decisión pertinente

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DECISION PERTINENTE: “MAS DE LO MISMO”. ¿Cuál es el sujeto y el modelo de gobierno apropiado para el Ecuador en el presente, para los países de la CELAC y, en general: para aquellos que en el Planeta tienen similar contextura, una vez que se parte del supuesto, de que el mundo vive la coyuntura de transición: la mediación hacia la nueva forma humana, que niega y sustituye a la presente (a la formación social burguesa), la que debe durar unos 50 años en virtud del vertiginoso desarrollo de la ciencia y de la técnica? El momento histórico en el Planeta, establecido por fuerza de los últimos acontecimientos: instauración y desaparición del socialismo, inusitado desarrollo de las fuerzas productivas y del proceso de sobremaduración de la forma de reproducción (economía) capitalista, aladea toda postura radical, sea socialista o conservadora, en el plano de la gestión pública. La modalidad de instalación del nuevo sistema de interconexiones genérica, al que se señala con el nombre de “democovivencia” (para obviar el uso del término “comunismo”), opera de esa manera. Por tanto, en varios países de la América no anglosajona la historia ha permeado la instalación de regímenes, que no son completamente neoliberales o socialistas, sino que incorporan en su repertorio de prácticas de gestión, elementos de los dos principales sistemas de acumulación (privada y social: capitalismo y socialismo, en su orden), de forma necesariamente ecléctica, mixta (primacía de la persona sobre el capital, con capital). Frente a la desazón experimentada por los extremos radicales por la indefinición de los “oficialismos”, mientras que al no ser prácticas las opciones radicales alternativas, dadas las circunstancias, es probo reflexionar sobre los acontecimientos en ejercicio, que se piensa deben continuar. Luego de una década de gestión, procede evaluarse la pertinencia histórica de la praxis de la tendencia socialdesarrollista (C. Katz) por y en el gobierno del Estado ecuatoriano. Auditoría a practicarse, no con las categorías económicas, sociológicas y politológicas comunes, con las posiciones ideológicas de factura burguesa, socialdemócrata o socialista; pues, detrás de la experiencia autodenominada neosocialista yacen fundamentos teóricos y filosóficos renovados, como, a su vez, la praxis correspondiente (Inclusión alteridad-, bandas de paz, cero debates, conversatorios, tolerancia, coordinación y no pugna de poderes, Jefe de Estado y de Gobierno, colaboración en lugar de competencia, informe a la Nación por rendición de cuentas, son algunos de los supuestos del nuevo modelo). Por tanto, formulación y aplicación de diseño estratégico, que no puede ser visto con simplicidad, subestimación, deslegitimación o con dogmas (“desde la incomprensión” -sic) y lugares comunes del think- tank economicista (Flores, Valencia, González, Carrera, Dahik, Paredes, Poso, Spurier,

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DECISION PERTINENTE: “MAS DE LO MISMO”.

¿Cuál es el sujeto y el modelo de gobierno apropiado para el Ecuador en el presente, para los países de la CELAC y, en general: para aquellos que en el Planeta tienen similar contextura, una vez que se parte del supuesto, de que el mundo vive la coyuntura de transición: la mediación hacia la nueva forma humana, que niega y sustituye a la presente (a la formación social burguesa), la que debe durar unos 50 años en virtud del vertiginoso desarrollo de la ciencia y de la técnica? El momento histórico en el Planeta, establecido por fuerza de los últimos acontecimientos: instauración y desaparición del socialismo, inusitado desarrollo de las fuerzas productivas y del proceso de sobremaduración de la forma de reproducción (economía) capitalista, aladea toda postura radical, sea socialista o conservadora, en el plano de la gestión pública.

La modalidad de instalación del nuevo sistema de interconexiones genérica, al que se señala con el nombre de “democovivencia” (para obviar el uso del término “comunismo”), opera de esa manera. Por tanto, en varios países de la América no anglosajona la historia ha permeado la instalación de regímenes, que no son completamente neoliberales o socialistas, sino que incorporan en su repertorio de prácticas de gestión, elementos de los dos principales sistemas de acumulación (privada y social: capitalismo y socialismo, en su orden), de forma necesariamente ecléctica, mixta (primacía de la persona sobre el capital, con capital). Frente a la desazón experimentada por los extremos radicales por la indefinición de los “oficialismos”, mientras que al no ser prácticas las opciones radicales alternativas, dadas las circunstancias, es probo reflexionar sobre los acontecimientos en ejercicio, que se piensa deben continuar.

Luego de una década de gestión, procede evaluarse la pertinencia histórica de la praxis de la tendencia socialdesarrollista (C. Katz) por y en el gobierno del Estado ecuatoriano. Auditoría a practicarse, no con las categorías económicas, sociológicas y politológicas comunes, con las posiciones ideológicas de factura burguesa, socialdemócrata o socialista; pues, detrás de la experiencia autodenominada neosocialista yacen fundamentos teóricos y filosóficos renovados, como, a su vez, la praxis correspondiente (Inclusión –alteridad-, bandas de paz, cero debates, conversatorios, tolerancia, coordinación y no pugna de poderes, Jefe de Estado y de Gobierno, colaboración en lugar de competencia, informe a la Nación por rendición de cuentas, son algunos de los supuestos del nuevo modelo). Por tanto, formulación y aplicación de diseño estratégico, que no puede ser visto con simplicidad, subestimación, deslegitimación o con dogmas (“desde la incomprensión” -sic) y lugares comunes del think-tank economicista (Flores, Valencia, González, Carrera, Dahik, Paredes, Poso, Spurier,

Albornos, Acosta hijo: enfoque elemental interesado del proceso; actitud refigurativa falaz, que lleva a concluir, que éste es un gobierno de corruptos, de equívocos).

Para una acción, cuyas premisas procedimentales han sido: “no sabemos lo que queremos, pero si sabemos lo que no queremos”, “se hace camino al andar”, “construcción del futuro”, “búsquedas”, “apuesta”, etc. (circunstancia según la que los diletantes de la derecha asumen que el “régimen” improvisa, que no tiene programa, política explícita, visión de futuro), el gobierno ha mostrado sorprendente coherencia en su quehacer; la prueba está, en que hasta ahora ha salido abante de las fricciones externas (apreciación del dólar estadounidense, drástica caída de los precios del petróleo –conclusión del boom de las materias primas y de los recursos naturales-, depreciación de las monedas de los países vecinos) puestas sobre la economía, y a la oposición de derechas e izquierdas coaligadas. En verdad, no se puede exigir resultados exactos a un proceso muy reciente, que busca el cambio, para cuyo efecto debe desmontar la institucionalidad dada y paralelamente forjar la nueva en enfrentamiento directo con los dos sectores políticos citados (no debe olvidarse, que el “constitucionalismo” proviene de Justiniano; que en su largo trayecto de consolidación ha sufrido altibajos, errores, etc., hasta lograr el grado de concreción presente).

Los preceptos rectores, direccionadores y conductores del modelo, se encuentran contenidos en la Constitución del 2008, en la noción neoconstitucionalista asentada en ella: diseño institucional por principios y primacía de los derechos sociales. El gobierno ecuatoriano, que empezó en el 2007 y que está por concluir en el 2017, se sostiene sobre planteamientos propositivos aspirativo-teóricos; se formaron staffs, que diseñaron políticas muy bien estructuradas sobre los principales componentes iniciales del modelo; los ejes fueron las “revoluciones”. Alianza País, al margen cualquier celo, ha producido un colosal planteo teórico y pragmático, incapaz de ser logrado por otro grupo político en el País: ni Pachakuti, ni la Unidad Popular, ni la socialdemocracia clásica: la rediviva Izquierda Democrática (el Plan “B” del capitalismo –el “A” es el neoliberalismo), tienen en sus filas tal graneada variedad de pensadores, diseñadores, estrategas y gestores, como lo ha sido el equipo del Movimiento en el gobierno (para muchos de los cuales, la propia izquierda ha sido su cantera).

En efecto, al principio este movimiento moderno: Alianza País, se conformó como una organización poderosa; su base ideológica: el socialismo del siglo XXI, la estrategia: la revolución ciudadana, el sujeto: los ciudadanos, el programa: las revoluciones (cambio en paz, en democracia). La intelligentzia del País: desde la izquierda, pasando por la socialdemocracia autentica, hasta incluir a cierta derecha progresista, arrimaron el hombro, prestaron su contingente. Los logros iniciales: desmontar el Congreso reaccionario, elaborar la Constitución y ganar los dos primeros procesos electorales, son su producto. No obstante, el programa neosocialista bastante radical, se topó con los hechos: con el poder económico, con el mercado, con las estructuras capitalistas; se reformuló, cruentamente, con oposición interna al Movimiento, incluso sin conciencia, para poder hacerse realidad, de manera que los episodios históricos fluyan.

Por tanto, esta voluntad inusitada, que pensaba “institucionalizar una Constitución”: a partir de la decisión de la razón de estirpe gramsciana-foucaultiana-dusseliana-habermasiana-de Sousa santiana, de producir un nuevo tipo de sociedad (pues, hasta ese entonces, la conciencia había ido a la saga de la realidad), fue reprocesada por los hechos fácticos (lógica histórica) y acomodada al interés del capital (quién aún tiene la batuta en el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas). Como resultado se observa el abigarrado escenario socio-político actual, en el que el gobierno pareciera andar a la deriva, para solaz y comentario de la derecha. El proceso fue posible, merced al amplio apoyo popular a la “revolución ciudadana”; pero para la derecha e izquierda, acostumbrados a ver en “blanco y negro” los procesos, el gobierno (el dictador -sic) se tomó el País; aseveración que es equívoca e interesada, pues, ha sido el pueblo el que se tomó el País (guste o no) a través del Movimiento y del Presidente.

La conclusión general, es que el gobierno que “concluye”, ha generado la crisis con su modelo equivocado, debido a su incapacidad y a la corrupción. La idea central del practicismo

de izquierda, que mira fuera de los hechos el proceso es: “tenían todo para cambiar el País; han perdido la oportunidad” (no obstante, el voluntarismo no cursa en la historia: cuando Lucio Gutiérrez, la izquierda fue burlada; con Correa, ocurrió lo mismo; se apresta a tener un tercer fiasco –si acaso- con Moncayo). En apreciación abstracta sobre el proceso, se sostiene que el paso forzado a dar por las circunstancias de parte de quienes quedan en el Gobierno, es haber convertido en “neosocialismo” la propuesta socialista de primera temporada. ¿En qué consiste este cambio (esto es, la traición, según el sector radical), que sostienen los actores en escena? Se trata del feed back (reificación, alienación) del curso de lo posible histórico, que debe realizarse con necesidad sobre los anhelos de la voluntad. ¿Tiene alguien la culpa de esta renuncia? Por encontrarse en la cumbre ejecutiva, el sector de mandos altos de la “Revolución”, pueden ser señalados como responsables en tanto exageraron la nota derechizante; el resto se halla exento del adeudo.

En las elecciones seccionales del 23 de febrero del 2014, frente a sus resultados la oposición de derechas e izquierdas, concluyeron que el Gobierno (esto es, Correa, Alianza País y la Revolución ciudadana) “ha tenido una rotunda derrota”; empero, visto bien el suceso a partir de otra perspectiva, tal sector obtuvo, más bien, un monumental triunfo. Estímese: hasta ese momento (dichas elecciones seccionales), el Gobierno había intervenido en política de modo coaligado (sujeto político plural, de conformación diversa); pero en tal contienda se enfrentó solo, con sus únicas fuerzas contra “todo el mundo”, incluso frente a una coalición opositora, que buscó hacerle –dicho sea de modo coloquial- “carga montón”, hecho ante el cual el Gobierno salió avante: demostró su fortaleza individual, específica, y se consolidó como la primera fuerza política del País, a pesar de su “desgaste”, es decir, luego de dos períodos de gestión.

La oposición radical de izquierda se mantiene en las inculpaciones usuales. El discurso que expone las penurias del pueblo, de atribuir a los gobiernos neosocialistas la persistencia y agravamiento de dicha situación (neo-neoliberalismo, se dice), y el proponer el programa socialistoide como solución, actualmente es un relato vacío sobre la pragmática política transformadora. En esa actitud se halla entrampado lamentablemente dicho sector: marcha en su propio terreno, sus logros son simulados, pero persiste, se diría: “pierde su tiempo”, estorba. Empero, la izquierda tiene algo que decir en la coyuntura (de pobreza generalizada, de superexplotación del trabajo, de saqueo –acumulación por desposesión: D. Harvey); pero en el largo plazo: respecto de la historia, ha perdido perspectiva, no de “visión” (según entiende el pensamiento empresarial dicha palabra: frontera parcial a la que se propende avanzar luego de un determinado lapso de gerencia), sino sobre el proceso real, que lleve a formar la fase siguiente, que reemplaza al capitalismo.

La derecha (un sector de empresarios) conspira con la creación ficticia de escasez, sobre todo en la rama de los bienes básicos, con lo cual logra generar incomodidad al interior de los países: que la gente salga a manifestar su malestar con golpes de cacerolas (la “crisis” venezolana es un problema hecho: por la conspiración de la derecha y la injerencia externa; si en lugar de bloquear la política oficial, la oposición colaboraría para que opere y produzca resultados, las dificultades serían bastante menores); sucede lo dicho, cuando el citado sector ha perdido las elecciones y ve largo el periodo de recuperación del gobierno, difícil o casi imposible. Frente a la maquinación, el gobierno actual ha sido tinoso, ha dado una respuesta inteligente en el manejo de las condiciones adversas, de manera que no se ponga el pretexto para que ese patrón de complot, se imponga en el País; la coactuación correcta ha llevado a operar con ciertas consignas neoliberales, a fin de impulsar la producción y mantener bajo control las maniobras conspirativas, aquellas que han dado resultado parcial en Venezuela. Si la crisis que asoló al mundo en el transcurso de la última década tuvo como su detonante al exceso de liberalismo (desregulación), el Gobierno puso diques a la financierización.

Puede concluirse, por tanto, que el grupo que está en el gobierno (y también en otras funciones del Estado, debido a la adhesión popular masiva que recibiera Alianza País, fortaleza denominada por la oposición: “concentración del poder”), es decir, la “Revolución ciudadana”, se ha desempeñado bien en el transcurso de la década de gestión: ha recuperado al Estado, ha producido una nueva Constitución y ha avanzado la normativa en coherencia, ha

propuesto políticas redistributivas (todavía en ciernes: leyes a la herencia, al patrimonio, a la “plusvalía”, etc.), no ha aplicado los clásicos paquetazos económicos en contra del pueblo, ha dotado de infraestructura (no con dineros de su militancia, por supuesto, sino con los del propio pueblo), equipamiento (formación de capital social) y de servicios a la población, ha enfrentado al monopolio privado de los medios de difusión masiva, con su política internacional ha recuperado la soberanía para el País (supresión de la Base de Manta), le ha insertado al Ecuador en el concierto de las naciones y ha fomentado la unidad latino, luso caribeño americana.

Respecto del proyecto de cambio más radical: aquel enfilado a modificar el sistema concentrado, excluyente, de tenencia de los factores de producción, es obvio, que dicha configuración sigue intocada (hoy está claro, que ese objetivo se alcanza mediante la revolución o una vez que el desarrollo de las fuerzas productivas haya llegado a su grado máximo, esto es, que el trabajo pase del ser humano a las máquinas con la automatización). Ni siquiera el “cambio de la matriz productiva”, como pomposamente a fin de parecer original “el oficialismo”, “el régimen” (sic) denomina a esta intención (en otro momento dicha política tenía la nominación de: “cambio de la estructura productiva”), ha sido plausible¸ pues, no se trata de una modificación sencilla, susceptible de ser lograda mediante consenso, voluntad política y diseño técnico. En realidad, cumplirse esa oferta implica ir en contra de la división internacional del trabajo. ¿Se puede hacer? No. Por cuanto aplicar dicha medida supone modificar la estructura económica del mundo.

En la evaluación de conveniencia, en cambio (a partir de una posición ideológica), el papel y el aire “aguantan todo”. Se dice que el País queda en zoletas: en decrecimiento, con una enorme y cara deuda, el IESS desfinanciado, alto índice de desempleo, con cero liquidez en la caja fiscal, elevado riesgo país, bajo ratio de inversión. Pero, curiosamente hay un número grande de aspirantes a la primera magistratura en las elecciones del 2017, dispuestos a jugarse la vida por el País (actitud patriótica, que incluso dicen que les hace dejar de lado los intereses privados para sacrificarse por la Nación [en realidad, las candidaturas de la derecha, transparentan una mezcla de vanidad y de defensa de sus intereses privados y de clase]); propalan que ellos tienen la solución para procesar los urgentes y graves problemas que aquejan al pueblo. Pero, ¿por qué desean cargar con el muerto en lugar de dejarlo que lo hagan “quienes lo produjeron”? La razón –aparte de las que se emparentan con ser la representación de la clase dominante, y actuar según consigna de reinstrumentar al aparataje estatal para coadyuvar en su reproducción-, consiste en que un país no quiebra; en él siempre habrá algo de que usufructuar.

Al entorno gubernamental, se le puede reprochar la corrupción, es decir, la actuación de ciertos avivatos (muchos “quintas columnas” introducidos por la derecha para descomponer al Movimiento), que han aprovechado del puesto público, de las influencias, de las parentelas; problema éste, de difícil detección, previsión o corrección sobre la marcha, al interior de la maraña operativa y frente a la experticia delictiva. En torno de dicho problema (el festín, los nuevos ricos, el “saqueo al País”), éste tiene carácter inmanente al sistema (los actores concretos lo que hacen es simplemente cualificarlo): el capitalismo promueve el consumismo, la ostentación, pero paralelamente enrarece las opciones de ingreso como contraparte: para sostener precios (y como contraparte se debe tomar la mínima oportunidad que se presente para “fondearse” a como dé lugar); quizá ni siquiera los propios corruptos tengan responsabilidad directa en la ella, debido a que son la mano ejecutora de la necesaria podredumbre sistémica. Ahora ben, los empresarios son el sistema; Yannuzzeli es empresario (sector privado); los integrantes de la corrupción en Petroecuador son todos empresarios. Este señor, como casi todos incluso en éste y en otros gobiernos, pasó a desempeñar una función pública, por ser empresario.

La forma burguesa de reproducción humana tiene a la corrupción (lo mismo que a la guerra –el complejo industrial militar yanqui) como factor propio de sí, necesario: es un modo de ser consustancial (hay una especia de “juego de favores”: el sistema se vale de los corruptos, y éstos se aprovechan de esa determinación estructural). Para los estudiosos de la historia, la corrupción es una condición omnipresente en la economía empresarial, en virtud

de su específico modelo de moral, consistente en la pesca de oportunidades, de la apertura de ellas, el lobbismo y la creatividad, la búsqueda del triunfo a cualquier precio (si no crece, el capital está destinado a desaparecer). La corrupción gubernamental se da preferentemente en los sectores en los que se producen ingresos para el fisco (en la rama petrolera, por ejemplo); pero en dichos negocios interviene la esfera empresarial, pues, en ella necesariamente circula el capital, es decir, operan los supuestos de la forma de reproducción capitalista. Al priorizar, en la evaluación y sentencia, el aspecto corrupción, la crítica se torna formalista: evalúa un proceso en atención de un mal, que se halla en la superficie.

Por tanto, la manera apropiada de apreciar los hechos acaecidos, no es la de la derecha extrema (deseo, no sólo de anquilosar la historia, sino de volver al pasado) ni de la extrema izquierda (adelantarse demasiado es una forma de errar –dixit M. Yoursenar). No es que Alianza País en el “poder” hizo lo que bien tuvo; su desempeño es la expresión, de lo que era dable hacer en el marco de posibilidades en circunstancias dadas. Luego, las coordenadas evaluatorias deben confrontarse con las propuestas de política contenidas en el proyecto original: la inclusión, la distribución del ingreso (GINI), los logros en el establecimiento y consolidación del sistema de economía popular solidaria, la formación de know-how moderno (el cual choca con la visión y propuesta del Sumak Kausay –como lo concibe y promueve el Sr. Ehlers), el relance del principio de la soberanía; más no el quantum de esas macro variables que objetivan las creencias de la ideología económica burguesa: el status del riesgo país, la deuda o la arremetida contra el empresariado, la tasa de crecimiento del producto, el pleno empleo (si el ser humano tiene inteligencia, cada cual deberá ayudarse a sí mismo -sic), etc.

Con relación al neoliberalismo, la década ha sido de ganancia, pues, en lo concerniente al mantenimiento y ejecución de los ejes centrales del proyecto de transformación, el déficit es evidente. Ahora bien, si la crisis es un fenómeno natural incurso en el modo de ser del capitalismo, la salida de ella también debe seguir esa vía (la recuperación espontánea, se dice en círculos económicos liberales); y, del mismo modo que se pueden tomar medidas para reducir los impactos, es posible hacerlo para que la reactivación (esquema contracíclico) ocurra sin mayor tardanza. Por tanto, cuando se dice que el gobierno no tiene medidas para enfrentar la crisis, se exagera. Al gobierno se le puede recusar, no por no haber equilibrado la macroeconomía, por no haber ahorrado (formar un fondo financiero para capear época de “vacas flacas”) o por tomarse la reserva monetaria, etc., sino por haberse derechizado de modo excesivo (no haber puesto resistencia a la presión de las estructuras reales y a la retroacción coadyuvante de la voluntad en coherencia), cuando podía hacer menos radical dicha derechización.

Frente al suceso, el gobierno ecuatoriano se ha anticipado a acuñar la tesis de la “década ganada”, la cual es también una exageración; no obstante, la experiencia, aunque no haya logrado sus más centrales objetivos, tiene el mérito de haberlos planteado, de haber hecho el intento y sentado ciertas bases de una verdadera etapa transicional no socialista clásica, que ha estimulado la comprensión cabal de los hechos por parte de la población: “la necesidad de crear un nuevo Estado, que prepare la sociedad del futuro” (nueva estructura productiva, economía centrada en el recurso renovable –infinito [sic]- del pensamiento, la formación de capacidades humanas). El discurso del gobierno es pertinente, por cuanto es la expresión de la fuerza social “de temporada”, que ha sido puesta por la historia al frente de los procesos; dicho sujeto abstracto –como es el discurso del sector oficial- lo constituyen los ciudadanos.

Sobre esta forma de gestión intermedia, que debe ajustarse (crear las circunstancias) para “servir a dos señores”, a efecto de procesar los obstáculos que provengan de las presiones de quienes propenden que se incline la balanza a su sector, crea parcial disconformidad en uno y otro; las discrepancias que se advierten son: es correcto que se haya eliminado el subsidio al IESS, pero no el haberse apoderado del Instituto, so pretexto de crear un sistema global de salud y seguridad, puesto que dicha Entidad es de los trabajadores (deben sacar sus manos los empresarios y el Estado del IESS; se recuerda, que “todos los ingresos de la sociedad, a excepción de los salarios, provienen de la plusvalía: del trabajo no

pagado a los trabajadores). Se piensa que ha sido una decisión positiva la creación de Yachay, pero no debió meterse mano en el sistema universitario, puesto que sólo la Universidad debe ser “un Estado dentro del Estado”. No es justificable, que se haya arremetido de esa forma contra la UNE y otras determinaciones de la “sociedad civil” (sic). El intento de implantar en los colegios, siguiendo a Dussel y Echeverría, la “Filosofía de la negatividad”, la del “Sur-Sur”: la china, la hindú, musulmana, andina, la bantú, y los “ethos”. Parece fatuo e infantil, el alineamiento público como gobierno y apoyo a esos equipos espurios de la oligarquía guayaquileña (Barcelona y Emelec).

El cuestionamiento y superación a y de Montesquieu, son correctos. Si en el Planeta corre una briza “poscapitalista”, equívocamente considerada posindustrial o posmoderna, los efectos que se corresponden con la base en deconstitución (el modo de vida liberal), ponen en entredicho la doctrina de la “división de poderes” (señorial, comercial, empresarial) correspondiente; funciones ejecutiva, legislativa y judicial usualmente enfrentadas, productoras de un contradictorio y perentorio balance “en el que se ha desenvuelto el sistema democrático” hasta el presente, escenario en el que ha operado el capitalismo, esto es, pugna que ha reiterado bajos niveles de gobernabilidad, que han trabado el flujo de la gestión. Este tipo de estructura constituye un modelo agotado (que ha quedado en el aire, en virtud del avance de los hechos: de empresarios a la formación de un sujeto en el que se interpenetran el trabajo y el capital); insuficiencia que da paso a una forma nueva de configuración de los aparatos de gobierno y operación según un modelo que les enrute hacia un mismo propósito, a lo interno de una conformación del aparataje administrativo estatal unitario (jefe de Estado) y coordinado.

La confiscación de activos de deudores del Estado, también es correcto; como el que no se los haya vendido, como son los casos de ciertos “medios de ´comunicación´”. La creación de algunos aparatos de difusión de propiedad del Estado, ha sido una política muy buena, pues, se piensa que es una apropiada estrategia dirigida a contrarrestar la permanente configuración burguesa del imaginario de la población y a hacer política de derecha en reemplazo de los partidos políticos venidos a menos, como para retirar poco a poco el monopolio y la exclusión definitiva del empresariado, de este sensible sector. El Canal del Estado, La Radio, El Telégrafo, la Emisora de la Asamblea, así como la adscripción a TeleSUR, ha sido un avance. No obstante, no se ve bien que se haya aflojado la radicalidad inicial de la programación ante las críticas de la derecha, de que, siendo Medios del Estado, se los ha hecho “medios del Gobierno”, puesto que el Gobierno de turno encarna durante su ciclo político, al Estado.

La formación de nuevos ricos altaneros, narcisos (saldos de ahorro no justificables, bienes raíces considerables –es obvio: denuncias, que esperan ser comprobadas-, cambios de look, frente a personas que no tienen que comer), presuntuosos y descarados (cinismo que lleva a decir a la derecha y a la izquierda, que han saqueado al País), oportunistas que luego de haber logrado sus protervos objetivos incluso han migrado ya a otras tiendas políticas, que demuestra –de ser verdad- la debilidad del control colectivo interno. No se debió hablar de Dios en el ejercicio del gobierno, en las presentaciones públicas, sobre todo si se declaran alfaristas (y no porque se esté contra la religión, sino porque no se deben mezclar los hechos). En la formalidad de las actuaciones: mucha soberbia, autosuficiencia, pedantería se ha derrochado, principalmente en los niveles cupulares de la organización que se halla al frente del Estado. ¿Por ser economista y académico, el manejo del País ha sido acertado? Bueno: aparece la refutación en la figura de Morales, Fernández, Ortega, Mujica, Vázquez.

Que no son responsables del “come cheques”, de Delgado, de Pareja Yannuzzelli. Quién nombra colaboradores, autoridades ministeriales, debe dejar la divagación, los pretextos, las justificaciones e informarse bien sobre el tipo de personas con las que se rodea, sobre todo en relación con el círculo íntimo (el cual se dice que está formado por compañeros de estudio, de niñez –boy scout-, amigos, etc., del Presidente); habiéndose dejado al margen a profesionales maduros (claro, la estrategia fue formar el staff de cuadros técnicos y políticos afines, para otorgar sustentabilidad en el largo plazo al proyecto), preparados con experiencia y de probada honorable reputación. No porque se halle a centímetros de ingresar al rango de

edad del “adulto mayor”, sino por ser lo correcto: molesta que el Gobierno haya priorizado (y se ufane de ello) a la juventud en su gestión, sobre todo en altos niveles jerárquicos. El hecho referido hace que le rebote al Presidente, la repetida anatemización lanzada a los opositores de mediocres: en este punto, los gestores de turno en el gobierno han sido MEDIOCRES.

Es verdad, que la especie sufre cambios sorprendentes, muchos de los cuales traspapelan su vida; pero unos son cambios auténticos, necesarios, que tienen racionalidad y un sitio en la nueva forma de ser del Género; mientras que otros son de tipo absurdo; como decir, que se deje de dormir por la noche o se pase a ingerir como alimento sustancias tóxicas. Uno de ellos es el que trastoca funciones. Los viejos son lo que deben estar al frente de la gestión (lugar propio para el desempeño del “Consejo de ancianos”) no los jóvenes, puesto que esa medida atenta en contra de las edades, que son, por razones lógicas e históricas, las apropiadas para ese desempeño. La juventud debe dedicarse a ganar experiencia, a divertirse y a reproducir la especie. En efecto, los dos momentos de la vida tienen condiciones orgánicas y psicológicas en coherencia; dicha determinación no ha sido respetada por este Gobierno, de por medio el argumento falso sobre la “gerontocracia”.

Por otra parte, crea también inconformidad ver cómo incluso este gobierno ha sido “taita y mama” de los empresarios (la justificación es la dada por el vetusto Hurtado cuando la sucretización: apoyar a quienes crean empleo), pues, ¿por qué tiene el Estado que prestar oídos a los banqueros o principalizar, en la estrategia de política internacional, los intereses y problemas de los empresarios? (Esto es, mantener a embajadores, encargados de negocios; mendigar la inclusión del País en acuerdos, tratados, etc., con dineros de los ecuatorianos, recursos que muy bien pueden incrementar la liquidez de la política social). ¿Acaso este sector –los empresarios- no se declara liberal? ¿Mientras que a los trabajadores se los deja de lado? Sector manido éste (la derecha y su comando de pretorianos: los economistas OCP, homeópatas, contadores), que lanza con fuerza el argumento de la “crisis”; al fijar en el “imaginario” popular la existencia real de la crisis, este grupo prepara a la población para que acepte e incluso exija el ajuste, puesto que de otro modo (imposición dictatorial o a través de una nueva Asamblea Constituyente, por ejemplo) no podría legitimar ese objetivo, esto es, cambiar de modelo, de recuperar el trono del gobierno en los próximos comicios.

Responsabilidad en la práctica con algunas de las políticas citadas, así como con el viraje, también lo tiene el sector de la izquierda, pues, ante la perniciosa arremetida del sector ultraizquierdista del Gobierno (eliminar a la izquierda organizada –principalmente al MPD y aparatos afines-, capaz de desarrollar actos de oposición efectiva), se pasaron a la oposición radical, o sea, no se dio una respuesta con una política fina de negociación; resultado: el Gobierno se quedó a merced de la derecha. La salida de verdaderos sectores de izquierda de la “colaboración”, permitió que el movimiento oficialista sea plagiado por fragmentos socialdemócratas reaccionarios, lo cual ha impedido que se cree, por ejemplo, el “brazo armado” del neosocialismo, en análogo modo al realizado en Venezuela (tarea que estuvo originalmente a cargo del entonces militante: Cesara Rodríguez). La ventaja del proceso “llanero”, radica en que allí el Ejecito ha pasado a ser el estamento armado del pueblo. Y al quedar truncos algunos proyectos al interior del plan de la corporación gubernamental ecuatoriana, a varios de sus responsables no les ha quedado más, que integrarse a la derecha, para no perder la ocasión de continuar su participación en política.

Si es verdad, que “la arremetida” contra los representantes de cierto sector de empresarios, entre ellos: de esa prensa reaccionaria (Canales: 8, 4; Radios: Democracia, Visión [esa gente narcisa madruga todos los días, incluso los sábados, a hacer política de derecha]; Periódicos: El Comercio, El Universo, La Hora, Ultimas Noticias), es la aplicación del deseo de un sector quizá mayoritario de la población, en cambio solivianta la forma insidiosa, pedante y altanera con la que se lo hace. En parte tienen razón ciertas frases de los portavoces de la derecha extrema, cuando dicen: “¡Ya vamos a ver cuando dejen el poder!”. Debido a la primacía del ala dominante de Alianza País, aquella que maneja la economía con el enfoque socialdesarrollista, la estructura económica está intacta; la obra pública ha terminado cooptándola el capital; la principal política: la dirigida a la redistribución del ingreso, medida necesaria camino de procesar el problema del desempleo, se halla todavía en

carpeta, por lo que el saldo peligra por ser la simple administración de los mismos procesos con algo de imaginación para capear los picos altos de la crisis (recesión). En el plano de la autocrítica o simplemente de la crítica “independiente”, si se pudo haber hecho un gobierno extraordinario, dentro de los límites que ponen las circunstancias y la oposición; de haber ocurrido aquello, bien se oiría aquel eslogan: “La década ganada”; pero no ha sido así, pues, faltó experiencia, entereza, e incluso capacidad y modestia.

En el proceso eleccionario que se avecina (febrero/2017), por supuesto: si gana uno de los extremos (la tendencia de izquierda -¿?- más radical o la de la derecha neoliberal), la historia se retrasaría momentánea e innecesariamente en la parcela capitalista ecuatoriana (como ha ocurrido ya en Argentina y el Brasil -país este último, que opera de modo ecléctico: potencia de los BRICS e idiosincráticamente neocolonial): el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas se ralentizaría o los pobres serían sometidos a un sacrificio más exigente; en ambos casos se abrirían condiciones para que se dinamice la conflictualidad social, efecto de relanzarse un bastardo proceso de “lucha de clases” política; en el fondo: la irrupción de simples episodios de conmoción social. “Si las ´cosas´ siguen como están”, es posible que los nuevos ricos (resultantes de latisueldos, y ahora ya se sabe: de los réditos efecto de haber participado en actos de corrupción, como se dice: derivados de la traición o perpetrados a espaldas de los principales del gobierno), al ver el rostro de los pobres y ser objeto de la insistente denuncia, quizá escarmienten (aunque pueden volver por más, pues, se dice que “Quién más tiene, más quiere”).

En el próximo período se va a advertir cuan modeladora del carácter ha sido la década de experiencia, tanto para el sector oficial como para el de la izquierda. En las nuevas circunstancias, si la hipótesis de la continuidad se confirma, se va a requerir incluir a sectores de izquierda y progresistas (se espera que los resentimientos se procesen en el marco de la visión política, o sea, de una sana madurez ideológica, que lleve a formar un “bloque histórico” más amplio) y aladear a figuras estigmatizadas que formaron parte de gobiernos conservadores, como necesidad de disponer de niveles adecuados de gobernabilidad (que los intereses de los juegos geopolíticos planetarios, abran una nueva etapa de bonanza petrolera), que tornen operable el proceso de gobierno, sobre todo por cuanto la composición de la Asamblea va a ser diversa; exige también, que se maneje con mayor escrupulosidad los recursos que ingresen a las arcas públicas; y, que en el desempeño formal, se cambie el tono beligerante del manejo de la disidencia, con respeto a sus formas de organización y proceder, según las reglas que el llamado “sistema democrático”, lo prevé.

En la continuación del aparataje estatal en manos del sector que ahora está en él (como las encuestas lo vaticinan; y, en cuanto una posición ponderada está llamada a propiciar –conducta que no implica ponerse en la vereda opuesta de la izquierda socialista o directamente adscripción en el sector de la llamada “nueva derecha”, como con ligereza se señala), la tarea que sigue, por fuerza debe consistir en forcejear con inteligencia en el seno del gobierno, para inducir la “profundización de la revolución” (que el movimiento retorne a sus fuentes, en el sentido de que la conducta se apegue de modo irrestricto a la letra garantista de la Constitución), de manera que el País se encamine hacia la democratización del factor capital, a la formación efectiva de capacidades humanas, en perspectiva de creación de las condiciones para que se instauren los rudimentos del sistema de la “economía popular solidaria”, como la única manera de enfrentar dificultades presentes para el pueblo trabajador, tanto como las que van a sobrevenir de modo obligado, en el proceso de reproducción social, de carácter capitalista.

Quito, 28 de diciembre del 2016.