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Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983 1 LOS GRANDES MEDIOS GRAFICOS Y LOS DERECHOS HUMANOS EN LA ARGENTINA 1976-1983 TESIS DOCTORAL DE MARTIN MALHARRO Director: Alfredo Alfonso Co-Director: Jorge Bernetti Doctorado en Comunicación Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata Julio de 2008

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DOCUMENTO PRELIMINARLos grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
1
Universidad Nacional de La Plata
Julio de 2008
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
2
INDICE
CARTA ABIERTA DE RODOLFO WALSH A LA JUNTA
MILITAR………………………………………………………………….10
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
VIAJE HACIA LA NOCHE…………………………………………....... 42
III. I. LA NACIÓN……………………………………………….... 90
III. I. I. 1976……..…………………………………………. 91
III. I. II. 1977…………………………….………………… 143
III. I. III. 1978…………………………………………..…...176
III. I. IV. 1979……………………………………..………...248
III. I. V. 1980………………………………………………. 307
III. I. VI. 1981……………………………………...………..347
III. I. VII. 1982……………………………………………... 371
III. I. VIII. 1983……………………………………………..499
III. II. LA PRENSA ………………………………………………..550
III. II. I. 1976………………………………………………..551
III. II. II. 1977…………………………….………………....612
III. II. III. 1978………………………………………..…......676
III. II. IV. 1979…………………………………..…………..705
III. II. V. 1980…………………………………………….…766
III. II. VI. 1981…………………………………...…………804
III. II. VII. 1982……………………………………………..840
III. II. VIII. 1983…………………………………………….920
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
3
CONCLUSIONES…………………………………………………...........1545
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………….........1570
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
4
INTRODUCCION
Este trabajo recorre la política editorial que cuatro grandes medios gráficos
nacionales, Clarín, La Nación, La Opinión y La Prensa, mantuvieron sobre
las violaciones a los Derechos Humanos ocurridos en Argentina, entre el 24 de
marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983.
Hemos partido del concepto de que la violencia represiva ejecutada por el
Estado durante el período anteriormente mencionado alcanzó tal magnitud y
virulencia que escapó a toda previsibilidad y teorización realizada
previamente al golpe militar que derrocó al gobierno de María Estela Martínez
de Perón. La instauración de una modalidad represiva basada en el secuestro,
desaparición, tortura y asesinato 1 fue el instrumento idóneo del que se valió la
dictadura militar para establecer un sistema de control a través del miedo, el
exterminio de cualquier rasgo opositor y la ruptura del sistema o tejido social
que permitía articular respuestas colectivas 2 . De esta manera, el gobierno
militar entronizado el 24 de marzo de 1976 eliminó y silenció cualquier
intento de oposición a su proyecto político-económico.
Este modelo represivo, regido por la rigurosidad, la planificación y la
clandestinidad 3 necesitó tanto del silencio como de la justificación; silencio
ante los secuestros, desapariciones y asesinatos; y justificación ante las
repetidas escenas de cuerpos masacrados, intentos de fugas fracasados,
desapariciones públicas de miles de personas, encarcelamientos masivos. El
empleo de este doble discurso: negar la violación de los Derechos Humanos y
paralelamente justificar la política represiva del Estado, necesitó contar con
una estructura no sólo represiva sino también comunicacional de vasto alcance
que funcionara en sintonía y concordancia con los presupuestos ideológicos de
este Estado y lo hiciera, en apariencias, de manera autónoma e independiente
del poder represor, reproduciendo desde su órbita de influencia el mismo
discurso, con la finalidad de amplificarlo e instalarlo en una sociedad de
sujetos aislados como la versión única y definitiva. Un discurso que se
implementó bajo el título de “lucha contra la subversión” y que funcionó
1 Fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 1 de La Plata en el juicio contra el ex jefe policial
Miguel Etchecolatz, en septiembre de 2006. 2 Balza, Martín, “No fue una guerra sino cacería humana, artículo de opinión publicado en el diario Clarín el
20 de marzo de 2006. 3 Consideración de la Sala de lo penal de la Audiencia Nacional de España, en la causa contra Adolfo
Francisco Scilingo, Madrid, 4 de noviembre de 1998.
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como eje justificador de todas las prácticas y excesos represivos cometidos
por las Fuerzas Armadas.
Esta tesis intenta analizar: la metodología informativa que cuatro grandes
medios gráficos argentinos mantuvieron respecto a estas prácticas represivas
como también el reflejo que ellas arrojaban casi cotidianamente sobre el
imaginario social desde las páginas de estos medios; el discurso editorial que
ellos sostuvieron en lo referido a las violaciones permanentes de los Derechos
Humanos; el rol que desempeñaron en la campaña más vasta de
desinformación y silencio que padeció Argentina a lo largo de su historia y,
por último, los ejes informativos empleados para informar a sus lectores sobre
el interminable raid de secuestros, asesinatos y persecuciones del que eran
víctimas miles de argentinos. También recorre el tratamiento de la
información, la elaboración del discurso y las conclusiones por ellos
esgrimidas a la hora de enjuiciar el estado de indefensión y terror que se
instaló en nuestro país a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y que
se extendió a lo largo de casi 3000 días, hasta la finalización del régimen
militar.
Hemos partido de la premisa que la información publicada por estos medios
durante este período es la muestra acabada de cómo fue tratada la información
referida a los Derechos Humanos en “aquellos tiempos”, donde es posible
encontrar las pruebas tanto de la magnitud del drama vivido, como también la
vasta campaña de silencio, ocultación, desinformación y presión que se
ejecutó sin pausa y sin ambages sobre la sociedad argentina. A partir de esta
premisa, hemos intentado desentrañar no sólo los mecanismos discursivos
empleados por los medios citados sino también la construcción informativa
que ellos utilizaron para informar sobre las violaciones de los Derechos
Humanos, con el fin de poder visualizar cómo se reflejó desde lo mediático la
política represiva del Estado y cuál fue el papel que estos medios jugaron al
respecto, tanto desde lo político como desde lo periodístico.
También hemos abordado el modelo informativo que cada uno de estos
medios empleó para abordar y reflejar en la crónica diaria tanto a la violencia
empleada por el Estado como al discurso justificador de la misma que él
utilizaba; la finalidad de este abordaje es detectar los mecanismos y
construcciones informativas que se dieron en torno a un tema que marcaría a
la sociedad argentina.
Si bien se ha recortado del espectro periodístico nacional de ese período un
número singular de publicaciones, creemos que los cuatro diarios elegidos
para esta tesis cubren con holgura y eficacia el panorama y la visión
informativa que primaba en esa época, esto dado por la cantidad de lectores, la
influencia en la opinión pública y la enorme potencia como líderes de la
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prensa escrita en lo referente a la formación de opinión, que estos medios
tenían por entonces; sin olvidar que también eran dentro de este campo un
espejo informativo de enorme importancia hacia el extranjero.
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MARCO CONCEPTUAL Y METODOLOGICO
El presente trabajo está basado en el relevamiento de los archivos de los
diarios La Opinión, La Nación, Clarín y La Prensa, durante en el período
comprendido entre marzo de 1976 y diciembre de 1983. En el caso de La
Opinión el seguimiento abarca desde el 24 de marzo hasta el 24 de mayo de
1977, fecha en que este medio fue intervenido por el gobierno militar. En total
se han analizado 8.778 diarios correspondientes a la cantidad de ejemplares
que estos cuatro medios publicaron desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10
de diciembre de 1983, salvo la excepción señalada anteriormente respecto a
La Opinión, fecha en que se da por terminado el período del terrorismo de
Estado.
Este relevamiento supuso el análisis de contenido de los artículos
periodísticos y las editoriales de los mencionados medios que aluden directa e
indirectamente a la violación de los derechos humanos como también la
política represiva ejercida por el Estado terrorista. Para ello fue importante
evaluar tanto los contenidos de las notas que juntamente con los editoriales
describen la política editorial que estos diarios sostuvieron con respecto a las
violaciones de los derechos humanos
En la primera etapa de selección de la información se siguieron dos líneas:
La principal estuvo dirigida a identificar los artículos en los cuales la prensa
reprodujo el discurso oficial justificador de las violaciones de los derechos
humanos (la necesidad de exterminar a la subversión antepuesta a cualquier
concepto), las notas destinadas a amplificar esos discursos, los artículos que
fueron directamente generadores de discurso funcional al gobierno –
editoriales y artículos firmados– y, dentro de este grupo, aquellos que eran
abiertamente justificatorios de la acción represiva del Proceso.
A tal fin se seleccionaron cuatro vectores:
-Un vector reproductor.
-Un vector amplificador.
-Un vector generador.
-Un vector justificador.
Por VECTOR REPRODUCTOR se entiende a aquellas noticias o
información que se limita a reproducir de manera mecánica el discurso oficial
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sin elaboración o profundización por parte del medio de la información
aportada por el Estado.
Por VECTOR AMPLIFICADOR se entiende a aquella política editorial que
amplifica el discurso oficial, dándole mayor trascendencia y aportando
elementos nuevos de apoyatura y respaldo al mensaje y acciones del Estado.
Por VECTOR GENERADOR se comprende a aquellas editoriales y
artículos firmados que publica el medio en el que se expone de manera directa
su pensamiento y compromiso con el poder, a la vez que hace aportes
ideológicos he intenta trazar nuevas líneas discursivas y de acción, siempre en
consonancia con la ideología del poder.
Por VECTOR JUSTIFICADOR se comprende a aquellos artículos y
editoriales que avalan y justifican explícitamente los argumentos y acciones
del Estado.
La segunda etapa fue el seguimiento de noticias relacionadas con
violaciones de los derechos humanos. La aparición de esas notas representan
fisuras en el bloque informativo y su análisis permite inferir los signos del
genocidio que se estaba llevando a cabo. Son escasas, porque se había
prohibido la publicación de noticias sobre hallazgos de cadáveres,
desapariciones, secuestros, detenidos y reclamos internacionales, pero el
contenido de estas noticias revela las versiones falaces que se daban sobre los
hechos y los indicios que existían a nivel de la opinión pública de los horrores
que estaban ocurriendo en el país.
La segunda parte de este trabajo fue la de organización de la antología y
análisis de contenido. Se utilizó el método inductivo porque el objetivo del
trabajo no fue demostrar una teoría previa sobre el perfil de cada medio, sino
al revés, partir del análisis del material para identificar las estrategias
discursivas de cada uno de ellos.
La elección de esta metodología de abordaje se debe a que permite de
manera clara visualizar de qué manera fue informada y manipulada la opinión
pública de aquellos años. Tres décadas después, este material es interpretado a
la luz de las investigaciones que se realizaron posteriormente en torno a la
tragedia que significaron aquellos 2700 días que duró la dictadura,
investigaciones que demostraron no sólo la extensión y profundidad de las
violaciones de los derechos humanos perpetradas por el terrorismo de Estado,
sino que también permitió abrir la puerta que dejaba al descubierto
determinados aspectos políticos y económicos de aquellos años, como las
alianzas y apoyos que recibió el gobierno militar por parte de sectores que
posteriormente se auto excluyeron como socios y partícipes, directos e
indirectos, en la construcción y sostenimiento del terrorismo de Estado.
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La conclusión principal de este trabajo es la tremenda precisión de los
hechos denunciados por Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar,
fechada el 24 de marzo de 1977. Walsh la dirigió a la Junta, pero sus términos
bien podrían aplicarse a la prensa: “lo que ustedes llaman ACIERTOS son
ERRORES, los que reconocen como ERRORES son CRÍMENES y lo que
omiten son CALAMIDADES”.
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A LA JUNTA MILITAR
1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de
mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija
que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta
forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como
escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la
acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que
ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son
crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban
parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política
represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para
nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue
el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso
democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y
agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en
los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones
de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como
expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese
"ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e
intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas
productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política
semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos,
interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror
más profundo que ha conocido la sociedad argentina.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de
miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas la cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales
guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra
ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto
militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación,
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convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la
tortura sin límites y el fusilamiento sin juicio. 1
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados
negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el
recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su
inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después
que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo.
Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez
días según manda una ley que fue respetada aun en las cumbres represivas
de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite
en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre
las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares
quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos.
1 Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de
nuevos detenidos y de "liberados" que en su mayoría no son tales sino
procesados que dejan de estar a su disposición pero siguen presos. Los
nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones
para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.
El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores
medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el
"submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas. 2
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la
guerrilla justifica todos los medios que usan han llegado ustedes a la tortura
absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener
información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para
ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y
hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han
perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es
asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares
descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados
combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a
diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no
está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante
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ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de
represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las
acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, cincuenta y cinco en
respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, treinta por
el atentado en el Ministerio de Defensa, cuarenta en la Masacre del Año
Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, diecinueve tras la
explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela, forman parte de 1.200
ejecuciones en trescientos supuestos combates donde el oponente no tuvo
heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de
justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los
cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales,
intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples
sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según
la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los
países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es
asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un
año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos,
proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión
es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que
revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40
acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la
guerrilla 63 muertos. 3
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga
cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a
prevenir a la guerrilla y los partidos de que aun los presos reconocidos son
la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de
Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el
humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer
Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos
Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca
Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de
2 El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado
radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muñiz Bárrelo
desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: "Picana en los
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brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o
rezaba... Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban a
hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba".
5 Cadena Informativa, mensaje N° 4, febrero de 1977.
fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor. 4
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de
enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo
de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios
no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma
que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de
gabinete, imponen como comandantes en jefe a las 3 Armas y aprueban
como miembros de la Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto
después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que
en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países,
por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias
fuerzas. 5
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en
las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados
hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el
Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años,
Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región
anal y fracturas visibles" según su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino
que buceaba en el lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde
no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. 6
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de
1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Lujan el 9 de octubre,
sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron treinta
muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y diecisiete en Lomas de
Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas
herederas de las 3A de López Rega, capaces de atravesar la mayor
guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río
de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la
Primera Brigada Aérea 7 , sin que se enteren el general Videla, el almirante
Massera o el brigadier Agosti.
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4 Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de
Encausados al obispo de Córdoba, monseñor Primatesta: "El 17 de mayo
son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros que luego
son fusilados. Se trata de Miguel Ángel Mosse, José Svagusa, Diana
Fidelman, Luis Verón, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte
en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo
son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este último había sido
castigado al punto de que no se podía mantener en pie, sufriendo varias
fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de
fuga".
5 En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres,
según los diarios. Una proyección anual da la cifra de 1.500. La presunción
de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1967 la
información periodística era incompleta y en el aumento global de la
represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes
producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600.
Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios: 100. Total: 4.000.
6 Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de
Noticias.
7 "Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier
Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron
transportes Fokker F-27.
Las 3A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de
la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el arbitro justo entre
"dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo
y sólo puede balbucear el discurso de la muerte. 8
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats,
durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan
José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y decenas de asilados,
en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos
en Chile, Bolivia y Uruguay. 9
La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos
Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CÍA
a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor,
sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardner Hathaway, Station
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Chiefde, la CÍA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las
que hoy sacuden a la comunidad internacional, que no han de agotarse
siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del
Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia
Libertadores de América, que reemplazó a las 3A hasta que su papel global
fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de
cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace
una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del
periodista de Prensa Libre, Horacio Novillo, apuñalado y calcinado después
que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con
monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la
guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no
reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del
mal". 10
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin
embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las
peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la
política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de
sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres
humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 por
ciento, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30 por ciento,
elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para
pagar la canasta familiar 11
, resucitando así formas de trabajo forzado que
no persisten ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de
las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo
asambleas y comisiones internas,
8 El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por La Opinión
el 3/10/76 admitió que "el terrorismo de derecha no es tal" sino "un
anticuerpo".
9 El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende,
muerto por una bomba en setiembre de 1974. Los ex parlamentarios
uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron acribillados el 2/5/76.
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El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2/6/76,
después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez,
general Harguindeguy, lo acusó de "simular" su secuestro.
10
12/6/76.
Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela, Pascarelli es el presunto
responsable de treinta y tres fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de
febrero de 1977.
11 Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la
situación se agravó aún más.
alargando, horarios, elevando la desocupación al récord del 9 por ciento 12
y
prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las
relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los
trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos,
secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos
aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. 13
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de
gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40 por ciento, el de ropa
más del 50 por ciento, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las
capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad
infantil supera el 30 por ciento, cifra que nos iguala con Rhodesia,
Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las
parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales
o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han
reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de
los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras
centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo
provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la
rapidez con que semejante política la convierte en una villa miseria de diez
millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua
porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares
de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los
barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo
contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de
Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno
que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
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Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar
"el país", han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto
bruto que orilla el 3 por ciento, una deuda exterior que alcanza a 600
dólares por habitante, una inflación anual del 400 por ciento, un aumento
del circulante que en sólo una semana de diciembre llegó al 9 por ciento,
una baja del 13 por ciento en la inversión externa constituyen también
marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian
hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma.
Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las
exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en
1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en
la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero
industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se
elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120 por ciento,
prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y
de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece
y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se
aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o a Indonesia, la
política económica de esa Junta sólo reconoce como
beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía
especuladora y un grupo selecto de monopolios internaciones encabezados
por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están
ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de
su gabinete.
12 Diario Clarín.
13 Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de
ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los
secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en
metalúrgicos y navales.
Un aumento del 722 por ciento en los precios de la producción animal en
1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por
Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto
por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
18
pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser
baratos". 14
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido
posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento,
donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital
sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares,
letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por
hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el
"festín de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en
manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se
premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de
expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los
aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y
desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe
preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde
están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología
que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no
pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los
derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría
pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran
sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra
que, aun si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo
nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la
resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas
por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades
cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto
gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza
de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso
que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
RODOLFO WALSH. - C.I. 2845022
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
19
aquellos tiempos extraños
llamaban valentía....
Evgueni Evtuchenko
En 1996, Hector Schmucler afirmaba, en la revista Confines, refiriéndose a
los años de plomo: “En la indagación sobre las circunstancias que hicieron
posible el estallido del mal nuestra responsabilidad es indelegable. Hay que
reconocer que aún no hemos comenzado a reconstruir sistemáticamente la
historia y que los análisis políticos están cargados con prejuicios
intolerantes, intereses coyunturales y miedos que paralizan e impiden
indagar cómo y en qué medida la sociedad estuvo comprometida” 4 .Desde
entonces han pasado muchas cosas al respecto pero la memoria continúa
estando allí, esperando que se haga no sólo justicia sino también que se
comprenda qué ocurrió y por qué ocurrió; frente a esto se alzan las otras
voces, las de quienes pretenden que la historia sea freezada para evitar que la
herida se abra y supure las cuotas de responsabilidad y complicidad con la que
están cargados los tiempos de la dictadura.
Es indudable que una enorme mayoría de la sociedad argentina, recibió con
ciertas dosis de esperanza al golpe del 24 de marzo de 1976, muchos confiaron
en que los militares pondrían fin a la violencia indiscriminada que recorría la
geografía nacional, al desgobierno de Isabel Martínez de Perón y a la crisis
económica que golpeaba a la sociedad argentina. Carlos Quiróz, secretario de
redacción de La Opinión durante 1977 y 1978, y posteriormente periodista
político del diario Clarín, recordaba :“Frente al desastre que era el gobierno
de Isabel y las experiencias previas que habiamos tenido, las “dictablandas”
de Onganía, Levingston y Lanusse, se creyó que si venía un gobierno militar
iba a tener las características de sus antecesores. Casi toda la sociedad
estuvo a favor del derrocamiento de Isabel, se creyó que destituyéndola se
solucionaba todo, se creyó que los militares iban a venir, ordenaban todo y
después llamaban a elecciones. Todos los diarios estuvieron a favor del
golpe” 5 .Se pensó que con el golpe se terminarían los atentados, los cuerpos
acribillados, la “guerrilla industrial”, la agitación obrera, el accionar de la
ultraderecha y de las organizaciones guerrilleras junto con el caos y la
4 Revista Confines, número 3, Buenos Aires, septiembre de 1996 5 Entrevista con el autor.
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
20
corrupción que representaba el gobierno. No fueron pocos los que confiaron
en que la implantación de un régimen militar obraría como una suerte de
punto final al caos que vivía el país, que con los militares llegaría un período
de tranquilidad que dejaría atrás el efecto centrifugador de la violencia y la
incertidumbre que para entonces significaba vivir en Argentina. Pilar
Calveiro, secuestrada durante la última dictadura militar y doctora en ciencias
políticas, afirmó: “En el momento de tomar el poder, los militares contaron
con un consenso nada despreciable en torno a su proyecto, uno de cuyos
puntos centrales era la destrucción de la subversión. La jerarquía
eclesiástica, cuya influencia en la Argentina era y sigue siendo significativa,
había dicho por boca de monseñor (N del.A: Victorio Bonamín): `Cuando
hay derramamiento de sangre, hay redención. Dios está redimiendo,
mediante el Ejército Argentino, a la nación argentina” 6 .Pero el problema
abarcaba además la visualización que tenía la sociedad del gobierno de María
Estela Martínez de Perón, principalmente la clase media y la clase alta que
apostaron al golpe con la ilusión de que con un gobierno militar se terminaría
definitivamente el populismo, la demagogia, la corrupción y la omnímoda
presencia de oscuros personajes encaramados en el poder. Abrasha Rotenberg,
en su libro “Historia Confidencial. La Opinión y otros olvidos” lo explicó
así:“Históricamente fuimos educados en la viabilidad de los golpes militares
como superación inevitable de las carencias democráticas. Tardaríamos
años y mucha sangre en reparar el error.
-¿Cuándo se va a producir el golpe?
-Los militares están aguardando que esto se pudra del todo- respondían los
que supuestamente estaban al tanto.-No falta mucho.
Después del verano, el 24 de marzo de 1976, estalló el golpe y fue recibido
con alivio y esperanza por una considerable mayoría: desde los medios de
comunicación hasta los partidos políticos, factores de poder y hasta ciertos
intelectuales.
Hoy es imposible encontrar algún partidario del Proceso, de la misma
manera que nadie estuvo frente a la Casa de Gobierno desprendiéndose de
sus joyas y vociferando su patriotismo durante la guerra de Malvinas. Si
tenemos que juzgar por las posiciones actuales, todos se opusieron al golpe
desde el primer día, aunque en marzo de 1976 fue bien recibido y la figura
del general Videla respetada. Tan respetada que eminentes científicos,
intelectuales, políticos y escritores participaron en sus almuerzos culturales
y al salir exaltaban su calidad humana y su perfil democrático. Tanto, que
incluso hubo quien intentó presentarse ante las Naciones Unidas y ante el
6 Calveiro, Pilar, Poder y Desaparición, Ed. Colihue, Bs. As, 2001, pág.148.
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
21
Congreso Americano para justificar la necesidad del golpe militar y el papel
democrático que jugaba Videla” 7 .
Es cierta la afirmación de Rotenberg, el 24 de marzo de 1976 un enorme
porcentaje de la sociedad argentina festejó aliviada la llegada de los
“centuriones” al gobierno. Lamentablemente no eran tales sino la ideología
“pretoriana” que nuevamente retornaba al poder de la Nación, con la salvedad
que esta vez lo hacían con un proyecto desconocido para entonces en la
Argentina, sin embargo el desconocimiento del proyecto represivo que la
Junta Militar instauró como política de Estado a partir del 24 de marzo no es
una causal disculpatoria ni atenúa al “pecado golpista” que recorre desde hace
más de 75 años la idiosincrasia de vastos sectores nacionales. Idiosincrasia
que ha permitido, por otra parte, que desde lo bizarro los mismos militares que
dieron el golpe se sintieran posteriormente traicionados por un gran sector de
la sociedad con el argumento de que estos sectores primero los alentaron a dar
el golpe y después del fracaso de Malvinas no sólo los negaron sino que se
exculparon de todo lo sucedido. En el libro “Los 70. Violencia en la
Argentina”, editado por el Centro de Estudios del Cìrculo Militar, puede
leerse: “Desgraciadamente ciertos sectores políticos, ideológicos y
mediaticos, sin excluir aquellos que dicen defender los derechos humanos,
tienen una muy mala memoria. Cuando dichos sectores se vieron afectados
y agredidos por la subversión terrorista dirigieron sus miradas hacia las
fuerzas aludidas (FF.AA y otras) para que los protegiesen. Cuando el
fantasma de los asesinatos, atentados, secuestros, bombas en las escuelas, y
supermercados y muchos otros actos terroristas fueron eliminados de la
pesadilla diaria, a costa de una elevada cuota de sangre de las fuerzas
citadas, sus muertos fueron olvidados y los que sobrevivieron a la lucha,
acusados, procesados y condenados” 8 .
Como señalan, referiéndose en concreto a los medios de comunicación,
Eduardo Blaustein y Martin Zubieta: “(...) el pecado golpista tiene la extraña
cualidad de diluirse cuando resulta generalizado, cuando está hondamente
enraizado en la cultura política de un país. Esto no pretende justificar el
golpismo sino poner el acento –una vez mas- en la responsabilidad
particular que tiene la prensa respecto al ciudadano de a pie. Lo realmente
importante sucede con aquellos medios que al apoyar el golpe no solo
7 Rotenberg, Abrasha, Historia Confidencial. La Opinión y otros olvidos, Edit Sudamericana, Bs. As, 1999,
págs. 266 y 267. N del A, en la cita, Rotenberg se refiere a Jacobo Timerman, quien se ofreció como testigo
voluntario para testimoniar ante el Congreso de los EE.UU a favor del gobierno de Videla, después que los
congresistas norteamericanos escucharan a los abogados argentinos Gustavo Roca y Lucio Garzón Maceda
denunciar las violaciones a los derechos humanos cometidas en Argentina. 8 Círculo Militar, Los 70. Violencia en la Argentina, Centro de Estudios del Círculo Militar, Bs.As, 2001, pág.
68
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
22
pretendían –o decían que pretendían- acabar con la guerrilla, el caos o la
corrupción, sino fundamentalmente adherir al proyecto que el golpe llevaba
consigo y, mas aún, tolerar, avalar, bien con su silencio o bien con palabras
explícitas, la dosis de terror y de muerte necesarias para sostener el proyecto
de país (...)” 9 .
Inclusive desde la izquierda también se apostó a su favor, bajo la premisa de
que “mientras peor mejor” ya que un golpe militar agudizaría la contradicción
entre el capital y la clase trabajadora y funcionaría como una suerte de foco
concientizador que haría que las masas se plegaran mayoritariamente a sus
propuestas. Cuando todos se percataron que la caja de Pandora había sido
abierta y el terror era el sino característico de esa esperanza, ya era tarde.
Repasar la historia comprendida entre 1976 – 1983 y emitir el inapelable
veredicto de que las Fuerzas Armadas son las únicas culpables del genocidio
ocurrido durante este período es juzgar los hechos con una ceguera tan
perniciosa como peligrosa. Ellas fueron las ejecutoras del plan más criminal
del que se tenga memoria en la historia argentina, esto no lo duda casi nadie,
sin embargo volcar sobre ellas absolutamente toda la responsabilidad de la
tragedia equivale a creer que toda la culpabilidad del nazismo le cabe solo a
un puñado de jerarcas nazis y a nadie más, como si la burguesía industrial, los
junkers, los partidos políticos y la sociedad entera alemana, amén de la
miserabilidad de Francia e Inglaterra, no colaboraron para que las camisas
pardas desfilaran triunfantes por la avenida Unter den Linden de Berlín,
preanunciando el cielo de fuego y de cenizas que se cernía ineluctablemente
sobre Europa.
Presentar así la historia significa no sólo cerrarla desde la comodidad e
impedir revisar el reparto de roles y culpabilidades que a cada sector
mencionado le cabe en el desarrollo de la tragedia, sino que también significa
clausurarla para que la losa pesada del olvido sepulte estas complicidades y
responsabilidades, para dejar el pasado transformado en un elemental y simple
tablero donde juegan fichas blancas contra fichas negras. Según Ricardo
Rodríguez Molas, “Debemos insistir, en primer lugar, en el hecho ya
advertido de que ningún orden social totalitario perdura sin cierto apoyo de
los más; el de la masa, sea a través de una conformidad sustentada en
valores abstractos o, ya en los tiempos modernos, en otros seculares; en la
esperanza de aspiraciones comunes que asocian al pueblo y a la elite de
poder” 10
.
9 Blaustein, Eduardo, Zubieta Martín, Decíamos Ayer, Edit. Colihue, Bs.As, 1998, págs. 46 y 47. 10 Rodríguez Molas, Ricardo, Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina, Editorial Eudeba. Bs
As., 1985, pág. 31.
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
23
Sin embargo, salvando las distancias y características, algún punto en común
tiene la tragedia alemana y la nuestra. En ambos casos el silencio y la
complacencia fue mayor a lo que la historia oficial pretende hacer creer, en
ambos casos, una vez terminada la pesadilla, ninguno de los sectores adictos al
golpe y posteriormente al régimen militar asumió el papel desempeñado
durante los años oscuros. Así fue como, en Argentina, los socios del régimen
miraron para otro lado como si lo ocurrido hubiera sido tan sólo un mal sueño;
nadie refrendó, salvo los contados ultramontanos, sus simpatías y apoyo a lo
actuado por el gobierno militar, así todos los antiguos aliados del espanto, se
presentaron como víctimas, algunos más que otros, o sea, en resumidas
cuentas, en Argentina durante el gobierno militar que ocupó el poder desde
1976 hasta 1983 no hubo cómplices, socios, consejeros y mucho menos
adictos al régimen derrumbado. “ El discurso mítico posterior a la caída de la
dictadura, ha tratado de mostrar que los militares actuaron como ´fuerza de
ocupación’ frente a la sociedad civil, reduciendo la cruel etapa vivida a un
enfrentamiento entre militares y civiles. De este modo, la sociedad in totum,
tras el baño de sangre en el Jordán democrático, se autoexculpó de toda
responsabilidad frente al proceso. Sin embargo, la red de participación,
responsabilidad y complicidad fue muy vasta, aunque ella no ha merecido la
suficiente tematizacion” 11
, sostuvo Eduardo Luis Duhalde.
Cuando en el Juicio a la Juntas la verdad emergió del oscuro pozo donde
había sido arrojada, se asumió como verdad luminosa la teoría de los Dos
Demonios que pretendía exculpar a todos aquellos que “no se plegaron a
ninguno de los dos demonios”, presentando la historia de los casi ocho años
más oscuro que padeció Argentina como una espantosa pelea de una banda de
malos contra otra banda de malos, quedando el país “tomado como rehén” y
como sufrido espectador de una violencia abstracta, incomprensible y ajena a
los que quedaban al margen de ella.
Finalmente las leyes de Obediencia Debida y Punto Final cerraron este ciclo.
Es por esto, que en nuestro país “los mayores estudios sobre el período
dictatorial se circunscriben a la actuación militar y a los civiles que
cumplieron tareas directas represivas en los campos. Del mismo modo que
la sociedad no quiso `ver´ a los chicos sobrevivientes de Malvinas, en tanto
eran el testimonio vivo de un trágico desastre aplaudido colectivamente en
su realización, tampoco ha querido ´ver´ de qué modo amplios sectores de la
sociedad consintieron o impulsaron el actuar criminal de las Fuerzas
Armadas” 12
, afirmó Duhalde.
11 Duhalde, Eduardo Luis, El Estado terrorista, Edit. Eudeba, Bs.As, 1999, pág. 88 12 Duhalde, Eduardo Luis, ob.cit, pág .89.
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
24
La historia oficial intentó asegurar la exculpación colectiva, trazando una
línea divisoria entre “inocentes” y “culpables”, entre un pasado horroroso y
ajeno y un “nuevo comienzo”. El resultado es una forma peculiar de
ideologización del debate histórico, planteado desde la malversación de la
historia. De este modo “el debate político se nutre del pasado, pero no como
fuente de experiencia, ilustración de distintos modos de proceder y distintas
opciones morales, sino como excusa de quienes actúan hoy en día”, como
afirmó Marcos Novaro en su artículo “La memoria del pasado debe estar
abierta a la discusión” 13
.
De todas las complicidades manifestadas y exhibidas durante el reinado del
terror y el exterminio cabe repasar cuidadosamente el rol jugado por los
grandes medios gráficos del periodismo argentino, no sólo en su papel de
reproductor y amplificador del mensaje del régimen sino además el discurso
que ellos generaron por motu propio y la concordancia que ellos guardaron
con los objetivos y medios que en el campo politico, económico y social
implementó la dictadura. La afirmación de que no hay nada mas viejo que un
diario de ayer es una falacia tan gigante como errada, basta un paseo por las
primeras planas, las páginas interiores y las editoriales que los grandes medios
gráficos argentinos desplegaron cada mañana para “informar” a los argentinos
durante los casi ocho años de pesadilla para descubrir las políticas, los roles y
las mecánicas operativas comunicacionales que estos medios desarrollaron
durante este período. Un período en que la realidad se vivía pero no se leía.
Hablar de la prensa gráfica nacional y del papel que ella jugó durante los
años de plomo es observar la construcción y edificación de la mentira, el
ocultamiento del horror, el asesinato cotidiano de la verdad, la omisión como
rasgo preponderante. El proyecto que impulsó la Junta Militar a partir del 24
de marzo de 1976 necesitó necesariamente colaboradores y participantes que
en el engranaje social tuvieran un peso específico, tanto en el área económica,
social como en la comunicacional. Este proyecto, basado en la pedagogía del
terror, en la política del exterminio y en el ocultamiento de los hechos, pudo
ser llevado a cabo en gran medida por el grado con el que lo asumieron los
grandes medios de comunicación, identificados plenamente con los “ideales”
del golpe y también socios activos en la construcción de una realidad ficticia
que se publicaba cotidianamente disfrazada de “pacificación”, “derrota al
terrorismo”, “triunfo argentino”, “mandato inalterable”, “ideales patrios”,
cuando en cambio, la “otra realidad”, la verdadera, emergía sólo en forma de
operativos, muertos, detenidos y desaparecidos, los cuales, según la óptica
imperante, surgían desde el seno mismo de la sociedad civil, donde vivían
13 Novaro, Marcos, “La memoria del pasado debe estar abierta a la discusión”, Revista Ñ, Bs. As. 18 de
marzo de 2006.
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
25
camuflados, para acabar confluyendo en un lugar vago y oscuro, del cual los
medios nunca sabían nada. El director del diario La Opinión, Jacobo
Timerman, al testimoniar en el Juicio a las Juntas relató una charla que
mantuvo, días después del golpe, con el capitán de navío Carlos Bonino: “Me
explicó la tesis de la represión, en tono amable y desapasionado. Dijo que
era irreversible, porque la única manera de terminar para siempre con la
subversión. Cualquiera que estuviera ligado con la subversión, fueran
padres, hijos o parientes tenían que desaparecer. Era un sacrificio que la
Argentina tenía que hacer y que valía la pena.
–Sería preferible que dictaran la ley marcial y aplicaran la pena de muerte,
pero con oportunidad de defensa ante un tribunal- le argumenté.
–Estamos apurados. No tenemos tiempo. En ese caso intervendía el Papa, y
contra la presón del Papa sería muy dificil fusilar- me contestó.
–Pero Franco fusiló pese a la oposición del Papa.
-Nosotros no estamos en esas condiciones- replicó” 14
.
El argumento del desconocimiento, de la verdad escatimada por las
autoridades, del silencio impuesto en torno a la mal llamada “guerra
antisubversiva” o “guerra sucia”, choca frontalmente con la política editorial
que durante aquellos años tuvieron los grandes medios gráficos sobre las
violaciones de los Derechos Humanos. Argumentar que se ignoraba la verdad
sobre las permanentes violaciones de los derechos humanos es un eufemismo
sin límites y una mentira. “Claro que sabíamos lo que estaba pasando pero
aquí no se podia publicar nada. Algunos de nosotros le dabamos la
información que teníamos al respecto a los diplomáticos extranjeros, ellos se
la pasaban a sus medios nacionales, o sea que la información se publicaba
en el extranjero. Era lo mas seguro” 15
, reconoció Carlos Quiróz. No sólo la
prensa internacional se hacía eco de las denuncias sino que también llegaba a
las redacciones denuncias y petitorios sin que los diarios los tomaran en
cuenta o se animaran a reflejarlos en sus páginas 16
. Ante esta información, la
actitud o política editorial adoptada fue no sólo la del silencio sino que en
contrapartida reprodujo in extenso los argumentos con los que el Estado
represor justificaba las atrocidades cometidas y apenas encubiertas. El poder
de los medios se transformó así en los medios del poder, desde los cuales la
información se convirtió en una mercadería neutra, silenciosa y gris, con “los
muertos, los detenidos, los desaparecidos confluyendo contiguos en un
14 Verbitsky, Horacio, El Vuelo, Edit. Planeta, Bs.As. 1995, págs 112 y 113. 15 Entrevista con el autor. 16 Ver Verbitsky, Horacio, Walsh y la prensa clandestina, Ediciones de la Urraca, Bs.As. 1986.
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26
nada saben” 17
.
Pero ya antes del golpe del 24 de marzo de 1976, los grandes medios
tuvieron una clara manifestación del huracán de muerte y violencia que se
cernía sobre la sociedad toda: “Si es preciso en Argentina deberán morir
todas las personas necesarias para lograr la seguridad del país”, sostuvo el
entonces general Jorge Rafael Videla desde las páginas del diario Clarín el 24
de octubre de 1975, cinco meses antes del golpe. Sin embargo ningún medio
preguntó ¿Quiénes iban a morir?, ¿De qué manera se pensaba implementar la
pena de muerte?, ¿Quiénes iban a determinar quiénes iban a vivir y quiénes
no?, ¿Bajo qué presupuestos ideológicos, morales y políticos iba a ser la
muerte la encargada de pacificar al país?. Lo aclaró posteriormente y sin
eufemismo el general Ibérico Saint Jean: “Primero vamos a matar a todos los
subversivos; después a sus colaboradores; después a los simpatizantes;
después a los indiferentes y, por ultimo, a los timidos” 18
. O sea: “se está con
nosotros o contra nosotros”. Así lo señalaba también el coronel C.A.
Castagno, en enero de 1976 “Solo hay una forma de victoria: el apoyo al
ejército nacional, en el convencimiento de que los delincuentes (subversivos)
no pueden vivir con nosotros” 19
.
A partir del 24 de marzo de 1976 “los medios no sólo entraron a transmitir
en cadena” 20
Rodolfo Terragno sino que modificaron sustancialmente su política
informativa; se cargaron de adjetivos calificativos donde subversivos y fuerzas
de seguridad se convirtieron en un campo semántico de inocultables
significados, donde se eliminaron los ¿Quiénes? y los ¿Cómo? para
transformarlos en un espacio invisible asociados a la muerte. El general
Tomás Sánchez de Bustamante explicaba en 1980 “En este tipo de lucha el
secreto que debe envolver a las operaciones hace que no se deba divulgar a
.
17 Blaustein, Eduardo, Zubieta Martín, ob.cit, págs. 33 y 34. 18 Cable de UPI, New Cork, 25 de mayo de 1977. 19 Castagno en declaraciones publicadas en el diario La Nación, el 22 de enero de 1976. 20 Terragno, Rodolfo, Revista Cuestionario, abril de 1976. En esa publicación escribió: “El 25 y 26 de marzo
se produjo, en la Argentina; un hecho inédito: los diarios entraron en cadena: Todos publicaban exactamente lo mismo: comunicados oficiales, sin el menor agregado ni la más tenue opinión. El 27 se levantó la cadena;
pero los diarios siguieron –salvo en lo formal- indiferenciados. Fue una repentina toma de conciencia, a través
de la cual comprendieron lo disgregadora que puede ser la prensa. Para muchos, era previsible: los diarios
argentinos, en general, suelen ensañarse con los gobiernos débiles y volverse exageradamente dóciles ante los
gobiernos fuertes. En 1966 eso quedó bien claro: de la osadia, el inconformismo y la impiedad exhibidas para
con Illia, pasaron al recato, el colaboracionismo y la sumisión para Onganía, verse exageradamente dociles
ante los gobiernos fuertes. No sería la última transición de la heroicidad a la disciplina (...)”. 21 Sánchez de Bustamante, Tomás, en declaraciones al diario La Capital de Rosario, 16 de junio de 1980.
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Había silencio pero se sabía lo que ocurría, se sabía que la represión era una
máquina enloquecida que consumía diariamente la vida de la mayoría de los
que caían en sus manos, esto no era un secreto. Calveiro recuerda: “Si había
algo que en ese momento no se podía aducir era el desconocimiento. Los
coches sin placas de identificación, con sirenas y hombres que hacían
ostentación de armas recorrían todas las ciudades; las personas
desaparecían en procedimientos espectaculares, muchas veces en la vía
pública. Casi todos los sobrevivientes relatan haber sido secuestrados en
presencia de testigos. Decenas de cadáveres mutilados de personas no
reconocidas eran arrojados a las calles y plazas (...) Era impresionante la
cantidad de gente que sabía del grupo de tareas. ¿Alguien habló? ¿Alguien
dijo algo? Yo no lo recuerdo” 22
.
Nunca se cuestionó la falta de libertad de prensa, la mordaza que se les
imponía; era todo lo contrario, no sólo los medios justificaron el silencio de
las fuentes militares respecto a las violaciones encubriéndolas en la necesidad
de comprender el secreto que regía la política informativa en caso de guerra,
una forma de autojustificarse, sino que además se hicieron eco del falso
discurso épico con el cual la camarilla militar camufló el exterminio, la tortura
y las persecuciones, para acabar convirtiéndose en la cadena de transmisión de
las operaciones de propaganda de la dictadura. “Aparece claro que este
movimiento militar no se puso en marcha contra ningún sector, no va
contra el peronismo, como en 1955, ni contra la clase política, como en
1966. Los enemigos son solamente aquellos que han delinquido, ya sea
desde la subversión o desde el poder”, escribía, sospechosa o cándidamente,
el columnista Heriberto Kahn en La Opinión el 27 de marzo de 1976. O sea
que los delincuentes eran “aquellos otros”, esa categoría vaga e indefinible
llamada “subversivo”, a ellos era a los que Videla había prometido matar. Sin
embargo en la afirmación pos golpista de Kahn ya está encerrada la ecuación
del terror que va a ocupar todos lo rincones de la vida argentina durante los
próximos casi ocho años. Cuatro días más tarde, el mismo periodista escribía:
“El proyecto nacional de las Fuerzas Armadas se caracteriza por la
moderación”. Pocos meses después, el 25 de noviembre de 1976, La Opinión
publicó unas declaraciones del General Acdel Vilas donde aclaró el error
conceptual de Kahn: "La ingenuidad y la indiferencia implican complicidad
subversiva”.
22 Calveiro, Pilar, ob. cit, págs.149 y 150.
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“No hay ignorantes hay cómplices” sostenía sin pudor el general Ibérico
Saint Jean. O sea, el concepto primario de lo que era un “subversivo” se había
vaciado de su significado real para encolumnarse en otro de carácter difuso,
amplio y peligroso. Ya antes del golpe del 24 de marzo, la camarilla militar
establecía esa suerte de territorio de sobrevivencia y el requisito para ingresar
a él. “Solo hay una forma de victoria: el apoyo al Ejército Nacional en el
convencimiento de que los delincuentes (subversivos) no pueden vivir con
nosotros”, expresaba el Coronel C.A. Castagno en el diario La Nación, en su
ejemplar del 22 de enero de 1976. Los medios justificaron las necesidades de
estas clasificaciones escudándose en el silencio, en la ausencia informativa.
“Yo quiero significar que la ciudadanía argentina no es víctima de la
represión. La represión es contra una minoría, a quien no consideramos
argentina”, sostenía el general Jorge Rafael Videla al diario La Prensa, en su
edición del 18 de diciembre de 1978. El territorio del pánico y el del horror se
mezclaban en la masacre semiótica que elaboraban los militares y que los
diarios difundían profusamente sin cuestionar siquiera los límites de las
afirmaciones.
Apenas producido el golpe, la Junta Militar dio a conocer el famoso
Comunicado 19 donde especificaba: “Se comunica a la población que la
Junta de Comandantes Generales ha resuelto que será reprimido con la
pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio
divulgare, difundiera o propagase comunicados o imágenes provenientes o
atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente
dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con
reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere,
divulgase o propagase noticias, comunicados o imágenes con el propósito de
perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas
Armadas, de seguridad o policiales”.
No era necesario especificar esto ya que, salvo honrosas excepciones, el
periodismo argentino “entró a transmitir en cadena” en consonancia con los
objetivos del nuevo gobierno. Lo decía claramente el editorial de La Nación
del 25 de marzo de 1976: “La crisis ha culminado. No hay sorpresa en la
Nación ante la caída de un gobierno que estaba muerto mucho antes de su
eliminación por la vía de un cambio como el que se ha operado. En lugar de
aquella sorpresa hay una enorme expectación. Todos sabemos que se
necesitan planes sólidos para facilitar la rehabilitación material y moral de
una comunidad herida por demasiados fracasos y dominada por un
escepticismo contaminante. Precisamente por la magnitud de la tarea a
emprender, la primera condición es que se afiance en las Fuerzas Armadas
Los grandes medios gráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983
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la cohesión con la cual ha actuado hasta aquí. Hay un país que tiene
valiosas reservas de confianza pero también hay un terrorismo que acecha”.
Las reglas del juego estaban claras, pero por las dudas sería el mismo Videla
quien se encargaría de explicarlas, en declaraciones publicadas en el diario La
Nación, el 1de abril de 1976:“La libertad de prensa será respetada y
garantizada, confiando en que sabrá interpretar la vocación del gobierno
militar de restituir y asegurar la vigencia de los principios fundamentales
acordes con nuestra forma de vida”.
El pacto de silencio ya había sido establecido, los medios apoyaron al golpe
y al gobierno, y por ende al proyecto represivo que se había preanunciado
antes del 24 de marzo. A partir de esta fecha, la sintonía entre medios y
dictadura alcanzó ribetes grotescos, salvo quizás en el caso del diario La
Opinión que intentó un tibio blanqueo de las acciones represivas, claro que
esto no disculpa al diario que fue uno de los principales promotores del
derrocamiento del gobierno de María Estela de Perón y que defendió
contradictoriamente y sin cortapisas a la dictadura de las campañas
internacionales contra las violaciones de los derechos humanos .
“El director del diario El Día, de La Plata, Raúl Kraiselburd, afirmó que
la censura impuesta a los medios por los militares había sido levantada 48
horas después del golpe”, afirmaba La Nación, el 7 de abril de 1976 y Clarín,
en su edición del 14 de abril, declaraba:“La rígida censura de prensa
impuesta el 24 de marzo duró sólo 36 horas. Desde entonces el progresivo
retorno a la normalidad en todos los órdenes y la fluída comunicación entre
el gobierno y los diarios la han reducido al cumplimiento de normas
indicativas. Pero la experiencia plena de índices bien vale la pena ser
contada como otro testimonio del actual proceso”. Ambas declaraciones no
hacían más que ubicar la toma de posición de los medios respecto a la censura,
una posición que fue mantenida y recién abandonada cuando el régimen
comenzó a hundirse en el marasmo económico y político que había
engendrado. Pero desde 1976 y hasta mediados de 1982, los diarios siguieron
manteniendo la misma línea editorial. Según Luis Bruschtein “(...) asumieron
la censura como un hecho natural. Eran directivos de la S.I.P (Sociedad
Interamericana de Prensa) y se encargaban de hacer todo el tiempo listas
negras de países en los que, según ellos, no había libertad de prensa, iban a
Cuba y armaban un lío bárbaro pero los tipos venían acá y se callaban la
boca cuando la censura no sólo era evidente sino que era brutal, porque
.
23 Bruschtein, Luis, La lógica del terror en los medios gráficos, en Seminario de Medios y Dictadura, Edición
Colectivo La Tribu, Bs.As.m 2003, página 12.
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Sin embargo, como los campos enemigos eran excesivamente vastos y los
perfiles de los límites podían desdibujarse en el conflicto patria-subversión,
ejército nacional-enemigos, los mismos diarios se encargaban de hacerles
saber a sus redactores las fronteras del conflicto. “Por disposición de esta
dirección y con motivos de las directivas del Comando del Tercer Cuerpo de
Eéercito, en el día de la fecha no se deberán publicar reclamos de familiares
de presuntos detenidos que deseen conocer su paradero”, podía leerse en el
Memorando interno N° 44, del 24 de abril de 1976, que La Voz del Interior, de
Córdoba dirigió a la Secretaria de Redacción. Indudablemente que este
memorando jamás se publicó en los medios. Recién sería La Prensa la que
publicaría, al año siguiente, la primera solicitada de los familiares de
desaparecidos, pidiendo noticias sobre el paradero de aquellos que la máquina
infernal del Estado había engullido. Esta actitud de La Prensa se va a enredar
significativamente con el apoyo sin cortapisa que el diario le va a dar al
régimen, construyendo un espejo deformante en el que se mezclaban las
columnas de opinión de Manfred Schonfeld referidas a las violaciones de los
derechos humanos junto con las del general Ramón Camps en las cuales
clamaba por el exterminio y la guerra santa contra el enemigo de la patria, de
la cristiandad y de la cultura occidental.
El 30 de abril de 1976, La Opinión reproducía las declaraciones del general
Luciano Benjamín Menéndez, Comandante del Tercer Cuerpo del Ejército, al
informar sobre la quema de obras de Marcel Proust, Gabriel García Márquez,
Mario Vargas Llosa y Eduardo Galeano, entre otros: “A fin de que no quede
ninguna parte de estos libros, folletos, revistas, etc. Se toma esta resolución
para que con este material se evite continuar engañando a nuestra juventud
sobre el verdadero bien que representan nuestros símbolos nacionales,
nuestra familia, nuestra iglesia y, en fin, nuestro mas tradicional acervo
espiritual sintetizado en Dios, Patria y Hogar”. Los medios no emitieron
opiniones sobre el Fahrenheit 451 que desató el ultramontano general, algunos
medios ni siquiera estimaron necesario informar de esta hoguera inquisidora
como de ninguna otra que se encendió para quemar la palabra escrita. “Lejos
de nuestro ánimo y espíritu estaría pensar en tener una prensa complaciente
y no objetiva.”, explicaba el general Jorge Rafael Videla al diario Clarín, en
su edición del 13 de mayo de 1976.
Durante el último año de gobierno de María Estela Martínez de Perón, la
prensa argentina jugó al desgaste sin prisa ni pausa de un régimen que se
erosionaba solo en medio de la conflictividad política, social y económica de
la época. Víctima de sus contradicciones e incapacidades manifiestas, su
gobierno ya estaba herido de muerte apenas se produjo la desaparición del
general Juan Domingo Perón. Agotado y acorralado, el Poder Ejecutivo no
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encontró otra salida que intentar huir hacia delante, hacia el precipicio tan
temido. Afirmar hoy que una buena parte de la sociedad argentina no vio con
beneplácito su derrocamiento es faltar a la verdad. A partir de ahí se establece
la premisa de que la llegada de los militares era necesaria ante el caos
desbordante en la que se hallaba sumergido el país, premisa que trae aparejada
la disculpa inocente de que nadie imaginó que iba a pasar lo que a
continuación pasó, o sea que nadie sospechó del enorme engranaje de
represión que se iba a poner en marcha en toda la geografía nacional
implantando los mecanismos más atroces para aquellos que ellos consideraban
“subversivos”. “La subversión no es sólo lo que se ve en la calle. Es también
la pelea entre hijos y padres y abuelos. No es solamente matar militares. Es
también todo tipo de enfrentamiento social”, explicaba Videla a la revista
Gente, en su ejemplar del 15 de abril de 1976
Los mismos jerarcas militares que se harían con el poder prevenían a la
sociedad lo que iban a hacer cuando tomaran el poder. Basta con leer las
declaraciones de algunos de ellos para tener una aproximación cabal de lo que
definían como el costo que implicaba pacificar al país, sin embargo en
apariencia nadie lo leyó. En las declaraciones y en los discursos de las Fuerzas
Armadas estaba expuesto el pensamiento militar, los cuales, junto con las
homilías castrenses fueron un claro muestrario de la opinión y la concepción
mesiánica que primaba en el seno de los militares. Semanas antes del golpe
del 24 de marzo, el Círculo Militar dio a conocer un impreso que fue recibido
y leído con agrado por diversos sectores sociales del país y que reflejaba la
opinión y el pensamiento sobre el rol de las Fuerzas Armadas, respecto a la
sociedad civil, la violencia y sobre ellos mismos: “Lo que nos pasa a los
argentinos es que tantos años de paz nos han apoltronado...gracias a Dios,
no han apoltronado a los cuadros de nuestro Ejército, que en cada momento
está brindando ejemplos de coraje, de resolución y de capacidad combativa.
Es probable que se hayan apoltronado las mentes débiles, contaminadas por
sutiles y variadas propagandas ideológicas, que han posibilitado la acción
de bandas de alienados. Pero esa muchachada sana, fisica y moralmente,
representada con virilidad por los oficiales y suboficiales jóvenes..., ¡bendito
sea Dios!, lejos está de haberse apoltronado” 24
, afirmaba Gustavo Druetta.
Los medios sabían lo que iba a ocurrir y se aliaron con ellos en la prosecución
de un mismo objetivo. “(...)no está de más recordar que iniciado el proceso
de reorganización tal vez se hubiera demorado, con grave daño para el país,
si la prensa independiente no hubiera logrado hacerse oir en las críticas
24 Druetta, Gustavo, Guerra, politica y sociedad en la ideología de la corporación militar argentina, en
Crítica y Utopía, número 10-11. Bs As., 2003, pág. 131.
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circunstancias imoperantes hasta el 24 de mayo”, expresaba La Prensa en su
edición del 20 de mayo de 1976.
Cabe hacerse la pregunta si en ese período de incertidumbre que antecede al
derrocamiento del gobierno constitucional ¿ninguno de ellos visualizó que la
derrotada iba a ser la democracia?, ¿Ninguno intuyó que el silencio que se les
iba a requerir se iba a volver complicidad?. El embajador norteamericano en
Buenos Ai