esta es nuestra fe teologia para universitarios

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. EL PECADO ORIGINAL En este capítulo el autor nos va guiando a través de distintos textos, por medio de los cuales nos argumenta de forma razonada y comprensible el cómo y el por qué de la historia del pecado original. Hace un planteamiento de las cuestiones que siguen estando de actualidad en nuestra sociedad como es el hecho de que ¿por qué hay tanto mal en el mundo que nos ha tocado vivir?. Explica como alguna de las religiones dio por supuesto que, si Dios es el creador de todo, tuvo que haber creado también el mal, pero que sin embargo existen otras que intentan salvaguardar la bondad de Dios alegando que existe una especie de “antidiós” que creó el mal. Aunque luego aclara que el Génesis rechaza ambas teorías para aclarar que “el mismo hombre lo ha introducido en el mundo al abusar de la libertad que Dios le dio”. Dios lo creó todo excepto el mal, afirmación que no deja claro la evolución del mal en el mundo. Basándose en el concepto de “responsabilidad colectiva” de los semitas el autor se aproxima a nuestro tiempo impregnado de individualismo donde la culpabilidad no existe puesto que “el mal se hace solo”, ese compendio dió lugar a lo que, según el autor, Juan Pablo II llamó “estructuras de pecado” que no son más que una acumulación de pecados personales, cuyas estructuras nos llevan donde no queremos ir. La unión de los pecados de todos los hombres es a lo que San Juan llamaba “los pecados del mundo” y que por lo tanto van a influir también sobre los futuros hombres. Se genera un conflicto entre los sentimientos extrínsecos e intrínsecos que se generan en la persona, pero por culpa de nuestros antepasados podríamos decir que nacemos con un “corazón de piedra”, tal y como decía el profeta Ezequiel y que la tradición de la iglesia llamó “pecado original”, éste pecado, como cualquier otro, supone una situación objetiva de desamor y como consecuencia un alejamiento de Dios y de los hermanos.

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. EL PECADO ORIGINAL

En este capítulo el autor nos va guiando a través de distintos textos, por medio de los

cuales nos argumenta de forma razonada y comprensible el cómo y el por qué de la

historia del pecado original.

Hace un planteamiento de las cuestiones que siguen estando de actualidad en nuestra

sociedad como es el hecho de que ¿por qué hay tanto mal en el mundo que nos ha tocado

vivir?. Explica como alguna de las religiones dio por supuesto que, si Dios es el creador de

todo, tuvo que haber creado también el mal, pero que sin embargo existen otras que

intentan salvaguardar la bondad de Dios alegando que existe una especie de “antidiós”

que creó el mal. Aunque luego aclara que el Génesis rechaza ambas teorías para aclarar

que “el mismo hombre lo ha introducido   en el mundo al abusar de la libertad que Dios le

dio”. Dios lo creó todo excepto el mal, afirmación que no deja claro la evolución del mal en

el mundo.

Basándose en el concepto de “responsabilidad colectiva” de los semitas el autor se

aproxima a nuestro tiempo impregnado de individualismo donde la culpabilidad no existe

puesto que “el mal se hace solo”, ese compendio dió lugar a lo que, según el autor, Juan

Pablo II llamó “estructuras de pecado” que no son más que una acumulación de pecados

personales, cuyas estructuras nos llevan donde no queremos ir.

La unión de los pecados de todos los hombres es a lo que San Juan llamaba “los pecados

del mundo” y que por lo tanto van a influir también sobre los futuros hombres.

Se genera un conflicto entre los sentimientos extrínsecos e intrínsecos que se generan en

la persona, pero por culpa de nuestros antepasados podríamos decir que nacemos con un

“corazón de piedra”, tal y como decía el profeta Ezequiel y que la tradición de la iglesia

llamó “pecado original”, éste pecado, como cualquier otro, supone una situación objetiva

de desamor y como consecuencia un alejamiento de Dios y de los hermanos.

Pero no podemos interpretar que el “pecado original” no se nos imputa directamente a

nosotros sino que lo que sucede es que nos afectan las consecuencias del mismo.

Parece que existen varios puntos de contacto entre la teología del pecado original   y las

ciencias que explican en origen del hombre, como por ejemplo el estudio del poligenismo

que preocupaba a Pío   XII, o como la evolución.

Por lo que concluimos que el mensaje del pecado original se resume en que “en el mundo

y en nuestro corazón hay mayor cantidad de mal de la que podríamos esperar atendiendo

a la mala voluntad de los hombres”, por lo que el hombre tendería a su perdición y no se

podría salvar. Pero no hay que desanimarse, puesto que el pecado no es el fin, porque   tal

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y como dijo Pablo “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.

2. DE DIOS SE SUPO A RAIZ DE UN CONFLICTO LABORAL

La conmemoración del Éxodo, celebrada anualmente por

los judíos, nos introduce, a través del autor, en la historia del pueblo de Israel, vemos

como los hechos, que se fueron transmitiendo de forma oral, por medio de la narración de

una generación a otra, fueron cambiando, es decir, se debieron a hechos claramente

explicables científicamente, sin que la intervención divina sucediese tal y como ha llegado

a nuestros días, por lo que se llega a la conclusión de que el contenido de   toda la Biblia

es una reinterpretación de los hechos que deja correr la fantasía para “servir mejor a la

teología que a la historia”.

Todo ello no implica que el pueblo israelita no tenga la seguridad de que “fue el mismo

Dios quien le obligó a luchar por sus derechos”.El Éxodo fue una lucha por la libertad

incitada por Dios, éste Dios que obligó a Moisés a luchar para salvar a su pueblo de la

esclavitud, porque ese es el que siempre está al lado de los pobres, de los desfavorecidos,

de los más débiles, pero que sin embargo no odia a los poderosos.

Cuando ya estaban instalados en la tierra prometida se intentó edificar las bases para una

nueva convivencia, puesto que de nada habría servido la libertad de la opresión que sufrió

el pueblo israelí en Egipto si no fuera una libertad para un nuevo proyecto de vida. Por eso

“el Éxodo lleva a la Alianza”.

Esto se tiene que tomar como una idea genérica: “No hagáis como se hace en la tierra de

Egipto, donde habéis habitado”. Que se concreta

con los Diez mandamientos, reducidos a dos: amar a Dios y amar al prójimo, llegando a la

convicción de que si Dios es el padre de todos hay que vivir como hermanos. Para ello se

articularon una serie de mecanismos de actuación, pero los israelitas olvidaron

rápidamente las exigencias de la Alianza volviendo   a producirse, en poco tiempo,

grandes desigualdades.

Con posterioridad un pueblo israelí ya muy débil fue deportado a Babilonia volviendo a

estatus que poseía en Egipto, es decir, esclavo, oprimido en un país extranjero lo que hizo

que Dios los apoyara nuevamente a través de Ciro, que permite a los israelitas ir a

Palestina, guiados por Dios, pero todo ello no dio los frutos esperados o deseados.

3. LA EJECUCIÓN DE JESUS DE NAZARET

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Tal y como se venía desarrollando la historia era imprescindible que Dios   hiciese algo y lo

que hizo fue enviar a este mundo a su hijo Jesucristo e impregnarnos de su espíritu.

Pero para nosotros es difícil saber como ocurrieron realmente las cosas en esa época

puesto que la historia no nos cuenta realmente nada de Jesús, sólo hay dos o tres autores

que hacen una breve mención y por supuesto nada explicita ni grandilocuente, por lo que

las únicas referencias que nos han llegado son a través de la Biblia y como es natural ésta

no destaca precisamente por su rigor histórico sino más bien por idealizar los hechos que

acontecieron en torno a la vida de Jesús. Ese es el

motivo que hace imposible escribir una biografía de Jesús y tenemos que dejarnos llevar

por los escritos bíblicos.

Nada hace pensara que ni siquiera los apóstoles reconocieran al hijo   de Dios desde el

principio de su aparición en escena, sino más bien cuando sucedió el hecho de la

resurrección, a partir de ahí comenzó el relato de su vida por lo que a estas alturas es muy

difícil separar la realidad histórica con lo idealizado por lo apóstoles. De hecho se tiene

constancia de la fecha exacta ni el lugar de su nacimiento. 

En cuanto a los milagros sucedió algo, eso parece constatado pero no todos le atribuyeron

el mismo valor, sus detractores pensaban que eran hechos diabólicos y sus seguidores  

se lo atribuían al poder de Dios.

Aún así no debemos olvidar que ya en aquella época se hacía referencia a los milagros en

escritos ajenos a la Biblia, e incluso existían de varios tipos, curiosos, teatrales, jocosos,

lucrativos, punitivos e incluso algunos para alcanzar bienes inmorales.   

La gran noticia   que trajo Jesús a la humanidad, según la biblia, fue “El tiempo se a

cumplido y llega ya el reinado de Dios; convertíos y creed la Buena Nueva”. 

Su vida estuvo dirigida a mostrar   el camino de la salvación y ello lo hizo a través de sus

obras, de su ejemplo de vida, caracterizado por una “insoborrnable libertad” puesto que se

mantuvo firme y al margen de todos los factores que pudieran apartarlo de su camino.

Su

estilo de vida, sus circunstancias y su entorno hizo que, como cualquier hombre libre,   se

sintiese acuciantemente solo, realmente era un   incomprendido que le había tocado vivir

en una época dura, que le paso factura puesto que su pretensión de implantar el Reino de

Dios en la tierra era una labor imposible, que le granjeó enemigos poderosos, que incluso,

siendo enemigos entre si, se aliaron en su contra, lo que los hacía todavía más fuertes, y  

que lo llevaron a pagar un precio muy alto por su libertad, su muerte en la cruz, siendo

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abandonado por los suyos, presas de desanimo y desconsuelo por la pérdida de su pastor.

Jesús murió en la cruz, sufriendo, pero sin perder la confianza en su padre, con estas

palabras “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Sabemos que podemos confiar en Dios pero no por ello debemos esperar que solucione

nuestros problemas por nosotros.

4. DIOS REHABILITO AL AJUSTICIADO.

Todos los enemigos de Jesús estaban convencidos que con su muerte se acabaría el

movimiento promovido por él pero como hemos podido comprobar esto no ha sido así.

Algunos autores pensaron que la resurrección de Jesús era una invención de sus

discípulos, pero de hecho eso no fue así puesto que ellos fueron los primeros

sorprendidos, cuando constataron el hecho de que Jesús no estaba en su tumba estaban

atemorizados y desesperanzados, porque lo interpretaron como un robo, cosa habitual en

esa

época.

Podemos decir pues que, la pervivencia de Jesús a través de los siglos no se debe pues al

empeño de los discípulos y con ellos su causa sino a la inversa, “su causa sigue adelante

porque él vive”. 

Pero la vida de Jesús es distinta, no como cuando resucitó Lázaro, Jesús no volvería a

morir, “porque no volvió a esta vida sino que entró en su gloria”, por ese motivo le fue difícil

a sus discípulos reconocerlo en su primera aparición puesto que su cuerpo no era

humano, la verdad es que según sus discípulos era muy difícil explicar su apariencia.

Santo tomas de Aquino lo expresa con estas palabras: “tras la resurrección,   los apóstoles

vieron a Cristo ; no con los ojos del cuerpo, sino con los ojos de la fe”.

Y es cierto, sólo se aparecía a los que tenían fe.

Como conclusión mencionar que el significado de la resurrección es:”Dios rehabilitó al

crucificado”, porque con ella se demostró que Jesús tenía razón, era el hijo de Dios.

5. ERA EL HIJO DE DIOS!

Después de su resurrección Jesús fue llamado por sus discípulos “El Salvador”, pero ese

no fue el único nombre que se le dio, la comunidad cristiana le fue asignando numerosos

títulos.

Había nacido la cristología, es decir, el intento de explicar el misterio de Jesús y cada vez

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se iba profundizando más ello, hasta que en el Concilio de Calcedonia proclamó que “en

Cristo existían dos naturalezas distintas, la divina y la humana, ambas confluían

en una sola persona”. Lo malo es que esta fórmula ha ido perdiendo consistencia hasta

llegar a nuestros días en que ha perdido la mayor parte del valor que tuvo en el siglo V y

ello por varios motivos:

- Insuficiencia en el lenguaje, es decir, es imposible expresar exactamente lo que

queremos decir, es muy difícil expresar ideas, conceptos abstractos, entre otros; por ello

hablar de Dios es sumamente difícil.

- Las expresiones se traducen imperfectamente: cada   pueblo tiene sus propios

conceptos, costumbres y vivencias que son sumamente difícil buscar acepciones en otros

pues los u otras lenguas.

- Las palabras van evolucionando, con el transcurso del tiempo, por lo tanto va cambiando

el significado de algunas, por lo que los teólogos, en la actualidad, lo que hacen es buscar

nuevas fórmulas para explicar las palabras de Calcedonia, para decir lo mismo con otras

palabras para que llegue a nosotros.

Desde luego no podemos negar en absoluto la visión que tuvo el Concilio de Calcedonia al

afirmar la humanidad y la divinidad de Jesús.

Y ello debido a que si Jesús sólo fuera un hombre y no Dios sería imposible salvar a los

hombres y por otra parte, si   Jesús sólo fuera Dios y no fuera hombre “no habría llegado a

nosotros”.

Aunque desde luego no fue tarea fácil simultanear ambas figuras, lo divino y lo humano en

Jesús puesto que había cierto temor de que a mayor divinidad, menos humanidad.

A día de hoy podemos

entender que “Dios no puede anular al hombre sino todo lo contrario”.

Parece que la humanidad de Jesús, sus sentimientos y debilidades como ser mortal, no

gustó a sus seguidores con posterioridad a lo redactado por Marcos en su evangelio, pero

no debemos dejarnos engañar puesto que Jesús era muy humano pero eso se debía a su

divinidad que se lo facilitaba.Por todos sus hechos y palabras podemos afirmar que “Jesús

es Dios”.

6. EL PRECIO DE LA REDENCION.

“Redención significa dos cosas: desde el punto de vista negativo, liberación de la

servidumbre del pecado; y, desde el punto de vista positivo, reconciliación con Dios y entre

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los hombres”.

La redención de los hombres estuvo a cargo de Jesús, la labor le fue encomendada por

Dios, existen varias teorías, entre ellas la teoría de la satisfacción vicaria, de San Anselmo,

así como la teoría de la sustitución penal, de Lutero, a través de las cuales se trata de

explicar el motivo por el cual   porque Dios envió a la tierra a su hijo para redimirnos y así

conseguir la salvación de toda la humanidad. Pero ambas teorías han tenido muchos

detractores y han sufrido muchas críticas.

En ambas teorías se da por supuesto que, para el perdón, Dios exige una compensación,

hecho que no se refleja en el Evangelio, puesto que Jesús nunca exige nada para el

perdón de los pecados, sino que lo concede con tan   la contraprestación de la enmienda,

es decir, el cambio de

conducta.

Así pues, del Evangelio se desprende que no hace   falta aplacar   a Dios porque el único

daño que se le puede causar es el daño del hombre y la única satisfacción que Dios quiere

es la restauración del bien en el corazón del hombre.

Ya hemos visto que Dios perdona a los hombres desinteresadamente, a cambio de nada,

pero su intención es rescatar a la humanidad de su pasado.

Pero entonces surge la pregunta de ¿por qué la muerte de de Cristo en la Cruz libró al

hombre del poder del pecado?

Según San Ireneo pensaba que si el pecado se reduce en última instancia a una falta de

amor, la redención debe consistir necesariamente en lo contrario.

Sin embargo Abelardo pensaba que “solo el amor es redentor” y se entabló una polémica

con San Ireneo. El error que Abelardo cometió fue reducir la redención al “ejemplo” de

amor que nos dio Cristo, pero eso no era suficiente, porque si   se hubiera limitado a

darnos buen ejemplo, el hombre se podría salvar por si solo, prescindiendo de Jesús e

imitar otros buenos ejemplos para ser perdonado de los pecados, cosa que no es así,

Jesús no aportó sólo una buena conducta sino la “posibilidad misma de que haya buenas

conductas”.

Por lo tanto, podemos decir que la redención no se limita a reparar los efectos del pecado,

lo que busca es elevar al hombre hasta la comunión con Dios. El pecado, simplemente,

hizo necesario levantarle desde más abajo.

Tampoco es unánime la

implicación del término “redención” para los diversos autores.   Así mismo hay una

corriente que considera que Cristo fundó su vida en el amor y otros en el sacrificio, cada

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uno de los creyentes vivirá su particular redención, según su creencia, en base al amor o

en base al sacrificio.

7. OYE, DIOS, ¿POR QUÉ SUFRIMOS?

Es cierto que una buena parte de los creyentes se empeñan en asignar a Dios como

responsable de   todos los males, enfermedades y desastres acaecidos en nuestro mundo

y a nuestras personas, pero en buena lógica no es creíble, y es por lo tanto inconcebible,

que   Dios se dedique a hacer sufrir a los hombres, pero es igualmente increíble, y por el

mismo motivo, para una mente mínimamente lúcida que se dedique a beneficiar a unos y a

castigar a otros, por supuesto que podría Él lo puede todo, pero no es así como sucede.

Pero para los teólogos surge el problema de “¿por qué existe el sufrimiento?, ¿qué sentido

tiene?”, parece que esa pregunta sí afecta a Dios y de hecho esa reflexión ha provocado la

perdida de la fe en Dios. De hecho existen varios ejemplos en los clásicos.

A través de un ejemplo el autor nos explica que los caminos del Señor son insondables, es

decir, no sabemos el por qué Dios “actúa” o “deja de actuar”, por decirlo de alguna

manera, pero que tiene sus motivos y bien fundados para que así sea. Nosotros, pobres

pecadores no tenemos ninguna razón para cuestionarle, dado que el

mal es algo inconmensurable, que abarca más allá de lo imaginable, afectando incluso al

mismo Dios.

De todos modos sigue en pie la pregunta de ¿por qué existe el sufrimiento?

Para empezar cabe distinguir entre el “mal físico y el mal moral”, el primero se da por

causas de la naturaleza y el segundo es el provocado por los hombres.

El mal físico es consecuencia de la finitud, y una característica de esta en que toda

perfección tiene sus límites por lo que imaginar un mundo sin mal no es factible, como

consecuencia sólo Dios puede estar totalmente libre del mal físico. 

El mal moral se da como abuso de la libertad que poseemos, elegimos hacer las cosas

mal, provocando un sufrimiento a otras personas. Pero eso no quiere decir que Dios quiera

el mal, aunque nos creó imperfectos, sino simplemente lo permite, como consecuencia

inevitable de su creación.

Sin embargo, y tras esta disertación, el autor   concluye que el sufrimiento es un misterio,

por lo que lo dicho anteriormente no es concluyente.

Y continuando con el tema de mal debemos reiterar que Dios no lo quiere, de hecho nos

envió a su hijo Jesucristo que “recorría las ciudades y aldeas curando todos los males y

enfermedades, en prueba de la llegada del Reino de Dios”.

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Pero como es comprensible, Jesucristo no curó a todos los enfermos, no solucionó todos

los males, puesto que eso carecería de valor ante los mismos ojos de Dios, no seríamos

humanos, sino

simplemente meros monigotes a los que habría que superproteger y que por lo tanto

careceríamos de dignidad.

Con todo ello no queremos decir que a Dios le resulte indiferente nuestro sufrimiento, sino

más bien lo contrario, es decir, el sufre con nosotros, “él sufre por amor”. Si por él fuese

suprimiría el sufrimiento pero a resultas también suprimiría nuestra dignidad. Para

solventar el problema lo que ha hecho ha sido darnos instrumentos para evitar, en la

medida de lo posible, el sufrimiento, y ello dándonos la inteligencia para que, a través del

estudio de las leyes de la naturaleza podamos vencer los males físicos   y redimiéndonos

para que podamos vencer el mal moral.

Por lo tanto podemos decir que “Dios ha querido luchar contra el mal a través de nosotros”.

8. AHORA NOS QUEDA SU ESPÍRITU

Con el Antiguo Testamento el pueblo descubrió el Espíritu Santo, pero de una forma muy

pobre y espaciada, hecho comprensible puesto que hasta la venida de Cristo la actuación

del Espíritu Santo era muy limitada, por lo tanto era un concepto muy limitado. De hecho

después de siglos de ausencia reaparece en el bautismo de Jesús, descendiendo sobre él,

y esta vez ya de una manera estable.

En los   cuatro evangelios se manifiesta en que durante el tiempo prepascual sólo Jesús

poseía el Espíritu: “Aún no había Espíritu porque Jesús no había sido glorificado todavía”.

Cuando Jesús ya no estaba entre los hombres,

el Espíritu Santo se nos presenta como   “sustituto de Jesús ausente”, es decir, “como la

misma inmediatez de su presencia”.

Todos los hombres tenemos el deseo de ver el rostro de Dios, pero eso no ha sido posible,

hasta ahora, nadie ha visto a Dios, no tiene voz ni rostro “habita en una luz inaccesible”.

Pero, sin embargo, eso no quiere decir que Dios Padre nos abandone, sino que actúa en

el mundo mediante dos “manos”: el Hijo y el Espíritu Santo, aunque claro, aunque Dios

envió al mundo a su hijo, ahora no podemos verlo ni oírlo, lo único que nos queda, pues,

es el Espíritu Santo. 

Por lo que se refiere a la explicación sobre las   dos “manos” de Dios.

1. “La misión del Hijo fue protagonizada por un individuo humano absolutamente único:

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Jesús de Nazaret. La del Espíritu abarca a todos los individuos y recorre la historia

entera”. 

Cuando Jesús se dio a conocer se olvidó al Espíritu Santo, toda la atención se centró en el

Salvador, pero cuando éste ascendió a las alturas la atención volvió al Espíritu.

2. “El Hijo –si exceptuamos la persona de Jesús de Nazaret- actuaba desde fuera de los

individuos. El Espíritu Santo lo hace desde dentro”.

El Espíritu actúa desde dentro, nos habla a la conciencia, en la intimidad. El símbolo del

“viento” expresa muy bien la naturaleza de la acción del Espíritu. Esa forma de actuar

puede confundir con la naturaleza propia del ser humano, por lo que los no creyentes no

se

les ocurre atribuir su actuación al Espíritu Santo. Pero, es innegable que, quien llegado un

momento toma conciencia de la acción del Espíritu Santo en su vida “¡Qué más da! ¡Todo

es ya gracia!”.

Quizás lo dicho con anterioridad nos haga pensar que la llegada del Segundo Enviado

(Pentecostés) tiene la misma importancia que la llegada del Primer Enviado (Encarnación),

Podríamos entender Pentecostés como la democratización de la encarnación: “Por la

participación del Espíritu, todos nos religamos a la divinidad”

Es el Espíritu Santo el artífice de la liberación intramundana.

El “pecado contra el Espíritu Santo que no tendrá perdón jamás”, consistió en atribuir la

obra liberadora de Cristo a un “espíritu inmundo” y no a Dios. Quizás este pecado contra el

Espíritu Santo podamos estar cometiéndolo hoy siempre que desautorizamos una

auténtica obra de liberación humana por el mero hecho de que sus promotores profesan

ideologías no cristianas: lo imperdonable es servirse de la teología para hacer odiosa la

liberación de los hombres.

9. CUANDO DIOS TRABAJA, EL HOMBRE SUDA

Para poder dar una posible solución a la doctrina del Espíritu Santo sería recomendable

leer “La Santa Cruz de Caravaca”, que es un libro de oraciones y conjuros, reeditado

multitud de veces en el pasado utilizado por los creyentes que necesitan tener un “dios  

grande”, y que oran a él esperando algo, cualquier cosa.

Pero, como es lógico,

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a medida que el hombre sea autosuficiente, la necesidad de un dios como ese será nula.

Cada vez son menos abundantes los sanatorios que curan las enfermedades conocidas en

la actualidad por el cuerpo médico, sin embargo se han incrementado los sanatorios

psiquiátricos, campo el que todavía no dominan los médicos.

Muchos filósofos, humanistas y científicos ateos han renegado de dios, de ese dios

superprotectora, que a la postre anula al hombre. El Dios de la Biblia es un Dios que da

autonomía, criterio y autogobierno a los hombres, quiere que dominen la tierra y la protejan

sin necesidad de su intervención, ese es pues el Dios de los cristianos, que jamás

competirá con ellos, pues ya desde la creación del mundo, les encargó ser grandes:

“Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla”.

Este Dios no actúa como panacea universal para todos los males, físicos y morales, sino

que exige del hombre que actúe a su libre albedrío, pero a su vez con la conciencia de que

sin Él nada se puede hacer, pero no lo hace directamente, sino, como ya vimos, a través

del Espíritu Santo, actúa desde dentro de nosotros mismos. Está dentro de nosotros,

empujando nuestras acciones, como decían los antiguos, “aunque el hombre sude, es Dios

quien trabaja”.

Existe, por tanto una desproporción entre las posibilidades del hombre y el Reino de Dios,

por eso se habla de “salvación y no de éxito”.

De todo ello se concluye que

el bien aparece como fruto de la colaboración entre el hombre y Dios, y sin embargo, el

mal es sólo obra del hombre.

Lo que hace Dios es dirigir hombres totalmente libres, con una vida interior. “Dios se

comporta en su gobierno   del universo entero como se comporta el alma con el cuerpo, o

sea, dándole vida desde dentro. La providencia de Dios es el hombre”.

10. EL DIOS TRES VECES SANTO

Llegados a este punto y teniendo en cuenta que ya tenemos todos los datos necesarios

para ofrecer ahora una visión de conjunto sobre el Dios de la revelación cristiana, vamos a

hacerlo en este capitulo, teniendo en cuenta que en esa visión de conjunto el misterio de la

Trinidad ocupa un lugar central.

Pero, no pensemos que, desde el principio, existía el monoteísmo, éste fue el resultado de

una larga evolución de la fe de los israelitas, en un principio, Dios convivía con otros

dioses pero al ser el protagonismo de éste   mucho mayor y más decisivo que el de los

demás acabó siendo reconocido como “el Dios absolutamente único”. Desde entonces, el

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judaísmo mantuvo el monoteísmo como su confesión de fe. Por lo que se puede afirmar

que “el monoteísmo fue el gran regalo del judaísmo a la humanidad”.

Con el Nuevo Testamento se mantiene la fe en el monoteísmo, frente al politeísmo

pagano, pero   ya los primeros cristianos afirmaron que: dios “aún siendo uno, era Padre,

era Hijo y era Espíritu Santo”.

Se intentó mantener la

fe en la Trinidad, pero resultaba difícil, cosa que se solucionó proclamando el triteísmo, es

decir, en Dios existirían tres realidades independientes y autónomas.

En la iglesia latina se suele designar con la palabra “naturaleza” lo que en Dios es uno y

con la palabra “persona” lo que en Dios es tres.

Se dice que el “Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma naturaleza, entendiendo

naturaleza en el sentido de aquello que es constitutivo de cada realidad; es decir, su

esencia”. Sin embargo Dios es un “único sujeto, es decir, en él hay una única conciencia,

un único poder, una única voluntad, un único amor, una única libertad, un único propósito,

una única bondad….”

Juan Pablo I declaró: “Dios es Padre; más aún, es madre. No quiere nuestro mal; sólo  

quiere hacernos   bien a todos. Y los hijos, si están enfermos, tiene más motivo para que la

madre los ame”. Ello hace referencia a la importancia de la maternidad de Dios, aunque es

cierto que   en el Nuevo Testamento Jesús nos manifestó a Dios como Padre, pero esta

palabra tiene una implicación para nosotros equivalente a madre.

11. EN CRISTO ADIVINAMOS LAS POSIBILIDADES DEL HOMBRE.

Existen innumerables interpretaciones de cómo podría ser Dios, pero una cosa parece

incuestionable para el cristianismo que, cualquier ser humano es poseedor de un respeto

infinito por imagen de Dios. Lo que está claro es que el hombre fue hecho a imagen y

semejanza

de Dios.

La Biblia considera al hombre como un todo, no hace separación entre la parte material

(cuero) y la parte espiritual (alma), actúa como un todo. Así no debe establecerse una

distinción metafísica pero no física.

Por otra parte el hombre es un ser que interrelaciona con sus semejantes, vive ligado a

ellos, por lo que es difícil que se conozca a si mismo mirándose en el espejo, es necesario

el llamamiento de los otros hombres para reconocerse así mismo.

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El hombre se encuentra con los demás a través de su cuerpo, pero en cuanto a su alma

está orientada radicalmente a Dios. Como dijo San Agustín, “nos has hecho, Señor, para ti

y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Para Pablo VI la fe y la unión   con Dios suponen acceder a condiciones de vida “más

humanas todavía”; es decir, la fe no es algo que se añade a un hombre ya realizado, sino

precisamente algo que necesita el hombre para ser plenamente humano. Por eso podrá

escribir, con una frase feliz, que “el crecimiento humano constituye como un resumen de

nuestros deberes”.

12. LA FE. ¿CONOCIMIENTO O SENSACION DE DIOS?

El concepto de fe, tal y como lo percibimos nosotros no es el concepto por el cual

respondían los israelitas, ellos no realizan un enunciado sobre Dios, sino más bien lo que

hacían era relatar su historia y contar como habían palpado en ella la presencia de Dios.

Creer es decir “amen” a dios, fundar la existencia

solo en Él; es por tanto, una actitud que incluye   sentimientos de fidelidad personal,

entrega absoluta, confianza osada, paciencia que nunca desespera.

La fe es por tanto un encuentro con   Dios. Pero esta fe no hay que confundirla con la fe de

los viejos catecismos, a las que llamamos “creencias” para distinguirlas de la fe misma, sin

embargo hay que dejar claro que estas creencias no serían nada   sin la fe.

De todos modos intentar explicar la fe es una tarea ardua y difícil, puesto que no existen

palabras para describir a Dios, de hecho San Agustín decía:”Las palabras que los hombres

usan para hablar de Dios son indignas de Él a Dios se ajusta más el silencio honorífico que

voz humana alguna”.

Si analizamos lo que suelen llamarse “dudas de fe”, y que la mayoría de las veces son

“dificultades de creencias”, es decir, dificultades con nuestras ideas sobre Dios. Estas

dificultades no son peligrosas para los que realmente creen en Dios, puesto que la fe no se

vive en todo momento con la misma intensidad, incluso a veces esta fase de oscuridad, de

falta de fe no dura un día o dos, sino que puede durar años, pero sin la perdida de la

esperanza en su recuperación, con esto podemos afirmar que “la fe es la capacidad para

soportar las dudas, a veces terribles”.

Estas dudas de fe nos brindan la oportunidad de sacar una conclusión: si en un tiempo nos

acusábamos de “tener dudas de fe”, hoy más bien deberíamos

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buscarlas a propósito, como la única manera de ir pasando del dios de madera al Dios   de

verdad”

La Iglesia siempre ha a afirmado, y Trento lo proclamó solemnemente que “la fe es el

principio de la salvación humana, el fundamento, la raíz de toda justificación”. 

Pero está claro que la fe debe ser algo que conozcamos, que nos de pie para pensar en la

salvación.

La “fe del carbonero”, ensalzada por algunos, sólo sirve para los carboneros, o sea, para

aquel que no puede tener otra. Por suerte en la Iglesia siempre hubo una fe que busca

entender.

13. ¿QUIÉN ES UN CRISTIANO?

Es muy difícil catalogar lo que es un cristiano puesto que existen conductas de personas

que nada tienen que ver con él pero que, sin embargo, tienen comportamientos similares a

los seguidores del cristianismo, de hecho actúan, viven y trabajan como los que no son

cristianos, realmente no se distinguen de las personas que actúan éticamente   de forma

correcta. ¿Podrían pues, esas personas, ser cristianos sin saberlo?, de hecho sí, puesto

que diversos autores han hablado de ellos. Pero posiblemente no es lo ideal puesto que no

parece de recibo catalogar a las personas por cualquier creencia o increencia como

adeptos incondicionales.

Desde luego no parece adecuado pastoralmente hablar   en esos términos, sin embargo

teológicamente hay que especificar que, para ser cristiano no es suficiente una relación

con Jesús sólo por tomar el relevo

de su causa de justicia y libertad para todos los hombres, sino que es imprescindible un

encuentro personal con Cristo, hablar con Él, en fin tener fe.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que, el cristianismo es opcional, por lo tanto no

parece razonable incluir en el mismo saco a todos los “hombres buenos” por el mero

hecho de serlo, tanto si quieren como si no, la palabras cristiano no puede ser amplificada

hasta esos extremos, ello haría pensar que se ha llegado a una inexperiencia en Dios.

El Concilio Vaticano II afirma que, “Dios actúa a través de los no creyentes, parece que

hay una secreta presencia de Dios” en los no creyentes, en otro lugar continua diciendo

que, “Dios ha puesto semillas de contemplación en las antiguas culturas antes de la

predicación del Evangelio. Pero sólo cuando el hombre   tomando conciencia   explicita de

esa presencia de Dios en su vida, proclama con la boca de Jesús de Nazaret como su

salvador, podemos decir que ese hombre es cristiano”.

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En resumen, podemos concluir que:

El cristiano se distingue por su fe en Jesús de Nazaret, sus hechos se basan en la fe.

Por lo que respecta a los hombres buenos, pero que rechazan el cristianismo, los

respetamos, Dios les busca y los encuentra por caminos que nosotros no podemos ni

imaginar.

14. HABLAR CON DIOS

Aunque afirmemos que la oración es necesaria para el cristiano, también es cierto que

todas las oraciones son relativas

y por lo tanto nadie tiene derecho a juzgar a ningún otro ser humano en lo relativo a la

práctica de sus oraciones, cada uno reza según la imagen que tiene de Dios. Un famoso

refrán vine a decir: “Dime como rezas y te diré como es tu Dios”.

Puede que sea debido a la naturaleza humana del hombre, pero existe una tendencia a

orar a Dios pidiéndole algo, tratando de conseguir algo a cambio, sin embargo, el fin de la

oración no es cambiar a Dios, ni los designios que Él toma sobre los hombres, sino para

cambiarnos a nosotros. “No es para adaptar la voluntad de Dios a los hombres, sino la

nuestra a la voluntad de Dios”.

Por lo tanto, si la oración es para conseguir que nuestra voluntad se ponga de acuerdo con

la de Dios, y no al revés lo más importante de la oración no será hablar a Dios, sino

escucharle.

Al igual que Jesús rezaba   antes de tomar cualquier decisión, hablaba con Dios   ante las

situaciones cotidianas, nuestra oración debería ser el resultado del encuentro de la vida

cotidiana con la palabra de Dios. Como decía San Ambrosio, “a Él hablamos cuando

oramos, y a él oímos cuando leemos las palabras divinas”

Por último tan sólo falta pedir perdón si hemos desobedecido la voluntad de Dios, o bien

alabarle en el caso de haber sido fieles a ella.

15. EL CRISTIANO EN EL MUNDO

Parece ser que, hasta ahora, el progreso ha sido entendido como un incremento de la

violencia y   la incomunicación;

de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la naturaleza; del

sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura, etc. yo gritaría “¡Que paren la

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Tierra, quiero apearme!”, tal y como finalizaba Delibes su discurso de ingreso en la Real

Academia de la Lengua.

Aunque el académico lo expresó de forma retórica, hubo cristianos que verdaderamente

eligieron apearse, como los teólogos, a los cuales les interesaban poco las realidades

terrenales, pero otros, sin embargo, estaban tan a gusto que se quedaron en él.

Muchos de los pensadores de la antigüedad la representación simbólica del tiempo es un

circulo, eso quiere decir que la historia se va repitiendo cíclicamente. En este esquema la

salvación se presenta escapándose de ese ciclo eterno; como liberación del tiempo y de la

historia, pero evidentemente en este caso sólo se salvará el hombre que logre escapar de

la historia, no la historia misma.

Sin embargo, para el pensamiento bíblico el tiempo tiene una estructura lineal,   es decir, la

historia no está condenada a repetirse indefinidamente a si misma, porque Dios interviene

en ella.

Para hablar de la nueva creación, nueva   tierra, etc. el Nuevo Testamento utiliza la

palabra “Kainós” (nuevo en el sentido de renovado, cambiado, etc.). Así por lo tanto, la

salvación no es esperar otro mundo, sino más bien convertir este mundo en otro,

renovarlo, desarrollarlo.

Por lo tanto,

la destrucción a la que alude el Nuevo Testamento sobre el Apocalipsis es la destrucción

del mal, no del mundo, porque mientras avanza la historia no sólo se multiplican las obras

buenas, sino también las malas.

Aunque no sabemos como será el fin del mundo, pero como decía   San Ireneo que “ni la

sustancia ni la esencia de la creación serán aniquiladas; lo que debe pasar es su forma

temporal”. 

Existe una tendencia a dividir la historia en “historia sagrada” e “historia profana”, pero ello

puede dar lugar a un grave malentendido y es pensar que la historia de la salvación se

desarrolla al margen de la historia general de la humanidad.

Pero en realidad sólo existe una historia. “La historia de la salvación es la salvación en la

historia, y se está dando desde el principio de la creación”. Lo que hace Jesús es

revelarnos el plan de salvación, que llena todos los tiempos.

“Los cristianos son la porción de la humanidad   consciente de la salvación que en ella se

opera”.

Para la tradición cristiana el lugar privilegiado de la experiencia religiosa es el mundo como

naturaleza estática. Pero, sin embargo, el   Dios de la Biblia se manifiesta en la historia.

Recordemos que jesús invitaba a pasar de la lectura de las señales cósmicas a la lectura

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de las señales históricas.

Aunque desde luego, no es fácil leer los signos de los tiempos, la historia   del cristianismo

está llena de trágicas equivocaciones.

Por eso

el concilio Vaticano II nos recordó la necesidad de escrutar los signos de los tiempos

“permanentemente” y “a fondo”: “Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los

signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio”

16. EL “NOSOTROS” DE LOS CRISTIANOS: LA IGLESIA

“Jesús anunció el reino de Dios y vino la Iglesia, que en palabras del Concilio Vaticano II

“constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino”.

Los judíos pensaban que el Reino de Dios caería repentinamente sobre el mundo, y que el

mal desaparecería. Pero Dios respeta los ritmos de la historia. Todas las parábolas del

crecimiento indican que el Reino se irá extendiendo lentamente. De hecho ya la actitud

que adoptaron los primeros cristianos ante la esclavitud se manifestó que allí se estaba

haciendo presente el Reino de Dios.

El espíritu de los cristianos debe ser compartir, ya en las primeras comunidades que se

formaron todo era de todos, cuando alguno de ellos vendía sus tierras le daban el dinero a

los apóstoles para que lo repartieran entre los más necesitados.

En relación a los esclavos, que en aquella tierra era habitual que los hubiera, Pablo

manifestó que “entre quienes viven bajo el Reinado de Dios ya no hay esclavos ni libres” 

Eran pues, las comunidades cristianas “comunidades de contrastes”, donde todo el mundo

era igual, no había diferencias debidas al sexo, la edad, la condición social,

etc., allí todos tenían cabida.

Todo eso de la igualdad estaba muy bien, pero hay que convenir, con Max Weber que la

institucionalización era imprescindible para la supervivencia de cualquier grupo

carismático.

En principio la Iglesia tenía una concepción piramidal, en cuya cúspide figuraba el Papa,

tras él los obispos, luego los sacerdotes y por   último los laicos, en la más absoluta

pasividad, pero tras el Concilio Vaticano II eso dejo de suceder así. En la Iglesia hay

funciones distintas, pero con dignidades iguales. Para Jesús era importante la igualdad

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entre todos los hombres, sin jerarquía alguna.

Por lo que podemos afirmar que la Iglesia local es una comunión de hermanos en la fe, y

que la Iglesia Universal es una comunión de Iglesias locales.

17. ENCONTRAR A DIOS EN LA VIDA

Es difícil encontrar a Dios en un espacio cerrado, ostentoso y lejos de la gente sencilla.

Ello lo ilustra muy bien Tagore en un cuento donde el profeta Narottam, se aleja de un

templo, ricamente engalanado, para irse   a hacerlo al campo.

Es una tendencia la división de la realidad en dos ámbitos, el sagrado y el profano,

buscando por lo tanto a Dios al margen de la vida. Pero con la venida de Cristo, éste actuó

como revulsivo a esta división, dado que, ambos son complementarios, “todo es profano y,

a la vez, todo es sagrado: profano para quien ve las apariencias externas, y sagrado para

quien penetra en su profundidad”.

Realmente,

para ofrecer el culto a Dios, no hacen falta templos, puesto que todo el mundo es un

templo donde se le puede adorar.

Por lo que, para el cristiano se ha cumplido ya el oráculo del profeta: “En aquel día los

cascabeles de los caballos y las ollas de las casas serán tan santos como los vasos

sagrados del templo”, es decir, la santidad de Dios se hará presente en toda la realidad

profana, y no sólo en el reducido ámbito de lo sagrado.

En un principio, los cristianos se reunían donde podían o querían, pero a medida de que

sus comunidades se iban haciendo mayores, se fueron empezando a construir templos,

pero no porque pensaran que Dios tuviese ligado a determinados lugares

predeterminados, sino porque necesitaban más sitio. Lo realmente importante   era el

“templo de piedras vivas”.

Sin embargo, a diferencia de los templos de Jerusalén o los templos paganos, que eran

muy pequeños, sólo para que cupieran los sacerdotes, no el pueblo, los templos de los

cristianos eran mayores, podían entrar todos, podríamos así considéralos como un “pueblo

de sacerdotes”, pero claro, no todos pueden celebrar la eucaristía, cada uno tiene su

función.   

De todo lo dicho se deduce que es inútil buscar a Dios en los lugares y tiempos “sagrados”

porque no existe. “A Dios se le encuentra en lo profano” (fuera del templo).

San Vicente de Paúl decía: “que faltar a misa por atender a un enfermo es dejar a Dios por

Dios”,

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pero evidentemente, “dejar a Dios por Dios no es dejar a Dios”.

18. SACRAMENTOS PARA HECER VISIBLE EL ENCUENTRO CON DIOS.

La búsqueda de algo que sustituya a   los sacramentos, aún entre los no creyentes más

acérrimos, es un hecho constatado.

Como es sabido, para la antropología moderna, el hombre debe ser pensado como “animal

simbólico”. Muchas de las acciones cotidianas son símbolos, y más importante aún, el

lenguaje. En cualquier cosa se puede distinguir la realidad en sí misma de su mensaje,

porque es posible que la cosa en si misma carezca de importancia, pero sin embargo nos

aporte un mensaje muy especial.

Cuando las cosas empiezan a pregonar su mensaje íntimo, y el hombre presta oído, surge

el “pensar sacramental”, teniendo en cuenta que el sacramento es el signo visible que

hace presente una realidad invisible.

En ocasiones ese significado de sacramentalidad viene conferido por el individuo, pero en

otras es toda la colectividad la que   se lo imbuye, en éste caso su fuerza es mucho mayor.

En otras ocasiones los sacramentos vienen de Dios, y el signo más llamativo de Dios es

Jesús de Nazaret. Él dijo de sí mismo: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Ya

desde   San Agustín   es común afirmar que “Cristo es el Sacramento de Dios”. 

Existe en la Iglesia   una sacramentalidad general que se hace densa en los siete

momentos conocidos, y ello es debido a que Dios quiere salir al encuentro del

hombre en sus experiencias fundamentales: el nacer (bautismo), el pasar a la vida adulta

(confirmación), el enamoramiento (matrimonio), la consagración al servicio de la

comunidad cristiana (orden), la cotidianeidad de la vida creyente (eucaristía), el fracaso

(penitencia) y la lucha contra la enfermedad (unción).

En el Concilio de Trento se definió que “los sacramentos de la Nueva alianza no son ni

más ni menos que siete”. Pero hay que entender que ese número siete se refiere a la

totalidad de los sacramentos. Queriendo la Iglesia manifestar que en esos siete ritos ella

expresa de forma plena su fuerza sacramental.

Como hemos comentado con anterioridad los siete sacramentos tienen la estructura de ser

“signos visibles que hacen presente una realidad invisible”, pero invisible es Dios, por lo

tanto “los sacramentos son encuentros con Dios”. 

Cada uno de los signos sacramentales tienen un poder evocador intrínseco, por ejemplo,

la inmersión bajo el agua es signo expresivo de una vida que se acaba para que empiece

otra.

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Fue el Concilio de Trento quien, nuevamente, explica cual es el poder de salvamento de

los sacramentos con una conocida fórmula: “los sacramentos obran ex opere operato”, (en

virtud del propio rito realizado), es decir, que, una vez realizado el rito, tenemos la garantía

de que Dios se hace presente a través de él, independientemente de la santidad personal

del ministro, que no es necesaria

para la validez del sacramento.

Así pues las cosas, podemos afirmar que, los sacramentos no dispensan de seguir a

Cristo, pero si evitan el estancamiento del creyente. San León Magno decía: “hay que

completar en la propia vida lo que la celebración de sacramento inicia”.

La Iglesia ha dicho que: “la gracia puede preceder al sacramento, pero también puede

preceder el sacramento a la gracia”, incluso que es posible recibir la gracia mediante el

deseo. Por ejemplo, en el caso de la eucaristía Trento dice que “quienes comen con el

deseo el pan   eucarístico experimentan su fruto y provecho por la fe viva, que obra por la

caridad”.

19. EL CRISTIANO NACE DOS VECES

Observando el rito del bautismo vemos el simbolismo de la renovación “El hombre viejo ha

sido sepultado, y un hombre nuevo ha salido al mundo”. Con las renuncias que los

padrinos del recién nacido realizan cuando éste es bautizado, y la profesión de fe, los

bautizados pretenden hacer presente un modelo alternativo de hombre. Estas renuncias

sólo tienen sentido en función de la profesión de fe.

Como consecuencia de ese pacto, el bautizado pasa a ser propiedad de Dios, de hecho

los Padres del siglo IV llamaban al bautismo sello. San Gregorio   Nacianceno explica así

la denominación:”es un sello que simboliza el soberano dominio de Dios sobre el

bautizado”. Hoy, el “sello” ha quedado reducido a la señal de la cruz que el ministro hace

sobre la frente

del neófito.

Para desvelar comprender el rito del bautismo hay que analizarlo un poco más

profundamente. Realmente el bautismo cristiano no es un rito completamente original, ya

en muchos pueblos primitivos se daba la “muerte” simbólica a los neófitos, en otros

pueblos también existían los baños regeneradores, e incluso hoy en la India existen

piscinas sagradas donde los creyentes se sumergen varias veces al año para purificarse.

Sin embargo, el bautismo de Juan, el Precursor, suponía un avance frente a todos esos

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baños regeneradores al exigir la conversión interior. Lo malo es que el bautizo de éste

“exigía mucho y daba   poco” y eso era debido a que, después de haber invitado al hombre

a una conversión tan radical, le dejaba abandonado a sus propias fuerzas. A diferencia del

de Jesús que hace entrar en comunión con el Espíritu Santo. Significando que el actor

principal de este acto es Dios.

Una de las consideraciones que se tenía en cuenta era entender como meta del bautismo

la entrada en la tierra prometida, pues bien, el bautismo significa la admisión en la Iglesia:

“Hemos sido todos bautizados en un solo Espíritu”, decía Pablo. 

Si, como hemos dicho hasta ahora, “el bautismo celebra la opción fundamental que una

persona hace por el Reino de Dios y debe recibirse con la disponibilidad de la fe”, surge

una duda ¿es el bautismo “cosa de niños”?.

Como es natural los primeros cristianos se bautizaban

ya cuando eran adultos, “Los cristianos no nacen, se hacen”, en palabras de Tertuliano,

pero a partir del año 180 comenzaron a bautizarse a los niños, y es ahí cuando surgen los

problemas.

Si, según los credos , se bautiza para conseguir el perdón de los pecados, y según el

Nuevo Testamento, estos pecados eran los personales, ¿qué pecados personales pueden

tener los niños?.

San Agustín fue el primero que dijo que el pecado que exigía el bautismo de los niños fue

el “pecado original”, pero esa tesis fue recogida con posterioridad por el papa San Zósimo

y el Concilio de Trento.

A continuación se planteó la cuestión de cuál sería el destino de los niños que murieran sin

bautizar y parece ser que iban a una especie de “vestíbulo”, al “borde” del infierno,”limbus”.

Pero sin embargo la Iglesia jamás ha   definido como dogma de fe la existencia de dicho

limbus.

Tras el bautismo, se enfrentan en nosotros las dos fuerzas contrapuestas del pecado

original y la redención, por lo que no se puede hablar todavía de renovación total. Por eso

afirmaba Trento que el bautismo borra el pecado original, pero quedan todavía los restos

del pecado.

Concluimos con el significado profundo del bautismo de los recién nacidos diciendo que el

bautismo conferido a un recién nacido, que ningún mérito ha podido hacer todavía,

manifiesta que la fe es un don de Dios. 

20. EL RETORNO DEL QUE FRACASÓ

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Es el sacramento de la penitencia

uno de los menos valorados por los creyentes, de hecho, la gente se confiesa cada vez

menos. Los confesionarios son relativa mente modernos puesto que el mismo no apareció

hasta el siglo XVI. Este es el sacramento que más cambios ha experimentado a lo largo de

los siglos.

Los primeros cristianos no ignoraban que “el justo cae siete veces al día”, pero

consideraban que   el auténtico pecado no debería tener de nuevo cabida en la vida de los

cristianos. “Todo el que ha nacido de Dios no comete pecados”, pero a pesar de todo,

concedían una nueva oportunidad a los culpables de pecados graves y notorios, pero en

caso de volver a las andadas era expulsado de la Iglesia.

Durante los primeros siglos, el sacramento se celebraba en tres etapas espaciadas

temporalmente, pero resultaban de una dureza tal que, era inaceptable para las personas

jóvenes que eran las más necesitadas, por lo tanto se pospuso el sacramento hasta la

vejez.

Con posterioridad y a partir del siglo VI se empezó a someter a la penitencia canónica a

todos los cristianos que así lo querían, aunque hubiesen cometido sólo pecados leves,

pero al   final sólo se sometían a ellas los que querían perfeccionarse, por lo que tampoco

resultaba una buna fórmula.

Más tarde se extendió la penitencia tarifada, que también acabó cayendo en abusos, por lo

que también cayó en desuso y a partir de siglo XII fue pasando   la penitencia tal y como la

conocemos hoy en

día.

Observamos que la finalidad de este sacramento es el perdón de los pecados mortales.

El Concilio de Trento afirmó que este sacramento fue instituido para la reconciliación de

nuevo con Dios y con la comunidad, lo cual no habría sido necesario si existieran sólo los

pecados veniales.

Pero, no todos piensan que el sacramento de la penitencia es imprescindible para arreglar

las cosas con Dios, sino que esto se podría solucionar directamente con Él, a éstos habría

que recordarle que en la vida del hombre las cosas importantes, los acontecimientos

decisivos, reciben la consagración de un rito y se convierten en fiesta. La conversión y la

reconciliación no deben ser una excepción y, por lo tanto, ambas cosas deben celebrarse.

Pero además en el “Confiteor” decimos: “Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante

vosotros, hermanos, que he pecado mucho”, y ello porque también se peca contra los

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hermanos, por lo tanto debe reconciliarse también con ellos. Además podemos afirmar

que, ambas reconciliaciones no son simultáneas, sino que la reconciliación con la Iglesia

da lugar a la reconciliación con Dios.

Existe una doble vertiente en cuanto el perdón de los pecados, por una parte es muy fácil

puesto que Dios perdona nuestros pecados sin ninguna contraprestación a cambio, sin

embargo, por parte nuestra es muy difícil este perdón ya que éstos no sólo deben ser

perdonados sino también erradicados.

No se debe tomar

la penitencia como un rendimiento de cuentas porque Jesús no habla de ello en esos

términos sino de anunciar la Buena Noticia del perdón de los pecados a todas las

naciones. Las confesiones del evangelio acababan siempre en fiesta.

De hecho hoy, cuando el pecador, que acaba de ser perdonado es readmitido al banquete

de la eucaristía, se está repitiendo cualquiera de aquellas comidas de fiesta.   

Por lo tanto, el sacramento de la penitencia, como vencedor del pecado, debe ser

considerado el sacramento de la alegría.

21. LA EUCARISTÍA ANTICIPA UN MUNDO DIFERENTE

La eucaristía recuerda un pasado que fue decisivo para los cristianos, lo actualiza en el  

presente y nos proyecta hacia el futuro que esperamos. Es la celebración del tiempo

intermedio. Quienes la celebran tienen un ojo puesto en lo que ya ha tenido lugar, y el

corazón impaciente esperando la llegada de lo que falta.

Es, sobre todo, el memorial de la muerte y resurrección de Cristo. Al llegar el momento de

separarse de los suyos, Jesús pensó que su mejor memorial sería dejarles pan y vino, que

desaparecen para dar vida a quien los come. Pensó que era   el signo más expresivo que

cabía encontrar de lo que fue su vida, una vida entregada por los demás. Luego concluyó:

“Haced esto en memoria mía”.

Ya sabemos que el signo sacramental no se reduce a su utilidad pedagógica, sino que

realiza eficazmente lo que significa: el pan y el vino no sólo

recuerdan lo que fue la vida de Cristo, sino que lo hacen realmente en la eucaristía.

Aunque a veces se ha concebido la eucaristía como demasiado “carnal”, no es así, pues

cuando decimos que Cristo se hace presente en la misma, no debemos pensar en el Jesús

mortal, sino el en Cristo resucitado, de hecho sólo la resurrección hace posible la

presencia real de Cristo en la eucaristía. Si no hubiera resucitado no pasaría de ser una

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manera de recordar a un difunto.

La Iglesia Católica se ha servido tradicionalmente de la teoría de la transustanciación para

explicar la presencia de Cristo en la eucaristía: por la consagración tiene lugar una

conversión de la sustancia del pan y del vino en la sustancia de Cristo.

La reforma litúrgica ha puesto especial interés en eliminar de nuestras eucaristías todo

aquello que pueda oscurecer el carácter anticipatorio del Reino. Por lo que la Constitución

conciliar sobre Sagrada liturgia afirma claramente que “no se hará excepción alguna de

personas o de clases sociales ni de las ceremonias ni en el ornato externo. Concluyendo,

la celebración de la eucaristía debe ser una vivencia anticipada de la   fraternidad del

Reino. Por eso la celebración de la eucaristía es a la vez “el más radical acto de protesta

contra una sociedad   en la que unos hombres oprimen o marginan a otros hombres”.

22. LA “OTRA” VIDA

La palabra “muerte”, “inmortalidad”, “resurrección”, tiene un significado

totalmente diferente para una antropología dualista, o para una antropología unitaria, como

la cristiana. Desde el punto de vista de ésta la muerte aparece mucho más terrible, porque

“es el final del hombre entero”. Si Dios nos ha prometido para después de la muerte un

futuro, éste sólo podrá entenderse como “resurrección”.

Hoy   por hoy la existencia de una vida después de la muerte es objeto de fe puesto que

todavía no ha vuelto nadie del más allá y las supuestas “pruebas empíricas” de la

reencarnación no son tales: la sensación de haber visto anteriormente un paisaje que

realidad contemplamos por primera vez, la aparición repentina de determinados

conocimientos que nunca fueron objeto de aprendizaje, etc., son fenómenos paranormales

que, aún sin estar explicados por la ciencia, no necesitan postular la existencia de una vida

anterior.

El juicio de Dios, será, pues, la definitiva y aplastante victoria de Dios sobre el pecado y la

muerte. Por eso los primeros cristianos deseaban ardientemente ese día.

Una concepción simétrica del juicio que concediera la misma probabilidad a la salvación

eterna y a la muerte eterna traicionaría el espíritu de la escatología cristiana. Por ese

motivo la Iglesia se ha considerado siempre autorizada para canonizar a muchos fieles,

pero nunca ha emitido un testimonio de condena definitiva.

El “cielo” es el Reino de Dios, por lo que podemos decir que la bienaventuranza

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eterna se llama   Reino de Dios.

La eternidad no es una sucesión infinita de tiempo, sino un permanente ahora persistente

en el que todo es realidad a la vez.

Dada la calidad de Dios no deberíamos ver el purgatorio como un castigo por los pecados

pasados del hombre, sino como la última gracia concedida por Dios al hombre para que se

purifique con vistas a su futuro junto a Él. Por eso dice la liturgia que quienes están allá

“duermen ya el sueño de la paz”.

Al hablar del infierno es necesario desterrar viejas creencias que nos hablan de él como un

lugar terrible, con calabozos y esas cosas.

También debemos saber que Dios no ha creado al infierno, puesto que todo lo que tiene

su origen en Él es bueno. Además Dios no pudo crearlo porque el infierno es una situación

humana, y por lo tanto, no es algo que pueda existir con independencia de que alguien

decida colocarse en dicha situación.

Así pues, existe el infierno porque la amistad no se puede imponer, sino que es algo que

se ofrece gratuitamente y se acepta libremente. La oferta divina es la salvación total.

Rehusada, se convierte   en la total perdición. 

La Iglesia ha condenado la doctrina de los Orígenes según la cual la salvación universal se

producirá automáticamente y necesariamente, pero ha preservado la esperanza de que

pueda ocurrir tal cosa: “Dios quiere que todos los hombres se salven”

23.   EL VERDADERO ROSTRO DE MARIA

La primera noticia veraz

que tenemos de María es la referente a la anunciación. Podemos decir que, “María recibió

una revelación a través de una experiencia mística”.

Hay que destacar que Dios no impuso su voluntad a María, sino que pidió su

consentimiento para l obra que deseaba realizar. Hay que decir que “María fue un

instrumento para los planes divinos”.

María fue engendró a su hijo Jesús a través de una concepción virginal, cuyo significado

es que “la salvación anhelada y buscada por los hombres no puede brotar de sus fuerzas

naturales. Será siempre regalo de Dios”.

Lucas presenta a María como la primera que escuchó el Evangelio: “Hágase en mí según

tu Palabra”.

Es normal que la fe de María fuese creciendo a lo largo de su vida. Lo que se dice de

Cristo, con más motivo aún puede aplicarse a ella: “Iba creciendo en sabiduría, en estatura

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y en gracia ante Dios y ante los hombres”.Su fe ignoraba el futuro pero fue una fe ejemplar

por su confianza ciega impregnada de meditación. La prueba de fuego para su fe fue,

desde luego, el Calvario, la agonía de su hijo en la cruz.

Por ello, María es un modelo para nuestra vida creyente, y debemos procurar que no

aparezca nunca fuera de la Iglesia.

Aunque María se declaró “esclava del Señor” no debemos interpretarlo como solía hacerlo

la mujer frente al varón, sino como corresponde a cualquier criatura ante el Creador.

La María de la historia fue pobre, una campesina sin aureola,

sin recursos y sin medios, por lo tanto siempre estuvo al lado de los suyos, los ayudó

siempre que pudo e intercedió por ellos ante su Hijo.

El Concilio de Éfeso proclamó que María era la madre de Dios, lo que significaba que dio a

luz   al que era Dios, y no suscitaba en absoluto la idea de que María, en cuanto madre,

pudiera haber engendrado a Dios.

Así pues, aunque María es misericordiosa, Dios lo es mucho más, porque es la fuente de

la misericordia de María.

Hay que destacar también que María estaba exenta del pecado original, porque fue

justificada por   Dios desde el instante mismo de su concepción. Podemos pues decir que,

María no recibió de Dios más que una serie de ventajas para sí misma, para su gloria, es

decir, aquello que necesitaba para realizar mejor su vocación”.

En cuanto a la asunción diremos que María, una vez cumplido su ciclo en la tierra, fue

asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial, eso quiere decir que fue asumida, tomada por

Dios.

La Iglesia no supo de la asunción de María por el testimonio de la historia, sino que, por el

testimonio de la fe, Jesús al resucitar entre los muertos, fue a preparar un lugar.

La asunción de María al lado del Padre nos dice que hay realidades que ya han sucedido;

que no sólo han llegado a Cristo, sino también a nosotros, simples seres humanos.

Podemos, pues, tener confianza.