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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Febrero 2005 Número 410 ISSN 0185-3716 Las batallas del traductor El Desdichado, de Gérard de Nerval, en versiones de Octavio Paz, Salvador Elizondo, Homero Aridjis, Elsa Cross y Francisco Serrano ¿Cómo y por qué traducir? Josu Landa sobre la traducción de poesía Arturo Vázquez Barrón sobre la crítica de la traducción Alfonso Montelongo sobre los retos de la traducción ¿A quién traducir? Dulce María Granja Castro e Immanuel Kant Sarah Glazer y Simone de Beauvoir Jeffrey Browitt y Carlos Monsiváis Marie-José Lamorlette y la literatura juvenil

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Febrero 2005 Número 410

ISSN

018

5-37

16

Las batallas del traductor

El Desdichado, de Gérard de Nerval,en versiones de Octavio Paz, Salvador Elizondo, Homero Aridjis,Elsa Cross y Francisco Serrano

¿Cómo y por qué traducir?■ Josu Landa sobre

la traducción de poesía■ Arturo Vázquez Barrón sobre

la crítica de la traducción■ Alfonso Montelongo sobre

los retos de la traducción

¿A quién traducir?■ Dulce María Granja Castro

e Immanuel Kant■ Sarah Glazer y Simone de Beauvoir■ Jeffrey Browitt y Carlos Monsiváis■ Marie-José Lamorlette

y la literatura juvenil

Josu Landa ha traducido a Octavio Paz y José Gorostizaal euskera ■ Marco Antonio Montes de Oca es poeta yeditor ■ Gérard de Nerval, poeta, era el seudónimo deGérard Labrunie ■ Octavio Paz, Salvador Elizondo, Ho-mero Aridjis, Elsa Cross y Francisco Serrano son poetasy traductores ■ Émilie Noulet de Carner tradujo al fran-cés poemas de Alfonso Reyes ■ Arturo Vázquez Barrón estraductor y formador de traductores ■ Alfonso Monte-longo es académico de la Universidad de las Américas, enPuebla ■ Sarah Glazer ha escrito sobre género para TheWashington Post ■ Dulce María Granja Castro de Probertha traducido a Immanuel Kant al español ■ Jeffrey Bro-witt ha traducido a Carlos Monsiváis al inglés ■ Marie-José Lamorlette es traductora de literatura juvenil ■

Günter W. Lorenz es traductor y crítico literario ■ CarlosValdés ha traducido libros para el fce

Las batallas del traductor Sumario

Entrar en otra casa 2Josu Landa

El surco y la brasa 4Marco Antonio Montes de Oca

El Desdichado 6Gérard de Nerval

Versión de Salvador Elizondo 6Versión de Homero Aridjis 6Primera versión de Octavio Paz 7Segunda versión de Octavio Paz 7Versión de Elsa Cross 7Versión de Francisco Serrano 7

Ô violet coquelicot / De la vallée où je suis né 8Correspondencia entre Alfonso Reyes y Émilie Noulet de Carner

Crítica y traducción literaria 10Arturo Vázquez Barrón

La llamada del sentido 14Alfonso Montelongo

El segundo sexo (según un zoólogo) 16Sarah Glazer

La tarea de traducir 19Dulce María Granja Castro de Probert

Traducir el catecismo 23Jeffrey Browitt

¡Dibújame un traductor! 25Marie-José Lamorlette

Traducir: puente hacia mundos ajenos 29Günter W. Lorenz

Memorias y desmemorias de un traductor 30Carlos Valdés

¿Las bellas infieles? 31

Recuerda Josu Landa, al inicio del texto que abre este número,que etimológicamente traducir supone “llevar de un lugar aotro”. Y aunque la raíz latina de editar sea distinta, pues alude aechar algo hacia afuera, hay un necesario vínculo semántico en-tre ambos verbos, que ha funcionado como bandera en el fcedesde su nacimiento. En franca oposición al simplista y menti-roso apotegma que, en italiano, equipara la traducción a la trai-ción, para nosotros traducir es practicar la lealtad: a las ideas, alos lectores, a la propia lengua española. Ese nexo entre traduc-ción y edición da pie al presente número, en el que se exploranalgunas de las infinitas caras de ese apasionante y complejo ofi-cio de poner en un idioma lo que alguien más produjo en otro.

Aunque parece tautológico, conviene tener presente que eltraductor es un lector. A partir de esa noción, Josu Landa seacerca a las dificultades que implica la traducción poética, queél ha realizado con autores como Octavio Paz o José Gorosti-za. Que un poeta traduzca a otro poeta parece la única soluciónposible al enigma que plantean los versos, como parecen afir-mar los autores que fueron compilados por Marco AntonioMontes de Oca en el célebre El surco y la brasa, de cuyo textointroductorio hemos tomado un fragmento. Además de reme-morar la existencia de ese volumen, buscamos emparentarlocon el que Tedi López Mills prepara para el fce, con las versio-nes en español producidas por poetas mexicanos que, en ordencronológico de nacimiento, van de José Emilio Pacheco a Al-fonso D’Aquino. Así, ofrecemos un muestrario de cómo unmismo original puede migrar de modos sensiblemente distin-tos a otra lengua: seis versiones de El Desdichado, de Gérard deNerval, dos debidas al propio Paz y una por persona a SalvadorElizondo, Homero Aridjis, Elsa Cross y Francisco Serrano.Como remate de nuestro recorrido por ese exigente ámbito,presentamos extractos de la detallada correspondencia, editadapor Martí Soler, que Alfonso Reyes sostuvo con Émilie Nou-let mientras ésta traducía una veintena de poemas de aquél.

A su turno, Arturo Vázquez Barrón levanta la mano para lla-mar la atención de lectores, estudiosos y practicantes sobre lanecesidad de ejercer la crítica de la traducción, con reglas pro-pias. Porque, como sostiene Alfonso Montelongo, la búsquedade sentido, primero en la lengua de origen y luego en la de lle-gada, exige del traductor una comprensión global del entorno enque se gestó una obra, sin la cual la nueva versión puede que-dar hueca. Como ejemplo del peligro que corre una obra al servertida obtusamente a otro idioma leeremos en el artículo deSarah Glazer la sorprendente historia de El segundo sexo cuandofue llevada con torpeza al inglés. Y es que traducir textos conun alto contenido filosófico, como expresa Dulce María Gran-ja en su artículo, está mucho más cerca del quehacer literarioque del meramente técnico. Jeffrey Browitt y Marie-José La-morlette, por su lado, continúan con la presentación de sus ex-periencias personales en esta profesión, aquél con la versión eninglés de un libro de Carlos Monsiváis y ésta con una suerte deautobiografía como traductora de libros para niños y jóvenes.

Rematamos esta entrega releyendo textos que habían apare-cido, hace más de 30 años, en las páginas de La Gaceta: deGünter W. Lorenz, un ditirambo a los puentes construidos porel traductor; de Carlos Valdés, un manojo de recuerdos, noexentos de ironía, sobre su ejercicio profesional, y finalmente

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el desternillante ejemplo de humor involuntario producido porun espontáneo que se acercó a la casa para ofrecerse como tra-ductor. Confiamos en que estas miradas darán parte del modoen que se libran algunas de las batallas del traductor.

laGaceta 1

Entrar en otra casaJosu Landa

A Pilartxo Etxeberria, Joxe Azurmendi y Xabier Apaolaza

2 laGaceta

Directora del FCE

Consuelo Sáizar

Director de La GacetaTomás Granados Salinas

Consejo editorialConsuelo Sáizar, Ricardo Nudelman,Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler, Ma-ría del Carmen Farías, Áxel Retiff, Jime-na Gallardo, Laura González Durán,Carolina Cordero, Nina Álvarez-Icaza,Paola Morán, Luis Arturo Pelayo, PabloMartínez Lozada, Álvaro Enrigue, Pie-tra Escalante, Miriam Martínez Garza,Fausto Hernández Trillo, Karla LópezG., Alejandro Valles Santo Tomás, Héc-tor Chávez, Delia Peña, Antonio Her-nández Estrella, Juan Camilo Sierra(Colombia), Marcelo Díaz (España),Leandro de Sagastizábal (Argentina),Julio Sau (Chile), Carlos Maza (Perú),Isaac Vinic (Brasil), Pedro Juan Tucat(Venezuela), Ignacio de Echevarria(Estados Unidos), César Ángel AguilarAsiain (Guatemala)

ImpresiónImpresora y EncuadernadoraProgreso, sa de cv

Diseño y formaciónMarina Garone y Cristóbal Henestrosa

IlustracionesRaúl G. Plancarte

La Gaceta del Fondo de Cultura Económicaes una publicación mensual editada porel Fondo de Cultura Económica, condomicilio en Carretera Picacho-Ajusco227, Colonia Bosques del Pedregal, De-legación Tlalpan, Distrito Federal, Mé-xico. Editor responsable: Tomás GranadosSalinas. Certificado de Licitud de Títu-lo 8635 y de Licitud de Contenido 6080,expedidos por la Comisión Calificadorade Publicaciones y Revistas Ilustradas el15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondode Cultura Económica es un nombre re-gistrado en el Instituto Nacional delDerecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviem-bre de 2001. Registro Postal, PublicaciónPeriódica: pp09-0206. Distribuida por elpropio Fondo de Cultura Económica.

Correo electró[email protected]

DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Traducir poesía tensa al máximo el músculo de quien pone un idioma al serviciode otro. Para salir de ese grato atolladero, el traductor debe ejercer antes queotra cosa el oficio de lector y luego el aún más esquivo de poeta. En este artículoLanda explora los límites que, en su práctica directa, ha enfrentado a la hora deverter al euskera la lírica de autores como Octavio Paz y José Gorostiza

Es posible descifrar un cuadro. Es posible interpretar una pieza musical. Es posibleleer un mapa. Pero no es posible traducir ninguna de esas cosas. No es posible “lle-var de un lugar a otro” —que es lo que significa el verbo latino traducere— lo que ca-da uno de esos objetos es, expresa o comunica, sin que el eventual intento resultebien una reproducción del original —un ocioso mapa del mapa, por ejemplo—, bienalgo completamente nuevo y distinto: otra pintura, otra sinfonía…

Lo que en rigor se traduce, pues, son textos: obras hechas con palabras que pre-tenden decir algo. Pero esta verdad de Perogrullo no pone fin a las perplejidades entorno a la traducción. Por ejemplo y en primer término: ¿qué es lo que “traslada” eltraductor?, ¿cuál y qué es ese “otro lugar” al que dirige eso que transporta, según lamencionada definición etimológica?

La metáfora de la casa tiene suficiente abolengo teórico como para responder lasegunda pregunta. Wilhelm von Humboldt sistematizó y apuntaló la intuición ro-mántica de la lengua como expresión y soporte de determinada visión del mundo. Elarchiconocido apotegma heideggeriano —“la palabra es la morada del ser”— suenacomo un eco radicalizado de lo que vieron los románticos y sus adeptos. Y si, comodice Mounin en Problemas teóricos de la traducción, esta actividad comporta siempre“un contacto de lenguas”, no es descabellado figurarse la labor de traducir como lade trasladar lo que resuena bajo el techo de un idioma a la calidez del hogar de otro.

Junto a la buena casa está el huerto. Una implica al otro. Y esta implicación mutuaentre dos cosas parece justificar y estimular la que también se ha propuesto entre las dosmetáforas que le corresponden: la de la morada y la de la cultura; pues no se olvide queesta última es lo que resulta de cultivar las potencialidades creativas de los seres huma-nos en pro de una vida mejor. La traducción comporta, entonces, una relación entreculturas: la posibilidad de acceder a otro modo de ser y acaso acontezca otro modo delser. Algo que vio con perspicacia y audacia extremas el poeta brasileño Oswald de An-drade, en el primer cuarto del siglo xx, cuando asumió esa labor de transportar signifi-cados, sentidos y resonancias de un idioma a otro, al modo de una “antropofagia” ne-cesaria para la renovación de las letras y todo el erario humanístico de su país.

La actitud de De Andrade puede parecer un tanto desesperada, aun en el caso deque llegue a evocar el extraño sibaritismo caníbal de un lejano antecesor (siglo xvi),como Joachim du Bellay. Pero no hay que perder de vista que, una vez situada en elterreno de las metáforas relativas a la morada, la traducción aparece como un acto dehospitalidad, una de las posibilidades del diálogo enriquecedor entre los seres huma-nos, un paso en favor de la habitabilidad del mundo. Así, traducir viene a ser comoabrir de buena gana y con fruición las puertas de una casa a lo que viene de otra.

Dice Suzanne Jill Levine, en Escriba subversiva: una poética de la traducción, que lalabor del traductor “desenmascara y parodia el proceso creativo del original”. Es po-sible que esta mirada psicoanalítica al trasfondo de la traducción cuente con funda-mentos atendibles. Pero, por ejemplo, tampoco parecía faltarle buenas razones a Sch-leiermacher, cuando reclamaba que el acto de traducir fuera más allá de la paráfrasis—para el caso de textos científicos— y la “imitación” (Nachbildung) —para los de ca-rácter artístico—. En Über die verschiedenen Methoden des Übersetzens, la conciencia dela imposible identidad entre un escrito y sus versiones a cualesquiera otros idiomasderiva en la exigencia de que éstas faciliten el encuentro de los nuevos lectores con el

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odd

autor del original y viceversa. En definitiva: un modo de acti-tud hospitalaria.

Esa hospitalidad, ejercida durante siglos, es una de las me-jores derivaciones de la fallida maldición de Babel y una de lasbases del rico pluralismo cultural que los tiempos anuncian,pese a ciertos signos en sentido contrario.

Esa generosidad, bien practicada, está lejos de ser una trai-ción. Traducir implica, por fuerza, leer. La buena traducción esun modo ostensiblemente hospitalario de la lectura. Es ridículo,pues, suponer que el traduttore sea más traditore que cualquierlector. El acto de leer comporta el de in-terpretar y —según nos enseña, porejemplo, Borges, en Pierre Menard, autordel Quijote— el de crear. En suma, unasucesión de procesos cuyas diferenciascon los que realiza quien traduce son só-lo accidentales.

Así que leer es traducir y traducir esleer, sólo que las derivaciones creativas de un modo y otro deacción difieren, según se trate de producir nuevos discursos enel mismo idioma en que fue escrito el original de referencia oen otro que abre sus puertas a tal fin.

La decisión del lector frente al texto original es lo que de-termina la diferencia entre la lectura privada y la crítica de in-terés público, por un lado, y aquella que procura albergar loscontenidos interpretados en la morada de un idioma diferente,por el otro.

Todo lo dicho vale para la traducción en general, pero hayque tener en cuenta la evidente existencia de diversas clases detextos. No es lo mismo un discurso religioso que uno científico,uno ensayístico que otro jurídico… Cada avatar de la escriturasupone modos propios de traslación. Y esta especificidad es másnotoria y problemática en el caso del poema. La traducción deuna obra con intención artística sólo puede operar a satisfacción,cuando el idioma anfitrión ofrece a los contenidos originales unacasa de dos recámaras: la del nuevo lenguaje en sí y la que remi-te a la atmósfera de una tradición y una comunidad poéticas.

La libertad del momento creativo de la traducción tiene unlímite obvio: el texto original. La imagen de un Pierre Menardescribiendo El ingenioso hidalgo don Qui-jote de la Mancha, en una proyección delos poderes miríficos del sujeto que lee,puede resultar muy seductora. De hechoreverbera con nitidez en obras insosla-yables como Después de Babel, de GeorgeSteiner. Pero, al margen de los más refi-nados subjetivismos, no es concebible eljuego de la traslación, sin el reconoci-miento de un punto de origen y otro dedestino. El traductor está condenado amoverse en un espacio determinado porsignificados y sentidos establecidos porun discurso de origen.

Esta sencilla verdad, sin embargo,trae a colación un viejo problema ya for-mulado al principio: ¿qué es lo que eltraductor traslada desde el texto origi-nal? En su epístola a Pamaquio, san Je-rónimo precisa que, al traducir a losgriegos no vierte “palabra por palabra,

Traducir implica, pLa buena traduccióostensiblemente hde la lectura. Es risuponer que el tratraditore que cualq

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sino sentido por sentido”. Esta advertencia ilustra y reafirma elpeso de la interpretación en el proceso de traducción.

Pero hablar de interpretación equivale a reconocer, de en-trada, una tensión en las correspondencias con significados ysentidos. La labor de traducir no consiste en reproducir nada.Una reproducción tal se antojaría una suerte de clon y no unatraducción. Lo que implica esta última es más bien un arte delas equivalencias: un saber hacer al que le acompaña comosombra la conciencia de que “toda traducción, aunque tiendaal calco ideal, supone a la vez una pérdida y una ganancia se-

mánticas”, como observa Albert Ben-soussan, en Confesiones de un traidor. En-sayo sobre la traducción.

Esa asimetría entre el original y susversiones es lo que resuena en la con-ciencia de que “la traducción es más quecomunicación”, expresada por WalterBenjamin. También es la que justifica las

actualizaciones semánticas en que se afanan la filología y cier-tas ramas de la historia. Y es más problemática en el caso de latraducción de textos poéticos, acto que no puede limitarse a latraslación de palabras ni a la de sentidos.

Puesto que el poema sólo acontece en la medida en que serebasa su componente semántico, cae de suyo que la traducciónde poesía consistirá siempre en proponer sentidos poéticosequivalentes en un idioma anfitrión. Esto es, en abrir la posibi-lidad de una nueva extralimitación de la carga significativa dedeterminada obra poética. Así como “leer el pensamiento” dealguien comporta tener en cuenta un más allá de las palabras ylos gestos de ese alguien, verter un poema implica captar su in-tención estética, de forma tal que pueda acontecer lo poético enel ámbito de otra lengua y otra comunidad poética de referen-cia. En eso consiste la hospitalidad de la traducción de poesía.Así es como se le abre a un poema la puerta de la nueva casa.

Por eso, “la traducción de la poesía es poesía en sí misma”,como sostiene Yves Bonnefoy. Y, por lo mismo, se trata de unalabor a realizar por “poetas”, es decir, por personas enfática-mente dispuestas a realizar lecturas y escrituras de más radicalcompromiso estético, sibaritas del lenguaje y virtuosos en el

or fuerza, leer.n es un modospitalario ículo, pues,uttore sea más

uier lector

laGaceta 3

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uso de uno y otro idioma, aunque no necesariamente se dedi-quen a componer poemas propios.

La libertad poética del traductor se topa con la presencia delpoema original. Este hecho, este límite, comporta exigencias yconcita decisiones diversas. Hay quienes, con buenas razones,abogan por una muy amplia discrecionalidad. Pero Bonnefoy,por mencionar un poeta de gran estima, exige “ser, del comien-zo al fin, fieles al texto que traducimos”. Y la razón de su pos-tura se antoja apreciable en grado sumo.Como se lee, otra vez, en La traducciónde la poesía, se trata de respetar la obraajena “en un momento en que tenemosla necesidad de saber respetar”.

Al menos en el caso de la poesía, sediría que la traducción vista como “es-cuela de respeto” y labor de hospitalidadderiva en una sana disolución del viejoproblema relativo a los niveles de con-cordancia entre el original y la versión a la lengua anfitriona.Traducir bien un poema no es un asunto de simples equivalen-cias semánticas y aun prosódicas, sino de recibir con respetouna intención poética para que los efectos probables de un ar-tificio estético puedan operar al cobijo de una nueva lengua,una nueva morada.

Hace unos ocho años viví con singular intensidad lo que

Traducir bien un pasunto de simples semánticas y aun precibir con respetopoética para que loprobables de un arpuedan operar al cnueva lengua, una

El surco y la brasaMarco Antonio Montes de Oca

4 laGaceta

quiero comunicar en las líneas precedentes, cuando tuve elgusto de traducir Piedra de sol, de Octavio Paz, al vascuence.Justo en este momento puedo congratularme de parecida ven-tura, pues vengo haciendo lo mismo con Muerte sin fin, de Jo-sé Gorostiza. Y, en verdad, no sólo me mueve a ello la satisfac-ción de intentar que la poesía de, por ejemplo, “qué agua tanagua” rebrote en la poesía de “zein ur hain ura”, o la de “¡ohinteligencia, soledad en llamas!” en la de “oi adimena, garretan

bakartasuna!”. También me ilusiona laposibilidad —no importa cuán grande omagra— de propiciar en algo el diálogofecundante entre la prodigiosa tradiciónpoética mexicana y la pujante literaturaen euskera del presente. Me arrebata, loconfieso, el impulso de hacer que Prime-ro sueño, de sor Juana Inés de la Cruz,resuene en la lengua de sus antepasados,igual que Tercera Tenochtitlan, de Eduar-

do Lizalde, pongo por caso. Pero ese ímpetu puede alcanzartambién a Canto a un dios mineral, de Jorge Cuesta, o Incurable,de David Huerta o cualquier otro gran poema de los que sehan compuesto en México y aun en América Latina, con inde-pendencia de sus nexos con el mundo vasco.

¿Mero delirio de poeta, pura pasión inútil…? Tal vez, talvez.

ema no es unquivalenciasosódicas, sino de

una intencións efectosificio estéticobijo de unaueva morada

Publicada en 1974, la antología de poesía traducida alespañol que prepararon Marco Antonio y Ana Luisa V. deMontes de Oca fue no sólo un audaz ejercicio compilatoriosino una declaración de principios acerca de la importanciade llevar a nuestra lengua poemas nodales de la literaturauniversal. Reproducimos aquí parte del prólogo, cuyavitalidad es notoria tres décadas después de haberse escrito

Sería absurdo afirmar que un poema o un fruto se vuelven ar-tificiales al cambiar de clima. En el plano de la traducción, eltrasplante idiomático comporta metamorfosis parciales en queel aporte creativo opera a escala restringida: el lenguaje semueve tan arduamente como el sujeto que cree usarlo cuandoconfronta dos lenguas cuya capilaridad recíproca resulta unatributo dado de por sí en cuanto a estructura y no menos gra-tuito si se considera que tal capilaridad inicia su puesta en mar-cha desde las catacumbas de una sensibilidad anónima. Habloal principio de cambio de clima y trasplante idiomático comosi me aprestase a ubicar una metáfora ecológica. Así es en par-te: traducir es trasplantar entidades escritas, a otro tiempo yotro espacio en que el riesgo de una alquimia al revés amenazade firme a la obra constituida. Por fortuna los cambios son másfrecuentes en la zona del signo que en la del significado, más enésta que en la del sentido, piedra de toque donde se asienta la

cosmovisión implicada en toda obra de arte. Mas lo primeroque debe probarse es la identidad de lo trasplantado, aun si sepiensa en la paráfrasis, cuya naturaleza original trasparece a ca-da momento seguramente porque el planteo y confrontaciónde dos procesos que se disparan en distinta dirección no borranunca el nudo de su intencionalidad común. Mediante la tra-ducción, una escritura específica se asoma a otra lengua conpretensiones de subsistir y dilapidar en otro ámbito su aura na-tal. Esto es apenas posible desde que la lengua activa o traduc-tora opera sobre la pasiva y viceversa, sin que sea posible man-tener en todo momento la indudable primacía exigida por eltexto original. Dos idiomas que manipulan y son manipuladosconservan su capacidad de reproducir pensamientos mediantepalabras cuyo distinto origen no anula el diálogo de las equiva-lencias, si bien el poema, en cuanto a la preservación de su va-lor unívoco, no encuentra tamaña suerte.

Crítica y traducción no nacen del vacío: son fuentes nacidassobre otras fuentes; avanzan en sentido bifronte: extienden lavigencia de un ser literario determinado y ganan para sí mis-mas otra nueva. Son recreaciones, remodelamientos que ex-panden fronteras ajenas al tiempo que acotan su propio feudoautónomo. La crítica aclara; la traducción difunde. La segundano carece de un andamiaje crítico, ni la primera deja de ser otraforma de traducción. Ambas se polarizan en apariencia paraluego constituir un circuito de fluidez complementaria. Sin pa-

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sa s

o

rentesco a simple vista, resultan vástagosde una obra de arte que las engloba encomplicidades a flor de piel: ambas des-doblan al poema, se tornan vehículos desu trascendencia previa.

Dentro del mundo natural, los seres setransforman pero no se traducen en otros.Las mutaciones agreden a las esencias.Aparecen cambios tajantes y ni siquieraconsentiríamos en acordar la misma no-menclatura a especímenes casi homólogosque la historia natural discrimina celosa-mente. En el orbe cultural, la palabra tra-duce al pensamiento. Por más que el soni-do o la grafía nos hagan pensar en trans-formaciones básicas en cuanto a ritmo yexpresión, es preferible pensar en un sis-tema de traducciones que se propaga encadenas de sucesión reconocible: pensa-mientos, palabras, frases discursos, totalidades radiadas que cre-cen a partir de una almendra irrepetible hasta llegar a lo que se-gún Walter Benjamin constituye la sobrevivencia misma del poe-ma: la traducción en cuanto tal, que por supuesto no es el clímaxdel fenómeno poético sino la última, junto con la crítica, de susconsecuencias escritas.

No pretendo aquí formular precisiones exhaustivas sobreuna materia tan escrupulosamente controvertida. Más bien su-brayo analogías, evidencias que dejan de serlo apenas se echamano de un análisis más panorámico que delimitativo. Porejemplo, ¿no sería remunerativo enfrentar el concepto religio-so de sobrevivencia a la idea misma de traducción? Se dice queun alma transmigra cuando pasa por varios estadios corporaleshasta que, ya purificada, accede a un orden extraterreno en quesus dotes empolvadas se abrillantan de nuevo, esplenden sin in-termitencia en torno a la presencia divina, eje solar que le otor-ga sustento eterno. El poema, en cambio, transmigra a medias;en vez de purificarse contrae adherencias imprevistas, la cárcelde otra estructura lingüística que lo sitúa frente al sol primige-nio pero sólo como una refracción de su propia sustancia alie-nada. Tampoco la reencarnación es posi-ble. Cada obra viaja de lengua a lenguaregida por un código de signos arbitra-rios que no suplantan la identidad delmensaje transmitido aunque la traduc-ción —ser independiente— rompa consu origen pasivo y su desembocadura ac-tiva según leyes que no sólo regulan a ca-da idioma sino a las relaciones que marcan la interdependenciade todos ellos. El poema así desfigurado no reencarna, porqueconserva rasgos inequívocos de su vida anterior. Surge luego untejido de correspondencias más definido, si comparamos a laobra traducida con el fenómeno de la transfiguración. El len-guaje para decirse a sí mismo necesita mediación y destino, al-go a su vez menesteroso de una comunicación que le permitamanifestar su propia naturaleza aleatoria. El lenguaje expresa alhombre para expresarse a sí mismo. La palabra articulada es sutransfiguración: la prueba de su existencia y de gran parte de suausencia puesto que no puede acuerparse como totalidad en unconjunto limitado de sonidos. Una traducción transfigura a suoriginal, lo hace pasar a través de los muros de otra lengua al

Los mejores poetason esclavos en cufieles en cuanto alpor cuanto eludenmatices que se vuemuerto en otro idi

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abolir la materia de su cuerpo real, pero sin descarnarlo de suesencia. Su peso y otras propiedades corporales se disuelven; noasí la nueva figura, luz de otro modo, claridad distinta de la queabsorbe el ser natural engastado en su irreductible objetividadempírica. El poema traducido es el mismo y no es lo mismo.Hamlet se desgarra ante el fantasma de su padre, sabe que es él,oye su voz de ultratumba y advierte quizá el agua carnal de losojos o su intranquilidad frente al rojizo hervor de un alba inusi-tada que primero respira y luego nace. No obstante, no se leocurre asir al espectro; sabe que esa existencia es inexistencia yque al volver al mundo propaga su memoria, estira la saga de suvida mortal. Desfigurado, transfigurado, vuelto a construir, elpoema sobreviviente se toca de un ropaje al que nadie se atre-vería a confundir con luz postiza: se trata del cambio requeridopara seguir siendo idéntico a sí mismo.

No se agota el trasiego de un tema como éste. Decía Valéryque un poema “no se termina, se abandona”. Algunos traducto-res, los de mejor puntería, retoman al poema abandonado sinintención de completarlo aunque añadan hilos a la trama incon-clusa y no con respecto a su realidad intrínseca sino en cuanto

se refiere a los accidentes lingüísticos quehacen factible su propagación espacio-temporal. Hay siempre agujeros en cuyovacío se acueva la centella nocturna deun último sentido que se adelgaza frentea la inquisición racional o la cacería me-tódica. Su condición inasible reaparecemediante procedimientos cumplidos por

la intuición o los recursos secretos del lenguaje. Un traductor noelige siempre la forma menos atenuada del sometimiento, olvi-dando en ocasiones que el apego servil a un texto acaba por en-redar la malla de los significados. Tampoco el poeta-traductorencuentra con frecuencia argolla plausible de la cual asirse: timi-dez o atrevimiento excesivo soplan sobre la selva encantada ypocos ven cómo se parte la encina sagrada en el momento de dara luz a la diosa. En una grafía hecha con un estilo tan quebradi-zo, no cabe la infame tarea del amanuense ni la subversión inte-resada. Algunos, siempre los mejores, optan por una amalgamaparadojalmente fructífera: son esclavos en cuanto al ritmo, fie-les en cuanto al sentido y libres por cuanto eluden aquellos ma-tices que se vuelven peso muerto en otro idioma.

-traductores nto al ritmo,entido y libres

aquellos lven peso ma

laGaceta 5

Je suis le Ténébreux, – le Veuf, – l’Inconsolé,Le Prince d’Aquitaine à la Tour abolie :Ma seule Étoile est morte, – et mon luth constelléPorte le Soleil noir de la Mélancolie.

Dans la nuit du Tombeau, Toi qui m’as consolé,Rends-moi le Pausilippe et la mer d’Italie,La fleur qui plaisait tant à mon coeur désolé,Et la treille où le Pampre à la Rose s’allie.

Suis-je Amour ou Phébus ?… Lusignan ou Biron ?Mon front est rouge encore du baiser de la Reine ;J’ai rêvé dans la Grotte où nage la Syrène …

Et j’ai deux fois vainqueur traversé l’Achéron:Modulant tour à tour sur la lyre d’OrphéeLes soupirs de la Sainte et les cris de la Fée.

El DesdichadoGérard de Nerval

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Versión de Salvador Elizondo

Yo soy el tenebroso, el viudo, el desdichado,Príncipe de Arquitania de la Torre Abatida,mi estrella ya está muerta; mi laúd se constelacon el Sol tenebroso de la Melancolía.

En la noche del féretro, tú que me has consolado,devuélveme el Pausílipo y los mares de Italia;la flor que tanto amaba mi pecho desoladoy el jardín en que el pámpano con la rosa se liaba.

¿Soy Amor o soy Febo? ¿Lusiñán o Birón?Mi frente está ofuscada del beso de la Reinay he soñado con grutas en que nadan sirenas.

Dos veces victorioso travesé el Aquerontey he modulado a veces en la lira de Orfeolos suspiros del mártir y el grito de las hadas.

Versión de Homero Aridjis

Yo Soy el Tenebroso —el Viudo—, el Desconsolado, El príncipe de Aquitania de la torre abolida:Mi sola estrella ha muerto, y mi laúd constelado lleva el Sol negro de la Melancolía.

En la noche de la tumba, tú que me has consolado.Dame el Pausilipo y la mar de Italia. La flor que tanto placía a mi corazón desolado. La parra donde el pámpano a la rosa se alía.

¿Soy Amor o Febo?… ¿Lusignan o Biron?Mi frente todavía está roja por el beso de la Reina.Yo he soñado en la gruta donde nada la Sirena.

Vencedor dos veces atravesé el Aqueronte. Modulando la lira de Orfeo he alternado Los suspiros de la Santa y los gritos del Hada.

¿Qué late en los oscuros versos de este poema de Gérard de Nerval? No lo sabemos. Pero sí sabemos que contienen una seductora fuerza que ha invitado a muchos poetas a poner en nuestra lengua las imágenes concebidas por el escritor francés. En estadoble página ofrecemos seis versiones de El Desdichado —así, en español, en el original—, que forman un extraño coro gracias a sus semejanzas y sus marcadas diferencias, impronta de cada uno de lostraductores. Las de Octavio Paz y Salvador Elizondoproceden de El surco y la brasa, la antología preparada por los Montes de Oca hace tres décadas,mientras que las de Elsa Cross, Homero Aridjis yFrancisco Serrano formarán parte de Traslaciones. Poetas traductores: 1939-1959, un volumen preparado por Tedi López Mills y que será por el Fondo en los próximos meses

número 410, febrero 2005 laGaceta 7

Primera versión de Octavio Paz

Yo soy el tenebroso —el viudo —el sin consuelo,Príncipe de Aquitania de la torre abolida,Murió mi sola estrella —mi laúd consteladoOstenta el negro Sol de la Melancolía.

En noches sepulcrales tú que me consolasteEl Pausílipo dame, la mar de Italia vuélveme,La flor que amaba tanto mi desolado espíritu,La parra donde el pámpano a la rosa se alía.

¿Soy el Amor o Febo? ¿Lusignan o Biron?;Roja mi frente está del beso de la reina;Yo he soñado en la gruta que habita la sirena;

Yo crucé el Aqueronte, vencedor por dos veces,Y la lira de Orfeo he pulsado alternandoEl llanto de la santa con los gritos del hada.

Segunda versión de Octavio Paz

A mi amigo, el poeta Marco Antonio Montes de Oca

Yo soy el tenebroso —el viudo —el desolado,Príncipe de Aquitania de la torre hoy ería,Murió mi sola estrella —mi laúd consteladoOstenta el negro sol de la Melancolía.

Tú que en la noche tumularia me has consoladoEl Pausílipo vuélveme, la mar que lo ceñía,La flor que amaba tanto mi espíritu enlutado,La parra donde el pámpano a la rosa se alía.

¿Soy Lusiñán, Biron? ¿Soy Apolo o soy Eros?El beso de la reina tornó aurora mi frente;en tu gruta, sirena, manó el sueño veneros.

El Aquerón vencí dos veces, dos la nada,Y en la lira de Orfeo pulsé alternadamenteEl llanto de la santa, los clamores del hada.

Versión de Elsa Cross

Yo soy el Tenebroso, —el Viudo—el Desolado, Príncipe de Aquitania de laTorre abatida: Mi sola Estrella ha muerto—Mi laúd constelado Lleva hoy el Sol Negro de la Melancolía.

En la Tumba y su noche, Tú que me has consolado, Vuélveme el Pausílipo y la mar que fue mía, La flor que tanto amaba mi pecho desolado, La parra donde el Pámpano a la Rosa se alía.

¿Soy Amor o soy Febo?… ¿Lusignan o Biron? Del beso de la Reina roja está aún mi frente; He soñado en la gruta la Sirena que nada…

Y venciendo dos veces traspasé el Aquerón; En la lira de Orfeo pulsé alternadamente Suspiros de la Santa y los gritos del Hada.

Versión de Francisco Serrano

Yo soy el Tenebroso —el Viudo—, el Desolado, Príncipe de Aquitania cuya Torre es ería: mi única Estrella ha muerto —mi laúd constelado el negro Sol ostenta de la Melancolía.

En la noche del Túmulo, Tú que me has consolado, devuélveme el Pausílipo y el mar de Italia un día,la flor que amaba tanto mi pecho desolado, la parra donde el Pámpano a la Rosa se alía.

¿Soy Lusiñán, Birón?… ¿Soy Febo o el Amor? El beso de la Reina mi frente aún calcina; he soñado, Sirena, en tu gruta marina.

Y crucé el Aqueronte dos veces vencedor,modulando, alternados, en la lira sagrada suspiros de la Santa y los gritos del Hada.

Ô violet coquelicotDe la vallée où je suis néCorrespondencia entre Alfonso Reyes y Émilie Noulet de Carner

Qué mejor herramienta de trabajo para el traductor depoesía que la propia voz del autor. Hemos tomadofragmentos de la correspondencia —compilada, traducida yanotada por Martí Soler, y que será publicada por nuestracasa en un futuro no lejano— que el máximo escritorregiomontano sostuvo con una de sus traductores alfrancés, en la que se ven las graciosas y complejasentretelas de esa metamorfosis lingüística

Bruselas, 6 de abril de 1954Querido e ilustre amigo:[…] me pasa que, al ver de nuevo páginas traducidas hace 4

o 5 meses, encuentro de golpe la solución. que me había pare-cido imposible. Por lo demás, he tomado la costumbre de dár-melas de autoridad, sin que sea demasiado tarde, a indicaciónsuya, para volver hacia atrás. Creo que será más sencillo y másdirecto que usted haga, hecha la traducción, las observacionesnecesarias, y que ahora lo preciso es que yo avance, que yo si-ga adelante. Evidentemente, me pesa no poder darle todas misjustificaciones, detallarlas, enseñarle mis dudas como lo hacíaen México. Pero usted las adivinará, usted las imaginará. […]

Émilie Noulet de Carner

Bruselas, 6 de abril de 1954Querido y gran amigo:Me ha sido encargada parte de la traducción (para la cual

pude escoger los autores) de una antología publicada por laUnesco, de poetas de lengua española. Contiene uno de suspoemas. José y yo hemos protestado contra la elección: poetassecundarios están representados por cuatro o cinco poemas,mientras que usted lo está con uno solo: Pero no hay nada quehacer: la elección la hizo una comisión de la Unesco: nosotrosno estamos en ella.

Ahora bien, el poema que debo traducir de Alfonso Reyespresenta, a pesar de su aparente y dulce simplicidad, dificulta-des insuperables en francés. Pero ya que usted está en el con-fín de una carta por avión, quería consultarle para hacer unatraducción que le guste.

Se trata en principio del primer verso que le da toda al gra-

8 laGaceta

Glose de mon paysÔ violet coquelicot De la vallée où je suis né, Si tu n’es encore amoureuse, Sois donc amoureuse de moi.

cia al poema (Glosa de mi tierra). Amapolita morada: ¿no nom-bra la amapolita a otra flor que no sea el coquelicot [amapola]?

Traducciones: a) ô mon mauve coquelicot permitiría la traduc-ción del poema en octosílabos, pero tiene un inconveniente: co-quelicot es masculino, mientras que el poema se dirige a unamujer… pero, resumiendo, a veces se le dice a una mujer: monpetit chat, mon petit loup [mi gatito, mi lobezno]. Otro inconve-niente: en Europa, la amapola no es morada sino siempre roja.

b) ô ma mauve pervenche (seis sílabas, será dificil hacer todoel poema de esta manera…) “pervenche” [vincapervinca] esuna interpretación, no una traducción, pero se dice de los ojosque son azules, pero tirando un poco al violeta, que son ojos devincapervinca.

Hay otros tres nombres de flor de los que José no ha encon-trado la traducción y que por lo tanto son flores de México:monacilla (1ª estrofa), alfombrilla (2ª estrofa) y anacua (2ª es-trofa). Si estas tres palabras no tienen equivalentes franceses,será necesario darme nombres de flores europeas parecidas yde las que usted autorice su empleo en la traducción. Debo en-viar mis traducciones para el 15 de mayo: estaría muy conten-ta, por lo tanto, si usted me respondiera rápidamente… […]

Émilie Noulet de Carner

México, 9 de abril de 1954Querida y recordada amiga: […]1. Me siento incapaz de resolver sus dudas de traducción

(Glosa de mi tierra). Sin remedio:a) Amapola: coquelicot.b) Morado: violet foncé.c) Monacillo: es una pequeña flor roja, en forma de paraguas

cerrado, que se chupa y tiene miel.d) Alfombrilla: una florecita menuda y apretada que cubre el

suelo como una alfombra.e) anacua: un arbusto silvestre.No traduzca literalmente: invente lo que le plazca.2. Le mando dos traducciones de francés de este poemita:a) La de Mathilde Pomés (la más fiel) no recuerdo si se pu-

blicó.b) La de A. Godoy (la más libre y que imita mi estrofa) apa-

reció en Le Manuscrit Autographe, París, marzo-abril de 1930.Mis versos no le gustan a nadie. He marcado el año pitagó-

rico de 2000 para que empiecen a ser apreciados. Por desgra-cia, para entonces serán ya cosa de museo. En el caso, es lásti-ma no poner más, porque tengo (amén de otros poemas tradu-cidos por Jean Camp, Marcelle Auclair y Jean Prevost, etc.),algunos traducidos por Jules Supervielle y Valery Larbaud, cu-yas firmas valen mucho, y otro admirablemente puesto en fran-cés por F. Berveiller.

Alfonso Reyes

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AbsencesL’ombre de ceux que j’ai le plus aimés, —M’ayant quitté dans un très bref espace,—Ne cesse de glisser autour de moi, Faible secours à ma mélancolie.

Avec ma voix se confondent leurs voix. Je demeure iminobile et sans sommeil Dans mon désir de traverser le gué Qui me tient éloigné de leurs présences.

Je cède enfin à l’enivrant appel Tandis que se transforme la durée, Et que chaque heure épure un infini.

Car je passe outre aux humaines limites Et, par le coeur, j’explore les espaces Pour devenir familier de la mort.

15 de enero 1955Querido y gran amigo: […]He hecho: Noche desnuda en versos irregulares para consevar

el movimiento. Y Ausencias en decasílabos regulares pues el rit-mo sostenido me parecía convenir al tono elegíaco de ese so-neto. Pero, aunque he dejado reposar estas traducciones, no es-tán todavía a punto: pero no puedo retrabajarlas sin tener suopinión obre los puntos anteriores.

Émilie Noulet

México, D. F., 27 de enero de 1955Amiga querida: […]A sus traducciones: Nuit denudée me parece inobjetable. Ab-

sences: los versos 11 y 12, literalmente y en lengua bárbara in-termedia significan esto:

Et il semble qu’il y a un changement dans la durée,et chaque heure se concentre (ou s°entasse) dans un infini.¿Entiende usted este horrible galimatías? Su genio literario

sabrá descifrarlo y urbanizarlo.Alfonso Reyes

Bruselas, 8 de febreroQuerido y gran amigo:Hice algunas correcciones a Absences que ya di a Lettres Nou-

velles: ¿quiere usted ver si le parecen bien? Si le parece, para elúltimo terceto quiero regresar a la primera versión. Me gustamás igualmente “l’insidieux o mystérieux” en lugar de enivrant(que no me gusta) […]

Émilie Noulet

México, D. F., 27 de marzo de 1956Mi muy querida amiga: […]En Absences, pensamos que concentre (verso n° 11) no da bien

el sentido de acendra, que es “depuración”, ni es bastante poé-tico. Pero no hallo la solución.

En el verso 5, no es “sus voces se confundían” en tiempo pa-sado, sino se confunden. Ahora que mis amigos han muerto, susvoces se confunden con la mía: los oigo, oyéndome a mí mismo.¿Hay arreglo posible? […]

Alfonso Reyes

Bruselas, 29 de julioQuerido y gran amigo:He aquí tres nuevas traducciones: Hamadryade: en decasíla-

bos, Chasseurs: en versos libres como el original, Va el vient deSte. Thérèse en heptasílabos. Para este último poema, sería ne-cesario poner una nota respecto del título, para que el lectorsepa lo que se entiende por Va et vient de Santa Teresa! […]

Ém Noulet

Bruselas, 30 de agosto de 1956Querido poeta y amigo:Adjunto la traducción heptasilábica de Insomnies —y algu-

nas observaciones para los demás poemas: estaría feliz de te-ner su opinión. Y Absences, vuelto a copiar. Cuando recibí Dé-

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convenue du poéte ¡me quedé horrorizada de esta mala traduc-ción! (a dios gracias, reencontré a quien se lo había enviado,—a Marginales— y asimismo escribí a la revista que me remi-tiera ese poema pues les daría otro). Intenté entonces retraba-jar esta traducción, pero me encontré ante problemas insolu-bles: por ejemplo: no lo dejaba ver = l’empéchait de voir. No lo-gro dar una traducción poética de ese verso: toda traducciónes de un deplorable prosaísmo. Ídem para: que ya nada dejanentender.

Otros pasajes igualmente no logran abrirse. En resumen,después de muchos intentos, he decidido abandonarlo: esperoque esto no le cause pena. Varias veces me ha dicho usted quesu elección no era más que una indicación y que en suma yopodía elegir otro. Así que remplazaré este poema y me excusopor ello… Por el momento trabajo en L’heure d’Anahuac.

Émilie Noulet

Bruselas, 25 de septiembre de 1956Querido poeta y amigo: De vacaciones, en descanso laborioso (sigo traduciéndolo),

apenas hoy encontré su carta del 3 de septiembre en la queaprueba la última versión de Ausencias. Pero no me dice ustednada sobre el tema de mis “dudas”. Aquí van otros dos poe-mas… y “algunas dudas”. Ahora me pondré a trabajar en: Yer-bas del tarahumara. Pero cómo traducir las siguientes palabrasque José no conoce y que no están en el diccionario de la Aca-demia española: pinole, tesgüino, peyote, simonillo, chuchu-paste.

Interrumpí la carta para verificar en la Anthologie de la poésiemexicaine si no se encontraba ahí el poema. Ahí está, traducidopor Guy Levis Mano: y bien traducido, me parece a simple vista.Le pido pues: 1) ¿puedo tomar las traducciones que él da de lasplantas mexicanas? 2) O bien tomamos el poema tal cual con latraducción firmada por él incorporándola a las mías —pues nocreo que represente una gran diferencia si hago la traducciónyo misma. Por lo demás, como acabo de descubrir la de GuyLevis Mano, ya le escribiré al respecto.

laGaceta 9

Crítica y traducción literariaArturo Vázquez Barrón

No está bien establecido el ámbito en que deba practicarsela crítica de la traducción, esa pariente pobre de la crítica literaria. Ni en las escuelas donde se forman los nuevos traductores ni en el terreno de la opinión bibliográfica sepresta suficiente espacio a la crítica del quehacer de los “intermediarios” entre un original en lengua extranjera ylos lectores. Aquí ofrecemos un propositivo ensayo sobre el arte de juzgar y evaluar traducciones

En el inagotable espacio de la traducción literaria, uno de lostemas menos explorados es el de la crítica. Si bien es cierto quelas traducciones siempre se han analizado desde todas las pers-pectivas posibles, con las más diversas finalidades y en ámbitospor completo divergentes, también lo es el hecho de que, so-bre todo en nuestro país, esta forma de análisis literario tan ca-racterístico no ha encontrado todavía el lugar en que ha deconstruirse. Por lo mismo, resulta apetecible empezar a elabo-rar algunos planteamientos que puedan ayudarnos a lanzar, enun contexto local, un debate sobre el concepto de crítica de tra-ducción, para lo cual me parece oportuno explorar algunas delas perspectivas desde las que puede abordarse esta forma espe-cífica de la crítica. Me limitaré aquí a evocar sólo dos de susvertientes, que a pesar de ser interdependientes están todavíamuy lejos de considerarse como vinculadas una a la otra: la crí-tica de traducción como ejercicio de evaluación en el medio

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académico y la así llamada crítica de traducción literaria, que seejerce en casi todas las publicaciones periódicas que cuentancon espacios para reseñistas, articulistas y críticos.

Como traductor literario profesional dedicado también a laenseñanza de la traducción, uno de los aspectos que más lla-man mi atención es la crítica en el medio académico. Al respec-to, estoy convencido de que la crítica de traducción debe for-mar parte de los planes de estudio, debe quedar integrada demanera permanente en todo programa de formación de tra-ductores y, al mismo tiempo, debe considerarse como algo pro-pio de los procesos de evaluación. Ciertamente, se trata de unacrítica hasta cierto punto irreconocible como tal, pues al teneruna vocación escolar, su finalidad primordial es la de evaluartraducciones que son producto de un proceso de enseñanza-aprendizaje, y se la percibe muy alejada de lo que solemos con-siderar como crítica en el medio profesional. Pero esta formade evaluación, según la veo, tendría que plantearse ante todocomo una más de las formas de la crítica, dado que nos servi-mos de ella para juzgar y atribuir, de la manera más “objetiva”posible, una apreciación, una nota, una calificación a las tra-ducciones realizadas por los alumnos. El análisis que tiene porobjeto evaluar las capacidades de un alumno para traducir“bien” un texto a partir de la adquisición progresiva de compe-tencias de traducción de índole muy variada, es sin duda unaforma de crítica. No obstante, el contexto escolar en el queocurre, que por lo general exige más una sanción en forma de

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detnor

nota que un dictamen de traducción amplio y profundo, haceque se pierda de vista su cualidad primordial de crítica, y se de-semboca casi siempre en un ejercicio de anotación de erroresmuy anodino, circunscrito a determinar de manera por demásarbitraria si la traducción es “correcta” o “incorrecta”, siempreen función de los criterios personales de quien hace las vecesde profesor-corrector. Estos criterios son por lo general subje-tivos y poco explícitos, como lo señala Katharina Reiss: “cuan-do se hacen ejercicios y exámenes detraducción, el producto traducido quepresenta el alumno se ‘corrige’ y se san-ciona mediante una nota, es decir, se cri-tica y se juzga. Conviene preguntarse siel corrector tiene una conciencia sufi-ciente de las razones por las cuales pro-pone, espera o hasta exige otras solucio-nes. ¿Con base en qué criterios funda-menta sus correcciones, que van másallá de las palabras y de las estructuras sintácticas que al pare-cer el estudiante no conoce o no entiende bien? ¿En qué me-dida este corrector se fía de lo que llama su ‘sentido de la len-gua’?”1

Así, el problema de la sanción impuesta por un traductorque hace las veces de profesor tiene que ver sin duda con unejercicio que, muy frecuentemente, es arbitrario y carece de losrequerimientos básicos de una crítica objetiva y, digámoslo así,profesional. La explicación de esto es que no son muchos lostraductores profesionales que cuentan con una formación endidáctica y pedagogía (por el hecho de que, en nuestro medio,quien se dedica a dar clases lo hace casi siempre por necesidadde supervivencia), y muchos menos son aquellos que han teni-do un entrenamiento específico en el muy complejo campo dela crítica. Así, en la vorágine de una práctica que se ejerce sinexperiencia previa y sin la reflexión necesaria, casi nadie está asalvo de imponer a los alumnos una idea bastante arbitraria delo que es una “buena” traducción, y se opta por el camino fácilde la descalificación abusiva, injustificada, que además se ve es-timulada por la posición de poder que se asume ante el alum-no. Por otra parte, es común que en el seno de una misma ins-titución no exista entre profesores el consenso mínimo desea-ble que les permita establecer parámetros objetivos y explícitosde evaluación. Por eso, a partir de los diversos problemas detraducción que puede plantear un determinado texto utilizadocomo examen, tendrían que establecerse de antemano los cri-terios de crítica que habrá de adoptar quien evalúa. Pero comoen los actuales planes de estudio tampoco existe —o por lo me-nos no de manera formal— la materia de crítica traductológi-ca, que debería proporcionar a los futuros traductores profe-sionales la competencia para dictaminar (dentro o fuera delmedio académico) de manera objetiva2 una traducción, puede

1 Katharina Reiss, La Critique des traductions, ses possibilités et ses li-mites, Université d’Artois, 2002, pp. 15-16, traducción del alemán deC. Boquet. [La traducción al español es mía.]

2 En este campo, ciertamente, es imposible establecer un concep-to de “objetividad” absoluto, por el simple hecho de que el conjuntode todas las teorías de la traducción no ha logrado llegar a un acuer-do en cuanto a qué es una buena traducción, y porque tampoco existeun modelo de crítica que sea aplicable a todos los textos traducidos.Pero es posible, sin embargo, establecer los criterios más convenien-

Si bien es cierto qutraducciones siempanalizado desde toperspectivas posiblel hecho de que esanálisis literario tano ha encontrado ten que ha de const

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afirmarse que hay tantos modelos de evaluación no asociada alconcepto de crítica como profesores de traducción puedenexistir. Y así, cada profesor aplica sus muy personales criterios—asentados en la creencia universal de que la traducción pro-pia siempre será mejor que la ajena— para dictaminar lo que esun error y para asignar calificaciones, casi siempre sin tomar enconsideración las estrategias que muy probablemente el alum-no estableció para su llevar a cabo su proyecto de traducción.

Por todo esto, creo que en el ámbitoacadémico deberíamos empezar a consi-derar la evaluación de traducciones co-mo una forma de crítica no desprovistade sus características profesionales, quenos permitiera volver objetivas las inevi-tables sanciones inherentes al contextoescolar, y además poner en relieve unaserie de elementos muy complejos, fun-damentales, como por ejemplo si la tra-

ducción propuesta por el alumno tiene sustento en un proyec-to —por más elemental que fuera— determinado de antemanoen función de las características del texto y en qué medida seajusta a dicho proyecto, o si no lo hace. De manera ideal, ten-dríamos que concebir una crítica-evaluación que, al dejar atráslos clásicos e insuficientes binomios bueno/malo, elegante/tor-pe, literal/libre (sustentados en una bipolaridad que deja de la-do los aspectos más interesantes de una traducción), nos per-mitiera adentrarnos en una crítica de mayor complejidad con-ceptual, en la que por fuerza el proyecto de traducción de unalumno (expresado ya sea en el espacio mínimo de un ejercicioen clase o de un examen de grado) puede resultar tan intere-sante como el de un traductor con muchas horas de vuelo.

Además, el alumno suele verse obligado a asumir comoirrefutables las correcciones de sus profesores, que en muchoscasos solo atienden de manera superficial los niveles léxico,morfosintáctico y semántico de un texto traducido, pues es deahí de donde el profesor puede obtener los elementos paradescalificar —por no destruir— las soluciones propuestas porel alumno, sin tener que justificarse mucho. Y santo remedio.Pero esto implica que al alumno se le vaya inculcando, pormedio del ejemplo, una total falta de conciencia crítica, tantodel trabajo propio como del ajeno, y corre el riesgo de quedarconvertido en un traductor imposibilitado para ejercer tareasmuy complejas, como las que se supone que un crítico de tra-ducción debe realizar. Por eso resulta deseable que al alumnole quede muy claro, desde el principio de su formación, quelas evaluaciones sobre sus textos traducidos están fuertementeancladas en un concepto de crítica que tiende más a observary analizar sus competencias que a simplemente desautorizar ycondenar.

También es común que en el medio escolar se practiquepreferentemente la evaluación de los textos, a partir de su re-formulación en la lengua de llegada. Sin objetar a priori estaforma de pensar la crítica (y, por ende, la traducción misma),diré que resulta al menos insuficiente, cuando de lo que se tra-ta es de poner en práctica ante los alumnos formas de evaluartraducciones con un enfoque mucho más amplio. Esta formade crítica es la que da prioridad al texto traducido, y se aplica

tes en función del proyecto de traducción planteado, de manera quese reduzca al máximo el riesgo de arbitrariedad.

e lasre se hanas lass, también lo esa forma de característico davía el lugar uirse

laGaceta 11

rsdio

u

en particular a los textos informativos,3 pues por lo general seconsidera que, para su adecuada traducción, este tipo de textosno merece mayor trámite que el simple traspaso de sus conte-nidos explícitos de información. El profesor considera, y así lohace sentir, que lo más importante en este caso es que el textoesté escrito en “buen español”, cualquier cosa que semejantevaguedad pueda significar en un contexto de formación de pro-fesionales, en donde tendría que preva-lecer una idea mucho menos fragmenta-ria del acto de traducir. Pero cuando setrata de traducción literaria, este fenó-meno tiene repercusiones mucho másgraves, y no sólo en el campo de la for-mación. Sobre todo, como veremos en-seguida, genera carencias alarmantes enel medio de la crítica profesional.

La mayor parte del tiempo, la críticade traducción, tal como se practica enMéxico, se confunde con la crítica de originales. Existe, enefecto, un cuantioso conjunto de estudios, miniensayos, rese-ñas y artículos que, a pesar de estar dirigidos a un público lec-tor de literatura traducida, tienen el defecto de no considerarsu objeto de análisis como resultado de un proceso traductorio.Casi siempre nos enfrentamos al hecho de que el crítico pien-sa en el texto traducido como si fuera un original, y es comúnque ni siquiera mencione que se trata de una traducción. Estoplantea un problema en dos niveles: al crítico le genera unapercepción errónea del texto traducido, y al lector potencialdel texto así analizado le proporciona una perspectiva literariainexacta, que es apenas una aproximación.4 Si se supone queestos análisis tienen como objetivo servir de guía autorizada enlo que se refiere al autor, a la obra, a la riqueza de su estilo, asus formas expresivas reconocibles y distinguibles de las deotros autores, a su manera personal de presentarnos en formade creación literaria una realidad determinada, a su relacióncon otras obras y, por último, a la relevancia y las repercusio-nes que por todo lo anterior dicha obra puede tener en el con-texto literario que la recibe, resulta evidente que no mencionarque se trata de una obra traducida es invalidar de entrada elanálisis realizado. Dicho de otra manera, se estudia la obra delautor mediante la obra del traductor, pero sin otorgarle a esteúltimo el espacio específico que por derecho le corresponde. Ysi para establecer sus puntos de vista, el crítico no toma encuenta que entre la obra original y la traducida —que es en rea-lidad el objeto sobre el cual ejerce su análisis— hay un segun-do creador, un intermediario5 que, para bien o para mal, ha de-

3 En cuanto al concepto de texto “informativo”, retomo aquí la ti-pología propuesta por K. Reiss en la obra citada, que comprende,esencialmente, cuatro categorías de textos: informativos, expresivos,incitativos y escritosonoros.

4 Suele considerarse que el escritor y el traductor literario proce-den, en lo que se refiere a sus respectivos procesos creativos, de ma-nera muy distinta. No hay duda de que esto resulta cierto en todos loscasos, incluso en aquellos de máximo alejamiento —en los que la tra-ducción se concibe como recreación o paráfrasis— por el simple he-cho de que siempre existe un antecedente, un texto original previo quees el punto de partida y que no puede dejar de tomarse en cuenta pa-ra cualquier forma de análisis del texto traducido.

5 Obviamente, “intermediario” no tiene aquí ninguna conno-tación negativa particular. Tiene sólo un uso práctico para desig-

Si por crítica de unhemos de entendeevaluación de la mique la practica tenmano del análisis rproyecto que le diposibilidades comodel horizonte tradel que fue pensada

12 laGaceta

jado su impronta en el nuevo texto, ¿cómo puede entonces lle-var a cabo su análisis? Una traducción, por más lograda quepueda considerarse, no es un original. Pero si nos atenemos ala enorme cantidad de reseñistas que analizan traducciones co-mo si de originales se tratara, podría pensarse que esta obvie-dad, a fin de cuentas, no lo es tanto. Es por eso que, ante tan-tos casos de flagrante omisión, el crítico tiene el deber ético de

restituirle al traductor literario su lugar,y de plantear en sus textos los elementosde análisis que mejor puedan orientar alos lectores de la obra, es decir, los ras-gos fundamentales de la traducción, elproyecto en que encontró sustento y,sobre todo, la posición teórica del tra-ductor, el horizonte a partir del cual rea-lizó su labor creativa.

Ahora bien, hay veces que sí se hacealusión al trabajo del traductor, pero por

desgracia la reseña suele encomendarse a críticos que se limi-tan a hacer un cotejo muy superficial entre texto original y tex-to traducido, quienes, por carecer de un fundamento metodo-lógico apropiado, plantean una simple “comprobación” de lasdiferencias.6 Al respecto, Antoine Berman, uno de los teóricosde la traducción que más luces ha arrojado en los últimos añossobre el concepto de crítica y los diferentes modelos de los quepuede valerse el crítico, dice con razón: “No hay, en tales ca-sos, ni estudio del sistema de estas diferencias, ni de los porquésde dicho sistema. No hay reflexión sobre el concepto de tra-ducción que, de manera invisible, desempeña el papel de ter-tium comparationis. De igual manera, estos estudios —que vande la evaluación directa (bueno/regular/malo) a análisis másneutros, más objetivos— no tienen las más de las veces una am-bición particular. No aspiran (¿acaso lo consideran siquiera?) adarse una forma rigurosa, que marcaría su especificidad, ni aproveerse de una metodología. Sólo comparan, confrontan, in-genuamente.”7

Esto explica que dichos análisis planteen aseveraciones tanvagas como “es una excelente traducción”, “es una traducciónmuy literal”, “está escrita en muy buen español”, “es muy libre,se aleja mucho del espíritu de la obra”, “se lee tan bien comoel original” o, incluso, “sin duda es mejor que el original”. Y porninguna parte aparecen argumentos concretos o verificables.Siguiendo a Berman, aceptaremos que esta forma tan elementalde crítica de traducción tiene insuficiencias descomunales y aca-rrea más perjuicios que ventajas. Pero como estas carencias de lacrítica no se originan de la nada, lo más importante es determi-nar sus causas, y no sólo sus efectos. Estas labores las realizanpor lo general personas que tienen una excelente formaciónliteraria, eso no debe ponerse en duda. Son críticos profesiona-les dedicados con ahínco a desmenuzar textos, tanto buenos

nar a aquel que se encarga de escribir el texto en la lengua de lle-gada.

6 Esto puede deberse a que un editor casi nunca es consciente dela enorme complejidad que supone hacer un trabajo de crítica de tra-ducción y, por lo mismo, no percibe la necesidad de encargar estas la-bores a quien cuente con el perfil metodológico adecuado para reali-zarlas.

7 Antoine Berman, Pour un critique des traductions: John Donne, Pa-rís, Gallimard, 1995, p. 44.

a traducción juicio yma, entonces elría que echarguroso del origen, de sus obra literaria,ctológico desde

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como malos. Pero, y aquí es donde se manifiesta la carenciafundamental, estas personas tan capaces para la crítica de obrasoriginales tienen apenas una idea aproximada de lo que es latraducción literaria, de lo que implica su gran complejidad, delas cualidades y competencias que requiere como proceso crea-tivo, y de los muy diversos proyectos de traducción que para unmismo texto se pueden plantear. De ahí que la formación, elentrenamiento y la profesionalización de críticos de traducciónresulte fundamental. Es menester formar no sólo buenos pro-fesionales de la traducción, sino también traductores profesio-nales capacitados para ejercer este tipo de crítica. Porque con-vendría preguntarse, insisto, si un crítico literario tiene atribu-tos para juzgar una traducción. No podemos negar que sabe deliteratura, que posee gran sensibilidad y un sentido muy desa-rrollado para juzgar calidades y defectos literarios, siempre enfunción de sus personales criterios artísticos y estéticos. Perotodo esto no le otorga las competencias que exigen el análisis yla dictaminación de una traducción. Y en cuanto a nosotros, lostraductores, por el solo hecho de serlo, ¿estamos capacitadospara hacer crítica de traducción? Es evidente que no. Por esocreo que deberíamos abrir los espacios para debatir amplia-mente estas cuestiones de primer orden. Revisar el estado queguarda en estos momentos la crítica de obras traducidas, sobretodo en nuestro país. ¿Quiénes la practican? ¿En qué forma lallevan a cabo? ¿Cuáles son las limitaciones que se les imponendesde fuera? ¿A partir de qué modelos conceptuales trabajan?Y por último, ¿qué efectos tiene la crítica sobre la forma en quenuestra cultura recibe y percibe las literaturas extranjeras?

Toda obra traducida, al igual que toda obra original, tienenecesidad de quedar iluminada por la crítica, por la sencilla ra-zón de que la crítica, en su esencia primaria, es ilustrativa. Por

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eso resulta urgente que, por una parte, siempre se practique te-niendo en mente al autor del texto traducido,8 y que por la otrarenuncie a la arbitrariedad, dejando atrás las tradicionales ad-jetivaciones impresionistas a las que por lo general recurre.9

Decir de una traducción que es “regular”, “insuficiente”, “ma-la”, “torpe”, “fea”, “traicionera” o “aberrante”, o por el contra-rio, “brillante”, “bonita”, “elegante”, “bella”, “magistral”, “in-superable” o “excelsa”, es condenarla —mediante un simpletrabajo de destrucción o de enaltecimiento— a que sus posibi-lidades literarias reales queden reducidas a una anécdota edito-rial, y sin que para ello medie el análisis apropiado. Tal vez es-to explique la incongruencia de que algunos lectores digan deuna obra bien traducida que se trata de una “pésima” traduc-ción… En todo caso, el deber del crítico (y aquí señalo que eldel profesor de traducción es el mismo) es explicar hasta don-de sea posible la razones del fracaso de una traducción, y conello, ir preparando el espacio necesario para posteriores retra-ducciones.

Si por crítica de una traducción hemos de entender juicio yevaluación de la misma, entonces el que la practica tendría queechar mano del análisis riguroso del proyecto que le dio ori-gen, de sus posibilidades como obra literaria, del horizonte tra-ductológico desde el que fue pensada. El crítico, en resumidascuentas, tendría que ser capaz de explicar cómo fue que llegóal descubrimiento de la verdad de esa traducción.

8 Véase “À la recherche du traducteur”, en A. Berman, op. cit., pp.73-82.

9 Berman, en gran medida, logró demostrar que la crítica de tra-ducción puede tener una base no subjetiva, no dogmática, no normati-va y no prescriptiva, es decir, una base de juicio consensual.

laGaceta 13

La llamada del sentidoAlfonso Montelongo

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No existe la traducción perfecta, la que iguala en la lengua de destino los efectos sensoriales y semánticos del texto original. El traductor busca localizar una esencia fundamental y emularla en la lengua de llegada, así como el autor aspiró a sembrar una semilla que germina en cada lector. Traducir, entonces, es prestar oído, y boca, a la más íntima llamada del sentido

Desde tiempo inmemorial se ha observado que entre las es-tructuras superficiales de dos lenguas cualesquiera hay una dis-paridad enorme, que hace muy difícil traducir de una a otra ha-ciendo justicia a ambas. El problema se complica si se trata depoesía, que se caracteriza por emplear de manera óptima losrecursos de su propio idioma. Esto ha llevado a afirmar tajan-temente que la traducción es imposible, como lo hicieron Frie-drich Schleiermacher y José Ortega y Gasset, entre otros pen-sadores célebres. No obstante, el ilustre Valentín García Yebranos recuerda que otro tanto puede decirse de la comprensión:“Si la comprensión de un texto pudiera ser total, sería tambiénposible que varios lectores, al leer ese texto, comprendieranexactamente lo mismo. Ahora bien, es seguro que nunca doslectores perciben exactamente lo mismo en un texto de algunaamplitud y de cierta riqueza.”1 Por supuesto, esto no nos im-pide tratar de comprender y de traducir; son actividades tanimportantes, tan fundamentales para la humanidad, que no po-demos prescindir de sus logros, aunque sean parciales.

Ya Cicerón intentó orientar las tentativas en este campo:“traducir sentido por sentido, y no pala-bra por palabra”. En la historia de la tra-ducción en occidente se observan dosgrandes tendencias, dos maneras de su-perar la imposibilidad de traducir. Gar-cía Yebra representa la que predominacuantitativamente: “la traducción noconsiste en reproducir exactamente las estructuras formales deun texto —eso sería copiar el texto, no traducirlo—, sino en re-producir su contenido (y, en lo posible, su estilo)”.2 Quizás elcaso extremo de esta tendencia sea el de Nicolas Perrot d’A-blancourt (1606-1664), quien hizo escuela al adaptar autoreslatinos a veces ásperos (Tácito, Tucídides, Jenofonte) al gustode los lectores contemporáneos, al grado de que sus traduccio-nes son conocidas como belles infidèles.

La segunda tendencia privilegia el texto original, por lo quese inclina a la literalidad. Se trata de ensanchar la lengua propiay de enriquecer su literatura pasando por la obra extranjera, afin de alcanzar lo universal. Entre los paladines de esta corrien-te están los románticos alemanes, a quienes siguen Walter Ben-jamin y Antoine Berman. Este último expresa su misión así:

1 Valentín García Yebra, Teoría y práctica de la traducción, Madrid,Gredos, 1984, 2a. ed., vol. 1, p. 31.

2 Ibid., p. 34.

La traducción conen encontrar lo node la lengua materintroducir en ella lextranjera y su ma

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“Ahí donde la calca no permite el juego, ahí donde el desarro-llo discursivo destruye los efectos de sonoridad, la re-produc-ción del sistema general de la lengua latina, sin sujetarse rígida-mente a la materialidad del original, sino sometida solamente ala ley que rige esa materialidad, permite ‘reconstituir’ todo. Li-bertad y literalidad se unen.”3 Con esto se especifica el lugar pri-vilegiado de la traducción en nuestra cultura: el traductor tieneque buscar constantemente las zonas, los intersticios de su len-gua que no han sido normados. Él puede hacerlo; el escritor no,o sólo en raras ocasiones. La traducción consiste precisamenteen encontrar lo no normado de la lengua materna para introdu-cir en ella la lengua extranjera y su manera de decir. Benjaminlo había planteado así: “La tarea del traductor es absorber en lalengua propia esa lengua pura que está desterrada como ajena,liberar en la recomposición la atrapada en el original. Por ellarompe el traductor las apolilladas barreras de su lengua: Lute-ro, Voss, Hölderlin y George ampliaron las fronteras del ale-mán.”4 La mayoría de los traductores opta por una vía interme-dia entre las dos tendencias mencionadas.

El gran poeta, ensayista y traductor Tomás Segovia admitecomo obvia la imposibilidad de traducir, pues ninguna traduc-ción real pretende legítimamente ser inmejorable. “[S]iemprees posible otra versión […] siempre es posible seguir tradu-ciendo; en una palabra: decir que nunca es posible traducirsignifica que siempre es posible traducir, que siempre siguesiendo posible la traducción.”5 Esta apertura infinita, esta im-posibilidad de establecer una ecuación entre dos enunciadosno afecta sólo al ámbito de la traducción. Obsérvese la fre-

cuencia con que se emplean, en todo ti-po de discursos, frases como “es decir”,“en otras palabras”, etcétera. Así, pues,normalmente aceptamos que lo que sedice en unas palabras puede decirse enotras, y lo que se ha dicho de otro mo-do sigue siendo lo mismo. Segovia in-

fiere: “no es sólo que siempre hubiera podido traducirse deotro modo lo que dice un original, es que también pudo decir-se de otro modo (en su lengua original). Vemos entonces que

3 “Là où le calque ne permet pas de jeu, là où le déroulement dis-cursif détruit les effets de sonorités, la re-production du système géné-ral de la langue latine, n’étant pas rigidement assujettie au factuel del’original, mais liée seulement a la loi régissant cette facticité, permetde tout ‘reconstituer’. Liberté et littéralité s’unissent”, Antoine Berman,La Traduction et la lettre ou l’auberge du lointain, París, Seuil, 1999, p.131. [Las traducciones incluidas aquí son del autor del artículo.]

4 “Jene reine Sprache, die in fremde gebannt ist, in der eigenen zuerlöschen, die im Werk gefangene in der Umdichtung zu befreien, istdie Aufgabe des Übersetzers. Um ihretwillen bricht er morsche Sch-ranken der eigenen Sprache: Luther, Voss, Hölderlin, George habendie Grenzen des Deutschen erweitert”, Walter Benjamin, Illuminatio-nen, Francfort, Suhrkamp, 1977, p. 60.

5 Tomás Segovia, Páginas de ida y vuelta, México, El Equilibrista,1993, p. 215.

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los supuestos que nos llevan a afirmar que la traducción depoesía es imposible implican también que la significación, to-da significación, es imposible.”6 Ver con escepticismo las tra-ducciones (especialmente las de poesía), a diferencia de lostextos originales, sean poéticos o prosaicos, es injusto e impli-ca ignorar el verdadero proceso de la significación, “ese mun-do donde la palabra ‘mismo’ va siempreentre comillas”.7 Por eso, cuando lee-mos un texto original y lo juzgamos (ac-ciones inseparables), oscuramente pre-sentimos otras posibilidades del texto,textos que dirían “lo mismo”, aunquede otra manera; pero esa “misma” cosaque se diría de otras formas no puedehaber salido sino del texto: es el mismotexto el que nos la sugiere.

Todo enunciado es innecesario, o seaque pudo no decirse y pudo decirse deotra manera: ser otro enunciado. Pero lo que se llama texto esun tipo de enunciado, generalmente escrito, que tiende a sa-cralizarse, a presentarse como intocable. El traductor profanael texto al convertirlo en otro, con lo que pone en juego elpropio fundamento del lenguaje: la posibilidad de tener otracosa que es “la misma”, otro texto que es “el mismo”, otropoema que es “el mismo”. Así, el traductor vuelve a la contin-gencia original del lenguaje, a ese nivel donde el enunciado, alemerger, antes de solidificarse en texto, podría haber sido muydiferente: “También el poema es una traducción de no se sabebien qué.”8

Aun a pesar de sus convicciones teóricas, el traductor expe-rimenta un regreso a lo anterior al texto, al auténtico sentido,que no es perceptible (o simplemente no existe) hasta que suenunciación lo hace aparecer como la llamada de lo que pedíaser enunciado pero no es el enunciado mismo, sino que siguesiendo esa llamada que puede tener otras respuestas, otrosenunciados: “lo único, en resumen, desde donde es posible otraversión, y que hace de todo enunciado versión, versión de loshechos, versión de la verdad, incluso, si se quiere, versión de símismo”.9 A esa experiencia primigenia podría apuntar la famo-sa frase de Marcel Proust, generalmente citada fuera de con-texto: “[E]se libro esencial, el único verdadero, un gran escri-tor no tiene que inventarlo en el sentidocorriente (puesto que ya existe en cadauno de nosotros), sino traducirlo. El de-ber y la tarea de un escritor son los de untraductor.”10

6 Ibid., p. 216.7 Ibid., p. 217.8 Tomás Segovia, Resistencia. Ensayos y no-

tas 1997-2000, México, Ediciones Sin Nom-bre-unam, 2000, p. 206.

9 Segovia, Páginas…, p. 224.10 “[C]e livre essentiel, le seul livre vrai,

un grand écrivain n’a pas dans le sens cou-rant à l’inventer puisqu’il existe dèjà en cha-cun de nous, mais à le traduire. Le devoir etla tâche d’un écrivain sont ceux d’un tra-ducteur”, Marcel Proust, À la Recherche dutemps perdu, París, Robert Laffont, 1987,vol. 3, p. 721.

El traductor intena su lector la expelengua y un mundacercándolos en laposible a la experiy cultural que le eaproximando esta mundo y la lengua¿No es esto lo carade la significación

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Generalmente el traductor intenta comunicar a su lector laexperiencia de una lengua y un mundo extraños, acercándo-los en la medida de lo posible a la experiencia lingüística ycultural que le es familiar, al mismo tiempo que aproxima es-ta experiencia al mundo y la lengua del texto original. Ahorabien, ¿no es esto lo característico de la significación en gene-

ral? Significar, o sea representar connexos de sustitución o de equivalenciahumanos e históricos, no automáticosni naturales, ¿no es encontrar bajo laforma de un signo lo que está significa-do, gracias a ciertas condiciones quehacen que sólo encontremos lo mismopor encontrar otra cosa? “En particu-lar, cuando el hombre quiere significarlo nuevo, lo extraño, no puede sino re-currir a lo conocido y ponerlo a decirotra cosa, pactando con su interlocutor

sobre una ficción: que lo desconocido fuese como lo conocido,y viceversa.”11

Si el traductor vive agudamente la experiencia originariade la significación, no es de extrañarse que Benjamin viera enla traducción la fase superior de la creación literaria: “[N]in-guna traducción sería posible si, por su esencia, tuviera quebuscar la semejanza con el original; pues éste se prolonga enuna ‘sobre-vida’ que no debería llamarse así si no fuera trans-formación y renovación de lo vivo. Las palabras, aun fijas, si-guen madurando.”12 Como escribió Berman,13 para el cora-zón materno de cada lengua todas las otras son parientes pró-ximas; por eso el traductor, que atiende la llamada delsentido, descubre el parentesco no filológico ni lingüísticoentre las lenguas.

11 Segovia, Páginas, p. 243.12 “[K]eine Übersetzung möglich wäre, wenn sie Ähnlichkeit mit

dem Orignal ihrem letzten Wesen nach anstreben würde. Denn inseinem Fortleben, das so nicht heißen dürfte, wenn es nicht Wand-lung und Erneuerung des Lebendig wäre, ändert sich das Original.Es gibt eine Nachreife auch der festgelegten Worte”, Benjamin, op.cit., p. 53.

13 Berman, op. cit., pp. 141-142.

a comunicar iencia de una extraños,medida de loncia lingüística familiar, yxperiencia aldel texto original.cterístico n general?

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El segundo sexo (según un zoólogo)Sarah Glazer

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La traducción es puerta de entrada a las ideas gestadas enun idioma extranjero… cuando se practica correctamente.En este recuento de yerros, debates intelectuales yeditoriales acerca de la traducción al inglés de El segundosexo, de Simone de Beauvoir, se manifiestan los riesgos queenfrenta el pensamiento cuando esa puerta no se abre deltodo o cuando conduce a un sitio inesperado. Da escalofríospreguntarse cuántos casos como el que se describe en estetexto, publicado en el Book Review de The New York Times,enfrentamos los lectores de lengua castellana

“Una mujer no nace, se hace”, escribió en 1949 Simone deBeauvoir en El segundo sexo, escandalizando a los lectores consu afirmación de que el destino de esposa y madre era un mitomaquinado por los hombres para negarles libertad a las muje-res. Al rechazar conceptos como el instinto materno, su librogeneró tanto controversia (el Vaticano lo prohibió) como ven-tas (más de 20 mil ejemplares en Francia durante la semana desu lanzamiento).

Hoy El segundo sexo es reconocido ampliamente como el tex-to fundacional del feminismo moderno. La traducción inglesa,que resultó un best-seller cuando en 1953 Alfred A. Knopf lapublicó por primera vez en Estados Unidos, ha vendido más deun millón de ejemplares. Ingrediente fundamental de todocurso sobre estudios de género, la traducción de Knopf —dis-ponible bajo los sellos de Vintage y Everyman— sigue siendohoy la única versión impresa en Estados Unidos.

Y, sin embargo, tal vez los lectores estadounidenses no ha-yan leído realmente El segundo sexo. En The Legacy of Simone deBeauvoir [La herencia de Simone de Beauvoir], una nueva colec-ción de ensayos compilada por Emily R. Grosholz, diversas es-tudiosas de Beauvoir sostienen que la traducción al inglés estan torpe que distorsiona los propósitos de la autora y la pre-senta como una pensadora incoherente.Nancy Bauer, académica de la TuftsUniversity, contó “literalmente cientos”de errores de traducción que van desdepifias elementales hasta confusiones enel uso de la jerga académica. “Términosfilosóficos con un significado preciso enfrancés se convierten en lo contrario delo que dice Beauvoir”, afirma otra cola-boradora, Toril Moi, profesora de litera-tura y lenguas romances en la DukeUniversity. Como consecuencia de ello, “Beauvoir terminasiendo, en inglés, una pensadora inconsistente”.

Por supuesto, ni siquiera las devotas de Beauvoir sostienenque El segundo sexo sea perfecto tal como ella lo escribió. La eva-luación que hace Elizabeth Hardwick de la traducción inglesa—“terriblemente sensata y brillantemente confusa”— podríareferirse igualmente al texto original (y eso que la reacción dela crítica francesa a la aparición del libro fue aún más hostil que

La traducción al inEl segundo sexo es tdistorsiona los prola autora y la presepensadora incohercontado cientos detraducción que vanelementales hasta cen el uso de la jerg

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la que mereció en Estados Unidos). En ambos idiomas, a me-nudo es difícil desplazarse en el libro, pues hay pocas notas alpie que sirvan de orientación y tiene una prosa acelerada y untanto desaseada, que nos hace sentir como si la autora hubieraquerido volcar de golpe todos sus pensamientos sobre el papel—una evidencia de que Beauvoir lo escribió aprisa, en un lapsode unos dos años durante el que también se dedicó a otros pro-yectos—. El tono mismo del libro —analítico, casi frío— diolugar a una de las críticas más frecuentes: que Beauvoir era con-traria e incluso hostil a las mujeres y a la maternidad. “Escribióun libro colosal sobre las mujeres en el que de inmediato quedaclaro que no le gustan y que tampoco le gusta ser mujer”, escri-bió en una reseña de 1953 el poeta y novelista inglés StevieSmith. Posteriormente, las críticas feministas denunciaron queBeauvoir parecía considerar la maternidad como algo esencial-mente incompatible con una vida independiente.

Académicas como Bauer y Moi sostienen que estas deficien-cias se ven incrementadas por una traducción mala y anticua-da, que por momentos revela una elemental incomprensión delo que Beauvoir plantea. Por ejemplo, Moi cita una frase en laque Beauvoir parece generalizar sobre las limitaciones de lasmujeres cuando escribe que las madres francesas están blo-queadas “a pesar de” la disponibilidad de guarderías diurnasconvenientemente organizadas. Pero ése es un error de traduc-ción: en el original francés (“faute de crèches, de jardins d’en-fants convenablement organisés”), Beauvoir de hecho atribuíala “parálisis” de las mujeres a la falta de ayuda para la crianzade los hijos, lo que es un comentario realista sobre las limita-das opciones que enfrentaban las mujeres en la Francia de losaños cuarenta, cuando las guarderías eran escasas y tanto elcontrol de la natalidad como el aborto eran ilegales.

Además de la mala interpretación de palabras y expresiones,la edición estadounidense eliminó casi un 15 por ciento del tex-to francés original (cerca de 145 páginas), con lo cual se debili-

taron seriamente las secciones referentesa la literatura y la historia de las mujeres,siendo que Beauvoir fue una de las pri-meras en considerarlas temas de estudiolegítimos. Se omitieron numerosas citasde novelas y diarios de mujeres —porejemplo de Virginia Woolf, Colette ySofía Tolstoi— que utilizaba para respal-dar sus argumentos. Relatos históricospoco conocidos sobre mujeres que desa-fiaron los estereotipos femeninos, como

las nobles del renacimiento que comandaron ejércitos, tambiéndesaparecieron de la edición en inglés.

¿Qué se hizo mal con El segundo sexo? La respuesta tal vezsea tan simple como la palabra sexo. Cuando Blanche Knopf,esposa del Alfred A. Knopf y editora por méritos propios, com-pró el libro en un viaje a Francia, tuvo la sensación de que era“un moderno manual actualizado sobre sexo”, semejante al in-forme Kinsey, según cuenta Deirdre Bair en su biografía Simo-

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ne de Beauvoir (1990). Alfred Knopf, quepensó que el libro sería “de verdad capazde generar un interés muy amplio” entre“las muchachas en lugares como elSmith College”, encargó la traducción aHoward Madison Parshley, un profesorde zoología jubilado que había escritouna obra sobre reproducción humana yque generalmente reseñaba libros sobresexo para The New York Herald Tribune.Parshley sabía francés sólo por sus añosde estudiante en la Boston Latin Schooly en Harvard, y no tenía ninguna forma-ción en filosofía —mucho menos en esenuevo movimiento que se conocería co-mo existencialismo, del que Beauvoirera una representante—. “Parshley noleyó nada sobre el existencialismo hastael momento de terminar la traducciónde toda la obra, cuando buscó algo sobrelo que escribir para su introducción”,afirma Margaret A. Simons, profesorade filosofía en la Southern Illinois Uni-versity en Edwardsville y autora de Beauvoir and “The SecondSex” (1999).

Beauvoir, atenta estudiosa de Hegel y Heidegger, a menudose refería a la obra de éstos usando términos específicos que losfilósofos franceses reconocían, pero Parshley no. Toril Moi,que hizo un detallado análisis de la traducción, señala porejemplo que la palabra sujeto en el existencialismo generalmen-te se refiere a una persona que ejerce la libertad de elección,mientras que Parshley entendió subjetivo en su sentido cotidia-no inglés, o sea como algo “personal” o “no objetivo”. En susmanos, las discusiones de Beauvoir acerca de la afirmación desí misma de la mujer como sujeto se convierten en trivialidadesque implican que las mujeres son incapaces de ser objetivas.

Más grave aún, cuando Parshley encontraba términos exis-tencialistas para la existencia —como pour soi, o sea “ser parasí”— en relación con la vida de las mujeres, a menudo los tra-ducía como la “verdadera naturaleza” de la mujer o la “esencia”femenina, nociones que habrían sido repudiadas por Beauvoir,según Moi.

¿Qué pensó la propia Beauvoir de la traducción? En su in-troducción, Parshley dice que casi todas sus “modificaciones”(es decir, cortes) fueron realizados “con autorización expresade la autora, párrafo por párrafo”. Pero según la biografía deBair, Beauvoir se enojó tanto con los cambios que quería quela edición de Knopf llevara una declaración que la desmarcarade esas modificaciones. El editor ignoró esa petición, tanto co-mo —para ser justos con Knopf y con Parshley— Beauvoir ha-bía ignorado sus reiterados pedidos de consulta sobre el texto.En cuanto a los errores de traducción, ella los conoció apenasen 1982, cuatro años antes de su muerte, cuando Margaret Si-mons escribió un artículo sobre el tema y se lo envió. Beauvoirle contestó a Simons: “Me dejó consternada descubrir hastaqué punto el Sr. Parshley me interpretó mal. Deseo con todomi corazón que usted pueda publicar una nueva traducción.”

La controversia actual sobre la traducción de Knopf es fru-to de un renovado interés, en los años noventa, entre las femi-nistas académicas que analizaron los textos franceses originales

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de las obras de Beauvoir. Esta nueva generación considera queBeauvoir merece un reconocimiento como filósofa mayor queel que usualmente recibe, pues tal vez sea más conocida, al me-nos en su país, como amante y seguidora de Jean Paul Sartre,su compañero de toda la vida. Ella se distinguió en 1929 comoapenas la novena mujer en Francia que había aprobado los cé-lebres exámenes de agrégation en filosofia: a sus 21 años, seconvirtió en la estudiante más joven, hombre o mujer, que losaprobaba. (Obtuvo el segundo puesto, sólo detrás del propioSartre.) Algunos estudiosos de Beauvoir sostienen que ella an-ticipó ideas existencialistas que supuestamente se originaroncon Sartre. Según Simons, los diarios de Beauvoir cuando eraestudiante muestran que pronto se preocupó por el problemadel Sí mísmo y el Otro, términos que utilizó en El segundo sexopara describir el nivel de casta inferior de las mujeres, pero quetambién fue central para el existencialismo. “La gente dice quelo tomó de Sartre. Pero eso fue dos años antes de conocerlo”,dice Simons, que es una de las compiladoras de siete volúme-nes con la traducción al inglés de los escritos de Beauvoir, in-cluidos sus diarios.

El existencialismo fue ciertamente crucial para El segundo se-xo, aunque, mientras lo escribía, Beauvoir se dio cuenta de queel marco existencialista articulado por Sartre no funcionaba deltodo para las mujeres. Como escribe Claude Imbert, profesorde filosofía en la École Normale Supérieure de París, en TheLegacy of Simone de Beauvoir, ella llegó a la conclusión de que,más que libertad de elección, “la mujer encuentra un destino”con una “limitada gama de opciones”. Leer la traducción deParshley, sin embargo, implica perder de vista todos los asun-tos en discusión.

En mayo de 2000, la hija adoptiva y heredera literaria deBeauvoir, Sylvie Le Bon de Beauvoir, pidió una nueva traduc-ción. “Esta edición es un escándalo y hemos hecho mal en to-lerarla durante tanto tiempo”, le escribió al editor francés deBeauvoir, Gallimard, citando “numerosas quejas de los acadé-micos”. Beauvoir “estaba consternada con los cortes —agre-gó— y más aún con las malas traducciones que traicionaban su

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pensamiento, de lo que se quejaba con frecuencia.” No obstan-te, cuando Gallimard se dirigió a Knopf y su división de librosen rústica, Vintage, propietarios en forma conjunta de los de-rechos exclusivos de la traducción al inglés, para encargar unanueva, éstos rechazaron la propuesta. “Nos dejó pasmados sufalta de interés”, dijo Anne-Solange Noble, directora de dere-chos internacionales de Gallimard. Harvard University Press,entre otras editoriales estadounidenses,también tenía interés en encargar unnuevo El segundo sexo, pero ha perdido elentusiasmo dada la situación de los de-rechos. “Es una obra maestra de la filo-sofía del siglo xx, pero en inglés está es-tancada”, opinó una editora ejecutiva dela editorial, Lindsay Waters.

Los voceros de Knopf y Vintage senegaron a explicar su decisión de no au-torizar una nueva traducción. Pero TorilMoi dice que en el año 2000 los editoresle dijeron que el mercado para el libro no era suficientementeamplio como para justificar el costo de una nueva edición. Ac-tualmente se venden al año alrededor de 12 mil ejemplares dela edición en rústica de Vintage y mil de la edición en pasta du-ra de Everyman, según Russell Perrault, vicepresidente y di-rector de promoción y relaciones públicas de Vintage; los cur-sos universitarios representan un 40 por ciento de dichas ven-tas. Anne-Solange Noble considera que una traducciónactualizada podría atraer lectores más allá de esa base universi-taria —como le ocurrió a la editorial Pax de Oslo en 2000,

Alfred Knopf encade El segundo sexozoología jubilado quna obra sobre rephumana y que genreseñaba libros sobThe New York Heraque sabía francés sde estudiante y noformación en filos

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cuando publicó una nueva traducción para reemplazar su edi-ción de los años sesenta: vendió 20 ejemplares en pocos meses.

Por supuesto, una nueva traducción no necesariamente de-jará en claro si El segundo sexo sigue teniendo relevancia para lasmujeres de hoy. Los críticos de Beauvoir dicen que su descrip-ción de la vida de las mujeres es anticuada, que ella se identifi-ca más con los hombres que con las mujeres y que rechaza la

raza y la clase generalizando a partir desu experiencia como hija blanca de laburguesía francesa.

Por su parte, al releer no hace muchoEl segundo sexo, la psicóloga Carol Gilli-gan dijo que le sorprendió hasta quépunto el análisis de Beauvoir, hecho en1949, anticipó los hallazgos de su propiainvestigación, por ejemplo que las chi-cas que son “francas y temerarias” a losnueve años se vuelven sumisas al acer-carse a la adolescencia. “Beauvoir ya lo

había observado”, afirma.Una nueva traducción significaría al menos para los lectores

de habla inglesa la posibilidad de acceder finalmente a las pa-labras de Beauvoir liberadas del sesgo de los años cincuentacon que trabajó Howard Parshley. Pero a menos de que Knopfcambie de idea, los lectores estadounidenses tendrán que espe-rar hasta 2056, cuando El segundo sexo pase al dominio público,para descubrir qué pensaba realmente Simone de Beauvoir.

© The New York Times, 2004

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La tarea de traducirDulce María Granja Castro de Probert

Para Lía

Una de las funciones originales de nuestra casa fue volcar a nuestra lengua obras clave de las ciencias sociales. En este texto asistimos a la explicación, tanto vivencial como teórica, de cómo pueden —y por qué deben— traducirse hoy las grandes obras de la filosofía, cuyos retos metodológicos se asemejan a los que plantea la traducción de obras literarias

1

“La primera tarea del Fondo fue traducir libros”, decía hace 25años Emigdio Martínez Adame, uno de sus ilustres fundadores,en el discurso de celebración del 45 aniversario de la más im-portante casa editora de Latinoamérica.1 Más que evocacióncuriosa, estas palabras rememoran y recalcan las de otro ci-miento principalísimo y director de la misma durante sus pri-meros 14 años de vida, Daniel Cosío Villegas, para quien elempeño educativo del fce era el servicio y móvil esencial al quedebía estar destinado el naciente fideicomiso. La empresa nopodía ser lucrativa, su meta era netamente educativa y cultural.Así, para los generosos constructores de esta sociedad coope-rativa, traducir al español los libros más importantes fue la ma-nera de remediar, siquiera parcialmente, la ignorancia de laslenguas extranjeras en los lectores mexicanos.2 Y los miembrosde esa excepcional generación se ofrecían ellos mismos comotraductores. De esta manera vino a publicarse en enero de1935 el primer libro del Fondo, un texto de economía, El dólarplata de William P. Shea traducido por Salvador Novo. El se-gundo libro, igualmente un texto de economía publicado enese mismo año, fue el Karl Marx de Harold Laski traducidopor Antonio Castro Leal, otro de los hombres decisivos en lagestación y nacimiento del fce.

El centro rector de todas sus actividades fueron los propó-sitos educativos y culturales, y traducir siguió siendo una acti-vidad ininterrumpida, abierta, plural, guiada por el imperativode incrementar el número de lectores poniendo al alcance decuantos fuera posible los libros fundamentales que vale la penareleer. Por ello el Fondo no se limitó a hacer cultura económi-ca y muy pronto en su catálogo aparecieron las obras cumbredel pensamiento universal,3 incorporando la filosofía, la histo-

1 Cfr. Emigdio Martínez Adame, “Parto natural”, en La Gaceta delFondo de Cultura Económica, núm. 405, septiembre de 2004, “Sobre los70 años del Fondo de Cultura Económica”, p. 6.

2 Cfr. Daniel Cosío Villegas, “Trust Fund for Economic Lear-ning?”, en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, núm. 405, sep-tiembre de 2004, “Sobre los 70 años del Fondo de Cultura Económi-ca”, p. 8-12.

3 Cfr. Arnaldo Orfila Reynal, “Hacia un fondo de cultura univer-sal”, en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, núm. 405, septiem-

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ria, la sociología, etcétera. Así, por ejemplo, en 1940 se publi-ca la primera y única versión en lengua española del Leviatánde Thomas Hobbes, traducida por Manuel Sánchez Sartó yacompañada de un impecable estudio preliminar.

Impulsor incansable de obras que son el cimiento de impor-tantes disciplinas, en breve tiempo el Fondo incorporó a su ca-tálogo las obras de Spinoza, Locke, Hegel, Dilthey, Husserl,Cassirer, Heidegger, Jaspers, Weber, Lévi-Strauss —en tra-ducciones de José Gaos, Wenceslao Roces, Eugenio Ímaz, Ed-mundo O’Gorman, entre otros— y muchas más que no po-drían enumerarse ahora con precisión y que hacen del fce lacasa editorial de mayor trayectoria en la configuración del pen-samiento iberoamericano. Así, por ejemplo, la primera traduc-ción completa de la Fenomenología del espíritu de Hegel a la len-gua española fue la que hiciera Wenceslao Roces en 1966 parael Fondo y la primera traducción castellana de El ser y el tiem-po de Heidegger fue la realizada en 1951 por José Gaos para es-ta misma casa editorial. Actualmente el catálogo del Fondocomprende unos 8500 títulos, de los cuales el 44 por cientoson traducciones.

Como una confirmación más de este perseverante propósi-to cultural y educativo, que tiene como uno de sus núcleos me-dulares la imprescindible tarea de traducir y dar a conocer enel propio ámbito lingüístico obras esenciales de la creación li-teraria y el pensamiento universal, el Fondo de Cultura Eco-nómica, la Universidad Nacional Autónoma de México y laUniversidad Autónoma Metropolitana presentan la colecciónBiblioteca Immanuel Kant que ofrecerá al orbe hispanoha-blante versiones críticas bilingües de las obras del gran filóso-fo alemán, acompañadas con estudios preliminares, comenta-rios, bibliografías, índices y demás recursos didácticos que pro-curan hacer de ellas textos útiles, eminentemente educativos,con afán de servir al lector.

Como se ve, la traducción ha sido un tema de primera im-portancia en la historia del fce. Así, pues, me referiré breve-mente a la tarea del traductor que tan bien ha sabido recono-cer y valorar el Fondo en sus colaboradores y que resume bue-na parte de la inspiración que le ha dado impulso desde 1934,sin que ello signifique haber cancelado los espacios para laproducción en nuestra propia lengua, impulsando las nuevasvoces que con el paso de los años se tornarían eximias. Empe-ro, habré de limitar esta pequeña aportación a la tarea de latraducción filosófica y el lugar sui generis que ocupa en la tra-ducción literaria haciendo ver que los problemas que planteala tarea de traducir son de índole típicamente filosófica. Paraconcluir esta modesta participación, me referiré de maneraigualmente breve a lo que creo que es lo más importante enmi propia experiencia como traductora del Fondo de CulturaEconómica.

bre de 2004, “Sobre los 70 años del Fondo de Cultura Económica”,p. 13-15.

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Es claro que el lenguaje científico es distinto del lenguaje lite-rario y por ello la tarea de traducción de un texto científico di-fiere de la de traducir un texto literario. El lenguaje de la cienciaes preciso, exacto, excluye la equivocidad, se dirige exclusiva-mente al entendimiento, no incluye en nada la individualidaddel autor ni revela en nada su personalidad; por ello la traduc-ción científica es la reproducción invariante e idéntica, encuanto al contenido, de una estructura puramente conceptualpor medio de otra estructura equivalente.4 Cosa muy distintaocurre en el lenguaje literario; es éste un lenguaje que tiende ala individualidad pues su autor ha usadosu lengua materna con prodigiosa finuralogrando armonizar algo que parece im-posible conciliar: modificar el uso ordi-nario del idioma sin que deje de ser in-teligible. Y así, el autor desliza levemen-te el sentido habitual de una palabrahaciendo que el conjunto de objetos queella designa no coincida exactamentecon el conjunto de objetos que esa mis-ma palabra suele designar en su uso ha-bitual. En esta ligera desviación y sutildesplazamiento, se condensan no sólo factores intelectuales si-no también, y principalmente, las resonancias emotivas, los to-nos y cargas emocionales, los contenidos sensitivos y volitivosque la palabra tiene para el autor. El conjunto y tendencia ge-neral de estas desviaciones del escritor es lo que llamamos suestilo. Por ello el estilo es individual, es el espíritu, el hálito vi-tal del escritor. “El estilo es el hombre mismo”, dice el belloaforismo del conde de Bufón.5 En correspondencia, el alma dela verdadera obra literaria es esa su inconfundible peculiaridad,la irrepetible y única manera en que ella da forma concreta auna idea. De ahí que la obra literaria sea como un universo ensí mismo, un cosmos con sus leyes propias e inmanentes, lascuales no pueden ser explicadas mediante una metodología

4 Cfr. Valentín García Yebra, En torno a la traducción, Madrid, Gre-dos, 1989, p. 47.

5 El famoso aforismo “Le style est l’homme même” proviene delbreve e impecable discurso intitulado “Sobre el estilo”, que GeorgesLouis Leclerc, conde de Buffon (1707-1788), pronunciara en 1753con motivo de su recepción en la Academia Francesa.

La traducción filosy penetra en muchlas fronteras de la científica y la traduDe aquí se sigue qobras literarias, incfilosóficas, den lugy tan diversas interpues su riqueza signunca es capturada

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científica que capture sólo lo que hay decomún y general entre las cosas, pero nolo singular e irrepetible. La obra litera-ria sólo puede ser descubierta y com-prendida directamente por la intuición—a la par confusa y luminosa— del lec-tor.6 Ciertamente es en la poesía dondela individualidad del escritor se expresacon la mayor fuerza; sin embargo, todaliteratura, aunque se escriba en prosa, espoesía pues es una forma única, total-mente insustituible, de descubrir elmundo y fundamentar la realidad. Portodo ello, la traducción filosófica roza ypenetra en muchos puntos de las fronte-ras de la traducción científica y la tra-

ducción literaria. De aquí se sigue que las grandes obras litera-rias, incluidas las obras filosóficas, den lugar a tantas y tan di-versas interpretaciones pues su riqueza significativa nunca escapturada íntegramente. Cuanto más rica y valiosa es una obraliteraria, tanto más difícil es agotar su mensaje.

Suscribiendo las palabras de George Steiner,7 podemos de-cir que la importancia de la traducción radica en que entenderes traducir y la comunicación humana es una traducción. Deeste modo, el asunto de la traducción nos lleva hasta los arca-nos más recónditos del maravilloso fenómeno que es la lenguay el habla8 y nos revela la índole y condición de uno del losquehaceres más propios del ser humano al poner de relieve la

dualidad, la tensión vital, de la existenciahumana subyacente en el lenguaje

En efecto, al igual que la existenciahumana, la tarea de escribir y traducirtiene un carácter de esfuerzo, de deno-dado afán. Cuando el autor de una obraquiere comunicar una idea o expresar unsentimiento, tiene que perseguir insis-tentemente la forma idónea. Es decir, seesfuerza por apresar la forma en la quesu idea o su sentimiento alcanzan la ex-presión más transparente y precisa, la

forma que mejor los reproduce. Intenta transmitir al lector unaidea exactamente igual a la que él concibe o una emoción iguala la que él siente, y busca que el lector palpite y vibre en la mis-ma sintonía, al unísono con él, con la misma intensidad. Sepropone que el lector alcance la altura de su mente y la hondu-ra de su corazón, que le sostenga el ritmo y el aliento. Pero elsentido que damos a las palabras está fijado en gran medida pormúltiples contextos, por el conjunto de las situaciones existen-ciales en que las hemos aprendido, está inserto en la historiadentro de una perspectiva que es relativa en no pocos aspectos.Por ello, para comprender y sentir un texto literario tal y co-mo lo hace su autor sería menester haber aprendido las pala-bras en los mismos contextos y situaciones históricas y viven-

6 Cfr. Dámaso Alonso, Poesía española. Ensayo de métodos y límites es-tilísticos, Madrid, Gredos, 1971, p. 398.

7 Cfr. George Steiner, Después de Babel: aspectos del lenguaje y la tra-ducción, México, fce, 2001, p. 69.

8 Cfr. José Ortega y Gasset, “Miseria y esplendor de la traduc-ción”, en Revista de Occidente, Madrid, 1967, p. 109.

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pretaciones nificativa íntegramente

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ciales del autor, cosa imposible pues entrañaría ser el autormismo. Por ende, ningún lector comprenderá la totalidad delmensaje de una obra literaria escrita, ya no digamos en unalengua ajena, ni siquiera en la propia lengua materna. Más aún:puesto que la lengua tiene una poderosa fuerza modeladora, demodo que en buena medida nuestro pensamiento está adscritoa la lengua pues fragua en ella, resulta que pensar es, en esamisma medida, hablar consigo mismo, tratar de entenderse a símismo. Así, pues, visto en su mayor desnudez, tendríamos quereconocer que la lengua no nos permite decir muchas cosas yque nuestro lenguaje está hecho en gran parte de silencios.¡Quién es el que sabe y puede expresar bien todo lo que sientey quiere! Sin embargo, no deberíamos por ello sentirnos des-corazonados. Al contrario, evitando la simplificación arrogan-te, deberíamos sentirnos alentados puesto que estos silenciosson elocuentes y persuasivos: nos convencen de que el lengua-je, precisamente porque apenas roza ligeramente los asuntosmás importantes y humanos, y escasamente logra expresar unapequeña parte de lo que pensamos y sentimos, faltándole mu-cho para calar el fondo último de las cuestiones verdaderamen-te radicales, ha de estar permanentemente atento, abierto, re-ceptivo. Cada lengua habrá de curarse del prejuicio de quenuestra habla logra expresar todo lo que pensamos; habrá detrabajar incesantemente por robustecer su capacidad expresivaenriqueciéndola con la de otros pueblos: abrirse y acoger otrasformas de ver el mundo, dar a conocer y trasponer una fronte-ra lingüística vinculándonos con una alteridad totalmente in-dispensable e insustituible porque, suscribiendo las palabras deGoethe, sólo entre todos los hombres es vivido por completolo humano.

Esta audaz integración de la humanidad es una convicciónbasada en un postulado metafísico9 recogido de la gran in-fluencia que Walter Benjamin10 —quien escribió algunos delos textos más hondos e importantes sobre la tarea de la traduc-ción— recibiera de Immanuel Kant. Es el postulado de que elsaber humano es colectivo y de que todo conocimiento está co-nectado pues forma parte de la unidad del espíritu humano, dela universalidad de sus experiencias. La humanidad es un todovivo, un gran organismo que se desenvuelve históricamente yque a través del tiempo va desarrollando y perfeccionando suspotencialidades espirituales.

Pero hemos de decir que en estas ideas de Benjamin se re-cogen y se dejan oír las voces de otros dos hombres, igualmen-te influidos por Kant, cuyos trabajos y aportaciones en esta ma-teria fueron decisivos: Goethe, uno de los grandes “poetas-fi-lósofos”, y Humboldt, uno de los hombres que con mayoragudeza reflexionó sobre la naturaleza del lenguaje y la traduc-ción. Hay pues una línea no interrumpida que corre de Kant aBenjamin y que, pasando por Goethe y Humboldt, sostiene

9 Cfr. Susan Sontag, “El mundo como la India”, conferencia pro-nunciada en la Cátedra San Jerónimo del Queen Elizabeth Hall, quetodos los años se da cita en Londres para discutir el tema de la tra-ducción literaria. La conferencia se reprodujo en Letras Libres, no-viembre de 2003; véase especialmente el apartado 6 de dicha confe-rencia.

10 Cfr. el célebre ensayo que Walter Benjamin escribió en 1923 co-mo prólogo a su traducción de Tableaux parisiens de Baudelaire bajo eltítulo de “La tarea del traductor”. De este ensayo se cuenta con laversión española en Discursos interrumpidos, Madrid, Taurus, 1973.

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que el lenguaje está surcado por la urdimbre de la corriente in-cesante de la unidad universal y que la continuidad de la gamade formas de vida está atravesada por una trama compleja y ar-moniosa.11 Cada lengua engendra y da forma a una interpreta-ción espiritual de la realidad, pero permanece ontológicamen-te incompleta, pues ninguna puede, por separado, satisfacer elpropósito de llegar a un lenguaje puro. Ninguna es capaz deexpresar por ella sola la totalidad o de dar a sus hablantes la cla-ve del sentido de la existencia. Cada lengua es un fragmento deese lenguaje puro y por ello ha de renovarse y evolucionar per-siguiendo la identificación con la totalidad ideal del espíritu,contribuyendo en la búsqueda de una “gramática fundamen-

11 Para Goethe, véanse sus pensamientos sobre la traducción en lasnotas preliminares y en el extenso epílogo de su obra de 1819, Divánoccidental-oriental, en Obras completas, Madrid, Aguilar. Por otra parte,Humboldt trabajó en una amplia serie de escritos desde 1820 y prác-ticamente hasta su muerte, entre los cuales destaca el titulado Sobre laestructura diferenciada del lenguaje humano y su influencia sobre la evolu-ción espiritual de la humanidad.

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c

tal”, intentando traducir la experiencia humana a una esfera su-perior: la del lenguaje de la verdad, que es el auténtico lenguaje.

Para Benjamin, plegándose en esto a Goethe y Humboldt,la intuición de la universalidad debe entenderse con un rigortotalmente exento de metáforas pues manifiesta la relación ín-tima, vital, que hay entre un texto original y su traducción. Enefecto, una obra vive en la medida en que es comprendida y eloriginal debe su supervivencia, su expansión póstuma más vas-ta y siempre renovada, a la traducción. La vida del original esinseparable de su traducción pues al ser queno está sometido a renovación alguna sólo leresta morir. La traducción es una nueva for-ma para el contenido de la obra original: esla forma de la obra en su nueva lengua. Porello la traducción es un quehacer esencial eimprescindible para el progreso espiritualdel hombre. Sin ella no se habrían propaga-do los grandes movimientos de la cultura humana y se habríaperdido el influjo de las civilizaciones. Podríamos suscribir unavez más las palabras de Goethe y repetir: “Dígase lo que sequiera sobre las insuficiencias de la traducción, ésta seguirásiendo una de las empresas más importantes y dignas de inte-rés en todo el mundo”.12 No obstante que la traducción ponede relieve la íntima conexión que guardan los idiomas entre sí,es un instrumento efímero y momentáneo para interpretar loque tiene de singular cada lengua; es un modo más o menostransitorio y provisional para avenirse con la alteridad de laslenguas. En efecto, la tarea del buen traductor es buscar de ma-nera consciente y deliberada que el caudal de la propia lenguase enriquezca internamente. Lo que una lengua toma de otrase convierte en parte integrante de su evolución interna, quecompleta lo que le falta. El traductor enriquece su lengua per-mitiendo que la lengua de la que traduce la penetre y modifi-que. Expande su lengua materna mediante la perseverante re-colección de los más preciados tesoros de las lenguas que igno-ramos, acercando su lengua a ese punto de convergencia dellenguaje puro, disperso en todas las lenguas vivas y en el cualtodas se unifican. La tarea de traducir es un imperativo teleo-lógico de búsqueda tenaz de puentes y conexiones que comu-niquen entre sí todas las lenguas dispersas del habla humana.En efecto, podría decirse que la tarea de traducir se asemeja yevoca la configuración real de la corteza cerebral y sus incon-tables —en el sentido literal del término— redes neuronales.

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Como uno de los caminos de tráfico cultural más intenso en elmundo hispanoparlante y destacado foco de la actividad tra-ductora en lengua española y en colaboración con la Universi-dad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autóno-ma Metropolitana, el Fondo de Cultura Económica pone porprimera vez al alcance de quienes no dominan el alemán unatraducción en face, testi a fronte (la lengua alemana a la izquier-da y el español a la derecha) de la obra profunda y luminosa deKant, hito fundamental de la literatura filosófica. Con ello ycon sus demás recursos didácticos, por ejemplo las tablas detraducción de conceptos, la Biblioteca Immanuel Kant quiereinvitar y alentar al lector a ensayar su propia traducción de la obra

Lo esencial de es que el tradudespertar y avivmismo la atency la benevolencque traduce

12 Carta de Goethe a Carlyle en julio de 1827.

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que tiene entre las manos, facilitando que vea y oiga a través delas limitaciones propias de toda traducción. Aclararé este ver yoír a través refiriéndome a las dos bellas metáforas con las queSusan Sontag y Valentín García Yebra ilustran respectiva y ar-moniosamente la tarea de traducir. Para la autora de Contra lainterpretación, la traducción nos permite ver a través de sus fal-tas y deficiencias tal y como se ve a través (o se pasa por alto)de la mala copia rayada de una entrañable película que vemosde nuevo y por la que siempre se siente gratitud. Para García

Yebra, el traductor se asemeja a unmúsico que traspone una composi-ción de un tono musical a otro; omejor aún, que adapta una pieza es-crita para un conjunto de instru-mentos de modo que sea ejecutadapor otro conjunto de instrumentosde naturaleza distinta, despertando

así multitud de tonos que dormitaban en los instrumentos nopulsados.

Por mi parte, me parece que lo esencial de la tarea de tra-ducir es que el traductor aprenda a despertar y avivar dentro desí mismo la atención, la docilidad y la benevolencia ante el tex-to que traduce. Esta atención, docilidad y benevolencia no sonsino reflejo y expresión de la actitud de confianza radical quedebe tener el traductor y por la cual concede de antemano queexiste realmente “otra” manera de decir, que existen en verdadotras personas distintas a uno mismo para quienes el mundo esde otra manera. Por ello la tarea de traducir es un ejercicio queamplía nuestras simpatías, educa nuestro corazón y entendi-miento, y profundiza nuestra conciencia,13 pues coloca la pro-pia realidad a la luz de un modelo superior. Para mí, la traduc-ción representa la pasión de vivir y es el espejo que reviertenuestra mirada hacia el interior, entregándonos así la imagende la propia identidad. Simboliza el viaje interior en el que to-dos los seres humanos nadan y bracean afanosamente en el in-menso mar de la vida y nos permite exclamar felizmente, conOctavio Paz, que somos contemporáneos de todos los hom-bres.

Quizás una buena manera de cerrar esta colaboración seahacer un pequeño ejercicio de traducción de un fragmento deObras maestras de la lengua alemana del gran escritor Emil Stai-ger. Creo que aquí queda expresada, en muy pocas palabras, laactitud fundamental que ha de animar al traductor desde lomás hondo de sí para lograr una lectura fructífera: “Los órga-nos del conocimiento, sin los cuales no es posible una lecturaadecuada, se llaman respeto y amor. Tampoco la ciencia puedeprescindir de ellos, pues sólo se comprende y se distingue loque es poseído por el amor y sin el amor quedará vacía.”14

Cuando descubro que la tarea traductora de Manuel GarcíaMorente hizo accesible a Kant por primera vez en mi lenguamaterna y fue para mí el instrumento de enormes repercusio-nes, caigo en la cuenta de lo mucho que le debo y de que dichatarea ha de ser asumida y re-emprendida con gratitud.

la tarea de traducir tor aprenda aar dentro de síión, la docilidad ia ante el texto

13 Cfr. Susan Sontag, “El mundo como la India”, § 6.14 “Die Organe der Erkenntnis, ohne die kein rechtes Lesen mö-

glich ist, heißen Ehrfurcht und Liebe. Auch die Wissenschaft kannihrer nie entraten; denn sie begreift und scheidet nur, was die Liebebesitzt; und ohne Liebe bleibt sie leer”, Emil Staiger, Meisterwerkedeutscher Sprache.

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Traducir el catecismoJeffrey Browitt

Están preparándose las versiones en inglés de diversasobras mexicanas que el Fondo hará circular en el mercadoestadounidense, entre la cuales se cuenta el Nuevo catecismo para indios remisos, de Carlos Monsiváis. Su traductor, académico australiano que ejerce su oficio lo mismo con actitud lúdica que con rigor semántico, describe aquí la singular experiencia que significó poner en el idioma del imperio del norte unos textos que lidian con el otrora imperio español

Es obvio que la mayor parte de las traducciones del español alinglés se hacen en Estados Unidos, y eso tiene muchas razones:la proximidad geográfica, que significa que ha habido una lar-ga tradición de intercambio cultural; el gran mercado de con-sumo cultural en Estados Unidos, y el enorme desarrollo de losllamados “estudios de área” después de la segunda guerra mun-dial, especialmente los estudios latinoamericanos. Este desa-rrollo obedecía, en parte, a la dinámica de la guerra fría: huboofensivas en las áreas diplomática, militar y económica de par-te de Estados Unidos para tratar de contrarrestar la influenciade la Unión Soviética, y viceversa, y aún más después de Gua-temala en 1954 y la revolución cubana en 1959. Hubo, comoextensión a esa actividad, ofensivas en la esfera cultural, que in-cluía el otorgamiento de premios literarios, la fundación de re-vistas literarias y la traducción de muchos textos, no sólo los li-terarios.

En Australia no éramos ajenos a esas batallas ideológicas,pero no teníamos influencia alguna sobre ellas. De hecho, losestudios latinomericanos en Australia sólo empezaron de verasdespués de aproximadamente 1970 y de manera benigna, comola ampliación de campos de estudio dentro de un país bastantemodernizado y siguiendo el ejemplo tanto de Estados Unidoscomo de Gran Bretaña. Como es de su-poner, los estudios latinoamericanosempezaron a través de departamentos deespañol, historia y sociología. Pero nun-ca ha habido mucha actividad en cuantoa la traducción de obras literarias. Salióhace unos años una muy buena traduc-ción de John Brotherton de una selec-ción de poemas escritos por el poeta cu-bano Pablo Armando Fernández. El li-bro es una edición bilingüe que se titulaAprendiendo a morir/Learning to Die. Pe-ro más allá de eso, en Australia hay po-quísima actividad traductora de obras li-terarias en español. Esta falta se debe arazones obvias: primero, y como acabode mencionar, el tardío establecimientode estudios latinoamericanos y del espa-ñol en Australia y, por ende, la falta deuna tradición de este tipo de actividad;

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segundo, el mercado de consumo más grande es Norteaméricay, en segundo plano, Gran Bretaña, y hay siempre una sinergiaentre el lugar de consumo y el volumen de traducciones. Co-mo pueden imaginar, las editoriales australianas no quierenarriesgarse a vender traducciones de literatura en español y, esmás, típicamente las editoriales van primero, me imagino, aEstados Unidos en búsqueda de editoriales anglosajonas dis-puestas a publicar o al menos distribuir traducciones.

¿Qué decir entonces de la traducción de Nuevo catecismo pa-ra indios remisos, de Carlos Monsiváis, y de dónde vino el deseode traducirlo? La traducción se titula A New Catechism for Re-calcitrant Indians. El título en inglés no traduce exactamente eloriginal que dice “indios remisos”, o sea reluctant indians. Yoprefiero la palabra recalcitrante y le expliqué a Monsiváis el por-qué y él está satisfecho con el cambio. Las fábulas son un tipode contraconquista ficcional y lo que sale en ellas, tanto de par-te de los indígenas como de la postura ideológica de la irónicavoz narrativa, es un sentimiento de resistencia; de ahí mi pre-ferencia por la palabra recalcitrante, que retiene ese matiz opo-sitor. Las fábulas exponen los estragos de la evangelización ca-tólica de los indígenas mexicanos en la época colonial, la hipo-cresía de la iglesia, lo irracional de los argumentos teológicos,la represión sexual sublimada en la prédica eclesiástica y el po-der del discurso en el intento de controlar la conciencia de lagente. Así, hay lecciones morales allí para todas las ocasiones,incluso para el siglo xx de dictaduras y totalitarismos, y paranuestro mismo tiempo, dominado por la mentalidad neolibe-ral: en todas estas épocas una combinación de mentira, egoís-mo, lenguaje manipulador y autoengaño nos conduce al desas-tre. Ahora, no es mi intención cargar a Monsiváis con la reden-ción del mundo, pero es evidente que a pesar del abundantehumor, en el libro hay un mensaje serio y democrático. Encierto sentido la obra es un acto político y la traducción tam-

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bién. Decir eso, sin embargo, no pretende disminuir en nada lacalidad literaria del Nuevo catecismo.

Para los que conocen el libro, hay una fábula que lleva el tí-tulo del libro: “Nuevo catecismo para indios remisos”. Esta fá-bula, junto con otra —“Las dudas del predicador”—, las utili-zo en el salón de clase en mis cursos universitarios para ilustrarel choque de culturas que ocurrió en la época colonial. Así queNuevo catecismo tiene utilidad más allá de lo obvio, o sea, el pla-cer que uno extrae de su lectura por la brillantez de las cons-trucciones narrativas y las situaciones a veces cómicas. Nuevocatecismo es un libro atrevido dentro del contexto mexicano, pe-ro representa lo mejor del espíritu democrático-crítico. Es im-prescindible recordar que una democracia sólo funciona biencuando permite, y de hecho alienta, la crítica reflexiva, es de-cir, la autocrítica, sin la cual una sociedad sólo tiene una demo-cracia coja, a medias, y a veces quizá ni eso. Carlos Monsiváis,como es bien sabido, desempeña esta función necesaria. En-tonces parte de la razón por la cual quería traducir Nuevo cate-cismo era para contribuir a la diseminación de ese acto político,además de celebrar y hacer conocer a uno de los mejores escri-tores mexicanos del siglo xx, y de este siglo también.

Yo no soy traductor “profesional”, lo que no quiere decirque sea incompetente, sino simplemente que no me gano la vi-da haciendo traducciones —ni siquiera las hago a medio tiem-po—. Y no tengo que hacerlo porque el estado australiano mepaga un salario académico. Esta situación me da cierta libertad:puedo seleccionar cuidadosamente lo que me interesa traduciry traducirlo con cariño y con tiempo, saboreando cada palabra,con tal de que no tenga fecha límite para entregarlo. Éste ha si-do mas o menos el proceso con la traducción de Nuevo catecis-mo para indios remisos. Yo empecé a traducirlo hace más de dosaños sin haber asegurado una editorial que lo publicara. Sólocontaba con el permiso verbal de Carlos Monsiváis. Así quequiero hablar de la historia accidentada de la traducción del li-bro. Pero primero saltemos atrás al año 1974, pues quiero con-tar un poco de mi historia personal y cómo se engranó conAmérica Latina, con la literatura que tanto amo, y finalmentecon Nuevo catecismo. Es una historia de conexiones y muestracómo llegué de manera idiosincrática a ser traductor.

En aquel entonces, 1974, yo era un joven australiano que vi-vía en Helsinki, Finlandia, porque tenía una novia finlandesa.Aprendí a hablar el finlandés con muchadificultad, aunque más o menos bien pa-ra un extranjero, y animado por ese éxi-to me puse a estudiar español. ¿Por quéel español? Franco estaba a punto demorir y yo quería ir a España para expe-rimentar ese tremendo cambio culturalque todos sabíamos que iba a darse. To-mé clases de español con Máximo Fen-leigh, un chileno que estudiaba ingenie-ría en la Unión Soviética cuando ocu-rrió el golpe de ese otro dictador, Augusto Pinochet. Máximose había mudado a Finlandia con su esposa rusa cuando yo loconocí. Era una gran persona, pero pésimo profesor de espa-ñol —sólo dictaba clases para ganarse por la noche unos pesosextra—. Sin embargo, me entusiasmé con las clases, aunqueMáximo nunca tenía suficiente información para saciar mi in-terés académico. Un día, desesperado, Máximo tiró sobre lamesa un informe oficial de las Naciones Unidas sobre las atro-

No es mi intencióMonsiváis con la rdel mundo, pero ea pesar del abundaen el libro hay un y democrático. EnNuevo catecismo paremisos es un acto la traducción tamb

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cidades cometidas en Chile por el régimen de Pinochet: “Leeeso”, me dijo. Y así lo hice. De hecho empecé a traducir el in-forme al inglés como práctica. De esa manera recibí una fuer-te dosis de política con mis clases de español, de la cual, afor-tunadamente, nunca me he recuperado. Pero no sólo eso: Má-ximo me dio también poemas de Pablo Neruda y los tradujepor el puro goce de medirme con un texto poético en español,aun cuando ni siquiera manejaba muy bien la lengua.

A pesar de las clases de español, sin embargo, nunca fui a Es-paña. Volví a California, donde había vivido durante un año en1972. Quería saludar a unos viejos amigos antes de volver aAustralia, pero me quedé por cinco años, como inmigrante ile-gal: de hecho, ¡me llamaban el “mojado australiano”! Trabajémucho como obrero con mexicanos en la construcción de con-dominios para los ricachones de Palm Springs. En 1981 volví acangurolandia, decidido a estudiar en la universidad. Hice la li-cenciatura en español e historia latinoamericana. Después hiceuna maestría en literatura y lingüística en el Instituto Caro yCuervo en Bogotá, Colombia, en los años ochenta, y durante elsegundo año de la maestría nos tocó estudiar una materia llama-da Literatura Latinoamericana Contemporánea. En cierta par-te del curso, el profesor nos entregó una lista de novelas lati-noamericanas recientemente publicadas y nos pidió que esco-giéramos una para analizar dentro de los parámetros teóricosque veníamos estudiando. Yo escogí una novela brasileña olvi-dable. Mi novia colombiana, quien ahora es mi esposa, escogióNuevo catecismo para indios remisos. Ni ella ni yo nos dimos cuen-ta al principio de la importancia del libro, una colección de 35fábulas satíricas. Luego tuvimos que escribir una tesis de maes-tría. Yo había escogido como texto a analizar el cuento “El sur”,de Jorge Luis Borges. Ella no sabía qué hacer y yo le sugerí unanálisis sociocrítico de Nuevo catecismo. Ya a estas alturas yo es-taba un poco obsesionado con el libro. Ella hizo su tesis sobreNuevo catecismo y yo me quedé queriendo traducirlo al inglés.En aquel entonces sólo existía la primera edición.

Saltemos ahora a 1994. Carlos Monsiváis fue invitado comoorador a un congreso académico en Melbourne, Australia. Tu-ve la oportunidad de presentarme y contarle lo de la tesis de miesposa, pero no me atreví a pedir permiso para hacer la traduc-ción. De todos modos él me autografió el ejemplar que tene-mos de Nuevo catecismo. Dos años después salió la nueva edi-

ción, ahora con 50 fábulas en total y conlos maravillosos grabados en color deFrancisco Toledo, que en mi opiniónahora son parte integral del libro. Sinembargo, la vida intervino y no volví a latraducción por mucho tiempo. Además,no tenía prisa porque no había conse-guido quién la publicara.

Carlos y yo nos vimos brevemente enWashington en el congreso de la LatinAmerican Studies Association en sep-

tiembre de 2001. Le conté cómo andaba la traducción y me diouna pista muy buena: había que leer la versión premoderna dela Biblia de Reina-Valera para apreciar el lenguaje de los cléri-gos de la época colonial. Salimos de Washington justo antesdel ataque contra las torres del centro mundial de comercio.Después de muchos ires y venires, entonces, en 2002 entré ple-namente en la traducción de Nuevo catecismo. Y lo hice de estamanera: lo traduje completo y luego mi esposa hizo una revi-

cargar adención evidente que, te humor, ensaje serio

cierto sentidoa indios olítico y én

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sión minuciosa comparando línea por línea el original con latraducción. Después agregué las correcciones y sugerencias.Releí todo, pensando entonces en el fluir del inglés, es decir,mirando si el inglés era apropiado como inglés y si el registrolingüístico y el estilo se compaginaban con el original. Esteproceso a veces involucró días angustiándome no más por unascuantas frases o palabras casi imposiblesde traducir. Tenía muchas dudas y temo-res, el mayor de los cuales era ser descu-bierto como farsante, un charlatán dis-frazado de traductor.

¿Cómo traducir un texto sin destruirsu calidad literaria —estoy seguro de quemuchos traductores han pasado por es-to—?, ¿cómo traducir la ironía y el hu-mor con la misma eficacia que el autorpuso en el original? Un problema quesurge en la traducción es que hay que ha-cer frente a la posibilidad —que es muy real— de que al tradu-cir se debe manipular el texto de tal manera que se entienda enla otra lengua pero sin destruirlo. En la búsqueda de esa clari-dad, muchas veces nos vemos obligados a dividir oraciones enunidades más pequeñas y buscar palabras y giros adecuados queen nuestra lengua se acerquen al original, especialmente cuan-do éste copia el estilo de textos religiosos antiguos, como es elcaso de Nuevo catecismo. Ya sabemos que Carlos Monsiváis tieneuna gran riqueza expresiva y que juega con la sintaxis. Perdí lacuenta de las veces en que mi esposa y yo le dimos vueltas y re-vueltas a determinada oración, o en la que, habiéndome decidi-do por determinada expresión, pasé mucho tiempo dudando desi ésa era la fórmula correcta o si habría otra que capturara me-jor la esencia del original. Hacer esta traducción me confirmóque no es posible hacer una traducción de un texto cultural co-mo éste en el vacío. Uno tiene que familiarizarse con el contex-to cultural del autor y del texto, buscar fuentes, hacer pregun-tas y hacerse preguntas. Traté de familiarizarme con el ambien-te del México colonial y traté de entender el contenido del libro

Aunque es un textsumamente humormoraleja de sobra catecismo y el mendemocrático. Sus rtratan el periodo cla iglesia católica dla vida social y espque remiten tambiépoca contemporá

¡Dibújame un traductor!Marie-José Lamorlette

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dentro de ese contexto, dentro además del contexto de un libroescrito por un intelectual mexicano en el periodo posterior a1968, y todo lo que esto implica culturalmente en México. En-contré, por ejemplo, que el estilo humorístico irreverente deMonsiváis es muy inglés, con fuertes dosis de ironía y understa-tement, al estilo de Oscar Wilde pasando por Salvador Novo,

ambos escritores muy admirados porMonsiváis. Quizás haya allí también elsarcasmo filosófico de Walter Benjamin.

Después de la primera traducciónha habido varias versiones, la últimasiempre más pulida que la anterior. Es-ta traducción fue un proceso lento, pe-ro del cual gocé mucho porque, comohe dicho, yo hago traducciones porquedisfruto de los textos y porque éstossignifican algo para mí. El año pasado,Carlos me informó del proyecto del

fce en conjunción con la Fundación para las Letras Mexica-nas. Me animó la noticia y volví a pulir la traducción obsesi-vamente.

Aunque es primeramente un texto ficcional sumamente hu-morístico, hay moraleja de sobra en Nuevo catecismo y el men-saje es democrático. Los relatos en Nuevo catecismo no sólo tra-tan el periodo colonial cuando la iglesia católica dominaba lavida social y espiritual, sino que remiten también a nuestraépoca contemporánea cuando los políticos, el clero, los empre-sarios y los profetas del neoliberalismo intentan ejercer su do-mino sobre la conciencia de las clases populares: ellos provie-nen de los profetas desiertos. El libro atenta contra el abuso delpoder en todas sus formas y en todas partes, y expone cómo esepoder se plasma, de manera insidiosa y maligna, en la texturadel lenguaje de los que mandan. Considero entonces que mitraducción del libro contribuye a ese gesto democrático y sirvepara cambiar la dirección, aunque sea un poco, de las corrien-tes de conocimiento y producción cultural, de sur a norte, ytambién para suscitar un diálogo sur-sur.

ficcionalstico, hayn Nuevo

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Asomémonos al taller de una traductora de libros para niños y jóvenes. Su modo de ejercer el oficio —desde la selección de las obras que acepta traducir hasta el trabajo sucio que a veces debe hacerse,desde los modos de cobrar hasta la ética de quien es fiel a los autores y editores— es un refrescante acercamiento a una de las maneras en que hoy se gestan las obras que leen las futuras generaciones

Hablar de una trayectoria tan larga como la mía en el campode la traducción de “literatura juvenil” —esta expresión reem-plazó en el uso común y corriente a las de “literatura infantil”

o “para niños”, consideradas demasiado simplistas— implicaun verdadero reto, ya que el panorama editorial ha cambiadodesde 1977, fecha de mis comienzos en esta profesión. Y a pe-sar de los fenómenos masivos que hemos atestiguado duranteestos últimos años en el sector de la edición —reagrupamien-tos económicos que heredan las diferentes editoriales, antiguaso recientes, en el seno de “gigantes” que dominan el merca-do—, la literatura juvenil sigue siendo un terreno creativo, enprogreso constante. Más aún, se nota una verdadera explosiónde ventas fundada en operaciones de marketing a gran escala,que crean una increíble emulación (rivalidad) y una competen-cia feroz entre los principales editores. Estas olas rompientes,inauguradas hace una década con el formidable éxito de la co-

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lección Goosebumps (novelas de terror del autor estadouni-dense R. L. Stine), asediadas por el maremoto Harry Potter yotras obras del mismo tipo que funcionan en concordancia conpelículas o series televisivas de difusión mundial —por ejem-plo El hombre araña, El Grinch, Les désastreuses aventures des orp-helins Baudelaire, de Lemony Snicket (unos quince capítulos y“la película” anunciada para navidad), sin olvidar la nueva ten-dencia “heroic fantasy”al estilo de la célebre El Señor de los Ani-llos, de J. R. R. Tolkien.

Esta evolución, que por supuesto no es exclusiva de Francia,equilibra la proporción de los libros traducidos en relación conlas creaciones francesas. Ya era bastante importante —aproxi-madamente 50 por ciento—, pero aumenta y da una ventaja in-discutible a las obras traducidas del inglés de Inglaterra o delde Estados Unidos. Dicho esto, los libros en cuestión no son,sin embargo, de calidad mediocre y los “dictaminadores” habi-tuales (libreros, bibliotecarios, docentes, críticos especializadosde la prensa o de la radio), después de haber denigrado duran-te mucho tiempo las “series”, consideradas como menos noblesy menos creativas, se congratulan de estos éxitos que hacenvolver a muchos jóvenes a la lectura —y prueban que son to-davía capaces de leer libros “gordos”.

Para regresar a mi experiencia personal y a las tendenciasdel oficio de traductor juvenil, es claro que este sector de laedición sigue siendo un “mundito” donde las relaciones detrabajo entabladas a lo largo de los años cuentan mucho. Losdirectores de colecciones conocen a sus traductores —la ma-yoría de las veces son gente motivada que de verdad ama estecampo y que traduce este tipo de obras por gusto y no por fa-cilidad—. Es preciso mencionar también a los traductores quecambian de editorial, lo que sucede cada vez más seguido, y

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pueden aumentar así su radio de acción sin tener que hacertrámite alguno, lo que constituye una ventaja apreciable. Enmi caso, toda mi carrera se debe a tres cartas que envié a sen-dos editores cuyos libros leía cuando era chiquita (citándolesmis títulos preferidos). Era algo así como “lanzar una botellaal mar”, porque el medio editorial pasaba por ser muy cerra-do, un medio al que se podía entrar sólo a condición de cono-cer a alguien. Ahora bien, las respuestas fueron inmediatas: yatenía experiencia como traductora (económica y jurídica) ytraducía del alemán y el portugués, lenguas en las que los can-didatos eran raros. Una vez abiertas esas puertas, aprendí minuevo oficio con tanto placer y pasión que me propusieronlecturas, traducciones y otros trabajos de edición (revisiones yorganización de manuscritos, redacción de cuartas de forros,etcétera) y me pidieron trabajar en mis otras lenguas (el inglés,el español y el catalán). Bastante rápido pude cambiar de cate-goría, pasando de la de profesión liberal, como los médicos,los abogados o los arquitectos, a la de artista-autor, al igualque los escritores. El oficio de traductor literario, sobre todojuvenil, pasa por ser mucho menos bien pagado que el del tra-ductor técnico, y es cierto que las tarifas por página no tienenninguna comparación. Pero las cargas sociales son claramentemenos importantes y la libertad de trabajo mucho más grande—cuando se tiene la oportunidad de poder jugar con variasposibilidades y de tener un volumen de encargos suficiente—ya que uno puede programar mes por mes los libros a traducir,en lugar de trabajar día por día.

Para terminar con este aspecto “práctico” de nuestra profe-sión, en Francia los traductores literarios reciben como pagopor su traducción una cantidad llamada à-valoir (anticipo) cal-culada sobre el número de páginas traducidas y acompañada de

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un porcentaje de las ventas futuras. Este porcentaje puede pa-recer pequeño (de 0.1 a 2.0 por ciento, ya que en la literaturajuvenil hay que prever también la remuneración del ilustrador,llegado el caso), pero en nuestro terreno los títulos traducidospueden permanecer por mucho tiempo en el mercado y serreeditados varias veces. Los derechos de autor son considera-dos a partir de que el monto de la suma à-valoir ha sido reba-sada, lo que sucede bastante seguido en el periodo en que unlibro es “vendido” bien por los comerciantes y logra contactara su público. Sin embargo, hoy la situación económica se en-dureció y debemos pelearnos para no aceptar una “tarifa fija”,es decir una cantidad definitiva que no será rebasada sea cualsea el éxito del libro. Los traductores juveniles tienen muchoque perder en esto, ya que, por ejemplo, yo continúo teniendoderechos de mi primera traducción publicada hace 25 años: unvolumen de la serie Oui-Oui —en inglés Noddy, del exitoso au-tor Enid Blyton— cuyas ventas han sido reactivadas por unacaricatura y por vastas operaciones de marketing. Por otro la-do, en el contexto actual, es evidente que el trabajo del traduc-tor puede ser presentado por el éxito mediático de la obra ori-ginal que tradujo, sin que esto dependa directamente de su “ta-lento”. Por ejemplo, yo traduje un volumen de la serieGoosebumps, del que se vendieron 350 mil ejemplares —y queaún me brinda derechos diez años después— simplemente por-que la serie misma tuvo un éxito fulminante (y porque los tex-tos eran buenos, a pesar de las reservas que pudiera tener so-bre el fondo —el mecanismo del terror, cada vez más maca-bro—, que me han empujado a no aceptar más de un libro).

Estas consideraciones reposan mucho sobre nociones comoproductos y público objetivo, de manera cada vez más precisa, através de “series por edad” claramente definidas, que son con-sideradas para ayudar a los padres a escoger libros para sus ni-ños (“primeras lecturas”, 7-8 años, 9-11 años, “a partir de los12 años”, etcétera). Por suerte, todavía es posible pasar a travésde los puntos cada vez más cerrados de esta red editorial y en-contrar “buenos libros” para traducir, en la forma y en el fon-do —trátese de títulos “aislados” (álbumes, novelas, cuentos,fábulas filosóficas) o incluso algunas series extranjeras bien es-critas y bien hechas—. Desde hace algunos años, los editoreshan vuelto a publicar libros de ficción para adolescentes (des-pués de haber estimado durante cierto tiempo que este públi-co podía leer obras “para adultos”, loque les autorizaba a no destinarle una li-teratura propia de su edad). Se puedenencontrar así excelentes textos de muybuena calidad literaria (novelas históri-cas o de formación, testimonios de vida, aventuras). En otroscasos —obras más “comerciales” y de más fácil acceso plasma-das en la realidad cotidiana y contemporánea—, encontrar lajusta medida y adaptarse al lenguaje del publico pertinentepuede constituir un serio desafío para el traductor, que sabeque en este terreno las modas pasan muy rápido.

Aquí se toca la manera en la que los libros llegan al traduc-tor juvenil y al trabajo que se plasmó en las obras propuestas.En mi caso, los editores siempre me dan los libros —porque notengo tiempo de buscarlos yo misma—. Y si, por casualidad,sucede que un autor me propone directamente sus obras (estose dio con autores portugueses), en general espero que estos li-bros se inscriban en una de las colecciones para las que traba-jo antes de proponerlas a mi vez. Pude incluir, por ejemplo,

Es un verdadero ptraductor logra fundel autor y prestar

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textos que me llegaban directamente en una recopilación decuentos de Portugal que yo estaba encargada de formar.

La mayoría de las veces se presentan dos casos: o la obra ori-ginal ya ha sido comprada y solamente decido si acepto o notraducirla (porque ésta me conviene), o es propuesta al editorpor un agente literario, a menos que no la consiga después deuna feria del libro como las de Francfort o Bolonia. Aquí ejer-zo el papel de dictaminador: leo los libros propuestos y redac-to un informe exponiendo las cualidades y los defectos del tex-to, precisando si corresponde o no a la colección referida.Cuando un libro me gusta sin reservas para traducirlo —o pa-ra adaptarlo, según sea el caso—, me pregunto generalmente siuna parte de creación es necesaria para darle todo el sabor. Re-gresaré a este punto un poco más adelante. También puedeocurrir que algunos libros me parezcan muy buenos (objetiva-mente), pero que no tenga ganas de traducirlos ya sea porqueel tema no me apasiona verdaderamente o porque se trata deuna serie demasiado extensa, que me congelará demasiadotiempo en la misma lengua. Este caso se presentó para una se-rie alemana, muy exitosa, de novelas de ciencia ficción sobre eltema del Nautilus, concebidas como una continuación de 20 000leguas de viaje submarino, de Julio Verne. Devoré dos tomos deésta, mi reporte positivo fue ratificado por otros lectores y laserie, comprada. Apreciada por otras novelas alemanas igual-mente compradas en Francfort, y que hacía falta mejorar, noquise comprometerme en esa traducción. Ésta se efectuó de-masiado rápido por alguien que se contentó con una traduc-ción puramente literal, sin tomarse la molestia de corregir al-gunas repeticiones o cosas pesadas del estilo (el fondo era me-jor que la forma). Esta persona no creía tanto en la historiacomo para “darle importancia”, sin traicionar en nada al autor.Resultado: hizo falta revisar completamente estos dos textos,dándoles su tono inicial y el placer de lectura proporcionadopor los libros alemanes.

En dos ocasiones he tenido que “componer” traducciones.Una de ellas con una obra destinada a adolescentes que habíasido comprada por la editora con mucho entusiasmo porque eltema le atañía personalmente. Cuando me la dio para leerla,encontré demasiados defectos como para querer traducirla(lentitud, digresiones inútiles, además de que se trataba de untexto literario que no debía, a priori, ser “adaptado”). El pro-

blema fue que ningún traductor dispo-nible quería hacerse cargo, por las mis-mas razones que yo. Entonces me “sa-crifiqué” para salvar la situación, para locual tuve que hacer cortes a lo largo de

la novela (autorizados por el editor alemán) y mejoras a deta-lle. Pero como el texto original no era verdaderamente bueno,la traducción tampoco podía serlo —y la correctora, que toda-vía exigía modificaciones “de fondo”, me llamó la atención—.A la tercer revisión anuncié que, a pesar de todo, no podía rees-cribir el libro y que me mantendría en una versión “expurga-da” que restituía el contenido lo más fielmente posible, el esti-lo y los “buenos aspectos” de esta novela. Este ejemplo mues-tra bien las libertades que los editores llegan a tomarse (muyfrecuentemente) con los libros juveniles —y la responsabilidadde los traductores con el respeto a la obra original—. Ilustraigualmente los límites de las apreciaciones dadas sobre unaobra traducida puesto que el trabajo “invisible” realizado paravolver un libro aceptable es mucho más difícil (y más ingrato)

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que la traducción de un texto excelente, frecuentemente salu-dada por los críticos.

El otro ejemplo para “arreglar” un libro corresponde a unaserie austriaca para jóvenes lectores. Todos estaban de acuerdoen pensar que ésta “funcionaría bien” (héroes e intrigas, entre-mezclando aventuras policiacas y animales), pero al autor, muyprolijo, le faltaba rigor en los detalles y era indispensable rec-tificar algunas incoherencias, lo que hi-ce para el primer tomo (con todo el tra-bajo de adaptación necesaria para defi-nir los nombres recurrentes de lugares yde personajes). Efectuada esta “transfor-mación”, me detuve ahí, encontrandoeste trabajo tan poco satisfactorio en símismo y dejando que otro se encargarade la siguiente sobre la base del modeloestablecido. Un caso similar se presentócon una serie portuguesa que me neguéa traducir (a pesar de mis ganas de trabajar en esta lengua),porque las modificaciones a hacer —sobre la forma y, a veces,sobre el fondo, cuando las opiniones emitidas por el autor leparecían “chocantes” al director francés— me parecían ir de-masiado lejos.

Afortunadamente, no todos los libros a traducir presentantales handicaps y las bondades de nuestro oficio son numero-sas. Contar una buena historia (de cualquier naturaleza y paratodas las edades) es un verdadero placer cuando uno puedefundirse al estilo del autor y prestarle nuestra “voz”. Cuando setrata de álbumes para los más pequeños, la traducción requie-re frecuentemente una adaptación poética (en particular cuan-do el texto conlleva un ritmo musical, rondas infantiles, aso-nancias, y es capital que el traductor “oiga” su texto). A lo lar-go de la traducción, que no debe ocupar más lugar que el textooriginal en el “proyecto”, frecuentemente se hacen hallazgosinteresantes, que permiten expresar lo más exactamente busca-do por el autor. En cuanto a las ilustraciones, ayudan general-mente al traductor a escoger el vocabulario mejor adaptado aluniverso puesto en escena en la historia en cuestión y “lo ins-piran” para la elección de nombres cuando parece juiciosocambiarlos.

Otros relatos, o novelas, sólo requieren ser traducidos fiel-mente sin otras intervenciones que las que consisten en repro-ducir lo mejor posible todas las cualidades. Los problemas quese le plantean al traductor no son pues más que los problemasinherentes a toda traducción literaria (es el caso de dos novelashistóricas e iniciáticas que traduje del español, El aprendiz, deMaría Pilar Llorente, y El talismán del Adriático, de Joan Ma-nuel Gisbert). Pero en algunos casos, es necesario “adaptar”para ser perfectamente fiel, es decir, modificar algunos térmi-nos o elementos portadores de sentido en la lengua de partidaa modo de infundirle el mismo sentido en la lengua de llegada(la mención “adaptado por” figura en la página del título). Esopasa frecuentemente en textos humorísticos, en particular in-gleses, estadounidenses, alemanes, austriacos (por ejemplo conChristine Nöstlinger) o catalanes (estos últimos tienen unaimaginación desenfrenada y son la alegría de los traductoresque deben meterse al diapasón de su inventiva). Un día, mi másgrande sorpresa fue encontrar el nombre de un animal fabulo-so —que yo había creado de todo a todo— en la versión espa-ñola de un libro catalán que había traducido. Asombrada, pen-

Las decepciones vlos bellos libros qumucho y que “muasesinados comercun título mal escoilustración de portal texto o por la fade los representanencargan de vende

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sé que la traductora española había seguido el mismo caminoque yo para llegar a él. Mi editor, más prosaico, sugirió que talvez había tenido entre las manos mi traducción francesa… Sealo que sea, lo cómico de algunas historias reposa en gran me-dida sobre el sentido de los nombres (de personajes o de luga-res), y conviene reconstruir un repertorio léxico completo, ab-solutamente paralelo, que reproduzca exactamente los efectos

producidos por el texto fuente. Es el ca-so de los libros de la inglesa Kate Saun-ders (autora de la serie Les Sorcières dubeffroi, caricatura exitosa de la bbc, y deCat and the Stinkwater War, la historiahilarante de dos bandas de gatos enemi-gos). Para cada uno de estos títulos, mefue preciso “inventar” cuatro páginas denombres y expresiones, un juego que te-nía por único objetivo recrear el univer-so estrafalario de estos personajes ingle-

ses, convertidos en “otros” en francés pero conservando todasu personalidad. El talento del autor y del ilustrador, que me“soplaron” para encontrar las soluciones, me ayudaron en esto.Lo mismo para una fábula filosófica de Michael Ende, el autoralemán de La historia sin fin. Su rinoceronte dictador NorbertNackendick (“nuca gruesa”, en alemán) se convirtió en francésen Rigobert Corne-en-l’air (“cuerno al aire”, en francés) porque,en mi opinión, tenía una cabeza y un carácter para llamarse así(y los otros personajes fueron rebautizados del mismo modo).

Así, pues, he aquí algunos placeres del oficio, sin hablar detodos los que procura el descubrimiento de obras exitosas oimportantes. Las decepciones vienen de los bellos libros queuno quiso mucho y que “mueren” muy pronto, asesinados co-mercialmente por un título mal escogido (siempre es el editorquien decide en función de diferentes criterios), por una ilus-tración de portada mal adaptada al texto o por la falta de con-vicción de los representantes que se encargan de venderlos a laslibrerías. Eso me pasó con grandes textos alemanes y catalanes,convertidos en “clásicos” en sus países de origen (incluso porlos adultos) y que no pudieron encontrar su público en Fran-cia. Pienso, particularmente, en un poema navideño escritopor Joan Alevedra, musicalizado por Pablo Casals y convertidoen símbolo de esperanza y paz por los exiliados catalanes. EnCataluña todos conocen El Pessebre [El pesebre]. En Francia, es-te álbum con ilustraciones muy poéticas salió con el título LesRois mages [Los reyes magos] y perdió su dimensión original.

Este problema se presenta tan frecuentemente que algunostraductores de literatura juvenil intentan encontrar una solu-ción para volver a comprar los derechos de dichos libros y asívolverlos a editar. Una observación que prueba, para concluir,cuántos miembros de nuestra profesión creen en lo que hacen—y en la importancia de compartir, lo más posible con los jó-venes lectores del mundo, obras escritas para ellos en todas laslenguas. Ya sea para ofrecerles un simple momento de placer,de asombro o para despertar su curiosidad, enriquecerlos, en-señarles a través de los libros “traídos de otra parte” a conver-tirse en hombres conscientes de todas las diferencias y de todaslas similitudes que existen sobre la tierra. Un libro leído en lainfancia puede cambiar una vida y deseo que todo niño, algúndía, tenga la oportunidad de realizar este encuentro capital.

Traducción de Roberto Rueda Monreal.

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Traducir: puente hacia mundos ajenosGünter W. Lorenz

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En octubre de 1973, La Gaceta dio a conocer este artículo, que había sido publicado en el semanario alemánDas Parlament y que queremos compartir con los lectores de hoy, pues este elogio a la ingeniería cultural que practica todo traductor merece seguir vivo. Esta actividad modesta, alejada de los reflectores, exige la resignada pasión del constructor de caminos, cuya labor permite que hombres de tierras y tiempos distantes se comuniquen

El traductor es un constructor de puentes hacia el mundo, unmediador. Ésta es una orgullosa afirmación. Muy rara vez res-ponde la realidad a la pretensión, para que se puedan aceptarsin más tales hipótesis. Uno de los grandes de este oficio, CurtMeyer-Clason, se ha defendido contra el uso del concepto co-mo designación profesional; ser traductor no supondría unaprofesión, sino una vocación. Esto suena a niebla metafísica ysin embargo, ¿cómo podría catalogarse de otro modo una la-bor de estructura tan híbrida?

Por lo menos para el editor, beneficiario de esta actividad,el traductor es generalmente una figura marginal de la vida li-teraria, pagado miserablemente, sin derechos de autor y men-cionado en la edición de la obra más o menos ahí donde semenciona al impresor y al proveedor de papel. Frente a estamentalidad editorial está la afirmación de Stefan Zweig: el tra-ductor es un “mediador de mundos espiritualmente ajenos”.Más escépticamente, Ernst Robert Curtius observó ya en otrotiempo que los traductores son “sujetos de responsabilidad paratodas las posibilidades”, y el filósofo español Ortega y Gasset—él mismo no sin experiencia en el escabroso arte de la tra-ducción literaria— citaba incluso un juego de palabras italianopara caracterizar a sus colegas en esa tarea: Traduttore, traditore(“traductor, traidor”). Ortega no cree enla posibilidad de la traducción perfecta;ve en la traducción sólo un remedio deemergencia que en unos casos puede su-poner una traición al autor y a la obra,en otros puede forzar al traductor a unapermanente violencia contra su propioidioma, e incluso —tercer caso— puedeproducir una nueva obra de arte que superaría al original —yasí tampoco sería ya traducción.

Lo que Martin Buber notó en ocasión de la traducción de laBiblia: “¿Pensamos en un libro? Pensamos en una voz”, tienetambién vigencia, casi siempre, para toda traducción de litera-tura, en tanto lo que debe traducirse merece esa designación.¿Qué quería decir Buber al escribir esa frase? Si se presuponeque una traducción literaria no es solamente una traducción,filológicamente exacta, sino asimismo mediación y aclaraciónde una mentalidad, de todo un mundo, que con frecuencia esun cosmos en una lengua ajena, sin que se haga violencia altrasfondo espiritual de lo trasladado; si se presupone aparente-

La traducción es uen la Babel de nueuna necesidad del —no sólo en la liteha olvidado entendo comunicarse con

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mente —sólo aparentemente— esta evidencia, entonces todoel que reflexione alguna vez y no tome lo traducido como algonatural advertirá esa dificultad que Ortega y Gasset señala enla traducción: “En ella se trata de decir precisamente en unalengua lo que ésta acostumbra callar.”

¿Puede entonces aplicarse al trabajo del traductor la defini-ción que Goethe dio de la poesía como “idioma de lo inefa-ble”? Creo que no hay por qué esforzarse en metafisiquear.Debería bastar exigir del traductor que con su trabajo traslada-ra a otra lengua, la suya, la pluralidad del autor de que se tra-te, incluyendo sus relaciones, su problemática y sus cuestionesactuales, de modo tal que hiciera también comprensible su si-tuación psicológica o actual al lector que no conoce por sí mis-mo el ambiente tratado. Nada más necio, ciertamente, que ladivisa de que “una traducción deberá ser tal que ni siquiera senote que es una traducción”. Esto es una necedad, y en reali-dad una traición al autor, sobre todo porque se pretende des-truir lo que se puede llamar el “gusto propio” de una obra lite-raria.

Aquí, en Alemania, al traductor como mediador de mundosajenos, como constructor de puentes, no se le honra como me-rece. (Las ofertas de honorarios por parte de los editores danbuena prueba de ese desprecio.) Así ha sucedido, a diferenciade lo que por ejemplo ocurre en Francia, que el lector alemáncasi nunca ha sido mal acostumbrado por grandes traductores;precisamente el lector actual, diría uno, pues no olvidemos quefue en Alemania donde, en el romanticismo, se elevó a rangoliterario la traducción literaria y donde han trabajado algunosde los mayores traductores.

Sería ya tiempo de reconocer también aquí qué importanciatiene la artesanía de la traducción, precisamente en una épocaen que la traducción de literatura se ha hecho algo cotidiano,pero en la que, sorprendentemente, también desaparece en la

misma medida la naturalidad de leer enotros idiomas. El traductor que no quie-ra ser traditore sino traduttore tendrá quepermanecer siempre consciente de la re-gla que Ortega y Gasset convirtió enmáxima: “¡La traducción no es la obra,sino un camino hacia la obra!” Por lomenos aquí se reconoce que la traduc-

ción es un mal necesario en la Babel de nuestro tiempo y, des-pués de la pérdida de pertenencia a un mundo unitario univer-sal de siglos anteriores (unida a un proceso de empequeñeci-miento de dimensiones geográficas), una necesidad del hombreque —no sólo en la literatura— ha olvidado entender a losotros o comunicarse con ellos. Y esto nos retrotrae al enfoquede que ni siquiera la traducción más genial puede sustituir elelevado placer y el profundo conocimiento que proporciona lalectura del original. También ahí veo la confirmación del papeldel traductor, constructor de puentes: un puente es siempreuna construcción auxiliar para superar una frontera, de otramanera insuperable.

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Memorias y desmemorias de un traductorCarlos Valdés

No es fácil traducir. Menos lo es vivir con el fruto de esetrabajo. Hemos rescatado del número de enero de 1973 denuestra revista estos recuerdos, que son una acusación porlas condiciones en que suele practicarse el oficio y un cantoa favor del sutil milagro de la traducción. Qué tristementesimilar es hoy el horizonte vital del traductor

Todo escrito que se respete, al tratar el tema de la traducción,debe empezar citando el antiguo aforismo, que ha sobrevividono tanto por su verdad, sino por su aroma de infamia: tradutto-re, traditore; y también se debe evocar este otro refrán que,aunque conocido, cito por su contenido erótico: “Las traduc-ciones son como las amantes: cuando son hermosas son infie-les, y cuando son feas son fieles.”

La conquista de México (por fortuna o por desgracia) impu-so la necesidad de traducir los textos indígenas al español, y vi-ceversa. Al principio, la traducción estuvo casi totalmente vin-culada con los escritos religiosos que servían para difundir elcristianismo entre los nativos de Nueva España. En Nueva Es-paña los literatos españoles y los criollos tradujeron textos dellatín y del griego, con suerte varia, obligados por las circuns-tancias del coloniaje cultural. No recuerdo a ningún traductordistinguido, a no ser que se denomine así a sor Juana Inés de laCruz. No es lo mismo traducción que influencia. México comopaís independiente tuvo necesidad de traductores propios. Laproducción original de los literatos nacionales no bastaba. A fi-nes del siglo xix en México había una cantidad de traduccionesde textos franceses e ingleses digna de reconocimiento por sucreciente abundancia; pero no del todo por su calidad.

No intento hacer la historia de la traducción en nuestropaís, sino consignar mis experiencias, y algunas ideas aplicablesa nuestro medio, para resolver la falta de traductores, o desper-tar por lo menos inquietudes positivas, o apuntar posibles so-luciones. Empezaré con algunas generalidades. Básicamenteexisten dos clases de traductores: los “espontáneos” y los pro-fesionales. Por lo general los primeros superan en calidad a lossegundos. No intento ofender a nadie; pero creo que ésta esuna verdad demostrable hasta cierto punto.

Recuerdo por su belleza las traducciones realizadas por elsabio Garibay K., quien dio a conocer al mundo deslumbran-tes muestras de literatura náhuatl. Este ejemplo nos demuestraque la traducción puede tener dos aspectos: el de tarea culturalformativa y el de creación literaria.

En todo el mundo, la traducción ha servido para llenar va-cíos y tender puentes culturales, y a veces ha alcanzado la cate-goría de creación. El ejemplo más frecuente es la traducción,glosa o versión de poemas y relatos ajenos. Especialmente enla antigüedad, los poetas que reconocían por maestros a escri-tores de lengua extranjera sentían una necesidad académica deglosar los modelos… Sin proponérmelo, he entrado en el peli-groso y controvertible terreno del plagio disfrazado de traduc-ción. Prefiero olvidar el asunto, pues muchos poetas y prosis-

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tas no han resistido la tentación de olvidar su obligación de ci-tar la fuente original.

A veces traducir se torna un oficio peligroso. La Biblia nosmuestra que la interpretación de una palabra puede provocarríos de sangre. De tiempo en tiempo se realizan nuevas versio-nes de la Biblia, y cada una de ellas les parece a los eruditos tandiscutible (para emplear un calificativo benigno) como la ante-rior, lo que demuestra que el oficio de traductor es muy ingra-to, y casi nunca ofrece gloria ni fama, y no pocas veces la pal-ma del martirio.

De cuando en cuando escritores imaginativos y poco escru-pulosos inventan textos, los disfrazan de antiguos documentoshallados milagrosamente y traducidos por ellos. Pasada la sor-presa inicial del público, algunos seudotraductores han conse-guido conquistar la equívoca fama de plagiarios. Este pecado lohan cometido con más frecuencia (si la memoria no me traicio-na) poetas jóvenes y ambiciosos, con deseos de atraer la aten-ción sobre su extraordinaria y precoz cultura, y de regocijarseengañando a los perplejos eruditos. Recuerdo el caso de unpoeta y ensayista mexicano a quien se le atribuyó haber guar-dado oculto un libro extranjero, que traducía y que publicabapor partes, como original suyo. Aseguran que consiguió famade inteligente y culto, hasta que no se descubrió el engaño.Preferiría haber olvidado este triste caso, pues no deseo inspi-rar malas ideas a nuestros escritores.

Existen traducciones que son un desafío al ingenio humano.Baste recordar el Ulises y las últimas obras de James Joyce. Losidiomas, como es bien sabido, tienen diferentes espíritus, y aveces los autores hacen que los idiomas diferentes, a través desus obras, entren en una lucha feroz de incomunicación. Sepuede disculpar a los traductores de James Joyce, pues de he-cho emprendieron una tarea imposible en sí.

Editores bien enterados han declarado que en México exis-te gran escasez de traductores, y que al transcurrir el tiempotiende a aumentar el déficit. Lo anterior se explica por la famo-sa ley de los círculos viciosos. Los países de lengua española seencuentran en desventaja por su nivel inferior en las técnicas yen las ciencias, y no pocas veces en las humanidades, frente alos países más desarrollados. Pero también en los países de ha-bla hispana existe mayor carencia de diccionarios bilingües. Encomparación con el de los países desarrollados, el diccionariobilingüe producido en español se caracteriza por su pobreza,por no decir penuria. En las naciones de habla hispana tambiénse produce el típico problema de los países en vías de desarro-llo. Muchas personas con conocimientos superficiales de otraslenguas, impulsadas por la necesidad económica o por un exce-so de confianza en sí mismas, caen en el espejismo de creer quepueden traducir. Pronto descubren que no es igual leer o ha-blar un idioma extranjero, que traducirlo. Recuerdo muchos,grandes y costosos fracasos en este terreno, tanto para los edi-tores defraudados como para los traductores alucinados.

Cuando la Universidad Nacional Autónoma de México tratóde impulsar la traducción de textos grecolatinos clásicos, se en-

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contró con una desoladora escasez de traductores que pudieranrealizar esta labor. Ya se ha efectuado un esfuerzo al formarse uncentro universitario de lenguas clásicas, para ayudar y fomentarla traducción de las mismas. Una muestra de este meritorio y he-roico esfuerzo es la serie de libros bilingües que han salido de lasprensas universitarias. El anterior es unbuen ejemplo. El problema no puede re-solverse mediante soluciones mágicas, nicon mera buena voluntad. Es necesariocrear centros, seminarios y escuelas paraenseñar a traducir. México necesita tantode traductores como de científicos y ar-tistas.

Expondré mi experiencia en la tra-ducción, porque me es difícil conseguirejemplos. Los traductores buenos no re-ciben mucha publicidad, y los fracasadosprocuran esconderse en el más discretoanonimato. Mi primera traducción fue la del libro Aspects of theNovel de E. M. Forster, que realicé íntegramente, como un me-ro ejercicio literario. El manuscrito aún lo guardo en algún rin-cón del olvido. Más tarde la Universidad Veracruzana publicóeste texto, pero por fortuna no fue mi versión. Años después,ya con conocimientos más sólidos me atreví a realizar dos otres traducciones del inglés para la editorial Era. Después ver-tí algunos cuentos y relatos para los Cuadernos del Viento. Re-cuerdo haber traducido a Faulkner y a otros autores norteame-ricanos e ingleses. Ésta ha sido mi experiencia más afortunada,porque yo mismo elegí los textos y la traducción la realicé porpuro placer.

Mis otras traducciones “comerciales” las hice con la mejorbuena voluntad y emplee grandes esfuerzos. Sin embargo po-siblemente les faltaba espíritu o entusiasmo, pero no fidelidad.

La traducción ha svacíos y tender puey a veces ha alcanzde creación. El ejefrecuente es la tradversión de poemasEn la antigüedad, lreconocían por maescritores de lengusentían una necesidde glosar los mode

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¿Las bellas infieles?

Las entregué puntualmente, y los editores me pagaron en lamisma forma.

Para solucionar en su aspecto técnico la formación de tra-ductores, sería necesario establecer una política de estímulosculturales y económicos. Algunas personas aseguran que en

México no es posible vivir decentemen-te con lo que se gana con las traduccio-nes. Como en otras muchas cosas, creo,el dinero no es todo. Existe la satisfac-ción para el traductor de ser un inter-mediario en la cultura; pero la falta dereconocimiento ha sido un gran obstá-culo y una fuente de desaliento. A vecesel traductor es un verdadero creador, yhasta llega a corregir y a mejorar los tex-tos originales. Sin embargo, su nombresólo recibe un crédito muy pequeño enlas páginas del libro traducido. Jamás se

comenta su trabajo en público, sino cuando comete errores ga-rrafales.

Hace poco pude conversar con uno de los mejores traducto-res de México. Sus criterios coincidieron en lo esencial con losmíos. Paradójicamente, por razones de ética profesional no pue-do otorgarle el crédito público que se merece. Reproduzco unasíntesis de sus sabias opiniones: “Generalmente el traductor re-cibe un salario decoroso; pero no gana lo suficiente, porque lascasas editoriales no le ofrecen bastantes trabajos de su especiali-dad. Abunda la oferta de traducciones; pero un traductor debeespecializarse en una materia. A pesar de que hay muchas obraspara traducir, no existen suficientes para la especialidad del tra-ductor… El éxito del traductor no sólo consiste en dominar elidioma propio y el ajeno, sino en conocer a fondo la materia tra-ducida. Hoy día vivimos en un mundo de especialidades.”

rvido para llenarntes culturales, do la categoríaplo más

ucción, glosa oy relatos ajenos.s poetas questros a extranjeraad académica os

Cerramos nuestro recorrido por la historia editorial de La Gaceta con una traducción, joya del humor, publicada en mayo de 1973. Los párrafos en cursiva dan cuenta de cómo se generó el macarrónico texto que presentamos enseguida. En el recuadro reproducimos la casi milagrosa carta de un lector que, atento, identificó apenas un mes después el origen de un texto sometido a la caótica encriptación que puede producir quien no conoce ni el abecé de este noble oficio

Hace alrededor de 15 años, un estadounidense —cuyos datos hemosperdido— solicitó ser traductor de esta casa. Su carta venía acompa-ñada de la siguiente prueba de traducción, que transcribimos ahoraal pie de la letra. (Esta última constancia no está de más, según seapreciará por el texto.)

Visiblemente, el traductor escribió su versión a mano y la entregópara ser mecanografiada a alguien que no le llegaba ni a los talonesen el conocimiento del español.

Desde entonces este texto representa un elemento inapreciable delpatrimonio espiritual del FCE. Hemos hecho valientes esfuerzos procu-rando reconstruir el texto inglés original, pero por desgracia no pue-de decirse que este trabajo se acerque a su conclusión. Para ahorrár-nosla, agradeceremos a quien nos ponga sobre la pista del original.

Prefacio

Este libro no es escrito con la idea de anadiendo o mejorandola filosofía conservadora. O de llavada hasta la fecha. Las anti-quas y pubadas verdaderas cuales quisaron nuestra republicadurante sus primeros dias sirven iqualamente para nos. La de-manda a los conservadores hoy es simplimente a demonstrar laorientacion de una probada filosofia sobre las problemas denuestra dia.

Yo explicaria los pensamientos cuales me guisaron a enla-zarme in este empeno. Yo estoy un político, un senador de losestados unidos. Tal como, he tenido la oportunidad a aprenderalguno de los instinctos de la gente americana. Yo he atravesa-do la longitud y la amplitud de este gran pais cientas veces y he

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20 de junio de 1973Sr. Jaime García TerrésDirector de La Gaceta

Muy distinguido señor:

Al leer “¿Las bellas infieles?”, creí reconocer, en esteejemplo extraordinario del surrealismo verboso no lite-rario de la peor vendimia, los conceptos políticos del se-nador Barry Goldwater.

En esto no me equivoqué. Hojeando los libros delsenador Goldwater disponibles en la Universidad deMissouri, Columbia, descubrí que la traducción (“anti-traducción”) reproducida en el número de La Gaceta,Nueva Época, correspondiente al número 29, mayo de1973, está tomada del “Foreword” del libro The Cons-ciece of a Conservative, by Barry Goldwater, Shepherds-ville, Kentucky: Victor Publishing Company, Inc.,1960.

Adjunto le mando la copia mecanografiada del origi-nal en inglés.

Ahora, me parece indicada una buena traducción deeste “Foreword”. Junto con el original y la traducciónaborto, tendrían así los maestros de composición magní-fico material para sus cursos.

Reciba usted el cordial saludo de su lector y amigoque se pone a sus órdenes,

Boyd G. CarterUniversity of Missouri-Columbia Columbia, Mo., EUA

hablado con diez de mils de personas, con democraticos y re-publicanos, con rancheros, trabajeros, y negociantes. Halloque America es fundamentalmente una nacion conservadora.El mas gran juscio de la gente americana particularmente delos juevenes es que el radical o la izquidera accesana ha resol-vada y no esta resolvienda. Ellos anhelan por una vuelta haciareglas conservadoras.

En la misma hora, he sido in un puesto a observar de primermano como la conservadora se va in Washington. Y es tantoclara a pesar de una revivificacion conservadora entre la gente,las ideales radicales cuales fueron fomentadas por el Nuevo yJustas Tratas baja la aparencia del liberalismo dominan ahoralos consejos de nuestro gobierno nacional.

En un pais a donde es ahora entendido por la comun y pro-clomada que el bienstar dela gente depende de confianja en susproprios fuerzos mas bien que la paternidad del gobierno, elCongresso anudmente delibera ser que al aumento de bienstardel gobiemo seria grande o pequeno.

En un pais a donde es ahora entendido y proclamado por lacomun que el gobierno federal gasta tanto mucho, el congres-so delibera anualmente ser que a subir el presupuesto con po-cos billiones de dolares o con muchos billiones de dolares.

En un pais a donde es ahorita en tendido por la comun yproclamado que la libertad individual depende de un gobiernono centralizado, el Congresso delibera anualmente ser que pasosvijarosos o vocilantes tomarian a linear el gobierno del estado(gobierno de los estados individuales) con la politica federal.

En un pais a donde es ahorita entendido por la comun yproclamado que el communismo es un enimigo obligado a des-truirnos, el Congresso delibera anualmente sobre me todos co-mo a coexistir con la union sovietica.

Y asi la pregunta se sube: Porgue ha sido la gente america-na no podida a traducir sus persomientos in una accion poli-tica? Porque seria fieldad fundamental de la nacion hacia prin-cipales conservatoras ha fallada a hacer hechos similares enWashington?

Yo no culpo mis hermanos en el gobierno, todos de quienestrabajan duramente y concienjudamente en sus trabajos. Yoculpo los conservadores, nosotros-me mismo. Nuestra falta,como un escritor conservador ha puesto en escrito, es la faltade la demonstracion conservadora. Aunque nosotros conserva-dores son persuadidos profundamente que nuestra sociedad es-ta quebrando, y sabernos que el conservadismo tiene la llavepor la salvacion nacionala y sentimos seguramente que la patriaconcorda con nos-nosotros parecimos podidos a demonstrarpractical relacion de las principias conservadores hacia las ne-cesidades del dia. Nosotros nos sentamos perezosamente cuan-do el Congresso busca a improvisar soluciones para problemascuales no son las problemas verdaderas que afrontan la patriamientras que el gobierno trata de mejoras imaginadas interesesy ignora las intereses verdaderas y ignora las necesidades ver-daderas de la gente.

Tal vez nosotros poderemos de una sensibilidad excessivahacia los juicios de ellos que reglan las communicaciones po-pulares. Nosotros somos diaramente consignadas con “enluci-dos” comentadores hacia olvido politico. El conservatismo,nosotros somos dichos no es hasta la fecha. La acusacion es ab-surda y nosotros tenemos a decir asi con audacia. Las leyes delDios, y de la naturaleza, no tienen una linea de fecha. Losprincipios sobre que la posicion politica conservadora es pues-

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ta ha sido establecida con un proceso que ha nada a hacer conla social, economica, y politica paisaje que se combia de unadecada a otra decada, y de un siglo a otro siglo. Estos princi-pios son derivados de la naturaleza del hombre, y de las verda-deras que Dios ha revelado de Sus creacion. Las circumstan-ciones se combian. Tambien las problemas que son formadoscon las circumstanciones. Pero los principios que reglan la so-lucion de los problemos no se combian. A sugerir que la filo-sofia conservadora no es hasta la fecha es similar a decir que elReglo Auero o los Diez Mandimientos o que La Politica deAristotle no son hasta la fecha. El cercamiento conservadoroes nada mas o menos que una parueba a aplicar la sabiduria, laexperiencia, y las verdaderas reviladas pasadas hacia las proble-mas de hoy. La demanda no es a buscar nuevas o diferentesverdaderas, pero a aprender como a aplicar verdaderas estable-cidas hacia las problemas del mundo contempariner. Mi espe-ranza es que una mas voz conservadora sera util en encontran-do esta demanda.

Este libro es una prueba a tender un puente sobre la brechaente la teoria y practica. Y sachare de mis discursos, las difusio-nes del radio y de la television y las notas que yo he hecho du-rante los anos en la esperanza de haciendo que un hombre esmuchos veces no puedo a hacer en el curso de un dia molesta-do del trabajo en el piso de Senado; a monstrar la connecionentre los principios conservadores tanto much enponido, ytanto regularamente abandonado.

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