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8/19/2019 El Anarquismo y El Movimiento Obrero en Argentina - Iaacov Oved
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ANARQUISMOy el MOVIMIENTO OBRERO
en argentina iaacov oved
SIGLO VEINTIUNO AMERICA NUESTRA
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COLECCION AMERICA NUESTRA
♦ caminos de liberación
AMÉRICA NUESTRA es una nueva colección que Siglo XXI proyecta como una expresión coherente del examen de la realidad que nuestros países viven desde siglos tierra colonizada que no logra liberarse. Queremos difundir, con sistema, textos que exhiban tanto la grandeza de las culturas destruidas por la Conquista como los testimonios de la lucha por la liberación que llega hasta nuestros días y que tiene expresión en la obra y las ideas de los hombres que las orientan. Nada mejor para definir esa intención que las palabras que escribió José Martí: "...la historia de América, de los incas acá, ha de ensenarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra, nos es más necesaria... Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras repúblicas..."
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por
SIGLO VEINTIUNO AMERICA n u e s t r a
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edición al cuidado de jorge tula   portada de anhelo hernández
primera edición, 1978 
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méx ico printed and made in mexico
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I. E L TRASFONDO Y LOS PRIM ERO S PASOS
Brotes, 19; Argentina de 1880-1914. Política, economía, sociedad, 21; 
La gran inmigración a la Argentina, 30; Malatesta y los anarquis tas de la década de 1890, 35; Disgregamiento y organización a fines  de la década de 1880, 40; El periódico El Perseguido,  su rumbo  ideológico y sus grupos, 42; Grupos anarquistas y sus publicacio nes, 44; Anarco-comunistas y anarco-socialistas a comienzos de la  década de 1890, 46; Los socialistas en la Argentina y sus relaciones  con los anarquistas, 51; Inclinaciones terroristas entre los anarquis tas, 54; La oposición al terror entre los anarquistas, 59; Huelgas  obreras de 1895-1896, 61; Los anarquistas y la agitación obrera de  
1895-1896, 62
I I. E L VUELCO DE LOS ANARQUISTAS HA CIA LA INTERVENCIÓN EN
LOS SINDICATOS OBREROS (J U N I O DE 1 8 9 7 - J U N I O DE 1 8 9 9 )
La Protesta Humana,  66; Grupos anarquistas en 1897, 72; La Pro- testa Humana  y los problemas obreros, 76; Los anarco-individualis-   tas, 78; Las relaciones entre anarquistas y socialistas, 84; Pietro Gori  en la Argentina, 88; Él Rebelde  y sus círculos, 93; Los grupos anar
co-socialistas, 99; Otros grupos anarquistas y sus actividades, 104;  Los anarquistas y los sindicatos obreros, 106; El terror individual   de los anarquistas en Europa y sus ecos en la Argentina, 110; El  proyecto de ley de M. Cané, 116
III. PENETRACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LOS ANARQUISTAS EN LOS
SINDICATOS OBREROS (J UNIO DE 1899- M A Y O DE 1 9 0 1 )
Apremios y desocupación entre los obreros, 119; Agravamiento de  los conflictos laborales (1900), 124; Las condiciones de vida de los   trabajadores (1901), 127; Huelgas obreras (1901), 131; Organización   sindical y tendencias federativas, 134; Los grupos anarquistas y su  actividad, 136; Militantes y propagandistas descollantes del anar quismo. 139; El congreso anarquista internacional en París; prepa rativos y polémica, 143; La discusión entre “organizadores” y "anti-   organizadores” y la contribución de Pellicer Paraire, 148; La acti vidad anarquista en los sindicatos obreros, 157; Relaciones entre   anarquistas y socialistas, 160; El primer congreso de la FOA, 163
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IV. SURGIMIENTO DE LA HEGEMONÍA ANARQUISTA EN LA FOA
( m a y o d e 1 9 0 1 -a b r i l   d e 1 9 0 2 ) 1 7 4
Discusiones entre los anarquistas, a raíz del congreso de la FOA, 174;  Fortalecimiento de la posición anarquista en los sindicatos obreros, 176; Las grandes huelgas. La primera victima entre los trabajado res, 178; Cambio de actitud de los sindicatos socialistas hacia la  f o a , 182; La actividad anarquista en 1901, 185; Cambios en la rela ción hacia los anarquistas, 188; Resquemores y miedo por la vio lencia anarquista, 192; La actitud anarquista hacia el terror y la  violencia en las luchas sociales, 196; Conflictos laborales en la pri mera mitad de 1902, 203; Exhortación a la huelga general, 208;   Tensiones en las relaciones de socialistas y anarquistas en los sindi
catos obreros, 210; El II Congreso de la f o a , 214
V. L A G RA N C O N F R O N T A C I Ó N Y L A P R O M U L G A C IÓ N D E L A L E Y
DE RESIDENCIA ( M A Y O DE 1902-DICIEMBRE DE 19 02 ) 22 5
Actividad de los anarquistas en los sindicatosobreros después del II Congreso de la f o a , 225; Anarquistas activos y círculos anarquis tas en 1902, 228; La actividad de la Casa del Pueblo en Buenos  Aires, 231; Ampliación de la actividad anarquista, problemas, temo
res y logros, 235; Organizaciones adicionales entre otros círculos  obreros, 238; Las luchas de los trabajadores panaderos, 240; Las  huelgas en los glandes puertos durante el mes de noviembre, 247;  Paralización del puerto de Buenos Aires, posición de los emplea dores y de las autoridades, huelgas de solidaridad, 252; El escalo-  namiento del conflicto y la proclamación de la huelga general, 256; La marcha de la huelga general. Los días 20-22 de noviembre, 258; El debate en el congreso sobre el proyecto de ley de residencia y  su aprobación, 261; Agravación de la huelga general y aplicación   del estado de sitio, 268; Ejecución de la ley de residencia, 272; Las  enseñanzas de la huelga general, 277
V I . L A R E C U P E R A C I Ó N D E L M O V I M I E N T O A N A R Q U I S T A Y DE L OS
S IN D I C A T O S O B R E R O S ( E N E R O D E 1903- M AYO D E 1 9 0 4 ) 2 8 3
Reanudación de la actividad anarquista después de la primera ola  de expulsiones, 283; La prensa anarquista en 1903, 291; La cam paña contra la ley de residencia y las persecuciones en la Argen
tina, 293; Reanudación de las luchas obreras, 299; El III Congreso de la f o a , 303; Anarquistas y socialistas, 309; Discusiones internas  entre anarquistas sobre la actitud hacia la clase obrera, 313; Des arrollo y dificultades en las acciones de los sindicatos obreros, 316; Las relaciones de trabajo en la segunda mitad de 1903, 320; La   huelga grande en el puerto de Buenos Aires, 323; Las huelgas a  comienzos de 1904, 330; La actividad anarquista en 1904 y el pe riódico  La Pro testa ,  332; Anarquistas y socialistas, 335; Tumultos  sangrientos el 1 de mayo de 1904, 337; El debate en el discurso   sobre los tumultos del 1 de mayo, 340; Ley Nacional del Traba-
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 jo, 344; La reanudación del debate sobre la Ley de Residencia en  la Cámara de Diputados, 348
VII. l a   CONSOLIDACIÓN DEL ANARQUISMO EN LOS SINDICATOS  OBREROS
La actividad anarquista en 1904, 353; El IV Congreso de la f o a , 356;  Los anarquistas después del IV Congreso, 363; Las huelgas de sep-  tiembre-octubre, 366; Cambios en el gobierno, 368; Sucesos san grientos en Rosario, 370; Huelga general de 48 horas, 372; La  prensa y la policía en la lucha contra los anarquistas, 375; Con flictos laborales: diciembre de 1904-febrero de 1905, La revolución   radical y sus resultados, 382; Arrestos y deportaciones en la época   del estado de sitio, 388; Manifestación de protesta y sucesos san grientos en Buenos Aires el 21 de mayo, 392; Persecución, depor taciones y aplicación renovada de la Ley de Residencia, 396; Los  anarquistas en Uruguay, 397; Relaciones laborales y tensión social,  399; El atentado contra el presidente Quintana, 401; El III Con greso de la UGT y la aparición del sindicalismo en la Argentina, 403;  Los anarquistas en 1905, 409; Los preparativos para el V Congreso  de la FORA, 414; Deliberaciones del V Congreso de la f o r a   y sus  resoluciones, 418
APÉNDICES
I. Lista de ciudades y pueblos argentinos en donde hubo suscripcio nes de La Protesta Humana  entre los años 1897-1901, 425; II. Pacto   de solidaridad de la Federación Obrera Regional Argentina apro bado en el IV Congreso de la f o r a   del 2 de agosto de 1904, 429;  III. Lista de publicaciones anarquistas impresas en Buenos Aires  entre los años 1890-1904, 434
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE NOMBRES
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A MI FAMIL IA
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A comienzos del siglo XX el anarquismo parecía uno de los fac tores que entrañaban el mayor peligro para la estabilidad y la  integridad del régimen prevaleciente en Europa y en el continente   americano. Ideologías anarquistas que avivaban esperanzas en el  surgimiento de una nueva sociedad, que se instauraría sobre las  ruinas del régimen viejo  —y   movimientos anarquistas que expre saban de manera radical las protestas sociales— agitaban a vastos 
círculos de los estratos inferiores de la sociedad, a la vez que des pertaban temores en los sectores gubernamentales de los países  donde surgían. En esos años, es cierto, disminuyó la ola de actos  de terror individual, cometidos por anarquistas (“la propaganda  por el hecho”), pero no desapareció por completo y, aparte de va rios atentados contra jefes de Estado, se inició también un proceso  de penetración y consolidación anarquista en los sindicatos obre ros de varios países europeos y americanos.
En América Latina existían, ya a principios del siglo xx, varios  movimientos anarquistas pequeños en Uruguay, México, Brasil,  Chile, Perú, así como un movimiento relativamente grande en la  Argentina. En este último país el movimiento anarquista echó  raíces vigorosas en las masas trabajadoras locales y en sus organi zaciones, en el primer decenio del siglo; logró cumplir una activi dad consecutiva y regular por medio de decenas de grupos anar quistas en las grandes ciudades de la República, publicó y difundió
 cuantiosos libros y folletos de propaganda, en miles de ejemplares;  editó periódicos y hojas de esclarecimiento; a partir de 1904 pudo  imprimir también un cotidiano anarquista, uno de los contados  de su índole en el mundo. Pero lo más notable e impresionante  en el desarrollo del anarquismo argentino, fue su éxito al alcanzar   una posición hegemónica en la federación de sindicatos obreros  más importante, la f o r a , y convertirse de ese modo en un factor de 
trascendencia en las luchas sociales del país.El crecimiento y la fortificación constantes del anarquismo, en   la primera década del siglo xx, pasaron a ser un fenómeno notable  en la vida argentina y sembraron inquietud a la vez que temores en  los círculos gubernamentales. Un informe publicado por la policía  de Buenos Aires, sobre los tumultos sociales en la República, lo  expresa inequívocamente. En lo que concierne al anarquismo, dice:  “Este conglomerado sectario, el más peligroso como representación
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doctrinaria, ya ha puesto aquí en juego sus medios... Se exhiben en el período de 1902 a 1905, en que buscan apoderarse de los trabajadores para inducirlos a la acción revolucionaria . . ." 1
También un observador extranjero —el corresponsal de The  Times   londinense en Buenos Aires— comenta el miedo a la ex  pansión del anarquismo, en una reseña rela tiva al año 1910: “Qui zás el problema más serio al que se enfrentan las repúblicas sud americanas sea la dispersión del anarquismo y su crecimiento en las nuevas atmósferas libres. Argentina es el estado más afec tado.. . ” 2 Pero cabe señalar que 15 años antes no se advertía nin gún resquemor de esta índole, y ni siquiera el jefe de policía de
Buenos Aires, al analizar las luchas obreras de 1895, consideró necesario destacar el hecho, pues el anarquismo no tenía el menor asi dero.3Es decir: el desarrollo y el fortalecimiento impresionantes del anarquismo en los sindicatos obreros de la Argentina, se produjo con mucha rapidez y en un espacio de tiempo breve, entre fines del siglo xix y comienzos del xx.
¿Por qué creció un movimiento anarquista vigoroso en Argen tina? ¿Cómo fue posible su desarrollo? ¿Quiénes lo promovieron?
¿Cuáles fueron el trasfondo y los factores que lo fomentaron? El  presente estudio, precisamente, se propone contestar a esos interro gantes, a la vez que realiza un examen histórico.
La investigación presente no pretende dilucidar en su totalidad la historia del anarquismo argentino, que comprende un período de 50 años consecutivos (de 1880 a 1930), sino que se circunscribe,  por anticipado, a una sola época. Al escoger este capítulo histó rico, presté atención especial a un espacio de tiempo de singular
significado en la historia argentina: el período en que el anar quismo no fue un elemento marginal, sino un factor concreto en la sociedad, con una vasta concatenación de interacciones que in cluían la sociedad circundante y sus instituciones. Conforme a este criterio, los albores del siglo xx me parecieron los más adecuados,  pues en su transcurso el anarquismo no sólo logró expandirse y fortificarse, sino que también se convirtió en un rival molesto y  peligroso para el régim en existente. Sobre el alcance de la rivalidad
sirve de testimonio, entre otras cosas, la necesidad que sintió el régimen de promulgar leyes especiales destinadas directamente a
1 Proceso y sus causas  (de los hechos ocurridos el 1º de mayo de 1909). Pu  blic ació n de la policía de Buenos Aires, C apital Federa l, 1909, p . 27.
2 “The law of social defense in Buenos Aires”, T he T im e s   (Londres), 30 de agosto de 1910, South American Supplement.
3 H. Spalding,  La clase trabajadora argentina,  Buenos Aires, Galerna, 1970,  p. 184.
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contrarrestar la influencia anarquista que se intensificaba en la República: la “Ley de residencia” en 1902, y la “Ley de defensa social” en 1910.
Elegí para empezar mi estudio los años que precedieron al siglo xx, a fin de investigar las raíces del proceso que permitió al movimiento anarquista revelar capacidad de confrontación, con po sibilidades de ocupar un lugar trascendente en las luchas sociales del primer decenio de este siglo. En el curso de la investigación comprobé cuánta importancia tuvo, al respecto, el crecimiento de la corriente anarquista partidaria de la organización. Es decir, los círculos anarquistas adictos por principio al uso de las esferas or
ganizativas permanentes para su actividad, y que se esmeraban porintegrarse en los sindicatos obreros. Esta corriente anarquista se expresó de un modo sólido, en Argentina, a través del periódico
 La Protesta Humana,  que empezó a publicarse en 1897, y que se ñaló los albores de una época de incorporación a la actividad sindical. Por lo tanto me pareció adecuado fijar como fecha inicial de mi estudio el año 1897, y precedí mi trabajo con un capítulo general que examina el trasfondo de la realidad argentina entre
1880 y 1910, así como una reseña de los comienzos de los gruposanarquistas en la Argentina, con sus matices ideológicos y organi zativos variados y peculiares.
El punto final de este examen histórico es el V Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) que, bajo la he gemonía anarquista, se celebró en agosto de 1905. En ese congreso se aprobó una resolución exhortando a los miembros de los sindi catos obreros afiliados, a aceptar los principios del anarco-comu
nismo y predicarlos. Con esta resolución se dio un tono anarco- comunista franco y manifiesto a la FORA, y llegó a su término el  período form ativo en la his to ria de las actividades sindicales del anarquismo argentino. Después del V Congreso se inició una nue va época, en la que la labor anarquista en los sindicatos obreros siguió un itinerario definido, ajustado a la concepción sindical anarco-comunista. Dicha concepción abriría un sendero especial a los anarquistas de la Argentina que, posteriormente, impediría
cualquier unificación federal general sobre la base de principios sindicalistas, y los llevaría a formar una esfera separada, que pre servó el nombre significativo “La FORA (del V Congreso)”. La pe culiaridad del rumbo de la FORA en Argentina se preservó tam
 bién en la Inte rnacional Analco Sindicalista (AIT)4 y se la puede
4 La organización obrera,  edición extraordinar ia para la propaganda inter nacional, núm. 3, Buenos Aires, 1924, pp. 28, 32, 55-56.
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ver como un aporte del anarquismo argentino al sector anarquista mundial.
Cabe destacar que la consolidación de esta concepción sindical anarco-comunista, que habría de tener importancia decisiva en el
 porvenir del anarquismo argentino, se inició en un período previo a 1905. En nuestro estudio tratamos de investigar las raíces y las etapas de tal proceso, que asomó con los grupos anarquistas, sus doctrinas, su experiencia en la actividad sindical y su confronta ción con el régimen existente.
Por último, una referencia a las fuentes de que me valí para redactar esta investigación. Sin detenerme en el conjunto de fuentes variadas de donde extraje material (los pormenores se insertan en la bibliografía), me permito señalar el valioso aporte prestado
 por la colección que guarda el In ternational Institu te of Social History, de Amsterdam. La colección abundante de material anar quista de la Argentina —que abarca libros, folletos, diarios, perió dicos, circulares, documentos y cartas de la época examinada— fue
un virtual tesoro de materia prima inapreciable para mi trabajo.Sin exagerar puedo decir que, de no ser por esa colección, la pre sente investigación no habría sido posible. Por ello me place expre sar mi reconocimiento a todos los que, durante años, compilaron el material y lo cuidaron. Entre ellos descuella la figura de Max
 Nettlau, el gran historiador del anarquismo cuyas im ponentes colecciones privadas constituyen el fundamento más amplio del archivo al que recurrí. Me considero muy privilegiado por haber
 podid o valerm e de esa colección, un privilegio que entraña tam bién un deber in eludible y difícil: dar expresión histórica adecua da al material documental que fue acumulado, con grandes desve los, durante muchos años.
I. O.
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Este libro, escrito originalmente como una tesis para obtener el grado de Doctor en Filosofía, que fue presentada a la Universidad de Tel Aviv, aborda el tema: “El anarquismo en los sindicatos obreros de la Argentina a comienzos del siglo xx (1897-1905).” El trabajo se realizó bajo la supervisión de los profesores M. Confino, de la Universidad de Tel Aviv, Israel, y E. Gallo, director del Instituto Torcuato Di Tella, de Buenos Aires, Argentina. Expre
so a ambos mi sincera gratitud por la excelente orientación que  prestaron, cada cual en la esfera de su especialidad: el profesor Confino en las cuestiones relativas al estudio del anarquismo, el  profesor Gallo en los problemas concernientes a la historiografía argentina.
El presente escrutinio histórico, como sucede con todo trabajo de investigación, implica un desafío para el investigador y sólo sobre él recae la responsabilidad directa por sus comprobaciones. Pero si la responsabilidad no puede ser compartida, sí deben compar tirse los méritos y derechos, pues la labor del historiador-investi gador no se puede cumplir en la soledad, sino que, en el curso de sus averiguaciones, recurre a la ayuda de un considerable número de estudiosos, colegas, funcionarios de institutos de investigación y enseñanza, bibliotecarios, archivistas, etc. Su labor, por lo tanto, adquiere matices de una obra colectiva, aunque hilvanada dentro
de una urdimbre personal que no se presta a la separación. Mitrabajo, es verdad, se cumplió de esa manera y por ello siento el agradable deber de expresar el agradecimiento general, en primer término, a todas las personas que contribuyeron, cada cual en su esfera, al progreso de mi investigación desde sus etapas iniciales. Cada aporte, aun el más modesto, fue muy valioso. Me sería muy difícil manifestar mi gratitud a cada uno por separado; la nómina es larga y la guardo de un modo indeleble en mi memoria. Llegue
mi cálido reconocimiento a cada una de esas personas.Pero la contribución de algunas ha sido especial y de singular importancia. Les estoy agradecido particularmente y me encantará darle expresión ahora, detalladamente. Antes que nada, quiero mencionar al profesor Zvi Yavetz, que encabeza el Departamento de Historia General en la Universidad de Tel Aviv y quien alentó mi marcha académica desde sus primeros pasos. Me infundió con fianza, me hizo creer en la posibilidad de asumir las tareas de la
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investigación y me ayudó a vislumbrar los amplios horizontes de la enseñanza y el escrutinio histórico. Un reconocimiento especial merece mi supervisor, profesor E. Gallo, por guiarme abnegada y
fielmente desde las primeras etapas, cuando me encontraba en elSt. Antony’s College de Oxford, así como por los estrechos lazos de cooperación que subsistieron también cuando nos hallábamos lejos geográficamente. En cada etapa de la investigación, su guía desempeñó un papel valioso y eficaz.
Asimismo quiero agradecer la hospitalidad y la inapreciable ayu da académica que me brindaron el personal docente y administra tivo del St. Antony’s College de Oxford; su “warden”, el profesor
Raymond Carr, quien se interesó por mi trabajo; y los investigadores de su Centro de Estudios Latinoamericanos, cuyas puertas siempre me fueron abiertas para cualquier dilucidación o análisis. Durante mi permanencia en Oxford, en el año lectivo 1971-72,
 pude conversar con investigadores y eruditos que revelaron interés  por el estudio que apenas empezaba y me dedicaron un tiempo considerable en coloquios provechosos. Entre ellos mencionaré en
 particula r a Sir Isaiah Berlin, Ch. Abramsky, James Joll, J. Ro-
mero-Maura, A. Lehning y H. Spalding (a quien encontré en Amsterdam); las charlas con ellos me sirvieron de inspiración impor tante en las primeras etapas y les estoy muy agradecido a todos. Siento también la necesidad de dar las gracias a mi colega en el Departamento de Historia General de la Universidad de Tel Aviv, doctor H. Horwitz, quien accedió gustoso a leer el manuscrito de los primeros capítulos; sus palabras de estímulo y sus observaciones fueron un gran incentivo para emprender el trabajo.
Una fuente de mucha importancia fue el International Institute of Social History, de Amsterdam, en cuya biblioteca y archi vo encontré la mayor parte de los materiales indispensables. La ayuda y la orientación, merecen un reconocimiento especial. Tam
 bién quiero agradecer a la bib lioteca “C anning House” de Lon dres, al Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres y a la Biblioteca del Centre International de Recherches sur l’Anarchisme de Ginebra, a los que acudí en el transcurso de
mi labor. En los años que me aboqué a esta investigación me ayudaron
con becas varias fundaciones de investigación, que me posibilita ron el trabajo desde un punto de vista material: la Fundación de Becas de la Universidad de Tel Aviv, la Fundación Zalman Arann y la Fundación de la Secretaría del Kibutz Hameujad para pro mover el estudio y el perfeccionamiento. Me complace sobremanera expresar mi gratitud a los encargados de esas fundaciones. Un
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agradecimiento especial le cabe al personal administrativo del De  partam ento de His toria , y a la Secretaría de la Escuela de His toria de la Universidad de Tel Aviv, que siempre me allanaron
las dificultades cuando recurrí a sus servicios.Finalizaré la lista expresando el más sincero reconocimiento a mi amigo Bar Kójba Málaj, por la inapreciable fidelidad y abne gación con que se esmeró para que el texto tuviera el adecuado revestimiento en lengua española.
Durante los años en que recorrí los caminos de la investigación, me sentí como el hombre de mar en un buque que zarpa hacia costas lejanas, pero que guarda en su alma el puerto hogareño, al
que regresará indefectiblemente cuando termine sus viajes. Ese puerto ha sido mi casa en el poblado comunal —en el kibutz—, donde también vive mi familia. Siempre fue el sitio que me in fundió aliento y fuerza en mi tarea de escrutinio. Ahora, cuando la tarea ya ha terminado, no puedo menos que elogiar el valioso apoyo que me prestó el kibutz con su comprensión, así como su interés en los móviles personales que me impulsaron a emprender una investigación histórica y su anuencia a relevarme de los requi
sitos cotidianos del trabajo y el cumplimiento de funciones queimpone el quehacer kibutziano, a fin de que pudiera dedicarme íntegramente a la investigación.
Por último, debo la más profunda gratitud a mi familia, que se identificó con la tarea que me impuse y reveló comprensión por el estilo de vida que me vi obligado a llevar. En primer término agradezco a mi mujer, Tehila, que me alentó y me prestó su gran apoyo durante el largo trayecto de mi trabajo.
IAACOV OVED Kibutz Palmahim, Israel, julio de 1976 
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Br o t e s
Los primeros indicios de la actividad anarquista en la Argentina, asomaron en los años del setenta del siglo xix, paralelamente a los  primeros síntomas que se revelaron en México y en Uruguay. Se trataba de las manifestaciones iniciales del anarquismo en América Latina, y brotaron sobre el trasfondo de la creación de las filiales
ele la I Internacional en este continente, a la vez que constituye ron una parte integral de tal actividad. Las primeras noticias so  bre miembros activos de la I Inte rnacional en Buenos Aires, se tuvieron a partir de 1872, a raíz del intercambio epistolar entre los secretarios de las secciones de Uruguay y México.1 En el Con greso de La Haya, celebrado en 1872, se informó que ya había ra mificaciones de la Internacional en Buenos Aires. El 3 de marzo de 1873 se envió una carta de Buenos Aires, firmada por A. Aubert, quien desempeñaba el cargo de secretario general de la Interna cional en Buenos Aires, y que contiene la siguiente reseña sucinta:
“Hay actualmente en Buenos Aires tres secciones internacio nales, basadas en la diferencia de lenguas: la sección francesa, la sección italiana y la sección española [...]; cada sección tiene su comité central particular y las cuestiones de interés general son tratadas por un consejo federal, compuesto por un consejo de seis miembros (dos de cada sección).” 2 Según informaciones adicio nales llegadas a los círculos de la Internacional en Nueva York, las secciones de la filial en Buenos Aires contaban, hasta febre ro de 1873, 250 miem bros.3 Según esas fuentes, la tendencia ideo lógica que prevalecía en los primeros años era adicta a Marx,
1 José C. Valadés, “Documentos para la historia del anarquismo en Améri ca”, en Certamen internacional de “La Protesta",  Buenos Aires, 1927, pp. 83-88. En la primera carta enviada de México, el 3 de abril de 1872, al secretario
de la sección uruguaya de la Asociación Internacional de los Trabajadores, seseñala explícitamente que se la debe entregar también a A. J., "en donde se encuentre, Montevideo o Buenos Aires”. De la prosecución del intercambio epistolar se deduce que A. J. es un propagandista de la sección uruguaya, acti vo en esos días en Buenos Aires.
2 Esta carta fue descubierta por el historiador anarquista Max Nettlau, en el archivo socialdemócrata de Berlín, y la cita D. Abad de Santillán en su libro El movimiento anarquista en la Argentina,  pp. 15-16.
3 D. Aba d de Sa ntillán , El movimiento anarquista en la Argentina,  Buenos Aires, 1930, p. 16.
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y sobresalía la fidelidad al consejo general de Londres, principal mente por parte de la sección francesa. Pero en las secciones ita liana y española había adictos al ala de Bakunin, cuyo número
iba en aumento a medida que llegaban cuantiosos intemacionalistas exiliados de España, después de 1874, cuando se produjo la res tauración de los Borbones.4 El incremento de los partidarios de Bakunin entre los miembros de las secciones de la Internacional en Buenos Aires, agravó primero las luchas entre ellos y los adictos a Marx, y luego, desde 1876, sobresalió la hegemonía de los baku- ninianos. Las noticias sobre tal desarrollo son escasas. José Ingenie ros, en un artículo que publicó en 1898 en  A lmanaque Socialista 
de La Vanguardia,  resume las noticias escasas a su disposicióndespués de 1875, de la siguiente manera:
L a s d iv i s ione s i n t e s t i na s a um e n ta r on , r e f l e j a ndo l a s que e n E ur opa s e
acen tuaban en t r e marx is tas y bakunin i s tas , has ta que en 1876 se fundó un Ce n t r o de P r opa ga nda Obr e r a ba kun in i s t a , c on e l ob j e to c a s i e xc lu sivo de combat i r a los marxis tas . En 1879 esa f racción publ icó un fol le to i n t i t u l a d o Una idea ,  en e l cua l , además de exponer los p r inc ip ios gene ra les de la In te rnac iona l , hac ía públ icas sus cues t iones in te rnas , inc lu yendo todo e l pac to d i s iden te f i rmado por l a s Federac iones española , i t a l iana , euras iana , f r ancesa y amer icana en e l congreso ce lebrado en Sa in t Imie r por los bakunin i s tas con t r a los marx is tas .5
El 6 de enero de 1879 apareció en Buenos Aires El Descamisado,  el primer periódico anarquista,6 pero se publicó sólo poco tiempo. Esos días la actividad general de las secciones de la Internacional, en Buenos Aires, se hallaba en evidente declinación y desmoro namiento. J. Ingenieros dice, al respecto, en ese artículo suyo:
Las secc iones de Buenos Ai res , comple tamente anarqu izadas , se d i so lv ie ron antes de 1881, para reconstruir se y redisolverse , perdiendo ya su carác te r de secc iones de la Asoc iac ión In te rnac iona l de los Traba jadores ,
A comienzos de la década de 1880, por consiguiente, declinó y
4 J . Díaz del Moral ,  H is to ria de las agitaciones campes inas andaluzas,   M a drid, 1969, pp. 121-122.
5 D. Abad de Santillán, “La Protesta” en la compilación Certamen internacio nal de "La Protesta", op. cit.,   p. 35.
6 “Era anarquista pero me ha parecido ser bastante primitvo en su concep ción de las ideas." Así lo juzga el historiador-bibliógrafo Max Nettlau. Citado en D. Abad de Santillán, op. cit.,  p. 29. D. Abad de Santillán menciona también otro periódico,  La Vanguard ia ,  del que el único detalle recordado es que estaba  bajo la redacció n de E. Camaño, in tem acio nalista . El carácte r anarqu ista del  periódic o no es cla ro , n i se sabe el tiem po que existió.
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se desvaneció virtualmente la actividad de los anarquistas en la Argentina. Pero en menos de cuatro años se reanimó, al surgir grupos nuevos de anarquistas activos, llegados de Europa con la
ola de inmigrantes de grandes dimensiones de esa época. El renacimiento del anarquismo en esos días reinició la historia conse cutiva de acciones anarquistas en el país, pero antes de atenernos a su estudio conviene una reseña general de Argentina para ubicar el capítulo en la esfera histórica apropiada.
A R G E N T I N A D E 1880-1914. P O L Í T I C A , E C O N O M Í A , S O C I E D A D
En 1880, al comenzar la época de la presidencia del general J. A. Roca, se inició un nuevo capítulo, decisivo, en la historia argen tina. Finalizó un período largo de guerras civiles y guerras en el exterior, de inestabilidad política y de desórdenes administrativos y gubernamentales, y en cambio sobrevino una época de estabili dad gubernamental, de ausencia de guerras y de luchas fratricidas,
de administración ordenada y de prosperidad material. Una expre sión precisa de este nuevo período podía encontrarse en el eslogan del gobierno del general Roca: “Paz y Administración”. Desde los albores de su gobierno, procedió a cumplir una serie de cambios impresionantes por su alcance y sus logros, con miras a fortificar el gobierno central, unificar el país y abolir las tendencias sepa ratistas y centrífugas. Los pasos más descollantes dados, fueron: a]  federalización de Buenos Aires, es decir, su conversión en la
capital de la República, y creación paralelamente de La Plata como capital de la provincia de Buenos Aires. A raíz de la fe deralización sobrevino una serie de medidas institucionales, que  procuraron consolidar y organizar el nuevo marco institucional, recientemente inaugurado. Al respecto cabe mencionar algunas le yes; b] organización de la municipalidad de Buenos Aires; c] or denamiento de los tribunales de la capital; d]  organización de los territorios nacionales; e]  supresión definitiva de las guardias pro
vinciales, bases del poder militar provincial;  f]  leyes de creación del código de procedimientos en lo civil; g] la ley de unificación mo netaria (ley 1130); h] la ley de educación común (de 1884); i] la ley de registro civil.
A estas medidas institucionales cabe añadir la culminación de la operación militar con miras a anexar las extensiones meridio nales —la "Conquista del desierto”— y la eliminación de la do minación de los indios. Esa operación militar y una parte de las
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medidas legislativas no fueron innovaciones del nuevo gobierno, sino la conclusión y ejecución de actos y tendencias planeados en años previos. El logro del gobierno de Roca consistió en que supo
unificar esas tendencias en un plan general, a la vez que se sobre ponía a las vallas que habían impedido, en el pasado, la expansión económica de la República, lo que puso su sello en el curso de la historia argentina durante los años siguientes.7
La expansión económica —en especial la agrícola— encarna de un modo eminente el impulso sustancial dado por la Argentina en su desarrollo, a partir de la década de 1880. Para puntualizar su alcance, baste señalar que en 1874 Argentina aún importaba trigo
y harinas para el consumo interno, y que a comienzos del siglo xx,en cambio, ya era uno de los mayores países exportadores de ce reales: entre 1910 y 1914 su exportación ascendía a 5 294 000 tone ladas, sin contar las exportaciones de ganado vacuno y carne, que también asumieron un punto notable. Paralelamente cabe señalar el aum ento p ronunciado de la población: de 2 492 000 habitan tes en 1880, llegó a 7 885 000 en 1914.8 Este aumento de la población se debió en primer término a las corrientes inmigratorias de gran
des dimensiones que afluyeron a Argentina a comienzos del siglo xx, y la convirtieron en uno de los países principales del mundo en cuanto a la absorción masiva de inmigrantes de Europa.9
El rápido desarrollo de la Argentina entre 1880 y 1914, cuyas manifestaciones más descollantes (aunque no únicas) hemos seña lado, se vio ayudado por circunstancias internacionales favorables
 pero no fue el fruto de una m era coyuntura , sino de un programa económico y político de los gobiernos de la década de 1880.10 Con
viene señalar que un prerrequisito obligatorio para la aplicación del  programa político y económico, era la term inación de la “Conquis ta del desierto”. Esta campaña finalizó en 1881, con el someti mien to de 14 000 indios y la incorporación de 15 000 leguas de tierra. Para finalizar la operación —iniciada en los días del go
7 E. Gallo, “La gran expansión económica y la consolidación del régimen conservador liberal” en  La R epública conservadora ,  en Tulio Halperin Donghi,
Ed.,  H is to ria argentina,  Buenos Aires, Paidós, 1972, tomo v, pp. 61-76; D. Abadde Santillán,  H is to ria arg entina,  tom o III, pp . 327-352; O. Co rnblit, E. Gallo, A. O’Connel, "La generación del 80 y su proyecto” en  A rgentina, sociedad de  masas,  EUDEBA,  p p . 43-50.
8 V. Vázquez Presedo, El caso argentino (1875-1914),  Buenos Aires, EUDEBA, 
1971, p. 92. 9 A rge ntina ab sorbió u n 17 % de la em igració n e uro pe a e ntre 1891-1914.
Vázquez Presedo, op. cit.,  p. 134. 10 O. Cornblit, E. Gallo, A. O’Connel, op. cit.,  pp. 43-50. Véase también
T. F. Mc Gann,  Argentine, the U .S . and the in tera m erican sy stem ,  pp. 1-54, 313.
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 bierno de Avellaneda, que precedió al del general Roca— se re currió enérgicamente al ejército argentino que, hasta entonces, era empleado para las luchas fratricidas y las guerras.
Este recurso de emplear al ejército de la República para conquistar territorios dominados por los indios, a fin de incluirlos en la esfera de la economía nacional, destacó una línea de carácter espe cial en el proceso de la expansión económico-agrícola.
El gobierno estaba muy interesado en suprimir la dominación de los indios en el sur, para estabilizar las fronteras con Chile en las inmensas extensiones meridionales, pero no menos gravitaron los intereses del sector económico-social de mayor fuerza en la Re
 pública: los glandes terratenientes. La identificación entre esossectores y la élite gobernante en aquella época, era muy grande. Así resultó que muchas de las tierras incorporadas al cultivo des  pués de la ’’Conquista del desierto” no fueron a parar a manos de los colonos, sino que en su gran mayoría se dedicaron a la gana dería extensiva, en propiedades de los grandes te rraten ientes.11
En el régimen político que prevalecía en la Argentina de esos días, el gobierno era ejercido por un círculo reducido que tenía
su origen en la élite social tradicional y en los círculos de grandesterratenientes. De esta élite provenían todos los gobernantes y  políticos en el dom in io nacional y en el provincial. Esa élite actuó, desde mediados del siglo xix, dentro de los marcos constitucionales y en dicha esfera se cumplieron, en el período de referencia, las normas de un régimen normal y ordenado, es decir: separación de  poderes, elecciones a plazo fijo, actividad parlam entaria , etc. En las campañas electorales la minoría gobernante se apoyaba en el res
 paldo popular de vastas “clientelas” de votantes, que dependíande las familias y los grupos mandatarios. El respaldo de la “clien tela” lo reclutaban, generalmente, los caudillos locales, que obra  ban al servicio de los grupos políticos. Estos procedim ientos eran más eficaces en el interior, donde el caudillismo rural había echado raíces. Pero, en sustancia, puede afirmarse que a fines del siglo xix la política era una actividad sumamente restringida, de la que se hallaba alejada la gran m ayoría de la población nacional.12
La no intervención de la mayoría de los pobladores en la vida  política, es comprensible tam bién sobre el trasfondo de la índole del proceso social. El fraude y la violencia eran parte integral del  proceso constitucional. Así, las viciadas prácticas electorales provo
11 R. Cortés Cond e y E. G allo,  La fo rm ació n de la A rgentina moderna,  Buenos Aires, Paidós, 1967, pp. 42-46.
12 G. Germani, Política y sociedad en una época de transición,  Buenos Aires, Paidós, 1963, p. 204; E. Gallo,  La R epública conservadora, op. cit .,  pp. 61-63.
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caban la apatía política de la población nativa, que miraba con  profundo escepticismo las distintas actividades de la vicia electoral.
A eso cabía añadir la abstención del elemento extranjero que no
recibió la ciudadanía argentina y que, al intensificarse las olas inmigratorias, constituyó un porcentaje muy considerable de las cla ses medias, que por lo general son los candidatos potenciales a tor narse la base masiva de la actividad política.13
En el ámbito político no se operó ningún cambio. Fue estre mecido por la crisis de 1890 pero no modificó radicalmente nada, aunque fue la causa de tensiones que brotaron sobre el trasfondo del proceso que se iniciaba en las provincias del litoral, relativa
mente desarrolladas, donde se había pasado de la “gran aldea” ydel país provincial a una sociedad cosmopolita moderna.14 Pese a la modernización relativa, no se crearon partidos con ins
tituciones formales, con aparatos organizativos y burocracia. Los factores políticos eran determinados por grupos de familias, a más de la “clientela”, o por grupos de adherentes (clubes, sectores inte resados, como ser la Sociedad Rural, la Unión Industrial Argen tina, etc.).15
De 1890 a 1912, el círculo gobernante no halló una solución política adecuada para incorporar a la población, que crecía ráp i damente. Pero desde comienzos del siglo xx, se advirtió en los círculos gubernamentales una preocupación por la atonía y el mar- ginamiento del sistema político de sectores cada vez más numerosos y con creciente peso en la sociedad.
La búsqueda de caminos para ampliar el círculo de participantes en el quehacer político, sin estremecer radicalmente al régimen,
hizo que el ministro del Interior, J. V. González, propusiera en1902 un nuevo sistema electoral, pero esto sólo deparó la elección de un único representante socialista, A. Palacios, en la zona obre ra de la Boca, en 1904. Un cambio básico se operó sólo en 1912, al aplicarse el derecho de voto universal, conforme a la ley Roque Sáenz Peña.16 Una parte considerable de la población, por lo tanto, en toda esa época, se mantuvo al margen del proceso de las deci siones políticas. Esto incluyó a los sectores rurales marginados por
su mismo aislamiento, y también a una parte considerable de sec- 13 S. Bagú, Evolución histórica de la estratificación social en la Argentina,  
Caracas, Universidad de Venezuela, 1969, pp. 79-82. 14 R. Cortés Conde, “ Auge de la ec onom ía e xp orta do ra y vicisitudes del
régimen conservador", en  La R epública conservadora , op. cit.,  pp. 187-194. 15  Ib id .,   p. 190. 16 Sobre la evolución en el do m inio de la pro m ulgació n de leyes electorales
en la Argentina, de 1853 a 1912, véase D. Abad de Santillán,  H is to ria arg entina,  op. cit.,  tomo III, pp. 686-694.
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tores urbanos, extranjeros de las capas populares y los estratos medios.
A esos sectores, que tropezaron con vías políticas cenadas, les
quedaba la posibilidad de actuar como grupos de pre sión , princi palm ente en los terrenos económicos y gremiales, articulando in tereses sectoriales e incorporándolos a la sociedad. Sobre este tras fondo surgieron también las organizaciones obreras y sus luchas a fines del siglo xix y a comienzos del xx. El centro de gravedad de esos grupos estaba fuera de la política, en tanto que la campaña gubernamental y el foco de las resoluciones políticas seguía en manos de la élite nativa tradicional.17 Desde la década de 1880 la
élite gobernante, en el marco de ese régimen político oligárquico,cumplió una política que llevó a la expansión económica y a la  prosperidad; el eje central del desarrollo económico era la expan sión agrícola. Al respecto, cabe destacar el aumento pronunciado de las áreas cultivadas con cultivos principales: de 2 184 953 hec táreas en 1888, a 19 828 250 hectáreas en 1914.18 El aumento de la
 producción agrícola se m antuvo con constancia. La crisis de los años 1890-1891, que sacudió las finanzas de la Argentina, azotó
los ingresos de la República y al sector no exportador urbano (comerciantes, importadores, trabajadores), pero no dañó de igual manera al sector agropecuario. Por el contrario, se produjo una sostenida e impresionante expansión de la producción agropecua ria, que se tradujo en la disponibilidad de saldos exportables. El aumento no fue sólo en la ampliación de superficies sembradas, sino también en la producción, sobre todo en los comienzos de la década de 1890. A esta expansión se sumaron miles de colonos de
dicados a la agricultura de diversa manera, sea por medio de colonias independientes en las provincias de Santa Fe, Córdoba y En tre Ríos, o por el sistema de arrendamiento en la provincia de Buenos Aires. El incremento principal fue en la producción de ce reales para la exportación, que llegó a su punto culminante entre 1900 y 1905. También creció la exportación del lino y el maíz, asi como de la lana.19
El auge de la ganadería fue siempre un aspecto central en la
economía de la Argentina. En el pasado el ganado se criaba sil vestre en las vastas pampas y era sacrificado para el aprovecha miento del cuero, y luego para la producción del tasajo. A fines del siglo xix se operaron cambios importantes. Desde 1880 se em
17 R. Cortés Conde,  La R epública conservadora , op. cit.,   pp. 212-214. 18 R. Cortés Conde y E. Gallo,  La fo rm ació n de la A rgentina m odern a, op.
cit.,  pp. 52-53. 19 R. Cortés Conde,  La R epública conservadora, op. cit.,  pp. 97-103.
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 pezó a m ejorar el ganado, con m iras a la exportación de reses vivas. Se fundaron estancias modernas, se cultivó alfalfa. Desde 1895 Ar gentina empezó a ocupar un lugar destacado en la exportación de ganado en pie a Gran Bretaña. El desarrollo más impresionante se  produjo en la exportación de carne congelada. La carne congelada comenzó a producirse en la Argentina desde la década de 1880. Los
 prim eros frigoríficos se instalaron en 1883, pero hasta 1899 care cían de importancia económica. Sólo en 1900 empezó a comerciali zarse la carne congelada en grandes cantidades. En 1901 Argentina era el segundo exportador de carne congelada a Gran Bretaña y en 1905 ya consiguió el primer puesto. Este renglón creció en la pri
mera década del siglo xx paralelamente con otros aspectos de ex portación agrícola, y en 1910 la relación agricultura-ganadería en las exportaciones era: ganadería, 43.2%, agricultura 52.8%.20
Un prerrequisito básico para el fomento de la exportación ar gentina, era el abaratamiento del flete. En esa época se había abaratado el flete marítimo y sólo hacía falta disminuir el precio del transporte por tierra (y desarrollarlo). Para eso era necesaria una red de ferrocarriles, que hasta la década de 1870 tenia dimen
siones muy limitadas. En 1874 comenzó una promoción rápida delos ferrocarriles, a un ritmo vertiginoso: de 1 331 kilómetros de vías férreas en 1874, se llegó a 13 682 kilómetros en 1892. El incre mento de los ferrocarriles se mantuvo todo el tiempo y en 1916 se llegó a 33 955 kilómetros.21 La construcción de ferrocarriles em
 pezó como una obra del gobierno, pero en la década de 1880 pasó a manos foráneas, en especial británicas. En esa época la Argen tina se convirtió en la zona de inversiones preferida por los britá
nicos, fuera del Imperio británico. La afluencia de inversiones y préstamos ingleses, que se intensificó durante la presidencia de J. A. Roca, llegó a su cúspide en la época del sucesor Juárez Cel- man. El capital británico acudió en primer término a los ferro carriles, luego a las obras públicas (obras de salubridad en la ciu dad de Buenos Aires, la ciudad de La Plata, etc.), y finalmente a la construcción de puertos nuevos o al mejoramiento de puertos viejos.
En la época de Juárez Celman se otorgaron numerosas concesiones a las compañías extranjeras, en especial británicas. Este fe-
20 R. Cortés Conde, E. Gallo,  La fo rm ació n de la A rgentina m oderna, op.  cit.,  p. 72; R. M. Ortiz,  H is toria económica argentina,  Raigal, 1955, t. II,
 pp . 10-27; V. Vázquez Presedo, op. cit.,  pp. 175-191. 21 E. Gallo,  La R epúblic a conservadora , op. cit.,  pp. 34-39; R. Cortés Conde.
 La R epública conservadora , op. cit.,   pp. 129-145; R. M. Ortiz,  H is to ria Eco nómica, op. cit.,  t. I, pp. 226-300; R. Cortés Conde y E. Gallo,  La fo rmació n  de la Argentina moderna, op. cit.,  pp. 55-58.
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nómeno se expresó de un modo drástico en 1890-1891, cuando la crisis hirió tanto a la Argentina como al Banco Baring, británico. También después de la crisis de 1890-1891, el capital británico si
guió afluyendo a la Argentina. Asimismo se invirtieron capitalesfranceses y belgas en las vías férreas, que eran el imán principal que atraía inversiones foráneas.22 El desarrollo acelerado de los ferrocarriles repercutió significativamente en el fomento de la eco nomía, directa e indirectamente, pues permitió ajustarla a los re quisitos del mercado mundial, lo que contribuyó a modernizar la  producción y estim ular la industria local.
La gran expansión agrícola y el desarrollo de una red de trans
 porte impulsaron considerablemente al sector industrial entre 1880y 1914, aunque no llegó a las alturas de la expansión agrícola. En la década de 1880 la industria argentina seguía aún en pañales. Un censo realizado en 1887 reveló que la mayoría de los estable cimientos fabriles censados podían ser tenidos aún por talleres de artesanos. En esos años la industria nacional ocupaba un lugar sumamente modesto dentro del conjunto de la economía. Pero el desarrollo vertiginoso de la producción agrícola influyó en el pro
greso de la industria por diversos caminos. En primer término, favoreció la instalación de industrias que procesaban la materia pri ma destinada a la exportación, como los molinos harineros, frigo ríficos, refinerías de azúcar, etc. En segundo lugar progresaron las industrias dirigidas a producir efectos utilizados por el sector agio-
 pecuario o de transporte , ta l como talleres de reparación de mate rial ferroviario y de máquinas agrícolas.
 No menos im portante fue la influencia indirecta sobre la indus
tria. La gran expansión agroexportadora produjo un incrementosustancial en los ingresos de la población y en las masas de inmi grantes, que se tradujo en un apreciable aumento de la demanda. Dicha demanda se canalizó rápidamente hacia las industrias que  producían bienes perecederos, com o por ejemplo los de la alimen tación y el vestido (textil, etc.).23 U na influencia ind irec ta adi cional, ligada al desarrollo de la red de transporte y a la unifica ción de la economía nacional, fue la expansión de productos in-
22 Vázquez Presedo, op. cit.,  pp. 25-68; E. Gallo,  La República conservadora,  op. cit.,  pp. 36-39.
23 A. Dorfman,  H is to ria de la in dustr ia arg entina,  Buenos Aires, ed. Solar, 1970, pp. 201-220; E. Gallo,  La R epública conservadora, op. cit.,  pp. 32-34; E. Gallo, “Agrarian expansion and industrial development”, en St. Antony’s 
 papers,  num. 22, Oxford, pp. 48-56; R. Cortés Conde, “Problemas del crecimien to industrial”, en  Argentina, sociedad de masas,  pp. 71-84; L. Geller, “El creci miento industrial argentino hasta 1914 y la teoría del bien primario expor table”, El Trimestre Económico,  pp. 788-792, 809-811.
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dusuiales lugareños e importados que desplazaron a los productos de artesanado local y provocaron la decadencia de las industrias artesanales en el interior.24
Los gobiernos argentinos no permanecieron inactivos en estecampo y coadyuvaron al desarrollo industrial mediante leyes y re glamentaciones (la ley de aduana de 1876 y sus posteriores regla mentaciones de 1883 y 1887, las leyes de 1891, etcétera).
La política de protección a la industria local se notaba y era eficaz en las industrias de azúcar y vino,25 y menos enérgica en otras. Los medios proteccionistas no abarcaron todos los tipos de industria y las medidas de emergencia (por ejemplo en 1891) no
fueron recibidas con beneplácito entre los importadores, ni entrelos exportadores y sus asociados, que temían las represalias de paí ses de allende el Atlántico. Cabe decir que las industrias jóvenes en la Argentina tuvieron que luchar por su posición. Las indus trias de artículos de consumo que abastecían las grandes necesida des de la población, debieron competir con los artículos importados de Europa. Otra dificultad apreciable fue la necesidad de importar una parte considerable de la materia prima de esas industrias, así
como los altos aranceles aduaneros que se debía pagar por ella.26Con el trasfondo de estas dificultades, asomaron los primeros intentos de los industriales de organizarse, a fin de pedir al go
 bierno la adopción de varias medidas de carácter económico pro teccionista. En un comienzo las tentativas de organización abar caron sólo círculos industriales. En 1887 se asociaron todos los grupos y formaron la Unión Industrial Argentina. La UIA  creció en importancia gradualmente, y centralizó las actividades de un
conjunto numeroso de asociaciones locales, promovió el establecimiento de nuevas industrias, criticó las deficiencias de tarifas y tomó parte en peticiones y negociaciones. En 1899 organizó una importante reunión industrial donde tomaron parte también los obreros de este sector.27 La UIA  trató a menucio de divulgar la idea de “una comunidad de intereses” para el capital y el trabajo dentro del sector industrial, pero los sindicatos prefirieron en aque llos años actuar como representantes de consumidores urbanos y
oponerse a todo proteccionismo (véase más adelante). 24 A. Dorfman, op. cit.,  pp. 212-213; E. Gallo,  La R epública conservadora, 
op. cit.,  p. 34. 25 A. Dorfman, op. cit.,  pp. 212-213; Vázquez Presedo, op. cit.,  pp. 217-222;
R. Ortiz, op. cit.,  t. I, pp. 191-193; t. II,  pp . 136-140. 26 R. Cortés Conde y E. Gallo,  La fo rm ació n de la A rgentina modern a,  p. 76;
Vázquez Presedo, op. cit.,  p . 215. 27 A. Gue rre ro ,  La industr ia arg entina,  Buenos Aires, 1944, pp. 91-110; Váz
quez Presedo, op. cit.,  p. 216.
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En cuanto al carácter del desarrollo industrial y su alcance, en la época de referencia, sirven de testimonio los datos de los censos de 1895, 1908 y 1914. Los datos sobre capitales invertidos, núme
ro de establecimientos, personas empleadas, fuerza motriz y valorde la producción ind ican un a expansión efectiva e importante:28
1 8 9 5 1914
N ú m ero de establecim ientos 24 144 48 779 Miles de H. P. instalados 60.0 678.7 M iles de personas em pleadas 174.8 410.2
M iles de pesos-papel invertidos 327.4 1 787.6Producción anual en m illones de pesos-papel 340.9 1 861.8
Respecto a las diferencias sobresalientes entre el aumento del número de empresas y el alcance de la producción o el valor de ellas, sirve de prueba el proceso de concentración y de capitaliza ción de las industrias más importantes al que corresponde, por otro lado, la liquidación de los abundantes pequeños talleres de carac terísticas casi artesanales. Uno de los rasgos adicionales que dis tinguen al proceso de crecimiento de la industria, se expresa en el hecho de que la mayoría de las industrias se radicaron en la zona litoral. Allí se encontraban, en 1914, el 70 % de los establecimien tos, el 79 % de la producción, el 72.1 % de los capitales y el 76.5 % del personal.29 Un examen del tipo de producción in du strial en el litoral, nos mostrará la naturaleza de esta industria liviana de artículos de consumo y servicios públicos.30
Una línea peculiar adicional y muy significativa de la industria argentina en esa época, es el alto porcentaje de extranjeros (es decir inmigrantes, nuevos y más antiguos) tanto en carácter de
 patronos como de obreros. Tam bién en este tema nos valdremos de los censos de 1895 y 1914. En 1895 los extranjeros constituían el 84.2 % de los propietarios de empresas industriales y el 63.3 % de los operarios. En 1914, en cambio, eran el 76 % de los pa-
28   R . Cortés Conde, “ Problem as del crecimiento in du strial”, en  Argentina,   sociedad.. . , op. cit.;  véase Vázquez Presedo, op. cit.  pp. 127-216.
29 R. Cortés Conde, "Prob lem as del crecimiento ind us trial”, en  Argentina,  sociedad.. . , op. cit. ,  p. 82; R. Cortés Conde y E. Gallo, op. cit.,  pp. 77-78.
30 Vázquez Presedo, op. cit.,  pp. 222-224; A. Dorfman, op. cit.,  pp. 201-212 y 273-280; R. Ortiz,  Historia económica argentina, op. cit. ,  II, pp. 198-207. Un testimonio importante de primera fuente sobre el carácter industrial argenti no puede hallarse en "Informe presentado al Parlamento británico por sir T. Worthington”, Parliamentary papers,  vol. XCVI, 1899, apéndice V, pp. 33-41.
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trones de empresas industria les y el 52.6 % de los obreros.31 En cuanto al “impacto" general del desarrollo industrial en Argentina, señalaremos la concentración de la actividad en las provincias lito
rales, donde se sumó a la expansión agrícola y en conjunto llevóa la concentración creciente de la población en la zona, lo que deparó un aumento del porcentaje de la población del litoral junto con la del Gran Buenos Aires, del 66 % en 1895 al 72 % en 1914.
Esta aglomeración de la población en el litoral intensificó la tendencia a la urbanización (que se debía también a otros facto res: por ejemplo, a la concentración de los inmigrantes en las grandes ciudades) y vemos, de 1895 a 1914, un aumento de la po
 blación urbana del 37 % al 53 % (la población residente en lasgrandes ciudades, de más de 20 000 habitan tes, aum entó en esa época de 24% a 36%).
Un cambio importante y significativo se inició entonces en la estructura ocupacional de los pobladores, al aumentar la gravita ción de los ocupados en los sectores secundario y terciario, en tanto que descendía el peso de los ocupados en el sector primario, en especial al fortalecerse los estratos medios, que en 1914 ya cons
titu ían el 33 % de la pob lación activa.32En líneas generales puede decirse que la vida económica adqui rió una mayor complejidad como consecuencia de la aparición de nuevas actividades económicas (debido al auge industrial en el pe ríodo 1895-1914, sustitutivo de la vieja artesanía) que permitieron la inserción de nuevos grupos en el proceso económico. Este pro ceso de organización y ampliación de la actividad económica, se nutrió en otro proceso que se operaba al mismo tiempo en la
Argentina: la afluencia masiva de inmigrantes.
LA GRAN INMIGRACIÓN A LA ARGENTINA
De 1880 a 1914 afluyeron aluviones masivos de inmigrantes a la Argentina, que dejaron un saldo total de inmigración neta de 3 034 000 almas, y fueron un factor im po rtante que causó un cre-
31 R. Cortés Conde,  A rgentina, sociedad de masas, op. cit.,  pp. 70-71 y 74-78; R. Cortés Conde y E. Gallo, op. cit.,  p. 85; A. Dorfman, op. cit.,  p. 209; H. Gorostegui, G. Beyhaut, R. Cortés Conde, ‘‘Los inmigrantes en el sistema ocupacional”, en  Argentina, sociedad de masas,  pp. 117-118; Del Valle Iberlucea, ‘‘Industrialismo y socialismo”, en  Revis ta Socialista In te rnacio nal,   15 de marzo de 1909, pp. 272-273; G. Germani,  La estructura social,  ed. Raigal, Buenos Aires, 1955, p. 223.
32 G. Germani,  La estru ctura social, op. cit .,   pp. 58-59, 69, 218-225; S. Bagú, op. cit.,  pp. 118, 26-31; R. Cortés Conde y E. Gallo, op. cit.,  pp. 82-83.
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cimiento impresionante de la población: de un número de 2 492 000 hab itantes en 1880, a 7 885 000 en 1914. El resultado direc to de esta inmigración masiva fue que en 1914 un tercio de la pobla ción del país estaba formada por extranjeros (gente llegada poco tiempo antes) y el porcentaje de inmigrantes con respecto a la
 población nativa era el más alto del mundo. La gran inmigración a la Argentina acaecía en momentos en que corrientes impresio nantes de emigrantes fluían de Europa a otros continentes. Argen tina era uno de los principales países de destino y acogió al 17 % de la emigración total de Europa en esa época.33 Esta inmigra ción de glandes dimensiones se convirtió en un fenómeno funda
mental, sin el cual no es posible comprender el desarrollo de laArgentina moderna. Junto a las fuerzas inmanentes que actuaron aquí, se debe tomar en consideración el esfuerzo consciente y pre meditado de la élite gobernante para desarrollar y modernizar la economía de la República, poblar y trabajar sus tierras, ampliar su fuerza laboral y promover la europeización de la población.34
La tendencia a estimular la inmigración a la Argentina de Euro  pa, se acentuó in m ediatam ente después de la independencia ; pero
sólo con la Constitución de 1853 se le dio expresión sólida y se incluyeron cláusulas explícitas al respecto (los Artículos 14, 20 y 25). En 1876 se dieron pasos concretos, al crearse el Departamento de Inmigración y agencias de propaganda en el exterior, al subsidiarse los pasajes y facilitarse el período inicial de la estada en el país.35 El gobierno estaba interesado primero en la absorción de inmi grantes con conocimientos agrícolas, por lo que prefería a los lle gados de Europa septentrional y occidental; pero al iniciarse la
época de la expansión, en la década de 1880, hubo una gran demanda de mano de obra y de operarios también en el sector urba no, por lo que las preferencias anteriores se postergaron y empezó a absorberse también inmigrantes sin selección. En esos años las  principales corrientes in m igratorias procedían de Europa meridio nal y central, por lo que se creó una situación de arribo masivo de inmigrantes de Italia y España, y en grado algo menor de Fran cia, Gran Bretaña, etcétera.36
33 G. Germ an i, Política y sociedad en una época de transición, op. cit.,   pp. 182-185; V. Vázquez Pre sedo, op. cit.,  pp. 87-89, 92, 133-134; J. A. Alsina,  La inm igración en el prim er siglo de la independencia ,  Buenos Aires, 1910,  pp. 41-42; G. G erm ani,  La estru ctura social en la Argentina, op. cit .,   pp. 81-90.
34 G. Germani, Política y sociedad, op. cit.,  pp. 181-182. 35 J. A. Alsina, op. cit.,  pp. 143-201; E. Gallo,  H is to ria ,  pp. 51-54. 36 G. Be yhau t, R. C ortés Conde, H . G orostegui, S. T o rrad o, op. cit.,  en
 Argentina, sociedad de masas,  pp. 94-98.
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Para los emigrantes de Italia, Argentina era el segundo destino en importancia, después de Estados Unidos.37 Esta inmigración, empujada por fuerzas vigorosas en el país de origen a fines del siglo xix, trasplantó a la Argentina hombres llegados sobre todo del norte,38 en su mayoría campesinos, pero también supo de una  población considerable de pescadores y m arineros de Génova (se concentraron en el suburbio de la Boca, en Buenos Aires). A partir de la década de 1890 arribaron muchos italianos albañiles y traba
 jadores no calificados, para cum plir labores en obras públicas (construcción de vías férreas, carreteras, etc.). Estos operarios se aglomeraron en las ciudades, componían el grueso de la mano de obra para los trabajos públicos, en la construcción y en las fábricas. Muchos de ellos eran la mayoría activa en los primeros sindicatos obreros grandes (véase más adelante); a comienzos del siglo xx la mayor parte de los inmigrantes italianos se concentraban en las grandes ciudades y su número gravitaba en los suburbios, en donde generalm ente residían los trabajadores.39
El segundo lugar en importancia numérica, en ese entonces, le correspondió a la inmigración de España. También en la península
ibérica presionaban fuerzas expelentes sobre todo en los sectorescampesinos. Muchos emigrantes españoles partieron a la Argentina en la segunda mitad del siglo xix, pero el aluvión masivo se pro dujo en 1904 y superó inclusive al número de los italianos.40 A diferencia de los italianos, que se dividieron entre campesinos y habitantes de las grandes urbes, los españoles se ubicaron en las grandes ciudades y se consagraron principalmente al comercio y a los servicios públicos. Los italianos y españoles constituyeron el
grueso de la inmigración a la Argentina en las postrimerías delsiglo xix. Se integraron mejor que los inmigrantes de otras latitu des, debido a la rápida adaptación al idioma, a la cultura, a la mentalidad, etc., prevalecientes. Gracias a su adaptación afortuna da, se convirtieron en la base de absorciones posteriores, cumplidas  por parientes, amigos, etc. Al mismo tiempo, dificultaron la absor
37 Salvo los años 1888, 1891-1898 y 1901-1902, cuando Brasil la superó; véase V. Vázquez Presedo, Estadísticas históricas argentinas (comparadas)  1875-1914, Buenos Aires, Macchi, 1971.
38 Vázquez Presedo, El caso argentino, op. cit.,  p. 98. 39 Sobre los inmigrantes italianos a la Argentina, véase R. Foerster,  Ita lian  
emigration of our times,  Arno Press, Nueva York, 1969, pp. 226-278; S. Baily, “The Italians and organized labour in the U. S. and Argentine, 1880-1910”, en The International Migration Review,  vol. I, nú m . 3, 1967; Vázquez Presedo , El caso argentino,  pp. 95-103.
Vázquez Presedo, El caso argentino,  pp. 104-105; Estadísticas históricas ar gentinas,  pp. 39-47.
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ción de inmigrantes de otras latitudes, de mentalidad y lengua dis tintas. Los inmigrantes de Europa occidental —Francia, Gran Bre taña, Bélgica, etc.—, que llegaron en número considerable antes de las olas inmigratorias masivas, disminuyeron a partir de la dé cada de 1880. Una inmigración masiva adicional afluyó a fines del siglo xix y comienzos del xx, de las comarcas del Imperio otomano, del Imperio austrohúngaro y de Europa oriental, y entre ellos había un porcentaje glande de judíos. Esta inmigración se encauzó
 prim ero a las zonas de colonización y levantó poblados agrícolas en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, pero al
 poco tiempo se dir ig ió a las zonas urbanas.41
La mayor parte de la inmigración en masa a la Argentina, durante la década de 1880, se vio atraída por la imagen de la prospe ridad económica y por la creencia de que cualquiera podía intentar hacer fortuna. Los rumores sobre la prosperidad se propagaron en los países de origen y despertaron esperanzas grandes en los secto res de migración; esas esperanzas eran en general exageradas. El cuadro que se obtiene de la emigración indica que las grandes co rrientes inmigratorias coincidieron con los “booms” económicos, y
que la decadencia corresponde a los períodos de crisis. El ejemplo prom inente es la crisis de 1890-1891, que provocó la contracción drástica de la inmigración a la Argentina. Pero apenas asomaron indicios de recuperación económica, en la década de 1890, volvie ron a crecer las olas inmigratorias y alcanzaron dimensiones cum
 bres en la segunda m itad de la prim era década del siglo xx.42 El arribo masivo de inmigrantes hizo un “impacto” considera
 ble en la estructura social y demográfica argentina. La mayoría
de los extranjeros se concentraron en profesiones y renglones vinculados con la expansión económica, primero en la agricultura y lue go en la infraestructura y en ramas industriales, en zonas de las  provincias del lito ral y en la ciu dad de Buenos Aires, donde tenía lugar esa expansión. Ello llevó a una concentración muy grande de “extranjeros” en los sectores más importantes desde un punto de vista económico, en las grandes urbes, y en la población masculina de edad laboral.43 Eso influyó también en la estructura ocupacio-
41 Vázquez Presedo, El caso argentino, op. cit.,  pp. 114-117, 124-133; G. Ger mani, Política y sociedad,  pp. 184-185; J. A. Alsina, op. cit.,  p. 22. Sobre los
 ju dío s en la A rg entin a véase Ja im Avni,  Argentina, tierra de destino  (en hebreo), Jerusalén, 1973.
42 G. Beyhaut, R. Cortés Conde, H. Gorostegui, S. Torrado,  A rgentina, So ciedad de masas,  pp. 116-118; L. Geller, op. cit.,  p. 772; Cortés Conde y E. Ga llo, op. cit.,  pp. 48-50; E. Gallo,  La R epública conservadora ,  p. 52; R. Cortés Conde,  La República conservadora ,  p. 165.
43 G. Germani, “La movilidad social en la Argentina”, en Lipset, Benedict,
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nal. Aunque la mayoría de los inm igrantes declaraban al llegar que eran campesinos (60-70 %) —y sin duda pertenecían a los sec tores pobres de sus países de origen— comprobamos empero un
 proceso evidente de fortalecim iento de los sectores medios en la población argentina en las zonas de absorción principales de los inm igran tes.44 Los extranjeros evidenciaron a ptitud de movilidad excepcional, más que los lugareños, y por ello, aunque la mayoría declaró al ingresar al país que pertenecían a la rama primaria, el incremento ocupacional de extranjeros en la agricultura y ganade ría entre 1895 y 1914 fue de 67 000 personas, mien tras que las industrias y artes manuales registran un aum ento de 218 000 ex
tranjeros, 94 000 en el comercio y 21 000 en transportes. En esossectores los extranjeros constituyeron un factor decisivo en las ca  pas obreras, y su aparic ión masiva en esos dominios generó la base del proletariado argentino, a partir de la década de 1890.45
También en las propias capas obreras se notaba una “movili dad” apreciable, que se expresó en el aumento del porcentaje de obreros independientes hasta 1895, y en su declinación posterior. Este descenso se vincula con la caída de la producción artesanal y
el surgimiento del proletariado industrial, entre 1895 y 1914.46 El proletariado se amplió constantemente por los aluviones de
inmigrantes que, en parte considerable (sobre todo los italianos y españoles), fueron atraídos a la Argentina por el nivel del salario, muy superior al de sus países de origen.47 Una investigación de A. Bunge sobre salarios y obreros comparados (en vísperas de la
 prim era guerra m undial) , en relación con Estados Unidos, Ingla terra, Francia y Alemania, señala que el salario nominal  prome
dio de la familia común en la Argentina, ocupaba el segundo lugar, después de Estados Unidos de América. Pero en com para ción con el salario familiar real  (cotejado con precios de vivienda, artículos de consumo y alimentación), se comprueba que los salarios en la Argentina son inferiores a los de Estados Unidos en 32 %, a
 La m ovilidad social ,  pp. 319-321; G. Germani, Estructura social,  p. 81; Vázquez Presedo, Estadísticas, op. cit.,  p. 26; E. Gallo,  La República conservadora , 
 pp. 54, 78-80; R. Cortés Conde,  H is to ria argentin a,  t. v, p. 170.44 G. Germani,  M ovil id ad social,  pp. 350-351; G. Germani, Política y socie dad,  p. 189; E. Gallo,  La República conservadora ,  p. 54; G. Beyhaut y colabo radores, en  Argentina, sociedad de masas, op. cit.,  p. 95.
45 L. Geller, op. cit.,  p. 805; R. Cortés Conde,  La República conservadora ,   pp. 172-173, 215; G. Beyhaut y cola bora dores, op. cit.,  pp. 94-112, 117-120; Váz quez Presedo, El caso argentino, op. cit.,  p. 139; G. Germani, Estructura social,   pp. 205-209, Política y sociedad,  pp. 194-195; A. Dorfman, op. cit.,  pp. 206-207.
46 R. Cortés Conde,  La R epública conservadora ,  p. 176. 47Vázquez Presedo, El caso argentino, op. cit.,  pp. 135-137.
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los de Francia en 12 %, a los de Inglaterra en 9 %, a los de Ale mania en 3 %.48 Si se tiene en cuenta que la comparación se hace con países desarrollados industrialmente, es indudable que coteja
do con los países de origen principales de los emigrantes, el nivelde salario relativamente alto en la Argentina sirvió de factor de atracción.49
Cabe señalar que se trata del salario relativo, comparado con otros países. En cuanto al salario obrero real  en Argentina, la ten dencia general es de declinación (con ciertas oscilaciones de ascen so) desde la década de 1880 hasta 1899.50 (Un análisis más detallado del salario obrero en la época que media entre 1899 y 1905, se
intercalará en el examen posterior, por lo que nos abstenemos de hacerlo ahora más minuciosamente.)
La transformación en la Argentina que se estudió hasta ahora, configura el trasfondo histórico, político, económico y social en que se gesta la clase obrera argentina y el surgimiento de las corrientes anarquistas. La interrelación de ambos fenómenos —en tre 1897 y 1905— es el tema de la investigación y del examen que insertamos seguidamente, pero consideramos indispensable pre cederlo con una descripción sucinta del surgimiento de los círculos anarquistas en la época entre los años 1880 y 1897.
MALATESTA Y LOS ANARQUISTAS DE LA DÉCADA DE 1890
Las grandes olas inmigratorias