dom cua 2 b

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Domingo 2º de Cuaresma Ciclo B

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Domingo 2º de Cuaresma Ciclo B

La Cuaresma es un tiempo más apto para sentir la misericordia de Dios. Es un tiempo propicio para cambiar, para convertirse, según nos vaya diciendo la palabra de Dios.

Toda conversión requiere un sacrificio. Por eso se debe hacer penitencia o más bien, podemos decir, saber aceptar por amor a Dios, las diferentes penitencias que nos trae la vida normal.

Pero nuestro fin no son las penitencias y el dolor. Somos hijos de Dios y por eso nuestra vida está destinada a la gloria.

Si debemos hacer penitencia,

sepamos que es porque, en esta vida de pecado,

no podemos llegar al monte de la resurrección si

antes no pasamos por el

monte del Calvario.

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Es un sendero angosto y pedregoso, alfombrado de espinos y de cardos.

Es un sendero angosto y pedregoso, alfombrado de espinos y de cardos.

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Por eso se nos presenta hoy la escena de la Transfiguración del Señor.

Jesús les había dicho a los apóstoles que para realizar plenamente la salvación, él debía morir, y morir en la Cruz.

También les había dicho que al tercer

día resucitaría

de entre los

muertos.

Los apóstoles ni entendieron ni atendieron a lo de la resurrección; pero sí se les quedó grabado lo de la muerte y se pusieron muy tristes.

Entonces Jesús pensó explicárselo mejor a los tres discípulos un poco más aventajados y más dispuestos a su amor. Dicen algunos que, quizá Jesús no se transfiguró ante los doce, porque Judas no se merecía tan divina visión.

Este año, ciclo B, la Transfigu-ración está contada por el evangelista san Marcos.

San Pedro, vidente principal, lo contaba muchas veces. De él lo aprendió san Marcos.

Mc 9, 2-10Dice así:

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco

deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con

Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas,

una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que

los cubrió, y salió una voz de la nube: "Éste es mi Hijo amado; escuchadlo." De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie

más que a Jesús, solo con ellos.Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No

contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos." Esto se les quedó

grabado, y discutían qué querría decir aquello de "resucitar de entre los muertos"

Los apóstoles necesitaban reafirmar su fe. También podemos decir que el mismo Jesucristo, que era humano, necesitaba plena iluminación y confirmación del sentido de su muerte liberadora y mesiánica.

Por eso aparecen Moisés y Elías. Son la representación de la Ley y los profetas. La nueva ley no elimina la antigua, sino que la mejora por medio del amor.

Este es el gran mensaje que la Iglesia quiere darnos en el 2º domingo de cuaresma: Que todas las penitencias y todas las pruebas que Dios quiera mandarnos no tienen valor en sí, sino en cuanto están destinadas a dar gloria y alegría de Pascua y de vida.

Para aquellos que flaqueaban en la fe les decía que todos los sufrimientos padecidos por Jesucristo iban a tener un final feliz, porque iban a reunirse con Cristo resucitado.

Cuando escribía san Marcos el evangelio, ya arreciaban las persecuciones contra los cristianos.

El suceso de la Transfiguración de Jesús nos quiere decir que Dios es tan bueno que muchas veces los que Le aman tiene experiencias sublimes de paz y de alegría.

No es que estemos

sólo pensando

en la gloria

eterna.

Los santos (y muchas personas buenas) pueden certificar los momentos de luz y de alegría íntima aun en medio de sufrimientos, aunque no lleguen a expresarlo como decía san Juan de la Cruz: “Oh llama de amor viva que tan tiernamente hieres”.

La gloria completa llegará después; pero ya en esta vida Dios concede

alegrías grandes a quienes se

ofrecen plenamente a su

amor.

Por eso las pruebas que provienen de Dios son para purificarnos, para quitarnos apegos de las cosas materiales. Porque, si el grano no cae en el surco y muere, no brota la espiga.

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y cae en el surco,

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Una prueba, que nos parece terrible, fue la que Dios le pidió a Abraham y nos trae la primera lectura de hoy.

Esta idea nos la dice la Escritura de varias maneras y en diversos tiempos.

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: - «¡Abrahán!». Él respondió:- «Aquí me tienes.» Dios le dijo:

- «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el

altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su

hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán! Abrahán!».

Él contestó:- «Aquí me tienes.» El ángel le ordenó:- «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar

de su hijo.El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: -- «Juro por

mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes

como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia,

porque me has obedecido.»

pues muchas cosas en la Sagrada Escritura se dicen en ejemplos que parecen exagerados para que se quede bien grabada la idea fundamental que nos quiere transmitir el autor sagrado.

Es posible que no haya que tomar el suceso al pie de la letra,

El ejemplo había quedado entre las tradiciones antiguas, cuando Abraham vivía entre pueblos paganos que admitían sacrificios humanos, cosa que no admitían los israelitas.

el que dice siempre sí al Señor y el que está dispuesto siempre a estar en las manos de Dios.

Lo importante es dejar claro que Abraham era el hombre de fe,

Esto es lo que quiere Dios de nosotros: que le digamos siempre que sí, que le podamos decir con sincero corazón:

“Aquí me tienes, Señor”.

O le digamos: “Padre, yo me pongo en tus manos”.

Padre, me pongo en

tus manos,

Automático

haz de mí lo que

quieras,

Estoy dispuesto a todo, lo

acepto todo,

con tal que tu

voluntad se cumpla

en mí

y en todas tus criaturas.

No deseo nada más,

Padre.

Te confío

mi alma,

y necesito darme,

ponerme en tus manos

sin medida,

porque tu eres mi padre.

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Este ponerse en las manos de Dios no es algo negativo, sino un acto de amor y correspondencia, porque Jesús nos perdonó y está con nosotros. De ahí nuestra confianza en el Señor.

Hay frases en la Escritura, que nos parecen muy duras e irreales, tomadas sólo a la letra: “Dios no perdonó a su Hijo y lo entregó a la muerte”, como nos dice hoy san Pablo en la 2ª lectura. Es como si Dios necesitase la muerte de su Hijo para salvarnos.

Porque Dios podía habernos salvado de

muchas maneras. Dios no quería la muerte de

su Hijo, sino que la permitió para

manifestar más claramente la fuerza de su amor y así nosotros

pudiéramos mejor corresponder con

amor.

Romanos 8,31b-34

Dice así la 2ª lectura:

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Y porque Dios nos ama hasta ese

extremo de dar su vida por nosotros

es por lo que nuestra confianza se hace cada vez

más grande según va aumentando

nuestra unión con Dios por medio del

amor.

En el caminar de nuestra vida vamos encontrando muchas pruebas. Estas pruebas pueden convertirse en vida, si sabemos acudir a Dios y poner en El nuestra confianza.

Nuestra vida cambiaría atados a la misericordia de Dios. Pruebas tendríamos, pero se convertirían en alegría, si pudiéramos decir, como san Pablo: ¿Quién nos separará del amor de Dios?

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¿Quién nos

separará del amor de Dios?

y más aún el

que resucitó,

el que a la derecha de Dios

intercede por

nosotros?

¿Quién nos

separará del amor de Dios?

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Dios, que es vida, no quiere la muerte de nadie ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Dios no quiere la muerte de Jesús ni quería la muerte del hijo de Abraham. Lo que quería era la fe y que nosotros nos pongamos en las manos del Señor y le invoquemos.

Dios no quiere el dolor, ni la sequía, ni la desgracia o la peste. Dios lo permite porque este mundo es imperfecto, es de paso hacia lo perfecto. Muchas calamidades suceden por la maldad humana y Dios llora con nosotros.

Dios quiere que podamos superar estas pruebas, pues nos darán una gloria inmensa. Abraham superó la prueba y bajó del monte transfigurado.

Jesús, después de su transfiguración,

baja del monte, dispuesto al

sacrificio en el Calvario. Por eso es tan importante

estar en la montaña de la oración, de la entrega en las

manos de Dios.

Si cuando acudimos a la iglesia vamos a ofrecer al Señor nuestras pruebas, encontraremos experiencias de amor o de dolor; pero siempre mediante la certeza y la luz que viene de Dios.

No es que haya que ser muy santos o raros. Pueden ser experiencias sencillas, pero que nos van dando luz para caminar siempre en la presencia del Señor.

Casi seguro que no será ese el “país” que se nos suele mostrar por TV u otros medios, sino el que más se parezca al cielo por el amor y la justicia.

Terminamos hoy con el

salmo responsorial. Nos invita a

decir: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la

vida”.

Caminaremos por un país más parecido al cielo si caminamos siempre en la presencia del Señor.

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Caminaré en

presencia del Señor

Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante,

porque inclina su oído hacia mi el día que lo

invoco.

en el país de la vida.

Que por intercesión de María podamos un día estar en el verdadero país de la vida.

AMÉN