cuentos para básica

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1 Abuelita Autor: Hans Christian Andersen Abuelita Abuelita es muy vieja, tiene muchas arrugas y el pelo completamente blanco, pero sus ojos brillan como estrellas, slo que mucho ms hermosos, pues su expresin es dulce, y da gusto mirarlos. Tambin sabe cuentos maravillosos y tiene un vestido de flores grandes, grandes, de una seda tan tupida que cruje cuando anda. Abuelita sabe muchas, muchsimas cosas, pues viva ya mucho antes que pap y mam, esto nadie lo duda. Tiene un libro de cnticos con recias cantoneras de plata; lo lee con gran frecuencia. En medio del libro hay una rosa, comprimida y seca, y, sin embargo, la mira con una sonrisa de arrobamiento, y le asoman lgrimas a los ojos. Por qu abuelita mirar as la marchita rosa de su devocionario? No lo sabes? Cada vez que las lgrimas de la abuelita caen sobre la flor, los colores cobran vida, la rosa se hincha y toda la sala se impregna de su aroma; se esfuman las paredes cual si fuesen pura niebla, y en derredor se levanta el bosque, esplndido y verde, con los rayos del sol filtrndose entre el follaje, y abuelita vuelve a ser joven, una bella muchacha de rubias trenzas y redondas mejillas coloradas, elegante y graciosa; no hay rosa ms lozana, pero sus ojos, sus ojos dulces y cuajados de dicha, siguen siendo los ojos de abuelita. Sentado junto a ella hay un hombre, joven, vigoroso, apuesto. Huele la rosa y ella sonre pero ya no es la sonrisa de abuelita! - s, y vuelve a sonrer. Ahora se ha marchado l, y por la mente de ella desfilan muchos pensamientos y muchas figuras; el hombre gallardo ya no est, la rosa yace en el libro de cnticos, y... abuelita vuelve a ser la anciana que contempla la rosa marchita guardada en el libro. Ahora abuelita se ha muerto. Sentada en su silla de brazos, estaba contando una larga y maravillosa historia. - Se ha terminado -dijo- y yo estoy muy cansada; dejadme echar un sueecito. Se recost respirando suavemente, y qued dormida; pero el silencio se volva ms y ms profundo, y en su rostro se reflejaban la felicidad y la paz; habrase dicho que lo baaba el sol... y entonces dijeron que estaba muerta. La pusieron en el negro atad, envuelta en lienzos blancos. Estaba tan hermosa, a pesar de tener cerrados los ojos! Pero todas las arrugas haban desaparecido, y en su boca se dibujaba una sonrisa. El cabello era blanco como plata y venerable, y no daba miedo mirar a la muerta. Era siempre la abuelita, tan buena y tan querida. Colocaron el libro de cnticos bajo su cabeza, pues ella lo haba pedido as, con la rosa entre las pginas. Y as enterraron a abuelita. En la sepultura, junto a la pared del cementerio, plantaron un rosal que floreci esplndidamente, y los ruiseores acudan a cantar all, y desde la iglesia el rgano desgranaba las bellas canciones que estaban escritas en el libro colocado bajo la cabeza de la difunta. La luna enviaba sus rayos a la tumba, pero la muerta no estaba all; los nios podan ir por la noche sin temor a coger una rosa de la tapia del cementerio. Los muertos saben mucho ms de cuanto sabemos todos los vivos; saben el miedo, el miedo horrible que nos causaran si volviesen. Pero son mejores que todos nosotros, y por eso no vuelven. Hay tierra sobre el fretro, y tierra dentro de l. El libro de cnticos, con todas sus hojas, es polvo, y la rosa, con todos sus recuerdos, se ha convertido en polvo tambin. Pero encima siguen floreciendo nuevas rosas y cantando los ruiseores, y enviando el rgano sus melodas. Y uno piensa muy a menudo en la abuelita, y la ve con sus ojos dulces, eternamente jvenes. Los ojos no mueren nunca.

Los nuestros vern a abuelita, joven y hermosa como antao, cuando bes por vez primera la rosa, roja y lozana, que yace ahora en la tumba convertida en polvo. FIN.

2 EL ALBUM

Autor: ANTON CHEJOV El consejero administrativo Craterov, delgado y seco como la flecha del Almirantazgo, avanz algunos pasos y, dirigindose a Serlavis, le dijo: -Excelencia: Constantemente alentados y conmovidos hasta el fondo del corazn por vuestra gran autoridad y paternal solicitud... -Durante ms de diez aos-le sopl Zacoucine. -Durante ms de diez aos... Hum!... en este da memorable, nosotros, vuestros subordinados, ofrecemos a su excelencia, como prueba de respeto y de profunda gratitud, este lbum con nuestros retratos, haciendo votos porque vuestra noble vida se prolongue muchos aos y que por largo tiempo an, hasta la hora de la muerte, nos honris con... -Vuestras paternales enseanzas en el camino de la verdad y del progreso-aadi Zacoucine, enjugndose las gotas de sudor que de pronto le haban invadido la frente-. Se vea que arda en deseos de tomar la palabra para colocar el discurso que seguramente traa preparado. -Y que-concluy-vuestro estandarte siga flotando mucho tiempo an en la carrera del genio, del trabajo y de la conciencia social. Por la mejilla izquierda de Serlavis, llena de arrugas, se desliz una lgrima. -Seores-dijo con voz temblorosa-, no esperaba yo sto, no poda imaginar que celebraseis mi modesto jubileo. Estoy emocionado, profundamente emocionado y conservar el recuerdo de estos instantes hasta la muerte. Creedme, amigos mos, os aseguro que nadie os desea como yo tantas felicidades... Si alguna vez ha habido pequeas dificultades... ha sido siempre en bien de todos vosotros... Serlavis, actual consejero de Estado, dio un abrazo a Craterov, consejero de estado administrativo, que no esperaba semejante honor y que palideci de satisfaccin. Luego, con el rostro baado en lgrimas como si le hubiesen arrebatado el precioso lbum en vez de ofrecrselo, hizo un gesto con la mano para indicar que la emocin le impeda hablar. Despus, calmndose un poco, dijo unas cuantas palabras ms muy afectuosas, estrech a todos la mano y, en medio del entusiasmo y de sonoras aclamaciones, se instal en su coche abrumado de bendiciones. Durante el trayecto sinti su pecho invadido de un jbilo desconocido hasta entonces y de nuevo se le saltaron las lgrimas. En su casa le esperaban nuevas satisfacciones. Su familia, sus amigos y conocidos, le hicieron tal ovacin que hubo un momento en que crey sinceramente haber efectuado grandes servicios a la patria y que hubiese sido una gran desgracia para ella que l no hubiese existido. Durante la comida del jubileo no cesaron los brindis, los discursos, los abrazos y las lgrimas. En fin, que Serlavis no esperaba que sus mritos fuesen premiados tan calurosamente. -Seores-dijo en el momento de los postres-, hace dos horas he sido indemnizado por todos los sufrimientos que esperan al hombre que se ha puesto al servicio, no ya de la forma ni de la letra, si se me permite expresarlo as, sino del deber. Durante toda mi carrera he sido siempre fiel al principio de que no es el pblico el que se ha hecho para nosotros, sino nosotros los que estamos hechos para l. Y hoy he recibido la ms alta recompensa. Mis subordinados me han ofrecido este lbum que me ha llenado de emocin. Todos los rostros se inclinaron sobre el lbum para verlo. -Qu bonito es!-dijo Olga, la hija de Serlavis-. Estoy segura de que no cuesta menos de cincuenta rublos. Oh, es magnfico! Me lo das, pap? Tendr mucho cuidado con l... Es tan bonito! Despus de la comida, Olga se llev el lbum a su habitacin y lo guard en su secreter. Al da siguiente arranc los retratos de los funcionarios tirndolos al suelo y coloc en su lugar los de sus compaeras de pensin. Los uniformes cedieron el sitio a las esclavinas blancas. Cols, el hijo pequeo de su excelencia, recort los retratos de los funcionarios y pint sus

trajes de rojo. Coloc bigotes en los labios afeitados y barbas oscuras en los mentones imberbes. Cuando no tuvo ms que colorear recort siluetas y les atraves los ojos con una aguja, para jugar con ellas a los soldados. Al consejero Craterov lo peg de pie en una caja de cerillas y lo llev colocado as al despacho de su padre. -Pap, mira un monumento. Serlavis se ech a rer, movi la cabeza y, enternecido, dio un sonoro beso en la mejilla a Nicols. -Anda, pilluelo, ensaselo a mam para que lo vea ella tambin.

3 El ngel El ngel Autor: Hans Christian Andersen El ngel Cada vez que muere un nio bueno, baja del cielo un ngel de Dios Nuestro Seor, toma en brazos el cuerpecito muerto y, extendiendo sus grandes alas blancas, emprende el vuelo por encima de todos los lugares que el pequeuelo am, recogiendo a la vez un ramo de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto de que luzcan all arriba ms hermosas an que en el suelo. Nuestro Seor se aprieta contra el corazn todas aquellas flores, pero a la que ms le gusta le da un beso, con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantar en el coro de los bienaventurados. He aqu lo que contaba un ngel de Dios Nuestro Seor mientras se llevaba al cielo a un nio muerto; y el nio lo escuchaba como en sueos. Volaron por encima de los diferentes lugares donde el pequeo haba jugado, y pasaron por jardines de flores esplndidas. - Cul nos llevaremos para plantarla en el cielo? -pregunt el ngel. Creca all un magnfico y esbelto rosal, pero una mano perversa haba tronchado el tronco, por lo que todas las ramas, cuajadas de grandes capullos semiabiertos, colgaban secas en todas direcciones. - Pobre rosal! -exclam el nio-. Llvatelo; junto a Dios florecer. Y el ngel lo cogi, dando un beso al nio por sus palabras; y el pequeuelo entreabri los ojos. Recogieron luego muchas flores magnficas, pero tambin humildes rannculos y violetas silvestres. - Ya tenemos un buen ramillete -dijo el nio; y el ngel asinti con la cabeza, pero no emprendi enseguida el vuelo hacia Dios. Era de noche, y reinaba un silencio absoluto; ambos se quedaron en la gran ciudad, flotando en el aire por uno de sus angostos callejones, donde yacan montones de paja y cenizas; haba habido mudanza: veanse cascos de loza, pedazos de yeso, trapos y viejos sombreros, todo ello de aspecto muy poco atractivo. Entre todos aquellos desperdicios, el ngel seal los trozos de un tiesto roto; de ste se haba desprendido un terrn, con las races, de una gran flor silvestre ya seca, que por eso alguien haba arrojado a la calleja. - Vamos a llevrnosla -dijo el ngel-. Mientras volamos te contar por qu. Remontaron el vuelo, y el ngel dio principio a su relato: - En aquel angosto callejn, en una baja bodega, viva un pobre nio enfermo. Desde el da de su nacimiento estuvo en la mayor miseria; todo lo que pudo hacer en su vida fue cruzar su diminuto cuartucho sostenido en dos muletas; su felicidad no pas de aqu. Algunos das de

verano, unos rayos de sol entraban hasta la bodega, nada ms que media horita, y entonces el pequeo se calentaba al sol y miraba cmo se transparentaba la sangre en sus flacos dedos, que mantena levantados delante el rostro, diciendo: S, hoy he podido salir. Saba del bosque y de sus bellsimos verdores primaverales, slo porque el hijo del vecino le traa la primera rama de haya. Se la pona sobre la cabeza y soaba que se encontraba debajo del rbol, en cuya copa brillaba el sol y cantaban los pjaros. Un da de primavera, su vecinito le trajo tambin flores del campo, y, entre ellas vena casualmente una con la raz; por eso la plantaron en una maceta, que colocaron junto a la cama, al lado de la ventana. Haba plantado aquella flor una mano afortunada, pues, creci, sac nuevas ramas y floreci cada ao; para el muchacho enfermo fue el jardn ms esplndido, su pequeo tesoro aqu en la Tierra. La regaba y cuidaba, preocupndose de que recibiese hasta el ltimo de los rayos de sol que penetraban por la ventanuca; la propia flor formaba parte de sus sueos, pues para l floreca, para l esparca su aroma y alegraba la vista; a ella se volvi en el momento de la muerte, cuando el Seor lo llam a su seno. Lleva ya un ao junto a Dios, y durante todo el ao la plantita ha seguido en la ventana, olvidada y seca; por eso, cuando la mudanza, la arrojaron a la basura de la calle. Y sta es la flor, la pobre florecilla marchita que hemos puesto en nuestro ramillete, pues ha proporcionado ms alegra que la ms bella del jardn de una reina. - Pero, cmo sabes todo esto? -pregunt el nio que el ngel llevaba al cielo. - Lo s -respondi el ngel-, porque yo fui aquel pobre nio enfermo que se sostena sobre muletas. Y bien conozco mi flor! El pequeo abri de par en par los ojos y clav la mirada en el rostro esplendoroso del ngel; y en el mismo momento se encontraron en el Cielo de Nuestro Seor, donde reina la alegra y la bienaventuranza. Dios apret al nio muerto contra su corazn, y al instante le salieron a ste alas como a los dems ngeles, y con ellos se ech a volar, cogido de las manos. Nuestro Seor apret tambin contra su pecho todas las flores, pero a la marchita silvestre la bes, infundindole voz, y ella rompi a cantar con el coro de angelitos que rodean al Altsimo, algunos muy de cerca otros formando crculos en torno a los primeros, crculos que se extienden hasta el infinito, pero todos rebosantes de felicidad. Y todos cantaban, grandes y chicos, junto con el buen chiquillo bienaventurado y la pobre flor silvestre que haba estado abandonada, entre la basura de la calleja estrecha y oscura, el da de la mudanza. Fin 4 AVIONCITOS DE PAPEL Annimo Cuando yo era pequeo, a mi clase vena una nia que era muy bonita. A m me gustaba mucho. Y creo que yo a ella tambin, ya que un da cuando entr en clase, encima de la mesa me haba dejado un avioncito de papel, al siguiente da, tena dos, al otro, tres, hasta que lleg un da que tena todo el pupitre lleno de avioncitos de papel. Y aunque era muy tmido, ya no pude aguantarme ms y le pregunt - Por qu me dejas tantos avioncitos de papel?. Y ella me contest: - Porque t eres mi cielo.

5 EL NGEL GUARDIN

Hay un ngel Guardin que te toma y te lleva como el viento y con los nios va por donde van, tiene cabellos suaves que van en la venteada ojos dulces y graves que te sosiegan con una mirada y matan miedos dando claridad. l tiene cuerpo, manos y pies de alas y las seis alas vuelan o resbalan las seis te llevan de su aire batido y lo mismo te llevan de dormido, hace mas dulce la pulpa madura que entre tus labios golosos estrujas rompe ala nuez su taimada envoltura y es quien te libra de gnomos y brujas. Es quien te ayuda a que cortes las rosas que estn sentadas en trampas de espinas el que t pasa las aguas maosas y el que te sube las cuestas ms pinas. Y aunque camine contigo apareado como la guinda y la guinda bermeja cuando su sena te pone el pecado recoge tu alma y el cuerpo te deja no es mentira es verdad que tienes un ngel por donde quiera que vas y con los nios a la escuela tambin van.

Luz Marina Lpez de George, Willemstad - Antillas Holandesas

6 El rbol del Ruiseor. Hubo una vez un lindo ruiseor que haca su nido en la copa de un gran roble. Todos los das el bosque despertaba con sus maravillosos trinos. La vida volva a nacer entre sus ramas. Las hojas crecan y crecan. Tambin lo hacan los polluelos del pequeo pajarito. Su nido estaba hecho de ramitas y hojas secas. Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarn hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera. Sus plumitas estaban hmedas. En unas cuantas horas se habran secado y los nuevos polluelos se sorprenderan de lo que les rodeaba. El rbol estaba orgulloso de ellos. l tambin era envidiado por los dems rboles no slo por tener al ruiseor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera. Al llegar el otoo, las hojitas de los rboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caan, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo stas seran el abono para las nuevas plantas. Al ruiseor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompaaban su alegra y la de sus polluelos. Un da un hongo fue a vivir con l. Ya lo conoca de antes se llamaba Dedi, bueno, tena un nombre muy raro, pero ellos le llamaban as. El roble comenz a sentirse enfermito, tena muchos picores y su piel se arrugaba. De vez en cuando le corra un cosquilleo por el tronco. Estaba un poco descolorido, ni siquiera tena ganas de que los ciempis jugaran alrededor de sus races.

l hongo estaba celoso del rbol y de su amistad con el ruiseor. Pens que si le enfermaba, el ruiseor le hara mas caso a l, envidioso de su amor no le import hacerle sufrir. Los dems animales convencieron al hongo para que abandonara al rbol. As conseguira, ser su amigo pero nunca por la fuerza. A partir de aquel da siempre se juntaban para ver amanecer. El hongo aprendi una gran leccin, su poder y su fuerza deba utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.

7 EL ARCO IRIS Y EL CAMALEN

Comienza as nuestra historia: Un camalen orgulloso, que se burlaba de los dems por no cambiar de color como l. Pasaba el da diciendo: Qu bello soy! No hay ningn animal que vista tan seorial! Todos admiraban sus colores, pero no su mal humor y su vanidad. Un da, paseaba por el campo, cuando de repente, comenz a llover. La lluvia, dio paso al sol y ste a su vez al arco iris. El camalen alz la vista y se qued sorprendido al verlo, pero envidioso dijo: No es tan bello como yo!. No sabes admirar la belleza del arco iris?: Dijo un pequeo pajarillo que estaba en la rama de un rbol cercano. Si no sabes valorarlo, continu, es difcil que conozcas las verdades que te ensea la naturaleza. Si quieres, yo puedo ayudarte a conocer algunas!. Est bien!: dijo el camalen. Los colores del arco iris te ensean a vivir, te muestran los sentimientos. El camalen le contest: Mis colores sirven para camuflarme del peligro, no necesito sentimientos para sobrevivir!. El pajarillo le dijo: Si no tratas de descubrirlos, nunca sabrs lo que puedes sentir a travs de ellos!. Adems puedes compartirlos con los dems como hace el arco iris con su belleza. El pajarillo y el camalen se tumbaron en el prado. Los colores del arco iris se posaron sobre los dos, hacindoles cosquillas en sus cuerpecitos. El primero en acercarse fue el color rojo, subi por sus pies y de repente estaban rodeados de manzanos, de rosas rojas y anocheceres.

El color rojo desapareci y en su lugar lleg el amarillo revoloteando por encima de sus cabezas. Estaban sonrientes, alegres, bailaban y olan el aroma de los claveles y las orquideas. El amarillo dio paso al verde que se meti dentro de sus pensamientos. El camalen empez a pensar en su futuro, sus ilusiones, sus sueos y recordaba los amigos perdidos. Al verde sigui el azul oscuro, el camalen sinti dentro la profundidad del mar, peces, delfines y corales le rodeaban. Daban vueltas y vueltas y los pececillos jugaban con ellos. Salieron a la superficie y contemplaron las estrellas. Haba un baile en el cielo y las estrellas se haban puesto sus mejores galas. El camalen estaba entusiasmado. La fiesta termin y apareci el color azul claro. Comenzaron a sentir una agradable sensacin de paz y bienestar. Flotaban entre nubes y miraban el cielo. Una nube dej caer sus gotas de lluvia y se mojaron, pero estaban contentos de sentir el frescor del agua. Se miraron a los ojos y sonrieron. El color naranja se haba colocado justo delante de ellos. Por primera vez, el camalen senta que comparta algo y comprendi la amistad que le ofreca el pajarillo. Todo se ilumin de color naranja. Aparecieron rboles frutales y una gran alfombra de flores. Cuando estaban ms relajados, apareci el color ail, y de los ojos del camalen cayeron unas lagrimitas. Estaba arrepentido de haber sido tan orgulloso y de no valorar aquello que era realmente hermoso. Pidi perdn al pajarillo y a los dems animales y desde aquel da se volvi mas humilde.

8 El Ave Fnix

El Ave Fnix Autor: Hans Christian Andersen El Ave Fnix En el jardn del Paraso, bajo el rbol de la sabidura, creca un rosal. En su primera rosa naci un pjaro; su vuelo era como un rayo de luz, magnficos sus colores, arrobador su canto.

Pero cuando Eva cogi el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adn fueron arrojados del Paraso, de la flamgera espada del ngel cay una chispa en el nido del pjaro y le prendi fuego. El animalito muri abrasado, pero del rojo huevo sali volando otra ave, nica y siempre la misma: el Ave Fnix. Cuenta la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien aos se da la muerte abrasndose en su propio nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave Fnix, la nica en el mundo. El pjaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, esplndida de colores, magnfica en su canto. Cuando la madre est sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del nio. Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en l, y sobre la pobre cmoda exhalan, su perfume unas violetas. Pero el Ave Fnix no es slo el ave de Arabia; aletea tambin a los resplandores de la aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cuprferas de Falun, en las minas de carbn de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del Ganges, y los ojos de la doncella hind se iluminan al verla. Ave Fnix! No la conoces? El ave del Paraso, el cisne santo de la cancin? Iba en el carro de Thespis en forma de cuervo parlanchn, agitando las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al odo: Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la Wartburg. Ave Fnix! No la conoces? Te cant la Marsellesa, y t besaste la pluma que se desprendi de su ala; vino en todo el esplendor paradisaco, y t le volviste tal vez la espalda para contemplar el gorrin que tena espuma dorada en las alas. El Ave del Paraso! Rejuvenecida cada siglo, nacida entre las llamas, entre las llamas muertas; tu imagen, enmarcada en oro, cuelga en las salas de los ricos; t misma vuelas con frecuencia a la ventura, solitaria, hecha slo leyenda: el Ave Fnix de Arabia. En el jardn del Paraso, cuando naciste en el seno de la primera rosa bajo el rbol de la sabidura, Dios te bes y te dio tu nombre verdadero: poesa!. Fin.

9 LOS AMIGOS

Qu fcil es sonrer, cuando nos miramos al espejo y nos damos cuenta que nuestra sonrisa traer otra sonrisa. Al perdonar y olvidar unos a otros, las faltas, nos permite estar en armona con el Universo, si furamos perfectos no estaramos en la Tierra puliendo nuestro Diamante Interior. Preparemos cada da nuestros corazones para la armona. Haba una vez un pas donde haba muchas flores, quizs tantas que cuando las mariposas golosas ya no saban en cual flor se posaran cada da, y los picaflores se paseaban aqu, ac y all. Esto era obra del amor que brotaba de todos los corazones, y era expresado en la disposicin a sonrer, no haban peleas, ni malos entendidos y los corazones estaban plenos de s mismos, las fragancias de las flores llenaban sus sentidos, de emociones, de pensamientos y sentimientos puros. Hasta que un da un par de amigos no se hablaron ms, y las flores de sus jardines se marchitaron, cuando se vean en la calle se ignoraban como si nunca se hubieran conocido, y cuando esto ocurra los jardines aledaos tambin se marchitaron.

Este par de amigos empez a enfermar a su familia, amigos, tean todo a su alrededor con la falta de amor. Y un picaflor que vena de un lugar muy lejano se sorprendi de los cambios que se haban producido all, ya no era el pas lindo que era. Entonces se propuso que visitara todas las casas que estaban un poco feas, y que con su cantar alegrara las flores y estas volveran a ser partcipes de jardines muy bellos. As que con su alegre cantar, lleno de msica los jardines y estos empezaron a mejorar poco a poco. Y los corazones nuevamente estuvieron felices, pero hubo algunos jardines que no tuvieron remedio, era del par de amigos que no se hablaban. Un da el pajarito cant una cancin muy triste en casa de uno de ellos, y ste llor amargamente y se dio cuenta que si no volva a conversar con su amigo, l ya no podra ser feliz, el rencor le roa el alma. En otro da cant la misma cancin al otro amigo, pero este tena duro el corazn, el picaflor lo intent tres das la misma cancin al no obtener resultados, cant la cancin de cuna que cantaba a sus hijitos y ste se sinti triste y se dio cuenta que le faltaba algo y que no poda ser feliz. Esa misma tarde al pasear por all, se encontr con su amigo, le mir a los ojos y le dijo: cmo estas, querido amigo? y l slo le abraz y le dijo que lo amaba y que su amistad era un tesoro que haba perdido. Ambos amigos se quedaron abrazados largamente y se prometieron mutuamente nunca dejar pasar demasiado tiempo para estar en paz. Y cuando el pajarito vio esto se puso muy contento y emprendi nuevamente su vuelo. Todo en ese pas, fue nuevamente la tierra de las flores y del color y porque no decirlo tambin de la armona.

Copyright Blanca Luz Camucet Ortiz, 1999-2004.

10 El ngel de la casa

Era el camino obligado de todas las tardes. En el invierno esas caminatas por el barrio desde la avenida Cabildo hasta su casa eran oscuras adems de fras. El sol caa temprano y las altas magnolias, camelias y palmeras de la casa, oscurecan el lugar y lo alargaban sobre las veredas. Quizs por ello amaba el verano, porque a pesar de la hora poda admirar el frente, an hermoso, del primer piso de la casa vieja. Ms arriba un solitario mirador de techo de pizarra. El ngel pareca colgado de l. Segn los datos que se conocan en el barrio la construccin de la casa de Delcasse era del ao 1883. El frente sobre la calle Cuba tena el nmero 1919. Los fondos, siguiendo por Sucre, llegaban hasta Arcos donde un cedro gigantesco extenda sus ramas sobre un antiguo portn de hierro tan simple y oxidado que pasaba inadvertido. Se deca -relatos de viejos- que en esos fondos, en ese jardn de atrs donde el propietario haba levantado un pabelln que funcionaba como sala de armas, haban sucedido los ltimos duelos en Buenos Aires. El portn herrumbrado y seguramente imposible de abrir permitira en aos aquellos la entrada de los contendientes, sus padrinos y alguno que otro testigo. Seguramente la salida

era ms furtiva y manchada de sangre... Nada indicaba ahora que la casa estuviese habitada. La puerta alta de madera permaneca siempre cerrada as como las pocas celosas que se podan ver, todas del primer piso. El muro y el portn no dejaban ver el jardn y las ventanas de abajo. Ese macizo portn de madera cruda, oscura y ya bastante viejo posea una pequea puerta como para permitir la entrada y salida de las personas. En su mejor poca se deba haber necesitado su total apertura para dejar paso a los carruajes. Laura aminoraba el ritmo de su paso cuando cruzaba y empezaba a recorrer las veredas rotas de la casa. De la amplia manzana la finca ocupaba la mitad. Abarcaba Sucre de esquina a esquina. Caminaba despacio mientras miraba al ngel del frente, admiraba su expresin serena y observaba sus manos sosteniendo o tocando la lira. La figura femenina y alada, a pesar de su quietud, pareca dispuesta a volar en cualquier momento; pasaba la vista por cada una de las celosas cerradas y aspiraba profundamente el perfume a jazmn y madreselva de las enredaderas del muro que trepando y avanzando llegaban hasta la esquina de Arcos. En esa esquina se detena y se apoyaba suavemente en el muro gris verdoso de la ochava y esperaba unos minutos. La gata blanca llegaba del lado norte, como si viniese desde la Avda. Juramento. No actuaba como un gato comn y receloso. Avanzaba por el medio de la vereda, con paso lento y majestuoso y la esponjosa cola levantada. Frente al mohoso portn de atrs, aquel de las salidas furtivas, se detena y tomaba asiento. La gata esperaba, Laura esperaba. Al principio no sinti nunca ruido alguno, con el pasar de los meses su odo se acostumbr y lleg a escuchar la apertura de una puerta. Despus el crujido. Ese sonido era la seal para la gata y para Laura, el animal se levantaba y atravesando los barrotes se hunda en la espesura del jardn del fondo. Laura se adelantaba hasta unos pocos centmetros de la reja y asomaba la cabeza. Segua con la vista la inconfundible mancha blanca hasta que desapareca detrs de los arbustos. Vea la cola blanca llegar hasta la casa y senta el cierre quejumbroso de alguna puerta. Volva a darse unos minutos de espera, luego levantaba la vista para ver en medio de la oscuridad de la casa cerrada una luz parpadeante detrs de las ventanas del cuarto de la esquina. Siempre era el mismo, el nico que se iluminaba. Siempre la misma ventana de la casa con ms de 20 habitaciones. Todas las dems permanecan oscuras y silenciosas. Esperaba unos minutos ms hasta que escuchaba la msica y entonces segua su camino. Rutina de muchos aos. Muchos domingos. Llovizna, calor o fro, vacaciones o feriados, la gata llegaba siempre a su hora y entraba a la seal. Despus la luz y la msica. Ms veranos. Laura pase muchas veces el cochecito de sus hijos y volvi a la esquina a esperar la llegada de la gata blanca. A aguardar la luz y la msica. Algunas veces el suceso quiso tomar en su cabeza forma de realidad y ser algo explicable: quizs una dinasta de gatas blancas se sucedan en el ingreso a la casa del ngel. Un suceso comn y lgico. Nunca un extrao ritual. Por 1980, o tal vez un par de aos antes, la fecha escapa ahora de su memoria, sali en unas revistas y se coment en el barrio que la casa del ngel se venda e iba a ser demolida. Alguna sociedad vecinal trat de defender la casona, se busc algn suceso histrico que la salvase, incluso se hablo de comprarla. Nunca se encontr el suceso, nunca se junt el dinero y solo se logr detener la obra algunos meses. En el alto muro unos carteles inmensos mostraban como quedara la construccin terminada: una elegante, corta y funcional galera, varios subsuelos de cocheras hacia abajo, tres torres de departamentos como de 20 amplios pisos cada una y en la entrada de la esquina de Cuba y Sucre, el ngel, salvado de la demolicin y del remate, pasara a integrar el decorado del nuevo y moderno edificio. La casa del ngel se converta en La galera del ngel y el barrio se tranquiliz. Pasaron los aos de la construccin. Terminada la obra se pudo volver a admirar al ngel remozado, con su lira entre las manos. Una fuente fue colocada en la salida de la galera, casi en el sitio donde en otros tiempos estaba el portn de rejas oxidadas y la sombra del olmo. Ya Laura no pasaba por all. Ya no volva por Sucre hacia su casa y la galera, metida dentro del barrio, pequea, hermosa, pero demasiado exclusiva, no era un lugar al que se pensara ir diariamente. Si alguna vez pasaba por all, incluso si iba para ese lado se empeaba en encontrar la calle, las esquinas, se esforzaba por volver a recorrerlas, caminar por las veredas de Sucre

evocando con nostalgia la vieja casona. Se detena para mirar al ngel que, como antao, pareca a punto de salir volando. Alguna vez se sent a tomar un caf en las pequeas y blancas mesitas que las confiteras desparramaban por las veredas ahora amplias e iluminadas. Tomaba, entre recuerdos, un caf, caliente, caro y bien servido. La casa de perfumes estaba en una de las salidas, daba a la fuente de agua de la esquina de atrs. Ese da, aburrida, se qued mirando los frascos de perfumes, coloridos, pequeos y sin precio. Ms all un local de las tantas cadenas de supermercados que haba en Belgrano le record que necesitaba algunas cosas para su casa. Pero cules?. Los aos no haban pasado en vano, los aos y los sucesos le haban quitado la memoria. Saba que no era la memoria en s, sino que le sucedan olvidos. S, se distraa y, quiz, prefera olvidar algunas cosas. -Leche, leche y qu ms?. Miraba sin ver hacia la vereda de la calle Arcos cuando la vio aparecer, blanca como siempre, por el medio de la vereda, a paso lento, majestuoso y sin miedo. Siempre con la cola esponjosa y levantada. Sinti un escalofro que comenz en la nuca y le recorri toda la espalda. Se qued clavada en el lugar con los ojos fijos en el animal blanco que se acercaba decidido hacia donde ella estaba. Se detuvo casi a sus pies y tom asiento. La mir fijamente. Como en otros ayeres, las dos esperaron. El sonido de la puerta al abrirse fue claro. La gata se incorpor y Laura gir levemente la cabeza y mir hacia donde ahora miraba la gata. Esfumado, en medio de la perfumera, se abra el jardn del fondo tan lleno de malezas como lo recordaba y bien atrs, casi en el corazn de la primera torre, una puerta. Una joven, casi una nia, se tomaba del picaporte, llevaba un vestido azul pasado de moda. Laura recin parpade cuando la gata la roz con su cola al pasar a su lado para internarse entre las difusas malezas. En su mente la idea le daba vueltas: -Ests soando. -se dijo. -Seguro, todo es un sueo. Tambin pens que estaba peor que nunca, jams le haba pasado soar despierta por lo que, un tanto malhumorada, apart la vista de la imagen imprecisa y se dirigi hacia el banco de piedra que rodeaba la fuente. Se sent. Fue muy leve el roce de la mano. Cuando levant los ojos la joven con la gata en brazos estaba a su lado. Le sonrea suavemente. Deposit en su regazo a la gata blanca. Laura pas los dedos sobre el pelaje suave y largo mientras miraba a la nia. Era muy joven. Levemente se sent a su lado, pareca estar y no estar sentada, volvi a sonrerle. -Ahora que viniste te la puedo dejar...-. Hizo una pausa. -Dejar? -la pregunta de Laura sali con voz quebrada. -S, debo irme. -dijo mientras doblaba la cabeza y miraba. Observ la galera, levant la vista para mirar los pisos altos, detuvo su atencin en las veredas pobladas de mesitas. Otra vez se dirigi a Laura: --Qudate con Carlota, por favor. Tengo que irme. Y tengo que ir sola. -Claro. -realmente no saba por qu responda. - Te dejo a mi amiguita. No puede venir conmigo. Antes que Laura pudiese preguntar sinti el beso suave en la mejilla. Cuando reaccion estaba sola, la gata acurrucada sobre sus piernas. Mir atentamente cada lugar, cada rincn. Recogi la gata y camin por los alrededores. Lo hizo demasiado tiempo, pero intilmente. La gata se dorma, con ella en los brazos se volvi a su casa. Carlota se instal como si siempre hubiese formado parte de la familia. Si le preguntaban el origen solo atinaba a decir: -Es de la casa del ngel-. Los das pasaron, Laura sigui escribiendo. Carlota durmiendo esperaba que terminase la tarea de ese da para realizar el ritual de mimos y ronroneos. Una noche como tantas pas una amiga por su casa. -Qu tal!, Cmo estn tus cosas?, Qu horrible tiempo!, Seguro que maana llueve!, Qu caro est todo!, y tambin, como era habitual: -Qu linda gata!. De dnde sali?.-. -Es la gata de la casa del ngel. -repiti como otras veces. -En serio?. Ahora es sin ngel... Sabas?. -No,... no s, Qu pas? -Laura prest ms atencin. -Parece que el ngel se "vol", -cont Leticia.

-Se vol? -Bueno, es un decir..., parece que lo robaron. Una maana ya no estaba. Ahora estn terminando una rplica para rellenar el sitio en la entrada de la galera.Despus todo continu con: -Qu caro est todo! (otra vez), Viste la pelcula tal!,Seguro que maana llueve!(otra vez)Pero viste cmo aumentaron los precios!Y de dnde me dijiste que era la gata? Laura oa sin escuchar. Conoca a Leticia y que despus de algunos cuntos "qu caro est todo", su amiga se ira a su casa y la noche sera toda suya para escribir. Saba ahora que Carlota no era ya la gata de la casa del ngel. Saba que ya era suya, como la noche. Y saba que el nuevo cuento iba a empezar algo as como: "Era el camino obligado todas las tardes. En el invierno esas caminatas por el barrio desde la avenida Cabildo hasta su casa eran oscuras adems de fras..."

Mara Mercedes MacLean 11 El rbol mgico

El rbol mgico En el centro de una placita, en el pueblo, haba un precioso rbol. El rbol tena ramas muy largas para los costados y tambin para arriba. Pareca un poquito unos brazos locos que invitaban a los nios a subirse a l. Pero el rbol, que ya era muy viejito, porque tena 103 aos, estaba un poquito triste. Resultaba ser, que de tan abuelito que era, de tan tan pero requete tan gordo que estaba Haba bebido mucha lluvia decan - , le pusieron una cerca a su alrededor...con un cartel. Pero como el no saba leer... Estaba ms y ms triste porque era un abuelito sin la alegra de sus chiquitos. Un da escuch el rbol - porque saben or muy bien ellos, eh! - que alguien lea el cartelito: rbol centenario. Monumento histrico nacional. Plantado por..... Pero al rbol no le interesaba nada esas cosas, el quera or risas y sentir cmo se trepaban los chicos... oir los secretos que le contaban... pero no le gustaba nada cuando las personas grandes le hacan dao, escribindolo o rompindolo. Tanto tiempo haba pasado... que el rbol ya se haba cansado de esperar. Cuando esa tarde de primavera, un chiquito, de unos 10 aos, pas la cerca! Qu contento se puso el rbol...! Tanto, que escuchen bien lo que pas: El chiquito fue a buscar a otro amigo para no estar tan solito. Treparon a una rama que iba para el costado del sol y se quedaron recostados contndose cosas... pequeos secretos de cosas que les gustara hacer. El rbol escuchaba todo y se rea con sus hojas alegres. Entonces pens que sera una linda idea hacer un poquito de magia. El chiquito que primero haba trepado se llamaba Guillermo, el otro Agustn. Guillermo le cont a Agustn que l quera poder ganar muchas veces a las bolitas para que Jorge no se riera ms de en el colegio, y as Carlota se hara su amiga. Al da siguiente misteriosamente, Guillermo gan en todos los recreos a las bolitas y Carlota le dijo que lo haba hecho muy bien y le regal una bolita preciosa. Guillermo estaba muy contento y guard esa bolita como "la bolita de la buena suerte" Esa misma tarde, despus del cole, fue saltando y cantando de alegra al rbol, a encontrarse con Agustn y le cont todo lo que pas.

As, el rbol escuch todo y estaba muy feliz, ahora se rea muy fuerte con sus ramitas y sus hojas... - La magia funcion! se dijo el rbol. Agustn tambin le cont lo que quera hacer con muchas ganas y fue as como el rbol abuelito se convirti en el RBOL MGICO, el que conceda los sueos.

12 Las aves nocturnas Autor : J. Oza. Las aves nocturnas En un reino desconocido para todo el mundo, excepto para los que en l vivan, exista, realmente an existe, un muchacho joven, vivaracho o con un gran amor hacia la naturaleza, el cul era siempre acechado por los otros jvenes de la regin que solo pensaban en divertirse. El joven, llamado Al, era un tpico joven de la regin, pelo oscuro, tez blanca, ojos caf obscuro, estatura mediana, y como en toda historia entre el bien y el mal, exista, o existe, otro joven, quin despreciaba toda la belleza que lo rodeaba, cabe aclarar que Vic era bastante bien parecido, rubio, de ojos azules, con gran personalidad. Vic era admirado por todas las chicas del reino, excepto por una, Dai. Y como en toda historia, esta chica era pretendida por Vic. Dai no tena preferencia por nadie, pues ella estaba segura que la persona a la que ella amara llegara de manera espontanea, pero saba tambin que antes de amar a una persona, primero debera admirarla. Cierto da, en un paseo escolar, los alumnos del alquimista fueron a recorrer los alrededores del reino, escalaron una montaa, el alquimista Roland les dijo que no se aventuraran a las cuevas porque podran encontrarse en peligro de muerte, ya que por las noches salan aves nocturnas sedientas de sangre. Obviamente estas prohibiciones no se deben hacer a los adolescentes, porque son invitaciones a desobedecer, o sera un plan con maa de parte de Roland?. El caso es que Vic, junto con otros chicos y chicas, incluyendo a Dai, se aventuraron en las cuevas, en total fueron 10 chicos curiosos, bueno 11, lo que pasa es que Al decidi ingresar tambin pero para estudiar esas aves que la gente deca que beban sangre, ya que cierto da por la maana, l encontr una de ellas en su balcn, la cul estaba muriendo, y la verdad que no le pareci tan mala. Lo cierto de todo esto es que anocheci y de los 11 muchachos solo regresaron 6, los otros 5 quedaron perdidos en la soledad de las cuevas. Roland tuvo que volver al pueblo e informar al rey lo sucedido. Por ltimo, el rey tuvo que informar de lo sucedido a su comunidad, quedando 3 familias en la desolacin de no saber que ha pasado con sus seres queridos. Los desaparecidos son: Vic, Dai, Al, Bobe y su hermana Nila. Mientras tanto en las cuevas, Vic, Dai, Bobe y Nila se encontraban perdidos, asustados y hambrientos, se escondieron al escuchar salir a las aves nocturnas de la cueva; y como sucede en estas situaciones desesperadas, haban empezado a discutir entre ellos; la verdad de las cosas es que Vic haba querido impresionar a Dai y la gui, junto con los dems, a lo mas recndito de las cuevas para despus regresarlos a la luz y aparecer como hroe,

rescatando a sus compaeros de ese peligroso lugar; el problema es que tambin se haba perdido. Todo se agrav cuando el grupo de muchachos decidi avanzar y lleg hasta un lugar donde se encontraban los nidos de las aves, las que cuidaban dicho nido, los olfatearon y los empezaron a rodear, a lo que Vic respondi aventndoles piedras, lo cul solo sirvi para enfurecer a las aves que sentan la amenaza hacia sus cros; de tal manera que se lanzaron contra los invasores, alcanzando a darles pequeas mordidas, que si bien no son graves, ellos no lo saban. Sucedi que estaban cubiertos por las aves nocturnas, cuando de repente se escuch una bella meloda que surga de la oscuridad, la cul transmita los sonidos propios de la naturaleza, paz y tranquilidad; al escucharla, las aves volvieron a sus nidos a disfrutar la meloda, olvidndose de los intrusos, los cules an sin salir de su asombro, se incorporaron y corrieron sin detenerse hasta encontrar la salida. Era de maana cuando los 4 jvenes entraron a la ciudad y ante la alegra y el alboroto de amigos y familiares contaron lo sucedido. Al pasar el alboroto, el rey les pregunt por el otro muchacho desaparecido, a lo que ellos contestaron que no lo haban visto. Al ver el rey que la familia de Al no estaba en la plaza, mand llamar a sus padres para preguntarles porqu no estaban preocupados por su hijo, los padres le informaron que Al era un muchacho aventurero y que no era la primera vez que pasaba la noche bajo el cobijo de las estrellas. Como era de esperarse de un lder como Vic, convenci al rey de que haba que acabar con las criaturas demoniacas que habitaban en las cuevas. Se organiz una gran turba para acabar con dichas criaturas y se enfilaron a las cuevas, llevaban antorchas para quemar aqul inmundo lugar; a la cabeza iba Vic, y junto a l iba el rey. Conforme avanzaban, Vic iba contando y exagerando las experiencias vividas la noche anterior, de cmo haba luchado contra un ave de 2 metros de altura, de cmo vio restos humanos esparcidos en el piso, de cmo les brillaban los ojos en la oscuridad tal si fueran diablos. Los otros 3 jvenes solo lo escuchaban, y por temor a la turba que cada vez se enardeca mas, no contaron su versin. Ya reunidos en lo alto de la montaa, el temor se apoder de los aldeanos al momento de decidir quin entrara a sacrificar a esos malignos seres. Vic dijo que el prefera que otra persona entrara porque era probable que las aves lo reconoceran y saldran huyendo de l y atacaran a los que estaban afuera. El rey solicit un voluntario, pero nadie se ofreca, el rey ofreci una recompensa, paro ni as hubo valientes; al fin, de entre la multitud se escuch un voluntario. Al acercarse, el rey, vio que el candidato era Al, quin le pidi la oportunidad de entrar, a lo que el rey accedi inmediatamente, sin embargo, Al puso 2 condiciones, la primera era que entrara sin antorcha, y la segunda, le cambiaba la recompensa ofrecida por una peticin, misma que indicara al salir de la cueva. Aceptado lo anterior, Al ingres a la cueva, regresando en no menos de 15 minutos con algo en las manos; se sent junto al rey, a la vista de todos y les ense lo que traa en las manos, era un beb de las aves nocturnas, era hermoso, con unos ojos negros enormes, su plumaje pareca de terciopelo negro, y con una gracia digna de compararse con la de un beb humano.

Al le explic al rey la razn por la que las aves haban atacado a los jvenes; tal y como lo hara cualquier madre, sintieron temor por sus cras y ofrecieron sus vidas para defenderlos. Vic se enfrent a Al dicindole que menta y que la realidad era otra, Al coment que no era la primera vez que entraba a las cuevas y que tena mucho tiempo observando las aves, indicando que no eran agresivas y que su comida era en base a insectos y a frutas silvestres, y que ninguna de ellas meda mas de 30 cms. Vic, al sentirse humillado, cambi el tema e incit a la violencia de los pobladores, infundindoles temor e indicando que Al era un muchacho raro, diferente a los dems de la comarca y que probablemente estaba hechizado; al or esto, la gente trat de matar a la pequea ave; Al se incorpor y lo protegi con su cuerpo y le grit al rey que le haba prometido cambiar la recompensa por una peticin. El rey, fiel como siempre a sus promesas, orden a sus guardias que tranquilizaran a la turba, y le cedi la palabra al joven protector de las aves. Su peticin era que el rey y la gente escucharan a otros testigos sobre la bondad de las aves, la cul fue aceptada no con mucho agrado por Vic. Al llam a varios campesinos, quienes haban recogido el excremento de las aves dentro de las cuevas y lo haban utilizado para fertilizar la tierra donde se cosechaba el alimento del pueblo. Uno de ellos les dijo que las cosechas eran ms abundantes y el fruto de mejor sabor gracias a ese abono. Tambin hicieron notar que las plagas haba disminuido a raz de la llegada de estas aves nocturnas. Ante tales argumentos, la gente se tranquiliz y esto dio valor a Dai para contar la verdad de lo que haba sucedido en el interior de la cueva. El rey molesto con Vic lo mand apresar y lo sentenci a sacar el excremento de las aves durante los prximos 6 meses. El rey felicit a Al por su amor a la naturaleza, el cul permiti salvar la vida de las benditas aves que solo traan beneficios a su tierra, y se reprendi y reprendi al pueblo por la facilidad con que fueron convencidos por palabras tan ligeras como las expresadas por Vic. Coment que era muy triste que en su reino hubiera tan pocas personas como Al, y tantas como Vic, pero que a partir de ese momento, hablara con Roland para incrementar el contacto con la bella naturaleza que los rodeaba. Antes de terminar la sesin en lo alto de la montaa, Dai pregunt a Al quin haba emitido esa bella meloda dentro de la cueva; Al sac de su bolsa un recipiente con agua y lo verti sobre una roca, lo que provoc un dulce sonido, y con los labios empez a silbar imitando el trinar de los pjaros, ambos sonidos emitan una hermosa meloda llena de paz. Dai le pregunt a Al que en donde haba escuchado esa hermosa cancin; Al mirndola a los ojos, y descubriendo en ella una belleza que antes no haba visto, le sonri y le dijo que si bajaba al valle y se sentaba en silencio podra escuchar los sonidos de la naturaleza, iguales a los que l imit. Tras esta respuesta, Al dio media vuelta y se intern en las cuevas para dejar al ave en su terruo. Dai descubri en su corazn que ese muchacho era digno de admiracin. Fin.

13 LOS NGELES (poema) Erase una vez... bueno cuando Dios creo el mundo creo a Adn y a Eva porque se senta solo. Y cre a unos seres que llam "ngeles" Luzbel era el ms hermoso de todos, su nombre significa Luz bella pero, tuvo envidia de Adn, entonces Dios le castigo creando un lugar " El infierno " y le quito las alas y le envi all. FIN 14 Almuerzo con Dios Autor: Desconocido Almuerzo con Dios Un nio pequeo quera conocer a Dios; saba que era un largo viaje hasta donde Dios vive, as que empac su maleta con pastelillos y refrescos, y empez su jornada. Cuando haba caminado como tres cuadras, se encontr con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, solamente ah parada contemplando algunas palomas. El nio se sent junto a ella y abri su maleta. Estaba a punto de beber su refresco, cuando not que la anciana pareca hambrienta, as que le ofreci un pastelillo. Ella agradecida acept el pastelillo y sonri al nio. Su sonrisa era muy bella, tanto que el nio quera verla de nuevo, as que le ofreci uno de sus refrescos. De nuevo ella le sonri. El nio estaba encantado! El se qued toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo nunca una sola palabra, mientras oscureca, el nio se percat de lo cansado que estaba, se levant para irse, pero antes de seguir sobre sus pasos, dio vuelta atrs, corri hacia la anciana y le dio un abrazo.

Ella, despus de abrazarlo le dio la ms grande sonrisa de su vida. Cuando el nio lleg a su casa, abri la puerta. Su madre estaba sorprendida por la cara de felicidad. Entonces le pregunt: -Hijo, qu hiciste hoy que te hizo tan feliz? El nio contest: -Hoy almorc con Dios!... Y antes de que su madre contestara algo, aadi: -Y sabes qu? Tiene la sonrisa ms hermosa que he visto! Mientras tanto, la anciana, tambin radiante de felicidad, regres a su casa. Su hijo se qued sorprendido por la expresin de paz en su cara, y pregunt: -Mam, qu hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contest: -Com con Dios en el parque!... Y antes de que su hijo respondiera, aadi: -Y sabes? Es ms joven de lo que pensaba! Fin 15 La araa y la viejecita. En una casita, en lo alto de una montaa, viva hace tiempo una viejecita muy buena y cariosa. Tena el pelo blanco y la piel de su cara era tan clara como los rayos del sol. Estaba muy sola y un poco triste, porque nadie iba a visitarla. Lo nico que posea era un viejo bal y la compaa de una araita muy trabajadora, que siempre le acompaaba cuando teja y haca labores. La pequea araa, conoca muy bien cuando la viejecita era feliz y cuando no. Desde muy pequea la observaba y haba aprendido tanto de ella que pens que sera buena idea intentar que bajara al pueblo para hablar con los dems. As aprenderan todo lo que ella poda ensearles. Ella les enseara a ser valientes cuando estn solos, a ser fuertes para vencer los problemas de cada da y algo muy, muy importante a crear ilusiones, sueos, fantasas. Las horas pasaban junto a la chimenea y las dos se entretenan bordando y haciendo punto. La viejecita, apenas podas sostener las madejas y los hilos en sus brazos. Qu cansada me siento!, Me pesan mucho estas agujas!. Deca la ancianita. La araita, la mimaba y la sonrea. Un da, la araa, pens que ya haba llegado el momento de poner en prctica su idea. Sabes, lo que haremos?. Iremos al mercado a vender nuestras labores!. As, ganaremos dinero y podremos ver a otras personas y hablar con ellas!. La anciana no estaba muy convencida. Hace mucho tiempo que no hablo con nadie!. Dijo: la anciana.

Crees que puede importarle a alguien lo que yo le diga?. Claro que s! Vers cmo nos divertimos! Se pusieron en marcha, bajaron despacito, como el que no quiere perder ni un minuto de la vida. Iban admirando el paisaje, los rboles, las flores y los pequeos animalitos que vean por el camino. Llegaron al mercado y extendieron sus bordados sobre una gran mesa. Todo el mundo se paraba a mirarlos. Eran tan bonitos!. La gente les compr todo lo que llevaban. Adems hicieron buenos amigos!. Enseguida, los dems, se dieron cuenta de la gran persona que era la viejecita y le pedan consejo sobre sus problemillas. Al principio, le daba un poco de vergenza que todo el mundo, la preguntara cosas. Pero poco a poco descubri el gran valor que tienen las palabras y cmo muchas veces una palabra ayuda a superar las tristezas. Palabras llenas de cario como: Animo, adelante, puedes conseguirlo!. Confa en ti, cree en ti!. Ella tambin aprendi ese da, que las cosas que sentimos en el corazn, debemos sacarlas fuera, quiz los otros puedan aprovecharlas para su vida. La araita le deca a la anciana: Deja volar tus sentimientos, se alegre, espontnea, ofrece siempre lo mejor de ti!. La viejecita y la araa partieron hacia su casita de la montaa. Siguieron haciendo bordados y bordados. Trabajaban mucho y cuando llegaba la noche la araa se iba a su rinconcito a dormir. La anciana se despeda de ella y le deca: Gracias por ser mi amiga!. Un amigo, es ms valioso que joyas y riquezas, llora y re contigo y tambin suea!. Mientras senta estos pensamientos, la viejecita se iba quedando dormida, sus ojos cansados se cerraron y la paz brill en su cara. La luna les acompaaba e iluminaba la pequea casita y nunca, nunca estaban solas. Ms all, muy lejos, sus seres queridos velaban sus sueos.

16 El acertijo Autor: Hermanos Grimm El acertijo rase una vez el hijo de un rey, a quien entraron deseos de correr mundo, y se parti sin ms compaa que la de un fiel criado. Lleg un da a un extenso bosque, y al anochecer, no encontrando ningn albergue, no saba dnde pasar la noche. Vio entonces a una muchacha que se diriga a una casita, y, al acercarse, se dio cuenta de que era joven y hermosa. Dirigise a ella y le dijo:

- Mi buena nia, no nos acogeras por una noche en la casita, a m y al criado? - De buen grado lo hara -respondi la muchacha con voz triste-; pero no os lo aconsejo. Mejor es que os busquis otro alojamiento. - Por qu? -pregunt el prncipe. - Mi madrastra tiene malas tretas y odia a los forasteros contest la nia suspirando. Bien se dio cuenta el prncipe de que aquella era la casa de una bruja; pero como no era posible seguir andando en la noche cerrada, y, por otra parte, no era miedoso, entr. La vieja, que estaba sentada en un silln junto al fuego, mir a los viajeros con sus ojos rojizos: - Buenas noches! -dijo con voz gangosa, que quera ser amable-. Sentaos a descansar-. Y sopl los carbones, en los que se coca algo en un puchero. La hija advirti a los dos hombres que no comiesen ni bebiesen nada, pues la vieja estaba confeccionando brebajes nocivos. Ellos durmieron apaciblemente hasta la madrugada, y cuando se dispusieron a reemprender la ruta, estando ya el prncipe montado en su caballo, dijo la vieja: - Aguarda un momento, que tomars un trago, como despedida. Mientras entraba a buscar la bebida, el prncipe se alej a toda prisa, y cuando volvi a salir la bruja con la bebida, slo hall al criado, que se haba entretenido arreglando la silla. - Lleva esto a tu seor! -le dijo. Pero en el mismo momento se rompi la vasija, y el veneno salpic al caballo; tan virulento era, que el animal se desplom muerto, como herido por un rayo. El criado ech a correr para dar cuenta a su amo de lo sucedido, pero, no queriendo perder la silla, volvi a buscarla. Al llegar junto al cadver del caballo, encontr que un cuervo lo estaba devorando. Quin sabe si cazar hoy algo mejor?, se dijo el criado; mat, pues, el cuervo y se lo meti en el zurrn. Durante toda la jornada estuvieron errando por el bosque, sin encontrar la salida. Al anochecer dieron con una hospedera y entraron en ella. El criado dio el cuervo al posadero, a fin de que se lo guisara para cenar. Pero result que haba ido a parar a una guarida de ladrones, y ya entrada la noche presentronse doce bandidos, que concibieron el propsito de asesinar y robar a los forasteros. Sin embargo, antes de llevarlo a la prctica se sentaron a la mesa, junto con el posadero y la bruja, y se comieron una sopa hecha con la carne del cuervo. Pero apenas hubieron tomado un par de cucharadas, cayeron todos muertos, pues el cuervo estaba contaminado con el veneno del caballo. Ya no qued en la casa sino la hija del posadero, que era una buena muchacha, inocente por completo de los crmenes de aquellos hombres. Abri a los forasteros todas las puertas y les mostr los tesoros acumulados. Pero el prncipe le dijo que poda quedarse con todo, pues l nada quera de aquello, y sigui su camino con su criado. Despus de vagar mucho tiempo sin rumbo fijo, llegaron a una ciudad donde resida una orgullosa princesa, hija del Rey, que haba mandado pregonar su decisin de casarse con el hombre que fuera capaz de plantearle un acertijo que ella no supiera descifrar, con la condicin de que, si lo adivinaba, el pretendiente sera decapitado. Tena tres das de tiempo para resolverlo; pero eran tan inteligente, que siempre lo haba resuelto antes de aquel plazo. Eran ya nueve los pretendientes que haban sucumbido de aquel modo, cuando lleg el prncipe y, deslumbrado por su belleza, quiso poner en juego su vida. Se present a la doncella y le plante su enigma: - Qu es -le dijo- una cosa que no mat a ninguno y, sin embargo, mat a doce? En vano la princesa daba mil y mil vueltas a la cabeza, no acertaba a resolver el acertijo. Consult su libro de enigmas, pero no encontr nada; haba terminado sus recursos. No sabiendo ya qu hacer, mand a su doncella que se introdujese de escondidas en el dormitorio del prncipe y

se pusiera al acecho, pensando que tal vez hablara en sueos y revelara la respuesta del enigma. Pero el criado, que era muy listo, se meti en la cama en vez de su seor, y cuando se acerc la doncella, arrebatndole de un tirn el manto en que vena envuelta, la ech del aposento a palos. A la segunda noche, la princesa envi a su camarera a ver si tena mejor suerte. Pero el criado le quit tambin el manto y la ech a palos. Crey entonces el prncipe que la tercera noche estara seguro, y se acost en el lecho. Pero fue la propia princesa la que acudi, envuelta en una capa de color gris, y se sent a su lado. Cuando crey que dorma y soaba, psose a hablarle en voz queda, con la esperanza de que respondera en sueos, como muchos hacen. Pero l estaba despierto y lo oa todo perfectamente. Pregunt ella: - Uno mat a ninguno, qu es esto? Respondi l: - Un cuervo que comi de un caballo envenenado y muri a su vez. Sigui ella preguntando: - Y mat, sin embargo, a doce, qu es esto? - Son doce bandidos, que se comieron el cuervo y murieron envenenados. Sabiendo ya lo que quera, la princesa trat de escabullirse, pero el prncipe la sujet por la capa, que ella hubo de abandonar. A la maana, la hija del Rey anunci que haba descifrado el enigma y, mandando venir a los doce jueces, dio la solucin ante ellos. Pero el joven solicit ser escuchado y dijo: - Durante la noche, la princesa se desliz hasta mi lecho y me lo pregunt; sin esto, nunca habra acertado. Dijeron los jueces: - Danos una prueba. Entonces el criado entr con los tres mantos, y cuando los jueces vieron el gris que sola llevar la princesa, fallaron la sentencia siguiente: - Que este manto se borde en oro y plata; ser el de vuestra boda. Fin

17 Bosque de Cristal

Bosque de Cristal Hace mucho tiempo, en un hermoso y lejano reino, rodeado de un bosque sin igual, vivio una pequea princesa, hermosa como las maanas de primavera. La preciosidad de tan tierna princesa se la habia dado un hada del bosque como don especial, siempre y cuando el bosque que rodeaba al reino donde nacio estuviera bien cuidado. Para esto hizo que todo lo que le pasara a la princesa le pasara al bosque y todo lo que le pasara al bosque le pasara a ella. El bosque no podia existir sin ella, porque ella era su corazon. Asi tambien, no podia existir la princesa sin el bosque porque este era el alma de ella. La pequea princesa era el orgullo de sus padres, reyes de esas tierras y de muchas mas en aquel mundo. Todos la

llamaban Sonrisa por ser siempre feliz y tenia la gracia de ser querida por todos los subditos de aquel reino por su infinita bondad. En aquel reino vivia tambien, una envidiosa mujer que practicaba la brujeria y que era fea como no habia cosa mas fea en el reino. Esa mujer era de todos bien conocida como la Bruja Miltrafaldumiruja. Esta mujer repudiaba la hermosura en todos sus sentidos, por lo mismo no soportaba la belleza y dulzura de la princesa Sonrisa. Enojada por ser fea y por ver tan linda a la joven princesita, la Bruja Miltrafaldumiruja decidio que nadie admiraria su beldad, para esto puso en practica un viejo hechizo que corria en su familia desde siglos atras. Convirtio al hermoso bosque de la princesa Sonrisa en un bosque de cristal tan diminuto que cabia en una pequea cupula del mismo material. Pensaba que al convertir al bosque en cristal la princesita se pondria triste y se volveria fea. Con el bosque se transformo todo lo que habia dentro de el; todos sus habitantes, personas y animales quedaron reducidos a fragiles figurillas de cristal. La princesa Sonrisa que en ese momento daba un paseo por el bosque corrio la misma suerte que todos los demas, solo que no toda ella se convirtio en cristal. Nada pudo hacer la envidia de Miltrafaldumiruja en contra del calido corazon de la princesa, que siguio latiendo dentro de ella, encerrado en la pequea cupula de cristal. Vio realizada su obra la Bruja Miltrafaldumiruja, pero no se sintio feliz. A pesar de ser pequeo el bosque y mas pequea aun su princesa, su belleza seguia siendo inigualable. Al darse cuenta de esto Miltrafaldumiruja se enfurecio aun mas y decidio mandar lejos muy lejos al pequeo bosque de cristal. Tan lejos mando al bosquecillo la detestable bruja, que fue a dar a la tienda de un anticuario en el mundo real. Miltrafaldumiruja se dio cuenta de que ya habia hecho mucho mal, y como en el fondo ella no era mala, agrego a su hechizo una manera de deshacerlo: aquel que a pesar de todo creyera con todo su corazon en que el bosque estaba vivo podria revivir a la princesa y por tanto al bosque. El unico que podria destruir el hechizo seria un principe valiente de espiritu. Todas las maanas pasaba Rodolfo por la avenida principal para ir de su casa a la escuela, y nunca en todos sus recorridos se habia topado con una pieza tan hermosa en la vitrina de la vieja tienda del anticuario. Asomaba unos ligeros destellos que deslumbraron al muchacho en cuanto la vio. Era de una delicadeza extrema, debia de ser muy antigua y traida de un lugar muy lejano. Era una pequea cupula no mas grande que los viejos jarrones de porcelana china que junta ella exhibian. Dentro habia un bosque, aunque para Rodolfo este no era cualquier bosque, sino el Bosque. Era como en sus sueos, era todo luz y... oh! Se le hacia tarde y debia llegar a la escuela antes de que tocara la campana y no lo dejaran entrar. Desde el dia de su encuentro con el Bosque de Cristal, Rodolfo procuraba salir antes de su casa para tener mas tiempo de admirarlo en su camino a la escuela. Era bello, habia algo en el que lo tenia hechizado, y las figuritas dentro de el eran tan reales. En el centro habia un castillito, y habia otras figuras mas pequeas como animalitos y personas. Si hubiera podido comprarla, pero no se veia que fuera muy barata, despues de todo una figura de tal delicadeza debia costar una fortuna. Una tarde de regreso a su casa Rodolfo se asomo a la vitrina del anticuario, pero el lugar donde antes estuviera el Bosque de Cristal, entre los dos jarrones de porcelana china, ahora lo ocupaba una cajita musical con una bailarina que no paraba de dar vueltas. Se habian llevado el Bosque de Cristal, se habian llevado su Bosque de Cristal. No lo volveria a ver jamas, ya no podria soar con pasear por el y ver y conocer a los pastores y mercaderes que en el creia haber visto tantas veces. Ya no volveria a ver su tan amado Bosque de Cristal. Regreso a su casa triste y desolado, entro a la casa y dejo sus libros sobre la mesa. Iba en ese momento a su recamara cuando de la sala creyo oir que le llamaban. Entro a la sala y cual no seria su sorpresa al encontrar sobre la repisa de la chimenea al pequeo y tan amado Bosque de Cristal. Emocionado se acerco a donde la cupula estaba, y admirado la vio como si fuera la primera vez. Repaso el bosque, el castillo, las figuritas que parecian gente y reparo en algo que no habia notado antes era una luz extraa, volvio a escuchar su nombre... Rodolfo.... La luz con extraos destellos rosados lo envolvia, se hacia mas fuerte, luego una niebla... Rodolfo...

Escuchaba su nombre fuerte y claro, pronunciado por una voz dulce y suave que le parecia familiar. La niebla se disipo y vi la luz mas intensa todavia, y se dio cuenta de que estaba dentro de la cupula. Estaba en el Bosque de Cristal. Su sueo se habia vuelto realidad, estaba en el Bosque de Cristal y lo recorrio. Le parecio todo tan familiar, como si ya antes hubiera estado alli. Llego a las afueras del castillo y reconocio a los pastores y labradores que tantas veces habia creido ver y sentia que los conocia como a viejos amigos. Repetia sus nombres sin saber como es que los conocia, todo le era tan natural, como el bosque mismo, que a pesar de ser de cristal demostraba viveza en cada rincon. Dentro del castillo los reyes, las damas, los caballeros reales y sus pajes, hasta un bufon risueo frente al rey. Recorrio el castillo, descubrio corredores y pasadizos secretos. Se maravillo ante las estatuas y tapices que en el habian. Subio torres y entro en enormes salas encontrando maravillas indescriptibles a cada paso.Seguia oyendo su nombre, a veces mas fuerte otras veces mas debil, pero siempre con la misma dulce voz. Intrigado ante tal hecho siguio la tersa voz hasta las afueras del castillo y a traves del bosque hasta llegar a un claro donde una fragil y hermosa figura se encontraba. En ella se resumia la bellesa y magnificencia de todo lo que habia visto antes, era la hermosa princesa Sonrisa. Dentro de ella su pequeo corazon latia y eso confirmo lo que Rodolfo pensaba, el Bosque de Cristal estaba vivo, vivo y lo necesitaba a el. La prinsecita ya no repitio mas su nombre, ya no era necesario, instintivamente el supo lo que tenia que hacer. Guiado por el infinito amor que aquella hermosa figura le inspiraba, Rodolfo se acerco a ella, quizo besarla, pero no se atrevio temiendo con ello manchar tan grata presencia. Temeroso puso su mano en su corazon y creyo, creyo con toda su alma y toda su fe en que con su amor podria volver a la vida a su amada princesa y al Bosque de Cristal. Lagrimas rodaron por sus mejillas y su calor entibio las frias manos de cristal de las princesita. Sonrisa levanto su rostro hacia el y y con solo verlo lo amo y vivio. El bosque desperto como si la noche en que habia permanecido repentinamente hubiera acabado, y asi fue. Los pajarillos, las ardillas, las plantas, todo el bosque revivio mientras la dulce voz de la princesa entonaba un himno de alegria por ver a su bosque vivo otra vez, y es que mientras el Bosque estuviera bien ella estaria bien. Poco despues se celebraron las bodas entre el principe Rodolfo y la princesa Sonrisa, y todos en el bosque fueron felices por mucho mucho tiempo.

18 EL BEBE CERDITO

Te gustara que te cuente la visita de Alicia a la Duquesa? Puedes creerme que fue una visita de lo ms importante. Naturalmente, Alicia empez por llamar a la puerta: pero no apareci nadie, y tuvo que abrirla ella misma. Ahora, si miras el dibujo, vers exactamente lo mismo que vio Alicia al entrar. La puerta conduca directamente a la cocina. La Duquesa estaba sentada en el centro de la habitacin, cuidando al Beb. El Beb berreaba. La sopa herva. La Cocinera estaba removiendo la sopa. El Gato --era un Gato de Cheshire-- sonrea, como lo hacen siempre los gatos de Cheshire. Todas estas cosas estaban ocurriendo en el momento en que Alicia entr. La Duquesa tiene un sombrero y un vestido muy bonitos verdad? Pero me parece que la cara ya no la tiene tan bonita. El Beb --bueno, seguro que has visto varios bebs ms guapos que ste; y con mejor genio, tambin. Sin embargo, fjate bien en l, y veremos si le reconoces la prxima vez que te renas con l!

La Cocinera, bueno, a lo mejor has visto cocineras ms simpticas que sta, quiz una o dos. Pero estoy casi seguro de que nunca has visto un Gato mejor que ste! A que no? A que te gustara tener un Gato igualito que ste, con esos preciosos ojos verdes y esa sonrisa tan dulce? La Duquesa estuvo muy grosera con Alicia. No es nada extrao. Incluso llamaba Cerdo! a su propio Beb. Y no era un Cerdo verdad? La Duquesa orden a la Cocinera que le cortara la cabeza a Alicia, aunque naturalmente la Cocinera no le hizo caso; y para terminar le tir el Beb a Alicia! As que Alicia cogi el Beb y se march con l, y a m me parece que hizo muy bien. De manera que Alicia ech a andar por el bosque, llevando consigo a aquel nio tan feo. Y buen trabajo que daba aguantarlo en brazos, porque no haca ms que moverse. Pero por fin descubri cmo sujetarlo bien: haba que agarrarlo muy fuerte del pie izquierdo y la oreja derecha. Pero t no sujetes nunca a un Beb de esa manera! Son muy pocos los que prefieren ser tratados as! Bueno, el caso es que el Beb segua gruendo y gruendo, y Alicia tuvo que decirle, muy seriamente, Mira, rico, si te vas a convertir en un cerdo, no quiero saber ms de ti. As que te den cuidado!. Por fin le mir la cara, y qu crees que le haba ocurrido? Mira el dibujo a ver si lo adivinas. Pero ese no es el Beb que cuidaba Alicia, no? Ah, ya saba yo que no le ibas a reconocer, aunque te dije que te fijaras bien! S seor, es el Beb. Y ahora se ha convertido en un Cerdito! Entonces Alicia lo puso en el suelo y le dej trotar hacia el bosque y pens: Era un Beb fesimo; pero como Cerdo resultaba bastante guapo, eso creo yo. No crees que ella tena razn?

Lewis Carroll - Inglaterra

19 El Bosque de las Hadas

Erase una vez dos nias de 11 aos, llamadas Jennifer y Yaisa. La primera de ellas era buena estudiante y con un gran corazn; por el contrario Yaisa era una psima estudiante y bastante creda. Jennifer viva en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias econmicas. Yaisa en cambio viva en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tena todos los caprichos que ella quera. Aunque provenan de mundos tan opuestos, se haban hechos grandes amigas y desde la guardera haban estado juntas. Los padres de Yaisa se haban opuesto a esta amistad pero nada pudieron hacer ante el empeo de las chicas de seguir siendo amigas. Como haba dicho antes Jennifer viva al lado del bosque azul. Este bosque era llamado as por los lugareos, ya que una gran cantidad de mariposas azules habitaban en l.

Muchos crean que esas mariposas eran en realidad ninfas y que se apoderaran de todo aquel que se adentrar en el bosque al anochecer. Esta maldicin era alimentada desde haca muchsimos aos, cuando desapareci una chica en el bosque y nunca se supo nada de ellas. Se organizaron batidas en el bosque y no se hall rastro de ella, ni siquiera sus huesos u objetos personales aparecieron, por lo que se descart que fuera comida por las alimaas. Este suceso hizo que naciera la leyenda del bosque azul, leyenda que duraba hasta nuestros das, pasando de generacin en generacin. Una tarde Yaisa propuso ir al bosque.

No!, es peligroso. - respondi Jennifer. - Porqu?, T crees el cuento ese?-. Umm... S, una vez se lo o contar a mi abuelo -. Eso son mentiras, lo que pasa es que tienes miedo y no lo quieres reconocer.No tengo miedo!! S que lo tienes, Eres una cobardica!! No soy cobarde! Esta bien iremos, pero me tienes que prometer que volveremos antes del anochecer.Esta bien, lo prometo.-

Mientras entraban en el bosque Jennifer se iba arrepintiendo de haber aceptado. -Y si fuera verdad la leyenda?. Y si no veo ms a mis padres?- pensaba. -Oye Yaisa, me vuelvo a casa.

Qu?Que paso, lo siento me voy Venga ya, si estamos dentro, me vas a dejar sola ahora. Si, me voy. Vienes? Esta bien me voy contigo. Bienvenidas a mi reino. Quin ha dicho eso? Yo no he sido- contest Yaisa asustada. All arriba!!! - exclamo Jennifer. Pe.. pero qu es eso!

Miraron hacia arriba y vieron a un ser etreo que se mantenia suspendida en el aire. Alrededor suyo cientos de mariposas azules con una extraa forma humana la iluminaban y le daban un aspecto ttrico a la figura. -Quin eres?.

Soy Ethea, reina de este lugar, seguramente me conoceris por el hada de los bosques. Las mariposas son Suthereis, son mis ninfas. Qu hacis aqu? Nada, solo pasamos a jugar un poco, pero ya nos bamos. A jugar, eh. Aj, os propongo yo un juego. Haber dganos. De las dos la que me traiga el objeto que pese menos ganar y ser conducida fuera del bosque, la perdedora se quedar conmigo para siempre y ser convertida en una hermosa mariposa azul. Seora, no nos puede hacer eso- suplicaron al unsono las dos chicas. Porqu? Habis invadido mi reino y esta es la nica forma de salir. Todas estas mariposas eran personas como vosotros que osaron entrar. Ellas fueron perdedoras. Tenis una hora. Id cada una en direccin opuesta y traedme ese objeto. El tiempo empieza ya. No, Yaisa no te muevas tengo la solucin.

Venga Ya. Solo quieres ganarme, pero yo conseguir arrebatarte ese honor. T te quedars aqu- Contest enfurecida Yaisa.

Yaisa sali corriendo dirigindose a la izquierda, mientras que Jennifer se qued quieta.

20 EL BHO BLANCO Cada ao nos llevan a unos treinta nios, acompaados por dos maestras, a las Colonias Escolares. Son nuestras vacaciones pagadas por la escuela y es seguro que vamos a estar durante veinte das, felices y contentas, en premio por nuestras excelentes calificaciones y buen comportamiento. Como nosotros vivimos en la costa, hacemos intercambio con otra escuela del interior. As es que se dispone de un vagn del ferrocarril especial para nosotros y all en la estacin nos despedimos de nuestros padres y hermanos y partimos felices. Cada una es responsable de su mochila o maleta donde llevamos nuestra ropa atendiendo a la lista dada por la maestra: alpargatas y tenis, toda la ropa interior marcada con el nombre, pantalones largos y cortos, blusas ligeras, un suter, traje de bao y otras cosas personales como revistas, naipes y juegos. Llegamos a la escuela, donde nos recibi el cuidador que viva al lado de la escuela con su esposa y sus cuatro nios, y nos dispusimos a armar los catres de campaa, en las aulas que en esos das se convertiran en nuestros dormitorios. Nos repartieron las sbanas, las almohadas y las cobijas, y nos dieron las instrucciones acerca del uso de los baos, del aseo personal y sobre todo de la conducta que debemos mantener; somos las representantes de la escuela, as es que se espera nuestra mejor disposicin. La escuela era enorme y tena un jardn muy amplio, con grandes rboles y muchas reas con pasto y algunos setos de flores. Podamos ir a donde quisiramos, sin salirnos de los lmites, muy bien establecidos por los muros de piedras bordados de enredaderas. Ms all estaban las canchas de ftbol, donde podramos jugar cuando quisiramos. La "abuelita"; una seora con una cabellera larga y canosa, ordenada en unas trenzas muy bien peinadas, cocinara para nosotros, desde el desayuno hasta la cena. Cuando volvimos de recorrer el gran patio, ella ya tena ordenada toda su cocina, con muchas ollas, cucharones de todos tamaos y muchos platos apilados. La primera noche, algunas de las nias ms chicas, lloraron porque echaban de menos su casa, sus paps y hermanos. Pero la maestra se acerc a cada una de ellas y les cont un cuento hasta que se tranquilizaron y se durmieron profundamente. Yo me qued pensando en la gran cantidad de paciencia que se necesita para ser maestra y el enorme gusto por los nios que deben tener. Al tercer da la maestra consigui permiso para visitar uno de los ranchos productores de duraznos y hacia all nos dirigimos. Nos llevaron haber las grandes arboledas donde los rboles plantados a la misma distancia uno de otro, se pintaban de bellos tonos verdes, entre los que sobresalan los colores de las frutas que estaban prontas a madurar. Tambin vimos las mquinas seleccionadoras donde los frutos caan en diferentes canaletas segn su tamao, de manera que quedaban elegidos hasta los duraznos de exportacin. Nos daba gusto saber que esos frutos iran hacia otros pases donde nios como nosotros disfrutaramos de sus agradables sabores; creo que era como un sentimiento de orgullo el constatar que nuestras frutas era requeridas en otros pases, por su calidad y sabor. Al final de la visita nos regalaron seis cajas de duraznos que enviaron hasta la escuela, de manera que cuando llegamos, ya estaba toda esa fruta esperndonos. Podamos comer lo que quisiramos, pero estaba estrictamente prohibido desperdiciar la fruta. Si encontrbamos fruta muy madura, tendramos que colocarla en una caja especial, para

que de ella se hiciera mermelada. Esos das comamos duraznos maana, tarde y noche, postre de duraznos, jugos de duraznos, mermelada de duraznos, pero todava me encantan. Otro da fuimos al ro y nos tardamos ms de una hora de camino a pie, bajo el sol que estiraba todos sus rayos sobre nosotras; parece que quera saludarnos y estar en nuestra compaa, pero muchas veces buscamos la sombra de los rboles que crecan majestuosos a la vera del camino. El ro tena poco caudal, en las orillas haban muchas piedras redondas y resbalosas y el agua estaba muy fresca, as es que nos acercamos rpidamente a la orilla para refrescarnos un poco, hicimos batallas de agua y todas terminamos bien empapadas, antes de ponernos los trajes de bao. Ms all haba ramas de totora, que son muy flexibles aunque difciles de cortar. Las arrancamos desde abajo y empezamos a formar un dique para poder tener una poza ms profunda donde baarnos. De un lado nos echbamos al agua y la corriente nos llevaba hasta el otro, sin ningn peligro. Era delicioso mantenernos flotando en esa agua tan cristalina y limpia. Cuando salamos a secarnos, el mismo sol nos envolva suavemente. All no haba ms ruido que los cantos de los pjaros y el mecerse de las hojas de los sauces, cuyas ramas alargadas llegaban hasta el agua. Qu diferencia con la ciudad! Haba all una tranquilidad tan hermosa que todas disfrutbamos. Haba muchas mariposas pequeas, todas blancas, que parecan danzar entre las pocas flores silvestres que se abran para mostrar todo su colorido. Las acompaaban algunas liblulas, que parecan helicpteros de colores. Nos encantaba ver las liblulas sostenidas en sus patas muy estiradas, en alguna poza de agua, donde se deslizaban como si estuvieran esquiando; al rato remontaban el vuelo para alcanzar nuevamente a sus amigas las mariposas que ya se haban encontrado con algunas abejas apuradas en recolectar el polen para hacer la miel. Una noche invitamos a la familia del cuidador e hicimos una representacin en el patio de la escuela, donde cantamos, otra dijo un poema y algunas bailaron. Encendimos una fogata donde asamos malvaviscos y contamos cuentos. De repente, escuchamos un ruido que provena de un alto pino. Nos sobresaltamos un poco, pero la maestra nos indic que seguramente se trataba de un bho llamando a su pareja. Nos acercamos ms y efectivamente pudimos divisar a un bho blanco que nos miraba fijamente, mientras repeta su Uuuhh varias veces. Por supuesto que estaba de lo ms serio y gir su cabeza lentamente. Levant el vuelo y quedamos asombradas de la majestuosidad con que mova sus enormes alas. El cuidador nos cont que ese bho era el macho y que esperaba a su compaera que se haba marchado a buscar comida mientras l cuidaba el nuevo nido y no haba vuelto desde haca tres meses. Que esas aves slo tienen una sola compaera de por vida, as es que el macho todava la esperaba. El cuidador y sus hijos, vean todos los das al bho, que haban bautizado como Blanco por el color tan claro de sus plumas, que justo al atardecer llamaba a su compaera, desde la misma rama del gran pino. El menor de los muchachos siempre le hablaba a Blanco, dicindole que ella iba a llegar un da de stos, que la esperara con paciencia, que algo le habra pasado como se tardaba, pero que iba a llegar, que tuviera calma. Y el bho le miraba fijamente, emita unos Uuuhh muy suaves y emprenda el vuelo en una nueva bsqueda, para volver minutos despus a la misma rama del mismo rbol, a seguir llamando y esperando. Los bhos son muy tiles para cazar los ratones que se meten en los silos de trigo, donde incluso les dejan un espacio en la parte superior para que puedan entrar. Son muy rpidos para cazar y muy silenciosos, as es que nadie les hace dao, y como les molesta la luz, salen en la noche y en el da parece que siempre estuvieran durmiendo. Pero es muy hermoso verlos levantar el vuelo porque cuando uno no los conoce, no se imagina que tengan las alas tan grandes.

Cada da hacamos un paseo diferente y siempre volvamos cantando. Los de pueblo, ya saban que ramos las nias de la Colonia Escolar y nos saludaban al pasar. Los de la oficina de Correos tambin nos esperaban cada viernes, en que bamos un pequeo grupo a dejar las cartas para nuestras familias, para contarles todo lo bien que estbamos. Tambin visitamos un vivero de plantas, donde adems hacan macetas. All nos deleitamos viendo la maestra de los artesanos moldeando el barro e incluso nos permitieron ensayar de mover con el ritmo correspondiente, la gran rueda horizontal donde de un montn de barro, salen piezas tan hermosas y bien hechas. No pudimos hacerlo con la rueda, pero nos remos mucho y hasta nos regalaron barro para moldearlo con las manos. As que al final, tenamos varias figuras que nos permitieron ponerlas al horno y mientras se cocan, fuimos a ver como pintaban las macetas y otros adornos, con pinceles de todos grosores y muchos colores muy llamativos. Ese da llegamos muy contentas y todas nos dormimos pensando en qu lugar de la casa, pondramos nuestras "obras de arte" hechas de barro. Otro da fuimos a una granja en el pueblo vecino, donde haba un hospital de animales. All llegaban todos los animalitos que alguien haba encontrado en los caminos o en los campos, y que necesitaban alguna atencin especial. Haba un perro reponindose de una pata que se haba lastimado en una pelea, una paloma con un ala vendada porque al parecer haba chocado con un camin, un cachorro de zorro que haba metido la pata en una trampa y un bho con el ala rota por el golpe de una rama. El veterinario nos explic que afortunadamente alguien haba encontrado al ave y sta se haba dejado llevar. Esto era raro porque los bhos no se pueden domesticar y como son aves de rapia, su pico y garras son muy fuertes. Pero esta hembra, por alguna razn, era dcil, como si supiera que all estaba segura, y que incluso poda sanar de su ala. Que estaba prcticamente sana y que incluso ese da haba pensado en dejarla en libertad. Le comentamos sobre el bho blanco de la escuela que haba perdido a su compaera y le preguntamos si podra ser ella. l afirm que las posibilidades eran muy altas y hasta nos dijo si queramos llevarla. Si no era la compaera del bho, ella misma buscara su hogar. Por supuesto que estbamos tan contentas, que incluso las maestras estuvieron de acuerdo, as es que nos dieron una jaula con la gran ave en su interior, le pusimos un trapo encima para que no se asustara y, al partir hacia la escuela, todas bamos con la ilusin de que s fuera la pareja del bho blanco y nosotras las heronas que lograramos juntarlos. Cuando llegamos a la escuela, llamamos a gritos a los nios del lado para que vinieran a ver lo que traamos en la jaula. Nos dirigimos al patio y abrimos la puerta, desde donde sali el ave con pequeos brincos, hasta darse cuenta que poda desplegar sus hermosas alas. Remont el vuelo y baj suavemente en la misma rama donde Blanco la esperaba cada da y lanz un fuerte Uuuhh. A la distancia vimos a Blanco que se acercaba moviendo sus alas con singular rapidez y se pos a su lado. Intercambiaron muchos saludos refregndose los picos y las puntas de las alas semi abiertas, y remontando el vuelo, partieron juntos hacia el sol que se ocultaba tras los cerros. Yo me puse a pensar en el gran amor de las aves y en su fidelidad tan entraable, y me alegr al recordar todas las muestras de cario que mis padres tienen entre ellos y para nosotros. Esas vacaciones fueron muy hermosas y aunque no he tenido otra oportunidad de ver tan de cerca otra pareja de bhos, conservo la foto del gran pino con ambas aves y cada

vez que la miro, pienso en lo felices de deben estar juntos, con su Uuuhh caracterstico, siempre fieles uno al otro. Cecilia Poblete Ibaceta - Chilena

21 EL BURRITO DESCONTENTO

rase que se era un da de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una casa de labor, en su establo, haba un Burrito que miraba a travs del cristal de la ventana. Junto a l tena el pesebre cubierto de paja seca. - Paja seca! - se deca el Burrito, desprecindola. Vaya una cosa que me pone mi amo! Ay, cundo se acabar el invierno y llegar la primavera, para poder comer hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino! As suspirando el Burrito de nuestro cuento, fue llegando la primavera, y con la ansiada estacin creci hermosa hierba verde en gran abundancia. El Burrito se puso muy contento; pero, sin embargo, le dur muy poco tiempo esta alegra. El campesino seg la hierba y luego la carg a lomos del Burrito y la llev a casa. Y luego volvi y la carg nuevamente. Y otra vez. Y otra. De manera que al Burrito ya no le agradaba la primavera, a pesar de lo alegre que era y de su hierva verde. - Ay, cundo llegar el verano, para no tener que cargar tanta hierba del prado! Vino el verano; mas no por hacer mucho calor mejor la suerte del animal. Porque su amo le sacaba al campo y le cargaba con mieses y con todos los productos cosechados en sus huertos. El Burrito descontento sudaba la gota gorda, porque tena que trabajar bajo los ardores del Sol. - Ay, qu ganas tengo de que llegue el otoo! As dejar de cargar haces de paja, y tampoco tendr que llevar sacos de trigo al molino para que all hagan harina. As se lamentaba el descontento, y sta era la nica esperanza que le quedaba, porque ni en primavera ni en verano habia mejorado su situacin. Pas el tiempo... Lleg el otoo. Pero, qu ocurri? El criado sacaba del establo al Burrito cada da y le pona la albarda. - Arre, arre! En la huerta nos estn esperando muchos cestos de fruta para llevar a la bodega. El Burrito iba y vena de casa a la huerta y de la huerta a la casa, y en tanto que caminaba en silencio, reflexionaba que no haba mejorado su condicin con el cambio de estaciones. El Burrito se vea cargado con manzanas, con patatas, con mil suministros para la casa. Aquella tarde le haban cargado con un gran acopio de lea, y el animal, caminando hacia la casa, iba razonando a su manera: - Si nada me gust la primavera, menos an me agrado el verano, y el otoo tampoco me parece cosa buena, Oh, que ganas tengo de que llegue el invierno! Ya s que entonces no tendr la jugosa hierba que con tanto afn deseaba. Pero, al menos, podr descasar cuanto me apetezca. Bienvenido sea el invierno! Tendr en el pesebre solamente paja seca, pero la comer con el mayor contento. Y cuando por fin, lleg el invierno, el Burrito fue muy feliz. Viva descansado en su cmodo establo, y, acordndose de las anteriores penalidades, coma con buena gana la paja que le ponan en el pesebre. Ya no tena las ambiciones que entristecieron su vida anterior. Ahora contemplaba desde su caliente establo el caer de los copos de nieve, y al Burrito descontento (que ya no lo era) se le ocurri este pensamiento, que todos nosotros debemos recordar siempre, y as iremos caminando satisfechos por los senderos de la vida: Contentarnos con nuestra suerte es el secreto de la felicidad. FIN

22 La balanza de plata

Hace muchos aos, mi madre me cont una historia que ms parece una fantasa. Esa historia comienza as: En la esquina de mi calle hay una tienda de telas, que est cerrada desde hace tiempo. Un da , un grupo de nios, entraron en la tienda y encontraron una balanza de plata, escondida tras un mostrador. La balanza tena un gran adorno en el centro, que era algo misterioso. Pronto descubrieron que no era una balanza normal. No pesaba manzanas, tomates, carne o pescado. Lo realmente asombroso era que poda pesar las buenas o malas obras que las personas hacan. Los nios se dieron cuenta de esto, cuando uno de ellos, decidi tocar el centro de ella. De repente la balanza se ilumin. El nio se mare y cay al suelo. Uno de los lados de la balanza se inclin y comenzaron a salir de l, estrellas, muchas estrellas. Aparecieron ante ellos todas las buenas obras realizadas por el nio. Haba sido bondadoso y comprensivo con los dems. Al rato, el nio se levant y comenz a recuperarse. Otro nio, quiso intentarlo tambin. Puso su mano sobre el centro de la balanza de nuevo y sta volvi a iluminarse. Esta vez, no salieron estrellas, sino espadas. Este nio no haba sido tan generoso como el otro, era un nio egosta aunque, como era un nio, todava poda aprender a compartir. La balanza, les enseaba lo bueno o malo que tenan en sus vidas y que podran mejorar. As pasaron los aos. Los nios seguan consultando a la balanza siempre que tenan dudas sobre cmo deban actuar o pensar. Pero un da, la balanza dej de iluminarse y los nios se hallaban un poco desorientados y tristes. Quin les guiara a partir de ahora?. Por qu les haba abandonado?. La balanza se ilumin por ltima vez, y les explic por qu ya no poda ayudarles ms. Ahora, debis pensar por vosotros mismos!. Ya sois grandes y lo suficientemente inteligentes para hacerlo!. Os deseo mucha suerte!. Al decir esto la balanza se apag. Al principio, los nios estaban muy apenados, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta que era lo mejor para ellos. Aprendieron a ser responsables por si mismos, pero nunca olvidaron los buenos consejos de la sabia balanza.

Por todo ello, siempre la recordaron como la balanza de la sabidura. Marisa Moreno, Espaa

23 LA BATALLA FINAL Autor: Harry Harrison LA BATALLA FINAL Por la noche, despus de recoger los restos de la cena, no haba nada que nos gustase ms a los nios que sentarnos alrededor del fuego mientras Padre nos contaba una historia. Dirs que suena ridculo, o anticuado, con todos los medios de entretenimiento modernos que