estudio de malaquias

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    Estudiossobre el libro del profeta

    MALAQUASH. Rossier

    Volveos a m, y yo me volver a vosotros,ha dicho Jehov de los ejrcitos.

    Malaquas 3:7

    Ediciones Bblicas 1166 PERROY (Suiza)

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    INTRODUCCIN

    Malaquas es cronolgicamente el ltimo de los profetas enviados a Jud despus que ste huboretornado del cautiverio. Hageo y Zacaras profetizaron durante los acontecimientos relatados en ellibro de Esdras. Malaquas es posterior, pues menciona circunstancias anlogas a las del captulo 13 deNehemas. Pero, todo lleva a pensar que su profeca fue pronunciada despus de este perodo. De

    cualquier manera, su alcance sobrepasa infinitamente este marco ms o menos restringido, pues Malaquasdescribe el estado moral del pueblo. Tal estado exista todava en parte en tiempos de Juan el Bautista,ltimo profeta del antiguo pacto, cuando Jess, el Mesas prometido a Israel, estaba por aparecer enescena.

    Muchos acontecimientos de marcada importancia tuvieron lugar durante los cuatro siglos ymedio que transcurrieron entre Nehemas, ltimo historiador del Antiguo Testamento,1 y el ministeriode Cristo. Malaquas no hace ninguna alusin proftica a los acontecimientos que proliferaron en esteperodo, mientras que Zacaras, asemejndose en ello a Daniel, los menciona claramente. Lo que ocurrees que Malaquas slo toma en cuenta el estado moral del pueblo, destinado a recibir al Mesas, y los

    juicios que caeran sobre l si su conciencia obstruida no se despertara ante esta visitacin, al mismo

    tiempo que un verdadero remanente esperara la venida del Seor.Como se ve en los tres ltimos profetas del Antiguo Testamento, Dios haba hecho subir a Juddel cautiverio de Babilonia para establecer el reinado de Cristo, si el pueblo le reciba; pero, si llegabaal colmo de su incredulidad rechazando a su Rey, Dios tena en vista una salvacin maravillosa que seraofrecida a todas las naciones.

    Malaquas, pues, no nos habla profticamente del imperio de Alejandro, ni de los tiempos heroicosde los Macabeos, ni de la conquista romana, sino que describe el muy sombro estado moral del puebloy pone de relieve, sobre este fondo oscuro, la existencia de un pequeo remanente preparado, por laprueba, para proclamar la venida del Libertador.

    Todo esto es de gran inters y muy digno de llamar nuestra atencin, ya que se trata del porvenirde Israel y de la venida de Cristo, pero, como lo veremos a continuacin, el libro de Malaquas, adems,tiene para nosotros un alcance inmediato y considerable si lo aplicamos al estado actual de la cristiandaden su relacin con la segunda venida del Seor. De ninguna manera queremos decir que Malaquasaluda a este asunto, pues todo el perodo de la Iglesia y la historia de la cristiandad estn reservados alNuevo Testamento y a sus profetas, mientras que el Antiguo Testamento guarda absoluto silencio a eserespecto; mas no olvidemos que la historia de Israel ofrece al cristiano una enseanza que ste seramuy culpable si no la aprovechara. Las cosas que le sucedan a este pueblo eran un ejemplo y han sidoescritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos (1 Corintios10:1 1).

    Consideraremos, pues, a lo largo de este estudio, por una parte la condicin de Israel en relacincon la primera venida de Cristo y, por otra parte, la de la cristiandad en relacin con Su segunda venida,

    cuando l venga del cielo para recoger a los santos consigo. Este tema nos sorprender aun ms porestar tan limitado. Contrariamente a lo que ocurre con otros profetas, Malaquas no nos dice ni unapalabra del rechazamiento de Cristo y de sus sufrimientos expiatorios. l anuncia su venida, y quin lasoportar si el Mesas no encuentra un pueblo dispuesto a recibirle?

    Los que constituan el resto de Jud haban sido preparados de antemano para esta acogida. Lagracia de Dios haba hecho subir a esta tribu desde Babilonia. Ella habra sido el verdadero remanentesi su corazn hubiese cambiado. Juan el Bautista la exhorta a ello con insistencia por medio del bautismode arrepentimiento. El grueso de la nacin, bajo la conduccin de sus jefes, permanece sordo a lamisin del mayor de sus profetas. Algunos lo escuchan, reciben al Mesas que viene a ellos y se conviertenen el ncleo al cual se asociar ms tarde el Israel proftico. Acto seguido a la resurreccin del Salvador,

    estos mismos discpulos forman, por cierto, el ncleo de la Iglesia, parntesis celestial entre la venidadel Mesas judo aqu abajo y su advenimiento con gloria para asumir el gobierno de Israel y del mundo,pero eso de ninguna manera impide que, como discpulos judos que han recibido al Mesas, ellos seanel primer eslabn al cual habrn de soldarse los fieles del remanente judo de los ltimos tiempos.

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    La primera pregunta que se nos plantea, pues, es sta: En qu estado moral se encontraba elpueblo, vuelto de Babilonia, para esperar la primera venida de Cristo? En qu estado moral se encuentrahoy la cristiandad para esperar su segunda venida?

    CAPTULOS 1 y 2:1-9

    EL AMOR DE DIOS HACIA SU PUEBLO

    La palabra de Jehov a Israel, por medio de Malaquas (v. 1, RVA 1989). Aunque Malaquasprofetizaba en medio de los dbiles restos de Jud y Benjamn, vueltos del cautiverio, abarca en supensamiento a Israel, es decir, al conjunto del pueblo. En eso difiere de Zacaras, quien considera tanslo a Jud y Jerusaln. El estado moral que Malaquas va a describir comprende, pues, a la nacincomo un todo, y el juicio que debe alcanzarla ser general; de igual manera la primera venida delMesas abarca, en su alcance, a todo el pueblo (Lucas 1:54; 2:10, 25, 32).

    Yo os he amado, dice Jehov; y dijisteis: En qu nos amaste? No era Esa hermano deJacob? dice Jehov. Y am a Jacob, y a Esa aborrec (v. 2). Yo os he amado: qu frase msconmovedora! Por ella comienza Dios; ella es el origen de todas sus relaciones con los hombres,de todos sus designios para con su pueblo. Desde la eternidad, las delicias de la Sabidura son conlos hijos de los hombres (Proverbios 8:31); y, en cuanto a Israel, Dios le haba probado su amordesde el principio, primeramente por su eleccin de gracia: Am a Jacob. Seguidamente Jehovhaba librado a Israel de Egipto, lo haba tomado sobre alas de guila para traerlo a S; lo habaconducido por medio de la nube en el desierto para introducirlo finalmente en el pas de la promesa. Ycuando sus juicios, prueba de su infalible carcter de justicia y santidad, haban tenido que caer sobreeste pueblo infiel, el amor de Dios no haba terminado por restaurarlo y hacerlo subir a su tierra?Poda Israel dudar un instante de un amor que de tantas maneras se haba manifestado a su favor?

    Esta misma frase la pronuncia Dios aun hoy. La cristiandad, a pesar de su rpida marcha haciala apostasa final, puede orla diariamente: Yo os he amado, dice Jehov. La cruz de Cristo no es laprueba incontestable de este amor?

    En qu nos amaste?

    Se podra pensar, sin duda, que esta frase encontrara eco en el emocionado corazn del pueblo,conmovido por semejante gracia inmerecida... pero escuche usted lo que ese pueblo contesta: En qunos amaste?.

    Se puede concebir semejante endurecimiento? Ese pueblo, despus de haber hecho, durante

    muchos aos, la amarga experiencia de las consecuencias de su infidelidad, ahora, en el momentomismo en que los inmerecidos designios de gracia se reanudan a su respecto, tiene la audacia de decir:En qu nos amaste?. Ellos no conocen al Dios con el que tienen relacin y ni aun se conocen mejora s mismos. No saben que Dios no cambia nunca y que, si sus juicios son inmutables, su amor es taninmutable como su justicia. Tal es el primer carcter de este pueblo.

    Acaso el estado de la cristiandad difiere en algo? A veces Dios sacude al mundo por medio deterremotos e inundaciones catastrficos. Aquellos que dicen creer en Dios, en vez de arrepentirse se preguntan:Dnde est su amor? Y, sin embargo, los pasados y actuales juicios de Dios, si bien prueban su horror porel mal, tienen como propsito atraer las almas hacia l y probarles que, a pesar de sus pecados, se interesa porellas y busca su bien. Su amor hacia ellas no ha cambiado, porque sigue estando establecido una vez para

    siempre en la cruz de Cristo y, por sus juicios, Dios querra conmover las conciencias y dirigir los ojos, comoantiguamente los de los israelitas hacia la serpiente de bronce (Nmeros 21:8), hoy hacia el nico medio desalvacin. Hay, sin duda, un justo gobierno de Dios en el mundo, y hace falta que el hombre lo comprenda ylo experimente para aprender que su nico recurso est en el inmutable amor de Dios.

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    En vez de eso, los pecadores encuentran, en estos justos juicios, una ocasin para poner en dudael carcter de Aquel que les llama. Nada conmueve al corazn del hombre; ste no considera que tanslo merece el juicio y, en vez de recurrir a la gracia, dice como el siervo malo: Te conoca que ereshombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste (Mateo 25:24). En qunos amaste?.

    Tal como en el caso de Israel, el primer rasgo de la cristiandad profesante es, pues, la indiferencia

    por el amor de Dios y, aun ms, la ignorancia acerca del carcter de Dios y del propio carcter de ella.

    Am a Jacob y a Esa aborrec

    A esta pregunta insolente: En qu nos amaste?, Jehov contesta recordndoles sus orgenes:No era Esa hermano de Jacob? dice Jehov. Y am a Jacob, y a Esa aborrec (v. 2). En qu, pues,se basaba la eleccin de Jacob? Cuando Jehov dijo: El mayor servir al menor (Gnesis 25:23), ques lo que determin su eleccin? Ninguno de estos dos hermanos haba hecho, hasta ese momento, algobueno o malo; lo que estableca diferencia entre ellos era el determinado propsito, la libre disposicin

    de Dios, segn la eleccin de gracia (Romanos 9). Y por qu dice ahora: Am a Jacob? Acaso huboalgo en la conducta de Jacob que lo hiciese amable? Por cierto que el carcter de Jacob no tiene nada deatrayente para nosotros, y cunto menos para Dios, pues nunca hubo hombre con una fe ms mezcladacon engao. Acaso fueron las obras de Jacob las que, a pesar de su carcter, atrajeron el amor de Dios?En absoluto. Hay pocos patriarcas que hayan tenido una vida ms pobre en buenas obras; y Malaquasva a mostrarnos lo que eran las obras de sus descendientes. De dnde provena, pues, este amor deJehov hacia un hombre y luego por un pueblo tan miserables? Provena de la necesidad del corazn deDios de darse a conocer, de mostrar a los pecadores lo que l es. Israel se haba aprovechado del hechode que Dios quisiera revelarse a s mismo es decir, su naturaleza y su corazn a unos miserables serescomo nosotros. Pero Jehov aade: Y a Esa aborrec. Acaso haba injusticia y parcialidad en Diospor haberle odiado? De ninguna manera. La libre eleccin del Dios soberano no es odio. En el Gnesisencontramos esta eleccin: El mayor servir al menor (Gnesis 25:23), pero no vemos su odio haciaEsa. Dios no pronuncia all un juicio sobre ste; tenemos que llegar hasta Malaquas, el ltimo libroproftico del Antiguo Testamento, para saberlo. El odio de Dios contra Esa no es ms que el resultadode la conducta de Esa. Jehov le haba acordado, al igual que a su descendencia, unos 1.400 aos paraque probara por sus obras si era digno de ser amado por l; pero Edom 2) se haba mostrado en todaocasin como el juramentado enemigo de Dios y de su pueblo, y finalmente haba colmado la medida desus iniquidades por su conducta con respecto a Jerusaln y sus hermanos en el da de la calamidad destos (Abdas 10-14). Por eso Dios hace de l, basndose en sus obras, ejemplo de un juicio sinmisericordia; segn dice Malaquas, Edom es pueblo contra el cual Jehov est indignado para siempre(1:3-5); y segn el profeta Abdas, l ser cortado para siempre, el nico pueblo del cual ni aun resto

    quedar (Abdas 10, 18). Despus de haber establecido estos dos principios (por un lado su amor y sueleccin de gracia, y por otro su justicia y su santidad que no pueden dejar el mal sin castigo), Dios pasaa la condicin actual de este pueblo al que haba amado. Israel haba mostrado ser digno de tantoamor, o ms bien haba merecido caer bajo el juicio? Esto es lo que van a mostrarnos los captulos 1:6-14 y 2:1-17.

    La nica diferencia a favor de Israel, comparado con Edom, es que habr en aquel pueblo unremanente, unos salvados segn la eleccin de gracia. Este remanente mostrar de qu manera Diossabe conciliar su odio por el pecado y su amor por el pecador. Y, lo sabemos, la cruz de Cristo es elnico lugar en el cual la justicia de Dios se manifiesta, justificando al pecador en vez de condenarle.

    Volvamos ahora a la profeca y examinemos, en primer lugar, el estado moral de Israel, poseedor

    de tantos privilegios.

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    La condicin del sacerdocio

    Todo este pasaje (1:6-14-2:1-9) describe la condicin del sacerdocio y luego la del pueblo(2:10-17). El sacerdote era a la vez el mediador entre Dios y la nacin y el representante de la nacinante Dios; pero aqu tiene ms bien el carcter de aquel que rinde culto a Dios. Si el pueblo hubieseescuchado atentamente la voz de Jehov, todo l habra sido un reino de sacerdotes y gente santa

    (xodo 19:6). Pero, entregado a su responsabilidad al pie del Sina, Israel, desde su primer acto hacerel becerro de oro perdi todo derecho a cumplir aquella funcin. Dios, despus de hacer largosensayos de su paciencia hacia su pueblo, para ver si ste poda reconquistar, mediante su conducta, losprivilegios que haba perdido, sus-cit un nuevo sacerdocio universal al apartar a su Iglesia. sta se hamostrado digna del sacerdocio que le fue confiado? La historia de la cristiandad profesante respondenegativamente a esta pregunta, aunque ella pretenda estar en relaciones con Dios para el culto. Tiene elnombre de culto en sus labios, pero ha olvidado totalmente el significado de ese servicio. Aun loscreyentes que hay en medio de ella dan prueba de semejante ignorancia. Claro que todos son, de hecho,sacerdotes a los ojos de Dios, pero ya no cumplen sus funciones. Israel, pues, no es el nico ejemplo deignorancia en cuanto al homenaje que Dios tiene derecho a esperar de su pueblo.

    Honor al padre y temor al seor

    El hijo honra al padre, y el siervo a su seor. Si, pues, soy yo padre, dnde est mi honra? y sisoy seor, dnde est mi temor? dice Jehov de los ejrcitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciismi nombre (v. 6).

    Aunque las relaciones de familia, de las que nos habla este pasaje, iban debilitndose entoncescomo sucede hoy con los progresos de la apostasa, todava se admita que el hijo deba honrar asu padre y que el servidor deba temer a su seor. Pues bien, Dios era padre y seor a la vez, y lossacer-dotes menospreciaban su nombre; pero decan: En qu hemos menospreciado tu nombre?.Dios les contesta: En que ofrecis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: En qu te hemos deshonrado?En que pensis que la mesa de Jehov es despreciable (v. 7). Su pregunta denotaba esa ignorancia dela que hemos hablado: ignorancia del carcter de Dios, de lo que le es debido y de la culpabilidad de suspropios actos.

    Apliquemos estas palabras a lo que pasa en la cristiandad profesante, la que pretende rendirculto a Dios, acercarse a su Mesa, tomar parte en el memorial del sacrificio de Cristo... Qu es lo quelleva all? Pureza o mancha? Los que se pre-sentan all son santos purificados de sus iniquidades o, encambio, seres cargados con sus pecados? Y unos dicen: En qu hemos despreciado tu nombre, o tehemos profanado? Hemos procedido mal en eso? No hemos cumplido con toda puntualidad nuestrosdeberes religiosos? En que pensis responde Jehov que la mesa de Jehov es despreciable.Tal vez esas palabras no estn en sus labios, pero s en sus actos, los que muestran cmo estiman a

    Jehov y su Mesa. Y cuando ofrecis el animal ciego para el sacrificio, no es malo? Asimismo cuandoofrecis el cojo o el enfermo, no es malo? Presntalo, pues, a tu prncipe; acaso se agradar de ti, o lesers acepto? dice Jehov de los ejrcitos (v. 8). Qu da a Dios el hombre religioso de todos lostiempos? Y qu hace por l? Cumple en pblico actos que le hacen honorable a los ojos de los demshombres. El farisesmo, sea judo o cristiano, no tiene otro mvil. Sus obras caritativas hacen hablar del entre los hombres; pero, en lo secreto, qu puede ofrecer a un Dios a quien no conoce, sino unanimal enfermo?

    Qu haremos, pues, para ser agradables a Dios? excla-marn esos mismos hombres. Helo aqu:Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero cmo podisagradarle, si hacis estas cosas? dice Jehov de los ejrcitos (v. 9). Arrepentos; dejad vuestros caminos;

    implorad a Dios; apelad a su gracia. Es ste vuestro nico recurso, el nico medio con que podiscontar para recibir los favores de Dios. No podis hacer buenas obras, y vuestra conducta lo prueba; lasmejores a vuestros ojos no son para Dios ms que obras muertas de las que vuestra conciencia tiene queser purificada (Hebreos 9:14).

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    Quin tambin hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo notengo complacencia en vosotros, dice Jehov de los ejrcitos, ni de vuestra mano aceptar ofrenda (v.10). Aqu encontramos otro carcter moral del sacerdocio adulterado: el inters que dirige al hombrecuando pretende servir a Dios. No puede hacer otra cosa, porque no conoce a Dios. Por eso Diospronuncia el juicio ms completo sobre esta profesin sin vida y declara que no hay ningn vnculomoral entre ella y l: Yo no tengo complacencia en vosotros... ni de vuestra mano aceptar ofrenda.

    Dios se volver hacia las naciones

    Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones;y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre lasnaciones, dice Jehov de los ejrcitos (v. 11).

    El profeta declara aqu que Dios se volver hacia las naciones. Es, en efecto, lo que ocurri.Jehov abandon a su pueblo al juicio, y el Evangelio fue anunciado a los gentiles. Una gran multitud deellos se convirti para servir al Dios vivo y verdadero y puso su esperanza en Cristo. Esta palabra del

    profeta, pues, puede aplicarse inmediatamente a la bendicin de los gentiles por la fe cristiana, pero ellava ms lejos: el Espritu lleva nuestros pensamientos hacia un tiempo todava futuro, cuando una ofrendapura ser presentada por las naciones al Dios de Israel. Este hecho que llena la profeca del AntiguoTestamento slo tendr lugar despus del juicio defi-nitivo ejecutado sobre el pueblo rebelde y susopresores. Entonces una muchedumbre innumerable de gentiles estar delante del trono en presenciadel Cordero (Apocalipsis 7), y en todo lugar no solamente en el templo de Jerusaln se quemarincienso al gran nombre de Jehov.

    Y vosotros lo habis profanado cuando decs: Inmunda es la mesa de Jehov, y cuando decsque su alimento es despreciable. Habis adems dicho: Oh, qu fastidio es esto! (v. 12, 13). Dios vealo que haba en el fondo del corazn de los sacerdotes de Israel. La cristiandad profesante ofrece elmismo espectculo. El gozo de la presencia de Dios, la comunin con l, la apreciacin del sacrificio deCristo le son cosas desconocidas y tan slo hacen salir de sus labios una expresin: Qu fastidio esesto!. Puede ella comprender la felicidad que encuentran los creyentes en la comunin con el Padre ycon el Hijo? Puede encontrar sus delicias en la Palabra, de la cual nicamente el Espritu Santo da lainteligencia?

    Y me despreciis, dice Jehov de los ejrcitos. La revelacin de Dios y de Cristo es para elhombre un polvo molesto al que procura quitrselo de encima; no significa nada para su corazn y suconciencia, porque no tiene corazn ni conciencia para Dios. El mundo estima que las distracciones ylos placeres son preferibles al verdadero culto. Puede el Seor aceptar sacrificios ofrecidos en talescondiciones? Aun en lo que se llamaba un voto es decir, un servicio voluntariosacrificaban lodaado, la apariencia del celo les bastaba (v. 14).

    El sacerdocio adulterado

    Si ahora, en este primer captulo, recapitulamos los carac-teres del sacerdocio adulterado,encontraremos la total ignorancia acerca del amor de Dios, la ignorancia respecto de su santidad y laausencia de todo temor de Dios. La impureza es llevada a su Mesa; dones sin valor son presentadospara guardar las apariencias; el inters regula todos los actos en el servicio para Jehov. Esta carenciade realidad en la vida religiosa produce fastidio y hasto por las cosas divinas.

    Quiera Dios guardarnos de este espritu y de estas tendencias hacia los cuales nuestros corazones

    naturales tienen ya demasiada predisposicin a dejarse arrastrar! Dios no nos pide vanas apariencias,sino la verdad en el corazn, actos que correspondan a nuestras palabras, palabras que correspondan alestado de nuestras almas. Feliz aquel de quien Jess pueda decir: He aqu un verdadero israelita, enquien no hay engao! (Juan 1:47).

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    El captulo 2:1-9 pertenece propiamente al que precede. No hace, como tampoco el captulo 1,una completa descripcin de la apostasa final, sino que describe el carcter moral del sacerdocio,librado a su propia responsabilidad. De modo que podemos echar una mirada al corazn del hombrereligioso, a fin de saber evitar, para nosotros mismos, los rasgos que le caracterizan. Con este propsito,el creyente debe retener las primeras palabras del profeta: Yo os he amado. Nuestra salvaguardia esel conocimiento del amor de Cristo. Volvamos siempre a beber de esta fuente, pues no tenemos otro

    medio para rendir un testimonio fiel. El Seor no le dice a Filadelfia: Reconoce que t me has amado.Antes bien le dice: Reconoce que yo te he amado (Apocalipsis 3:9). Si nos recostamos sobre el pechode Jess, slo sentiremos latir el amor. All aprenderemos a conocerle, y no buscndole a travs de lamanera siempre imperfecta en que cumplimos nuestro servicio.

    Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no oyereis, y si no decidsde corazn dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehov de los ejrcitos, enviar maldicin sobre vosotros,y maldecir vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habis decidido de corazn. Heaqu, yo os daar la sementera, y os echar al rostro el estircol, el estircol de vuestros animalessacrificados, y seris arrojados juntamente con l (v. 1-3). Los hombres que merced a sus pri-vilegiosestn ms cerca de Dios, son los juzgados con mayor severidad. Estos sacerdotes se jactaban de sus

    prerrogativas, pero haban olvidado a Dios, quien haba venido a ser para ellos lo que se llama unacantidad desdeable. Para qu existan, sino para glorificar Su nombre? De otro modo, Dios maldecirasus bendiciones y sus privilegios se convertiran en maldicin para ellos. Esta amenaza era ya una cosaactual en tiempos del profeta Malaquas.

    El pacto con Lev

    Y sabris que yo os envi este mandamiento, para que fuese mi pacto con Lev, ha dichoJehov de los ejrcitos (v. 4). Encontramos aqu una confusin intencional muy frecuente en elAntiguo Testamento entre sacerdotes y levitas. El sacerdocio propiamente dicho ya haba fracasado,al pie del Sina, cuando Aarn, sumo sacerdote, les haba desenfrenado al hacerles un becerro de oro(xodo 32:25). Haba vuelto a fallar cuando Nadab y Abi, hijos de Aarn, ofrecieron fuego extrao aJehov (Levtico 10:1) y fueron consumidos. Tambin haba fracasado cuando El, descendiente deItamar, honr a sus hijos ms que a Jehov, por lo cual Dios le anunci que suscitara en su lugar unsacerdote fiel que andara delante de su Ungido todos los das (1 Samuel 2:29, 35). Entonces fuesuscitado Sadoc, de la familia de Eleazar, y esta familia ocup, desde entonces, el primer puesto en elsacerdocio (1 Crnicas 6:50-53; 24:1-6); pero vemos, al final de Nehemas, lo que fue de esta familia:contaminan el sacerdocio, y el pacto del sacer-docio y de los levitas (Nehemas 13:29). Del mismomodo, en Malaquas haban corrompido el pacto de Lev (2:8). Eso no anulaba, sin duda alguna, eldeterminado propsito de Jehov de conservar en esa familia, para el porvenir, un sacerdocio fiel que,

    mejor aun que el de Sadoc bajo la realeza de David, andar delante de mi Ungido (1 Samuel 2:35).Pero, a causa de la infidelidad del sacerdocio en ese momento de Malaquas, Jehov insiste en sualianza con Lev.

    Esta maldicin, pronunciada aqu sobre el sacerdocio judo, alcanzar igualmente a la profesincristiana. Al aludir al captulo 19:6 del xodo, el apstol Pedro dice a los cristianos: Sed un sacerdociosanto y sois linaje escogido, real sacerdocio, nacin santa (1 Pedro 2:5, 9). Como profesin, esesacerdocio se ha hecho infiel y no podr subsistir; pero los consejos de Dios son irrevocables ypermanecern a pesar de todo. Si bien es cierto que el conjunto cae bajo el juicio y, al castigar a losmalos siervos, Dios tiene que decir: Vendr el seor de aquel siervo en da que ste no espera, y a lahora que no sabe, y lo castigar duramente, y pondr su parte con los hipcritas; all ser el lloro y el

    crujir de dientes (Mateo 24:50, 51), no es menos cierto que su pacto permanece con Lev.Los hijos de Lev haban demostrado celo por Jehov en dos ocasiones memorables. Despusde la ereccin del becerro de oro y el pecado de Aarn, Moiss se puso a la puerta del campamento ydijo: Quin est por Jehov? Jntese conmigo. Y se juntaron con l todos los hijos de Lev. Y l les

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    dijo: As ha dicho Jehov, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volvedde puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Ylos hijos de Lev lo hicieron conforme al dicho de Moiss; y cayeron del pueblo en aquel da como tresmil hombres. Entonces Moiss dijo: Hoy os habis consagrado a Jehov, pues cada uno se ha consagradoen su hijo y en su hermano, para que l d bendicin hoy sobre vosotros (xodo 32:26-29). El celo delos levitas por Jehov era su consagracin, en contraste con la consagracin oficial de los sacerdotes

    (xodo 29).Este celo se haba mostrado por segunda vez durante la alianza de Israel con las hijas de Moab,

    para adorar a Baal-peor. Finees, hijo de Eleazar, en su celo por Jehov haba traspasado a los culpables.Este acontecimiento constituye el tema de nuestro pasaje: Mi pacto con l fue de vida y de paz (v. 5);es, en efecto, lo que Jehov haba dicho a Moiss: Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarn, hahecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumidoen mi celo a los hijos de Israel. Por tanto diles: he aqu yo establezco mi pacto de paz con l; y tendrl, y su descendencia despus de l, el pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Diose hizo expiacin por los hijos de Israel (Nmeros 25:10-13). En virtud de la fidelidad de Finees, elsacerdocio perpetuo deba quedar en la familia de Eleazar, de quien este levita era hijo.

    Es, en efecto, lo que tendr lugar en los ltimos tiempos. Se ve en Ezequiel 48:11 que la familiade sacerdotes, de la cual los hijos de Sadoc fueron titulares bajo el reinado de David, subsis-tir duranteel reinado milenario de Cristo: La porcin santa leemos ser para los sacerdotes santificadosde los hijos de Sadoc que me guardaron fidelidad, que no erraron cuando erraron los hijos de Israel,como erraron los levitas. Tenemos aqu uno de los ejemplos de la confusin intencional, mencio-nadaanteriormente, entre los sacerdotes y los levitas, pues eran los sacerdotes quienes haban corrompidoel pacto de Lev (v. 8). Mi pacto con l fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que metemiera; y tuvo temor de m, y delante de mi nombre estuvo humillado. La ley de verdad estuvo en suboca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizoapartar de la iniquidad. Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabidura, y de su boca elpueblo buscar la ley; porque mensajero es de Jehov de los ejrcitos (v. 5-7). Lev tena cinco caracteres:

    1. En cuanto a su corazn: tema a Jehov; se diferenciaba de esos sacerdotes profanos de los cualesDios deca: Dnde est mi temor? (1:6).2. En cuanto a sus palabras: la ley de verdad estaba en su boca y la iniquidad no fue hallada en suslabios.3. En cuanto a su andar: se realizaba con Jehov en paz y recti-tud.4. En cuanto a su ministerio: haba apartado de la iniquidad a muchos.5. En cuanto a su mensaje: era el enviado de Dios.

    Cristo, el Levita fiel

    La Palabra considera aqu el dbil servicio de los levitas en comparacin con el del hijo deEleazar. Aprecia ese servicio segn su origen, as como tambin considera el nuestro en comparacincon el de Cristo. Todo este pasaje, en efecto, nos habla de l y nos ofrece una imagen admirable de suactividad como hombre. En la tierra, Jess no era sacerdote; slo lleg a serlo en virtud de su resurreccinde entre los muertos (Salmo 110). Pero toda su carrera en esta tierra corresponda a la del levita fiel.Era el perfecto servidor, tanto de Jehov como del hombre cado; por eso Dios le ha confiado unsacerdocio que no se transmitir jams. Desde entonces poda estar en el cielo, ante Dios, para servir alos hombres, porque haba estado en el mundo para servir a Dios delante de los hombres. Un pasaje del

    Deuteronomio nos presenta de nuevo a Lev bajo el carcter figurativo de Cristo: A Lev dijo: TuTumim y tu Urim sean para tu varn piadoso... Bendice, oh Jehov, lo que hicieren, y recibe con agradola obra de sus manos (cap. 33:8-11).

    En este magnfico captulo, dos personajes tienen preeminencia sobre todos los dems: Jos y

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    Lev. Ambos se caracterizan por la separacin para Dios. Por una parte, las bendiciones estn sobreJos porque haba estado separado de sus hermanos. Su carcter era el del nazareo, cuya separacin eraordenada por Dios. En esta posicin haba sido fiel; por eso el favor de Dios viene sobre la cabeza deJos, y sobre la coronilla del nazareo, el separado de entre sus hermanos (Deuteronomio 33:16 - V.M.). En cuanto a Lev, su separacin haba sido voluntaria, fruto de su fidelidad; por lo que Jehovbendice lo que hicieron, y recibe con agrado la obra de sus manos. Por eso, segn la peticin de

    Moiss, le es asignado a l el sacerdocio perpetuo: los Urim y Tumim, atributos del sacerdocio, pormedio de los cuales se consultaba a Jehov (1 Samuel 28:6; 23:9; ver Nmeros 27:21; Esdras 2:63;Nehemas 7:65), son para Su varn piadoso (o Su siervo favorecido - V. M.). Histricamente, estapromesa se cumpli en la familia de Elea-zar, padre de Finees; pero aqu, Lev es un personaje, un solohombre. La conducta de Lev (Finees), como la de Cristo, de quien es figura, es la base de todosacerdocio.

    Mas vosotros os habis apartado del camino; habis hecho tropezar a muchos en la ley; habiscorrompido el pacto de Lev, dice Jehov de los ejrcitos. Por tanto, yo tambin os he hecho viles ybajos ante todo el pueblo, as como vosotros no habis guardado mis caminos, y en la ley hacisacepcin de personas (v. 8-9). El profeta vuelve aqu a los sacerdotes que de esto slo tienen la

    apariencia y la profesin. En vez de andar en los cami-nos del verdadero servidor, quien tendra quehaber sido su modelo desde el principio, ellos haban seguido pese a llevar Su nombre caminos decorrupcin, dando as ejemplo a mucha gente para que abandonase la ley, o bien la haban aplica-do demanera diferente, segn se tratara de pobres o de gente de buena posicin. Por eso Dios iba a cubrirlosde desprecio a la vista de todos.

    CAPTULOS 2:10-17 y 3:1-15

    LA CONDICIN DEL PUEBLO

    Profanacin y deslealtad

    La segunda parte del captulo 2 aborda un nuevo tema. Ya no se trata aqu del sacerdocio, sinodel pueblo.

    Parece que el versculo 10 es una confesin general: No tenemos todos un mismo padre? Nonos ha creado un mismo Dios? Por qu, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro,profanando el pacto de nuestros padres?. Son como palabras de arrepentimiento puestas en boca deJud, las que se realizarn ms tarde, cuando el remanente reconozca su pecado. As como los sacerdotes

    haban corrompido el pacto de Lev (v. 8), el pueblo tambin haba profanado el pacto de sus padres.Ahora bien, no eran todos ellos hijos de un mismo padre, criaturas de un solo Dios? No se trata aqude la relacin con el Padre, manifestada aqu en la tierra por Jess, establecida por la obra de la cruz yproclamada en la resurreccin de Cristo, relacin de la cual tan slo los cristianos participan, pues elAntiguo Testamento no la revela y ella nunca pertene-cer al pueblo judo como tal. La relacin de laque nos habla este pasaje pertenece, por el contrario, a todos los hombres, judos o gentiles, aunque loscreyentes la poseen tambin de modo muy especial.

    Por eso vemos, en Efesios 4:6, que hay un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y portodos, y en todos. Nuestro pasaje habla de esta relacin. Eran hermanos, ya que haban sido engendradospor el mismo Dios; y acaso los hermanos obran prfidamente el uno para con el otro? Su origen comn,

    no deba poner en sus corazones mutuos sentimientos de amor y benevolencia? El reproche contenido eneste versculo corresponde a aquel que Jehov dirige, en el captulo 1:6, a los sacerdotes: Si, pues, soy yopadre, dnde est mi honra?. Pero, aqu, el Espritu de Dios coloca esta palabra, no en boca de Jehov,sino en la de los que tenan conciencia del miserable estado en el cual Israel haba cado.

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    Lamentablemente, por el momento ese versculo 10 no representaba de ningn modo el estadomoral del pueblo, impulsado a confesar sus pecados, pues est dicho: Prevaric Jud, y en Israel y enJerusaln se ha cometido abominacin; porque Jud ha profanado el santuario de Jehov que l am, yse cas con hija de dios extrao (v. 11). Dos rasgos caracterizan aqu la condicin moral del pueblo: laprofanacin y la perfidia. Esta acusacin nos recuerda el final del libro de Nehemas. A pesar de todaslas exhortaciones de Esdras, dirigidas al pueblo y al sacerdocio, la nacin haba continuado alindose

    con mujeres idlatras, y en eso los sacerdotes le haban dado el ejemplo. El profeta alude a estacircunstancia histrica. Jud, al profanar el pacto haba profanado el santuario de Jehov restauradocon sus propias manos y se haba casado con la hija de un dios extrao (Nehemas 13:23-31). Al igualque sus sacerdotes, Jud, al regresar del cautiverio, no era idlatra, pero la alianza con la idolatra nodifera de los dolos. Era tanto ms despreciable por cuanto osaba aliarse con el culto del verdaderoDios.

    Lo mismo pasa con los cristianos que pactan con el mundo. Sea o no cristianizado, ste siempresigue siendo el mismo mundo que dio muerte al Salvador. La amalgama entre los creyentes y el mundono puede subsistir, y necesariamente llegar el momento en que el metal precioso ser separado de lasescorias y la cizaa ser separada del buen grano para ser que-mada. Por eso se dice aqu: Jehov

    cortar de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto (v. 12).

    Violacin de la institucin del matrimonio

    A continuacin, probablemente como consecuencia de sus relaciones culpables con idlatras,haban obrado prfidamente para con sus propias mujeres: Y esta otra vez haris cubrir el altar deJehov de lgrimas, de llanto y de clamor; as que no mirar ms a la ofrenda, para aceptarla con gustode vuestra mano. Mas diris: Por qu? Porque Jehov ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud,contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compaera, y la mujer de tu pacto (v. 13-14). Ellosrepudiaban a sus mujeres legtimas para casarse con mujeres idlatras; y esas pobres abandonadascubran con lloros y gemidos el altar de Jehov, mientras sus maridos acudan a l para ofrecer sussacrificios. Violaban as, al sembrarla de dolores y ruinas, la alianza divina establecida en la creacinentre el hombre y la mujer. En el principio, Dios haba hecho una compaera para Adn. No hizo luno, habiendo en l abundancia de espritu? Y por qu uno? Porque buscaba una descendencia paraDios (v. 15). Aun cuando haba violado lo que Dios haba establecido en la creacin, este puebloposea abundancia del Espritu, segn Hageo 2:5, en la persona de algunos fieles que, como loveremos en el captulo 3, se encontraban todava entre ellos. Por qu este solo Dios haba insti-tuidoel casamiento entre el primer hombre y la primera mujer? Porque buscaba una descendencia paraDios. Slo poda poseer un pueblo suyo de esta manera y no por medio de una alianza profana cuyoinstigador era Satans.

    El profeta aade: Guardaos, pues, en vuestro espritu, y no seis desleales para con la mujer devuestra juventud. Porque Jehov Dios de Israel ha dicho que l aborrece el repudio, y al que cubre deiniquidad su vestido, dijo Jehov de los ejrcitos (v. 15-16). Los sacerdotes haban manchado susvestidos, el pueblo haba cubierto los suyos de violencia al cortar, sin misericordia, los sagrados lazosdel matrimonio, agregando as violencia a la perfidia.

    La cristiandad sigue el mismo camino

    Todos los caracteres que acabamos de describir son tambin, moralmente, los de la cristiandad

    de nuestros das: se abandonan las relaciones entre hijos de un solo Padre; se relajan todos los lazos queDios ha establecido; la alianza con el mundo se ha hecho regla; los dolos han invadido los corazones;la corrupcin y la violencia predominan por doquier. El mundo cristiano es indiferente a lo que Diospiensa de l y solamente se preocupa por la opinin de los hombres. Pregunta: Por qu? cuando

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    Dios declara no estar satisfecho con l y procura tocar su conciencia. El mundo asocia el mal con elnombre de Jehov, como si Dios pudiese aprobarlo o tolerarlo: Habis hecho cansar a Jehov convuestras palabras. Y decs: En qu le hemos cansado? En que decs: Cualquiera que hace mal agrada aJehov, y en los tales se complace; o si no, dnde est el Dios de justicia? (v. 17).

    En resumen, se encuentra algo satisfactorio en este captulo? En l, segn la expresin deIsaas, todo es herida, hinchazn y podrida llaga; no... curadas, ni vendadas (Isaas 1:6). Slo un faro

    luminoso brilla en estas tinieblas: la fidelidad del verdadero Lev. ste responde a todos los deseosdel corazn divino y, a pesar de todo, Dios proseguir sus designios de amor y de gracia para conaquellos a quienes su gracia les asocia con Lev.

    Los hijos de Lev

    El captulo 3 va a mostrarnos lo que el Seor espera de estos ltimos y los caracteres quedistinguen a los fieles de los ltimos das.

    Recordemos aqu que aquellos de Jud que haban vuelto del cautiverio y edificado el templo de

    Jerusaln no haban regresado a su tierra como remanente convertido. Eran un pueblo de profesantes,sujetos a la ley exteriormente, que haban reedificado el templo; pero el cautiverio en Babilonia deninguna manera haba cambiado sus corazones.

    Como lo hemos visto, a ellos se refieren los dos primeros captulos y el principio del tercero (v.1-15). Este ltimo contina la exposicin de la historia moral del pueblo, empezada en el versculo 10del segundo captulo. La palabra vosotros la que se encuentra repetidas veces en este captulose dirige tan slo al pueblo no creyente que profesaba la ley, sobrepasando, como el primer versculodel captulo 1 ya nos lo mostr, los lmites de Jerusaln y de Jud para extenderse a todo el pueblo.Vosotros, la nacin toda dice el versculo 9.

    Sin embargo, en los versculos que nos ocupan hay una diferencia notable con los dos primeroscaptulos. stos se dirigen tan slo a la nacin, considerada bajo su aspecto religioso o civil, mientrasque el tercer captulo se refiere, desde el princi-pio, a un verdadero remanente, no ya Levsolamente,un hombre, figura de Cristo (2:5-6), sino los hijos de Lev(3:3), asociados, en su servicio, con su fiel

    jefe, como nosotros, los cristianos, lo estamos con Cristo.Esto equivale a decir que Dios se asegura de formarse un remanente en medio de un pueblo que

    carece de valor moral a sus ojos, desprovisto de conocimiento y sin afecto hacia l. Este remanente o conjunto de creyentes pone su confianza en Jehov y espera su venida.

    Ya hice resaltar, en varias ocasiones, la analoga que existe entre el estado descrito por Malaquasy el de la cristiandad profesante de nuestros das. Al cotejar aquella profeca con las tres ltimas epstolasdel Apocalipsis, vemos que el estado de muerte y de mancha que se le reprocha a Sardis, la tibieza y laautosatisfaccin que caracteriza a Laodicea todos ellos rasgos del adulterado protestantismo de

    nuestros das son como un comentario de estos captulos de Malaquas. Y si el ltimo de ellos nosmuestra que Dios confa su servicio a los hijos de Lev, el Apocalipsis nos ensea tambin que el Seorse reserva, en Filadelfia, un testimonio para los ltimos das, hasta que l venga a recoger a sus elegidose introducirlos con l en la gloria.

    La venida de Cristo

    Estas grandes verdades resaltarn ms definidamente a medida que avancemos en el estudio deeste captulo. Pero antes el Seor anuncia a este pueblo un acontecimiento de la mayor importancia: la

    venida de Cristo. He aqu, yo envo mi mensajero, el cual preparar el camino delante de m; y vendrsbitamente a su templo el Seor a quien vosotros buscis, y el ngel del pacto, a quien deseis vosotros.He aqu viene, ha dicho Jehov de los ejrcitos (v. 1).

    Cuando el profeta dice: el Seor a quien vosotros buscis, no significa que hubiese, en el

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    corazn del pueblo como tal, algo vivo para Dios. Israel y Jud en particular esperaba la venida desu Mesas, como lo vemos en los evangelios. l pen-saba que este Mesas, hijo de David, restableceratodas las cosas y sacara a su pueblo de debajo del yugo de las naciones para establecer su propio reinoen Israel. El pueblo esperaba con impaciencia a este Rey prometido, para ser liberado de la servidumbrea la que le tenan sujeto los gentiles y ver restable-cidos sus gloriosos privilegios. Por eso se le llama:El Seor a quien vosotros buscis y el ngel del pacto, a quien deseis vosotros, pues deba

    introducir al pueblo en las bendiciones futuras, en virtud de su pacto con Israel.Uno puede muy bien esperar una felicidad venidera sin darse cuenta de sus relaciones actuales

    con Dios. Ayer o a un hombre del mundo afirmar que habra un reinado de paz en la tierra, que la guerrasera abolida y que los hombres disfrutaran de felicidad aqu abajo. En todos los tiempos se ha habladoas. En la antigedad pagana, uno de sus propios profetas anunciaba estas cosas al pueblo romano. Losque creen en ellas o las desean pueden tener conciencias endurecidas en cuanto a su estado de pecadoy a la necesidad de comparecer ante un Dios justo y santo.

    El profeta predice aqu que la venida del Seor ser anunciada por el precursor: He aqu, yoenvo mi mensajero, el cual preparar el camino delante de m, lo que tuvo lugar cuando Juan elBautista apareci en medio del pueblo. En Mateo 11:9 Jess dice a la muchedumbre:Pero,qu

    salsteis a ver? A un profeta? S, os digo, y ms que profeta. Porque ste es de quien est escrito: Heaqu, yo envo mi mensajero delante de tu faz, el cual preparar tu camino delante de ti.Y vendr sbitamente a su templo el Seor a quien vosotros buscis. Este pasaje no separa la

    venida del Seor a su templo del momento en el que Juan el Bautista apareci para anunciar estavenida. Pero, para que este gran hecho tuviera lugar efectivamente, haca falta que el pueblo recibierael bautismo de arrepentimiento, nico medio para preparar el camino delante de los pasos del Mesas.

    El templo, habitacin de Dios

    La historia de Israel nos ensea que, cuando Salomn hubo acabado de edificar el templo,Jehov vino a habitar en l para morar en medio de su pueblo. Si este ltimo hubiese sido fiel, Dios nohabra abandonado su habitacin. Pero Israel y sus reyes negaron a Jehov y practicaron toda clase deabominaciones; entonces los juicios cayeron sobre este pueblo. La realeza desapareci y la nacin fuellevada en cautiverio. El profeta Ezequiel (cap. 10 y 11) vio el trono de Jehov abandonando como conpesar el templo de Jerusaln. La casa de Dios qued vaca y acab por ser destruida durante el reinadode Nabucodonosor, rey de Babilonia.

    En el libro de Esdras vemos al remanente de Jud, vuelto a su tierra, reedificar el templo pororden de Ciro, pero Jehov no entra en l. Esta casa nuevamente es saqueada, arruinada y destruida y,ms tarde, reconstruida por Herodes al tiempo de la venida de Jess. En este mismo momento, Juan elBautista prepara al pueblo para recibir al Seor en su templo.

    El evangelio de Juan nos presenta, en el captulo 2 (no sin motivo, pues este hecho, en los demsevangelios, es relatado al final de la carrera de Cristo), el primer acto del Seor cuando sube a Jerusaln.Entra en el templo, echa afuera a los vendedores y a los cambistas, y dice: No hagis de la casa de miPadre casa de mercado. Pero, al obrar as, l prev su rechaza-miento, pues, en realidad, l solo era eltemplo de Dios en medio de un pueblo que no quera saber nada de l. Destruid este templo dicey en tres das lo levantar. Y l hablaba del templo de su cuerpo (Juan 2:13-21).

    Seguidamente llega el da (Mateo 24:1-2) en el cual Jess sale del templo de Jerusaln y lo abandonapara no volver a entrar ms en l, diciendo: No quedar aqu piedra sobre piedra, que no sea derribada.Luego el Salvador es crucificado. Todo, pues, ha acabado? No! Dios le resucita y le hace sentar a sudiestra, desde donde manda al Espritu Santo, quien forma un nuevo templo, no de piedras y oro, sino un

    templo espiritual, compuesto de piedras vivas, un edificio en el cual Dios mora por medio de su Espritu. Estacasa, formada para mantenerse pura y santa aqu abajo, se corrompe como todo lo que ha sido confiado a laresponsabilidad del hombre. Ella llega a ser una gran casa manchada por utensilios de deshonra y, como enel caso del templo de Jerusaln, se acerca el momento en que el Seor deber rechazarla por completo.

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    Sin embargo, antes de este rechazo definitivo, Dios forma, en medio de la cristiandad corrompida,un remanente cristiano que sea parte de la casa espiritual a la que llevar al cielo en su venida, la cualser el templo en que habitar por toda la eter-nidad. Entonces dir: He aqu el tabernculo de Dioscon los hombres, y l morar con ellos (Apocalipsis 21:3).

    Tal es la historia del templo celestial, pero el templo terrenal tambin tiene su porvenir, puesser reconstruido y el Seor habitar en l aqu en la tierra.

    Venida del Seor a su templo

    Los ltimos captulos del profeta Ezequiel (40-44) nos hablan de este templo futuro, establecidodespus de que el ltimo templo el del anticristo, que edificar este hombre rebelado contra Dioshaya sido definitivamente destruido. Entonces Jehov reedificar su templo, y vendr sbitamen-te...el ngel del pacto (Malaquas 3:1). El profeta Ezequiel nos hace asistir a esta escena maravillosa. Yla gloria de Jehov entr en la casa... la gloria de Jehov llen la casa. Y dice: ste es el lugar de mitrono, el lugar donde posar las plantas de mis pies, en el cual habitar entre los hijos de Israel para

    siempre (Ezequiel 43:1-7).El profeta Hageo nos habla tambin de este templo futuro: Y vendr el Deseado de todas lasnaciones; y llenar de gloria esta casa, ha dicho Jehov de los ejrcitos (2:7). Asimismo a ese momentofuturo alude Malaquas: Vendr sbitamente a su templo el Seor. He aqu viene, ha dicho Jehovde los ejrcitos. Esta venida del Seor a su templo ya no ser con gracia, como la primera, sino congloria, y tendr lugar, como lo vamos a ver, despus de los juicios. Ser anunciada, como la primera,por un precursor que caer bajo los golpes del anti-cristo. Si Juan el Bautista hubiera sido recibido, lhabra sido este Elas que deba venir (Mateo 11:14; 17:10-12); pero fue rechazado, y el Seor volvera enviar a Elas, segn el captulo 4:5 de Malaquas: He aqu, yo os envo el profeta Elas, antes quevenga el da de Jehov, grande y terrible. Aplazamos hasta ms adelante la explicacin de este pasaje.

    Nosotros, los cristianos, quienes nos encontramos bajo el rgimen de la gracia, ya no tenemosque esperar a un mensajero que nos anuncie la segunda venida de Cristo, como Juan el Bautista anuncila primera. Nuestro mensajero vino hace mucho tiempo en la persona del Espritu Santo, la que baj ala tierra el da de Pentecosts y nos ha enseado a esperar tambin la sbita venida del Seor, pero congracia, para introducirnos en la gloria, cuyo centro ser la Jerusaln celestial. S, l vendr pronto, peroquiere que le esperemos de un momento a otro, no como ladrn en la noche, sino como la Estrellaresplandeciente de la maana. Su venida podra aun retrasarse, pero debemos esperarla hoy; l cuentapara eso con nuestro apego hacia su persona.

    Israel no supo esperar al Seor

    Lo mismo ocurra para Israel en el tiempo de Malaquas. El profeta quera mantener al pueblodespierto, pues era preciso que comprendiera que la venida del Libertador estaba cerca. Ms de cuatrosiglos transcurrieron entre esta profeca y la venida del Salvador y de su precursor, pero lo que querael Seor era que los fieles le esperasen.

    Le esper su pueblo? Entre la profeca de Malaquas y la primera venida de Cristo transcurrieronsiglos llenos de acontecimientos diversos. Cuando apareci, Jud haba olvidado esta profeca, peroalgunos pobres del rebao le esperaban, tal como lo vemos al final de nuestro captulo y al principio delevangelio de Lucas.

    En realidad, tan slo los creyentes pueden esperar al Seor con gozo; los no creyentes siempre

    procurarn olvidarlo o negarn su venida. Y, qu tiene eso de asombroso? La venida del Seor congloria es, para el mundo, su venida para ejecutar juicio, como lo vemos en el pasaje que consideramos:Quin podr soportar el tiempo de su venida? o quin podr estar en pie cuando l se manifieste?Porque l es como fuego purifica-dor y como jabn de lavadores (v. 2). Acaso el pueblo podra

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    regocijarse por este acontecimiento? Lamentablemente, cuando el Seor venga por segunda vez a sutemplo, juzgar sin misericordia a la nacin apstata, y quin podr estar en pie cuando l semanifieste? (v. 2). El establecimiento del reinado de Cristo estar fundado en el juicio de los que hayanrechaza-do al Mesas.

    El Seor se sienta como el afinador

    Ahora el profeta aade: Y se sentar para afinar y limpiar la plata; porque limpiar a los hijosde Lev, los afinar como a oro y como a plata, y traern a Jehov ofrenda en justicia (v. 3).

    Encontramos aqu, no ya como en el versculo anteriorel juicio del pueblo infiel, sino lamanera por la cual el Seor formar un pueblo que le pertenezca y al que l pueda reconocer comosuyo. Para ello, valindose del juicio, har una obra tranquila y reflexionada: se sentar. Adoptar laactitud de un hombre que afina y purifica la plata. Separar, mediante el fue-go, el metal precioso de lasescorias, lo bueno de lo malo. Tales sern los caminos de Dios con respecto al remanente que reu-niren medio de la gran tribulacin (ver Salmo 66:11-12). Ser preciso que tal remanente pase por el horno

    para ser purificado y librado de sus ligaduras; sin embargo, ser sostenido como antiguamente lo fueronlos compaeros de Daniel, por la presencia del ngel de Jehov.Este remanente judo de los ltimos tiempos diferir mucho del remanente cristiano de nuestros

    das. Cristo vendr por nosotros con gracia; para ellos, con gloria. Esta venida gloriosa da fin al AntiguoTestamento, como la de gracia lo hace con el Nuevo. Cristo se acerca a ellos para juicio, a nosotros conpaz y misericordia. Y, sin embargo, el Seor usa tambin el crisol para con el remanente cristiano. Sibien cuida de su Iglesia, lo hace para santificarla purificndola por la Palabra (Efesios 5). l trabaja enlas almas y las conciencias de los santos para separarlos del mundo que corre al encuentro del juicio. lquiere un pueblo santo, capaz de servirle y esperarle, al que pueda presentrselo como su Iglesia,glorioso, sin mancha ni arruga, irreprochable, sin defecto. 1 Pedro 1:7 nos presenta tambin el crisol:Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho ms preciosa que el oro, el cual aunque perecedero seprueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.

    Purificar a los hijos de Lev

    Hemos insistido en el hecho de que la descripcin del estado del pueblo y del sacerdocio, en elcaptulo 2, no ofrece ni un solo atisbo de aliento. Pero he aqu que, en el captulo 3, el profeta nos dice:Limpiar a los hijos de Lev, los afinar como a oro y como a plata, y traern a Jehov ofrenda en

    justicia (v. 3). Los hijos de Lev son para Dios el verdadero remanente. No es cosa notable? En elcaptulo 2, Lev es mencionado completamente solo, como figura de Cristo, el verdadero servi-dor.

    Con l se concierta el pacto de vida y paz. Pero aqu son los hijos de Lev los que deben ser afinadospara que puedan integrar este pacto. Lo mismo pasar con el remanente de Israel en los ltimos das.Las relaciones con el Cristo le harn agradable ante Dios, pero no sin que antes el juicio le hayapurificado. Y ser grata a Jehov la ofrenda de Jud y de Jerusaln, como en los das pasados, y comoen los aos antiguos (v. 4). Las rela-ciones de Jud y Jerusaln con Dios, para rendirle culto, nicamentepodrn ser establecidas en virtud de la aceptacin de los integrantes del remanente como compaerosdel Mesas.

    Ser bueno que retengamos esta verdad. En el estado de cosas que atravesamos, un culto verdaderorendido por algunos tiene valor a los ojos de Dios, pues representa el culto general que le ser ofrecido yes como precursor de ste. Ello es muy apropiado para alentarnos. Por cierto que deberamos rendir culto

    con otro poder; pero lo que sube de un corazn sincero ante el Seor, la adoracin y la alabanza, es tanaceptable por parte de Dios como cuando la Iglesia no era ms que un corazn y una alma; es tan aceptopor Su parte como el loor futuro, cuando toda la Asamblea est reunida en torno a Cristo en la gloria.Cmo podra ser de otra manera, ya que l es quien alaba en medio de la Asamblea? (Salmo 22).

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    Juzgar al pueblo

    Despus de haber mencionado a los hijos de Lev, el profeta se vuelve nuevamente hacia elpueblo: Y vendr a vosotros para juicio; y ser pronto testigo contra los hechiceros y adlteros, contralos que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al hurfano, y los quehacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de m, dice Jehov de los ejrcitos (v. 5).

    Es importante repetir que, en todo este captulo, el vosotros se dirige al pueblo infiel y no alremanente creyente. Insistimos en esta observacin porque es la clave de la expresin: y vosotroshuiris, vertida en Zacaras 14:5, pasaje interpretado habitualmente como aplicable al remanente. Enefecto, despus de haberse referido, en el versculo 4, a las consecuencias que la fidelidad de los hijos deLev tendran para Jud y Jerusaln, el Espritu de Dios nos muestra el resultado de la infidelidad delpueblo. Esta infidelidad ya no es la idolatra de antao, sino que se resume en dos palabras: el despreciohacia Dios y el prjimo. Los mismos rasgos son presen-tados por Zacaras (5:4; 8:17) como caractersticosdel estado moral del pueblo en los ltimos das. Exteriormente pareca que todo estuviese en regla; sibien se menciona la magia, por lo menos estaban ausentes los dolos; mas el corazn del pueblo estabatan corrompido como cuando la idolatra dominaba en Israel. Por eso, a causa del estado del corazn

    de la nacin, el juicio de Dios deba caer sobre ella. Eso caracteriza a toda profesin que no vayaacompaada de fe (Hebreos 4:2). Dios resume este estado con una sola frase: no teniendo temor dem, dice Jehov de los ejrcitos (v. 5). Les falta el principio, el primer paso en el camino de la sabidura,y veremos, en el versculo 16, que los verdaderos creyentes se caracterizan pre-cisamente por tal temor.

    El temor a Jehov

    En el fondo, qu es temer a Jehov? El temor es el senti-miento de un inferior hacia un superior.Temer a Dios es reconocer, como criaturas, su soberana y sus derechos absolutos sobre nosotros, ascomo la autoridad de su Palabra. Lo mismo ocurre en el caso de nuestras relaciones con Cristo, dado quesomos siervos a los que l adquiri para s al pagar nuestrorescate. El temor implica el sentimiento de la obediencia debida a la Autoridad, a sus rdenes y a susmandamientos, como as tambin el sentimiento del servicio que debe prestrsele. Ahora bien, el servidor,al obedecer, trata de agradar a su seor, a quien le debe todo. Un siervo teme a su amo, un hombre almagistrado, una mujer a su marido, un hijo a su padre, pues todos los nombrados en segundo trmino sonrepresentantes de una autoridad que les ha sido confiada por Dios. No hablamos del amor que implicanestas diversas relaciones, sino decimos que el temor debe ser la base de ellas y el factor determinante detoda nuestra marcha aqu abajo. Por eso la primera epstola de Pedro, la que habla de la conducta cristiana,insiste continuamente acerca del temor. Conozco a Dios como mi Padre, me acerco a l con enteraconfianza infantil y filial, pero sin perder de vista la deferencia que le es debida. Reconozco sus derechos

    sobre m como Dios, Creador, Seor y Amo, y mi nico pensamiento ser servirle, no con el temblor de unsiervo envilecido por el yugo, sino con el pleno disfrute de mi relacin con l, como hijo.

    Si en el hombre no hay temor de Dios, no hay nada, ningn vnculo moral entre el alma y l (Salmo36:1-4). Eso es lo que le falta a una profesin religiosa sin vida, al igual que al hombre incrdulo. Elhombre natural, aun si lleva el nombre de Cristo, siempre tiene por gua su propia voluntad, enemiga de lavoluntad de Dios, a la que no puede someterse (Romanos 8:7). En cambio, el hecho de convertirse encristiano implica desde el comienzo una sumisin de fe a la voluntad de Dios. Qu har, Seor?pregunta Saulo en el camino a Damasco (Hechos 22:10). La voluntad propia es quebrantada y juzgada yla de Dios es aceptada como el nico medio de salvacin: l, de su voluntad, nos hizo nacer por lapalabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas (Santiago 1:18).

    Vuelvan a m!

    Porque yo Jehov no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habis sido consumidos (v. 6). Sibien el corazn del hombre rechaza a Dios y le desprecia, Dios no vara. Hace promesas a Jacob y las

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    cumplir cueste lo que costare, pues l es un Dios fiel y no puede negar su eterna bondad. Pero tambines un Dios justo que no puede tolerar el mal; es preciso, pues, que los malos sean consumidos, y slo sugracia detiene an la espada del juicio. Me empeo en probaros dice Jehov a vosotros que notemis mi nombre y que caeris bajo los golpes de mi ira, que no he abandonado mis promesas; laprueba es que no os he consumido. Aguardo pacientemente que os desviis del mal, pues mi pacienciaes salvacin. Desde los das de vues-tros padres os habis apartado de mis leyes, y no las guardasteis.

    Yo aguardo con paciencia para que os volvis a ellas. No me escucharis? Volveos a m, y yo mevolver a vosotros, ha dicho Jehov de los ejrcitos (v. 7). Por mi parte, nada ha cambiado; por lavuestra, qu haris?

    Volvemos a encontrar, en este pasaje, las primeras palabras del profeta Zacaras: Volveos a m,y yo me volver a vosotros, ha dicho Jehov de los ejrcitos (Zacaras 1:3), pero hechas tanto msinstantes y apremiantes por cuanto el profeta Malaquas las haba hecho preceder de estas otras palabras:Yo os he amado (1:2), muy apropiadas para tocar el rebelde corazn de Israel. En este ltimo esfuerzopor sacudir la endurecida conciencia del hombre, Dios, antes de presentarle su responsabilidad, deseabaconvencerle de lo que haba en Su corazn. De tal manera am Dios al mundo; esto es el Evangelio,y mucho ms de lo que lo hace Zacaras Malaquas, el ltimo profeta, incursiona en l de distintas

    maneras.

    En qu hemos de volvernos?

    Qu respuesta da el pueblo a este llamado? Mas dijisteis: En qu hemos de volvernos?.Acaso no ofrecemos sacrificios? No observamos el sbado y las fiestas prescritas? No nos presentamoscon regularidad en el templo? No es duro Jehov al exigirnos ms? En qu hemos faltado para queDios nos imponga una conversin? Es la palabra del hijo mayor en la historia del hijo prdigocuando le dice a su padre: No eres t quien no me ha tenido en cuenta, ya que no me has dado ni uncabrito para gozarme con mis amigos?

    De hecho, el pensamiento de la conversin no entra en el corazn del profesante, cualquiera seala dispensacin a la que pertenezca. Dir: Qu deberes he dejado de cumplir? No me he bautizado?No he confirmado el voto de mi bautismo? Acaso me comporto como un pagano idlatra? No voyal templo? No cumplo mis deberes religiosos? No doy limosnas?

    Se trata a Dios de igual a igual. Me hablas de volver? No me hace falta en absoluto! Estaindiferencia es un insulto a Dios. El corazn del profesante, a pesar de las apariencias exteriores,permanece insensible, como as tambin su conciencia. El pueblo judo bien lo demostr cuando, 420aos ms tarde, el Seor vino a su templo. Con los mismos caracteres religiosos que los descritos enMalaquas, estos hombres ponen al Mesas en la puerta y le crucifican. Qu haran hoy?

    Robar el hombre a Dios? Pues vosotros me habis robado. Y dijisteis: En qu te hemos

    robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldicin, porque vosotros, la nacin toda,me habis robado (v. 8-9). La inconsciencia es un nuevo rasgo que les caracteriza a todos.

    Poner a Dios a prueba

    Entonces Dios les pone a prueba, o ms bien les invita a que le prueben a l. Traed les dice losdiezmos prescritos por la ley, a fin de que haya alimento en mi casa, y probadme as. Me comprometoa abriros las esclusas de los cielos si obedecis a mi palabra, a derramar sobre vosotros la bendicinhasta que sobreabunde, a reprender en favor vuestro a aquel que devora y aniquila vuestras cosechas.

    Vuestro diezmo os producir el cntuplo (v. 10-11). Eso haba sucedido en los tiempos de Nehemas(Nehemas 13:10-14). Por un tiempo, los jefes haban escuchado y los levitas que carecan de todohaban vuelto a tomar confianza. Este estado no haba durado. Se podra decir que en tiempos del Seorocurra algo distinto, pues los fariseos pagaban el diezmo del eneldo y del comino sobrepasando aun las

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    prescripciones de la ley. Sin duda, pero haban dejado lo ms importante de la ley: la justicia, lamisericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello (Mateo 23:23). Ms aun, alcumplir estrictamente sus deberes religiosos no tenan como meta ms que atraer las miradas de loshombres, sin tener en cuenta a Aquel que vea y juzgaba el estado de sus corazones.

    Aqu, el pueblo no consiente en hacer la prueba que Jehov le propone, pues no tiene ningunaconfianza en Dios. Hoy da, bajo el rgimen de la gracia, las cosas han cambiado? Los hombres

    abandonan ventajas presentes por tener en vista ben-diciones futuras? Si hicieran sus limosnas segnlos pensamientos de Dios, tendran miedo de caer en la miseria.

    Liberalidad y bendicin

    Queridos amigos cristianos, no debemos confesar que tal vez compartimos estos sentimientosdel mundo, cuando se trata de dar con liberalidad para los servidores de Dios, como este pueblo deantao tena que proveer el alimento para los levitas? No hablo de sacrificios que creemos tener quehacer para sostener nuestra causa o nuestros partidos, sino de nuestras libera-lidades por doquier veamos

    obreros del Seor ocupados en el servicio de Su casa. Cuando slo Dios puede tomar conocimiento deello, damos para l todo lo que deberamos dar? Esta llaga se mostr ya en los orgenes de la Iglesia,con Ananas y Safira. No hablo de que mintieran al Espritu Santo, lo que era un pecado para muerte yatrajo sobre esos creyentes el juicio de Dios, sino del hecho de que, al disimular una parte de su haber,denotaran su falta de confianza en un Dios que les hubiera devuelto hasta cien veces lo que hubieranhecho por l y los suyos. Cmo deberamos aprender a contar de manera ms absoluta con esta promesade Dios: Os abrir las ventanas de los cielos, y derramar sobre vosotros bendicin hasta quesobreabunde (v. 10).

    Muchas pruebas que afligen a los cristianos podran tener por causa esta falta de confianza enDios. El insecto devorador no es reprendido a favor nuestro porque no hemos comprendido quetodo lo que Dios nos da nos lo confa para su servicio. Apliqumonos, pues, esta palabra en primersimolugar, antes de juzgar a los dems. Slo Dios pesa los motivos que nos hacen obrar. La pobre viudadaba ms del diezmo al tesoro del templo; ella sacrificaba para la casa de Dios toda su subsisten-cia.Los siervos fieles, a quienes se les haban confiado los talentos, los hacan valer enteramente para suSeor. Todo el fruto de las victorias de David iba a la casa de Jehov, y no guardaba nada de ello paras mismo.

    El mundo se glora de los esfuerzos de la caridad, los que prueban segn dice la solidaridadde la familia humana. Dejemos a Dios el cuidado de distinguir lo que, en estas liberalidades, est hechopara l. Todo otro motivo no tiene valor a sus ojos, pues los diezmos deben ser trados al templo deDios. Confiemos en un Dios galardonador y dispongamos liberalmente para l de lo que de hecho lepertenece. No tendremos, por cierto, ningn mrito en eso; sin embargo, estemos seguros de que unas

    bendiciones abundantes acompaarn siempre la devocin de nuestros corazones hacia l: la via noquedar estril; y todas las naciones os dirn bienaventurados; porque seris tierra deseable, diceJehov de los ejrcitos (v. 12).

    Qu hemos hablado contra ti?

    La incredulidad del pueblo, su indiferencia, su falta de confianza en Dios, le llevan a una ltimaafirmacin, mucho ms terrible que todas las dems: Vuestras palabras contra m han sido violentas,dice Jehov. Y dijisteis: Qu hemos hablado contra ti? Habis dicho: Por dems es servir a Dios. Qu

    aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehov de los ejrcitos?Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no slo sonprosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon (v. 13-15). En un sentido, el pueblo haba obedecido,en tiempos de Nehemas, acerca de los diezmos (Nehemas 13:10-14) y, sin embargo, todava estaban

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    pobres y esclavizados. Entonces, en vez de examinarse a s mismos, se rebelan contra Dios. As terminala historia moral de Israel, as como la del mundo. l ve cmo el orgullo tiene xito, cmo los malosconsiguen riquezas y honores, y no solamente envidia a los inicuos (Sal-mo 73) sino que apela a ellopara negar a Dios y blasfemarle.

    Antes de abordar un nuevo tema, recapitularemos el estado moral del pueblo y del sacerdocio,caracterizado por los diversos asuntos contenidos en estos captulos. Esos asuntos, que son nueve,

    denotan una culpable ignorancia respecto:

    1. del amor de Dios (1:2);2. de lo que se le debe (1:6);3. del culto que hay que rendirle (1:7);4. de lo que conviene a la pureza de su Mesa (1:12);5. de su santidad y su justicia (2:17);6. de su propia perfidia (2:14);7. de lo que es una verdadera conversin (3:7);8. de la consagracin en el servicio; todo lo cual termina en

    9. de la abierta rebelda contra Dios, sin que ellos siquiera ten-gan conciencia de esta rebelda! (3:13).

    CAPTULO 3:16-18

    LOS QUE TEMEN AL SEOR

    Hablaron cada uno a su compaero

    En la primera parte de este captulo hemos visto que, en medio del triste estado moral delpueblo vuelto del cautiverio, Dios pone cuidado en formarse un remanente, los hijos de Lev, quienestoman por modelo al verdadero Siervo de Jehov (3:3; 2:5-6). Este remanente deba ser afinado por laprueba tal como el fundidor afina la plata a fin de recibir al Mesas, el Salvador de Israel, enocasin de su venida. De este remanente va a hablarnos el Espritu de Dios. Feliz y reconfortanteespectculo, en medio de tantas ruinas!

    Entonces los que teman a Jehov hablaron cada uno a su compaero (v. 16). Se caracterizanpor el temor de Jehov, contrariamente al conjunto de la nacin, del cual se dice en el versculo 5:No tienen temor de m. Este temor caracteriz al remanente fiel en tiempos de la primera venida delSeor, es la porcin de los testigos de Cristo en el da actual y se lo ver en el remanente de Jud en los

    ltimos das. A menudo se predica al mundo acerca de la devocin a Cristo, de la consagracin a Dioscomo el primer paso a dar en la vida cristiana. Estos hombres, sin duda sinceros, se engaan; no hacefalta empezar as; adems, de esta manera se invita al mundo a tomar un camino que tiene ciertareputacin de sabidura en culto voluntario, en humildad, pero que termina nicamente en la satisfaccinde los apetitos de la carne (Colosenses 2:23). Esta enseanza olvida que el principio de la sabiduraes el temor de Dios (Salmo 111:10; Proverbios 9:10). Ya nos hemos extendido sobre este tema. Sinembargo, insistimos en l para sealar que el temor de Dios se reconoce en el hombre por la autoridadque la Palabra tiene sobre su conciencia. No podemos agradar a Dios sin obedecer a su Palabra. Y enningn tiempo la profe-sin religiosa y menos aun en nuestros das que antaoadmite en la prcticaeste principio. Los actuales sistemas reli-giosos admiten que la Palabra de Dios les obliga, en la medida

    en que no contradiga su organizacin; pero el corazn consa-grado al Seor sabe que Dios mira a aquelque tiembla a su palabra (Isaas 66:2).Entonces los que teman a Jehov hablaron cada uno a su compaero; y Jehov escuch y oy,

    y fue escrito libro de memoria delante de l para los que temen a Jehov, y para los que piensan en su

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    nombre. Y sern para m especial tesoro, ha dicho Jehov de los ejrcitos, en el da en que yo acte; ylos perdonar, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve (v. 16-17).

    Piensan en su nombre

    Dos cosas describen aqu al remanente: teme a Jehov y es de los que piensan en su nombre.Se piensa en el nombre de una persona que est ausente. Tal era la posicin del remanente de Israelantes de la primera venida del Mesas; tal es tambin la nuestra, la de quienes esperamos su segundavenida. Nuestra fe se manifiesta precisamente en que siente apego por la persona de Cristo, ahoraausente; en cuanto le veamos cara a cara, la fe ya no ser necesaria. Cuando se est rodeado como loestamos de objetos que atraen nuestras miradas, es un asunto grande y difcil distinguir los objetosinvisibles y fijar en ellos las miradas de la fe. Es preciso que el Cristo invisible se haga tan poderosamentereal para nuestra alma que, en su cercana, todo lo que nos rodee pierda su realidad. Para eso esindispensable la fe. Valgmonos de la fe, como de un ojo del alma, para verle cerca de nosotros ysentirle con nosotros. Sabemos que, cualquiera sea nuestra flaqueza, siempre podemos decir: T ests

    conmigo, pues su presencia no depende de la manera en que la sentimos; sin embargo, deberamosexperimentarla adems de conocerla. Saber que l est con nosotros es la fuente de nuestra seguridaddurante la travesa aqu abajo: No temer mal alguno; pero experimentarlo es otra cosa y se resumeen estas palabras: Tu vara y tu cayado me infundirn aliento; s, experimentar su presencia llenanuestras almas de consuelo y de gozo:

    Siento un gua invisible

    Que camina a mi lado.

    Si tenemos razones para sentirnos humillados al pensar en lo poco que demostramos gozo ycomunin en nuestra vida cristiana, recordemos que Dios nos ha dado, al mismo tiempo que la fe, dosmedios para vivir pendientes de las realidades invisibles y para superar los obstculos que se oponen aello. Estos dos medios son la Palabra y la oracin. La Palabra nos revela a Cristo, y sin la oracin nopodemos estar en comunin con l ni gozar de su presencia. De esta manera, creceremos diariamenteen su conocimiento durante el tiempo que an nos separa de la gloria, donde le veremos tal como es.

    Mientras tanto, l nos anima, pues conoce muy bien nuestras dificultades y nuestra debilidad. lnos dice: Tienes poca fuerza, pero eso precisamente te incita a apegarte a mi Palabra y a mi nombre.Retn lo que tienes; no te pido otra cosa. Acurdate tambin de que todos tus dbiles pensamientos a mirespecto estn consignados en mi libro y nunca sern olvidados.

    Esperar la venida del Seor

    Veamos ahora lo que hacen los que temen a Jehov. Hablaron cada uno a su compaero; loque les ocupa es la venida de Cristo, del Mesas, del Seor anunciado por el profeta. Es precisorecordar que, cuando Malaquas habla de Cristo, presenta esencialmente su venida: Vendrsbitamente a su templo el Seor a quien vosotros buscis. He aqu viene, Y quin podrsoportar el tiempo de su venida? (3:1-2). El pasaje que consideramos en este momento nos habla deesa venida; el captulo 4 est lleno de ella. l viene es el ltimo pensamiento del Antiguo Testamento;vengo en breve es el ltimo pensamiento del Nuevo.

    En el pasaje que consideramos, los que temen a Jehov aguardan su venida como acto pleno

    de gracia; el versculo 1 (del captulo 3) nos presenta su venida como acto pleno de gloria; el captulo4, finalmente, nos habla de su venida para ejecutar juicio, lo que tendra lugar si, al venir con gracia,fuese rechazado. El profeta naturalmente calla la segunda venida del Seor para recoger consigo asus santos transmutados o resucitados (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:15-17), misterio

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    totalmente desconocido en el Antiguo Testamento.Los dos primeros captulos de Lucas nos presentan, con un frescor delicioso, la actitud de los

    que teman a Jehov en el momento en que el Seor entraba o iba a entrar en escena. Mara y Elisabethablan de l la una a la otra; Zacaras habla de l a todos sus vecinos; los pastores, instruidos por losngeles, hablan el uno al otro de este acontecimiento que acaba de cum-plirse; Simen habla de l a suspadres cuando ellos traen al templo al nio Jess; Ana, la profetisa, habla de l a todos aque-llos que, en

    Jerusaln, esperan la liberacin. Asimismo, en Juan 1:40-47, los discpulos Andrs, Pedro y Natanaelhablan entre s del Mesas que acaba de revelrseles. Qu gran tema de gozo para todos estos fieles: elSalvador va a venir, el Salvador viene, el Salvador ya est!

    Y nosotros, los cristianos, quienes tememos a Jehov y pensamos en su nombre, no deberamos,cuando nos encontramos, sentirnos impulsados tambin a hablarnos el uno al otro? Nuestra felicidadconsiste en hablar de su segunda venida, como antiguamente los pastores lo hacan acerca de la prime-ra?El enemigo procura de mil maneras impedir estas conversaciones entre los hijos de Dios. No dejemosque l nos cierre la boca. Todo lo que pasa en el mundo dirige nuestros corazones hacia este pensamiento:Su promesa va a cumplirse, el grito de medianoche ha resonado: l viene, est a la puerta.

    Quizs tarde todava; hablemos el uno al otro mientras le esperamos, pues, de todas maneras, su

    venida est cerca. Para esperarle no es necesario que nos forcemos a hacerlo. El secreto de esta esperase halla en la fe a las primeras palabras que el profeta Malaquas transmite de parte del Seor: Yo os heamado. Si apreciamos su amor, la espera de nuestros corazones, llenos de l, desbordar necesariamenteen nuestras conversaciones.

    Y Jehov escuch. ste es un pensamiento muy dulce para el corazn de los que se interesanen l y en su cercana venida. Presente, aunque invisible, est junto a aquellos que hablan de l, permaneceatento a sus palabras, las que llegan con claridad a su odo. Escucha, incluso cuando estas conversaciones,como las de los discpulos de Emas, vayan mezcladas con mucha ignorancia. Estos dos hombreshaban perdido a su Salvador y ya no le esperaban, pero pensaban en su nombre, aunque esta-banabrumados por la tristeza. No saban que haba resucitado, pero conversaban acerca de l... Y he aquque el Seor se les une en el camino, se interesa por esos pobres israelitas que haban perdido a Aquelde quien podan decir: Cunto nos amaba! Luego les abre las Escrituras y sus corazones empiezan aarder dentro de ellos. Una vez que se ha revelado a ellos, no tienen nada ms urgente que correr paraanunciar a sus herma-nos esa buena nueva. Mientras ellos hablan el uno al otro, Jess mismo aparece enmedio de ellos y les abre la inteligencia para que comprendan las Escrituras. Luego l sube al cielomientras les bendice, y ellos, llenos de gozo, regresan a Jerusaln para hablar el uno al otro de l y de suprxima venida.

    Un libro de memoria

    Y fue escrito libro de memoria delante de l para los que temen a Jehov, y para los quepiensan en su nombre (v. 16). En este libro, todas las palabras de almas piadosas que reconocen suautoridad, que piensan en l durante su ausencia, y que, como Filadelfia, no niegan Su nombre, quedanregistradas. Este libro de memoria es escrito delante de l, pues l da importancia a todo lo que hanexpresado los que le aman, sin que falte una sola palabra. Sus nombres tambin son consigna-dos eneste libro, el cual es guardado por l mismo con sumo cuidado. Se sabe lo que es un libro de recuerdoque se transmite en las familias; se ve a ancianos que guardan con enternecedor cuidado el libro dememoria en el cual estn inscritos con las fechas los nombres y los pensamientos de aquellos aquienes amaron en su juventud. Y pensar que el Seor posee un libro parecido y que lo guardar parasiempre! Si, durante el tan cor-to tiempo de nuestro trnsito por este mundo, no hemos negado su

    nombre y hemos guardado la palabra acerca de su venida, eso nunca ser olvidado, y el libro de memoriadel Seor per-manecer abierto de continuo en el cielo, delante de l.Y sern para m especial tesoro, ha dicho Jehov de los ejrcitos, en el da en que yo acte; y

    los perdonar como el hombre que perdona a su hijo que le sirve (v. 17).

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    El Seor habla dos veces, en los ltimos versculos de Mala-guas, del da en que... acte (verel captulo 4:3). El salmo 118:24 nos revela el alcance de este trmino: ste es el da que hizo Jehov,un da maravilloso en el cual Cristo la piedra que los edificadores desecharon vino a ser cabeza (oremate) del ngulo. En este salmo, la presentacin gloriosa del Seor a su pueblo es celebrada poradelantado. Sin duda, el juicio es constantemente mencionado en los profetas como el da de Jehov, elda del Seor; el mismo Malaquas habla de l (4:1) como de un da que viene, ardiente como un horno,

    pero nunca ese da del juicio es llamado el da que Jehov har. Lo que el Seor introduce y estableceno es el juicio, sino la salvacin, la justicia, la paz, el gozo, la gloria. En el da que l har, Diospresentar a su amado Hijo al mundo como el Melquisedec portador de todas esas gracias.

    Mi especial tesoro

    En ese da, dice Jehov, los que me temen sern para m especial tesoro (v. 17). Entonces, lreivindicar a los fieles como suyos, como no pertenecientes a nadie ms. Todos los tesoros del universoentero le pertenecen, y l ser manifestado pblicamente, en su reinado milenario, como el poseedor de

    todas estas cosas, pero tambin tendr un tesoro especial que no ser abierto al pblico, un tesoro quele pertenece a l solo, del cual slo l tendr la llave, del cual solo l disfrutar. Como el tesoro personalde los soberanos del oriente, en el que se encuentran sus joyas ms preciosas, el tesoro de Jehov estarcompuesto por aquellos que, antiguamente, en medio de la infidelidad general, teman a Jehov yhablaban el uno al otro, por aquellos que le esperaban como la aurora (Lucas 1:78) y tambin por losque le esperan, hoy, como la Estrella resplandeciente de la maana. En el da de su gloria, los pobres delpueblo, como tambin los dbiles testigos de hoy, fieles en medio de la ruina, le sern sus tesoros mspreciados.

    Los que componen este tesoro especial han guardado la palabra de su espera y no han negado sunombre (Apocalipsis 3). La sinagoga de Satans puede no reconocer a esos fieles, pero el Seor lesconoce, y los que otrora les despreciaban sabrn un da que el Seor les ha amado.

    Y los perdonar, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve (v. 17). Lazo bendito, elcual aqu casi toca la relacin cristiana! El profeta ya no habla como antes de las relaciones que hayentre un siervo fiel y su amo, sino de las de un servidor cuya actividad dimana de un afecto filial. En eltiempo futuro de la gloria milenaria se dice de estos mismos fieles: Y sus siervos le servirn y vern surostro, y su nombre estar en sus frentes (Apocalipsis 22:4).

    Entonces os volveris, y discerniris la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve aDios y el que no le sirve (v. 18). Este os (vosotros) no se dirige a los fieles, a aquellos que sonperdonados (v. 17), sino a aquellos del pueblo que consi-deraban bienaventurados a los soberbiosy a los malos (v. 15) y que negaban a Dios cuando se hallaban bajo su castigo. Sern iluminados el daen el cual vern al remanente perdonado, y a los soberbios cuya suerte haban envidiado como

    objeto del juicio que alcanzar al pueblo rebelde. El testimonio dado por Jehov a los que le han temidoy han esperado su venida, forzar a una parte de este pueblo rebelde a reconocer la santi-dad del Diosal que haban negado. Finalmente, ellos sabrn qu diferencia hay entre los servidores de Dios y losmalos.

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    EL SOL DE JUSTICIA

    En el captulo 3 vimos el contraste entre el terrible da del juicio y el da en que Jehov har (v.2 y 17). Aqu, el profeta nos vuelve a traer al da de la venganza: Porque he aqu, viene el da ardiente

    como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad sern estopa; aquel da que vendrlos abra-sar, ha dicho Jehov de los ejrcitos, y no les dejar ni raz ni rama (v. 1). Los orgullosos ylos malos, a quienes este pueblo, indiferente al mal, tomaba por bienaventurados (3:15), sern consumidospor la aparicin del Seor y completamente arran-cados, sin que subsista nada de ellos. Mas a vosotroslos que temis mi nombre, nacer el Sol de justicia, y en sus alas traer salvacin; y saldris, y saltariscomo becerros de la manada (v. 2). S, para los que temen su nombre, para los que han reco-nocido suautoridad y doblado la rodilla ante l, se levantar el sol de justicia, este mismo sol cuyos fuegosardientes consumirn para siempre a los rebeldes. En adelante reinar la justicia e iluminar con susrayos al Israel de Dios.

    Momento bendecido, lleno de frescor y de gozo; alba de un da nuevo, de una maana sin

    nubes, cuya lluvia har brotar la hierba de la tierra! (2 Samuel 23:4). Los que temen a Jehov prosperarnentonces como becerros para engordar. Una vida llena de crecimiento ser su porcin; formarn estenuevo rebao de Israel, lleno de juventud, de salud y de fuerza, que ser el pueblo del Seor en el da desu santa magnificencia. Hollaris a los malos, los cuales sern ceniza bajo las plantas de vuestros pies,en el da en que yo acte, ha dicho Jehov de los ejrcitos (v. 3). Los fieles sern tambin, como lovemos en Zacaras y otros pasajes, los ejecutores de la venganza de Jehov contra aquellos que leshayan oprimido. Todo ello se aplica naturalmente al remanente judo; pero no es menos cierto que lossantos glorificados formarn el squito del Hijo del hombre cuando l salga del cielo para ejecutar

    juicio (Apoca-lipsis 19:11-16).Acordaos de la ley de Moiss mi siervo, al cual encargu en Horeb ordenanzas y leyes para

    todo Israel (v. 4). Al terminar, el profeta vuelve a dirigir los pensamientos del pueblo a la inmutablepalabra que Dios haba comunicado por medio de Moiss. No es notable que todo el Antiguo Testamentotermine recordando a Israel que la Palabra es su nica salvaguardia? Es til proclamarlo tambin ennuestros das; y con mayor razn ahora, cuando ya no se trata de la palabra de la ley, sino de la de lagracia, cuyo olvido hace a los hombres absolutamente inexcusables. En cuanto a nosotros, los cristianos,guardemos cuidadosamente esta Palabra; guardmosla por entero, tal como Dios nos la ha dado. Satansla arranca del mundo jirn a jirn, y llegar el da en que sus manos ya no retendrn nada de ella; encuanto a nosotros, guardemos lo que hemos odo desde el principio: esta fe dada una vez a los santos;edifiqumonos sobre ella; no dejemos que se nos arrebate ni una jota de ella; que ella sea nuestro guasegn las palabras del apstol: Os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder parasobreedificaros y daros herencia con todos los santificados (Hechos 20:32). Meditemos mucho el

    Salmo 119, el cual nos presenta la Palabra como el refugio, el estmulo, el gua del fiel, como lo que lesostiene en medio de la creciente apostasa. Su Palabra es la verdad cuando todo lo dems es mentira.Ella nos hace conocer a Cristo, a su bendita persona, a su obra y todas sus consecuencias. El temor deJehov se caracteriza, como lo hemos visto, por el apego a su Palabra. Ellos han guardado tu Palabra,le dice Jess al Padre al hablarle de sus amados discpulos (Juan 17:6).

    La venida de Elas

    He aqu, yo os envo el profeta Elas, antes que venga el da de Jehov, grande y terrible (v. 5).

    Aqu no se trata de Juan el Bautista, como al comienzo del captulo 3. Si el pueblo hubiese queridorecibir lo que Jess le deca, Juan habra sido el Elas que deba venir (Mateo 11:14; Marcos 9:11-13) yel Seor de gloria habra entrado en su reino; pero Juan el Bautista fue rechazado, al igual que su Seor,de quien era precursor. Desde entonces slo quedaba para el pueblo el da de Jehov, grande y terrible.

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    1) N. del E.: El libro de Ester es de fecha anterior al de Nehemas.

    2) N. del E.: La descendencia de Esa form el pueblo de Edom.

    Pero la gracia de Dios anuncia, por el profeta, el envo de un nuevo Elas que reunir para Jehov unpueblo nuevo. Si se hubiese recibido a Juan el Bautista, el papel de este segundo Elas habra sido intil;pero, como no fue recibido, a causa de la infidelidad del pueblo, Elas volver para anunciar la venidadel Seor en juicio: su aventador est en su mano, y limpiar su era (Mateo 3:12). En el Apocalipsis(11:4-6), uno de los dos testigos tiene el carcter de Elas, y el otro el de Moiss. No creo, por mi parte,en una venida personal del profeta Elas, llevado en tiempos pasados al cielo sin pasar por la muerte,

    sino que creo en su venida espiritual, es decir, que un hombre representar a este profeta, por el poderdel Espritu Santo. l har volver el corazn de los padres hacia los hijos, y el corazn de los hijoshacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldicin (v. 6). El ministerio de este nuevoElas tendr por efecto el restablecimiento en Israel de las relaciones ordenadas por Dios, sobre unabase que siempre tendran que haber conservado. El amor debido a los hijos, la obediencia debida a lospadres sern encontrados de nuevo y, de esta manera, la maldicin ser desviada del pas de Israel.

    Al terminar nuestro estudio, guardemos como algo precioso este pensamiento: el libro deMalaquas habla a nuestros corazones y a nuestras conciencias al invitarnos a temer al Seor, a pensaren l, a hablar de l el uno al otro, a guardar fielmente su Palabra.

    De un momento a otro, nuestro Salvador, la Estrella resplandeciente de la maana, puede

    aparecer para arrebatarnos hacia l a la gloria!

    NOTAS