feminismo cultural

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Sociología del género Marta Jiménez Jaén

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Material didáctico eleaborado para la asignatura Sociología del Género, impartida en el Grado en Sociología (Universidad de La Laguna)

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Page 1: Feminismo cultural

Sociología del géneroMarta Jiménez Jaén

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Empieza a gestarse a mediados de los años setenta a partir de algunas aportaciones del feminismo radical, pero adoptando un nuevo enfoque que se fue distanciando de sus planteamientos originarios, en los que situaban la opresión de las mujeres con las dinámicas sociales y las relaciones de poder entre los dos sexos.

El “Feminismo de la Diferencia” y el “Feminismo Cultural” recurren al término “diferencia” como respuesta a las teorías universalistas que atribuyen capacidades o comportamientos a todas las personas sin distinción. Apelando a las características que distinguen a las personas (en este caso, el género), pretenden derivar de la diferencia consecuencias normativas (Álvarez, 2001).

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El concepto fue acuñado por A. Echols en 1983, para quien el “Feminismo Cultural” es aquel que “iguala la liberación de las mujeres con el desarrollo y la preservación de una contracultura femenina”, es decir, defienden la exaltación de “el principio femenino” y los llamados “valores femeninos” (dulzura, ternura y dedicación a los demás) denigrando los “masculinos” (agresividad, competitividad, …) (Osborne, 1993).

Se resaltan, por tanto, las “esencias” que se atribuyen a las identidades femeninas y masculinas, y no tanto la “construcción social de la dominación”.

Propugnan una cultura aparte, separada de los hombres: vivir en un mundo de mujeres y para mujeres.

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1) La sexualidad masculina es agresiva, irresponsable, orientada genitalmente y potencialmente letal. La sexualidad femenina se manifiesta de forma difusa, tierna, y se orienta a las relaciones interpersonales.

2) Los hombres representan la cultura, las mujeres la naturaleza. 3) Ser naturaleza y poseer la capacidad de ser madres comporta la

posesión de las cualidades positivas, que inclinan en exclusiva a las mujeres a la salvación del planeta, pues para eso son moralmente superiores a los hombres.

4) De todo ello se deduce la necesidad de una acentuación de las diferencias frente a las semejanzas entre los sexos. Se condena la heterosexualidad por su connivencia con el mundo masculino, considerando el lesbianismo como la única alternativa de vida no susceptible de contaminación por el hombre.

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Se hace derivar la opresión de la mujer no de la construcción de los géneros, sino de la supresión de la esencia femenina, esencia que, por el contrario, se pretende perfilar por medio de un análisis radicalmente dicotómico del mundo.

Determinismo biológico: Susan Brownmiller, Germaine Greer, Alice Rossi.

Aproximaciones psicológicas: Nancy Chodorow, Carol Gilligan. Pensamiento maternal: Dorothy Dinnerstein, Adrienne Rich, Sara

Ruddik.

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Diferentes autoras defienden la existencia de diferentes sexualidades entre hombre y mujeres buscando su fundamento en la biología: la configuración anatómica (S. Brownmiller, 1975), la genética (G. Greer, 2000) o la influencia hormonal (Alice Rossi, 1990). Incluso cuando no se llega a una explicación determinista en el terreno de las identidades y personalidades, se mantiene una concepción diferenciadora de la sexualidad humana: ello ocurre con autoras como S.M. Gearhart, A. Dworkin (1988) o M. Daly (1984).

Todos estos planteamientos persiguen un mismo fin: no ya el cuestionamiento de las actitudes patriarcales en la sexualidad, sino el rechazo, a ser posible total y absoluto, del varón por el hecho de serlo. La manifestación más importante, para estas teorías, de la “sexualidad masculina” (no de la sexualidad “patriarcal”) es la pornografía.

Las mujeres somos naturaleza, los hombres cultura, y como tal su único objetivo es someter y sojuzgar a la mujer-naturaleza. (Osborne, 1993)

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Propone una reformulación del psicoanálisis freudiano en su interpretación del “Complejo de Edipo”.

Llama la atención sobre cómo la identidad de género se ve reforzada por los mecanismos psicológicos que intervienen en la adopción de dicha identidad, en los que la madre como reproductora y educadora juega un papel crucial asegurando la continuidad de la estructura familiar patriarcal. La cercanía de la mujer a la madre en este proceso, junto a la ruptura que tiene que hacer el hombre respecto de la madre, marcan formas diferentes de entablar relaciones entre los géneros: “El diferente desarrollo de la identidad de género en varones y mujeres determina una

disposición diferente a entablar relaciones; las mujeres tenderán a percibirse a sí mismas como vinculadas con las personas por cierto nexo de continuidad, por empatía, por la semejanza, por el afecto. Esta disposición relacional se opone al modo distante, agresivo y más marcadamente egoísta en que se relacionan los varones.” (Álvarez, 2001, . 248)

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Partiendo de las elaboraciones de Köhlberg (1983) sobre la construcción psicológica de la moral y las de N. Chodorow, propone una aproximación al desarrollo de la moral por parte de hombres y mujeres, distinguiendo procesos diferentes de desarrollo moral entre niños y niñas: un modelo más ligado a una noción fuerte de la responsabilidad frente a los demás y una noción no egoísta de las relaciones interpersonales en las mujeres, frente a un modelo masculino que estaría fundado en la noción de derechos respecto de una hipotética justicia imparcial, distributiva, equitativa.

Caracteriza la ética femenina como “ética del cuidado” y de los afectos, la sensibilidad, el altruismo, frente a la “ética de la justicia”, masculina, orientada desde la competitividad, la agresividad y el egoísmo.

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Esta corriente convierte la la “maternidad” en sinónimo de un “vínculo intrínseco y básico entre mujeres”. “El fundamento teórico de esta propuesta descansaba en el eslabón perdido, a causa de la intervención masculina, entre madres e hijas.”

En 1976, A. Rich dedica un libro (Nacida de Mujer) a establecer una distinción entre maternidad como institución y maternidad como elección, abriendo el camino para la revalorización de la maternidad por el feminismo. Aunque admite que sería positiva la incorporación de los hombres al cuidado de los hijos e hijas, al final opta por defender una exclusión total del varón de este proceso.

Dinnerstein se pregunta por el origen y la perpetuación de la dominación masculina sobre las mujeres, recurriendo al psicoanálisis para explicarla: la primacía de la madre en la crianza infantil crea problemas de identidad en los varones, que se rebela en la vida adulta devaluando todo lo que represente un “principio femenino”.

(Osborne, 1993)

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Se ha ocupado de la maternidad como práctica social generadora de una ética específica, que se basa en las tres “demandas” que hijas e hijos plantean a la madre: preservación, crecimiento y aceptación social. En respuesta a estas demandas, la madre desarrolla un “trabajo constante” y un “pensamiento estratégico” orientado a solucionar los problemas que genera la crianza y el cuidado que sustentan una “ética de la maternidad”, que considera “una vía hacia la paz, hacia una política menos agresiva”. (Álvarez, 2001, p. 251).

¿Una re-idealización –en claves feministas ahora- de la maternidad? ¿son las mujeres menos agresivas que los varones o expresan su cólera de manera diferente?

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El feminismo radical temprano contribuyó de forma importante a poner en cuestión la “institución de la heterosexualidad”: Koedt (1970) distingue entre “heterosexualidad” e “institución heterosexual” mostrando la heterosexualidad como una opción y, por tanto, abriendo la posibilidad de cuestionar sus fundamentos y de evidenciar el lesbianismo como una posibilidad más.

Sin embargo, el feminismo cultural apunta hacia el cuestionamiento de esta distinción, considerando a la heterosexualidad en sí misma como el origen de la dominación masculina. A. Rich (1996) resalta la existencia de un “continuo lesbiano” para referirse a la necesidad de un vínculo interfemenino (lesbiano) para oponerse a la dominación masculina, pero en este vínculo el peso de la homosexualidad pierde importancia porque, según su planteamiento, el lesbianismo se define primordialmente como asociación entre mujeres que resisten el patriarcado, y no como una orientación del deseo sexual. Se llega a equiparar heterosexualidad con violencia masculina.

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Álvarez, S. (2001): “Feminismo Radical” y “Diferencia y Teoría Feminista”, en Beltrán, E. y otras (eds.): Feminismos, Madrid, Alianza Universidad.

Brownmiller, S. (1981): Against Our Will: Men, Women and Rape, New York, Bantam Books. Chodorow, N. (1984): El ejercicio de la maternidad, Barcelona, Gedisa. Chodorow, N. (2003): El poder de los sentimientos: la significación personal en el psicoanálisis, el

género y la cultura, Buenos Aires, Paidós. Daly, M. (1984): Gyn-Ecology: the metaethics of radical feminism, London, Women’s Press. Dinnerstein, D. (1977): The Mermaid and the Minotaur: Sexual Arrangements and Human Malaise,

New York, Harper & Row. Dworkin, A. (1981): Pornography, New York, Perigee Books. Dworkin, A. (1988): Letters from a war zone: writings 1976-1987, London, Secker & Warburg. Gilligan, C. (1985): La moral y la teoría: psicología del desarrollo femenino, México, FCE. Greer, G. (1985): Sexo y destino, Barcelona, Plaza y Janés. Greer, G. (2000): La mujer completa, Barcelona, Kairós. Koedt, A., Levine, E. y Rapone, A. (eds.) (1973): Radical Feminism, New York, Quadrangle Books. Köhlber, L., Levine, Ch. y Hewer, A. (1983): Moral Stages: a Current Formulation and a Response to

Critics, Basel, S. Karger. Orbach, S. y Eichenbaum, L. (1987): ¿Qué quieren las mujeres?, Madrid, Revolución. Osborne, R. (1993): La construcción sexual de la realidad, Madrid, Cátedra. Rich, A. (1996): Nacemos de Mujer: la maternidad como experiencia e institución, Madrid, Cátedra. Rossi, A. (1984): “Gender and Parenthood”, American Sociological Review, 49. Rossi, A. (1990): Of Human Bouding: parent-child relation across the life course, New York, Aldine

de Gruyter. Vance, C. y otras (comps.) (1985): Placer y Peligro, explorando la sexualidad femenina, Madrid,

Talasa.