[frr] no dispares al mensajero por sean kennedy completo

5/13/2018 [FRR] No Dispares Al Mensajero Por Sean Kennedy Completo - slidepdf.com

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oy es el día de San Valentín y para suerte de Dave

tiene que ir a trabajar. El problema es que es unode los peores días del año en su profesión, uno

de los más atareados. Además se une que tendrá quepasar el día solo… ¿o quizás lo acabará acompañado?




EAN KENNEDY nació en 1975 en Melbourne(Australia), pero actualmente vive en la segunda islamás aislada del mundo, (aunque todavía está en la

duda de si en realidad es la primera) así que es muy productivoque tenga una buena imaginación para sustituir la compañíacuando sus amigos verdaderos están ocupados. Tiene muchasideas y deseos que debe alimentar directamente desde sucerebro a su ordenador para que no se pierdan en el limbo.

Visita el sitio web de Sean en:http://kennsea.livejournal.com




TraducciónIntereses: Bishonens, yaoi y homoerotica. (^o^)Sueña con: Ir a Japón… (*¬*)

Frase que a cada rato escucha: ¡Ya apaga tu modo fujoshipor favor! (=__=)Animal favorito: Perros.Mensaje a los lectores: Espero que les guste esta corta

pero romántica historia.

Formato

Intereses: Bishonens, yaoi y homoerotica. XDSueña con: Brat PittFrase que a cada rato escucha: ¡Deja la compu por un rato!

xD…Animal favorito: PerrosMensaje a los lectores: Me fascina diseñar y amo el Yaoi,

así que uní mis dos pasatiempos favoritos ^^.

CorrecciónIntereses: Bishonens, yaoi y homoerotica, jeje.Sueña con: No lo sé…Frase que a cada rato escucha: Tengo que perder menos el

tiempo… Animal favorito: Mi novio ^_^.Mensaje a los lectores: Leer y el yaoi me encantan, así que

mejor manera de combinarlos que en una homoerótica ^_^.




ave iba tarde, como siempre. No había sentido laalarma a pesar de que alguna parte de su cerebrohabía sido consciente de su incesante sonido y sabía

que debió haberse levantado, pero aun así la ignoró.

Así que ahora se veía forzado a salir corriendo delsubterráneo en cuanto llegó a la plataforma. Volando por losescalones, su corazón palpitaba con fuerza y sus pulmones le

quemaban, pero aun así se forzó a seguir adelante. Unos segundosque lograra ahorrar ahora probablemente le salvarían el traserocuando llegara a la oficina, aunque si hablamos claro, este era sudía libre. ¡Era el día de San Valentín!

Mientras corría, tomó unas flores de una maceta decorativafrente a un edificio de oficinas, esperando que pudiera conseguirlealgo, no es que estuviera celebrando la festividad. Después detodo, tendrías que estar saliendo con alguien para celebrarlo. Perosólo porque estuviera soltero no significaba que quisiera trabajar

hoy. Su trabajo a tiempo parcial era un horror en cualquierfestividad, porque siempre se incrementaba alrededor de eseperíodo en el que los humores de los clientes cambiaban.

Iba veinte minutos tarde cuando entró en el edificio,presionando el botón para llegar a su piso.

Patty, la recepcionista, estaba observándolo hostilmente porla puerta de vidrio de la oficina, al salir del elevador y cruzarla.

—¡Llegas tarde, David! —Le regañó. Y siempre le llamaba

David sin importar cuantas veces le había dicho que lo odiaba.

Metió la mano en su bolsillo y le entregó una de lasligeramente-marchitas flores que había robado en su carrera loca,sorprendido de que ya le estuvieran siendo útiles. —Para ti, machérie.

Patty se sonrojó y la aceptó. —Oh, lárgate de aquí.

—No niegues nuestro amor, Pattmeister, —dijo alegrementemientras ingresaba a la oficina.




Ashleigh miró hacia arriba cuando Dave entró y miródirectamente a su reloj.

Dave luchó por quitarse el abrigo y la bufanda y las lanzósobre la silla. —Lo sé, lo sé. Pero no olvides que se supone que hoyera mi día libre…

—¡Se supone que no deberías estar aquí, lo sé! —Ashleigh dijosin empatía—. Lo he escuchado esta mañana por parte de personasmás bulliciosas y quejumbrosas que tú. —Ashleigh llamó anochecon urgencia. Estaba pidiéndoles favores y aquellos que nonecesitaban nada de ella, se los estuvo ofreciendo. Dave, sinembargo, no era tan afortunado, porque hace un mes lo había

atrapado en el lobby durante la presentación de Hairspray cuandose había reportado enfermo tan solo unas horas antes. No habíasido su intención faltar al trabajo, pero cuando un amigo llamódiciendo que tenía boletos y que solo eran válidos esa noche, ¿quése supone que debía hacer?

Fue probablemente por esa culpa lo que obligó a Dave asacar otra flor de su chaqueta, la cual le entregó por encima de lapared de su cubículo. —Feliz día de San Valentín, Ash.

Miró la flor, sonriendo ligeramente a pesar de que estabaalgo marchita y la flor prácticamente estaba decapitada. —Gracias.

La observó fijamente y ésta por fin entendió la indirecta. —¡Oh! —Se movió por su escritorio y le entregó una caja de dulces—.Toma un chocolate.

Dave la estudió haciéndole mala cara. —Sólo quedaron los denueces.

Ashleigh la sacudió mordiéndose el labio. —¿En serio?—Sí y todos odian los de nueces. Dime, la verdad es que

tratas de regalar los chocolates que nadie quiere.

Ofendida, Ashleigh lanzó la caja sobre su escritorio. —¡Jamásharía eso!

Continuó observándola, esperando a que se rindiera.

—¡De acuerdo! —Dijo por fin Ashleigh. Se agachó y abrió lagaveta de debajo de su escritorio, tomó varios chocolates que en

verdad eran agradables a las personas y se los lanzó—. ¡Feliz Día deSan Valentín!




—¡Sabía que los estabas guardando para mí! —dijo mientrasdesaparecía de su vista para irlos a recoger.

—No olvides que soy tu jefa, —dijo infelizmente.—No lo hago, jefa. —Su respuesta era un murmullo, como si

aún no hubiera alcanzado a comprender en su totalidad ese hecho,sin embargo todo lo que ella pudo escuchar era el sonido de laenvoltura de los chocolates.

Ashleigh pasó su mano por su cabellera y suspiródramáticamente, luego se percató que el gesto estaba siendodesperdiciado en Dave ya que este no le estaba prestando

atención. —Será un día bastante atareado.Dave finalmente regresó con la boca llena de chocolate. —

Caramelo, —murmuró casi ininteligible debido a que sus dientescorrían el riesgo de pegarse unos contra otros.

—¿Caramelo? —Preguntó frunciendo el ceño—. ¿Desperdiciécaramelos en ti?

—Sabes, —dijo, sin estar afectado—, tal vez quieras ser unpoco más agradable conmigo, especialmente porque es probable

que trates de darme los peores trabajos del día de hoy.—Sólo es porque tú eres el mejor en ellos, —admitió.

La miró detenidamente, tratando de determinar si lo quedecía era verdad o sólo estaba intentando agradarlo para quetomara los peores trabajos sin quejarse. Bueno, sin tanta queja. —Sí, claro. ¿Qué tienes para mí?

Le mostró su mejor sonrisa y movió unos papeles en suescritorio. —Tienes dos opciones. ¿Propuesta de matrimonio o

enamorado secreto?Dave hizo un gesto de desagrado. —Definitivamente no la

propuesta de matrimonio. Aún me siento algo amargado por nopoder casarme.

—De todas maneras estás soltero, —dijo Ashleigh sin mayorproblema.

—Ese no es el punto, —dijo, mirándola hostilmente por sufalta de tacto o de emociones.

El gesto funcionó porque se sintió culpable. —Eh, sí. Lolamento. Entonces, ¿enamorado secreto?




—Me haré cargo de los deseos del pobre patético.

Ashleigh frunció el ceño. —Espero que no muestres esa

actitud cuando entregues esto.—Te prometo que seré sólo dulzura y amor en el momento

que deje esta oficina, —le dijo—. A menos claro, que tenga queromper con alguien.

—¡Se supone que debes ser comprensivo o por lo menosneutral en esa situación!

—Sí, eso era lo que estaba a punto de decir. —Dijo Daverápidamente.

Le miró con sospecha. —Claro.

Tomó la hoja de papel, vio la dirección y tomó su abrigonuevamente. Realmente no debió de haberse molestado enquitárselo.

—¡Diviértete! —dijo Ashleigh cuando este estaba a punto desalir.

Dave la ignoró y al salir de la oficina se despidió de Patty. —No vayas a conseguirte un novio cuando me vaya, cariño.

Patty rió y le entregó los artículos que necesitaba para eltrabajo. —Lo haré si tú no lo haces.

Se despidió ondeando la mano mientras las puertas delelevador se cerraban y se colocaba la utilería en un hombro. —Imposible.

Trabajaba para una compañía de telegramas cantados, apesar de que la idea de un telegrama se había acabado décadasatrás con la tecnología, no era el empleo más deseado y la mayoríade personas se reían y pensaban que Dave bromeaba cuando se lo




comentaba. Pero era un empleo fácil con el cual podía ejercer sucarrera de teatro, especialmente si en verdad sabías cantar, el

dinero era mucho mejor que el que recibías por trabajar en unrestaurante de comida rápida o en un bar. Lo único malo de ser untelegrama cantante eran los trabajos que los empleados habíandenominado como “los crueles”, la compañía también seespecializaba en los famosos “telegramas de la verdad”, en loscuales podías incluir un mensaje personalizado y hacer que se loentregaran a alguien en tu nombre.

Lo bueno acerca de hacer un telegrama de un enamoradosecreto era que no tenía que usar un disfraz, solo utilería. Dave ya

estaba acostumbrado a las miradas que recibía cuando se subía enel metro con un arco y flechas en su espalda. Por lo menos era eldía de San Valentín y sus accesorios se explicaban por sí mismos,en vez de los días normales en los que los pasajeros lo mirabannerviosamente como si fuera a comenzar a lanzarles flechas.

La receptora de su telegrama del enamorado secreto era unachica con enormes gafas que se le quedó mirando estupefactamientras levantaba una flecha y la apuntaba a su corazón. Abrió laboca como si fuera a gritar, pero Dave inmediatamente gritó: —

¡Soy Cupido!

—Oh, —dijo, regresando sus gafas a su nariz y retomando sucompostura—. Pudiste haberte presentado antes.

Tenía un buen punto e hizo una nota mental de hacerlo en elfuturo. —Paula, ¿cierto?

La chica asintió.

—Bueno, Paula, hoy es tu día de suerte. Porque alguien está

enamorado de ti, un alguien con un corazón tan puro… —Davetrató de no vomitar mientras leía las líneas tan cursis. Este era elproblema cuando las personas escribían sus propios mensajes envez de recurrir a lo tradicional y permitir que escritores reales ycon talento, como por ejemplo Shakespeare o Elizabeth BarretBrowning expresaran los deseos de sus corazones. —Pero comoteme que le rechazaras, jura que nunca te lo dirá. —Le entregó laflecha con un gesto dramático, la cual tenía el mensaje pegado.

Paula se mostró decepcionada. —¿Qué?

Dave le hizo señas en dirección a la flecha y ésta finalmentela tomó.




—¿Qué quieres decir con que nunca me lo dirá?

—Cupido únicamente entrega el mensaje —dijo Dave, su

rostro ya comenzaba a dolerle por mantener una sonrisa amistosa—. Cupido no conoce al emisor.

—Entonces, ¿para qué coño sirve Cupido? —demandó saberPaula.

—¡Oye! —Protestó Dave—. Se llama admirador secreto poruna razón.

—Este es el primer Día de San Valentín el que recibo algo, asíque ¡quiero saber!

Quería contestarle: “entonces tienes una maldita suerte yaque recibiste algo este año, Señorita Simpatía”, pero sospechabalo que pasaría si Ashleigh se enteraba, era algo que no valía lapena. —Como dijo Cupido, no sé. Llama a la oficina, el númeroestá en la parte de atrás del mensaje.

—¡Oye! —gritó Paula cuando este estaba retirándose ycolocándose el arco en la espalda—. ¡Te estoy hablando!

A ese tipo le evitarán el trabajo, pensó Cupido mientras

bajaba por los escalones y regresaba al mundo real.

—¿Qué diablos le hiciste a la cliente? —demandó Ashleighantes de que Dave tuviera la oportunidad de quitarse el arco ycolocarlo en su escritorio.

Dave hizo un gesto de molestia. —¿Ya llamó?

—¡Estaba furiosa!

—Es demasiado prepotente. Ese tipo debería correr cuandoaún tiene la oportunidad. Porque antes de que lo sepa, se volveráJames Caan y ella Kathy Bates, y ella lo exprimirá mientras lo

llama asquerosa ave.




La referencia no fue entendida por Ashleigh. La dejó pasarcomo muchas de las cosas que Dave decía.

—Sólo le dije que no le podía decir el nombre del tipo, queera un asunto de privacidad.

—No parece que se lo dijeras de manera amable, es todo.

—Debido a que mis funciones especifican dicen que no deboser amable con los clientes, no veo cual sea el problema —argumentó Dave.

—Con algunos clientes, —señaló Ashleigh—. Sólo cuando elcliente lo pide. Y este era un admirador secreto, no un

rompimiento. E incluso con un rompimiento, deberías ser amable.Dave se dejó caer sobre su silla y colocó los pies sobre el

escritorio. Ashleigh tuvo que seguirlo alrededor del cubículo parapoder hablarle directamente.

—Eso no tiene sentido, —dijo Dave tranquilamente.

—Díselo a tu cheque.

El teléfono timbró y Dave fue salvado de esta discusión.Mientras encendía su computadora y comenzaba a jugar corazonespara matar el tiempo, su colega, Jill, se acercó a la pared quedividía sus cubículos y le susurró. —No entiendo cómo es queconservas este trabajo.

Dave le dio la vuelta perezosamente a su silla y le sonrió. —Ash y yo hemos trabajado juntos por mucho tiempo. Nos herimos,pero nunca de muerte.

Jill sacudió su cabeza. —Dios, espero que no trabaje aquítanto tiempo como para terminar así.

Se sorprendió por un momento mientras desparecía detrás desu pared. Jill, obviamente, era capaz de matar.

Pero hasta que le asignaran otro trabajo, el juego decorazones lo estaba llamando por su nombre. Abrió la aplicación,riendo ante la ironía de que estuviera jugando un juego con esenombre en esta fecha específica. No había avanzado mucho en eljuego cuando pudo escuchar una bocina y gruñó por ello.

—¡Ochenta y seis! —Ashleigh gritó, bajando el auricular con

fuerza—. ¡Ochenta y seis!




Dave podía escuchar el descontento de sus colegas detrás deél mientras saltaban a hacer algo, tratando de fingir que no

estaban disponibles para el peor trabajo que podía ser asignado.Algunos incluso corrieron al servicio con la esperanza de que eltrabajo ya hubiera sido asignado a alguien más cuando regresara.

Sabía que le tocaría a él. Lo sabía.

Lentamente, miró de reojo.

Ashleigh se encontraba parada frente a él, sus imperfectasuñas chocando contra la partición de su escritorio. Incrustada enuna de sus garras se encontraba la hoja.

—No, —dijo sin éxito—. He roto con muchas más personasaquí de las que lo he hecho en mi vida personal. Odio hacerlo.

—Lo siento, —dijo.

—¿Acaso existe alguien en este mundo que no quieramostrarle el dedo a su jefa? —Dave preguntó desesperanzado. Esoseran sus favoritos, aunque los clientes no tendían a ser tanoriginales en sus sentimientos y lo único que tenía que hacer Daveera cantar: “Recibe el trabajo y métetelo donde mejor te quepa”

con el nombre del cliente insertado en el coro. Al menos sutrabajo nunca era aburrido, aparte de que por lo general teníasque usar un disfraz, lo cual siempre era divertido, a menos quefuera verano.

—Has sido asignado con el ochenta y seis.

El término nunca lo hacía mejor y podía jurar que Ashleighestaba de muy buen humor. Sabía que no había nada que pudierahacer, así que suspiró y tomó el papel. —¿El corazón de quién voy aromper?

—Mitchell Annen. Vive en el 84 Oeste.

Dave estudió los detalles del telegrama e hizo un gesto. —Déjame adivinar, ¿el cliente lo escribió?

—¿Cómo supiste? —preguntó Ashleigh, aunque demasiadofingido.

—¿En verdad se supone que tengo que cantar esto?

—Eso definitivamente está entre tus funciones, por lo tanto

sí.




Colocándose la chaqueta, Dave preguntó: —Si me rompen lanariz, lo cubre el seguro, ¿cierto?

Ashleigh ignoró su pregunta. —No me molestaría en eso sifuera tú, —dijo, refiriéndose a su chaqueta.

Dave la miró hostilmente. —La orden no dice que tenga quellevar un disfraz.

—¿Acaso olvidé escribirlo?

Dave formó la palabra ¡Perra! con los labios.

Sin embargo, esta también lo ignoró. —Quiere que rompascon él gentilmente con un oso de felpa.

Dave lanzó su chaqueta al escritorio con un gestomelodramático. —Sí, nada reduce el dolor de un rompimiento,como cuando un extraño vestido de oso con olor a moho te ofreceun abrazo.

—¿Los abrazas? —preguntó Ashleigh genuinamente interesada.

—He descubierto que eso reduce el número de los quetienden a llorar.

—Tomaré esa nota y lo diré en nuestra siguiente reunión deempleados.

—Sí, hazlo. —Dave dijo berrinchudamente mientras se dirigíaa la habitación de disfraces.

—Ah, por cierto, —gritó Ashleigh—. ¡Nuestros disfraces nohuelen a moho! ¡Los mandamos a limpiar cada tres meses!

Pero para ser honestos, ella tampoco querría usarlos.

No importaba que fecha fuera. Un oso de un metro ochentade altura en un subterráneo llamaba demasiado la atención, aún

para una ciudad que tenía un vaquero desnudo con una guitarraera normal en Times Square. Dave podía escuchar las burlas hechas




por otros pasajeros en dirección a él, mientras intentabavalientemente tomar uno de los pasamanos en el centro del vagón

con una mano enorme.Sudaba adentro del disfraz, aun cuando afuera hacía mucho

frío. Lo único positivo acerca de este traje era que si alguien conun cuchillo intentaba hacerle daño en un transporte público,tendría que atravesar muchas capas antes de tocar algo de piel.

Se bajó en la estación de la calle 86, atravesó Broadway parallegar a la calle 84 y se maravilló de lo rico que tenía que seralguien para poder vivir en Manhattan. ¿Acaso el cliente estabacortando estúpidamente a su proveedor? Si así era, parecía que ni

siquiera la promesa de dinero podía comprarlo todo.

Hombre, pero este trabajo lo convertía en un cínico.

Se sentía agradecido de que el edificio tuviera un elevador,el subir las escaleras con un par de pesadas patas de oso hubierasido traumatizante. Tuvo que compartir el ascensor con otrohombre, que no hacía ni el más mínimo esfuerzo de mirar a otrolado. Dave se preguntaba si el tipo era un peludo. Luego, Dave sepreguntó si el hombre pensaba que él era un peludo.

—Asqueroso, —se dijo a sí mismo, el sonido fue amortiguadopor el traje por lo que no pudo salir al mundo exterior.

—Entonces, —dijo el hombre finalmente—, ¿Estás libre estanoche?

Dave prácticamente tuvo que gritar para que el hombrepudiera escucharlo. —Ricitos de oro me está esperando en la camaen este momento.

—¡Rayos, eres un tipo! —tartamudeó el otro hombre.

—¿El traje de oso no era demasiado obvio?

—Es solo que… por lo general son chicas en disfraces.

—Te sorprendería. —Dave se encogió de hombros, aunque laacción fue casi imperceptible por el exceso de material cubriendosus hombros. —Es un trabajo unisex.

El hombre se bajó en el cuarto piso y no volvió a mirar atrás.Dave tuvo la oportunidad de viajar los últimos tres niveles en paz.

Cuando las puertas se abrieron una vez más, caminó hacia elapartamento 704, donde su desafortunada victima esperaba.




Tocó a la puerta y esperó a que Mitchell Annen no estuvieraen casa.

No tenía tan buena suerte. Pudo escuchar como alguien abríala mirilla de la puerta y luego cuando alguien preguntó: —¿Sí?

Dave se sorprendió al escuchar que la voz no era para nadatitubeante, especialmente porque el dueño estaba viendo a un osode 1,80. —¿Mitchell Annen?

—Mitch, —lo corrigió la voz—. ¿Y tú?

Dave casi rió, pero probablemente eso sería algoinapropiado. —Telegrama. —Se preguntó qué hubiese pasado si

hubiera contestado algo como Winnie the Pooh o Paddington.La puerta se abrió y el hombre en cuestión emergió. Era algo,

con el cabello algo desaliñado, como si acabase de salir de lacama. Su camiseta estaba bastante vieja y vestía un par depantalones deportivos que habían visto mejores días. Sus piesdescalzos eran pálidos. No era exactamente lo que uno seimaginaría de un “viejo adinerado”. —Técnicamente, lostelegramas ya no existen gracias al correo electrónico.

Un sabelotodo de la informática, pensó Dave. —Bueno, lorecibimos por teléfono.

Se sentía un tanto fuera de lugar. Por lo general las personasse le quedaban mirando sorprendidas mientras actuaba yeventualmente recuperaban el habla cuando les entregaba lasflores o globos o la cursilería que fuera que venía con el mensaje.

—¿Quién lo envió? —preguntó Mitch, cruzándose de brazos.

Agradecido de tener algo que hacer, Dave revisó su hoja. —

Trey. —Hizo una expresión que obviamente Mitch no podía ver. UnTrey, ¿hablan en serio?

—¿Trey me envió un telegrama? —preguntó Mitch confundido.

Y aquí voy.

Dave aclaró su garganta y buscó su nota. —Mitch, —comenzó,luego dijo las horrendas palabras que se supone debía cantarle aesta pobre e inocente alma.

—Fuiste un terrible revolcón y quería romper contigo a

diario…




Los ojos de Mitch se abrieron con sorpresa ante las palabras.

Dave comenzó a bailar, esperando así poder suavizar el

golpe. Aunque no creía que estuviera teniendo éxito.—Pero cuando lo traté, no pude hablar y me odié por ser tan

débil…

Mitch permaneció como un libro cerrado, aunque sus nudillosparecían estarse tornando blancos de donde se estaba apretando así mismo.

Era el momento de terminar y salir de ahí antes de que lasituación se tornara más riesgosa.

—Y cerré mi boca como una almeja y envié este telegrama para que hablara por mí.

Cielos, esa letra era terrible y lo peor es que no terminaba,aún había más.

Dave se dejó caer sobre sus rodillas y alzó los brazos. —¡TERMINAMOS! Ah y por favor no me llames. Con amor, Trey.

Si esa no era una patada a la entrepierna cuando Mitch yahabía sido golpeado en el estómago, entonces Dave no sabía queera.

Mitch se le quedó mirando. Dave aún tenía los brazos alzadosy se preguntaba cuánto tiempo más debería permanecer así antesque el hombre dijera algo.

Este suelo era duro. ¿Acaso la alfombra tenía solo uncentímetro de grueso?

—Entonces, —dijo Mitch lentamente—. ¿Eso es todo?

—¿Querías todavía más? —Dave preguntó, su voz aúndistorsionada por el traje.

—No, eso prácticamente resumió todo lo que quería saber.

—Lo estás tomando muy bien.

—No es como si no hubiera visto las señales.

Dave vio como la fachada del hombre caía, pero en vez dever la reacción esperada, dejó escapar una risa quesorprendentemente estaba libre de amargura.




—Es solo que nunca me esperé que viniera de un oso de felpagigante. —Continuó Mitch.

—Entre todas las señales que pudiste haber visto, esta esbastante única, —Dave estuvo de acuerdo—. ¿Te molesta si mepongo de pie?

—Por supuesto. —Mitch le ofreció una mano y Dave la aceptóagradecidamente, el traje podía tornarse pesado, y hacerlo perderel equilibrio si trataba de pararse.

—Gracias, —dijo—. No pareces ser tan malo. ¿Por qué rompiócontigo?

Mitch se encogió de hombros. —No creo haber sido losuficientemente excitante para él.

—Su nombre era Trey, —señaló Dave—. ¿Qué esperabas?

—¿Qué relación tiene su nombre? —preguntó Mitch.

—Trey, —dijo Dave, como si estuviera hablándole a un niñobastante torpe.

—¿Y?

—Es la clase de nombre que le da a un fiestero irresponsable.—¿En serio?

—Síp, entonces, ¿lo era?

—¿Era qué? —preguntó Mitch recostándose contra el marco dela puerta.

—¿Un fiestero irresponsable?

—Oh, —Mitch pareció considerarlo por un momento—. Sí,supongo que sí lo era.

—Te lo dije, —dijo Dave con satisfacción—. Estás muchomejor sin él.

—¿Puedes saberlo solo con su nombre?

A estas alturas Dave ya debió haberse ido. Pero le parecíamuy fácil hablar con Mitch, y aceptémoslo, el tipo estaba pidiendoayuda a gritos. O al menos, tener alguien con quien hablar porunos minutos. —Su nombre es Trey. Admitiste que era un fiesteroirresponsable. Decidió romper contigo con un telegrama cantado.




Además, dejó muy en claro que no quiere que lo llames paraenterarte de las razones o tener algún tipo de cierre.

—Bueno, si lo pones de esa manera… —¿Sabes qué? —Dave estaba seguro de que el tipo no le había

pedido su opinión, pero de igual forma estaba muy feliz dedársela—. Me pareces bastante relajado, eso no es algo malo. Essolo que necesitas encontrar a la clase correcta de hombre. Trey elFiestero Irresponsable obviamente no era el correcto.

—¿Acaso relajado no es lo mismo que aburrido? —preguntóMitch con interés.

Dave sacudió la cabeza. —Nada que ver. Relajado es bueno.Me gusta relajado.

—Claro.

Dave no podía determinar si estaba siendo sarcástico o no.

Hubo un momento de tensión entre ellos, en el que ningunode los dos hizo algo para terminar.

—Como sea, —dijo finalmente Dave, pensando que ya erahora de irse. Ashleigh probablemente lo esperaba. —¿Estás bien?

—Estoy bien, gracias. ¿Normalmente ofreces consejos al final?

—A veces.

Mitch cambió de táctica. —Entonces, ¿cómo eres debajo deesa cabeza?

Dave sonrió, aunque el rostro del oso permanecía estático. —Ya sabes, con una cabeza de humano normal.

—Tienes ventaja. Sabes cómo soy. Quítate la cabeza.

—Eso va en contra de la política de la empresa.

—¿Por qué? ¿Temes que vean tu rostro real, de que algúncliente despechado te encuentre en la calle y descargue sufrustración en ti?

—Vivimos en Nueva York.

—¿Acaso parezco alguien que haría eso? —preguntó Mitch.

—La mayoría de personas que no parecieran capaces, son las

que por lo general lo son. —Pero Dave comenzó a quitarse lacabeza. De todas formas necesitaba el aire.




Mitch ofreció su mano. —Encantado de conocerte… ¿ehh?

Qué diablos. —Dave.

—¿Quieres beber algo?

A pesar del clima frío, el traje era caliente por lo que elcabello de Dave estaba pegado a su rostro con sudor. Una bebidaestaría bien, especialmente porque tenía que tomar el subterráneode regreso. —¿Así es como te vengarás? ¿Envenenándome?

—Si te ofreciera agua del grifo, tal vez. —Dijo Mitch en formade broma—. Pero tengo filtro, vamos.

—Oye, el agua de Nueva York no es tan mala después dehaber vivido en California. —Colocando su cabeza bajo el brazo,Dave lo siguió y trató de no dejar que su paranoia se escapara alescuchar como la puerta se cerraba detrás de ellos. Al menosAshleigh sabía dónde estaba, así que la policía eventualmenteencontraría su cuerpo y enviaría las piezas de regreso a casa de sumadre.

Pero, ¡cielos, qué apartamento! La vista de Central Park…bueno, parte de Central Park, ya que había unos edificios en el

medio. Pero era mucho mejor que la vista del departamento deDave de las escaleras de emergencias del edificio vecino. Olvidórestringirse y preguntó. —¿A qué es que te dedicas?

—¿Acaso no puedes adivinarlo por la forma en la que estoyvestido? —Mitch sacó una garrafa de agua del refrigerador ycomenzó a verter el agua en vasos—. Trabajo en casa. Informática.

¡Ja! Lo sabía.

—Un perfecto sabelotodo, lo sé.

Dave señaló con sus enormes manos al resto de su cuerpo. —Estás hablando con un tipo que se viste como un oso. Mi próximotrabajo puede ser de Alicia en el País de las Maravillas. No estoyjuzgando el trabajo de nadie.

—¿Vestido como Alicia? —Mitch le entregó uno de los vasos—.¿En serio?

—Nueva York, —le recordó Dave, quitándose una de las pataspara así poder tomar el vaso apropiadamente.

—Por supuesto. —Mitch pausó—. ¿Te gusta?




Dave se encogió de hombros. —No está mal para ser untrabajo de medio tiempo. Entre esto y mis préstamos

estudiantiles, quizás pueda terminar y obtener mi título mientrassobrevivo en la ciudad.

—Recuerdo esos días. —Mitch dijo—. Era un vendedor deperros calientes.

Dave no pudo evitar dejar escapar una carcajada. —Hasavanzado mucho desde entonces, —dijo mientras caminaba endirección a la ventana y admiraba la vista.

—Me involucré en la informática en el momento adecuado, —

dijo honestamente Mitch—. ¿Qué estudias?Era una pregunta típica, pero a Dave no le molestó. —Artes

liberales.

Ahora era el momento de Mitch para reírse. —Pensé quequerías obtener un trabajo cuando terminaras.

Por lo general ese tipo de actitud era algo que enfurecía aDave, pero Mitch lo dijo de tan buena manera que sólo pudomostrarle una sonrisa resignada. —Sí, lo sé. Pero probablemente

saqué otra carrera a parte de esta y no sé, estudiaré leyes o algo.—Esa es una mezcla extraña. —Mitch se acercó y tomó el vaso

vacío de Dave y no pudo contener pasar sus dedos por el afelpadobrazo de Dave. —Tal vez puedas conservar esto y usarlo en lacorte. Ayudaría a romper la tensión cuando anuncien el veredicto.

—Lo tendré en mente. —Consciente de que el tiempo estabaavanzando, Dave le mostró una sonrisa exagerada y dijo: —Serámejor que me vaya.

—¿Tienes que romper más corazones?Dave se detuvo y trató de leer la expresión de Mitch. El otro

hombre esquivó su mirada y continuó colocando los vasos en ellavabo. —Tal vez. ¿Tienes el corazón roto?

Mitch se detuvo, continuó haciendo cosas en el lavabo y nofue sino hasta un par de minutos después que contestó: —No estoyseguro si es mi corazón o mi orgullo.

Dave no sabía cómo contestar.

—Pero me inclino a la segunda, —continuó hablando Mitch,dándose la vuelta.




—Te repondrás. —Dijo Dave dándole ánimos.

—¿Sí?

—Sí, eres lindo, razonablemente gracioso. Trey es un idiota.

Mitch lo miró por encima de sus gafas. —¿Crees que soy lindo?

Dave se sonrojó. —Bueno, sí, algo. —Se sentía incómodo,aunque no en un mal sentido. Se sentía como en la mira, perotampoco le molestaba decir la verdad, aunque con otros clientesles había dicho sólo lo que querían escuchar para hacerlos sentirmejor.

—¿Bueno, sí, algo? —Preguntó Mitch—. Eso no es muyconvincente.

—No creo que esté entre mis funciones coquetear con losclientes.

Mitch se le acercó. Dave no se movió de su lugar. Lo cual eraligeramente embarazoso, ya que sus patas eran de un vivo coloramarillo y peludas.

—¿Estás coqueteando conmigo? —preguntó Mitch.

Dave trató de formar una oración, pero lo que salió fue lamezcla entre un gemido y un gruñido.

—Además. —Señaló Mitch—, no soy tu cliente. No te contratépara el trabajo.

Parecía que su lengua finalmente volvió a funcionar. —Esasson sólo semánticas. Aún eres un cliente, o algo así.

—Bueno, yo también podría decir que estas usandosemánticas.

Tal vez así era. Pero eso no significaba que fuera una malaidea. —¿Estás buscando a alguien por despecho?

Trató de mantener su tono tranquilo, pero juzgando por lamirada en el rostro de Mitch no había tenido éxito.

—Lo siento, —dijo rápidamente, mientras Mitch aún intentabaresponderle.

—No me escuches, no es que sea un experto en relaciones.

—Lo cual es irónico, —dijo Mitch—, dada tu profesión.

Dave asintió lentamente. —Podrías decirlo.




—¿Estás soltero?

Diablos, como cambiaban las cosas.

—Es una pregunta simple, —dijo Mitch.

David se encogió de brazos. —De acuerdo. Sí, lo estoy.

—¿Esa es la razón por la que te tocó trabajar hoy?

David se rascó la nariz. —Las parejas tienen prioridad.

—Entonces, ¿no estarás libre más tarde?

—¿Me estás invitando a salir?

—Debes dejar de pensar que una pregunta es una respuesta,—dijo Mitch con tono burlón—. ¿Ves cómo mi voz no cambia al finalde las respuestas que te doy? A eso es a lo que se le llama unaafirmación.

Dave le sonrió. —La forma en la que iniciaste la últimaoración sugería que podía haber sido una pregunta.

—Maldita carrera de Artes, —murmuró Mitch. Miró endirección a Dave—. ¿Acaso no deberías estar regresando a laoficina?

—Oh, —dijo Dave sorprendido. Estaba divirtiéndose y pensóque Mitch también lo hacía. Obviamente su técnica de coquetearse había tornado en una molestia. Esta debía ser la razón por lacual aún seguía soltero—. De acuerdo.

Mitch lo guió a la puerta aunque Dave no necesitaba un mapani un recorrido turístico para encontrar la salida.

—Sabes, —dijo desesperadamente, tratando de ganar un pocode terreno, mientras luchaba con la cabeza de oso debajo de su

brazo y trataba de colocarse la pata de regreso—. Aún nocontestaste mi pregunta.

—¿Cuál? —Mitch abrió la puerta del apartamento—. Hubomuchas.

—¿Me estabas invitando a salir en una cita?

—¿Quieres que te invite a salir en una cita?

Dave levantó sus patas al aire. —¡Ahora tú eres quiencontesta preguntas con preguntas!

Mitch sonrió diabólicamente. —Molesto, ¿no?




Olviden lo que dijo de su soltería, pensó Dave. ¡Ahora podíaentender porque Mitch lo era! Determinado a borrar la sonrisa del

rostro del otro hombre, Dave se acercó y tomó las mejillas deMitch entre sus dos patas y lo besó. La cabeza del oso de felpa quehabía estado sosteniendo cayó al suelo.

Mitch acercó sus manos a las caderas de Dave, o lo que ahoraestaba sustituyendo las caderas de Dave, ya que el traje afelpadoocultaba todo lo de la vista.

El beso fue tentativo al principio. Mitch se derritió y loslabios de Dave se abrieron y su lengua se presionó contra la bocade Mitch titubeantemente. Mitch gimió mientras la lengua de Dave

recorría sus labios tratando de atravesar la barrera.

Dave sintió como el otro hombre se daba por vencido y suslabios se abrían. Sus lenguas se encontraron tímidamente, unamoviéndose contra la otra. Dave podía sentir el leve aroma de suenjuague bucal y eso le hizo esperar que su boca no oliera como lade un oso después de todo el tiempo que pasó desde que dejó sucasa. Pero a Mitch parecía no importarle, su ritmo en los besosparecía estarse acelerando y finalmente encontró donde tomar el

traje del oso y acercarse a Dave.Dave, sin embargo, comenzó a separase de él lentamente

antes de que las cosas se calentaran más y pasó su pata derechapor la mandíbula de Mitch. Dios, esperaba que este hombre nofuera un pervertido que quisiera que este traje hiciera repetidasapariciones. Eso sería sencillamente raro. O muy raro,considerando que la situación en la que se encontraban era losuficientemente extraña.

—¿Eso fue un sí o un no? —dijo Mitch respirando fuertemente.

Dave se alejó por completo de él. —Averígualo.

Se dio la vuelta y caminó por el corredor, rumbo al elevador.Sonreía consigo mismo y esperaba que Mitch llegara a la conclusióncorrecta.




Al parecer no lo había hecho. Los trabajos que le asignarondespués de que regresó, y por cierto que Ashleigh le regañó porhaberse tomado tanto tiempo, se entremezclaron unos con otros.Hasta mucho después reaccionó y la razón por la que se había

quedado tanto tiempo con Mitch era porque había una chispa entreellos. Y todos los demás clientes fueron atendidos normalmente.

Pensamientos encontrados con respecto a la situación deMitch peleaban en su cabeza.

Debí haberle dejado mi número. Aunque fue un momento de película alejarme cuando lo hice y la razón por la que se llamanmomentos de películas es porque no suceden en la vida real. O almenos no te dan una respuesta que te deje satisfecho antes de

que salgan los créditos.¡Cállate! Decía otra voz. Ni siquiera conoces al tipo.

Probablemente lo dejaron por una razón. Tal vez Trey elParrandero Irresponsable tenía la razón.

Sabía que la situación estaba muy mal cuando comenzaba arecibir consejos de Trey el parrandero irresponsable.

Aun así, no hubiera estado mal.

Tal vez es un asesino en serio. Probablemente otros

telegramas cantores estén guardados en trastos herméticos en sucongelador, junto con Trey.

¿Pero por qué no llamó a la oficina y preguntó por mí?

Todos sus pensamientos eran ridículos. Había conocido al tipounos veinte minutos.

Es sólo que a Dave le hubiese encantado tener la oportunidadde conocerlo un poco mejor.

Incluso sus pasos sonaban deprimidos mientras regresaba a laoficina, exhausto después de su octavo cliente del día. Era hora de




irse a casa, pasaría por el “Panda Lounge” por unos fideos y loscomería mientras trataba de ignorar la programación de San

Valentín en la televisión.Al llegar Ashleigh lo esperaba con otra orden.

Dave levantó sus manos. —No, me voy a casa.

—Tienes que hacerlo, —le dijo—, es un caso previo.

Dave quería somatar los pies contra el suelo como si setratase de un niño de cinco años y hacer un berrinche total. ¿Quécliente fue? ¿El que creyó que no estaba interpretando a un buentigre con su prometida?

—Debería tratar de ser saltarín después de subir ocho nivelesde escalones, —gruñó.

—¿Qué? —preguntó Ashleigh.

—Nada. —Tomó la orden y sus ojos se abrieron en sorpresa alleer la dirección—. ¿Este sujeto?

—Sí, ¿por qué? —Sus ojos se entrecerraron en sospecha—.¿Qué le hiciste?

—¡Nada! —dijo en protesta. Tal vez fue algo que no le hice.—Esos “nada” son sospechosos. —Dijo Ashleigh, no

agradándole la expresión de culpa de su rostro—. ¿Por qué quiereque regreses?

—No tengo idea, —respondió Dave con honestidad.

—Te pidió especialmente a ti y sin disfraz.

—Oh. Bueno, entonces eso es algo bueno. Significa que puedoirme a casa directamente.

—Me llamaras en cuanto termines, ¿de acuerdo?

Dave dobló la orden y la guardó en su bolsillo trasero. —Aww,Ash, ¿estás preocupada por mí?

—Es sólo que no quiero que seas mi primer empleado que esapuñalado por el trabajo.

Palideció ligeramente. —Eres todo un dulce.

Ashleigh bostezó y se sentó detrás de su escritorio. —Eso

intento.




Creyó haber notado algo burlón en su expresión, pero decidióno presionarla. Al salir, se acercó y sorprendió a Patty con un beso.

—Deja que tu hombre te trate bien esta noche, Pattmeister. —Seacercó y tomó una mini flecha de su escritorio.

Se despidió de él cuando este estaba subiéndose al elevador.—A ti también, David.

Tal vez, sólo tal vez.

Sonrió sin razón a cada persona que miraba en la calle yhabían algunos que no habían sido tocados por la flecha de Cupidoque se preguntaban cuál era su problema.

No le tomó mucho tiempo regresar al edificio de Mitch. O almenos eso parecía. Dave presionó el botón del elevador y lo esperónerviosamente. Estaba tardando siglos en llegar, las luces pasabanlentamente por el nivel que iba. Aunque su lógica le decía que lellevaría mucho más tiempo, no podía quedarse quieto así quecorrió hacia las escaleras de dos en dos, hasta que llegó al piso deMitch. Sin aliento, iba tropezándose mientras caminaba por elcorredor, así que tomó un momento para recuperar la composturaantes de tocar a la puerta del apartamento de Mitch. Su puño aún

estaba en el aire cuando la puerta se abrió y Mitch estabasonriéndole.

—Hola, —dijo Mitch sin preámbulo—. ¿Te gustaría salirconmigo algún día?

Dave se aseguró de no contestar con una pregunta, así quedecidió tomar el camino seguro. —Sí.

Mitch se acercó a besarlo, uno más casto del que habíancompartido antes, pero igualmente bueno.

Dave decidió que podía hacer una pregunta después decontestar. —¿Qué te parece ahora?

Fue premiado con otro beso. —Seguro. Déjame ir por michaqueta.

Mientras éste fue por su chaqueta, Dave registró su bolso demensajería y sacó una flecha para Mitch cuando éste regresó. Alver la expresión de confusión de Mitch, Dave dijo: —Es menos cursique una rosa. Me muero del hambre, vamos a cenar.

Al caminar por el pasillo, Dave decidió arriesgarse y tomó aMitch de la mano. Al llegar a la puerta del elevador, Mitch miró en




dirección de sus manos entrelazadas y luego al rostro de Dave, ysonrió.

Impaciente por comenzar la noche, Dave sonrió y llevó aMitch a los escalones donde nuevamente bajó de dos en dos paraalcanzar el mundo exterior. Atravesó las puertas de la recepcióncon Mitch a su lado y una flecha de Cupido en el bolsillo trasero deMitch.

[frr] no dispares al mensajero por sean kennedy completo

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