nuevo.50

    Durante la primera presidencia de Snchez de Lozada (1993-1997) se continu con la poltica de erradicacin con lo que sellam la opcin cero, registrndose otros enfrentamientos en-tre cocaleros y las fuerzas de erradicacin. El propio Gobiernoestadounidense y su presidente Bill Clinton presionaron paraque se aprobase en Bolivia un plan de erradicacin completo.51

    Finalmente, en la presidencia de Hugo Banzer Surez, ini-ciada en 1997, se dise el llamado Plan Dignidad, cuya pol-tica se resuma en el lema coca cero, afirmando que Boliviasaldra del circuito del narcotrfico hasta el ao 2001,52 objeti-vo que se lograra mediante la erradicacin forzosa de culti-vos y cero compensacin monetaria.53 Las columnas del PlanDignidad eran cuatro: desarrollo alternativo, prevencin y re-habilitacin, erradicacin de la coca excedentaria e interdic-cin con responsabilidad compartida con la comunidad in-

    48 Especialmente en el segundo gobierno de Banzer Surez desde 1997.49 Conclusiones.50 Ibd.51 La Razn, septiembre de 1993.52 Opinin, 9 de julio de 2000.53 Grupo de trabajo En defensa de la hoja de coca.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 44 No somos juguete de nadie

    ternacional.54 La Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) o coca tiras,que se encargaba de la erradicacin de los cocales,55 protago-niz enfrentamientos por la erradicacin contra los sindicatos;estas luchas entre ambos bandos se hicieron casi cotidianas ydieron lugar a denuncias graves sobre el atropello de las fuer-zas de erradicacin y UMOPAR contra las familias cocaleras,segn declaraciones de los propios cocaleros. En torno a la re-sistencia a estas polticas de erradicacin los campesinos, pe-queo-productores de hoja de coca (sindicatos agrarios), secohesionaron, movilizaron y construyeron a lo largo de veinteaos uno de los movimientos sociales mas importantes del pas.

    Entre 1976 y 1992 la poblacin censada en esta regin seincrement de 32.836 a 108.276 habitantes, un elevado porcen-taje tiene un origen quechua y aymara, y un 81% habla que-chua.56 De las 40 mil familias que habitan el trpico una partede la poblacin es flotante, manteniendo una doble residen-cia entre su actividad en el Chapare y la zona de origen (por logeneral, zonas de los valles interandinos y del altiplano), adon-de regresan en poca de cosecha o fiestas rituales. Con el des-censo de los precios de la coca y el fracaso de los cultivosalternativos: pia, pltano, palmitos o pimienta en cierta for-ma ha resurgido la pauta inicial de la colonizacin, con pre-sencia estacional en el chaco, pasando [los campesinos] la ma-yor parte del tiempo en pueblos como Sinahota o Ivirgarzama,en la comunidad de origen o en las ciudades, segn los recur-sos u oportunidades a que se tuviera acceso.57 Como ocurreactualmente en el rea de colonizacin del Isiboro-Scure, frentea la erradicacin forzosa de los cocales que an quedan en laregin, los campesinos ensayan diferentes estrategias para con-servar sus cultivos los nicos que ms all de la fluctuacin

    54 Repblica de Bolivia, Estrategia boliviana de lucha contra el narcotrfico,enero, 1998.

    55 Grupo de trabajo En defensa de la hoja de coca.56 Zegada, op. cit.57 Spedding, op. cit.

  • 45

    de los precios conservan un mercado seguro como las medi-das de presin (bloqueos de caminos, marchas o comits deautodefensa), negociaciones con el Ejecutivo, replantacionesde las plantas erradicadas, ocultamiento de los cocales en me-dio de la maleza o de cultivos legales (por ejemplo, la yuca), oel traslado de los chacos a zonas de difcil acceso para las fuer-zas erradicadoras.58

    2.3. El Territorio Indgena Parque Nacional Isiboro-Scure:la sobreposicin de normas y conflictos jurdicos

    Creado en 1965, durante la presidencia del general RenBarrientos, el Parque Nacional Isiboro-Scure se ubica en laprovincia de Moxos, en el departamento del Beni; sus lmitesnaturales son el ro Isiboro y el ro Scure. El TIPNIS se carac-teriza por su diversidad de ecosistemas en funcin a su am-plio rango altitudinal, destacando el bosque nublado de ceja,el bosque hmedo a muy hmedo, bosque pluvial subandino,bosque muy hmedo pedemontano, bosque hmedoestacional basal, palmares pantanosos, sabanas de inunda-cin, pantanos de cyperceas y gran cantidad de lagunas.59 Estpoblado por indgenas mojeos-trinitarios, chimanes yyuracars, adems de colonizadores aymaras y quechuas pro-venientes del altiplano y los valles. Los habitantes nativosdel parque son los yuracars, luego los mojeos, huyendo delos gomeros, se asentaron tambin en este territorio y msrecientemente, cuando ya era parque nacional, se asent otrogrupo mojeo buscando la Loma Santa. Por su parte, loschimanes vinieron del lado del departamento de La Paz.

    58 Ibd.59 Molina, Las luchas indgenas. Sernap, 2000, citado en Cynthya

    Vargas; Wilder Molina; Miguel Molina, El Territorio Indgena ParqueNacional Isiboro-Scure (TIPNIS) en un escenario con la carretera SanIgnacio de Moxos - Villa Tunari. Anlisis de los posibles efectos socia-les, ambientales y polticos de la carretera en el TIPNIS, 2003.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 46 No somos juguete de nadie

    Como sealan Quiroga y Salinas,60 la regin del Isiboro-Scure se convierte en un espacio recurrente donde acuden [losindgenas] en busca de condiciones que garanticen su subsis-tencia y donde puedan verse libres de presiones.61

    Actualmente, los dos grupos ms grandes en poblacinque habitan el parque son: 1) los mojeos-trinitarios (una sub-divisin del antiguo grupo tribal llamado los moxos arawaka-nos) y 2) el grupo de colonos comprendido por poblacinquechua y aymara que ha migrado del altiplano y de los va-lles de Bolivia.62 Como seala el informe de Vargas et al.:

    Es posible diferenciar a cada comunidad asentada en el parque porel patrn de asentamiento, el uso del idioma y las formas de repro-duccin tnica. Los chimanes, al igual que los campesinos coloni-zadores, ocupan especficamente una subrea en el espacio territo-rial del TIPNIS, estn ms localizados, en cambio mojeos yyuracars de alguna manera ocupan todo el TIPNIS y circulan tem-poralmente por sus diferentes subespacios Un hecho relevantede la cuestin tnica es la tendencia a la formacin de comunida-des bi y multitnicas, fenmeno que se expresa con mayor claridaden el rea de colonizacin.

    El parque posee una extensin de 1.200.000 hectreas, quecontienen ms del 90% de ecosistemas existentes en el Beni yuna gran diversidad biolgica, razn por la que es considera-da una importante rea protegida de Bolivia. Al mismo tiem-po, su particular composicin de mltiples ecoregiones deter-mina una alta fragilidad ecolgica, principalmente el rea delas serranas y pie de monte del sur del Isiboro-Scure, cuando

    60 Quiroga y Salinas, op. cit., p. 41.61 Segn el primer Censo Indgena, rea Piloto Isiboro-Scure, 1993, la

    poblacin indgena en ese momento era de 4.563 habitantes, distribui-dos en 47 comunidades y ms de cincuenta viviendas aisladas. El 68%de la poblacin era mojea, el 26% yuracar, el 4% chimn y el 2% deotro origen tnico (Quiroga; Salinas).

    62 Vargas et al., op. cit.

  • 47

    se establecieron asentamientos de campesinos colonizadores.63

    La situacin jurdica del TIPNIS se rige por un marco legal am-plio que involucra a la Ley de Medio Ambiente, la Ley Fores-tal, la Ley INRA, el Convenio 169 y la Ley de Participacin Po-pular. Despus de la Marcha por el Territorio y la Dignidad,en 1990, el Isiboro-Scure fue declarado Territorio Indgena porla administracin del presidente Jaime Paz Zamora.

    En 1996 el Poder Ejecutivo promulga la Ley INRA, que de-clara la prioridad de titulacin y saneamiento de todos los te-rritorios indgenas reconocidos mediante decreto supremo, en-tre ellos el Isiboro-Scure. En 1997 el Gobierno emite el ttulode Tierra Comunitaria de Origen (TCO)64 en forma provisionalhasta ejecutar el proceso de saneamiento, por lo que en la ac-tualidad este territorio denominado Territorio Indgena Par-que Nacional Isiboro-Scure (TIPNIS) se encuentra, al mismotiempo, bajo la legislacin de reas Protegidas y de TierrasComunitarias de Origen (la Subcentral es la portadora del t-tulo y en gran medida la autoridad interna en el parque, conexcepcin del rea de colonizacin). En este sentido, el TIPNISforma parte de una cadena de TCO con las cuales mantiene

    63 Molina, Las luchas indgenas.64 Las Tierras Comunitarias de Origen (TCO) son un tipo de propiedad

    indgena-campesina reconocida por la Constitucin Poltica de Estado(artculo 171) y fueron incorporadas en la legislacin agraria (Ley delInstituto Nacional de Reforma Agraria INRA recin en 1997), juntocon el solar campesino, la pequea propiedad, la mediana propiedad yla empresa agrcola. La TCO es una delimitacin territorial que permi-te el reconocimiento de ttulos de propiedad de comunidades o de de-cenas de comunidades, de carcter indivisible e inembargable. Parale-lamente, las TCO reconocen un conjunto de derechos de los pueblosindgenas en cuanto a su sistema de autoridad local, a cierto control,regulado normativamente por el Estado, de recursos naturales. Hasta2003 existan 33 demandas de solicitud de TCO por un total de 14 mi-llones de hectreas, habindose titulado hasta entonces 2,5 millones(Carlos Romero, La reforma agraria en las tierras bajas de Bolivia, envarios autores, Proceso agrario en Bolivia y Amrica Latina, CIDES; UMSA;CIPCA; Fundacin Tierra; CEJIS; DANIDA; Plural editores, La Paz, 2003.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 48 No somos juguete de nadie

    varios elementos en comn, como ser su relacin con los blo-ques petroleros y la presencia de serranas, o la situacin deexclusin de los mbitos de decisin poltica a nivel munici-pal y con las cuales no se ha tomado iniciativas de acuerdosconjuntos de gestin o alianzas mancomunadas directas res-pecto a temas o problemas comunes.65 De acuerdo al artculo44 de la Ley 1715 del Instituto Nacional de Reforma Agraria,la titulacin de tierras comunitarias de origen es compatiblecon la declaratoria de reas protegidas, en concordancia con elartculo 64 de la Ley 1333 de abril de 1992. Esta ltima esta-blece que las reas protegidas son compatibles con la presen-cia humana, de acuerdo a los objetivos de conservacin y alplan de manejo.66 A su vez, la denominacin de tierras comu-nitarias de origen comprende el concepto de territorio indge-na, de conformidad con la definicin establecida en la partedos del Convenio 169 de la Organizacin Internacional del Tra-bajo, ratificado mediante Ley 1257 del 11 de julio de 1991 (LeyINRA). Entre las disposiciones de los decretos de reconocimien-to de territorios indgenas, entre ellos el TIPNIS, se destaca:

    Que son espacios socioeconmicos necesarios para el desarrollo delos pueblos indgenas que los habitan.El derecho de los indgenas a la utilizacin de los recursos natura-les, de acuerdo a las disposiciones legales vigentes.Su carcter inalienable, indivisible, imprescriptible e inembargable.Su reconocimiento como propiedad colectiva.Que su condicin de territorio indgena no es incompatible con lade rea protegida.Que las organizaciones indgenas deben garantizar el cumplimien-to de las normas necesarias para el manejo y conservacin comorea protegida.

    65 Vargas et al. El TIPNIS colinda con la TCO Chimane - TICH y el TIMMultitnico en la parte beniana, la primera con mayor presencia en elmunicipio de San Borja y la otra en el municipio de San Ignacio deMoxos. Por su parte, se encuentra muy cerca de la TCO Mosetn en lazona de Alto Beni de La Paz y en frontera con la TCO Yuracar situadaen la provincia Chapare de Cochabamba.

    66 Quiroga; Salinas, op. cit.

  • 49

    La necesidad de reglamentar, planificar y zonificar el rea de acuerdoa su doble condicin, con la participacin de las organizacionesindgenas.Que toda construccin y obra de desarrollo debe contar con un es-tudio de impacto ambiental aprobado.La participacin de las organizaciones indgenas en todo estudio yproyecto, a travs de la consulta y la coordinacin.La prohibicin de otorgamiento de nuevas reas para colonizacin,actividad agropecuaria, forestal, minera y petrolera, garantizndose,sin embargo, las establecidas legalmente con anterioridad al recono-cimiento del territorio, quedando sujetas a reglamentacin especial.67

    El trazado de una lnea roja que separa el rea de colo-nizacin reconocida por el Estado del rea de proteccinestricta pretende resolver el problema de que plantea la exis-tencia de campesinos-agricultores no sujetos a los planes demanejo, con prcticas sociales y productivas que contradicenel estatus de rea protegida de la regin. Adicionalmente, lacompatibilizacin de parque nacional y territorio indgenaplantea el problema de la propiedad: mientras que el territo-rio indgena es un rea privada reconocida legalmente, la ad-ministracin de las reas protegidas es competencia del Es-tado nacional. Una forma de resolver esta contradiccin es lafirma de acuerdos, sea con organizaciones no gubernamen-tales o con las propias poblaciones locales, si stas poseen ladensidad organizativa y las capacidades para asumir estasresponsabilidades.

    El TIPNIS se caracteriza por una marcada ambigedad desus lmites y su pertenencia poltico-administrativa, que a suvez tiene repercusiones negativas en su relacin con los nive-les departamentales y municipales del Estado.68 De esta for-

    67 Quiroga; Salinas, op. cit.68 Desde la posicin del Beni, un 90 % del rea pertenece al municipio de

    San Ignacio de Moxos, pero parte de la zona externa del ro Isiboro,desde Gundonovia hasta Santa Loma Alta, corresponde al municipiode Loreto, en la provincia Marbn (Vargas et al.).

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 50 No somos juguete de nadie

    ma, aunque entre actores regionales del Beni no se reconocems que a municipios benianos, desde el punto de vista deactores y oficinas de Cochabamba, el 100% del TIPNIS estarapermaneciendo al municipio de Villa Tunari, como asume elPlan de Desarrollo del Distrito Municipal del TIPNIS, formula-do por el Gobierno Municipal de Villa Tunari.69 Ambigedadpoltico-administrativa que constituye uno de los factores msperniciosos para el TIPNIS, con efecto en diversos componen-tes que abarcan la gestin del rea, sea desde la perspectivadel territorio indgena como de rea protegida. Segn el men-cionado estudio acerca de las percepciones indgenas el temade las leyes [] es uno de los menos explcitos en las percep-ciones de los comunarios; es decir, no encontramos referen-cias concretas a algunas leyes, a su papel en los problemas oexpectativas de los habitantes, ms bien los argumentos le-gales son invocados en mbitos dirigenciales como forma dejustificar sus demandas.

    En el parque no hay propiedad privada de la tierra ex-cepto entre los colonos y algunas comunidades dentro de lazona de colonizacin, como Santsima Trinidad, el uso y ocu-pacin del espacio se realiza segn normas comunales, con unpatrn de ocupacin espacial que histricamente involucra ladesaparicin, cambio de lugar y formacin de nuevas comu-nidades.70 Estos movimientos motivados por diversas causas,entre ellas las religiosas tienen efectos favorables sobre el en-torno ecolgico, ya que evitan una mayor presin sobre losrecursos y frenan la degradacin natural del rea. En el casode las comunidades yuracars y trinitarias del rea de coloni-zacin, su produccin econmica, de igual manera, abastece

    69 De acuerdo al punto de vista que se privilegie, el TIPNIS tiene diferen-te situacin. Puede ser que pertenezca a tres provincias del Beni o ade-ms a dos provincias de Cochabamba. La otra versin es a dos munici-pios en el Beni y a uno de Cochabamba (Vargas et al.).

    70 Molina, Las luchas indgenas.

  • 51

    el consumo propio, no tienen como destino los mercados ur-banos de los municipios cochabambinos, entre otros motivosdebido a los precios y a la excesiva oferta de la zona del Cha-pare.71 La gran diferencia de la produccin en las dos reasmencionadas es el cultivo de coca que, en el caso de la zonacampesina del TIPNIS, tiene un peso especfico respecto a lageneracin de un excedente monetario y la creacin de unmercado de trabajo temporal en manos de los campesinos co-lonizadores.72

    La economa del TIPNIS se basa en la agricultura, la caza,la pesca y la recoleccin. Desde la poca de las misiones, a losmojeos se los caracterizaba como ms agricultores que losotros pueblos, sin embargo, hoy la agricultura prioritaria-mente para autoconsumo forma parte del sistema econmi-co de los tres pueblos indgenas que habitan esta rea.73 Es ms,estudios recientes reconocen que los chimanes son, en primerlugar, agricultores, ms an por las condiciones favorables desu ubicacin en el TIPNIS.74 En algunas comunidades es visiblela existencia de actividades de ganadera, situacin que nosmuestra un cambio importante en el sistema econmico75 y enlas zonas de colonizacin, algunos comunarios realizan traba-jos temporales para los campesinos colonizadores. Vendermadera entre los chimanes, articular la ganadera entre losmojeos, sobre todo de puerto San Lorenzo, son dos nuevos com-ponentes econmicos que se pretenden como forma de aprove-char los recursos naturales en beneficio de las comunidades.

    Al declararse Parque Nacional en 1965, las poblacionesindgenas locales no fueron consideradas, sino que se enfatizla proteccin de los recursos naturales y se incorpor la pro-

    71 Vargas et al.72 Ibd.73 Molina, Las luchas indgenas. Wilder Molina, Informe lnea base

    cualitativa, Trinidad, 2002.74 Vargas et al.75 Molina, Informe.

    Isiboro-Scure (TIPNIS)

  • 52 No somos juguete de nadie

    hibicin de asentamientos de colonizadores que ponen enserio peligro la integridad de los recursos naturales renova-bles y, consiguientemente, de la belleza escnica de la regin(Decreto Ley N 07401, archivo CIDDEBENI). Ms all de sudeclaracin como rea protegida, el parque nunca tuvo unapoltica gubernamental de proteccin; a partir de la dcada delsetenta la destruccin de la fauna y flora se intensific, con lacacera furtiva de animales, la extraccin de madera y msadelante con la penetracin masiva de colonizadores quechuasy aymaras, hoy mayora poblacional en el rea.76 En 1990,mediante el Decreto Supremo 22610, luego de la Marcha porel Territorio y la Dignidad, al declararse al parque como Terri-torio Indgena se fija una lnea roja para evitar nuevosasentamientos y legalizar los ya existentes. Dicho decretohomologaba el convenio firmado con anterioridad por el Mi-nisterio de Asuntos Campesinos y Agropecuarios con la Cen-tral Obrera Boliviana (COB), la Confederacin Sindical nicade Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y la Confe-deracin de Colonizadores (archivo CIDDEBENI). El sistema eco-nmico de los colonizadores se basa en una lgica de ocupa-cin espacial que tiene como base un rea (parcela o lote)delimitada como propiedad familiar. Priorizan la produccinde coca como la principal fuente de ingreso monetario de lafamilia y los otros productos agrcolas estn destinados bsi-camente al consumo familiar.77

    Pese a ser considerado Parque Nacional desde 1965 hasta1992, con la formacin del Equipo de Proteccin Indgena delTIPNIS, el rea no cont con personal permanente, con equiposy puestos de control en diversos lugares. Con el reconocimientode Territorio Indgena, la proteccin se asume como una fun-cin de la Subcentral, para lo cual con el apoyo de la ONGCIDDEB ENI capacitan a un grupo de jvenes indgenas como

    76 Molina, Las luchas indgenas.77 Hoffman, 1994, citado en Molina, Ibd.

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    guardaterritorios.78 Con la llegada de SERNAP (1997), como or-ganizacin especializada del Estado para ejercer control en el lu-gar, se inicia