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Salvadme Reina Número 49 Agosto 2007 El santo de lo cotidiano

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Salvadme Reina

Número 49 Agosto 2007

El santo de lo cotidiano

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Desde lo profundo te invo-co, Señor:

¡Señor, escucha mi voz! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas!

Si en cuenta tomas las culpas, oh Señor, ¿quién podrá subsis-tir?

Pero eres indulgente para que seas temido.

Yo espero en Yahvé, mi alma espera en su palabra;

Ansía mi alma al Señor más que los centinelas la aurora.

Espera Israel al Señor, porque con el Señor está el amor, junto a él la abundante redención.

Él redimirá a Israel de todas sus iniquidades.

(Salmo 130, atribuido al Rey David)

“Rey David” Piazza di Spagna,

Roma

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SumariO

Salvadme Reina

Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de FátimaAño V, número 49, Agosto 2007

Director Responsable: Eduardo Caballero Baza

Redacción y Administración C/ Cinca, 17

28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671

Dep. Legal: M-40.836- 1999

www.salvadmereina.org [email protected]

Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de

Derecho Pontificio Heraldos del Evangelio

www.heraldos.org

Consejo de Redacción: Guy Gabriel de Ridder, Juliane Vas-concelos A. Campos, Luis Alberto

Blanco Cortés, Mariana Morazzani Arráiz, Severiano Antonio de Oliveira

En España: C/ Cinca, 17

28002 – Madrid Tel. sede operativa 902 199 044

Fax: 902 199 046

Montaje: Equipo de arte gráfica de

los Heraldos del Evangelio

Imprime: Henargraf - Madrid

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y enviando una copia a la redacción.

El contenido de los artículos es responsabilidad de los respectivos autores

Tesoro de la Oración – Oración a la Santísima Virgen

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34

Capua: preciosa lección de vida espiritual

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35

La palabra de los Pastores – Santuario de Sameiro, una propuesta evangelizadora

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

Sucedió en la Iglesia y en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

História para niños... ¡Qué risas tan alegres!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

Los santos de cada día

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

Castillo de Sant’Angelo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

Entrevista de Mons Angelo Comastri – Hacer viva la memoria de Pedro

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

Heraldos en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

El Santuario del Monte Tibidabo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23

San Josemaria Escrivá – El santo de lo cotidiano

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .18

Comentario al Evangelio –¿Basta rezar?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

Nuevos movimientos y antiguos carismas (Editorial) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

La voz del Papa – La missión es un deber de todo bautizado

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

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4 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

EscribEn los lEctorEs

También TraTa asunTos hisTórico-culTurales

Me gusta leer la revista porque no sólo trata asuntos relativos a la esfe-ra religiosa, sino también temas his-tórico-culturales. Además aprecio la buena voluntad de tratar algunos problemas que al cristiano le con-viene conocer, sin hablar también de las amenas historias que, además de contener una buena dosis de fantasía, no carecen de enseñanzas profundas al respecto de cosas que es útil cono-cer y meditar. No faltan noticias in-teresantes como, por ejemplo, el ori-gen de la campana, que difícilmente se encuentran en otras revistas. Todo expresado en un estilo simple y apa-sionante.

Diego de Martino Isernia, Italia

Divulgan la palabra De Dios y la Devoción a maría

Les quedo muy agradecido por la revista Heraldos, que es interesan-te e instructiva. Me gusta mucho leer la sección sobre la vida de los santos porque, además de hacer crecer la fe en Dios y en la Virgen Santísima, me ayuda a tener valor para enfrentar la vida. Me siento feliz con la presen-cia de Heraldos en mi ciudad, ya que los considero como ángeles que ilu-minan cada lugar del mundo y divul-gan la palabra de Dios y la devoción a María, Madre dulcísima y amable.

Ana María M. Avezzano, Italia

DesDe suDáfrica

Qué honor poder leer su revis-ta y conocer todas esas historias tan profundas. ¡Veo que la preparan con mucho amor y devoción!

Natalia Ramos Faulha Edenvale, Sudáfrica

alegría por la expansión De los heralDos

Les escribo para elogiar la valiosa y edificante revista que ustedes publi-can. Me causa mucha alegría presen-ciar la expansión de los Heraldos del Evangelio. Las fotos que ilustran el reportaje de la visita del Card. Hum-mes al seminario de los Heraldos en São Paulo son incluso más significati-vas que el artículo. Me sentí cautiva-da por los rostros alegres de esa mul-titud de niños, todos iniciando una vi-da dedicada al servicio de la Iglesia. ¡Qué ventarrón de aire fresco en el terreno vocacional! ¡Qué respuesta obtuvieron nuestras oraciones!

M. Torres Hamilton, Canadá

DesDe inglaTerra: obra De evangelización irreemplazable

He estado recibiendo su revista [la edición en inglés] desde que su lan-zamiento. Me gustaría transmitir mis más sinceras felicitaciones al equi-po por esta excelente publicación. La considera una obra de evangeli-zación irreemplazable, que ofrece un rico contenido doctrinal dentro de un formato atractivo. Me gustó especial-mente la materia sobre san José en el último número. Creo que es un opor-tuno recuerdo de que él es un mode-lo perfecto para los padres. Me agra-dó el artículo “La visión de santo Do-mingo Savio sobre Inglaterra”.

Cathleen White Woking, Inglaterra

esplenDor De la iglesia caTólica

Me ha sorprendido gratamente la alta calidad de la revista que ustedes publican. Hasta ahora he recibido cuatro números, cada uno de los cua-les lleno de artículos, imágenes y co-mentarios estimulantes. Estoy sien-

do obsequiada con el esplendor de la Iglesia Católica. Saludos a todos los jóvenes redactores por su firme fe e intenso amor a la Santa Madre Igle-sia, que resplandece en cada página.

María Artemisa Pérez Scarborough, Canadá

comuniDaD religiosa agraDece

Nuestra comunidad de religiosas agradece el bien que hacen con su re-vista. Es estupenda, una fuente de sa-biduría espiritual y humana. Nos en-canta leerla.

Filipenses Hijas de María Dolorosa Puentegenil, España

DesDe suiza

Gracias por la revista. Cuando la leo, Jesús y María me tocan el fondo del corazón; me enseña a crecer en la fe y me evangeliza. Cada vez que la revista entra en mi casa, me hace feliz la gran visita de Jesús y María.

Cristalina Correia Suiza

riqueza espiriTual De los arTículos Del p. João clá

Gracias por las bellísimas oracio-nes propuestas y las hermosísimas ilustraciones estampadas. Es un agra-do leer esta revista que, a mi modo de ver, es una preciosa obra maes-tra de divulgación de la Palabra de Dios. Me gustan los artículos del P. João Clá Dias, que con tanto amor, riqueza y precisión comenta men-sualmente algún Evangelio, una sec-ción de la cual me hice seguidora. Se me ha vuelto una obligación impor-tante. Los leo con gran emoción y se-renidad. La palabra de Dios que us-tedes comentan y testimonian, ade-más de guiarme, me entrega también la respuesta que busco. Con certeza la Virgen de Fátima ilumina vuestro camino.

Fernanda C. Roma, Italia

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Salvadme Reina

Número 49

Agosto 2007

El santo de

lo cotidiano

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 5

Editorial

San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei; al fondo, vista de la Plaza de San Pedro el día de su beatificación

Fotos: Archivo Opus Dei

a galopante secularización de la sociedad contemporánea y la consecuente dis-minución de vocaciones sacerdotales y religiosas piden una respuesta propor-cionada por parte de la Iglesia. Algunos se preguntan cómo encontrará ella los

recursos necesarios para vencer esta enorme crisis de fe, tantas veces señalada por los Papas de nuestra época: “la fe de muchos es puesta a dura prueba y no pocas veces sofoca-da y apagada. Se siente, entonces, con urgencia la necesidad de un anuncio fuerte y de una sólida y profunda formación cristiana” (Juan Pablo II, Discurso, 30/5/1998 n.7).

Todos sabemos muy bien que la Iglesia, aparte de ser gobernada y vivificada por el Espíritu Santo, cuenta con la promesa de Nuestro Señor Jesucristo de ser invenci-ble frente al mal. Pero podemos preguntarnos cuáles son las señales visibles de una solución para los desafíos actuales.

Y la palabra del sucesor de Pedro apunta un rumbo: “Aquí entran los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales: son la respuesta, suscitada por el Espíritu Santo, a este dramático desafío del fin del milenio” (Juan Pablo II, Discurso, 30/5/1998 n.7).

Hoy sería redundante afirmar que los nuevos movimientos son una novedad en la Iglesia si los comparamos a los institutos religiosos surgidos en épocas anteriores co-mo respuesta ante los problemas de su tiempo. El mismo Papa Juan Pablo II desta-có este aspecto: “Los movimientos se caracterizan por su conciencia común de la ‘no-vedad’ que la gracia bautismal aporta a la vida […] Esto produce un renovado impul-so misionero” (Mensaje, 27/5/1998, n.2). Tal vez en la forma de entender ese “im-pulso misionero” se encuentre uno de los aspectos innovadores de los nuevos movi-mientos. Mientras que los institutos religiosos anteriores –por más que un intenso ardor misionero moviera a muchos de ellos– establecían una separación nítida entre sus miembros y la sociedad temporal, los nuevos movimientos buscan evangelizar el mundo sin abandonarlo, sino sacralizando las realidades temporales, como propone el Concilio Vaticano II: “Es preciso que los laicos tomen como obligación suya la res-tauración del orden temporal, conducidos por la luz del Evangelio y la mente de la Igle-sia, y movidos por la caridad cristiana” (AA, 7).

Con todo, en los nuevos movimientos existe una faceta que tal vez no se haya real-zado lo suficiente. Se trata de una “firme fidelidad al patrimonio de la fe transmitido por la corriente viva de la Tradición” (Juan Pablo II, Mensaje, 27/5/1998, n.2). Tal fidelidad se refleja en un singular vínculo con la espiritualidad y el carisma de movimientos sus-citados por el Espíritu en eras anteriores. Así por ejemplo, la asociación internacional de fieles más reciente que ha aprobado la Santa Sede –“Franciscanos de María”, fun-dada en España– busca inspirarse en el carisma franciscano para enfrentar el desa-fío del secularismo moderno. En Brasil el movimiento “Shalom”, también de reciente aprobación, rastrea su espiritualidad en Sta. Teresa de Ávila. El hermoso camino de la santificación por el trabajo, inaugurado por san Josemaría Escrivá, evoca el “ora et la-bora” de san Benito. Podrían mencionarse muchos otros ejemplos.

Las soluciones del Espíritu Santo son siempre inusitadas e innovadoras, sin per-der un firme vínculo al legado del pasado: “Todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo” (Mt 13, 52)..

NUEVOS MOVIMIENTOS Y ANTIGUOS CARISMAS

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La misión es un deber de todo bautizado

C6 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

La voz deL PaPa

En su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2007, el Papa Benedicto XVI muestra que cada bautizado está llamado a ser misionero y que la primera aportación a la misión es la oración.

on ocasión de la próxi-ma Jornada mundial de las misiones quisiera in-vitar a todo el pueblo de Dios –pastores, sacer-

dotes, religiosos, religiosas y laicos– a una reflexión común sobre la urgencia y la importancia que tiene, también en nuestro tiempo, la acción misionera de la Iglesia.

En efecto, no dejan de resonar, como exhortación universal y llama-

da apremiante, las palabras con las que Jesucristo, crucificado y resucita-do, antes de subir al cielo, encomen-dó a los Apóstoles el mandato mi-sionero: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Es-píritu Santo, y enseñándoles a guar-dar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).

En la ardua labor de evangeliza-ción nos sostiene y acompaña la cer-teza de que él, el Dueño de la mies, está con nosotros y guía sin cesar a su pueblo. Cristo es la fuente inagotable de la misión de la Iglesia. Este año, además, un nuevo motivo nos impul-sa a un renovado compromiso misio-nero: se celebra el 50° aniversario de la encíclica Fidei donum del siervo de Dios Pío XII, con la que se promovió

Bendición Urbi et Orbi con motivo del día de Pascua

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El Papa en la Plaza de San Pedro durante una audiencia general

Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 7

y estimuló la cooperación entre las Iglesias para la misión ad gentes.

El riesgo de encerrarse en sí mismo y mirar al futuro con poca esperanza

El tema elegido para la próxima Jornada mundial de las misiones –“To-das las Iglesias para todo el mundo”– invita a las Iglesias locales de los diver-sos continentes a tomar conciencia de la urgente necesidad de impulsar nue-vamente la acción misionera ante los múltiples y graves desafíos de nues-tro tiempo. Ciertamente, han cambia-do las condiciones en que vive la hu-manidad, y durante estos decenios, es-pecialmente desde el concilio Vatica-no II, se ha realizado un gran esfuerzo con vistas a la difusión del Evangelio.

Con todo, queda aún mucho por hacer para responder al llamamiento misionero que el Señor no deja de di-rigir a todos los bautizados. Sigue lla-mando, en primer lugar, a las Iglesias de antigua tradición, que en el pasado proporcionaron a las misiones, ade-más de medios materiales, también un número consistente de sacerdotes, re-ligiosos, religiosas y laicos, llevando a cabo una eficaz cooperación entre co-munidades cristianas. De esa coope-ración han brotado abundantes frutos apostólicos tanto para las Iglesias jó-venes en tierras de misión como para las realidades eclesiales de donde pro-cedían los misioneros.

Ante el avance de la cultura secula-rizada, que a veces parece penetrar ca-da vez más en las sociedades occiden-tales, considerando además la crisis de la familia, la disminución de las voca-ciones y el progresivo envejecimiento del clero, esas Iglesias corren el peli-gro de encerrarse en sí mismas, de mi-rar con poca esperanza al futuro y de disminuir su esfuerzo misionero. Pero este es precisamente el momento de abrirse con confianza a la Providen-

cia de Dios, que nunca abandona a su pueblo y que, con la fuerza del Espíri-tu Santo, lo guía hacia el cumplimien-to de su plan eterno de salvación.

La misión también es un deber para las Iglesias de reciente evangelización

El buen Pastor invita también a las Iglesias de reciente evangelización a dedicarse generosamente a la misión ad gentes. A pesar de encontrar no po-cas dificultades y obstáculos en su de-sarrollo, esas comunidades aumentan sin cesar. Algunas, afortunadamente, cuentan con abundantes sacerdotes y personas consagradas, no pocos de los cuales, aun siendo numerosas las ne-cesidades de sus diócesis, son envia-dos a desempeñar su ministerio pasto-ral y su servicio apostólico a otras par-tes, incluso a tierras de antigua evan-gelización. De este modo, se asiste a un providencial “intercambio de do-nes”, que redunda en beneficio de to-do el Cuerpo místico de Cristo.

Deseo vivamente que la coopera-ción misionera se intensifique, apro-vechando las potencialidades y los ca-rismas de cada uno. Asimismo, deseo que la Jornada mundial de las misio-nes contribuya a que todas las comu-nidades cristianas y todos los bautiza-dos tomen cada vez mayor conciencia de que la llamada de Cristo a propa-gar su reino hasta los últimos confi-nes de la tierra es universal. “La Igle-sia es misionera por su propia natura-leza –escribe Juan Pablo II en la en-cíclica Redemptoris missio–, ya que el mandato de Cristo no es algo contin-gente y externo, sino que alcanza al corazón mismo de la Iglesia. Por es-to, toda la Iglesia y cada Iglesia es en-viada a las gentes. Las mismas Igle-sias más jóvenes [...] deben participar cuanto antes y de hecho en la misión universal de la Iglesia, enviando tam-bién ellas misioneros a predicar por todas las partes del mundo el Evan-gelio, aunque sufran escasez de cle-ro” (n. 62).

“Deseo vivamente que la cooperación misionera se intensifique, aprovechando las potencialidades y los carismas de cada uno”

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Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librería Editrice Vaticana. La versión íntegra de los mismos puede ser consultada en www.heraldos.org

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8 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

A cincuenta años del histórico lla-mamiento de mi predecesor Pío XII con la encíclica Fidei donum para una cooperación entre las Iglesias al ser-vicio de la misión, quisiera reafirmar que el anuncio del Evangelio sigue teniendo suma actualidad y urgencia.

En la citada encíclica Redempto-ris missio, el Papa Juan Pablo II, por su parte, reconocía que “la misión de la Iglesia es más vasta que la ‘comu-nión entre las Iglesias’; esta [...] debe tener sobre todo una orientación con miras a la específica índole misione-ra” (n. 64).

Por consiguiente, como se ha reafir-mado muchas veces, el compromiso misionero sigue siendo el primer servi-cio que la Iglesia debe prestar a la hu-

manidad de hoy, para orientar y evan-gelizar los cambios culturales, sociales y éticos; para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, en muchas partes del mundo humillado y oprimido a causa de pobrezas endémi-cas, de violencia, de negación sistemá-tica de derechos humanos.

La Iglesia no puede sustraerse a la universal misión evangelizadora

La Iglesia no puede eximirse de esta misión universal; para ella cons-tituye una obligación. Dado que Cris-to encomendó el mandato misionero en primer lugar a Pedro y a los Após-toles, ese mandato hoy compete ante todo al Sucesor de Pedro, que la divi-

na Providencia ha ele-gido como fundamen-to visible de la uni-dad de la Iglesia, y a los obispos, directa-mente responsables de la evangelización, sea como miembros del Colegio episcopal, sea como pastores de las Iglesias particula-res (cf. ib., 63).

Por tanto, me diri-jo a los pastores de to-das las Iglesias, pues-tos por el Señor como guías de su único reba-ño, para que compar-tan el celo por el anun-cio y la difusión del Evangelio. Fue preci-samente esta preocu-pación la que impulsó, hace cincuenta años, al siervo de Dios Pío XII a procurar que la cooperación misione-ra respondiera mejor a las exigencias de los tiempos. Especialmen-te ante las perspectivas de la evangelización, pidió a las comunida-des de antigua evan-

gelización que enviaran sacerdotes pa-ra ayudar a las Iglesias de reciente fun-dación. Así dio vida a un nuevo “suje-to misionero”, que precisamente de las primeras palabras de la encíclica tomó el nombre de “fidei donum”.

A este respecto, escribió: “Consi-derando, por un lado, las innumera-bles legiones de hijos nuestros que, sobre todo en los países de antigua tradición cristiana, participan del bien de la fe, y, por otro, la masa aún más numerosa de los que todavía es-peran el mensaje de la salvación, sen-timos el ardiente deseo de exhorta-ros, venerables hermanos, a que con vuestro celo sostengáis la causa san-ta de la expansión de la Iglesia en el mundo”. Y añadió: “Quiera Dios que, como consecuencia de nuestro llamamiento, el espíritu misionero penetre más a fondo en el corazón de todos los sacerdotes y que, a través de su ministerio, inflame a todos los fieles” (Fidei donum, 1: El Magisterio pontificio contemporáneo, II, BAC, Madrid 1992, p. 57).

Agradecimiento por el fruto de las misiones

Demos gracias al Señor por los abundantes frutos que se han obte-nido en África y en otras regiones de la tierra mediante esta coopera-ción misionera. Incontables sacerdo-tes, abandonando sus comunidades de origen, han puesto sus energías apostólicas al servicio de comunida-des a veces recién fundadas, en zonas pobres y en vías de desarrollo. En-tre ellos ha habido no pocos márti-res que, además del testimonio de la palabra y la entrega apostólica, han ofrecido el sacrificio de su vida.

No podemos olvidar tampoco a los numerosos religiosos, religiosas y lai-cos voluntarios que, juntamente con los presbíteros, se han prodigado por difundir el Evangelio hasta los últi-mos confines del mundo. La Jorna-da mundial de las misiones es ocasión propicia para recordar en la oración a estos hermanos y hermanas nuestros

“No conviene olvidar que la primera y principal aportación que debemos dar a la acción misionera

de la Iglesia es la oración”

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en la fe, y a los que siguen prodigán-dose en el vasto campo misionero. Pi-damos a Dios que su ejemplo suscite por doquier nuevas vocaciones y una renovada conciencia misionera en el pueblo cristiano.

Efectivamente, toda comunidad cristiana nace misionera, y el amor de los creyentes a su Señor se mide pre-cisamente según su compromiso evan-gelizador. Podríamos decir que, para los fieles, no se trata simplemente de colaborar en la actividad de evangeli-zación, sino de sentirse ellos mismos protagonistas y corresponsables de la misión de la Iglesia. Esta corresponsa-bilidad conlleva que crezca la comu-nión entre las comunidades y se incre-mente la ayuda mutua, tanto en lo que atañe al personal (sacerdotes, religio-sos, religiosas y laicos voluntarios), co-mo en la utilización de los medios hoy necesarios para evangelizar.

La oración es la primera aportación a la acción misionera

Queridos hermanos y hermanas, verdaderamente el mandato misio-nero encomendado por Cristo a los Apóstoles nos compromete a todos. Por tanto, la Jornada mundial de las misiones debe ser ocasión propicia para tomar cada vez mayor conciencia de ese mandato y para elaborar juntos itinerarios espirituales y formativos adecuados que favorezcan la coopera-ción entre las Iglesias y la preparación de nuevos misioneros para la difusión del Evangelio en nuestro tiempo.

Con todo, no conviene olvidar que la primera y principal aportación que debemos dar a la acción misionera de la Iglesia es la oración. “La mies es mucha –dice el Señor– y los obre-ros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10, 2). “Orad pues, venerables her-manos y amados hijos –escribió hace cincuenta años el Papa Pío XII de ve-nerada memoria–: orad más y más, y sin cesar. No dejéis de llevar vuestro pensamiento y vuestra preocupación hacia las inmensas necesidades espi-

rituales de tantos pueblos todavía tan alejados de la verdadera fe, o bien tan privados de socorros para perseverar en ella” (Fidei donum, 13: El Magis-terio pontificio contemporáneo, II, BAC, Madrid 1992, p. 64). Y exhor-taba a multiplicar las misas celebra-das por las misiones, pues “son las in-tenciones mismas de nuestro Señor, que ama a su Iglesia y que la quisiera ver extendida y floreciente por todos los lugares de la tierra” (ib., p. 63).

Queridos hermanos y herma-nas, también yo renuevo esta invita-ción tan actual. Es preciso que todas las comunidades eleven su oración al “Padre nuestro que está en el cie-lo”, para que venga su reino a la tie-rra. Hago un llamamiento en particu-lar a los niños y a los jóvenes, siempre dispuestos a generosos impulsos mi-sioneros. Me dirijo a los enfermos y a los que sufren, recordando el valor de su misteriosa e indispensable cola-boración en la obra de la salvación.

Pido a las personas consagradas, y especialmente a los monasterios de clausura, que intensifiquen su oración por las misiones. Gracias al compromi-so de todos los creyentes debe ampliar-se en toda la Iglesia la red espiritual de oración en apoyo de la evangelización.

Que la Virgen María, que acom-pañó con solicitud materna el camino de la Iglesia naciente, guíe nuestros pasos también en esta época y nos ob-tenga un nuevo Pentecostés de amor. En particular, que nos ayude a todos a tomar conciencia de que somos mi-sioneros, es decir, enviados por el Se-ñor a ser sus testigos en todos los mo-mentos de nuestra existencia.

A los sacerdotes “Fidei donum”, a los religiosos, a las religiosas, a los laicos voluntarios comprometidos en las fronteras de la evangelización, así como a quienes de diversos modos se dedican al anuncio del Evangelio, les aseguro un recuerdo diario en mi ora-ción, a la vez que imparto con afecto a todos la bendición apostólica.

(Mensaje de Benedicto XVI para el Día Misionero Mundial 2007)

El Santo Padre durante el Via Crucis en el Coliseo

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32 «No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino. 33 Vended vuestros bienes y dadlos en limos-na. Haceos bolsas que no se gastan, un te-soro inagotable en los cielos, adonde no lle-ga el ladrón ni roe la polilla; 34 porque don-de está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.35 «Tened ceñidos vuestros cinturones y encendidas vuestras lámparas, 36 y sed co-mo criados que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto lle-gue y llame, al instante le abran. 37 Di-chosos los siervos a quienes el señor al venir encuentre despiertos: yo os asegu-ro que se ceñirá la cintura, los hará po-nerse a la mesa y los servirá de uno en uno. 38 Ya llegue a la segunda vigilia, ya a la tercera, dichosos ellos si los encuen-tra así. 39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el la-drón, no dejaría que le horadasen su ca-sa. 40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.»

41 Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?»42 Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conve-niente? 43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. 44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a embo-rracharse, 46 vendrá el señor de aquel sier-vo el día que no espera y en el momento que no sabe, y le mandará azotar y le pon-drá entre los infieles. 47 Ese siervo que, co-nociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; 48 pe-ro el que sin saberlo hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A quien mucho se le ha dado, mucho se le reclamará; y a quien se le confió mucho, más se le pedirá» (Lc 12, 32-48).

a EvangElio: Exhortación a la vigilancia A

“Oración en el Huerto de los Olivos”, vitral de la Catedral de Bayonne, Francia

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¿Basta rezar?

P. João Scognamiglio Clá DiasPresidente General

Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 11

Un cofre sin cerradura no sirve para nada. Así también, un alma sin vigilancia queda a merced del enemigo. Por eso Jesús insiste tanto en esta virtud , que siempre debe complementar la auténtica piedad.

I – VIrtud de la VIgIlancIa

“Velad y orad, para que no caigáis en tentación” (Mt 26, 41), dijo el Se-ñor a los tres apóstoles que lo acom-pañaban más de cerca en oración, en el Huerto de los Olivos, la noche en que iba a ser entregado. Por más que el espíritu esté listo, la carne es débil, afirmó en seguida.

Y de hecho, la Historia otorga rea-lismo a esta afirmación de Jesús: no pocas almas pierden fácilmente el fer-vor y caen en la tibieza, a veces inclu-so en pecados graves, por puro des-cuido. A tal punto no nos basta sola-mente la oración, que la recomenda-ción del Salvador empieza por la vi-gilancia, porque así como en una for-taleza que tenga una brecha descui-dada en su muralla facilitará que el enemigo penetre por ella, de la mis-ma forma el demonio acecha los la-dos más débiles de nuestra alma para atacarnos y derrotarnos.

Por eso nos advierte san Pedro: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, bus-cando a quién devorar” (1 Ped 5, 8).

Relación con la prudenciaEsa vigilancia tiene sus raíces en la

virtud cardenal de la prudencia. “La prudencia no se oculta, sino que vela con una admirable diligencia. Tal mie-

bre, como lo es también de la exte-rior y humana, está claro que la vigi-lancia adquiere un lugar importante en nuestra vida espiritual y moral 2.

Con la práctica de esta virtud va-mos al encuentro del celo que Dios tiene por nuestra perseverancia, pa-ra lo cual envía sus ángeles “para que te guarden en todos tus caminos” (Sal 90, 11); “vela sobre nosotros, incansa-ble y cuidadoso, aquel singular ojo avi-zor de la clemencia divina” 3.

Celo por la salvación del alma propia

Dios creó todas las cosas perfectas y buenas, sin que el mal pueda pro-ceder de él. Los ángeles que se rebe-laron inmediatamente al principio de la creación y fueron arrojados al in-fierno por san Miguel, fueron los in-troductores del mal ya en el Paraíso Terrenal, y buscan hasta hoy hacer-lo penetrar en lo íntimo de las almas. “El que combate a Israel no duerme ni dormita. Todo el intento, todo el afán de las milicias espirituales en su guerra contra nosotros, es conducirnos y me-

“Sed sobrios y

velad. Vuestro adversario, el Diablo,

ronda como león rugiente, buscando

a quién devorar” (1 Ped 5, 8)

do tiene de ser sorprendido por los se-cretos ardides de los malvados” 1.

Santo Tomás de Aquino deja claro que, si la prudencia es virtud rectora de la vida moral y espiritual del hom-

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12 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

ternos en su camino, para que les siga-mos y nos lleven al desastroso fin que a ellos está destinado” 4.

Ésta es una de las razones por las que debemos cuidar nuestras almas en cualquier circunstancia de nuestra existencia, ya sea en la serena clausu-ra de un convento contemplativo, ya en la más intensa de las actividades en el mundo.

Por eso, el consejo dejado en he-rencia por nuestra Doctora, santa Te-resita del Niño Jesús: “Os entregáis con exceso a las cosas que hacéis; vues-

tros quehaceres os preocupan demasia-do. Yo leí hace tiempo que los israelitas construían los muros de Jerusalén tra-bajando con una mano, mientras que con la otra tenían su espada. He ahí la imagen de lo que tenemos que hacer: no trabajar más que con una mano; la otra, para defen-der nuestra alma de los peligros que pueden impedir la unión con Dios” 5.

Los tratados de vida espiritual insisten sobre un punto de suma importancia: evi-tar la ociosidad. “Era un adagio de los padres del desierto decir: ‘Que el de-monio te halle siempre ocupado’, y cuen-tan que, al quejarse san Antonio de que no podía estar continuamente en ora-ción, recibió respuesta del cielo que le de-cía: ‘Cuando no puedas orar, trabaja’” 6.

El pasaje del Evangelio para es-te 19º domingo de Tiempo Ordina-rio, tomando como base tres parábo-las propuestas por Jesús, se circuns-cribe a consideraciones sobre la virtud de la vigilancia. La exhortación conte-nida en estos versículos de Lucas tam-bién se la puede encontrar en Mateo y Marcos. Estos dos últimos la ponen al final del “discurso escatológico” mien-tras que Lucas, tal vez para acentuar el carácter moral de la misma, la ubica en una secuencia diferente.

II – exhortacIones de Jesús a los dIscípulos

«32 No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino.»

Justo después de la parábola del rico insensato (vs. 16-21), Lucas en-cadena una serie de consejos del Di-vino Maestro sobre la necesidad de primero –y sobre todo– buscar el rei-no de Dios y su justicia, porque al

obrar así, el resto se nos dará por aña-didura. Pero dada la fuerza de nues-tra concupiscencia, los sentidos difi-cultan la práctica de estos consejos, por más sabios que sean. La doctri-na convence, pero “la carne es débil”.

El temor se con-centra justamen-te en este punto: ¿cómo abando-narnos en manos de la Divina Pro-videncia? De ahí el énfasis de este “no temas”.

El “rebañito” de los elegidos

Además, les confiere el título

de “rebañito”, figura que con cierta frecuencia encontramos al recorrer las páginas del Antiguo Testamento, dado el carácter pastoril de la socie-dad en ese extenso período histórico.

Sobre el por qué de este título da-do a los discípulos, se multiplican las conjeturas entre los autores. Teofilac-to comenta: “El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos, ya porque en esta vida aparecen pequeños los santos en virtud de su po-breza voluntaria, ya porque son aventa-jados por la multitud de ángeles que nos son incomparablemente superiores” 7.

Beda analiza el referido título bajo otro prisma: “También llama el Señor pequeña grey a los escogidos, ya com-parándolos con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad” 8.

En realidad, la Iglesia naciente era de minúsculo porte, número y fuerza. No pasaba más allá de un granito de mostaza . Esos pocos no deberían te-mer que les faltara lo necesario para su subsistencia ya que el Padre, por efecto de su amor gratuito, les había concedido su reino. ¡Y qué Reino! Él es el mismo Dios y Soberano Señor, todopoderoso y absoluto, que no co-noce obstáculo capaz de impedir la determinación de sus voluntades.

San Pedro duerme en el Huerto de los Olivos: le hizo falta, sobre

todo, vigilancia

San Antonio recibió esta

respuesta del Cielo: “Cuando no puedas orar,

trabaja”

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 13

No se trata de un reino terrenal: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36) dijo Jesús a Pilatos. Si fuera un reino en cualquier lugar de la tie-rra, estaríamos ansiosos de recibirlo cuanto antes y emprenderíamos to-dos los esfuerzos para poseerlo. Este reino es eterno y celestial. Por eso es indispensable que este “rebañito” de-muestre su plena reciprocidad con Pa-dre tan dadivoso. Jesús nos da la ga-rantía de su palabra absoluta: “Mani-fiesta por qué no deben temer, añadien-do: ‘Porque agradó a vuestro Padre’, etc. Como diciendo: ‘¿Como aquél que concede gracias tan extraordinarias, de-jará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí sea pequeña esta grey (por su naturaleza, su número y su glo-ria), sin embargo la bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus celestiales; esto es, el reino de los cielos” 9.

Maldonado hace un bello comen-tario a la segunda parte de este versí-culo: “Cada palabra de éstas tiene es-pecial sentido y dulzura. Dice ‘agradó’, con lo cual se muestra la particular be-nevolencia y libe-ralidad de Dios para con ellos; di-ce ‘a vuestro Pa-dre’ llamando a Dios, padre de ellos, que como tal no puede olvi-darse de sus hijos (Is. 49, 15); aña-de ‘daros a voso-tros’ como a hijos y herederos suyos; ‘el reino’, o sea el celestial y eter-no, no el terreno y temporal” 10.

“Vended vuestros bienes”, un consejo de Jesús

«33 Vended vuestros bienes y dadlos en limosna. Haceos bol-sas que no se gastan, un tesoro

inagotable en los cielos, adonde no llega el ladrón ni roe la po-lilla; 34 porque donde está vues-tro tesoro, allí estará también vuestro corazón.»

Al principio del cristianismo era común que los primeros fieles siguie-ran este consejo a pie juntillas, y to-davía se pueden encontrar hoy algu-nos casos en esta línea. En su esencia, incide sobre dos puntos:

– En primer lugar, nuestra propie-dad no la constituyen solamente los bienes materiales o riquezas sino tam-bién toda suerte de posibles apegos: ciencia, erudición, amistad, comodi-dades, placeres lícitos (y más inten-samente los ilícitos cuando nos entre-gamos a ellos), etc. Mientras más des-prendido esté nuestro corazón de los objetos terrenales, sean del espíritu o de la materia, tanto más gozaremos la felicidad en el tiempo e inconmensu-rablemente más en la eternidad.

– Un segundo punto dice respecto a la obligación, positiva o no, de vender lo que se posee y darlo como limos-

na. A propósito, podríamos hacer junto a Maldo-nado la siguien-te pregunta: “Pe-ro ¿cómo es que manda aquí Cris-to a todos en gene-ral vender cuan-to tienen y darlo a los pobres, sien-do así que en otro lugar (Mt. 19, 21) lo aconseja só-lo a los que quie-ran ser perfectos? No es difícil la res-puesta: o bien ha-bla aquí a solas

con los discípulos, los cuales querían ser perfectos, o si es con todos los cristia-nos, se refiere a la disposición de ánimo, como dicen los teólogos. Porque, si bien no es necesario a todos vender cuanto tengan, sí lo es tener como cristianos tal

disposición de ánimo que, si fuese me-nester, vendan todos sus bienes por no perder a Cristo” 11.

Dar en la tierra para recibir en el Cielo

Diremos aquí una palabra sobre los beneficios recibidos por quien da limos-na. De por sí gana más el que da que el que recibe: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hch 20, 35). “No hay pe-cado que no pueda borrar la limosna, que es remedio contra toda llaga. Pero la li-mosna no se hace sólo con dinero, sino

Mientras los Apóstoles dormían, los enemigos de Jesús

tramaban su muerte

Mientras más desprendido esté nuestro

corazón de los objetos terrenales,

tanto más gozaremos la felicidad en

el tiempo y la eternidad

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14 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

también por las obras; como cuando al-guno protege a otro, cuando un médico cura, o cuando un sabio aconseja” 12.

Por eso, nuestra riqueza distribuida a los necesitados en esta tierra es un te-soro inagotable en el Cielo. Las virtudes practicadas ante Dios para darle culto y alabanza, las buenas obras, los consejos dados a otro, la enseñanza, la oración por los afligidos y necesitados, así como dar limosnas, constituyen un tesoro en el Cielo. En esta categoría se inclu-

de género que, aunque reforzadas, po-dían llegar a gastarse con el tiempo o ser dañadas por la polilla, arriesgando su contenido. La situación era mucho peor cuando la habilidad de algún ladrón ha-cía desaparecer esas bolsas de su lugar habitual, para ya no volver más.

El hombre, por la fuerza de su propia naturaleza, no puede dejar de buscar la felicidad, ya sea en este mundo, ya sea en la eternidad, don-

de él coloque el objetivo de sus

nueva raza que san Luis Mª Grignion de Montfort denomina “la raza de la Virgen”, raza que constituye el ta-lón de la Soberana Señora, llamada a aplastar la cabeza de la serpiente. Ella nos enseña a hacer de esta tierra una escuela preparatoria para el Cie-lo, pues aquí los tesoros perecen, son viles, a menudo nos degradan, afligen y empobrecen. La muerte los arranca de nuestras manos sin apelación.

Con los tesoros del Cielo suce-de al revés: nos ennoblecen, consue-lan y aseguran una feliz eternidad. La muerte misma nos entrega la pose-sión irreversible de estos bienes.

III – “tened ceñIdos Vuestros cInturones

y encendIdas Vuestras lámparas”

35 «Tened ceñidos vuestros cintu-rones y encendidas vuestras lám-paras, 36 y sed como criados que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto lle-gue y llame, al instante le abran. 37 Dichosos los siervos a quienes el señor al venir encuentre des-piertos: yo os aseguro que se ce-ñirá la cintura, los hará poner-se a la mesa y los servirá de uno en uno. 38 Ya llegue a la segunda vigilia, ya a la tercera, dichosos ellos si los encuentra así.»

Sin una ilación muy precisa, san Lucas reproduce enseguida dos pará-bolas afines en cuanto a su sustancia. La primera de ellas está contenida en estos cuatro versículos. Ambas están precedidas por una incisiva recomen-dación del Divino Maestro: la necesi-dad de mantener ceñida la cintura y de conservar encendidas las lámparas.

Simbolismo del acto de ceñirse y de las lámparas encendidas

Las propias Escrituras Sagradas (cf. Ex 12,11; 17,13) describen cómo los hebreos –y los orientales en gene-

anhelos. Abandonado a las inclina-ciones de su concupiscencia, se entre-gará a la voluptuosidad de la materia y en ella pondrá su corazón.

El ejemplo de María

María, dentro de nuestra natura-leza, elevó su alma virginal para en-grandecer al Señor y convertirlo en su tesoro. De su fidelidad nació una

María buscó exclusivamente los tesoros celestiales

“Anunciación”, vitral de la Catedral de Notre-Dame, París

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yen: la invocación a los santos, la con-fianza en su intercesión, la frecuencia de los sacramentos, al igual que todo acto de piedad y cualquier obra santa.

Poner el corazón en los tesoros eternos

Por las costumbres de la época, la bolsa para monedas era de uso común a hombres y mujeres. Se trataba de piezas

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ral– utilizaban un cíngulo atado a la cintura para recoger un poco sus lar-gas túnicas, y de esta forma poder ca-minar con más desembarazo o facili-tar también el servicio de la mesa.

Pero el conocimiento de estas cos-tumbres induce más a perplejidad que a una perfecta comprensión del significado del simbolismo de las fi-guras empleadas por el Salvador en este pasaje: ¿Por qué los servidores deben colocarse en situación de viaje cuando solamente esperan el regreso del dueño de casa? Además, ¿cuál es la razón de disponerse a servir la me-sa cuando el señor llegaría satisfecho por haber comido en la fiesta?

Tales dificultades quedan completa-mente superadas por la real explicación de las minucias de las costumbres orien-tales de aquellos tiempos. Como ya vi-mos anteriormente, ellos utilizaban tú-nicas bastante holgadas que llegaban a los pies. Para caminar y para el servi-cio era indispensable recoger las extre-midades de la vestimenta, reteniéndola y acortando su extensión mediante un cíngulo bien ajustado a la cintura.

A su vez, los cinturones ceñidos hacían parte de la buena compostu-ra y educación, sobre todo para reci-bir o servir a alguien de superior ca-tegoría. Dentro de la propia casa se podía estar a gusto en la intimidad fa-miliar, sin usar turbante, sandalias ni tampoco el cinturón. Andar descalzo, descubierto y sobre todo con la ropa suelta era la nota típica de intimidad, despreocupación y hasta de cierto re-lajamiento. Pero justamente ésa es la nota inconveniente de ostentar fren-te al señor que llega de la fiesta.

En cuanto a la figura de las lámpa-ras, se hace fácil su comprensión si nos reportamos a la parábola de las vírge-nes prudentes y las vírgenes necias (cf. Mt 25, 1-13). “Cuando viene el amo de noche, suelen los criados ir delante de él con la antorcha encendida en la mano. Y así quiere Cristo que hagamos tam-bién nosotros. Las antorchas encendi-das no significan otra cosa sino que he-mos de tener todas las cosas arregladas

para recibir a Cristo cuando viniere al juicio, de modo que no nos quede na-da por arreglar en aquella sazón. ¿Qué puede parecer más sencillo que, mien-tras el amo llama a la puerta, encender la luz necesaria? Pues aun esto quiere el Señor que esté ya hecho antes de que venga. Pues, además de que no espera-ría mientras el otro enciende la antor-cha, resultaría esta espera indecorosa e impropia de la dignidad del amo” 13.

La llegada del Señor

En seguida (v. 36) empieza la pri-mera parábola propiamente dicha. En

Debemos velar sin

interrupción para que

la llegada del Juez Supremo no nos tome por sorpresa

sus detalles se percibe que sobrepa-sa la realidad. Se trata de una alego-ría, pues para recibir al señor no ha-ría falta que toda la servidumbre estu-viera despierta. Tanto más cuando se sabe siempre la hora de partida a una fiesta pero no la de regreso, que ade-más tampoco suele ser temprana.

En las relaciones humanas norma-les no sucedería nunca un hecho co-mo el que describen los versículos más arriba. Ningún señor le exigiría a sus siervos –ni siquiera en aquellos tiempos– que esperaran despiertos su regreso de una fiesta. Cuando mucho el portero, y eso se comprende. Ade-más, encontrándolos a todos despier-tos, después de un saludo determina-ría que se fueran a dormir, pero ja-más los pondría a servir la mesa, so-bre todo a horas tan avanzadas.

Ante esa pluralidad de hechos in-sólitos, se discierne claramente que tales excesos sólo pueden verificarse en el plano sobrenatural de la gracia de Dios: “El significado verdadero y completo es que si, cuando llegue Cris-to, nos encuentra, vigilantes y prepara-dos con obras buenas, en el cielo nos hará como señores, porque comeremos y beberemos como tales en la mesa de su reino” 14. (P. Juan de Maldonado, S. I., op. cit. – pág. 603).

La insistencia sobre una posible segunda o tercera venida del señor evidentemente busca reforzar la gran necesidad de estar vigilantes.

Necesidad de la vigilancia

«39 Entendedlo bien: si el due-ño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.»

Este versículo no ofrece ninguna dificultad de interpretación, porque todo ladrón busca una ocasión fácil para su acción y quiere pasar inadver-tido. Ante esta prerrogativa el due-ño de la casa, conociendo la hora en que sucedería el robo, estaría aguar-dando para impedirlo. Así también nosotros, imbuidos con la certeza de que el Juez Supremo ha de venir, pe-ro desconociendo el momento, debe-mos estar vigilando ininterrumpida-mente para que su llegada no nos to-me por sorpresa.

«40 También vosotros estad pre-parados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.»

Los servidores vigilantes nos pro-porcionan el conocimiento del pre-mio inmerecido que nos espera si procedemos tal como ellos, aman-do al Señor sin límites, y si en razón de dicho amor guardamos su pala-bra y observamos sus mandamientos. Al regresar al Salvador, él nos servi-rá. Por otro lado, el maestro vigilante nos incita a ser cuidadosos para evi-

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16 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

tar nuestro encuentro con el Señor en una circunstancia desfavorable, por falta de vigilancia. Son dos conse-jos armónicos y fundamentales.

El Señor vendrá. Es absolutamen-te segura su venida. Por eso: “Voso-tros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hi-jo del hombre”. Por tanto, podrá ser un día inesperado; a una edad en que no había nada que temer, cuando se multiplicaban grandes proyectos de, quizá, placeres, logros, negocios…

Nada mejor para obtener una in-cansable, robusta y continua vigilan-

cia, que recurrir a la Madre de Mise-ricordia. Y si incluso así llegamos a fallar, ella nos obtendrá el perdón de nuestras miserias.

IV – la parábola del admInIstrador fIel

En los versículos finales (41-48), respondiendo a una pregunta de Pe-dro que deseaba saber si la parábo-la era para ellos o para todos, el Di-vino Maestro elabora otra más para la generalidad: la del “administra-dor fiel y prudente”. Se hace paten-

te el carácter universal de su ense-ñanza, y por ende, se aplica a cual-quiera de nosotros. Basta conside-rar con atención la incertidumbre sobre la hora de nuestra muerte pa-ra caer en cuenta de la enorme im-portancia que tiene la virtud de la vigilancia.

Obligaciones de quien tiene autoridad sobre otros

Al hacer uso de la imagen del ad-ministrador, Cristo busca represen-tar a los que tienen alguna autori-dad o poder sobre otros. La aplica-ción recaía directamente sobre Pe-dro y los apóstoles, que recibirían de sus manos la institución de la Igle-sia, y también abarcaría a padres, tu-tores, etc.

En estos versículos el prisma si-gue siendo el de la vigilancia, pe-ro ahora con otra nota característi-ca: la de la prudente fidelidad. La primerísima obligación del admi-nistrador es la de no apropiarse de ninguno de los bienes confiados por su señor, y por esto mismo no per-seguir su propio placer, su gloria ni su voluntad, sino el puro interés de su señor. En segundo lugar de-be ser prudente, distinguiendo con buen criterio de jerarquía la forma de distribuir los trabajos en propor-ción a los talentos y fuerzas de ca-da uno. Además, deberá proveer las necesidades de todos, ofreciéndoles los medios, instrucciones, sustento, etc., para el desempeño de las fun-ciones respectivas.

Procediendo con este amor a la perfección, la autoridad, al encon-trarse con su señor, además de la bienaventuranza, recibirá la adminis-tración de todas sus posesiones.

El castigo del administrador infiel

En cuanto al administrador infiel, también con trazos irreales, el Divi-no Maestro busca delinear la princi-pal causa de sus delitos: olvidar que tiene un señor y que éste volverá, o también, convencerse de que su amo

Jesús entrega a Pedro las llaves para administrar fielmente la Iglesia

“Cristo entrega las llaves a San Pedro”, G. Reni, Museo del Louvre, París

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de nuestro encuentro con el Señor, el que podrá darse en el momen-to menos esperado. Que usemos bien nuestro tiempo, palabras y ac-tos. En síntesis, que seamos siempre santos.

1 S. Agustín: De moribus Ecclesiae, c. 24.

2 S. Tomás de Aquino: Suma Teológica II – II q. 47 a.9

3 S. Bernardo: Serm. 11 sobre el Salmo 90, § 1.

4 S. Bernardo, íbidem.

5 S. Teresita de Lisieux: Consejos y recuerdos N. 37

6 P. Alonso Ro-dríguez: Ejercicio de perfección y vir-tudes cristianas, p. 2ª tr. 4 c. 18.

7 Apud S. Tomás de Aquino in Cate-na Aurea – In Lc.

8 Op. cit. ibid.9 S. Cirilo de Jerusalén, apud S. To-

más de Aquino, Catena Aurea.10 P. Juan de Maldonado, s.j. Comen-

tarios a los cuatro Evangelios, BAC, Ma-drid, 1951, V. II, pp. 597-598.

11 Idem ibidem, pp. 597-598.12 S. Juan Crisóstomo: In Matthaeum

ex homil. 26.13 Maldonado, op. cit. pág. 600.14 Idem ibidem, p. 603.15 Isidro Gomá y Tomás: El Evange-

lio explicado, Ediciones Acervo, Barce-lona, 1967, vol. II, pág. 194.

Como no hay igualdad de premios

en la otra vida, así tampoco la

hay de castigos, dice San Basilio

no volverá tan temprano. De ahí los malos tratos, la injusticia, el abando-no a la gula y a los desórdenes. És-te también será sorprendido por el señor y castigado con la separación eterna…

A continuación, trata de la pro-porcionalidad de los castigos, mos-trando cómo, por justicia, “a quien mucho se le ha dado, mucho se le re-clamará” (v. 48). Es aquí donde se concentra especialmente la respues-ta ofrecida por el Maestro a San Pe-dro, cuya sustancia a casi todos los santos hace temer y temblar. ¡Cuán-tos entre ellos buscaron una vida pe-nitencial al considerar estas palabras divinas!

Comenta el cardenal Gomá acer-ca de este pasaje: “Como no hay igualdad de pre-mios en la otra vida, así tampo-co la hay de cas-tigos, dice San Basi l io . Todos serán condena-dos a las llamas los que las hayan merecido, pero unos las sufrirán más intensas que otros; todos se-rán roídos por el gusano inextin-guible; mas és-te será más fuer-te o más remiso. Por eso, dice Teofi-lacto, los sabios y doctores, que de-bieron obrar según su doctrina, y sa-car de ella incremento para los de-más, serán con más rigor atormen-tados. Debiera este pensamiento ha-cernos temblar, si Dios nos ha favo-recido con dones de privilegio en el conocimiento de su voluntad, o nos ha concedido gracias extraordina-rias, o nos ha conferido poderes pa-ra hacer conocer a los demás su vo-luntad” 15.

Que esta liturgia de hoy nos con-venza a fondo de la gran necesidad de ser diligentes en la preparación

Jesús será el Supremo Juez que pedirá cuentas a cada uno según

su responsabilidad

“Jesús bendiciendo”Pórtico de la Catedral de Barcelona

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P. Francisco FausSacerdote de la Prelatura del Opus Dei

El santo de lo cotidiano

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18 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

“Cumplir la voluntad de Dios en el trabajo, contemplar a Dios en el trabajo, trabajar por amor a Dios y al prójimo, convertir el trabajo en medio de apostolado, dar a las cosas humanas un valor divino”. Estas densas palabras del Fundador pueden resumir el carisma, al mismo tiempo contemplativo y activo, del Opus Dei.

l día 6 de octubre de 2002, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, fren-te a una multitud de más de 300 mil personas de

todas las edades y condiciones, el Papa Juan Pablo II celebró la solemne cere-monia de canonización de san Josema-ría Escrivá de Balaguer, Funda-dor del Opus Dei.

En la homilía de la misa de aquel día, el Santo Padre resu-mió en pocas palabras la esencia del mensaje espiritual de Mons. Escrivá: “Elevar el mundo hacia Dios y transformarlo desde den-tro: he aquí el ideal que el santo fundador os indica, queridos her-manos y hermanas que hoy os alegráis por su elevación a la glo-ria de los altares”.

A la mañana siguiente, 7 de octubre, fue celebrada en la pro-pia Basílica de San Pedro una solemne concelebración en ac-ción de gracias por la canoniza-ción. Terminada la misa, el Papa Juan Pablo II, recibido con una calurosa manifestación de entu-

siasmo, dirigió la palabra a la multi-tud de fieles, cooperadores y amigos del Opus Dei, que –como el día an-terior– se apiñaba en la Plaza y se ex-tendía por la Via de la Conciliazione y las demás calles adyacentes, llegan-do hasta el Castillo de Sant’Angelo. En su alocución, Juan Pablo II vol-

vió a insistir en la esencia del caris-ma, del mensaje espiritual de san Jo-semaría con las siguientes palabras:

“San Josemaría fue elegido por el Se-ñor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vi-da de todos los días, las actividades co-munes, son camino de santificación. Se

podría decir que fue el santo de lo ordinario. En efecto, estaba con-vencido de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en estímulo pa-ra la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospe-chada. La santidad está realmen-te al alcance de todos.”

Los fieles que oían estas pa-labras del Papa habían escucha-do poco antes, en la misa, la ho-milía del Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echeverría, quien les recordó palabras de san Jo-semaría a sus hijos espiritua-les, escritos en los primordios del Opus Dei, el 24 de marzo de 1930: “Vinimos a decir, con la hu-mildad del que se sabe pecador y

San JoSemaría eScrivá de BaLaguer, Fundador deL oPuS dei

San Josemaría Escrivá en 1972

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 19

poca cosa –‘homo peccator sum’ (Lc 5,8) decimos junto a Pedro– pero con la fe del que se deja guiar por la mano de Dios, que la santidad no es cosa pa-ra privilegiados, que el Señor nos lla-ma a todos, de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, sea cual sea su estado, su profesión u ofi-cio. Porque esta vida corriente, cotidia-na, sin relieve, puede ser medio de san-tidad: no es preciso abandonar el pro-pio estado en el mundo para buscar a Dios, si el Señor no da a un alma la vo-cación religiosa, una vez que todos los caminos de la tierra pueden ser oca-sión de un encuentro con Cristo”.

Con esto, san Josemaría no hacía más que enfatizar otra vez el núcleo del mensaje recibido de Dios el 2 de octubre de 1928, fecha de la funda-ción del Opus Dei. Al cabo de años de oración y penitencia constantes, en aquella fecha Dios le había mos-trado su Voluntad –presentida mu-chos años antes, sin lograr ver cuál era–, y Mons. Josemaría comprendió que la única razón de su existencia debía ser entregarse por entero, con todas sus fuerzas, al cumplimiento de este designio divino: el Opus Dei.

Todos están llamados a la santidad

En una entrevista concedida a L’Osservatore della Domenica, en 1968, Mons. Escrivá definía así lo que caracteriza la vocación del Opus Dei:

“Voy a decirlo en pocas palabras: es tratar de llegar a la santidad en me-dio del mundo, en medio de la calle. Quien recibe de Dios la vocación espe-cífica para el Opus Dei sabe –y vive– que debe alcanzar la santidad y el ejer-cicio del apostolado por parte de cris-tianos que viven en medio del mundo, sea cual sea su estado o condición. La Obra nació a fin de contribuir para que estos cristianos, insertos en el tejido de la sociedad civil –con su familia y sus amistades, su trabajo profesional, sus nobles aspiraciones– comprendan que su vida, tal como es, puede llegar a ser ocasión de un encuentro con Cristo: es

decir, que es un camino de santifica-ción y apostolado. […] La vida de un simple cristiano puede y debe ser una vida santa y santificante” 1.

Dios despejaba así el malenten-dido, frecuente en muchos católicos, de que para aspirar a la santidad se-ría “indispensable abandonar el mun-do, alejarse de él… o dedicarse a una actividad eclesiástica” 2.

Mons. Escrivá ya había estampado en su libro “Camino” una afirmación que venía repitiendo desde la funda-ción de la Obra: “Tienes la obligación de santificarte. –Tú también. –¿Acaso alguien piensa que es tarea exclusiva de sacerdotes y religiosos? El Señor les di-jo a todos, sin excepción: ‘Sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto’” 3.

Años después la Iglesia, en el ca-pítulo VI de la Constitución “Lumen Gentium”, consagró y dio realce a esta doctrina de entraña evangélica proclamando la Vocación universal a la santidad de todos los bautizados.

Camino de santificación en el trabajo y en los deberes cotidianos

Un rasgo específico del carisma del Opus Dei, con el cual Nuestro Se-

ñor abrió caminos prácticos para la santificación del cristianos en medio del mundo, es la percepción de que el trabajo profesional (y quien dice tra-bajo dice familia, dice deberes socia-les, dice actividad cultural, dice des-canso, dice, en suma, vida cotidiana) puede y debe ser medio y ocasión de santidad y de apostolado.

“Venimos a llamar de nuevo la atención –aclaraba el Fundador– ha-cia el ejemplo de Jesús, que duran-te treinta años permaneció en Naza-ret trabajando, desempeñando un ofi-cio. En las manos de Jesús, el traba-jo, y un trabajo profesional semejan-te al que desarrollan millones de hom-bres en el mundo, se convierte en ta-rea divina, en trabajo redentor, en ca-mino de salvación” 4.

En este sentido, Benedicto XVI, hablando del trabajo a los artesanos de Italia, decía que san Josemaría Es-crivá, un santo de la época nuestra, observa que el trabajo, habiendo sido desempeñado por Cristo que trabajó como artesano, “se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, rea-

“San Josemaría fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las

actividades comunes, son camino de santificación” (Juan Pablo II)

Escuela Deportiva Brafa, Barcelona – 1972

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lidad santificable y santificadora (‘Es Cristo que pasa’, Homilías, n. 47)” 5.

Por eso no se cansaba de ense-ñar que para los cristianos comunes “la vida corriente es el verdadero lugar de la existencia cristiana”. Un pensa-miento lleno de consecuencias que expuso con vivacidad y claridad so-brenatural en una homilía pronun-ciada el 8 de octubre de 1967, en una misa celebrada en el campus de la Universidad de Navarra 6:

“Hijos míos: ahí donde están nues-tros hermanos los hombres, ahí don-de están nuestras aspiraciones, nues-tro trabajo, nuestros amores, ahí está el lugar de nuestro encuentro cotidia-no con Cristo. En medio de las cosas más materiales de la tierra es que debe-mos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.

“Lo he enseñado constantemen-te con palabras de la Escritura Santa: el mundo no es malo, porque salió de las manos de Dios, porque es criatu-ra suya, porque Yahvé miró hacia él y vio que era bueno (cf. Gen 1,7 ss.). No-sotros los hombres lo hacemos malo y feo con nuestros pecados y nuestras in-fidelidades. No duden hijos míos; cual-quier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para los hombres y las mujeres del mundo cosa opuesta a la voluntad de Dios.

“Por el contrario, deben comprender ahora –con una nueva claridad– que Dios los llama a servirlo en y a partir de las tareas civiles, materiales, secula-res de la vida humana. Dios nos espe-ra cada día: en el laboratorio, en la sa-la de operaciones de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en la oficina, en el campo, en el seno del hogar y en todo el inmen-so panorama del trabajo. No lo olvide-mos nunca: hay algo santo, divino, es-condido en las situaciones más comu-nes, algo que compete descubrir a cada uno de nosotros […].

“No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar al Señor en nuestra vida de todos los días o no lo encontra-remos nunca”.

Con una expresión sintética que le gustaba repetir, resumía ese ideal de santidad diciendo que consiste en “santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás a través del trabajo”.

El primer sucesor de san Joséma-ría al frente del Opus Dei, el Sier-vo de Dios D. Álvaro del Portillo, se hacía eco de este mensaje diciendo: “Predicó incesantemente que el cristia-no debe ocuparse del trabajo sabiendo que Dios lo contempla… Su tarea tie-ne que ser, por tanto, una tarea santa y digna de él: acabada en todos sus por-menores –realizada con competencia técnica y profesional– y llevada a ca-bo con rectitud moral, con hombría, con nobleza, con lealtad, con justicia. En estas condiciones su trabajo profe-sional surgirá como algo recto y sano, al mismo paso que, también a ese títu-lo de ofrecimiento al Creador, será ora-ción” 7.

La oración de los hijos de Dios

“El trabajo será oración”. San Jose-maría acostumbraba decir a sus hijos que debería llegar un momento en su vida en que ya no fuera posible dis-tinguir oración y trabajo, porque el trabajo (y el resto de los deberes coti-dianos) deben transformarse en ora-ción.

Quien desconociera el carisma del Opus Dei podría extrañarse por es-cuchar al Fundador afirmando que la vocación para la Obra de Dios es esencialmente contemplativa. Sin em-bargo, ésta es la meta, el ideal de quien ha sido llamado a santificar-se en el mundo: hacer de la vida co-mún una oración continua, un diálo-go ininterrumpido con Dios –con la Virgen Santísima, con los santos án-geles…–, con ese Dios “que nos habla constantemente a través de los aconte-cimientos y de las personas”, y que a través de todo nos da su amor y nos pide amor.

El Papa Juan Pablo II expresó este mismo pensamiento en los días de la canonización con estas palabras:

San Josemaría, el Beato Juan XXIII y el Siervo de Dios D. Álvaro del Portillo

en el Vaticano, marzo de 1960

Dos Siervos de Dios: Juan Pablo II con D. Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría al frente

del Opus Dei

El Siervo de Dios Pablo VI y san Josemaría Escrivá en 1964

Benedicto XVI recibe a Mons. Javier Echeverría, actual prelado del Opus Dei

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 21

“El Señor le hizo entender profun-damente el don de nuestra filiación di-vina. Él enseñó a contemplar el rostro tierno de un Padre en el Dios que nos habla a través de las más diversas vi-cisitudes de la vida. Un Padre que nos ama, que nos sigue paso a paso y nos protege, nos comprende y espera de cada uno de nosotros la respuesta del amor. La consideración de esta presen-cia paterna, que lo acompaña a todas partes, le da al cristiano una confianza inquebrantable; en todo momento de-be confiar en el Padre celestial. Nunca se siente solo ni tiene miedo. En la cruz -cuando se presenta- no ve un castigo sino una misión confiada por el mis-mo Señor”.

El sentido de filiación divina era, para Mons. Escrivá, el cimien-to, el fundamento de la vida espiri-tual. “La filiación divina –afirma–

es una verdad feliz, un misterio con-solador. La filiación divina empapa toda nuestra vida espiritual, porque nos enseña a buscar, conocer y amar a nuestro Padre del Cielo, y así col-ma de esperanza nuestra lucha inte-rior y nos da la simplicidad confiada de los hijos pequeños. Más todavía: precisamente porque somos hijos de Dios, esta realidad nos lleva también a contemplar con amor y con admi-ración todas las cosas que salieron de manos de Dios Padre Creador. Y de este modo somos contemplativos en medio del mundo, amando el mun-do” 8.

Unidad de vida: piedad, trabajo, apostolado

De este modo, san Josemaría po-día afirmar que la fisonomía espiritual propia del Opus Dei consiste en la

unidad de vida. Si la vida cristiana tie-ne como base la filiación divina –fun-damento de la piedad–; si buscamos que el trabajo santificado y santifi-cador sea el eje de la vida espiritual; si la oración, la mortificación, el tra-bajo… apuntan a la misión apostóli-ca en medio del mundo, entonces los diversos aspectos de la vida cristiana se funden y compenetran en una uni-dad armónica: son, en la sencillez de lo cotidiano, como facetas de un úni-co diamante.

“Cumplir la voluntad de Dios en el trabajo –escribía el Fundador en 1940–, contemplar a Dios en el traba-jo, trabajar por amor a Dios y al pró-jimo, convertir el trabajo en medio de apostolado, dar a las cosas humanas un valor divino, tal es la unidad de vi-da, simple y fuerte, que debemos tener y enseñar” 9.

El día 6 de octubre de 2002, ante una multitud de más de 300 mil personas de todas las edades y condiciones venidas de los cinco continentes, el Papa Juan Pablo II celebró la solemne ceremonia de canonización de san

Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei

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“Elevar el mundo hacia Dios –de-cía el Papa en la homilía de canoni-zación de san Josemaría–y transfor-marlo desde dentro: he aquí el ideal que el santo fundador os indica”. Y recordaba que san Josemaría, movi-do por Dios, “sintió surgir de su inte-rior la apasionante llamada a evange-lizar todos los ambientes”, y acto se-guido evocaba la continua enseñanza del santo para que este ideal apostó-lico se hiciera realidad: “Primero, ora-ción; después, expiación; en tercer lu-gar, acción” 10. Esta convicción de que “la fecundidad del apostolado reside, ante todo, en la oración y en una vida sacramental intensa y constante –con-cluía el Papa– es, en el fondo, el secre-to de la santidad y del verdadero éxito de los santos”.

Cristo, María, el Papa

No estaría completo este esbo-zo, forzosamente sumario, del ca-

risma y el mensaje espiritual del Fundador del Opus Dei, si no men-cionáramos su cálida e intensa de-voción a la Santísima Virgen (a quien invocaba en todo y para to-do, sin separarla jamás de san Jo-sé) y su amor apasionado a la Igle-sia Santa, al Romano Pontífice y a los obispos en comunión con la Santa Sede.

Omnes cum Petro, ad Iesum per Ma-riam – Todos, con Pedro, a Jesús por María 11. He ahí la ruta espiritual que desde la fundación propuso como le-ma a sus hijos espirituales, y que, si-guiendo su ejemplo y sus enseñanzas, los fieles de la Prelatura del Opus Dei buscan seguir y difundir con ale-gría y fidelidad.

“Sé de María y serás nuestro”, es-cribía en los años treinta. “A Jesús siempre se va y se ‘vuelve’ por María”, afirmaba como un axioma sobrena-tural. Y recalcaba: “El amor a la Se-

ñora es prueba de buen espíritu, en las obras y en las perso-nas singulares. – Des-confía de la empresa que no tenga esta se-ñal” 12.

En cuanto al amor al Papa, re-zaba así: “Gracias Dios mío por el amor al Papa que pusis-te en mi corazón” 13. “¡Católico, Apostó-lico, Romano! – Me gusta que seas muy romano. Y que ten-gas deseos de hacer tu romería, videre Petrum, para ver a Pedro” 14.

Es significativo que las últimas pa-labras de san Jose-maría en esta tierra, poco antes de que Dios lo llamara a sí, fueran una exhorta-ción destinado a un

grupo de sus hijas, en Castegandol-fo, para que amaran con toda el al-ma a la Iglesia y al Papa. “Cuando seáis viejos –había dicho poco tiem-po antes, abriendo su corazón– y yo haya prestado cuentas a Dios, ha-bréis de decir cómo el Padre amaba al Papa con toda su alma, con todas sus fuerzas” 13. Este amor a María, a la Iglesia y al Papa es uno de los rasgos más marcados de su espíri-tu, que grabó indeleblemente en el alma de los fieles de la Prelatura, y que por medio de ellos va quedan-do grabado en el corazón de cuan-tos se acercan al Opus Dei para vi-vir su espíritu.

El P. Francisco Faus se ordenó en 1955 y es licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y Doc-tor en Derecho Canónico por la Uni-versidad de Santo Tomás de Aquino de Roma.

1 J. Escrivá, Cuestiones actuales del cris-tianismo, 3ª ed., Quadrante 1986, nn. 60 y 62.

2 Cf. Ibid. n. 60.3 Camino, n. 291.4 Cuestiones actuales del Cristianismo,

n. 55.5 Benedicto XVI, discurso 31/3/2007.6 Esta homilía puede ser escuchada en

la voz del propio santo, en el sitio www.opusdei.org.br

7 Josemaría Escrivá, instrumento de Dios, Quadrante, S. Paulo, 1992, p. 52.

8 S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pa-sa, Quadrante, 1975, n. 65.

9 Carta, 11 de marzo de 1940.10 Camino, n. 82.11 Camino, n. 83.12 Cf. Ibid. nn. 494, 495 y 505.13 Ibid. n. 573.14 Ibid. n. 520.15 Salvador Bernal, Perfil del Fundador

del Opus Dei, Quadrante, 1977, p. 108.

La Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz, que conserva el cuerpo de san Josemaría Escrivá,

recibe continuamente a los peregrinos que llegan a agradecer favores y a pedir su intercesión

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El Santuario del Monte Tibidabo

P. Manuel Rodríguez Sancho

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En el largo viaje en tren hasta Barcelona, san Juan Bosco tuvo uno de sus proféticos sueños: veía un monte sobre el cual se levantaba un magnífico templo.

esde la época en que Carlomagno la re-conquistó de los mu-sulmanes, Barce-lona ostenta el tí-

tulo de “Ciudad Condal”, y hoy en día es una enorme y cosmopolita ur-

be que, como tantas, no deja de sufrir los efectos colaterales de un acelera-do progreso.

Dinámica y emprendedora, la bur-guesía catalana subió con decisión a comienzos de la Revolución Indus-trial, en el complejo siglo XIX. En

el mismo período surgieron algunos de los mayores santos catalanes: san Antonio María Claret, santa Teresa de Jesús Jornet, san Enrique de Os-só, santa Joaquina Vedruna y el bea-to Francisco Palau y Quer, para men-cionar sólo a éstos.

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Sin duda que la Providencia, al suscitar tantas almas elegidas, res-pondía a las necesidades espirituales del pueblo católico en medio de las turbulencias de un siglo marcado por tantas y muchas veces dolorosas tran-siciones.

Pero incluso así se sentía la falta de un símbolo, de un elemento cuya belleza innegable marcara esos tiem-pos de ascenso de la modernidad con el sello de un cristianismo que no so-lamente sabía permanecer, sino que se atrevía a crecer y afirmar la victo-ria de la fe sobre las cosas terrenales.

Y esto surgió de manera milagro-sa, en el bendecido santuario del Ti-bidabo.

El Monte Tibidabo

Quien llega a la ciudad por mar puede observar una bonita sierra que la rodea como un manto verde, ali-viando la enorme concentración de edificios, y apaciguando los nervios, agredidos por el trepidante tráfico. Subiendo unas suaves ondulaciones se llega al punto más alto, llamado Monte Tibidabo.

“Tibidabo” es la reunión de dos palabras latinas tomadas del Evange-lio: tibi dabo (“te daré”), que recuer-dan la tercera tentación de Satanás a

Cristo en el desierto: “Te daré todo esto si postrándote me adoras” (Mt 4, 9). Los monjes jerónimos imagina-ron que el diablo podría haber tenta-do a Jesús ofreciéndole desde lo al-to de ese monte todas las riquezas de Barcelona… Aquel nombre presagia-ba el destino religioso y providencial de la colina, que culminaría en la do-nación realizada por doce caballeros barceloneses y aceptada por un san-to en 1886.

Un sueño de Don Bosco

El 8 de abril de 1886 llegaba san Juan Bosco a la Ciudad Condal, con la intención de consolidar el nue-vo colegio salesiano de Sarrá y con-seguir ayudas para el Templo del Sa-grado Corazón de Jesús, que estaba construyendo en Roma por encargo del Papa León XIII.

En el largo viaje en tren Don Bos-co tuvo uno de sus proféticos sueños: divisaba un monte sobre el cual había un magnífico templo; al mismo tiem-po, el traqueteo acompasado del fe-rrocarril le sugería constantemente una frase latina: “Tibi dabo! Tibi da-bo!…”

El día final de su estancia en Bar-celona, un 5 de mayo, cuando acudió a dar gracias a la Virgen de La Mer-

Vista panorámica de Barcelona desde el monte Tibidabo

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a cè, patrona de la ciudad, por los bie-nes recibidos durante su visita, reci-bió de manos de doce distinguidos e importantes caballeros barceloneses un pergamino en el cual decían:

“Para perpetuar el recuerdo de vuestra visita a esta Ciudad, se han reunido estos señores, y de común acuerdo han determinado cederos la propiedad del monte Tibidabo, a fin de que en la cumbre del mismo, que amenaza convertirse en un semille-ro de irreligión, se levante un Santua-rio al Sagrado Corazón de Jesús pa-ra mantener firme e indestructible la religión que con tanto celo y ejemplo nos habéis predicado y que es noble herencia de nuestros padres”.

El ya anciano Don Bosco se sintió conmovido y les respondió con grati-tud:

“Sois instrumentos de la Divina Providencia porque cumplís sus ines-crutables designios. Cuando salí de Turín, pensaba para mis adentros: ‘Ahora está casi terminada la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Ro-ma; es preciso que estudie otra em-presa para honrar y propagar esta sa-lutífera devoción’. Y una voz interior me tranquilizaba pensando que aquí podría satisfacer mi deseo; era una voz que me repetía: ‘Tibi dabo! Tibi dabo!’ Sí, señores; con vuestra ayuda muy pronto se levantará en este mon-te un majestuoso santuario dedica-do al Sagrado Corazón de Jesús, en el cual todos podrán acercarse a los Santos Sacramentos y será un perpe-tuo recuerdo de vuestra caridad y de vuestro afecto a la religión católica.”

La ermita y las primeras romerías

El 30 de mayo se dio inicio a la construcción de una pequeña ermi-ta, costeada por una piadosa dama barcelonesa, la Venerable Doña Do-rotea de Chopitea. El 3 de julio fue bendecida, y al día siguiente, domin-go, se celebraron ya las primeras dos misas. Infelizmente, después de esto hubo varias intentonas de ciertos go-

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levantará en esta cumbre como efi-caz pararrayos, que desarmando los rayos de la Divina Justicia irritada por nuestros pecados, los convertirá en chispas de misericordia que con-muevan y en su amor incendien a to-dos los hombres”. En 1911 se inau-guró la cripta, pero la gran penuria económica hizo muy lento el avan-ce de las obras. Curiosamente no fue una gran fortuna la que impulsó esa enorme construcción; fue una senci-lla dueña de casa, Amelia Vivé Ne-gra, que, sin más recursos que su fer-vor y calor comunicativo, promovió una gran campaña cuyo producto se destinaba a las obras.

Después de l a s ca lamida-des y desastres de la Guerra Ci-vil se retomaron los trabajos, que por fin se vieron

coronados el 10 de octubre de 1961 con la instalación de la monumental imagen de bronce del Sagrado Cora-zón, de 7 metros de altura y 4.800 kg. Era justo el día en que se cumplían 75 años desde la donación de la cima del Tibidabo a san Juan Bosco.

Quedaba atrás un largo y abrupto camino. No cabe duda que la victoria proclamada por el bendito santuario desde la altura de esa montaña sim-boliza la gloria definitiva que un día alcanzará la Santa Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, a la cual él mismo profetizó: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

El artístico mosaico del Sagrado Corazón de Jesús que adorna el pórtico del santuario

Cuerpo de san Juan Bosco,

venerado en la ciudad de Turín

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bernantes anticristianos por desviar su uso hacia “fines de utilidad públi-ca”. Pero el fervor de los barcelone-ses pudo impedirlo.

Al año siguiente, 1887, se for-mó un movimiento popular: el lunes de Pentecostés comenzó una rome-ría que, por recoger sus participan-tes flores silvestres a lo largo del ca-mino, fue llamada Romería del Ram (de los ramos, en catalán). Tanto arraigo consiguió esta romería, que ni siquiera en los años de la san-grienta Guerra Civil Española de-jó de celebrarse, si bien de manera disimulada. La cumbre más alta de Barcelona había sido conquistada definitivamente para Nuestro Señor Jesucristo.

La realización de un sueño

El año 1902 el cardenal Casa-ña, obispo de Barcelona, al colocar la primera piedra del santuario, di-jo: “Santificar la montaña del Tibi-dabo, dedicándola al adorable Cora-zón de Jesús, es sin duda alguna la mejor reparación que se puede ofre-cer a Dios por parte de Barcelona, por las ofensas de todo tipo que se comenten contra él en nuestra ciu-dad. El Sagrado Corazón de Jesús se

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Honduras

El salvador

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Honduras

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Guatemala – Numerosos jóvenes Heraldos realizaron Misiones Marianas en los alrededores de Ciudad de Guatemala (foto 1), en la parroquia de San José de Pinula (foto 2), y en la villa de Totonicapán, en la arquidiócesis de Quetzaltenango (foto 3)

Guatemala – En el Hospital de tuberculosos Rodolfo Robles, Quetzaltenango (izquierda) y el Hospital Nacional de Totonicapán (derecha) varios centenares de enfermos recibieron la consoladora visita de la imagen peregrina.

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NAmérica Central y el Caribe

26 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

HeraLdoS en eL mundo

o fue casual que los primeros descu-bridores europeos pisaran el Nue-vo Mundo en tierras centroameri-

canas. Junto con ellos desembarcaron tam-bién los primeros misioneros, y desde enton-ces la Santísima Virgen bendijo con una sensi-ble predilección a América Central, tierra que siempre ha sobresalido por su tierna y profun-da devoción a la Madre de Dios.

Continuando, y aún más, alentando e in-crementando esas costumbres cristianas, tan hermosas y saludables, los Heraldos del Evangelio se prodigan en actividades ma-rianas a través de los países centroamerica-nos en donde se hallan establecidos, desa-rrollando un amplio abanico de modalida-des de apostolado: varias fanfarrias musica-les animan eventos litúrgicos y procesiones;

un cronograma lleno y sin pausa conside-ra la visita a hospitales, orfanatos e institu-ciones carcelarias, llevando consuelo y espe-ranza a ancianos, huérfanos y reclusos.

En la siempre laboriosa faena de la Nue-va Evangelización, los Heraldos brindan su asistencia a un nutrido número de parro-quias, sacerdotes y obispos.

La educación de una juventud católica sana tiene suma importancia. Varias casas, ya sean de la rama masculina como de la fe-menina, preparan jóvenes en Guatemala, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador.

En Guatemala funciona una academia de formación cuyos miembros, aparte de la se-ria y metódica formación intelectual, se de-dican también al apostolado apoyando las varias pastorales de las diócesis locales.

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Honduras

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Panamá

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Haití rEPúBlica dominicana PuErto ricoJamaica

El Salvador – La imagen de María visita a las gentes de toda edad y condición: desde los alumnos del Centro Escolar San Bonifacio, en Huizuca (foto

2) hasta los enfermos del Hospital Militar de San Salvador (foto 4), pasando por los reclusos del Centro

Penal de Apanteos, en Santa Ana (fotos 1 y 3)

República Dominicana – Los habitantes del pueblo de El Túnel recibieron con devoción la imagen peregrina del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María

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América Central y el Caribe

Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 27

HeraLdoS en eL mundo

o fue casual que los primeros descu-bridores europeos pisaran el Nue-vo Mundo en tierras centroameri-

canas. Junto con ellos desembarcaron tam-bién los primeros misioneros, y desde enton-ces la Santísima Virgen bendijo con una sensi-ble predilección a América Central, tierra que siempre ha sobresalido por su tierna y profun-da devoción a la Madre de Dios.

Continuando, y aún más, alentando e in-crementando esas costumbres cristianas, tan hermosas y saludables, los Heraldos del Evangelio se prodigan en actividades ma-rianas a través de los países centroamerica-nos en donde se hallan establecidos, desa-rrollando un amplio abanico de modalida-des de apostolado: varias fanfarrias musica-les animan eventos litúrgicos y procesiones;

un cronograma lleno y sin pausa conside-ra la visita a hospitales, orfanatos e institu-ciones carcelarias, llevando consuelo y espe-ranza a ancianos, huérfanos y reclusos.

En la siempre laboriosa faena de la Nue-va Evangelización, los Heraldos brindan su asistencia a un nutrido número de parro-quias, sacerdotes y obispos.

La educación de una juventud católica sana tiene suma importancia. Varias casas, ya sean de la rama masculina como de la fe-menina, preparan jóvenes en Guatemala, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador.

En Guatemala funciona una academia de formación cuyos miembros, aparte de la se-ria y metódica formación intelectual, se de-dican también al apostolado apoyando las varias pastorales de las diócesis locales.

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Valencia – Por iniciativa del párroco de “Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa” de Valencia, D. Juan Andrés Tallens, los Heraldos del Evangelio han realizado en el templo parroquial la práctica de la devoción de los

Primeros Sábados. Durante la Eucaristía celebrada por D. Juan Andrés un grupo de amigos de los Heraldos del Evangelio en Valencia se consagraron como Esclavos de Amor de la Santísima Virgen, según el método de San

Luis María Grignon de Monfort.

Madrid – Invitados por el párroco de San Sebastián Mártir, D. Hilario Peña Rojo, Archidiócesis de Madrid, el coro de los Heraldos del Evangelio animó musicalmente la Eucaristía que fue celebrada en honor a San Antonio

de Padua, en el día de su Fiesta.

Toledo – Con motivo de la visita de las reliquias de San Ildefonso a Toledo, se han celebrado en la Catedral de esa ciudad diversos actos presididos por el cardenal D. Antonio Cañizares Llovera, y acompañado por los

obispos auxiliares y el obispo de Zamora. Al finalizar la misa en Rito Mozárabe, se realizó un rosario procesional desde la Catedral hasta la Iglesia de los padres jesuítas. Los Heraldos del Evangelio fueron invitados para hacer

guardia de honor a la Imagen de la Inmaculada.

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 29

Misa con el cardenal Bertonea Cofradía de san Juan Bautista de los Geno-veses en Roma celebró esplendorosamente la fiesta de su patrono. Siguiendo la tradición, el

cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de la Santa Sede y actual Camarlengo de la Iglesia Católica

fue convidado a presidir el solemne pontifical. Por peti-ción de la cofradía, y guiados por Mons. Ángelo di Pas-quale, dos Heraldos diáconos ejercieron su ministerio, recibiendo la ayuda de otros miembros de esta asocia-ción durante la liturgia.

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Ser la viva memoria de Pedro

P. José Francisco Hernández MedinaProcurador General

30 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

entreviSta a Su exceLencia monS. ángeLo comaStri

Arcipreste de la Basílica de San Pedro, Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, Presidente de la Fábrica de San Pedro: los honrosos títulos de Mons. Ángelo Comastri, sin embargo, no revelan su rica personalidad, que el lector podrá apreciar en la entrevista amablemente concedida a “Heraldos del Evangelio”.

Heraldos del Evangelio: ¿Cómo se siente usted ante la responsabilidad de ser el Arcipreste de la Basílica de San Pedro?

El día 31 de octubre de 2006 fui nominado como Arcipreste de la Ba-sílica de San Pedro por el Santo Pa-dre Benedicto XVI. El primer senti-miento que saboreé en ese momen-to fue el de desproporción; tanto así que escribiéndole al Papa una carta de agradecimiento, le hice esta con-fidencia: “Padre Santo, le agradezco la confianza, pero me siento comple-tamente fuera de proporción respec-to de este deber, y lo acepto sencilla-mente entregándome a la misericor-dia del Señor y a su benevolencia. Pe-ro le puedo garantizar que pondré to-do mi empeño en corresponder –tan-to como pueda– a su confianza”.

Claramente la Basílica de San Pe-dro es, en cierto sentido, la Basílica co-locada sobre la colina; todo lo que su-cede aquí está ante los ojos del mun-do, tiene repercusión en el mundo. Y por esto mismo, quien vive aquí, quien está llamado a trabajar aquí, tie-ne una inmensa responsabilidad.

Yo no trato sólo de esforzarme, si-no de pedir muchas oraciones. Y pue-do decir sinceramente que me siento rodeado y protegido por la oración de muchas personas que me acompa-ñan en este servicio eclesial de gran responsabilidad.

HE: ¿Cuál es la importancia de la Basílica de San Pedro?

La importancia de este lugar se re-laciona con lo que sucedió aquí. Ten-go la costumbre de decir que la Ba-

sílica de San Pedro no la forman só-lo algunas piedras. Si pensamos que la Basílica tiene un pavimento de dos hectáreas y doscientos metros, mosai-cos que reunidos formarían una hec-tárea más, una bóveda con tres hec-táreas de superficie revestida con ye-so… ¡las cifras impresionan!

Pero lo realmente asombroso es que todo naciera en torno a una per-sona: Simón, llamado “piedra”, un pobre pescador del Lago de Galilea, pero al que un día Jesús le dijo: “Tú eres Simón, y de ahora en adelante te llamarás ‘piedra’”.

Era un reto humanamente impo-sible. Que ese pobre Simón –que de “piedra” no tenía nada– se haya con-vertido en la “piedra” de la Iglesia, es una cosa a la altura de Dios solamen-te.

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Por eso la importancia de este lu-gar radica en que Simón haya venido a Roma, que aquí haya confirmado su testimonio con el martirio. Prácti-camente todo lo que dijo en Galilea (“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, “Señor, ¿a quién iremos? So-lamente tú tienes palabras de vida eterna”, o después de la Pasión: “Se-ñor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”), Pedro lo confirmó aquí. Es un lugar que habla de la vida de Pedro, y de la Iglesia entera. La vida de Pedro no terminó, porque su papel es conti-nuado por sus sucesores.

Todos los días recitamos en la Ba-sílica una oración que dice: “Pedro, primer Papa, en este lugar hallaste el Calvario de tu crucifixión. Reúne pues en el Cielo a todos los Santos Pontífi-ces, a todos los Santos Mártires para proteger a tu sucesor, de modo que este lugar sea un Jardín de Verdad y un Far-do de Caridad.”

HE: ¿Y qué sensación se tiene al recorrer ese ambiente?

Sin duda que la tumba de San Pe-dro parece hablar. Se puede decir que el testimonio de su fe se vuelve palpable a su alrededor, pues ningu-na sepultura habla con tanta fuerza como la de este apóstol.

Algunas veces, cuando bajo a las Grutas Vaticanas, sobre todo al final de la tarde cuando hay menos gente, cierro los ojos y me parece oír el la-mento de los mártires, su oración y sus sufrimientos; son cosas que ocu-rrieron en este lugar. Pienso en la propia tarde del martirio de San Pe-dro, cuando los cristianos recogieron su cuerpo crucificado y a paso lento, ciertamente rezando, lo trajeron a es-te lado del Circo de Nerón y le exca-varon un sepulcro, el más pobre ima-ginable. Dos mil años después no quedó siquiera la sombra de Nerón ni del Circo, pero del pobre pesca-dor –y esto lo comprobamos– ha que-dado este prodigioso imán universal que es la Sede de Pedro.

Esto mueve a pensar mucho, y también emociona mucho.

HE: La Basílica de San Pedro es la Iglesia del Papa. ¿Cómo se vive esta realidad?

Seguramente es el papel principal de la Basílica, como Basílica de Pedro y del sucesor de Pedro. Es un templo ad corpus martire, sobre el cuerpo del mártir, el primero de su género, de-seado y edificado por Constantino en el siglo III. Después de 1.200 años la Basílica se encontraba en una deli-cada situación de conservación, y se pensó entonces en un nuevo edificio.

La piedra fundamental de la ac-tual Basílica fue puesta el 18 de abril de 1506. A todos les parecía enton-ces una empresa faraónica, casi exa-gerada. Hoy, después de 500 años, la Basílica de San Pedro no da abas-to para recibir a las multitudes que llegan acá; y la misma Plaza de San Pedro ya se hizo pequeña. El día de Pascua de este año, por ejemplo, la multitud llegaba hasta el Castillo de Sant’Angelo.

Por tanto, el papel principal de la Basílica es acoger las celebraciones

“Todo lo que sucede en la Basílica de San Pedro está ante los ojos del mundo, tiene resonancia en el mundo”

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papales, en las cuales se siente la ca-tolicidad. Muchas veces me he dete-nido a preguntar:

–¿De dónde viene usted?–¡Filipinas!–¿Y usted?–¡Nepal!– sólo una vez

escuché esta respuesta y me sorprendió, imagíne-se, hasta en Nepal hay ca-tólicos. Sigo preguntando y escucho:

–Australia, Irlanda, Colombia, Estados Uni-dos, España, Portugal…– en fin, de todas partes, y justamente esa es la res-piración de la Iglesia Ca-tólica, que las celebracio-nes papales hacen sentir de modo particular.

HE: En efecto, en la Basílica es donde se da el mayor número de celebraciones papales, y esto le confiere un valor muy especial…

Ciertamente cuando el Papa celebra se siente a toda la Iglesia reunida a su alrededor. Se sien-te que de algún modo vi-vimos lo mismo que su-cedía en el Cenáculo, en Jerusalén, cuando se re-unían los apóstoles en torno a Pedro, en los pri-meros pasos de la Iglesia. Segura-mente ellos sentían la fuerza de la co-munión.

Así pues, cuando el Papa celebra, la experiencia que particularmente vivo más es la de comunión, o me-jor aún, la comunión como fuer-za. Jesús dijo: “Cuando dos o tres se reúnan en mi nombre, yo estaré en medio de ellos”, y dijo también: “Sean una sola cosa, a fin de que el mundo crea que Tú me enviaste”. Y cuando se está junto al Papa se siente la realización de esta oración de Jesús.

HE: ¿Cómo conviven los peregrinos y los turistas?

La Basílica de San Pedro es vi-sitada cada día por un promedio de 30.000 personas, a las que hay que añadir otras 15.000 que visitan las

so un murmullo atento, porque las personas sienten que en este lugar hay algo misterioso. Y muy a menu-do el visitante o turista se hace pe-regrino.

Ya recogí muchos testimonios, hasta de un anglicano que, después de visitar las tum-bas de los Papas, dijo es-tar muy emocionado:

–The stones have spoked!– las piedras ha-blaron, decía.

HE: ¿La Basílica tiene un plan pastoral orientado a la atención de los visitantes?

Insistimos mucho en la oración. Todos los días a las 6 de la tarde, por de-seo del Santo Padre, re-novamos la profesión de fe en el altar de la Cáte-dra, el altar que más ex-presa la misión de san Pe-dro. A esa profesión de fe asisten muchos peregri-nos.

La Basílica no puede tener una verdadera pas-toral porque nunca sabe-mos lo que vamos a en-contrar. Hacemos todo el esfuerzo posible –y en eso el compromiso es de to-dos– por expresar el ros-tro acogedor de la Iglesia

Católica. Queremos que sientan que ésta es su casa, independientemente de donde vengan.

Las capillas están siempre a dis-posición, y es muy hermoso escuchar en ciertos momentos la misa celebra-da al mismo tiempo en 8 lenguas di-ferentes. Es como un nuevo Pente-costés.

Hay también algunos espacios re-servados, como la capilla de la Ado-ración, en donde todos los días se ex-pone el Santísimo, desde la mañana hasta la tarde, y todos pueden entrar pero solamente a rezar.

“Cada día 30.000 personas visitan la Basílica de San Pedro, y muy a menudo el

visitante o turista se hace peregrino”

tumbas de los Papas. Es una multitud inmensa. Hay iglesias a las que en to-do un año no entran tantas personas. Por lo mismo, no es fácil armonizar a esas personas.

Tengo la costumbre de decir: aquí existe un poco de movimiento, un po-co de “confusión”, a semejanza de la que había en Jerusalén cuando Jesús entró a la ciudad el domingo de Ra-mos. Y era una “bella confusión”, porque era una confusión “alegre”.

En San Pedro siempre existe el murmullo de la multitud, pero siem-pre apagado, podríamos decir inclu-

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HE: Su Excelencia es también Vicario General de la Ciudad del Vaticano, así como Presidente de la Fábrica de San Pedro. ¿Cuáles son las responsabilidades inherentes a estos cargos?

El Vicario tiene la responsabilidad de cuidar la administración de los sa-cramentos en el Estado del Vaticano, en las parroquias de Santa Ana y en la parroquia de San Pedro, en las cua-les hay muchos bautismos, muchas confesiones y muchos matrimonios. Además, está la preocupación por la salud espiritual de todos los emplea-dos, para quienes organizamos inclu-so retiros espirituales.

La Fábrica de San Pedro es una institución nacida con la Basílica y fue creada para su construcción. Fue una obra muy larga, demorada, y da-do su tamaño requiere intervencio-nes continuas. No por el gusto de te-ner un monumento grande; lo que se busca es que sea hermoso, limpio, pa-

ra respetar a las personas que vienen, respetar al pueblo de Dios.

Si pensamos en cuántas personas pasan al día por los ambientes de la Ba-sílica y que nunca se encuentra un pe-dazo de papel en el piso, puede enten-derse el modo ejemplar con que traba-jan todos. Más todavía, trabajan con amor y devoción. Muchas veces recuer-do que la gente no ve empleados en ellos, sino a la Iglesia Católica. Si ellos hacen el bien, es la Iglesia que lo hace.

En la Basílica queremos ser ca-da vez más lo que nuestra vocación nos llama a ser, o sea, la memoria del martirio de San Pedro, una memoria viva, que se personaliza en un hom-bre que continúa la misión de Pedro. Estamos aquí para servir y sostener el ministerio del Papa.

HE: Al terminar, un mensaje para los lectores…

Me gustaría que cada uno sintie-ra que no vivimos un tiempo hostil al

Evangelio, sino favorable. La socie-dad de hoy, sobre todo la sociedad del bienestar, es feliz en apariencia pero en verdad está desesperada.

Existe un gran deseo del Evange-lio, una gran expectativa por el Evan-gelio. ¡No debemos desengañar estos sentimientos! La demanda existe, y debemos ser la oferta auténtica.

El Cardenal Schuster decía: és-ta es una época en la que las perso-nas ya no creen en nadie, pero si lle-ga un santo, están dispuesta a poner-se de rodillas.

Los santos –más que nunca– son pasibles de ser creídos. Lo vimos con Juan Pablo II. Estoy convencido de que él se impuso al afecto, la admi-ración y la devoción del mundo sobre todo a través de su enfermedad. Por ahí quedó claro que su fe era verda-dera. Para nosotros era evidente, pe-ro para los demás quedó claro que él creía en lo que decía. Y así arrastró al mundo.

“Queremos ser cada vez más lo que nuestra vocación nos llama a ser, o sea, la memoria viva del martirio de San Pedro”

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Oración a la Santísima Virgen

teSoro de La oración

h bienaventurada y dulcí-sima Virgen María, Ma-dre de Dios, toda llena de

misericordia, hija del Rey supremo, Señora de los Ángeles, Madre de to-dos los creyentes: hoy y todos los días de mi vida, deposito en el seno de tu misericordia mi cuerpo y mi alma, todas mis acciones, pensamien-tos, intenciones, deseos, pala-bras, obras; en una palabra, mi vida entera y el fin de mi vida; para que por tu intercesión todo vaya enderezado a mi bien, según la voluntad de tu amado Hijo y Señor nues-tro Jesucristo, y tú seas para mí, oh Santísima Señora mía, consuelo y ayuda contra las asechanzas y lazos del dragón y de todos mis enemigos.

Dígnate alcanzarme de tu amable Hijo y Señor nuestro Je-sucristo, gracias para resistir con vi-gor a las tentaciones del mundo, de-monio y carne, y mantener el firme propósito de nunca más pecar, y de perseverar constante en tu servicio y en el de tu Hijo.

También te ruego, oh Santísima Señora mía, que me alcances ver-dadera obediencia y verdadera hu-mildad de corazón, para que me reconozca sinceramente por mi-serable y frágil pecador, impoten-te no sólo para practicar una obra buena, sino aun para rechazar los continuos ataques del enemigo, sin la gracia y auxilio de mi Cre-

ador y sin el socorro de tus santas plegarias.

Consígueme también, oh dulcísi-ma Señora mía, castidad perpetua de

ame de todo corazón a tu Hijo Sa-cratísimo y Señor nuestro Jesucris-to, y después de él a ti sobre todas las cosas, y al prójimo en Dios y pa-ra Dios: para que así me alegre con su bien y me contriste con su mal, a ninguno desprecie ni juzgue teme-

rariamente, ni me anteponga a na-die en mi estima propia.

Haz, oh Reina del cielo, que junte en mi corazón el temor y el amor de tu Hijo dulcísimo, que le dé continuas gracias por los grandes beneficios que me ha concedido no por mis méritos, sino movido por su propia voluntad, y que ha-ga pura y sincera confesión y

verdadera penitencia por mis pecados, hasta alcanzar per-

dón y misericordia.Finalmente te ruego que en el

último momento de mi vida, tú, úni-ca madre mía, puerta del cielo y abo-gada de los pecadores, no consientas que yo, indigno siervo tuyo, me desvíe de la santa fe católica, antes usando de tu gran piedad y misericordia me socorras y me defiendas de los malos espíritus, para que, lleno de esperan-za en la bendita y gloriosa pasión de tu Hijo y en el valimiento de tu inter-cesión, consiga de él por tu medio el perdón de mis pecados, y al morir en tu amor y en el amor de tu Hijo, me encamines por el sendero de la salva-ción y salud eterna.

Amén.(Santo Tomás de Aquino)

alma y cuerpo, para que con puro co-razón y cuerpo casto, pueda servirte a ti y a tu Hijo según mi vocación.

Concédeme pobreza voluntaria, unida a la paciencia y tranquilidad de espíritu para sobrellevar los tra-bajos de mi condición y ocuparme en la salvación propia y de mis próji-mos.

Alcánzame, oh dulcísima Seño-ra, caridad verdadera con la cual

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“Madonna del Miracolo”, Basílica de Sant’Andrea delle Fratte, Roma

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Capua: preciosa lección de vida espiritual

RClara Isabel Morazzani Arráiz

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Aníbal fue un excelente general, tan astuto como arrojado. Sin embargo, en el momento más dramático de su grandiosa campaña militar, le faltó practicar una virtud importantísima.

oma la invencible, la poderosa… temblaba. Había perdido en un solo día la flor de sus soldados y de su ca-

ballería; había dejado 50 mil muertos sobre el campo de batalla y había vis-to caer en manos del enemigo a más de 10 mil prisioneros. La altiva reina de las naciones sufría el mayor desas-tre militar de toda su historia. Y la de-rrota no se limitaba a estas consecuen-cias: se temía que el adversario, alen-tado por una victoria obtenida de ma-nera tan fulminante, prosiguiera su marcha triunfal hasta las puertas de la Ciudad Eterna, derrumbando su supremacía y modificando por com-pleto el rumbo de Occidente.

¿Quién era el contendor que se atre-vía a enfrentar el glorioso avance de las legiones romanas, llevando su audacia al punto de retarla en el corazón mis-mo de su poder? ¿Quién era el que, con un golpe estratégico magistral, se

había aventurado a contener la colosal fuerza de Roma para sumirla ahora en una humillante incertidumbre?

Aníbal y la campaña contra RomaMuchos años atrás había surgido

una rivalidad entre dos potencias de la Antigüedad: Roma y Cartago. La primera, en su ímpetu conquistador, no había respetado los territorios de la segunda en las islas de Sicilia, Cór-cega y Cerdeña, detonando la Prime-ra Guerra Púnica. Si Roma había lo-grado expandir sus fronteras, tam-bién se había ganado una enemiga irreconciliable que rumiaba un pro-fundo deseo de venganza.

En Cartago la dinastía de los Bar-ca se distinguía por su férrea oposi-ción a Roma. Su jefe, Amílcar, ha-bía sobresalido por su valor y deter-minación a lo largo de las campa-

ñas militares en la Península Ibérica. Cuenta la tradición que había obliga-do a su sobrino de nueve años, Aní-bal, a jurar odio eterno a los romanos ante los altares de los dioses.

Puede decirse que a contar de ese momento la vida de Aníbal consistió

Aníbal Barca, el general cartaginés que desafió a Roma

Busto en mármol de AníbalMuseo Nacional – Nápoles (Italia)

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en el riguroso cumplimiento de su pro-mesa. Educado por su padre en las re-cias hazañas de la guerra en Hispania, el joven descendiente de los Barca re-unía cualidades aparentemente contra-dictorias: la astucia se conjugaba con la energía, el mayor de los entusiasmos con un cálculo frío y sagaz; era a la vez el mejor de los infantes y el más hábil de los caballeros, el primero en el ata-que y el último en la retirada.

A la muerte de su padre y de su cu-ñado, el ejército cartaginés lo eligió general a pesar de que solamente te-nía veintiún años. Aníbal demostró ser un estupendo estratega; dejó aflo-rar su genio improvisador en los com-bates y realizó verdaderas proezas. Rompiendo la tregua temporal en-tre Roma y Cartago, atacó varias ciu-dades pertenecientes a su enemiga en Hispania, siempre saliendo vencedor.

El año 218 decidió poner en prác-tica el sueño temerario de tomar Ro-ma y destruir por completo su prima-cía. Los romanos conocían las inten-ciones del joven general y lo espera-ban en el mar con una numerosa flo-ta; sin embargo Aníbal, temiendo ser derrotado en una batalla naval don-de la superioridad de sus enemigos era innegable, prefirió llevar sus tro-pas por tierra a través de Hispania y la Galia. Reunió un ejército de 100 mil guerreros con 37 elefantes, atra-

vesó el Ródano, los Pirineos y los Al-pes, estos últimos cubiertos de nie-ve y llenos de peligros y obstáculos. Gran parte de los soldados pereció a lo largo de la travesía, pero el general no se intimidó y reclutó galos para re-parar las bajas sufridas.

Su avance militar en Italia estu-vo marcado por éxitos brillantes. Lle-gando a Ticino, venció al cónsul Cor-nelio Cipriano y poco más tarde, en Trebia, inflingió una vergonzosa de-rrota a la legión comandada por Sem-pronio. Al año siguiente obtuvo una nueva victoria a orillas del lago Trasi-meno contra las fuerzas lideradas por el cónsul Flaminio. Al llegar a Roma la noticia de esta batalla, el terror se enseñoreó de la ciudad. Quinto Fa-bio Máximo, elegido dictador, pu-so a la ciudad en estado de defensa y reunió a toda prisa un nuevo con-tingente con la intención de conser-var al menos la capital.

No obstante las prudentes medidas tomadas por Fabio Máximo, el gene-ral púnico consiguió atraer a los cón-sules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo a una batalla en Can-nas, a campo abierto, como era su gus-to, porque era un tipo de combate en que siempre vencía. Aníbal dispuso a sus africanos, galos e íberos en orden de batalla, armados con espadas lar-gas y afiladas picas. La lucha fue en-

carnizada. Los guerreros de ambos la-dos combatieron heroicamente, pero Aníbal, a pesar de la inferioridad nu-mérica de su ejército, fue el vencedor. Como afirmábamos antes, Roma su-frió en este lugar la peor derrota de su historia republicana y vio caer la flor y nata de su fuerza militar bajo los gol-pes cartagineses.

El ejército cartaginés se detiene en Capua

Tras la batalla de Cannas muchos contemporáneos pensaron que la glo-ria de Roma tocaba su final, y algunos de sus soldados italianos, creyéndo-la perdida, se unieron a Cartago. La caída de la capital parecía una conse-cuencia natural del avance cartaginés.

Sin embargo sucedió lo inesperado: en vez de lanzarse sobre la ciudad cuan-do se hallaba indefensa y sin coordina-ción militar, Aníbal prefirió retirarse a Capua (una de las ciudades que le ha-bían abierto sus puertas) a fin de pasar en ella el invierno y conceder un mere-cido descanso a sus tropas. Sin atender los consejos de sus oficiales, quienes le pedían invadir Roma en seguida, ni a las certeras advertencias de su lugar-teniente Maarbal que le decía: “Tú sa-bes vencer, Aníbal, pero no sacar pro-vecho de la victoria”, el general deci-dió quedarse en Capua, gozando una vida ociosa. Sus soldados, en el colmo del furor bélico, perdieron repentina-mente la motivación viendo que su je-fe abandonaba sus objetivos para dedi-carse al descanso, y se entregaron tam-bién a los placeres de una vida fácil, a tal punto que los romanos decían que ellos, “habiendo entrado como hom-bres, salieron convertidos en mujeres”.

Era el toque de finado para el sue-ño cartaginés. Aníbal cometía un error irreparable. Al facilitar el reposo y el relajamiento de sus valientes, conce-diéndoles todo cuanto quisieran, cre-yó que así reunirían mucho más vigor para arrojarse de nuevo sobre el adver-sario. Pero sucedió justamente al re-vés. Tanto descanso entre placeres los ablandó y perdieron el deseo de com-

La extraordinaria campaña de Aníbal es considerada una de las mayores hazañas militares de la historia

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batir. La inactividad de los cartagineses en Capua dio a los romanos la espera-da oportunidad de reagrupar sus fuer-zas e iniciar una hábil contraofensiva, hostilizando la retaguardia africana y cortando las líneas de suministros. Aní-bal no entraría jamás en Roma.

Profunda lección de vida espiritual

Después de atravesar toda la Pe-nínsula Ibérica, de cruzar los Alpes y enfrentar victoriosamente los pode-rosos ejércitos romanos, el enérgico general africano sucumbió en Capua. ¿Qué sucedió con exactitud?

“Finis coronat opus” (el fin corona la obra) dice el refrán latino. Aníbal confió demasiado en sus propias fuer-zas y dio la victoria por ganada cuan-do le faltaba poco para alcanzar el úl-timo término. Sin haber llegado a su objetivo final, todas sus luchas ante-riores perdieron enormemente el bri-llo, y en cierta medida el sentido.

Fue un magnífico general, astuto y arrojado al mismo tiempo, pero en el instante más importante de su gran-diosa campaña militar le hizo falta practicar la virtud que dispone a la razón para discernir en toda circuns-tancia nuestro bien, y para elegir los medios adecuados a su realización: la prudencia.

“El hombre cauto medita sus pro-pios pasos” (Prov 14, 15) afirma la Sa-grada Escritura. Santo Tomás, citan-do a Aristóteles, enseña que la pru-dencia es “la recta razón en el obrar” 1. Ha sido llamada “auriga virtutum” (el cochero o portador de las virtudes) porque conduce a las demás virtu-des indicándoles la regla y la medida. Gracias a la prudencia aplicamos sin error los principios morales a los ca-sos particulares y superamos las du-das sobre el bien que se ha de hacer y el mal que se ha de evitar 2.

¿Dónde falló Aníbal? Si hubie-ra sido prudente, habría considerado el riesgo que entrañaba abandonar-se junto a sus soldados a los devaneos de las pasiones que les ofrecía Ca-

pua, desviándose con ello de lo pri-mordial, la conquista de Roma. Pa-gano como era, desconocedor de los saludables preceptos de la moral cris-tiana, le habrían bastado las enseñan-zas de Aristóteles, que previene a los imprudentes de los riesgos de los pla-ceres desordenados: “Lo placentero y lo triste pervierten en el corazón el con-cepto de prudencia” 3.

Pero el cristianismo va mucho más allá. En la Suma, el gran Sto. Tomás discurre sobre la prudencia de modo completo y profundo, y es muy claro al afirmar que se pierde no tanto por distracciones u olvidos, sino sobre to-do cuando es corroída por las pasio-nes: “La prudencia no desaparece di-rectamente por olvido, sino que, más bien, se deprava por las pasiones” 4.

Este hecho histórico ocurrido en la antiquísima ciudad italiana nos ofrece una indudable y preciosa lección. Sir-ve tanto al que adoptó el estado reli-gioso como a los cristianos que viven en la sociedad. Entregarse a un vicio, a una pasión, por pequeña, fugaz y sin importancia que pueda parecer, es siempre una imprudencia que puede arruinar años de una vida devota bien llevada. Puede destruir una empresa,

un matrimonio o una familia, una ju-ventud brillante o una respetable ma-durez. ¿Cuántas “Capuas” no habrán arrebatado la corona de dignidad a personas que se pasaron la existen-cia en observar los mejores preceptos morales, haciéndolas incluso a aver-gonzarse de sí mismas?

El ejemplo de la derrota del infeliz Aníbal, y sobre todo las sabias ense-ñanzas de la Santa Iglesia, constituyen una invitación seria e irrenunciable a todos nosotros: nunca flaquear en la prudente vigilancia y en el combate a las malas pasiones. Además, nunca es-tará de más recordar que ninguna vir-tud puede ser practicada establemen-te sin el precioso auxilio de la gracia. Pero ésta jamás será negada a quie-nes la pidan con insistencia y confian-za, sobre todo cuando lo hagan por in-termedio de María Santísima. Tenga-mos prudencia y confianza, y no habrá “Capua” que nos desvíe del camino de la eterna salvación.

1) Suma Teológica II-II, q. 47, a. 2.2) Cf. CIC n. 1806.3) In VI Ethic.4) Suma Teológica, II-II q. 47, a. 16.

Los elefantes fueron una pieza fundamental en la estrategia cartaginesa

“Aníbal atravesando los Alpes”, fresco de Jacopo Ripanda, Museo Capitolino, Roma

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Santuario de Sameiro, una propuesta evangelizadora

Mons. Jorge Ferreira da Costa OrtigaArzobispo de Braga y Primado de Portugal

La PaLaBra de LoS PaStoreS

¿Cómo pueden participar activamente los santuarios en el esfuerzo misionero de la Iglesia? El Primado de Portugal responde mostrando las iniciativas promovidas en su arquidiócesis, en el Santuario de Sameiro.

n este día en que celebra-mos de la Santísima Trini-dad, me gustaría que to-dos reflexionaran sobre la responsabilidad de ma-

nifestar a Dios ante el mundo. El Mis-terio se vuelve transparente por la co-municación de la palabra y su concre-ción. Esto mismo queremos dar a en-tender con el lema que hemos elegi-do en la arquidiócesis para la Pastoral en los Santuarios, y que los peregrinos pueden ver o adquirir a través de car-teles y volantes presentes en todos los santuarios de la arquidiócesis: “Fami-lia Solidaria: peregrina, escucha y par-ticipa”. Peregrinamos para escuchar el mensaje de Dios, por María, y quere-mos compartirlo, comunicarlo, anun-ciarlo a todos.

La respuesta que todos buscan en los santuarios

En un mundo culturalmente nue-vo no está permitido quedarse en ac-

titudes pastorales idénticas a lo que siempre se ha hecho. Sólo una con-versión capaz de poner el acento en una propuesta genuinamente evan-gélica dará la respuesta que todos buscamos en los santuarios. María nos da fuerzas para anunciar la pa-labra con valentía, de modo que sea posible creer en la esperanza. Por es-to es importante que los santuarios, correspondiendo a la invocación de María Estrella de la Evangelización, muestren que es posible acoger y ha-cer suyo el Proyecto de Dios.

Tuve la gracia de participar en la V Conferencia General del Episco-pado Latinoamericano, en el Santua-rio de Nuestra Señora Aparecida, Pa-trona del Brasil. Allá los obispos de 22 conferencias episcopales dialoga-ron sobre lo primordial para América Latina. El tema conductor y conclusi-vo fue el de los cristianos como “Dis-cípulos y Misioneros para que los pueblos encuentren la Vida en Cris-

to”. Ser discípulo misionero debería ser también, para nosotros individual y comunitariamente, la opción que hace secundario todo lo demás. Hay muchas cosas que parecen importan-tes. Si nos llevan hacia esta propuesta de seguir a Cristo, en una vida diaria de seducciones y contradicciones, pa-ra continuar de inmediato con la res-ponsabilidad de comunicar a Cristo, estamos correspondiendo a los llama-dos de Dios y a ser fieles a las exigen-cias históricas. De lo contrario son realidades pasajeras y sin resonancia efectiva en la vida de la gente.

La escuela del misionero

Se aprende a ser discípulo misione-ro, o debería aprenderse, en la familia. Este patrimonio de la humanidad es-tá perdiendo su identidad y presencia-mos pasivamente su derrumbe. María fue discípula de Cristo, acogiendo su palabra, y fue misionera, anunciándo-le con la palabra y la vida aquello que

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Santuario de Sameiro, una propuesta evangelizadora

llenaba su corazón. Muchos pueden decir que es difícil comunicar la fe en familia. Sabemos que es cierto, pero pienso que si las comunidades parro-quiales y los santuarios tuvieran la op-ción de formar familias dentro de una identidad cristiana, ellas serán el pri-mer lugar evangelizador.

Estamos trabajando la familia en el Programa Pastoral. ¿Acaso los san-tuarios no deberían hacerse respon-sables, en colaboración con las comu-nidades parroquiales, de esta tarea de evangelizar los hogares cristianos? Hay muchas oportunidades para ello. Basta una gran capacidad de recibir a las familias que buscan los santuarios para cualquier tipo de celebración y ofrecer propuestas concretas, bien elaboradas y con un cariz de respues-ta a preguntas, para que ellas se ad-hieran y se marchen de aquí con un compromiso pastoral. ¿Bastará con celebrar solamente los sacramentos solicitados? Es muy poco o casi nada.

Le pido a la Virgen de Sameiro que nos ayude a hacer con que los santuarios otorguen a esta área de formación las debidas condiciones características de la nueva evangeli-zación que entrarían en el dominio de las exigencias habituales.

La educación en familia

El Evangelio de la Familia y la pro-moción de la cultura de la vida sugie-ren una pastoral que, condenando el relativismo, la confusión de mode-lo, de desorientaciones, favorezcan la centralidad de la persona humana y de su dignidad y particularmente el valor de la familia basada en el matri-monio, entre un hombre y su mujer y para toda la vida. Una educación inte-gral del amor y de la sexualidad y un apoyo permanente, con orientacio-nes doctrinales y medio materiales, a la comunidad familiar para que a par-tir de esto brote una nueva mentali-dad ante la vida y los retos del mundo. La familia debe ser un lugar de amor, de paz, de bondad, de fe, de sabidu-ría, de respeto a la mujer, de dedica-

ción al bien común y a las causas de la solidaridad. Esto sólo se logra con es-trategias y propuestas permanentes en una variedad inmensa como variadísi-mos son los problemas.

Me parece que este ámbito de atención a la familia, de apoyo a su preparación remota y próxima, de se-guimiento permanente podría for-mar parte de los planes pastorales concretos que no menosprecian a la parroquia sino, al contrario, la com-plementan y le proporcionan familias evangelizadas para que evangelicen. El mundo de la familia lo merece to-do y le deberemos entregar nuestras capacidades y talentos.

Confianza en la Señora de Sameiro

Que la Virgen de Sameiro, como reminiscencia de su Inmaculada Con-cepción, se convierta en el aliento y la causa para el camino que la arqui-diócesis está iniciando. Que la coli-na de Sameiro sea un faro orientador de propuestas y dador de medios para que marquemos el presente histórico en este cambio de época que aguarda actitudes nuevas. La Historia demues-tra que la Iglesia descubrió caminos

nuevos en todos los cambios de época. Los tiempos pasados se apoyaban en las parroquias. Los santuarios, tanto por lo que significan como por los lu-gares donde se sitúan, van a desempe-ñar un importantísimo papel en el fu-turo. Comencemos ahora mismo. La Madre del Cielo está con nosotros.

Esta responsabilidad queda con-fiada a los santuarios. Pero es impor-tante que los cristianos quieran aco-ger esta propuesta y no pretendan un sacramentalismo sin el mínimo de preparación, ni una devoción que no esté marcada por este deseo de cami-nar en un itinerario de discipulado que se complace en el encuentro per-manente con el Maestro.

María, Nuestra Señora de Samei-ro, hace que nuestras familias apues-ten por su evangelización para hacer-se instrumentos comunicadores del Dios-Amor Trinitario a sus miem-bros. Que los padres se asuman como los primeros educadores y que dedi-quen a esto el tiempo y la energía, a la maravilla del conocimiento del mismo Dios y de su doctrina.

(Homilía en el Santuario de Sameiro, 3/6/2007)

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Santuario de Nuestra Señora de Sameiro, Braga (Portugal)

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Opus Dei en Rusia

40 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

LISBOA (Ecclesia) – En la mi-sa celebrada en Roma para la fies-ta de san Josemaría, el Prelado del

Opus Dei, Mons. Javier Echeve-rría, comunicó que el 26 de junio había comenzado en Rusia el tra-bajo apostólico de este instituto.

“Hoy mi alma vive una alegría especial –expresó monseñor en su homilía–, de la cual quisiera que participaseis. Precisamente hoy, co-incidiendo con la festividad de san Josemaría, se inició en Rusia, de manera estable, el trabajo apostó-lico de los fieles del Opus Dei, en esas tierras que se extienden desde el Mar Báltico al Océano Pacífico,

desde el Mar Negro al Océano Gla-cial Ártico”.

En 1955, durante un viaje a Viena, san Josemaría confió es-ta intención a la Madre de Dios, invocándola con la jaculatoria: Sancta Maria, Stella Orientis, fi-lios tuos adjuva! (“Santa María, Estrella de Oriente, ayuda a tus hijos). Nunca se cansó de rezar por esta intención, aunque el pa-so de los años no dejara vislum-brar siquiera el principio de una solución.

Sodalitium Christianæ Vitæ: 10º aniversario

LIMA (ACI) – El Vicepresidente de la Pontificia Comisión para Amé-rica Latina, Mons. Octavio Ruiz, pre-sidió en Lima la eucaristía de acción de gracias por el décimo aniversario de la aprobación pontificia al Sodali-tium Christianæ Vitæ (SCV).

Mons. Ruiz destacó en su homilía el trabajo de los miembros del SCV en pro de la evangelización y seña-ló que el aniversario es “un aconte-cimiento que llena de gozo no tan só-lo a los miembros del Sodalitium y de la Familia Sodálite, sino también a to-da la Iglesia que, hacen ya más de 35 años, se enriqueció con el nacimiento

de esta comunidad que ha contribuido grandemente a una renovada y fiel di-fusión del Evangelio”.

La multitudinaria misa fue cele-brada en la iglesia de Nuestra Se-ñora de la Reconciliación de Cama-cho. Concelebraron el Nuncio Apos-tólico en Perú, Mons. Rino Passiga-to, y Mons. Kay Schmalhausen, s.c.v., obispo prelado de Ayaviri, así como numerosos sacerdotes.

Presidente de la Sociedad Teológica Evangélica regresa a la Iglesia Católica

WASHINGTON (ACI) – Fran-cis Beckwith renunció a su cargo co-mo presidente de la Sociedad Teoló-gica Evangélica (ETS) para retornar a la Iglesia Católica, en la cual creció y que había abandonado para adop-tar el protestantismo.

Beckwith relata que su vuelta a la fe de sus padres comenzó cuando decidió leer algunos obispos y teólo-gos de los primeros siglos de la Igle-sia: “En enero, a sugerencia de un que-rido amigo, empecé a leer a los Padres de la Iglesia, así como algunos traba-jos más sofisticados sobre la justifica-

ción en autores católicos. Comencé a convencerme de que la Iglesia primiti-va era más católica que protestante y la visión católica de la justificación, co-rrectamente comprendida, es bíblica e históricamente defendible.”

Cómo llegar a los no creyentes por medio de la belleza

BARCELONA – Medio centenar de teólogos de España y Portugal de-batieron recientemente, con moti-vo de las jornadas bienales de profe-sores de Teología Fundamental de la Península Ibérica, sobre cómo la be-lleza podrá inaugurar un camino de comunicación con los que no creen en Dios, para ayudarlos a tomar con-tacto con él.

Según explicó Norbert Miracle, uno de los organizadores de las jor-nadas, a la agencia de noticias cató-lica Veritas, los profesores eligieron el tema de la dimensión estética de la teología a partir de la insistencia en los últimos años por parte de nume-rosos teólogos –entre quienes mere-ce especial realce el entonces carde-nal Joseph Ratzinger– sobre el tema de la belleza.

Mons. Javier Echeverría

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El Papa impone el palio a cinco arzobispos brasileños

Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 41

n la solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Santo Padre recordó que, ante las distintas for-mas de “ver” y “conocer” a Jesús que tiene el

mundo moderno, el fiel debe confesar hoy también co-mo Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Después de la homilía tuvo lugar la elocuente ceremo-nia de la imposición del palio a 46 arzobispos metropo-litanos de reciente nominación.

El palio es un ornamento de lana blanca, símbolo de la potestad que el metropolitano adquiere en su provincia eclesiástica, en comunión con la Iglesia de Roma. Antes de ser entregado personalmente por el Papa a cada arzobispo, se lo deposita sobre la tumba de San Pedro Apóstol.

El Santo Padre impuso el palio a 46 me-tropolitanos, entre ellos: Dom Geraldo Lyrio Rocha, Arzobispo de Mariana (Brasil) (fo-to 1); Mons. Odilo Pedro Scherer, Arzobispo de São Paulo (Brasil); Mons. Antônio Muniz Fernandes, Arzobispo de Maceió (Brasil) (foto 3); Mons. João Bosco Oliver de Faria, Arzobis-po de Diamantina (Brasil) (foto 4); y Mons. José Alberto Moura, Arzobispo de Montes Claros (Bra-sil) (foto 5).

La solemne celebración concluyó con una plega-ria del Pontífice ante la tumba de san Pedro mientras la asamblea cantaba el Tu es Petrus.

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Llega a Sydney la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud

42 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

impulsadas en el cuarto de siglo recien-temente transcurrido”.

El cardenal quiso recordar los eventos más importantes realizados en estos 25 años, “por medio de los cuales buscamos aplicar lo que el San-to Padre nos encomendó realizar en la Carta de Fundación”.

En el encuentro intervinieron, entre otros, el cardenal Dias, prefec-to de la congregación de los pueblos; el cardenal Hummes, prefecto de la congregación para el clero; el carde-nal Arinze, prefecto de la congrega-ción para el culto divino y la disci-plina de los sacramentos; todos los miembros del consejo para la cultu-ra, que ofrecieron una reflexión in-dividual sobre los fines y la misión del dicasterio en los diversos conti-nentes; el secretario, Padre Ardura; y el Prof. Cappelletti, quien disertó sobre “Iglesia y cultura en la albora-da del III milenio: la mirada histó-rica”.

La jornada se realizó en la nueva sede del consejo pontificio para la cul-tura, en la Via della Conciliazione.

Los diez mandamientos de la carretera

El Pontificio Consejo para los Pue-blos Migrantes e Itinerantes (CPP-MI) publicó los “Diez Mandamien-tos de la Carretera”, manifestando su preocupación ante los millones de víctimas de accidentes automovilísti-cos y recomendando a los conducto-res la práctica de las virtudes cristia-nas como remedio preventivo a tan-tas desgracias.

En el documento “Pautas para el Cuidado Pastoral de la Carretera” se recuerda a los 50 millones de heridos y los 1,2 millones de muertos por ac-cidentes de carretera de cada año.

A los choferes se les pide “control de sí mismos, cortesía, prudencia, espí-ritu de servicio y conocimiento de las normas del tránsito”, puntualizó ante

Pontificio Consejo para la Cultura celebra un cuarto de siglo

CIUDAD DEL VATICANO (Agencia Fides) – El Pontificio Con-sejo para la Cultura desarrolló el 13 de junio una jornada de reflexión con motivo de los 25 años de su funda-ción, ocurrida el 20 de mayo de 1982.

“El Pontificio Consejo para la Cultura fue creado por Su Santidad Juan Pablo II con la Carta Autógra-fa del 20 de mayo de 1982”, recor-dó el cardenal Paul Paupard, presi-dente del referido organismo, en su discurso para la jornada conmemo-rativa.

Junto a los participantes, el pre-sidente quiso releer algunos pasajes de la Carta, que definió como “nues-tra Carta Magna del Dicasterio, nues-tra constitución, el marco de referencia con las líneas maestras que han orien-tado los 25 años de vida del Consejo”, “para verificar su aplicación y realiza-ción por medio de múltiples iniciativas

SYDNEY (Radio Vaticano) – El obispo auxiliar de Sydney, Aus-tralia, Mons. Anthony Colin Fi-sher, calificó la llegada de la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud y del ícono de la Virgen María el pasado 1º de julio, como un “acontecimiento histórico”, y co-mentó que “los jóvenes de todo el país están preparándose para la lle-gada y la peregrinación que se reali-zará a continuación”.

Para la presentación de los sím-bolos se programó un día de celebra-

ción y oración, siendo entonado por primera vez en público el himno de la XXIII JMJ, titulado “Receive the Power” (Recibiréis la fuerza). En se-guida, la cruz y el ícono darán inicio a su peregrinación por toda Australia.

Ambos símbolos fueron reci-bidos en el aeropuerto de Sydney por miles de jóvenes, así como por el presidente del Episcopado australiano, Mons. Wilson Philip Edward, arzobispo de Adelaide, y por el primer ministro, John Ho-ward, entre varias autoridades.

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la prensa el presidente de la CPPMI, cardenal Renato Martino.

El uso del coche demanda el ejer-cicio de “virtudes cristianas” como son “la prudencia, la paciencia y la ca-ridad”. El documento vaticano entre-ga un consejo precioso: hacer la señal de la cruz antes de emprender cual-quier viaje, poniendo a los pasaje-ros bajo “la protección de la Santísima Trinidad”.

Decálogo del conductorI. No matarás.II. La carretera sea para ti un ins-

trumento de comunión entre las per-sonas y no de daño mortal.

III. Cortesía, corrección y pruden-cia te ayuden a superar los imprevis-tos.

IV. Sé caritativo y ayuda al próji-mo en la necesidad, especialmente si es víctima de un accidente.

V. El automóvil no sea para ti ex-presión de poder y dominio y ocasión de pecado.

VI. Convence con caridad a los jó-venes y a los que ya no lo son a que no se pongan al volante cuando no están en condiciones de hacerlo.

VII. Brinda apoyo a las familias de las víctimas de los accidentes.

VIII. Reúne a la víctima con un automovilista agresor en un momen-to oportuno para que puedan vivir la experiencia liberadora del perdón.

IX. En la carretera tutela al más débil.

X. Siéntete tu mismo responsable de los demás.

Japón: serán beatificados 188 mártires

TOKIO (Agencia Fides) – Alegría y fiesta en la Iglesia japonesa: el San-to Padre Benedicto XVI firmó el de-creto que reconoce como mártires a 188 sacerdotes, religiosos y laicos ja-poneses martirizados entre 1603 y 1639 en su tierra natal. La Conferen-cia Episcopal Japonesa, en acuerdo con la Santa Sede, fijará la fecha de la ceremonia de beatificación. El pro-ceso para la beatificación se abrió en

1996, al cumplirse 400 años del mar-tirio de Nagasaki.

La causa del jesuita P. Pietro Kas-sui Kibe y de sus 187 compañeros mártires es la primera causa de beati-ficación propuesta por los obispos ja-poneses y tendrá un significado espe-cialmente importante para la comuni-dad católica del país del Sol Nacien-te, sobre todo porque los 188 márti-res son laicos en su mayoría, con tan sólo 4 sacerdotes.

Murieron en defensa de su de-recho a profesar libremente la reli-gión cristiana, oponiendo resistencia no violenta a sus perseguidores. “No eran activistas de derechos humanos ni militantes políticos que protestaban contra el régimen. Eran solamente per-sonas de fe profunda y genuina, que sa-crificaron sus vidas por lo que creían. Nos dan mucho en qué pensar”, resal-tan los obispos nipones.

Entre los mártires de Japón ya re-conocidos por la Iglesia figuran Pablo Mikki y sus compañeros, Gracia Ho-sawaka, Ludovico Ibaragi, Michael Kozaki y Takayam Ukon.

Exposición de retablos en EE.UU.

NUEVA YORK (Radio Vatica-no) – La tradición artística del reta-blo y de los santos del catolicismo es-pañol, así como su influjo en la cultu-ra y la práctica religiosa de México, Perú y Puerto Rico, es objeto de una exhibición en el único museo católico de Estados Unidos: el Museo Nacio-nal de Arte e Historia Católicas, con sede en Nueva York.

La exposición deja en evidencia la ascendencia de la cultura española en el arte devoto iberoamericano a tra-vés de la exhibición de una selección de retablos, exvotos y santos, desde el siglo XIII hasta nuestros días.

Los objetos más antiguos pertene-cen a colecciones privadas y a museos norteamericanos. Su finalidad y esté-tica evocan la historia de su llegada y de su asimilación cultural en el Nue-vo Mundo a través de los misioneros católicos españoles del siglo XVI.

El subdirector del museo y organi-zador de la exposición, Paul Tabor, de-claró a la agencia española EFE: “Pre-sentamos la tradición artística del reta-blo y de los santos, tomando en cuen-ta su dimensión geográfica y el hecho de que su arraigo cultural es tan profundo, que su práctica perdura hasta hoy”.

“La idea era hacer a los santos tan reales como fuera posible –explica Ta-bor– para que los fieles pudieran iden-tificarse mejor con ellos. En México, las representaciones del Cristo Negro, de piel oscura y raza indígena, también cumplen esta función”.

Los santos y retablos de artistas fa-mosos adornaban los altares de las iglesias y las capillas existentes en las casas de las familias ricas, en tanto las piezas de artistas desconocidos deco-raban los altares de las casas de los pobres. Pese a la diferencia de calidad y terminaciones, aparte del material empleado, todos estos íconos respon-den a una fórmula establecida que pa-só de generación en generación, como sustrato común de las piezas más finas y las más rudimentarias.

La exposición permanecerá abier-ta al público hasta el 30 de este mes.

Aprobación pontificia a los Franciscanos de María

En una reciente ceremonia realiza-da por el Consejo Pontificio para los Laicos, Mons. Stanisław Ryłko hizo en-trega del decreto de aprobación ponti-ficia de la Asociación Internacional de Fieles “Franciscanos de María”, consi-derando los frutos que “ha producido en la vida de numerosos fieles cristianos, convirtiéndose en una auténtico camino y escuela de santidad y apostolado”, tal como se lee en el referido decreto.

Los Franciscanos de María nacie-ron hace 19 años en Madrid, por ini-ciativa de un grupo de jóvenes anhe-lantes de vivir una experiencia de es-piritualidad marcada por las figuras de san Francisco de Asís y de la Vir-gen María. Dirigidos por el P. Santia-go Martín, el movimiento cuenta con más de diez mil miembros laicos, ade-

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La dignidad de un prelado

44 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

más de numerosos sacerdotes y semi-naristas, que pretenden vivir y difun-dir la espiritualidad del agradecimien-to no sólo a los necesitados sino tam-bién a aquellos catequistas y evangeli-zadores que se sienten desorientados, sin motivaciones espirituales, y que son víctimas del secularismo.

Los Franciscanos de María están presentes en 19 países. Sobre el ca-risma de este nuevo instituto pontifi-cio se puede consultar su sitio: www.frmaria.org

El libro de Benedicto XVI «Jesús de Nazaret» en español el 28 de agosto

La obra “Jesús de Nazaret”, del Papa Benedicto XVI, saldrá a la ven-ta en España el próximo 28 de agos-to, «una vez aprobada por el Vatica-no la traducción al castellano de la obra», según informó la editorial «La Esfera de los Libros», responsable de su publicación en lengua española.

La editorial espera que el éxito en España del primer libro de Benedic-to XVI, sea tan importante como el alcanzado en Italia, Alemania y Po-lonia, países donde ya ha sido publi-cado.

A partir de su publicación en Ita-lia, la editorial Rizzoli --que por en-cargo de la Librería Editora Vatica-na ha gestionado en todo el mundo los derechos de la obra-- ha vendido medio millón de ejemplares. El libro salió a la venta en las librerías italia-nas el pasado 16 de abril, coincidien-do con el 80º cumpleaños del Roma-no Pontífice, y ese mismo día se ven-dieron 50.000 ejemplares.

Ordenaciones en Toledo

El Sr. Cardenal Arzobispo de To-ledo y Primado de España, D. An-tonio Cañizares Llovera, confirió la ordenación a seis nuevos sacerdotes y a catorce diáconos en una solem-ne ceremonia, que congregó a mu-chos fieles y familiares de los orde-nandos. En su homilía, D. Antonio recordó que “atravesamos tiempos nada fáciles, los miremos por don-de los miremos, estamos pasando una época en la que la fe está sien-do sometida a pruebas extremas” y por ello pidió a los nuevos sacer-dotes que cumplan su misión “sin complejos, sin ningún complejo, na-da de cobardías, sencillos, seguros y por eso mismo felices”.

El Cardenal les advirtió que: “son muchos lobos los que hoy están ace-chando al rebaño de Dios, a la Igle-sia, no seáis ingenuos ante corrientes de pensamiento, ante halagos, ante los poderes de este mundo: son lobos que tratan de arrebatar con frecuen-cia del corazón de los hombres la ri-queza de Cristo”.

Acto de Reparación y Desagravio a los Sagrados Corazones de Jesús y María

Con motivo de la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, y como ya es tradicional, la Asociación Mensa-jeros de los Corazones de Jesús y Ma-ría ha realizado un acto de Repara-ción y Desagravio a los Sagrados Co-razones de Jesús y María, en la Cate-dral de Santa María la Real de la Al-mudena de Madrid.

El acto fue presidido por el Vica-rio Episcopal para los actos públicos y Deán de la Santa Iglesia Catedral, Mons. Antonio Astilleros Bastante. quien resaltó la necesidad de reali-zar este acto ante las diversas inju-rias que ofenden los Sagrados Cora-zones.

l arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Mons. Fernando Se-bastián Aguilar, realizó un acto de reparación a Nuestro Señor Je-sucristo, dando ejemplo a toda la nación española de como se de-

be actuar en los casos, cada vez más frecuentes por desgracia, de blasfe-mias y sacrilegios. Acompañado de más de ocho mil personas y un nutrido grupo de sacerdotes, salió descalzó, en actitud de penitencia, desde la Pla-za de Santa María la Real hasta la Catedral de Pamplona, donde presidió la Eucaristía, en reparación al Crucificado, por una pancarta blasfema so-bre Nuestro Señor Jesucristo que días antes fue paseada durante las fies-tas de los Sanfermines.

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Pe. João S. Clá Dias

TESTEMUNHOS

Pe. João S. Clá D

ias Por fim m

eu Imaculado C

oração Triunfará

m caminho seguro para manter-se unido a Cristo, como ramos à vinha, é recorrer à intercessão de Maria, que ontem, 13 de maio, veneramos de ma-neira particular, recordando as aparições de Fátima, onde, em 1917, Ela se manifestou em várias ocasiões a três crianças, os pas-torinhos Francisco, Jacinta e Lúcia.Se não faltam preocupações e sofrimen-tos, se ainda há motivos de apreensão pelo futuro da humanidade, conforta-nos o que a “Senhora vestida de branco” prometeu aos pastorinhos: “Por fi m, meu Imacu-lado Coração triunfará”

Bento XVIRegina Cæli de 14/5/2006

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m caminho seguro para manter-se unido a Cristo, como ramos à

vinha, é recorrer à intercessão de Maria, que ontem, 13 de maio, veneramos de ma-neira particular, recordando as aparições de Fátima, onde, em 1917, Ela se manifestou em várias ocasiões a três crianças, os pas-torinhos Francisco, Jacinta e Lúcia.

Se não faltam preocupações e sofrimen-tos, se ainda há motivos de apreensão pelo futuro da humanidade, conforta-nos o que a “Senhora vestida de branco” prometeu aos pastorinhos: “Por fi m, meu Imacu-lado Coração triunfará”

Bento XVIRegina Cæli de 14/5/2006

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La maravillosa acción de María a

favor nuestro

Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 45

nuevo LiBro deL P. João cLá d.

Los testimonios recogidos en el libro “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará” corroboran que María está muy presente en nuestras vidas. Leerlo llama al optimismo, a la alegría y la esperanza, ayudándonos a crecer en la fe.

l Padre João Clá merece felicitaciones por este nue-vo instrumento de evangelización que ha puesto en nuestras manos. Este libro es una prueba más de su

amor a la Iglesia y de su gran devoción a la Madre de Dios y nuestra.”

Estas cálidas palabras de Mons. Beni dos Santos, obis-po de Lorena (Brasil), acerca del nuevo libro del P. João Clá hablan por sí solas para animar a su lectura; no obs-tante, en la presentación de la obra, el obispo profundizó las razones que alimentan su opinión:

“He aquí un libro escrito con sencillez, amor y arte. El es-tilo no sólo envuelve nuestra inteligencia sino también nues-tro corazón. Su lectura despierta optimismo, alegría y espe-ranza. Los testimonios, tan espontáneos, son una prueba de la realización de las palabras de la Virgen: ‘El Todopodero-so hizo en mí maravillas’. Todas las maravillas que Dios hizo en la Santísima Virgen, las hizo a favor nuestro. Son maravi-llas que no han quedado atrapadas en el pasado, sino que si-guen actuando en cada momento de la historia humana y de nuestra vida. […]

“Estoy seguro que la lectura de este libro ayudará a mu-chas personas para crecer en la fe y en la santidad de vida, y también a encontrar luz en las horas de dolor y dificultad.”

Las palabras de Mons. Beni quedan confirmadas en el pri-mer testimonio con que se depara el lector, descubriendo el torrente de gracias que María Santísima viene derramando en abundancia sobre las almas por medio del rosario.

“Soy un testimonio vivo de las maravillas de María des-de que su primer mensaje llegó a mi casa. Yo era evangélica y llevaba 40 años alejada de todo. Ya no sabía rezar ni un Ave-

maría. Recibí de parte de ustedes el librito y el rosario. Hoy ya estoy rezando un rosario completo. En las pruebas de mi vida el rosario me calma e ilumina mi mente. Cuando más siento la probación, siempre me llega desde él un mensaje, y cada vez me emociono.”

Miles de declaraciones como ésta de participantes en la campaña “Salvadme Reina, por gracia de Jesús” encien-den una clara luz en el espíritu de cuantos se dedican a la evangelización. “María es la estrella de la Nueva Evange-lización”, como lo dijo tantas veces el Siervo de Dios Juan Pablo II.

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¡Qué risas tan alegres!

Yasodhara Peracini

46 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

HiStoria Para niñoS... o Para aduLtoS LLenoS de Fe

Nadie creería que la predicción de papá iba a cumplirse. Pero de modo muy distinto al que se había imaginado.

nne empujaba a su hermana con fuerza, y el columpio, sóli-damente amarrado a una gruesa rama, iba

y volvía trazando arcos cada vez más largos y elevando a la pequeña Jean-nette tan alto, que casi tocaba el rama-je del árbol florido. ¡Qué hermosa tar-de de primavera!

–¡Está volando, está volando!– gri-taba Anne.

Todos los demás pequeños, feli-ces con las alegrías infantiles, reían a más no poder. ¡Y cuánto! En ver-dad, Jeannette no sabía qué le gus-taba más: si el delicioso vaivén de su juego o las risas de su hermana y los amigos.

Al caer la tarde todos se reunie-ron elegantemente vestidos en el sa-lón de la gran casona. ¡Eran unos tra-jes magníficos los de aquellos últimos años del siglo XIX! Se trataba de un acontecimiento especial, una fies-ta familiar, puesto que Maurice, el benjamín al que todos querían, cum-plía su primer año. Una gran torta hi-

zo las delicias de los niños, y enton-ces Pierre, el padre, recordó pedirle a Jeannette que cantara. Ella sonrió, simulando timidez, pero en seguida comenzó una hermosa canción. To-dos guardaron silencio porque la voz de la niña era de verdad un encanto. Y ella lo sabía.

La melodía terminó y vinieron mu-chos aplausos, sus padres rieron con-tentos, fascinados, seguidos por to-dos los niños. Hasta el bebé reía fe-liz. Abrazando a la pequeña, su pa-dre exclamó: “¡Qué maravillosa voz! Jeannette, hija mía, ¡un día tú canta-rás en París!”

Nadie creería que la predicción paterna iba a cumplirse de veras, pe-ro… de modo muy distinto a como se lo imaginaban.

* * *Los años pasaron y la brisa de la

fortuna llevó al auge el dorado pe-ríodo de la Belle Époque. ¡Cuántos inventos nuevos! Aeroplanos, fonó-grafos y teléfonos eran el encanto de esa generación. Las dos herma-nas crecieron y cada una hizo su vi-

da. Sin embargo, las que antes eran tan unidas siguieron rumbos muy di-ferentes. La cristalina voz de Jean-nette la llevó, en efecto, al brillan-te mundo del arte; Anne, en cambio, sintiendo en su corazón la vocación religiosa, vistió el austero hábito de las Clarisas.

Desde entonces Jeannette comen-zó a sentir algo de menosprecio por su hermana, creyendo que desperdi-ciaba su vida en un lugar triste y abu-rrido. ¡Ella se sentía tan astuta! Avan-zaba rápidamente en la ruta de la fa-ma, de la riqueza y del placer. Ha-bía cantado en los mejores palcos de Blois, después llegó a Orleáns, don-de brilló durante dos años, y ahora… ¡París! Sí, su nombre era cada vez más famoso, y cuando se presentaba, un público entusiasta llenaba los tea-tros.

Cierta tarde, entrando al cuarto de hotel donde se hospedaba duran-te una gira, repleto de flores envia-das por sus admiradores, encontró a su amiga y también cantante, Amélie,

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 47

curioseando una enorme pila de car-tas sobre su mesa.

–¡Dios mío, Jeannette! ¡Cuántas cartas de admiradores! Mira, ésta vi-no de Nantes… Ah, y esta otra tiene perfume. Fíjate, aquí tienes una invi-tación a la fiesta en el palacio de la Condesa Du Mont Marsan, ¡qué ele-gante, Jeannette! Pero… ¿estás escu-chando lo que te digo?

–No me fastidies, Amélie. Todas esas cartas están llenas de basura. Esos supuestos admiradores no son otra cosa que galanes indecentes. Y la tal condesa no me invita por amis-tad; quiere que vaya solamente a em-bellecer su fiesta. Soy como una lám-para encendida en el salón, ¿me en-tiendes? Sólo una lámpara, nada más…

–Pero Jeannette…En ese mismo momento Monsieur

Antoine, su empresario, entró eufóri-co y tropezando con las flores.

–¡Jeannette, Jeannette, lo logra-mos!

Las dos jóvenes lo contemplaban con sorpresa, y él prosiguió:

–¡La Ópera de París, Jeannette! ¡Te presentarás en la Ópera el vera-no próximo! Ya está todo a punto, el contrato valdrá millones y será la ci-ma de tu carrera. ¡Somos ricos!

Él y Amélie se abrazaron entre carcajadas, pero Jeannette ya no sen-tía alegría en su interior. No eran ri-sas sinceras. Sabía muy bien que Mr. Antoine y Amélie la consideraban una gran inversión, y que sólo esta-rían con ella mientras su carrera fue-ra ascendente.

Una vez que ambos abandonaron su habitación, ella se acercó a la ven-tana, profundamente pensativa. Sin-tió de pronto una viva añoranza de sus padres, a los que no veía desde hacía dos años. Y a su hermana mu-cho tiempo más. La rutilante carre-ra artística la había hecho rica y fa-mosa, pero le había robado su fami-lia como también sus antiguas y ver-daderas amistades. ¡Cuánta nostal-gia de las risas de infancia mientras

jugaba entre los ár-boles! La carcaja-da falsa y frívola de las gentes de so-ciedad, en las lujo-sas fiestas que aho-ra frecuentaba, no se podía comparar con aquellas anti-guas y sinceras ri-sas de sus tiempos de niña. Gruesas lágrimas cayeron sobre el marco de la ventana mien-tras la célebre can-tante lamentaba el vacío de su lumino-sa fama.

En esto llegó un ruido a sus oídos. Eran voces y risas femeninas. Miró hacia abajo y per-cibió un jardín a cierta distancia, donde un grupo de monjas conver-saban y reían en su hora de recreo. Recordó que el fondo del hotel da-ba al jardín de un convento de reli-giosas. Prestó atención y reconoció, maravillada, la voz de su propia her-mana. Sí, no cabía duda, ¡era la mis-ma Anne! Sabía que la habían trans-ferido unas pocas veces de un mo-nasterio a otro, pero en su desinte-rés al respecto, no tenía idea de que ahora estaba en París.

Fascinada, clavó sus ojos en el rostro de su hermana a la distan-cia. Parecía tan joven, tan feliz… Y al escuchar las risas cristalinas de las clarisas sintió una punzada en su corazón. Eran las mismas risas fran-cas, inocentes y sinceras que no es-cuchaba desde la niñez. ¡Qué risas tan alegres!

Todo se volvió claro de un mo-mento a otro: Anne había elegido el mejor camino. Tenía buenas compa-ñeras que realmente la querían y res-

petaban, su vida buscaba una finali-dad seria, mientras que ella, Jeannet-te, tenía vacíos su entorno y su propio interior. Pero la juvenil cantante ha-bía sido siempre una persona de de-cisiones firmes, y en ese preciso mo-mento tomó la decisión más impor-tante de su vida.

Algunas semanas más tarde, en medio del escándalo de la sociedad parisina, la famosa Jeannette cance-laba sus presentaciones en la Ópe-ra. Poco después, en una sencilla ce-remonia ante la presencia de sus pa-dres y de su hermana, radiantes de dicha, la ex cantante fue admitida co-mo novicia en un monasterio de cla-risas. Cuando se abrazaron antes de entrar en la clausura, rieron dulce-mente otra vez.

Jeannette había recuperado la inocencia y la alegría perdidas de la infancia.

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“Miró hacia abajo y percibió un jardín a cierta distancia, donde un grupo de monjas

conversaban y reían en su hora de recreo”

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Los santos de cada día ________________________ septiembre

48 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

1. Beata Juliana de Collálto, aba-desa († 1262). Siendo muy joven se hizo benedictina. Fundó el Monas-terio de San Blás, en Venecia. Profe-saba una particular devoción al Niño Jesús y se destacó por su obediencia a la Regla.

2. San Agrícola, obispo († 700). Al cabo de dieciséis años de vida mona-cal fue nombrado obispo de Avignon. Muy dedicado a la predicación, se es-forzó por asistir y defender a los más necesitados.

3. San Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia († 604).

San Juan Pak Hu-Jae y compañe-ros, mártires († 1839). Condenados por los tribunales coreanos por con-fesar ardorosamente la fe católica. Después de innumerables torturas, fueron decapitados en la Puerta Oes-te de Seúl.

4. Santa Irmengarda (Irma), vir-gen († 1085). Condesa de Süchteln, Alemania, se hizo ermitaña y volcó su patrimonio a la construcción de mu-chas iglesias.

5. Beato Juan de Siponto, abad († XII). Fundó en Dalmacia el Mo-nasterio de San Miguel. Adoptó las costumbres propias de los seguidores de San Juan de Matera: vida comu-nitaria con muchos aspectos de vida eremítica.

6. Santos Donaciano, Presidio, Mansueto, Germano, Fúsculo y Le-to, obispos († s. V). Con el propósito de implantar el arrianismo, Huneri-co, rey de los vándalos, los reunió en Cartago. Leto fue martirizado y los demás exiliados por defender la doc-trina verdadera.

7. Beatos Randulfo Corby y Juan Duckett, presbíteros y mártires

(† 1644). Condenados a la horca en Inglaterra durante el reinado de Car-los I. Randulfo fue arrestado durante la celebración de la misa y Juan cuan-do bautizaba a unos niños.

8. Natividad de la Virgen María.San Isaac, obispo († 438). Tradujo

al armenio los libros litúrgicos, bue-na parte de la Biblia y muchos otros escritos católicos. Contribuyó cuanto pudo a la cultura, espiritualidad y or-todoxia de su pueblo.

9. San Pedro Claver, presbítero († 1654).

Santa María de la Cabeza, madre de familia († s. XII). Esposa de san Isidro Labrador, patrono de Madrid. Modelo de esposa y madre, sobre to-do por su piedad y paciencia .

10. San Nemesio, mártir († 251). Denunciado como cristiano ante el

emperador Emiliano, fue torturado y quemado.

11. San Panfucio, obispo y confe-sor († s. IV). Sobrevivió a las tortu-ras durante las persecuciones de Ga-lerio Máximo. En el Concilio de Ni-cea defendió heroicamente la divini-dad de Cristo contra la herejía arria-na.

12. Santísimo Nombre de María.San Francisco Ch’oe Kyong-Hwan,

catequista y mártir († 1839). Defen-dió a los católicos y los alentó al mar-tirio durante las persecuciones reli-giosas en Corea. Fue arrestado, tor-turado y muerto.

14. Exaltación de la Santa Cruz.San Materno, obispo († s. IV). Fue

el primero en gobernar la arquidióce-sis de Colonia (Alemania).

15. Nuestra Señora de los Dolo-res.

Beato Rolando de Médicis, ermi-taño († 1386). Vivió en un bosque en donde observó estrictamente, duran-te veintiséis años, una vida extrema-damente austera.

16. Santos Cornelio (Papa, † 253) y Cipriano (obispo, † 258), mártires.

Santa Edith, virgen († 984). Edu-cada en el monasterio de Wilton, In-glaterra, donde decidió abrazar la vi-da religiosa. Se destacó por su humil-dad y abnegación, llegando a rehusar varias veces el cargo de abadesa.

17. San Roberto Belarmino, obis-po y doctor de la Iglesia († 1621).

Santa Columba, virgen y mártir († 853). Se dedicó al estudio de la Sa-grada Escritura. Durante las persecu-ciones de Mohamed I fue decapita-da, y su cuerpo arrojado a las aguas del Guadalquivir.

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Santa Columba Museo del Prado, Madrid

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 49

18. Beatos Fernando García Sen-dra y José García Mas, presbíteros y mártires († 1936). Presos y ejecutados durante la Guerra Civil Española.

19. San Junuario, obispo y mártir († 305).

Santa María Emilia de Rodat, fundadora († 1852). Fundó en Vile-franche, Francia, la Congregación de la Sagrada Familia para formación de la juventud. Era una gran devota de la Santa Misa y del Vía Crucis. Com-batió el espíritu jansenista que, bajo aires de humildad, predicaba la esca-sa frecuencia a los sacramentos.

20. Santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, mártires corea-nos († 1846).

San José María de Yermo y Pa-rres, presbítero y fundador († 1904). Cuidó a los necesitados con energía y abnegación, haciéndose conocido en México como “el gigante de la cari-dad”. Fundó la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Je-sús y de los Pobres.

21. San Mateo, apóstol y evange-lista.

San Quadrato († s. II). Discípulo de los Apóstoles y primer apologista.

22. Beata María de la Purificación Vidal Pastor, virgen y mártir († 1936). Católica fervorosa, se destacaba por el cuidado a los enfermos y presencia constante en las ceremonias religio-sas. Durante las persecuciones de la Guerra Civil Española fue arrestada en el camino de Corbera, Valencia, y sepultada cuando agonizaba.

23. San Pío de Pietrelcina, presbí-tero († 1968).

Beata Elen Duglioli, viuda († 782). Nacida en Bolonia, Italia, en su ju-ventud quiso consagrarse al Señor, pero la oposición familiar la llevó a

contraer matrimonio. A la muerte de su marido se dedicó a las obras de ca-ridad.

24. Nuestra Señora de la Merced.Beatos Guillermo Spencer y Ro-

berto Hardesty, mártires († 1589). Por confesar la verdadera religión fueron ahorcados y descuartizados durante el reinado de Isabel I de Inglaterra.

25. San Anacario de Auxèrre, obis-po († 605). Hermano de santa Aus-tregilda. En su diócesis cuidó mucho la disciplina litúrgica y canónica.

26. Santos Cosme y Damián, már-tires († 303).

San Gedeón, juez de Israel. De la tribu de Manasés, liberó al pueblo elegido de manos de los madianitas.

27. San Vicente de Paúl, presbíte-ro y fundador († 1660).

Santos Adolfo y Juan, mártires († 824). Hijos de un musulmán y una cristiana. Ante su negativa de rene-gar de su fe, fueron martirizados en Córdoba durante el reinado de Ab-derramán II.

28. San Wenceslao, már-tir († 929).

San Lorenzo Ruiz y 15 compañeros, márti-res († 1637).

Santa Leoba, virgen († 782). Los ruegos de su pariente san Bonifacio, apóstol de Alemania, la hi-cieron ir en su mismo rum-bo, volviéndose la supervi-sora de todos los conventos de la región.

29. Santos Miguel, Gabriel y Ra-fael arcángeles.

San Renato Goupil, mártir († 1642). Ayudante de las misiones jesuíticas en Canadá. Apresado y muerto por los iroqueses cuando se percataron que enseñaba a los niños la señal de la cruz.

30. San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia († 420).

San Honorio de Canterbury, obis-po († 653). Designado misionero de Inglaterra por san Gregorio Magno, sucedió a san Justo en la arquidióce-sis de Canterbury.

San Pío de Pietrelcina Iglesia de Santa Margarita María

Toronto (Canadá)

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LVictor Hugo Toniolo

Castillo de Sant’AngeloCastelo de Sant’Angelo

50 Heraldos del Evangelio · Agosto 2007

La Providencia había reservado un elevado destino a este edificio. El antiguo mausoleo del emperador llegaría a convertirse en pedestal para el Príncipe de la Milicia Celestial.

a gran expansión de la Antigua Roma hi-zo de sus empera-dores los dueños del mundo. En semejante

situación, era difícil que no se deja-ran llevar por la soberbia y, aspiran-do a la veneración de sus súbditos, se atribuyeron a sí mismos prerrogati-vas divinas.

El culto a la memoria de los ante-pasados era parte de la religión ro-mana. Cuando algún personaje te-nía dudas acerca de su estatura mo-ral, buscaba algún pretexto para que su memoria fuera venerada después de muerto.

Así lo hizo Adriano, empera-dor del siglo segundo: ordenó cons-truir su propio mausoleo, mas co-

mo monumento que lo inmortaliza-ra que como sitio de descanso pa-ra sus restos mortales. Eligió como asentamiento una gran pradera jun-to al río Tíber, cerca de la Colina Va-ticana. Ahí levantó un edificio circu-lar de enormes dimensiones, con lí-neas sobrias y enérgicas, símbolo de su dominación sobre todas las na-ciones.

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Agosto 2007 · Heraldos del Evangelio 51

A la muerte de Adriano, las ce-nizas de otros emperadores fue-ron sepultadas también en ese lu-gar, siendo Caracalla el último en-tre éstos.

Pero la Providencia había reser-vado un destino mucho más alto pa-ra aquel edificio.

El año 590 una peste terrible azo-tó la Ciudad Eterna, y el mismo Pa-pa Pelagio II fue una de sus víctimas. Delante de tan pavoroso flagelo, su sucesor, san Gregorio Magno, inclu-so antes de ser coronado como Pa-pa, determinó que una procesión de

tres días recorriera las calles de Ro-ma, suplicando a Dios que la librara de tan grande mal.

El propio desfile procesional ofre-cía un espectáculo desolador, ya que algunos de sus participantes caían muertos, víctimas de la peste, duran-te los himnos y oraciones. Pero el Pa-pa permanecía firme y confiado a la cabeza de la procesión. Y así fue co-mo un fenómeno imprevisible hizo enmudecer las letanías.

Cuando la cabeza de la proce-sión empezaba a atravesar el puen-te que se extendía frente al mausoleo

de Adriano, apareció en el cielo, sus-pendido sobre el edificio, el Arcángel San Miguel. Ante el pasmo general y la mirada maravillada del Papa, el Serafín envainó su espada de fuego, significando con ello que Dios había suspendido el castigo y que la peste había terminado.

El mausoleo del emperador se transformaba en pedestal del Prínci-pe de la Milicia Celestial. Nunca más el pueblo fue capaz de referirse al edificio con su antiguo nombre: pa-só a llamarse Castelo Sant’Angelo, la Fortaleza del Ángel Santo.

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“Asunción de la Virgen” Iglesia Trinità dei Monti, Roma

h Virgen bienaventurada, que no se hable más de tu misericordia

si hay acaso un solo hombre que, habiendo rogado ti en sus penas, recuerde haberos encontrado insensible a su petición. Siempre exaltaremos

tus virtudes, pero por sobre todas apreciamos la misericordia, ya que somos miserables y pecadores. A tu misericordia, tan dulce para los desdichados, le dirigimos nuestras oraciones fervorosas.

(Colección de Oraciones de la Condesa de Flavigny)