dom cua 4 b

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Ciclo B

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Ciclo B

Estamos ya cerca de la

Semana Santa en que

contemplaremos a Jesús que

murió y muere por nosotros, por

amor.

Hoy las lecturas de la misa nos

mostrarán el amor maravilloso de Dios, que queremos sentir

desde el primer momento.

El Señor me amó con su

gran bondad.

Automático

El Señor es bueno para mi.

El Señor me amó con su gran

bondad.

El Señor es bueno para mi.

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El domingo pasado veíamos sobre los mandamientos de Dios. Son obra de su amor: Además de que se resumen en el amor, son normas que nos enseña Dios para que la felicidad eterna no sea sólo un regalo, sino un premio a nuestro esfuerzo.

La mayor prueba de su amor es que nos envió a su propio Hijo para que podamos ser salvados. De esto nos habla hoy el evangelio.

Juan 3,14-21

Es una de las páginas más hermosas y

reconfortantes de todo el evangelio. Dice así:

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.” Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Las primeras palabras son el final de la conversación que tuvo Jesús una noche con Nicodemo.

Nicodemo era un buen fariseo. Procuraba cumplir las prescripciones de la Ley. Era maestro en Israel y miembro del Sanedrín..

Nicodemo estimaba a Jesús. Seguramente le habría escuchado alguna vez y le habría visto hacer algún milagro. En su corazón había alguna luz, pero era aún de noche.

pero quizá por miedo o vergüenza respecto a sus compañeros, va a hablar con Jesús de noche.

Quiere hablar con Jesús;

Jesús le habla de algo sorprendente: En religión no se pueden hacer componendas, hay que cambiar radicalmente. Viene el reino de Dios y todo tiene que ser nuevo. No valen las experiencias y méritos de antes, “hay que nacer de nuevo”.

Nicodemo se siente desconcertado, no entiende. Hay que despojarse de toda grandeza, hay que empezar por ser pobre y débil, como un niño recién nacido. Se trata de un nacimiento en la era del espíritu.

Y Jesús, para terminar esa conversación, le dice que el Hijo del hombre va a ser elevado, como fue la serpiente del desierto, para que todo el que le mire (con amor), pueda tener la vida eterna.

Nicodemo ya no sabe qué responder y se queda callado.

En las vísperas de la semana santa se nos dicen a nosotros esas palabras para que admiremos el amor de Cristo Jesús que desde la cruz nos muestra la salvación.

Y como el viernes santo le digamos:

Automático

donde estuvo clavada la salvación del mundo.

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Es el primer anuncio de la cruz salvadora. Los que tienen el poder religioso y político de entonces no comprenderán a Jesús y no están dispuestos a aceptar el cambio radical que pretende Jesús.

Termina-rán

crucifican-do a

Jesús.

Pero allí estaba nuestra salvación. Más que la serpiente de bronce para los israelitas, este nuevo estandarte de la cruz se convertirá en medicina universal contra todas las infecciones dolorosas y mortales del espíritu, que son los pecados.

Debemos mirar con fe a la cruz

para agradecer el amor de Jesús

que allí nos muestra. Estamos

demasiado acostumbrados a mirar lo material. Debemos saber que en la cruz está nuestra salvación.

Y ahora en el evangelio viene una de sus frases más maravillosas: “Tanto amó Dios al mundo…” A veces se pone como dicha por Jesús a Nicodemo. Parece más bien que es como una meditación de san Juan, ya mayor, entusiasmado e inspirado en palabras que oiría a Jesús.

Es como un retrato que Jesús hace de su Padre. Dios no quiere condenar, sino que nos abre el corazón y vemos

en él un volcán de amor.

Dios no amenaza ni castiga, ni exige culto. No busca el poder, sino que es Dios de misericordia, es Dios de la gracia y de la benevolencia.

Nos ama tanto, que

nos ha entregado

a su propio Hijo.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único. Automático

Y todos los que creen en Él

Tanto amó Dios al mundo

que entregó a

su Hijo Único.

Y todos los que

creen en Él tienen

vida eterna,

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Y continúa la exclamación inspirada del evangelista:

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Si Jesús no le dijo a Nicodemo exactamente estas frases, sí le hablaría del amor de Dios. Nicodemo quedaría deslumbrado. El había escuchado siempre hablar de Dios, como grande, señor de los ejércitos. Y Jesús le habla del amor y la misericordia de Dios.

Nicodemo buscaba un poco de luz y encuentra un fogonazo. Pero Nicodemo era un hombre abierto a la luz, buscaba la verdad. Un día la encontraría en el Calvario y fue, con José de Arimatea, a embalsamar el cuerpo de Jesús.

Jesús es nuestra luz, pero a veces no queremos verla; pero sigue siendo la luz que nos guía en nuestros momentos difíciles, como la columna de fuego guiaba por las noches del desierto al pueblo de Israel.

La pedagogía que usaba Dios con el pueblo de Israel en el Ant. Testamento era como la que puede tratarse a un niño. Les era muy difícil entender lo que enseñaría Jesús: que Dios es sobre todo amor y misericordia.

Por eso, cuando se apartaban del camino de Dios y cometían muchos delitos sentían como la mano de Dios que castiga y reprende. Pero cuando de verdad se arrepentían, sentían la mano protectora de Dios.

Hoy la 1ª lectura es como un resumen de la historia de Israel en la antigüedad. El pueblo de Israel era como un niño, a quien hay que presentar el buen camino de una forma viva y sensible.

El castigo se da para

que comprendan cómo Dios detesta el mal. Dice

así el libro de las

Crónicas:

En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y

mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y

destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus

hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: "Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan

los setenta años."En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del

Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: "Así

habla Ciro, rey de Persia: "El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en

Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!""

El salmo responsorial, meditación de la 1ª lectura, es el 137 (ó 136), un salmo dramático en que muestra a los buenos israelitas en el destierro, sufriendo, pero acordándose de Jerusalén, que era como acordarse del Señor.

Ellos lloraban “junto a los canales de Babilonia”. Algunos les incitaban a cantar; pero ellos decían: “¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de Jerusalén.”

Au t omá tico

¡Cómo cantar un canto del Señor en tierra extranjera!

Jerusalén, Jerusalén, nunca de ti

me olvidaré.

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Todo en la Biblia nos debe llevar a creer en el amor de Dios y sentir su gran misericordia: pero hoy san Pablo, al hablarnos de la salvación de Dios, por medio de Jesucristo, le llama a Dios “rico en misericordia”. Dice así la 2ª lectura:

Ef 2,4-10

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

San Pablo va poniendo más en concreto lo que decía san Juan. Dios que, lleno de compasión, había enviado mensajeros, profetas, a su pueblo, al ver que eran rechazados, como seguía siendo rico en misericordia, envió a su propio Hijo.

Así que Jesús es el testimonio vivo del amor de Dios. Manifestó al mundo lo principal de Dios: que es Amor. Por eso “pasó haciendo el bien”. Esto nos lo enseñó continuamente, sobre todo por los milagros y las parábolas.

Y lo que quiere de nosotros es que le imitemos por el amor. Aquel será mejor discípulo de Jesús quien más ame, de corazón, a los cristos vivientes, que son nuestros hermanos.

Pero ese amor, de corazón, a los demás será posible, si sabemos mirar a Jesús, hecho más amor en la cruz. Este es el principal fruto que quiere la Iglesia para nosotros en la Cuaresma. En verdad que nos puede decir: “Nadie te ama como yo”.

Automático

Cuánto he esperado

que estuvieras

así.

Cuánto he esperado

que vinieras a

mí.

Sé también por qué

has llorado.

pues de tu lado no me

he ido.

Pues nadie te

ama como yo.

Mira la cruz: Esa es mi más grande prueba.

Nadie te ama

como yo.

Pues nadie

te ama como

yo.

Nadie te ama como

yo.

AMÉN

La Virgen María lo sabe

muy bien. Que ella nos acompañe en

el amor a Jesús.