cuerpos y organos, artaud y benn

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Lucila María Sancineti (35.323.523) 2. Cuerpos y órganos: Antonin Artaud y Gottfried Benn. “Doctor, Hay un punto sobre el cual habría querido insistir: es el de la importancia de la cosa sobre la cual actúan sus inyecciones.” (Artaud, 1972, 14) Benn y Artaud: médico y paciente. Dos autores prácticamente contemporáneos con una experiencia similar, y una visión diferente de lo que fue esa primera mitad del Siglo. Si por un lado la poética de ambos se acerca en el tratamiento de la corporalidad, en la descomposición del hombre y su organismo físico en tanto sistema; por otro se aleja en la mirada del sujeto poético, en su posición respecto a ese cuerpo que se desarma. En 1912 Benn parece anunciar las catástrofes del Siglo “bestial” 1 : los cuerpos expuestos y exhibidos en la guerra. La morgue como espacio de enunciación y el médico como sujeto poético construyen un discurso poético que se genera desde lo cadavérico, desde el cuerpo muerto y abierto. Aparecen allí secciones del cuerpo en estados de putrefacción, y órganos sueltos o que se desprenden entre sí; partes del cuerpo nombradas de manera aislada que no remiten a un todo: boca, hígado, riñón, muela, cuello; la palabra cadáver designa el único resto de la integridad humana: “El cadáver del conductor de un camión de cerveza fue alzado sobre la camilla” (Benn, 1991, 7), así comienza el poemario. El cuerpo organizado, último rastro del Hombre –el cuerpo como hogar del alma, y el hombre como imágen y semejanza divina– ya no existe, o mejor aún, ya no se quiere. De esta forma el cuerpo vuelve al orden 1 Cfr. “La esencia del siglo-bestia es la vida, pero una vida que vomita sangre y muerte.” “Pero es igualmente cierto que el siglo se piensa como comienzo de una nueva era, infancia de la verdadera humanidad, promesa.” Badiou, Alain. El siglo. Buenos Aires, Manantial, 2011. Pág. 33 1

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Cuerpos y Organos, Artaud y Benn

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Page 1: Cuerpos y Organos, Artaud y Benn

Lucila María Sancineti (35.323.523)

2. Cuerpos y órganos: Antonin Artaud y Gottfried Benn.

“Doctor, Hay un punto sobre el cual habría querido insistir: es el de la importancia de la cosa sobre la

cual actúan sus inyecciones.” (Artaud, 1972, 14)

Benn y Artaud: médico y paciente. Dos autores prácticamente contemporáneos con una

experiencia similar, y una visión diferente de lo que fue esa primera mitad del Siglo. Si por un lado

la poética de ambos se acerca en el tratamiento de la corporalidad, en la descomposición del

hombre y su organismo físico en tanto sistema; por otro se aleja en la mirada del sujeto poético, en

su posición respecto a ese cuerpo que se desarma.

En 1912 Benn parece anunciar las catástrofes del Siglo “bestial”1: los cuerpos expuestos y

exhibidos en la guerra. La morgue como espacio de enunciación y el médico como sujeto poético

construyen un discurso poético que se genera desde lo cadavérico, desde el cuerpo muerto y

abierto. Aparecen allí secciones del cuerpo en estados de putrefacción, y órganos sueltos o que se

desprenden entre sí; partes del cuerpo nombradas de manera aislada que no remiten a un todo:

boca, hígado, riñón, muela, cuello; la palabra cadáver designa el único resto de la integridad

humana: “El cadáver del conductor de un camión de cerveza fue alzado sobre la camilla” (Benn,

1991, 7), así comienza el poemario. El cuerpo organizado, último rastro del Hombre –el cuerpo

como hogar del alma, y el hombre como imágen y semejanza divina– ya no existe, o mejor aún, ya

no se quiere. De esta forma el cuerpo vuelve al orden de lo profano, y en tanto masa operable

anula la diferencia entre lo vivo y lo muerto; en el poema Pabellón de Parturientas, el nacimiento se

lo enuncia como entrada en la muerte: “Por este pequeño pedazo de carne / pasará todo:

desolación y felicidad. / Y cuando muera entre estertores y sufrimientos, / otros doce dormirán en

este pabellón.” (Benn, 1991, 17) Así surge un nuevo orígen vital paradójico: lo abortado, lo

mutilado, lo muerto: “Sólo nuevas creaturas: / pierna de hombre, pecho de niño y pelo de

mujer./Yo vi lo que engendraron dos que antaño jodían,/yacer allí, como si hubiera salido de un

cuerpo materno” (Benn, 1991, 15). Estos son los espacios de vitalidad, de vida poética: libres de

jerarquías y funcionalidad, los órganos ahora pueden entrar en contacto y en comunicación con

otras sustancias (fluidos) y núcleos de vida (animales, vegetales, minerales), posibilidad que genera

agenciamientos, intercambio, formas-de-vida. En este sentido, los órganos sueltos de Benn son

“intensidades producidas, flujos, umbrales y gradientes” (Deleuze, 2002, 169), y de esta forma

1 Cfr. “La esencia del siglo-bestia es la vida, pero una vida que vomita sangre y muerte.” “Pero es igualmente cierto que el siglo se piensa como comienzo de una nueva era, infancia de la verdadera humanidad, promesa.” Badiou, Alain. El siglo. Buenos Aires, Manantial, 2011. Pág. 33

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Benn logra su cometido: “(…) este así llamado centro orgánico, natural, terrestre, el centro más

hermoso de este mundo, incendiemos de una buena vez a este centro, este centro es Occidente

(…)” (Benn, 1977, 29)2 y encuentra una poesía con potencia oximorónica: la vida, en su más precaria

fragilidad (la flor de Pequeño áster, la familia de ratas en Hermosa juventud), se halla en lo

putrefacto, en lo abyecto del cuerpo desmembrado.

Artaud, con Para terminar con el juicio de dios en 1947, retoma lo que Morgue había

cuestionado en 1912: la posibilidad de vida en lo abyecto. El cuerpo profanado, los órganos fuera

de su orden, la masa indiferenciada: el Cuerpo Sin Órganos listo para ser sometido al ritual en el

que se prestará al sacrificio: acabar con el organismo, su jerarquía y funcionalidad, es acabar con el

juicio de Dios:

El hombre está enfermo porque está mal/construido./Atenme si quieren/ pero tenemos que desnudar

al hombre/ para rasparle ese microbio que lo pica/ mortalmente/dios/y con dios/sus órganos/ porque

no hay nada más inútil que un órgano (Artaud, 1975, 30)

No es ya una posibilidad, sino una “explosiva necesidad”(Artaud, 1975, 25): alcanzar la primeridad

humana –fin último del Teatro de la Crueldad: “El teatro de la crueldad debe nacer separando la

muerte del nacimiento, y borrando el nombre del hombre” (Derrida, 1989, s/n)-; llevar al hombre

hacia lo anterior al nacimiento y lo que está después de la muerte: fuera de la vida, fuera de la

cultura. Los hombres se convierten en materia pura e inmanente, donde no hay dioses y en el ritual

“bailan la danza del pus y de la sangre/de los piojos reventados/la danza de las vísceras sucias”

(Artaud, 1975, 37). Al igual que en la poética de Benn, el CsO artaudiano genera vida: debe

“rehacerse una existencia/ libre de mí/sobre mi cadáver/despojado/del vacío/mismo” (Artaud,

1975, 77). Tanto Artaud como Benn entienden que la búsqueda de la vida orgánica es también la

búsqueda de la fecalidad ya que el hombre “Para no hacer caca/ tendría que haber consentido/ no

ser/ sin embargo/ no se decidió a perder/ el ser/ es decir, a morir viviendo” (Artaud, 1975, 18) y

vino al mundo ungido en orina y heces3. Sin embargo, la poética de Artaud posee un nivel de

radicalidad que la poética de Benn nunca alcanza: el CsO de la poética de Artaud es Artaud, es el

cuerpo del mismo poeta: el enfermo encarna la materia que se pierde y se desorganiza; la instancia

poética está en ese carneo, en esa auto-mutilación: “Soy hombre por mis manos y mis pies, mi

vientre, mi corazón de carne, mi estómago cuyos nudos me acercan a la putrefacción de la vida.”

2 “Mira, este grumo de grasa y humores podridos, / alguna vez fue importante para un hombre / y se llamaba patria y delirio”. (Benn, 1977, 23)3 En Pabellón de Parturientas: “Por fin llega: azulado y pequeño/Orina y heces lo ungen” (Benn, 1991, 17)

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(Artaud, 1972, 72). El objeto y el sujeto poético no se diferencian, como tampoco el contenido y la

forma. Así el CsO-humano es idéntico al CsO-texto: “Todo lenguaje verdaderoes incomprensible,

como el clacde los dientes cuando castañetean” (Artaud, 1975, 75). Artaud consigue una poética

que es la materia corporal saliendo por el ano, el cuerpo que se defeca a sí mismo para convertirse

en materia intensa y experimentante, en puro campo de inmanencia, en constante línea de fuga4. Si

el cuerpo-CsO es pura masa que grita/sopla/respira, y en tanto unidad es cura última, es orígen

puro, pura materia siempre por crearse y siempre creadora; el CsO-texto es no-obra, es rizoma: “Ya

os lo he dicho: nada de obras, ninguna lengua, ninguna palabra, nada de espíritu, nada.” (Artaud,

1972, 49)

Si en Benn, el poeta efectúa un movimiento de intervención vanguardista que organiza su

materia con operaciones de unión y separación, el Yo lírico reemplaza al Dios: “Este Yo trabaja en

una especie de milagro, una pequeña estrofa, la creación de una tensión entre dos polos; el Yo y su

patrimonio lingüístico” (Benn, 1977, 26), en Artaud se consigue la plena libertad, la inmortalidad en

el cuerpo re-hecho, la revolución5. Benn es el médico que opera en el cadáver, con la distancia del

bisturí, es el esteta: frente a la materia fecal artaudiana realiza un acto poético y estético. “La

poesía occidental está sostenida siempre por una idea de la forma, y que se concreta en palabras y

no en eructos o toses” (Benn, 1977, 11); Artaud es puro eructos y toses, pura defecación, pura

analidad, nunca estético, siempre revolucionario: la poesía-CsO se aleja de “toda filosofía, toda

dialéctica, toda música, toda física, / toda poesía, / toda magia.”, y en cambio propone no ya una

estética, sino una ética del grito: “ustedes oirán ciertamente en los textos que van a ser dichos /

viniendo de quienes los dicen, / gritos e impulsos de una sinceridad que están en el camino de esa

revolución fisiológica integral sin la cual nada puede cambiarse”, y de la fecalidad: “Hubiera tenido

que cagar la sangre por el ombligo para llegar a lo que quiero.”(Artaud, 1975, 85). Así, la lectura de

Artaud es siempre experiencia, acción. Como en un ritual chamánico, el lector tiene que poner en

juego todo su ser para poder entrar en esa experiencia totalmente revolucionaria y liberadora, y asi

entrar en contacto con la humanidad, la Comunidad.

4 “El CsO es el campo de la inmanencia del deseo” y “el CsO opone la desarticulación (o las n articulaciones) como propiedad del plan de consistencia, la experimentación como operación en ese plano (…), el nomadismo como movimiento”(Deleuze, 2002, 159 y 164)5 “Artaud transfiere su experiencia /su vida/ a su concepción total: el cuerpo sin órganos emerge de la experiencia esquizofrénica pero se inscribe en su proyecto revolucionario total: la revolución es el cuerpo re-hecho, el cuerpo que se vuelve a hacer sin órganos, porque los órganos son órganos no-inocentes, son órganos de la apropiación” (Del Barco, 2010, 173)

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BIBLIOGRAFÍA

Artaud, Antonin. Para terminar con el juicio de dios y otros poemas. Buenos Aires, Calden, 1975.

El orígen de los limbos, El pesa-nervios y otros escritos. Buenos Aires, Aquarius,

1972.

Benn, Gottfried. Morgue y otros poemas (1912). Caracas, Pequeña Venecia, 1991.

“Problemas de la lírica” (1951) en Ensayos escogidos. Buenos Aires, Alfa Argentina,

1977.

Del Barco, Oscar. “Antonin Artaud” en Alternativas de lo posthumano. Buenos Aires, Caja Negra

Editora, 2010.

Deleuze, Gilles y Felix Guattari. “¿Cómo hacerse un cuerpo sin órganos?” en Mil mesetas.

Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos, 2002.

Derida, Jacques. “El teatro de la crueldad y la clausura de la representación” en La escritura y la

diferencia, Anthropos, Barcelona, 1989, pp. 318-343.

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