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Feminismo: un movimiento crítico Feminism: a critical social movement Justa MONTERO* RESUMEN El artículo parte de la consideración del feminismo como un movimiento plural y crítico; de ideas, denuncia y reivindicación, producto del conflicto social que genera una posición de subordinación y desigualdad de las mujeres. Se describen algunas de sus característi- cas como la configuración de un nuevo sujeto a partir de un doble proceso: individual y colectivo de las mujeres, o el carácter multidimensional de su acción y su carácter trans- formador. En una segunda parte se plantean las peculiares relaciones del movimiento con la sociedad a partir de considerar algunos de los dilemas a los que se enfrenta. Se analiza la constante redefinición, a partir de su acción en el campo social, de la dialéctica entre lo privado y lo público. Se abordan las implicaciones teóricas y práctica de la tensión entre la individualidad de las mujeres y su pertenencia de género. Y por último se defiende una práctica feminista que combine elementos culturales de identidad con una política social de justicia e igualdad, medidas de protección junto con políticas que avancen en la auto- nomía y libertad de las mujeres. PALABRAS CLAVE Feminismo, Pensamiento crítico, Proteccionismo, Justicia social, Identidad cultural. ABSTRACT The article sets off considering the Feminist Movement as something critical and plural; in ideas, reports, and claims as a result of the social conflict generated by women’s subor- Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 2 167 Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 2 Págs. 167-180. ISSN: 1132-0559 DOSSIER * Asamblea Feminista de Madrid. [email protected] Fecha de Recepción: 25-09-2006 Fecha de Aceptación: 06-11-2006

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Feminismo: un movimiento crítico

Feminism: a critical social movement

Justa MONTERO*

RESUMENEl artículo parte de la consideración del feminismo como un movimiento plural y crítico;

de ideas, denuncia y reivindicación, producto del conflicto social que genera una posiciónde subordinación y desigualdad de las mujeres. Se describen algunas de sus característi-cas como la configuración de un nuevo sujeto a partir de un doble proceso: individual ycolectivo de las mujeres, o el carácter multidimensional de su acción y su carácter trans-formador.

En una segunda parte se plantean las peculiares relaciones del movimiento con lasociedad a partir de considerar algunos de los dilemas a los que se enfrenta. Se analiza laconstante redefinición, a partir de su acción en el campo social, de la dialéctica entre loprivado y lo público. Se abordan las implicaciones teóricas y práctica de la tensión entre laindividualidad de las mujeres y su pertenencia de género. Y por último se defiende unapráctica feminista que combine elementos culturales de identidad con una política socialde justicia e igualdad, medidas de protección junto con políticas que avancen en la auto-nomía y libertad de las mujeres.

PALABRAS CLAVEFeminismo, Pensamiento crítico, Proteccionismo, Justicia social, Identidad cultural.

ABSTRACTThe article sets off considering the Feminist Movement as something critical and plural;

in ideas, reports, and claims as a result of the social conflict generated by women’s subor-

Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 2 167

Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 2 Págs. 167-180. ISSN: 1132-0559

DOSSIER

* Asamblea Feminista de Madrid. [email protected]

Fecha de Recepción: 25-09-2006 Fecha de Aceptación: 06-11-2006

dination and inequality position. Some of its characteristics are described as a new sub-ject configuration coming from women double process: individual and collective, or multidi-mensional character of their action, and its transformer character.

In a second part the peculiar relationship between the Movement and society is raised,after considering some of the dilemmas, which faces. The constant redefinition of dialecticbetween public and private is analyzed from its action in social ground. Practical and theo-retic implications of women tenseness between their individuality and gender belongingare expounded. And finally a feminist practice, which combines cultural identity elementswith a social politics of justice and equality, protection measures together with politics,which promote autonomy and freedom for women, is defined.

KEY WORDSFeminism, Critical thiking, Protectionism, Social justice, cultural identity.

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LAS MUJERES: SUJETOS DE UNCONFLICTO

El movimiento feminista surge ante lanecesidad de actuar sobre un arraigadoconflicto, que atraviesa a la sociedad,determinado por el hecho de nacer mujero varón. Si bien el análisis sobre el ori-gen y las consecuencias de la subordina-ción de las mujeres ha dado lugar a dis-tintas teorías, y en ocasiones a infruc-tuosos debates, parto de la considera-ción de que es sobre esa diferencia bioló-gica inicial como se articulan los proce-sos que otorgan poder a los hombressobre las mujeres y generan discrimina-ción y desigualdad que se manifiestansocial, cultural y económicamente. Setrata por tanto de un conflicto que con-forma una de las características estruc-turales del actual modelo de organiza-ción social.

La categoría “género”, acuñada por elfeminismo, remite precisamente al carác-ter social y cultural del proceso por elque se atribuyen características y signifi-cados diferenciados y jerarquizados amujeres y hombres, constituyendo este-reotipos que varían geográfica y tempo-ralmente, sobre lo que es y debe repre-sentar nacer varón o mujer. Sin embargoconviene señalar que al generalizarse eluso de este término, con frecuencia sevacía su contenido crítico integrándoloen discursos políticos, académicos, deONGs y medios de comunicación, en losque no siempre designa relaciones depoder y procesos sociales de discrimina-ción. Esta última es la acepción que uti-lizaré a lo largo del texto.

El conflicto al que me he referidorequiere y define un nuevo sujeto social,las mujeres, que vertebran y protagoni-zan el discurso y la acción colectiva dedenuncia y contestación a los límites quea su libertad establece la sociedadpatriarcal, en una dinámica de transfor-

mación profunda de la sociedad. Elmovimiento feminista que da expresión aeste sujeto se configura a partir de undoble proceso: el personal e individualpor el que, de muy distintas formas(todas ellas necesarias, valiosas y legíti-mas), se rebelan contra aspectos particu-lares de su condición y manifiestan lassituaciones que viven y perciben comoinjustas; y la dinámica colectiva quegenera la identificación de unas conotras, la voluntad de actuar colectiva-mente contra el sistema de prohibicionesy exclusiones que las encierra en identi-dades impuestas y la necesidad de abrirnuevos horizontes en sus vidas. Estaacción conjunta, basada en una inter-pretación de los deseos y necesidades delas mujeres, configura una identidadcolectiva e inestable, que va a estar per-manentemente mediada por las múlti-ples individualidades, identidades diver-sas y cambiantes de las mujeres, de susexperiencias, criterios y prácticas. Por-que es a través de su propia acción comoel movimiento va a ir definiendo y redefi-niendo su identidad colectiva, su ideolo-gía y sus reivindicaciones (De Miguel,2000). Y esta doble dimensión: indivi-dual y colectiva, le otorga singularidad almovimiento y una enorme fuerza alsituarse como referente para muchasmujeres.

Por último, aunque pueda pareceruna obviedad, considero imprescindibledestacar el carácter plural del movimien-to, de su teoría, práctica y realidad orga-nizativa, frente a cualquier visión dog-mática, pues no existe una única formade analizar y representar la subordina-ción de las mujeres. El feminismo no esun dogma (Agra, 2000) ni un procesoacabado; no dispone de una teoría y pro-yecto cerrado ni de una práctica preesta-blecida. Se trata de un movimiento socialcrítico que, a partir de su intervenciónconcreta, se sitúa en permanente con-frontación y diálogo con la realidad

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social y con su propia evolución interna.En este proceso va a desarrollar su capa-cidad para examinar y poner de mani-fiesto sus propias tensiones.

LA MULTIDIMENSIONALIDAD DE LA CONTESTACIÓN FEMINISTA

Hacer frente a las causas y manifesta-ciones de la subordinación requiereidentificar y actuar sobre los muy diver-sos mecanismos por los que la sociedadjerarquiza la diferencia sexual y afianzauna asimetría que se traduce en relacio-nes de poder muy precisas. Así, tanto lalucha por reformas y mejoras concretascomo la crítica y propuestas de transfor-mación más radical, lleva a transitar porla familia, la escuela, las leyes, el modelosexual, las prácticas sociales, las relacio-nes personales, la subjetividad, la econo-mía, las instituciones representativas, yun largo etcétera.

La multidimensionalidad y transver-salidad de sus ámbitos de actuación esotro rasgo relevante del movimiento.Siendo el género un elemento de organi-zación social, las propuestas feministasno se pueden circunscribir a un solocampo, sea éste el económico, social,cultural o político, por más que resultenecesario avanzar en cada uno de ellos.Es más, no se puede prescindir de laforma en que interactúan pues en todosellos se manifiesta la adjudicación yjerarquización de los géneros (Frasser,1996). Ninguno de ellos por sí solo expli-ca ni la naturaleza ni la profundidad dela opresión de las mujeres, por tanto losanálisis que hacen recaer en la economíao en la cultura la causa primigenia de lasubordinación limitan o distorsionan elalcance y el éxito de las propuestas detransformación. Por tanto, identificar losmecanismos por los que la diferenciasexual se traduce en posición de subor-dinación para las mujeres, requiere una

visión interactiva del funcionamientosocial y cualquier alternativa deberíaarticular el conjunto de factores de esacompleja realidad.

A modo de ejemplo sirva el análisisde la relación de las mujeres con el mer-cado laboral. Su participación en el tra-bajo asalariado es un elemento funda-mental para su autonomía económica ala vez que una fuente de sobreexplota-ción laboral y discriminación social.Para constatarlo valga la referencia aalgunos datos actuales: en el Estadoespañol el salario medio de las mujereses entre un 25% y un 33% inferior al delos hombres, su tasa de paro es siempresuperior, la de ocupación siempre infe-rior, y la feminización de un sector de laeconomía lleva aparejada su desvalori-zación social y la reducción relativa desus salarios.

Pero la explicación a esta situaciónno se encuentra en los requisitos de unsistema capitalista basado en la apropia-ción de la fuerza de trabajo de las perso-nas, pues de ser así sería indiferente quefueran mujeres u hombres quienes tra-bajan. La existencia de formas de explo-tación específicas y diferenciadas, enfunción del sexo, hay que buscarla en laintegración de los imperativos económi-cos del sistema en la búsqueda del máxi-mo beneficio, con lo que se ha llamado elsistema sexo-género, que hace funcionalal sistema la separación entre produc-ción y reproducción, entre el trabajo asa-lariado y el trabajo doméstico y de cuida-dos.

La opinión recogida en las encuestas,que de forma generalizada es favorableal reparto del trabajo doméstico y decuidados, no se acompaña de un cambiosimilar de comportamientos: el 83% dequienes cuidan a personas dependientesson mujeres, y el aumento de la partici-pación masculina en el trabajo domésti-

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co ha sufrido una variación mínima enlos últimos diez años. Este anacronismose sustenta en elaboraciones e interpre-taciones culturales y simbólicas queatribuyen a las mujeres cualidadescomo la paciencia o la capacidad desacrificio, que al presentarlas como atri-butos propios y naturales establece laidea de su mayor idoneidad para el tra-bajo de cuidados, y enmascara la divi-sión sexual del trabajo que subyace. Deesta forma se legitima su inestable, pre-caria y discriminatoria participación enel mundo laboral, y el perverso efecto devuelta, al servir de justificación para quelas mujeres sigan responsabilizándosedel trabajo doméstico. La conciliación dela vida familiar y laboral parece ser pri-vativa de las mujeres (en el año 2004,“por razones personales”, 379.500 muje-res tuvieron que abandonar el mercadolaboral). El fenómeno de la “doble pre-sencia” en lo público y lo privado, seconvierte en un elemento de conflicto yescisión de la propia vida de las muje-res.

De todo ello se deduce que, junto conla lucha por reformas y cambios concre-tos en la exigencia de igualdad laboral(acceso, salarios, formación) una estrate-gia de cambio real implica también elreparto del trabajo reproductivo con loshombres y la responsabilización delEstado en garantizar recursos públicos.Pero también muestran la necesidad decambios estructurales que apunten a lareorganización de la producción y lareproducción, es decir a la propia organi-zación social. Sin ánimo de ser exhausti-va entre esos cambios cabría citar: lostiempos de trabajo y de ocio, las estruc-turas de convivencia, la estructura de laciudad, la distribución de recursos natu-rales, sociales y económicos, la socializa-ción de los valores que las mujeres apor-tan por su experiencia relacional y decuidados, y el cambio de las políticaseconómicas neoliberales.

En definitiva, se trata de modificar lapropia conceptualización del trabajo,identificada sólo con empleo, paraincorporar el trabajo doméstico y de cui-dados, y ampliar la idea de productivi-dad social incluyendo las tareas dereproducción, atención y mantenimientode los seres humanos, lo que obliga auna nueva idea de lo que representa yrequiere la sostenibilidad de la vida(Carrasco, 1999).

PENSAMIENTO CRÍTICO

El feminismo es también un pensa-miento crítico. Sus objetivos de trans-formación obligan a actuar en el terre-no de las ideas a fin de subvertir arrai-gados códigos culturales, normas yvalores, así como el sistema simbólicode interpretación y representación quehace aparecer normales comportamien-tos y actitudes sexistas, que privilegianlo masculino y las relaciones de poderpatriarcal. En este contexto el feminis-mo desarticula los discursos y prácti-cas que tratan de legitimar la domina-ción sexual desde la ciencia, lareligión, la filosofía o la política. Porejemplo el fundamentalismo de la Con-ferencia episcopal formula un modelode sometimiento sin fisuras posibles einscrito en la familia tradicional y lanegación de la libertad para las muje-res; tampoco hay que olvidar los distin-tos discursos populares o instituciona-les que estimulan en el imaginariocolectivo la idea de la supremacía mas-culina. Esta afirmación de virilidadresulta un elemento de identidad de loshombres ante la percepción de unasuperioridad maltrecha por el cambiode las mujeres. Afortunadamente enlos últimos años empiezan a aparecerpúblicamente nuevos referentes demasculinidad a raíz de la activa y com-prometida actitud de algunos hombresen el rechazo a la violencia sexista.

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La frase que en su día formulara lapensadora francesa Simone de Beau-voir “mujer no se nace, se hace”, ilus-tra el empeño que guió y guía al femi-nismo por rechazar el determinismobiológico que de forma reiterada y conrenovados discursos sustentan lasteorías que asocian a los hombres conla cultura y a las mujeres con lanaturaleza. Desde todas las teoríasfeministas, independientemente de suposterior concreción, se formula unafuerte crítica a la acepción androcén-tica de categorías supuestamente uni-versales y aparentemente neutras quehan sido el soporte del pensamientode la modernidad: desde el sujeto y lahistoria, pasando por la libertad, ciu-dadanía, democracia y justicia, alcontemplar el mundo, los aconteci-mientos y los sujetos sociales desde lacentralidad del varón, propiciando portanto la identificación de las personascon los hombres y de éstos con lossujetos universales portadores dederechos (Amorós, 1997, Varikas). Laformulación en positivo de estas cate-gorías, una vez realizada esa de-cons-trucción, es el centro de las contro-versias y tribulaciones del feminismomoderno.

El feminismo aporta al conjunto dela sociedad un prisma singular desdeel que analizar y ver el mundo, porquelas mujeres constituidas en sujetosactivos cuestionan e interrogan a lasociedad y a ellas mismas sobre lo queson, lo que hacen, sobre la organiza-ción social y el mundo que les rodea.Realizan de este modo un procesocolectivo de reinterpretación de la rea-lidad, de elaboración de nuevos códi-gos y significados para interpretarla,para lo que construyen términos conlos que nombrar los nuevos fenómenosque el feminismo destapa: acososexual, maltrato doméstico, violenciaconyugal, doble jornada.

¿LO PERSONAL ES POLÍTICO?

En el marco de esta sucinta caracteri-zación del movimiento quisiera apuntarla profunda transformación que el femi-nismo ha provocado en la relacionesentre los ámbitos en los que discurre suacción: el público donde concurre lo quese considera de interés general, y el pri-vado, entendido como el ámbito de lopersonal. El tratamiento de la relaciónentre ambos es de sumo interés ya queestos espacios no sólo designan ámbitossociales, sino que actúan como términosque otorgan o quitan legitimidad a inte-reses, opiniones y problemas. Son espa-cios a los que se asignan distintos valo-res y funciones y, como incisivamentehan planteado algunas autoras, a losque incluso se aplica éticas diferencia-das: la ética de la justicia basada en laimparcialidad y reciprocidad que rige lopúblico y la ética relacional del cuidadoque se proyecta en lo privado. Esta sepa-ración, como se ha visto en el ejemplodel trabajo, resulta enormemente funcio-nal para la construcción de los estereoti-pos de feminidad y masculinidad quesiguen operando hoy, aunque no tanrígidamente como hace unos años debi-do a las fisuras introducidas por el movi-miento.

Ahora bien, lo que pertenece a uno uotro espacio no es algo dado ni tienefronteras establecidas, es producto pre-cisamente de una confrontación políticae ideológica en la que intervienen acto-res con distintos intereses sociales yeconómicos. El movimiento con su acti-vidad ha modificado esas fronteras y haestablecido el ámbito social como elterreno en el que se dirime lo que perte-nece a un espacio u otro y por tanto loque es de interés colectivo y requiereuna participación pública y política. Deeste modo se introducen importantesfisuras en una de las dicotomías másfuertemente desarrolladas por la moder-

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nidad: la que separa lo privado y lopúblico. La consigna que levantó en losaños 70 ”lo personal es político”, sigueteniendo vigencia, aunque haya queliberarla de algunas interpretacionesexcesivamente lineales. Permite ampliarsu espacio de actuación y hacer quenecesidades derivadas de una vida pri-vada en la que se manifiestan relacionesde poder amparadas en esa privacidad,adquieran legitimidad por su caráctersocial, poniendo además en evidencialos procesos de exclusión que tienencomo origen la separación entre el espa-cio público y el privado.

Pero, como mencionaba, tambiénactúan otros actores que presionan ensentido contrario. Desde planteamientosliberales, y en el contexto de crisis delEstado del bienestar, se busca reprivati-zar las necesidades y recuperar una pri-vacidad que necesariamente cercena lalibertad de las mujeres. Se entra así delleno en la pugna por la redefinición delo que el feminismo ha formulado. Hayalgunos ejemplos que considero signifi-cativos, aunque evidentemente máscomplejos de lo que aquí se puede refle-jar.

En el contexto del debate sobre laampliación de la limitada despenaliza-ción actual del aborto, aparecen pro-puestas que vinculan la aceptación de ladecisión de la mujer como motivo paraabortar, a su exclusión, por tratarse deuna opción personal, de cualquier finan-ciación pública. Sin embargo, la lógicadebiera ser la contraria: puesto que esun derecho no se puede privatizar másbien al contrario se debería garantizar suejercicio sin limitar el acceso a la sani-dad pública.

Otro ejemplo. En el debate sobre laconfiguración de un Sistema Nacionalde atención a las personas dependientespreocupa en el feminismo que se esta-

blezcan mecanismos que institucionali-cen la figura de la mujer cuidadora desu familia. Instituir esa figura como unavía de solución a la actual crisis de loscuidados supone transferir los costes yla responsabilidad en la creación losservicios públicos necesarios al ámbitoprivado, es decir, a las mujeres en lafamilia. Un dato significativo en estesentido es que se prevé que para el año2010 habrá mas mujeres cuidadorasque plazas de Centros de Día y Residen-cia juntas.

En definitiva, no existe una fronteranítida y estable entre lo privado y lopúblico, ni tampoco existe una normasobre cómo tratar los aspectos de la vidaprivada que pasan a la escena pública:qué aspectos hay que regular, sobre cuá-les se debe legislar y cuáles tienen queresolverse en el ámbito estrictamentesocial. En este sentido las leyes y medi-das institucionales no pueden conside-rarse en sí mismas la solución del con-flicto, y mucho menos en detrimento dela acción y la movilización social comoinstrumento para transformar la reali-dad. La historia del movimiento feminis-ta en el Estado español es ilustrativa eneste sentido.

LAS IMPLICACIONES DE LAADSCRIPCIÓN DE GÉNERO DE LAS MUJERES

A partir de esta visión sintética dealgunas características del movimientofeminista. paso a tratar en las siguienteslíneas alguno de los dilemas a los que enla actualidad se enfrenta. Hay que consi-derar que emergen como producto devarios factores: de los cambios que lalucha feminista propicia en las mujerespor el acceso a nuevos derechos, en susubjetividad, en la distinta forma de per-cibirse a sí mismas y por lo tanto desituarse ante la vida; de cambios genera-

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les de las estructuras sociales; finalmen-te también por la acumulación de expe-riencias y maduración del movimiento.El resultado es la aparición de nuevosretos ante una realidad de las mujeresque es y/o se percibe más compleja, yque urge revisar y readecuar estrategias,discursos y propuestas.

Uno de los aspectos que resultan con-flictivos es la distinta interpretación de loque supone para las mujeres su adscrip-ción de género. Comenzaré haciendo unabreve referencia a algunos argumentosque se sitúan en los extremos de unamplio abanico de posiciones (de los queexiste abundante literatura) presentes enpolémicas y propuestas feministasactuales (Alcoff, 2002).

Por un lado desde posiciones que deri-van del “feminismo cultural” (corrienteque surge en EEUU en la década de los80, siendo Katheleen Bary y AdrianneRich algunas de sus autoras más conoci-das) se establece la existencia de unanaturaleza femenina definida bien por lacondición biológica y su proximidad a lanaturaleza al ser generadoras de vida,bien por su sexualidad, o por diferencia-ciones culturales fuertemente interioriza-das. Independientemente de estas dife-rencias en su definición, se la consideraprovista de valores femeninos como laternura, entrega, paciencia y espíritupacífico, asociados a su función mater-nal, a una sexualidad diferenciada, o asu capacidad relacional. Es la represiónde estos valores por la cultura masculi-na, es decir la negación de su naturale-za, lo que origina la opresión. El objetivodel movimiento es desarrollar esa cultu-ra femenina frente a la masculinidad quese sitúa como el verdadero problema.Mujeres y hombres constituyen de estemodo dos colectivos con intereses opues-tos e identidades homogéneas que, enalgunas versiones se consideran innatasy en otras adquiridas, pero en ambos

casos se definen como identidadeshomogéneas y estables. El género es lodeterminante para todas las mujeres, y apartir de las características generaliza-bles que establece se presupone la exis-tencia de uniformidad en sus experien-cias (al igual que entre los hombres) loque permite hablar de unidad naturalentra las mismas. Sobre ésta debe basarel feminismo su estrategia pues las dife-rencias entre las mujeres, aun recono-ciéndolas, no se consideran relevantespara la propuesta feminista al debilitaresa unidad que el género establece.

La consideración de una naturalezafemenina y los valores a ella asociados,así como la consiguiente política de reva-lorización de la diferencia como lo propiode las mujeres, son planteamientos com-partidos por el llamado “feminismo de ladiferencia”, que surge en Italia y Francia,siendo Luisa Murazo, Luce Irigaray,Milagros Rivera algunas de sus autoras.Esta corriente, que aparece en confron-tación con el feminismo de la igualdad,si señala como significtivas las diferen-cias entre las mujeres pero las sitúan enel mundo femenino que define su exis-tencia diferente al de los hombres y en elque debe circunscribirse la actuación delfeminismo.

La polémica con estas posiciones seha producido tanto en el campo de lateoría como en el de la práctica del movi-miento. Situar como objetivo políticorevalorizar “lo femenino”, entendidocomo lo que hacen y representan lasmujeres, tiene sin duda un efecto positi-vo al dar fuerza a las propias mujeres alverse así reconocidas. El problema esconvertirlo en el centro de la políticafeminista, pues reivindicarlo sin some-terlo a crítica, es decir tal y como hoy semanifiesta, es aceptar lo adjudicado porla cultura patriarcal y que tan útil resul-ta para justificar situaciones de opre-sión; por otro lado, a mi modo de ver,

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dificulta la posibilidad de alterar su sig-nificado dominante, porque la utilidad delas argumentaciones depende no sólo delvalor que tengan en sí, sino del contextodiscursivo en que se formulen. Enmomentos se requiere poner en primerplano la revalorización, por ejemplo, deltrabajo de cuidados para darle visibili-dad y reconocimiento social, pero enotros puede servir de excusa para, aso-ciándolo a las supuestas cualidadesfemeninas, asignar la obligatoriedadsocial de cuidar a los demás, lo que en lahistoria de las mujeres ha estado asocia-do a sumisión, dependencia y límites asu libertad.

Por otro lado, mantener que las dife-rencias entre mujeres y hombres soninnatas, deriva en cierto esencialismoque, aparte de otras consideraciones,plantea la imposibilidad de cambio enlos propios hombres. Pero además con-templar la pertenencia al género femeni-no como lo único realmente significantepara las mujeres, es decir dar por buenala exclusiva identificación de las mujerescomo miembros de un grupo social defi-nido por su pertenencia de género, llevaa un tratamiento abstracto de las muje-res que dificulta la comprensión de sudiversidad y de sus cambios. Prescindedel hecho de que las identidades indivi-duales de las mujeres no están determi-nadas sólo por su pertenencia al génerosino también por otras adscripcionessociales: de clase, raza, sexuales, etc.que interactúan con él, y generan necesi-dades, prácticas e identidades socialesmucho más complejas. Nadie es sólomujer. Además, puede llevar a posicionesnormativizadoras puesto que, de hecho,formula una propuesta de lo que debeser la mujer en función de la naturalezaque la define, sea esta de origen biológi-co, sexual o cultural.

A la reflexión sobre todo ello ha con-tribuido extraordinariamente la aguda

crítica formulada al movimiento por lasfeministas negras y las feministas lesbia-nas, calificándolo de excluyente porreflejar sólo la realidad de una parte delas mujeres: las blancas y heterosexua-les, y no incorporar sus particularesperspectivas y necesidades.

En el otro extremo se sitúan las pos-turas que, influidas por el post-estructu-ralimo francés (Lacan, Julia Kristeva,entre otros) y por la revisión que introdu-ce el post-modernismo, buscan precisa-mente lo contrario: restar relevancia a loque el establecimiento del sistema degéneros representa, minimizar su signifi-cado y por tanto relativizar las categoríasmujer y hombre al considerar que cual-quier categoría identitaria es normativa yexcluyente. Así, aún reconociendo lasdiferencias que la asignación de génerosestablece entre mujeres y hombres, con-sideran que el objetivo del feminismo esquitarles valor político y partir del valorde las experiencias singulares de cadamujer, dando un tratamiento más com-plejo a la subjetividad. Abogan por tantopor identidades contingentes que no per-mitan establecer una definición de lo quees la mujer ni por tanto, hablar en sunombre.

Estos planteamientos han tenido unefecto positivo pues ayudan a formularuna crítica a cualquier veleidad esencia-lista y, por tanto, a las políticas normati-vizadoras que de ellas se derivan: asícomo a situar la centralidad que para elfeminismo debe tener el acercamiento ala construcción de la subjetividad. Perotambién implican problemas de fondo.Privar, como se hace, al análisis sobre lasituación de las mujeres de la perspecti-va de género significa prescindir de ana-lizar y actuar sobre el conflicto querepresentan las prácticas sociales desubordinación y discriminación que,pese a los cambios logrados, persisten ennuestra realidad, así como de los ele-

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mentos de identificación que establece,por contingentes que sean. Al obviarcualquier otra categorización social yconsiderar determinante la experienciade cada mujer, introduce cierto relativis-mo y una visión acrítica sobre las ideas yprocesos sociales que subyacen a dichasprácticas. No me refiero con ello a lapráctica que muchas mujeres inicianajena a cualquier consideración feminis-ta, pero que deriva en experiencias dedefensa de espacios de libertad; sino alas que se enfrentan a la autonomía delas mujeres y afianzan la subordinación,o fundamentan relaciones de poder entrelas propias mujeres, aspectos que, endistintas versiones, desarrolla el movi-miento femenino de derechas.

Desde un punto de vista político, notodo es igualmente relevante para el pro-yecto feminista, pues la especificad de laexperiencia de una mujer no garantizasu valor político so pena de caer en loque las feministas mexicanas llaman “elmujerismo”. Cuestionar, someter a críti-ca experiencias, intereses y procesossociales que subyacen en dichas prácti-cas resulta fundamental para formularun discurso crítico y propuestas de cam-bio.

Por otro lado, si no es posible ningunaconsideración de la mujeres como colec-tivo, y se prescinde de la discriminaciónsexista, dejan de resultar pertinentes lasreivindicaciones específicas e incluso elpropio movimiento y la propuesta resultaparalizante para la acción feminista, difi-culta la crítica social y la connceptuali-zación de la opresión como un procesoestructurado (Young, 2000).

PROTECCIONISMO/AUTONOMÍASEXUAL

La disyuntiva que plantan estas posi-ciones se refleja, con sus particularida-

des, en un campo tan relevante para lateoría y práctica feminista, como es el dela sexualidad, al ser un elemento centralen la identidad de mujeres y hombres.Por un lado se establece una oposiciónentre la sexualidad masculina: agresiva,violenta y genital, y la femenina que porel contrario se describe como suave, sen-sual y no genital. La violencia sexualestaría pues intrínsecamente unida a lanaturaleza violenta del varón, por lo quecombatirla se convierte en el eje de lapolítica sexual del movimiento.

En el otro extremo están las posicio-nes que se limitan a reconocer y dar porválidas las distintas prácticas sexuale,haciendo del placer el único eje de inter-vención feminista y por tanto dejando delado las relaciones de poder a las que lasexualidad no escapa.

Diversas autoras (Vance, 1989) hanllamado la atención sobre algunos pro-blemas que plantean estas posiciones.Por un lado sobre la tentación de esta-blecer un nuevo modelo sexual, necesa-riamente normativo, al definir a partir degeneralizar una parte de la conductasexual de algunas mujeres cómo debenser sexualmente todas ellas, y por tantonegando sus distintas manifestacionesde deseo, fantasías y experiencias sexua-les. Y por otro lado, el obviar que lasexualidad, aun presentando cierta auto-nomía respecto al género, es una cons-trucción social y por tanto susceptible demodificación.

Una política que sólo se centra en elpeligro, la violencia sexual, lo hace apa-recer tan determinante que excluye cual-quier otra posibilidad de actuación queno sea la protección frente al deseo mas-culino, y deja de lado el discurso del pla-cer, de la autonomía sexual de las muje-res. Pero enfatizar sólo el placer y pres-cindir del peligro supone ignorar las rela-ciones de poder en las que se inscribe la

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sexualidad y el modelo sexual dominan-te. Al feminismo no le queda otra quetranscurrir entre la tensión del placer yel peligro, y aunar la lucha contra todaslas expresiones de violencia sexual juntocon la defensa del placer, la autonomía ylibertad sexual de las mujeres.

LAS DIVERSAS IDENTIDADES DE LAS MUJERES

La reflexión y reorientación prácticaque suscita asumir la diversidad partede considerar, en primer lugar que elsexismo se manifiesta en distintas reali-dades culturales, económicas y socialespor las que discurre la vida de las muje-res: es decir que, aunque la subordina-ción de género es común, no son necesa-riamente idénticas las formas en que seconcreta, como tampoco lo son los proce-sos que tiene que levantar el feminismoen cada lugar del mundo para enfrentar-se a ellas. Requiere por tanto un feminis-mo situado histórica y culturalmente.

En segundo lugar, la ubicación socialen función del género tiene distintasimplicaciones en la subjetividad de lasmujeres. Indudablemente genera ele-mentos comunes a partir de experienciascompartidas de exclusión y discrimina-ción, por más variados que sean losámbitos en los que se producen: la per-cepción que se tiene de las diferenciasbiológicas, sentimientos compartidos deinjusticia, lo que representa la asigna-ción de las tareas relacionales y la dife-rente forma de organizar la vida queimplica, o la empatía que produce labúsqueda de espacios de libertad perso-nal, cualesquiera que sean estos y lasformas de hacerlo. Pero dicho esto, no sepuede afirmar que todas tienen necesa-riamente las mismas experiencias: notodas las mujeres sufren agresiones, nitodas son madres, o heterosexuales, niproceden del mismo país; los mismos

problemas se pueden vivir de distintaforma, o en distintos momentos; y lossentimientos que una misma situaciónprovoca pueden ser muy diversos, comolo son los recursos que tienen paraenfrentarse a ella.

El género no define por tanto un modode ser estable y universal pues la identi-dad de las mujeres es diversa y complejaen la medida que actúa en una plurali-dad de contextos sociales. El feminismopor tanto se enfrenta al reto de acoger einterpretar la variedad de formas queadopta el ser mujer. Esos interés e iden-tidad cabiante de las mujeres tambiénconvierte en más compleja, y algo deses-tabilizador, la acción del movimiento.

Un ejemplo que puede resultar ilus-trativo de los problemas que plantea arti-cular en la práctica la diversidad loencontramos en la dificultad de las leyespara atender realidades tan complejas.La ley integral contra la violencia degénero hace de la denuncia de las muje-res el centro neurálgico de intervención,dejando por tanto fuera del acceso a losrecursos sociales, laborales y económi-cos a quienes no optan por la vía judicialcomo camino de resolución del conflicto.Pese a que el número de denuncias haido en aumento sigue representando tansólo el 5% de las mujeres que sufrenmalos tratos por parte de su pareja o expareja. Las mujeres no denuncian pormuy distintas causas: por miedo a lareacción del agresor; porque no confíanen la justicia al ver los prejuicios y laimprudencia con que actúan algunosjueces dejándolas en una situación demayor riesgo por no adoptar en tiempo yforma las medidas cautelares necesarias;o bien porque no quieren judicializar sucaso, quieren acabar con la violencia queviven pero no que “el padre de sus hijos”acabe en la cárcel. La denuncia es fun-damental en muchos procesos de violen-cia, pero no acoge a todas las mujeres, y

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al no contemplar la enorme complejidadde los itinerarios vitales de las mujeres,las deja fuera del amparo de las medidaspúblicas.

Otro tipo de problemas derivan denegar la diversidad. Es el caso del trata-miento de las demandas de las trabaja-doras del sexo. Dejando a un lado elintenso debate que suscita, me remito alo que ellas plantean, porque las prosti-tutas han tomado la voz y planteancosas muy distintas. Se atiende a quie-nes desean dejar la prostitución ydenuncian las mafias que las fuerzanmediante engaño y coacción a trabajarprivadas de libertad y en condicionesprácticamente de esclavitud. Pero desdedistintas Administraciones y sectores delfeminismo se niega la voz, incluso supropia existencia, a quienes autodefi-niéndose como trabajadoras del sexoafirman que la prostitución no siemprees producto de la coacción, que no lo esen su caso y quieren continuar trabajan-do como prostitutas. Sin dejar de cues-tionar el modelo sexual heterosexista y laprogresiva mercantilización de cada vezmás aspectos de la vida, resulta evidenteque no abordar la estigmatización socialque recae sobre ellas y defender susderechos es situarlas en los márgenes deuna legalidad donde se produce mayorindefensión y abusos.

Y por último quisiera señalar un ter-cer tipo de problemas: la deriva discursi-va y práctica de victimización permanen-temente de las mujeres (que obviamenteno significa dejar de actuar sobre situa-ciones de opresión y desigualdad). Merefiero al reiterado tratamiento de lasmujeres como sujetos pasivos de ladominación masculina, necesitadas depermanente tutela y protección. Esteenfoque muchas veces va en detrimentode su consideración como sujetos acti-vos, capaces, incluso en situaciones tre-mendamente duras, de desarrollar habi-

lidades para formular sus deseos y exi-gencias, en base a su capacidad éticapara decidir sobre su vida. Este discursoque encuentra un particular rechazoentre las mujeres jóvenes.

JUSTICIA SOCIAL E IDENTIDADCULTURAL

Establecer si las mujeres ganan máscon políticas en las que la diferenciasexual se hace irrelevante o por el con-trario en las que constituyen el funda-mento de cualquier propuesta; reclamarmedidas específicas, proteccionistas, for-mulando derechos específicos o medidasque partan de un trato igual a hombres ymujeres bajo el paraguas de los derechosgenerales no deja de ser una discusiónpragmática. Las distintas argumentacio-nes y medidas pueden tener más omenos interés y eficacia para lograr cam-bios dependiendo de muchos factores: dela oportunidad del momento, dónde estésituado el debate de partida en la socie-dad, la dinámica de lucha en la que seinscribe la reivindicación, y cómo sevalora la situación de partida de lasmujeres. En este sentido no se puedeobviar que, tras más de treinta años depresencia activa del feminismo los cam-bios logrados en la sociedad y en las pro-pias mujeres no han sido lineales y hangenerado distintos niveles de autonomíaeconómica, sexual y social.

Visibilizar y dar valor al trabajo decuidados que realizan las mujeres es dejusticia pero si esta afirmación no se ins-cribe en una dinámica de justicia socialen la que se exija la redistribución de losrecursos y la responsabilización de loshombres y los gobiernos, caería en corro-borar la identificación del cuidado con lofemenino como si fuera algo inamovible.Su sentido no es afirmar la división deltrabajo en función del sexo, sino al con-trario tratar de desestructurarla.

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En un momento dado puede ser via-ble la exigencia de medidas proteccio-nistas como son las de acción compen-satoria o discriminación positiva en elámbito laboral (dejo a un lado la discri-minación positiva en la representaciónpolítica pues incorpora elementos que lohacen más complejo, como la represen-tación de grupo en el terreno de lasideas). Se parte de una situación dedesigualdad profunda y prolongada y seenfrentan a las resistencias de unempresariado anti-igualitrista y pre-constitucional. A mi modo de ver setrata de medidas puntuales, evaluablesy modificables en función de la eficaciay efectos producidos.

Sin embargo y acercándonos a otrotema de actualidad, la defensa de la cus-todia compartida, al igual que la exigen-cia de un permiso de paternidad propiopor el nacimiento de un hijo o hija, sebasa en el objetivo de lograr generalizarlo que hoy resulta una práctica minorita-ria: que los hombres asuman la paterni-dad social, facilitando que la maternidaddeje de ser un handicap en la vida demuchas mujeres, condicionando su des-arrollo personal en otras facetas perso-nales y laborales, sin por ello lesionar losderechos de las mujeres que por habersededicado al cuidado de hijos e hijas se

encuentren sin recursos propios anteuna separación y por tanto requieranmedidas específicas.

Enfrentarse a estos dilemas es unestímulo y plantea nuevas tensiones almovimiento feminista a su práctica dia-ria, al enfoque de las reivindicaciones, ya su estrategia.

No dar por lógica y natural la unidadentre las mujeres no implica negar laexistencia de elementos comunes,supone tratar de articular las diferen-ciar para ir trabando esa unidad y eldiálogo entre las distintas experienciasy prácticas feministas y priorizarunapolítica de alianzas sobre las propues-tas y reivindicaciones que se formulandesde las distintas organizaciones femi-nistas.

Requiere también desarrollar políticasy discursos que integren el reconoci-miento de cierta identidad cultural de lasmujeres, la búsqueda de su reconoci-miento social en tanto que tales juntocon políticas de justicia social e igualdadque permitan romper lo que el génerodetermina, enfrentarse a las desigualda-des y discriminaciones que genera la cul-tura patriarcal, las estructuras sociales yeconómicas.

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