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FUNDACIÓN EDUARD SELER Escuela de Educación Superior en Ciencias Históricas y Antropológicas Fusil de papel y tinta El cuento de la Revolución Mexicana como herramienta ideológica en la posrevolución El caso de Rafael F. Muñoz Tesis para obtener el título de Licenciado en Ciencias Históricas Director de tesis: Mtro. Carlos R. C. Tapia Alvarado Presenta: Jonatan Ignacio Gamboa Herrera San Luis Potosí, SLP, 2004

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FUNDACIÓN EDUARD SELER Escuela de Educación Superior en

Ciencias Históricas y Antropológicas

Fusil de papel y tinta El cuento de la Revolución Mexicana como

herramienta ideológica en la posrevolución

El caso de Rafael F. Muñoz

Tesis para obtener el título de Licenciado en Ciencias Históricas

Director de tesis: Mtro. Carlos R. C. Tapia Alvarado

Presenta: Jonatan Ignacio Gamboa Herrera

San Luis Potosí, SLP, 2004

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AGRADECIMIENTOS

La gratitud es una cualidad que aprendo apenas. Es un gusto poder agradecer a todos los que han contribuido a que

este trabajo sea posible. A la familia, a los amigos, a los compañeros, a los profesores, a las instituciones que me han

brindado aprendizaje, a los que oyeron mis interminables peroratas, a los que prestaron libros, revistas y películas y a

los que se me olvide mencionar (junto con una disculpa). Muy especialmente agradezco a los que estuvieron más

cercanos durante los meses de energúmeno que preceden a la presentación de este documento (días infinitos e

ingratos): a Lou lou de la Parra por las interminables desveladas y la invalorable ayuda; a mi amigo y maestro Carlos

Tapia por el empeño que puso en la asesoría (leyendo, buscando y prestando libros, refutando hipótesis y

comentando magistralmente); a mi amigo Sergio T. Serrano por ser el compañero que más me ha exigido (leyendo,

prestando libros, refutando siempre de forma dura y correcta); a mi amigo Jesús Alfaro por estar siempre ahí, como

hermano y compañero y a la Escuela de Educación Superior en Ciencias Históricas y Antropológicas de la

Fundación Eduard Seler por ser la herramienta institucional que me dio educación.

No puedo dejar de agradecer a los carnales, amigos y compañeros Jorge Puente, Francisco Ponce, Alberto

Rodríguez, Raúl Castro, Alberto Villalobos, Lidya A. Rivera, Jesús Reyes, †Jorge Chávez†, Felipe de la Peña,

Gerardo Cruz G., Rubén Pescina, Paula Onofre, Néstor Rocha, Miguel A. Rivera, Julio Infante, Claudia Quezada,

Julia Gaytán y Ethiel Gamboa por los muchos años de ser mis hermanos; Javier Contreras y M. Alfonso Martínez

por la reciente y muy grata hermandad; Olivia Portillo, Nahomi Samilpa, †José María Mayén†, Jorge Mayén, Elsa

Fragoso, Alejandro Morales y J. Francisco González por la muy afable amistad siempre creciendo; Gilma Luque,

Denis Languerand, Paloma Silva, Rodolfo Meza, Omar Vilchis, Pedro García, Gerardo López, Silvia Castañeda,

Francisco Morales, Edgar Rodríguez, Ricardo Sánchez, Ariel Corpus, C. Patricia Leija, Lourdes Uribe, Claudia

Domínguez, Daniel Cabello, J. Antonio Motilla, Greta Alvarado, Amanda Cárdenas, Leonél Romero, Laura E.

González, Félix Barbosa, Héctor Esquer, Miguelángel Vázquez y Daniel Bencomo por la buena amistad y

camaradería; así como tampoco a mis padres y a los profesores Eduardo Gutiérrez, Nicola Kuenhe, Dominique

Chemín, David Ojeda, Miguel López, Luis Miguel Rionda, a la Facultad de Filosofía, Letras e Historia de la

Universidad de Guanajuato y a la Academia Mexicana de Ciencias por darme también formación; también agradezco

a los y las bibliotecario(a)s que muchas veces soportaron mi insistencia, a las y los mesera(o)s que nos atendieron en

los cafés en las sesiones del Seminario de Tesis a los cuatro que estábamos y de igual forma a El Rincón de

Shakespeare, Kronos revista cultural, La Partera, El Tonal Magazine, Revista literaria Ochocientos y al Taller

Literario ―Miguel Donoso Pareja‖ por permitirme exponer algo de mi trabajo; del mismo modo a los profesores

sinodales Martha Cortés, Sonia Márquez, Adrián Tovar, y Joaquín Muñoz por la lectura y los valiosos comentarios y

a ti que lees. Gracias.

DEDICATORIA

A Lou lou de la Parra, consorte y trascendencia del suscrito.

Y por mucho a la carne de mi carne, mi hijo, Dante Gamboa Parra, que está por nacer.

Jonatan Gamboa

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ÍNDICE

Introducción .................................................................................................................... 001

Objeto de estudio e hipótesis ............................................................................ 002

Justificación ...................................................................................................... 004

Antecedentes y Fuentes ..................................................................................... 005

Marco teórico y metodología ............................................................................ 007

Capítulo I. El cuento en la tradición literaria mexicana .................................................. 010

1.1 Del Neoclasicismo al Romanticismo .......................................................... 011

1.11 El orden estético y las ideas ilustradas ........................................ 011

1.2 El Modernismo ............................................................................................ 015

1.21 Primera generación o la negación del pasado ............................. 015

1.22 El Modernismo pleno o la diversificación de la técnica ............. 016

1.3 El Estridentismo .......................................................................................... 018

1.31 La normalidad, la anormalidad y el escándalo ............................ 018

1.4 El Ateneo de la Juventud ............................................................................. 019

1.41 La academia y la reflexión .......................................................... 019

1.5 La literatura de la Revolución Mexicana .................................................... 022

1.51 El testimonio del relato ............................................................... 022

1.52 La novela o psicología de la Revolución Mexicana ................... 023

1.53 El cuento o la inmediatez del reportaje ....................................... 025

Capítulo II. Revolución Mexicana e identidad nacional ................................................. 026

2.1 Las Revoluciones Mexicanas ...................................................................... 028

2.11 Antecedentes ............................................................................... 028

2.12 La revolución maderista .............................................................. 029

2.13 Huerta y la división de facciones ................................................ 032

2.14 El fragor de la guerra .................................................................. 032

2.15 Carrancismo y constitucionalismo .............................................. 034

2.16 El Grupo Sonora y el Maximato ................................................. 036

2.17 El Cardenismo ............................................................................. 041

2.18 La Revolución institucionalizada ................................................ 045

2.2 La Revolución Mexicana como discurso ideológico .................................. 047

2.21 La Revolución y sus políticas educativas .................................... 047

2.22 El arte de la Revolución .............................................................. 053

2.23 El Centauro del Norte como figura ideológica ............................ 055

2.24 Ideología hegemónica y discurso revolucionario ........................ 062

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Capítulo III. El cuento de la Revolución Mexicana ........................................................ 065

3.1 La narrativa como paisaje de la guerra ........................................................ 066

3.2 Novela y cuento ........................................................................................... 069

3.3 El cuento y sus etapas ................................................................................. 074

3.4 Autores y obras ............................................................................................ 077

Capítulo IV. Rafael F. Muñoz, vida y obra de un sujeto ................................................. 081

4.1 Biografía de Rafael F. Muñoz ..................................................................... 083

4.11 La vida o ¡Señor… Señor…! ....................................................... 083

4.12 La obra o que me maten de una vez ............................................ 086

4.2 Las obras de Rafael F. Muñoz y sus primeras ediciones ............................. 094

Capítulo V. Análisis de los cuentos de Rafael F. Muñoz ................................................ 102

5.1 El cuento en Rafael F. Muñoz ..................................................................... 104

5.2 Análisis de cinco cuentos ............................................................................ 108

5.21 El hombre malo ........................................................................... 108

5.22 Dos muertos ................................................................................. 116

5.23 El feroz cabecilla ......................................................................... 124

5.24 El perro muerto ........................................................................... 130

5.25 Oro, caballo y hombre ................................................................ 137

Conclusiones .............................................................................................................. ...... 142

El cuento como fuente histórica ........................................................................ 142

El cuento como herramienta ideológica ............................................................ 144

La entrevista ...................................................................................................... 146

Bibliografía ...................................................................................................................... 152

Obras literarias .................................................................................................. 152

Historia de la literatura mexicana ...................................................................... 153

Historia social y cultural de México .................................................................. 153

Análisis literario ................................................................................................ 155

Análisis histórico-social .................................................................................... 156

Siglas de Archivos, Bibliotecas y Hemerotecas consultados ............................ 156

Anexos ............................................................................................................................. 157

Anexo 1. Cuentos y cantos ................................................................................ 157

Anexo 2. Imágenes misceláneas ........................................................................ 184

Anexo 3. Cuéntame lo que no es cuento ........................................................... 187

Anexo 4. Cronología de la Revolución Mexicana ............................................. 194

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Uno de los más agudos problemas latinoamericanos es que

estamos necesitando más que nunca a los Che Guevara del lenguaje,

los revolucionarios de la literatura, más que los literatos de la revolución.

Julio Cortázar

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1

INTRODUCCIÓN

Dentro de los estudios históricos, la historia de la literatura representa una línea importante de trabajo. Sin embargo,

muchos estudios de este tipo están enfocados a la recopilación y tratamiento de la obra literaria y su

contextualización, deductivamente. Por otro lado, existen trabajos que abarcan a la literatura dentro de un estudio

propiamente histórico y enmarcan a las obras literarias dentro de ese proceso de forma inductiva. Existe también la

postura de la historia del arte que estudia a la literatura de forma indirecta, pues, en la mayoría de los casos, está

enfocada al estudio de la plástica y considera a la obra literaria como un material de reflexión y, por tanto, se le

menciona de forma tangencial en el bagaje de la creación artística.

Todas estas investigaciones son, sin duda, importantísimas para la comprensión de la obra literaria; no

obstante, las nuevas tendencias de la historiografía crítica están en búsqueda de la comprensión, ya no de sucesos o

de concatenación de hechos, sino de procesos históricos, además proponen un entendimiento holístico de estos

procesos y, por tanto, surge una vorágine de temas de estudio. Dentro de ellos, encontramos propuestas de nuevos

estudios de arte, de mentalidades, de procesos culturales, sociales y/o económicos, de revisiones historiográficas, que

no son monográficos sino que se entienden como estudios con enfoques múltiples que llegan a ser trans o

interdisciplinarios de comprensión crítica de los mismos procesos históricos.

El presente trabajo busca insertarse dentro de estas vertientes y responde a los nuevos enfoques de

comprensión de la Historia. Como hemos dicho, una de las muchas líneas de investigación es la historia de la

literatura; empero, no sólo entendida como las obras dentro de una corriente literaria o como la Historia con una

contundencia en aquéllas, sino que aquí buscamos entender a la obra como una fuente más de comprensión de un

proceso histórico, mismo que determina a la obra y que por tanto, por tales determinaciones, ésta nos puede ayudar a

comprender a aquél. Esto no es nuevo. Sería ocioso sólo decir que la obra artística nos permite comprender el

proceso histórico; ya se ha dicho. Aquí, tomando esta aseveración, proponemos una deconstrucción y reconstrucción

de la obra: deconstrucción como análisis y reconstrucción como la utilización de los resultados de este análisis para

hacer ésta ya dicha compresión del proceso histórico en un proceso dialéctico1.

A saber, propondremos la utilización de ciertas herramientas teóricas y metodológicas para la realización

del estudio. Hay, sin duda alguna, muchas propuestas para ello y aquí haremos otro ejercicio de proposición que, por

tanto, no será determinante o concluido. Este trabajo se ve como un primer ejercicio de investigación que busca

determinar la validez de las herramientas propuestas. La selección de éstas fue determinada igualmente por la propia

1 La palabra dialéctica proviene etimológicamente del vocablo griego dialogein-dialigisthai que significa diálogo, plática, razonamiento o disputa.

El concepto dialéctica ha ido cambiando a lo largo de la Historia. En la época clásica se entendía como discusión o choque de ideas u opiniones

contrapuestas de cuyo resultado nace la verdad. Para Heráclito de Éfeso la dialéctica tenía la función de modificar el mundo como una

contraposición de elementos que propiciaban la transformación, nacimiento y desaparición del logos como lo que da orden al ser en un

movimiento constante. El concepto no sufrió transformaciones fundamentales sino hasta el advenimiento del idealismo alemán. Kant dio una

aportación importante con su doctrina acerca de las antinomias de la razón. Sin embargo, el aporte más importante lo hace Hegel que entiende el

mundo como un proceso de movimiento progresivo (del espíritu universal) en donde la famosa triada de tesis-antítesis y síntesis (que es el sustrato

principal de la dialéctica) tiene en el último paso el movimiento a un escalón más en el desarrollo histórico. En la filosofía marxista rusa, la

dialéctica es la doctrina de concatenación de las leyes generales que rigen la naturaleza, la sociedad y el pensamiento; en otras vertientes del

marxismo se dice que Marx retoma la idea hegeliana de que la dialéctica es la oposición de elementos contradictorios que resulta en un

movimiento de perfeccionamiento. En concreto, aquí entenderemos dialéctica en un sentido muy cercano; el de dialéctica como relaciones de

interdependencia entre dos elementos que son contradictorios de cuya relación surge un nuevo elemento que propicia un movimiento o cambio en

el contexto en el que se encuentra. MARDONES y Ursúa, 1997: 248-249; CARDOSO y Pérez, 1976 y, BLAUBERG, 1978: 75-77.

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temática del estudio y la valoración de varias otras opciones2. Sin embargo, es sabido que para conocer si esta

selección es correcta, se debe hacer el ejercicio para evaluar los resultados del mismo.

Objeto de estudio e hipótesis

Entrando en materia, la temática del trabajo es (como es claro en el subtítulo) la literatura narrativa breve que tiene

como tema, la Revolución Mexicana y la casuística escogida para este estudio es la obra cuentística de Rafael F.

Muñoz. Primero que nada, ¿por qué escoger el caso de un sólo autor y su obra? Para poder hacer este ejercicio de

valoración metodológica de una forma concreta. Si quisiéramos hacer un estudio de comprensión abarcante del tema,

el trabajo sería muy extenso y no propio para el nivel que requiere la realización de una tesis de licenciatura;

requeriría una búsqueda mucho más exhaustiva y una larga investigación (aclaramos aquí que esto sí se plantea, pero

que este trabajo se considera dentro de esto como uno de los primeros pasos) y por ello, escoger una casuística muy

concreta nos permitirá que el ejercicio se determine muy puntualmente; además la importancia del autor

seleccionado como productor de cuentos es indudable al revisar los trabajos e índices de narrativa de la Revolución

Mexicana y, sin embargo, la crítica le ha dedicado pocos estudios profundos a su obra. Por otro lado, es muy

importante hacer en este ejercicio un estudio de caso para dotar de contenidos la fundamentación teórico-

metodológica pues de no hacerlo, la contundencia de las herramientas seleccionadas no podría ser valorada.

Luego, ¿por qué el cuento de la Revolución Mexicana y no, por ejemplo, la novela? Debido a que los

estudios de novela han sido exhaustivos, como veremos más adelante y hace falta un énfasis en el estudio del cuento

como expresión social. El cuento respondía a diferentes necesidades de expresión que las de la novela dentro del

contexto estudiado. Estudios tanto de novela o de cuento como de ambos son valiosos, pero al ver la necesidad de

ahondar en el estudio del cuento, nos parece correcto acercarse un poco más a él.

¿Cuál es entonces nuestro objeto de estudio? Es la construcción de la obra literaria como fuente para la

comprensión de un proceso histórico. ¿Cómo entender esto? La obra artística contiene en sí, la ideología3 y

pensamiento del autor que a su vez está determinado por su circunstancia histórica pero, como artista, la transgrede

en un proceso de creación individual que, pese a ser tal, no se agota en sí mismo sino que está alimentado por una

mentalidad colectiva que responde a su vez a la ideología social en la que está inmerso. Esta ideología, a su vez,

responde a la circunstancia histórica (misma que ya fue trasgredida) que determina las formas y hasta los temas que

el autor maneja. Una correcta búsqueda de estos ejes ideológicos en la obra nos dirá, por tanto, información que no

se encuentra en otro tipo de documentos acerca de la circunstancia histórica dada y, por ende, del proceso. Entonces,

para este trabajo estudiaremos la obra literaria en el caso de los cuentos escritos por Rafael F. Muñoz y el periodo

histórico delimitado temporalmente como la Revolución Mexicana, entre 1910 y 1946. Luego. Para tener claro el

2 Las otras opciones valoradas las enunciamos en forma de cuadros sinópticos en el Anexo 3. ―Cuéntame lo que no es cuento‖.

3 La palabra ideología viene de los vocablos griegos idea que quiere decir, idea, imagen o concepto y logos que quiere decir estudio o tratado. F.

Rossi Landi en su libro Ideología identifica once concepciones de ideología: 1) Mitología y folklore, creencias populares, clichés y prejuicios

difundidos; 2) ilusión y autoengaño; 3) sentido común; 4) mentira, deformación, oscurantismo; 5) estafa o engaño conciente; 6) falso pensamiento

en general; 7) filosofía; 8) visión del mundo; 9) intuición del mundo de carácter emotivo, religioso, irracional; 10) sistema de comportamientos y

11) sentimiento. En este trabajo entendemos ideología como un concepto que corresponde con el sistema de ideas sociales que son parte de la

conciencia social acerca de mundo. Esto es, la serie de representaciones del mundo que se tiene en una sociedad dada. Por otro lado, ideología

hegemónica la entenderemos con un concepto parecido a lo que el marxismo comprende como ideología dominante, es decir, como la ideología

de los grupos (clases sociales para el marxismo) en el poder que es impuesta por medio de diversas herramientas para dominar al resto de los

grupos. Se impone por medio de la determinación de la historia nacional, determinados tipos de arte, la información en medios de comunicación y

otras muchas herramientas, pero fundamentalmente por medio de la educación de Estado. MARDONES y Ursúa, 1997: 250-251; CARDOSO y Pérez,

1976 y, BLAUBERG, 1978: 159.

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objeto de estudio en concreto, definamos literatura, cuento, Revolución Mexicana y expliquemos porqué hacemos

esta específica delimitación temporal.

En el presente trabajo entenderemos literatura como un arte cuyo sustrato está en la lengua y que tiene

como finalidad una expresión estética con base en herramientas retóricas y poéticas que definen reglas para tal

expresión. La palabra proviene etimológicamente de los vocablos latinos littera-ae que significa letra y durus-a-um

que significa dureza y hace referencia, como es obvio, a la expresión escrita con rígidas reglas. Literatura se puede

entender también como todo documento escrito, sin embargo, entenderla así quita el sustrato de expresión lingüística

estética que la literatura tiene como arte y por ende no la comprenderemos de una forma tan abarcante para poder

trabajar dentro de los límites de una manifestación artística. Dentro del estudio literario, tradicionalmente la literatura

se divide por sus herramientas retóricas en grandes estancos: la narrativa, la poesía y la dramaturgia, herencia sin

duda del entendimiento tripartita clásico de épica, lírica y dramática. Sin embargo, desde el Renacimiento, y mucho

más marcadamente desde el siglo XIX, la expresión literaria se ha vuelto mucho más compleja y han aparecido

nuevos géneros y subgéneros que no se pueden encuadrar firmemente dentro de estos grandes estancos. Aquí no

pondremos en crisis estas definiciones debido a que este trabajo no es propiamente un estudio literario pero sí

ponemos de manifiesto que no bastan hoy para encuadrar a todos los géneros literarios existentes.

Por su parte, Cuento se entiende aquí como un género literario enmarcado dentro de la narrativa, con las

salvedades mencionadas, que tiene una extensión breve y que por tanto, también lo llamaremos aquí narrativa breve,

este género utiliza pocos personajes y una línea diegética o historia que se cuenta muy sencilla. Como un género de

la narrativa, está escrito en prosa y utiliza, por tanto, herramientas retóricas propias para este tipo de expresión.

Dentro de la narrativa encontramos otros géneros literarios, los más comunes son, sin duda, la novela y la noveleta

que se diferencian del cuento principalmente por la extensión, pero que tienen diferencias fundamentales como la

cantidad y complejidad de los personajes, la utilización de muchas tramas o historias dentro de la diégesis que es la

articulación de estas historias y, por consecuencia, el uso de muchos más recursos retóricos. El cuento es de una

expresión más sencilla pero no por ello es de menor complejidad técnica y retórica pues dentro de su brevedad debe

responder a una concreta explotación y selección de estos recursos que debe ser correcta y que debe impactar al

lector en pocas palabras.

Por otro lado, entenderemos Revolución Mexicana como una coyuntura4 dentro de un proceso histórico5

entendido como historia de México que fue una revolución social violenta que transformó las estructuras sociales y

políticas del país y que responde a complejas determinaciones. Se trata de levantamientos, algunos sucesivos y otros

simultáneos, que iniciaron en 1910 con la finalidad de derrocar un régimen político dirigido por Porfirio Díaz que

había generado contradicciones sociales y en consecuencia mucho descontento. Este descontento es una

4 Fernand Braudel es quien primero define los conceptos de acontecimiento, coyuntura y proceso de larga duración. En cuanto a la concepción de

coyuntura la entenderemos aquí como un hecho histórico que transforma las estructuras sociales del grupo en donde se produce. Se da por una

serie de circunstancias infraestructurales que provocan un desequilibrio socioeconómico que causa crisis de las relaciones sociales; así, este factor

de cambio infraestructural no puede llegar sólo y viene a darse junto con cambios estructurales y supraestructurales. Este cambio es generalmente

violento y tiene consecuencias en los ámbitos social, cultural y económico como un hecho transformador de una sociedad. Las revoluciones son

las coyunturas por excelencia pues se trata de un cambio violento que presupone la destrucción de un régimen social y su sust itución por otro.

CARDOSO y Pérez, 1976: 295-343. 5 En cuanto a la concepción de proceso de larga duración podemos decir en el mismo sentido, tomando a Braudel, que es de donde surge en

concepto de proceso histórico. En los procesos de larga duración, el medio es el actor de la historia. Para comprender lo que se pretende al hablar

de procesos históricos, debemos decir que la comprensión misma de la historia ya no sólo como una sucesión de eventos sino como una

articulación sistemática de lo que Lucien Febvre llamaría ―las diversas actividades, diversas creaciones de los hombres en otros tiempos‖. Es

decir. No sólo son los hechos y los personajes sino las consecuencias concretas de esta simple sucesión. El proceso histórico, es, en consecuencia

un proceso de larga duración. CARDOSO y Pérez, 1976: 295-343.

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manifestación clara de una construcción de conciencia social a lo largo de un proceso histórico que tiene su

contundencia justamente en la Revolución Mexicana, es decir, no se da sólo por el periodo porfirista, sino que es

consecuencia del mismo proceso histórico. Sin embargo, la transformación no concluyó con el derrocamiento del

régimen pues en la búsqueda del poder se enfrentaron heterogéneas posiciones ideológicas que perseguían

finalidades diversas y planes políticos en ocasiones contradictorios; estos enfrentamientos fueron esencialmente en el

ámbito militar. Sin embargo, poco a poco, encontramos facciones que fueron perdiendo fuerza y otras, que por el

contrario, lograron afianzarse en el poder, pero las luchas no terminaron pues seguían siendo facciones encontradas

las aparentemente vencedoras. Tras ello, se sucedieron transformaciones en el país y la Revolución se convirtió en un

discurso de legitimación del poder que fue acompañado por el nacimiento de nuevos partidos políticos que utilizaban

este discurso.

En 1929, con el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario como partido en el poder, este discurso de

legitimación se hizo proyecto político e inicia un proceso que se ha llamado ―institucionalización de la Revolución‖,

acompañado por la propia transformación de ese partido, primero en Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y

finalmente en Partido Revolucionario Institucional en 1946. De forma sencilla diremos que este proceso de

―institucionalización‖ se refiere a la sistematización y generación de instituciones políticas que buscaron aglutinar a

los sectores sociales del país en un afán de estabilidad, por lo menos en el discurso, y fue acompañado por la

construcción de una idea de Estado. Este proceso historiográficamente es posterior a lo que se entiende como

Revolución Mexicana pero para este trabajo es importante entenderlo por la contundencia que tuvieron las obras

artísticas en esa construcción por medio del discurso histórico de una ideología que llegó a ser hegemónica.

Finalmente, este proyecto resultó ganador y convencionalmente definimos el fin de la temporalidad del periodo con

la última transformación del partido y su innegable hegemonía en el poder político del país en el año citado.

Estos conceptos son fundamentales pues serán utilizados a lo largo del trabajo. Sin embargo, lo aquí escrito

no es total ni acabado; dentro del propio trabajo se podrá llegar a una comprensión mejor de ellos en el mismo

desarrollo puesto que será necesario ahondar en su definición pero lo escrito en los párrafos anteriores servirá de

base para el primer acercamiento al problema. Luego, en el mismo sentido, nuestra hipótesis de trabajo es en sí la

validez (o invalidez) de los mecanismos que se articulan para dicha construcción de la obra artística como fuente

histórica. Así también pondremos en crisis para hacer esta valoración ideas como las siguientes.

Que el cuento de la Revolución Mexicana surge como testimonio parcial y cumplió como difusor de algunos

aspectos de dicho proceso al publicarse mayormente en periódicos y revistas. La producción rápida y continua de

estas obras hizo que no se buscara responder primordialmente a necesidades estéticas sino a la necesidad de

testimoniar, lo que nos permiten comprenderlas como susceptibles de dar información histórica de lo que

testimonian, sin embargo, esto es válido para cualquier obra artística, ya que está en relación dialéctica con su

contexto y trae consigo una carga ideológica particular concreta, pero en el caso de estas obras narrativas es preclaro,

pues lo que testimonian es un periodo histórico desde dentro y extensamente con la intención de dejar memoria de él.

Justificación

Es preciso decir que el trabajo es en sí la construcción del objeto de estudio descrito antes. Debido a que, como

hemos dicho, es un ejercicio de valoración metodológica de esta construcción, su valor radica en el llevar a la

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práctica una propuesta de reentendimiento de la obra de arte como fuente de comprensión histórica; no es en sí la

propuesta de este entendimiento, sino el llevar a cabo la construcción de la fuente histórica y el planteamiento de una

metodología para esta construcción.

Se es conciente del nivel que se tiene como investigador en ciernes para un trabajo de este tipo; por ello se

reafirma que este texto es un primer paso dentro de un proyecto mayor que se llevará a cabo con el propio desarrollo

académico del autor que necesariamente debe estar acompañado de muchos otros ejercicios de investigación y un

aprendizaje de nuevas técnicas y herramientas para el análisis histórico. Así mismo, la determinación teórica de la

que se hablará más adelante fue acompañada de una revisión profunda de los trabajos anteriores sobre el tema. A

continuación hablaremos brevemente de algunos de ellos, los que han sido más determinantes en la configuración del

presente trabajo.

Antecedentes y fuentes

En cuanto al estudio de la narrativa de la Revolución Mexicana, numerosos son los autores que la han tomado como

tema; sin embargo, pocos son los que le han dado importancia al cuento, muchas veces se le analiza como si fuera un

subgénero de la novela, pero es claro que el cuento tiene sus propias características, autores, herramientas y procesos

de creación.

Hay autores que lo han analizado dentro de la tradición literaria mexicana, latinoamericana y/o

iberoamericana como Ramiro Aguirre en Panorama de la literatura mexicana del siglo XX, María Edmée Álvarez Z.

En Literatura mexicana e hispanoamericana, Enrique Anderson Imbert en Historia de la literatura

hispanoamericana, Max Aub en Panorama de la actual literatura latinoamericana, Emmanuel Carballo en

Protagonistas de la literatura mexicana, César Fernández Moreno en América latina en su literatura, Carlos

González Peña en Historia de la literatura mexicana, José Luis González en Novela y cuento en el siglo XX, Julio

Jiménez Rueda en Historia de la literatura mexicana, José Raimundo Lazo en Historia de la literatura

hispanoamericana, Luis Leal en ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en La Revolución y las Letras, José Luis

Martínez en La emancipación literaria de México y Literatura mexicana, siglo XX, Seymour Menton en El cuento

hispanoamericano. Antología crítico-histórica, María del Carmen Millán en su Antología de cuentos mexicanos,

Francisco Monterde en Historia de la literatura mexicana, Bernardo Ortiz de Montellano en su Antología de cuentos

mexicanos, Arturo Torres-Rioseco en La gran literatura iberoamericana, Edmundo Valadés en Cuentos mexicanos

inolvidables, entre muchísimos autores más.

Para otros, son obras de análisis dentro de estudios de novela de la Revolución como Ciro Alegría en La

novela iberoamericana, Fernando Alegría en Historia de la novela hispanoamericana, John Brushwood en Mexico

in its novel y junto con José Rojas Garcidueñas en Breve historia de la novela mexicana, Luis Arturo Castellanos en

La novela de la Revolución Mexicana, Antonio Castro Leal en su antología La novela de la Revolución Mexicana,

Alí Chumacero en Novela de la Revolución Mexicana, Xorge del Campo en Cuentistas y novelistas de la Revolución

Mexicana, Manuel Pedro González en Trayectoria de la novela en México, Antonio Magaña Esquivel en La novela

de la Revolución, Oliva Rodríguez Lobato en Mundo real y mundo mágico. Antología de novelas de la Revolución y

contemporáneas, Jorge Ruffinelli, Carlos Fuentes y otros en la edición crítica de Los de abajo de Mariano Azuela,

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Arturo Torres-Rioseco en La novela en la América hispánica, Edmundo Valadés en ―La Revolución en su novela‖

en La Revolución y las Letras, igualmente entre muchos otros.

Algunos más, los consideran, en mayor o menor medida, fuente de estudios históricos y/o literarios sobre la

Revolución Mexicana como Fernando Alegría en Literatura y Revolución, Armando Bartra en Regeneración. 1900-

1918, Helena Beristáin en Reflejos de la Revolución Mexicana en la novela, Emmanuel Carballo en La novela

mexicana antes y después de la Revolución, Ricardo Flores Magón en La Revolución Mexicana, Pedro Henríquez

Ureña en Estudios mexicanos, José Luis Martínez en México y la cultura, Álvaro Matute en El Atenéo de México,

Carlos Monsivais en ―Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX‖ en el segundo tomo de Historia general de

México, y otros muchos.

Con respecto al análisis concreto de la obra de Rafael F. Muñoz, hay trabajos de muchas índoles pero pocos

son los que profundizan en su obra. Muchos mencionan su trabajo y otros tantos hacen breves biografías de él como

Marco Antonio Campos en Siga las señales y en el ―Epílogo‖ de 20 cuentos de la Revolución, Emmanuel Carballo

en su antología El cuento mexicano del siglo XX, Antonio Castro Leal en el segundo tomo de su antología Novela de

la Revolución Mexicana, Luis Leal en su antología Cuentos de la Revolución, Edmundo Valadés en el segundo tomo

de su antología Cuentos mexicanos inolvidables, algunos otros autores de antologías de cuentos de la Revolución

Mexicana y unos cuantos más. Muy pocos son los que han hecho estudios serios sobre su obra como Luis Leal y

Edmundo Valadés en La Revolución y las letras, María del Carmen Millán en su Antología de cuentos mexicanos, y

Salvador Reyes Nevares en Relatos de la Revolución.

Por otro lado, el estudio histórico de la Revolución Mexicana es muy vasto. Nunca acabaríamos de

mencionar los autores que han tratado el tema a profundidad y ya que esto sería un ejercicio vacuo, mencionaremos

sólo los autores y obras que han servido de fundamentación para este trabajo. Las obras Historia general de México e

Historia mínima de México de El Colegio de México, Héctor Aguilar Camín en La frontera nómada. Sonora y la

Revolución Mexicana y junto con Lorenzo Meyer en A la sombra de la Revolución Mexicana, Thomas Benjamín en

La Revolución Mexicana. Memoria, mito e historia, Daniel Cosío Villegas y otros en Historia mínima de México,

John Dulles en Ayer en México. Una crónica de la Revolución. (1919-1936), Ricardo Flores Magón en La

Revolución Mexicana, Adolfo Gilly en La revolución interrumpida. México, 1910-1920: una guerra campesina por

la tierra y el poder, François-Xavier Guerra en México: del Antiguo Régimen a la Revolución, Friedrich Katz en

Pancho Villa, Alan Knight en La Revolución Mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional, Enrique

Krauze y otros en Historia de la Revolución Mexicana. 1924 – 1928, Enrique Semo en Historia mexicana. Economía

y lucha de clases, Jesús Silva Herzog en Breve historia de la Revolución Mexicana y José Vasconcelos en Breve

historia de México.

Todas estas obras han servido de antecedente al presente trabajo, pero éste tiene finalidades diferentes; sin

embargo, hay que decirlo, algunos sí responden a las necesidades que se plantea la historiografía mencionada al

inicio de esta introducción, es decir, comprenden la labor histórica como una tarea de comprensión de procesos

históricos y/o entienden a la obra de arte como una fuente de comprensión de estos procesos y son esos trabajos los

que funcionan tangencialmente como modelos. Sin embargo, la fundamentación teórica y metodológica, así como las

herramientas metodológicas y heurísticas para este trabajo deben ser explicitadas para comprender bien a bien la

justificación, validez y magnitud de este trabajo ya mencionadas anteriormente.

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Marco teórico y metodología

Regresando a la definición concreta de nuestro objeto de estudio, recordamos que se trata de la construcción de la

obra artística como fuente para la comprensión de un proceso histórico en la búsqueda de información ideológica que

no se encuentra en otro tipo de documentos acerca de la coyuntura y, por ende, del proceso histórico, enmarcado

esto, claro, en un objeto en lo particual, es decir, un corpus literario en particual. Luego; buscamos significaciones

del periodo, el autor y la obra literaria (esto como punto central) para identificar información que nos permita

reinterpretar el proceso histórico.

Por esto, la fundamentación teórica de este trabajo está en el análisis semiológico6 que justamente tiene

como finalidad la búsqueda de significaciones en los fenómenos estudiados. Para esto, debemos comprender varios

niveles de análisis en el estudio que nos permitan entender la obra literaria holísticamente. En este trabajo, se

propone que los niveles sean coherentes con ciertas herramientas metodológicas. ¿Cuáles son, entonces, nuestros

niveles?

El primer nivel de análisis es el nivel denotativo. En este nivel el trabajo es una búsqueda de información

que sea el sustrato que dote de contenidos al análisis en lo general. En este nivel, por la naturaleza del estudio

histórico, las herramientas serán la lectura de fuentes (de las ya existentes o trabajadas), ya sea directas o indirectas,

como se entienden tradicionalmente: documentos de archivo, bibliografía, hemerografía, trabajos estadísticos,

imágenes de cualquier tipo, mapas… Las fuentes que sean usadas estarán determinadas por la información

descriptiva que se busca y por los objetivos finales de la investigación. En este caso, el sustrato principal está en una

búsqueda bibliográfica puesto que analizamos obras literarias. En esta investigación, la información del periodo

histórico será buscada también en fuentes bibliográficas puesto que lo que se pondrá en crisis será la historiografía

existente.

En una posterior investigación hecha con los resultados de ésta, se deberá ir a fuentes directas de archivo,

fuentes hemerográficas, de ser posible historia oral, además de una búsqueda más intensiva de fuentes bibliográficas,

pues al tener nueva información del fenómeno histórico, se hará necesario escribir específicamente de él la nueva

interpretación y sustentar en la información de este análisis esa información de primera mano y también, sin quitarle

su justo valor, la de segunda mano. Además, la búsqueda denotativa será en cuatro vías para este trabajo: la primera

vía será para conocer en términos muy generales, la historia de la literatura mexicana en donde se inserta la

cuentística de la Revolución Mexicana en general; la segunda será para definir la coyuntura histórica a analizar, la

Revolución Mexicana; la tercera para conocer la obra cuentística de la Revolución Mexicana (esta tercera, está

íntimamente relacionada con la primera vía) en donde se inserta la obra de Rafael F. Muñoz y la cuarta para formular

una biografía de él como autor.

El segundo nivel es el connotativo; es decir, pondremos en crisis la información denotativa para valorar su

uso en la redacción final. Este análisis es simple y será con las herramientas de la crítica de fuentes y para este caso

6 El análisis semiológico es una herramienta teórica que busca por medio del análisis de las significaciones de los fenómenos estudiados,

comprender éstos de una forma última, envolvente. Sin embargo, para este trabajo, pese a que utilizamos los tres niveles de análisis que propone

esta teoría, no utilizamos sólo la metodología que ésta propone sino que le damos un enfoque de estudio histórico como un primer paso en la

construcción de la obra literaria en fuente histórica. Hay que decir que el análisis semiológico, pese a que nace para los estudios literarios o

artísticos, no es propio sólo de ellos; es una teoría de análisis social que puede y ha sido utilizada por sociólogos, antropólogos, psicólogos,

investigadores literarios y otros y por ello no es precipitado su uso para un estudio histórico. EAGLETON, 2002: 114-154.

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haremos un muy sencillo análisis hermenéutico7. Entonces, la información de la historia de la literatura mexicana, de

la Revolución Mexicana, del cuento de la Revolución Mexicana y de Rafael F. Muñoz, recopilada será valorada para

su uso. Además, en la cuarta vía, la del autor, se hará una crítica un poco más profunda pero en el mismo sentido al

total de su obra para poder contextualizar la cuentística seleccionada para el análisis final.

El tercer nivel, que llamaremos significativo, es el más importante para este trabajo. Por medio de los otros

dos niveles podremos situar información histórica relevante y dentro de las obras se buscarán indicadores que nos

den criterios que a su vez nos permitan identificar obras cuentísticas en particular de las que podamos obtener

información del fenómeno histórico. Seleccionaremos estas obras y aplicaremos un método de análisis para las

mismas. Las herramientas de este análisis serán, pues, tomadas del análisis literario. Para esto, hemos seleccionado

algunas herramientas, mas no todas, del análisis estructural del relato8. ¿Por qué decimos que no todas? Porque en

última instancia, esta metodología busca en la obra literaria cuatro aspectos para determinar la estructura interna del

relato: la lengua del relato, las funciones, las acciones y los aspectos del relato en la narración.

Para nuestro caso, no es necesario llegar a desvelar toda la estructura del relato, sino las unidades

significativas que nos brinden la información histórica. Esto está contemplado en el análisis estructural en la

categoría de actantes9 que son los personajes y la función o finalidad que cumplen. Por otro lado, los otros elementos

de la narración también tienen una función dentro del relato. Estos otros elementos son: en el nivel estructural, la

diégesis10 y el discurso11; además los elementos que dan sentido a estas estructuras como unidades funcionales12 de

la narración. Como hemos dicho, no haremos a fondo este análisis estructural pero utilizaremos sus categorías para la

búsqueda de nuestra información identificando los actantes y las demás unidades funcionales del relato para

identificar las funciones, y son estas funciones las que nos serán útiles para identificar la información significativa

que buscamos. Como un último nivel estará la explicitación de la información recogida en la investigación en un

formato de conclusiones sobre este trabajo, mismas que servirán para la construcción, en otro mucho más preciso, de

7 El análisis hermenéutico es una herramienta de análisis para la interpretación de textos. Su finalidad es deconstruir el texto en sus partes para

identificar los elementos que lo constituyen; entender tanto la estructura del discurso como el contenido del mismo, para así definir los

significados profundos que el texto intenta transmitir y cómo es que se estructuran estos significados. Nace en el contexto de la posguerra de la

Primera Guerra Mundial tras el escindir del positivismo y el objetivismo. Es una época en donde teorías relativistas e irracionalistas proliferaron.

Con Edmund Husserl nace la fenomenología y tras él viene una serie de autores que critican esta teoría, conocidos como ―crítica de Ginebra‖. Tras

ellos viene el discípulo de Husserl, Martin Heidegger que da un giro a esta teoría gracias a sus influencias de Wilhelm Dilthey y Hans-Georg

Gadamer. A ellos se les puede entender como los primeros hermeneutas, pero la influencia sustancial al asentamiento de la hermenéutica la da E.

D. Hirsch; posteriormente es también Roland Barthes quien da un nuevo giro al análisis hermenéutico y lo vuelve más intimista, más acercado al

lector. Pero en ese sentido, una vertiente de la hermenéutica, la más nueva, nace en Alemania con el nombre de teoría de la recepción que estudia

en el mismo sentido el papel del lector en la interpretación literaria y representa un giro analítico trascendental en la comprensión de la obra

literaria. El surgimiento de estas teorías es una reacción al sentimiento de decadencia europea que se veía reflejado en un sentimiento de

decadencia teórica en los estudios artísticos y sociales que provoca profundos cambios en estas disciplinas. EAGLETON, 2002: 73-113. 8 El análisis estructural del relato es una herramienta teórica que comprende al texto literario como un objeto de arte que contiene estructuras

internas y externas que se sistematizan armónicamente. Luego, para comprender el texto literario hay que descubrir esas estructuras en él. Surge

como una reacción en contra del formalismo que entendía a la obra literaria como algo desvinculado del mundo que lo produce. Esta teoría está

íntimamente relacionada con la lingüística pues es una consecuencia de la lingüística estructural de Ferdinand de Saussure y de toda la corriente

ginebrina y francesa venida tras de él. Del estructuralismo en el análisis literario surgieron diversas teorías como la narratología y el

postestructuralismo. Entre los estructuralistas de la narrativa destacan autores como Vladimir Propp, Roman Jakobson, Algildas Jailien Greimas,

Tzvetan Todorov y Roland Barthes. Hay que decir que el estructuralismo no es propio sólo de los estudios literarios sino que es una teoría que

llegó a materializarse en estudios antropológicos, históricos y sociológicos. EAGLETON, 2002: 114-154. 9 Los actantes son fundamentalmente los personajes que intervienen en la narración. Para Greimas, lo importante no es en sí la existencia de los

personajes sino las funciones que cumplen en la narración que son: remitente, adyuvante, objeto, sujeto, oponente y destinatario. Propp hace una

muy completa definición de las funciones y propone cómo identificar al actante, sin embargo, no será necesario buscar en la estructura del relato

estas formas, sólo se identificará la función para este trabajo. 10

La diégesis literaria se puede entender como la historia que se cuenta, el qué de la historia, los sujetos y sus acciones dentro del relato. 11

El discurso literario se puede entender como el argumento del relato, el cómo se cuenta, la acción del narrador como potenciador de la historia

que se cuenta en el relato. 12

Entenderemos en este trabajo como unidades funcionales a todas las unidades que conforman a la narración y que dan forma al discurso

literario que son: que son, el ambiente, el tiempo narrativo, las situaciones, el contexto de la historia y otros.

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nuestra interpretación histórica, misma que requerirá también de la definición de sus propias herramientas

metodológicas mucho más agudas.

Como vemos, del ejercicio metodológico se busca obtener resultados mediatos para un fin ulterior que no

podrá ser alcanzado en un trabajo de nivel licenciatura pues requiere un conocimiento mucho más amplio de

metodología de análisis social. Luego entonces, el trabajo que sí realizaremos será organizado de forma coherente

con nuestro marco teórico general por medio de las propias metodologías que plantea. El análisis semiológico busca

en la obra las significaciones aparentes y perceptibles y se hace este análisis en tres tipos de búsquedas: la social, la

genética y la literaria. El tipo de análisis social busca las relaciones entre la obra y la sociedad en que es producida;

en este análisis se deben buscar datos que condicionen socialmente algún aspecto de la obra13. Para ello trabajamos

en dos contextos en este trabajo: el literario en cuanto a la narrativa de la Revolución Mexicana como producto de su

contexto y de la obra del autor en específico con respecto a la obra de narrativa de la Revolución Mexicana. Esto es

coherente con la primera, segunda y tercera vías de este trabajo, la historia de la literatura mexicana, la Revolución

Mexicana y la obra cuentística de la Revolución Mexicana respectivamente.

El tipo de análisis genético busca las relaciones entre la obra y el autor; en este análisis se deben buscar

datos de personalidad y en la propia obra se pueden buscar datos psicológicos del autor14. Para ello, se debe elaborar

una completa biografía y una revisión completa de la obra para poder situar a la obra en específico (y sobre todo si se

analiza en concreto la obra completa) que es coherente con la cuarta vía, una biografía de él como autor y un análisis

de su obra completa. El tipo de análisis literario busca en la obra una explicación interna inmanente a la obra misma,

al etymon propio de la obra; es el estudio de los estilemas de la obra en cuanto a relaciones de significados y

significantes internos que marcan relaciones de dependencia con el conjunto y las potenciales connotaciones y

apreciaciones que por ellos puede tener el lector y esto a su vez es coherente con lo que llamamos análisis

significativo de la obra15.

Luego entonces la organización de este trabajo será en una capitulación ligada con los tipos de análisis que

plantea el estudio semiológico y, por consecuente, con las vías de búsqueda de información. Identificamos, pues,

cinco puntos que a su vez serán los capítulos del trabajo y lo que llamamos nivel de explicitación de la información

será en realidad nuestro capítulo de conclusiones.

13

MOUNIN, G. La semiología y BELLO, 1997. Por otro lado, este análisis se relaciona con el fin ulterior de este trabajo pues pese a que aquí

hacemos un trabajo de inducción desde el contexto hacia la obra; una finalidad posterior sería que con los resultados del análisis completo que

representa este trabajo se haga un trabajo de investigación desde esos resultados hacia el fenómeno histórico. 14

BELLO, 1997. 15

SPITZER, Leo, Stylistics & Literary History y BELLO, 1997.

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CAPÍTULO I

EL CUENTO EN LA TRADICIÓN LITERARIA MEXICANA

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CAPÍTULO I

EL CUENTO EN LA TRADICIÓN LITERARIA MEXICANA

Arte y amistad nos ligan.

Mientras yo exista y tú existas,

seamos hermanos y artistas.

Arte y amistad nos obligan.

Rubén Darío

Dentro de la historia de la literatura mexicana, la narrativa breve no existe sino hasta el siglo XIX como género

diferenciado de la novela. El cuento nace después del nacimiento de México como nación independiente. Por ello,

situar al cuento en su contexto literario exige una revisión de los géneros que privaron durante el siglo XIX. Esta

revisión abarca desde principios del siglo XIX hasta principios del siglo XX. Cien años serán apenas esbozados en

este capítulo en cuanto a las tradiciones literarias en México.

Sin embargo, México no es, en cuanto a su literatura (así como en cuanto a su política), un ente aislado. El

artista mexicano está siempre en cercano contacto con el artista del resto del continente de habla castellana y no se

puede entender de otro modo; por esto, en la revisión hablaremos de las obras producidas igualmente en todo

Latinoamérica para lograr la contextualización del cuento en México. Además, el latinoamericano siempre voltea a

Europa y busca su distinción del europeo y esto es un fenómeno que se fortalece en el siglo XIX por una búsqueda

de lejanía en relación al antiguo régimen; el europeo, y más concretamente el español, es lo que el latinoamericano

no es, y por esto, en cuanto a su creación, busca poner un sello propio para distinguirse del español y en

consecuencia es necesario también conocer en esta revisión contextual a la literatura española. Como vemos, este

capítulo será una revisión de la literatura mexicana con un énfasis en el desarrollo de la narrativa breve; situada

siempre dentro de su contexto iberoamericano.

Del Neoclasicismo al Romanticismo

El orden estético y las ideas ilustradas

Primeramente revisaremos de forma breve las dos corrientes literarias que privaron durante gran parte del siglo XIX:

el Neoclasicismo y el Romanticismo. Estas corrientes son importantes pues son las que podemos situar en el

momento de las independencias latinoamericanas. Sus contenidos siempre son acordes al sentimiento nacionalista

que existe en gran parte de los nuevos países latinoamericanos; sin embargo, ambas corrientes son herencia europea

(y una herencia tardía), son géneros artísticos que en Europa existían desde un siglo anterior por lo menos; así que la

técnica no es aún una técnica propia sino que es traída desde Europa, no así los temas, que son los que permiten

distinguir esta literatura de la europea. Revisemos, pues, cómo es que en México se manifiestan el Neoclasicismo y

el Romanticismo.

El Neoclasicismo es un movimiento en el que lo artístico volvió a los rigores de lo estético, de lo razonado,

de lo armónico, de lo ordenado; es la vuelta a la grandeza clásica griega y romana. ―En el Neoclasicismo del siglo

XVIII el artista se sujeta a reglas o normas que se basan en la razón —nada puede ser bello— dicen, que no sea

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razonable […]‖16. Esta corriente llega a América hasta el siglo XIX pero en Europa se gestó desde principios del

anterior siglo y son las obras de aquellos viejos autores las que influenciaron a los autores americanos. Aunque se

notan las influencias literarias francesa, inglesa y, sobre todo, española; en México, los autores le dan a las obras

características netamente mexicanas. Estas características son propias de la época vivida. Desde finales del siglo

XVIII el ambiente político es tenso debido a que las ideas de intelectuales como Voltaire y Rousseau se filtraban en

grupos intelectuales criollos. No se niega lo español (como se hará en la literatura de finales de siglo) pero los

autores ―tienen interés en incorporar a la poesía voces mexicanas o reproducir un paisaje mexicano […]‖17 de lo

indígena, de lo rural y de lo prehispánico.

La literatura de esos años, los últimos de la Colonia y los primeros de la vida independiente, es una literatura que por una parte sigue la

tradición española y, por la otra, trata de reflejar combativamente el nuevo estado de las cosas. Se sirve, en otras palabras, de las viejas

formas para comunicar a los escasos lectores la buena nueva de la patria recién estrenada. Pero no todo es regocijo, que los antiguos y

nuevos problemas exigen reflexión análisis y pronunciamientos radicales18

.

Sin embargo, pese a las ideas que existían en las obras, todavía la literatura es una literatura de élite, como nos dice

Emmanuel Carballo en la cita anterior, las ideas se comunican a ―escasos lectores‖, pero son éstos los que definen la

vida política del naciente régimen. Por otro lado, las ideas del Neoclasicismo latinoamericano (y mexicano, por

ende) son ideas de independencia, ya no política sino intelectual, pero son sólo un ejercicio que seguiría el resto del

siglo en una búsqueda de originalidad. ―Los nuevos países eran ya formalmente independientes y, por ello, se

imponía el deber de extender esta independencia a los espíritus, de lograr lo que entonces se llamaba la

‗emancipación mental‘, y de crear, consecuentemente, una cultura original‖19.

Tras la Revolución de Independencia, otra escuela artística apareció en la escena mexicana, el

Romanticismo, que surgió en contraposición al Neoclasicismo pues busca romper las reglas neoclásicas, además de

ser reflejo fiel de las ideas políticas ilustradas, lo que las hace inseparables; sin embargo, el Romanticismo también

sufrió una adaptación al entorno mexicano al igual que el Neoclasicismo. Nos dice Emmanuel Carballo.

La escuela romántica, como posteriormente otros movimientos, no surge en México como capricho ni, tampoco, como imitación

extralógica: responde a las condiciones sociales y políticas de la época. En un sentido amplio, y con excepciones de rigor, los poetas más

representativos de esta escuela simpatizan con el liberalismo. Del mismo modo que se oponen a la inmovilidad política y económica de

sus adversarios, impugnan en la literatura las rígidas leyes retóricas del Neoclasicismo, que quebrantan y vuelven más flexibles20

.

En la Ciudad de México se gestó un foro que sirvió a los artistas para expresar sus creaciones: La Academia de San

Juan de Letrán, que fue llamada así porque en una celda del viejo convento franciscano se reunían los poetas y

escritores de la época a leer y comentar las composiciones que los miembros del grupo producían.

La vida de la agrupación habría de mantenerse durante veinte años pero su acción más significativa, que vino a traer un cambio de

orientación a la obra de los escritores, ocurrió en los años inmediatos a su fundación en 1836. Poco a poco fueron concentrándose en ella

los jóvenes adictos al Romanticismo, como Guillermo Prieto, Ignacio Rodríguez Galván, Fernando Calderón, José Ma. Lafragua, y José

16

ÁLVAREZ, 1997: 180. 17

Julio Jiménez Rueda en ÁLVAREZ, 1997: 181. 18

CARBALLO, 1991: 10. 19

FERNÁNDEZ, 1996: 74. 20

CARBALLO, 1991: 14.

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Ma. y Juan Nepomuceno Lacunza, con los que preferían las formas académicas, como Ignacio Ramírez Pesado, Manuel Carpio y José

Couto, y aún con escritores ya mayores como Manuel Sánchez de Tagle, Andrés Quintana Roo y Manuel Eduardo Gorostiza21

.

Dentro de la poesía cultivada en el Romanticismo mexicano surgen temas bucólicos, profanos (y se cultiva mucho la

poesía amorosa) y los temas sacros no dejan de estar presentes. Una innovación romántica en México es la poesía

cívica que aborda temáticas que exaltan a la patria y a sus caudillos; este género se volvió muy popular y se recultiva

aún hoy en día, todavía con las características románticas más tradicionales. La narrativa es un género nuevo para la

literatura mexicana; es en esta época que se escribe en México la primera novela hispanoamericana El Periquillo

Sarniento por José Joaquín Fernández de Lizardi. El cuento latinoamericano tiene también su génesis en esta época

como un subgénero, sin tener los alcances que tiene en el siglo XX.

En el caso concreto del cuento conviene recordar que no surge tal como hoy lo entendemos: en ese momento se confunde con el chisme;

con el suceso cotidiano de carácter sorprendente; con la noticia de actualidad (contada de manera entretenida) en la que los protagonistas

se convierten en personajes dotados de una vida mas atrayente y sugestiva; con la leyenda propagada de generación en generación; con

los mitos y supersticiones22

.

El Costumbrismo fue una característica que alimentó al naciente cuento latinoamericano romántico; el cuento fue la

herramienta de lo rural, lo crítico, lo contestatario; pronto se convirtió en un género muy político; por tanto, buscaba

reflejar fielmente la realidad.

Con el Romanticismo, el cuento es menos hipotético y más real; empieza a construir un género, con sus leyes propias y sus propios

propósitos. Atento a los productos literarios que vienen de Europa, los modifica y adapta a la realidad nacional. […] Estos cuentos

románticos no son calcas de modelos principalmente franceses e ingleses sino maneras heterodoxas de expresar, con la retórica de la

época, la situación nacional y sus problemas23

.

En el Romanticismo, el cuento sufre, como vemos, una transformación fundamental; pasa de ser anecdotario breve y

jocoso a una herramienta de expresión narrativa seria y esto se lo debe al Costumbrismo. Sin embargo, la veta más

importante del Costumbrismo latinoamericano era todavía la novela, que fue en un primer momento una simple

acumulación de cuadros de costumbres. Pero cuando los autores fueron conscientes de esta vacilación formal, se

alejaron parcialmente del Romanticismo y se acercaron al Realismo y con ello, la novela latinoamericana llegó a su

madurez a mediados del siglo XIX. Pero el Costumbrismo también llegó al cuento y permitió que éste se

desarrollara.

[La narrativa] […] se ajustó muy bien a la descripción literaria de las sociedades latinoamericanas más evolucionadas, a mediados del

siglo XIX, en las que se habían fijado usos cotidianos y tipos populares. Describían los costumbristas una sociedad, [Sic] en transición:

subsistían aún moldes y usos coloniales en las clases altas, pero la aún reciente independencia había hecho surgir muchos problemas y

había hecho más patentes los conflictos y las desigualdades sociales, que los cuadros o artículos de costumbres satirizaban aun [Sic] con

humor festivo24

.

21

José Luis Martínez, ―México en busca de su expresión‖ en, COLMEX, 1998: 724. 22

CARBALLO, 1991: 87. 23

CARBALLO, 1991: 89. 24

FERNÁNDEZ, 1996: 75.

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Los países que más acogieron al Costumbrismo fueron Colombia, Cuba, Chile, México, Perú, Venezuela y aún

Brasil y en todos ellos encontramos a sobresalientes representantes del género; entre los que sobresalen están el

brasileño Joaquim María Machado de Assis con sus obras Memorias pósthumas de Braz Cubas de 1880 y Dom

Casmurro de 1900; el colombiano Tomás Carrasquilla con numerosos cuentos y cuatro novelas; el cubano Cirilo

Villaverde con Cecilia Valdés, novela en entregas25 publicada a lo largo de cuarenta años entre 1839 y 1869; el

chileno Alberto Blest Gana y algunos otros. En México, el costumbrismo se destaca en los novelistas Manuel Payno

con Los bandidos de Rió Frío publicada en entregas entre 1889 y 1891 y Luis G. Inclán cuya obra principal es

Astucia, también publicada en entregas entre 1865 y 1866.

Pese a estas innovaciones literarias, aún el cuento no se convierte en un género común, es visto todavía

hasta por los analistas contemporáneos, como un género literario descastado; sin embargo, el cuento cumple con una

función social importante de la cual muchos autores (no todos) lo han privado en la narrativa contemporánea: la de

transmitir una visión de la sociedad o del mundo como un chispazo, un disparo diría Borges. El cuento puede

cumplir con ser un impacto apremiante y más sencillo de consumir por el lector, en comparación con otros géneros

como la novela (por la extensión) o la poesía (por el manejo de la retórica), y por tanto, es posible llevarlo a una

mayor cantidad de público como lo hacían los periódicos para dar la opinión de lo que ocurría en el país o en el

mundo y si a esto le acumulamos la búsqueda estética que el Costumbrismo le agregó, vemos en el cuento un

vehículo importante de comunicación social. Es importante decir que dentro de la crítica literaria se entienden a los

primeros firmes cuentistas a Manuel Payno, José María Roa Bárcena y Vicente Riva Palacio.

Sin embargo, en cuanto a la narrativa, los géneros que más se cultivaron fueron la oratoria y el género

periodístico.Durante la Colonia la oratoria más cultivada era la sagrada; pero en el siglo XIX, como era de suponerse

debido a los cambios políticos, la que tuvo mayor número de expositores fue la oratoria política. El periodismo era el

principal medio de difusión de las ideas de los líderes políticos, además de ser un medio costeable para los literatos

que exponían sus trabajos y luchaban por la vida cultural y política del país.

El periodismo, representado en México por La Gaceta y El Diario, incluye en sus páginas violentos ataques a la insurrección. La primera

es el baluarte de las ideas realistas, españolas; el segundo se inclina a la rebelión y hace milagros para disfrazar su simpatía y no caer en la

censura a que tiene sometido el régimen virreinal.26

Dentro de los periódicos insurgentes se encuentran El Despertador Americano, El telégrafo de Guadalajara (de

tintes realistas y conservadores) y El Ilustrador Nacional, éste último fundado por José María Cos en 1812. Después

surgieron otras publicaciones:

[…] de 1810 a 1836, se realiza la guerra de independencia, sobreviven en el Diario de México de formas aún dieciochescas y un débil

Neoclasicismo, aparece la literatura de combate o insurgente, surge en Fernández de Lizardi la voz del mestizo que expresa al pueblo

[…]. Desde 1841 y 1844, respectivamente, se publican El Siglo XIX y El Monitor Republicano, los dos grandes periódicos que cubrirán el

resto del siglo […]27

.

25

Las novelas en entregas son obras novelísticas publicadas dentro de publicaciones periódicas (periódicos, diarios y revistas, generalmente) por

episodios a lo largo de una temporada. La intención de una publicación de este tipo es que una obra literaria larga se lea en partes episódicas que

mantengan la atención del lector a lo largo de un periodo de tiempo extenso y así la publicación tenga ventas constantes. 26

JIMÉNEZ, 1994: 85. 27

José Luis Martínez, ―México en busca de su expresión‖ en, COLMEX, 1998: 712.

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En lo referente al género dramático, durante la Colonia fue usado por la Iglesia para evangelizar, ya durante la época

independiente tuvo fines políticos de crítica y cumplían una importante labor social pero por lo mismo, fue

censurado por el Estado, cosa que hace decaer la producción teatral de una forma vertiginosa, tanto en cantidad como

en calidad de las obras que se representaban.

El principio de la Guerra de Independencia trae consigo un descenso en la calidad del espectáculo teatral, de por sí pobre y falto de

inventiva. La capital, asiento del poder virreinal, presencia únicamente obras carentes de valor artístico; por otra parte tonadillas y loas se

aprovechan para exaltar las hazañas de jefes realistas como Calleja después de sus triunfos de Aculco y Puente de Calderón. Al

consumarse la independencia no se ha modificado en ningún aspecto importante: las obras y la mecánica de su puesta en escena son

dignas de una aldea y no de la Ciudad de México28

.

Entre los expositores del teatro que lograron mantener una calidad estética en la construcción de sus obras, sobresale

Fernando Calderón (que vive entre 1809 y 1845). Sus obras llevan temas caballerescos históricos o cómicos. Es uno

de los mejores ejemplos del teatro del Romanticismo. Algunas de sus obras son Ana Bolena y Herman.

El Modernismo

Primera generación. La negación del pasado

La literatura que revisaremos a continuación es la que se produce desde cerca de 1880. Esta época es la de los

precursores del Modernismo o de la primera generación de éste. Refiriéndose a esta generación en el contexto

latinoamericano, Enrique Anderson Imbert, nos dice que es la primera generación de autores que se sienten

plenamente libres y que por ende, adquieren una incipiente identidad como latinoamericanos. Esta identidad se ve

reforzada con una negación del pasado colonial; se niega al antiguo régimen y por lo tanto, también se niega la

literatura producida en sus propios países bajo el gobierno del mismo. Es, por tanto, una generación de autores que

reaccionan en contra del Neoclasicismo y aún en contra del Romanticismo pese a que siguen siendo profundamente

románticos en las obras que producen pocos años después. Por lo tanto, en la búsqueda de influencias voltean a otro

lado, pero su mirada aún no se extiende más allá de Europa en un primer momento, así que vuelcan sus ojos y sus

lecturas a la literatura producida en este continente (sin mirar a España, obviamente), principalmente en Francia.

Rápidamente se siente una empatía y se acercan al Parnaso, al Naturalismo, al Simbolismo…

Estos autores, es muy importante recalcarlo, son principalmente poetas; la narrativa que se cultivaba tardó

un poco más en llegar a esta reacción, además de que mucha de la influencia europea era también de poetas. Los que

más influenciaron fueron la poesía en alemán de Heine, en inglés de Poe, el lirismo estremecido por el misterio de

Bécquer, el arte de la ornamentación de Gautier, la literatura del Parnaso francés (Gautier, Leconte de Lisle,

Banville, Baudelaire, Sully Prudhome, Heredia, Coppée, Mendès…), entre otras. Los poetas latinoamericanos

encontraron en el Parnaso su mayor influencia, pero también es notable en las obras el aderezo del Simbolismo

28

CARBALLO, 1991: 136.

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(poesía sumamente pesimista, incluso nihilista)29 que también tomaba fuerza en Francia. Encontramos entonces una

poesía más aventurada en nuevas expresiones que llegaría a entenderse como modernista.

Sin embargo, nos encontramos con un problema al hablar de Modernismo. Este término no define

propiamente a una tendencia o una corriente literaria concreta, así que se vuelve muy laxo, difícil de entender, hasta

el punto en que encontramos que algunos autores nos dicen que ―el Modernismo en realidad no existe. Es solamente

una forma mental que nos sirve para comprender hechos sueltos‖30, luego entonces, ¿por qué referirnos a la literatura

de esta época con un término que no existe? La polémica acerca de este término es tan vieja como la época misma a

la que se refiere, en ella se pueden identificar dos tendencias: los inflacionistas y los deflacionistas. Los inflacionistas

definen al Modernismo como un corpus unitario de autores y países en una época determinada; los deflacionistas

dicen que se trata de unos pocos años de actividad literaria promovida por un selecto grupo de autores

latinoamericanos. Pese a la ambigüedad, privilegiaremos aquí a la segunda posición acotando que en esta tendencia

sí se pueden identificar algunas características propias mas no las suficientes como para hablar de una corriente

literaria unívoca o concreta (podemos hablar de una corriente literaria pero tan flexible y rica en formas y contenidos

que se vuelve compleja como modelo de análisis).

Luego entonces, lo que sí se puede decir del Modernismo es que es meramente latinoamericano, que surge

como un paso definitorio de lo que se puede llamar ahora literatura latinoamericana pero con las influencia de las

literaturas que ya hemos mencionado. En la primera generación se pueden observar experimentos en el uso del

lenguaje y aún riesgos en la utilización de los temas; juegos, pareciesen, de pequeños en la búsqueda de la utilización

óptima de su cuerpo. Así podemos entender a estos poetas que llegarán, en la misma generación, a una maduración y,

osadamente atrevemos a decir, a una decadencia de los medios expresivos que en la penúltima y última décadas del

siglo XIX se comenzaron a utilizar. Estas nuevas formas literarias se publicaban primero en revistas (y siguió

haciéndose aún publicándose ya libros años más tarde) entre las que mencionaremos las de la época plena del

Modernismo como la Revista Azul (que existió entre 1894 y 1896) y la Revista Moderna (que fue dirigida en 1898

por Amado Nervo y Jesús E. Valenzuela).

El Modernismo pleno. La diversificación de la técnica

Al acercarse la frontera entre los siglos, la literatura modernista adquirió una solidez aparente. Nuevos géneros

adoptaron algunas de las muy diversas formas y técnicas que la poesía había utilizado y pronto aparecieron autores

narrativos modernistas; un poco más tarde el Modernismo arribó al ensayo y para el siglo XX ya encontramos obras

de teatro modernistas presentándose en toda Latinoamérica, pero principalmente en México. Los poetas, los mismos,

algunos, continuaron escribiendo ya reconocidos fuera de Latinoamérica, muchos consagrados, haremos el recuento

de algunos de ellos.

29

Max Nordau en su libro Degeneración, llama a esta época en Europa y principalmente en Francia, Fin de siècle, término que se refería a la

―decadencia‖ y a ciertas modas filosóficas y artísticas y emprende en contra de Nietzsche y los poetas simbolistas al referirse a ellos como los

decadentes. Estas obras transmitían un profundo pesar en cuanto a la realidad del artista; son obras oscuras y llenas de un sentimiento de pérdida

(esto no sólo ocurre en la literatura, aparece en otras artes y es muchísimo más claro en la pintura). Es por ello que se adopta fácilmente al

contexto latinoamericano pues este sentimiento de desorientación está presente en el artista que se siente parte de un país que apenas nace y que

está buscando orientar su rumbo político y social. 30

ANDERSON, 1999, Vol. I: 399.

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Justo Sierra, nos atrevemos a decir, anuncio al Modernismo, pero Salvador Díaz Mirón y Manuel Gutiérrez

Nájera le dieron solidez. Díaz Mirón público un cuaderno de poesías y su voz conmovió a los lectores, en 1889

Rubén Darío le dedico un ―Medallón‖ en la nueva edición de Azul pero posteriormente Díaz Mirón renegó de su

propia obra y sólo reconoció Lascas de 1901. Otros poetas que se pueden llamar de la primera generación del

Modernismo son José Martí, Julián del Casal y José Asunción Silva que (junto con Gutiérrez Nájera) al morir antes

de 1896 permiten redondear a este grupo.

Ese primer Modernismo no es fácil de delimitar pues encontramos autores como González Prada, Zorrilla de

San Martín y Almafuerte que fueron mayores de edad de los llamados modernistas pero que contribuyeron a la

renovación poética de la época. Algunos autores no tienen características modernistas plenas, incluso Gutiérrez

Nájera se puede entender como un posrromántico con falta de brío combativo. Sólo en pocos poetas se refleja con

nitidez los modelos del Parnaso y el Simbolismo como en Julián del Casal. Pero sin duda alguna la gran figura del

Modernismo fue Rubén Darío, hay quien se ha atrevido a equiparara a este autor con el concepto Modernismo. Fue

la gran figura del primer período modernista y también del segundo, su obra representa el epítome de esta poesía

como un movimiento estético perfilado.

Pese a todo, no hay una clara división entre Romanticismo y Modernismo, no son conceptos opuestos, no

podrían serlo; incluyen características comunes y autores comunes. La literatura modernista agrega a los

descubrimientos hechos por los románticos la conciencia de la finalidad de la literatura. En la narrativa modernista,

para referirnos al caso concreto que nos compete, se han identificado dos tendencias: la de los narradores estetizantes

y la de los realistas.

La narrativa estetizante surge cuando la prosa modernista se vio en aprietos al tratar de novelar los recursos

de la poesía por el conflicto entre la frase bonita y el cuidado del desenvolvimiento de la acción. Un resultado de esto

es el poema en prosa o prosa poética (que no halló su perfección sino hasta bien entrado el siglo XX); hubo quienes

celebraron este nuevo género pero muchas veces nos encontramos con mutilaciones que quedaron en palabrería. Sin

embargo, quienes encontraron una visión profunda, contribuyeron a la dignificación de la prosa castellana. Algunos

estuvieron en ambos casos, como el venezolano Alejandro Fernández García. Entre los estetizantes hay que decir que

encontramos una gran mayoría de poetas dados a la narrativa y también encontramos autores de cuentos y novelas,

pero, así como los románticos preferían a la novela, los modernistas preferían al cuento. Los autores estetizantes más

destacados fueron Darío, Gutiérrez Nájera, Coll, Lugones, Jaimes Freyre, Quiroga… La narrativa realista encuentra

sus recursos en el Naturalismo y el Costumbrismo; se acercó a veces a la literatura poética del Modernismo pero

tomó su propio cauce hacia una descripción objetiva de la realidad. Volteó los ojos a las costumbres y paisajes de la

región en donde el sujeto-contemplador se acerca al objeto-contemplado.

Los autores narrativos más destacados de la época en México son Federico Gamboa y Ángel del Campo

quien escribió con el pseudónimo de Micrós. La rumba y Cosas vistas son las mejores obras de Micrós pero también

escribió en los periódicos y cuando no hacía caricaturas irónicas, se mostraba como un sentimental tierno y piadoso.

Federico Gamboa se considera como el narrador modernista por excelencia al documentar con métodos naturalistas

las costumbres del pueblo pero también escribió literatura erótica, de ésta última destaca Suprema ley de 1896. El

mayor equilibrio de su obra se encuentra en Santa de 1903; años después, al recobrar su fe católica intentó

reivindicar su obra en novelas como Reconquista y La llaga. También escribió dramaturgia y su drama mejor

construido fue Entre hermanos de 1928.

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Los poetas de esta tercera generación llamada por algunos ―generación azul‖31 destacan: Luis G. Urbina

(nacido en 1864), Jesús Urueta (nacido en 1867), Marcelino Dávalos (nacido en 1871), Enrique González Martínez

(nacido en 1871), María Enriqueta Camarillo de Pereyra (nacida en 1872), Rafael López (nacido en 1875), Enrique

Jiménez Domínguez (nacido en 1891) y José María Facha (potosino, nacido en 1879). Esta generación reaccionó

contra el fárrago y propuso un nuevo lenguaje poético, lo escrito pocos años antes ya no les inspiraba pero tampoco

España y encontraron nuevamente sus fuentes en Inglaterra y Francia, agregaron a lo parnasiano las maneras

simbolistas, ricas en musicalidad y ensayaron procedimientos novísimos tanto en la prosa como en el verso.

Estos autores coincidían entre sí, no por haberse puesto de acuerdo, sino por clavar sus ojos en Europa y

darle la espalda a América. Las letras se llenaron de lujos (excesivos a veces) y empezaron a iluminarse con extrañas

fosforescencias32. Todo podía entrar en estas nuevas formas, tanto lo viejo como lo nuevo; la pasión formalista los

llevo al esteticismo y esto los ha hecho sumamente estudiados y nuevamente encontramos como al mayor de estos

poetas a Rubén Darío.

El Estridentismo

La normalidad, la anormalidad y el escándalo

Los escritores latinoamericanos y sobre todo mexicanos que escriben alrededor de 1910 ven mitigado el afán

artificioso del Modernismo y se vuelven hacia una expresión más sencilla. Hay un grupo que se lanza hacia las

vanguardias en el llamado Ultraísmo. Escriben en el contexto primero de la Revolución social en México, en el

triunfo de las nuevas fuerzas sociales en países como Argentina y después en el de la Primera Guerra Mundial y su

posguerra. Hubo en la poesía principalmente poetas de diversos gustos que se pueden definir como de gusto normal,

anormal y escandaloso.

Los poetas de la normalidad son poetas que para 1910 ya estaban consagrados y hasta agotados. Rubén

Darío por ejemplo, pese a ser un poeta que rindió culto al misterio, fue claro. Cuando aparecieron las Prosas

profanas la mayor parte de los simbolistas franceses como Samain, Regnier, Moréas y Jammes se volvían hacia una

expresión límpida, tímida y hasta casi clásica. Es en esta época cuando amaina el Modernismo latinoamericano, los

europeos como Laforgue, Apollinaire, Réverdy, Jacob y Supervielle habían crecido tanto con los parnasianos y

simbolistas como con los modernistas. Los jóvenes latinoamericanos que habían entrado en la poesía creían que no

había porque repetir ni excederse, aceptaban como ordinarias las normas que habían sido extraordinarias. Se puede

decir que imitaban en técnica a sus predecesores y escribieron buenas obras que ya no sorprendían a nadie. Sin

embargo, es difícil clasificar las características de esta nueva poesía. Había quienes tenían tratos directos con la vida

y la naturaleza, sencillos, humanos y sobrios como Fernández Moreno; quienes regresaban a los secretos clásicos

como Alfonso Reyes; quienes efusivos, confiesan sus angustias y exaltaciones como Mistral, Sabat, Ercasty y Barba

Jacob; quienes con sentido humorístico trataban la tradición modernista como José Z. Tallet; quienes eran cerebrales

y especulativos como Martínez Estrada; quienes eran de alma devota como López Velarde; quienes eran criollistas y

nativistas como Silva Valdés y quienes tenían emoción civil y política como Andrés Eloy Blanco.

31

Específicamente por Luis González en Los artífices del cardenismo y La ronda de las generaciones. 32

Las extrañas fosforescencias son el reflejo de lo que la plástica modernista representaba. Las vanguardias europeas y latinoamericanas

proponían nuevos manejos del color de claroscuros que se ven también en la poesía y narrativa de la época. Ante no tener un término que defina

los experimentos del lenguaje que vemos en el Modernismo, definimos con este término de color a estos experimentos.

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Los poetas de la anormalidad rompieron bruscamente con el Modernismo y fueron quienes mejor

respondieron al cambio de estética en las artes de Europa y los más audaces. Siguieron las vanguardias europeas y se

acercaron al Fauvismo, Expresionismo, Cubismo, Futurismo italiano, Orfismo francés, Irradiantismo ruso,

Dadaísmo, Superrealismo y demás tendencias que, dicho sea de paso, recogieron más de la pintura que de la propia

literatura. Se acercaron también a las nuevas teorías filosóficas y así construyeron su obra. Sus influencias las

encontramos en Tristan Tzara, Paul Éluard, André Breton, Louis Aragon, Paul Morand, Blaiser Cendrars, Drieu La

Rochelle, Valery Larbaud y Max Jacob. Buscaron el placer estético en el subconsciente, disminuyeron la voluntad

artística por aumentar este placer estético por la sorpresa ante los ensueños. Hubo autores de la normalidad que

llegaron también a la anormalidad. Los latinoamericanos más destacados de esta tendencia fueron Vallejo, Huidobro,

Brull, Greiff y Girondo.

Los poetas del escándalo fueron quienes se dedicaron a una nueva industria, la de la metáfora a toda

ultranza, el llamado Ultraísmo. Encontramos poetas como Lugones y su Lunario sentimental, Herrera y Reissig y su

Tertulia lunática, Erugen y sus Simbólicas y Tablada y sus Versos ideográficos. Este movimiento se dio tanto en

Latinoamérica como en España y hubo autores como Guillermo de Torre (español radicado en Argentina) que

circulaba en ambos espacios. El mismo De Torre en su libro de 1925 Literaturas europeas de vanguardia fue el

primero en ofrecer un panorama de las tendencias nuevas integrando lo europeo, lo hispánico y lo latinoamericano.

Para 1919 hay todo un grupo de españoles y latinoamericanos que se llama ultraísta; este término alude a un deseo de

rebasar las tendencias más avanzadas. Desde ese año nacen revistas ultraístas y algunas de las ya existentes se

convierten también como Grecia y Cervantes (de 1919 a 1920); la española Ultra (de 1921 a 1922); las argentinas

Proa (de 1922 a 1923), Prisma (de 1921 a 1922) y Martín Fierro (que tuvo su primera época en 1919 y su segunda

época de 1924 a 1927); las mexicanas Horizontes (de 1926 a 1927) y Contemporáneos (de 1928 a 1931); la cubana

Revista de avance (de 1927 a 1930) y las uruguayas Los nuevos (de 1920) y Alfar (que logró sobrevivir hasta 1954).

Mientras las muchas vanguardias de los ―ismos‖ cundían por Europa, el Ultraísmo iberoamericano escribía

simultáneamente. En México, el Ultraísmo estalló en 1922 con el género del Estridentismo de Manuel Maples Arce,

Germán List Azurbide, Salvador Gallardo, Luis Quintanilla y Arqueles Vela. Ellos lanzaron manifiestos y revistas

donde dejaban de manifiesto su desprecio a la burguesía (y aún a la literatura) como se ve en El movimiento

estridentista de 1926 de List Azurbide y El café de nadie del mismo año de Vela. También en México destacaron en

la revista Contemporáneos autores Torres Bodet y Salvador Novo, pero sobre todo, Villaurrutia, Gorostiza y Pellicer.

El Ateneo de la Juventud

La academia y la reflexión

En el mismo contexto del Estridentismo y el Modernismo surge otro movimiento literario e intelectual que privilegia

el esteticismo y que es constituido por intelectuales y artistas formados en la academia. Son una consecución del

Modernismo, pues muchos de ellos se conocen en la revista Savia Moderna (dirigida por Alfonso Cravioto y Luis

Castillo Lendón) que pese a existir sólo de marzo a junio de 1906 fue importante por aglutinar a autores como:

Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Jesús T. Acevedo, Ricardo Gómez Robledo y a ilustradores como: Ángel

Zárraga y Diego Rivera.

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20

Este mismo grupo constituye en 1907 la Sociedad de Conferencias y a lo largo de 1908 se hacen lecturas de

poesía y conferencias de diversos temas de arte y cultura; la finalidad de esta sociedad era constituirse como una

herramienta cultural para informar a los jóvenes sobre temas filosóficos, estéticos y literarios. Los conferencistas y

lectores presentados fueron después, casi todos, miembros del Ateneo de la Juventud. Es el veintiocho de octubre de

1909 que veintiséis jóvenes deciden formar una asociación civil, pero no es sino hasta 1925 que esta asociación civil

cambia de nombre a Ateneo de la Juventud. Los presidentes de esta asociación civil fueron: Antonio Caso, Alfonso

Cravioto, José Vasconcelos, Enrique González Ramírez y nuevamente Antonio Caso. La cede siempre estuvo en la

Ciudad de México pero, según las necesidades algunas veces se establecieron en el interior del país o en el

extranjero.

Su objetivo (de la asociación civil) era trabajar por la cultura y el arte, organizando reuniones en donde se

darían a conocer los trabajos literarios, científicos y filosóficos, además de la publicación de una revista y tener

contacto con otras asociaciones, con lo que lograron la visita de varios creadores a otros países. La asociación tenía

reuniones mensuales de consulta y organización y además se constituían grupos de estudio. Los miembros eran de

cinco clases: Miembros Fundadores Activos; Miembros Asistentes; Miembros Correspondientes y Miembros

Honorarios; además las funciones directivas eran Presidente, Vicepresidente y Secretario de Correspondencia (uno

de actas y un tesorero). En 1910 se dio otra serie de conferencias en donde los temas principales fueron: El

nacionalismo y el liberalismo, además de la revaloración del pasado lejano, se insistía en la importancia de la

conciencia hispanoamericana y en que se debía superar el positivismo.

La situación de la asociación civil cambia cuando estalla la Revolución Mexicana. Por un lado, tomaban

fuerza como un grupo intelectual alrededor de todo el ethos intelectual mexicano y por otro, Porfirio Díaz depone el

poder y la asociación civil, de integrantes que se pueden comprender como intelectuales orgánicos, entra en crisis.

Ya asentado Francisco I. Madero en la silla presidencial, la asociación se define como neutral ante el panorama

político. Eso representa también una crisis puesto que algunos de los integrantes de la asociación sí definían su

posición política; por ejemplo, José Vasconcelos era fuertemente maderista e integrantes como Nemesio García

Naranjo y José María Lozano eran antimaderistas. A la muerte de Madero, y la subida al poder de Victoriano Huerta

la mayoría de los miembros eran huertistas.

Esto causa una dispersión de miembros en 1913; pero antes se logra la creación de la Universidad Popular

Mexicana que se convertiría en el puente que conectaría a los intelectuales mexicanos con la Universidad Nacional

de México (hoy Universidad Nacional Autónoma de México) y la Secretaría de Educación Pública. La situación del

Ateneo de la Juventud tras la dispersión de algunos se tranquiliza y las lecturas se vuelven el eje central de la

organización en el afán de enseñar, divulgar y expresar sus obras. La finalidad de estas lecturas era enseñar al pueblo

y generar una identidad cultural y nacionalista y estaba dirigida a la minoritaria clase media. Sin embargo, el Ateneo,

como ya se ha dicho, se mantuvo neutral como organización ante los eventos que sucedían en la Revolución

Mexicana.

Luis González, como se dijo antes, identifica a la generación del Ateneo de la Juventud como ―generación

revolucionaria‖33 por haber nacido entre 1875 y 1890 y haber presenciado la Revolución Mexicana pero pese a que

algunos pocos escriben sobre la Revolución, el término es sólo en cuanto a que vivieron en esa época. A los que

comprende como autores plenamente de la Revolución Mexicana los llama ―cachorros de la Revolución‖ (nacidos

33

GONZÁLEZ, 1979: 271 y GONZÁLEZ, 1984: 231.

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entre 1891 y 1901), es por ello que no los situamos como autores plenos de la Revolución Mexicana sino como una

generación que tiene sus influencias en el Modernismo (generación a la que González llama ―generación azul‖).

Destacan de la―generación revolucionaria‖ autores como José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña y Antonio Caso.

Algunos otros son: Efrén Rebolledo, Rubén M. Campos, Francisco Manuel de Olaguibel, María Enriqueta Camarillo

de Pereyra, Rafael López, Roberto Argüelles Bringas, Luis Castillo Lendón, Alfonso Cravioto y el mismo Amado

Nervo. Pese a la posición de neutralidad, algunos de los miembros del Ateneo participaron en política. Tanto Lozano

como García Naranjo fueron diputados. Vasconcelos, Caso, Pruneda y Fernández Mac Gregor fueron rectores de la

Universidad Nacional. Hubo miembros que ocuparon puestos en Hacienda bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles

y Álvaro Obregón y otros en las Secretarías de Relaciones Exteriores, Industria, Comercio y Trabajo, así como la

Procuraduría General de la República. Así tampoco, no sólo hubo escritores, sino autores musicales como Manuel

M. Ponce, concertistas como Alba Herrera y Ogazón y pintores como Jorge Enciso, Ángel Zárraga, Saturnino

Herrán, Diego Rivera y Francisco de la Torre.

Como escritores, muchos miembros cultivaron el ensayo desde el periodismo político. También hubo poetas

(el más destacado, Enrique González Martínez) y algunos, pocos, narradores; entre los pocos, tanto novelistas como

cuentistas, destacan Julio Torri con La Tormenta y Martín Luis Guzmán con El águila y la serpiente. Hubo también

unos pocos autores de dramaturgia como Vasconcelos, Reyes y García Naranjo. Hubo unos pocos más que

destacaron en la oratoria como Jesús Urueta. Al miembro que se le imputa la idea original del Ateneo de la Juventud

es Pedro Henríquez Ureña, alrededor de un pequeño grupo de amigos que destacaban en sus diferentes actividades

académicas como son Alfonso Reyes como escritor, Antonio Caso como filósofo y el mismo Henríquez Ureña como

crítico literario.

Como miembro fundador, Reyes representó uno de los problemas acerca de la posición neutral del Ateneo

ante la Revolución Mexicana pues era hijo de Bernardo Reyes (considerado como sucesor de Porfirio Díaz). Como

se sabe había tres tendencias ante la sucesión de Díaz: la que se pronunciaba porque el sucesor fuera Corral; los que

apoyaban a Reyes y los claramente antirreelecionistas y maderistas. Caso y Reyes no pertenecían a la misma

tendencia e igualmente algunos miembros apoyaban a una u otra tendencia. Ese año, también de la fundación de la

Universidad Nacional de México, Henríquez Ureña es auxiliar de la Secretaría General que Antonio Caso dirigía.

Dentro de la misma Universidad, Henríquez Ureña se destaca como profesor en la recién creada Escuela Nacional de

Altos Estudios. Además fue partícipe en la creación de los planes de estudio de la Escuela Nacional Preparatoria y de

esta participación se ve su influencia al ver en los planes de estudio una nula influencia del Positivismo34

.

También hubo proyectos que no funcionaron. Uno de ellos, que pese a esto fue importante por lo que pudo

representar, es la revista La Nave que publicó sólo un número en 1916 en el que se incluyó un artículo de Caso que

después fue el primer capítulo de su libro sobre Filosofía de la Historia publicado en 1923. Por otro lado, el Ateneo

funcionó desde el principio como un lugar en donde se lograban nexos para tener un lugar en la vida intelectual

mexicana. Desde 1908, Justo Sierra invitó a los que conformaban ese grupo (en ese momento, apenas en ciernes) a

34

Tanto Pedro Henríquez Ureña como Antonio Caso fueron alumnos del chiapaneco Rubén Valenti y es él quien les hereda la idea de abandonar

el Positivismo desde la Preparatoria Nacional (que era claramente de tendencia positiva) y la influencia de ellos en sus compañeros y en las

instituciones de las que fueron miembros es clara; sobre todo en la Universidad Nacional. El giro que buscan al quitar la influencia del Positivismo

en la educación era dar a las materias impartidas (a cualquier nivel) un sentido integral; es decir, que se entendiera que los contenidos de las

materias pudieran ser complementarios entre ellas y que dieran al educando herramientas eficaces para enfrentarse a la vida; para ellos, con el

Positivismo cada materia ocupaba un segmento diferenciado con los otros; las materias correspondían a ciencias y en cada una se enseñaba lo que

esa ciencia era, sin contraste entre ellas. La pedagogía positivista proponía conciliar la teoría y la práctica. La abstracción y el objeto debían

marchar a la par con la observación y la experiencia.

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formar parte de la planta de docentes de la escuela Nacional de Altos Estudios. Esto causó resquemor en la vida

política mexicana al punto en que Agustín Aragón solicitó a la Cámara de Diputados clausurar la nueva institución y

se convirtió en un debate fuerte en el que los ateneístas fueron defendidos por Félix F. Palaucini, Rafael Mora y

Alfonso Cabrera.

Como vemos, la vida corta del Ateneo de la Juventud que nace, crece y muere dentro de la Revolución

Mexicana. La organización como tal, no formó parte de alguna corriente o tendencia política, sin embargo, muchos

de sus miembros sí participaron activamente en la lucha, siempre desde la trinchera intelectual. Esto causó

inestabilidad al interior de la organización pues fue común que varios compañeros fueran contendientes de ideas.

También representó un puntal de lo que fue la posterior vida intelectual mexicana de la cual muchas importantes

figuras habían sido miembros del Ateneo de la Juventud.

La literatura de la Revolución Mexicana

El testimonio del relato

En este contexto llega la Revolución Mexicana que repercutió fuertemente en la creación y la vida cultural. Con este

matiz de plasmar lo histórico en la obra, la literatura comenzó a testimoniar a la Revolución Mexicana de una forma

preponderante desde la narrativa (por primera vez, la narrativa era la herramienta principal de un género literario).

Esta narrativa pronto se configuró como una corriente propia y se diferenció con la narrativa anterior gracias a que

―los autores de esta corriente utilizan un lenguaje vigoroso, dramatizan los sucesos y transmiten al lector una imagen

realista de los hechos‖35.

Además se debe entender a los autores como militantes activos de una posición ideológica de carácter

político por lo que en sus obras, con o sin intención, se busca convencer al lector de sumarse a esta posición;

contrario a los Modernistas no buscan impresionar sino convencer. Si bien este movimiento literario es claro,

importante y con características únicas en México, no le es exclusivo a este país y se encuentran movimientos,

estilos, corrientes y escuelas literarias de ese carácter en el resto de Latinoamérica generados por las condiciones

políticas y sociales de su contexto.

Así como en México la vida política de una determinada época da lugar a la novela de la ―revolución‖; el ambiente geográfico y social de

Argentina determina la novela ―gaucha‖ que habla de las costumbres y formas de pensar de los habitantes de las pampas.

En otros países latinoamericanos las novelas se ubicaron en la selva, en los llanos, en la sierra o en las ciudades, pero todas reflejan la

realidad social de sus habitantes. Constituyen, en cierta forma, documentos sociales de gran valor y a través de la literatura puede

conformarse la historia de los pueblos latinoamericanos en la búsqueda de su identidad36

.

En México, los autores de la narrativa de la Revolución Mexicana buscan testimoniar el movimiento social que están

experimentando de una forma más inmediata con una técnica acercada a la de la novela-reportaje. Muchas veces

publicaron en periódicos cuentos o novelas por entregas, su obra fue más una narración del regionalismo en contraste

con las novelas revolucionarias de los cincuenta y sesenta del mismo siglo que se pueden definir como novelas de

promoción; no, estas obras testimoniaban el acontecer alrededor del autor y las técnicas más usadas eran la de la

35

RODRÍGUEZ, 1974: 8. 36

RODRÍGUEZ, 1974: 9.

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simultaneidad escénica y su ilación verbal, el monólogo interior, entre otras como se puede ver en obras como El

sátiro de Vicente Huidobro que tenían sus antecedentes en la novela abierta que en España tuvo sus cultores en

Azorín y Baroja.

Estas obras fueron el resultado de una línea evolutiva que viene del regionalismo y el neorrealismo y la

superan con el uso de técnicas que tienen validez y trascendencia estéticas en cuanto responden a la necesidad de

expresión individual del autor. Hay que decir que las formas de expresión antirretóricas y antiburguesas se siguieron

utilizando muchos años después pero ya sin vigencia. Estos autores también se pronunciaron públicamente en

declaraciones manifiestas de su posición política pero el desarrollo de este tipo de literatura se ve más beneficiado

por la grandeza de sus obras que por tales declaraciones.

Hubo una cantidad tremenda de narradores de la Revolución y la posrevolución entre los que están Rafael F.

Muñoz, Agustín Yáñez, Nellie Campobello, Ramón Rubín, Alfonso Reyes, Julio Torri, Carlos González Peña, Pedro

Prado, Mariano Azuela, José Rubén Romero, Martín Luis Guzmán, José Muncisidor, Artemio de Valle Arizpe,

Fernando Robles, Guadalupe Anda, Francisco Monterde, Emilio Abreu Gómez y José Martínez Sotomayor. Las

obras de estos autores se dan tanto en novela como en cuento y cada género tiene un desarrollo propio y

características específicas que denotaremos a continuación.

La novela o psicología de la Revolución Mexicana

Algunas conocidas novelas latinoamericanas sitúan en la obra una realidad económica, social y política que es el

trasfondo, horizonte y tierra común de la propia obra; esto lo cumplen las novelas de la Revolución Mexicana. Las

obras reflejan personajes que son fruto de la tradición histórica y que corresponden a la vida mexicana y a la

cotidianidad, son personas extraídas de una realidad a otra, son seres que viven gracias al pasado histórico,

comparables incluso a personajes épicos. Corresponden a lo que Hegel dice acerca de los personajes épicos.

Hegel en la Fenomenología del espíritu, ve en la épica un acto que es violación de la tierra pacífica […]: la épica convierte a la tumba en

trinchera, la vivifica con la sangre de los vivos y al hacerlo convoca el espíritu de los muertos, que sienten sed de la vida, y que reciben

con autoconciencia de la épica transmutada en tragedia, conciencia de sí, de la falibilidad y el error propios que han vulnerado los valores

colectivos de la polis37.

Estos personajes son representantes de figuras sociales de la época y lugar o lugares a los que se refiere la obra.

Encontramos personajes de esta construcción en obras como Señor Presidente de Asturias, Tirano Banderas de Valle

Inclán, Primer Magistrado de Carpentier, Los de Abajo de Azuela, El Patriarca de García Márquez, Pedro Páramo

de Rulfo, Los Ardavines de Gallegos o Yo, el Supremo de Roa Bastos. En Azuela, por ejemplo, vemos al hacendado,

al campesino, al que anduvo en la batalla a tal grado que los personajes se convierten en, como dijo Roa Bastos, ―la

quimera [que] ha ocupado el lugar de mi persona‖. Son éstos los que viven el momento y no ya las personas reales

(si tal cosa existe); en México, el revolucionario se encuentra en cuentos y novelas.

[…] la historia de América Latina parece escribirse con la ley jesuita del malmemorismo y comparativamente el hacendado se permite

representar este papel de protector, patriarca, juez y carcelero benévolo que exige y obtiene, paternalistamente, el trabajo y la lealtad del

37

Carlos Fuentes, ―La Iliada descalza‖ en, AZUELA, 1988: XXI.

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campesino que recibe del patriarca raciones, consolación religiosa y seguridad tristemente relativa. Su nombre es Pedro Páramo, don

Mónico, José Gregorio Ardavín38

.

Entonces este género para Carlos Fuentes se identifica con la épica. Ahondemos en este concepto. La épica es el

tránsito entre el mito y la tragedia pues nace de la intermediación del hombre con los dioses; cuando el hombre

identifica a los dioses como actores y asume la acción en la propia tierra original del mito según la misma idea

hegeliana. Entonces, la novela es la que sucede a la épica pues es un producto histórico que corresponde a esta

trasgresión.

¿Por qué? Acaso porque la novela, siendo el resultado de una operación crítica propia del Renacimiento que seculariza, relativiza y

contradice sus propios fundamentos críticos, siente primero la necesidad de criticar la forma de la cual emerge y en la cual se apoya,

negándola: la épica caballeresca de la Edad Media, el romance paladino; y, en seguida, experimenta la nostalgia del mito y la tragedia

pero ahora como nostalgia crítica: hija de la fe en el progreso y el futuro, la novela siente que su función se degrada si no es capaz de

criticar esa ideología y que, para hacerlo, necesita las armas del mito y la tragedia39

.

Entonces, podemos analizar a la novela desde la épica, pero hay que definir algunos conceptos como por ejemplo:

para Ortega y Gasset en la épica se encuentra sólo el pasado, no admite lo actual como posibilidad poética. Así lo

dice en Meditaciones del Quijote. ―El tema poético existe previamente de una vez para siempre; se trata sólo de

actualizarlo en los corazones, de traerlo a plenitud de presencia‖40.

Por su parte, la novela no trata propiamente, como la épica, los mitos; se plantea a los hechos pero éstos

están transgredidos más allá de la realidad; no como en la tragedia que restringe la épica al mito. La ficción moderna,

la narrativa pues, es, a través de la novela, la sustitución de la épica pero no es un producto espontáneo, su transición

se da a través de las epopeyas (que se pueden encontrar en las crónicas como las de Bernal Díaz del Castillo que

llegan a ser épicas cuando vemos que los conquistadores ven analogías entre sus obras y las de los personajes de los

poemas épicos clásicos) o en obras como La Celestina, El Buscón y Amazonía. Se puede encontrar el paralelo entre

las novelas picarescas y las crónicas americanas en el nivel poético por sus alcances. Con todo esto cumplen las

novelas de la Revolución Mexicana, podemos ver la épica en los personajes y las historias. En Azuela, por ejemplo.

Los de Abajo da también prueba […] de esta vacilación épica. Estamos ante una crónica épica que pretende establecer la forma de los

hechos, no de los mitos, porque éstos no nutren la textualidad inmediata de Los de Abajo. Pero también es una crónica novelística que no

sólo determina los hechos sino que los critica imaginativamente41

.

Contraria a la narrativa modernista, inmediato antecedente a la narrativa de la Revolución Mexicana, ésta no tiene

recursos del Naturalismo, como si la urgencia política de sus temas hubiera obligado al autor a buscar otros niveles

de ideología estética. Los episodios y personajes encontrados en las obras provienen de episodios y personajes de la

realidad (si tal cosa existe) y que fueron conocidos de primera mano u oídos al calor de los acontecimientos. Pero no

están compuestos simplemente sobre las características de una persona real sino que su construcción es compleja y

sus características se elevan por sobre las características de los episodios y personajes reales.

38

Carlos Fuentes, ―La Iliada descalza‖ en, AZUELA, 1988: XX. 39

Carlos Fuentes, ―La Iliada descalza‖ en, AZUELA, 1988: XXI. 40

José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, citado en AZUELA, 1988: XXII. 41

Carlos Fuentes, ―La Iliada descalza‖ en, AZUELA, 1988: XXI.

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El cuento o la inmediatez del reportaje

En cuanto a la narrativa breve, aclaramos aquí que se hará un análisis más profundo más adelante, así que

destaquemos sólo unas breves características. Tanto cuentos como novelas se publicaron en su mayoría en los

periódicos y en las revistas. Las novelas fueron en casi todos los casos novelas en entregas que años después de

redescubrieron y reeditaron (algunas veces por el mismo autor, otras no) y tuvieron formas estéticas más centradas.

Sin embargo el cuento, al ser más breve, cuando se recopiló sufrió muy pocas modificaciones así que cumple aún

con la característica de ser escrito con premura, con la premura suficiente para ser leídos en la misma semana. Esto

hace que la narrativa sea más sencilla, sin grandes complicaciones estéticas y que las posturas políticas vertidas sean

las del fragor de la batalla, las del coraje con el otro; honestas, sin manipuleos intencionados de la forma. Luego, su

característica de ideologizar es innata. Su técnica, como se ha dicho es la del reportaje.

El ejemplo más claro de ello sea tal vez, Rafael F. Muñoz, reportero que tenía una postura política muy

definida. Había sido seguidor de Madero; se encontraba en Ciudad de México estudiando cuando triunfó la

revolución maderista pero tras el golpe huertista regresó a Chihuahua. Justo en ese periodo es cuando comienza su

trabajo de reportero, a los dieciséis años. En 1916 abandona el país, pero regresa en 1920 y continúa su labor tanto de

reportero como de cuentista en los periódicos. Trabaja después de ese año en El Heraldo, El Universal, y el

Universal Gráfico y llegó a ser director de El Nacional en el gobierno de Portes Gil.

Muchas de las obras de novelas de autores de cuentos comparten el que en las historias prevalezca el autor

como cuentista más que como novelista y prevalece el reportaje en las historias. ―Fundamentalmente se considera un

periodista que con las herramientas y la técnica y los vicios y las virtudes de esa profesión irrumpe en el género

novelístico ocasionalmente, para descargar ciertos recuerdos personales‖42. Carlos Monsivais ha dicho que obras

novelísticas de autores como Muñoz son ―más que novela, serie de anécdotas unidas […]‖. Esta característica

fundamental define los cuentos de la Revolución Mexicana, sobre todo los que se escribieron en la primera época de

la lucha armada.

Luego, la novela y el cuento no son géneros separados; comparten características pero también tienen las

propias que los distinguen (por ejemplo, la más preclara, la extensión) pero ambos son testimonios de la época,

registros históricos que nos permiten vislumbrar las opiniones, las experiencias y las formas de ver a la Revolución.

Pero el cuento de la Revolución Mexicana no se agota en ella; es un género que se siguió y sigue explotando.

Autores de narrativa breve de la Revolución Mexicana existen durante todo el siglo veinte a tal grado que al respecto

de la literatura y la revolución Cortázar dijo alguna vez: ―uno de los más agudos problemas latinoamericanos es que

estamos necesitando más que nunca a los Che Guevara del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los

literatos de la revolución‖43.

42

Antonio Magaña Esquivel, La novela de la Revolución, citado en MUÑOZ, 1974: 11. 43

Julio Cortázar citado en ALEGRÍA, 1976: 29. Cuando Cortázar dice esta afirmación en una conferencia no se refiere sólo a los literatos de la

Revolución Mexicana sino a todos los que escriben de revoluciones en Latinoamérica pero es claro que sí incluye en esta afirmación a los

narradores de la Revolución Mexicana.

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La trinchera (1922). José Clemente Orozco.

En el antiguo Colegio de San Ildefonso, donde se instaló la Escuela Nacional Preparatoria.

CAPÍTULO II

REVOLUCIÓN MEXICANA E IDENTIDAD NACIONAL

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CAPÍTULO II

REVOLUCIÓN MEXICANA E IDENTIDAD NACIONAL

Y si Adelita se fuera con otro,

la seguiría por tierra y por mar;

si por mar en un buque de guerra,

si por tierra en un tren militar.

―La Adelita‖, Corrido de Dominio Popular

La Revolución Mexicana como coyuntura histórica es profundamente compleja y su estudio requiere de un trabajo

crítico muy intenso. Los textos acerca de este hecho son vastísimos y no son parte sólo de la historiografía mexicana,

sino de la mundial. Por ello, la cantidad de información encontrada acerca de él es exorbitante y se debe manejar con

cuidado y de una forma muy crítica. Encontramos desde las crónicas de los testigos de los hechos, hasta los grandes

trabajos sobre historia económica, social y/o cultural, pasando por las crónicas periodísticas, la propia hemerografía

contemporánea, la incontable publicidad contemporánea, los trabajos históricos diletantes, los registros fílmicos y

fotográficos, los documentos de archivo, los documentos que nos dan la imagen kitsch de los hechos, los trabajos de

la historia nacional y un largísimo etcétera.

Por ello, cabe aclarar aquí qué es lo que el lector encontrará en este capítulo. Veremos primeramente un

resumen de los antecedentes inmediatos y la historia de la Revolución Mexicana y un breve periodo de lo que

historiográficamente se conoce como posrevolución y nuestro resumen abarca desde 1900 hasta 1946. Ahora,

¿cuándo inicia la posrevolución? Hay una polémica al respecto. Para algunos la Revolución termina con la entrada

interina de De la Huerta a la Presidencia en 1920; para otros con el inicio o el final de la presidencia de Cárdenas en

1936 y 1940 respectivamente; algunos más con el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario en 1929, otros

con su transformación en Partido de la Revolución Mexicana en 1938, otros con el cambio a Partido Revolucionario

Institucional en 1946; algunos otros opinan que la Revolución termina desde el triunfo carrancista o maderista, hay

quien, incluso, dice que termina en el 2000 con la entrada del gobierno de Vicente Fox y hay para quien es un

proceso que continúa.

Nuestra postura al respecto es que la Revolución es un proceso que sufre múltiples etapas y éstas son, para

nosotros, las que les dan nombre a los subapartados del siguiente apartado. En estas etapas el proceso pasó del campo

de batalla a la política pero no de una forma tajante sino gradual y dialécticamente; es decir, a partir de las propias

contradicciones del momento, en oleadas (o mareas). Poco a poco, una ideología hegemónica fue asentándose por

medio de un partido de estado (P.N.R., P.R.M. y P.R.I., según la época, pero pese a lo que se pueda creer, no eran

exactamente el mismo). El fortalecimiento de este/estos partido/partidos trajo consigo la implantación de unos

grupos sociales sobre otros, y con ellos, la implantación hegemónica de su ideología. A este proceso gradual y

dialéctico de definición ideológica lo entenderemos como posrevolución y va ocurriendo entre 1929 y 1946. Ese año

es, sin duda alguna, el de la definición hegemónica total e innegable de un poder estatal sólido; sin embargo, no

podemos decir que esto no comienza desde antes, no se da de súbito en un día, mes o año definitivo, se da,

históricamente determinado, a través del mismo proceso ideológico (el historiador sólo determina la temporalidad

para poder trabajar de forma clara a partir de los elementos que recopile). Es por ello que es importante hablar de ese

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proceso y ese será el segundo apartado de esta unidad. Lo abordaremos por los dos ejes que nos parecen

fundamentales en el proceso.

La difusión de un discurso hegemónico (que, por cierto, tiene su fundamento en la propia Revolución

Mexicana; es decir, la Revolución Mexicana se convirtió muy pronto en un discurso de legitimación de ese poder) a

través de los medios del Estado y el más importante de ellos, la educación. Otro eje es el arte, que también es

privilegiado por el Estado si es que éste contribuye a transmitir su mensaje. Veremos entonces, el discurso estatal,

principalmente difundido a través de la educación, y cómo es que el arte sirve también a la difusión de ese discurso.

Adjuntamos en este apartado un breve trabajo cerca de la figura de Francisco Villa en este respecto debido a la

importancia que tiene dentro de la narrativa revolucionaria. Además hemos preparado una cronología de los años ya

dichos para destacar los acontecimientos más importantes en ese proceso pero ésa la podrá encontrar el lector como

anexo al final de este trabajo bajo el nombre Anexo 4 ―Cronología de la Revolución Mexicana‖.

Las Revoluciones Mexicanas

Antecedentes

El inicio del siglo XX, trajo consigo la decadencia de un régimen aparentemente sólido. Para los ojos del mundo,

México era un país en pleno e innegable desarrollo. Todo parecía orden. Ante la prensa mundial la calma reinaba, sin

embargo, algunos hechos que hoy son notados por la historiografía, daban cuenta de otra cosa. Anotaremos a

continuación los más importantes de los primeros años del siglo en cuanto a evidencia de la decadencia del régimen

y en cuanto a vida social, política y cultural del país. En 1900, los hermanos Flores Magón inician la publicación de

Regeneración, un diario semanal en donde se critica fuertemente al régimen porfirista. El periódico fue proscrito a

los pocos años pero se siguió publicando desde el extranjero. En el mismo año, Justo Sierra publica México, su

evolución social, que es una voluminosa historia de México. Para 1909 Andrés Molina Enríquez publica un análisis

crítico de la crisis agraria en México titulado Los grandes problemas nacionales. En 1904, Ricardo Flores Magón

funda el Partido Liberal Mexicano que buscaba ser una fuerza en contrapeso del régimen porfirista. Los Flores

Magón son encarcelados en Los Ángeles California pero continúan su juego político desde la cárcel, al final, su

papel en la Revolución Mexicana fue mínimo.

El primero de julio de 1906, los empleados de Cananea Koper Company van a la huelga en búsqueda de

reivindicaciones obreras y al mismo tiempo surge el programa del Partido Liberal Mexicano y Manifiesto a la nación

donde se llama al pueblo a rebelarse en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. Para el siete de enero 1907, se da la

Huelga de los trabajadores de las fábricas textiles de Río Blanco que fue también reprimida violentamente. Para 1909

las opiniones acerca de la situación política de México dicen que es estable.

El Imparcial, primer diario industrial de México y símbolo él mismo de la enorme transformación [del país] […], garantizaba a sus

lectores en 1909: ―Una revolución en México es imposible‖. Karl Bunz, el ministro alemán, escribía a su gobierno el 17 de septiembre de

ese mismo año: ―Considero, al igual que la prensa y la opinión pública, que una revolución general está fuera de toda posibilidad‖. […]

Andrew Carnegie, después de su visita en 1910: ―En todos los rincones de la república reina una paz envidiable‖, a lo que añadió el poeta

español Julio Sesto su propia certidumbre meteorológica: ―Ninguna nube negra hay en el horizonte‖44

.

44

AGUILAR y Meyer, 2001: 11.

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Sin embargo, la situación social era pacífica por las duras condiciones de vida en las que estaba el pueblo mexicano,

por lo que en el periodo final del gobierno porfirista, éste se encontraba en una situación incómoda y tuvo que ejercer

mucha fuerza basada en la intolerancia y la represión en contra de los ya muchos levantamientos populares como las

ya mencionadas huelgas de Río Blanco y Cananea. De la misma manera, el desarrollo económico del país que había

crecido velozmente al final del anterior siglo, el los albores del XX, pese a seguir siendo estable, mostró un freno.

Sólo unos sectores, eso sí, los más fuertes, de los grandes propietarios (hacendados, industriales, grandes

comerciantes…) seguían apoyando al régimen. Otros, los afectados por la desaceleración de la economía,

comenzaban a sentirse incómodos y a identificarse (tal vez sólo de forma y no de fondo) con los descontentos grupos

liberales.

Es esta época en la que se agudiza el problema agrario; hay una fuerte ruptura por los tamices del añejo

conflicto por la propiedad de la tierra. Es en enero de 1908 que el redactor de la Pearson’s Magazine de los Estados

Unidos, James Creelman, entrevista a Porfirio Díaz, quien le asegura que se retirará de la vida política cuando

termine el período presidencial en 1910. Como consecuencia de esto, en diciembre aparece publicada La sucesión

presidencial de 1910 de Francisco I. Madero.

La revolución maderista

Gracias a la entrevista Díaz-Creelman se inicia una vorágine de acontecimientos políticos puesto que, ante la

evidencia de que la sucesión presidencial era posible, los grupos liberales buscaron tener una posición tal que les

diera un lugar tras la sucesión. Por ejemplo, el veintidós de mayo de 1909 el Centro Antirreeleccionista de México

inicia sus labores en oposición al régimen en búsqueda de la sucesión. Madero es elegido vicepresidente del centro y

para el cinco de abril, Madero es designado candidato a la presidencia en la Asamblea Nacional Antirreeleccionista.

La represión contra el movimiento comienza y Madero es aprehendido en Monterrey en mayo y es trasladado a San

Luis Potosí el cinco de junio. Mientras Madero permanece preso inician las fiestas por el centenario de la

Independencia de México y es en este contexto que se dan las elecciones presidenciales el veintisiete de septiembre y

resulta reelecto Porfirio Díaz y Ramón Corral es su vicepresidente.

Para el cinco de octubre, Madero se fuga de la prisión de San Luis Potosí y se exilia en Estados Unidos.

Desde el exilio promulga el Plan de San Luis, supuestamente redactado en prisión pero fue en realidad escrito

durante su exilio en San Antonio Texas, donde declara nulas las elecciones bajo la consigna de «No reelección» y

fija el veinte de noviembre para un levantamiento general: ―He designado el domingo veinte del entrante noviembre,

para que de las seis de la tarde en adelante, todas las poblaciones de República se levanten en armas‖. Llegada la

fecha estallan levantamientos en Puebla y Chihuahua. El Plan de San Luis fue visto como un aglutinador de diversos

movimientos sociales que tenían como objetivo derrocar al régimen. Sin embargo Madero venía de un sector muy

bien identificado: el de los grandes propietarios descontentos con el régimen y el ser parte de ese sector definiría

muchas de las acciones que causarían un posterior descontento en su contra.

Como otra consecuencia de los levantamientos, en diciembre de 1910 se publica Barbarous Mexico del

periodista norteamericano John Kenneth Turner con la finalidad de informar al pueblo estadounidense de lo que

había presenciado acerca de la vida de los trabajadores mexicanos y de evitar que el gobierno de su país interviniera

en contra de la insurrección. La formulación de este texto comienza cuando en 1908 Record lo envía a Los Ángeles a

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entrevistar a los encarcelados del Partido Liberal Mexicano entre los que se encontraba Ricardo Flores Magón. Ellos

le dijeron que buscaron el levantamiento armado debido a que las condiciones de los trabajadores en México eran tan

precarias que se podían sustantivar como esclavismo. Turner, incrédulo decidió hacer una investigación periodística.

Llegó a Yucatán haciéndose pasar por un potencial inversionista interesado en adquirir una hacienda henequenera

ayudado por un rico mexicano que estaba en contra del régimen porfirista. Logró colarse a los círculos de los grandes

hacendados de la península y luego viajó por otros lugares del país como Ciudad de México y Sonora.

Tras una estancia que le permitió la convivencia tanto con los grandes hacendados e industriales como con

los jornaleros, campesinos y obreros regresó a su país muy indignado por lo que había visto y convencido de que las

condiciones sociales en las que se encontraban los trabajadores mexicanos eran de una crueldad inaudita.

Inmediatamente comenzó a publicar artículos en revistas y periódicos estadounidenses denunciando las condiciones

de vida en las que se tenían a los trabajadores mexicanos. Hablaba muy mal acerca de los grandes dueños y de las

autoridades porfirianas quienes estaban, decía, coludidas para sobajar a los trabajadores mexicanos. El principal

difusor de estas obras fue The American Magazine y rápidamente estas obras se convirtieron en un escándalo

internacional, logró llegar a impactar a una gran cantidad de la comunidad estadounidense y fue culpado de

parcialidad en sus acusaciones, además el gobierno mexicano lo acusó de ser parte de una campaña internacional de

desprestigio en contra del gobierno porfiriano. Turner siguió trabajando en el tema y se convirtió pronto en un

activista liberal. Condenó en publicaciones estadounidenses y mexicanas el desembarco de marines en Veracruz en

1914. Denunció en 1918 en The Nation otra posible intervención norteamericana. En 1920 publicó su segundo libro,

Hands off Mexico. También se hizo redactor de Regeneración, involucrándose al punto de que su esposa Ethel

escribía la versión inglesa del periódico45.

El levantamiento maderista tiene un pronto éxito y surgen muchos movimientos en respuesta al llamado del

Plan de San Luis. Una conspiración rebelde en la región de Puebla y Tlaxcala fue descubierta por el gobierno a

mediados de noviembre y sus miembros fueron arrestados. A raíz de los sucesos, el rebelde Aquiles Serdán se

levantó dos días antes de lo previsto. Un contingente policiaco rodeó la casa Serdán en Puebla el dieciocho de

noviembre y convirtió a Aquiles Serdán en uno de los primeros mártires de la Revolución. Más arrestos se

sucedieron en otras ciudades del centro del país, con lo que se extinguieron las primeras chispas de la revuelta antes

de que pudieran avivarse y extenderse. Madero abandonó San Antonio Texas el dieciocho de noviembre y en la

noche del diecinueve regresó a México, donde no halló ni armamento ni seguidores. Pero la rebelión en efecto se

desató en zonas rurales aisladas en Chihuahua, Morelos, Tlaxcala y San Luis Potosí, por lo que Madero regresó a

México en febrero de 1911 y sus fuerzas rebeldes tomaron la fronteriza Ciudad Juárez en mayo.

[…] Respondieron al llamado grupos de rancheros y patriotas aislados de las ciudades. Aquiles Serdán en Puebla resistió en su casa a toda

la guarnición porfirista y la tuvo en jaque durante todo un día con cinco compañeros y dos mujeres de su familia. Cayeron todos los

hombres acribillados pero el país se conmovió. En el campo iniciaron la lucha Pascual Orozco y Francisco Villa, en Chihuahua; los

Figueroa, en Guerrero; Moya, en Zacatecas; Bracamontes y Maytorena, en Sonora; los Gutiérrez, en Coahuila […].

Los revolucionarios habían capturado a Ciudad Juárez a sangre y fuego, estableciendo en dicha plaza un gobierno provisional […]46

.

45

KENNETH, 1975. 46

VASCONCELOS, 1975: 428-429.

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Ante la embestida en docenas de regiones y ciudades, Díaz renunció el veinticinco de mayo, después de que sus

consejeros pactaron con Madero el establecimiento de un conservador gobierno interino dirigido desde el veintiséis

de mayo por Francisco L. de la Barra. Para el treinta y uno del mismo mes Porfirio Díaz se embarca en el ―Ipiranga‖

para su exilio en Europa (moriría finalmente en Francia). Pero ―la fase militar de la revolución maderista llega a su

fin en junio de 1911‖ Como bien apunta François Xavier Guerra con las nuevas elecciones presidenciales en las que

Madero fue electo presidente libre y mayoritariamente. Tomó posesión el seis de noviembre del mismo año.

Madero asume el poder pero no incorpora los reclamos populares a su gobierno que no funciona como un

derrocamiento de la estructura sino como una sustitución de personalidades en él. Esta falta de continuidad con el

proyecto revolucionario del Plan de San Luis le genera enemistades al interior e incluso al exterior del país. Para el

doce de agosto Emiliano Zapata en Morelos declara que no desmovilizará sus tropas mientras no se restituyan los

ejidos a los pueblos. El veintitrés Andrés Molina Enríquez proclama en Texcoco su Plan de Revolución Agraria y el

treinta y uno de octubre se proclama el Plan de Tacubaya que reforma al de San Luis y desconoce a Madero como

presidente. El veintiocho de noviembre Zapata desconoce a Madero en el Plan de Ayala y pide la distribución de la

tercera parte de los latifundios. El dieciséis de diciembre el general Bernardo Reyes (ex gobernador de Nuevo León)

regresa de los Estados Unidos para rebelarse en contra de Madero pero se rinde en Linares el veinticinco del mismo

mes. Para 1912, en febrero, insurrectos antimaderistas ocupan Ciudad Juárez dirigidos por Pascual Orozco quien el

tres de marzo se pronuncia contra Madero en Chihuahua.

El catorce de abril, Álvaro Obregón, presidente municipal de Huatabampo, se prepara para combatir a

Orozco y el tres de julio el general Victoriano Huerta, con fuerzas del gobierno, derrota a Orozco en la batalla de

Bachimba y el treinta y uno el teniente coronel Álvaro Obregón también derrota a Orozco en la batalla de Ojitos.

Para el dieciséis de octubre, el general Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz) se subleva en Veracruz pero es

derrotado el día veintitrés y se le traslada prisionero a la ciudad de México y posteriormente escapa como preludio a

la llamada ―Decena Trágica‖ que comienza el nueve de febrero de 1913 con la muerte de Bernardo Reyes frente al

Palacio Nacional defendido por tropas maderistas. Tras la batalla, los generales Mondragón y Félix Díaz se refugian

en la Ciudadela. Apunta Vasconcelos.

El nueve de febrero de 1913, dos regimientos de Tacubaya y los cadetes de la Escuela Militar de Tlalpan, asaltaron la Penitenciaria para

libertar a Félix Díaz, después de Sacar de la prisión de Santiago Tlaltelolco a Bernardo Reyes, y en seguida, al frente de las tropas,

atacaron el Palacio Nacional. Una escasa guardia reunida de prisa bastó para ponerlos en fuga, quedando muerto sobre el asfalto el

general Reyes. Los sublevados, con Félix Díaz y Mondragón a la cabeza, lograron refugiarse en la Ciudadela, mediante la compl icidad de

algunos jefes de dicho centro militar.47

El once Madero nombra al general Victoriano Huerta comandante de la plaza y general en jefe de las fuerzas del

gobierno. El dieciocho Huerta traiciona a Madero y se une al movimiento contrarrevolucionario, patrocinado por el

embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson. Madero renuncia y el diecinueve la Cámara de Diputados

acepta la renuncia de Madero y del vicepresidente Pino Suárez y Victoriano Huerta ocupa la presidencia. El día

veintidós son asesinados Madero y Pino Suárez al ser trasladados a la Penitenciaría. En este contexto Nueva Era

publica las remembranzas del general Pascual Orozco sobre su actuar en Chihuahua el veinte de noviembre de 1910.

El entrevistador concluyó: ―Aquí está, brevemente, el comienzo de una gran obra que llagaría a conmocionar, incluso

47

VASCONCELOS, 1975: 435.

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a derrocar, a un sistema que parecía indestructible, así como a abrir una nueva era de libertad y justicia en nuestra

historia‖.

Huerta y la división de facciones

Al asumir el poder Victoriano Huerta tras una pugna con Félix Díaz, los grupos revolucionarios reaccionaron con

descontento pues el golpe huertista era una vez más no un derrocamiento de un régimen sino un cambio formal y lo

que se exigía era un cambio fundamental. El cinco de marzo de 1913 Ignacio L, Pesqueira, gobernador de Sonora,

desconoce a Huerta y nombra jefe de guerra a Álvaro Obregón. Para el día veintiséis Se organizan diversos

levantamientos como el llamado por el Plan de Guadalupe en búsqueda de la revolución constitucionalista. Esta

rebelión, está vez bajo el mando de Venustiano Carranza, que era ex gobernador de Coahuila, y asume el cargo de

Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y hace un llamado a la restitución de la Constitución de 1857. Esta

rebelión avanzó desde los estados del norte hacía el centro del país. Su intención era destruir al militarismo huertista

y al clericalismo reaccionario, así como restaurar el gobierno constitucional.

Entre el doce y el quince de agosto se da la estancia en la Ciudad de México de John Lind, enviado personal

de Woodrow Wilson, quien está preocupado por la inclinación de la dictadura huertista hacia el capital inglés. El

doce de abril de 1914 se suma a la compleja problemática el desembarco de marines que estaban en San Juan de

Ulúa para tomar Veracruz en un intento de derrocar a Huerta que había dejado de ser conveniente para el gobierno de

Woodrow Wilson El pretexto era que marinos del ―Dolphin‖, barco de guerra de los Estados Unidos, habían sido

tomados prisioneros por las autoridades de Tampico dos días antes. Al final, esto provoca la ruptura de relaciones

diplomáticas con los Estados Unidos. Pese a todo, este capítulo es el principio del fin del régimen huertista que se

rinde en agosto ante el ejército constitucionalista.

Antes, el quince de julio, había renunciado Huerta a la presidencia y para el día treinta sale hacia el

extranjero; Francisco S. Carbajal es nombrado presidente interino. Sin embargo, ante la pujanza de las fuerzas

revolucionarias, Carbajal abandona la presidencia. El trece de agosto. Dos odias después las fuerzas

constitucionalistas al mando de Obregón entran en la Ciudad de México; el día veinte entra Venustiano Carranza

como Jefe del Ejército Constitucionalista y asume el Poder Ejecutivo.

El fragor de la guerra

Sin embargo, este final no significó sino un paso más del conflicto en el que los grupos triunfantes debían ajustar

cuentas y reorganizar sus posiciones. Ante esto apunta Adolfo Gilly.

Todas las declaraciones y acciones de los jefes de las facciones revolucionarias […] que habían vencido a Victoriano Huerta y destruido

al ejército federal, convergían en plantear una necesidad: la reorganización del Estado. Sobre este punto estalla la crisis de los vencedores,

porque cada fracción se hacía una idea diferente de esa reorganización según los intereses de clase que predominaban en su seno.

Villa y la dirección de la División del Norte se habían ido radicalizando con el progreso de la guerra civil, su ruptura con Carranza

estaba consumada y coincidían cada vez más con las posiciones de los zapatistas. Controlaban, de Torreón al norte, todo Chihuahua,

donde había un gobierno villista, y parte de Durango. El gobernador de Sonora, José María Maytorena, había roto con Carranza y tenía

una alianza inestable con el villismo. Pablo González tenía en su poder el puerto de Tampico, y los constitucionalistas controlaban la

capital del país, parte de Sinaloa, parte de Jalisco Veracruz y la península de Yucatán, cuyas exportaciones de henequén llegaron a ser —

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como el petróleo de la costa del Golfo— una fuente de recursos inestimable para armar y sostener a sus tropas, tanto como el ganado de

las haciendas de Chihuahua lo era para las de Villa. Los zapatistas controlaban Morelos, Guerrero, parte de Tlaxcala y Puebla.

La situación de Carranza en la Ciudad de México era, pues, muy precaria. Ningún poder estable podía afirmarse sobre esa división

territorial de poderes armados. El relativo equilibrio de fuerzas militares y políticas en el mes de septiembre de 1914 empujaba a buscar la

solución por un acuerdo48

.

La búsqueda de unidad se materializó en la Convención de Aguascalientes, que, sin embargo, no logró sus objetivos

y llegó incluso a enfrentar más a las facciones. En septiembre, fracasaron las negociaciones para que Zapata se

sometiera a Carranza. El veintidós del mismo mes Villa desconoce a Carranza y se niega a asistir a la Convención

carrancista del primero de octubre y pronuncia un manifiesto en Chihuahua el día veinticinco de septiembre. Para el

primero de octubre se instala, como se había previsto, en la Ciudad de México la Convención carrancista; se niegan a

asistir Villa y Zapata; Carranza presenta su renuncia como Jefe del Ejército encargado del Poder Ejecutivo pero no se

le acepta y la Convención decide reanudar sus sesiones en Aguascalientes. Como vemos, la coalición se fracturó en

fracciones. La desconfianza y el desacuerdo provocaron la separación definitiva entre Carranza y Villa, una ruptura

que no pudo enmendar la convención revolucionaria que se reunió en Aguascalientes. Los zapatistas que habían

peleado contra la dictadura de Huerta pero no se unieron a la coalición constitucionalista, formaron una frágil alianza

con Villa en contra de Carranza durante la Convención. La nueva ―guerra de los ganadores‖ estuvo acompañada por

guerra de palabras, de retórica sobre el pasado y sobre los posibles futuros.

La Convención de Aguascalientes se llevó a cabo entre el diez de octubre y el trece de noviembre y a ella no

asiste Carranza. La Convención quedó en manos de un grupo de representantes de la intelectualidad. En ella se

destituye a Carranza como Primer Jefe y a Villa como Jefe de la División del Norte, además se nombra al general

Eulalio Gutiérrez presidente provisional. Pero desde el ocho de noviembre Carranza rechaza las decisiones de la

Convención. Para los villistas la revolución incluía la insurrección de Madero contra Díaz y la batalla

constitucionalista contra Huerta. A diferencia de los carrancistas, los villistas se consideraban a sí mismos, ante todo

fieles a los maderistas, ―El Plan de San Luis tiene continuadores y representantes‖ aseveraban. Los villistas

determinaban quiénes eran sus enemigos y quiénes sus amigos a través del lente del maderismo. Los villistas

lanzaron la acusación de que siendo Obregón presidente municipal de Huatabambo Sonora, el general actuó en

contra del triunfo maderista en 1911 y obstaculizó las carreras de varios generales revolucionarios, simplemente

porque eran maderistas.

Los enfrentamientos se volvieron violentos tras la ratificación tácita del gobierno de los Estados Unidos del

gobierno de Carranza con el repliegue de las fuerzas norteamericanas que abandonan el puerto de Veracruz ante la

repulsa del pueblo mexicano puesto que el puerto es entregado al gobierno de Carranza el veintitrés de noviembre. El

siguiente día, entran los zapatistas en la Ciudad de México y Carranza hace un repliegue táctico y se establece en

Veracruz y la declara capital de la República. Para el tres de diciembre entra en la Ciudad de México Eulalio

Gutiérrez el presidente provisional nombrado por la Convención de Aguascalientes. El seis entra en el ejército de la

Convención compuesto por tropas de Villa y Zapata. Ante esto, el doce Carranza decreta que subsiste el Plan de

Guadalupe hasta el triunfo completo de la Revolución.

La oposición de Villa a Carranza, de 1914 en adelante, se originaba principalmente en dos supuestas

infidencias: Carranza traicionó los ideales revolucionarios de un gobierno democrático y las reformas

48

Adolfo Gilly citado en AGUILAR y Meyer, 2001: 61–62.

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socioeconómicas necesarias para asegurar el mejoramiento de las clases desheredadas. Villa exigió al pueblo

mexicano un nuevo sacrificio ―para que la revolución pueda definitivamente realizar sus caros ideales‖. Y a decir de

la propagandística de Villa, él era el hombre destinado a alcanzarlos, puesto que era libertador de las masas y el

campeón de la democracia verdadera. Todos estos grupos armados llegaron a la apertura en una tensa situación que

legó a ser violenta en el año decisivo de la gestión revolucionaria; 1915.

Es el año de la definición de la guerra civil con la derrota de los ejércitos villistas y zapatistas, los ejércitos campesinos de la revolución.

Es el año de la implantación de una nueva hegemonía política nacional, cuya continuidad fundamental no habría de perderse en adelante.

Es el año de la fundación del estado mexicano revolucionario, la consolidación de un gobierno reconocido nacional e internacionalmente,

que inicia la legislación agraria moderna del país, con la ley del 6 de enero, y establece el primer pacto orgánico de la Revolución con los

obreros organizados de la Casa del Obrero Mundial, en febrero de 1915, un pacto que anticipa el carácter de la relación fundamental que

ambos actores tendrían por las siguientes siete décadas.

Es también el año de la experiencia popular de la revolución, el año de la chinga, de las batallas que comprometen ejércitos de ochenta

y cien mil hombres, y de la movilización bélica total en los grandes ejércitos o en las pequeñas bandas locales dedicadas a la agresión o a

la autodefensa, al abigeato o a la revolución. Es el año de la precariedad y la destrucción. La autoridad es tan volátil como la moneda. Las

transacciones menudas en la Ciudad de México se hacen con boletos del tranvía. En el mar de papel moneda emitido por los distintos

ejércitos, "los más pobres", recuerda Alejandra Moreno Toscano, regresan a "las transacciones directas, sin intermediación, de dinero:

bien por bien, servicio por servicio"49

.

Inmediatamente iniciado ese año, la Convención reanuda sus sesiones en la Ciudad de México. El dieciséis de enero

Roque Garza asume la presidencia de la Convención hasta el diez de junio. El día veintiséis de enero la Convención

se traslada a Cuernavaca por el avance de las fuerzas constitucionalistas. El diecisiete de febrero se da el Pacto de

Veracruz entre los representantes de la Casa del Obrero Mundial, cuyos Batallones Rojos habían colaborado a la

derrota de Villa. Para el once de marzo, las tropas zapatistas ocupan la Ciudad de México después de ser abandonada

por las fuerzas constitucionalistas. Sin embargo, la unión entre las fuerzas zapatistas y villistas es endeble. Tras un

avance táctico del ejército constitucionalista, las fuerzas de Zapata no apoyan a las de Villa por seguir en Ciudad de

México y se dan entre el seis y el siete y entre el trece y el quince de abril la primera y segunda batallas de Celaya en

las que fuerzas constitucionalistas al mando de Obregón derrotan a Villa.

El avance carrancista sigue y el once de junio Carranza declara que domina a la mayor parte del país y pide

la sumisión de los bandos contrarios. En un mes, las fuerzas constitucionalistas, al mando de Álvaro Obregón,

ocupan la Ciudad de México y el gobierno de la Convención se establece en Toluca el día catorce. Para el once de

octubre el gobierno de Carranza se establece en México y el diecinueve es reconocido como gobierno de hecho por

los Estados Unidos y países latinoamericanos; Woodrow Wilson decreta el embargo de armas a México, con la

excepción de las destinadas a Carranza. Entre octubre y noviembre las fuerzas de Villa son derrotadas en Sonora.

Carrancismo y constitucionalismo

Lo que hubiera parecido el inicio de la calma, no fue sino un detonante más de las muchas rebeliones de descontento;

algunas sofocadas, otras retornadas a las condiciones originarias como rebeliones locales tercas y resistentes que no

desafiaban la hegemonía política, militar y administrativa del nuevo gobierno que pretendía asentar su poder. Una

49

AGUILAR y Meyer, 2001: 64.

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muestra de esto fue la conformación del régimen constituyente. En enero de 1916 Carranza disuelve los Batallones

Rojos obreros. El diez del mismo mes Villa fusila a quince norteamericanos en Santa Isabel Chihuahua y Carranza

declara a Villa fuera de la ley el día catorce. Luego, el nueve de marzo se da el asalto de Villa al pueblo de Columbus

Nuevo México, y al día siguiente entra a territorio mexicano la Expedición Punitiva de los Estados Unidos, al mando

de John J. Pershing, con dieciocho mil hombres para perseguir a Villa y no se retira sino hasta el cinco de febrero del

siguiente año luego de las conversaciones de Atlantic City entre México y los Estados Unidos. En abril de 1916,

Zapata dirige un ―Manifiesto a la Nación‖ en contra de Carranza.

Por su parte, Carranza, entre sus acciones de gobierno había creado el diecinueve de enero la Comisión

Nacional Agraria. Luego, el primero de agosto Carranza lanza un decreto reprimiendo el movimiento obrero. Es en

septiembre que Carranza convoca al Congreso Constituyente

El 19 de septiembre de 1916, Venustiano Carranza, todavía Primer Jefe encargado del poder ejecutivo durante el periodo

preconstitucional (1915–1916) convocó a un congreso constituyente para codificar el nuevo pacto político del México que emergía de la

Revolución. El 22 de octubre fueron celebradas las elecciones de los diputados constituyentes, cuyo requisito único de ingreso fue haber

permanecido durante los vaivenes de la guerra civil fieles al Plan de Guadalupe y al liderato de Carranza. Un congreso exclusivo: sólo

para carrancistas50

.

El haber podido conformar un congreso constituyente de carrancistas efectivamente fortaleció al régimen pero esta

fortaleza fue efímera pues se desgastó rápidamente; como lo afirma Friedrich Katz.

No había nada de muy revolucionario en la política económica nacionalista de Carranza. Lo que se propuso fundamentalmente fue

restablecer las condiciones del porfiriato en beneficio de grandes segmentos de la clase alta tradicional de México y de su nueva

burguesía. El propósito de Carranza era ganarse a estos grupos tanto a expensas de los intereses extranjeros como de las clases más bajas

de la sociedad mexicana, sobre cuyos hombros habría de caer la carga de los costos de la revolución. Por razones obvias, le fue mucho

más fácil imponer dicha carga a los pobres que a los intereses extranjeros51

.

Entre diciembre de 1916 y enero de 1917 se realiza el Congreso de Querétaro. Esto crea un conflicto que impone una

redacción radical al artículo tercero (educación popular), al veintisiete (derecho de la propiedad de la nación sobre la

riqueza del suelo) y al ciento veintitrés (derechos sociales de los trabajadores) de la Constitución. Carranza establece

un gobierno para todo el país. Los caudillos, militares y políticos carrancistas redactaron una nueva constitución

revolucionara que fue promulgada el cinco de febrero de 1917 y unos meses después, el veintiséis de abril, Carranza

fue declarado por la Cámara de Diputados presidente constitucional para el período que abarca entre 1916 y 1920 y

el primero de mayo asume la presidencia.

En 1917, por primera vez se manda grabar el escudo nacional ―el águila devorando una serpiente parada

sobre un nopal‖ en las monedas nacionales. También se inaugura el primer monumento revolucionario dedicado a los

hermanos Serdán en la ciudad de Puebla. En 1918 Zapata, Villa y Félix Díaz se declaran en contra de Carranza y

entre marzo y abril Zapata llama a la unión. El quince de enero de 1919 Carranza lee un Manifiesto pidiendo que se

aplace la lucha electoral para el período de 1920 a 1924.

50

AGUILAR y Meyer, 2001: 75. 51

Friedrich Katz citado en AGUILAR y Meyer, 2001: 81.

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Durante ese periodo se comenzó a crear una nueva historia oficial en la que se ignoraba al maderismo casi

por completo. Mientras tanto, el diez de abril de 1919, Emiliano Zapata, jefe suriano de la revolución agraria, es

muerto a traición por las tropas del gobierno en Chinameca Morelos. El veintiuno de mayo el general Plutarco Elías

Calles es nombrado Secretario de Industria y Comercio. Y el primero de junio Álvaro Obregón acepta su candidatura

para la presidencia de la República. El veintiséis de noviembre es fusilado el general Felipe Ángeles. El trece de

enero de 1920 el general Pablo González acepta su candidatura para la presidencia de la República y el veintiuno de

marzo Ignacio Bonilla acepta otra candidatura.

El diez de abril el gobierno de Sonora rompe con Carranza y nombra al general Plutarco Elías Calles jefe de

las fuerzas del Estado y el diecinueve el gobierno de Guerrero hace causa común con los sublevados de Sonora. Para

el veinticuatro se promulga el Plan de Agua Prieta donde se desconoce a Carranza como presidente. Entre los

generales sublevados están Álvaro Obregón y Pablo González. Inmediatamente avanza una rebelión para Ciudad de

México. El siete de mayo, Carranza, ante la rebelión que avanza, sale de la Ciudad de México por el ferrocarril de

Veracruz y el veinticuatro, refugiado en la sierra de Puebla, es muerto en Tlaxcalantongo. El primero de junio toma

posesión Adolfo de la Huerta como presidente provisional. En agosto el gobierno interino negocia un acuerdo de paz

con Villa y los líderes del movimiento zapatista. Se llaman a nuevas elecciones el cinco de septiembre y es elegido

presidente Álvaro Obregón. Toma posesión el primero de diciembre.

En su gestión como presidente Carranza reprimió a los trabajadores cuando se iban a huelga, no distribuyó

la tierra a los campesinos, pero sí les devolvió a sus antiguos propietarios las haciendas confiscadas, además de

negarse a aplicar los artículos constitucionales relativos a la iglesia católica y a las compañías petroleras extranjeras.

Esta etapa resulto de menor violencia y Carranza se sentía fortalecido al punto que propuso un candidato

presidencial, Ignacio Bonillas, para la elección de 1920 pero no pudo seguir con su consolidación de poder.

El Grupo Sonora y el Maximato

Este periodo, que va desde finales de 1920 hasta 1934, es tan complejo en sí mismo que se ha llegado a conocer por

sí sólo como un periodo importante y se ha dividido en dos etapas. La primera que toma su nombre de una magna

obra de la literatura mexicana va de 1921 a 1928 y se le conoce como la época de la Sombra del caudillo52 y la

segunda que ocupa el resto del periodo de 1928 a 1934 conocida como el Maximato de Calles. Era tan claro que a

pasar ante la residencia presidencial, que era el castillo de Chapultepec los habitantes de la Ciudad de México no

podían evitar el sarcasmo y comentar: ―el presidente aquí vive, pero el que da las ordenes vive pasando la Calle‖.

Estos quince años de dominio sonorense trajeron al país un alud de novedades cuya sucesión en cámara rápida debe incluir en primer

término la pacificación casi total del país y el inicio de la fiebre de la reconstrucción, el ánimo público del gobierno obregonista de dar por

concluida la ―revolución‖ para inaugurar la época constructiva y promisoria del país. Ese es el espíritu que encarnó con fuerza peculiar en

el proyecto vasconceliano de una educación pública federal [,] redentora y vivificante, capaz de diseminar el evangelio de la instrucción y

la nacionalidad por todos los rincones de México, para lo cual el antiguo Departamento de Educación fue convertido en secretaría de

Estado (1921). Ramón López Velarde resumió la nueva sensibilidad nacional en su poema Suave Patria (1921) y José Vasconcelos su

chovinismo universalista en La raza cósmica (1925). Fueron los años del inicio del muralismo mexicano (Diego Rivera y José Clemente

Orozco) con la ―decoración‖ —como lo dijo el propio Obregón en un informe— de los muros de la Escuela Nacional Preparatoria y el

52

Novela de Martín Luis Guzmán que justamente se sitúa en esta época y es prueba de que el testimonio de la narrativa de la Revolución

mexicana era fiel a la situación que vivía el país y era una postura (que pese a que estaba dirigida conscientemente por los autores) correcta ante

los conflictos.

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alumbramiento definitivo de México y la mexicanidad como sustratos últimos de la experiencia revolucionaria. Fueron los años también

de la dura y sinuosa búsqueda de una negociación con los Estados Unidos, que juzgaban confiscatoria la Constitución de 1917 y

extendían largas cuentas pendientes por la deuda externa y por daños a propiedades de norteamericanos durante la Revolución53

.

Son, además, los años de la Guerra Cristera cuyo inicio se da por lo siguiente.

El 31 de julio de 1926 fueron suspendidos los cultos católicos en la República Mexicana. No podrían celebrarse misas, impartirse

sacramentos, celebrarse bautizos ni consagrar uniones maritales. Era el punto terminal del largo litigio revolucionario del jacobinismo

norteño con las tradiciones religiosas nacionales y sus administradores, los curas. La constitución de 1917 refrendó en sus artículos 3, 25,

27 y 130 las disposiciones anticlericales de la de 1857 y fue denunciada por la jerarquía católica como lesiva a la Iglesia y sus fieles54

.

Además son los años del inicio de la institucionalización de la revolución.

Son los años de la pacificación y la institucionalización de las fuerzas desatadas por la violencia de la década anterior, el camino de la

sociedad mexicana hacia la estabilidad y de la organización política hacia su logro mayor del siglo: la transmisión pacífica e institucional

del poder. La paradoja de ese tránsito hacia el imperio de las instituciones y el fin de los caudillos, es que no pudo darse sino por el

concurso de dos presencias fundamentales caudilliles y personalistas. Fue una modernización política del siglo XX conducida por una

reminiscencia caudillista del siglo XIX55

.

Tras la muerte de Carranza, el Congreso eligió como presidente sustituto a Adolfo de la Huerta, cabeza civil de la

rebelión aguaprietista. El México que De la Huerta heredaba era el México de las grandes crisis productivas en las

que las producciones minera, ganadera y agrícola estaban casi estancadas. La excepción a esa regla la representaba el

petróleo pues éste se había disparado en cuanto a cantidad de producción y en cuanto a las ganancias que generaba,

ganancias que no se quedaban en arcas nacionales. El México y la sociedad que heredaba son bien descritos por

Aguilar Camín y Meyer.

La sociedad que heredaban los sonorenses de la guerra civil seguía siendo fundamentalmente rural pero deprimida en su capacidad de

producción agrícola y ganadera, demográficamente mermada en ochocientos mil desaparecidos sustraídos por la guerra, las epidemias y la

emigración; severamente dañada en su infraestructura y en su sistema monetario por los excesos destructivos y financieros de los ejércitos

combatientes, insegura fuera de las ciudades, que empezaron en esos años a crecer, y con un solo [sic] enclave próspero que era en sí

mismo un desafío al nacionalismo recobrado de esos años frente a las compañías petroleras, cuya expansión en medio de la guerra

hablaba claramente de nexos más decisivos con las fuerzas del mercado mundial que con los avatares del país, así los avatares fueran el

caso de una revolución56

.

El gobierno de De la Huerta representaba, como se ha dicho, la victoria de la Revolución de Agua Prieta y pese a que

su gobierno duró sólo casi ocho meses hizo una eficiente labor de pacificación de los más diversos grupos rebeldes.

Los sonorenses se esforzaron por unificar a las facciones revolucionarias opuestas, presentes y pasadas, la fama de

Obregón de ser un político todavía más radical que Carranza facilitó la pacificación del país. Los grupos rebeldes que

se habían enfrentado a Carranza tales como los zapatistas, secundaron la rebelión y el presidente interino De la

53

AGUILAR y Meyer, 2001: 92–93. 54

AGUILAR y Meyer, 2001: 101. 55

AGUILAR y Meyer, 2001: 90. 56

AGUILAR y Meyer, 2001: 89.

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Huerta llegó a un arreglo con Francisco Villa por el cual el caudillo rebelde reconocía la legitimidad del nuevo

gobierno y a cambio recibía una hacienda, el permiso para tener una guardia armada y una pensión.

Pero no sólo se les unió este grupo sino que los llamados intelectuales representados por Vasconcelos

estaban de parte de Obregón y así los sonorenses comenzaron a forjar una memoria oficial de la ―familia

revolucionaria‖, término acuñado por Obregón. La postura ambivalente de los carrancistas hacia Madero y los

maderistas se desvaneció con la llegada de los sonorenses, una vez más Madero se convirtió en el héroe

revolucionario sin par y Obregón fue considerado su legítimo heredero político. Vasconcelos destacó que ―ser

obregonista hoy es los mismo que haber sido maderista ayer‖. La rebelión de Agua Prieta representaba la

continuidad del movimiento popular iniciado por Madero. En 1920 el Congreso hizo del día veinte de noviembre un

día de celebración nacional y los miembros del gobierno visitaban las tumbas de Madero y Pino Suárez cada

veintidós de febrero. El Plan de San Luis, signado por Madero fue conmemorado de nueva cuenta y el Plan de

Guadalupe fue oficialmente olvidado.

Para 1921, el grupo intelectual dirigido por Vasconcelos tiene su recompensa pues el doce de octubre se

crea la Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes y la ocupa Vasconcelos y es de destacar cómo es que él

mismo aborda el tema.

En Educación Pública, bajo un programa nacionalista […], se emplearon por primera vez, bajo Obregón, hasta cincuenta mi llones de

pesos al año, que si no son mucho en comparación de la Argentina, por ejemplo, o de Cuba, sí constituyen excepción en nuestro pobre

país que siempre gasta el setenta por ciento de sus rentas en soldados que nunca han sabido defenderle el territorio. Las escuelas de la

época de Obregón, el Ministerio de Educación que entonces se creara, son el orgullo de aquella administración y también del movimiento

revolucionario entero que no tiene obra constructiva comparable a la indicada.

Al finalizar el periodo de Obregón y en seguida bajo Calles, el presupuesto de Educación quedó reducido a veintisiete millones. La

labor de educación de las masas urbanas y de la población rural fue entonces defraudada para gastar el poco dinero disponible en

propaganda extranjera. Y a falta de escuelas que merezcan el nombre y con perjuicio de los sueldos de los maestros que fueron reducidos,

el callismo se dedicó a pagar todo ese cúmulo de libros sobre México en que se falsean las estadísticas, se dan por existentes tantas

escuelas que si sumásemos los proyectos ya habría más colegios que casas. Todo esto es parte de la corrupción que vino después. Los

primeros años del obregonismo vieron, bajo el Ministerio de Vasconcelos, el primer esfuerzo serio para educar a un país que carece de

sistema de enseñanza desde que la Reforma desquició las Instituciones todas, sin crear cosa alguna digna de reemplazar el brillante

pasado57

.

Esta secretaría había sido desaparecida como Ministerio por Carranza y las funciones de la educación habían pasado

a manos de los municipios. Sin embargo, la gestión de Vasconcelos le dio de nuevo un rumbo a las políticas

educativas en México. Con la nueva S.E.P. surgen programas educativos y culturales que transforman a la

Revolución Mexicana y la vuelven parte de la memoria colectiva de una forma estructurada. La Revolución, pues, se

vuelve parte central de la historia nacional. Esto se logra, en gran medida con el apoyo a las artes, por ejemplo, en

1922 inicia en movimiento muralista cuando Vasconcelos invita a artistas mexicanos a pintar temas nacionales en los

muros del nuevo edificio de la S.E.P., en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo y en el Palacio Nacional,

entre otros edificios.

Tras el gobierno de De la Huerta viene el de Álvaro Obregón quien gobernó de 1921 a 1924 y luego entregó

la presidencia a Plutarco Elías Calles quien tras las elecciones del primero de julio y la declaración formal el

57

VASCONCELOS, ―Álvaro Obregón‖, 1975: 474-475.

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veintisiete de septiembre, gobernó de 1924 a 1928. Tomó posesión el treinta de noviembre. Para 1925, el gobierno

callista convierte a Madero en el primer héroe revolucionario cuando su nombre es inscrito en los muros del

Congreso de la Unión (Álvaro Obregón se sumo a este nombramiento en 1929, el socialista yucateco Felipe Carrillo

Puerto en 1930 y Venustiano Carranza y Emiliano Zapata en 1931). Otras acciones del gobierno de Calles fueron por

ejemplo la promulgación de la Ley del Petróleo el treinta y uno de diciembre de 1925 y la inauguración del Banco

Nacional de Crédito Agrícola el diez de marzo de 1926. En 1927, comienza la carrera de la sucesión y es La

Convención Antirreeleccionista designa al primer candidato a la presidencia el veintitrés de junio, el general Arnulfo

R. Gómez. Otro candidato es el general Francisco R. Serrano.

Obregón no pudo resistir caer en la debilidad porfiriana por excelencia y el veintiséis de junio acepta su

candidatura para la presidencia. El trece de octubre, los simpatizantes de Obregón en el congreso redactaron de

nuevo las leyes electorales para permitir la reelección no consecutiva y con ello, conceder otro periodo para

Obregón. La campaña por la reelección estuvo acompañada por el asesinato de los candidatos contendientes de

obregón, primero el dos de octubre en Cuernavaca son capturados el general Francisco R. Serrano y sus

acompañantes quienes son fusilados el día tres en el camino a México. Luego, el cuatro de noviembre en Veracruz es

capturado y fusilado el general Arnulfo R. Gómez, candidato antirreeleccionista. Esto dio el resultado esperado y

Obregón fue electo presidente como único candidato el primero de julio de 1928. Sin embargo el diecisiete de julio

en un banquete que se ofreciera en su honor, el caudillo fue asesinado por un joven partidario del movimiento

cristero llamado José de León Toral quien fue capturado y condenado a muerte, cuya ejecución es efectiva el nueve

de febrero del siguiente año. Ante esto, Calles aún como presidente en funciones no sólo no pensó en reelegirse sino

que habló por primera vez de la institucionalización de la revolución al anunciar en su último informe de gobierno el

final de la era de los caudillos y el principio de la de las instituciones.

En su último informe presidencial al Congreso, en septiembre de 1928, Calles declaró que el gobierno personalista en México quedaba

cancelado y anunció la creación de una ―nación de instituciones y leyes‖. La ―familia revolucionaria‖, según él, tenía que unirse para

salvarse a sí misma y al país […]58

.

Con la muerte de Obregón, el Congreso designa presidente interino por dos años a Emilio Portes Gil quien en 1930

convoca a elecciones, elecciones ganadas por el primer candidato del Partido Nacional Revolucionario (P.N.R.);

Pascual Ortiz Rubio. Pero el gobierno de Rubio no se completa pues en 1932 renuncia por la presión del jefe

máximo; Plutarco Elías Calles. Hay, pues, un nuevo interinato, el de Abelardo Rodríguez quien gobierna desde 1932

hasta el catorce de febrero de 1934. En 1929, las facciones obregonista y callista, acordaron formar un partido donde

convergieran todos los revolucionarios, el Partido Nacional Revolucionario (P.N.R.) y designaron a Pascual Ortiz

Rubio para la candidatura en la contienda por la presidencia que había de completar el sexenio del fallecido Obregón

en la primera convención reunida en Querétaro el primero de marzo.

La creación del Partido Nacional Revolucionario como el ―partido del gobierno‖ en 1929 significó el fin de

la época de proliferación de partidos políticos. Con el correr de los años el partido experimentaría profundos cambios

(tanto de nombre como) de naturaleza pero conservó a través de muchos años dos de las características que le fueran

primigenias: un dominio casi absoluto de los puestos de elección popular y una institucionalización del poder en el

58

BENJAMIN, ―La Representación‖, 2003: 129.

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sentido de que el poder no era representado por una persona o personalidad sino por la institución y sus organismos.

Esta última característica preparaba el terreno para la creación de un gran partido oficial que aglutinaría a todos los

partidos y grupos de la ―familia revolucionaria‖.

Ortiz Rubio ganó las elecciones realizadas el diecisiete de noviembre, su contrincante vencido es José

Vasconcelos, candidato del Partido Antirreeleccionista. Llegó a la presidencia el cinco de febrero de 1930, pero

Calles ahora convertido en Jefe Máximo de la Revolución, seguía teniendo el poder y autoridad. Vasconcelos,

vencido se exilió en Estados Unidos y desde ahí proclamó a una Revolución, a imitación de Madero, pero no hubo ni

un sólo eco a su llamado y quedó fuertemente resentido. Veamos lo que él mismo apunta.

No supo el pueblo apoyar con las armas el voto que le había sido defraudado en los comicios. Y el que legalmente resultara Presidente

electo tuvo que convertirse en protesta viva prolongando su exilio por diversos sitios del extranjero. Y la nación quedó ensombrecida

como en los días en que los aztecas consumaron, en términos análogos, la expulsión de Quetzalcóatl, el civilizador, para reemplazarlo con

los ejecutores de Huicholobos. Sometida a un régimen sin autoridad moral y sin capacidad, forzosamente la dirección de la cosa pública

quedó sujeta a las inspiraciones directas de la Embajada de los Estados Unidos. Fungió de Presidente de paja el malherido Ortiz Rubio,

como antes lo había hecho Portes Gil, y aunque la adulación empezó a llamar a Calles el ―Jefe Máximo de la Revolución‖ suponiendo que

era él quien dirigía a los presidentes que el pueblo empezó a llamar los ―Presidentes Peleles‖, en realidad también el Máximo estaba

subordinado a los tratados de Bucareli y a la política económica y hacendaría del banquero y diplomático Mister Morrow. […]. El espíritu

de rebelión había muerto.

Este país, dijo una vez Vasconcelos a un general que le rehusaba apoyo armado; este país ha hecho cien revoluciones para encumbrar

caudillos del tipo Santa Anna, y hoy que pretendo hacer respetar el sufragio, no hallo cien hombres que quieran acompañarme en la sierra

[…]59

.

En 1932, el dos de septiembre, renuncia Ortiz Rubio a la presidencia por presión de Calles y al día siguiente el

general Abelardo L. Rodríguez es designado por unanimidad Presidente sustituto constitucional por el Congreso.

Para 1933 se reforma la Constitución el veinte de marzo, el Congreso establece el principio antirreeleccionista y

extiende el periodo presidencial a seis años. Para el quince de mayo, Lázaro Cárdenas renuncia a la Secretaria de

Guerra para iniciar la propaganda por su candidatura a la Presidencia y el tres de diciembre, la Convención del

P.N.R. lo elige candidato presidencial. En la convención se da a conocer el Plan Sexenal elaborado por el partido

para el próximo periodo.

Los regímenes de Obregón y de Calles comenzaron a enfrentar el problema de la tenencia de la tierra,

preocupación de muchos revolucionarios, por lo que los sonorenses comenzaron a erigir las instituciones necesarias

para impulsar el crecimiento y el desarrollo invirtieron en educación y permitieron gobiernos más radicales en los

pueblos los cuales aportaron importantes reformas sobre la tenencia de la tierra y el trabajo. Es en esos años que

Francisco Villa, que se había retirado el veinte de julio de 1920 a la hacienda que le había otorgado, el gobierno

muere asesinado en 1923 en Parral, Chihuahua por considerársele posible sostenedor del insurrecto Adolfo de la

Huerta.

En cuanto al proceso conocido como Guerra Cristera podemos anotar los siguientes acontecimientos. Inicia

cuando el once de enero de 1923 se da un incidente entre la Iglesia y el gobierno al considerar éste como un acto de

culto externo la colocación de la primera piedra de un monumento en el cerro del Cubilete en Guanajuato. Como

medida de control el veintidós de junio se fija el número de sacerdotes que habrá en el Estado de Durango. Para 1924

59

VASCONCELOS, ―El Pelelismo‖, 1975: 505-506.

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se da un nuevo conflicto entre el cinco y el doce de octubre entre la Iglesia y el gobierno por las ceremonias públicas

del Congreso Eucarístico. Para febrero de 1925, la tensión llegó a violencia cuando el día veintiuno se dan

enfrentamientos entre la Iglesia Católica mexicana y el gobierno. La Iglesia conmina a los católicos a sabotear el

comercio y la vida social y el gobierno aplica medidas estrictas para prohibir el culto externo. En 1926 la

Confederación Regional Obrera Mexicana fundada en 1919, organiza una manifestación de solidaridad con el

gobierno por su actitud frente a la cuestión religiosa.

El conflicto se alarga y hay duros enfrentamientos violentos hasta que el siete de marzo de 1929, Portes Gil

declara a la prensa que si el arzobispo Ruiz y Flores desea tratar la cuestión religiosa con su gobierno, él no opone

resistencia alguna. Comienzan las pláticas el veintiuno de junio se soluciona el conflicto religioso en una plática

entre el gobierno y la iglesia católica. El ocho de enero de 1930 la Procuraduría informa que se ha dado por

terminado el proceso que se seguía a los jefes de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa y el quince de agosto la

Catedral de México reanuda el culto después de su clausura en 1926. Sin embargo, el veintidós de diciembre de 1932

la Cámara de Diputados aprueba la reglamentación de cultos en el Departamento Federal, que fija en veinticinco el

número de sacerdotes autorizados para oficiar. Corresponden a uno por cada cincuenta mil habitantes. En abril de

1933 se publica un reglamento para las escuelas particulares, que deberán funcionar sin nexo alguno con la religión.

El Cardenismo

Cuando Cárdenas fue designado candidato a la presidencia era ya una importante figura en el ejército; en 1933 ya

con veinticuatro hechos de armas importantes en su haber, además de algunas acciones menores. También tenía

experiencia política como gobernador de Michoacán y presidente del P.N.R. Era del grupo callista pero no uno de

sus incondicionales. Es el primero de julio de 1934 que se realizan las elecciones para presidente y el doce de

septiembre la Cámara de Diputados declara presidente a Cárdenas para el periodo del primero de diciembre de 1934

al treinta de noviembre de 1940. Al asumir el cargo el primero de diciembre de 1934, pese a la experiencia de

Cárdenas nadie creyó que pudiera sobreponerse a la influencia de Calles. El gabinete, el Congreso, los gobiernos de

los estados y la estructura del P.N.R. estaban llenos de miembros del grupo callista. Hasta dentro de su propio

gabinete, el cardenista era un grupo minoritario.

Los acontecimientos se precipitaron. El Congreso desarrolló rápidamente dos alas políticas (como ocurriera

en el gobierno de Ortiz Rubio): una minoritaria identificada con Cárdenas y la izquierda y otra mayoritaria

identificada con Calles. Cárdenas no pensaba seguir el proyecto callista e incluso traía bajo el brazo uno propio que

llegaría a cambiar el rumbo de las cosas: el Plan sexenal. Por esto, rápidamente accionó la maquinaria y tras recoger

las opiniones de los detractores de Calles mandó a gobernadores y jefes militares la exigencia inmediata de tomar

posición: Calles o él. Esto lo hizo aprovechando que aún tenía una gran influencia política al interior del ejército por

lo que la respuesta recibida fue la esperada; una aceptación masiva de alineación de los grupos militares (que

hicieron presión en los grupos civiles de gobernadores de los estados). Rápidamente exigió la renuncia de callistas en

su gabinete y en el P.N.R. Esto generó que el ala izquierda cardenista del Congreso se fortaleciera. Fue una reacción

en cadena que terminó con el fin del Maximato y el inicio de la era cardenista.

Esta transformación inicia cuando el once de junio de 1935, el general Calles hace declaraciones sobre la

situación política del país mostrando su desacuerdo con la actuación del presidente Cárdenas en un mitin de la

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C.R.O.M. en donde Morones (el líder de la Confederación) puso las condiciones para estas declaraciones. Morones

estaba claramente en contra de algunas de las acciones de Cárdenas y Calles también, pero éste último aún no sentía

la necesidad de una confrontación. Morones creyó oportunas las declaraciones para intimidar al envalentonado

Cárdenas pero éste, el trece del mismo mes, responde al general Calles y se considera con derecho a la confianza de

la nación. Al otro día comienza una sistemática desmantelación del aparato callista cuando Cárdenas pide la renuncia

a los ministros y jefes de departamentos para reorganizar su gobierno buscando obviamente quitar la influencia de

Calles en el gobierno. Rápidamente ésta anuncia su ―retiro definitivo‖ de la actividad política. Cárdenas reorganiza el

gabinete y el dieciocho lo da a conocer.

Sin embargo, Calles, sólo esperó que la situación se tranquilizara y el cinco de diciembre inesperadamente

regresa al país y busca retomar su influencia. No obstante, Cárdenas había tenido tiempo de influenciar hasta en el

PNR y logra que Calles y sus partidarios sean expulsados el dieciocho del mismo mes. Para el diez de abril, el

presidente Cárdenas expulsa del país a Estados Unidos a Calles, a Morones, líder de la C.R.O.M., a Melchor Ortega

y a Luis León argumentando motivos de salud pública. Este cambio generado por Cárdenas hizo que la presidencia

de la República asumiera el papel que le caracterizaría por muchas décadas más durante el siglo XX.

El cardenismo buscó rápidamente alianzas que lo fortalecieran y encontró como una de ellas la que

representaba la alianza de los obreros con el nuevo régimen, la que Lombardo Toledano (líder de la C.G.O.C.M.)

hace con Cárdenas en contra de Calles y Morones. Tras la victoria, Cárdenas apresuró la unificación de diversos

grupos obreros en la búsqueda de la unión con el régimen, cosa que fructificó en la creación de la Confederación de

Trabajadores de México (C.T.M.) tras un Congreso Nacional de Unificación del Movimiento Obrero realizado entre

el veintiséis y el veintinueve de febrero de 1936.

Con esto se representaba una de las más grandes preocupaciones del gobierno cardenista, preocupación que

había ocupado también a los gobiernos anteriores; el desarrollo económico que comenzaría a atacar con una

profunda reforma agraria que cambió en algunos aspectos el rumbo del país. Fue la primera vez que un gobierno

empleaba el gasto público para alentar el desarrollo económico y social del país, que mucho lo necesitaba.

El gobierno de Cárdenas llevó la reforma agraria muy lejos, pero la destrucción de la hacienda tuvo un efecto económico negativo

inmediato y la producción agrícola comercial prácticamente se estancó en 1937. Para 1940 había caído a los niveles de cinco años atrás.

Con ligeras variaciones, lo mismo ocurrió con la ganadería. El deprimente panorama rural se agravó por deprimentes condiciones

climatológicas adversas60

.

Las estrategias económicas fueron sumas. Ensanchó la estructura institucional de NAFINSA, creada en 1934. Creó el

veintiuno de diciembre de 1935 el Banco de Crédito Ejidal. Hizo el reparto de las zonas algodoneras de Torreón

Coahuila el seis de octubre de 1936. Nacionalizó las líneas férreas el veintitrés de junio de 1937 y creó un organismo

para su manejo a raíz de la huelga de 1936. Expropió la industria henequenera de Yucatán el ocho de agosto de 1937.

Creó el Banco Nacional Obrero de Fomento Industrial en septiembre del mismo año.

Se sabía del fuerte golpe de la Gran Depresión estadounidense a la economía mexicana pero se veía que el

petróleo seguía en crecimiento (con unos muy breves lapsos de recesión, pero nada significativos). ―Tomó el ‗Plan

Sexenal‘ como punto de partida y apoyó la generalización del contrato colectivo de trabajo, la cláusula de exclusión

60

AGUILAR y Meyer, 2001: 157.

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y el rechazo de ‗sindicatos blancos‘‖61. Todo esto fue apoyado por Lombardo Toledano que se vio por un lado como

el dirigente unificador de los obreros y por otro, como líder de un peligroso radicalismo en el Comité. Además de

algunos sectores de trabajadores hubo una fuerte oposición a la política obrera cardenista por parte de empresarios de

diversas zonas del país.

La reacción negativa de los empresarios de la Ciudad de México, Yucatán, La Laguna, León y Monterrey a la política obrera cardenista,

fue respondida por el presidente el 11 de febrero de 1936 en Monterrey en un discurso conocido como el de los ―catorce puntos‖. Subraya

ahí la necesidad de poner fin al conflicto entre las agrupaciones obreras y dar paso a un frente unido de los trabajadores62

.

Estas muestras de descontento, no tomaron fuerza pero se mantuvieron constantes durante todo el resto del sexenio

en, por ejemplo, el sector obrero.

Para 1940 había sectores obreros en desacuerdo con la política oficial y el hecho se manifestó claramente durante la sucesión presidencial.

La CTM respaldó la candidatura de Avila [sic] Camacho, pero no evitó el surgimiento de un movimiento obrero favorable al general

Almazán: el Partido Central Ferrocarrilero Pro–Andrew Almazán, el Partido Minero Almazanista y el Frente de Tranviarios Pro–

Almazán. No fue un sector disidente muy importante, pero reflejó el malestar de algunos trabajadores ante la inflación y el freno oficial a

sus demandas63

.

En cuanto a la propiedad de la tierra, el Plan sexenal fortaleció el ejido y dotó todo el tiempo de tierra y agua a los

núcleos agrarios que tuvieran necesidad de ellas, esto con la finalidad de organizar al campesinado en torno al ejido y

justamente a su entorno giraría la organización de la nueva sociedad rural. A la vista del desarrollo de la industria

petrolera, el presidente fijó su atención en ella y encontrando fácilmente los daños sobre todo económicos que

propiciaban para el país, tras un proceso muy cuidadoso, se dirigió al país por medio de la radio.

Los radioescuchas debieron sorprenderse bastante cuando en la noche del 18 de marzo de 1938 se anunció en todas las estaciones la

suspensión de los programas normales y el encadenamiento de las transmisoras con el Departamento Autónomo de Publicidad y

Propaganda para escuchar un mensaje que el presidente iba a dirigir a la nación. A continuación el general Cárdenas hizo saber al país

[…] [la decisión de] expropiar a las empresas petroleras, pues no podía permitirse que una decisión del más alto tribunal fuera anulada

por la voluntad de una de las partes mediante el simple expediente de declararse insolvente. […] Desde luego señaló que los b ienes

expropiados serían pagados, pero de acuerdo con los términos de la ley de 1936. México tomaba ese 18 de marzo una medida sin

precedentes en su historia y con muy pocos en la mundial. Sólo la Unión Soviética se había atrevido antes a dar un paso de esa

magnitud64

.

Hubo una buena respuesta de varios grupos a la expropiación. Un grupo que hasta poco tiempo atrás se había

manifestado como un opositor al gobierno, los universitarios, hicieron una manifestación de apoyo a Cárdenas el

veintidós de marzo de ese mismo año; luego, el veintitrés de marzo, grupos de los sindicatos del P.R.M. hicieron lo

mismo, ambos frente a Palacio Nacional. Sin embargo, las manifestaciones de descontento de los grupos afectados

no se hicieron esperar tampoco. La Gran Bretaña se manifestó en contra y hubo un rompimiento de relaciones

61

AGUILAR y Meyer, 2001: 162. 62

AGUILAR y Meyer, 2001: 163. 63

AGUILAR y Meyer, 2001: 166. 64

AGUILAR y Meyer, 2001: 179.

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diplomáticas entre los dos países. Los ingleses y los estadounidenses eran los grandes detractores de la expropiación

petrolera, pero Cárdenas no se haría para atrás.

Por otro lado, era evidente que el pago prometido a las compañías petroleras que ascendía a cuatrocientos

mil o quinientos mil millones de dólares no era solventable pero se formó una comisión mixta para hacer un avalúo y

se sugirió que el pago se hiciera con combustible. Las empresas petroleras comenzaron una feroz campaña

internacional en contra de México para cerrar los mercados a PEMEX esperando ―ahogar a México en su propio

petróleo‖. Pero gracias a la declaración de la Segunda Guerra Mundial, México sería de nuevo un exportador

importante y además la demanda interna iba en aumento y PEMEX se dedicaría también a cubrirla. Otro aspecto

fundamental del gobierno cardenista fue la reorganización del partido del gobierno, que formalmente tuvo lugar en

1938 y que tiene como fecha de cambio el dieciocho de diciembre, pero el proceso comenzó poco antes.

Al finalizar marzo de 1938, en medio de la movilización general creada por la expropiación petrolera, se transformó al PNR en el Partido

de la Revolución Mexicana (PRM), surgido como una coalición de sectores: el sector campesino, representado primero por las ligas de

comunidades agrarias y por la CCM y, tras la disolución de ésta, por la CNC; el sector obrero, constituido por la CTM, la CROM, la CGT

y los dos grandes sindicatos de industria afiliados a las centrales: el minero y el de electricistas; el sector popular, que se identificó de

inmediato con la burocracia y el sector militar, donde quedaron incluidos de hecho, todos los miembros de las fuerzas armadas. Fue un

mecanismo de afiliación indirecto que permitió al flamante PRM contar de inmediato con cuatro millones de miembros, cifra nada

despreciable en el contexto de un país de poco menos de 19 millones de habitantes65

.

El año de 1938 representa el clímax del gobierno cardenista gracias, sobre todo, a la expropiación de las grandes

empresas petroleras. Ese año, además, es el año en el que se comenzaba a cocinar el siguiente sexenio. A finales del

año, renuncian al gabinete de Cárdenas los generales Francisco Mujica y Manuel Ávila Camacho para quedar en

libertad de comenzar sus precandidaturas. De igual forma, el general Sánchez Tapia abandonó la comandancia de la

primera zona militar. Almazán y sus partidarios también comenzaron su trabajo y la crisis en el nuevo P.R.M. no se

hizo esperar. Cuando en noviembre de 1939 el P.R.M. anunció como su candidato presidencial para el sexenio de

1940 a 1946 a Manuel Ávila Camacho, las reacciones de descontento no se hicieron esperar. La estructura del

partido pudo contener a algunos de sus precandidatos, pero el caso de Almazán y Sánchez Tapia no fue ese, pues

ellos se lanzaron en la aventura de crear sus propios partidos.

Como el candidato más fuerte de la oposición, el general Almazán, apoyado por algunos sectores de

obreros, campesinos, militares y burócratas creó el Partido Revolucionario de Unificación Nacional que rápidamente

se movilizó en la búsqueda de adeptos. La campaña de Almazán tenía un lema ambiguo y por to tanto conveniente

para convencer a diversos sectores: ―Trabajo, cooperación y respeto a la ley‖. Todo esto generó que las elecciones se

dieran en un clima tenso que llegó incluso a la violencia entre avilacamachistas y almazanistas que culminó con una

cantidad considerable de muertos y heridos el siete de julio, día de la elección. El resultado fue el esperado; Manuel

Ávila Camacho resultó electo como presidente de la República.

65

AGUILAR y Meyer, 2001: 175.

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La Revolución institucionalizada

Durante el gobierno de Ávila Camacho la economía y la política tuvieron una estabilidad y un crecimiento. La

economía del país cambió de agrícola a industrial con la exportación de productos agropecuarios y el aumento de las

industrias ya establecidas como la del acero, el cemento y el papel. Pronto se dirigieron grandes recursos a la

agricultura que desplazó a la minería en cuanto a exportaciones y con ello surgieron instituciones financieras para

llevar a cabo los planes para el desarrollo de la economía.

Entre las instituciones que se crean están el Consejo Nacional de Economía en 1941 y la Comisión Federal

de Planificación Económica en 1942, de esta última, una meta ulterior era coordinar las actividades relacionadas con

el esfuerzo bélico en la Segunda Guerra Mundial. En apoyo a ésta se creó la Institución de Coordinación de Fomento

a la Producción y al terminar la guerra surge la Comisión Nacional de Planificación para la Paz y la Comisión

Nacional de inversiones. Además, en 1941 se habían separado las cámaras de comercio y las de industria.

En 1944 se expide un decreto presidencial por el cual se les podía pedir a las empresas un cincuenta y uno

por ciento de participación nacional para poder operar en México. Esta participación se pedía con el objetivo de

mantener el capital externo, fomentar la creación de empresas mixtas y no sólo compañías extranjeras y estimular la

adquisición de productos industriales nacionales. Pero las empresas más grandes del país eran empresas del Estado y

la que tenía un mayor crecimiento era PEMEX. El P.R.M. políticamente se había configurado durante el gobierno

cardenista en cuatro sectores: el popular, el obrero, el agrario y el militar en el afán de aglutinar a toda la población

del país alrededor de su partido político. Sin embargo, en 1945 desaparece el sector militar.

Al los miembros del ejército que desearan continuar participando en las actividades del Partido se les señaló que podrían hacerlo, pero no

como parte de una corporación, sino como individuos y dentro del sector popular. La posibilidad de una nueva revuelta militar había

concluido entonces, y la disciplina que el partido había pretendido imponer a la actuación política del ejército incorporándole a su

estructura era ya innecesaria66

.

El decreto que desaparecía este sector apareció en el Diario Oficial de las Federación el cuatro de diciembre de 1945

y en consecuencia el poder político del ejército disminuyó a favor del partido. De hecho, esa era la finalidad de esta

transformación. Se trató de un esfuerzo sistemático de debilitación de la fuerza militar. La idea del caudillo se

transformó en la del cacique; el cacique era el hombre malo que oprimía al pueblo. Dos ejemplos clarísimos de esto

eran los militares revolucionarios Saturnino Cedillo y Gonzalo Nicanor Santos.

El primero había sido gobernador del estado de San Luis Potosí (entre 1927 y 1931) y se le había dado un

coto de poder por permitírsele la creación de sus colonias agrícolas y militares y luego había sido perseguido y

asesinado en 1939 por rebelarse en contra del gobierno cardenista. El segundo había participado en la campaña de

Ávila Camacho como ejecutor de las acciones de coerción y que era, desde 1943 (y hasta 1949), gobernador del

mismo estado y luego, para finales de 1940, fue tratado por la prensa nacional y por el propio Estado como un

cacique opresor de la huasteca potosina. La consigna era desaparecer a los caciques y con este argumento se les

despojó a muchos militares del poder político que habían adquirido durante la Revolución. Por otro lado, el P.N.R.

de ser un partido político se transformó en el Partido; era ya la fuerza política hegemónica y era parte del Estado

66

COLMEX, 1988, Tomo 2: 1301-1302.

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mismo. Por su parte, la Iglesia nuevamente se había acercado al Estado y, olvidando las estrictas leyes en su contra,

volvieron a hegemonizar, aunque en menor medida, en los centros escolares y volvieron a sus grandes actividades de

culto por medio de nuevas organizaciones confesionales pero en política, las leyes seguían evitando que tuvieran

participación directa.

El gobierno estadounidense tiene un acercamiento con el gobierno mexicano a finales de 1941 y como

resultado de esas pláticas, el treinta de mayo de 1942 el gobierno mexicano declaró la guerra a las potencias del Eje y

firmaba con ello la Carta del Atlántico. Como aliado de guerra el veinte de abril de 1943 el presidente

estadounidense Franklin Delano Roosevelt llegó a Monterrey, como primer presidente de ese país que visitaba

México, a entrevistarse con Ávila Camacho. México contribuyó en la Segunda Guerra Mundial enviando un

escuadrón al frente del Pacífico, el doscientos uno, por lo que recibió dieciocho millones de dólares. El escuadrón

sólo sufrió siete bajas. Además, cualquier voluntario podía enlistarse en el ejército del vecino país del norte sin

perder la nacionalidad mexicana. Esta alianza también trajo tratos comerciales por lo que se crea una comisión que

formuló planes de producción para fijar los precios de las materias primas que se enviarían a los Estados Unidos;

además se creó un programa de braceros para remediar la falta de mano de obra agrícola en aquel país que se había

generado a causa de la Guerra. Aún terminada la guerra estas relaciones se mantuvieron. Todo esto vino aunado a un

crecimiento de la población y una migración muy marcada hacia los centros urbanos.

Durante ese gobierno, el de Ávila Camacho, se buscó fomentar una fuerte unidad nacional. Se celebró un

pacto con todas las centrales y los sindicatos independientes con el que se comprometían a no fomentar las huelgas; a

cambio obtenían que se controlarían los salarios en su favor por medio de los líderes populares, y la creación del

Seguro Social. Se buscó también acercarse al sector campesino al permitirles cultivar productos de alto rendimiento

económico como algodón y azúcar. Además se creó la Confederación Nacional de Organizaciones Popular

(C.N.O.P.) como contrapeso de la C.T.M. y C.N.C.

A principios de 1946 la evolución del P.R.M. se manifestó en una magna transformación final. El antes

Partido de la Revolución Mexicana se configuró en Partido Revolucionario Institucional. Este nombre le daba el

carácter que había ido adquiriendo en los años previos como un partido aglutinador e institucional, es decir, que

agrupaba a los sectores nacionales (obrero, popular y agrario) y los coordinaba en instituciones que determinaba su

fuerza y su actuar; de esa misma forma, el gobierno y sus instituciones permitían un control hegemónico y total de la

vida nacional. Por otra parte, esta transformación obedeció también a las necesidades que había detectado el

gobierno ante la situación nacional y mundial.

Tres parecen haber sido los principales motivos para reformar el partido oficial: 1) limpiarlo del odio anticardenista que envolvía al PRM;

2) evitar hasta la sospecha de que México fuera a optar por el sistema soviético cuando ya se presagiaba el estallido de la guerra fría; 3)

reafirmar la decisión de separar a los militares de la política: el PRI conservó los sectores Obrero, Campesino y Popular, pero supr imió el

sector Militar […]67

.

Ávila Camacho, utilizó su influencia en los grupos militares para esta transformación del partido con la finalidad de

establecer a partir de entonces un gobierno civil. Por otra parte, algunos intelectuales anunciaron a finales de la

década de los cuarenta el final de la Revolución. El nuevo país tenía ya una revolución institucionalizada, es decir, se

67

AYALA, ―Forja y desplome del PRI‖, Tomo 6, 2001: 106-107.

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habían, según ese discurso, creado las instituciones que aseguraban el triunfo de los ideales de la Revolución y

México había entrado de lleno al ámbito mundial como un país moderno y se tenían muy grandes expectativas para

el futuro del mismo. Una lucha revolucionaria, armada o ideológica, ya no era necesaria y por tanto, la Revolución

Mexicana había terminado.

La Revolución Mexicana como discurso ideológico

La Revolución y sus políticas educativas

Tras la caída del régimen de Díaz, en la sucesiva lucha de fuerzas que tomaron el poder, poco se hizo en cuanto a

políticas educativas. Tanto Madero como Huerta mantuvieron la estructura política, administrativa y organizacional

del Estado, y por lo tanto, no impusieron un modelo de país. En ese trance, la educación quedo sin un rumbo fijo. La

Revolución Mexicana había heredado del porfiriato a un número extremadamente alto de analfabetas, resultado de

las políticas educativas del gobierno de Díaz y de sus antecesores con respecto de la instrucción pública. Los

gobiernos de la Revolución se encargaron de llevar a cabo campañas para educar a obreros y a campesinos como un

medio para transformar la estructura social del país, promover el desarrollo nacional y formar una clase trabajadora

que sirviera de sostén al proyecto modernizador mexicano, todo lo cual tomó años y un gran esfuerzo para ser hecho

realidad.

La mayor parte de estas ideas tomaron cuerpo jurídico en el artículo tercero de la Constitución de 1917, el

cual sufriría varias modificaciones para ajustar su contenido a la situación preponderante. Sin embargo, durante la

administración de Carranza se consideró que la educación pública debía quedar a cargo de los municipios y se

suprimió el Ministerio de Instrucción Pública. Esto generó más problemas de los que pretendía resolver. Al hacer la

labor educativa una labor municipal, se pretendía que el poder que daba educación estuviera más cercano al

fenómeno, al educando. Sin embargo, el que esto funcionara requería de una movilización de recursos que los

municipios no tenían, y esto hizo insostenibles las escuelas, y por ello, se tuvieron que cerrar muchas de ellas.

Una de las más importantes acciones que se llevó a cabo para reorganizar la educación en México fue la

creación de la Secretaría de Educación Pública en el régimen de Álvaro Obregón (qué había sido suprimida en el

gobierno de Carranza). Su principal promotor fue José Vasconcelos (que antes había trabajado en la Universidad

Nacional de México), quien se convirtió en su primer Secretario, la concibió como una forma de federalizar la

educación, incorporándola al proyecto nacional obregonista de modernidad y estabilización. Vasconcelos imprimió a

las campañas educativas un carácter de cruzada nacional, con grandes movilizaciones de masas y un gran

presupuesto para impulsar la alfabetización. Su plan de trabajo se conoció como el ―Plan de Once Años‖ que se

refería a conducir en el proceso educativo al educando desde la primaria hasta la educación que hoy llamaríamos

media-superior. Pero pese a que, como veremos, este plan no se llevó a cabo como lo planeó, si dejó sentadas las

bases para que la estructura educativa que hoy se tiene en el país fuera dándose así.

Esta gran operación por la cultura nacional tenía varios aspectos, entre los que se contaban la educación

indígena para asimilar a la población marginal; educación técnica que creara recursos humanos para el campo y la

industria, educación rural para elevar el nivel de vida del campo mexicano y un sistema de creación de bibliotecas y

edición de libros para popularizar la cultura. También se buscaba difundir la idea de una cultura nacional que sirviera

para unir a los diferentes grupos sociales, separados en ese momento por los resultados de diez años de lucha.

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Después de tomar la Secretaría de Educación, Vasconcelos dijo en un discurso que ―el destino llevaba a un filósofo a

la magna tarea de educar a un pueblo‖. La obra que inició Vasconcelos transformó la historia de la educación en

México ya que los problemas de la educación interesaron gracias a su influjo a toda la vida nacional. Esto, reuniendo

el sentido de la realidad con un idealismo que se remontaba hasta lo místico.

―Precisa en cada nación un organismo central y provisto de fondos para que exista la posibilidad de una

acción educativa, extensa e intensa, capaz de influir en la vida pública. Y toca a este organismo generalmente

llamado Ministerio de Educación, señalar las orientaciones generales, técnicas y políticas de la enseñanza. Le

corresponde así mismo asegurar cohesión de lo enseñado en las distintas facultades o escuelas. No se trata ya de

saber si la actuación de un Ministerio de Educación es o no deseable; no existe, hoy por hoy, posibilidad de

sustituirlo. Independientemente de que el Estado esté o no capacitado para educar, debe reconocerse la realidad de

que sólo el Estado dispone o podría disponer de los fondos necesarios para un esfuerzo educacional de importancia‖

escribió José Vasconcelos en De Robinson a Odiseo.

La obra de Vasconcelos tuvo un sentido de reivindicación social, su plan de enseñanza era popular tendía a

la educación de multitudes. Había que desatender a las escuelas superiores, aún a la Universidad en provecho de la

escuela elemental, de la enseñanza primaria. La federalización de la enseñanza era el medio legal indispensable para

dar acción al gobierno en todos los legares del país donde no llegaba la influencia educativa de los agentes locales. El

primer paso de Vasconcelos fue combatir el analfabetismo y después modificar las orientaciones y métodos de la

escuela primaria. Creó también la escuela de la pequeña industria, la escuela técnica, la escuela agrícola y la escuela

rural. Ideó el proyecto ―Maestro Misionero‖ para llevar la enseñanza a las regiones del país más alejadas de la

civilización. Muchas de sus ideas fracasaron o no se llevaron a cabo, ya sea por el poco tiempo que tuvo para

realizarlas o por la magnitud de sus proyectos. Durante el régimen de Calles, Vasconcelos tuvo que abandonar el

Ministerio de Educación debido a algunos incidentes políticos en su contra.

Sin embargo, el gobierno de Calles, acorde con las políticas obreras, también dio un gran impulso a la

educación y capacitación, como parte de una política que dotara al país de mano de obra calificada y apta para el

desarrollo industrial. La Secretaría de Educación Pública fue el instrumento del Gobierno federal que instauró un

sistema escolar más acorde con los nuevos tiempos que México vivía. Entre los principales logros de Calles en la

educación, se cuenta: la creación del Departamento de Escuelas Rurales, la reorganización de la Escuela Nacional de

Maestros y la instauración de la educación secundaria. Estos cambios también estuvieron enmarcados en las luchas

políticas del periodo, como la guerra cristera, la cual fue reacción a la promulgación de las leyes reglamentarias al

Artículo Tercero Constitucional, especialmente en lo relativo a las escuelas particulares y a la educación laica. En

general, la aplicación de estos principios estuvo sujeta a limitaciones, por lo que se podría decir que su vigencia fue

escasa en algunas regiones.

El gobierno callista también dio un gran impulso a la alfabetización, ya que era necesaria para lograr el

desarrollo que México requería. En general, el sector educativo se vio beneficiado por la política de Calles, que sentó

las bases para el posterior desarrollo de aquél y su ampliación a todos los mexicanos. Pese a todo, durante el periodo

de Calles la educación decayó un poco en relación con el régimen de Obregón, pero aún tuvo un fuerte impulso.

Como ya hemos visto se apoyó la creación de nuevas instituciones culturales y se instituyó la educación secundaria.

También se reorganizó la Escuela Nacional de Maestros y se dio un reglamento para escuelas particulares, con el que

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se les obligó a estar bajo el control de las autoridades federales. Bajo el resto de los gobiernos del Maximato (Ortiz

Rubio y Abelardo L. Rodríguez) la educación prácticamente siguió la línea de Calles, aunque un tanto disminuida.

El cambio radical se daría con Lázaro Cárdenas. Para lograr el desarrollo de México, los gobiernos

revolucionarios, en especial el de Lázaro Cárdenas, vieron la necesidad de contar con una nueva clase de

profesionistas, surgidos de centros de enseñanza superior mexicanos y atentos a la realidad del país. También se

hacía evidente la falta de organismos que coadyuvaran al desarrollo de la cultura nacional, con lo que se pretendía

dotar al país de una nueva idiosincrasia, fuertemente identificada con los proyectos de progreso material y el pasado

común.

Con la fundación de la S.E.P., en 1921, el modelo educativo mexicano comenzó a tener forma. Sus tres

primeros departamentos, el escolar, el de bibliotecas y el de bellas artes, sufrirían modificaciones en el régimen de

Cárdenas, con la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el

instituto Nacional Indigenista, organismos más especializados en determinadas ramas del quehacer cultural de

México. La creación de dichos institutos daría pie a grandes investigaciones sobre la realidad cultural de nuestro

país, y a su vez fueron la cuna de grandes pensadores, como Eulalia Guzmán, Alfonso Caso, Ignacio Bernal y otros,

que se abocarían a la ardua tarea de rescatar del olvido el pasado indígena y colonial. También estos organismos

ayudaron a la creación de museos, como el Museo del Carmen, el del Chopo…, en donde se preservó mucho del

patrimonio cultural de la nación.

En lo que respecta a la educación superior, el gobierno cardenista fundó en 1937 el Instituto Politécnico

Nacional, que tuvo como primer fin la formación de cuadros técnicos para el naciente proceso de industrialización

del país. El I.P.N. se extendió más tarde al resto de México con la fundación de los Institutos Tecnológicos

Regionales, que tomaron realce con la expropiación petrolera y que hicieron de la educación técnica una

preocupación de los gobiernos posteriores al punto de haberse convertido en una prioridad en el rubro de educación.

Un poco antes de que iniciara el gobierno de Lázaro Cárdenas, el artículo tercero Constitucional fue

modificado para incluir los postulados de la educación socialista. En ese periodo se dio un gran impulso a la

educación del campo, con miles de maestros rurales que llevaron la educación socialista a los rincones más apartados

de la nación. El resultado de esta campaña no siempre fue el esperado, ya que muchas veces las comunidades

rechazaron a los maestros rurales, ya fuera por propia ignorancia o porque generalmente los profesores se oponían a

las creencias religiosas y al fanatismo, muy comunes en la época. También se dio impulso a la construcción de

edificios escolares en áreas urbanas y rurales, pues la demanda de dichos centros aumentaba día tras día. En ese

periodo muchos edificios antiguos y casas particulares fueron habilitados como planteles escolares, especialmente en

las ciudades, por lo que muchas zonas vieron satisfechas así sus necesidades educativas.

Uno de los rubros más importantes fue la educación indígena, con la que se buscaba integrar a estos grandes

núcleos de población al proyecto de desarrollo nacional. Para esto se emplearon misiones educativas, cuyo fin era el

acercar la alfabetización a las áreas rurales más alejadas de los núcleos urbanos. Dichas misiones continuamente

incluían a maestros bilingües, que enseñaban en su propio idioma. Para el año de 1940, la educación en México

había pasado de ser un artículo de lujo, dominado por la religión, a uno de la vida cotidiana, junto con una visión más

racional del mundo y un nuevo impulso hacia el desarrollo y la modernidad del país. Dicha transformación no fue

fácil, por lo que la lucha por la alfabetización aún es uno de los deberes que estado debe apoyar.

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La Escuela Socialista en la paidotecnia exige que los niños tengan un aprendizaje, no una enseñanza, de

todo aquello que la sociedad en que vive considera de gran importancia, naturalmente con una forma que integre en

el educando una manera de actuar y una conducta de acuerdo con las necesidades y tendencias, de tal manera que

cuando les toque enfrentarse con los problemas inherentes a la marcha del país sean factores detérminantes de la gran

masa de trabajadores. La psicología genética proporciona ciertas ideas como que los maestros deben proveerse tanto

las sugestiones, condiciones materiales y estímulos en general, para que se fortalezcan los instintos superiores. Que

los instintos, tendencia e intereses que aparecen en las distintas edades constituyen el móvil fundamental en el niño.

Tras la gestión de Vasconcelos, la educación quedó a cargo de un grupo de maestros profesionales que

también transformaron los procesos educativos en México. A Moisés Sáenz se le debe la creación de las escuelas

secundarias. También se renueva en esta época la enseñanza primaria. Al terminar el régimen de Calles la política

educativa carecía de una autoridad intelectual y moral en la ahora Secretaría de Educación y se sucedieron varios

ministros sin gran importancia en cuanto a su proyecto educativo. Durante la dirección de Ezequiel Padilla se publica

la ―Ley de Escalafón e Inamovilidad‖ que logro reestabilizar el presupuesto de la Secretaría que se había perdido tras

la salida de Vasconcelos. Un nuevo impulso importante fue la educación socialista iniciada por Narciso Bassols.

Narciso Bassols, Abogado e intelectual, había sido nombrado Secretario de Educación por Ortiz Rubio el

veintitrés de octubre de 1931 continuando durante el gobierno de Abelardo Rodríguez hasta el nueve de marzo de

1934. Bajo su dirección hubo nuevas tendencias y reformas debidas a factores como la crisis económica, el

crecimiento de los grupos políticos de izquierda y la reacción de muchos maestros ante los fracasos recientes de la

educación. Con Bassols entra la Educación Socialista que se abre paso en el Gobierno de Cárdenas. En diciembre de

1933 en la Convención de P.N.R. en Querétaro se formuló el Plan Sexenal y en Veracruz se tomó la primera

iniciativa de Reforma del Sistema Educativo, proponiendo adoptar la educación religiosa o racionalista y debía ser

no únicamente socialista sino estar de acuerdo con los principios del socialismo científico. El Artículo Tercero

Constitucional se reformó en octubre y decía ahora ―La educación que imparte el Estado será socialista y además se

excluirá toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus

enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y la

vida social‖.

Cuando Narciso Bassols, toma la Secretaría, la política educativa era caótica y su primera acción fue

restablecer el orden; emprendió la obra de armar y ajustar el aparato educativo son grandes pretensiones ideológicas.

Su política se orientó a impulsar y mejora la escuela rural y la escuela técnica practicando una política educativa

socialista. Trató de hacer la Ley de Escalafón un sistema práctico. Esto marcó una diferencia en contraste con el

proyecto de Vasconcelos que era definida por el hecho de que Bassols no era un filósofo sino un político. Bassols

descubrió que el laicismo no cumplía su fin de abolir la enseñanza religiosa y desarrolló una campaña antirreligiosa

en las escuelas, sin embargo no quería acabar con la enseñanza religiosa por que esta respondía a una necesidad

espiritual que la ciencia no satisface. Para Bassols en laicismo no debía existir como principio de la educación, éste

bebía ser de un contenido doctrinal positivo que satisficiera las necesidades espirituales.

Encontró dos problemas reales de la educación que convirtió en las necesidades centrales de su gestión: la

necesidad de suprimir el principio de la escuela laica y la necesidad de dar a la enseñanza un contenido doctrinal

positivo. Para Bassols existía la exigencia de reformar ideológicamente al pueblo por medio de la escuela oficial.

Este cambio ideológico se daría por medio de la educación socialista. Este concepto no fue cuestionado por los

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maestros y tal vez no fue entendido, pero se prestaba para ser una bandera política, tuvo tal éxito que logró que en la

Convención de Querétaro el Artículo Tercero fuese reformado. Bassols hizo evidente que el laicismo en la educación

no se aplicaba.

Como vimos, la educación socialista fue una herencia del Maximato al régimen de Cárdenas, pero la

reforma del Artículo Tercero se convirtió en un problema, pues nadie sabía qué era la educación socialista y por

tanto no sabían cómo aplicarla, era un concepto sin contenidos. Los contenidos con los cuales se llenó este concepto

vacío fueron el de combatir al fanatismo religioso y dar a los educandos una concepción racional y exacta del

universo. Pese a esto, sólo encontramos una actitud jacobina y una idea sin sustrato. ¿Cuál es la concepción real del

universo? Las escuelas en México siguieron dos caminos después de la reforma del Artículo Tercero ante la

imposibilidad de cumplir una exigencia que no pudo llenarse con nada: el de considerar la Ley como letra muerta y

continuar aplicando los sistemas tradicionales; o el que siguió una minoría que, haciendo alardes de radicalismo,

suprimió la educación y la sustituyó por la enseñanza del socialismo.

Hablaremos ahora acerca de cómo se daba la educación rural en México durante los llamados gobiernos de

la Revolución. La escuela mexicana surgió, como sistema nacional, con la creación de la Secretaría de Educación

Pública en 1921. Ese año aún tres cuartas partes de la población no recibían sus beneficios (quince millones de

habitantes). Las escuelas creadas en 1911 mediante una ley que facultaba al gobierno federal para establecer escuelas

en todo el país no trascendieron a todo el territorio. El llevar la escuela a todos los rincones representaba un reto por

varios factores: existía una población heterogénea integrada por elementos étnicos diversos; los niveles

socioeconómicos de la población eran muy dispares; existían (como existen hoy) grupos sociales que no hablaban el

castellano; la conformación geográfica mantenía a comunidades campesinas e indígenas física y culturalmente

aisladas entre sí y del resto del país. Cuando Vasconcelos dirigía la S.E.P. buscaba por medio de la escuela unificar

al país incorporando estos elementos aislados, sin embargo al terminar su gestión los proyectos quedaron

incompletos.

El gobierno inició su programa escolar en el medio rural, con la creación de Centros Educativos llamados

Casa del Pueblo. La carencia de maestros se buscó solucionar por medio de maestros rurales misioneros voluntario

que peregrinaron por varias regiones de la república dejando a su paso escuelas y monitores o maestros instruidos

por ellos mismos. De la necesidad de una acción más perdurable surgieron en 1923 las Misiones Culturales. Cada

Misión estaba integrada por un grupo de maestros con diversas habilidades y conocimientos que impartían cursos

breves en diferentes poblaciones preparando maestros dentro de las mismas comunidades. Las Misiones Culturales

sufrieron algunos cambios en su programa y en 1932 se incorporaron a las escuelas regionales, campesinas y se

volvieron fijas pero durante el gobierno de Cárdenas se les restituyo su carácter ambulante. Para 1938 fueron

clausuradas por ser consideradas ―focos de fermento ideológico‖. En 1942 volvieron a la vida pero perdieron su

carácter original de normales abundantes y se convirtieron en Centros de Extensión para el desarrollo de la

comunidad.

Otro esfuerzo para extender la educación rural fue la Casa del Estudiante. Su fin era llevar la educación a los

grupos indígenas aplicando un método que pretendía ser efectivo para castellanizar a los monolingües. Se reunía a

doscientos jóvenes de diferentes grupos étnicos en esta institución en la capital, se les hizo asistir a la escuela, vestir

de manera occidental y convivir con estudiantes citadinos. Tras aprender el español y adquirir ciertas habilidades

debían regresar a sus comunidades a compartir sus conocimientos. Las autoridades se sintieron satisfechas pues se

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comprobó que el indígena tenía la misma capacidad intelectual que el mestizo o el blanco. El proyecto resultó un

fracaso pues ninguno de los jóvenes regresó a su comunidad. Otra institución fue la Escuela Central Agrícola creada

en 1926 para brindar capacitación agrícola a los hijos de los campesinos. Pero fracasó por la deficiencia de

organización y dirección y la falta de un alumnado genuinamente campesino. Tras su fracaso fueron incorporadas a

las escuelas regionales campesinas que funcionaron hasta el final del Cardenismo.

En 1929 se establecieron las escuelas de circuito que se trataba de una escuela central que servía de modelo

a otras escuelas de su alrededor en un radio de entre diez y cuarenta kilómetros. La escuela central era costeada por la

federación y las de circuito por los campesinos o ejidatarios y atendidas por uno o dos maestros rurales pagados

también por la comunidad. Se establecieron setecientos tres circuitos con dos mil cuatrocientos treinta y ocho

escuelas pero la carga económica para los campesinos fue demasiada y fueron suprimidas a dos años de su creación

por Bassols.

Con la reforma del Artículo Tercero Constitucional que en 1934 se estableció la educación socialista. Con

ella, escuela rural cambió de dirección para transformar las mentalidades de la gente del campo al nuevo régimen

social; la escuela debería capacitar al campesino para administrar sus tierras, defender sus derechos y luchar contra

las fuerzas conservadoras; cabe decir que la escuela se convirtió en el medio para comunicar la política oficial al

pueblo. Para fines del Cardenismo había más de catorce mil escuelas rurales diseminadas por la República (habían

sido programadas diecinueve mil) y la escuela fue la única agencia de desarrollo social en el campo y se le asignó la

tarea de modificar el medio rural, pero para los treinta se comprobó su impotencia para transformar por sí sola todo

un sistema social y político.

Otra fuente importante de educación es la Universidad y en México, la Universidad Nacional ha sido el

motor central de la enseñanza superior. Hablaremos aquí de cuál fue su papel durante la Revolución y cómo adquirió

su autonomía. Desde la segunda década del México independiente se había considerado obsoleta a la Real y

Pontificia Universidad de México, porque se enseñaban sólo materias consideradas religiosas, como latín, retórica,

metafísica y teología, que no respondían a las necesidades del país. Fue cerrada con la reforma educativa liberal de

Valentín Gómez Farías; después reabierta y cerrada nuevamente por Maximiliano de Habsburgo. En el porfirismo,

con los impulsos de la filosofía positivista y la necesidad de favorecer el avance científico, se pensó en su reapertura.

En 1905 se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Entre sus funciones estaban atender la

instrucción primaria, normal, preparatoria y profesional en el Distrito Federal y los territorios federales; y las

escuelas de Bellas Artes, de Música, de Artes y Oficios, de Agricultura y de Comercio y Administración. En los años

finales del régimen porfirista, la obra de Justo Sierra se vio coronada con un acontecimiento de capital importancia

para el país: la refundación de la Universidad Nacional. Finalmente, el dieciocho de septiembre de 1910, fue

inaugurada la Escuela de Altos Estudios, y cuatro días después la Universidad Nacional de México.

La Universidad Nacional sufrió modificaciones. Aunque generalmente había gozado de un cierto grado de

independencia, la verdad era que la Universidad seguía siendo una institución del Estado, por lo que éste tomaba las

decisiones importantes, como la elección del rector. En 1929, con motivo de una huelga universitaria, el gobierno

decretó la autonomía de la máxima casa de estudios, el treinta de mayo, enviando a la Cámara un proyecto de ley

para otorgar la autonomía a la Universidad Nacional de México. Para el nueve de julio, se expide la reglamentación

de la Universidad Autónoma de México, lo que significó que esta institución mantuviera desde entonces un gobierno

propio y cambiara su nombre a Universidad Nacional Autónoma de México (U.N.A.M.).

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El arte de la Revolución

La pintura mural ha sido una de las contribuciones más importantes a la cultura universal de este periodo. Si en el

siglo XIX la lucha entre conservadores y liberales fue una lucha entre religión y filosofía, en la Revolución Mexicana

esos antagonismos surgen en forma accidental y externa, pero la verdadera lucha tiene lugar en el terreno ideológico,

político y social, al igual que en el económico, sobre todo lo agrario y lo laboral.

Estas consideraciones no salen fuera de nuestro tema, puesto que el arte se nutre de la vida y la vida es

transformada por el arte. Uno de los más altos valores de la pintura mural del siglo XX es haber traído al campo del

arte los temas y problemas del México de su tiempo. Si en el siglo XVIII hay un Goya que nos trae un nuevo sentido

de la vida, en el siglo XIX encontramos a un Ruelas y a un Posadas en búsqueda de una libertad de expresión. Esto

fue entendido también por los pensadores posteriores por ejemplo por José Vasconcelos que se expresó de esa

manera sobre la pintura mural de su época.

Del movimiento de pintura mural que empezó en 1922, y que aún continua (aunque de forma totalmente

diferente a lo que este proyecto representó en un principio), hay que destacar a los artistas que han producido las

mayores y mejores obras pintadas por necesidad y en su mayoría en edificios viejos heredados de la Nueva España,

cosa por la que resulta más significativa la renovación. José Clemente Orozco y Diego Rivera fueron los que

mostraron una actividad ejemplar y fecunda. David Alfaro Siqueiros volvió a la pintura mural tras una prolongada

interrupción con un nuevo ímpetu. Tamayo también ha producido obras murales importantes.

El mecenazgo de José Vasconcelos lanza al muralismo a una tarea hazañosa y pedagógica: que refleje el credo humanista y la épica de la

Revolución, que transmita —ése es el propósito de Vasconcelos—su teoría de la Raza Cósmica: América Latina es el porvenir del género

humano. Platón y Tolstoi humillarán a la barbarie, adquirir conciencia bolivariana es descifrar el sentido del cosmos […]68

.

Diego Rivera, nacido en 1886 y muerto en 1957, ha llegado a una síntesis magistral, aunado a su finísimo sentido del

color y su exquisita mano de dibujante; con su intelectualismo ha sabido dar orden y equilibrio a sus grandes pinturas

murales, por medio de las estructuras geométricas que las sustenta y de la organización de las ideas expresadas y con

su sensualidad ha podido animar tanto las formas particulares como los grandes conjuntos, por su sentido del color y

sus conocimientos técnicos de la pintura; además logra una síntesis original de las diversas escuelas pictóricas de su

tiempo. José Clemente Orozco, nacido en 1873 y muerto en 1949, se ha ocupado de todos los fundamentos de

nuestro tiempo; de la historia, porque su preocupación central es el hombre, el hombre en variadas circunstancias, en

el pasado y en el presente, o mejor, el pasado en el presente que es tanto como decir una preocupación constante por

el ser de América y de México. David Alfaro Siqueiros nacido en 1896 y muerto en 1974, fue un ideólogo del arte y

de la política, idealista en favor de la justicia social y de la libertad y activo batallador en su causa, viajero y escritor,

dejó de producir pinturas murales hasta que en 1939, de regreso de la guerra española, nuevamente intentó reunir a

un grupo de artistas en equipo para pintar con la técnica característica de su expresión.

Una de las facetas más representativas de la cultura mexicana es la música y aquí hablaremos del periodo de

la cultura musical de nuestro país conocida como el nacionalismo. Para analizar éste fenómeno musical, no podemos

prescindir del horizonte significativo de la historia mexicana de tres épocas: veintes, treintas y cuarentas, es esta

68

Carlos Monsivais, ―Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX‖ en COLMEX, 1988, Tomo 2: 1420.

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época hay que destacar el gran impulso racionalista generado en el gobierno de Cárdenas, la personalidad política de

Silvestre Revueltas al frente de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y de Carlos Chávez como

funcionario del Departamento de Bellas Artes. La música estilísticamente nacionalista se compone a partir de las

influencias de la música y las culturas precortesianas o indígenas, o también, de la música y cultura popular o

mestiza. Destacan las figuras de Chávez, Revueltas, Candelario Huízar, Luis Sandi, Daniel Ayala, José Pablo

Moncayo y Blas Galindo.

Por otro lado, el cine entra en la Revolución Mexicana como un arte nuevo de representación social. El cine

de de la Revolución surge en la década de los treinta como género artístico; pero desde antes, en los cinematógrafos

se daban las noticias de los frentes como preludio a las películas. Incluso se les pagaba a los caudillos de la

Revolución por documentar sus campañas. La figura más atractiva para el cine fue siempre Pancho Villa como

sinónimo del bandolerismo y la crueldad. Tras el asalto a Columbus, Villa adquirió importancia en el cine de

Hollywood, se sabe que la Mutual Film Corporation le pagó a Villa veinticinco mil dólares por documentar su

campaña militar.

El 5 de de enero de 1914, pocos días después de ocupar la ciudad de Chihuahua e incluso antes de tomar pleno control del estado, Villa

firmó un contrato, Villa firmó un contrato con Harry E. Aitken de la Mutual Film Company. El 7 de enero el New York Times informaba:

La tarea del general Villa consistirá en escenificar thrillers cinematográficos en la forma que convenga a sus planes para deponer a

Huerta y sacarlo de México, y la del señor Aitken, el otro socio, será distribuir las películas resultantes en las zonas pacíficas de México

y en Estados Unidos y Canadá.

Para asegurarse de que su inversión sería un éxito, el señor Aitken despacho al campamento del general Villa, el sábado pasado, un

pelotón de cuatro camarógrafos con aparatos especialmente diseñados para filmar en el campo de batalla69.

Empero, el primer Villa interpretado en el cine fue Wallace Beery en Viva Villa de Jack Conway y desde esa

interpretación la figura de Villa fue importante para el cine hollywoodense. La primera película sonora mexicana

sobre la Revolución Mexicana fue también sobre Villa, se trata de Revolución (la sombra de Pancho Villa) dirigida

por Miguel Contreras Torres. Por otro lado, la ―trilogía revolucionaria‖ de Fernando de Fuentes fue el epítome del

cine de la Revolución con sus tres películas: Prisionero 13, El Compadre Mendoza de 1933 y ¡Vámonos con Pancho

Villa! de 1935, las tres estuvieron basadas en novelas de la Revolución Mexicana. El interés por el tema no acabó

aunque sí disminuyó. Las películas más importantes que encontramos son Flor silvestre, Enamorada y Las

abandonadas del Indio Fernández; para los cincuenta vemos filmes como La cucaracha, Juana Gallo, La escondida,

La bandida, La Valentina y La generala (con María Félix). Sin embargo, encontramos cine de la Revolución en

épocas más tardías como los setenta en que se filma Zapata, El principio de Gonzalo Martínez, Peregrina de Mario

Hernández, Reed, México insurgente de Paul Leduc, Canoa de Cazals y Así era Pancho Villa. Pero la figura de Villa

siguió viva en el cine y vemos por ejemplo que ya para los noventa se filma una cinta que no tiene tema

revolucionario pero sí a la figura de Villa como protagonista; Entre Pancho Villa y una mujer desnuda. El cine de la

Revolución, como vemos, sirvió como un sintetizador de los fenómenos sociales y un difusor de una idea de

Revolución para la gran masa.

Los temas de la literatura, de la novela, el cuento, la poesía, el ensayo literario y el ensayo filosófico de la

época parecen seguirse unos a otros, unificando su diversidad por la vía de una preocupación común: comprender y

69

KATZ, ―El surgimiento de Pancho Villa como dirigente nacional‖, 1998, Tomo 1: 372.

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expresar el significado artístico y político de la sociedad, pero desde una perspectiva crítica. Pellicer, Gorostiza,

Torres Bodet, Novo, Cuesta, Owen, Villaurrutia reasumen el quehacer cultural del Ateneo de la Juventud. Esta vez el

enemigo no es el positivismo sino el patriotismo de desplante y la adulación imperante, modifican y amplían el

lenguaje poético, quebrantan el tono solemne de la literatura mexicana; en suma, deciden la existencia y continuidad

de una literatura moderna en México. Otro grupo de pensadores lo constituyeron Rafael Solana, Octavio Paz y Efraín

Huerta al fundar la revista Taller Poético.

El arte más directamente relacionado con la Revolución Mexicana es la literatura y la narrativa mucho más

marcadamente. La narrativa de la Revolución es vastísima y su impacto en la vida cultural mexicana es muy

importante. Es, junto con el muralismo, el fenómeno artístico más propio de la Revolución. Esta corriente comenzó

en la prensa a modo de crónica, pero para la década de los veinte se había depurado en un arte con características

muy propias. En el proceso ideológico jugó un papel muy importante pues es por medio de la narrativa, primero en la

prensa, luego en los libros y después hasta en las aulas, que se conoce a la Revolución fuera de los centros de guerra.

Pero, pese a lo que se pueda creer, el Estado no privilegió este arte sino muy tardíamente; se negaba incluso su

existencia en los premios y estímulos que se otorgaban desde el poder estatal, por ello, como arte de estado no existe

sino hasta el proceso que entendemos como posrevolución pese a que existió desde el inicio de la Revolución. Esto

no quiere decir que su valor como herramienta ideológica no existiera desde el principio; fue la mirilla de miles de

lectores citadinos hacia la Revolución.

Aunque profundizaremos en cómo se da este arte en el capítulo siguiente, anotaremos aquí brevemente

nuestra concepción del mismo. El discurso de la Revolución que la narrativa proveía, fue la construcción que muchos

se hicieron, y se han hecho a lo largo de casi un siglo, de la realidad de la Revolución Mexicana. Definamos.

Entendemos aquí una distinción entre lo que es la realidad histórica, la representación artística de la realidad y la

lectura de la realidad representada en la obra de arte. La primera es el hecho acontecido, el mismo que quien no lo

vivió no conocerá, no hay forma alguna de conocer la realidad sin la experiencia. La segunda es la reconstrucción

que el artista hace de la realidad a partir, ya sea, de su experiencia, del acceder a las fuentes que registraron el hecho

o del recoger las experiencias de otros, la construcción que hace el artista presupone el hecho de que éste hizo una

selección de entre los hechos registrados para ser representado en la obra, además se hace indispensable el hecho de

la transformación de algo de la información con fines estéticos y finalmente incluye necesariamente la postura del

autor en la propia idea del hecho. Esta postura se define parcialmente por la ideología en la que está inmersa el

mismo. Todo esto es importante entenderlo para nuestro trabajo pues esto es indispensable para comprender la

información histórica que podamos recabar de la obra de arte. Finalmente, esta corriente narrativa tiene gran

importancia por lo que hemos escrito líneas arriba dentro del proceso ideológico de la Revolución Mexicana pues es

registro inconmensurable de la coyuntura histórica y su valor ideológico se debe sopesar.

El Centauro del Norte como figura ideológica

Una de las figuras más importantes de la Revolución Mexicana es, sin duda, Francisco Villa. Ideológicamente resulta

muy interesante y lo destacamos aquí porque es uno de los personajes primordiales en la narrativa de la Revolución y

es, sin duda, el personaje más determinante en la obra de Rafael F. Muñoz. Por esto, hablaremos en este apartado de

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su figura, histórica e ideológicamente hablando. Para esto, hemos preparado una breve biografía de él y luego

algunos datos acerca de su figura en la historiografía y en la literatura.

Doroteo Arango Quiñones, nació el cinco de junio de 1878 en Río Grande Durango. Quedando huérfano a

temprana edad, comienza a trabajar junto con sus hermanos y madre en la Hacienda de la familia López Negrete, de

donde tiene que huir después de evitar que Agustín López Negrete, uno de los propietarios, raptara a su hermana

Martina; hiriendo al raptor con tres balazos es perseguido por los guardias y se ve en la necesidad de abandonar a su

familia e internarse en la sierra. Durante este tiempo tres hombres lo toman preso y éste al pensar que es por lo

sucedido en la hacienda no se defiende, así que es llevado a la prisión de San Juan del Río donde se le condena a ser

fusilado pero logra escapar y se interna nuevamente en la sierra.

Es así como se hace integrante de la banda de Ignacio Parra y Refugio Alvarado, quienes a pesar de

considerarlo muy joven lo aceptan como un integrante más. Ahí es donde adopta el pseudónimo de Francisco Villa,

para no ser reconocido, el apellido lo toma de su abuelo paterno Jesús Villa y desde entonces se le conoció con este

nombre. Junto con los demás se dedica a cometer robos y a matar en defensa propia, con estos robos ayuda a su

familia, pero se separa de la banda cuando uno de sus miembros mata a un anciano, acto que se le parece injusto y

decide marcharse para Chihuahua, donde trabaja como obrero, minero, albañil y comerciante, para poder tener una

vida más tranquila y honesta, pero al seguir siendo perseguido, tiene que cambiar de trabajo constantemente. Como

comerciante conoce a al entonces Gobernador Abraham González, quien lo ayuda y lo hace uno de sus hombres de

confianza, cuando Abraham González le pregunta que si puede contar con él Villa Responde.

Señor, viva usted seguro que siempre a sus órdenes seré obediente junto con Cástulo Herrera y esté cierto que nosotros vamos a la lucha

como revolucionarios concientes, como hombres que saben que se batirán por el bien del pueblo y los pobres contra los ricos y poderosos,

y que nos mantendremos a pesar de nuestra ignorancia leales a la causa y que pelearemos hasta el último instante de nuestras vidas70

.

Abraham González es quien lo hace partícipe en la sedición maderista, tres días antes del inicio de 1910, al frente de

un pequeño grupo de hombres, Villa se traslada a la hacienda de Bustillo donde Francisco I. Madero le da el grado de

coronel y junto con Pascual Orozco se encarga de dirigir la lucha en el estado de Chihuahua en marzo de 1911.

En los meses transcurridos entre el estallido de la revolución, en noviembre, y el momento en que se unió a Madero, en marzo de 1911,

Villa se había convertido en comandante de una fuerza guerrillera sólo inferior en número a la de Orozco, lo cual resulta aún más notable

y en cierta forma desconcertante si se toma en cuenta que su historial militar era inferior, y que no había logrado ninguna brillante victoria

comparable con las que le darían fama mundial en los años por venir. En realidad eran más sus derrotas que sus triunfos71

.

En este trance se da la renuncia de Porfirio Díaz, después, Villa deja su batallón bajo el mando de Raúl Madero y se

retira a Chihuahua donde abre una carnicería y se dedica a la cría de ganado, junto con su compadre Eleuterio Soto,

pero son victimas de explotadores que impedían que el rastro les autorizará su ganando, también les robaban el

ganado obligándolos con esto a comprar ganado malo y caro si querían seguir con el funcionamiento de la carnicería,

así que Villa se decide a dejar el negocio. Pero nuevamente en 1912, toma las armas para combatir la rebelión

orozquista, esta vez bajo las órdenes de Victoriano Huerta, al que se le reunió en el estado de Torreón. Debido a sus

70

GÁMIZ, 1994: 28, 35. 71

KATZ, ―La revolución que no esperaba ni su dirigente ni sus opositores‖, 1998, Tomo 1: 121.

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logros durante las batallas de Tlahualilo, Conejos y Rellano, es ascendido a general, cargo que le es otorgado por

Huerta, quién después lo acusa de insubordinación dando la orden de fusilarlo, acto que no se lleva a cabo debido a

la intervención de Madero; sin embargo se le da una pena menor y se le traslada a la prisión de Santiago Tlatelolco

donde conoce al zapatista Gildardo Magaña, quien, se dice, le enseña a leer, cosa improbable pues existen cartas

anteriores de Villa a Madero con muy mala redacción, lo que indica que ya conocía los rudimentos de la escritura;

escapa de la cárcel y huye hacia Estados Unidos, pero desde la ciudad de Tucson Arizona se pone a las órdenes de

Madero.

En 1913 el cuartelazo dado por los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, contra el gobierno

constituido que da origen a la Decena Trágica, en la que Huerta es nombrado jefe de las operaciones, simuló cumplir

su deber negociando con los sublevados pero en realidad estaba traicionando al gobierno y con esto dando muerte a

Madero y Pino Suárez en acuerdo con el embajador americano Henry Lane Wilson, quien le ayuda legalizar su

gobierno. Tras los asesinatos de Madero, Pino Suárez y Abraham González, Villa regresa a México, entrando por

Chihuahua, acompañado de nueve hombres recibe ayuda del gobernador de Sonora José María Maytorena, y coopera

para formar un gran ejercito a las órdenes de Venustiano Carranza en septiembre de 1913 y así queda conformada en

Ciudad Jiménez la División del Norte, bajo el mando de Villa. Los primeros ataques que son para tomar Torreón y

luego diversas ciudades del estado de Chihuahua resultan victoriosos, con esto crece el prestigio de Villa y se le

comienza a conocer como el Centauro del Norte.

A diferencia de otros dirigentes de la revolución mexicana, antes de 1910 Villa no había participado en ninguna de las revueltas,

rebeliones o movimientos de protesta que se produjeron en Chihuahua durante la era porfiriana. Tampoco estaba vinculado con las

comunidades que luchaban por sus tierras como fue el caso de Emiliano Zapata, Toribio Ortega o Calixto Contreras72

.

Debido a lo acontecido se desata una rebelión en todo el país y se desconoce el gobierno de Huerta, pero para que

pudiera tener mayor validez Carranza basado en la Constitución, formula el Plan de Guadalupe que en 1913 declara

desconocer los tres poderes y se designa a Carranza como primer jefe constitucionalista, proponiéndose también que

haya nuevas elecciones Villa reconoce entonces a Carranza como el único presidente y sigue en la lucha por todo el

país. Al frente de su ejército logra tomar, Torreón, Ciudad Juárez, Tierra Blanca y Chihuahua, donde es nombrado

gobernador provisional de este estado el nueve de diciembre, pero cede el cargo a uno de sus ayudantes, Manuel

Chao el ocho de enero de 1919 ante el mandato de Carranza.

Para enero de 1914 que Villa deja el gobierno de Chihuahua, en compañía de Gómez Palacio, Felipe

Ángeles, Raúl Madero y José Isabel Robles, sigue su campaña militar, tomando Torreón del veintidós de marzo al

dos de abril, ocupan también San Pedro de las Colonias y Paredón con un ejército de seis mil dorados como eran

llamados sus hombres por el color de sus camisas. Durante su gestión instaló el primer telégrafo, expulsó a los

comerciantes españoles acusados de colaborar con Huerta, bajo el precio de los artículos de consumo básico, abrió el

Instituto Científico y Literario, emitió moneda, además de conmutar las contribuciones atrasadas.

Pero Villa comenzó a tener desacuerdos con Carranza por lo que se negó a atacar Saltillo como Carranza la

había ordenado y en su lugar atacó Zacatecas, acción que hizo que cayera Huerta. Los problemas entre Villa y

Carranza se acentuaron más durante la Convención de Aguascalientes, en donde ambos fueron destituidos de sus

72

KATZ, ―La revolución que no esperaba ni su dirigente ni sus opositores‖, 1998, Tomo 1: 92.

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cargos por la asamblea pero Carranza se negó a obedecer la orden y se reveló iniciándose así la lucha de facciones.

Eulalio Gutiérrez elegido Presidente por la Convención, nombró a Villa jefe de operaciones militares.

Con la firma del Pacto de Xochimilco, el cuatro de diciembre de 1914, se establece una alianza entre la

División del Norte y el ejército Libertador del Sur, dirigido por Emiliano Zapata, quien logró que Villa se uniera al

Plan de Ayala. Con estos ejércitos unidos, las fuerzas constitucionalistas quedaron sumamente debilitadas pues eran

zapatistas y villistas los que ayudaban a que Carranza tuviera mayor fuerza y ahora, las nuevas fuerzas

convencionistas, tras la huida de Carranza hacía Veracruz ocuparon la Ciudad de México el seis de diciembre del

mismo año, los dirigentes se tomaron la famosa foto en al que Villa está en el sillón presidencial con Zapata a su

izquierda.

Ambos ejércitos abandonaron la Ciudad de México y poco a poco fueron perdiendo su fuerza. En la

primavera de 1915 se enfrentaron los ejércitos de Villa y Obregón, siendo derrotado en las ciudades de Celaya, León

y Trinidad obligando a retroceder hacía el norte del país donde combatió durante 1915 y 1916 al frente de diez mil

hombres, aunque fracasó en su intento por tomar Agua Prieta, donde fue derrotado por Plutarco Elías Calles.

Después de esa batalla la División del Norte de deshizo pero Villa siguió su lucha solo, además de que en Estados

Unidos le fueron congeladas sus cuentas en el Columbus State Bank y ya no se le surtieron armas, por lo que Villa

comienza a saquear y lleva a cabo un par de acciones por las que el gobierno estadounidense interviene y Carranza lo

declara fuera de la ley. Primero, el diez de enero de 1916, se llevó a cabo la llamada ―masacre de Santa Isabel‖ en

donde quince ciudadanos estadounidenses perdieron la vida.

Todas esas consideraciones son el telón de fondo de los trágicos sucesos que tuvieron lugar el 10 de enero de 1916, en el pueblo de Santa

Isabel, Chihuahua. Ese día, un destacamento comandado por el general villista Pablo López detuvo un tren de pasajeros que iba de la

ciudad de Chihuahua a la población minera de Cusihuiráchic. Abordo, junto con muchos pasajeros mexicanos, se hallaban quince

ingenieros de minas y el administrador de la Cusihuiráchic Mining Company, unos y otro estadounidenses [Sic], que volvían a la

población del mismo nombre para reiniciar el trabajo en las minas. Habían sido evacuados en el momento culminante de la guerra civil,

pero regresaban porque las autoridades carrancistas los habían persuadido de que controlaban plenamente la situación y de que no había

peligro […].

Cuando el tren se detuvo repentinamente, se extrañaron pero no se alarmaron. Tres de ellos […], bajaron a las vías para ver qué ocurría

[…].

Uno vez muertos los estadounidenses que habían bajado del tren López entró en el compartimiento donde se hallaban los demás […].

[Los hicieron] bajar del vagón, desnudos excepto por su ropa interior […]. Los iban ejecutando conforme iban bajando […].

Como consecuencia de la masacre, se alzó en Estados Unidos un clamor generalizado a favor de la intervención, pero el gobierno de

Wilson conservó la serenidad y declaro que se trataba de un asunto interno que México debía resolver. Sólo unas semanas más tarde, esa

actitud se modificaría radicalmente73

.

Luego, el nueve de marzo se produjo el famoso ataque a la población de Columbus Nuevo México. Estos hechos le

dieron el pretexto al gobierno estadounidense para intervenir en el gobierno de México. Katz nos da una detallada

descripción de los ataques tanto precedentes al de Columbus como el de éste mismo, que aquí nos permitimos

transcribir ampliamente.

El 18 de enero, Villa reunió en Los Tanques a doscientos hombres, la mayoría integrantes de su guardia de élite, los Dorados, y les dijo

que había llegado el momento de lanzarse contra los estadounidenses […].

73

KATZ, ―Venustiano Carranza en el poder‖, 1998, Tomo 2: 142-145.

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No se sabe exactamente por qué Villa eligió las pequeñas poblaciones estadounidenses situadas frente a Ojinaga como primeros

blancos de su incursión. Estas poblaciones eran de las más pobres de todo Estados Unidos, y no se podía esperar hallar en ellas mucho

botín ni pertrechos […].

La proyectada marcha hacia Ojinaga resultó un desastre ya que el pequeño destacamento sufrió constantes deserciones […].

El 30 de enero, Villa concluyó que si continuaba con su plan de atacar a los estadounidenses su ejército podía desintegrarse. Decidió

regresar a San Jerónimo, de donde había partido, y recompensar a sus soldados para detener la creciente desmoralización. Un día más

tarde, el 31 de enero, los villistas detuvieron un tren que venía de Ciudad Juárez. Los pasajeros fueron obligados a descender, aunque

ninguno sufrió daño alguno, y Villa permitió a sus soldados saquear cuanto encontraran. Este ―éxito‖ frenó al parecer la racha de

deserciones […]74

.

Como vemos, los ataques que preceden al de Columbus tuvieron poco éxito, no así éste que tomamos también de la

descripción de Katz.

El 20 de febrero envió a uno de los más importantes entre los líderes que le habían permanecido fieles, el coronel Candelario Cervantes, a

su pueblo de origen, Namiquiapa, a reclutar un gran contingente de hombres. No se trataba aún, sin embargo, de la leva forzosa […]; no

afectaba a todos los hombres físicamente capacitados, sino sólo a los antiguos soldados de la División del Norte […].

La expedición que se puso en marcha el 24 de febrero para atacar Columbus era completamente distinta de lo que había sido la

División del Norte en su mejor momento, cuando miles de hombres y voluntarios acudían en masa a cada estación del tren para

incorporársele. También estaba muy lejos de los entusiastas contingentes guerrilleros que el caudillo había comandado en los primeros

días de la revolución. Por primera vez, había reclutas forzados de los que se podía temer que desertaran en cualquier momento […].

Sin embargo, en un aspecto la fuerza de Villa seguía siendo un reflejo, así fuera pálido, de la antigua División del Norte [… ].

Durante casi dos semanas, la expedición avanzó hacia la frontera estadounidense atravesando regiones recónditas, a menudo de noche,

para que los carrancistas no la detectaran ni alcanzaran a los estadounidenses ningún indicio de su llegada […].

El 8 de marzo de 1916, la expedición de Villa llegó a un punto situado cuatro millas al norte de Columbus. No está claro por qué fue

elegida como blanco esa pequeña población hecha principalmente de cabañas de madera, con unos pocos cientos de habitantes y una

guarnición de alrededor de seiscientos hombres […].

Se ha dicho a menudo que una de las principales razones de Villa para elegir a Columbus fue que allí vivía Sam Ravel, a quien le había

dado dinero para comprar armas y se había negado a devolverlo y a entregar la mercancía […].

Desde el punto de vista del mando villista, Columbus y su guarnición parecían lo bastante pequeño para tomarlos sin mucho sacri ficio

de tropas. Si el asalto tenía éxito, podía resultar muy beneficioso en términos tanto militares como económicos. Las armas de la

guarnición, sus ametralladoras, rifles Springfield y caballos, serían ciertamente muy útiles […].

Villa había enviado espías a la población para reconocer el terreno, pero sus agentes al parecer no fueron eficaces, porque Candelario

Cervantes le dijo que la guarnición sólo tenía cincuenta hombres, en vez de seiscientos y que fácilmente se podía tomar en dos horas […].

El contingente se dividió en dos destacamentos. Uno debía dirigirse al sur de la población y atacar el Camp Furlong, donde se hallaba

la guarnición. El otro debía avanzar hacia el centro de Columbus, asaltar el banco y, según dijeron después, atacantes prisioneros, ejecutar

a Ravel y quemar sus propiedades. Mientas Villa permanecía con una pequeña reserva en el lado mexicano de la frontera, el resto de sus

fuerzas la cruzaron a poco más de tres kilómetros de Columbus y empezaron el ataque a la 4:45 de la mañana del 9 de marzo.

Lograron sorprender a la guarnición, cuyos comandantes habían desatendido los repetidos avisos de que Villa se estaba acercando a la

frontera podía atacar. Sólo dos días antes, el general Gavira, uno de los comandantes carrancistas en Chihuahua se lo había advertido al

general que estaba al mando de las tropas estadounidenses a lo largo de la frontera, John J. Pershing. Ni éste ni el comandante de la

guarnición de Colmbus, el coronel Slocum, a quien se le transmitió el mensaje de Gavira, tomaron en serio la advertencia […].

Cuando los villistas atacaron en la madrugada, disparando indiscriminadamente sobre las barracas, la mayoría de los soldados se

hallaban dormidos y fueron tomados completamente por sorpresa […].

A las 7:30 de la mañana, tres horas después de iniciado el ataque, el clarín villista llamó a retreta. Los atacantes no fueron fuera del

pánico: llevándose consigo a la mayoría de sus heridos, iniciaron en orden la retirada hacia México […].

74

KATZ, ―Venustiano Carranza en el poder‖, 1998, Tomo 2: 145-146.

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Las tropas estadounidenses no vacilaron en cruzar la frontera y seguir a los villistas ocho kilómetros al interior de México, pero al

encontrar una férrea resistencia de la retaguardia de Villa, regresaron a Columbus75

.

Por todo esto, Washington envió la llamada Expedición punitiva, comandada por John J. Pershing, acompañado de

George Patton, esta expedición permaneció en el país sin el permiso de Carranza del quince de marzo al veintiuno de

junio de 1916, pero no lograron atrapar a Villa, pues éste permaneció durante este tiempo inactivo, y poco después se

amnistió mediante la firma de los Convenios de Sabinas. De acuerdo con éstos le fue reconocido el grado de general

de División y se le entregó una hacienda en Canutillo y se le permitió mantener a cincuenta dorados pagados por el

gobierno. Según algunos autores, este aparente retiro fue acompañado por una propuesta de acuerdo del gobierno de

Carranza que villa no aceptó pero sí se retiró.

En diciembre de 1915, Carranza propuso a Villa un convenio en los siguientes términos: 1) amnistía general para todos sus adictos; 2)

entrega al gobierno carrancista el territorio controlado por las fuerzas villistas; 3) incorporación de sus tropas al ejército constitucionalista

y participación de las mismas en la lucha contra Zapata; 4) garantía de que Villa podía emigrar con entera libertad a Estados Unidos.

Algunos comandantes de las tropas villistas aceptaron estas condiciones. Villa, empero, prosiguió la lucha76

.

En la hacienda de Canutillo organizó trabajos comunales, convirtió la iglesia en troje, compró, maquinaria agrícola y

se dedicó a la siembra de trigo, maíz y fríjol, además de construir una escuela para los hijos de los campesinos, les

construyó casas, trazó calles, introdujo los servicios de correo y telégrafo, instaló talleres de carpintería, carnicerías y

zapaterías, fundó un banco de crédito agrícola e impulsó a la industria ganadera.

A fines de 1922 en una entrevista que dio al periodista Regino Hernández, le manifestó su agrado por el

precandidato a la Presidencia Adolfo de la Huerta, quien era el contrincante de Plutarco Elías Calles. El veinte de

julio de 1923 Villa y tres de sus compañeros fueron asesinados en una emboscada en Hidalgo de Parral Chihuahua,

mientras iba en su automóvil. Algunos culparon a Obregón y a Calles y otros atribuyeron el asesinato a rencillas

personales.

Villa estaba de buen humor. Iba manejando él mismo el coche y bromeando con su secretario y sus guardaespaldas. Al llegar a la esquina

de Juárez y Barreda, un hombre que estaba allí parado levantó la mano para saludar y gritó: ―¡Viva Villa!‖, el viejo grito de guerra de la

División del Norte. Ignoraba Villa que el grito que tantas veces lo había saludado en la batalla esta vez anunciaba su muerte, porque el

hombre había sido enviado por los asesinos para vigilarlo: su grito y la mano levantada eran una señal para que los que esperaban en el

departamento abrieran fuego cuando el coche llegara al crucero y disminuyera la velocidad para dar vuelta. Villa recibió nueve balazos y

murió instantáneamente; otro tanto ocurrió con Trillo, el chofer, y el asistente, Daniel Tamayo. Tres miembros de la escolta quedaron

heridos77

.

Villa se convirtió, tras su muerte, en una imagen de culto para el pueblo, en cierta forma lo fue desde antes de morir,

sin embargo, para el Estado, la figura de Villa como héroe de la Revolución fue negada por muchos años más pues

no entró como tal dentro del proyecto de nación que se configuraba. Veamos cómo se trató su figura en este

contexto.

75

KATZ, ―Venustiano Carranza en el poder‖, 1998, Tomo 2: 146-152. 76

Alperovich y Rudenko citados en GILLY, 1988: 203. 77

KATZ, ―Muerte y supervivencia de Pancho Villa‖, 1998, Tomo 2: 365.

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Durante la vida de Villa e incluso después de su muerte, su figura fue tan imponente que fue motivo de

muchas líneas en periódicos nacionales y extranjeros. Villa se dio a notar desde el principio. Primero llamaba la

atención por ser considerado, más que un revolucionario, un bandolero despiadado y asesino. De Villa se hablaba en

la prensa extranjera desde antes de ser formada la División del Norte. Cuando se destacó como general ya dirigiendo

este ejército, primero sorprendió pues de él no se esperaba sino pillaje y sin embargo logró victorias notables por su

agudo sentido de la estrategia, aprendido en el campo. Pese a no tener un proyecto nacional y no conformar un grupo

con fines de toma del poder del Estado, Villa fue una figura determinante en la revolución social. Sin intenciones de

conformar una ideología, se acercó a pocos intelectuales que convirtieran en ideólogos del movimiento, sin embargo,

sí logró definir una identidad en su División. Es claro cuando se habla de la Bola, de los Dorados, del Centauro del

Norte, del grito ―Viva Villa‖… todos éstos son muestras de la fuerte unión que tuvo su grupo. Villa, sin embargo,

mientras gobernó Chihuahua (y lo hizo por dos años, nunca importó si tuviera el nombramiento de gobernador o no),

planteó una reforma agraria por medio de su Ley General Agraria78, tuvo un plan económico para el estado (que en

ocasiones incluía confiscar o expropiar propiedades de particulares) y logró un desarrollo con un enfoque social muy

importante; lo que hacía era con el fin de que los ciudadanos tuvieran una mejora en su calidad de vida.

Pese a ello, Villa siempre fue una figura muy incómoda para quien detentaba el poder pues pugnaba siempre

por que los resultados de la lucha fueran el desarrollo del pueblo; el pueblo lo sabía y por eso siempre fue apoyado.

Algunos afirman que al final de su carrera militar se pervirtió aceptando las condiciones del gobierno carrancista

para tener un retiro cómodo; otros afirman que siguió presente en la lucha pero desde el retiro, como estratega y

apoyo a rebeliones populares. Poco se sabe de esos últimos años de Villa y versiones muchas han circulado acerca de

si su muerte está relacionada con este retiro aparente. Una cosa importante es que durante los años de su retiro

muchas fueron las entrevistas que sostuvo para periodistas y literatos en búsqueda de información para su trabajo. Es

de estos años, la mayor parte de las fuentes de reportajes, cuentos y novelas que hoy engruesan la historiografía y la

literatura sobre Villa.

Sin embargo, aún después de su muerte Villa siguió siendo negado por los gobiernos venideros. Durante las

épocas que se han llamado La sombra del caudillo, el Maximato y el Cardenismo, Villa nunca figuró como héroe y

es lógico, los gobernantes de esos años habían sido enemigos de Villa en algún momento. Sin embargo, para el

periodismo, la literatura y el cine, Villa era una figura que era imposible no encontrar. Era una figura con la que se

asoció a la revolución, pese a que el estado lo negara en sus herramientas de propaganda y educación. Su figura fue

tan imponente que sobrepasó esas negaciones y estuvo siempre. No es sino hasta la institucionalización completa del

partido de la Revolución que Villa es aceptado. Durante el gobierno de Ávila Camacho se convirtió a la Revolución

en un discurso que hablaba de la conformación de un México unido en pro del desarrollo y se privilegió la idea de

que todas las facciones e ideologías que habían tomado parte de cualquiera de las etapas de ésta eran una sola. La

Revolución se unificó en ese discurso y no es sino hasta que ese discurso existe que la imagen de Villa aparece en el

mapa del panteón revolucionario y es entonces que se suma a Madero, Obregón, Carrillo Puerto, Carranza, Zapata,

Serdán, Flores Magón… todos estos nombres, que irónicamente estuvieron encontrados en la batalla más de una vez,

unos contra otros, aquéllos contra éstos, figuraban ahora en letras doradas en el edificio de Congreso de la Unión

como partidarios de una misma Revolución. Ése era el discurso de una revolución convertida en instituciones y

78

La trascripción de la Ley General Agraria de Villa se encuentra en el Anexo 3 ―Cuéntame lo que no es cuento‖ bajo el título ―Ley General

agraria‖ al final de este trabajo.

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pronto ese discurso pasó a los libros de texto, a la propaganda nacional, a los medios del estado en sí para ser

difundido. Y con ello la figura de Villa se fortaleció más (hay que decir que también la de Zapata), se mitificó y se

convirtió en figuras de bronce, de cera, en estampas, en más corridos, en más novelas, cuentos, películas y nombre de

grupos sociales en búsqueda de alguna reivindicación y ha quedado presente en la memoria del pueblo, a veces

confundido con Zapata, con Cedillo, hasta con Carranza, pero siempre asociado con la idea del libertador del pueblo,

del que luchó por su liberación y, claro, también con la del pillaje y el bandolerismo; Villa fue en vida y es hoy como

figura mítica de la Revolución un personaje de profundos contrastes y tal vez por ello es tan importante en la

memoria de la Revolución, porque ésta es así también, contradictoria y sombría.

Ideología hegemónica y discurso revolucionario

Como vemos, educación y arte articulan ideas de Revolución que se transmiten a la gran masa. Sin embargo,

ideológicamente es difícil sopesar el valor real del Estado en esa transmisión, ¿Por qué? Porque el Estado

revolucionario no es uno, son muchos. Vemos el estado maderista, el huertista, el carrancista, el callista y el

cardenista principalmente. Estos cinco gobiernos son los que en algún momento hegemonizaron en el poder político.

Hemos dicho que Madero y Huerta no constituyen su poder a través de un proyecto de nación porque no lo tienen. El

primer proyecto de nación surge con el gobierno de Carranza y esto se evidencia con el hecho de que su gobierno

escribe una constitución y esto presupone la construcción de una idea de estado acerca de lo que se buscará con esa

constitución. El estado carrancista se puede leer en las líneas de la constitución. Sin embargo, no podemos decir que

lo escrito se vuelve hecho, muchas veces lo que está en el papel se queda ahí sin una contundencia en la realidad.

Por otro lado, Carranza articula la construcción de la memoria histórica a partir de la negación de la

Revolución que ocurría, ¿por qué?, porque para él la Revolución era el movimiento maderista del Plan de San Luis y

el Plan de Agua Prieta, pero en la memoria que se estaba generando de la Revolución existía también Zapata, Villa y

muchos más que representaban para Carranza el enemigo; por ello, en concursos literarios, la educación y otros

mecanismos de su gobierno para generar la memoria histórica se privilegiaba el tema colonialista (de esto hay un

dato interesante en el apartado ―El cuento y sus etapas‖ del siguiente capítulo) pero no el revolucionario.

La Revolución fue un producto de la memoria colectiva, la creación de los mitos nacionales y la escritura de la historia […], con

frecuencia fue recordada por sus ―voceros‖ y los herederos de éstos, en forma ideal y mítica […], también fue confeccionada por

aficionados y pseudohistoriadores […].

Sin embargo, en un primer momento, no todo el mundo rememoró, mitificó y convirtió en historia a la Revolución del mismo modo. La

movilización revolucionaria de la década de 1910 trajo consigo la aparición de numerosas facciones armadas y movimientos políticos, las

más de las veces antagónicos. Dada la complejidad de toda sociedad, es casi imposible hablar de una sola memoria colectiva de un suceso

o de una época; el México revolucionario ciertamente fue testigo de construcciones diferentes y rivales sobre su pasado reciente. Así

como el poder, el pasado es disputado en la política, la guerra y la revolución. En el decurso de cualquier lucha, los más poderosos

privilegian determinados recuerdos y mitos a costa de otros y buscan crear una memoria oficial (con miras a convertirla en nacional o en

dominante) para así legitimar la autoridad política existente. Sin embargo, el desarrollo de una memoria oficial generalmente no expulsa,

ni tampoco incorpora a todas las otras memorias colectivas. Aquellas construcciones, aquí denominadas contra-memorias, que resisten e

impugnan la versión oficial, a veces son marginadas, pero en otras ocasiones persisten para desafiar y ejercer presión sobre la

construcción dominante79

.

79

BENJAMIN, ―Introducción. La Revolución con mayúscula‖, 2003: 39-40.

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Entonces, en el marco ideológico, quienes más se preocuparon por transmitir un mensaje ideológico son los

gobiernos del Maximato y el gobierno cardenista. Un paso importante de esto se da en el gobierno de De la Huerta al

refundarse la Secretaría de Educación que queda bajo el mando de Vasconcelos (como se ha dicho en este capítulo

un par de veces antes), pues la gestión de Vasconcelos dio de nuevo rumbo a la educación. Pero este rumbo fue

cambiado bajo la gestión de Bassols que reconfiguró a inicios de los treinta el panorama pedagógico de México. Hay

que decir, sin embargo, que tras el gobierno cardenista este proyecto sucumbe y se regresa a la idea vasconceliana.

Advertimos entonces que los gobiernos del Maximato y el cardenista fueron los gobiernos revolucionarios que

construyeron un modelo de nación que fue transmitido ideológicamente al pueblo. Pero esto tiene algunas

salvedades.

[…] en lo cultural la Revolución Mexicana (en este caso, el aparato estatal) fuera del periodo de Vasconcelos en la Secretaría de

Educación Pública y del proyecto cardenista, ha carecido de pretensiones teóricas y ha oscilado en sus intervenciones prácticas, sin que en

ello advierta contradicción: de las amplitudes y estrecheces de un nacionalismo cultural al frecuente oportunismo de una actitud ecléctica,

del afán monolítico a la conciliación. Por lo general […] el cardenismo […], traducido en la ausencia de una política cultural rigurosa y

coherente, no ha amenguado la decisión autocelebratoria, […] ha omitido un hecho central de los países dependientes: el predominio de

los aspectos coloniales de su cultura, la penetración ideológica del proceso de dominación imperial, la adopción masiva, irracional y

mimética de los procesos metropolitanos. Por otra parte, hay una cultura de la Revolución relativamente independiente en las artes

plásticas, la novela, el cine y la danza80

.

Como vemos, hay una contradicción entre lo que el Estado estaba transmitiendo acerca de su proyecto de nación y lo

que el arte estaba construyendo sobre el mismo tema. No es sino hasta mediados del siglo que el Estado toma las

ideas del arte anterior y las articula en su proyecto de nación. Pero esta adquisición fue posterior y por lo tanto lo que

el arte representaba (que era la Revolución en gran medida) se construyó como una memoria hecha de bronce,

idealizada. La Revolución en la historia nacional se mitificó (cosa, por otro lado, totalmente normal) creando

monumentos, escribiendo memorias de los héroes, haciéndoles monumentos. Los nombres de Madero, Álvaro

Obregón, Felipe Carrillo Puerto, Venustiano Carranza y Emiliano Zapata se inscriben en los muros del Congreso de

la Unión como héroes revolucionarios. Ricardo Flores Magón también se convirtió en un héroe martirizado por el

mal gobierno. La imagen de Porfirio Díaz, por su parte, fue primero negada y luego convertida en la antítesis de la

Revolución. Villa, por su parte, fue siempre el bandolero, el maleante, el mujeriego, pero a la vez, el caudillo de los

pobres, el hombre fuerte; fue una figura importante pero no un héroe sino hasta los gobiernos priístas. Así, estas

figuras fueron representadas en bronce y en piedra para conservar su memoria y se construyeron historias míticas en

su contorno y monumentos en su honor.

La Revolución fue elevada al rango de mítico por los ―voceros de la Revolución‖ de los cuales el primero es

Moisés Sáenz que en 1929 dijo: ―nosotros en México distinguimos la Revolución con mayúscula, de las revoluciones

con minúscula‖. A la que se refiere ―con mayúscula‖ es una revolución que abarcaba todo y que era definitoria en la

vida política y social de México; era la Revolución que nos daba patria y las revoluciones eran los movimientos

aislados. Se ve cómo aquí ya hay un intento de elevar a la revolución a una categoría suprema. Era el parteaguas de

la vida mexicana por excelencia. Posterior a la afirmación de Sáenz, los ―voceros‖ inventaron y construyeron a la

Revolución y para los cuarenta la Revolución ya era un icono construido. Esta construcción se va dando con el

80

Carlos Monsivais, ―Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX‖ en COLMEX, 1988, Tomo 2: 1378.

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mismo proceso que hemos llamado de institucionalización; para los cuarenta Nación y Revolución Mexicana eran

una sola. El partido hegemónico de Estado se había adueñado de la Revolución y es por ello que se multiplicaron las

historias, crónicas, propagandas y representaciones de todo tipo de la Revolución. Es en estos años que se retoma la

importancia de las artes de la Revolución. Los murales, las novelas, los corridos, las películas del tema eran ya algo

que el Estado promocionaba y con ellos fue construyendo la idea de Revolución. Esta idea fue transmitida por los

medios del Estado más importantes: la prensa, los medios y la educación; es esa idea con la que el pueblo de la

segunda mitad del siglo conoció a la Revolución.

Una de las tareas fundamentales del Estado posrevolucionario y de sus voceros fue precisamente ésa: la unificación de las facciones en el

presente y en el pasado. La tradición revolucionaria, manifestación simbólica de la institucionalización de la Revolución, buscó restañar la

memoria del amargo divorcio entre Carranza y Villa y el resto. En festivales, monumentos e historia, la tradición revolucionaria volvió a

casar a Carranza con Villa y a Zapata con Obregón, al tiempo que celebró y transmitió a las generaciones venideras una sola

Revolución81

.

Como vemos, la Revolución unificada por la ideología dominante82 fue una idea transmitida por el Estado y se

convirtió en la memoria misma de la Revolución. Incluso la historia respondía a la idea de Revolución que se quería

verter en la mente del pueblo. Revolución y Estado eran uno sólo y el mismo.

81

BENJAMIN, ―Conclusión. La Revolución afirmada y subvertida‖, 2003: 219. 82

Hemos definido antes los conceptos tanto de Ideología como de Ideología dominante. Vid Supra. Nota 3 en la Introducción.

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Francisco Villa en la silla presidencial el seis de diciembre de 1914.

Se ven sentados Tomás Urbina, Francisco Villa, Emiliano Zapata y Otilio Montaño.

CAPÍTULO III

EL CUENTO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

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CAPÍTULO III

EL CUENTO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

El postrer pelotón de los ajusticiados no fue de diez víctimas, sino de doce.

Los doce salieron al corral de la muerte atropellándose entre sí,

procurando cada uno cubrirse con el grupo de los demás,

a quien trataban de adelantarse en la horrible carrera.

Martín Luis Guzmán, ―La fiesta de las balas‖

Como hemos visto, la producción artística fue importante en el proceso ideológico de la Revolución Mexicana. Sin

embargo, la literatura en esta coyuntura histórica no nace por una necesidad estética sino por una necesidad de

expresión social. En ese momento, la prensa escrita era el medio masivo más importante y era quien llevaba las

noticias de lo ocurrido en los frentes de lucha a las urbes y a los interesados. Es en ese medio en donde comienzan a

publicarse los primeros cuentos. Hay que destacar que esto no es nuevo; como ya vimos en el primer capítulo, el

cuento ya era utilizado desde el siglo XIX como una herramienta de exposición de las noticias en los periódicos y

revistas. Además, la mayoría de los lectores de los medios impresos del país no eran las masas populares sino la

relativamente nueva clase media y las clases acomodadas. Esos eran los primeros lectores de los cuentos de la

Revolución Mexicana. Cuando las editoriales comienzan a publicar cuentos en libros (que son la fuente de este

estudio), entonces se busca llevar la idea de Revolución Mexicana por medio de ellos a la mayor parte de la

población del país, pero esto es tardío y debemos entenderlo dentro del proceso ideológico mencionado aquí antes.

Luego. Los temas, los paisajes y los personajes de las obras no son iguales en todos los cuentos. Hay de

ellos, los escritos en la misma etapa violenta de la Revolución, los escritos unos pocos años después como recuerdos

y los escritos a lo largo del resto del siglo, ya con una estética perfilada y definida a imitación de la estética de los

primeros cuentos. En el presente capítulo analizaremos primeramente los elementos más importantes de la narrativa

de la Revolución Mexicana, luego haremos un recuento general de obras y autores de novelas y cuentos; sin

embargo, para los cuentos describiremos cuáles son sus etapas de producción y quiénes son los autores más

importantes, las obras que producen y en qué etapa se insertan.

La narrativa como paisaje de la guerra

Primeramente, la narrativa de la Revolución Mexicana, tanto en el género de novela como en el de cuento, la

entendemos aquí como una corriente literaria con características muy particulares que la definen, tanto

históricamente como en cuestión de estructura y técnica narrativa. Históricamente sufre múltiples determinaciones

que generan rasgos que la vuelven heterogénea si comparamos obras de años muy alejados. Por ello, haremos en este

capítulo la ya mencionada descripción de las etapas de producción en el cuento. El estudio de la novela también se

puede segmentar de esa forma, sin embargo, sólo lo haremos para el cuento porque es el sustrato más importante de

este trabajo.

En cuanto a sus características narrativas propiamente dichas, haremos en este apartado una descripción de

las que nos parecen más importantes de analizar (con la finalidad de destacar en el análisis final del trabajo

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justamente ésas características). Luego, esta corriente tiene una característica primordial que diremos en palabras de

Luis Leal, pues es él quien hizo por primera vez un estudio del cuento de esta corriente.

[…] [Esta corriente], por definición, trata invariablemente de asuntos y tópicos que giran en torno al conflicto entre revolucionarios y

federales, o a los resultados de dicho conflicto […]. La mayor parte de estos cuentos tratan del conflicto en el Norte de México, entre

villistas y federales primero, entre villistas y carrancistas después. No faltan, por supuesto, los cuentistas que se han dedicado a pintar la

Revolución en el sur, entre los zapatistas83

.

Así es, tal y como vemos en el muralismo privilegia a la revolución suriana, la literatura en general (y muy

particularmente el cuento) privilegia a la norteña y por sobre todo, al movimiento villista y más aún, a la propia

figura de Pancho Villa. Sin embargo, no por ello las obras son monotemáticas, la variedad de temas es muy amplia

pero hay algunos que destacan en general.

Los temas son variadísimos; los autores demuestran interés no sólo en el tema de la heroicidad, sino también en el patriotismo, la

injusticia, el sacrificio, la muerte —gloriosa o injustificada—, la crueldad, el sadismo, el desencanto, la avaricia, la osadía, el deber

militar, el estoicismo, la hombría y, aunque raras veces, el humorismo84

.

Pero como expresión artística tiene fundamentos primordiales que debemos comprender como parte tanto de novelas

como de cuentos y son: la mayoría de los hechos narrados son hechos históricos; el uso de una técnica descriptiva y

sencillez en el estilo; el uso de la expresión oral; el paisaje propio del campo en armas; la violencia como elemento

omnipresente y con ella, la muerte y el desencanto; la formulación simple de los personajes; el ―revolucionario‖

como personaje en masa; el hombre fuerte como idea del caudillo; la expresión de ideologías con fines de

propaganda… Expliquemos cada uno de estos elementos.

En las historias de las obras de esta corriente es muy común ver que los hechos narrados son hechos que

acontecieron en la realidad y esto se explica de una manera muy sencilla; al principio los textos servían como medios

de difusión de los hechos acontecidos en los frentes y por lo tanto, tanto cuentos como novelas surgen como

herramientas de transmisión de las noticias y es lógico entonces que hablarán de hechos reales. En los cuentos

posteriores a 1924 esta característica subsiste pero surgen también historias que son total ficción (las había desde

antes, pero eran las menos) y quedó para los autores que escribieron años después como una característica esencial

de la corriente heredada por el periodismo.

El mismo hecho de tener que narrar noticias de los centros de guerra le dio a las narraciones de la

Revolución Mexicana otra de sus características fundamentales; la sencillez de estilo. Entendamos aquí que el hecho

de dar una noticia en forma de crónica tenía el sentido de facilitar al lector la comprensión del hecho, de narrar lo

sucedido de una forma amena; pero también de dejar claro todo lo que había acontecido. Por esto cuentos y novelas

nacen como crónicas, sin una clara intención estética de crear arte (sí hay una intención estética desde el momento en

que se escribe intencionalmente para modificar la lectura del hecho y pensando en un lector hipotético, pero no llega

a más allá de la búsqueda de sencillez), lo que les da su carácter descriptivo y estilo sencillo. Los cuentos y novelas

de años posteriores, pese a carecer de esa intención de inmediatez, se vieron influenciados por la estética de los

83

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 100. 84

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 101.

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primeros cuentos, lo que hizo igualmente que los autores en su mayoría buscaran, ahora sí, con intención estética

literaria, una expresión sencilla y descriptiva.

La expresión oral de la Revolución es reflejada en el texto, herencia, igualmente, del costumbrismo. Se ven

las diferentes formas en las que se expresa el que es parte de los grupos militares. Es importante ver que, tanto

novelistas como cuentistas tienen en el uso del lenguaje una veta importante para mostrar la Revolución. Sin el uso

de los elementos lingüísticos como las contracciones, los errores de articulación gramatical, los modismos, los

arcaicismos y los usos rústicos, la narrativa no sería la misma. Se ve en este lenguaje a diferentes tipos de personas.

Vemos en el uso de los elementos arriba mencionados cómo el que está en la masa es gente humilde. Así también

vemos a los letrados con usos del lenguaje muy diferente; para estos personajes los autores usan cultismos, modas

estéticas y hasta elementos retóricos. Otro elemento muy interesante que usan es el lenguaje militar propio de los

jefes. Las formulas burocráticas que se utilizan para los partes de guerra son muy cercanas a las verdaderas. En sí, al

leer el lenguaje que se utiliza para la narración podemos distinguir como lectores el carácter de la obra narrativa.

El paisaje es un elemento importantísimo en muchas de las obras. En las narraciones que hablan del norte de

México podemos sentir por lo escrito, tanto el calor sofocante como los fríos gélidos invernales y un paisaje

desértico que impera y determina igualmente algunas de las acciones. Así, para el sur, vemos las llanuras extensas y

la humedad del ambiente que propicia también que los personajes actúen de formas definidas. En sí, el paisaje de

llanuras, montañas, sabanas, desiertos y los climas que los acompañan, les da a los personajes pautas de acción, los

frena y define, en ocasiones, las victorias o las muertes. El frío y el calor son casi siempre extremos. Luego entonces,

el clima, como una característica bronca del paisaje siempre es adverso.

Como es obvio, la violencia siempre está en las narraciones. La encontramos en los propios hechos

narrados, en el lenguaje, en el ambiente, en el sopor, en el preludio a los hechos, en las descripciones. Lo narrado es

violento en sí. La muerte como parte de la violencia es algo que se siente con sólo generar la tensión de la historia.

En cada narración uno espera encontrarse con la muerte a la vuelta de la página, esa sola espera genera violencia en

la lectura. La certeza de la muerte es algo que no puede escapar en estas obras; sin embargo, como lector, no se duda

de la muerte y eso obliga al autor a generar una relación de la historia con la propia muerte para que no resulte en

algo burdo. Los que lograron salvar esa dificultad son los que han sido más bien tratados por la crítica. Además,

como otra consecuencia de la violencia está el desencanto; los personajes viven en un continuo desaliento provocado

por las tristes y fuertes experiencias que han vivido: se espera lo peor (o hasta lo pior) pero la esperanza está también

siempre ahí, escondida, asechando; la esperanza de la victoria, del regreso a casa, de la riqueza… En sí, la violencia

toma muy diversas formas y rostros en las narraciones y se convierte en el sustrato principal de las mismas.

Sin embargo, no sólo los lugares, los escenarios, los climas… son parte de las características de estas obras

narrativas; los personajes son fundamentales. La formulación de los personajes es, por lo general, muy sencilla, hasta

simple o burda. La necesidad de expresión breve e impactante, privilegiaba lo denotativo y, en la mayoría de las

obras se hacía necesario sólo bosquejar a los personajes, dar pistas sencillas. Esto para muchos es un defecto, y

ciertamente en muchas obras así es; pero en algunas cuantas el autor convirtió ese bosquejo en un elemento de

tensión, en una obligación del lector para buscar los elementos que completen al personaje y estos pocos autores

convirtieron el defecto en virtud. Pero, ¿qué clase de personajes aparecen en estas historias?

Vemos en muchas de las narraciones una propensión a hablar de los grandes grupos. Pocas son las historias

en las que se narra a un personaje solitario. Siempre, aunque el personaje sea el eje central de la historia, se descubre

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a su alrededor a un grupo grande, a quien le acompaña en el acto. No hablamos aquí nunca de seres aislados; siempre

en comunidad con el grupo, por la protección, por la propia lucha, y por ello es común ver en las lecturas las

descripciones de las masas, sin nombre, avanzando o esperando avanzar a la siguiente lucha, esperando el fragor de

la batalla o viviéndolo.

Por la propia mitologización del hecho histórico, también vemos figuras de caudillos, reales o ficticios, de la

Revolución y casi siempre se refleja en ellos una fortaleza que es lo que les da su liderazgo y en ocasiones llega a ser

tan grande que son, se creen o los creen hasta sobrenaturales. El líder como hombre fuerte es una figura importante

que casi siempre está presente en las historias pero cuando no lo está, es una presencia ausente: no está porque lo

esperan, porque duerme, porque lucha en otro lado, porque los ha traicionado; es decir, si no está el hombre fuerte en

la narración, estuvo o estará.

Es un hecho que las narraciones muestran una idea de lo que pasó desde una postura ideológica. Esto es

interesante; logrando definir la postura ideológica del autor, podemos buscar la que trata de transmitir en su historia.

Las historias, entre federales y revolucionarios, o entre constitucionalistas y rebeldes, en su mayoría, nos presentan lo

que se ve desde uno u otro lado y casi siempre responden a lo que el autor piensa del hecho narrado, que muchas

veces es histórico. Esto hay que entenderlo, las narraciones nos dan una idea de lo que pasó, no lo que pasó y esta

idea está transformada por el autor a través del filtro de la ideología en la que está inmerso. Todas estas

características son importantes para comprender las narraciones y nos servirán más adelante para destacarlas en las

obras a analizar en el último capítulo. Por ahora, hagamos un recuento de las novelas y los cuentos, así como de sus

autores más importantes de la corriente.

Novela y cuento

Como hemos dicho, las investigaciones sobre la novela de la Revolución Mexicana son sumas; en éstas se han

estudiado desde muchas perspectivas a éstas. Los estudios se inauguran con la antología que hace Antonio Castro

llamada La novela de la Revolución Mexicana en 1960 en la que en dos tomos hace una selección de doce autores y

veintiuna de sus novelas e incluye además una muy breve biografía de cada uno de los autores y una introducción en

donde describe, por primera vez, las características más importantes de la corriente. Tras él se han hecho muchos y

muy importantes trabajos en el mismo tenor. Destacamos algunos en donde se trata el tema o, a lo menos, se le

estudia en un apartado importante.

Encontramos trabajos como La novela iberoamericana de Ciro Alegría, Historia de la novela

hispanoamericana de Fernando Alegría, Mexico in its novel de John Brushwood y él mismo, junto con José Rojas

Garcidueñas, escriben Breve historia de la novela mexicana, además, La novela de la Revolución Mexicana de Luis

Arturo Castellanos, Novela de la Revolución Mexicana de Alí Chumacero, Cuentistas y novelistas de la Revolución

Mexicana de Xorge del Campo, Trayectoria de la novela en México de Manuel Pedro González, La novela de la

Revolución de Antonio Magaña Esquivel que también se ha convertido en uno de los trabajos más mencionados al

respecto, la breve antología Mundo real y mundo mágico. Antología de novelas de la Revolución y contemporáneas

en donde se incluyen sinopsis de algunas novelas de Oliva Rodríguez Lobato, Reflejos de la Revolución Mexicana en

la novela de Helena Beristáin, La novela mexicana antes y después de la Revolución de Emmanuel Carballo o

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estudios como La novela de la Revolución Mexicana realizada por varios autores para el Centro de Investigaciones

Literarias de Casa de las Américas en Cuba.

Además, muchas novelas en sí se han estudiado particularmente. Definitivamente la más estudiada es Los de

abajo de Mariano Azuela y el estudio tal vez más profundo de esta novela lo coordinó Jorge Ruffinelli, y se incluyen

en esta edición crítica (junto con la propia novela) trabajos de autores como Carlos Fuentes, por mencionar sólo a

uno. Así. Otras novelas como La sombra del Caudillo y El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, Tomochic

de Heriberto Frías, Mala Hierba y Los caciques del mismo Mariano Azuela, ¡Vámonos con Pancho Villa! de Rafael

F. Muñoz, Ulises Criollo de José Vasconcelos, La vida inútil de Pito Pérez de José Rubén Romero, Tierra caliente

de Jorge Ferretis, El compadre Mendoza de Mauricio Magdaleno y hasta Pedro Páramo de Juan Rulfo han sido

también estudiadas a profundidad por los críticos. La novela de la Revolución Mexicana no es posible dejarla de lado

en los estudios de novela en México y/o en Iberoamérica por su importancia en la historia de la literatura del siglo

XX.

Estas novelas cumplen con reflejar las impresiones de los individuos en la historia como memoria y

proyecto en una etapa del México posrevolucionario. Uno de los temas, quizá el más sugerente, es el de los caudillos.

La novela, sobre todo la de esta corriente, o, por ejemplo la novela histórica del romanticismo, es una fuente más

para la comprensión del fenómeno histórico. La novela es utilizada como otro medio para contar la historia. Por su

estructura, la novela es un relato episódico y lineal, los personajes están esbozados, pero en general estructura, estilo

y caracterización quedan subordinados a la necesidad del autor para decirnos qué pasó. La novela de la Revolución,

además incluye un panorama de los valores nacionales rescatables. Así es, entonces, una fuente más para la

historiografía mexicana y es, por ende, labor del historiador rescatarla como tal y analizarla para así rescatarla como

producto de la cultura mexicana.

Haremos ahora un recuento de autores y del título de sus principales obras para marcar un panorama de

productos literarios de la época (algunas cuantas obras que mencionaremos no son de la Revolución Mexicana, pero

lo haremos porque sus autores sí escribieron de la corriente, para situar en contexto sus obras más importantes, éstas

tendrán un asterisco para marcarlo). Heriberto Frías, nacido en 1870 y muerto en 1925, como un antecedente de la

novela de la Revolución publica en El Demócrata entre 1893 y 1895 la novela Tomochic, luego, en 1916 publica la

novela autobiográfica Las miserias de México* y en 1923 la novela ¿Águila o Sol?

Mariano Azuela, nacido en Lagos de Moreno en 1873 y muerto en 1952 en la Ciudad de México, publica

decenas de novelas como Los Fracasados* de 1903, Mala Hierba* de 1910, Andrés Pérez, maderista de 1911, Los

de abajo de 1915, Los caciques de 1917, Las moscas, Domitilio quiere ser diputado, De cómo al fin lloró Juan

Pablo y Las tribulaciones de una familia decente, las cuatro de 1918, La malora* de 1923, La luciérnaga de 1927,

El camarada Pantoja escrita en 1928 pero publicada 1937, San Gabriel de Valdivias de 1938, Regina Landa de

1939, Avanzada de 1940, Nueva burguesía* de 1941, La marchanta de 1944, La mujer domada de 1946, Sendas

perdidas de 1949 y las obras póstumas Precursores* de 1953, La maldición y Esa sangre, ambas de 1956 y la novela

biográfica sobre Manuel Losada.

Francisco Monterde, nacido en 1894 en la Ciudad de México y muerto en 1985, escribe obras como Lencho

escrita en 1915 y publicada en 1946, El Mayor Fidel García de los mismos años y El madrigal de Cetina*. Julio

Torri, nacido en 1889 en Saltillo y muerto en 1970 en la Ciudad de México, entre las obras que publica destaca la

novela De fusilamientos de 1915. Salvador Quevedo y Zubieta, nacido en 1859 en Guadalajara y muerto en 1938, es

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abogado, medico, periodista y escritor educado en Francia, publica en 1912 la novela La Camada y en 1916 el drama

Huerta. Ricardo Flores Magón, nacido en 1873 en San Antonio Eloxochitlán Oaxaca y muerto en 1922 en la prisión

Leavenworth de Los Ángeles California Estados Unidos, además de su importante carrera política, publica en el

periódico Regeneración estas obras y luego fueron póstumamente publicadas como libros, Sembrando ideas en 1923

y Rayos de Luz en 1924.

Rafael F. Muñoz nacido en Chihuahua en 1899 y muerto en la Ciudad de México en 1972, escribe las

biografías noveladas Memorias de Pancho Villa (en coautoría con Ramón Puente) en 1923 y Pancho Villa. Rayo y

azote. La azarosa vida del Centauro del Norte escrita en 1925 pero publicada hasta 1955 y las novelas ¡Vámonos

con Pancho Villa! en 1931 (que llegó al cine) y Se llevaron el cañón para Bachimba en 1941. Ramón Puente, nacido

en 1879 y muerto en 1939, fue un médico alópata seguidor de Villa, fue desterrado en 1934, escribe en 1923

Memorias de Pancho Villa (en coautoría con Rafael F. Muñoz) y en 1936 la novela Juan Rivera. Teodoro Torres

Nacido en Villa de Guadalupe San Luis Potosí en 1891 y muerto en la Ciudad de México en 1944, escribe las

novelas El Centauro del norte. Pancho villa, una vida de romance y de tragedia en 1924 y La patria perdida* en

1934.

Mauricio Magdaleno, nacido en 1904 en Villa del Refugio Zacatecas, escribe numerosas novelas como

Mapimí 37 de 1927, El compadre Mendoza de 1934 (que llegó al cine), Campo Selis de 1935, El resplandor de 1937,

La tierra grande de 1939, El ardiente verano de 1954, Las palabras pendientes* de 1958 y Agua bajo fuerte* de

1968. Martín Luis Guzmán, nacido en 1897 en Chihuahua y muerto 1977 y publica novelas como El águila y la

serpiente en 1928 y La sombra del caudillo en 1929, El hombre y sus armas en 1938, Campos de batalla y

Panoramas políticos en 1939, La causa del pobre en 1940 y Adversidades del bien en 1941 (estas cinco últimas

obras fueron publicadas en 1951 bajo el nombre de Memorias de Pancho Villa), además escribe Mucha historia*.

Xavier Icaza, nacido en 1892, escribe Panchito Chapapote en 1928. Basilio Badillo, nacido en 1885 y muerto en

1935, escribe El campanario en 1929. Jorge Gram (que es el pseudónimo de David G. Ramírez), nacido en 1889 y

muerto en 1950, escribe Héctor en 1929. Agustín Vera, nacido en 1889 en Acámbaro Guanajuato y muerto en 1946

en San Luis Potosí, escribe La Revancha, de 1944. Diego Arenas Guzmán escribió El señor diputado en 1931.

Nellie Campobello, nacida en 1909 en Villa Ocampo Durango, escribe varias novelas como Cartucho de

1931, Las manos de mamá de 1937 y Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa de 1940. Gregorio López y

Fuentes, nacido en 1891 en Mamey Veracruz y muerto en 1966 en la Ciudad de México, escribe novelas como

Campamento de 1931, Tierra de 1932, Mi General de 1934, El indio de 1935, Arrieros de 1937, Huastecas de 1939,

Acomodaticio, novela de un político de convicciones de 1943, Los peregrinos inmóviles de 1944, Entresuelo de 1948

y Milpa, portero y monte de 1951. José Mancisidor, nacido en 1894 en Veracruz y muerto en 1956 en Monterrey

Nuevo León, escribe La asonada de 1931, La ciudad roja de 1932, En la rosa de los vientos de 1941 y Frontera

junto al mar de 1953.

Francisco L. Urquizo, nacido en 1891 en San Pedro Coahuila y muerto en 1969 en la Ciudad de México, fue

general de brigada con Carranza y escribió importantes obras como la novela De la vida militar mexicana las que le

siguieron* de 1930, Tropa vieja de 1931, la novela histórica México Tlaxcaltenango* de 1932, las novelas El primer

crimen* de 1933, y Fui soldado levita de ésos de caballería de 1967. Raúl Carrancá y Trujillo, nacido en 1897,

escribió Pérez en 1932 y ¡Camaradas! En 1936. Andrés Iduarte, nacido en 1907 en Villahermosa Tabasco, publica

las novelas El caballero malón en 1932, Un niño en la Revolución mexicana en 1937 y El mundo sonriente* en

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1968, esta última es su autobiografía. José Rubén Romero, nacido en 1890 en Cortija de la Paz Michoacán y muerto

en 1952 en la Ciudad de México, escribió novelas como Apuntes de un lugareño de 1932, Desbandada y El pueblo

inocente de 1934, Mi caballo, mi perro y mi rifle de 1936, la famosa novela La vida inútil de Pito Pérez de 1938 y

Anticipación de la muerte en 1939.

Manuel W. González, nacido en 1899 en Rancho Nuevo Coahuila, escribe las novelas Con Carranza de

1933 y Contra Villa de 1935. Francisco Sarquís escribe Mezclilla en 1933. Fernando Robles, nacido en 1897 en

Guanajuato, escribe novelas como La virgen de los cristeros de 1934, Sucedió ayer de 1940 y El santo que asesinó*

de 1946. Elías T. Torres escribe La patria perdida en 1934. Antonio Acevedo Escobedo, nacido en 1909 en

Aguascalientes, escribe en 1935 la novela Sirena en el aula. Jorge Ferretis, nacido en 1902 en Rioverde San Luis

Potosí y muerto 1962 en la Ciudad de México, escribe las novelas Tierra caliente de 1935, El sur quema y Cuando

engorda el Quijote de 1937, Hombres en tempestad de 1941, La bandera en el frío de 1942 y El coronel que asesinó

a una paloma de 1952.

José Vasconcelos, nacido en 1882 y muerto en 1959, además de su obra pedagógica tiene importantes

novelas de la época como El fusilado de 1918, Ulises Criollo de 1935, La tormenta de 1936, El Desastre de 1938 y

Preconsulado de 1939. José Guadalupe de Anda, nacido en 1880 y muerto en 1950, escribe Los cristeros de 1937,

Los bragados de 1942 y Juan del rial de 1943. Gustavo Ortiz Hernán, nacido en 1907, escribe la novela Chimeneas

en 1937. Enrique Othón Díaz escribe Protesta de 1937, SFZ 33. Escuela. La novela de un maestro entre 1938 y

1940. Bernardino Mena Brito, nacido en 1877 en Alacho Yucatán y muerto en 1958, escribe la novela Paludismo,

novela de la Revolución en la selva en 1940. Miguel Ángel Menéndez, nacido en 1905, escribe Nayar en 1941.

José Revueltas, nacido en 1914 en Durango, escribe Los muros del agua en 1941 y El luto humano en 1943.

José María Benítez, nacido en 1898, escribe Ciudad en 1942. Blanca Lydia Trejo, nacida en 1906, escribe Un país en

el fango de 1942. Francisco Rojas González, nacido en 1904 y muerto en 1951, ambos en Guadalajara, escribe obras

como las novelas La negra angustias de 1944 y la póstuma El diosero de 1952. Miguel N. Lira, nacido en 1905 y

muerto en 1961, escribe La escondida en 1947. María Luisa Ocampo, nacida en 1905 en Chilpancingo Guerrero,

escribe en 1947 la novela Bajo el fuego. Jesús Goytortua, nacido en 1910 en San Martín Chauchicuautla San Luis

Potosí y muerto en 1979, escribe en 1947 las novelas Pensativa y lluvia roja. Agustín Yáñez, nacido en 1904, escribe

Al filo del agua de 1947. Juan Rulfo, nacido en 1918 en Zayula Jalisco y muerto en 1986, escribió la famosa novela

Pedro Páramo en 1955. Carlos Fuentes, nacido en 1928, escribió la novela La muerte de Artemio Cruz en 1962.

Por otro lado, el cuento mexicano del siglo XX ha sido también intensamente estudiado. Antologías de

cuento existen muchas y encontramos también investigaciones sobre sus características. En ninguna de estas obras

quedan fuera por lo menos unos cuantos autores de la Revolución Mexicana, son omnipresentes como una de las

tradiciones literarias mexicanas más importantes del siglo. Algunas de las antologías e investigaciones más

importantes que se han hecho son las siguientes.

La Antología de cuentos mexicanos de 1924 de Bernardo Ortiz de Montellano en donde recogía las obras de

veinticinco de los autores más importantes desde el siglo diecinueve hasta el año de la publicación; en la obra, Ortiz

de Montellano buscaba rescatar las características de la literatura mexicana y para ello hizo una revisión histórica de

las corrientes literarias privativas de las épocas estudiadas con un énfasis en los autores seleccionados y dejando

claro el por qué de la selección. Esta obra, hay que decirlo, se sigue reeditando hoy en día. En 1943, Joaquín Ramírez

Cabañas hizo también una Antología de cuento mexicano en donde rescataba a autores muertos que habían publicado

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entre 1875 y 1910. José Mancisidor en 1946 publica dos amplias antologías de treinta y seis autores cada una,

Cuentos mexicanos del siglo XIX y Cuentos mexicanos de autores contemporáneos.

Luis Leal ha hecho investigaciones y antologías de cuento mexicano. Dentro de sus trabajos de

investigación se cuentan: Breve historia del cuento mexicano de Editorial Studium de 1956 y Bibliografía de 1958.

Una de sus antologías es: Antología de cuento mexicano de 1957. Un intenso estudio del cuento mexicano es de

Emmanuel Carballo, que publicó en 1956 la antología Cuentistas mexicanos modernos, publicada en dos volúmenes

en donde se incluyen veinticinco autores cuyos cuentos fueron seleccionados por ellos mismos. En 1964 preparó la

antología El cuento mexicano del siglo XX que incluye una nómina de cincuenta y seis autores y un amplio estudio

con datos testimoniales, además de una amplia bibliografía y cronología. También encontramos Narrativa mexicana

de hoy que incluye a diecisiete autores y nos define líneas estilísticas de la narrativa mexicana entre 1910 y 1968.

Encontramos también la muy completa Antología de cuentos mexicanos de María del Carmen Millán

preparada en 1967 y que en dos tomos incluye una amplia selección de autores y obras acompañadas por una breve

nota introductoria y para cada autor un muy detallado y correcto estudio de cada autor, la contextualización de su

obra y datos generales del cuento seleccionado. La antología Cuentos mexicanos inolvidables, preparada en dos

tomos por Edmundo Valadés en 1993 en los festejos del doce de noviembre por el Día Nacional del Libro para la

Asociación Nacional de Libreros A.C., incluye un total de veintisiete autores con una breve biografía de cada uno de

los autores. Otros estudios son, por ejemplo, Novela y cuento en el siglo XX de José Luis González y Literatura

mexicana (siglo XX) de 1950 en Editorial Robredo preparada por José Luis Martínez; además han aparecido

colecciones de cuentos como Tehutli, Cuentalia, El Cuento, Garabato, Colección Lunes, por mencionar algunas.

Existen en antologías de cuento latinoamericano o iberoamericano secciones completas dedicadas al cuento

mexicano. De estas obras se pueden contar muchas, pero, por sólo dar un dato, mencionamos aquí la antología-

estudio de 1964 El cuento hispanoamericano. Antología crítico-histórica de Seymur Menton que está compuesta en

su mayoría por autores mexicanos. Otro trabajo es Historia de la literatura hispanoamericana de José Raimundo

Lazo.

Además, existen los trabajos y antologías que se hacen de, exclusivamente, el cuento de la Revolución

Mexicana. Mencionemos algunos de los más relevantes. Tal vez el estudio más importante de la literatura de la

Revolución Mexicana es La Revolución y las Letras escrito por Luis Leal y Edmundo Valadés en 1960. Se trata de

dos estudios preparados para ser dictados como conferencias en el Palacio de Bellas Artes en el año citado en la

conmemoración del cincuenta aniversario de la Revolución mexicana. Los estudios son ―La Revolución en su

novela‖ de Valadés y ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ de Leal. Esta obra se ha vuelto indispensable para los

estudios de estas obras y pese a que es una obra muy completa, la extensión de la misma hace que los estudios no

sean tan concretos. Encontramos también la antología Cuentos de la Revolución, preparada por Luis Leal y publicada

por la U.N.A.M. en 1976 que incluye veintidós autores y cuentos precedidos por una amplia nota introductoria en

donde nos aclara importantes características del cuento de la Revolución Mexicana.

Además de todo esto, selecciones de cuentos de la Revolución han aparecido en otras colecciones, algunas

de autores específicos, otras que son reediciones de libros de cuento también de autores específicos o de varios

autores, en editoriales como Espasa-Calpe, Siglo veintiuno editores, ―Nueva Imagen‖ de Editorial Patria, ―Letras

Mexicanas‖ y ―Colección Popular‖ del Fondo de Cultura Económica, numerosas colecciones de la U.N.A.M.,

Joaquín Mortiz, Editores Mexicanos Unidos, Editorial Porrúa, Alfaguara S.A., Editorial Aguilar, Editorial Santillana

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y editoriales de universidades como la Universidad Veracruzana, la Universidad de Guadalajara, la red de Colegios

(El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, El Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de San Luis, El

Colegio de Occidente…), entre muchas otras.

El cuento y sus etapas

Tal y como podemos ver en los años de publicación de las novelas antes mencionadas, el cuento de la Revolución

Mexicana se escribe en sucesivas oleadas hasta bien entrado el siglo XX. Por ello, se hace necesario definir las

características de las obras escritas en años diversos para enmarcarlas en diferentes etapas puesto que esto nos

permite tener una visión de conjunto mucho más armónica. Hay que decir que para la novela también se han hecho

estas distinciones pero no las destacamos aquí porque nuestro objeto es el cuento. Veamos entonces.

Encontramos las obras de cuento que sirven como antecedente a los propiamente escritos durante el

conflicto. Sin embargo, dice Luis Leal en ―La Revolución Mexicana y el Cuento‖ que no tiene antecedentes y pese a

ello nos da una excelente lista de obras que sirven como tales85. Luego, encontramos como primera etapa, las obras

escritas durante el período más violento de la Revolución, entre 1910 y 1924. Entonces contemos las obras escritas

entre 1924 y 1928 como una breve época en la que el cuento se fue popularizando entre los autores. Después

encontramos las obras escritas entre 1928 y 1940 que es la época en la que mayor cantidad de obras encontramos.

Por último encontramos las obras escritas después de 1940 y a lo largo del resto del siglo como remembranzas ya de

los hechos, con una estética perfilada de lo que era la narrativa de la Revolución Mexicana escrita a lo largo de

treinta años.

¿Qué características podemos dar a cada una de las etapas?, ¿son realmente diferentes los cuentos de una u

otra etapa? Aquí creemos que sí. Por ejemplo, los cuentos escritos en los primeros años, digamos, entre 1911 y 1916,

responden a una lógica de difusión de noticias o de denuncia política. Son, todos en ese momento, escritos para

periódicos por periodistas, entre los cuales, los escritores profesionales, entendidos como aquéllos que tenían una

formación artística, eran muy pocos.

Los que escriben a partir de 1916 y hasta 1924 eran todavía periodistas, pero ya se ve una intención de

creación artística junto con la intención informativa. Luego, los que escriben después de 1924, generalmente se

refieren a hechos ocurridos antes de esos años, luego son recuerdos, pero son recuerdos de experiencias vivenciales

del autor o tomadas directamente de quien las vivió. Se trata entonces de obras más acercadas a la crónica y escritas

ya sin tanta premura, o, en su caso, reescritas de las publicadas en periódicos años atrás. Luego, los cuentos de

después de los cuarenta, son obras ya de escritores profesionales casi todas (algunos son los mismos periodistas que

se han convertido en escritores profesionales en el sentido artístico por la propia experiencia de haber narrado a la

Revolución). Seamos más concretos.

Los cuentos que aquí entendemos como antecedentes a los de la Revolución son, por ejemplo, los que

narraban desde principios del siglo las inequidades sociales, los que buscaban ser la difusión de lo que creían que no

estaba bien en el país. Por otro lado, los cuentos costumbristas son también fuente importante para comprender a los

que nos ocupan; las técnicas naturalistas del costumbrismo son tomadas por los autores del siglo XX para mostrar los

85

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 99-100.

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ambientes. Los cuentos de la narrativa realista del Modernismo son también fuente importante, porque algunos muy

pocos de estos modernistas se dieron luego a narrar la Revolución o también sabemos que estos narradores leían a

aquéllos por ser su antecedente inmediato.

Los cuentos de la primera etapa son, como ya dijimos, los escritos desde el estallido de la Revolución hasta

finales de 1924. En realidad los primeros aparecen hasta bien entrado el año de 1911. Lo que vemos, como ya

dijimos, en los de los seis primeros años, como primer momento de esta primera etapa, hay un ímpetu tremendo por

llevar a su público los hechos acaecidos en los frentes de guerra de una forma que representara un goce.

El cuento de la Revolución tiene un lento desarrollo. Durante los primeros seis años apenas si los hay dignos de nombre. […] Entre 1910

y 1916, […] [algunos autores] publican anécdotas revolucionarias; pero ninguno de ellos logra dar expresión al tema en forma artística86

.

Vemos que los autores de estos cuentos, reparan muy poco en la técnica, en la estética, nos cuentan cuentos muy

cronológicos, en líneas y tiempos narrativos muy simples y pese a que algunos crean que esto es una carencia, en

realidad se convirtió en una característica que los define muy claramente. Luego, en estos mismos autores

encontramos cambios para los últimos años de la década, vemos que comienzan a buscar cómo mejorar

estéticamente la historia; hay, entonces ya una intención estética en las obras. Pero la mayoría de los que escribían,

sabían hacerlo para dar noticias no para hacer arte y, hasta entonces, no era su intención. Luego, tuvieron que irse

formando como escritores con intenciones estéticas a través del oficio de estar escribiendo narrativa como parte de

un segundo momento de esta etapa. Sin embargo, los autores que acogieron a la corriente eran muy pocos, pero esto

responde tanto a la poca trascendencia estética que representaba para muchos autores escribir en esos años sobre el

tema como a que el impulso a las artes con temas revolucionarios aún no estaba presente en la política hegemónica

de ese momento, como vemos en el siguiente comentario.

En septiembre de 1916 el periódico El Mexicano, órgano oficial del primer gobierno revolucionario [anotamos aquí que del tercero, el

carrancista], convocó a un concurso de cuentos nacionales. Los resultados de ese concurso retardaron el desarrollo del cuento de la

Revolución. El Jurado premió cuentos de tema colonialista —hecho que dio impulso a esa tendencia en el cuento mexicano— e ignoró

los de tema revolucionario, como ―Lencho‖ y ―El mayor Fidel García‖ de Francisco Monterde. ―Ninguno de los dos cuentos de tema

revolucionario —nos dice el autor— obtuvo, siquiera, una piadosa mención en el certamen de El Mexicano…‖ [….]

Pocos, en verdad [y en consecuencia], son los escritores que entre 1916 y 1924 se ocupan de la Revolución. […] Los dedicados al tema

palpitante de la obra, la Revolución, son contadísimos87

.

Además, vemos que los que escribían cuento, también escribían novela y de hecho la frontera en ese momento es

indefinida. Por ello, tanto las obras que llamamos antecedentes como las de la primera etapa, pueden ser entendidas,

por sus características, como parte de un género que viaja entre la crónica y la narrativa (tanto en novelas como en

cuentos).

Luego, los cuentos escritos después de 1924, ya con escritores formados por el oficio o escritores

profesionales ya escribiendo sobre el tema van tomando rumbos distintos; vemos ya claras y complejas estructuras

narrativas, comienzan a verse las obras de profundas búsquedas psicológicas en los personajes, juegos de tiempos

para el lector; en sí, formas retóricas más complejas en las obras. Además, es en esta década cuando los cuentos salen

86

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 101-102. 87

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 104.

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de los periódicos y llegan a los libros, sin embargo, no encontramos un libro únicamente compuesto de cuentos de la

Revolución mexicana sino hasta los últimos años de la década de los veinte. Encontramos un impase entre 1924 y

1928 en el que el cuento se fue afinando y poco a poco saliendo de la publicación periódica al libro y, de hecho,

podemos decir que esto sucede por un fenómeno que los propios periódicos definieron.

A finales del año de 1924, […] despierta, inesperadamente, el interés en la literatura de la Revolución. […] Este despertar se debe a la

polémica que en los periódicos de la ciudad de México se entabló entre don Julio Jiménez Rueda y otros escritores, que negaba n la

existencia de una literatura nacional, y don Francisco Monterde, que la defendía, señalando el valor de Los de de abajo de Azuela. Uno

de los resultados de dicha polémica fue el interés de los editores de El Universal Ilustrado demostraron en la novela de Azuela y el tema

de la Revolución en la literatura. A principios de 1925 publicaron Los de abajo y dieron lugar prominente a cuentos y relatos de la

Revolución. De ese año en adelante se desata un alud de cuentos, anécdotas, relatos y episodios de la Revolución, que llenan las páginas

de los periódicos y revistas de la época88

.

Entonces, para 1928, vemos que el cuento de la Revolución Mexicana (como también la novela) se ha convertido ya

en un género maduro y profundamente artístico, es decir, ya se escribe con fines estéticos, ya no se escribe sólo para

dar cuenta de los hechos como noticias, sino para dar cuenta de los hechos como recuerdos y se inserta de lleno en la

vida literaria mexicana.

La época áurea del cuento de la Revolución se inicia en 1928 y se extiende hasta 1940. Durante estos doce años aparece el mayor número

de cuentos sobre el tema, tanto en periódicos y revistas como en colecciones y antologías. Los mejores representantes del género publican

sus obras durante este periodo de florecimiento89

.

Es, pues, la época más fértil y la más depurada en cuanto a la creación de obras de esta corriente. Muchos de los

cuentos de la Revolución que se privilegian como los mejores, fueron escritos durante estos doce años de creación

literaria en México. Sin embargo, tras esta fértil etapa, pronto se pierde el interés por las obras.

A pesar de este gran número de obras, o quizá debido a ello, el interés en el cuento de la Revolución comienza a decaer de aquí en

adelante. Los que ahora lo cultivan [Sic] concentran más en las consecuencias y resultados del conflicto que en lo simplemente

anecdótico […].

Para 1947, el cuento de la Revolución casi ha desaparecido. En ese año, un crítico hacía este comentario: ―los de la Revolución dejaron

ya de ser temas viables para el acoplamiento con la desilusión actual.‖ Sin embargo, los neorrealistas —Córdova, Rulfo, Valadés, García

Cantú, entre otros — siguen usando motivos revolucionarios. La Revolución ha sido fuente de inspiración para estos cuentistas […]90

.

Por lo que le leemos en Leal, vemos que las obras escritas después de 1940 y, sobre todo a finales de la década

disminuyen en cantidad, mas no en calidad; en este caso se encuentran unos cuantos autores que estaban

comprometidos con la corriente y entendían conscientemente que estaban escribiendo con una estética definida por

sus predecesores o por ellos mismos en lo escrito años antes, según fuera el caso. Entonces, estas obras ya eran a

imitación de las anteriores, aún las escritas por los mismos autores de las etapas preliminares. Son estas obras ya

complejas construcciones que, por otro lado, al no tener su sustrato en los acontecimientos que sucedían día con día,

tenían que asirse de la memoria colectiva de la Revolución perpetuada a través de la oralidad y las tradiciones

88

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 105. 89

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 106. 90

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 113-114.

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populares, así que se acercaron al pueblo para conocer las historias y después contarlas en sus obras. ―[…] los

cuentistas de la siguiente generación […]. Sus obras, inspiradas en fuentes populares, se caracterizan por su

acendrado mexicanismo; sus opiniones sobre la Revolución coinciden con las opiniones del pueblo, según las vemos

expresadas en los corridos populares‖91.

Como vemos, las obras cuentísticas sobre la Revolución Mexicana no son homogéneas a lo largo del siglo.

Sin embargo, sí comparten características en cuanto al proceso de creación, cosa que nos permite redondearlas dentro

de una corriente literaria unívoca y una de las más importantes del siglo XX en Latinoamérica. Hay que destacar que

muchos de los autores escriben a lo largo de varias de estas etapas, hay también autores propios de cada etapa.

También aclaramos que con la novela sucede casi lo mismo, de hecho, muchas novelas, por haber sido publicadas

primero por entregas en los periódicos, son episodios divisibles que pueden ser entendidas como una suma de

cuentos. Sin más pasemos a ver quiénes son los autores y las obras que destacan en el cuento como lo hicimos para la

novela. Viendo en qué años fueron publicadas sus obras podremos ubicarlos en las diferentes etapas de creación aquí

definidas.

Autores y obras

Los autores de los cuentos, como el lector podrá ver, son muchas veces autores también de novelas (o viceversa,

según se entienda) y trataremos de hacer un recuento de los más importantes a partir de sus publicaciones.

Seguramente escaparán a nuestra revisión algunos autores que no fueron rescatados en libros y de los cuales sus

obras quedaron olvidadas en periódicos y revistas. Cuentistas de finales del siglo XIX y principios del XX, ya sea

por su técnica o por sus temas, se pueden entender como antecedentes a los relatos revolucionarios. Entre estos

autores podemos contar a Manuel José Othón, Rafael Delgado, Alejandro Cuevas, Victoriano Salado Álvarez,

Heriberto Frías, Guillermo Prieto, José Tomás de Cuellar, Federico Gamboa y Ángel del Campo (Micrós). Hasta en

autores anteriores como José Joaquín Fernández de Lizardi vemos ya algunos elementos que son omnipresentes en

las narraciones que estamos estudiando.

Ricardo Flores Magón, nacido en 1873 en San Antonio Eloxochitlán Oaxaca y muerto en 1922 en la prisión

Leavenworth de Los Ángeles California Estados Unidos, es quien inaugura esta corriente, él es el primero en escribir

sobre la Revolución Mexicana. Comienza publicando en sus periódicos liberales; Regeneración, El hijo del Ahuizote

y Revolución. Tras su muerte, el Grupo Cultural ―Ricardo Flores Magón‖ recogió sus escritos de Regeneración en

Sembrando ideas y Semilla literaria de 1923 y Abriendo surco, Rayos de luz y Vida nueva del siguiente año. Gerardo

Murillo (Dr. Atl), nacido en Guadalajara en 1875 y muerto en 1964, es mejor conocido como pintor pero fue también

novelista y cuentista de buena calidad. Sus cuentos los recogió él en los tres tomos de su libro Cuentos de todos

colores en donde se encuentran algunos de tema revolucionario.

Mariano Azuela, nacido en Lagos de Moreno en 1873 y muerto en 1952 en la Ciudad de México, además de

sus numerosas y ejemplares novelas escribió algunos cuentos y entre ellos los que más se recuerdan son ―El caso

López Romero‖, ―De cómo al fin lloró Juan Pablo‖, ―Anuncios a línea desplegada‖, ―José María‖, ―La nostalgia de

mi coronel‖, ―Y ultimadamente‖ y ―Petro‖. José Vasconcelos, nacido en 1882 y muerto en 1959, conocido más por

91

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 116.

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su obra ensayística pedagógica, como ya vimos escribió también novela; además tiene dos libros de cuento: La

sonata mágica de 1933 y El viento de Bagdad de 1945. Martín Luis Guzmán, nacido en 1897 en Chihuahua y muerto

en 1977, en sus novelas se encuentran excelentes muestras de cuento; por ejemplo, en El águila y la serpiente se

entretejen breves narraciones que pueden bien ser cuentos. Domingo S. Trueba, publica en 1921 el libro Cuentos

trágicos.

Germán List Azurbide, nacido en 1898, además de su amplia obra poética, publica en 1922 el libro de

cuentos Mueran los gachupines que, presumiblemente, trata el tema de la revolución y en la colección Hacia una

literatura proletaria de 1932, preparada por Lorenzo Turrent Rozas, aparece un texto suyo sobre la Revolución.

Miguel López de Heredia, publica 1923 el libro de cuentos Junto a la hoguera crepitante. Miguel Galindo, publica

en 1924 el libro de cuentos A través de la sierra. Alfonso Fabila, publica los libros de cuentos, Sangre de mi sangre

en 1924 y en 1934 Hoz: seis cuentos mexicanos de la Revolución. Alejandro Gómez Mangada, comienza a publicar

sus relatos en El Universal Ilustrado y posteriormente recoge sus relatos en el libro ¡Ahí viene la bola! de 1937.

Rafael F. Muñoz, nacido en Chihuahua en 1899 y muerto en la Ciudad de México en 1972, publicó a partir

de 1916 cuentos en los periódicos El Heraldo, El Universal, El Universal Gráfico y El Nacional y escribió cuatro

libros de cuentos: El hombre malo de 1927, El feroz cabecilla de 1928, Si me han de matar mañana de 1932 y Fuego

en el norte de 1960. Los dos primeros son recopilaciones de los cuentos publicados en los periódicos. Además

encontramos algunos cuentos en su libro Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Con notas del mismo autor de

1967. Además, es bien conocido también como novelista, pero su novela ¡Vámonos con Pancho Villa! bien puede

ser dividida por sus capítulos en cuentos. Como se ha dicho, en el siguiente capítulo profundizaremos sobre su

trabajo.

Celestino Herrera Frimont, nacido en 1900 en Tantoyuca Veracruz, comenzó desde muy joven publicando

cuentos en la revista Aurora, publicó cuentos además en las revistas Letras de México, Ruta y El Libro y el Pueblo y

en los periódicos El Dictamen (de Veracruz), El Nacional y El Universal Ilustrado. Recogió sus cuentos en los libros

La línea de fuego. Narraciones extraordinarias de 1930, En las trincheras. Narraciones revolucionarias de 1934 y

Huapango. En esta última obra recoge quince cuentos pero no todos abordan el tema revolucionario.

Jesús Millán, publica en 1930 el libro de cuentos Cenizas de la hoguera en donde retrata la Revolución en

Michoacán. Francisco Rojas González, nacido en 1904 y muerto en 1951, ambos en Guadalajara, etnólogo de

profesión, refleja en su obra una profunda reflexión a cerca de lo social y lo psicológico. Se dio a conocer como

cuentista en la colección Y otros cuentos de 1931, en la que recoge algunos de sus cuentos publicados en la revista

Crisol; publicó además en 1934 El pajareador, en 1937 Sed y tiene como obra póstuma El diosero de 1952. Nellie

Campobello, nacida en 1909 en Villa Ocampo Durango, se dio a conocer como escritora con Cartucho, relatos de la

lucha en el norte de México de 1931. Publica también en 1937 Las manos de mamá. Francisco L. Urquizo, nacido en

1891 en San Pedro Coahuila y muerto en 1969 en la Ciudad de México, militar de profesión, publicó como periodista

cuentos en periódicos, pero sus relatos los recogió en las obras Recuerdo que… de 1934, HDTUP (Hay de todo un

poco) del año siguiente, Cuentos y leyendas de 1945 y El desván de 1964.

Lorenzo Turrent Rozas, nacido en 1903 en Catemaco Veracruz y muerto en 1941 en la Ciudad de México,

escribió narrativa y prefirió el cuento y la novela corta, ejemplo de este último género es Caminito de 1934. En 1940

publica sus primeros cuentos en la antología que él mismo prepara desde 1932, Hacia una literatura proletaria.

Publica los libros de cuentos 22 de diciembre: diario de un estudiante en 1937 y, con sólo tres historias, el libro

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Jack. Cipriano Campos Alatorre, nacido en 1909 en Tapalpa Jalisco y muerto en 1939 en Tenancingo Estado de

México, publicó un sólo libro, Los fusilados de 1934, que incluye una breve novela homónima y cuatro cuentos,

todos acerca de la revolución zapatista. Años después de su muerte, la Revista Antológica América publicó de él Seis

cuentos y un fragmento de novela que incluye todo su libro además de un cuento más, un ensayo y un fragmento de

novela.

Mauricio Magdaleno, nacido en 1904 en Villa del Refugio Zacatecas, escribe ensayo, narrativa, teatro y

guión cinematográfico, casi siempre con temas revolucionarios. Sus obras El compadre Mendoza de 1934 y El

ardiente verano de 1954, son considerados por algunos como novelas y por otros como serie de cuentos. Rafael

Sánchez Escobar, publica en 1934 el libro de cuentos Episodios de la Revolución Mexicana en el sur y Narraciones

revolucionarias mexicanas, históricas, anecdóticas. Elías T. Torres, publica en 1934 el libro de cuentos 20 vibrantes

episodios de la vida de Villa. Hernán Robleto, publica en 1934 el libro de cuentos La mascota de pancho Villa.

Antonio Acevedo Escobedo, nacido en 1909 en Aguascalientes, fue periodista, ensayista y narrador. En 1935 publica

la colección de relatos Sirena en el aula. Publica también Memorias de la 595 y Sombra de luz.

José Rubén Romero, nacido en 1890 en Cortija de la Paz Michoacán y muerto en 1952 en la Ciudad de

México, de igual manera dibuja cuentos intercalados en sus novelas; por ejemplo, un ejemplo de esto es Mi caballo,

mi perro y mi rifle de 1936. Melesio Aguilera Ferreira, publica en 1937 el libro de cuentos Gente de mi pueblo.

Carmen Báez, nacida en 1908 en Morelia Michoacán, se destacó en el periodismo. Sus cuentos fueron primero

recogidos en antologías como Leyendas y cuentos mexicanos de 1938, preparada por Jesús Romero flores, en donde

se incluye uno de sus relatos; y Cuentos mexicanos de autores contemporáneos de 1946 preparada por José

Mancisidor en donde se recogen dos de sus relatos. Ganó en 1955 un premio para el mejor cuento ofrecido por El

Nacional por un cuento publicado en la Revista Mexicana de Cultura y todos estos cuentos fueron recogidos en La

robapájaros de 1957.

Gregorio López y Fuentes, nacido en 1891 en Mamey Veracruz y muerto en 1966 en la Ciudad de México,

comenzó a publicar cuentos en las revistas Nosotros y El Maestro, además en el periódico El Universal Gráfico en

donde publicó la serie de cuentos ―La novela diaria de la vida real‖. Su libro Cuentos campesinos de México de 1940

recoge treinta y dos cuentos, uno de cada uno de los estados del país y algunos de temas revolucionarios. También

encontramos en algunas de sus novelas cuentos intercalados en la narración, un ejemplo de esto es Tierra. Ramón

Rubín, nacido en 1912 en Mazatlán Sinaloa, su primer libro de cuentos es de 1942 y se trata de Cuentos del medio

rural mexicano y posteriormente escribió novelas, cuentos y monografías. Jesús Colín, publica en 1942 el libro de

cuentos Yo soy la Revolución. Mario Pavón, publica en 1942 el libro de cuentos Los gusanos rojos. José Revueltas,

nacido en 1914 en Durango, ha escrito novela, cuento, drama y ensayo. Los temas revolucionarios los rescata,

además de en sus novelas, en los libros de cuentos Dios en la tierra de 1944 y Dormir en la tierra de 1960.

José Mancisidor, nacido en 1894 en Veracruz y muerto en 1956 en Monterrey Nuevo León, además de sus

novelas publicó los libros de cuentos La primera piedra de 1950 y Mejor que perros. En la primera obra recoge

dieciséis cuentos de los que la mayoría trata los problemas sociales de la posrevolución. Apareció además en la

colección Hacia una literatura proletaria de 1932, preparada por Lorenzo Turrent Rozas. Demostró su interés por el

cuento mexicano publicando además sus dos ya mencionadas antologías de cuento mexicano, cada una de los siglos

XIX y XX. José Alvarado, nacido en 1911 en Lampazos Nuevo León y muerto en 1974 en la Ciudad de México, fue

periodista y ensayista y tiene dos obras narrativas: Memorias de un espejo de 1953 y El personaje de 1955, en donde

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vemos una ágil prosa que refleja irónicamente el mundo mexicano posrevolucionario. Juan Rulfo, nacido en 1918 en

Zayula Jalisco y muerto en 1986, publicó sus primeros cuentos en las revistas América de la Ciudad de México y

Pan de Guadalajara. Quince de sus cuentos fueron recogidos en El llano en llamas de 1953 en donde, además de

inaugurarse el realismo mágico, incluye algunos cuentos con tema posrevolucionario. A pesar de que cuenta sólo con

este libro de cuentos se ha consagrado como uno de los mayores narradores latinoamericanos del siglo XX.

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CAPÍTULO IV

RAFAEL F. MUÑOZ, VIDA Y OBRA DE UN SUJETO

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CAPÍTULO IV

RAFAEL F. MUÑOZ, VIDA Y OBRA DE UN SUJETO

¡Señor… Señor…!, ¿qué queréis de mi…?

Santo Tomás

Como ya se ha dicho, Rafael F. Muñoz es una de las figuras más interesantes de entre los autores de la narrativa

revolucionaria. Para las finalidades de este trabajo se le ha seleccionado para analizar su obra debido a que ésta es

una de las más importantes en el género de cuento de esta temática. Ha sido investigado como novelista y como

cuentista. Es una autor que nunca falta en las compilaciones de cuento o novela de la Revolución Mexicana, e

incluso en las de cuento mexicano en general; pese a todo, no es un nombre común para el gran público como lo es

para los estudiosos y su biografía se desconoce por aquél.

Por otro lado, al conocer su vida, nos damos cuenta que es sui géneris en muchos sentidos: fue un hombre

criado por el rancho y formado profesionalmente en la ciudad; trabajó por años en el campo de batalla de la

Revolución como periodista y, sin embargo, ganó fama como literato y funcionario público; nunca perteneció a

círculos intelectuales pero convivió con muchos pensadores como periodista y posteriormente como funcionario

público; fue criticado por analistas como un escritor con muchas deficiencias pero nunca fue dejado de lado por

éstos; se sintió fuera del ethos artístico mexicano e incluso llegó a inventar su Academia de Malas Lenguas y Peores

Artes pero poco antes de su muerte fue invitado a formar parte de la Academia Mexicana de la Lengua, cosa que no

se realizó pues murió poco antes de su fecha de ingreso. Como vemos, es peculiar lo que Muñoz vivió y dentro de su

obra vemos igualmente particularidades que lo convierten en un creador digno de análisis.

Veremos a continuación su biografía y una serie de comentarios acerca de su obra en términos generales.

Posteriormente pasaremos en el último capítulo a analizar de manera más sistemática su obra cuentística y

tomaremos ejemplos significativos de ella para hacer esto y buscar comprender por este medio cuál es el papel del

cuento de la Revolución Mexicana en este contexto y tratar de sopesar el valor histórico de la literatura narrativa

breve como una herramienta de comprensión de un proceso histórico concreto, en este caso, la Revolución

Mexicana.

Como también ya se ha dicho, un fin ulterior sería hacer un análisis más completo de esto y buscar

comprender a la obra literaria como fuente histórica, sin embargo, para los alcances de este trabajo sólo se hará este

ejercicio con la finalidad de dejar sentado el antecedente de la validez de este tipo de estudios transdisciplinarios

entre el análisis literario e histórico para que en trabajos posteriores se delimiten más certeramente los alcances

teóricos y metodológicos de este tipo de análisis.

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Biografía de Rafael F. Muñoz

La vida o ¡Señor… Señor…!92

Rafael F. Muñoz nació en la ciudad de Chihuahua el primero de mayo de 1899. Su niñez y parte de su juventud la

vivió en el rancho paterno ―El Pabellón‖ que se encontraba en la frontera con Estados Unidos. Es en esta época que

Muñoz aprende a convivir y a conversar largamente con las personas, él mismo narra cómo es que la vasta soledad

del campo de aquellos días hacía que la gente fuese siempre abierta y dispuesta a brindar gran parte de su tiempo a

estar con las personas e incluso a abrir sus casas y así era él: un buen conversador y muy hospitalario.

Tras los estudios iniciales viaja a la ciudad de México a continuar estudiando. Estuvo cercano a la victoria

maderista aún siendo muy joven y fue impregnado de la lucha antirreeleccionista y sus ideas. Poco después de que

Huerta sube al poder, Muñoz regresa a su tierra y, como gran parte de la juventud, vio esto como una decepción,

como la pérdida de la esperanza que Francisco I. Madero había significado. Para 1915 ya colaboraba en hojas locales

de Chihuahua con artículos periodísticos. Estuvo desde muy joven cerca de donde la lucha armada de la Revolución

del norte tenía sus puntos más álgidos como corresponsal de guerra. Es en este año que conoce a Francisco Villa y su

figura de caudillo rebelde le impone tanto que lo convierte después en un personaje heroico de sus novelas y cuentos

pese a que nunca estuvo políticamente a su lado.

Muchos autores dicen que cuando la rivalidad entre Venustiano Carranza y Álvaro Obregón era tensa,

Muñoz, afiliado a las ideas obregonistas, abandona el país en 1916 para vivir en Estados Unidos de América en

donde continúa intermitentemente su labor periodística en varios estados, principalmente en California y regresa

cuatro años después en 1920. Ciertamente vivió y trabajó en ese país pero en 1916, Carranza y Obregón aún no

rivalizaban, así que su aparente exilio debió responder a otras razones. Al regresar a México, continúa entonces con

su labor periodística en periódicos nacionales como El Heraldo, El Universal y El Universal Gráfico, además de

algunas revistas en donde colabora de forma constante. Sus primeras obras cuentísticas son de estos años en éstos y

otros periódicos. Es en El Universal Gráfico donde publica sus primeros cuentos. Aparentemente, su primer cuento

fue publicado en ese periódico en 1921 y se trata de ―El hombre malo‖, incluido en su primer libro y es justamente el

que le da nombre. Se convierte en un prolífico colaborador periodístico y poco a poco aflora en él su gran capacidad

narrativa.

No es sino hasta 1923 que publica su primera obra en coautoría con el doctor Ramón Puente que es un

reportaje periodístico llamado Memorias de Pancho Villa el cual contenía una narración muy cercana al

revolucionario, con quien Muñoz había podido convivir por largas temporadas, e incluso hay partes que Muñoz

asegura son las propias palabras de Villa dichas directamente a él. La gran empatía que el autor sentía para con este

personaje hizo que fuese siempre para él la imagen del revolucionario por antonomasia. Una obra muy parecida

aparece en 1925 en una edición propia del autor pero pasa desapercibida y no es reeditada sino hasta 1955 por

Publilibros La Prensa; se trata de Pancho Villa. Rayo y azote. La azarosa vida del Centauro del Norte, que es una

obra que viaja entre la frontera de ser una biografía histórica y una novela y en ésta Muñoz también asegura que

92

El hecho de usar este título para la biografía de la vida de Rafael F. Muñoz tiene que ver con un deseo que él mismo expresó al final de su

último libro. Para más referencias véase el final del penúltimo párrafo del apartado ―La obra o que me maten de una vez‖ más adelante en este

mismo capítulo [la cita del deseo mencionado se encuentra en el Anexo 1 ―Cuentos y Cantos‖ al final de este trabajo bajo el título ―¡Señor…

Señor…!‖].

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Villa mismo dictó mucha de la información y destaca ésta en primera persona y el resto de la narración es en tercera

persona para dejar en claro la autoría de Villa y la propia.

Fue tan importante su labor periodística que fue ascendiendo escaños y para la presidencia de Portes Gil era

director del periódico El Nacional en 1928, lo que fue sin duda el epítome de su carrera periodística. Un año antes,

había publicado su primer libro de cuentos que era una recopilación hecha de los cuentos publicados en periódicos y

revistas a lo largo de unos pocos años, El hombre malo con una edición propia y en 1930 es publicado nuevamente

por Talleres Gráficos Editorial bajo el título El hombre malo, Villa ataca Ciudad Juárez y la Marcha Nupcial y un

año después por otra editorial con el nombre El hombre malo y otros relatos. En el año de 1928 publica El feroz

cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el norte nuevamente con una edición propia y se trata también de una

recopilación de cuentos publicados desde 1927 en periódicos y de esta obra se hace una nueva edición en 1930 como

El feroz cabecilla. Estas dos obras tienen un plusvalor a la sola creación literaria. Se trata de los primeros volúmenes

completamente dedicados al cuento de la Revolución Mexicana.

Su labor literaria continúa y es en la década de los treinta que alcanza notoriedad como autor. La obra que lo

populariza es ¡Vámonos con Pancho Villa!, publicada en Madrid en 1931; ésta es también su primera novela y se

trata de una serie de relatos (que bien podrían ser cuentos individuales si se le separasen del resto de la obra) que

narran la gesta villista muy apologéticamente desde el punto de vista de los soldados que viven y mueren por su

líder. Poco tiempo después publica su tercera obra de cuentos, Si me han de matar mañana con Ediciones Botas en

1934. Un año después se filma en cine ¡Vámonos con Pancho Villa! con un guión también de Muñoz bajo la

dirección de Fernando de Fuentes y producida por CLASA Films como un documento de recuerdo a la lucha

revolucionaria del norte.

Para esta época, Muñoz ya había ganado fama como escritor. También tenía ya una carrera política

importante en la cual ocupó varios puestos públicos. En 1936, publica su segunda biografía histórica, Santa Anna. El

que todo lo ganó y todo lo perdió por Espasa-Calpe Madrid S.A. en esa misma ciudad; en México se publica al año

siguiente como Antonio López de Santa Anna y en 1938 Ediciones Botas la reedita (esta reedición contiene las únicas

correcciones hechas por el mismo autor) bajo el título Santa Anna. El dictador resplandeciente (y no volvió a ser

reeditada sino hasta 1983 por el Fondo de Cultura Económica junto con sus dos novelas).

Al terminar la década de los treinta, ya como un autor reconocido y como funcionario, publica su segunda y

última novela en 1941 Se llevaron el cañón para Bachimba siendo la narración de un niño de trece años que

presencia el levantamiento de Pascual Orozco contra Madero con una excelente ambientación (la más acabada de

todas sus obras) en el paisaje norteño. También participa en la creación para el cine como guionista adaptando una

obra que no es propia, Refugiados en Madrid (adaptación de la obra homónima) filmada en Madrid en 1938.

También hace junto con Xavier Villaurrutia la adaptación para el cine de Cinco fueron escogidos en 1942. Hizo

también el guión de una película que comenzó a ser filmada pero no llegó a las salas de cine llamada Traición en

Querétaro.

Como vemos, para esta época la vida del corresponsal de guerra que fue Muñoz había cambiado; se había

convertido en una persona de buena posición económica; siempre fue de familia pudiente pero sus afanes

periodísticos lo alejaron de la vida cómoda que pudo haber llevado, y sin embargo, su misma carrera periodística lo

llevó a la vida pública de la carrera política. También vemos que se trata ya de un autor reconocido por el público, no

así por la crítica que siempre le ha tildado de reportero dado a la narrativa con grandes capacidades artísticas pero

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pocos recursos estéticos. Con la mayor parte de su obra cuentística publicada ya, Muñoz es tratado como un

excelente sintetizador por la crítica; su obra, siempre explosiva e impactante se menciona ya como una de las más

crudas y destacadas del género.

Para la década de los cincuenta, Muñoz se refugia en su casa de Coyoacán en la Ciudad de México (la

misma en la que murió) y aparentemente deja de escribir, sin embargo, muy veladamente continúa con su labor

periodística como analista político y sigue trabajando en proyectos menores (muchos de ellos inconclusos y

mencionados en una obra posterior de la cual hablaremos unas líneas más abajo). También sigue su carrera política y

llega a tener puestos públicos importantes; el más destacado fue el de haber sido Jefe de Relaciones Públicas y

Prensa de la Secretaría de Educación Pública más de una vez, la última en el sexenio de Adolfo López Mateos,

siendo Secretario de Educación, Jaime Torres Bodet.

Muñoz, antes alejado de la vida intelectual mexicana, conoció por la vida periodística a muchos escritores

de su generación con los que no interactuó mucho en un principio pero luego llegó a acercarse por la propia creación.

Tras no publicar por un largo periodo, aparece en 1960 su último libro de cuentos, Fuego en el norte como una

recopilación propia de cuentos dispersos. En casi todos los autores que han investigado a Muñoz se menciona a

Fuego en el norte como la última obra, sin embargo esto es un error pues su última obra es quizá la más interesante

de todas. Se trata de una obra miscelánea que incluye desde guiones de televisión hasta novelas inconclusas y se

llama Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Con notas del mismo autor publicadas por única vez en Ediciones

Oasis en 1967. Tanto las obras incluidas, que están ahí por no haber sido terminadas o publicadas en otros libros por

diversas razones, como las notas, dan mucha luz de la personalidad del autor, la que él mismo define como ―de los

que inician mucho y terminan poco‖ en la nota inicial del libro. Al haber sido editada sólo una vez es difícil el acceso

a ella y es quizá por esta razón que se le ha olvidado en la suma de sus obras por la gran mayoría de los

investigadores.

Exceptuando esta obra, Muñoz no publica literatura en los últimos años de su vida, años en los cuales varios

investigadores se acercaron a él para realizar sus trabajos de investigación sobre la narrativa de la Revolución

Mexicana. Es claro que la edad le pesaba pese a tener una relativa buena salud y mucho vigor pues, según dicen estos

investigadores, gustaba aún de la buena charla y las visitas a su casa. También varios periódicos y revistas le pidieron

artículos tanto de análisis político como de historia de la literatura de la revolución Mexicana y por tanto siguió muy

dispersamente publicando estos textos, principalmente en El Universal, pero también en otros y en revistas como

QuienES. También es requerido tanto en la Ciudad de México como en diversas ciudades de provincia para dictar

conferencias como escritor, invitado tanto por instituciones gubernamentales como por instituciones de la sociedad

civil. Al morir Julio Torri en 1970, Muñoz fue designado para ocupar su lugar en la Academia Mexicana de la

Lengua y aceptó. Preparó su discurso de ingreso que se realizaría el veintisiete de julio de 1972. Sin embargo, no

pudo tomar posesión pues murió el domingo dos de julio en su casa de Coyoacán. Ese discurso es lo último que

escribió y no fue publicado sino hasta 1974 en una antología de su obra: Relatos de la Revolución.

Tras su muerte, se hicieron recopilaciones y antologías de su obra cuentística, además de que se siguieron

reeditando algunas de sus obras, principalmente sus novelas ¡Vámonos con Pancho Villa! y Se llevaron el cañón

para Bachimba. Ambas novelas las incluye Antonio Castro Leal en su antología La novela de la Revolución

Mexicana de 1960. La primera y también más importante recopilación de cuentos de Muñoz la hace Salvador Reyes

Nevares en la obra ya mencionada, Relatos de la Revolución, publicada por la Secretaría de Educación Pública en

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1974; éste ha sido hasta ahora el trabajo más profundo sobre la obra de Muñoz, sin embargo, llega a lo apologético y

eso hace necesario ver cierta información con una mirada crítica y hasta hermenéutica; lo más importante de esta

obra es el trabajo de recopilación de información incluye, al parecer, diversas entrevistas de Reyes Nevares con

Muñoz. El prólogo que hace a este trabajo se incluye también en una recopilación reciente de 2002 llamada 20

cuentos de la Revolución de Factoría Ediciones que también incluye un epílogo de Marco Antonio Campos. Existen

también algunas selecciones de sus obras como Relatos de la Revolución de Utopía Compañía Editorial de 1976 y

Relatos de la revolución editada por Grijalbo en 1985 (en estas antologías es común ver casi los mismos cuentos,

seguramente basados en la selección de Reyes Nevares). Sus cuentos han sido igualmente incluidos en antologías

tanto de cuentos de la Revolución Mexicana como de literatura mexicana en general. ―Oro, caballo y hombre‖ es el

cuento más seleccionado ya que ha aparecido en diversas antologías como son Cuentos mexicanos inolvidables,

preparada por Edmundo Valadés, Cuentos de la Revolución, preparada por Luis Leal y El cuento mexicano del siglo

XX, preparada por Emmanuel Carballo. El cuento ―El feroz cabecilla‖ aparece en Antología de cuentos mexicanos de

María del Carmen Millán. Ha habido múltiples ediciones de sus novelas ¡Vámonos con Pancho Villa! y Se llevaron

el cañón para Bachimba se han publicado por Espasa-Calpe en Buenos Aires, Madrid, Barcelona y Ciudad de

México varias veces y desde 1986 en el Fondo de Cultura Económica. La biografía Santa Anna se ha editado por

Espasa-Calpe y en la misma colección que sus novelas por el Fondo de Cultura Económica. Tanto Pancho Villa.

Rayo y azote. La azarosa vida del Centauro del Norte como Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Con notas

del mismo autor no han sido reeditadas, una desde 1955 y la otra desde 1967.

Como vemos, La vida de Rafael F. Muñoz está llena de particularidades interesantes; pero su trabajo

literario le ha dado un lugar irrefutable en la historia de la literatura mexicana y es, sin duda alguna, uno de los

exponentes más importantes de la narrativa de la Revolución Mexicana.

La obra o que me maten de una vez

La obra literaria de Rafael F. Muñoz no es muy vasta. Incluye un reportaje periodístico: Memorias de Pancho Villa

escrito en coautoría con el doctor Ramón Puente; dos trabajos histórico-biográficos: Pancho Villa. Rayo y azote y

Santa Anna. El dictador resplandeciente; dos novelas: ¡Vámonos con Pancho Villa! y Se llevaron el cañón para

Bachimba; cuatro libros de cuentos: El hombre malo, El feroz cabecilla, Si me han de matar mañana y Fuego en el

norte; cuatro guiones de cine filmados: ¡Vámonos con Pancho Villa!, Refugiados en Madrid, Cinco fueron escogidos

escrito en coautoría con Xavier Villaurrutia y Traición en Querétaro que no llegó al cine; además de una miscelánea:

Obras incompletas, dispersas o rechazadas en la que incluye obras o fragmentos de obras que no publicó, o no se

filmaron para cine y televisión. Como vemos, su obra consta de diez libros y cuatro guiones de cine y pese a no ser

muy amplia, sí es muy variada. A continuación haremos una sinopsis de algunas de estas obras para poder juzgar y

analizar más adelante de forma certera y más a fondo su obra cuentística.

Como se ha dicho, la primera obra de Rafael F. Muñoz es Memorias de Pancho Villa de 1923, escrita en

colaboración con el doctor Ramón Puente. Se trata de una serie de relatos en forma de reportaje donde el lenguaje no

es muy amplio; sin embargo, la información sí es vasta. En esta investigación sólo se identificó la edición original de

1923 pero no se pudo tener acceso a ella. La segunda obra de Muñoz es Pancho Villa. Rayo y azote. La azarosa vida

del Centauro del Norte y se trata de una biografía histórica de Pancho Villa editada por el mismo autor en 1925. Se

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tuvo acceso a la única edición que se conoce que es donde se dice que la obra original es de 1925 y esta edición es de

Publilibros La Prensa en la Ciudad de México de julio de de 1955. La colección de Publilibros, edita libros para ser

vendidos en puestos de periódicos, muchas veces ilustrados, y es ésta la razón por la cual muchos investigadores no

le confieren el valor histórico y literario que tiene y por la cual no se conserva en muchas bibliotecas, además de que

después de ese año no se ha reeditado. También hay que decir que siempre se menciona como fecha de primera

edición la de 1955 pero en esa única edición que se conserva es donde se dice que la obra original es de treinta años

antes.

Pese a que busca ser una obra plenamente histórica, en su conformación parece más una novela. La obra,

incluye información de lo dicho por Villa al autor, de lo escuchado por los soldados de la Bola y de información

recopilada por el periodista tras la muerte de Villa (el veinte de julio de 1923), con premura. La obra inicia con un

comentario del autor.

Pancho Villa, paladín y bandolero, hijo y padre del pueblo, señor de la guerra y genio de la guerrilla, dictó, cuando pudo, el relato de su

vida. Está aquí, escrito en primera persona. Pero Pancho tuvo que pelear en el día y huir en la noche. Su relato se interrumpe, y los que le

vimos pasar, luminoso y quemante, lo hemos completado. Son voces distintas, la de dentro humilde, la de fuera, violenta.

Por no haber podido seguirle en su mismo tono, pedimos perdón93

.

En la narración es clara la distinción entre la primera persona de lo dicho por Villa y la narración omnisciente de lo

recopilado. En la narración omnisciente se encuentra el carácter novelesco de la obra. Como hemos dicho. Es una

obra poco tomada en cuenta por los análisis pero es importante por tratarse de una obra que tiene en sus fuentes un

gran valor: la narración del propio personaje biografiado al autor, de forma directa, sin interpretaciones. En la cuarta

de forros hay un pequeño comentario a Muñoz y a la propia obra que vale la pena rescatar.

Rafael F. Muñoz es también autor de ―Vámonos con Pancho Villa‖, ―Se llevaron el cañón para Bachimba‖ y otras muchas obras

históricas o novelescas sobre la Revolución Mexicana, en los años de 1913 a 1920. Por su profesión de periodista, escribe rápidamente,

sin preocupación por el estilo, al correr de la máquina. Cuando Villa fue asesinado, Muñoz hizo este relato de luchas y huidas en unas

cuantas horas.

Y treinta años después no ha querido corregir una sola palabra, para que lo escrito conserve el sabor de los años fulgurantes de la

Revolución Mexicana94

.

Y puede ser cierto esto último. Muñoz insistía en no corregir sus textos ya publicados (con excepción de su biografía

de Santa Anna que, como veremos, corrige en la tercera edición) con el fin de que no se trastoque el sentido original

de la obra.

El siguiente libro y la primera obra de cuentos de Muñoz es El hombre malo, publicado por los Talleres

Gráficos Editorial y una edición propia en 1927; posteriormente es reeditado en 1930 por la misma editorial bajo el

título El hombre malo, Villa ataca Ciudad Juárez y la Marcha Nupcial y un año después por otra editorial con el

nombre El hombre malo y otros relatos; sin embargo, se trata de la misma obra, sin corrección o cambio alguno más

allá del subtítulo. La obra es una recopilación de cuentos publicados desde algunos años antes principalmente en El

Universal y El Universal Gráfico hecha por el mismo Muñoz. Hay en el libro relatos de diversas calidades estéticas;

93

MUÑOZ, 1955: 7. 94

MUÑOZ, 1955: cuarta de forros.

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desde las narraciones más puramente anecdóticas hasta los análisis más profundos a la psicología del revolucionario

(tal es el caso de ―Dos muertos‖, narración profundamente psicológica de un soldado del ejército recién salido de la

Escuela Militar que se encuentra en una trinchera agobiado por días por dos muertos que él mismo asesinó).

Destacan cuentos como ―El hombre malo‖, ―El enemigo. Relato de un oficial inexperto‖, ―Dos muertos‖, ―Un asalto

al tren‖, ―El espía‖ y ―La marcha nupcial‖.

Su segunda obra de cuentos es El feroz cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el norte, editada por el

propio Muñoz en 1928; de esta obra se hace una nueva edición en 1930 bajo el nombre El feroz cabecilla. Algunos

autores creen que ésta es su primera obra de cuentos, ya que de El hombre malo se conoce más la edición de 1930,

pero en realidad es esta última la primera de sus obras cuentísticas y, en ocasiones, se les cambia el orden al ponerlas

cronológicamente por los investigadores. Esto parece poco importante pero hay que destacarlo, pues al leer la obra sí

se ve, en gran parte de los cuentos, una diferencia tremenda en cuanto a fluidez y a malicia del autor para con el

lector; en suma, un desarrollo del estilo. El tema sigue siendo la Revolución pero ahora el ambiente se ve más

claramente, la masa aparece ya como un personaje construido y el carácter satírico de los cuentos de Muñoz es claro.

Destacan de este libro ―El feroz cabecilla‖, ―Agua‖, ―Villa Ahumada‖, ―El niño‖, ―Obra de caridad‖, ―Es usted muy

hombre‖, ―El saqueo‖, ―Un préstamo forzoso‖, ―La fiesta de las balas‖, ―La muerte de David Berlanga‖ y ―Pancho

Villa en la cruz‖.

El siguiente libro de Muñoz es la obra por la que más se le recuerda y su primera novela, ¡Vámonos con

Pancho Villa! de 1931. Se leyó la edición de 1950 de Espasa-Calpe Argentina S.A. La edición original es madrileña

pero por su popularidad se publicó rápidamente en México. La primera edición mexicana parece ser incluso del

mismo año y por eso no ha habido confusión en las fechas, en lo que sí ha habido confusión es en el lugar de edición

que es claramente Madrid, pero este dato no se menciona; tal vez esta edición madrileña haya sido difundida desde el

principio en México pues tuvimos acceso a un libro de esa edición en una biblioteca local (la B.R.A.G.C.C. y la obra

fue donada a ésta por el también novelista revolucionario Gustavo Ortiz Hernán, amigo personal de Muñoz). Tuvo

tal éxito que en 1935, a sólo cuatro años de la primera publicación de la novela, Fernando de Fuentes hizo una

película con un guión del propio Muñoz. Es esta película lo que ha hecho de esta novela la obra más leída del autor

y, por ende, la más reeditada. Además de las múltiples ediciones, como ya se ha dicho, Antonio Castro Leal la

incluye en su recopilación La novela de la de revolución Mexicana.

Pero pese a todo, la obra, más que novela, parece ser una serie de anécdotas unidas por una anécdota mayor:

los soldados que van tras Villa a vivir, a luchar y a morir. Se divide en capítulos, que, como se ha dicho, pueden bien

ser cuentos. Los capítulos son los siguientes: ―El puente‖, ―Becerrillo‖, ―Dinámica de la noche‖, ―Parlamento‖, ―Así

eran ellos‖, ―El círculo de la muerte‖, ―Una hoguera‖, ―El vagón 7121‖, ―El desertor‖, ―Consejos‖, ―Trenzados‖,

―Los duraznos‖, ―El gran suceso‖, ―Satisfechos‖, ―Los temores se confirman‖, ―Diálogos‖, ―El viejo se va‖,

―Cantiles‖, ―La trampa se cierra‖, ―Fiel a Francisco Villa‖ y en la edición consultada cierra con el anexo ―Palabras

del general Nicolás Fernández, compañero de Villa por más de trece años, al autor de este libro‖. La obra inicia con

una nota del autor que dice lo siguiente.

Los sucesos referidos aquí son ciertos, uno por uno. El autor atribuye todos a un mismo grupo de hombres, para hacer una novela de

audacia, heroísmo, altivez, sacrificio, crueldad y sangre, alrededor de la figura imponente de FRANCISCO VILLA95

.

95

MUÑOZ, 1950: 8.

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Esta nota nos dice varias cosas: Busca hacer una novela acercada a la novela histórica, pero transgrede la realidad en

favor de la verosimilitud intencionadamente, cosa totalmente válida para la creación literaria. Confiesa su empatía

por el personaje; para él, Villa es una figura imponente, no es sólo Francisco Villa sino que es FRANCISCO VILLA.

Los sustantivos que menciona (algunos son adjetivos sustantivados) ―audacia, heroísmo, altivez, sacrificio, crueldad

y sangre‖ que definen al grupo villista de la narración dan muchas pistas de lo que el lector puede encontrarse en la

obra y definen lo que en realidad creía de los villistas pues también asegura que ―los sucesos referidos […] son

ciertos, uno por uno‖. Al final de la obra se incluye una página y media que es una trascripción aparentemente literal

de una entrevista hecha al general Nicolás Fernández, compañero de Villa por más de trece años, un poco después de

la muerte de éste, sobre los últimos días de su vida y de cuando huían de los estadounidenses, huída que el general

Fernández presenció.

Como sus otras dos obras sobre Villa, la información fue recogida directamente por Muñoz en su labor de

periodista. Son las experiencias de Villa, sus seguidores y del mismo autor, así como de otras fuentes escritas (como

son otros reportajes periodísticos, cartas y documentos). En la mayor parte se trata de información de primera mano

recopilada cuidadosamente. Sin embargo no puede ser tan fiel la obra a la realidad como el mismo Muñoz dice pues

es escrita más de quince años después de los sucesos que refiere y con el tiempo, los datos siempre cambian. Esto no

hace menos importante a la obra pues su valor real no está en la exactitud de lo narrado sino en el valor testimonial

que la obra representa. En sí, la obra tiene seis narraciones de seis narradores: Tiburcio Maya, Máximo Perea,

Melitón Botello, Martín Espinoza, Rodrigo y Miguel Ángel del Toro. Tiburcio Maya abre y cierra la novela y es el

narrador que articula las seis narraciones en un estilo sencillo. Todos los narradores se presentan como protagonistas

revolucionarios sumados a la División del Norte por la ocupación huertista de sus tierras y unidos por un ambiente

trágico de suma violencia y la devoción fiel a Pancho Villa por quien ofrecen la vida y quien se muestra como un ser

débil al final de la obra96.

La tercera obra de cuentos de Muñoz es Si me han de matar mañana publicada originalmente en Ediciones

Botas en 1934. En esta obra Muñoz alcanza una calidad estética mayor y encontramos aquí relatos que dejan en el

lector una impresión imborrable y brutal. La Revolución es ya plenamente la imagen de la frialdad y la trivialidad de

la muerte; la violencia es una imagen presente; un ejemplo claro de esto es el cuento ―El perro muerto‖ en el que se

desencadena una historia sumamente violenta a partir de un hecho cotidiano que concluye con la Ciudad de México

en un combate que se alarga por meses. Es de esta obra el cuento que más ha identificado a Muñoz, ―Oro, caballo y

hombre‖ que narra el conocido suceso de la muerte del general villista Rodolfo Fierro frente a Casas Grandes

Chihuahua en un pequeño lago, el cuento contiene un sentido de la sátira muy fino y un final digno de Arquíloco. Es

claro el sentido de la obra desde el título, claramente inspirado en el corrido ―La Valentina‖: […] Valentina,

Valentina, rendido estoy a tus pies, si me han de matar mañana que me maten de una vez97. Además de ―El perro

muerto‖ y ―Oro, caballo y hombre‖, destacan cuentos como ―Looping the loop‖, ―El festín‖, ―Una biografía‖, ―Un

disparo al vacío‖ y ―Cadalso en la nieve‖.

Como ya se dijo, de la primera novela de Muñoz se filma la película ¡Vámonos con Pancho Villa! en 1935

bajo la dirección de Fernando de Fuentes (y como uno de los guionistas Xavier Villaurrutia), producida por CLASA

96

Esta reseña es breve para no repetirla pues más adelante se hará la reseña de la película y se destacarán los elementos que son diferentes con

respecto al libro. 97

―La Valentina‖ (Dominio Popular) [La letra completa de este corrido se encuentra en el Anexo 1 ―Cuentos y Cantos‖ al final de este trabajo].

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y como la tercera película de su ―trilogía revolucionaria‖98 siendo las anteriores Prisionero 13 y El compadre

Mendoza, ambas de 1933. En conjunto, las tres películas son importantes para el cine mexicano, pues, como nos dice

John Mraz, ―estas películas dicen mucho más sobre el contexto en que fueron producidas que sobre el pasado que

pretenden representar‖99. De hecho, Juan Bustillo Oro (antes de ser el afamado director de cine que fue) en su reseña

de Prisionero 13 dijo que hasta antes de esa película el cine mexicano había sido una ―imitación servil‖ del cine

extranjero por ignorar ―temas que son carne de nuestra carne y aliento de nuestra tierra dulce y al par terrible tierra‖

y dijo que era la ―primera película mexicana‖100. No sólo Bustillo Oro, sino que también otros pensadores mexicanos

identifican a la trilogía de De Fuentes junto con el libro de Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura en

México y las obras de los muralistas como ejemplos de las primeras búsquedas de identidad nacional.

¿Por qué resultan tan importantes estas películas? Porque son las primeras en tratar el tema de la Revolución

Mexicana sin hacer una exaltación patriótica o idealización de los personajes101 y que buscan representar su contexto

histórico de forma conciente y evidente. Comparadas con las obras de los muralistas mexicanos, estas películas para

Mraz ―están más en el tono de Orozco que en el de Rivera o Siqueiros: destacan el dolor y el tormento más que las

transformaciones; exudan un desencanto por las fallas de la Revolución en lugar de celebrar sus logros‖102. Sin

embargo, no se pueden considerar como obras iguales, cada una tiene su carácter específico. Haremos una brevísima

reseña de cada una de ellas.

Prisionero 13 es una obra que trata sobre la vida del coronel Julián Carrasco, oficial alcohólico de los

ejércitos porfiriano y huertista. La película ocurre entre 1913 y 1914 (eso se deduce de la fotografía de Huerta sobre

la pared del despacho de Carrasco. Es claro que Carrasco está representando la imagen del mismo Huerta en la

Película y se le muestra como un villano usurpador y asesino, que concuerda con la representación historiográfica del

mismo Huerta. El compadre Mendoza trata del hacendado Rosalío Mendoza y sus problemas durante la época

revolucionaria y su actitud al pretender ser amigo de todos los bandos cuando se acercan a su hacienda: cuando

llegan los zapatistas cena con los oficiales bajo una fotografía de Zapata, con los huertistas, bajo una de Huerta y

cuando los carrancistas se vuelven hegemónicos tiene una foto de Carranza. Esto desemboca en un obvio caos

cuando las diferentes fuerzas revolucionarias se enfrentan y Mendoza queda en medio. Éste termina traicionando a

Felipe Nieto, general zapatista que le había ayudado cuando estaba a punto de ser ejecutado entre el caos. Mendoza,

su esposa Dolores y su hijo terminan huyendo.

¡Vámonos con Pancho Villa! es la misma historia de la novela, es decir, los ―Leones de San Pablo‖

(Tiburcio, Melitón, Martín, Máximo, Rodrigo y Miguel Ángel) que se unen a las fuerzas de villa tras la ocupación

huertista de sus tierras. Máximo, Rodrigo y Martín son muertos en diferentes circunstancias y los tres restantes son

incorporados por Villa a sus ―dorados‖. Melitón y Miguel Ángel mueren después, también en diferentes

98

John Mraz es quien llama a Prisionero 13, El compadre Mendoza, ambas de 1933, y ¡Vámonos con Pancho Villa! de 1935 la ―trilogía

revolucionaria de Fernando de Fuentes‖. Sin embargo, De Fuentes fue director, entre otras, también de Allá en el rancho grande de 1936 y, por

ejemplo, Carl Mora dice que la trilogía está entre El Compadre Mendoza, ¡Vámonos con Pancho Villa y Allá en el rancho grande; sin embargo,

hay que decir que en ésta última no se toca el tema como una reflexión seria del proceso social (Mraz llega a afirmar que De Fuentes abandona el

cine serio con esta película) y por ello tomamos la definición de Mraz. MRAZ, Chapter 2 ―Directors‖, 1991: 199-200 y MORA, 1982: 43. 99

MRAZ, John. ―La trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes‖ en Nitrato de Plata: 12. 100

BUSTILLO Oro, Juan, Ilustrado, 22 de junio de 1933 citado en GARCÍA, 1984: 95. 101

De hecho, la primera película sonora sobre el tema de la Revolución Mexicana es Revolución (la sombra de pancho Villa), dirigida por Miguel

Contreras Torres, sin embargo, está llena de ―pretensiones patrióticas y exaltadas‖ (Emilio García Riera) como lo estuvieron otras muchas

películas sobre el tema. GARCÍA, 1969: 32. 102

MRAZ, John. ―La trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes‖ en Nitrato de Plata: 15.

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circunstancias y Tiburcio trata de hablar con Villa pero como ha sido expuesto a la viruela Villa retrocede y ante esa

cobardía Tiburcio se aleja de la Revolución caminando por la vía del tren103.

Como vemos, las tres son películas que reflejan la violencia de la Revolución Mexicana. Un hecho

importante que hay que señalar es que De Fuentes elige narrar tres historias que tratan de facciones perdedoras de la

Revolución: huertistas, zapatistas y villistas. Específicamente ¡Vámonos con Pancho Villa! tiene además una

importancia coyuntural. Fue la primera superproducción del cine mexicano con un presupuesto de un millón de

pesos. CLASA se declaró en bancarrota tras su producción pero recibió una subvención del gobierno de Cárdenas, lo

que resulta interesante porque representó una sanción aprobatoria implícita (seguramente involuntaria) de Villa por

parte del Estado como figura del ―panteón revolucionario‖ del que hasta entonces sólo Madero, Obregón, Carranza y

Zapata eran las figuras, según palabras del mismo Cárdenas (y Villa no podía estar en ese panteón en ese momento

porque el mismo Cárdenas había luchado en contra de él), pero con esta película la figura de Villa se suma a esta

lista como héroe revolucionario (pese a la imagen que se muestra de él por su cobardía ante la viruela, no deja de

verse como la figura del caudillo fuerte).

La segunda biografía de Rafael F. Muñoz y una de las pocas obras que no tienen por tema a la Revolución

Mexicana es Santa Anna. El que todo lo ganó y todo lo perdió de Espasa-Calpe Madrid S.A. publicada en 1936 en

dicha ciudad. En México se publica al año siguiente como Antonio López de Santa Anna y en 1938 Ediciones Botas

la reedita bajo el título Santa Anna. El dictador resplandeciente. Estas dos ediciones son también las que se conocen

más y ambas se mencionan por los autores como la primera. La de Ediciones Botas es la que más se conserva y de la

que el Fondo de Cultura Económica se basa para reeditar la obra en 1983 en la ―Colección Popular‖ con un breve

comentario introductorio de Felipe Garrido y reimpreso sumas veces con cinco diferentes ediciones hasta incluso el

año corriente (en esa colección también se publicaron por los mismos años sus dos novelas).

Es de destacar que la edición de Botas se menciona como la primera edición completa puesto que el mismo

Muñoz la corrige. Es una cosa única pues Muñoz era muy reticente a corregir lo ya publicado e insistía mucho en no

tocar lo que el público ya había leído. Llegó a decir: ―[…] soy partidario de que los textos se publiquen tal como

fueron escritos. El retoque es grotesco, revela insinceridad […]‖104 así que se asume que no corregía después de

haber puesto por primera vez el texto en papel y tinta (cosa improbable) pero lo importante es que demuestra su afán

en la no corrección de textos (incluso se enorgullecía de no hacerlo) y ya que hizo en la biografía de Santa Anna una

corrección importante por ser señalada por la editorial, suponemos aquí que la edición original se trató de un trabajo

no revisado. Se pudo tener acceso en esta investigación a la edición de Espasa-Calpe Madrid S.A, a la de Ediciones

Botas y a la última del Fondo de Cultura Económica y en realidad ninguna de las ediciones es muy diferente a las

otras. Las correcciones deben ser en redacción puesto que en contenido no hay cambio sustancial. La edición de

Botas incluso contiene una nota en la hoja de presentación que dice: ―Edición completa, según el texto original‖105.

Sin embargo, el cambio más sustancial es el del subtítulo de la obra.

103

En la versión comercial éste es el final, pero en el guión escrito por Muñoz Villa se encuentra con Tiburcio años después y le pide que se una

otra vez a sus fuerzas pero éste se niega y por ello Villa mata a su esposa e hija y termina el guión con Tiburcio apuntando a Villa con su rifle.

También existe un final filmado de la película en la que Rodolfo Fierro Mata a Tiburcio y el hijo de éste se une a Villa. En otra versión del guión,

Tiburcio se siente vencido por la fuerte imagen de Villa y él y su hijo se unen de nuevo al Centauro del Norte. 104

Esto lo dice en respuesta a Emmanuel Carballo por la crítica que le hace en Protagonistas de la literatura mexicana en el sentido de que había

una baja calidad estilística en sus obras. Marco Antonio Campos, ―Epílogo‖ en MUÑOZ, 2000: 236. 105

MUÑOZ, 1945: Hoja de presentación.

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En todas las ediciones los capítulos son: ―La Independencia‖, ―El Imperio‖, ―La República‖, ―La expedición

de Barradas‖, ―Federalismo y Centralismo‖, ―La guerra de Texas‖, ―La ‗Guerra de los Pasteles‘‖, Caos y dictadura‖,

―La guerrilla con Estados Unidos‖, ―Destierro y apogeo‖, ―El fin‖, ―Presidentes de México desde la caída del

Imperio de Iturbide hasta el triunfo del Plan de Ayutla‖ y ―Bibliografía‖. La obra en sí, es sumamente narrativa.

Tiene un lenguaje descriptivo, denotativo. Parece una novela biográfica. Describe sumas veces al personaje referido

con adjetivos calificativos y así también hace la descripción de los actos. La información de este trabajo fue tomada

de otras biografías, obras históricas, memorias y unos pocos documentos de archivo.

La segunda y última novela de Muñoz Se llevaron el cañón para Bachimba es publicada en 1941 según

todos los autores, pero en este trabajo de investigación se pudo acceder un libro de esa edición del cuarenta y uno

que tiene una anotación a mano que dice que la edición original es de 1938 (y en la ficha de la biblioteca está

registrado como de ese año), pero como no es un dato que podamos comprobar puesto que puede tratarse de un

lapsus calami, tomaremos como cierto el dato de 1941. Sin embargo, la obra que se leyó es una edición de junio de

1944 de Espasa-Calpe Argentina S.A. publicada en Buenos Aires. Dentro de las múltiples ediciones de esta obra

destaca el que esté presente, junto con ¡Vámonos con Pancho Villa!, en la antología de Antonio Castro Leal La

novela de la Revolución Mexicana106, pues esta obra se presenta en 1960 como el primer estudio que privilegia a

algunos narradores de la Revolución en la novela y dicta los primeros parámetros estéticos de lo que los

investigadores tomarán para definir las características de lo que es este género como un modelo de análisis.

Vemos que ésta es una novela en pleno: las historias, los personajes y la diégesis literaria nos dicen que es,

sin duda, una novela en pleno. También busca narrar hechos reales, acontecidos pero no nos dice, como en

¡Vámonos con Pancho Villa! que son fieles a la realidad. La obra es la narración de un niño de trece años que

presencia el levantamiento de Pascual Orozco contra Madero y refleja el sentimiento infantil ante el hecho violento.

En la narración Álvaro Abasolo es un niño que vive el levantamiento de Pascual Orozco contra Madero en la famosa

batalla de Bachimba. La obra deja ver que se trata en parte de una narración autobiográfica como las de Vasconcelos,

Guzmán y Romero, pero no es tan obvio; apenas se siente que Álvaro Abasolo es Rafael F. Muñoz; es más claro que

es la idealización de una potencial niñez de Muñoz. Este niño, es un revolucionario en gestación, se une al Orozco

pero al perder éste, vuelve a casa, feliz y orgulloso de haberse convertido en un hombre. Una vez más la violencia se

ve como una unidad funcional importante en la obra de Muñoz. Además en vemos una excelente ambientación de la

obra. El paisaje es, en Muñoz, otra unidad funcional que se convierte en un telón de fondo muy verosimil y acabado

en el que Abasolo se desenvuelve con un gran encanto infantil. El norte es reflejado de forma muy nítida y las

personas que luchan en él son igual de nítidas desde su lenguaje: vemos el caló, los modismos, las contracciones y

muchos otros elementos del revolucionario del norte, El siguiente estracto ilustra esto. ―– Aistá nomás ca el doctor.

Hoy truje leña y lestaba descargando media cuerda, en el corral de atrasito, cuando vi que pasaba el gringo‖107.

Vemos, pues, como se busca reflejar en el lenguaje la imagen del revolucionario y del ambiente mismo en

que éste vive, además de que ese mismo lenguaje se convierte en elemento esencial en la conformación del ambiente

106

Hay que decir que pese a la importancia que tiene esta obra como la primera antología de la novela de la Revolución Mexicana, tiene sumos

errores de redacción; por ejemplo, da como fecha original de El hombre malo 1930, pero dice una página antes que el cuento ―El hombre malo‖

(incluido, obviamente, en el libro) es de 1931 (seguramente quiso decir 1921 pues dice a la letra ―[…] su carrera literaria había empezado

demasiado joven, por el 1931, con su cuento El hombre malo […]‖ y en 1931 ya había publicado más de cuatro libros, siendo el primero de 1923)

y de Se llevaron el cañón para Bachimba da la fecha de 1911 (cuando Muñoz tenía sólo doce años, por lo que seguramente quiso decir 1941).

Esto no es un error de una sola edición, se encuentra hasta en la novena edición de 1984 sin ninguna fe de erratas. Cfr. CASTRO, 1984, Tomo II:

685-686. 107

MUÑOZ, 1944, ―Gringo‖: 136.

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de la obra. Los capítulos de la obra son: ―¡Adiós!‖, ―Aniceto‖, ―Marcos Ruiz‖, ―Rutina‖, ―Sangre‖, ―Pascual

Orozco‖, ―Palabras‖, ―Retrato‖, ―Pancho Villa‖, ―Vanguardia‖, ―Campo‖, ―Fatiga‖, ―Grado‖, ―Sed‖, ―Carneros‖,

―Noche‖, ―Prisionero‖, ―Amanecer‖, ―Federales‖, ―Mezquital‖, ―Cruz de Neira‖, ―Divagando‖, ―Espera‖, ―Sueño‖,

―Ambiciones‖, ―Enemigo‖, ―Infierno‖, ―Rellano‖, ―Decepción‖, ―Otra vez‖, ―Guerrillas‖, ―El gringo‖, ―La

revolución‖, ―Impotencia‖, ―Bachimba‖, ―Retirada‖, ―Dispersión‖, ―Montañas‖, ―Plática‖ y ―Final‖.

La última y tardía obra de recopilación de cuentos hecha por el mismo Muñoz es Fuego en el norte editada

por él mismo en 1960. Se trata de una recopilación de cuentos dispersos, así que encontramos tanto cuentos de

reciente hechura como cuentos escritos años antes de su publicación, recolectados de periódicos, revistas e inéditos.

Se ve en la obra, sobre todo en ―Fuego en el norte‖, la sensibilidad del periodista que ve la Revolución, no puede

evitar, como en otras obras, empatar ideas con los móviles de la revolución norteña que presenció. Es la obra un

dechado de la violencia que Muñoz representa siempre en su narrativa. Y como siempre, la sátira está presente

también.

La última obra es Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Con notas del mismo autor publicada por

única vez por Ediciones Oasis en 1967. Se trata de una miscelánea de textos que van desde reportajes periodísticos

de crítica y análisis y un guión para televisión, hasta dos capítulos de una novela inconclusa y ficciones

experimentales de Muñoz. La forma en que se encontró la obra es singular y una coincidencia. Se revisaba el fichero

de la Biblioteca ―Ramón Alcorta‖ de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí por tercera vez para buscar alguna obra

no encontrada ya que ahí se había podido acceder a varias de las primeras ediciones de las novelas y obras

biográficas de Muñoz y se consultaron tres fondos: el ―Gabriel Echenique‖, el ―Antonieta Espejo‖ y el ―Gustavo

Ortiz Hernán‖ que es donde encontramos estas obras; sin embargo, antes se buscaron por el título. Buscando ahora

por el autor en el tercer fondo mencionado aquí, vimos el nombre de la obra y fue algo desconcertante pues parecía

tratarse de una antología. Al pedir la obra, fue aún más desconcertante ver el subtítulo: ―con notas del mismo autor‖;

y ver que se trataba de una obra editada por el propio Muñoz y que además estaba dedicada al donante de este

fondo108 (los fondos en esta biblioteca tienen el nombre de la persona que hizo la donación de su acervo, ya sea al

morir o simplemente por gusto; el fondo mayor en dicha biblioteca es el ―Ildefonso Díaz de león‖). Fue un encuentro

singular e inmediatamente se solicitó una fotocopia del libro a la biblioteca.

La obra resulta muy interesante; es aquí donde vemos al Rafael F. Muñoz más humano pues la selección de

los textos parece caprichosa y las notas lo confirman. Ésta es la obra que Muñoz quiso ver impresa o en la televisión

y no pudo: porque no lo dejaron, porque nunca se dieron las circunstancias o porque el trabajo no fue concluido. En

total contiene: ―Macrina‖, los dos capítulos de una novela que pensaron en escribir conjuntamente Rafael Solana y

Rafael F. Muñoz que le tocaron a este último y que nunca salió publicada (Muñoz menciona en la nota inicial que no

sabía si Solana la publicaría alguna vez); ―Sobre política‖, tres artículos (―La habilidad‖, ―El fusilamiento como una

de las bellas artes‖109 y ―paz en la tierra‖) publicados el primero y el tercero en El Universal y el segundo en la

revista QuienES entre 1953 y 1954 sobre temas políticos; ―Gerardo Montaño, un filósofo‖, quince narraciones breves

108

Se escaneó la hoja de presentación del libro que tiene la dedicatoria en donde se afirma el autor como amigo del donante que es Gustavo Ortiz

Hernán quien también escribió sobre la Revolución Mexicana y se le recuerda por su novela Chimeneas de 1937. [se anexa esta imagen en el

Anexo 2 ―Imágenes misceláneas‖]. 109

Es interesante destacar que bajo el título del artículo, hay una nota que dice ―Síntesis del discurso de ingreso a la Academia de Malas Artes y

Peores Lenguas‖ pues desde ahí destaca el carácter satírico del texto que resulta en una aparente apología al fusilamiento como herramienta

necesaria de la disciplina; aparente porque es claro el carácter satírico y es de notar que también es una sátira a los discursos de las Academias de

la Lengua; pero lo que resulta irónico es que lo último que escribió en su vida fue su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.

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(―Del vacío‖, ―De la humanidad‖, ―Del cinismo‖, ―Cátedra sobre violines‖, ―Periódicos‖, ―Gratuitos sí, únicos no‖,

―El derecho a escoger‖, ―De la felicidad‖, ―De la bondad‖, ―De las olas‖, ―De los filósofos‖, ―De los gigantes‖, ―De

los defectos‖, ―De la muerte de los profetas‖ y ―De la constancia‖) sobre este personaje que son cátedras cotidianas

en donde se le trata como un filósofo educado en la vida con ideas irreverentes sobre las cosas más simples110;

―Guillermo Spratling‖, un discurso enunciado en un homenaje al escritor William Spratling (colaborador de William

Faulkner) en torno a su obra Little Mexico; ―¿Historia, novela?‖, una interesante serie de notas sobre sus experiencias

vividas en la Revolución que versan sobre temas diversos y que ―de ellas los historiadores dicen despectivamente

que son novelas, y los novelistas despectivamente dicen que son historia‖111; ―Nadie se escapa‖, una interesante

conferencia dictada en Zacatecas en 1954 en el marco del Cincuentenario de la Toma de Zacatecas sobre la novela de

la Revolución Mexicana en donde sitúa etapas cronológicas y estilísticas de este subgénero y ahí a sus autores (datos

curiosos: no se define a sí mismo en ninguna pero cierra con una cita de Se llevaron el cañón para Bachimba sin

decir que esa novela es suya y además tiene una nota final entre paréntesis que dice ―Leída muchos meses antes de

que Agustín Yáñez fuese nombrado Secretario de Educación Pública y Mauricio Magdaleno Subsecretario de

Asuntos Culturales‖112); ―Toma de Zacatecas‖, ―Dos páginas escritas a mano, de prólogo para una edición del Diario

del General Felipe Ángeles, sobre la batalla de Zacatecas‖113; ―Nosotros matamos a Pancho Villa‖, el primer

episodio (―Contra la fiera‖) de una serie amplia que le pidieron escribir para producir en televisión, la cual no se

llegó a grabar por algunos problemas con los productores que el mismo Muñoz narra en una larga nota inicial;

finalmente, ―¡Señor… Señor…!‖, sólo una nota que dice que siempre quiso escribir una hagiografía con el epígrafe

de la nota que siempre quedó incompleta y que tal vez usaría el epígrafe para una autobiografía que seguramente

quedaría incompleta.

Como vemos en esta larga descripción de las obras de Rafael F. Muñoz, hay varias características que

destacan: el cuentista por encima del novelista; la variedad de géneros que maneja el autor; la falta de un trabajo

dedicado al análisis y conocimiento pleno de la obra completa de este importante autor de la narrativa de la

Revolución Mexicana; entre otras. En un capítulo posterior se hará un análisis más exhaustivo de la obra cuentística

de Rafael F. Muñoz que completará este panorama.

Las obras de Rafael F. Muñoz y sus primeras ediciones

En el apartado anterior vemos bastantes comentarios acerca de las diferentes versiones acerca de las primeras

ediciones de los libros de Muñoz. Es singular que, por lo menos en tres obras, haya discrepancia entre los autores al

hablar de esto y en este trabajo pudimos acceder a muchas de las primeras ediciones de las obras o comprobar por

otros medios cuáles son efectivamente esas primeras ediciones. En las obras que no pudimos acceder a esta

información, tomaremos la información del autor que brinde la más fidedigna por el sustento que le dé. Por otro lado,

110

Gerardo Montaño es un personaje único en Muñoz pues lo narra como un personaje real, al cual admiró. Sin embargo hay un dato singular

sobre él, aparece en uno de sus mejores cuentos llamado ―Dos muertos‖ de El hombre malo que, como hemos dicho, se publicó en 1927 y se le

vuelve a mencionar en este libro publicado hasta 1967. Pero los dos Gerardo Montaño, a no ser por el nombre, literariamente no parecen ser el

mismo. En ―Dos muertos‖ es un recluta recién salido de la Escuela Militar que lucha con el ejército contra los villistas y sufre ante sus dos

primeros muertos por la crudeza de la guerra frente a sus ojos y se lo narra en una carta a su compañero de la Escuela, José Alberto y en ―Gerardo

Montaño, un filósofo‖ es un hombre sabio que vive de la reflexión de lo más común. En la narración de Muñoz parecen ser el mismo, pero cómo

saberlo. 111

MUÑOZ, 1967, ―¿Historia, novela?‖: 95. 112

MUÑOZ, 1967, ―Nadie se escapa‖: 165. 113

MUÑOZ, 1967, ―Toma de Zacatecas‖: 169.

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identificamos una obra no mencionada por los autores a la cual sí se tuvo acceso a la única edición y a otra que fue

muy poco mencionada a la cual también accedimos. También hay que decir que en algunas obras no hay ninguna

discrepancia y por ello no hubo necesidad de una amplia búsqueda. En el afán de hacer un aporte valioso en la

conformación de la bibliografía completa de Rafael F. Muñoz haremos un ejercicio de comparación que clarifique al

lector sobre las diferentes posiciones en los aspectos mencionados antes y el por qué se tomó como válida alguna de

esta información.

Para dejar en claro quiénes y en qué discrepan, a continuación anexamos la información de algunos de los

autores consultados en la realización de esta unidad acerca de las noticias de las obras publicadas de Rafael F.

Muñoz, los años y, en su caso, los nombres y las editoriales en las ediciones originales de las obras. Como hemos

visto, algunos no concuerdan en las fechas o incluso en los nombres completos de las obras. Ponemos a disposición

del lector todas las versiones para hacer más clara la comparación. También incluimos un comparativo ordenado

cronológicamente conforme a la fecha de publicación de las obras. Junto al nombre de cada obra se incluye la fecha

y el género literario de la misma, además del autor que los dice.

• • • • • •

Ediciones originales de las obras de Rafael F. Muñoz según las mencionan los investigadores.

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 106-111.

1928, El feroz cabecilla.

1930, El hombre malo.

1934, Si me han de matar mañana.

Edmundo Valadés, ―La Revolución en su novela‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 9-23.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa!

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba.

Salvador Reyes Nevares, ―Prólogo‖ en MUÑOZ, 1974: 9-10.

Biografía-Historia.

1923, Memorias de Pancho Villa (en coautoría con el doctor Ramón Puente).

1937, Antonio López de Santa Anna.

1955, Pancho Villa, rayo y azote.

Novela.

s.a., ¡Vámonos con Pancho Villa! (publicada en Madrid).

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba.

Cuento.

1930, El feroz cabecilla.

1931, El hombre malo y otros relatos.

1934, Si me han de matar mañana.

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1960, Fuego en el norte.

Guiones de cine filmados.

1935, ¡Vámonos con Pancho Villa! (basada en su novela).

1938, Refugiados en Madrid (adaptación de la obra homónima y filmada en Madrid).

1942, Cinco fueron escogidos (adaptación en colaboración de Xavier Villaurrutia).

LEAL, 1976: 64-65.

Biografía.

1923, Memorias de Pancho Villa.

1955, Pancho Villa, rayo y azote.

Novela.

1931, Vámonos con Pancho Villa.

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba.

Cuento.

s.a. (¿1927?), El hombre malo.

1928, El feroz cabecilla (recopilación de cuentos publicados desde 1927 en periódicos).

1934, Si me han de matar mañana.

1960, Fuego en el norte.

CASTRO, 1984, Tomo II: 685-686.

Novela.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! (Madrid, España).

1911 (Sic, seguramente la fecha que se quiso poner es 1941), Se llevaron el cañón para Bachimba (Buenos

Aires, Argentina).

Cuento.

1928, El feroz cabecilla. Cuentos de la Revolución en el Norte.

1930, El hombre malo y otras narraciones.

1934, Si me han de matar mañana.

VALADÉS, 1993: 161-162.

Novela.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa!

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba.

Cuento.

1927, El hombre malo.

1928, El feroz cabecilla.

1934, Si me han de matar mañana.

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CAMPOS, Marco Antonio, 1989, Siga las señales (recopilación de sus trabajos críticos), México, Premià Editora de

libros, en ―Epílogo‖ de MUÑOZ, 2002: 243-244.

Novela.

1930, ¡Vámonos con Pancho Villa!

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba.

Cuento.

1928, El feroz cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el norte (edición del autor, Ciudad de México,

México).

1930, El hombre malo, Villa ataca Ciudad Juárez y la Marcha Nupcial (Talleres Gráficos Editorial y

edición del autor, Ciudad de México, México).

1932, Si me han de matar mañana (Ediciones Botas, Ciudad de México, México).

MILLÁN, 2003, Tomo I: 12-13.

1927, El hombre malo.

1928, El feroz cabecilla.

1934, Si me han de matar mañana.

1960, Fuego en el norte (antología preparada por el autor).

CASA DE LAS AMÉRICAS, 1975

1923, Memorias de Pancho Villa.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa!

1931, Se llevaron el cañón para Bachimba.

Investigación propia (en algunos casos se trata de datos tomados de los autores mencionados en este apartado).

Reportaje periodístico.

1923, Memorias de Pancho Villa (en coautoría con el doctor Ramón Puente).

Biografía histórica.

1925, Pancho Villa. Rayo y azote. La azarosa vida del Centauro del Norte (edición del autor).

1936, Santa Anna. El que todo lo ganó y todo lo perdió (Espasa-Calpe Madrid S.A.).

Novela.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! Espasa-Calpe Madrid S.A. Madrid, España. 1931.

s.a. (¿1938?), Se llevaron el cañón para Bachimba.

Cuento.

1927, El hombre malo (Talleres Gráficos Editorial y edición del autor).

1928, El feroz cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el norte (edición del autor).

1934, Si me han de matar mañana (Ediciones Botas).

1960, Fuego en el norte (edición del autor).

Guiones de cine filmados.

1935, ¡Vámonos con Pancho Villa! (dirigida por Fernando de Fuentes, producida por CLASA Films).

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1938, Refugiados en Madrid (adaptación de la obra homónima).

1942, Cinco fueron escogidos (en coautoría con Xavier Villaurrutia).

s.a., Traición en Querétaro (no llegó al cine pero sí comenzó a filmarse).

Miscelánea.

1967, Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Con notas del mismo autor (Ediciones Oasis).

• • • • • •

Comparativo114.

Memorias de Pancho Villa.

1923, Memorias de Pancho Villa (en coautoría con el doctor Ramón Puente). Biografía-Historia. Salvador

Reyes Nevares.

1923, Memorias de Pancho Villa. Biografía. Luis Leal (1).

1923, Memorias de Pancho Villa. Novela. Casa de las Américas.

1923, Memorias de Pancho Villa (en coautoría con el doctor Ramón Puente). Reportaje periodístico. Fusil

de papel y tinta.

Pancho Villa. Rayo y azote.

1925, Pancho Villa. Rayo y azote. La azarosa vida del Centauro del Norte (edición del autor). Biografía

histórica. Fusil de papel y tinta.

1955, Pancho Villa. Rayo y azote. Biografía-Historia. Salvador Reyes Nevares.

1955, Pancho Villa. Rayo y azote. Biografía. Luis Leal (1).

El hombre malo.

1927, El hombre malo. Cuento. Edmundo Valadés (1).

1927, El hombre malo. Cuento. María del Carmen Millán.

1927, El hombre malo (Talleres Gráficos Editorial y edición del autor). Cuento. Fusil de papel y tinta.

s.a. (¿1927?), El hombre malo. Cuento. Luis Leal (1).

1930, El hombre malo. Cuento. Luis Leal.

1930, El hombre malo y otras narraciones. Cuento. Antonio Castro Leal.

1930, El hombre malo, Villa ataca Ciudad Juárez y la Marcha Nupcial (Talleres Gráficos Editorial y

edición del autor, Ciudad de México, México). Cuento. Marco Antonio Campos.

1931, El hombre malo y otros relatos. Cuento. Salvador Reyes Nevares.

114

Luis leal corresponde a ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en La Revolución y las letras; Luis leal (1) corresponde a Cuentos de la

Revolución; Edmundo Valadés corresponde a ―La Revolución en su novela‖ en La Revolución y las letras; Edmundo Valadés (1) corresponde a

Cuentos mexicanos inolvidables, Casa de las Américas corresponde a Recopilación de textos sobre la novela de la Revolución Mexicana y Fusil

de papel y tinta corresponde a la presente investigación.

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El feroz cabecilla.

1928, El feroz cabecilla. Cuento. Luis Leal.

1928, El feroz cabecilla (recopilación de cuentos publicados desde 1927 en periódicos). Cuento. Luis Leal

(1).

1928, El feroz cabecilla. Cuentos de la Revolución en el Norte. Cuento. Antonio Castro Leal.

1928, El feroz cabecilla. Cuento. Edmundo Valadés (1).

1928, El feroz cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el norte (edición del autor, Ciudad de México,

México). Cuento. Marco Antonio Campos.

1928, El feroz cabecilla. Cuento. María del Carmen Millán.

1928, El feroz cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el norte (edición del autor). Cuento. Fusil de

papel y tinta.

1930, El feroz cabecilla. Cuento. Salvador Reyes Nevares.

¡Vámonos con Pancho Villa!

s.a., ¡Vámonos con Pancho Villa! (publicada en Madrid). Novela. Salvador Reyes Nevares.

1930, ¡Vámonos con Pancho Villa! Marco Antonio Campos.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! Novela. Edmundo Valadés.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! Novela. Luis Leal (1).

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! (Madrid, España). Novela. Antonio Castro Leal.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! Novela. Edmundo Valadés (1).

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! Novela. Casa de las Américas.

1931, ¡Vámonos con Pancho Villa! (Espasa-Calpe Madrid S.A., Madrid, España). Novela. Fusil de papel y

tinta.

Si me han de matar mañana.

1932, Si me han de matar mañana (Ediciones Botas, Ciudad de México, México). Cuento. Marco Antonio

Campos.

1934, Si me han de matar mañana. Cuento. Salvador Reyes Nevares.

1934, Si me han de matar mañana. Cuento. Luis leal.

1934, Si me han de matar mañana. Cuento. Luis Leal (1).

1934, Si me han de matar mañana. Cuento. Antonio Castro Leal.

1934, Si me han de matar mañana. Cuento. Edmundo Valadés (1).

1934, Si me han de matar mañana. Cuento. María del Carmen Millán.

1934, Si me han de matar mañana (Ediciones Botas). Cuento. Fusil de papel y tinta.

¡Vámonos con Pancho Villa! (guión de cine).

1935, ¡Vámonos con Pancho Villa! (basada en su novela). Guiones de cine filmados. Salvador Reyes

Nevares.

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1935, ¡Vámonos con Pancho Villa! (dirigida por Fernando de Fuentes, producida por CLASA Films)

Guiones de cine filmados. Fusil de papel y tinta.

Santa Anna. El dictador resplandeciente.

1936, Santa Anna. El que todo lo ganó y todo lo perdió (Espasa-Calpe Madrid S.A.) Biografía histórica.

Fusil de papel y tinta.

1937, Antonio López de Santa Anna. Biografía-Historia. Salvador Reyes Nevares.

Refugiados en Madrid (guión de cine).

1938, Refugiados en Madrid (adaptación de la obra homónima y filmada en Madrid). Guiones de cine

filmados. Salvador Reyes Nevares.

1938, Refugiados en Madrid (adaptación de la obra homónima). Guiones de cine filmados. Fusil de papel y

tinta.

Se llevaron el cañón para Bachimba.

1931, Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Casa de las Américas.

s.a. (¿1938?), Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Fusil de papel y tinta.

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Edmundo Valadés.

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Salvador Reyes Nevares.

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Luis Leal (1).

1911 (Sic, seguramente la fecha que se quiso poner es 1941), Se llevaron el cañón para Bachimba (Buenos

Aires, Argentina). Novela. Antonio Castro Leal.

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Edmundo Valadés (1).

1941, Se llevaron el cañón para Bachimba. Novela. Marco Antonio Campos.

Cinco fueron escogidos (guión de cine).

1942, Cinco fueron escogidos (adaptación en colaboración de Xavier Villaurrutia). Guiones de cine

filmados. Salvador Reyes Nevares.

1942, Cinco fueron escogidos (en coautoría con Xavier Villaurrutia). Guiones de cine filmados. Fusil de

papel y tinta.

Fuego en el norte.

1960, Fuego en el norte. Cuento. Salvador Reyes Nevares.

1960, Fuego en el norte. Cuento. Luis Leal (1).

1960, Fuego en el norte (antología preparada por el autor). Cuento. María del Carmen Millán.

1960, Fuego en el norte (edición del autor). Cuento. Fusil de papel y tinta.

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Obras incompletas, dispersas o rechazadas.

1967, Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Con notas del mismo autor (Ediciones Oasis).

Miscelánea. Fusil de papel y tinta.

Traición en Querétaro (guión de cine).

s.a., Traición en Querétaro (no llegó al cine pero sí comenzó a filmarse). Guiones de cine filmados. Fusil de

papel y tinta.

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Pancho Villa a caballo sale a San Pedro de las Colonias a combatir federales, 1914.

CAPÍTULO V

ANÁLISIS DE LOS CUENTOS DE RAFAEL F. MUÑOZ

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CAPÍTULO V

ANÁLISIS DE LOS CUENTOS DE RAFAEL F. MUÑOZ

Cuando algunos dicen despectivamente que soy historiador,

en mi fuero interno me conformo con ser firme cuentista.

Rafael F. Muñoz

Los cuentos y las novelas de la Revolución Mexicana han sido estudiados tanto por investigadores literarios como

por investigadores históricos como lo vimos en la Introducción y el Capítulo III de este trabajo. Sin embargo, hay

poco estudio acerca de la idea de la Revolución Mexicana que estas obras reflejan y cómo es que esta idea se permea

en los lectores que no vivieron ese periodo. En un afán de dejar sentada la validez de un estudio que comprenda a las

obras literarias (y ulteriormente, artísticas) no sólo como producto de su contexto sino también como una

herramienta de comprensión de un proceso histórico e incluso como un recurso de transmisión de una mentalidad

colectiva acerca de ese proceso, se propone un estudio en donde la obra se convierta en una fuente histórica

complementaria a las otras fuentes ya existentes. Esto no es una propuesta nueva, pero aquí se afirma que para la

construcción de la obra como fuente histórica no sólo se debe buscar articular la obra en el contexto como un estudio

inductivo, sino que se debe hacer además un estudio deductivo en la propia obra que busque significantes nuevos del

fenómeno histórico.

Como ya se dijo en la Introducción de este trabajo, se busca que el trabajo de cada nivel se de con el uso de

herramientas acordes a la búsqueda que se hace. Analizando, pues, la obra literaria en concreto, haremos uso de las

herramientas que nos da el análisis literario115 que busca estudiar: la lengua del relato, las funciones, las acciones y la

narración en sí. Sin embargo, no haremos aquí un estudio estructural del relato revolucionario sino que, con las

herramientas de esta teoría de análisis identificaremos los actantes116 y las demás unidades funcionales117 del relato

en cuanto a: personajes, ambientes y situaciones; identificaremos las funciones y las integrantes de estos actantes y

unidades funcionales y luego haremos una extrapolación de los datos históricos de las obras para cruzarlos con los

datos de la historiografía sobre los hechos narrados y con ello simplemente concluiremos en cuanto a lo que es la

obra en sí.

Entonces, el lector podrá encontrar aquí un comentario acerca de la obra cuentística en general de Rafael F.

Muñoz y una explicación de porqué se seleccionaron los cuentos específicos que se analizarán aquí y, finalmente el

propio análisis de ellos con breves comentarios conclusivos de cada uno. Estos comentarios y la información de las

otras vías del presente trabajo planteadas en todos los capítulos anteriores permitirán construir las conclusiones de

este trabajo al final del mismo, es decir, el nivel de explicitación del trabajo.

115

Las herramientas del análisis literario utilizadas en este trabajo están explicitadas en las notas 7 y 8 de la Introducción de este trabajo. Vid

Supra. 116

Vid. Supra. Nota 9 en la Introducción. 117

Vid. Supra. Nota 12 en la Introducción.

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104

El cuento en Rafael F. Muñoz

Como hemos visto, la obra bibliográfica cuentística de Rafael F. Muñoz se resume en cuatro libros y algunos textos

más en otro libro. Sus libros de cuento son El hombre malo, El feroz cabecilla, Si me han de matar mañana y Fuego

en el norte y encontramos algunos cuentos en Obras incompletas, dispersas o rechazadas. Suponemos que estos

libros contienen la selección de lo mejor de su trabajo cuentístico, sin embargo, debe quedar inédita en periódicos y

revistas buena parte de su obra.

Muñoz, como autor tanto de novelas y cuentos como de reportajes periodísticos, biografías históricas y

guiones de cine, tiene su formación en la prensa. A la vista de muchos de los investigadores que han tratado sus

textos esto definió el carácter de sus obras y así es, pero no sólo en Muñoz esto fue definitorio, sino que es

importante en la obras de muchos de los creadores de la primera y segunda etapas de creación que definimos antes.

Al respecto, Antonio Magaña Esquivel nos dice lo siguiente de Muñoz.

Fundamentalmente se considera un periodista que con las herramientas y la técnica y los vicios y las virtudes de esa profesión irrumpe en

el género novelístico ocasionalmente [Sic], para descargar ciertos recuerdos personales […]. Más cercanos [que sus novelas] al reportaje

son sus cuentos, según puede verse en El feroz cabecilla…o en el volumen que publica después, en 1934, titulado Si me han de matar

mañana…118

.

Así, para muchos, Muñoz nunca dejó de ser un periodista que utilizó las herramientas de estilo del reportaje

periodístico para la escritura de sus obras literarias. Carlos Monsiváis ha dicho, refiriéndose a la película ¡Vámonos

con Pancho Villa!, que ―más que novela, [es una] serie de anécdotas unidas en torno a la figura de Villa‖119. Pero

esto es algo que el mismo Muñoz dice en el inicio de la novela, así que no es nada nuevo.

Sin embargo, estos analistas sin duda han tratado la obra de Muñoz de una forma muy dura en la crítica por

haber sido formado por la prensa. Por ejemplo, E. M. Forster dice en Aspectos de la novela que en las obras de

Muñoz siempre resalta el relato cronológico por encima de la formulación de la historia y ―el simple relato […] es,

[…] demasiado primario y harto sujeto a la cronología […]. Nos dice lo que ocurrió en un momento determinado, y

luego va hilvanando lo que vino más tarde y más tarde, hasta desembocar en un desenlace‖120.

El argumento común es decir que el reportero está por encima del escritor, sin embargo, nadie niega de

Muñoz su capacidad narrativa, de contador de historias. Para Reyes nevares ésta es una capacidad innata en él, pues

su carácter de gente de campo le dio esa característica. En fin, su facultad de tomar elementos de la vida real y

transmitirlas literariamente es algo de lo que Muñoz podía presumir y así lo dice el mismo Leal. ―Muñoz tiene

habilidad para captar las escenas intensamente dramáticas, que sabe pintar con objetividad. La visión que de ellas nos

imparte es precisa. Siempre trata de ser prolijo en las descripciones, lo que le permite desarrollar la acción sin

tropiezos‖121.

Así también, Muñoz tenía una sutil pero eficaz capacidad satírica para contar esas historias. Casi siempre

está presente su crítica a lo que encuentra en sus personajes. Por ejemplo, en ¡Vámonos con Pancho Villa!, pese al

118

Antonio Magaña Esquivel, La novela de la Revolución en MUÑOZ, 1974: 11. 119

Carlos Monsivais citado en MUÑOZ, 1974: 11. 120

E. M Forster, Aspectos de la novela en MUÑOZ, 1974: 14. 121

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 107.

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profundo respeto que le profesa a Villa como figura de caudillo, deja en ocasiones entrever sus debilidades. De la

misma forma en ―Oro, caballo y hombre‖ que apareció en Si me han de matar mañana, la figura de Rodolfo Fierro es

primero dibujada como la de un hombre fuerte y es justo la necesidad del personaje por parecer fuerte lo que le

determina su muerte de forma muy satírica. Igualmente lo vemos en ―Looping the loop‖ del mismo libro, en donde la

capacidad de piloto aviador del personaje central le determina su tragedia, la muerte de su hija.

Para Muñoz era factible convertir, en un acto claro de satirizar a sus personajes, las fortalezas de los mismos

en la razón de su desgracia. Así mismo lo entendió Manuel Pedro González que dice que Muñoz ―posee una gran

habilidad para el cultivo del cuento […] tiene un agudo sentido dramático y sabe descubrir la dimensión trágica –y

también cómica– de los sucesos‖122. Y así es, advertimos la tragedia que nos narra y en ocasiones es imposible no

reír ante el hecho terrible que leemos.

Sin embargo, Muñoz poco sabía construir psicológicamente a sus personajes en sus cuentos, a excepción de

―El hombre malo‖, ―Dos muertos, ―Oro, caballo y hombre‖ y unos pocos cuentos más, los de Muñoz, son personajes

sólo dibujados muy externamente. Pocas son sus obras en las que se permite construir complejos seres. Casi siempre

nos los describe muy objetivamente, desde afuera. Nos dice Leal.

El punto débil de sus cuentos lo encontramos en la caracterización de los personajes, siempre vistos objetivamente, retratados desde

afuera, sin ahondar en su psicología. En la técnica, las de Muñoz son narraciones sencillas, sin complicaciones cronológicas; predomina,

casi siempre lo anecdótico. Por lo general, Muñoz estructura sus cuentos en torno a un hecho histórico, el marco es, en cambio, ficticio123

.

Pero esto no sólo es un defecto. También le permite al lector construir al personaje en el andamiaje que Muñoz deja

sentado. Por ejemplo, en ―El feroz cabecilla‖ del libro homónimo el personaje de Gabino Durán no es sino

mencionado, y alrededor de él se construye la historia que nos deja a un personaje claro para quienes lo conocen

dentro de la misma historia pero desdibujado para el lector, es decir, el lector puede poner en el interior del personaje

lo que éste quiera. Así lo entiende también Reyes Nevares que hace, ante la crítica de la caracterización de los

personajes en estos cuentos, una defensa del autor.

Hay ocasiones en que el puro dato externo es eficiente para remitirnos a las entretelas de un protagonista. Externos son los trozos de un

rostro, y es verdad sabida que construyen, sin embargo, el espejo del alma. Y otro tanto pudiera decirse de los actos. La mímica es un

lenguaje. Hay veces en que un cuentista o un novelista –si sabe su oficio– no tiene necesidad más que de contarnos cómo acontecieron las

cosas para darnos una idea de lo que lleva adentro su criatura de ficción124

.

Por otra parte, es un hecho que Muñoz es conocido más por ¡Vámonos con Pancho Villa! que por sus cuentos, por el

impacto que tuvo la película para que su novela fuera muy leída, y por consecuencia, reeditada sumas veces y es por

eso que se ha hablado más de él como novelista. Sin embargo, como vimos, la crítica le tilda de cronológico. Pocos

autores son los que le han dado un lugar como uno de los mejores novelistas. Salvador Calvillo Madrigal en La

Revolución que nos contaron ―coloca a Muñoz entre los cinco principales novelistas de ese ciclo y lo llama

‗vigorosísimo escritor‘‖ 125.

122

Manuel Pedro González citado en MUÑOZ, 1974: 12. 123

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 107. 124

Salvador Reyes Nevares, ―Prólogo‖ en MUÑOZ, 1974: 18. 125

Salvador Calvillo Madrigal, La Revolución que nos contaron en MUÑOZ, 1974: 12.

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Pero lo que nadie niega, porque es una característica fundamental, el narrar hechos históricos. Esto es

fundamental y este trabajo fue motivado por ello; las novelas y los cuentos toman los acontecimientos históricos y

los convierten en obras de arte por medio de vestirlos con historias atractivas para el lector. Y en ello, nuestro autor

es uno de los más importantes y la característica de la que más se le critica, el ser un narrador de índole reporteril, es

lo que le permite ser importante para nosotros. Es un hecho que vivió el fragor de las batallas norteñas desde dentro,

así lo testimonia su trabajo en los periódicos y el hecho de que su primera obra sea un reportaje periodístico; así que

esto, que para otros ha sido una desventaja, es lo que nos debe motivar a tomar su obra como una fuente más de

construcción de la historia de esta coyuntura histórica de manera seria para nuestra disciplina. Innumerables son sus

obras que podemos conectar con hechos reales. Pero, sin duda, la que más ha impactado a los investigadores es ―Oro,

caballo y hombre‖ pues es su cuento más reeditado en casi todas las antologías de cuentos de la Revolución y se le

ha seleccionado por esta característica fundamental para nosotros.

En ―Oro, caballo y hombre‖, de la colección Si me han de matar mañana, el personaje central, Rodolfo Fierro, es histórico. También lo es

su muerte ocurrida en 1915 en la Laguna de Casas Grandes, Chihuahua, donde Fierro murió ahogado. La elaboración .del relato en torno

a este hecho, los diálogos entre los soldados que acompañan al cabecilla, sus actitudes ante la muerte de Fierro son, sin embargo, ficticios

[…]. Es en esta fusión de los dos elementos, el histórico y el ficticio, donde fracasan muchos de los cuentistas de la Revolución. No así

Muñoz, quien sabe hacerlo con maestría, En sus cuentos nunca es fácil determinar dónde termina lo histórico y da principio lo ficticio126

.

Pero no sólo es lo histórico lo valioso en los cuentos de Muñoz, sino también su capacidad de síntesis. Las breves

históricas, como un chispazo, nos dejan claro lo que el autor quiere decirnos y casi siempre es una visión externa del

hecho con un maquillaje literario que está muy bien trabajado. Lo sintético y lo histórico lo determina el propio

hecho que se representa. Para autores como Antonio Castro Leal una característica esencial en la novela de la

Revolución Mexicana es la de ser episódica y eso lo ejemplifica en el comentario que hace a ¡Vámonos con Pancho

Villa! ―[…] reúne una serie de vidas en pequeño que se presentan como en una película cinematográfica en la que los

miembros de un grupo, aislados por el azar en un desierto o en una isla, van revelando su carácter según reaccionan

ante la realidad ardua y angustiosa en que se les ha colocado‖127.

Ante esto, el mismo castro Leal, inmediatamente dice que esta característica está impuesta por el propio

fenómeno que representan las obras cuando nos dice ―que la realidad misma ha impuesto esta técnica parece

demostrarlo la existencia de novelas semejantes, escritas en otros países cuya vida ha estado sujeta a cambios

violentos y a repentinos trastornos sociales‖128

. El hecho de que la novela sea casi siempre episódica nos deja claro

que encontraremos entonces valioso aporte del cuento en ella. El cuento sería, entonces, el género inaugural de la

Revolución Mexicana, ¿por qué? Primero se publicaron cuentos en los periódicos. Muchos de ellos se fueron hilando

para convertirse en novelas en entregas, pero esto fue un hecho posterior. El cuento se siguió cultivando en el

periódico mucho después de que las primeras novelas ya habían sido publicadas en libros y se desarrolló

paralelamente a la novela. Sin embargo, el cuento se pudo separar de la novela, no así la novela del cuento, puesto

que sus características de ser épicas y episódicas habían sido tomadas de éste. Sin embargo, el relato está por encima

de ambos y es lo que conforma a los dos géneros literarios. Lo que se cuenta es lo inaugural y lo que se contó, como

126

Luis Leal, ―La Revolución Mexicana y el cuento‖ en VALADÉS y Leal, 1960: 107-108. 127

CASTRO, 1970, ―Introducción‖: 28. 128

CASTRO, 1970, ―Introducción‖: 28.

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hemos visto, determinó muchas de las características fundamentales de esta corriente. A esto aumenta Reyes

Nevares.

El relato no sólo tiene importancia por su carácter de género inaugural, sino también por que es el síntoma […] del acceso de nuestra

especie a la condición humana […]. Lo humano es lo historiable y, además, fuera del hombre no existe la historia […]. Contar es la

función del hombre, en la medida en que implica el reconocimiento que el contador hace de su propia existencia129

.

Y así es, lo que se cuenta no sólo es la memoria de lo que se vivió sino que es la propia conciencia de lo vivido y de

la existencia del que lo cuenta. El papel del autor por eso se ha vuelto importante. No sólo es importante Los de

abajo o La sombra del Caudillo, sino que es importante que se conozca a Azuela y a Guzmán. El autor deja

testimonio de su propio ser en la obra que escribe (o que pinta, o que construye para otros casos) y ese testimonio es

lo que nos permite a nosotros tener memoria del hecho. Es el testimonio de vida de los que ahora no están, lo que nos

permite construir una historia, objetiva o no. Es por ello que tratamos aquí de conocer el testimonio de Muñoz.

Y para esto, pasaremos al análisis de su obra como testimonio. Hemos tenido que seleccionar unos cuantos

cuentos para nuestro análisis y estos son: ―El hombre malo‖, ―Dos muertos‖, ―El feroz cabecilla‖, ―El perro muerto‖

y ―Oro, caballo y hombre‖; pero, ¿por qué estas obras y no otras? ―El hombre malo‖ fue seleccionado debido a que

es el primer cuento conocido de Muñoz, además le da nombre a su primera obra bibliográfica de cuentos, que es, al

mismo tiempo, el primer libro íntegramente de cuentos de la Revolución como ya lo dijimos y explicaremos en

detalle más delante. Entonces, es el testimonio de una etapa fundamental de cuentos de la Revolución como obras

publicadas en libros por primera vez. ―Dos muertos‖ aparece también en El hombre malo y es un intento de mostrar

al lector el tremendo pesar que se vive en el frente de guerra a través de la narración de un joven soldado que apenas

llega a la batalla contra los villistas y se enfrenta a sus primeros muertos en un profundo choque psicológico por la

crudeza de la guerra. Además, este soldado, cuyo nombre es Gerardo Montaño, es un personaje que Muñoz utilizó en

narraciones de sus últimos años y en ellas narra en unas cuantas ocasiones lo que aprendió en la batalla, así que

podemos situar al personaje en dos temporalidades muy lejanas (con cerca de cuarenta años de distancia) para cifrar

lo que Muñoz construyó de él a lo largo de su madurez como escritor. ―El feroz cabecilla‖ de la misma forma le da

nombre a su segundo libro de cuentos y es otra parte de esta primera etapa de Muñoz como cuentista, sin embargo,

este cuento encierra un hecho fundamental, la crítica; es una crítica a las autoridades, a la prensa y a la propia

historia, una crítica con el aderezo de la sátira de un modo sutil y perverso. Resulta importante para nosotros pues

narra la construcción de la prensa y el Estado de una historia falsa a través de sus herramientas de memoria.

―El perro muerto‖ que aparece en Si me han de matar mañana es, por el contrario de la mayoría de las

narraciones de la Revolución, la construcción de un hecho totalmente ficticio a partir de uno histórico; la entrada

triunfante de las fuerzas revolucionarias a Ciudad de México en 1916. En la historia de Muñoz, dos facciones, la del

sur y la del norte, terminan sitiando la Ciudad en un enfrentamiento mutuo que dura meses a partir de la muerte de un

perro. Esto muestra una profunda crítica a la violencia en la que se vivía la batalla y le pone al lector de la Ciudad la

posibilidad de que esa violencia le llegue a la calle por donde transita. Es, por tanto, una afrenta al lector; pone al

lector frente a una posibilidad terrible que le es ajena y por ello tiene importancia para nuestro estudio; no sólo es la

memoria histórica de un hecho, sino la puesta en escena de posibilidades terribles para ese hecho. ―Oro, caballo y

129

Salvador Reyes Nevares, ―Prólogo‖ en MUÑOZ, 1974: 15-16.

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hombre‖, que aparece también en Si me han de matar mañana, está seleccionado aquí por dos hechos fundamentales:

es la memoria histórica de un hecho acontecido y verificable en la realidad y es la obra cuentística que más se ha

tomado en cuenta de nuestro autor por los investigadores y los antologadores de esta corriente literaria.

Es por ello que nos parece que el análisis de estas obras es importante, pues es una muestra representativa de

la obra completa del autor y permitirá un acercamiento muy eficaz a la memoria histórica que pretende dejarnos. El

lector podrá notar que no aparecen cuentos de Fuego en el norte en esta selección; la razón de ello es que esta obra

tardía se trata de una recopilación de cuentos hecha por el mismo Muñoz y en ella aparecen incluso algunos de los

que aquí retomamos y ninguno inédito parece proponer nada nuevo. Es en los tres libros tomados aquí que la obra

cuentística de Muñoz está representada y por ello son los que aparecen. Además todo ellos aparecen en todas las

recopilaciones de cuentos de Muñoz, por lo que es un hecho que para otros también han sido significativos. Pasemos,

pues, a nuestro análisis.

Análisis de cinco cuentos

A continuación presentamos los análisis de los cinco cuentos seleccionados para este trabajo. El orden de lo que

presentamos es el siguiente para cada cuento: sinopsis de la obra; definición contextual histórica y genética de la

obra; definición de actantes y unidades funcionales de la obra y elementos significativos recogidos de la definición

de todo lo anterior a manera de conclusiones sobre el análisis de cada cuento. Sin más. Pasaremos al análisis de los

cuentos que están organizados cronológicamente por el año de su publicación130.

El hombre malo

Sinopsis de la obra

El general Toribio de la División (del Norte) se prepara para dormir en la Nochebuena bebiendo sotol tras haber sido

obligados a suspender los ataques sobre la ciudad fronteriza situada a tiro de cañón al sur del río que marca la línea

divisoria internacional. Toribio le narra por enésima vez a su subalterno, Blas Rodríguez, la ocasión en que mató a

dos individuos por una caja de cerillos, lo que lo convertía en el hombre más malo de la División. Mientras esto

sucede, algunos de los combatientes revolucionarios a su mando le traen a tres soldados y dos soldaderas de los

―pelones‖ capturados mientras trataban de cruzar el río. Toribio pregunta porqué no los mataron al capturarlos pues

ésa era la orden, sus combatientes le responden que por la Nochebuena creían que les perdonarían la vida. Los

soldados capturados suplican por su vida argumentando que han desertado del ejército.

Toribio no les toma en cuenta y se acuesta a dormir sin importarle la vida de los prisioneros. Tras unos

segundos, les da a beber de su sotol y les perdona la vida y diciéndole a sus combatientes que suelten a los

prisioneros. Después les pide que les den una balsa para cruzar e incluso les regala un ―ojo de buey‖ (moneda

americana de veinte dólares) para que tengan dinero. Al irse, Blas le reclama a Toribio que no cumplía con lo dicho

pues les había perdonado la vida pudiéndolos matar. Toribio responde mientras se va durmiendo que no valía la pena

130

Los textos completos de todos estos cuentos se encuentran en el Anexo 1 ―Cuentos y Cantos‖ al final de este trabajo.

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pues no representaban un peligro para ellos pero cuando reanudaran los ataques iba a matar a todos los ―pelones‖

porque él era el hombre más malo de la División.

Definición de la obra

Este cuento es, técnicamente, un cuento de la Revolución en toda su forma pese a que, como ya dijimos, es, según las

fuentes el primero escrito por Rafael F. Muñoz. Pero, aunque no lo fuera, representa fielmente lo que escribía Muñoz

en los primeros años, no por nada es su primer cuento conocido y le da el nombre a su primera obra cuentística. ―El

hombre malo‖ como sabemos, es escrito entre 1920 y 1927 pero seguramente, según lo que hemos leído, debe ser de

los primeros años. Según Antonio Castro Leal es de 1921, según Salvador Reyes Nevares es de 1920 y Luis Leal nos

dice que cree que puede ser de 1921. El hecho es que pertenece a la segunda parte de la primera etapa de creación

que definimos en el Capítulo III pero es la coyuntura más importante de la segunda. ¿Cómo es esto?

La primera etapa, como recordaremos, va de 1910 a 1924 pero la dividimos por 1916 para marcar una leve

diferencia de estilo; los cuentos de después de 1916 ya no tenían la impronta de los primeros, pero seguían siendo

parte de las noticias y los periódicos; esa es la etapa en que el cuento fue escrito y publicado en El Universal Gráfico.

La segunda etapa, por su parte, corresponde a obras escritas por escritores ya formados o en refinamiento estético;

además pasan los cuentos de los periódicos a los libros y, aunque el primero en tener sus cuentos en un libro fue

Ricardo Flores Magón (al cual, tras morir, le publicaron sus obras en cinco libros) y muchos otros publicaron

algunos cuentos de la Revolución en libros suyos o colectivos, la primera obra bibliográfica que se contiene por

completo cuentos de la Revolución Mexicana fue El hombre malo de Muñoz. En los otros libros no era el único tema

o no sólo eran cuentos. Por, ejemplo, en algunas novelas de la Revolución publicadas años antes, se incluían algunos

cuentos o los cuentos que se publicaban abarcaban varios temas. Se inaugura en 1927 la publicación de libros de

cuentos de la Revolución Mexicana con esta obra; por ello dijimos que representa una coyuntura importante.

Además en el proceso creativo del propio autor es importante; es la primera obra en la que se le reconoce

como cuentista. ―El hombre malo‖ lo escribe Muñoz después de varios años de periodista, cinco por lo menos, y es la

primera obra en la que busca su voz como narrador que, como vimos, es muy firme. El tema que trata, además, es

importante, es una obra en la figura que él admiraba en ese momento articulan la existencia del cuento. Pese a que no

está presente, Pancho Villa es quien motiva la obra. Es la División del Norte atacando y tomando Ciudad Juárez.

Muñoz había admirado a Madero y admiraba a Villa; eso hace significativa a la obra para el autor pues es una

representación de la toma de una ciudad que Madero había tomado y ahora Villa tomaba. La unión de los hechos de

las dos batallas de Ciudad Juárez es inseparable en la historiografía. El contraste entre esos dos hechos ha motivado

muchas líneas en los textos históricos y aunque el cuento se cifra en la toma de esa ciudad por la División del Norte a

finales de 1913, el contraste con la toma de las fuerzas maderistas es algo necesario.

Cuando conoció a Villa, éste ya estaba enfrentado con Carranza y Madero había muerto muchos años antes,

pero su admiración por Madero nunca murió y aunque estuvo muy poco tiempo cerca de Villa, le fue importante

pues la impronta que representó su figura en el joven reportero no se borró nunca. Entonces, notamos cómo se

mencionan a Pancho Villa y a Rodolfo Fierro en la obra, como figuras con merecimiento de mencionar su nombre

por ser los importantes en la División y esto es significativo pues de ambos escribiría muchas líneas a lo largo de su

vida.

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Definición de actantes y unidades funcionales

Actantes Principales General Toribio (el hombre malo)

Blas Rodríguez ―el güero‖, joven subalterno de

Toribio

Secundarios Soldado envuelto en una cobija (prisionero)

Soldado viejo (prisionero)

Soldado muchacho (prisionero)

Dos mujeres soldaderas (prisioneras)

Incidentales El obispo

Cuatro o seis soldados de la División (captores)

Macario (soldado captor de la División)

Mencionados Dos individuos asesinados por una caja de cerillos

José de la Luz

Armendáriz

Fierro

―Pancho Pistolas‖

Félix Terrazas

Los tres muchachos de Toribio

Los Pelones

Donsalbo Cometa

Tres hijos del soldado viejo

Unidades

funcionales Narrador/narradores Un solo narrador omnisciente

Lugar en donde sucede la acción

narrativa

Campamento de la División a tiro de cañón de la

ciudad que marca la línea divisoria internacional en la frontera de México con Estados Unidos al sur del

Río Bravo

Tiempo Histórico El anochecer del veinticuatro de

diciembre de 1913

Narrativo Presente y pasado en una línea narrativa simple que va del pasado

lejano a otro pasado más cercano

De lectura Cerca de veinte minutos

Elementos significativos

Veamos ahora si este cuento cumple con las características del cuento antes mencionadas. Hemos dicho que la

mayoría de los hechos narrados en los cuentos son hechos históricos. Así lo es en este cuento que narra el sitio de

una ciudad por la División del Norte, misma que luego toma, bajo el mando de Francisco Villa en contra del ejército

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federal en diciembre de 1913 después de la formación de la División del Norte unos meses antes y tras haber tomado

otras ciudades del estado. La historia se desarrolla en medio de un muy duro invierno.

Para definir lo histórico del cuento hay que buscar elementos muy bien determinados. ¿Cómo llegamos a

determinar el hecho histórico con el que está ligada la obra? El primer elemento que nos da la obra para esto es

cuando nos plantea el grupo revolucionario al que pertenecen los personajes cuando en el primer párrafo el personaje

principal dice que pertenece a la Bola, que sabemos que es como se le conocía a la División del Norte y en otro

diálogo más adelante nos lo confirma diciéndonos algunos nombres de personajes que nos vinculan con ese grupo.

– […] No hay en todita la bola otro hombre más malo que yo […].

–Ni José de la Luz, que siempre se las está echando de lado, ni Armendáriz, que trae cuatro pistolas

en la cintura, ni Fierro, al que no se le cansa el dedo de puro jalarle al gatillo, ni el mismo “Pancho

Pistolas”, nuestro jefe, que en San Andrés, cuando derrotó a Félix Terrazas, mató con su propia

carabina a todos los prisioneros poniéndolos en hilera para que una sola bala despachara dos o tres,

ni el mismo diablo, son tan malos como yo, Blas… […].

Ya sabiendo que se trata de la División del Norte podemos situar a la historia después del veintiséis de septiembre de

1913, fecha en la que se forma este grupo por parte de varios revolucionarios norteños en contra del recién

implantado gobierno de Huerta y articulados con otros grupos bajo el mando supremo de Carranza. Dentro del

levantamiento que seguía el Plan de Guadalupe, se conforma la División del Norte (junto con los ejércitos del

Noreste, dirigido por el general Pablo González y del Noroeste, comandado por el general Álvaro Obregón) bajo el

mando de un militar que en ese momento apenas tomaba fuerza, Francisco Villa, que acepta dirigir este grupo que en

un primer momento trataría de tomar el poder en Torreón que había sido atacada desde julio en contra de las fuerzas

federales. Luego, hasta ahora sabemos que se trata de después de la fecha ya mencionada. Un segundo elemento es la

estación del año, invierno, y nos pinta un invierno muy frío, con lluvia y nieve intensas y a la vez nos dibuja el

paisaje azotado por este cruel invierno.

Afuera, un temporal para osos. Por seis días parecía que hubieran estado cerniendo de las nubes una

harina congelada, que había aprisionado el campo con su crujiente costra blanca. Había nieve en los

bosques de nogales, cedros y encinos, inmovilizando con fundas heladas las oscuras copas frondosas;

nieve en las laderas del lomerío que circundaba la ciudad sitiada, que parecían dunas de blanquísima

arena reverberando a la luz difusa de la Luna; nieve en las llanuras, como un mar de espuma

repentinamente inmovilizado; nieve pesando sobre los techos de las casas de adobe, aglomerándose

en los quicios de las puertas, deshaciéndose en gotas lentas, al calor interior, en los cristales de las

ventanas y deslizándose en grandes masas por la inclinada lámina de cinc de los cobertizos.

Este paisaje y este clima nos remiten de nuevo a ese norte de México de Chihuahua, Sinaloa o Durango en donde los

climas son extremos, pero no sólo eso, nos remiten también a unos meses muy bien definidos. Entre diciembre y

marzo. Sin embargo, en la mitad de la historia se nos define una fecha precisa. El veinticuatro de diciembre.

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–Señor, creímos que no nos harían nada… como hoy es Nochebuena…

El jefe se puso en pie, agitando los brazos en un acceso de cólera.

–¿Y a mí qué me importa que sea Nochebuena? […]

Con esto Sabemos que se trata de un veinticuatro de diciembre de un año de entre 1913 y 1915. ¿Por qué el quince?

Porque es a principios de 1916 que se da la Expedición Punitiva en contra de Villa y después de la desbandada que

se da en esa huída, la División del Norte ya no vuelve a estar nunca más bajo el mando real de Villa; para finales de

1916 éste ya estaba resguardado en su rancho y no tendría de allí en adelante una participación tan activa dentro de la

Revolución. Luego, habremos de definir a qué año corresponde la fecha. Tenemos una pista más. Nos habla de una

batalla precisa y nos da visos de dónde se realiza tal batalla.

La tormenta había obligado a los rebeldes a suspender sus ataques sobre la ciudad fronteriza, situada

a tiro de cañón al sur del río que marca la línea divisoria internacional. En ella, los restos de un

ejército maltrecho, varias veces vencido en otros encuentros, y que había abandonado el resto del

estado a las fuerzas revolucionarias, hacían el último y desesperado esfuerzo para mantenerse en

territorio nacional y no tener que pasar la frontera a confesar en extrañas tierras la derrota de sus

armas y de su orgullo. Los atacantes, sorprendidos por la tempestad, no habían abierto, sin embargo,

ninguna brecha en su círculo de sitio: en tiendas de campaña que filtraban el aguanieve, en las casas

de adobe de varios míseros ranchos, en los galerones en que algunos hacendados de otros tiempos

almacenaron sus granos, en los establos de techos de lámina y pisos cubiertos de tibio estiércol, y

bajo lonas y sarapes tendidos entre las ramas de los árboles, una división de más de diez mil hombres

esperaba el regreso del Sol, viajero de una semana, y la desaparición de la corteza helada que

pesaba sobre la tierra, para reanudar la lucha y apoderarse de la ciudad sitiada.

Esto nos dice mucho más. Vemos que los grupos revolucionarios tenían el control casi total de un estado de la

República, y que aún las fuerzas del gobierno estaban presentes y a punto de perder mientras se sitia una ciudad en

una nochebuena. Definitivamente esto nos debe remitir al mismo 1913. Es a finales de ese mismo año que Villa toma

el control completo de Chihuahua e incluso toma el gobierno bajo su mando.

Desde septiembre, como ya lo dijimos, se formó la División del Norte con la finalidad de articularse con el

resto de los grupos revolucionarios para derrocar a Huerta. Tras esta formación se comenzó a atacar Torreón y entre

el primero y el nueve de octubre Villa logró capturarlo y con ello se ganó una buena reputación y logró superar la

idea de que se trataba sólo de un bandido, demostrado que podía ser un buen general pese a su casi nula experiencia

anterior. Tras esta victoria la División del Norte, poco a poco avanzó y logró tomar Ciudad Juárez y después

Chihuahua para los primeros días de diciembre. Para el nueve del mismo mes, Villa tomó posesión como gobernador

de ese estado, sin tener aún el control total del estado (sin embargo, el siete de enero de 1914 Villa dejó la

gubernatura por mandato de Carranza, sin embargo tenía un gobierno de facto y lo tuvo por lo menos por dos años).

Luego, entre esas fechas, las batallas por las diversas ciudades del estado en búsqueda de su control total nos indican

que es en una de esas batallas que se sitúa la obra. Porque nos dice claramente la situación que vemos en las líneas

anteriores.

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[…] la ciudad fronteriza, situada a tiro de cañón al sur del río que marca la línea divisoria

internacional. En ella, los restos de un ejército maltrecho, varias veces vencido en otros encuentros, y

que había abandonado el resto del estado a las fuerzas revolucionarias, hacían el último y

desesperado esfuerzo para mantenerse en territorio nacional y no tener que pasar la frontera a

confesar en extrañas tierras la derrota de sus armas y de su orgullo.

Es el ejército federal casi vencido por los villistas lo que se nos muestra en una ciudad fronteriza del estado de

Chihuahua. Aunque la ciudad no aparece en el cuento, lo importante es que el autor nos muestra en esas pocas pistas

una revolución norteña venciendo a un ejército federal débil y ―maltrecho‖ que está huyendo. Nos lo dice cuando se

nos muestra que los soldados federales intentaban cruzar el río para escapar de los ataques y desertando.

–Mi jefe –dijo uno de los hombres armados– agarramos estos prisioneros cuando salían de la ciudad

rumbo al río…

Como podemos apreciar, el ánimo que se nos cuenta, tanto de villistas como de federales, es una descripción muy

interesante de un hecho histórico que nos permite vislumbrar otro aspecto más de él que por medio de la

historiografía sería más difícil rastrear. También dijimos que los cuentos se caracterizan por el uso de una técnica

descriptiva y sencillez en el estilo. Así lo es en este cuento, y mucho más por pertenecer a la etapa a la que pertenece

pues aún se trata de una corriente literaria naciente. Se puede notar que la historia se narra linealmente, no hay

cambios de tiempo, el personaje principal usa el presente y el narrador el pasado y es omnisciente. Nada osado en la

técnica narrativa; sin embargo, debemos decir que es de expresión limpia pues no busca impresionar con su lenguaje;

las palabras que el autor utiliza son comunes y si no lo son, las explica como vemos con ―sotol‖ del que el narrador

nos dice.

Había bebido más de una botella de ese licor campesino, destilación de lechuguilla, que en el norte

llaman sotol, y sentía en el interior un fuego suave, tanto más amable cuanto que afuera seguía

cayendo la nieve.

En esto, podemos ver que al autor le es importante que el lector no quede confundido, debe dejarle todo claro, luego,

la imagen de éste último está clara en la escritura del texto, se sabía exactamente a quién iba dirigido el texto. Por

otro lado distinguimos el uso de la expresión oral de una forma muy interesante. Primero se nos describe física y

psicológicamente al personaje principal y narrado y se nos dibuja brevemente al otro personaje principal. Veamos

primero a Toribio y luego el trazo de Blas.

El bigote ralo, de dos docenas de pelos cerdosos que le caían a los lados de la boca delgada, sobre la

piel brillante, color de tierra mojada, los pómulos duros y el maxilar cuadrado, demostraban su raza

indígena pura. Hablaba siempre a gritos, como si estuviera furioso, y hacía girar sus brazos en todas

direcciones, con ademanes de cólera. Frecuentemente cerraba los puños, y aun cuando sus palabras

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expresaran cosa distinta, parecía amenazar con ellos a algún invisible contradictor, que imaginaba en

su borrachera.

[…] frente al “güero” Blas.

Advertimos que para Toribio usa una descripción exhaustiva y sólo nos da visos de Blas. Pero no sólo eso, vemos su

lenguaje que es de expresión sencilla pero correcta, veamos dos ejemplos de Toribio.

–Ni José de la Luz, que siempre se las está echando de lado, ni Armendáriz, que trae cuatro pistolas

en la cintura, ni Fierro, al que no se le cansa el dedo de puro jalarle al gatillo, ni él mismo “Pancho

Pistolas”, nuestro jefe, que en San Andrés, cuando derrotó a Félix Terrazas, mató con su propia

carabina a todos los prisioneros poniéndolos en hilera para que una sola bala despachara dos o tres,

ni el mismo diablo, son tan malos como yo, Blas… ¡Los prójimos que he mandado al otro barrio! Tú

sabes la historia de aquellos dos individuos que maté por una caja de cerillos…

–Claro que no creo… yo soy librepensador, soy ateo, pero para que me crean, beso la cruz… ¿Has

visto?

Veamos ahora un ejemplo de Blas.

–Pero cuando vino el obispo, tú fuiste a llevarle tus tres muchachos para que los bautizara…

Por otro lado notamos la expresión de los revolucionarios del grupo

–¿Aistá el general?

Traimos unos prisioneros…

–Mi jefe –dijo uno de los hombres armados– agarramos estos prisioneros cuando salían de la ciudad

rumbo al río…

Vemos cómo es que se plasman las características sociales de un grupo muy bien definido: los soldados de la

División del Norte durante la Revolución Mexicana. Distinguimos tanto el lenguaje de los jefes, representados por el

general Toribio, como el de los soldados, representados por el subalterno Blas Rodríguez y los pocos soldados que

participan con alguna intervención oral en la historia. Así también, vemos de forma tangencial el lenguaje de los

soldados federales, llamados en la historia ―pelones‖, que no es muy distante del lenguaje de los soldados de la

División lo que nos dice que tanto federales como revolucionarios son grupos de soldados humildes. Se nos presenta

igualmente el paisaje propio del campo en armas y la violencia es aquí un elemento omnipresente. Veamos tres

ejemplos.

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La tormenta había obligado a los rebeldes a suspender sus ataques sobre la ciudad fronteriza, situada

a tiro de cañón al sur del río que marca la línea divisoria internacional. En ella, los restos de un

ejército maltrecho, varias veces vencido en otros encuentros, y que había abandonado el resto del

estado a las fuerzas revolucionarias, hacían el último y desesperado esfuerzo para mantenerse en

territorio nacional y no tener que pasar la frontera a confesar en extrañas tierras la derrota de sus

armas y de su orgullo.

En los ranchos cercanos había numerosas vinatas, y de diario llegaban a los campamentos, dejando

tras sí largos surcos paralelos abiertos en la nieve, carros con grandes barricas de sotol. Bebiendo y

aglomerándose junto a las fogatas encendidas de día y de noche, los soldados se calentaban y

echaban maldiciones. ¡Perro invierno!

Hubiera querido dormirse inmediatamente para que cesara aquel extraño dolor que sentía dentro del

cráneo, como una barrena que le estuviera taladrando. ¿Qué le importaban a él aquellos cinco

infelices, ateridos y hambrientos? Que se quedaran colgados en los árboles o se fueran a otra parte, a

él le daba lo mismo. ¡Maldito sotol! Ya no volvería a tomar más de una botella.

Encontramos tres tipos diferentes de violencia. Primero, la violencia ocurrida antes, la razón por la cual están en

calma; porque se hace necesario explicar la calma y la tensión en el ambiente que nos deja el narrador omnisciente al

decirnos que suspendían los ataques mientras…, es decir, que en algún momento seguirán. En la segunda, vemos la

violencia que el clima ejerce sobre los personajes; el frío es intenso y fuerte como para dejarlos en la necesidad de

calentarse con el sotol; esos hombres no son (para la historia) unos borrachos, sino unos hombres calentándose. Y

finalmente, reparamos en la violencia que el sotol ha causado en Toribio, agobiado por la borrachera y la violencia

mental de Toribio sobre los capturados; su vida no importa, podrían morir sin que nada pasara. Aunque el meollo del

cuento es justamente al final Toribio se compadece y llegan a importarle sus vidas, pero mientras tanto, la violencia

mental contra ellos existe.

Observamos como la formulación de los personajes es simple: el ―revolucionario‖ es un personaje en masa

y no tiene nombre, es el soldado que captura a los ―pelones‖ pero no más, no importa, es el que forma parte de los

hombres y por otra parte, el cuento es una crítica a la idea del hombre fuerte como la idea del caudillo, representado

aquí por Toribio. Podemos concluir que este cuento es una representación fiel de las características que hemos

identificado para el cuento de la Revolución Mexicana en general. Históricamente está muy bien definido y nos dice

algunas cosas importantes en este sentido. Se nos muestra un ejército revolucionario fuerte y sobre el ejército federal.

Dice, a la letra.

[…] los restos de un ejército maltrecho, varias veces vencido en otros encuentros, y que había

abandonado el resto del estado a las fuerzas revolucionarias […].

Es decir, nos muestra una División del Norte fuerte y la fuerza viene del hecho mismo que es el eje de la historia, ser

el hombre malo, aunque no lo sea; no importa ser bueno o malo, lo importante es parecerlo, Toribio lo parecía y eso

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le daba su fuerza, aunque dentro se encuentra un ser sensible; esto es una profunda reflexión psicológica del

personaje y del hombre fuerte (que es el hombre malo) de la Revolución. La fuerza viene de lo frío que uno pueda

parecer y parecerlo era importante, así lo era para Toribio y tal vez así lo era para todo el que estaba en la Bola. Hoy,

historiográfica y mediáticamente la idea del ―revolucionario‖ es muy cercana a como se nos dibuja a Toribio en el

cuento, alguien malo; no importa si lo era o no, lo importante era tener la imagen del hombre malo como eje

substancial de las características del líder revolucionario.

Dos muertos

Sinopsis de la obra

Gerardo Montaño escribe una carta a su amigo José Alberto. En esa carta Montaño narra sus primeros días de

servicio en el ejército federal después de salir de la academia militar, en donde su amigo aún se encuentra y le

describe un mundo ajeno que se le vuelve cotidiano. Narra, con un pesar muy grande cómo fue integrado, junto con

otro compañero llamado Romerito, al octogésimo octavo batallón que lucharía en Santa Rosa en contra de los

ataques villistas, él como teniente al mando de veinte hombres entre las posiciones Ojo de Buey y Santa Rosa. Le

relata los muchos días de batalla, las armas y las estrategias usadas por unos y por otros para los ataques en dicha

batalla que le describe terrible para él. Se encuentra en una lucha constante entre las estrategias y teorías aprendidas

en la Academia y la realidad de la batalla que, dice, son muy diferentes.

Sin embargo, entre la historia de la lucha, destaca el hecho que más le impresiona: sus dos primeros

muertos. Entre los ataques, en los que fue sorprendido por las estrategias de los villistas que atacaban de día y de

noche y que lograban sortear las granadas y los disparos federales, además de tener tácticas para distraer o parece

más hombres de los que andaban, por una media tarde vieron que se acercaban dos exploradores villistas a su

posición en búsqueda de terrenos propicios para la avanzada. Ante esto, se le ordena atacar a los exploradores,

mismos que logran en varias ocasiones esquivar las granadas; sin embargo, en un momento en el que estaban a

escasos cinco metros, una descarga de metralla logra derribar a los jinetes que quedaron muertos uno junto al otro.

Le describe a su amigo muy detalladamente la posición de los muertos: uno boca abajo y otro boca arriba; aquél,

rígido y descerebrado y éste en posición ―napoleónica‖ con un brazo bajo el cuerpo y el otro sobre el pecho y con

piernas dobladas, como avanzando. Este último, con la boca y los ojos abiertos, y las pupilas dirigidas a la posición

de Montaño.

A partir de ello, el que narra describe a su amigo cómo le atormentó el tener a sus dos primeros muertos tan

cerca y a uno con una posición tan intensa. Se imagina que le dice cosas y tras los días que pasan le atormentan más

esas ideas. Entre batallas y días, coyotes y cuervos se acercan a los muertos en busca de carroña, Montaño incluso

mata a un coyote que queda entre los cadáveres, como perro de guardia. Los cuerpos le atormentan tanto que incluso

cuando sus carnes habían sido comidas por cuervos le parecían vivos y retadores. Termina la misiva argumentando

sus razones para sus nuevas creencias ante la muerte, la vivida en el fragor de la batalla.

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Definición de la obra

Al igual que el cuento anterior, éste pertenece a El hombre malo, y por lo tanto en cuanto a las consideraciones

genéticas y sociales poco abundaremos pues comparte, en muchos sentidos, características con aquél. En contraste,

este cuento no ha sido muy tratado por los investigadores, pese a ello tiene importancia dentro de la obra de Muñoz

por varios factores. El primero es que es uno de los pocos en los que describe estrategias militares, otro es que es de

los muy pocos cuentos del autor que narra los hechos desde la perspectiva del ejército federal; sin embargo, hay que

decir que aún así habla de la División del Norte pero desde la perspectiva de las fuerzas federales. Un factor más es

que es uno de los pocos cuentos en el que no se trata de un narrador omnisciente sino de un personaje que narra la

historia de una forma parcial. Por último, es de destacar que el personaje que utiliza para narrar su historia lo emplea,

o a lo menos su nombre, también para una serie de historias escritas cerca de cuarenta años después.

Luego, este cuento no tiene la importancia del otro por no ser un cuento inaugural pero sí, por ser uno en

donde el autor se aventura a narrar una historia mucho más compleja, sigue siendo cronológica pero esta vez abunda

en la psicología de los personajes de una forma muy profunda. Es además, una afrenta para el lector pues les muestra

a sus lectores una realidad que viven los soldados en el frente de impotencia ante la violencia a la que se enfrentan.

Por otro lado, este cuento debe ser posterior; se nota una fluidez de la pluma y una malicia más consciente de quien

escribe para decirle al lector cosas que le impactarán y para hacérselas asequibles. Debe ser de entre 1925 y 1927.

Es de destacar que se muestra un conocimiento, tanto de libros y estrategias militares académicas, como de

las propias estrategias llevadas a cabo por federales y villistas en los enfrentamientos referidos. Se conoce cómo se

llevaban a cabo las batallas y además lo describe de forma sencilla para quien lo lee. También destacamos una vez

más la profundidad psicológica que alcanza en la muestra del personaje que utiliza para narrar; se trata de un ser

profundamente conflictuado ante la realidad contrastante de lo aprendido en la academia y en el campo de batalla y

ante el enfrentamiento con la propia muerte.

Definición de actantes y unidades funcionales

Actantes Principales Gerardo Montaño

Los dos muertos (exploradores villistas)

Secundarios José Alberto (destinatario de la carta)

Incidentales Veinte soldados federales al mando de Montaño

Dos centinelas federales

Soldados villistas rebeldes

Mencionados Romerito

Sargento federal (el que hacía ―florecitas‖)

Estrada

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Unidades

funcionales Narrador/narradores Narrador-personaje: Gerardo Montaño

Lugar en donde sucede la acción

narrativa

En la batalla en el cerro de Santa Rosa

Tiempo Histórico Entre el veintiséis de noviembre y el

nueve de diciembre de 1913

Narrativo

Quince días en pasado y presente en

una línea narrativa simple que va del

pasado al presente

De lectura Cerca de veinte minutos

Elementos significativos

Analicemos ahora la tipología particular de este cuento con respecto a las características generales que hemos

expresado anteriormente. Primeramente hablemos de lo histórico en este cuento. Habla, como el anterior, de un

hecho histórico real, y seguramente este cuento se construye a partir de recoger impresiones de la batalla que se narra

de los soldados. Nos habla de la batalla del Cerro de Santa Rosa cuando se toma la ciudad de Chihuahua por la

División del norte entre noviembre y diciembre de 1913. Para determinar esto, las evidencias que encontramos son

varias. Primero, es claro en contra de qué fuerzas se está luchando, el ejército villista y lo dice explícitamente al

iniciar la misiva que es a la vez el inicio del cuento.

MI QUERIDO JOSÉ ALBERTO:

He sido el primero, de los hijos de la Escuela Militar que apenas hace quince días hemos salido a filas

con flamantes insignias de tenientes, que he recibido el bautizo de fuego en esta lucha violenta y tan

cara en sangre, contra la rebeldía villista, y son para ti, mi más querido compañero de tres años de

educación militar, las primeras líneas que refieren mis impresiones de esta iniciación en la época

práctica de nuestra amada carrera, cuando he olvidado enteramente todas las teorías aprendidas

sobre el arte de la guerra, para disparar… disparar… disparar…

Vemos que el narrador-personaje al escribir a su amigo en la academia militar le narra la primera batalla en la que

estuvo inmerso, que duró quince días y en dónde se realiza, nunca menciona la ciudad de Chihuahua, pero al

describir en dónde batalló nos da algunas pistas. Veamos.

La ciudad, invisible desde la posición a que fui destinado, está protegida por dos altísimos cerros,

enlazados por una cadena de colinas entre las que se destaca por su altura y por la dureza de sus

pendientes, Santa Rosa. Después, la parda llanura inmensa cruzada a tramos por pequeños arroyos de

paredes cortadas casi en vertical, en la tierra suelta.

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Por tanto, con estas evidencias es fácil determinar que se trata de la batalla de Santa Rosa que se llevó a cabo en la

fecha señalada antes. Ya sabiendo esto, podemos decir algunas cosas más. Si vemos las fechas, la asociación con el

cuento anterior es inmediata. Están hablando de dos diferentes batallas de una misma campaña, la ascensión al poder

de Villa en el estado de Chihuahua a finales de 1913 en menos de tres meses tras la conformación de la División del

Norte.

Nuevamente haciendo el cruce de información con el cuento anterior vemos que nos habla de un ejército

federal débil, minimizado; la diferencia es que esta vez se narra desde la perspectiva de los soldados federales, pero

pese a ello, se sigue narrando una victoria villista pues el ejército federal se nos presenta en la imagen de Gerardo

Montaño como un ejército amedrentado. Primeramente porque tuvieron que echar mano de cadetes de la academia

militar, lo que habla de pérdidas humanas. Luego, porque más de una vez nos dice el narrador que se temía que las

estrategias villistas estuvieran dirigidas a sorprenderlos, lo que nos dice que fueron sorprendidos antes. Tenemos un

par de ejemplos de esto.

Yo tenía impaciencia creciente a cada minuto por entrar en combate, y grande fue mi decepción,

cuando repentinamente, sin duda obedeciendo a un plan premeditado, los villistas que habían iniciado

su marcha en línea recta hacia Santa Rosa y por consiguiente hacia la posición que yo ocupaba,

hicieron un rápido movimiento de conversión, pasaron frente a nosotros a seis o setecientos metros de

distancia y a galope tendido, para dar el asalto a la posición de Ojo de Buey, a nuestra derecha.

Comprenderás mi desilusión: estaba preparado para ser un primer actor en la batalla, ¡el jefe de la

posición más avanzada!, y de pronto me convertí en un espectador de laterales…

Sin embargo, nosotros no fuimos movidos, quizá porque se pensó que el de los rebeldes por el lado

opuesto sería un falso ataque, y que al ver que se distraían fuerzas de nuestro frente, volverían a caer

sobre él en tremenda avalancha.

Otro elemento con respecto a lo histórico que es fundamental es el amplio conocimiento que el autor tenía de las

estrategias militares; no sólo menciona el nombre de dos autores de libros de estrategias en voz de Montaño, sino que

describe las batallas y las estrategias en ellas, de unos y de otros, académicas y pragmáticas, de una forma asequible

para un lector inexperto. Casi toda la obra es una descripción de esto, pero tomamos aquí tres ejemplos muy claros

de ello.

Los villistas dieron el primer asalto al mediodía, bajo el ritmo del Sol que apenas tibiaba la atmósfera

en calma; de aquellos puertecillos de la sierra, coronada con rocosos crestones donde triscaban las

cabras, salió una gran masa de caballos y de hombres, lentamente, desplegándose en una larga línea

de kilómetros, que dejaba ver grandes claros entre los bultos todavía imprecisos que venían

levantando una polvareda pesada y larguísima. Me han dicho después que los villistas acostumbran

lazar algunas ramas de mezquite y las arrastran a cabeza de silla, con el único objeto de que levanten

polvo: así, veinte hombres con sus ramas dan la impresión de que se mueve en maniobras una

cabalgata de quinientos, cuando menos. He aquí, mi querido José Alberto, algo que no viene escrito

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en la Táctica de caballería. Inmediatamente pasaron sobre nosotros, con un silbido opaco y

tembloroso, los botes de metralla que llevaban a los villistas el saludo de Santa Rosa.

Por casi un cuarto de hora, solamente la artillería estuvo disparando. Las granadas, mejor dirigidas

ya, provocaban frecuentemente descomposiciones de la línea enemiga, que se abría en grandes claros,

se reunía en grupos compactos para diseminarse a poco rato, y tan pronto avanzaba al galope como

al paso, pero avanzaba siempre.

Serían como las tres de la tarde, cuando el centinela me llamó la atención; por la llanura se

acercaban al trote de sus caballos dos jinetes rebeldes, separados ocho o diez metros uno de otro, sin

precipitarse, como si no estuvieran en momentos de lucha y frente a un enemigo atrincherado. Eran

exploradores villistas que venían estudiando el campo; rodeaban los arroyos de paredes muy

pendientes, buscaban pasos cómodos en otros, iban ya a la derecha, hasta las colinas, ya a la

izquierda, hacia el borde de la vía del ferrocarril, y por una hora estuvieron yendo y viniendo frente a

nosotros, reconociendo el terreno.

Como podemos ver, las estrategias que se describen de forma sencilla van desde los hechos más simples aprendidos

en el campo como tácticas de desconcierto en el enemigo, pasando por los movimientos en el campo de batalla hasta

estrategias que, pese a no ser originales o exclusivas de los villistas, eran características por las que mucho se habla

de ellos, como el enviar exploradores para poder definir las líneas de ataque. Entonces, pese a que no es el eje de la

historia, lo histórico se nos dibuja aquí como telón de fondo de la historia central que se narra.

En cuanto a la técnica descriptiva y el lenguaje de este cuento podemos decir que es un poco diferente a la

mayoría de los de Muñoz en algunas cosas, no así en la descripción del paisaje (más el cómo se hace que el hecho

mismo que se haga) que es algo que es sello propio de la narrativa revolucionaria y sobre todo en Muñoz. Al igual

que en muchos otros cuentos, el autor nos da por aquí y por allá pinceladas que nos sitúan en el desierto norteño del

país, un ejemplo lo tenemos en la cita que ya hemos tomado para cuando nos dice en dónde se sitúa la batalla

referida.

En otros aspectos, como por ejemplo el lenguaje, sí es donde encontramos diferencias con respecto a otras

obras de Muñoz. Como ya dijimos, se nos describen batallas en la voz de un cadete militar y sólo es su voz la que

encontramos en la obra (con unas cuantas excepciones de cuando interviene uno u otro subalterno federal) y por

tanto vemos expresiones mas refinadas definidas por el propio hecho del narrador que nos cuenta lo que sucede.

Veamos un par de ejemplos de la voz del narrador.

Créeme que viendo venir una avalancha enemiga, protegida por lejano fuego de invisible artillería, al

galope por la llanura, enarbolando cada hombre su corta carabina, levantando todos una densa

cortina de polvo y un sordo clamor de alaridos y de disparos, es perfectamente explicable el olvido de

la táctica de infantería.

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Flota el frío y rueda el silencio. Un cielo negro, sin estrellas, sin fulgores, y un amanecer quieto.

¿Cuántos días vamos a permanecer aquí? Los soldados no decían nada, pero en sus caras cubiertas

de polvo se veía la impaciencia y la inconformidad.

Vemos en el uso de cultismos y de un lenguaje muy especializado, el de quien ha sido educado en la vida militar, así

también se adivina la afición literaria del narrador al utilizar formas retóricas como lo vemos en Flota el frío y rueda

el silencio que nos remite a formas poéticas. Es por ello que es de estacar que es uno de los pocos cuentos en donde

la expresión oral refiere a un grupo social de alta educación.

Como ya lo dijimos también vemos cómo este joven militar tiene un conflicto al enfrentar la realidad de su

academia con la realidad de su inminente campo en armas. Son dos cosas que se le contraponen y la última lo

intimida. Más de una vez vemos cómo el campo en armas le apremia y el hecho central que narra es esa realidad que

más le apremia, la muerte en el campo de batalla. Mostramos ahora cómo describe fuertemente impactado esas

primeras muertes a las que se enfrenta.

A cinco metros, los villistas se detuvieron y pusieron sus caballos de perfil, viendo hacia Ojo de Buey.

Uno de los hombres habló, extendiendo su diestra:

–Por aquí, que es puro llanito, se vienen a la carrera, y…

–¡Fuego!

Los dos caballos, sorprendidos por la descarga y quizá heridos, dieron unos brincos tremendos

hacia nuestra trinchera: traían en sus lomos dos cuerpos que chorreaban sangre, balanceándose

como muñecos de trapo; al ver el arroyo se espantaron y salieron al galope en ángulo recto. Ambos

cuerpos, con la violencia del movimiento, salieron fuera de las monturas y fueron a caer frente a

nosotros, a dos metros de distancia, con las cabezas casi juntas, sólo que uno quedó de frente, y otro

de espaldas.

Éste cayó enteramente tieso, los brazos y piernas rectos y rígidos: nos mostraba la parte posterior

de la cabeza, destrozada por las balas: ya no tenía sesos… debió haberlos rociado en tierra durante

aquella trágica carrera de un segundo sobre el lomo de su espantado caballo.

El otro cayó frente a nosotros: sus brazos, en actitud de un Napoleón de estatua: el derecho debajo

del cuerpo, hacia atrás, y el izquierdo doblado sobre el pecho, con las puntas de los dedos metidas en

la abertura de una ensangrentada camisa de mezclilla. Las piernas, dobladas en la rodilla y abiertas

como tijeras, daban a aquel cuerpo caído de flanco el aspecto de venir andando hacia nosotros, pero

en horizontal… ¿Me entiendes, José Alberto? ¡Parecía que venía andando hacia nosotros, pero

acostado en el suelo!

Entonces, vemos cómo la inminencia de la muerte le impacta al narrador, es algo a lo que no se había enfrentado y

así se lo hace saber a su amigo y le refiere.

No sé, José Alberto, si tú habrás visto ya hombres muertos en combate; se les hunde el vientre, y el

pecho queda levantado, como si los infelices, en el instante de morir, aspiraran todo el aire que

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cupiera en sus pulmones, en un desesperado deseo de vivir. Se desangran totalmente, dejando unos

charcos espesos, con grandes cuajarones oscuros en medio de un espejo brillante, rojo; y quedan

lívidos, amarillos, con manchas oscuras bajo la piel.

Pero el hecho de la muerte que le impacta es reiterado en la historia, es el eje de la historia, es el nombre de la

historia. Estos dos muertos le llegan a distraer por días que quedan tendidos frente a él. Pero siempre los compara; el

hecho de que uno esté de frente y el otro boca abajo los distingue, el que estaba de frente lo apremia tanto desde el

principio, pero sobre todo los ojos y la boca. Veamos.

Y la cara… ¡Oh, qué cara tan impresionante! Estaba lívido, o más bien de un color amarillo, amarillo

canario; le daba el sol de frente, y como no tenía sangre en la cara, y los ojos le quedaron abiertos,

parecía estar vivo. Su mirada recta e inmóvil venía hacia mí, rozando el suelo, y yo la sentía

observándome, e imaginaba que aquel hombre habría de avanzar en cualquier momento,

arrastrándose con un movimiento de tijera de sus piernas curvas. Su boca entreabierta, inmovilizada

en un rictus burlesco, parecía un saludo irónico a la muerte y una despreciativa despedida para los

vivos.

A lo largo de la historia esta psicosis del personaje se fortalece y comienza a imaginar que le habla y resaltaremos

ahora qué es lo que le dice en tres ejemplos que se dan a lo largo del resto de la historia.

Entonces, los muertos quedaban en una suave penumbra. Los ojos del que me miraba reflejaban la

luz, y he podido ver su sonrisa que era ya molesta, que sentía en mi corazón como una burla del que

está caído para los que estamos en pie, que me produce angustia… ¡Sonrisa implacable! Parece que

me dice: “¿Crees que me han vencido? Pues estoy mejor que tú… Yo descanso sobre la tierra blanda,

mientras tú tienes que velar; yo no tengo ningún temor por lo que pueda pasarme, y tú ¿niegas que ese

ligero temblor de tu cuerpo no es producido sólo por el frío (que yo ya no siento), sino más bien por la

incertidumbre de un peligro vago e indefinible? Bebes agua con aguardiente, te has acabado el

contenido de tu cantimplora y has ido a uno de los barrilillos para llenarla de nuevo… ¡Yo no tengo

sed! Yo estaba condenado a vivir vida de hombre, como lo estás tú. ¡Y ya soy libre…!”

“¿Lo ves? Yo no tuve miedo de ti ni de los tuyos cuando estaba vivo, y ahora que estoy muerto, te

impacientas con mi mirada y con mi sonrisa… ¿Qué puedo hacerte? Mis armas se fueron en el caballo

desbocado, y tú tienes carabina que se alarga en una bayoneta capaz de atravesarme de lado a lado.

Los míos están lejos, quizá se han marchado ya al desierto, y tú tienes tras de ti a un ejército.”

Yo no me daba cuenta del combate cercano, obsesionado con aquellas cuencas vacías que todavía,

¡qué horror!, me estaban mirando, y con aquella dentadura blanca que parecía decirme: “¿Lo ves?

Me han comido, han separado de mi esqueleto los huesos del brazo y de la pierna; ahora, mi cuerpo

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anda por las lomas y en los aires, dividido en muchos estómagos… Sin embargo, ¿crees que no existo

ya?”

Además, de la violencia que se infringe el propio personaje al imaginar estas terribles provocaciones y del hecho

mismo de estar en medio de una batalla, la violencia se manifiesta nuevamente en los personajes. Como imagen de

esto se nos muestra un sargento que construye balas expansivas a base de tallar las balas simples.

El que sí estaba muerto, tenía el cráneo destrozado y esto me sorprendió, porque las balas de máuser

perforan, pero no rompen así, como las expansivas.

–¿Alguno de ustedes trae balas expansivas?

–Ninguno, mi teniente.

–Entonces, ¿cómo le hemos hecho ese boquete? El sargento sonrió, y echando mano a su bolsa de

parque, tomó un cartucho y me lo mostró: la bala, de forro de acero, lo tenía abierto en la punta con

una crucecita hecha con el filo de una lima.

–Le mandamos una de estas florecitas, mi teniente…

¡Qué florecitas, de acero y plomo, que van rasgando huesos y carne como un taladro, y abren un

boquete por donde cabe el puño!

Por otro lado, la formulación de este personaje rompe otra vez con lo dicho por la mayoría de los analistas acerca de

la obra de Muñoz. Se dice que la formulación de sus personajes es simple y que no llega a complicaciones

psicológicas; pero, ante lo que hemos visto, podemos descubrir un personaje construido de una forma muy compleja,

el autor abunda en la psicología; define el lenguaje a partir de su formación académica; le crea una psicosis profunda

cosa que involucra analizar el comportamiento de un joven recién llegado a unas batalla como esa. Sin embargo

debemos decir que ciertamente no es un hacho común en los cuentos de Muñoz encontrar personajes tan

profundamente complejos como lo es Gerardo Montaño, que vuelve todavía más complejo al encontrarlo en otro

libro casi cuarenta años después. Recordemos que en esta historia Montaño es un joven amedrentado por la guerra;

ahora veamos cómo se nos describe al Montaño de esas otras historias (lo siguiente fue tomado de Obras

incompletas, dispersas o rechazadas en el capítulo ―Gerardo Montaño, un filósofo‖ pp. 39-40).

ALGÚN día quisiera terminar, éste si, mi libro sobre Gerardo Montano, filósofo. Tengo muchos apuntes de su cátedra,

desordenados todos y algunos casi ilegibles. ¿Se llegará a conocer algún día todo el pensamiento de Gerardo Montano? Es

poco probable, pues seguramente además de mí, ningún otro ha recogido sus enseñanzas. No le conozco otro discípulo. ¿Los

habrá tenido?

Gerardo Montano me dijo

–Si quieres y cuando quieras, puedes escribir sobre mí. Escribe para el pueblo, del que somos tú y yo. Escribe para los

millones de seres que existen hoy y que existirán después, y que, como tú y yo, sólo pueden perder la vida o el tiempo.

“Para la mayor parte de los hombres, de ayer, de hoy, de mañana, perder el tiempo es:

Una tontería

Una necesidad

Un vicio

Una desgracia

Una costumbre

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Una insensatez

Un placer

Un defecto

Un desprestigio

Un oprobio o, cuando menos,

Un descanso.

“Sólo los privilegiados –díjome para despedirse esa noche– sabemos que perder el tiempo es un arte.”

Y, para -practicar ese alucinante arte de perder el tiempo, escribo de Gerardo Montaña, filósofo.

R.F.M.

(Su único discípulo).

Vemos entonces que se habla de un Gerardo Montaño diferente al de ―Dos muertos‖, pero puede ser el mismo. En el

resto de las muchas narraciones que le dedica éste le enseña de lo que ha aprendido a través de perder el tiempo,

enseñanzas convertidas en filosofía popular. Entonces como podemos ver, este personaje es complejo, lo es desde el

cuento en que lo estamos tratando hasta estas narraciones maduras del autor. Tal vez sea, después del Villa de su

novela, el personaje más complejo de Rafael F. Muñoz.

Por último, hablaremos brevemente de la ideología encerrada en el cuento. Como en el anterior, el cuerpo de

la División del Norte que se nos narra es fuerte, es nuevamente un ejercicio de apología de las fuerzas villistas e

combate pues éstas impactan al narrador fuertemente, como lo vimos en algunos de los ejemplos tomados de la

historia. Incluso los muertos le infunden respeto y temor al joven militar federal, siendo un hecho claro de la fuerza

que se quiere demostrar de la División del Norte por encima de las fuerzas federales.

El feroz cabecilla

Sinopsis de la obra

Un grupo revolucionario vencido huye por el desierto, después de una batalla en de Sierra Azul, y son seguidos por

una brigada de las fuerzas federales que tratan de capturarlos tras vencerlos en batalla. El grupo, lleva consigo

heridos que les frenan el paso; en un momento deciden dejarlos en una iglesia abandonada en medio del desierto para

acelerar el paso en el anochecer y horas más tarde la brigada encuentra a los heridos, ya todos excepto uno, muertos,

ése aún deliraba por la pérdida de sangre y antes de fusilarlo, el general de brigada le pregunta su nombre, le

responde Gabino Durán, tras esto, le dan el tiro de gracia.

El general de brigada envía el reporte al coronel del 100º regimiento de caballería y exagera un poco. Dice

que se trató de una batalla en los alrededores de una iglesia y que tras vencerlos se capturó al cabecilla, Gabino

Durán, quien se hacía llamar Mayor de los rebeldes de Sierra Azul, tras un juicio sumario, dice, se decidió ejecutarlo.

El coronel del 100º regimiento de caballería envía un reporte al general del ala derecha y exagera un poco más el

reporte anterior. Dice que la batalla se llevó entre el regimiento a su mando y trescientos rebeldes lidereados por

Gabino Durán, quien se hacía llamar Coronel de los rebeldes de Sierra Azul, tras dos horas de combate lograron,

dice, vencer a los rebeldes y capturar al cabecilla a quien se decidió ejecutar tras un juicio sumario y que se

recomienda el asenso para varios oficiales destacados en la batalla sin esperar recompensa personal.

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El general del ala derecha envía un reporte al general jefe del ejército y exagera aún más el reporte anterior.

Dice que la batalla se llevó entre el ala derecha a su mando y cerca de dos mil rebeldes lidereados por Gabino Durán,

quien se hacía llamar General de los rebeldes de Sierra Azul, tras un día de batalla, dice, lograron vencer a los

rebeldes y capturar al cabecilla a quien se decidió ejecutar tras un juicio sumario y que se recomienda el asenso para

varios coroneles y oficiales destacados en la batalla sin esperar recompensa personal. El general jefe del ejército

envía un reporte al general ministro de guerra y exagera más el reporte anterior. Dice que la batalla se lleva a cabo

entre el ejército a su mando y un ejército rebelde lidereado por Gabino Durán, quien se hacía llamar Generalísimo de

los rebeldes. Describe una batalla que se lleva acabo por más de tres días y que continúa, pero que se logró capturar

al cabecilla y que tras un juicio por un consejo de guerra se decidió ejecutarlo y continua describiendo las fuertes

batallas qué aún continúan pero que están por terminar con la victoria del ejército y que se recomienda el asenso para

varios generales, coroneles y oficiales destacados en la batalla sin esperar recompensa personal.

Después vemos el reporte de la Gaceta Nacional que describe una fuerte batalla que se llevó del lunes al

sábado entre el ejército mandado por el mismo jefe del ejército y un gran contingente de rebeldes lidereados por

Gabino Durán que buscaban derrocar el gobierno de Porfirio Díaz. Se describe la captura de Durán como una

empresa muy dura y el reportero refiere las cosas afirmando que estuvo presente en los combates; asegura que los

reporteros de los diarios Noticia Nocturna y Madrugador Informativo no estaban presentes y que se desconfíe de sus

posibles reportes de la batalla de Sierra Azul. Dice el reportero que logró entrevistar a Durán después de su juicio,

llevado por el mismo general del ejército, y tras la decisión de ejecutarlo durante la última noche que pasó vivo y que

confesó que era el responsable de múltiples levantamientos sangrientos y crímenes salvajes. El cuento termina con

una nota de un potencial libro de historia futuro en donde se dice que Gabino Durán fue el más sanguinario

bandolero que ha existido en el continente.

Definición de la obra

Nuestro tercer cuento a analizar pertenece al libro homónimo, El feroz cabecilla de 1928, que pertenece también a la

segunda etapa de creación. Esta obra es claramente escrita después de las otras dos pues encontramos un carácter que

no dejará de estar presente en Muñoz desde entonces y en el resto de sus obras, tanto de cuentos como de novelas: la

sátira. Es el cuento en sí una sátira profunda en contra de las autoridades y sus herramientas de difusión, de la prensa

y de la misma conformación de la historia nacional. Esto nos dice más que el sólo hecho de una burla, nos presenta

un profundo sentido crítico que el género cuentístico iba adquiriendo y que, por tanto nos presenta un carácter social

muy importante. Es este año el de los asesinatos de los candidatos opositores a Obregón, el del asesinato de éste

como presidente electo, el del inicio del gobierno interino de Portes Gil, el del anuncio de Calles de terminar con los

gobiernos personalistas, el del acuñamiento del concepto ―familia revolucionaria‖; es decir, un año de profundos

cambios en el país.

En lo que respecta al propio autor, ese año, 1928, Muñoz se convierte en presidente de El Nacional y por

ello la crítica a la prensa del estado es muy importante. No era una crítica lo ajeno, sino a la realidad inmediata; fue

educado en el campo de batalla y ver la realidad de las instituciones del Estado, seguramente despertaron en él este

sentido crítico del cual hablamos antes. Vemos entonces como Muñoz va poniendo un sentido crítico en sus cuentos,

mismo que llegó a destacarlo años más tarde en ¡Vámonos con Pancho Villa! o en Si me han de matar mañana.

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Adquirió poco a poco un profundo sentido de la crítica humorística y este es uno de los primeros cuentos en donde se

encuentra esta búsqueda.

Definición de actantes y unidades funcionales

Actantes Principales Gabino Durán (el feroz cabecilla)

Secundarios Jefe de la patrulla avanzada

Jefe del 100º regimiento de caballería

General de brigada del ala derecha

Generalísimo Everardo Mayo, jefe del Ejército

Incidentales Jefe de los rebeldes campesinos

Diez o doce hombres rebeldes campesinos

Seis u ocho hombres rebeldes campesinos heridos

Jefe de los hombres rebeldes campesinos

Merdardo Encinas Rojas (reportero de la Gaceta

Nacional)

Patrulla de soldados perseguidores

Mencionados Ministro de Guerra

General Porfirio Díaz

Unidades

funcionales Narrador/narradores

Un narrador omnisciente y la narración del reporte de

la Gaceta Nacional

Lugar en donde

sucede la acción

narrativa

Desierto en Sierra Azul

Tiempo Histórico

Levantamientos revolucionarios en el norte del país entre el veinte de

noviembre de 1910 y el veinticinco de

mayo de 1911

Narrativo

Pasado en una línea narrativa simple que va del pasado lejano a otro pasado

más cercano en la narración

omnisciente

Pasado y presente en una línea narrativa simple que va del pasado al

presente en la narración del reporte

De lectura Cerca de veinte minutos

Elementos significativos

Pasaremos ahora a analizar los elementos que la obra nos da para definir sus características. Primero que nada

hablaremos de la cuestión histórica que es muy particular en este cuento pese a que, a diferencia de los anteriores no

habla de un hecho histórico comprobable y concreto, de hecho, eso es lo que la vuelve particular. Pero antes

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situemos históricamente la historia. Se nos dice que un grupo de revolucionarios van huyendo de las fuerzas

federales en un desierto; eso pudo ocurrir en diversos años, pero el eje fundamental de la definición temporal se nos

da cuando dos veces nos mencionan al presidente en turno.

PARTE QUE RINDE EL GENERALÍSIMO, JEFE DEL EJÉRCITO, al S. E. el Ministro de la Guerra,

para su conocimiento y para que se sirva transcribirlo al Excelentísimo Señor General Díaz,

Presidente de la República:

[…] Los rebeldes, en número no menor de veinte mil hombres, pues se habían reunido los insurrectos

de varios Estados para dar un golpe mortal al gobierno del señor general Díaz (golpe que fue evitado

por la maravillosa actuación de nuestro generalísimo) […]

Entonces tenemos fechas precisas. Se lleva a cabo entre el veinte de noviembre de 1910, que da inicio la Revolución,

y el veinticinco de mayo de 1911, que se da la renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia del país. Luego, se nos dice

también que los rebeldes huían del combate de Sierra Azul. Este hecho ocurrió en la realidad y de hecho es el primer

levantamiento que dirige Villa en noviembre de 1910.

Lo importante al situar la cuestión histórica es lo que mencionamos antes, el hecho de la sátira al propio

hecho histórico; resumamos: se trata de la huída de un pequeño grupo rebelde que deja en una iglesia en medio del

desierto a sus heridos moribundos. La brigada de la que huían encuentra a estos hombres, todos, excepto uno,

muertos. Antes de morir se le pregunta su nombre y luego es ultimado. El parte del capitán a su superior es

exagerado y cada uno de los partes militares a un escaño más alto es exagerado cada vez hasta llegar a la prensa del

Estado como una batalla muy dura en la que se captura a un cruel cabecilla que lleva el nombre del moribundo

ultimado. Incluso la memoria histórica del hecho se exagera más diciendo que este cabecilla había lidereado el

movimiento más cruel del continente. Esto claramente es una sátira del uso que se le da a las herramientas del Estado

para engrandecerse. Veamos qué es lo que el narrador nos dice acerca de lo que realmente pasó.

Estaba aclarando cuando una patrulla de soldados, al mando de un joven capitán de capote azul,

llegó frente a las ruinas de la iglesia; desmontaron los soldados, y con las armas apercibidas

rodearon recelosamente las ruinas, temerosos de una emboscada; en cuanto se convencieron de que

no había peligro, se aventuraron a remover los escombros para darse cuenta del número de

cadáveres. El oficial daba órdenes de que desensillaran los caballos para tomar un descanso en aquel

sitio, cuando aparecieron dos soldados que llevaban en brazos al hombre metido en el costal.

–Es el único que está vivo, mi capitán.

El oficial tosió para dar a su voz un tono ronco, azotó su fusta contra las botas, puso la mano

izquierda en la cintura y ordenó:

–Fusílenlo.

Los soldados buscaron con la vista un sitio a propósito; fueron hacia la pared que había quedado

vertical, pusieron al rebelde en el suelo como un fardo, recargado en el muro, y pasaron a formar con

otros tres o cuatro la línea de tiradores,

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–Un momento –dijo el capitán, y dirigiéndose al mutilado que le miraba con ojos espantados de

calenturiento, le preguntó–: ¿Cómo te llamas?

El infeliz apenas pudo murmurar:

–Gabino… Gabino… Durán.

Sonó una descarga uniforme; el campesino rebelde no se movió, quedó recargado en el muro y

tocando con las manos el suelo, pálido, callado, fijos los ojos en el fulgor del sol que se levantaba

sobre los álamos.

Luego, las sucesivas exageraciones van diciendo lo siguiente cada vez cosas más exageradas ya referidas en la

sinopsis. No ponemos las citas porque equivaldría a transcribir gran parte del cuento (recordamos que los textos

completos de los cuentos se pueden encontrar en el Anexo 1 ―Cuentos y Cantos‖ al final de este trabajo). La crítica y

el cuento terminan con un final ejemplar que da el fistonazo final que da la circularidad a la crítica.

LA HISTORIA DENTRO DE CINCUENTA AÑOS O CIEN:

“Este movimiento insurrecto fue planeado y dirigido por Gabino Durán, sin duda el más

sanguinario bandolero que ha existido en el continente. Sus crímenes…”

Esto no es gratuito; recordemos que en ese momento Muñoz era director de El Nacional (que podemos relacionar sin

problema con La Gaceta Nacional del cuento) y la crítica por ello se vuelve mucho más interesante. Es un

funcionario de un periódico estatal criticando las herramientas de propaganda del Estado. Sin embargo, hay que

decirlo, tal vez por ello la historia se sitúa en un pasado que era visto por el poder de ese momento como salgo malo

y aunque la crítica va dirigida en el cuento al gobierno porfirista, es fácil hacer la triangulación con el gobierno de

portes Gil (y con la figura de Calles como jefe máximo). Es un hecho que la crítica está velada por la época en la que

sitúa la historia pero no por ello deja de ser aguda y es en ese sentido que nos sirve para descubrir el eje ideológico

que Muñoz trata de transmitir, el hecho de que a pesar de ser parte del Estado, no comulga con algunos de sus

preceptos. También notemos cómo enfatiza la crítica a la prensa al mencionar el desprestigio que se hace los

corresponsales de los otros dos periódicos mencionados, enfatizando que lo que se dice de ellos era falso en un claro

ataque frontal a estas fuentes noticiosas.

Aquí debo hacer un pequeño paréntesis: los corresponsales de esos dos indecentes periódicos, que se

llaman La Noticia Nocturna y El Madrugador Informativo, no presenciaron los grandes sucesos a que

me refiero, por haberse quedado en la población de Lanas, en una tremenda orgía.

Entonces esta crítica a la prensa, a la prensa del Estado y a la construcción de la historia nacional hace de este cuento

una fuente importante para el presente trabajo. Por otro lado, técnicamente la historia es mucho más simple, los

personajes son sólo mencionados, ya no esbozados, sólo Durán es construido como personaje y la historia misma es

su construcción que, pese a todo es muy simple. La expresión oral de los revolucionarios o de los federales es apenas

visible; se pierde en el uso del lenguaje de los militares en los partes militares que se muestran y el mismo lenguaje

periodístico del reporte periodístico. Como ejemplo de esto, vemos que todos los partes tienen la misma estructura:

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saludo, descripción del hecho referido, felicitación y/o recomendación de ascensos y despedida. Veamos estos

elementos en el primer parte

PARTE QUE RINDE EL JEFE DE LA PATRULLA AVANZADA, al Coronel Jefe del 100º Regimiento

de Caballería: “Honróme en poner en el superior conocimiento de usted, que durante la noche pasada

dimos alcance en la orilla del río, a un grupo de rebeldes dispersos del combate de Sierra Azul, que se

había atrincherado en una vieja iglesia; inmediatamente dicté órdenes para que mis soldados los

desalojaran de sus posiciones, lo que se logró después de media hora de nutrido tiroteo, durante el

cual hicimos al enemigo ocho muertos y capturamos vivo al feroz cabecilla Gabino Durán, bandolero

conocidísimo que se hacía llamar «Mayor» de los campesinos rebeldes. Después de un Consejo de

Guerra sumarísimo, que lo condenó a muerte, el cabecilla Durán fue ejecutado. Felicito a usted, mi

coronel, por esta acción de armas consumada por elementos a sus dignas órdenes, y que viene a

completar la derrota de los rebeldes en Sierra Azul. Respetuosamente, el capitán jefe de la patrulla

avanzada…”

Ahora veamos un breve segmento del reporte periodístico para mostrar los elementos de su lenguaje.

Desde el Cuartel General. Escribo estas notas para los numerosos lectores de La Gaceta Nacional,

instantes después de presenciar la solemne ejecución de uno de los bandoleros que más ha

ensangrentado nuestro suelo: el feroz cabecilla Gabino Durán, a quien capturaron las bien

disciplinadas fuerzas federales, después de un combate de cinco días, del que envío crónica por el

correo.

Sin embargo, para calmar la justa ansiedad de los numerosos lectores de nuestro periódico, digo

que el combate de Río Largo, que acaba de registrarse, pasará a la Historia como el más sangriento

que ha habido desde la Independencia hasta nuestros días, y al mismo tiempo aquel en que se ha

hecho mayor derroche de estrategia (de genio, puede decirse) por parte de los dignos jefes de nuestro

ejército, y de heroico valor por parte de los indómitos soldados que defienden las instituciones contra

las hordas de fascinerosos.

Además, aquí el paisaje sólo al principio es importante, se nos describe por dónde huyen los revolucionarios, pero

luego pierde importancia cediendo ésta a los partes militares. El paisaje que se nos describe es muy sencillo, en

contraste con otras historias en donde es profusa su descripción.

UNA CARAVANA de diez o doce hombres que arrastran los pies cruza un llano de tierra blanca, de la

que emergen los abanicos verdes de los mezquites […].

Habían sido vencidos y se dispersaron; cuando la mañana comenzaba a teñirse de gris, aquel grupo

de supervivientes comenzó su jornada por el desierto árido y ardiente […].

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La violencia, por su parte es muy velada aquí también, aparece como un elemento ficticio y alejado del lector.

Cuando leemos la descripción de las batallas, su violencia nos parece cómica ante la conciencia de que lo que se nos

narra no ocurrió ni históricamente ni en la realidad de la propia historia que se nos cuenta. La muerte aparece, pero es

aquí sólo un pretexto para el desarrollo de la historia. Sin embargo, un elemento que sí encontramos es la

caracterización del personaje en masa y del caudillo. Los rebeldes y los propios soldados son anónimos (a excepción

de Durán, claro) pero los jefes son importantes; el propio hombre que dirige a los que huyen, pese a ser sólo

esbozado, cuadra con la idea del caudillo revolucionario de la que aquí hemos hablado en capítulos anteriores.

Habían sido vencidos y se dispersaron; cuando la mañana comenzaba a teñirse de gris, aquel grupo

de supervivientes comenzó su jornada por el desierto árido y ardiente, llevando como jefe a un

muchachote calzado con altas mitazas y cubierto con una guayabera de lino, bajo la cual iban

dormitando, metidas en sus fundas, dos grandes, dos agresivas pistolas. Era él quien había obligado a

unos cuantos de los que podían tenerse en pie, a echar sobre los lomos de sus caballos a seis u ocho

heridos, alcanzados por la certera artillería que barrió con metralla las laderas de la sierra. No

debían abandonarlos para que los “changos” los remataran a la bayoneta, y los llevaban sin saber a

dónde, lentamente, al paso de las bestias fatigadas.

Además, de esta descripción hay un momento en la historia en la que se ve el carácter de caudillo de este joven jefe

que en realidad es el mismo Villa, es claro por el énfasis en la edad, como un hombre fuerte y despiadado.

Al frente del grupo se detuvo un hombre viejo, alto y canoso, herido en la frente y vendado con una

toalla sucia.

–Pa’ qué diablos –dijo– vamos cargando con estos muertos… Vamos a dejarlos aquí y echamos

carrera…

–Nos van a alcanzar los changos –añadió el que había visto la columna de polvo.

El jefe no contestó: abrió su blusón, sacó una pistola, y al viejo canoso lo tendió en la tierra, con un

enorme boquete entre los ojos. La caravana reanudó su marcha en silencio.

Entonces, este cuento no es un ejemplo de gran calidad técnica, pero tiene su importancia por la fina crítica de la que

hemos ya hablado y por ello es relevante para nuestro trabajo como un ejemplo atípico de la obra de Muñoz y en sí

de la cuentística en general de la Revolución Mexicana.

El perro muerto

Sinopsis de la obra

Los grupos revolucionarios del norte y del sur del país entran una hipotética Ciudad de México, unos dirigidos por el

general Gálvez y otros dirigidos por el general Chávez. Los generales vencedores entran juntos a la ciudad en medio

de vítores del pueblo y en el Palacio de Gobierno dan un discurso de victoria. Gálvez inicia el discurso y lo describe

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como una persona imponente, un gran orador y logra, con su discurso, exacerbar al pueblo; luego habla Chávez,

descrito como pequeño e introvertido y sólo da una frase reiterando lo dicho por Gálvez, también lo vitorean. Se dan

un abrazo.

Vemos después el anochecer de ese día en donde se preparaban en las calles soldaderas y soldados a

celebrar. Un viejo soldado de Chávez con una pata de palo entra, como muchos otros soldados en una cantina a

seguir bebiendo. Luego entran dos soldados seguidos de un perro, mismo que se prende de la pata del viejo quien lo

golpea con su bastón. Los soldados se encrespan con el viejo por el golpe pero al ver que el can estaba muerto, el

dueño le enterró un cuchillo al viejo en venganza por el perro. Pronto se armó el alboroto entre el cual alguien avisa

de la muerte a un oficial de las fuerzas de Gálvez que pasaba junto con un escolta frente a la taberna quien ultima al

soldado asesino, que era de los de Chávez, con un disparo sin avisar y continúa su camino. La mujer del muerto le

llora mientras se aglomeran los curiosos. En ese trance, pasa un automóvil que llevaba a tres soldados y un mayor de

las fuerzas de Chávez a quien le informan de lo sucedido; el coche alcanza a los jinetes y tras una breve discusión el

mayor y sus tres soldados descargan fuego sobre el oficial y el escolta de los de Gálvez dejándolos muertos. El

automóvil avanza y se refugia en un cuartel cercano de sus fuerzas para evitar represalias. Una hora después dos

grupos de soldados rodean el cuartel exigiendo que se entregue el mayor del automóvil pero los de Chávez se niegan

a entregarlo y comienza la batalla. Después los de Gálvez logran entrar en el cuartel y ultimar al mayor del

automóvil, no sin antes tener pérdidas. Tras la venganza salen y huyen pero luego son alcanzados por varios jinetes

entre quienes se encontraba el mismo general Chávez, se inicia una batalla que dura hasta el amanecer.

Ya en la mañana el mismo general Gálvez va a buscar a Chávez junto con sus escoltas, conocidos como

―colorados‖ para reclamar el hecho y entra hasta su alcoba y tras una breve discusión Gálvez mata a Chávez, pero

aquél también es asesinado. La batalla comienza ahí y se extiende por la ciudad haciéndose más severa y alargándose

por tres meses, sin terminar.

Definición de la obra

Esta obra pertenece a la colección Si me han de matar mañana, publicada en Ediciones Botas en 1934. En esta época

Muñoz ya era un autor maduro, había publicado tres años antes ¡Vámonos con Pancho Villa!, se preparaba ya la

película, había sido director del periódico El Nacional, había tenido puestos en la S.E.P. y se había consagrado como

escritor y periodista. En la técnica, las obras de Muñoz eran mucho más complejas que las publicadas en los primeros

años en los periódicos. Encontramos narraciones que ya rompen la línea de tiempo sencilla que tanto caracteriza a

sus cuentos, nos es el caso del que presentamos, sin embargo en lo que sí resulta innovador es en convertir un hecho

histórico en algo ficticio y esto tiene una finalidad. Intenta con esta obra presentarle al lector una imagen más

cercana de la Revolución que para esta época ya era lejana en la mente de muchos. Presenta una hipotética batalla en

una Ciudad de México igualmente ficticia protagonizada por dos ejércitos que pese a su irrealidad nos refieren a dos

ejércitos reales y a una situación que efectivamente pasó en 1914. Es poner al lector en confrontación con una

realidad que le violenta su cotidiano y esto es ciertamente nuevo para Muñoz; la crítica y la sátira que nos había

mostrado antes no involucraban al lector, le presentaban una realidad ajena y en este cuento presenta una realidad

que podía darse cruzando la calle.

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Es por eso que decimos que la madurez del autor está presente en la obra, en todo el libro aventura

estructuras narrativas nuevas. Vemos el carácter de la obra desde el título que muy claramente nos refiere al corrido

―La Valentina‖ que nos habla de los atributos ideales del revolucionario: Valentina, Valentina, rendido estoy a tus

pies, si me han de matar mañana que me maten de una vez; en donde el amor y la violencia de la muerte están

siempre presentes sin miedo; vemos también lo osado en el cuento que tratamos y en otros como ―Looping the loop‖

y ―Oro, caballo y hombre‖ (éste lo trataremos más adelante). En ―Looping the loop‖ vemos una historia en la que el

autor, el mismo Rafael Muñoz, está presente; es una historia que ya no se desarrolla en la Revolución, pero sí está la

Revolución como un actor pasivo de la historia. Es un cuento plenamente urbano y profundamente perturbador. En

―El perro muerto‖ igualmente parece iniciar todo con una Revolución triunfante y con una paz venidera, pero las

cosas se precipitan por la violencia y la Revolución alcanza las calles de la gran ciudad. Luego, esta obra tiene su

importancia por la interpretación que el autor hace del hecho histórico y a la vez es una crítica profunda a la

violencia incontenible y presente en los grupos revolucionarios.

En los términos de las etapas en la que se inserta la obra, vemos que pertenece a la tercera etapa de las

definidas antes en el Capítulo III. El libro, publicado en 1934 pertenece a los que se escriben y publican ya como un

recuerdo de la Revolución. Son historias de hechos ocurridos muchos años antes como lo vemos en el cuento que

tratamos, que habla de un posible 1914. Los cuentos de estos años son mucho más acabados. Escritores profesionales

se hacen cargo ya de su escritura y los que escribieron antes como periodistas lo hacían ahora como connotados

escritores, como es el caso de Muñoz. También, hay que decirlo, la oferta de historias era muy amplia; el lector tenía

a la mano una cantidad inconmensurable de obras publicándose y vendiéndose en puestos de periódicos y librerías,

en ediciones baratas y por ello, los autores tenían el reto de escribir de una forma más atractiva para captar a su

público; sin embargo, de entre los escritores los había ya inconfundibles, algunos que el público buscaba y Muñoz

era uno de ellos. Pese a su prestigio como periodista, la crítica aún no le daba el lugar que merecía como autor; pero

eso no sólo pasaba con él, el estado negaba todavía la existencia del tema revolucionario en las artes literarias y poco

era lo que se permitía en cuanto a la difusión de estas obras.

Además, el mismo Villa era aún un héroe negado por el Estado pero aceptado por el pueblo, además de

primordial para los autores; es por ello que los cuentistas que lo tenían como eje central eran poco difundidos por las

herramientas del Estado. Y Muñoz eso era, era un autor casi monotemático (y siempre lo fue, a excepción Santa

Anna. El dictador resplandeciente, obra que aún no se publicaba); su tema era la Revolución y más precisamente el

movimiento villista, pero no era el único, las memorias de Guzmán tenían más peso en la idealización de Villa, por

ejemplo. Y es por eso que Muñoz no es muy difundido. Hubo autores que fueron difundidos por no ser

monotemáticos como Muñoz y que por ello lograron impactar incluso con sus obras acerca de la Revolución.

Definición de actantes y unidades funcionales

Actantes Principales General Gálvez, caudillo militar del norte

General Chávez, caudillo militar del sur

Secundarios Viejo soldado de Chávez con una pata de palo

Dos soldados de Chávez que entran a la cantina

El perro

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Oficial de las fuerzas de Gálvez

Mayor de las fuerzas de Chávez

Dos grupos de soldados de las fuerzas de Gálvez

Incidentales Escolta del oficial de las fuerzas de Gálvez

Mujer del soldado muerto de Chávez

Tres soldados que acompañan a mayor de las fuerzas

de Chávez

Jinetes que acompañan a Chávez

―Colorados‖ de Gálvez

Mencionados El gobernante envejecido y vencido

Soldaderas y soldados en la calle

Curiosos en la calle

Unidades

funcionales Narrador/narradores Un solo narrador omnisciente

Lugar en donde sucede la acción

narrativa

Ciudad de México

Tiempo Histórico Inicia en un hipotético seis de

diciembre de 1914

Narrativo

Tres meses en pasado y presente en una línea narrativa simple que va del

pasado al presente

De lectura Cerca de veinte minutos

Elementos significativos

Es, pues, el momento de hablar de las características de este cuento para situar los elementos que nos alimenten el

nivel explicativo del trabajo que aquí realizamos. Como lo hemos hecho, analicemos el cariz histórico de esta obra

que, como la anterior, es un hecho ficticio pero en contraste, este cuento está sobrepuesto sobre un hecho histórico

verificable y efectivamente ocurrido. ¿De qué nos habla la historia? De la entrada de los grupos revolucionarios

triunfantes en la capital del país y nos dice que son dos grupos: el del norte y el del sur. Comienza la narración

primero presentándonos a los dos generales de estas fuerzas.

EL GENERAL Gálvez era el caudillo militar del norte.

El general Chávez iluminó el sur con su genio guerrero.

Separados uno de otro por la distancia enorme que el espejismo de los desiertos se complacía en

agigantar, parecían tener, sin embargo, ideales semejantes, propósitos hermanos, anhelos comunes

que los llevaron a las armas en una lucha luenga y cruel contra la tiranía. Ya en detalle, uno y otro

eran enteramente distintos: desde su aspecto, imponente en el norteño gigantesco, de grandes bigotes

rubios y mirada azul acero; un tanto ridículo en el suriano de blancos calzones ajustados a las piernas

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zambas, sus cuatro pelos erizados como cepillo sobre los boludos labios, y sus ojos, recelosos,

nocturnos, de pájaro de sorpresa. Y en cuanto a ideales, anhelos, propósitos, ¡eran también tan

distintos!

Inmediatamente nos refiere la entrada triunfante de estos generales al Palacio de Gobierno que permiten situar

históricamente la historia.

En finos caballos (más grandes el de Chávez, quien por esto aparecía aún más pequeño), recorrieron

las anchas avenidas luminosas, atropellando la multitud de sus nuevos, espontáneos y desconocidos

admiradores. Así, las fuerzas aliadas llegaron hasta el Palacio de Gobierno, bajo y largo, que a

distancia parecía una tapia de corral pintada de rojo; ya frente a él, sus grandes proporciones

sorprendían, los huecos enormes de las ventanas, por donde podía pasar una locomotora; las

altísimas rejas de hierro y latón bruñido, de los balcones; el astabandera atrevido y erecto como una

torre… En el gran balcón central, los dos caudillos se mostraron ante la multitud entusiasta […].

¿Pero esto qué es lo que nos dice? Bastante. Una entrada como la que se nos describe se llevó a cabo el seis de

diciembre de 1914, cuando los ejércitos de Villa y de Zapata entraron en la Ciudad de México como fuerzas

triunfantes de la Revolución dirigida por Carranza. Ese día se hicieron grandes celebraciones por el triunfo, se dieron

discursos, y se tomó la famosa foto en la que se ve a Villa en la silla presidencial junto a Zapata. Y es claro en la

narración que Gálvez es Villa y Chávez es Zapata, sin embargo podemos ver en la descripción de los propios

personajes la afición del autor por la figura de Villa en la imagen de Gálvez, a quien describe como un hombre

grande y fuerte con respecto a la figura de Zapata en la imagen de Chávez, descrito como pequeño y tímido.

[…] Gálvez inclinado hacia adelante, de codos sobre la balaustrada, pareciendo querer levantar con

su diestra poderosa al pueblo que se movía abajo, como arenas revueltas por un remolino de viento; y

Chávez, pequeño, bajo un sombrero de palma adornado con negras calaveras bordadas en el ala

arriscada hacia arriba, asomaba apenas su cabeza de indígena sobre los latones relumbrantes y los

hierros retorcidos. Un guasón de la multitud le gritó: “¿Por qué estás sentado, Chávez?”, pero no era

que estuviese sentado, sino que así era él de pequeño.

De igual manera se nos describe más profundamente el carácter cuando vemos los discursos que estos dicen en el

palacio de gobierno. Sin embargo la descripción no es completa, es, como en la mayoría de los cuentos de Muñoz

una formulación simple del personaje que el lector puede completar si logra hacer la asociación con los personajes

históricos.

Gálvez habló él primero. Antes de guerrero había sido comerciante, leyó novelas, hizo algún mal

verso, y al convertirse en caudillo se dedicó decididamente a la oratoria. “Henos aquí, a los

luchadores del sur y del norte, en estrecho abrazo sobre el cadáver de la podrida dictadura; la sangre

que unos y otros hemos derramado sobre cien campos de batalla, servirá para unir los témpanos de

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granito en que fincaremos la prosperidad de la patria; a partir de hoy, veréis volar sobre vuestras

cabezas la paloma divina de la paz. Los hermanos estamos aquí, unidos para siempre…”

La grande ovación hizo sentir una poca de envidia a Chávez. Aquel “grandote” sí sabía atraerse a

la gente; no sería difícil que lo hiciera menos a él, en vez de darle, cuando menos, la mitad de la

gloria y del provecho. Y desbordando los brazos sobre el balcón, echado hacia afuera como un

muñeco que consistiera solamente en cabeza y manos, dijo también su discurso: “Justamente es lo que

dice mi general Gálvez: aquí vamos a abrazarnos para hacer las paces; ya no habrá peleas, ya no

habrá guerras; ahora los dos mandamos aquí por mitad. Eso que dijo de la paloma es muy cierto.”

Pese a todo, vemos cierto carácter burlesco en la descripción de Chávez y vemos en su expresión oral una diferencia

marcada entre los dos personajes. Con respecto a la expresión oral, hay a lo largo de la historia múltiples ejemplos de

la forma de hablar de los soldados de las dos facciones, que es muy acercada. Mostramos unos cuantos ejemplos.

–¡Ora, viejo bruto! ¿No ve que el perrito está jugando? ¡No le pegue!

–Si ya lo mató…

–¡Borracho jijo de la borrega! ¡Qué valiente es con los pobrecitos animales! Póngase con un

hombre…

–¡Oye, tú! ¿Es cierto que mataste a uno?

–Pues la verdá es que sí. Me mató mi perro…

–¿No sabes la orden del día? Todo miembro de las tropas que cometa un acto de violencia será

inmediatamente ejecutado por el superior que se encuentre más próximo. ¡Toma!

–¿Conque tú fuiste, no?

–Yo mero, y ni presumo.

–¡Quiébrenlo!

Ora unos, ora otros, se expresan definiendo su carácter social y con ello el autor nos dice que pese a la diferencia en

los jefes los soldados son muy parecidos. Otra cosa en la que los soldados se parecen y que es uno de los ejes de la

historia es la propia violencia a la que están acostumbrados y que lleva a transformar a la ciudad en un campo de

batalla. Como hemos dicho, a partir de la muerte de un perro se suceden uno tras otro diversos asesinatos entre los

soldados de las dos fuerzas que llevan a una batalla interminable. El hecho es llevar la violencia que para un

hipotético lector de la Ciudad de México estaría lejos, a un escenario más cercano es violentar la propia lectura por

medio de la misma violencia de la batalla. Esto es fundamental como lo es en la mayor parte de los cuentos de la

Revolución pero se destaca en esta historia por el hecho de que el acto violento en sí llega a otro nivel cuando se

acerca al lector. El campo en armas se convierte en la ciudad en armas. La muerte sucede en las calles, bajo el

alumbrado, sobre el adoquín.

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Porque el pleito comenzó en la alcoba.

Siguió en el vestíbulo,

bajó las escaleras,

salió al jardín,

huyó a la calle,

se difundió por todos los barrios de la ciudad,

incendió cuarteles,

derribó defensas,

ensangrentó avenidas,

atemorizó habitantes,

E hizo tantas y tan diversas barbaridades, que uno de los dos bandos tuvo que salirse. “No crean

que tenemos miedo –dijeron los últimos al alejarse– nomás vamos por refuerzos”.

Efectivamente, fueron y volvieron. De esto hace tres meses y todavía se sigue combatiendo.

Las muertes son muchas: la del perro, la del viejo, la del soldado, la del oficial, la del mayor y de ahí las de las

batallas, incluidas las de Chávez y Gálvez. Veamos qué es lo que desata todo.

[…] Allí había varios paisanos, entre ellos un inválido, viejo soldado en olvido por ebrio y por

inservible; usaba una pata de palo, gruesa y reforzada con clavos cabezones y anchos cinchos de

hierro, y para dar firmeza a su paso, se apoyaba en un bastón enorme, casi un cayado, en que su

paciente navaja había dibujado su biografía. Ebrio, relataba las veces que había estado en campaña,

matando a muchos de “estos perros bandidos”, cuando entraron dos soldados, seguidos por el perro

de uno de ellos, can amarillo y desconfiado, aparentemente humilde, pero de ojos iracundos y largos

colmillos agresivos. Debe haberle caído mal el inválido, porque le gruñó, y cuando la pata de palo dio

un vuelo de péndulo hacia él, le tiró un mordisco y se le quedó prendido, hincando los colmillos en el

viejo madero herrado.

Los apuros del inválido para desprenderse del can provocaron las risas unánimes, y éstas, el enojo

incontenible del patepalo, quien rápidamente, recargado en el mostrador de la cantina, golpeó con su

bastón la cabeza amarilla y enjuta, hasta destrozarla a golpes sobre uno de los cinchos.

–¡Ora, viejo bruto! ¿No ve que el perrito está jugando? ¡No le pegue!

–Si ya lo mató….

Esta muerte, la del perro, desata los actos de violencia con los que el autor nos define que unos y otros tienen la

sangre fría y que poco reparan en el propio hecho de la muerte, del asesinato, les es común. Por otro lado esto nos

deja ver una característica típica en los cuentos de la Revolución; el ―revolucionario‖ que normalmente aparece en

masa nos es mostrado en esta historia en particular en personajes unitarios pero, hay que decirlo, a su alrededor sigue

la masa, los grandes contingentes. La violencia llega a tal extremo que los mismos generales se ven enfrentados en el

hecho mismo de matar por matar y vemos sus muertes, mostradas como algo sin sentido, en medio de la turbulencia

imparable.

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Más por intuición que por conocimiento, Gálvez llegó hasta la alcoba en que Chávez descansaba la

fatiga de la medianoche, reclinado sobre una gran cama de dorada talla florentina y largos cortinajes

de brocado lila. En tomo al lujoso lecho, veinte soldados de la guardia personal del jefe, dormían

sobre las alfombras persas y los tapetes de sedosas hebras largas.

–¡Óigame, generalito de estiércol! ¿Qué derecho tiene usted para andarse metiendo con mi gente?

¿Así entiende la concordia entre dos ejércitos hermanos? ¿Esa es la unidad de ideales entre norte y

sur? Me mató usted a Gómez, que era como mi hijo, y ahora va a ver quién es Gálvez…

Chávez se incorporó a medias entre almohadones de pluma, forrados en suave seda de lánguido

azul; con los ojos aún legañosos y ronca la voz, contestó débilmente:

–Mire, compadre, no me vaya a salir otra vez con la paloma; mejor es que…

No terminó. Fue reclinándose en los cojines, con la cabeza echada hacia atrás y la boca muy

abierta, por la que se le salía la sangre a golpes, como de hipo.

Había recibido una bala arriba del ombligo, ahí donde se tienta blandito entre las costillas que

hacen ondas. Cuando entra ahí un disparo, sale mucha sangre por la boca, y el pobre de Chávez, no

tuvo ni tiempo para apretarse el vientre, o para descolgar su pistolón, que pendía del ala de un grifo

dorado que se elevaba en la cabecera del lecho.

También ahí murió Gálvez, y muchos de sus hombres, y muchos de los de Chávez. Los muertos

quedaron en el lecho, junto al lecho y bajo el lecho. Porque el pleito comenzó en la alcoba..

Como vemos aquí también está muy clara la idea del caudillo; ambos son el caudillo y el enfrentamiento entre dos

caudillos tan diferentes provoca la confusión; puede haber dos autoridades porque se enfrentan. En el hecho histórico

los generales se marchan pronto de la ciudad y en el hecho ficticio no alcanzan a hacerlo porque se enfrentan muy

temprano, en ambos casos la tensión está presente porque dos caudillos, acostumbrados a la batalla, están cerca. En

resumen la historia se destaca por la puesta en crisis de la idea de una Revolución unificada y por la crítica al

carácter violento del revolucionario.

Oro, caballo y hombre

Sinopsis de la obra

Un grupo de soldados villistas camina por el desierto y está por llegar a Casas Grandes. Los hombres vienen

cansados y desmoralizados por la pérdida en las batallas de Celaya. Pero quien los dirige, un hombre fuerte y

violento, les arenga que sigan pues adelante viene lo pior. Rodolfo Fierro es ese hombre y el autor nos describe a un

ser brutal, física y psicológicamente hablando. Este hombre al llegar a una laguna decide cruzarla por el medio,

después de que muchos de los hombres la bordearon; algunos le siguen. El hombre lleva en su caballo y en su ropa

grandes cantidades de oro que hace que el caballo avance por el lodo del fondo con poca seguridad. Sus hombres se

detienen y le recomiendan seguir por la orilla, pero Fierro se niega aduciendo a su valor. Poco a poco el caballo se va

atascando en el lodo hasta que no puede avanzar y se comienza a hundir. Fierro trata de salir sin dejar el oro e

incluso carga el del caballo, pero el peso le impide avanzar. Pide ayuda a sus soldados prometiendo recompensa y

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estos lanzan sus cuerdas más por el dinero que por su general. No logran ayudarlo y al poco rato el hombre queda

ahogado. Se les da aviso al resto y continúan. Un oficial japonés regresa después con una lancha para buscar el

cuerpo a buceo. Por la noche, los soldados comentan el hecho, lamentando la pérdida del caballo y del oro, pero

ninguno lamentó la desaparición del hombre.

Definición de la obra

Este último cuento que trataremos también pertenece a Si me han de matar mañana y por ello no abundaremos en

este apartado en lo genético y social que se define alrededor del cuento porque repetiríamos datos que usamos para el

cuento anterior. Hablaremos mejor de la importancia que tuvo al publicarse y de la que logró tras la muerte de

Muñoz hasta difundirse muy ampliamente en diversas antologías. Este cuento también habla de un hecho histórico

comprobable y acontecido en la realidad; la muerte de Rodolfo Fierro. Es tal vez por ello que es el que se ha

privilegiado de entre los cuentos de Muñoz, porque habla de la muerte de un enigmático personaje histórico que

siempre fue oscuro y que ha sido tratado por la historiografía muy veladamente como uno de los villanos, es,

podríamos decir, el lado oscuro de Villa, la parte violenta y amarga de la División del Norte.

Este cuento ha sido publicado en todas las antologías de la obra de Muñoz que existen, al igual que ―El

hombre malo‖, ―El feroz cabecilla‖ y ―Looping the loop‖. Además, ha sido seleccionado para, por lo menos, ocho

antologías de cuento (mexicano, de la Revolución…) y es el que más tinta ha gastado en los análisis de cuento en lo

que respecta a las obras de Muñoz. Como vimos antes, es una obra de madurez y se ve al tratar con una muy fina

sátira el hecho de esta muerte. Nos dibuja un personaje muy completo en pocas líneas y su muerte, junto con la

actitud de los soldados ante ella, refuerza esa construcción. También nos dibuja la moral de los soldados de la

División del Norte tras ser vencidos y podemos adivinar en él las situaciones que se encuentran alrededor de la

historia y que la historiografía nos plantea. Es pues, la obra más importante, en lo que se refiere a cuento, de Rafael

F. Muñoz.

Definición de actantes y unidades funcionales

Actantes Principales Rodolfo Fierro

Secundarios Soldados que bordean la laguna

Seis o siete soldados que avanzan por la laguna tras

Fierro

Caballo de Rodolfo Fierro

Incidentales Oficial japonés

Unidades

funcionales Narrador/narradores Un solo narrador omnisciente

Lugar en donde sucede la acción

narrativa

Laguna frente a Casas Grandes Chihuahua

Tiempo Histórico En octubre de 1915

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Narrativo

Pasado en una línea narrativa simple

que va del pasado lejano a otro pasado

más cercano

De lectura Cerca de quince minutos

Elementos significativos

Es el momento de destacar las características de esta historia a partir de los elementos que nos presenta la propia

narración. Primero que nada, históricamente es uno de los cuentos más interesantes de Muñoz porque habla de un

hecho histórico muy bien identificado que es la muerte de Rodolfo Fierro, uno de los principales dirigentes de Villa y

es también uno de los pocos cuentos en el que nos da los elementos completos y directos que hacen que lo

relacionemos con el hecho histórico. Nos dice que de quien habla es efectivamente Rodolfo Fierro con su nombre

completo y luego nos describe su muerte. Empero, los elementos para asociar el hecho histórico con la obra se dan

desde antes. Veamos.

COMO EN Casas Grandes terminaba la línea férrea, los villistas que se dirigían rumbo a Sonora

bajaron de los trenes, echando fuera de las jaulas la flaca caballada y después de ensillar

emprendieron la caminata hacia el Cañón del Pulpito.

Y los deshilachados restos de la fastuosa División del Norte, los poquísimos que no se habían

“rajado” después de los combates de Celaya, echaban “pa' delante, a buscar lo pior”, con

movimiento de hombros que decía “¿qué más da?” y una contracción de labios que era desdén para

la vida y reto a la muerte.

Con esto, el autor nos permite situar la historia después de abril de 1915, fecha de las batallas de Celaya y nos dice

explícitamente que nos está hablando del grupo villista. Sin embargo, en este cuento no nos muestra a un grupo

vencedor, sino vencido; es una de las pocas historias de Muñoz en la que vemos el momento en el que la División del

Norte es vencida. Casi siempre nos muestra a la Bola en sus momentos de gloria; y esto no es gratuito, nos está

hablando de la muerte de Fierro, un personaje que ha pasado a la historia como despiadado y cruel y es así como nos

lo muestra.

A la cabeza del grupo iba un hombre alto, con el sombrero tejano arriscado en punta sobre la frente,

tal como lo usaban los ferrocarrileros, “los del riel”. Rostro oscuro completamente afeitado, cabellos

que eran casi cerdas, lacios, rígidos, negros; boca de perro de presa, manos poderosas, torso erguido

y piernas de músculos boludos que apretaban los flancos del caballo como si fuera garra de águila.

Aquel hombre se llamaba Rodolfo Fierro; había sido ferrocarrilero y después fue bandido, dedo

meñique del jefe de la División del Norte, asesino brutal e implacable, de pistola certera y dedo índice

que no se cansó nunca de tirar del gatillo.

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Vemos la descripción de este personaje y notamos que es simple, pero aquí el simple dato externo nos permite

conocer el fondo del personaje: los cabellos que eran casi cerdas, lacios, rígidos, negros y la boca de perro de presa

no sólo nos hablan de lo físico, también nos está describiendo cierto carácter del personaje y nos dice el autor cómo

es que quiere que lo veamos.

Ciertamente esta historia es de un estilo sencillo. Nos narra las cosas cronológicamente, nos da

descripciones simples pero está hecha claramente con más malicia que las primeras obras. La aparente sencillez

oculta al lector la intención del que escribe para hacerlo aborrecer al personaje. Éste es profundamente violento y es

en el que se encierra esta característica esencial de las historias de Muñoz en este caso. Este carácter no sólo se nos

describe sino que se ve en las palabras del propio Fierro. Tomemos tres ejemplos.

–¡No hay que rajarse, muchachos! ¡Síganle, que ya verán cómo pa' delante está pior…!

–Los caballos andan mejor en el agua que en la nieve –dijo y metió espuelas. El animal dio un gran

salto, penetró en la laguna levantando un abanico de agua con cada pata, siguió adelante braceando

a un metro de alto y chapoteando con regocijado estrépito–. Éste es el camino para los hombres que

sean hombres, y que traigan caballos que sean caballos… ¡Adelante!

–¡Cuidado, mi general! ¡El caballo se está hundiendo!

–Pos va a salir a puritito pulmón…

–No lo menee mucho, porque se le atasca…

–¡Vete a dar consejos a las viejas! ¡Yo sé lo que hago!

Como vemos éste es un hombre osado y altanero y esto en lo que lleva el hilo de la historia. Recordemos: Los

soldadazos continúan su camino hacía el norte a caballo tras finalizar las vías férreas y frente a Casas Grandes se

encuentran con una laguna que la mayoría rodea, no así Fierro que sigue desafiante todavía después de que su

caballo comienza a no poder avanzar hasta el punto en el que se encuentra totalmente atascado y el hombre no puede

salir por el peso del oro que lleva encima, mismo que lo hace ahogarse. Entonces este carácter violento de Fierro es

lo que le determina su propia muerte. Es de notar el ya refinado sentido satírico del autor.

Por otro lado Fierro representa también al caudillo y sus acompañantes al ―revolucionario‖. El primero,

fuerte, líder, violento y sumamente osado; y el segundo anónimo y en grupo. Empero el caudillo que se nos muestra

esta vez no es un caudillo que triunfa o que muere por su valor en batalla o que por su astucia sabe sortear los

peligros; este caudillo muere ridículamente ahogado por su botín y su altanería, incluso menosprecia a la propia

laguna, llamándola tal por cual charco. Pero el hecho más singular de esta historia es, sin duda, el ya mencionado

sentido satírico. El final es un remate de cómica amargura que tiene la intención de moraleja. Los soldados lamentan

la pérdida del caballo y el oro, no así la muerte de Fierro y con esto nos dice que ni sus subalternos le guardaban el

respeto de un jefe.

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La columna continuó su marcha en la nieve, y al ponerse el sol acampó en un bosque. Tronchando

ramas de pinos y cedros los villistas medio barrieron la nieve en algunos trechos, bajo los árboles más

grandes, y se acostaron a descansar.

Recordando el drama, algunos dijeron:

–¡Lástima de oro!

Otros:

–¡Lástima de caballo!

Y ninguno lamentó la desaparición del hombre.

En la historiografía cuando se habla de este hecho, acontecido en octubre del año ya mencionado, se hace casi

siempre una anotación. Se dice que la muerte de Fierro fue tomada muy mal por Villa y le causó pesar, no así por el

resto de la División que vio esta pérdida con agrado ya que Fierro despertaba muchos odios. Desde el principio así lo

fue y también lo refiere la historiografía, muchos de los integrantes del ejército villista nunca entendieron por qué el

Centauro le guardaba tanto respeto y cariño a Fierro ya que siempre fue, según cuentan, muy desalmado. Lo que

también es cierto es que el propio carácter de Fierro le permitía a Villa utilizarlo como ejecutor de acciones que

algunos de sus cabecillas no se atreverían a hacer; Fierro le servía a Villa y pese a su carácter siempre le fue fiel y

éste sabía que contaba con él. En este cuento se refleja fielmente lo que la historiografía nos dice con respecto a

cómo se le veía a Fierro en las filas villistas y es claro que el autor quiere trasmitirle al lector este sentimiento de

desagrado. En síntesis, este cuento, que ha sido tan reeditado, tiene su atractivo en tomar a una figura tan enigmática

de la Revolución Mexicana y en narrar uno de los hechos que, pese a ser muy menor, es también muy atípico y por

tanto cautivador para la construcción de la memoria de la Revolución Mexicana.

Hasta aquí nuestro análisis de los cuentos. Finalmente pasaremos al nivel explicativo de este trabajo en

nuestro capítulo de conclusiones en donde podremos decir si es que este trabajo logró las finalidades que se

planteaba y cuáles son los elementos para poder concluir esto.

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CONCLUSIONES

Para concluir este trabajo, en esta última parte haremos la valoración del trabajo anterior y resaltaremos las

conclusiones a las que hemos podido llegar, además de que explicitaremos algunas más que no han sido expuestas de

forma concreta debido a que pertenecen a una reflexión posterior al mismo. Para poder hacer estas valoraciones,

antes que nada recordemos las finalidades que el trabajo tenía en un principio, mismas que fueron expuestas en al

Introducción y que ahora sólo repasamos de forma breve.

Primeramente recordemos el objeto de estudio. Dijimos que éste era la construcción de la obra literaria

como fuente para la comprensión de un proceso histórico y que esto se hacía con el fin de encontrar en la obra

literaria elementos que no brinda la historiografía en la reconstrucción del pasado histórico. Estos elementos, no

sustituyen a las otras fuentes sino que ayudan a complementar la comprensión del proceso. Luego, la hipótesis del

trabajo es la puesta en crisis de la validez de los mecanismos que se articulan para la ya dicha construcción de la obra

artística como fuente histórica. Es decir, el trabajo es, a la vez que una construcción de la fuente histórica, también

una propuesta de herramientas para esta construcción. Ya utilizadas como lo hemos hecho, podremos, a través de los

resultados, evaluar si es que estas herramientas son las correctas para esta construcción.

Por último, recordemos en sí las herramientas propuestas. A través del análisis semiológico se buscó

configurar un diseño de métodos que lograra darnos la información que buscábamos en el análisis de las obras. Estas

técnicas fueron definidas, primordialmente, por los niveles de análisis de esta teoría: el genético, el social y el

interno. Al sustrato de nuestro objeto de estudio que era la cuentística de Rafael F. Muñoz dentro de la corriente de la

narrativa de la Revolución Mexicana se le iba a analizar en estos tres aspectos. El genético, es decir, a partir de su

autor o nuestra primera vía de estudio; el social, es decir, a partir de su contexto, labor que fue en tres vías más: la del

papel que tiene en la historia de la literatura mexicana, la de su papel dentro de la coyuntura histórica que es la

Revolución Mexicana y la de su papel dentro del contexto de la cuentística en general de esta corriente literaria; por

último el nivel de análisis interno, en donde se haría un análisis a la propia obra para rescatar elementos históricos.

Finalmente, todos los resultados de estos cinco ejes definidos por los tres niveles del análisis semiológico se llevarían

a un nivel de explicitación que es en sí el presente capítulo de Conclusiones.

Recordando esto, pasaremos finalmente a nuestra explicitación. Esto se hará en dos sentidos; el primero es

el de comprender al cuento de la Revolución Mexicana como una fuente histórica y el segundo, más breve, que es el

de comprender al cuento como una herramienta de difusión ideológica. Cómo funciona esto en los dos sentidos. Una

finalidad ulterior sería hacer este tipo de análisis con otras artes pero comenzamos con la literatura y más

precisamente con la narrativa para poder definir el objeto de una forma muy concreta, pero haremos algunos

comentarios acerca de este fin ulterior.

El cuento como fuente histórica

La narrativa de la Revolución Mexicana logró articularse como una de las corrientes literarias más importantes del

siglo XX, no sólo en México sino en toda Latinoamérica en sus dos géneros que son la novela y el cuento. Como

hemos visto, primero en el Capítulo III y luego en el V ya en el análisis de obras en concreto, una de sus

características, tal vez la primordial es la de representar hechos históricos. Su origen, en la prensa le dotó de algunas

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características más como son el sentido cronológico en las diégesis literarias, el apego a la realidad como es

entendida por el autor y la utilización de personajes que tienen su sustrato en personas reales. Todo esto lo hemos

podido evidenciar para el caso de la obras de Muñoz, es decir, verificamos que efectivamente existen estas

características en los cuentos y para el caso de los de este autor vemos incluso un sentido crítico de la historiografía y

la prensa que acompaña a esta formulación histórica.

Luego entonces sí se encuentran datos históricos en los cuentos pero hay que tomarlos con cuidado y

siempre cruzarlos con la información historiográfica para ver qué es lo nuevo que nos dicen del hecho en sí, tal y

como lo hicimos en el capítulo anterior. También es importante tener el dato del contexto histórico y literario en el

que se produce la obra, así como el propio contexto del autor y en donde se marca lo que analizamos dentro del

curriculum del mismo es por ello que los apartados en donde hablábamos de los elementos significativos de las obras

cruzábamos los datos obtenidos del cuento con datos del propio autor y del momento en el que fue publicado el

cuento en lo que respecta a lo histórico-literario.

Para ejemplificar esto daremos ejemplos de algunos datos interesantes que encontramos en las obras. En ―El

hombre malo‖ y ―Dos muertos‖ se nos muestran dos visiones diferentes de hechos muy cercanos entre sí, ambos

cuentos hablan de algunos momentos de las primeras batallas de la División del Norte al mando de Villa entre

septiembre de 1913 y enero de 1914 en los que el ejército villista sale victorioso de la mayoría de las batallas y llega

a tener tanta fuerza que Villa logra tomar el poder en el estado de Chihuahua. El primer cuento nos da la visión de las

fuerzas villistas, se nos muestra un ejército victorioso, altivo, despreocupado en la imagen de los personajes que se

encuentran en la historia; el segundo nos muestra al ejército federal amedrentado y con una moral muy baja, siendo

vencido. Ambos son testigos de una violencia tremenda, los fusiles y cañones son elementos comunes junto con la

muerte y la construcción de este terror le permito al autor mostrar el ánimo de ambas fuerzas. Incluso, en el caso del

segundo cuento, se nos describen las estrategias de batalla y con ello podemos tener una visión muy íntima de lo

representado. Hay que recordar que la información con la que Muñoz construye sus historias es recogida, según dice

él mismo, de entrevistas con los actores del hecho y por ello podemos decir que lo descrito si no es cierto, a lo menos

es verosímil.

Por el contrario en ―Oro, caballo y hombre‖ se nos muestra también a la División del Norte pero esta vez en

pique, después de las batallas de Celaya en la segunda parte de 1914. Los soldados en esta obra se nos dibujan

cansados, se habla de deserciones y se muestra en general un ánimo muy decaído sólo contrastable con la misma

imagen de Rodolfo Fierro, siempre altanero y desafiante, como signo de un caudillo que no pierde el ánimo. Empero,

este mismo carácter sirve al autor para configurar una sátira del personaje, que a partir del hecho real y verificable de

su muerte, construye una burla del mismo que tiene su sustrato en lo desagradable que era en vida, tanto en la

realidad como en la historia que nos cuenta.

Con respecto a la sátira los otros dos cuentos que analizamos son ejemplos importantes; tanto en ―El feroz

cabecilla‖ como en ―El perro muerto‖ el autor hace una crítica satírica a diversos autores de la Revolución. En el

primer cuento, otra vez a partir de un acto de Villa, el primero en la Revolución, construye un marco ficticio en el

que un simple soldado es configurado por la propaganda del poder estatal como un importante dirigente

revolucionario. Concluye el cuento haciendo una burla también a la historia que recuerda a este soldado como aquel

feroz cabecilla. En el segundo, la crítica va dirigida a los propios grupos revolucionarios a los que generalmente

alabó y esta vez nos los dibuja como grupos incontenibles de poca reflexión que llegan al asesinato sin vacilar. Es

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también un hecho que a partir de la realidad histórica narra un hecho ficticio pero que se vuelve verosímil y

profundamente apremiante.

Como vemos, los datos que podemos tomar de las obras literarias nos permiten complementar en más de un

aspecto a los datos de las fuentes históricas, propiamente dichas. Si logramos, por medio de este análisis que se

propone la investigación presente, identificar el sustrato histórico, el totalmente ficticio y la interpretación del autor

acerca del hecho que narra, podremos decir algo más de ese hecho y para ello es importante distinguir lo genético y

social en el cuento para la identificación de estos datos. Si no conociéramos lo que está alrededor del cuento con

respecto al autor y el ecumene social y literario sería más difícil hacer esta identificación; por eso los cuatros

capítulos que anteceden al análisis propio de los cuentos son tan importantes; toda esa información nos es

indispensable para hacer el análisis y es por ello que creemos que sí son correctas estas herramientas pero también

creemos que hace falta afinarlas para que el trato con las obras sea más puntilloso.

Esto es lo que podemos decir con respecto a lo que ya hemos identificado de lo que es el cuento como una

fuente construida para la escritura de la historia. Osadamente atrevemos a insinuar que esto no sólo se puede hacer

con la obra literaria, que cualquier otra arte puede ser tratada de la misma manera; sin embargo, el análisis último de

la obra, el que busca el etymon interno de ésta, debe tener herramientas propias para cada arte. Entonces, volviendo

al cuento, es muy valioso lo que la obra nos dice pero hay otro dato que es indispensable y que corresponde al

criterio del investigador; la selección de la obra a analizar, no todo cuento es susceptible de darnos esta información,

habrá algunos que sean producto de profundas introspecciones del autor o que traten temas tan universales que el

situarlos históricamente sea difícil y, aunque en esta corriente poco se halla de esto y por ende es fácil encontrar las

obras que nos brinden valiosa información histórica, la selección debe de ser siempre muy reflexionada, debe ser

precedida de una amplia lectura del genero, corriente y/o autor para que las obras que analicemos sean las precisas.

Creemos que ese fue el caso para esta investigación pues esto nos parecía primordial, nos era claro que el análisis era

lo más importante y que por tanto la selección de lo que se analizaría debía ser correcta. Ahora pasemos a explicitar

los resultados de nuestra investigación en lo que respecta a la función ideológica de estos cuentos que identificamos

a partir del análisis.

El cuento como herramienta ideológica

Ideológicamente el cuento de la Revolución Mexicana creemos que es muy atípico. Normalmente el arte en cuanto a

su función ideológica implica características que muchas veces se dan por hecho. El arte generalmente es una

herramienta del Estado para la difusión de su ideología dominante a las masas y esto se da porque generalmente las

corrientes artísticas privativas de un lugar y un momento determinados se definen desde espacios académicos

subsidiados por el Estado que definen parámetros de los que pocos artistas se escapan.

Para el caso de la narrativa de la Revolución esto no fue así, la corriente se fue definiendo a partir de

múltiples determinaciones que podrían parecer aleatorias, y que a lo menos no eran dirigidas desde espacios

académicos. Las novelas y los cuentos de la Revolución se hicieron en la prensa, y no sólo en la prensa del Estado,

también en la prensa contestataria; muchas veces incluso fue una herramienta de crítica al Estado mismo (para el

caso de Muñoz no fue así) como lo fueron las obras de Ricardo Flores Magón, Heriberto Frías y otros tantos. De

hecho, la literatura con tema revolucionario fue negada y eso se evidencia cuando en concursos y estímulos a

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escritores nunca se veían beneficiados los que escribían de ello. No fue sino hasta la posrevolución que la narrativa

revolucionaria fue aceptada e incluso alentada por el Estado. Esto responde a varias cosas; primero a lo que ya

dijimos, que podía ser un potencial factor de ataque en contra del poder establecido; luego porque las figuras que

más resaltaban en la corriente eran incomodas para el Estado o hasta o hasta negadas; también porque hablaban de

hechos cercanos y esto sólo, pese a que no hubiera crítica incluida podría resultar perturbante o contrario para ese

mismo poder.

Para el caso de Muñoz, que nunca fue un crítico estructural del Estado, y que incluso fue parte de él vemos,

empero, que sus obras podían parecer no propicias para la difusión ideológica. En casi todas sus obras de cuento y su

principal novela la figura era Francisco Villa, que nunca dejó de ser un personaje negado por el Estado en su

memoria de la Revolución. No es sino hasta muy tarde que Villa se sumó a la ―familia revolucionaria‖. Pero Villa no

sólo estaba presente en Muñoz, incontables son los autores que se ocuparon primordialmente de su figura y no

únicamente en la literatura; la fotografía, el cine y hasta el teatro y en menor medida las artes plásticas fueron

seducidas por su figura para tratarlo en las obras.

Regresando a Muñoz que, reiteramos, no buscó ejercer presión al poder establecido vemos, sin embargo,

que también ejerció el sano pasatiempo de la crítica, y de su crítica no se escapaba nadie, arremetió en contra tanto

del Estado como de los mismos grupos revolucionarios, con el de Villa incluido. Ejemplos de esto los encontramos

en los cuentos que aquí analizamos; en ―El feroz cabecilla‖, la propaganda del Estado se pone en crisis y en ―El perro

muerto‖, son los grupos revolucionarios contra quienes apunta su fusil de papel y tinta.

Caso aparte constituye la narrativa revolucionaria para después de 1940; es con la institucionalización de la

Revolución que se configura un discurso en el que ésta era sólo una y todos los actores, incluso los contrapuestos, se

sumaron como parte de un mismo hecho. Además la Revolución era vista ya como algo acabado y, por tanto, la

crítica potencial que se encontraba en esta corriente ya no atentaba contra el poder dominante de ese momento sino a

los poderes pasados, es por ello que se acepta a la corriente como una herramienta más de difusión ideológica e

incluso como una herramienta de aglomeración de las ideas divergentes que formaron parte de la Revolución.

En resumen, podemos decir que lo que se planteó en un principio para la configuración de esta investigación

sí resulta efectivo; las herramientas que utilizamos funcionaron para la finalidad de este trabajo, sin embargo, deben

ser afinadas y refinadas para trabajos posteriores. Se debe ajustar la mirilla con el fuste, o dicho de otro modo, se

deben definir los métodos y las herramientas para que un análisis como el que aquí hicimos se vuelva más eficaz. Por

otro lado los resultados de un trabajo como éste no son para nada últimos pues deben ser continuados y utilizados en

trabajos posteriores para entonces sí complementar la escritura de la historia que nunca será acabada. Es importante

tener en cuenta que hablar de ideología, proceso histórico, construcción historiográfica… deben ser procesos

continuados y que un trabajo como éste sólo representa un primer paso dentro de la formación de un investigador.

No son estas investigaciones, por mucho, completos trabajos de construcción histórica; son sólo atisbos, ciernes de

un trabajo de investigación. Esto queda claro.

En lo que respecta a nuestro trabajo acerca de la obra cuentística de Rafael F. Muñoz, pudimos desvelar

algunos elementos que nos dan pie para continuar un trabajo en el que se hable de la Revolución Mexicana desde la

obra artística que permita configurar una nueva interpretación de la coyuntura histórica. Estos elementos pretenden

ser parte de la configuración de posteriores trabajos históricos de análisis del arte que ayuden a escribir una historia

crítica.

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• • • • • •

El cuento que presentamos a continuación ha sido escrito como un homenaje a la creación de Rafael F. Muñoz y lo

ponemos a disposición del lector.

• • • • • •

LA ENTREVISTA

Dedicado a la memoria de don Rafael F. Muñoz

La carretera avanzaba en las ruedas del autobús bajo nuestros pies y nos introducía en un largo paraje estriado por el

sol que se le metía buscando beber la poca agua que quedaba bajo la tierra. ¡Qué poco amigo es el sol de las llanuras

rocosas!

Montaño Decidió pensar en lo que preguntaría al llegar con Muñoz y recordó las costras de sangre sobre las

que el viento dejaba una leve capa de polvo, buscando formar metáforas con las preguntas. No lo logró. No sabía si

preguntarle si es que el general Gálvez era Pancho Villa y si el general Chávez era Emiliano Zapata porque resultaba

muy obvio, pero le daba curiosidad conocer su opinión del por qué en el cuento Gálvez mataba a Chávez y porqué

aquél era tan magnánimo y altivo y el segundo, un tipo pequeño y amedrentado por la gran ciudad. Quería saber

también si es que Álvaro Abasolo era él mismo o si sólo era una idealización de su niñez. Quería preguntar muchas

cosas sobre detalles anecdóticos de las historias y a cada instante le llegaban más datos sueltos en preguntas

inconclusas pero no sabía si era prudente inquirir esas minucias.

Un par de días antes preparaba el tercer apartado de su trabajo sobre la obra de Muñoz cuando recibió una

llamada inesperada que le sacó de un trance de redacción. Contestó el teléfono y era la voz ronca y fuerte de un viejo

que le anunciaba ser la persona en la que pensaba como un objeto de análisis. Sólo un minuto antes había tecleado su

nombre en la máquina Canon y le pareció imposible que él mismo le estuviera llamando después de decenas de

recados con una secretaria de mal carácter.

¿Es usted Gerardo Montaño? Dijo una voz seca y gruesa. Efectivamente, yo soy. Habla Rafael Muñoz, le

llamaba porque me han informado que ha estado buscándome desde hace unos meses y quería saber qué se le ofrecía

de mí. Montaño respondió. Es usted muy amable en llamarme personalmente; mire, hice hace unos meses una

investigación sobre su trabajo con la finalidad de producir una antología de cuento de Chihuahua para Espasa-Calpe,

pero terminando el trabajo y la antología de la cual usted sabrá, me interesó continuar la investigación sobre su obra

para hacer una nueva antología de sus cuentos; debemos pedir el permiso para eso, cosa que está haciendo la

editorial y…

Si ya se está haciendo, ¿para qué me necesita a mí?, —interrumpió violentamente la voz seca— además esa

editorial tiene acceso a todo mi trabajo; lo ha editado desde hace años: vaya al punto. Sorprendido Montaño explicó.

Disculpe usted, es que además del trámite burocrático quería saber si le interesaba, o más bien dicho, —titubeó por el

tono agresivo— estoy buscando hacer una presentación de su trabajo que me gustaría que conociera; además quisiera

entrevistarlo y aclarar algunas ideas con usted; si es posible, claro.

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Un silencio infinito se dejó oír y tras unos segundos Muñoz inquirió. ¿Vive usted en Ciudad de México? No,

en Chihuahua. Respondió la voz sorprendida. Cierto, ¿cuándo puede venir? Cuando usted lo disponga, estoy libre.

Venga usted el viernes entrante si le es viable, puede quedarse en mi casa el fin de semana, llame a mi secretaria

mañana mismo para tenerlo en la agenda y para que ella le dé los datos necesarios, aquí hablaremos más

tranquilamente; nos vemos. Muchas gracias, nos veremos pues el viernes. Sí, sí, adiós. Y colgó.

Mientras divagaba más y más en las preguntas, se dio cuenta que la gente bajaba del autobús y molesto

interrumpió sus elucubraciones para bajar. Tomó sus cosas y pensó en ir a un hotel pero luego no quiso perder

tiempo y se dirigió de inmediato a casa de Muñoz. Dio un traspié y miró para arriba y se vio frente a la imagen de la

Virgen que está al centro de la estación y se sintió enjuiciado por sus ojos. Tras un gesto de desagrado se levantó y

llevó sus dos maletas al taxi más cercano y ya arriba dio la dirección al conductor.

Montaño conocía poco la ciudad, las muchas veces que había ido, tomaba siempre las mismas rutas y le

pareció que en cualquier momento alguien subiría al automóvil y tomaría todas sus cosas (por eso guardó copia de

todo en Chihuahua antes de salir), pero nada pasó. La turbulencia común de los viernes le sofocó y escuchaba las

bocinas, los vendedores, los motores y comenzó a inquietarse. No era hombre campirano pero se sintió, por primera

vez, abrumado por la ciudad, al punto que a medio camino pidió al taxista cambiar el rumbo para ir al hotel. Llevaba

años hospedándose en el mismo y pensó que ver un lugar familiar lo calmaría.

Casi una hora después llegaron y Montaño no podía esperar a bajar y registrarse. Así lo hizo y a los cinco

minutos estaba desvistiéndose para una ducha caliente. Montaño descansó. Con mucho nerviosismo llegó por fin a la

casa de Muñoz un par de horas después, una hermosa construcción porfiriana en el centro de Coyoacán y se sintió

amedrentado. No se decidía a entrar pues aún no llegaba la hora de la cita, pero no podía esperar más. Llevaba meses

buscando esta entrevista y no esperaría dos horas más. Tocó. En el interphone escuchó una voz femenina y él

respondió.

Soy Gerardo Montaño, tengo una cita para ver al señor Muñoz. Sin respuesta escuchó el seguro electrónico

abrirse y empujó la puerta. Cruzó la cochera por el camino marcado en el jardín, mirando las rojas bugambilias que

adornaban una vieja pared de roca. Planta y piedra se habían unido hace años y se sorprendió de lo solo que se sentía

caminando por ese igualmente vacío patio y llegó a la puerta de la sala que estaba entreabierta. Cruzó con temor y

vio al fondo del salón una figura de espaldas en un rasgado y descuidado sillón reclinable. ¿Señor Muñoz? Preguntó.

Llega usted temprano. Alegó la voz reseca. Puede acomodar sus maletas en la sala, en un rato vendrá Rosa para

guiarlo a su habitación. Me he hospedado en un hotel. Dijo en voz baja y temblorosa. La editorial lo pagará y así no

le causaré molestias innecesarias.

Le ofrecí mi casa sin problemas, esperaba que eso no fuera una contrariedad para usted; puede, si quiere,

quedarse aquí, insisto. Dijo la voz ronca con un tono impositivo. Muchas gracias, iré entonces más tarde al hotel por

mis cosas; disculpe. No importa, sólo creí que en eso convenimos; pues a lo que vino. El viejo por primera vez se

levantó, se dio la vuelta y se acercó para ver a Montaño. Se le quedó viendo como quien ve a un viejo conocido y

esbozó una sonrisa de agrado. Tal y como lo imaginé; cara afilada, nariz larga, tez blanca; mejor no lo pude haber

descrito.

Montaño se sintió amedrentado por las palabras de Muñoz y no alcanzó a articular palabra pero la cara del

viejo le seguía escudriñando. Te he esperado por años y estaba seguro que vendrías algún día pero pensé que sabrías

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a qué o a lo menos que serías consciente pero veo que no entiendes. Te habré de explicar. Señor, —dijo Montaño,

todavía extrañado— sé claramente a lo que vengo y se lo expliqué por teléfono, no entiendo a qué se refiere.

¿Has leído toda mi obra? Claro. ¿Conoces —dijo Muñoz— a Gerardo Montaño? Soy yo, ¿quién más?,

¿acaso no me presenté? En mi obra; a Gerardo Montaño. No comprendo. ¡Cómo es posible que hayas leído mi obra y

no entiendas lo que te digo!, dices trabajar con mis cuentos y no sabes aún quién es Gerardo Montaño; lo supuse

cuando vi ese gesto de sorpresa; leíste, supongo, la antología de Obras incompletas. Sí, claro, la he leído varias

veces. ¿Cómo es posible entonces que no hayas notado que la mitad del libro habla sobre ti?

Montaño quedó sorprendido y en su mente aseveró que la vejez había vuelto loco a Muñoz mientras lo veía

alejarse hacia su biblioteca, un salón desordenado y atestado de libreros llenos en desorden. Desde allá vio la luz

encenderse y escuchó la voz lejana del viejo que le invitaba a pasar. Se acercó más por morbo que por real

curiosidad, y mientras caminaba, veía los títulos de los libros pensando que de los gustos de lectura de Muñoz

aprendería más que de su demencia. Sacó del maletín que le colgaba un legajo de hojas y las sujetó del brazo, todavía

caminando dijo. Aquí está mi trabajo, si quisiera leerlo mientras voy al hotel. No es necesario, no saldremos de aquí.

Montaño se detuvo asustado esperando lo peor de la locura del viejo.

No te preocupes, no te mataré, no es necesario; lo que tú eres no se puede matar sino con un fusil de papel y

tinta. Sin comprender dijo. Mejor regreso más tarde, el hotel está lejos y si quiero volver antes de anochecer debo

irme ya. Ahora entenderás Gerardo, no tardo, déjame buscar tus libros para que veas, viejo amigo. Señor, me

confunde, insisto, no lo conozco más que como un autor; de verdad me pone nervioso que diga todo esto. Tras unos

segundos, Muñoz tomó un libro y luego otro y finalmente se acercó a una gaveta sobre el escritorio que estaba al

centro de la biblioteca y sacó un legajo de papeles. Puso todo en el escritorio y le dijo al joven. Ahora léete,

compréndete, te dejo solo; debo ir a despedirme de todos en la casa, luego partiremos.

Señor, conozco de memoria sus libros, éstos son El hombre malo y las Obras incompletas, no sé de qué sean

las hojas pero creo que no entiende, yo sólo vine a entrevistarlo y a preguntar su opinión de mi trabajo sobre usted,

no creo que esto sea necesario. Claro que lo es, lee; yo regreso en menos de lo que esperas, no temas. No temo, lo

que creo es que necesita escucharme para que entienda lo que vine a hacer aquí, —dijo Montaño ya con un tono de

desesperación ante la senilidad del viejo— no me haga ser descortés. Lee. Ordenó el viejo.

Montaño pensó en mejor dejar que saliera de la habitación para escabullirse y regresar con la noticia a su

editor de la enfermedad de Muñoz. Tanto trabajo perdido, —pensó— pero no vale la pena este martirio de soportar la

necedad, no aprenderé nada más. Y respondió. Está bien. Leeré lo que me pide. Bien, regreso pronto, están unos

separadores en donde te encontrarás; cerraré con llave para que no te molesten. Y salió. Montaño se quedó

estupefacto. ¡Cómo se atrevía a encerrarlo!, viejo loco. Y no le quedó más que esperar unos segundos a que se alejara

y cuando ya no escuchó sus pasos buscó forzar la puerta pero la vieja cerradura no cedió y se quedó pensativo un

minuto tratando de comprender.

Tras pensarlo un poco, decidió leer lo que le había dejado Muñoz para intentar entender su locura. Giró y

vio los libros y las hojas sobre el escritorio. Prendió la luz de la lámpara, sacó sus anteojos y abrió el viejo tomo de

El hombre malo que tenía un separador en ―Dos muertos‖, cuento que tanto le gustaba, y lo leyó sin sorpresa. Todo

parecía normal pero al dar vuelta a la última hoja del cuento le llamó la atención el nombre que cerraba el mismo.

Era el suyo, decía: «Te abraza fuertemente: Gerardo Montaño». Sin creerlo miró la información editorial en la

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primera hoja y era idéntica a la del libro que había leído antes, en Chihuahua. Miró la portada, regresó al cuento y

miró su nombre de nuevo.

Efectivamente; era un libro de la misma edición que él había leído, era el mismo cuento que le había

removido las entrañas cuando lo leyó por vez primera y era su mismo nombre que nunca había visto el que cerraba el

cuento. Pensó en una broma de José Alberto o de Romerito pero no sabía como se habían coludido con Muñoz al

grado tal que el libro parecía ser viejo, con hojas gastadas y olor ácido. De pronto, un sentimiento de opresión le

quitó el aliento y abrió nuevamente la primera hoja del cuento y encontró con sorpresa el nombre de su amigo, de su

compañero. Decía el inicio: «Mi querido José Alberto:» y leyó nuevamente, con desesperación el texto y nuevamente

le pareció conocido, pero de forma diferente. Parecía haber vivido lo que en la epístola el cuento narraba; sentía

haber escrito esas líneas, desde el mismo Santa Rosa casi sesenta años antes y no pudo más que llorar de

desesperación al comprender menos lo que pasaba.

Cerró el libro e insistió en pensar en la broma, creyó estarse convenciendo de que su nombre y el de su

amigo habían estado siempre allí, pero cómo no pudo darse cuenta antes y trató de recordar los nombres originales

de los protagonistas de esa historia y se dio cuenta de que no los sabía. Era imposible, había leído ese cuento decenas

de veces y claro que debía saber los nombres de los personajes.

De pronto recordó que en su trabajo hablaba de ese cuento y tomó su legajo del escritorio en donde lo había

dejado minutos antes y buscó su crítica del cuento. Comenzó a leer buscando los nombres originales de los

personajes, los había escrito en el mismo párrafo y los encontró. Decía: «José Alberto, el destinatario y Gerardo

Montaño, personaje central y narrador».

Aventó el legajo y corrió a la puerta para salir de allí, la golpeó y gritó, trató de arrancarla, la pateó repetidas

veces, pero la pesada puerta de madera permaneció inerte. Cansado, se puso a llorar tirado al pie del inamovible

objeto que evitaba su escape. Hasta que decidió calmarse. No podía ser más que una broma pesada y él sólo estaba

perturbado, lo que le causaba la sugestión. Regresó a la silla del escritorio y decidió esperar el regreso del viejo.

Después de unos minutos de impaciencia, Montaño, ya más calmado, volvió al texto y se dio cuenta que

efectivamente su nombre era el que estaba en el cuento. Recogió sus hojas y también allí se encontró como

personaje, en manuscrita, con su misma letra. Pensó que el regreso de Muñoz tardaría todavía unos minutos más y

decidió abrir el libro, más nuevo, de Obras incompletas, dispersas o rechazadas que el viejo le había dejado sobre el

escritorio. Lo abrió en el separador y con sorpresa vio en la página treinta y siete el título: «Gerardo Montaño. Un

filósofo». Dio vuelta a la página y leyó.

ALGÚN día quisiera terminar, éste si, mi libro sobre Gerardo Montaño, filósofo. Tengo muchos

apuntes de su cátedra, desordenados todos y algunos casi ilegibles. ¿Se llegará a conocer algún día

todo el pensamiento de Gerardo Montaño? Es poco probable, pues seguramente además de mí, ningún

otro ha recogido sus enseñanzas. No le conozco otro discípulo. ¿Los habrá tenido?

Gerardo Montaño me dijo

–Si quieres y cuando quieras, puedes escribir sobre mí. Escribe para el pueblo, del que somos tú y

yo. Escribe para los millones de seres que existen hoy y que existirán después, y que, como tú y yo,

sólo pueden perder la vida o el tiempo.

“Para la mayor parte de los hombres, de ayer, de hoy, de mañana, perder el tiempo es:

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Una tontería

Una necesidad

Un vicio

Una desgracia

Una costumbre

Una insensatez

Un placer

Un defecto

Un desprestigio

Un oprobio o, cuando menos,

Un descanso.

“Sólo los privilegiados –díjome para despedirse esa noche– sabemos que perder el tiempo es un

arte.”

Y, para practicar ese alucinante arte de perder el tiempo, escribo de Gerardo Montaño, filósofo.

R.F.M.

(Su único discípulo).

Terminó sorprendido. Recordaba de igual manera el texto y los que seguían pero no recordaba su nombre en ellos.

Incluso recordaba algunos de los diálogos que Muñoz tenía con el tal filósofo pero seguía sin recordar su nombre en

ellos. Regresó y llegó hasta la página ochenta y cuatro donde terminaban las narraciones sobre ese Gerardo Montaño

y no le quedó más que aceptar que su nombre siempre estuvo allí, pero escondido a su lectura.

Decidió leer los manuscritos que Muñoz le había dejado y lo primero que percibió es que eran textos

escritos a lo largo de los años, hojas de diferentes tonos amarillos indicaban esto. Todos eran manuscritos con una

cursiva difícil de leer y de pronto encontró un comentario al margen del texto. «Tu maldita letra cursiva es difícil de

leer, quién te crees Muñoz: G. Montaño» y era su misma letra. La comparó con sus manuscritos y era efectivamente

su misma letra. Se calmó ante la excitación y continuó la lectura. Le llevó horas pero nunca sintió al sol ponerse y

llegó un momento en el que estaba tan embebido que dejó de sentir el paso del tiempo.

Seguía leyendo cuando el ruido de la llave y el rechinido de aquella puerta inamovible lo sacaron del trance

de lectura. Muñoz entró, ataviado en una gabardina gris y unos pantalones negros con la línea perfecta del planchado

sobre la recta de la pierna. Montaño volteó y no supo qué decir, pero Muñoz preguntó:

Ya lo recuerdas. ¿Recordar qué? ¿Acaso no te leíste? Sí, leí lo que me dejó y no entiendo aún, ¿por qué

estoy en sus textos?; no dudo que sea yo el que describe pero cómo puedo estar en un cuento de antes de nacer y en

tantos textos escritos mientras era un niño. Nunca fuiste un niño, nunca lo escribí; ¿cuándo es tu cumpleaños? Eh…

Titubeó, pero nada llegó a su mente. No lo recuerdas, porque nunca he decidido la fecha, lo pensé sumas veces pero

nunca decidí. ¿De qué se trata esto señor?, ¿qué queréis de mí?

¡Señor… Señor…!, ¿qué queréis de mi…?, ¡qué frase!, recuerdo cuando la leí; me impactó. ¡Perdón! Santo

Tomás, ¿qué acaso no recuerdas eso tampoco? Si, ya recuerdo, el final de las Obras incompletas. Efectivamente,

¿acabaste los manuscritos?, tal vez por eso no entiendas, lee la última página. Montaño fue a la última página de los

manuscritos y encontró otra nota con su letra que decía:

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Querido Muñoz:

Regresaré el día en que sepas qué es lo que Él quiere de ti pero será diferente. Seguro me

recordarás. Deberás entender todo y tal vez hasta explicarme. Se duro y pierde el tiempo como te he

enseñado. Te abraza fuertemente:

Gerardo Montaño.

Montaño quedó estupefacto y dejó caer su peso sobre la silla con la cabeza hacia el techo y los brazos sueltos. No

dijo nada. Muñoz esperó respuesta. Se le quedó mirando. Un viejo que miraba a su maestro cuarenta años más joven

y sumisamente lo esperó. Montaño Levantó la cabeza y preguntó. Entonces, ese Gerardo Montaño de sus textos,

¿estuvo vivo?, ¿acaso soy una reencarnación? Aún no entiendes Gerardo Montaño, Siempre has estado vivo pero

surgiste de los textos. Has venido para…

Muñoz no pudo continuar y Montaño sintió que se desvanecía. Trató de sostenerse con el escritorio y perdió

el conocimiento. Muñoz gritó. ¡Señor… Señor…!, ¿qué queréis de mí…?

Jonatan Gamboa

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BCICSUG Biblioteca del Centro de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de Guanajuato. Guanajuato, Gto., México.

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BEPOGUG Biblioteca de la Escuela Preparatoria Oficial de Guanajuato de la Universidad de Guanajuato. Guanajuato, Gto., México.

BEPOLUG Biblioteca de la Escuela Preparatoria Oficial de León de la Universidad de Guanajuato. León, Gto., México.

BESFFLHUG Biblioteca ―Ernesto Sheffler‖ de la Facultad de Filosofía, Letras e Historia de la Universidad de Guanajuato. Guanajuato, Gto.,

México.

BFGP Biblioteca de la Familia Gamboa Parra. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BFOG Biblioteca de la Familia Ojeda González. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BFSH Biblioteca de la Familia Serrano Hernández. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BFTQ Biblioteca de la Familia Tapia Quezada. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BHBEESCIHA Biblioteca ―Hermann Beyer‖ de la Escuela de Educación Superior en Ciencias Históricas y Antropológicas de la Fundación Eduard Seler para la Investigación Arqueológica y Etnohistórica. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BJGVCC Biblioteca ―Dr. José Guadalupe Victoria‖ de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BMDPCC Biblioteca del Centro de Estudios Literarios ―Miguel Donoso Pareja‖ de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BMMINAH Biblioteca ―Manuel Muro‖ del Instituto Nacional de Antropología e Historia, delegación San Luis Potosí. San Luis Potosí,

S.L.P., México.

BPEM Biblioteca Pública ―Ejército Mexicano‖. Decimosegunda Zona Militar. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BPIS42 Biblioteca Pública ISSSTE-SEP No. 42. Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BRAGCC Biblioteca ―Lic. Ramón Alcorta Guerrero‖ de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí. San Luis Potosí, S.L.P., México.

BRMACSL Biblioteca ―Rafael Montejano y Aguiñaga‖ de El Colegio de San Luis A. C. San Luis Potosí, S.L.P., México.

HBCUASLP Hemeroteca de la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. San Luis Potosí, S.L.P., México.

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ANEXOS

ANEXO 1

CUENTOS Y CANTOS

LA VALENTINA

Dominio Popular.

Valentina, Valentina,

yo te quisiera decir

que una pasión me domina

y es la que me hizo venir.

Dicen que por tus amores

la vida me han de quitar,

no le hace que sean muy diablos

yo también me sé pelear.

Si es porque tomo Tequila,

mañana tomo Jerez,

si es porque me ves borracho,

mañana ya no me ves.

Valentina, Valentina,

rendido estoy a tus pies,

si me han de matar mañana

que me maten de una vez.

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LA ADELITA131

Dominio Popular.

En lo alto de la abrupta serranía,

acampado de encontraba un regimiento,

y una moza que valiente lo seguía

locamente enamorada del sargento.

Popular entre la tropa era Adelita,

la mujer que el sargento idolatraba,

porque a más de ser valiente era bonita,

que hasta el mismo coronel la respetaba.

Y se oía que decía

aquel que tanto la quería:

Y si Adelita se fuera con otro,

la seguiría por tierra y por mar;

si por mar en un buque de guerra,

si por tierra en un tren militar.

Una noche en que la escolta regresaba

conduciendo entre sus filas al sargento,

por la voz de una mujer que sollozaba,

la plegaria se escuchó en el campamento.

Al oírla, el sargento, temeroso

de perder para siempre a su adorada,

ocultando su emoción bajo el embozo,

a su amada le cantó de esta manera.

Y después que terminó la cruel batalla

y la tropa regresó a su campamento,

por las bajas que causara la metralla

muy diezmado regresaba el regimiento.

Recordando aquel sargento sus quereres,

los soldados que volvían de la guerra

ofreciéndoles mujeres

entonaban este himno de la guerra:

Y se oía que decía

aquel que tanto la quería:

Y si acaso yo muero en campaña

y mi cadáver lo van a sepultar,

Adelita, por Dios te le ruego

con tus ojos me vayas a llorar.

131

Éste es sin duda el corrido más popular de la Revolución Mexicana. Su origen es desconocido pero se convirtió en un himno de guerra y en una

imagen clara de la revolución social de 1910. Hay, por su propia difusión, una gran variedad de versiones de este corrido. El que presentamos

tiene un arreglo del compositor Felipe Alonso.

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159

Todos los textos de Muñoz aquí transcritos están tal y cual fueron publicados en las ediciones mencionadas. No hay correcciones de ningún tipo

en ninguno para no contaminar la lectura.

¡SEÑOR… SEÑOR…!132

Rafael F. Muñoz.

Cuando leí el magnífico San Cristóbal, de Eça de Queiroz, pensé en escribir una vida de santo. Me fascinaban las obras de Harold Lamb. En su

Historia de las Cruzadas habla de santos-guerreros. Leí mucho, hice muchas notas, pero de la vida de uno de esos bienaventurados que

participaron en la conquista de Jerusalén solamente escribí dos líneas: el epígrafe, inspirado en Santo Tomás, que decía: ―¡Señor… Señor…!, ¿qué

queréis de mi…?‖ No escribí más. La vida del santo está entre mis obras incompletas. Pero quizá algún día usaré el mismo epígrafe para una

autobiografía que no será de santo, pero que indudablemente quedará incompleta.

Ojalá y aquéllas puedan ser mis últimas palabras.

132

Tomado de MUÑOZ, Rafael F., 1967, ―¡Señor… Señor…!‖ en Obras incompletas, dispersas o rechazadas con notas del mismo autor, México,

Ediciones Oasis: 213.

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EL HOMBRE MALO133

Rafael F. Muñoz

LO PUEDES creer, güero –repitió Toribio asentando ruidosamente sobre la mesa el vaso en que había tomado tres tragos de sotol–. No hay en

todita la bola otro hombre más malo que yo.

De codos sobre la mesa de pino toscamente desbastado, ante su joven subordinado que le escuchaba sin beber, sentía la cabeza oscilar

como un péndulo. Intentaba mantenerla firme, erguida, consiguiéndolo por unos instantes, pero luego le tornaba a dar vueltas como un moscón en

derredor de la llama de una vela. Sentía la lengua pesada, y para no tartamudear, hablaba lentamente. Había bebido más de una botella de ese licor

campesino, destilación de lechuguilla, que en el norte llaman sotol, y sentía en el interior un fuego suave, tanto más amable cuanto que afuera

seguía cayendo la nieve, pero que le causaba siempre el efecto de hacerlo hablar demasiado para fingirse sanguinario y cruel, matón y desalmado.

Tenía en realidad el aspecto de hombre que no se tienta el corazón para matar: en mitad de su frente llena de protuberancias, una cicatriz de tres

líneas en forma de zeta semejaba un rayo cayendo sobre el entrecejo, y la piel, restirada sobre el párpado, lo levantaba y hacía que la ojeada de su

pupila derecha pareciera ir a cruzarse con la de la izquierda; miradas de hombre ―atravesado‖ y violento, sobre una nariz de lobo, recta y larga, de

sensuales aletas abiertas.

El bigote ralo, de dos docenas de pelos cerdosos que le caían a los lados de la boca delgada, sobre la piel brillante, color de tierra

mojada, los pómulos duros y el maxilar cuadrado, demostraban su raza indígena pura. Hablaba siempre a gritos, como si estuviera furioso, y hacía

girar sus brazos en todas direcciones, con ademanes de cólera. Frecuentemente cerraba los puños, y aun cuando sus palabras expresaran cosa

distinta, parecía amenazar con ellos a algún invisible contradictor, que imaginaba en su borrachera.

Sentado como estaba frente a la mesa, adivinábase por su ancha espalda encorvada y por la altura de sus rodillas que sobrepasaban el

asiento, su elevada estatura. Las manos, huesudas y largas, como raíces, y la cara de piel tersa y líneas duras, eran de color olivo, ceniciento en el

día, con fulgores de bronce esa noche en que, frente al ―güero‖ Blas, bebía sotol al claro de una lámpara de petróleo sostenida en mitad de la

pared, por una alcayata. Estaban en un cuartucho en que apenas cabían, entre la mesa de pino, dos sillas, las camas y una estufa de leña, encendida

al rojo y resoplando por un tubo cubierto de hollín, que se escapaba hacia la noche entre dos vigas del techado descubierto.

Afuera, un temporal para osos. Por seis días parecía que hubieran estado cerniendo de las nubes una harina congelada, que había

aprisionado el campo con su crujiente costra blanca. Había nieve en los bosques de nogales, cedros y encinos, inmovilizando con fundas heladas

las oscuras copas frondosas; nieve en las laderas del lomerío que circundaba la ciudad sitiada, que parecían dunas de blanquísima arena

reverberando a la luz difusa de la Luna; nieve en las llanuras, como un mar de espuma repentinamente inmovilizado; nieve pesando sobre los

techos de las casas de adobe, aglomerándose en los quicios de las puertas, deshaciéndose en gotas lentas, al calor interior, en los cristales de las

ventanas y deslizándose en grandes masas por la inclinada lámina de cinc de los cobertizos.

La tormenta había obligado a los rebeldes a suspender sus ataques sobre la ciudad fronteriza, situada a tiro de cañón al sur del río que

marca la línea divisoria internacional. En ella, los restos de un ejército maltrecho, varias veces vencido en otros encuentros, y que había

abandonado el resto del estado a las fuerzas revolucionarias, hacían el último y desesperado esfuerzo para mantenerse en territorio nacional y no

tener que pasar la frontera a confesar en extrañas tierras la derrota de sus armas y de su orgullo. Los atacantes, sorprendidos por la tempestad, no

habían abierto, sin embargo, ninguna brecha en su círculo de sitio: en tiendas de campaña que filtraban el aguanieve, en las casas de adobe de

varios míseros ranchos, en los galerones en que algunos hacendados de otros tiempos almacenaron sus granos, en los establos de techos de lámina

y pisos cubiertos de tibio estiércol, y bajo lonas y sarapes tendidos entre las ramas de los árboles, una división de más de diez mil hombres

esperaba el regreso del Sol, viajero de una semana, y la desaparición de la corteza helada que pesaba sobre la tierra, para reanudar la lucha y

apoderarse de la ciudad sitiada.

En los ranchos cercanos había numerosas vinatas, y de diario llegaban a los campamentos, dejando tras sí largos surcos paralelos

abiertos en la nieve, carros con grandes barricas de sotol. Bebiendo y aglomerándose junto a las fogatas encendidas de día y de noche, los soldados

se calentaban y echaban maldiciones. ¡Perro invierno!

En la casucha de adobes, inmediata al galerón donde acampaba una parte de sus tropas, Toribio repetía el tema inagotable.

–Ni José de la Luz, que siempre se las está echando de lado, ni Armendáriz, que trae cuatro pistolas en la cintura, ni Fierro, al que no se

le cansa el dedo de puro jalarle al gatillo, ni el mismo ―Pancho Pistolas‖, nuestro jefe, que en San Andrés, cuando derrotó a Félix Terrazas, mató

con su propia carabina a todos los prisioneros poniéndolos en hilera para que una sola bala despachara dos o tres, ni el mismo diablo, son tan

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Tomado de MUÑOZ, Rafael F. (prólogo de Salvador Reyes Nevares y epílogo de Marco Antonio Campos), 2000, 20 cuentos de la Revolución,

México, segunda edición, ―La Serpiente Emplumada‖, Factoría Ediciones: 79-90. A su vez fue tomado de MUÑOZ, Rafael F., 1930, El hombre

malo, Villa ataca Ciudad Juárez y La marcha nupcial, México, edición del autor, Talleres Gráficos Editorial y ―Diario Oficial‖. En la versión

recopilada por Reyes Nevares no hay cambios sustanciales en cuanto a redacción, exceptuando algunas comillas en expresiones coloquiales.

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malos como yo, Blas… ¡Los prójimos que he mandado al otro barrio! Tú sabes la historia de aquellos dos individuos que maté por una caja de

cerillos…

Blas Rodríguez conocía la historia (seguro de que era falsa), por habérsela oído contar a Toribio veinte veces, cuando éste se

emborrachaba y quería dar la impresión de que era un desalmado.

–Naturalmente… me la sé de memoria…

–Pues ya verás… en cuanto entremos a ese infeliz rancho donde los pelones se han metido, me voy a soltar colgando tanta gente que no

va a quedar un poste libre, y vamos a necesitar seguir en la alameda de la orilla del río, para que desde el otro lado se miren los racimos…

¿Cuántos dicen que son los que están ahí en la ratonera? ¿Seis mil? Pues ni uno va a salir con vida… ¡Por Dios que no!

Se llevó a la boca el pulgar y el índice formando cruz, y la besó. La cabeza le seguía dando vueltas, le pesaba, le dolía como si le

hurgaran los sesos con una daga. La dejó caer entre sus enormes manos huesudas. Blas le miraba sonriendo, con los brazos cruzados, y quiso

picarle:

–Lo dices por Dios, porque no crees en él ni en la cruz…

Toribio levantó la cara, y con un fulgor de cólera en su ojo bizco, alargó los labios y como lanzando un escupitajo, gritó:

–Claro que no creo… yo soy librepensador, soy ateo, pero para que me crean, beso la cruz… ¿Has visto? –Y repitió el ademán,

torpemente; luego, se sintió de nuevo atormentado por la neuralgia y se levantó tambaleando. Su cabeza casi tocaba las vigas de pino que

sostenían el techo de la cabaña. Extendió los brazos, adelantando uno hacia el sotol. Blas, inmóvil en su asiento, le miró beber.

–¿Tú crees en Dios, Blas? Yo no, palabra de hombre…

–Pero cuando vino el obispo, tú fuiste a llevarle tus tres muchachos para que los bautizara…

–Claro que sí, como me llevaron a mí también cuando era muchacho. ¿Por qué crees que me llamo Toribio? ¿Porque me da la gana? A

fuerzas ha de tener uno nombre de gente, tienen que bautizarlo, y no que ponérselo como a los caballos… ¿Voy que no conoces un individuo que

se llame Cometa, como mi dosalbo? Y palabra que daba gusto ver al obispo, muy viejito, todo canoso, que a leguas se veía que era buen hombre.

Por eso le llevé a los muchachos, para que no se vayan a morir como perros, sin bautizar. Pero eso no quiere decir nada: yo sigo siendo un hombre

malo, y así se lo dije… me miró sonriendo y me echó la bendición. Al día siguiente, le mandé con los muchachos un queso así de grande.

Para indicar el tamaño hizo un círculo con sus brazos de gorila. Sobre las paredes y el techo se recortó su silueta fantástica a la luz de la

lámpara, y sus ademanes de ebrio, torpes y ridículos, trazaron extrañas proyecciones sobre la cal de los muros. Parecía un du ende que quisiera

aprisionar entre sus brazos informes el halo amarillento del mechero. Mareado por la bebida, se recostó en su catre plegadizo, cubriéndose los ojos

con sus manos de reflejos de bronce.

–¿Te vas a dormir ya, Toribio

–¿Qué horas serán?

–Creo que ha de ser como la media noche…

Quedaron en silencio. Comenzó a soplar el viento, haciendo crujir las maderas de la puerta desvencijada, y a través de las rendijas

penetró un húmedo polvo blanco, que se deshacía sobre las cosas. Blas se levantó, envolvióse en un cobertor rojo, y se acercó al anafre para

atizarlo, quedando unos instantes con las manos tendidas hacia el fuego.

Repentinamente, se oyeron voces al otro lado de la puerta y algunos golpes sobre las maderas.

–¿Quiubo?

–¿Aistá el general?

–¿Para qué lo quieren?

–Traimos unos prisioneros…

Blas abrió la puerta, y entre un torbellino de viento y copos de nieve se precipitaron dentro del cuartucho ocho o diez individuos, unos

armados, otros no, y dos mujeres. Venían cubiertos de nieve, y sus pies y pantorrillas chorreando agua. Unos, descalzos, con las plantas llagadas,

teñían de rojo el charco que prontamente se formó en el piso. Otros, calzados con burdas teguas sin tacón, se acercaron a la lumbre y levantaron

los pies, para secar el cuello reblandecido que chorreaba como esponja. Al sentir la caricia tibia del fuego, descubrieron su s cabezas, sacudieron

sus sarapes y se fueron acomodando en el estrecho local, repegándose a las paredes, rodeando la mesa, rozando la cama en que Toribio estaba

recostado, y haciéndolo incorporarse a medias para preguntar, entre dormido y despierto, la causa de aquella incursión…

–¿Qué pasotes? no es hora de andar moliendo…

-Mi jefe –dijo uno de los hombres armados– agarramos estos prisioneros cuando salían de la ciudad rumbo al río…

–¿Para qué me los traen? ¿No encontraron árboles donde colgarlos? Ésa es la orden del jefe…

El grupo quedó silencioso unos instantes.

–Señor… –dijo un prisionero.

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Toribio se sentó al borde de su cama, restregóse los párpados con el dorso de la mano, y miró uno por uno a los prisioneros. El que

había hablado era un soldado envuelto en una cobija gris, bajo la que asomaban los pantalones militares con dos anchas franjas carmesí: era un

tipo de indígena, de cabeza redonda, pelada al rape; huellas de viruelas trazaban en su cara negruzca rúbricas espantosas, y en sus ojos, la mirada

expresaba un intenso cansancio. El segundo era un viejo, de poca estatura, con grandes bigotes que unos cuantos copos de nieve hacían aún más

canos; llevaba un capote de soldado y un sombrero de casimir, que mantenía doblado bajo el brazo izquierdo. El tercero tenía aspecto de niño,

delgaducho y macilento, encorvado; la piel de su cara estaba partida por el frío y escondía las manos finas en las mangas de un saco de civil que le

quedaba enorme; no tenía aspecto de guerrero, sino de colegial que ha heredado la ropa de su hermano mayor. Dos mujeres, soldaderas, con los

pies desnudos y las ropas hechas jirones, empapados los cabellos en desorden, se envolvían las dos en una misma cobija, apretujándose una contra

otra, en un temblor de carnes que era frío y miedo.

–¿Dónde los agarraron?

–Nos habíamos desertado –dijo el primero– para pasamos al lado americano. Allá adentro se está muy mal: no hay leña, ya quemamos

todas las puertas y las ventanas; no hay comida, y nos hemos tragado hasta las mulas de las piezas. Y no hay esperanzas porque somos muy pocos,

no estamos acostumbrados al frío y no queremos pelear…

–¡Qué bonito! ¡Pretenden salvarse cuando la ven perdida! Mientras podían, nos combatieron sin descanso, y a todos los revolucionarios

que cayeron en sus manos los fusilaron. ¿Por qué no esperan la misma muerte que han dado a los nuestros? Los desertores son cobardes siempre…

–Si usted supiera lo que es el frío… –aventuró el muchacho.

–También nosotros lo estamos pasando –contestó Toribio bruscamente, sin ver a quien le hablaba–. Siempre es mejor morir peleando

que venir a dar dato… Los vamos a colgar en los árboles que estén más cerca de la ciudad, para que desde lejos los vean mañana sus compañeros

y les entre miedo.

Yo no sé para qué diablos me los han traído aquí, cuando debían haberles dado su agua desde luego…

–Señor, creímos que no nos harían nada… como hoy es Nochebuena…

El jefe se puso en pie, agitando los brazos en un acceso de cólera.

–¿Y a mí qué me importa que sea Nochebuena? ¿Acaso tengo yo algo que ver con esa gente que cree en el Niño Dios? Yo soy

librepensador, y me limito a reconocer que Jesucristo se sacrificó por el mundo, para afirmar una doctrina que hizo y aún hace muchos servicios a

la humanidad. Pero nada más; en lo personal no sigo su prédica. Hurto cuando tengo hambre y mato cuando se me sube la sangre a la cabeza. No

perdono a los enemigos, ni doy de comer al hambriento, ni me importan todas esas doctrinas de amor entre los hombres. Si me hubieran agarrado

a mí esta noche, ¿me dejarían de fusilar en honor de Jesucristo?

Con su garra poderosa, cogió del cuello al soldado de pantalón franjeado de carmesí.

–Tú eres artillero, ¿verdad? ¿Te acordaste de la Nochebuena, hace tres horas, cuando tu cañón mandó una granada que cayó en el

establo donde están mis gentes, y mató a seis muchachos que dormían?

Lo zarandeó furiosamente, hablándole a gritos y rociando salivazos en la cara espantada del indígena.

–Yo no fui… yo no fui… Nos escapamos todos juntos al oscurecer.

–¡Fíjate lo que me hicieron una Nochebuena! –Toribio volvió la cara hacia la lámpara, y señaló con un dedo la espantosa cicatriz que le

cruzaba la frente esquivando las protuberancias, y que era como un rayo esculpido en carne–. Hace tres años que le caímos al destacamento que

había en Bosque Bonito… La tropa estaba encerrada en el cuartel cuando nos presentamos de sorpresa, y el centinela se me vino encima a la

bayoneta, sin acordarse de que era Nochebuena, y me tiró un golpe a la cabeza, pero resbaló en la nieve y no más me rayó el pellejo… Por nada y

me deja tuerto…

Volvióse a los prisioneros, y los fue observando, uno por uno.

–Y tú mocoso, ¿no extrañas tu arbolito y tus juguetes esta noche? ¿Tu sable y tu tambor, para que juegues a los soldados? ¿Y crees que

vas a hacemos guajes con ese vestido de paisano, para que no conozcamos que eres un oficialito de esos que mandan de México, con casco alemán

y botas de charol? ¿Creen todos que por venir con dos viejos no les hemos de hacer nada? ¿A qué se atienen?

Esperó la respuesta, mirándoles fijamente.

–Señor –dijo el viejo– yo tengo tres hijos… Sin pensar, Toribio le preguntó;

–¿Tres hijos? ¿Están bautizados?

–Sí, señor…

–¿Y a mí qué me importa?

Se volvió a tirar en su camastro, nuevamente molesto por el sotol que había bebido. Hubiera querido dormirse inmediatamente para que

cesara aquel extraño dolor que sentía dentro del cráneo, como una barrena que le estuviera taladrando. ¿Qué le importaban a él aquellos cinco

infelices, ateridos y hambrientos? Que se quedaran colgados en los árboles o se fueran a otra parte, a él le daba lo mismo. ¡Maldito sotol! Ya no

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volvería a tomar más de una botella. Le molestaba la luz, y las voces, y el olor a perro mojado que habían traído aquellos inoportunos. Estuvo

largo rato sin hablar, hasta que uno de los hombres armados le preguntó:

–¿Qué hacemos con ellos?

El jefe rebelde abrió los ojos, y fue mirando detenidamente a cada uno de los prisioneros. Adivinó por la expresión de sus caras

macilentas, largos sufrimientos, hambre y frío, cansancio y miedo. Le dio pena verlos. Habría preferido que al detenerlos, sus hombres los

hubieran colgado sin avisarle. Se fijó que tiritaban y procuraban acercarse a la lumbre.

–Dénles un trago de sotol.

Todos bebieron ansiosamente aquella bebida que llevaba fuego al vientre.

–Gracias…

–¿Para dónde querían irse?

–Al otro lado.

–¿Cómo iban a pasar el río? El agua está helada, y el que se meta se queda tieso. Se hubieran ahogado al minuto de entrar…

–Queríamos hacer una balsa… El rebelde soltó una risotada.

–Como si fuera tan sencillo… No tienen hachas, no tienen cuerdas… ¿Con qué iban a tirar árboles?

¿Con qué, amarrarlos? Y eso, suponiendo que ninguno de nuestros centinelas se diera cuenta…

Los prisioneros no contestaron.

–Oye, Macario –dijo entonces a uno de los armados– vete por el camino de rueda hasta el rancho del Almagre, y les dices ahí que digo

yo que te presten la lancha. Caben muy bien una docena en ella. Y me pasan estos tipos para el otro lado. Ya me están estorbando aquí… tengo

sueño… ¡Lárguense pronto!

Dio vuelta en su cama y quedó con la cara hacia la pared. No quería ver los rostros de aquellos infelices a quienes otorgaba la vida.

Sorprendidos, rebeldes y prisioneros, quedaron inmóviles en su sitio, esperando aún cualquier otra palabra del jefe. A poco, en efecto, éste se

volvió, púsose de pie, y comenzó a palparse el cuerpo.

–¿Tienen dinero?

–Desde Chihuahua no nos pagan haberes…

–Espérenme tantíto…

En los bolsillos del pantalón, una navaja de cachas de cuerno de venado, un paliacate rojo enorme, la cajetilla de cigarros de hoja,

cerillos, unas llaves. En la cazadora de gabardina amarilla, papeles, la cartera de piel de becerro nonato, el reloj… Por fin, en una bolsa de la

camisola, a la altura del corazón, palpó un disco duro y lo sacó. Era una moneda americana, de veinte dólares, que a la luz de la lámpara parecía

una brasa.

–Tengan este ojo de buey, y se lo reparten en cuanto lleguen. Y ahora sí, váyanse de prisa, antes de que amanezca…

Sin atreverse a hablarle, los prisioneros fueron saliendo, mirándole con profundas miradas. Blas cerró la puerta.

Una levísima claridad gris pasaba por los cristales empañados de la ventana. Parecía que el día titubeaba en nacer. Se oyó canto de

gallos y mugidos de ganados lejanos. Crepitaba la leña en el cilindro de hierro, y el aire caliente silbaba al salir por la tronera.

–¿Lo viste, Toribio? Primero cae un hablador que un cojo… Estabas presumiendo de que eras el más malo de la División, y no serviste

ni para mandar colgar tres pelones y dos viejas…

Desde su cama, con la cara vuelta a la pared, el jefe rebelde contestó lentamente, tartamudeando por el sueño que poco a poco le

dominaba. Su voz se fue apagando, como si se alejara. Largos bostezos interrumpían las frases, que salían rozando los labios casi cerrados. Las

palabras parecían ascender por las paredes, y deshacerse en la penumbra que rodeaba al candil parpadeante.

–Esos pobres diablos… no peleaban… Y luego, dos mujeres… ¿Te fijaste en el muchacho? Pero ya verás cuando entremos a la

ciudad… los voy a colgar a todos… No va a haber postes para tantos… Yo… una vez… por una… caja… de… ce…ri…

A poco rato, Blas le oyó roncar.

Apagó la luz de un soplo, y se acostó a dormir, envuelto en su frazada y en el alba.

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DOS MUERTOS134

Rafael F. Muñoz

MI QUERIDO JOSÉ ALBERTO:

He sido el primero, de los hijos de la Escuela Militar que apenas hace quince días hemos salido a filas con flamantes insignias de tenientes, que he

recibido el bautizo de fuego en esta lucha violenta y tan cara en sangre, contra la rebeldía villista, y son para ti, mi más querido compañero de tres

años de educación militar, las primeras líneas que refieren mis impresiones de esta iniciación en la época práctica de nuestra amada carrera,

cuando he olvidado enteramente todas las teorías aprendidas sobre el arte de la guerra, para disparar… disparar… disparar…

Créeme que viendo venir una avalancha enemiga, protegida por lejano fuego de invisible artillería, al galope por la llanura,

enarbolando cada hombre su corta carabina, levantando todos una densa cortina de polvo y un sordo clamor de alaridos y de disparos, es

perfectamente explicable el olvido de la táctica de infantería, que para el caso, ahora sí lo recuerdo, dice: ―Si la fuerza enemiga fuere

considerablemente superior en número, y si el puesto no tuviere órdenes de retroceder…‖ No te niego que posteriormente, cuando las costumbres

de campaña completen la labor de los maestros de milicia, tengamos nosotros la suficiente serenidad para disponer, de acuerdo con aquellas

mismas prescripciones, una retirada ―despejando el frente de la Gran Guardia y amenazando los flancos del enemigo‖. Pero en la primera vez,

pasado ese minuto de la batalla en que parece llegamos cierto soplo helado que paraliza los músculos, nos domina la cólera contra aquellos que

vienen hacia nosotros con intenciones de aplastarnos, si pueden… Entonces, nuestras manos levantan el máuser con nunca sentida firmeza,

apuntamos a la ola humana que se nos viene encima, con la seguridad de hacer un blanco a cada disparo, y se nos escapa una maldición llena de

odio: ―Bandidos, hijos de la pedrada…‖

Hace dos semanas, cuando todos nosotros recibimos la orden de salir a filas, y Romerito y yo fuimos incorporados al 88* batallón,

apenas tuvimos tiempo de recoger nuestro equipo y montar a los carros llenos de soldados hasta los techos, que ya iban caminando lentamente por

el haz de vías de la estación de ferrocarril. Cuatro días de desesperante marcha con toda clase de precauciones, y diez horas para bajar a tierra y

metemos a las improvisadas fortificaciones. Llegamos en vísperas de un previsto ataque, y no había tiempo para descansar, ni para darse cuenta de

otra cosa que la aproximación de la gran batalla.

La ciudad, invisible desde la posición a que fui destinado, está protegida por dos altísimos cerros, enlazados por una cadena de colinas

entre las que se destaca por su altura y por la dureza de sus pendientes, Santa Rosa. Después, la parda llanura inmensa cruzada a tramos por

pequeños arroyos de paredes cortadas casi en vertical, en la tierra suelta. A lo lejos, muy lejos, apenas a tiro de setenta y cinco, en la desdibujada

serranía que limita con su gran curva el horizonte, se ven algunos puertos por donde después salieron las caballerías villistas, y desde los cuales

algunas piezas de artillería que aún conserva el cabecilla, nos hicieron por varios días un fuego inconstante, poco certero; a veces, dirigido a Santa

Rosa, coronada con un magnífico fuerte que escupía muerte por doce bocas grises, y en otras, barriendo sin orden, sin método, el regazo de la

llanura, buscando con el huracán de los botes de metralla nuestros puestos avanzados, que asomaban vigilantes, desde los recodos de los arroyos.

Me tocó mandar un grupo de veinte hombres, instalado en el ángulo recto de un arroyo de dos metros de profundidad en su cauce seco.

Una flecha, como diría el texto de Fortificaciones en campaña, del general Brialmont.

Los villistas dieron el primer asalto al mediodía, bajo el ritmo del Sol que apenas tibiaba la atmósfera en calma; de aquellos puertecillos

de la sierra, coronada con rocosos crestones donde triscaban las cabras, salió una gran masa de caballos y de hombres, lentamente, desplegándose

en una larga línea de kilómetros, que dejaba ver grandes claros entre los bultos todavía imprecisos que venían levantando una polvareda pesada y

larguísima. Me han dicho después que los villistas acostumbran lazar algunas ramas de mezquite y las arrastran a cabeza de silla, con el único

objeto de que levanten polvo: así, veinte hombres con sus ramas dan la impresión de que se mueve en maniobras una cabalgata de quinientos,

cuando menos. He aquí, mi querido José Alberto, algo que no viene escrito en la Táctica de caballería. Inmediatamente pasaron sobre nosotros,

con un silbido opaco y tembloroso, los botes de metralla que llevaban a los villistas el saludo de Santa Rosa. ¡Comenzaba la batalla! Los primeros

explotaron varios cientos de metros antes de la caballería enemiga, porque los artilleros, poseídos de un espejismo producto de la impaciencia, la

creyeron casi a tiro de máuser. Después, mientras clarines y tambores anunciaban con fanfarrias que se desbordaban por el llano, la aproximación

del enemigo, las granadas fueron alargando su viaje al encuentro de la línea ondulante que avanzaba… ¡Oh, minuto de ansiedad, de frío! Yo

estaba impaciente por dar la voz de fuego: comencé a toser para producir un tono ronco, como el del coronel Salas, cuando ordenaba la salva de la

escuela, en la ceremonia del ocho de septiembre. Te digo que sentí que me hacía falta la espada para tenerla en alto en señal de atención, y bajarla

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Tomado de MUÑOZ, Rafael F. (prólogo de Salvador Reyes Nevares y epílogo de Marco Antonio Campos), 2000, 20 cuentos de la Revolución,

México, segunda edición, ―La Serpiente Emplumada‖, Factoría Ediciones: 111-128. A su vez fue tomado de MUÑOZ, Rafael F., 1930, El hombre

malo, Villa ataca Ciudad Juárez y La marcha nupcial, México, edición del autor, Talleres Gráficos Editorial y ―Diario Oficial‖. En la versión

recopilada por Reyes Nevares no hay cambios sustanciales y los que hay son de redacción y no cambian nunca el sentido de lo narrado.

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rápidamente al compás de la voz de mando. ¡Mi primera orden de fuego!… Bien merecía el complemento de un acero toledano, y la respuesta de

una descarga perfectamente uniforme, como las nuestras.

Por largo rato estuvieron los fuegos de la artillería templando nuestros nervios. En la distancia, la línea de rebeldes se acercaba, al

parecer indiferente al estallido de las granadas sobre sus cabezas. Avanzaba al trote entre los espinosos mezquites, cubriendo el horizonte con su

polvareda que era ya una nube a ras de tierra.

Como trinchera, el arroyo en que estábamos instalados era incómodo; demasiado bajo el fondo, no podíamos estar de pie en él, porque

no sobresaldríamos a la llanura, y en las paredes casi verticales y de tierra floja no había ningún escalón –rectifico: ningún gradín–; de modo que

tuvimos que echar medio cuerpo fuera, y tendemos sobre la orilla. El mezquital era alto y aunque con muchos claros, nos protegía a la vista de los

aún lejanos enemigos.

Por casi un cuarto de hora, solamente la artillería estuvo disparando. Las granadas, mejor dirigidas ya, provocaban frecuentemente

descomposiciones de la línea enemiga, que se abría en grandes claros, se reunía en grupos compactos para diseminarse a poco rato, y tan pronto

avanzaba al galope como al paso, pero avanzaba siempre. Yo tenía impaciencia creciente a cada minuto por entrar en combate, y grande fue mi

decepción, cuando repentinamente, sin duda obedeciendo a un plan premeditado, los villistas que habían iniciado su marcha en línea recta hacia

Santa Rosa y por consiguiente hacia la posición que yo ocupaba, hicieron un rápido movimiento de conversión, pasaron frente a nosotros a seis o

setecientos metros de distancia y a galope tendido, para dar el asalto a la posición de Ojo de Buey, a nuestra derecha.

Comprenderás mi desilusión: estaba preparado para ser un primer actor en la batalla, ¡el jefe de la posición más avanzada!, y de pronto

me convertí en un espectador de laterales…

El asalto fue tremendo, brutal, rapidísimo, y no fue hasta después de dos horas de fuego de ametralladora, que vimos replegarse a la

fuerza enemiga hasta detrás de unas pequeñas colinas, casi dunas, donde se instalaron para reorganizarse. Nosotros estábamos demasiado lejos y

en lugar bajo, para poder ver el curso de la batalla, pero las granadas que partían de las bocas feroces de Santa Rosa, nos daban idea, si pasaban

cerca de nosotros, de que los villistas se iban retirando, y si los cañones callaban, de que el enemigo estaba tan próximo a nuestras trincheras en

Ojo de Buey, que los artilleros temían disparar, en la posibilidad de que alguna granada cayera dentro de nuestra s líneas. En dos horas de fuego

incesante, el primer intento fue dominado sin que ni yo ni los soldados de mi destacamento tuviéramos que hacer un solo disparo.

Serían como las tres de la tarde, cuando el centinela me llamó la atención; por la llanura se acercaban al trote de sus caballos dos jinetes

rebeldes, separados ocho o diez metros uno de otro, sin precipitarse, como si no estuvieran en momentos de lucha y frente a un enemigo

atrincherado. Eran exploradores villistas que venían estudiando el campo; rodeaban los arroyos de paredes muy pendientes, buscaban pasos

cómodos en otros, iban ya a la derecha, hasta las colinas, ya a la izquierda, hacia el borde de la vía del ferrocarril, y por una hora estuvieron yendo

y viniendo frente a nosotros, reconociendo el terreno. Santa Rosa los vio, pero los artilleros no pudieron hacer blanco en ninguno, a pesar de que

dos o tres veces las granadas estallaron cerca de los exploradores, a corta altura o rozando la tierra y levantando entre los mezquites polvo y humo,

como un enorme copo de algodón que se iba deshaciendo al ascender. De pronto, los dos hombres avanzan, rectos hacia nuestra flecha. Llegaron a

doscientos metros, a ciento cincuenta metros.

Di órdenes de no disparar, y siguieron acercándose.

Una granada estalló a cincuenta metros delante de nosotros, los dos villistas culebrearon sus caballos que se asustaron con la

detonación, y siguieron adelante.

Mis veinte soldados y yo estábamos tendidos en la tierra, medio cuerpo fuera del arroyo. Una línea de mezquites nos ocultaba

completamente.

Aquellos hombres llegaron a treinta metros.

Oímos sus voces, se acercaron uno a otro, detuvieron los caballos y hablaron algo que no pudimos distinguir claramente: uno señalaba

hacia la posición de Ojo de Buey, con su brazo recto.

Silbó sobre nosotros otra granada, que pasó muy larga y fue a abrirse en lluvia de balines más allá de los dos rebeldes.

El viento trajo de Santa Rosa un toque de clarín: ―Fuego‖ y la contraseña del batallón. Era una orden para mí.

La pareja de villistas reanudó su marcha hacia adelante, hablando sin alzar la voz, sin impaciencia. Yo oía el resoplar de los caballos

fatigados, y percibía claramente el retintín metálico de los estribos. Vi las caras de los jinetes, jóvenes, con las barbas crecidas.

El clarín de Santa Rosa me dio un toque de atención; ―¿Qué pasa?‖

A cinco metros, los villistas se detuvieron y pusieron sus caballos de perfil, viendo hacia Ojo de Buey. Uno de los hombres habló,

extendiendo su diestra:

–Por aquí, que es puro llanito, se vienen a la carrera, y…

–¡Fuego!

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166

Los dos caballos, sorprendidos por la descarga y quizá heridos, dieron unos brincos tremendos hacia nuestra trinchera: traían en sus

lomos dos cuerpos que chorreaban sangre, balanceándose como muñecos de trapo; al ver el arroyo se espantaron y salieron al galope en ángulo

recto. Ambos cuerpos, con la violencia del movimiento, salieron fuera de las monturas y fueron a caer frente a nosotros, a dos metros de distancia,

con las cabezas casi juntas, sólo que uno quedó de frente, y otro de espaldas.

Éste cayó enteramente tieso, los brazos y piernas rectos y rígidos: nos mostraba la parte posterior de la cabeza, destrozada por las balas:

ya no tenía sesos… debió haberlos rociado en tierra durante aquella trágica carrera de un segundo sobre el lomo de su espantado caballo.

El otro cayó frente a nosotros: sus brazos, en actitud de un Napoleón de estatua: el derecho debajo del cuerpo, hacia atrás, y el

izquierdo doblado sobre el pecho, con las puntas de los dedos metidas en la abertura de una ensangrentada camisa de mezclilla. Las piernas,

dobladas en la rodilla y abiertas como tijeras, daban a aquel cuerpo caído de flanco el aspecto de venir andando hacia nosotros, pero en

horizontal… ¿Me entiendes, José Alberto? ¡Parecía que venía andando hacia nosotros, pero acostado en el suelo!

Y la cara… ¡Oh, qué cara tan impresionante! Estaba lívido, o más bien de un color amarillo, amarillo canario; le daba el Sol de frente,

y como no tenía sangre en la cara, y los ojos le quedaron abiertos, parecía estar vivo. Su mirada recta e inmóvil venía hacia mí, rozando el suelo, y

yo la sentía observándome, e imaginaba que aquel hombre habría de avanzar en cualquier momento, arrastrándose con un movimiento de tijera de

sus piernas curvas. Su boca entreabierta, inmovilizada en un rictus burlesco, parecía un saludo irónico a la muerte y una despreciativa despedida

para los vivos,

No te parezca absurda esta impresión mía: era el primer muerto ―completo‖ que yo había visto. Casi no podía explicarme que aquel

jinete atrevido que minutos antes desafiaba con indiferencia las granadas de los cañones de setenta y cinco, hubiera de quedarse tan pronto,

inmóvil para siempre…

Antes de la descarga yo había oído su voz diciendo: ―Es puro llanito‖, y al verle con su aspecto de ser viviente, pensé que iba a decirme

algo, y me quedé viéndole fijamente a los ojos, tendido medio cuerpo sobre la tierra blanca del llano, tras un mezquite, y con la carabina bien

sujeta. Créeme, José Alberto, que me extrañó que no me dijera nada.

El otro sí me dio inmediatamente la impresión de que estaba muerto: quedó rígido y estirado, tal como yo suponía que debían quedar

todos los muertos, en posición para el ataúd, y no como éste que metía las puntas de los dedos en la abertura de la camisola, y miraba sonriendo.

El que sí estaba muerto, tenía el cráneo destrozado y esto me sorprendió, porque las balas de máuser perforan, pero no rompen así,

como las expansivas.

–¿Alguno de ustedes trae balas expansivas?

–Ninguno, mi teniente.

–Entonces, ¿cómo le hemos hecho ese boquete? El sargento sonrió, y echando mano a su bolsa de parque, tomó un cartucho y me lo

mostró: la bala, de forro de acero, lo tenía abierto en la punta con una crucecita hecha con el filo de una lima.

–Le mandamos una de estas florecitas, mi teniente…

¡Qué florecitas, de acero y plomo, que van rasgando huesos y carne como un taladro, y abren un boquete por donde cabe el puño!

No sé, José Alberto, si tú habrás visto ya hombres muertos en combate; se les hunde el vientre, y el pecho queda levantado, como si los

infelices, en el instante de morir, aspiraran todo el aire que cupiera en sus pulmones, en un desesperado deseo de vivir. Se desangran totalmente,

dejando unos charcos espesos, con grandes cuajarones oscuros en medio de un espejo brillante, rojo; y quedan lívidos, amarillos, con manchas

oscuras bajo la piel.

El que me impacientaba, tenía todavía marcada en la frente la presión del sombrero y los cabellos pegados a las sienes, con sudor.

Sonreía y miraba. ¿Podrías tú creer que estaba muerto?

El Sol comenzó a declinar, y a través de la atmósfera fría había tomado un color de oro, como una enorme naranja resplandeciente que

fuera rodando sobre la silueta de la sierra. Ya no se oían disparos por el rumbo de Ojo de Buey, y los cañones, que habían dejado de tronar, se

henchían aspirando el viento reconfortante que traía perfume de lluvias lejanas. El aire secó el sudor de la frente y sienes del hombre, y comenzó a

agitar los cabellos, volteándolos hacia tierra. Era el pelo muy largo, casi una melena, y las puntas barrían el polvo.

Por el arroyo ha venido un ordenanza, con la disposición del coronel para que nadie saliera de la improvisada trinchera, con ningún

pretexto y por ningún motivo. Había que permanecer ahí por la noche, sin avanzar, sin retroceder, sin encender fuego. Dos centinelas debían velar

durante el término de las sombras, sin gritar el alerta, y sólo golpeando cada cuarto de hora, las puntas de los dedos, sobre la cartuchera.

Le mostré los dos cadáveres.

–¿Vamos a dejarlos ahí?

Se encogió de hombros y no respondió palabra.

Después dijo que ya venían varios soldados, también por el cauce del arroyo, a traernos aprovisionamiento de parque, que no nos era

indispensable, y comida. Efectivamente, trajeron carne seca, cruda, y dos barrilillos de agua con aguardiente.

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167

Los centinelas ocuparon sus puestos, y los demás hombres, envueltos en sus capotes, buscaron en los recodos del arroyo protección

contra el viento, para tenderse sobre la arena seca. La enorme naranja celeste, en uno de sus botes sobre la serranía, había caído entre dos picachos

gemelos y altísimos; comenzó a desaparecer y pronto no fue sino una cáscara, luego un punto, luego un vago resplandor que descendía. De la

tierra fue creciendo la sombra. Los mezquites eran ya una línea negra.

Y los dos muertos seguían ahí, en la misma postura; uno dándonos la espalda, manchada con grandes plastas de gelatina cerebral, y el

otro, reflejando en sus dientes el último fulgor de la tarde.

Después, cuando la sombra lo invadió todo, compartiendo con el silencio el dominio de la llanura, se encendieron tras de nosotros

cinco, seis, diez faros, que con sus dedos luminosos iban marcando en el campo de batalla, en las lomas y en las remotas montañas, los lugares por

donde podía desbordarse y avanzar una avalancha nocturna de rebeldes. Bajo la geometría extravagante de las luces, se sentían los pasos de la

muerte. Las espadas de luz pasaban sobre nosotros, a veces muy alto, cuando se dirigían a remotos objetivos, y en otras muy bajo, iluminando las

siluetas inmóviles e indiferentes de los centinelas, que no parecían sentir en sus espaldas el chorro de fría claridad, absortos como estaban, en la

dirección que les había señalado para la vigilancia.

Entonces, los muertos quedaban en una suave penumbra. Los ojos del que me miraba reflejaban la luz, y he podido ver su sonrisa que

era ya molesta, que sentía en mi corazón como una burla del que está caído para los que estamos en pie, que me produce angustia… ¡Sonrisa

implacable! Parece que me dice: ―¿Crees que me han vencido? Pues estoy mejor que tú… Yo descanso sobre la tierra blanda, mientras tú tienes

que velar; yo no tengo ningún temor por lo que pueda pasarme, y tú ¿niegas que ese ligero temblor de tu cuerpo no es producido sólo por el frío

(que yo ya no siento), sino más bien por la incertidumbre de un peligro vago e indefinible? Bebes agua con aguardiente, te has acabado el

contenido de tu cantimplora y has ido a uno de los barrilillos para llenarla de nuevo… ¡Yo no tengo sed! Yo estaba condenado a vivir vida de

hombre, como lo estás tú. ¡Y ya soy libre…!‖

Me sentí humillado por aquel muerto insolente, y pensé en salir de la posición y de un golpe de culata voltearle la cara… Apreté los

dientes con cólera. Sentía un tremendo calor interior que me subía a las sienes oprimidas por la gorra, y me repiqueteaba acompasadamente. Eché

medio cuerpo fuera del arroyo con la carabina en las manos, pero el centinela que estaba a mi lado me miró, desviando la visita de la oscura e

impenetrable lejanía. Me acordé de la orden de no salir para nada de la posición, y dudé: ―Pero si son dos pasos nada más… en diez segundos

estoy de vuelta…‖ En ese momento el otro centinela dio su señal de alerta golpeando sobre su cartuchera, y el que estaba cerca de mí respondió en

la misma forma. Me volví hacia atrás, al arroyo.

Entonces, pensé en poner la bayonera y extender el brazo con la carabina para ver si llegaba hasta la cara del muerto, pero no pude…

Diez centímetros más… ocho centímetros… Pasó sobre nosotros el latigazo luminoso de un faro, y me volví rápidamente hacia dentro, mientras el

muerto seguía sonriendo: ―¿Lo ves? Yo no tuve miedo de ti ni de los tuyos cuando estaba vivo, y ahora que estoy muerto, te impacientas con mi

mirada y con mi sonrisa… ¿Qué puedo hacerte? Mis armas se fueron en el caballo desbocado, y tú tienes carabina que se alarga en una bayoneta

capaz de atravesarme de lado a lado. Los míos están lejos, quizá se han marchado ya al desierto, y tú tienes tras de ti a un ejército.‖

Fuime yo también a un recodo del camino, me envolví en mi capote, y pasé toda la noche insomne e inmóvil, con los pies helados y las

quijadas que me traqueteaban constantemente. Lo atribuí al frío. El sargento que hacía florecitas con las balas se encargó de cuidar de los relevos

de los centinelas. Yo sentía una extraña mezcla de frío y fiebre. Cada diez minutos volaba sobre nosotros la cinta de luz, y cada quince, los dos

hombres en vela golpeaban en sus cartucheras.

Amaneció. Fue una madrugada que vino rápidamente, casi sin transición entre la sombra y la luz. Cuando menos así me pareció, quizá

porque no fue sino hasta poco antes del alba que comencé a dormitar. Cuando sonó una larguísima diana tocada por docenas de clarines y

tambores desde la cima de Santa Rosa, ya el Sol se había desprendido de la tierra. Anduve largo rato por el cauce del arroyo, sin asomarme hacia

la llanura, hablando con los soldados, haciendo tiempo. Tenía temor de echar la vista afuera, hacia aquel hombre, pero fui ll evado a hacerlo por

una fuerza irresistible… Ahí estaba él todavía, en su misma postura de avanzar… ―¿Cómo –dije– no te has movido en toda la noche? ¿Por qué no

te fuiste? Los centinelas sabían que estabas muerto, y no te hubieran gritado el quién vive, ni te hubieran disparado… ¿por qué no te largaste a tu

desierto?‖ Yo le hablaba en voz alta, con rabia.

Y me contestó con una mirada ya sin brillo, muy apagada, casi triste, pero con su misma sonrisa helada: ―Sí, me he quedado aquí toda

la noche, y todavía estoy muerto.‖

Tomé una piedra redonda, del tamaño del puño, y se la arrojé a la cara. Le rebotó sobre la frente, pero no lo movió. Sentí mi corazón

herido como sí hubiera recibido el golpe. Esperé un reproche, pero no me dijo nada.

Había cambiado de color durante la noche: ya no era lívido, sino pardo, cenizo, y su vientre comenzaba a inflarse, estando ya a la altura

del pecho, que ayer le sobresalía como si hubiera aspirado a pleno pulmón el soplo de la muerte. Y su cara comenzaba también a desfigurarse,

porque a los lados del cuello, bajo las orejas, la carne muerta se hinchaba lentamente. La tierra se había bebido la sangre, y de ésta no quedaba

sino una costra, sobre la que el viento ha dejado una leve capa de polvo.

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168

Volvió el ordenanza seguido de varios soldados con barriles de agua, y más carne seca.

–¿Subsiste la orden de permanecer aquí dentro?

–Sí, mi teniente.

Pasó todo el día sin nuevo ataque del enemigo, fluyendo las horas en silencio como el agua de un manantial, y cuando el Sol estaba

más alto, me quedé dormido en el lecho sediento del arroyo, con la cara cubierta con mi gorra: sueño de piedra, sueño de muerto, pero no como el

de aquel muerto, que no duerme y vive todavía con los ojos y los labios abiertos, que recibe pedradas, y sin cambiar de sonrisa ni de mirada, las

perdona.

Otra vez la noche, y otra vez la sombra, y las luces de los faros, y el silencio, y los golpes secos de los centinelas sobre sus cartucheras.

Percibí aullidos lejanos, y asomándome a la llanura vi aparecer y desaparecer entre los mezquites, casi a ras de tierra, puntos

luminosos, amarillentos, que iban y venían de dos en dos.

–Coyotes –dijo el centinela.

Rodeaban, daban vuelta y vuelta, sin decidirse a avanzar hasta los cadáveres, y aullaban dolorosamente, largamente; su aullido en

noches de impaciencia como aquélla, con un par de hombres muertos a dos metros de distancia, era, mi querido José Alberto, una sinfonía

bastante desagradable. Parecían niños abandonados que vagaran en busca de la madre, parecían perros lamentando la ausencia de sus amos.

Uno de aquellos animales, o más bien, sus ojos, se acercaron hasta los muertos: apunté con mi carabina cuidadosamente y disparé. Se

oyó un gruñido tremendo, y el golpe de una cosa sobre el suelo. El ruido del disparo agitó el viento en calma, y medio minuto después, tres faros

convergían sus saetas de claridad sobre nosotros. Los centinelas iluminados por la espalda, permanecieron inmóviles. Un clarín dio un toque de

atención y contesté levantando mi pañuelo blanco ensartado en la bayoneta: ―No hay novedad.‖

Flota el frío y rueda el silencio. Un cielo negro, sin estrellas, sin fulgores, y un amanecer quieto. ¿Cuántos días vamos a permanecer

aquí? Los soldados no decían nada, pero en sus caras cubiertas de polvo se veía la impaciencia y la inconformidad.

–¡Siquiera estuviéramos peleando…!

El coyote al que disparé, había quedado muerto exactamente entre las cabezas de los dos cadáveres: era como un mastín que estuviera

acostado junto a sus amos, con las manos hacia delante y la cola esponjosa alargándole su figura.

Durante todo el día, un tiroteo continuo retozó al otro lado de la población. Los villistas, en las pasadas horas de tregua, habían hecho

un movimiento tras de la sierra para caer sobre posiciones que creían débiles, pero se encontraron con una resistencia inesperada y todo el día

estuvieron combatiendo. Sin embargo, nosotros no fuimos movidos, quizá porque se pensó que el de los rebeldes por el lado opu esto sería un falso

ataque, y que al ver que se distraían fuerzas de nuestro frente, volverían a caer sobre él en tremenda avalancha.

Al extender la tarde, sobre nosotros, a una altura de cien metros o más, cuatro aves negras estuvieron revoloteando, haciendo círculos,

batiendo a veces sus alas en rápido avance recto, y en otras planeando, indolentes, dejándose llevar por la fuerza del viento.

–Cuervos –dijo el centinela.

Después de mucho zumbar sobre nuestras cabezas, repentinamente se decidieron, precipitándose sobre los dos villistas muertos,

croando, aleteando, empujándose, riñendo por los sitios mejores para saciar su hambre. Casi al mismo tiempo que ellos sobre los cadáveres, se

avalanzó la noche sobre la tierra y ya no les vimos, pero les hemos sentido largas horas golpear con sus fuertes picos los huesos, y graznar, y

revolotear un momento para volver a poco rato a posarse sobre la carroña.

A la media noche comenzaron nuevamente los aullidos de los coyotes, cada vez más cercanos, hasta confundirse con los ruidos de los

cuatro cuervos. Me refugié en mi recodo, rendido a la fatiga y a la tensión nerviosa, y dormí toda la noche, soñando con el festín de las fieras y de

las aves de rapiña.

Un tiroteo cercano me despertó antes de los primeros fulgores del Sol: Ojo de Buey estaba siendo atacada nuevamente, y las

ametralladoras volcaban su cascada de muerte. También de cuando en cuando, las balas del cañón pasaban agitando el aire, zumbando, para ir a

estallar en lluvia de granizo de plomo.

Asomé a la llanura.

¡Le han sacado los ojos…!

El festín debe haber sido espléndido. El cráneo abierto que nos mostraba el desconocido, ha quedado limpio de piel y de sesos. Los

coyotes deben haberlo lamido como si fuera un plato. Y el muerto vivo ya no tenía ojos, toda la piel de la cara le fue arrancada, y era más horrible

aún la risa de su dentadura completa… Le comieron totalmente el brazo izquierdo, el que tenía doblado sobre el pecho, con las puntas de los dedos

metidos en la abertura de la camisa de mezclilla azul, en actitud de Napoleón de estatua. Pero no le han volteado, y sigue mostrándome su

calavera, sus dientes que han resistido la voracidad de las fieras, y las cuencas de sus ojos, vacías y limpias… También le han comido la pierna

izquierda. Siquiera así ya no avanza…

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Al coyote que yo dejé tendido como perro que durmiera, lo han devorado también, y trozos de su piel amarillenta, con pedazos de

mezclilla arrancados de los cuerpos de los villistas, estaban esparcidos en un radio de metros, hasta la orilla del arroyo.

Yo no me daba cuenta del combate cercano, obsesionado con aquellas cuencas vacías que todavía, ¡qué horror!, me estaban mirando, y

con aquella dentadura blanca que parecía decirme: ―¿Lo ves? Me han comido, han separado de mi esqueleto los huesos del brazo y de la pierna;

ahora, mi cuerpo anda por las lomas y en los aires, dividido en muchos estómagos… Sin embargo, ¿crees que no existo ya?‖

Entonces, José Alberto, recordé aquellas pláticas que teníamos cuando éramos cadetes, que al salir de la última lección de la tarde,

íbamos con los libros bajo el brazo a pasear por la terraza; Romerito, el admirador de Cristo, que se había forjado una doctrina especial para su

uso, creyendo en el alma, pero no en el infierno; Estrada, que profesando la absurda doctrina de la metempsicosis, creía que habría de reencarnar

en cualquier otro ser vivo que no fuera el hombre, y que antes de serlo, su alma había animado peces o pájaros; tú, escéptico, que creías y crees

todavía que la muerte pone punto final a todo, y no hay más allá, sino podredumbre y polvo; y por último, yo, tímido, vacilante, a quien dejaba

convencido hasta el otro día aquel de ustedes que antes del toque de silencio, razonaba el último.

Hoy, cuando, en esta forma tan excepcional en que te he referido, he visto los muertos, te digo que ni Estrada habrá de convencerme de

que después de hombre he de ser huachinango o chuparrosa, así como antes fui urraca, ni tampoco tú, de que todo acaba cuando el corazón cesa de

latir y nuestro cuerpo se reintegra a la tierra.

Ahora, José Alberto, no puedo pensar que el hombre acabe al quedar en el campo, alimento de cuervos y coyotes. Ni el más bajo y más

insignificante de los hombres debe haber nacido sólo para eso… Hay algo más después de la vida, algo muy alto y muy grande: si es que aquí

hemos sabido ser nobles, leales, rectos, si no hemos hecho el mal por el mal mismo, nuestras almas volarán sobre los siglos.

Nada me repliques hasta que no sepas lo que son los muertos en combate. Mientras tanto, recuerda el sincero afecto de tu camarada,

que con el alma que se ha descubierto (ahora tan desierta como la llanura), te desea una revelación tan completa como la que en esta largísima

carta te he referido.

Te abraza fuertemente.

Gerardo Montaño

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170

EL FEROZ CABECILLA135

Rafael F. Muñoz

POR la llanura silenciosa, de tierra blanca y suelta, manchada a trechos del verde oscuro de los mezquites, caminaba bajo el Sol ardiente del

verano una caravana extraña; diez o doce hombres cubiertos de polvo, andrajosos, jadeantes, arrastrando los pies, tiraban de varios animales,

caballos y mulas, también sudorosos, cubiertos de polvo blanco, manchados de sangre; sobre los animales, un cargamento espantable:

moribundos.

Aquellos hombres eran rebeldes; campesinos que luchaban por la posesión de sus tierras; acababan de combatir por tres días,

defendiéndose con sus armas viejas, en la sierra donde se habían refugiado, de los batallones compactos, los regimientos veloces y la artillería

implacable; habían sido vencidos y dispersos y, horas antes, cuando la mañana comenzaba a teñirse de gris, aquel grupo de supervivientes

comenzó su jornada por el desierto árido y ardiente; iba como jefe un mocetón enorme, calzado con altas mitazas y cubierto con guayabera de

lino, bajo la cual se dibujaban dos pistolas descomunales; era él quien había obligado a los que podían tenerse en pie, a subir sobre los lomos de

sus caballos y sus mulas a unos cuantos heridos, víctimas de la certera artillería que barrió con metralla las laderas de la sierra; no debían

abandonarlos ahí, para que los ―changos‖ los remataran a la bayoneta, y los llevaban sin saber ni adonde, lentamente, al paso de los animales

fatigados.

El jefe iba a caballo, al final de la silenciosa columna, volviendo de cuando en cuando la vista hacia la serranía azul donde había sido el

desastre.

–Jálenle, muchachos; si no, nos alcanzan; pa‘ la noche ya no habrá peligro…

Los infantes se pasaban una botella con agua tibia, mojaban los labios, y seguían su camino sin decir palabra; de cuando en cuando

alguno de los fardos que iban en los lomos de las cabalgaduras gemía dolorosamente, hacía fuertes movimientos como tratando de desasirse de las

ligaduras que lo mantenían fijo, y dejaba manchas rojas en la tierra suelta de la llanura inmensa; los que iban a pie callaban, callaban; casi al final

de la caravana iba sobre una mula un bulto extraño; era la mitad de un hombre metida en un costal y amarrada por fuera con gruesos lazos; no

asomaban del costal sino una cabeza sucia y melenuda y dos brazos cubiertos de harapos; lo demás era sólo un tronco al que una bala de cañón

había arrancado las piernas. En plena batalla otros rebeldes metieron al herido en un saco, y con sus cobijas bien ceñidas lograron contener un

poco la tremenda hemorragia; el herido tenía fiebre y deliraba incoherencias en voz alta; la monotonía de su voz impacientaba de vez en cuando al

infante que tiraba de la mula.

–Cállate, loco…

Al mediodía se acabó el agua de la botella; los hombres caminaban lentamente y sin seguir la recta, como si anduvieran dormidos.

–¿Hasta cuándo vamos a cargar con estos bofes? –preguntó una voz.

–Por mí ya los habríamos dejado en el camino, en cualquier mezquite –contestó otra al cabo de un momento.

–Al que no jale le doy su agua –dijo el jefe. Y todos siguieron caminando.

El hombre del costal comenzó a reírse estúpidamente, y los demás a quejarse, inquietos, sobre el lomo de los animales. A lo lejos,

rumbo a la serranía, se vio levantarse una columna de polvo blanco; el jefe la notó, pero siguió en silencio; uno de los infa ntes volvió la cara y

dijo:

–Ora, sí, ai vienen…

–Están lejos todavía –dijo el muchacho–, cuando menos cuatro leguas.

Al frente del grupo se detuvo un hombre viejo, alto y canoso, herido en la frente y vendado con una toalla sucia.

–Pa‘ qué diablos –dijo– vamos cargando con estos muertos… aquí los dejamos y echamos carrera…

–Nos van a alcanzar los ―changos‖ –añadió el que había visto la columna de polvo.

El jefe no contestó; abrió su guayabera, sacó una pistola y al viejo canoso lo dejó tendido en la tierra suelta, con un enorme boquete

entre los ojos. La caravana siguió su marcha, en silencio.

Por la tarde comenzó a soplar viento del norte y a amontonarse espesas nubes que surgían rápidamente del horizonte. La columna de

polvo que se levantaba en dirección a la sierra azul había desaparecido a mediodía; sin duda, los soldados estaban descansando. La caravana de

rebeldes llegaba al final de la blanca llanura; a lo lejos, al norte, se divisaban algunas arboledas que ponían su negra silueta en el nublado gris; era

135

Tomado de MUÑOZ, Rafael F. (prólogo de Salvador Reyes Nevares y epílogo de Marco Antonio Campos), 2000, 20 cuentos de la Revolución,

México, segunda edición, ―La Serpiente Emplumada‖, Factoría Ediciones: 3-19. A su vez fue tomado de MUÑOZ, Rafael F., 1928, El feroz

cabecilla y otros cuentos de la Revolución en el Norte, México, edición del autor. Con respecto a la versión recopilada por Reyes Nevares hay

bastantes diferencias de estilo. Suponemos que en ambos casos se incluyen revisiones de los recopiladores. Sin embargo, el contenido del la

historia no cambia sino en acomodo y correción gramatical. Por dar la fuente, asumimos que esta versión es más acercada a la original y por ello

preferimos tomarla.

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la orilla del río, donde terminaba el desierto; a la vista del oasis, los rebeldes que iban a pie se animaron y marcharon de prisa, tirando siempre de

las bestias cargadas de moribundos, y cuando el Sol hubo desaparecido, el grupo llegó frente a una vieja iglesia a medio destruir; iglesia de adobe,

con una torrecita encalada, de la que la campana había sido arrancada con todo y viga; las maderas de la puerta habían servido para hacer lumbres,

y adentro no quedaban sino el altar de piedra y una cruz verde que se había escapado de la hoguera, frente a una amplia hornacina vacía. El piso

estaba cubierto de restos de pastura y estiércol.

El grupo de campesinos se detuvo a la puerta de la iglesia cuando las nubes comenzaban a descargar sus primeras gotas; el jefe

desmontó y dijo a sus hombres:

–Aquí pasamos la noche y en la madrugada nos vamos rumbo a Encinillas…

–Sí-dijo uno–, pa‘ que nos agarren dormidos…

–Yo no me quedo –dijo otro.

–Ni yo…

–Yo, de bestia; tan fácil que es escapar de noche…

Todos los infantes pensaban lo mismo.

–Está bien –dijo el muchacho–, dejamos los heridos ahí dentro y nos vamos…

Los rebeldes se pusieron a maniobrar muy rápidamente, febrilmente; bajaron a los heridos y los fueron colocando sobre el esti ércol en

el interior de la pequeña iglesia, y bien pronto ya no había espacio para un cuerpo más; el pedazo de hombre metido en el saco permanecía aún

sobre la mula, delirando en voz baja. El muchacho lo tomó en vilo, penetró al interior y dejó el bulto recargado en el fondo de la hornacina, tras la

cruz verde.

Después, los hombres útiles subieron a las caballerías y se perdieron en la noche.

Comenzó la tormenta; las nubes que se habían amontonado en el cielo lanzaron torrentes de lluvia; las descargas eléctricas se sucedían con

rapidez, abatiendo los álamos de la orilla del río; una cayó sobre la torre encalada de la vieja iglesia y derribó la chueca cruz de hierro y unos

cuantos adobes; otra abrió un boquete en la techumbre apolillada; la lluvia continuaba incesante, y pronto los heridos tendidos en el estiércol

quedaron empapados; muy pocos, tres o cuatro, se quejaban ya; los demás habían quedado inmóviles, con los ojos abiertos y los dedos agarrotados

sobre la basura sangrienta.

En la hornacina, el mutilado seguía delirando.

Se veía con unas piernas enormes, caminando horizontalmente por los muros de adobe encalado; salía a la llanura y de dos pasos

llegaba hasta la Sierra Azul, donde los campesinos estaban todavía combatiendo; iba de un lado a otro con una velocidad increíble, recorriendo la

línea de tiradores; luego las piernas se le iban encogiendo, encogiendo: ya eran del mismo tamaño que las de los demás hombres, y luego más

chicas, más chicas, hasta que los pies le quedaron pegados a la cintura; entonces, apenas podía andar, y daba saltitos balanceándose sobre los

brazos, apoyadas las manos en el suelo; a poco, las piernas le volvían a crecer, y corría, corría por la llanura, alcanzaba a un grupo que llevaba

varios heridos sobre unas bestias, y se reía de los que iban despacio, sudorosos y cubiertos de polvo; en cuatro pasos llegó a la orilla del río y se

puso a derribar los álamos a puntapiés, aplastándolos como si fueran cañas de maíz; de un golpe derribó la torre de una iglesia, de otro un muro,

de otro un altar…

La tempestad era cada vez más violenta; los rayos habían derribado la mayor parte de la vieja iglesia; los cadáveres tendidos sobre el

estiércol estaban en parte cubiertos con los restos de las vigas y la tierra de los adobes; no quedaba en pie sino el muro donde estaba la hornacina,

con la cruz de madera verde abriendo los brazos en el vacío.

El herido vio de pronto cómo le desaparecían las piernas y sintió los pies dentro del cuerpo, bailando horriblemente; le pisaban el

estómago y el corazón, le pisaban los pulmones para que no respirara, le prensaban la lengua… Quiso gritar, y no pudo, agitó los brazos tan

violentamente que estuvo a punto de caerse del nicho y se abrazó de la cruz; entonces los pies se salieron y se le colgaron de los brazos,

creciéndole de la punta de las manos y se echaron a correr por el madero verde; subían y bajaban a toda prisa; los dos solos, ágiles, rápidos; luego

se volvían a meter en el cuerpo y jugaban dentro con todos los órganos; uno asomó del pecho y dio un puntapié a la nariz, otro aplastaba una oreja,

y luego, los dos se ponían a patalear dentro del cráneo, correteando de un lado a otro. Por fin, se salieron del cuerpo y se fueron siguiendo unas

huellas de herradura por la orilla del río; llegaron a una casa de adobes situada en una hondonada, de donde habían salido cuatro días antes,

cuando las columnas rebeldes pasaron a fortificarse en la Sierra Azul; habían dejado el surco en que habían trabajado muchos años para unirse a

los alzados que habían de batirse con las tropas federales; esos pies no habían sido nunca de hombre de armas, siempre de labriego, de hombre que

no había empuñado jamás una carabina; fueron hacia Sierra Azul y ahí se quedaron, despedazados por la metralla, sangrientos…

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Cesó la tempestad; de la vieja iglesia no quedaba sino un muro en pie, la cruz verde cubriendo la hornacina, y un pedazo de hombre

abrazado al madero.

Estaba aclarando cuando una patrulla de soldados, al mando de un joven capitán de capote azul, anchas fornituras de cuero y casco de corcho,

llegó frente a las ruinas de la iglesia de adobe; desmontaron, y los soldados, con las tercerolas apercibidas, rodearon cuidadosamente el derruido

templo, temerosos de una emboscada; pero en cuanto se convencieron de que no había peligro, se aventuraron a remover los escombros para darse

cuenta del número de cadáveres; el oficial daba órdenes de que desensillaran los caballos para tomar un descanso en aquel sitio, cuando

aparecieron dos soldados que se habían echado las carabinas a la banderola y que llevaban en vilo al hombre metido en el costal.

–Es el único que está vivo, mi capitán.

El oficial tosió para dar a su voz un tono ronco, azotó su fuste contra las botas amarillas, puso la mano izquierda en la cintura y dijo:

–Fusílenlo.

Los soldados buscaron con la vista un sitio a propósito; fueron hacia la pared que había quedado vertical, pusieron al rebelde como un

fardo en el suelo, recargado en el muro, y pasaron a formar con otros tres o cuatro la línea de tiradores.

–Un momento –dijo el capitán, y dirigiéndose al mutilado que le miraba con ojos espantados de calenturiento, le preguntó:

–¿Cómo te llamas?

El infeliz apenas pudo murmurar:

–Gabino… Gabino… Durán.

Sonó una descarga uniforme; el campesino rebelde no se movió; quedó recargado en el muro y tocando con las manos el suelo, lívido,

silencioso, fijos los ojos en el fulgor del Sol que se levantaba sobre los álamos.

Parte que rinde el jefe de la patrulla avanzada, al coronel jefe del 100 Regimiento de Caballería:

Honróme en poner en conocimiento de usted que durante la noche pasada dimos alcance a la orilla del río, a un grupo de rebeldes dispersos del

combate de Sierra Azul, que se habían atrincherado en una vieja iglesia; inmediatamente dicté órdenes para que mis soldados los desalojaron de

sus posiciones, lo que se logró después de media hora de nutrido tiroteo, durante el cual hicimos al enemigo doce muertos y capturamos vivo al

feroz cabecilla Gabino Durán, bandolero conocidísimo, que se hacía llamar ―Mayor‖ de los campesinos rebeldes. Después de un consejo de guerra

sumarísimo, que lo condenó a muerte, el cabecilla Durán fue ejecutado. Felicito a usted, mi coronel, por esta acción de armas consumada por

elementos a sus dignas órdenes y que viene a completar la tremenda derrota de los rebeldes en Sierra Azul. –Atentamente. –El capitán jefe de la

Patrulla avanzada…

Parte que rinde el coronel jefe del 100 Regimiento de Caballería, al general de brigada jefe del Ala Derecha:

Honróme en comunicar a usted que anoche, las avanzadas que destaqué después del combate de Sierra Azul, me dieron parte de que un grupo

como de trescientos campesinos rebeldes, prófugos de aquella batalla, se había decidido a presentar resistencia en la orilla del río, donde se había

estado atrincherando durante la tarde. Inmediatamente di las órdenes para que el regimiento a mi mando tomara dispositivos de combate, y al

rayar el alba comenzó el tiroteo, que se prolongó por espació de dos horas; visto que el enemigo estaba perfectamente atrincherado, dispuse que

las compañías la y 2

a del regimiento a mi mando hicieran un movimiento de flanco, que dio los resultados apetecidos, pues los rebeldes

comenzaron a abandonar sus posiciones presas de verdadero pánico, abandonando sus armas y caballos ensillados, con el propósi to de pasar el río

a nado, lo que causó la muerte de muchos de ellos, que fueron arrastrados por la corriente. Ya en plena persecución, los soldados de mi regimiento

consiguieron capturar al jefe de la partida, que lo era el feroz cabecilla Gabino Durán, quien se hacía llamar ―Coronel‖ de los campesinos rebeldes;

inmediatamente ordené que se le formara consejo de guerra sumarísimo, integrado por mí y los demás jefes del regimiento, y después de

comprobar debidamente la culpabilidad de Durán en varios asaltos a trenes y desperfectos en las vías férreas, se le condenó a muerte,

cumpliéndose la sentencia inmediatamente. Felicito a usted, mi general, por este nuevo triunfo de las tropas a su mando, y respetuosamente me

permito proponer el ascenso de los oficiales P…, J… y L…, que se portaron brillantemente en esta hazaña. El coronel, jefe del 100 Regimiento de

Caballería. –Rúbrica.

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Parte que rinde el general de brigada, jefe del Ala Derecha, al generalísimo jefe del Ejército:

Honróme en participar a usted que durante todo el día de ayer hemos estado empeñados en un rudo combate con los campesinos rebeldes, que no

fueron completamente derrotados en Sierra Azul y que pudieron reunir poco más de dos mil hombres y fortificarse en una línea de kilómetro y

medio de largo en la orilla del río. Inmediatamente que tuve conocimiento de que los campesinos se aprestaban a oponer resistencia, ordené que

dos batallones y dos regimientos presentaran combate por el frente, asaltando las posiciones enemigas, como lo hicieron con singular brío; sin

embargo, las posiciones de los agraristas eran tan ventajosas, que me vi en la necesidad de disponer que una batería de artillería procediera a

bombardearles para acallar el certero fuego de los insurrectos sobre nuestros soldados de infantería y caballería; nuestras piezas desmontaron

algunas ametralladoras que el enemigo había salvado del combate en Sierra Azul, y con esto se facilitó grandemente el avance; pero

comprendiendo que el enemigo podía muy bien intentar la retirada sin grandes pérdidas, cruzando el río, para lo cual tenía ya preparadas algunas

grandes balsas, y que nosotros no podríamos continuar la persecución en la otra ribera, ordené que dos regimientos dieran una violenta carga de

caballería por el extremo derecho, logrando colocarse entre las trincheras y el río; entre el enemigo cundió inmediatamente el pánico, y nuestras

valientes tropas pudieron en breves momentos dominar la situación, haciendo a los rebeldes más de doscientas bajas entre muertos y heridos. Cayó

prisionero el feroz cabecilla Gabino Durán, que se hacía llamar ―general‖ de los campesinos rebeldes y que fue el jefe del núcleo de agraristas que

nos opusieron resistencia; se le recogieron todos su documentos, entre los que figura un nombramiento expedido a su favor como jefe de los

rebeldes en este estado, y en tal virtud, inmediatamente ordené que se le formara consejo de guerra sumario, durante el cual se comprobó que

Durán fue quien mandaba a los rebeldes durante el saqueo de los pueblos de Encinillas, Pueblo Viejo, La Piedad, etc., etc., además de ser

directamente responsable de varios asaltos a trenes y desperfectos en las vías férreas. Se le condenó a muerte y la sentencia fue cumplida

inmediatamente, frente a todas las fuerzas de esta columna, que posteriormente desfilaron ante el cadáver. Felicitó a usted por este nuevo triunfo

de las tropas federales, y me permito proponer el ascenso de los coroneles J…, B… y D…; de los tenientes coroneles P…, M… y L…, y en

general de los oficiales de mi estado mayor, sin aspirar a más recompensas, por mi parte, que continuar conservando la confianza de usted, mi

digno jefe. –Atentamente. –El general de brigada, jefe del Ala Derecha…

Parte que rinde el generalísimo, jefe del Ejercito, a S.E. el ministro de Guerra, para su conocimiento y para que se sirviera transcribirlo al

excelentísimo señor general Díaz, presidente de la República:

Honróme en participar a usted que las tropas que a mi mando están castigando a los campesinos agraristas levantados en armas, continúan su

cadena de triunfos, pues durante los días lunes, martes y miércoles de la presente semana hemos obtenido sobre las hordas un triunfo más

importante que el de Sierra Azul, porque logramos capturar al jefe supremo del movimiento de insurrección, el feroz cabecilla Gabino Durán, que

se hacía llamar ―general de División‖, y después de un consejo de guerra fue pasado por las armas. Paso a referir a usted detalladamente el curso

de la batalla: el lunes por la mañana, las avanzadas me notificaron que el enemigo se había fortificado al otro lado del río, y que habiéndosele

reunido algunos centenares de campesinos a quienes los agitadores radicales han estado excitando a la rebelión, podía calculársele el número total

entre ocho y diez mil hombres, que aprovechándose de la naturaleza del terreno se habían decidido a jugarse la última carta de esta insurrección

contra el derecho de propiedad y contra las instituciones que por espacio de treinta años han venido dando al país la paz sacrosanta de que

gozamos. Desde luego me di cuenta de que el enemigo estaba en una situación privilegiada, pues estando sus trincheras al otro lado del río,

nuestros valientes soldados tendrían que pasarlo a nado para llegar a la lucha cuerpo a cuerpo, en la que nuestra superioridad sobre los

indisciplinados campesinos es indiscutible. Con la rapidez que el caso requería, ordené que se construyeran dos puentes de lanchas y grandes

balsas en las que nuestros soldados intentaron varias veces pasar el río durante el día lunes, pero la suerte favoreció a los rebeldes, quienes se

mantuvieron en sus posiciones; y durante la noche ordené que varias patrullas de caballería buscaran un vado en el río, y mientras tanto nuestros

batallones de zapadores construyeron una línea de trincheras a lo largo de la ribera y frente a las del enemigo, que con no menos de cincuenta

ametralladoras, manejadas en su totalidad por filibusteros extranjeros, se defendió vigorosamente comprendiendo la inminencia de su derrota;

durante la noche, también, nuestra artillería gruesa estuvo bombardeando las posiciones del enemigo, y al amanecer, en vista de que no habían

regresado las patrullas de caballería enviadas a buscar un paso por el río, con unos cuantos oficiales de mi estado mayor me lancé a la obra,

consiguiendo pocas horas después localizar un magnífico vado, bastante ancho, por donde nuestros soldados de caballería pudieron pasar a la

orilla opuesta sin ser vistos por el enemigo; comprendiendo la necesidad de asestar un golpe de muerte de una vez por todas a l movimiento

campesino, dispuse que nuestros dragones se mantuvieran ocultos hasta la media noche, hora en que debían asaltar por la retaguardia las

posiciones de los rebeldes, al mismo tiempo que nuestros infantes, con balsas construidas durante el día, atacaban por el frente; así se hizo con

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precisión matemática, y a las doce en punto de la noche comenzó el ataque por ambos lados, lo que provocó entre el enemigo un pánico

indescriptible.

Para no cansar a usted, le referiré únicamente que al amanecer el campo estaba materialmente cubierto de cadáveres de insurrectos, que a reserva

de decir a usted posteriormente cuántos fueron exactamente, puedo asegurar que no bajaron de mil.

Los oficiales de mi estado mayor, que se portaron brillantemente, capturaron durante la confusión que siguió a nuestro ataqu e simultáneo, al jefe

de los rebeldes, que se hacía llamar ―general de División‖, Gabino Durán, que con un grupo de hombres de su escolta personal opuso una tenaz

resistencia hasta que fue personalmente desarmado y aprehendido por mi ayudante, el capitán M…, quien lo condujo hasta este cuartel general,

donde estuvo prisionero mientras se integraba rápidamente un consejo de guerra, que después de oír la cínica relación que hizo este feroz cabecilla

de todos los crímenes que ha cometido no sólo durante la revuelta sino desde años antes, lo condenó a muerte por traidor a la patria, salteador de

caminos, asesino con alevosía, premeditación y ventaja e incendiario; la sentencia se cumplió inmediatamente y considero que con la desaparición

de este sanguinario bandido y peligroso agitador, puede darse por terminado el movimiento insurrecto. Felicito a usted por este nuevo triunfo…,

ascensos… confianza…, etcétera.

Información publicada por la Gaceta Nacional, periódico de la capital de la República, sobre el combate en Río Largo:

(Título en rojo, al ancho de la plana).

¡¡¡DURÁN, FUSILADO!!!

BILLANTE ACCIÓN DE ARMAS EN RÍO LARGO

Las tropas federales se cubrieron de gloria en un combate de cinco días contra los rebeldes. Captura y ejecución del jefe insurrecto La Gaceta

Nacional es el único periódico que entrevista al feroz cabecilla, durante la noche anterior a la ejecución sumaria.

Por Medardo Encinas Rojas, enviado especial.

Desde el cuartel general. Escribo estas notas para los numerosos lectores de La Gaceta Nacional, instantes después de presenciar la solemne

ejecución de uno de los bandoleros que más han ensangrentado nuestro suelo; el feroz cabecilla Gabino Durán, a quien capturaron las bien

disciplinadas fuerzas federales, después de un combate de cinco días, del que envío amplia crónica por correo. Sin embargo, para calmar la justa

ansiedad de los numerosos lectores de nuestro periódico, digo que el combate de Río Largo, que acaba de registrarse, pasará a la historia como

el más sangriento que ha habido desde la Independencia hasta nuestros días, y al mismo tiempo aquel en que se ha hecho mayor derroche de

estrategia, genio, puede decirse, por parte de los dignos jefes de nuestro ejército regular y de heroico valor por parte de los idómitos soldados

que defienden las instituciones contra las hordas de fascinerosos.

Desde el lunes comenzó el combate y es hasta hoy sábado que puede darse por terminado; más bien que una lucha entre hombres, parecía un

gigantesco juego de ajedrez en el que un genio sobrehumano estuviera moviendo con asombrosa precisión y decisiva certeza las piezas que

participaban en esta gran acción; los rebeldes, en número no menor de veinte mil hombres, pues se habían reunido los insurrectos de varios

estados para dar un golpe mortal a las instituciones –golpe que fue evitado por la maravillosa actuación de nuestro generalísimo–; los rebeldes,

digo, ocupaban magníficas posiciones, y sin duda inspirados por oficiales extranjeros de cuya permanencia entre los rebeldes ya se tenía noticia,

maniobraban hábilmente, tomando a veces rápida ofensiva, a veces vigorosa y serena defensiva.

Pero el generalísimo estuvo colosal: durante cinco días y cinco noches no descansó, dando continuamente atinadas órdenes que hacían que el

curso de la batalla se desarrollara favorablemente a nuestras gloriosas armas. Le acompañaban los elegantes oficiales del estado mayor y el

pagador general de la división, don Everardo Mayo, que tan gentil caballero y fino amigo es siempre con los periodistas que a compañamos la

columna.

Aquí debo hacer un pequeño paréntesis: los corresponsales de esos dos indecentes periódicos que se llaman La Noticia Nocturna y El

Madrugador Informativo, no presenciaron estos grandes sucesos por haberse quedado en la población de Lanas, en una tremenda orgía.

¿Para qué narrar todas las escenas de heroicidad y habilidad que se desarrollaron en estos cinco días de combate? Baste decir que no menos de

dos mil quinientos muertos del enemigo han quedado en el campo y que los insurrectos que lograron escapar con vida arrojaban sus armas

llenos de pavor sombrío y se iban a esconder en la montaña, castigados para siempre en su insana osadía.

LA CAPTURA DE DURÁN

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Fue poco antes de la terminación del combate cuando el generalísimo se dio cuenta de que un grupo de doscientos hombres, entre los que sin

duda iba algún jefe, por las magníficas cabalgaduras que llevaban, trataba de romper el sitio, e inmediatamente dio atinadas órdenes para que le

cortaran la retirada, quedando encargados de cumplirlas varios oficiales del estado mayor; éstos se dedicaron desde luego a perseguir a la

mencionada columna y le dieron alcance, trabándose un reñido encuentro en el que murieron no menos de cincuenta rebeldes y siendo capturado

el jefe supremo de la insurrección, el feroz cabecilla Gabino Durán que fue conducido a la comandancia militar.

Ahí, el generalísimo lo sujetó a un severo interrogatorio, del que resultó la tremenda culpabilidad que Durán tuvo en el levantamiento que cubrió

de sangre esta rica zona de nuestro país; no relato aquí los principales hechos de la vida de Durán porque éstos serán publicados posteriormente

en la Gaceta Nacional, en calidad de memorias del feroz cabecilla, dictadas personalmente a este periodista durante la noche que precedió a la

ejecución.

Durán fue condenado a muerte por unanimidad y se le puso en capilla, obteniendo nosotros exclusivamente el privilegio de acompañarlo durante

la noche, para oír de sus propios labios el relato de una vida espantosa, plagada de crímenes de lo más salvaje e increíble; este relato comenzará

a ser publicado a partir de mañana, y los numerosos lectores de este periódico deben apresurarse a adquirir sus ejemplares.

Si acaso los dos desprestigiados diarios llamados El Madrugador Informativo y La Noticia Nocturna pretenden tener también las memorias del

feroz cabecilla mienten descaradamente, pues nuestro enviado especial fue el único… etc., etc.

La Historia, dentro de cincuenta años o cien:

Este movimiento insurrecto fue planeado y dirigido por Gabino Durán, sin duda el más sanguinario bandolero que ha habido en el continente.

Sus crímenes…

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EL PERRO MUERTO136

Rafael F. Muñoz

EL GENERAL Gálvez era el caudillo militar del norte.

El general Chávez iluminó el sur con su genio guerrero.

Separados uno de otro por la distancia enorme que el espejismo de los desiertos se complacía en agigantar, parecían tener, sin embargo,

ideales semejantes, propósitos hermanos, anhelos comunes que los llevaron a las armas en una lucha luenga y cruel contra la tiranía. Ya en detalle,

uno y otro eran enteramente distintos: desde su aspecto, imponente en el norteño gigantesco, de grandes bigotes rubios y mirada azul acero; un

tanto ridículo en el suriano de blancos calzones ajustados a las piernas zambas, sus cuatro pelos erizados como cepillo sobre los boludos labios, y

sus ojos, recelosos, nocturnos, de pájaro de sorpresa. Y en cuanto a ideales, anhelos, propósitos, ¡eran también tan distintos!

Coincidieron únicamente en rebelarse contra un mismo gobierno, uno por cierta causa, el otro por tal motivo. Nada más. Y al irse

cerrando sus fuerzas en doble presión sobre el cuello del gobernante envejecido, y al ahogarlo, y al unirse la corriente de hombres de guerra que

bajaba del norte con la trinchera de combatientes que avanzaban del sur, los dos hombres se estrecharon las diestras y entraron juntos a la ciudad

vencida, entre las aclamaciones que el mismo pueblo tributó siempre a todos los vencedores.

En finos caballos (más grandes el de Chávez, quien por esto aparecía aún más pequeño), recorrieron las anchas avenidas luminosas,

atropellando la multitud de sus nuevos, espontáneos y desconocidos admiradores. Así, las fuerzas aliadas llegaron hasta el Palacio de Gobierno,

bajo y largo, que a distancia parecía una tapia de corral pintada de rojo; ya frente a él, sus grandes proporciones sorprendían, los huecos enormes

de las ventanas, por donde podía pasar una locomotora; las altísimas rejas de hierro y latón bruñido, de los balcones; el astabandera atrevido y

erecto como una torre… En el gran balcón central, los dos caudillos se mostraron ante la multitud entusiasta: Gálvez inclinado hacia adelante, de

codos sobre la balaustrada, pareciendo querer levantar con su diestra poderosa al pueblo que se movía abajo, como arenas revueltas por un

remolino de viento; y Chávez, pequeño, bajo un sombrero de palma adornado con negras calaveras bordadas en el ala arriscada hacia arriba,

asomaba apenas su cabeza de indígena sobre los latones relumbrantes y los hierros retorcidos. Un guasón de la multitud le gritó: ―¿Por qué estás

sentado, Chávez?‖, pero no era que estuviese sentado, sino que así era él de pequeño.

Gálvez habló el primero. Antes de guerrero había sido comerciante, leyó novelas, hizo algún mal verso, y al convertirse en caudillo se

dedicó decididamente a la oratoria. ―Henos aquí, a los luchadores del sur y del norte, en estrecho abrazo sobre el cadáver de la podrida dictadura;

la sangre que unos y otros hemos derramado sobre cien campos de batalla, servirá para unir los témpanos de granito en que fincaremos la

prosperidad de la patria; a partir de hoy, veréis volar sobre vuestras cabezas la paloma divina de la paz. Los hermanos estamos aquí, unidos para

siempre…‖

La grande ovación hizo sentir una poca de envidia a Chávez. Aquel ―grandote‖ sí sabía atraerse a la gente; no sería difícil que lo hiciera

menos a él, en vez de darle, cuando menos, la mitad de la gloria y del provecho. Y desbordando los brazos sobre el balcón, echado hacia afuera

como un muñeco que consistiera solamente en cabeza y manos, dijo también su discurso: ―Justamente es lo que dice mi general Gálvez: aquí

vamos a abrazarnos para hacer las paces; ya no habrá peleas, ya no habrá guerras; ahora los dos mandamos aquí por mitad. Eso que dijo de la

paloma es muy cierto.‖

Otra vez se elevó la tempestad de aplausos y vítores, Gálvez y Chávez se abrazaron en el balcón del Palacio y para que el pueblo viera

mejor al guerrero del sur, el del norte lo cogió con su garra poderosa de donde hacen curva los pantalones, y lo sostuvo en vilo unos instantes, a su

altura.

La ciudad fue vivac para los triunfadores: de los cuarteles, escasos y pequeños, se desbordaron a las plazoletas, a los grandes patios de los

edificios públicos, orlados de redondas arcadas; a los palacetes abandonados por medrosos sostenedores del régimen caído, o simplemente a las

calles, bajo la sombra de los árboles de ornato, en que recargaban sus armas, amarraban sus caballos y colgaban como de un perchero, las prendas

de uniforme que eran superfluas en aquella tarde de Sol. Con los soldados se instalaron sus mujeres, compañeras más o menos fieles en la guerra y

en la paz, sus hijos semidesnudos y curtidos en el acre ambiente de pólvora quemada, y sus animales de fidelidad garantizada o de utilidad a la

hora del rancho: gallinas y pericos, perros y puercos.

136

Tomado de MUÑOZ, Rafael F. (prólogo de Salvador Reyes Nevares y epílogo de Marco Antonio Campos), 2000, 20 cuentos de la Revolución,

México, segunda edición, ―La Serpiente Emplumada‖, Factoría Ediciones: 221-232. A su vez fue tomado de MUÑOZ, Rafael F., s.a., Si me han de

matar mañana, México, Ediciones Botas. En la versión recopilada por Reyes Nevares no hay cambios sustanciales más que en el acomodo de los

párrafos.

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En una callejuela de poco tránsito, empedrada y de rectitud dudosa, con una tapia de corral a un lado y una pared como de fábrica al

otro, un escuadrón de jinetes de las fuerzas de Chávez, se había instalado. Las mujeres hicieron fuegos, volaron las plumas de las gallinas, hirvió

el agua en las redondas ollas de barro, y mientras estaba la cena, algunos soldados salieron a una taberna próxima a echar sus tragos. Allí había

varios paisanos, entre ellos un inválido, viejo soldado en olvido por ebrio y por inservible; usaba una pata de palo, gruesa y reforzada con clavos

cabezones y anchos cinchos de hierro, y para dar firmeza a su paso, se apoyaba en un bastón enorme, casi un cayado, en que su paciente navaja

había dibujado su biografía. Ebrio, relataba las veces que había estado en campaña, matando a muchos de ―estos perros bandidos‖, cuando

entraron dos soldados, seguidos por el perro de uno de ellos, can amarillo y desconfiado, aparentemente humilde, pero de ojos iracundos y largos

colmillos agresivos. Debe haberle caído mal el inválido, porque le gruñó, y cuando la pata de palo dio un vuelo de péndulo hacia él, le tiró un

mordisco y se le quedó prendido, hincando los colmillos en el viejo madero herrado.

Los apuros del inválido para desprenderse del can provocaron las risas unánimes, y éstas, el enojo incontenible del patepalo, quien

rápidamente, recargado en el mostrador de la cantina, golpeó con su bastón la cabeza amarilla y enjuta, hasta destrozarla a golpes sobre uno de los

cinchos.

–¡Ora, viejo bruto! ¿No ve que el perrito está jugando? ¡No le pegue!

–Si ya lo mató…

–¡Borracho jijo de la borrega! ¡Qué valiente es con los pobrecitos animales! Póngase con un hombre…

El soldado dueño del can echó mano al marrazo, largo como un brazo y fino como una aguja.

–Viejo barbas de chivo, aquí le llegó la hora… Ni intentó defenderse el viejo. Fue tan rápido el movimiento del soldado, que aquél sólo

sintió un piquete en el vientre y un dolor muy fuerte, más que cuando le cortaron la pierna en frío. Dejó caer el grueso bastón, y apoyada la

espalda en el mostrador, se fue resbalando.

No fue posible contener los chillidos de los otros parroquianos, que antes que quienes los lanzaban, salieron por sobre las puertecillas

de la cantina hacia la calle. Por ella transitaba un teniente a caballo, seguido por un hombre de servicio también jinete.

–¡Señor oficial! ¡Señor oficial! Ahí dentro mataron a un pobre viejito…

–¿Qué pasó? ¿quién fue?

–Un soldado… mire, ese soldado que viene saliendo…

El teniente, oficial de las fuerzas de Gálvez, vio que se trataba de un soldado de las fuerzas de Chávez.

–¡Oye, tú! ¿Es cierto que mataste a uno?

–Pues la verdá es que sí. Me mató mi perro…

–¿No sabes la orden del día? Todo miembro de las tropas que cometa un acto de violencia será inmediatamente ejecutado por el

superior que se encuentre más próximo. ¡Toma!

Le disparó de arriba abajo, a boca de jarro. Y el soldado cayó con los brazos abiertos en cruz, separando de un golpe las puertecillas de

la cantina, que por sus resortes, se volvieron a cerrar. Las piernas laxas quedaron fuera, y la cara en la penumbra del interior. El oficial y su

asistente siguieron su camino, al trote de sus caballos, y se perdieron en la calle transversal.

Se aglomeró la gente en tomo al cadáver: borrachines y soldados, mujeres del pueblo y chiquillos; de la callejuela donde el escuadrón

de jinetes había acampado, salió en tangente centrífuga una vieja dando alaridos.

–¡Me mataron a mi Juan! ¡Me mataron a mi Juan!

A codazos perforó el quíntuple círculo de curiosos, y ya en el centro sangriento, siguió gritando:

–¡Me mataron a mi Juan!

Se aproximó un automóvil en el que iba un mayor con cuatro oficiales y varios soldados. Se detuvo.

–¿Qué pasó aquí?

–Mataron a un soldado.

–A ver, ¿quién me informa? La cabeza del que había acompañado al occiso a la cantina, se elevó sobre el grupo.

–Mi mayor, éste era uno de los nuestros.

–¿Quién lo mató?

–Un teniente de los de Gálvez. Ahí nomás debe ir a la vuelta de la esquina. Va en un caballo prieto, y trae un pañuelote colorado

amarrado en el pescuezo…

–¡Vamos a alcanzarlo!

El motor del automóvil lanzó un relincho de cólera, y emprendió carrera; al dar la curva de la esquina, casi chocó contra un poste. Las

miradas de los cinco círculos de curiosos volvieron a concentrarse en el muerto, y la vieja reanudó sus gritos:

–¡Han matado a mi Juan!

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A tres cuadras de distancia, el automóvil alcanzó a los jinetes.

–¡Oiga usted, tenientito de bazofia! ¿Quién es usted para andar matando a nuestros soldados?

–Lo he castigado en cumplimiento de una orden del cuartel general, que dispone que todo soldado que ejecute un acto de violencia sea

pasado por las armas.

–¿Qué cuartel general dio esa orden?

–El único que vale, el nuestro, el de mi general Gálvez.

–A su general Gálvez y su cuartel general, nosotros nos los pasamos por los calzones… ¡Mire!

El mayor con su pistola y tres soldados con sus carabinas, hicieron fuego. En mitad de la calle quedaron el teniente, su hombre de

servicio y los dos caballos. Rodando sobre los charcos de sangre pasó el automóvil, y como estaba muy cerca un cuartel de tropas amigas, el

mayor se metió ahí, temiendo una represalia.

Una hora después, por las dos bocacalles a los lados del cuartel, aparecieron dos fuertes grupos de soldados; instalaron pequeños

cañoncitos de montaña al filo de las esquinas, y a gritos, un oficial ordenó que toda la gente que estaba en la calle se movilizara inmediatamente a

otro lugar. Pronto el tramo quedó desierto.

–¡Esos del cuartel!

–¿Qué quieren?

–Ordena el coronel Gómez que le entreguen inmediatamente a un mayor que se metió ahí en un automóvil.

–No entregamos nada.

–Es un asesino.

–Es nuestro.

–¡Entréguenlo por la buena!

–¡Vaya al diablo!

Los cañoncitos comenzaron a disparar, destruyendo en un minuto los garitones. Los de dentro cerraron el portón, y desde la azotea

encendieron una cenefa de estallidos contra los atacantes. Estos ocuparon algunas casas, llegaron a la azotea frente al cuart el, y estuvieron

disparando un cuarto de hora. Los cañoncitos destrozaron el portón, y cuando las maderas cayeron al suelo, doscientos hombres realizaron un

rápido avance desde las dos esquinas, y protegidos por el fuego que sus compañeros hacían desde las casas de enfrente, entraron al cuartel. La

calle quedó manchada con cuerpos contorsionados en veinte posturas, unas ridículas, otras macabras.

El combate continuó todavía: en el patio, tras los pilares, en el interior de los cuartos, los sitiados hacían restallar sus armas. En el

centro del patio estaba el automóvil en que había entrado, a refugiarse, el mayor; una bala le perforó el tanque del combustible, un cerillo

encendido provocó una llamarada, y el carro entero ardió. En el oscurecer, aquel fuego untaba de reflejos los muros del cuartel.

–Aquí estoy, bandidos, yo soy el que mató a su teniente…

Tras un pilar se encontraba, efectivamente, un bulto impreciso; las luces del incendio del automóvil no le daban de frente, y sólo uno

que otro reflejo lanzado por los muros o por las baldosas impregnadas de sangre, lo desprendían de las sombras del rincón. Era un hombre que

estaba herido, en el vientre quizá, porque sentado en el suelo, inclinaba el torso hacia adelante.

–¡Aquí está! ¡Aquí está!

A la luz de las llamaradas azulencas y rojizas de la gasolina, brincando ágilmente sobre grupos de cadáveres, entre unas cuantas balas

errabundas que aún buscaban un cuerpo en que posarse, el coronel Gómez llegó hasta el rincón donde estaba el herido.

–¿Conque tú fuiste, no?

–Yo mero, y ni presumo.

–¡Quiébrenlo!

Varios disparos de fusil resonaron simultáneos, y el bulto pareció contraerse dentro de la sombra.

–¡Ora sí, muchachos, vámonos!

La columna, que esperaba frente al cuartel, se organizó y emprendió la marcha. Ya era de noche, y el barrio de la ciudad en donde la

lucha se había desarrollado, estaba en tinieblas; todas las casas conservaban las luces del interior, tras de sus puertas y ventanas, cerradas y

hostiles; afuera, los disparos habían cortado los cables de corriente eléctrica, y los grandes faroles que pendían entre las casas estaban como en

eclipse.

Arrastrando sus cañoncintos, la tropa victoriosa caminó algunas calles, enfundada en silencio. Los soldados, todos infantes, arrastraban

a tiempos uniformes sus zapatones en el pavimento, produciendo un levísimo velo de ruidos, a ratos imperceptible.

Repentinamente, por la retaguardia les llegó un rumor como de granizo que cae sobre cristal: era un galope, eran herraduras de caballo

batiendo la plancha de asfalto.

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179

–Alto, media vuelta, líneas de tiradores, rodilla en tierra…

La orden fue dada en voz baja y ejecutada sin ruido. El redoble de la caballería en el pétreo tambor de la calle, fue acercándose. En

sombras todo, el ruido creciente fue el único indicio de proximidad.

–i Quién vive!

–¡Chávez!

–¿Qué gente?

–¡El general Chávez en persona!

–¡Fuego!

A distancia de cincuenta metros se desarrolló el diálogo rapidísimo de los disparos.

Los fusiles que truenan,

los cuerpos que caen, los cristales que se estrellan,

los heridos que se quejan,

los ilesos que insultan,

los jefes que gritan,

los soldados que avanzan…

Eso es todo lo que se sabe de un combate en las sombras.

Los de la pequeña columna que se retiraba, la emprendieron a cañonazos contra la caballería; los perseguidores dieron varias cargas

sobre los infantes formados en tiradores. Varios choques brutales hicieron retroceder a la pequeña columna, y los que la integraban se

descompusieron por las calles transversales, abandonando los cañones volcados en las banquetas.

Y tras ello, los jinetes surianos se precipitaron en una avalancha de venganza: cuanto hombre encontraron, soldado o civil enemigo o

neutral, lo mataron.

La matanza empavoreció a la misma medianoche, que tantas tragedias ha visto, y que bostezando, apareció en el escenario cuando ya

sólo se oían disparos aislados. Se hizo lo más breve que pudo dentro de su capote negro, y se alejó murmurando: ―Que venga el amanecer a

entenderse con esto.‖

El amanecer llegó tarde: se había dormido al otro lado de la sierra, adonde no llegaron ruidos de combate que lo despertaran. Cuando se

acercaba, indeciso todavía, el general norteño Gálvez se presentó con su famosa escolta de ―colorados‖ (llamados así porque les gustaba untarse

las manos de rojo con lo que primero encontraban) frente al palacete donde se había instalado desde su llegada el genio guerrero del sur.

Centinelas somnolientos lo dejaron pasar, y oficiales dormidos en las antesalas despertaron al sentir casi sobre ellos la multitud de ―colorados‖ que

invadió la casa.

–¿Dónde está ese sietemesino?

Más por intuición que por conocimiento, Gálvez llegó hasta la alcoba en que Chávez descansaba la fatiga de la medianoche, reclinado

sobre una gran cama de dorada talla florentina y largos cortinajes de brocado lila. En tomo al lujoso lecho, veinte soldados de la guardia personal

del jefe, dormían sobre las alfombras persas y los tapetes de sedosas hebras largas.

–¡Óigame, generalito de estiércol! ¿Qué derecho tiene usted para andarse metiendo con mi gente? ¿Así entiende la concordia entre dos

ejércitos hermanos? ¿Esa es la unidad de ideales entre norte y sur? Me mató usted a Gómez, que era como mi hijo, y ahora va a ver quién es

Gálvez…

Chávez se incorporó a medias entre almohadones de pluma, forrados en suave seda de lánguido azul; con los ojos aún legañosos y

ronca la voz, contestó débilmente:

–Mire, compadre, no me vaya a salir otra vez con la paloma; mejor es que…

No terminó. Fue reclinándose en los cojines, con la cabeza echada hacia atrás y la boca muy abierta, por la que se le salía la sangre a

golpes, como de hipo.

Había recibido una bala arriba del ombligo, ahí donde se tienta blandito entre las costillas que hacen ondas. Cuando entra ahí un

disparo, sale mucha sangre por la boca, y el pobre de Chávez, no tuvo ni tiempo para apretarse el vientre, o para descolgar su pistolón, que pendía

del ala de un grifo dorado que se elevaba en la cabecera del lecho.

También ahí murió Gálvez, y muchos de sus hombres, y muchos de los de Chávez. Los muertos quedaron en el lecho, junto al lecho y

bajo el lecho. Porque el pleito comenzó en la alcoba.

Siguió en el vestíbulo,

bajó las escaleras,

salió al jardín,

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180

huyó a la calle,

se difundió por todos los barrios de la ciudad,

incendió cuarteles,

derribó defensas,

ensangrentó avenidas,

atemorizó habitantes,

E hizo tantas y tan diversas barbaridades, que uno de los dos bandos tuvo que salirse. ―No crean que tenemos miedo –dijeron los

últimos al alejarse– nomás vamos por refuerzos‖.

Efectivamente, fueron y volvieron. De esto hace tres meses y todavía se sigue combatiendo.

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181

ORO, CABALLO Y HOMBRE137

Rafael F. Muñoz

COMO EN Casas Grandes terminaba la línea férrea, los villistas que se dirigían rumbo a Sonora bajaron de los trenes, echando fuera de las jaulas la

flaca caballada y después de ensillar emprendieron la caminata hacia el Cañón del Pulpito.

La llanura estaba oculta bajo una espesa costra de nieve endurecida que crujía a la presión de las herradas pezuñas de los animales; a

veces, éstos resbalaban y caían sobre el húmedo colchón, blanco e interminable; los jinetes se levantaban sacudiéndose y si la bestia había

quedado tirada en el fango helado, con las manos le cerraban la nariz y el hocico para que en un supremo esfuerzo por libertarse y respirar, el

animal volviera a ponerse sobre sus cuatro patas.

¡Qué poco amiga del hombre es la tierra nevada, agradable solamente en las pinturas alegóricas de Nochebuena! No se ve el terreno

que se pisa: los pedruscos del camino apenas hacen una levísima ondulación en la cáscara de confeti cristalizado al bajo cero. Los peatones dan

traspiés y tocan el suelo con rodillas y manos; las armas se hunden en la nieve, se moja el costal con pinole que tenía que servir de alimento por

toda la semana, entran esquirlas de hielo por todas las aberturas de la ropa. ¡Y hay que soltar algunas maldiciones para calentarse!

Luego, no se encuentra leña seca para hacer una lumbrada, ni piedra limpia para sentarse a descansar un rato; aun bajo los pinos, cedros

y encinos de copas anchísimas, hay nieve, no queda sitio para tender una manta y acostarse. Aun cuando la tormenta haya cesado, el viento hace

caer los copos detenidos en las ramas y bajo los árboles siempre está nevando. El deshielo es cruel, aún más que la tempestad: hace más frío y casi

siempre más viento que levanta la punta de las bufandas, el vuelo de los capotes, la vuelta de las pelerinas y se cuela a través de las ropas hasta el

pellejo.

–¡No hay que rajarse, muchachos! ¡Síganle, que ya verán cómo pa' delante está pior…!

Y los deshilachados restos de la fastuosa División del Norte, los poquísimos que no se habían ―rajado‖ después de los combates de

Celaya, echaban ―pa' delante, a buscar lo pior‖, con movimiento de hombros que decía ―¿qué más da?‖ y una contracción de labios que era desdén

para la vida y reto a la muerte.

Frente a Casas Grandes, a poco trotar, hay una laguna extensa, pero poco profunda, casi una charca donde el viento no hace oleajes,

rizando apenas la superficie pantanosa, que semeja un cristal ahumado, porque bajo un metro de agua, el barro negro y arrugado da idea de la piel

de una gran bestia que estuviera dormitando dentro de la laguna. En algunas partes, donde el agua era menos, el bajo cero había puesto a la

ciénaga un cascarón de hielo.

El grueso de la columna se desvió, prefiriendo hacer un gran rodeo por tierra firme, que atravesar la sospechosa calma de las aguas

oscuras. Pero un grupo de villistas, seis o siete, bien montados en caballos de alzada, con gruesas mitazas que les cubrían hasta la mitad del muslo,

y ropas de invierno entre las que no faltaban los característicos sweaters rojos, se decidieron a marchar en línea recta a través de la charca.

A la cabeza del grupo iba un hombre alto, con el sombrero tejano arriscado en punta sobre la frente, tal como lo usaban los

ferrocarrileros, ―los del riel‖. Rostro oscuro completamente afeitado, cabellos que eran casi cerdas, lacios, rígidos, negros; boca de perro de presa,

manos poderosas, torso erguido y piernas de músculos boludos que apretaban los flancos del caballo como si fuera garra de águila. Aquel hombre

se llamaba Rodolfo Fierro; había sido ferrocarrilero y después fue bandido, dedo meñique del jefe de la División del Norte, asesino brutal e

implacable, de pistola certera y dedo índice que no se cansó nunca de tirar del gatillo.

–Los caballos andan mejor en el agua que en la nieve –dijo y metió espuelas. El animal dio un gran salto, penetró en la laguna

levantando un abanico de agua con cada pata, siguió adelante braceando a un metro de alto y chapoteando con regocijado estrépito–. Éste es el

camino para los hombres que sean hombres, y que traigan caballos que sean caballos… ¡Adelante!

Los otros le siguieron, haciendo ruidos de cascada.

Fierro iba cargado de oro. Monedas americanas de veinte dólares, conocidas por ―ojos de buey‖, inflaban un cinturón de los llamados

―de víbora‖ que el bandolero llevaba apretado poco más abajo que la canana de la pistola; oro en los bolsillos abultados del pantalón, oro en el

pliegue que hacía la camisola al voltearse sobre el cinturón ajustado… oro en las cantinas de la silla de montar, hinchadas hasta el máximo… oro

en bolsas de lona colgadas de la cabeza de la montura… Una coraza de oro, un blindaje de oro… ¡Kilos de oro!

Cuando caminaba en tierra firme, el caballo parecía no sentir sobre su lomo al hombre enorme, parecía no llevar encima aquel

tremendo cargamento: braceaba como un trotón inglés de paseo, levantando las pezuñas delanteras a la altura del pecho.

137

Tomado de MUÑOZ, Rafael F. (selección y prólogo de Salvador Reyes Nevares), 1974, Relatos de la Revolución, México, SepSetentas,

Biblioteca S.E.P., Secretaría de Educación Pública: 181-188. En la versión de ―La Serpiente Emplumada‖ de Factoría Ediciones. hay cambios en

cuanto al acomodo de los párrafos (separaciones) y las versiones de las recopilaciones de Luis Leal y Edmundo Valadés son exa ctamente la

misma aquí transcrita (sólo hay unas pocas correcciones de estilo en la versión de Valadés, correcciones muy simples que no cambian el sentido)

puesto que el cuento, en ambos casos, fue tomado de este libro. Lo seleccionamos por ser la versión más publicada.

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182

Pero a cien metros, a ciento cincuenta, a doscientos metros de la orilla de la laguna, el caballo fuese fatigando de no encontrar tierra

firme bajo sus herraduras, de meter los cascos en un lodazal negro, espeso, congelado. Y aun cuando el nivel del agua no le llegaba al vientre, ya

no sacaba las pezuñas al aire; seguía caminando firme, pero lento, recto, pero fatigado, resoplando como una locomotora. De sus narices abiertas,

dos grandes agujeros negros, salían chorros de un vaho espeso. Las orejas enhiestas parecían percibir una misteriosa señal de peligro que partiera

de las aguas, agitadas en círculos concéntricos que iban borrándose en la distancia.

–Mi general, está el terreno muy pesado para los caballos –aventuró a decir uno de los acompañantes–, mejor es que nos devuélvanos y

denos la vuelta por la orillita…

–¡Qué devuélvanos ni qué el demonio…! ¡Me canso de pasar este tal por cual charco! El que tenga miedo, que se raje y dé media

vuelta… no se vaya a dar un baño…

Y dio otro apretón de pies en el vientre del caballo. Las puntas de las espuelas hirieron la piel, abriendo dos hilillos de sangre, y el

animal se levantó sobre las patas traseras, quedando casi vertical. Fierro se apoyó en la teja de la silla, pegó la cabeza al cuello del animal, y con el

puño cerrado diole un golpe entre las dos orejas.

–¡Muía, mal nacida!

El caballo volvió a caer sobre sus cuatro patas y se vio entonces que el agua le llegaba al vientre. Los pies del hombre, prendidos a los

ijares con los hierros implacables, quedaron dentro del agua enturbiada por el pataleo.

–¡Cuidado, mi general! ¡El caballo se está hundiendo!

–Pos va a salir a puritito pulmón…

–No lo menee mucho, porque se le atasca…

–¡Vete a dar consejos a las viejas! ¡Yo sé lo que hago!

Fuese desarrollando una lucha tremenda: el caballo contra el fango y el hombre contra el caballo. Los demás jinetes no se atrevían a

acercarse y habían formado un semicírculo a cinco o seis metros de distancia. El animal resollaba desesperadamente y en vigorosos movimientos

lograba levantar una mano y sacarla del agua, tirando luego un golpe terrible hacia abajo; pero no encontraba resistencia en el barro y cada vez el

impulso de sus músculos poderosos que levantaban las manos, era menos eficaz. Se fue hundiendo de la parte trasera y pronto quedó la cola

dentro del agua, agitándose violentamente como si fuera un remo cubierto de cerdas.

El jinete golpeaba al animal con ambos puños, dejando la rienda suelta sobre la silla, gritando los más duros insultos y acicateándolo

furiosamente en la barriga. Ya se veían en el agua revuelta, espesa de lodo, tonos rojizos de la sangre del caballo que manaba por los ijares.

–Mejor bájese, general… yo le empresto mi penco…

–Préstaselo a tu abuela, que lo necesita más que yo…

Llegó el momento en que el animal no pudo desprender las manos del lodo. Debía tenerlo ya más arriba de la rodilla, porque el agua le

llegaba hasta la mitad del cuerpo. Quedó un instante inmóvil dando unos bufidos que parecían respuesta a los insultos que le seguía diciendo

Fierro. Y entonces fue cuando éste pensó en desmontar: volvióse hacia las cantinas de la montura, ya al nivel del agua, y sacó sendas bolsas de

oro; tomó los dos costales amarrados a la cabeza dé la silla y echándoselos en el brazo izquierdo levantó la pierna derecha sobre el lomo del

animal y la sumergió en el agua tratando de tocar fondo; pero el pie se le hundió en el barro que parecía mantequilla, y él quedóse prendido de la

cabeza de la silla, con la pierna izquierda doblada sobre el estribo.

Sintió miedo, un miedo espantoso de quedarse ahí para siempre, con su caballo y con su oro; volvió los ojos hacia sus hombres con una

intensa angustia. Todos estaban muy lejos para tenderle la mano y se habían quedado inmóviles por temor a correr la misma suerte que él. Y los

demás de la columna, muy lejos, a la orilla de la laguna tersa y oscura como un espejo ahumado, continuaban su marcha a rastras sobre la nieve,

preocupado cada uno de ellos por su propia marcha, mirando hacia abajo para evitar los pedruscos y los hoyancos y sin dirigir una ojeada al grupo

que se había atrevido a pasar en línea recta el manto de agua.

–¡Epa! ¡Imbéciles! A ver si hacen algo… ¿O qué, piensan dejarme aquí atascado en el zoquete? ¡Búiganse, demen un jalón!

Pero aquellos hombres no se movieron. En varios metros alrededor del caballo que se sumergía y del jinete pálido por la angustia, el

cieno estaba removido por los desesperados esfuerzos que hacía el animal para escapar del peligro y quien se hubiera atrevido a avanzar en esa

zona, cayera también prisionero del fango movedizo y profundo. Así, los demás jinetes se limitaron a dar consejos.

–No se mueva mucho…

–Párese arriba de la silla…

–Tire todo el peso que traiga encima…

–Procure venirse a nado…

Uno sacó la pistola para avisar a la lejana columna del peligro en que Fierro se encontraba, disparó al aire los seis cartuchos del

cilindro. Inmediatamente se vio que la tropa en marcha se detuvo y acercóse a la orilla de la laguna. Con sus prismáticos, los jefes vieron que un

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caballo estaba sumergiéndose en las aguas y que un hombre intentaba escapar de un trance de muerte. Varios jinetes trataron de ir al socorro y

avanzaron sus caballos quebrando el hielo de la superficie, mas a poco andar vieron que también para ellos había peligro, y se regresaron.

En el centro de la charca, el caballo seguía pataleando y agitándose en el barro. Pronto quedó la montura bajo las aguas, y el animal no

sacó ya sino el cuello y la cabeza mantenida en alto. Fierro estaba de rodillas sobre la silla, pálido, con los ojos desorbitados por el espanto. En el

brazo izquierdo sostenía aún cuatro bolsas repletas de oro.

–Una reata… ¡Échenme una reata! Le doy una bolsa a cada uno que me ayude a salir…

Algo por compasión y mucho por interés de la oferta, los villistas del grupo echaron mano a los lazos amarrados en sus monturas y

comenzaron a agitarlos en grandes círculos sobre sus cabezas. El caballo acabó de sumergirse, soplando un bufido que alborotó las aguas; sus

pulmones potentes todavía echaron un chorro de burbujas que reventaron en pompas de fango. El hombre había quedado en pie sobre la silla, sin

sombrero, con los costales apretados al pecho, salpicado de lodo de arriba abajo, pesadas las piernas por la costra que lo cubría hasta la cintura.

–Pronto… pronto… el caballo ya se fue al diablo…

Las reatas partieron simultáneamente con un uniforme silbido, pero fuera por mal cálculo o porque los lazadores tuvieran pocas ganas

de verse envueltos en el peligro, todas quedaron cortas y Fierro, sin soltar el oro, intentó alcanzarlas alargando el brazo derecho Este movimiento

lo hizo perder el equilibrio y cayó en el agua. A poco emergió enteramente cubierto de lodo, agitando los brazos, ya libres del pesado cargamento.

Su figura casi había perdido la apariencia humana. Quiso decir algo, y medio ahogado por el cieno que le había penetrado en la boca, sólo lanzó

un alarido gutural como de un orangután en la selva. Instantes después comenzó a hundirse despacio; bajó los brazos y quedó con la cabeza de

fuera, nada más, gritando.

Los villistas recogieron rápidamente sus reatas y volvieron a tirarlas, pero nuevamente quedaron cortas. Pronto la cabeza quedó a ras de

agua y luego se hundió. Surgieron los brazos levantando la ―víbora‖ hinchada de oro, en una última oferta por la salvación. Luego todo

desapareció bajo las aguas, que volvieron a quedar como un vidrio ahumado, sin oleaje, apenas rizadas por el viento.

Muy despacio, con toda clase de precauciones, los testigos de la tragedia fueron saliendo hacia la orilla. Un oficial japonés que iba

entre los villistas, se devolvió a Casas Grandes para buscar una lancha y salir a bucear en la laguna en un intento para rescatar el cuerpo.

La columna continuó su marcha en la nieve, y al ponerse el sol acampó en un bosque. Tronchando ramas de pinos y cedros los villistas

medio barrieron la nieve en algunos trechos, bajo los árboles más grandes, y se acostaron a descansar.

Recordando el drama, algunos dijeron:

–¡Lástima de oro!

Otros:

–¡Lástima de caballo!

Y ninguno lamentó la desaparición del hombre.

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184

ANEXO 2

IMÁGENES MISCELÁNEAS

Trascripción del autógrafo:

―Para Gustavo Ortiz Hernán, por la vieja y siempre cordial amistad de [Rúbrica] Rafael F. Muñoz.‖138

138

Tomado de MUÑOZ, Rafael F., 1967, Obras incompletas, dispersas o rechazadas con notas del mismo autor, México, Ediciones Oasis. Hoja de

presentación.

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185

Entrada de Francisco Villa y Emiliano Zapata a la Ciudad de México el seis de diciembre de 1914.

Otra versión de la fotografía que usamos de portada del Capítulo III en donde se ve Francisco Villa en la silla presidencial el seis de diciembre de

1914. Se ven sentados Tomás Urbina, Francisco Villa, Emiliano Zapata y Otilio Montaño.

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186

Diversas Imágenes de Pancho Villa a lo largo de su vida.

Arriba izquierda: Villa a los veintidós años. Arriba centro: Villa incorporado como Coronel Irregular de la División del Norte. Arriba derecha:

Villa con vestimenta casual. Abajo izquierda: Villa al alzarse en la Revolución de Sierra Azul en Chihuahua en noviembre de 1910. Abajo centro:

Villa ya como General. Abajo derecha: Villa a caballo sale a San Pedro de las Colonias a combatir federales en 1914.

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187

ANEXO 3

CUÉNTAME LO QUE NO ES CUENTO

Presentamos a continuación las perspectivas de análisis literario sopesadas para el trabajo con los textos en forma de cuadros sinópticos para sólo

mencionar los aspectos más importantes. Eran, en un principio, las perspectivas teóricas que servirían de base al trabajo, pero, como se puede

apreciar por los aspectos que analizan, para un enfoque histórico sólo resultó coherente el análisis semiológico, que, dicho sea de paso, no es

propio sólo de la investigación literaria, ni de la artística sino que se utiliza en cualquier investigación que busque elementos de significación.

Explicación filológica y literaria

Explicación filológica y

literaria.

Se usa. Distancia entre la lengua del autor y el analista.

Distancia temporal (voces arcaicas, dialectales o neologismos).

Se debe determinar el contenido literario en el que surge la obra.

• • • • • •

La organización de las partes del texto

La organización de las partes del

texto.

El tipo de escrito.

Se debe

fijar.

Número y orden de las partes.

Limites estructurales de las partes.

Contenidos de cada parte.

Concluir sobre la adecuación contenido-forma.

Definir el género

literario.

Estrictamente

codificado. Soneto, drama…

Relativamente

libre. Novela. Ensayo…

Discernir sobre el

tono. Lírico, irónico, patético, narrativo, descriptivo…

Analizar la función de cada una de las partes en

relación con el contenido del discurso (diégesis).

Presentación, núcleo

desenlace,

desarrollo.

• • • • • •

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Análisis lingüístico

Análisis

lingüístico.

Se deben buscar estructuras en el

nivel lingüístico (pero existen

muchas clases) pero descubriendo

las funciones de éstas y desde qué

punto de vista son pertinentes

para el análisis.

Nivel estético.

Nivel semántico (significaciones y representaciones).

Nivel psicológico sobre el lector.

Niveles de análisis

lingüístico.

Fónico.

Efectos

.

Naturales

.

Acento, reduplicación, alargamiento,

onomatopeya, aliteración.

Por

evocación.

Acentos de clase social,

provincia, extranjeros…

Unidades prosódicas y

suprasegmentales. Acento, entonación.

Morfosintáctico

.

Analizar las formas gramaticales utilizadas por el

autor para definir el tono, el estilo, el carácter…

Semántica de la

expresión.

Léxico-

semántico.

Analizar la riqueza expresiva del vocabulario.

Identificar el nivel de lengua.

Campos

semánticos.

Identificar

del

vocabulario

.

(Método de

Matoré).

Palabras testigo.

Entorno a ellas

se organiza y

coordina la

estructura

lexicológica.

Palabras

clave.

Expresan

sentimientos o

ideas dominantes

de una época

social.

Efectos evocados.

Es el campo propio de la semántica de estilo.

Las formas reflejan el grupo social y la

época.

Se estudia el lenguaje del texto en función de

la clase o medio social que representa (y la

época).

Significación

emotiva de las

palabras.

(A. Richards).

Las palabras tienen un uso, simbólico,

referencial y emotivo.

Identificar la evaluación emotiva de las

palabras.

Identifica

r además.

Acento enfático, reiteraciones,

hipérbole, posición de las

palabras en la oración, morfema

de intensificación.

Desviaciones semánticas y otras

figuras.

Figuras retóricas.

Tropos.

• • • • • •

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189

Análisis estructural del relato

Análisis

estructural

del relato.

La lengua

del relato.

(Propp).

Niveles de sentido.

Distribucionales

.

Si las relaciones están situadas en un

mismo nivel.

Integrantes. Si las relaciones están formadas de un nivel a

otro.

Funciones.

Determinación de

las unidades.

Éstas viven dadas por el carácter funcional de

cientos de segmentos de la historia (argumento-

diégesis), de ahí el nombre de funciones. Como hay

muchos tipos de correlaciones, habrá muchas

funciones. La función es una unidad de contenido.

Clases de

unidades.

Funcionales

.

Cardinales

(núcleo).

Inicial.

Medio.

Final.

Integrantes.

Indicios propiamente

dichos.

Informaciones.

Sintaxis funcional.

Informantes e indicios pueden combinarse

libremente.

Las relaciones cardinales son solidarias: una función

obliga a otra.

Una catálisis implica una función cardinal.

La unidad base de la organización es un grupo de

funciones que recibe el nombre de secuencia.

Las secuencias pueden ser macrosecuencias y

microsecuencias.

Acciones.

(Greimas).

Se trata de establecer los agentes participantes en las acciones. Cada personaje es el

héroe de su propia secuencia. Greimas clasifica los personajes en tanto que participan en

tres grandes ejes semánticos (comunicación, deseo y prueba) y lo ordena por parejas

conforme a otra estructura, paradigmática: sujeto/objeto, emisor/destinatario,

ayudante/oponente.

La narración.

Los aspectos

del relato.

En el relato, en cuanto a comunicación, hay un emisor y un destinatario. Por lo

tanto se establecerán los signos del narrador y los del lector a lo largo del relato.

Sobre el

emisor del

relato existen

tres

concepciones.

Narrador >

Personaje.

El narrador sabe más que el personaje.

El narrador lo conoce todo: Narrador

omnisciente.

Narrador =

Personaje.

Esta manera es muy frecuente en la

literatura moderna.

El narrador sabe tanto como los

personajes.

Esta forma admite que el relato esté

preparado en primera persona o en

tercera persona, pero siempre según la

visión que de los acontecimientos tienen

un mismo personaje.

Narrador <

Personaje.

El narrador sabe menos que cualquier

personaje, y sólo nos describe lo que ve

y oye.

Este punto de vista también se conoce

como narrador-testigo, lo que importa es

la objetividad del relato.

En la segunda forma de narración puede aparecer la visión estereoscópica: cuando

un mismo suceso es referido por varios personajes.

También se tendrá en cuenta si se da o no el artificio llamado «evolución de los

aspectos del relato» que consiste en presentar la historia a través de sus proyectos

en la conciencia del personaje.

Los modos del

relato.

Se debe determinar cuáles son los modos del relato (la

representación o la narración). La existencia de dos modos

implica una oposición entre la palabra de les personajes (que

es el estilo directo) y la palabra del narrador (enunciación

histórica).

Nivel

apreciativo.

La imagen del narrador va acompañada de la imagen del lector.

Ese sólo se puede acercar al autor por medio del nivel apreciativo.

Por lo tanto, todo comentario de un relato debe terminar por la

interpretación moral que hace el lector.

• • • • • •

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190

Análisis semiológico

Análisis semiológico.

Buscar en la obra las

significaciones no

aparentes,

perceptibles; las

significaciones más

profundas.

Genético.

Relaciones entre la obra y el autor.

Se deben buscar datos de personalidades del autor.

Si en la obra se encuentran datos psicológicos se puede aplicar un análisis

psicológico al autor.

Social.

(G. Mounin,

Le semiología).

Relaciones entre la obra y la sociedad en la que es producida.

Definir los condicionantes sociales.

Literario.

(Leo Spitzer,

Stylistics &

Literary Motory).

Buscar en la obra una situación interna inminente a la obra misma.

Buscar el etymon

espiritual de la obra.

Estudio de los estilemas.

Significantes y significados internos de la

obra que marcan relaciones de

dependencias con el conjunto.

Connotaciones y apreciación del lector.

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191

LEY GENERAL AGRARIA

Francisco Villa, general en jefe de Operaciones del Ejército Convencionista, a los habitantes de la República hago saber:

Que en virtud de las facultades extraordinarias contenidas en el Decreto de 2 de febrero del presente año, expedido en la ciudad de

Aguascalientes, y de las cuales estoy investido, y

CONSIDERANDO: Que siendo la tierra en nuestro país la fuente, casi la única de la riqueza, la gran desigualdad en la distribución de

la propiedad territorial ha producido la consecuencia de dejar a la gran mayoría de los mexicanos, a la clase jornalera, sujeta a la dependencia de la

minoría de los terratenientes, dependencia que impide a aquella clase el libre ejercicio de sus derechos civiles y políticos.

Que la absorción de la propiedad raíz por un grupo reducido es un obstáculo constante para la elevación de los jornales en la justa

relación con la de los artículos de primera necesidad, prolonga así la precaria situación económica de los jornaleros y los imposibilita para

procurar su mejoramiento intelectual y moral.

Que la concentración de la tierra en manos de una escasa minoría es causa de que permanezcan incultas grandes extensiones de terreno

y de que, en la mayoría de éstos, sea el cultivo tan deficiente que la producción agrícola nacional no basta a menudo para satisfacer el consumo; y

semejante estorbo a la explotación de los recursos naturales del país redunde en perjuicio de la mayoría del pueblo.

Que la preponderancia que llega a adquirir la clase propietaria en virtud de las causales anotadas y bajo el amparo de gobiernos

absolutistas favorece el desarrollo de abusos de todo género que obligan finalmente al pueblo a remediarlos por la fuerza de las armas, haciéndose

así imposible la evolución pacífica del país.

Que por estas consideraciones ha venido a ser una apremiante necesidad nacional el reducir las grandes propiedades territoriales a

límites justos, distribuyendo equitativamente las excedencias.

Que la satisfacción de esta necesidad ha sido una solemne promesa de la Revolución; y por lo tanto, debe cumplirlas sin demora el

Gobierno Provisional emanado de ella, conciliando en lo posible los derechos de todos.

Que una reforma social como la que importa la solución del problema agrario, que no sólo afecta a todo el país sino que trascenderá a

las generaciones venideras, debe realizarse bajo un plan sólido y uniforme en sus bases generales, rigiéndose por una misma ley.

Que la Ley Federal no debe sin embargo contener más que los principios generales en los que se funda la reforma agraria dejando que

los Estados, en uso de su soberanía, acomoden esas bases a sus necesidades locales; porque la variedad de los suelos y de las condiciones

agronómicas de cada región requieren diversas aplicaciones particulares de aquellas bases, porque las obras de reparto de tierras y de las demás

que demanda el desarrollo de la agricultura serían de difícil y dilatada ejecución si dependieran de un centro para toda la extensión del territorio

nacional; y porque las cargas consiguientes a la realización del reparto de tierras deben, en justicia, reportarlas los directamente beneficiados y

quedan mejor repartidas haciéndolas recaer sobre cada región beneficiada.

Que no obstante la consideración contenida en el párrafo anterior para exonerar a la Federación del supremo deber de cuidar que en

todo el territorio nacional se realice cumplidamente la reforma agraria y de legislar en aquellas materias propias de su incumbencia, según los

antecedentes jurídicos del país que complementan la reforma.

En tal virtud he tenido a bien expedir la siguiente:

LEY GENERAL AGRARIA:

Artículo 1° Se considera incompatible con la paz y la prosperidad de la República la existencia de las grandes propiedades territoriales.

En consecuencia, los gobiernos de los Estados, durante los tres primeros meses de expedida esta ley, procederán a fijar la su perficie máxima de

tierra que, dentro de sus respectivos territorios, pueda ser poseída por un solo dueño y nadie podrá en lo sucesivo seguir poseyendo ni adquirir

tierras, en extensión mayor de la fijada, con la única excepción que consigna el artículo 18.

Artículo 2° Para hacer la fijación a que se refiere el artículo anterior, el gobierno de cada Estado tomará en consideración la superficie

de éste, la cantidad de agua para el riego, la densidad de su población, la calidad de sus tierras, las extensiones actualmente cultivadas y todos los

demás elementos que sirvan para determinar el límite más allá del cual la gran propiedad llega a constituir una amenaza para la estabilidad de las

instituciones y para el equilibrio social.

Artículo 3° Se declara de utilidad pública el fraccionamiento de las grandes propiedades territoriales en la porción excedente del límite

que se fije conforme a los artículos anteriores. Los Gobiernos de los Estados expropiarán, mediante indemnización, dicho excedente, en todo o en

parte según las necesidades locales. Si sólo hicieren la expropiación parcial, el resto de la porción excedente deberá ser fraccionada por el mismo

dueño con arreglo a lo prescrito en el inciso IV artículo 12 de esta Ley. Si este fracción amiento no quedare concluido en el plazo de tres años, las

tierras no fraccionadas continuarán sujetas a la expropiación decretada por la presente Ley.

Artículo 4° Se expropiarán también los terrenos circundantes de los pueblos de indígenas en la extensión necesaria para repar tirlos en

pequeños lotes entre los habitantes de los mismos pueblos que estén en aptitud de adquirir aquéllos, según las disposiciones de las leyes locales.

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192

Artículo 5° Se declara igualmente de utilidad pública la expropiación de los terrenos necesarios para fundación de poblados en los

lugares en que se hubiere congregado o llegare a congregarse permanentemente un número tal de familias de labradores, que sea conveniente, a

juicio del gobierno local, la erección del pueblo; y para la ejecución de obras que interesan al desarrollo de la agricultura parcelaria y de las vías

rurales de comunicación.

Artículo 6° Serán expropiadas las aguas de manantiales, presas y de cualquiera otra procedencia, en la cantidad que no pudier e

aprovechar el dueño de la finca a que pertenezcan, siempre que esas aguas pudieran ser aprovechadas en otra. Si el dueño de ellas no las utilizare,

pudiendo hacerlo, se le enseñará un término para que las aproveche, bajo la pena de que si no lo hiciere, quedarán dichas aguas sujetas a

expropiación.

Artículo 7° La expropiación parcial de tierra comprenderá, proporcionalmente, los derechos reales anexos a los inmuebles expropiados,

y también la parte proporcional de muebles, aperos, máquinas y demás accesorios que se necesiten para el cultivo de la porción expropiada.

Artículo 8° Los gobiernos de los Estados expedirán las leyes reglamentarias de la expropiación que autoriza la presente y quedará a su

cargo el pago de las indemnizaciones correspondientes. El valor de los bienes expropiados, salvo en caso de convenio con el propietario, será

fijado por peritos nombrados uno por cada parte y un tercero para caso de discordia. Este será designado por los primeros peritos y si no se

pusieran de acuerdo, por el juez local de Primera Instancia. En todo caso en que sea necesario ocurrir al tercer perito, se fijará el valor definitivo

de los bienes expropiados, tomando la tercera parte de la suma de los valores asignados, respectivamente, por los tres valuadores.

Artículo 9° Si la finca en que se verifique la expropiación reportare hipotecas u otros gravámenes, la porción expropiada quedará libre

de ellos mediante el pago que se hará al acreedor o acreedores de la parte del crédito que afectare a dicha porción, proporcionalmente, y en forma

en que se haga el pago al dueño. Si hubiere desacuerdo acerca de la proporcionalidad de la cancelación, será fijada por peritos. La oposición del

deudor al pago se ventilará en juicio con el acreedor sin suspender la cancelación depositándose el importe del crédito impugnado.

Artículo 10° Se autoriza a los Gobiernos de los Estados para crear deudas locales en la cantidad estrictamente indispensable para

verificar las expropiaciones y sufragar los gastos de los fraccionamientos a que se refiere esta ley, previa aprobación de los proyectos respectivos

por la Secretaría de Hacienda.

Artículo 11° Los Gobiernos de los Estados no podrán decretar la ocupación de las propiedades objeto de ésta Ley, ni tomar posesión de

los terrenos expropiados, sin que antes se hubiera pagado la indemnización correspondiente en la forma que disponga la Ley local; pero podrán

decretar las providencias convenientes para asegurar los muebles necesarios de que habla el artículo 7° Los dueños de las fincas que puedan

considerarse comprendidos en esta Ley, tendrán obligación de permitir la práctica de los reconocimientos periciales necesarios para los efectos de

la misma Ley.

Artículo 12° Las tierras expropiadas en virtud de esta Ley se fraccionarán inmediatamente en lotes que serán enajenados a los precios

de costo además de gastos de apeo, deslinde y fraccionamiento, más un aumento de diez por ciento que se reservará a la Federación para formar

un fondo destinado a la creación del crédito agrícola del país.

Compete a los Estados dictar las leyes que deban regir los fraccionamientos y las adjudicaciones de los lotes para acomodar u nos y

otras de las conveniencias locales; pero al hacerlo, no podrán apartarse de las bases siguientes:

I. Las enajenaciones se harán siempre a título oneroso, con los plazos y condiciones de pago más favorables para los adquirientes en

relación con las obligaciones que pesen sobre el Estado a consecuencia de la deuda de que habla el artículo 10°.

II. No se enajenará a ninguna persona una porción de tierra mayor de la que garantice cultivar.

III. Las enajenaciones quedarán sin efecto si el adquiriente dejare de cultivar sin causa durante dos años la totalidad de la tierra

cultivable que se le hubiere adjudicado; y serán reducidas si dejare de cultivar toda la tierra laborable comprendida en la adjudicación.

IV. La extensión de los lotes en que se divida un terreno expropiado no excederá en ningún caso de la mitad del límite que se asigne a

la gran propiedad en cumplimiento del artículo 1 ° de esta Ley.

V. Los terrenos que se expropien conforme a lo dispuesto en el artículo 4° se fraccionarán precisamente en parcelas cuya extensión no

exceda de veinticinco hectáreas y se adjudicarán solamente a los vecinos de los pueblos.

VI. En los terrenos que se fraccionen en parcelas se dejarán para el goce en común de los parcelarios, los bosques, agostaderos y

abrevaderos necesarios.

Artículo 13° Los terrenos contiguos a los pueblos que hubieren sido cercenados de éstos a título de demasías, excedencias o bajo

cualquiera otra denominación y que habiendo sido deslindados no hubieren salido del dominio del Gobierno Federal, serán fraccionados desde

luego en la forma que indica el inciso V del artículo anterior.

Artículo 14° Los Gobiernos de los Estados modificarán las leyes locales sobre aparcería en el sentido de asegurar los derechos de los

aparceros en el caso de que los propietarios abandonen el cultivo de las labores o de que aquéllos transfieran sus derechos a un tercero. Los

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193

aparceros tendrán en todo caso el derecho de ser preferidos en la adjudicación de los terrenos que se fraccionen conforme a esta Ley o por los

propietarios respecto de las parcelas que hubieren cultivado por más de un año.

Artículo 15° Se declaran de jurisdicción de los Estados las aguas fluviales de carácter no permanente que no formen parte de límites

con un país vecino o entre los Estados mismos.

Artículo 1 6 ° Los Gobiernos de los Estados, al expedirse las leyes reglamentarias de la presente, decretarán un reavalúo fiscal

extraordinario de todas las fincas rústicas de sus respectivos territorios y se tomará como base de los nuevos avalúos el valor comercial de las

tierras, según su calidad, sin gravar las mejoras debidas al esfuerzo del labrador. Sólo quedarán exentos del impuesto los predios cuyo valor resulte

inferior a quinientos pesos oro mexicano.

Artículo 1 7° Los Gobiernos de los Estados expedirán leyes para constituir y proteger el patrimonio familiar sobre las bases de que éste

sea inalienable, que no podrá gravarse ni estará sujeto a embargos. La transmisión de dicho patrimonio para herencia, se comprobará con la simple

inscripción en el Registro Público de la Propiedad, del certificado de defunción del jefe de la familia y de su testamento o en caso de intestado, de

los certificados que acrediten el parentesco. Se considerará parte integrante del patrimonio familiar todo lote de veinticinco hectáreas o menos,

adquirido en virtud de los fraccionamientos que ordena esta ley.

Artículo 18° El Gobierno Federal podrá autorizar la posesión actual o adquisición posterior de tierras en cantidad mayor que la

adoptada como límite, según el artículo 1°, en favor de empresas agrícolas que tengan por objeto el desarrollo de una región, siempre que tales

empresas tengan carácter de mexicanas y que las tierras y aguas se destinen al fraccionamiento ulterior en un plazo que no exceda de seis años.

Para conceder tales autorizaciones se oirá al Gobierno del Estado al que pertenezcan las tierras de que se trate y a los part iculares que manifiesten

tener interés contrario a la autorización.

Artículo 19° La Federación expedirá las leyes sobre crédito agrícola, colonización y vías generales de comunicación y todas las demás

complementarias del problema nacional agrario. Decretará también la exención del Decreto del Timbre a los títulos que acrediten la propiedad de

las parcelas a que se refiere esta Ley.

Artículo 20° Serán nulas todas las operaciones de enajenación y de fraccionamiento que verifiquen los Estados contraviniendo las

bases generales establecidas por esta Ley. Cuando la infracción perjudicare a un particular, dicha nulidad será decretada por los tribunales

federales en la vía procedente conforme a la Ley de Administración de Justicia del Orden Federal.

Dado en la ciudad de León, a los veinticuatro días del mes de mayo de 1915.

Francisco Villa.

Al C. Lic. Francisco Escudero, Encargado del Departamento de Hacienda y Fomento en Chihuahua.

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194

ANEXO 4

CRONOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

Antecedentes

1900

Los hermanos Flores Magón inician la publicación de Regeneración, un diario semanal en donde se critica

fuertemente al régimen porfirista.

Justo Sierra publica México, su evolución social que es una voluminosa historia de México.

1904 Ricardo Flores Magón funda el Partido Liberal Mexicano (P.L.M.).

1906 Julio. 1

Los empleados de Cananea Koper Company van a la huelga por reivindicaciones obreras y son reprimidos

violentamente.

Surge el Programa del P.L.M. y Manifiesto a la nación donde se llama al pueblo a rebelarse en contra de la

dictadura de Porfirio Díaz.

1907 Enero 7 Se da la huelga de los trabajadores de las fábricas textiles de Río Blanco que también fue reprimida

violentamente por las tropas federales.

1908 Enero

El redactor de Pearson's Magazine de los Estados Unidos, James Creelman, entrevista a Porfirio Díaz. Díaz

quien le asegura que se retirará de la vida política cuando termine el período presidencial en 1910.

Diciembre Aparece publicada La sucesión presidencial de 1910 de Francisco I. Madero.

1909

Andrés Molina Enríquez publica un análisis crítico de la crisis agraria en México titulado Los grandes

problemas nacionales.

Mayo 22 El centro antirreeleccionista de México inicia sus labores en oposición al régimen. Madero es electo

vicepresidente del centro.

1910

Marzo 5 Presenta sus credenciales Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos de México.

Abril 15 Madero es designado candidato a la presidencia en la asamblea nacional antirreeleccionista.

Junio 5 Francisco I. Madero, aprehendido en Monterrey, es trasladado a San Luis Potosí.

26 Elecciones primarias para la renovación de poderes federales.

Julio 10-12 Elecciones secundarias para la renovación de poderes federales.

Septiembre

1-30 Grandes fiestas para celebrar el centenario de la Independencia: asisten numerosas embajadas especiales.

27 La Cámara de Diputados declara reelecto a Porfirio Díaz como presidente y a Ramón Corral como

vicepresidente.

Oct1ubre

4 Bando que declara presidente a Porfirio Díaz y vicepresidente a Ramón Corral para el sexenio de 1910 a 1916.

5

Fuga de Madero de San Luis Potosí. Este día fecha la promulgación del Plan de San Luis, donde declara nulas las elecciones y ley suprema la consigna de «No reelección». Fija el veinte de noviembre para un

levantamiento general.

Noviembre 20 Estalla la Revolución en Puebla y Chihuahua. En Puebla Aquiles Serdán resiste en su casa y es muerto.

Diciembre Se publica Barbarous Mexico del periodista norteamericano John Kenneth Turner tras el levantamiento

maderista.

La revolución maderista

1911

Se suspende la construcción del Palacio de Bellas Artes que se concluye hasta los años treinta.

Enero 30 Ricardo Flores Magón, líder obrero, se levanta en la Baja California y ocupa temporalmente Mexicali.

Febrero 14 Madero entra al país y se pone al frente de la Revolución.

Marzo

6 El presidente Taft, de los Estados Unidos, moviliza veinte mil soldados a la frontera de México y unidades

navales al Golfo de México y al Pacífico.

24 Renuncia el gabinete de Porfirio Díaz.

28 Se nombra un nuevo gabinete.

Abril 1 Porfirio Díaz envía al Congreso una iniciativa decretando la No Reelección del presidente y vicepresidente.

25 Se aprueba la iniciativa de Díaz por la Cámara de Diputados

Mayo

8 Se aprueba la iniciativa de Díaz por la Cámara de Senadores.

9 Tropas maderistas toman Ciudad Juárez Chihuahua, donde Madero establece su gobierno.

16 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Pachuca.

20 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Colima.

21 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Chilpancingo.

Convenio de Ciudad Juárez.

25 Renuncia Porfirio Díaz.

26 Francisco L. de la Barra es designado presidente interino (hasta el seis de noviembre).

31 Porfirio Díaz se embarca en el ―Ipiranga‖ para Europa.

Junio 7 Entrada triunfal de Madero en la Ciudad de México.

Agosto 12

Emiliano Zapata, en Morelos, declara que no desmovilizará sus tropas mientras no se restituyan los ejidos a

los pueblos.

23 Andrés Molina Enríquez proclama en Texcoco su Plan de Revolución Agraria.

Octubre

1 Elecciones primarias.

15 Elecciones secundarias.

31 Plan de Tacubaya que reforma al de San Luis y desconoce a Madero como presidente.

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195

Noviembre

2 La Cámara de Diputados declara electos a Madero como presidente y a José María Pino Suárez como

vicepresidente.

6 Toma posesión el presidente Madero para el periodo de 1911 a 1916.

23 Toma posesión el vicepresidente Pino Suárez para el periodo de 1911 a 1916.

27 Decreto que prohíbe la reelección del presidente, vicepresidente y gobernadores de los Estados.

28 Zapata desconoce a Madero en el Plan de Ayala y pide la distribución de la tercera parte de los latifundios.

Diciembre

13 Decreto del Congreso creando el Departamento del Trabajo.

16

El general Bernardo Reyes (ex gobernador de Nuevo León) regresa de los Estados Unidos para rebelarse en contra de Madero; se rinde en Linares el veinticinco del mismo mes y es trasladado a la prisión militar de

Santiago Tlatelolco en la Ciudad de México el día veintiséis.

1912

Febrero Insurrectos antimaderistas ocupan Ciudad Juárez.

Marzo 3 Pascual Orozco se pronuncia contra Madero en Chihuahua.

25 Insurrectos antimaderistas triunfan en Chihuahua.

Abril 14

Álvaro Obregón, presidente municipal de Huatabampo, comienza a reclutar gente y se prepara para combatir a

Orozco.

17 Insurrectos antimaderistas ocupan temporalmente Culiacán Sinaloa hasta el seis de mayo.

Julio

3 Fuerzas del gobierno, al mando del general Victoriano Huerta, derrotan a Orozco en Bachimba.

15 Se funda en la Ciudad de México la Casa del Obrero Mundial de tendencia anarcosindicalista.

31 El teniente coronel Álvaro Obregón derrota a Orozco en Ojitos.

Octubre 16 El general Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz) se subleva en Veracruz; es derrotado el día veintitrés y se le

traslada prisionero desde San Juan de Ulúa a la prisión militar de Santiago Tlatelolco en la Ciudad de México.

1913 Febrero

9 Comienza la Decena Trágica; muere Bernardo Reyes frente al Palacio Nacional defendido por tropas

maderistas; los generales Mondragón y Félix Díaz se refugian en la Ciudadela.

11 Madero nombra al general Victoriano Huerta comandante de la plaza y general en jefe de las fuerzas del

gobierno.

18

Huerta traiciona a Madero y se une al movimiento contrarrevolucionario, patrocinado por el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson. Madero y Pino Suárez son presos en el Palacio Nacional y Huerta asume

el poder civil y militar.

19

La Cámara de Diputados acepta la renuncia de Madero y del vicepresidente Pino Suárez y se declara

Presidente interino a Pedro Lascuráin (Secretario de Relaciones Exteriores) quien nombra a Huerta Secretario

de Gobernación y renuncia media hora después. Huerta ocupa automáticamente la presidencia.

22 Son asesinados Madero y Pino Suárez al ser trasladados a la Penitenciaría.

Huerta y la división de facciones

Marzo

4 Toma posesión Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos para el periodo que abarca desde 1913

hasta 1917.

5 Ignacio L, Pesqueira, gobernador de Sonora, desconoce a Huerta y nombra jefe de guerra a Álvaro Obregón.

26

Venustiano Carranza, ex gobernador de Coahuila, asume el cargo de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y proclama el Plan de Guadalupe que hace un llamado a la restitución de la Constitución de

1857 y hace un llamado al país para que se levante en armas.

Agosto 12-15 Estancia en la ciudad de México de John Lind, enviado personal de Woodrow Wilson, quien está preocupado

por la inclinación de la dictadura huertista hacia el capital inglés.

Septiembre El general Felipe Ángeles se declara en contra de Carranza en Sonora.

Octubre

2 Fuerzas revolucionarias ocupan Torreón Coahuila.

10 Huerta disuelve el Congreso Federal y aprehende a ochenta y cuatro diputados.

26 Se llevan a cabo elecciones extraordinarias de diputados y senadores, presidente y vicepresidente de la

República convocadas por el general Victoriano Huerta.

Noviembre 14 Fuerzas revolucionarias ocupan Culiacán.

18 Fuerzas revolucionarias ocupan Ciudad Victoria.

Diciembre

1 Fuerzas revolucionarias ocupan Chihuahua.

15 La Cámara de Diputados declara nulas las elecciones del veintiséis de octubre. Se acuerda que Huerta siga al

frente del Poder Ejecutivo y fija el primer domingo de julio de 1914 para nuevas elecciones.

1914

Febrero 3 Woodrow Wilson levanta el embargo de armas a México para favorecer a los grupos que están en contra de

Huerta.

Abril

2 Fuerzas revolucionarias al mando de Pancho Villa toman Torreón.

6 John Lind, el enviado personal de Woodrow Wilson, sale de Veracruz para los Estados Unidos.

9 Los marinos del ―Dolphin‖, barco de guerra de los Estados Unidos, son tomados prisioneros por las

autoridades de Tampico.

21

Fuerzas de marina de los Estados Unidos, para impedir que el vapor alemán ―Ipiranga‖ descargue armas para

Huerta y a pesar de la resistencia de los veracruzanos, ocupan por la fuerza el puerto de Veracruz con saldo de muertos y heridos por ambos lados, lo que provoca la ruptura de relaciones diplomáticas con los Estados

Unidos. Los intereses mexicanos en Washington quedan al cuidado de España el día veinticuatro.

23 Fuerzas revolucionarias ocupan Monterrey.

24 Argentina, Brasil y Chile ofrecen sus buenos oficios a México y a los Estados Unidos para resolver el

problema de la ocupación militar de Veracruz.

Mayo 12 Fuerzas revolucionarias ocupan las ciudades de Tampico y Tuxpan.

15 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Tepic.

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196

20

Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Saltillo.

En los Estados Unidos inician las Conferencias de Niágara Falls de los países del A.B.C. con representantes

de México y los Estados Unidos.

Junio 23 Fuerzas revolucionarias al mando de Villa toman la ciudad de Zacatecas.

Abril-Julio Las fuerzas revolucionarias de Villa, Carranza y Zapata obtienen notables triunfos.

Julio

1 Se clausuran las Conferencias de Niágara Falls.

11 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Acapulco.

15 Renuncia Huerta a la presidencia y sale el día treinta hacia el extranjero; Francisco S. Carbajal es nombrado

presidente interino.

16 Fuerzas revolucionarias ocupan las ciudades de Guadalajara y Guaymas.

17 Fuerzas revolucionarias ocupan las ciudades San Luis Potosí, Colima y Aguascalientes.

27 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Guanajuato.

29 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Querétaro.

30 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Morelia.

Agosto

4 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Pachuca.

5 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Mazatlán.

8 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Toluca.

11 Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Tlaxcala.

13

Fuerzas revolucionarias ocupan la ciudad de Cuernavaca.

Ante la pujanza de las fuerzas revolucionarias, Carbajal abandona la presidencia y parte a Veracruz para salir

del país. Se disuelven los Poderes Legislativo y Judicial.

15 Fuerzas constitucionalistas al mando de Obregón entran en la ciudad de México; el día veinte entra

Venustiano Carranza como Jefe del Ejército Constitucionalista y asume el Poder Ejecutivo.

El fragor de la guerra

Septiembre

Fracasan las negociaciones para que Zapata se someta a Carranza.

22 Villa desconoce a Carranza; se niega a asistir a la Convención carrancista del primero de octubre y pronuncia

un manifiesto en Chihuahua el día veinticinco de septiembre.

Octubre 1-4

Se instala en la ciudad de México la Convención carrancista; se niegan a asistir Villa y Zapata; Carranza presenta su renuncia como Jefe del Ejército encargado del Poder Ejecutivo pero no se le acepta; la

Convención decide reanudar sus sesiones en Aguascalientes.

Octubre

Noviembre

10

13

Convención de Aguascalientes; no asiste Carranza; la Convención, en manos de un grupo de representantes de la intelectualidad, destituye a Carranza como Primer Jefe y a Villa como Jefe de la División del Norte, se

nombra al general Eulalio Gutiérrez presidente provisional.

Noviembre

6 Eulalio Gutiérrez toma posesión como presidente provisional y su gobierno dura hasta el veintiocho de mayo

de 1915.

8 Carranza, desde Córdoba, desconoce las decisiones de la Convención de Aguascalientes y manifiesta que

seguirá al frente del Poder Ejecutivo.

13-18 Fuerzas constitucionalistas ocupan la ciudad de Oaxaca pero son desalojadas por los zapatistas.

23 Las fuerzas norteamericanas abandonan el puerto de Veracruz ante la repulsa del pueblo mexicano; el puerto

es entregado al gobernador, Cándido Aguilar quien lo recibe en nombre de Carranza.

24 Entran los zapatistas en la ciudad de México; Carranza hace un repliegue táctico y se establece en Veracruz y

la declara capital de la República.

25 Los zapatistas ocupan Toluca.

Diciembre

3 Entra en la ciudad de México Eulalio Gutiérrez, presidente provisional, nombrado por la Convención de

Aguascalientes.

6 Entra en la ciudad de México el ejército de la Convención compuesto por tropas de Villa y Zapata.

12 Carranza, desde Veracruz, decreta que subsiste el Plan de Guadalupe hasta el triunfo completo de la

Revolución.

14 Las fuerzas de la Convención ocupan Guadalajara.

16 Los zapatistas ocupan la ciudad de Puebla.

25 Los zapatistas ocupan la ciudad de Tlaxcala.

Desde Veracruz, Carranza expide la ley sobre el municipio libre.

29 Desde Veracruz, Carranza expide la ley sobre el divorcio.

1915 Enero

Mariano Azuela comienza a publicar en entregas en un periódico de circulación nacional Los de abajo, novela clásica de la Revolución Mexicana que cuenta la vida de Demetrio Macías, un revolucionario que se ve

atrapado en un conflicto sin final.

El ala más radical de la Convención logra que Carranza emita leyes sobre repartición de tierras y devolución

de ejidos, la explotación petrolera y la cuestión obrera, presionado por las demandas populares.

1 La Convención reanuda sus sesiones en la ciudad de México.

4 Fuerzas constitucionalistas ocupan la ciudad de Puebla.

6 Desde Veracruz, Carranza expide la ley sobre la repartición tierras y la devolución ejidos.

Fuerzas de la Convención ocupan Saltillo.

7 Desde Veracruz, Carranza expide la ley sobre la explotación petrolera.

9 Fuerzas de la Convención ocupan Monterrey.

16 Eulalio Gutiérrez, el presidente provisional nombrado por la Convención, abandona la Ciudad de México con

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197

algunos de sus ministros.

Roque Garza asume la presidencia de la Convención y el Poder Ejecutivo hasta el diez de junio.

19 Fuerzas constitucionalistas ocupan la ciudad de Guadalajara.

26 Ante el avance de las fuerzas constitucionalistas la Convención sale de la Ciudad de México y se traslada a

Cuernavaca.

28 Fuerzas constitucionalistas ocupan la Ciudad de México.

29 Fuerzas constitucionalistas ocupan la ciudad de Tlaxcala.

Desde Veracruz, Carranza expide la ley sobre la cuestión obrera.

Febrero

10 Fuerzas constitucionalistas ocupan Pachuca.

17 Pacto de Veracruz: los representantes de la Casa del Obrero Mundial, cuyos Batallones Rojos habían

colaborado al aniquilamiento de Villa.

Marzo

11 Tropas zapatistas ocupan la Ciudad de México después de ser abandonada por las fuerzas constitucionalistas.

13 Entra en la ciudad de México Roque González Garza, presidente de la Convención y encargado del Poder

Ejecutivo. La Convención reanuda sus sesiones el día veintiuno.

Abril 6-7 Primera batalla de Celaya.

13-15 Segunda batalla de Celaya: fuerzas constitucionalistas al mando de Obregón derrotan a Villa.

Junio

3 Derrota de Villa por tuerzas constitucionalistas al mando de Obregón en Silao y León los días cuatro y cinco.

10 Francisco López Chazare es nombrado por la Convención como encargado del Poder Ejecutivo hasta enero de

1916.

11 Manifiesto de Carranza que declara que domina a la mayor parte del país y pide que se le sometan bandos

contrarios para lograr la paz y consumar la Revolución.

22 Desde Veracruz, Carranza expide la ley sobre las tiendas de raya.

27 Agentes federales de los Estados Unidos detienen cerca de El Paso a Huerta y Pascual Orozco y los confinan

en Fort Bliss.

Julio

2 Muere en París el general Porfirio Díaz.

10 El Gobierno y las fuerzas de la Convención abandonan la Ciudad de México.

11 Fuerzas constitucionalistas ocupan la Ciudad de México.

14 El gobierno de la Convención se establece en Toluca.

28 Fuerzas constitucionalistas al mando de Obregón ocupan las ciudades de Aguascalientes, San Luis Potosí,

Zacatecas y Querétaro.

Agosto 2 Las fuerzas constitucionalistas se apoderan de la ciudad de México.

Septiembre 5 Las fuerzas constitucionalistas ocupan Saltillo y Torreón el día 29.

Octubre

11 El gobierno de Carranza se establece en México.

14 Fuerzas constitucionalistas ocupan Toluca.

19

Carranza es reconocido como gobierno de hecho por los Estados Unidos.

Woodrow Wilson decreta el embargo de armas a México, con la excepción de las destinadas a Carranza.

Fuerzas constitucionalistas desalojan a Villa del puerto de Guaymas.

21 Carranza es reconocido como gobierno de hecho por Argentina, Bolivia, Guatemala, Brasil y Uruguay; Chile.

25 Carranza es reconocido como gobierno de hecho por Costa Rica y El Salvador.

Octubre-noviembre Las fuerzas de Villa son derrotadas en Sonora.

Noviembre

11 Carranza es reconocido como gobierno de hecho por Alemania y Cuba.

1-4 Villa es rechazado en Agua Prieta Sonora.

20-24 Villa es rechazado en Hermosillo y derrotado en San Jacinto Sonora.

Diciembre

12 Carranza es reconocido como gobierno de hecho por Japón.

18 Carranza es reconocido como gobierno de hecho por Honduras.

20 Las fuerzas constitucionalistas ocupan Ciudad Juárez.

24 Las fuerzas constitucionalistas ocupan la ciudad de Chihuahua.

Carrancismo y constitucionalismo

1916

Enero

Carranza disuelve los Batallones Rojos obreros.

10 Villa fusila a quince norteamericanos en Santa Isabel, Chihuahua; Carranza declara a Villa fuera de la ley el

día catorce.

13 Muere Huerta en El Paso Texas de una enfermedad contraída en prisión.

19 Carranza crea la Comisión Nacional Agraria.

31 Se informa que el gobierno de Carranza ha sido reconocido por España, Francia, Inglaterra, Italia, Rusia y

Austria.

Febrero 10 Se informa que el gobierno de Carranza ha sido reconocido por Colombia y por Noruega el día ocho.

Marzo

7 Fuerzas constitucionalistas ocupan la ciudad de Oaxaca.

9 Asalto de Villa al pueblo de Columbus Nuevo México, Estados Unidos. Mueren catorce norteamericanos

(siete militares y siete civiles) y se incendian dos manzanas.

10 El gobierno de Carranza reconocido por Venezuela.

15 Entra a territorio mexicano la Expedición Punitiva de los Estados Unidos, al mando de John J. Pershing, con

dieciocho mil hombres para perseguir a Villa.

Abril Zapata dirige un ―Manifiesto a la Nación‖ en contra de Carranza.

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198

12 El pueblo de Parral Chihuahua persigue a un destacamento de la Expedición Punitiva, matando a tres soldados

norteamericanos e hiriendo a siete.

19 El gobierno de Carranza reconocido por China.

Mayo 2 Fuerzas constitucionalistas ocupan Cuernavaca.

2-11 Conferencias de Ciudad Juárez entre México y los Estados Unidos para el retiro de la Expedición Punitiva.

Junio 20 En Carrizal Chihuahua tropas mexicanas derrotan a fuerzas de la Expedición Punitiva, que tuvieron cincuenta

muertos y veintidós prisioneros.

Agosto 1 Decreto de Carranza reprimiendo el movimiento obrero.

Septiembre

19 Carranza convoca a elecciones de diputados al Congreso Constituyente, que se reunirá en Querétaro el veinte

de noviembre.

29 Carranza decreta que prohíbe reelección del presidente, fija en cuatro años el periodo presidencial y suprime

la vicepresidencia.

Octubre 22 Se realizan las Elecciones de diputados al Congreso Constituyente.

Octubre – Diciembre Conferencias de Atlantic City entre México y los Estados Unidos para el retiro de la Expedición Punitiva.

Diciembre 1 Apertura del Congreso Constituyente en la Ciudad de Querétaro.

Diciembre 1916

Enero 1917

Se lleva cabo el Congreso Constituyente de Querétaro que redactará la nueva Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos. Pero el conflicto entre los representantes de la burguesía y la pequeña burguesía,

impone una redacción radical a los artículos tercero (educación popular), veintisiete (derecho de la propiedad

de la nación sobre la riqueza del suelo) y ciento veintitrés (derechos sociales de los trabajadores) de la

Constitución.

1917

Por primera vez Carranza manda grabar el escudo nacional con el nuevo grabado ―El águila devorando una

serpiente parada sobre un nopal‖ en las monedas nacionales.

Se inaugura el primer monumento revolucionario dedicado a los hermanos Serdán en la ciudad de Puebla.

Enero 5

Terminan conferencias de Atlantic City, entre México y los Estados Unidos. Acuerdan retiro inmediato,

continuo e incondicional de la Expedición Punitiva.

31 Congreso Constituyente de Querétaro firma nueva Constitución Política y clausura sus sesiones.

Febrero 5

Se promulga la nueva Constitución de la República, que regirá en mayo.

Salen para Columbus Nuevo México los últimos contingentes de la Expedición Punitiva.

Carranza convoca a elecciones de diputados, senadores y presidente de la República para el once de marzo.

13 Ignacio Bonillas es nombrado embajador de México en los Estados Unidos.

Abril

2 Apertura del Vigésimo séptimo Congreso de la Unión. El primer periodo extraordinario de sesiones se abre el

día quince.

26 La Cámara de Diputados declara presidente constitucional a Carranza para el período que abarca entre 1916 y

1920.

Mayo 1 Carranza asume la presidencia de México.

1918

Zapata, Villa y Félix Díaz en contra de Carranza.

Marzo – Abril Zapata llama a la unión en contra de Carranza.

Abril 2 El gobierno de los Estados Unidos protesta los impuestos decretados el diecinueve de febrero sobre zonas

petrolíferas.

Julio 28 Elecciones de diputados y senadores para el vigésimo octavo Congreso de la Unión.

Septiembre 1 Apertura del Congreso. Se informa que no se restablece todavía el orden constitucional en los Estados de

Chihuahua, Chiapas, Tabasco, Tamaulipas y Morelos.

Diciembre Campaña en los Estados Unidos, promovida por los petroleros, a favor de la intervención armada.

8 Fuerzas del gobierno ocupan Cuernavaca, que estaba en poder de los zapatistas.

1919

Enero 15 Manifiesto de Carranza pidiendo que se aplace la lucha electoral para el período de 1920 a 1924.

Abril 10 Emiliano Zapata, jefe suriano de la Revolución agraria, es muerto a traición por las tropas del gobierno en

Chinameca Morelos.

Mayo 21 El general Plutarco Elías Calles es nombrado Secretario de Industria y Comercio.

Junio 1 Álvaro Obregón acepta su candidatura para la presidencia de la República.

Julio 18 Llega a México Ignacio Bonillas, embajador de México en los Estados Unidos.

Agosto 16 México suspende sus relaciones diplomáticas con Inglaterra.

Mayo – Agosto Se recrudece en los Estados Unidos la campaña antimexicana.

Septiembre Se funda el Partido Comunista Mexicano.

Noviembre

15 El general Felipe Ángeles es aprehendido en Chihuahua.

24 El general Felipe Ángeles es juzgado por un Consejo de Guerra.

26 Es fusilado el general Felipe Ángeles.

1920

Enero

13 El general Pablo González acepta su candidatura para la presidencia de la República.

21 Carranza concede permisos para perforar pozos de petróleo mientras se expide ley orgánica del artículo

veintisiete de la Constitución.

Marzo 21 Ignacio Bonilla acepta su candidatura para presidente de la República.

Abril

10

Carranza envía tropas al Estado de Sonora; el gobierno de éste, considerando atacada su soberanía, rompe con el gobierno federal y nombra al general Plutarco Elías Calles jefe de las fuerzas del Estado. Estas invaden el

Estado de Sinaloa y se apoderan de Culiacán el día diecisiete.

19 El gobierno de Guerrero desconoce al gobierno federal y hace causa común con los sublevados de Sonora.

24 Se promulga el Plan de Agua Prieta donde se desconoce a Carranza como presidente. Entre los generales

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199

sublevados están Álvaro Obregón y Pablo González.

Mayo

7 Carranza, ante la rebelión que avanza, sale de la ciudad de México por el ferrocarril de Veracruz.

9 Entran en la Ciudad de México las fuerzas revolucionarias al mando de los generales Álvaro Obregón y

Benjamín Hill.

11 Las fuerzas revolucionarias y la comitiva de Carranza combaten en la estación de San Marcos que resulta en

la derrota de las fuerzas de Carranza en la estación de Rinconada el día trece.

21 Carranza, que se había refugiado en la sierra de Puebla, es muerto en Tlaxcalantongo.

24 El Congreso nombra presidente provisional a Adolfo de la Huerta, jefe de la revolución triunfante. Las

elecciones de presidente se fijan para el cinco de septiembre.

Junio 1 Toma posesión Adolfo de la Huerta como presidente provisional hasta el treinta de noviembre.

18 El general Lázaro Cárdenas se encarga del gobierno de Michoacán.

Agosto El gobierno interino de Adolfo de la Huerta negocia un acuerdo de paz con Villa y los líderes del movimiento

zapatista.

Septiembre 5 Se llevan a cabo las elecciones de presidente de la República. La Cámara de Diputados declara al general

Álvaro Obregón como ganador.

Diciembre 1 Toma posesión el general Álvaro Obregón como presidente de la República.

El Grupo Sonora y el Maximato, La guerra cristera

1921

Se funda la Confederación General de Trabajadores (C.G.T.).

Septiembre Se realizan fiestas solemnes con motivo del centenario de la consumación de la Independencia; muchas

naciones envían embajadas especiales.

Octubre 12 Se crea la Secretaría de Educación Pública que había sido suprimida por Carranza y la ocupa el Licenciado

José Vasconcelos.

Diciembre 10 El general Francisco R. Serrano se encarga de la Secretaria de Guerra con el nombramiento de subsecretario.

1922

Los restos de Ricardo Flores Magón son devueltos a México desde Estados Unidos y reciben honores en un

funeral oficial.

Inicia en movimiento muralista cuando el Secretario de Educación Pública y Bellas Artes José Vasconcelos invita a artistas mexicanos a pintar temas nacionales en los muros del nuevo edificio de la S.E.P., en la

Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo y en el Palacio Nacional, entre otros edificios.

Marzo 4 El general Francisco R. Serrano es promovido a Secretario de Guerra.

19 Obregón declara de utilidad pública al latifundio más grande de la República, en el norte de Chihuahua.

Junio 16 Se firma en Nueva York el convenio entre el Secretario de Hacienda de México y banqueros norteamericanos

para el pago de la deuda exterior de México y es ratificado el siete de agosto.

Julio 2 Se llevan a cabo las elecciones de diputados y senadores para el trigésimo Congreso de la Unión.

Octubre 31 El general rebelde Francisco Murguía es apresado en Tepehuanes Durango y luego fusilado el primero de

noviembre.

1923

Rafael F. Muñoz y Ramón Puente publican el reportaje periodístico Memorias de Pancho Villa.

Enero 11

Incidente entre la Iglesia y el gobierno al considerar éste como un acto de culto externo la colocación de la primera piedra de un monumento en el cerro del Cubilete en Guanajuato por el delegado Apostólico Philippi y

el día trece le da a éste tres días de plazo para salir del país.

Mayo

Agosto

14

13

Se llevan a cabo las Conferencias de Bucareli entre comisionados de México y los Estados Unidos para tratar

de ciertas cuestiones pendientes.

Junio 22 Se fija el número de sacerdotes que habrá en el estado de Durango por un decreto de la legislatura.

Julio 20 Es asesinado Francisco Villa en Parral, Chihuahua, por considerársele posible sostenedor del insurrecto

Adolfo de la Huerta.

Agosto 31 Se reanudan las relaciones diplomáticas entre México y los Estados Unidos afectadas desde 1919. Cobra auge

la rebelión delahuertista.

Noviembre 1 El general Abelardo Rodríguez es gobernador del Distrito Norte de la Baja California.

30 En el Estado de Guerrero el general Rómulo Figueroa se subleva contra el gobierno federal.

Diciembre 7

Los generales J. Guadalupe Sánchez, jefe de las armas en el Estado de Veracruz, y Enrique Estrada, jefe de las armas en Jalisco, se sublevan contra el gobierno federal, reconociendo como jefe del movimiento

revolucionario a Adolfo de la Huerta.

1924

Enero

4 Fuerzas federales se sublevan en Mérida en favor de Adolfo de la Huerta y fusilan al gobernador de Yucatán,

Felipe Carrillo Puerto.

10 Los generales Marcial Cavazos y Ángel Flores se sublevan contra el gobierno federal y ocupan la ciudad de

Pachuca.

Febrero

6 Los rebeldes delahuertistas evacuan el puerto de Veracruz

9 Las tropas federales ocupan Ocotlán Jalisco.

19 Las tropas federales ocupan Morelia Michoacán.

27 Las tropas federales ocupan Tuxpan Guerrero.

Abril 21 Mueren los generales rebeldes Cavazos, en combate y García Vigil y Diéguez fusilados. Termina la rebelión

de Adolfo de la Huerta.

Julio 1 Se llevan a cano elecciones generales para presidente y miembros del Congreso.

11 Las juntas computadoras declaran que obtuvo mayoría el general Plutarco Elías Calles.

Septiembre 27 Es declarado presidente Constitucional Plutarco Elías Calles.

Octubre 5-12 Conflicto entre la Iglesia y el gobierno por ceremonias públicas del Congreso Eucarístico celebrado en la Ciudad de México. El gobierno consigna los hechos al Procurador, por violación al artículo veinticuatro de la

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Escuela de Educación Superior en Ciencias Históricas y Antropológicas

200

Constitución que prohíbe actos de culto externo.

Noviembre 30 Toma posesión como presidente Plutarco Elías Calles para el período que abarca desde 1924 hasta 1928.

Diciembre Son despedidos por el Secretario de Educación José Manuel Puig del recién llegado gobierno de Calles los

muralistas José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros

1925

Madero se convierte en el primer héroe revolucionario cuando su nombre es inscrito en los muros del

Congreso de la Unión.

Rafael F. Muñoz, publica la biografía histórica Pancho Villa. Rayo y azote.

Febrero 21 La Iglesia Cismática Mexicana se apodera de la parroquia de la Soledad de Santa Cruz, en la Ciudad de

México, que es recuperada con violencia por el pueblo el día veintitrés.

Marzo 14 Se reúne la Comisión reclamaciones de México y Francia para estudiar los daños en la Revolución sufridos

por los ciudadanos franceses.

Agosto 27 Se reanudan las relaciones diplomáticas entre México e Inglaterra.

Septiembre 1 Se inaugura el Banco de México (Banco único de emisión).

Noviembre 25

Se reúne la Comisión reclamaciones de México y España para estudiar los daños en la Revolución sufridos

por los súbditos españoles.

26 La Cámara de Diputados aprueba la Ley del Petróleo.

Diciembre 31 Es promulgada la Ley del Petróleo.

1926

Diego Rivera, se adapta al régimen de Calles y pinta la Capilla de la Escuela Agrícola de Chapingo.

La Iglesia conmina a los católicos a sabotear el comercio y la vida social. El gobierno aplica medidas estrictas

para prohibir el culto externo.

Febrero 11

Por aplicación estricta de los preceptos de la Constitución, se ordena la salida del país de algunos sacerdotes españoles, además se clausuran en el Distrito Federal y los Estados algunos colegios católicos, por no impartir

instrucción laica entre los días trece y diecisiete y algunos templos católicos el día veintitrés.

Marzo 10 Se inaugura el Banco Nacional de Crédito Agrícola.

12 Se fija el número de sacerdotes que habrá en el estado de Tamaulipas por un decreto de la legislatura.

Mayo 12 Se promulga un decreto retirando del culto varios templos en el Estado de Tabasco.

Junio

8 En Zacatecas se detienen a veinticinco seminaristas.

9 Se retiran del culto un templo en Frontera, otro en Morelia y otro en Jalapa.

16 Se clausuran varios colegios católicos en Torreón y Durango.

26 Se clausuran varios colegios católicos en Querétaro.

Julio

2 Se promulga un decreto adicionando el Código Penal con penas para delitos y faltas en materia de cultos que

en vigor día treinta y uno.

19

El procurador consigna a treinta y siete sacerdotes de la Ciudad de México por haberse negado a registrarse como disponía la Constitución. Se manda una circular a los agentes del Ministerio Público para que hagan

cumplir la ley de cultos.

25

Se envía una carta pastoral colectiva del Episcopado mexicano, en respuesta al decreto del dos de julio que anuncia la suspensión de cultos en toda la República para el día treinta y uno, en que entra en vigor dicho

decreto.

31 Los sacerdotes católicos suspenden el culto en todas las iglesias y entregan los templos a juntas de vecinos.

Agosto 1 La Confederación Regional Obrera Mexicana fundada en 1919, organiza una manifestación de solidaridad con

el gobierno por su actitud frente a la cuestión religiosa.

1927

Rafael F Muñoz publica el que sería el primer libro de cuentos de la Revolución Mexicana, El hombre malo.

Junio 23 La Convención Antirreeleccionista designa al general Arnulfo R. Gómez candidato a la presidencia.

26 Álvaro Obregón acepta su candidatura para la presidencia.

Octubre

2 En Cuernavaca son capturados el general Francisco R. Serrano (candidato presidencial) y sus acompañantes;

son fusilados el día tres en el camino a México.

13 El Senado aprueba extensión del periodo presidencial a seis años y la Cámara de Diputados la aprueba el

veintiuno de noviembre. Se reforma en este sentido la Constitución para el dieciséis de diciembre.

Noviembre 4 Es capturado y fusilado cerca de Teocelo Veracruz el general Arnulfo R. Gómez, candidato antirreeleccionista

a la presidencia.

1928

Martín Luis Guzmán escribe El águila y la serpiente, novela documental sobre la Revolución Mexicana en el

norte del país.

Rafael F. Muñoz publica El feroz cabecilla, una recopilación de cuentos publicados desde 1927 en periódicos

Julio

1 Se realizan las elecciones y el general Obregón resulta electo presidente de la República como único

candidato.

17 En el restaurante ―La Bombilla‖, de San Ángel en la Ciudad de México, es muerto el general Obregón por

José de León Torral, un católico fanático.

Agosto 16 Emilio Portes Gil es nombrado Secretario de Gobernación.

Septiembre

1 En su último informe de gobierno a la nación, Calles hace un llamado a terminar con el liderazgo personalista

y declara que nunca más ocupará la presidencia de la República.

25 El Congreso nombra al licenciado Portes Gil, presidente provisional del treinta de noviembre del año corriente

al catorce de febrero de 1930 y se fijan elecciones para presidente para noviembre de 1929.

Noviembre 10 Llega a México el licenciado José Vasconcelos, candidato a la presidencia de la República para la siguiente

elección del partido antirreelecionista.

Diciembre 1 Portes Gil toma posesión como presidente provisional hasta el catorce de febrero de 1930.

1929 Martín Luis Guzmán publica La sombra del caudillo, novela que hace una revisión de la política

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201

postrrevolucionaria.

Diego Rivera inicia un mural que terminará en 1935 que es un panorama de la historia de México en tres

muros del Palacio Nacional.

Portes Gil proscribe al Partido Comunista, fundado en 1919 y a la Liga Nacional Campesina, fundada en

1926.

Se funda el Partido Nacional Revolucionario (P.N.R.) con el objetivo de crear una ideología nacional

revolucionaria por iniciativa de Calles.

Enero 1 Desparecen el gobierno del Distrito y las municipalidades de México, Tacubaya, Tacuba y Mixcoac que

quedan fundidas en el Departamento Central del Distrito.

Febrero 9 Es ejecutada la sentencia de muerte contra José de León Torral, asesino del general Álvaro Obregón.

Marzo – Mayo Se sofoca la rebelión del general José Gonzalo Escobar.

Marzo

1 Se instala en Querétaro la convención para elegir al candidato del P.N.R., resultando electo Pascual Ortiz

Rubio.

2 Estalla un movimiento rebelde iniciado en Sonora y que en los próximos días se extiende a otros estados de la

República.

3 El ministro de Guerra, el general Amaro, obtiene permiso para dedicarse a atender su salud, y para sustituirlo

es nombrado el general Plutarco Elías Calles.

7 Portes Gil declara a la prensa que si el arzobispo Ruiz y Flores desea tratar la cuestión religiosa con su

gobierno, él no opone resistencia alguna.

Mayo 30 El Ejecutivo envía a la Cámara un proyecto de ley para otorgar la autonomía a la Universidad Nacional de

México.

Junio 21 Se soluciona el conflicto religioso en una plática entre el gobierno y la iglesia católica

Julio 9 El ejecutivo expide la reglamentación de la Universidad Autónoma de México.

Noviembre

17 Se realizan elecciones para presidente de la República. Resulta ganador Pascual Ortiz Rubio, candidato del

P.N.R., su contrincante vencido es José Vasconcelos del Partido Antirreleccionista.

20

Se lleva a cabo el Primer Desfile Deportivo Anual en la Ciudad de México, como celebración del día de la

Revolución.

Álvaro Obregón se convierte en el segundo héroe revolucionario cuando su nombre se inscribe en los muros

del Congreso de la Unión.

1930

El socialista yucateco Felipe Carrillo Puerto se convierte en el tercer héroe de la Revolución cuando su

nombre se inscribe en los muros del Congreso de la Unión.

Enero

8 Informa la Procuraduría que se ha dado por terminado el proceso que se seguía a los jefes de la Liga

Defensora de la Libertad Religiosa.

23 Portes Gil rompe relaciones con la U.R.S.S. y México retira sus representantes en Moscú como represalia por

las manifestaciones hostiles que en varios países comunistas se efectuaron ante las embajadas de México.

Febrero 5 El ingeniero Pascual Ortiz Rubio toma posesión como presidente constitucional. Al salir del Palacio Nacional

es herido en un atentado.

Junio 6

Los resultados del Censo de población practicado dan como resultado que México tiene una población de

dieciséis millones de habitantes.

25 El general Calles hace declaraciones pesimistas sobre el reparto agrario.

Julio 25 Se firma un convenio que reduce la deuda de México con los Estados Unidos a quinientos cincuenta millones

de pesos oro.

Agosto 15 La Catedral de México reanuda el culto después de su clausura en 1926.

Septiembre 26 Se formula la Doctrina Estrada.

Octubre 15 El general Lázaro Cárdenas es nombrado presidente del P.N.R.

1931

Rafael F. Muñoz publica en España la novela ¡Vámonos con Pancho Villa! que narra la vida y la muerte de

seis revolucionarios villistas.

Venustiano Carranza y Emiliano Zapata se suman como héroes revolucionarios y sus nombres se inscriben en

los muros del Congreso de la Unión.

Represión del movimiento obrero.

El Código del Trabajo prohíbe toda actividad política de los sindicatos, así como las huelgas.

Agosto 28 El general Cárdenas protesta como Secretario de Gobernación.

Septiembre 12 México es admitido por unanimidad en la Liga de las Naciones.

Octubre 14 Calles asume la Secretaría de Guerra y Marina.

Diciembre 22

La Cámara de Diputados aprueba la reglamentación de cultos en el Departamento Federal, que fija en veinticinco el número de sacerdotes autorizados para oficiar. Corresponden a uno por cada cincuenta mil

habitantes

1932

Varias uniones sindicales abandonan la Confederación Regional Obrera Mexicana (C.R.O.M.).

Febrero 17 Inglaterra acepta la cantidad de tres millones de pesos como monto por los perjuicios sufridos durante la

Revolución.

Abril 21 Reglamento para las escuelas particulares, que deberán funcionar sin nexo alguno con la religión.

Mayo 15 Se rompen las relaciones diplomáticas con Perú.

Julio

1 Se celebran elecciones para diputados y senadores.

16 Desaparecidos los cismáticos, se les retira el templo de Corpus Christi.

30 Calles renuncia a la Secretaria de Guerra.

Agosto 2 Calles es sustituido por Abelardo L. Rodríguez.

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Escuela de Educación Superior en Ciencias Históricas y Antropológicas

202

Septiembre

2 Renuncia Ortiz Rubio a la presidencia.

3 El general Abelardo L. Rodríguez es designado por unanimidad Presidente sustituto constitucional por el

Congreso.

27 Antonio Díaz Soto y Gama pide que se abandone el laicismo en las escuelas y que se enseñe la moral

cristiana.

Octubre. Uniones sindicales fundan la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (C.G.O.C.M.).

Noviembre 9 El senado aprueba el laudo del rey Víctor Manuel de Italia que concede el dominio de la isla Clipperton a

Francia, sustrayéndolo de México.

Diciembre

1 El gobernador de Veracruz publica la ley de eugenesia y control de Ia natalidad que debería regir en el estado

30

Lázaro Cárdenas es designado Secretario de Guerra. La Secretaria de Comercio, Industria y Trabajo se transforma en Secretaria de Economía Nacional, y el departamento de Estadística Nacional en Departamento

del Trabajo.

1933

Marzo 20 Al reformar la Constitución, el Congreso establece el principio antirreeleccionista.

Mayo 15 Lázaro Cárdenas renuncia a la Secretaria de Guerra para iniciar la propaganda por su candidatura a la

Presidencia.

Septiembre 28 Calles sustituye a Alberto J. Pañi en la Secretaria de Hacienda.

Octubre

11 Informa la prensa que México ha formado un pacto antibelicoso con Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y

Paraguay.

28 El senado acuerda modificar los artículos treinta, treinta y siete y ciento treinta y tres de la Constitución a fin

de que los hijos de extranjeros nacidos en México se consideren mexicanos.

Diciembre

3 La Convención del P.N.R. elige candidato presidencial al general Lázaro Cárdenas. En la convención se da a

conocer el Plan Sexenal elaborado por el partido para el próximo periodo.

5 Los convencionistas se declaran comprometidos a abolir la escuela laica en el país para instaurar la educación

socialista.

12 En el vaticano se celebra colectivamente la designación de la Virgen de Guadalupe como patrona de América

Latina por el papa Pió XI.

El Cardenismo

1934

Rafael F. Muñoz publica el libro de cuentos Si me han de matar mañana.

Enero

1 Calles renuncia a la secretaria de Hacienda.

3 México ocupa el primer lugar en el mundo por su producción de plata, según los resultados obtenidos en

1933.

16 El coronel Abelardo Tejeda acepta su candidatura presidencial por parte del Partido Socialista.

Julio 1 Elecciones para presidente de la República, diputados y senadores Resulta electo para ejercer el Poder

Ejecutivo el general Lázaro Cárdenas.

Septiembre 12 La Cámara de Diputados declara presidente a Cárdenas para el periodo del primero de diciembre de 1934 al

treinta de noviembre de 1940.

Octubre 10 Se aprueba la reforma del artículo tercero Constitucional que hace obligatoria la educación socialista en

México.

Diciembre 1 El general Lázaro Cárdenas toma posesión como presidente constitucional para el período que abarca entre

1934 y 1940.

1935

Se inaugura oficialmente el monumento a Obregón en San Ángel.

Se filma la película ¡Vámonos con Pancho Villa! basada en la novela de Rafael F. Muñoz, dirigida por

Fernando de Fuentes.

Enero 1 Informa la prensa que la producción de petróleo en México en 1934 excedió los treinta y cuatro millones de

barriles.

Junio

11 El general Calles hace declaraciones sobre la situación política del país y condena las huelgas pues considera

que comprometen la estabilidad, mostrando su desacuerdo con la actuación del presidente Cárdenas.

13 El presidente Cárdenas responde al general Calles y se considera con derecho a la confianza de la nación.

14 Cárdenas pide la renuncia a los ministros y jefes de departamentos para reorganizar su gobierno.

16 Calles anuncia su retiro definitivo de la actividad política.

18 Se da a conocer el nuevo gabinete.

Diciembre

5 Inesperadamente el general Calles regresa al país.

18 Calles y sus partidarios son expulsados del P.N.R.

21 Se crea el Banco de Crédito Ejidal.

1936

El primer monumento a Carranza, diseñado por Gerardo Murillo, el Dr. Atl, se erige en el lugar de su

asesinato.

Rafael F. Muñoz publica la biografía Santa Anna. El que todo lo ganó y todo lo perdió, que luego fue

conocida como Santa Anna. El dictador resplandeciente.

Febrero 26-29 Congreso Nacional de Unificación del movimiento obrero; se constituye la Confederación de Trabajadores de

México (C.T.M.).

Abril 10 El presidente Cárdenas expulsa del país a Estados Unidos a Calles, a Morones, líder de la C.R.O.M., a

Melchor Ortega y a Luis León argumentando motivos de salud pública.

Octubre 6 Reparto de zonas algodoneras de Torreón, Coahuila.

1937

Junio 23 Se decreta la nacionalización de los ferrocarriles.

Agosto 8 Expropiación de la industria henequenera de Yucatán.

Septiembre Creación del Banco Nacional Obrero de Fomento Industrial.

Page 208: Fusil de papel y tinta - Jonatan Gamboa€¦ ·  · 2008-10-05los cafés en las sesiones del Seminario de Tesis a los cuatro que estábamos y de igual forma a El Rincón de Shakespeare,

Fusil de papel y tinta Jonatan Gamboa

Escuela de Educación Superior en Ciencias Históricas y Antropológicas

203

1938

Es sofocada la rebelión de Saturnino Cedillo en San Luis Potosí.

Se termina pero no se inaugura oficialmente el Monumento a la Revolución.

Marzo 18 Decreto sobre expropiación de las empresas petroleras.

Mayo México rompe relaciones diplomáticas con Inglaterra.

Reorganización del P.N.R. y constitución del Partido de la Revolución Mexicana (P.R.M.).

La Revolución institucionalizada

1940 Diciembre 1 El general Manuel Ávila Camacho toma posesión como presidente constitucional y el general Lázaro

Cárdenas como Secretario de Guerra.

1941 Rafael F. Muñoz publica su segunda novela, Se llevaron el cañón para Bachimba, que narra el levantamiento

de Pascual Orozco en Chihuahua.

1942 Los restos de Carranza son depositados en una cripta dentro del Monumento a la Revolución.

Comienzan las transmisiones del programa radiofónico dominical ―La hora nacional‖ en horario nocturno.

1946

Los restos de Ricardo Flores Magón son trasladados al panteón nacional de los héroes en la Ciudad de

México.

Se reestructura el P.R.M. y la nueva organización se denomina Partido Revolucionario Institucional. (P.R.I.).

Diciembre 1 Toma posesión como presidente constitucional Miguel Alemán Valdés.