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Es poca la distancia geográfica entre las dos masas poblacionales, pero es inmenso el abismo que las divide en lo político, lo económi-co y lo social. “Así ha sido toda la vida. La realidad no ha cambiado nunca”. Uno de los conglomerados es la ciudad de Matagalpa, cen-tro de gestión político-administrativa departamental y municipal, donde los operadores del “Poder” toman las decisiones...

Un panorama impresionante de los campos, que enlo-quecería al mejor de los muralistas, se aprecia desde su parte más alta. Ese bonito espectáculo de la natura-leza se combina con la persistente actitud positiva que poseen las 140 familias que habitan la comunidad, para enfrentar las limitaciones...

Si de algo están claros es que solos no llegarían a ningún lado... No se conseguiría educación, salud, créditos, apoyo a la agricultura, comercialización, carreteras... Y sin estos logros materiales tampoco se alcanzaría la satisfacción espiritual de los habitantes de las comunidades. Sin una organización sólida...

No le siguió “gustando la idea de sembrar largo de la casa”. En 2007 tuvo una experiencia negativa con la siembra de papa en el ciclo de apante. Sacó un présta-mo de diez mil córdobas para comprar diez quintales de semilla y sembrar media manzana.

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La Tres Pinos Mi Cooperativa es una producción de la Asociación para la Diversificación y el Desarrollo Agrícola Comunal (ADDAC).Dirección: Hotel Bermúdez, 2 C. Este, 1 ½ C. Norte / Teléfonos: 27725245 - 27727375 - 27727108 / www.addac.org.ni / [email protected] / Matagalpa - Nicaragua

Redacción, edición, arte y diseño: Frank García, miembro de CESOS / [email protected] / 86547918

Lo que hoy es la Cooperativa de Servicios Múltiples “Tres Pinos” R.L. fue un pequeño proyecto de tres años que inició en 1998 con financiamiento de la Fundación Kellogg de Estados Unidos. Fue un proyecto que mostró desde el inicio mucha eficiencia y dis-ciplina organizativa; Piedra de Agua, El Carrizo y Llano Grande son comunidades ancestrales que mantienen sus naturales formas de comunicación y de liderazgo. Esas virtudes motivaron a AD-DAC a no abandonar ese proceso y por eso siguió apoyando a estas familias que se entusiasmaron con la posibilidad de resolver sus problemáticas de Agricultores y Campesinos Pobres. A partir de 2000, ADDAC es-tableció contacto con ASLN y FDH, dos organizaciones solida-rias de Luxemburgo, que juntas proporcionaron los recursos para hacer posible el fortalecimiento organizativo y económico-pro-ductivo de las 123 familias que hoy forman esta distinguida cooperativa. La “Tres Pinos” ha aportado al trabajo institucional con sus formas particulares de autogobernar su organización. Es la cooperativa con mejor ré-cord crediticio porque, desde que eran organizaciones comu-nitarias, con el proyecto mane-jaron bajísimos niveles de moro-

sidad con los fondos revolventes y el crédito institucional. Hoy se convirtieron en la cooperativa líder y pionera en el manejo de su crédito, es decir, intermedian fondos para prestar individual-mente a sus socios. Esta revista pretende dar una ilustración de esta experiencia… Un recorrido histórico sustenta-do con testimonios, las luchas, beneficios e impactos que alcan-zaron estas personas, sus fami-liares y su organización. El éxito constituye una referencia de que se puede cambiar las tendencias negativas en este mundo, si nos basamos en la ejecución de pro-cesos participativos, respetuosos, democráticos y equitativos.La experiencia expuesta es pro-ducto del esfuerzo protagónico de todas y todos los socios de esta cooperativa, del apoyo soli-dario de FDH y ASLN, organi-zaciones que pusieron recursos económicos, confianza, aportes y sugerencias para construir esta alternativa productiva, organiza-tiva y emocional que está mon-tada sobre los rieles del éxito. Además, agradecemos a otros or-ganismos de cooperación como NOVIB y Brucke-Le-Pont que con sus aportes hicieron posible la conclusión de procesos funda-mentales para el desarrollo y for-talecimiento de esta cooperativa.

Julio César Gómez MartínezDirector Ejecutivo ADDAC

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Es poca la distancia geográfica entre las dos masas poblacionales, pero es inmen-so el abismo que las divide en lo político, económico y social. “Así ha sido toda la vida, la realidad no ha cambiado nunca”. Uno de los conglomerados es la ciudad de Matagalpa, centro de gestión político-admi-nistrativa departamental y municipal, donde los operadores del “Poder” toman las de-cisiones, muchas veces sin consultar a sus interlocutores. Las comunidades de Llano Grande, Piedra de Agua y el Carrizo es el otro escenario. Se halla a escasos cinco, sie-te y unos diez kilómetros respectivamente al noroeste de la ciudad de Matagalpa. El pasado se escribió con mucha crueldad. Sin justificación se construyó férreamente un “muro” entre el campo y la ciudad, donde la materia de desarrollo fue privilegio para los habitantes de las ciudades. Esa dinámi-ca funciona desde siempre y es conocida por todos. Sin embargo, existen entidades como la Asociación para la Diversificación y el Desarrollo Agrícola Comunal (AD-DAC) que construyen puentes y facilitan el acercamiento e intercambio en todos los aspectos de la vida entre estos actores. Otros organismos no preparan a la gente de las comunidades con una orientación sos-tenible para desempeñarse eficazmente en cualquier entorno. ADDAC incursiona en el territorio con planteamientos que hacen én-fasis en el desarrollo integral que involucra

al núcleo familiar. Esta propuesta va más allá de un simple contacto; escucha las vo-ces y sentimiento de la gente. ADDAC ofre-ce a sus socios acompañamiento financiero, asistencia técnica y las posibilidades de in-cursionar en un futuro mejor. Otro aspecto muy importante de ADDAC en su estadía por las comunidades es el aporte al desarro-llo humano y sostenible de sus socios. Esta temática contribuyó a superar muchas ba-rreras culturales que ayudan a transformar las viejas relaciones paternalistas del campo por conductas que liberan a los seres huma-nos y los transforman en mejores individuos para la familia y la sociedad. Individuos que perciben la vida con perspectiva humana, con un sentido positivo que maximiza los esfuerzo de superación… Individuos que se sienten seres plenamente vivos. El presente trabajo contempla muchos aspectos polí-ticos, socioeconómicos y culturales de las tres comunidades mencionadas. Nos acerca un poco a la realidad y la experiencia de sus protagonistas; buscando resultados positi-vos y negativos que sirvan de insumos para otras experiencias que ADDAC pueda poner en funcionamiento. A continuación se abor-da el impacto del proyecto en la agricultura orgánica, diversificación de cultivos, crédito, fondo revolvente, iniciativas empresariales, igualdad de derechos de la mujer, la coope-rativa, incidencia ciudadana, migraciones y comercialización, entre otros tópicos.

“Al inicio tuve mucho miedo porque no sabía cómo comenzar y cómo se desarrollaría el negocio… Siempre hay dificultades para comenzar, pero cuando damos el primer paso, vemos que todo se va facilitando. Pero al fin comencé con el negocio de las caje-tas, encurtidos, horneados, achiote procesado… Antes en algunos pro-ductos se ganaba el cien por ciento; pero ahora con la carestía y el au-mento de los precios de los insumos. las ganancias han mermado”.

“La idea mía era construir la casa… Ese objetivo lo logré con mucho tra-bajo y con el apoyo de ADDAC. Lo que gana mi marido lo invierte en la manutención de los niños y otras ne-cesidades como ir al médico y la es-cuela de los chavalos… Lo que yo he ganado lo invertí en la construcción de la casa y ahora en hacer otras me-joras. La idea mía era hacer la casa de concreto; trabajar duro para ha-cer la casa y evitar otro contagio de mis hijos con el mal de Chagas…”

“Las iniciativas empresariales tie-nen muchos obstáculos, pero la gente siempre sale adelante. Siempre hay problemas para iniciar una empresa, para tener éxito hay que priorizar el tipo de trabajo; no se puede estar en todo tipo de negocio, hay que escoger un tipo de empresa específica y que no todos hagan el mismo negocio. Hay que insertarse en el negocio que a uno le guste”.

“No tenía experiencia… Pero el 15 de septiembre de 2008 me regalaron unas 100 lombrices. Hoy cuento con más de seis kilos de ellas. He sacado más de cuatro sacos de abono y 25 litros de abono foliar que se llama purina (orín de las lombrices)”.

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“Si ADDAC no hubiera estado, a lo mejor la vida hubiera sido más difícil. Creo que solo en créditos he recibido más de 150 mil córdobas para traba-jar en la agricultura. Mejoré la casa: le cambié el techo; se puso el piso de la sala; los cuartos se embaldosaron; se hizo nueva la cocina. Con ADDAC hemos tenido prosperidad”.

“Gracias a ADDAC y a las gestio-nes de la comunidad hay agua; nos ayudaron a restablecer la tubería del proyecto de agua, que quedó parcial-mente destruida por las lluvias del huracán Mitch en octubre de 1998”.

“Yo miraba que la mayoría de la gen-te de Piedra de Agua se integraba, me dio curiosidad y me integré a la coo-perativa. En este tiempo he solicitado créditos, no me los han negado y yo no he quedado mal con esos compro-misos”.

“Hacer tarjetas. Eso escogí cuando ADDAC promovía el proyecto para insertar a las mujeres en las microe-mpresas”.

Un panorama impresionante de los campos, que enloquecería al mejor de los muralistas, se aprecia desde su parte más alta. Ese boni-to espectáculo de la naturaleza se combina con la persistente aptitud positiva que posee la gente de las comunidades para enfrentar las limitaciones de un sistema que no gene-ra muchas oportunidades de desarrollo. En las comunidades de Piedra de Agua, Llano Grande y El Carrizo viven unas 276 familias (un mil 200 personas), la mayoría se dedi-can a la agricultura (maíz, frijoles, cebolla, papa, zanahoria, tomate...) y la crianza de ganado.

Limitaciones de tierras

Las comunidades se ubican en la zona seca del municipio de Matagalpa, que en los úl-timos años se ha caracterizado por alternar entre prolongadas sequías e inviernos muy lluviosos. A estos problemas agroecológicos se les suma la disponibilidad de tierras que poseen las familias. Por ejemplo, la mayoría de los socios de la cooperativa “Tres Pinos” que acompaña ADDAC sólo suman el lote

de la vivienda, y el poco terreno que tienen es considerado como marginal, donde no se puede cultivar; obligando a la gente a alqui-lar o emigrar hacia la montaña para trabajar en la siembra. A pesar de las adversidades, anualmente se siembran unas 265 manzanas de maíz y 310 manzanas de frijol... Además, existen unas 700 cabezas de ganado vacu-no, 100 cerdos, 2500 gallinas, 48 yuntas de bueyes, 150 bestias y 400 perros...

Infraestructura deplorable...

El sistema de agua potable que abastece a 170 viviendas de las tres comunidades, que fue inaugurado en 1992 y reconstruido des-pués del Huracán Mitch, es la obra comunal más importante de que se tiene referencia. Le sigue la carretera de tierra que fue abier-ta en 1995 y la construcción de tres centros escolares de primaria. A excepción de las escuelas, el camino está regular y la mitad del miniacueducto está en mal estado; el agua potable llega durante tres horas cada ocho días, porque se comparte con tres ba-rrios matagalpinos. Por el momento no se observan posibilidades de mejorar las dos obras, a pesar de las gestiones que se reali-zan con las autoridades municipales...

La protección ambientaly de la naturaleza

La llegada de ADDAC en 1996 marcó un cambio en la cultura productiva; se conoció el concepto de agricultura orgánica desde todos los puntos de vista... Hoy son muchos los productores que manejan sus cultivos con ese enfoque: no queman los rastrojos, hacen obras de conservación de suelos y agua, diversifican la finca, preparan sus abonos orgánicos y hacen planes de negocio para insertarse en el mercado.

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Poco a poco los acontecimientos revelaron auténticos cambios en la cotidianidad de las comunidades de Piedra de Agua, El Carrizo y Llano Grande. Cosas positivas ocurrieron en el tiempo y espacio... Hay cambios en el hábito tradicional de producir los alimentos y sucedieron transformaciones en la convi-vencia de las personas. Muchos decidieron cambiar la forma de percibir la realidad: adoptan relativamente la agricultura orgáni-ca, se organizaron en una colectividad lla-mada cooperativa y comparten posiciones reflexivas para establecer y consolidar la equidad entre hombres y mujeres.

Punto de partida del cambio

El antes y después lo marca la tímida llega-da de ADDAC en 1996. Aproximadamente un 40 por ciento de los habitantes de las tres comunidades dan la bienvenida a ADDAC, organismo que llevaba muchas propuestas

innovadoras. Para la gente que se involucró, ADDAC es sinónimo de créditos, capacitación, asis-tencia técnica, apoyo al medio

ambiente y la naturaleza; ayuda a los mujeres y los jóvenes; entre-ga de materiales de construcción para mejorar la infraestructura

de las fincas y apoyo a la producción con materiales genéticos... Para esa gente olvi-dada, ADDAC es igual a decir estabilidad económica y social de la familia y las co-munidades.

Ver la vida con otros ojos

El seguimiento en desarrollo humano, que apuntaba sus esfuerzos a fortalecer la orga-nización comunal y el cambio de aptitud, al-canzó su máximo punto el 20 de septiembre de 2006, cuando los socios de ADDAC fun-dan la Cooperativa de Servicios Múltiples “Tres Pinos” R.L. El trabajo tesonero de to-dos los involucrados en el proceso de desa-rrollo hace posible ver la realidad desde una posición reflexiva, práctica y tolerante. Hoy las comunidades cuentan con muchas herra-mientas que hace 20 o siete años ni siquiera soñaban con tenerla. Tienen mejor capaci-dad cualitativa y cuantitativa para gestionar proyectos de desarrollo; tienen otras posi-bilidades para insertar a sus microempresas en el mercado; tienen mejor capacidad para producir alimento de calidad... Están mejor organizados... Pero lo más importante es que ahora tienen voluntad de adaptarse a los cambios cotidianos.

Es difícil ausentarse de sus hogares por varios meses. No es por placer la separación, pero lamentablemente no tienen otra alternativa que la de dejar a sus familiares “para buscar la vida en otros lugares”. Emigrar hacia “la montaña” ya es parte de la vida de la mayoría de los socios de la cooperati-va. En 2009 unos 60 socios se trasla-daron y otros 30 sembraron a medias en aquellos sitios aprovechando la época de apante. Las erráticas con-diciones agroecológicas, la falta de tierras y la necesidad económica pro-pician la forzosa emigración. Desde octubre se comienzan a trazar los pla-nes para viajar; dependiendo de los resultados de la siembra de primera y postrera, que “cada vez dejan más pérdidas que ganancias”. Estos so-cios aventureros prefieren las zonas montañosas de Rancho Grande y El Tuma-La Dalia, lugares donde toda-vía la época lluviosa de apante (di-ciembre-marzo) se mantiene estable. Algunos viajan solos, otros llevan a los “chavalos grandes” y a su espo-sa para que cuiden de los mozos. Los colonos en aquellos lugares alquilan entre dos mil y tres mil 500 córdobas cada manzana de tierra; “hacen sus ranchitos” y siembran papa o frijol, dos rubros favori-tos para la época. Cuatro meses dura la estadía. Los que tienen suerte visitan a sus famillas cada 15 días o mensualmente, “porque no queremos dejar sola la siembra”. Los involucrados en las migraciones están convencidos de hacer lo correcto “para llevar sus-tento a su familiares”. Con esa ilusión viajan todos los años, con la ilusión de salir un poco más de la pobreza.

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Es sagrado el compromiso asumido por los miembros de la “Tres Pinos”, para que el “Plan Estratégico Comu-nal 2009-2010” se ejecute cabalmen-te. Aproximadamente 60 socios se integraron a las comisiones socioam-biental, la comisión productiva eco-nómica y la comisión organizativa comunal. Las comisiones tienen gran relevancia porque son ellos los en-cargados de gestionar proyectos ante las autoridades de la Alcaldía y las delegaciones de gobierno. Ahora ya quedó planteada toda una estrategia de desarrollo que se supone dismi-nuirá las adversas condiciones en que viven los habitantes de Llano Grande, Piedra de Agua y el Carrizo.

Con el apoyo de ADDAC y la participación de la cooperativa, cada comunidad formuló su “Plan Estratégico Comunal 2009-2012”, donde se tomaron en cuenta todos los re-cursos de los que se dispone y los posibles operadores externos que pueden aportar a la solución de la problemática local. El ejerci-cio identificó muchos problemas que pade-cen las comunidades en la parte socioam-biental, organizativa, comunitaria, familiar y productiva... El plan estratégico coloca a las comunidades varios años en el futuro; se planificaron las acciones y se encontraron a los socios de la cooperativa que impulsarán las gestiones ante las entidades correspon-dientes para lograr los objetivos esperados.

Las prioridades

Mejorar el sistema de agua potable, repara-

ción de caminos, construcción de un instituto y un centro de salud; construcción de un centro recreativo; fomentar el eco-turismo comunitario; reforzar la seguridad ciudadana, la asistencia técnica en huertos familiares, reforestación, capacitación en salud sexual y reproductiva... son parte de una cadena interminable de necesidades que las comunidades quieren resolver paulatina-mente.

¿Pero todo eso será posible?

La solución dependerá de la relación que se maneje y la confianza que se establezca entre los actores locales y los agentes de afuera que aportan al desarrollo. La lucha está orientada hacia la justicia para obtener el bienestar de la comunidad. Es posible que algún día, parte de las demandas sean reali-dad, suponiendo que no serán ignoradas por las autoridades. Esa visión es el denomina-dor común que los habitantes de las tres co-munidades tienen sobre el desarrollo y que implicaría un salto cualitativo en sus vidas. Todas las propuestas son realidades concre-tas que surgen para resolver las necesidades fundamentales de subsistencia de la gente.

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Si de algo están claros es que solos no llegarían a ningún lado... No se conse-guiría educación, salud, créditos, apoyo a la agricultura, comercialización y carreteras... Y sin estos logros materiales tampoco se alcanzaría la satisfacción espiritual de los habitantes de las comunidades. Sin una or-ganización sólida “estamos fregados, esta-ríamos peor que al inicio”, reflexiona San-tiago Milán Gutiérrez Zeledón, presidente de la Cooperativa de Servicios Múltiples “Tres Pinos” R.L. La Tres Pinos, fundada con 124 socios (51 mujeres y 73 varones) el 20 de septiembre de 2006, tiene sus raíces en la organización comunal y en la iniciati-va de ADDAC para que la población tuviera un instrumento legal de gestión, enfocado a resolver las necesidades de la comunidad. A partir de su creación, la cooperativa impri-mió cohesión y dinamismo a las actividades organizativas en las comunidades de Piedra de Agua, Llano Grande y El Carrizo.

El valor de estar en la cooperativa

Para Santiago Milán, la razón de pertenecer a la cooperativa no tiene que limitarse a la motivación económica... Va más allá de re-cibir y cancelar un préstamo para resolver la siembra u otras necesidades. En la coo-perativa se fragua la colectividad y la ayuda con igualdad de derechos. “Pertenecer a la

Los socios recibieron apoyo para desarrollar muchas iniciativas de ne-gocio. Se dirigieron fondos para mi-croempresas de mujeres, como pul-perías, panaderías, reciclaje de papel; costura, venta de ropa, procesamiento de especies y cereales. Se financió la siembra de maíz, papa, frijol, cebolla, chiltoma, tomate y la compra de vacas paridas... En 2008 se desembolsó una cartera de casi 400 mil córdobas, y en 2009 una similar cantidad. Desde dos mil hasta diez mil córdobas son los montos financiados; en la cooperativa no se conocen quejas de socios que hayan quedado mal con sus obliga-ciones. “Aquí la gente es pagadora... Hay socios a los que les fue mal en la siembra y piden prórroga en sus pla-zos, pero al final cancelan su deuda”, aclara Santiago Milán, que al mismo tiempo reitera: “los socios compren-den que la cooperativa es un proyecto que dará satisfacción a largo plazo”.

El comisariato

Dos años tiene de funcionar la tienda que abastece con artículos de consu-mo humano y de uso agropecuario. Más de 100 mil córdobas se hallan en inventario y cada día se realizan aproximadamente un mil córdobas en ventas. Con el comisariato lo que se pretendía era llevar los productos a la comunidad a igual o más bajo precio que en la ciudad de Matagalpa, obje-tivo que ya se está cumpliendo.

cooperativa es fomentar el uso de valores

positivos, porque en la cooperativa hay so-lidaridad”. “Los socios dicen que la coope-rativa nos ha ayudado con los créditos, pero la cooperativa tiene su respaldo porque nos ayudamos unos con otros”, advierte Santia-go Milán, quien no esconde su satisfacción por todos los logros alcanzados.

La estructura organizativa

La cooperativa funciona articulando esfuer-zos y escuchado propuestas de todos sus socios. Pero existe una estructura organiza-tiva que destaca en primer lugar la Asam-blea General de Delegados, compuesta por 40 miembros (20 socios de El Carrizo, diez de Piedra de Agua y diez de Llano Grande). Cada mes se reúnen para abordar la pro-blemática y necesidades de los socios y la comunidad. Posteriormente los delegados in-forman a los socios en su comunidad sobre al-gunas temáticas abordadas en la asamblea de delegados. En segundo lugar está el Consejo de Administración, integrado por el presiden-te, el vicepresidente, el secretario, el tesorero, un fiscal y dos vocales. En tercer lugar actúan siete comités (Crédito y ahorro, Educación, Bienestar social, Medio ambiente, Producción y comercialización, Género, y abastecimien-to. Y finalmente la Gerencia, que se encarga de todo el movimiento administrativo.

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Esa supuesta verdad de que los hom-bres son superiores, ya queda como recuerdo en la mente de los lugare-ños. Esa imagen nefasta de domina-ción cambia rápidamente... Hasta que ADDAC llegó a las comunidades, la igualdad de derechos, la reducción de la carga laboral o el género eran con-ceptos desconocidos para todos. Aho-ra se percibe diferente la convivencia entre mujeres y hombres. El cambio fue tan radical que hoy las mujeres ad-ministran sus recursos; son sujetos de créditos; tienen su negocio y adquieren responsabilidades en las estructuras organizativas comunales y de la coo-perativa. La estrategia de ADDAC fue fundamental; pero la clave del cambio surgió de las mujeres y los hombres que asimilaron este proceso. Las muje-res superaron muchos miedos... Ahora hablan en público; dirigen su organiza-ción; hablan sobre diversas temáticas y hacen gestiones para el desarrollo de sus comunidades; pero lo más impor-tante es que ya no son consideradas como simples objetos.

La cosecha es la época favorita para realizar las agresiones. Ya hubo un muerto, lesiona-dos y varios delincuentes detenidos por las incursiones que hacen los delincuentes con el afán de robar y destruir los bienes de los habitantes de las comunidades de Piedra de Agua, Llano Grande y El Carrizo. Son delincuentes que se trasladan desde los ba-rrios La Chispa, La Curva, Apoyo al Com-batiente y Nuevo Amanecer, de la ciudad de Matagalpa. Para los afectados ya se “perdió la paz de las comunidades” y la inseguridad ciudadana se convirtió en la epidemia que se propaga sin control.

Destruyen todo a su paso

Hay una combinación destructiva entre los delincuentes y la gente pobre de los barrios; unos llegan a robar a las viviendas, a robar en los cultivos y a las personas que transitan a pie o en vehículo en el camino. Los otros llegan a buscar leña y a arrasar con los po-cos árboles que quedan en el campo. Todas

las comunidades están expuestas al pillaje. La gente no tiene explicación para definir el problema. “Nosotros no le hacemos daño a nadie, no tienen porqué venir a agredir-nos hasta nuestras casas”, dijo un afectado, miembro de la cooperativa Tres Pinos.

No hay presencia de la policía

“Vamos a investigar sobre el caso”. Es la típica respuesta que reciben los lugareños cuando llegan a interponer las denuncias a la Policía Nacional sobre la inseguridad ciudadana que padecen en las comunida-des. No se tiene recuerdo de la presencia policial en los territorios. La última vez fue hace más de cinco años con la muerte de un delincuente, al sorprenderlo robando en la parcela de un productor. Los afectados están hartos de los antisociales y de las au-toridades que no hacen nada para erradicar el grave problema de la delincuencia; pero, como dicen los perjudicados, “lo único que nos queda es defendernos como podamos”.

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“Un catarrito o una simple diarreíta es difícil de resolver; ya no se diga un caso de emer-gencia. Aquí uno se puede hasta morir por una enfermedad que bien se puede curar...” En estas comunidades la falta de salud es cosa seria. No hay centro de salud, y en nin-gún plan de desarrollo del Gobierno se pro-pone su construcción. Los enfermos viajan hasta el centro de salud, al hospital regional y si la gente dispone de dinero, a una clínica privada en la ciudad de Matagalpa. Siempre que hay oportunidades los habitantes de El Carrizo, Llano Grande y Piedra de Agua su-gieren a las autoridades la construcción del centro de salud, pero estos últimos aseguran que no es posible por la falta de presupuesto y por razones del conglomerado poblacio-nal, que no es numeroso.

En bus, en bestias, a pie o al raid

Sacar de emergencia a una persona no se re-suelve fácilmente. Después de las 7:30 a.m. que pasa el último bus hacia Matagalpa, se complica el traslado. Los necesitados tienen que buscar otras opciones: decidirse a llevar-lo a pie, buscar una bestia o esperar que pase un vehículo para que lo lleve. Y al regreso es igual: el último bus sale de Matagalpa hacia las comunidades a la 1:00 p.m. Si no lo aborda es posible que regrese caminando. Esto es una parte de todas las actividades y los gastos en que incurren los familias de los enfermos por no tener un centro de salud que los atienda en las comunidades.

¿Y el agua potable?

Es un problema de no terminar. Siendo due-ños del proyecto de agua, las comunidades padecen serios problemas de abastecimiento del vital líquido desde que tomaron la de-cisión de solidarizarse con 763 familias de

tres barrios de la periferia oeste de la ciudad de Matagalpa. En las comunidades reciben agua potable tres horas al día una sola vez por semana. En 2005 los líderes de la co-munidad suscribieron un acuerdo con la Al-caldía de Matagalpa para compartir el agua potable con los barrios Apoyo al Comba-tiente y El Tule, mientras se les conseguía un proyecto que resolviera su problemática de agua. Posteriormente estos barrios se fa-vorecieron con un proyecto de agua potable, pero sus habitantes no quieren firmar el con-trato por el servicio con la Enacal y quieren seguir conectados con el agua del proyecto de las comunidades. Al respecto, los líderes de las comunidades ya hicieron muchísimas gestiones para solucionar ese conflicto; se visitaron todas las instituciones de gobierno relacionadas con el tema. La última gestión fue el envío de una carta al alcalde de Ma-tagalpa para que tomara cartas en el asunto. Pero hasta marzo de 2010 no se observaron indicios de solución.

Un presidente honesto, abierto y que practique el intercambio de informa-ción sobre las gestiones que realiza la cooperativa. Es parte de los mensajes de la obra teatral “Funeral en El Por-venir”, expuesta a los socios de la coo-perativa Tres Pinos por la compañía de teatro Tecun-Uman. La obra cues-tiona ese liderazgo tradicional que influye en la conducta de los socios para no pedir cuentas e información sobre los negocios de la cooperativa. Seguramente después de la reflexión, los socios de una cooperativa ya no percibirán a su presidente como el señor de esa organización que se supone es una fortaleza económica. “Funeral en El Porvenir” es una obra que hace pensar en el funcionamien-to de una colectividad. Hace pensar que una cooperativa se fundamenta en el bienestar de sus miembros, en la transparencia de su gestión y en el acceso a la información sobre los movimientos económicos que tienen sus socios.

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Siempre sucede lo mismo... “Por el lugar que busquemos, siempre morimos con el capricho de los intermediarios”. La historia de todos los años es como un maleficio difí-cil de romper. Así es “cuando salen nuestras cosechas o cualquier producto que vamos a vender al pueblo, siempre nos pagan lo que ellos quieren; muchas veces ni sacamos para el gasto...”. Con esa realidad tienen que lidiar las familias productoras de la coope-rativa Tres Pinos. Cada día ellos producen más caro, pero venden más barato por las relaciones injustas que se establecen en el mercado.

Romper con el monopolio

La mayoría de los socios de la Tres Pinos son pequeños productores: algunos sólo poseen el lote donde tienen su vivienda, y para poder cultivar un rubro tienen que alquilar terrenos cuyo valor varía entre un mil 500 y tres mil córdobas por manzana. Otra parte de socios más arriesgados emi-

gran hacia la montaña en época de apante para sembrar papas o frijol. Para estos pe-queños productores la tierra y la lluvia son problemas difíciles de superar e impiden una producción escalonada de cosechas. En la actualidad la cooperativa no maneja los canales de comercialización para rom-per con el monopolio de los comerciantes que afectan enormemente las utilidades de sus socios. A pesar de las adversidades se hacen pequeños ejercicios de acopio, sobre todo de granos básicos que por decisiones acertadas muchas veces hubo pérdidas. En 2008 se compraron 190 quintales de frijol a un mil 50 córdobas cada uno; una parte se vendió entre 650 y 700 córdobas el quintal, y la otra parte se dio al crédito al uno por uno. Con esto se pudo compensar un poco la pérdida.

Precios al nivel del suelo

Los bajos precios afectan las cosechas de zanahoria, remolacha, cebolla, chiltoma y tomate... También perjudican la microem-presa de costura, la producción de cereales, el procesamiento de especies, panaderías y manualidades... Por ejemplo, los comer-ciantes compran a los productores de ce-bolla cada moño con cuatro unidades a un córdoba con 50 centavos o a dos córdobas. El comerciante vende a los consumidores a cuatro o cinco córdobas... Las mujeres mi-croempresarias pasan iguales dificultades. Estos compran las piezas de pan a ochenta centavos y los venden a más de un córdoba. La pasta de achiote en bolsa de cuatro onzas, los comerciantes la compran a siete u ocho córdobas, cuando verdaderamente vale diez córdobas. Por el momento la competencia por mejores precios la ganan los comerciantes, pero los socios de la cooperativa buscan alter-nativas para no seguir dependiendo de ellos.

Sólo dos buses de transporte colecti-vo pasan por las comunidades. Bajan hacia Matagalpa a las 7:30 a.m. y re-gresan a las 2:00 p.m. La ruta viene desde Las Latas, Palcila, El Carrizo, Llano Grande y finalmente a la ciu-dad de Matagalpa. Piedra de Agua es la más afectada porque los buses sólo entran a la comunidad una vez por semana. Otros días los usuarios salen hasta un empalme a pie y pagan a diez córdobas el traslado en bestia de cada carga (dos quintales). Si no alcanzan el bus, la cosecha se traslada en viajes expresos: contratan un vehí-culo o bestias. El viaje en bestia, que dura una hora y media, se cotiza entre 30 y 40 córdobas. Cada saco en el bus tiene un costo de 13 córdobas.

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Esta gente, de plano que son natos en su conocimiento... Saben de todo. Y eso que no pertenecen a la élite de sabios que in-vestigan en los centros experimentales del país. Pero en sus pequeñas fincas (muchas de ellas con menos de dos manzanas) se fragua la inteligencia basada en la crea-tividad empírica de la gente del campo. Aquí se combinan muchas creencias, y hoy se aprovechan todos los insumos de la finca, comentan José Gil Montenegro Obregón, de 54 años y René Sáenz Ze-ledón, de 37 años, quienes mantienen una sociedad con Luis Amado Sáenz Montenegro (papá de René), de 62 años, en la administración de un invernadero de 25 x 30 varas (750 varas cuadradas). Ellos crearon una sociedad estratégica que funciona perfectamente. El inverna-dero, financiado por ADDAC a través del fondo revolvente, es propiedad de José Gil. La fuente de agua para el riego es de Luis Amado y René es el dueño de la propiedad donde siembran.

La experiencia colectiva

La microempresa funciona hace un poco más de cuatro años. “Aquí se comparte todo. Hemos tenido muchas ganancias, pero también algunas pérdidas, y todo se asume por igual”, comenta José Gil, que también se desempeña como coordinador de la Junta Directiva Comunal de Piedra de Agua. Potentes ráfagas de vientos que azotaron la comunidad en 2006 destru-yeron un primer invernadero, valorado en diez mil córdobas. En éste se sembró una sola vez. Su primera cosecha fue de 140 cajillas de tomate. Diez cajillas se vendieron a 100 córdobas; 130 cajillas se vendieron a un promedio de 155 cór-dobas. La primera experiencia fue con-siderada por los socios como “excelente porque hubo buenas ganancias”. “Aquel invernadero fue mal diseñado por eso no duró mucho; la madera era de pino y se la comió el gorgojo. El plástico se rompió; sólo se salvó la tela”, manifiesta René.

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“Cosecha libre de contaminantes” es el compromiso que tienen con los consumidores, la naturaleza y el medio ambiente. René, Luis Amado y José Gil tienen “mucho rato” de trabajar con la agricultura orgánica, cuya experiencia abarca cultivos como chiltoma, tomate, rábano, repollo y zanahoria... “.

La experiencia del tomate

Su manejo es con fertilizantes edáficos y foliares, insecticidas y fungicidas producidos en la finca. Los benéficos insumos son preparados con estiércol, ceniza, hojas y ramas de árboles, me-laza y lombrices... Todo el proceso es sencillo, explica tímidamente y con voz suave René, reiterando que lo único que “necesitamos es trabajar con paciencia y esperar buenos re-sultados”.

Preparación de insecticidas

Cinco litros de agua limpia se mezclan bien con una libra de chile, una libra de cebolla, una libra de ajo, media libra de levadura, 50 cc de jugo de limón y 50 cc de alcohol. Se mezclan bien hasta “dejarlos como atol”, se echan en un recipiente limpio, se tapa y se deja macerar por cinco días bajo sombra y en lugar fresco. Con este insecticida natural se controla casi toda plaga; a cada bomba de 20 litros se le echa 50 cc del producto. También se usan insecticidas a base de hojas de madero negro y fertilizantes de suelo como Biogrín. Estos productos ya se usaron en el establecimiento del semillero y se aplicarán en todo el ciclo del cultivo.

ADDAC compensa daños

Un nuevo invernadero se terminó de cons-truir en diciembre de 2008. Este se diseñó con todas las normas. “Usamos roble en las alfajillas, en la armazón de arriba, y usamos madera de palo de arco y miligüiste o desren-cachanchos en los pilares”. José Gil asegura: “le pedimos ayuda a ADDAC y ellos respon-dieron positivamente”: reconstruir el inver-nadero bajo las mismas condiciones de créditos. La primera estructura fue financiada a través del fondo revolvente cuyo valor asciende a diez mil córdobas a cinco años de plazo. Pero René, el socio de José Gil, sostiene que el nuevo invernadero tiene un valor real de 40 mil córdobas, inversión que ADDAC asume con “buena voluntad....”.

Comienzan de nuevo

Ya con su nueva estructura la sociedad comienza a funcionar el 11 de marzo de 2009, cuando se establece un semillero de tomate. Se trasplantaron 950 plantas a una distancia de 12 pulgadas entre planta y 32 pulgadas en-

tre surcos. Con buen manejo cada planta puede producir un promedio de ocho libras de tomate. José Gil, René y Luis Amado están “clarísimos” de que deben orientar su microempresa hacia el éxito, “por eso ahora no descuidaremos nin-gún detalle en la cadena productiva que pueda perjudicar el buen rumbo de los proyectos”, afirman. Ellos insisten en trabajar “muy duro” para honrar sus compromisos. “Queremos que nos vaya bien con la cosecha que saldrá en junio para cancelar nuestra deuda”.

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Sencillos detalles dan vida... Todos los ele-mentos se enlazan armónicamente hasta for-mar una espiritualidad que da vida a la por-ción de papel inerte. Motivos espontáneos de todos los gustos nacen a partir de pequeñas ideas que se le ocurren a Nelia Maritza Díaz Sáenz, ama de casa, residente en la comuni-dad Piedra de Agua. Cada creación tiene es-pecial particularidad... Por diversas razones, Nelia Maritza, de, 37 años, llegó a quinto grado de primaria, en ese tiempo le “gustaba dibujar y pintar con lápices de colores”; por eso creyó que “hacer tarjetas” sería un traba-jo oportuno para llevar a su hogar ingresos adicionales. “Eso escogí cuando ADDAC promovía el proyecto para insertar a las mu-jeres en las microempresas”.

Llegan los pedidos

Comenzó a trabajar en el arte de elaborar tarjetas

e n

2 0 0 6 , después de pasar una peque-ña orientación con una señora en Matagalpa. En 2007, de Luxemburgo llegó un pedido de 500 tarjetas navideñas; 120 en 2008 y otro tanto en 2009. Ese pedido de 2007 “fue como una bendi-ción”, fue mi primer trabajo grande y con mayor responsabilidad porque irían para fuera”, confiesa Nelia. A pesar de que cada tarjeta se vendió a 25 córdobas, la ganan-cia le alcanzó para pagar un crédito de cin-co mil córdobas invertidos en la compra de materiales y la celebración de los 15 años de Eliette Sarahí, su hija mayor.

“La empresita familiar”

Nelia Maritza no está sola en la decora-ción de tarjetas, tiene el apoyo de Eliette Sarahí; Damaris Lilieth y Nelia Almairis le ayudan en la tarea. “Cuando no tengo las

suficientes ideas mis hijas ayudan a termi-nar las ideas y se ponen a realizar las obras”. Ella piensa con fortalecer esa microempre-sa, mejorar sus diseños y buscar mercado en la ciudad de Matagalpa.

Es impresionante cómo Nelia Mari-tza maximiza el tiempo y armoniza sus quehaceres. Todos los años, para la siembra de apante, Nelia Maritza emigra con su marido Santiago Cas-tro Montenegro, de 43 años, “hacia la montaña a sembrar papa” u otro cultivo que se dé en la época. Pasan hasta cuatro meses fuera de la casa. “Nos ubicamos en cualquier lugar y mi tarea es cuidar a los mozos”. Pero cada mes “vengo a la casa y a las re-uniones de la cooperativa”. Allá bus-ca insumos que no se encuentran en Piedra de Agua para decorar sus arre-glos. La mayoría de los materiales que usa Nelia Maritza en sus tarjetas son naturales: sobre el papel recicla-do coloca trocitos de hojas de guineo, ramitas de espárragos, hojas de limo-nario, flor de margarita, ciprés, flor de trinitaria, tallos de guineos, flor de ci-guapate, musgo, semillas de Guana-caste y pelos de maíz... A todos esos materiales se les dan forma con tijeras de picos, saca bocados, reglas, tijeras normales y caladores... Con muchas creatividad esta mujer campesina cambia su vida con trabajo digno.

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Fueron cien lombrices “las que pedí”... Esa cantidad se las regaló un amigo. “Recuerdo que fue un 15 de septiembre de 2008 exac-tamente”. Un año después esos “animalitos” se reprodujeron en un poco más de ocho kilos de lombrices. “Les he sacado más de cinco sacos de abono y 25 litros de abono foliar llamado purina”, recuerda claramente Luis Demetrio Montenegro Obregón, de 61 años. Este pequeño productor de la comuni-dad Piedra de Agua comenta que “no tenía experiencia con el manejo de las lombri-ces...” Las cien lombrices primero las co-locó en un “cajón pequeño”, después ideó una especie de cantera (pila alargada) con cuatro piedras canteras a lo largo y una en las cabeceras, tapando la estructura con cuatro yardas de plástico ne-gro y rastrojos.

Regresa con lo orgánico

Hace 20 años, Luis Demetrio comenzó a ex-perimentar con algunas prácticas de la agri-cultura orgánica. Producía un insecticida a base de hojas de madero negro y cal. “En un balde de 20 litros echaba diez li-bras de hojas tiernas de madero negro y

aplicaba 10 litros de agua caliente; lo dejaba fermentar durante ocho días y ya estaba listo el insecticida”. Con arrepentimiento comen-ta que dejó esas prácticas conservacionistas “porque es más fácil comprar y aplicar el químico”. Pero ahora ya se puso al día con la onda orgánica: “ya di otro paso en esto y no me puedo quedar parado”. Observó el cambio en su huerta cuando la compró. Hace tres años la “tierra era miserable”; hoy recu-peró su capacidad de nutrientes. En esa área no se quema, “le he metido mucho abono

orgánico” y en otras áreas ya se observan “grandes

lombrices”.

Luis Demetrio es nacido y criado en la comunidad. Junto a Clara Luz García Rodríguez, de 61 años, procreó nue-ve hijos. Con dos de éstos viven en la finca “Correvientos” de 12 manzanas. En 2008, con el cultivo de papa, en media manzana hizo una prueba con manejo orgánico y convencional. A un cuarto de manzana le aplicó 12 sa-cos de abono orgánico, hecho a base de estiércol de ganado. “No le eché nada más. La dejé al sol y al viento y la limpié a mano”. Este productor in-genioso cosechó 24 quintales de papa; “estos son buenos rendimientos por-que no llevó mucha inversión”. Mu-cho contraste en la parcela manejada con químicos apenas produjo cuatro quintales: “solo saqué la semilla que sembré”. En esta parcela sólo en fer-tilizante se invirtieron cinco mil cór-dobas; y “eso que no hemos metido el resto de insumos”. En finca hay indi-cios de que la tierra se recupera. Luis Demetrio comprendió sencillamente que el enfoque orgánico es un sistema que genera vida... La última área de manzana y un cuarto ahora la trabaja-rá de forma orgánica. “La otra manza-na orgánica la voy a dejar descansar y le voy a echar la vaca parida para que coma los retoños del millón”.

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Tiene espíritu de superación inalterable, que increíblemente le ayuda a lidiar con las ad-versidades de la vida. Al máximo aprovecha hasta el último centavo obtenido con su tra-bajo tesonero. Una vivienda digna y mucha felicidad en su hogar son parte de la cosecha alcanzada hasta hoy. Celsa María Montene-gro Lúquez es mujer virtuosa, todas cuyas cualidades no podemos enumerar. Combina admirablemente las labores agrícolas, do-mésticas y la fabricación de manualidades. Celsa María, de 32 años, vive con su esposo Gerald Enrique Zeledón Chavarría, de 37 años, y sus hijos Gerald José, de 13 años; Isidro Roberto, de 8 años, y Jason Moisés, de dos años, en la finca “Los Ranchos”, ubi-cada en la comunidad Piedra de Agua. Su vínculo con ADDAC se remonta a 1999, cuando recibió las primeras capacitaciones y créditos a través del fondo revolvente; y asistió a las giras de intercambio de conoci-mientos a otros municipios.

La tarea difícil

Como fuera se propuso hacerlo y cumplió ese anhelo... “La idea

mía era hacer la casa de con-creto, trabajar duro para

hacer la vivienda”. Esa urgencia de Celsa María

se debió a que “al niño grande” le diagnosti-caron a los siete años el mal de Chagas, y

“yo quería evitar esa muerte”. La perseve-rancia y el trabajo duro hicieron posible el sueño de tener la casa de concreto. “La casa la hicimos entre los dos”, reflexiona Celsa María, refiriéndose a Gerald, su marido. El matrimonio tiene sus responsabilidades de-finidas: “lo que gana él lo invierte en la ma-nutención de los niños y la comida; a mí me toca la casa, lo que realizo es para eso”.

Agricultura: “labor de riesgos”

Celsa María recuerda con alegría las “bue-nas ganancias” obtenidas con la siembra de un cuarto de manzana de papa en 2007; cin-co quintales de semilla bastaron para “llenar ese pedazo”. Compró cada quintal de semi-lla en 300 córdobas. “Era revuelta, grande y menuda. Esa semilla se la compré a mi marido”. “Hubo una cosecha de 38 quinta-les; vendí el quintal a 280 córdobas la papa gruesa para consumo. La fui a entregar al mercado. Siempre vamos a morir donde los intermediarios”. Sin embargo, “realicé ocho mil 500 córdobas”. Igual suerte pasó en 2008. En esa misma área sembró a me-dias diez quintales de papa: “hubo una pro-ducción de 70 quintales. Yo me quedé con 35 de ellos. Ese año vendimos bien a 500 córdobas el quintal”. La venta fue de 17 mil 500 y las inversiones de siete mil 500 cór-dobas. Pero Celsa María no sólo ganancias ha cosechado: “he tenido pérdidas con los frijoles y el maíz” por exceso de lluvias o sequía. En 2008 sembró en dos manzanas

“cien libras de frijol Estelí 150; “ese año hubo mucha lluvia, y el agua hizo pan-tano en el suelo. Invertí cuatro mil 600 córdobas y apenas saqué dos quintales de frijol”, rememora con pesar Celsa María. No hay dudas, Celsa María es mujer tesonera... Su conducta de-muestra que no hay límites para al-canzar las aspiraciones.

En menos de dos horas el telón de Macén, el zipper y los ribetes se transforman en una bonita mochila que es muy cotizada en el extranjero. De las manos delicadas de Celsa Ma-ría también brotan bolsos, billeteras, fajas, portalapiceros, cosmetiqueras, carpetas, tapetes... “Son seis años los que tengo en el negocio”, medita Celsa María, y sin presumir asegura que esta experiencia le ha valido para confeccionar cualquier modelo que le pida la clientela. En 2008 hubo un pedido de un mil 500 cosmetiqueras. El trabajo se dividió entre otras dos compañeras que trabajan en el ramo. “Cada pieza la pagaron a 30 córdo-bas, sólo por ese trabajo mi ganancia fue de once mil 250 córdobas”. Con pesar se lamenta que la demanda de “nuestro trabajo” viene de Europa, “aquí en el mercado local es difícil colocar nuestro producto; porque a la gente de aquí sólo se gusta lo que viene de fuera”.

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Desde hace mucho tiempo el matri-monio pertenece a ADDAC: primero se integró Cristina y luego Álvaro José. En 2003 ADDAC regaló a la pareja una pila con capacidad de 20 barriles de agua y un sistema de riego por goteo para una tarea (12x24 me-tros). “Hay buena combinación de los créditos, la voluntad de trabajar bien y la responsabilidad de pagar esos cré-ditos”, reitera Álvaro José. Al mismo tiempo revela: “no he caído en mora porque hasta la fecha no he tenido problemas con mi negocio”. Una par-te de la producción de los frutales se destinó a la comercialización: se ven-dieron 50 frutas de aguacate, un mil naranjas; dos mil limones dulces; 500 mandarinas y dos mil limones reales. Otra parte “la comimos, la regalamos o se perdió” por el encarecimiento de venderla en Matagalpa.

Todavía tiene algunas gallinas de esa pri-mera generación de aves que le entregó ADDAC hace más de seis años. Milagrosa-mente, esas diez gallinas y un gallo se mul-tiplicaron en más de cien animales. “La idea de las gallinas era para que la gente tuviera la comida y reales por la venta de los huevos para la compra de medicinas y otras cosas”, relata Álvaro José López Herrera. Este pe-queño productor de 41 años es dueño de un lote de tres cuartos de manzana ubicada en la comunidad de Llano Grande. Aquí vive con su esposa, Cristina Campos Rodríguez, de 43 años, y su hija Joseline María, de 17 años. Antes de 2006 en esa propiedad “sólo había zacate, no le había puesto mente ha-cerle mejoras”, seguramente porque “alqui-laba a dos mil pesos la manzana”, para sem-brar papa, frijoles maíz o cebolla en época de primera.

La ansiada prosperidad Se siente satisfecho con esta presencia... “Sin ADDAC no hubiera estado. A lo mejor la vida hubiera sido más difícil”, manifiesta Álvaro José, quien no esconde su agrade-cimiento por la asistencia del organismo. “Creo que sólo en créditos he recibido más de 150 mil córdobas para trabajar en la agri-cultura”. De esos créditos y su perseverante trabajo mejoró la casa: “le cambié el techo; se puso el piso de la sala; los cuartos se em-

baldosaron; se hizo nueva la co-cina. Con ADDAC hemos tenido prosperidad”.

Las inversiones en el patio

En su pequeña parcela ya se encuentran en producción tres árboles de mango rosa; seis de aguacate; tres de naranja; nueve de limón Tahití; dos de mandarina; diez de naranja; cinco de limón dulce, y cinco palmeras de coco. Los árboles reciben manejo orgáni-co. En 2008 Álvaro José preparó, a base de hojas secas, tierra negra y cenizas, 15 sacos de abono. “Se lo eché a todas las plantas y a un vivero de 400 plantas de café que es-toy haciendo”. Para 2009 se hacen planes para ampliar los rubros hortícolas: se piensa asociar y rotar maíz, frijoles, ayote, pipían, tomate, chiltoma para consumo y la venta.

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Gabino del Rosario, de 53 años, es casado con Petronila López López, de 54 años. Viven en su finca “La Mesa”, de una manzana, en la comunidad Llano Grande. En la propiedad se construyó un invernadero con finan-ciamiento de ADDAC para sembrar hortalizas. Posee un pozo “que no se seca”, para el riego en el invernadero y al “aire libre”. Dice tener experien-cia “desde chavalo” con las hortalizas, pero también “alquilo dos manzanas para sembrar maíz y frijoles”. En la zona el alquiler varía entre un mil 500 y tres mil córdobas la manzana. “Tengo la ventaja de no pagar alquiler porque siembro en la propiedad de mi suegra”, explica. Antes manejaba los cultivos de forma tradicional... Ga-bino del Rosario vio la necesidad de evitar la contaminación y se cambió a la agricultura orgánica. Lleva varios años sin usar químicos; en cambio los productos que usa los prepara en la finca. Ahora se incorporan los ras-trojos y aplica abono orgánico. Las plagas se controlan con insecticidas naturales. Prepara el biofertilizante con 20 libras de estiércol fresco de ganado, 20 libras de hojas de madero

negro, 2 litros de suero de leche y un litro de melaza. Todo se mez-

cla bien en un barril con 100 li-tros de agua y se deja fermentar

durante ocho días.

Una escuela de primaria, la carretera de Piedras Gordas hacia Palcila y el proyecto de agua potable son parte de los logros con los que se benefició la comunidad de Llano Grande, a través de la gestión comunitaria en los últimos 15 años. Es cierto que esas infraestructuras son importantes para el de-sarrollo de la comunidad, pero un aconteci-miento relevante fue la llegada de ADDAC en 1996, comenta Gabino del Rosario López Montenegro, uno de los socios más antiguos del organismo en la zona. “La prioridad más importante que tenía la comunidad era la construcción del centro de salud pero quedó pendiente hasta hoy”.

ADDAC llega a la comunidad

Fue en 1996 que llegó ADDAC. Primero se organizaron 25 socios, luego fueron 38 y ac-tualmente se registran 30 miembros. Inme-diatamente el organismo entregó un fondo revolvente para financiar a los productores: “comenzamos con cinco mil. Hoy anda por 57 mil y se perdieron unos 20 mil córdo-bas porque algunos socios se retiraron y no pagaron”, recuerda Gabino del Rosario, ex presidente y actual tesorero de la Junta Co-munal y de la cooperativa Tres Pinos, que aglutina a los socios de ADDAC. Los pri-meros paquetes consistían en bolsones aví-colas de seis gallinas y un gallo, plantas fo-

restales y frutales, semillas de maíz y frijoles y materiales para

construir pilas...

Luego del Mitch

Fueron casi 300 tubos de dos pulgadas y ac-cesorios de PVC los que donó ADDAC. És-tos cubrieron aproximadamente un mil 800 de los casi cinco mil metros que cubre la tubería desde la fuente de agua hasta el tan-que de almacenamiento ubicado en la co-munidad El Carrizo. “Gracias a ADDAC y a las gestiones de la comunidad hay agua”, advierte Gabino del Rosario, para quien no hay forma de agradecer el gesto humanitario del organismo, porque fueron los únicos que “nos ayuda-ron a restablecer la tubería del pro-yecto de agua”, que quedó parcial-mente destruida por las lluvias del Hu-racán Mitch en octubre de 1998.

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Después de reflexionar sobre su idea del negocio, Karla Danelia comenzó “poquito por poquito”, procesando diez libras de cereal todos los meses. En aquellos momentos el cereal era tostado en comal y empacado en una bolsa plástica ordinaria, que era sella-da rústicamente con la llama de una candela y una hoja de metal. Pasó dos años con esa tecnología. Pero las co-sas cambiaron en la forma de procesar y comercializar el cereal. Ceriavena, Polisoya y Cerijícaro son marcas que se están conociendo en el mercado, y por la dinámica de éste “hay tempora-das buenas y malas para el negocio”. Karla Danelia cree que las ventas se estabilizaran en cualquier momento y ampliará el número de clientes. La microempresa “Nutre” evoluciona constantemente. Inició con diez libras de cereal en precarias condiciones. Actualmente tiene las condiciones de procesar más de 500 libras cada mes.

No tiene una sofisticada estrategia de mer-cadeo y sistemáticos anuncios en los medios de comunicación, pero la Ceriavena, la Po-lisoya y el Cerijícaro, tres marcas de cerea-les producidos en la comunidad El Carrizo, poco a poco conquista el mercado de la ciu-dad de Matagalpa. “Nutre” es una microem-presa creada en febrero del 2008 por Karla Danelia Orozco López, de 29 años. Ella he-redó de su mamá María Teresa el gusto por preparar cereales. “Mi mamá hacía cereales para los niños desnutridos y un poco para vender en la comunidad, pero los preparaba sin ninguna fórmula”, recuerda Karla Dane-lia. Esos momentos definieron su deseo por insertarse en ese negocio, pero fue durante una visita a la empresa “Jícara de la Paz”,

en Tecuaname (León), promo-vida por la coo-perativa Tres Pi-nos y ADDAC, que se despeja-ron las dudas de Karla Danelia para crear su pe-

queña fábrica. “Allá vi

que los

cereales eran iguales a los que preparaba mi mamá. Se preparaban con los mismos ingre-dientes pero con una fórmula determinada”. En esa gira de intercambio de conocimiento, Karla Danelia aprendió. Apuntó muy bien las fórmulas, y “me decidí por meterme en el negocio”.

Las inversiones para trabajar

La microempresa “Nutre” comenzó con po-cas herramientas de trabajo y con esfuerzo propio. Primero se tostaban los ingredientes del cereal en “comal de barro”, y en un lugar improvisado se empacaba el producto. Pero con un crédito de 21 mil córdobas otorgado por su cooperativa, acondicionó el taller; mandó a fabricar un tostador especial con capacidad de 100 libras; mandó a imprimir etiquetas; compró una selladora térmica y una pesa. Esa inversión realizada a media-dos de 2009 basta para que la microempresa aumente los índices de productividad. Aho-ra lo que le hace falta a Karla Danelia para comercializar intensamente su pro-ducto es la obtención del regis-tro sanitario cuyo proceso de entrega se halla en su parte final.

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Uno siempre se pregunta de dónde saca la gente ese ingenio para convertir cosas pe-queñas en grandes ideas de negocio, que dan estabilidad al núcleo familiar. Lesbia Carolina Montenegro García, de 37 años, es ejemplo claro de esa laboriosa actitud. Con apenas cinco mil córdobas logró ins-talar su panadería: producir “buen pan” y encontrar “clientela en el pueblo”. Desde El Carrizo, comunidad donde habita con su

marido Nicolás Alonso Montenegro Monte-negro, de 43 años y sus hijos (dos varones y dos mujeres), Lesbia Carolina viaja dos veces por semana a entregar su “rico pan” en seis pulperías en la ciudad de Matagal-pa. Con su valioso producto almacenado en cajas de cartón, durante 30 minutos viaja a pie en camino de “bestias” hasta Los Lipes, lugar donde aborda “el rapibús” para llegar a Matagalpa. Esta mujer trabajadora hace su primera entrega en Los Lipes; luego en La Curva; después en El Totolate, y finalmente en el barrio Guanuca. “El pan ya está con-tratado, esa es mi clientela. Muchas veces una pulpería agarra más pan de lo encarga-do y un poco las demás. A veces el pan se me acaba en cuatro pulperías y tengo que volver a hacer para cumplir con el pedido”, manifiesta muy contenta Lesbia Carolina. Con el crédito entregado por ADDAC el 22 de junio de 2006, compró zinc para un horno que ya tenía, sartenes y materiales para ha-cer pan. Lesbia Carolina distribuye su tiem-po en labores domésticas y en la panadería,

que es la actividad que le genera ingre-sos. Cuando su marido no le ayuda por-que tiene trabajo de albañilería, a ella le toca hacer todo: preparar la masa y hacer el pan, cargar, encender y ba-rrer el horno; y al día siguiente “ir a vender el pan al pueblo”.

Lesbia Carolina transforma la mez-cla de harina, huevo, azúcar, leche, manteca y la miel de piña en ricas empanadas de piña, rosca, corbatas de piña, enrollados y semitas... Ella trabaja lunes y jueves para entre-gar el martes y viernes. Prepara una arroba y media, pero ocasionalmen-te “cuando está bien y me agarran más”, alista dos arrobas de harina. En cada horneada invierte 500 córdobas en insumos, pero vende en total 700 córdobas. Cada pieza de pan se ven-de a las pulperías en 80 centavos para que ellos vendan al consumidor a un córdoba. Según ella son 200 córdobas los que gana en cada horneada para totalizar un mil 200 córdobas en el mes. Lesbia Carolina considera que esas ganancias son pocas. “Hasta el momento no me va muy bien”, en un negocio que se enfrenta a una agresi-va competencia por parte de grandes panaderías en la ciudad de Matagal-pa. Esta realidad no es motivo para que el ánimo disminuya en esta mi-croempresaria. A pesar de las adver-sidades que enfrentan los pequeños negocios como el de Lesbia Carolina, siempre habrá consumidores que va-loren el esfuerzo de estos artesanos y la calidad de sus productos.

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No le siguió “gustando la idea de sembrar largo de la casa”. En 2007 tuvo una expe-riencia negativa con la siembra de papa en el ciclo de apante. Sacó un préstamo de diez mil córdobas para comprar diez quintales de semilla y sembrar media manzana. “La sembré al lado de Peñas Blancas (macizo entre Matagalpa y Jinotega) y no me fue tan bien”, relata Juan Carlos Sáenz Zeledón, de 26 años, habitante de la comunidad Piedra de Agua. “Entonces decidí sembrar aquí en la casa”, en la finca “La Pita”, de 60 manza-nas, propiedad de su papá. Juan Carlos vive con Verónica del Carmen Montenegro Gar-cía, de 22 años y sus hijas María Magdale-na, de 6 años, y Karla Mareli, de 3 años.

El cambio a lo orgánico

Aquí comenzó con mil 200 plantas de to-mate que se sembraron en una tarea (12x24 metros). “La semilla la saqué de beneficiar una cajilla de tomate descartado que mi her-

mano me regaló”. Esta siembra se ma-

nejó con enfoque or-gánico y por riego:

“quise probar con algo nuevo; quería des-engañarme. Quería saber si lo orgánico era bueno o malo”, confiesa con sinceridad Juan Carlos, quien asegura que experimentó otra realidad. “Me di cuenta que lo orgánico da buenos resultados porque me fue bien”. El área sembrada produjo 80 cajillas de tomate y éstas se vendieron a 180, 150 y 80 córdo-bas cada una. Todo el ciclo lo trabajó bien, desde “el almácigo hasta que las plantas se desarrollaron”. El suelo lo fertilizó con Bio-grín y estiércol de bovino. No hubo mucha incidencia de mosca blanca; el gusano del fruto no los afectó y algunas plagas “se con-trolaron con jabón y cenizas”. Juan Carlos tiene siempre presente que sin la asistencia de ADDAC, estos proyectos no hubiesen dado “buenos resultados”. También sembró chiltoma en una área cercana de tarea y me-dia. Logró cosechar diez mallas (saco me-diano): tres mallas y media se vendieron a mil 500 córdobas; dos mallas y media a mil córdobas y el resto a 800 córdobas cada una.

Un pozo de diez metros de profundi-dad por dos metros de diámetro y va-rios metros de mangueras garantizan el riego de la parcela en época seca. “Este se mantiene en verano... Es raro el verano que no produzca suficiente agua”, explica Juan Carlos, quien ac-tualmente (abril 2009) tiene en plan-tío un poco más de media manzana de cebolla, una tarea de remolacha y prepara un semillero para sembrar un cuarto de manzana de cebolla en el siguiente ciclo. La cebolla tiene un mes y medio, y la remolacha dos me-ses y medio. En esta etapa del desa-rrollo de los cultivos, Juan Carlos ya invirtió más de tres mil córdobas sólo en mano de obra. Los otros compo-nentes de la inversión los cuantificará “más adelante”, dice.

La oportunidad que asumió Juan Carlos no quiso quedarse fuera de la organización... “Yo miraba que la mayoría de la gente de Piedra de Agua se integraba, me dio curiosidad y me integré a la cooperativa”. Ya lleva cuatro años trabajando con AD-DAC a través de la cooperativa. Con este paso obtuvo muchos beneficios que los demás productores no tienen. “En este tiempo he solicitado créditos, no me lo han negado y yo no he quedado mal con esos compromisos”.

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Suaves movimientos de manos imprimen delicados trazos en el lienzo... Con la habi-lidad de una adiestrada muralista da las últi-mas pinceladas de lo que será un floreciente negocio. Son pocos los detalles que faltan para finalizar una idea que Martha Monte-negro Lúquez considera como un promi-sorio negocio que le dará estabilidad en el futuro. Hace cuatro años, cuando se insertó en el procesamiento de especies, la prepara-ción de encurtidos y cajetas y el horneado de maíz, las condiciones de trabajo no eran recomendadas. “Poquito por poquito” esta mujer perseverante dio las condiciones hi-giénicas a su taller para entregar un produc-to inocuo (limpio, sano...) en el mercado.

Los pasos definitivos

Un crédito de 22 mil córdobas solicitado a la cooperativa Tres Pinos, y el apoyo técnico de ADDAC fueron necesarios para hacer las inversiones requeridas. El taller está listo; el registro sanitario se halla en trámite. Lo que falta es definir los empaques para el produc-to y ampliar el mercado. Martha es una mu-

jer emprendedora de 34 años, habitante de la comunidad Piedra de Agua, que pertenece a una familia que lleva muchos años traba-jando con ADDAC. Su marido, René Sáenz Zeledón, de 37 años, es socio de ADDAC, y su hija Karen, de 17 años, pertenece al proyecto Jóvenes Emprendedores, promo-vido por el organismo. Martha tiene plena seguridad de que su microempresa tendrá éxitos y ese éxito se logra colocando en el mercado productos de calidad: “a la gente le gusta mi achiote y las rosquillas”. Pasa-ba igual cuando “hacía encurtidos, todos se vendían rápido”, expresa Martha, quien nos permitió conocer su indiscutible confianza con un simple contacto con ella. Mucho tra-bajo espera a Martha para sacar adelante su florida microempresa, cosa que no es ajena para ella, porque sabe lo que es lidiar y salir a flote de las adversidades. Observando la perseverancia y la convicción de Martha, seguramente encontraremos dentro de cinco años una próspera empresa.

Martha sueña con tener una linda etiqueta que identifique su microem-presa y un envase adecuado para sus productos. Ella cree que resolviendo estas dos limitaciones sus productos tendrán acogida en el mercado de la ciudad de Matagalpa. Al parecer, un amigo se comprometió con ayudarle a diseñar la etiqueta y a encontrar los ansiados envases. Cada semana Martha prepara pasta de achiote empacado en bolsa plástica, en presentaciones de cuatro onzas, y horneado de maíz (hojaldras, ros-quillas...) con diez unidades en cada bolsa plática. En todos los puestos de ventas “donde fui a ofrecer el achio-te”, su principal mercancía de oferta, “me pedían el registro sanitario para comprarme el producto”. A partir de ese momento obtener el registro sanitario se convirtió en prio-ridad para aumentar el volumen de venta y reducir el tiempo de entrega. Esta exigencia del mercado está por solucionarse; se presume que en dos meses el Ministerio de Salud lo ex-tenderá.

Productos de calidad

La pasta de achiote es su principal producto generador de mayores ingre-sos. La fórmula inventada por Martha da un producto de mucha calidad. De esa correcta combinación de achiote en granos, comino, pimienta negra, ajo y ácido acético se forma una mez-cla que adobará exquisitamente cual-quier alimento de los consumidores más exigentes. Martha comenzó otra etapa de su microem-presa, una etapa más se-ria porque invirtió capital monetario y existe todo un proceso. No hay duda de que nuevamente saldrá exitosa.

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A lomo de caballo arribó su primera máqui-na de coser. Esa máquina vieja de pedal ve-nía de Sitio Viejo, una comunidad adelante de Palcila. La máquina era de tercera mano y se la compró a su comadre en 800 córdo-bas. Esa historia se produjo hace diez años y la máquina que le regaló su marido toda-vía existe. En ese tiempo Ivania del Rosario Chavarría Cruz traba-jaba en la agricultura y la costura. En 2007 se dedica por com-pleto a la confec-ción de ropa- En este momento

ADDAC le facilita un crédito de ocho mil córdobas para comprar una máquina eléctri-ca. Ivania del Rosario, madre de Ángel Ariel, de 15 años; Miurel Julissa, de 10 años, y Es-lin Edward, de un año, insiste que fue has-ta que recibió clases que pudo trabajar bien el arte de la costura. “Antes del curso hacía las cosas más o menos; no sabía hacer nada, sólo rumbitos como pasar una costura...”. Es cierto, Ivania del Rosario, quien aprobó únicamente los estudios de primaria, trabaja bien; eso se puede comprobar cuando se mi-ran sus obras. Ella piensa seguir perfeccio-nando su trabajado y muy pronto comprará una máquina industrial para mejorar el aca-bado de sus prendas. La costura ya se con-virtió en un sustento. Para Ivania del Rosario fue una elección acertada. “Me siento feliz

con mi trabajo”. Dice sentirse mejor que cuando era agricultora. Hoy su trabajo le

proporciona ingresos mensuales arriba de un mil 500 córdobas.

Algunas muchachas de la comunidad ya le solicitaron “que les diera clase para que ellas también se metan en el negocio”. Ivania del Rosario cree que ese gesto es un reconocimiento a su la-borioso trabajo. Ella no es egoísta y ya piensa en las posibilidades de entrenar a ese grupo de muchachas. Para llegar hasta este punto, Ivania del Rosario, de 32 años, tuvo que pasar dos años y medio de estudios en corte y confec-ción, y alta costura en el INTAE de Matagalpa. “A mí me encanta la costu-ra, por eso dejé la agricultura; en esos dos años y medio aproveché el tiempo y aprendí mucho”, relata con orgullo esta joven habitante de la comunidad El Carrizo.

La buscan por buen trabajo

En la comunidad hay otras dos muje-res que trabajan en costura “pero aquí hay buena demanda”. A Ivania del Ro-sario la buscan para hacer vestidos de niñas; trajes de señora; pantalones de vestir para mujeres; trajes de bodas; vestidos de quinceañeras y uniformes escolares, entre otros... El precio de los trajes varía dependiendo de la tela y la confección. Si “me entregan la tela” el traje puede costar 180 córdobas; pero todo incluido puede costar 300 córdo-bas. A pesar de que la venta de ropa usada afecta los pedidos de ropa con-feccionada, sólo de la comunidad en un año hubo pedidos de 50 trajes de seño-ras (como los que usan las cajeras del banco); 50 trajes para jardineras (niñas que acompañan cortejos de matrimo-nios y quinceañeras); 20 blusas para embarazadas; 50 blusas normales; cin-co shorts pescadores y 100 pantalones de mujeres. Ivania del Rosario sonríe porque “los que compran esa ropa aquí vienen a remendarla”.

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