edición 77 color

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    Insensato! Qu has hecho!? Habamos acordado otra co-sa! El vecino, visiblemente contrariado, replic: Lo s,el acuerdo me pareci correcto, pero durante la noche el

    espritu de venganza me visit y no tuve alternativa. Mesiento sumamente apenado.El amo del perro fue rpidamente hacia la cueva

    donde moraba el espritu y lo increp: Ruin y mseroespectro, como has podido mancillar el trato que tenamoscon mi vecino! Por qu vienes a importunar el mundo de loshombres! El espritu de venganza se asom por la entradade la cueva y, con una tenue sonrisa, respondi: No te con-

    fundas, pastor. No acto por conveniencia. Solo me dedicoa visitar a quienes encuentro atribulados e iracundos. Lased de sangre de tu especie me resulta curiosa. En fin, tuvecino me dej entrar a su hogar ni bien me avist y luegode unos minutos de escucharme, decidi seguir mi consejo.El hombre qued pensativo un momento y luego se marchsin decir palabra.

    Con el tiempo, ambos pastores

    tuvieron una amplia y prspera descen-dencia. Sus familias se volvieron enemi-gas mortales y cada tanto puede verse al espritu,como invitado de honor, en sus respectivascasas.

    N 77Elenco

    Por Psico

    2

    Editorial

    Director:

    Juan V. Soto

    Diseo:

    Drebo yJuan V. Soto

    Diagramacin:

    Sergio M.Alvarez

    Tapa:

    Tango librepor Adrin

    Magarzo

    Dibujosinteriores:

    Objetosfractales, Drebo

    y AdrinMagarzo

    Ilustracin

    pginas 8 y 9:Cordero por

    Jos Luis Soto

    Textos:

    Los que firman

    3

    os humildes pastoreseran vecinos en la cam-pia helvtica. Ambosse dedicaban con ahnco

    a la cra de su ganado; esforzados

    trabajadores del campo, donde el sa-crificio es ley y el descanso exiguo.Un trgico da empa la gra-

    ta relacin que mantenan cuando, elperro de uno de los pastores, mat ados ovejas del otro. Sin dudarlo unmomento, el amo del can se dirigia su par, una vez comprobado el

    hecho y le dijo: Vivimos frugalmen-te y no hemos de permitir que estesuceso contamine la vida que lleva-mos. Maana mismo he de traertecuatro de mis mejores borregos yhabr de suministrarte alimento pa-ra ellos, durante dos aos. El dueode las ovejas muertas consider jus-

    to el trato y se dieron la mano parasellar el acuerdo.

    Grande fue la sorpresa delpastor que ofreci sus borregos,cuando al da siguiente encontrmuerto a su perro. Las heridas ha-ban sido producidas, innegablemen-te, por un cuchillo. Con prontitud

    se dirigi a amonestar a su vecino:

    Espritu devenganza

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    Por Juan Vctor

    ra una tarde fra cuando Kusij, tambin co-nocido como Kuchiki, hijo del Pescador deHombres, caminaba alegremente por los vallesaledaos a las montaas que an conservan

    los nombres de las antiguas deidades. Abrigado con unponcho, con la cabeza cubierta por el calor de las llamas,Kusij visitaba asiduamente esos valles que les permita com-

    prender mejor las maravillas que les narraba su padre: elsilencio de los dioses, la eternidad, los duendes, las vocesextraas que vienen con el ro y esos pastores quevenan de la Puna.

    El nio era inquieto en su pensamiento y,aunque su cuerpo pareca relajado y adormecido,sus ojos jams encontraban reposo. Cuentasu madre, con mucho orgullo, que

    Kusij pasaba noches aprendindoseuno a uno los nombres de las estrel-las y los ros. No reparaba en gas-tos este nio a la hora de usar suimaginacin. Seguramente era la necesi-dad de un espritu que no da por sentadoningn sentido. Espritu a las que las respuestas nole parecen ms obvias que las preguntas. Qu es lo quediferencia al sol de las nubes?, se interrogaba. Cmo esposible que el agua del ro y la tierra se unan y separanconstantemente sin ser lo mismo? Qu hace al cielo msimportante que a la tierra, si la luna nace de las montaas yse duplica en los grandes lagos? Kusij haca pequeos nudoscon tales preguntas. Los nudos no podran ser desatadosjams por el viento ni los duendes. Ni el sol que rasga supiel podra daarlos.

    Tambin recolectaba piedritas que encontraba a lo

    largo de su extensa caminata. No las elega por azar ocapricho. A veces, eran los colores y las formas las que lellamaban la atencin. Otras veces, senta que esas piedritaslo llamaban, queran irse con l como si las montaas se

    quisieran transportar a travs de ellas con Kusij. O simple-mente se las llevaba por su afn de jugar con ellas, porquela vida al final de cuentas, pensaba, no es ms que un juego.Las piedras adems tenan un valor muy especial que luegocomprendera mejor con el acontecer de su vida. Con ellasconstruira el hogar para sus hijos, cazara aves con elpermiso de la Pachamama, molera el maz, se defendera delos agresores, jugara con sus hijos.

    Kusij tena una gran predileccin por las achakanas,pequeas flores que crecen entre las piedras de las mon-taas y tienen un rico alimento en su interior. A pesarde sus espinas y su color verdes que las hacen parecidas

    a las plantas, para Kusij slo son un alimento sagradoen el cual se conserva el agua que tanto escasea en

    aquellas ridas montaas y altiplanos. Frecuen-temente, selecciona entre ellas las ms

    sobresalientes para obsequirselas asu madre, que posee amplios conoci-

    mientos sobre recetas y medici-nas y tambin tiene el talento de

    saber decorar su hogar. Por supuesto,el nio se dirigi a su casa, sabiendo

    que podra recibir una grata recompensa de su madrepor la recoleccin de nuevos especmenes.

    Todava en camino a casa, Kusij se detuvo a contem-plar cmo an las plantas ms bellas se inclinan sumisamenteante la inmensidad del cielo. Tambin las estrellas, dciles enel firmamento, parecan ovejas reposando en Hanan Pacha,la Tierra de Arriba. Esas ovejas que guan a los pastoresen su peregrinaje por esta tierra. Una tierra que reluce pors misma de armona, aunque slo de Hanan Pacha emanentanto los ros, con una meloda que fecunda a las flores ylos pastos, as como las lluvias de fuego. La tierra y el

    Pastor de hombres

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    Por Paola Vaggio

    Un secreto

    l ao pasado me compr una fiambrera deacero inoxidable que mantiene el calor. Estoya lo sabis. No puedo usar una de plsticoporque en mi trabajo no nos dejan calentarnos

    la comida en el microondas. No s si estn vulnerando al-gn derecho del trabajador porque tampoco nos dejan tenerrepresentante sindical. Microondas + representante de los

    trabajadores = peste.Siempre he querido comer en casa al medioda, pero

    jams lo he conseguido. Es mi pequeo sueo sin cum-plir. De pequea no poda porque mis padres

    trabajaban y tena que quedarme en elcomedor del colegio. Ahora que tengo34 aos recin cumplidos, tampocopuedo volver a casa a comer porque

    mi lugar de trabajo queda demasiadolejos. Por eso, mi fiambrera es ms

    que un recipiente para conservar losalimentos calientes; mi fiambrera es un

    pedazo de hogar enfrascado y templado.Extiendo una servilleta de hilo que hace de

    mantel. Coloco los cubiertos a un lado.Abro la tapa. De dentro sale mi

    mam, que me ha venido a bus-car por sorpresa al colegio,tan guapa como siempre, consu traje de chaqueta y sustacones, y me lleva a comera casa mi plato preferido:macarrones gratinados.De dentro sale mi no-via, la detective Carol

    Blenk, que me espera en casa para comer, con una copa devino blanco, un cigarrillo en los labios y una tapita de acei-tunas. De dentro sale mi amigo Ike, que me lleva a Lisboa

    a comer sardinas en pleno barrio de La Alfama. Mientras,hablamos de la vida y de aquel verso de Pessoa: viajar,perder pases, ser otro constantemente.De dentro salen misamigas Gema y Chelo de Madrid, que me invitan a comeren su casa, a la que puedo llegar en bici cruzando el Retiro.

    Si se enteran de que mi fiambrerano es nicamente un recipiente deacero inoxidable para conser-

    var mi comida caliente. Si seenteran de que gracias a ellasueo, me alimento, recuerdoy viajo, el siguiente paso serprohibrmela. As que esto eslo ms parecido a un secreto.

    Para maana tengo lomoadobado. Mientras lo frea he te-

    nido un momento Proust con sus ma-dalenas: el olor del lomo me ha llevadohasta la fiesta hippie de Sant Francescde Formentera. He vuelto asaborear aquel bocadilloque nos jalamos en laplaza mientras so-naban los Doors y

    que ola tan bien.Maana, a las13:30, abrir latapa de mi fiam-brera y estaren una isla.

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    Pods participar de La Quimera escribiendo a:

    [email protected]

    Tambin pods leer las anteriores revistas y agregarnos

    al Facebook escribiendo a:[email protected]

    apo y yo observamos con estupefaccin loque el visitante nmero dos sealaba. Nues-tros rostros reflejaban la sorpresa. Vivamosen el edificio eternamente, ya habamos ha-

    bituado nuestras miradas a las transformaciones del paisa-je. Cuando el clima cambi y se hizo clido los animales

    comenzaron a perder sus pelajes y exhibieron pieles finasde colores que pronto se fueron endureciendo y arrugandopor el sol. Con nuestros ojos, soles y lunas, vimos florecery fallecer millones de pueblos de numerosas especies, todoesto desde la misma ventana de este edificio que habamosconstruido con nuestras propias manos y que sobrevivi aladvenimiento de la ciudad. Nuestro visitante nmero dos,una piel roscea con pequeas manchas marrn que se

    esparcan graciosamente sobre su rostro y manos, porqueel resto de ella estaba cubierta por una tela insulsa, sealcon curiosidad una chimenea del siglo XIX. El siglo XIX quepara nosotros es un suspiro, una mala pesadilla, como losanteriores siglos, aos, tiempos. La chimenea giraba con elviento y se levantaba, a pesar de ella misma, sobre una casadesvencijada en medio de los edificios. Me puse en pie, conla boca abierta observando la chimenea, por encima de ella

    pasaron dos pjaros negros a toda velocidad y se escon-dieron tras los edificios, la sombra de una estructura msgrande que nosotros se proyect sobre ella y mis ojos sellenaron de lgrimas. Qu sucedi con los colores, aromasy vientos que adornan las tierras circundantes a nuestro ho-gar? Alarmado, Napo despidi a los visitantes y tratando detranquilizarme me dijo que no haba forma de saber cuntohaba pasado, nosotros seramos siempre seres sin tiempo.

    Por Oriana Corts Por Gabriela Carrin

    Correlativo objetivoEternidad

    De la absoluta visin /cascaritas.

    yer me recordaste ser o no ser y me vi tanmuda. El silencio es slo un punto o nudoen la red que me pez. Pasadizo no, pantanoo me empantano. Me incomunico, pero me

    incomunico toda. No puntual. Comienza a sucederme esoque tan bien explica Clarice. Clarice dos puntos. En mes explosin que resuena hueco. Me caigo dentro cuandoquisiera ser un salto, aunque ms no sea un mal salto.

    Si supieras que dentro mo hay un zoo. Si supierasalto en largo. Si aprendiera a mostrarte los caballos quevan para que llegues.

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