elecciones y anarquismo

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    EleccionesElecciones y y anarquismoanarquismo

    Errico ErricoMalatestaMalatesta

    SaverioSaverioMerlinoMerlino

    Polmica mantenida en 1897Polmica mantenida en 1897

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    MALATESTA, Errico y MERLINO, Saverio: Elecciones y anarquismo. Polmica mantenidaen 1897

    Texto tomado la Biblioteca Virtual Antorcha

    http://www.antorcha.net/index/biblioteca.html

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    Anarquistas y socialistas frente a lalucha electoral

    Saverio Merlino

    Me preguntan desde varios lugares mi parecer acerca de si se debe o no tomar parteen las elecciones polticas.

    En el nmero de hoy del Messaggero leo que tambin, en una reunin mantenida enSenigallia, se ha interpretado de una manerasui generis cuanto he dicho a propsitodel tema en una conferencia pronunciada en Npoles.

    Es manifiesto que carece de importancia conocer lo que pienso: en cambio, importamuchsimo saber cul de las dos opiniones -la favorable o la contraria a la participa-cin en las elecciones- es la verdadera. Y esto es lo que yo querra discutir de una vezpor todas y para todos.

    Es de sobra sabido que los socialistas, en lucha con los republicanos y con los dem-cratas, han sostenido por muchos aos -y muchos lo sostienen todava- que las formaspolticas no tienen ningn valor, que tanto vale la monarqua como la Repblica y quelas libertades sancionadas por los estatutos son una simulacin, porque quien es pobrees esclavo.

    La cuestin social -se ha dicho- consiste enteramente en la dependencia econmicade los obreros con respecto a los patronos: socavemos sta y la libertad vendr por s

    sola.Esto es una gran verdad. Las libertades polticas existen, pero quin las tiene?

    Quin puede ejercerlas verdaderamente bajo el rgimen actual? No puede ser polti-camente libre el pueblo que econmicamente es esclavo. Pero, si las libertades polticas y constitucionales tienen menos valor que el que generalmente se cree, no se sigue deello que no sirvan para nada. Sirven mientras que el gobierno nos las arranca, tratandode retardar la emancipacin de la clase obrera.

    En consecuencia tienen un valor innegable.Pero estas libertades no consisten simplemente en el derecho al voto y en el uso que

    se puede hacer de l.Son tambin los derechos de reunin y asociacin, la inviolabilidad personal y del

    domicilio, el derecho de no ser castigado o perseguido por simple sospecha (como su-cede en los casos de la amonestacin y del domicilio forzado), etc., etc.

    Y estas libertades se defienden no slo en el parlamento (el parlamento, dijo una vezLemoine, se asemeja a cierto juego de nios, que hace mucho ruido sin ningn fruto),sino que se defienden sobre todo fuera del parlamento, luchando cada vez que el poderejecutivo comete una arbitrariedad o una prepotencia contra una clase de ciudadanos oincluso contra un solo individuo (como sucede en otros pases, donde incluso sin tener

    representantes en el parlamento, el pueblo sabe imponer el respeto a sus libertades).Con esto no quiero decir que la lucha por la libertad -y hasta cierto punto tambin lalucha por el socialismo- no se pueda y deba hacer tambin durante las elecciones y en

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    el parlamento. Yo creo que nosotros, combatiendo a ultranza, como lo hemos hecho, el parlamenta-

    rismo, nos hemos pillado los dedos: porque hemos contribuido a crear esta horrible in-diferencia de la poblacin, no solamente por el sistema parlamentario, sino tambinpor las libertades constitucionales, de modo que el gobierno ha podido impunemente violarlas sin que un solo grito de protesta se haya elevado de los hijos de aquellos quedieron la vida para conquistarlas.

    El parlamentarismo no es el fnix de los sistemas polticos; al contrario. Pero por p-simo que sea, es siempre mejor que el absolutismo, al cual nos encaminamos a grandespasos.

    Por tanto, hoy por hoy, al partido socialista (en el cual incluyo tambin a los anar-quistas no individualistas) le corresponde tambin la defensa de la libertad. Esta lucha,segn mi opinin, debe ser librada sobre todos los terrenos -comprendido el de laselecciones- pero no solamente sobre ste.

    Los socialistas anrquicos no tienen necesidad de candidatos propios: no aspiran alpoder y no sabran qu hacer con l. Pero deben protestar contra la reaccin guberna-mental, tomando parte en la agitacin electoral. Y est claro que entre un candidatocrispino, rudiniano o zanardelliano -dispuesto a votarestados de sitio, leyes de excep-cin, elegibilidad de candidatos polticos, quiz masacres de multitudes hambrientas- y un socialista o republicano sincero, sera locura preferir al primero.

    Sin embargo, deben decir claramente al pueblo que no se hacen ilusin (como les su-cede a algunos socialistas) de poder abrir brecha en la ciudadela burguesa, y conquis-tarla, a golpes de papeleta.

    Asimismo, slo pueden y deben decir a los socialistas que el voto no es ms que unepisodio de la lucha por el socialismo, y no el ms importante; la verdadera lucha debeser llevada acabo en el pueblo y con el pueblo sobre los terrenos econmico y poltico.

    La emancipacin de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos ; nopuede ser obra de los polticos.

    He aqu mi opinin sobre la ms grave razn de disidencia entre socialistas y anar-quistas.

    Desgraciadamente, stos y aquellos se han hecho dao y -lo que es peor- se han in-sultado recprocamente: y el recuerdo de tales cosas nubla su vista y les impide consi-derar el verdadero inters de la causa.

    Algunos cabecillas legalistas son intolerantes y mezquinos (el peridico mximo delpartido no ha tenido una palabra de protesta por mi arresto singularsimo en Floren-cia); los anarquistas son iracundos e implacables. Con estas peleas el gobierno disfruta.

    Merlino

    Del Messaggero del 9 de enero de 1897.

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    Los anarquistas contra el parlamento Errico Malatesta

    Estoy informado de que los socialistas parlamentarios de Italia dicen que yo, de

    acuerdo con Merlino, encuentro til que los socialistas anrquicos participen en las lu-chas electorales votando por el candidato ms avanzado.

    Dado que me hacen el honor de ocuparse de mi opinin, no se me estimar presun-tuoso si me apresuro a poner en su conocimiento y en el de la poblacin lo que verda-deramente pienso de la cuestin.

    Por cierto, no critico a mi amigo Merlino que piense como quiera y lo diga sin reti-cencias. Hubiera preferido que antes de anunciar pblicamente un cambio de tctica

    -que no tiene ningn valor si no es aceptado por los compaeros- discutiera ms a fon-do la cosa entre aquellos del partido al cual ha pertenecido hasta ahora y con el cual es-pero que querr continuar combatiendo.

    Pero tambin esto, ms que culpa de Merlino, lo es de la crisis prolongada que haafligido a nuestro partido y del estado de reorganizacin todava incipiente en el quenos encontramos.

    Sin embargo, es necesario hacer constar que lo que Merlino ha dicho en relacin alparlamentarismo y a las luchas electorales no es otra cosa que una opinin personal,que no puede prejuzgar la tctica que adoptar el partido socialista anrquico.

    Por mi parte -a pesar de que me disguste disentir en asunto tan importante con unhombre de valor como Merlino y al que me ligan tantos vnculos de afecto- me sientoobligado a declarar que, segn mi parecer, la tctica preconizada por Merlino es nefas-ta y conducira fatalmente a la renuncia de todo el programa socialista anrquico. Y creo poder afirmar que as lo piensan todos o casi todos los anarquistas.

    Los anarquistas permanecen, como siempre, adversarios decididos del parlamenta-rismo y de la tctica parlamentaria.

    Adversarios del parlamentarismo porque creen que el socialismo slo debe y puederealizarse mediante la libre federacin de las asociaciones de produccin y de consu-

    mo, y que cualquier gobierno -el parlamento inclusive- no slo es impotente para re-solver la cuestin social y armonizar y satisfacer los intereses de todos, sino que consti-tuye por s mismo una clase privilegiada con ideas, pasiones e intereses contrarios a losdel pueblo, a quien tiene forma de oprimir con las fuerzas del pueblo mismo. Adversa-rios de la lucha parlamentaria, porque creen que sta, lejos de favorecer el desarrollode la conciencia popular, tiende a deshabituar al pueblo del cuidado directo de sus pro-pios intereses y es una escuela, para unos de servilismo, y para otros de intrigas y men-tiras.

    Estamos lejos de desconocer la importancia de las libertades polticas. Pero las liber-tades polticas no se obtienen sino cuando el pueblo se muestra decidido a conseguir-las; ni, una vez obtenidas, duran y tienen valor sino cuando los gobiernos sienten queel pueblo no soportara la supresin de las mismas.

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    Anarquistas y socialistas en laselecciones polticas

    Saverio MerlinoEl amigo Malatesta, en nombre -parece-de todos o casi todos los anarquistas, ha

    credo poder reafirmar, en respuesta a mi carta del 9 de enero -y parece que se preparaa reafirmarlo tambin con otro escrito y con un acto colectivo del partido- los princi-pios antiparlamentarios y la tctica abstencionista de los socialistas anrquicos.

    Envidio a estos anrquicos. Yo tambin querra poder nutrir la antigua fe acostum- brada a los triunfos (verdaderamente, no se si a los triunfos, pero ciertamente a las ba-tallas). Yo tambin querra haber conservado las ideas simples e ntegras de hace diezaos. Entonces, tambin yo me ilusionara y llamara al estado de desintegracin delpartido anrquico un estado de reorganizacin incipiente. Tambin yo podra decir ques con seguridad de qu manera -y no de otra- actuar el socialismo. Tambin yo repe-tira que el gobierno, todo gobierno, no es sino la organizacin de la clase privilegiadaque oprime al pueblo con las fuerzas del pueblo mismo y que ste, nombrando diputa-dos, delega en ellos la conquista y la defensa de sus derechos. Y cuando hubiera dichoesto, me sentira satisfecho y esperara el da de la gran revolucin, que debe cambiarla faz de la tierra (pero que tiene el inconveniente, segn pienso yo gravsimo, de ha-cerse esperar demasiado).

    Desgraciadamente, lo confieso, me he hecho ms maduro, a pesar de que me resulta-ra cmodo, no quiero dejar de lado la experiencia de diez o quince aos.Estoy convencido de que el partido anrquico ha equivocado el camino; estoy con-

    vencido de que los anarquistas, todos o casi todos, tienen mi misma conviccin; sloque no osan confesarlo y no tienen la fuerza de nimo necesaria para separarse de supasado.

    La tctica abstencionista ha trado dos resultados: 1) nos ha separado de la parte ac-tiva y militante del pueblo; 2) nos ha debilitado frente al gobierno.

    Es muy lindo decir que abstencin no quiere decir inaccin, sino participacin en la

    agitacin electoral con propaganda antiparlamentaria. Con esta lgica, que mi amigoinvoca, los anarquistas abstencionistas deban terminar y han terminado por quedarseen casa; cuando no han votado por algn candidato de su corazn (como individuos seentiende, no como partido), sin hablar de aquellos que adems han pasado el Rubicn y han ido a alinearse -por el mero deseo de hacer algo- con los socialistas legalistas.

    El gobierno, luego, ha aprovechado nuestro aislamiento para sacudirnos por todoslados, legal o ilegalmente (el gobierno, como se ve, no tiene nuestros mismos escrpu-los).

    Estamos maniatados hasta el punto de no poder hacer la menor propaganda. La po-

    lica puede, a su albedro, encarcelarnos, hacernos condenar, confinarnos. Qu resis-tencia oponemos nosotros? Ninguna.Nuestra guerra ha sido de brazos cruzados. Si por lo menos furamos partidarios de

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    la no resistencia al mal , tendramos con qu consolarnos. Pero no, nosotros esperamosque madure la revolucin. Entre tanto, hemos visto en estos das que quien ha podidollevar una palabra de apoyo a los huelguistas de Civitavecchia ha sido un diputado so-cialista. Y continuamos diciendo que no sirve para nada la lucha parlamentaria!

    Malatesta dice:

    Si debemos votar por los socialistas o por los republicanos, tanto ms valdra irnosotros mismos al parlamento .Para nosotros no se trata -como para los socialistas- de triunfar e ir a defender nues-

    tro programa en pleno parlamento, en presencia de elementos cultos y clebres sinoque se trata de conseguir cuantos ms opositores sinceros y enrgicos al gobierno seaposible -trescientos Imbriani, por as decir- pero Imbriani que no se contenten con bombardear con interpelaciones a los ministros del parlamento, sino que lleven ade-lante una guerra seria y continua al gobierno del pas, aprovechndose inclusive, hastaque les priven de ellas, de las prerrogativas parlamentarias.

    Malatesta afirma que la lucha extraparlamentaria por la libertad no se puede librarcuando se adopta la lucha electoral. Yo pienso justamente lo contrario.

    Lo que no puedo admitir de ninguna manera es que la tctica parlamentara, lejos defavorecer el desarrollo de la conciencia popular, tienda a deshabituar al pueblo del cui-dado directo de sus propios intereses.

    Esto es doctrinarismo puro. La agitacin electoral socialista arranca a las multitudesde su indiferencia hereditaria en los asuntos pblicos: en Italia ha conquistado paranuestra causa regiones que ya se haban demostrado y son todava refractarias a la pro-paganda anarquista.

    El parlamentarismo tiene sus inconvenientes: Pero qu cosa no los tiene?Qu tctica, o agitacin, o accin, podra aconsejar Malatesta que no presente in-

    convenientes iguales, si no mayores? Algunos de nuestros amigos se han puesto a orga-nizar cooperativas: trabajo ste utilsimo tambin, pero no es nuestro trabajo.

    Ni los socios de las cooperativas pueden ser todos socialistas y anarquistas, ni el go- bierno tolerara cooperativas as formadas. Sin contar que no pocas cooperativas seconvierten en empresas capitalistas y que algunas, incluso, nacen como tales.

    Qu hacer entonces? Organizar sociedades obreras de resistencia? Pero, apenasstas empiezan a ser numerosas y potentes (como las Uniones inglesas), surge un esta-

    do mayor de presidentes, vicepresidentes, secretarios y cajeros; en suma, un parlamen-tarismo peor que el otro.El parlamentarismo no es un principio, es un medio: se equivocan los que hacen de

    l una panacea, pero se equivocan tambin los que lo miran con santo horror como sifuera la peste bubnica.

    Y, por otra parte, no es verdad que el parlamentarismo est destinado a desaparecerenteramente. Algo quedar de l incluso en la sociedad que anhelamos. Yo recuerdo unescrito que Malatesta envi a la conferencia de Chicago de 1893 donde sostena quepara algunas cosas el parecer de la mayora deber necesariamente prevalecer sobre elde la minora.

    Pero aparte de esto, incluso en caso de unanimidad, no todos aquellos que han deli- berado se pondrn a ejecutar en masa el resultado de sus deliberaciones. A menos de

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    no admitir este aforismo -que tengo razones para creer que Malatesta repudia tantocomo yo- ser necesario distribuir los encargos confindolos a los ms capaces.

    Y he aqu que estos encargados formarn un gobierno o una administracin... por fa- vor, no hagamos sutilezas con las palabras. Un mnimo de gobierno o de administra-cin lo habr incluso en la sociedad menos organizada; slo debemos estudiar las ma-neras de hacerlo inocuo, de impedir que una minora se apropie del poder en contra dela mayora, obtener que el pueblo ejercite una censura continua y efectiva sobre sus ad-ministradores o delegados.

    Yo reconozco los inconvenientes del sistema parlamentario y deseo eliminarlos, perono deseo volver al despotismo.

    Reconozco psimo el ordenamiento actual de la justicia, pero no vera con gusto elretorno a la ley de Lynch, ni al sistema de la venganza privada; como reconozco loserrores del poder judicial, no querra poner mi libertad en manos del juez togado.

    Reconozco la injusticia de las leyes, pero no querra volver al tiempo en que la volun-tad del principe era ley.

    Quiero, en suma, progresar como un buen positivista, que cree que la sociedad seperfecciona, no se refunde y remodela, ni se hace con una receta de principios abstrac-tos. Estoy convencido de que los socialistas, todos -anarquistas, marxistas y republica-nos- tienen poco ms o menos las mismas aspiraciones, y querra verlos luchar juntos; y, francamente, querra ver algn resultado. Me resultara lamentable morir con la ex-pectativa en que vivo desde hace varios aos.

    MerlinoDel Messaggero del 10 de febrero de 1897.

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    Los anarquistas y las elecciones Saverio Merlino

    Una declaracin ma en el Messaggero del 29 de enero a favor de la lucha poltica

    parlamentaria como medio y estmulo para una vasta y fecunda agitacin popular hadado lugar a una polmica que, de las columnas de ese diario, se ha desplazado hacia laprensa socialista y anarquista. No he respondido sino a uno de mis contradictores. Ma-

    latesta, amigo mo desde hace muchos aos, con quien he acabado siempre, bien quedifirisemos temporalmente -y espero acabar tambin esta vez- por ponerme de acuer-do. A los dems les respondo ahora colectivamente, porque me urge decir todo mi pen-samiento y cerrar, por mi parte, una polmica por dems ingrata.

    Se afirma que la lucha poltica parlamentaria es contraria a los principios socialistasanrquicos.

    La asercin es de aquellas que, expresadas por alguien, pasan de boca en boca y serepiten hasta convertirse en axiomticas dentro de un crculo dado de personas, sinque nadie las haya analizado.

    Entendmonos. Lo que es contrario a nuestros principios es participar en el gobier-no como ministros, como funcionarios, como policas, como jueces, tal vez como legis-ladores... S tambin como legisladores, porque yo sostengo que el diputado o socialis-ta u obrero o revolucionario no debe ser un legislador, sino un agitador. Pero no escontrario a nuestros principios que el pueblo ejercite una injerencia, por indirecta y depoco valor que esta sea, en la administracin de lacosa pblica. Podemos y debemoslamentarnos que esta injerencia hoy sea mnima; que la soberana popular no se ejerzams que durante el cuarto de hora de las elecciones, que luego, al volver a casa los elec-tores -el campesino al arado, el obrero a la fbrica- los elegidos sean rbitros de la cosapblica y dispongan a su guisa de los ms graves intereses del pas. Esto es lo malo, no

    la participacin de una parte del pueblo en las elecciones a diputados y concejales.Pero este mal no se remedia abstenindose de votar, sino ms bien induciendo al

    pueblo ante todo a ejercer con conciencia y vigor la poca autoridad que tiene, y luegoreclamando ms; habitundolo a luchar y prolongando la lucha ms all del breve pe-riodo electoral.

    La lucha poltica debe desarrollarse en el parlamento y fuera de l. Aqu est la dife-rencia entre mi modo de entender y el de los polticos y tambin el de algunos socialis-tas y el de muchos demcratas.

    Para stos, la lucha poltica consiste enteramente en mandar a la cmara el mayornmero posible de diputados del propio partido.

    Para m, en cambio, la eleccin de los diputados hostiles al gobierno no es sino un

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    modo de agitacin popular, y el objetivo de los diputados nos es ya proponer leyes y charlar sobre rdenes del da presentados a la cmara; sino combatir a la mayora par-lamentaria y al gobierno, denunciar al pas las arbitrariedades y las prepotencias y to-mar parte en todas las agitaciones populares, dejndose incluso encarcelar con suselectores.

    Sin embargo, los diputados democrticos de hoy no hacen nada de esto; hacen espe-rar intilmente al pueblo con discursos e interpelaciones, pero evitan cuidadosamentepromover o secundar agitaciones serias.

    El gobierno disuelve asociaciones, prohbe reuniones, pisotea las libertades popula-res. El honorable Cavallotti, a quien preguntaba qu pensaba hacer, responda: hablaren la Cmara.

    Las aulas universitarias son invadidas por policas que maltratan a profesores y estu-diantes. Paciencia: el honorable Cavallotti hablar en la Cmara.

    Las flotas europeas bombardean a los insurgentes de Creta y la diplomacia sofoca elgrito de libertad de los pueblos que gimen bajo la dominacin turca. Consolmonos:Cavallotti hablar en la Cmara.

    Francamente, sta no es una conducta de demcrata, sino de uno que desconfa delpueblo y cree que las grandes y pequeas cuestiones polticas se deben tratar en las al-cobas ministeriales o en esa antecmara del ministerio que es el parlamento nacional.

    Nosotros, en cambio, debemos querer que el pueblo haga valer su voluntad y sus in-tereses contra la voluntad y los intereses de la camarilla dominante, que luche -sobre elterreno poltico como sobre el econmico- por la propia emancipacin; y que mire algobierno, no como a un patrn al que se deben obediencia y pleitesa, sino como a unservidor al que se manda y que se puede despedir cuando no cumpla su deber o cuando ya no haya necesidad de sus funciones.

    Aos atrs, los obreros de nuestras grandes ciudades se avergonzaban de inmiscuir-se en poltica. Los conservadores insinuaban que era deber de los obreros ocuparsenicamente de los propios intereses econmicos y permanecer extraos a toda agita-cin poltica; y a lo sumo les permitan aclamar a los reyes y a los ministros y votar, enlas elecciones generales y municipales, por sus hermticos patronos.

    Fue un progreso que los obreros empezaran a votar por los individuos de su clase, y muchos de ellos concibieron la ambicin de ir al parlamento y a los consejos municipa-les y provinciales; y se logr un progreso mayor cuando, constituido el partido socialis-

    ta, fueron a votar por una gran idea.Todava hoy, multitudes de obreros y campesinos permanecen ligados a los patro-

    nos, que los explotan econmica y polticamente, como trabajadores y como electores.Es quiz contrario a nuestros principios tratar de arrancar a estas multitudes de suservidumbre y arrojarlas en la lucha poltica, incluso cuando sea necesario comenzarpor las elecciones?

    Pero -se dir- si no es contrario a nuestros principios que el pueblo, en lugar de dejarla eleccin de los diputados y de los concejales de la clase dominante, se presentara aser elegido, es ciertamente contrario a nuestros principios aceptar el mandato, ir a la

    cmara o al ayuntamiento, votar las leyes, convalidar los actos del gobierno y partici-par en las expoliaciones del poder.De acuerdo, pero yo repito, se puede ir al parlamento o al ayuntamiento no a gober-

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    nar, sino a combatir al gobierno; no a hacer leyes, sino a demostrar la injusticia de lasleyes que existen; no a mancharnos, sino a gritaral ladrn . Se puede ir al parlamentocomo un obrero, delegado por sus compaeros, va a una reunin de patronos a discutirlas condiciones de trabajo; o como un acusado o su defensor van al tribunal a decir susrazones o las de su cliente, incluso si no reconocen la autoridad de los jueces. En tantoest vigente el actual sistema, el acusado se debe defender, el obrero se debe esforzar

    por obtener condiciones menos duras por parte de los patronos y el pueblo debe prote-gerse de la tirana ponindole dificultades al gobierno.Por poco que valgan las elecciones, sirven para arrancar alguna concesin al gobier-

    no o para imponerle un cierto respeto por la opinin pblica. Y por poco que valga lapresencia de los socialistas o de los revolucionarios en el parlamento, sirve a veces paraimpedir una grave injusticia. Y por poco que valgan las inmunidades parlamentarias,no se puede negar que muchas reuniones se efectan gracias a la presencia de los dipu-tados. Oh! El gobierno restringira con gusto al electorado, el nmero de los diputados y las inmunidades de que stos gozan; y sera feliz si pudiera actuar sin la rmora delos diputados y de las elecciones.

    Los mismos anarquistas abstencionistas reconocen que algn fruto se puede extraerde las elecciones; y aqu en Roma han deliberado acerca de proponer a Galleani para li- berarlo del confinamiento. ptima idea, tambin porque Galleani es un joven inteli-gente, sincero y enrgico, tres cualidades que no se encuentran reunidas en muchoshombres. Pero -digo yo- suponed que tenga xito, renunciar luego para volver alconfinamiento -de donde vosotros deberis sacarlo con una nueva eleccin- y as conti-nuamente?

    Y si no es contrario a los principios votar para liberar a un confinado poltico, sercontrario a ellos votar para impedir que el gobierno nos convierta en otros tantos con-

    finados polticos?El gobierno anuncia para el prximo perodo parlamentario la revisin de la ley so-

    bre el domicilio, una restriccin del electorado y continuar disolviendo asociaciones y prohibiendo reuniones; sus candidatos estn dispuestos a aprobar todo esto, y tal veznuevosestados de excepcin y nuevas masacres de multitudes hambrientas.

    Dejaremos hacer? Permaneceremos como espectadores inermes de una lucha cu- yas consecuencias recaen sobre nosotros? Por poco que nuestra obra sirva para impe-dir el xito de candidatos ministeriales, renunciaremos nosotros? Y, renunciando, nole haremos un favor al gobierno?

    Pero algunos en verdad se complacen con la reaccin. Porque las ideas progresan apesar de las persecuciones, ellos se imaginan que progresan a causa de stas. Hay quien repite lo que escribe Malatesta:el despotismo es preferble al hbrdo sistemaactual .

    Supongamos que el gobierno les tome la palabra y d un golpe de Estado: suprima elparlamento, elimine la libertad de prensa y reduzca a Italia a la situacin poltica deRusia. Dganme sinceramente, amigos mos: La causa del socialismo ganara algo conello? O la lucha por el constitucionalismo absorbera e impedira por muchos aos lalucha por el socialismo, como justamente sucede en Rusia?

    Me dirn: stas a las que os habis referido, son las ventajas de la lucha electoral. A ellas se contraponen daos largamente mayores: la corrupcin, las ambiciones, loscompromisos con los partidos afines.

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    Podra responder que daos de este gnero se verifican en toda obra nuestra: son eltributo que se debe pagar a la imperfeccin de la naturaleza humana.

    Si fundamos un diario, he aqu que surgen ambiciones, envidias, celos y tal vez (si eldiario prospera) un inters econmico en ste o en aquel redactor o administrador.Renunciaremos nosotros, por este inconveniente, a propagar nuestras ideas por me-dio de la prensa?

    Y no dir que la ambicin puede ser til, porque no todos los hombres que luchanpor una idea son movidos a actuar por la pura conviccin de la justicia de su causa.Muchos hroes de las revoluciones pasadas fueron empujados al sacrificio por el deseode hacer hablar de s, por celos, por los problemas financieros en que se vean envuel-tos; y podemos admitir que tambin hoy los hombres practican el bien por una varie-dad de motivos buenos, mediocres y malos.

    En algunas localidades el partido socialista ha salido adelante porque algunos hanadvertido en l un medio de acceder a los ayuntamientos o al parlamento. Mejor quehaya sido as y no que no surgiese en absoluto. Poco a poco se ir depurando; porque lafuerza del socialismo est en esto, que responde a los grandes intereses de la gran ma- yora del pueblo; y cuando ello es as, las ambiciones y las vanidades individuales de- ben ceder y desaparecer.

    Pero es verdad entonces que las elecciones no son sino una escuela de corrupcin?Los que van a votar por un candidato socialista u obrero o revolucionario, desafiandoiras gubernamentales e iras patronales y poniendo algn dinero, no me parece que secorrompan; al contrario, se apasionan por la causa, y el mismo ardor que ponen en lalucha electoral, pueden ponerlo en otro gnero de lucha. No creo que los partidariosfervientes de la lucha electoral deban ser necesariamente tibios revolucionarios.

    Pero la lucha electoral nos obliga a compromisos. Tambin aqu podra responderque compromisos contraemos todos los das, ya sea trabajando para un patrn, ejer-ciendo una profesin, un comercio, notificando a la polica las reuniones pblicas con-certadas por nosotros, mandando al fiscal el primer ejemplar de nuestros diarios, recu-rriendo a abogados que nos defiendan ante los tribunales o entendindonos con otrospartidos para organizar campaas conjuntas. Y si maana, hecha la revolucin, debi-ramos poner en prctica el socialismo, digo y sostengo que estaramos constreidos acontraer compromisos, salvo que quisiramos imponer nuestras ideas a los dems osometernos a las suyas.

    Por otra parte, si nuestra participacin en las elecciones no produjese otra ventajaque la de acercarnos a los partidos afines, hacindonos reconocer lo que puede haberde justo en sus programas y lograr que los partidos afines se acerquen a nosotros, ha-cindoles coincidir por lo menos en una parte de nuestras reivindicaciones y finalmen-te acercarnos a todo el pueblo e inducirnos a tener en cuenta las verdaderas necesida-des, sentimientos y aspiraciones de ste, slo por esto habra que aprobarlo.

    En Alemania, en Francia, en Blgica, el inters electoral ha empujado a los socialis-tas a consagrar una parte de sus fuerzas a la propaganda para ganar a los campesinos ala causa del socialismo. Bastara este hecho para justificar la tctica electoral; porque,quin no ve que sin el concurso de los campesinos una revolucin socialista es imposi- ble y que, en caso de estallar, terminara en un desastre?

    Yo no soy profeta, pero he predicho a mis amigos abstencionistas que (donde no pre-senten candidatos-protesta ) no desarrollarn ni siquiera la propaganda abstencionis-

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    ta.Las elecciones se realizarn, todos los partidos saldrn reforzados, y de vosotros, de

    vuestros principios y de los intereses que os importan, no se hablar. Seris olvidados.Lo repito. los hechos me darn la razn. La abstencin tiene su lgica. Desde el mo-

    mento en que las elecciones no sirven, lo mismo da quedarse en casa. Por otra parte, la

    gente est poco dispuesta a escuchar sermones; y durante la agitacin electoral no seapasiona sino por aquellos principios que toman cuerpo o identidad; que se convier-ten, por as decir, en candidatos.

    Por tanto, si queris que se discuta de anarqua -les he dicho y repetido a mis ami-gos- debis alinearos en pro o en contra de alguno. Con esta condicin vuestra palabraser escuchada; vuestra opinin respetada, admitida o combatida, y de todas manerasdiscutida; vuestra amistad buscada y vuestra enemistad temida.

    Pero los abstencionistas no entienden estas razones. Son doctrinarios y argumentanas:

    El parlamentarismo es contrario a los principios anarquistas. Por tanto debemoscombatirlo con la palabra, esperando que se presente la ocasin de destruirlo con loshechos.

    Si nuestras fuerzas bastan o no para esta obra; si la ocasin se demora y entre tantoel pueblo languidece y se descorazona; si el pueblo sigue o no nuestra iniciativa; sinuestras ideas se pondrn en prctica hoy o de aqu a mil aos; o si, por ventura, sondemasiado simples y abstractas para ser aplicadas, todo esto no nos importa. Afirme-mos las ideas: stas encontrarn el medio de hacerse realidades.

    El pueblo admirar nuestra coherencia y vendr a nosotros. E incluso si no viniese,si nuestras ideas no debieran ser puestas en prctica ni ahora ni nunca, nosotros habr-amos cumplido nuestro deber. Los trminos medios nos debilitan, nos corrompen, nosdividen; slo la verdad, expresada enteramente y sin ambages, nos puede salvar.

    Ante todo, este modo de razonar implica el convencimiento de que ellos slos -losanarquistas abstencionistas- estn en lo cierto, que poseen toda la verdad y que no hay ms que una manera de resolver la cuestin social: la propuesta por ellos.

    En segundo trmino, el razonamiento est radicalmente equivocado. Las ideas no valen por s mismas, sino por la accin que ejercen sobre el destino de los hombres.

    Una verdad que no puede convertirse en actos, no puede ser perfectamente verdade-

    ra; un partido que no logra ganar a las multitudes a su causa, ha equivocado el camino.La lucha debe tener un fin inmediato; cuando tantos millones de nuestros semejantessufren diariamente, es insensato consumir las propias energas en luchas de partido y en enfrentamientos acadmicos.

    El sistema parlamentario quizs no convenga a la sociedad futura; pero entretanto,la lucha electoral nos ofrece medios y oportunidades de propaganda y de agitacin.Tambin tiene inconvenientes, como todas las cosas de este mundo. Mucho dependedel modo en que se lleva a cabo.

    Qu dirn los anarquistas a quien argumentase as: la violencia es contraria anuestros principios; por tanto, no debemos usar la fuerza ni siquiera para defendernuestra vida ?

    Responderan ciertamente que el uso de la fuerza nos es impuesto por las condicio-

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    nes de la sociedad en que vivimos; as respondo yo a sus argumentos contra la luchapoltica parlamentaria.

    Es cierto o no que el uso de los medios legales nos es impuesto en los tiempos ordi-narios, como el de la violencia en las ocasiones extraordinarias?

    Yo digo que s.

    No nos ilusionemos. Sobre cien personas, se pueden encontrar quiz diez capaces deafrontar la muerte en el campo de batalla o en una insurreccin; pero difcilmente seencontrar una dispuesta a afrontar las pequeas persecuciones de todos los das, a ir ala crcel, a hacerse expulsar por el patrn, a ver a su mujer y a sus hijos pasar hambre.

    Y a las poqusimas que resisten estas persecuciones, el gobierno las cuenta, las vigila,las reprime y las dispersa en un momento.

    Un partido verdaderamente revolucionario debe ser comprendido por el pueblo, y esto no se puede conseguir sino mediante una accin que no est expuesta a demasia-dos peligros en tiempos ordinarios. La lucha electoral responde efectivamente a esta

    condicin; y no se puede negar que, por haberla adoptado, el partido socialista ha lo-grado reunir un gran nmero de obreros en sus filas.Por el contrario, los anarquistas han visto las suyas debilitarse, justamente porque se

    han querido obstinar en su prctica abstencionista; y yo no dudo que, si continan obs-tinndose, dejarn incluso de existir como partido; y no se hablar de ellos -como yano se habla- sino cuando al gobierno le de la gana de perseguirlos para liberar su ansiade persecucin.

    Resumiendo, sin creer que la cuestin social pueda ser resuelta por medio de leyes y decretos, estoy por la lucha electoral y parlamentaria, porque no es contrario a losprincipios socialistas y anarquistas el que el pueblo haga valer su voluntad y sus intere-ses de todas las maneras posibles; porque es necesario sustraer a las clases trabajado-ras de su dependencia hereditaria respecto de los propietarios y patronos, impedir quesean tratadas como rebaos en las elecciones y ejercitarlas en las vidas pblica y polti-ca; porque las elecciones ofrecen oportunidad de propaganda, agitacin y protesta con-tra las arbitrariedades y las prepotencias del gobierno, como los mismos abstencionis-tas reconocen son sus candidaturas-protesta ; porque en el momento actual es casi lanica afirmacin que nos es consentida; el gobierno quiere privamos tambin de sta, y seria insensato ceder; porque, en general, tenemos el deber de no perder las liberta-des que nuestros padres conquistaron combatiendo, sino que debemos defenderlasenrgicamente y acrecentarlas; porque, sin creer muy eficaz la obra de los diputadossocialistas, obreros o revolucionarios en la cmara, es en cambio utilsima la accinque pueden y deben desplegar en pro de la causa fuera del parlamento; porque la expe-riencia ha demostrado que eran exagerados nuestros temores en cuanto a la influenciacorruptora del ambiente parlamentario sobre los elegidos de nuestro partido; ms bien, el evidente contraste entre los hombres desinteresados de carcter y que repre-sentan el socialismo y los representantes corrompidos y astutos de la burguesa, nopuede sino conquistar para nuestra causa la simpata de la parte sana de la poblacin;porque, en fin, debemos participar en todas las luchas y agitaciones populares y des-plegar nuestra accin en medio de la masa, no en los pequeos concilibulos de parti-do.

    Puedan estas razones convencer a mis amigos e inducirlos a salir de la reserva que sehan impuesto, para prestar en cambio la contribucin de sus fuerzas a la actual campa-

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    a electoral contra el gobierno y en la defensa de la libertad y la justicia. En cuanto am, repito que mi finalidad, al combatir la estril tctica abstencionista, no ha sido lade satisfacer una ambicin personal y acrecentar en uno el nmero de los diputadossocialistas en el parlamento.

    MerlinoDe Avanti! del 9 de marzo de 1897.

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    Las candidaturas-protesta Errico Malatesta

    Los compaeros de Roma presentan candidato a nuestro amigo Luigi Galleani, quese halla confinado y parece que en otros lugares se han presentado otrascandidatu-ras-protesta . Es difcil y penoso para nosotros decir franca y claramente nuestra opi-nin. Cuando hombres que estimamos y amamos y que han hecho mucho y harn mstodava por nuestra causa, estn presos o confinados y se propone un medio para ha-cerlos salir, cmo se hace para decir, por malo que sea el medio:no, dejadlos dondeestn?

    No obstante, nos esforzaremos y abriremos nuestro corazn. Si alguien nos encuen-tra demasiado intransigentes, que nos perdone en consideracin al hecho de que tam-

    bin nosotros hemos estado en la crcel y confinados; que estamos expuestos a volversiempre, y que podemos permitirnos ser severos con los dems porque tenemos con-ciencia de que sabramos serlo con nosotros mismos. En cuanto a los amigos candida-tos, ciertamente nos lo perdonarn, porque sabrn apreciar nuestros motivos: inclusocon respecto a algunos de ellos, sabemos que estn completamente de acuerdo con no-sotros acerca del tema. Lacandidatura-protesta , especialmente cuando se est segurode que el elegido no querr de ninguna manera hacer de diputado, no es, por s misma,contraria a nuestros principios y tampoco a nuestra tctica; pero es, no obstante, unapuerta abierta al equvoco y a las transacciones. Es el primer caso en una pendienteresbaladiza en la que es difcil detenerse.

    Si se quiere votar por uncandidato-protesta , es necesario ser elector; por tanto, esnecesario inscribirse, y quien no se inscribe es un negligente que no prepara los mediospara alcanzar sus fines. Un paso todava, un pequeo paso, y diremos tambin noso-tros, imitando a los socialistas: no es un buen anarquista quien no se inscribe comoelector. Y cuando se est inscrito y no se tiene a mano uncandidato-protesta , es fuertela tentacin de ir a votar para favorecer a un amigo o para dar un disgusto a un adver-sario. Somos todos hombres y cuesta tan poco ir a poner una papeleta en una urna. Laexperiencia ensea.

    Luego viene la cuestin de la conducta del elegido. Escuchis a Merlino? ste ya se-ala la contradiccin al decir: cuando hayis sacado a Galleani del confinamiento nom- brndolo diputado. deber dimitir para que lo manden de nuevo all y vosotros os di- virtis sacndolo otra vez?

    Estamos seguros que Galleani, si fuera elegido, no ira a Montecitorio o ira slo unmomento para escupir su desprecio en la cara a los diputados, pero esta vez, la raznest de parte de Merlino. Y adems, tendran todos la fuerza de nimo que conocemosen Galleani?

    Las candidaturas-protesta nos han devuelto a algunos compaeros y nos alegramosde corazn. Pero no podemos ocultarnos que stas han hecho a nuestro partido undao grandsimo.

    La candidatura de Cipriani, por ejemplo, consigui liberar a Cipriani; pero fue la queinsinu el parlamentarismo en Romaa y rompi la unidad anarquista de aquella re-

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    gin.Con esto no deseamos criticar a los compaeros de Roma. Al contrario, comprende-

    mos y apreciamos sus generosos motivos. Slo nos lamentamos de que nuestro partidoest en tan tristes condiciones de no poder hacer otra cosa en pro de nuestros proscri-tos que recurrir al medio dbil y peligroso de lascandidaturas de protesta .

    Trabajemos, propaguemos, organicemos y podremos a continuacin obtener, a favorde los nuestros, manifestaciones de la opinin pblica mucho ms significativas y efi-caces que las elecciones.

    MalatestaDe L'Agitazione del 4 de marzo de 1897.

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    Anarqua y parlamentarismo Errico Malatesta

    Los parlamentaristas estn de fiesta, segn ellos, no hay ms abstencionistas por-que... Merlino se ha convertido al electoralismo. Creen que los anarquistas siguen cie-gamente, como a menudo sucede entre ellos, a este o a aquel hombre; nosotros encambio consideramos que Merlino se quedar slo y deber buscar sus colaboradoresfuera del campo anarquista, porque los principios anarquistas se concilian mal con eltrabajo sostenido por l. Consta entretanto que hasta ahora ningn anarquista, que yosepa, ha suscrito las ideas de Merlino.

    Merlino niega que la lucha poltica parlamentaria sea contraria a los principios so-cialistas-anrquicos.

    Entendmonos bien.Lo que es contrario a nuestros principios es el parlamentarismo, en todas sus formas

    y gradaciones. Consideramos que la lucha electoral y parlamentaria educa al parla-mentarismo y termina por transformar en parlamentaristas a quienes la practican.

    Merlino -que parece que todava se considera anarquista y va haciendo continuas re-servas sobre la abolicin plena del parlamentarismo y sustenta la fe novsima de la po-sibilidad de un gobierno que sea servidor del pueblo y al que se pueda despedir cuandono cumpla con su deber o no se tenga ms necesidad de su obra- debera ante todo ex-plicarnos cmo sera suanarqua parlamentaria . Hasta ahora el socialismo anarquis-ta, a fin de cuentas, no ha sido sino elsocialismo antiparlamentario , por qu, enton-ces, continuar llamndolo anarquista?

    La abstencin de los anarquistas no debe confrontarse con la de, por ejemplo, los re-publicanos. Para stos, la abstencin es una simple cuestin de tctica: se abstienencuando creen inminente la revolucin y no quieren distraer fuerzas de la preparacinrevolucionaria; votan cuando no tienen nada mejor que hacer y para ellos lo mejor esel trabajo minoritario, dado que rehuyen, por razones de clase, las agitaciones que pue-den destruir el orden social. En realidad, estn siempre en el buen camino: quieren ungobierno parlamentario y los electores que conquistan ahora les servirn para mandar-los un da a la constituyente.

    Para nosotros, en cambio, la abstencin est estrechamente ligada con las finalida-

    des de nuestro partido. Cuando llegue la revolucin nos negaremos a reconocer losnuevos gobiernos que traten de implantarse, no queremos darle a ninguno un mandatolegislativo; por tanto, tenemos la necesidad de que el pueblo tenga repugnancia a las

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    elecciones, se niegue a delegar en otros la organizacin del nuevo estado de cosas, y que, ms bien, se encuentre en la necesidad de actuar por s mismo.

    Debemos hacer que los obreros se habiten desde ahora -en la medida de lo posible,en las asociaciones de todo gnero- a regular por s mismos sus propios asuntos y nosigan con su tendencia a delegarlos en otros.

    Merlino por ahora dice, todava, que las elecciones deben servir como medio de agi-tacin, que los socialistas elegidos no deben ser legisladores y que la lucha importantese debe librar fuera del parlamento.

    Pero escuchad un poco a sus amigos del Avanti! Ellos son lgicos. Ellos quieren ir alpoder -para hacer el bien al pueblo, no lo dudamos- y por tanto tienen todo el intersen educar al pueblo para que elija diputados, mientras ellos aprenden a gobernar.

    Pero dnde quiere llegar Merlino? Se quedar siempre entre el s y el no, entre elme decido y no me decido?

    l, con su temperamento de hombre activo, se decidir ciertamente -creemos, y lo

    lamentamos de verdad- se decidir por deshacerse de toda reminiscencia anarquista y convertirse en un simple parlamentarista.No faltan los sntomas que indican esa decisin definitiva.En su primera carta al Messaggero la lucha parlamentaria era un simple episodio de

    escasa importancia. En la segunda. las asociaciones de resistencia, las cooperativas y elresto no tienen xito y no se puede hacer otra cosa que ir al parlamento. En su primeracarta, los anarquistas deban mandar a los dems al parlamento, pero no ir ellos; en elartculo del Avanti! ya se dice que los diputados pueden hacer tan buenas cosas que verdaderamente sera una traicin el negarnos a hacerlas tambin nosotros. Y luego sehabla de hacerse arrestar con el pueblo . Cmo perder la magnfica ocasin de sacrifi-carse por el pueblo?

    Merlino -estamos convencidos porque le conocemos- es sincero cuando dice que noquiere ir al parlamento. Pero la lgica de su posicin ser ms fuerte que l, e ir alparlamento... si quieren mandarlo.

    Toda la fuerza de la argumentacin de Merlino consiste en un equvoco. Contraponepor una parte la lucha electoral y por otra la ciencia, la indiferencia y la aquiescenciasupinas a las prepotencias del gobierno y de los patronos; y est claro que, en ese caso,la ventaja corresponde a la lucha electoral.

    De esta manera, sera fcil demostrar que es bueno ir a misa y esperar bondades dela divina providencia, dado que el hombre que cree en la eficacia de la plegaria es supe-rior al idiota que nada desea, nada espera y nada teme.

    Se deduce de todo esto que deberamos ponernos a predicar a la gente que se vaya ala iglesia y confe en Dios?

    La cuestin es otra. Se trata de buscar cul es el camino que -mientras satisface lasnecesidades del momento- conduce ms directamente a los destinos futuros de la hu-manidad; cul es el modo ms til de emplear las fuerzas socialistas.

    No es cierto que sin el parlamento falten los medios para hacer presin sobre el go-

    bierno y poner freno a sus excesos. Al contrario. Cuando en Italia no haba sufragiouniversal, haba una libertad que hoy nos parecera grande; y la violencia gubernativa,mucho menor que la de Crispi y Di Rudini, provocaba una indignacin y una reaccin

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    popular de las que hoy no tenemos ni idea. El mismo sufragio al que dan tanta impor-tancia, ha sido obtenido naturalmente, cuando no haba sufragio; y ahora que lo hay,amenazan con eliminarlo. Efecto milagroso de su eficacia!

    Merlino dice que Malatesta ha escrito que el despotismo es preferible al hbrido sis-tema actual. Si la memoria no me falla, Malatesta escribi que el parlamentarismoaceptado y elogiado no es preferible al despotismo sufrido por la fuerza y con el nimodispuesto a la rebelin. Es una cosa bien distinta, y en esa diferencia est la razn denuestra tctica. Si el gobierno redujese a Italia al estado poltico de Rusia, no debera-mos recomendar la lucha por el constitucionalismo, porque sabemos ya cunto valenlas constituciones y encontraramos modos de luchar por nuestros ideales incluso sinlas migajas de libertad que sirven ms bien para ilusionar a las masas que para favore-cer el progreso.

    Los socialistas parlamentarios, en cambio, empeando toda su actividad en torno ala lucha electoral, se condenan a un trabajo de Ssifo; y cada vez que el gobierno quiereminimizar las libertades polticas y garantas constitucionales, ellos deben dejar delado el programa socialista y volver a serconstitucionalistas. Como prueba de ello, la Liga de la Libertad de los tiempos crispinos, en que Turati, Cavallotti y Di Rudini sehaban convertido en correligionarios y hermanos.

    Por otra parte, el hecho es ste: si en el pas hay conciencia y fuerza de resistencia, sihay partidos extraconstitucionales que amenazan al Estado, entonces el gobierno res-peta el estatuto, extiende el sufragio, concede libertades (para abrir vlvulas de seguri-dad a la creciente presin); y en el parlamento los diputados burgueses, para hacersepopulares, truenan contra los ministros. Si, en cambio, el gobierno ve que los partidospopulares fundan sus esperanzas sobre la accin parlamentaria y que la cosa que msmolestias le da son los diputados socialistas, entonces rechaza el sufragio, cierra el par-

    lamento, viola el estatuto; y si los diputados tienen agallas -cosa rara- de resistir msque por burla, van presos a pesar de la medallita y de la inmunidad.Cuando Merlino dice que los abstencionistas son doctrinarios, y se complace en po-

    ner en boca de stos una serie de razonamientos separados de toda realidad y que con-ducen al ms completo quietismo, entonces Merlino es... menos que sincero.

    Hay, es verdad, anarquistas que se cuidan poco de la viabilidad de sus ideas y limi-tan su objetivo a la defensa de nociones abstractas que consideran la verdad absoluta...alcanzables hoy, o dentro de mil aos, no importa.

    Pero Merlino sabe que esa tendencia no es mayoritaria entre los anarquistas, que enItalia apenas se encontrara la traza de esa posicin, incluso en el exterior, en el fondoslo est representada por unas cuantas personalidades.

    Servirse de la existencia de una tal tendencia para atribuirla a todos los anarquistas y darse as el aire detener razn , puede ser hbil estratagema polmica, pero no es dig-no de quien busca y quiere propagar la verdad.

    Esa tendencia quietista, por el hecho de haber encontrado simpatas en algunoshombres de ingenio y de fama, ha sido ciertamente una de las causas que han detenidoel desarrollo del movimiento anarquista. Merlino y nosotros (y muchos ms), hemoscombatido esta tendencia; y si l hubiese continuado por el camino anterior, an nos

    tendra por compaeros. Pero Merlino, justamente cuando los anarquistas comienzana salir de la crisis y a retomar un trabajo fecundo, reniega de todo lo que l mismo ha- ba dicho; y sin presentar una sola razn nueva que no hubiese sido dicha ya mil veces

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    por los legalistas -y por l mismo refutada- querra que nosotros le siguisemos.Hoy, las crticas que puedo hacer acerca de los errores en que han cado los anar-

    quistas, no tienen ya eficacia, porque no son ms las observaciones de un compaeroexpresadas en bien de la causa comn, sino los ataques de un adversario, que corren elriesgo de no ser tomados en cuenta por considerrselos sospechosos.

    MalatestaDe L'Agitazione del 4 de marzo de 1897.

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    Mayoras y minoras Errico Malatesta

    Me alegro de la prxima publicacin del diario L'Agitazione, y os deseo de corazn elms completo xito.

    Vuestro diario aparece en un momento en que es grande la necesidad de l y esperoque podr ser un rgano serio de discusin y propaganda, as como un medio eficazpara reunir y consolidar las esparcidas filas de nuestro partido.

    Podis contar con mi colaboracin para todo lo que mis fuerzas -sin embargo esca-sas- me permitan.

    Por esta vez -tanto como para desbrozar el terreno de la futura colaboracin- os es-

    cribir algunos puntos que, si en cierto modo me competen personalmente, no dejande tener importancia para la propaganda general.Nuestro amigo Merlino -que, como sabis, se pierde hoy en la intil tentativa de

    querer conciliar la anarqua con el parlamentarismo- en una carta suya al Messaggero,queriendo sostener que el parlamentarismo no est destinado a desaparecer entera-mente y que algo quedar de l, incluso en la sociedad que anhelamos, recuerda unescrito enviado por m a la conferencia anarquista de Chicago de 1893, en que yo soste-na que para algunas cosas el parecer de la mayora deber necesariamente prevale-cer sobre el de la minora.

    La cosa es cierta, y mis ideas no son hoy distintas de las expresadas en el escrito deque se trata. Pero Merlino, tomando una frase fuera de contexto parece sostener unatesis distinta de la que yo sostena, deja en la sombra y en el equvoco lo que yo verda-deramente entenda.

    Hlo aqu: haba en aquella poca muchos anarquistas -y hay todava algunos- queconfundiendo la forma con la sustancia y cuidndose ms de las palabras que de las co-sas, haban elaborado una especie deritual del verdadero anarquista que paralizabasu accin y los arrastraba a sostener cosas absurdas y grotescas.

    As stos, partiendo del principio de que la mayora no tiene el derecho a imponer su voluntad a la minora, concluan que nada se deba hacer nunca si no era aprobado porla totalidad de los presentes. Confundiendo el voto poltico, que sirve para nombrar pa-tronos, con el voto emitido para expresar de modo expeditivo la propia opinin, consi-deraban antianarquista toda clase de votacin. As, si se convocaban unas eleccionespara protestar contra una violencia gubernativa o patronal, o para mostrar la simpatapopular por un suceso dado, la gente vena, escuchaba los discursos de los promotores,escuchaba los de los opositores, y luego se iba sin expresar su propia opinin, porque elnico medio para expresarla era la votacin sobre varios rdenes del da... y votar noera anarquista . Un crculo quera hacer un manifiesto: haba diversas redacciones pro-puestas que dividan los pareceres de los socios; se discuta sin fin, pero no se lograbanunca saber la opinin predominante, porqueestaba prohibido votar , y entonces, o elmanifiesto no se publicaba o algunos publicaban por su cuenta lo que preferan; el cr-culo se divida cuando no haba en realidad ninguna disensin real y se trataba slo deuna cuestin de estilo. Una consecuencia de estos usos, que decan ser garantas de li-

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    bertad, era que slo algunos, con ms facultades oratorias, hacan y deshacan, mien-tras aquellos que no saban o no osaban hablar en pblico y que son siempre la granmayora, no contaban para nada. Mientras la otra consecuencia, ms grave y verdade-ramente mortal para el movimiento anarquista, era que los anarquistas no se crean li-gados por solidaridad obrera, y en tiempo de huelga iban a trabajar, porque la huelgahaba sido votada por mayora y contra su parecer. Y llegaban hasta no combatir a los

    esquiroles, autodenominados anarquistas , que pedan y reciban dinero de los patro-nos -podra citar nombres de ser necesario- paracombatir una huelga en nombre dela anarqua .

    Contra stas y similares aberraciones estaba dirigido el escrito que mand a Chicago. Yo sostena que no habra vida social posible, si en verdad no se pudiera hacer nunca

    nada en conjunto sino cuando todos estuviesen de acuerdo. Que las ideas y las opinio-nes estn en continua evolucin y se diferencian por matizaciones insensibles, mien-tras las realizaciones prcticas cambian a saltos bruscos; y que, si llegase un da en quetodos estuvieran perfectamente de acuerdo sobre las ventajas de una cosa dada, ellosignificara que en la misma todo progreso posible estaba agotado. As, por ejemplo, sise tratara de hacer una va frrea, habra ciertamente mil opiniones distintas sobre eltrazado de la lnea, sobre el material, sobre el tipo de mquinas y de vagones, sobre ellugar de las estaciones, etc., y estas opiniones cambiaran de da en da; pero si se quie-re hacer la va frrea, hay que elegir entre las opiniones existentes, y no se puede modi-ficar cada da el trazado, cambiar de lugar las estaciones y cambiar las mquinas. Y dado que se trata de elegir, es mejor que estn contentos los ms que lo menos, con lasalvedad, naturalmente, de dar a los menos toda la libertad y todos los medios posiblespara propagar y experimentar sus ideas en intentar ser mayora.

    Por tanto, en todas aquellas cosas que no admiten varias soluciones simultneas, o

    en las cuales las diferencias de opinin no son de tal importancia que valga la pena es-tar divididos y actuar cada fraccin a su manera, o en que el deber de solidaridad im-pone la unin, es razonable, justo, necesario, que la minora ceda a la mayora.

    Pero este ceder de la minora debe ser efecto de la libre voluntad, determinada por laconciencia de la necesidad; no debe ser un principio, una ley, que se aplica en todos loscasos, incluso cuando no hay realmente necesidad. Y en esto consiste la diferencia en-tre la anarqua y una forma de gobierno cualquiera. Toda la vida social est llena de es-tas necesidades en que uno debe ceder las propias preferencias para no ofender los de-rechos de los otros. Entro en un caf, encuentro ocupado el lugar que me gusta y voy tranquilamente a sentarme a otro, donde quizs hay una corriente de aire que me mo-lesta. Veo personas que hablan dando a entender que no quieren ser escuchadas y memantengo a distancia, quizs a disgusto, para no incomodarlas. Pero esto lo hago por-que me lo impone mi instinto de hombre social, mi hbito de vivir en medio de las gen-tes y mi inters por no hacerme tratar mal; si procediera de otra manera, aquellos aquienes incomodo me haran sentir pronto, de un modo o de otro, las consecuencias deser grosero. No quiero que los legisladores vengan a prescribirme cul es el modo enque debo comportarme en un caf, ni creo que ellos lograran ensearme aquella edu-cacin que yo hubiese sabido aprender de la sociedad en medio de la cual vivo.

    Cmo hace Merlino para obtener de esto que un resto de parlamentarismo deber

    haberlo incluso en la sociedad que anhelamos?El parlamentarismo es una forma de gobierno en la cual los elegidos del pueblo, reu-nidos en cuerpo legislativo, promulgan, por mayora de votos, las leyes que les place y

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    las imponen al pueblo con todos los medios coercitivos de que disponen.Es una muestra de esta aberracin lo que Merlino querra conservar tambin en la

    anarqua? O bien, dado que en el parlamento se habla, se discute y se delibera -y estose har siempre en cualquier sociedad posible- Merlino llama a esto un resto de parla-mentarismo?

    Pero realmente, eso sera jugar con las palabras, y Merlino est capacitado para em-plear otros y mucho ms serios procedimientos de discusin.No se acuerda Merlino que, cuando polemizbamos juntos contra los anarquistas

    enemigos de todo congreso -porque justamenteconsideran los congresos como una forma de parlamentarismo -, sostenamos que la esencia del parlamentarismo est enel hecho de que los parlamentos crean e imponen leyes, mientras un congreso anar-quista no hace sino discutir y proponer resoluciones que no tienen valor ejecutivo sinodespus de la aprobacin de los mandantes y slo para aquellos que las aprueban?

    O es que las palabras han cambiado de significado ahora que Merlino ha cambiadode ideas?

    MalatestaDe L'Agitazione del 14 de marzo de 1897.

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    Sobre la lnea del anarquismo Errico Malatesta

    Osvaldo Gnocchi Viani, hablando en Lotta di classe acerca de la discusin entreMerlino y yo a propsito de la lucha electoral, dice que nosotros -Merlino y yo-nos he-mos separado del estilo anrquico-individualista y hemos evolucionado hacia el m-todo de organizacin y la accin poltica y, por tanto, concluye que ambos hemos su-frido una evolucin del mismo gnero y que slo diferimos porque uno ha avanzadoms que el otro, y que yo no s y no quierollegar hasta all (esto es, hasta aceptar latctica electoral).

    Todos estos despropsitos seran aceptables por alguien que ignorara completamen-te la historia del movimiento en Italia; pero en un Gnocchi Viani son excesivos y mues-tran hasta qu punto el tomar partido puede nublar el juicio (incluso en los hombresinformados y, de ordinario, ms serenos y ecunimes).

    Separados del tronco anarco-individualista! Pero, cundo Merlino y yo hemos sidoindividualistas? Y qu es ese tronco anarco -individualista? En Italia, durante muchotiempo, todos los anarquistas fueron socialistas; ms bien, el socialismo naci anar-quista, hace hoy casi treinta aos. Gnocchi Viani debe recordarlo. Elindividualismollamado anarquista vino mucho ms tarde y siempre nos tuvo por adversarios, tanto aMerlino como a mi.

    Evolucin hacia el mtodo de la organizacin y de la accin poltica! Pero, quin denosotros ha dejado alguna vez de reconocer y propugnar la suprema necesidad de laorganizacin y de la lucha poltica? Acerca del primer punto, siempre hemos sostenidoque la abolicin del gobierno y del capitalismo slo ser posible cuando el pueblo, or-ganizndose, se ponga en condiciones de hacer frente a las funciones sociales que reali-zan hoy, explotndolas en su provecho, los gobernantes y los capitalistas. Por tanto, noqueriendo gobierno, tenemos una razn ms que todos los dems para ser clidos par-tidarios de la organizacin.

    Y en cuanto al segundo punto, quin ha puesto ms nfasis que nosotros en soste-ner que a la lucha contra el capitalismo hay que unir la lucha contra el Estado, es decir,la lucha poltica?

    Existe actualmente una escuela que por lucha poltica entiende la conquista de lospoderes pblicos mediante las elecciones; pero Gnocchi Viani no puede ignorar que lalgica impone otros mtodos de combate a quien quiera abolir el gobierno y no ya ocu-parlo.

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    Merlino y yo hemos estado de acuerdo en sealar los errores que, en nuestra opi-nin, se haban deslizado en las teoras anarquistas, as como los males que haban afli-gido a nuestro partido (en ese aspecto Merlino ha desarrollado, me complazco en reco-nocerlo, ms actividad que yo). Pero cuando los males que lamentbamos son ya reco-nocidos por casi todos; cuando los errores comienzan a ser rechazados; cuando el par-tido empieza a organizarse en serio y se alientan esperanzas, Merlino cree encontrar la

    salvacin en la tctica electoral -que ha causado tantas desdichas a la causa socialista- y nos deja. Tanto peor. Continuaremos lo mismo sin l.Esto significa haber avanzado un poco ms o un poco menos por el mismo camino, y

    luego, llegados a la bifurcacin, habernos separado, siguiendo uno por un lado y otropor otro. No le parece as tambin a Gnocchi Viani?

    MalatestaDe L'Agitazione del 21 de marzo de 1897.

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    De una cuestin de tctica a unacuestin de principios

    Saverio Merlino

    Nota de Malatesta : Bajo este ttulo hemos recibido de Saverio Merlino el artculo siguien-te, que publicamos con placer.Merlino puede estar seguro de encontrar siempre en nosotros la serenidad y el amor sin lmi-tes por la verdad, que l desea. Por otra parte, convenimos con l en que a menudo los anar-quistas nos hemos mostrado intolerantes y demasiado inclinados a la ira; pero no es necesa-rio por ello, en el entusiasmo de los mea culpa , cargar con todos los errores y olvidar que elejemplo y la provocacin, a menudo han venido de los dems. Sin remontarnos a los tiemposde Bakunin y a las calumnias infames y mentiras desvergonzadas que todava se cuentan a los jvenes que no conocen nuestra historia, nos basta con recordar la manera en que los socialis-

    tas demcratas se han conducido en los ltimos congresos internacionales respecto a losanarquistas, as como ciertos artculos aparecidos, no hace mucho, en la prensa socialista de-mocrtica de varios pases.De todas maneras, en lo posible, buscamos ser justos, a pesar de cuanto hagan y digan nues-tros adversarios.He aqu el artculo de Merlino:

    Veamos si es posible continuar discutiendo serenamente, sin iras ni sospechas, talcomo hemos comenzado. Sera una cosa casi nueva y de tan buen augurio, que deberaalegrarme haber ofrecido a mis amigos la oportunidad de demostrar que el partidoanarquista comienza a educarse en la observancia de los principios que profesa.

    Y, antes que nada, soy yo anarquista?Respondo: si la abstencin es dogma de fe anarquista, no. Pero yo no creo en el dog-

    ma. No creo que la defensa y el ejercicio de nuestros derechos, ni siquiera de los mni-mos, sean contrarios a nuestros principios. No creo que ejerciendo el derecho al voto,que nos es concedido, renunciemos a otros mayores, que se nos niegan y que debemosreivindicar.

    Creo que la agitacin electoral nos ofrece modos y oportunidades de propaganda. alos cuales sera locura renunciar -especialmente en este momento en Italia, dondeprcticamente nos est prohibida toda afirmacin- y creo tambin que no se extraetodo el provecho posible cuando se sostiene la abstencin. Esto lo hemos probado aquen Roma en estos das, cuando por medio de la candidatura de Galleani hemos podidohacer manifestaciones, difundir manifiestos, ganarnos la simpata de muchos que eranhostiles o indiferentes, como no habramos podido hacerlo nunca si hubiramos per-manecido abstencionistas. Por otra parte, no creo en la conquista de los poderes pbli-cos, sostengo que la lucha, tanto por la libertad como por la emancipacin econmica,debe ser librada principalmente fuera del parlamento. La obra de los diputados obre-ros, socialistas y revolucionarios la considero til pero no por s misma sino como apo- yo a la lucha extraparlamentaria. Y si pensando as no me encuentro perfectamente deacuerdo ni con los anarquistas ni con los socialistas-democrticos, lo lamento sincera-mente, pero, puedo desdecirme?

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    En pro y en contra de la participacin en las elecciones, me parece que se ha dichopoco ms o menos todo cuanto se poda decir. Me complace que la disputa haya sidollevada por Malatesta a la esfera de los principios (y, tambin por esto, no me arrepien-to de haberla suscitado).

    Es innegable que en torno a nuestros principios -que son verdaderos, si se los inter-preta rectamente- han pululado muchos errores y muchos sofismas.

    Algunos de stos dicen que los hombres deben hacer todo por s, individualmente;que un hombre no debe hacerse nunca representar por otro; que las minoras no debenceder ante las mayoras (siendo ms probable que se engaen stas y no aquellas); queen la sociedad futura los hombres se encontrarnmilagrosamente de acuerdo o, de locontrario, los disidentes se separarn y cada uno actuar a su guisa; y que toda otraconducta sera contraria a nuestros principios.

    Querra repetir aqu, palabra por palabra, las muy justas y lcidas consideracionesque formula Malatesta en el nmero 1 de L'Agitazione(y no por primera vez), contraese modo de entender la anarqua. Concluye diciendo:

    Por tanto, en todas aquellas cosas que no admiten varias soluciones contempor-neas, o en las cuales las diferencias de opinin no son de tal importancia que valga la pena estar divididos y actuar cada fraccin a su manera, y cuando el deber de la soli-daridad impone la unin, es razonable, justo, necesario que la minora ceda a la ma-yora.

    Sin embargo, creo disentir con l en dos puntos: en primer lugar, Malatesta parececreer que las cosas en las cuales -por varias razones que expone- se hace necesario es-tar de acuerdo, son todas de poca monta. Esta impresin surge de los ejemplos queemplea. Voy a un caf, encuentro ocupados los mejores lugares; lugares; debo resig-

    narme a estar en una corriente de aire o irme. Veo personas hablar bajo: debo ale- jarme para no ser indiscreto , etc. Yo en cambio creo (y quiz Malatesta tambin, perono lo dice) que entre las cuestiones en la que convendr el acuerdo -y, si ste no es po-sible, habr que buscar un compromiso- las hay de ndole muy grave, y tales son justa-mente las cuestiones referentes a la organizacin general de la sociedad y a los grandesintereses pblicos. En la sociedad puede haber alguien que considere justa la vengan-za, pero la mayora de los hombres tiene derecho a considerarla injusta e impedirla.Puede haber una minora que prefiera organizar los transportes por ferrocarril segnun modelo cooperativista, colectivista, comunista o de cualquier otra manera; pero, alno poder adoptar ms que un tipo de organizacin, es necesario que prevalezca el pare-

    cer de la mayora. Puede haber, incluso, quien considere como una vejacin determi-nado procedimiento adoptado para impedir la difusin de una enfermedad contagiosa,pero la sociedad tiene derecho a defenderse de las epidemias.

    La segunda diferencia entre Malatesta y yo consiste en que yo creo poder profetizarque en la sociedad futura la minora, siempre y en todos los casos, se rendir volunta-riamente al parecer de la mayora. Malatesta, en cambio, dice: Pero este ceder de laminora debe ser efecto de la libre voluntad, determinada por la conciencia de la ne-cesidad .

    Y si esa voluntad no existe? Si esta conciencia de la necesidad no existe en la mino-ra? Si ms bien la minora resistiendo est convencida de cumplir con su deber? Evi-dentemente, la mayora -no queriendo sufrir la voluntad de la minora- har la ley,dar a su propia deliberacin (como dice Malatesta a propsito de los congresos), un

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    valor ejecutivo.Malatesta dice ms an; y, a propsito de quin encuentra ocupado el lugar preferi-

    do de un caf o de quien se debe alejar de una conversacin confidencial, manifiesta,si procediera de otra manera, aquellos a quienes incomodo me haran pronto darmecuenta, de un modo u otro, de las consecuencias de mi grosera. Coaccin! Y se trataslo de relaciones individuales con escasas consecuencias. Figurmonos si se tratarade un grave asunto de inters pblico, como aquellos a que me he referido ms arriba!

    Est bien que la coaccin deba ser mnima -y posiblemente ms bien moral que fsi-ca- que se deban respetar los derechos de las minoras e incluso admitir, en algunos ca-sos, la separacin de la minora disidente. Pero, en suma, es slo cuestin de ms omenos; de modalidad y no de principios.

    En los casos en que resulte til y necesario -digo yo- no es contrario a los principiosanarquistas ni el llegar a una votacin ni el proceder a la ejecucin de las deliberacio-nes tomadas; y cuando no puedan hacerlo los interesados directamente (por razonesde nmero o de capacidad), tampoco es contrario a los principios anarquistas que -to-madas las debidas precauciones contra los posibles abusos- dichas funciones sean de-legadas.

    Por tanto, concluyo:O se cree en la armona providencial que reinar en la sociedad futura, y entonces

    est equivocado Malatesta y tienen razn los individualistas; o Malatesta tiene razn,no se tiene derecho a decir que toda representacin todo acto mediante el cual el pue- blo confe a otros el cuidado de sus intereses, es contrario a nuestros principios.

    Me parece difcil esquivar este dilema.Merlino

    De L'Agitazione del 28 de marzo de 1897.

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    Sociedad autoritaria y sociedadanrquica

    Errico Malatesta

    Sin duda, Merlino dice muchas cosas justsimas que tambin decimos nosotros; peroal afirmar ideas generales sobre las necesidades de la vida social, pierde de vista -anuestro parecer- la diferencia entre autoritarismo y anarquismo y las razones de dichadiferencia. De modo que todo su argumentar podra servir muy bien para sostener lanecesidad de un gobierno y, por tanto, la imposibilidad de la anarqua.

    Establezcamos rpidamente cules son los puntos en los que estamos de acuerdo, demanera que, ni Merlino ni otro a quien plazca polemizar con nosotros, pierda el tiempo

    en combatimos a causa de ideas que no sustentamos, y slo logre as desperdiciar susenergas en cerrar puertas que estn abiertas.Nosotros pensamos que en muchos casos la minora -incluso cuando est convenci-

    da de tener razn- debe ceder a la mayora, porque de otra manera no habra vida so-cial posible, y fuera de la sociedad es imposible toda vida humana. Sabemos muy bienque los casos en que no se puede alcanzar la unanimidad y que es necesario que la mi-nora ceda, no son los casos de menor importancia, sino que son, especialmente, los deimportancia vital para la economa de la colectividad.

    No creemos en elderecho divinode las mayoras, pero tampoco creemos que las mi-noras representen, siempre, la razn y el progreso. Galileo tena razn contra todossus contemporneos; pero hay todava quienes sostienen que la Tierra es plana y que elsol gira a su alrededor, y nadie dir que tienen razn porque se han convertido en mi-nora. Por otra parte, si es verdad que los revolucionarios son siempre una minora,tambin estn siempre en minora los explotadores y los esbirros.

    As estamos de acuerdo con Merlino en admitir que es imposible que cada hombrehaga todo por s mismo, y que, incluso si fuera posible, sera sumamente desventajosopara todos. Por tanto, admitimos la divisin del trabajo social, la delegacin de las fun-ciones y la representacin de las opiniones y de los intereses propios confiada a otros.

    Y sobre todo rechazamos como falsa y perniciosa toda idea dearmona providencial y de orden natural en la sociedad, porque creemos que la sociedad humana y el hom- bre social mismo son el producto de una larga y fatigosa lucha contra la naturaleza, y que si el hombre cesara de ejercitar su voluntad consciente y se abandonara a la natu-raleza recaera pronto en la animalidad y en la lucha brutal.

    Pero -y aqu est la razn por la que somos anarquistas- queremos que las minorascedan voluntariamente cuando as lo requiera la necesidad y el sentimiento de solidari-dad. Queremos que la divisin del trabajo social no divida a los hombres en clases y haga a unos directores y jefes, exceptuados de todo trabajo ingrato, y condene a losotros a ser las bestias de carga de toda la sociedad. Queremos que delegando a otrosuna funcin, esto es encargando a otros de un trabajo dado, los hombres no renunciena la propia soberana y que, donde sea necesario un representante, ste sea el portavozde sus mandantes o el ejecutor de sus voluntades, y no ya quien hace la ley y la hace

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    aceptar por la fuerza, y creemos que toda organizacin social no fundada sobre la libre y consciente voluntad de sus miembros conduce a la opresin y a la explotacin de lamasa por parte de una pequea minora.

    Toda sociedad autoritaria se mantiene por coaccin. La sociedad anarquista debe es-tar fundada sobre el acuerdo mutuo: en ella es necesario que los hombres sientan viva-mente y acepten espontneamente los deberes de la vida social y se esfuercen por orga-nizar los intereses discordantes y por eliminar todo motivo de lucha intestina; o al me-nos que, si se producen conflictos, stos no sean nunca de tal importancia como paraprovocar la constitucin de un poder moderador, que con el pretexto de garantizar la justicia a todos, reduzca a todos a la servidumbre.

    Pero si la minora no quiere ceder? Dice Merlino, si la mayora quiere abusar de lafuerza? Preguntamos nosotros.

    Es claro que en un caso como en el otro no hay anarqua posible.Por ejemplo nosotros no queremos polica. Esto supone naturalmente que pensamos

    que nuestras mujeres, nuestros hijos y nosotros mismos podemos andar por las callessin que nadie nos moleste, o al menos que si alguno quisiera abusar de su fuerza supe-rior con nosotros, encontraremos en los vecinos y en los paseantes una proteccin ms vlida que en un cuerpo de polica pagado para ello.

    Pero si en cambio bandas de malhechores van por las calles insultando y apaleandoa los ms dbiles y la poblacin asiste indiferente a tal espectculo? Entonces natural-mente los dbiles y aquellos que aman la propia tranquilidad invocaran la institucinde la polica y sta no dejara de constituirse. Se podra quiz sostener que, dadas esascircunstancias, la polica sera el menor de los males; pero no se podra decir, cierta-mente, que se vive en anarqua. La verdad sera que cuando hay tantos prepotentes de

    un lado y tantos bellacos del otro, la anarqua no es posible.Ms bien es que el anarquista debe sentir fuertemente el respeto de la libertad y del bienestar de los otros, y debe hacer de este respeto el objetivo preciso de su propagan-da.

    Pero, se objetar, los hombres hoy son demasiado egostas, demasiado malos pararespetar los derechos ajenos y ceder voluntariamente a las necesidades sociales.

    En verdad, nosotros siempre hemos encontrado en los hombres, incluso en los mscorrompidos, una tal necesidad de ser estimados y amados y, en circunstancias dadas,tanta capacidad de sacrificio y tanta consideracin por las necesidades de los otros

    como para esperar que, una vez destruidas con la propiedad individual las causas per-manentes de los ms grandes antagonismos, no ser difcil obtener la libre cooperacinde cada uno al bienestar de todos.

    Sea como sea, los anarquistas no somos toda la humanidad y no podemos cierta-mente hacer solos toda la tarea para la realizacin de nuestros ideales intentando eli-minar la lucha y la coaccin en la vida social.

    Y despus de esto tiene razn Merlino al sostener que el parlamentarismo no puededesaparecer completamente y que deber quedar algo incluso en la sociedad que noso-tros anhelamos?

    Creemos al llamar parlamentarismo o proyecto de parlamentarismo a ese inter-cambio de servicios y a esa distribucin de las funciones sociales sin las cuales la socie-dad no podra existir, es alterar sin razn el significado aceptado de las palabras y no

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    puede sino oscurecer y confundir la discusin.El parlamentarismo es una forma de gobierno; y un gobierno significa poder legisla-

    tivo, poder ejecutivo y poder judicial; significa violencia, coaccin, imposicin por lafuerza de la voluntad de los gobernantes a los gobernados.

    Un ejemplo esclarecer nuestro concepto.

    Los varios Estados de Europa y del mundo estn en relacin entre ellos, se hacen re-presentar los unos ante los otros, organizan servicios internacionales, convocan con-gresos, hacen la paz o la guerra, sin que haya ungobierno internacional , un poder le-gislativo que haga las leyes a todos los Estados y un poder ejecutivo que se imponga atodos.

    Hoy las relaciones entre los diversos Estados estn todava en gran parte fundadassobre la violencia y sobre la sospecha. A las supervivencias atvicas de las rivalidadeshistricas, de los odios de raza y religin y del espritu de conquista, se agrega la com-petencia econmica, y cada da los grandes Estados hacen la violencia a los pequeos.

    Pero quin osara sostener que para remediar este estado de cosas sera necesarioque cada Estado nombrase representantes, los cuales, reunidos, establecieran entreellos, por mayora de votos, los principios de derecho internacional y las sanciones pe-nales contra los transgresores y que poco a poco legislaran sobre todas las cuestionesentre Estado y Estado y tuvieran a su disposicin una fuerza para hacer respetar susdecisiones?

    Esto sera el parlamentarismo extendido a las relaciones internacionales; y lejos dearmonizar los intereses de los diversos Estados y destruir las causas de los conflictos,tendera a consolidar el predominio de los ms fuertes y creara una nueva clase de ex-plotadores y de opresores internacionales. Algo de este gnero existe ya en germen enel conceptode las grandes potencias y vemos sus efectos liberticidas.

    Y todava dos palabras sobre el concepto deabstencionismo electoral .Merlino sigue hablando de la actividad propagandstica que se puede desplegar por

    medio de las elecciones; pero no piensa en lo que se podra hacer si, rechazando la lu-cha electoral, se llevase esa actividad sobre otro campo ms consonante con nuestrosprincipios y nuestros fines.

    Merlino no cree en la conquista de los poderes pblicos; pero nosotros no querra-mos esa conquista, ni para nosotros ni para los dems, ni an si la creysemos posible.Somos adversarios del principio de gobierno y no creemos que quien fuera al gobiernose apresurara luego a renunciar al poder conquistado. Los pueblos que quieren la li- bertad demuelen las Bastillas; los tiranos en cambio, piden entrar y fortificarse, con laexcusa de defender al pueblo contra los enemigos. Por tanto nosotros no queremos queel pueblo se acostumbre a mandar al poder a sus amigos, o pretendidos tales, y a espe-rar la emancipacin de su ascensin al poder.

    La abstencin para nosotros es una cuestin de tctica; pero es tan importante que,cuando se renuncia a ella, se acaba por renunciar tambin a los principios. Y esto por lanatural conexin de los medios con el fin.

    Merlino se lamenta de no estar completamente de acuerdo ni con nosotros ni con lossocialistas democrticos; pero dice que no se puede desdecir. No le pedimos cierta-mente que se desdiga, contra sus convicciones y contra su conciencia. Pero nos permi-timos hacerle una observacin.

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    Una tctica, por buena que sea, no vale sino cuando es captada por aquellos que de- beran practicarla. Ahora, con razn o sin ella, nosotros y todos los anarquistas no que-remos saber nada de la tctica propuesta por Merlino. No es mejor que l est con no-sotros, con quienes tienen ideales comunes y medios principales de lucha tambin co-munes, mejor que gastar sus fuerzas en una tentativa que permanecer estril, estamosseguros, a menos que l renuncie a la anarqua y busque sus partidarios entre los ad-

    versarios nuestros y suyos? MalatestaDe L'Agitazione del 28 de marzo de 1897.

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    Pocas palabras para cerrar unapolmica

    Saverio Merlino

    Me parece que nos estamos acercando. En una sociedad organizada segn los princi-pios del socialismo anrquico, las minoras debern, en las cosas de grave inters co-mn indivisible, ceder al parecer, o digamos mejor, al querer de las mayoras; pero lasmayoras no debern abusar de su poder daando los derechos de las minoras. Sin uncompromiso de este gnero, la convivencia no sera posible.

    Hasta aqu estamos de acuerdo.Pero si una minora no quiere doblegarse al parecer de la mayora en una de estas

    cuestiones? Vosotros decs que en este caso no se podr ya estar en anarqua. Por tantola voluntad de una pequea minora, incluso de un solo hombre, podr hacer que laanarqua -como vosotros la entendis- no se aplique en absoluto. Un puado de mato-nes o de reaccionarios o de excntricos o de neurticos, incluso un solo individuo po-dr impedir que funcione el sistema anrquico, solamente con decir que no; negndosea ceder voluntariamente a la mayora. Y como algn ruin siempre lo habr en cualquiersociedad, la consecuencia de vuestro razonamiento es que la anarqua es algo muy grande y bello, pero no existir jams.

    Yo en cambio tomo la anarqua con un sentido menos absoluto. No pongo la intran-sigencia que ponis vosotros. La idea anarquista para mi comenzar a practicarse mu-cho antes de que los hombres alcancen el estado de perfeccin por el cual, compenetra-dos de las ventajas de la asociacin, cedern voluntariamente los unos a los otros. Ellanos debe sugerir desde ahora modos de proveer a los intereses comunes y de resolverlos conflictos que puedan nacer, sin autoridad, sin centralizacin, sin un poder consti-tuido en medio de la sociedad, capaz de imponer la voluntad propia y los propios inte-reses a la multitud de sujetos.

    Esta es la nica anarqua viable incluso a corto plazo; slo de ella vale la pena ocu-parse.

    Tomemos los ejemplos adoptados por vosotros; decs:en una sociedad anarquistano puede haber polica. Pero para que no haya polica, es necesario que los hombres serespeten mutuamente, que un hombre de bien pueda caminar por las calles sin miedoa ser atracado o al menos, con la seguridad de ser defendido por los vecinos y viandan-tes si es agredido por uno ms fuerte que l. Si los dbiles temieran ser atacados en la va pblica, pediran polica para que los protegiese y la anarqua desaparecera.

    Exponis el dilema: o ninguna forma de defensa social o colectiva contra el delito-salvo la defensa fortuita de la muchedumbre- o bien la polica, el gobierno, el orden decosas actual.

    Yo en cambio creo que entre el sistema actual y el que presupone el cese del delito

    hay lugar para formas intermedias -para una defensa social que no sea la funcin de ungobierno, pero que se ejercite, en cada localidad, bajo los ojos y el control de los ciuda-danos como cualquier servicio pblico de higiene, transporte, etc.- y por tanto no pue-

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    da degenerar en opresin y dominacin.Preparar estas formas, y hacerlas prevalecer sobre la forma autoritaria actual u otras

    similares, es justamente la tarea de los socialistas anrquicos. Pero esta tarea no la eje-cutarn si dicen: la anarqua no es posible cuando la sociedad tiene la necesidad deluchar contra el delito.

    Entre las relaciones entre los pueblos vosotros decs:los Estados hoy hacen la paz yla guerra, observan ciertas normas de justicia en sus relaciones (derecho de de gen-tes, etc.). Sin un gobierno, un parlamento, una polica internacional. Cmo no os daiscuenta de que el gobierno de los gobiernos existe, y es de aquella potencia de dondeconsiguen el mayor nmero de caones y el mayor nmero de hombres para cargarlos y defenderlos? Cmo no os dais cuenta de que las relaciones actuales entre pueblosson embrionarias, los tratados de comercio, las convenciones postales, sanitarias, mo-netarias, y el as llamado derecho de gentes, son las primeras lneas de una organiza-cin de los intereses internacionales que se ir desarrollando cuando los Estados ac-tuales hayan cesado de existir?

    Nosotros debemos trabajar para que esta organizacin sea hecha en forma federativa y libertaria; no negar la necesidad y la utilidad. A mi me parece que vosotros permane-cis a medio camino entre el individualismo y el socialismo.

    Dejadme ahora volver a la cuestin de principios a la de la tctica.En el artculo de fondo del nmero 3, vosotros os ocupis de las recientes elecciones

    y decs: Nos alegramos mucho del triunfo de los socialistas, porque, si bien excepcio-nal, demuestra siempre que la idea del socialismo avanza, que crece el nmero deaquellos que se rebelan a las rdenes del patrn, del cura y del carabinero y que esta Italia no es ya realmente aquella tierra de muertos que pareca ser en estos ltimos

    aos.Preciosa confesin que en realidad me ha maravillado. Vosotros abstencionistas, quepredicis que un pueblo que vota abdica su soberana en la minora, ahora en cambio veis nada menos en el voto reciente de los electores italianos una rebelin a las rdenesdel patrn, del cura y de la autoridad, una afirmacin tan importante de los derechos y de las aspiraciones del pueblo, que exclamis jubilosos que por estas elecciones ha que-dado probado no ser Italia esatierra de muertos que era estos ltimos aos.

    Os parece poco esta demostracin?Poned si queris en la cuenta del parlamentarismo los compromisos, el difuminar de

    los programas, la corrupcin, etc. Estos males no podrn jams hacer contrapeso a lainmensa ventaja de haber sentido batir el alma de un pueblo que, como vosotros decs,pareca muerto y resignado a la quietud de la tumba.

    Ahora, si a vosotros est permitido decir despus de las elecciones que stas han lo-grado una esplndida afirmacin del socialismo, no se me puede negar el decir antesde las elecciones que era necesario votar. Si no obstaculiza a los principios anarquistasque vosotros os congratulis del triunfo de los socialistas, no debe tampoco obstar elque yo declare que lo deseaba. Vuestras congratulaciones no habran llegado, si algunono hubiese trabajado para el triunfo del socialismo en las elecciones. Y yo no me equi- voco, si me obstino en sostener que los anarquistas pueden hacer bastante ms que mi-rar y congratularse del triunfo de los dems.

    Al gobierno no le basta para continuar existiendo la fuerza material de las bayonetas:

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    necesita tambin una fuerza moral que intenta conseguir en las elecciones una apa-riencia de consentimiento popular. Y la adquisicin de esta fuerza moral nosotros de- bemos intentar quitrsela, porque reducido a la sola fuerza material, nosotro