figuraciones del yo pozuelo

31
CÁTEDRA MIGUEL DELIBES FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA: Javier Marías y E. Vila-Matas www.elboomeran.com

Upload: mdanielm

Post on 29-Nov-2015

96 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

CÁTEDRA MIGUEL DELIBES

FIGURACIONES DEL YOEN LA NARRATIVA:

Javier Marías y E. Vila-Matas

������������ �����������

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 3

www.elboomeran.com

Directora de la colección:Mª Pilar Celma

© El autor

© Cátedra Miguel Delibes

I.S.B.N.: xxx-xx-xxxx-xxx-x

Depósito Legal: VA-xxx-2010

Distribución: Servicio de publicaciones e intercambio editorial.Universidad de Valladolid.

Diseño de cubierta y producción editorial: Quadro4

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 4

ÍNDICE

Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

I. “Figuración del Yo” frente a Autoficción . . . . . . . . . xx

II. JAVIER MARÍAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

2.1. El ciclo Deza:la construcción de una voz escrita . . . . . . . . . xx

2.2. Una voz en el tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

2.3. Narrar vidas de otros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

2.4. El rostro que no se ve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

2.5. Una mancha que se resiste a desaparecer . . . xx

III. ENRIQUE VILA-MATAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

3.1 Personaje de sí mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

3.2 La voz figurada en ensayos y artículos . . . . . . xx

3.3 Un yo shandy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

3.4 Figuraciones del yo en la «tetralogíadel escritor» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx

3.4.1 Un conjunto narrativo ficcional . . . . . . . xx

3.4.2 Rostros máscaras y tonos . . . . . . . . . . . . xx

3.4.3 Una escritura figurada en el límite . . . . xx

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 5

A la memoria de Claudio Guillén, a quien siempresentí maestro y que inauguró las lecciones de esta Cáte-dra Miguel Delibes, de Nueva York.

Y para Carlos Castilla del Pino,amigo suyo y mío,quenos dejó cuando estas páginas estaban escribiéndose.

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 7

PREFACIO

Las lecciones que siguen fueron impartidas comoCurso de Doctorado en los primeros días de Octubrede 2009, en el Graduate Center de la City Universityof New York (CUNY), en el seno de la “Cátedra MiguelDelibes”. Es un Curso que se dicta anualmente enOtoño y que goza de amplia reputación en el seno delHispanismo. A las profesoras Lía Schwartz y MariaPilar Celma debo gratitud por haber confiado en míeste año y a los alumnos que asistieron mi reconoci-miento por sus ricas aportaciones en los coloquios quesiguieron a las clases.

Claro está que unas lecciones se benefician de lacondición oral y dimensión comunicativa que unaclase tiene y he respetado esas condiciones en el pro-pio libro. Quiero creer también que hay otro beneficioderivado de la claridad que exige la necesidad deexplicar. No considero menor otra condición: al serunas clases de Doctorado, invitan a tratar un tema

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 9

10 I JOSÉ MARÍA POZUELO

nuevo, fruto de una investigación en marcha. Es enocasiones como ésta cuando la dimensión de la inves-tigación universitaria encuentra su mejor sentido: larealización en un aula, junto a un grupo de jóvenes dediferentes países, interesados por la narrativa espa-ñola contemporánea.

El libro plantea una cuestión teórica inicial: elconcepto de figuración del yo, que entiendo más gene-ral y comprehensivo que el de autoficción. Sobre todoconsidero que sirve para adentrarse en parte de laobra de los dos novelistas que ocuparon nuestra aten-ción aquellos días: Javier Marías y Enrique Vila-Matas. Las últimas novelas de ambos suponen desafí-os creadores que espolean la reflexión y el goce que vaunido a la lectura. Obviamente son muchos los escri-tores que han planteado formas distintas (las de losdos elegidos también lo son entre sí) de figuración delyo, pero un Doctorado no es el momento de panorámi-cas, sino de abordar un asunto con cierta profundi-dad, lo que exigía un corpus más restringido.

El hecho de que la obra de Marías y Vila-Matasfuera ya conocida y hubiese sido leída por los distin-tos estudiantes que siguieron el curso en Nueva York,hizo que la experiencia comunicativa resultase toda-vía más rica.

Es el momento de que pueda participar de ella unpúblico más amplio: los muchos interesados en losproblemas de la ficción y en dos de los autores espa-ñoles cuya obra posee mayor relieve artístico y un len-guaje narrativo original, con verdadera dimensióninternacional.

La Albatalía 30 de Diciembre de 2009.

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 10

I. “FIGURACIÓN DEL YO” FRENTE A AUTOFICCIÓN

Una de las causas que explican el abrupto movi-miento de la teoría literaria en el siglo XX y lo que lle-vamos del XXI, es el fenómeno de las resurrecciones.Conceptos, términos y autores que habían nacido ohabían desarrollado su propuesta hace muchos años,y se encontraban olvidados, de repente, alguien lospone de moda, y todo el mundo se pone a hablar deellos como si fuesen nuevos. Tales recuperaciones tar-días originan no pocas anacronías. En otro lugar heanalizado cómo tales anacronías sirven para explicarel carácter convulso de la teoría literaria de hoy. Lohice a propósito del concepto de post-estructuralismocon el que la teoría literaria norteamericana califica-ba la obra de Jacques Derrida, pensando muchasveces que ese post era cronológicamente pertinente, eignorando que los tres libros clave en que Derridapostuló la teoría conocida luego como deconstrucción,son de 19671, y por tanto anteriores a algunas de laspostulaciones del estructuralismo literario, singular-

1 Me refiero a La voix et le phénomène, L’écriture et la différence y De la Grammatologie,fechados en 1967.

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 11

mente de la Narratología, cuyas principales obras seescribieron después de 1970 (año de aparición de larevista Poetique). Derrida había comenzado a publi-car antes, pero previamente a su descubrimiento tar-dío por los americanos, ocupaba un lugar no central.Desde luego era así en el pensamiento teórico litera-rio, por eso se le hizo nacer en los años ochenta comopost, cuando cronológicamente era pre2. Igual le ocu-rrió a Bajtin, vuelto a nacer remozado en otra versiónde la posmodernidad, siendo así que su pensamientoviene nutrido de una de las vertientes más radical-mente modernas como fue la marxista.

Me he referido a este fenómeno de las tardíasrecuperaciones de conceptos teóricos porque ocurreigual con la categoría de la Autoficción, que teniendo,como término al menos, cuarenta y dos años, si situa-mos su inicio en donde suele hacerse, en la novela Filsde Serge Doubrosvky3, publicada en 1977, anda sien-do redescubierta por doquier ahora. Así defineDoubrovsky la autoficción:

Al contrario de la autobiografía, explicativa y unifi-cante, que quiere recuperar y volver a trazar los hilos de undestino, la autoficción no percibe la vida como un todo. Ellano tiene ante sí más que fragmentos disjuntos, pedazos deexistencia rotos, un sujeto troceado que no coincide consigomismo4.

Cuarenta y dos años tiene ya el término de auto-ficción desde que Doubrovsky le hiciera nacer en eltexto citado. Pero es frecuente que en la crítica litera-ria de hoy, sobre todo en libros que tratan de la actual

2 J.M.Pozuelo Yvancos: “Una critica descentrada” en Anthropos, nº 129, Febrero 1992, pp.43-46.

3 Serge Doubrovsky: Fils, Paris, Galillèe, 1977. Contra cubierta.

4 A l’inverse de l’autobiographie, explicative et unifiante, qui veut ressaisir et dérouler les filsd’un destin, l’autofiction ne perçoit pas la vie comme un tout. Elle n’a affaire qu’à des frag-ments disjoints, des morceaux d’existence brisés, un sujet morcelé ne coincide pas avec lui-même”.

12 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 12

novela, te lo encuentres aquí y allá, como criatura casirecién nacida y aún amenaza con actuar como el bál-samo de Fierabrás, porque todos los remedios meta-teóricos cura, tanto si la tesitura es hablar de la auto-biografía, de la novela calificada como posmoderna,como si lo es de la crisis del sujeto, o de la decons-trucción de las seguridades ontológicamente afirma-das sobre lo que es verdadero o falso, o como lugardonde los géneros acaban rompiendo en el espejo de laidentidad, ya difícilmente postulable5.

Por lo que luego avanzaré respecto a la claridadconceptual, interesa evitar ese síndrome de actuali-dad y volver a los contextos que dieron nacimientoal concepto y al término, porque precisamente contales contextos a la mano, lo que se quiebra primera-mente es la asimilación de “autoficción” y crisis pos-moderna (y sus asimilaciones a las nociones que sepusieron de moda al calor de la bibliografía posmo-derna posterior a Lyotard, Baudrillard y Jameson,como son las de “sujeto vacío” de Lipotvesky o a la“corrosión del carácter (sic)” de Richard Sennet6.

Digo esto porque si lo aplicamos en el contexto desu nacimiento, lo que Serge Doubrovsky postula en elfondo, cuando habla de autoficción, es la quiebra de laentidad de la narración como elemento constitutivode la historia unitaria y unificante y por consiguientedel personaje y de la persona representada en ella.Singular y explícitamente referido al caso de una his-toria autobiográfica convencionalmente forzada apresentarse como un todo narrativo, y no unos frag-mentos disjuntos. Y tal postulado lo era de las postri-merías de la vanguardia representada por el Nouveau

5 Recorre muchos de estos lugares de la posmodernidad teórica el primer capítulo del libro deM. Alberca: El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción. Madrid,Biblioteca Nueva, 2007.

6 Gilles Lipovetsky, La era del vacío, ensayos sobre el individualismo contemporáneo.Barcelona, Anagrama, 1986 y Richard Sennett: La corrosión del carácter: las consecuenciaspersonales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona, Anagrama, 2000.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 13

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 13

roman y acogida por G. Perec, P. Sollers, MichelLeiris, etc.

La autoficción es por consiguiente una categoríahija de su momento, se entiende mejor si la situamosen él, incluso en su lugar, el París de los años sesentay setenta, y nace teniendo en cuenta principalmentedos antecedentes. El primero trata de ser contesta-ción al conocido como “pacte autobiographyque” dePh. Lejeune, formulado en un conocido artículo de larevista Poetique en 19737 y que pasaría luego a ser elcapítulo primero de un libro de 1975 con ese título.Pero sobre ese contexto se superpone otro mayor: lacrisis del personaje como entidad narrativa que habí-an postulado algunos años antes los miembros delNouveau roman, fundamentalmente Robbe Grillet yNatalie Sarraute, con sus conocidos libros Pour unNouveau roman y La era del recelo8. No hay que olvi-dar que había sido el propio Doubrosvsky el primeroen trazar una revisión de la escuela critica nacida alamparo de tales supuestos literarios con su libroPourquoi la nouvelle critique. Critique et objetivité(1966)9.

De la juntura de estos dos contextos, crisis del per-sonaje narrativo y deconstrucción del yo autobiográfi-co emerge la conocida autobiografía de uno de losmaestros de Doubrovsky, Roland Barthes, que es elotro contexto necesario para entender la autoficcióncomo categoría. En su autobiografía titulada RolandBarthes par Roland Barthes, aparecida en 197510, dosaños antes que Fils por tanto, había realizado lo quela novela autobiográfica de Doubrovsky convertiría

7 Ph. Lejeune, “Le Pacte Autobiographique”. Poetique, 1973. Reimpreso luego en el libro delmismo título en Seuil, 1975, pp.13-46.

8 A. Robbe Grillet, Pour un nouveau roman, Paris, Gallimard, imp. 1964 y Natalie SarrauteL’ère du soupçon, Paris, Gallimard, 1974.

9 Reeditado en París, Denöel/Ghontier,1972.

10 Roland Barthes, par Roland Barthes, Paris, Seuil, 1975. Hay edición española en Kairós.

14 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 14

luego en programa, según hemos visto: la fragmenta-ción del sujeto. Puesto que la autobiografía deBarthes se resuelve en fragmentos discontinuos,incluso apelando al mismo concepto mallarmeano decorps morcelé, al que se referirá dos años despuésDoubrovsky, y reforzándolo con la resistencia a unanarratividad que sometiera la propia historia delindividuo a un destino.

En mi libro dedicado al género autobiográfico11, ybajo el título de “Roland Barthes: un texto-cuerpofragmentado” dediqué un capítulo al análisis del textode Barthes12 y pude comentar también el ante-textoque éste sitúa, destacado en negrita, al frente de suautobiografía: “Tout ceci doit être considerécomme dit par un personnage du roman”. Esconcomitante tal declaración con la elección de la ter-cera persona en un texto que habla de sí mismo ycompatible tal opción con inequívocas referencias a suidentidad real, no ya en la foto de la portada, con susalumnos del Seminario de l’École Practique desHautes Études, sino en el propio texto, situando fren-te a la narratividad del discurso, un sustituto refe-rencial indiscutible como son fotos, dedicadas al lugarde nacimiento (hay una de la calle de Bayona dondenació, y de sus orígenes, puesto que el libro se abrecon la foto de su madre teniéndolo en brazos, y de susabuelos etc.). Quien dedicó uno de sus últimos librosal arte de la Fotografía13, sabía qué estaba haciendocon tal postulación del referente indiscutido: propia-mente estaba escribiendo una autoficción, que siendoautobiografía se volvía contra la narratividad y elcarácter unitario de su yo Autor.

11 José María Pozuelo Yvancos, De la autobiografía. Teoría y estilos, Barcelona, Crítica, 2006.

12 Ib., pp. 211-243.

13 Roland Barthes, La Chambre claire, París, Cahiers de cinéma-Gallimard- Seuil, 1980. Hayedición en Paidós.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 15

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 15

Considero importante rescatar este origen, si noqueremos seguir contribuyendo a que ocurra con laautoficción lo que ha ocurrido con los conceptos para-lelos de posmodernidad o de deconstrucción, que detanto usarse, para tanto y en distintos contextos ypara diversos autores, y obras, han acabado perdien-do su distintividad y su capacidad de decir lo que que-rían decir cuando nacieron y resultaban categoríasrealmente útiles. No hago por tanto recordatorio deestos orígenes de la autoficción por afán arqueológicoalguno, ni porque quiera que sea únicamente lo quefue al nacer, sino para entender así lo que realmentees y separarlo de los que no es. Y confieso que lo hagotambién para evitar que su crecimiento desmesuradoy su juntura a conceptos como el de “Factual Fictions”,que veo asimilado a él14, le haga perder su sentido.

También alarmado porque en bastante bibliogra-fía reciente sobre narrativa española actual observoincólumes a quienes se permiten calificar la obra deJavier Marías Todas las almas como autoficción, ohacerlo con Tu rostro mañana, casi los mismos queasignan tal categoría a El mal de Montano o DoctorPasavento, novelas éstas de Vila-Matas. Tanto lasnovelas de un autor como las del otro, aunque conten-gan figuraciones de un yo narrativo personal, enmodo alguno son calificables de “autoficciones”,mucho menos cuando los propios autores se hanencargado de desmontar esa posibilidad, jugandoincluso con ella en el caso de Vila-Matas.

Y ello por citar obras de los autores a los que mereferiré a lo largo de este Seminario. No podré entrarahora en el hecho de que se hagan coincidir en el

14 Hay desarrollos posteriores, como es el de Jacques Lecarme, “Indecidables et autofictions”en Bruno Vercier et Jacques Lecarme, La littérature en France depuis 1968, París, Bordas,1982, pp. 150-155. Para la literatura norteamericana lo ha analizado primeramente AlbertStone, “Factual Fictions”, en Autobiographical Occasions and Original Facts, Filadelfia,University of Pennsylvania Press, 1982, cap. VIII, pp. 265-365. Precisamente este sintagma“Factual fictions” es muy semejante al que Javier Cercas configura al hablar de Relatos rea-les, concepto que elevó a título de su libro publicado en El Acantilado, Barcelona, 2000.

16 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 16

mismo lugar con obras de Soledad Puértolas, con nove-las de Muñoz Molina, Javier Cercas o Rosa Montero,todos, ya digo, incluidos sin los matices necesarios, sintener en cuenta los diferentes registros autoriales ynombres del personaje narrador, hasta desembocaraquello que nació con un sentido preciso en lo que haacabado por convertirse: un cajón de sastre.

No se habrían hecho tales extensiones y confusio-nes si nos atuviéramos a la claridad cartesiana conque J. Lecarme caracterizó la autoficción:

La autoficción es en primer lugar un dispositivo muysimple; se trata de un relato cuyo autor narrador y prota-gonista comparten la misma identidad nominal y cuyo inti-tulado genérico indica que se trata de una novela15.

No es decir mucho, pero es decir lo suficiente paradejar claro un subgénero narrativo. Una novela portanto, en la cual el autor, el personaje protagonista ynarrador de la historia son el mismo, o por decirlo conpalabras de Lecarme, comparten la misma identidad.Si insisto, poniéndolo en cursiva, sobre el concepto deidentidad en la definición dada por Lecarme es por-que lo considero muy importante, contemplada desdeel contexto en que nació tal noción.

En efecto, en el fondo que dio origen a tal defini-ción estaba su homología con la famosa definición queLejeune había dado del género autobiográfico en quehablaba de que para que hubiera autobiografía eranecesario que coincidieran la identidad del autor, delnarrador y del personaje16. Como se sabe en su libro

15 “L’autofiction est d’abord un dispositif très simple: soit un récit dont auteur, narrateur etprotagoniste partagent la même identité nominale et dont intitulé générique indique qu’ íls’agit d’un roman” J. Lecarme: “L’autofiction; un mauvais genre?” en S. Doubrovsky, J.Lecarme et Ph. Lejeune, eds. Autofictions et Cie, Cahiers RITM, Univesité de Paris X,Nanterre, nº 6, 1993, p.227.

16 “L’heros d’un roman déclaré tel, peut-il avoir, le même nom que l’auteur? Rien ne empê-cherait la chose d’exister, et ce-peut-être une contradiction interne. Dont on pourrait tirerdes effets intéressants. Mais, dans la practique, aucun exemple se présente à l’esprit d’unetel recherche”. Ph. Lejeune, Le pacte autobiograhique, Paris, Seuil, 1975, p. 48.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 17

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 17

primero dedicado al género Lejeune trazó un cuadro(p.28) en que quedaba vacía la casilla referida al casoen que dentro de una novela convergieran la columnadedicada al nombre del personaje y la del nombre delautor real, casilla que es la paralela a la que se ofre-cía llena, precisamente con el género de la autobio-grafía, donde tal coincidencia es obligada. Y de inme-diato se preguntaba Lejeune por tal posibilidad en lossiguientes términos:

El héroe de una novela declarada tal, ¿puede tener elmismo nombre del autor? Nada impediría que tal cosa sediera, lo que no dejaría de ser una contradicción interna dela que se podrían extraer interesantes consecuencias. Peroen la práctica no encuentro ejemplo alguno que obedezca alespíritu de tal búsqueda17.

Es aquí donde cabe situar al nacimiento de laautoficción, en el rellenado de tal casilla de Lejeune,hecho por Doubrovsky en su novela Fils, en curso deescritura cuando se publicó el ensayo del profesor deNanterre. El propio Lejeune, en el ensayo siguientededicado al pacto autobiográfico, el publicado en 1982bajo al título de “Le pacte autobiographique (bis)” dacuenta de cómo habían nacido obras concretas quepretendían desmentir su cuadro, rellenando sus casi-llas vacías, y cita expresamente Fils de Doubrovsky18.De hecho la contraportada de la novela Fils, en la quese ofreció la definición adelantada arriba de la auto-ficción, contiene una expresa referencia al géneroautobiográfico, tal si hubiera nacido su contrafaz, enestos términos:

Al despertar la memoria del narrador, que toma muyaprisa el nombre del autor, teje una trama en la que secogen y entremezclan recuerdos recientes (la nostalgia de

17 Ib., p.31.

18 Ph. Lejeune, Moi aussi, Paris, Seuil, 1986, p.24.

18 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 18

un amor loco), lejanos (infancia de anteguerra y guerra),zozobras tan cotidianas, angustia profesional (…)¿Autobiografía? No, ese es un privilegio reservado a losimportantes de este mundo, en el atardecer de su vida, y enun estilo elevado19.

En consecuencia, no escapó a Lejeune que Filsfuera una contra-autobiografía. En el libro tituladoJ’est un autre escribe: “ou par me servir d’une expre-sión lancée par Serge Doubrovsky à propos de sontexte “autobiographique” Fils… une autofiction”20.

Una novela que nace como una “falsa autobiogra-fía” entonces, o mejor una contra-autobiografia. Esentonces cuando cobran sentido las palabras queantes cité y que refieren al concepto de Fils, comohilos (hay en francés juego con ‘hijos’) de una historiafragmentada, como elementos de un tejido que no for-man una trama, que no tiene una unidad a la quereferirse, y que representan una identidad morcelé,fragmentada. Y por tanto emerge mucho más com-prensible si la referimos a la operación previa, quedos años antes había realizado Roland Barthes con suautobiografía resuelta en fragmentos, hilos, inclusocon un dibujo subtitulado “Anatomie” con el queBarthes cierra el libro y que representa el cuerporesuelto en nervios, fibras de una identidad no narra-tiva que únicamente tal cuerpo puede decir.

No es éste el momento de trazar la continuaciónde esta larga historia, porque es entonces cuando,olvidadas las referencias que fueron clave para enten-der qué sea la autoficción, comienza a intervenir todoel mundo, algunos sin referirse para nada a ellas,aplicando tal concepto a novelas que ni siquiera

19 “ … Au reveil, la mémoire du narrateur, qui prend très vite le nom d’auteur, tisse une trameoù se prenent et se mêlent souvenir récents (nostalgie d’un amour fou), lontains (enfanced’avant-guérre et de guérre), soucis ausi du quotidien, angoisse de la profession …Autobiographie?. Non, c’est un privilége, réservé aux importants de ce monde, au soir deleur vie, et dans un beau style” S. Doubrovsky. Fils, cit. Contraportada.

20 Ph. Lejeune, J’ est un autre, Paris, Seuil, 1980, p.217.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 19

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 19

muestran identidad de nombre entre el autor y el per-sonaje narrador, único rasgo distintivo seguro para elsentido de la categoría, independientemente de que elcontenido autobiográfico tampoco pueda quedar almargen. Pero parece que baste con decir de una novelaen la que se perciben rasgos de la persona del autorque se trata de “autoficción”. Entonces entra, porque sees más moderno así, o se entiende que tal cosa pruebaque se está al día.

La tesis doctoral de Vicent Colonna, discípulo deG. Genette, titulada L’autofiction. Essai sur la fictio-nalisation de soi en litterature21, ya amplió notable-mente el campo, si bien advirtiendo desde el principiosobre el carácter heteróclito de la categoría que per-mitía agrupar textos de amplio recorrido, pues lomismo sirve para Céline que para Gombrowicz oDante, si bien no entiendo que incluya entre ese aba-nico al Quijote de Cervantes (p.30) y que al análisis deesa obra dedique el capítulo 3 de la Cuarta parte, eldedicado a la “fonction reflexive”22, y que lo haga unavez que ha definido la autoficción como

una obra literaria por la cual un escritor se inventauna personalidad y una existencia, conservando en todocaso su identidad real, su verdadero nombre23.

Mantiene Colonna el problema de la identidad deautor y personaje, sostenida por Lecarme, pero añadela posibilidad de una personalidad inventada. Eso eslo que a lo largo de su tesis le permite distinguir dife-rentes realizaciones de la autoficción, entre las quedistingue la referencial o biográfica, que es la próximaa la autobiografía, la reflexivo-especular, que coincide

21 Lille, ANRT, 1990. Se puede consultar en formato PDF en Internet (http://hal.archives-ouver-tes.fr/docs/00/04/70/04/PDF/tel-00006609.pdf, por donde citaré.

22 Ib., pp. 264-280.

23 Ib., p.30. La traducción es mía.

20 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 20

con la metaficticia (“metalepsis discursiva” la llama),y la figurativa, en la cual hay una transfiguración delautor en una personaje que tomando rasgos de élpuede resultar inventado24.

Si hasta aquí me he referido con un poco de deta-lle al origen del concepto de autoficción y a algunasetapas primeras de su desarrollo, ha sido porque, aun-que comúnmente ignorado25, este origen que siguevinculando la autoficción a la identidad real biográfi-ca coincidente entre personaje y autor (que es la cons-tante inevitable sostenida en la definición de la cate-goría), ha permanecido como fondo implícito que hahecho entender a la crítica que la representación delyo personal es asimilable a poseer un fondo autobio-gráfico o, dicho de otro modo, que el problema de lafiguración del yo se resuelve principalmente en larelación entre el texto y la vida (que es solamente unade las posibilidades que la novela ha experimentadodesde que existe).

Además la búsqueda de referencialidad biográfi-ca cuando se trata de la ficción, a menudo olvida quela cuestión de la identidad en la constitución de la voznarrativa ficcional no debe plantearse como una cues-tión de referencialidad, como si las ficciones fuesenvías de representación de un yo ajeno a ellas y previoa la construcción de su mundo, lo cuál significa igno-rar el estatuto de palabra imaginaria que en cuantoficciones tienen26.

Lo que este Curso de Doctorado quiere subrayares que tal presunción y énfasis en la correlación de

24 El recorrido de estas posibilidades a las que llama funciones, ocupa la Cuarta parte dellibro. La “función figurativa”, que es la que en principio parecía interesarnos, se basa empe-ro en un recorrido por la obra teórica de R. Barthes persiguiendo la crítica que, a lo largo deella, se hace a la noción de Autor.

25 Manuel Alberca sí se refiere a los hitos principales de tal historia en las páginas 140-163de su citado libro El pacto ambiguo precedidas no obstante de un capítulo en que ha lleva-do la autoficción a otro lugar de la posmodernidad, según objeté antes.

26 He desarrollado con pormenor este estatuto en el capítulo 2.4 titulado “Representación y ficción”de mi libro Poética de la ficción, Madrid, Síntesis, 1993, pp. 99-119.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 21

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 21

22 I JOSÉ MARÍA POZUELO

una relación texto-vida, ha reducido notablemente elpanorama de posibilidades de representación de un yofigurado de carácter personal, que no tiene por quécoincidir con la autoficción, ni siquiera cuando seestablece como personal, puesto que la figuración deun yo personal puede adoptar formas de representa-ción distintas a la referencialidad biográfica o exis-tencial, aunque adopte retóricamente algunos de losprotocolos de ésta (por semejanzas o asimilacionesque puedan hacerse de la presencia del autor).

Esas son las que me propongo analizar bajo lacategoría que recoge el sintagma Figuraciones del yo.Perseguiré las figuraciones de la voz narrativa de unyo, en las últimas novelas de dos autores que se hanservido, si bien cada uno a su manera, de tal recursoy que los capítulos que siguen pretenden recorrer:Javier Marías y E. Vila Matas. Por cierto que podríahacerse extensible a otros, entre ellos Félix de Azúa,Cristina Fernández Cubas, A. Muñoz Molina, SoledadPuértolas, etc. Pero he preferido, en un doctorado, evi-tar panoramas y tratar con cierta profundidad a dosautores muy representativos de opciones distintaspara el análisis del problema, al menos en su últimaetapa de novelistas.

Antes de entrar en la particularidad de cada unode ellos, permítanme decir algo sobre la cuestión dela Figuración. Por fortuna el lenguaje corriente toda-vía conserva huellas de su origen, y es común oírdecir a alguien que se ha “figurado” o que se “figura-ba” una cosa con la acepción de habérsela imaginado,o de haber fantaseado que sería de tal o cual mane-ra, incluso anticipándose mentalmente a ella. Hesubrayado el término imaginado y fantaseado, por-que ambos forman parte inalienable de la estirpe queel vocablo tiene en castellano y que le procede delgriego y del latín. Si acudimos al Diccionario de laReal Academia Española (lo haré a la edición deci-monovena), encontramos de la voz Figurar, junto a

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 22

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 23

otras acepciones que vienen menos al caso, lassiguientes: ‘Aparentar, suponer, fingir’ y también‘Imaginarse, fantasear, suponer uno algo que noconoce’. Y, como ocurre siempre, es más rica la pri-mera edición del diccionario académico, conocidacomo Diccionario de Autoridades donde encontramosmás huellas de su origen clásico (que insisto es el queha permanecido en el habla corriente de hoy). DiceAutoridades entre otras: “Se toma regularmente porla estatua o pintura con que se representa el cuerpode algún hombre u otro animal”; “Vale tambiénrepresentación o semejanza que se halla en algunacosa respecto de otra”; “Se llaman los personajes querepresentan los Comediantes, fingiendo la personadel Rey, de la Dama y de otros diferentes estados”; ybajo la voz Figurarse, esta joya: “Pasar por la imagi-nación alguna cosa que no es cierta o formarla enella”. Por último María Moliner tiene el acierto (comosiempre) de remitir, entre otras a la voz fantasma(que veremos luego es recurrente en Javier Marías),que une a las aparecidas en las otras definiciones derostro, cuerpo, dibujo, efigie, bulto, imagen. Y en lavoz Figurar, la misma María Moliner hace entrar laacepción de “Hacer algo con apariencia de lo que seexpresa” y remite a *Aparentar, *fingir, *simular.También incluye a lo largo de las acepciones ‘imagi-narse’, ‘presumir’, ‘suponer’.

Es tanta la riqueza que la tradición onomasiológi-ca ha dejado del concepto de figuración, que su reco-rrido habría de llevarnos más lejos de lo que podemospermitirnos ahora. Pero de lo poco que he espigadoaquí de tal recorrido, vemos que la lexicografía no haperdido lo que es fundamental del concepto al vincu-larlo con la idea de dibujo imaginativo, fantasía dealgo o bien su representación, algo que sin serlo, o sinser de una manera determinada, lo suplanta o figura,esto es, representa imaginariamente como tal.

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 23

24 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Como el Diccionario de Autoridades, y lo define supropio título, se edifica sobre una larga tradición,podemos ver que la Filosofía y la Literatura habíanperfilado muy bien el vínculo entre la ficción y la figu-ración por la vía de su tránsito por la fantasía e ima-ginación. Merece la pena que nos detengamos algo ental tránsito.

No cabe duda de que en la época clásica, y hastabien entrado el siglo XVII, al menos hasta Locke, losde fantasía e imaginación son términos que deben sertratados juntos, bien porque en muchos contextos hayuna total coincidencia de significado, bien porque losmatices diferenciadores, cuando los hay, se dan en elinterior de un campo conceptual que se entiendecomún. De hecho el término latino imaginatio del queprocede el castellano “imaginación” es la traduccióndel término griego phantasia, y en todo el vocabulariodel siglo XVI hay una contigüidad muy fuerte y tra-bada entre phantasia e imaginatio.

La base conceptual más importante es la proporcio-nada por Aristóteles, quien dedica todo un capítulo de suobra Acerca del alma, concretamente el capítulo 3 del Li-bro III de su tratado, al estudio de la phantasia (traduci-do por “imaginación” en la versión española que sigo, lade la colección de clásicos de Gredos, en traducción reali-zada por Tomás Calvo, lo que refuerza la conveniencia deun tratamiento conjunto de ambos conceptos).Pero comoquiera que Aristóteles dialogase con intervenciones an-teriores de Platón, conviene empezar a definir la phan-tasia a partir de los Diálogos platónicos, concretamentede lo sostenido en Filebo (39b), Sofista (263-264) Repú-blica (Libro X) y Timeo (52b).

Desde muy pronto fue concebida la phantasiacomo una actividad de la mente por medio de la cualse producen imágenes (las llamadas phantasmata o‘fantasmas’, en un sentido no común de este últimovocablo). Las imágenes producidas por la fantasía nosurgen de la nada, tienen su origen en representacio-

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 24

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 25

nes, vale decir figuraciones, composición de imágeneso figuras que recuerdan lo conocido, y lo sustituyen.Puede decirse que lo que tienen en común los diferen-tes tratamientos que Platón da a la fantasía en susdiferentes diálogos, es su insistencia en que pertene-ce al dominio del phainesthai o “aparecer”, y en estesentido se contrapone al conocimiento del ser o de larealidad (onta). Platón califica al sofista de “forjadorde phantasmata”, pues su arte es un “arte de merasfiguraciones” (phantastiké techné) según advierte enel Sofista (235b). Eso le lleva, como veremos, a enten-der la fantasía como una manifestación de la opinión(doxa), la cual engendra simples imágenes (eidola).

Para el propio concepto de fantasía-imaginación, ysobre todo para la contigüidad que vengo establecien-do con el de figuración, conviene retener que Platón,ya en el Filebo (39 b) asocia la actividad de la fanta-sía con la del pintor, “un pintor que después del escri-biente, pinte en el alma las imágenes de lo dicho” ypor tanto:

Cuando un hombre, tras haber recibido de la visión ode cualquier otro sentido, los objetos de la opinión y de losdiscursos, mira, de alguna manera, dentro de sí las imáge-nes de estos objetos.

Es importante retener tres ingredientes fundamen-tales de la definición platónica de la fantasía: a) la de quees provocada por la visión preferentemente, o cualquierotro sentido, y por tanto es hija de las sensaciones y nodel intelecto; b) la idea de pintura o figuración,que es portanto secundaria, se asemeja a una representación cons-truida a partir de esas sensaciones y c) mejor habría si-do decir a partir de la memoria de esas sensaciones, por-que en Platón es muy importante el vínculo entre lasimágenes o phantasmata (figuraciones) y la memoria,porcuanto todo esto le ocurre al hombre “dentro de sí”, comouna facultad del alma.

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 25

26 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Contra la dispersión platónica, y aunque Aristótelesatienda de pasada en otros tratados como su Retórica (I,11, 6, 1370a 27 y ss, II, 5, 1, 1382a 21 y ss.), dedicó todoun capítulo de su Acerca del alma (Libro III, cap. 3) a lacuestión, y es allí donde sienta las bases de un trata-miento que en conceptos y vocabulario se mantuvo vivohasta el tratado de Locke Ensayo sobre el entendimientohumano (1690). Según Aristóteles la fantasía (traducidaal castellano como “imaginación”, según dijimos) no pue-de ser identificada ni con la percepción sensitiva ni conel entendimiento o pensamiento discursivo. La concibe acaballo entre ambas.La imaginación es aquello en virtudde lo cual solemos decir que se forma en nosotros unaimagen, (phantasmata en griego, figura en latín), auncuando no se hallen inmediatamente presentes los obje-tos o fuentes de las sensaciones.

Pero la imaginación funciona de modo distinto acomo actúan las potencias o disposiciones a las quesiempre acompaña la verdad, como son la ciencia y elintelecto, puesto que la imaginación también puedeser falsa y porque es una facultad que también tienenlos animales. ¿Es entonces “opinión”, tal como Platónla consideraba principalmente? Aristóteles se separade Platón en este punto, porque para él en la opiniónhay creencia y convicción, mientras que en la fantasíapuede no haberla. Lo que es esencial para el trata-miento que la tradición literaria da al concepto es queAristóteles marque que la fantasía no es una merasustitución de la sensación, tiene más que ver con unacualidad anticipatoria, puesto que puede darse en lossueños, donde se representa lo apetecible y deseado orepresentado previamente como apetecible.

Todos estos antecedentes conceptuales y de vocabu-lario los contempla nuestro mayor narrador, Cervantes.En muchos de los textos en que se refiere a la fantasía oa la imaginación los considera prácticamente sinónimos,según hemos visto que hacían los tratadistas clásicos.Por

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 26

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 27

ejemplo en el texto más conocido en que los une, el famo-so texto del principio del Quijote:

Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en loslibros, así de encantamentos como de pendencias, batallas,desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y dispara-tes imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginaciónque era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadasinvenciones que leía que para él no había otra historia máscierta en el mundo. (Quijote, I, 1).

La primera aparición, que he subrayado yo, dice “lle-nósele la fantasía”, la segunda “asentósele en la imagi-nación”, por tanto ambas como lugares del alma, pero nocualesquiera lugares, sino que precisamente se relacio-nan con “aquellas soñadas invenciones”, con lo cual seproduce ya el deslizamiento semántico que veíamos enAristóteles: el vínculo de la fantasía con el sueño, la qui-mera o lo inventado, vale decir lo fantaseado por un su-jeto como cierto, proyectándolo sobre el futuro.

Muchas de las ocurrencias cervantinas concibenla fantasía o la imaginación como un lugar, o depósitodonde se asientan o que “se llena” de pensamientos, ofiguras, bosquejos de creencias. El mecanismo para laentrada en tal lugar del alma es el de la figuración,con lo cual tanto para la fantasía como para la imagi-nación aparecen frecuentemente en Cervantes losverbos asociados de “pintar” o de “representar” o tam-bién “quedar impreso”, es decir que siguiendo el tópi-co platónico se concibe la figura imaginativa comouna mímesis icástica, de representación duplicada. Sedice en El gallardo español (vv.2350 y ss):

Ansí que aunque en él hallaseno el rostro y la lozaníaque pinté en mi fantasía.

Del mismo modo que se dice muchas veces “pintaren la imaginación”, como don Quijote hace con

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 27

28 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Dulcinea cuando dice: “y píntola en mi imaginacióncomo la deseo, así en la belleza como en la principali-dad” (Quijote, I, 25) o la de “quedar impreso” en elPersiles: “Luego como llegaron conocieron a Auristelay a Periandro, como aquellos que por su singularbelleza quedaban impresos en la imaginación del queuna vez los miraba”. (Persiles, Libro III, 14).

Cervantes por tanto va trayendo el concepto deimaginación en una asimilación progresiva al de fic-ción, historias inventadas por todos, para sostener elpropio poder de la Literatura, para defender su ver-dad y dibujar el difícil tránsito entre realidad y fan-tasía que viven sus héroes. Por eso puede este con-cluir así el diálogo de don Quijote con la duquesa:

—No hay más que decir— dijo la duquesa—. Pero sicon todo eso, hemos de dar crédito a la historia que delseñor don Quijote de pocos días a esta parte ha salido a laluz del mundo, con general aplauso de las gentes, della secolige, si mal no me acuerdo, que nunca vuesa merced havisto a la señora Dulcinea, y que esta tal señora no es en elmundo, sino que es dama fantástica, que vuesa merced laengendró y parió en su entendimiento, y la pintó con todasaquellas gracias y perfeciones que quiso.

—En eso hay mucho que decir— respondió donQuijote—. Dios sabe si hay Dulcinea o no [en] el mundo o sies fantástica o no es fantástica; y éstas no son cosas cuyaaveriguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendréni parí a mi señora, puesto que la contemplo como convieneque sea una dama que contenga en sí las partes que puedanhacerla famosa en todas las del mundo. (Quijote, II, 32).

Dulcinea figurada, fantaseada, imaginada, y Diossabe si la hubo o no en el mundo. Dió entrada de talforma y con tal frase don Quijote y es pena no poderdetenerme en la importancia que esa figuración tieneen la semántica de la obra27, a un corte de mangas que

27 Los he recorrido con pormenor en mi estudio “Los conceptos de fantasía e imaginación enCervantes” en Largo mundo alumiado. Estudos em homenagem a Vítor Aguiar e Silva,Braga, Centro de Estudios Humanísticos Universidade do Minho, 2004, vol. II, pp. 547-560.

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 28

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 29

ha sido fundamental en el estatuto de la figuración delo acontecido como elemento indisociable del de ficción.

Es necesario tener en cuenta tal interdependenciasi queremos comprender el mecanismo de la figura-ción del yo según han de dibujarlo los dos autores ele-gidos para nuestro análisis: Javier Marías y EnriqueVila-Matas. En lugar de privilegiar, como a menudo hevisto hacer a propósito de la obra de ambos, la refe-rencialidad biográfica, las figuraciones que JavierMarías y E. Vila Matas habrán de realizar del yo desus narradores se sitúan en otra estirpe, la aquí defi-nida, cuando ironizan muy cervantinamente, comoveremos luego, sobre la identificación que la voz dequien escribe pueda tener con la de quien existe, ima-ginando ambos un lugar cuyo tránsito es inevitable-mente fantasioso, tanto y de igual radicalidad comopueda serlo Dulcinea.

Una de las razones que me han llevado a estable-cer distancia entre el mecanismo de la autoficción res-pecto de la figuración del yo (que no se le opone perosí se le diferencia) radica, según mostraré luego en losanálisis concretos, en la consciente mistificación queestos dos autores hacen de un yo figurado que, si bienposee virtualmente algunos rasgos de su autor, es unnarrador que ha enfatizado precisamente los meca-nismos irónicos (en su sentido literario más noble)que marcan la distancia respecto de quien escribe,hasta convertir la voz personal en una voz fantasea-da, figurada, intrínsecamente ficcionalizada, literariaen suma.

Pero hay otro aspecto del concepto de Figuracióndel yo que permite asediar, de modo distinto a como lohace la autoficción, la raíz inevitablemente personalque los dos autores que voy a estudiar han proporcio-nado a su voz narrativa. ¿Habría una forma de seruna voz personal y no ser biográfica, esto es de ser vozde quien escribe y no constituirse en el correlato deuna vivencia vital concreta? Sí. Tal es el estatuto de la

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 29

30 I JOSÉ MARÍA POZUELO

que denominaré voz reflexiva, que comúnmente cono-cemos asociada al ensayo y que Marías y Vila-Matashan cedido a sus narradores. Tal voz reflexiva realizaesa figuración personal, pero, eso sí, a diferencia de ladel ensayo, resulta enajenada de ellos en cuanto a res-ponsabilidad testimonial, y se propone como acto delenguaje ficticio vehiculado por sus narradores.

Es curioso que cuando se trata de la narración enprimera persona la crítica eluda sistemáticamente laindagación en ese tipo de voz que siendo personal, noes autobiográfica y que me parece a mi está constitu-yendo una de las vías más poderosas de renovación dela narrativa contemporánea. Es la que me propongoperseguir en Marías y Vila-Matas, pero la poseenigualmente Claudio Magris, G. W. Sebald, SergioPitol, J. Coetzee, y antes de ellos la crearon Sterne, yKafka, Thomas Bernhard y tantos otros. Es una vozque permite construir al yo un lugar discursivo, que lepertenece y no le pertenece al autor, o le pertenece deuna forma diferente a la referencial. Le pertenececomo voz figurada, es un lugar donde fundamental-mente se despliega la solidaridad de un yo pensante yun yo narrante.

Curiosamente el origen del yo que voy a perse-guir, la figuración de ese yo reflexivo, despista algo silo limitamos al ensayo, porque Michael Montaigne,creador del género, ha comenzado situándose a símismo como individuo, en referencia y razón de suescritura, con identificaciones biográficas indiscuti-bles. Pero quedarse en ellas sería despreciar laenjundia y matices diferenciadores con que esa voz sedice a sí misma a lo largo de los Essais. Mucho podre-mos aprender de nuestros dos escritores si acudimosa esta primera figuración del yo, que supuso un cam-bio radical en el estatuto narrativo y no únicamenteen lo que dice (que es lo que suele hacerse cuando loscríticos hablan de Ensayo).

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 30

Atendamos a lo que nos dice. En el Prólogo “Elautor al lector” escribe Montaigne

Éste es un libro de buena fe, lector. Desde el comienzote advertirá que con él no persigo ningún fin que no seaprivado y familiar; tampoco me propongo con mi obra pres-tarte ningún servicio, ni con ella trabajo para mi gloria. Loconsagro a la comodidad particular de mis parientes yamigos, para que cuando yo muera (lo que acontecerá pron-to) puedan encontrar en él algunos rasgos de mi condicióny humor, y por este medio conserven más completo y másvivo el conocimiento que de mí tuvieron. Si mi objetivohubiera sido buscar el favor del mundo, habría echadomano de adornos prestados; pero no, quiero sólo mostrarmeen mi manera de ser sencilla, natural y ordinaria; sin estu-dio ni artificio, porque soy yo mismo a quien pinto. Misdefectos se reflejarán a lo vivo; mis imperfecciones y mimanera de ser ingenua, en tanto la reverencia pública loconsienta. Si hubiera yo pertenecido a esas naciones que sedice que viven todavía bajo la dulce libertad de las primiti-vas leyes de la naturaleza te aseguro que me hubiesepintado bien de mi grado de cuerpo entero y completamen-te desnudo. Así lector sabe que yo mismo soy el contenidode mi libro, lo cual no es razón para que emplees tu vagaren un asunto tan frívolo y tan baladí. Adiós, pues28.

Ahora bien, aunque este Prólogo parecería redu-cirse a lo personal, lo interesante se encuentra en elvínculo entre este Prólogo y otros muchos lugares enlos que Montaigne hace una auto-descripción de suspropósitos y de su estilo. Es entonces cuando surge elconcepto de “Ensayo”. Titula así su obra en la medidaen que ésta mide el modo de tratar los asuntos, total-mente adaptado a los límites de su propio yo, limitesde conocimiento, de capacidad o de conveniencia.Importan menos aquí los temas que su perspectivaacerca de ellos, importa menos la perfección o redon-deo que el intento, el sondeo, lo entrevisto, lo acari-

28 M. de Montaigne, Ensayos, seguidos de todas sus cartas conocidas hasta el día, Traducción delfrancés por Constantino Román y Salamero, Buenos Aires, Aguilar, 1962, 2 vols. Vol. I, p.76.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 31

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 31

32 I JOSÉ MARÍA POZUELO

ciado y hecho carne de su propio yo, con la libertad deun pensamiento que afirma no tener ataduras deautoridad sino las que admite a discreción su propiavoluntad. Se ve en este hermoso texto.

Es el juicio un instrumento necesario en el examen detoda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasiónen estos Ensayos. Si se trata de una materia que no entien-do, con mayor razón empleo en ella mi discernimiento,sondeando el vado de muy lejos; luego, si lo encuentrodemasiado profundo para mi estatura, me detengo en laorilla.... Elijo de preferencia el primer argumento; todospara mí son igualmente buenos, y nunca formo el designiode agotar los asuntos, pues ninguno se ofrece por entero ami consideración: no declaran otro tanto los que nos prome-ten tratar todos los aspectos de las cosas. De cien caricesque cada una ofrece, escojo uno, ya para acariciarlo sola-mente, ya para desflorarlo, a veces hasta penetrar hasta lamédula; reflexiono sobre las cosas no con amplitud sino contoda la profundidad de que soy capaz, y las más de lasveces tiendo a examinarlas por el lado más inusitado queofrecen. Aventuraríame a tratar a fondo alguna materia sime conociera menos y tuviera una idea errónea de mi valer.Desparramando aquí una frase, allá otra, como partesseparadas del conjunto, desviadas, sin designio ni plan, noestoy obligado a ser perfecto, ni a concentrarme en una solamateria, varío cuando bien me place, entregándome a laduda y a la incertidumbre, y a mi manera habitual que esla ignorancia.

En esta cita hay todo un programa en el que que-da definido el nuevo género asociado al proceder detentativa, de libertad de juicio, pero también deno ser exhaustivo en su desarrollo e imprimirle la im-pronta de su sello personal. Todos los rasgos que po-drían extraerse de este programa, o bien del queenuncia en el fundamental capítulo I, XXVI sobre “Laeducación de los hijos” y en otros muchos lugares, es-tán delimitando no un género como clase de textos yadefinida, sino una attitude, un modo de proceder enla organización del discurso, un estilo, entendido co-

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 32

mo propiedad en la que convergen la personalidad delautor, su manera de ser, con la manera no exhausti-va, ni fundada en autoridades, sino asimilada y pers-pectivizada, la mirada desde la que abordar cuantoasunto trate.

Para entender esta prevalencia de la perspectivi-zación, que Montaigne hace depender de sus limita-ciones al tratar los asuntos según él los ve, podemosallegar la relación entre la voz personal del ensayo yel concepto de Discurso, en el sentido dado por E. Ben-veniste. El eminente lingüista, estudiando las rela-ciones de tiempo en el verbo francés, distinguió laenunciación histórica, como relato de acontecimien-tos pasados, del Discours, como enunciación que su-pone un locutor y un oyente y la intención del prime-ro de influir sobre el segundo. El aoristo, el pasadosimple, sería el tiempo de la Historia, en tanto que elpassé composé, con una aspectualidad en la que per-manece presente el acto locutivo, sería el tiempo delDiscurso, donde no sólo no desaparece la enunciación,sino que todo cobra relieve a partir de ella29.

El ensayo, desde mi punto de vista hace que pre-valezca precisamente el tiempo del Discurrir mismo,de la enunciación como punto dominante de la nuevaforma. En un ensayo no nos importan tanto las cosascomo fueron para un autor, que pudo por ello en el ni-vel de los hechos, equivocarse o ser sobrepasado porel avance de los conocimientos en cada uno de losasuntos. Mirados desde una perspectiva de los he-chos, es decir desde una perspectiva solamente histó-rica, las propias afirmaciones o argumentos de los en-sayos verían decaer su interés desde el momento enque la progresión de conocimientos sobre los hechosque trata los deja sin actualidad. Muchos de los asun-tos tratados por Montaigne han encontrado una ca-

29 Benveniste, E., “Histoire et Discourse”, Problèmes de Linguistique Générale, Paris,Gallimard, 1966.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 33

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 33

bal descripción pormenorizada en la Psicología o laSociología posterior. Pero que eso sea así no mueve unápice el interés de su intervención personal, ni la me-noscaba.

Si por el contrario hacemos desaparecer laTensión discursiva del autor, no hay ensayo que resis-ta el paso del tiempo, y por ello el valor literario de suforma no se dirime nunca en el compás de sus afir-maciones certeras o erróneas, sino en la ejecución detales afirmaciones como arquitectura, o mejor, cimien-to de la propia forma.

Para Max Bense, y estas citas las recoge Th.Adorno en su argumentación a favor de un ensayoantipositivista:

escribe ensayísticamente quien redacta experimen-tando, quien vuelve y revuelve, interroga, palpa, examina,penetra en su objeto con la reflexión, quien lo aborda desdediferentes lados, y reúne en su mirada intelectual lo que vey traduce en palabras, lo que el objeto permite ver bajo lascondiciones creadas en la escritura30.

Movimiento crítico, mirada intelectual pensa-miento ejecutándose, objeto experimentándose, quetiene a un yo en el espejo de su propia forma, miran-do los objetos y haciéndolos ser imagen que coincideen todo con su mirada. Es la capacidad de hacer vi-vencia de la contemplación de los objetos, de conver-tir esa misma mirada y el acto que la ejecuta en laprincipal dimensión de su forma, de manera que loscontenidos no están ya en el estrecho campo de lo re-futable, que es un tiempo del decurso histórico, sinoque logran sobrepasarlo, hasta erigirse en valores delpresente, que no se sobrepasa porque vive en la enun-ciación misma de su forma.

30 Adorno, T.W., “El ensayo como forma”, Notas sobre Literatura, Obra Completa. Vol. 11,Madrid, Akal, 2003, p.27.

34 I JOSÉ MARÍA POZUELO

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 34

Todo cuanto he dicho se da también en el meca-nismo que la figuración del yo está acogiendo en cier-tas novelas como experiencia que se ofrece narrativay discursiva a un mismo tiempo. Para que tal expe-riencia emerja se necesita haber creado una voznarrativa que no permita fácilmente el deslinde entrela historia narrada y la reflexión o pensamiento inser-to a propósito de ella. Esa particularidad pensante dela voz narrativa es la que me propongo recorrer en losdos autores elegidos, aunque ambos la ejecutan demanera muy distinta, según veremos.

Ese yo narrativo-reflexivo figurado en las novelasde que me propongo analizar marcaría, eso sí, unadiferencia que lo separaría de la particularidad delEnsayo como forma de Discurso ejecutivo. El Ensayosería aquella escritura del yo no susceptible de ser fic-cionalizada, es decir, que impone su resistencia a quese separen las categorías de la Enunciación y la delAutor, lo que sí permite el yo personal figurado comovoz narrativa en las novelas, que son ficcionalizacio-nes o figuraciones de un yo necesariamente imagina-rio. Para entenderlo los capítulos que siguen analiza-rán las figuraciones de ese yo en las últimas novelasde Javier Marías y Enrique Vila-Matas.

FIGURACIONES DEL YO EN LA NARRATIVA I 35

Jose Maria Pozuelo 11/3/10 12:06 Página 35