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cD rr f- 0 w a EL OSARIO DE DIOS El osario de Dios es el cajón del Unare. De eso viene escribiendo Alfredo Armas Alfonzo desde el año 49, y todo parece volcarlo en este libro singular. Veinte años de amorosa cacera, de empecinado acoso a contrapelo del tiempo para repoblar lo que guerras, hambres y epidemias dejaron en puros huesos que aventó la ciudad. En los años en que al decir de Uslar Pietri pasábamos de una a otra Venezuela, de la magra siembra al despilfarro petrolero, de la sed al espejismo, este venezolano empecinado emprendía el viaje inverso y regresaba a la tierra a sostener la esperanza de los que quedaron y a suscitar la memoria como alimento entrañable para crecer desde dentro, para reconocernos y poder elegir más allá del objeto que brilla y las conveniencias del vendedor. Sus libros son lastre para no andarnos por las nubes a merced del viento. Son libros para morder y chupar, como aquél del Apocalipsis: "cógelo y cómetelo; te amargará las entrañas". Podemos referirnos a Cien máuseres, ninguna muerte y una sola amapola, que en 1975 editó la UCV o a Agosto y otros difuntos, la selección que publicó en 1972 Monte Avila o a La parada de Maimós, también de Monte Avila y de 1968; pero vamos a centrarnos en El osario de Dios con ocasión de su anunciada edición por Monte Avila —la edición original de 1969 es casi clandestina— y porque hasta ahora nos parece la cristalización más perfecta de su arte. Esta caracterización puede resultar paradójica pues reconocidamente Armas Alfonzo no ha demostrado hasta ahora capacidad para estructurar una novela y precisamente este libro parecería alcanzar el grado extremo de desarticulación. 158 episodios meramente yuxtapuestos ¿componen una figura? Clarines maestros y alumnos, no se ha hecho pre- sente en un proyecto de Ley que consagra su participación pero solamente a nivel de principios. 4) A pesar de que la Ley introduce elementos que benefician a la clase traba- jadora,las organizaciones que representan a esta clase, prescindiendo de su signo po- lítico, no se han manifestado en torno al Proyecto de Ley. b) Ausencia de temas Desde nuestro punto de vista y sin ninguna pretensión de agotar el universo temático, queremos destacar la ausencia de ciertos temas: 1) Está ausente en la opinión na- cional la confrontación en torno a la fina- li dad de la Ley: ¿Qué educación verdade- ramente reclama el país, de acuerdo a sus necesidades? ¿Cómo se concibe ese instru- mento legal que es una Ley de Educación? 2) Está ausente del debate, con alguna rara excepción personal, el análisis de la factibilidad de la Ley, desde el pun- to de vista económico, técnico y humano. No basta la sola consagración de la obligatoriedad de la educación básica de nueve años. No basta el exigir el nivel su- perior para el ejercicio de la función do- cente. No basta consagrar la igualdad de todos en el disfrute de un servicio. No bastan, en general, bellos principios decla- rativos si no se instrumenta su implemen- tación. Se debían de haber discutido a nivel nacional las metas concretas que se espe- raban alcanzar y los recursos humanos, técnicos y económicos necesarios para al- canzarlos efectivamente. 3) Apenas se ha discutido superfi- cialmente el tema de la tensión entre la supervisión fiscalizadora del estado y la creatividad de los grupos sociales. Un es- tado burocrático y fiscalizador, como el contemplado, puede ahogar cualquier ini- ciativa. 4) Está ausente el problema de las contradicciones internas del mismo pro- yecto, como el principio de la regionaliza- ción frente al tremendo centralismo que supone el sistema real que se esconde de- trás de la ley, el principio de flexibilidad frente a la rigídez y fiscalización de los as- pectos más mínimos del proceso educati- vo, el carácter nuevamente declarativo de algunos principios fundamentales y el ex- cesivo detallismo de las reivindicaciones gremiales. Hemos querido con este artículo pulsar cuál ha sido la respuesta nacional frente al Proyecto de Ley, recorriendo los comentarios que hasta el momento de la redacción de estas líneas han aparecido en la prensa. En oportunidades sucesivas tra- taremos de desarrollar más detaiiadamen- te aspectos particulares de la Ley que consideramos de importancia. 416

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EL OSARIO DE DIOSEl osario de Dios es el cajón del Unare. De eso viene escribiendo Alfredo Armas

Alfonzo desde el año 49, y todo parece volcarlo en este libro singular. Veinte añosde amorosa cacera, de empecinado acoso a contrapelo del tiempo para repoblar

lo que guerras, hambres y epidemias dejaron en puros huesos que aventó la ciudad.En los años en que al decir de Uslar Pietri pasábamos de una a otra Venezuela, dela magra siembra al despilfarro petrolero, de la sed al espejismo, este venezolano

empecinado emprendía el viaje inverso y regresaba a la tierra a sostener la esperanzade los que quedaron y a suscitar la memoria como alimento entrañable para crecer

desde dentro, para reconocernos y poder elegir más allá del objeto que brilla ylas conveniencias del vendedor. Sus libros son lastre para no andarnos por las nubesa merced del viento. Son libros para morder y chupar, como aquél del Apocalipsis:

"cógelo y cómetelo; te amargará las entrañas".Podemos referirnos a Cien máuseres, ninguna muerte y una sola amapola,

que en 1975 editó la UCV o a Agosto y otros difuntos, la selección que publicó en1972 Monte Avila o a La parada de Maimós, también de Monte Avila y de 1968;

pero vamos a centrarnos en El osario de Dios con ocasión de su anunciada ediciónpor Monte Avila —la edición original de 1969 es casi clandestina— y porque hasta

ahora nos parece la cristalización más perfecta de su arte. Esta caracterizaciónpuede resultar paradójica pues reconocidamente Armas Alfonzo no ha demostrado

hasta ahora capacidad para estructurar una novela y precisamente este libroparecería alcanzar el grado extremo de desarticulación. 158 episodios meramente

yuxtapuestos ¿componen una figura?

Clarines

maestros y alumnos, no se ha hecho pre-sente en un proyecto de Ley que consagrasu participación pero solamente a nivel deprincipios.

4) A pesar de que la Ley introduceelementos que benefician a la clase traba-jadora,las organizaciones que representana esta clase, prescindiendo de su signo po-lítico, no se han manifestado en torno alProyecto de Ley.

b) Ausencia de temasDesde nuestro punto de vista y sin

ninguna pretensión de agotar el universotemático, queremos destacar la ausenciade ciertos temas:

1) Está ausente en la opinión na-cional la confrontación en torno a la fina-lidad de la Ley: ¿Qué educación verdade-ramente reclama el país, de acuerdo a susnecesidades? ¿Cómo se concibe ese instru-mento legal que es una Ley de Educación?

2) Está ausente del debate, conalguna rara excepción personal, el análisisde la factibilidad de la Ley, desde el pun-to de vista económico, técnico y humano.

No basta la sola consagración de laobligatoriedad de la educación básica denueve años. No basta el exigir el nivel su-perior para el ejercicio de la función do-cente. No basta consagrar la igualdad detodos en el disfrute de un servicio. Nobastan, en general, bellos principios decla-rativos si no se instrumenta su implemen-tación.

Se debían de haber discutido a nivelnacional las metas concretas que se espe-raban alcanzar y los recursos humanos,técnicos y económicos necesarios para al-canzarlos efectivamente.

3) Apenas se ha discutido superfi-cialmente el tema de la tensión entre lasupervisión fiscalizadora del estado y lacreatividad de los grupos sociales. Un es-tado burocrático y fiscalizador, como elcontemplado, puede ahogar cualquier ini-ciativa.

4) Está ausente el problema de lascontradicciones internas del mismo pro-yecto, como el principio de la regionaliza-ción frente al tremendo centralismo quesupone el sistema real que se esconde de-trás de la ley, el principio de flexibilidadfrente a la rigídez y fiscalización de los as-pectos más mínimos del proceso educati-vo, el carácter nuevamente declarativo dealgunos principios fundamentales y el ex-cesivo detallismo de las reivindicacionesgremiales.

Hemos querido con este artículopulsar cuál ha sido la respuesta nacionalfrente al Proyecto de Ley, recorriendo loscomentarios que hasta el momento de laredacción de estas líneas han aparecido enla prensa. En oportunidades sucesivas tra-taremos de desarrollar más detaiiadamen-te aspectos particulares de la Ley queconsideramos de importancia.

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EL FRAGMENTO COMOFORMA

Y ciertamente una pri-mera característica que llamala atención es la falta de unaestructuración en cl sentidotradicional: uno o varios suce-sos memorables cuyo planteo,desarrollo y resolución forma-rían la espina dorsal de laobra. Frente a eso aparecenpersonajes, episodios presen-tados sucinta, sintéticamente;flashes que brillan un instanteante nuestros ojos y son susti-tuídos por otros. ¿Qué signi-fica esa sucesión de instantá-neas? ¿componen un conjun-to?

Una segunda característicaes que cada episodio tampocose desarrolla, tampoco es unpequeño cuento en el sentidotradicional. Dice no más debruces lo que tiene que deciro divaga como distraídoamontonando digresiones yuno lee como quien remueveescombros y de repente des-cubre el tesoro o presenta aun tipo —algunos rasgos— y alfinal lo desdice o le pone otracara o ninguna. Sería comoun pintor que rehuye lacomposición y la perspectiva.

Una tercera característicasería que su escritura aparen-temente suprime toda conno-tación. Sólo, decir la cosa, po-nerla ahí. Las escenas apare-cerían mondas y lirondas, na-da de intenciones, causas,efectos, suposiciones y mu-cho menos consideraciones.Sólo cosas que pasan. Lasmuertes suceden tan natural-mente como los inviernos, los

aparecidos como las floracio-nes, los asaltos como el palu-dismo.

Estas tres característicasno atomizan sin embargo lanarración, no la diluyen. Suefecto sería más bien la trans-parencia del contenido. El ar-tificio literario pareciera noexistir como tal. La palabrano se dice ante todo a símisma sino que pone al mun-do. Uno tiene conciencia deinmediatez con lo relatado. Ypor eso pareciera una frivoli-dad preguntar por la literatu-ra. Como que lo pertinentesería seguir hablando de la re-gión del Unare.

Y sin embargo esta regiónya casi no existe. Casi todo lonarrado es difunto. Todoaquel mundo, esa gente, lascostumbres, aquel tiempo yapasó.

Y entonces es cuando nospercatamos del narrador, eseque escuchó, ese pequeñopersonaje que a veces dice yo,nosotros, mi tía, mi abuelo eloficial de Zamora, la que eranuestra vecina, ese muchachoque enterraba animalitos que-ridos o que suspendía en ma-temáticas por estar pensandoen cosas. Ese muchachito esel que de mayor ha puestocarne fresca y tendones y ojosvivos y semen y hasta cansan-cio y dolor a todos esos hue-sos pelados y viejos; y esemundo vuelve a vivir ante no-sotros creado por su palabra.

Y como el autor es el crea-dor, como su palabra es crea-dora, por eso da vida libre asus seres; la palabra no los re-

cubre ni los glosa ni los re-prende ni los desprecia ni losalaba. Da a cada uno la vidaque le corresponde según suespecie y condición.

Y como viven de la pala-bra, la palabra no es la parti-cular y privada del autor, esla de la tierra. La que los fí-sicos dicen que nunca muerey que sigue sonando porquecada vibración es distinta ycada voz tiene su onda y tam-bién la tiene cada pueblo ycada tiempo. Armas Alfonzoes el que de tanto escuchar lasvoces de su tierra ya no lasdistingue de su propia voz. Lamáxima objetivación de laspalabras sólo locales, es tam-bién la máxima personaliza-ción del autor. Si la personaes la convergencia de las rela-ciones que entabla.

El momento del proceso—que nos sirve para entrartambién nosotros en él— esaquél en que el narrador tra-ta de ajustar su lente o tanteadiversas denominaciones paranombrar con absoluta propie-dad lo que ve, para dar con lapalabra genuina, la que esta-ba allí esperando, o más fre-cuentemente aún el momentoen que el autor registra loscambios que hubo desde eltiempo de la visión al de la es-critura. Y entonces sentimosque la escritura de Armas Al-fonzo es remar contra el tiem-po movido por un amor quees capaz de ganar la orilla dela muerte para resucitar todoun mundo.

"Del amor y de las rosas/no han de quedar sino los

nombres" dicen los versosjuanramonianos que encabe-zan la novela. No significaaquí la preferencia de la lite-ratura sobre la vida, pues laletra no es el modo de eludirla temporalidad construyendoel mundo inmaterial del libro.Los nombres son aquí palabraen el tiempo, lábil y perece-dora, pero también verbocreador capaz de resucitar elmundo amado con sufrimien-to.

LA FORMA DE LAPOBREZA

Hemos hablado del desnu-damiento como esencializa-ción, como transparencia. Larazón de fondo habría quebuscarla en lo que es el am-biente de la novela, su deter-minación fundamental: la pe-nuria vital. No es que sea sinmás la lucha desigual delhombre contra una naturalezaprepotente e inhóspita que leasesta golpe tras golpe y leobliga al repliegue constante.Es mucho más aún una vidasocial descoyuntada, un pactosocial precario porque estuvomal concebido. Hay como enFaulkner, en Rulfo o en One-tti algo así como un pecadooriginal, casi olvidado peroactuante. No existe como enellos el sentido de culpa, perosí la carga del sinsentido. Unavida social errátil, extraviada.

Como en ciertos libros dela Biblia, es perceptible esenaturalismo que parece faltade piedad y que brota de unaprecariedad en que son impo-sibles los afeites, en que todo

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se recarga, se afila, se empo-za y descarga brutalmente. Eneste ambiente nadie pide nibusca una explicación. Nadieespera que las cosas sucedancon algún sentido que habríaque descifrar. Todo sucedeporque sí, porque le llegó eltiempo o porque a alguien sele ocurrió y lo hizo. Es que deestas vidas casi sin costumbres—la penuria no da para tantoy las repeticiones son apenasde calamidades— no puedennacer conceptos reguladoresni ideas generales. Sólo la sedy la herida, obsesiones y unadignidad sin cauces.

FE DE VIDA

El intermitente estallidode la guerra sería una de lascausas más patentes de estamiseria, pero sobre todo seríala manifestación más terriblede este pacto social insolitario.Pero más que un análisis delas causas del estado endémi-co de guerra, más que un es-tudio del proceso de las gue-rras y de cómo han afectado alos combatientes y a toda lasociedad el propósito de Ar-mas Alfonzo es recordar lavida que hubo, aun en mediode esa matazón. Paradójica-mente no es una crónica sobrecómo nos hemos matado losvenezolanos, no es la macabracelebración del triunfo de lamuerte; es por el contrario elrecuerdo de aquellas vidas, elrescate de aquellas existenciasque nos han parido.

En un ambiente de penuriala vida es magra como la tie-

rra y por eso los hombres seagarran a ella y como no llegapara todos se pelean inventan-do aspavientos para morir condignidad y no como perroshambrientos que disputanuna triste presa.

O para uno pelear se apar-tan por esos montes. O se fa-brican quimeras hasta que laviolencia queda atrapada enlas mallas de la imaginación oes el propio cazador la presade la trampa que urdió parasalvarse.

IMAGINACION YVIOLENCIA

Se nos habla, pues, de laimaginación, es decir delmundo interior que se crea elhombre no sólo para forjarinstrumentos y estrategias pa-ra dominar la naturaleza sinopara defenderse de sí y de losdemás; para, como Ofeo, dis-traer y amansar a las fieras.La cultura como un conjuro.A veces se plasma en la suavepenumbra florida de algunospatios o en la atmósfera in-móvil de algunas piezas sinedad habitadas por criaturascasi impalpables. Abuelas,tías, jóvenes pálidas, baúles,retratos, pájaros, flores y fru-tas que maduran en los árbo-les de la casa: tesoros de la in-fancia. La cultura como con-juro toma también la formade las visiones fantásticas, delas premoniciones, de las con-sejas, de los rituales mágicos.El miedo común se echa afue-ra, se manda al otro mundo yasí lo confinan en formas, lu-

gares y tiempos y se defien-den solidariamente de él. Y lanecesidad de una armonía en-tre felicidad y bondad, la ne-cesidad más elemental de undescanso lleva a la creación deaquel cielo de Clarines, pobretambién y no exento de traba-jos, pero donde la vida triunfapor fin y reinan sin disputalas ocupaciones familiares yqueridas y las plácidas costum-bres. Pero también está laimaginación que ante circuns-tancias desesperadas sólo co-mo locura puede salvar de ladestrucción.

El sexo sería tal vez el es-pacio más significativo dondetiene lugar la pelea de loshombres para canalizar crea-doramente las necesidades pe-rentorias y los deseos que loshabitan. Aquí se patentiza laviolencia, el espolio, los des-encuentros, los extravíos ytambién la necesidad que apesar de todo se abre cauces,la nuturalidad, el juego, la no-bleza. Pero como nota central,la posesión que ni se razonani se discute y que se defien-de con el arma mortal, si setiene.

CUAL HISTORIA DEVENEZUELA

Al contacto con libros asíaparece la vaciedad insulsa detanta historia oficial en la quetodo está claro porque se re-nuncia al conocimiento; el hi-lo de la historia fluye sin tro-piezo porque no entra ni unavez en el cañamazo de las his-torias del pueblo; una mirada

exterior, retórica recubre to-do como la espuma, sin peso,sin incidencia real.

Esta voz absolutamente in-terior a sus historias descalifi-ca con su prestancia tanto in-vento sin entraña, y entoncesaparece el desamparo radicalde nuestra historia. No haymodo de armonizar estas pa-labras para que den un acor-de. No hay sentido. El discur-so se quiebra. Es imposible lalógica, es impostura. Diría-mos que la historia de estosaños no da para un libro en elsentido tradicional de la his-toria. Escribirlo así sería me-terla en un código en que nocabe. Pero lo paradójico esque al meternos en este mun-do como sin sentido tenemosla sensación de que es convin-cente, de que es así, de queestamos comprendiendo.

Se podrá disertar sutil yconcatenadamente sobre elpor qué de estas vidas rotas.Será necesario establecer hi-pótesis sobre la falta de ima-gen y de secuencia. Pero nadade eso suplirá esta monotoníade los fragmentos despedaza-dos. Más aún, un discurso cul-to autosuficiente en el que lahistoria sólo fuera la materiasobre la que se ejercita seríaun discurso castrado, incapazde comprender. El pálpito vi-vo de estos muñones queri-dos, de este polvo enamora-do condenan cualquier dis-curso que no sea sembrarse enla misma sangre para morir desed o florecer al fin o comosuele suceder morir haciendocamino.

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