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EL ANARQUISMO INDIVIDUALISTA

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EL ANARQUISMO INDIVIDUALISTA

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ÉMILE ARMAND

EL ANARQUISMOINDIVIDUALISTA

Lo que es, puede y vale

Seguido de El stirnerismo

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Terramar Ediciones © Libros de AnarresPlaza Italia 187 Corrientes 47901900 La Plata Bs. As. /ArgentinaTel: (54-221) 482-0429 Tel: 4857-1248

Traducción: Margarita MartínezISBN: 978-987-617-017-8

La reproducción de este libro, a través de medios ópti-cos, electrónicos, químicos, fotográficos o de fotoco-pias está permitida y alentada por los editores.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en Argentina / Printed in Argentina

Armand, ÉmileEl anarquismo individualista. Lo que es,

puede y vale - 1a ed. - La Plata: Terramar, 2007.154 p.; 20x12,5 cm. (Utopía Libertaria)

ISBN 978-987-617-017-8

1. Anarquismo. I. TítuloCDD 320.57

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Descontamos y agradecemos a los amigos dePepitas de calabaza, la autorización por utilizarel original de este libro, editado por ellos enLogroño, Agosto de 2003.

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Primera edición en castellano, Barcelona, 1916.

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PRÓLOGO

Émile Armand es el pseudónimo de Ernest Juin, nacido enParís en 1872, principal exponente de las ideas anarquistas in-dividualistas y un apasionado defensor del amor libre durantelas primeras décadas del siglo XX. Se cree que, aun cuando ha-bría recibido una educación laica, a los 16 años resultó fuerte-mente impresionado por la lectura del Nuevo Testamento. Sugradual aproximación al anarquismo fue impulsada por la lec-tura de Temps Modernes de Jean Grave, uno de los fundadoresdel club o grupo El Arte Social. Armand creó su primera publi-cación periódica en 1901: L’Ere Nouvelle (Tribune libre duprolétariat redigée par des disciples du Christ), cuya cruza deideas cristianas, socialistas, comunistas y libertarias se situabaparcialmente bajo la influencia de León Tolstoi. Al mismo tiem-po comenzó un intenso activismo antimilitarista: en 1904 pre-sentó una ponencia sobre la insumisión ante el servicio militaren un congreso internacional en Amsterdam; en 1917 fue arres-tado y condenado a cinco años de cárcel por haber asistido a ladeserción de un soldado durante la Primera Guerra Mundial.Su etapa más conocida de actividad anarquista comenzó a par-tir de esos años. Entre 1929 y 1939 dirigió el periódico L’Endehors, y entre 1945 y 1956, L’Unique. Por otra parte, escribióy publicó numerosos ensayos, entre los que se cuentan Qu’ estqu’un anarchiste?: thèses et opinions, L’initiation individualisteanarchiste, Idéalisme et réalisme melés, La Révolution sexuelleet la camaraderie amoureuse, algunos de ellos traducidos alespañol, idioma en el que también pueden hallarse Amor libreo sexualismo subversivo: variaciones sobre la voluptuosidad,Formas de vida en común sin estado ni autoridad y La camara-dería amorosa, entre otros.

La actual edición de El anarquismo individualista (Lo quees, puede y vale), que fuera publicado por primera vez en espa-ñol en 1916 por traducción de M. Costa Iscar en la imprentaGerminal de Barcelona, se trata de una exposición al mismotiempo sintética y detallada de una corriente de pensamiento y

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acción sobre la cual se han desplegado numerosas interpreta-ciones y equívocos, por no mencionar prejuicios.

En las últimas décadas del siglo XIX, la formación de gru-pos de afinidad que rechazaban la organización en sindicatos ysociedades obreras, así como una constante participación enatentados y asaltos a mano armada, fue realizada bajo la no-menclatura o etiqueta del anarcoindividualismo. Armand dis-cute precisamente con esta tendencia en el capítulo “La ilegali-dad” del presente libro, señalando los peligros de un “ilegalismoprofesional” que limitaría el desarrollo intelectual y no condu-ciría a la liberación económica.

Las preocupaciones de Armand se orientan en torno de dosejes: por un lado, el individuo y sus relaciones con una socie-dad definida como “el producto de las adiciones individuales”o la suma de las individualidades que idealmente deberían aso-ciarse a voluntad; y por el otro, la camaradería amorosa, quese distingue de la libertad sexual por intentar basarse en unaelección consciente y razonada, en un proyecto de distribuciónequilibrada de ternura y voluptuosidad en los vínculos entrecompañeros.“Vivir la vida intensamente, con placer, no implicadejar rienda suelta a los apetitos brutales y a la licencia irrazo-nable”, dirá acerca de la educación de la voluntad: “El domi-nio de sí mismo es la primera condición de una vida plena”. Elanarquismo individualista es, para Armand, un principio socialy moral: el punto de partida de una sociedad ideal donde losseres humanos se uniesen mediante un contrato libremente con-sentido, respetando la libertad de todos sin molestar la de cadacual. Ello requeriría el derecho a la propiedad individual delsuelo y de los medios de producción, así como el de la libredisposición de los productos, ambos considerados una garan-tía esencial de la autonomía personal.

Si la utopía de una sociedad agraria y artesanal donde to-dos intercambian libremente sus productos sin mediación deinstitución alguna puede constituir hoy un proyecto cerradopara la historia, seguramente no tendremos la misma impre-sión ante la relevancia otorgada al “yo” dentro del ideario anar-coindividualista. De hecho, la jerarquización de una individua-lidad que se desea libre de toda obligación social aparece comoinsistente modelo en la sociedad contemporánea. Un examen

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más profundo habría de revelar las diferencias y semejanzasentre el ideal del yo preconizado por Armand y el que se pre-senta bajo las formas modernas y posmodernas de la sociedadde mercado. La elevación del yo al rango de un absoluto quetrasciende toda estructura y toda forma de ser se hallaría en loque el filósofo Ángel Cappelletti llamó la última etapa de la“prehistoria” del anarquismo, encarnada fundamentalmentepor Stirner. Sería necesario dar un paso más, abolir eseconstructo que se cree ley, soberano, “único”: destronar eserey vacío, derogar sus privilegios, denunciar su artificiosidad,su ficción, su fragilidad… Armand reivindica el ideal de Stirner,pero cabe señalar el énfasis que también puso en el trabajo deasociación con otros a lo largo de su vida, como se observa ensu interés por la historia de las comunidades y por el grupoAtlantis, que él mismo habría formado para la práctica del amorlibre en las afueras de París.

En suma, el interés de Armand parece centrarse en esaminoría de indomables o refractarios que ansían practicar uncompañerismo radical entre seres libres y vivir en paz y con elmayor grado de independencia posible sus experiencias perso-nales. Una suerte de “especie” dentro del género humano, talcómo él se sentía inclinado a expresar. Queda por ver si esatribu dispersa en el tiempo y el espacio podrá sobrevivir a unode sus más fervientes incitadores.

La Segunda Guerra Mundial sorprende a Armand en suelofrancés y termina recluido en varios campos de concentración.Muere en la ciudad de Rouen en 1962. La vigencia de su prédicaquizá podría sintetizarse con las últimas palabras del capítulodedicado a “El esfuerzo y la alegría de vivir”: “Ni jefes ni servi-dores, ni amos ni siervos: he aquí lo que quieren los anarquistas;lo que ellos entienden por ‘vivir por vivir’ y lo que convienerecordar continuamente. Y aunque sólo se consiga en ciertamedida, esta tendencia o aspiración no deja de constituir surazón de existir, de manifestarse y de formar una ‘especie’”.

Osvaldo Baigorria

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ADVERTENCIA PRELIMINAR

En 1908 hice editar por la imprenta de Conversaciones Po-pulares, entonces bajo la influencia de Alberto Libertad, unestudio intitulado ¿Qué es un anarquista? y me esforcé en eltranscurso de la obra por situar al anarquista bajo el ambienteexterior y en su propio medio.

Desde entonces, los acontecimientos han transcurrido sincesar.

En presencia de los errores y de las confusiones, creo nece-sario tratar hoy no del “anarquista”, término vago que se prestafrecuentemente a equívocos, sino del “anarquista individualis-ta”, con relación al medio social en general y a la filosofíasácrata en particular.

Esto es lo que he querido explicar en las páginas siguientes,que son cosa bien diferente a una refundición de mi primertrabajo.

Añado que lo he hecho sin pretensión, sin una sistematiza-ción extremada, y no ignoro que de las tesis y opiniones ex-puestas, algunas son apenas bosquejadas y otras, en cambio,adolecen de excesivo desarrollo. También sé las repeticionesque mi obra contiene.

En fin, tengo la convicción de que estas páginas, tal comoson, pueden llevar a muchos a reflexionar sobre los asuntostratados y a adquirir sobre el “anarquismo individualista” unaopinión personal.

É. A.

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CAPÍTULO 1LA SOCIEDAD ACTUAL

1. CUADRO DE LA SOCIEDAD

Un caos de seres, de hechos e ideas, una lucha desordenada,violenta y despiadada; una mentira perpetua, por la que arbi-trariamente unos se elevan al pináculo y otros quedan aplasta-dos sin piedad en los bajos fondos.

¡Cuántas imágenes que describirían la sociedad actual, sien realidad pudiera hacerse!...

El pincel de los más celebrados artistas y la pluma de losmás notables escritores se quebrarían cual frágil cristal, si seempleasen en representar siquiera un eco lejano del tumulto yla refriega que produce el choque de aspiraciones, apetitos, odiosy abnegaciones en que se encuentran y mezclan las diversascategorías que dividen a los hombres.

¿Quién podrá explicar exactamente la interminable batallalibrada entre los intereses particulares y las necesidades colec-tivas; entre los sentimientos del individuo y la pseudológica dela generalidad humana?

Todo lo que constituye el desbarajuste de la actual sociedadno basta aún para hacer reflexionar a las gentes y escapa fácil-mente a la penetración de su conocimiento.

Una minoría que posee la facultad de hacer producir y con-sumir, o la posibilidad de existir a título parasitario bajo diver-sas y numerosas formas, y en frente una inmensa mayoría queno tiene más que sus brazos, o su cerebro, u otros órganosproductivos, que se ve forzosamente obligada a alquilar, o pros-tituir, no solamente para procurarse lo indispensable a fin deno morir de hambre, sino también para permitir a este peque-ño número privilegiado, detentador de la potencia propiedad,o valor de cambio, vivir a costa del esfuerzo ajeno, más o me-nos beatíficamente.

Una masa, ricos y pobres, esclavos de prejuicios seculareshereditarios: los unos porque en estos atavismos encuentran suinterés; los otros porque, sumidos en la ignorancia, no quieren

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salir de ella; una multitud cuyo culto es el dinero y su aspira-ción el hombre enriquecido; una gran mayoría embrutecidapor el abuso de los excitantes o por la conducta viciosa; laplaga de degenerados de arriba y de abajo, sin aspiracionesprofundas, sin otro fin que el de alcanzar una situación de gocey saciedad, para poder aplastar, si es preciso, a los amigos deayer y elevarse sobre sus costillas.

Lo provisional, que amenaza sin cesar con transformarseen definitivo, y lo definitivo, que no parece dejar de ser jamásprovisional.

Vidas que mienten a sus convicciones aparentes y convic-ciones que sirven de trampolín a bajas ambiciones. Librepen-sadores que se revelan más clericales y devotos que los mismoscuras y devotos que dejan entrever el más grosero materialismo.

Lo superficial, que quiere pasar por profundo, y lo profun-do, que no consigue hacerse valer por serio.

Repetir que todo esto es el cuadro vivo de la sociedad esponer en evidencia una verdad que nadie osará contradecir.

Cualquiera que sepa reflexionar comprenderá, perfectamen-te, que la pintura no es exagerada, sino que más bien quedamuy por debajo de la realidad.

2. EL ANSIA DE FIGURAR

En nuestro tiempo, todo el mundo va enmascarado; y nadiese preocupa de ser y sí únicamente de parecer.

¡Parecer! He aquí el ideal supremo; y si tan ardientementese desea la buena posición o la riqueza, es porque se sabe quesólo el dinero permite figurar.

Esta manía, esta pasión, esta tendencia a la apariencia y atodo lo que la proporciona, devora al rico y al pobre, al ins-truido y al ignorante.

El obrero que maldice de su patrón, desea ocupar un lugarigual; el negociante que se precia de honrado, no repara en lossucios procedimientos de su profesión, mientras le reportenventajas; el comerciante en pequeño, miembro de los comitéselectorales, patriotas y nacionalistas, se apresura a exportarsus artículos a los fabricantes extranjeros, ya que en ello ve

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provecho; el diputado socialista, abogado del mísero proleta-rio que vive amontonado en lo peor de la ciudad, veranea ydescansa en un palacio o habita en los barrios mejores de lacapital, donde el aire se respira abundante y puro. El librepen-sador todavía se casa voluntariamente por la Iglesia y bautizaa sus hijos. El religioso no osa hacer gala de sus creencias, por-que es de buen tono ridiculizar la religión.

Así, pues, ¿dónde encontrar sinceridad? A todo se extiendela gangrena. La encontramos en el seno de la familia, dondefrecuentemente padres e hijos se odian y se engañan, diciendoque se aman y sobre todo haciéndolo creer; la vemos en lasparejas que, mal avenidas, se traicionan, sin atreverse, no obs-tante, a romper los lazos que los encadenan; se percibe en lasagrupaciones, donde cada individuo busca el modo de suplan-tar al vecino en la estimación del presidente, del secretario odel tesorero, acechando siempre algunos, los más ambiciosos,el momento propicio para arrebatarles el puesto, cuando nopuedan ya sacarles otras ventajas; abunda en los actos de ab-negación, en las acciones de relumbrón, en los discursos oficia-les. ¡Parecer, parecer!... Parecer puro, desinteresado, generoso,cuando se consideran pureza, desinterés y generosidad comovanos espejismos. Moral, honrado, virtuoso, cuando la probi-dad, la virtud, la moralidad, son la menor preocupación de losque dicen profesarlas.

¿Dónde encontrar alguien que escape a la corrupción, quese conforme a no figurar?...

Sin embargo, no pretendemos asegurar que no haya habi-do y haya alguno, pero sí hacemos constar que son rarísimaslas personas eminentemente sinceras, y afirmamos que el nú-mero de seres humanos que obran desinteresadamente es re-ducidísimo.

A mi me inspira más respeto el individuo que declara cíni-camente querer gozar de la vida aprovechándose de otro que elburgués liberal y filántropo, cuyos labios pronuncian palabrastan bellas como hipócritas, puesto que ha hecho su fortunaexplotando disimuladamente a los desgraciados.

Se nos objetará que nos dejamos llevar de nuestra indigna-ción; que nada prueba, en principio, que nuestra cólera o nues-tras invectivas no sean también una manera de figurar. ¡Aten-

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ción! Lo que en este libro se encontrará son observaciones,opiniones, tesis, cuyo valor ha de determinar el lector, pues nihacemos alarde de infalibilidad en las páginas que siguen nibuscamos que los demás estén totalmente conformes con nues-tro punto de vista.

Hemos constatado, notado, concluido, no siempre a títulopersonal y bajo toda reserva. Nuestro objeto es hacer reflexio-nar a los que nos lean, sin perjuicio de admitir o rechazar loque no cuadre con sus propias concepciones.

3. COMPLEJIDAD DEL PROBLEMA HUMANO

No vamos a tratar esta cuestión desde muy alto, o bajo unpunto de vista metafísico; sabemos que es preciso descender alterreno de las realidades concretas. Y la realidad es ésta:

La sociedad actual es el resultado de un largo proceso histó-rico, en sus principios tal vez, y la humanidad en sus diferentesetapas evolutivas va simplemente buscando o preparando susvías; ella tantea, tropieza, pierde su camino, vuelve a encon-trarlo, progresa, retrocede; es a veces sacudida hasta su base porciertas crisis, arrastrada, lanzada sobre la ruta de sus destinos,para acortar enseguida su marcha o seguirla acompasadamen-te. Arañando un poco el pulimento, el barniz, la superficie delas civilizaciones contemporáneas, quedan al descubierto losbalbuceos, las niñerías y supersticiones de los antepasados.¿Quién negará esto? Por nuestra parte convenimos en que todoesto contribuye a hacer el “problema humano” singularmentecomplejo.

4. LAS DOS ACTITUDES

Se nos argumentará, sin duda, que es locura buscar y esta-blecer la responsabilidad del individuo, puesto que si éste quedaabsorbido por el medio ambiente, si sus gestos y sus pensamien-tos reflejan los de su convivencia, si forzosamente en todos losgrados de la escala social la aspiración es parecer y no ser, lafalta corresponde al plano actual de la evolución general y no

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al individuo, miembro de la sociedad, átomo minúsculo perdi-do en un formidable conglomerado.

Replicamos que, si es cierto que el espíritu que razona yconsidera a los hombres y a la sociedad en general encuentrauna barrera casi infranqueable a la vida libre, independiente,individual, en la que todas las actividades tuviesen una real ynatural expansión, no por eso deja de desear la desapariciónde las causas que lo esclavizan a los actuales artificios en queforzosamente se desenvuelve.

De dos caminos uno: o curvarse ante las circunstancias yasistir cobarde y pasivamente a los acontecimientos, creyendoque esperando mejor, todo es aceptable en nuestra sociedad,o bien, sin optimismo exagerado, desviarse un poco de lacorriente para sondear y preguntarse la verdadera causa delpropio malestar.

5. A QUIÉNES VA DIRIGIDO ESTE LIBRO

Exponemos francamente que no escribimos para la socie-dad en general, sino para los reflexivos o para los capaces dereflexionar, para los curiosos, para los críticos, para los insa-tisfechos, para todos, en suma, los que no se conforman conlos formulismos y las soluciones actuales.

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CAPÍTULO 2LOS REFORMADORES DE LA SOCIEDAD

6. EL DOLOR UNIVERSAL

Son raros los que de un tranquilo optimismo proclamanque la sociedad es perfecta. Todo el mundo se queja de su suer-te, hasta los más privilegiados, y sin examinar el grado de sin-ceridad que haya en las lamentaciones de cada uno, lo cierto esque el dolor universal está bien patente. Por eso los reformadoressociales forman legión, pero podemos abarcarlos en tres gran-des divisiones.

7. LOS REFORMADORES RELIGIOSOS Y SUS IDEAS

Es antigua la historia de éstos; su obra y sus pretensionesno tienen ya gran importancia; pues ante la claridad del libreexamen y de la investigación científica, los dogmas se ocultan,huyen avergonzados a las tinieblas del pasado, como murciéla-gos que, sorprendidos por una intensa luz, volviesen a la som-bra de las cavernas. Sus proyectos no presentan más que uninterés retrospectivo. Sus fantasías tuvieron valor en los tiem-pos no muy lejanos en que los hombres, hasta los mejor dota-dos, temerosos ante los fenómenos mal explicados o ante losincidentes fortuitos de la existencia, buscaban un recurso y unapoyo, una satisfacción a su ignorancia en una intervenciónextrahumana. Y así, los reformadores religiosos fundamentantodos sus argumentos en la voluntad divina o en la revelaciónde la misma. La criatura es un juguete en manos del Creador, elgran drama de la evolución, la historia de las agrupacioneshumanas, la desigualdad de nacimiento y aptitudes, la influen-cia de los poderosos y de los arrogantes sobre el resto de loshombres, todo proviene de los altos designios y de la expresióntangible de la divinidad.

“Hágase su voluntad”. He aquí la última palabra de lasalmas más espirituales, las más profundamente religiosas, aun-

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que esa supuesta voluntad implique anulación personal, acep-tación pasiva de todo lo que ahoga la expansión y el crecimientode la vida individual.

Los reformadores religiosos nunca han conseguido más quedos resultados: o, so pretexto de reformas, hundir a sus discí-pulos en un abismo de resignación y de atrofia más profundoque del que pretendían sacarles, o bien, si han dado pruebas dealguna sinceridad, impulsar a sus partidarios a que los aventa-jen, es decir, a que lleguen a ser, más que modificadores de lasformas religiosas, verdaderos críticos de la misma base de lareligión. Tal fue el caso de la Reforma, que llegó más lejos de loque realmente querían sus iniciadores, o sea: a los librepensa-dores del siglo XVIII primero, a la difusión del espíritu críticocontemporáneo enseguida y al anarquismo por fin, que se puedeconsiderar como el punto culminante, normal y lógico de laevolución del librepensamiento.

¿Qué reformas, qué transformaciones nos han propuestolos reformadores religiosos? Generalmente, el retorno a unaconcepción religiosa ya abandonada, o desfigurada, corrompidao entibiada. ¿Qué ideales han presentado? Una divinidad únicao dividida, un panteón de dioses o semidioses dotados oafligidos de todos los atributos, de todas las cualidades, detodos los defectos, de todas las necedades con que los mortalesse desnaturalizan. Escandinavos o semitas, hindúes, católicos,etc., todos llegan al mismo extremo: al de los dioses accionan-do como hombres, para que éstos lleguen a ser dioses a su vez.Éste es el mayor afán de los reformadores religiosos: que elhombre se haga semejante a Dios, anulándose en su gracia, sino en este bajo mundo, a lo menos en el supuesto después de lamuerte, donde la criatura elegida contemplará cara a cara alCreador, donde el alma se complacerá en eternas beatitudes,donde el espíritu volverá al Espíritu. Poco importa que estelugar de delicias eternas varíe según las razas o los climas, quese llame Paraíso, Campos Elíseos, Walhalla o Nirvana. Elresultado siempre será el mismo, o sea el de afirmar más y másla resignación de la vida.

Se nos objetará que somos demasiado exclusivos, que tra-tamos desconsideradamente la elevación de los metafísicos teó-logos y el gran misterio en que radican las religiones, la lucha

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entre el bien y el mal, lo bello y lo feo, lo grande y lo vil, lopuro y lo impuro. Las religiones hablaron el lenguaje de sutiempo, se nos replica, pero su última visión era el triunfo de lojusto y de lo bueno, que simbolizaban con efigies exaltadorasde la imaginación. No negaremos la importancia de las religio-nes en la historia del desenvolvimiento humano, porque es unafase por la que debió pasar, pero sí haremos constar que lossacerdotes aclaman siempre el triunfo del dogma sobre el libreexamen, el del tirano sobre el rebelde; y, sin embargo, esPrometeo quien tiene razón contra Júpiter y Satán contraJehová. Todo el esplendor de la Teología, bien examinado, noes más que pura casuística. Si fuese cierto que las sutilezas reli-giosas hubiesen alcanzado el grado de elevación que se pretende,no quedaría más que una conclusión: el sentimiento de saberque inteligencias bien dotadas se hayan dedicado a tales ga-limatías. Finalmente nadie pretende negar el desinterés, lasinceridad, el puro entusiasmo de algunos reformadores reli-giosos, cuyas ideas no alcanzaron a traspasar las concepcionesdominantes. Éstos tienen derecho a nuestra apreciación y nadamás.

En resumen, los reformadores religiosos tienen:a) Como ideal humano, el creyente, a quien se educa en la

fe, que le sirve de freno para que jamás traspase ciertos límitesy no ose gustar el fruto del árbol del bien y del mal, pues siendoun timorato rehuirá encontrarse de frente con un hecho queatente contra esa virtud indemostrable.

b) Como ideal supremo, Dios, entidad ficticia, científica-mente indemostrable y producción imaginativa.

c) Como ideal social, el reino de Dios sobre la tierra, com-puesto de sacerdotes encargados de explicar y comentar lavoluntad divina y creyentes obligados a obedecerla.

8. LOS REFORMADORES LEGALES

Si los que proponen una reforma religiosa de la sociedadvan perdiendo irremisiblemente su prestigio y su influenciasugestiva, no sucede lo mismo con los reformadoreslegislatarios, que no conciben la sociedad sino regida por re-

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glamentos, códigos y ordenanzas, designados por una abstrac-ción, que es: la Ley. Estos admiten que la sociedad actual no esperfecta, pero que puede ser perfectible en graduación eminen-te e infinita. Hacen depender los defectos sociales precisamen-te de las leyes insuficiente o injustamente aplicadas y creen quesi éstas fuesen modificadas en un sentido más generoso, equi-tativo y humano, también la sociedad se transformaría y seríacada vez más soportable y agradable la convivencia.

9. DE DÓNDE EMANA LA LEY

La Ley puede emanar teóricamente de un solo monarcaautócrata, pero en realidad, aun en los regímenes másabsolutistas, las leyes en vigor representan los intereses o lasconcepciones de la camarilla que rodea al trono o de los parti-darios de la dinastía reinante. Bien que los privilegiados influ-yentes del Estado sean sacerdotes, como en las antiguas teo-cracias, en que la Ley tenía fundamentos místicos, o bien seanaristócratas y oligarcas, como en las repúblicas italianas de laEdad Media, lo cierto es que la Ley siempre ha sido destinadaa concentrar en algunas manos la gestión gubernamental, aconservar la dominación política y económica de unos cuantosambiciosos, cuya obra consiste en hacer admitir por revelacióndivina o por razón de Estado la necesidad de continuar la au-toridad.

Las democracias pretenden que la ley por ellas mantenidaes la expresión de la soberanía popular e igual dicen las monar-quías constitucionales y las repúblicas. Pero bien se ve el enga-ño, pues dada la educación de las masas en nuestras colectivi-dades contemporáneas, éstas no pueden reflejar sino las ideasy los intereses de las clases dirigentes de la burguesía.

10. LA LEY EN LA PRÁCTICA

He aquí cómo se resume: siendo admitidos ciertos princi-pios cívicos, morales, económicos, etc., que rigen a las socieda-des, se trata de formular una regla de aplicación que determine

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las circunstancias en que el ciudadano afianza o atenta a di-chos principios. Sea, por ejemplo, el principio de propiedad,piedra angular del derecho civil. La ley en él consistirá no sóloen confirmar los derechos de los poseedores, sino en proteger-los contra todo ataque; determinará las condiciones en que lapropiedad se adquiere, se pierde y se transmite; las infraccio-nes y los castigos, o la significación jurídica de los hechos cali-ficados de violencia, estafa, fraude, dolo. No irá más allá; nose ocupará de saber si es justo o no que la propiedad o el capi-tal esté concentrado en unos cuantos y si de este acaparamien-to no nace precisamente toda la materia penable.

Veamos otro ejemplo: las leyes constitucionales decretan eldisfrute de lo que se denominan derechos civiles y políticos enla mayoría de edad, pero no se preocupan de la capacidad moraldel ciudadano, que desde ese momento puede ya elegir a loslegisladores, ejerciendo el sufragio, aunque no posea la másligera noción de la gestión gubernamental. Puede ser un píca-ro, un cobarde, un hipócrita, un alcohólico, poseer las ideasmás retrógradas, las más perversas, ser analfabeto o ignoran-te... la Ley se desentiende en absoluto.

Consideremos el matrimonio, que juega un importante pa-pel en el derecho actual. Por él, dos seres se unen para toda lavida donde no existe el divorcio y siendo éste vigente, por unperíodo más o menos largo. Pues bien, siempre resultará que elmarido ejercerá una autoridad de la que la mujer raramentepuede librarse. La Ley no se inquietará por saber si es una uniónde amor o un desposorio de conveniencias, un acoplamientoarreglado por familias más atentas a los intereses que a losafectos. No indagará si hay engaño, disimulo de carácter y tem-peramento; si los que van al tálamo nupcial pueden cumplirsus naturales funciones; si, en fin, los guía la inspiración deuna profunda y mutua simpatía o bien se dejan arrastrar porun entrenamiento sensual y pasajero. Una vez más la Ley esinflexible y ciega. Se limita a decretar, pero no quiere discurrirsobre sus designios.

Un criminal, por un delito cualquiera, comparece ante eltribunal. Mecánicamente, un juez, generalmente de origen yeducación burguesa, le infligirá la pena prescrita por el Códi-go. Solamente, en algunos casos, y gracias al juego de las cir-

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cunstancias atenuantes, arbitrariamente y con frecuencia erró-neamente aplicadas, disminuirá el castigo. Embutido en su lu-josa toga, el defensor de la sociedad y de la Ley no inquirirá laeducación, las influencias hereditarias, las peripecias de la vidadel acusado; no se preguntará si, antes de caer en las mallaslegales, el delincuente resistió a muchas tentaciones, ni si lamisma sociedad fue quien le impulsó al delito imputado. LaLey condenará. Tal es su misión.

11. EL BUEN CIUDADANO

Nuestra aglomeración de hombres –dicen los legalitarios–no puede subsistir sin leyes escritas, regulando los deberes y losderechos de cada uno, fijando las infracciones, determinandolos castigos. A las leyes, a la Ley, expresión ideal, el ciudadanodebe obedecer como el creyente religioso obedece a la Divini-dad. A los comentadores de la Ley debe la misma respetuosadeferencia que los fieles a los intérpretes de la voluntad divina.Se reconoce, pues, al ciudadano modelo por la conformidad desus actos externos con la Ley, estando siempre dispuesto a sa-crificar estúpidamente por ella su independencia, sus aspiracio-nes personales las más legítimas y hasta sus afecciones. Duralex, sed lex.

12. ASPIRACIÓN LEGALITARIA

a) Un ideal humano: el perfecto ciudadano, el ser que obe-dece a la Ley. Por eso la educación que el Estado dispensa congran premeditación está exclusivamente saturada de respetohacia los hechos, los gestos y los hombres que consagran, pro-tegen y perpetúan las cosas reconocidas y fundadas en la Ley.

b) Un ideal moral: la Ley, una abstracción esencialmenterestrictiva de las necesidades y aspiraciones humanas.

c) Un ideal social: el Estado, una sociedad en que las rela-ciones humanas se conciben y realizan exclusivamente en loslímites establecidos por la Ley o por el hecho legal.

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13. LOS REFORMADORES ECONÓMICOS

En oposición aparente con las teorías de los reformadoresreligiosos y legalitarios, con el fin evidente de suplantarlas, selevantan estos últimos poderosos, que fundan la vida de lasaglomeraciones humanas en el arreglo de la producción, de ladistribución y del consumo de las subsistencias. Son los socia-listas.

14. ORÍGENES DEL SOCIALISMO

Aunque el socialismo colectivista, científico, se atribuye orí-genes recientes, y el comunismo, que es un matiz de aquél, noquiera remontarse más allá de principios del siglo XIX, es indu-dable que las diferentes escuelas socialistas cuentan numerososprecursores, sobre todo entre las sectas cristianas de la EdadMedia. En Francia, en Alemania, en los Países Bajos han abun-dado los socialistas o comunistas, que pretendían extraer delas ideas evangélicas sus teorías de igualdad económica, de co-munismo en la riqueza colectiva. Los episodios históricos sonuna prueba suficiente, aunque nos lleguen bajo una forma le-gendaria, truncada o desfigurada por la malignidad de los cro-nistas contemporáneos. Además, los anales judiciales tambiénnos enseñan algo y, a pesar de la parcialidad de su jerga jurídi-ca, calificando de malhechores o de poseídos del demonio aesos precursores condenados a muerte, es fácil adivinar la ver-dad, ya que no restablecerla rigurosamente.

Por otra parte, la idea de igualdad económica ha persistidosiempre latente entre los cristianos heterodoxos; es una tradi-ción que parece remontarse a la aglomeración judeo-cristianade Jerusalén que, al día siguiente de la desaparición de Jesúsde Nazareth, se constituyó en agrupación colectivista volun-taria. El socialismo y el cristianismo preconizan el amor entrelos hombres para que todos puedan gozar del banquete de lavida sin otro esfuerzo que su adhesión exterior al programa oal credo. Así, puede afirmarse que la forma científica del co-lectivismo o del comunismo contemporáneo no es más queuna adaptación, bajo otra terminología, del cristianismo, y

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sobre todo del catolicismo. El socialismo es la religión delhecho económico.

15. EL HECHO ECONÓMICO

Bajo su forma actual, el socialismo se afirma y pretendeprobar que el problema humano consiste únicamente en unadificultad de orden económico. El hombre en sí no le interesa,sino en su doble función de productor y consumidor y la so-ciedad funcionaría perfectamente desde el momento que lossocialistas pudieran organizar el trabajo y repartir los productos.

Numerosos son los medios propuestos para llegar a esteresultado, según las épocas y las razas, pero para explicar másla idea que acabamos de iniciar, añadiremos que el socialismoy el catolicismo agrupan todos los temperamentos, caracteresy mentalidades imaginables bajo un lazo puramente exterior.Los socialistas afirman de un modo infantil que si dispusierandel poder necesario para administrar la sociedad, de grado opor fuerza aplicarían sus doctrinas.

A la hipótesis socialista, que hace depender todos los detalleshumanos del hecho económico, objetaremos que, sin olvidarun solo instante tan transcendental factor, que implica el pri-mordial problema de sustentación, no podemos, sin embargo,atribuirle todos los sucesos históricos que, según las circuns-tancias, han tenido tan pronto un origen político como unmotivo religioso o un móvil económico, y eso sin tener en cuentalas influencias climatéricas. El ejemplo del error de la metafísi-ca socialista lo tenemos precisamente en que períodos de lafilosofía, las artes y la literatura indican de un modo preciso elpoder determinante de la religión.

16. DIFERENTES TENDENCIAS SOCIALISTAS

A pesar de un antagonismo aparente, los medios propuestospara conquistar el poder se completan. Entre los socialistas, losunos quieren la violencia revolucionaria para ampararse de laadministración social y los otros el boletín de voto para llegar

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más rápidamente a la conquista de los poderes públicos. EnFrancia y en los países latinos, el socialismo se proclama mate-rialista y es ateo y sensualista violentamente. Hay que excep-tuar el movimiento francamente “cristiano social” o protes-tante. En Alemania es monista y haeckeliano. En los paísesanglosajones congenia con el cristianismo y no es raro ver al-guno de sus prohombres predicar el sermón del domingo enalgún templo independiente. En Francia fraterniza con losantimilitaristas y los sindicalistas ácratas. En Alemania es je-rárquico y huye de los anarquistas como de la peste.

17. VOTOS Y NO HOMBRES

En todas partes, en tiempo de elecciones, y para no asustaral pacífico ciudadano que ejerce sus derechos, el candidato so-cialista sabe adaptarse, cambiar la casaca de antimilitarista porla del pacifismo y hacer el caldo gordo a los capitalistas de lacircunscripción. También el catolicismo tiene sus confesores deinflexible autoridad y otros de manga ancha que se prestan amaravilla para absolver los dulces pecados de las mundanas.

Todo esto es lógico, pues lo que importa es la organizaciónde la producción y de la repartición, que es cuestión de cifras,bien por los procedimientos de los socialistas revolucionariosy antiparlamentarios o bien por la saturación lenta y progresi-va de las masas, según la aspiración de los oportunistas. Elsocialismo es bueno para todos. Ninguna importancia se da alos sentimientos religiosos y patrióticos ni al mantenimiento delos prejuicios privados. Cuanto mayor sea el número de lossocialistas, más cerca estará su Gran Ciudad, no sin haber atra-vesado antes todas las fases del progreso y retroceso insepara-bles de un movimiento de vastas colectividades. No se tiene encuenta el valor personal, la mentalidad. En tiempo de escruti-nio tanto vale el boletín de un alcohólico como el de un genio.Además, los impacientes del socialismo nada deben reclamar,puesto que su minoría ya tiene también sus representantes enlas juntas del partido.

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18. IMPORTANCIA DEL SOCIALISMO

Sería pueril negar la influencia que éste ha alcanzado, susci-tando en el fondo del proletariado y en muchas almas genero-sas parecido entusiasmo y esperanzas que el cristianismo le-vantó entre los esclavos del Imperio Romano. En los tiemposde superstición, mientras el prestigio de los dioses se debilita-ba, el cristianismo proclamó por la boca de sus apóstoles, enprincipio ardientes y desinteresados, que delante de Dios, crea-dor de cielos y tierra, todos los hombres eran iguales, halagandoasí la ilusión de los desheredados.

En nuestros días, que a medida que la instrucción se extien-de más disminuye el respeto al pasado, el cristianismo está enquiebra y el socialismo se preocupa de las necesidades inme-diatas, reduciendo la cuestión social a una cuestión de alimen-tación, magerfrage1.

En una sociedad donde incesantemente se afirman nuevasnecesidades, a veces artificiales, pero que reclaman satisfac-ción, no es extraño que el socialismo halle eco, tanto más quepara propagarlo y comentarlo no le ha faltado ni talento niabnegación.

19. DOCTRINA DEL SOCIALISMO

Se resume así:a) Un ideal humano: el perfecto productor y consumidor

cuya vida integral consistiría en adaptarse a una organizaciónde la actividad productiva que le permitiese asegurar la satis-facción de sus necesidades materiales. La enseñanza socialistatiende a relacionar con el hecho económico todos los aspectosdel desarrollo de las sociedades humanas, incluso el ético.

b) Un ideal moral: el derecho para todos a la subsistencia,con la desaparición de los diversos matices de la desigualdad,fruto del capitalismo, y la abolición de la propiedad, fruto dela explotación. Todo esto con variedades, según las diversasescuelas.

c) Un ideal social: el Estado colectivista, o la sociedad1 Expresión oficial del socialismo alemán (N. del T.).

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comunista, en que las relaciones humanas estuviesen determi-nadas por la reglamentación matemática o científica de la vidaindividual. Quedaría desterrada la competencia económica yla lucha por la vida.

20. SINDICALISMO

Bajo este nombre se manifiesta una actividad revoluciona-ria, hostil a la acción parlamentaria y política, esforzándoseprincipalmente en agrupar a los proletarios en sindicatos pro-fesionales y de mantener en el mundo obrero una continuaagitación. Los medios preconizados por el sindicalismo consistenen presentar a la clase patronal reivindicaciones siempre cre-cientes; aumento de salarios, reducción de horas de trabajo,etc., etc. Y en empujar a la huelga en caso negativo, con el finde infligir pérdidas más o menos considerables a los capitalis-tas, que ven así inactivos sus elementos de explotación. El sin-dicalismo avanzado adopta el sabotaje, la acción directa, elantimilitarismo y como hijo que es del socialismo, fija la basede su concepción social en el hecho económico. Su éxito hasido grande entre los elementos obreros revolucionarios, porquese puede decir que es el acicate de su mejoramiento.

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CAPÍTULO 3LA ANARQUÍA Y SUS ORÍGENES

21. ACLARANDO UNA CONFUSIÓN

Parecerá que después de haber hablado de los reformadoreso transformadores de la sociedad, bajo el triple carácter reli-gioso, legalitario y económico, la lista queda completa; peroexaminando a fondo los proyectos propuestos, pronto seapercibe una laguna: los reformadores religiosos consideranal individuo como instrumento de la divinidad, los legalitarioscomo función de la Ley y los socialistas como máquina deproducir y consumir. Ninguno le da valor personal por sí mismo,sino como responsable ante las abstracciones que cada unosostiene, pretendiendo hacer de él el fin de sus designios. Allenar el vacío individual viene precisamente el anarquismo.Mucho se ha divagado sobre el valor y la significación delmovimiento anarquista. Con razón o sin ella se lo ha catalo-gado, asimilándolo al terrorismo y al nihilismo, uniéndolo alsocialismo y formando su vanguardia, englobándolo al sindi-calismo revolucionario y haciéndolo sinónimo del individua-lismo. Se lo ha hecho proceder de Babeuf, Saint-Simon, Fourier,Proudhon, de la Internacional y del cristianismo original.

Vamos a intentar aclarar esta confusión, deseada por algu-nos y explotada por otros. No pretendemos formular un dogmao proporcionar las bases de un código anarquista. Nuestro planrechaza toda idea de exclusivismo, pues consiste en presentaropiniones, tesis y hacer conclusiones que se pueden verificarpara ser admitidas o rechazadas.

22. DEFINICIONES: ANARQUÍA, ANARQUISMO, ANARQUISTA

El vocablo anarquía viene de dos palabras griegas, que sig-nifican negación o ausencia de gobierno, de autoridad, de man-do. En el sentido de desorden no nos interesa, pero debemosreconocer que la significación de reglamentación le es com-

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pletamente exótica. Según su fisionomía verbal, el términoanarquía es esencialmente negativo o crítico y nunca positivoo constructor. Sin embargo, por extensión se le ha hecho desig-nar una concepción filosófica de la sociedad, sin obligación nisanción autoritarias.

El anarquista es el protagonista o realizador de las ideas yde los hechos consiguientes a la anarquía y el anarquismo noes más que el procedimiento, la descripción ideal, el punto esen-cial especulativo y práctico para llegar al más allá.

Creemos que prácticamente puede considerarse comoanarquista a todo el que, después de una reflexión seria yconsciente, rechaza toda coerción gubernamental, intelectual yeconómica, o sea toda dominación, cuyo corolario económicoes la explotación del hombre por el hombre, del hombre porel medio o del medio por el hombre.

23. ORÍGENES DEL ANARQUISMO

El primer anarquista fue sin duda el que deliberadamentereaccionó contra la opresión de otro individuo o de una colec-tividad. Por esto es difícil definir el origen histórico del movi-miento anarquista. La leyenda y la historia citan a Prometeo,Satán, Jesús, Epicteto, Diógenes, Robin Hood, consideradosbajo diferentes aspectos como tipos anarquistas. Los princi-pios filosóficos del anarquismo actual parecen remontarse alRenacimiento, o más exactamente a la Reforma, que abriendolos espíritus al libre examen en materia bíblica traspasó el lími-te de sus iniciadores y condujo a la difusión de la crítica entodos los dominios intelectuales. Nació el libre examen; pero,en lugar de desarrollarse hasta la crítica racional de las institu-ciones y de las convenciones humanas, quedó convertido en unmedio político, no siguió el impulso de sus más decididospropagandistas y se retardó en la disección de las fábulas pue-riles, sobre las que los cristianos ortodoxos edificaban suscreencias.

Llegó, por fin, el movimiento anarquista, completando yacabando la obra del librepensamiento, sometiendo al análisisindividual los reglamentos, las leves, los programas de la ense-

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ñanza, las condiciones económicas y las relaciones sociales detoda clase, alcanzando a ser definitivamente la oposición máspeligrosa que han encontrado las tiranías gubernamentales.

24. EL ANARQUISMO Y LA INTERNACIONAL

Inexactamente se pretende hacer depender la historia de laanarquía del movimiento obrero que, bajo el nombre de la In-ternacional, floreció hacia el fin del reinado de Napoleón III.El odio y las invectivas con que el gran profeta del socialismo,Carlos Marx, persiguió a Miguel Bakunin, no tuvo por causadivergencias profundas intelectuales o éticas. Bakunin y susamigos fueron expulsados de la Internacional porque se mos-traron federalistas, descentralizadores, insurreccionales, hostilesa la forma estadista o a la conquista parlamentaria a que seinclinaba la actividad socialista. Los amigos de Bakunin, losfederalistas, se proclamaron abiertamente colectivistas, y algu-nos de ellos reprochan hoy al socialismo de haber acaparadoeste calificativo. Tradujeron y propagaron en los países medi-terráneos la obra de Marx El Capital. Ciertamente Bakuninfue un anarquizante, violento con frecuencia y profundo aveces, bastante más que muchos de sus continuadores; pero sise estudia detenidamente el movimiento de la FederaciónJurasiana, se encontrarán todas las reminiscencias del socia-lismo de antaño, creencias en la igualdad, en la fraternidadhumana, ideas de solidaridad y amor universales, sociedadfutura, revolución salvadora y transformadora, concepcionestodas que el anarquismo somete al análisis individual, a pesarde que específicamente nada tienen de anarquistas. La verdades que los federalistas de la Internacional se mostraronanarquizantes en cuanto a la concepción de la táctica y de laorganización del movimiento socialista y nada los diferenciabade los socialistas revolucionarios de entonces.

25. EL ANARQUISTA Y LA SOCIEDAD

Fuera de partido y antítesis viviente del socialismo, como

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esperamos irlo demostrando en el transcurso de estas páginas,los anarquistas se encuentran en completo desacuerdo con lasociedad actual. En todo momento y ocasión hacen valer supersonalidad y no se dejan arrastrar por la necesidad, la envi-dia, el prurito de parecer que caracteriza a los hombres de nues-tros días. En primer lugar, el anarquista está en camino de ser,y si niega la Ley, se levanta contra la autoridad de sus represen-tantes, contra los actos ejecutivos de la sociedad, es porqueafirma poder servirse de su propia ley y encontrar en sí mismoel resorte necesario para conducirse sin ninguna intervenciónexterior.

Las sociedades donde el anarquista se desarrolla necesitanpara perpetuarse, para continuar existiendo, el auxilio de di-versas especies de autoridad, como son: Dios, Ley, Riqueza,Consideración, Respetabilidad, Historia de los antepasados ytoda clase de programas. El anarquista lo examina y consideratodo, acepta o renuncia, según que las ideas propuestas o ex-puestas estén de acuerdo o no con su concepción de la vida osus aspiraciones individuales. En fin, todos los hombres se con-forman con ser determinados por su medio y, en cambio, elanarquista se esfuerza, bajo las reservas inevitables de ordenfísico, en determinarse por sí mismo.

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CAPÍTULO 4EL ANARQUISMO INDIVIDUALISTA

26. CONCEPTO DEL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

Hemos visto que el anarquismo es la filosofía delantiautoritarismo. El anarquismo individualista es una concep-ción práctica de esta filosofía, postulado que apercibe a cadauno de los que la siguen a traducir en su vida diaria y para símismo los actos y gestos consiguientes, sin ningún límite aldesarrollo personal o al desplazamiento propio sobre el planosocial, salvo, naturalmente, el de invadir el terreno donde otrocamarada evolucione.

Desde luego que el anarquista individualista es igualmentenegador de autoridad y de explotación, bajo sus diferentes ynumerosas formas, odiando y despreciando a la vez todo cuantomantiene el dolor humano y le impide proseguir su mayor libe-ración sin descanso ni fatiga.

El movimiento anarquista individualista consiste, pues, enuna actividad intelectual que se extiende a todos los dominiosdel saber, tratando de resolver en beneficio del individuo cons-cientemente ácrata los problemas concretos de las manifesta-ciones de la vida, creando entre sus adeptos, ya dotados de untemperamento especial, un espíritu de crítica permanente eirreductible en frente de las instituciones que enseñan, mantie-nen y preconizan la tiranía de unos hombres sobre la resigna-ción de los demás. Y puesto que por los hombres conocemoslas instituciones, justo es que midamos a ambos con el mismorasero.

El pensamiento director estriba, pues, en impulsar a los quehan asimilado la idea anarquista a que sientan el deseo impe-rioso de vivir las fases de su vida diariamente, fuera de todaautoridad exterior y de toda institución impuesta y no ejer-ciendo influencia coercitiva alguna sobre los demás camaradasque conciben de modo distinto los detalles de su existencia co-tidiana. En fin, es hacer de cada anarquista individualista unpropagador personal de las ideas esclarecidas, una especie de

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antorcha luminosa en las tinieblas de la autoridad, cuya llamay calor son destructivos de toda tendencia dominadora.

En resumen: la tendencia es suscitar en los individuos elmayor conocimiento, en el sentido de experimentar, demostrary asimilar el antiautoritarismo en las diferentes etapas de laactividad humana: ética, intelectual, social y económicamente.Y en la resolución personal, anarquista, de los problemas queplantean las manifestaciones de la vida en general.

Entre los individualistas hay unos partidarios del aislamien-to, porque así se creen más fuertes, pues la autoridad –dicen–cuando ataca es más enérgica contra los asociados y más débilcuando se defiende. Además, cuando se obra de concierto, auninvoluntariamente puede aparecer la traición. Otros afirmanque la asociación permite obtener resultados bastante aprecia-bles con menos esfuerzo y menos tiempo. En realidad estasapreciaciones son cuestión de temperamento, pero cuando losindividualistas se asocian por un interés cualquiera, no pierdende vista la salvaguardia de su autonomía, en lo que son y en loque tienen, pudiendo desde luego libremente también dejar laasociación en el momento que cese la necesidad o el peligroque la haya inspirado.

27. INDIVIDUALISMO Y COMUNISMO

El anarquismo individualista se diferencia del comunista dela Federación Jurasiana y sus continuadores en que considerala propiedad del medio de producción y la libre disposición delproducto como la garantía esencial de la libertad individual,que no puede existir sin esa plena posesión de los resultadosdel esfuerzo de cada uno y de los objetos de placer que formanuna prolongación de la personalidad, quedando bien entendi-do que esta propiedad se limita sólo a la posibilidad de hacervaler siempre la extensión de la tierra o los útiles de produc-ción indispensables a sus necesidades, bajo reserva para elposesor de no poder disponer por ningún concepto del esfuer-zo ajeno en la evaluación de sus facultades.

El hecho de que los instrumentos de producción, o el capi-tal, sean detentados por una minoría de poseedores actuales, o

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por el Estado, la Colectividad o la Comuna, es lo mismo parael individuo. Aunque los monopolios y los privilegios sean tras-ladados de las grandes asociaciones capitalistas a la Comuna,el individuo se halla igualmente desnudo de recursos que an-tes. En lugar de hallarse dominado económicamente por laminoría capitalista, lo es por el conjunto comunista. Nada lepertenece, es un esclavo.

Es sólo por la posesión de su producto, y la facultad dedisponer de él a su gusto, que el productor deja de ser un domi-nado, un explotado. Sólo un método paréceme asegurarle esteresultado, y es el que consiga que todo cuanto el individuoposea sea el resultado de su esfuerzo individual. Este métodode vida económico me parece esencialmente anarquista yconstituye el objeto de nuestra actividad o reacción sobre elambiente.

Declarándome anarquista individualista no comprendo porqué no podré serlo económicamente. El anarquismo indivi-dualista debe tener los recursos suficientes para orientar a losque se interesen por una solución netamente anarquista delproblema económico.

28. CRÍTICA DEL COMUNISMO

El comunismo ¿qué es en resumen? Es un sistema económi-co por medio del cual todas las riquezas naturales y todos losresultados del trabajo, producidos por cada uno, según sus es-fuerzos, son distribuidos a cada uno según sus necesidades,mediante un mecanismo dado, una oficina de estadística cen-tralizadora, con el método de depositar y retirar los productosen común.

En régimen comunista, los individuos gozarán de toda li-bertad, menos la de producir para ellos mismos y disponer, asu gusto, de sus productos, y cambiarlos con sus vecinos, fueradel mecanismo impuesto.

¿Qué tiene este sistema de anarquista? Esto es colectivismodisfrazado, liberalizado, endulzado y nada más. El individuocontinúa sujeto a la colectividad. ¿En dónde la dignidad perso-nal se encuentra salvaguardada?

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Dadle vueltas al comunismo, en todos sentidos, y siemprellegaréis al punto que, de grado o por fuerza, el individuo de-berá sacrificarse a la Colectividad o a la Democracia comunista.

Anarquista, mientras una sociedad no me permita comer,vestir, morar, difundir mis ideas a mi manera y sin control al-guno –a condición de que no domine ni explote a nadie– con-sideraré su funcionamiento como autoritario.

¿Se ha definido seriamente el método “depositar y retirarlos productos en común”? ¿Cuál será la forma de los depósi-tos: cuadrada, cilíndrica o piramidal? ¿Se mezclarán confituras,carbón, zapatos y patatas? ¿Se necesitará un método de alma-cenaje para cada producto, para cada especie de utilidad? ¿Sellevará a los almacenes la materia bruta o la materia elaborada?¿Quién vigilará la calidad? ¿Cómo se evitará la superproduc-ción? ¿Cómo se remediará el que los primeros se lleven lomejor y más de lo que les corresponda? ¿Se registrará la casade X, bajo denuncia, para verificar si no ha conservado o rete-nido parte de su producto o si lo que posee H ha pasado, o no,por el depósito? ¿Qué medios de verificación se emplearán?¡Qué ejército de policías en perspectiva! Ante ello uno sepregunta en dónde estará la diferencia con la sociedad actual.

Por conscientes que se hayan hecho los individuos, desde elmomento que su regla de conducta se basa únicamente sobresu interés o sobre la utilidad bien comprendida, no hay másque la violencia que pueda impedirles contravenir a una regladada, cuando encuentran ventaja en hacerlo.

El comunismo sólo es compatible con la moral del renun-ciamiento o con el cristianismo, es decir; con una moral deesclavos.

Practicado en gran escala, el método de depositar y retirarlos productos en común exige una administración de las cosascomplicada e inquisitorial, como lo son todas las administra-ciones.

29. EL COMUNISMO Y EL SER INDIVIDUAL

Descartado el comunismo, hay que dar con un método que,no dejando subsistir ningún vestigio de explotación del hom-

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bre por el hombre, o por la colectividad, salvaguarde la digni-dad individual, de acuerdo con el interés de cada uno, no lesionea nadie, cierre la puerta al parasitismo, a la ociosidad, a lapereza, no frustre a cualquiera el placer resultante de la reali-zación de su propio esfuerzo, permitiendo al individuo el em-pleo, más intenso, de su facultad de iniciativa. Hasta que yo noencuentre otro mejor, el método de cambio de los productos,entre individuos o entre grupos, paréceme responder al“desideratum”.

Es evidente que, permaneciendo dueño de su producto, dis-poniendo de él a su antojo, el productor podrá elevarlo al gradode perfección y de calidad posiblemente imaginable. Y ya noserá la obra anónima, abarrotada, cuyo destino se ignora.

30. LA PROPIEDAD DEL MEDIO DE PRODUCCIÓN Y LA LIBRE DISPOSICIÓN

DEL PRODUCTO

La libre disposición del producto entraña la posesión delmedio de producción, de la herramienta y del suelo. En el sen-tido anarquista, la propiedad ha consistido siempre en la posi-bilidad de hacer valer –individualmente, por asociaciones sexualeso familiares, según las circunstancias– la extensión del suelo,indispensable a la unidad social, a condición de no hacerloexplotar, por nadie, a nuestro servicio, o arrendarlo.

Esta posesión del suelo no impide que, cada vez que hallanocasión, los anarquistas individualistas se unan para los traba-jos de la recolección susceptibles de ser realizados en común.

El reemplazamiento gradual del vapor, por la electricidad,hace la fuerza motriz asequible, en gran cantidad, a cada uno.Cuanto más racionalmente se realice el trabajo, más se limitaráa la producción de una alimentación y de abrigos higiénicos,de una morada y al medio de cambiar nuestros pensamientos.Para ello sólo habrá que perfeccionar lo existente y es indu-dable que una multitud de industrias inútiles y parasitariasdesaparecerán.

¿Quién lo lamentará? Por mi parte prefiero la restricción demis necesidades secundarias, o inútiles, a la restricción de mipensamiento. Antes que productor y consumidor soy anarquista

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individualista y tiendo a renunciar a toda consumación quepueda hacerme esclavo. Nunca admitiré que se me obligue acontribuir a una producción, que se me antoje inútil, para eldesarrollo normal de los “egoístas”, con quienes me asocie. Sino viajo y no recibo en casa visitantes alejados, no veo por quése me ha de obligar a contribuir a los gastos de alimentacióndel tren rápido y de sus conductores. Sólo los que viajen y reci-ban visitas deberán preocuparse de la cuestión.

En cuanto a los medios a emplearse para arreglar las condi-ciones del cambio de los productos, entre productores indivi-duales o grupos de productores, los ignoro aún. Si este métodoes adoptado por los anarquistas, estoy seguro que será porlibre acuerdo y nada, de cerca o de lejos, recordará la autori-dad y la explotación. Esto me basta, y son los “egoístas” quie-nes deben arreglar los detalles de su actividad económica.

31. LA EQUIDAD COMO PUNTO DE PARTIDA

Además, una vez en posesión del medio individual de pro-ducción, poco importa el resto. Tanto mejor para mi vecino si,no haciendo trabajar a nadie por su cuenta, obtiene mejorrendimiento que yo, acaso porque su consumación es más con-siderable que la mía, acaso porque se preocupa de dar a su tra-bajo una mayor distinción personal. Tanto mejor para aquelloscon quienes cambia, no dinero, sino productos, si su calzadoestá mejor acabado, su trigo maravillosamente molido, sus li-bros lujosamente impresos, sus vestidos artísticamente presen-tados, con higiene y comodidad, y sus frutos son deliciosos.

Esto no puede más que incitar a los demás a trabajar mejor,sirviéndoles de estimulante. Tanto mejor para el que obtieneen cambio más productos o más finos, pues es equitativo quecada uno aproveche todo lo que pueda su esfuerzo individual.No podré sentir celos, y mucho menos no interviniendo yo ensu consumación, así como él tampoco participa en mi produc-ción. La determinación de las necesidades es cuestión de apre-ciación personal y tal objeto de consumo que a mí me pareceindispensable, para otro es superfluo. Me parece equitativo quequien consuma más produzca también más y rehúso en buena

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inteligencia, yo que consumo poco o que razono mi consuma-ción según mi concepto, producir para el camarada que gastamucho, empleando un método que me desagrada. Esto no se-ría compañerismo, sino explotación.

Por otra parte, la preocupación mayor de los societariosfuturistas en pequeño o en grande es restablecer el equilibriode toda actividad. Queda bien determinado que el productordepositará toda su producción en el almacén colectivo, en lacomunidad o en la modesta dependencia de las provisiones. Sepueden también preveer funcionarios colectores que se haráncargo de los productos remitidos al delegado, a la dirección decada taller o sección, y los centralizarán. El reparto se haráentre todos con o sin verificación. ¡Vaya por la altivez indivi-dual! El sueño comunista, el logro de la igualdad quiméricaque implica negación del individuo, puesto que igualdad equi-vale a nivelación, es hacer de la dependencia del medio un mé-todo inevitable, bajo pretexto de que es más racional, en lugarde considerarla como un accidente que puede evitarse; es exi-gir, en principio, el sacrificio del individuo a la masa. Mas yopretendo que el anarquista individualista es un ser arroganteque no se sacrifica ni exige a nadie que lo haga, aunque élobtuviese algún provecho. No abandonará benévolamente atodo el mundo el producto de su esfuerzo, sino que lo cambiaráo cederá gratuitamente a quien más le plazca.

No habiendo necesitado concurso alguno para transformaren objeto de consumo la materia bruta o ya trabajada y obteni-da como cambio o donación, no tendrá tampoco que rendircuentas. El compañerismo se fundamentará en lo que la mismaexperiencia nos enseña, o sea, que cuanto más independientessomos, cuanto menos debemos a los demás, mejor y más libresnos encontramos.

Para imponer el sacrificio del esfuerzo individual al medio,la autoridad o la sugestión son necesarias. Para retirar del indi-viduo el mayor valor resultante de su propio trabajo, se ha derecurrir a la violencia. Luego el restablecimiento del equilibriode toda actividad, o sea la nivelación, postula la fórmula delEstado regulador.

Yo no sé si es posible un estado de cosas mundial o territo-rial en que exista en principio el equilibrio. Yo no pretendo

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más que indicar las diferencias que separan el individualismo yel comunismo anarquistas. El primero reposa sobre una baseesencialmente moral: en primer término y sobre todo el indivi-duo libre, independiente del medio, aunque sea en su detri-mento material. El segundo, hipnotizado por las condicionesen que se opera la producción, trabajo colectivo, por instru-mentos accionados por una fuerza motriz común, no consideraal individuo en oposición constante con el medio; desde elmomento que se trata del aumento del bienestar no se hablamás que de concesiones. Se adopta el lenguaje de la pequeñaburguesía bajo pretexto de que es más razonable, más científi-co, fijar la atención en el interés, en el menor esfuerzo, y entoda suerte de sentimientos más bajos que elevados.

32. CONTESTANDO ALGUNAS OBJECIONES

Soy, por mi característica, incapaz de sentar una premisasin llegar, a la vez, a las conclusiones a que la experiencia, omis reflexiones, me lleven. No soy de los que escriben parahacer triunfar sus opiniones, sino para inducir a otro a la re-flexión.

Desearía que se comprendiera bien que, hablando de losanarquistas y de las relaciones individuales entre ellos, no hagaalusión alguna a los anarquistas tal como ellos podrán sercuando yo deje de existir. Los anarquistas que me interesanson los que conocemos, los que he conocido y frecuentado, talcomo ellos me han parecido. Sólo los anarquistas del presenteme preocupan.

Declaro, francamente, que ignoro qué resultados podrá darla educación distribuida sin discernimiento. No soy profeta, eindudablemente no veré nada de tales resultados.

La educación es una experiencia, un ensayo, y cuando lapractico no lo hago para ser recompensado, estimado o consi-derado. Es porque los camaradas encuentran una satisfacciónen ello, que me ayudan en mi propaganda anarquista, de libreexamen. Es muy cierto también que yo aporto, al trabajo, elmáximo de aplicación, de análisis y de razonamiento, pero esigualmente por satisfacción, por egoísmo que lo hago. Si por

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hallar una satisfacción removiendo las ideas o exponiendo misopiniones me disminuyera interiormente, desde un punto devista cualquiera, dejaría inmediatamente de hacerlo.

Se nos dice que el egoísmo o el individualismo anarquistanos conducirá forzosamente a una especie de solidaridad. Nadanos prueba que el “egoísmo bien razonado” no pueda llegar aotra cosa que a la camaradería, tal como yo la concibo. Éste esun azar que no debemos pasar en silencio, si queremos evitarlas desilusiones. El egoísmo anarquista me parece que llegará ala formación de una multitud de “asociaciones de egoístas”.Digo “me parece”; no prejuzgo. Corresponderá a las asocia-ciones de entonces el adoptar tal o cual método de vida –inte-lectual, moral o económico– que más convenga a sus intereses.Creo también que, tanto menos se hará sentir la obligación delmedio, más aumentará el número de los egoístas aislados. Entodo caso, a nadie le corresponde dictar, a la asociación o alindividuo aislado, el método a emplear para “sentirse vivir”.Es de presumir que los egoístas anarquistas no permitirán, enningún caso, que nadie atente contra su dignidad individual.

Yo he bosquejado un compromiso entre la idea de asocia-ción, el concepto del trabajo convertido en recreo, y nuestraspasiones individuales, puestas al servicio de la actividad huma-na y si me he interesado en las “colonias comunistas” ha sidoporque creí ver en ellas una protesta enérgica, una revueltapráctica, de individuos seleccionados, contra la obligada fre-cuentación de la masa repugnante que oscila entre el cretino yel arribista. Debo manifestar, no obstante, que las considerésólo desde el punto de vista moral.

Nada queda de la famosa “Fraternidad Internacional” deBlaricum, la mejor constituida de todas las tentativas edifica-das desde la última década.

Las colonias comunistas han dado pésimos resultados,engendrando la suspicacia y la desconfianza. En cambio haexistido, no lejos de Nueva York, una colonia anarquistaindividualista denominada “Moderar Times” que ha practi-cado el cambio de los productos y el empleo de los “bonos decambio”, cuyo término hiere los oídos comunistas. Los que lavisitaron quedaron siempre maravillados de la inteligencia rei-nante entre los “colonos” que la guerra de Secesión dispersó.

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En verdad, nunca acepté la fórmula “a cada uno según susnecesidades”, si no era con la restricción de que el esfuerzorealizado por cada uno sirviera de medida a la determinaciónde sus necesidades.

Cualquiera que sea el grado de conciencia a que llegue unanarquista, nunca conseguirá que nadie atente a su libertadindividual, tanto en lo que es, como en lo que tiene. Al queintente oprimirlo le opondrá una resistencia activa, siempreque no fuera tolstoyario, y, entonces, éste sería ya otro puntode vista. Nunca una asociación de egoístas permitirá a nadieque venga a usurpar su bienestar, aunque sea económico. Ellaresistirá al agresor. La resistencia a la opresión es el corolariológico de la libertad del individuo, como de la asociación.

En tiempos futuros como en la actualidad, el método mássimple, para eliminar a un individuo de un grupo, del cual seaun factor de desarmonía, y dado que no quiera eliminarse elmismo, será la expulsión. Esto acongoja el alma. Pero se com-prende que ello se realizará después de haber agotado todoslos medios de persuasión posibles. Creo, no obstante, que en losucesivo uno se volverá lo suficientemente consciente para re-tirarse de un medio cuando vea que está de más en él. Debemostener presente que esto es sólo una esperanza y que hay quecontar con el azar, es decir, con el hecho de que un individuo“quiera” demorarse en un medio, en el cual no se lo quiere,debido a que su interés se lo determine. Todo método de vidapráctica que prescinda de este azar es defectuoso.

Desde el punto de vista económico, desde los otros domi-nios, la dificultad está en encontrar una solución que haga in-útiles e imposibles las luchas entre anarquistas. Se aproximaríaa ello todo método de vida que no atentara a la dignidad per-sonal, no restringiera el libre ejercicio de la iniciativa indivi-dual y en el que la suspicacia y la desconfianza no intervinieranen la determinación de las necesidades de cada uno.

No debemos olvidar que el anarquismo individualista no espara los inaptos del esfuerzo. No se nace anarquista, sino queuno se hace tal por razonamiento, por sentimiento, por obser-vación, por análisis y por sensibilidad. Pero siempre es necesa-rio el esfuerzo. Es presumible que, sin haber llegado a un gradode conciencia muy desarrollada, los débiles de entre nosotros

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comprenderán, por su interés, que no deben reproducirse. Du-rante el período de transición encontraremos un interés –paraevitar todo factor de desarmonía– en procurar, a aquellos delos nuestros, desheredados por la naturaleza, ocupaciones enrelación con su grado de fuerza física. Del mismo modo halla-remos interés –ya que podemos caer enfermos– en cuidar aaquellos de los nuestros atacados de una enfermedad, no obs-tante las precauciones de higiene que hayan adoptado. Y con-cluyo.

Compréndese que correrá aún mucha agua por debajo delos puentes antes que se levante la aurora de una sociedad anar-quista. ¿Quién sabe si ella llegará a existir? Lo importante es,pues, vivir “su vida” enseguida, “sentirse vivir”.

Creo que con lo dicho basta para responder a los que acusana los anarquistas individualistas de no tener ningún método devida, económico, para oponerlo al comunismo. Tan incompletocomo sea este estudio, es suficiente para indicar que el anar-quismo individualista, que garantiza la dignidad individualdesde el punto de vista intelectual y moral, posee bastantesrecursos para garantizarla desde el punto de vista económico.Por otro lado estimo que, todo aquel que actualmente cambiaun producto con otro, sin preocuparse de la valorización quele atribuya el medio y sin intermediario alguno, realiza, econó-micamente hablando, un acto materialmente anarquista.

33. EL IDEAL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

Concede un lugar secundario al interés económico. Antesuna choza, un vaso de agua y un puñado de castañas, que lalabor en común con quien no place. Que toda la civilizaciónperezca con sus casas de seis pisos, sus ascensores, sus aeropla-nos, sus rápidos, su telegrafía sin hilos y sus monstruos mari-nos de guerra, si todo esto debe aumentar la dependencia delindividuo.

En resumen, se presenta:a) Un ideal humano y moral: el individuo negador de auto-

ridad y de su corolario económico: la explotación; rehu-sando ejercerlas; el ser cuya vida consiste en una

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reacción continua contra un medio que no puede niquiere comprenderlo ni aprobarlo, puesto que los cons-tituyentes de este medio son los esclavos de la ignoran-cia, de la apatía, de las taras ancestrales, del respeto a loestablecido. Tiende, además, hacia la realización de unnuevo tipo: el hombre que no necesita ninguna regla-mentación o violencia exterior, porque posee bastantepotencia de volición para determinar sus necesidadespersonales y guardar su propio equilibrio.

b) Un ideal moral y social a la vez: una sociedad donde loshombres determinasen su vida bajo los aspectos intelec-tuales, éticos, económicos, por un contrato librementeconsentido y aplicado, respetando la libertad de todossin molestar la de cada uno, implicando especialmentebajo el punto de vista económico: propiedad del mediode producción y libre disposición del producto, conside-rados como garantía esencial de la autonomía personal.

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CAPÍTULO 5EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA Y LOS

REFORMADORES DE LA SOCIEDAD

34. ÚLTIMAS ARGUCIAS DE LOS REFORMADORES RELIGIOSOS

Puesto que todos los sistemas de renovación social releganal último término al individuo, es muy natural la indiferencia uhostilidad del anarquista hacia los mismos, puesto que consi-dera los seres y los hechos de modo muy distinto.

En vano los reformadores religiosos afirmarán que los de-signios supremos de la sabiduría divina son la realización cor-dial entre los humanos, suprimiendo las desigualdades de for-tuna y educación y que las etapas dolorosas de la humanidadson indispensables a su perfección para llegar con fe inque-brantable al reino de Dios, sinónimo de armonía equitativa yfraternal; el anarquista preguntará por qué medios tangibleseste Dios todo amor les comunica sus pensamientos, qué no-ciones científicas tienen de su existencia y cómo la ejercita.

Acosados los últimos representantes del misticismo religioso,acaso contesten que Dios es un sentimiento interior del serhumano, una categoría ideal que avanza, aunque todavía no sehaya manifestado completamente. Esta explicación y otras tannebulosas podrán satisfacer a los creyentes excesivamente pia-dosos, pero de ningún modo a un espíritu abierto. Para el anar-quista, todo ideal es creación de la voluntad humana, unamanifestación del pensamiento individual, un fenómeno de lavida interior, una aspiración personal. Luego esta afirmaciónes a la par negación divina y evidencia de que Dios es un sofisma.

35. MI ATEÍSMO

Yo soy ateo y enemigo irreconciliable de toda concepciónmonoteísta y politeísta y lo soy sobre todo en mi calidad deanarquista individualista y no porque los supuestos represen-tantes de Dios sean a veces detestables, pues también hay otros,

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aunque en minoría, que son superiores a la moralidad mediageneral. Estoy muy persuadido de que los humanos están de-terminados por su temperamento para dar gran importancia alas inconsecuencias de los cristianos, de los musulmanes o delos budistas, o a las diferencias que la vida diaria de algunosanarquistas puede presentar con las teorías de que hacen gala.Es más fácil abstraerse cerebralmente del medio que triunfar alas solicitudes que éste hace a los sentidos, y cada vez me sientomenos inclinado a lanzar la piedra a los que no pueden realizaruna teoría que está por encima de las fuerzas humanas. El queun cura no pueda guardar su voto de castidad no me hará du-dar de Dios, como tampoco me haría repudiar la anarquía unacceso de celos por parte de un anarquista. Mi conclusión esque ambos han presumido demasiado de sus fuerzas y han he-cho intervenir sus teorías en actos completamente extemporá-neos, propios del temperamento, que no quitan valor intelec-tual y social a las ideas. Puede haber deístas voluptuosos oanarquistas celosos y yo no me creo con derecho a condenar-los; lo único que he de desear, si convivo con ellos, es que semanifiesten tal como son.

Tampoco soy ateo a causa de la imposibilidad en que seencuentran los deístas para contestar a las objeciones del libre-pensamiento vocinglero. Las afirmaciones teológicas propor-cionan a éste muchos argumentos para sus bellas declamacionesoratorias. Tomando, por ejemplo, el problema del sufrimiento,se dice que si Dios no lo evita es porque no quiere o no puede y,por tanto, la existencia del dolor sobre la tierra desmiente losatributos de bondad, omnipotencia y de sabiduría de ese servertebrado y gaseoso a la vez. Estas razones, que parecenaplastantes, no me impresionarían si fuese deísta y alzaría lasespaldas con bastante buen sentido si se me hablase de los atri-butos divinos, de la creación o de la cuestión del mal. Yo mediría que estas cuestiones son el producto de la imaginaciónhumana y que nada tiene de común con la realidad. Dios, lacausa primera inteligente, la causa permanente y consciente,creadora y activa, tendría, a mi modo de ver, si existiese, unaconcepción de la vida en general muy diferente a la nuestra,pobres parásitos terrestres. No soy, pues, un ateo por razonesescolásticas. Tampoco lo soy científicamente y, para evitar todo

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equívoco, he de hacer constar que no confundo la ciencia, con-junto de observaciones prácticas, de aplicaciones provechosasy útiles con la Ciencia especulativa (con mayúscula). De laciencia, Haeckel dice que es imposible sin hipótesis y HenriPoincaré proclama ésta indispensable. De acuerdo con los filó-sofos contemporáneos eminentes, yo creo que el hecho científicoes un fenómeno social, humano, esencialmente relativo, cuyaexplicación varía según la mentalidad de aquellos a quienesinteresa. Si yo me ocupase profundamente de la ciencia, some-tería con la misma severidad a la crítica las hipótesis religiosasy las científicas. Reclamo el derecho de dudar de la existenciade Dios, del Átomo y del Éter hasta que los haya contempladoy observado por mí mismo y rehúso a oponer una hipótesis aotra, aunque tuviera la simpatía propia, la de una colectividado la de la masa.

Mi ateísmo no es más que la consecuencia de mi anarquismo.Puesto que la inteligencia humana no puede concebir a Diosmás que como un superhombre dictador, autoritario y despóti-co, yo no puedo aceptarlo, pues lo mismo me repugna un Pa-trón del Universo que un Patrón del taller. Bakunin dijo: “SiDios existe, el hombre es esclavo, y si el hombre es libre, Diosno existe”. No voy a discutir aquí lo que debe entenderse porlibertad del hombre, pero sí afirmaré que, aspirando a serlibre, Dios no puede existir para mí. Repito con Proudhon queDios es el enemigo del hombre y, por tanto, no hay conciliaciónposible entre mi antiautoritarismo, mi odio a la dominación, mirebeldía contra la explotación y contra cualquier concepcióndivina.

No solamente niego a Dios, sino que además no lo necesito.Para tener conciencia de mi vida, para desarrollarme física eintelectualmente, para constatar, meditar, moverme, amar yejecutar cuanto me atañe, no me es necesario un creadorprovidente y legislador. Puedo conocer una vida interior, pro-funda, que resista a las desilusiones procedentes del exterior ode mis propios errores, y para perseverar y seguir la ruta indi-vidual, cosechando experiencias, apreciando goces, buscandola expansión completa de mi intelecto y de mis sentidos no mees necesaria la creencia en el Todopoderoso, producto efectivodel temor y de la ignorancia ancestrales. No detesto perversa-

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mente al creyente, y digo con Benjamin Tucker: “Aun viendoen la jerarquía divina una contradicción de la anarquía y sien-do incrédulos, los anarquistas no dejan de ser partidarios deci-didos de la libertad de creer; y lo mismo que proclaman el de-recho para el individuo de ser o elegir su propio médico, rei-vindican el de ser o elegir su propio sacerdote. Ni monopolioni restricción en teología o en medicina”. Añado que me prestoa cooperar a una determinada labor con espiritualistas “indi-viduales”, es decir, no perteneciendo a ninguna organizacióneclesiástica y adversarios profundos de las explotaciones y delas autoridades.

36. EL CONTRATO SOCIAL

En vano los legalitarios afirmarán que el objeto de la Leyno es el de oprimir al individuo, sino el de asegurarle, segúnel contrato social, las posibilidades de vivir en sociedad, paralo cual codifica, cataloga y establece los deberes y los dere-chos que aseguran el buen funcionamiento autoritario. Elanarquista, apoyándose en las pruebas históricas, demostra-rá que el dicho contrato ha sido impuesto siempre por unaminoría de fuertes o de astutos, sacerdotes o magos, soldadosafortunados o conquistadores, familias célebres o capitalistaspoderosos.

Jamás contrato alguno fue propuesto, consentido y aplica-do libremente. Lo único que conocemos de la sociedad es sumecanismo de imposiciones y castigos, sus ejecutantes y soste-nedores, sus policías y justicieros, sus tribunales y sus presi-dios, y su enseñanza dogmática, deprimente, intolerante, tantosi se titula laica como si es francamente clerical.

El Estado es la forma laica de la Iglesia, como ésta es laforma religiosa de aquél, y estos dos enemigos siempre se re-concilian sobre el terreno de la dominación. Antes se condena-ba a la hoguera a los que osaban negar la divinidad de Jesús, elmisterio de la trinidad o cualquier otro dogma y hoy el queataca violentamente, tan sólo de palabra o por escrito, losintangibles principios de Propiedad, Patria y los demás, en quese basan las instituciones civiles del siglo XX, también se verá

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fácilmente enredado en las mallas del Código y amenazado depunición. El contrato social no es más que la amalgama demorales trasnochadas y prejuicios ridículos, cuyo respeto seinculca en la escuela, a pesar de que está vacío de sentido enfrente de los conocimientos actuales.

37. PRODUCTORES INÚTILES Y NECESIDADES SUPERFLUAS

Examinando críticamente la cuestión de producción y con-sumo, el anarquista pretende que es ostensiblemente extremadoen nuestra sociedad agrupar a los hombres por profesiones uoficios, que en régimen de exceso productor y explotacióncapitalista esta clasificación es arbitraria, peligrosa y hasta mal-sana. Por ejemplo, el productor de trigo o cereales, uno de losmás útiles, hace vivir a su costa, y a costa de los consumidores,a los intermediarios y corredores de toda especie.

Exaltar al productor en el estado actual es la consecuenciade un puro sofisma. Muchas veces produce objetos y valoresinútiles o perjudiciales individual y socialmente. Los metalúr-gicos de los arsenales, de las manufacturas de armas, de lasfundiciones de cañones; los carceleros, los aduaneros, loscobradores de contribuciones e impuestos, los cagatintas de laadministración oficial; los obreros que fabrican bebidas alco-hólicas y toda clase de venenos; los ferroviarios dedicados altransporte de tantos objetos de lujo superfluo, al de las provi-siones adulteradas o al de los soldados que van a la matanza,¿producen acaso todos éstos funciones útiles? En vano los cons-tructores de prisiones, cuarteles e iglesias se agrupan en sindi-catos revolucionarios, en vano igualmente los que producenametralladoras, fusiles y uniformes se adhieren a las bolsas detrabajo, pues no por este hecho dejará de ser funesta su pro-ducción.

Es innegable que una gran parte de los productores vivencomo parásitos de un gran número de consumidores quemantienen las necesidades artificiales en que la humanidadse desequilibra.

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38. LA SOLIDARIDAD Y LA ACTITUD ANARQUISTA

Místicos, legalitarios, socialistas, discurren sobre la solida-ridad que unirá a los hombres; los primeros, porque afirmanque Dios es el padre del género humano; los segundos, porqueatribuyen a la Ley la buena convivencia social y los últimosporque creen que la producción y la consumación tienen mu-tuos deberes y derechos ineludibles.

El anarquista individualista no se curva ante estas tres abs-tracciones. Fría y lealmente somete a la crítica este formidableargumento: “Solidaridad obligada no merece tal nombre”. Yañade que, habiendo venido a la sociedad humana por el con-junto de circunstancias de un fenómeno natural, se encontródesde un principio en frente de condiciones morales, intelec-tuales y económicas impuestas sin discusión. Desde la más tier-na infancia las instituciones y los hombres se coaligaron paradeterminarlo a la resignación y a la solidaridad del medio am-biente. En la familia, la escuela, el cuartel y la fábrica se lepredicó la misma virtud hacia sus semejantes. Solidario de lospadres, aun en el momento de impedirle por fuerza el correrhacia la joven que despertaba sus sentidos, solidario del maes-tro que lo retenía en verano largas horas en clase, mientrasfuera las flores se abrían y los pájaros trinaban, solidario delsuperior militar que le imponía humillaciones y ejercicios estú-pidos, solidario del patrón, a quien una hora de trabajo de susobreros venía a aumentar más y más la fortuna y el bienestar...Hay suficiente para comprender que tal solidaridad es sinóni-mo de esclavitud.

Por mi parte, una más detenida reflexión me enseñó que yoera tan esclavo de los de arriba como de los de abajo. El indi-gente que aclama la retreta militar; el guardián que retiene enla cárcel al desgraciado; el obrero, soplón de sus camaradaspara conseguir una plaza de capataz; el policía, astuto paraquitar la poca libertad a los infelices delincuentes; el aldeano,que me mira con desprecio porque prefiero pasearme por elcampo mejor que respirar el aire viciado de fábricas y talleres;el sindicalista que con placer me vería despedido del trabajoporque me niego a ser su coasociado, todos estos seres afirmanque yo les debo solidaridad y que por ellos y con ellos debo

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pensar, accionar, producir, es decir, consagrar lo mejor de misfacultades.

He reaccionado, y a este determinismo terrorífico he opues-to el mío propio, no aceptando otra solidaridad que la que yopueda debatir en previsión de las consecuencias resultantes. Envano los exaltados me objetarán que el agricultor devoto, elsastre radical, el empleado de correos socialista, el panaderoconservador, el marino patriota son necesarios a mi vida, pues-to que contribuyen directa o indirectamente a proporcionarmelo necesario a mi subsistencia. Yo replicaré que en las condicio-nes en que actualmente la sociedad evoluciona, estos diferen-tes miembros de ella no son sólo productores, son también elec-tores, a veces jurados, con frecuencia genitores de jerarquíasoficiales y explotadores siempre que pueden; son partidariosde la autoridad y la emplean moral y materialmente en mante-ner por fuerza el régimen de solidaridad que sufrimos.

La “solidaridad universal” se revela realmente como un fan-tasma y la historia nos enseña que ha servido sobre todo paraedificar dogmas y suscitar dominaciones. Para asociar tempe-ramentos e intereses encontrados ha sido precisa la Religión yla Ley y, para que no fuesen letra muerta las relaciones queellas determinaban ente los hombres, se erigieron los ejecutores,sacerdotes y magistrados.

En resumen, el anarquista aceptará voluntariamente la soli-daridad que le convenga y se aislará siempre que se apercibaque practicándola se afirma más y más la dominación y la ex-plotación en sus múltiples formas. El individualista va más le-jos, pues ni siquiera se hace solidario de sus más caros amigos,cuando realizan actos cuya apreciación no está en el dominiode su juicio o de su temperamento. No sintiendo ninguna afini-dad moral e intelectual por la sociedad, procurará rehuir comomejor entienda y pueda las obligaciones que ésta le impone. Suúnica preocupación consistirá en obtener siempre mayor liber-tad integral sin estorbar la libertad de pensar y obrar de losdemás. Bajo este criterio determinará su vida, todos los actosde su existencia.

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CAPÍTULO 6LOS CRISTIANOS Y LOS ANARQUISTAS

39. EL CRISTIANISMO PRIMITIVO Y JESÚS

¿Existe algún lazo de parentesco entre el cristianismo y elanarquismo? ¿Pueden ambos conciliarse? ¿Puede sostenerse quesi el cristianismo no se hubiera cristalizado en fórmulas y ritosy hubiera seguido su evolución normal, los cristianos se hubie-ran hecho anarquistas?

Nadie, de buena fe, podrá afirmar estas preguntas. Cuandose habla de cristianismo anarquista, social y hasta revolucio-nario, siempre se hace referencia al primitivo, pues hoy el cristia-nismo es el sostén del capitalismo y admirador de la violenciagubernamental. La gran dificultad estriba en la falta de do-cumentos serios, testimonio de la iniciación histórica delcristianismo, porque los datos concretos no aparecen hasta queel movimiento cristiano se transforma en una organizaciónreligiosa, en una Iglesia que pretende conquistar el mundo, im-poniéndole una supremacía espiritual y temporal gracias a unajerarquía formidablemente dispuesta. En los comienzos, la granpreocupación consistía en asimilar las creencias y supersticio-nes paganas, a fin de evitar las disensiones y las divisionesintestinas que servían de excusa a manejos políticos. Cuantomás se remonta el pasado, mayores son las conjeturas, lasleyendas más inconsistentes y contradictorias. Ni siquiera en-contramos una prueba indudable de la existencia de Jesús-Cristo,y como el mayor interés de sus biógrafos consiste en favorecery hacer triunfar las ideas del partido que representan, de ahíque sea difícil apreciar realmente la fisonomía del Redentor através de sus cronistas.

Jesús, de nacimiento irregular, acaso con sangre griega ensus venas, parece haber tenido mayor resentimiento contra lospseudocreyentes judíos que contra los opresores romanos de laJudea. Empapado en la lectura de los grandes profetas israeli-tas, interesado acaso en el conocimiento de la filosofía griega,

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mecido seguramente desde la infancia por los apocalipsis ju-díos, parece que se creyó llamado a renovar las profecías ante-riores, puesto que antes de predicar la rebeldía contra los ex-tranjeros, preconizó una revolución interior, de modo que hizoobra educativa antes que subversiva. Jesús se nos aparece comoun hombre de origen modesto, educado en una carpintería, oen una granja, según E. Crosby, pero su propia reflexión y elefecto de los viajes lo hicieron alejarse del contacto inmediatocon la vulgaridad. A pesar de participar de muchas supersticio-nes, adoptando las teorías cosmogónicas de su época, parecehaber poseído un alto valor personal y ejercido una seria in-fluencia sobre los que lo rodearon. Se nos presenta dotado demucho sentimiento, de vivo entusiasmo. Desligado de las con-cepciones mezquinas y aborreciendo el espíritu mercantil quebacía tan detestables a sus compatriotas.

No habiendo encontrado eco entre las clases acomodadas,excepto en dos o tres burgueses liberales o rabinos, Jesús reclutósus amigos entre las gentes de mal vivir, caminantes, vagabun-dos, prostitutas y demás hampa, a los que se agregaron mu-chos de los judíos que esperaban la llegada del Mesías que loslibertase del yugo de las legiones romanas. No tuvo muchorespeto por las leyes civiles y la propiedad, y la libertad de suscostumbres quedó manifiesta en el episodio de las dos herma-nas a quienes amó tiernamente. En fin, con este puñado deamigos fanáticos y poco escrupulosos se lanzó al asalto de laimponente fortaleza en que se albergaban el formalismo y lahipocresía israelitas.

Como todos los reformadores religiosos, acusó con vehe-mencia a los que habían pervertido el sentido primitivo de sureligión, abandonando la vida interior y reemplazando el espí-ritu por la letra, o sea por el texto frío, estéril, que deseca ymata, pues la pretendida austeridad de los tales ocultaba undesenfrenado sensualismo. Y en oposición a la enseñanza ofi-cial de los rabinos, Jesús adoptó probablemente la que se basaen este consejo: “Lo que hagas, no sea por obediencia, sinoporque en tu fuero interno te parezca bueno”.

Tal máxima, más nueva que comprendida, suscitó la aten-ción de las gentes, que se apresuraron relativamente a rodearal joven propagandista demagogo, cuyas invectivas contra los

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poderosos y los ricos halagaban los cándidos oídos de los des-heredados.

Sin duda, los sacerdotes y los burgueses se sorprendieronde la audacia de tal personaje, de sus costumbres dudosas y desus discípulos también sospechosos, que afirmaba que es al in-dividuo interior a quien debe considerarse y no a su aparienciaexterior y que al propio tiempo les recriminaba duramente ensu posición social.

En la provincia obtuvo tanto éxito como en Jerusalén y seamaba su simplicidad; una barca, una terraza, un montículo leservían de cátedra. Su propaganda no fue ilimitada; se conten-taba con sembrar palabras e ideas. “Que el que tenga oídospara escuchar, escuche.” “La semilla puede caer al borde delcamino, donde servirá a los pájaros, o en terreno pedregoso yserá quemada por el sol, pero si cae en tierra fértil, producirá,centuplicándose.” Su conversación atraía al pueblo; hablabade campos, flores, cosechas y cielo estrellado. Como no era unasceta, su trato se hacía agradable y con toda clase de gentes semezclaba en las calles para beber y comer. ¡Qué diferencia conlos sacerdotes afectados de la sinagoga!

Uno de los más bellos e imborrables rasgos de Jesús fue suconfianza y su paciencia con los que lo seguían. Con su granvoluntad pretendió educarlos, excusándoles su cobardía, suignorancia, sus mezquinas ambiciones y sus pueriles rivalida-des. Nada lo arredró, y aunque sus biógrafos pasan rápida-mente sobre este aspecto, que es el mejor de su fisonomía mo-ral, resalta, sin embargo, con tanto vigor, que eclipsa por com-pleto y sin piedad a toda la serie de pretendidos milagros quelos evangelistas describen tan prolijamente. El resultado fueque sus partidarios, aun no comprendiéndolo, no se separaronde él hasta el momento exclusivo del peligro.

Un día se produjo la inevitable crisis. Arrastrado por el en-tusiasmo y esperando probablemente una manifestación en sufavor de una potencia extrahumana, Jesús se dirigió a Jerusa-lén en las fiestas de Pascua, cuando la población era incapaz dealbergar tantos israelitas, procedentes de todos los puntos delImperio Romano. Entró en el Templo, arengando, discutien-do, provocando el tumulto. Bella ocasión para librarse del im-portuno y de las desagradables consecuencias que hubieran po-

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dido tener sus violentos discursos; pero sabedor Jesús de lo quese tramaba, se ocultó con algunos amigos y acaso traicionado,fue pronto descubierto y detenido, y las autoridades romana yjudía, puestas enseguida de acuerdo, decidieron su muerte, quesufrió con cierto desfallecimiento, al ver frustradas sus espe-ranzas de intervención divina y el abandono de sus discípulos.Para evitar que éstos hiciesen un profeta más, se tuvo buencuidado de sorprenderlos, ridiculizando a su maestro e infli-giéndole un suplicio probablemente reservado de ordinario alos malhechores.

Pero, ejemplo siempre repetido, lejos de abatirse, el sacrificiolos electrizó, reanimando su valor. Alucinados por la influenciamoral que sobre ellos había ejercido Jesús, que contrastabamás aún con la irregular conducta que ellos seguían, sus adep-tos se encontraron, se agruparon y dieron nacimiento al cris-tianismo. Tal fue probablemente su origen, que se confundecon la personalidad de su iniciador. Que éste fuese un revolu-cionario, un anarquista, en el sentido de haber repudiado ocombatido la autoridad sacerdotal, la moral hipócrita oficial,la ley escrita impuesta, es admisible, pero haciendo constar quesu existencia histórica importa poco, aunque nosotros lademos por cierta. El hecho interesante es que en un momentodado de la historia, en Asia Menor, algunos hombres crearonun parecido individuo-tipo. Personalmente hemos oído afir-mar a protestantes muy liberales que Jesús era un ideal imagi-nado por el espíritu humano para responder a sus interioresaspiraciones.

Lo que hace difícil una determinación exacta del caráctersocial del cristianismo primitivo es que, inmediatamente des-pués de la muerte presumida o real de su iniciador, sufrió lainfluencia de un hombre muy instruido, judío de nacimiento,griego de educación, dialéctico de primer orden, gran polemis-ta, entusiasta visionario y organizador consumado, que fue Saúlde Tarse, o san Pablo, fundador del catolicismo. Conducido alcristianismo por circunstancias extrañas, bajo el imperio deuna alucinación mística, recorrió el mundo romano presentandoal Cristo como el Dios desconocido a unos y a los israelitas yjudaizantes como una especie de tesis teológica.

El calvario del agitador galileo se hizo el rescate de la

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humanidad, separada de Dios por el pecado original; la sangrevertida en el Gólgota simbolizó el último y supremo sacrificioexigido por la implacable justicia de Jehová; más tarde, Jesússe elevó hasta el rango de Santo del Señor, Hijo de Dios,persona de la Trinidad. Las comunidades cristianas se exten-dieron, los místicos se agregaron, y ante tal suceso, los griegosde Alejandría intentaron conciliar el cristianismo con sus ideasfilosóficas. Jesús fue la encarnación del Verbo, del Logos, de laRazón.

40. CRISTIANISMO Y ANARQUISMO IRRECONCILIABLES

Dos principios viciaron al cristianismo en su origen: su odio,no al mundo, sino a la vida y su sumisión ciega a la pretendidavoluntad de Dios. “Hágase tu voluntad”, exclamó Jesús en eljardín Getsemani y éste es el abismo infranqueable que separa-ré siempre de los cristianos a los hombres de iniciativa, inde-pendientes, refractarios, rebeldes. Inútil recurrir a los textos;no hay acuerdo posible. No aceptamos un ser sobrenatural,que sabe el número de nuestros cabellos pero que nos niega elderecho de disponer de nuestra voluntad. Si fuese posible suexistencia, nuestro primordial e imperioso deber consistiría ensublevarnos contra tal tiranía. Ni amos, ni dioses que reflejenla imagen de aquellos. ¡La actitud del hombre arrodillado espropia de esclavos!

Además, el cristianismo ha valido en su época. Si en la his-toria de la humanidad tuvo influencia libertadora, sus méritospasados no lo disculpan de todo el mal que ha causado a lospensadores independientes, a los amantes de la vida. Nos pare-ce ver aún las piras sagradas y oír los desesperados lamentosde los infelices aherrogados en los lóbregos calabozos de lasinquisiciones religiosas. Ante el recuerdo desfilan los católicos,los griegos, los protestantes, Torquemada, Calvino, Lutero,Enrique VIII, Loyola, el Santo Oficio, el Sínodo ruso, lasdragonadas anglicanas, las misiones...

“Se conoce al árbol por sus frutos”... Éstos son, pues, losfrutos amargos del cristianismo, como también son frutos po-dridos del mismo el pietismo, las mojigaterías, el moraliteísmo,

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toda la hipocresía, en fin, que no considera más que la aparien-cia, que no mira más que la respetabilidad, que quiere mutilaral individuo con el pretexto de librarlo de las pasiones sanasque son la vida misma, no consiguiendo, a pesar de su tenaci-dad dogmática, más que formar seres desequilibrados, malsa-nos y viciosos.

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CAPÍTULO 7EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA CONSIDERADO

COMO HOMBRE DE ACCIÓN

41. EL ANARQUISMO COMO VIDA Y COMO ACTIVIDAD

Puesto que el anarquismo no es únicamente una filosofía,un sistema, un método, una actitud, sino que es además y so-bre todo una vida y una actividad, el anarquista se encuentrainmediatamente en contradicción violenta e inevitable con elmedio social. Los sistemas de creencias, los métodos de con-vicción, los programas de toda clase, en que los hombres sedividen, no exigen generalmente que sus fieles o partidariosadopten una posición tan decisiva; los unos no afectan másque al intelecto y su acción no tiene repercusión alguna en lavida cotidiana, los otros ponen sus esperanzas en un inciertoporvenir: el Paraíso deseado resplandece en el más allá, los justosy equitables propósitos se promulgarán mañana, en la próxi-ma legislatura o cuando caiga el ministerio; la República social,la Sociedad futura, la organización colectivista o comunistamundial se realizarán... ¡quién sabe cuándo!

La reprobación sincera de toda autoridad exterior y de todaexplotación plantea un problema que es preciso resolver todoslos días y a todas horas, a menos de dejarse arrastrar por lacorriente de los compromisos, perder toda voluntad de resistira la opresión o vivir en perpetua contradicción con sus propiasconvicciones.

42. TEORÍA DE LA REACCIÓN EN EL MEDIO AMBIENTE

La ruptura de equilibrio, en un momento dado, constituyemuy probablemente la forma elemental de la vida y en todocaso su manifestación incontestable. En efecto, cuando unaagitación o una fermentación se origina, como síntoma de nue-va forma de vida, la lucha es imprescindible entre el ambienterefractario, apático, y aquélla. No hay que olvidar que vivir es

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combatir y afirmarse y, al cesar la lucha, cesa también el movi-miento y la vida.

Felizmente, jamás se afirmará sobre la tierra el reino de laarmonía, estancado, monótono y mortal. Siempre habráprotestatarios, rebeldes, refractarios, aislados, críticos, razo-nadores, negadores, seres que amarán y odiarán vigorosamente,apasionados, perturbadores, amorales, ilegales, antisociales,anarquistas, en fin.

Las leyendas prehistóricas nos enseñan que la misma Edadde Oro conoció descontentos y que toda la ambrosía delOlimpo no bastó para calmar a Prometeo. Y en todos los tiem-pos hay alguien que reacciona contra la opinión o la tiranía delmayor número. El planeta no es aún bastante viejo para haberagotado el elemento vital o la energía de resistencia individualcomún a todos los seres. Y sin duda la Tierra dará muchasvueltas alrededor del Sol antes que así suceda. Y éste es el másconsolador pensamiento, después de haberse desvanecido lasilusiones y entusiasmos idealistas, ante las decepciones que larealidad ofrece a la consideración individual.

El individuo se rebelará siempre contra la masa. El Únicono aceptará jamás la dominación de la multitud, y el hombresolo no se dejará absorber por el conjunto.

El Artista no prostituirá su visión ante los gustos del vulgo yel Poeta no sacrificará su inspiración a la mentalidad dominante.

Los que colocan la libertad por encima del bienestar mate-rial no podrán entenderse con los que siempre están dispuestosa comprometer poco o mucho de su independencia por un pla-to de lentejas o por un precio mayor. Los que se preocupansobre todo de la escultura de su propio ser, no pueden estar deacuerdo con los que no van más allá de la lenta transformacióndel ambiente.

El artesano no se inclinará ante el obrero autómata ma-quinal del taller o la fábrica. No renunciará a dotar de suoriginalidad personal al objeto que sale de sus manos, paraseguir un vulgar patrón de producción común.

El educador no se inclinará ante el vulgarizador, ni el inves-tigador ante el guardián de las fórmulas, ni el inventor ante elrutinario, ni el experimentador ante el detentador de las verda-des oficiales...

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El activo se negará siempre a trabajar para el holgazán y elparásito, y el digno despreciará al rastrero.

El explotado será hasta el fin el irreconciliable enemigo dequien le impida aprovecharse en absoluto del fruto de su pro-pio esfuerzo, cualquiera que sea el nombre del explotador, eldisfraz del acaparador o del privilegiado capitalista, adminis-trador, colectividad, comunidad o grupo.

El anarquista no se dejará nunca dominar, ni seducir por laperspectiva del bienestar económico, ni comprometer por lospartidarios del “menos esfuerzo y más dependencia”. No se leencontrará tampoco entre los modestos burgueses que buscanen la resolución de “la cuestión del vientre” el disimulo de suincapacidad para resolver su cuestión personal, afrontando lavida con sus riesgos morales, intelectuales y económicos, par-tiendo en principio desde un punto de equidad.

El anarquista individualista adoptará, como base de su vidaactiva y de propaganda, su elevación razonable, que lo poneconstantemente en legítima defensa contra todo régimen quele imponga el sacrificio de la unidad a la pluralidad social, aun-que de tal obligación resultase un beneficio económico.

43. NO HAY VIDA SIN LUCHA

Dejarse dominar sin oponer resistencia, o aspirar a un man-do cualquiera, no es propio de anarquistas, y para éstos preci-samente la lucha será incesante.

Todo medio constituye una fuerza de energía, de conserva-ción, una reserva estancadora que se opone instintivamente acualquier tentativa innovadora y aborrece, por tanto, todo loque tiende a acelerar su lenta descomposición. Desgraciadoslos que turban su quietud y pretenden impedir o precipitar sugradual disgregación: todas las energías latentes, sacudidas,excitadas, irritadas, se aliarán para esforzarse en abogar y ab-sorber a los imprudentes impacientes.

El anarquista reaccionará o perecerá sin remisión; o su vozy sus gestos repercutirán afirmándose o se perderán en el mur-mullo común, anulados por la vulgaridad; o aceptarábenévolamente los pretendidos contrato social y solidaridad

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universal, impuestos por la fuerza de la costumbre y por laviolencia dirigente, o bien, rebelándose, defenderá y sostendrásu derecho individual a la negación de tales principios; o noserá más que un número matriculado en la masa, sin iniciativani voluntad, o bien se esforzará por disponer de su propia acti-vidad. Y precisamente, porque rechaza la solidaridad univer-sal, se verá normalmente obligado a obrar en desacuerdo conel contrato social. Y téngase presente que la reacción no semantiene más que a costa de la lucha.

44. ACTITUD ANARQUISTA CONTRA LA SOCIEDAD ACTUAL

Ahora bien; o la sociedad está mal hecha o funciona delmejor modo posible. Éste es el dilema, lector, y si tú la encuen-tras buena y ves que satisface tus aspiraciones, serías el másnecio de los necios al combatirla. Si por el contrario, juzgamossu maldad, nuestros movimientos no pueden tender más que adestruirla, aprovechando los medios circunstanciales o de pro-pio ingenio de que podamos disponer

El anarquista tiene todo el interés en ver acelerarse la des-composición social y su labor natural estriba en ser un fermentodestructor, bajo cualquier régimen o combinación autoritaria.

El anarquista individualista no se retira del mundo comolos anacoretas de los primeros siglos del cristianismo, sino queen él afirma su existencia, trata de vivir su vida. No se estacio-na pensando en el futuro y no cuenta con la promesa de quelos retrasados vengan a alcanzarlo en sus aspiraciones.Estacionarse es retroceder, es haber perdido la batalla y decla-rarse vencido. El anarquista comprende perfectamente que unagran parte de sus semejantes pertenecen intelectual o moral-mente a especies exóticas, de otro tiempo, ineptas fisiológica-mente a la concepción y realización de una vida libre. Nocaerá, pues, en los lazos de una inexcusable sensiblería porquecomprende perfectamente que el amor al género humano esuna despreciable añagaza y una cínica mentira.

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CAPÍTULO 8VOLUNTAD DE VIVIR Y VOLUNTAD DE REPRODUCIRSE

45. CONCEPTO DE LA LUCHA POR LA VIDA

El anarquista individualista no solamente quiere vivir, sinotambién reproducirse. No es sólo individualista en el sentidoreal y profundo del término; es, además, propagandista.

Ya hemos dicho que la aparición de una reacción en unmedio vital constituye la innegable manifestación de una nuevaactividad que implica la voluntad de vivir, propia del instinto deconservación por que luchan todos los seres. Un organismoque no se afirmase en este sentido podría ser considerado jus-tamente como degenerado, enfermo o anormal.

Cuanto más se remonta la escala de la organización vital,más compleja se manifiesta la energía de persistir.

En los humanos se demuestra bajo una diversidad de for-mas cuyos detalles varían en relación con las razas y aun conlos individuos, según el nivel que haya alcanzado el desarrollode su mentalidad en la lucha por la vida.

46. MANIFESTACIONES DE LA VOLUNTAD DE REPRODUCIRSE

Los organismos vivos, sanos, aspiran a perpetuar o con-servar su especie, pues de lo contrario caerían en las mismasanormalidades de los que no quisieran vivir. No buscaremosrazones profundas que avaloren esta tesis, propia de un estudiobiológico, sino que diremos que ésta es una de esas tendenciascósmicas, fundamentales, cuya repetición y repercusión no sontodavía explicadas integralmente y que sin embargo se sitúanentre los fundamentos de la realidad.

El individualista, o el ser que no vive más que para sí mis-mo, es un error; no existe normalmente, ni en las especies peordotadas. Entre los hombres, los individualistas más notableshan buscado propagar sus ideas, asegurándose una posteridadintelectual, que equivale a la voluntad de reproducirse. Y entre

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los dotados de una actividad cerebral pronunciada, doble-mente se deja sentir esta necesidad, a veces con más fuerzaespiritual que fisiológica. Lo mismo que las condiciones denuestra naturaleza rodean de voluptuosidad, de satisfacciónnerviosa, irreflexiva, el acto sexual de reproducción, acom-pañan también de goces cerebrales la transmisión intelectual.Hay absoluta analogía. Los términos de que nos servimos,intelectual, cerebral, genésico, sexual, son imágenes, ilustra-ciones, balbuceos, planos, aspectos de una misma razón deser, de una misma complexión, cuyas divergencias provienendel ángulo en que nos coloquemos para considerarlas separa-damente.

Las lágrimas del hombre de ciencia incomprendido, las la-mentaciones del artista ignorado, los suspiros del escritor os-curo, las inquietudes del propagandista abandonado, orgullo,ambición, en fin, no son más que afirmaciones reproductivas,temores de no poder sobrevivir en otros seres.

47. LA PROPAGANDA ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

Ésta es la manifestación terminante del deseo normal dereflejarse en otro, de dejar una descendencia que nos continúeo nos complete moral o intelectualmente, de rodearnos de unambiente de vibraciones simpáticas a nuestras aspiraciones ytendencias. Es la resultante lógica de nuestra función de seressociales.

Generalmente se ignora el porqué y el cómo de nuestra pro-paganda y las razones que nos determinan a dirigirnos indis-tintamente a todos.

En principio, no podemos entrever en un porvenir indefini-do una humanidad perfecta, llegada a la absoluta justicia porla equivalencia de todas las conciencias. Nada nos será máshorrible que esta uniformidad. La variedad en las experienciasindividuales desaparecería en un medio en que todos sus com-ponentes se repitiesen moralmente.

No diremos tampoco que todos son aptos para vivir sinleyes escritas. Queremos afirmar que la disposición a una vidalibre no es exclusivamente el privilegio de las clases cultas, como

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algunos aseguran. Si éstas prescinden de la ley escrita para sol-ventar sus diferencias, aunque la crónica de los tribunales dicelo contrario, en cambio no dudan en recurrir a ella contra losque no son de su partido. Creemos que en la masa dormitannumerosas ignorantes individualidades capaces de adaptarse auna existencia libertada de la impedimenta de las convencio-nes y prejuicios sociales, individualidades que es preciso des-pertar por el verbo o por la pluma para que ellas mismas serebelen a su propia conciencia.

Publicamos periódicos, manifiestos, folletos, organizamosconferencias precisamente para seleccionar individualidades.Esta selección descubre anarquistas que se ignoraban; gentescatalogadas en la común incultura y que, sin embargo, se ma-nifiestan capaces de saber prescindir de los códigos y de losjueces. Y mejor que no lo hacen las tildadas de cultas, porqueno es la cuestión económica su exclusiva preocupación, sinoque consideran la libertad en un plano superior al bienestarmaterial.

El anarquismo individualista es para todos los que se hanhecho anarquistas, a causa de su temperamento, de sus conclu-siones, o de su concepción de la vida. Por consiguiente, losinadaptados al anarquismo se desencaminan de la verdaderainterpretación de las ideas y pasan a otros campos más asequi-bles. Los adaptados permanecen íntegros. Pero adaptado, enconcepto anarquista, significa inadaptado social o refractarioal hecho de que la autoridad es útil e indispensable, no sólo albuen acuerdo general sino a los mismos que la repudian.

Nuestra propaganda busca, en definitiva, a los seres queforzados a vivir en la sociedad no se sienten ligados a ella, nipor la más ligera fibra del corazón ni por célula alguna delcerebro.

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CAPÍTULO 9EL ESFUERZO Y LA ALEGRÍA DE VIVIR

48. TEORÍA DEL ESFUERZO

Si la manifestación de la vida consiste en una ruptura deequilibrio en un medio dado, el nacimiento de toda nueva acti-vidad implica al mismo tiempo un esfuerzo, una energía. Todareacción contra el poder conservador y la tendencia a la inmo-vilidad constituye un esfuerzo. La historia de la selección de lasespecies nos confirma no solamente esta constatación banal deque las más aptas y mejor dotadas subsistieron, destruyendo yreemplazando a las más débiles para la lucha y la perpetuación,sino también que, si las razas sobrevivieron y se propagaron, fuegracias a un esfuerzo continuo de resistencia, de asimilación yabsorción, esfuerzo casi inconsciente en los organismos infe-riores, pero más y más esclarecido en su tenacidad a medidaque se manifiesta en el hombre, que es el tipo más perfecto ymejor dotado de los vertebrados.

El esfuerzo, facultad inherente al individuo, es la prácticade la voluntad de vivir y reproducirse, o sea la manifestacióndinámica, efectiva.

Para apoyar nuestras razones, tomemos algunos ejemplostípicos:

En un medio donde la educación del Estado tiende a infun-dir en los cerebros el respeto a las instituciones establecidas yel culto a los hechos adquiridos, todo individuo que vive fuerade esta concepción realiza un esfuerzo. Podría únicamente seruna potencia, pero desde el momento que pasa de la teoría a lapráctica, ya se manifiesta aquella energía activa.

En un medio artístico donde los procedimientos de pinturaclásica gozasen de la admiración y se beneficiasen de la consi-deración general, un futurista pretende afirmar una nueva ten-dencia. Si ésta pasa de su cerebro a la traducción concreta, elesfuerzo se realiza al luchar con las ideas dominantes, al hacergestos de resistencia para producir en definitiva las obras de suconcepción.

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En el curso de una exploración, un turista encuentra unlugar delicioso para edificar su vivienda. Después de reflexio-nar, una serie de actos secundarios se producen: compra delterreno, levantamiento de planos, contratos de trabajo, trans-porte de materiales y todo cuanto es indispensable hasta la ter-minación de la casa, que equivale a la coronación definitiva delesfuerzo.

49. LOS PARÁSITOS

En contraposición de esta teoría vital que ama el esfuerzoafirmativo, encontramos la funesta clase de los parásitos, quejuzgan más cómodo y menos fatigoso vivir a expensas de laactividad ajena. No son sólo los rentistas o los herederos decasa grande, sino que se encuentran en todos los dominios es-tos seres absorbentes. El parásito adquiere formas diversas y selo conoce con distintos nombres: es poeta, artista, propagan-dista, obrero sin trabajo, productor interesado y laborioso, sies preciso. A veces, con su traje de faena y sus manos callosas,es difícil desenmascararlo, pero con mucha habilidad se llega areconocerlo. Su obra es negativa, su propaganda una repeti-ción de lugares comunes, y si explota las ideas avanzadas, susdiscursos inflamados contra la sociedad suenan tanto máshuecamente cuanto mejor provista es la mesa y más conforta-ble es el lecho que comparte en casa del cándido compañero.No olvidemos tampoco que parásito es igualmente el proleta-rio que se aprovecha de las mejoras alcanzadas por sus compa-ñeros, sin haber querido tomar parte en las luchas consiguientes.

Sin duda, todos somos algo parásitos, puesto que nos apro-vechamos de las adquisiciones de los más adelantados en ideasy estudios y no podemos vanagloriarnos de nuestro saber, cuan-do es una imitación de lo que otros han dicho antes y mejorque nosotros. Únicamente cuando vamos más lejos, por nues-tra cuenta y riesgo, sirviéndonos de los jalones que aquelloshan plantado con los resultados de su trabajo en la ruta de laexperiencia, podemos decir que adquirimos propia personali-dad y perseguimos nuevas iniciativas.

Los parásitos abundan en el terreno económico. ¿Qué decir

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de los innumerables obreros inútiles? Los que, aun condenán-dolas, aceptan y perpetúan las condiciones actuales de la exis-tencia social y, comprendiendo la necesidad del esfuerzo,rehúyen éste por temor de los riesgos que conlleva, son los peo-res parásitos. En cambio los refractarios, despreciados por elobrero honrado y laborioso, son esforzados y enérgicos, comocorresponde a toda manifestación rebelde, propia de los querehúsan, aunque sea inconscientemente, los reglamentos inte-lectuales, orales y económicos que rigen a las colectividades,aunque tuviesen que romper violentamente con ellas.

50. LOS INEPTOS PARA EL ESFUERZO

Una constatación dolorosa es que todos no son aptos ac-tualmente para esforzarse en ser rebeldes o refractarios. Elmayor número de los humanos nos parece impropio para viviruna existencia nada más que algo individual. Es una conse-cuencia de la manera como se realiza la supervivencia de lasespecies. Las más aptas para remontar los obstáculos, paravencer las resistencias que se opongan a su perpetuación, songuiadas solamente por un número restringido de individuosmás capaces, dotados de ciertas características perfeccionadasque llegan a constituir la herencia de la nueva especie o razatransformada. Lo que pudiéramos llamar la escoria, el sedi-mento, o el desecho intransformable de la especie, la raza y elindividuo, languidece, se debilita, degenera y acaba por perecer,si no es absorbido. Buscar las causas de estas ineptitudes, lainfluencia hereditaria, las modificaciones del ambiente, de losintereses y de la educación, la falta de ocasiones propicias a des-pertar la necesidad o el deseo de una existencia independientede los inveterados prejuicios, es tarea profunda y extensa queno podría contenerse en los límites de esta obra. ¿Sabemos tansólo si el instinto de la vida libre existe inconsciente, latente,presto a manifestarse en todos los seres?2

2 Trasladamos al lector que quiera profundizar estas cuestiones a la obra deFélix Le Dantec Las influencias de los antepasados. Madrid, LibreríaGutemberg 1907. Pesetas: 3,50. (N. del T.)

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51. LA BELLEZA DE LA VIDA VIVIDA INDIVIDUALMENTE

La vida es bella para quien traspasa las fronteras de lo con-vencional, se evade del infierno industrial y comercial y huyelejos del humo insalubre de las fábricas y del hedor pestífero delas tabernas; para quien se despreocupa de las restricciones dela respetabilidad, de los temores del qué dirán y de las murmu-raciones vulgares. La vida es bella para el anarquista. Y comoel anarquista no cesa de propagar sus concepciones, haciendoobra de vida y de reproducción, es natural que se desintereseen cierto modo de los incapaces de un esfuerzo que sea efectivoen el presente, porque quiere el mayor grado de libertad sobretodo, sin aguardar al problemático mañana, cuya consecuciónha de fiarse a los demás.

El anarquista sigue su camino, dejando atrás a los religio-sos, a los legalitarios y a los socialistas que confían su esfuerzoen manos de sus sacerdotes, de sus diputados o de sus delega-dos. No puede estar de acuerdo con partido alguno organizado.

Se objetará que el esfuerzo individual o combinado en unreducido número no produce grandes resultados. En aparien-cia así es, pero puede discutirse tal aserto. En realidad, unaminoría decidida y consciente tiene mucha más influencia queuna mayoría que obra por irreflexión imitativa. Además, exis-ten ciertas mentalidades que aman el esfuerzo no por su resul-tado material, sino por la satisfacción íntima que les produce y,bajo este concepto, no es posible la desesperación. Continúandesplegando más y más energía y, si alguna vez desfallecen,pronto su existencia recobra su nivel y con más pujanza sedisponen a la tentativa de nuevos esfuerzos.

En efecto, la vida no puede parecer bella más que conside-rada individualmente. Es bueno respirar el aire embalsamadode los campos floridos, trepar a lo alto de alegres colinas, aso-ciarse a la fresca canción del agua cristalina de los arroyos,soñar en las arenas de la playa, pasear la vista por los espaciossiderales, gozar, en fin, con todos los variados aspectos de lanaturaleza, pero sólo a condición de experimentar por sí mis-mo la emoción y no porque las descripciones estén estampadasen algún libro de viajes.

Nadie más que los que perciben la vida a través del prisma

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social, todos los que forman de ella un concepto estrecho se-gún las ideas determinantes de la moral que sustentan, todoslos atrofiados por los innumerables arcaísmos, la encuentraninsípida o detestable, porque siendo víctimas de la zozobra, desaber lo que puede hacerse y lo que está prohibido, según lasreglas prefijadas, resulta de tal modo una carga o una esclavi-tud. El anarquista, al contrario, aprecia la alegría de vivir inte-lectual, sentimental y materialmente, ya en el tráfago de lasgrandes ciudades, o bien en la paz sedante de los campos oaldehuelas. Goza de todo y no desecha sino lo que no cuadracon su temperamento, su carácter, sus aspiraciones y su sed derealidades.

52. LA EDUCACIÓN DE LA VOLUNTAD

Vivir la vida intensamente, con placer, no implica dejar rien-da suelta a los apetitos brutales y a la licencia irrazonable. Nadaes más triste e incoloro que una vid ignorante del flujo y reflujode las pasiones y para el anarquista nada hay tan deprimente eindigno como el abandono a las malas inclinaciones o hábitosinveterados, pues esto supone una servidumbre y, donde nohay libertad, mal se puede gozar de lo que no puede apreciarsey dosificarse a voluntad. El dominio de sí mismo es la primeracondición de una vida plena. Aquí también, el esfuerzo, quevaría de individuo a individuo, es necesario, porque al fin y alcabo el verdadero deleite vital se resume en una cuestión decapacidad, de aptitud y de adaptación personal. Es cuestión decantidad y no de volumen que pueda convenir a todos y essobre todo cuestión de educación de la voluntad, susceptibletambién de gradual evolución. Gozar de todo en los limites dela potencia de apreciación personal sin salirse del perfecto equi-librio, he aquí el ideal. Ver, por así decir, mil caballos engan-chados a nuestro carro, sin que las riendas de uno solo nosescapen, ésta es la imagen de la educación de la voluntad, lainiciación de la verdadera libertad individual. Igual que el beodotrata de arrastrar a sus amigos, una de nuestras pasiones puedetambién hacernos caer totalmente en la servidumbre y en laanulación de nuestra potencia creadora.

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53. USO Y NO ABUSO

El anarquista no es un abstinente ni un vicioso, puesto queel primero implica temor exagerado o defecto de discernimien-to moral, en tanto que el segundo es una prueba de impotenciade la voluntad, una afirmación de degeneración moral. Se lepodría considerar como un atemperado, si por tal se entiendeal individuo dotado de bastante voluntad para refrenar susdeseos o necesidades, en cuanto conoce que el uso amenaza detransformarse en abuso.

54. ¿QUÉ ES VIVIR?

¡Vivir! Aspiración de todo organismo en buena salud; razónde ser de todo cuanto existe sobre la tierra o llena el universo,pues todo –seres y cosas– tiende a crecer, desenvolverse y trans-formarse en múltiples combinaciones.

¡Vivir! Significa para el inconsciente, o para el imperfecta-mente consciente, adquirir conciencia de que existe, se muevey ejerce actos de voluntad.

¡Vivir! Razón de ser de todo cuanto siente, respira, senutre, se reproduce, discurre, forma asociaciones de ideas,traza una regla de conducta, adopta una actitud, manifiestauna actividad.

¡Vivir! Finalidad del hombre –principio y fin– objeto yaspiración del individuo, explicación de nuestra presenciasobre el planeta.

No hay nada que pueda sustraerse a las manifestaciones dela vida, sea cualquiera la forma en que se nos represente.

El bien, el mal, lo útil, lo nocivo, lo grande, lo mezquino, elamor; el arte, el placer y el dolor; todo está íntimamente ligadoa la vida, pudiendo decirse que constituye la vida misma.

La tierra y el cosmos rinden testimonio a la vida universalsiguiendo sus leyes eternas de movimiento y transformación,de energía y de resistencia. Las nebulosas que se resuelven y lossoles que se eternizan; los niños que ven la luz primera y losviejos que exhalan el último suspiro; las flores que se marchi-tan y los árboles cuyas ramas ceden bajo el peso del fruto que

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soportan; la inmensidad del océano, el elevado pico cubiertode nieve, la dorada llanura, el espeso bosque, la ciudad bulli-ciosa, son otros tantos aspectos de la vida.

Vivir, ¡oh, seres semejantes a mí exteriormente! ¿y para qué?Pregunta que ha dado lugar a innumerables respuestas, pero

que nunca ha sido resuelta de un modo absoluto y eficaz.Unos dicen que es preciso vivir para Dios, para la Ley, para

el Bien y para la Justicia; es decir, para una abstracción indefi-nible, que varía según las épocas o el grado de cultura de lascolectividades o de los individuos; una abstracción invisible,impalpable, fantasma creado por la imaginación del hombre yen cuya persecución la humanidad se agota en vanos esfuerzos.

Otros han afirmado que era preciso vivir para la humani-dad, el medio humano, el conjunto social y así los hombreshan llegado a hacer abstracción de todo cuanto tendía en ellosa desarrollarse separada y aisladamente, depositando cuantoeran y cuanto tenían en el altar del contrato social. La coac-ción universal acabó con el último vestigio de la iniciativa per-sonal, convirtiendo a los hombres en súbditos, ciudadanos ymiembros de las sociedades, sin que en tal situación nadie seconsidere más dichoso.

Muy pocos son los que han proclamado que es preciso “vi-vir por vivir” para llenar sus funciones de bípedo dotado deinteligencia y de sentimiento, capaz de analizar la emoción yde catalogar las sensaciones.

“Vivir por vivir” sin más; vivir para trasladarse de una par-te a otra; para apreciar las experiencias intelectuales y morales;para gozar; para satisfacer las necesidades del cerebro o la vozde los sentidos. Vivir para adquirir sabiduría, para luchar yformarse una individualidad franca; para amar; para recolec-tar las flores de los campos y las frutas de los árboles. Vivirpara producir y consumir; para sembrar y recoger; para cantaral unísono con los pájaros y para disfrutar del sol tendidossobre la arena de la playa.

“Vivir por vivir”, para gozar intensamente de cuanto nosofrece la vida, apurando hasta la última gota de la copa dedelirios y sorpresas que la vida guarda a quienes han adquiridoconciencia de que existen. ¿Es que esto no vale por todo elfárrago de metafísicas religiosas o laicas?

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“Vivir por vivir”. He aquí lo que quieren los anarquistas;pero vivir en libertad, sin que una moral extraña a ellos o im-puesta por la tradición o la mayoría establezca una divisiónentre lo lícito y lo prohibido.

Vivir, no acomodándose a convencionalismos o prejuicios;sino siguiendo los impulsos de su naturaleza individual, sindejarse arrastrar más allá del punto en que el uso de la vidadegenera en abuso, y uno de por sí, no siendo capaz de apre-ciar la vida, se convierte en esclavo de sus inclinaciones.

“Vivir por vivir”. No para pensar continuamente si se estáo no de acuerdo con este o el otro criterio general sobre lavirtud y el vicio, sino para disponerse a no hacer ni cumplirnada que vaya en menoscabo de nuestra dignidad individual.

“Vivir por vivir” sin tratar de aplastar a otros ni pisotearlas aspiraciones o los sentimientos de alguien; sin dominar niexplotar, sino siendo libres y resistiendo con todas nuestrasfuerzas, tanto a la tiranía de uno solo como a la absorción delas multitudes.

Vivir, no para la Propaganda, para la Causa o para la Ciu-dad que se aspira a formar –pues todas estas cosas están den-tro de la vida– sino para vivir en libertad cada uno su vida,guardándose de entrometerse en la vida de sus camaradas deideas y pidiendo solamente que se deje el camino libre a quienno comparta nuestro modo de pensar, pero rebelándonos si espreciso contra quien se oponga a nuestro paso.

Ni jefes ni servidores, ni amos ni siervos: he aquí lo quequieren los anarquistas; lo que ellos entienden “vivir por vivir”y lo que conviene recordar continuamente. Y aunque sólo seconsiga en cierta medida, esta tendencia o aspiración no dejade constituir su razón de existir, de manifestarse y de formaruna “especie”.

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CAPÍTULO 10EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA COMO “REFRACTARIO”

55. EL ANARQUISTA Y LA CIENCIA

Hemos visto sucesivamente al anarquista en desacuerdo conla sociedad actual y sin afinidad alguna con sus reformadores,en inevitable reacción constante contra el medio, desechandoenérgicamente una solidaridad ficticia que le impide amar lavida libremente, por su propia experiencia. Es un refractario atodos los grados de enseñanza que dispensa el Estado y se nie-ga a prosternarse, lo mismo ante la divinidad que ante la cien-cia, porque sabe que las deducciones de ésta se conforman a laconstitución del cerebro y, como las demás ramas de la activi-dad, ha de servir a la liberación humana y no a la sumisión.Siendo ateo, el anarquista no puede sumarse a los fieles de lareligión científica y siente horror de las fórmulas que preten-den resolver problemas frecuentemente mal planteados. No esadversario de concepto filosófico alguno, siempre que admitala crítica y repose en una aspiración, satisfacción o razona-miento individual. Busca siempre la mayor facilidad de desa-rrollo integral; no se encierra en ideas fijas y todos los concep-tos que acepta son a título provisional o transitorio, hasta queadquiere por la experiencia otros más elevados y justos.

Es materialista en concepto puramente individual, porquela materia es apreciada según la percepción de los sentidos decada uno. Pero por materialista que sea, el anarquista norenuncia ni a los goces interiores de la vida del sentimiento, nia las gratas expansiones intelectuales de la especulación filosó-fica, literaria, práctica o artística, sin cortapisas exclusivistas olimitaciones dogmáticas de cualquier especie, dejando a cadauno que siga sus propias aspiraciones, sin criticarlas porque noconcuerden con las que él persigue; pues desde luego no buscala uniformidad, sino que, comprendiendo la diversidad, respetaal que, por ejemplo, encuentra su mayor satisfacción ideal enlas matemáticas o en la geometría, aunque él prefiera a eserigorismo científico la libre expansión de la fantasía artística.

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De cualquier modo que se consideren los hechos de lahumanidad, el anarquista no puede conducirse más que comorefractario.

56. EL ANARQUISTA Y EL AMOR

Si se trata de las relaciones sexuales o afectivas, no hay nadamás absurdo que los prejuicios en que reposan y las conse-cuencias que producen. Es una infamia general que se tolereuna moral femenina distinta a la masculina. En esta cuestión lamujer está doblemente sometida a la esclavitud y a la ignoran-cia y sufre además la anormalidad de la castidad o pureza sexualforzosa.

Al amor esclavo, único que conoce la sociedad actual, debeoponerse el amor libre, a la dependencia sexual de la mujer,considerada generalmente como carne de placer, la libertadsexual o sea la facultad para ambos sexos de disponer a suantojo de los deseos y aspiraciones de su temperamentosensual o sentimental.

57. AMOR LIBRE Y LIBERTAD SEXUAL

El anarquista sabe distinguir entre libertad sexual o amorlibre y promiscuidad o desarreglo, pues mientras aquél reposasiempre en una elección consciente o razonada, aunque noexcluye ni la impulsión sentimental ni el deseo emocional, en elsensualismo puro, la promiscuidad denota un desequilibrio, casisiempre a favor del elemento masculino y si puede convenir aalgunos temperamentos sería irracional extenderla a todos. Lamujer que por deber anarquista se creyese en la obligación deentregarse a cualquier camarada sin atender a sus inclinacio-nes, sería un verdadero contrasentido de la misma idea.

El amor libre comprende muchas variedades que se adap-tan a los diversos temperamentos amorosos: constantes, volu-bles, tiernos, apasionados, sentimentales, voluptuosos, etcéte-ra... y reviste las formas de monogamia, poliandria, poligamiay pluralidad simultánea; no tiene en cuenta los grados de pa-

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rentesco y admite sin reparo la unión sexual entre muy próxi-mos consanguíneos, lo que importa es la mutua satisfacción ycomo la voluptuosidad y la ternura son aspectos del goce devivir deben perseguirse individualmente. Mientras uno buscasu placer en la variedad de las experiencias amorosas, otro loencontrará siempre en la unidad, lo cual no será obstáculo paraque el amor exista y se armonice.

Las necesidades sexuales son más imperiosas en ciertos pe-ríodos de la vida, como la unión sentimental es también enotros más apremiante que la pura satisfacción material. Laobservación y aplicación de todos estos matices es lo que cons-tituye el amor libre. Como todas las fases de la vida anarquis-ta, ésta no admite reglas establecidas. A cada uno correspondededucir las conclusiones de su propia experiencia que más con-vengan también a su emancipación.

58. EL ANARQUISTA Y LA FAMILIA

Respecto de la familia, el anarquista se halla en profundodesacuerdo con las ideas dominantes, las cuales basan aquéllasobre bienes con gran frecuencia puramente circunstanciales yque conceden al padre una autoridad tiránica, como la de diri-gir la educación del niño, inclinándolo a una carrera dada, fal-seando las más de las veces su porvenir intelectual y moral.Casi todos los padres tienden a hacer de sus hijos, considera-dos como otra forma de la propiedad, no seres capaces de pen-sar por sí mismos y reaccionar contra las influencias heredita-rias, no focos de iniciativa, sino fotografías o reproduccionesreflejando las ideas y los gestos progenitores. Basta que un niñono sienta afinidad familiar y que a los veinte años haga gala deideas contrarias a las aprendidas en el hogar para que seatachado de mal sujeto y acusado de baldón de los suyos.

El anarquista sabe que, producto de la fecundación del huevopor el espermatozoide, toda criatura, por una aplicación algooscura de los fenómenos del atavismo, reproduce los rasgosdel carácter de sus ascendientes, a veces muy lejanos, que losresume o los mezcla a los de sus padres o parientes más inme-diatos y que no es sorprendente que algunas de estas caracte-

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rísticas hagan irrupción en el medio familiar y obliguen al in-adaptado o mala cabeza a buscar un nuevo terreno más favo-rable a su desarrollo.

Creerse en el derecho de dirigir la vida ulterior de un vásta-go, porque durante algún tiempo se le ha asegurado la subsis-tencia, es para el anarquista tan tiránico como la pretensión dealgunos patronos que, por el hecho de proporcionar el trabajo,quisieran imponer a sus asalariados la obligación de asistir amisa.

La verdadera familia es la que se une por afinidad de ideas,caracteres y temperamentos y aunque tal pueda suceder tam-bién por la única base del lazo genital, lo cierto es que todapresunción autoritaria perjudica al buen acuerdo entre susmiembros. Dicho esto, se comprenderá que el anarquista esadversario únicamente del concepto estrecho que hoy se aplicaa la familia.

59. CONCEPTO DEL REFRACTARISMO

No hablaremos aquí de las gestiones que los dirigentes apli-can a los negocios públicos, ni tampoco de los prejuicios y delos intereses capitalistas que fundamentan la idea de Patria;únicamente haremos constar que la idea internacionalista noexcluye las preferencias anarquistas por uno u otro lugar de latierra.

El anarquista es refractario a las ideas generales o, mejordicho, a la opinión pública. No puede hacer como todo el mun-do, sino que ha de tener un criterio elevado y ha de saberloaplicar en todos sus actos. Tan ilógico es el beodo que se re-vuelca en el arroyo gritando viva la anarquía, como el burgués,crápula despreciable, que bajo pretexto de amor libre dejaembarazada a su sirvienta. Ideas tan puras no sirven para ex-cusar pasiones brutales o inclinaciones degeneradoras en con-tra de la más elemental justicia.

No pretendemos tampoco que el anarquista deba estrellar-se contra las barreras que la sociedad opone a la expansiónvital. Si consiente en hacer indispensables concesiones a la fuerzadominadora es siempre con premeditación de resarcirse, para

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no arriesgar o sacrificar necia e inútilmente su vida, pues lasconsidera exclusivamente como armas de defensa personal enla lucha social.

Es cierto que el anarquista puede realizar ciertas formalida-des legales o administrativas a fin de conseguir alguna ventajaque de otro modo le hubiera sido imposible alcanzar, pero paraque no haya inconsecuencia es preciso que mantenga su espíri-tu rebelde, que no se incline a la poltronería y que sepa aprove-char estas circunstancias ordinarias sagazmente, trastornán-dolas y acabando por inutilizarlas. El individualista es sólo res-ponsable ante su conciencia, no da cuentas nadie y le bastapara estar satisfecho saber que sus esfuerzos son sinceros yconstantes y están de acuerdo con sus convicciones.

Desde luego, esta independencia moral no debe prestarse aequívocos y tiene sus límites naturales. Un anarquista no esdiputado, ni magistrado, ni policía, ni millonario y si poseealgún dinero, la imperiosa necesidad de reproducirse lo llevaráa gastarlo en beneficio de las ideas que ama. Vive sencillamen-te y no es esclavo de lo superfluo, aunque su simplicidad noesté reñida con un bienestar intenso, sano y gozoso, que nadatiene que ver con la vida burguesa de groseros apetitos.

En resumen, por obligado que esté a vivir en una sociedadcuya constitución le repugna, el anarquista será en su fuerointerno un irreductible adversario, un inadaptado, un refracta-rio a toda dominación.

60. SINDICADO Y NO SINDICALISTA

Un anarquista puede formar parte de un sindicato donde,mediante el pago regular de una cuota, encontrará facilidadespara colocarse u ocasión de obtener aumento de salario o dis-minución de horas de trabajo, como también puede pertenecera una sociedad de seguros mutuos. Esto no significa queconsidere de gran valor estos paliativos o males menores,sino que los acepta en su calidad de trabajador, a causa de lasluchas económicas entre explotadores y explotados, peropor el hecho de estar sindicado no dejará de ser anarquista,sino que, por el contrario, afirmará más sus ideas entre los

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mismos que toman el sindicalismo como un fin y no como unmedio adecuado de defensa profesional.

61. LA RESISTENCIA PASIVA

Nuestro criterio sobre la violencia es que ésta niega todométodo educativo y no soluciona los conflictos que dividen alos hombres y a las colectividades. Puesto que implica superio-ridad brutal y empleo de autoridad de la fuerza física es anti-anarquista. Hemos preconizado siempre la “resistencia pasiva”o la abstención de la violencia ofensiva, no admitiendo la de-fensiva más que como último recurso de protección indivi-dual o como garantía del mayor grado de libertad. Pero entién-dase bien que es solamente una táctica susceptible de modifica-ciones, según los casos, y no pretendemos hacer un principio,una especie de dogma como los discípulos de Tolstoi con su“no resistencia al mal por la violencia”.

Es evidente la diferencia entre el empleo de los argumentoscontundentes contra quien nos ataca que contra quien nos dejatranquilos.

Benjamin R. Tucker explica con un ejemplo típico el em-pleo de la violencia:

“Suponed –dice– que un individuo me ataque y quieradominarme. Trataré de defenderme y de disuadirle de su inten-ción; pero si continúa redoblando sus golpes y yo tengo prisapara tomar el tren que ha de conducirme al lado de mi hijo queagoniza, procuraré sujetarlo. Si no se conforma y se vuelve con-tra mí, distrayéndome un tiempo precioso, cuestión de vida omuerte, entonces, sin reparar, me libraré de él como mejorpueda”.

He aquí todavía un resumen de la opinión de Stephen T.Byington, de la que no participamos en absoluto:

“Como muchos otros individuos, los anarquistas desearíanllegar a una era de completa armonía; pero saben que éstees un ideal lejano, inactual. Saben también que unos se sirvende la violencia y a otros corresponde determinar si ha dereplicárseles del mismo modo. Por ejemplo: si un bruto seesfuerza en lanzarme a un estanque, lo que es un acto esen-

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cialmente gubernamental, aunque cometido fuera de esa ins-titución, según se entiende generalmente, y yo resisto contra-rrestando su proyecto, ¿puede mi defensa compararse a suagresión?

“Emplear la amenaza o la fuerza contra pacíficos es un cri-men gubernamental; pero servirse de ellas para atajar los des-manes de un brutal despotismo es una acción laudable. Por esolos anarquistas justifican las violentas represalias contra laexpoliación y el fraude enseñoreados en la sociedad autorita-ria; pero en ningún caso disculparán el ensañamiento contraseres inofensivos. Es principio elemental de libertad individualdomeñar en lo posible los atentados del poder tiránico de losgobiernos y ningún anarquista reprochará los medios másextremos para conseguirlo”.

En consecuencia, la violencia se puede emplear por puranecesidad; para lograr una utilidad cierta. Sólo bajo este crite-rio es admisible, y si fuera posible conseguir bajo un régimende propiedad individual un máximo de libertad de pensamien-to y acción pacífica, los ataques rabiosos de una pequeña mi-noría contra tal régimen serían bestiales, inútiles y absoluta-mente reprobables.

62. ALGUNOS GESTOS DE REBELDÍA

Sustraerse al servicio militar y a toda clase de contribucio-nes; practicar las uniones libres a título de protesta contra lamoral corriente; abstenerse de toda acción, de toda labor, detoda función que implique mantenimiento o consolidación delrégimen intelectual, ético y económico impuesto; cambiar, ade-más, los productos de primera necesidad entre anarquistasindividualistas posesores de los útiles necesarios a la produc-ción, fuera de todo intermediario explotador o capitalista. Heaquí los actos de rebeldía inherentes y de esencial convenienciaa nuestra actividad.

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CAPÍTULO 11EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

Y EL HECHO ECONÓMICO

63. CONDICIONES DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD ACTUAL

Es evidente que el anarquista que trabaja en las condicioneseconómicas actuales contradice su razón de ser.

Como asalariado contribuye al mantenimiento de la socie-dad, alquilando o prostituyendo su capacidad y su iniciativaen beneficio del parásito que vive directamente sobre él e indi-rectamente sobre todos.

Repudiando la forzada solidaridad humana, en su formacaótica de tiranía, el individuo que ha llegado a posesionarsede su conocimiento se esfuerza por romper el círculo de losconvencionalismos y trata de vivir fuera de las condicionescomunes de servidumbre. Tal hace al anarquista que sabe queel problema humano no se resuelve sólo con pensamientos ypor tanto, ya solo o asociado con otros camaradas, lleva a cabola primordial cuestión económica, procediendo siempre segúnsu temperamento, su carácter, sus facultades, su concepciónpersonal de la vida y en la medida que pueda librarse de ciertascontingencias y de ciertos resabios de una falsa educación.

Sin embargo, el anarquista individualista puede ser emplea-do, obrero, funcionario y puede consentir también endoblegarse, repitiendo los mismos gestos monótonos durantelargo tiempo para dedicarse a una ocupación fastidiosa que élcree con frecuencia estéril o inútil. Forzado por diversas cir-cunstancias, acaso por deberes de familia, acepta semejantesituación, pero no se resigna ni se hace jamás un obrero dócil,un empleado modelo o un funcionario irreprochable. Se consi-dera como prisionero de guerra, como un espía en país contra-rio. El posesor, el detentador capitalista, el director de explota-ción, los capataces, toda la jerarquía, en fin, que forma el en-granaje triturador del productor, he aquí su enemigo. Y lasmelosas e hipócritas palabras de simpatía que éste pueda diri-girle no serán capaces de desarmar su rencor irreductible. Si el

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anarquista acepta una función de responsabilidad, es porquetiene las buenas razones de poder así beneficiar excepcional-mente a la propaganda y al bienestar de sus compañeros. Haceen todo caso a la sociedad un mínimo de concesiones para con-seguir el mayor grado de ventajas y por tanto jamás es engaña-do ni cómplice de ella.

Otros anarquistas ejercen oficios independientes, siemprepenosos y poco lucrativos, a causa de la competencia del grancomercio. Se hacen vendedores ambulantes, corredores por sucuenta y confeccionadores de objetos diversos que expiden porsí mismos. Éste es todavía un mal menor, puesto que sirven deintermediarios y únicamente los objetos de lujo o de utilidadsuperficial les permiten esperar pequeños beneficios. La únicaventaja es la de poder huir de la presencia obligatoria de unlugar de trabajo determinado y del contacto forzoso con indi-viduos hostiles a las ideas anarquistas. Algunos camaradas des-empeñan una profesión liberal, pero en número ínfimo, y sillegan a una posición lucrativa, no es sin haber pisoteado algu-nas de sus convicciones.

64. LAS COLONIAS COMUNISTAS

Han sido causa de muchas desilusiones para los anarquistasque, rompiendo decididamente con el medio social, han que-rido equilibrar en común su producción y consumo. No nosreferimos a los miserables embriones colonizadores que hantenido lamentable existencia en Francia y Bélgica, sino quenos trasladamos por el pensamiento a los años 1830 a 1870,en que al otro lado del Atlántico tantos ensayos florecieron yde los que no ha quedado sino el recuerdo. Nada ha importa-do la elección de los asociados ni el valor moral e intelectualque hayan aportado, ni el éxito efímero o accidental que ha-yan conseguido en tales tentativas comunistas. Una sola con-clusión se ha impuesto y es: que sin autoridad o influenciamoral de un individuo y anulación de la personalidad ante unideal religioso y económico, una colonia no podría vivir yprosperar.

Las asociaciones económicas que existen actualmente en los

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Estados Unidos, y a las que no negamos interés especial, comolos arrendamientos en común, exhalan un hedor colectivistatan pronunciado que nada tiene que ver con el anarquismoindividualista, tal como lo concebimos.

El triunfo de una vida semejante estaría sujeto a tantos re-glamentos y precauciones que, a decir verdad, nos sentiríamosmás libres en la sociedad actual.

No solamente se han gastado energías, inútilmente casi siem-pre, en tales ensayos, sino mucho dinero, que hubiera podidoservir a una gran propaganda intelectual, destruyendo muchosprejuicios embarazosos y viejos escrúpulos y haciendo la vidade algunos más agradable y menos limitada.

Refiriéndonos al país francés, dudamos que los participan-tes de los ensayos comunistas, salvo raras excepciones, hayangozado de mayor libertad que si hubiesen permanecido en elambiente hostil. Luego si asociándose se ha de tener menosindependencia económica, intelectual y moral, bajo el puntodel individualismo vale más permanecer aislado. Y téngase pre-sente que no hacemos referencia a la materialidad del esfuerzo,pues vale más trabajar por cuenta propia, aunque más dura-mente, que en las condiciones de ordinaria explotación. Acep-tamos la asociación, no como beneficio de menos actividad,sino como mayor garantía autónoma, o disminución evidentede la intervención del medio autoritario en la vida personalpara que cada uno sea responsable del producto y del consumode su propio esfuerzo, sin molestar a ninguno de los coasociadosy sin compromisos u obligaciones fijas, determinadas anticipa-damente.

65. ELECCIÓN DE UN MEDIO ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

A nuestro juicio, he aquí las bases porque podrían regirselos que cansados del contacto con el vulgo quisieran vivir fueradel rebaño humano, en colonia individualista:

Adquisición de un terreno en sociedad y distribución delmismo en partes iguales inalienables.

Cada uno podría producir y edificar a su gusto y disponerde sus bienes, bien cambiándolos con los de los demás compa-

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ñeros en las condiciones convenidas o con los consumidores defuera.

Como norma de conducta debe desaparecer de la coloniatodo medio de explotación y engaño y todo valor monetario,procurando igual libertad para todos en el desarrollo de lasiniciativas.

Todo individuo puede separarse de la asociación cuando leparezca conveniente, bajo la condición de ceder su parte a unreemplazante que cuente con la simpatía general y que hayasido proporcionado por el disidente o por la colonia misma.

Porción de parte reservada a los niños, con determinaciónde edad, asegurándoles una parte completa, y eso sin perder devista la necesidad de una limitación consciente de la procrea-ción.

Facultad individual de industrializar su parte o de conside-rarla como un refugio después del trabajo cotidiano.

La mujer independiente de su compañero y autónoma de suparcela, teniendo la facultad de no cohabitar con él.

Igual derecho para reunirse varios y vivir bajo el mismotecho, como mejor les parezca.

Creemos que bajo estas condiciones esenciales daría másresultados morales y económicos el individualismo anarquistaque las tentativas de las “colonias comunistas”.

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CAPÍTULO 12LA ILEGALIDAD

66. TEORÍA DEL ILEGALISMO ANARQUISTA DESARROLLADA BAJO

DIFERENTES ASPECTOS

Un cierto número de anarquistas, haciendo consciente ydeliberadamente tabla rasa de los escrúpulos tradicionales y dela honradez codificada, deciden resolver por su propia cuentael problema económico de modo extralegal, o sea por mediosatentatorios a la propiedad, por las diferentes formas de la vio-lencia o de la astucia, infracciones todas que las leyes castiganmás o menos severamente.

Se comprende perfectamente que un anarquista no se aco-mode al yugo del salario y a la odiosa servidumbre del cuartel,que repudie al patrón y al mando militar, que no se preste aproducir sin saber por qué y para quién y que no se deje mataren la guerra. Prisión, cuartel, producción asalariada y ciegason para él tres efectos de la misma causa, tres símbolos de unmismo estado de cosas de esclavitud. Por tanto, instintivamenterehúye su nefasta influencia y cuando se somete forzosamentees siempre a pesar suyo.

La tendencia ilegalista ha tenido serios teóricos del anar-quismo y es preciso examinarla para poder emitir un juicio,tanto más cuanto que algunos desaprensivos pudieran aprove-charse de la confusión consiguiente para justificar actitudes pocorecomendables, amparándose del calificativo anarquista. Estono es nuevo y en todos los campos de la filosofía ha habidovividores. Tan antipático es el burgués de gorra o sombrero decopa que vive del sudor ajeno como el gandul que vive enga-ñando, aunque ambos se pongan la etiqueta anarquista. Si unanarquista en verdad se resuelve a vivir al margen del códigono es sólo por este hecho de cumplir ilegalidades que merecetal nombre. El anarquista ilegal comprende perfectamente queno destruye las condiciones económicas existentes, como tam-poco las destruye el que sufre los rigores del trabajo impuesto,ni el propagandista, orador o escritor, ni mucho menos el te-

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rrorista. Se puede aceptar que, si los atentados a la propiedadse multiplicasen basta el extremo de hacer muy onerosa paralos poseedores la conservación de su capital, en el sentido deque los gastos de custodia y defensa fuesen mayores que elbeneficio de los intereses, entonces podría preverse su desapa-rición en la forma actual. Salvo en esta conjetura poco proba-ble, el ilegalismo no constituye más qué un medio de vida eco-nómica más arriesgado que los otros y nada más.

El anarquista no es un perezoso o un gandul, sino que amael trabajo como una función de desarrollo individual y comoun estimulante de iniciativas. Odiar la explotación de que esvíctima el trabajo es justo, pero deleitarse en matar el tiempo,en divertirse inútil e inconsideradamente, sin objeto alguno,procurarse lujos superfluos y estúpidos placeres costosos, com-placerse en glotonerías elegantes y en noches de orgía, esto notiene nada de anarquista.

Los ilegalistas convencidos reconocen que sus gestos depen-den de su propio temperamento, que su vida es una experienciapoco recomendable y que no todos los anarquistas son aptospara seguirla. En todo caso, el que la adopta no por eso severá disminuido intelectual o moralmente. Con este criteriopodemos reconocer siempre al verdadero camarada y no otor-garemos nuestra confianza al falso indiferente a las necesidadesde los amigos y despreocupado de la marcha del movimientoanarquista.

El proceso de los “bandidos trágicos”, por los hechos queen 1911 aterrorizaron a París y que costó la vida a una docenade anarquistas, demostró claramente el peligro de la prácticailegalista. Por románticas que hayan parecido las hazañas deBonnot, Callemin, Garnier, Vallet y compañía, no se debe olvi-dar que el ilegalismo paroxismal no puede ser en modo algunola consecuencia obligada del anarquismo individualista, pueséste es en principio una actitud moral e intelectual, una delibe-rada rebeldía individual de temperamento y reflexión, una fi-losofía crítica de propia defensa y negativa de la ley, de la mo-ral y de la sociedad actuales.

El ilegalismo puede ser una de las formas o modalidadesanarquistas, pero lo que nos interesa, sobre todo, no es estapeligrosa táctica, sino el empleo de las facultades cerebrales,

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del tiempo y de los recursos de que disponen los que se dicenanarquistas. El ilegal que afirma, primero, después y siempresu “egoísmo” y que no piensa en la propaganda más que cuan-do él está bien al abrigo de los peligros de la vida, nos interesatan poco como el que, viviendo legalmente, se ocupa de lasideas solamente después de haberse creado una situación tran-quila o de haber cumplido, como vulgarmente se dice, con susdeberes.

El mejor camarada es el que, dentro o fuera de la legalidad,consagra su actividad y su fuerza a la difusión de las ideas y ala escultura de su individualidad.

Reflexionando fríamente, no hay heroicidad en la muertede los desgraciados camaradas ilegalistas, arrastrados, empu-jados y lanzados sobre la guillotina, bajo las miradas de magis-trados satisfechos, de periodistas bufos y de policías astutos,como tampoco la hay en la actitud del anarquista, refractariointelectual y moral que vive legalmente, lo que no es óbice paraque en el terreno económico también llegue a actos contrariosa la ley. Creemos que el negarse a pagar impuestos o a servirsedel dinero o de los valores financieros en las transacciones o enel cambio de productos del trabajo personal, son actos intere-santes por sí mismos y por su repercusión. Tampoco faltan losgestos enérgicos, como son: rehusar el servicio militar, la obe-diencia a toda prescripción de la autoridad que limita la liber-tad de escribir o de hablar, la comparecencia ante cualquiertribunal y por cualquier causa, la sujeción de los pequeños auna educación de Estado, de Iglesia, etc..., las ocasiones abun-dan para ser “un luchador”. Algunos camaradas han sido en-carcelados o enviados a presidio por haber adoptado esas acti-tudes, que difieren sobre todo de ciertas famosas hazañas por-que son menos ruidosas, aunque necesitan del mismo corajepara realizarlas, sin provecho alguno para los que las llevan acabo.

Hemos de confesar que sentimos gran simpatía por los irre-gulares, o sea los que viven al margen de la sociedad, y creemosque no se debe ser la víctima, sino el beneficiario moral y mate-rialmente de las teorías que cada uno profesa.

No podemos, sin embargo, dejar de observar que hay acti-tudes de rebeldía tan nobles y valerosas como puedan serlo las

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del refractario que hace oficio de ilegalismo económico, actitu-des terminantes que no se prestan a equívocos, puesto que sólolos anarquistas son capaces de efectuarlas.

Cuando los anarquistas cometen acciones que los colocan,no moral e intelectualmente, sino materialmente bajo la san-ción social, nada más fácil para defenderlos y excusarlos queponer en evidencia ante los que los vilipendian que el conjuntosocial perpetra continuamente crímenes mayores que los quealgunos individuos pueden llevar a cabo aisladamente.

Es innegable que el medio tolera o aprueba una infinidadde atentados a la libertad individual o a la vida de los huma-nos, que no tienen punto de comparación con la nimiedad querepresentan los más atroces crímenes del ilegalismo anarquista.

Cualquiera comprende que, en el estado en que vivimos, elderecho de matar es ejercido sin restricción por los más fuertesprivilegiados (razas, grupos, individuos) en detrimento de losmás débiles y desposeídos.

Sin piedad, las razas llamadas superiores persiguen a san-gre y fuego a las pretendidas inferiores y en el océano de críme-nes sociales, los calificados de anarquistas no representan másque una imperceptible gota de agua.

Consideremos superficialmente la requisitoria de las gue-rras coloniales para satisfacer a los aventureros de la política ya los bandidos financieros y veremos a todos los pueblos abo-rígenes sufrir las mismas tropelías de sus conquistadores. Laconquista de América por los españoles, la despoblación de laAmérica del Norte, la explotación del Congo belga, la paz im-puesta por los rubios, grasos y dulces holandeses en sus colo-nias de la Sonda, son otras tantas pruebas de la avaricia que,traducida en explotación y sufrimiento, se ha venido encubrien-do bajo la bandera de la civilización. Pero no necesitamosremontarnos tan lejos. Nos basta mirar a nuestro alrededor,juzgar la actual hecatombe en que el mundo se destruye, paracomprender la falta de lógica que caracteriza a los que vitupe-ran tan sólo a los raros individuos que conscientemente se re-belan contra el orden establecido y atentan contra la vida y lapropiedad de los dominadores.

Como materialistas, no tenemos fe en un juicio supremo yfinal en el que se levantasen todas las víctimas de la naciones

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conquistadoras y cultas, pero imaginativamente nos compla-cemos en ver esta especie de tribunal sin apelación, en el queelevarían sus querellas todos los torturados, los mutilados, losdescuartizados, los quemados, los estropeados, los empobreci-dos én nombre del progreso occidental. ¡Qué triste figura ladel homo sapiens ante esta teoría infinita de hombres, mujeresy niños resucitados y viniendo de todos los puntos del mundoatrasado! La máscara de hipocresía y de moralidad caería de-lante de esta masa sangrienta sacrificada, demostrando que lasgrandes palabras de justicia, de paz, de orden público, no sonsino encubridoras de la más exaltada avidez y ferocidad.

A nuestro recuerdo acude la raza magnífica y soberbia delos Caribes, destruida por la soldadesca que seguía a Cortés; laatlética y valiente de los Pieles-Rojas, próxima a extinguirsepor el embrutecimiento del alcohol; pensamos en los Mejica-nos, los Peruanos, los Árabes, los Malayos, en los amarillos,los negros, los cobrizos, en todos, en fin, los que contra todarazón humana y sólo por el placer de matar han sido destrui-dos por los hombres de raza blanca. ¿En qué se fundan, pues,nuestras modernas sociedades para recriminar a los pobresbandidos contemporáneos que actúan por su propia cuenta?

Y volviendo a nuestras reflexiones constatamos que los res-ponsables no son sólo los que organizan el pillaje y la matanza,sino que el más cruel, el más sádico, el más implacable es siem-pre el subalterno, el hombre sacado de las filas populares. Es-pañol, francés, belga, alemán, ruso, holandés, anglosajón, decualquier nacionalidad que sea, es siempre el hombre discipli-nado, amaestrado, quien encuentra placer en incendiar las vi-viendas, destruir las tierras productoras, violar a las mucha-chas y despanzurrar a las futuras madres y jugar, en fin, con lavida y el bienestar de los que cree sus enemigos.

Pero todavía hay algo más. Leyendo los informes de lascomisiones inglesas nombradas por las Cámaras de los Comu-nes sobre el trabajo de los menores en los tejidos de algodón enel siglo pasado, se ve que era habitual la jornada de trece adieciocho horas para niños de seis y siete años, sin otro descan-so que media hora para comer, y con vigilantes permanentesque, látigo en mano, impedían que estos pequeños desgracia-dos se rindiesen al sueño. Madres de once años sorprendidas

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por el parto en el taller y a las que se acordaba como gracia tresdías de reposo. Las pobres criaturas morían a centenares, na-turalmente, y las que sobrevivían a tantos horrores eran vícti-mas de toda clase de taras físicas. En Stockport y Manchestersobre 22.094 obreros de fábricas, sólo 143 habían pasado de45 años.

¡Pobres bandidos aislados! ¡Lástima que no poseáis tempe-ramento de explotadores! Establecidos fabricantes de cristalen el este o en el norte de Francia, o tejedores en Rouen, o enLille, o vendedores de conservas en Chicago, o contratistas deconfecciones en Londres, hubierais podido matar lentamente,a fuego lento, sin riesgos, con la impunidad más completa; másaún: potentados, condecorados, honorables comerciantes, in-dustriales, filántropos, hubierais juzgado a los mediocres cri-minales, enviándolos al presidio o al patíbulo y lamentándoostodavía de que existe demasiada indulgencia para los delin-cuentes.

No. La sociedad, en particular y en general, no vale másque los que han roto violentamente el contrato social. No eséste un hecho nuevo. El carpintero de Nazareth empleó el mis-mo argumento con la desgraciada adúltera a quien los hones-tos israelitas querían perseguir a pedradas y a quienes Jesúsdijo que el que estuviera libre de pecado lanzase la primerapiedra, sin que ninguno se atreviese a hacerlo. Verdadera oimaginaria, esta historia prueba que en todos los tiempos losguardianes de las conveniencias sociales no han sido mejoresque los que las han infringido.

Pero éste es un argumento que no podemos aprovechar enla obra educativa que perseguimos, y ya que no podemos hacerdeclarar a los que execran el ilegalismo anarquista que ellosinteriormente se sienten inferiores, a lo menos hagamos cons-tar que en nuestro fuero interno, los que sabemos juzgar conlibre criterio nos sentimos valer más.

Ahora bien; si de acuerdo con los teóricos más serios hemostratado de razonar, explicar, comprender y limitar la prácticadel “ilegalismo”, es decir, el ejercicio de los oficios escabrososno inscritos en el registro de los tolerados por la policía, que-riendo demostrar que el anarquista ilegal puede sernos simpá-tico, en cambio nos parece injustificable el ilegalismo paradóji-

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co bajo el punto de vista anarquista individualista. Porque noqueriendo directamente dominar ni explotar, el anarquistaindividualista no consentirá jamás en hacer sufrir más todavíaa las víctimas del estado económico. Sería ilógico e indigno.No se pondrá, pues, al lado de los que esquilman al “rebaño”,sino que se separará, demostrando así su superioridad mental.

La experiencia nos enseña que la práctica del ilegalismo,sobre todo cuando es profesional, constituye un peligro temi-ble. Impide la expansión de la vida individual, es nefasto parael desarrollo intelectual y no libera económicamente bajo nin-gún punto de vista. Éstas son razones poderosas para reaccionarvigorosamente en el medio anarquista contra los desastres quepuede ejercer en los espíritus jóvenes la tendencia al ilegalismo.

En todo caso, el anarquista individualista, adversario de laviolencia, salvo el caso de legítima defensa, bien establecida,no se hará solidario de los “ilegales”, que no dudan en llegarhasta el atentado personal o el crimen.

En conclusión, hemos de hacer constar que no somos enabsoluto refractarios al ilegalismo. Consideramos que es cues-tión de temperamento, pues lo mismo que hay anarquistas coninclinaciones artísticas, los hay con predisposiciones ilegalistas.Por tanto, aunque no los aprobemos, juzgamos a los anarquistasilegalistas como de “nuestro mundo”.

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CAPÍTULO 13DE LA VIDA COMO EXPERIENCIA

67. DIFERENTES CONCEPTOS DE LA VIDA

Se puede considerar la vida como una función fastidiosa,que es preciso realizar con la voluntad de terminarla lo máspronto posible, como una escala honorífica, un pretexto degloria cualquiera o también como una carrera para llegar auna situación liberal, comercial, industrial, política o adminis-trativa. Cada uno tiene reservado su papel en el gran escenariosocial. Hay ambiciosos que desean brillar y dominar y otrosmás modestos que sólo aspiran a ser honrados y laboriosos,comenzando dócilmente el aprendizaje o los estudios prepara-torios de su ulterior profesión, pasando más tarde por el cuar-tel como buenos soldados, por la dependencia productiva oparásita como fieles y buenos trabajadores, por el matrimoniolegal y lo más ventajoso posible como esposos-modelo y exce-lentes padres de familia. Para estos mediocres o insignificantes,el placer mayor consiste en pasar sus días festivos en excursióncampestre y familiar y así esperan el fin de sus días monóto-nos, sin hacer mal ni bien alguno.

Una concepción anarquista individualista consiste en con-siderar la vida como una serie de experiencias variables, siempreen provecho propio. Es, por tanto la vida, un campo de estu-dios y una lección de cosas. No se puede tener conciencia de lavida en general, sin haber antes adquirido un conocimiento desí mismo, o de las condiciones que pueden aquilatarla. Laintensidad de apreciación estriba, pues, en la capacidad indivi-dual para gozarla equilibradamente, sin temor alguno de lasconsecuencias, que no pueden ser peligrosas cuando procedende satisfacciones o placeres normales.

El anarquista será siempre dueño de sí mismo; abando-nando enseguida las experiencias que le sean desagradables ypersiguiendo, en cambio, las que le parezcan más dignas detenacidad y perseverancia en relación con la satisfacción que leproporcionen. Sabe que no siempre le espera el éxito y aunque

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se hayan defraudado una vez sus deseos bajo el influjo de cier-tas circunstancias, no por eso desistirá de renovar la experien-cia en condiciones modificadas o nuevas.

68. CONDICIONES, FASES, VALOR DE LA EXPERIENCIA

La experiencia es puramente individual, no se impone, ysus resultados difieren según el carácter del que la intenta. Elindividualista no la aceptará en colectividad, sino provisional-mente y porque así pueda obtener ciertas ventajas intelectua-les, afectivas, sensuales o económicas. Pero no por eso se sepa-rará de la asociación, por capricho o por la más pequeña difi-cultad que pueda presentarse.

El placer, el interés de la experiencia, consiste esencialmenteen las peripecias ocurridas para lograrla.

El abrigo al borde del camino, la cabaña en el bosque, lacasita que domina la colina, son los resultados del esfuerzo,simbolizan el descanso, el término de la lección aprendida. Todoideal conseguido, todo propósito llevado al fin, amenaza fosi-lizarse y precisamente el desarrollo individual, el ejercicio delas iniciativas, la valoración de las energías, la eficacia de lasreacciones, reclaman que las experiencias se modifiquen, serenueven, se contradigan a veces, resultando también que al-gunas contienen ya el germen de otras ulteriores.

Vive bien todo el que haya acumulado un tesoro de expe-riencias diversas, cuya propiedad es verdaderamente personale inviolable y sirve para aprender a conocer el corazón huma-no y el fondo de todas las acciones, a la par que destruye elvelo de Isis y aclara los misterios de la vida. Ampliando susconocimientos, el anarquista se hace bueno, en el sentido másesclarecido, o sea en el de considerar a cada uno según la inte-ligencia que posea para concebir e interpretar la vida.

Cuanto más extensa es la experiencia colectiva, menor es eljuicio personal. Por eso el anarquista-individualista busca el ma-yor número de experiencias propias, para elevar la importanciade su razonamiento, extender la irradiación de su sensibilidady desembarazarse de los conceptos mezquinos tan comunes enlos seres cuya vida es muy limitada o poco accidentada.

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El que ha vivido bien, que ha desarrollado el máximo desus capacidades de percepción o de iniciativa, que ha conocidolas mayores emociones sensitivas, de acuerdo con su fuerza deresistencia o energía de apreciación, muere bien igualmente. Suagonía ignora los remordimientos y las lamentaciones. No ne-cesita auxilios espirituales y deja la existencia tranquilamente,dichoso de pensar que por su ejemplo o su propaganda ha po-dido contribuir a que otros continúen el camino fecundo de lasinfinitas experiencias.

La vida como experiencia se realiza constantemente fuerade la ley, de la moral y de las costumbres, convenciones todascalculadas para asegurar la paz interior en la estúpida indife-rencia a los que nada arriesgan por miedo o por interés.

La vida amplia, sin restricciones ni prejuicios voluntarios,lacera los reglamentos, pisotea los convencionalismos, desciendede la torre de marfil, abandona el hecho adquirido y sale de lacosa juzgada para lanzarse a la ventura y vagabundear en elcampo abierto de lo Imprevisto.

La experiencia proseguida de tal modo es el espanto de lamoral corriente, el terror de todas las respetuosidades, ante laidea de ser soliviantadas en sus torpes costumbres.

La vida experimental no se inquieta por la derrota ni por lavictoria. Triunfos, contrariedades, obstáculos, caídas, todo lesirve de lección. Únicamente la emociona el sentimiento de quelos esfuerzos realizados puedan ser inútiles o sin provecho.

En consecuencia, los verdaderos educadores son los que en-señan a mirar la vida de frente, con su incalculable riqueza desituaciones diversas, no para destruir la sensibilidad y anular elsentimiento, sino para despertar mayores deseos y energías rea-lizadoras individualmente, desechando el temor a las sorpresaso dificultades que, en realidad, deben servir de acicate para avan-zar más, sin impedir la libertad de pensar y de obrar de cadauno. La vida individual no puede reducirse a una pauta, como sifuera un papel musical que limita las vibraciones y la amplitudde los acordes. Pero para lograr el mayor y más útil resultado enla conquista de la experiencia es preciso, siempre que valga lapena, comentarla, explicarla, analizarla y comunicarla a otro,para que a su vez aprenda, por las peripecias ocurridas en ella,a vivir más intensamente y a adquirir verdadera decisión.

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La experiencia que aprovecha únicamente al que la intenta,no llega a su fin completo, es como un descubrimiento cuyafórmula quedase encerrada en la memoria del sabio que lohubiese hecho. El esfuerzo nunca es tan poderoso exterior einteriormente, no produce tanto placer intelectual, como cuandoes dado en calidad de alimento y bebida a los que tienen ham-bre y sed de conocimientos.

Poco debe importar la actitud de los indiferentes: la propa-ganda se hace, considerándola como germen fecundo que emanadel individuo esclarecido, como foco de luz que irradia al con-junto social e ilumina a las masas, para obtener únicamente deellas una distinción o selección individual.

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CAPÍTULO 14LOS ANARQUISTAS INDIVIDUALISTAS Y EL COMPAÑERISMO

69. FORMAMOS UNA ESPECIE EN EL GÉNERO HUMANO

Ya hemos expresado la opinión de que el individualista puroera una aberración; el hombre es un ser sociable y el anarquis-ta que forma parte del género humano no hace excepción. Elser humano no es sociable por accidente, puesto que su organi-zación fisiológica lo obliga a buscar, para completarse, parareproducirse, uno de sus semejantes de sexo diferente. De unmodo general, se puede constatar que los hombres practican lasociabilidad sin reflexión o bajo la amenaza de la violencia: enla escuela, en el cuartel y más tarde en su trabajo, vivirán encomún una gran parte de su existencia con individuos sin afini-dad alguna, a los que no une la menor simpatía. En las grandesciudades, habitarán en inmensos edificios, otra especiecuartelaria, puerta con puerta con vecinos a quienes ningúnlazo intelectual o moral los une.

Hasta llegarán a casarse sin conocerse, sin saber sus respec-tivas necesidades. El anarquista individualista no se conformaal yugo de la sociabilidad impuesta o de la solidaridad forzada,pero podrá asociarse a los camaradas, a los anarquistas, a losde su especie, porque es innegable que los anarquistas formanentre el género humano una especie que se reconoce por susrasgos característicos bien determinados. Los que consciente-mente rechazan toda suerte de dominación y explotación, vi-ven o tienden a vivir sin dios ni amo, buscan reproducirse enotros seres, a fin de perpetuar su especie y continuar su laborintelectual o práctica, su obra de educación y destrucción a lavez, estos individuos forman, pues, una especie aparte en elgénero humano, tan diferente de las otras especies de hombres,como, en el género canino, el perro de Terranova lo es delgozquecillo.

Entendémonos bien: no se trata de hacer del anarquista in-dividualista un superhombre, como tampoco del Terranova pue-de hacerse un símbolo de magnificencia perruna. Sin embargo,

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existe una diferencia en este ejemplo: el can citado es un tipoque no evolucionará, mientras que el tipo anarquista sí lo hará;produce en la humanidad el mismo efecto que las especiesproféticas en la evolución de los seres vivientes y también se lopuede asimilar a esos tipos mejor dotados, más vigorosos, másaptos a la lucha por la vida, que aparecen en un momento dadoen el seno de una especie y acaban por determinar el porvenirde la misma. Con sus imperfecciones, sus faltas, sus errores,los anarquistas constituyen, a nuestro juicio, el tipo del hom-bre futuro, el individuo de espíritu libre, de cuerpo sano, devoluntad educada, viviendo plenamente la vida, pero que noquiere ser siervo ni dominador, ni víctima, ni verdugo.

70. TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA AYUDA MUTUA

El anarquista no es, pues, un asalariado, sino que practicael compañerismo y, como todas las especies en peligro cons-tante de ser atacadas, tiende instintivamente a practicarlo. Esdifícil describir en detalle las formas que puede revestir la soli-daridad así comprendida, porque éstas son múltiples, pero loesencial es el esfuerzo hacia la desaparición del sufrimientoevitable entre camaradas y, cualquiera que se manifieste propi-cio o indiferente a prolongar o aumentar cualquier causa demalestar en el grupo, puede ser repudiado por éste.

El anarquista individualista impulsará a quien quiera unírselea rebelarse prácticamente contra el determinismo social, a afir-marse individualmente, a hacerse lo más posible independientede la vulgaridad moral, intelectual y económica. Animará alignorante para instruirse, al indiferente para que reaccione, aldébil para hacerse fuerte, al humilde para erguirse arrogante...En fin, ayudará a los mal dotados y a los menos aptos a lograrpor sí mismos todos los recursos posibles, sin confiar su ener-gía propia a la ajena.

71. LA VIDA PRIVADA

Siendo la teoría anarquista individualista la filosofía del

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antiautoritarismo, concebida, experimentada y practicada in-dividualmente, sin molestar la actividad de otro, resulta queel compañerismo se afirma más cuanto mejor cada uno puederealizar en paz y con independencia sus experienciaspersonales.

Nada de mutua desconfianza. Un acuerdo, un contrato tá-cito, un concepto psicológico nos une a los constituyentes de la“especie anarquista”, pero no nos da derecho a intervenir enlos hechos de cada uno, mientras no nos causen perjuicio realo nos molesten verdaderamente. Y tal es la única concepcióndel bien y del mal que los anarquistas individualistas tenemos,considerando como acción muy reprobable el inmiscuirse en lavida privada. He aquí los elementos de nuestra moral social. Acada uno corresponde estar prevenido y saber si estas condi-ciones primordiales convienen o no a sus aspiraciones y a sutemperamento.

Por mi parte estimo que la “especie anarquista” nunca serábastante numerosa sobre la tierra para que los individualistaspuedan molestarse entre sí. No hay pues ningún motivo seriopara que cometan el crimen de juzgarse, condenarse oexcomulgarse por lo referente a su vida íntima. Por lo mismo,me negaría a dar ningún detalle sobre la mía si algún camaradapretendiese pedirme explicaciones. Me basta saber que ningu-no de mis actos ha tenido influencia restrictiva alguna sobre eldesarrollo o la actividad de otro para rechazar toda interven-ción tiránica o insoportable. Al obrar así, no alimento el másleve recelo; no hago sino practicar el acuerdo moral enteanarquistas, o sea: respeto integral de la libertad de acción decada uno en la mejor inteligencia.

Es evidente que yo no tendré esta misma reserva con lavida pública, en cuanto ella supone influencia directa con laidea fundamental del anarquismo individualista. Un anarquis-ta no puede ser agente de autoridad gubernamental, ni deningún modo ayudar, propagar y desarrollar ésta. He aquípor qué me creo con derecho de intervenir cuando sé que unanarquista defiende la república o preconiza el voto y porqué me separo del juez, del policía, del carcelero, del verdu-go, del elegido o del elector en cualquier grado. Éstos no pue-den ser de los nuestros.

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En cambio, disculpo ciertas transigencias individuales conel medio, determinadas por una independencia económica apre-ciable. Considero compañeros a aquellos empleados del Esta-do que llenan funciones útiles y a quienes su situación no ex-cluye del odio contra la autoridad, puesto que han aceptadociertas ventajas que ésta puede conceder a cambio de someter-se a un trabajo que en ningún caso va contra la libertad moraly material. Me separaré únicamente de los que blasonando deanarquistas, hacen propaganda a favor de las formalidades le-gales y afianzan directamente la sociedad actual. Quede pues,bien sentado, sin lugar a equívocos, que sólo se establecen ex-cusas razonables, por fuerza mayor o por necesidades impres-cindibles, para los que no obran de perfecto acuerdo con lapureza teórica.

72. NECESIDAD DE LA CRÍTICA DE LAS IDEAS ANARQUISTAS POR LOS

MISMOS ANARQUISTAS

El anarquismo individualista no implica que no haya choques,frotamientos y discusiones entre los que lo aceptan. Apenassalidos de la animalidad, henos aquí con el concepto filosóficomás elevado. ¿Cómo no hemos de tratar con harta frecuenciade atentar al desarrollo de los demás y que los que se veanamenazados no reaccionen contra los obstáculos que se lesoponen? Habrá todavía creencias, incomprensiones, juiciosligeros, retrocesos, abandonos, dudas... Es inevitable en un mo-vimiento al uso de hombres elevados y al cual se agreganindividuos que no exceden gran cosa del nivel común de labrutalidad. Esto no prueba nada contra el valor de la idea anar-quista en sí misma. Si hay hombres que no la comprenden o ladeforman voluntariamente, la conclusión es de que son inaptospara intentar vivirla.

Todo lo dicho no significa tampoco que una presunciónridícula pueda conducir a un camarada a rehusar la superio-ridad de otro en un ramo cualquiera de la actividad que él noconoce bastante o ignora por completo. De ningún modo,por ejemplo, me sentiré disminuido o dominado si paseandoen barca con otros amigos, ellos saben manejar los remos y

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yo no, o si un compañero es capaz de traducir el chino, que yodesconozco. En tales casos, la incapacidad excluye las respon-sabilidades. Yo no quiero ser responsable sino de aquello quecreo poder realizar, reservándome el derecho de excusarme sillego a apercibirme de que me he engañado. Mi experiencia meha convencido, en caso de asociación anarquista individualis-ta, que ésta perdura tanto más cuanto que la labor a realizar decomún acuerdo será susceptible de ser distribuida entre variaspersonas autónomas en sus respectivos departamentos.

Los grupos anarquistas se establecen más estrechamentesobre las afinidades del temperamento o del carácter de los quese unen. No existen recelos y se admite perfectamente que uncamarada forme parte de varios de estos grupos o deje uno deellos para reunirse a otro. De un modo general, es con relacióna sí mismo que el anarquista determina quién merece su apre-cio y de ningún modo por el juicio ajeno, particular o común.Ante todo, el compañerismo es de orden individual y, comotodas las otras fases de la vida anarquista, es también una ex-periencia. Por lo mismo, los anarquistas no critican la vida pri-vada, o sea el modo particular de interpretarla, bajo reserva,naturalmente, de que haya tendencia al acuerdo con las con-vicciones profesadas, sin ninguna clase de coacción. Sobre estepunto ya nos hemos explicado: un anarquista no puede ser unmillonario, ni crearse rentas con su propaganda, ni estafar alos compañeros, ni ser agente de seguridad.

Mas, si por las razones expuestas, el anarquista no criticamás que con grandes reservas el modo de vivir de sus camara-das, de ningún modo se privará del examen crítico de sus ideas,en tanto que son expresadas públicamente. Someterá a juicioesclarecido, a razonamiento desapasionado las obras y las de-claraciones que pretendan llevar el sello de la infalibilidad. Paraél nada hay sagrado, puesto que la vida anarquista vibra, evo-luciona, se transforma, se critica y analiza a sí misma. Mañanano será ésta lo que fue ayer; no se estaciona, por consiguiente,en inmutables concepciones. El verdadero anarquista hará cuan-to le sea posible para evitar que el movimiento individualistacaiga en el abismo de la rutina o del dogmatismo.

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73. EL CONTRATO

Una de las consecuencias del compañerismo anarquista,transportado al terreno de las realidades, es el acuerdo, en vis-ta de una labor determinada, a realizar en un tiempo fijo.

Toda asociación de cualquier clase entre individuos libres,bien tenga por objeto la ejecución de un trabajo temporal, o laconsecución de una actividad de más larga duración, o ya larealización de una concepción de la vida, se basa sobre unaconformidad, sobre promesas o convenciones, que pueden de-signarse con el término genérico de contrato.

Teóricamente, el acuerdo desaparece en cuanto lesiona auno de sus contratantes. Como todas las fórmulas, ésta tiene eldefecto, cuando se la considera en sus aplicaciones prácticas,de no tener en cuenta las circunstancias de vida y de tempera-mento individuales. Prácticamente, puede decirse que el con-trato anarquista cesa desde que la misma conformidad presideel acto de unión y de desagregación que se ha realizado.

En efecto; la agrupación entre anarquistas, para la realiza-ción de un fin cualquiera, se supone no ha sido efectuada a laligera, puesto que individualmente se la considera como unexpediente o un mal menor. En su origen ha sido exenta de lasrestricciones mentales, de los pensamientos mezquinos, del di-simulo, del fraude, de esa vil aspiración de un interés sórdido,que caracteriza los contratos efectuados en la sociedad actual.

Los asociados se conocen, han calculado el pro y el contra,han reflexionado sobre las consecuencias, examinando los pun-tos fuertes y los débiles de la situación, previsto los peligros yriesgos, sospechado los goces y las ventajas, determinado, enfin, las concesiones que deberán hacerse mutuamente.

Estos detalles bastan para indicar que un contrato leal no sedeshace únicamente por un capricho de la fantasía o por unahumorada de uno de los contratantes. La ruptura exige tam-bién una reflexión seria por parte de los que han estado unidospor un esfuerzo determinado.

Sin embargo, desde el momento que uno formula su volun-tad de separarse, ningún compañero anarquista puede oponer-se; lo cual no quiere decir que no haga objeciones a tal deci-sión, pues éste es un derecho innegable individualmente. Puede

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suceder, en efecto, que en el momento en que el descontentoexpone su deseo de disociarse, los demás asociados se encuen-tren en disposiciones de inteligencia y de sentimiento absoluta-mente semejantes a las que los decidieron a llevar a término elcontrato. El anarquista podrá, desde luego, exponer las razo-nes que posea contra el desacuerdo iniciado, pedirá reflexión,hará valer ciertas consecuencias, invocará otras consideracio-nes, sobre todo cuando se trata del dominio de las pasiones enun orden completamente particular y que comprende, por tan-to, a los que viven intensamente las variantes del sentimiento.Resistirá seguramente más o menos tiempo a la ruptura, siposee la profunda convicción de que está inspirada por la im-periosa influencia de una determinación perniciosa. No haynada en esta actitud que raye con la inconsecuencia. Según sutemperamento, podrá sufrir y hasta lamentarse y nadie deberáreprocharle de que él, anarquista, sea algo más que una ecua-ción geométrica. Solamente si se opusiese categóricamente a ladisolución exigida por un compañero, cesaría de ser consecuenteen el sentido práctico y profundo del término.

A no ser por motivos excepcionales, el anarquista que im-pone la separación sin reflexión y apresuradamente, tampocome parece consecuente, pues el que merece tal calificativo nose aprovechará de su libérrima facultad más que después dehaber obtenido la adhesión sincera de los demás. Considerará,cuantas veces sea necesario, la situación, antes de llegar aldesacuerdo, faltando a las promesas, deshaciendo las con-venciones nacidas de buena fe y que implicaban una confianzarecíproca.

La ruptura impuesta o exigida extremadamente sin causani razón, ocasionando sufrimiento inútil, no es un hecho debuen compañerismo, porque éste es esencialmente un contratoque permite unirse por afinidades intelectuales o de sentimien-to o por gestos susceptibles de disminuir el disgusto que alcan-za a todo individuo que forma parte de una especie en reacciónconstante contra el medio.

Además, si los anarquistas fuesen más conscientes y nume-rosos, no solamente los contratos se harían muy esclarecida-mente, sino que además, el dolor ocasionado por el muy redu-cido número de rupturas, aun exigidas o impuestas, sería dis-

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minuido muy sensiblemente por la facilidad que encontraríanlos disociados en substituir pronto la disensión acaecida pornuevos elementos de asociación, que serían legión entonces entrelas afinidades anarquistas.

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CAPÍTULO 15LAS INCONSECUENCIAS DE LOSANARQUISTAS INDIVIDUALISTAS

74. NO ES ÚTIL DISIMULAR LAS FALTAS

Se nos objetará que, examinándolos de cerca, los indivi-dualistas no dejan de parecerse mucho a “todo el mundo”; quea veces se critican entre sí neciamente y que las razones de suhostilidad hacia los demás son, con frecuencia, mezquinas ybajas... No lo negaremos.

Nada se gana disimulando las faltas o los errores. Todas lasreligiones, todas las doctrinas han usado de esta estratagemainvocando las “necesidades de la causa”. Ha sido inútilmente.Las mismas inconsecuencias de sus adictos perdió a la religiónmucho antes de que el trabajo de la crítica hubiese hecho justi-cia de sus dogmas, y hoy día nadie se compromete ya en unpartido si no es porque espera encontrar un medio de hallarciertas compensaciones. Un espíritu recto no se desanima porlas contradicciones que en la práctica suelen desvirtuar lasteorías, sino que, después de un examen superficial, penetraprofundamente en las causas; se da cuenta de los hechos, losestudia con toda sinceridad, los analiza imparcialmente y saca,en fin, las conclusiones que han de aumentar sus conocimien-tos y que ha de exponer a sus camaradas, como otros tantosmotivos de reflexión fecunda.

Sin duda, un anarquista no se preocupará de las exclama-ciones interesadas de burgueses y moralistas religiosos o lai-cos. El fariseísmo, o la grosera hipocresía burguesa, encuentraun placer especial, una vanidad exagerada, en mostrar las in-consecuencias de los anarquistas.

Gentes honradas, cuya fortuna se edifica sobre la explota-ción de los más desgraciados; cerebros sin horizontes intelec-tuales, cuya única preocupación es la conquista de influenciasmateriales; padres interesados en colocar convenientemente asu progenie, como si fueran comerciantes inquietos por desem-barazarse de sus géneros de saldo; sibaritas empedernidos bajo

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la máscara de una respetabilidad forzada...; vuestras protestasequivalen a los ecos confusos que el viento arrastra sin llamarla atención de nadie.

Tampoco sienta bien a los moralistas exhibir un pudorofendido; ya sabemos lo que ocultan los rostros asustados de losperiodistas sensatos y de los escritores talentudos; no ignoramossus mejores ocupaciones, que consisten en preservar de las ideasdisolventes a las instituciones de la sociedad actual; tanto losprivilegiados como los que aspiran a serlo, han comprendidocuánto ganaría su causa logrando distraer la atención de losdesheredados sobre las verdaderas causas del sufrimiento yprocurando fijarla sobre las inconsecuencias de los que son irre-conciliables enemigos de todo absurdo y bárbaro privilegio social.

Así, pues, cuando examinamos la cuestión de las inconse-cuencias de los anarquistas, no lo hacemos en modo algunopara justificarnos ante nuestros adversarios. No escribimos porescribir, ni hablamos por hablar. Nuestros deseos son profun-dos o elevados. Pensamos que una teoría vale muy poco si nose afirma, en la práctica, y todo nuestro interés consiste en bus-car las razones de las incongruencias que se notan a veces entrela concepción anarquista y su realización.

75. CAPACIDAD DE PENSAMIENTO Y FACULTAD DE REALIZACIÓN

La primera constatación que hacemos y que se aplica a todoslos dominios es que el pensamiento aventaja a la acción, y noqueremos hacer una deducción peligrosa, fijando una ley; noslimitamos a sentar un hecho: construimos con gran facilidadteorías que casi en absoluto no podemos realizar.

Colonias comunistas, práctica del compañerismo efectivo,experiencias de amor libre y de libertad sexual, toda clase deesfuerzos a realizar en común... ¡qué de proyectos concebidoscon ardor que han conducido a miserables fracasos! Y en nues-tra vida individual..., ¡cuántos descontentos y decepciones! Aveces nos encontramos muy por debajo de lo que quisiéramosser. Deseamos por encima de todo ser y sin embargo muchasveces hemos de resignarnos únicamente a parecer.

Quisiéramos ser buenos y nos encontramos malos; obrar

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desinteresadamente y pronto descubrimos nuestro grosero in-terés. Nos pretendemos exentos de celos, de envidia, de rencory he aquí que nuestros actos desmienten nuestras pretensiones.¡Cuántas antipatías, movimientos de impaciencia o de humor,gestos de vanidad, incompatibles con el modelo que interior-mente nos hacemos del anarquista consciente! Denunciamosla dominación y ciertas circunstancias nos muestran como ver-daderos autoritarios; declaramos que el mundo es bastante vastopara que la propaganda en general tenga libre curso, y, noobstante, nos encontramos desconcertados ante cualquiera queobre en diferente sentido que nosotros. Nos afirmamos tole-rantes y la menor oposición nos solivianta. ¡Qué de amargasdesilusiones!

Pues bien, todo esto es verdad. Hemos edificado en nues-tras mentes una maravillosa vivienda, pero el día que quisimosinstalarnos en ella se convirtió en un zaquizamí. ¡Y feliz toda-vía si es habitable! Nuestra capacidad intelectual traspasó loslímites de nuestra facultad de realización y esto es todo. El mis-terio consiste en que nuestras circunstancias atávicas y educa-cionales, el lado instintivo de nuestra naturaleza, está raramenteen equilibrio con el funcionamiento de nuestro cerebro, a quienla reflexión profunda tiende a hacerlo más y más individual eindependiente. El ejercicio de la voluntad predispone al acuer-do y es del mayor o menor grado de potencia efectiva de esteejercicio razonado de que depende la directa armonía entre elpensamiento y la acción.

76. EL ESFUERZO PERSEVERANTE

Ciertamente, los que se conforman con lo establecido, losque siguen plácidamente los caminos trillados sin sentir el de-seo de la experiencia pueden fácilmente ser consecuentes. Parael anarquista que quiere seguir una ruta independiente la esce-na cambia. La consecución del equilibrio entre el pensamientoy la acción, el ejercicio de la voluntad para poner a ambos deacuerdo o para indicarles aún más elevados fines, constituye elinterés de la vida individual, se hace la vida misma, en la quelas inconsecuencias son otros tantos jalones que señalan los

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tormentos de las experiencias fracasadas, en las que las victo-rias y las derrotas se mezclan y el entusiasmo y el abatimientochocan, produciendo poco a poco el valor de una perseveran-cia incansable, la necesidad de una educación de la voluntad.

No hay nada que pueda descorazonar al anarquista; cono-ce la violencia del esfuerzo para armonizar la teoría y la prác-tica y sabe que para realizarlo no debe salirse de sí mismo,puesto que si ha podido concebirlo su entendimiento, lógico esque no esté por encima de su capacidad efectiva. Luego perse-verará, ejercerá y educará su voluntad para intentar combatirlas taras ancestrales y la influencia del medio, que son las ma-yores dificultades con que se tropieza en la vida social, paraexpansionarse individualmente. Gracias a esta energía persis-tente, aunque no siempre sea coronada por el éxito, se recono-cerá la sinceridad del compañerismo, que no puede aceptar lainconsecuencia como un hecho ineludible, pues esto supondríauna superchería o una pereza crónica, defectos que son esen-cialmente antianarquistas.

En conclusión: el anarquista individualista actual no es toda-vía el ser bueno por excelencia, sano, libre y despreocupado; noestá aún dotado de una vida tan intensamente sincera que sepadesenvolverse sin atentar a la originalidad de los demás, pa-sando por todas las experiencias sin dejarse dominar por ningu-na. Pero puede considerárselo como un síntoma característicoque une al rebelde inconsciente de los tiempos oscuros con elanarquista futuro. Esta consecuencia debe animarnos y hacer-nos tolerantes para las contradicciones que saltan a la vista ypara aquellas que, aun siendo evidentes, no dejan de ser las másgraves acaso. Comprendiendo que, a pesar nuestro, estamos so-metidos todavía a la esclavitud de los instintos y de los temoresprehistóricos, lo que debemos de hacer es procurar esforzarnospara llegar al mayor dominio sobre nosotros mismos.

77. EL MAL COMPAÑERO

He aquí el punto culminante donde se resumen las inconse-cuencias anarquistas y en el cual se cometen grandes injusticias.

Por mi parte, yo simpatizo con el mal camarada, es decir, el

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reputado así. Hace más de 25 años que milito en diversas ideasy mi experiencia me ha enseñado que generalmente aquel dequien se habla muy mal es muy superior al que se le tributanelogios. Cada vez que me he relacionado en un medio cristia-no, socialista, revolucionario o anarquista, con uno de esosseres señalados como abyectos, innobles o tarados, he encon-trado en él una individualidad ignorante del arte de adular lasmanías, los vicios o la mentalidad de su ambiente especial, unrefractario a los convencionalismos partidistas, que obra y pien-sa por su propia cuenta, aun a riesgo de engañarse torpemente,lo que es en todo caso mejor que seguir los pasos de losdispensadores de consejos. En fin, detrás del réprobo siemprehe descubierto una originalidad y una inteligencia plausibles.Y es comprensible, puesto que el patentado como buen cama-rada es casi siempre una nulidad borreguil, siempre flexible ala vida monótona, oscura, inaccidentada, insensible al flujo yreflujo de las experiencias apasionadas, e intelectualmente per-manece resignado en la opinión media, tan desprovisto de ini-ciativas creadoras como de audacias críticas.

La muchedumbre anarquista no simpatiza con el individuoque llega a singularizarse, y en esto se parece a todas las masas.Se insiste mucho sobre la necesidad de crearse una personali-dad consciente, a fin de formar un constante fermento de reac-ción contra la costumbre y el hecho establecidos, pero esta pro-paganda está más en los labios que en el corazón. Se declamamucho contra las leyes, las mentiras convencionales, los pre-juicios sociales y las trabas morales, pero prácticamente no sellega a una posición irreductible de desobediencia. ¡Y desgra-ciado del que no respeta el dogma y no responde al modeloanarquista! Irremisiblemente será descalificado por los que secreen pontífices para interpretar las ideas.

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CAPÍTULO 16LA VIDA INTERIOR

78. NINGUNA ACTIVIDAD EXTERNA SIN LA VIDA INTERIOR

No porque el anarquista individualista niegue, rechace ycombata los dioses y los amos, las autoridades y las domina-ciones, ha de creerse que desconoce “la vida interior”. Antesde ser anarquista externo, conviene serlo interiormente. No serepudia la idea de autoridad por capricho o por fantasía, sinoporque se comprende que las leyes y los códigos son inútiles yperjudiciales, que sólo son necesarios para los individuos queno viven más que exteriormente. Si el anarquista puede vivircon intensidad es porque su existencia interior es profunda yno encontraría placer en la experiencia, por múltiple y variadaque fuese, si no le diese motivos de reflexión.

El anarquista medita y compara, sabe concentrarse en símismo y con amplitud de juicio realiza su “revolución indi-vidual”. Posee un fondo de conocimientos, una reserva deadquisiciones, que sabe aprovechar como un recurso, cuandocarece de otros apoyos, y que acrecienta continuamente, sa-cando de él nuevos motivos de estudio para profundizar. No seinquieta sólo del cómo y el por qué de las cosas, sino que buscasu razón de ser. Sin estas reservas mentales no es posible pres-cindir de la autoridad, pues cuando uno agota sus propiosmedios, le es forzoso recurrir a los ajenos.

79. MANIFESTACIONES DE LA VIDA INTERIOR

El anarquista es sencillo y, aunque original, no desea atraerselas miradas del vulgo. Si su vivienda es confortable, según loque le hayan permitido las... circunstancias pecuniarias, no esen modo alguno lujosa o abarrotada de objetos inútiles al de-sarrollo individual. Sus necesidades son normales, ni restringi-das ni superfluas, y si cierta experiencia de su vida lo conduce

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a dejar inevitablemente su norma, pronto vuelve a ésta, unavez realizada aquélla.

De esta simplicidad natural, sin austeridad ni dureza, quees producto de la franqueza y no de la vanidad, no debe inferirseque el anarquista sea insensible a la belleza. Nadie mejor que élsabe apreciar lo vigorosamente hermoso, en arte, en literatura,en ciencia, en ética. Belleza de la Natura, de las formas corpo-rales, del razonamiento, del placer de los sentidos, de la volup-tuosidad sana, todo esto el anarquista lo aprecia, lo siente, perosin dejarse guiar por el gusto general, o por las concepcionesde un cenáculo particular cualquiera. Todo producto de unainvestigación sincera, toda obra que refleje un temperamentopersonal o testimonie un esfuerzo energético, toda labor y todamanifestación que haga vibrar las fibras íntimas de su ser, loatrae, despierta su atención y lo hace meditar. Lo aparente, lofalso, lo ficticio, lo débil y mezquino, lo pretencioso le hacedaño, lo exacerba, lo repudia, en fin. Sabe además muy bienque en el dominio de la estética, la apreciación es individual yque belleza y fealdad son términos relativos de apreciación.

Hombres o mujeres realmente anarquistas no pueden apa-rentar ascetismo. Sería una farsa negar y combatir la dominacióny someterse a la vez al yugo de la austeridad, querer la libertady erizar de obstáculos su camino.

Vivir sin renunciar a los goces intelectuales, sensuales yafectivos, desarrollando la facultad de apreciarlos sin dejarsedominar por ellos, antes al contrario juzgándolos útiles o noci-vos según el equilibrio fisiopsicológico que produzcan. Seguirdecididamente la ruta, recogiendo las flores perfumadas,dejando las plantas venenosas y aspirando los efluvios más pu-ros, persiguiendo siempre lo nuevo, lo original, sin fatigarsenunca, he aquí el goce anarquista, la aspiración suprema detodo el que se siente serlo sinceramente.

80. CRITERIO DE LA “DISMINUCIÓN INTERIOR”

El anarquista conoce la vida del sentimiento, las afeccionesíntimas, prolongadas, las ternuras profundas, las amistades fir-mes que resisten los golpes de la adversidad o las alegrías del

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éxito. Cuanto más profunda es su existencia, más radiante semuestra, adquiriendo más valor, más vigor, más delicadeza. Antetodo, el anarquista individualista procurará no disminuirse in-teriormente, no desprestigiar su integridad de pensamiento, supotencia de análisis y de deducción, su voluntad de reflexión ycomparación. Toda tendencia directa o indirecta a rebajarseindividualmente supone una prueba de pérdida de equilibrio,de indignidad de la vida libre.

El anarquista rechaza el concepto burgués del bien y delmal; vive y acciona en un plano más elevado y completamentedistinto; todos los actos que le facilitan una vida más intensa ynormal, un desarrollo más amplio y un mayor saber le sonlícitos. Por el contrario, le será malsano todo lo que en cual-quier grado atente a su valor intelectual o a su vida interior.Éste es su único criterio.

Los espíritus cerrados, inclinados a los juicios resueltos, otodavía esclavos de los prejuicios, no admiten que, fuera de loque ellos llaman la “moral”, al estilo burgués, pueda existirvida interior. Sin preocuparse de estas despreciables opiniones,se puede afirmar que la vida ordinaria, corriente, no es suscep-tible en modo alguno de desarrollar la intensidad de la perso-nalidad consciente o esclarecida. En efecto, ¿qué vida interiorpueden tener los que incesantemente se preguntan si todos susactos o sus gestos están de acuerdo con el código de la moralque les transmitieron sus abuelos?

Cuanto más pronunciada es la reacción contra el medioambiente, más pujante es la personalidad psicológica.

81. LA RENDICIÓN DE CUENTAS

Siendo el anarquista un negador de autoridad, en el sentidomás absoluto, se comprende fácilmente que sólo su causa leinteresa, o sea la causa de la libertad, que la reclama y la exigeen el mayor grado posible moral, intelectual y económicamen-te. Ni su producción ni su amoralidad pueden caber en la mar-mita comunista. Y por eso es absurdo que algunos pretendidoscamaradas quieran pedir cuentas a los anarquistas individua-listas. El que únicamente se hace responsable, en relación con

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su concepto individual de la vida o por su propio carácter, y noobra más que de acuerdo consigo mismo, no necesita hacerexamen de conciencia ante el juicio ajeno.

Se puede juzgar a un sindicalista, a un revolucionario, a uncomunista, a cualquiera que trabaje por cuenta de otro, que seconforme a un ideal colectivo, a una regla de conducta en ma-yoría o en vista de una sociedad futura, pero de ningún modoal que funda su vida, no en una vanidad desmedida, en unorgullo insensato o en una superhombría exaltada, sino en elmayor y más profundo conocimiento de su propio yo.

82. LA EVOLUCIÓN DE LAS OPINIONES

La experiencia personal, un juicio más claro, el conjunto desus observaciones, puede hacer que el anarquista individualis-ta modifique su opinión sobre un punto de la actividad ácrata.Y si después de comprenderla de otro modo no lo manifestase,sería un motivo de disgusto, de cobardía o de falta de convic-ción, propia solamente del que se deja dominar por el temor alqué dirán, haciéndose esclavo moralmente.

Se pueden adoptar diversas ideas sobre el ilegalismo, la le-galidad, la unidad o la pluralidad amorosa, la libre disposicióndel producto personal y todos los demás extremos de la teoríaanarquista, según las luces adquiridas o desarrolladas, pero nose puede, en buena lógica, sino presentar a la consideraciónproposiciones sin obligación ni sanción y de ningún modo im-posiciones únicas.

Así, pues, lo que interesa no es el cambio más o menos fre-cuente en ciertos detalles, sino la personalidad en sí que practi-ca, en el mayor grado de vida y actividad, la filosofía anarquista.

83. ABSOLUTO Y RELATIVO

La conquista de lo absoluto es una contradicción de la esen-cia misma del concepto anarquista; es siempre una coacción,una autoridad abstracta, una entidad metafísica, como Dios ola Ley. La Doctrina no es más que el formulismo en que se

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encierra lo absoluto. Los tiranos y los jefes de escuelas de to-dos los tiempos han encontrado en la Doctrina un auxiliar tan-to más poderoso cuanto más pretende concretar lo Absoluto,que es irrealizable en sí mismo. No existiendo, pues, lo Absolu-to, la Doctrina resulta ser una prisión, donde se pasa la vidaensayando para llegar a una perfección que no puede encon-trarse en el orden natural, porque éste está continuamente so-metido a la relatividad de lo imprevisto, lo fortuito, lo causal.Por lo mismo, los cálculos astronómicos más rigurosos varíansiempre en los decimales, a causa de una perturbación imposi-ble de prever en el momento en que las operaciones se efec-túan. Y así sucede siempre con todas las leyes naturales.

Puede decirse que ni siquiera existe la tendencia a lo abso-luto. No hay más que lo relativo en todos los dominios y así seniega el determinismo fatal. Los sucesos se desarrollan en cier-tas condiciones dadas del ambiente, del tiempo y del espacio yguardan siempre en todos los cambios una relación directa. Eltiempo, el espacio y el infinito no existen con relación a noso-tros mismos más que por nuestra sensibilidad o imaginación, yno podemos definirlos concretamente a la completa satisfac-ción de todos. Son, pues, más que nada, convencionalismos dellenguaje ideológico.

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CAPÍTULO 17EL ANARQUISMO INDIVIDUALISTACOMO VIDA Y COMO ACTIVIDAD

84. PANORAMA Y CARÁCTER DE LA LUCHA

Los anarquistas individualistas son una ínfima minoría en-tre los hombres y se exponen a la lucha en cuanto quieren rea-lizar en lo posible sus ideas. Lo mejor es mirar de frente lasituación y separarse de la oratoria ramplona y meliflua y detoda tentativa interesada de los agentes provocadores. Lejosde toda obra de superficialidad y de castración, que muchasveces emerge de los fondos secretos de la sociedad, pues no esposible la conciliación entre los anarquistas y los mantenedoressociales. El hecho real es que el anarquismo no puede presen-tarse de un modo discreto o convencional, y los que lo aceptanno pueden pretender ser los conductores de la feliz Arcadia. Elcamino de la anarquía no está trazado matemáticamente ni sem-brado de flores. Es un sendero abrupto que requiere esfuerzossostenidos.

El anarquista empieza a ser combatido por su propia fami-lia, y no siempre es comprendido por sus camaradas; está endesacuerdo con su patrón, mal visto por sus vecinos y malconsiderado en general. La cárcel lo amenaza continuamente;está bajo la vigilancia policíaca y los soplones contribuyen aveces a que sea despedido de su trabajo. ¿Quiere hacer unpoco de propaganda agresiva? Persecuciones y años de pri-sión le esperan.

En la rebelión contra los prejuicios morales, también ha dearmarse de valor. Comenzando por iniciar a una joven en lasprimeras caricias, la que se le entrega en plena voluntad, actonatural entre todos, el anarquista se expone a ridículas denun-cias por corrupción de menores; continuando por la amenazaconstante de ser acorralado si afecta o se contenta de hacersilenciosamente una vida que choca más o menos violentamen-te con las ideas recibidas en materia de respetabilidad; si sepermite usar vestidos que no estén de acuerdo con la moda, o

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frecuenta gentes que desagraden a su portera; acabando, enfin, por ser renegado de todos, considerado como un oprobiodel mundo y un despojo social.

No hay acuerdo posible entre el anarquista y todo medioreglamentado por las decisiones de una mayoría o por los vo-tos de una elección. Contra él se levanta la sociedad toda. Lu-cha por la libertad de exponer la idea, por la de vivir; lucha porel pan, por el saber; lucha incesante que dará goces profundosy en las que se tendrá, acaso, la inapreciable satisfacción de vercaer alguna piedra angular y vacilar el edificio social, pero lu-cha al fin y al cabo.

85. LA IRREDUCTIBILIDAD ANARQUISTA

El anarquista no admite treguas. Su actividad se concretaen lucha continua y su interés estriba en prolongarla todo loposible. Se muestra intratable, intransigente, sin piedad conlos que detentan el poder administrativo, intelectual y econó-mico. No acepta concesiones sociales a cambio de una relativatranquilidad, haciéndose el cómplice de las gentes interesadasen el mantenimiento de la actual sociedad, sino que lleva a lamayor intensidad y constancia su labor de crítica profunda yseria.

Rechazamos, pues, las fórmulas fijas, porque no debemostener en cuenta más que las circunstancias relativas del presenteque vivimos. Si ayer nos fue útil poner a contribución nuestrasnecesidades, hoy puede sernos más agradable hallar compen-sación a nuestros esfuerzos y guiarnos por éstos y no por aqué-llas, lo que significa únicamente que hemos evolucionado, sindejar por ello el plano de libertad espiritual en que tratamos deasentar nuestro conocimiento. Si tal regla de conducta moralnos convenía cuando éramos más ignorantes, ahora que hemosadquirido mayor experiencia, nos es perjudicial seguirla. Demodo que aceptamos un concepto mientras nos hace felices,pero lo rechazamos si nos sentimos cohibidos. Es para nuestraalegría, para nuestro placer y nuestra utilidad que edificamosteorías y con la misma facilidad las destruimos en cuanto com-prendemos que se quieren apoderar de nuestra individualidad.

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Toda regla que no proporciona un mínimo de dicha tangible esdespreciable; es una opresión en cuanto no ayuda a vivir máslibre y felizmente, con más intensidad.

La experiencia nos demuestra que no hay una panacea quepueda convenir a todos los temperamentos y a todas las cir-cunstancias, y como el anarquismo es una filosofía de la vidaesencialmente relativa, de aquí que quien la acepta no puedeser a la vez doctrinario y anarquista, sino que ante todo le con-viene librarse en el mayor grado posible de la subordinación almedio para seguir sus fines individuales de reacción contra todoconvencionalismo de tendencia absolutista. Tampoco cabe per-seguir exclusivamente el interés económico, porque no bastahaberse desligado de Dios, de la Moral y del qué dirán, sinoque es preciso, para ser lógicos, romper toda coyunda. Por en-cima del interés económico colocamos la satisfacción moral, elgoce interior y hasta el placer de los sentidos. Y no hay mejorsatisfacción que ésta que experimentamos al sentirnos inde-pendientes. La cuestión para nosotros no estriba en saber si elempleo del mecanismo más perfeccionado, el trabajo en co-mún o la solidaridad nos pueden proporcionar más ventajasmateriales; lo esencial es determinar si todas las novedades yadelantos nos permitirán afirmar mejor la insubordinación yla indisciplina en que se basa la autonomía personal. ¡Cuántasveces hemos tenido que romper hasta con nuestros amigos endetrimento de nuestro interés material, al comprender que alseguir haciéndoles ciertas concesiones disminuíamos nuestrapersonalidad!... Un anarquista no es un calculador y un razo-nador sempiterno; puesto que basándose en el hecho indivi-dual, se comprenden a la vez, mezclados, en lucha, unas vecestriunfantes y otras derrotados, el instinto, la razón, la sensibi-lidad, la acometividad, la reflexión y tantos otros aspectos delser activo que los experimenta sucesivamente. A nuestro alre-dedor vemos que todos hacen del interés económico el móvilde sus acciones y, aunque lo persiguen caóticamente, no pode-mos pretender imitarlos bajo el pretexto de ordenar su desba-rajuste que acabaría por enredarnos también. Seamosexpeditivos y no embrollemos, pues no es insensato el afirmarque tendemos hacia una selección que podrá realizarse; es de-cir, que de un lado se clasificarán los formulistas, los

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doctrinarios, los mezquinos, los detallistas utilitarios, los queno han sabido o querido comprender que el anarquismo es unaconcepción de actualidad, una negación presente, un combatecotidiano contra todo lo que hace sombra al desarrollo de lapersonalidad; de otro lado se unirán los que no quieren sacrifi-carse al medio, conformarse a la opinión predominante cuan-do les es adversa. Esta separación es necesaria para evitar tor-cidas interpretaciones.

Por todas partes la uniformidad nos rodea; todos los vesti-dos obedecen a un modelo, todos siguen el ridículo de la moday desprecian la comodidad; todas las viviendas se alinean mo-nótonamente y presentan las mismas fachadas; todas las fac-ciones presentan la misma máscara de insinceridad. Realizarlos mismos gestos, a la misma hora, del mismo modo, tal pare-ce ser el fin de una sociedad bien organizada, pero como nosomos teóricos de la sociedad futura, preferimos resolver nues-tra cuestión individual como mejor podamos, día por día, se-gún las circunstancias. Nos repugna seguir el mismo caminoque la sociedad, gris y sucio como la atmósfera de las grandesciudades invadidas por el humo de sus fábricas tristes yenervadoras, donde es asfixiante el ambiente por la aglomera-ción de escuelas rutinarias, cuarteles, prisiones y edificios ofi-ciales, con el contraste misérrimo que ofrece la habitación delos que forman la clase baja, al lado de las suntuosidades yrefinamientos sibaríticos de los pudientes y privilegiados.

Pero no hace falta insistir. Dejemos a los que viven en lamonotonía de la existencia, extendamos nuestro desprecio hastalos que se encastillan en un necio absolutismo, aunque se am-paren en un doctrinarismo anárquico (?) y cultivemos nuestroyo (que sólo es despreciable para los tartufos y perezosos) en elpleno ambiente de la originalidad.

86. LA ACTIVIDAD CRÍTICA

Eterno descontento, el anarquista criticará siempre los he-chos del sufrimiento, del dolor, del miedo, los motivos, en suma,que dan lugar al drama humano, criticará en todas partes, conentusiasmo, con valor, con sinceridad, como si dependiese de

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él. que todos los que lo rodean se hagan anarquistas, sin in-quietarse de las torpezas, de los errores y de las derrotas de losque lo han precedido, con la esperanza, con la convicción deque el resultado obtenido mañana sea mejor que el de hoy, yapreciando en su justo valor los esfuerzos realizados en tal sen-tido; criticará por todos los medios, por la palabra, por losescritos y por los hechos, por su vida de refractario, por suejemplo en los medios anarquistas individualistas sinceros, porla multiplicación de su actividad, por la práctica del verdaderocompañerismo, por la creación de numerosas “escuelasanarquistas” o focos de enseñanza, donde se intente prepararlos cerebros y los corazones para accionar, pensar y vibrar pory para sí mismos; criticará las instituciones y los hombres ac-tuales: capitalismo, patriotismo, militarismo y parasitismo; laenseñanza pública y privada, la educación familiar, la elemen-tal y la superior, los hechos adquiridos y las cosas juzgadas, lostextos invariables, los principios inmutables, las declaracionesde los derechos del hombre y las proclamas de independencia,las ideas de frontera, de superioridad o inferioridad sociales,no basadas sobre la observación científica, las concepciones enque la sociedad basa la familia: afección paternal, maternal,fraternal, filial, fidelidad sexual, amor, matrimonio; el culto alpasado, la inevitable evolución, el determinismo fatal, el librealbedrío inconsciente, la predestinación, el moralismo, elpietismo, la fe indemostrable, el autoritarismo, el parlamenta-rismo, la centralización administrativa, bien sea ministerial osimplemente sindicalista, las ideas erróneas y vulgares sobre lacaridad, la solidaridad y el amor universal, el burgués de blusao de levita, los hombres indispensables, los mesías, los reden-tores, el pontífice católico y el dómine anarquista, las supersti-ciones, las leyendas, las mojigaterías, los magistrados, los jue-ces, todo el engranaje autoritario, las ideas de explotación y detrabajo dignificador, la inactividad y la holganza como conse-cuencia de las ideas anarquistas, la urbanidad, la cortesía, lahonradez, el pudor, como elementos arreglados al gusto bur-gués y convencional, las soluciones a priori, las “necesidadesde la causa”, el ficticio desinterés, los “sacrificios por la Idea”cuando no ocultan más que hipocresía o mentira grosera.

Tan pronto el anarquista se apoyará en los datos científicos

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como invocará la razón o el sentimiento. Ridiculizará y seráironista, o bien pondrá en juego la reflexión profunda y la com-paración imparcial. Abrirá, cortará, amputará, introducirá elescalpelo en la llaga social cuantas veces sea necesario.

La propaganda anarquista no criticará por monomanía ovocación; no para hacer número, discípulos, adeptos, obedien-tes, sino para hacer tabla rasa.

Una vez el cerebro desembarazado, libre, en marcha, y larazón y el sentimiento vibrando armónicamente, correspondea cada uno edificar su propia concepción de la vida, cumplir supersonal revolución, levantar su ciudad futura individual. Quecada uno dirija su vida según sus tendencias, su temperamen-to, su carácter, sus aspiraciones, y que la ejercite, aislado o unidoa otros, amplia, intensa, feliz.

El anarquista criticará primero para librarse a sí mismo ydespués para los demás. Es destructor y educador, crítico e in-novador. Traza su camino, un camino nuevo, y siempre a ladefensiva, combate cuantos prejuicios se levantan adversoscontra él. Saborea los goces de la inteligente despreocupación,pero bebe también su copa de amargura. Conoce los rodeosque conducen al punto de partida, las emboscadas, las traicio-nes. Sabe del hambre que atenaza las entrañas y de la hostili-dad que hiela el corazón. Tiene experiencia del cariño interesa-do, de la protección fingida, de la hipocresía ambiente y de lassonrisas, que enmascaran la insidia. A pesar de todo sigue suruta, trabajando por puro placer, recogiendo al pasar las satis-facciones que le procura su modo de ser, sin obligación ni san-ción legal. Desconocido las más de las veces, no comprendidopor quienes le son más queridos, continúa entusiasta, y aun-que caiga un día u otro, es evidente que los mismos que ridicu-lizaron su esfuerzo se ven obligados a penetrar por la brechaque él abrió.

De tal modo, proclamando bien alta la voluntad de vivirpara sí mismo, su esfuerzo lo ha conducido a trabajar por otro,a reproducirse, a cumplir su destino, su razón de ser un hom-bre sano, vigoroso, enérgico, audaz, enamorado de la vida ver-dadera fuera de la autoridad, un anarquista, en fin.

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CAPÍTULO 18EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA

Y LAS “PROPAGANDAS ESPECIALES”

87. PELIGRO DE LAS PROPAGANDAS ESPECIALES

No quisiéramos terminar este libro sin examinar la posi-ción del anarquista con relación a las diversas propagandasespeciales que, en las diferentes fases del movimiento ideológi-co, han retenido la atención de varios camaradas, a veces nu-merosos, y que han sido el objeto de caracterizadas tendencias.El defecto de estas “especialidades” es que, como si fueranpotentes ramas, amenazan absorber toda la savia del tronco,en gracia a los problemas cuya solución no es de ningún modourgente, pues al quitar una gran parte de la iniciativa y de laactividad agresiva al anarquismo, éste languidece y pierde surazón de ser.

88. LA CUESTIÓN FEMINISTA

Consideremos el “feminismo”. Que un anarquista constatela inferioridad a que el hombre en general ha relegado a sucompañera, la mujer; que se dé cuenta de lo doloroso que eshallar la explicación de ciertos prejuicios atávicos inherentes ala sociedad..., no por eso ha de pretender hacer un pedestal alsexo femenino y dotarlo de cualidades que bajo cualquier as-pecto lo hagan superior al masculino. ¿Acaso la mujer se hacemás interesante reclamando su emancipación política, el dere-cho al sufragio o a la elegibilidad?

El anarquista no establece diferencias de sexo sino que seinteresa únicamente por los seres libres. Su propaganda críticaapunta igualmente al hombre y a la mujer y socava los cimientosde la autoridad y de la explotación de que ambos son víctimasa la vez. Los dos sexos se complementan, sin desigualdadesdepresivas para ninguno, y es una locura excitarlos entre sí.Parece que el hombre, más robusto, más sólido, menos delica-

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do, ve la vida bajo un aspecto más general y la mujer, mássensible, la aprecia de un modo más particular, poseyendo elsecreto de esa tenaz abnegación, de esa ternura perseveranteque suele ser su característica y no la del hombre. No hay enesto nada que indique inferioridad en uno u otro sexo; porotra parte, los fenómenos de herencia que hacen que un hom-bre reproduzca los rasgos psicológicos de un antepasado feme-nino o viceversa, frecuentemente evidencian excepciones. Elanarquista, pues, debe ejercer la propaganda para ambos sexossin distinción, preconizando la vida libre, la multiplicidad yvariedad de las experiencias de la existencia. Y esto es lo quehacemos en estas páginas.

89 LA UNIÓN ANARQUISTA

En la sociedad actual, cuando dos anarquistas se unen porun período que prevén durable, por lo general, son indepen-dientes económicamente entre sí y ésta es la tendencia anar-quista-individualista. También puede suceder que el mejor do-tado y adaptado, hombre o mujer, asegure la vida material deambos. Si, de un modo general, cada uno conserva su com-pleta autonomía, compatible con la armonía de la conviven-cia (pues sin la intimidad y la confianza no es posible ni aunla unión anarquista), suele producirse con frecuencia que elmás activo y el de mejores iniciativas decide también la orien-tación moral o intelectual que debe guiarlos. En el dominioafectivo o sexual, cada uno puede gozar de una libertad abso-luta, bien practicando la unidad o la pluralidad y conformán-dose con su propia experiencia. Lo importante es que no hayacoacción ni disminución individual, es decir, que obren segúnlas circunstancias, según que tales o cuales actos concurran asu desarrollo personal y a su mutua felicidad. Se podría asi-milar la unión anarquista a una tentativa de asociación anar-quista-individualista, la más restringida, basada en la másestrecha cordialidad, con la belleza particular que el amor lepresta.

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90. EL NEOMALTHUSIANISMO

Otra propaganda especial, cuyo infatigable apóstol, PaulRobin, ha conquistado innegables simpatías anarquistas, es elneomalthusianismo, que sin duda establece un problema so-cial de los más interesantes. Sin embargo, nos parece que elanarquista individualista no debe interesarse mucho en el pun-to esencial de tal doctrina, o sea, en la ley científica que quisie-ra que las subsistencias disminuyesen en relación matemáticacon el aumento de la natalidad y que, a menos de una restric-ción razonada de ésta, la población del globo pudiera perecerde inanición. Aunque somos partidarios de la limitación vo-luntaria de la procreación, la perspectiva de los continuadoresde Malthus no nos parece de actualidad.

Además ¿qué válidas estadísticas pueden hacerse de unaproducción no basada sobre las necesidades del consumo, sinoreguladas por la avidez especulativa?

Los neomalthusianos tienen también la errónea pretensiónde poseer una panacea en su doctrina, y nosotros decimos queel empleo de los medios anticonceptivos no hace mejor o peoral que los practica. Las clases acomodadas saben bastante deesto y sin embargo de su seno salen los acaparadores y los pri-vilegiados en todas las escalas. Aunque la fecundidad quedasereducida al más estricto mímino, los humanos no serían másfelices en realidad. Habría igualmente unos rencorosos, mez-quinos y ambiciosos y otros, los menos, generosos, buenos, deelevadas aspiraciones.

El buen sentido basta para saber que a menos cargas, máslibertad, y a menos responsabilidades, más independencia. Enun medio de explotación y autoridad como el presente, noso-tros, los anarquistas individualistas de ambos sexos, buscamosvivir nuestra vida, pero sin renunciar a las delicias del amorsexual ni a las exigencias de nuestra naturaleza sentimental.Para la mujer, la procreación no es una función indispensable ala vida. Como seres razonables, seleccionamos entre nuestrasnecesidades, aspiraciones y funciones las que nos hacen menosesclavos de las condiciones económicas y prejuicios del medioambiente. Puesto que los procedimientos preventivos permitena las compañeras ser madres a voluntad, podemos afirmar que

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esto constituye una resistencia más contra la opresión y el de-terminismo de las circunstancias exteriores.

Es inadmisible, en efecto, que un coito pasajero pueda re-sultar para la mujer anarquista una maternidad no deseada ypara su compañero la responsabilidad paterna. Es convenien-te, por tanto, que el avisado advierta al ignorante, en gracia ala más elemental lealtad, que puede evitar mayores males paraambos.

91. LA TENDENCIA NATURISTA

El naturismo anarquista es otra panacea especial de la pro-paganda. En su acepción racional, tal como lo han entendidoTolstoi, Carpenter, Crosby y otros, es digno de simpatías porsu tendencia general a contrarrestar la vida artificial y la fiebredesordenada de los contemporáneos, pero los naturistas exa-gerados quisieran desterrar todos los progresos científicos yhacernos retroceder a lo que ellos denominan “la edad de oro”,o sea a los tiempos de los viajes a caballo, de los oficios a manoy a brazo y de los barcos de vela.

Ciertamente, sería injusto negar lo nocivo y feo de lasciudades industriales y el tufo desagradable de su atmósferacargada. Nada tan detestable como las altas chimeneas de lasfábricas inundando de humo un bello paisaje; nada menos es-tético que esos inmensos edificios de seis pisos cuyas fachadasperfilan a lo largo de las arterias ciudadanas su desesperantemonotonía. Pero, aun reconociendo estos vulgares errores,no debe llegarse a desear la desaparición de las adquisicionescientíficas y de los medios rápidos de fabricación para “volveral pasado”.

Sin duda, el anarquista preferirá el expreso a la diligencia,las máquinas tejedoras al simple telar antiguo y, en fin, todolo que significa menor trabajo y mayor bienestar. Cuantomayor sea su desarrollo intelectual, más intensa será su vida,más sentirá la necesidad de reducir al mínimum el tiempoexigido para la fabricación de las utilidades más indispensa-bles al funcionamiento puramente físico de su cuerpo. Losnaturistas objetan vivamente que en la “sociedad futura” no

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se encontrará quien se preste a desempeñar trabajos sucios,repugnantes o dificultosos, tales como el de pocero, minero ofogonero, porque entonces cada uno elegirá voluntariamentesin imposición alguna.

He aquí nuestra réplica: Que la “sociedad futura” es pura-mente hipotética y que si esperando su realización no se apro-vecha el progreso adquirido, equivale tal actitud para el anar-quista a una marcada inferioridad que le haría imposible suvida de reacción contra el medio social. En la “sociedad pre-sente”, única verdaderamente interesante, el anarquista, por elcontrario, ejercitará en el mayor grado los medios científicosdestinados a procurarle mayor fuerza y economía de tiempo.

En conclusión, la tendencia naturista se puede aceptar comoreacción saludable contra la perniciosa especulación social, peronunca como una representación fidedigna del anarquismo.

92. LA LENGUA UNIVERSAL

Examinemos la propaganda a favor de las lenguas auxilia-res o idioma universal y en particular del “esperantismo”. Nocabe duda que el esperanto corregido, modificado, simplifica-do y aun transformado en Ido cuenta con algunos miles deadherentes, pero la reflexión nos lleva a preguntar si en el esta-do actual de la sociedad tiene alguna utilidad para la actividadanarquista. Presumimos que la lengua internacional auxiliar seformará, naturalmente, por la función del vocabulario inter-nacional ya practicado y que cuenta unos diez mil términoscientíficos, filosóficos, sociológicos, nombres propios, etc., conla lengua hablada por el mayor número en un momento dado.En lugar de un lenguaje artificial, sujeto a inevitables compe-tencias, a pasajeros entusiasmos, ¿no sería más lógica la elec-ción de un idioma vivo, tal como el inglés, hablado por todo elmundo comercial, comprendido en todos los puertos maríti-mos, mezclado, si se quiere, al francés del mundo literario yartístico, bajo reserva de una revisión ortográfica, de una sim-plificación de pronunciación, de un aligeramiento de ciertaslocuciones arcaicas o idiotismos particulares?

En todo caso, el tiempo consagrado al conocimiento de una

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lengua artificial, ¿no sería mejor emplearlo en la adquisición yen la práctica del inglés, del alemán, del japonés, del ruso, osimplemente del danés o del malayo o de otra lengua cualquie-ra? Además, el anarquista se queda perplejo ante esos camara-das que, a fuerza de relacionarse con los burgueses esperantistas,acaban efectivamente por olvidar que cualquiera que sostengadirecta o indirectamente el sistema actual de autoridad y ex-plotación es el enemigo.

93. HIGIENE Y ALIMENTACIÓN

Los anarquistas se han preocupado también de las cuestio-nes de higiene y alimentación.

La propaganda anarquista individualista se dirige a losanarquistas y a los que no lo son. A los primeros los incita atener conciencia de que son antiautoritarios individuales nota-blemente diferenciados de los comunistas, de los creyentes, delos societaristas o de los ilusos; a discutir entre sí los diferentesproblemas que plantea en la vida de cada uno la aplicación delpunto de vista anarquista, y a examinar, en fin, libremente, losdiferentes aspectos de su filosofía en conjunto y en detalle. Alos segundos se les hace teórica y prácticamente la crítica delhombre y de las instituciones regidas por una franca o encu-bierta tiranía.

Al lado de esta labor existe la gran actividad del pensa-miento humano, de la que no podemos desinteresarnos, puesen ella se comprenden las ciencias naturales y todas las mani-festaciones de la literatura, del arte y de la belleza en general.Pero téngase bien presente que nada tiene en nosotros valor dedogma, sino que todo queda a disposición del libre examen yde la crítica individual.

No negamos la utilidad del régimen alimenticio en la tera-péutica. Conocemos la utilidad de saber respirar y no olvidamosla cultura física. Somos partidarios de una vida sencilla contralo superfluo y los hábitos esclavizadores, pero a condición deque sea el mismo individuo quien determine sus necesidades ysus costumbres; de una alimentación mixta, pero moderada enla carne; del aire y del agua en abundancia. Esto es lo que nos

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parece que debe ser la base natural de toda higiene individualnormal.

Un anarquista individualista no puede ser intemperante,porque el serlo equivale a esclavitud pasional. No es ni alcohó-lico ni vicioso; no hace excesos de mesa; ni intelectuales, perosobre la cuestión del vegetarianismo, de la hidroterapia o delalcohol, considerado como alimento, no se priva de escucharlas partes contrarias como en cualquier otro tema de contro-versia. Esta concepción demuestra los primeros rudimentos dela educación ácrata.

Por nuestra parte, no podemos excomulgar ni moralizarestúpidamente al camarada que consume algunos decilitros debebidas alcohólicas, sobre todo si conoce su buena proceden-cia, o al que se fuma algunos cigarrillos de vez en cuando. Bus-camos, ante todo, al anarquista, al hombre de libertad, al quesabe practicar una reciprocidad consentida antes que cualquierotra especialidad de las apuntadas.

El anarquismo no es tampoco una colección de teoremasgeométricos o una sabiduría de recetas culinarias o un entu-siasmo de los baños y duchas. Es una actitud de negación prác-tica, un concepto de constante rebeldía, un método individualde vida y actividad, una regla de conducta, pero no una filoso-fía mezquina, árida, dogmática. Después de todo, hay un grancontingente humano, del cual unos han pasado por las grandesescuelas y otros, fervientes de los deportes, fieles hidrópatas,intransigentes vegetarianos, bebedores de agua filtrada,higienistas insoportables, que creen que todo está bien en elmejor de los mundos. A pesar de su buena salud y de respirar“con sistema”, jamás tuvieron un movimiento de rebeldía con-tra la autoridad efectiva y hasta aceptan muy bien ser sus agen-tes ejecutivos; algunos son moralistas tan insípidos como peli-grosos y a veces son también delatores. Estamos hartos de sa-ber, en fin, que hay multimillonarios que se visten con tejidosultrahigiénicos, que calzan sandalias, que son abstemios de ta-baco y alcohol y que llevan la cabeza al aire para evitar lacalvicie, todo lo cual no les impide hacer buenas jugadas debolsa y ejercer la explotación del hombre por el hombre.

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CAPÍTULO 19

RESUMEN DE LA PROPAGANDA VERDADERA

Es inútil engañarse a sí mismo y a los demás con la ilusión.Por medio de sonoras declamaciones y de hinchadas promesasse puede captar cierta confianza y hasta excitar la codicia dealgunos, pero de tal modo no se consigue una selección, sinoun conglomerado sin consistencia que se dispersará fácilmenteen el primer choque, como los montones de la hojarasca deotoño por el cierzo.

La propaganda verdadera nos ha de permitir encontrarnosmás tarde cara a cara con los que nos han escuchado, sin te-mor de que puedan reprocharnos por haberlos decepcionadocomo cualquier interesado charlatán de feria popular.

Tengamos presente, en principio, que nuestro ideal no escolectivamente realizable, porque el esfuerzo realizado única-mente en vista de conquistas inmediatas se nos figura siempremás o menos “inmoral”, como el “acto de caridad” realizadopara evitar el infierno y conseguir el cielo. El esfuerzo lleva ensí su recompensa, aunque no siempre logre el éxito, y especial-mente, por lo concerniente a las concepciones libertarias, seconsidera más la superioridad del fin que la actualidad del re-sultado. La esencia, pues, de la propaganda persigue el llevaral dominio de la práctica las ideas superiores, casi siempreopuestas a las ideas recibidas y aguijonear teóricamente lasaspiraciones individuales en lo relativo, sin preocuparse engran manera de los beneficios materiales.

Con algo de penetración sobre el funcionamiento de la so-ciedad, se comprenderá que la masa no está dispuesta paracontinuar organizando la vida de relación al día siguiente deuno de esos sobresaltos catastróficos que, según ciertos profe-tas, bastarían para hacer brillar el risueño cielo de la CiudadFutura. Dichosos todavía, cuando no tratamos más que de lasdiferencias entre nosotros sobre los medios de acción. Sin con-tar las envidias, las rencillas y los personalismos, hemos pre-senciado polémicas periodísticas dignas de competir con los

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más odiosos libelos. Todo lo cual nos hace creer que, lejos de laaurora roja tan cantada y deseada, un cambio radical de lasociedad podría enemistar sangrientamente entre sí a los mis-mos iniciadores. Cúlpese al estado actual de las mentalidades,que han de pasar por largos períodos de evolución antes quepueda vislumbrarse el horizonte humano de la emancipaciónsuprema.

Hecha lealmente esta declaración, la verdadera propagan-da no decepcionará nunca, porque diferenciará, sin lugar aequívocos, la concepción anarquista de las demás concepcio-nes que le son antagónicas, a pesar de haberlas consideradocomo vecinas en algún tiempo. Según la fórmula tradicional, elporvenir ignorará económica, intelectual y moralmente “laautoridad y la explotación del hombre sobre el hombre”. Perotal resultado supone de antemano una educación preliminardel individuo. No podemos, pues, tener comunidad ideológicacon los que pretenden que la sociedad se transformemágicamente dictando decretos, más o menos acertados o re-volucionarios.

La propaganda verdadera debe dejar las declamaciones ylos elementos seductivos a los sistemas que se fundan sobreuna moral autoritaria exterior al individuo. Desgraciadamen-te, un gran número de “socialistas revolucionarios” o “catas-tróficos” más o menos “antiparlamentarios”, vagamenteanarquizantes, se vanaglorian de las ideas libertarias y haceninconscientemente el juego a una forma estatista, tanto máspeligrosa para la autonomía individual cuanto más influenciatiene en ella un sectarismo económico de los más avanzados.

Ejemplos como los de la Nueva Zelanda, donde se disfrutade la jornada de ocho horas, salario mínimo, retiros obreros,seguros de accidentes, ministerios obreros y demás leyes socia-les reformadoras, indican que se puede resolver la cuestión eco-nómica, la “cuestión de estómago”, sin que la mentalidad delos beneficiarios se modifique en los más mínimo. A pesar desu progreso social ¡cuántos rancios prejuicios abrigarán aúnestos dichosos neocelandeses!

La solución del problema económico es de toda inminen-cia, pero no puede ser superior a las cuestiones de moral socialo de educación en el libre examen. Por esto no nos determina-

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mos a formar en las filas de un sistema social reformista, puesnuestras observaciones nos hacen concluir que los hechos deorden psicológico, a veces han determinado la evolución eco-nómica de la humanidad, y que esta evolución, para que seaeficaz, ha de ser la obligada consecuencia de ideas esclarecidas.Nuestra atención ha de fijarse primero sobre la influencia deci-siva y soberana de los hombres, tomados individualmente so-bre la marcha histórica del mundo. No podemos subordinarnuestras aspiraciones y nuestra actividad a una especie de“fatalismo” económico, cuyo resultado es siempre una “orga-nización jerarquizada”. A juzgar por los resultados del triunfodel catolicismo, que es una organización moral colectivista porexcelencia, que nos ha dejado un tan triste ejemplo de intole-rancia, es conveniente reflexionar seriamente antes de comen-zar una nueva experiencia sobre un terreno económico y sobreuna base pseudocientífica.

Hacemos constar que no sentimos contra el colectivismouna hostilidad agresiva, pues comprendemos que, lo mismoque otra idea cualquiera generalizada, corresponde a una eta-pa de la mentalidad humana que puede llamarse “fase de lareligión económica” y en la cual no pueden retardarse losanarquistas individualistas.

La propaganda verdadera mostrará que, en la marcha de lahumanidad, los anarquistas reivindican simplemente la van-guardia de campeones contra los prejuicios de todas clases queembotan el cerebro humano y les impiden pensar por sí mis-mos. Lo importante no es que los otros piensen como noso-tros, sino que piensen por y para ellos mismos.

No se trata de crear seres a nuestra imagen, sino individuoslibres, que buscan por la experimentación la fórmula de su fe-licidad individual y colectiva. Independientes de todo compro-miso, jamás ligados a un movimiento cualquiera, pero siempredispuestos a mezclarse temporalmente a toda acción libertadorade cualquier sitio que ella emane. Exponiendo y proponiendosin cesar, no imponiéndonos ni nosotros mismos ni nuestrasideas. He ahí lo que somos. Será salirnos de nuestro papel elmezclarnos a las combinaciones groseras de la política, aun-que fuese antiparlamentaria.

La propaganda verdadera recordará toda la importancia

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del ejemplo, del esfuerzo, intentado en vista de vivir actual-mente la concepción de vida personal tantas veces expuesta.

La propaganda verdadera hará comprender que, no estan-do nadie obligado a declararse desprovisto de tal o cual prejui-cio, es inconsecuente cualquiera que así lo pretenda y no admi-ta que sus prójimos se aprovechen los primeros de sus declara-ciones. Que el camarada que preconiza o defiende las ideas de“amor libre”, por ejemplo, espere que los suyos tomen al piede la letra sus apreciaciones sobre este asunto. Que el partida-rio de la “libre discusión” espere ver sus concepciones más que-ridas negadas en su casa y que no sólo reserve para los de fuerauna tolerancia que desconocen los que los rodean. ¡Cómo cam-biaría el aspecto de este desgraciado mundo, si estuviéramosseguros de la sinceridad de los que nos son más íntimos deentre los anunciadores de los tiempos nuevos! Pero no hemosllegado aún a este punto, no porque sea difícil el esfuerzo quehay que desarrollar, sino porque nos queda por aprender estalección: que el menor acto en desacuerdo con nuestras pala-bras o nuestros escritos disminuye o debilita esta fuente inte-rior de energía que sólo permite resistir el peso de una sociedadcuya moral consiste esencialmente en obrar de distinto modoque se escribe, que se habla o que se siente. Enseñar esta lec-ción, ¿no es el alfa de la propaganda verdadera?

Constatemos, en fin, que el Ideal anarquista está bien re-presentado por esa pequeña minoría de indomables, de rebel-des, de incorregibles, esforzándose siempre en no dejarlo em-pañar por concesión alguna a las exigencias del medio ambien-te y procurando preparar el camino para los que los siguen.

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CAPÍTULO 20

EL ANARQUISTA INDIVIDUALISTA Y LA SOCIEDAD FUTURA

Crítica o demolición, educación o cultura, nada positivo;actividad enteramente negativa: nos parece oír resumir así lasobjeciones del lector que nos ha seguido hasta aquí, formulan-do una última pregunta: “Vosotros, anarquistas, ¿no albergáisalguna concepción, aunque lejana, de una “sociedad anarquis-ta”, de un mundo basado en la libertad, de un futuro que noconozca la dominación, la especulación y la explotación?”.

Personalmente no nos gusta conjeturar sobre la sociedadfutura. No solamente es ésta una idea que ha sido explotadacomo la del Paraíso lo es por el sacerdocio, sino que ademástienen ambas en común la influencia soporífica que ejercen sobrelos fieles que escuchan sus maravillosas descripciones, hacien-do olvidar la opresión, la tiranía, la presente servidumbre,debilitando la energía, castrando la iniciativa.

¿Qué pruebas podemos alegar en pro de la realización deuna sociedad futura? A título de fantasía literaria, un anar-quista individualista dotado de imaginación podría describiruna hipótesis en tal sentido, pero ¿cómo tal visión imaginativapodría adaptarse a la mentalidad o a la voluntad general? Paraque la sociedad se transformase en realidad, sería preciso quelas especies en vía de degeneración, las categorías dirigentes ylas dirigidas, desapareciesen del globo, y esto no puede llegaral dominio de las probabilidades. Y puesto que los anarquistasexigen vivir en el presente, no podemos crearnos el derecho deadormecerlos con los acentos de una música melodiosa y dulcey orientarlos hacia una concepción determinada de una socie-dad anarquista. Solamente el estado de los conocimientos, o elnivel de las mentalidades podrán dictar, en un momento dado,los fundamentos de una transformación o nuevo régimen.

Todo lo que puede hacer el anarquista individualista es si-tuarse en estado de legítima defensa enfrente del ambiente socialque admite, perpetúa, sanciona y facilita la subordinación almedio del individuo colocando a éste en estado de manifiesta

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inferioridad, puesto que no puede tratar con el conjunto deigual a igual, de potencia a potencia; la obligación en cualquierdominio de la ayuda mutua, de la solidaridad, de la asocia-ción; la prohibición de la posesión individual e inalienable delmedio de producción y de la disposición absoluta del produc-to; la explotación, que hace que unos trabajen por cuenta ybeneficio de otros; el acaparamiento individual o colectivo, osea la posibilidad de poseer mucho más de lo necesario y aunde lo superfluo a la vida normal; el monopolio del Estado o decualquier forma ejecutiva que lo reemplace, es decir, su inter-vención centralizadora, administrativa, directriz, organizado-ra de las relaciones entre los individuos bajo cualquier formasocial; el préstamo interesado, la usura, el agio, el valor delcambio monetario, la herencia y, en fin, todas las infamias des-caradas o encubiertas en que los seres humanos se debaten y seaniquilan.

Ahora bien: ¿cómo podrá afirmarse que, aun desaparecien-do todos los impedimentos enumerados, el anarquista se aco-modaría a un nuevo estado de cosas, en el que siempre habríaincógnitas y conjeturas?

No debemos insistir sobre este extremo; ya hemos dichobastante para resumir nuestro pensamiento, que abarca todaslas modalidades de la suprema aspiración ideológica y que noes otra en esencia que la elevación constante de la personali-dad, reaccionando contra todos los obstáculos que se oponena la vida y a la reproducción del individualismo anarquista.

EL STIRNERISMO

Max Stirner vió la luz en Bayreuth (Baviera) el 25 de octubrede 1806. No fue un escritor de una fecundidad extraordinaria,pues los cuidados de la existencia le acapararon demasiado tiem-po. De sus escritos, sólo uno se ha mantenido a flote, un vo-lumen en el cual se entregó por entero, en el que expresó todosu pensamiento y procuró indicar un camino de salida a loshombres de su tiempo: El único y su propiedad.

Existe Stirner y su obra, existe El único y su propiedad y el“stirnerismo”. Ocurrió que al dirigirse a los hombres de su

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tiempo, Max Stirner se dirigió a los hombres de todos los tiem-pos, pero sin asumir el aire o gesto de profeta tronandoteatralmente desde el fondo de su caverna que tan bien sabíaarrogarse Nietzsche. Stirner no se presenta tampoco a noso-tros como un profesor enseñando a sus alumnos: habla a todoslos que quieren oírlo, tal como un conferenciante o como unconversador que ha reunido en torno suyo a un auditorio detodas las categorías, tanto de manuales como de intelectuales.

Por esto, para comprender el alcance del stirnerismo, hayque suprimir de El único y su propiedad todo lo que es relativoa la época en que este libro fue escrito. Sin este trabajo prepa-ratorio, corre el riesgo de asaltar al lector la tentación de quese halla en presencia de una confesión o de un testamento filo-sófico. Hecha esta supresión, tiene uno ante sí un árbol robus-to y bien plantado, una doctrina perfectamente coherente y yano se sorprende uno de que hubiese dado origen a todo unmovimiento.

El stirnerismo considera que la unidad humana es la base yla explicación de la humanidad; sin lo humano no hay huma-nidad, la totalidad no se comprende más que por la unidad. Eslo mismo detenerse en seguida si uno no asimila estas premisas.Esta unidad sociológica no es un ser en transformación ni unsuperhombre, sino un hombre como tú y como yo que su de-terminismo impulsa a ser como debe, y como puede ser –nadamás ni menos que lo que tiene fuerza o el poder de ser–. Pero elhombre que nosotros conocemos, ¿es lo que su determinismoquería? En otros términos: ¿es lo que debía y lo que podía ser?Ese hombre que tropezamos en los lugares de placer o de tra-bajo, ¿es un producto natural o una confección artificial, esvoluntariamente el ejecutor del contrato social o no se aviene aél más que porque educación, prejuicios y convenciones de todaespecie le atiborran el cráneo? Es este problema el que elstirnerismo va a tratar de resolver. Primer tiempo.

Para volver a poner al individuo en su determinismo natu-ral, el stirnerismo empieza a conmover todos los pilares sobrelos que el hombre de nuestro tiempo ha edificado su casuchade miembro de la Sociedad: Dios, Estado, Iglesia, religión, cau-sa, moral, moralidad, libertad, justicia, bien público, abnega-ción, sacrificio, ley, derecho divino, derecho del pueblo, pie-

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dad, honor, patriotismo, justicia, jerarquía, verdad, en unapalabra, los ideales de toda especie. Esos ideales, los del pasa-do como los del presente, son fantasmas emboscados en “to-dos los rincones” de su mentalidad, que se han apoderado desu cerebro, que se han instalado en él y que impiden al hombreseguir su determinismo egoísta.

Batiéndose en retirada unos tras otros los prejuicios-fantas-mas y derrumbándose sucesivamente las columnas de su fe yde sus creencias, el individuo vuelve a hallarse solo. Al fin, esél, su Yo queda libre de toda la ganga que lo comprimía y quele impedía mostrarse tal cual es. Ha quedado hecha la tablarasa, los nubarrones que oscurecían el horizonte han desapare-cido, el sol brilla con todo su esplendor y el camino está libre.El individuo no conoce más que una causa: la suya, y esta causano la basa sobre nada exterior, sobre ninguno de esos valoresfantasmales de los cuales estaba antes atiborrado su cerebro.Es el egoísta en el sentido absoluto de la palabra: su potenciaes en lo sucesivo su único recurso. Todas las reglas exterioresse han derrumbado; ha quedado libre de la opresión interior,mucho peor que el imperativo exterior; forzoso le es ahorabuscar en sí sólo su regla y su ley. Es el único y se pertenece, entoda propiedad. No hay para él más que un derecho superior atodos los derechos: el derecho a su bienestar. “La aflicción debedesaparecer para dejar lugar a la satisfacción.”

Pensad adónde ha llegado el único. Ni una verdad existefuera de él. No hace nada por el amor de Dios o de los hom-bres, sino por el amor de sí. No existe entre su prójimo y él másque una relación: la de la utilidad o la del beneficio. De él solose derivan todo derecho y toda justicia. Lo que quiere es lo quees justo. Lejos, pues, de toda causa que no sea la suya. Es élmismo su causa y no es ni “bueno” ni “malo” (ésas son pala-bras). Declárase enemigo mortal del Estado y el adversario irres-petuoso de la propiedad legal.

Algunas citas sacadas de El único y su propiedad haráncomprender que Stirner no ha perdonado nada y que ningúnídolo halló gracia ante sus ojos:

“Siempre se pone un nuevo amo en el lugar del antiguo, nose demuele sino para reconstruir y toda revolución es una res-tauración. Ésta es siempre la diferencia entre el joven y el viejo

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filisteo. La revolución comenzó como pequeña burguesa por laelevación del Tercer Estado, de la clase media, y sube comosimiente sin haber salido de su trastienda.”

“Si os sucediera, aunque no fuese más que una vez, el verclaramente que el Dios, la ley, etc., no hacen sino importuna-ros, que os rebajan y os corrompen, es cierto que los arroja-ríais lejos de vosotros, como los cristianos derribaron, en otrotiempo, las imágenes de Apolo y de Minerva y de la moralpagana.”

“En tanto quede en pie una sola institución que no estépermitido abolirla al individuo, el Yo está aún muy lejos de sersu propiedad y de ser autónomo.”

“La cultura me ha hecho PODEROSO, esto no admite tampo-co duda alguna. Ella me ha dado un poder sobre todo lo que esfuerza, así también sobre los impulsos de mi naturaleza comosobre los asaltos y las violencias del mundo exterior. Sé quenada me obliga a dejarme constreñir por mis deseos, por misapetitos y mis pasiones, y la cultura me ha dado con qué ven-cerles: soy su dueño.”

“Aquel que derriba una de sus BARRERAS puede haber mos-trado con eso a los demás el camino y el procedimiento a se-guir; pero el derribar sus BARRERAS sigue siendo la misión de losotros.”

“Nos contentamos durante mucho tiempo con la ilusión deposeer la verdad, sin que se le ocurriese al espíritu preguntarseseriamente si no sería necesario, antes de poseer la verdad, elser uno mismo verdadero.”

“Aquel que para existir tiene que contar con la falta de vo-luntad de los demás, es buenamente un producto de aquellosotros, como el amo es un producto del servidor Si cesara lasumisión se habría acabado la dominación.”

“Para el hombre que piensa, la familia no es una potencianatural, y debe hacer abstracción de los padres, de los herma-nos, de las hermanas, etc.”

¿A qué lugares empujará su determinismo al egoísta en elcual se hizo tabla rasa de los prejuicios-fantasmas? Y he aquí elsegundo tiempo del stirnerismo.

Muy buenamente, hacia las riberas de la unión, de la aso-ciación... Pero una unión contraída voluntariamente, una aso-

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ciación de egoístas que no cultivarán el trato con los fantasmasdel desinterés, del sacrificio, del desvelo, de la abnegación, etc.Una asociación de egoístas donde nuestra fuerza individual seacrecentará con todas las fuerzas individuales de nuestros co-asociados, donde uno se consumirá y se servirá mutuamentealimentos. Una unión de la cual se servirá cada uno para suspropios fines, sin que os importune la obsesión “de los deberessociales”. Una asociación que consideraréis como propiedadvuestra, como vuestra arma y como vuestra herramienta y queabandonaréis cuando ya no os sea útil.

Pero no os imaginéis que la asociación, si persiste el indivi-duo en realizarse por medio de ella, no exige nada a cambio.

Evidentemente, la asociación stirneriana no se presenta comouna potencia espiritual superior al espíritu del asociado –laasociación no existe sino por los asociados, pues es su crea-ción–; pero he aquí: para que ella realice sus fines y para quecada cual se sustraiga “a la opresión inseparable de la vida enel Estado o en la sociedad” es preciso comprender bien que nofaltarán en ella “las restricciones a la libertad y los obstáculosa la voluntad”. “Dando, dando.” Egoísta, amigo mío, tú con-sumirás a los demás egoístas, pero a condición de aceptar elservirles alimentos. En la asociación stirneriana se puede tam-bién sacrificarse a otros, pero no invocando el carácter sagradode la Asociación; sencillamente porque puede seros agradabley natural el sacrificaros.

El stirnerismo reconoce que el Estado descansa sobre la es-clavitud del trabajo; que el trabajo sea libre y el Estado quedadestruido en seguida. Der Staat beruht auf der Sklaverei derArbeit. Wird der Arbeit frei, so ist der Staat verloren: he ahípor qué el esfuerzo del trabajador debe tender a destruir elEstado o a pasarse sin él, lo que viene a ser lo mismo.

Tercer tiempo. Queda la forma en que el egoísta o la Aso-ciación de los egoístas luchará contra los hábiles y los astutosque hacen uso de los fines de dominación y de explotación delos fantasmas que han tomado posesión de los cerebros de loshombres. El stirnerismo no pretende desempeñar el papel delEstado después de haberlo destruido o de haber proclamadosu inutilidad y forzar a los que no lo quieren o no pueden aformar asociaciones de egoístas. El stirnerismo no preconiza la

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revolución. El stirnerismo no es sinónimo de mesianismo. Con-tra los que poseen y explotan hasta el punto de no dejar a losexplotados ni pan que comer, ni lugar donde reposar su cabe-za, ni de pagarles el salario íntegro de su esfuerzo, la insurrec-ción es natural y conveniente la rebelión. Hay bienes impro-ductivos al sol y cajas de caudales llenas hasta desbordarse.¡Qué diablo! Y nada de sentimentalismo cuando se trata deafirmar su derecho individual o asociado al bienestar. El ego,guiado por la propia conciencia, no podría desembarazarse deescrúpulos que podían obsesionar a los hombres de cerebroshabitados por fantasmas.

“La revolución ordena instituir e instaurar y la insurrec-ción quiere que uno se subleve o que se eleve.”

“Yo doy vueltas a un peñasco que obstaculiza mi caminohasta que tenga bastante pólvora para hacerlo saltar; doy vuel-tas a las leyes de mi país en tanto no tenga la fuerza de destruir-las.”

“Un pueblo no podría ser libre sino a costa del individuo,pues su libertad no afecta más que a él y no es la emancipacióndel individuo; cuanto más libre es el pueblo, más sujeto está elindividuo. Fue en la época de la mayor libertad cuando el pue-blo griego estableció el ostracismo, expulsó a los ateos e hizobeber la cicuta al más probo de sus pensadores.”

“Dirigíos a vosotros mismos mejor que a vuestros dioses oa vuestros ídolos: descubrid en vosotros lo que está oculto,llevadlo a la luz y reveladlo.”

Tal es la esencia del mensaje que Max Stirner, entregándoloa los hombres de su tiempo, lo dirige a los hombres de todoslos tiempos.

Hemos dicho que en Stirner había el hombre y la obra. Des-pués de haber hablado de la doctrina, hablemos de su funda-dor. Stirner no es más que el nombre literario de Johann CasparSchmidt y ese sobrenombre no es más que un apodo debido ala frente (Mina en alemán) desarrollada del autor, de El únicoy su propiedad y que él conservó para sus escritos.

Uno de los episodios de la vida de Stirner que más retienenuestra atención es su frecuentación, durante diez años, del

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club de los “Emancipados”, agrupación de intelectuales ani-mados por las ideas liberales de los espíritus avanzados de an-tes de 1848. Se reunían en una cervecería y en la atmósferallena de humo de las largas pipas de porcelana, discutían sobretoda clase de temas: teología (el libro de Strauss sobre Jesúsacababa de aparecer entonces), literatura, política (la revolu-ción del 48 estaba próxima). Fue en 1843 cuando Max Stirner,el hombre de aspecto impasible, de un carácter fuerte y con-centrado en sí mismo, se casó en segundas nupcias con unamecklemburguesa, soñadora y sentimental, asidua también alclub de los “Emancipados”, María Daehnhardt. Sin embargo,su unión no fue feliz. La incomprensión mutua de los dos espo-sos y las calumnias que insinuaban que Stirner buscaba unautilidad en este casamiento, por la dote de su mujer, ocasiona-ron la ruptura en 1845.

Stirner continuó produciendo. El único y su propiedad datade fines de 1844. Publicó sucesivamente de 1845 al 47 unatraducción alemana de las obras maestras de J. B. Say y deAdam Smith con notas y observaciones en ocho volúmenes; en1852, una historia de la reacción en dos volúmenes, toda de supluma; en 1852 también, la traducción de un ensayo de J. B.Say sobre el capital y el interés, con observaciones... Después,ya no publicó nada. Sus últimos años fueron míseros. Reduci-do a ganar su pan como podía, aislado, encarcelado dos vecespor deudas, sucumbió en 1856 a una infección carbonosa, enuna casa de dormir. Nuevas indagaciones de mi amigo John-Henry Mackay, muerto en mayo de 1933, parecen atestiguarque el fin de su existencia no fue tan miserable ni estuvo tandesprovisto de amistad como se creyó en un principio.

Volvamos a la obra de Stirner. Uno de los pasajes más nota-bles de El único y su propiedad es aquel donde define la bur-guesía con relación a los individuos sin posición social. Estacita es la mejor respuesta que puede darse a los que ven enStirner y sus continuadores a individualistas burgueses:

“La burguesía se reconoce en que practica una moral estre-chamente ligada a su esencia. Lo que exige ante todo es que setenga una ocupación seria, una profesión honorable y una con-ducta moral. El caballero de industria, la ramera, el ladrón, elbandido y el asesino, el jugador y el bohemio son inmorales, y

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el buen burgués experimenta con respecto a esas ‘gentes sincostumbres’ la más viva repulsión. Lo que les falta a todos esesa especie de derecho de domicilio en la vida que proporcio-nan un comercio sólido, medios de existencia asegurados, ren-tas estables, etc.; como su vida no descansa sobre una basesegura, pertenecen al clan de los ‘individuos’ peligrosos, al pe-ligroso proletariado: son ‘particulares’ que no ofrecen ningunagarantía y que no tienen ‘nada que perder’ ni nada que arries-gar”.

“Toda vagancia desagrada al burgués, y existen vagabun-dos del espíritu que, ahogándose bajo el techo que abrigaba asus padres, se van a buscar a lo lejos más aire y más espacio. Enlugar de permanecer en el hogar familiar removiendo las ceni-zas de una opinión moderada, en lugar de tener por verdadesindiscutibles lo que consoló y calmó a tantas generaciones an-teriores a ellos, franquean la barrera que cierra el campo pater-no y se van por los caminos audaces de la crítica, donde loslleva su indomable curiosidad de dudar. Esos extravagantes va-gabundos entran también en la clase de las personas inquietas,inestables y sin reposo que son los proletarios, y cuando dejansospechar su falta de domicilio moral se los llama ‘perturbado-res’, ‘cabezas calientes’ y ‘exaltados’.”

“Podrían reunirse con el nombre de vagabundos conscien-tes a todos los que los burgueses tienen por sospechosos, hosti-les o peligrosos.”

Stirner no ha descendido hacia el pueblo como los Bakunine,los Kropotkine y los Tolstoi, por ejemplo. No es un productormacizo, como Proudhon, de prejuicios de burgueses medios ygenerosos; no es un sabio como Reclus, doblado de un espíritude bondad evangelista; ni un aristócrata como Nietzsche; esuno de nosotros. Es un hombre que jamás gozó de una posi-ción segura y provechosa o desahogada. Conoció la necesidadde practicar los oficios más diversos para vivir. La gloria quecircunda a los proscritos célebres, a los militantes revoluciona-rios o a los jefes de escuela, le fue desconocida. Tuvo que arre-glárselas como podía y en lugar de las señales de consideraciónque la burguesía otorga, a pesar de todo, a ciertos ilustres re-volucionarios, no recibió más que las repulsas con que ella ago-bia a los individuos sin situación y sin garantía.

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Instruido por sus propias experiencias, Stirner trazó un re-trato del burgués mucho más sorprendente que el que hizo mástarde Flaubert, que se situaba únicamente en el punto de vistaestético.

Para Stirner, la característica del mundo burgués es el poseeruna ocupación seria, una profesión honorable, moralidad, enuna palabra, lo que constituye un derecho de domicilio en lavida. El burgués puede ser obrero o rentista, llamarse republi-cano, radical, socialista, sindicalista, comunista, hasta anar-quista; puede pertenecer a una Logia, a la Liga de los Derechosdel Hombre, a un Comité electoral socialista y a una célulacomunista; puede pagar también su cotización a un partidorevolucionario. En tanto que su vida descanse sobre una basesegura y en tanto que ofrezca garantías morales, burgués es yburgués sigue siendo.

En la misma Alemania, sólo al cabo de cincuenta años apa-reció una segunda edición de El único y su propiedad (1882).En 1893, la gran casa editorial Reklam, de Leipzig, editabaeste libro en su Biblioteca Popular. Esto era hacerlo accesible atodos. En 1897, John-Henry Mackay, que tanto trabajó parahallar huellas de Stirner y disipar el misterio que envuelve suvida, publicaba la primera edición de Max Stirner, sein Lebenund sein Werk.

En Francia, El único y su propiedad aparecía en 1900 endos traducciones, la de Robert L. Reclaire, en casa de Stock, yla de Henri Lasvigne en La Revue Blanche. (En 1894, HenriAlbert había traducido una parte de la obra en el Mercure deFrance; un poco más tarde, Teodoro Randal había hecho lomismo en las Charlas Políticas y Literarias y en el MagazineInternacional.)

En 1902, era traducida al danés (con prefacio de JorgeBrandes) y al italiano (con prefacio de Ettore Zoccoli); en 1911apareció una segunda edición italiana, que fue reimpresa en1920. En 1907, precedida de un prefacio del autor de La filo-sofía del egoísmo, James Walker, aparecía una traducción in-glesa por Steven T. Byintong, editada por Benjamin R. Tucker,con el título The Ego and his own. En 1912, El único y supropiedad había sido además traducido al ruso (se cuentan ochoediciones de esta obra en esta lengua, la séptima traducida por

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Leo Kasarnowski y la última data de 1920), al español, al ho-landés y al sueco. En 1930, aparecieron dos traducciones japo-nesas, una de las cuales en edición económica, por J. Tsuji.Creo que existen traducciones de El único en otras lenguas.(He oído hablar de la traducción de El Único en diez y ocholenguas, pero no pude comprobarlo.)

Con el título de Kleinere Schriften (‘pequeños escritos’) John-Henry Mackay reunió los estudios, artículos, informaciones yrespuestas de Stirner a sus críticos aparecidos de 1842 a 1848.Conozco una edición italiana de esta obra titulada Scritti minori.Traduje en L’en dehors la crítica muy interesante que Stirnerhizo de Los misterios de París, de Eugenio Sue, y un extractode El falso principio de nuestra educación.

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APÉNDICE

É. ARMAND EN CASTELLANO

Incluimos en esta breve bibliografía los libros publicadosen el Estado español, con excepción del período de la dictadu-ra militar. No tenemos los datos suficientes para ofrecer unabibliografía más amplia, que incluya ni las ediciones latinoa-mericanas ni las del exilio.

Tampoco damos cuenta de las colaboraciones de Armanden la prensa castellana de su época, que podrían contarse porcentenares. Sus trabajos fueron acogidos en revistas tales comoEstudios (antes Generación Consciente), Iniciales, La RevistaBlanca, La Voluntad, El Único y un larguísimo etcétera.

– Amor libre y sexualismo subversivo. Variaciones sobre la voluptuosidad.La procreación voluntaria desde el punto de vista individualista,Valencia, Generación Consciente, sin año, 86 páginas.

– Cómo entendemos el naturismo los individualistas, traducción de J.Elizalde, Barcelona, Somo, 1930, 8 páginas.

– Cómo entienden el amor libre los individualistas, traducción y prólogode León Drovar, Barcelona, Somo, 1930, 7 páginas.

– Formas de vida en común sin Estado ni autoridad (Las experienciaseconómicas y sexuales a través de la historia), traducción de CarlosEspinosa, Madrid, Orto (Biblioteca de Documentación Social), 1934,404 páginas.1

– La iniciación individualista anarquista; traducción de E. Sala-Nova,Valencia, Nosotros (Biblioteca Individualista anarquista, 2)2

– Libertinaje y prostitución. Grandes prostitutas y famosos libertinos.Influencia del hecho sexual en la vida política y social del hombre,prefacio de Axel Robertson Proschowsky, portada de Josep Renau,Valencia, Orto, sin año, 487 páginas.

– Reflexiones de un anarquista individualista. Realismo e idealismomezclados, traducción y prólogo de V. Orobón Fernández, París,Librería Internacional, sin año, 139 páginas.

– Sexualismo revolucionario. Amor libre, traducción de Urbano Carrasco,Valencia, Mañana, 1932, 111 páginas.

– Sexualismo revolucionario; traducción de Urbano Carrasco, Mataró,Julio Pi, sin año, 127 páginas.

– Individualismo anarquista y camaradería amorosa, Traducción y com-pilación de Adriana Gómez y Claudia Piperno, Barcelona, Con otros,2000, 96 páginas.

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– Tesis y opiniones. El anarquismo individualista. Lo que es, puede y vale,versión española y prefacio de M. Costa Iscar, Barcelona, ImprentaGerminal, 1916, 206 páginas.

1 La editorial Hacer de Barcelona reeditó este título de forma facsimilar enlos años ochenta, en dos volúmenes.

2 Nunca hemos llegado a ver este volumen en su versión castellana.

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ÍNDICE

Prólogo .................................................................................... 11

Advertencia preliminar ............................................................ 15

Capítulo 1La sociedad actual .............................................................. 17

Capítulo 2Los reformadores de la sociedad ........................................ 23

Capítulo 3La anarquía y sus orígenes ................................................. 35

Capítulo 4El anarquismo individualista .............................................. 39

Capítulo 5El anarquista individualista y losreformadores de la sociedad ............................................... 51

Capítulo 6Los cristianos y los anarquistas .......................................... 59

Capítulo 7El anarquista individualista consideradocomo hombre de acción ..................................................... 65

Capítulo 8Voluntad de vivir y voluntad de reproducirse ..................... 69

Capítulo 9El esfuerzo y la alegría de vivir ........................................... 73

Capítulo 10El anarquista individualista como “refractario” ................ 81

Capítulo 11El anarquista individualista y el hecho económico ........... 89

Capítulo 12La ilegalidad ....................................................................... 93

Capítulo 13De la vida como experiencia ............................................ 101

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Capítulo 14Los anarquistas individualistas y el compañerismo .......... 105

Capítulo 15Las inconsecuencias de los anarquistas individualistas ..... 113

Capítulo 16

La vida interior ................................................................ 119

Capítulo 17El anarquismo individualista como vida y como actividad .. 125

Capítulo 18El anarquista individualista y las “propagandas especiales” .. 131

Capítulo 19 ........................................................................... 139

Capítulo 20 ........................................................................... 143

Apéndice ................................................................................ 155